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ISBN 950-9009-54-7
ISBN: 950-9009-54-7
Hecho el depósito que marca la ley 11.723
Aclaraciones
Diana Wechsler, José Emilio Burucúa y Ana María Telesca citados a lo largo del libro e incluidos la perspectiva de la historia social del arte– produjera Francis Haskell, cf. La norme et le caprice.
en la bibliografía. Redécouvertes en art. Aspect du goût, de la mode et de la collection en France et en Angleterre, 1789-
5 Según la sociología de la cultura de Pierre Bourdieu, toda formación social está estructurada 1914, París, Flammarion, 1993 y Pasado y presente en el arte y en el gusto, Madrid, Alianza Forma,
por una serie organizada de campos relativamente autónomos en sí mismos entendidos como 1989.
“un campo de fuerzas pero también como un campo de luchas, tendientes a transformar o conser- 12 T. J. Clark, The painting of modern life. Paris in the art of Manet and his followers, New
var ese campo de fuerzas”. La noción de campo artístico presta particular importancia a las Jersey, Princeton University Press, 1989, p. 7.
condiciones sociales de producción, circulación y consumo de bienes simbólicos, convirtiéndo- 13 Cf. la introducción y el artículo de Fernando Rocchi en el libro de Fernando Devoto y
se en un concepto sumamente operativo a los fines de este análisis. Cf. Pierre Bourdieu, “The Marta Madero, Historia de la vida privada en la Argentina. La Argentina Plural. 1870-1930,
field of cultural production or the economic world reversed”, en: The field of cultural production. Buenos Aires, Taurus, 1999, t. II, pp. 7-15 y 302-321 respectivamente. Véase también Rocchi,
Essays on art and literature, New York, Columbia University Press, 1983, p. 30. “El péndulo de la riqueza: la economía argentina del período 1880-1916”, en: Mirta Zaida
6 Por ejemplo los trabajos de Lucrecia de Oliveira Cezar, Coleccionistas argentinos. Los Lobato (dir.), El progreso, la modernización y sus límites (1880-1916). Nueva historia argentina,
Guerrico, Buenos Aires, Instituto Bonaerense de Numismática y Antigüedades, 1988 y Coleccio- Buenos Aires, Sudamericana, 2000, principalmente pp. 50-62.
nistas argentinos. Aristóbulo del Valle, Buenos Aires, Ediciones de Arte Gaglianone, 1993. 14 Sobre la importancia de la dimensión metropolitana en el mapa intelectual y cultural de
7 Véanse Rodrigo Gutiérrez Viñuales, “Consideraciones sobre el coleccionismo de arte en cambio de siglo y su poder modélico, cf. Raymond Williams, La política del modernismo. Contra
la Argentina de principios de siglo”, en: Goya. Revista de Arte, Madrid, n.º 273, noviembre- los nuevos conformistas, Barcelona, Península, 1997.
diciembre de 1999, pp. 353-360 y Ana María Telesca, “El coleccionismo, la escultura francesa y 15 Es nutrida la bibliografía que –desde la historia de la literatura y la cultura– se ha ocupa-
el acervo del museo nacional de Bellas Artes”, en: Fundación Antorchas-Museo Nacional de do de reconstruir las peculiaridades del consumo cultural en Argentina durante el período aquí
Bellas Artes, Rodin en Buenos Aires, Buenos Aires, 2001, pp. 91-96. Cf. también de la autora considerado. Cf. los textos de Beatriz Sarlo y Carlos Altamirano, Jorge Rivera, Adolfo Prieto y
“Patrimonio artístico”, Lápiz, Madrid, a. XIX, n.º 158-159, 1999, pp. 169-173. Alejandro Eujanián citados a lo largo del libro, así como los artículos de Luis Priamo y Ricardo
8 Cf. José León Pagano, El arte de los argentinos, Buenos Aires, Edición del autor, 1937-1940, Pasolini, incluidos en Fernando Devoto y Marta Madero, Historia de la vida privada…, op. cit.,
3 vols.; Cayetano Córdoba Iturburu, La pintura argentina del siglo XX, Buenos Aires, Atlántida, t. II, pp. 228-273 y 275-299.
1958 y 80 años de Pintura Argentina. Del pre-impresionismo a la novísima figuración, Buenos Aires, 16 Sigo aquí las ideas de Pierre Bourdieu quien entiende al consumo cultural y artístico
Ediciones Librería de la Ciudad, 1978; Romualdo Brughetti, Nueva historia de la pintura y la como predispuesto, de manera explícita o no, a cumplir una función social de legitimar las
escultura en la Argentina. De los orígenes a nuestros días, Buenos Aires, Ediciones de Arte Gaglianone, diferencias entre las clases; cf. Pierre Bourdieu, La distinción. Criterio y bases sociales del gusto,
1991; Asociación Argentina de Críticos de Arte, Historia crítica del arte argentino. Buenos Aires, Madrid, Taurus, 1988.
Telecom, 1995 y Jorge López Anaya, Historia del arte argentino, Buenos Aires, Emecé, 1997. Una
excepción a este respecto lo constituye el texto de Eduardo Schiaffino, La pintura y la escultura en
Argentina (1783-1894), Buenos Aires, Edición del Autor, 1933. Schiaffino, protagonista por de-
más activo en el proceso de formación del campo artístico, relata sin ningún tipo de objetividad las
“contribuciones” de los primeros coleccionistas, muchos de los cuales eran sus amigos personales.
Corresponde señalar también el documentado ensayo de Adolfo Luis Ribera sobre los coleccionis-
tas del tercer cuarto del siglo XIX, incluido en: Academia Nacional de Bellas Artes, Historia Gene-
ral del Arte en la Argentina, Buenos Aires, 1984, vol. III, pp. 137-142.
9 María Teresa Constantin, “El hombre propone… y la época dispone. O cómo se dibujó
el perfil del Museo Rosa Galisteo de Rodríguez”, en: AA.VV., Epílogos y prólogos para un fin de
siglo, VIII Jornadas de Teoría e Historia de las Artes, Buenos Aires, CAIA, 1999, pp. 161-169 y
Andrea Giunta, Vanguardia, internacionalismo y política. Arte argentino en los años sesenta, Bue-
nos Aires, Paidós, 2001, pp. 134-153.
Capítulo 1
La ampliación del consumo
artístico en Buenos Aires
Artistas extranjeros nos visitan a los que compramos cuadros antes que ha-
yamos construido la pinacoteca que ha de guardarlos. En general son de
buen gusto y valen como obras artísticas mucho más que las obras arquitec-
tónicas que poseemos.
L. B. T., “A propósito de algunos cuadros de la sección de pintura”,
La Nación, 28 de enero de 1877.
Habrá Vd. observado, nos decía nuestro amable interlocutor, que hasta hace
poco tiempo en la lista de regalos de bodas, llevaba la supremacía la joya,
reinaba casi en absoluto. Hoy en día es distinto. El adorno, el bibelot, el
bronce y el mármol tienen frecuente aplicación en el regalo, tanto para no-
vios como para particulares, y en los recientes matrimonios celebrados en
nuestra haute, ha sido considerable la demanda que ha tenido esta casa. Ya
ve Vd., pues, cómo la evolución viene por sí sola; es cuestión de épocas y
tendencias.
“La evolución en el gusto”, Aviso de Casa Bellas Artes-Baron Hnos,
Letras y colores, a. 1, n.º 3, 15 de junio de 1903.
Las últimas décadas del siglo XIX fueron el momento de instalación y creci-
miento del consumo de arte en Buenos Aires, cuando comenzaron a ingresar
los mayores contingentes de objetos suntuarios y obras artísticas desde Europa
con el destino específico de su ubicación en la plaza porteña. Durante estos
últimos decenios del siglo hubo algunos momentos de baja en este consumo:
la crisis de 1890 fue sin duda uno de esos declives. Pero, más allá de estos vaive-
nes, existió un proceso sostenido en el que la circulación y el consumo de obras
artísticas crecieron a un ritmo y una proporción inéditos. Para comienzos del
siglo XX, las casas de venta de objetos artísticos se habían multiplicado y era
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incluso posible hablar de una expansión del consumo que llevaba a promocio- la “memoria oficializó lo de la ‘reina de la opulencia’ impidiendo ver los ‘andra-
nar los objetos de arte como buenos regalos de bodas o piezas infaltables en jos’ que los contemporáneos contabilizaban con espanto”.6 La visión celebratoria
todo interior elegante. se plasmó con asiduidad en la prensa de la época, en la que frecuentemente
A lo largo de las décadas que recorre este libro, Buenos Aires también fueron destacadas las nuevas residencias de la clase alta, cuyos ejemplos más
presenció cambios inusitados e irreversibles con respecto a su desarrollo urba- representativos se condensaban en el ya referido “palacio” o en su variante menor:
no. Ya para principios de la década de 1880, de la mano de las reformas plan- el petit-hotel. En ambos casos, se trataba de construcciones de varios pisos,
teadas por el primer intendente Torcuato de Alvear (1880-1887), la ciudad cientos de metros cuadrados y decenas de habitaciones que estaban destinados
comienza a mutar su apariencia a una velocidad excepcional.1 Se abren nuevas a alojar a una sola familia con su séquito de sirvientes y colaboradores.7
plazas y avenidas, se pavimentan calles, se erigen edificios públicos y se cons- Estos edificios, que fusionaban vertientes de los academicismos europeos
truyen viviendas en un lapso excesivamente breve para los ojos de la época. en su diseño exterior (Imagen 1), estaban en su interior cuidadosa y ricamente
En los albores de la década de 1920, muchos de los proyectos planteados decorados, combinando diversos estilos que podían ir del Tudor al Renaci-
cuatro décadas antes han sido llevados a cabo. El sector centro-norte de la miento pasando por los diferentes Luises (XIV, XV y XVI) e incluso con algún
ciudad está consolidado como el hábitat de la elite, el lugar elegido por las clases tinte oriental, como una salita japonesa.8 Todo dependía del uso específico de
altas para vivir, comer, pasear, comprar, y realizar transacciones financieras.2 El cada habitación. En este sentido, la funcionalidad diferenciada que se otorga a
norte de la Plaza de Mayo –las calles Florida y San Martín en un primer mo- cada recinto –cada uno de ellos con su consecuente desarrollo arquitectónico y
mento y luego el entorno de la Plaza San Martín y la entonces Avenida Alvear– ornamental– es otra de las características novedosas de las viviendas “opulen-
es el lugar que eligen para levantar los palacios, un tipo constructivo que se tas” del período.
hace extensivo a otros usos, como la función pública, los espectáculos, la ense- La comparación entre un interior burgués de fin de siglo XIX con aque-
ñanza. llos pintados o descriptos sólo algunas décadas antes presenta diferencias nota-
Múltiples variables dieron origen a este proyecto de modernización urba- bles. La austeridad y el despojo ceden ante el abarrotamiento y el lujo. Las
na, que halló su sustento en la abundancia de capitales fruto de la exitosa inser- imágenes devocionales –elegidas por su valor ritual pero que a la vez cumplían
ción de la Argentina –si bien en una situación claramente dependiente– en la una función ilustrativa o decorativa al estar exhibidas en medio de la sala– se
economía internacional en el marco de un modelo agro-exportador.3 A su vez, destinan ahora a los lugares específicos del rezo.
la concentración de la riqueza en aquéllos que poseían las tierras, controlaban A la ya tradicional imagen elaborada por Domingo F. Sarmiento que rela-
las redes financieras y ocupaban cargos estratégicos en la actividad política ta cómo sus hermanas despojan a su madre de los cuadros de San Vicente
permitió la edificación de viviendas fastuosas, donde el lujo y sobre todo la Ferrer y Santo Domingo colgados en el salón para dejar sus paredes blancas,9
monumentalidad fueron las constantes.4 puede agregarse una estampa semejante narrada por Lucio V. Mansilla en Mis
Además del factor económico, existen otras causas vinculadas específica- memorias (1904). En sus recuerdos de infancia, transcurrida durante el rosismo,10
mente con cambios en las costumbres, en la sociabilidad, en el gusto; cambios Mansilla refiere al predominio de pinturas y objetos devocionales en la decora-
en los que el modelo civilizador propuesto por las metrópolis europeas era ción de las viviendas:
fundante y que llevaron a la ciudad de Buenos Aires a adecuar su apariencia
urbana con aquellas transformaciones que se estaban gestando en la política, la En el dormitorio decoraban las paredes cuatro cuadros, grabados ilu-
educación, la inmigración, la delimitación del territorio, etc. Es decir, es impo- minados, que eran Massena, ya nombrado, Rapp –que yo hallaba
sible pensar que el tan mentado “proyecto del 80” –con la ideología del progre- parecido a mi padre–, Macdonald y Augereau.
so como motor–5 no buscara un correlato visual plasmado en la ciudad moder- Un crucifijo de oro y plata macizos, alto casi de un pie, estaba a
na y cosmopolita que Buenos Aires aspiraba a ser. la cabecera de la cama matrimonial, en el mismo centro. Al lado, a con-
El espectáculo de la ciudad en permanente cambio fue en general evalua- veniente altura, un Cristo en la cruz llamaba la atención por lo artís-
do positivamente como un síntoma de progreso. Como señala Adrián Gorelik, tico y el aire de tristeza infinita que envolvía la santa imagen. Del
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otro lado teniendo al niño Dios en los brazos, se veía iluminada a Las paredes de las residencias se pueblan de molduras, telas, papeles pinta-
Nuestra Señora del Rosario, la virgen de las devociones de mi madre. dos, arañas, boiserie, tapices (Imágenes 2 y 3). Los recintos exhiben vitrinas reple-
[...] Como tantas otras cosas que en la tierna edad sólo veía con ojos tas de bronces, jades, platería, abanicos; de un sinnúmero de piezas que eviden-
del cuerpo, supe después que el Cristo era un Gobelin.11 Desapareció cian en todo momento su estatus de objetos de lujo. Algunas pinturas, esculturas
un día... y nunca me resolví a preguntarle a mi madre qué se había y porcelanas se colocan en los sitios privilegiados del hall, del salón, del comedor
hecho. y del escritorio sin descontar su presencia en ámbitos menos accesibles a la vida
pública de la casa como eran los dormitorios y sus apartamentos accesorios.12
La casa de infancia de Mansilla muestra una transición entre este dormitorio más En general se trata de piezas venidas de Europa, importadas por diversos
sobrio, en el que priman las imágenes vinculadas al culto, y los demás cuartos de intermediarios –en el mejor de los casos por marchands, anticuarios y artistas y
la casa que comienzan a exhibir otro tipo de objetos: bibelots, relojes, muebles en su mayor parte por comerciantes de diversos ramos–. A su llegada al país,
de caoba, grabados iluminados, oleografías y algunas pinturas, casi todas retratos son ofrecidas a la venta en ámbitos disímiles como bazares, mueblerías y casas
hechos por artistas argentinos o europeos residentes en el país. de “objetos de arte”, o incluso en las menos específicas ferreterías, pinturerías y
A la mirada de Mansilla podemos sumar las Memorias de un viejo (1889) tiendas de ramos generales.
de Vicente G. Quesada –bajo el seudónimo de Víctor Gálvez– quien refirién- La abundancia de objetos foráneos en Buenos Aires era tal que, en vistas a
dose específicamente al lugar de las bellas artes en la ciudad de Buenos Aires, la crítica situación financiera y económica sufrida por el país durante 1890,
pinta una imagen sumamente pesimista para los mismos años: habrá quienes pretendan encontrar alguna solución gravando la introducción
de artículos extranjeros de lujo.13
Sólo ganaban los que hacían retratos, ¡y qué retratos! Algunos guar- Este tipo de consumo, en el que primó fuertemente el carácter de apropia-
dan como recuerdos de familia aquellas autoridades artísticas, que ni ción material del objeto, persistió a lo largo del período aquí estudiado. Más allá
tenían semejanza en la cara; parecían muñecos de madera, sin pro- de ciertas fluctuaciones, producto de la coyuntura económica, es posible señalar
porciones, sin perspectiva, de colorido detestable. El arte estaba en un consumo sostenido de bienes suntuarios por parte de los sectores encumbra-
pañales: no hay, ni puede haber verdaderos artistas donde no hubo ni dos de la sociedad que se despliega desde las últimas décadas del siglo XIX hasta
escuelas, ni galerías de pintura, ni modelos: más aún, ni quien com- las primeras del siglo XX. Y fue dentro de este proceso que la adquisición de
prase cuadros de mérito, ni encomendase un trabajo que fuese digno obras de arte se extendió en la ciudad de Buenos Aires, generalizando su uso
del talento de un artista. como pieza decorativa de los interiores, incluso entre los sectores medios quienes
Los buenos cuadros españoles, que había algunos, pertenecían a ante la imposibilidad de costear obras originales recurrieron muchas veces a re-
las antiguas familias y los conservaban como recuerdo o como adornos. producciones o piezas abaratadas como litografías, oleografías o copias.
[...] En cuanto a la escultura, ni aficionados había. Los protagonistas de este libro se ubican, sin embargo, dentro de la clase
alta y más específicamente dentro de sus capas burguesas. El término burgue-
Estas presencias, que asoman en la casa paterna de Mansilla y que Quesada sía resulta una definición de clase problemática, inescindible de la teoría mar-
registra como piezas escasas resguardadas por el celo de sus poseedores, co- xista, y que en sus usos previos se constituye por oposición a otro grupo social
mienzan a reproducirse en las residencias de la clase alta hacia el último cuarto –específicamente en el panorama europeo– frente a la aristocracia.14 Más allá
del siglo XIX. Es decir, estas décadas se presentan como un momento particu- de estas dificultades, resulta una categoría operativa para el caso local en tanto
larmente rico y complejo en el que las artes plásticas hacen su ingreso de mane- nuclea a aquel sector socio-económico de altos recursos producto de una gran
ra extendida en la escena porteña. Sin embargo, no se debe pensar en un corte movilidad social, integrado por terratenientes, comerciantes, empresarios, des-
abrupto entre 1880 y los años anteriores, sino en el comienzo de un proceso cendientes del antiguo patriciado e inmigrantes enriquecidos.
que avanza de la mano de un hecho innegable: la cada vez más abundante En este sentido, la mayor parte de los coleccionistas y compradores de arte
afluencia de obras de arte a Buenos Aires. formaron parte de la burguesía porteña, y en tanto burgueses sus elecciones
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estéticas se hallaron fuertemente atravesadas por su identificación socio-eco- honor a aquél que las poseía, y en esta operación se encontraban imbricadas las
nómica-cultural.15 Es decir, optaron por determinadas producciones artísticas cualidades estéticas del objeto con su valor comercial.
en la medida que éstas satisfacían las ideas burguesas de lo que debía ser no sólo Así, estas pinturas y esculturas importadas, ostentaban su carácter de mer-
el Arte, sino también tópicos más específicos como la belleza, la mujer, el tra- cancía, de objetos sociales19 en medio del salón y poco a poco dejaban de ser
bajo, el paisaje, el retrato. En este punto, propongo las siguientes preguntas: accesorios para convertirse en el elemento fundamental de cualquier interior
¿Es posible identificar un gusto burgués en Buenos Aires? Y de ser esta respues- opulento. En estas obras, adquiridas con el fin específico de la ornamentación,
ta afirmativa, ¿cuáles fueron sus características? la apropiación simbólica era apocada por la apropiación material del objeto en
tanto tal, es decir en tanto pintura o escultura, o incluso más específicamente
en tanto tela, bronce, mármol, porcelana, maneras en las que frecuentemente
¿Un gusto burgués en Buenos Aires? se denominaban las obras artísticas ofrecidas a la venta en el siglo XIX. Esta
alusión al material del que están hechas las obras, en el lenguaje de quienes
En aquella sociedad móvil y en constante crecimiento, como era Buenos comerciaban arte, comenzará a circunscribirse de la mano de la diferenciación
Aires en la vuelta del siglo XIX, que permitía el acceso al dinero a sectores no de dos circuitos: uno explícitamente dedicado a las obras de arte, que derivará
provenientes de la elite tradicional, la ubicación social era algo que debía ser en la galería profesional, y otro que seguirá asociado con el bazar, la oferta de
reforzado. Es decir, la marcación y el fortalecimiento de las distancias socia- antigüedades y objetos decorativos.
les eran imperiosos tanto para la vieja oligarquía como para los sectores bur- Sin embargo, si a simple vista parece plantearse una oposición irreconci-
gueses recientemente conformados, que deseaban a su vez diferenciarse ya liable entre arte y comercio, esta antítesis no era tal para quienes compraban
fuese de los inmigrantes recién llegados o de los porteños advenedizos. Estas pinturas y esculturas guiados por el afán decorativo y la búsqueda de distin-
distancias debían ser sobre todo “visibles” y para estos fines cada grupo per- ción, ya que en esta operación el estatus de obra artística quedaba apaciguado
seguía referentes inequívocos que connotaran el estatus de civilidad y distin- pero no anulado en el objeto adquirido. Es decir, las pinturas o esculturas eran
ción alcanzados. compradas por ser bienes costosos pero también por ser poseedoras del “aura”
Las obras de arte –que comenzaban a “inundar” el mercado de Buenos particular de las obras de arte, un “aura” que para sus adquisidores no se oponía
Aires hacia fines del siglo XIX– se presentaban como bienes simbólicos parti- al carácter de mercancía sino que se imbricaba con él, otorgando cierto com-
cularmente enclasantes, en palabras de Pierre Bourdieu como “signos de dis- ponente de idealidad a un objeto que se diferenciaba así de los meros bienes de
tinción” que permitían una lectura bien precisa al connotar sin ambigüedades lujo como la vajilla, las joyas o las pieles. En su carácter de pieza única, irrepe-
el estatus burgués de aquél que las compraba.16 Ya que, como bien postula tible, así como en esa difusa “manifestación de una lejanía”,20 la pintura o la
Thorstein Veblen, temprano y sagaz observador del caso norteamericano, el escultura huía por un momento a su apropiación material como objeto, para
consumo “especializado” e “improductivo” de bienes constituye una de las prue- presentificarse justamente como obra de arte.
bas más claras de “fortaleza pecuniaria”.17 A este carácter aurático de la obra de arte, se agregaba además su poder
En este sentido, las obras artísticas como objetos costosos, como “exhibi- intrínseco en tanto imagen, un poder que de acuerdo a Louis Marin reside en
ciones de riqueza” o “bienes de lujo” cumplían varias funciones que las aleja- su visualidad misma, en la “imposición de su presencia”. En otras palabras, la
ban de la mera contemplación desinteresada. Siguiendo a Veblen, puede apli- mostración de aquello pintado o esculpido dificultaba su total asimilación a un
carse a los adquisidores porteños su definición de connaisseur, entendido éste simple bien suntuoso para recordar en todo momento que se trataba tanto de
como aquel hombre ocioso que cultiva sus gustos, entre ellos el artístico, con el una “presentificación de lo ausente” como de una “autorrepresentación” en
fin de distinguir cuáles son los bienes que debe consumir, sin pretender mayor tanto imagen.21
especialización en el terreno estético más allá de una diferenciación en su con- Esta pervivencia del estatus de obra de arte en el objeto adquirido, no es
sumo que debe orientarse hacia bienes socialmente valiosos.18 Es decir, la com- obstáculo para considerar estos consumos como burgueses, ya que –como pos-
pra de obras artísticas reportaba una “utilidad” para su dueño al conferir un tula Rémy Saisselin– en la manera burguesa de aprehender y entender el arte
28 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 29
aparece tanto una mirada idealista hacia el high art –que se vincula con fines En primer lugar, el deseo de acumular objetos, definido como una de las
filantrópicos y pedagógicos– junto a una vocación materialista que da cuenta características inseparables del estilo de vida burguesa del siglo XIX, fue una
de su gusto por la acumulación y la ostentación.22 constante en los interiores porteños de la época.24 Este sentido cuantitativo se
En este sentido, existieron matices dentro de los consumidores de arte plasmó certeramente en las casas de los sectores enriquecidos del cambio de
que ostentaron un gusto burgués. Por un lado, los coleccionistas: portadores siglo, llegando a extremos en los que incluso es posible hablar de horror vacui.
de una voluntad por considerar las piezas como “obras de arte” y de insertar- Hay muchos ejemplos que dan cuenta de esta “vocación” por acumular.
las en un determinado “relato artístico” en el que era fundamental la dimen- Desde las reseñas de los interiores descriptos por al prensa decimonónica en
sión pública –presente o futura– de las obras reunidas. No obstante, en ellos ocasión de una tertulia o un baile, pasando por las fotografías de las revistas
no estaba ausente el deseo de apropiarse del arte en un sentido material, ilustradas que comienzan a aparecer en 1890, la quintaesencia de este consu-
buscando distinguirse socialmente a través de sus adquisiciones. Por otra parte, mo está representada por las imágenes que, hacia fines de la década de 1910,
aquellos actores que la prensa de la época calificó como “aficionados”, comienza a aportar la lujosa Plus Ultra.25 Cualquiera de las descripciones de los
“amateurs”, “amantes de las bellas artes”, personajes con una relativa compe- interiores retratados visual y discursivamente por esta revista da pruebas de este
tencia en el terreno artístico, fomentada por lecturas y viajes, pero que no se deseo de posesión de la obra artística, deseo que no se sacia en una sola pieza y
propusieron capitalizar este saber en la formación de una colección. Fueron que se apacigua parcialmente en la cantidad.
éstos compradores eventuales de objetos artísticos, incluso promotores del Las obras de arte son el centro del interior burgués. Aquel interior que
consumo de arte en la ciudad, y por lo tanto comparten las cualidades que Walter Benjamin define magistralmente como “la platea del teatro del mun-
caracterizan a este gusto burgués. do” al que el burgués exige que “le mantenga sus ilusiones”; un mundo privado
Los consumos artísticos de los burgueses porteños se presentan entonces donde los conflictos son explícitamente evitados y donde las fantasmagorías
como expresión del estatus socio-económico, si no alcanzado totalmente, al reúnen “la lejanía y el pasado” para crear el espacio de sus sueños y deseos más
menos deseado por el adquisidor. En la operación de seleccionar y adquirir íntimos.26
arte, el reconocimiento social entre los pares no era un dato menor ya que el De esta manera, los cuadros y esculturas elegidos para el interior debían
que compra busca la “confirmación social” dentro de su clase. contribuir a reforzar la certeza de sí del burgués y para eso la “negación de la
Estos nuevos consumos estéticos no eran simples anécdotas del transcu- realidad social” aparece como un patrón recurrente.27 Los comerciantes y críti-
rrir burgués sino claros patrones identitarios. En base a la noción de ideología cos de arte de fin del siglo XIX parecen ser conscientes de estos patrones. El
propuesta por Raymond Williams, entendida como un sistema de significados gusto dominante de la burguesía porteña era algo visible y en tanto percibido
y valores que constituye la expresión o proyección de un particular interés de podían identificarse qué obras cuadraban dentro de sus parámetros.
clase, propongo leer estos consumos culturales como consumos ideológicos,23 De este modo, fue una estrategia recurrente criticar una obra exhibida en
consumos en los que los actores ponían en juego su enclasamiento económico- Buenos Aires a la luz de sus posibilidades de ubicación en una residencia por-
social. Un estatus que, en ciertos casos, era tan reciente que debía ser reafirma- teña; tanto en relación con su tamaño como con su temática capaz de tornar
do mediante prácticas que no admitían ambigüedad alguna. más placenteras las horas burguesas que se sucedían en aquellos interiores.
Es decir, la capacidad de consumir y el grado de sofisticación que podía La inadecuación de una obra a su destino futuro también podía tornar
alcanzar dicho consumo no eran características adjetivas de la condición bur- negativa la evaluación de un crítico. “En las viviendas señoriales de hoy en día,
guesa. Por el contrario, la posibilidad de adquirir bienes refinados o de gozar se busca reunir el mayor número posible de comodidades y objetos agradables.
del tiempo libre en los nuevos espacios de recreación urbana eran “marcas” que Mal podríase dar preferencia á cuadros que, como el del Sr. Fabrés, causarían
no sólo comunicaban a los demás que se era un burgués sino que hacían sentir horrible impresión y pesadillas nocturnas”, apunta en 1894 el periodista Car-
burgués a aquél que las ostentaba. Dentro de esta perspectiva, ciertos patrones los Orte –desde las páginas de La Nueva Revista del 30 de junio– ante un
del gusto artístico de la elite de Buenos Aires permiten claramente que lo defi- cuadro orientalista del español Antonio Fabrés que mostraba un criminal re-
namos como un “gusto burgués”. torciéndose de dolor en prisión.
30 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 31
Los vendedores de arte podían incluso trazar estrategias que respondían varios ejemplos en las colecciones argentinas. La posesión de una grande
directamente a esta preferencia burguesa por la obra de arte. De esta manera, machine premiada en el salón y realizada por uno de los artistas más caros del
en 1898 el comerciante español, activo en Buenos Aires, José Artal plantea a mercado finisecular, connotaba un deseo específico de distinguirse del con-
uno de sus representados, el pintor Joaquín Sorolla y Bastida, la necesidad de sumidor burgués promedio, ya que para acceder a ella el dueño debía sortear
exportar obras de “delicadeza de ejecución, brillantez de color, gracia y empa- varios obstáculos como el traslado, montaje y espacio necesario para mostrar
que” con el fin de satisfacer las demandas de “la gente de dinero de Buenos un cuadro de tales características, que sólo se afrontaban con una gran dispo-
Aires”. A lo largo del extenso epistolario que une al pintor con el comerciante nibilidad de dinero y una férrea voluntad por apropiarse de aquella obra en
entre 1897 y 1913, Artal es plenamente consciente del tipo de pinturas posi- particular.
bles de ubicar en los interiores porteños: escenas graciosas, motivos alegres, No obstante, en su temática y factura el cuadro responde a este gusto
pinturas de animales o tipos populares con trajes característicos y vistosos, y burgués aquí caracterizado. Se muestra un episodio bíblico –Adán y Eva llo-
sobre todo de esmerado acabado en la medida que “los compradores en su rando la muerte de su hijo Abel– realizado en la ortodoxa tradición académica
mayor parte gente instalada con opulencia se resiste á llevar á sus salones para de la que este artista era un fiel exponente. Los tres desnudos están púdicamen-
decorarlos obras de arte que no resulten elegantes por algún concepto”.28 te cubiertos, incluso el cuerpo muerto. Cada personaje presenta carnaciones
Las preferencias eran claras: retratos, naturalezas muertas, paisajes, algún distintas –Adán más moreno, Eva virando hacia un rosa pálido, el cuerpo del
desnudo –legitimado por la anécdota mitológica o la referencia al Oriente– y hijo muerto con un leve tinte verde–. La demostración del dolor está suspendi-
una evidente predilección por la pintura costumbrista. Con respecto a los ar- da, escenificada. Eva se refugia en el pecho de su marido ocultando el foco de
tistas elegidos es grande la variedad pero algunas firmas se repiten en varios de mayor potencialidad para expresar el pesar: su rostro de madre doliente. La
estos conjuntos: William Adolphe Bouguereau, Charles Chaplin, Félix Ziem, escena se ubica en un escenario intemporal donde un paisaje constituye el
Rosa Bonheur, Ignace Fantin-Latour; los pintores de la Escuela de 1830: Jean fondo. El duelo del antiguo testamento se vincula con la iconografía de la
Baptiste Corot, Henri Harpignies, Constant Troyon, Charles Èmile Jacque Piedad de María llorando a Jesús muerto, sólo que aquí el pathos del dolor está
entre los franceses; el propio Joaquín Sorolla y Bastida, Francisco Domingo, atemperado. Adán se yergue firme sosteniendo a su hijo muerto y también a su
Mariano Fortuny, José Villegas Cordero por los españoles, y los italianos mujer. La única marca que condensa el dramatismo del episodio, y que permi-
Giacomo Favretto y Francesco Michetti. te adivinar la violencia pasada, es la mancha de sangre oculta parcialmente
De esta manera, artistas tan diferentes como Bouguereau y Constant Troyon detrás del brazo de Abel. A lo lejos, el humo de la ofrenda encendida por Abel
o Jean François Raffaëlli podían encarnar correctamente los deseos burgueses que actúa también como signo del crimen recién perpetrado.32 Los testimonios del
predisponían a elegir un cuadro y no otro. Por ejemplo, una tela de gran tamaño tormento físico están ausentes de su cuerpo, lívido y a la vez bello.
como El primer duelo de William Bouguereau (Imagen 54) (202 x 250cm)29 cons- Este develamiento cauto del dolor es ya un primer recurso que conduce a
tituía uno de los paradigmas posibles para ilustrar una de las vertientes, sin asimilar la escena con un gusto burgués. El pintor ha elegido un episodio dra-
duda la más aristocratizante, de este gusto burgués. Bouguereau era un pintor mático, pero los elementos de este drama se exhiben a medias y toda la escena
conocido para el público de Buenos Aires, del que frecuentemente la crítica está estetizada por ciertas citas de la tradición clásica, como la monumentalidad
elogiaba la “ciencia del dibujo y del colorido”, la seducción de sus carnaciones de las figuras y la composición triangular, en las que Bouguereau era experto y
y la gracia general de sus cuadros.30 que llevaban a la crítica a presentarlo precisamente como el “Rafael francés”.
La obra en cuestión había sido expuesta en la sección hors concours del Desde el aspecto técnico, la pintura es un buen ejemplar de aquel cuidado
Salón de París de 1888. Se produce así una colaboración entre instituciones de superficies cultivado por el artista: acabado pulido, relamido, un gusto su-
–en este caso europeas– y clase dominante argentina que contribuyen a “ava- premo en las diversas texturas y una garantía de la gran cantidad de tiempo
lar” una obra mediante el proceso de exhibición, premiación y adquisición invertido por el pintor en la realización de la obra. El trabajo, fundamental
de la misma.31 Es en esta línea, que refiero a una voluntad “aristocratizante”, para cualquier burgués en la medida que es gracias a él que ha logrado su
perseguida mediante el consumo de este tipo de obras, de las que existen fortuna, se evidencia aquí en el dibujo cuidadoso y en el fini pulido del óleo. El
32 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 33
tiempo de la hechura se cristaliza así en la obra y el burgués obtiene en estos difícil determinar la acción precisa que realizan los personajes de sus cuadros.
elementos la confirmación del dinero invertido en la adquisición.33 Sin embargo, existen ciertos elementos que permiten imaginar una apropia-
Algunos recits del salón parisino publicados en los diarios de Buenos Aires ción parecida. En el cuadro de Corot no hay expresión de un conflicto. El
no sólo actuaron como carta de presentación de la pintura, la cual aparecía paisaje no aparece como amenazante sino todo lo contrario, se muestra un
particularmente destacada entre las miles de telas exhibidas en ese contexto, escenario plácido que invita al reposo. El trabajo de los campesinos es retratado
sino que refuerzan la mirada desde la estética burguesa que aquí se propone. “desde lejos” evitando de esta forma cualquier tipo de referencia a lo pesado de
Por ejemplo, Manuel Gorostiaga en El Diario señalaba: la tarea. La superficie del cuadro es muy distinta: la textura rugosa domina
ciertas áreas. Esta presencia de la materialidad de la pintura, deliberadamente
Hay tanta expresión de vida en este cuadro de muerte y de dolor, que evitada en la obra de Bouguereau, no impide que el paisaje surja también como
es imposible evitar un movimiento nervioso de contracción. Y todo es una escena inmediatamente legible.
en él natural: luz y sombra. Ni un solo tinte fuerte: nada absoluta- Las acciones concretas del trabajo, que no se hacen visibles en la obra de
mente nada. Es sin duda por eso que rebosa de naturalidad, que inunda Corot, van a aparecer sumamente estetizadas y exentas de conflictos cuando
de verdad. (“El Salón de París”, El Diario, 30 de mayo de 1888.) hagan acto de presencia en los interiores burgueses de la época. Esta temática,
desarrollada por artistas franceses como Lhermitte y Troyon, fue para Joaquín
En esta aproximación, el cuadro conmueve, pero es tolerable y los recursos Sorolla un sujeto recurrente cuyas escenas de trabajadores en escenarios mari-
plásticos del pintor han sido disfrazados con tal maestría que logran una lectu- nos eran muy del gusto de la burguesía porteña.38 Por ejemplo su óleo La
ra directa de una obra repleta de convenciones, por ejemplo en torno a un vuelta de la pesca (Imagen 56), perteneciente a César Cobo, muestra con una
manejo de la luz eminentemente teatral.34 pincelada suelta y un colorido luminoso el momento final del trabajo en el que
La estética académica, alabada aquí por Gorostiaga, podía ser evaluada los pescadores regresan del mar al tiempo que las mujeres recogen la pesca y los
negativamente, como ocurre en un artículo publicado en El Censor del 5 de niños juegan plácidamente. Las caras de casi todos los personajes están parcial-
junio, bajo el título “Notas parisienses. Paseo por el Salón de 1888”. El Primer mente veladas, sin posibilidades de individualización. En el protagonista mas-
duelo es allí duramente criticado: “Parece un conjunto de figuras mecánicas. culino, representado de espaldas, nada connota el esfuerzo implicado en la
Adán y Eva lloran sobre el cuerpo exánime de Abel, constituyen un cuerpo sin tarea que lleva a cabo: el duro arreo de bueyes en la arena. Las marcas del
vida, sus cuerpos desnudos parecen de marfil más que de carne humana”. Este trabajo están ausentes tanto de su cuerpo como de su rostro. Los personajes
cronista desprecia las recetas académicas de Bouguereau, mientras prefiere la parecen haber realizado estas faenas una y mil veces, sin embargo no intenta
producción de otros artistas como Jacque o Raffaëlli, vinculados a la pintura Sorolla transmitirnos alienación alguna, sino una especie de algarabía conno-
de paisaje o una estética de la vida moderna, que también podían ser muy del tada por la despreocupación infantil y la luz límpida de las playas bañadas por
gusto de la burguesía porteña.35 el Mediterráneo.
De la misma manera que la grande machine de Bouguereau satisfacía a los Tal como sucede con esta obra, las representaciones del trabajo elegidas
porteños con su narración gélida de un episodio de la historia sagrada, temáti- por la burguesía porteña se sitúan siempre en escenarios bucólicos. Es raro que
cas más mundanas y cuadros de menores dimensiones también podían hacer- aparezca el trabajador urbano, tipología que traía aparejado un mayor cuestio-
lo. Así como El primer duelo remitía a “un mundo imaginario del pasado”, los namiento en relación a su ubicación social y a las condiciones materiales con-
paisajes o escenas de género también lograban por otros medios “mantener el cretas de su tarea.39 El borramiento de la marca de clase en el campesino o en el
mundo real a cierta distancia”.36 Pensemos por ejemplo en un paisaje de Jean aldeano aparecía como una tarea más sencilla. Como postula Walter Benjamin,
Baptiste Corot (Imagen 55), artista también frecuentemente elogiado por la en estas imágenes “la colectividad busca tanto suprimir como transfigurar las
prensa argentina de la época.37 Las distancias con el cuadro de Bouguereau son deficiencias del orden social de producción y la imperfección del producto
evidentes: formato pequeño –ideal para decorar cualquier recinto– predomi- social”, orientándose así a “distinguirse de lo anticuado”, del “pasado reciente”
nio del paisaje sobre la figura humana, ausencia de retórica al punto que es y recibiendo su impulso tanto de “lo nuevo” como de lo “primitivo”.40 De allí
34 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 35
que abundasen estas imágenes bíblicas, históricas o mitológicas –como el cua- resplandece al lado de Sèvres ó del viejo Sajonia, las obras maestras de la China
dro de Bouguereau– pero también escenas de un trabajo inmutable durante y del Japón se codean con las fantasías exquisitas de la imaginación del artista
los siglos como es el caso de Sorolla o Corot. parisiense. En pintura se ven obras maestras del Lancerotto, del Mancini, del
A estas tres obras analizadas se pueden agregar muchas más que también Detti, de Van Heer, del Moretti y del Palizzi; el digno émulo de Rosa Bonheur,
aturdido por tanta belleza uno quiere irse... y de repente Costa da vuelta un
encajaban dentro de las preferencias de la burguesía porteña y que ejemplifican
caballete y... he ahí en toda su grandeza resplandece la belleza religiosa robada
otras facetas de cómo se manifestó en Buenos Aires el gusto burgués hacia las por Guido Reni y expresada por su pincel encantado...
obras de arte. Esta idea será retomada al examinar los conjuntos artísticos for- Una vez entrado en ese laberinto de Costa es preciso para salir el hilo de
mados por aquéllos que se dedicaron de manera orgánica a coleccionar. No Ariadna ó las alas de Dédalo. Uno se pierde entre tanta belleza. Lo bello,
obstante, concluyo aquí que la apropiación artística burguesa buscó produc- como el canto de las sirenas o la brujería de Circe, atrae y cautiva...
ciones que plasmaran, en sus temas, sujetos y realización plástica, los valores Mercutio, “Una visita artística”, La Tribuna, 27 de mayo de 1893.
inherentes a la ideología de sus adquisidores. Fue este tipo de acercamiento el
que orientó la mirada de los porteños hacia el arte europeo. Las noticias y crónicas que registran la oferta de obras de arte se suceden, unas
tras otras, en la prensa argentina de fines del siglo XIX. Evidentemente, la pujan-
te burguesía de Buenos Aires había sido percibida por los europeos como una
Exhibición, circulación y venta de obras de arte a fines del siglo XIX plaza posible en donde ubicar las obras que no encontraban compradores en los
mercados del viejo mundo,41 percepción que, sumada a la avidez de los comer-
[...] hemos visto sucederse unas tras otras, como un vértigo, las exposicio- ciantes de este lado del océano, contribuyó a llenar estas tierras de una cantidad
nes [de pintura moderna] algunas con un millar de cuadros, otras mucho de objetos artísticos inédita hasta entonces. En este sentido, la política monetaria
más reducidas, pudiéndose notar en todas trabajos de mérito, cuadros ver- expansiva introducida por Juárez Celman resultó en una gran circulación de
daderamente bellos que van pasando á enriquecer las galerías particulares dinero que, si bien dentro de una paridad ficticia, incrementó el poder adquisiti-
que son las únicas que hay aquí, ya que el gobierno no se ha fijado aún de
vo de los sectores altos y favoreció el consumo de objetos extranjeros.42
una manera seria en este gran movimiento artístico que se desarrolla y que
ya pide ayuda de academia ó museo.
Quizás ante el impulso del mercado norteamericano, que recibía pinturas y
Además de esto y como consecuencia de esas exposiciones, Buenos Aires esculturas europeas a un ritmo sostenido, era posible imaginar un paralelo en el
empieza á sonar en los centros artísticos como un buen mercado para las obras extremo sur de América, más precisamente en aquella capital de la que muchos
de arte. […] Ahora, con el éxito de las ventas de cuadros, la plaza se impone, viajeros volvían fascinados por el grado de progreso, confort y lujo alcanzados.
llama la atención de los pintores de nombre y algunos empiezan a venirse. De esta manera, promediando el siglo XIX se concibieron en Buenos Ai-
“Crónica de arte”, La Nación, 12 de agosto 1888. res los primeros locales para la exhibición y venta de obras, muchos en un
estado sumamente precario o improvisado. Interesa particularmente este mo-
Ay de mi! Había entrado en el bazar del señor Costa! ¿Saben ustedes lo que mento germinal del mercado artístico en Buenos Aires, previo a la instalación
es visitar un museo? No? Pues un solo consejo les daré: almuercen bien antes de galerías profesionales, porque se desarrollaron entonces mecanismos varia-
de ir; si no, los manjares tendrán tiempo de enfriarse esperándoles y la fami-
dos e informales con el fin de exhibir, vender, conocer y adquirir obras de arte.
lia les rezongará á su vuelta, como me sucedió á mí... En un museo como el
del señor Costa, uno mira y mira y admira y se olvida de todo, de los queha-
Mecanismos que, más allá de su escasa organicidad, tanto por parte de vende-
ceres de su familia y hasta de sus acreedores; el mismo estómago hace acallar dores como de compradores, resultaron en el ingreso de las artes plásticas a los
el hambre y uno se queda hasta haberlo visto todo; y cuando por fin uno se interiores de la época y en la instalación del consumo artístico en la ciudad.
va, no es sinó [sic] con la firme intención de volver pronto. Este proceso, que tuvo sus vaivenes y registró varios fracasos de ventas y pro-
Y ¿cómo quieren que de otro modo sea? yectos comerciales truncos, constituyó, sin embargo, un fermento sobre el que
En esa casa de Costa lo hay todo, el arte antiguo y el arte moderno; posteriormente marchands y galerías profesionales europeas proyectarían su
Barbedienne está al lado del mármol de Carrara; la porcelana de Limoges actuación enviando representantes o asociándose con galerías de Buenos Aires.
36 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 37
Ya desde la década de 1860 encontramos avisos de “bazares” de objetos de Para mediados de la década de 1890, los habitantes de Buenos Aires con-
lujo. Algunos de ellos refieren a cuadros, bronces y mármoles, pero éstos aso- taban con una oferta nutrida de estos comercios: Galli, Ruggero Bossi, Repetto
man indiferenciados entre el resto de artículos ofrecidos a la venta como espe- y Nocetti, Francisco Costa,47 Quesnel, Burgos, Arturo Demarchi, Samuel Boot,
jos, candelabros, porcelanas, cristales, piezas de nácar y carey.43 En otros casos, Angelo Sommaruga,48 Durán Hermanos, M. Mondet, etc.49 La mayor parte
las pinturas aparecen mencionadas junto a imágenes producidas por medios de estos locales compartían la exhibición y venta de obras artísticas con ramos
mecánicos como oleografías y fotografías, convivencia que habla de la escasa diversos como es el caso de Ruggero Bossi que explícitamente se publicitaba
especialización del campo del arte que persistirá en los años posteriores. como ferretería, pinturería y almacén naval; el del impresor de música Arturo
Así, en los años anteriores a 1880 existen ya varias casas que se dedican de Demarchi que ofrecía instrumentos y artículos musicales de toda clase, artícu-
manera sostenida a la oferta de obras artísticas las que, poco a poco, empiezan los para fotografía, bellas artes, ediciones de música, o la tienda de Samuel
a ser destacadas del resto del stock. Estos locales, entre los que podemos men- Boot especializada en todo tipo de aparatos y materiales para fotografía
cionar el almacén de Fernando Fusoni,44 el bazar de Burgos y la tienda de publicitando incluso lecciones. Otros compartirán en sus salas la exhibición de
Ruggero Bossi,45 comienzan a multiplicarse a medida que avanza la década, obras de arte –pinturas y esculturas– con “artículos de ornato” como terracotas
siendo muchos de ellos fundados por comerciantes de origen italiano que eli- o muebles orientales, mientras algunos eran directamente promocionados como
gen a Buenos Aires como lugar para desarrollar sus negocios. bazares que invitaban a comprar bibelots, mármoles y bronces como será el
La calle Florida y las vías circundantes constituyen, ya desde 1860, el área caso del bazar M. Mondet.
privilegiada que agrupa a casi todos. Florida es la arteria “elegante” de la ciu- Varios de estos comercios estaban activos desde las décadas anteriores –la
dad, la calle que aparece frecuentemente destacada por la oferta infinita de prensa de la época registra actividades de las casas Bossi y Burgos desde 1878;
bienes lujosos y por la “colmena gigantesca” de transeúntes que circulan entre Francisco Costa desde 1880; Galli desde 1882 y Sommaruga desde 1886–
las joyas, vestidos, mármoles, bronces y lienzos de las vidrieras enmarcadas por mientras que a fin de siglo algunos de ellos experimentaron el proceso de pro-
“grandes edificios modernos”. fesionalización del mercado del arte como fue el caso de la casa de Francisco
En este sentido, Buenos Aires plantea un proceso diferenciado con res- Costa que aparece hasta 1898 referido como bazar y al año siguiente ya ha
pecto al ámbito europeo donde los nuevos espacios de “experiencias estéti- mutado su nombre al de Salón Costa.
cas” –pasajes y grandes tiendas– compiten con los ámbitos tradicionales como Dentro de estas tiendas existían jerarquías de acuerdo a la calidad de las
los museos. Es decir, aquella revolución en la percepción estética, que teóricos obras que ofrecía cada una. En el lugar más bajo del escalafón estaban los
e historiadores del siglo XIX vinculan con los nuevos ámbitos urbanos y los bazares dedicados a reproducciones, bibelots, y demás objetos de arte, muchos
cambios en la sociabilidad,46 en Buenos Aires adquiere sus características pro- de ellos de dudoso gusto o cuestionada autoría. El pináculo era ocupado por
pias, al producirse paralelamente, o incluso previamente, a la formación de las aquellos locales que no sólo exhibían reputadas obras de arte europeo, sino que
instituciones artísticas como los museos y salones. también buscaban cierto viso de profesionalidad en su exposición como era el
Podemos decir entonces que el público de Buenos Aires accedió a las obras caso de Galli y Bossi, profesionalidad medida generalmente en relación a la
de arte de la mano de esta “estética del flâneur” que proponía un nuevo género iluminación de las piezas.
de observación urbana y que Benjamin retrató en su Proyecto de los Pasajes: Sin embargo, que un envío de obras extranjeras fuera alojado en una de
aquella experiencia metropolitana en la que comprar era uno de los nuevos estas casas destacadas no garantizaba necesariamente su calidad. Por ejemplo, en
placeres para un transeúnte que recorría no sólo una ciudad nueva sino tam- locales como Galli cohabitaban obras importadas por la misma casa con “mama-
bién un nuevo mercado. De la mano de las tiendas modernas que introducían rrachos”, es decir obras de menos valor dejadas allí en consignación.50 Así como
la oferta de mercancías a precios fijos –reemplazando los importes variables de en estos “salones” los objetos de arte se exponían junto a otros de fines menos
las antiguas despensas o almacenes de ramos generales– emergen los bazares y estéticos, también era común la coexistencia de pinturas y esculturas de artistas
casas de objetos de arte que también implementan esta nueva modalidad de varios generalmente agrupados por escuelas nacionales.51 Habitualmente este
venta de objetos artísticos “Al precio fijo”. tipo de exposiciones primó por sobre la muestra individual de un solo pintor.
38 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 39
Las obras de artistas argentinos también fueron expuestas, individual o consumo fue estimulado por las nuevas facilidades obtenidas en los métodos
grupalmente, en algunas de estas casas, aunque por supuesto les fue otorgado técnicos de reproducción de obras que permitió a los fundidores franceses de
un lugar menor en comparación con el concedido a la infinidad de pintores bronce abrirse un extenso mercado para sus producciones.53
europeos que remitían obras al mercado porteño. Volviendo al punto anterior, la facilidad para atribuir una obra a un pin-
Por ejemplo en una fecha temprana como 1882 encontramos reunidos en tor prestigioso del pasado fue frecuente durante los últimos años del siglo XIX.
el local de Ruggero Bossi obras del francés residente en el país Alfred Paris con Los nombres de Rafael, Tintoretto, Van Dyck, Rubens, Velázquez, Rembrandt
una acuarela del argentino Eduardo Sívori. De este modo, esta casa va a alter- se mencionan con asiduidad en las páginas de los diarios en ocasión de las
nar las exposiciones de obras europeas –fundamentalmente de pinturas– con distintas obras europeas que arribaban al incipiente mercado argentino. Este
manifestaciones de arte nacional, constituyendo el salón que más frecuente- rasgo aventurado de la atribución de obras de arte no fue un fenómeno exclusi-
mente alojó las producciones de artistas argentinos durante la década de 1880.52 vo de la Argentina. En un medio muchísimo más institucionalizado como el
No obstante, el espacio artístico estaba lejos aún de ser algo instituido. ofrecido por los grandes centros artísticos (Londres, París) también existieron
Los artículos de la prensa que informan o promocionan lo exhibido en estas ejemplos de atribuciones a grandes maestros que fueron rebatidas con poste-
casas o bazares son una prueba elocuente de este escaso grado de profesionalismo rioridad,54 siendo el siglo XIX una época pródiga en producción de imitacio-
no sólo de quienes introducían obras de arte en el país sino también de varios nes y falsos.55 En el embrionario campo artístico de Buenos Aires, carente de
de los “cronistas de arte” de la época. Por ejemplo, en 1887 la casa de Burgos expertos e instituciones, el fenómeno del atribucionismo se acentuó al punto
ofrecía a los porteños un cuadro que podía “atribuirse a Cimabue” junto a de otorgar una autoría célebre a cualquier cuadro con apariencia antigua que
“siete cuadros de uno de los Carraci […que] quizás no son de Anibal Carraci, llegaba a la ciudad. Así, el hecho de que una pintura fuese una copia de una
cuyos cuadros tienen más dibujo, más finura, pero casi se puede asegurar que gran obra era elemento suficiente para concederle la legitimidad y el valor con-
son de su hermano Agustín, ó de Luis su primo y maestro”. A estas telas se notados por el autor de la obra original.
sumaban “dos tablas de autor desconocido” y “dos bustos policrómicos de ónix Sin embargo, existieron casos en que frente a la “avalancha” de firmas re-
y bronce, espléndidas muestras de escultura moderna cuyo mérito aumenta nombradas en el mercado local, la prensa desconfió de los organizadores advir-
por lo ingrato de la materia en que están tallados”, según se comentaba en La tiendo a los porteños la improbabilidad de que artistas valuados en millones de
Nación del 26 de noviembre de 1887. francos se ofreciesen en Buenos Aires por unos cientos de nacionales. Así se
El autor de las esculturas no era mencionado mientras se destacaba la expresaba un cronista de La Nación:
materialidad de las piezas. El estatus de objeto caro estaba aquí connotado por
el brillo del bronce y las vetas del ónix, materiales sumamente dificultosos de Aconsejamos inmediatamente y con toda buena fe á los expositores y
trabajar y que garantizaban el monto de dinero a invertir en la adquisición. propietarios de esos cuadros, que se los lleven en el primer vapor a
Con respecto al consumo de esculturas, éste fue sin duda menor al registra- Europa, que no los vengan á quemar acá, pues allá, un Ribera, un
do para la pintura, aunque ya desde fines de la década de 1870 las crónicas Murillo, un Van Dyck, etc., les será cubierto muchas veces con libras
consignan la abundancia de bronces “anónimos” y de reducciones de esculturas esterlinas, por los gobiernos ó los particulares. ¿Por qué vendernos a
célebres entre las pertenencias de los porteños. Una década después, encontra- nosotros en 500 nacionales lo que vale millón ó medio ó dos millo-
mos un artículo en La Nación –26 de agosto de 1888– que, frente a la profusión nes de francos? Un Ribera! un Veronese! un Lebrun! un Carraci, un
de buenas pinturas que llegaban al mercado local, denuncia “la ausencia lastimo- Bronzino! un Rubens! un Murillo! ¿Cuánto vale eso? ¡Sumas incalcu-
sa de obras importantes de estatuaria”. Sin embargo, entre la “pacotilla” de bron- lables! ¡Y en la calle de Alsina existen de á pares! Lástima grande que
ces y mármoles de artistas ignotos y las copias de obras reputadas que registra la estén tan cegados los dueños de la exposición –podían ser con ella
prensa, algunas producciones de escultores importantes efectivamente arribaron ricos hasta hacerse envidiar, y sin embargo ¡vienen á regalarla á nues-
a Buenos Aires. Se trató en general de piezas adquiridas en Europa por parte de tro público americano! (“Crónica de arte”, La Nación, 12 de agosto
aquel público más especializado que constituían los coleccionistas de arte, y su de 1888.)
40 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 41
Es decir, el mercado del arte argentino del siglo XIX registra un movimiento rio, en las exposiciones celebradas por el Ateneo también las obras se ofrecían a
pendular. Por momentos, ciertos gestos evidencian la búsqueda de profesiona- la venta y el rédito económico era sin duda importante para los expositores.
lización en la práctica de exhibir y vender obras de arte, pero estos intentos Sin embargo, en este proyecto artístico estaba muy presente el ideal “civilizatorio”
conviven con un recurrente afán mercantil que prima sobre la calidad o la que consideraba al desarrollo de las bellas artes como un hito necesario para la
autenticidad de las firmas ofrecidas. inclusión de la Argentina entre las naciones avanzadas.
En relación con las exposiciones individuales, era usual que algún sector Recíprocamente, las pinturas y esculturas ofrecidas por bazares y comer-
del bazar o del salón se reservase a la producción de un artista específico. Esta cios contribuyeron, a su modo, a que el público porteño entrara en contacto
modalidad, que tuvo algunos antecedentes durante la década de 1880, se in- con el arte europeo y con las últimas producciones de sus artistas nacionales.
tensificó en los últimos años del siglo para consolidarse en los comienzos del Pero su finalidad primera era vender obras artísticas y el carácter móvil y diná-
siglo XX de la mano de las galerías profesionales de arte que ya destinarán una mico de estas casas –que ofrecían todo tipo de obras de arte: antiguas y moder-
sala exclusiva a las obras de un único artista. En las décadas de 1880 y 1890 las nas, copias y originales, europeas, orientales y argentinas– permite vincularlas
muestras de un solo artista podían ir desde un grupo de cinco o seis pinturas a los productos modernos de la economía capitalista.
expuestas en la pared de un bazar –como en el caso de los cinco cuadros de Esta diferenciación entre los ámbitos institucionales y los comerciales,
“costumbres nacionales” exhibidos por Della Valle en el bazar de Bossi en sep- aparece claramente ilustrada en una crónica publicada en ocasión de la exposi-
tiembre de 1887– a una exposición de veintinueve obras con catálogo incluido ción de la artista argentina Julia Wernicke, realizada en 1897 en el bazar de
como fue la exposición de Cándido López celebrada en 1885 en las salas del Samuel Boot. La prensa contemporánea aclara específicamente que “varias
Club Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires.56 Sin embargo, el caso de López se de estas obras artísticas ya estuvieron en el último Salón del Ateneo pero como
presenta más como la excepción que como la regla. Lo frecuente era que un el gran público de la calle Florida aún no las conoce puede afirmarse que serán
artista argentino o extranjero residente en el país reuniera un grupo de obras de debidamente apreciadas por muchas personas que ahora las verán por primera
su producción y las ofreciera a un bazar para que, mediante la exhibición, se vez” (“Varia”, La Nación, 21 de mayo de 1897). El artículo plantea de esta
pusieran a la venta. Podía ser también que un comerciante juntase varias obras de manera dos circuitos de distribución que a su juicio podían no tener puntos de
un artista extranjero, que no habían encontrado compradores en el mercado encuentro, uno vinculado a las instituciones y el otro más directamente ligado
europeo, y las destinase a Buenos Aires con el fin de ubicarlas en la plaza local. a lo comercial y al proceso de ampliación del consumo artístico, como era el
Al igual que las muestras colectivas estas exhibiciones “individuales” te- caso de la calle Florida.
nían un carácter eminentemente pragmático: no se trataba sólo de dar a cono- Por otro lado, se concretaron dentro del período un par de inmensas exhi-
cer la producción de un artista sino principalmente de conseguir compradores. biciones de arte europeo que trajeron al mercado porteño cientos de obras
De esta manera, es pertinente considerar a estas exposiciones más que como artísticas. Las más resonantes, celebradas en 1888, resultaron momentos parti-
un “proyecto artístico” como una empresa comercial que unía a artistas con cularmente ricos en términos de su recepción por parte de la prensa y también
intermediarios y comerciantes. Otros espacios, como los salones anuales orga- por la gran oferta de obras al alcance del público de la ciudad. En este sentido,
nizados por el Ateneo, las secciones artísticas de las exhibiciones industriales o eran escasas las posibilidades que tenía un amateur, un coleccionista o un simple
los envíos de arte a las exposiciones internacionales organizadas en el extranje- curioso porteño para apreciar, comparar y elegir entre tal cúmulo de obras de
ro y en la Argentina van a tener más presente esta idea de la exhibición como arte. Analizar estos eventos permite elaborar un diagnóstico del mercado del arte
una “institución”. Y al decir institución me refiero a concebir una exposición en la Buenos Aires de finales del siglo XIX que apunte a dilucidar si el movimien-
de arte como un mecanismo para la difusión y el estímulo del arte nacional; to de obras se correspondía con aquel futuro optimista y auspicioso que con
como un paso necesario para la evolución del arte argentino y para alentar su frecuencia pronosticó la prensa contemporánea.
desarrollo a partir del contacto con el arte europeo.57 Dentro de estas grandes exposiciones se hallaban las realizadas con propó-
No quiero concluir a partir de esto que los móviles económicos y los de sitos filantrópicos que reunían obras en poder de particulares con el fin de
estímulo de la institucionalización artística fuesen excluyentes. Por el contra- recaudar fondos para distintas instituciones mediante la venta de entradas.
42 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 43
Durante las últimas décadas del siglo XIX, se celebraron cuatro de estos salo- mente vinculadas a su fomento no se trasladaron a la compra efectiva de firmas
nes benéficos: en octubre de 1878 en los Altos del Teatro Ópera; en junio de argentinas por parte de particulares. Las razones de este soslayo irán surgiendo
1887 en los locales de la antigua Bolsa de Comercio sobre la calle San Martín; a medida que avancemos en los capítulos de este libro.
en noviembre de 1891 en la casa Galli y entre octubre y noviembre de 1893 en el
Palacio Hume ubicado sobre la Avenida Alvear. Estas muestras, conformadas en
su gran mayoría por obras provenientes de colecciones privadas, funcionaron 1888: La exposición francesa del Jardín Florida
como vidrieras del desarrollo artístico alcanzado por la ciudad. No obstante, si y la exposición española de la Cámara de Comercio
bien estos eventos contribuyeron a la circulación del arte en el medio local no
fueron ocasiones específicas de venta de obra. Durante 1888 la ciudad de Buenos Aires recibió un caudal enorme de pintura
Por el contrario, tanto la exposición de arte francés llevada a cabo en el importada, hecho enmarcado dentro de este proceso de ampliación del consu-
Jardín Florida en junio de 1888 como la de pintura española que ocupó la Cá- mo de arte por parte de la burguesía porteña. En este contexto, los años de 1888
mara de Comercio Española, en septiembre del mismo año, proveyeron dos y 1889 presentan una coyuntura particular que explica la sobreabundancia de
ocasiones para evaluar la receptividad del público frente a cientos de obras euro- obras extranjeras en la ciudad.
peas traídas explícitamente a Buenos Aires para su comercialización. A su vez, En 1887, al sancionar la Ley de Derechos Aduaneros para el año siguiente,
estas dos exhibiciones reproducen lo que va a ser una constante en los años pos- las Cámaras de Senadores y Diputados deciden desgravar la introducción de
teriores: la oposición entre las artes francesas y las españolas por “ganar” el mer- obras de arte, permitiendo así exceptuar a éstas del gravamen del 45% de su valor
cado local. que debían pagar a su entrada al país.61 La medida, propuesta por la Cámara de
No pretendo con esta afirmación reducir estas tensiones a una dicotomía Senadores y calurosamente debatida por los diputados, solamente estuvo en vi-
entre dos escuelas nacionales. El arte italiano también ocupó un lugar signifi- gencia dos años. En 1890 y en los años subsiguientes las obras de arte importadas
cativo en el panorama porteño. Buenos Aires recibió importantes contingentes no sólo no estuvieron exentas sino que debieron pagar el alto canon del 60%
de pintura importada de Italia y también varios pintores de aquel origen, como de su valor declarado al ingresar al país. Entre 1895 y 1900, las obras y objetos de
Luigi De Servi, Vicenzo Caprile, Guido Boggiani y Edoardo Cortese, eligieron arte pagaban el 25% asignado a los bienes generales que provenían del exterior.
nuestro país como lugar de radicación temporaria en el que expusieron y ven- Entre los defensores más ardientes de la desgravación de las obras de arte
dieron sus producciones.58 Estos artistas continuaron a su vez el accionar de se encontraba el diputado Lucio V. Mansilla, quien con su filosa e irónica retóri-
sus compatriotas arribados al país en décadas anteriores, como Ignacio Manzoni ca se burló de aquellos colegas, como Joaquín V. González, que sólo estimaban
que gozó de un cierto éxito en la ubicación de sus obras entre los porteños,59 o pertinente la libre introducción de libros. Mansilla consideraba fundamental
aquéllos más vinculados a la enseñanza artística como Francesco Romero y la supresión del derecho de ingreso sobre todo de obras debidas a artistas exi-
Giuseppe Aguyari.60 mios, ya que “si nosotros queremos crear la escultura y la pintura del porvenir,
Asimismo, se advierte cómo ante la llegada del arte francés al mercado necesitamos facilitar la introducción de modelos. Sin modelos, sin escuelas, sin
local, quienes buscaban promoverlo acusaron a los compradores de Buenos ejemplos, nada bueno, nada útil; nada grande se hace sobre la tierra”. En la
Aires de una “italianización” que prefería a toda costa obras de aquella proce- línea de lo que Eduardo Schiaffino venía bregando desde hacía más de cinco
dencia por sobre cualquier otra escuela nacional. Sin embargo, a medida que se años desde sus columnas de El Diario,62 Mansilla señalaba que los altos
aproxima el siglo XX, el arte italiano rescinde su lugar en este enfrentamiento, gravámenes impedían la introducción de “verdaderas obras de arte” mientras
planteándose una nueva y más fuerte oposición entre aquéllos que promocio- esa “sed de los sentidos” que necesitaba ser satisfecha se saciaba de “mamarra-
naban, coleccionaban o vendían arte francés y español. chos, que se nos hace pagar carísimos; y estamos formando el gusto con los
Con respecto a las obras de artistas argentinos, éstas no fueron mayor- peores ejemplares posibles”.63
mente acogidas por los compradores de fines del siglo XIX. Es decir, la circula- Mansilla advertía también que esta ley permitiría combatir el contraban-
ción de los debates sobre arte nacional y la promoción de empresas directa- do, un mecanismo que, según él, era frecuentemente utilizado para la intro-
44 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 45
ducción de obras al país. Más allá de los opositores a la medida, cuyos argu- do visitada durante el mes de su apertura por 11.080 personas, cifra más que
mentos corrían por carriles netamente económicos al sostener que en la balan- significativa si tenemos en cuenta que –a julio de 1888– la ciudad de Buenos
za de comercio argentino los productos se debían corresponder con los consu- Aires contaba con 469.070 habitantes.67
mos,64 la ley de exoneración de impuestos a las obras de arte fue finalmente Para la mayoría de los críticos, la exposición se diferenciaba de las galerías
sancionada. pour la exportation, de la “pacotilla pintada”, es decir de la mala pintura a la que
Así, esta desgravación, que contemplaba solamente a las obras originales y el mercado porteño parecía estar más que acostumbrado, sobre todo a lo largo
no regía para las copias, aumentó las posibilidades de lucrar con este tipo de de aquel prolífico 1888. Gran parte de las crónicas destacaban que las obras
objetos, explicando la “avalancha” de obras extranjeras que durante 1888 exce- habían participado del último Salón de París y que algunas incluso habían mere-
dió con creces la demanda de los porteños. Un crítico de La Nación se quejaba cido premios importantes.
de esta situación en los siguientes términos: Sin embargo, al momento de referirse concretamente a las obras expuestas
algunos críticos fallaban en ocultar el escaso entusiasmo que éstas les desperta-
Las obras de arte, muchas de ellas tituladas tales, sin serlo, afluían á ban. Los nombres de los maestros de la pintura contemporánea francesa se
millares, especialmente los cuadros, en tal manera, que llegó el mo- encontraban ausentes; no sólo los alineados con las nuevas tendencias como
mento, hace de esto tres meses, en el que habían por cálculo muy el realismo y el impresionismo –artistas que difícilmente concurrían al mercado
aproximado, una obra de arte, por la que bastante se pedía por cada porteño– sino incluso aquéllos que cultivaban la estética académica. Ni Bouguereau,
cuarenta habitantes del municipio, contándose en esta proporción ni Gerôme, ni Detaille se hallaban presentes en esta versión argentina del Sa-
niños lactantes y pobres de solemnidad. En seguida podían venir las lón parisino como gustó denominarlo la prensa.
obras de arte de menos precio, con lo que habría un cuadro ó una Algunas firmas importantes hacían acto de presencia pero se trataba de
estatua que alcanzaría hasta para los gatos, una vez agotadas las perso- obras menores, como era el caso del boceto de Los vencedores de Salamina (Ima-
nas en el cálculo, y no es esto exagerado si se tiene en cuenta que gen 5) de Fernand Cormon, Retrato de Alejandro Dumas (hijo) de Alfred Philippe
exposición hemos tenido y aún tenemos, que ella sola pasa de mil Roll (Imagen 57) o las pequeñas escenas de Trouillebert o Evariste Luminais.
doscientos objetos, de los que ochocientos son cuadros. (“Crónica de Así, el caluroso pronóstico se transformó en una decepcionante realidad: las
arte”, La Nación, 28 de octubre de 1888.) firmas eran de segundo nivel y más aún el público de Buenos Aires no parecía
realmente interesado en lo que se exhibía en la calle Florida.
Esa exposición de mil doscientos objetos a la que refería la crítica no era otra Este panorama desalentador fue correspondido con las exiguas ventas. Un
que la organizada en el Jardín Florida por el francés J. Delpech y un grupo de escaso porcentaje de obras encontró compradores: aquéllas precisamente que
artistas del mismo origen autodenominados “Comité de artistas pintores y habían sido destacadas por la crítica o que tenían al menos un nombre conoci-
escultores para la introducción y difusión del arte francés en América del Sud”.65 do que avalaba la adquisición.68 Tres meses después, ante la insuficiencia de las
El lugar: un pabellón con jardines ubicado sobre la calle homónima que servía ventas, el organizador decide la liquidación completa de la colección ofrecién-
como sitio de recreo y conciertos de la sociabilidad porteña, había ahora mutado dola a remate en la casa de Adolfo Bullrich y Cía. Sus expectativas se ven frus-
su destino gracias a la gestión del francés quien había alquilado el local a los tradas por segunda vez.
fines de la exposición. Ésta contaba con 847 obras, entre óleos, acuarelas, di- El asunto tuvo incluso alcance judicial resolviéndose en los tribunales de
bujos y grabados y fue calurosamente recibida por la prensa y el público, obte- comercio parisinos. Delpech terminó fuertemente endeudado, debiendo dejar
niendo incluso la visita del presidente Juárez Celman durante su inauguración las obras en consignación a Otto Bemberg, banquero y cónsul de la República
celebrada el 29 de junio por la noche.66 De acuerdo a las reseñas de los diarios, Argentina, quien había financiado la realización de la muestra. A su vez, las
todo hacía auspiciar que esta sería la primera de una serie de exposiciones que expectativas de los pintores se vieron fuertemente truncadas: ni la exposición
se sucederían año a año presentando las últimas novedades de las artes france- del Jardín Florida constituyó el feliz comienzo de una serie de envíos, ni los
sas. La exposición gozó además de una importante afluencia de público, sien- cuadros fueron adquiridos: ni siquiera les fueron devueltos.69
46 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 47
¿Cuáles fueron las razones de este fracaso? En primer lugar, el desinterés daría preferencia a cuadros “premiados en Exposiciones, concursos ó exámenes
del público comprador al que apuntaron los organizadores –aquel que crecía al académicos” así como “a las copias de los grandes cuadros que figuran en los
ritmo de las exhibiciones y ventas realizadas en los bazares y casas porteñas. museos de España”. Pero, en líneas generales las pinturas eran tratadas como
Posiblemente, porque estas obras, de elevados precios, no satisfacían ni el gusto cualquier otro bien de cambio que se rige por la ley de la oferta y la demanda,
ni el bolsillo70 de los adquisidores de la pintura de bazar que se dirigía más como una “mercadería que se produce buena y abundante en España al alcance
hacia las telas italianas o españolas, las copias de viejos maestros o a los cuestio- fácil del mercado que la solicita en la Argentina”. Para los comerciantes españo-
nados “falso bronce y la burda terre cuite”. les, esta posibilidad mercantil de la obra de arte vendría a paliar una balanza
Por otro lado, las obras de la exposición francesa tampoco eran adecuadas deficiente en la que la industria y el comercio peninsular eran considerados,
para aquel grupo más especializado de amateurs y coleccionistas, que podían incluso por ellos mismos, como pobres frente al resto de los países europeos.74
hacerse traer pinturas explícitamente a pedido de Europa. Además, los nom- Los preparativos de la exposición hacían pensar que los grandes nombres
bres de la mayoría de los artistas eran, cuanto menos, desconocidos. Es decir de la pintura española harían su aparición en Buenos Aires. Sin embargo, ins-
¿por qué un coleccionista iba a gastar en una tela de un pintor de segunda o tituciones importantes como el Círculo de Bellas Artes de Madrid responden
tercera línea si podía encargar una obra –aunque fuese menor– de uno de con su silencio al llamamiento de la Cámara de Buenos Aires.
primera fila en el mercado europeo? Finalmente, la exposición abrió sus puertas el 7 de septiembre en el salón
De esta manera, la exposición francesa se quedó a medio camino entre dos preparado ad hoc en la propia sede de la Cámara sobre la calle Victoria (actual
tipos de compradores posibles: aquéllos que adquirían arte con el fin decorati- Hipólito Irigoyen). Los socios fueron invitados gratuitamente a visitar la gale-
vo y los más informados coleccionistas de arte, no logrando captar el interés ni ría de cuadros, que era acompañada por la de otros productos –como vinos,
de unos ni de otros. Con una confianza desmesurada en la capacidad de consu- casimires, paños e incluso hierros de “los Altos Hornos de Bilbao”– atrayendo
mo de la burguesía argentina los organizadores fallaron –posiblemente por así un público diverso de aquel que especialmente podía acudir a una exhibi-
desconocimiento– en prefigurar el público al cual iban dirigidos los más de ción de arte. El carácter nacional del emprendimiento era mucho más marcado
ochocientos cuadros importados. Es decir, supusieron que la audiencia de su que el del certamen francés, ya que aquí intervenía directamente una asocia-
exposición –la gente pudiente y refinada que efectivamente acudió a la inau- ción de inmigrantes que buscaba propulsar los intereses económicos de su pa-
guración– se correspondía exactamente con el público adquisidor posible, cuando tria en el medio argentino.
en realidad, tal como señala Thomas Crow, entre las manifestaciones concretas El número total de obras exhibidas fue mucho menor que el de la exhibi-
(los visitantes) y la configuración de éstos como público existe una mediación, ción francesa, se contaban 326 piezas entre telas, tablas, tapices, acuarelas, bron-
“una representación de la totalidad significativa por y para alguien” que se ces y mármoles.75 Dentro de las pinturas, que representaban el volumen ma-
instituye entre artistas y espectadores.71 yor, 57 de ellas figuraban en el catálogo como copias de artistas conocidos
Algo distinto va a suceder con la exposición celebrada, unos meses después, entre quienes Murillo ocupaba el indiscutido primer puesto (con 19 copias)
en la Cámara de Comercio Española.72 Esta institución, creada en 1887 con el seguido por Velázquez (con 7) y luego por artistas de nacionalidad diversa
fin explícito de “abrir nuevos mercados a los productos españoles”, planea ya como Rafael, Tiziano, Van Dyck y Rubens entre otros.
desde su segundo mes de existencia la celebración de una exposición permanente Con respecto a los artistas contemporáneos la crítica destaca los nombres
de arte español.73 La convocatoria, enviada por la Cámara porteña a las cámaras de José Villegas, José y Mariano Benlliure, Daniel Hernández, Francisco Pradilla
comerciales de las principales ciudades europeas con el fin de solicitar la remesa y Baldomero Galofre. Al igual que había sucedido en la exposición de arte
de pinturas, apuntaba no a los “artistas genios [...que] encuentran fácil y remune- francés, la prensa constató aquí también la ausencia de los grandes represen-
rativo mercado para sus producciones en las grandes ciudades europeas” sino a tantes de la pintura peninsular76 (Fortuny, Rosales, Raimundo Madrazo, Sorolla)
esa “brillante y numerosa pléyade de artistas á quienes la Fortuna no ha hecho al tiempo que señala el envío de obras menores de artistas célebres, como fue el
otro género de caricias que las de la gloria improductiva”. Sin desconocer los caso de Costumbres de Galicia de Galofre, la acuarela de Francisco Pradilla o la
canales legitimantes de la esfera artística, la solicitud aclaraba también que se tablita y la acuarela firmadas por Villegas.77
48 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 49
Frente a estas coincidencias, existió un gran contraste entre la exposición Sin embargo, estos hechos no implicaban que Buenos Aires tuviese ya un
española y su antecesora dedicada al arte francés. Un relativo éxito de ventas mercado instalado de arte español, ni que aquéllos que habían comprado obras
coronó el proyecto de la Cámara de Comercio Española.78 Según el Boletín de en la primera exposición de la Cámara siguieran haciéndolo en los certámenes
la institución “bien pronto se realizaron ventas por valor de veinte mil pesos subsiguientes. En esta línea, la prensa menciona parcialmente lo que revelan feha-
aproximadamente”, diagnóstico que coincide con la visión de la prensa que cientemente las actas de la propia Cámara de Comercio: varias de las obras
registra la inmediata adquisición de las obras incluso a días de la inaugura- expuestas en 1888 no encontraron compradores y en julio del año siguiente los
ción.79 Ante el brillo de las ventas Carlos Zuberbülher, desde las páginas de La organizadores deciden llevar a remate aquellos cuadros “que no han logrado
Nación, pronostica la repetición del evento en los meses venideros, vaticinio colocación ventajosa”.85
que efectivamente se cumple.80 Frente a unos artistas franceses que habían No obstante, más allá de los remanentes de la primera exposición, la Cá-
visto frustradas sus expectativas, las de los artistas españoles se ven excedidas, mara Española de Comercio de Buenos Aires celebró efectivamente dos expo-
proyectando para el año siguiente envíos de mayor importancia. siciones más de pintura: una en octubre de 1889 y otra en septiembre de 1890.
¿Cuál fue entonces el motivo de la buena fortuna comercial de esta expo- En la correspondencia que antecede a la segunda exposición se hace evidente que
sición celebrada también en 1888? Un factor de peso fue el carácter inédito los organizadores han captado las preferencias de los porteños, las que en ningún
que semejante cantidad de piezas españolas tuvo para el público porteño, habi- momento aparecen subestimadas, solicitando a los artistas peninsulares cuadros
tuado a las firmas italianas o a algún arribo eventual de piezas francesas. Asi- de mérito que pudiesen sobresalir entre la abundancia de telas de otras naciones
mismo, el impulso patriótico debió, sin duda, orientar a los españoles residen- e incluso españolas que inundaban contemporáneamente la plaza local.
tes en la ciudad a comprar obras por una suerte de identificación nacional.81 Al La prensa no es unánime con respecto a esta segunda exposición de la
momento de celebrarse la exposición, Buenos Aires contaba con más de 39.000 Cámara. Si por un lado, un periódico claramente comprometido con los inte-
inmigrantes de origen español,82 y entre ellos cientos de comerciantes enrique- reses de la colectividad como era El Correo Español anunciaba, en su edición
cidos se hallaban de una u otra manera vinculados al organismo patrocinante del 31 de octubre de 1889, que dicha exposición contenía mejores firmas que
sintiéndose sin duda “obligados” a adquirir algunas de las telas allí exhibidas.83 su antecesora, Luis R. de Velasco desde las páginas de El Nacional, del 30 de
A esta variable institucional, debe sumarse la percepción acertada de quienes octubre, se dedica literalmente a destruir la exhibición, a la que califica de “so-
enviaron sus obras con vistas al mercado porteño. Como bien lo menciona la lemne chasco [... que] más semeja un baratillo del Rastro de Madrid, que expo-
crítica se trató de telas pequeñas, principalmente paisajes y escenas de género, sición artística”, a la vez que acusa a los organizadores de aquella subestimación
y lo que es más importante éstas eran ofrecidas a “precios módicos” lo que sin de los compradores porteños que precisamente habían buscado evitar.
duda estimuló su consumo, no entre los principales coleccionistas de la ciu- Hay una gran coincidencia entre los artistas que enviaron obras en 1888 y
dad, sino entre los burgueses enriquecidos que buscaban “adornar sus salones”. 1889, con la excepción de Francisco Domingo que participaba de la segunda
Contemporáneamente a las firmas adquiridas en los salones de la Cámara muestra con dos telas: Máscaras y Cabeza de estudio.86 Sin embargo, tal como
de Comercio, se constata la rápida ubicación de otras telas españolas introdu- constataba el crítico de El Nacional si bien figuraban artistas conocidos se tra-
cidas por Ruggero Bossi quien durante aquel mismo año de 1888 –y con ase- taba en general de obras menores. Con respecto a las ventas concretadas éstas
soría del pintor español Roberto Soto– se dedicó exitosamente a la importa- no deben haber sido demasiado abundantes en la medida que la exhibición
ción y venta de obras españolas. Entre los pintores exhibidos por Bossi se celebrada en 1890 se presenta abiertamente como la exposición de despedida.
encontraban Manuel García Rodríguez, Francisco Domingo, Francisco Jover, Esta última exhibición evidencia un languidecimiento en la diversidad de pin-
José García Ramos, Baldomero Galofre y R. Corona, siendo las aguadas y acua- tores participantes: de entre las 127 obras exhibidas 40 pertenecían al pintor
relas de estos dos últimos las preferidas a la hora de las adquisiciones. Bossi español residente en el país Vicente Nicolau Cotanda; tiempo después las obras
continuó con esta política de introducción de buenas firmas españolas durante de este autor serán ofrecidas a remate, según anuncia La Nación del 18 de
1889, aunque muchas veces no todas las obras expuestas respondían “al impor- octubre. Ciertamente, la cercana crisis había influido no sólo en los escasos
tante nombre de sus autores”.84 envíos de los pintores del viejo continente, sino también en la aparentemente
50 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 51
escasa venta de obras. “No están los tiempos para dibujos, ni los vientos que varios porteños recientemente enriquecidos debieron haberse endeudado has-
corren son los más favorables al arte”, señalaba un periodista de El Correo Espa- ta la quiebra, todavía existía un grupo importante de efectivos y potenciales
ñol en una nota titulada “La exposición de pinturas españolas”. Así, la culmi- compradores de arte que no había visto mermadas sus posibilidades de adqui-
nación abrupta de este breve ciclo de exposiciones permite pensar que el mer- sición.
cado de Buenos Aires no era tan receptivo ni tan auspicioso como la Exposición La década de 1890 constituyó un período peculiar, que fue desde la lenta
de 1888 parecía haber demostrado. recuperación del mercado del arte hasta la instalación de la primera galería
profesional de arte en los últimos años del siglo. Durante este decenio, se cele-
braron varios tipos de exhibiciones: en primer lugar las muestras de pintura
Particularidades del mercado artístico de Buenos Aires europea organizadas por bazares y comercios en la línea de las realizadas duran-
te los años de 1880. Sin embargo, las exposiciones celebradas durante los años
Tal como ha sido señalado hasta aquí, el mercado de arte de Buenos Aires no noventa se adecuaron más a la demanda real del mercado local, introduciendo
crecía a un ritmo uniforme. Así, durante aquel año de 1888 las exposiciones un contingente de obras factible de ser vendido en la ciudad. El mercado del
podían estar destinadas al fracaso o al éxito a semejanza de las diversas empre- arte tuvo algunos momentos de brillo, aunque sin la espectacularidad numérica
sas que encararon los porteños en esos tiempos de especulación inaudita y de fines de los ochenta, que estuvieron intercalados entre muchas intermitencias
aventuras financieras. y fracasos comerciales. La situación recién cambiará en las proximidades del siglo
Corresponde aquí preguntarse hasta qué punto la crisis de 1890 reportó XX, pero ya el modelo será otro, así como otras serán las firmas introducidas y los
un freno al mercado de obras de arte. Si bien los años anteriores a la crisis mecanismos utilizados para la promoción y venta de obras.
permitieron una gran afluencia y consumo de obras, algunas pagadas a precios Por momentos, la prensa fue sumamente pesimista al registrar la actividad
exorbitantes, también es cierto que los habitantes ricos de la ciudad no llega- artística de los años noventa, sobre todo en relación con la comitencia de obras
ban a absorber la enorme cantidad de pintura que era remitida desde Europa. de artistas argentinos. En 1895 un cronista de La Nación se lamentaba en estos
Sin duda, la crisis de 1890 significó una baja en la cantidad de exposiciones términos:
pero, a pesar de esto, las obras siguieron llegando y ese mercado incipiente, y
por momentos precario, permaneció activo en los años subsiguientes. Lo que Las vidrieras de la calle Florida están hoy generalmente pobres de
posiblemente cambió en los años posteriores al noventa fue la cantidad de arte cuadros que valgan la pena. Los tiempos son duros y la venta de obras
europeo que arribó a Buenos Aires. Difícilmente se encuentren esas remesas de de arte es difícil. El retrato es lo que continúa teniendo mercado,
centenas de obras que habían inundado el mercado en la década anterior. Por aunque con mucha restricción para los pintores serios [...] Más des-
otra parte, la política aduanera de libre introducción de obras de arte, propul- graciado que el retrato, el cuadro de género no tiene salida apreciable,
sada bajo Juárez Celman, había durado lo que un breve suspiro. En 1890, ni aunque se busque en lo que atrae al público filisteo y pagano.
seguramente como consecuencia del deficitario estado de la balanza comercial, Algunas obras de encargo tienen nuestros pintores, y pare V. de con-
ya no era posible ingresar aquel caudal de obras artísticas sin pagar aduanas. tar. (P., “Notas artísticas”, La Nación, 15 de julio de 1895.)
Por otra parte, a raíz de la depreciación de la moneda frente al premio oro,
sufrida como consecuencia de la crisis, el poder adquisitivo de los porteños Con respecto a las producciones nacionales, la década de 1890 presenció la
había bajado sensiblemente respecto de la compra de bienes importados. oferta de un sinnúmero de obras firmadas por argentinos exhibidas en el mar-
A pesar de este panorama, historiadores de la economía han subrayado co de las cuatro exhibiciones organizadas entre 1893 y 1896 por el Ateneo, con
que los más afectados por la crisis fueron el gobierno y el sector no exportador el antecedente de la Exposición de 1891 y la individual dedicada a Graciano
urbano (comerciantes e importadores), no así los industriales y los sectores Mendilaharzu, fallecido en 1894. Asimismo, en torno a las actividades del
vinculados a la actividad agropecuaria, que incluso se vieron favorecidos ante Ateneo, los bazares de la ciudad exhibieron aisladamente varios de los cuadros
la disponibilidad de inmensos saldos exportables.87 En este contexto, si bien que integraron las exposiciones anuales celebradas por la institución.88
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Me interesa considerar aquí la incidencia que estos “salones” pudieron ciudad. Sus remates pusieron en circulación una gran cantidad de obras, en su
haber tenido en el mercado artístico de la ciudad, en tanto constituyeron gran- mayoría extranjeras, que contaban con el aval de haber integrado una colec-
des eventos que proveyeron de cientos de obras artísticas muchas de ellas lleva- ción conocida. Antes de la realización del remate propiamente dicho, los even-
das a remate u ofrecidas para su comercialización. tuales compradores contaban con varios días para examinar la colección in
Tanto el carácter fundante de las exposiciones del Ateneo como la enorme situ. Ya en su ocaso, la casa del coleccionista dejaba de ser privada. Se abría al
disponibilidad de obras argentinas en venta hizo que varios cronistas, al ocu- público y en estos lujosos y generalmente abarrotados interiores, el visitante
parse de reseñar estas exhibiciones, hiciesen referencia al mercado del arte na- podía, por última vez, evaluar las obras en diálogo unas con otras.
cional. Al día siguiente de la apertura del primer Salón un anónimo crítico de Entre estas exposiciones se encuentran el remate de la colección de Larsen
La Nación aventuraba el destino que tendría la gran mayoría de las obras. La del Castaño, efectuado en junio de 1892 por la Librería Lajouane, el de la
operación del redactor consistió en poner al arte argentino en paralelo con el colección de Andrés Lamas en octubre de 1893 y contemporáneamente el de
europeo. La menor calidad del primero justificaba la ausencia de compradores la colección de Juan Cruz Varela ambos rematados por la firma Guerrico &
entre los burgueses argentinos que, informados del desarrollo artístico de los Williams. Unos años más tarde, en julio de 1896, fue rematada en Bravo y Cía.
centros europeos, optaban por los artistas de aquel origen a la hora de decorar la colección de otro de los hermanos Varela, Rufino, mientras en octubre de
sus salones: 1898 se remata la colección del uruguayo Méndez de Andes.
¿Qué sucedió con estos remates? ¿Es posible diagnosticar el estado del
El público que compra obras de arte, conoce las galerías europeas y mercado artístico de fin de siglo a partir de las ventas efectuadas en ellos?
ha visitado salones de cuatro y cinco mil cuadros. Estos eventos permiten nuevamente plantear el paralelo esbozado entre
Sabe pues a qué atenerse y, así como nadie ignora que no tene- las exposiciones de arte francés y español oficiadas en 1888. Es decir, algunos
mos un poeta de la talla de Leconte de Lisle ni un novelista como de ellos registraron un relativo éxito en el caudal de las ventas mientras otros
Daudet ó Zola, á ese público le consta que aún no hemos producido fueron catalogados como fracasos en los que se debió bajar sensiblemente el
no ya un Meissonier, ni un Jean Paul Laurens, pero siquiera un Bayard, monto pedido por algunas piezas a fin de concretar las ventas.
un Jean Beraud ó un Kaemmerer [...] cuyas telas, más llenas de chic Este fue el caso del remate realizado en octubre de 1893 de la enorme
que de arte, adornan algunos de nuestros salones. (“El Salón. Éxito colección de Juan Cruz Varela que ofrecía 4.472 piezas entre las que se conta-
obtenido”, La Nación, 16 de mayo de 1893.) ban muebles, marfiles, miniaturas, relojes, medallas, alhajas, armas orientales,
platería, mármoles y bronces –409 ejemplares– y 40 cuadros al óleo.91 El re-
Otros críticos defendieron el arte nacional, pero no dejaron de reconocer el mate fue abiertamente promocionado por la prensa, la cual llegaba incluso a
desinterés de los compradores por las firmas locales, apatía que contaba con sostener que la venta porteña superaba a las realizadas en Roma y en el Hotel
algunas excepciones como el siempre mencionado caso de Aristóbulo del Valle.89 Drouot de París. Frente a la gran diversidad y cantidad de ítems, los compra-
Laura Malosetti Costa reconstruyó las diversas ventas que se efectuaron dores privilegiaron claramente los bibelots y objetos de arte. Sin embargo, va-
en una u otra exposición del Ateneo, transacciones que fueron tan parciales que rios medios de prensa coincidieron al caracterizar el resultado como “desastro-
tanto los protagonistas como la prensa contemporánea vieron al evento como so”, en la medida que a lo poco adquirido se debía sumar la infravaloración de
un fracaso.90 Si bien algunas de estas firmas figuraron entre las propiedades de los precios.92
coleccionistas o simples burgueses adinerados no fueron estos autores los que Un par de semanas después otra colección célebre corría una suerte simi-
predominaron numéricamente. En otras palabras, el naciente mercado del arte lar. Se trataba de las pertenencias del filántropo uruguayo Andrés Lamas, falle-
de la Buenos Aires de fin del siglo XIX no fue mayormente receptivo a las obras cido en 1891, que aparte de contener su inmensa biblioteca formada por 4.000
de arte nacional. volúmenes, contaba con 200 cuadros además de los infaltables bronces de
Otro rasgo característico de esta última década del siglo XIX fue el des- Barbedienne, “estatuas y bustos”. Entre las telas ofrecidas figuraban los nom-
membramiento de algunas de las primeras colecciones artísticas formadas en la bres de: Murillo, Alonso Cano, Salvator Rosa, Ribera, Villavicencio, Greuze,
54 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 55
Rubens, Velázquez, Luca Giordano, Goya, Manzoni, Blanes y Schiaffino.93 Algo similar había ocurrido con las colecciones de Gabriel Larsen del Cas-
Algunos avisos de prensa aseguraban que se trataba de cuadros “completamen- taño, vendida el año anterior. En ella tanto los cuadros antiguos como los
te auténticos”, sin embargo los precios pagados fueron exiguos precisamente modernos encontraron compradores a precios relativamente bajos, pero las
por las dudas levantadas en torno a la autenticidad de la mayoría de las obras.94 telas atribuidas a Tiziano, Brueghel o Bronzino habían sido adjudicadas en
Gracias a los bajos valores, muchas de las telas fueron rápidamente adquiridas, sumas irrisorias, similares o incluso menores que las pagadas por algunas fir-
sobre todo los cuadros “antiguos”. El cuadro mejor pagado fue Ecce Homo de mas modernas como Sánchez Barbudo o Casado del Alisal.99
Murillo adquirido en $3.100 por Aristóbulo del Valle (Imagen 4), monto sen- Por su parte, la colección de Rufino Varela fue ofrecida en remate en julio
siblemente alto para el momento si tenemos en cuenta que el valor promedio de 1896, contando con un lote importante de muebles, bronces, lozas, platería
del m2 construido en una de las parroquias más caras de la capital –Catedral al y 240 cuadros entre los que convivían obras antiguas y modernas.100 La selec-
Sur– era de $220, en San Telmo de $58,32 y en Balvanera de $18,19. El precio ción contemporánea reunía un conjunto variado con ejemplares como Una
medio de un cuadro en aquel momento era $1.000, costo equivalente al de un procesión de Mariano Fortuny, La vague de Gustave Courbet, En route de Corot,
inmueble de 411,50 m2 ubicado en el periférico barrio de San José de Flores o En el bosque de Díaz de la Peña, La marine de Daubigny, Una cabeza de viejo de
a uno de 1.875 m2 situado en Belgrano.95 Sorolla y Caza del halcón de Bouguereau, y fue allí donde se registraron los pre-
Volviendo al remate de Andrés Lamas, otras telas como una Mater Dolo- cios más altos del remate.101 Las obras atribuidas a manos antiguas también
rosa de Alonso Cano, dos paisajes de Lieste, un San Juan Evangelista de Salvator hallaron compradores, pero lo hicieron en precios perceptiblemente menores.102
Rosa, una Sacra familia de Rubens, una batalla de Manzoni, una mujer de En síntesis, el negocio surgía entonces como muchísimo más redituable
Greuze, un San Gerónimo de Ribera, entre otros, encontraron compradores el para la introducción de firmas contemporáneas, las que seguramente costaban
primer día de apertura del remate.96 El resto de las obras fue, al parecer, adqui- menos al momento de adquirirlas a su autor, y luego eran más factibles de ser
rido como parte de un gran lote por un comprador anónimo. Estas pinturas vendidas en Buenos Aires ya que cuadraban dentro del gusto y de los valores
reaparecieron en el mercado en 1895, sólo que entonces estaban totalmente dispuestos a pagar por la mayoría de los porteños. Este hecho explica la abun-
restauradas. Evidentemente, aquel que las había adquirido en 1893 encontró dancia de telas de artistas vivos en el mercado local en detrimento de las obras
en este primer remate una ocasión eficaz para realizar su propio negocio: com- de autores del pasado, las cuales además de sus tasaciones sensiblemente mayo-
prar telas antiguas, “limpiarlas” y ofrecerlas nuevamente a la venta.97 La colec- res requerían de cierto expertizaje o competencia para evaluar los méritos, atri-
ción de Andrés Lamas presentaba una diferencia con respecto a la pintura que buciones y autoría de los objetos a comprar.
usualmente se comercializaba en Buenos Aires: estaba compuesta por firmas El mercado del arte de las últimas décadas del siglo XIX no fue un factor
del pasado a las que evidentemente el mercado no estaba acostumbrado y que instituido ni uniforme, ni creció a un ritmo sostenido y siempre ascendente.
llevaron tanto a la depreciación de los valores por las autorías dudosas como a La ampliación del consumo artístico posibilitó la instalación de nuevos acto-
la necesidad de “rejuvenecer” las obras para lograr ubicarlas entre los compra- res: negocios de obras de arte, secciones de tiendas tradicionales destinadas a la
dores de la ciudad. venta artística y comerciantes, más o menos improvisados, que aspiraron a
En este sentido, resulta iluminador analizar un remate celebrado por la satisfacer aquel gusto burgués que comenzaba a caracterizar a los sectores de
misma casa Guerrico y Williams en abril de 1893, a escasos meses de diferencia altos recursos de la ciudad. Muchas veces estas empresas fueron exitosas al
de las ventas de Lamas, Juan Cruz Varela y Larsen del Castaño. Se trataba de percibir acertadamente las posibilidades –tanto económicas como estéticas–
una colección anónima integrada casi toda por telas de artistas franceses, espa- de este mercado en ciernes. En otras ocasiones, como la coyuntura especulativa
ñoles e italianos contemporáneos como Francisco Domingo, Moreno Carbo- de fin de la década de 1880, las expectativas de comerciantes y críticos se vieron
nero, Uria, García Ramos, Jiménez Aranda y Olivier de Penne. Muchísimas de ampliamente superadas: se pagaron sumas exorbitantes por obras que quizás no
las obras fueron vendidas rápidamente y los precios abonados por estas obras eran equivalentes en calidad. En varios casos, la apuesta por emprendimientos
contemporáneas no distaban mucho de los pagados en el mismo año por las demasiado ambiciosos sobrestimó las necesidades efectivas de los porteños,
telas antiguas de Lamas.98 siendo el fracaso el resultado de dichos proyectos.
56 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 57
4 Véase Natalio Botana, El orden conservador. La política argentina entre 1880 y 1916, Buenos
Todo esto no hace más que reafirmar el carácter germinal del campo artís-
tico de Buenos Aires a fin del siglo XIX, a la vez que testimonia este proceso de Aires, Hyspamérica, 1986, particularmente caps. VI y VII y Roy Hora, Los terratenientes de la
pampa argentina. Una historia social y política 1860-1945, Buenos Aires, Siglo XXI, 2002, “In-
idas y vueltas que involucra su constitución y que aquí he analizado desde la troducción”.
coyuntura particular del mercado del arte. Este carácter informal del mercado 5 Cf. Noé Jitrik, El mundo del ochenta, Buenos Aires, CEAL, 1982.
se corresponde a su vez con un público no demasiado especializado con una 6 Adrián Gorelik, op. cit., pp. 125-126.
7 Véase Rafael Iglesia, “La vivienda opulenta en Buenos Aires 1880-1910, hechos y testi-
importante fracción de compradores que adquiere obras en tanto objetos be-
monios”, Summa, Buenos Aires, n.º 211, abril 1985, pp. 72-83.
llos de decoración y que, en muchos casos, se guía por la intuición, por el tema 8 La ciudad de Buenos Aires poseía al menos un bazar específicamente dedicado a la im-
“simpático” o “agradable” o a lo sumo por la fama de un artista premiado en portación de objetos orientales. Se trataba de La Bandola ubicado en la calle Montevideo 170. A
Europa que llega al mercado local con una obra menor. En la selección de las su vez, los muebles japoneses y chinos también eran ofrecidos por los bazares y casas que vendían
obras arribadas a Buenos Aires, los comerciantes tuvieron gran injerencia, al pinturas y esculturas, como fue el caso de Costa.
9 Domingo Faustino Sarmiento, Recuerdos de provincia (1850), Navarra, Salvat, 1970, pp.
favorecer el predominio de determinadas escuelas y artistas por sobre otros. A
103-110.
pesar de estas estrategias comerciales, estos envíos no fueron recibidos acrítica- 10 Cf. Adolfo Prieto, La literatura autobiográfica argentina, Buenos Aires, CEAL, 1982, pp.
mente por los adquisidores porteños: cuando una exposición no cuadraba con 127-157 y David Viñas, Literatura y realidad política, Buenos Aires, CEAL, 1994, vol. 1, pp.
los valores y los gustos de aquella burguesía en ascenso, los cuadros podían 151-193.
11 Probablemente Mansilla se refiera aquí no a un óleo sobre tela o tabla sino a un tapiz
permanecer meses sin encontrar compradores, como fue el caso de varias de las
pintado. La obra había causado una honda impresión en Mansilla niño ya que en sus Causeries del
exposiciones aquí consideradas.
jueves sostiene: “Enfrente de mí quedaba un Gobelin, representando un Cristo, cuya tétrica faz no
Ante este estado de cosas, no era raro entonces que aquellos consumidores debía inspirar tanta lástima como la mía cuando mamita [...] me decía: ‘Y no te has de mover hasta
más especializados que eran los coleccionistas de arte no vieran satisfechas sus que no hayas copiado los mil versos que el maestra te ha ordenado”, Lucio V. Mansilla, Entre-nos.
expectativas con lo que el mercado local tenía para ofrecerles. Así el viaje a Causeries del jueves (1889), Buenos Aires, Casa Editora Juan A. Alsina, vol. I, pp. 37-38.
12 Véase Jorge Francisco Liernur, “Casas y jardines. La construcción del dispositivo do-
Europa fue la práctica recurrente. Mediante los traslados de los propios colec-
méstico moderno”, en: Fernando Devoto y Marta Madero (dir.), Historia de la vida privada...,
cionistas, de sus intermediarios y de obras remitidas desde Europa los centros op. cit., t. II, pp. 99-137.
artísticos se constituyeron en lugares ineludibles, no sólo para entrar en con- 13 Cf. por ejemplo Diario de Sesiones, Congreso Nacional, Cámara de Senadores, Sesión del
tacto con el gran arte sino para apropiarlo materialmente. 7 de noviembre de 1889, pp. 709-714. Más allá de este significativo caudal de objetos extranje-
ros consumidos por los argentinos es importante subrayar, siguiendo a Fernando Rocchi en su
texto ya citado, que estos artículos de lujo presentaban una incidencia pequeña para el mercado
de bienes de consumo, sostenido principalmente por producciones de origen local.
Notas 14 Cf. Raymond Williams, Palabras clave. Un vocabulario de la cultura y la sociedad, Buenos
1887-1936, Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes, 1998, 1ª parte, cap. 2; Federico ideas, México, Buenos Aires, Siglo XXI, 1986. También son útiles para pensar los consumos
Ortiz et. al. La arquitectura del liberalismo en la Argentina, Buenos Aires, Sudamericana, 1968 y locales en términos de consumos burgueses los textos clásicos de Eric Hobsbawm, La era del
Jorge Francisco Liernur, Arquitectura en la Argentina del Siglo XX. La construcción de la moderni- capital, 1848-1875, Barcelona, Crítica, 1998, cap. 13 y La era del Imperio 1875-1914, Buenos
dad, Buenos Aires, Fondo Nacional de las Artes, 2001, cap. 1. Aires, Crítica, 1996, cap. 7. Desde el campo de las letras, Gutiérrez Girardot propone un “siste-
2 Véase James Scobie, Buenos Aires del centro a los barrios. 1870-1910, Buenos Aires, Solar, ma de valores burgueses” para acercarse a la vida y los consumos de las ciudades latinoamerica-
1977, caps. 2 y 4. nas de fin del siglo XIX, véase “El arte en la sociedad burguesa moderna”, en: Modernismo.
3 Fernando Rocchi ha señalado que el inédito crecimiento registrado por la economía Supuestos históricos y culturales, México, FCE, 1988.
argentina durante el período 1880-1916 jugó un papel crucial como dinamizador de la moder- 16 Cf. Pierre Bourdieu, La distinción..., op. cit., pp. 13, 63 y 278-281.
nidad, al propiciar la transformación material de las ciudades y permitir la abundancia en ellas 17 Thorstein Veblen, Teoría de la clase ociosa (1899), Madrid, FCE, 2002, pp. 75-76.
de elementos del confort. Cf. del autor “El péndulo de la riqueza: La economía argentina en el 18 Cf. Veblen, op. cit., p. 81.
período 1880- 1916”, en: Mirta Zaida Lobato (dir.), El progreso, la modernización y sus límites 19 Tomo la definición de mercancía de la teoría marxista resaltando aquí particularmente
(1880-1916). Nueva historia argentina, Buenos Aires, Sudamericana, 2000, pp. 17-69. el carácter misterioso que Marx postula en torno a la mercancía en tanto proyección del carácter
58 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 59
social del trabajo contenido en ella. Asimismo, me interesa la relación que Marx establece entre 36 Cf. Rosen y Zerner, “La ideología de la superficie pulida”, art. cit., pp. 206 y 214.
objetos y relaciones sociales: “La forma fantasmagórica de una relación entre objetos materiales 37 El MNBA posee catorce obras de este artista adquiridas por argentinos y que hoy for-
no es más que una relación social concreta establecida entre los mismos hombres”. Cf. Karl man parte de sus colecciones, por ejemplo L’etang de ville d’Avray, óleo sobre tela, 40 x 61cm
Marx, Sección Primera “Mercancía y Dinero” y particularmente “El fetichismo de la mercancía adquirida por la CNBA en 1912; Ville d’Avray, óleo sobre tela, 38 x 46cm. donada por los
y su secreto”, en: El capital. Crítica de la economía política (1867), La Habana, Editorial de descendientes de José Prudencio de Guerrico; Paysage bois, en vue d’un village, óleo sobre tela, 45
Ciencias Sociales, 1973, t. I, pp. 38-50. x 61cm de la colección de Antonio Santamarina y La tarde (atribuida) óleo sobre tela, 31,5 x
20 Cf. Walter Benjamin, “La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica” 43cm, perteneciente a la colección de Aristóbulo del Valle.
(1936), en: Discursos interrumpidos I, Madrid, Taurus, 1987, pp. 17-60. 38 Entre las obras más importantes de esta serie adquiridas por argentinos pueden mencionarse:
21 Louis Marin, Des pouvoirs de l’image. Gloses, París, Seuil, 1993. Véase también Roger Chartier, En las playas valencianas, boceto al óleo, Propiedad de Miguel Pando Carabassa; En la costa de Valen-
Escribir las prácticas. Foucault, De Certeau, Marin, Buenos Aires, Manantial, 1996, pp. 75-99. cia, óleo sobre tela, 57,5 x 88cm, 1898, Legado Parmenio Piñero; Componiendo la red, óleo sobre tela,
22 Rémy G. Saisselin, The bourgeois and the bibelot, New Brunswick, Rutgers University 47 x 58cm, 1902, propiedad de José Blanco Casariego, estas dos últimas en actual poder del MNBA.
Press, 1984, p. 49. Existen pinturas de otros artistas que dialogan en tanto temática y resolución con las obras de Sorolla
23 Raymond Williams, Marxismo y literatura, Barcelona, Península, 1997, p. 129 y ss. aquí referidas como José Mongrell Torrent, Arrastrando la barca, óleo sobre tela, 86 x 105cm, pertene-
24 Cf. Rémy G. Saisselin, The bourgeois and the bibelot, op. cit. ciente a Leopoldo Uriarte y Piñero y Manuel Benedito Vives, Marinos bretones, óleo sobre tela, 63,5
25 Cf. Diana Wechsler, “Revista Plus Ultra: Un catálogo del gusto artístico de los años x 69cm, 1906, perteneciente a José Blanco Casariego, también en poder del MNBA.
veinte en Buenos Aires”, Estudios e investigaciones. Instituto de Teoría e Historia del Arte “Julio E. 39 Vertiente que privilegiaron los artistas realistas, explícitamente interesados en “afrontar la
Payró”, FFyL, UBA, Buenos Aires, n.º 4, 1991, pp. 199-209. vida de los pobres y los humildes en forma seria y coherente, a tratar el trabajo y su ámbito concreto
26 Walter Benjamin, “París, capital del siglo XIX” (1935), en: Poesía y capitalismo. Ilumina- como tema artístico importante”, Linda Nochlin, El Realismo, Madrid, Alianza, 1991, p. 97.
ciones II, Madrid, Taurus, 1999, p. 182. 40 Walter Benjamin, “París, capital del siglo XIX”, art. cit., p. 175.
27 “El ‘burgués’ espera de sus artistas, de sus escritores, de sus críticos, así como de sus modistas, 41 Roberto Amigo ha estudiado la coyuntura particular de fines de la década de 1880,
de sus joyeros o de sus decoradores unos emblemas de distinción que al mismo tiempo sean unos señalando acertadamente la percepción de los europeos de las posibilidades del mercado local.
instrumentos de negación de la realidad social. Los objetos de lujo y las obras de arte no son otra cosa Cf. “El breve resplandor de la cultura del bazar”, en: AA.VV., Segundas Jornadas. Estudios e
que el aspecto más visible de ese decorado del que se rodea la existencia burguesa [...] la burguesía investigaciones en artes visuales y música, Buenos Aires, Instituto de Teoría e Historia del Arte
espera del arte un refuerzo de su certeza de sí”, Pierre Bourdieu, La distinción, op. cit., pp. 292 y 294. “Julio E. Payró”, FFyL, UBA, 1998, pp. 139-148. Un primer acercamiento al estudio de los
28 Cartas de José Artal a Joaquín Sorolla y Bastida, fechadas en Buenos Aires, 27 diciembre espacios de exhibición de las artes plásticas en el siglo XIX es el trabajo de Francisco Palomar,
y 27 de octubre de 1898, y 2 Enero de 1903, Archivo de Correspondencia Museo Sorolla (en Primeros salones de arte en Buenos Aires, Cuadernos de Buenos Aires XVIII, Buenos Aires, Muni-
adelante AC-MS), Madrid, CS/307, 304 y 341, respectivamente. cipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, 1972.
29 La obra fue donada por Francisco Uriburu al MNBA en 1939, quien la adquiere escasos 42 Cf. Ezequiel Gallo y Roberto Cortés Conde, La república conservadora, Buenos Aires,
años después de ser realizada encontrándose ya en 1893 en su poder. Hyspamérica, 1986, pp. 79-89 y Fernando Rocchi, “El péndulo de la riqueza...”, art. cit., pp. 39-40.
30 Véase Samarcand, [s/t], El Diario, 1 de junio de 1886, donde se reproducen párrafos 43 Por ejemplo el Bazar italiano de Juan Amoretti ubicado en Florida 149 y el Bazar del Sr.
elogiosos publicados por el reputado crítico francés Alfred Wolf en Le Figaro de París. Ristorini situado en Victoria 308.
31Cf. Pierre Bourdieu, “The field of cultural production…”, art. cit., p. 51. 44 Comerciante italiano nacido en Como en 1821, radicado en Buenos Aires a mediados
32 Cf. Louise d’Argencourt, William Bouguereau, 1825-1905, Musée des Beaux-Arts de del siglo XIX que funda con sus hermanos en 1855 un almacén naval, pinturería y ferretería
Montreal, la Ville de Paris et le Wadsworth Atheneum de Hartford, 1984-1985, pp. 116-117. ubicado entre Florida y San Martín cuyo Salón de Espejos era frecuentemente utilizado para la
Este catálogo consigna que la obra fue adquirida por Francisco Uriburu en diciembre de 1899, exhibición de obras artísticas, luego construye un local más amplio en la casa de la Antigua
hecho poco probable ya que Schiaffino menciona que la misma estaba ya en poder de éste en Bolsa, donde continúa con la exposición de obras de arte. Fallece en Buenos Aires en 1892. Cf.
1893. Cf. La pintura y la escultura…, op. cit, p. 327. Dionisio Petriella y Sara Sosa Miatello, Diccionario biográfico ítalo-argentino, Buenos Aires, Aso-
33 Remito nuevamente a la teoría marxista de la mercancía, que señala precisamente: ciación Dante Alighieri, 1976, p. 306.
“Consideradas como valores, las mercancías no son todas ellas más que determinadas cantida- 45 Comerciante italiano que instala en Buenos Aires un negocio de instrumentos navales,
des de tiempo de trabajo cristalizado”, Karl Marx, El capital, op. cit., t. I, p. 7, [destacado en el artículos de ferretería y objetos de arte que hacia fines de siglo pasa a ser propiedad de la firma
original]. Tito Meucci y Cía. En 1887 es uno de los fundadores de la Cámara Italiana de Comercio de
34 Cf. Charles Rosen y Henry Zerner, “La ideología de la superficie pulida”, en: Romanti- Buenos Aires, cf. Dionisio Petriella y Sara Sosa Miatello, op. cit., p. 98.
cismo y Realismo. Los mitos en el arte del siglo XIX, Madrid, Hermann Blume, 1988, pp. 192-217. 46 Rémy Saisselin, The bourgeois and the bibelot, op. cit., caps. 2 y 3. Véase asimismo el
35 Cf. una recepción similar de la obra de Bouguereau por parte de Eduardo Schiaffino en concepto de “sociedad del espectáculo” aplicado a la escena artística parisina del siglo XIX en T.
su artículo “En el Palacio Hume. La exposición artística de caridad. Sala III”, La Nación, 13 de J. Clark, The painting of modern life, op. cit., Introduction.
noviembre de 1893. 47 Comerciante italiano nacido en Mesina que arriba a la Argentina en 1870.
60 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 61
48 Editor, periodista y comerciante nacido en Italia. Llega a Buenos Aires en 1885 y al año 60 En 1869 llega al país el veneciano Giuseppe Aguyari, quien sería el principal maestro de
siguiente funda una librería italiana, dedicada a la difusión de la literatura de aquel país. Desa- los jóvenes que formaron la Sociedad Estímulo de Bellas Artes. Por su parte, Franceso Romero
rrolló también en Buenos Aires actividades bancarias y periodísticas siendo dueño de La Patria transcurre –con interrupciones– una docena de años en Buenos Aires desde su llegada en 1871,
Italiana. Cf. La Nación, número especial en el Centenario de la Proclamación de la Independen- dedicándose también a dictar clases de dibujo en la Sociedad Estímulo. Véase Eduardo Schiaffino,
cia, 1816-9 de Julio-1916, Buenos Aires, p. 341. La evolución del gusto artístico en Buenos Aires, [1910]. Recopilado por Godofredo E. Canale,
49 La casa de Ruggero Bossi se encontraba en Florida 150 y Cuyo 150 (actual Sarmiento), Buenos Aires, Francisco A. Colombo, 1982, pp. 65-68 y 70. Cf. también Laura Malosetti Cos-
el local de Pedro Nocetti y Cía. en Florida 632, la casa de Francisco Costa se hallaba en Florida ta, “¿Cuna o cárcel del arte? Italia en el proyecto de los artistas de la generación del ochenta en
122 y en 1898 figura ya como Salón Costa y se traslada al 977 de la misma calle; la tienda de Buenos Aires”, en: Diana B. Wechsler (coord.), Italia en el horizonte de las artes plásticas. Argen-
Arturo Demarchi se hallaba en Florida 166-168; el local de Samuel Boot se hallaba en Florida tina, siglo XIX y XX, Buenos Aires, Asociación Dante Alighieri, 2000, pp. 91-142.
134; el salón de Angelo Sommaruga en San Martín 473; Durán Hermanos se encontraba en la 61 Cf. Augusto da Rocha (recop. y coord.), Colección completa de leyes nacionales sanciona-
calle Piedad (actual Bartolomé Mitre) esquina Artes (actual Carlos Pellegrini) y el bazar de M. das por el Honorable Congreso durante los años 1852-1917, Buenos Aires, Librería “La Facultad”,
Mondet se encontraba en Florida 89-91. 1918.
50 Carlos Orte, “Exposición permanente de Bellas Artes. Iniciativa del Ateneo”, La Nueva 62 Sostenía Schiaffino en 1883: “Las trabas opuestas por el gobierno á la introducción de
Revista, a. 2, n.º 27-28, 7 y 14 de julio de 1894, p. 5. las obras de arte, con los fuertes derechos de que ya hemos hablado, se presentan á nuestra vista
51 Hay muchísimos ejemplos en este sentido como la exposición de 50 obras de pintura como una red colocada en la Aduana, por cuyas mallas no pueden pasar los peces gordos y
italiana celebrada por Angelo Sommaruga en septiembre de 1888, la de pintura española reali- sabrosos, pero que dan amplio pasaje a una nube de mojarritas, que nuestro público dirime con
zada en lo de Ruggero Bossi en noviembre de 1888 y la de obras francesas organizada en agosto espinas y todo”. Citado en Laura Malosetti Costa, Los primeros modernos, op. cit., pp. 180-181.
de 1889 en Repetto y Nocetti. 63 Diario de Sesiones de la Cámara Nacional de Diputados, 5 y 17 de noviembre de 1887, p.
52 Sus salas exhibieron frecuentemente obras de Ángel Della Valle, Augusto Ballerini, 848 y p. 967. Cf. también Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores, 71° reunión, 16° Sesión
Reinaldo Giudici, Eduardo Sívori, Severo Rodríguez Etchart y de artistas extranjeros residentes de prórroga, 16 de noviembre de 1887, p. 999.
en la ciudad como Alfred Paris y Edoardo De Martino. 64 Véanse en este sentido los argumentos del diputado Olmedo, Diario de sesiones de la
53 El más importante de estos fundidores fue Ferdinand Barbedienne (1810-1892), cuyo Cámara Nacional de Diputados, Sesión del 17 de noviembre de 1887, p. 969.
establecimiento parisino produjo en masa una gran variedad de reducciones de alta calidad y 65 El Jurado que seleccionó las obras estaba compuesto por: Roger Marx, Secretario de la
bajo precio tanto de obras de arte célebres como de producciones de escultores contemporáneos. Dirección de Bellas Artes de Francia; Champfleury, Director Adjunto de la Manufactura N. de
En su momento de mayor auge, esta casa empleaba a trescientos artesanos y producía más de Sèvres; Duez, Roll, Guignard, Louise Abbema, artistas pintores; de Fourcauld, crítico de arte;
doce mil bronces por año. Cf. Jeanne L. Wasserman (ed.), Metamorphosis in Nineteenth Century Braquemond, grabador; Bloche, experto; Rodin, estatuario y Thomas arquitecto del gobierno.
Sculpture, Fogg Art Museum, Harvard University Press, 1975, p. 80. Véase Eduardo Schiaffino, La pintura y la escultura... op. cit., pp. 283-284.
54 Cf. Francis Haskell, The ephemeral museum. Old master paintings and the rise of the art 66 Casi todos los diarios de la ciudad dedicaron reseñas a esta exposición, en muchos casos
exhibition, New Haven & London, Yale University Press, 2000. Véase también del autor “Un más de una, durante los meses de junio y julio. Entre otros: La Nación, Le Courrier de la Plata,
mártir del atribucionismo: Morris Moore y el Apolo y Marsias del Louvre”, en: Pasado y presente El Diario, Buenos Aires Herald, El Censor, El Nacional, Fígaro, La Prensa, La Tribuna Nacional, El
en el arte y en el gusto, op. cit., pp. 223-246. Mosquito y Sud-América. Cf. María Isabel Baldasarre, “Gloria y ocaso de la Exposición Francesa
55 Cf. Mark Jones (ed.), Fake? The art of deception, Berkeley and Los Angeles, University of de 1888”, en: AA. VV., Arte y recepción, VII Jornadas de Teoría e Historia de las Artes, Buenos
California Press, 1990. Aires, CAIA, 1997, pp. 31-38.
56 Cf. Marta Gil Solá y Marta Dujovne, Cándido López, Buenos Aires, Asociación Amigos 67 Cf. Boletín Mensual de Estadística Municipal de la Ciudad de Buenos Aires, a 1, n.º 7,
del MNBA, 1971. julio de 1888, Sección “Teatros”, pp. 325 y 348.
57Cf. Laura Malosetti Costa, Los primeros modernos, op. cit., caps. IV y IX. Cf. también 68 El diario Sud-América menciona como compradores a Aristóbulo del Valle y a Lucio V.
Marta Penhos, “Sin pan y sin trabajo pero con bizcochitos Canale y Hesperidina. El envío de Mansilla. También el coleccionista paraguayo Silvano Godoi adquirió al menos siete cuadros en
arte argentino a la Exposición de Saint Louis de 1904”, en: AA. VV., Arte y recepción, VII Jorna- la exposición: entre ellos dos pinturas de Brissot de Warville, Psiquis en la fuente de Mazerolle y
das de Teoría e Historia de las Artes, Buenos Aires, CAIA, 1997, pp. 9-19. el ponderado cartón preparatorio de Los vencedores de Salamina de Fernand Cormon. Estas dos
58 Sobre el accionar de De Servi en Buenos Aires, cf. Michela Bompani, “La vita dell’artista”, últimas obras fueron adquiridas posteriormente por el MNBA bajo la gestión de Schiaffino,
en: Maria Flora Giubilei (cur.), Luigi De Servi. 1863-1945, Ritratto d’artista, Pistoia, Maschietto repositorio en el que permanecen al día de hoy.
& Musolino, 2001, pp. 263-264. 69 Cf. “L’Exposition des artistes français a Buenos-Aires. Jugement”, Revue illustrée du Rio
59 Ignacio Manzoni residió en Buenos Aires desde 1851 hasta su muerte acaecida en 1884. de la Plata, a. 2, n.º 13, octobre 1890, p. 23.
La comercialización de sus cuadros fue bastante exitosa y obtuvo también el primer premio en la 70 En dos cartas enviadas por Juan Silvano Godoi desde Asunción a Eduardo Schiaffino,
Exposición Nacional de Córdoba de 1871. En el capítulo 3 se analiza su obra en relación con el fechadas el 29 de junio de 1898 y el 21 de septiembre de 1899, el paraguayo señala que los
coleccionista Adriano Rossi. precios de algunas obras eran “algo subidos”. Archivo de documentación de obras MNBA. Co-
62 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 63
rroborando su apreciación la prensa se asombra de que éste hubiese pagado 30.000 francos oro 86 Véase la lista de obras participantes en la segunda exposición en el BCCEBA, a. 2, n.º
por el boceto (“un cartón”) de Cormon. “Crónica de arte”, La Nación, 23 de septiembre de 23, abril de 1889, pp. 1032-1040.
1888. 87 Cf. Ezequiel Gallo y Roberto Cortés Conde, op. cit., pp. 99-100 y siguientes.
71 Cf. Thomas Crow, Painters and public life in Eighteenth-Century Paris, New Haven & 88 Por ejemplo la exhibición de La vuelta del malón de Ángel Della Valle –participante del
London, Yale University Press, 1985, p. 5. Segundo Salón del Ateneo– en los salones de Repetto y Nocetti en julio de 1892 y en la Casa
72 Cf. Francisco Palomar, Primeros salones..., op. cit., p. 73 y Ana María Fernández García, Durán Hermanos (junto a la Visión de Fray Martín de Vicente Nicolau Cotanda) en diciembre
Arte y emigración. La pintura española en Buenos Aires (1880-1910), Universidad de Oviedo, del mismo año. La exposición de La virgen de Luján de Augusto Ballerini –integrante de la
UBA-FFyL, 1997, pp. 118-125. tercera exposición del Ateneo– en la casa Burgos en 1895 y la mencionada exposición de las
73 Cf. el discurso inaugural del ministro de España Juan Durán Cuervo en el Boletín de la obras de Julia Wernicke en Samuel Boot en 1896 con las obras que no habían sido adquiridas en
Cámara de Comercio Española en Buenos Aires, [en adelante BCCEBA] a. 1, n.º 1, junio de 1887, el contexto del Ateneo.
pp. 20-23. 89 “Salón. Ocho trabajos de Caraffa. La Argentina de Malharro, Ballerini. Retratos y pas-
74 Cf. “Comunicaciones importantes”, BCCEBA, a. 1, n.º 5, octubre de 1887, p. 239. teles de De la Cárcova”, La Nación, 5 de noviembre de 1894, y Alejandro Ghigliani “Salón de
75 Para el catálogo completo de las obras expuestas, cf. BCCEBA, a. 2, n.º 15 y 16, agosto- 1895. Los que pintan. Augusto Ballerini”, El Tiempo, 23 de septiembre de 1895.
septiembre de 1888, pp. 711-734. 90 Laura Malosetti Costa, Los primeros modernos, op. cit., caps. IX y X.
76 “Crónica de arte”, La Nación, 9 de septiembre de 1888, La Prensa y El Nacional, señala- 91 Cf. Catálogo Colección Juan Cruz Varela, Guerrico y Williams, Piedad 530, Buenos
ron también algunas falencias que encontraron en la exposición, cosa que no sucedió, por los Aires, Octubre de 1893. Había cuadros de Feyen Perrin, Castiglioni, Dubuffe, Crespi, Watteau,
claros intereses de la colectividad, en los artículos aparecidos en El Correo Español. Goya, Macari, Barbudo, Gervex, Fragonard y Sebastiano del Piombo (pp. 142-143).
77 Pradilla remitió sólo una obra a Buenos Aires, se trató de la acuarela Paisaje de Venecia 92 Véase “Colección Varela”, La Prensa, 23 de octubre de 1893.
con el número 137 del catálogo. Las obras de Villegas fueron Cigarrera de Sevilla (n.º 77 del 93 Cf. La Prensa, 11 de noviembre de 1893.
catálogo), la tabla Reja estilo renacimiento en el Alcázar de Sevilla (n.º 124) y la acuarela Los 94 “Remate artístico”, Tribuna, 14 de noviembre de 1893.
domadores de serpientes (n.º 139). 95 Cf. Municipalidad de la Capital (República Argentina) Dirección General de Estadísti-
78 Marcelo Pacheco ha señalado que esta primera exposición de la Cámara de Comercio ca Municipal, Anuario estadístico de la Ciudad de Buenos Aires, Año III, 1893, Buenos Aires,
resultó un fracaso, afirmación que debe ser matizada a la luz de la información provista por las Compañía Sudamericana de Billetes de Banco, 1894, pp. 124-26 y 155-177.
actas de la institución y por las reseñas de prensa contemporáneas. Véase Marcelo E. Pacheco, 96 “La pintura en Buenos Aires”, La Prensa, 14 de noviembre de 1893. Entre los compra-
“La pintura española en el Museo Nacional de Bellas Artes”, en: Museo Nacional de Bellas dores más fuertes figuraron Aristóbulo del Valle, José Antonio Capdevila, De la Vega, Plaza
Artes, Ciento veinte años de pintura española, 1810-1930, Buenos Aires, 1991, p. 13 y Ramón Montero, José L. Ocampo, Toro Zelaya, López Saubidet, Campos, Ortiz, Monsegur y Vázquez.
García Rama, “Historia de una emigración artística”, en: Caja de Madrid, Otros emigrantes. 97 “Notas pictóricas. La galería Lamas. Una exposición de cuadros”, La Nación, 20 de abril
Pintura española del Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires, Madrid, 1995, p. 22. de 1895.
79 Entre los compradores figuraron el banquero español José Carabasa quien adquiere Reja 98 “Varias”, La Nación, 24 y 27 de abril de 1893. Entre los compradores se hallaron Fran-
estilo renacimiento en el Alcázar de Sevilla de José Villegas. Otras obras vendidas fueron: Un perro cisco Costa, Francisco Ayerza, José Artal, Sylla Monsegur, Felipe y Alberto Mayol, C. M. Huergo,
ladrando de Salvador Viniegra; La vuelta á bordo, Vapor encallado y dos paisajes de Justo Ruiz Luna Prospero Rouaix y Laborde.
y otras obras no detalladas de Horacio Lengo, Adolfo Giradles, Juan E. de Llanos, C. Álvarez 99 Entre los compradores figuraron Anchorena, Larraga, Sylla Monsegur, Méndez de An-
Dumon, Pablo Gonzalvo, Francisco F. Días Carreño, Eugenio Oliva y E. Fernández Hidalgo. des, Plate Montero, Gonnet, Ataliva Roca, Luro, Lomb, Coy, Urbani, Bosch, Ocampo, etc.
80 C.E.Z. [Carlos E. Zuberbülher] “Exposición de Bellas Artes organizada por la Cámara Varios de estos nombres reaparecen en la venta de la colección Rufino Varela. Los cuadros que
de Comercio Española”, El Nacional, 11 de septiembre de 1888. habían alcanzado los valores más altos eran Un baile popular de Francisco Goya vendido en
81 Cf. Roberto Amigo, “El breve resplandor...”, art. cit., p. 144. $2.600 y Odalisca de José Casado del Alisal en $1.800 ambos adquiridos por el Dr. Gonnet. Cf.
82 Cf. Alejandro E. Fernández, “Patria y cultura. Aspectos de la acción de la elite española Uno che c’era, “L’arte in remate. La collezione artística del Dr. D. Gabriel Larsen del Castaño”,
de Buenos Aires (1890-1920), Estudios inmigratorios latinoamericanos, n.º 6-7, agosto-diciem- El mundo del arte, a. 3, [s. f.], p. 171.
bre de 1987, p. 293. 100 Véase Colección Rufino Varela. Obras de Arte y Muebles. En la casa-habitación calle
83 Cf. Cámara Española de Comercio de la República Argentina, Historia de la Cámara Maipú 466. Domingo 12, Lunes 13 y Martes 14 de Julio (Exhibición) [1896] Venta 15 al 20 de
Española de Comercio de la República Argentina, Buenos Aires, 1998, pp. 20-21. Julio, Román Bravo & Co.
84 A. Miquis, “Apuntes artísticos”, El Nacional, 7 de agosto de 1889, y Luis R. de Velasco, 101 “La colección Varela. El arte en Buenos Aires. Cuadros y bronces. La porcelana”, La
“Apuntes artísticos. Revista de escaparates”, El Nacional, 21 de septiembre de 1889. Nación, 13 de julio de 1896, y “La pintura en Buenos Aires. Cómo se venden los cuadros. Sèvres
85 Véase “Galería de pinturas. Remate de cuadros españoles”, BCCEBA, a. 3, n.º 24, julio y Japón. La colección Varela”, La Nación, 24 de julio de 1896. La tela que había alcanzado valor
de 1889, pp. 1134-1135 y “A propósito de una colección de cuadros antiguos”, La Nación, 15 más alto era Procesión disuelta por la lluvia de Mariano Fortuny adquirida por Alfredo Israel en
de septiembre de 1889. $4.500; Luz de luna y luz de aurora de J. Callamata fue pagada $1.000 por Manuel Gonet y la
64 MARÍA ISABEL BALDASARRE
Fredegonda de Benjamin Constant fue adquirida por Soto y Calvo en $850. Otros compradores
fueron Edmond Robert, Ricardo Zemborain, Domingo D. Martinto, Juan Anchorena, Enrique
Bosch, Alberto Jordan, Aldolfo Luro y José Ignacio Moreno. También Eduardo Schiaffino ad-
quirió una tela con destino al recién creado MNBA, se trató de Luis XIV y Mlle. Lavallière
adquirida en $180.
102 Como por ejemplo dos pequeñas tablas en madera atribuidas a Rembrandt adquiridas
plásticos puntuales. En el resto de los textos considerados las obras artísticas entre 1893 y 1894. Carlos Orte fue un colaborador frecuente en ella.
8 Varios concejales porteños se opusieron a este proyecto que no llegó a ser sancionado. Cf.
funcionaron como marcos de la acción o como índices de la escasa formación
La Prensa, 22 de mayo de 1894, [Recorte, AS-MNBA].
estética de los adquisidores. En ambas variantes, actuaron como signos distinti-
92 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 93
9 Eduardo Schiaffino, “Triunfos de la rutina”, La Nación, 9 de junio de 1894. Reproduci- 23 Cf. un artículo anterior publicado en ocasión de la Exposición Universal de París de
do en su libro: La pintura y la escultura..., op. cit., pp. 349-351. 1900, donde Darío refiere a la figura del rastacuero y sus distintas nacionalidades. “De Rubén
10 Carlos Orte, “Arte nacional. Dos necesidades: el ambiente y el mercado”, La Nueva Darío. La exposición. Los hispanoamericanos. Notas y anécdotas”, La Nación, 1º de agosto de
Revista, a. 2, n.º 29, 21de julio de 1894. 1900.
11 Cf. Adolfo Prieto, La literatura autobiográfica argentina, op. cit. Véase también del autor 24 Lucio Vicente López. “Don Polidoro. (Retrato de muchos)” (1880), en: Recuerdos de
“La generación del ochenta en las ideas y el ensayo”, en: AA. VV., Historia de la literatura argentina, viaje, op. cit., p. 294.
t. II, Del Naturalismo al Romanticismo, Buenos Ares, CEAL, 1980-1986, pp. 62-67. Cf. también 25 Cf. David Viñas, “El viaje estético”, en: Literatura y realidad política, op. cit., vol. 1, p.
Oscar Terán, “El lamento de Cané”, en: Vida intelectual en el Buenos Aires fin-de-siglo (1880-1910). 55-56; George D. Schade, “Los viajeros argentinos del ochenta”, en: Texto crítico. Centro de
Derivas de la “cultura científica”, Buenos Aires, FCE, 2000, particularmente pp. 19-34. Investigaciones Lingüístico-literarias, a. 10, n.º 28, enero-abril de 1984, pp. 90-94 y Eduardo
12 Fernando Aliata, “Ciudad o aldea. La construcción de la historia urbana del Buenos Romano, “Colisión y convergencia entre los escritores del 80”, Punto de Vista, Buenos Aires, a.
Aires anterior a Caseros”, Entrepasados. Revista de Historia, Buenos Aires, a. 3, n.º 3, fines de 3, n.º 10, noviembre de 1980, pp. 9-10.
1992, pp. 51-67. 26 Véase Adolfo Prieto, “La generación del ochenta. La imaginación”, en: AA. VV., Histo-
13 José María Cantilo, “Dos tipos de virtud”, en: Un libro más. Colección de artículos, ria de la literatura argentina, t. II, op. cit., pp. 103-107. Cf. también Josefina Ludmer, El cuerpo
Buenos Aires, F. Lajouane-París, Ch. Bouret, 1887, p. 100. del delito. Un manual, Buenos Aires, Perfil, 1999, cap. 1.
14 Véase a este respecto el artículo “Ley de progreso”, ibídem, pp. 265-269, donde se 27 En referencia a sus ocupaciones señala López que era “un ex diplomático de un país
plasma una visión eminentemente celebratoria de la transformación de Buenos Aires y de la híbrido como la Herzegovina o el Montenegro”. Cf. Lucio Vicente López, La gran aldea (1884),
prosperidad del país. Buenos Aires, Eudeba, 1960, p. 110.
15 José María Cantilo, “Navidad. Tentaciones para los pobres”, en: Un libro más, op. cit., 28 Cf. Teresita Frugoni de Fritzsche, “Lucio Vicente López”, Introducción a La gran aldea,
bibelot, op. cit., pp. 33-49. gentilhombre (1670) de Molière, cuya aspiración por convertirse en noble lo hacía copiar todas
17 Miguel Cané, En viaje. 1881-1882, París, Librería Garnier Hermanos, 1884, p. 402. sus maneras. Jourdain contrata incluso a un profesor de filosofía que debía refinarlo y hacerlo
18 Gladys Onega, La inmigración en la literatura argentina (1880-1910), Buenos Aires, digno del amor de una marquesa. La sociedad aristocrática se burlaba sin embargo de Jourdain,
CEAL, 1982, p. 59. como desquite de su ascensión a través del dinero.
19 Rubén Darío, “La evolución del rastacuerismo”, La Nación, Suplemento Semanal Ilustra- 30 José María Cantilo, “Querer no es poder. (Observaciones de un desocupado)”, en: Un
do, a. 1, n.º 15, 11 de diciembre de 1902, p. 12. Para la producción de Darío en las páginas de libro más, op. cit., pp. 247-253.
La Nación, cf. Susana Zanetti (coord.), Rubén Darío en La Nación de Buenos Aires. 1892-1916, 31 José María Cantilo había nacido en Montevideo en 1849. Estudió jurisprudencia en la
Buenos Aires, Eudeba, 2004. Universidad de Buenos Aires, doctorándose en 1872. Como periodista colaboró en La Nación, El
20 Citaba Darío: “Otros pretenden que los primeros americanos del Sur, cuya prodigalidad Nacional y El Siglo y sucedió a su padre en la dirección de El Correo del Domingo. En 1890 partici-
y lujo chillón llamaron la atención, eran antiguos hacendados enriquecidos con la venta de pará de la Revolución del lado de la Unión Cívica. Falleció en Buenos Aires, en 1891. Estaba
pieles y cueros. Se les había llamado ‘rascacueros’ y de allí rastacueros”. casado con una incuestionable descendiente de la elite local, Magdalena Ortiz Basualdo. Véase:
21 Aurélien Scholl (Burdeos 1833-París 1902). Literato y periodista. Fundador en 1855 de Vicente Osvaldo Cutolo, Nuevo diccionario biográfico argentino, Buenos Aires, Elche, 1985.
Le Satan. Redactor en jefe de Voltaire y luego del Echo de Paris. Colaborador de Le Figaro donde 32 Adolfo Prieto, “La generación del ochenta. La imaginación”, art. cit., p. 106.
por años persistió su firma al pie de artículos humorísticos, crónicas y reseñas teatrales escritos 33 Cf. David Viñas, “El viaje estético”, art. cit., 57.
con una causticidad que lo convirtió en uno de los escritores más leídos de la vida parisiense. 34 Cf. Susana Zanetti, “La ‘prosa ligera’ y la ironía en Cané y Wilde”, en: AA. VV., Historia
Publicó gran número de obras en las que las costumbres parisienses fueron observadas con de la literatura argentina, t. II, op. cit., pp. 132-144 y Teresita Frugoni de Fritzche, “Eduardo
mucho ingenio. Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana, Madrid, Espasa Calpe, 1964, Wilde o los privilegios de la imaginación”, Estudios de literatura argentina, Instituto de Literatu-
t. LIV, p. 1116. En su Autobiografía, Darío apunta haber sido presentado a Scholl en su estadía ra Argentina “Ricardo Rojas”, FFyL, UBA, Sección Crítica, segunda serie, n.º 7, 1982, pp. 97-
parisina de 1893. Rubén Darío, Autobiografía (1915), Buenos Aires, El Quijote, 1947, pp. 99- 143. Véanse también los comentarios sobre “Vida Moderna” en el artículo ya citado de Adolfo
100. También Lucio López menciona a Scholl en sus relatos de viaje. Cf. Lucio V. López, Recuer- Prieto “La generación del ochenta en las ideas y el ensayo”, pp. 63-65.
dos de viaje (1880), Buenos Aires, Secretaría de Cultura de la Nación, 1994, p. 275. 35 Georg Simmel, Filosofía del dinero (1900), Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1977,
22 Probablemente, en Europa la imagen del rastacuero no se asociara con los magnates p. 579.
norteamericanos. Sin embargo, cuando se trataba de pueblos competidores, como se percibía la 36 La casa se encontraba sobre las calles Florida y Rivadavia y había abierto en 1878. Se
elite argentina ante el poderío estadounidense, bien podía aplicarse el término advenedizo a los especializaba en bronces y mármoles de pequeñas dimensiones que reproducían obras célebres.
nuevos ricos de los Estados Unidos, como vimos lo hacía Miguel Cané. Cf. Oscar Terán, “El 37 Eduardo Wilde, “Vida Moderna”, en: Prometeo & Cía., Buenos Aires, Jacobo Peuser,
Wilde: lo natural como distancia”, en: El texto y sus voces, Buenos Aires, Sudamericana, 1986, 55 Gladys Onega, La inmigración en la literatura..., op. cit., p. 80.
pp. 246-262. 56 Cf. por ejemplo las alusiones a la rica casa de la familia Esteven en Carlos María Ocantos,
39 A su regreso de Europa, Del Solar estuvo muy ligado con los intelectuales y artistas del Quilito (1891), Buenos Aires, Hyspamérica, 1985, pp. 62, 101 y 178.
Ateneo siendo en su casa porteña donde se celebraron las reuniones en las que se organizaron las 57 Ibídem, p. 149.
exposiciones de arte. Del Solar actuó también como colaborador de los principales diarios por- 58 Segundo I. Villafañe, Horas de fiebre (1891), Buenos Aires, Instituto de Literatura Ar-
teños, asiduamente en La Nación y transitoriamente en La Prensa, El Tiempo, La Tarde y El País. gentina, FFyL, UBA, Serie Documentos, t. II, n.º 15, 1960, pp. 162-163.
Falleció en Buenos Aires en 1921. Cf. Armando Braun Menéndez, “Prólogo”, en: Alberto del 59 Ibídem, p. 3.
Solar, Páginas escogidas, Buenos Aires, Ángel Estrada y Cía., 1948, pp. VII-XXVI.
40 Alberto del Solar, Rastaquouère. Ilusiones y desengaños sud-americanos en París, Buenos
lencia, con cierta “compasión simpática” y que el mismo tema “tratado por persona menos fina
ó más ansiosa del éxito que radica en el escándalo, hubiera dado motivo para trazar una serie de
sangrientas caricaturas”, Martín García Merou, Recuerdos literarios, Buenos Aires, Lajouane, 1891,
pp. 217-218. Por su parte, Rubén Darío también celebró la novela, catalogándola como “lo
mejor que se ha escrito á este respecto”, como “un libro de observación y de conciencia”. Rubén
Darío, “De Rubén Darío. La exposición. Los hispanoamericanos...”, art. cit.
42 Alberto del Solar, Rastaquouère, op. cit., p. 185.
43 Manuel T. Podestá (1853-1920) actuó en varios hospitales de Buenos Aires. Fue secre-
186.
47 Pierre Bourdieu, La distinción..., op. cit., p. 75.
48 Cf. Noé Jitrik “El ciclo de la Bolsa”, en: AA. VV., Historia de la literatura argentina, t. II,
op. cit., pp. 159-168 y Gladys Onega, La inmigración en la literatura..., op. cit., 74-90.
49 Viñas se refiere precisamente a Martel como un “ojo clínico”, una mirada “científica”,
“testigo insobornable y episódico de esa cabalgata fatal, que ‘mira sentado en un banco’ y que
analiza ‘con amargura’”. Cf. David Viñas, “Martel y los culpables del 90”, en: Literatura argen-
tina..., op. cit., vol. 1, p. 214.
50 La obra está firmada en diciembre de 1890 y apareció como folletín en La Nación entre
el 24 de agosto y el 4 de octubre de 1891, “con gran éxito de público y crítica”. Cf. Noé Jitrik,
“El ciclo de la bolsa”, art. cit., p. 160.
51 Aubusson fue, y continúa siendo, uno de los centros de producción de tapicerías más
importantes del mundo, activo desde el siglo XV. En el siglo XIX se caracterizó por la realización
de conjuntos ricamente elaborados destinados a la decoración de interiores.
Capítulo 3
Las culturas del coleccionismo de arte
El coleccionista emplea sus mejores horas indagando los lugares donde –como
ocultas joyas– están olvidados o secuestrados los cuadros de su predilección.
Es muy grata emoción la de esas afanosas rebuscas que parecen guiadas
por una misteriosa e instintiva orientación y que producen hallazgos y sor-
presas insospechadas. [...] Se va formando la colección y cada nueva tabla
adquirida o lienzo conquistado, se asocia a un recuerdo agradable y senti-
mental en la vida del infatigable buscador de antigüedades.
Emilio Dupuy de Lôme, “La Galería de cuadros de Don Lorenzo
Pellerano”, Plus Ultra, a. 2, n.º 9, enero de 1917.
Coleccionar
Falta al yanqui esa calma artística, como al francés mismo, y al inglés El lujo de la arquitectura de Nueva York y Chicago encanta a Olivera, quien
sobre todo; pero no la decisión de aprender, ni el ansia de lo nuevo, encuentra en los edificios un “verdadero museo de escultura mural”. Para él,
ni el instinto del color, ni la necesidad de la emoción aguda, indis- los americanos han seguido la arquitectura londinense pero la han mejorado
pensable para el equilibrio y reposo de la mente en los países de vida inmensamente, logrando que la “fuerza en el campo del arte”, pase a la “multi-
difícil y nerviosa. ¿El pintar produce? –se dice el norteamericano. tud”. En esta superación, el poder del dinero –al igual que para Martí– no tiene
¡Pues a pintar! un peso menor:
La alusión al dinero como vía para la apropiación de la cultura europea es
El productivismo norteamericano parece haberse extendido al terreno artístico un tópico que reaparece cada vez que se trata de medir el desarrollo artístico de
que, poco a poco, comienza a diferenciarse de los modelos europeos. los Estados Unidos. La conclusión varía: pueden ser poseedores de buen o mal
Martí no traslada al arte el utilitarismo que muchos latinoamericanos atri- gusto, pueden haber logrado o no un arte original y auténtico, pero es siempre
buían a la sociedad norteamericana. Por el contrario, es en “medio del pueblo sobre el signo monetario que se miden estos logros.
hostil” que ha crecido el “espíritu fino” que permitió nacer un arte que se distin- Esta percepción tomará otro cariz en la pluma de los europeos, como el
gue “en aquellas mismas condiciones culminantes y redentoras que escasean en artista francés Victor Maurel, quien en 1895 remite sus juicios sobre las artes
su pueblo”.36 americanas a La Nación. La lucha de Francia por conservar su hegemonía artís-
El balance final que Martí postula para las artes norteamericanas es positivo. tica, que al menos en el terreno de la adquisición del arte moderno los Estados
Más allá de las desigualdades intrínsecas a un desarrollo de las bellas artes emi- Unidos comenzaban a disputar, es el trasfondo de este artículo. No obstante,
nentemente vinculado a la comitencia privada, el escritor registra cómo su socie- Maurel da vuelta el razonamiento y endilga a los estadounidenses la responsa-
dad se ha refinado, proceso cristalizado en los descendientes cultos de aquella bilidad por mercantilizar la producción europea:
primera generación pragmática y materialista que se ocupó de forjar la riqueza.
116 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 117
Mas, en aquel momento, despertáronse por el mundo un ardiente bre el desarrollo artístico norteamericano a sus posibilidades de traslación al
deseo de riquezas, una insaciable necesidad de reclamo, y la alta con- caso nacional. Los Estados Unidos fueron para Schiaffino un paradigma recu-
cepción del arte que todavía vivía en el espíritu de los artistas no rrente que nutrieron sus ideas sobre lo que debían ser un museo de bellas artes
resistió á infausta acción. Cosa extraña: ese movimiento llegó de allende y un coleccionismo privado. Ya en su discurso de apertura del MNBA en di-
el océano, precisamente de los Estados Unidos. Los negociantes nor- ciembre 1896, Schiaffino es plenamente consciente del impulso de los museos
teamericanos solían hacer frecuentes viajes á Europa, y poco a poco del norte y de la manera en que sus artistas se han instalado en la escena euro-
lo americanizaban; sus ideas penetraban en el espíritu de los euro- pea. Impugnando las visiones críticas sobre el arte norteamericano que circula-
peos, y el arte llegaba á ser, lo que por otra parte no dejaba de ser ban en Buenos Aires, Schiaffino busca por el contrario resaltar el lugar de la
desde entonces, una mercancía, sometida á maniobras de importa- iniciativa privada y de las instituciones artísticas de dicho pueblo:
ción y exportación y requiriendo reclamo. (Victor Maurel, “Norte
América. El arte. Los Estados Unidos juzgados por un artista fran- Por lo que toca á los americanos del norte, muchísimos argentinos
cés”, La Nación, 1º de noviembre de 1895.) abrigan á su ingenuidad las ideas más singulares con una ingenuidad
que no tiene otra excusa sino es nuestra falta de información, suelen
La necesidad de reafirmar la superioridad del arte francés reaparece también suponerles indiferentes por la obra de arte, especialmente por su cul-
aquí en relación al coleccionismo el cual es caracterizado por el predominio de tura.
las obras francesas. “En todas partes encuéntrense obras maestras de Millet, La verdad es que gracias á las condiciones de alta inteligencia y
Rousseau, Troyon, Dupré, Corot, Decamps, Daubigny, Meissonier, Gerôme”, hondo patriotismo que distinguen á esa raza, han conseguido en un
afirma. breve espacio de vida nacional asimilarse al gusto, la competencia,
Los precios que han costado cada uno de los imponentes edificios de Nueva hasta la técnica de sus maestros allende los mares. (“Museo Nacional
York es un elemento recurrente en la crónica que A. Pereyra remite a La Nación de Bellas Artes. Su inauguración. Una fiesta significativa. Discurso
en el contexto de la guerra de Cuba. Más allá de la ostentación, la riqueza del Sr. Schiaffino”, La Nación, 26 de diciembre de 1896.)
también ha permitido el crecimiento del patrimonio público. En este punto, la
equiparación entre donaciones al Estado y patriotismo que postula Pereyra se Los “faros” seguían estando en Europa, sin embargo la manera de llegar a
liga directamente con los móviles del coleccionismo privado señalado más arri- ella aparecía mediada por el ejemplo de los Estados Unidos cuyas instituciones
ba. Así la generosidad de los ricos del norte es un modelo y ejemplo en tanto –como la Academia de Bellas Artes de Pensilvania o el Museo Metropolitano
constituye una “prueba irrefutable del amor patrio”: de Arte de Nueva York– recibían su mayor sustento de los capitales privados.
Esta percepción se entronca con un reclamo que es un leitmotiv de su discurso:
Llaman la atención por doquiera; edificios y colecciones valiosas, do- el escaso apoyo que el Estado argentino brinda a las bellas artes. Con esta
nados por los privilegiados de la fortuna, demuestra que el mercanti- certeza, Schiaffino confía en el aporte de los coleccionistas privados y allí apa-
lismo no impide que se mantenga vivo el cariño por el suelo natal. recen en escena los casos norteamericanos: Taylor Jhonston, Alexander Stewart
¡Cuántos hombres ricos de otros países, encontrarían enseñanzas o y Stevens entre otros.
ejemplos saludables si recorrieran calles y partes de esta gran ciudad, El comienzo de 1905 encuentra a Schiaffino en los Estados Unidos. Ha
ó las extensas y bien repletas galerías de sus museos! (A. Pereyra, “Nueva viajado en carácter de comisario del envío artístico argentino a la Exposición
York. Perspectiva general de la ciudad. [...] Impresiones generales. Internacional de Saint Louis celebrada el año anterior y en este marco aprove-
(De nuestro enviado especial)”, La Nación, 23 de junio de 1898.) cha para visitar los museos del país. Se produce entonces un viraje con respecto
a su juicio sobre los Estados Unidos. Los preconceptos negativos de los que
Estos conceptos se vinculan directamente en las ideas de Eduardo Schiaffino, Schiaffino acusaba al público porteño, se han trocado ahora en una fascinación
personaje que, desde su gestión institucional, aunó la mirada celebratoria so- incondicional que dice característica de los pueblos sudamericanos:
118 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 119
Nosotros no advertimos á la distancia, y á través del lente simpático mo” norteamericano en el que “a toda mina de carbón ó yacimiento petrolífero
con el que miramos al gran advenedizo de los tiempos nuevos –en responde una colección de cuadros y estatuas”.38 A pesar de esto, la reconocida
quien vemos al hermano mayor de la familia americana, cuyos triun- grandiosidad de los museos del norte no le impide proclamar la superioridad
fos nos envanecen– los defectos del coloso, que en los presentes días del Museo de Buenos Aires sobre su par de Washington, del que Schiaffino se
ocupa con sus hombradas la atención del mundo. (Eduardo Schiaffino, jacta –en su clásico tono autocelebratorio– que seguramente no ha costado
“Impresiones de viaje. Los Estados Unidos”, La Nación, 11 de febre- tanto.
ro de 1905.) Hasta aquí he reconstruido distintas visiones sobre el arte europeo, su
comercialización y su coleccionismo –en Europa y los Estados Unidos– que
Este es el diagnóstico que predomina a su regreso a la patria. Sin duda, la expe- circularon en Buenos Aires desde la última mitad del siglo XIX hasta entrado
riencia de la guerra de Cuba, junto a la corriente antiyanqui que hacia esos el nuevo siglo. Estas múltiples miradas corroboran la gran accesibilidad de
años encontraba adeptos en muchos intelectuales latinoamericanos, cuestio- información que la burguesía porteña tenía sobre los consumos artísticos de quie-
naba aquella admiración sin freno manifestada en el fin de siglo.37 Así en 1906, nes consideraban sus pares en las otras metrópolis del planeta. De este modo,
la prensa encargada de reseñar la gestión de Schiaffino recurre nuevamente a ciertos artistas se configuraron como los favoritos de las burguesías extranjeras,
los museos americanos pero insertando el poder adquisitivo de estas institucio- instalándose como paradigmas, más allá de la posibilidad real de ser poseídos
nes dentro de un proyecto de imperialismo cultural: por los adquisidores argentinos. Por otra parte, en las crónicas sobre los colec-
cionistas europeos y norteamericanos fue un rasgo habitual asociar la acción
Los americanos del norte –siempre prácticos– hace ya algunos años privada con una empresa patriótica que idealizaba el afán de posesión intrínse-
que acarrean materiales preciosos y obras de arte para sus ciudades y co en toda compra. Esta misma vinculación se encontrará en los discursos
museos, tal como hicieron los griegos con los egipcios, los romanos construidos en torno al coleccionismo local.
con los griegos y la Europa del Renacimiento con todos ellos. Los registros de la prensa y los relatos de los viajeros funcionaron como
Los príncipes de la Iglesia romana despojaban las Termas de materia prima para los imaginarios artísticos de los que participaron los colec-
Caracalla y el Coliseo del revestimiento de arte de fabulosa riqueza cionistas y consumidores de arte, agregándose en cada caso particular las per-
que los cubría, [...] y adornaban soberbios palacios, adustos y som- cepciones y experiencias propias. Los discursos aquí analizados permiten revi-
bríos sobre la calle como bastiones, pero elegantes y fastuosos desde sar los diversos modos en que los porteños captaron la ubicación de las naciones
el patio de honor hasta la alcoba del magnate: los yanquis de hoy no europeas y de los Estados Unidos en el mapa artístico de Occidente, las prefe-
necesitan arrancar violentamente las cuantiosas riquezas; se limitan á rencias de algunos coleccionistas extranjeros, los mecanismos que ellos utiliza-
cambiarlas por cheques de papel que llevan escrito, en estilo banca- ron para apropiarse del arte pasado y presente y la proyección del coleccionis-
rio, el “sésamo ábrete” de los Palacios encantados [...] Los americanos mo privado en el desarrollo institucional. Por supuesto, no creo en la existencia
del arte acaban de comprar allí [en París] por un millón de dólares, de un imaginario artístico único en torno al coleccionismo, sino de distintas
maderas talladas, en zócalos, coros de iglesia, puertas, etc.; á este paso percepciones que reaparecerán, con mayor o menor nitidez, en el estudio de
dentro de algunos años será menester ir á Estados Unidos para estu- los casos concretos. Desde esta perspectiva, las páginas que siguen apuntan a
diar la civilización europea. (“La misión artística del Sr. Schiaffino”, demostrar cómo el coleccionismo de arte surgido en Buenos Aires fue un co-
La Nación, 13 de diciembre de 1906.) leccionismo de corte moderno que tuvo muchos puntos de encuentro con el
consumo y el acercamiento artístico practicados contemporáneamente por las
No obstante, el parangón con los grandes museos norteamericanos va a seguir burguesías de los distintos países centrales.
apareciendo en el discurso de Schiaffino en cada evaluación o defensa de su
gestión a cargo del museo porteño. Hacia el final de su administración, en un
reportaje realizado en 1909, el director sigue apelando a la imagen del “civis-
120 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 121
13
Notas Así ocurre en el temprano viaje de Sarmiento, en el primer periplo de Miguel Cané
(1870-1871) y en los tránsitos de Ingenieros y Rojas.
14 Cf. Eduardo José Cárdenas y Carlos Manuel Payá, El primer nacionalismo argentino, en:
1 Cf. Pierre Bourdieu, La distinción…, op. cit., p. 19.
2 Manuel Gálvez y Ricardo Rojas, Buenos Aires, Peña Lillo, 1978.
Jean Baudrillard, El sistema de los objetos, Madrid-México, Siglo XXI, 1999, p. 111. 15 Sobre este punto, cf. Adolfo Prieto, “Configuración de los campos de lectura 1880-
3 Cf. también James Clifford, “Sobre la recolección de arte y cultura”, en: Dilemas de la
1910”, en: El discurso criollista en la formación de la Argentina moderna, Buenos Aires, Sudame-
cultura. Antropología, literatura y arte en la perspectiva posmoderna, Barcelona, Gedisa, 1995, p.
ricana, 1988, pp. 34-42; Jorge Rivera, “El escritor y la industria cultural. El camino hacia la
260 y siguientes.
4 Walter Benjamin, “Historia y coleccionismo: Eduard Fuchs” (1937), en: Discursos inte- profesionalización (1810-1900)”, en: AA. VV., Historia de la literatura argentina, t. II, op. cit.,
pp. 330-331, y Alejandro Eujanian, “La lectura: público, autores y editores”, en: Marta Bonaudo
rrumpidos I, Madrid, Taurus, 1987, p. 132.
5 Es paradigmática en este sentido, la visión de Susan Stewart, quien analiza al coleccionismo (dir.), Liberalismo, estado y orden burgués (1852-1880), Nueva historia argentina, Buenos Aires,
Sudamericana, 1999, pp. 565-567. Sobre el diario La Nación como una empresa cultural mo-
como uno de los ejemplos de la capacidad narrativa del sujeto para generar objetos significantes,
derna, cf. Julio Ramos, Desencuentros de la modernidad en América Latina. Literatura y política en
distanciados por una “estructura de deseo” de sus contextos de producción específicos. Cf. Susan
el siglo XIX, México, FCE, 1989, pp. 95-111.
Stewart, On longing. Narratives of the miniature, the gigantic, the souvenir, the collection, Durham 16 Albert Wolff era un crítico conservador que publicaba sus crónicas en Le Figaro, estre-
and London, Duke University Press, 1993, pp. 151-162. Por su parte, Mieke Ball acentúa esta
chamente relacionado con la esfera del arte oficial y que hacía uso de estos vínculos para estable-
perspectiva al sostener que: “Los objetos son radicalmente privados de cualquier función que
cer acuerdos entre sus críticas y las subsecuentes elecciones de los jurados del Salón. Cf. Martha
pudieran poseer fuera de ser ítems coleccionados [...] Se ejerce violencia sobre los objetos en
Ward, “From art criticism to art news: journalistic reviewing in late-nineteenth-century Paris”,
cada episodio de coleccionismo, cada evento de inserción es también un acto de privación”. Cf.
en: Michael Orwicz (ed.), Art criticism and its institutions in nineteenth-century France, Manchester
“Telling objects: a narrative perspective on collecting”, en: John Elsner & Roger Cardinal (ed.),
and New York, Manchester University Press, 1994, p. 166.
The cultures of collecting, Cambridge, Harvard University Press, 1994, pp. 110-112. 17 Para la recepción de la figura de Millet, y fundamentalmente de su Angelus en Buenos
6 Cf. John Forrester, “Mille e tre: Freud and collecting”, en: John Elsner & Roger Cardinal
Aires, véase: Laura Malosetti Costa, “Poderes del Ángelus”, en: AA. VV., Poderes de la Imagen, I
(ed.), The cultures of collecting, op. cit., p. 249.
7 Walter Benjamin, “Desempacando mi biblioteca: una charla sobre los coleccionistas de Congreso Internacional de Teoría e Historia de las Artes/IX Jornadas del CAIA, Buenos Aires,
CAIA, 2003, (CD-ROM).
libros” (1931), en: Claudia Kerik (comp.), En torno a Walter Benjamin, México, Universidad 18 Cf. Marc J. Gotlieb, The plight of Emulation. Ernest Meissonier and French salon painting,
Autónoma Metropolitana, 1993, p. 21.
8 Pierre Bourdieu, La distinción, op. cit., pp. 49 y 271. Princeton, Princeton University Press, 1996, p. 10.
19 Cf. Robert Jensen, Marketing Modernism in fin-de-siècle Europe, Princeton, Princeton
9 James Clifford, Itinerarios transculturales, Barcelona, Gedisa, 1999, p. 50.
10 Sobre los viajeros argentinos cf. los textos de David Viñas, Noé Jitrik, George D. Schade, University Press, 1994, p. 10 y ss.
20 Rubén Darío, “Una casa museo”, La Nación, 21 de marzo de 1899. Reproducido en
Adriana Rodríguez Pérsico, Mónica Tamborena, Beatriz Colombi y Oscar Terán citados en la
España contemporánea (1901), París, Garnier Hnos, 1921, pp. 77- 83.
bibliografía. Véanse también las actas de los dos congresos sobre la temática celebrados en la 21 Se trata de El Salvador adolescente, óleo sobre tabla, 25 x 18,5cm, hoy atribuida al
ciudad de Rosario en 2002 y 2005.
11 Algunos de los relatos productos de estos itinerarios son los textos de: Domingo F. Círculo milanés de Leonardo da Vinci.
22 La renommée du goût argentin se propage en Europe et bientôt, au lieu d’envoyer à New-
Sarmiento, Viajes por Europa, África y América 1845-1847 y Diario de gastos, (coord. ed. Javier
York les meilleures toiles d’Europe, les artistes les enverraient à Buenos Aires.
Fernández), París-Buenos Aires, ALLCA XX y FCE, 1993; Vicente G. Quesada, Recuerdos de 23 Véase Lois Marie Fink, “French art in the United States, 1850-1870. Three dealers and
España (1879), Buenos Aires, Edición de la Biblioteca Popular de Buenos Aires; Miguel Cané,
collectors”, Gazette des Beaux-Arts, VI Período, t. XCII, septiembre, 1978, pp. 87-99.
En viaje, 1881-1882 (1884), París, Librería Garnier Hermanos y Notas é Impresiones (1901), 24 Arnold Lewis, James Turner and Steven McQuillin, “The painting in the domestic
Buenos Aires, Arnoldo Moen Editor; Martín García Merou, Impresiones (1884), Madrid, Libre-
museum”, en: The opulent interiors of the gilded age, New York, Dover Publications, 1987, pp.
ría de M. Murillo; Eduardo Wilde, Viajes y observaciones. Cartas a “La Prensa” e inéditas (1892),
24-25 y Gabriel P. Weisberg, “From Paris to Pittsburg. Visual culture and American taste, 1880-
Buenos Aires, Imprenta de Martín de Biedma, 2 volúmenes y Por mares y por tierras (1899),
1910”, en: Collecting in the gilded age. Art patronage in Pittsburgh 1890-1910, Pittsburgh, Frick
Obras completas, vol. XIV, Buenos Aires, Imprenta Belmonte, 1939; José Ingenieros, Crónicas
Art & Historical Center, 1997, pp. 179-297.
de viaje (1919), Buenos Aires, Elmer Editor, 1957; Ricardo Rojas, Cartas de Europa (1908), 25 Para los marcos ideológicos de estas ideas hacia el fin de siglo, cf. Oscar Terán, “El
Buenos Aires, M. Rodríguez Giles, y Retablo español (1938), Buenos Aires, Losada y Manuel
primer antiimperialismo americano”, en: En busca de la ideología argentina, Buenos Aires, Catá-
Gálvez, El solar de la raza (1913), Buenos Aires, Agencia General de Librería y Publicaciones,
logos, 1986, pp. 85-97.
1916. 26 Cf. David Viñas, “Sarmiento en seis incidentes provocativos”, en: De Sarmiento a Dios.
12 Conscientes de esta valoración, pocos viajeros se atreven a impugnarla: en el caso de
Viajeros argentinos a USA, Buenos Aires, Sudamericana, 1998, pp. 11-29, y William H. Katra,
Wilde desde la irreverencia a lo canonizado y en Gálvez desde un rechazo más profundo y
“Sarmiento en los Estados Unidos”, en: Domingo F. Sarmiento, Viajes, op. cit., pp. 853-911.
fundado a los componentes del ideal greco-latino.
122 MARÍA ISABEL BALDASARRE
27 Sarmiento, Viajes, op. cit., p. 412.
28 Cf. David Viñas, “Eduarda Mansilla, una excursión a los yankees en 1860”, en: De Sar-
miento a Dios, op. cit., pp. 51-86 y María Gabriela Mizraje, “Eduarda Mansilla o la familiaridad
del triunfo”, en: Argentinas de Rosas a Perón, Buenos Aires, Biblos, 1999, pp. 132-136.
29 Eduarda García de Mansilla, Recuerdos de viaje, t. primero, Buenos Aires, Imprenta de
Nación, 17 de agosto de 1886. Reproducido en Obras completas, op. cit., vol. 19, pp. 303-307.
33 José Martí, La Nación, 13 de junio de 1885, en: ibídem, vol. 10, p. 229.
34 José Martí, La Nación, 22 de febrero de 1885, en: ibídem, p. 146.
35 José Martí, “El arte en Nueva York. Venta de la famosa galería Stewart. Los mejores Hacia el tercer cuarto del siglo XIX se formaron en Buenos Aires las primeras
cuadros. Precios enormes. El espectáculo”, La Nación, 22 de junio de 1887, en: ibídem, vol. 19, colecciones específicamente dedicadas a las artes plásticas. Si bien desde me-
pp. 311-320. diados de la centuria se cuentan colecciones de objetos diversos en las que el
36 José Martí, “Cartas de Martí. El arte en los Estados Unidos. ¿Hay un arte propio?
arte tiene una representación significativa, como los conjuntos de piezas histó-
¿Puede haber arte vigoroso en un país industrial? Los acuarelistas americanos. Su adelanto pas-
ricas, numismática e iconografía formados por Andrés Lamas (1817-1891) o
moso. Su entrada franca en la escuela de luz. España, Italia y México en el arte yanqui”, La
Nación, 13 de marzo de 1888, en: ibídem, vol. 13, pp. 479-484. Rafael Trelles (1815-1880),1 será recién unas décadas después cuando surja una
37 Remito nuevamente a los textos de Beatriz Colombi y Oscar Terán ya citados. Cf. voluntad explícita por coleccionar obras de arte desde una dimensión institu-
también Jean Franco, “La minoría selecta. Arielismo y criollismo, 1900-1918”, en: La cultura cional que apunte concretamente a la constitución de la esfera artística.
moderna en América latina, México, Joaquín Moritz, 1971, pp. 57-68 y Julio Ramos, “Masa, La oposición al régimen rosista –y el nuevo ordenamiento político y social
cultura, latinoamericanismo”, en: Desencuentros..., op. cit., pp. 202-228.
38 “Con el señor Schiaffino. Carácter de la Exposición de 1910. Los museos en Europa, que provoca su caída– son hechos que vinculan políticamente a varios de los
Estados Unidos y Buenos Aires. Adquisiciones. Reportaje al director del Museo de Bellas Artes”, personajes estudiados en este capítulo. El período rosista es un mojón que
La Nación, 7 de mayo de 1909, [Recorte, AS-MNBA]. marca sus biografías al provocar el exilio político –propio o paterno– de algu-
nos, como Bernabé Demaría, Rufino y Juan Cruz Varela, mientras otros, como
Adriano Rossi, integraron las filas del partido opositor. Asimismo, otros perso-
najes centrales en la historia del primer coleccionismo que son retomados en
los capítulos siguientes, entre ellos Manuel José de Guerrico y Miguel Cané,
también están signados por el retorno en el período post-rosista.2
Entre estos primeros coleccionistas hubo dos hombres que sintieron su
tarea realmente desde una perspectiva pública, ya que ambos fueron los pre-
cursores en ceder sus conjuntos artísticos como base para la creación de un
museo de bellas artes. Ellos fueron Juan Benito Sosa (1839-1909) y Adriano
Rossi (1814-1893).
El 13 de junio de 1909, el diario La Prensa publicaba una intrigante ne-
crológica que refería al deceso de un “misántropo” más que singular. El hom-
bre había muerto aislado en su chalet de la calle Gorriti 1656. Sus vecinos
afirmaban que tenía unas “costumbres rarísimas”: que se alimentaba única-
mente de frutas “que él mismo adquiría de los vendedores ambulantes, por
124 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 125
entre la verja”, que salía escasamente de su domicilio y que excepto su hijo men de las obras con el fin de evaluar sus méritos artísticos. Ya de antemano
Andrés y una vecina “nadie frecuentaba el umbral de aquella casa”. De acuerdo se podía prever la escasa objetividad del dictamen y su tendencia favorable, si se
al artículo, éste había sido el fin de Juan Benito Sosa, un hombre “poseedor de tiene en cuenta que entre los “peritos” figuraba quien había sido el dueño ante-
una regular fortuna” que había elegido una “vida de privaciones extremas” y rior de gran parte de las mismas. Más allá de este rasgo endogámico, que por
que sufría paranoias de asesinato. Ante toda la evidencia el artículo era contun- otra parte era común entre los actores de la escena artística decimonónica, el
dente: “El señor Sosa era manifiestamente un avaro”. informe elaborado contiene interesantes observaciones que resumen las carac-
Posiblemente, otra habría sido la conclusión si el cronista hubiese recor- terísticas del conjunto donado y que a su vez se enlazan con el perfil que, desde
dado que el propio Sosa había donado al Estado un importante corpus de su fundación, caracterizará a los museos de arte del país:
obras artísticas para la formación de un museo de pintura. Quizás era lógico el
olvido. Habían pasado más de treinta años de aquel hecho que, por otra parte, Los cuadros son cuarenta,5 en general son buenos y entre ellos hay de
no había gozado de la fortuna prevista por el donante. indisputable mérito pudiendo afirmar que el todo de la colección
En abril de 1877, Juan Benito Sosa (Imagen 6) dona a la Provincia de formará una excelente base para crear una galería pública de pintura
Buenos Aires, cuarenta y ocho cuadros, sobre los que aclara que han sido ad- [ya que...] si bien entre los cuadros ofrecidos no los hay de grandes
quiridos con su dinero “durante un largo número de años” y que “desearía que maestros, existen sin embargo, originales de autores modernos que á
esa colección sirviese de base para una futura galería de pintura”. La intención estar á las últimas publicaciones ilustradas se van conquistando un
patriótica es explícitamente sentida por el donante quien confiesa su propósito nombre en el mundo del arte y podrían ser mañana preciosidades en
de “hacer un pequeño servicio al país de mi nacimiento”. Más adelante refor- su escuela.
zará esta idea, subrayando que su donación era un “provecho general” que
vendría a llenar el vacío existente “en nuestro progreso, planteando un nuevo En julio de aquel año, Carlos Casares y Vicente G. Quesada, ministro de Go-
centro de educación [...] exigido por nuestra cultural social”.3 bierno y gobernador respectivamente, deciden aceptar las obras ofrecidas por
De hecho, las alusiones al desprendimiento y patriotismo son tópicos que Juan Benito Sosa. Sin embargo, Sosa no se satisface con este hecho sino que
recorren la mayoría de los discursos producidos en torno a la donación de asume de manera personal la tarea de creación del Museo de Pintura, instando
Sosa, tanto los del protagonista como los de los funcionarios estatales encarga- a los otros aficionados a cooperar mediante la cesión de “uno de sus mejores
dos de recibir las obras e incluso los aparecidos en la prensa contemporánea.4 cuadros” a fin de incrementar el patrimonio de la futura institución. Los frag-
De acuerdo a su propio testimonio, Sosa venía acuñando su colección mentos de dicha nota cristalizan la función que para Sosa debía tener un mu-
desde 1865, alimentándola de la oferta limitada de obras provista por el mer- seo de arte, idea que como se verá fue compartida por muchos protagonistas
cado de Buenos Aires. El desmembramiento de las colecciones de los herma- del campo artístico en formación.
nos Varela, fundamentalmente de Juan Cruz –cuya colección se analiza más
adelante–, fue la fuente principal de la que Sosa abrevó a la hora de procurarse [...] por medio de la creación de un Museo Público de Pintura que á
sus obras. El hecho de que la mayor parte de éstas fuesen adquiridas escasos la vez que enseña y forma el gusto por el arte, aumenta el número de
años antes de su donación al Estado, incluso se registran compras en el mismo sus admiradores con su ejemplo práctico; y debida representación, en
año de 1877, permite suponer que Sosa acuñó la misma con el propósito explí- el sentido de darle el verdadero brillo que debe tener, en el seno de
cito de hacerla pública. En este punto, el pragmatismo y utilitarismo puesto en una sociedad ilustrada, que como la de Buenos Aires, ha estado siem-
juego por Sosa al formar su colección lo distinguen de la mayoría de sus pares pre dispuesta a la realización de todo buen pensamiento.
quienes planearon la cesión pública de la obras como un hecho póstumo luego
de que hubiesen adornado sus residencias privadas durante décadas. La función pedagógica, de formación de gusto y de fomento de la actividad
Como parte de la aceptación de la colección Sosa, el gobierno provincial artística en una sociedad, cuyo grado de desarrollo volvía imperativa la crea-
encomienda a Juan L. Camaña, Leonardo Pereyra y Juan Cruz Varela el exa- ción de un museo de arte, eran los carriles por los que Sosa justificaba su pro-
126 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 127
yecto. A continuación se refería a su participación personal en la empresa, los antecedentes eran más que exiguos. Italia funcionaba por otro lado como el
señalando que había donado “cincuenta cuadros más o menos, que los reputo modelo de nación artística, aquél que debía ser emulado por la Argentina si
de buenos y que deseo sirvan de base para la formación de una futura galería de quería exceder su posición de país rico, seguidor de las huellas de Norteamérica
pintura”. Sosa parecía ser consciente del mérito relativo de las obras adquiri- e Inglaterra, para convertirse también en un país ilustrado.
das, cualidad que era atenuada a la luz del estatus de necesario que surgía cada El proyecto de ley presentado por Demaría no fue sancionado y los cua-
vez que se hablaba de la formación de un museo. dros cedidos por Sosa permanecieron en la Biblioteca Pública de Buenos Aires
La misión de Sosa continuaba con la exhibición gratuita de los cuadros, hasta 1884, fecha en que pasan al Gobierno de la Provincia para integrar luego
llevada a cabo durante septiembre y octubre de 1877 en el salón del señor Gue- las colecciones del reciente Museo de La Plata, dirigido por su mentor y orga-
rrero ubicado sobre la calle Florida 96, con el fin de que fueran conocidos y nizador Francisco P. Moreno.
evaluados por el público de Buenos Aires. Aparentemente, la exposición gozó En 1883, en sus ya referidos “Apuntes sobre arte en Buenos Aires”, Eduar-
de una importante cantidad de espectadores.6 El coleccionista era consciente do Schiaffino se ocupaba precisamente del paradero de las obras donadas por
del rol que comenzaba a ostentar la prensa como tribuna que no sólo difundía Sosa. Luego de celebrar el gesto de “filantrópica necesidad” por parte del “co-
sino que también sostenía discursivamente los eventos sucedidos en la ciudad. leccionista de gusto” que había comprendido “la influencia fatal que la inerte
Dirige una circular a los redactores de los diarios, instándolos a contribuir en la desidia de los poderes públicos hacía pesar sobre el pueblo, y quiso reaccionar
empresa a través de la promoción y la expresión del aval para con su proyecto. contra ella legando sus pinturas al Estado”, Schiaffino denunciaba el estatus de
La prensa era así considerada como un guardián intelectual que debía velar por “semi-pública” que poseía la colección al estar colgada en los relativamente
la feliz resolución de la obra iniciada por Sosa, ante su inminente partida para inaccesibles salones de la biblioteca.10 También indicaba la necesidad de depu-
Europa. rar ciertas obras a fin de conservar sólo aquéllas “excelentes” dignas de integrar
Durante el mismo mes, el senador provincial y también pintor Bernabé las colecciones de un museo de pintura.
Demaría (1824-1910)7 presenta un proyecto para la instalación de un Museo ¿Qué tipo de obras fueron las adquiridas por Sosa? La colección se com-
Provincial de Pintura. Antes de detenerme en el análisis de su propuesta es ponía enteramente de pinturas europeas, con la excepción del óleo Pescador de
notable apuntar cómo un ámbito no necesariamente vinculado a las bellas Prilidiano Pueyrredón.11 Las obras exhibían dos vertientes diferenciadas: por
artes –el Senado provincial– podía ser también un centro de encuentro de un lado telas firmadas por artistas contemporáneos franceses, alemanes, italia-
personajes relacionados con el fomento artístico incluso de coleccionistas. Así nos u holandeses que pueden caracterizarse como artistas de salón. Es decir,
durante aquel año de 1877 actuaban como miembros de la Cámara, además artistas de “segunda línea” no incluidos ni dentro de los movimientos de van-
del propio Demaría, Rufino y Juan Cruz Varela y el hermano e hijo de colec- guardia del siglo XIX –realismo, impresionismo– ni tampoco exponentes re-
cionistas Manuel J. Guerrico.8 nombrados de la pintura académica del momento. Entre las temáticas selec-
El proyecto de Demaría se encontraba en estrecha relación con el accionar cionadas abundaban la naturaleza muerta, el paisaje, la pintura animalista y la
de Sosa, ya que en su defensa el senador sostenía la necesidad de dotar de un escena de tono anecdótico, como por ejemplo Niños en la fuente o Caperucita
destino propicio a las obras recientemente donadas.9 Asimismo, Demaría ar- Roja del artista francés Louis Lassalle (Imagen 58). Figuraban también dos
gumentaba que el desprendimiento de Sosa no había tenido seguidores por no pinturas de historia realizadas por los artistas contemporáneos quizás más sig-
contar la ciudad con la institución adecuada para alojar las obras. El Museo del nificativos de la colección. Ellas eran El embarque de Colón en el Puerto de Palos
Prado de Madrid “el más rico y selecto de Europa” funcionaba para Demaría para el descubrimiento de América del portugués –formado en España– Ricardo
como modelo para la institución porteña, ya que “...del mismo modo, pues Balaca y Canseco (Imagen 59) y El asalto de una de las puertas de Palermo coman-
que empezará nuestro Museo de pinturas, empezó el de Madrid y empezaron dado por Garibaldi del italiano Giovanni Fattori.12
todos”. El optimismo del senador lo hacía equiparar contextos más que diver- La pintura de Balaca había sido uno de los cuadros más caros de la colec-
gentes. El museo madrileño se había formado a partir de la estatización de una ción, adquirido a Mariano Varela en $20.000. Su autor era un artista relativa-
riquísima colección real que no tenía equivalente en el caso argentino, donde mente importante en el panorama europeo y el hecho de que Sosa haya adqui-
128 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 129
rido esta gran tela da cuenta de su voluntad por poseer obras relevantes para Este extenso programa, que contempla la creación de un Museo Público
formar la colección fundadora del primer museo de arte del país. Dentro de la que incluya a su vez una Escuela Nacional de Bellas Artes y una biblioteca
jerarquía de los géneros establecida por los certámenes oficiales de las acade- técnica, desliza interesantes consideraciones sobre los modelos que Sosa tenía
mias europeas, la pintura de historia ocupaba el escalafón más alto, y entonces en mente que ayudan a comprender sus selecciones en tanto coleccionista.
no era casual que Sosa aspirara a tener en su museo al menos una de estas Deudor de las corrientes intelectuales de su tiempo, el discurso de Sosa
grandes machines –y más específicamente un episodio que vinculaba la historia pone en juego una mirada positivista que vincula directamente “las tendencias
americana con la del viejo continente como era la partida de Cristóbal Colón–. de nuestra raza” con una inclinación natural a las Bellas Artes, la Literatura y el
Por otro lado, no faltaban las telas atribuidas a grandes artistas del pasado, Comercio. Bajo su óptica no había una oposición entre las profesiones lucrati-
principalmente italianos u holandeses. Integraban este conjunto escenas de gé- vas y el cultivo de las bellas artes, aunque sí un olvido en relación a esta última
nero y obras de tema mitológico o religioso. Estas presencias ayudaban a Sosa materia que tornaba imperiosa la creación y el sostenimiento de instituciones
a poder concretar su afán por apropiarse de ejemplares de la tradición artística, adecuadas.
tradición construida en base a los períodos clave de la producción de cada Las citas al historiador y literato italiano contemporáneo Cesare Cantù,15
escuela nacional. En este sentido, las obras holandesas o flamencas están atri- servían a Sosa para introducir cada uno de los capítulos en los que desplegaba
buidas al siglo XVII, como por ejemplo Baile en una taberna de Cornelis Dusart un resumen de aquellas épocas que consideraba más brillantes de la historia del
y Una taberna y Mujer bebiendo de Jan Miense Molenaer, mientras que las arte: el “Bello Arte griego”, que databa en “la época de Pericles y la de Alejan-
pinturas italianas están asociadas con el Renacimiento –un Renacimiento en dro Magno en la Antigüedad”, y el “Renacimiento de las Bellas Artes desde el
sentido “amplio” que abarca también el siglo XVI– con ejemplares como Armida siglo XIV al XVII”, período en que se habían expresado los verdaderos genios.
y Tancredo de Veronese (Imagen 10), El hijo pródigo de Caravaggio o la Madonna En contraposición a esta última etapa, Sosa indicaba que en la actualidad el
de Giorgione. arte se encontraba en un “período de espera o de transición hacia el esplendor
Tanto aquí como entre las piezas contemporáneas era revelador el escaso de Belleza del Arte” que le hacía augurar la “esperanza de un nuevo Renaci-
tamaño que tenían algunas de las obras donadas, hecho que las hacía difícil- miento que haga resurgir el pasado, las glorias que inmortalizarán el porvenir”.
mente efectivas para la función pedagógica e instructiva que se pretendía para El concepto amplio del Renacimiento manejado por Sosa, coherente con la
ellas en las paredes de un museo. perspectiva historiográfica de la época, le permitía incluir a varios de los artis-
En las cuarenta y ocho obras de su colección, Sosa había buscado trazar un tas presentes en su colección, explicando su voluntad por contar al menos con
panorama variado de las escuelas contemporáneas, contemplando también la alguna presencia de estos significativos maestros. Para Sosa, las copias de escul-
presencia de artistas del pasado, aunque más no fuese a través de copias o boce- tura griega y de pintura del Renacimiento tendrían un papel pedagógico fun-
tos. En la selección, había estado sin duda limitado por la oferta y la autenticidad damental en las colecciones del Museo Público al permitir a los alumnos de la
de las obras disponibles en la plaza de Buenos Aires, aunque este hecho podría Escuela Nacional conocer “la Historia de las Bellas Artes, en sus principios,
también haberlo beneficiado en relación a la reducción de los costos. desarrollo, brillantez y decadencia”.
Las intenciones de Sosa para la creación de un museo de arte tampoco se En relación a las autoridades que dirigirían el futuro museo, Sosa postula-
vieron cumplidas en los años siguientes. Recién en la tercera década del siglo ba una administración bifronte: por un lado un primer director –de carácter
XX los cuadros concretaron el destino original planeado por el donante al provisorio– representante moral del “Gobierno Nacional en la dirección y
integrar el patrimonio fundacional del Museo Provincial de Bellas Artes de La manejo de los dineros nacionales, para la adquisición de modelos en las tres
Plata.13 secciones fundamentales; compra de libros técnicos para la Biblioteca y demás
Sin embargo, los móviles de Sosa persistieron durante las últimas décadas objetos útiles y necesarios para la Escuela y el Museo Público”, y, por otra
del siglo, al punto que en 1886, una vez regresado de Europa elabora y publica parte, un segundo director que debía ser “un reputado artífice de Europa, que
un “Proyecto Nacional de Bellas Artes para la Ciudad de Buenos Aires” en el reúna competencia técnica en lo posible en Pintura, en Escultura y Arquitectu-
que retoma el presentado por Demaría nueve años antes.14 ra” encargado de restaurar y conservar las colecciones, de dirigir la escuela pú-
130 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 131
blica, de asesorar al director administrativo en tanto a los modelos y copias Rossi (Imagen 7). A diferencia de Sosa, Adriano Rossi no se involucró de ma-
“más selectos y necesarios” y de dictar conferencias técnicas públicas sobre “los nera personal en la redacción de proyectos institucionales aunque sí planeó un
temas distinguidos de las bellas artes”. claro destino público para su colección privada, cuyo origen quizás se debiese
En la necesidad de convocar especialistas extranjeros, Sosa daba por su- más al disfrute personal que la formada apresuradamente por Sosa en los años
puesta la ausencia de argentinos suficientemente formados para comandar una previos a su donación. Sin embargo, ambos comparten el estatus precursor de
institución artística. Quizás esta predilección excluyente por Europa se debiera sus proyectos al pensar una dimensión institucional para sus acervos privados
a la escasa repercusión que su proyecto había tenido entre los miembros del que es previa a la existencia efectiva de instituciones.
principal organismo de artistas argentinos de esa fecha: la Sociedad Estímulo Su biografía apunta que nació en Buenos Aires y se educó en Inglaterra
de Bellas Artes, agrupación que en 1889 poseía más de quince años de funcio- siendo su padre “el primero que ensayó la elaboración del aceite industrial
namiento. En su trabajo con las actas de la Sociedad, Ofelia Manzi ha señalado animal en el país”, empresa exitosa que sin dudas permitió a Adriano una vida
que en abril de ese año se leyó en una de las sesiones de la Comisión Directiva holgada aunque no de extrema riqueza, percepción confirmada por los diver-
el largo plan presentado por Sosa que recomendaba la fundación de una acade- sos bienes inmuebles, cédulas hipotecarias y dinero líquido que figuran en su
mia de bellas artes con carácter nacional. El proyecto, que recién se concretaría testamento.17
tres lustros más tarde, fue desestimado en aquel momento por considerar que La caída de Rosas encuentra al joven Adriano contribuyendo a despertar
no era entonces la “ocasión propicia”.16 el “espíritu público” y bregando en pos de la libertad electoral. Posteriormente
Esta mirada permanente hacia Europa, y más precisamente a la Europa se alista en la compañía de granaderos, participando como Capitán de las Guar-
“Latina”, como fuente absoluta del arte y como proveedora indiscutida, no dias Nacionales en el sitio de Buenos Aires. Asciende a Teniente Coronel y
sólo de obras sino también de expertos, recorrió con fuerza los discursos de actúa en las batallas de Cepeda y Pavón y en la campaña del Paraguay bajo las
varios protagonistas de la escena artística porteña vinculándose estrechamente órdenes del general Mitre.18
con la escasa presencia de producciones nacionales. En relación con el mundo del arte, Rossi fue amigo y protector del pintor
Tratando de contrarrestar los argumentos que sostenían que la Argentina italiano Ignacio Manzoni y formó una extensa colección artística “tal vez la
era una nación eminentemente comercial y que todavía era prematuro pensar más importante de su tiempo” al decir de Eduardo Schiaffino.19 En su testa-
en su “enaltecimiento intelectual y moral”, Sosa va a señalar como ejemplo a la mento, redactado en julio de 1892, Rossi menciona poseer aproximadamente
sociedad inglesa que por años había cultivado el progreso industrial y comer- cien cuadros, siendo su voluntad donar dichas obras al gobierno nacional con
cial en desmedro del artístico, situación remediada en el siglo XIX a partir de la el fin expreso de que sirvan de base para la formación de un museo de pintu-
iniciativa pública y privada. Para el argentino, las colecciones del British Museum ra.20 Dentro del conjunto destaca expresamente los “treinta y tantos cuadros
y de la National Gallery manifestaban el éxito del proceso de apropiación del debidos al eximio profesor Ignacio Manzoni”. Son sus albaceas testamentarias
arte griego y renacentista llevado a cabo por los particulares y museos ingleses, sus amigos personales Bartolomé Mitre y Lorenzo Moreno.
mientras el Museo de South Kensington ostentaba “inmensas y preciosas co- Luego del fallecimiento de Rossi, ocurrido en febrero de 1893, ochenta y
lecciones de las Artes mecánicas, en sus diversas aplicaciones industriales”. un cuadros son recibidos por el gobierno y depositados en la nacionalizada
La escala de valoración seguía estando en la Europa Latina ya que era la Biblioteca Pública. Las obras permanecen allí por más de dos años, hasta la
predisposición inglesa a consumir el arte clásico la condición previa e indis- creación del Museo Nacional de Bellas Artes, colgadas muchas de ellas en el
pensable para la “transformación operada en su carácter Nacional en relación despacho del director Paul Groussac y en otras dependencias de la institución.
con el Bello Arte”, para su constitución posterior como eventual productora de A diferencia de Sosa, Rossi había adquirido la mayor parte de sus obras en
grandes obras. Y era precisamente esta línea la que seguía el detallado plan que el viejo continente en los viajes que realiza por Inglaterra, Francia, Italia, Espa-
Sosa pensaba para su país. ña y Alemania, con excepción de las telas de Ignacio Manzoni que seguramen-
El otro coleccionista que tuvo una clara vocación institucional en las últi- te compró durante la estadía argentina del pintor registrada entre 1851 y los
mas décadas del siglo XIX fue el militar, descendiente de italianos, Adriano E. años anteriores a su muerte acaecida en 1888.21 En este sentido, Manzoni
132 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 133
actúa como otra de las vinculaciones de la escasamente documentada relación litado a Manzoni desplegar toda su habilidad en el claroscuro de un cielo solea-
entre Mitre y Rossi. Mitre poseyó cuatro obras del pintor italiano, dos de las do así como en los detalles de hojas y plantas diversas. En esta línea, varios
cuales se asemejaban al tipo de escenas anecdóticas situadas en el siglo XVII utensilios de lujo regados por el suelo –un ánfora, una jarra de vidrio, una
que abundaban en la colección Rossi.22 Por otra parte, dentro de las pertenen- columna con un jarrón– también ostentaban una factura minuciosa donde los
cias de Mitre figuraban dos cartes de visites de Adriano Rossi, objetos que re- brillos no jugaban un rol menor.
afirman la amistad que los unía seguramente desde la experiencia militar com- Esta tela puede ser considerada, junto al resto de las obras de Manzoni,
partida y posteriormente en la empresa común del diario La Nación, de la cual como un testimonio de aquel gusto burgués descrito en el primer capítulo.
Rossi fue socio fundador.23 Había una intención claramente satírica en la elección del tema pintado, pero
La opción de Rossi por Manzoni puede explicarse, al menos parcialmen- éste había sido plasmado con un gran detallismo y gusto por las distintas su-
te, en el origen italiano común de ambos hombres. Tal como sucedió con el perficies de los objetos. Para un observador regido por el parámetro de la vero-
despertar del consumo de la pintura española contemporánea, registrado hacia similitud el cuadro estaba bien hecho y al mismo tiempo se permitía cierto
fines de la década de 1880, aquí también la compra estaba justificada por razo- libre juego con los colores y texturas que, sin proponer grandes rupturas visua-
nes vinculadas al patriotismo y al peso del legado inmigratorio. Las telas de este les, lo hacían agradable.
artista poseídas por Rossi eran en su mayor parte temáticas costumbristas don- Por otra parte, la burla sobre la caída de la nobleza cuadraba más que bien
de sus personajes realizaban sus acciones en paisajes más o menos protagónicos. con los intereses de una burguesía recién enriquecida, más aún si el episodio
La alusión al pasado era un recurso frecuente en estas escenas en las que los evitaba cualquier connotación incómoda al estar ubicado en un tiempo aleja-
sujetos estaban dotados de vestimentas y atributos que los remitían general- do del presente. En este sentido, tanto desde su temática como desde su factura
mente a dos siglos antes. Completaban el conjunto de obras de Manzoni,24 la obra buscaba emparentarse con la pintura antigua que, precisamente, era la
algunos ejemplos de retratos o figuras, cinco pinturas militares, un par de cua- que abundaba entre las otras firmas adquiridas por Rossi.
dros con motivos religiosos o bíblicos e incluso un desnudo y una naturaleza El resto de la colección se componía de obras atribuidas a importantes
muerta. Sin embargo, en varios de estos géneros lo sobresaliente era el carácter artistas del pasado, como Moroni, Salvatore Rosa, Ribera o Sánchez Coello, y
anecdótico del episodio representado, como sucedía por ejemplo en la escena otras que eran explícitamente catalogadas como copias tal como sucedía con
bíblica Susana y los viejos (Imagen 11). una Transfiguración de Rafael. En referencia a la pintura contemporánea, las
Las obras se distinguían también por el buen dominio del oficio, que presencias eran contadas y las obras pequeñas pero se trataba de firmas más
seguramente junto a su formato reducido y lo acomodado de su precio, había reputadas en la escena decimonónica que las incluidas en la colección Sosa,
sido una de las causas del éxito comercial del pintor en terreno argentino. En como Brissot de Warville, Theódule Ribot o Van Leemputten.26 La selección
este sentido, las obras de Manzoni figuran en varias de las colecciones privadas de obras del pasado y contemporáneas era coherente con el conjunto de Manzoni
formadas en el país incluso en los años subsiguientes.25 ya referido, predominando aquí también la pintura costumbrista, los paisajes
Un ejemplo representativo de las obras de Manzoni de la colección Rossi con figuras, las escenas religiosas y animalistas.
es el óleo Abstinencia (Imagen 60), pintura que se corresponde con la tela de El conjunto de obras de Adriano Rossi configura un perfil de coleccionis-
iguales dimensiones La Gula. Protagonizan la escena un grupo de cuatro per- ta que no manifiesta un gusto de avanzada o una predilección por los artistas
sonajes en torno a una mesa vacía pero ricamente vestida. Son tres hombres, modernos. Por el contrario, lo exhibe como un hombre pragmático que parece
uno anciano y dos más jóvenes, y una muchacha, todos suntuosamente atavia- haber aprovechado las obras que estaban disponibles. La impronta italiana,
dos, con ropajes que los sitúan históricamente en el siglo XVII. Sin embargo, ostentada no sólo por la treintena de pinturas de Manzoni sino también por
la otrora rica familia no tiene más que un huevo para compartir como cena. varias de las obras de los siglos XVI al XVIII, distingue a esta colección de otras
Junto a ellos, un fraile parado exhibe una bolsa vacía, indicando que aún se formadas en el período. A fin del siglo XIX, Italia seguía siendo la cuna del arte
adeuda el diezmo. A lo lejos, un soldado marca el camino a dos cortesanos, y de los grandes artistas del pasado, para muchos argentinos incluso seguía
posiblemente una madre y su hijo. La escena situada al aire libre había posibi- funcionando como fuente donde abrevar en términos de arte moderno. Sin
134 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 135
embargo, este lugar comenzaba ya a ser fuertemente minado –en un proceso que acentuar una práctica usual entre las familias ricas de Buenos Aires que
irreversible– por el nuevo paradigma cultural que será directamente asimilado optaban por vender sus lujosos muebles, carruajes y pianos ante la inminencia
con la pintura y la escultura moderna: Francia. de una estadía en Europa.
Por otra parte, además de denotar esta clara asociación que la producción Ya en un momento temprano como 1872, cuando todavía no están crea-
italiana tenía con la tradición artística clásica, la marca de Italia en la colección dos los ámbitos específicos para la exhibición de obras de arte y éstas se con-
formada por Rossi remite al poder que la patria y la cultura de origen tuvieron funden con las “curiosidades”, la prensa aspira a que algunos objetos fuesen
en el coleccionismo desarrollado en una sociedad fuertemente signada por el adquiridos para enriquecer las colecciones del Museo Público:32
legado inmigratorio como la porteña.
Ya he aludido al accionar de dos coleccionistas en quienes me detendré a Si la prontitud con que ha de celebrarse este remate no lo impidiese,
continuación. Los hijos de Florencio Varela, Rufino (1838-1911) y Juan Cruz sería el caso de hacer una indicación al gobierno para que mandase á
(1840-1908)27 también se dedicaron a formar inmensas y abarcativas coleccio- él al director del Museo, ó alguna persona competente, á fin de com-
nes artísticas. Los Varela fueron cultos hombres de letras, integrantes de un prar para aquel establecimiento alguno de los objetos más curiosos
linaje de hermanos que bajo la dirección de los dos mayores –Mariano y Héctor– que será una lástima dejar en manos de particulares.
fundan el diario La Tribuna en 1853 en el que todos ellos participan activa- Hay piezas que ese museo, que podían ostentarse con todo garbo
mente, incluso Juan Cruz que contaba con sólo trece años.28 en las pobres colecciones del nuestro. (“Crónica del día. Exposición
Tanto Rufino como Juan Cruz van a formar sus colecciones artísticas en artística”, La Nación, 20 de septiembre de 1872.)
Europa, siendo fundamental la radicación de su hermano Héctor en París,
quien se instala en 1863 en cumplimiento de una misión diplomática en el En este sentido, Juan Cruz no fue un coleccionista demasiado interesado por
consulado argentino y permanecerá en Europa por varias décadas.29 otorgar una dimensión social a su acervo, aunque varias de sus obras pasaron
Hermano menor de la familia, Juan Cruz (Imagen 9) se casa en 1861 con posteriormente a formar parte del MNBA por caminos indirectos, como su
Carmen Castex, la hija de un rico hacendado, unión que le posibilita dedicarse pasaje por otras colecciones privadas,33 o del Museo Provincial de Bellas Artes
de lleno a cultivar el consumo artístico. Las frecuentes visitas al viejo continen- a partir de su incorporación a la colección de Juan Benito Sosa. Si bien Juan
te van a permitir –en una suerte de manía por la disolución– las diversas for- Cruz facilitó algunas obras para su participación en exposiciones de caridad,
maciones y dispersiones de su colección, que es instalada en las sucesivas casas como la celebrada en el Palacio Hume en 1893, y es mencionado entre los
que ocupa en Buenos Aires, ubicadas en: San Martín 124 (en 1870), Artes 55 benefactores de la Asociación Estímulo de Bellas Artes, el tipo de coleccionista
(1872), Suipacha 258 (1876), Avenida Alvear 1681 (1893) y hacia el fin de su encarnado por el menor de los Varela se acercaba más a aquella expresión de
vida en el hotel Frascati sobre la Avenida de Mayo. Edmond Goncourt que sostenía que el mejor destino para su colección eran
Juan Cruz era un hombre refinado que gustaba rodearse de literatos, aris- los brazos de otro coleccionista privado. Juan Cruz constituyó así una excep-
tócratas y personajes distinguidos para explayarse largamente sobre su colec- ción dentro del coleccionismo privado argentino del siglo XIX, cuyos protago-
ción de arte.30 Así muchas de sus obras provienen de colecciones célebres, como nistas raramente consideraron a sus consumos estéticos como un terreno fértil
la de Alejandro Dumas hijo o las ventas producidas por el sitio de la Comuna para la especulación y el lucro económico.
de París de las que Juan Cruz usufructúa en su estadía parisina. Es difícil reconstruir qué vendió Varela en una u otra ocasión y cómo se
En marzo de 1870, encontramos el primer registro de remate de la colec- vinculan estos desprendimientos con sus preferencias estéticas. El remate de
ción Varela,31 suerte de preámbulo de dos ventas más concretadas en esta déca- 1876 evidencia una fuerte predilección por los pequeños bronces, sobre todo
da, en 1872 y 1876, y del sonado remate de 1893, analizado en el primer aquéllos que reproducen obras clásicas y del Renacimiento. También sobresale
capítulo de este libro. En este sentido, Juan Cruz se presenta como un colec- la abundancia de grabados y de lienzos atribuidos a pintores de los siglos XVI
cionista diferente a sus continuadores, ya que no duda en desprenderse de sus y XVII como Rafael, Tiziano, Guido Reni, Correggio, Rembrandt, o Rubens.34
piezas si lo cree necesario. Por otra parte, la sucesión de remates no hace más Casi veinte años más tarde, en el remate realizado en 1893, varias de sus prefe-
136 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 137
rencias –como los bronces– no se han modificado. Sin embargo, la lista de sus organizadas en base a los patrimonios de las colecciones privadas también podían
cuadros al óleo incluye varios artistas contemporáneos –Cabanel, Barbudo, ser otro de estos espacios de encuentro.
Gervex, Benjamin Constant, Dubuffe– que permiten sostener cierto viraje del Volviendo a la colección formada por Rufino Varela, sucede aquí algo simi-
gusto operado en Juan Cruz en la línea de lo señalado para el coleccionismo lar a lo apuntado para el caso de Juan Cruz. Es muy complicado hacer un análisis
norteamericano contemporáneo. No quiero con esto afirmar que Varela nece- de su contenido en la medida que sólo una parte pequeña de la misma pasó a
sariamente seguía los vaivenes del coleccionismo estadounidense, sino simple- integrar los repositorios públicos. De acuerdo a las obras consignadas en el
mente marcar su confluencia con las preferencias que allí se sucedían, comen- catálogo y a los registros de la prensa, la selección sobresalía por su variedad,
zando de este modo a cuestionar la supuesta asincronía atribuida generalmente tanto en el tipo de objetos como en su ubicación geográfica e histórica, así
al coleccionismo local. como por las buenas firmas de artistas decimonónicos.38 En relación al prime-
También es fuerte la impronta de la cultura francesa del siglo XVIII, ver- ro de estos tópicos, la prensa advertía que:
tiente que se manifiesta no sólo en las pinturas y miniaturas –con nombres como
Fragonard, Boucher o Latour– sino también en el mobiliario y en la tapicería. En [...] no se trata de una colección hecha con preconcepto alguno, ni se
este sentido, Manuel Mujica Lainez indica que las sillas del comedor de su casa ha dado preferencia a una escuela, ni la ha presidido una tendencia
poseían en sus respaldos figuras de las cortesanas de Luis XIV, mientras las cabe- artística única. Se conoce que el señor Varela ha ido recogiendo á su
ceras ostentaban los retratos de los dueños de casa (Imagen 12). Alrededor de la paso cuanto encontraba y le parecía bueno, siguiendo sólo su instin-
mesa del comedor, la pareja pasaba a formar parte de una estirpe aristocrática no to, para arribar al excelente resultado de formar un conjunto, no im-
otorgada por los lazos sanguíneos sino por los referentes simbólicos. pecable, pero en que tienen representación diversícimas escuelas
En el caso particular de Rufino (Imagen 8), éste parte a Europa hacia fines antiguas y modernas, y las encontradas manifestaciones de arte del
de la década de 1860 para alternar su residencia entre Londres y París por cinco oriente y el occidente.
años. Aprovecha la ocasión para formar su colección de arte adquiriendo prin- Un coleccionista de miras menos amplias, hubiera dado direc-
cipalmente pinturas, grabados, bronces y porcelanas.35 En su vuelta al país, ción más unilateral á sus adquisiciones, llegando á otra clase de armo-
concretada en diciembre de 1873, lo aguarda la típica actuación política de la nía más comprensiva para la generalidad que la de contrastes que
oligarquía de fin de siglo: es ministro de Hacienda del gobernador Carlos Ca- tienen la colección Varela. Pero esa misma mezcla de géneros y escue-
sares (1875-1877) y del presidente Juárez Celman (1889), senador provincial las, lo clásico, lo romántico, lo realista, lo puramente fantasista, como
en varios períodos y diputado durante la primera mitad de 1890. Desde la revueltos y confundidos, presentan un conjunto pintoresco que des-
función pública Rufino aparece interesado por el fomento artístico, tal como cansa la vista y da satisfacción a todas las tendencias y á todos los
lo recuerda Eduardo Schiaffino al subrayar su apoyo pecuniario como ministro estados de ánimo. (“La colección Varela. El arte en Buenos Aires.
de Hacienda provincial, para la apertura de la Escuela de Bellas Artes depen- Cuadros y bronces. La porcelana”, La Nación, 13 de julio de 1896.)
diente de la Sociedad Estímulo.36
Conviene detenerse aquí en la conformación de la Sociedad Estímulo de No obstante, más allá de la aparente diversidad, la presencia de los artistas
Bellas Artes, ya que durante sus primeras décadas de existencia este organismo contemporáneos otorgaba una fuerte impronta en la colección formada por
encontró a varios de los principales coleccionistas de la ciudad entre sus activadores Rufino, encontrándose nombres reputados que la distinguían claramente de la
y sostenedores materiales. Ya mencionamos a Juan Cruz y a Rufino Varela, mien- medianía que caracterizaba a los conjuntos formados por Sosa o Rossi. Si bien
tras otros personajes que se analizan en el próximo capítulo –como José Prudencio algunos de estos artistas estaban representados con piezas menores –bocetos,
de Guerrico y Aristóbulo del Valle– también participaron activamente de la ins- estudios o telas de pequeño formato– es posible trazar un recorrido entre obras
titución.37 Más allá del diagnóstico de Eduardo Schiaffino que señalaba que los como las de Courbet, Corot, Daubigny, Rosa Bonheur, Díaz, Troyon, Monticelli,
coleccionistas “se ignoraban los unos a los otros”, existían ciertos ámbitos de Léon Lhermitte, Fortuny, Villegas o Sorolla, en tanto representantes de la pin-
sociabilidad que los nucleaban –al menos esporádicamente–. Las exposiciones tura de paisaje y realista antecesora del impresionismo o practicada contempo-
138 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 139
ráneamente pero sin exhibir las rupturas plásticas y temáticas que caracteriza- Por otra parte, desde mecanismos menos formales como las publicaciones
ron a este movimiento. En este sentido, Rufino se manifiesta como un colec- periódicas, también los grabados fueron divulgados a partir de su reproduc-
cionista atento al arte de su tiempo, aspecto que enriquece otras facetas más ción en órganos como la Revue Illustrée du Rio de la Plata o La Ilustración Sud-
usuales de su consumo artístico como el gusto por los pequeños bronces, de Americana. Esta última revista tuvo un rol particularmente intenso en cuanto
carácter mayoritario entre los miembros de la burguesía porteña. a la circulación de imágenes e información sobre las colecciones particulares,
Esta colección se destaca además por sumar a las pinturas y objetos de arte actuando también como una gran propagadora de la acción de los coleccionis-
un conjunto de más de 4.000 grabados de obras célebres. En este corpus se tas privados de la ciudad.
reunían producciones de todas las escuelas desde el siglo XV hasta el XIX, En relación con la colección de grabados de Rufino, la prensa acentuó
incluyendo obras como La lección de anatomía de Rembrandt, un retrato de precisamente su carácter único en un medio como el argentino, mientras aus-
Van Dyck, paisajes de J. M. W. Turner y Santa Genoveva en oración de Puvis piciaba su permanencia dentro de la esfera pública al modo de la labor llevada
de Chavannes. El amplio abanico cubierto por los grabados lleva a pensar al a cabo por los coleccionistas franceses:
conjunto en un sentido sustitutivo que permitía al coleccionista poseer, al menos
en reproducciones, obras emblemáticas que construían un extenso y abarcativo Esperamos que la galería en cuestión quede en nuestro país y que ella
recorrido por la historia del arte. sirva de estímulo para la formación de otras similares. No sería extra-
Evidentemente, su dueño tuvo particular afición por este grupo de graba- ño ver entonces a uno de estos coleccionistas que imitando el ejem-
dos ya que el mismo no fue incluido dentro del remate concretado en Buenos plo de los “Sommerand”, “Lacaze” y “Sauvageot”42 legaron al Estado
Aires hacia 1896. Si al igual que su hermano menor, Rufino no proyectó un el fruto de sus cariños artísticos. Antes de que sus tesoros inaprecia-
destino público para el grueso de su colección, sin embargo sus grabados sí bles –perdidos y diseminados– vayan a parar a manos de profanos como
gozaron de una importante circulación a través de varios medios. Por un lado, ha sucedido tantas vezes [sic]. (Gilbert, “Beaux arts”, Revue Illustrée du
entre 1896 y al menos hasta 1900, estos grabados fueron exhibidos junto a Rio de la Plata, a. 9, n.º 134, 16 septembre 1898, p. 459.)
setecientos dibujos y una decena de cuadros en un gabinete de estampas abier-
to al público ubicado en los salones del Bon Marché en Florida 753, organiza- Lamentablemente las expectativas del cronista no se vieron satisfechas y la colec-
do por el conservador Carlos Savelli (Imagen 13). Diariamente, entre la 1 y las ción permaneció en manos privadas hasta entrado el siglo XX. Así, un personaje
4 de la tarde los amateurs e interesados en general podían acceder al contacto como Rufino, que no tuvo, hacia sus pertenencias artísticas, la desaprensión de
directo con las obras que, tal como rezaba el aviso, constituían “fuentes de su hermano menor, debió sin embargo asistir a la diseminación de su colección
investigaciones á la par que manantial inagotable de ilustración y provecho sin seguir los pasos marcados por Juan Benito Sosa o Adriano Rossi.
espiritual”.39 La contigüidad con el MNBA, que desde su apertura a fines de A primera vista errático, inclusivo o ecléctico, el primer coleccionismo
1896 funcionaba en el mismo edificio, llevaba a los cronistas a sostener la artístico argentino tuvo, sin embargo, directrices, más o menos expresas que
confluencia de ambas empresas, señalando incluso que la colección de Rufino guiaron a quienes lo practicaron. Por momentos difíciles de reconstruir, ba-
integraría un futuro Gabinete de Estampas Nacional como anexo del Museo. sadas en criterios diversos –históricos, estilísticos, nacionales o en patrones
En 1898 y con Savelli como intermediario la colección es ofrecida en de género–, en todos los casos existieron modelos latentes que terciaron el
venta al MNBA en la cifra de ochenta mil pesos moneda nacional.40 En 1900 gusto del comprador hacia determinado tipo de obras. A veces el destino
es rechazada por el propio Schiaffino quien concluye “que su valor artístico era futuro y la dimensión pública proyectada para el conjunto tuvo gravitación
muy escaso” ya que se trataba en general de dibujos anónimos “atribuidos sin en el proceso selectivo –como en Juan Benito Sosa– mientras que en otras
mayor razón á diversos maestros” y otros considerados como originales que no ocasiones el móvil principal fue el de la contemplación en solitario o entre el
eran más que “fac – símiles vulgares [sic], como un cromo reproducción de un grupo de pares, tal como sucedió con Juan Cruz Varela. La disponibilidad y
‘Paisaje de Italia’ de Turner, un retrato cromolitográfico de Marat atribuido á accesibilidad de obras en el mercado local fue también un condicionante
Gericault, etc. etc”.41 para quienes optaron por la adquisición en el país, como Sosa o eventual-
140 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 141
mente Rossi, mientras Europa proveía una oferta más nutrida para quienes Notas
tuvieron oportunidad de obtenerlas directamente en los centros artísticos,
1 Cf. La introducción de Graciela Swiderski en Archivo General de la Nación, Archivo y
como los Varela.
Tal como se ha visto, Buenos Aires recibía constantes noticias del desarro- colección Andrés Lamas (1549-1894), Buenos Aires, 1997 y José Arturo Scotto, Notas biográficas
publicadas en la sección Efemérides Americanas de “La Nación” en los años 1907-1910, t. II, Bue-
llo del coleccionismo contemporáneo en Europa y los Estados Unidos. A la nos Aires, 1910, pp. 110-111.
hora de concretar sus adquisiciones, los coleccionistas y consumidores podían 2 Para los cambios en la esfera artística tras la caída de Rosas, cf. María Lía Munilla Lacasa,
abrevar de aquel amplio imaginario que la prensa contribuía a configurar: un “Siglo XIX, 1810-1870”, en: José Emilio Burucúa (dir.), Arte, sociedad y política. Nueva historia
imaginario que era más literario que visual y que recién comenzó a llenarse de argentina, Buenos Aires, Sudamericana, 1999, vol. 1, pp. 138-156.
3 Véase la reproducción de toda la documentación relativa a la donación, evaluación, acep-
imágenes hacia la última década del siglo, de la mano de las revistas ilustradas.
tación y promoción de los cuadros donados por Juan Benito Sosa al Gobierno de la provincia
A su vez, los coleccionistas argentinos ingresaron también en este circuito sim- en: Revista de la Biblioteca Pública de Buenos Aires, t. IV, 1882, pp. 449-477, AGA-FE.
bólico, a partir de la difusión, la crítica y la reproducción de las colecciones 4 Cf. “Exposición de pinturas”, La Nación, 14 de septiembre de 1877.
5 Originalmente Sosa dona cuarenta pinturas, aclarando en una nota posterior fechada en
locales por parte de los mismos diarios y revistas que se ocupaban de sus pares
extranjeros. En muchos casos, estos soportes otorgaron una dimensión pública octubre de 1877 que se trata en realidad de cuarenta y ocho cuadros al óleo y un dibujo.
6 El diario El Porteño, cuyo editor responsable era Héctor Varela –otro de los hermanos de
de la colección con anterioridad a su pasaje efectivo al dominio estatal. los que Sosa había adquirido sus obras– celebró calurosamente la afluencia de público a la expo-
Si en el caso de Sosa se debió esperar varias décadas para cumplir el desti- sición, cf. El Porteño, 13 de septiembre de 1877.
no inicial proyectado para la colección de constituir la base de un museo públi- 7 Bernabé Demaría fue pintor, periodista y político. Durante el rosismo estuvo exiliado en
co, sólo unos años separan la donación fundadora de Adriano Rossi de la inau- Montevideo, para trasladarse, luego de su graduación de escribano, a Europa. En Madrid recibió
lecciones de pintura bajo la dirección de Antonio M. Esquivel y asistió también a los cursos de
guración del MNBA. Así, la propia donación se transformó en una especie de
la Academia. Obtuvo premios y menciones en las exposiciones de Sevilla y Granada. Regresa a
imperativo o deuda asumida con el coleccionista que legitimó los juicios que Buenos Aires a la caída de Rosas e instala una Escuela de Dibujo. Publicó también obras litera-
sostenían la necesidad de creación de un museo de arte. rias. Hacia 1895 dona más de cuatrocientas obras de su autoría al Museo Histórico Nacional.
Por último, en los ejemplos hasta aquí analizados el arte contemporáneo Cf. Vicente Osvaldo Cutolo, Nuevo diccionario biográfico..., op. cit., 1985.
8 Fue el hijo de Manuel José Victorio de Guerrico y hermano de José Prudencio de Guerrico,
fue una presencia recurrente. Su representatividad y calidad varió en los diver-
coleccionistas que son estudiados en el capítulo siguiente.
sos casos, pero en todos estuvo, de algún modo, presente. Así como lo testimo- 9 Diario de sesiones de la Cámara de Senadores de la Provincia de Buenos Aires, Sesión del 20
nian las miradas artísticas construidas por los viajeros argentinos a Europa, de septiembre de 1877, Presidencia del Señor Sáenz Peña, pp. 586-587.
para los sectores de altos recursos de la capital, el arte legitimado parecía tener 10 Eduardo Schiaffino, “Apuntes sobre arte en Buenos Aires. Falta de protección para su
un solo y exclusivo origen: Europa. Y hacia sus centros productores se dirigió desenvolvimiento”, El Diario, 22 de septiembre de 1883.
11 Cf. la lista y reproducción de las obras donadas por Juan Benito Sosa en 3º Memoria de
claramente el consumo de la burguesía y la oligarquía porteña. Dentro de lo
la Comisión de Bellas Artes, 1942, La Plata, 1944, t. I, pp. 293-364.
que el viejo continente tenía para ofrecer, el arte del momento gozó de un 12 Lamentablemente no se conoce el paradero de esta obra que se encuentra como faltante
protagonismo innegable, alimentando material y simbólicamente el coleccio- de las colecciones del MBAB.
13 Creado por decreto del poder ejecutivo de la Provincia de Buenos Aires el 18 de febrero
nismo y consumo artístico practicado en Buenos Aires. En este sentido, estas
primeras colecciones también anticipan la fuerte impronta que el arte contem- de 1922.
14 Proyecto Nacional de Bellas Artes para la ciudad de Buenos Aires por Juan Benito Sosa
poráneo europeo tuvo en el coleccionismo argentino de fin del siglo XIX, al presentado al ministerio de Instrucción Pública en noviembre de 1886, Buenos Aires-La Plata,
punto que es posible postular la existencia de coleccionistas de arte moderno. Imprenta, litografía y encuadernación de J. Peuser, 1889.
15 Cesare Cantù (1804-1895) fue un célebre historiador y crítico literario cuya Storia
Universale –35 volúmenes publicados entre 1838 y 1846– constituyó una obra de referencia
obligada entre el público italiano y no italiano, a través de la cual se difundían –en un lenguaje
accesible– sucesos históricos, producciones artísticas y costumbres. No fue un historiador rigu-
roso ni académico, sino un divulgador de conocimiento, sumamente popular durante el siglo
XIX. Cf. Enciclopedia italiana di scienze, lettere ed arte, Pubblicata sotto l’alto patronato di S. M.
142 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 143
Il Re D’Italia, Roma, Instituto della Enciclopedia italiana, 1935, vol. VIII, pp. 809-810. El 31 “La casa museo del Sr. Varela”, La Nación, 7 de mayo de 1870. Cf. también Manuel
hecho de que Sosa citase a un divulgador de cultura y no a un historiador o estudioso dedicado Mujica Lainez, Vida de Anastasio el Pollo (Estanislao del Campo), Buenos Aires, Emecé, 1948, pp.
a las artes plásticas da cuenta también de la inespecificidad de su saber en materia artística. 153-155.
16 Ofelia Manzi, La Sociedad Estímulo de Bellas Artes. Desde su fundación hasta la naciona- 32 El Museo Público de la Provincia tenía su sede en la calle Perú en un Salón de la Univer-
lización de la Academia, Buenos Aires, Atenas, [s. f.]; p. 23. sidad de Buenos Aires (Manzana de las Luces) y era dirigido por el naturalista prusiano Hermann
17 Su padre, José María Rossi fue un genovés que llegó a tener importantes extensiones de Burmeister (1862-1892) siendo sus principales colecciones de paleontología, zoología y arqueo-
tierra en Resistencia (Chaco) donde implantó grandes cultivos de ricino, a los cuales añadió logía argentina.
algodón y tártago. Cf. Italo Américo Garibaldi, Los genoveses en Buenos Aires, Buenos Aires, 33 Como por ejemplo sucedió con la colección de Aristóbulo del Valle, que es analizada en
pintura y la escultura..., op. cit., pp. 169-178; José León Pagano, El arte de los argentinos, op. cit., Nacional de Bellas Artes y Escuela de Artes Decorativas e Industriales. 1878-1928, Buenos Aires,
t. I, pp. 245-250; A. M. Comanducci, Dizionario illustrato dei pittori, disegnatori e incisori italiani República Argentina, 1928, p. 8.
moderni e contemporanei, Milano, Leonilde M. Patuzzi Editore, 1962, t. III, pp. 1086-1087; 37 Cf. por ejemplo “Sociedad Estímulo de Bellas Artes”, El Nacional, 26 de enero de 1887,
Adolfo Luis Ribera, “La pintura”, art. cit., pp. 292-301 y Laura Malosetti Costa, “¿Cuna o cárcel donde se mencionan entre los integrantes de la Comisión directiva de Estímulo a Aristóbulo del
del arte?...”, art. cit., pp. 102-109. Valle y Manuel P. de Guerrico –hijo y hermano de los coleccionistas– ambos en calidad de
22 Estas obras eran La riña, c.1865, óleo sobre tela, 66,5 x 43,5cm, n.º reg. 313 y Escena de vocales.
cortejantes o El pretendiente, c.1865, óleo sobre tela, 66,5 x 53,5cm, n.º reg. 314. Las otras dos 38 Cf. Colección Rufino Varela. Obras de arte y muebles. En la casa habitación calle Maipú
obras de Manzoni que poseía Mitre eran: La batalla de Pavón, c.1861, óleo sobre tela, 32 x 51cm, 466-Román Bravo & Co [1896].
n.º reg. 312 y Bartolomé Mitre, c.1861, óleo sobre tabla, 42 x 32cm, n.º reg. 162, Museo Mitre. 39 “Gabinete de estampas y dibujos-Rufino Varela”, La Argentina Monumental en la Expo-
23 Cf. Gabriela Mogillansky, “Modernización literaria y renovación técnica: La Nación (1882- sición de París de 1900, Buenos Aires, 2ª edición, 1900, [s. p.].
1909)”, en: Susana Zanetti (coord.), Rubén Darío en La Nación…, op. cit., p. 85. 40 Cf. carta de Carlos Savelli al Señor director del MNBA [Eduardo Schiaffino] fechada
24 En los registros del MNBA figuran 31 obras de Ignacio Manzoni dentro de la donación “Buenos Aires, Mayo 14 de 1898”, Legajo 1-3325, Archivo Schiaffino-AGN. En esta carta
de Adriano E. Rossi. Savelli ofrece como facilidad que en vez de abonar la suma al coleccionista ésta se deduzca del
25 Encontramos obras de Ignacio Manzoni en las colecciones de Magdalena Dorrego de importe que Rufino Varela adeuda al Banco Nacional.
Ortiz Basualdo, César Cobo, María Jáuregui de Prádere, Julia Saenz Rosaz de Roseti y Juan 41 Nota manuscrita y firmada por Eduardo Schiaffino, fechada “Mayo de 1900”, Legajo 1-
Girondo. 3325, AS-AGN. A pesar de este rechazo, el gabinete continuó instalado en el Bon Marche, al
26 Las obras son: Félix Brissot de Warville, El rebaño, óleo sobre tabla, 38 x 55cm, n.º inv. menos hasta noviembre de ese mismo año.
5337; Thédoule Ribot, Cristo descendiendo de la cruz, óleo sobre tela, 23 x 35cm, n.º inv. 1951 42 La colección de Alexandre du Sommerand (1779-1842), adquirida por el estado francés
y de Frans Van Leemputten, Gallinas y patos en el corral, óleo sobre tabla, 18 x 24cm, n.º inv en 1843, constituye la base del Museo de Cluny. Por su parte el Museo del Louvre incrementó
1946 y Gallinas en el campo, óleo sobre tabla, 18 x 24cm, n.º inv. 5537. su acervo gracias a las colecciones de Charles Sauvageot y La Caze, donadas en 1856 y 1869
27 Ambos nacen en Montevideo, debido al exilio de su padre Florencio durante el rosismo. respectivamente.
Su madre era Justa Cané, hermana de otro exiliado, Miguel Cané (padre) cuyo hijo, Miguel,
también nace en terreno uruguayo.
28 Cf. Claudia A. Román, “La prensa periódica, de La Moda a La Patria Argentina (1837-
1879)”, en: Julio Schvartzman (dir.), La lucha de los lenguajes. Historia crítica de la literatura
argentina, vol. 2, Buenos Aires, Emecé, 2003, pp. 439-467.
29 Cf. Vicente Osvaldo Cutolo, Nuevo diccionario biográfico..., op. cit. y Héctor Viacava
“Héctor Varela. el porteño irresponsable”, Todo es Historia, Buenos Aires, n.º 222, octubre de
1985, pp. 8-38.
30 Cf. Manuel Mujica Lainez, “El segundo Juan Cruz Varela”, La Nación, 2 de julio de
1978, Secc. 3ª, p. 3. Incluido en Los porteños, Buenos Aires, Ediciones Librería de la Ciudad,
1979, pp. 41-49.
Capítulo 5
Coleccionistas de arte moderno
¿Qué obras de arte podían encarnar a fines del siglo XIX la idea de un arte
moderno? ¿Cómo dialogaron estas ideas sobre lo moderno con lo efectivamen-
te adquirido por los coleccionistas locales? Estas preguntas apuntan a revisar la
lectura que ha primado en los acercamientos sobre el coleccionismo argentino
frecuentemente caracterizado como anacrónico, atrasado o falto de rumbo. Se
ha sostenido que el coleccionismo local no fue receptivo a las últimas tenden-
cias artísticas y que optó en general por un arte oficial, vinculado a la Academia
y a las corrientes estéticas del pasado. Estas afirmaciones soslayan la compleji-
dad de la escena artística europea y americana de ese momento al recuperar
solamente la producción que –desde una óptica centrada exclusivamente en las
llamadas vanguardias– focaliza en los grandes nombres para dejar de lado una
producción rica y diversa que contemporáneamente fue apreciada como “arte
moderno” y que obtuvo gran éxito de crítica y mercado. En este punto, retomo
la perspectiva propuesta por Raymond Williams con relación al modernismo
al considerar a su construcción como una puesta en práctica de una “maquina-
ria de tradición selectiva” que busca “adueñarse de toda la modernidad [...]
negando a todo lo demás en un acto de pura ideología”.1
Este análisis no pretende un revival de grandes artistas olvidados teniendo en
cuenta su fama pasada, recuperación que por otra parte la historia del arte extran-
jero ya viene proponiendo, con éxito relativo, desde hace varias décadas.2 Tampoco
me guían criterios de calidad que busquen parangonar la producción de estos artis-
tas con la de los impresionistas o postimpresionistas. Mi objetivo es exponer cómo
en las últimas décadas de 1800 la idea de un arte moderno fue mucho más inclusiva
y compleja que la propuesta por las visiones posteriores y en qué medida las adqui-
siciones de los coleccionistas locales participaron de estas representaciones.
Estas ideas se vinculan con la línea abierta por historiadores del arte
como T. J. Clark, Gabriel Weisberg y Robert Jensen para el ámbito europeo
146 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 147
o Laura Malosetti Costa para el panorama local. En consonancia con las ideas El propósito central de este capítulo es analizar tres casos paradigmáticos
de Williams, Clark sostiene que: “El concepto de vanguardia es en sí profun- de coleccionistas argentinos a luz de esta reformulación de la categoría de arte
damente ideológico”, y que tuvo como propósito preciso “quebrar el unita- moderno, considerando como modernas obras que no fueron producidas por
rio conjunto del mundo artístico de París para arrebatarse una identidad los adalides de lo que la historia canónica del arte definió como vanguardia
transitoria y esencialmente falsa. Porque lo fundamental es la unidad, no las pero que, sin embargo, sí se ocuparon de retratar las costumbres, modas y len-
disensiones”.3 guajes contemporáneos. Son producciones que quizás no adscribieron en su
Por su parte, Gabriel Weisberg se interesa por la pintura naturalista pro- totalidad a las rupturas plásticas propuestas por el impresionismo y el postim-
ducida paralelamente al impresionismo, postulando cómo estos artistas com- presionismo pero que definitivamente participaron en un clima de época acer-
prendieron la importancia de ser contemporáneos y buscaron, tanto en sus cando al gran público muchas de sus conquistas. En este punto, una de las
temáticas como en su factura, realizar una pintura moderna, apreciada por la hipótesis principales de este libro sostiene que, hacia las últimas décadas del
crítica y por un mercado sumamente receptivo a ella.4 Sostiene asimismo la labi- siglo XIX, la elite porteña y más particularmente los coleccionistas de arte
lidad de las categorías como realismo, naturalismo e incluso impresionismo estuvieron intensamente informados de lo que sucedía en la escena artística
que hacia fines del siglo XIX impedía definir con certeza qué obras cuadraban europea y conocían los diversos carriles y estéticas por donde podía manifestar-
dentro de uno y otro movimiento. Estos desplazamientos, que agrupaban den- se lo moderno. Tal como lo muestra la literatura de viajes, la clase alta porteña
tro de cada tendencia a artistas disímiles, no fueron un fenómeno exclusivo de era un grupo sumamente ávido por estar al día sobre el desarrollo artístico,
Europa, extendiéndose a escenarios periféricos como el porteño.5 incluso por frecuentar a los principales creadores del momento.
Robert Jensen reconstruye la complejidad del mercado y los discursos ar- En esta línea, propongo repensar los consumos practicados por los distintos
tísticos europeos desmontando la pretensión del sistema del modernismo por coleccionistas argentinos a partir de un parámetro que Francis Haskell señala
constituirse como un discurso transparente encargado de definir a las “auténti- como esencial para la formación del gusto y el coleccionismo: la accesibilidad de
cas obras modernas” por oposición a aquéllas comerciales.6 Por el contrario, las obras de arte,7 entendiendo este concepto tanto en su aspecto material –es
Jensen demuestra cómo el impresionismo recién se constituyó en el canon de decir, las obras que efectivamente estuvieron al alcance de los coleccionistas ar-
lo moderno en los primeros años del siglo XX, mientras que en la etapa finisecular gentinos– como en un sentido simbólico que permita contemplar las diversas
el salón continuaba funcionando como la institución que condensaba en Fran- producciones corporizaban para los porteños las ideas del arte moderno.
cia la mayor producción de crítica y hacia la que se dirigían las galerías comer-
ciales a la hora de garantizar la visibilidad pública y el valor económico de las
obras ofrecidas. Por otra parte, durante las últimas décadas del siglo los hoy Linaje de coleccionistas: los Guerrico
calificados como impresionistas canónicos exponían conjuntamente con los
llamados artistas del justo medio, contribuyendo de este modo a esfumar las [Manuel José de] Guerrico suministra el tipo acabado del progreso de las
distinciones entre ambos grupos. ideas, de la riqueza, de los gustos que ha experimentado el pueblo argentino
Fueron estos artistas del juste milieu, que gozaban de un éxito importan- en su desarrollo ordenado y tranquilo, cuando no abandona los arrebatos de
te en los salones de la época, quienes tuvieron un lugar fundamental en las la pasión o no se deja arrastrar por prestigios personales; es el desarrollo
latente y visible, sin embargo, de los Estados Unidos, la marcha más sólida
colecciones formadas contemporáneamente en la Argentina. Eran artistas que
aunque menos brillante del pueblo inglés o de tantos otros.
conjugaban una factura plástica deudora del realismo y del impresionismo Domingo Faustino Sarmiento, discurso pronunciado
con la accesibilidad, la narratividad y la coherencia pictórica de la tradición en el sepelio de Manuel José de Guerrico, en el Cementerio
académica. Pintores como Henri Gervex, Ernest-Ange Duez, Alfred Roll o de la Recoleta el 25 de febrero de 1876.
Charles Chaplin entraron dentro de este último grupo, al cual la crítica de
entonces no dudó en catalogar como artistas modernos o retratistas de la Dentro de la suntuosidad financiera y del gusto educado, sobresale desde
vida moderna. cuarenta años atrás la mansión señorial de don José Prudencio Guerrico,
148 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 149
espíritu fino y de aristocrático discernir, que constituye en Museo la vivien- ras, esculturas, miniaturas, porcelanas, cajas, abanicos, lacas, marfiles, cristales,
da de la calle Corrientes y que aficiona su dedicación vinculado a la suerte tallas en madera, platería y peinetones– concretada por las descendientes de
enseñante de la Sociedad Estímulo. ambos coleccionistas.11 Fue el segundo de los Guerrico quien se constituyó
Carlos Ripamonte, Vida, Buenos Aires, cabalmente como un “coleccionista de arte moderno”. No obstante, la consi-
Manuel Gleizer Editor, 1930, p. 25.
deración de ambos casos permite marcar las divergencias y también las conti-
nuidades establecidas en el perfil coleccionador de la familia.
La historiografía artística ha señalado a Manuel José de Guerrico (1800-1876)
A diferencia de los casos hasta aquí contemplados, encontramos en los
(Imagen 15) como el primer coleccionista argentino.8 Este hombre fue un estan-
Guerrico a una familia patricia descendiente de un linaje de argentinos, ricos
ciero y militar, vinculado a Rosas por lazos sanguíneos, que se exilió en Europa
hacendados poseedores de cientos de leguas de tierras fértiles en la Provincia de
ante el oscuro episodio del asesinato de su suegro Manuel Vicente Maza. La casa
Buenos Aires.12 Este perfil, si se quiere más tradicional, convivió con una face-
parisina de Guerrico se transformó en el centro de la sociabilidad de los america-
ta moderna manifestada tanto por el padre como por el hijo en el interés por
nos que pasaban por Europa, en el “Club Argentino de París” al decir de Domin-
las actividades industriales. Así, en su vuelta al país Manuel José de Guerrico
go Faustino Sarmiento. Allí, Guerrico actuaba como nexo para los viajeros que
fue miembro directivo del Club del Progreso, intervino activamente en el proyec-
deseaban conocer al anciano general San Martín, como ocurrió primero con
to del primer ferrocarril argentino “La Floresta” inaugurado en 1857, propulsó
Juan Bautista Alberdi y luego con el propio Sarmiento. Es en Europa donde
los trabajos del puerto de Buenos Aires y la instalación de gas para la ilumina-
comienza a formar su colección de arte que trae al país hacia 1848, época que
ción de calles y casas.13
contempla el retorno de varios de los exiliados del régimen principalmente por el
De este modo, puede pensarse a su colección de arte, inédita para la Bue-
cese de las prácticas de terror ejercitadas por la mazorca.
nos Aires de aquel momento, como parte de este perfil progresista, pionero,
A semejanza de lo que manifestaría posteriormente Juan Benito Sosa,
“moderno” de Manuel José de Guerrico que lo alejaba de los típicos consumos
Guerrico confiesa haber iniciado la adquisición de obras con un fin filantrópi-
culturales practicados durante el rosismo. Así lo expresa el propio Rosas en su
co y educativo, “con el objeto de traer a mi país muestras de las diversas escue-
repetidamente citada frase que acusa a Guerrico de regresar al país con sus
las de Europa que sirviesen de modelo a la juventud que quisiese dedicarse al
“modas de gringos”.14 La autoría del dicho en boca de Rosas es más que facti-
cultivo de este ramo de las bellas artes”.9
ble ya que para él las pautas de consumo moderno resultaban del contacto
En su vuelta a la Argentina, la colección es instalada en la calle Corrientes
corruptor con la cultura europea. No obstante, su mordaz comentario no hace
123, a escasos metros de la calle Florida. Permanece en este sitio por más de
más que dar cuenta de lo originales que eran los consumos artísticos para esa
ochenta años –hasta 1930– cuando sus descendientes la trasladan a la calle
época y de la estrecha vinculación que tenían con los patrones de gusto europeos.
Arenales 830. Durante el siglo XIX y hasta los primeros años del siglo XX, la
El mismo perfil emprendedor y moderno distingue al hijo del primer co-
colección tuvo un estatus semi-público: se hallaba en los dominios privados de
leccionista, José Prudencio quien, más allá de la holgura económica, decide
la residencia familiar pero era accesible a aquellos aficionados que quisiesen
entregarse a la labor profesional y política en diversos momentos de su vida.
observar y estudiar las obras.10 Por otra parte, la mansión porteña de los Guerrico
Recibido de ingeniero en la École Centrale des Arts et Manufactures de París,
fue un centro indiscutido de la sociabilidad decimonónica alojando primero a
ejercita la profesión tanto en España como en Portugal, trabajando en la com-
tertulias políticas y hacia el fin de siglo, a bailes y veladas literarias.
pañía que inicia la construcción de los primeros ferrocarriles ibéricos.15 Poste-
El núcleo original de la colección fue enriquecido por su hijo José Prudencio
riormente, en 1867 la carrera diplomática lo lleva a Francia. Por diez años,
(1837-1902) (Imagen 16), quien le otorga su verdadera dimensión institucio-
ocupa el cargo de secretario de la Legación Argentina en París, aprovechando
nal a partir de la donación, hacia 1895, de 22 obras con el destino de contri-
para nutrirse sobre las bellas artes y acrecentar la colección artística comenzada
buir a la creación de un Museo de Bellas Artes. Sin embargo, fue recién a media-
por su padre.16 En 1877, retorna a Buenos Aires para integrarse a su vida in-
dos de la década de 1930 cuando el grueso de la colección pasó a dominio
dustrial y comercial. Ocupa el cargo de presidente de la Municipalidad en los
público a partir de la donación del impactante número de 627 piezas –pintu-
años previos a la federalización de la ciudad. Durante su gestión, el gobierno
150 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 151
municipal se aboca fundamentalmente a contrarrestar los factores causantes de Allí Guerrico se refiere a los intentos fallidos ocurridos en la Argentina en
la epidemia de fiebre amarilla y a intentar normalizar una Buenos Aires que pos del levantamiento de monumentos al tiempo que relata su admiración por
crece a un ritmo tal que ni sus servicios sanitarios ni edilicios logran abaste- el “viejo luchador” que fue Sarmiento, afección que se correspondía con la que
cer.17 Con respecto a los encargos artísticos para la ciudad, se halla altamente éste sintiera por su padre Manuel José, reconocido por el sanjuanino como su
involucrado en el proyecto de erección de la capilla-monumento que honraría guía y tutor durante su estadía en Francia. Con respecto al proyecto del monu-
la memoria del prócer, y amigo personal de su familia, José de San Martín. mento conmemorativo a Sarmiento, eran los escultores franceses contemporá-
En los años que van de 1880 a 1891, José Prudencio divide su vida entre neos –Rodin, Jules Dalou, Antonin Merciè y Gustave Doré– quienes funcio-
París y Buenos Aires hasta que una fuerte enfermedad marca su retorno defini- naban para Guerrico como los autores dignos de tener en cuenta, colocando
tivo a la capital porteña. Hacia el fin de la década de 1880, encarga al arquitec- en un lugar jerárquico la producción artística de aquel país.
to belga Jules Dormal la remodelación de la casa paterna, solar que sigue fun-
cionando como centro de reunión “de la mejor sociedad de Buenos Aires”. Los autores de Gloria Victis, de Mirabeau, del Marqués de Dreux-
Santiago de Estrada describía una velada cultural llevada a cabo en su casa en Brezé, de los Burgueses de Calais, podrán encontrar allí la inspira-
los siguientes términos: ción necesaria, a fin de dotar a la República Argentina de una obra
digna de aquél cuyo nombre se quisiera perpetuar, digna de la nación
Apenas hace un año que fuimos invitados a oír leer á Rafael Calvo en joven e inteligente que se honra de haberle dado nacimiento, y digna
la casa de Guerrico, algunas de las más celebradas composiciones de del arte francés, que es el primero del mundo civilizado.20 (J. P. de G.
Campoamor y Núñez de Arce. Aplaudimos entonces de todo cora- [José Prudencio de Guerrico], “A propos de statues et de monuments
zón la manera verdaderamente artística de abrir, por primera vez, á la d’art dans la Republique Argentine”, Revue Illustrée du Río de la Pla-
mejor sociedad de Buenos Aires, aquella mansión, recientemente res- ta, a. 2, n.º 14, noviembre 1890.)
taurada y modificada y cuya arquitectura pertenecía a la época de la
colonia española. [...] Durante los intermedios, cuando se perdía el A continuación el artículo proseguía con un llamamiento al coleccionista con-
eco de la voz del lector ó se disipaba la última vibración de las cuerdas temporáneo Aristóbulo del Valle, encargado entonces de presidir el Comité
del piano y de las arpas, [...] recordábamos y buscábamos cien obje- pro-monumento, ofreciéndole sin reservas ayudarlo en la concreción del re-
tos de arte esparcidos en esta mansión feliz, en que el buen tono y la cordatorio a Sarmiento. Guerrico interpelaba a Del Valle aludiendo a la expe-
cortesía disfrutan de una interminable luna de miel.18 riencia compartida por ambos en la organización de la Exposición de la Bolsa
de Comercio, celebrada en 1887 con obras prestadas por coleccionistas locales.
El coleccionista fue también miembro fundador, sostenedor material y cons- El hecho pone en cuestión las palabras de Schiaffino, ya comentadas en el capítu-
tante colaborador de la Revue Illustrée du Rio de la Plata, revista aparecida en lo anterior, que referían al escaso contacto que tenían los coleccionistas priva-
septiembre de 1889 con el propósito de publicitar en Europa los logros indus- dos entre sí.21
triales, artísticos y económicos de la Argentina, exhibiendo al país como un Como vemos, José Prudencio de Guerrico se involucró en la erección de un
mercado atractivo a capitales y productos europeos. monumento conmemorativo, ocupó cargos relevantes en la Asociación Estímu-
Desde Europa, las iniciales de José Prudencio de Guerrico firman varios lo de Bellas Artes,22 presidiendo su Comisión Directiva en 1878, abrió con fre-
artículos aparecidos en la Revue, la mayoría de ellos biografías de literatos euro- cuencia su casa a los estudiantes que querían entrar en contacto directo con sus
peos y crónicas de argentinos exitosos en Europa. Sus apreciaciones sobre bellas obras y no dudó en actuar como organizador y en ceder parte de su patrimonio
artes son escasas a excepción del artículo “A propos de statues et de monuments para que éste integrase exposiciones públicas juzgadas en su momento como
d’art dans la Republique Argentine”, publicado en noviembre de 1890, fomento indispensable para el cultivo de la actividad artística en la ciudad.
que da cuenta de varias de las predilecciones estéticas del autor y que ayuda de Asimismo, fue amigo personal de artistas como Eduardo Schiaffino, a quien
manera notable a delinear su perfil como coleccionista.19 asistió materialmente estando ambos en Europa, entre 1889 y 1891, mediante
152 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 153
préstamos que Schiaffino no siempre se encargaba de saldar. En las cartas La gran tela de la Diana, que tenía un sitio de honor en el hall de la
intercambiadas hacia esa fecha, Guerrico reprochaba al pintor, en un tono fa- morada familiar, mostraba una ninfa y su séquito realizados en la mejor tradi-
miliar, los múltiples pedidos de dinero que no se correspondían ni con su devo- ción académica del fini pulido y el cuerpo femenino idealizado, casi lampiño.
lución efectiva ni con explicaciones pertinentes, a lo que Schiaffino se discul- El impulso púdico por parte de las muchachas, que se horrorizan y amagan
paba argumentando que “hace bien un año y medio que no he tenido ocasión cubrirse ante la inesperada mirada masculina, era la justificación moralizante
de vender una sola obra”.23 para la exhibición de tantos bellos cuerpos. La armonía del sensual gineceo
En compañía de su mujer, María Güiraldes, Guerrico visitó el taller parisino llega a su fin por esa mirada externa que, aunque no aparece en el cuadro y se
del artista, hecho que no resultó en la adquisición de obras como era quizás el ubica figuradamente en el bosque posterior que sirve de fondo, también puede
propósito del pintor. Al respecto, Schiaffino comenta en una carta a su madre: coincidir con la propia presencia del espectador.
El otro cuadro de desnudo había sido realizado por Mariano Fortuny, el
El Sr. Guerrico y su señora me hicieron el honor de una visita el otro más célebre pintor español decimonónico que contaba con un éxito sin paran-
día; aun cuando vinieron un poco tarde por la luz, pudieron ver casi gón en el mercado artístico parisino. Su Odalisca mostraba, al igual que Reposo,
bien mis cuadros; Guerrico me felicitó por mis progresos, pero creo un desnudo de espaldas. Sin embargo, a la escuálida y ambigua joven de Schiaffino,
que a la señora no le hizo mucha gracia encontrase con una mujer se contraponía aquí una inequívoca mujer generosa en carnes, al despojo que
desnuda de tamaño natural; acaso los museos no la han habituado rodeaba al primer desnudo se oponía una abundancia de telas y cortinados y
aún? pero si mal no recuerdo aquí en su propia casa tiene tres cuadros una mandolina que remitía a una cultura oriental, alusión que estaba reforzada
algo más que desnudos. en el propio título de la obra. Todo contribuía a alejar al cuerpo desnudo del
Tengo que preguntarle al Sr. Guerrico qué impresión le hicieron tiempo y la geografía del presente, desactivando parcialmente el costado peli-
mis cuadros á su señora.24 groso –lascivo– que podía acarrear su extrema sensualidad. Estos paliativos no
estaban presentes en la tela del argentino, que además estaba iluminada de
Varias problemáticas se deslizan en esta carta. En primer lugar la injerencia de manera uniforme sin dejar secciones del cuerpo ocultas, como sí sucedía en la
la esposa de Guerrico en la formación de su colección artística. En una división Odalisca tratada con abundantes áreas de sombra que colaboraban a aumentar su
clásica del género, María Güiraldes se dedicó al coleccionismo de “carácter misterio. No fue simplemente el género lo que turbó a María Güiraldes sino
menor” como abanicos, objetos japoneses, platería y cajitas francesas.25 Por fundamentalmente el modo en que éste había sido tratado.
otra parte, Schiaffino percibe la incomodidad de la señora ante los desnudos Retomando el vínculo personal que unió a la pareja Guerrico con Schiaffino,
colgados en su taller. Posiblemente, el contacto cercano con las obras en pre- éste no se cristalizó en una relación comercial de adquisición de obras sino en
sencia de dos hombres –su marido y el propio hacedor de los desnudos– colo- un intercambio informal con tintes paternalistas en el que los coleccionistas
caba a la observadora en una situación diferente a la mirada más impersonal y frecuentaban al pintor y le facilitaban dinero para contrarrestar su inestable
colectiva que podía realizarse en un museo. economía. A este respecto, Schiaffino se quejaba duramente en una carta en-
Pero lo que era más importante, las telas de Schiaffino –y más exactamen- viada a su padre desde París:
te Reposo que era la obra a la que éste aludía en la carta a su madre– mostraban
un tipo distinto de desnudo a los poseídos por los coleccionistas. Reposo (Ima- Para colmo no he podido vender las dos cabezas y el paisaje que ten-
gen 14) es un desnudo de espaldas de un cuerpo joven, casi adolescente, que go en exposición en lo de Kleinberger [...].
no ostenta claras marcas de género.26 Además no exhibe ninguna cualidad que Al mismo tiempo sé que mi amigo el Sr. Guerrico hace ejecutar
lo vuelva un desnudo idealizado ni atributos que lo justifiquen como una esce- en este momento trabajos en pintura á un ridículo pintorcillo espa-
na alegórica u orientalista como sí lo hacen las carnaciones perladas de Diana ñol: Miralles, a Spiridon y á un vejete italiano Fortazzo; individuos
sorprendida de Lefebvre (Imagen 61) o la exótica Odalisca de Mariano Fortuny que no han tenido nunca ni tendrán jamás una recompensa en París,
(Imagen 62), los dos desnudos más famosos de la colección Guerrico. pues son de los últimos; absolutamente indignos de lustrarme á mí
154 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 155
los botines; y este Señor y amigo es millonario, se cree un Mecenas del gran hall estaba diseñado para permitir el ingreso de la luz solar durante
para los artistas y duerme en paz! 27 el día y ser reemplazado por lámparas especiales durante la noche, dispuestas
intencionalmente para la mejor apreciación de las obras. No en vano, la mayo-
Más allá de que las obras de Schiaffino podían no satisfacer los estándares de ría de los testimonios de la época refieren a la casa de Guerrico con la palabra
gusto de los Guerrico, éste fue el patrón de comportamiento que de algún “Museo”.
modo caracterizó su relación para con el arte nacional y que reaparecerá en varios Por otra parte, la adquisición de obras inmensas y sumamente caras como
de los personajes principales de este libro. Para estos coleccionistas existía un la ya referida Diana sorprendida de Lefebvre, que obtuvo juicios elogiosos en el
interés y un deber por participar activamente en el desarrollo de la actividad Salón de 1879 y la medalla de honor en la Exposición Universal de 1889, o La
artística en Buenos Aires, y más específicamente por ayudar a sus artistas, pero primavera de Gabriel Ferrier (Imagen 19), premiada también con medalla de
este accionar no se correspondía necesariamente con el fomento de un merca- oro en esta última exposición, permite señalar una voluntad “aristocratizante”
do para el arte argentino a través de la compra de obras nacionales. Para ellos, por parte del coleccionista que busca no ya diferenciarse del ignorante recién
el arte, no sólo el antiguo sino también el moderno, era algo que aún estaba en enriquecido sino también del consumidor burgués promedio que compraba
proceso de formación en el terreno argentino y que por lo tanto debía buscarse una tela pequeña para decorar su salón. Ubicadas en lugares privilegiados del
del otro lado del océano. hall, estas grandes telas junto a las pesadas esculturas como Bagnante sedutta
(Imagen 20) o La Clarina de Antonio Tantardini, requerían ambientes aptos
para su exhibición. Desde su alto costo y la incomodidad que suponía su tras-
Características de la colección y mecanismos de adquisición de obras lado e instalación, las inmensas obras connotaban un supuestamente desinte-
resado “amor por el arte” que en realidad se basaba en el poder del dinero para
La variedad y tamaño de la colección formada por los Guerrico excedía el sustanciarse.
coleccionismo exclusivo de pintura y escultura para incluir objetos de las cul- La impronta francesa y la contemporaneidad de la mayoría de los artistas
turas más diversas como las piezas chinas y las armas antiguas. Evidentemente, son sin duda las primeras características que saltan a la vista en la sección de
sus intereses artísticos eran múltiples. No obstante, anclaré el análisis en el pintura y escultura de la colección Guerrico. Las obras donadas por Guerrico
nutrido conjunto de pinturas y esculturas, corpus que gozó de un lugar central al MNBA, contando tanto el conjunto cedido hacia 1895 como las donaciones
para los actores contemporáneos, tanto para los propios coleccionistas, que les póstumas, alcanzan el número de ciento ochenta y seis. Las posesiones familiares
destinaron los sitios privilegiados de la casa familiar, como para la crítica que no fueron destinadas en su totalidad al Museo, conservándose entre sus herede-
condensó sus discursos sobre este grupo específico. ros objetos significativos como algunos bronces de Antoine-Louis Barye. De otros
La colección estaba montada con un sentido escenográfico que ocupaba cuadros, que en aquel momento fueron reseñados y reproducidos por las cróni-
casi la totalidad de los salones principales de la residencia de la calle Corrientes. cas, como es el caso de La primavera de Gabriel Ferrier, Primera comunión de
El gran hall y el escritorio eran los ámbitos predilectos en los que se acumula- Augusto Ballerini o una obra de Reinaldo Giudici, se desconoce su paradero.28
ban gran número de obras (Imágenes 17 y 18). Si bien las crónicas refieren a Si se agregan a las obras en poder del Museo las crónicas y el material
las actividades que se llevaban a cabo en dichos recintos –reuniones y bailes en gráfico de la época es posible delinear un perfil acabado de la mayor parte de la
el caso del hall y despacho de trabajo de José Prudencio en el caso del escrito- colección. En primer lugar, es notable la marcada diferencia existente entre
rio– las obras restaban sin duda gran parte de la funcionalidad potencial de la veintena de obras donadas por José Prudencio de Guerrico en vida y el resto
estos ambientes al habitarlos casi por completo. En este punto, existe una dife- de las producciones cedidas varias décadas luego de su muerte.
rencia fundamental con aquellos consumos guiados con el fin de decorar los Estimo que esta donación inicial, consignada en el primer catálogo del
ámbitos cotidianos de vivienda: en la casa Guerrico era la propia morada la que Museo publicado en 1896, fue en gran parte formada por Manuel José, el primer
se adaptaba a la imponente presencia de las obras, funcionando más como un coleccionista de la familia. En este conjunto sobresalen las obras anónimas o
exhibidor que como un recinto habitacional. Por ejemplo, el techo vidriado las copias de maestros del pasado fundamentalmente italianos, pero también
156 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 157
españoles, franceses y flamencos.29 Son en su mayoría telas medianas con mo- Me centraré más particularmente en una porción de las obras adquiridas
tivos bíblicos o religiosos, o algún paisaje o pintura de género en el caso de las por José Prudencio de Guerrico, conjunto que sobresale por su diversidad y
atribuidas a pintores flamencos. En este conjunto se encuentran también cua- abundancia de reconocidos artistas contemporáneos, principalmente franceses
tro obras de artistas locales o extranjeros activos en Buenos Aires hacia el tercer y españoles, contando también con algunos italianos. Esto no invalida el seña-
cuarto del siglo XIX: ellas son de Ernest Charton El velorio y Panorama de la lar la impronta francesa característica de la colección ya que muchos de los
Cordillera de los Andes y de Prilidiano Pueyrredón Asesinato del Dr. Manuel artistas españoles allí representados habían pasado por París, siendo esa capital
Vicente Maza (Imagen 63) y un pequeño boceto de Retrato de la señorita Manuela el lugar de su formación y proyección a nivel internacional.32
Rosas. Estas últimas presencias son complementadas por un pequeño grupo de Al privilegiar este recorte, no olvido que José Prudencio también adquirió
obras de carácter similar que ingresan en las donaciones posteriores de la fami- arte del pasado. En este sentido, la presencia de dos significativas obras de Tiepolo,33
lia. Son óleos de artistas como Pueyrredón, Carlos Enrique Pellegrini y Luis de varias escenas de género flamencas, de pintura religiosa española e italiana
Laisney, y en todos los casos se trata de retratos de miembros de la familia también contribuyen a ampliar el horizonte de sus preferencias.34 Lo que bus-
Guerrico-Maza, dos de ellos dedicados a la figura de Manuel José. co es analizar su faceta en tanto coleccionista moderno ya que creo que es allí
Con esto no busco afirmar que existió en las primeras adquisiciones donde realizó la “apuesta” más fuerte al momento de tener que privilegiar una
artísticas de los Guerrico una voluntad por proveerse de arte local, sino sim- orientación para sus adquisiciones, siendo la vertiente moderna de la colección
plemente una intención de ser retratados por los más renombrados pintores la que dominó numéricamente, alcanzando el 70% del total de pinturas y
de la escena porteña de aquel momento. Por otra parte, la propiedad del esculturas donadas por la familia al MNBA.
Asesinato de Maza realizado por Pueyrredón también respondía a razones Este corpus de obras incluye pinturas como Retrato de André Gil y Rocas
afectivas además de estéticas en tanto plasmaba el hecho que había sido deci- de Gustave Courbet (Imagen 21); Ville d’Avray de Corot (Imagen 55); Écurie,
sivo para el alejamiento del primer Guerrico de la escena nacional. A manera En el gallinero y Paisaje con ovejas de Charles Èmile Jacque; Paisaje de Díaz de la
de un exvoto que relata las penurias sufridas por su protagonista y poseedor, Peña; Marina de Eugène Isabey; Puerto de Eugène-Louis Boudin (Imagen 22);
la tela de Pueyrredón refería –aunque de manera indirecta– a un episodio Paisaje con figuras de François Daubigny (Imagen 24); Bañados de Roma de
clave de su vida. El cuadro contribuía así a postularlo como proscripto del Ulpiano Checa; Cielo, mar y tierra de Baldomero Galofre; Aline Masson con
régimen, un legado que muchos de los exiliados se encargaron de subrayar tocado de gasa de Raimundo Madrazo (Imagen 65); El jardín francés y Palacio
una vez regresados al país. Ducal de Venecia de Félix Ziem; Ninfa y Paysanne de Jean-Jacques Henner;
Tal como refiere la tradición oral, el conjunto de quince telas de Genaro Rêverie de Charles Chaplin; L’évocation y Uvas de Ignace Fantin-Latour; La
Pérez de Villaamil (Imagen 66) también fue adquirido por el primer coleccio- Plaine de Léon Lhermitte (Imagen 64); Cabeza de vieja de Theódule Augustín
nista de la familia, en ocasión de la visita al taller del paisajista gallego que, en Ribot; Escena de carnaval de José Villegas Cordero y Retrato de José Prudencio
1845, se ubicaba en la buhardilla de la casa ocupada por Guerrico en París. El de Guerrico de Joaquín Sorolla y Bastida.35
encuentro se realiza en compañía de José de San Martín quien también com- La mayoría de ellas eran paisajes, retratos, escenas de costumbres campesinas
pró algunas pinturas.30 o burguesas contemporáneas. No primaba en el conjunto la retórica pintura de
En cierto sentido, la adquisición de estas telas se liga más con un sentido historia ni la alegoría –con algunas excepciones como la Diana ya descripta–
filantrópico y de “socorro” para con el artista empobrecido que con una voluntad sino la marina, el paisaje principalmente rural pero también urbano, los traba-
por obtener un conjunto representativo de su producción. De hecho Guerrico jadores y los animales del campo. La impronta burguesa en los temas que guia-
confiesa haberse quedado con la totalidad de las obras que se encontraban en el ban la selección era innegable. En este sentido, para Guerrico lo moderno se
taller del artista, totalidad que incluía algunas pinturas flamencas y holandesas podía expresar tanto en la factura de las obras como en su sujeto. En cuanto a
antiguas.31 La repetida presencia de las obras de Villaamil en la colección Guerrico la primera variable, la mayoría de las pinturas había sido realizada con los nue-
permite parangonarla con la vinculación establecida entre Rossi e Ignacio Manzoni vos recursos plásticos investigados hacia fines del siglo XIX: presencia matérica,
que resultó también en la posesión de un conjunto importante de obras. pincelada corta, evidente, paleta aclarada. Lo que sin embargo seguía inamovi-
158 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 159
ble en la mayor parte de estas obras era la composición tradicional que les Evidentemente el principio de legitimidad cultural que Bourdieu vincula con
servía de base. No se incluían aquí las perspectivas sesgadas y escenas cortadas el gusto burgués y con la consagración otorgada por los tribunales privados y
desarrolladas por el impresionismo sino que todas las pinturas respondían en públicos, como salones y academias, era un parámetro más que vigente para
cierta medida a un parámetro de narratividad y legibilidad clásico donde era los compradores argentinos del siglo XIX, y más precisamente para aquéllos
fácil aprehender lo que el cuadro quería mostrar. Con respecto a las temáticas que podían pagar las obras premiadas.36
de las obras, éstas no presentaban, en general, demasiados cuestionamientos Frente a este panorama, ¿es posible desdeñar la modernidad de la colec-
acerca del posicionamiento social de los personajes representados, pero sí exis- ción Guerrico solamente por la ausencia de obras de los “maestros” del impre-
tían varias que claramente apuntaban a retratar la vida contemporánea urbana sionismo? Es cierto: José Prudencio no fue un coleccionista que optó por obras
y sus personajes, como sucedía por ejemplo con Aline Masson con tocado de gasa demasiado disruptivas o cuestionadoras como podían realizarlas Manet o Degas,
de Raimundo Madrazo o La jeune mère de Louis Deschamps. Sobre las escenas pero no por eso dejó de practicar un consumo totalmente acorde con los patro-
rurales algo idealizadas, su consumo fue muy frecuente entre la burguesía nes de su tiempo, por ejemplo con los vigentes entre los coleccionistas norte-
decimonónica precisamente por apelar a una realidad bucólica y distanciada americanos contemporáneos.
que no interrogaba duramente al espectador sobre su injerencia en aquella Por otra parte, si bien ninguno de los maestros canónicos del impresionis-
cadena productiva, hecho que sí pretendían las pinturas más realistas de Courbet mo se hallaba presente en la colección, ésta sí contaba con varios artistas cuyo
o incluso de Manet. lenguaje, factura y paleta dialogaba con las búsquedas de éstos, como era el
En relación a la escultura la colección poseía, además de una decena de caso de Lhermitte, Chaplin o Sorolla.
bronces anónimos datados entre los siglos XVII y XVIII, ejemplares de artistas Sin olvidar que Guerrico poseía ejemplos paradigmáticos de arte acadé-
claves de la escultura decimonónica como Gustave Doré (Imagen 23), Anto- mico, se debe tener en cuenta que en el conjunto estas obras constituían más la
nio Tantardini, Ernest Carrier-Belleuse, Antoine Louis-Barye, Jean Alexandre excepción que la norma. Con todo esto, no pretendo constituir a Guerrico
Falguière (Imagen 25) y Emmanuel Fremiet. El recorte era algo más tradicio- como un adalid de la vanguardia decimonónica. Mi objetivo es subrayar en
nal que el efectuado en pintura, quizás porque era la mujer de José Prudencio qué medida José Prudencio de Guerrico compartió las propensiones del gusto
quien se encargaba de estas selecciones. Sin embargo, la coleccionista también de su época por la pintura contemporánea, mostrando no un gusto errático
estaba abierta a la escultura moderna, como sucedió en 1910 con la compra de sino uno acorde con la pintura que en aquel momento estaba en boga o “de
La defensa de Auguste Rodin (Imagen 28). moda”, conceptos éstos fundamentales para la escena artística europea del siglo
Esta sucesión de nombres apunta a subrayar la estricta contemporaneidad XIX en que fue acuñada la colección.
que caracterizó a la colección formada por José Prudencio de Guerrico, la cual ¿Cuáles habían sido los mecanismos puestos en juego para su formación?
exhibía todo un abanico de las principales tendencias de la pintura del siglo En primer lugar, José Prudencio de Guerrico se nutrió de lo que él consideraba
XIX: desde obras deudoras del estricto lenguaje académico, como era el caso las fuentes de la producción artística, adquiriendo prácticamente la totalidad
de Jules Lefebvre o Henner, pasando por las producciones de la Escuela de 1830 de su colección en el viejo continente. Esto se registra incluso para el caso de
o Escuela de Barbizón –Díaz, Corot, Daubigny, Boudin– hasta los denominados obras de artistas extranjeros actuantes en Buenos Aires, como fue el caso del
pintores de la vida moderna –Chaplin, Lhermitte– sin faltar el ejemplo de la italiano Edoardo de Martino, cuyas escenas navales fueron compradas por
pintura realista –Courbet– y sus derivados –Ribot–. La misma diversidad apare- Guerrico en Londres en 1888.
cía en la sección de esculturas, con obras de factura pulida y composición “clási- Reputadas casas de comercio de arte, como es el caso de Boussod, Valadon
ca” vinculadas a la academia –Fremiet, Tantardini– hasta aquéllas que y Cie que en aquel momento alimentaban las principales colecciones privadas
ejemplificaban las nuevas búsquedas estéticas del siglo XIX –Barye, Falguière– europeas y norteamericanas, y otros menos conocidos como el anticuario y
ruptura que alcanzaba su punto máximo en la producción de Auguste Rodin. artista Joseph Spiridon, fueron quienes proveyeron obras a José Prudencio en
De gran parte de estos artistas, José Prudencio de Guerrico poseyó obras las varias compras registradas entre 1888 y 1891.37 Por otra parte, el coleccio-
verdaderamente significativas e incluso premiadas en los certámenes europeos. nista tampoco descartó medios menos formales como la adquisición directa a
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los artistas, tal como sucedió con Charles Chaplin, Emilio Sala Francés o José donde el arte contemporáneo jugó un rol fundamental. No existe ya la oportu-
Villegas Cordero. Otro mecanismo del que se valió el argentino, y que fue nidad como criterio primero para adueñarse de una pieza sino la voluntad de
usual en el siglo XIX antes de la instalación de galerías y marchands de arte seleccionar y de insertar la compra dentro de una serie –de ahí la mencionada
extranjero en Buenos Aires, fue la labor de intermediarios generalmente ami- genealogía compuesta por las cartelas– que vinculaba al arte del presente con el
gos o familiares, que gestionaban en Europa los encargos –más o menos espe- del pasado, a Chaplin con Tiziano, a Díaz y Rousseau con Correggio y a Fortuny
cíficos– de los futuros adquisidores.38 con Velázquez, por sólo marcar algunos lineamientos posibles. Insertos en esta
En el caso de Guerrico, el principal actor dedicado a este tipo de tareas fue genealogía los artistas decimonónicos se legitimaban en sus vínculos con los
su sobrino –y hermano de su mujer– Manuel Güiraldes (1857-1941), quien maestros del pasado. Sin embargo, a la hora de las adquisiciones eran los pri-
por ejemplo compra por encargo de su tío la celebrada Rêverie de Charles meros los que habían sido privilegiados.
Chaplin. Este personaje además usufructuó su estadía europea para formar su
propia colección artística y al mismo tiempo abastecer al mercado porteño de
telas europeas. De este modo, en 1887 y 1888, las casas Bossi y Repetto y Una carrera abierta al talento: Aristóbulo del Valle
Nocetti ofrecieron al público en general obras remitidas por Güiraldes desde
París. Se trataba en su mayor parte de producciones firmadas por artistas de Mucho podrá influir en las inclinaciones y aficiones el medio en que cada
segunda línea pero que poseían cierta legitimidad a partir de su participación o cual se ha formado, pero indudablemente lo que más influye en las modali-
incluso de algún premio obtenido en los salones anuales. Para un joven refina- dades del espíritu y del carácter es el cultivo intelectual, y cito como ejemplo
do como Güiraldes, que amaba los bronces de Barye y Fremiet y que estaba de esta tesis al doctor Del Valle, hijo de un militar, nacido en época en que
los soldados argentinos no tenían tiempo ni medios para entregarse á solaces
imbuido del arte francés de su tiempo, las piezas remitidas a Buenos Aires
artísticos, ni había en el país cómo ni con qué cultivar tales aficiones. No
constituían obras factibles de ubicar, no ya entre los verdaderos conocedores guerreó Del Valle como su padre en los campos de batalla, pero no por eso fue
del arte, sino entre los nuevos sectores afectos al consumo artístico. Sin embar- para él menos ruda la jornada en la lucha de la vida, viviendo en sus primeros
go, el mercado no fue tan receptivo como el propio “importador” podía supo- años entre estrecheces que hacen más honrosa su holgura del presente, fruto
ner, ya que en la exposición de 1888 todavía seguían disponibles varias de las de sus afanes realizados con su talento y su integridad de carácter.
obras ofrecidas en venta el año anterior. […] La única faz desconocida de la vida de Del Valle es esta última en
Diferentes fueron los mecanismos puestos en juego por el propio Güiraldes que ahora se nos presenta. Se conocía en él al orador, al periodista, al hom-
a la hora de formar su colección particular, la cual se distinguía por la presencia bre del foro y del Congreso, al político, más honrado que astuto, al erudito
de artistas prestigiados para fin del XIX como Boudin, Díaz de la Peña o Charles nutrido de vastos conocimientos literarios y científicos, pero se ignoraba
Jacque.39 Durante la década de 1880, Güiraldes habitó por cuatro años en París, que hubiese en él un espíritu esencialmente artístico, con refinamientos de
sibarita y generosidad de Mecenas.
en los alrededores del Bois de Boulogne. Allí, prescindiendo de una ocupación
Sansón Carrasco, “Del Valle at home”, El Nacional,
fija, llevó a cabo una doble función de marchand: de pinturas y esculturas para Buenos Aires, 10 de enero de 1887.
los coleccionistas locales y de caballos anglo-argentinos y percherones, su otra
gran pasión. Durante estos años, Güiraldes estuvo sin duda en contacto con los Nació pobre y sin alcurnia; con su esfuerzo cultivó su espíritu hasta darle, en
artistas contemporáneos, hecho que explicaría la aparición de piezas importantes materia de arte, el refinamiento exquisito que, en medios más propicios,
o bronces firmados por los propios artistas dentro de su colección.40 sólo alcanzan los privilegiados.
Volviendo a los Guerrico, Manuel José sobresalió por cultivar el consumo Miguel Cané, Discurso pronunciado en la inhumación
artístico en un momento en que estas prácticas no eran mayoritarias entre el de los restos de Aristóbulo del Valle el 30 de enero de 1896.
resto de su clase. El carácter de pionero sentido por el padre es heredado por su
hijo: el linaje de coleccionistas se continúa de uno a otro. José Prudencio refina Fue Aristóbulo del Valle (1845-1896) (Imagen 26) otro de los coleccionistas de
los gustos de su padre, al tener en mente un modelo claro de colección en sesgo moderno de Buenos Aires a fin de siglo. Mientras algunas de sus obras
162 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 163
ofrecen coincidencias con las seleccionadas por la familia Guerrico, en varios esa sensación gris, tan propia de la Ciudad –Enigma, burlona y es-
otros sentidos este coleccionista plantea características que le son propias, pre- quiva, impenetrable durante meses.
sencias que difícilmente se hallan en otras colecciones formadas en aquellos años. Los gérmenes del arte preexistían en él siendo inherentes á su or-
En el caso de Aristóbulo se trató de un hombre nacido en el pueblo bo- ganización intelectual, cual lo demuestran y, con qué brillo, todos los
naerense de Dolores, que ascendió socialmente gracias a la carrera militar de su discursos de aquel artista de la palabra, pero respecto del arte plástico,
padre y a su labor personal desde su bufete de abogado siempre acompañada era, por obra y gracia de nuestro medio, del limbo en que había nacido,
por los cargos políticos. No fue un coleccionista de origen opulento y al pare- el ciego de nacimiento que abre por primera vez el párpado sobre la
cer tampoco obtuvo grandes riquezas a lo largo de su vida, sino que, gozando vida real de las artes visibles y tangibles. Artista él mismo, no era de
de un pasar acomodado, optó por dedicarse al consumo artístico muchas veces principios de estética que necesitara saturarse, los tenía de raza, le ve-
a costa de otros sacrificios. Esta imagen ha sido la privilegiada por varias de las nían de instinto y probado los había en sus lecturas; en lo que sí fuera
crónicas que se ocuparon de su perfil de coleccionista, subrayando la austeridad, menester que empapara su espíritu como sediente esponja, era en los
la simpleza y también el buen gusto y la competencia artística característicos del resultados obtenidos por los demás artistas, de todo tiempo y de toda
personaje, como si el afán del coleccionar no se basase en una voluntad de pose- laya. –El progreso humano es colectivo, necesita de antecesores. (Eduar-
sión sino un sentido exclusivamente “civilizador” y de “amor por el arte”. do Schiaffino, “Del Valle Coleccionista. Fragmento de un estudio en
Su gusto por las bellas artes hallaba sustento en una voracidad más amplia preparación”, Argentina, a. 1, n.º 12, 29 de febrero de 1896, p. 117.)
hacia la cultura europea, donde la literatura –con autores como Stendhal,
Flaubert, Taine, Renan, Anatole France, Mérimée o Marcel Prévost– gozaba El viaje al que se refiere Schiaffino, y que Del Valle emprende en 1884, fue el
de un lugar privilegiado.41 La necesidad de “estar al día” con respecto a lo que único contacto directo que el coleccionista tuvo con Europa, aprovechando
sucedía en la escena cultural del viejo mundo era uno de sus intereses principa- este periplo para adquirir obras principalmente de autores españoles e italianos
les que se trasladó al área de las bellas artes en la recepción constante de noti- del momento –como Villavicencio, Villegas, Plasencia, Martínez, Barbudo,
cias sobre las exposiciones y salones anuales de París, que le posibilitaban se- Favretto y Lancerotto. Sin embargo, fue en la frecuentación de salones y del Museo
guir año a año el camino recorrido por sus artistas predilectos. del Luxemburgo, donde despierta su gusto por el arte francés contemporáneo,
Respecto de su idoneidad sobre artes plásticas, es evidente que no recibió predilección que recién se va a corporizar en la adquisición de obras una vez
ninguna enseñanza formal, pero sí aprovechó de la educación inorgánica que regresado a Buenos Aires.
le proveyeron sus amigos conocedores de arte o artistas. Conviene detenerse un momento en el único viaje a Europa emprendido
En 1896, en ocasión de su fallecimiento, Schiaffino publica en el número por Del Valle. En este tránsito, además de Eduardo Schiaffino, el futuro colec-
12 de la revista Argentina –ejemplar enteramente dedicado a la memoria del cionista frecuentó a otros actores que mediaron su acercamiento al arte euro-
político– el ensayo titulado “Aristóbulo del Valle. Fragmento de un estudio en peo. Uno de ellos fue el coleccionista y político paraguayo Juan Silvano Godoi
preparación”. Allí, Schiaffino celebraba el viraje operado en las predilecciones (1850-1926), exiliado en Buenos Aires desde 1877 por participar en un aten-
artísticas de Del Valle al tiempo que se posicionaba en aquel rol que le sería tan tando revolucionario que culminó con la muerte del entonces presidente de
grato de “educador del gusto” que, en este caso particular, había germinado en Paraguay. Godoi se instala en Buenos Aires, sobre la calle Santa Fe, y su casa se
el fértil terreno que era el espíritu culto de Aristóbulo: convierte, además de un centro de conspiración política, en sitio nuclear de
personajes –como Del Valle, Guido Spano o Schiaffino– que discurren sobre
Su gusto personal –desde que le conocí en París, en 1885– había cultura y artes plásticas.42 En su compañía, Del Valle emprende el periplo por
sufrido una transformación tan completa como lógica, que él mismo Europa, ocasión en la que el paraguayo también aprovecha para adquirir obras
solía reconocer con cierta satisfacción no exenta de legítimo orgullo. artísticas. Los registros de las piezas pertenecientes a Godoi permiten señalar
Por ejemplo, en la fecha indicada, acababa de recorrer la España una confluencia entre las preferencias estéticas de ambos hombres. Telas atri-
y la Italia; llegaba deslumbrado, y París no producía sobre su espíritu buidas a Murillo o Tintoretto y pinturas de Santiago Rusiñol, José Moreno Car-
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bonero, Schiaffino y Giacomo Favretto dan cuenta no sólo de los gustos com- proporcionó el encanto de renovar muchos días de armoniosa amis-
partidos sino también del intercambio de obras que se produjo entre ellos, tad con el gran tribuno. Juntos recorrimos la ciudad, museos, etc.
como sucedió con La primera aventura de Gil Blas de Santillana de Moreno Del Valle estaba en plena fiebre y efervescencia de arte. No he cono-
Carbonero que hacia 1894 se encontraba en poder de Del Valle y luego pasó a cido jamás en ningún argentino un alma más abierta al placer espon-
integrar las colecciones de Godoi o el camino inverso recorrido por la Educa- táneo de la belleza artística, más comprensiva de sus valores, más gozosa
ción de la virgen atribuida a Alonso Cano hoy en poder del MNBA. ante las maravillas que nos rodeaban. Adoraba Venecia y nos decía
En años posteriores, Godoi funcionó además como intermediario de Del que es la única ciudad donde el viajero no sufre decepción, porque en
Valle para la adquisición de obras, una práctica que fue el recurso más frecuen- ella la realidad supera a todo lo concebido por la imaginación. Buscaba
te utilizado por el político para ensanchar su colección. En la informal “socie- y adquiría curiosidades, telas raras, armas y objetos antiguos. Ballerini
dad” que integraban ambos había un afán de encontrar tesoros ocultos, ya que le llevó al estudio de Favretto. Del Valle no quiso abandonar Venecia
como confiesa el paraguayo ante un inminente viaje a Brasil sin llevar un cuadro del famoso pintor. El precio era elevado en rela-
ción a la suma de que podía disponer, y como fuéramos y volviéramos
Al despedirnos [Del Valle] me dio varias importantes cartas para per- sin obtener la rebaja deseada, la señora de Del Valle hizo surgir del
sonajes brasileros aquí y me auguró agradable viaje y progreso. Esto, fondo de su valija algunos billetes de banco reservados para comprar
por supuesto, después del consabido encargo que me hacía siempre encajes, y con ellos completó la suma, muy contenta de sacrificar su
cuando yo emprendía algún viaje: de visitar los conventos y las iglesias capricho personal y de contribuir a la posesión de la hermosa tela.
á ver si me encontraba algún cuadro antiguo de mérito. Yo le contesté
‘Recorreré todo y lo que consiga á medias.43 La anécdota refuerza entonces la mirada idealizada sobre Del Valle coleccionis-
ta construida por la mayoría de sus reseñas biográficas. La colección parecía
Otras de las personalidades que Aristóbulo encuentra en Europa, más particu- incrementarse sólo a costa de esfuerzos que llevaban al propio Aristóbulo a
larmente en Venecia, fueron el diplomático Belisario Montero y el artista plás- confesar a sus compatriotas “que era aquella la única ocasión en que había
tico Augusto Ballerini. En su compañía, el novel coleccionista confiesa haber envidiado la fortuna de los ricos”. La comparación con la mayoría de los argen-
gozado de la escultura de la Grecia clásica y de la producción de Miguel Ángel, tinos “inteligentes” y “fuertemente cultivados” que eran indiferentes a las ma-
Rafael, Andrea del Sarto, Canova y Thorwaldsen. Con respecto al arte con- nifestaciones artísticas es el carril por donde prosigue el relato de Montero, el
temporáneo, se deduce que Montero y Ballerini fueron los encargados de in- cual culmina con una extensa paráfrasis del “credo artístico” del coleccionista.
troducir a Del Valle a varios de los pintores por ellos frecuentados. En este En su discurso, regado de alusiones eruditas a Paul Bourget, Montaigne, Voltaire
sentido, Belisario Montero evoca la sociabilidad compartida con Ballerini en y principalmente Stendhal, Del Valle se distanciaba del viajero apurado “indi-
Roma de la que participaban pintores como Barbudo, De Dominicis, Moreno ferente o cansado” que pasa “y no sabe lo que ha visto”, para proponer por el
Carbonero, Signorini, Villegas, Luna, Frangiamore, Siedmirazky y Luque Rosselló contrario un tipo de contemplación empática para con el productor de la obra
entre otros.44 Varios de estos nombres se hallaron posteriormente entre las per- de arte:
tenencias artísticas del coleccionista.
Más específicamente, Montero describe con detalle el encuentro con Del [...] muchos hombres ilustrados [...] no ven en el cuadro un pensa-
Valle y aprovecha para narrar los acontecimientos que llevaron a la compra de miento y lo contemplan con un tipo de criterio que les hace comparar
Músicos ambulantes de Favretto (Imagen 70): los objetos pintados con los existentes, y como si ellos no significaran
otra cosa que el mismo objeto material, sin cuidarse de la expresión
Aprovechando las vacaciones tornamos a Venecia, y una tarde, al vol- del sujeto, ni del concepto que envuelve la composición. [...] Se debe
ver una esquina cruzamos nuestra góndola con otra en que iba el adaptar la mirada a la intención y voluntad del pintor, saber lo que ha
doctor Aristóbulo del Valle con su señora. Este encuentro casual nos querido decir.
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Los intermediarios y las compras en Buenos Aires forman su perfil de coleccionista: por un lado, la necesidad de generar fondos
–a través de la venta de terrenos y otras propiedades– con el fin de adquirir
Tanto Eduardo Schiaffino, como Miguel Cané y Sylla Monsegur actuaron en pinturas y esculturas, por otra parte, la confianza depositada en Cané como
diferentes oportunidades como intermediarios a través de los cuales Aristóbulo guía competente en materia artística: “Estoi [sic] deseando que vengas para
del Valle concretaba sus compras de arte europeo. Esta tarea era lenta y difícil y que hagamos una selección de entre lo poco que tengo y enviemos á remate los
acarreaba un intenso intercambio epistolar que daba cuenta no sólo de los mamarrachos”, lo arenga Del Valle en 1888.47 Por último, estas esquelas reve-
vaivenes del gusto del coleccionista sino también de la injerencia real de los “me- lan también la jerarquía artística seguida por Del Valle, en la que sus obras
diadores” en la selección final de obras. modernas tienen un lugar fundamental:
Sin desconocer el arte del pasado, Miguel Cané fue un observador suma-
mente receptivo a las tendencias plásticas más contemporáneas y su particular He sacado el techo de la pieza contigua a un escritorio grande y los he
mirada sobre las bellas artes fue modelándose y mutando al ritmo de sus fre- cubierto con cristales de manera que tendré luz espléndida y bien
cuentes viajes al viejo continente realizados entre 1870 y el fin del siglo.45 En distribuida. Lástima que el cuarto no sea muy grande. Allí pondré lo
los escritos producto de estos periplos, aparece como matriz recurrente –cada mejor que tengo: La mujer y el toro de Roll, Floreal, Favretto, Villegas
vez que Cané busca validar y dar cuenta de las producciones que más lo atraen– (el que compraste para Julián y que éste me regaló) un Domingo que
la vinculación entre el arte y su contemporaneidad y su capacidad para plasmar me ha traído Vicente [Casares] y algunas otras cositas firmadas por J.
en forma verídica la realidad. P. Laurent [sic], Henner. Si Moreno Carbonero llega a tiempo tendrá
Según su correspondencia con Eduardo Schiaffino, ya desde mediados de una posición adecuada á su mérito.48
1880 Cané poseía fluidos contactos con el mundillo artístico parisino, convir-
tiéndose en un personaje más que idóneo para encargarse de las compras ar- Al igual que Guerrico, pero con menores recursos, Del Valle adapta su casa
tísticas de Del Valle. En estas cartas, discute con Schiaffino sobre los avatares para la mejor apreciación de sus obras de arte. Privilegia claramente las pro-
de la pintura francesa moderna y cuestiona el fanatismo de éste por la pintura de ducciones contemporáneas desde una perspectiva que coincide con las prefe-
Puvis de Chavannes, para recomendarle alejarse tanto del “idealismo de escue- rencias de su principal asesor e intermediario: Eduardo Schiaffino. Me de-
la” como de las fórmulas de arte académico. tendré particularmente en la prolongada relación sostenida entre ambos,
Es notable además su consonancia con una modernidad concebida a la ya que este lazo permite ahondar tanto en la visión de Del Valle sobre la
manera baudelairiana: “La belleza no es eterna, cada siglo debe ser un cama- producción contemporánea como en su relación particular con el arte na-
león que se revista de los colores del medio que atraviesa, debemos reflejar, cional.
interpretar mejor dicho, de entre las cosas que hay en la naturaleza, aquellas Del Valle y Schiaffino sostuvieron una larga amistad que se extendió por
que toquen, conmuevan, agiten, nuestro modo moral presente”.46 más de veinte años, entre el viaje compartido en Europa y la muerte del políti-
Cané deplora el arte idealista y cargado de retórica, que se aleja de la co. El arte era un engranaje fundamental en este vínculo, donde los artistas
plasmación de la “simplicidad” y la “verdad”, y justamente todo el arte que lo predilectos de uno y otro se fueron haciendo comunes a la vez que los favores
atrae –la pintura holandesa del siglo XVI y la española del siglo XVII y con- también eran solicitados y retribuidos por ambas partes.
temporánea– se caracterizaba por la búsqueda de la “interpretación expresiva Así, entre mediados de 1886 y comienzos del año siguiente, encontramos
de la naturaleza”. a Aristóbulo intercediendo a favor de la pensión estatal que Schiaffino debía
En este sentido, el gusto de Cané por el arte español va a ser determinante cobrar desde su estadía europea. Hacia la misma fecha, Schiaffino comienza a
para la presencia de ciertos artistas en la colección Del Valle, como por ejemplo oficiar de intermediario gestionando en Europa, fundamentalmente entre sus
las obras de Barbudo y Moreno Carbonero que Cané adquiere para este último pintores amigos, la adquisición de obras para Del Valle. Por otra parte, en
durante su estadía diplomática en Madrid entre 1888 y 1889. Las cartas que Del 1890 Del Valle mediará a favor de la exención de aduanas para las obras de
Valle envía a su amigo son un rico testimonio de varios de los tópicos que con- artistas argentinos residentes en el extranjero. Al igual que sucedía con Guerrico,
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el lazo de afecto sostenido no garantizaba tampoco una aceptación plena de las Más allá de los inconvenientes y los reclamos, Del Valle siguió haciendo uso de
obras producidas por Schiaffino. Así en 1888, la madre le informaba al artista este medio y fue gracias a él que pudo procurarse las obras más significativas
la negativa de Del Valle a comprar su cuadro Femme au bain después de haberlo de su colección. La compra de Floreal de Raphael Collin (Imagen 67) es em-
tenido un tiempo exhibido en su casa.49 blemática en este sentido, no sólo por lo dilatado de la transacción, que co-
A la vuelta al país, Del Valle seguirá requiriendo del “expertizaje” de mienza en octubre de 1887 y recién finaliza avanzado 1889, sino porque da
Schiaffino, instándolo a que lo asesore en materia de precios, calidad y atribu- cuenta de cómo el intermediario –Schiaffino en este caso– fue “modelando” el
ciones antes de realizar alguna compra o incluso solicitando su ayuda para criterio artístico del coleccionista.
restaurar cierta obra defectuosa. En el camino inverso y respondiendo al pedi- Aristóbulo del Valle había visto la obra en el Salón de 1886. Se trata de un
do del pintor, Aristóbulo va a donar algunas de sus obras, seleccionadas explí- desnudo femenino recostado sobre el pasto, rodeado de un paisaje. La joven
citamente por Schiaffino, para incrementar el patrimonio inaugural del –demasiado esbelta para los cánones de la época– exhibe su torso sin reservas,
MNBA. Finalmente, en una especie de deber póstumo asumido con el polí- mientras sus piernas ocultan la parte más púdica de su cuerpo. Su rostro y sus
tico, Schiaffino realizó tres adquisiciones a la viuda de Aristóbulo –Julia Tejedor ojos apuntan con una mirada indolente, quizás algo libidinosa, al espectador.
de Del Valle– a través de las cuales el corpus principal de la colección pasó al Con una hebra de pasto sostenida entre sus labios, la muchacha refuerza esta
dominio público. idea de entrega, de espera de algún amante que la haga salir de su hastío. Sin
Al parecer Schiaffino no hallaba sencillos los encargos artísticos de Del presentar las subversiones del género y las osadías formales de los desnudos de
Valle. Las cartas a su familia informan que había rechazado realizar tareas simi- Courbet y Manet, la obra se exhibía sin embargo como un desnudo “moder-
lares con fines comerciales, incluso bajo la oferta de una renumeración por su no”. Si bien hay idealización en las proporciones y en el tono uniforme –casi
trabajo. Al parecer era la amistad con el abogado lo que lo llevaba a tramitar sus sin sombras– de la pálida piel, hay paralelamente una ausencia de excusas o
pedidos, sumado a la posibilidad de poner en juego su criterio personal a la anécdotas que pretendan “elevar” la explícita invitación al placer sensual que
hora de elegir las obras. ofrece la joven sin ropas. Asimismo, la utilización de una pincelada corta y
A pesar del trasfondo amistoso, Schiaffino también se quejaba ante Del enfática en todo el paisaje aleja a esta obra de la factura pulida de la pintura
Valle de las complicaciones que surgían en la tarea de concretar sus compras: más típicamente pompier para acercarla a la cultivada por los pleinairistes.
Aristóbulo fue particularmente afecto a la pintura de desnudos. De hecho
La dificultad es pues la siguiente, estamos demasiado lejos para que varias de las obras más relevantes y de gran tamaño que va a poseer su colección
dé buen resultado la compra de cuadros por intermedio de fotogra- responden a esta temática. La obra de Collin se transforma, según sus palabras
fías y de un correo de dos meses [...] Dado que la fotografía no da la “en una verdadera obsesión para mi espíritu”.51 Quizás esto explique porqué
impresión del color, que traspone los valores equivocando el efecto pone tanto énfasis en su adquisición, insistiendo en proveerse una copia al
del cuadro, que apenas sí da idea del dibujo; que faltan fotografías; enterarse que el original había sido comprado por el Estado francés con desti-
que en dos meses de tiempo no hay seguridad de que la obra elegida no al Museo del Luxemburgo.52
esté disponible; que vd. conoce la manera de cada uno de los artis- En los mismos meses que se comienza a gestar esta compra, Schiaffino
tas que elije y que su objeto es comprarles un cuadro que caracterice felicita a Del Valle en los siguientes términos:
un género de talento; opino que lo mas práctico es que vd. determine
el maximun de la suma que quiera afectar á cada artista –con las Me complace Dr. verlo franquear el Rubicon para pisar de lleno la tierra
restricciones que vd. juzgue convenientes– y deje a mi juicio la elec- fértil de la estética moderna; dejemos á la senilidad europea su gro-
ción de las obras (por lo menos en el caso en que suceda lo que tesco respeto por todas las tradiciones y todas las conservas; el ameri-
antes preveo). canismo es sinónimo de liberación de trabas; el genio actual de nuestra
Vd. me dirá lo que le parezca conveniente.50 raza es la adopción inmediata de todo lo que es bueno, grande y
generoso.
170 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 171
Ya que circunstancias especialísimas nos hacen jueces imparciales dernidad tenían mucho que ver con la marca personal y única que el autor
de la colosal transformación estética iniciada por la escuela francesa, plasmaba sobre la tela. La necesidad de Del Valle de poseer una obra entera-
tengamos el coraje de nuestras opiniones y no vayamos tristemente á mente realizada por la mano del artista que la firmaba ponía en cuestión el
engrosar la turba multa de los rezagados del espíritu.53 sistema de autorías y atribuciones “débiles” habituales en el mercado decimo-
nónico. No obstante, son las autoridades del campo artístico quienes detentan
Para ambos el gusto del coleccionista y la obra de Collin cuadran dentro de la última palabra para sancionar qué es o no válido, juicio que el coleccionista
esta transformación plástica conducida por los artistas franceses, de la que par- porteño acata. Del Valle recibe su Floreal y lo coloca en aquel sitio privilegiado
ticipan pintores no necesariamente impresionistas, como Puvis de Chavannes que le había reservado en su hogar. La obra permanece en su poder hasta su
y Alfred Roll, de quienes Aristóbulo también aspira a poseer alguna obra. Va- muerte, cuando pasa por adquisición al MNBA.
rias de sus compras buscaban corporizar las ideas de la modernidad sustentadas Otro de los cuadros fundamentales y modernos que Del Valle adquiere en
por su amigo pintor en las que el simbolismo era la nueva tendencia que de- Europa fue Femme et taureau –también llamada Pasiphae– de Roll (Imagen
mandaba una renovación, no exclusivamente en términos técnicos y formales, 27), obra que había participado en el Salón Anual de 1885 y en la Exposición
sino persiguiendo una idea trascendente como rectora de la obra. Universal de 1889. Ya desde mediados de 1887, Del Valle había manifestado
Con ansia, Del Valle espera la llegada de Floreal al que reserva el lugar de su deseo de poseer una obra de este artista, aspiración que se concreta a través
privilegio dentro de su colección. Súbitamente, a través del testimonio de Mi- de Sylla Monsegur.56
guel Cané –recién llegado de Europa– se entera de que es en realidad un discí- Al parecer no hubo en este encargo ninguno de los problemas implicados en
pulo de Collin quien pasa las horas en el Museo del Luxemburgo encargado de la compra de Floreal, sino que surgen aquí las alusiones de la prensa europea
copiar la pintura. Es más, Cané ha visto la obra en manos del ayudante poco sobre la obra capital del artista que había sido comprada por un coleccionista
menos que concluida. La indignación del coleccionista no tiene límites: pre- argentino.57 En el Archivo Schiaffino del MNBA hay varios registros de artículos
tende emprender acciones legales contra el pintor y comunicar a la prensa de contemporáneos sobre esta obra, enviados por agencias europeas que se especia-
su estafa. Está incluso dispuesto a gastar el doble de lo que le ha costado el lizaban en compilar todas las reseñas críticas producidas sobre un artista o expo-
cuadro para “no dejar impune a tan mal caballero y á tan indigno artista”.54 sición. Posiblemente, haya sido el propio Del Valle o Schiaffino desde Europa
Es Schiaffino el encargado de poner paños fríos al arrebato de su amigo. quien solicitara este servicio en vistas a la futura adquisición. Las crónicas resal-
Recurre al mismísimo William Bouguereau, entonces presidente del Jurado tan la modernidad de la pintura por carriles similares a los señalados en relación
del Salón y Presidente de l’Association des Artistes Peintres-Sculpteurs, para a Floreal. Por un lado, se la califica como un “arte natural”, “naturalismo sin
que ratifique la validez de la intervención de terceros en la práctica en cuestión. aleaciones”, “canto de triunfo de la escuela del plein air”, mientras por otro se
Bouguereau argumenta el derecho del pintor a ser ayudado por sus alumnos, niega el contenido mitológico de la obra, justificando su título como un intento
citando la recurrencia de esta forma de trabajo entre los artistas más ilustres del del artista por prevenir a los espectadores del franco espectáculo erótico que pre-
pasado como Rafael, Tiziano y Rubens.55 Más allá de los antecedentes históri- sentaba la muchacha desnuda con el toro.58 Sin embargo, algunas crónicas si-
cos citados, no era casual que Bouguereau sostuviese esa postura. Ella estaba en guen necesitando de este alejamiento concedido por la mitología y continúan
la base de su propio poderío comercial como artista: el inmenso éxito de mer- denominando “ninfa” a la muchacha”.59 Evidentemente, existió en el coleccio-
cado del que en ese momento gozaba su producción necesitaba de al menos nista el empeño por adquirir obras de artistas modernos, y del mismo modo que
una decena de ayudantes para satisfacer la gran demanda de la burguesía inter- sucedía con José Prudencio de Guerrico, esta voluntad no se saciaba con una
nacional. La cuestión que planteaba Del Valle atacaba directamente su propio pieza cualquiera del artista elegido. Por el contrario, la compra del Floreal y de
sistema productivo. Femme et taureau muestran que Aristóbulo del Valle deseó procurarse obras sig-
El argentino parece convencerse ante estos argumentos. Sin embargo, no nificativas –cuando no las más importantes– de sus pintores favoritos. Estos ejem-
por eso su duda dejaba de ser menos legítima. Él aspiraba a tener una obra plos son extensivos a varios otros casos como la ya mencionada gran tela Músicos
“original”, “moderna” y para sus propios parámetros la originalidad y la mo- ambulantes del italiano Giacomo Favretto y El rapto de Evariste Luminais, obra
172 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 173
premiada con medalla de oro en la Exposición Universal de 1889, exhibida en el luego de la comisión inaugural del Ateneo donde integró su sección de Bellas
Salón del año siguiente y adquirida también a través de Sylla Monsegur. Así Artes y si bien puede haber tenido un compromiso mayor para con los artistas
como lo habían sido Schiaffino y Cané, Monsegur también influyó en la pro- que las integraron, su coleccionismo no se volcó decididamente por el arte nacio-
pensión de Del Valle hacia el arte moderno, en este caso francés. Este personaje nal conformándose más como la excepción a una regla donde lo distintivo fue
cumple una función similar a la ostentada por Manuel Güiraldes con los Guerrico, el arte europeo contemporáneo.
ya que él mismo formó para sí una colección donde el arte europeo contemporá- A este respecto, reconstruiré algunas de las selecciones de Aristóbulo en
neo también fue el rasgo excluyente.60 relación a los derroteros del arte moderno. A las obras que hasta aquí se han
No fueron los salones y talleres europeos los únicos sitios donde Del Valle analizado pueden sumarse otras también paradigmáticas como La tarde y La
acudió a la hora de ensanchar su colección. Como ningún otro coleccionista, mañana de Jean Baptiste Corot; Ovejas de Brissot de Warville; Tarde de luna en el
Aristóbulo aprovechó prácticamente todas las oportunidades de oferta de obras mar de Alex Harrison; El abuelo de Alfred Roll; Les rétameurs de Ernest Meissonier;
que podían surgir en una plaza restringida como la local. Fue uno de los pocos Parisienne à la toilette de Henri Gervex (Imagen 69); En la playa de Ernest
compradores que optaron por las obras de la Exposición Francesa celebrada en Duez; Junto al piano de Albert Aublet; El minué de José Villegas; La reverencia
el Jardín Florida en 1888. En este contexto, Aristóbulo debió resignarse a no de Francisco Domingo; La convaleciente de Salvador Sánchez Barbudo; el már-
contar con las grandes telas premiadas que mandaba comprar en Europa, pero mol Diana Cazadora de Falguière (Imagen 25) y como culminación: Arlequín
se destacó por adquirir las pinturas más elogiadas por la crítica como Retrato de danzando de Edgar Degas (Imagen 68).
Alejandro Dumas hijo de Roll (Imagen 57), El sueño del niño Jesús, Cristo Muer- Varios de los artistas seleccionados por Del Valle concuerdan con aquéllos
to, La anunciación y El último rayo de François Joseph Meynier y Caza de jabalí ya indicados para los Guerrico, como Corot, Villegas, Falguière o Meissonier,
de Charles Olivier de Penne.61 del mismo modo que coincide la importante representación del paisaje, la pin-
Por otra parte, Aristóbulo usufructuó de la disolución de las colecciones tura animalista y la escena de costumbres en ambas colecciones. Sin embargo,
locales. Al ya mencionado intercambio establecido con Juan Silvano Godoi, se algunas presencias como los ya analizados grandes desnudos de Collin, Roll y
agregan las adquisiciones realizadas en los remates de Arraga (1892), Andrés el caso particular de Edgar Degas distinguen a esta colección tanto de la ante-
Lamas y Juan Cruz Varela (ambos en 1893) en los que Aristóbulo se procuró rior como de otras formadas en el período.
varias piezas notables de arte del pasado.62 En menos de diez años las esperanzas de Schiaffino se habían visto cum-
Por último, este coleccionista se distinguió por adquirir algunas obras de plidas. El gusto de Del Valle florecía de lleno en lo que él consideraba “la tierra
artistas argentinos tanto en las exposiciones del Ateneo como directamente en fértil de la estética moderna [...] iniciada por la escuela francesa”. Los interiores
sus talleres. Así en 1894 compra en la subasta del Ateneo Después del baño de burgueses, los campesinos naturalistas, las parisinas en su toilette, los paisajes
Schiaffino y El coro de la iglesia del Frari de Augusto Ballerini.63 Sabemos ade- rurales, los tipos populares y las escenas dieciochescas: todo el imaginario bur-
más que Del Valle tuvo en su poder al menos otras dos obras de Schiaffino: gués retratado por la pintura moderna se exhibía en las paredes de la casa de la
Margot –a la cual ubicaba en un sitio privilegiado de su vivienda– y su propio Avenida Alvear. Y en medio de ellas el Arlequín de Degas, se insertaba sin
retrato que integró la tercera exposición del Ateneo celebrada en 1895.64 Fre- disonancias en esta serie de pinturas donde la pincelada abierta y la paleta
cuentó a Eduardo Sívori e incluso los unió un lazo de amistad, pero no se ha luminosa eran las constantes. La lección de los artistas de la vida moderna
encontrado ninguna referencia a la posesión de obras de este artista. A fin de parecía haber sido bien aprendida.
cuentas, las presencias de obras nacionales respondían a razones de afecto. Se
trataba simplemente de sus amigos cercanos, Ballerini y principalmente Schiaffino,
los jóvenes que él mismo había apoyado en su trayecto y despegue por el mun-
do artístico.
Al igual que José Prudencio de Guerrico, Del Valle participó activamente
en el sostén de las instituciones artísticas, primero de la Sociedad Estímulo y
174 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 175
Filántropo: Ángel Roverano De algún modo, el consumo artístico de Roverano puede insertarse den-
tro de este mismo patrón, ya que al igual que sucediera con Juan Benito Sosa,
Pocas veces, en efecto, podemos registrar hechos como el de que tratamos. median escasos años entre que comienza a adquirir obras artísticas y su deci-
En los Estados Unidos el caso se repite como es sabido, día por día. Los sión de donarlas para que pasen a integrar los repositorios públicos. Al parecer,
millonarios americanos se complacen en vincular su nombre á grandes obras el interés artístico se manifestó de manera tardía en el italiano de acuerdo a lo
de utilidad social, ya fundando universidades, ya dotando con esplendidez que él mismo confiesa:
las bibliotecas y museos de su patria. Entre nosotros pasa desgraciadamente
lo contrario. La iniciativa particular no concurre en ninguna forma á facili-
tar la educación ó el bienestar del pueblo. La actitud del Sr. Roverano, cuya
De mis ratos de ocio, en París, nacieron veleidades artísticas, á la ver-
presente donación no es por cierto la primera, merece, pues, que se la señale dad nada justificadas; me abandoné á ellas con verdadera candidez y
especialmente y debe ser un estímulo para todos. la casualidad ayudando he llegado á formar una reunión de obras
“Museo de Bellas Artes. Donación de D. Ángel Roverano”, entre las que hay algunas no despreciables.69
La Nación, 10 de junio de 1906.
Las compras se registran entre los últimos años del siglo XIX y los primeros del
Ángel Roverano (1850-1921) (Imagen 31) fue un comerciante de origen ligur siglo XX y ya en 1906 se concreta la primera donación de dieciséis pinturas y
que llegó a Buenos Aires de la mano de su padre Francisco.65 Su biografía dibujos que Roverano decide legar a la Academia Nacional de Bellas Artes.
apunta que poseyó un negocio de ropas de lujo, que fue el fundador-propieta- Ante los méritos de las obras, el entonces Director de la Academia, Ernesto de
rio de la “Confitería del Gas” y que junto a su hermano Pascual hizo construir, la Cárcova, decide que algunas de ellas pasen a integrar el patrimonio del Mu-
en 1878, una lujosa galería de dos plantas llena de locales sobre Avenida de seo Nacional.70
Mayo destinados principalmente a actividades jurídicas, en cuyo segundo piso Unos meses después de realizada la donación, y en el marco de su viaje de
se hallaba su residencia. La edificación fue inaugurada en 1881, conociéndose compra de obras para el Museo, Schiaffino entra en contacto personal con
inmediatamente con el nombre de Pasaje Roverano.66 En años posteriores, Roverano en París. Una vez más, se refuerza el lugar preeminente que el primer
debió ser remodelada a causa de la apertura de la Avenida de Mayo. director tuvo en el proceso de formación del coleccionismo local. El intercam-
Según el testimonio del propio coleccionista, su hermano Pascual fue un bio epistolar entre ellos revela que Roverano tenía vinculaciones con otros co-
“artista nato, a quien le faltó el ambiente”, ya que sus eventuales asistencias al leccionistas que en aquel momento se hallaban en Europa como Federico Leloir.
estudio de Baldassare Verazzi no bastaron para obtener una dedicación exclusiva También sabemos que el propio Roverano estaba ligado al escultor italiano
por sobre las actividades industriales.67 En el caso de Ángel, se desconocen sus Leonardo Bistolfi y que es quien introduce a Schiaffino para que conozca su
primeros contactos con la actividad artística. Se trata de un perfil distinto al de los taller. La producción de Bistolfi fue altamente estimada por Roverano, ya que
coleccionistas recién analizados que se vincula más con el modelo propuesto por desde 1900 en el sepulcro familiar que manda construir en el Cementerio de la
Adriano Rossi e incluso con ciertas prácticas ejercitadas por Juan Benito Sosa. En Chacarita, este escultor simbolista –especializado en monumentos funerarios–
relación al primero de estos coleccionistas, se presentan varias semejanzas: ambos va a tener una labor fundamental.
pertenecen a familias genovesas que deciden radicarse en la Argentina, siendo en Por otra parte, en estas mismas cartas el coleccionista destaca el sentido
este país donde encuentran terreno fecundo para desarrollar sus negocios. La “necesario” que concede a sus donativos y la voluntad de mantener reserva
voluntad de ceder y donar parte de las riquezas adquiridas también surge como una sobre estas acciones:
constante, una suerte de retribución de Roverano para con el país que le ha posibi-
litado el crecimiento económico. La alabanza de su “desprendimiento” hacia la No resisto el deseo de rogarle a vd. que procure no se dé mayor im-
sociedad que no es la del origen es el carril por donde la prensa celebra sus dona- portancia en Buenos-Aires a mis pobres donaciones (y á mis prome-
ciones, como por ejemplo aquella concretada a fines de 1902 mediante la que sas para el futuro) pues sufro de la exagerada publicidad que se da allí
Roverano obsequia dinero a la Sociedad de Beneficencia y al Hospital Italiano.68 a mis actos, bien humildes á la que no puedo oponerme en absoluto
176 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 177
para no privar á nuestros modestos progresos artísticos del estímulo y primeros años del siglo XX. Otras fueron compradas en Buenos Aires, como
que aún necesitan.71 sucedió por ejemplo con Caballos bebiendo de Ulpiano Checa, que participó
de la exposición individual del artista celebrada en el Salón Costa entre agosto
Estos progresos artísticos excedieron el campo específico de los museos, ya que y septiembre de 1906. Con respecto a la sección francesa, no abundan en gene-
Roverano también efectuó donaciones de arte público para ornamentar la ciu- ral las producciones de los seguidores del impresionismo, sino que la opción
dad.72 En este sentido, en 1907 regala tres obras del escultor francés Eugène parece dirigirse más hacia las obras académicas. En este sentido, se cuenta con
Guillaume para que sean colocadas en una plaza pública de la ciudad. Eviden- la presencia de pinturas como Androcles de Jean Léon Gerôme o En el harem de
temente, las ideas de Ernesto de la Cárcova, a quien había conocido personal- Benjamin Constant, o la escultura Los primeros funerales de Louis Ernest Barrias
mente en el viaje europeo del pintor, encontraron sustento en el coleccionista (Imagen 29). Figuran también obras de los artistas de la Escuela de 1830,
que estaba dispuesto a colaborar con su proyecto de embellecimiento urbano.73 como Rosa Bonheur, Jules Breton o Paul Desiré Trouillebert, pintores que a
Hacia 1909 Roverano se halla en Niza. Sigue involucrado en la adquisi- principios del siglo XX ya estaban totalmente incorporados a la tradición de la
ción de obras de arte, en este caso para su amigo el coleccionista contemporá- pintura moderna. La selección practicada por Roverano se insertaba dentro de
neo Juan Carballido. La carta que le remite, justificándose por su opción por los cánones de un gusto que, sin dejar de ser de su tiempo, tampoco buscaba
una acuarela de Edouard Detaille, lo muestra sumamente al día de lo que suce- poseer obras inquietantes o disruptivas para principios del siglo XX, como sí
de en la escena artística parisina, donde frecuenta la maison Goupil y los rema- había intentado Aristóbulo del Valle veinte o quince años antes.
tes de las colecciones Coquelin y Aini. Sorprende también su actualización El panorama de pintura española propuesto por la colección Roverano es
sobre el panorama porteño del momento, que comenta a través de los artículos más amplio, contando con la presencia de muchos de los principales artistas de
de Schiaffino en La Nación.74 la época como Mariano Fortuny, Raimundo Madrazo, Francisco Pradilla, Joa-
En 1910, se concreta su más importante donación de arte. Según las pala- quín Agrasot, Joaquín Sorolla, José Benlliure, Mariano Barbasán, Francisco
bras del propio donante, deseaba esperar hasta que “el nuevo Museo estuviera Domingo y Marqués y Santiago Rusiñol. En este sentido, el criterio era inclu-
concluido” pero en vistas a la celebración del Centenario decide ceder las obras sivo permitiendo la convivencia de obras claramente académicas –como Juana
para que pudiesen “figurar en alguna de las exposiciones parciales”. Hacia esta la Loca de Pradilla (Imagen 30) que era una versión reducida de una pintura de
fecha Roverano sigue en Europa y toda la operación se concreta a través de su historia que se había vuelto célebre a partir de su premiación en distintos cer-
representante y abogado en Buenos Aires, Norberto Fresco.75 támenes internacionales–77 con la producción de artistas que planteaban nue-
El total de obras de la colección Roverano cedidas al Museo Nacional vos caminos en la plástica decimonónica como Joaquín Sorolla y Santiago
asciende a una centena, entre las que se incluye una selección de las original- Rusiñol. Si Fumando en la sacristía podía catalogarse como una obra costum-
mente destinadas a la Academia Nacional de Bellas Artes. Todas poseen en su brista de Sorolla en la que poco se acercaba al lenguaje impresionista cultivado
parte posterior una etiqueta en francés que detalla sus medidas y aclara la en otras producciones, la presencia de Camino de rosas de Rusiñol se vinculaba
pertenencia a la “Collection Roverano-Paris”. El conjunto de obras se com- con la afición hacia el simbolismo que Roverano manifestaba a través de su
pone prácticamente en su totalidad de artistas contemporáneos,76 siendo la predilección por la escultura de Leonardo Bistolfi o la compra de la velada
mayor proporción de firmas francesas y españolas, con treinta y ocho y trein- Cabeza de mujer de Eugène Carrière. Sin embargo, esto no hacía de él un
ta y cuatro obras respectivamente y en menor medida de otras nacionalida- coleccionista específicamente interesado por la producción simbolista, sino
des: trece obras italianas y el resto dividido entre producciones holandesas, un adquisidor pragmático que comulgaba con el arte que era mayormente
belgas, alemanas y americanas, estas últimas con dos pinturas del artista pe- aclamado en su época. Al tiempo que, como buen burgués, gustaba de los
ruano activo en París, Daniel Hernández, y una del franco-argentino Emilio bodegones, la escena animalista y los tipos costumbristas entre los que no fal-
Artigue. taba la referencia al Oriente. Casualmente, la obra de Emilio Artigue poseída
De acuerdo a los registros del propio Roverano varias de las obras habían por Roverano, El Pebetero (Imagen 71), era una pintura que exhibía una sen-
sido adquiridas en Europa, principalmente en París, en la vuelta del siglo XIX sual muchacha persa erguida delante de un fondo que evocaba los relieves es-
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cultóricos asirios. Arrodillado en el suelo, un esclavo moreno se encargaba de Volviendo a las colecciones aquí consideradas, en ellas también se cuentan
alimentar el pebetero de metal cuyos efluvios perfumados arrobaban a la manifestaciones de arte del pasado que se relacionan con una voluntad por
doncella. apropiarse de ejemplares de la tradición artística, tradición construida en base
Con relación al arte de su país, no aparece aquí esa voluntad de identifica- a los períodos “clave” de la producción de cada escuela nacional. Es decir, el
ción patriótica que halláramos en Adriano Rossi, aunque sí figuran en su co- coleccionismo aspiraba –dentro de una disponibilidad limitada– a poseer obras
lección algunos nombres significativos como Francesco Michetti y Luigi De de los momentos en que de acuerdo al gusto canónico de la época cada nación
Servi, éste último amigo personal del coleccionista y encargado de pintar su había descollado.78 Haciendo uso de atribuciones poco rigurosas, si aparecen
retrato. En relación con la solapada tendencia simbolista aludida anteriormen- obras holandesas o flamencas estarán frecuentemente datadas en el siglo XVII,
te, puede agregarse la presencia del artista italiano Giovanni Segantini, quien al igual que el arte español, mientras las producciones italianas serán asociadas
sin embargo aparece representado con una obra menor. con el Renacimiento –un Renacimiento “extendido” que abarcaba también el
siglo XVI– y las francesas con el siglo XVIII.
Sin embargo, fue el arte contemporáneo el que además de predominar en
La “tradición artística”, la opción por lo moderno y el arte nacional estas colecciones capturó la mayor atención de quienes las formaron. En el caso
de Aristóbulo fueron obras modernas las que lo desvelaron en un intenso deseo de
En estas tres colecciones el arte moderno poseyó un lugar fundamental. En posesión que, una vez satisfecho, volvía a surgir de la mano de una nueva pieza.
ellas, la opción por lo moderno se vinculó muchas veces con la escena artís- En relación a José Prudencio de Guerrico no debe soslayarse que su ya mencio-
tica oficial de aquel momento, siendo los salones anuales eventos particular- nada “genealogía” de pintores de renombre culminaba con una buena represen-
mente legitimadores que avalaron varias de las selecciones practicadas. Más tación de artistas decimonónicos –Oudry, Chaplin, Díaz, Dupré, Fortuny,
allá de los contactos personales con artistas y obras que estos coleccionistas Rousseau– casi todos de la escuela francesa. Las obras seleccionadas se correspon-
tuvieron en sus pasos o estadías por Europa, no debe soslayarse que la Bue- dían también con este panteón, otorgando un lugar central al arte europeo del
nos Aires de fin de siglo XIX y comienzos del siglo XX era un polo muy siglo XIX, fundamentalmente francés. Algo similar sucedía en la colección Rove-
receptivo a los derroteros seguidos por la escena artística europea en la que rano, donde si bien se exhibe una predilección compartida por las diversas escue-
los salones anuales tenían un lugar preeminente. En este sentido, los princi- las nacionales, la supremacía del arte contemporáneo era prácticamente total.
pales diarios porteños editados durante las décadas de 1880 y 1890 otorga- ¿En qué términos concibieron estos hombres la idea de un arte moderno?
ron un sitio destacado a las reseñas de los salones europeos, en primer lugar El arte moderno fue entendido en un sentido amplio, del mismo modo que
el de París, pero también los de Madrid y Londres. Asimismo, las exposicio- eran amplios los parámetros que en aquel momento reunían y vinculaban ar-
nes universales también fueron certámenes que produjeron una alta conden- tistas –hoy considerados de estéticas irreconciliables– que practicaban varias
sación de escritos periodísticos y dentro de ellos, las secciones artísticas goza- de las tendencias que entonces tenían eje en París. Por un lado, figuraban los
ron de una atención destacada. Muchas veces los periódicos contaron incluso artistas derivados del impresionismo canónico que hicieron uso de sus con-
con intelectuales de renombre, enviados o no por el propio medio, que remi- quistas formales, evitando los recursos plásticos más disruptivos, y las combi-
tían sus crónicas sobre el arte premiado en el viejo continente. Rubén Darío, naron con temáticas netamente burguesas, en general de legibilidad clara y
Emile Zola y Max Nordau fueron algunas de estas plumas célebres. El públi- dirigida. Por otra parte, estaba la amplia pléyade de artistas naturalistas que
co lector de Buenos Aires era también un ávido receptor de las revistas litera- cultivaban, también con lenguajes que debían mucho a las búsquedas del
rias y artísticas europeas, en las que los salones anuales eran una sección impresionismo, escenas rurales seguidoras de Millet y Courbet, aunque de un
infaltable. En esta línea, las pinturas y esculturas que llegaban al mercado modo más atemperado, adecuado para una clientela burguesa. Dentro de esta
local –muchas veces precedidas por esta carta de presentación que era su corriente pueden incluirse los pintores de la Escuela de 1830, quienes –si bien
participación en algún salón europeo– contribuían también a enriquecer la anteriores– se constituyeron en referentes de un arte que sin dejar de ser ama-
escena porteña del arte contemporáneo. ble cuestionaba los cánones más recalcitrantes de la pintura académica y había
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introducido una de las grandes rupturas de la pintura moderna: la práctica del no, del que por cierto se cuentan en Buenos Aires notables ejemplares
plein air. Por último, para estos coleccionistas –y más específicamente para Del de todas las escuelas, gestionando ante los gobiernos y los grandes
Valle y Roverano– el arte moderno también podía vincularse con ese amplio y artistas europeos, la adquisición de algunas obras, para constituir una
disímil abanico que era el arte simbolista o idealista hacia el fin del siglo XIX, base sólida y digna de representar á la admiración del público y al
donde los cambios no se planteaban netamente en términos formales sino tam- estudio de los que se dedican á cultivar las artes.79
bién a nivel de los significados –abiertos y trascendentes– que buscaba la obra.
Estas opciones de los coleccionistas fueron fundamentales para delinear Sin un propósito formal, el proyecto de Artal se vio cumplido. Durante sus pri-
las características del acervo del MNBA, ya que fueron ellos, junto a otros meras décadas de existencia, la institución fue, sin lugar a dudas, un museo de
actores que se analizan en el capítulo siguiente, quienes a través de sus dona- arte moderno europeo, perfil que aún hoy distingue a una parte fundamental
ciones, construyeron un museo centrado en el arte contemporáneo europeo. de su patrimonio.
En este sentido, el marchand de arte español José Artal va a aconsejar pública- ¿Qué sucedió con el arte nacional en estas colecciones? Los tres coleccio-
mente –hacia mediados de la década de 1890– que el recién creado MNBA se nistas analizados en este capítulo se interesaron explícitamente por fomentar
consagre al arte moderno. Eran sus argumentos la escasa calidad de las obras las instituciones artísticas –la Asociación Estímulo, el Ateneo, la Academia ya
antiguas de las primeras donaciones –pensemos en Sosa y en Rossi–, las difi- nacionalizada–. En un marco más amplio, fueron también propulsores de un
cultades implicadas en la compra de obras auténticas de viejos maestros y el arte público ya que tanto Aristóbulo del Valle como Ángel Roverano contribu-
rumbo que habían tomado las principales colecciones del país: yeron a la erección de monumentos en la ciudad, proyecto que en el caso del
primero se ligó además a una voluntad patriótica de honrar o preservar la me-
Pero antes de ahora hemos escrito y lo han impreso las mismas pren- moria de “próceres” o personajes célebres. A través de este accionar participa-
sas que dan vida á estas páginas, que los museos no se improvisan, y ron en la construcción de una cultura visual urbana en la que pusieron en
agregamos ahora, que los pueblos nuevos, recién salidos á la vida ar- juego sus predilecciones estéticas.
tística, y apenas salidos como quien dice de la edad del cromo, si Todos estos factores –a los que se agregan los lazos comunes con uno de
pueden aspirar á una buena galería de arte moderno, se estrellarán los artistas centrales en el proceso de institucionalización artística: Eduardo
ante el propósito de la fundación de un museo en la verdadera acep- Schiaffino– no resultaron, sin embargo, en la voluntad de formar colecciones
ción de la palabra. de arte argentino. Si bien se registran compras eventuales de arte local, leve-
Conocemos la importancia de los legados de obras antiguas con mente mayores en el caso de Del Valle, estas presencias no son más que mani-
que se ha visto favorecida la Nación en los últimos años, y á la verdad, festaciones esporádicas dentro de unos conjuntos donde la impronta europea
con las obras que los constituyen salvo alguna excepción rarísima, no es la marca distintiva.
puede aspirarse á constituir la base de un museo, ni siquiera á formar Para estos primeros coleccionistas el arte nacional era una apuesta a futu-
con ellos una colección medianamente interesante para la generalidad. ro, un logro que debía perseguirse por la vía del apoyo a los artistas del país. La
Y como la adquisición de obras auténticas de los grandes maes- producción de un arte argentino fue un factor necesario, imprescindible, para
tros de pasados siglos, sobre ser sumamente difícil y laboriosa, resul- el estado civilizatorio que la nación parecía haber obtenido en terreno econó-
taría costosísima y por lo tanto fuera del alcance de las módicas mico, educativo, inmigratorio y político hacia las últimas décadas del siglo
subvenciones que se dedican á la conservación y enriquecimiento del XIX, pero de ningún modo era una conquista alcanzada. En el mismo sentido
Museo Nacional, de ahí que no participemos por completo del entu- que lo enunciara José Artal, las obras producidas en este “pueblo nuevo”, “re-
siasmo que su creación ha motivado en los círculos artísticos. cién nacido a la vida artística” poseían aún un estatus artístico débil frente a
En cambio habríamos considerado esa iniciativa llamada á un aquellas manifestaciones legítimas provistas exclusivamente por Europa. El arte
éxito extraordinario y creciente, si buscando el lado práctico de la nacional era algo que se debía ayudar a construir, pero no era aún un objeto
idea, se hubiera decretado la formación de una Galería de Arte moder- válido para ser coleccionado.
182 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 183
19
Notas El interés de José Prudencio por la estatuaria pública ya se había hecho manifiesto en
años anteriores, a partir de su participación en el Consejo Municipal que intenta frenar la erec-
1 ción del monumento a José Manzini.
Raymond Williams, La política del modernismo, op. cit., pp. 52-55. 20 Les auteurs de Gloria Victis, de Mirabeau, du Marquis de Dreux - Brezé, des Bourgeois de
2 Cf. Albert Boime, Thomas Couture and the eclectic vision, New Haven and London, Yale
Calais, pourraient y trouver l’inspiration nécessaire, afin de doter la République argentine d’une
University Press, 1982 y el catálogo Le Musée du Luxembourg en 1874, París, Editions des Musées
œuvre digne de celui dont on voudrait perpétuer le nom, digne de la nation jeune et intelligente qui
Nationaux, 1974. Para una crítica sobre estos revivals, cf. Charles Rosen y Henri Zerner, “El
s’honre de lui avoir donnée naissance, et digne de l’art français qu’est le premier du monde civilisé.
‘juste milieu’ y Thomas Couture” y “La ideología de la superficie pulida: el arte oficial”, en: 21 Las obras de Guerrico y de Del Valle también volverán a reunirse en una exposición con
Romanticismo y Realismo, op. cit., pp. 113-128 y 192-217.
3 T. J. Clark, Imagen del pueblo. Gustave Courbet y la Revolución de 1848, Barcelona, Gus- propósitos similares, celebrada en el Palacio Hume en 1893. Este evento es analizado en el
capítulo 7.
tavo Gili, 1981, p. 14. 22 Cf. “Sociedad ‘Estímulo de Bellas Artes’”, La Nación, 27 de enero de 1878.
4 Gabriel Weisberg, Beyond Impressionism. The naturalist impulse in European art 1860-
23 Cf. la carta de José Prudencio de Guerrico a Eduardo Schiaffino, fechada “Martes 22
1905, New York, Harry N. Abrams-Thames & Hudson, 1992.
5 Cf. María Isabel Baldasarre, “La pintura de la luz arriba a la capital porteña. Reflexiones abril [1890]” y la respuesta del propio Schiaffino, fechada “Paris-abril 24/90”, AS-MNBA.
24 Carta de Eduardo Schiaffino a su madre, fechada “París, Enero 4 de 1889”, Legajo 9-
sobre la recepción del impresionismo y el arte moderno francés en Buenos Aires”, en: III Jorna-
3333, AS-AGN.
das de Estudios e Investigaciones. Europa y Latinoamérica. Artes Visuales y Música, Buenos Aires, 25 Augusto Da Rocha, “La colección de Guerrico en el Museo Nacional”, La Ilustración
Instituto de Teoría e Historia del Arte “Julio E. Payró”, FFyL, UBA, 1999, (CD-ROM).
6 Robert Jensen, Marketing Modernism…, op. cit. Argentina, n.º 15, 1938, [s. p.].
26 Cf. Laura Malosetti Costa, Los primeros modernos..., op. cit., pp. 234-235.
7 Cf. Francis Haskell. La norme et le caprice..., op. cit., p. 152.
27 Carta de Schiaffino a su padre fechada “Paris-Noviembre 15/90”, AS-MNBA.
8 Para un primer acercamiento sobre esta familia de coleccionistas, cf. Lucrecia de Oliveira
28 En la colección figuran otras obras que no han sido incluidas en las donaciones al
Cézar, Coleccionistas argentinos, Los Guerrico, op. cit.
9 Carta de José Prudencio de Guerrico a Don Manuel Ricardo Trelles, fechada el 1º de MNBA como: El último de los galos de E. Dieudonné; Una marroquina de Cesare Biseo; Nube
alegre de Randanini; Lago de Girardi de H. Cook y Alto!! de Alfred Paris. Cf. “La exposición de
mayo de 1866, reproducida en Crítica, 18 de marzo de 1938 y en La Nación, 5 de junio de 1938
Bellas Artes”, El Diario, 24 de junio de 1887. La presencia de Giudici en la colección aparece
[Recortes, AS-MNBA].
10 Pastor Obligado menciona que la galería había sido visitada por artistas como Pellegrini, consignada en “Nuestros grabados”, LISA, a. 1, n.º 6, 16 de febrero de 1893, p. 138.
29 Cf. Catálogo de las obras expuestas en el Museo Nacional de Bellas Artes, Buenos Aires,
Monvoisin, Fiorini, Manzoni, Verazzi y De Martino. Cf. Pastor Obligado, “La tertulia Guerrico”
1896.
(1900), en: Tradiciones argentinas (1903), Barcelona, Montaner y Simón Editores, p. 345. Por otra 30 Cf. “La Dama Duende”, Notas Sociales, Caras y Caretas, a. 38, n.º 1927, 7 de septiem-
parte, a comienzos del siglo XX, la guía Baedeker informa que la colección se encontraba abierta a
bre de 1935.
artistas o aficionados “solicitándolo a sus corteses propietarios”. Cf. Alberto B. Martínez, Manual 31 Como por ejemplo, dos retratos masculinos, uno atribuido a la escuela flamenca de la
del viajero. Baedeker de la República Argentina, Buenos Aires, Jacobo Peuser, 1904, p. 173.
11 Los trámites de donación se iniciaron en junio de 1936, figurando como donantes primera mitad del siglo XVIII y otro a la escuela del norte de Holanda del primer cuarto del siglo
XVII. Ambos en poder del MNBA bajo los números de inventario: 2114 y 2038. Cf. sobre estas
María Salomé de Guerrico Lamarca y Mercedes de Guerrico, hijas de José Prudencio y nietas de
obras Ángel M. Navarro, La pintura holandesa y flamenca. Siglos XVI al XVIII en el Museo Nacional
Manuel José. Cf. Archivo de donaciones, MNBA.
12 Cf. Roy Hora, Los terratenientes de la pampa argentina..., op. cit., pp. 42 y 81. de Bellas Artes, Buenos Aires, Asociación Amigos del MNBA, 1994, pp. 40-41 y 111-112.
32 Cf. Carlos Reyero, “Los pintores españoles del siglo XIX en París”, en: Ministerio de
13 Cf. Héctor Iñigo Carrera, “El Club del Progreso: de Caseros a la ‘Belle Epoque’”, Todo
Cultura, Pintura española del siglo XIX del neoclasicismo al modernismo, [s. l.], 1992-1993, pp.
es Historia, Buenos Aires, n.º 57, 1972, pp. 69-91.
14 El primer registro que encontramos de esta frase se reproduce en Pastor Obligado, “La 51-75.
33 Se trata de las obras Los hebreos recogiendo el maná del desierto, óleo sobre tela, 91 x
tertulia Guerrico”, en: Tradiciones argentinas, op. cit., p. 348.
15 Cf. “M. José P. de Guerrico”, Revue Illustrée du Rio de la Plata, a. 1, n.º 3, noviembre de 67cm, n.º inv. 2566 y El Sacrificio de Melquisedec, óleo sobre tela, 91 x 66cm, n.º inv. 2580,
MNBA.
1889, p. 40. Véase también [José María Lamarca], “La colección José P. Guerrico”, La Fronda, 5 34 Entre las obras significativas de arte del pasado se destacan de Francisco Zurbarán,
de septiembre de 1935 [Recorte, AS-MNBA].
16 Cf. Augusto Da Rocha (h), “Galerías Privadas”, Boletín del Museo Nacional de Bellas Monje orando, óleo sobre tela, 81,5 x 57cm, n.º inv. 2037 y de Jan Fyt, Nature morte, óleo sobre
cobre, 71 x 88cm, n.º inv. 2132. Las pinturas religiosas italianas y españolas de la colección son
Artes, vol. 1, a. 1, septiembre y octubre de 1934, pp. 10-11.
17 Cf. Memoria del Presidente de la Comisión Municipal al Concejo, correspondiente al ejerci- en su mayoría obras anónimas, atribuidas o meras copias de artistas de renombre. Las presencias
flamencas y holandesas son en general pequeñas obras de género del siglo XVIII.
cio de 1879, Buenos Aires, febrero de 1880, t. segundo. 35 El retrato de Sorolla fue encargado por la viuda después de la muerte del coleccionista,
18 Santiago de Estrada, “La casa de Guerrico”, en: Viajes. Del Plata a los Andes y del Mar
en 1907. Sorolla lo realizó mediante fotografías y descripciones aportadas por ella. Cf. cartas de
Pacífico al Mar Atlántico, Barcelona, Henrich y Cía., 1889, pp. 116-117.
184 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 185
María Güiraldes de Guerrico a Joaquín Sorolla, fechadas “París, Julio 15 de 1907” y “Julio 26 de 58 Gazette Diplomatique, 21 mai [1885] [Recorte, AS-MNBA]. Cf. también los comenta-
1907-París”, AC-MS, CS/2522 y CS/2523. rios de Armand Sylvestre reproducidos en Bram Dijkstra, Ídolos de perversidad. La imagen de la
36 Cf. Pierre Bourdieu, “The field of cultural production…”, art. cit., p. 51. mujer en la cultura de fin de siglo, Madrid, Debate, 1994, p. 318. En 1903, en L’Art Decoratif,
37 Cf. documentación del Archivo de donaciones, MNBA. Camille Mauclair continuaba subrayando la radicalidad de la obra, llegando al punto de
38 He avanzado en este sentido en el artículo: “Mercado de arte y coleccionismo en parangonarla con la Olimpia de Manet, cf. “Museo Nacional de Bellas Artes. Uno de sus cua-
Buenos Aires a fin del siglo XIX”, Avances, Revista del Área Artes, Centro de Investigaciones de dros”, El Diario, 9 de septiembre de 1903.
la Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba, n.º 4, 2000- 59 La Minerve, 21 mai [1885] [Recorte, AS-MNBA].
2001, pp. 21-35. 60 Cf. el testamento de Sylla Monsegur fechado en junio de 1902, en el que se incluye el
39 Cf. Guerrico & Williams, Catálogo del Pequeño Museo de Arte del Señor Manuel J. inventario de los cuadros poseídos y donde se destacaban autores como Galofre, Barbudo,
Güiraldes, Buenos Aires, 1913. Monchablon, Bail y Feyen Perrin, AGA-FE.
40 Esta información fue provista por Esmeralda Almonacid, nieta de Manuel Güiraldes, 61 Actualmente todas estas obras están en poder del MNBA.
durante una entrevista realizada en Boulogne, Buenos Aires, octubre de 1999. 62 Del Valle adquiere de la colección de Juan Cruz Varela, la obra atribuida a André Van
41 Cf. Elvira Aldao de Díaz, Reminiscencias sobre Aristóbulo del Valle, Buenos Aires, Jacobo Loo, Catalina Opalinska reina de Polonia, óleo sobre tela, 123 x 96cm, n.º inv. 2447 y la atribui-
Peuser, 1928, p. 30. da a Jacopino del Ponte, Retrato del papa Urbano VII, óleo sobre tela, 131 x 98cm, n.º inv. 5673.
42 Cf. Carlos R. Centurión, “La biblioteca y el Museo Godoy”, La Prensa, 17 de septiem- De la colección de Andrés Lamas proviene, el Ecce Homo atribuido a Juan de Joanes, n.º inv.
bre de 1950, Sección Segunda, [Recorte, AS-MNBA]. 2319 y un San Pedro anónimo, n.º inv. 2124. De la colección Arraga, pasaron a su poder
43 Carta de Juan Silvano Godoi a Julia Tejedor [entonces viuda] de Del Valle, fechada “Rio Berthelemy Van der Helst, Retrato de un burgomaestre, n.º inv. 2407, de John Philipp, Muchacho
de Janeiro, Febrero 17 de 1896”, [Recorte, s. l.], Legajo 18-3342, AS-AGN. afeitándose, n.º inv. 2167 y anónimo, La menagére, n.º inv. 2298.
44 Belisario Montero, “Almas de artistas”, en: Ensayos sobre filosofía y arte (de mi diario), 63 El coro de la iglesia del Frari, hoy en poder del MNBA bajo el n.º inv.1863.
Buenos Aires, 1922, p. 208-238. 64 Margot fue donada por la viuda de Del Valle al MNBA en abril de 1900, mientras que
45 Para una biografía crítica de Cané, véase Ricardo Saenz Hayes, Miguel Cané y su tiempo. el retrato no pasó –ni por donación ni por adquisición– a integrar las colecciones de este museo.
(1851-1905), Buenos Aires, Guillermo Kraft, 1955. 65 Cf. su partida de defunción, fechada en “Capital el 2 de octubre de 1921”. El docu-
46 Carta de Miguel Cané a Schiaffino, fechada “Madrid, oct. 14/86”, AS-MNBA. Para mento informa que era argentino, domiciliado en José Hernández 2045, hijo de Francisco
una correcta síntesis del sentido otorgado a lo moderno por Baudelaire, véase Vicente Jarque, Roverano y Teresa Marengo (ambos italianos) y casado con Adelaida Delalande Sacristain.
“Charles Baudelaire”, en: Valeriano Bozal (ed.), Historia de las ideas estéticas y las teorías artísticas Con respecto a su nacionalidad, los datos provistos por la partida no coinciden con los diccio-
contemporáneas, Madrid, Visor, 2000, volumen I, pp. 324-330. narios biográficos consultados que afirman que nació en Italia de donde arribó –aún niño–
47 Carta de Del Valle a Miguel Cané, fechada “17 de abril de 1888-Buenos Ayres”, Legajo con su padre.
2202, Fondo Miguel Cané, AGN. 66 El edificio fue construido por el arquitecto Pierre Benoit, y de acuerdo a las crónicas
48 Carta de Del Valle a Miguel Cané, fechada “Buenos Ayres, Mayo 5 de 1890”, Legajo exhibía un gran lujo en sus costosos materiales. Cf. “El pasaje Roverano”, La Nación, 24 de
2202, Fondo Miguel Cané, AGN. mayo de 1881.
49 Carta de Emirena a su hijo Eduardo Schiaffino fechada “Bs. As., Septiembre 30/88”, 67 Carta de Ángel Roverano a Eduardo Schiaffino, fechada “St. Raphael (Var) Octubre 11/
Legajo 9-3333, AS-AGN. La obra había estado expuesta anteriormente en el bazar de Burgos. 909”, AS-MNBA.
50 Carta de Schiaffino a Del Valle, fechada “París, Noviembre 15/87”, AS-MNBA. 68 “D. Ángel Roverano. Nueva donación de 50.000$”, La Nación, 25 de diciembre de 1902.
51 Carta de Aristóbulo del Valle a Eduardo Schiaffino, fechada “Buenos Ayres, Dic 19. 69 Carta de Ángel Roverano a Eduardo Schiaffino, fechada “St. Raphael (Var) Octubre 11/
en el siglo XIX, Buenos Aires, 1990, p. 212. junio de 1906, [Recorte, AS-MNBA].
53 Borrador de carta de Schiaffino a Del Valle, fechada “29 mayo /87”, AS-MNBA. 71 Carta de Ángel Roverano a Eduardo Schiaffino, fechada “Julio 18/906”, Legajo 2-3326,
54 Carta de Del Valle a Schiaffino, fechada “Buenos Ayres, Agto 30 [1888]”, acompañada AS-AGN.
de manuscrito de Cané con la misma fecha, AS-MNBA. 72 Roverano también donó dos bustos del general Mitre, realizados por Ciromini y Ernes-
55 Carta de William Bouguereau a Eduardo Schiaffino, fechada “Paris 1er Octobre 88”, to Müeller, al Museo Mitre.
AS-MNBA. 73 Cf. Patricia Corsani, “‘Hermosear la ciudad’: Ernesto de la Cárcova y el plan de adqui-
56 Cf. Eduardo Schiaffino, 1897, M.N.B.A. Segundo catálogo. Notas y apuntes personales, sición de obras de arte para los espacios públicos de Buenos Aires”, en: IV Jornadas de Estudios e
Manuscrito, AS-MNBA. Investigaciones. Imágenes-Palabras-Sonidos. Prácticas y reflexiones, Buenos Aires, Instituto de Teo-
57 “Le Bilan de L’Exposition. Les Beaux-arts”, Le Gaulois, 11 de novembre 1889, [Recorte, ría e Historia del Arte “Julio E. Payró”, FFyL, UBA, 2000, pp. 249-262.
AS-MNBA]. 74 Carta de Ángel Roverano a Juan Carballido, fechada “Niza, Junio 16, 1909”, AGA-FE.
186 MARÍA ISABEL BALDASARRE
75 Cf. intercambio epistolar entre Eduardo Schiaffino y Norberto Fresco, cartas fechadas
“Buenos Aires, Junio 18 de 1910” y “Buenos Aires-Junio 20/1910”, AS-MNBA.
76 Son cinco los ejemplos de obras no realizadas en el siglo XIX: El Calvario, óleo sobre
tabla, 63,5 x 47,5cm, n.º inv. 2126, tela históricamente atribuida a Van Poelenburg y actual-
mente al círculo de Frans Francken el joven y Bebedores en la taberna, óleo sobre tabla, 13cm.
diámetro, n.º inv. 3756 realizada por un seguidor de David Teniers, el joven. Sobre ambas obras
cf. Ángel Navarro, La pintura holandesa..., op. cit., pp. 42-43 y 86-87. Figuran también dos
miniaturas, una atribuida a Alonso Sánchez Coello y otra anónima holandesa, n.º inv. 3681 y
Capítulo 6
3680 y una Santa Familia, óleo sobre tela, 136 x 114cm, también anónima, atribuida a la
escuela española, n.º inv. 2862, todas actualmente en poder del MNBA. El mercado de arte en el despuntar del nuevo siglo
77 La obra original participó de la Exposición Nacional de España de 1878 donde recibió
la medalla de honor. Posteriormente, también fue premiada en la sección española de la Exposi- El arte parece gozar del privilegio, cuasi divino, de no sufrir por la crisis.
ción Universal de París del mismo año y en la Exposición de Viena de 1882.
78 Para los distintos “redescubrimientos” del arte del pasado en el gusto del siglo XIX, así
Nuestras últimas exposiciones dan fe del aserto por inverosímil que pa-
como para los diversos artistas que funcionaban como canónicos, cf. Francis Haskell, La norme
rezca. En las más recientes, Larravide ha visto llevar una por una, en poquí-
et le caprice, op. cit. Sobre la recepción del arte español en la Francia del siglo XIX, cf. Ilse simos días, todas sus marinas. En la de Pinelo, de pintores españoles, se
Hempel Lipschutz, Spanish painting and the French romantics, Cambridge, Harvard University produjeron grandes claros desde un principio, debido á las compras de los
Press, 1972. coleccionistas. Dos González Bilbao, ese “Bajo la morera” que es quizás la
79 José Artal, “Arte y artistas”, Almanaque Peuser para el año 1896, a. IX, Buenos Aires, mejor obra de la colección, fue comprado por el Sr. E. [Eugenio] Alemán y
Director: Esteban Lazárraga, p. 100. los “Cantores de la Catedral” los adquirió el Sr. José Blanco Casariego, el
mismo que ha comprado uno de los Pradillas expuestos.
El segundo, ese precioso “Regreso á la aldea”, que todos admiramos, está
en la galería del Sr. N. Sánchez junto a “Mercado en Pontoise”, de Jiménez
Aranda. Otro admirable cuadrito, el de Sala “Cogiendo amapolas”, fue ele-
gido por el señor L. [Lorenzo] Pellerano.
“Coleccionistas”, La Nación, 14 de agosto de 1902.
Las críticas y crónicas que a comienzos del siglo XX se ocupan del desarrollo
del mercado del arte presentan una mirada dual. Retomando ciertos tópicos ya
188 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 189
vistos en el último cuarto del siglo anterior, estos textos evalúan el intenso te este período empiezan a percibirse prácticas y actores –de carácter más pro-
desarrollo del comercio artístico entre el optimismo y la mirada condenatoria, fesional– que lo distinguen de aquel definido para las décadas de 1880 y 1890.
entre la celebración por la gran cantidad de obras llegadas de Europa, las dudas En primer lugar, se instala la primera galería profesional dedicada a la
acerca de su calidad y el asombro ante los altos precios pagados. Sin embargo, venta de artes plásticas: la antigua casa de fotografía de Alejandro S. Witcomb
todos estos discursos plasman la intensa transformación que está sufriendo la se inaugura como galería de arte en 1897 con la exposición de las marinas del
escena artística de Buenos Aires a partir de la apertura de nuevos lugares de pintor uruguayo Manuel Larravide. Siguiendo el detallado estudio sobre las
exhibición y venta de obras y la consecuente sucesión inédita de exposiciones actividades de la galería llevado a cabo por Patricia Artundo,3 puede observarse
que se van reemplazando unas a las otras. cómo Witcomb estableció estrategias de galería moderna, al apostar al recam-
Este renovado mercado se abocó –prácticamente en su totalidad– al arte bio mensual de exposiciones, a un montaje cuidadoso que atendía a la mejor
del momento o del pasado inmediato principalmente europeo, y en esto siguió distribución e iluminación de las obras y a la publicación de catálogos que ade-
el patrón marcado por el devenir mercantil del siglo anterior. No obstante, más de incluir la lista de las obras expuestas podían también ostentar reproduc-
durante los albores del siglo XX no sólo llegó una cantidad mucho mayor de ciones y textos introductorios sobre la producción de los artistas en cuestión.
obras, sino que lo hizo de manera sostenida, proponiendo una continuidad Si bien Witcomb aparece como la galería más conocida y la pionera del
impensada en aquellas venidas esporádicas características de la etapa finisecular. período, no fue la única. El ya mencionado Salón Costa, que venía actuando
Por otra parte, dentro de esta llegada masiva de producciones del otro lado del desde las últimas décadas del siglo XIX, también asistió a este proceso de mo-
océano se encontraron obras importantes realizadas por artistas centrales de la dernización, diversificándose en dos secciones: el bazar dedicado a los “objetos
escena europea del momento como Claude Monet, Joaquín Sorolla o Ignacio de arte y fantasía” y el nuevo salón para exposiciones de bellas artes promocio-
Zuloaga. nado como “el más antiguo de los existentes”.
Mi propósito para este capítulo es vincular este nuevo mercado de arte Junto a Witcomb, Costa fue la galería que proveyó el mayor recambio de
contemporáneo con el coleccionismo que se dio paralelamente y observar en exposiciones provocando una especie de rivalidad implícita entre ambas casas
particular cómo el arte español avanzó dentro de este renovado “mapa comer- de venta, que llevaba a un cronista a aseverar: “El Salón Costa ha sido y seguirá
cial” tratando de ganar terreno al resto de las producciones europeas, princi- siendo ‘un velorio’ además la moda no es entrar allí, el salón consagrado es el de
palmente francesas. Witcomb donde se pueden admirar las últimas ‘creaciones’ fotográficas y de paso
Ya en los últimos años del siglo XIX –más precisamente a partir de la las más interesantes, aun para el bello sexo, de la última moda”.4 Además de
primera exposición organizada por José Artal en 1897– un inmenso caudal de señalar aquella oferta más diversificada exhibida por Witcomb, esta crítica no
arte español comienza a llegar con regularidad al mercado de Buenos Aires. dejaba de apuntar un hecho recurrente: a pesar de la mayor profesionalización
Esta afluencia, fundamentalmente de pintura, no hace más que acentuarse las exposiciones seguían funcionando como centros de sociabilidad, lugares
durante los primeros años del nuevo siglo. Dicho fenómeno ya ha sido estudia- donde la clase alta acudía a ver y a ser vista.
do por diversos autores que se han ocupado de identificar los principales acto- Asimismo, otra casa de fotografía –el Salón Freitas y Castillo– siguió el ca-
res implicados en este proceso.1 Veremos en qué medida el consumo de estas mino abierto por Witcomb y a mediados de 1901 inauguró sus primeras exposi-
producciones incidió sobre el gusto de las elites porteñas y el coleccionismo ciones de artes plásticas. Al año siguiente, los fotógrafos Freitas y Castillo disol-
contemporáneo, centrándonos en las tensiones que el arte y la cultura españo- vieron su sociedad, pasando la firma comercial a denominarse “Salón Castillo”
las despertaron frente al implantado modelo cultural hegemónico encarnado que continuó con las exposiciones de arte, registrándose su cierre en 1908.
por Francia, y en cómo el consumo de arte español se vinculó con una iden- A lo largo de la primera década del siglo se abrieron también la casa Moody
tidad nacional, fuertemente acentuada, en los inmigrantes españoles en Ar- –activa desde 1901–, el Salón Pagneux –inaugurado en 1903–, y hacia el fin
gentina.2 del decenio los Salones Florida, L’Aiglon y el de Théo Fumière, éstos últimos
A fin de poder atender a estas problemáticas, es imperioso reconstruir las también caracterizados por renovar temporariamente sus exposiciones y por
particularidades que distinguieron al mercado artístico porteño, ya que duran- apelar a estrategias modernas y más profesionales para captar clientes. Todos se
190 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 191
encontraban dentro de la órbita de la calle Florida que, como se ha visto era – Por supuesto, paralelamente a estas nuevas galerías continuaron funcio-
desde mediados del siglo XIX– la “columna vertebral” en torno a la cual se nando los tradicionales bazares dedicados a la venta de “objetos artísticos” y
desarrollaba el comercio artístico en la ciudad.5 Arteria a la que, en 1896, se reproducciones que también podían tener obras de arte a la venta.8 Sin embar-
había sumado el MNBA ubicado en el primer piso del número 785. El Museo go, los dos circuitos empiezan poco a poco a diferenciarse al ritmo de la profe-
ocupó esta sede hasta 1909, año en que se muda al Pabellón Argentino ubica- sionalización de estos nuevos espacios de exhibición.
do sobre Plaza San Martín.6 ¿Qué tipo de exposiciones organizaron estas nuevas galerías? Existían dos
La práctica del recambio temporal de exhibiciones es un elemento capital mecanismos principales: en primer término, entre 1900 y el fin de la década van
a la hora de definir este estatus “profesional” atribuido a estas nuevas galerías. a hacerse habituales las exposiciones individuales de artistas locales o extranjeros.
Los bazares del siglo XIX se caracterizaron por la permanencia de su stock de La infrecuencia de esta práctica en las décadas anteriores es reafirmada por el
pinturas, esculturas y objetos de arte, el que si bien era incrementado con obras propio Schiaffino quien al ocuparse de presentar al pintor español Eliseo Meifrén,
que eventualmente venían de Europa, no llegaba a ser totalmente reemplazado que en 1900 celebraba su primera exposición individual en Buenos Aires, señalaba:
por un nuevo contingente. Por el contrario, en estas nuevas galerías comienza
a aparecer la voluntad de proyectar una exposición de arte que viene ex profeso En las grandes capitales europeas la exhibición de la Obra de un solo
a sustituir a la anterior pero sólo por un tiempo, ya que en un par de semanas artista es un hecho frecuente, aunque á menudo importante por ser
ella también será levantada para dejar lugar a la siguiente.7 Para satisfacer este la mejor forma –por no decir la única– de que dispone un autor, para
recambio las galerías argentinas debieron unirse con importadores y marchands hacerse comprender con alguna rapidez por gran número de perso-
extranjeros –españoles, italianos y franceses– que fueron en gran medida res- nas; entre nosotros, es todo un acontecimiento, y el público de Bue-
ponsables de la llegada a nuestro país de pintura europea, de calidad sensible- nos Aires apreciará debidamente las ventajas de la unidad de estilo
mente mayor a la introducida durante las últimas décadas del siglo XIX. cuando compruebe la claridad con que se descubren ante su vista el
A su vez, esta rotación iba acompañada de otros factores que contribuían temperamento estético del pintor, cuyas obras, numerosas y variadas,
a crear focos de atención sobre la galería. En primer lugar, el vernissage o inau- responden á las diversas fases de su complexión moral.9
guración que permitía generar expectativa sobre el evento a la vez que configu-
raba un público selecto de posibles compradores a los que explícitamente se Schiaffino llegaba incluso a profetizar el reemplazo de las exposiciones colecti-
invitaba. En segundo término, podía publicarse un catálogo con un texto que vas, a las que consideraba “conciertos compuestos de trozos heterogéneos que
legitimaba las obras expuestas, ensayo que en algunos casos fue realizado por forman un todo incoherente”, por estas “audiciones individuales”, deseo que no
reconocidos críticos e intelectuales, locales o europeos, como Eduardo Schiaffino, se vio satisfecho al menos durante la década que recién se inauguraba, que fue
Manuel Gálvez, Camille Mauclair o L. Roger-Milès. un lapso más que pródigo en exposiciones grupales.
Además, todo este circuito se alimentaba de las infaltables críticas y rese- En este sentido, el segundo tipo de muestras organizadas durante el perío-
ñas que aparecían en los medios de prensa de la época. El mercado editorial de do se basó en la reunión de obras de diversos artistas contemporáneos, teniendo
comienzos de siglo asistía a su vez a su propia profesionalización y crecimiento, como criterio su nacionalidad común o bajo epítetos más amplios como “arte
y en este proceso paralelo, las bellas artes empezaban a constituirse en una europeo contemporáneo” o artistas “concurrentes a los Salones de París”. En
sección fija de las revistas literarias y de las lujosas publicaciones ilustradas que comparación con esta sostenida afluencia de arte europeo, fueron contadas las
proliferaron durante el período. exposiciones colectivas de artistas argentinos durante la primera década del
La renovación de las exposiciones, unida a estos dispositivos de promo- siglo y la mayoría de ellas estaba capitalizada por el grupo que entonces co-
ción, actuaba como un estímulo directo para la burguesía compradora, inser- menzaba a ostentar el poder dentro de las instituciones artísticas locales: Nexus.10
tándose de plano dentro de la lógica del capitalismo moderno que apelaba al Casi todas estas exposiciones se organizaron en el Salón de Freitas Castillo y en
consumidor con una oferta que encontraba en la novedad y en la sorpresa sus el Salón Costa. Por su parte, Witcomb también alojó algunas de ellas, pero
más grandes aliados. fundamentalmente se dedicó a organizar las principales muestras individuales
192 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 193
de artistas argentinos, como las de Martín Malharro en 1902, 1908 y 1911, la de diagnóstico que coincidía al subrayar la funcionalidad que podía tener la bur-
Eduardo Schiaffino en 1905 o las de Fernando Fader en 1906 y 1907. La guesía porteña para el exceso de producción de los pintores europeos. El cro-
Sociedad Estímulo de Bellas Artes también fue otro foco que generó exposicio- nista también aprovechaba para cuestionar el mérito de algunas obras y los
nes de arte nacional, algunas exclusivamente consagradas a las producciones de mecanismos utilizados para hallar tan buenos compradores:
sus alumnos, como la realizada en 1902, y otras que buscaron un carácter más
profesional –mediante un jurado de admisión y la participación de artistas Los mismos afamados artistas de Francia, Italia, España, Bélgica y otras
reconocidos– como sucedió en 1903 en la sala “San Rafael” ubicada en el Bon ilustres naciones, viven no sólo del producto del mercado propio, si
Marché, sede misma de la Sociedad. que también de la exportación, porque como el propio tampoco les
Señalar a Buenos Aires como una plaza para el arte español, vuelve necesa- basta por exceso de producción, les es preciso tender el vuelo hacia
rio reconstruir también los otros contingentes de pintura que en aquel mo- donde haya gente de dinero que, oyendo el bombo y los platillos, com-
mento llegaban a la capital. pren una firma conocida, aplaudida y laureada, con el objeto de arte. Y
Evidentemente, las noticias acerca de la prodigalidad de una burguesía así hemos visto y admirado de unos años acá, exposiciones de pintura,
ávida por consumir arte habían llegado a muchos oídos europeos, provocando de arte no argentino, que siendo los conjuntos buenos ó medianos,
que marchands, comerciantes y agrupaciones de artistas orientasen directamente han tenido éxito pecuniario, no por el mérito de las obras y nombre de
sus producciones hacia aquella nueva plaza que pagaba altas cifras, básicamen- los autores, sí por el de la publicidad pagada, por el bombo, la presen-
te si los artistas eran célebres. El impulso del nuevo mercado hizo que muchos tación y carácter mercantil que han sabido desarrollar, acertadamente,
de estos actores se instalasen, por meses o por años, en estos suelos, seguros de los encargados de la venta; los que no han tenido tal talento industrial
que la inversión les redituaría con creces. Entre otros artistas, vinieron efectiva- han fracasado ó poco menos. (Justo Solsona Jofre, “Impresiones artísti-
mente a Buenos Aires durante la primera década del siglo: Victor Guirand de cas”, LISA, a. 13, n.º 292, 28 de febrero de 1905.)
Scévola, Guillaume Dubuffe, Luigi De Servi (quien ya había estado en el país
durante la década de 1880), Giacomo Grosso, José Llaneces, Eliseo Meifrén, En este panorama, Francia no perdió su sitio como referente artístico por exce-
Julio Vila y Prades, Roberto Domingo Fallola y Santiago Rusiñol. lencia, potestad que era implícita en los constantes cuestionamientos que, ha-
Así, en una fecha temprana como 1902, la publicación francesa Le Bulletin cia el arte francés, levantaron los introductores y defensores del arte español en
de l’Agence de l’Amérique Latine, daba cuenta de esta circulación de informa- Buenos Aires. De este modo, durante los comienzos del nuevo siglo se van a
ción que llevaba a diferentes grupos de artistas europeos a proyectar exposicio- multiplicar las muestras de obras francesas enviadas explícitamente al mercado
nes en Buenos Aires: argentino.12 Estas exhibiciones podían ser de carácter formal y organizadas por
un comité de artistas franceses actuante desde Europa, como las concretadas
Una exposición de objetos de arte francés tendría el mayor de los éxitos en 1908, 1909 y 1912 en el Pabellón Argentino o abiertamente dirigidas a la
en Buenos Aires, donde nuestro genio artístico es muy apreciado. venta de obras como sucedía con las múltiples exhibiciones que se llevaban a
¿Por qué no hacer aquello que los italianos han decidido intentar, por cabo en las principales galerías de la ciudad. Más allá de las distintas estrate-
qué siempre esta falta de iniciativa? Los artistas sudamericanos que gias, el móvil comercial seguía siendo la razón de ser de unas y otras.
residen en París también tendrían un interés directo en la organiza- La primera de estas grandes exposiciones fue la comandada por el francés
ción de una exposición de arte francés en Buenos Aires.11 (“Exposition Henri Dousset, celebrada en la galería de Freitas y Castillo en junio de 1901. La
artistique a Buenos-Aires”, Le Bulletin de l’Agence de l’Amérique Latine, muestra despertó un importante caudal de críticas, en las que se debatía el pro-
París, a. 1, n.º 160, 6 octobre 1902.) pósito mercantil de la empresa que parecía ir en desmedro de la calidad artística.
Schiaffino publicó una larga diatriba en La Nación del 3 de junio –bajo el título
Desde la perspectiva de un observador, y no de un artista directamente benefi- “La Exposición Francesa”– en donde retomaba como antecedente la Exposición
ciado por estas empresas, el catalán Justo Solsona Jofre, realizaba en 1905 un del Jardín Florida celebrada en 1888, y argumentaba que ante tal fracaso “no es
194 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 195
presumible que los maestros vuelvan por ahora á enviar ‘obras considerables’”. Al que guía a estas exposiciones, cuestionamiento que tenía una relación directa con
día siguiente, el principal diario de la colectividad francesa publicado en la ciu- el supuesto escaso mérito de las obras. Si muchas veces estos juicios se correspon-
dad, Le Courrier de la Plata salía a ratificar las palabras de Schiaffino y alababa el dían realmente con la medianía que caracterizaba a las obras traídas desde Euro-
“desinterés” con el que defendía las producciones francesas. pa, en otros casos funcionaban más como un recurso para descalificar ciertas
Desde la vereda opuesta, en las páginas de La Ilustración Sud-Americana, exposiciones sobre las que el crítico en cuestión tenía intereses en juego.
un crítico oculto bajo el seudónimo de “Un aficionado” increpaba duramente Dentro de los hitos que jalonan esta fuerte introducción de pintura fran-
a Schiaffino, sin aludir a su nombre, dudando sobre los méritos de las obras cesa, corresponde analizar las dos exposiciones realizadas en 1908 y 1909 en el
expuestas y sobre la parcialidad de quien se ocupaba de defender la exposición: Pabellón Argentino (Imagen 33), ambas organizadas por el “Comité perma-
nente de las Exposiciones de Bellas Artes en el Extranjero”, cuyo director era el
Lamentamos no estar de acuerdo con las opiniones en contrario ma- pintor francés, entonces residente en la Argentina, Guillaume Dubuffe. El ca-
nifestadas por distinguido profesional, y al calificarlo así, entende- rácter oficial que se decidió imprimir a estos certámenes, a cuya apertura asistie-
mos, que por esta condición, sus opiniones deben ser tenidas en cuenta, ron el ministro de Francia, el ministro de Justicia e Instrucción Pública Dr. Naón
como respetables, pero no en manera alguna, obedientes á la impar- y varios diplomáticos extranjeros, no impidió que se los acusase con los mis-
cialidad é independencia de criterio, que da autoridad á las de la crí- mos cargos levantados siete años antes. El móvil comercial se postulaba clara-
tica verdadera, á la de quien, no siendo parte activa ni interesada por mente como el propósito fundamental, afán mercantil que en 1908 no logró
determinadas tendencias, hasta el punto de ponerlas en práctica pin- ser atenuado ni con la inclusión de tres artistas argentinos –Schiaffino, De la
cel y paleta en mano, puede mejor juzgar de todas las que son mani- Cárcova y Sívori– invitados a participar con sus obras, ni siquiera con el recur-
festación de la pintura; nada hay más sugestivo que el arte y nadie so de la exposición retrospectiva de arte francés anexa. Por otra parte, tanto en
puede estar en este punto más sugestionado que el artista: de aquí 1908 como en 1909, se acusó al gobierno argentino de favorecer la introduc-
nuestra desconfianza con respecto á las opiniones de los pintores acerca ción de arte extranjero, al ceder gratuitamente los salones del Pabellón y al
de la pintura, sino de los músicos acerca de composición, y de los librar de exenciones aduaneras a las obras introducidas para la venta.
poetas en materia de poesía. [...] Martín Malharro, desde las columnas de Athinae, denunciaba esta manio-
El profesional á quien aludimos, parécenos hombre enamorado bra que había resultado en un inédito éxito de ventas:
del modernismo é impresionismo, y en esta ocasión, el amor le puso su
mitológica venda en los ojos y le hizo ver como gigantes, los molinos Y bien ¿cuál ha sido el resultado?
de viento que se exhiben en la galería Fotográfica en concepto de Expo- Todos lo hemos visto; precios exorbitantes alcanzados tal vez á
sición Francesa. (Un aficionado, “Bellas Artes. Arte Moderno. La expo- despecho de las esperanzas de los mismos organizadores; una venta
sición de Pintura Francesa”, LISA, a. 9, n.º 204, 30 de junio de 1901.) bastante importante por el número de obras colocadas ya no, en to-
dos los casos, por la valía que ellas pudieran revestir como exponente
Varios de los juicios que recorren esta crítica llegarán a convertirse en tópicos de una fuerte manifestación de arte.
durante la primera década del siglo. En primer término, la asociación de la Y es que la oferta y la demanda especularon, más alrededor de
figura de Eduardo Schiaffino con la defensa del arte francés contemporáneo y un nombre que sobre la realidad intrínseca de una obra. (Martín A.
el hecho de hacer valer este criterio a la hora de decidir las adquisiciones para el Malharro, “Las grandes firmas. Para ‘Athinae’”, Athinae, a. 1, n.º 2, octu-
MNBA. En este sentido, el mismo artículo ponía en cuestión la adquisición bre de 1908.)
del Retrato de Mlle. B. de Joseph Granié, que no obstante su incierta calidad
había sido comprado para el Museo. Más allá de los lamentos de Malharro, la primera de estas exposiciones resultó
Un segundo punto que llega a hacerse frecuente durante el período, y que en un buen número de obras adquiridas con destino al MNBA,13 en una selec-
retoma un topos del siglo XIX, es el cuestionamiento sobre el móvil comercial ción donde seguramente no jugó un papel menor la predilección de Eduardo
196 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 197
Schiaffino hacia el arte francés finisecular, y más precisamente aquel cercano al de la Sociedad L’Éclectique, realizó una labor similar en la galería de este últi-
decadentismo y simbolismo (Imagen 32). En este sentido, se oyeron varias mo,18 mientras el Salón L’Aiglon, Moody y la galería Philipon también oficia-
quejas respecto de la alta suma abonada por las nueve obras adquiridas: $20.000, ron de receptores de obras enviadas por sociedades de artistas franceses.19
cifra nada pequeña a la luz de los mil pesos promedio que en aquel momento Evidentemente el mercado porteño era más que receptivo a las piezas fran-
se pagaban por una obra de arte.14 Para tener un parámetro de estos valores, en cesas y ahora sí se había configurado como una plaza en la que encontraban
1908 con $20.000 se podían adquirir dos inmuebles en el barrio de San José radicación las obras llegadas del extranjero, pagándose por ellas precios cada
de Flores por un total de 681m2. Corresponde aclarar que incluso el precio vez más elevados. Por ejemplo, la exposición celebrada por Allard en 1909,
promedio de $1.000 convertía a las obras artísticas en un objeto sólo para había registrado el record de venta de aquel año con un total de 200.000 fran-
ricos, ya que un sueldo municipal rondaba entre $55 y $120.15 cos de ganancias –aproximadamente unos $95.000– éxito que se reafirmaba
Cargos similares a los de Malharro fueron levantados contra la exposición en la voluntad del propio marchand por venir a la Argentina a organizar perso-
del año siguiente, en la que se constataba que las buenas obras de los grandes nalmente estos certámenes.20
maestros contemporáneos expuestos –Monet, Jongkind, Renoir, Raffaëlli, En síntesis, todo este desplazamiento de artistas, comerciantes y obras hizo
Pissarro, Boudin– rara vez llegaban a estas tierras.16 Por su parte, Eduardo que afluyese a Buenos Aires una gran variedad de pintura francesa decimonónica y
Schiaffino produjo dos extensos artículos en los que analizaba los méritos y contemporánea, desde el extremo más académico u oficial –Bouguereau, Detaille,
falencias de las principales pinturas, destacando las realizadas por Le Sidaner, Meissonier, Neuville– pasando por los ya referidos artistas de la vida moderna
Ménard, Sisley, Monet, Henri Martin y Aman-Jean. No obstante, su artículo –Raffaëlli, Lhermitte, Chaplin, Roll, Gervex, Duez–, por los cultores de una
concluía con la siguiente recomendación: pintura cercana al simbolismo y al decadentismo fin-de-siècle –Carrière, Besnard,
Paul Chabas– hasta los impresionistas y sus seguidores –Monet, Sisley, Pissarro,
Si los organizadores de este Salón desean acreditarlo y al mismo tiem- Fantin-Latour, Le Sidaner, Henri Martin–, sin olvidar a la Escuela de 1830 que
po sacar mayor provecho, será preciso que aumenten el número de funcionaba como el referente inamovible. Esto por sólo mencionar los nombres
las obras notables y disminuyan considerablemente el de las insigni- de los principales artistas a los que duplicaban una pléyade de pintores menores.
ficancias. Es comprensible que se haga viajar el vino para entonarlo, Era lógico que frente a este nutrido panorama, que copaba por momentos
pero los viajes carecen de virtud sobre la pintura. (Eduardo Schiaffino, los principales espacios de exhibición de la ciudad, los introductores de arte
“Impresiones y comentarios. El Segundo Salón Francés”, La Nación, español sintiesen que la suya era una cruzada que encontraba en el arte francés
28 de junio y 17 de julio de 1909.) a su más férreo opositor.
artistas contemporáneos, casi todos franceses o alineados con las estéticas que Entre Buenos Aires y Madrid, entre el erotismo y la identidad”, en: Jaime Brihuega y Javier
Pérez Segura, Julio Romero de Torres. Símbolo, materia y obsesión, Córdoba, TF editores, 2003,
hacia el fin de siglo se desarrollaron en París. Entre ellos, se contaban los esca-
pp. 185-195.
sos impresionistas canónicos representados en la muestra –como Monet–, el 3 Patricia M. Artundo, “La galería Witcomb, 1868-1971”, en: Fundación Espigas, Memorias
sueco Anders Zorn y el norteamericano William Merritt Chase y los distintos de una Galería de Arte, Buenos Aires, Fondo Nacional de las Artes, 2000, especialmente pp. 21-37.
4 A. Zul de Prusia [Eugenio Auzón], “En las exposiciones de arte”, LISA, a. 15, n.º 355, 15
artistas que, hacia comienzos de siglo, realizaban las escenas burguesas de apa-
riencia moderna ya mencionadas, como Jacques Blanche, Henri Caro-Delvaille de octubre de 1907, p. 293.
5 Witcomb se encontraba en Florida 364, el Salón Costa en Florida 163 y luego pasa al
o Lucien Simon (Imagen 51). También algunas obras italianas, holandesas, 660 de la misma calle, el Salón Castillo se hallaba en Florida 356, L’Aiglon en Florida 654, el
belgas e inglesas fueron tasadas en altos valores. Las italianas, realizadas por Salón Pagneux en Florida 602 y la Casa Moody sobre Corrientes entre Florida y Maipú. El Salón
Arturo Faldi y Pio Joris, fueron adquiridas por dos miembros conspicuos de la Florida se ubicaba en los “Altos de Smart” en Florida 112 (y Bartolomé Mitre). La Galerie J.
colectividad italiana local, Bartolomé y Antonio Devoto, hecho que puede Allard realizaba exposiciones en una sede ubicada sobre Florida 548 (en los años en que no
remite obras a Witcomb). El Salón de Fumière era una de estas pocas galerías que no estaba en
haber ayudado a la paga de precios altos en una suerte de apoyo para con los
Florida, situándose en Tucumán 698.
artistas oriundos del país.102 6 Permaneció en el Pabellón hasta 1932 en que se traslada a la sede definitiva sobre la
El envío francés salió victorioso de la Exposición del Centenario. Sus pro- actual Av. Libertador, entonces Av. Alvear.
7 Sobre este proceso en los años veinte, cf. Diana Wechsler, Crítica de arte: condicionadora
ducciones hallaron la mejor ubicación en el mercado local, mientras que las espa-
ñolas –a excepción de Zuloaga– no tuvieron demasiada buena acogida entre un del gusto, el consumo y la consagración de obras. Buenos Aires (1920-1930), Granada, Universidad,
Serie Tesis Doctoral, 1995.
público acostumbrado a recibir contingentes de aquel origen. Los porteños afec- 8 En este sentido, van a seguir activos algunos de los bazares de las últimas décadas del siglo
tos al arte español ya habían tenido numerosas oportunidades para adquirirlo y XIX como la casa Lacoste y Baron Hnos., agregándose otros como la Casa Renacimiento, Azaretto
lo que es más significativo esas exposiciones habían fomentado un gusto alejado Hnos., el local de bibelots d’art de Víctor Torrini y la casa Bellas Artes de Pedro Aristeguieta.
9 Eduardo Schiaffino, “Eliseo Meifrén y la exposición de sus obras”, en: Catálogo de la
de las nuevas estéticas arribadas en 1910 –como Darío de Regoyos o Anglada
Exposición E. Meifrén con un prefacio de Dn. Eduardo Schiaffino, Ateneo, Florida 783, Buenos
Camarasa– privilegiando el costado más costumbrista de la plástica española.
Aires, 1900. En total se exhibían 92 pinturas, principalmente marinas y escenas costeras, género
Buenos Aires era una ciudad donde la impronta francesa era un patrón en que el pintor era especialista.
difícil de modificar, y si bien se constituyeron durante el despuntar del nuevo 10 Cf. Miguel Ángel Muñoz, “Obertura 1910: la Exposición Internacional de Arte del
siglo conjuntos fundamentales de arte español, estos estuvieron siempre a la Centenario”, en: Marta Penhos y Diana Wechsler (coord.), Tras los pasos de la norma. Salones
saga de las producciones francesas. En cierto sentido, las palabras de Marcel Nacionales de Bellas Artes (1911-1989), Archivos del CAIA 2, Buenos Aires, Ediciones del Jil-
guero, 1999, pp. 13-35 y “Un campo para el arte argentino. Modernidad artística y nacionalis-
Horteloup desde las páginas del catálogo oficial del Centenario, que recomen- mo en torno al Centenario”, en: Diana Wechsler (coord.), Desde la otra vereda. Momentos en el
daban a los espectadores porteños la apertura ante ciertas “audacias inespera- debate por un arte moderno en la Argentina. (1880-1960), Archivos del CAIA I, Buenos Aires,
230 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 231
Ediciones del Jilguero, 1998, pp. 43-82; Museo Nacional de Bellas Artes, Fernando Fader, Bue- 27 Cf. F. Barrantes Abascal, “Exposiciones artísticas”, Ideas, a. 2, n.º 11-12, marzo-abril de
nos Aires, Ediciones Culturales Benson & Hedges, 1988 e Ignacio Gutiérrez Zaldivar, Quirós, 1904, p. 318.
Buenos Aires, Zurbarán Ediciones, 1991. 28 “Arte italiano en Buenos Aires. Exposición Sartorelli”, LISA, a. 12, n.º 272, 30 de abril de
11 Une exposition d’objets d’art français aurait le plus vif succès a Buenos-aires où notre génie 1904, p. 117. Recondo adquiere Barcas de pescadores (n.º 1 del catálogo) y Pellerano Sendero (n.º 21).
artistique est très apprécié. Pourquoi ne pas faire ce que les Italiens ont résolu de tenter, pourquoi 29 F. Stefani, Exposiciones de arte. Buenos Aires-Montevideo-Valparaíso. Exposicion Sartorelli, [1904].
toujours ce manque d’initiative. Les artistes sud américains qu’habitent Paris auraient aussi un intérêt 30 Trabajó primero en el almacén que poseía su padre en San Pedro, donde había nacido, y
direct à l’organisation d’une exposition d’art français à Buenos-aires. (Agradezco a Laura Malosetti luego se trasladó a la capital ingresando en la Casa Introductora y Almacén por Mayor, rubro en
el haberme facilitado este material.) el que ascendió posiciones hasta poseer su propia firma. Se dedicó paralelamente a explotar sus
12 Cf. María Isabel Baldasarre, “Recepción e impacto de las artes plásticas francesas en la campos de San Luis y de la Provincia de Buenos Aires, seleccionando el ganado y contribuyendo
Argentina”, en: Patricia M. Artundo (ed.), El arte francés en la Argentina. 1890-1950, Buenos al mejoramiento de su clase y sangre. Formó parte del directorio de varias instituciones entre
Aires, Fundación Espigas, 2004, pp. 15-30. ellas de la Compañía de Seguros El Comercio, la Bolsa de Comercio y otros. En ambos centros
13 En 1908 el Museo adquirió: Eros y Psiquis de Guillaume Dubuffe; Le repas de servants de también se desempeñó Lorenzo Pellerano, quien fue presidente de la aseguradora El Comercio
Joseph Bail; Les Boulevards de Jules Adler; El puente de Henri Martin; Le 14 Juillet. Place Pigalle por más de veinte años entre 1892 y 1925. Cf. Biografía, Folio donación Francisco Recondo,
de A. Devambez; El baño de Clémentine Dufau y Retrato de S. M. Alfonso XIII del español Archivo de donaciones, MNBA.
Ramón Casas. 31 Cf. Remate colección Francisco Recondo, Buenos Aires, Naón & Cía., 1949.
14 Cf. Fernando Fusoni, “El año artístico 1908”, Athinae, a. 1, n.º 5, enero de 1909, p. 9. 32 Carta de Ferruccio Stefani a Eduardo Sívori, fechada “Bs. Aires 28/8/1909”. Archivo
15 Véase “Transferencia de inmuebles en 1908” y “Sueldo mensual de empleados municipa- Sucesión de Mario A. Canale.
les en 1908”, en: Dirección General de Estadística Municipal, Anuario Estadístico de la Ciudad de 33 Cf. La galería de cuadros de Don Lorenzo Pellerano, Buenos Aires, Guerrico & Williams,
Buenos Aires, a. XVIII, 1908, Buenos Aires, Imprenta “La Bonaerense”, 1908, pp. 167-193 y 336. 1933. Introducción de José León Pagano.
16 Cf. “Segundo Salón oficial de arte francés”, Athinae, a. 2, n.º 10, junio de 1909, pp. 22-23. 34 Las otras obras adquiridas en este contexto fueron: Romanticismo o Meditación amorosa
17 Véase Rosendo Martínez, Exposiciones de arte en Buenos Aires. Salones Witcomb, 1896- de Tranquillo Cremona; Las cabritas de Francesco Michetti; Plañideras de Domenico Morelli; El
1916, Buenos Aires, [s. f.], pp. 18-19. canal de la Giudecca o Barche di pescadori alla Giudecca de Guillermo Ciardi; Fienatura de Beppe
18 L’Éclectique había sido fundada por Calmettes en febrero de 1908. En junio de 1910 Ciardi y la ya referida En campaña o In montagna de Ettore Tito. Cf. Sabal, “Galerías particula-
inauguró la primera exposición de 72 obras francesas a las que se sumaban cerámicas y aguafuertes res argentinas. La galería de D. Lorenzo Pellerano”, LISA, a. 13, n.º 310, 30 de noviembre de
también de origen francés. Al año siguiente, realizó varias exposiciones de arte francés. 1905, pp. 344-345 y n.º 311, 15 de diciembre de 1905, p. 360.
19 Philipon fue inaugurada en mayo de 1912, y se ubicaba en Lavalle 633 y Florida. 35 Véase Ferruccio Stefani, Esposizioni di opere moderne d’artisti di varie nazioni. Catalogo
20 “Movimiento artístico del mes”, Athinae, a. 2, n.º 10, junio de 1909, p. 27. Illustrato, Buenos Aires, 1911.
21 Si evvi al mondo un paese, nel quale l’arte italiana sembri destinata a suscitare schiette e vive 36 Carta de José Artal a Joaquín Sorolla, fechada “Julio 28 de 1899”, AC-MS, CS/315.
simpatie e ad interesare e ad essere apprezzata in tutte le molteplici e svariate sue manifestazioni, 37 Pellerano seguirá adquiriendo obras en las galerías que surgirán durante el período pos-
questo di sicuro è l’Argentina, la cui popolazione vivace, intelligente ed attiva è congiunta alla gente terior –como Miguel A. Voglhut o Domingo Viau–.
italica da stretti legami di figliolanza e di fratellanza di razza. 38 La obra era Épisode de la guerre franco-allemande y su tamaño 83 x 120cm. Cf. Catálogo
22 Cf. Carlos Ripamonte, Vida, op. cit., p. 102 y Maria Flora Giubilei, “Una storia per le Arte Moderno. Escuela francesa, “Exposición de obras originales de distinguidos artistas franceses
Raccolte Frugone”, en: Raccolte Frugone. Catalogo generale delle opere, Milano, Silvana Editoriali, y de otras naciones concurrentes a los Salones de París. Garantía de autenticidad Mr. Georges
2004, especialmente pp. 33-50. Bernheim”, Salón Witcomb, Buenos Aires, 1914, [FE].
23 Cf. María Flora Giubilei, “Ferruccio Stefani, un collezionista-mercante ‘di buon gusto e 39 Cf. Exposición Stefani. Catálogo, Buenos Aires, 1914, Milan, Alfieri & Lacroix, editores
di buena volontà’ al servizio dei fratelli Frugone. La vicenda della Miss Bell di Boldini”, Bollettino impresores, [FE].
dei Musei Civici Genovesi, a. XV, n.º 43-45, Gennaio/Dicembre 1994, p. 155. 40 El comité estaba integrado por lo más granjeado de la elite italiana local, entre otros:
24 Cf. María Cristina Cacopardo y José Luis Moreno, “Características regionales, demo- Antonio Devoto, Tomás Devoto, Tomás Ambrosetti, Antonio Tarnassi, Juan Mondelli, Juan
gráficas y ocupaciones de la inmigración italiana a la Argentina (1880-1930)”, en: Fernando Buschiazzo, José Miniaci y Antonio Terrarossa.
Devoto y Gianfausto Rosoli (comp.), La inmigración italiana en la Argentina, Buenos Aires, 41 Fue encomendado en esta misión por el Ministro de Instrucción Pública de Italia. Ade-
Biblos, 1985, pp. 64-76. más de Pellerano, formaban la Comisión Cayetano Moretti, David Calandra, Julio Aristide
25 Justo Solsona Jofre, “Impresiones artísticas”, LISA, a. 13, n.º 304, 30 de agosto de 1905, Sartorio, Pedro Fragiacomo, Santiago Grosso Biraghi y Vicente de Stefani.
p. 248. 42 “Museo Nacional de Bellas Artes. Donación de medallas y un paisaje”, La Nación, 7 de
26 Ferruccio Stefani, Esposizioni di opere moderne d’artisti di varie nazioni. Catalogo Illustrato, septiembre de 1905.
Buenos Aires, 1911 y Exposición Stefani. Buenos Aires, 1914, Catálogo, Milan, Alfieri & Lacroix 43 Carta de Eduardo Schiaffino a Ferruccio Stefani, “Buenos Aires, 3 de marzo 1911”, AS-
editores-impresores. MNBA.
232 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 233
44 Cf. Carta de Cupertino del Campo a Ferruccio Stefani, fechada “Buenos Aires, Junio 28/ 61 La obra había estado expuesta en el Salón de Madrid del año anterior.
912”, Legajos de obras, MNBA. La obra donada fue La gran iglesia de Verre, gouache, 60 x 55cm, 62 La obra es una acuarela sobre papel, 35 x 49cm, firmada y fechada, abajo derecha: “J.
n.º inv. 5295. Sorolla y Bastida 1894”, n.º inv. 2626, MNBA.
45 Carta de Ferruccio Stefani a Ugo Ojetti, fechada “Milano, 1° Aprile 1911”, Fondo Ugo 63 Carta de José Artal a Joaquín Sorolla, fechada “Buenos Aires, 17 Octubre 1907”, AC-
familia, instaló la primera fábrica de aceites en la Argentina. Fue también secretario y fundador Barcelona, Polígrafa, 1996, pp. 55-73.
del banco Italo Americano y compositor de romanzas que fueron editadas por la casa Ricordi de 65 Cf. Diego Abad de Santillán, Gran enciclopedia argentina, Buenos Aires, Ediar, 1961, t.
Martín Malharro y la crítica de su época”, en: AA.VV., Arte y recepción, Buenos Aires, CAIA, CS/5393.
1997, pp. 21-29. 68 Carta de José Artal a Joaquín Sorolla y Bastida, fechada “Buenos Aires, 22 de noviem-
50 Cf. “¡Pobre arte argentino!”, Athinae, a. 2, n.º 13, septiembre de 1909, y “Un hermoso bre de 1904”, AC-MS, CS/357.
proyecto”, Athinae, a. 2, n.º 14, octubre de 1909. 69 Sabal, “Galerías Particulares Argentinas-La Galería del Dr. José R. Semprún”, LISA, a.
51 Hemos abordado esta vinculación entre arte nacional y coleccionismo en el artículo 14, n.º 314, 30 de enero de 1906.
publicado junto a Talía Bermejo: “Coleccionando la nación. Emergencia y consolidación de un 70 Sabal, “Galerías Particulares Argentinas-La Galería del Dr. José R. Semprún”, LISA, a.
coleccionismo de arte argentino”, Avances, Revista del Área Artes, Centro de Investigaciones de la 14, n.º 313, 15 de enero de 1906, pp. 4-5.
Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba, n.º 5, 2001-2002, pp. 71 La obra, óleo sobre tela de 70 x 114cm, se encuentra actualmente en las colecciones del
20-38. Museo Nacional de Bellas Artes de Santiago de Chile. Al menos desde 1928, ya estaba en poder
52 Cf. los textos de Francesc Fontbona y Florencio Santa-Ana en: Ministerio de Cultura, del coleccionista chileno Santiago Ossa Armstrong, cuya viuda legó el cuadro al museo en 1955.
Los salones Artal. Pintura española en los inicios del S. XX, [s.l], 1995. Véase también de este 72 Sabal, “Galerías Particulares Argentinas-La Galería del Dr. José R. Semprún”, LISA, a.
último autor: “Sorolla e Hispanomérica”, en: Los Sorolla de La Habana, Madrid, Ministerio de 14, n.º 314, op. cit.
Cultura, Dirección General de Bellas Artes y Archivos, 1985, pp. 121-126. 73 Véase Antonio Santamarina, “My pleasure in collecting”, Magazine of art, vol. 35, n.º 2,
53 Un aficionado, “Bellas Artes. Arte moderno. La Exposición de pintura española-La February 1942, pp. 52-57.
Exposición de pintura francesa. El concurso de Carteles de los Sres. Laclaustra y Saenz”, LISA, a. 74 Andrea Reguera, “Biografía histórica de un inmigrante español en América: Ramón
10, n.º 201 y 202, mayo de 1901, pp. 164-165. Santamarina y sus estancias en la Argentina (1840-1904)”, Revista de Indias, Madrid, vol. LV,
54 “De Miguel Cané. Arte Moderno. Escuela Española”, La Nación, 28 de mayo de 1901. n.º 204, mayo-agosto de 1995, p. 422.
55 Sobre Artal hay críticas elogiosas en El Correo Español, La Nación, La Mujer, Caras y 75 Carta de José Artal a Joaquín Sorolla y Bastida, fechada “Buenos Aires, 28 Fbro.1907”,
Caretas, La Ilustración Sud-Americana, Athinae, Atenas, Almanaque Peuser y Letras y Colores. En AC-MS, CS/378.
relación a Pinelo aparecen reseñas positivas sobre sus primeras exposiciones en El Diario Espa- 76 Para el detalle de las obras cf. Colección Antonio Santamarina. Venta parcial. Cuadros
ñol, La Mujer, La Nación y La Ilustración Sud-Americana. Estas dos últimas publicaciones poste- Antiguos y modernos. Dibujos y esculturas, Buenos Aires, Adolfo Bullrich y Cía., 1955.
riormente se vuelven muy críticas en relación con sus muestras, así como también lo fue la 77 Cf. Cuadros, dibujos y bronces franceses en la colección Antonio Santamarina, London,
pp. 15-21.
85 Cf. “Exposición Internacional de Arte del Centenario”, Athinae, a. 2, n.º 15-16, no-
Capítulo 7
viembre y diciembre de 1909, p. 14 y a. 3, n.º 17, enero de 1910, p. 20.
86 Carta de Ignacio Zuloaga a Eduardo Schiaffino, fechada “París 26 de Marzo de 1910”, En búsqueda de la trascendencia
Legajo 9-3333, AS-AGN.
87 Cf. Francisco Calvo Serraller, “Sorolla y Zuloaga: luz y sombra del drama moderno de
España”, en: Paisajes de luz y muerte. La pintura española del 98, Barcelona, Tusquets, 1998, pp.
197-231.
88 Cf. Blanca Pons Sorolla, Joaquín Sorolla. Vida y obra, [s. l.], Fundación de Apoyo a la Circulación visual y escrita del coleccionismo
Historia del Arte Hispánico, 2001, p. 578-581. privado: exposiciones y críticas
89 Carta de José Artal a Joaquín Sorolla, fechada “Buenos Aires, 6 Abril 1905”, AC-MS,
CS/362.
90 Augusto Gozalbo, “Hermen Anglada y Camarasa”, Athinae, a. 3, n.º 31, marzo de ¿Cuál fue la cara pública del coleccionismo privado? ¿Es posible hablar de
1911, pp. 65-73. una circulación más amplia de las colecciones antes de que éstas pasaran a
91 “Centenary art exhibition”, The Buenos Aires Herald, January 8th 1910. integrar los patrimonios de los Museos? Algunas de estas cuestiones ya han
92 “International art exhibition, Deficit $230.000”, The Buenos Aires Herald, September
sido abordadas en el análisis de los casos particulares. Me interesa detenerme
11th 1910, y “Les expositions du Centenaire. Les deficits”, Le Courrier de la Plata, 9 août 1910. ahora en los mecanismos utilizados por los propios coleccionistas o por di-
93 Cf. “Número y sueldo mensual de los empleados municipales según presupuesto de los
años correspondientes”, en: Dirección General de Estadística Municipal, Anuario estadístico de versos actores del campo para divulgar estos acervos particulares; examinar
la Ciudad de Buenos Aires, a. XX y XXI, 1910-1911, Buenos Aires, Imprenta “El Centenario” de algunos de estos pasajes del ámbito privado al dominio público que fueron
Alegre y Quincoces, 1913. los principales dispositivos utilizados por los coleccionistas para la concre-
94 “Exposición Internacional de Arte. Lista de los importes totales de las obras vendidas en
ción de la ya referida búsqueda de trascendencia que distinguió al fenómeno
las diversas secciones”, Athinae, a. 3, n.º 29, enero de 1911, y “Exposition Internacional d’art”,
Le Courrier de la Plata, 11 novembre 1910.
en el caso de Buenos Aires. En este punto, es central el rol del naciente MNBA
95 Cf. “Bellas Artes. Las adquisiciones del museo”, La Nación, 31 de diciembre de 1910. en tanto receptor de donaciones y también en su accionar como adquisidor,
96 Retrato del pintor mallorquí Antonio Ribas, óleo sobre tela, 117 x 110cm, n.º inv. ya sea de obras de colecciones privadas como en el mercado local e interna-
5354, MNBA. cional. En otras palabras, propongo pensar al Museo mismo como coleccio-
97 Cf. Ignacio Gutiérrez Zaldivar, Quirós, op. cit., p. 81.
98 Cf. Manuel Fernández Avello, Pintores Asturianos, Oviedo, Banco Herrero, 1972, t. II,
nista.
p. 65. En relación con las exposiciones organizadas con obras de colecciones
99 “Argentine centennial exhibition”, The Buenos Aires Herald, October 20th 1910. particulares ya he indicado que fue una práctica recurrente a fines del siglo
100 Los valores pagados por las obras habían sido: Braquaval $203, Le Sidaner $1.012,
XIX, fundamentalmente utilizada con fines benéficos. Asimismo, se han men-
Lucien Simon $3.542, Hermann $203, Madeline $345. cionado las dos exposiciones que fueron centrales en tanto circulación pública
101 Por ejemplo los $8.500 pagados por la Victoria alada de Eduardo Rubino, los $7.500
por una fuente de mármol del alemán Ernest Müller o los $5.000 abonados al argentino José M.
de consumos privados: las celebradas en la Bolsa de Comercio y en el Palacio
Aguirre por una figura de mármol. Hume en 1887 y 1893 respectivamente.
102 Antonio Devoto adquirió Primavera de Arturo Faldi en $4.000 y Bartolomé Le Ambos eventos permitieron a la “sociedad elegante” de Buenos Aires, como
ammantate de Pio Joris en $5.454. solía llamarla la prensa, entrar en contacto con contingentes inmensos de obras
privadas –doscientas cincuenta en la primera exposición y quinientas sesenta
en la segunda–1 entre las que se destacaban las pertenencias más significativas
236 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 237
de varios de los coleccionistas y adquisidores referidos a lo largo de este libro: Francia, haciendo del naturalismo, que no era más que la revolución
Aristóbulo del Valle, Vicente Casares, José Prudencio de Guerrico, Angelo Somma- literaria por las teorías de Darwin, la pornografía naturalista. (“Expo-
ruga, Leonardo Pereyra, Francisco Ayerza, Manuel Quintana, Federico Leloir, sición de bellas artes”, La Nación, 15 de junio de 1887.)
Manuel Güiraldes, etc.2
Como acertadamente lo marcan las crónicas que se encargaron de su rese- Obras modernas reclamaban entonces una apropiación moderna, y de este
ña, la circulación que proponían estos certámenes tuvo un carácter netamente modo fue utilizada la estética impresionista de “color puro”, “observación tonal”
endogámico entre los propios miembros de la clase. Esta percepción es confir- y “golpes de impresión” para analizar producciones como Los músicos ambulantes
mada además por el oneroso precio de entrada que debía pagar cualquier es- de Favretto (Imagen 70) –propiedad de Aristóbulo del Valle– I Morticelli de
pectador que deseara disfrutar de las obras: en 1893 las entradas costaron $5 Franceso Michetti –perteneciente a León Gallardo– o Alto y En la frontera de
por la noche y $2 durante el día, precio que luego se redujo a $1 durante el día Alfred Paris –de las colecciones de José Prudencio de Guerrico y Federico Leloir–.
y $2 durante la noche. En cierto sentido, los artículos periodísticos propusie- Por su parte, la exposición de 1893 fue, en palabras de uno de sus organi-
ron una apertura mayor del coleccionismo privado, aunque por supuesto tam- zadores –Eduardo Schiaffino– una oportunidad privilegiada para observar
bién restringida a aquel grupo lector que podía costear la suscripción mensual “ejemplares únicos que tienen un puesto señalado en los museos de Europa,
de un periódico. eslabones inapreciables en la historia cronológica del arte contemporáneo y
Volviendo a las dos exhibiciones de fin de siglo, ambas fueron capitalizadas aún del antiguo”.3 La preeminencia inequívoca del arte moderno fue el argu-
por la naciente crítica artística para constatar el grado de progreso alcanzado por mento central de la mayoría de las críticas, que destacaron precisamente que
el consumo artístico de la ciudad, ya que gracias a la generosidad de los particu- “todas ó la mayor parte, son obras de los autores modernos, que han llamado la
lares se habían podido conformar aquellas dos inmensas muestras en las que el atención en el mundo entero; también hay antiguas, pero son las menos”.4 En
arte contemporáneo era la marca distintiva. esta segunda exposición, la impronta francesa fue aquello que distinguió a las
La exposición de la Bolsa de Comercio organizada por las Damas de Mise- mejores obras exhibidas, corporizando ese viraje en el gusto de la época –de
ricordia y comandada personalmente por Carlos Pellegrini en junio de 1887, Italia a Francia– registrado a fines del siglo XIX y que no hizo más que acentuarse
constituyó la primera oportunidad para evaluar positivamente el proceso de de- hacia los comienzos del nuevo siglo.
puración del gusto de los porteños que, poco a poco, dejaban de elegir las malas Durante los años que siguen, no hay demasiados testimonios que den cuen-
copias de Murillos, Rafaeles y Velázquez para optar por “obras de mérito de ta de la organización de exposiciones sobre la base de los patrimonios privados
maestros contemporáneos”. En este sentido, un anónimo crítico del diario La con excepción de la comandada por la Cruz Roja Británica en mayo de 1918,
Nación leyó la muestra desde una óptica “modernista” al apelar al canon del impre- en la residencia del coleccionista Lorenzo Pellerano. Previo pago de $5, el even-
sionismo como vara para medir aquello que podía observarse. A pesar de la escasa tual visitante podía tomar un té y entretenerse al son de la orquesta mientras
presencia francesa en esta exposición, en la cual sobresalía numéricamente la accedía a los cientos de cuadros colgados en la casa de la calle Talcahuano
escuela italiana, las obras de Favretto, Lancerotto y Giudici constituyeron excu- 1138, abierta al público por primera vez. En dicho contexto, las telas eran
sas que el crítico eligió para explayarse sobre el método impresionista y denostar demasiadas para un edificio que, más allá de su amplitud, resultaba estrecho.
la producción artística posterior a Manet: El tono amable del artículo publicado en La Nación no podía evitar notar que
“la muchedumbre de sensaciones es excesiva” y que ante tanto agrupamiento
Esta pintura de impresión, degenera desde Corot, Courbet y Manet, de obras “la impresión estética se fatiga al fin y necesita un verdadero latigazo
pues ellos sí pintaban á nota cortada, bien ponían la fusión en ella, para despertar de nuevo”. Así, la crónica social del evento introducía un tópico
para rendir en un golpe dado la impresión múltiple que el ojo debe –el del abarrotamiento y el cansancio del espectador– que reaparecerá en los
recibir. diversos artículos que se ocuparon de la colección del italiano.5
Los que han seguido la escuela, no han sorprendido el secreto Por otra parte, los fines filantrópicos no inhabilitaban una veta comercial
del genio y van con la pintura en los mismos rumbos literarios de la en el “desinteresado” gesto. Escasos meses después, Pellerano concretó un im-
238 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 239
portante remate donde salió a la venta una gran parte de sus pertenencias. Es tro de los “aficionados” o incluso practicante de las bellas artes. Sin embargo, no
probable que tuviera la futura operación en mente al momento de abrir su casa todas las revistas artísticas respondían a los mismos intereses, ni percibían a su
con un propósito benéfico. “lector ideal” de igual manera. La mayor riqueza del análisis se obtiene en el
estudio de cada caso en particular, es decir aquellas ocasiones concretas en que
coleccionista, obras, crítico y medio gráfico entraron en juego.
Un foro privilegiado: la prensa
El encuentro entre el coleccionismo privado y la crítica de arte ha sido un Primeros encuentros del coleccionismo
factor que ha acompañado insistentemente el recorrido hasta aquí desarrolla- con la crítica de arte: los diarios de gran tirada
do. Resta centrarse específicamente en los textos para observar, a partir de un
corpus de escritos críticos producidos entre fines del siglo XIX y comienzos de El lugar de las crónicas y textos de arte en los diarios de gran tirada es funda-
la segunda década del siglo XX, cómo la prensa periódica apropió y difundió la mental para cualquier estudio de la crítica artística de fines del siglo XIX en
conformación de las primeras colecciones de arte del país. Buenos Aires. Hacia la década de 1880, la ciudad no contaba aún con revistas
El proceso de emergencia de un coleccionismo “profesional”, de “corte mo- exclusivamente dedicadas a las bellas artes. El único antecedente, la fugaz apa-
derno”, tuvo un doble correlato dentro de la crítica artística. Por un lado, ésta se rición de un solo número de El Arte en el Plata publicado por la Sociedad Estí-
dedicó a plasmar certeramente dicha “evolución” al pasar de la descripción de las mulo de Bellas Artes en 1878,8 recién encontrará sus seguidores en la primera
abarrotadas mansiones decimonónicas a la crítica de las colecciones exhibidas, década de 1900. Los diarios constituían entonces el medio preeminente en el
temporaria o permanentemente, en los museos de arte. A su vez, en estos años en que hacían su aparición las críticas de arte, exclusividad que será compartida
los que se presencia la conformación del “escritor profesional”,6 la crítica artística en la década siguiente por las revistas ilustradas de interés general. Por otra
asistió a su propio proceso de “profesionalización”.7 De los escritores de crónicas y parte, ya ha sido referida la importancia de la circulación de periódicos por
sociales de los diarios de gran tirada a los noveles críticos de arte de las revistas habitante, que colocaba al mercado periodístico argentino entre los primeros
culturales o artísticas, se registran cambios notables hacia una aproximación más del mundo.
específica al objeto artístico. Si bien en el último cuarto del siglo XIX existieron Durante 1880, la mayor parte las críticas de arte aparecían en ocasión de
hombres que ejercieron la crítica desde una sólida formación artística, como los las distintas exposiciones celebradas en Buenos Aires. En este contexto, las
casos paradigmáticos de Carlos Gutiérrez y Eduardo Schiaffino, fue principalmen- notas sobre colecciones privadas no eran cosa de todos los días. En los años
te durante las primeras décadas del siglo XX cuando diversos personajes del campo previos a la apertura del MNBA, para visitar estas colecciones era necesario
cultural comiencen a especializarse en la práctica de la crítica de arte. penetrar en la privacidad del interior burgués. En este sentido, estas primeras
Por otro lado, las apreciaciones sobre las bellas artes tendrán menor o mayor críticas del coleccionismo artístico se van a enlazar con las crónicas sociales,
especificidad de acuerdo a la configuración del público lector de cada medio. Es aquellas narraciones pormenorizadas de los eventos que llenaban las horas ociosas
decir, no se hablaba de la misma manera al gran público que consumía un diario de la clase alta porteña, como casamientos, bailes, premios en el hipódromo,
masivo como El Nacional, que a los españoles emigrados a la Argentina que cons- estrenos teatrales, etc.
tituían los principales lectores de El Correo Español. Por su lado, estos diarios Así, las primeras reseñas sobre el coleccionismo no estuvieron, en líneas
utilizaron un lenguaje diferente de aquel de las revistas ilustradas que, desde su generales, en manos de literatos ni de artistas sino que fueron realizadas por
aparición periódica y su costo más elevado, propiciaban una lectura más deteni- periodistas profesionales que –si bien aparecían interesados por el fenómeno
da a la vez que apuntaban al estrato alto de la burguesía porteña, como fue el caso artístico– se acercaban a estos personajes curiosos que solían ser los coleccio-
de La Ilustración Sud-Americana y Plus Ultra. Mientras tanto, las revistas cultura- nistas del mismo modo que escribían sobre otros “temas de interés”. Es decir,
les o específicamente artísticas –Nosotros, Athinae, Pallas o Augusta– propondrán la descripción de una colección de arte a fines del siglo XIX aún no requería de
una mirada por momentos cómplice con un lector que se supone inscripto den- aquella especificidad que comenzaban a solicitar las críticas de las exposiciones
240 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 241
artísticas. Y en más de una oportunidad estos cronistas se disculparán de su Carrasco parece cansarse de la enumeración de las obras, confiando la tarea
incompetencia, delegando en los “verdaderos” críticos de arte la tarea futura de a un verdadero “cataloguista”. A los fines perseguidos por su crónica, da igual:
evaluar el valor estético del conjunto. “Habrá cien o ciento cincuenta cuadros: es lo mismo”. Lo que busca no es
Pasemos entonces a los casos concretos. En 1887, el periodista uruguayo describir, ni analizar la colección artística de Del Valle, sino subrayar cómo la
Daniel Muñoz, bajo el seudónimo de Sansón Carrasco, dedica un extenso co- tarea de coleccionar, desarrollada “personalmente” por el político, alimenta su
mentario a la colección de Aristóbulo del Valle.9 Para ese entonces Del Valle no imagen de filántropo y hombre que desde todos los aspectos de su vida se inte-
sólo ocupaba una banca en el Senado sino que estaba estrechamente vinculado resa en el progreso y adelanto de su país. Para estos propósitos bastaba describir
con el diario en que aparecía la crónica: El Nacional, del que constituía uno de algunas obras y deslizar unos cuantos nombres célebres, no importaba la canti-
sus más tempranos colaboradores. Además, el coleccionista era ya un viejo dad real de piezas en la colección, ni las escuelas representadas.
conocido y amigo personal del entonces director del periódico Samuel Alberú, En la última frase de su texto, Carrasco reafirma el carácter íntimo de su
preanunciando una valoración laudatoria por parte del periodista. relación con el político. Al parecer, su relato no fue más que un “vicio de
La estrategia que Carrasco elige para comenzar su artículo es la referencia periodista” que transformó una aparente visita personal en una crónica pú-
a la nueva casa construida por Del Valle, propiciando un acercamiento a la blica que revela los tesoros que un modesto Del Valle supuestamente mante-
colección artística que parte, no de su contenido, sino de su continente. La nía ocultos.
casa, que sirve de marco a la colección, sirve también a Carrasco para clasificar Esta afirmación puede relativizarse ya que hacia estos mismos años Del
socialmente a Del Valle. Frente a los estratos altos de la burguesía (“no es pala- Valle prestaba obras para su exhibición en exposiciones locales, práctica que
cio como el de don Torcuato de Alvear, ni una mansión suntuosa como la [... persistió en la década siguiente. Por otra parte, las obras de la colección tam-
de] Juarez Celman”) la “casi sencilla” y “casi modesta” residencia de Del Valle bién eran accesibles desde la letra escrita. Escasos meses después de publicado
lo acerca más al pasar de un medio burgués que al un pretencioso terrateniente el artículo de Carrasco aparece en el mismo periódico una descripción porme-
con aires aristocráticos. De allí en más el resto de la crónica contribuye a alimen- norizada de una de las telas recibidas recientemente de Europa: un Don Quijo-
tar esta imagen de self made man ya referida en relación con el coleccionista. te obra del pintor español Manzano.11 El tono general de la crítica es diame-
A esta representación de Del Valle como personalidad pública por mérito tralmente distinto del planteado en la crónica anterior, si bien ambas comparten
propio, Carrasco venía ahora a sumar su perfil más desconocido: el de colec- el núcleo de atención. Nuevamente el punto de partida es la casa y el arreglo
cionista. Faceta novedosa, en la medida que hacía poco que Del Valle había general de las piezas, pareciendo imposible dedicarse a hablar sobre una obra
regresado de su viaje europeo exhibiendo su nueva propensión por coleccionar. precisa sin antes describir su entorno. Se aborda un cuadro como se relata un
No obstante, cuando llega el momento de enumerar las obras de la colec- baile o un banquete, comenzando por la manera en que los anfitriones han
ción, el periodista es sumamente escueto y más de una vez cae en imprecisiones, decorado la casa para la ocasión.
dando cuenta de su impericia en materia artística. Menciona un Meissonier, A la inversa del suelto de Carrasco, no hay aquí intención de remarcar la
un Favretto y un Santoro, aunque sin proveer mayores detalles de las obras. Se modestia del adquisidor. El cronista, en este caso también un periodista de
refiere luego a “Una Dolorosa”, sobre la que aclara “creo que no tiene firma, y oficio y no un experto en Bellas Artes, el uruguayo Julio Piquet, no presenta
si la tiene no la recuerdo”, poco importa el nombre del hacedor a los fines de la reparos al dejarse encantar por los contrastes que exhibe la residencia. La Sala
crónica periodística, la Dolorosa termina siendo “la de Del Valle”.10 Morisca con sus tapices del Oriente lo deleita al punto de compararla con las
Por último, el cronista dedica dos párrafos a los artistas argentinos presentes sensaciones reparadoras provocadas por el opio y el hachís. En contraposición
en la colección: Giudici y Ballerini, única ocasión en que se aparta del tema de la se yergue el solemne y lujoso escritorio, ámbito preferencial del incansable
obra para deslizar alguna consideración estilística. Ante unos nombres que por sí abogado que lo presenta como un “hombre de trabajo”. Llega entonces el
solos remitían al estatus de obra de arte, como los de Meissonier y Favretto, no momento de tratar la nueva “joya de la galería”: el Don Quijote. Una cita de
era necesario extenderse en mayores calificativos, lo que sí era imperioso cuando L’ideal dans l’art de Hippolyte Taine actúa como introducción eficaz, en térmi-
se trataba de legitimar la obra de jóvenes pintores de la escena local. nos de legitimidad, para comenzar a hablar de la obra. Sin embargo, la apre-
242 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 243
hensión del texto taineano es superficial, citando la proposición que sostenía que vos del otro lado del océano, o de producciones arribadas al mercado local. La
“el valor de la obra aumenta y disminuye con el valor del carácter manifestado”.12 colección Piñero aparecía entonces como un caso ineludible y aleccionador ya
La descripción del cuadro se efectúa por los parámetros usuales de la crítica que, como se ha señalado, constituyó la primera colección privada con pre-
decimonónica para evaluar los méritos de una obra: su verosimilitud y los me- ponderancia hacia el arte español formada en Buenos Aires.
dios para lograrla; luz, perspectiva, dibujo, color. Ese “efecto de verdad” permitía Al igual que lo hicieran con Del Valle, Vera y González descarta cualquier
al intuitivo crítico, que probablemente no estuviese del todo interiorizado con el intento de autoglorificación por parte del coleccionista para subrayar el propó-
abanico de posibilidades expresivas utilizado por las últimas tendencias artísticas, sito filantrópico de la empresa. Todo el énfasis del primer artículo está puesto
opinar y esgrimir juicios de valor seguro de tener al menos un factor que “debía” en la persona de Piñero como coleccionista y en la manera en que fue acuñan-
permanecer inalterable: el modelo de la realidad. Este caso particular contaba do su patrimonio, perfil que se complementa con la descripción de obras que
además con un ingrediente adicional: el texto de Cervantes. Las citas del clásico, ocupan el suelto siguiente.
regadas a lo largo de la crítica, aportaban a Piquet otro elemento con el cual Los comentarios del propio Piñero se citan alternados con los juicios de
podía contrastar la veracidad de la transposición puesta en juego en la pintura. Vera y González, confundiéndose y trasformándose en una sola voz. El articu-
En ninguno de los dos artículos se menciona la palabra “coleccionista” lista, y a través de él el propio diario, celebran incuestionablemente el altruis-
aplicada a la figura de Del Valle, así como tampoco ninguno detalla los meca- mo de Piñero. No obstante, si bien éste abre su colección a aquéllos que lo
nismos o conocimientos puestos en juego por el personaje a la hora de adquirir soliciten, la génesis de la misma tenía aún el destino privado del goce personal.
sus obras. El texto de Carrasco apunta principalmente a completar el perfil La misión patriótica del coleccionar residía en un “compromiso moral” que
público de una figura reconocida, alejándose de una crítica artística ortodoxa Piñero asumía no para con su país de origen, la Argentina, sino para con la
ya que escasean los análisis de las obras. El artículo de Piquet sí se centra en el nación de sus pintores, España.
análisis de obra, aunque las referencias al dueño de casa se cuelen en más de un La parte más polémica del artículo, cuya opinión se sabe compartida entre
momento incluso por identificación con el emblema del Quijote “idealista” los inmigrantes que consumen el periódico, resalta que a diferencia de otros
que no descansa en su sed de justicia. argentinos que viajan a Europa cargados de preconceptos y que visitan sólo
Esta mirada era radicalmente distinta a la propuesta en el artículo, ya París como capital artística, Piñero se había dejado seducir por el arte español.
analizado, que Eduardo Schiaffino dedica a la memoria póstuma de Del Va- Incluso había privilegiado las ciudades hispánicas por sobre la “ciudad luz”, y
lle.13 En su homenaje, Schiaffino consignaba los mecanismos y lugares donde en ellas adquiere cuadros “no sólo para recreo propio, sino para, de regreso a su
el coleccionista había adquirido sus piezas sin olvidarse de ubicar las obras patria, sacar de su error á los suyos y demostrarles con obras y no con palabras
paradigmáticas del conjunto dentro de las avanzadas escuelas artísticas moder- que España, la desdeñada España […] es hoy, como fue en otros tiempos, la
nas. Al legitimar de esta manera las obras, el flamante director del MNBA maestra en el arte”.
realizaba una doble operación. No sólo justificaba el acertado gusto de su ami- La impronta de París como centro artístico era fuerte y tratar de imponer a
go, sino también el suyo propio y lo que era más importante, contribuía a Madrid en su reemplazo era una operación difícil, que hacía necesario aludir a
avalar solapadamente la adquisición de dichas obras por parte del Museo. los grandes nombres de la pintura española –Murillo, Velázquez, Ribera, Goya–
El resto de las críticas del período se asemejan a las ya examinadas de más allá de que éstos no se encontraran entre las posesiones del argentino.
Carrasco y Piquet. Tal es el caso de los dos artículos que Emilio Vera y González, Por último, Piñero desliza subrepticiamente un llamado a los pintores
periodista español radicado en Buenos Aires desde 1889, dedica en 1897 al peninsulares: “Si los artistas españoles comprendieran cuál es mi intención y
coleccionista Parmenio Piñero desde las páginas de El Correo Español.14 pusieran un poco de su parte, podríamos hacer mucho”. Ciertamente este era
Los intereses de los peninsulares emigrados, razón de ser de El Correo el fin último de la nota: promocionar la colección para favorecer donaciones o
Español, condicionaban directamente sus apreciaciones artísticas. Es decir, la al menos precios acomodados por parte de los pintores españoles. En este sen-
mayor parte de los comentarios sobre arte del matutino se circunscribían a tido, esta crítica, al igual que las anteriores, no se despega ni un momento del
expresiones españolas, ya se tratara de artistas residentes en la Argentina o acti- hombre que selecciona y adquiere las obras.
244 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 245
En su segunda crónica, el redactor pasa revista a los distintos cuadros de la Imágenes de colecciones privadas a la vista pública:
colección. Los nombres van desfilando uno a uno: Plasencia, Puig Roda, Pradilla, las revistas ilustradas
Fabrés, Masriera, Galofre, Villegas, entre otros. Someramente, se mencionan
los sujetos de las telas y se incluyen algunas templadas apreciaciones sobre el El primer día de diciembre de 1892 ve la luz en la ciudad de Buenos Aire La
uso del color y el dibujo. El análisis formal no abunda, mientras que las temá- Ilustración Sud-Americana, lujosa revista quincenal que como su subtítulo lo
ticas elegidas son omnipresentes. indicaba (Periódico Ilustrado de las Repúblicas Sud-Americanas) apuntaba tanto
En líneas generales, poco importan las calidades plásticas de las telas sobre la a los sectores burgueses de la capital como a sus pares en el resto de Latinoamé-
diversidad de autores que Piñero cuenta en su colección. El ritmo de la enumera- rica. La publicación, una cuidada edición de veinticuatro páginas de gran for-
ción se acelera en los últimos párrafos donde, ante la inminencia del final, los mato que se editó por más de veinte años, se dirigía claramente a un público
nombres se suceden obviando las obras: Cusachs, Bermudo, Rosales, los dos más selecto que el de los diarios masivos, orientación que ya estaba estipulada
Benlliure, Esteban Melida, Jiménez y Fernández, etc., etc. Lo fundamental es en el precio sensiblemente mayor que tenía la revista.15 Este medio, así como
marcar las presencias, la medida en que la colección es “representativa” de la los muchos otros que hicieron su aparición dentro del boom editorial que regis-
plástica española contemporánea, para así atraer con su “decidido apoyo” a todos tró Buenos Aires hacia 1890, suponía también un modo de lectura distinto del
los pintores españoles “honrados y beneficiados” por el engrandecimiento de propuesto por los matutinos y vespertinos. Su periodicidad fomentaba un mayor
esta colección. grado de participación e identificación por parte del lector con las ideas pro-
Estos ejemplos muestran cómo diverso tipo de intereses se filtraron en los pias de la publicación al proponer una lectura más atenta y pausada.16
artículos que la prensa general dedicó al coleccionismo de obras artísticas. Con El contenido de la revista era de interés general. La crítica artística no era
esto no pretendo afirmar que en el resto de los medios gráficos primaron exclu- una sección fija sino una presencia eventual, pero las ilustraciones constituían
sivamente los fines estéticos. Al contrario, esta combinación –entre juicios ar- la marca característica de esta publicación, altamente interesada por contar
tísticos e intereses políticos, corporativos o inmigratorios– persistió en los ór- con los últimos métodos técnicos de reproducción desarrollados en el ámbito
ganos periodísticos considerados a continuación. En el caso de la prensa diaria, europeo. Vistas de la ciudad, retratos de los personajes biografiados, ilustracio-
entre el fragor de las rotativas y los servicios telegráficos, no abundaba una nes realizadas ex profeso para acompañar poemas, cuentos o noticias y las infal-
atención específica a la sección de bellas artes. Y cuando ésta hacía su aparición tables obras de arte construían un catálogo posible. Las pinturas y grabados
–entre los editoriales políticos y las noticias policiales– muchas veces estaba aparecían también en la portada con el epígrafe “De nuestra colección artísti-
totalmente atravesada por el resto de factores extra-artísticos que regían la orien- ca”, leyenda que daba a entender que los editores poseían un repertorio de
tación del diario. Poco contribuía a otorgarle una mayor especificidad el hecho imágenes del que abrevar a la hora de ilustrar la publicación.
de que sus articulistas no fuesen expertos en las bellas artes, así como la nove- Dentro de este cúmulo de imágenes, algunas estaban explícitamente orien-
dad que el fenómeno del coleccionismo tenía para el público de la ciudad. Los tadas a reproducir piezas importantes en poder de los primeros coleccionistas
nombres de ciertos personajes, como Aristóbulo del Valle o los Guerrico eran, privados de la ciudad como: Aristóbulo del Valle, Parmenio Piñero, Rufino
para los lectores, mucho más célebres que los de los artistas que se hallaban en Varela o la familia Guerrico. En general las imágenes acompañaban artículos
sus colecciones. Era inevitable entonces introducir la colección a partir de lo más extensos que se referían a las colecciones, aunque en varias oportunidades
que no sólo era conocido sino también relevante para un público que tampoco no necesitaron de un anclaje textual para aparecer.
era especializado y que compraba el diario en busca de una información general Una de estas crónicas es la que el director e ilustrador Rafael J. Contell
que excedía el dominio exclusivo del mundo artístico. Algunas de estas estrate- dedica, en 1896, a la colección de José Prudencio de Guerrico.17 A diferencia de
gias siguieron siendo utilizadas, incluso hasta entrado el siglo XX, en las lujosas los periodistas anteriores, Contell poseía cierta experiencia en la práctica artística.
revistas ilustradas. Las ilustraciones que realizó para la revista evidencian su familiaridad con el dibujo.
Era él además quien se encargaba de los procesos técnicos de reproducción de
imágenes y gran parte de los artículos dedicados a exposiciones llevan su firma.
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El texto sobre la colección de los Guerrico comienza con una referencia al A través de su selección de reproducciones, La Ilustración Sud-Americana
embrionario ambiente porteño, definido como de “infancia artística”. Esta vi- construyó una colección virtual de obras coetáneas –fundamentalmente espa-
sión evolutiva del desarrollo plástico local, compartida con otros críticos e his- ñolas e italianas– que tuvieron muchos puntos de encuentro con las preferen-
toriadores decimonónicos, servía a Contell para plantear la importancia de ser cias de los aficionados y coleccionistas locales. Esta “coincidencia” se mantuvo
un coleccionista de arte en un medio como aquél. Al no haber un mercado en los números posteriores de la publicación, siendo patente la afinidad entre
afirmado, el coleccionista muchas veces “camina a ciegas” y compra obras de las reproducciones elegidas por la revista y el arte de los amateurs en ella
gusto y atribuciones dudosas. Frente a este estado de cosas, los Guerrico po- promocionados.
seían el mérito de haber formado una sólida colección, guiados por su real En esta línea, durante 1905 y 1906 LISA abundó en crónicas dedicadas al
conocimiento estético adquirido en sus viajes y por su contacto con críticos y tema en lo que aspiraba a ser una sección acerca de los coleccionistas argenti-
artistas europeos. nos. A las figuras tradicionales se agregan aquéllos que forman sus colecciones,
Tratando al gusto como a un factor mensurable, Contell afirmaba que principalmente de arte español e italiano, bajo la égida de las renovadas gale-
José Prudencio de Guerrico había llegado a la “precisión matemática de su rías y comerciantes extranjeros: Lorenzo Pellerano, Juan Canter, Pilades Soldaini
juicio artístico” en el que se combinaban su curiosidad personal con la afición y José Semprún. El tono benévolo y el criterio de veracidad siguen siendo la
estética heredada de su padre. Sin embargo, para lograr tal grado de sensibili- tónica general de estas reseñas a la hora de la evaluación artística. Sin embargo,
dad, José Prudencio no se había dejado tentar por “las innovaciones peligrosas se establecen algunos matices con respecto a los constantes elogios observados
que deslumbran a los novicios”. Contell se define entonces a favor de una hasta el momento.
visión conservadora en la que, si bien no ignora las búsquedas de los artistas Por ejemplo, al referirse a la colección de José Semprún el crítico –oculto
más radicales, parece no aprobarlas. Deja en claro que la colección de los bajo el seudónimo de Sabal– exclama: “Este vibrar de espíritus superiores da
Guerrico posee una marca claramente parisina, y que no se ha volcado hacia el vida á una especie de telegrafía sin hilos entre lo divino y lo profano y en ella
arte más radical: el impresionismo y post-impresionismo. los museos son estaciones centrales y las pinacotecas estaciones intermedias”.
La descripción de la casa es pasada por alto en este artículo, cuyos graba- Este fragmento presenta un tema inédito hasta entonces: la diferenciación en-
dos de las vistas interiores suplen la descripción verbal. Las dos obras referidas tre museos públicos y colecciones privadas y la distinta jerarquía que ambos
con cierto detalle son Diana sorprendida de Jules Lefebvre (Imagen 61) y Oda- ocupan en el terreno artístico.18 La última instancia de legitimación, por sobre
lisca de Mariano Fortuny (Imagen 62) y, en consonancia con la definición el buen gusto y el conocimiento de un coleccionista, pasaba a estar ahora en-
amplia de modernidad artística debatida en el quinto capítulo, de ambas se carnada en una institución: el museo.
destaca su carácter moderno. El Lefebvre posee los “rasgos característicos” de la Al comenzar, Sabal aclara el recorte temporal que ha sido privilegiado en
moderna escuela francesa: soberbio dibujo, buena composición, delicadeza, la colección Semprún: “Desde el año 1830 hasta las variantes del impresionis-
tonalidad simpática y exactitud fisonómica. Para Contell, aquella Diana que hoy mo”, recorte que indica, no sólo un mayor ánimo clarificador por parte del
caracterizamos de convencional y repleta de fórmulas académicas, era un expo- crítico, sino también la proyección hacia un lector con mayor competencia,
nente de la escuela moderna. La Odalisca de Fortuny no es merecedora de que se supone tiene al menos una idea de qué artistas pertenecen a dichas
demasiadas descripciones, sino que conduce a Contell a hablar de su autor, des- tendencias.
crito como maestro y centro de una bohemia que, a diferencia de lo común en El resto del artículo está casi en su totalidad dedicado a analizar las obras
estas formaciones, tenía su centro de reunión en la propia institución académica. de Joaquín Sorolla en posesión del coleccionista. Los juicios laudatorios no
Los grandes nombres presentes en la colección pasan desapercibidos. Mien- sorprenden, si se tiene en cuenta que paralelamente LISA era una constante
tras algunos son apenas mencionados –Tiépolo, Zurbarán– otros son directa- promotora de las exposiciones organizadas por Artal en Witcomb.
mente ignorados –Courbet, Goya, Tintoretto–. Contell había favorecido cla- En otros casos, como en la crítica de la colección Pilades Soldaini, Sabal se
ramente las obras contemporáneas, aquéllas que se insertaban en forma lógica permite incluir algunos comentarios negativos al juzgar la mala disposición de
dentro de la “colección artística” armada por la revista. las piezas y lo inadecuado de la instalación.19 Soldaini era un comprador afi-
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cionado y no un coleccionista profesional que seleccionaba las telas más por Hace una lista de las obras poniéndolas unas tras otras, construyendo un
sus temas amables que por sus méritos artísticos, de ahí que la mayoría de ellas interminable catálogo en el que no hay jerarquías. Las épocas y escuelas se mez-
perteneciera a artistas contemporáneos de segunda línea.20 No se trataba de clan, así como quizás lo hacían en las paredes de la propia casa. A fin de cuentas,
una de las galerías más renombradas ni prestigiosas de la ciudad y la escasa Plus Ultra no es una revista de arte, y como bien lo señala el cronista en aquellas
visibilidad de la colección y del coleccionista daban vía a libre al cronista, sor- páginas los juicios críticos “a nadie importarían”. Sin embargo, lo que sí aparece
teando la amabilidad que implicaba el poder entrar en la residencia privada, como relevante es el poder modélico que encarna la figura del propio Pellerano.
para esbozar estas opiniones peyorativas. Siguiendo su ejemplo, el resto de los “privilegiados de la fortuna”, supuestos
Aparecida en 1916 como suplemento mensual del magazine Caras y Care- lectores de la revista, tenían una misión: actuar de mecenas y coleccionistas esti-
tas, Plus Ultra retomó, con un lujo aún más marcado, algunas de las estrategias mulando a los artistas del presente y protegiendo las obras del pasado.
de mercado propuestas por la revista de Contell. En primer lugar, fue constan- Por otra parte, tal como se insinuara en la crítica sobre Pilades Soldaini,
te la inclusión de reproducciones de obras artísticas que ahora gozaban con el aquí el crítico no se ubica en un escalón por debajo al del sujeto de su crónica.
agregado del color. Estas ilustraciones no provenían de “la colección artística” Es decir, el periodista y la propia revista se atreven a juzgar, a criticar, actúan
de la revista, como lo explicitaba LISA, sino que habían sido elegidas entre las como jueces de gusto, capaces de exhibir su asfixia ante las interminables telas
más selectas colecciones particulares y públicas de la capital.21 Estas muestras colgadas “sin orden de escuelas ni clasificación”, como un “laberinto artístico”.
del coleccionismo privado eran complementadas con notas dedicadas a los La función de Plus Ultra como órgano de recreación, a la vez que “vidrie-
protagonistas de aquel fenómeno, reseñas sobre las ricas familias porteñas que ra” de la alta burguesía porteña, permite deslizar ciertos juicios impensables en
se habían interesado, parcial o decididamente, por el consumo de objetos de otro tipo de medios. Las artes eran, para sus lectores, uno entre los muchos
arte, y que incluían, indefectiblemente, fotografías de los distintos “ámbitos intereses –como el sport, la moda o la decoración– que ocupaban el tiempo
artísticos” de la residencia. ocioso de la clase alta y, en estos términos, era necesario “encauzar” su cultivo.
Algunas de estas figuras, como el ya analizado Lorenzo Pellerano, eran
claramente referidas como coleccionistas. A él Plus Ultra dedicó dos extensos
artículos, el primero y más significativo firmado por el periodista y fundador Juicios estéticos, críticos especializados y coleccionismo:
de la publicación Emilio Dupuy de Lôme en 1917.22 Los elogios constituyen las revistas artísticas
la antesala que permite esbozar veladas críticas a la colección. El “noble” y
“patriota” italiano Lorenzo Pellerano es, a decir de Dupuy de Lôme, “el más Durante el primer cuarto del siglo XX aparecieron en Buenos Aires las prime-
importante de todos los coleccionistas de Sud América”. Sin embargo, la sensa- ras revistas de artes plásticas, como Athinae (1908-1911), Pallas (1912-1913), El
ción que invade al entrar a su casa es la de desconcierto. Frente al abarrota- Grabado (1916), Ars (1917) y Augusta (1918-1920). Paralelamente, nacen
miento de los más de mil doscientos cuadros colgados en la residencia no pue- numerosas revistas culturales fundadas y dirigidas por escritores que compar-
de más que sentirse ahogo. ten intereses literarios, políticos y artísticos.
El periodista descansa entonces en la autoridad de los verdaderos críticos Deseo detenerme aquí en dos críticas sobre una colección que en 1912
artísticos que han juzgado la colección, lo que le posibilita evitar preguntas cobró estado público: la del médico y filántropo Carlos Madariaga (1860-
incómodas sobre la autenticidad de tantas obras de maestros célebres. A su vez, 1935)23 y su mujer Josefa Anchorena, en la medida que su análisis permite
se permite ser irónico con aquellos “‘técnicos’ en la materia que como los cro- vislumbrar el tratamiento distinto que el coleccionismo privado recibió por
nistas sociales poseen un tesoro inagotable de términos, en donde ‘el eufemis- parte de las revistas culturales y artísticas.
mo y la cortesanía’ se disfrazan de tecnicismos”. El propio Dupuy es consciente En esta línea Pallas y Nosotros constituyen dos ricos ejemplos de la intensa
de los recursos de una crítica demasiado complaciente que, homologada justa- vida artística argentina en torno a 1910. A su vez, los dos artículos selecciona-
mente con la crónica social, se llena de adjetivaciones y formulismos para evi- dos se refieren a una colección que, a diferencia de las analizadas hasta aquí,
tar criticar a fondo las obras artísticas. estaba expuesta a la vista pública a partir de su donación al MNBA. Este factor
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propiciaba un acercamiento crítico notablemente distinto: el lector podía ac- ción del artista y se atreve a formular ciertas filiaciones posibles. Critica las obras
ceder libremente a confrontar las obras reseñadas, si es que ya no lo había de Gustave Courbet, Caro-Delvaille, Benjamin Constant, Fantin-Latour y Gastón
hecho, y la colección estaba legitimada por su inclusión en la institución más Latouche cuestionando sus cualidades para formar parte del acervo del MNBA.
importante de la escena plástica nacional. Para Gálvez un museo debía funcionar como una “antología pictórica”, alojando
Pallas era una revista lujosa, dedicada enteramente a las artes, dirigida por el solamente “los mejores cuadros que haya sido posible encontrar”, y no recibien-
entonces secretario del MNBA: Atilio Chiappori, un crítico artístico en sentido do en su patrimonio las donaciones ofrecidas sin una selección previa rigurosa.
estricto.24 Desde diversos medios gráficos –como los diarios La Nación y La Prensa El análisis de los cuadros discurre no tanto por el estudio estilístico sino
y las revistas Ideas y Nosotros– Chiappori practicó de manera ininterrumpida la por su cotejo con otras obras y artistas. No hay aquí referencias a la labor ni a
crítica de arte, sosteniendo una visión que como señala Diana Wechsler estaba la figura de los coleccionistas. La crítica se restringe, por primera vez, al conte-
dirigida en general a las producciones plásticas más conservadoras.25 Chiappori nido de la colección. La atención pasa claramente de los personajes a las obras.
era consciente de su lugar de poder dentro del campo artístico y en este sentido Ya desde su comienzo el tono del artículo de Chiappori es netamente dife-
conocía el valor de sus aseveraciones y la relevancia de su tarea como crítico en la rente. Como carta de presentación se mencionan las personalidades concurren-
evaluación de obras artísticas. Además, Pallas era una revista que obedecía direc- tes al acto de donación y se elogian las tareas llevadas a cabo por el museo y la
tamente a los intereses del MNBA, institución que recientemente había acepta- CNBA para alojar las nuevas obras. El valor de la colección Madariaga-Anchorena
do y expuesto los más de cien cuadros legados por los Madariaga-Anchorena. tiene para Chiappori una prueba incuestionable: el alto precio de su tasación. La
Contemporáneamente, Manuel Gálvez escribió un artículo referido a la impresionante cifra de 1.200.000 francos –equivalente a $600.000– se cita como
misma colección para la revista literaria Nosotros. Esta publicación, aparecida primer criterio de legitimación ante los cuestionamientos que, seguramente, han
en dos etapas entre 1907 y 1943, otorgó un lugar importante a los artículos llegado a oídos de Chiappori. Más específicamente, el texto de Pallas era la répli-
sobre bellas artes que constituían una sección fija que alternaba con los otros ca de Chiappori a las críticas de Gálvez.
intereses como las letras argentinas, europeas y americanas, las crónicas de El secretario del MNBA, sustentaba su discurso en su manejo de la disci-
música, los comentarios de actualidad y las encuestas sobre temas de interés plina. Él era un crítico formado, no un improvisado o un aficionado “en Me-
general.26 No era la primera vez que Chiappori y Gálvez disentían sobre un dicina, en Derecho, ó en Burocracia” como otros. Sin embargo, el análisis for-
mismo tema. Ya habían figurado como oponentes desde el campo de batalla de mal no corre por rumbos muy distintos de los registrados en la crítica de Gálvez
la crítica artística al reseñar el Salón Nacional del año anterior desde las mis- e incluso en las crónicas decimonónicas. Las referencias al tratamiento de los
mas tribunas: Pallas y Nosotros.27 temas, al uso del color y a la corrección del dibujo constituyen, una vez más,
Los artículos sobre la colección Madariaga-Anchorena habían sido escri- los parámetros usuales.
tos varios meses después de la exposición de las obras en el Museo, a manera de No obstante, para Chiappori la importancia de la colección descansaba en
mirada retrospectiva. La crítica de Pallas es posterior a la de Nosotros funcio- la utilidad que reportaba al Museo al ayudarlo a cumplimentar una de sus
nando precisamente como una respuesta a ella.28 funciones primordiales: ser representativo de todas las escuelas y tendencias
En su texto, Gálvez es sumamente estricto con respecto al conjunto dona- que se sucedieron en la historia del arte. Y por este cauce –la función de un
do por los Madariaga-Anchorena, ubicándose en el lugar del “conocedor” y museo de arte– discurrirá la polémica con Gálvez.
evaluando los méritos estéticos de las obras artísticas. Comienza su artículo Diferenciándolos de otros coleccionistas que forman su galería sobre la
afirmando tajantemente que más allá de las firmas célebres, hay apenas veinte base de sus gustos personales, Chiappori celebra los fines con los que los
cuadros interesantes. Luego de esta apreciación lapidaria, se dispone a reseñar Madariaga-Anchorena han adquirido sus obras: completar las escuelas ya re-
aquellas obras que, según su criterio, contienen “belleza verdadera”. presentadas en el MNBA. Para él, en un museo que debía ser ilustrativo del
La función normativa del crítico es aquí evidente, y se sostiene en el saber desarrollo artístico a lo largo de los siglos, eran bienvenidas las obras de segun-
personal que es demostrado en cada párrafo. Gálvez compara distintos pintores, da línea, así como los primitivos y los anónimos hallaban su lugar en las insti-
evalúa los cuadros de la colección relacionándolos con otras obras de la produc- tuciones modélicas: el Louvre y la National Gallery.
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Chiappori no desconoce las falencias de algunas de las telas –la marina de y ya no implica el contacto personal del periodista o crítico con el adquisidor. La
Courbet o La emperatriz Teodora de Benjamin Constant– pero éstas son eva- autoridad deja de estar encarnada en el “entendimiento” del coleccionista para
luadas en función de los beneficios que le acarrean al público del Museo, tanto descansar en la institución que aloja las obras. Entonces, los juicios críticos
al artista argentino como al visitante ocasional. En última instancia, sería el “más específicos” son posibles. Si bien cada crítico o revista seguirá poniendo
propio paso de la historia el que haría decantar las obras carentes de mérito, en juego –de manera más o menos explícita– sus propios intereses y valores a la
soslayando ex profeso el rol de los museos en ese proceso de selección artística, hora de examinar una colección, sus apreciaciones remitirán de manera más
que era precisamente aquello que exigía Gálvez. directa a los elementos propios del lenguaje artístico, al mismo tiempo que se
En estas dos últimas críticas los recursos de análisis continúan en muchos colarán intereses relativos a las luchas propias de la constitución del campo del
sentidos el lenguaje utilizado en el siglo XIX. Sin embargo, en la medida que se arte. El juicio de valor circula del coleccionista que había adquirido las piezas
dedican a debatir problemáticas circunscriptas al campo artístico, como la fun- al crítico que ahora las evaluaba.
ción de un museo de arte o los rescates historiográficos, estos textos avanzan Por último, invirtiendo la caracterización de Martha Ward con respecto a
un paso más con respecto a la especificidad de la crítica de arte. Suponen un la crítica finisecular parisina, la crítica del coleccionismo de arte en Buenos
lector mucho más especializado que el de un magazine o revista de interés Aires se desplazó “de las noticias de arte hacia la crítica artística” plasmando un
general al imaginar un público ávido por conocer la valoración del crítico so- proceso diferencial con respecto al europeo.29 Precisamente porque la Argenti-
bre el conjunto artístico más que los últimos chismes sobre sus adquisidores. na adaptó rápidamente el uso de los medios gráficos masivos, que hicieron su
Este deslizamiento del foco de interés del coleccionista a sus obras llega eclosión en Europa hacia las últimas décadas de siglo, en paralelo a la forma-
finalmente a la institución que las hace públicas: el museo. La colección priva- ción de las primeras colecciones de arte, siendo la prensa masiva, y los noveles
da es ahora un punto de partida para debatir sobre cuestiones más amplias y periodistas de oficio, los testigos privilegiados del crecimiento de estas prime-
complejas como la función del Estado en tanto receptor y difusor de los acer- ras colecciones. Europa, y sobre todo Francia, poseían una larga tradición de
vos privados. crítica artística. Allí las revistas y periódicos especializados aparecían desde
Las críticas analizadas a lo largo de este capítulo son textos que, de mane- mediados del siglo XIX. Y obvio es decirlo, dicha implantación hubiese sido
ras diversas, se han acercado a aquellos objetos complejos que son las coleccio- imposible en estas tierras en un momento en que la “Argentina moderna” aún
nes artísticas. A su vez, un abanico de críticos y periodistas hizo uso de los se estaba organizando y las instituciones artísticas eran sólo el quimérico pro-
recursos o lenguajes que estaban a su alcance para aprehender dichos objetos yecto de algunos ilustrados. Eran entendibles paradojas de una periferia artísti-
artísticos. El corte más drástico se produce no tanto entre los periódicos de ca, que a pesar de todo, no renunció a su aspiración de coleccionar y criticar.
gran tirada y las revistas ilustradas, sino a partir de la aparición de las revistas
artísticas. Y en esta ruptura fue clave el estado público adquirido por las colec-
ciones. Estado y coleccionismo: El Museo Nacional de Bellas Artes
Entrar en la intimidad de una casa obligaba, en primer lugar, a retribuir el
gesto de amabilidad del habitante. El periodista estaba en deuda con el colec- Como lo que empieza necesita siempre opinión indulgente, callamos nuestras
cionista que cordialmente le permite ver su “tesoro” artístico, expuesto incluso impresiones á pesar de ciertas tendencias marcadísimas que se notan en una
en los ámbitos más inaccesibles a la vida pública de la residencia como los simple inspección: se “ha dado de mano” á muchas cosas, fundándose en la
dormitorios o el boudoir. Cuando la revista ya se sienta fuerte entre los miem- necesidad de tener un Museo, y como éste está en sus inicios, demos tiempo al
tiempo, para juzgar con acierto sobre ciertas “preferencias”. Hay base ya para
bros de la elite porteña, como Plus Ultra, se colarán algunos comentarios mor-
una escogida pinacoteca, aunque no todo es bueno: falta ahora “ojo de artista”
daces con respecto a la colección particular, pero que no se harán extensivos a é “imparcialidad” de miras, para formar una colección en que se representen
los méritos plásticos de las obras. escuelas y estilos de los más renombrados en el mundo del arte.
Las críticas artísticas en sentido riguroso aparecen cuando la colección co- LISA, a. 6, n.º 121, 1 de enero de 1898.
bra verdadero carácter público, cuando pasa, por la donación, a poder del Estado
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Cuando considero, reunidos en Buenos Aires, estos centenares de obras y de las siguientes administraciones. Tal como se ha visto, Atilio Chiappori, secretario
bibelots, que encontré en los distintos países, muchos de ellos sumergidos en del MNBA dirigido por Cupertino del Campo, utilizó la revista Pallas para
el maremagnum de los anticuarios, en los bajos fondos poblados de millares promocionar los eventos de la institución, otorgando un lugar destacado al
de restos como resaca suntuaria lentamente depositada por los vaivenes de la coleccionismo local.
fortuna, me asalta la aprehensión de que esta reunión no es definitiva, y
Poco a poco se hacía realidad el clamor finisecular de Miguel Cané,
quisiera vivir lo necesario para ver esa cosecha artística, labrada por tantas
manos, amasada por tantas lágrimas y fruto de tantos desvelos á cubierto de
quien haciendo caso omiso de su situación personal como amateur y com-
azares adversos. prador de cuadros, arremetía duramente contra los propios miembros de su
Eduardo Schiaffino, carta a Leopoldo Lugones, fechada “Buenos Aires, clase, y en sus corresponsalías a La Prensa denunciaba entre otros a la mujer
Julio 3 de 1908”. (Reproducida en El Diario, 6 de julio de 1908.) de su amigo Aristóbulo del Valle, a Prudencio de Guerrico, a Manuel Quin-
tana y a su compañero Vicente Casares de guardar en su casa “cuadros de
La mayoría de los proyectos de colecciones privadas estudiados hasta aquí tuvo un primer orden” que mejor estarían cumpliendo una función patriótica en las
punto de confluencia: el MNBA institución que, desde su génesis, estuvo ex- paredes del Museo Nacional.31 Lleno de cinismo pero no sin acierto, Cané
plícitamente orientada a alojar las donaciones fundadoras cedidas por Adriano aconsejaba que “si fue la vanidad la que lanzó al honesto burgués a los gastos
Rossi (1893) y José Prudencio de Guerrico (1895) a las que posteriormente se artísticos” éste encontraría mayor satisfacción en ver su cuadro bajo el epí-
agregaron las de Parmenio Piñero (1907), Ángel Roverano (1910), Madariaga- grafe de “Donado por…” que teniéndolo “colgado en las paredes de una sala
Anchorena (1911) y Manuel Güiraldes (1911). A estos contingentes impor- que raras veces se ilumina”.
tantes se sumaron un sinnúmero de legados menores que buscaban, a partir de Por su parte, los coleccionistas fueron conscientes de la proyección social
la sesión de un par de obras, contribuir y perpetuarse en la historia de la novel que tenía donar sus pertenencias al Estado y buscaron explícitamente eternizarse
institución. Entre estas donaciones se cuentan las de Rafael Igarzabal (1895), en la memoria del museo a través de los distintos cargos implicados en la dona-
José León Gallardo (1896), Domingo D. Martinto (1898), Félix Bernasconi ción de sus colecciones –fundamentalmente la exhibición permanente de las
(1899) y Alejandro Sívori (1900). Además, el Museo hizo tres importantes piezas en salas especiales y la denominación de esos espacios con el nombre del
adquisiciones sobre los fondos de la colección Del Valle –en 1897, 1901 y donador–. Éstas habían sido las condiciones requeridas por Parmenio Piñero,
1907 respectivamente–, coleccionista que había contribuido a su vez con tres a las que Schiaffino consideró una “práctica justiciera, universalmente estable-
obras de su patrimonio para la apertura del museo. cida” que debía ser complementada con una placa conmemorativa que regis-
Firmado por el presidente Uriburu y el ministro de Instrucción Pública trase el hecho y con un retrato al óleo del donador que se colocaría en el testero
Antonio Bermejo, el decreto de creación del Museo, con fecha del 16 de julio de la sala.32
de 1895, se justificaba sobre tres ejes. En primer lugar, la necesidad de dotar a Evidentemente, mucho tenían que ver en este traspaso las relaciones per-
las obras, que tan generosamente habían sido donadas por los coleccionistas, sonales que vincularon al primer director con los coleccionistas. Esta relación
de un lugar apropiado para su conservación y cuidado, objetivo que se encon- es manifiesta en el caso de Aristóbulo del Valle, donde el propio Schiaffino se
traba estrechamente ligado con el segundo móvil: el pedagógico. En tercer encarga de alabar públicamente las obras seleccionadas para integrar la dona-
término, aparecía el apremio por proporcionar al naciente arte nacional “de la ción fundadora –Viejito leyendo de Wilkie, Retrato de Alejandro Dumas (hijo)
institución oficial á la que tiene derecho”.30 de Roll y La virgen del Buen Ayre– así como el desprendimiento del donante,
El primer argumento postulaba una suerte de obligación moral contraída evaluándolo en términos patrióticos:
con quienes habían legado las obras con la función específica de crear un mu-
seo de arte. El peso que los coleccionistas tendrían para el incremento del patri- La adhesión que V. trae hoy al Museo Nacional de Bellas Artes es
monio de la institución fue certeramente captado por Schiaffino quien, ya en el doblemente valiosa, pues une a su mérito intrínseco el prestigio inte-
catálogo inaugural, consignaba detalladamente las donaciones recibidas así como lectual y moral del donatario; V. es de aquéllos que prueban con los
el número de obras cedidas por cada donante. Este reconocimiento continuó en hechos la sinceridad de su afición por las obras de arte, no sólo se
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deleita V. con ellas sino que se acuerda también de la masa anónima características del genio” y la de construcción de un sentimiento artístico na-
del pueblo, privada hasta ahora de comunicar su espíritu con el alto cional. El eclecticismo y la liberalidad de ideas surgen como condiciones indis-
pensamiento de otras mentes superiores.33 pensables para el cumplimiento de tales funciones. El director espera con an-
sias el momento en que el museo avale la obra de un artista por el mero hecho
Por estos mismos carriles discurre la mayoría de los artículos aparecidos en la de acogerla en sus salas. Mientras tanto, son las obras las que otorgan legitimi-
prensa sobre las donaciones que se fueron sustanciando en la primera década dad a la nueva institución, y es preciso ser cuidadoso en su elección. Con ím-
del siglo. No obstante, en los primeros años de funcionamiento del MNBA, petu, Schiaffino defiende su imparcialidad en lo referente a escuelas y artistas
esta proyección pública buscada para las colecciones que integraban su patri- representados, apelando al rol didáctico del establecimiento. Si uno de sus pro-
monio no alcanzó a la “masa anónima” pretendida por Schiaffino. Su propio pósitos centrales consistía en fomentar el sentimiento artístico, entonces las
balance de 1898 arrojaba que sobre un total de 5.968 visitantes recibidos por obras no debían suscitar duda alguna del mérito del que eran depositarias.
el Museo, el promedio diario era de apenas veinte personas.34 A su vez, durante Sin embargo, detrás de estas referencias a la objetividad de sus selecciones
los primeros años de la nueva centuria son varios los artículos periodísticos que estéticas, despunta con fuerza su gusto personal por el arte contemporáneo y
mencionan la poca afluencia de público recibida por la institución. Paulatina- su particular versión por el arte moderno que, como se ha visto, influyó en la
mente, la concurrencia irá incrementándose para contar en 1911 –ya en su conformación de una de las colecciones más importantes del momento: la de
nueva sede del Pabellón Argentino (Imágenes 52 y 53)– con un total de 16.381 Aristóbulo del Valle.
visitantes anuales y un promedio de 1.365 mensuales, cifra que casi se duplica En consonancia con el eje central de este libro, el MNBA fue constituido
en 1912 que registra el promedio de 2.345 visitantes por mes.35 como un museo de arte moderno y en esta definición mucho tuvo que ver la
Por otra parte, no siempre fue fácil para el novel director poder cumplir figura de Eduardo Schiaffino, que materializó sus selecciones sobre un doble
con las obligaciones asumidas con los coleccionistas y artistas, como sucedió eje: a través de las donaciones recibidas y en las compras realizadas en Europa.
en los casos puntuales de las compras efectuadas a Julia Tejedor –viuda de Del
Valle–, a la galería Rosenberg y al pintor francés Jean François Raffaëlli.36
Muchos testimonios sobre el modo en que las obras ingresaron al museo corro- El museo como coleccionista bajo la gestión de Eduardo Schiaffino
boran aquella imagen que Schiaffino gustó erigir de sí mismo: la de un lucha-
dor abnegado que logró, a pesar del escasísimo presupuesto, convertir al Mu- Si el siglo XIX nos trajo la libertad de pensar, el siglo XX trae consigo la
seo argentino en uno de los más importantes de Sudamérica. Gran parte de la libertad de sentir. Ya no hay en las exposiciones esa uniformidad de visión y
prensa local –El País, La Nación, El Diario– fue funcional a su proyecto, de procedimiento impuesta por uno o dos autores de moda, hay diversidad
publicitando las grandes adquisiciones realizadas y subrayando la habilidad del y anarquía de estilos, como en los museos.
Eduardo Schiaffino, “La orientación del arte”,
comprador para conseguir verdaderas “joyas” a precios nimios.
La Nación, 28 de diciembre de 1906.
No obstante, el interés por ensanchar el patrimonio no implicaba que el
director recibiese todo lo ofrecido a la venta, ni incluso todo lo cedido en
¿Cuál era el lugar del arte nacional en el ansiado proyecto de museo de
forma gratuita. Son numerosos los casos en que Schiaffino se niega a aceptar
Schiaffino? A simple vista, fueron sus artistas amigos y compañeros, muchos
una donación por considerarla carente de mérito. A este respecto son
de ellos cercanos a él desde la temprana fundación de la Sociedad Estímulo, los
esclarecedores los argumentos esbozados en 1902 en ocasión del rechazo de la
representados dentro de la institución: Giuseppe Aguyari, Graciano
pintura de Masriera, Odalisca, ofrecida por Pedro P. Martínez.37
Mendilaharzu, Ángel Della Valle, Augusto Ballerini, Eduardo Sívori, el propio
La negativa a incluir la obra –tildada de pintura “de bazar”– en el patri-
Schiaffino, Emilio Caraffa, Martín Malharro, Ernesto de la Cárcova, Lucio
monio del MNBA lleva a Schiaffino a explayarse en las que considera funcio-
Correa Morales, Francisco Caferatta, Arturo Dresco y Alfred Paris. Sin embar-
nes principales de un museo: la pedagógica, realizable por medio de obras “ejem-
go, las predilecciones del director no implicaban que éstos recibiesen altas re-
plares”, la función de “reunión y conservación de las manifestaciones más
tribuciones a cambio de sus obras. Por el contrario, existen testimonios que
258 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 259
dan cuenta de los escasos precios pagados y de los modos en que Schiaffino para comprender porqué los artistas pertenecientes al Nexus se encontraban
convence a los artistas de la utilidad que les reportaría el figurar en el Museo –en los años cercanos a 1910– en férrea oposición con el primer director de la
Nacional. En este sentido, Eduardo Sívori vende en 1899 dos acuarelas, Cha- institución.
cra La Porteña y Bañado de Moreno, en las sumas de $200 y $150 respectiva- En el capítulo anterior, he referido cómo el museo también aprovechó
mente. Los montos habían sido sugeridos por el propio director, argumentan- para adquirir algunas obras a precios ventajosos en las exposiciones celebradas
do que “los museos deben ser privilegiados en los precios respecto de los en las nuevas galerías, como Witcomb y Costa. Sin embargo, deseo detener-
particulares por cuanto sirven a la pública enseñanza y difunden el mérito de me en las selecciones realizadas por Schiaffino en sus viajes de compras a Euro-
los autores cuyas obras exhiben”.38 Paralelamente, varias acuarelas de Augusto pa en 1905 y 1906, ya que fue en dichas ocasiones cuando pudo explayarse a
Ballerini son compradas en valores similares.39 Al año siguiente, el Museo ad- sus anchas para corporizar –mediante sus compras– su clara concepción de
quiere Sin pan y sin trabajo de De la Cárcova, cuadro emblemático de su pro- “arte moderno” que debía ser exhibido en un museo. Estos dos viajes ofrecie-
ducción que había sido exhibido y elogiado en el marco de la segunda Exposi- ron una situación de gran libertad para el primer director, ya que a partir de
ción del Ateneo. El precio también es sumamente bajo para los estándares del octubre de 1907 debió responder ante la CNBA, estando por tanto mucho
momento: $1.000, una cantidad notablemente menor que la que el mismo más limitado en sus decisiones.
Museo abonaba contemporáneamente por las obras francesas e italianas prove- En 1905, con motivo de su viaje a Estados Unidos como comisario del
nientes de la colección Del Valle. Por ejemplo, Pasiphae de Roll se había paga- envío argentino a la Exposición de Saint-Louis, Schiaffino había pasado por
do $8.450, $7.800 Costumbres venecianas de Favretto y $6.500 Les retameurs Europa retornando a Buenos Aires con cuarenta pinturas, dibujos y grabados y
de Meissonier.40 También perteneciente a la colección Del Valle, el óleo de un panel de madera tallada. Entre las obras antiguas la prensa destacaba las
Ballerini El coro de la Iglesia del Frari fue abonado en $500 en la segunda realizadas por flamencos y holandeses: Retrato de hombre de Van Oost, Santa
compra concretada en 1901. Catalina a los pies de la virgen de Van Thulden y Bebedor de Adriaen Brauwer.
En relación con las esculturas, la mayoría de las obras de Arturo Dresco También se celebraban varias pinturas firmadas por nombres franceses con-
había sido donada, con la excepción del mármol La pena adquirido en $1.500.41 temporáneos: Nonchalance de Raphael Collin, los bocetos de los paneles del
De las obras de Correa Morales en poder de la institución el bajorrelieve en Pabellón Argentino regalados por su autor Albert Besnard y por último el re-
bronce Olegario Andrade había sido donado por el Ateneo y la escultura Abel trato de Juan Manuel de Rosas obra de Monvoisin redescubierta por el director
adquirida al artista en $800. También en precios bajos habían sido compradas en Boulougne-Sur-Seine.
las esculturas de Caferatta, pagándose en 1905 por un grupo de once obras la En mayo del año siguiente, Schiaffino se embarca a Europa con el objeto
suma de $15.000.42 de adquirir calcos y pinturas por el valor de 250.000 francos, concretando la
Varios artistas del grupo Nexus figuraban también entre las colecciones compra más importante de todas las efectuadas en los quince años de su direc-
del nuevo Museo: Pío Collivadino con La hora del almuerzo y el dibujo Cabeza ción: un total de ciento cincuenta y seis pinturas y esculturas y doscientos
de muchacha, Carlos Ripamonte con Cabeza de muchacha y Cesáreo Bernaldo calcos escultóricos.
de Quirós con Anciano leyendo, Ángelus y Pax. No obstante, esta presencia En sus comentarios sobre los métodos utilizados a la hora de concretar sus
parecía obedecer más a una situación de compromiso –en tanto el museo debía adquisiciones Schiaffino se considera a sí mismo como un coleccionista “de
ser representativo de la producción nacional contemporánea– que a una vo- raza”, que no busca el deleite personal sino el enriquecimiento del museo pú-
luntad expresa del director por poseer ejemplares de estos artistas. La obra de blico, que en última instancia es su propia obra. Preanuncia además su próxi-
Ripamonte surgía como una compra “inevitable” ya que había sido premiada mo destino, las “limitaciones” que se le impondrán a partir de la reorganiza-
en la exposición de artistas argentinos de 1898. Con respecto a Quirós, las ción de la CNBA:
reticencias de Schiaffino eran aún más explícitas, encargándose de aclarar que
sus obras habían sido adquiridas “por el Ministerio de Instrucción Pública en El coleccionista no puede, sino por casualidad, estar en contacto con
1906 (en ausencia del Director del Museo)”.43 Este recorte agrega otra variable el primer propietario del objeto de arte, pero conoce en la ciudad ó
260 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 261
en el país los paraderos de los anticuarios, y frecuenta sus cavernas, ción sobre papel. La colección también levantó reparos en torno a su autentici-
donde el vaivén de la vida deposita las resacas removidas por el flujo dad principalmente por el escaso valor en que había sido pagado un conjunto
y reflujo de la existencia diaria. [...] Se interesa por diez cosas á la vez; de esas características.47
pero, emocionado y sereno, provoca agitaciones en el vendedor y cie- Con relación a los artistas del presente, dos importantes esculturas de es-
rra trato bruscamente por uno ó dos objetos, las piezas capitales, an- pañoles –Sagunto de Agustín Querol y una copia de Los primeros fríos de Mi-
tes de que el anticuario haya vuelto de su sorpresa. Volveré por lo guel Blay– fueron encargadas en el marco de este viaje, explícitamente por
demás, suele decirle al retirarse con su presa. [...] recomendación del intendente municipal que había sugerido la conveniencia
Raros son los directores de museo que puedan proceder como los de comprar obras españolas y belgas para contrarrestar la abundancia de escul-
coleccionistas verdaderos: ir a las fuentes y descubrir personalmente las turas francesas en la ciudad.
obras de arte que yacen en los limbos ó que aparecen todos los días en Sin embargo, era el corpus de arte francés contemporáneo el que una vez
las exposiciones públicas; no ya seguramente porque carezcan de com- más primaba en las compras de Schiaffino, quien a la hora de procurarse las
petencia, sino porque están supeditados á comisiones consultivas, que obras se había dirigido tanto a los talleres de los artistas como a las más reputa-
paralizan su iniciativa a favor del museo que dirigen.44 das casas de venta de París –Georges Petit, Durand Ruel, Rosenberg y Bernheim
Jeune–. La mayoría de los cuadros poseía como carta de presentación el haber
El entusiasmo de Schiaffino frente a lo conseguido en el viejo mundo lo lleva a figurado en el último Salón de mayo y sobresalían en el conjunto los nombres de
afirmar la preeminencia del museo argentino, no sólo sobre los latinoamerica- Boudin, Renoir, Cottet, Ribot, Raffaëlli, Blanche, Carrière, Forain, Le Sidaner,
nos, sino sobre muchísimos europeos, estableciendo la paridad con los norte- Henner, Ménard y Fantin-Latour.
americanos que eran sus modelos por antonomasia.45 Para reforzar el valor de sus A la vuelta de su viaje, desde las páginas de La Nación Schiaffino publica-
adquisiciones, Schiaffino cita los cumplidos que éstas suscitaron ante Mr. Bénédite, ba un artículo que, sin hacerlo explícito, apuntaba a justificar las transacciones
Conservador del Museo de Luxemburgo. A estas referencias se agregan las reac- realizadas en su periplo europeo.48 Frente a un agónico arte académico, que
ciones de miembros de otras instituciones prestigiosas –como Thiebault-Sisson, hallaba sus representantes más conocidos en Bouguereau y Meissonier, retomaba
crítico de arte del diario Le Temps y encargado de prologar los catálogos anuales el mito del artista marginado para celebrar la producción de los “grandes inde-
del Salón de París, o Armand Dayot, inspector general de Bellas Artes y director pendientes” como Delacroix, Manet, Millet, Puvis de Chavannes, Degas, cu-
de la revista L’art et les Artistes– admirados ante las acertadas y económicas elec- yas vidas consideraba un “vía crucis” comparadas con las “existencias triunfa-
ciones del director sudamericano. Schiaffino necesita legitimar su criterio estéti- les” de los académicos. De acuerdo a su razonamiento, el derrotero de la “hora
co para frenar la avanzada de visiones adversas, como la del diario La Razón, que presente” era más que auspicioso gracias a la acción benéfica del impresionis-
ya a fines de 1906 ponían en cuestión la autenticidad de las obras seleccionadas, mo que había llegado para arrasar con escuelas y tradiciones. La riqueza del
en una campaña que culminó con su exoneración en el cargo en septiembre de nuevo siglo radicaba en la feliz convivencia de los más opuestos temperamen-
1910.46 tos. Las compras europeas le servían como rotundos ejemplos, no sólo de la
Son varias las compras importantes concretadas por Schiaffino en su se- amplitud de las tendencias estéticas contemporáneas, sino de la liberalidad de
gundo viaje. El propio director se jactaba de haber concretado adquisiciones su adquisidor.
de arte antiguo, necesarias en un museo que abundaba en lo moderno. Entre Schiaffino habla con igual apasionamiento del arte de Manet o Whistler,
las principales obras atribuidas a maestros del pasado figuraban Cristo de el que del de Besnard o Carrière. Quizás aquí radique una de las claves para com-
Greco, Magdalena de Murillo, Filósofo de Ribera, Adoración de los pastores de prender la modernidad perseguida en sus compras de 1906. Las obras elegidas
Tiziano, Retrato de Señora de Goya y Cristo de Pacheco. A esta serie se sumaba representan para él ejemplos paradigmáticos de las nuevas escuelas artísticas.
la colección de seiscientos dibujos de John Bayley, conjunto que arribó a Bue- Frente a la recalcitrante pintura académica, estos artistas, sin ser imitadores
nos Aires en 1907, permitiendo al museo argentino poseer una amplia represen- pero sí seguidores del camino abierto por los impresionistas y naturalistas, re-
tación de artistas del Renacimiento en adelante, al menos a partir de su produc- presentan una posibilidad de llevar la pintura moderna al MNBA.
262 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 263
Schiaffino es claro en su proyecto: lo que más debía interesar a la Argenti- pero en la que resuenan muy fuertemente los ecos de aquel simbolismo que lo
na como pueblo joven y nuevo “no son precisamente las más lejanas obras de cautivaba desde su juventud.53
arte divorciadas ya de nuestro ambiente, que es menester ser erudito para sabo- En los años que siguen, ya no podrá Schiaffino explayarse a sus anchas a la
rearlas plenamente; sino la evolución moderna, posterior al Renacimiento”. hora de concretar sus adquisiciones, debiendo respetar la jerarquía de la CNBA.
Las obras del tiempo presente, al igual que las antiguas “llegarán á ser clásicas No obstante, si bien son recurrentes sus quejas sobre las pocas incorporaciones
cuando les llegue la hora”.49 efectuadas durante los últimos años de la década, las nuevas selecciones no
La confrontación de los valores pagados por el director en París con los variaron mucho de aquellas realizadas individualmente por Schiaffino, persis-
aparecidos en catálogos de otras ventas realizadas contemporáneamente per- tiendo el arte moderno francés como el gran favorito.
mite afirmar que Schiaffino practicó una política de adquisiciones en la que De este modo, las compras del primer director del Museo y las de los
hizo jugar fuertemente sus predilecciones personales y no optó simplemente principales coleccionistas de la ciudad parecían regirse por criterios semejan-
por obras “de ocasión”.50 tes. El arte contemporáneo –con sus distintas acepciones– fue la vertiente pre-
Entre los cuadros más caros adquiridos por el director se encontraban ferida por uno y otros conjuntos.
Retrato de Mlle. J. L. B. de Charles Cottet y Madre e hijo de Renoir ambos en Las opciones estéticas de los compradores privados y del museo en tanto
8.000 francos, Mujer mirando de Eugène Carrière en 7.000, Junto al fuego de coleccionista, junto a los distintos mecanismos utilizados por diarios y revistas
Albert Besnard en 6.000, Flores de Fantin-Latour en 5.000, y Soledad de Emile para promocionarlas, daban cuenta de una multiplicidad de intereses imbricados
René Ménard en 4.000. Todas estas cifras quedaban ampliamente superadas en la adquisición de obras de arte: intereses económicos y de legitimidad entre
por los 13.000 francos que Schiaffino pagó, durante el mismo viaje, por el el grupo de pares, filantrópicos y de reconocimiento social que se jugaban en la
mármol original adquirido directamente a Auguste Rodin: La tierra y la luna. cesión pública de la colección. En estas compras influían también las disputas
Evidentemente, el argentino no hubiera podido pagar los 92.000 fran- de poder dentro del propio campo artístico al privilegiar a unos artistas por
cos alcanzados por una pintura de Corot vendida por la Galería Georges sobre los otros –como Schiaffino– o al sostener una colección desde una lectu-
Petit en 1906.51 Quizás tampoco hubiese abonado los 13.000 francos solici- ra institucional, en el caso de Chiappori.
tados por un paisaje de Courbet en esa misma venta. Sin embargo, los pre- El MNBA era una arena privilegiada para los conflictos en tanto era cen-
cios de la pintura impresionista son similares o incluso inferiores a los paga- tral, en términos de legitimidad, figurar en su patrimonio ya fuese como artista
dos por Schiaffino en sus compras parisinas. Por ejemplo, gran parte de las o como coleccionista. La lucha se dirimía principalmente en un nivel simbólico
telas de Pissarro y Sisley rondaban los 2.000 y 3.000 francos, mientras algu- ya que, como se ha observado, durante la primera década del siglo la afluencia
nas pinturas de Monet eran adjudicadas en 8.000 francos y otras no superan de público a la institución fue escasa. En esta línea, el registro del coleccionis-
los 5.000, valores que costaron a Schiaffino varios de los cuadros antes men- mo en la prensa contemporánea, y principalmente en los diarios de gran tira-
cionados.52 Los óleos de Daumier y Daubigny eran otras de las opciones a las da, contribuyó a su circulación y proyección social en un nivel más amplio. Las
que el museo argentino hubiera podido acceder, si solamente de precios se reseñas periodísticas fueron un dominio no específicamente artístico que, bus-
hubiera tratado. cando diferenciar a los coleccionistas de los simples consumidores y de los
Esta información empieza a desdibujar la imagen de un funcionario escu- ignorantes rastacueros, no pudo dejar de referirse a la ampliación del consumo
driñando los bajos fondos de talleres y casas de remate en pos de la procuración del arte a la hora de hablar de coleccionar.
de piezas. Schiaffino paga bien por la pintura francesa contemporánea atenién-
dose a los precios fijados por los remates parisinos. La escasez de la pintura
realista e impresionista se debió a una elección personal del director quien, Notas
desde su primer viaje europeo, se sintió fuertemente atraído por las produccio-
1 Sobre la exposición Hume, cf. Eduardo Schiaffino, La pintura y la escultura..., op. cit.,
nes francesas contemporáneas. La pintura académica que lo había subyugado
hacia 1884 deja el lugar a una producción moderna deudora del impresionismo, pp. 324-346 y Francisco Palomar, Primeros salones de arte..., op. cit., pp. 91-95.
264 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 265
2 Cf. “La exposición de Bellas Artes”, El Diario, 24 de junio de 1887, y Manuscrito de 22 Emilio Dupuy de Lôme, “La galería de cuadros de Don Lorenzo Pellerano”, Plus Ultra,
Eduardo Schiaffino, “Exposición Hume-28 Octubre 1893”, AS-MNBA en el que se incluyen a. 2, n.º 9, enero de 1917, [s. p.].
los nombres de 26 de los coleccionistas que cedieron sus obras. 23 Carlos Madariaga ejerció la medicina por poco tiempo, dedicándose con énfasis a las
3 Eduardo Schiaffino, “En el Palacio Hume. La exposición artística de caridad”, La Na- labores filantrópicas. Además de la donación mencionada, Madariaga fue mecenas de escritores,
ción, 6, 9 y 13 de noviembre de 1893. fundador del pueblo de General Madariaga –al que dotó de una escuela, iglesia, hospital y
4 “Gran exposición”, La Tribuna, 28 de octubre de 1893. parque– y contribuyó también a la construcción de una maternidad para mujeres policías y
5 “En la galería Pellerano. Fiesta de la Cruz Roja Británica”, La Nación, 14 de mayo de 1918. bomberos en la Ciudad de Buenos Aires.
6 Carlos Altamirano y Beatriz Sarlo, “La Argentina del Centenario: campo intelectual, 24 Véase a este respecto: Cecilia Lebrero, “Pallas (1912-1913): una revista de artes plásti-
vida literaria y temas ideológicos”, en: Ensayos argentinos. De Sarmiento a la vanguardia, Buenos cas”, en: María Inés Saavedra y Patricia M. Artundo (dir.), Leer las artes, op. cit., pp. 59-81.
Aires, Ariel, 1997, pp. 161-199 25 Diana Wechsler, Papeles en conflicto, op. cit., p. 98.
7 Para la conformación de una crítica artística en las últimas décadas del siglo XIX, cf. 26 Héctor Rene Lafleur, Sergio Di Provenzano, Fernando Alonso, Las revistas literarias
Laura Malosetti Costa, Los primeros modernos, op. cit., capítulos V y IX; para su consolidación argentinas 1893-1967, Buenos Aires, CEAL, 1962, p. 42.
en la década de 1920: Diana B. Wechsler, Papeles en conflicto. Arte y crítica entre la vanguardia y 27 Mientras Gálvez criticaba duramente el segundo Salón Nacional por su falta de
la tradición. Buenos Aires (1920-30), Buenos Aires, Instituto de Teoría e Historia del Arte “Julio profesionalismo y la ausencia de artistas consagrados, Chiappori le contestaba comparando el
E. Payró”, FFyL, UBA, Serie monográfica n.º 7, 2004. devenir del Salón argentino con su paralelo parisino y aseguraba la participación de los consa-
8 Cf. María Isabel Baldasarre, “El Arte en el Plata o el fugaz proyecto de una revista de artes grados en el próximo certamen. Véase Diana Wechsler, “Salones y contra-salones”, en: Marta
plásticas en la Buenos Aires de 1878”, en: María Inés Saavedra y Patricia M. Artundo (dir.), Leer las Penhos y Diana Wechsler (coord.), Tras los pasos de la norma, op. cit., pp. 45-46.
artes. Las artes plásticas en ocho revistas culturales argentinas (1878-1951), Buenos Aires, Instituto de 28 Manuel Gálvez, “La donación Madariaga-Anchorena”, Nosotros, a. VII, n.º 48, abril de
Teoría e Historia del Arte “Julio E. Payró”, FFyL, UBA, Serie monográfica n.º 6, 2002. pp. 25-38. 1913, pp. 202-206 y Atilio Chiappori, “Donación Madariaga-Anchorena”, Pallas, n.º 6, 1913,
9 Sansón Carrasco [Daniel Muñoz], “Del Valle at home”, El Nacional, Buenos Aires, 10 de pp. 130-138.
enero de 1887. 29 Cf. Marta Ward, “From art criticism to art news: journalistic reviewing in late nineteenth-
10 La obra en cuestión es Mater dolorosa, óleo sobre tela, 92 x 66cm, n.º inv. 2382, hoy century Paris”, en: Michael Orwicz (ed.), Art criticism…, op. cit., pp. 162-181.
atribuida a Pedro Nuñez de Villavicencio, MNBA. 30 Reproducido en Catálogo de las obras expuestas en el Museo Nacional de Bellas Artes,
11 Julio Piquet, “El ‘Don Quijote’ de Manzano. Una joya de la galería Del Valle”, El Nacio- Buenos Aires, 1896, pp. 5-7.
nal, 27 de febrero de 1888. 31 Miguel Cané, “Mirando cuadros”, (mayo de 1896), en: Notas e impresiones, Buenos
12 Hipólito Taine, Del ideal en el arte, (1867), Buenos Aires, Tor, 1930, p. 51. Aires, Arnoldo Moen, 1901, pp. 35-43.
13 Eduardo Schiaffino, “Del Valle Coleccionista…”, op. cit. 32 Cf. Carta de Schiaffino al Ministro de Instrucción Pública Dr. Federico Pinedo, fechada
14 Emilio Vera y González, “El Museo del Sr. Piñero. Una visita a la España artística”, El “Buenos Aires Junio 25 de 1907”, AS-MNBA.
Correo Español, 3 de febrero y 14 de marzo de 1897. 33 Carta de Schiaffino a Aristóbulo del Valle, fechada “Buenos Aires, Octubre 25 de 1895”,
15 En 1906 la suscripción mensual de un diario de gran tirada y de La Ilustración Sud-America- AS-MNBA. Publicada en La Nación, 27 de octubre de 1895.
na costaban lo mismo [aproximadamente $2 moneda nacional], pero la suscripción a los matutinos 34 Cf. informe de Eduardo Schiaffino al Ministro de Instrucción Pública Dr. Osvaldo
o vespertinos de aparición diaria (por ejemplo La Nación o El Diario) correspondía a 30 ejemplares Magnasco. En 1897, la proporción fue de 14 visitantes por día. AS-AGN.
por mes, mientras que La Ilustración Sud-Americana editaba sólo dos números mensuales. 35 Cf. “Memoria del ministro de J. I. Pública. El capítulo de Bellas Artes”, La Nación, 18
16 Cf. Adolfo Prieto, El discurso criollista..., op. cit., p. 41. de noviembre de 1912.
17 R. J. C. [Rafael J. Contell], “La Galería Guerrico”, LISA, a. 4, n.º 90, 16 de septiembre 36 Julia Tejedor debió esperar más de dos años para, reclamos mediante, recibir el pago
de 1896, pp. 391-394. total de la compra gestionada en enero de 1901. Por su parte, en 1908 el Museo aún no había
18 Sabal, “Galerías particulares argentinas. La galería del Dr. José R. Semprún”, LISA, a. saldado la compra del cuadro de Eugène Boudin Le rivage de Portrieux comprado a crédito en
14, n.º 313, 15 de enero de 1906 y n.º 314, 30 de enero de 1906. 1906 en la suma de fr. 2.800 a la Galería L & P Rosenberg de París y en 1910 todavía se
19 Sabal, “Galerías particulares argentinas. La galería artística del Señor Pilades Soldaini”, adeudaba parte del importe de los cuadros comprados en el taller de Raffaëlli varios años
LISA, a. 14, n.º 317, 15 de marzo de 1906, pp. 68-69 y n.º 318, 30 de marzo de 1906, pp. 84-85. antes.
20 Algunos de los artistas incluidos en la colección eran: César Vianello, Eugenio Gignous, 37 Cf. carta de Eduardo Schiaffino al Sr. Ministro de Instrucción Pública Dr. Juan R.
Sartorelli, Delleani y Ferruccio Scattola entre los italianos y Manuel Benedito Vives, Marcelino Fernández, fechada “Bs. Ayres octubre 16/902”, AS-AGN.
Unceta, Ulpiano Checa y López Cabrera entre los españoles. Sobresalía entre ellos el nombre de 38 Véase carta de Eduardo Sívori al Director del MNBA, fechada “Abril 25/99”, AS-MNBA.
Joaquín Sorolla representado con su obra La vuelta de la pesca. 39 En 1899 el MNBA adquiere: Cerro de la Piedra Movediza en $150; Panorama de las
21 Cf. Diana Wechsler, en: “Revista Plus Ultra: Un catálogo del gusto artístico de los años Sierras de Tandil en $150, Cerro de la Piedra Movediza-efecto gris en $100 y el óleo La Cascada del
veinte en Buenos Aires”, art. cit. Iguazú en $200.
266 MARÍA ISABEL BALDASARRE
40 Cf. “Tasación Colección Del Valle”, presentada al Ministerio de Justicia, Culto e Instrucción
Pública, Julio 20 de 1897, realizada por Schiaffino, De la Cárcova, Della Valle y Ballerini. AS-AGN.
41 Las otras obras eran: Bacante (yeso) donación del Ateneo, Boceto del mausoleo del General
Manuel Belgrano (yeso) donación de la Comisión del Mausoleo y Estudio –ninfa de Diana–
(yeso) donación del autor en 1900.
42 Las obras eran: Mariano Moreno (yeso), Meditación (yeso), El dolor (yeso), Soldado ar-
gentino (mármol), General Lavalle (bronce), Mulata (busto de yeso), Mulato (busto de yeso),
Cabeza de esclavo (yeso), La República (busto en mármol), Jura de la Independencia (boceto de
Consideraciones finales
yeso) y Conducción de los restos del General Lavalle (boceto de yeso).
43 Cf. Eduardo Schiaffino, 1897 M.N.B.A. 2do Catálogo. Notas y apuntes personales. AS-
MNBA.
44 Citado por Enrique Gómez Carrillo, “Progresos artísticos de Buenos Aires”, El Nuevo
De tres años a esta parte Buenos Aires se ha convertido en un mercado de arte;
Mercurio, París, n.º 2, febrero de 1907, pp. 156-158, [Recorte, AS-MNBA]. y la expresión no es demasiado vulgar, porque como en todos los mercados el
45 Carta de Schiaffino al Exmo. Señor Ministro de Instrucción Pública, fechada “Florence
olor de las legumbres neutraliza el perfume de las flores y el de las vistosas
le 18 Stmbre 1906”, AS-MNBA. frutas. Las exposiciones se suceden y ya no se parecen como en un principio.
46 “Adquisiciones pictóricas. Autenticidad de las obras”, La Razón, 29 de diciembre de
Los muros antes vacíos de los interiores se pueblan de cuadros poco á
1906. Para la respuesta de Schiaffino, cf. “Las adquisiciones artísticas. Presentación de cuentas”,
La Tribuna, 9 de febrero de 1907, [Recortes, AS-MNBA]. poco. Ya la desconfianza de la primera hora, que daba preferencia al bronce,
47 Cf. Ángel Miguel Navarro. “Los dibujos antiguos en el Museo Nacional de Bellas Ar- acaso por el valor intrínseco del metal, acoge las pinturas como si fueran
tes”, en: Dibujos italianos (siglos XVI al XVIII) en el Museo Nacional de Bellas Artes, Buenos Aires, cheques al portador, bajo la garantía de ciertas firmas. Nuevos coleccionistas
Instituto de Teoría e Historia del Arte “Julio E. Payró”, FFyL, UBA, Serie Monográfica n.º 2, asoman y el monto de las ventas sube en los meses de invierno á medio
1997, pp. 21-35. millón de francos.
48 Eduardo Schiaffino, “La orientación del arte”, La Nación, 28 de diciembre de 1906,
En la calle Florida las salas de exposición se multiplican, pero no dan
[Recorte, AS-MNBA]. abasto: todas están tomadas con notable anticipación. A la venta de pintura
49 “Por la cultura artística. Carta del maestro Schiaffino. En apoyo de nuestra iniciativa. El
española, que abrió la marcha, hoy se agregan la italiana y la francesa.
Museo Nacional de Bellas Artes”, Diario del Comercio, 27 de octubre 1908, [Recorte, AS-MNBA].
50 Véase: Catálogo Museo Nacional de Bellas Artes. VI Ensanche. Adquisiciones de 1906 El género anecdótico sigue interesando al profano sobre las sensaciones
efectuadas en Europa por la Dirección. Obras Expuestas al público en junio de 1908, AS-AGN. de la vida; y el disfraz de personajes, con trajes abolidos por el tiempo, mu-
En los márgenes de este ejemplar, aparece manuscrito el precio de muchas de las obras adquiri- cho más que la natural y verídica existencia nuestra. [...]
das. El pueblo prefiere instintivamente la pintura contemporánea porque algo
51 Véase: Catalogue de Tableaux Modernes, Collection de feu de M. F. Stumpf, Galerie Georges reconoce á lo que está vinculado: el arte del pasado es para él lengua muerta.
Petit, Mai 1906, [ejemplar en poder de la Biblioteca MNBA]. Eduardo Schiaffino, “El crepúsculo de los ídolos”,
52 Cf. Collection de M. Ch. Viguier Tableaux Modernes, Aquarelles, Pastels, Dessins, Mars
La Nación, 20 de mayo de 1909.
1906, [ejemplar en poder de la Biblioteca MNBA].
53 Cf. Ana María Telesca y José Emilio Burucúa, “Schiaffino, corresponsal de El Dia-
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296 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 297
Brissot de Warville, Félix, 61, 133, 142, Cobo, César, 33, 142. Delacroix, Eugène, 261. Forain, Jean Louis, 261.
173. Collin, Raphael, 169, 170, 173, 259. Della Valle, Ángel, 40, 60, 63, 257, 266. Fortuny y Marsal, Mariano, 30, 47, 55,
Bronzino, Agnolo, 39, 55. Constant, Benjamin, 64, 136, 177, 251, Delleani, Lorenzo, 202, 203, 264. 63, 101, 105, 109, 114, 137, 152,
252. Delpech, J., 44, 45. 153, 161, 177, 179, 212, 216, 226,
Cabanel, Alexandre, 136. Contell, Rafael J., 245, 246, 248, 264. Demarchi, Arturo, 37, 60. 246.
Caferatta, Francisco, 257, 258. Cormon, Fernand, 45, 61, 62. Demaría, Bernabé, 123, 126, 127, 128, Fragonard, Jean Honoré, 63, 105, 136.
Cahine, Edgar, 199. Corot, Jean Baptiste, 30, 32, 33, 34, 55, 141. Fremiet, Emmanuel, 158, 160.
Calmettes, Pierre, 196, 230. 105, 109, 116, 137, 157, 158, 173, Denis, Maurice, 223. Fumière, Théo, 189, 196, 221, 229.
Cané, Miguel (h), 75, 92, 93, 102, 103, 236, 262. Desbois, Jules, 223. Furt, Emilio, 227, 296.
104, 112, 120, 121, 122, 123, 142, Correa Morales, Lucio, 205, 257, 258. Deschamps, Louis, 158. Fusoni, Fernando, 36, 230.
161, 166, 167, 170, 172, 184, 208, Correggio [Antonio Allegri], 101, 135, Detaille, Edouard, 45, 109, 176, 197.
218, 232, 255, 265, 273, 277, 278, 161. Devoto, Antonio, 228, 231, 234. Gallardo, José León, 237, 254.
292. Cortese, Edoardo, 42. Díaz de la Peña, Narcisse Virgile, 55, 105, Galofre, Baldomero, 47, 48, 157, 185,
Cano, Alonso, 53, 54, 164. Costa, Francisco, 34, 35, 37, 57, 60, 63, 109, 157, 160. 216, 244.
Canter, Juan, 200, 204, 210, 247. 177, 189, 191, 196, 204, 209, 229, Dinet, Etienne, 225. Gálvez, Manuel, 103, 104, 120, 121, 190,
Cantilo, José María, 73, 74, 76, 77, 80, 259, 277. Domingo, Francisco, 30, 48, 49, 54, 173, 218, 226, 250, 251, 252, 265, 278,
81, 92, 93, 278. Cottet, Charles, 216, 225, 261, 262. 177, 210, 212, 216. 284, 291, 292.
Caprile, Vicenzo, 42. Courbet, Gustave, 55, 137, 157, 158, 169, Doré, Gustave, 151, 158, 210. García Merou, Martín, 94, 103, 120.
Caraffa, Emilio, 257, 272, 284. 179, 182, 236, 246, 251, 252, 262, Dormal, Jules, 150. García Ramos, José, 48, 54, 210.
Caravaggio [Michelangelo Merisi da Ca- 284, 285. Dorrego de Ortiz Basualdo, Magdalena, García Rodríguez, Manuel, 48.
ravaggio], 128. 142, 227. Gerôme, Jean-Léon, 45, 116, 177.
Carballido, Juan, 176, 185. Darío, Rubén, 76, 77, 85, 92, 93, 94, 107, Dousset, Henri, 193, 208. Gervex, Henri, 63, 136, 146, 173, 197.
Caro-Delvaille, Henry, 225, 228, 251. 121, 142, 178, 278, 287, 290, 294. Dresco, Arturo, 257, 258. Gignous, Eugenio, 198, 264.
Carolus-Duran, 216. Daubigny, Charles François, 55, 105, 116, Dubuffe, Guillaume, 63, 136, 192, 195, Giordano, Luca, 54.
Carraci, Annibale, 38, 39. 137, 157, 158, 262. 205, 230. Giorgione [Giorgio da Castelfranco], 128.
Carrasco, Sansón [Daniel Muñoz], 161, Daumier, Honoré, 262. Duez, Ernest-Ange, 61, 146, 173, 197. Gismondi, Evaristo, 204, 232.
240, 241, 242, 264. De la Cárcova, Ernesto, 63, 175, 176, 185, Dufau, Clémentine, 225, 230. Giudici, Reinaldo, 60, 155, 183, 236,
Carrier-Belleuse, Ernest, 158. 195, 257, 258, 266, 285. Dupré, Jules, 101, 105, 116, 179. 240.
Carrière, Eugène, 177, 197, 261, 262. De Martino, Edoardo, 60, 159, 182, 210. Dupuy de Lôme, Emilio, 97, 248, 265. Godoi, Juan Silvano, 61, 163, 164, 172,
Casado del Alisal, José, 55, 63. De Servi, Luigi, 42, 60, 178, 192, 287. Dusart, Cornelis, 128. 184.
Casanova y Estorach, Antonio, 218. Decamps, Alexandre Gabriel, 116. Goncourt, Edmond de, 79, 105, 106,
Casares, Vicente, 167, 236, 255. Degas, Edgar, 109, 159, 173, 218, 261. Fabrés, Antonio, 29, 244. 107, 135, 278.
Casas, Ramón, 221, 230. Del Campo, Cupertino, 203, 216, 232, Fader, Fernando, 192, 204, 230, 290. González Garaño, Alfredo, 227.
Cassiers, Henry, 199, 200, 203, 277. 255. Falguière, Jean Alexandre, 158, 173, 225. González Garaño, Celina, 227.
Chabas, Paul, 197, 223. Del Solar, Alberto, 76, 83, 85, 94, 279. Fantin-Latour, Ignace, 30, 157, 197, 251, González, Joaquín V., 43, 220.
Chaplin, Charles, 30, 101, 146, 157, 158, Del Valle, Aristóbulo, 17, 18, 52, 54, 59, 261, 262. Goya y Lucientes, Francisco, 54, 63, 212,
159, 160, 161, 179, 197. 61, 63, 136, 143, 151, 161, 162, 163, Fattori, Giovanni, 127. 221, 226, 243, 246, 260, 281, 284,
Charton, Ernest, 156. 164, 165, 166, 167, 168, 169, 170, Favretto, Giacomo, 30, 163, 164, 165, 288, 290.
Checa, Ulpiano, 157, 177, 264. 171, 172, 173, 177, 180, 181, 183, 167, 171, 198, 236, 237, 240, 258. Gozalbo, Augusto, 220, 223, 234.
Chiappori, Atilio, 250, 251, 252, 255, 184, 185, 236, 237, 240, 241, 242, Ferrier, Gabriel, 155. Granié, Joseph, 194.
263, 265, 278. 243, 244, 245, 254, 255, 256, 257, Flameng, François, 216. Greco, el, 221, 260, 281.
Ciardi, Beppe, 198, 224, 231. 258, 264, 265, 266, 270, 277, 290. Flandrin, Jules, 223. Greuze, Jean-Baptiste, 53, 54.
298 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 299
Guerrico, José Prudencio de, 17, 59, 69, Lassalle, Louis, 127. Ménard, Emile René, 196, 199, 201, 261, Olivera, Carlos, 115.
101, 136, 141, 147, 148, 149, 150, Latouche, Gaston, 199, 223, 251. 262. Olivier de Penne, Charles, 54, 172.
151, 154, 155, 157, 158, 159, 160, Laurens, Jean Paul, 52, 223. Méndez de Andes, 53, 63. Orte, Carlos, 29, 60, 70, 71, 91, 92.
171, 172, 179, 182, 183, 236, 237, Le Sidaner, Henri, 196, 197, 223, 227, Méndez, Ramón, 200. Oudry, Jean-Baptiste, 101, 179.
245, 246, 254, 270. 234, 261. Mendilaharzu, Graciano, 51, 257.
Guerrico, Manuel José de, 17, 101, 123, Lefebvre, Jules, 152, 155, 158, 223, 246. Merritt Chase, William, 228. Paris, Alfred, 38, 60, 183, 237, 257.
126, 147, 148, 149, 151, 155, 156, Leloir, Federico, 175, 204, 236, 237. Meynier, François Joseph, 172. Pellegrini, Carlos, 217, 236.
160, 182, 270. Leonardo da Vinci, 107, 121. Michetti, Francesco Paolo, 30, 178, 199, Pellegrini, Carlos Enrique [Charles-
Guillaume, Eugène, 176. Lhermitte, Léon Augustin, 33, 137, 157, 202, 224, 231, 237, 286. Henri], 74, 156, 182, 218.
Güiraldes de Guerrico, María, 152, 153, 158, 159, 197. Miguel Ángel Buonarroti, 82, 111, 164. Pellerano, Lorenzo, 6, 17, 97, 187, 199,
184, 227. Llaneces, José, 192. Miguel Nieto, Anselmo, 226. 200, 201, 202, 204, 210, 221, 227,
Güiraldes, Manuel, 160, 172, 184, 227, Longoni, Emilio, 203. Miller, Richard, 199, 200. 231, 237, 247, 248, 249, 264, 265,
236, 254. López, Cándido, 40, 60, 287. Millet, Jean François, 105, 116, 121, 179, 269, 276.
Guirand de Scévola, Victor, 192, 225. López, Lucio Vicente, 76, 77, 78, 79, 80, 215, 261. Pereyra, Leonardo, 124, 236.
81, 84, 88, 92, 93, 278, Miti-Zanetti, Giuseppe, 198, 203. Pérez de Villaamil, Genaro, 156.
Harpignies, Henri, 30, 216. Luminais, Evariste, 45, 171. Mitre, Bartolomé, 60, 131, 132, 142, 185, Phelps, Isaac Newton, 111.
Harrison, Alex, 173. 229, 296. Pinedo, Federico, 70, 265.
Henner, Jean-Jacques, 157, 167, 216, 261. Madariaga, Carlos, 17, 249, 265, 276. Molenaer, Jan Miense, 128. Pinelo Llul, José, 187, 202, 205, 207, 208,
Hernández, Daniel, 47, 176. Madrazo y Garreta, Raimundo de, 47, 80, Monet, Claude, 188, 196, 197, 223. 209, 210, 218, 232.
Hochard, Gaston, 223. 109, 157, 158, 177. Monsegur, Sylla, 63, 166, 171, 172, 185. Piñero, Parmenio T., 17, 59, 71, 72, 207,
Malharro, Martín, 63, 192, 195, 196, Montero, Belisario, 164, 165, 184, 278. 210, 211, 212, 213, 218, 232, 242,
Igarzabal, Rafael, 254. 205, 232, 257. Monticelli, Adolphe, 137. 243, 244, 245, 254, 255, 264.
Ingenieros, José, 103, 120, 121, 278, 291, Mancini, Antonio, 35, 200, 202, 224. Monvoisin, Raymond, 182, 259. Piquet, Julio, 241, 242, 264.
293. Manet, Edouard, 19, 158, 159, 169, 185, Morelli, Domenico, 199, 201, 210, 217, Pissarro, Camille, 196, 197, 262.
Innocenti, Camillo, 200. 218, 236, 261, 284. 224, 231. Plá, Cecilio, 216.
Isabey, Eugène, 157. Mansilla de García, Eduarda, 111, 112, Moreno Carbonero, José, 54, 163, 164, Plasencia, Casto, 163, 210, 213, 216, 244.
122, 278. 166, 167, 209, 222, 226. Podestá, Manuel, 85, 94, 279.
Jacque, Charles Émile, 30, 32, 157, 160, Mansilla, Lucio Vicente, 23, 24, 43, 57, Morisot, Berthe, 218. Pradilla, Francisco, 47, 62, 177, 207, 211,
216, 226. 61, 278. Moroni, Giovanni Battista, 133. 212, 216, 218, 244.
Jhonston, John Taylor, 117. Manzoni, Ignacio, 42, 54, 60, 131, 132, Murillo, Bartolomé Esteban, 39, 47, 53, Pueyrredón, Prilidiano Paz, 127, 156, 289.
Jiménez Aranda, José, 54, 187, 218. 133, 142, 156, 182. 54, 111, 163, 199, 221, 243, 260. Puvis de Chavannes, Pierre, 138, 166,
Jongkind, Johan Barthold, 196. Martel, Julián [José María Miró], 76, 85, 170, 261.
Joris, Pio, 228, 234. 87, 88, 89, 94, 95, 278. Neuville, Alphonse, 197, 202.
Juárez Celman, Miguel, 35, 44, 50, 136. Martí, José, 113, 114, 115, 122, 278, 286. Newton, Nicanor, 210. Querol, Agustín, 261.
Martin, Henri, 196, 197, 230. Nicolau Cotanda, Vicente, 49, 63. Quesada, Ernesto, 69, 91.
Laisney, Luis, 156. Martinto, Domingo D., 64, 254. Nonell, Isidro, 222. Quesada Vicente G. [Gálvez, Víctor], 24,
Lalique, René, 227. Maurel, Victor, 115, 116. Nono, Luigi, 217. 74, 91, 102, 103, 104, 120, 125,
Lamas, Andrés, 53, 54, 63, 123, 141, 172, Maza, Manuel Vicente, 148, 156. Núñez de Villavicencio, Pedro, 53, 163, 278, 279, 282.
185, 273. Meifrén, Eliseo, 191, 192, 229. 264. Quintana, Manuel, 236, 255.
Lancerotto, Egisto, 35, 163, 236. Meissonier, Ernest, 52, 105, 109, 114, Quirós, Cesáreo Bernaldo de, 225, 230,
Larravide, Manuel, 187, 189. 116, 121, 173, 197, 240, 258, 261, Ocantos, Carlos María, 85, 86, 88, 89, 234, 258, 288.
Larsen del Castaño, Gabriel, 53, 54, 55, 63. 287. 95, 279.
300 MARÍA ISABEL BALDASARRE LOS DUEÑOS DEL ARTE 301
Rafael, Sanzio, 31, 39, 47, 82, 133, 135, Sala Francés, Emilio, 160, 187. Sívori, Eduardo, 38, 60, 172, 195, 200, Van Leemputten, Franz, 133, 142.
164, 170, 199. San Martín, José de, 148, 150, 156. 201, 231, 257, 258, 265. Vanderbilt, William H., 113.
Raffaëlli, Jean François, 30, 32, 196, 197, Sánchez Barbudo, Salvador, 55, 63, 136, Soldaini, Pilades, 210, 247, 249, 264. Varela, Héctor, 134, 141, 142, 293.
256, 261, 265. 163, 164, 166, 173, 185, 210, 212. Solsona Jofre, Justo, 192, 193, 208, 230. Varela, Juan Cruz, 17, 53, 54, 63, 123,
Recondo, Francisco, 17, 199, 200, 227, Sánchez Coello, Alonso, 133, 186. Sommaruga, Angelo, 37, 60, 236. 124, 126, 134,135, 136, 137, 139,
231, 277. Santamarina, Antonio, 17, 59, 200, 207, Sorolla y Bastida, Joaquín, 11, 30, 33, 34, 140, 142, 143, 172, 185, 275, 276.
Redon, Odilon, 223. 217, 218, 227, 233, 276, 47, 55, 58, 59, 137, 157, 159, 177, Varela, Mariano, 127, 134.
Regoyos, Darío de, 218, 221, 226, 228, 286. Santamarina, Ramón (h), 17, 207, 217 183, 184, 188, 201, 207, 209, 211, Varela, Rufino, 17, 53, 55, 63, 69, 123,
Rembrandt van Rijn, 39, 64, 101, 105, Santamarina, Ramón (p), 217, 233, 291. 212, 213, 214, 215, 216, 217, 218, 124, 126, 134, 136, 137, 138, 140,
135, 138. Sarmiento, Domingo Faustino, 23, 57, 219, 222, 223, 226, 231, 232, 233, 143, 245, 276.
Reni, Guido, 35, 135. 79, 91, 102, 103, 104, 110, 120, 234, 247, 264, 273, 276, 278, 286, Veblen, Thorstein, 26, 57.
Renoir, Pierre Auguste, 196, 218, 223, 261, 121, 122, 147, 148, 151, 264, 279, 291, 292, 296. Velázquez, Diego de, 39, 47, 54, 101, 161,
262. 281, 283, 284, 286, 290, 294. Sosa, Juan Benito, 17, 69, 123, 124, 125, 215, 221, 236, 243.
Reynolds, Joshua, 105. Sartorelli, Francesco, 199, 200, 224, 231, 126, 127, 128, 129, 130, 131, 133, Vera y González, Emilio 71, 72, 242, 243,
Ribera, José de [Giuseppe de], 39, 53, 54, 264, 277. 135, 137, 139, 140, 141, 142, 148, 264.
107, 133, 221, 243, 260. Savelli, Carlos, 138, 143. 174, 175, 180, 270, 277. Verazzi, Baldasarre, 174, 182.
Ribot, Theódule, 133, 142, 157, 158, 261. Scatola, Ferruccio, 199. Spiridon, Joseph, 153, 159. Veronés [Paolo Caliari], 39, 128, (Veronese).
Richard, Hortense, 201. Schiaffino, Eduardo, 11, 18, 43, 54, 58, Stefani, Ferruccio, 197, 198, 199, 200, Vila y Prades, Julio, 192.
Ripamonte, Carlos, 148, 230, 258, 279. 61, 64, 68, 69, 70, 71, 80, 91, 92, 201, 202, 203, 205, 213, 219, 224, Villafañe, Segundo, 85, 89, 90, 95, 279.
Rodin, Auguste, 18, 61, 151, 158, 223, 225, 116, 117, 118, 119, 122, 127, 131, 230, 231, 232, 276, 277, 287. Villegas Cordero, José, 30, 47, 62, 137,
227, 262, 275, 286, 290. 136, 138, 141, 142, 143, 151, 152, Stevens, Frederic. W. , 111, 117. 157, 160, 163, 164, 167, 173, 207,
Rojas, Ricardo, 103, 104, 120, 121, 218, 153, 154, 162, 163, 164, 166, 167, Stewart, Alexander T. , 104, 114, 117. 210, 212, 244.
279, 284. 168, 169, 170, 171, 172, 173, 175, Vuillard, Paul, 223.
Roll, Alfred Philippe, 45, 61, 146, 167, 170, 176, 181, 183, 184, 185, 186, 190, Taine, Hippolyte, 162, 241, 264, 279.
171, 172, 173, 197, 223, 255, 258. 191, 192, 193, 194, 195, 196, 203, Tantardini, Antonio, 155, 158. Wernicke, Julia, 41, 63.
Romero de Torres, Julio, 221, 226, 229, 294. 205, 206, 213, 215, 216, 220, 222, Tejedor de Del Valle, Julia, 168, 184,185, Whistler, James Abbott Mac Neil, 261.
Romero, Francesco, 42, 61. 229, 231, 233, 234, 237, 238, 242, 256, 265. Wilde, Eduardo, 76, 77, 79, 81, 82, 83,
Rosa, Salvator, 53, 54, 133. 254, 255, 256, 257, 258, 259, 260, Tiepolo, Giovanni Battista, 107, 157. 89, 90, 91, 93, 94, 103, 120, 279,
Rosales y Martínez, Eduardo, 47, 244 261, 262, 263, 264, 265, 266, 267, Tintoretto [Jacopo Robusti], 39, 163, 246. 282, 286.
Rosas, Juan Manuel de, 111, 131, 141, 273, 275, 279, 293. Tito, Ettore, 59, 198, 199, 201, 224, 231, Witcomb, Alejandro S., 189, 191, 196,
148, 149. Scholl, Aurélien, 76, 85, 92. 286. 198, 199, 203, 204, 207, 210, 216,
Rossi, Adriano E., 17, 60, 123, 131, 132, Segantini, Giovanni, 178, 199, 224. Tiziano Vecellio, 47, 55, 101, 135, 161, 218, 219, 226, 229, 230, 231, 247,
133, 134, 137, 139, 140, 142, 156, Selvático, Lino, 202. 170, 199, 260. 259, 273, 275, 278, 286.
174, 178, 180, 254, 269. Semprún, José, 17, 200, 205, 207, 212, Toulouse-Lautrec, Henri de, 218. Wolff, Albert, 104, 105, 106, 121.
Rousseau, Étienne Pierre, 101, 105, 116, 213, 214, 215, 216, 217, 218, 220, Trelles, Manuel , 69, 182.
161, 179. 226, 233, 234, 247, 264. Trouillebert, Paul Desiré, 45, 177. Ziem, Félix, 30, 109, 157.
Roverano, Ángel, 17, 174, 175, 176, 177, Signorini, Telemaco, 164, 199. Troyon, Constant, 30, 33, 105, 109, 116, Zorn, Anders, 228.
179, 180, 181, 185, 254, 269, 270. Simmel, Georg, 82, 93, 286. 137. Zuberbülher, Carlos, 48, 62, 226.
Roybet, Ferdinand, 202, 210, 216. Simon, Lucien, 199, 200, 227, 228, Turner, Joseph Mallord William, 101, 138. Zubiaurre, Valentín, 222.
Rubens, Peter Paul, 39, 47, 54, 80, 101, 234. Zuloaga, Ignacio, 188, 209, 218, 222,
111, 135, 170. Sisley, Alfred, 196, 197, 262. Van Dyck, Anthony, 39, 47, 138. 223, 225, 226, 227, 228, 234.
Rusiñol, Santiago, 163, 177, 192, 207, 221. Sívori, Alejandro, 254. Van Gogh, Vincent, 218. Zurbarán, Francisco, 183, 246.
302 MARÍA ISABEL BALDASARRE
Agradecimientos