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Ex Oriente Lux
Luys de Algaida
«Entre los raros escritores que en Occidente, no por erudición,
sino por un saber efectivo, asentado sobre base iniciática, han
contribuido a una orientación y clarificación en el terreno de
las ciencias esotéricas y de la espiritualidad tradicional, René
Guénon tiene un puesto de relieve».
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aquellas décadas, las que corren desde 1890 -prácticamente con la muerte de Madame
Blavatsky- hasta 1945 -la derrota de las SS-, son de explosión y renacimiento del
hermetismo. El Romanticismo, tan revigorizante en muchos aspectos, tuvo su cara
negativa en supercherías de todo tipo, que podríamos clasificar en tres órdenes: amoroso,
con la poesía desgarrada; político, con los nacionalismos neofeudalistas; y espiritual,
con el ocultismo de birlibirloque. Son los años de Fulcanelli, Marguerite Yourcenar,
Papus, Julius Evola, Aleister Crowley, Jules Doinel, Savitri Devi, Theodor Reuss, Roso
de Luna y tantos otros menos conocidos. Muchos de ellos auténticos vendealfombras.
Otros, genios convertidos en hazmerreir por el paradigma newtoniano. Precisamente es
el Dr. Encausse, Papus, a quien llegó a atribuírsele Los Protocolos de los Sabios de
Sión, el que dominaba aquel París y a quien Guénon le fue presentado al poco de
mudarse a ese retiro en medio del mundo. En el rincón más sugestivo del corazón del
París oculto, cabe añadir. El joven René, con poco más de veinte años, se hizo en
seguida un hueco en esos círculos merced a su inteligencia y su capacidad de trabajo.
No le faltó campo de estudio. En 1908 entra en la Orden Martinista de Papus
(supuestamente derivada de la Orden de los Elus Cohen, de Joachim Martinez de
Pasqually [1]). Dentro de la Orden Martinista alcanzó pronto el tercer grado de
iniciación, convirtiéndose en «Superior Desconocido», lo que le permitió entrar en dos
logias que tenían relación con la OM, la Logia Simbólica Humanidad, del Rito Nacional
Español, y el Capítulo y Templo «INRI», del Rito Primitivo y Original Swedenborgiano,
donde fue investido caballero Kadosh. Al poco tiempo participa como secretario en el
Congreso de Espiritismo y Masonería, retirándose del estrado cuando Papus habló de
reencarnación.
Funda y encabeza, además, la efímera Orden del Temple Renovado llevado por una
alucinación colectiva de varios martinistas, a quienes Jacques de Molay (1240-1314) les
ordenó acudir a casa de Guénon y decirle que debía refundar a los templarios. Esto,
junto al desencuentro por la transmigración de las almas, le causó cierto enfrentamiento
con Papus y, en general, la expulsión de las organizaciones en las que estaba. Tras esa
salida, y seguimos en 1908, ingresó en la logia Thébah, del Rito Escocés Antiguo y
Aceptado, en la que estaría hasta la Gran Guerra, momento en el que todas las logias
masónicas entraron en estado durmiente. Al año siguiente, 1909, es ordenado Obispo de
la Iglesia Gnóstica, fundada 1889 por Fabre des Essarts tras aparecérsele el obispo
cátaro Guilhabert de Castres (1165-1240), donde adopta el nomen mysticum de
Palingenius. Esto le permitió conocer a otros dos Obispos de la misma organización,
Léon Champrenaud -que lo era de Versalles bajo el nombre de Théophane- y Albert de
Pouvourville -que lo era de Tiro y Sidón bajo el nombre de Simón-. El primero,
interesado en el sufismo, se conviritó al Islam con el nombre de Abdul-Haqq; el
segundo, interesado en el taoísmo, fue iniciado en él por con el nombre de Matgioi. Los
dos colaboraban con frecuencia, llegando a publicar el primer tomo de Las Enseñanzas
Secretas de la Gnosis firmando como Simón Théophane.
Guénon utilia la Iglesia Gnóstica para aprender de personajes como estos, quedando
claro de dónde nace el interés de Guénon por la metafísica oriental, así como para
fundar una revista en 1909, La Gnose, donde publicó esbozos de alguno de sus futuros
libros y en la que ya demostrada su profundo conocimiento del espiritismo europeo y
oriental. En efecto, en su primer artículo, «El Demiurgo», publicado en La Gnose,
entabla ya un diálogo entre las diferentes tradiciones para responder la pregunta del
origen del mal: Si Deus est, unde Malum? Si non est, unde Bonum? Y hace una
exhibición de conocimientos del judaísmo y brahmanismo védico. De la revista salieron
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los contactos que le introdujeron en el sufismo, el hinduísmo y le permitieron conocer
más del taoísmo de lo que el mismo Conde de Pouvourville podía transmitirle.
Al comenzar la guerra de 1914, René Guénon tuvo que empezar a buscarse la vida.
Hasta ese momento había vivido como rentista, pero esos ingresos iban disminuyendo y
empezó a trabajar como profesor. En 1917 fue trasladado con su mujer y su tía a Argelia,
donde perfeccionó su árabe y conoció a maestros sufíes. Durante un año disfrutó de una
vida plenamente islámica, que le era difícil en la católica Francia. Allí volvió en 1918,
como a profesor en el mismo colegio en el que él estudió en Blois. Según parece, tenía
una clase de filosofía que impartía en una mesa redonda a cinco alumnos que consistía
en dictar durante horas, sin mucho método pedagógico. A veces paraba e intentaba
explicarles conceptos de la tradición oriental. Cuando volvía a casa atendía a su querida
sobrina, de la que se había hecho cargo en su regreso a Francia, y trabajaba incansable
mientras Berthe, a su lado, repasaba los manuscritos.
Al fin en 1921 publica su primer libro, Introducción general al estudio de las doctrinas
hindúes, en el que sin embargo emplea 100 de sus 217 páginas a sentar las bases para
una aproximación al esoterismo en general, no específicamente el hindú. Se trata, pues,
de una introducción general a su propia obra, indispensable para adentrarse después en
sus críticas a la Teosofía (1921) y al espiritismo (1923), en sus «apreciaciones» sobre
los esoterismos cristiano, islámico y taoísta (op. posth., 1954 y 1973) y, en general, a
todas las ramas que componen su árbol gnóstico. Pero sus conocimientos no se limitan a
las grandes religiones. Fruto de sus relaciones anteriores con los círculos ocultistas, es
capaz de ir analizando en la Revue de Philosophie, a propósito de la Sociedad Teosófica,
la realidad de organizaciones como el Hermetic Brotherhood of Luxor, la Iglesia
Veterocatólica, la famosa Golden Dawn, la Sociedad Rosacruz de Inglaterra o la
Masonería Mixta (obediencia de «Le Droit Humain»). Realmente, era un hombre con
muy buenos contactos dentro de Europa y, sobre todo -y por ello su importancia-, fuera,
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en el Oriente. En el mismo 1921 reúne los artículos y los publica bajo el título
Teosofismo. Historia de una pseudo-religión. Pasan dos años y su mayor preocupación
siguen siendo la mentira: en 1923 publica El error espiritista. Con dos libros, de dos
plumazos, ha denunciado las dos corrientes ocultistas más difundidas en aquel momento.
Una de carácter sectario, otra de ambiente más doméstico. El espiritismo, en el sentido
de «admitir la posibilidad de comunicar con los muertos», dice Guénon, conlleva
demasiado a menudo problemas físicos y psíquicos. Para ello, cita al espiritista Barthe:
«Tenemos varios ejemplos de graves enfermedades, de trastornos del cerebro, de
muertes súbitas causadas por revelaciones mentirosas que no devinieron verdaderas sino
por la debilidad y la credulidad de aquéllos a los cuales se les hacían». Y además hace
una denuncia de las «artes adivinatorias» que sirve bien para hoy, porque suelen actuar
como profecías autocumplidas por medio de la sugestión, con los peligros que eso tiene.
Mientras otros se afanaban en llenarse los bolsillos a costa de la ingenuidad ajena, él
tomaba caminos más serios, más interesados en la sana evolución espiritual y más
preocupados por su alrededor. Lo cual provocó, irremediablemente, que tuviera nuevos
enemigos.
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publicaría en 1939 bajo el título de La metafísica oriental, aunque como él mismo dijo
allí, «quizás hubiera sido mejor decir la metafísica sin epíteto pues, verdaderamente, la
metafísica pura, al estar por definición fuera y más allá de todas las formas y de todas
las contingencias, no es ni oriental ni occidental: es universal». Hizo allí una crítica de
la pérdida de la tradición occidental que podemos resumir en que -y esto se lo dice él
directamente a Aristóteles- «en toda concepción verdaderamente metafísica, hay que
reservar siempre la parte de lo inexpresable». Su reproche se dirige, empero, sólo a «la
civilización occidental moderna». En definitiva, termina de sentar las bases de su
pensamiento y esa introducción general con la que empezaba su primer libro. A partir
de este momento publicará libros que podríamos considerar, no menores, sino más
especializados. Así, por ejemplo, El Rey del Mundo (1927), donde tercia en el debate de
la búsqueda del Agartha provocado por dos libros, Misión de la India (1910) de
Alejandro Saint-Yves d’Alveydre y Bestias, hombres y dioses (1924) de Ferdynand
Ossendowski. Continúa tendiendo puentes entre el mundo occidental, católico, y el
oriental. Le sirven para ello las largas charlas con el párroco de Blois, donde pasa los
veranos con su familia.
Las charlas continúan, a menudo hasta el amanecer. Él habla con afán didáctico, como
lo hacía a esos colegiales cuando terminaba los dictados. Y como escribe: todos sus
libros tienen un prólogo donde explica con extraordinaria lucidez qué le lleva a
escribirlo y de qué trata. A su casa -y a las de sus amigos- acuden hindúes, musulmanes,
católicos, judíos,… Y con ellos era capaz de hablar en griego, hebreo, árabe, alemán,
italiano, español, ruso y polaco. Tampoco se le daba mal el latín. Cuando escribe La
crisis del mundo moderno (1927) tiene que reconocer que «no hay nadie que haya
expuesto en Occidente ideas orientales auténticas, salvo nosotros mismos; y lo hemos
hecho siempre exactamente como lo habría hecho todo oriental».
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estados múltiples del Ser (1932). Y digo «da a la luz» porque son libros cuyo origen
está en los primeros artículos que fue publicando en La Gnose y demás revistas
esotéricas de los primeros tiempos. Lo cierto es que aquellos años son una incógnita
porque Guénon parece un poco a la deriva, algo que intuímos por los sucesivos retrasos
de su regreso y de que no escribiera íntegro nada hasta 1945 (ya hemos dicho que el
texto de la obra intermedia de 1939, La metafísica oriental, es una conferencia de 1925).
Uno de los jeques (sheyj) a los que conoció en la Mezquita fue Mohamed Ibrahim, con
el que entabló una amistad estrecha que culminó cuando se casó con su hija Fatma en
julio de 1934. Definitivamente, Guénon era Abd al-Wâhid Yahyâ. Ya no más el francés
René, que además decidió quedarse ad perpetuam en Egipto. Dejó de pagar el alquiler
en Île Saint-Louis, pidió que le remitieran en cajas los libros que allí almacenaba y que
vendieran los muebles.
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analógico y simbólico en que lo entendían los Pitagóricos y los Kabbalistas, lo que es
muy evidente, sino incluso, lo que puede parecer más extraño y casi paradójico, del
número en su acepción simple y propiamente cuantitativa». Se queja de
quienes «consideran como infinito lo que es simplemente indefinido». Y a continuación
da a la imprenta su último libro publicado en vida, La gran Tríada, es decir el
ternario «Cielo, Tierra, Hombre» de la tradición oriental que podríamos traducir en
lenguaje profano por «Padre, Madre, Hijo». Explicación que no está de más porque era
corriente -y lo sigue siendo- en Occidente aproximar de inmediato este trilema religioso
a la Trinidad cristiana; y no son comparables. En fin, un libro taoísta sobre la «vía» y las
implicaciones espaciales y temporales de la Tríada.
Poco después, a finales de 1946, se trasladó a El Cairo durante un tiempo para esperar el
alumbramiento de su segunda hija, Lelia, que nació en enero, tras lo que volvieron a
Villa Fatma. Trataba entonces con gente de la talla de Marco Pallis o Ananda
Coomaraswamy, que acudían a él en calidad de maestro, pero que lo hacían con
documentación recogida en sus viajes por el oriente que le permitieron hacer una
revisión de Introducción general al estudio de las doctrinas hindúes sobre la relación
del hinduísmo con el budismo.
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islámico y el taoísmo (1973), Cuentas rendidas (1973), Estudios sobre la
Francmasonería y el Compañerazgo (1973) y Miscelánea (1976).
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[2] Hay un todólogo muy cercano al CNI que comete algunos errores de bulto con
respecto a las fechas. No diré su nombre por no dar propaganda a quien me hizo perder
el tiempo en proyectos políticos que desmontaba cuando se lo ordenaban los de arriba y
que además traicionó de manera perruna a más de un amigo. Pues bien, dice que
Guénon se desvinculó del ocultismo en 1909; pero si Paul Chacornac -que fue su amigo
y mantuvo con él una relación de décadas con colaboraciones en su revista y cartas
constantes- dice que fue en 1911, es que fue en 1911. Así ocurre con la iniciación en el
sufismo: él ya estaba iniciado cuando llegó a Argelia. Se permite algún error de cálculo,
como el de Asti Vera, que pone 1912, ¡pero poco más!
[3] Al respecto, recomiendo el artículo de Ángel Almazán Garcia, Abdul Wahil Yahia el
Guénon más realizado.
BIBLIOGRAFÍA:
N. del A.: Por juzgarlo innecesario, el contenido de esta obra no está sujeto a ningún tipo de
registro legal. Se expone, pues, al plagio. En tal caso, apelaremos a la más noble de las justicias:
la poética.