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Agustín Valencia
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El mejor castigo para un hombre que no se decide a gobernar, es ser
gobernado por otro inferior a él, y el temor a ese castigo determina a los
hombres de bien a intervenir en los asuntos públicos.
Platón
República, Libro I
Friedrich Nietzsche.
Más allá del bien y del mal.
¿Qué es aristocrático?, 259.
Friedrich Nietzsche.
El Anticristo, 6.
Pues, hermanos míos: ¡lo mejor debe dominar, lo mejor quiere también
dominar! Y donde se enseña otra cosa, allí falta lo mejor.
Friedrich Nietzsche.
Así habló Zaratustra.
De las viejas y nuevas tablas, 21.
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PRESENTACIÓN
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Código de Manu, viene a reforzar sus ideas sobre la ordenación de una nueva
clase selecta para el futuro, compuesta por una élite de guerreros y sabios,
elevados sobre la mayoría de la población.
I. PLATÓN
En primer lugar, y como uno de los puntos centrales, nos encontramos con la
afirmación platónica de la desigualdad entre los hombres. Una polis se
encuentra conformada por distintos tipos de hombres, a los que corresponde
naturalmente de acuerdo con su predisposición innata, una determinada
función o actividad.
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claramente platónico, que responde a sus intereses ético-políticos. Ética y
política se encuentran en una estrecha relación en su pensamiento. La vida
política, pública, de la polis, no es más que la ampliación de la vida individual
de los hombres; pero a la vez, la correcta estructuración del estado, debe servir
para perfeccionar y potenciar a los individuos.
[…] las colectividades son la expresión en grande de los individuos que las integran. Se reflejan
mutuamente; por lo tanto, dadas su magnitud más evidente y su exterioridad, es más fácil estudiar
virtudes y vicios en los entes sociales que en los individuos.
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No cabe duda de que esta interrelación sumada a la doctrina de la tripartición
del alma, conforma el fundamento central por el cual el estado ideal platónico
debe ser jerarquizado, elitista, y antidemocrático.
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método consiste en una ampliación, es decir, poder determinar las partes de
una ciudad y su correlación con las partes del alma del hombre, para poder
observar de forma aumentada en qué consiste la justicia, y consecuentemente
determinar una definición que se aplique a los dos ámbitos.
Ahora bien, para platón la polis surge para satisfacer las necesidades básicas
de existencia en relación con otros hombres, como la alimentación, la
habitación, el vestido.
Pero para ello, es necesario que cada hombre se dedique a una actividad u
oficio, para poder producir así lo indispensable, y de esta manera contribuir a
la polis. Se necesitarán albañiles, labradores, tejedores, etc.
“cada cual no debe tener sino una sola ocupación en la ciudad, ocupación para la cual su
naturaleza lo haya dotado más convenientemente” República, libro IV.
Vemos, por lo tanto, que para Platón cada uno debe tener un oficio único y
que desempeñe toda la vida, y esos oficios y ocupaciones requerirán aptitudes
naturales. Por su parte, la justicia consistirá precisamente en que cada una de
las partes realice de forma adecuada la única función para la que es apta, o
dicho de otra manera, cada uno debe ocupar su lugar en la jerarquía de la
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polis, ya que la alteración de esta estructura piramidal generaría la ruina de la
ciudad y el desequilibrio completo de la comunidad.
Por eso Platón nos dice en el libro IV de la Republica:
[…] la justicia consiste en hacer cada uno lo suyo y no ocuparse en muchas actividades.
Y más adelante:
[…] la justicia consiste en asegurar a cada uno la posesión de su propio bien y el ejercicio
de la actividad que le es propia.
Pero si aquel a quien la naturaleza ha destinado a ser artesano o a los negocios, engreído
después por sus riquezas, por la mucha gente a quien domina, por su fuerza o por
cualquiera otra ventaja semejante, pretendiera entrar, sin merecerlo, en la de los consejeros
o guardianes, y éstos cambiaran entre sí los instrumentos propios de su profesión y sus
prerrogativas, o si el mismo hombre pretendiera llenar a la vez funciones diferentes, creo
que tú también pensarás que semejante intercambio e injerencia en diversas ocupaciones
causará la ruina de la ciudad.
Y también:
Esa mezcla de las tres clases es lo más funesto que puede ocurrirle a la ciudad y con toda
razón podría calificarse de verdadero crimen.
Las tres clases a las que se refiere Platón son los gobernantes, o reyes
filósofos; los guardianes, los ; y los comerciantes y artesanos. Como
vemos, esta jerarquización de la polis en tres estamentos, corresponde, y
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encuentra su paralelo en la tripartición del alma tal como la hemos detallado.
Encontramos pues una semejanza, en la estructura y en la composición del
alma, por una parte, y de la polis por otra. La parte racional, se corresponde
con los reyes filósofos, o gobernantes; la parte irascible, con los guardianes; y
la parte concupiscible, con los comerciantes, y artesanos.
Éste es el verdadero fundamento del Estado aristocrático en Platón. La
verdadera causa que permite la jerarquización en las clases, y castas. Los
filósofos son los que deben gobernar, junto con la ayuda de los guardianes, así
como la parte racional guía al cuerpo, con la asistencia de la parte irascible.
Éste es el modelo platónico expuesto en la República, un modelo basado en la
meritocracia y en la selección, enfocado a la constitución de una élite de
gobernantes, que sean la completa expresión de la kalokagathía.
Los reyes filósofos son la cima de esa pirámide, son los hombres que se erigen
como arquetipos y modelos frente al resto del pueblo, son lo que garantizan el
orden y la justicia en toda la polis.
Platón lo reconoce en la carta VII:
Entonces me sentí obligado a reconocer, en alabanza de la filosofía verdadera, que sólo a partir de
ella es posible distinguir lo que es justo, tanto en el terreno de la vida pública como en la privada.
Por ello, no cesarán los males del género humano hasta que ocupen el poder los filósofos puros y
auténticos o bien los que ejercen el poder en las ciudades lleguen a ser filósofos varaderos, gracias a
un especial favor divino.
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Con lo visto hasta aquí, podemos apreciar claramente la influencia dórica del
estado espartano de Lacedemonia en el estado ideal de Platón.
Como Platón mismo lo reconoce en la carta VII, y en las Leyes cuando cita a
Tirteo, el estado de la polis del Peloponeso, indudablemente ejerció una
poderosa influencia en el filósofo ateniense, y en otros helenos de la época.
Hasta tal punto esta influencia se hizo notar, que en muchas poleis surgían
grupos filolaconios que admiraban las costumbres de los espartiatas. Muchos
de estos grupos fueron filósofos, que admiraron la búsqueda de la areté en el
estado dórico espartano, y a la legislación que Licurgo les brindara a los
descendientes de los heráclidas, mediante la inspiración del dios Apolo
délfico.
En la carta VII, Platón realza el modelo dórico frente a las costumbres
sicilianas de lascivia y desenfreno:
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como los omoioi o iguales, tenía rigurosísimas leyes y pruebas que superar
que establecían su superioridad. Comenzando por una selección eugenésica al
ser niños, y siguiendo luego con la dura educación espartana o agogé, el
entrenamiento necesario para convertirse en espartiata.
Asimismo, dentro de la aristocracia de los espartiatas existía la élite de los
hippeis, una guardia a la que todos los jóvenes aspiraban, y que constaba de
trescientos hombres menores de treinta años.
Los espartiatas eran los descendientes de los antiguos dorios conquistadores,
la nobleza guerrera dórica que había dominado y sometido a los pueblos
nativos del Peloponeso. Constituían un número aproximado de veinte mil, es
decir, diez veces menos que los hilotas.
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comprarlos o venderlos, pero sí eran siervos, al estilo feudal, que trabajaban la
tierra para la aristocracia guerrera espartana.
La relación entre hilotas y espartiatas era de constante tensión. Cinadón dijo
que los hilotas querían “comérsela cruda” a la nobleza espartana. Por ello, la
única garantía de supervivencia de los espartiatas era la dureza y su
superioridad guerrera y militar frente a una población que los sobrepasaba
ampliamente.
Sabemos demasiado poco de la antigua Esparta para comprender con seguridad su espíritu.
Los nuevos intentos de demostrar que la forma clásica del estado espartano, el cosmos "de
Licurgo", es una creación de una época relativamente avanzada, no son más que hipótesis.
Karl Otfried Müller, el genial fundador de la historia de la ciudades helénicas —que
empapado de la grandeza moral de los dorios la contrapuso con la mayor claridad al culto
tradicional de Atenas—, interpretó, por el contrario probablemente con razón, al antiguo
militarismo espartano como la continuación de un estado antiquísimo de la civilización
doria. Los laconios lo habrían conservado desde la época de las grandes migraciones y de la
primera ocupación del territorio. La migración dórica, de la cual los griegos conservaron
siempre un recuerdo imborrable, es el último de los movimientos de pueblos,
probablemente originarios de Europa central, que, partiendo de la península balcánica,
penetraron en Grecia y por su mezcla con los pobladores de otras razas mediterráneas,
desde antiguo instaladas allí, constituyeron el pueblo griego que nos ofrece la historia. El
tipo peculiar de los invasores se mantuvo en Esparta con la mayor pureza. La raza dórica
proporcionó a Píndaro su ideal de hombre rubio, de alta estirpe, tal como se presentaba no
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sólo al Menelao homérico, sino también al héroe Aquiles, y, en general, a todos los
"helenos de rubios cabellos" de la Antigüedad heroica.
Y también:
Lo primero que hay que advertir es que los espartanos sólo formaban una pequeña clase
dominante, de formación tardía, entre la población laconia. Bajo su dominio se hallaba una
clase popular, libre, trabajadora y campesina, los periecos, y los siervos hilotas, una masa
sometida, casi privada de todo derecho.
Tras lo anterior, podemos observar que el Estado dórico tal como fue
establecido en la antigua Esparta sirvió como modelo para la plasmación del
estado ideal platónico en la República.
La jerarquización que hace Platón de los ciudadanos de acuerdo a sus
actitudes naturales, nos devuelve un estado elitista y selectivo, capaz de
constituir la más elevada aristocracia como representante de la areté.
En la cima de la pirámide social se encuentran los filósofos, o el rey-filósofo,
como hemos visto. En segundo lugar, para acompañar a los gobernantes, y
como estrato desde el cual se seleccionarán a los futuros filósofos, se
encuentran los Guardianes o , y por último, los artesanos y
campesinos, conformando una gran clase, como base y sostén de la sociedad,
al estar dedicados a la producción de los bienes y alimentos esenciales para la
existencia.
En los Filósofos y los es donde vemos más claramente erigirse el
ideal espartano del guerrero, y la realización de la areté militar. Precisamente,
Platón caracteriza a sus guardianes como perros de raza, capaces de tener una
gran fogosidad, y a la vez ser filósofos, es decir, capaces de reconocer a los
amigos y a los enemigos.
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El perfecto guardián de nuestra ciudad ha de ser filósofo, valeroso, ágil y fuerte por
naturaleza. República. Libro II.
La educación de estos guardianes será del cuerpo y del espíritu siguiendo los
ideales de la cultura griega, a saber: música y gimnasia. De hecho, en este
aspecto también coincide la formación y el tipo de vida de los espartiatas, ya
que como lo reconoce el mismo Jaeger, la interpretación de la educación
espartana de forma unilateral, o simplemente militar, corresponde a un período
ulterior al siglo V. Esa visión de Esparta, como un estado militarizado
simplemente, es una crítica que ya Platón hacía al estado laconio, y que
alcanza una notable influencia en el pensamiento de Aristóteles, por ejemplo,
el libro II de la Política.
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En Platón el Estado debe garantizar la procreación y la educación de los
mejores, bajo un riguroso sistema eugenésico y de selección. Siguiendo a
Jaeger:
Platón no reconoce tampoco más que la suprema excelencia humana como expectativa del
derecho a ocupar un puesto dirigente en el estado. Pero lo que él se propone no es educar en
la areté una nobleza de sangre ya existente, sino formar una nueva élite mediante la
selección de los representantes de la
suprema areté. Paideia, Tomo III, pág. 307.
Porque de acuerdo a nuestros principios –dije- es necesario que las mujeres y los hombres
mejores tengan relaciones asiduas y que, por el contrario, estas relaciones sean poco
frecuentes entre los individuos inferiores de uno y de otro sexo; es necesario, además, criar
a los hijos de los primeros y no de los segundos, si queremos que nuestros ciudadanos sean
de la mejor calidad posible.
Y más adelante:
El estado Platónico favorece desde arriba la unión de los mejores hombres y mujeres, y
pone obstáculos dentro de lo posible a los menos aptos. Paideia, Tomo III, pág. 309.
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Las consideraciones precedentes, nos han demostrado que el estado platónico
de la República, encuentra su principal fuente de inspiración en el estado
espartano de Lacedemonia. Claramente ambos regímenes persiguen un
mismo fin (aunque puedan encontrarse algunas diferencias), a saber: el
predominio de los mejores. Y para eso, es necesaria la estructuración de la
comunidad en estamentos jerarquizados, y asegurados desde el Estado,
conformando de esta manera una élite, seleccionada física y espiritualmente,
que gobierne sobre el resto de los habitantes de la polis. Tanto los reyes
filósofos de Platón, como los espartiatas, nos remiten a una forma de vida
aristocrática, a un tipo de sociedad que busca el predominio de los de los
aristoi. Un tipo de sociedad, que hunde sus raíces en las tradiciones dóricas
indoeuropeas, y que Platón busca recuperar.
II. NIETZSCHE
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A continuación citamos la carta en cuestión:
“(…) Una enseñanza esencial le debo a estas últimas semanas: encontré El Código de Manu
en una traducción francesa, que se ha hecho en la India, bajo riguroso control de los
sacerdotes y doctos de alto rango de allí mismo. Este producto absolutamente ario, un
código sacerdotal de la moral con fundamentación en los Vedas, en la idea de las castas y
una antiquísima tradición – no pesimista, aún cuando siga siendo sacerdotal – complementa
mis concepciones sobre la religión de la manera más asombrosa. Confieso la impresión de
que todas las otras grandes legislaciones que tenemos me parecen una imitación e incluso
una caricatura de esta: en primer lugar el egipticismo; pero incluso Platón me parece, en
todos los puntos capitales, sencillamente bien instruido por un brahmán. Los judíos en este
aspecto una raza de chandalas, que aprenden de sus señores los principios en que se basan
los sacerdotes para lograr el dominio y organizar un pueblo… También los chinos parecen
haber producido su Confucio y Lao Tse bajo la impresión de este antiquísimo código
clásico. La organización medieval ofrece el aspecto de un raro tanteo por recuperar todas
las ideas sobre las que descansaba la sociedad arioindia – eso sí, con valores pesimistas que
proceden de la décadence racial – los judíos parecen aquí meros intermediarios” – no
inventan nada (…)”
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El desarrollo de este tema, con referencia a El Código de Manu, se encuentra
en tres lugares precisos de la obra de Nietzsche, a saber: El crepúsculo de los
ídolos, El Anticristo, y La voluntad de Poder.
Con respecto a la moral de cría, se puede observar una mayor vinculación con
las ideas ético-políticas de Nietzsche.
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Veamos el pasaje completo en donde describe este tipo de moral como
creación de una estirpe o clase selecta:
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cadáveres, su vajilla, a ollas rotas, su adorno, a hierro viejo, y su culto, al de los espíritus
del mal; deben vagar sin hallar paz en ninguna parte. Se les prohíbe escribir de izquierda a
derecha y servirse para escribir de la diestra: el empleo de la mano derecha y de la escritura
de izquierda a derecha está reservado a los virtuosos, a las personas de raza.
Vemos que existe una diferencia fundamental entre estos tipos de morales.
Mientras que un tipo busca debilitar a la “bestia rubia”, al animal-hombre, es
decir, quitarle su peligrosidad, hacerlo más dócil, más enfermizo, con la
pretensión de mejorarlo; el otro tipo de moral, la de cría, busca hacer lo mismo
pero con la clase contraria, es decir, con el chandala, la clase baja, los
desclasados, los “come perros”, para de esta forma potenciar una clase
superior considerada como la máxima expresión de la belleza y de la verdad,
como los verdaderos portadores y creadores de valores. Así como Nietzsche
dice en La Genealogía de la Moral, que la nobleza helénica se
autodenominaba “nosotros los veraces”, frente al vulgo, que era visto como
mentiroso y pérfido.
“también aquel cuerpo dentro del cual, como hemos supuesto antes, trátanse los individuos
como iguales – esto sucede en toda aristocracia sana – debe realizar, al enfrentarse a otros
cuerpos, todo eso de lo cual se abstienen entre sí los individuos que están dentro de él, en el
caso de que sea un cuerpo vivo y no uno moribundo: tendrá que ser la encarnada Voluntad
de Poder, querrá crecer, extenderse, atraer a sí, obtener preponderancia, - no partiendo de
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una moralidad o inmoralidad cualquiera, sino porque vive, y porque la vida es cabalmente
Voluntad de Poder”. Más allá del bien y del mal, ¿Qué es aristocrático?, 259.
Y también:
Y más adelante:
Una gran civilización es una pirámide: solo puede vivir en un terreno amplio, tiene como
primera condición una mediocridad fuerte y sanamente consolidada. Ídem.
La primera cosa necesaria para que pueda haber excepciones; una alta civilización tiene por
condición la mediocridad. Ídem.
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En el Bhagavad Gita se lee:
Los deberes de los brahamanes, de los guerreros, de los comerciantes, y de los siervos son
distribuidos según los atributos que derivan de la naturaleza de ellos. Bhagavad Gita,
XVIII, 41.
Esa clase más elevada, la de los brahmanes, constituye una clase de señores,
de dominadores con respecto al resto del pueblo:
Estos son la especie más honorable de hombres: esto no excluye que sean la especie más
serena y más amable. Dominan, no porque quieran, sino porque existen; no les es lícito ser
los segundos. El Anticristo, 57.
La división entre una moral de Señores, y una moral de esclavos, puede ser
aclarada por las reflexiones de Oswald Spengler, que resultan pertinentes para
nuestro objetivo.
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La selección corresponde a los instintos sanos y fuertes. El hombre es
reconocido por Nietzsche no como un animal bondadoso por naturaleza, en el
sentido roussoniano, sino como un animal de presa, como bien lo especificó
Spengler.
Los herbívoros substituyen el alma individual fuerte por el gran número, por el rebaño, por
el común sentir y hacer en masa. Pero cuanto menos se necesita de los demás tanto más
poderoso se es. El animal de rapiña es enemigo de todo el mundo. El hombre y la técnica,
pág. 26.
Esta clase detentadora del poder se aparta de la plebe a niveles cada vez más
elevados y aristocráticos. No constituye meramente una clase conservadora,
como podría parecer en un primer momento, esta clase de señores no se
constituye a partir de una “aristocracia del espíritu”, como se lo ha querido
interpretar de acuerdo a algunos autores. Contrariamente, Nietzsche establece
que la creación y sedimentación de esa clase de señores es la manifestación de
una aristocracia biopsíquica, es decir, a nivel fisiológico y espiritual,
consecuentemente con el vitalismo de su filosofía. La selección es una
selección física, del cuerpo, que atiende a la creación de hombres más
elevados fisiológicamente, mejor constituidos, mejor conformados, y que a
partir de ello se derive una vida espiritual elevada, contraria a la plebe.
“Solo existe una nobleza de nacimiento, una nobleza de sangre. (Aquí – observación para
los asnos – no se habla de la partícula “von” ni del almanaque de Gotha) Siempre que se
habla de “aristocráticos del espíritu”, por lo general, no faltan motivos para ocultar alguna
cosa; como es sabido, esta es una palabra común entre los hebreos ambiciosos. El espíritu
por sí solo no ennoblece; es preciso, sobre todo, algo que en principio ennoblezca el
espíritu. ¿Qué hace falta para conseguir esto…? La sangre. Voluntad de Poder, 936.
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CONCLUSIÓN
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BIBLIOGRAFÍA:
28
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