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La constitución de la subjetividad

desde la Psicología Social de E. Pichón Riviére


*
Autora: Ana Sola Villazón (2010)

La Psicología Social de Enrique Pichón Riviére se pregunta por el sujeto y


estudia el nexo que vincula al individuo con la sociedad para entender sus mutuas
relaciones y explicar cómo se estructura la subjetividad en cada ser humano.

Esta corriente teórica se fundamenta en una concepción del sujeto, al que


entiende como una unidad bio-psico-social, esencialmente social, emergente,
configurado en un sistema vincular-social a partir del interjuego fundante entre
necesidad y satisfacción.

Hablar de “unidad bio-psico-social” remite a una construcción nocional que no


desconoce las diferentes dimensiones de un sujeto, sino que las articula entre sí. De
esta manera el cuerpo es reconocido como un soporte fundamental para los
procesos psíquicos, de memoria, voluntad, atención, sentimientos, etc., pero que al
mismo tiempo está en relación con la esfera social de manera indisoluble.

¿Por qué sostiene que el sujeto es “esencialmente social”? Porque desde la


más temprana infancia el niño se vincula con el mundo a través de otras personas,
fundamentalmente las de su núcleo familiar inmediato y es en el contacto con esos
adultos - circulo que se irá ampliando a medida que crece - que se va constituyendo,
va aprendiendo a aprender, va emergiendo, se va configurando como un sujeto
diferente y único. Es social entonces, porque la experiencia con el otro, la acción
concreta del otro tiene un lugar principalísimo en su constitución.

El sujeto es un ser de “necesidades” que lo movilizan para lograr la


satisfacción de las mismas; necesidades que son de diferente naturaleza ya que
como dijéramos es una unidad bio-psico-social, por lo mismo el sujeto tiene
necesidades de tipo fisiológicas, pero también de carácter afectivo, cognitivo y
emocional y al mismo tiempo de relacionarse con los otros para sentirse aceptado y
querido.

Nos podemos preguntar ahora ¿qué es lo que impulsa al sujeto a vincularse


con los otros desde que nace y hasta que concluye su existencia? La respuesta
desde esta psicología dirá que lo que nos impulsa a establecer vínculos con el
mundo externo es “la necesidad” y el “destino de gratificación o de frustración” que
cada necesidad tiene. Esto lo sintetiza muy bien Mónica Sorín cuando dice: “Todo el
contacto de la persona con el exterior se va estructurando a partir de sus
necesidades: es la satisfacción o insatisfacción de éstas la que va significando y
resignificando la realidad que lo rodea, dándole una vivencia de pertenencia a esa
realidad que lo nutre, o de alienación de esa realidad que lo frustra y percibe como
ajena.” Así por ejemplo un bebé que reclama contacto o alimento y una mamá que
decodifica esa necesidad es decir, la reconoce. Esa mamá se mueve hacia la
gratificación, ese bebé está sostenido desde ese otro que reconoce su necesidad y
él irá aprendiendo a reconocerse en esa necesidad conectándose con el otro pero
también consigo mismo a través de la gratificación (o de la frustración).

*
Al presente documento se le han introducido algunas modificaciones respecto del texto original,
realizadas por el equipo que trabaja en la materia “Subjetividad y Prácticas de Aprendizaje”, para el
Profesorado de Educación Especial, año 2016, FCH – UNSL.
En la interacción entre sujetos – relaciones intersubjetivas - se muestra el
carácter configurador, estructurante de la experiencia con el otro. Otro que no sólo
opera por presencia, sino que tiene una acción significante de esa experiencia ya
que se mueve en ella hacia la gratificación o la frustración. Otro que no permanece
trascendente a esa relación sino que desde su propia necesidad reconoce o
desconoce la necesidad del sujeto, la gratifica o la descalifica y la frustra. El otro
desde su acción y sus significaciones, que no son sólo individuales sino también
sociales, significa a su vez la experiencia del sujeto, contribuyendo a determinar
formas de interpretación de la realidad.

En el encuentro con los otros, desde las primeras experiencias de vida, cada
uno avanza en un progresivo proceso de internalización de las relaciones
vinculares. La internalización es el proceso por el cual las relaciones que se
desarrollan en la realidad externa, relaciones intersubjetivas (entre sujetos), se
transforman en relaciones internas, o sea se inscriben en la interioridad del sujeto,
transformándose en relaciones intrasubjetivas (al interior del propio sujeto)
configurantes del mundo interno.

El pasaje de las relaciones externas a la interioridad tiene una historicidad ya


que en el mundo interno se van internalizando de manera inconciente distintos tipos
de relaciones, en los distintos momentos del desarrollo. En toda nuestra trayectoria
de experiencias, todas las tramas de relaciones en las que estamos inmersos se van
reconstruyendo en nuestra interioridad, se van internalizando. Así por ejemplo una
relación madre – hijo de ternura, o de cierto abandono, o de sobreprotección
(realidad externa – relaciones intersubjetivas) serán internalizadas por el hijo pero
también por la madre, cada uno lo hará desde su propia historia, desde sus propias
necesidades pero en ambos, serán configurantes de su mundo interno.

Para referirse al mundo interno Pichón Rivière usa la metáfora del


escenario porque es allí donde - en tantas escenas como experiencias de vida tiene
cada uno - se representa o se despliega un argumento interno en el que se articulan
los distintos personajes según la interpretación, reconstrucción de la realidad externa
que cada sujeto hace.

¿Por qué habla de interpretación-reconstrucción de la realidad externa? El


término reconstrucción remite a la particularidad que tiene ese argumento, a la
forma en que se da la internalización, a la forma en que se inscribe el sistema de
relaciones externas en el mundo interno de cada uno. ¿Cuál es esta forma, cómo se
hace la inscripción del torrente de experiencias que dan forma al mundo interno? En
principio esta inscripción nunca es directa ni especular por eso es una
reconstrucción. ¿Qué quiere decir que no es directa ni especular? Las experiencias
de la vida nunca se registran en espejo tal como la trama de relaciones se da en la
realidad sino que por el contrario, es un proceso muy dinámico atravesado por la
perspectiva del propio sujeto quien – desde sus propias necesidades y desde su
propia historia – selecciona y hace su propia interpretación de la experiencia.

Las experiencias así reconstruidas se internalizan en el mundo interno que


tiene la característica de ser un sistema abierto, en permanente interacción con la
realidad exterior que es su condición de emergencia y desarrollo. En cada proceso
de interiorización la articulación del presente con el pasado es inevitable porque lo
ya interiorizado – estructuras relacionales que se van construyendo
inconcientemente en la interacción con el otro – tiene carácter instituyente y nunca
son elementos inertes que pasaron del afuera al adentro para quedarse allí
estancados sino que por el contrario, operan dinámicamente mediatizando y
condicionando las nuevas relaciones del sujeto con la realidad externa.

El grupo familiar es el primer ámbito donde se constituye la subjetividad, es


en su interior donde emerge un nuevo sujeto ya que desde su nacimiento el niño se
vincula con el medio a través de otras personas, fundamentalmente las de su núcleo
familiar inmediato. Estos interlocutores externos (que pronto serán internos) son
condición del aprendizaje y es en este contacto donde el niño va construyendo-
aprendiendo-internalizando modos, estilos de vincularse con la realidad.

“En las tramas vinculares que la familia establece entre sí, y respecto al bebé,
éste comienza a interiorizar papeles, relaciones de poder, estrategias de satisfacción
de necesidades, respuestas a la frustración. Y se siente contenido afectivamente, o
desvalido” (Sorín1992:21).

El modelo relacional familiar es el primer sistema de relaciones, de vínculos


que se reconstruye y se interioriza, constituyéndose en la matriz del mundo interno
mediatizadora de las relaciones con los grupos externos. En la trayectoria de cada
sujeto las figuras parentales, las relaciones de amor, de poder, de censura, de
libertad, de autoridad se internalizan, pasan de una relación externa al “adentro” de
cada sujeto convirtiéndose en una parte de su interioridad, de su mundo interno.
Desde estas primeras internalizaciones, constitutivas de la dimensión intrasubjetiva,
el sujeto irá interpretando las experiencias posteriores que la realidad le presente y
orientando su acción en el mundo externo, de allí su carácter de “matriz”.

Sobre ese primer grupo (familia) de manera sucesiva se van internalizando


nuevas redes de relaciones de las cuales la escuela – por su importancia – es uno
de los ámbitos privilegiados. Las relaciones alumno – maestra; alumnos entre sí;
docente - conocimiento; alumnos – conocimiento siempre aportarán a la
estructuración del sujeto sea cual sea la modalidad que ellas adopten. Según como
la institución escolar conciba y aborde su tarea las múltiples relaciones vinculares
que allí se juegan tomarán distinta modalidad. El proceso de aprender por ejemplo,
podrá ser percibido como creativo y libre o como rígido y represor; el aula podrá
concebirse como lugar donde la pregunta signifique trasgresión o ataque personal o
como lugar donde el pensamiento pueda fluir y la duda y el error tengan su espacio
valorado. Cualquiera sean las concepciones que rijan las prácticas de la escuela
siempre se traducirán en estrategias vinculares que el niño irá interiorizando en un
movimiento de interacción y de afectación recíproca con los distintos elementos ya
internalizados.

Para la psicología social el hombre se configura en una praxis, en una


actividad mutuamente transformadora con el mundo. De allí que la forma concreta
en que el sujeto satisface sus necesidades, y el tipo de vínculo que para ello
estructura con el exterior, son a su vez condicionados y condicionantes. Es decir, por
un lado el sujeto es el actor, el sujeto activo de ese intercambio con el exterior y a la
vez va siendo configurado por sus condiciones concretas de existencia.

En la vida cotidiana, la relación entre individuo y sociedad se concreta en el


vínculo del sujeto con diversos grupos e instituciones. “Grupos e instituciones que –
como dice Mónica Sorín - no son simples mediatizadores de ese vínculo, no son sólo
contexto sino texto: texto que produce múltiples sentidos y significados. Los grupos e
instituciones atraviesan la subjetividad de los sujetos, del mismo modo que ellos
(grupos e instituciones) están atravesados (transversalizados) por lo social, que les
imprime un sello –a veces evidente, otros enmascarado – resultante de las
condiciones económicas y políticas del proyecto (o no proyecto) social” (Sorín,
1992:16)

Ana Quiroga remarca que para entender como se configura la subjetividad


resulta fundamental indagar los condicionantes histórico-sociales de la estructura
familiar, de la modalidad de vincularse, de las formas que reviste el juego necesidad
– satisfacción, de las formas que reviste la comunicación, la asunción de roles y el
aprendizaje vigentes en la familia y en todo grupo e instituciones. De ello se
desprende que las formas de producción de subjetividad no son universales ni
atemporales sino que por el contrario se inscriben en condiciones históricas, sociales
y culturales específicas. Cada sociedad, en distintos momentos históricos instituye
una forma particular de ser sujeto.

Para pensar el peso de lo histórico-social en la constitución de la subjetividad


pensemos por un momento en este tramo de la historia donde nos encontramos
inmersos en un mundo atravesado por una profunda crisis económica que se pone
de manifiesto entre otros, en el cierre de muchas fuentes de trabajo, en la
imposibilidad de muchos niños y jóvenes de acceder a una educación de calidad, en
una notoria desprotección social de los sectores que van quedando excluidos del
sistema, en un crecimiento progresivo de la violencia.

Cada sujeto según su propia historia se apropiará subjetivamente de las


nuevas marcas, las cuales no pueden pensarse divorciadas del campo histórico
social en el cual y, por lo cual, únicamente son posibles. “Lo social en un plano
determina la emergencia de la subjetividad y en otro plano la subjetividad sostiene y
desarrolla un orden social determinado”.

BIBLIOGRAFIA
- CÁMARA, R (1997) El hombre tiene hoy temor de inexistencia. Entrevista
realizada a Ana Quiroga. Revista de cultura, arte e ideas La Marea. Año
IV,Nro 8, Bs As.
- PICHON RIVIERE, Enrique (1971) Del psicoanálisis a la psicología social. Bs.
As., Galerna
- QUIROGA, Ana (1992) Enfoques y perspectivas en Psicología Social. Buenos
Aires, Ediciones Cinco
- QUIROGA, Ana (1998) Crisis, procesos sociales, sujeto y grupo. Buenos
Aires, Ediciones Cinco.
- SORIN, M. (1992) Creatividad. ¿Cómo, por qué, para quién? España, Labor.

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