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Fe
En el marco de proponer una teología para la sociedad hipercultural propuesta por el coreano
Byun-Chul Han1, quisiera iniciar con una propuesta de basto desarrollo a nivel de la Iglesia
pero que sigue siendo muy actual ante el desafío que representa para el trabajo teológico
moderno. Esta propuesta es la inculturación de la fe. Podemos iniciar relacionando la palabra
fe con Revelación, Evangelio o Palabra de Dios. Su común denominador es el hecho que
todos son resultado de la iniciativa salvífica de Dios, son realidades que tienen en Él su
instancia primera. De esta manera, la fe es siempre respuesta a un a un gesto previo de Dios,
sin el cual ella no existiría.
A su vez, este gesto previo de Dios - su autocomunicación - solo llega a su meta en la medida
en que es acogida por el ser humano. Y es acogida como fruto de la acción de Dios en él. Sin
embargo, esta fe del cristiano no es producto de una relación unipersonal con Dios, al
contrario implica una relación horizontal con sus semejantes. Solo en la vida comunitaria se
puede entender verdaderamente la fe como un acto libre y desinteresado de aceptación de la
acción salvífica de Dios. De esta manera se entiende que la fe de un cristiano dependa en
gran medida de una comunidad. De otra manera, la hipercultura “desnaturalizada y liberada
tanto de la «sangre» como del «suelo», es decir, de los códigos biológicos y de la tierra”2 y
“desfactizada”, le supone un desafío superior a sus fuerzas.
1
Han, B.-C. (2018). Hiperculturalidad. Barcelona: Herder.
2
Ibídem, pág. 10
3
16 de enero de 1982. “Discurso a los participantes en el congreso nacional de Movimiento eclesial
de compromiso cultural”.
Tiempo
Han describe el tiempo actual como un tiempo sin horizonte, en donde no existen relaciones
dadoras de sentido e identidad; y ante esta caída del horizonte insinúa el surgimiento de un
tiempo del punto o del acontecimiento, que no es capaz de acarrear mucho sentido ni de
reconstruir, al menos en parte, un horizonte. “El ser se dispersa en un hiperespacio de
posibilidades y acontecimientos que, en cierto modo, en vez de gravitar solo dan tumbos”4.
El jesuita brasilero Mario de França Miranda propone cuatro componentes que deben ser
comunes a todos los miembros de una comunidad: “primeramente una experiencia
participada por todos, nacida de situaciones existenciales concretas; luego comprensiones
y valoraciones de la realidad también comunes, que generan compromisos comunes, como
también decisiones comunes en vista de los valores comunes a los miembros de la
comunidad”5. Ante la “dispersión” el “sin horizonte” y el sin sentido de la hiperculturalidad
de Han, Franca Miranda propone el horizonte de la experiencia, la comprensión, el
compromiso y las decisiones comunes – comunitarias- como fuente de identidad y sentido.
Cultura
Los grandes avances en materia de tecnología y medios de comunicación han permitido que
las fronteras tal y como las conocemos desaparezcan. La virtualidad, el internet, el acceso
inmediato a todo tipo de información desde diferentes tipos de dispositivos electrónicos y la
posibilidad de estar continuamente conectado a un mundo infinito de información permiten
4
Ibídem, pág. 37
5
De França Miranda, Mario. (05 Abril 2007). La Iglesia entre la Inculturación y la Globalización.
Revista Teología. XLIV, págs. 9-29.
6
Han, B.-C. (2018). Hiperculturalidad. Barcelona: Herder. Pág.63
el estar aquí y estar allá como una facilidad que sobrepasa los límites del entendimiento. De
esta manera la cultura responde a las transformaciones provenientes del contexto social,
podemos decir que es un proceso vivo en continua re-elaboración7. De acuerdo a lo anterior,
el turista hipercultural es un consumidor provechoso que se abre a los mercados de la cultura,
el conocimiento, la información y el consumo entre otros, que pululan en una red global sin
centro, eso sí, dotado de una cualidad sensible: la amabilidad8 pues en este hipermundo
carente de reglas coexisten las diferencias.
Religión
De la misma manera, la Iglesia debe estar en concordancia con el lenguaje del tiempo y con
los desafíos de la sociedad a través de acciones significativas. Esto no quiere decir que la
Iglesia deba asumir sin examen crítico lo que viene de la sociedad, por el contrario, debe
mantener su fidelidad a la tradición con total apertura a las diferencias y pluralismos propios
de la época así como a las maneras de expresión y de relación que se manifiestan al interior
de la comunidad hipercultural.
En una comunidad de fe, el horizonte responde a los imperativos y leyes de cualquier grupo
humano que pretende reconocerse como tal. No puede existir comunidad si no se reconoce
un mínimo de afinidades que determinan por ende un horizonte y un sentido común.
7
De França Miranda, Mario. (05 Abril 2007). La Iglesia entre la Inculturación y la Globalización.
Revista Teología. XLIV, pág. 14.
8
Han, B.-C. (2018). Hiperculturalidad. Barcelona: Herder. Pág.103
9
Ibídem, pág. 76.
La hiperculturalidad que describe ampliamente el filósofo coreano, es la radiografía de una
sociedad de élite, cuyas condiciones favorables le permite experimentar el confort y la paz
de una estabilidad socio-cultural, que se ve avocada a surfear en el océano infinito del
hiperespacio de la información, no con una actitud de aventura sino con la de un
consumista10. Esta imagen del turista – consumista- define ampliamente la situación social
actual; una sociedad preocupada por el tener y el poder, ensimismada en su propia realidad
individual y alejada de la presencia y del contacto de otros. Esta sociedad que ha desplazado
de su centro al ser humano y ha puesto en su lugar el dinero es la que desafía una y otra vez
a la fe. Y menciono el término desafiar porque la fe -como es lógico- propone un rumbo
diferente al del consumismo y al del simplemente deslizarse o surfear por un amplio mundo
sin horizonte y sin sentido.
*En el imaginario hipercultural aparecen los jóvenes de nuestra sociedad pues los mayores
pudimos formarnos en un mundo menos vertiginoso y estable, condiciones que nos
determinaron en el camino de fe y sobre todo en el arraigo social y cultural de una tierra*
En el centro del presente documento está la pregunta por el Dios que pueda responder al
contexto hipercultural descrito por Han en su texto con el mismo nombre. Debo indicar aquí
que el ejercicio me plantea una seria dificultad dado mi rechazo a varias de las afirmaciones
del autor coreano. Sin embargo, en medio del imaginario hipercultural veo una sociedad de
jóvenes, todos amantes de la tecnología, casi al punto de estar a su servicio, y en buenas
condiciones a nivel social y económico. Es un imaginario de lo que llamamos la alta
sociedad, ya que otros, de estratos más bajos y condiciones más limitadas no tendrían acceso
al hipermundo descrito por Han.
10
Ibídem, pág. 106.
En este orden de ideas, la pregunta por un Dios, o dicho de una mejor forma, la pregunta por:
la manera mediante la cual los jóvenes hiperculturales puedan interesarse por establecer una
relación con Dios, es decir, una vida de fe, resulta muy interesante y más si pensamos en el
contexto universitario de la universidad Javeriana y en la existencia de jóvenes
hiperculturales en ella.
Una posible respuesta a este interrogante la constituyen dos elementos fundamentales del
critianismo: La palabra de Dios y las comunidades de fe. Ambas categorías teológicas ponen
de relieve la fe, no como una exigencia sino como una consecuencia.
Por otro lado, la palabra de Dios debe mantenerse al centro de la reflexión comunitaria. Sin
este elemento fundamental las comunidades pierden su esencia, su novedad y desaparecen
en el olvido del hiperespacio. La palabra de Dios es el alimento que nutre y da vida a las
comunidades. Ella es el fermento de la masa, la sal y la luz que iluminan su estar en el mundo.
En este último segmento de la reflexión pretendo salirme del imaginario del hiper para
ubicarme en el terreno al cual pertenezco: el tercer mundo, el de los pobres y oprimidos.
Desde esta perspectiva puedo sugerir también algunos elementos que permitan entrever la
relación de los jóvenes hiperculturales con Dios.
El futuro del mundo global es vivir juntos: este ideal requiere el compromiso de construir
puentes, mantener abierto el diálogo y continuar encontrándose. Francisco
Byung Chul Han sugiere que “este reino será poblado por los homines liberi et hilari” (“libres
y alegres”)
“El hombre del tiempo por venir es un turista con sonrisa alegre, ¿no deberíamos darle la
bienvenida?”
Que ninguna cultura es pura, todas son bastardas, y que justamente hoy extranjeros y
locales se mezclan, “recorriendo superficies y dirigiendo la atención a las apariencias
multicolores”.
Luego, que los entornos del juego y de las apariencias son preferibles a las lógicas del
deber y del rendimiento, y lo particular de la hipercultura “es el incremento de los
espacios que no serían accesibles desde el poder o la economía, sino desde la
estética”.
la globalización garantizaría una “paz larga”, por cuanto el espíritu comercial es más
poderoso que el “choque de culturas”.
“El arte hipercultural ya no trabaja por la verdad en sentido enfático, ya no tiene nada que
revelar. […] De esta forma, emergen figuras e identidades tipo patchwork. Su variedad de
colores hace referencia a una nueva práctica de libertad, que tiene lugar gracias a las
desfactifización hipercultural del mundo de la vida”.
Aún así, otros creen (que son ateos) porque concuerdan con Freud en que: "Dios es una
proyección. Cuando los niños tienen problemas, corren a su padre en busca de protección.
Cuando los adultos tienen problemas, ellos proyectan a su padre terrenal en el cielo, y corren
a esta entidad en busca de consuelo."
Ian S. Markham, ed., A World Religious Reader (Malden, MA: Blackwell Publishers, 2000),
24.
Algunos observan todo el mal en el mundo y deciden que ningún Dios amoroso podría
permitir tal situación.
53. Los misioneros, provenientes de otras Iglesias y países, deben insertarse en el mundo
sociocultural de aquellos a quienes son enviados, superando los condicionamientos del
propio ambiente de origen. Así, deben aprender la lengua de la región donde trabajan,
conocer las expresiones más significativas de aquella cultura, descubriendo sus valores por
experiencia directa. Solamente con este conocimiento los misioneros podrán llevar a los
pueblos de manera creíble y fructífera el conocimiento del misterio escondido (cf. Rom 16,
25-27; Ef 3, 5). Para ellos no se trata ciertamente de renegar a la propia identidad cultural,
sino de comprender, apreciar, promover y evangelizar la del ambiente donde actúan y, por
consiguiente, estar en condiciones de comunicar realmente con él, asumiendo un estilo de
vida que sea signo de testimonio evangélico y de solidaridad con la gente.
La iglesia es comunidad
El progreso a nivel
mundial tiene que ser contrapesado con indicadores de infelicidad.. Mientras uno consume
más, también aumenta el vacío de relaciones y de transcendencia.
Las fronteras hoy son de tipo cultural, son fronteras de diferencia, las cuales pueden ser
acentuadas o mezcladas con otras
Comunidades eclesiales que nos son completamente semejantes en territorio diferentes, sino
comunidades eclesiales peculiares por el modo propio con que sus miembros acogen y viven
la palabra de Dios. De esta manera lo que caracteriza a una comunidad eclesial no se agota
en sus elementos puramente teológicos, sino que implica igualmente cómo tales elementos
son configurados y expresados en un determinado contexto sociocultural
La fe cristiana tiene su nucleo en el hecho de que Dios es amor y de que sólo en el amor lo
conocemos y alcanzamos la salvación. Esta verdad goza de una universalidad que no
discrimina, no omprime, no limita. Por lo tanto, puede ser proclamada para todos ,
sensibilizando a todos por la situación sufrida de los más pobres. La finalidad última de la
Iglesia es trabjar por la difusión de este amor en el mundo, por la comunión de los seres
humanos con Dios para que estén en comunión entre sí. Es, por tanto, promover una sociedad
solidaria marcada por la paz y por la justicia. Se trata de la hiper-solidaridad que no se limita
sólo al interior de la Iglesia sino a todo aquel que, en uso de su libertad, decida optar por la
humanidad por encima de la
Ignorar la situación actual del mundo, sin promover la paz, la justicia, la dignidad humana,
la solidaridad, torna la vida insoportable
Estamos en un mundo fragmentado que se basa en abrir ventanas en un “suma y sigue” sin
fin. Vivimos, pues, en una especie de impulso lúdico infinito. La cultura del windowing nos
convierte, desde el prisma del profesor coreano, en eternos turistas hiperculturales sin ningún
plan de viaje; ya no hay horizonte ni umbral que traspasar, solo turistas que abrimos y
cerramos etapas en busca de un lugar alternativo que no ocupe espacio. Por muchas razones.
La más importante parece tenerla clara: no hay lugar de origen ni búsqueda de sentido vital.
Al eliminar la alteridad (así se plantea también en su otro ensayo La expulsión de lo distinto)
ya no existe el diálogo. No es posible el dia-logos si el logos ya es un hiper-logos. Por eso,
el único valor que parece poder funcionar en esta hipercultura es la amabilidad.