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5 poemas de Gabriel García Márquez

Cuando oímos su nombre pensamos en Macondo. Siempre lo identificamos


con sus novelas, pero también escribió poesía. Descubre a continuación 5
poemas de Gabriel García Márquez.
Canción
Llueve en este poema
Eduardo Carranza.

Llueve. La tarde es una


hoja de niebla. Llueve.
La tarde está mojada
de tu misma tristeza.
A veces viene el aire
con su canción. A veces
Siento el alma apretada
contra tu voz ausente.

Llueve. Y estoy pensando


en ti. Y estoy soñando.
Nadie vendrá esta tarde
a mi dolor cerrado.
Nadie. Solo tu ausencia
que me duele en las horas.
Mañana tu presencia regresará en la rosa.

Yo pienso cae la lluvia


nunca como las frutas.
Niña como las frutas,
grata como una fiesta
hoy esta atardeciendo
tu nombre en mi poema.

A veces viene el agua


a mirar la ventana
Y tú no estás
A veces te presiento cercana.

Humildemente vuelve
tu despedida triste.
Humildemente y todo
humilde: los jazmines
los rosales del huerto
y mi llanto en declive.
Oh, corazón ausente:
qué grande es ser humilde

Poema desde un caracol


Yo he visto el mar. Pero no era
el mar retórico con mástiles
y marineros amarrados
a una leyenda de cantares.

Ni el verde mar cosmopolita


-mar de Babel- de las ciudades,
que nunca tuvo unas ventanas
para el lucero de la tarde.

Ni el mar de Ulises que tenía


siete sirenas musicales cual siete islas rodeadas
de música por todas partes.

Ni el mar inútil que regresa


con una carga de paisajes
para que siempre sea octubre
en el sueño de los alcatraces.

Ni el mar bohemio con un puerto


y un marinero delirante
que perdiera su corazón
en una partida de naipes.

Ni el mar que rompe contra el


[muelle
una canción irremediable
que llega al pecho de los días
sin emoción, como un tatuaje.

Ni el mar puntual que siempre tiene


un puerto para cada viaje
donde el amor se vuelve vida
como en el vientre de una madre.

Que era mi mar el mar eterno,


mar de la infancia, inolvidable,
suspendido de nuestro sueño
como una Paloma en el aire.
Era el mar de la geografía,
de los pequeños estudiantes,
que aprendíamos a navegar
en los mapas elementales.

En el mar de los caracoles,


mar prisionero, mar distante,
que llevábamos en el bolsillo
como un juguete a todas partes.

El mar azul que nos miraba,


cuando era nuestra edad tan frágil
que se doblaba bajo el
peso de los castillos en el aire.

Y era el mar del primer amor


en unos ojos otoñales.

Un día quise ver el mar


-mar de la infancia- y ya era tarde.

La muerte de la rosa
Murió de mal aroma.
Rosa idéntica, exacta.
Subsistió a su belleza,
Sucumbió a su fragancia.
No tuvo nombre: acaso
la llamarían Rosaura,
O Rosa-fina, o Rosa
del amor, o Rosalba;
o simplemente Rosa,
como la nombra el agua.
Más le hubiera valido
ser siempreviva, Dalia,
pensamiento con luna
como un ramo de acacia.

Pero ella será eterna:


fue rosa; y eso basta;

Dios la guarde en su reino


a la diestra del alba.

Si alguien llama a tu puerta


Si alguien llama a tu puerta, amiga mía,
y algo en tu sangre late y no reposa
y en tu tallo de agua, temblorosa,
la fuente es una líquida de armonía.

Si alguien llama a tu puerta y todavía


te sobra tiempo para ser hermosa
y cabe todo abril en una rosa
y por la rosa desangra el día

Si alguien llama a tu puerta una mañana


sonora de palomas y campanas
y aún crees en el dolor y en la poesía

Si aún la vida es verdad y el verso existe.


Si alguien llama a tu puerta y estás triste,
abre, que es el amor, amiga mía.

Soneto matinal a una colegiala ingrávida


Al pasar me saluda y tras el viento
que da al aliento de su voz temprana
en la cuadrada luz de una ventana
se empaña, no el cristal, sino el aliento

Es tempranera como una campana.


Cabe en lo inverosímil, como un cuento
y cuando corta el hilo del momento
vierte su sangre blanca la mañana.

Si se viste de azul y va a la escuela,


no se distingue si camina o vuela
porque es como la brisa, tan liviana

que en la mañana azul no se precisa


cuál de las tres que pasan es la brisa,
cuál es la niña y cuál es la mañana.

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