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DE LA

REPUBBLICA DOMENICANA.

POR

\Jn Imparerai, intevesado en e\ bienestar


>f pvospevldad de acpiel pais.

1850.
Fecundos han sido en incidencias de-
sastrosas los acontecimientos políticos de
la República Dominicana, y espacio bas-
tante necesitaría si tratase de referirlos
detenidamente ; pero cumple solo al obje-
to que me propongo en esta ocasión, con-
signar brevemente, y con la exactitud é
imparcialidad necesarias, aquellos mas no-
tables ocurridos en los últimos seis años
que han pasado desde la separación de
los Haitianos, dando razón de su estado
presente, y de la imperiosa necesidad en
que se encuentran sus habitantes de mejo-
rar su posición.

Caracas, Enero 28 de 1850.


V i r R A V E , imponente, y digno de atención, es el estado en que
se encuentra hoy la República Dominicana, y sin necesidad de apelar
para demostrarlo, á todos los sucesos que han presenciado escanda-
lizados sus habitantes en los últimos seis meses del año próximo pa-
sado, basta señalar los actos denunciados por el Emperador de Haití
en su proclama del dia 8 de Noviembre del mismo año. Antes de
examinar estos desordenes tales como deben contemplarse en su
verdadera significación, preciso es tomar en cuenta que todos los
hombres sensatos deben rechazarlos, mirándolos como una mancha
para la sociedad, corno un pernicioso ejemplo para los gobiernos ci-
vilizados, como un insulto á la humanidad, y por último como un
atatjue violento hecho á la ilustración del siglo en que vivimos, y á las
instituciones verdaderamente liberales. Transcurridos siete meses
desde la caida del general Manuel Jiménez de la presidencia, medi-
da de tan diversos modos interpretada, y con tan opuestos senti-
mientos recibida, no hay una sola persona pensadora que no tenga
la vista fija, en el drama que se ejecuta actualmente en la parte O-
riental de aquella preciosa Antilla, para adivinar cual será su desen-
lace, y el rumbo que seguirá su política, como una consecuencia pre-
cisa de los sucesos presentes. N o faltan pronósticos siniestros por
una parte, y profecías venturosas por otra, aunque lo esencialmente
cierto es, que sus naturales deben precaver con tiempo los conside-
rables daños que esperimentan, y los mayores aún que les amena-
zan, mientras llegan á tocar el término de estos, para que se entre-
guen después á gozar en completa paz, y libres de las horrorosas
consecuencias de una guerra de estermítiio, como la que sostienen,
de los placeres y comodidades que les brinda un suelo naturalmen-
te feraz, y rico, como él que poseen,

Al ocuparme de las ventajas que ha disfrutado el pueblo D o -


minicano, desde el malhadado dia de su separación del gobierno
Haitiano, cualquiera conocerá al primer golpe de vista que estbs han
sido efímeras, y que en el transcurso de su últinia revolución, no so-
lo han salido vanos todos los agüeros que se anunciaban como infa-
libles ; sino que se lian evaporado las ilusorias esperanzas de un
porvenir halagüeño, ofrecido 4 un pueblo tan dócil, cuino industrioso,
que no ha recojido otro fru,to al cabo de tantos esfuerzos empleados,
que el de un triste desengaño. Divididos desde entonces en dos
fracciones creadas espresamente por la política de los hombres que
se repartieron el mando de la naciente República, y al rumor de las
agrias acusaciones que de uno á otro bando se hacían ; al eco ele las
( M'
injurias q u e s o prodigaban á los mas distinguidos patriotas; y al
ruido de la tempestad levantada por las pasiones mezquinas de los
que bajo el velo de un falso patriotismo han querido solo especular á
posta del pacifico vecindario, no se encuentra un principio que no
se haya escarnecido ; una regla de justicia que no se haya violado,
una ley que no se haya infringido, ni un desafuero que ne se haya
cometido. Bajo el peso de una lucha desesperada entre los opreso-
res, y los oprimidos, no se ha reconocido otro derecho que él de la
fuerza, ni mas sistema que él de la opresión ; y así es que á la vo-
luntad de un hombre rústico, halagado por las lisonjas de veleidosos
consejeros, y á la arbitraría interpretación del articulo 210 del pac-
to fundamental del estado, que poniéndole á cubierto de toda res-
ponsabilidad en cuantos casos juzgue convenientes, á manera de los
Señores de horca y cuchillo de los odiosos tiempos del feudalismo,
le concede el derecho de vida sobre la de sus gobernados, y la ac-
ción de las leyes no alcanza á poner las víctimas al abrigo de sua
furores vengativos.
L a palabra LIBERTAD, ha sido la egida con que se han encu-
bierto tales desacatos. L a de REPÚBLICA, el puñal de dos filos de
que se ha echado mano indistintamente ; y la de HAITIANOS, el grito
con que han ido al patíbulo hasta los primeros dignatarios del Esta-
do, (1) y en semejante anarquía de voces, en tal confusión de ideas,
pregúntese al que las ha invopado, si en losdias de su dominación ha
hecho por esas mismas instituciones cuanto debia esperarse de su
decantado patriotismo, para ponerlas á cubierto de los ataques que
recelaba. D e buena fé podria confesarse al General Pedro Santana
que si el orden, y la consolidación de un gobierno justo, hubiesen
¿ido los objetos que mas le habían estimulado en el transcurso de su
periodo gubernamental, merecería, á pesar de su incapacidad, algu-
na indulgencia dé parte dé los hombres de juicio, respecto á los fre-
cuentes actos de arbitrariedad que ejerce ; pero como es un axioma
demostrado ya por la esperiencia que para él no ecsiste otro prin-
cipio que el del'terror, todos están convencidos de que sus clamores
no pasan de ser un ardid para ganarla voluntad general, y marchar
inas seguro al asalto del poder supremo. ¿ Y podrá en vista.de se-
mejante conducta darse fé á la opinión de ün hombre que á trueque
de conseguir su proposito no repara en emplear la culpable táctica

(\) Joaquín Puvllo, general de división, ministro de Hacienda,


y encargado provisionalmente de la cartera del Interior y Polioia, era
una de las personas á quienes mas distinguía el General Santana ; y
jorque se dijo que aspiraba á la presidencia, fué encausado y se le
v
coudcrió sin pruebas á la pena de muerte con su hermano, Gahino, ge-
neral de. brigada, su tio carnal Pedro de Cktstro, y un venezolano
nombrado Manuel Trinidad Franco. Caminaron estos al patíbulo
con la entereza que acompaña á la inocencia, el dia 23 de Diciembre
'de 1 8 4 7 ; y con este acto dé crueldad, y la deportación de. dos hermanos
mas di: los primeros, y otros varios patriotas, quedó satisfecha por en-
tonces la hidrópica sed de sangre del General Santana.
( 5 )
de alarmar al país, inventando temores infundados para engoñar su
confianza 1 Véase lo ocurrido en el mes de Mayo pasado cuando sa
propuso despojar de la presidencia al general Jiménez
Mal avenido con este, por el entusiasmo con que fué proclama-
do por los pueblos, cuya circunstancia contrariaba sus esperanzas
de mando, apeló á la farza ridicula, y altamente culpable, para re-
cobrar su posición perdida, de revelarse contra él, con la misma
fuerza que se le confiara para defender la patria, suponiendo el pro-
nunciamiento de las provincias que no tuvo lugar sino después de
haberse presentado á hostilizar la capital. Sostenido por la oficiosa,
y parcial cooperación de varios miembros del Congreso, que como
él aspiraban á enarbolar el pabellón de una nación estraña, se dis-
puso la traslación de este al pueblo de San Cristoval, donde se ase-
guraba la victoria como infalible por los amaños de los que le pres-
taban su apoyo, mediante la tremenda acusación que debia hacerse
á Jiménez, atribuyéndole comunicación directa con los Haitianos, al
mismo tiempo que se le quería hacer aparecer como adicto al G o -
bierno Francés ¡ pero estos cargos sin fundamento dieron lugar al
desprecio general, porque la conducta demostrada en los corlus dias
de la administracien de este honrado patriota, no fue otra que la de
cimentar la felicidad des pais, y arrancar de raiz con medidas suaves
y benéficas, la semilla de la discordia que le habia legado su ante-
cesor Santaua, y que principiaba ya á fructificar.
Las consecuencias de tan monstruoso paso que propendia nada
menos qne á trazar la senda que enseñaba á un pueblo pacifico á ne-
gar la obediencia debida al primer poder del Estado, son fáciles de
colejir. Después de enarbolada la bandera de la sedición, Santana
marchó de desacato en desacato, y de demasía en demasía, hasta el
estremo de no faltar mucho para que las calles de la capital se hu-
biesen visto inundadas de sangre, lo que no habría dejado de suceder
á no haber sido por la mediación de los Señores Cónsules, y muy
particularmente por la del Sr. Robert Schomburgk, ministro pleni-
potenciario de la Gran Bretaña, que en tan aciagos dias tuvo ocasión
de captai'se la estimación general ; porque en ellos desplegó en toda
su estension la finura de su trato esmerado, la nobleza de unos sen-
timientos verdaderamente filantrópicos, y el carácter enérgico y di-
plomático, que tanto honra al pabellón que representa, y conque supo
sostener con dignidad el derecho de asilo en favor de los que se
acojieron á él, ecsigiendo el cumplimiento de la capitulación que se
hizo, y que principió á infringirse tan luego como quedó sancionada.
El presidente Jiménez cuya circunspección tendrán lugar de apre-
ciar algún dia los mismos que hoy le inculpan, colocado en la cruel
alternativa de ver correr la sangre de Sus compatriotas, para soste-
nerse en un mando que nunca ambicionó, hizo al fin á su amor pro-
pio el costoso sacrificio do abdicarle en manos de sus ministros, an-
tes de constituirse en verdugo del mismo pueblo que entusiasmado
3é elevó al poder.
Este fué el resultado que tuvieron las jornadas de Güibia, en
cuyo punto estableció su cuartel general el que entonces fué pro-
( 6 )
clamado por sus parciales como LIBERTADOR DE I,A P A T R I A , y así
terminaron los acontecimientos que llevaron al Señor Buenaventura
Baéz á la presidencia, en vista de la negativa que de ella hizo el
Sr. Santiago Espaillart al ofr.eoerfiela. La ¡lastrada penetración de
*;ste respetable anciano, comprehendió desde luego muy bien el mis-
terio en que quería iniciársele, y la gravedad de la empresa con que
se le quería hacer cargar después de la notable violación que aca-
baba de hacerse á la Constitución de la República; y después de
íiaber arrancado de los dinteles del hogar domestico á mas de cien
padres de familia que sepultados en inmundos calabozos fueron
condenados después, bajo el peso de una medida tan absurda, como
arbitraria, é ilegal, á mendigar eu el estrangero el pan amargo de
la emigración. Estos dejaron anegados en llanto á los objetos mas
caros de su corazón, con quienes ni siquiera se les ha. permitido el
dulce consuelo de la correspondencia, interceptada á la voluntad del
mismo Gobierno, con violación del articulo 28 de esa misma Cons-
titución.
Numerosos excesos se cometieron en tan calamitosa época, y
todos creyeron, como era natural, que el nombramiento del nuevo
presidente haria olvidarlos sinsabores nacidos, y que se estendería
una mano consoladora á los que fueron objeto de ellos. Todos
aguardaban con ansia que el Sr. Baéz hubiese realizado la Union
sincera de los Dominicanos, y que de este modo se hubiese inaugu-
rado la época de felicidad aplazada en su programa de 24 de Sep-
tiembre ; pero con la marcha de sus primeros actos en cuya trans-
parencia se dejaron ver las inspiraciones de Santana, se desvanecie-
ron tantas ilusiones formadas, y se sembraron nuevas ideas de des-
consuelo en razón á ser muy pocas las familias que no tuviesen que
llorar la ausencia de alguno de los suyos comprehendido en la me-
dida inquisitorial de la deportación. Entonces fué que quedaron
confirmadas las dudas que habían estado encubiertas con el velo del
enigma en cuanto á lo ocurrido con Jiménez en el mes de Mayo :
entonces también se supo que no habia pasado de ser todo una farza
mal zurcida hija de la ambición, y del mas negro maquiavelismo;
porque al leerse el manifiesto de Santana en que dá cuenta de sus
actos, se vino sp conocimiento de que el pronunciamiento de la.
mayor parte de lpg pueblos fué hecho con fecha posterior á la de
haberse presentado 'en la capital á la cabeza de la facción ; y enton-
ces por ultimo siguieron las deportaciones, se embargaron los bienes
á Jiménez, y á algunos de ]os que le prestaron obediencia, se de-
clararon nulos los grados militares que este habia conferido, y se con-
cedieron otros de Generales, (¡n prueba de contemplapion y por pura
complacencia á personas particulares ; se puso en estado de acusa-
ción á uno de los Generales de mas prestigio que habia en el ejer-
cito ( i ) y se condenó á. muerte en rebeldía á otro no menos digno
de consideración (2).

(1) El Sr. Antonio Duvergvr.


(2) El Sr. Valentín Alcanfor.
Tales niedídas, repito; defraudaron las esperanzas de la pobla-
ción entera que desde luego principio á manifestar la espresion de
su disgusto reemplazando el jubilo que debia demostrar en los
regocijos públicos hechos con motivo de la toma de posesión del
Sr. Baéz, con aquella fria indiferencia, y con aquel silencio elo-
cuente, que son siempre los barómetros infalibles que prueban ¡as
pocas simpatías, y el grado de aprecio que difrutan los que g o -
biernan.
Los de la provincia del Cibao que no debian dejar de partici-
par de los reflejos del METEORO POLÍTICO, también le vieron apare-
cer. Alli tuvieron lugar nuevos sacrificios, y alli se inmolaron
nuevas victimas, entre otras el joven Felipe Bidó que fué ejecutado
en el lugar nombrado Sabaneta, y condenados tres compañeros
suyos á nueve años de cárcel. Satisfechos debieron quedar los ha-
bitantes de Santiago con la visita del LIBERTADOR, y mucho mas
complacidos con los únicos recuerdos que de él ha merecido siem-
pre la parte mas pingüe del territorio de la República. Con las
vejaciones hechas al distinguido General Salcedo recibió un nuevo
testimonio de aprecio en remuneración de la lealtad con que ha per-
manecido siempre unida á la capital.
Ygual pena sufrió el joven Manuel de Jesús, marinero de la
flotilla que tuvo lugar al regreso de Santana á Sto. Domingo. A
este infeliz se le hizo pasar por las armas á presencia de su anciana
madre en cuyos brazos espiró. ¡ Horror causa el recuerdo de tan
inauditos hechos ! L a pluma entorpecida apenas se atreve á se-
ñalarlos.
Y que, el gefe de la separación, el mismo que bajo las palabras
de Dios, Patria y Libertad, ha contribuido tanto á encender la dis-
cordia entre sus mismos compatriotas : él que con el nombre de
SALVADOR DE LA PATRIA no ha hecho otra cosa con su intolerancia
y despotismo, que dar el vuelo prodigioso que ha tomado la guerra
* civil aclimatada por su mano en la República : él que cometiendo
un atentado inaudito contra la persona de mas prestigio que hay en
los gobiernos Republicanos, ha dado tan brusca embestida á las ins-
tituciones liberales. ¿ Ygnoraba por ventura que en el medio que
empleaba para despojar al general Jiménez, de la presidencia, de
Tin modo tan violento, espatiiando á las ciudadanos que le obede-
cieron, infringia en todas sus partes el código fundamental del E s -
tado 1 i N o sabia que el texto inmoral de la estemporanea procla-
ma del actual Presidente Báez, de fecha 16 de Noviembre próximo
en que se sancionaba el pillagc, el incendio, y la destrucción, habia
de ser mal recibido de todos, y que de este modo iba á poner á dis-
cusión la completa perdida de la República ] Claro es que no d e -
jaría de preveér las consecuencias de tan odiosa é impolítica deter-
minación ; pero acostumbrado él á sobrenadar en esta clase de nau-
fragios, no escrupuliza los medios por aventurados que sean cuando
conducen á sus fines ; y entonces que creyó largo el camino dere-
cho para triunfar del primero por la via constitucional ; entonces
que respecto á los segundos tenia la certeza de no lograr el objeto
( 8 )
de sus venganzas sino alarmando al país contra ellos, suponiéndole^
conspiradores, cuando no hicieron otra, cosa que obedecerá la auto-
ridad constituida, dio lugar á que estallando la mina de su ambición^
brotase cual otra caja de Pandora todos los males que sé están es-
perimenlando.
L o desgraciadamente cierto, lo que no puede estar sujeto á clis-
cucion, y lo que parece que ha olvidado el Sr. Santana, y los que ba-
jo sus inspiraciones mandan allí en la actualidad ; pero que todo
buen Dominicano recuerda y llora con arriarlas lágrimas, es que la
causa pública se encuentra hoy en peor estado que nunca. Al cabo
de seis años de una lucha desastroza empeñada por conquistar una
libertad quimérica en que la flor de la juventud ha sido devorada, el
tesoro se halla exhausto, y las fuerzas de esa desgraciada República
se han ido consumiendo de tal modo, y se encuentran hoy tan débiles
y vacilantes, que hasta las esperanzas que á algunos se habían hecho
concebir, han ido desapareciendo de dia en dia, y llegado al punto
de que esos mismos no crean ya en la restauración de su soñada
libertad.
Desde la separación de los Haitianos y esto lo saben todos los D o -
minicanos, el pais ha visto con asombro crecer hasta la inmensidad el
número de sus calamidades, habiendo ido los infortunios públicos en
una progresión tan acelerada que la imaginación se aterra al consi-
derarlos. " Que era mi sistema opresor el de los Haitianos, se dijo
" para corroborar la separación, y se repitió después en el periódico
" titulado el Dominicano del 24 de Deciembre de 1845. Que era,
•' bastarda su política, y en su genero la única, por estar fuera del al-
" canee del entendimiento humano. Que el porvenir de los moradores de
" la parte del Este no era nada halagüeño bajo su odiosa domina-
" cion Sfa. Sfa." \ Y no es mas sombrío el cuadro que presentan á
los ojos del observador después que se constituyeron en R e p ú -
blica ?
1
¿ N o lo es mas, hoy que los contempla victimas de una
pugna intestina entre los mismos Dominicanos \ ¿ D e una guerra
desventajosa y sin ejemplo con los Haitianos, en que se les ve lu-
chando á brazo partido con una revolución que no ha producido
otro resultado que el de indignar mas, y mas, á sus adversarios,
aumentando el número de los males que bajo tan distintas formas
esperimentan \ ¿ N o ha empeorado el estado interior de la pobla-
ción % i N o ha desmerecido la consideración, y hasta el nombre de
los Dominicanos en el estrangero, no obstante su buena fé, por la
desconfianza que inspiran esos mismos acontecimientos políticos ?
I N o se ha visto cundir con una rapidez monstruosa la disolución
en las entrañas de la sociedad 1 i N o se están presenciando las per-
secusiones, los destierros arbitrarios, y ese terible aparato de guerra
que tiene en constante zozobra á los pacíficos vecinos, y que ha in-
fundido el terror en el seno de todas las familias 1 i N o acabamos
por último de ver á un solo hombre jugar con las leyes, y hacer que
los tribunales sufran el vilipendio de verse despojados de sus atribu-
ciones, deportando sin su conocimiento, condenando á muerte, y
hasta fusilando sin aquellas formalidades prescritas por ellas 1
( 9 )
l Cuando se ha manifestado mas infausto el presente, tii mas oscuro
el porvenir? ¿ Cuales son los síntomas de vida, sin hacerse ilusio-
nes, que ofrece hoy esa República que rio sea una desconfianza g e -
neral de parte de toda la familia Dominicana, y la odiosidad, res-
pecto á los que la mandan, de los que bajo el peso de tan violentas
medidas han sido lanzados del suelo patrio, y vagan errantes como
inmundos Panas.
Las consecuencias de este modo de proceder son bien notorias,
y ellas bastan para probar, como queda dicho, que la situación del
pais es mil veces mas penosa que antes de la separación, y que á
ello nadie ha contribuido tanto como los mismos que llevan las ritMj-
das del gobierno, que han hecho cuanto ha estado en sus manos pa-
ra prolongar la agonía de su patria, j A quien sino á ellos debe
culparse de que el pais se encuentre en el estado en que está 1
l Quienes han desorganizado la administración, y envilecido la mis-
ma autoridad que ejercen? ¿ Y quienes por último han echado un
borrón de ignominia en las paginas d e i a historia Dominicana auto-
rizando EL PILLAJE, EL INCENDIO, y LA DESTRUCCIÓN, Contra todos
los principios proclamados en el derecho de gentes ? Sobre estR
punto apelo á la conciencia pública, apelo al parecer de todos los
hombres juiciosos y honrados, y apelo sobre todo, á ese odio uni-
versal que se ha captado el paladin de semejantes desordenen, y no
habrá quien se atreva á desmentirme.
Terribles cargos resultan de aquí contra él, y sus demás colegas,
y no parece sino que de intento han querido hacer que el pueblo
maldiga hasta la hora en que se le obligó á emanciparse de un go
bienio á quien estuvo unido por espacio de 22 años, paia que
anhele la reconciliación con ese mismo gobierno ¡ por que los pue-
blos que no se someten tan fácilmente al yugo de la opi esion, tampoco
se sacrifican por sueños y desatinos, y ya es tiempo de que los D o -
minicanos conociendo su posición, deseen llegar al término de poseer
la verdadera felicidad, pues si aceptaron el paso de separarse desús
hermanos los de la parte occidental fué por que con mentidas p r o -
mesas se les pusieron de manifiesto mejoras que la esperiencia les
ha hecho ver como irrealizables.
N o satisfechos todavía los actuales gobernantes de Sto. D o -
mingo con haber puesto al pais en un estado tan crítico y alarmante,
aún piensan seguir labrando su ruina contrayendo empeños y ha-
ciendo nuevos sacrificios para reparar las perdidas sufridas en la se-
gunda invasión de los Cayos donde ha sido derrotada casi toda su
marina, y en vez de consagrarse exclusivamente á predisponer
los ánimos de sus gobernados llamándolos por un efecto de humani-
dad á estrechar los vinculos de fraternidad con que están unidos á
los del occidente para no esponerlos á un nuevo encuentro con las
armas, que debe ser desastroso, en vez de estudiar el medio de evi-
tar la efusión de sangre, y terminar con la paz la sangrienta lucha
que aniquila á su patria agonizante, y en lugar de hacer disculpa-
ble de algún modo el paso de la separación ; lo que pretenden es
presentar al pueblo el repugnante cuadro de la batalla de sus ambi-
( io )
dionea para sacrificarlo en la contienda, sugiriéndole la idea dé qué'
el Gobierno que se observa en la República es enteramente mas li-
bre, y ofrece mas garantías que el del Imperio de H a i t í ; pero el
cual pesaría menos por mas aristócrata qué fuese, que el poder tirá-
nico de unos cuantos hombres que animados de pasiones mezquinas
y movidos solo por despreciables intereses, gobiernan con las mas
espantosa arbitrariedad.
E n el laberinto de desgracias en que se vén envueltos los D o -
rílinicanos, deben bendecir á la Providencia de que les haya dejado
el camino déla reconciliación con los Haitianos,como él único medio
que les queda espedíto para su salvación, porque si considerando
ellos, como deben considerar, la posición en que los bán colocado, des-
pués de haber solicitado la anexión de varias naciones ; si recordan-
do que no cuentan con recursos de ninguna especie, sin armada, y
sin el auxilio de un empréstito cuantioso para gastos tle guerra, pre-
tendiesen saber la manera de salir de una crisis como la que atra-
viesan, y conjurar la nube de males que les amenaza. ¿ S e atreve-
rían á confiar en los esfuerzos que sus caudillos hiciesen para supe-
rar la3 dificultades que tienen que contrarrestar'? ¿ D e cual de los
Gefes que se hayan hoy al frente de la República, pueden esperar
que cierren la cima de sus infortunios, y hagan la suerte de aquel
desventurado pais 1

D e ninguno de ellos: las cosas han llegado á tal estado que el


país todo reclama con urgencia otro gobierno; la esperiencia ha
hecho ver bien claro la impotencia de los que mandan. S e necesi-
tan reformas útiles y saludables, se han hecho pocas y eso muy pe-
ligrosas ; la Hacienda reclama franqueza, la administración exijo
economias, las ciencias y las artes quieren impulso, el pueblo ne-
cesita descanso para cultivar los campos, y para que desarrollándose
con latitud y desembarazo el comercio y la industria, adquiera pres-
tigio y grandeza el nombre de los negociantes del pais. Para que
todas las cuestiones pendientes y estancadas en la monotonía reci-
ban una solución amplia y satisfactoria, para que haya verdadero go»
bierno, para que ese suelo rico y previlegiado recobre sus perdidas
fuerzas, es indispensable que los hombres que han ejercido un man-
do, que no han sabido desempeñar, con desdoro de ellos mismos,
cedan el puesto á los que lo usurparon, quienes aceptándolo, como
deben hacerlo, de buena fé y sin rencillas, con total olvido de lo pa-
sado, y haciendo alarde de generosos y decididos por el bien gene-
ral, admitan noblemente el abrazo de la reconciliación. Q,ue no.
sea mas que uno el voto de todos los que comprendiendo sus in-
tereses y sus necesidades, den solución al problema que la fuerza do
los sacrificios no ha podido resolver.
Este és creo el único remedio que para los Dominicanos exis-
te, considérese la cuestión bajo el aspecto que se quiera, y se verá
que no es posible cortar de otro modo el nudo de las dificultades.
L a nave que los conduce no está en un mar bonancible, los pilotos
que la han dirijido no son bastante espertos para salvarla, preciso
es pues, buscar con tiempo otros para evitar qué naufraguen, ahora
(11)
que tantos proyectos han quedado desvanecidos, después de perdido,
corno deben tener la esperanza de anexión, y ahora que ni si quie?
ra vislumbran la ocasión de que la nación Española que en otros
tiempos fué su madre, les prodigué una mirada de consuelo, porque
ú ello se oponen sus inteieses, y la marcha solida del Gobierno de sus
florecientes colonias ; ahora que no^hay quien con sinceridad reco-
nosca ni en el Señor Santana, ni en el actual Presidente Baez poder
bastante para rectificar la obra de sus manos ; cuando no hay una
sola persona imparcial que no este interiormente convencida de que
DO queda otro partido que el de ¡a reconciliación con los Haitianos,
6 el de morir después de una cruel y dilatada agonia, 1 Habrán de
resignarse á contemplar con indiferencia la aciaga y sangrienta lid
en que se disputan lo que al fin solo vendrá á ser el cadáver de una
República ? j, Habrán de desechar la ocasión favorable de terminar
sus calamidades, antes de verse einbueltos en el huracán que ya prin-
cipia á dejarse sentir 1
N o : mil veces no, P o r grande que paresca á primera
vista la empresa; por mas obstáculos que pongan los caudillos
para no perder la posición que ocupan; por mas dificulto»
so que hagan ver este paso para desimpresionar los ánimos de la
muchedumbre cansada ya, y convencida; por mas esfuerzos que em-
pleen para presentar á sus hermanos los Haitianos con el carácter
de sanguinarios, el pueblo sabe que son pacíficos cuando nq se lea
hostiliza, benéficos y justicieros cuando mandan y no se infringen
sus leyes, y generosos cuando son tratados con sinceridad. L.a em-
presa pues es preciso que sea posible, las dificultades deben alla-
narse ; porque la Providencia que siempre ha velado por aquel in-
fortunado pais, no puede permitir que le falte la única tabla á que le
es dado asirse en el naufragio que le amenaza ; y si no esta escrito
en el libro de su destino que peresca en él, ya es llegado el tiempo da
echar un velo ele olvido sobre lo pasado, y vivir bajo un Gobierno
solido, garantizado y libre de las angustias que le proporciona el a'c-
tual, de mostrar respeto á las leyes, de introducir orden en ]a socie-
dad, de arreglar todos los ramos públicos., de aliviar el servicio activo
y constante que pesa sobre la parte agricola, de corregir pon prii-
dencia y vigor los abusos, y de poner coto á la arbitrariedad, y el des-
potismo. Llegado es ya el tiempo de la regeneración Dominicana.
Noble, y gloriosa carrera, se abrirá para todos los que. pontri"
buyan á ella, siempre que resueltos y decididos al mismo, tiempo.»
quieran confiados en la mejoría de su causa, y en el apoyo de la' o-
pinion pública, acometer la grande obra de recobrar su perdida,
tranquilidad ; y si obrando todos do acueida, se unen para repeler
mancomunadamente las funestas, y destructoras tendencias de sus.
opresores se podra pretjecir que sus esfuerzos no sera.n desatendidos,
y que una favorable acogida, y el completo olvido de lo pasado será
la obra que asegurará su porvenir, pues en nadie deben confiar me-,
j o r los Dominicanos el fácil remedio de sus infoitunios, que en los
que fueron, y son 6us hermanos, y en !o.s que h o y deben considerar-
pomo á sus únicos salvadores.
t 1« )
Un ejemplo es preciso que tengan á la vista, que p\ied« recor-
darles las felicidades en que abundarían si hubiesen permanecido u-
nidos, como lo hicieron por espacio de mas de veinte y dos años al
Gobierno de Haití, y esto les atormentará mas á no dudarlo, cuando
dirijan sus recuerdos á esa época tan halagüeña por la tranquilidad
que difrutaran entonces, como •venturosa para todos, sin haber teni-
do que llorar jamas los repetidos desastres de que han sido especta-
dores, ni saborear las horribles consecuencias de uiia pesada dicta-
dura. La separación que se hizo en tiempo del Presidente Charles
Héraid fue desde luego un paso efímero, y aislado, como todos sa-
ben, sin necesidad de que me detenga ahora á demostrarlo, que no
ha podido nunca crear intereses que la hagan permanente ; las CO-
MAS deben volver hoy al mismo estado que tenian en Febrero de
Ü.S44, por virtud de la desconfianza que han inspirado en el pueblo
los mismos que le arrastraron á verificarla ; y hoy deben los que cora-
•ponen ese pueblo acudir á remediar sus conflictos, y á anudar y res-
tablecer las relaciones de fraternidad y de intereses comunes á todos,
mucho mas, cuando con el nombramiento del nuevo Emperador, cu-
yas recomendables prendas tanto 6e encomian, y la consolidación
del orden que se observa en su Gobierno, todos preveen una nueva
era de prosperidad y ventura, que hará permanentes las garantías
individuales, y la seguridad de las propiedades que son las que es-
elusivamente forman en todos los países la felicidad de los ciudadanos.

Los Dominicanos por otra parte no pueden permanecer hoy


como una nación independiente porque la esperiencia asi lo ha c o m -
probado, y porque necesitando, de los auxilios de otra nación fuerte,
están en el preciso ó indispensable caso de lanzarse en brazos del
Gobierno Haitiano, y corier la suerte que les está señalada en el
orden natural de su política. Pensar de otro modo, ademas do im-
posible, es hasta ridiculo ; porque ni la Francia por virtud de los tra-
tados celebrados con el Gobierno Haitiano el año de 1838 puede al-
terarlos considerando á W de la parte del Este como un estado adya-
cente, ni querría tampoco perjudicarse en sus intereses, pues de esto
modo se afectarían las condiciones de esoR misinos tratados, por vir-
tud de los cuales satisfacen religiosamente los segundos, la cuota es-
tipulada de un millón y trecientos mil francos anuales hasta la estin-
cion de la deuda pendiente entre ambas naciones. P o r otra parte,
y esto es''muy ensénela], no debe perderse de vista para probar la
absoluta imposibilidad de la anexión, que cualquiera que fuesen
las leyes qti»'se diesen 'á la República Dominicana por la naciou
que la prohijase, serían siempre incompatibles con la mayor parto
de la sociedad ac'ual, conquien no están aquellas identificadas ni
por los usos, ni 'por las costumbres, ni por la religión, ni por el idio-
ma, ni por otras' causas que seria osioso referir, y se verían por lo
tanto privados muchas individuos dignos de las mayores considera-
ciones, del lugar distinguido á que son acredores por su comporta-
miento, por su honradez, y por otras tantas circunstancias que les
Hacen recomendables. ;

La exactitud de lo que dejo espuesto es ya una axioma que na-


( is )
¿lie se atreve á poner en duda, y en corroboración de ello véase lo
manifestado por el correo de los Estados Unidos del 22 de Diciem-
bre último.
Este periódico órgano el mas autorizado en los asuntos de las
Antillas por estar consagrado á tratar de sus intereses, dice : " De
Haití tenemos solamente algunas noticias que tienden á confirmar la
idea de una próxima espedicion del Emperador Soulouqve contra la
parte Española de la Isla. El Capitán de un buque procedente de
los Cayos ha encontrado el 27 de Noviembre al salir de aquel puerto
una flotilla de seis embarcaciones que se dirijian á aquel punto ; dice
que el Emperador habia p>or su parte llegado á Jacmel, y se prepa-
raba á empesar sus operaciones por tierra. Es de presumir que ape-
gar de los sttcesos de la última primavera, y á despecho de la resisten-
cia que se empeñaron en hacer entonces los Dominicanos, estos no estén
completamente tranquilos, y teman las consecuencias de esta nueva
invasión. Otra correspondencia anuncia que han hecho proposiciones
al Cónsul Americano Gréen para obtener su anexión con los Estados
Unidos. Esta noticia merece confirmarse, lo mismo que la de que es-
peran la respuesta del Gobierno Francés á una proposición análoga.
Los Dominicanos deben estar persuadidos de que los Estados de la U-
nion no pueden ofrecer á una población de color la posición ala cual
sus antecedentes le darían derecho de pretender."

Demostrados pues los inconvenientes de la anexión de la R e -


pública, y el estado de desorganización en que se encuentra el pais,
faltos sus habitantes de garantías, de seguridad individual, sin por
yenir, y sin esperanzas de conseguirlo ano ser por la intervención
del Gobierno Haitiano, resta solo manifestar la necesidad en qrxe
aquellos están de solicitarla brevemente para que saliendo de un es-
tado tan critico y violento, se salven sus intereses, su tranqui-
lidad, y sus vidas. Esta es la única idea que ha de animar á los
Dominicanos. Recuerden su situación, y afiadan á ella la grata
memoria que deben conservar de los tiempos pasados, y compren
derán la necesidad en que están hoy (\e volver á estrechar sus rela-
ciones.
El momento de conseguirlo no puede ser mas favorable. Un
hombre honrado lleno de bondad, que abriga en su pecho un corazón
inagnanimo y filantrópico, y que animado de nobles sentimientos de-
testa los odios y las prevenciones, ocupa hoy el puesto de Emperador
en todo el lleno del poder que á su empleo conceden las leyes fun-
damentales del Estado, y hacia el cual lodos manifiestan las mayores
simpatías por sus ideas francas y liberales. Pues bien, si por parte
de la primera autoridad hay los mejores deseos; si en su elevada es-
fera no debe temerse la mas leve sospecha de miserables rencillas,
porque estas no caben, ni caber pueden, en los sentimientos paterna-
les del que ha inaugurado su gobierno con repetidos actos de muni-
ficencia, i Porque' desde luego no han de tomar los Dominicanos
una determinación tan patriótica, como racional 1 ^ P o i q u e renun-
ciando á esos instintos sanguinarios, desvastadores y funestos que han
querido inspirarle los que se han hecho dueños del poder, no imitan
( 14 )
el noble ejemplo que dio el año de 1822 la heroica ciudad de San*
tiago, y que secundaron las demás provincias, cuando se pronuncia-
ron en favor de la paz, que después disfrutaron tranquilos por mas
de 22 años í ¡ Sensible en verdad seria el que despreciasen tan
oportuna ocacion como la que se les presenta ! ¡ y mucho mas sensi-
ble el que diesen lugar á que la suerte de la guerra decidiese una
cuestión que mas que nunca corresponde que se ventile en el campo
de la razón, con las armas de fraternales abrazos!
L a esperanza que ha halagado mi corazón al emitir mi opinión
por medio de estas lineas, en una cuestión de tanta importancia no
ha sido otra que la de tranquilizar los ánimos para atraerlos por me-
dio de las reflexiones que dejo espuestas, á la cuestión de interés"
nacional, con el deseo de que se apliquen de un modo pacifico y es-
table á la elevación del monumento de la felicidad publica. Muchos
al momento de leerlas embriagados, tal vez, eu las ideas de un mal
entendido patriotismo, se sorprenderán por lo pronto de mis indica-
ciones ; pero me lisonjeo de que no soy yo solo e l que las abrigo, y
de que me aplaudirán todos los hombres justos que colocados en una
posición imparcial, n,o quieran ser indiferentes al bello porvenir que
debe ocupar la primada de.Colpn en el mundo ilustrado, digna de
él por su situación tppografica, ppr la Índole apreciable de sus habi-
tantes, y por los manantiales de riqueza que contiene su fértil, y di-
latado territorio. Todos ellos deben estar necesariamente en pugna
con los que han hecho culpable plvidp de sus deberes, y reconoce-
rán la imperiosa necesidad de que se disuelva para siempre la fea
nota que han impreso en las paginas de su historia. Hagan justicia
á mis observaciones todos cuantos no dejándose gobernar por influ-
encias de partidos, sean estrañosá otros interese.-i.y solo se contraigan
al bien estar, y á la dipha de su patria. N o olviden que el comercio
Be halla paralizado á causa de la inseguridad de las negocios , que
la agricultura apenas puede sostenerse porque los brazos Cjue atien-
den á ella están ocnpados constantemente en el manejo de las armas,
que la educación publica se encuentra en total abandpno, que la
miseria de todas las clases ya en aumento, que el papel moneda
desmerece tanto cada dia, que la onza de oro ha subido espandalo-
Eamente al precio do seis pientos pesos, sin que se pueda saber hasta
donde llegará su poco valor, y que, en fin, el agonizante país se haya,
en el estado mas triste y decadente.

Tal es el cuadro que ofrece hoy la Reyna de las Antillas, la


que en tiempos no muy remotos era ponsiderada pomo la perla del
nuevo mundo. Quien ásu vista no anhela el instante en q u é conven-
cidos los Dominicanos de que pueden volver á marchar por la senda
de la prosperidad, enarbolen el pendón do la concordia, pomo lo
hicieron la vez que estando próximos aser presa de la anarquía,
el votp general de la población fué el de pronunciarse espontanea-
mente en favor del Gobierno de Haití; para que de este modo pue-
dan llamarse felices, y para que obrando todos de acuerdo no for-
men mas que un solo cuerpo, sean respetados, y consoliden los baspa
principales de sus garantías políticas y sociales.
(15)
L a r g a materia lendiia para estenderme, si quisiese hacer una
reseña minuciosa de todos los acontecimientos y torcidos pasos que
se han dado desde la separación ; pero debo concluir só pena de apa-
recer como demasiado difuso, señalando aquellos que están mas de
manifiesto, y que bastan para demostrar lo que desde luego me he
propuesto, y creo haber probado, y es : que la República Domini-
cana carece de elementos para sostenerse, y que en la necesidad en
que se encuentran los que la componen de variar la forma de su
Gobierno ningún otro deben abrazar que aqudi en que se educaron,
como el mas acomodado á todas las clases de la población. Solo loa
alucinados en política, pueden desconocer las ventajas de este paso,
pero los hombres de razón acostumbrados á mirar las cosas bajo su
aspecto práctico y verdadero, comprenderán lo indispensable que es
la consolidación de un buen gobierno sin el cual no valen las rique-
zas de un pais por muchas que posea.

Penetrado de esta verdad, he querido en cumplimiento de un


deber sagrado, como el que t> nemos todos de propender á los adelan-
tos, y á la ilustración uuiversal, indicar los medios de alcanzar tal fin
á aquellos que pueden, y en cuyas manos esta hacerlo.
Este medio los Dominicanos no deben olvidarlo:
ES E L DE LA RECONCILIACIÓN CON LOS HAI-
TIANOS.

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( 14 )
e\ noble ejemplo que dio el año de 1822 la heroica ciudad de San*
tiago, y que secundaron las demás provincias, cuando se pronuncia-
ron en favor de la paz, que después disfrutaron tranquilos por mas
de 22 años 1 ¡ Sensible en verdad seria el que despreciasen tan
oportuna ocacion como la que se les presenta ! ¡ y mucho mas sensi-
ble el que diesen lugar á que la suerte de la guerra decidiese una
cuestión que mas que nunca corresponde que se ventile en el campo
d e la razón, con las armas de fraternales abrazos!
L a esperanza que ha halagado mi corazón al emitir mi opinión
por medio de estas lineas, en una cuestión de tanta importancia no
ha sido otra que la de tranquilizar l o s ánimos para atraerlos por me-
dio de las reflexiones que dejo espuestas, á la cuestión de interés"
nacional, con el deseo de que se apliquen de un modo pacifico y es-
table á la elevación del monumento de la felicidad publica. Muchos
al momento de leerlas embriagados, tal vez, en las ideas de un m a l
entendido patriotism.o, se sorprenderán por lo pronto de mis indica-
ciones ; pero me lisonjeo de que no soy y o solo el que las abrigo, y
de que me aplaudirán todos los hombres justos que colocados en una
posición imparcial, np quieran ser indiferentes al bello porvenir que
debe ocupar la primada de Colon en el mundo ilustrado, digna de
él por su situación t.opografipa, por la índole apreciable de sus habí-?
tantes, y por los manantiales de riqueza que contiene su fértil, y di-
latado territorio. Todos ellos d e b e n estar necesariamente en pugna
con los que han hecho culpable olvido de sus deberes, y reconoce-
rán la imperiosa necesidad de que se disuelva para siempre la fea
nota que han i m p r e s o en las paginas de su historia. Hagan justicia
á mis observaciones todos cuantos no dejándose gobernar por influ-
encias de partidos, sean estrañosá otros intereses, y solo se contraigan
al bien estar, y á la dipha de su patria. N o olviden que el comercio
se halla paralizado á pausa de la inseguridad de las negocios , que
la agricultura apenas puede sostenerse porque los brazos que atien-
den á ella están ocupados constantemente en el manejo de las armas,
que la educación publica se encuentra en fotal abandono, que la
miseria de todas las clases ya en aumento, que el papel moneda
desmerece tanto cada dia, que la onza de oro ha subido espandalo-
Bamente al precio do seis pientos pesos, sin que se pueda saber hasta
donde llegará su poco valor, y que, en fin, el agonizante país se haya
en el estado mas triste y decápente,

Tal es el cuadro que ofrece hoy la Reyna d e las Antillas, la


que en tiempos no muy remotqs era ponsiderada como la perla del
nuevo mundo. Quien á su vista no anhela el instante en qué oonven-
cidos los Dominicanos de que pueden volver á marchar por la senda
de la prosperidad, enarbolen el pendón de la concordia, p o m o lo
hicieron la vez que estando próximos aser presa de la anarquía,
el voto general de la población fué el de prpnunpiayse espontánea-
mente en favor del Gobierno de Haiti; para que de este modo pue-
dan llamarse feliees, y para que obrando todos de acuerdo no for-
men mas que un solo cuerpo, sean respetados, y consoliden los basea
principales de sus garandas políticas y sociales.
( 15 j
Larga materia tendría para estenderme, si quisiese hacer una
reseña minuciosa de todos los acontecimientos y torcidos pasos que
ee han dado desde la separación ; pero debo concluir só pena de apa-
recer como demasiado difuso, señalando aquellos que están mas de
manifiesto, y que bastan para demostrar lo que desde luego me he
propuesto, y creo haber probado, y es : que la República Domini-
cana carece de elementos para sostenerse, y que en la nocesidad en
que se encuentran los que la componen de variar la forma de su
Gobierno ningún otro deben abrazar que aquel en que se educaron,
como el mas acomodado á todas las clases déla población. Solo los
alucinados en política, pueden desconocer las ventajas de este paso,
pero los hombres de razón acostumbrados á mirar las cosas bajo su
aspecto práctico y verdadero, comprenderán lo indispensable que es
la consolidación de un buen gobierno sin el cual no valen las rique-
zas de un pais por muchas que posea.

Penetrado de esta verdad, he querido en cumplimiento de un


deber sagrado, como el que t nemos todos de propender á los adelan-
tos, y a, la ilustración uuiversal, indicar los medios de alcanzar tal fin
á aquellos que pueden, y en cuyas manos esta hacerlo.
Este medio los Dominicanos no deben olvidarlo:
ES EL DE LA RECONCILIACIÓN CON LOS HAI-
TIANOS.
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