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El Árbol de la Vida en Navidad

7 DICIEMBRE, 2017 By PHILEAS 25 COMENTARIOS

Desde la noche de los


tiempos, el ser humano ha otorgado un carácter sagrado a los árboles, observando en su
verticalidad una especie de puente entre lo de arriba y lo de abajo, una conexión entre el
Cielo y la Tierra.

En otras palabras, la estabilidad y la verticalidad del árbol lo convierte en un


evidente símbolo axial, donde se manifiesta una verticalidad ascendente en función de un
eje que se mantiene inmutable.
Esta inmutabilidad se hace más evidente en los árboles de hojas siempre verdes (“semper
virens”), aquellos que no cambian su follaje durante el invierno como el pino y el abeto,
que son los más representativos de las navidades. De hecho, el color verde se asocia a la
esperanza del renacimiento y alude al flujo de la energía vital.

El abeto habita en la taiga y el bosque boreal, soportando los más crudos inviernos
nórdicos, donde otros árboles no tienen posibilidad de sobrevivir. Teniendo en cuenta su
cercanía con el polo norte, sede de la tradicional Hiperbórea, este árbol se convierte en un
símbolo polar.

Un conocido villancico alemán escrito por Ernst Anschütz en 1824 alaba las virtudes de
este árbol:

“¡Oh abeto, que fieles son tus hojas!


No están verdes solamente en verano
sino también en invierno, cuando nieva.
Tu follaje me quiere enseñar algo.
Tu esperanza y persistencia
dan consuelo y aliento”. (ver aquí)

Símbolos del árbol navideño


La estrella que se coloca en la cima del árbol navideño refuerza el simbolismo axial del
árbol, ya que se trata de la estrella polar (polaris, el ombligo del cielo) que señala de forma
permanente el polo norte celeste y que representa el centro inmutable del cielo conocido.
En otras palabras, esta estrella establece un eje inmóvil entre el cielo y la tierra, mientras
que los otros dos astros mayores del cielo (la luna y el sol) están sujetos a ciclos.

Según Jean Chevalier, todo eje “liga mutuamente por su centro los dominios o los estados
jerarquizados. Puede tratarse de unir la Tierra al Cielo, o para ser precisos el centro del
mundo terrenal al centro celestial, que se figura por la estrella polar. (…) Se trata también
a veces de unir los tres mundos: mundo subterráneo, tierra y cielo, o Tribhuvana: tierra,
atmósfera y cielo. Esta misma jerarquía corresponde simbólicamente a los estados de la
manifestación y a los estados del ser, como indican muy bien las etapas del viaje axial de
Dante. A lo largo del eje se eleva hacia los estados superiores quien llega al centro, es
decir, al estado edénico o primordial”.(2)

Las ramas del abeto, dispuestas horizontalmente en forma escalonada y otorgándole al


árbol una silueta triangular, nos recuerdan los diferentes planos del microcosmos y del
macrocosmos. El ascenso desde las raíces hasta la estrella también aluden a un viaje
ascendente desde la oscuridad hasta la luz que en Cábala aparece como un desplazamiento
desde el mundo físico o el reino (Malkhut) hasta la corona (Kether) (3).
Teniendo en cuenta esto, podemos entender a
las guirnaldas como conexiones entre niveles, caminos espiralados que actúan como
medios de comunicación entre los diferentes mundos. Su disposición en forma
de espiral nos remite justamente a este símbolo fundamental que “evoca la evolución de
una fuerza, de un estado [o bien] el carácter cíclico de la evolución”.(4) En algunas
representaciones del viaje del Alma, el espiral aparece como hilo conductor, uniendo los
planetas de la antigüedad desde el negro Saturno (nigredo, plomo) al luminoso Sol (rubedo,
sol), y esto nos recuerda la Menorah hebrea de siete brazos, que representa al árbol de la
vida y donde también hay un recorrido por los siete planetas en un desplazamiento
espiralado.

El símbolo de la espiral está íntimamente ligado con la escalera, pues “ambos se refieren a
las jerarquías de la existencia, los niveles del Conocimiento y los grados de lectura de la
realidad. Cada uno de sus peldaños representa un distinto ‘cielo’, un estado del ser; y el
escalarlos indica la ascensión gradual del alma que busca la fusión con el espíritu
único” (5).
De acuerdo a Federico González Frías: “La espiral es […] un símbolo de descenso-
ascenso y un medio de comunicación entre los planos subterráneos, el terrestre y los
celestes, recorrido que se efectúa en cualquier iniciación […] donde se debe morir a un
estado para nacer a otro, regenerando una vez más el proceso cósmico del que derivan los
diferentes procesos y de los que participan los astros, dioses de la tierra, y el
inframundo”(6).

Los chirimbolos o bolas brillantes, por su parte, representan los frutos de cada nivel, es
decir los logros espirituales de cada uno de los integrantes de la familia. Por ello es
importante que cada año se agregue un chirimbolo nuevo a nuestro árbol, representando de
este modo las lecciones de la Escuela de la Vida que se han aprendido en el ciclo anual.

Y tal como los mundos superiores son los planos “causales”, es decir de las causas cuyas
consecuencias se manifestan en el plano físico, del mismo modo al pie del árbol se suelen
colocar los regalos navideños que aparecen como bendiciones del cielo (7), en otras
palabras como la manifestación externa y visible cuyas causas son internas e invisibles.

El Cristo en el árbol
En el medioevo había una creencia interesante, según la cual la Cruz de Cristo era el Árbol
de la Vida, e incluso se llegó a aseverar que “el Paraíso y el Calvario, la Cruz de Cristo y
el Árbol de Adán se levantaban en el mismo lugar” (8). Varios comentaristas cristianos
reafirman esto, como Atanasio Sinaíta al decir: “La Cruz de Cristo es el árbol de la
vida” (Christi est lignum vitae)” o incluso Comodiano: “En el madero de la muerte
busquemos el árbol de la vida”.

Más recientemente, René Guénon retomó esta idea, concluyendo que “se sabe que la
misma cruz del Cristo se identifica simbólicamente con el «Árbol de la Vida» (lignum
vitae)”. (9)
Por esta razón no es raro encontrar representaciones artísticas donde el Cristo no aparece en
una cruz sino en un árbol, muchas veces ubicada en el centro de la Jerusalén Celeste.

Y si la cruz del Gólgota es el árbol de la vida… ¿cuál sería el fruto de este árbol? El Cristo,
por supuesto, y entonces comiendo de ese fruto precioso el ser humano podrá recuperar el
estado adámico. Esto se hace patente en la comunión católica donde los literalistas profanos
creen ver un ritual de antropofagia simbólica cuando en realidad el devoto está participando
de la magia de la transustanciación, a fin de entrar en comunión (en común unión) con el
Cristo.

En palabras de Karl von Eckhartshausen: “Así como ocurrió de un modo completamente


natural que el hombre inmortal se hizo mortal por el goce de un fruto mortal [del árbol del
bien y del mal], del mismo modo sucedió, naturalmente, que el hombre mortal pudiera
recuperar su dignidad preferente por el goce de un fruto inmortal [del árbol de la
vida]” (10).
Por lo tanto, la ingestión del fruto del Árbol de la Vida simboliza la incineración de todo
vestigio del Hombre Viejo (Adán) y, sobre sus cenizas, el nacimiento de algo nuevo y
mejor (Cristo, el Nuevo Adán). Disolver y coagular.

Palabras finales
Por todo lo anterior, el árbol navideño representa al árbol de la vida plantado en el centro
del Edén (Génesis 2:9) y que reaparece al final de las escrituras “en medio del paraíso de
Dios” (Apocalipsis 2:7) en la Nueva Jerusalén con “doce frutos”(Apocalipsis 22:2). En
otras palabras, este árbol luminoso es un recordatorio de nuestro origen divino y de nuestro
propósito existencial de retornar a la “Casa del Padre” con el Cristo como guía.

Aunque nuestra sociedad desacralizada ha intentado eliminar todo contenido simbólico del
árbol navideño y de las fiestas solsticiales, tratando de transformarlas en una celebración
aséptica y carente de contenido, el símbolo arcaico del árbol de la vida sigue allí,
recordándonos que después de las tinieblas viene la Luz.

La noche oscura de la Edad del Hierro -tarde o temprano- tendrá que terminar y el vínculo
perdido será restaurado.

¡Feliz navidad y Paz Profunda para todos!

Véase también: Simbolismo del pesebre (I) y (II)

Imágenes
Resumen visual del artículo
Imagen navideña (1870)
El árbol de la vida con el Cristo
La cruz convertida en árbol
La Menorah como árbol de la vida

Concordancia
Himno espiritual: Jesucristo, el árbol de manzanas, tomado de “Divine Hymns or
Spiritual Songs”, compilados por Joshua Smith en 1784

El árbol de la vida que mi alma ha visto


Cargado de fruta y siempre verde:
Los árboles de la naturaleza no pueden
Ser comparados con Cristo, el árbol de manzanas.

Su belleza hace que todo sea excelente:


Por fe lo sé, pero nunca puedo decir
La gloria que ahora puedo ver
En Jesucristo, el árbol de manzanas.

Estoy realmente fatigado,


Aquí me sentaré y descansaré un rato:
Bajo la sombra de Él,
De Jesucristo, el árbol de manzanas.

Esta fruta hace que mi alma prospere,


Manteniendo viva mi fe moribunda;
Y hace que mi alma tenga prisa por estar
Junto a Jesucristo, el árbol de manzanas.

Notas del texto


(1) González, Federico: “El símbolo de la rueda”
(2) Chevalier, Jean: “Diccionario de símbolos”
(3) De todos modos, es preciso recordar que el árbol de la vida sefirótico está “dado
vuelta”, es decir que tiene sus raíces en el cielo y su copa en la tierra.
(4) Chevalier: op. cit.
(5) González Frías, Federico y otros: “Programa Agartha”
(6) González Frías, Federico: “Los símbolos precolombinos”
(7) Traídos por un personaje que viaja por el cielo con su trineo (Papá Noel o Santa Claus)
y que proviene desde el polo norte, es decir desde el lugar donde tradicionalmente se sitúa a
la Hiperbórea.
(8) Donne, John: “Hymn to God, my God in muy Sickness”
(9) Guénon, René: “El simbolismo de la cruz”
(10) Eckhartshausen, Karl von: “La nube sobre el santuario”
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