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EL PRINCIPIO DISPOSITIVO Y
EL IMPULSO PROCESAL DE OFICIO.
1. Introducción p.3
C.P.C.C.yT. de Mendoza p. 6
4. Conclusiones p. 10
5. Bibliografía p. 11
Introducción
El Código Procesal Civil Comercial y Tributario de Mendoza es la expresión
del cambio de paradigma que ha comenzado a verse hace unos años en nuestra
provincia y que intenta dar respuesta a una comunidad que está cansada de la justicia
lenta, de la burocratización de los procesos, de estar esperando largos años por una
sentencia y de la excesiva litigiosidad que ha puesto en crisis la institución judicial.
Para lograr este cambio, la nueva normativa establece los procesos por
audiencia, la inmediación y publicidad, incorpora las nuevas tecnologías, gestiona y
concentra procesos, establece el impulso compartido permitiendo la actuación de
oficio del tribunal, todo ello con el fin de reducir considerablemente los plazos para
obtener una sentencia y garantizar la tutela judicial efectiva. Se busca una
reingeniería jurídica basada en la gestión de recursos que permita transformar el
proceso civil haciéndolo más corto, simple, concentrado y eficiente con un juez
presente y con participación activa.
Bajo este panorama se cuestiona si este rol activo otorgado al juez junto con el
impulso compartido y la oficiosidad no significa un detrimento al principio
dispositivo que garantizaba a las partes la titularidad del proceso y su control, si la
posibilidad de que el juez pueda tomar las medidas que considere necesarias para la
consecución del final del pleito juega en contra de la disponibilidad con la que
contaban las partes durante las etapas procesales existentes en el anterior sistema.
Bajo este concepto, y durante muchos años, se consideró que el rol del juez
era pasivo, como mero espectador que debía aplicar la letra de la ley en base a lo que
las partes traían a conocimiento. Esto no debe extrañarnos si consideramos la época
imperante en la que entró en vigencia el Código Civil de Velez Sarfield (1871), una
época marcada por el liberalismo y la autonomía de la voluntad propia de los siglos
XVIII y XIX, donde cualquier intromisión era vista como una grave violación al
derecho de propiedad y a las relaciones privadas. Igual sentido mantenían los códigos
procesales de la época.
1 Palacios L. “Manual…”
2 Ferreyra de la Rua, “Tratado…”
3 En Chayer, H. M. & Marcet, J. P. (Coords.). (2016). Nueva gestión judicial: oralidad en los procesos
tribunales que colocaron al juez en una especie de autorizador o denegador de lo que
las partes pedían, otorgando el poder temporal del proceso, generando desgastes
jurisdiccionales innecesarios, burocratizando la justicia, convirtiéndolo en lo que
nunca fue.
Pero las épocas han cambiado y la sociedad actual requiere de jueces que
participen, que se involucren en la sociedad que viven y que procuren dictar
sentencias creativas que no se limiten a la aplicación de la ley, sino a dar una solución
real al conflicto que deben dirimir.
Como dice Alsina4 “si bien se mantiene el principio de que el juez solo puede
pronunciarse sobre los hechos aportados por las partes, a va perdiendo aplicación el
que a ellas le corresponde exclusivamente aportar las pruebas, admitiéndose en
cambio que el juez pueda completar el material de conocimiento; se mantiene
también el principio de que las partes son las dueñas de la acción pero la facultad de
impulsar el procedimiento mediante peticiones, acuse de rebeldía, etc. va siendo
substituida por la perentoriedad de los términos y el pase de un estadio a otro sin
requerimiento de parte, por obra del juez o de la ley”.
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justa. Chiovenda6 nos remarca la necesidad de contar con jueces que participen en la
lite como fuerza viva y activa.
En este sentido, Peyrano7 , nos dice que para explicar la mecánica del
activismo judicial, se debe partir de las varias facultades y deberes que los distintos
códigos procesales civiles ponen en cabeza de los magistrados a los fines de que
cumplimenten de la mejor manera posible su finalidad de impartir justicia. Agrega
que el activismo judicial es creativo e implica el protagonismo de los tribunales y la
actualización del servicio de justicia.
Por su parte, el art. 46 hace referencia a los deberes y facultades de los jueces
y determina que el juez es quien ejerce la dirección del proceso y provee las medidas
necesarias para su normal desarrollo, a pedido de interesado o por propia iniciativa,
debiendo procurar el avenimiento de los litigantes y la pronta solución de los litigios,
sanear el procedimiento, disponer medidas idóneas para esclarecer la verdad de los
hechos controvertidos, mantener la igualdad de los litigantes, proponer una más
rápida y económica tramitación del proceso y asegurar una solución justa (entre otras
cosas), mientras que el artículo 166 hace referencia a la carga dinámica de la prueba y
la posibilidad que tiene el juez de distribuir la carga respecto de quien está en mejor
condición de probarla.
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En palabras de Di lorio citado por Beade y Sprovieri el proceso no puede
quedar supeditado a la sola iniciativa de las partes que, lógicamente, no tienen en
cuenta los fines superiores, políticos y sociales de la jurisdicción. Y ello a partir de
advertir que “también el proceso resulta demorado por la propia actividad de los
abogados, (…) No hace al principio dispositivo el que las partes deban impulsar el
proceso, por lo que este puede ser impulsado de oficio por el juez sin que se quiebre
el principio (…) Cuando las partes se presentan ante el tribunal requiriendo que se
dirima un conflicto, por ese solo hecho se están sometiendo a la potestad de ese
órgano (…). Como está involucrado no solamente el interés de las partes, sino el
interés del propio Estado en que el conflicto se resuelva lo más pronto posible, es
obvio que este no tiene por qué estar supeditado a que a las partes se les ocurra o no
impulsar el proceso”.
10 http://www.corteidh.or.cr/cf/jurisprudencia2/ficha_tecnica.cfm?nId_Ficha=210
11 http://constitucion.webcindario.com/fallos/colalillo.doc
12 Arazi, Rolando; "Bases para reformular…”
medidas idóneas para esclarecer la verdad de los hechos controvertidos, mantener la
igualdad de los litigantes, propender a una más rápida y económica tramitación del
proceso y asegurar una solución justa (entre otros) pero no se empleó este artículo
para evitar las demoras excesivas en la resoluciones de las causas civiles ni para
disminuir el desprestigio en el cual estaba cayendo la justicia colocando a todos los
operarios judiciales en tela de juicio ante la comunidad.
Por todo ello podemos concluir que el Código Procesal Civil Comercial y
Tributario de Mendoza establece que el impulso procesal es compartido por las partes
y el tribunal, lo que en ningún modo afecta el principio dispositivo del cual son
titulares las partes, por el contrario, ambos principios se complementan con la
intención de lograr el objetivo de todo litigio que es la obtención de una sentencia del
modo más rápido y efectivo posible disminuyendo los costos de las partes y de la
sociedad.