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María Moliner

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María Moliner

Información personal

Nacimiento 30 de marzo de 1900


Paniza, España

Fallecimiento 22 de enero de 1981 (80 años)


Madrid, España

Nacionalidad Española

Educación

Educada en Universidad de Zaragoza

Información profesional

Ocupación Lexicógrafa, lingüista y bibliotecaria

Obras
 Diccionario de uso del español
notables

Web

Sitio web www.mariamoliner.com

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María Juana Moliner Ruiz (Paniza, Zaragoza, 30 de marzo de 1900-Madrid, 22 de eneroa de 1981) fue una
bibliotecaria, filóloga y lexicógrafa española autora del Diccionario de uso del español.

Índice

 1Biografía
o 1.1Familia y primeros años
o 1.2Años de dificultad y de formación
o 1.3Primeros pasos como filóloga y archivera
o 1.4Carrera como archivera y bibliotecaria
o 1.5Últimos años
 2Diccionario de Uso del español (DUE)
 3Relación con la Real Academia Española
 4Reconocimientos
 5Notas
o 5.1Referencias
 6Bibliografía adicional
 7Enlaces externos
Biografía[editar]
Familia y primeros años[editar]
Fue hija del médico rural Enrique Moliner Sanz (1860-1923) y de Matilde Ruiz Lanaja (1872-1932), la mediana
de tres hermanos, entre Enrique (15-8-1897) y Matilde (7-7-1904).b
En 1902, según testimonio de la propia María Moliner, los padres y ambos hijos mayores se trasladaron
a Almazán (Soria) y, casi inmediatamente, a Madrid. En la capital, donde nació la hija menor, Matilde, los
pequeños Moliner estudiaron en la Institución Libre de Enseñanza, donde fue, al parecer, don Américo
Castro quien suscitó el interés por la expresión lingüística y por la gramática en la pequeña María.
Años de dificultad y de formación[editar]
El padre, después de un segundo viaje a América en 1914, se quedó en la Argentina, abandonando a la familia.
Esto motivó probablemente que la madre decidiera en 1915 dejar Madrid y regresar a Aragón. Allí la familia sale
adelante en buena parte gracias a la ayuda económica de María, que, aun siendo muy joven, se dedicó a dar
clases particulares de latín, matemáticas e historia. Según dirían más tarde sus hijos, estas duras circunstancias
fueron fundamentales en el desarrollo de la personalidad de su madre.1
Los primeros exámenes del bachillerato los hizo María Moliner, como alumna libre, en el Instituto General y
Técnico Cardenal Cisneros de Madrid (entre 1910 y 1915), pasando en julio de 1915 al Instituto General y
Técnico de Zaragoza, del que fue alumna oficial a partir de 1917 y donde concluyó el bachillerato en 1918.
Primeros pasos como filóloga y archivera[editar]
En Zaragoza se formó y trabajó como filóloga y lexicógrafa en el Estudio de Filología de Aragón, dirigido
por Juan Moneva desde 1917 hasta 1921, años en los que colaboró en la realización del Diccionario
aragonés de dicha institución. Como se ha destacado, el método de trabajo adquirido y practicado en esta
institución hubo de ser muy importante en su formación filológica y en su posterior trabajo como lexicógrafa.2
Se licenció en 1921 en la especialidad de Historia, la única existente por entonces en la Facultad de Filosofía y
Letras de la Universidad de Zaragoza, con las máximas calificaciones y Premio Extraordinario. Casi los mismos
pasos siguió su hermana Matilde Moliner, licenciada en lo mismo con iguales honores, pero en 1925, y también
cooperante en el Estudio de Filología de Aragón.c
Carrera como archivera y bibliotecaria[editar]
Al año siguiente María ganó las oposiciones para el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y
Arqueólogos, siendo destinada en agosto al Archivo General de Simancas, desde el que pasó, en 1924, al
Archivo de la Delegación de Hacienda en Murcia y años más tarde, a comienzos de los treinta, al de Valencia.
En Murcia conoció a Fernando Ramón Ferrando, por entonces joven licenciado en Física, con quien se casó en
1925, y donde nacieron sus dos primeros hijos: Enrique (investigador médico en Canadá, fallecido en 1999) y
Fernando, arquitecto. Trasladada la familia a Valencia, nacen los dos hijos menores: Carmen (filóloga) y Pedro
(ingeniero industrial, director de la ETSI de Barcelona, fallecido en 1985).3 En Murcia además fue la primera
mujer que impartió clase en la Universidad de Murcia, durante 1924.4
En el decenio 1929-1939 tomó parte activa en la política bibliotecaria nacional, colaborando con la Institución
Libre de Enseñanza en proyectos como las Misiones Pedagógicas.56
Su inclinación por el archivo, por la organización de bibliotecas y por la difusión cultural, la llevó a reflexionar
sobre ello en varios textos: Bibliotecas rurales y redes de bibliotecas en España (1935) y a una participación
muy activa en el grupo de trabajo que publicó, de forma colectiva, las Instrucciones para el servicio de pequeñas
bibliotecas (1937), un trabajo vinculado a las mencionadas Misiones Pedagógicas proyectadas y puestas en
marcha por la Segunda República Española. Además, dirigió la Biblioteca de la Universidad de Valencia,7
participó en la Junta de Adquisición de Libros e Intercambio Internacional, que tenía el encargo de dar a conocer
al mundo los libros que se editaban en España, y desarrolló un amplio trabajo como vocal de la Sección de
Bibliotecas del Consejo Central de Archivos, Bibliotecas y Tesoro Artístico, creado en febrero de 1937, en la que
Moliner fue encargada de la Subsección de Bibliotecas Escolares.d
En 1939, tras la derrota de la Segunda República Española el matrimonio sufrió los excesos de la depuración
franquista del magisterio español; él perdió la cátedra y fue trasladado a Murcia, y María regresó al Archivo de
Hacienda de Valencia, bajando dieciocho niveles en el escalafón del Cuerpo. No obstante, en 1946 su marido
fue rehabilitado, pasando como catedrático de Física a la Universidad de Salamanca. La familia se instala en
Madrid y María se incorpora a la Biblioteca de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de Madrid,
llegando a ser su directora hasta su jubilación en 1970. Ese año, el Ministerio de Educación y Ciencia, por
acuerdo de 6 de julio de 1970, acordó su ingreso en la Orden Civil de Alfonso X el Sabio, en su categoría de
Lazo.8
Últimos años[editar]
Los últimos años de la vida de María estuvieron marcados por el cuidado de su marido, jubilado en 1962,
enfermo y ciego ya para 1968, y por el deseo de pulir y ampliar con tranquilidad su Diccionario de uso del
español (publicado en dos grandes volúmenes en 1966-1967).9 Sin embargo, en el verano de 1973 surgieron
repentinamente los primeros síntomas de una arterioesclerosis cerebral, enfermedad que la iría retirando de
toda actividad intelectual. Su marido fallece el 4 de septiembre de 1974. María pasó los siguientes seis años,
hasta su propio fallecimiento en 1981, en su casa de la calle Santa Engracia, y bajo el cuidado de su hermana
Matilde y dos de sus hijos.

Diccionario de Uso del español (DUE)[editar]


Hacia 1952 su hijo Fernando le trajo de París el Learner’s Dictionary of Current English de A. S. Hornby (1948).
A ella, que, consciente de las deficiencias del DRAE, andaba ya confeccionando anotaciones sobre vocablos,
este libro le dio la idea de hacer "un pequeño diccionario,... en dos añitos". Por entonces comenzó a componer
su Diccionario de uso del español, ambiciosa empresa que le llevaría más de quince años, trabajando siempre
en su casa. A instancias del académico Dámaso Alonso, que seguía con interés su trabajo y tenía conexiones
con la editorial Gredos, Moliner acabó firmando, en 1955, un contrato con esta para la futura publicación de la
obra, cuya edición tipográfica fue muy laboriosa.10
Su Diccionario era de definiciones, de sinónimos, de expresiones y frases hechas, y de familias de palabras.
Además, anticipó la ordenación de la Ll en la L, y de Ch en la C (criterio que la RAE no seguiría hasta 1994), o
términos de uso ya común pero que la RAE no había admitido[cita requerida], como "cibernética", y agregó una
gramática y una sintaxis con numerosos ejemplos. Como ella misma alguna vez afirmó, "El diccionario de la
Academia es el diccionario de la autoridad. En el mío no se ha tenido demasiado en cuenta la autoridad"... "Si
yo me pongo a pensar qué es mi diccionario me acomete algo de presunción: es un diccionario único en el
mundo".11
La primera (y la única edición original autorizada por ella) fue publicada en 1966-67.
En 1998, se publicó una segunda edición que consta de dos volúmenes y un CD-ROM, así como una edición
abreviada en un tomo. La tercera y última revisión fue editada en septiembre del 2007, en dos tomos.e

Relación con la Real Academia Española[editar]


El 7 de noviembre de 1972, el escritor Daniel Sueiro entrevistaba en el Heraldo de Aragón a María Moliner. El
titular era un interrogante: «¿Será María Moliner la primera mujer que entre en la Academia?». La habían
propuesto Dámaso Alonso, Rafael Lapesa y Pedro Laín Entralgo. Pero el elegido, a la postre, sería Emilio
Alarcos Llorach. Ella comentó así el tema:
Sí, mi biografía es muy escueta en cuanto a que mi único mérito es mi diccionario. Es decir, yo no tengo ninguna obra que
se pueda añadir a esa para hacer una larga lista que contribuya a acreditar mi entrada en la Academia (...) Mi obra es
limpiamente el diccionario. Más adelante agregaba: Desde luego es una cosa indicada que un filósofo -por Emilio
Alarcos- entre en la Academia y yo ya me echo fuera, pero si ese diccionario lo hubiera escrito un hombre, diría: «¡Pero y
ese hombre, cómo no está en la Academia! 12

Las propuestas no prosperaron y fue otra mujer, Carmen Conde, la que ocupó el sillón.13 El proceso llegaría a
ser glosado en una de sus necrológicas titulada «Una académica sin sillón».13
Violeta Demonte, profesora de Lengua Española en la Universidad Autónoma de Madrid comentó acerca del
diccionario de Moliner: «El intento es importante y novedoso. No obstante, como la fundamentación teórica los
criterios de su análisis no son siempre claros y sus supuestos fundamentales tiene origen intuitivo, la utilidad de
su obra es desigual».13
Su más reciente biógrafa, I. de la Fuente, resume así las causas:
Porque era una intrusa, en cierto modo. Porque estudió historia en la universidad de Zaragoza, pero había encarrilado su
vida por el mundo de los archivos y bibliotecas y no estaba considerada filóloga. En aquel momento sí que influyó el que
fuera mujer. Una mujer que se pone a hacer un diccionario, pero no el diccionario que inicialmente quería hacer, sino un
diccionario que además cuestionaba el de la RAE. Creo que fue admirada, pero no valorada14

En junio de 1973 la Real Academia Española le otorgó, por unanimidad, el premio Lorenzo Nieto López «por
sus trabajos en pro de la lengua».15
En 1981, L. Permanyer escribió una crítica sobre la actitud de la mayoría de los académicos.16

Reconocimientos[editar]
Diversos Institutos de Enseñanza Secundaria (IES), Colegios de Enseñanza Primaria (CEIP) y bibliotecas llevan
su nombre; asimismo la obra de María Moliner ha sido honrada y recordada en distintos eventos culturales,
calles, etc.17
Incluso, el dramaturgo Manuel Calzada Pérez escribió una obra de teatro sobre María Moliner, titulada El
diccionario,18 que ha sido llevada a las tablas con gran éxito en España, Chile19 y Argentina,20 entre otros
países.

Notas[editar]
1. ↑ Aunque las noticias de prensa de la época son casi unánimes en la fecha del 22, dos fuentes fiables afirman que
falleció el día 21: su hijo Fernando (cf. Tránsito de María Moliner y A los 25 años de la muerte de la autora) y su
biógrafa en 2011, I. de la Fuente (cf. la reseña "El otro diccionario de María Moliner", suplemento nº 454 de El
Periódico de Cataluña, 29/5/2011, p. 42.
2. ↑ Enrique fue topógrafo y profesor de Matemáticas en un colegio de Zaragoza, véase Martín Zorraquino, M. A. Una
lexicógrafa aragonesa: Dª María Moliner., en Gunter (19894). La Corona de Aragón y las lenguas románicas
(Homenaje a Germán Colón). Narr Verlag. pp. 23 ss. Para Matilde, véase más abajo.
3. ↑ La vida de Matilde, en el contexto de las mujeres universitarias y docentes de Secundaria de la época, es
también muy interesante; puede verse para ella, por ejemplo, el estudio de C. Flecha García (Murcia, 2005), pp.
179 ss. y notas 47 a 49. Es relevante que en julio de 1932, siendo profesora de instituto en Talavera de la Reina,
fue pensionada por la Junta de Ampliación de Estudios para investigar durante diez meses en Francia e
Inglaterra[1], aunque finalmente no fue; de Talavera pasaría al Instituto Cervantes de Madrid, mientras realizaba su
tesis doctoral. En noviembre de 1940 Matilde, ya catedrática de instituto en Valencia, sería igualmente depurada, y
más tarde rehabilitada. A partir de 1950 publicó numerosos libros de textos de Bachillerato, el más reciente en
1981 (obras de Matilde Ruiz Moliner en la BNE).
4. ↑ El primer año de trabajo de esta Sección quedó reflejado en el informe Un año de trabajo en la Sección de
Bibliotecas: marzo 1937-abril 1938, Ministerio de Instrucción Pública, Consejo Central de Archivos, Bibliotecas y
Tesoros Artísticos, Madrid, 1938. Las páginas 20-30 de dicho informe contienen la redacción preliminar
del Proyecto de bases de un Plan de organización general de las Bibliotecas del Estado, éste sí elaborado sólo por
Moliner (e inspirado en el plan de bibliotecas públicas catalanas, en vigor desde 1915) y que sería publicado aparte
en Valencia, 1939. Sobre ello véanse P. Faus Sevilla, 1990, cit. y el estudio de Luis García Ejarque (1991).
5. ↑ Las ediciones posteriores a la de 1966-1967 son consideradas "apócrifas" por su hijo Fernando Ramón Moliner
(autor del sitio web María Moliner (1900-1981). Testimonio filial), al entender que las reformas y ampliaciones se
alejan del espíritu de la obra original y de los objetivos y métodos del DUE. Véase Un Diccionario de Uso del
Español apócrifo y, sin embargo, “legal”

Referencias[editar]

1. ↑ Declaraciones de Fernando y Carmen Ramón Moliner, en Pardo Lancina, Víctor (marzo de 2000). «Memoria de
María Moliner. El sillón vacío de la Academia». Trébede (36)., aunque aclaran que a ella no le gustaba recordar
esa etapa de su vida, cuando "pasaron tiempos muy difíciles, como de novela de Dickens" (ibid.).
2. ↑ M.ª Pilar Benítez Marco, María Moliner y las primeras estudiosas del aragonés y del catalán de Aragón,
Zaragoza, ed. Rolde de Estudios Aragoneses, 2010, ISBN 978-84-82582-14-3, y el Prólogo de Mª A. Martín
Zorraquino a esta obra, en el que cita varias veces el trabajo allí de María y de su hermana Matilde.
3. ↑ M. A. Martín Zorraquino, Biografía de María Moliner en el Centro Virtual Cervantes.
4. ↑ ARGÜELLES, J.C. y SEGURA, M. I "María moliner, primera mujer profesora en la Universidad de Murcia".
Revista Mvrgetana nº 125. 2011. p. 263-272.
5. ↑ «María Moliner». Ficha en Misiones Pedagógicas (csic.es). Consultado el 22 de marzo de 2017.
6. ↑ M. A. Martín Zorraquino, “María Moliner y su contribución a la lectura pública en España”,CEE Participación
Educativa, número extraordinario, 2010, pp. 127-142, recogiendo (p. 128) la numerosa bibliografía anterior sobre la
misma cuestión, siendo la obra básica para ello P. Faus Sevilla, La lectura pública en España y el Plan de
Bibliotecas de María Moliner, Madrid: ANABAD, 1990.
7. ↑ Ana Agudo Higón, Carmen Agulló Díaz, Luz Sanfeliu Gimeno, Dones i Guerra Civil: Política, cultura i educació a
la València capital de la República, pp. 136-159, Valencia: Ajuntament de València, 2016. ISBN 9788490890479
8. ↑ Boletín de la Dirección General de Archivos y Bibliotecas XIX.2, 114-115, 1970, p. 143.
9. ↑ Inmaculada de la Fuente (2011). El exilio interior. La vida de María Moliner. Madrid: Turner. ISBN 978-84-7506-930-2.
10. ↑ Entrevista con su biógrafa I. de la Fuente, en La Vanguardia (22-8-2011). El dato del contrato era inédito.
11. ↑ Antonio Villanueva, "En el centenario de María Moliner"
12. ↑ Daniel SUEIRO: «¿Será María Moliner la primera mujer que entre en la Academia?», en el Heraldo de Aragón,
07-11-1972.
13. ↑ Saltar a:a b c Artículo del mismo título en El País, 23-1-1981, con la opinión de distintos expertos sobre ella y su
obra.
14. ↑ Entrevista citada con I. de la Fuente; en el diario La Vanguardia (22-8-2011)
15. ↑ María Moliner, Premio "Lorenzo Nieto López", ABC 8-6-1973; el galardón estaba dotado con 150.000 pesetas.
16. ↑ "Immortelle" de L. Permanyer en La Vanguardia (25-1-1981)
17. ↑ Ver listado y referencias en página de discusión del artículo.
18. ↑ www.introarte.net, Introarte S.L. -. «El diccionario - Teatro Abadía». www.teatroabadia.com. Consultado el 7 de
noviembre de 2018.
19. ↑ «El diccionario». www.gam.cl. Consultado el 7 de noviembre de 2018. Texto « Centro Gabriela Mistral» ignorado
(ayuda)
20. ↑ «El Diccionario de Manuel Calzada Pérez en Alternativa Teatral». Alternativa Teatral. Consultado el 7 de
noviembre de 2018.

Bibliografía adicional[editar]
 M.ª Pilar Benítez Marco (2010). María Moliner y las primeras estudiosas del aragonés y del catalán de
Aragón. Zaragoza: Rolde de Estudios Aragoneses. ISBN 84-82582-14-3.
 A. Pilar Rubio López (2010) Vida de María Moliner. Madrid. Eila Editores ISBN 978-84-938356-1-3
 Hortensia Búa Martín (2012). María Moliner: La luz de las palabras. Madrid: H.B.M.

Enlaces externos[editar]
 María Moliner (1900-1981). Testimonio filial
 [2] María Moliner, en el centenario de su nacimiento, Centro Virtual Cervantes
 «Centenario de María Moliner. Érase una vez un diccionario», El Cultural, 29-3-2000
 Una biografía revela los obstáculos que tuvo que superar María Moliner, La Vanguardia, 29 de agosto de
2011
 La mujer que escribió un diccionario, García Márquez, Gabriel, El País, 10 de febrero de 1981
 Personajes ilustres de nuestra historia: María Moliner Ruiz, con enlace al vídeo "María Moliner: Breve
introducción a su vida y obra", de la serie oficial de Aragón TV "Estampas".
 María Moliner: los libros, vídeo del programa emitido por RTVE el 16-03-2004 dentro de la serie "Mujeres en
la historia".
 María Moliner en Internet (con varias entradas de interés de opiniones, sobre Moliner y sobre su DUE)
 María Moliner 60 años después del inicio de la escritura de su diccionario, programa emitido por RNE el 14-
04-2012, dentro del programa "Ayer".
 Magí Camps, "La joya de ser María Moliner", La Vanguardia, 29/01/2006.
MARÍA MOLINER
1900-1981

María Moliner nació en Paniza (Zaragoza) el 30 de marzo de 1900 en


el seno del matrimonio formado por Enrique Moliner Sanz, médico
rural, y Matilde Ruiz Lanaja. Era un ambiente familiar acomodado en
el que los tres hijos que superaron los entonces frágiles años de la
infancia —Enrique, María y Matilde— cursaron estudios superiores.

En 1902, según testimonio de la propia María Moliner, padres e hijos


se trasladaron a Almazán (Soria) y casi inmediatamente, a Madrid.
En la capital, según sus propias palabras, los pequeños Moliner
estudiaron en la Institución Libre de Enseñanza, donde fue, al
parecer, don Américo Castro quien suscitó el interés por la
expresión lingüística y por la gramática en la pequeña María.

Los primeros exámenes del bachillerato los hizo como alumna libre
en el Instituto General y Técnico Cardenal Cisneros de Madrid (entre
1910 y 1915). En julio de 1915 pasa al Instituto General y Técnico de
Zaragoza, del que fue alumna oficial a partir de 1917 y donde
concluyó el bachillerato en 1918.

Entre 1918 y 1921 cursó la Licenciatura de Filosofía y Letras en la


universidad de Zaragoza (sección de Historia) obteniendo
sobresaliente y Premio Extraordinario.

En 1922 ingresó por oposición en el Cuerpo Facultativo de


Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, y obtuvo como primer
destino el Archivo de Simancas.

Tras una breve estancia en Simancas, María Moliner pasa al Archivo


de la Delegación de Hacienda de Murcia. Será en esa ciudad donde
conocerá al que fue su marido, D. Fernando Ramón y Ferrando,
catedrático de Física. La pareja contrae matrimonio en Sagunto, el
5 de agosto de 1925. Es la unión de dos intelectuales
comprometidos con su vocación y con la sociedad en la que viven,
a la que tratarán de dar lo mejor de sí mismos.

A principios de los años treinta, la familia se traslada a Valencia,


Fernando, a la Facultad de Ciencias; María, al Archivo de la
Delegación de Hacienda de esa ciudad. La etapa valenciana cubre
el período de su mayor plenitud vital. En ella se produce el
nacimiento y la crianza de sus dos hijos pequeños, se encarga de la
atención de la casa, continua desarrollando su vida profesional, y,
sobre todo, comienza su participación en las empresas culturales
que nacen con el espíritu de la II República.

En primer lugar hay que destacar su colaboración en la Escuela


Cossío, inspirada claramente en la Institución Libre de Enseñanza.
María Moliner enseñó en ella Literatura y Gramática, y, además,
formó parte de su Consejo Director, como vocal, y de la Asociación
de Amigos para su apoyo, como secretaria.

Prestó asimismo, su colaboración entusiasta a las Misiones


Pedagógicas de la República, ocupándose de la organización de las
bibliotecas rurales. De hecho, escribió unas Instrucciones para el
servicio de pequeñas bibliotecas que se publicaron sin nombre de
autor en Valencia en 1937. Estas indicaciones fueron muy
apreciadas, tanto en España como en el extranjero y su
presentación preliminar —«A los bibliotecarios rurales»—
constituye una pieza conmovedora y un testimonio fehaciente de la
fe de la autora en la cultura como vehículo para la regeneración de
la sociedad.

En esta etapa de su vida ocupó puestos importantes de


responsabilidad en el terreno de la organización de las bibliotecas
populares. En 1935, en el II Congreso Internacional de Bibliotecas y
Bibliografía presentó una comunicación con el título «Bibliotecas
rurales y redes de bibliotecas en España».

En septiembre de 1936 fue llamada por el rector de la Universidad


de Valencia para dirigir la Biblioteca universitaria, pero, ya en plena
guerra civil, a finales de 1937, hubo de abandonar el puesto para
entregarse de lleno a la dirección de la Oficina de Adquisición y
Cambio Internacional de Publicaciones y para trabajar como vocal
de la Sección de Bibliotecas del Consejo Central de Archivos,
Bibliotecas y Tesoro Artístico.

La lucidez y capacidad organizativa de María Moliner van a quedar


plasmadas en las directrices que redacta como Proyecto de Plan de
Bibliotecas del Estado, las cuales se publicarán a principios de 1939
—Pilar Faus (La lectura pública en España y el Plan de Bibliotecas
de María Moliner, Madrid, Anabad, 1990.) considera dicho proyecto
«el mejor plan bibliotecario de España» (op. cit., p. 132)—.

Al término de la guerra civil tanto María como su marido y amigos


sufren represalias políticas. Muchos de ellos se exilian. Fernando
Ramón y Ferrando es suspendido de empleo y sueldo, trasladado a
Murcia (1944-1946) y rehabilitado en Salamanca a partir de 1946,
donde permanecerá hasta su jubilación en 1962.

Por su parte, María Moliner es depurada y sufre la pérdida de 18


puestos en el escalafón del Cuerpo Facultativo de Archiveros y
Bibliotecarios, aunque los recuperará en 1958. En 1946 pasará a
dirigir la biblioteca de la E. T. Superior de Ingenieros Industriales de
Madrid hasta su jubilación, en 1970.

En esta nueva etapa de su vida, particularmente cuando se instala


en Madrid, criados ya sus hijos y separada físicamente de su marido
una buena parte de la semana, María Moliner encontrará el tiempo
para dedicarse a su interés intelectual más profundo: la pasión por
las palabras. Será entonces cuando comience, hacia 1950, el
Diccionario de uso del español que publicará la Editorial Gredos
entre los años 1966 y 1967 en 2 volúmenes. Una obra que ha
conocido, en esa primera edición, veinte reimpresiones, que ha sido
editada en CD-ROM en el año 1995 y que ha sido reeditada en una
segunda edición, revisada y aumentada en 1998.

María Moliner representa, sin duda, todo un estilo de "ser mujer en


el siglo XX": pertenece al grupo de las pioneras universitarias que
ejercen, además, una profesión. Claramente inteligente, y, al mismo
tiempo, vigorosamente responsable y generosa para con los demás.
Sencilla, espontánea en sus reacciones y elegante, al no ser elegida
académica en 1972, María Moliner recibió su jubilación tan
discretamente como había vivido, gozando con los pequeños
detalles cotidianos.

Las notas tristes de sus últimos años fueron la muerte de su marido


y su terrible enfermedad. Una arteriosclerosis cerebral la privó de
su lucidez desde 1975 hasta su fallecimiento, el 22 de enero de
1981.
MARÍA MOLINER, LA MUJER QUE
ESCRIBIÓ SOLA Y A LÁPIZ, UN
DICCIONARIO DOS VECES MÁS LARGO
QUE EL DE LA RAE
 17 Marzo 2018

 ESTIMULANTE

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 Pinear

Gabriel García Márquez, Miguel Delibes o Paco Umbral siempre mostraron gran admiración
hacia esta bibliotecaria inusual. María Moliner empleó 15 años de su vida en escribir un
diccionario, sola y a lápiz, dos veces más largo que el de la RAE. 190.000 definiciones
claras y sin pretensiones que pasaron a la historia hace medio siglo.
Lo hizo en los años siguientes a la depuración a la que la sometió el franquismo, bajándola
18 niveles en el escalafón. En plena posguerra, la filóloga y lexicógrafa aragonesa comenzó
a trabajar en su diccionario. Ya se han cumplido 50 años de su primera edición.
María Moliner, la intelectual que escribió a lápiz en 15 años un diccionario inmortal dos veces más largo que el de la RAE

“María Moliner hizo una proeza con muy pocos precedentes: escribió sola, en su casa, con
su propia mano, el diccionario más completo, más útil, más acucioso y más divertido de la
lengua castellana, dos veces más largo que el de la Real Academia de la Lengua, y –a mi
juicio- más de dos veces mejor”, escribió el Premio Nobel de Literatura Gabriel García
Márquez del diccionario que escribió la filóloga y lexicógrafa aragonesa María Moliner
(Paniza, 1900 - Madrid, 1981) y del que este año se cumple medio siglo desde su primera
edición.
María Moliner (Paniza, 1900-Madrid, 1981) se formó como filóloga y lexicógrafa en el
Estudio de Filología de Aragón. Fue una bibliotecaria comprometida con su profesión e
impulsó la creación de una red de bibliotecas rurales. Hacia 1950 inició la que sería su obra
magna, el 'Diccionario de uso del español', con el objetivo de crear “un instrumento para
guiar en el uso del español tanto a los que lo tienen como idioma propio como a aquellos
que lo aprenden”.
María Moliner trabajando en el Diccionario en su casa, con su gesto característico de determinación

María Moliner empleó 15 años de su vida en escribir un diccionario, sola y a lápiz, dos
veces más largo que el de la RAE. 190.000 definiciones claras y sin pretensiones que
pasaron a la historia hace medio siglo. “María Moliner hizo una proeza con muy pocos
precedentes: escribió sola, en su casa, con su propia mano, el diccionario más completo,
más útil, más acucioso y más divertido de la lengua castellana, dos veces más largo que el
de la Real Academia de la Lengua, y –a mi juicio- más de dos veces mejor”, escribió el
Premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez del diccionario que escribió la filóloga.
La autora describió en una entrevista cómo había sido el comienzo de esta obra: "Estando
yo solita en casa una tarde cogí un lápiz, una cuartilla y empecé a esbozar un diccionario
que yo proyectaba breve, unos seis meses de trabajo, y la cosa se ha convertido en quince
años".
La obra de María Moliner presentaba como principal atributo el empleo de un "sistema de
sinónimos, palabras afines y referencias que constituye una clave superpuesta al
diccionario de definiciones para conducir al lector desde la palabra que conoce al modo de
decir que desconoce", tal y como recoge la propia autora en el prólogo de la primera
versión del diccionario.
Maria Moliner: bibliotecaria, filóloga y lexicógrafa

Este particular sistema de definiciones estaba acompañado de indicaciones gramaticales,


ejemplos de uso y etimologías. María Moliner explica que las definiciones de su diccionario,
frente al de la RAE, están "vertidas a una forma más actual, más concisa, despojada de
retoricismo y, en suma, más ágil y más apta para la función práctica asignada al
diccionario".
"Era una mujer menudita, muy poca cosa; muy ordenada y muy práctica", indica la
documentalista Vicky Calavia, quien añade: "le gustaba pasear y mientras caminaba unía
en su cabeza las palabras; ordenaba sus ideas".
La primera edición del diccionario de María Moliner ronda las 80.000 entradas, cifra que ha
ido incrementándose hasta las 92.700 de la cuarta; sin embargo, solo la primera tiene el
visto bueno de sus herederos.
María Moliner: lexicógrafa
 El Diccionario de uso del español
 Características del DUE
o Primera edición impresa
o Ediciones segunda y tercera
o Edición electrónica
o Edición abreviada

El Diccionario de uso del español


María Moliner siempre mostró interés por realizar un diccionario del español que superara las carencias que apreciaba en los
diccionarios existentes. La circularidad de las definiciones, el lenguaje ya anticuado y en desuso, la falta de información sobre el uso
de los términos o sobre las relaciones entre ellos eran características de los diccionarios del momento que consideraba conveniente
mejorar. Pero, a pesar de su interés por el tema lexicográfico, no fue hasta 1952 cuando pudo dedicarse a esta labor dando forma a
un primer esbozo del diccionario y realizando una primera ficha. A partir de entonces y durante más de diez años, dedicó todo su
tiempo a la redacción de su diccionario con un esfuerzo personal que hubiera sido digno de un gran equipo de especialistas.

A mediados de los años cincuenta el trabajo de María Moliner llegó a oídos de lingüistas como Rafael Lapesa o Dámaso
Alonso, quienes pudieron comprobar la calidad de las fichas que estaba redactando. Fue este último, Dámaso Alonso,
quien planteó la publicación del DUE en la Biblioteca Románica Hispánica de la editorial Gredos. Los bibliófilos y editores Julio
Calonge, Hipólito Escolar, Valentín García Yebra y José Oliveira supieron ver la importancia de la investigación y valorarla
positivamente por encima de los riesgos que suponía la publicación de un diccionario elaborado como tarea personal por una mujer
a mediados del siglo XX.

En 1966 se publica el primer volumen del Diccionario de uso del español también conocido por el nombre de su autora: María Moliner.
Esta obra, considerada por numerosos especialistas como “uno de los diccionarios españoles más importantes” (Manuel Seco. El
País, 29-05-1981), estaba llamada a convertirse en un punto de referencia para todos los españoles de finales del siglo XX.

Características del DUE: Primera edición impresa


María Moliner se propuso redactar un diccionario que constituyera una guía en el uso del español “trayendo todos los recursos de
que el idioma dispone” (presentación del diccionario 1966). Reunió un léxico muy amplio que organizó de acuerdo con el sistema de
familias cada entrada ofrecía, además de la definición en sentido estricto, un amplio número de acepciones y subacepciones usuales
y no usuales, sinónimos, información sobre el régimen preposicional, etc. A todos estos valores lexicográficos hay que añadir como
característica muy destacada la utilización de un lenguaje sencillo aunque preciso, tanto en explicaciones como en ejemplos, una
característica que ha facilitado su consulta a un número mucho más amplio de lectores que el que estaba habituado a utilizar otros
diccionarios como, por ejemplo, el de la Real Academia Española, el de Julio Casares, etc.

El Diccionario de uso del español fue valorado por numerosos especialistas pero también por lectores y usuarios
no especializados, como demuestra el número de ejemplares vendidos en sus cuarenta y cinco años de
existencia. La única crítica que recibió la obra en los momentos inmediatamente posteriores a su publicación fue
la presentación de los términos agrupados en familias etimológicas y no en el orden alfabético al que la mayoría
de los lectores estaban acostumbrados: cada una de las palabras individuales aparecía recogida en su posición
alfabética, pero solo proporcionaban información sobre la familia a la que pertenecía, y era en la entrada principal
de familia etimológica donde se encontraba la definición completa y las explicaciones gramaticales, léxicas, etc.
Esto obligaba, en muchos casos, a realizar una doble búsqueda para localizar la respuesta deseada.
Si para Manuel Seco el Diccionario de María Moliner es, “el intento renovador más ambicioso que se ha producido en nuestro siglo”,
para Gabriel García Márquez María Moliner “hizo una proeza con muy pocos precedentes: escribió sola, en su casa, con su propia
mano, el diccionario más completo, más útil, más acucioso y más divertido de la lengua castellana” (Gabriel García Márquez, El
País, 10-02-1981)

Características del DUE: Ediciones segunda y tercera

En 1998 la editorial Gredos publica la segunda versión del Diccionario de uso del
español. La tarea de revisión empezada por María Moliner apenas publicada la
primera edición, y que quedó inconclusa por su muerte en 1981, fue continuada por
la editorial siguiendo las líneas marcadas por la autora. La segunda edición incorpora
nuevos materiales, mejoras tipográficas que clarifican el uso y ofrece una ordenación
alfabética que subsana la única crítica recibida en la primera edición. En el momento
de publicarse la segunda edición se abandona la reimpresión de la primera pero
mantiene la convivencia con la versión electrónica editada en CD-ROM en 1996
donde el uso de las tecnologías permite mantener la ordenación etimológica además
de la alfabética.

Coincidiendo con el 40 aniversario de la publicación de la obra se lanza la tercera


edición del Diccionario de uso del español. Las nuevas incorporaciones permiten
ofrecer más de 90.000 entradas y 190.000 acepciones y subacepciones en una versión que actualiza también los bloques de
sinónimos y las listas de expresiones de significado afín o relacionado llamadas “catálogos” en la terminología lexicográfica. En la
tercera edición se han revisado los apéndices de nombres botánicos y zoológicos así como los desarrollos gramaticales y se han
añadido dos nuevos apéndices: uno de topónimos y gentilicios, formado por dos listas de unos 6.000 registros cada una, y otro de
abreviaturas y símbolos de uso general. Todos estos cambios junto a otros de carácter tipográfico o formal han contribuido a acercar
esta gran obra de consulta a los lectores del siglo XXI.

Características del DUE: Edición electrónica

A mediados de los años noventa las nuevas tecnologías se aplican al Diccionario de uso del español. La primera
edición de la obra de María Moliner puede consultarse en CD-ROM desde 1996 con nuevas prestaciones y con
características que la hacen aún más accesible y cercana para los lectores. Su bajo coste respecto a la edición en
papel, la compatibilidad con diferentes sistemas informáticos, su rapidez de consulta y su dinamismo permiten que
esta obra sea utilizada por nuevos usuarios con nuevas necesidades. Como aportación excepcional respecto a la
versión impresa de la primera edición ofrece la posibilidad de consultar las palabras en orden alfabético pero también permite la
consulta por familias etimológicas.

La segunda edición en CD-ROM reproduce la segunda edición impresa y, por tanto, su contenido es más amplio y completo que la
edición de 1996. En 2001 se publicaba esa segunda edición electrónica y una tercera aparece en 2008 en soporte DVD.

Características del DUE: Edición abreviada


En el año 2000 la editorial Gredos lanza una nueva versión del Diccionario de uso
del español con la convicción haber conservado lo esencial de esta obra magna.
“Todo lo esencial del María Moliner ha pasado sin menoscabo a su "versión
reducida”. Esta primera edición del Abreviado se ajusta a las características de la
segunda edición del diccionario impreso que se había publicado en 1998. Diez
años más tarde, en 2008, la editorial ofrece una segunda edición de la versión
abreviada realizada a partir de la tercera edición impresa que se había publicado
en 2007. El corpus de esta segunda edición del Abreviado está constituido por
45.000 entradas y tiene como objetivo ofrecer una visión precisa del español
vigente hoy en todos sus registros (culto, formal, coloquial, vulgar), tanto en España
como en América. Incluye también las terminologías especializadas que han
entrado a formar parte de la cultura general y mantiene el apéndice gramatical que
se incorporó en la primera edición.
MARÍA MOLINER
BIOGRAFÍA

María Moliner nació en Paniza (Zaragoza), el 30 de marzo de 1900. Cuando tenía doce años, su padre, el

médico de la Marina Enrique Moliner, se fue de viaje a Argentina para no volver. La familia quedó sola y

desatendida en Madrid, donde María realizó sus estudios hasta el bachillerato, luego, en Zaragoza, María

Moliner sería una de las seis alumnas que se licenciaron en Historia en la Facultad de Filosofía y Letras de la

capital aragonesa. Su expediente académico está lleno de sobresalientes y matrículas de honor.

María tenía que aportar dinero a casa y trabajó durante un tiempo en el Estudio de Filología de Aragón, donde

se formó como lexicógrafa a la par que colaboraba en la confección del Diccionario Aragonés, subvencionado

por la Diputación Provincial de Zaragoza. El Archivo General de Simancas fue su primer destino laboral tras

aprobar unas oposiciones al cuerpo de archiveros y de ahí se trasladó a Murcia, donde conoció a su marido, el

catedrático de Física, Fernando Ramón.

En 1930, el matrimonio se traslada a Valencia. María trabaja en el Archivo de la Delegación de Hacienda y

desarrolla una activa vida intelectual con amigos republicanos y personas con inquietudes similares. Se da

cuenta de la precariedad e insuficiencia de bibliotecas en Valencia y apuesta por crear una red de 105

bibliotecas rurales o circulantes, como a ella le gusta denominar, también funda la Biblioteca Escuela en

Valencia, pues considera que todos tienen derecho a la cultura.

La guerra civil rompe los proyectos y las ilusiones de María Moliner, que por su afinidad con la República es

depurada, junto con su marido: ella queda inhabilitada durante años y a su marido le prohíben ejercer su

profesión. La familia sufrió varios exilios hasta que en 1946 se instala en Madrid. Entonces María emprende
su gran obra, un diccionario que será instrumento de guía en el uso del español. Asumió este riesgo, aunque la

tarea les incumbía a los académicos de la RAE y al final, su Diccionario acabaría midiéndose con el de la

Academia, al redactar de nueva planta todas sus entradas. Pero en vez de ahondar en el carácter normativo,

Moliner se adentró en la vertiente útil: el uso. Pretendía que el estudiante y el escritor encontrasen la acepción

buscada o la idea a la que querían llegar. Como ella explicó, su diccionario estaba pensado para escritores o

para quienes trabajan con el idioma. “Además de decir el significado de las palabras, indica también cómo se

usan, y se incluyen otras con las que pueden reemplazarse”. Quince años de trabajo y dedicación de esta mujer

incansable, tenaz y perfeccionista culminaron con una obra extraordinaria: El Diccionario de Uso del

Español,concluido en 1966.

María Moliner fue propuesta para ocupar el sillón B de la academia, pero razones ajenas a sus méritos

profesionales impidieron que se convirtiera en la primera mujer académica. Una obra filológica de las

dimensiones del Diccionario habría sido más que suficiente para que un hombre ingresara en la RAE. Una

mujer sería merecedora de la misma distinción, pero aquellos eran tiempos de un machismo aún recalcitrante.

El Nobel Camilo José Cela diría para argumentar su voto negativo que no compartía su “ñoño criterio

lexicográfico”.

María Moliner murió en 1981 enferma de Alzheimer, tras una vida dedicada al magno empeño de acercar la

cultura y la lengua a todo el mundo.


Por María Antonia Martín Zorraquino

María Moliner nació en Paniza (Zaragoza) el 30 de marzo de 1900, en el


seno del matrimonio formado por Enrique Moliner Sanz, médico rural, y
Matilde Ruiz Lanaja.

María Moliner nació en Paniza (Zaragoza) el 30 de marzo de 1900, en el seno del matrimonio formado por Enrique
Moliner Sanz, médico rural, y Matilde Ruiz Lanaja: Un ambiente familiar acomodado (el abuelo paterno había
ejercido también la medicina rural y los abuelos maternos poseían, al parecer, tierras), en el que los tres hijos que
superaron los entonces tan frágiles años de la infancia —Enrique, María y Matilde— cursaron estudios superiores.
María, con su madre y sus hermanos.

En 1902, según testimonio de la propia María Moliner, padres e hijos se trasladaron a Almazán (Soria) y, casi
inmediatamente, a Madrid. En la capital, siempre según cita de D.ª María, los pequeños Moliner estudiaron en la
Institución Libre de Enseñanza, donde fue, al parecer, don Américo Castro quien suscitó el interés por la expresión
lingüística y por la gramática en la pequeña María. Los primeros exámenes del bachillerato los hizo María Moliner,
como alumna libre, en el Instituto General y Técnico Cardenal Cisneros de Madrid (entre 1910 y 1915), pasando
en julio de 1915 al Instituto General y Técnico de Zaragoza, del que fue alumna oficial a partir de 1917 y donde
concluyó el bachillerato en 1918.

Entre 1918 y 1921, María Moliner cursó la Licenciatura de Filosofía y Letras en la universidad cesaraugustana
(sección de Historia), que culminó con sobresaliente y Premio Extraordinario.

Y en 1922 ingresó, por oposición, en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, y obtuvo
como primer destino el Archivo de Simancas.

Tras una breve estancia en Simancas, María Moliner pasa al Archivo de la Delegación de Hacienda de Murcia. Será
en esa ciudad donde conocerá al que será su marido, D. Fernando Ramón y Ferrando, catedrático de Física. La
pareja contrae matrimonio en la Parroquial de Sagunto, el 5 de agosto de 1925, e inicia una vida conyugal
armónica y compenetrada, la de dos intelectuales comprometidos con su vocación y con la sociedad en la que
viven, a la que tratarán de dar lo mejor de sí mismos.

En Murcia nacerán sus dos hijos mayores (Enrique, médico, fallecido en octubre de 1999, y Fernando, arquitecto).
María Moliner y su esposo, Fernando Ramón, el día de su boda.

A principios de los años treinta, la familia se traslada a Valencia (D.Fernando, a la Facultad de Ciencias; D.ª María,
al Archivo de la Delegación de Hacienda de esa ciudad).

La etapa valenciana cubre el período de mayor plenitud vital de María Moliner: el nacimiento y la crianza de sus
dos hijos pequeños (Carmen, filóloga, y Pedro, catedrático y director de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros
Industriales de Barcelona, fallecido en 1986); la atención de la casa (aun con la asistencia adecuada); la vida
profesional, y, sobre todo, la participación, con la fe y la esperanza de una institucionista convencida, en las
empresas culturales que nacen con el espíritu de la II República.

En primer lugar, debe destacarse la colaboración de D.ª María en la Escuela Cossío, inspirada claramente en la
Institución Libre de Enseñanza, escuela de la que fue alma D. José Navarro Alcácer (y su mujer, D.ª María
Alvargonzález), que compartieron sus objetivos con otros matrimonios amigos. María Moliner enseñó en ella
Literatura y Gramática, y, además, formó parte de su Consejo Director, como vocal, y de la Asociación de Amigos
para su apoyo, como secretaria.

D.ª María prestó, asimismo, su colaboración entusiasta a las Misiones Pedagógicas de la República, cuya
delegación valenciana presidía el Sr.Navarro Alcácer con la ayuda fundamental de D.ª Angelina Carnicer. María
Moliner se cuidó especialmente de la organización de las bibliotecas rurales. De hecho, escribió unas Instrucciones
para el servicio de pequeñas bibliotecas (que se publicaron sin nombre de autor en Valencia, en 1937), que fueron
muy apreciadas, tanto en España como en el extranjero, y cuya presentación preliminar —«A los bibliotecarios
rurales»— constituye una pieza conmovedora y un testimonio fehaciente de la fe de la autora en la cultura como
vehículo para la regeneración de la sociedad.
En esta etapa de su vida D.ª María ocupó puestos importantes de responsabilidad en el terreno de la organización
de las bibliotecas populares. Ya en 1935, en el II Congreso Internacional de Bibliotecas y Bibliografía —el que
inauguró Ortega—, ella había presentado una comunicación con el título «Bibliotecas rurales y redes de bibliotecas
en España». En septiembre de 1936 fue llamada por el rector de la Universidad de Valencia, el Dr. Puche, para
dirigir la Biblioteca universitaria, pero, ya en plena guerra civil, a finales de 1937, hubo de abandonar el puesto
para entregarse de lleno a la dirección de la Oficina de Adquisición y Cambio Internacional de Publicaciones y para
trabajar como vocal de la Sección de Bibliotecas del Consejo Central de Archivos, Bibliotecas y Tesoro Artístico. La
lucidez y capacidad organizativa de María Moliner van a quedar plasmadas en las directrices que redacta como
Proyecto de Plan de Bibliotecas del Estado, las cuales se publicarán a principios de 1939 —Pilar Faus (La lectura
pública en España y el Plan de Bibliotecas de María Moliner, Madrid, Anabad, 1990.) considera dicho proyecto «el
mejor plan bibliotecario de España» (op. cit., p.132)—.
Al término de la guerra civil, el conjunto de amigos de los Ramón Moliner, y ellos mismos, sufren represalias
políticas. Bastantes de ellos se exilian. D.Fernando Ramón y Ferrando es suspendido de empleo y sueldo,
trasladado después a Murcia (1944-1946) y rehabilitado en Salamanca a partir de 1946 (donde permanecerá hasta
su jubilación en 1962).

Por su parte, María Moliner es depurada y sufre la pérdida de 18 puestos en el escalafón del Cuerpo Facultativo de
Archiveros y Bibliotecarios (que recuperará en 1958). En 1946 pasará a dirigir la biblioteca de la E. T.Superior de
Ingenieros Industriales de Madrid hasta su jubilación, en 1970.

En esta nueva etapa de su vida, particularmente cuando se instale en Madrid, criados ya sus hijos y separada
físicamente de su marido una buena parte de la semana, María Moliner encontrará el tiempo para dedicarse a su
interés intelectual más profundo: la pasión por las palabras.

Será entonces cuando comience (hacia 1950) el Diccionario de uso del español, que publicará la Editorial Gredos
entre los años 1966 y 1967 (en 2 volúmenes), una obra que ha conocido, en esa primera edición, veinte
reimpresiones, que ha sido editada en CD-ROM en el año 1995 y que ha sido reeditada en una segunda edición,
revisada y aumentada en 1998.
María Moliner representa, sin duda, todo un estilo de ser mujer en el siglo XX: pertenece al grupo de las pioneras
universitarias que ejercen, además, una profesión. Refleja, igualmente, una manera profundamente moral de
realizarse como persona: claramente inteligente, y, al mismo tiempo, vigorosamente responsable y generosa para
con los demás (a los que, como divisa, hay que entregar la obra perfecta en la medida de las posibilidades de cada
uno). Sencilla, espontánea en sus reacciones y elegante al no ser elegida académica en 1972, María Moliner recibió
su jubilación tan discretamente como había vivido, gozando con los pequeños detalles cotidianos (sus macetas, por
ejemplo) y presumiendo con orgullo de sus nietos.
Las notas tristes de sus últimos años fueron la muerte de su marido y su propia, terrible, enfermedad: la
arteriosclerosis cerebral que la privó de su lucidez desde 1975 aproximadamente, hasta su fallecimiento, el 22 de
enero de 1981.
En La Pobla (1953).

Por María Teresa Fuentes Morán

Conozco a muchas personas, profesionales de ámbitos muy variados, que


tienen en su biblioteca el Diccionario de uso del español.
Conozco a muchas personas, profesionales de ámbitos muy variados, que tienen en su biblioteca el Diccionario de
uso del español. Entre ellos hay periodistas, lingüistas, escritores, traductores y estudiantes, y muchos afirman
que lo consultan con frecuencia. He oído llamar a este diccionario «el Moliner»; con más frecuencia «el María
Moliner» —aunque nunca he oído hablar, por ejemplo, de «el Julio Casares», sino más bien de «el Casares»—.
Muchos hablan de doña María, y aquel simpático y competente equipo de lexicógrafas cubanas con quien tuve
ocasión de trabajar citaba a Maritacomo si de una parienta cercana se tratara y las consultas en el diccionario
parecían más bien conversaciones con alguien a quien se conoce bien y se quiere. Y es que María Moliner lleva
décadas acompañando a muchos en sus tareas profesionales y ayudándoles a abrir las puertas que algunas
barreras lingüísticas les cerraban.
La conciencia de que un diccionario que no se renueva está destinado a desaparecer llevó a la editorial Gredos a
preparar una nueva edición que actualizara la obra en algunos aspectos. Creció el diccionario en aproximadamente
un diez por ciento, el sistema de ordenación por familias se reemplazó por el alfabético, se revisaron y corrigieron
diversos detalles…

Así, un diccionario al que, según algunos, acechaba el peligro de convertirse en pieza de museo habría quedado
renovado y por tanto no habría perdido vida. Pero este delicado trabajo habría sido la vana pretensión de dar vida
a un árbol seco si este árbol no hubiera mantenido fuertes sus raíces y robusto el tronco. Según la propia editorial
afirmó en su momento, esta nueva edición se mantenía fiel al espíritu que movió a la autora a crearlo. ¿Qué define
ese espíritu que lo mantiene vivo? Si recorremos las impresiones de aquellos que con alguna frecuencia han
entablado amistoso diálogo con esta obra, llegaremos al verdadero secreto a voces del diccionario de María
Moliner.
Muchos aprecian en este diccionario la claridad de sus definiciones y es este desde luego uno de los rasgos que lo
caracterizan. María Moliner concibió su diccionario como una herramienta, como un instrumento de guía en el uso
del español y huyó de todo retoricismo o formulismo que oscureciera la información que trataba de transmitir, lo
que hace del suyo un libro de agradable lectura. Una de las condiciones para que se establezca una comunicación
satisfactoria es que los interlocutores se entiendan; una de las virtudes que más se deberían apreciar en un
diccionario es precisamente esa, que se entienda. Pero la apasionante e ingrata tarea de redactar definiciones
claras, completas y precisas, y en todo caso adaptadas al lector, exige del lexicógrafo poner en juego una gran
disciplina de trabajo, una profunda sensibilidad lingüística y otras muchas cualidades, innatas o adquiridas.

En los años en los que la revolución informática deslumbra todas las ramas del saber, en los que la tecnología
actual ha hecho pasar página a tantos métodos de trabajo ahora considerados anticuados, la lexicografía se ha
visto también enriquecida por las nuevas posibilidades que se le brindan. El equipo que elabora un diccionario
tiene hoy en día más fácil acceso a la documentación que precisa; tiene la posibilidad de preparar y explotar
grandes, tantas veces abrumadoras, bases de datos, las cuales le permiten obtener información objetiva que en
parte reemplaza la intuición y amplía los horizontes de la propia competencia lingüística; tiene en sus manos la
capacidad de organizar toda esta información de la manera que juzgue más conveniente… Pero, en definitiva, la
responsabilidad última sobre el concepto del diccionario que se quiere elaborar, la decisión sobre los tipos de
información que resultan pertinentes en cada caso y, no en último lugar, la redacción precisa de todas y cada una
de las definiciones recae exclusivamente en el lexicógrafo. Valiente tarea la de escribir un diccionario; admirable la
de quien consigue hacerlo bien.

Pero a muchos, todavía más que la claridad de las definiciones, lo que nos atrae de este diccionario es la cantidad
de información que en él se encuentra. Coherente con la idea de que el diccionario es una herramienta, no
escatima esfuerzos la autora en proporcionar en su obra la información que considera oportuna para el
adecuado uso del español. Cuando aún no se había desarrollado en España una lexicografía didáctica que pudiera
llevar este nombre, cuando el estudio del léxico parecía irremisiblemente desligado del componente gramatical,
cuando algunas de las actuales líneas de investigación en lingüística aún no tenían cabida entre nosotros, María
Moliner nos informa en su diccionario de cómo, cuándo y en qué circunstancias se usan determinados vocablos
para expresar qué, y nos da pistas sobre otros que podríamos tener olvidados. ¿No es este el secreto de un
diccionario de uso?
Del Diccionario de uso del español se ha dicho con frecuencia, en tono elogioso, que es una obra hecha por una
mujer de talento, fruto de largos e intensos años de trabajo, elaborada con una constancia y sentido práctico
encomiables. Bien, pero a estas alturas del milenio, sea este el que sea, queremos suponer que ya no es motivo
de asombro o de reverente admiración el que una mujer haya emprendido un trabajo de esta envergadura y
además lo haya desarrollado bien; y si son desde luego de admirar las circunstancias en las que se llevó a cabo el
trabajo, el tiempo a él dedicado y la meticulosidad que caracterizó a la autora, son estas sólo características que
constituyen en sí un indicador, aún no una garantía, de la calidad de la labor desarrollada. No es posible redactar
un diccionario sin emplear un tiempo, por lo menos, directamente proporcional a la magnitud de la obra que se
emprende. La meticulosidad, la sensibilidad apoyada en una sólida formación, no sólo lingüística, deberían ser
virtudes ineludibles en el lexicógrafo y todas ellas se reunieron, sin lugar a dudas, en María Moliner, pero resulta
demasiado pobre juzgar una obra de esta envergadura sólo por las cualidades de quien la desarrolló.
Cuando se publicó la primera edición del Diccionario de uso del español, el panorama de los diccionarios
monolingües del español era muy distinto al que encontramos hoy en día, especialmente al que encontramos
desde hace unos meses. Aún así, el diccionario de María Moliner se ha ganado a pulso su puesto en nuestro
escritorio, nuestra confianza y nuestra simpatía.

Por José Luis Aliaga Jiménez


La ordenación de las entradas, conjugando con el alfabético el criterio
etimológico como medio para el aprendizaje del léxico, ha sido otra
singularidad del DUE poco apreciada en general.
Empiezan a formar un conjunto estimable, aunque todavía limitado, los estudios decididos a desentrañar la
composición interna del Diccionario de uso del español (1966-1967), del único debido a María Moliner. La escasa
atención que la metalexicografía le ha prestado hasta la fecha quizá se deba en parte a que, en un primer
momento, su complejidad y riqueza impresiona al especialista. No obstante, desde las primeras reseñas sobre la
obra, poco después de su publicación, se ha consolidado una serie de valoraciones negativas sobre ciertos
aspectos del DUE que parecen haber arraigado con fuerza, aun no siendo compartidas por todos los
investigadores. Quisiera por mi parte contribuir modestamente a la evaluación de las aludidas peculiaridades
controvertidas del DUE. Confieso de entrada mi sincera admiración por María Moliner y por su diccionario. Pero ello
no me impide, en primer lugar, coincidir con la crítica de dos rasgos del diccionario, por lo demás fácilmente
subsanables (tal como ha ocurrido en la edición de 1998).
Me refiero a la ausencia casi generalizada de la categoría gramatical de las entradas y a la presencia en la
macroestructura de la terminología de zoología y botánica. Salvo en el caso de los nombres propios, me parece
pertinente el principio descriptivo que guía la selección del resto de los materiales lingüísticos no habituales que
figuran como entrada.
Transcripción: Todo el contenido del diccionario está en un único orden alfabético en el que se encuentra en los artículos correspondientes lo
mismo el significado de las abreviaturas y de los términos usados en el mismo diccionario con un valor específico que la manera de despedirse
o el uso del gerundio

Otros comentarios de desaprobación me parecen mucho menos justificados. Se le imputa al DUE, por ejemplo, el
que su único sustento sea, además del DRAE, el idiolecto de su autora y el que, por ello, ciertas informaciones
resulten de una apreciación subjetiva y no de la explotación estadística de un corpus lingüístico. En cuanto a lo
primero, existen numerosos indicios de que María Moliner fue una atenta observadora del uso lingüístico de su
tiempo: el caudal de entradas, a pesar incluso de lo que afirma su autora, se separa en una medida apreciable, por
supresiones y adiciones, del contenido en el diccionario académico. El minucioso análisis del significado en
acepciones y subacepciones no puede imputarse en exclusiva a su competencia lingüística. Y no falta, en el interior
de algunos artículos, la referencia genérica de las fuentes textuales consultadas. Otro asunto es que la lexicógrafa
aragonesa no acopiara sistemáticamente un corpus lingüístico como etapa previa a la redacción de su obra.
¿Cuántos diccionarios del español se han confeccionado en el siglo XX a partir de esa tarea documental preliminar?
Sólo dos, hasta donde conozco. El de Manuel Seco y el de Luis Fernando Lara. Y sólo en el dirigido por este último
—cuya versión definitiva todavía no se ha publicado— se han utilizado mediciones lexicométricas cuyas virtudes
quedan fuera de toda duda pero que en absoluto eximen de incorporar informaciones basadas en el conocimiento
de la lengua del equipo lexicográfico y en otros criterios no estrictamente estadísticos.
Por todo ello, la especial insistencia en el carácter intuitivo del DUE parece susceptible de un análisis más allá de lo
lexicográfico en el que ahora no me detendré. En suma, en el contexto lexicográfico de la época, considero muy
estimables informaciones tales como la distinción entre voces y acepciones usuales y no usuales o la profusión y
diversidad de marcas sobre la consideración social o estilística de las palabras. No existen en la actualidad
descripciones lingüísticas —y será difícil que surjan en breve plazo— capaces de evitar a la lexicografía un notable
grado de subjetividad al proporcionar datos como los que acabo de mencionar.
La ordenación de las entradas, conjugando con el alfabético el criterio etimológico como medio para el aprendizaje
del léxico, ha sido otra singularidad del DUE poco apreciada en general.
A mi juicio, puede discutirse la adecuación de las vinculaciones etimológicas escogidas como pauta o las soluciones
adoptadas en tal o cual caso. Pero la doble ordenación es el resultado de una decisión explícita en la
que M.ªMoliner prima un tipo de relaciones léxicas con fines informativos. Es cierto que el texto del DUE, complejo
tipográfica y estructuralmente, exige del lector que desee obtener el máximo provecho una colaboración activa y
más atenta que la necesaria para otros repertorios léxicos. Pero dicha exigencia nunca es gratuita, sino a cambio
de una abundancia informativa difícil de hallar en otros repertorios léxicos del español.
Me referiré, por último, a los desarrollos gramaticales presentes en el cuerpo de la obra. Se han calificado de
superfluos, de injustificados, en una obra lexicográfica o de estar fuera de lugar. A mi modo de ver existen
argumentos para defender la solución elegida por M.ª Moliner si aceptamos la opinión de Manuel Seco para quien
la lexicógrafa aragonesa entendió su diccionario como «herramienta total» del léxico. Podría irse más lejos y
concebir el DUEcomo una «herramienta total de la lengua» en la que descripción léxica y gramatical se conjugan
armónicamente.
En mi opinión, no ofrece el mismo resultado la yuxtaposición de los artículos gramaticales, en apéndice y por
orden alfabético, de la segunda edición. Dispuestos de este modo, parece claro que la «gramática de uso» de la
que hablaba M.ª Moliner no podía obtenerse de la mera suma de los artículos gramaticales del diccionario,
pensados originariamente para ocupar un lugar en la macroestructura de la obra.

Por Manuel Seco


Entre los diccionarios españoles de lengua o usuales, el de Moliner es el
intento renovador más ambicioso que se ha producido en nuestro siglo.
La pereza nacional se encuentra muy a gusto con el tradicional sistema de colmar de ditirambos a todo intelectual
—muerto, desde luego— a quien cierto número de entendidos señale como importante, a cambio de que esta
minoría nos releve de la enojosa ocupación de acercarnos a conocer la obra del héroe.

El conocimiento de nuestros creadores y de nuestros pensadores queda así cómodamente suplido por
el conocimiento de la etiqueta que sobre ellos han depositado unos pocos. ¡Cuántos clásicos españoles entraron en
los manuales de literatura solamente porque habían sido leídos por Amador de los Ríos o por Menéndez Pelayo! Y a
veces se amontona una etiqueta sobre otra y otra, formando una costra espesa, como sobre una maleta vieja, sin
que nadie se preocupe de averiguar qué hay dentro de la maleta. La gloria nacional queda cada vez más aislada
por el suntuoso telón de los homenajes, con lo cual, a fuerza de creer en ella sin verla la divinizamos. ¿No hemos
convertido a Cervantes en un mito por este procedimiento? En medio de esta hipocresía colectiva, ¿podía
sorprendernos que de pronto, un día, unos concejales de pueblo se quitasen la máscara y mostrasen con
franqueza su barbaridad borrando de la toponimia urbana a ese famoso desconocido?
En los últimos meses, el proceso de beatificación ha recaído no sobre un poeta ni sobre un filósofo, sino,
novedosamente, sobre una lexicógrafa. Al triste acontecimiento de su muerte —el 22 de enero de 1981— se unían
en María Moliner dos circunstancias que eran noticia: una, su dedicación a una extraña especialidad; otra
(¡todavía!), su condición femenina.
En medio de la atmósfera general de desinterés por el idioma y de la consiguiente ignorancia sobre las disciplinas
que lo estudian (recordemos tan solo el regocijante uso que de la voz semántica hacen políticos y editorialistas),
no ha de sorprender que la lexicografía tenga para muchos un tufillo exótico, cuasi nigromántico, a pesar de versar
sobre un objeto tan conocido por fuera como es el diccionario. Pues bien: María Moliner no solo se entregó al
cultivo de este recóndito campo, sino que además era mujer.
Muchas y muy hermosas han sido las ofrendas de palabras que después de su muerte ha recibido quien tanto
luchó con ellas. La justa admiración por su laboriosidad tenaz. Y por la firmeza de su vocación, la simpatía hacia
sus valores humanos han teñido de emotividad la pluma de muchos finos escritores, y la consecuencia ha sido
que, en sus comentarios, la obra ha quedado en un plano de penumbra respecto de la persona de la autora.
«Diccionario excelente», «excepcional», «maravilla de la lexicografía», «obra cumbre»… son elogios que no pongo
en tela de juicio, pero que, al no pecar de excesivamente analíticos, contribuyen poco a una verdadera valoración
de la obra y mucho a su estéril mitificación; algo que sin duda hubiera rechazado la sencilla honradez de María
Moliner.
El Diccionario de uso del español es, ciertamente, uno de los diccionarios españoles más importantes. Muchos
creen que lo es por su caudal, por el número de voces definidas, fiándose de la mera apariencia material; en
realidad registra más o menos los mismos términos que el Diccionario de la Academia, y así lo reconoce la autora.
Lo que sí distingue, en cambio, esta obra es su propósito renovador, que yo sintetizaría en la conjunción de tres
rasgos: el concepto del diccionario como una herramienta total del léxico, la voluntad de superar el análisis
tradicional de las unidades léxicas y el intento de establecer una separación entre léxico usual y el léxico no usual.
La primera característica, por sí sola, a pesar de su enorme importancia, no constituye novedad. Aparte del
precedente francés de Paul Robert, cuyo diccionario está inspirado en el mismo principio, nuestro maestro Julio
Casares ya había expuesto en 1921 la tesis de que «hay que crear, junto al actual registro por abecé, archivo
hermético y desarticulado, el diccionario orgánico, viviente, sugeridor de imágenes y asociaciones, donde, al
conjuro de la idea se ofrezcan en tropel las voces, seguidas del utilísimo cortejo de sinonimias, analogías, antítesis
y referencias; un diccionario comparable a esos bibliotecarios solícitos que, poniendo a contribución el índice de
materias, abren camino al lector más desorientado, le muestran perspectivas infinitas y le alumbran fuentes de
información inagotables». Como es sabido, el propio Casares llevó a la práctica su teoría en el Diccionario
ideológico de la lengua española (1942), cuyo lema, en la portada, reza: «De la idea a la palabra; de la palabra a
la idea». Pues bien: la misma meta se propuso María Moliner: construir el diccionario
simultáneamente descifrador y cifrado (esto es «que ayuda a entender» y «que ayuda a decir»). La diferencia, en
este punto, entre la obra de Casares y la de Moliner es superficial: mientras en la primera la parte cifradora forma
un cuerpo separado de la descifradora, en la segunda está integrada la una dentro de la otra, formando un solo
cuerpo.
Esta utilidad, tan apreciable, se complementa en el Diccionario de Moliner con el establecimiento —segundo
rasgo— de dos grandes niveles dentro del léxico: las palabras y acepciones usuales y las no usuales; diferenciación
realizada por medios tipográficos, destinada a ser sumamente práctica para el hablante que quiere escoger su
propia forma de expresión. Se une a esto la información sobre construcciones sintácticas en las distintas
acepciones, que tanto se echa de menos en los diccionarios corrientes (aunque, en cambio, se omiten sin
suficiente justificación, otras indicaciones gramaticales no menos necesarias).
El aspecto más destacable del Diccionario de uso del español es su tercer rasgo: la revisión a fondo de las
definiciones tradicionales, que hubo de ser sin duda la faceta más agobiante, por ser la más personal en la labor
de la autora. Es bien sabido que muchas de las definiciones del Diccionario de la Academia están redactadas en
una lengua de otra época, que les da a los ojos del lector letrado, un encanto singular; pero ciertamente ese
lenguaje no es el más adecuado para explicarle al hombre de hoy los significados de las palabras. Por otra parte,
el Diccionario académico recurre, con insistencia que casi bordea la tomadura de pelo, a la definición en círculo
vicioso: amparar se explica como «favorecer, proteger», favorecer, como «ayudar, amparar,
socorrer»; proteger como «amparar, favorecer, defender»; defender como «amparar, librar, proteger»; ayudar,
como «auxiliar, socorrer»; auxiliar, como «dar auxilio»; auxilio, como «ayuda, socorro, amparo»; y así
sucesivamente. María Moliner, en su obra, decide romper este mareante juego de la oca, que, junto con el estilo
dieciochesco, se había hecho hábito en los lexicógrafos sumisos al modelo académico. No solo evita la definición
circular, para lo cual inventa una minuciosa jerarquización lógica de los conceptos, sino que desmonta una por una
todas las definiciones de la Academia y las vuelve a redactar en español del siglo XX, dándoles, en muchos casos,
una precisión que les faltaba y desdoblándolas a menudo en nuevas acepciones y subacepciones que recogen
matices relevantes. Con ello logra un análisis de los contenidos bastante más completo que el de los diccionarios
corrientes, incluido el de la Academia. Hay que mencionar también la abundancia de ejemplos inventados que
ilustran las definiciones: punto este con demasiada frecuencia olvidado en nuestros diccionarios.
Dos o tres reparos principales señalaría yo en esta labor monumental (dejando al margen otros de tipo técnico).
Uno es que está construida tomando como casi únicas bases documentales la personal competencia hablante de la
autora y —paradójicamente— el mismo Diccionarioacadémico que se trataba de superar con lo cual los criterios
subjetivos priman más de lo conveniente sobre la información objetiva, tan necesaria para el estudio del uso. El
otro reparo es que, en el deseo de introducir un elemento de racionalidad en el convencionalismo alfabético de los
diccionarios, las palabras —dentro del abecedario general— aparecen agrupadas en familias etimológicas:
ordenación que, aparte de ser poco sistemática, prácticamente no aporta nada a los objetivos del diccionario y
que, en cambio, incomoda la consulta de su lector, quien —nos guste o no— cuenta siempre con el alfabeto como
báculo imprescindible para andar por la vida. Una tercera reserva todavía añadiré que no es un defecto, sino un
exceso: recarga notable e innecesariamente el volumen de la obra al haber incorporado en ella, en sus respectivas
entradas, todos los temas de la gramática española. El uso del subjuntivo o del artículo, la posición del adjetivo, el
valor de los tiempos verbales, etcétera, son cuestiones que se salen abiertamente de la lexicografía.
Entre los diccionarios españoles de lengua o usuales, el de Moliner es el intento renovador más ambicioso que se
ha producido en nuestro siglo. En él, la intuición y la tenacidad tuvieron que llenar el vacío de una tradición previa
que hubiera allanado el camino. Es un esfuerzo digno de toda nuestra admiración pero, por ley del quehacer
intelectual, no es una meta, sino una etapa, y debe ser tomado como una incitación, como un poderoso reto por
cuantos se dedican a la lexicografía. Bien están los elogios emotivos, sonoros y confortables; pero la verdadera
alabanza al que trabaja es seguir su ejemplo.
Porque María Moliner no es un nombre, sino una obra.

 (*) Reproducido en Estudios de lexicografía española, Madrid: Paraninfo, 1985, pp. 207-211, y antes en el
diario El País (29 de mayo de 1981, p. 36), con el título «María Moliner: una obra, no un nombre». volver

Por J. Ignacio Bermejo Larrea

El entusiasmo de su palabra nace del ayuntamiento moral entre la ciencia


posible de médico rural que aprendió de su padre y la fe en «la capacidad de
mejoramiento espiritual de la gente»...
La carta a los bibliotecarios rurales que redactó María Moliner y que se publicó en Valencia en 1937 como prólogo a
las Instrucciones para el servicio de pequeñas bibliotecas, es una de esas joyas de la literatura que andan
escondidas en archivos casi olvidados. Su prosa sencilla y ordenada está llena de la belleza funcionalista que
consigue el autor pulcro que no pretende nunca ser artista, pero que escribe a golpe de latido de su corazón, sin
mediar artificio alguno y cumpliendo, además, con el precepto sagrado de respetar la inteligencia del lector, aun
en los momentos más duros de la vida.
¿Escribió María Moliner esa carta ya en plena guerra civil? ¿La tenía preparada antes de su estallido, como texto
pensado para orientar a los bibliotecarios rurales en el marco de las Misiones Pedagógicas que creó la República
apenas un mes después de haberse proclamado? El hecho es que aparece en 1937 y, para los lectores de hoy, el
contexto de la tragedia nos lleva inevitablemente a dotarla de un valor de especial compromiso.

Cuando el ejército insurrecto del general Franco avanza contra las milicias leales al gobierno legítimo de España,
María Moliner —mujer y bibliotecaria valiente— alienta a su pacífica tropa de bibliotecarios rurales para que
reafirmen su compromiso con los lectores y con los libros, porque piensa que la locura colectiva que asola a su
querida España es fruto de la ignorancia y de la injusticia —también cultural— que discrimina secularmente a gran
parte del pueblo. El entusiasmo de su palabra nace del ayuntamiento moral entre la ciencia posible de médico rural
que María Moliner aprendió de su padre y la fe en «la capacidad de mejoramiento espiritual de la gente», y su
mensaje suena como un emocionante canto de confianza en el ser humano y de esperanza en medio del horror de
los horrores, esa guerra absurda y fraticida que desangró a España y que marcó a una y más generaciones de
españoles.

María Moliner sufrió la represalia del ostracismo porque se comprometió con la República constitucional, pero su
espíritu, como el de todos aquellos que lucharon por una causa justa y perdieron, no ha muerto ni morirá jamás,
porque renace en el corazón de cada humilde y pacífico encargado de biblioteca que cumple su misión de ayudar al
usuario despistado, o incluso al airado, a encontrar su propio mejoramiento espiritual a través de «esas ventanas
maravillosas que son los libros».

A los bibliotecarios rurales*


Estas Instrucciones van especialmente dirigidas a ayudar en su tarea a los bibliotecarios
provistos de poca experiencia y que tienen a su cargo bibliotecas pequeñas y recientes.
Porque, si el éxito de una biblioteca depende en grandísima parte del bibliotecario, esto es
tanto más verdad cuanto más corta es la historia o tradición de ese establecimiento. En una
biblioteca de larga historia, el público ya experimentado, lejos de necesitar estímulos para
leer, tiene sus exigencias, y el bibliotecario puede limitarse a satisfacerlas cumpliendo su
obligación de una manera casi automática. Pero el encargado de una biblioteca que comienza
a vivir ha de hacer una labor mucho más personal, poniendo su alma en ella. No será esto
posible sin entusiasmo, y el entusiasmo no nace sino de la fe. El bibliotecario, para poner
entusiasmo en su tarea, necesita creer en estas dos cosas: en la capacidad de mejoramiento
espiritual de la gente a quien va a servir, y en la eficacia de su propia misión para contribuir a
este mejoramiento.

No será buen bibliotecario el individuo que recibe invariablemente al forastero con palabras
que tenemos grabadas en el cerebro, a fuerza de oírlas, los que con una misión cultural
hemos visitado pueblos españoles: «Mire usted: en este pueblo son muy cerriles: usted
hábleles de ir al baile, al fútbol o al cine, pero… ¡A la biblioteca…!».
No, amigos bibliotecarios, no. En vuestro pueblo la gente no es más cerril que en otros
pueblos de España ni que en otros pueblos del mundo. Probad a hablarles de cultura y veréis
cómo sus ojos se abren y sus cabezas se mueven en un gesto de asentimiento, y cómo
invariablemente responden: ¡Eso, eso es lo que nos hace falta: cultura! Ellos presienten, en
efecto, que es cultura lo que necesitan, que sin ella no hay posibilidad de liberación efectiva,
que sólo ella ha de dotarles de impulso suficiente para incorporarse a la marcha fatal del
progreso humano sin riesgo de ser revolcados: sienten también que la cultura que a ellos les
está negada es un privilegio más que confiere a ciertas gentes sin ninguna superioridad
intrínseca sobre ellos, a veces con un valor moral nulo, una superioridad efectiva en
estimación de la sociedad, en posición económica, etcétera. Y se revuelven contra esto que
vagamente comprenden pidiendo, cultura, cultura… Pero, claro, si se les pregunta qué es
concretamente lo que quieren decir con eso, no saben explicarlo. Y no saben tampoco que el
camino de la cultura es áspero, sobre todo cuando para emprenderlo hay que romper con una
tradición de abandono conservada por generaciones y generaciones.

Tú, bibliotecario, sí debes saberlo, y debes comprenderles y disculparles y ayudarles. No es


extraño que una biblioteca recibida con gran entusiasmo quede al poco tiempo abandonada si
se la confía a su propia suerte: no es extraño que el libro cogido con propósito de leerlo se
caiga al poco rato de las manos y el lector lo abandone para ir a distraerse con la película a
cuya trama su inteligencia se abandona sin esfuerzo. Todo esto ocurre; pero no ocurre sólo
en tu pueblo, ni lo hacen sólo tus convecinos; ocurre en todas partes, y ahí radica
precisamente tu misión: en conocer los recursos de tu biblioteca y las cualidades de tus
lectores de modo que aciertes a poner en sus manos el libro cuya lectura les absorba hasta el
punto de hacerles olvidarse de acudir a otra distracción.

La segunda cosa que necesita creer el bibliotecario es en la eficacia de su propia misión. Para
valorarla, pensad tan sólo en lo que sería nuestra España si en todas las ciudades, en todos
los pueblos, en las aldeas más humildes, hombres y mujeres dedicasen los ratos no ocupados
por sus tareas vitales a leer, a asomarse al mundo material y al mundo inmenso del espíritu
por esas ventanas maravillosas que son los libros. ¡Tantas son las consecuencias que se
adivinan si una tal situación llegase a ser realidad, que no es posible ni empezar a
enunciarlas…!

Pues bien: esta es la tarea que se ha impuesto y que está llevando a cabo el Ministerio de
Instrucción Pública por medio de su Sección de Bibliotecas y en la que vosotros tenéis una
parte esencialísima que realizar.

 (*) Prólogo de Instrucciones para el servicio de pequeñas bibliotecas, publicadas en Valencia en 1937, y que
redactó María Moliner. Transcrito a partir de la edición de Educación y Biblioteca, n.º 86, p. 18, en el
homenaje a María Moliner, 1998. volver
 Mi agradecimiento a M.ª Antonia Martín Zorraquino por sus enseñanzas y por su aportación a la redacción de
esta nota.
Bibliografía

La presente relación bibliográfica trata de ser lo más exhaustiva posible respecto de las publicaciones de María
Moliner y en relación con los trabajos que versan con exclusividad sobre su vida o su obra. Algunas de las
referencias que, por su entidad, ofrecen un interés especial, se comentan brevemente.

Obras de María Moliner


1. 1935: «Bibliotecas rurales y redes de bibliotecas en España», Actas del II Congreso Internacional de Bibliotecas y

Bibliografía, Madrid.

2. 1937: Instrucciones para el servicio de pequeñas bibliotecas, Valencia, Ministerio de Instrucción Pública, Consejo

Central de Archivos, Bibliotecas y Tesoro Artístico, Sección de Bibliotecas.

Figura sin nombre de autor; se halla reproducido, como apéndice, en Faus Sevilla:La lectura pública en España y el Plan de

Bibliotecas de María Moliner, Madrid, Anabad, 1990.

3. 1939: Proyecto de Bases de un Plan de Organización General de Bibliotecas del Estado, Valencia, Oficina de

Adquisición de Libros y Cambio Internacional.

Figura sin nombre de autor; se halla reproducido, como apéndice, en Faus Sevilla, P: op. cit., Madrid, 1990.

4. 1966/1967: Diccionario de uso del español, Madrid, Gredos, (2 vols.).

Veinte reimpresiones.

5. 1996: Diccionario de uso del español, Madrid, Gredos.

Edición en CD-ROM, 1995.


6. 1998: Diccionario de uso del español, Madrid, Gredos, (2 vols.).

2.ª edición revisada y aumentada.

Sobre la vida de María Moliner

1. Amada Cinto, M.: «El bachillerato de María Juana Moliner», Trébede, 36, marzo de 2000, pp. 32-36.

2. Campos, L.: «Aragonesas en la historia. La madre del Diccionario», Heraldo de Aragón, 6 de diciembre de1998.

3. Castelo, S.: «Conversación con María Moliner», ABC, 25 de junio de 1972, pp. 22-27.

4. Castro, C.: «El español que se habla, más extenso que el que codifica la Academia», Ya, domingo 6 de febrero de

1972.

Es una entrevista con María Moliner.

5. Cobo Borda, J. G.: «María Moliner, pionera de esa hambre en español», en Rinconete, Centro Virtual Cervantes,

30 de marzo de 2000.

6. Cortés Alonso, V.: «María Moliner, profesora extra», Boletín de la ANABAD, 31, 1, 1981, pp. 43-46.

7. Cortés Alonso, V.: «La Escuela Cossío de Valencia», Trébede, 36, marzo de 2000, pp. 39-42.

8. «Doña María Moliner: su diccionario, su pensamiento, su tenacidad aragonesa», Heraldo de Aragón, Zaragoza, 17

de octubre de 1976.

Se trata, propiamente, de una entrevista a Fernando Ramón Moliner.

9. Faus Sevilla, P.: La lectura pública en España y el Plan de Bibliotecas de María Moliner, Madrid, Anabad, 1990.

Contiene la biografía más documentada sobre D.ª María Moliner y es un texto indispensable para valorar su labor en el ámbito

de la organización bibliotecaria; es, asimismo, un texto imprescindible para enmarcar la actividad de María Moliner durante la

Segunda República. Por otra parte, contiene como apéndices, las dos publicaciones de María Moliner —la de 1937 y la de 1939—

que aparecen sin nombre de autor.

10. García Márquez, G.: «La mujer que escribió un diccionario», El País, 10 de febrero de 1981, pág. 9.

11. Heraldo de Aragón, domingo 26 de marzo de 2000.


Contiene un suplemento dedicado a María Moliner con varios artículos; a partir del 31 de marzo de 2000 se halla

en http://www.heraldo.es.

12. Kent, V.: «María Moliner: una obra cumbre», El País, 5 de marzo de 1981.

13. La Escuela Cossío de Valencia. Historia de una ilusión (1930-1939), Valencia, Generalitat Valenciana, 1984.

Se trata de un librito que refleja muy bien el espíritu de la Escuela Cossío y la actividad de María Moliner en ella y en las

Misiones Pedagógicas valencianas; contiene contribuciones de J. Navarro Alcácer, V. Cortés, etc.; se recoge, aparte, en la

presente bibliografía, la de J. Navarro Alcácer por sus referencias a María Moliner.

14. «María Moliner», Zaragoza, 3 (21), 1981, pp. 9-10.

15. «María Moliner, autora del Diccionario de uso del español murió ayer, a los 81 años», El País, 23 de enero

de 1981, p. 23.

16. Martín Zorraquino, M.ª A.: «Una lexicógrafa aragonesa: D.ª María Moliner», en G. Holtus et al.: La Corona

de Aragón y las lenguas románicas. Miscelánea homenaje a Germán Colón, Tübingen, Gunter Narr, 1988, pp.423-

434.

Está incluido también en Casas Gómez y Penadés, Op.cit., pp. 9-26.

17. Martín Zorraquino, M.ª A.: «María Moliner, conservadora del idioma», Heraldo de Aragón, 23 de abril de

1999.

Dentro de un suplemento titulado «Aragón 1900-1999: perfiles, paisajes y gentes», p. 8.

18. Martín Zorraquino, M.ª A.: «María Moliner: la pasión por la palabra y la fe en la cultura. Semblanza a

propósito de dos homenajes», Andalán, 411-412, Zaragoza, 1.ª quincena de octubre, 1984, pp. 49-53.

19. Navarro Alcácer, J.: «Notas autobiográficas de un nonagenario», en La Escuela Cossío de

Valencia (S), pp. 21-80.

20. Pardo Lancina, V.: «Memoria de María Moliner. El sillón vacío de la Academia», Trébede, 36, marzo de

2000, pp. 23-31.

21. Ramón Moliner, F.: «María Moliner, bibliotecaria», Educación y Biblioteca. Revista Mensual de

Documentación y Recursos Didácticos, 10, 86, 1998, p. 10.

22. Rodrigo, A.: Mujeres de España. Las silenciadas, Barcelona, Plaza y Janés, 1979.

Incluye un apartado específico sobre María Moliner y también sobre María Goyri, María Blanchard, Victoria Kent, Margarita Xirgu,

Zenobia Camprubí, María de Maeztu, Federica Montseny, Dolores Ibárruri, M.ª Teresa León, María Casares, M.ªLuz Morales, etc.

23. Salaberría, R.: «Conversación con Fernando Ramón Moliner, hijo de María Moliner», Educación y Biblioteca.

Revista Mensual de Documentación y Recursos Didácticos, 10, 86, 1998, pp. 11-17.

24. Salaberría, R.: «María Moliner y la memoria arrancada», Educación y Biblioteca. Revista Mensual de

Documentación y Recursos Didácticos, 10, 86, 1998, pp. 8-9.

25. Sueiro, D.: «¿Será María Moliner la primera mujer que entre en la Academia?», Heraldo de Aragón, martes

7 de noviembre de 1972.

Es una entrevista a María Moliner.

26. Trébede, número 36, Zaragoza, marzo de 2000.

Es un homenaje a María Moliner: una larga e interesante entrevista con la hija de María Moliner, a cargo de Víctor Pardo

Lancina, y numerosos artículos sobre las diversas actividades de Doña María realizados por Pilar Faus, Vicenta Cortés,

Inmaculada Penadés etc. Cuenta, además, con un rico conjunto de ilustraciones gráficas que nos presentan a doña María Moliner
en muy distintos momentos de su vida. Por su singularidad y lo rico de las perspectivas que ofrece constituye un documento

excelente.

Está publicado parcialmente en http://www.redaragon.com/trebede.


Sobre su labor bibliotecaria
1. Bermejo Larrea, J. Ignacio: «María Moliner, el espíritu de una bibliotecaria comprometida», María Moliner, en su

centenario, Centro Virtual Cervantes, 2000.

2. Educación y Biblioteca. Revista Mensual de Documentación y Recursos Didácticos, 10, 86, 1998.

El número está dedicado, en buena parte, a María Moliner; además de los artículos citados en la presente bibliografía, contiene

testimonios, cartas, etc., de interés.

3. Escolar Sobrino, H.: Gente del libro, Madrid, Gredos, 1999.

4. Faus Sevilla, P.: La lectura pública en España y el Plan de Bibliotecas de María Moliner, Madrid, Anabad, 1990.

5. Faus Sevilla, P.: «Bibliotecas para una República», Trébede, 36, marzo de 2000, pp. 43-49.

6. García Ejarque, L.: «María Moliner, gestora de una política bibliotecaria», Boletín de la Anabad, 31, 1981,

1, pp. 37-42.

7. Gómez Hernández, J. A.: «La preocupación por la lectura pública en España: las bibliotecas ‘populares’. De las

Cortes de Cádiz al Plan de Bibliotecas de María Moliner», Revista General de Información y Documentación, 3, 2,

1993, pp. 54-94.

8. Lluch, M.ª A. y Sevilla, C.: «Biblioteca Universitaria y Provincial 1936-1939. Documentación», Estudios dedicados

a Juan Peset Aleixandre, Valencia, Generalitat Valenciana, 1982.


Sobre su labor lexicográfica y el Diccionario del español actual
Se establece este apartado para la bibliografía que versa con exclusividad sobre el Diccionario de uso del
español, ya sea en su conjunto, ya sea sobre algún aspecto concreto (conviene advertir que, frecuentemente, las
referencias bibliográficas del primer apartado hacen referencia a los aspectos incluidos en los otros dos). Ha de
advertirse, de entrada, que en la obra de Casas Gómez y Penadés, publicada en 1998, se incluye una casi
exhaustiva bibliografía, hasta esa fecha, sobre la vida y la obra de María Moliner.

1. Aliaga, J. L.: «En defensa de algunas características del DUE», María Moliner, en su centenario, Centro Virtual

Cervantes, 2000.

2. Alvar Ezquerra, M.: «Los sentidos y significados claros de María Moliner», en Casas Gómez, M. y Penadés, I.

( coords.): Estudios sobre el ‘Diccionario de uso del español’ de María Moliner, pp. 163-177.

3. Alvar Ezquerra, M.: «M.ª Moliner. Diccionario de uso del español, vol. I (A-G), 1966, vol. II (H-Z),

1967», Lexicología y Lexicografía. Guía bibliográfica, Salamanca, Ediciones Almar, 1983, pp. 215-228.

4. Buenaventura, R.: «Doña María electrónica», Cuadernos Cervantes de la Lengua Española, 10, 1996, pp. 60-62.

5. Casado Velarde, M.: «La información textual en el DUE de María Moliner», Voz y Letra. Revista de Filología, 5, 1,

1994, pp. 129-137.

6. Casas Gómez, M.: «Reflexiones semánticas en torno a las características generales del Diccionario de uso de María

Moliner», Trivium. Anuario de Estudios Humanísticos, 6, 1994, pp. 123-145.

7. Casas Gómez, M.: «El Diccionario de uso del español», en Casas Gómez, M. y Penadés, I. (coords.): Estudios

sobre el ‘Diccionario de uso del español’ de María Moliner, pp. 27-69.

8. Casas Gómez, M. y Penadés Martínez, I. (coords.): Estudios sobre el Diccionario de uso del español de María

Moliner, Cádiz, Publicaciones de la Universidad de Cádiz, 1998.

Contiene la bibliografía relativa a la biografía y a la labor bibliotecaria y lexicográfica de María Moliner hasta 1998. Por otra

parte, la obra incluye contribuciones de M.ª A. Martín Zorraquino, M. Casas Gómez, M.ª T. Díaz Hormigo, etc., que se incluyen

en la presente bibliografía.
9. Castroviejo, C.: «La lengua viva. María Moliner: ‘Diccionario de uso del español’, Editorial Gredos, Madrid», Hoja

del Lunes, Madrid, 2 de junio de 1969.

10. Díaz Cama, M.: «El papel de la relación de hiperonimia-hiponimia en la estructuración de los diccionarios

de lengua (con especial referencia al DUE de María Moliner)», en Casas Gómez, M. y Penadés, I.

( coords.): Estudios sobre el ‘Diccionario de uso del español’ de María Moliner, pp.213-231.

11. Díaz Hormigo, M.ª T.: «El tratamiento de algunas clases de sustantivos deverbales en el Diccionario de uso

del español de María Moliner. (Hacia una clasificación sintáctico-semántica de los sustantivos deverbales)», en

Casas Gómez, M. y Penadés, I. (coords.): Estudios sobre el ‘Diccionario de uso del español’ de María

Moliner, pp. 71-107.

12. Escoriza Morera, L.: «La marca ‘popular’ en el Diccionario de uso del español de María Moliner», en Casas

Gómez, M. y Penadés, I. (coords.): Estudios sobre el ‘Diccionario de uso del español’ de María Moliner, pp.263-

287.

13. Folgar de la Calle, J. M.ª: «El léxico cinematográfico en los diccionarios», Verba, 8, 1981, pp. 267-288.

14. Fuentes, María Teresa: «María Moliner, hoy», en María Moliner, en su centenario, Centro Virtual Cervantes,

2000.

15. Giménez Marco, L. F.: «Pasión por las palabras», Trébede, 36, marzo de 2000, pp. 58-62.

16. Hodcroft, F. W.: «M.ª Moliner, Diccionario de uso del español. I, A-G, 1966», The Modern Language

Review, 63, 2, 1968, pp. 492-493.

17. León Gómez, S.: «La lengua múltiple y variada de María Moliner», en Rinconete, Centro Virtual Cervantes,

30 de marzo de 2000.

18. Lorenzo, E.: «El nuevo Moliner», Saber Leer, 124, abril de 1999, pp. 1-2.

19. Lorenzo, E.: «Una obra monumental», Filología Moderna, 8, 33-34, 1969, pp. 125-129.

20. Ly, N.: «María Moliner, Diccionario de uso del español, Madrid, Gredos, 1966, A-G, 1446 p.», Bulletin

Hispanique, 69, 3-4, 1967, pág. 547.

21. Martín Zorraquino, M.ª A.: «Una lexicógrafa aragonesa: D.ª María Moliner», en G. Holtus et al., La Corona

de Aragón y las lenguas románicas. Miscelánea homenaje a Germán Colón, Tübingen, Gunter Narr, 1988, pp.423-

434.

Está incluido también en Casas Gómez y Penadés, Op. cit., 1998, pp. 9-26.

22. Millán, J. A.: «Construcción y régimen. El diccionario español más revolucionario, ampliado y mejorado en

su nueva edición», en las páginas en internet del autor (http://jamillan.com/moliner.htm).

23. Millán, J. A.: «Las muchas palabras. Una afortunada eclosión de diccionarios para varias necesidades y en

distintos soportes», en las páginas en internet del autor (http://jamillan.com/lasmuch.htm).

24. Miranda, A.: «Lexicografía española actual», en J. Stolidi, Recherches en Linguistique Hispanique. Actes du

colloque d'Aix-en-Provence, 20 et 21 Mars 1992, Aix-en-Provence, Publications de l'Université de

Provence,1994, pp. 135-151.

25. Muñoz Núñez, M.ª D.: «Diferencias entre el DRAE y el DUE en la configuración de algunas entradas

lexicográficas», en Casas Gómez, M. y Penadés, I. (coords.): Estudios sobre el ‘Diccionario de uso del español’ de

María Moliner, pp. 179-190.


26. Paredes Duarte, M.ª Jesús: «El tratamiento lexicográfico de la elipsis semántica en el Diccionario de uso

del español de María Moliner», en Casas Gómez, M. y Penadés, I. (coords.): Estudios sobre el ‘Diccionario de uso

del español’ de María Moliner, pp. 233-262.

27. Pena Seijas, J.: «M.ª Moliner, Diccionario de uso del español (2 vols.)», Verba, 2, 1975, pp. 339-344.

28. Penadés Martínez, I.: «El análisis de algunos verbos atributivos en el Diccionario de uso del español de

María Moliner», en A. Endruschat et al.(eds.): Verbo e estructuras frásicas. Actas do IV Colóquio Internacional de

Lingüística Hispânica, Leipzig, 22-25 de Novembro de 1993. Revista da Faculdade de Letras, Línguas e Literaturas,

Anexo VI, Porto, Faculdade de Letras do Porto, 1994, pp. 183-193.

29. Penadés Martínez, I.: «La atribución en el Diccionario de uso del español de María Moliner», en Casas

Gómez, M. y Penadés, I. ( coords.): Estudios sobre el ‘Diccionario de uso del español’ de María Moliner, pp. 127-

162.

30. Penadés Martínez, I.: «Lo peculiar del ‘María Moliner’», Trébede, 36, marzo de 2000, pp. 51-54.

31. Pérez Bouza, J. A., Casas Gómez, M. y Martínez de Sousa, J.: «María Moliner a la luz de la lexicología y la

lexicografía modernas», en C. Martín Vide (ed.): Lenguajes Naturales y Lenguajes Formales X. Actas del X

Congreso de Lenguajes Naturales y Lenguajes Formales, Sevilla, 26-30 de septiembre de 1994, Barcelona, PPU,

1994, pp. 655-668.

32. Porto Dapena, Á.: «La nueva edición del María Moliner», Revista de Libros,33, septiembre de 1999, pp. 35-

36.

33. Porto Dapena, Á.: «Diccionario de uso del español», María Moliner, en su centenario, Centro Virtual

Cervantes, 2000.

34. Pratt, C.: «El diccionario de la Academia y el María Moliner», Libros, 23, 1984, pp. 3-7.

35. Ramón Moliner, F.: «Roget (1852), Moliner (1966)», El País, martes 10 de noviembre, 1998, p. 44.

36. Schneider, H.: «M.ª Moliner, Diccionario de uso del español, 1966-1967, 2 Bände», Romanistisches

Jahrbuch, 22, 1971, pp. 376-378.

37. SdhS: «Cómo sacar el máximo partido al CD-ROM del Diccionario de María Moliner», Acta, 4, 1997, pp. 47-

61.

38. Seco, M.: «María Moliner: una obra, no un nombre», El País, 29 de mayo de 1981, p. 36.

39. Seco, M.: «Apéndice A: María Moliner», Estudios de lexicografía española,Madrid, Paraninfo,

1987, pp. 207-211.

Es una reedición del artículo anterior, reproducido también en este homenaje.

40. Skultéty, J.: «María Moliner, Diccionario de uso del español, Madrid, Editorial Gredos, 1967», Casopis

Promoderni Filologii, Bratislava, 53/2, 1971, pp.106-108.

41. Smith, C.: «M.ª Moliner, Diccionario de uso del español, vol. I, A-G, 1966, vol. II, H-Z, 1987», Bulletin of

Hispanic Studies, 46, 1969, pp. 49-51.

42. Steel, B.: «Pequeñísimo suplemento a un gran diccionario», Español Actual,31, 1976, pp. 39-47.

43. Teso, E. del: «En torno a la definición lexicográfica», Contextos (León), 10, 1987, pp. 29-56.

44. Torres Sánchez, M.ª Á.: «El tratamiento de la interjección en el Diccionario de uso del español de María

Moliner», en Casas Gómez, M. y Penadés, I. (coords.): Estudios sobre el ‘Diccionario de uso del español’ de María

Moliner, pp. 109-126.

45. «Una académica sin sillón», El País, 23 de enero de 1981, p. 23.


46. Valente, J. A.: «Un nuevo diccionario», Índice, 224, XXII, Madrid, octubre de 1967.

47. Varo Varo, Carmen: «La antonimia léxica en el Diccionario de uso del español de María Moliner», en Casas

Gómez, M. y Penadés, I. (coords.): Estudios sobre el ‘Diccionario de uso del español’ de María Moliner, pp.191-

211.

48. Villanueva, A.: «Edición electrónica del Diccionario de uso», Trébede, 36, marzo de 2000, pp. 63-67.

49. Viqueira, J. M.ª: «M.ª Moliner, Diccionario de uso del español, A-G, 1966», Revista Portuguesa de

Filología, 14, 1966-1968, pp. 436-443.


Una biografía revela los obstáculos que tuvo que superar
María Moliner

Inma de la Fuente analiza en 'El exilio interior' la vida de la lexicógrafa


aragonesa | "He querido evitar el tópico de una señora ama de casa que
escribe el diccionario"
"Tenía una gran ambición intelectual, algo que se le negaba entonces a
la mujer"
Tardó quince años en escribir los dos tomos de su 'Diccionario de uso
del español' | "Influyó el que fuera mujer, una mujer que cuestionaba el
diccionario de la RAE"

Una profesional de la biblioteconomía, Moliner, nacida en Paniza (Zaragoza) en el año 1900, su familia se
trasladó al poco tiempo a Madrid (Propias)
PEDRO VALLÍN

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En el reservado de un discreto restaurante del Madrid noble, Inma de la Fuente charla con un
reducido grupo de periodistas. Con su voz aniñada y su decir quedo, habla con la minuciosidad
de una profesora que se sabe bien la lección y que transita por caminos que conoce bien. Ha
publicado la primera biografía de María Moliner, El exilio interior, con la editorial Turner
Noema, y habla de su protagonista como quien habla de sus antepasados, con precisión y sin
caer en la elegía. Su voz fuerza el silencio atento del comedor y apenas es interrumpida por los
comensales para pedir alguna aclaración. Los entrantes:

"He querido evitar el tópico de una señora ama de casa que escribe el diccionario. María Moliner
es una figura clave del siglo XX, una señora que hace un diccionario que actualiza todos los
términos del de la Real Academia, ella sola, y que, además, como vivió en el franquismo y
estaba casada y tenía hijos, pues era ama de casa. Porque también era bibliotecaria, es decir, era
una profesional que hizo un diccionario.

¿Cuántos años empleó en hacer el diccionario?

Empieza en el 52, aproximadamente y publica el primer tomo en el 1966, a finales de año, y a


principios del 67 saca el segundo. Pongamos quince años.

¿Y por qué no fue bien recibida por los académicos?

Porque era una intrusa, en cierto modo. Porque estudió historia en la universidad de Zaragoza,
pero había encarrilado su vida por el mundo de los archivos y bibliotecas y no estaba
considerada filóloga. En aquel momento sí que influyó el que fuera mujer. Una mujer que se
pone a hacer un diccionario, pero no el diccionario que inicialmente quería hacer, sino un
diccionario que además cuestionaba el de la RAE. Creo que fue admirada, pero no valorada.

¿Como si el diccionario lo hubiera hecho en ratos libres?

No era un hobby, era su vida. Llega un momento en que ella se involucra tanto... a partir del
1955 el diccionario ocupaba casi el 90 por ciento de su vida. Y por otra parte María Moliner, y
esto se ve ya en las cartas primeras, es una mujer que tiene un proyecto de vida intelectual y que
tiene unos deseos de realizarse profesionalmente. Es cierto que encarrila su vida a través del
cuerpo de archiveros y bibliotecarios y que como funcionaria tiene que ir un poco a los destinos
profesionales que le marcan, pero tiene sus preferencias. Encuentra la horma de su zapato, que
son las misiones pedagógicas, que es donde halla una identificación entre la labor que desarrolla
y ese proyecto cultural de la República.

Llegan los primeros platos. Unas consultas sobre los vinos. La conversación se interrumpe
apenas unos segundos.
"Mi aventura ha sido abordar a un personaje al que respeto muchísimo y con el que no podía
novelar demasiado, por ese respeto y porque es una figura sobria que por sí misma se define y
que por tanto no permitía demasiadas licencias. Me esforcé por dotarla, a pesar de todo, de lo
que yo creo que era su verdadera personalidad: una mujer con deseos de aprender, una persona
que se está reinventando constantemente, puesto que estudia inicialmente con muchísimas
dificultades, haciendo el bachillerato casi sola, con una gran capacidad para fijarse metas y luego
con una gran ambición intelectual, una ambición que entonces se le negaba a la mujer. Se
pensaba que con ser abnegada y con estar entregada –la dedicación a las palabras nadie se la
discute, los logros de su diccionario, la sorpresa que causó, la envergadura de la empresa, nadie
se los discute– era suficiente y por eso, esa mujer recoleta era la imagen que nos iban
difundiendo. Claro, era recoleta porque era una señora que estaba en su contexto, en su época y
en su mundo. Pero tenía una gran ambición intelectual porque, aunque ella decía en plan chusco
que ella era tenaz porque era aragonesa, que nunca habría terminado el diccionario si no hubiera
sido una tozuda y una bruta, su motor era dejar una obra, su ambición es real".

¿Lo del ama de casa viene un poco por culpa del obituario de García Márquez?

El artículo de García Márquez es importante, porque es el reconocimiento de una personalidad


muy relevante en el cual viene a decir que es el diccionario desde luego que él usa, el más
divertido, el más completo, "el más acuciante", por usar sus palabras, de la lengua castellana,
para él mucho más completo y útil que el de la propia Real Academia. Es decir, el artículo ha
sido muy citado y es muy importante para lo que es Moliner y su diccionario. Lo que pasa que
García Márquez se apoya en los datos del hijo menor y de personas del entorno y da una imagen
demasiado familiar e intimista, demasiado de interior, una imagen reduccionista que creo que no
es la imagen que se merece María Moliner.

¿Por qué escribe el diccionario?

Ella como bibliotecaria que era, cuando viene a Madrid en 1946 empieza a tener un rato por las
tardes que quiere llenar. Tiene algunos proyectos y dado que siempre había pensado que los
españoles no empleamos ni sacamos el partido adecuado a nuestra lengua, empieza a plantearse
hacer un diccionario. Como tenía un bagaje, porque conocía muy bien el diccionario de la RAE
de la época universitaria, se ve tentada a actualizarlo y a definir de nueva planta las acepciones.
Y se va complicando. Utilizaba la máquina de escribir, utilizaba mucho unas fichas que no está
muy claro de dónde las sacaba o si las elaboraba ella artesanalmente. Una vez que tiene ya
bastantes fichas le llega la noticia a Dámaso Alonso, que convenció a los cuatro editores de
Gredos, como director que era de la colección principal, de que el proyecto merecía la pena, a
pesar de que la apariencia era una caja de zapatos con un montón de fichas. Leyendo las fichas
vieron tal erudición que se embarcaron en la aventura.

¿Y después?
Firma un contrato con Gredos en 1955, creo que esto no se había publicado hasta ahora. Van
recibiendo sus fichas, las van preparando para luego componerlas, pero como se dilató tanto, se
tuvieron que componer por segunda o tercera vez; eran los medios mecánicos de entonces. Ella
dirigía el proyecto, e incluso, como era una mujer muy segura de sí misma, defendía sus cosas,
tenía sus conversaciones con el primer corrector de Gredos, Del Campo. Conocía por su nombre
al linotipista, le llevaban a su casa pruebas, y recuerdo una anécdota: Moliner va introduciendo
en su diccionario temas gramaticales. Es lo que lo hace tan personal y ambicioso, pero a la vez
es excederse, no necesitas ese tratado. Pero ella lo regala, porque es desmesurada. Entonces
había un linotipista, al que le agradece luego en el diccionario su trabajo, que llegó un momento
que estaba desbordado de tantas correcciones, añadidos y clarificaciones y hubo una crisis en la
imprenta. "Yo es que voy a ponerle a doña María una nota para decirle que no haga más cambios
porque nos va a volver locos y humanamente esto no puede ser". Uno más veterano le dijo, "tú
verás, pero escribirle una nota a doña María yo no lo haría, porque además, con lo que te quiere,
se va a llevar un disgusto". No la llegó a enviar.

¿La salvó el carácter?

Sí, era muy expeditiva. A pesar de que tenía una formación superior, en sus cartas se ve que no
escribía para la posteridad, va al grano, quiere hacer cosas.

Al abandonar su padre a la familia en un viaje a Buenos Aires, Moliner comienza a ganarse la


vida dando clases a su compañeros de estudio. En 1922 saca las primeras oposiciones al cuerpo
de archiveros bibliotecarios. Destinada a Murcia, se casa con un catedrático de Física y se
traslada a Valencia donde consigue 150 bibliotecas rurales como directora de misiones
pedagógicas. El gobierno republicano en guerra la toma como figura clave de su política
bibliotecaria, pero el franquismo frenará su carrera. Trasladada a Madrid para que sus hijos
estudien, se refugia en la biblioteca de la escuela de ingenieros, su final como bibliotecaria.
María Moliner, la bibliotecaria que escribió un
diccionario y se quedó sin palabras
Analía LlorenteBBC Mundo

"María Moliner hizo una proeza con muy pocos precedentes: escribió sola, en su casa, con su propia mano, el
diccionario más completo, más útil, más acucioso y más divertido de la lengua castellana".
Así definió el fallecido premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez, al Diccionario de uso del español, o como se
lo conoce, el diccionario de María Moliner.

Y es que el escritor, tal como lo dejó reflejado en una columna del diario El País de España en 1981, admiraba
profundamente el trabajo de esta bibliotecaria española del siglo pasado.
 Las primeras palabras latinoamericanas que entraron al diccionario de la Real Academia Española

Una mujer excepcional


María Juana Moliner Ruíz nació en Paniza, Zaragoza, España, en 1900 y vivió 81 años.

Se casó con Fernando Ramón, quien era catedrático de Física y tuvieron tres hijos varones y una mujer.

.
Paradójicamente, un tiempo antes de su muerte, esta creadora de un diccionario muy particular, se quedó sin palabras al
sufrir de arteriosclerosis cerebral, que le provocaba pérdida de la memoria.
"Yo no sabía nada de ella, pero descubrí que María Moliner había muerto sin lenguaje y eso me emocionó y dije:
aquí hay una historia que hay que contar", relató Manuel Calzada Pérez, dramaturgo español y autor de Diccionario, la
obra de teatro sobre la vida de Moliner.

Con esa pieza, que ya se estrenó en España, Chile, Argentina, México y Cuba, Calzada Pérez ganó el Premio Nacional a la
Literatura Dramática en 2014, en España.
El diccionario

A Moliner le tomó 15 años escribir el Diccionario de uso del español que tiene dos tomos y unas 3.000 páginas en total.

"A la abuela la recuerdo siempre sentada en su mesa de trabajo. La mesa no estaba en un despacho aislado sino en el salón
de la casa", recordó Genoveva Pitarch, nieta de María Moliner, hija de su única hija, Carmen.

"Ella tenía una capacidad de concentración tremenda. Los niños correteábamos y ella no se inmutaba, levantaba la cabeza de
sus 'fichas' sonreía y seguía trabajando", le contó Pitarch a BBC Mundo.
 ¿Sabes qué significan estas palabras que solemos usar mal?

Pero este diccionario no era uno como cualquier otro.


"Uno de los grandes objetivos que tuvo María Moliner fue crear un diccionario que permitiera ir de la idea a la
expresión. Uno más o menos sabe lo que quiere decir pero no encuentra la palabra exacta y el diccionario de María Moliner
te lo permite", le explicó Calzada Pérez a BBC Mundo.

Y muchos opinan que es el mejor material de consulta para los escritores.


"Para mí es el diccionario más agradable o amoroso", opinó la escritora argentina Claudia Piñeiro, autora de Las viudas
de los jueves, entre otros trabajos.

"Su diccionario es casi como literatura porque Moliner se toma en cada entrada mucho trabajo para explicar. Y eso se ve en
la obra, en la cantidad de años que le llevo hacer el diccionario", describió la escritora a BBC Mundo.
Ambos reconocieron que consultan el Diccionario de uso del español para componer sus obras.

Silencios
Los silencios en la vida de Moliner no sólo fueron por causa de su enfermedad.
"Efectivamente hay como una represión de otras cosas. Lo que es pura retórica en su dedicatoria: 'A mi marido y a
nuestros hijos les dedico esta obra terminada en restitución de la atención que por ella les he robado'", escribió Fernando
Ramón Moliner, hijo de la autora del diccionario en un artículo publicado en el sitio web mariamoliner.com.
 6 expresiones latinoamericanas que a los españoles nos cuesta entender (y cómo llegué a adoptarlas)

Y es que cuando María Moliner decidió escribir el diccionario, en 1953, España vivía bajo el gobierno franquista, que duró
desde la toma del poder de Francisco Franco en 1936 hasta que murió en 1975.
"Es una época de España complicada y toda la gente que trabajó con las palabras tuvo problemas", recordó Piñeiro.

Al mismo tiempo, Moliner realizó su tarea en un mundo en el cual no era común que las mujeres participaran en la labor
intelectual.

"Parece que cuando lo hacía, le echaban en cara que le robaba tiempo a la familia para hacer su trabajo", dijo Piñeiro.
Así también lo describió su hijo: "El hecho es que se aíslaba y se aíslaba para trabajar con una intensidad tremenda.
Una labor diaria e individual. Mi madre sacaba tiempo antes de ir a la biblioteca de la Escuela de Ingenieros Industriales
de Madrid. Madrugaba, trabajaba y luego siempre había que quitar las cosas de la mesa para poder desayunar".
 Tus palabras más tiernas del castellano

Los silencios en la vida de María Moliner tal vez estaban relacionados con el abandono de su padre, quien viajó a Argentina
cuando ella era una niña y nunca regresó.

Y quizás también con la muerte de su primera hija, algo de lo que sus otros hijos se enteraron muchos años más tarde.

La abuela María
.

María Moliner tenía pasión por sus nietos. Tuvo 13 en total.

"La recuerdo con su alegría innata y también con su carácter fuerte. Tenía genio y gracias a él creo que pudo brillar en un
mundo académico de hombres en la España de Franco", describió su nieta Genoveva Pitarch.
"Me acuerdo de cuando le decía 'me aburro'. Ella se reía y contestaba que era imposible aburrirse en la vida, había
tanto que hacer...", le relató Pitarch a BBC Mundo.
 Tus palabras más hirientes del español

Su nieta la describió como una persona muy austera en su vestimenta y que casi nunca recibía visitas.

"Ella no tenía tiempo para ninguna vida social", detalló.

"¿Cómo la definiría? Como una abuela cariñosa, dedicada a su familia y a su diccionario", redondeó su nieta.

Un sillón en la RAE
María Moliner fue candidata para ocupar una silla de la Real Academia Española (RAE) en 1972, pero no se la
concedieron.

Hubiera sido la primera mujer aceptada por la RAE.

"Maria Moliner introdujo innovaciones que luego fueron utilizadas en otros diccionarios, incluso en el de la RAE, porque
era muy exigente, no sólo por el contenido, sino por la estructura, la metodología y la forma de su diccionario", señaló
Calzada Pérez.
 Papichulo, amigovio y otras palabras que entraron al diccionario de la RAE

La RAE nombró al lingüista Emilio Llorach en lugar, aunque al año siguiente galardonó a Moliner con el premio "Lorenzo
Nieto López", por sus trabajos en favor de la lengua española.
"Si bien ella no generó ningún tipo de reacción, socialmente fue un escándalo que María Moliner no fuera académica", por
la notoriedad que había ganado su diccionario por entonces, añadió el autor de la obra de teatro Diccionario.
DEFINICIONES
CANICA
 RAE Bola pequeña de barro, vidrio u otra materia dura, que usan los niños para jugar.
 Diccionario de María Moliner Bolita de barro cocido o de vidrio que usan los niños
para jugar, particularmenteo al 'gua' o 'juego de las canicas', que consiste en hacerlas rodar por el suelo,
pegar a una con otra e introducirlas en un pequeño hoyo según ciertas reglas.
RAE y Diccionario del uso del Español de María Moliner
Getty

Poco tiempo después de la anécdota con la RAE, el marido de Moliner empezó a sufrir una severa ceguera por unas
cataratas y ella lo cuidaba con dedicación.
"Eran una pareja muy unida y de hecho, cuando mi abuelo murió, ella perdió parte de su luz", contó su nieta
 Esta es la palabra del año elegida por el Diccionario Oxford ¿la conocías?

En 1975, Moliner comenzó a sufrir una demencia que la dejó sin palabras hasta el día de su muerte, el 22 de enero de 1981.

Pero Moliner dejó un tesoro que no distingue clase social.


"María Moliner hizo el diccionario de todos y para todos y, sobre todo, para que la gente pueda llegar a
entenderse. Ella, que estaba tan llena de silencios, conocía el valor del lenguaje y por supuesto del valor de la cultura",
analizó Calzada Pérez.
Conoce la figura de María Moliner con
estos 5 recursos
María Moliner dedicó 15 años de su vida a escribir uno de los diccionarios más
importantes de la lengua castellana. Estos recursos permiten repasar en el aula su
aportación a la cultura y la educación española.
Por
Miriam Egea
-
09/12/2018
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María Moliner se ha ganado un lugar de referencia en la cultura y la lengua española: fue una lexicógrafa y
bibliotecaria aragonesa que dedicó 15 años de su vida a escribir el ‘Diccionario de Uso del
Español’ (publicado a finales de los años 60). El objetivo de esta obra de consulta era actualizar
el ‘Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española’ y adecuarlo al lenguaje del siglo XXI. De
esta manera, tanto nativos como extranjeros podrían comprender mejor el significado de cada palabra y,
además, aprenderían a usarla correctamente.

Estos recursos ayudarán a descubrir quién fue esta bibliotecaria y filóloga. En las aulas de Infantil y Primaria
se puede introducir a través de un cuento; pero también existen obras más elaboradas como un podcast, un
documental o una biografía que ayudan a presentar a María Moliner al alumnado de Secundaria y
Bachillerato.

1Su diccionario

Si hay un recurso que debe pasar por las manos de todos los estudiantes es el diccionario de María Moliner,
y explorar las páginas de sus dos tomos es la mejor manera de comprender la importancia de su trabajo, pues
ella dedicó toda su vida a escribirlo a mano y apenas sin ayuda. Alabado por escritores como Miguel
Delibes, Gabriel García Márquez o Dámaso Alonso por la utilidad de su uso, emplea un lenguaje sencillo
para explicar cómo se deben emplear las palabras. Alonso, respaldado por Rafael Lapesa y Pedro Laín
Entralgo, la postuló como candidata para acceder a la RAE (hubiera sido la primera mujer en formar parte de
ella), pero la iniciativa no prosperó. De hecho, ella misma defendió que esta negativa tenía que ver con su
género, afirmando que si un hombre hubiera sido el autor de su obra, sí tendría un hueco en la Academia.

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2María Moliner. Tendiendo Palabras

Vicky Calavia dirige este documental de tan solo 70 minutos sobre la figura de su paisana. A través de
entrevistas a numerosas figuras del mundo de las letras y de la cultura repasa la importancia que tuvo ella
como personaje y, por supuesto, la de su obra. Además, permite al espectador conocer cómo fue su vida y en
qué contexto desarrolló su trabajo.

3El exilio interior: La vida de María Moliner

La periodista Inmaculada de la Fuente firma esta biografía que explora la figura de una de las personas más
relevantes para la lengua española. En este libro recoge con detalle cómo María Moliner puso todo su
empeño, sus conocimientos y su alma en un diccionario que iguala en importancia al de la RAE.

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4María Moliner, todas las palabras del mundo

Ideal para introducir la figura de esta ilustre lexicógrafa en los primeros ciclos de Primaria, se trata de un
cuento corto en el que se presenta a María Moliner y su amor por las letras desde que era una niña. En él se
narra cómo, a pesar de su situación, continuó sus estudios y llegó a graduarse en la universidad con notas
sobresalientes. Además, cuenta que fue la mujer más jóven en conseguir una plaza en el Cuerpo Facultativo
de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos.

5Mujeres con Historia: María Moliner, sabia y filóloga

La periodista Silvia Casasola pone voz a la historia de María Moliner en este podcast que narra cómo la
intelectual consiguió salir adelante a pesar de una infancia difícil marcada por una situación económica
complicada. Así, cuenta que María fue una figura clave de la cultura en el mundo rural; un entorno en el que
impulsó la enseñanza y puso en marcha una red de bibliotecas. Además, narra cómo contribuyó a la difusión
de los textos de escritores españoles como Antonio Machado, que empezaron a ser leídos fuera de nuestras
fronteras gracias a su labor.
María Moliner, todas las palabras del mundo
CUENTO: ADRIANA HERREROS | ILUSTRACIÓN: CLARA MONTAGUT

La niña María Juana Moliner Ruiz vino al mundo en una fecha extraordinaria, recién estrenado
el siglo: el 31 de marzo de 1900. Y vino a nacer en Paniza, Zaragoza, un pequeño pueblo en lo
alto de un cerro rodeado de viñas, entre dos ríos. Cuentan que ese fue un año muy normal, a
pesar de todo.

Pronto, cuando la pequeña María tiene cuatro años, la familia al completo se traslada a vivir a
Madrid.

Enrique Moliner Sanz, Enrique padre, médico de profesión, era un hombre de ideas modernas,
liberales, tenía muchísimos libros e iba muy elegante.

Quiso así que su hijo y sus hijas estudiaran en un cole nuevo, distinto y muy especial, rodeado
de un jardín enorme por el que se paseaba mucho: la Institución libre de Enseñanza (la Insti). Un
colegio bastante mágico, lleno de sabios y sabias, donde María aprendió cosas fascinantes, un
montón de palabras nuevas, a leer y a escribir. Y donde aprendió también que todos los niños y
todas las niñas tienen derecho a saber leer y a saber escribir. Y eso lo cambió todo.

—Mamá, quiero trabajar en el sitio donde viven las palabras. Quiero conocerlas todas.

—Todavía falta mucho para eso, María. Termínate la merienda.


Hace no tantos años, las niñas abandonaban muy pronto la escuela, antes que los niños, para
ayudar a la familia en las tareas de casa y cuidar a sus otros hermanos. Pero la joven María
Moliner logra seguir estudiando e ir a la universidad. Cumple su sueño y se matricula en la
facultad de Filosofía y Letras para conocerlo todo sobre todas las palabras.

Era algo muy, muy raro escuchar voces y risas femeninas en las aulas universitarias:

—¡Solo somos cinco chicas en mi clase! Y los chicos salen a nuestro encuentro, nos ceden el
paso y nos sujetan la puerta. Yo preferiría pasar desapercibida.

En solo dos años –¡un tiempo récord!– termina la carrera con sobresaliente.

María no quería una vida normal. Era atrevida, tenaz, curiosa, amaba las palabras y las plantas.

—¡Hay tanto que aprender! —pensaba inquieta.


Fue la sexta mujer en conseguir plaza en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y
Arqueólogos. Y la más joven.

Y trabajó en todos esos sitios donde viven las palabras, las viejas y las nuevas. Fue archivera,
maestra de gramática y literatura, pedagoga, puso en pie decenas de bibliotecas, repartió miles
de libros y fomentó la lectura. También se casó y tuvo hijos.

Después vino la guerra, una demasiado larga. Y los años de después de una guerra, que siempre
son peores para los vencidos. Y María perdió su trabajo atesorando palabras. Se le rompió un
poco el corazón.

Pero este cuento no acaba aquí: casi, casi comienza ahora.

Llegaba esa hora difícil de la tarde y María se sentía vacía, triste. Así que un buen día, cogió un
papel, se sentó y empezó a escribir un diccionario. Un libro con todas las palabras. El más
completo y claro porque no solo explicaba su significado, sino también cómo se usan.

Las palabras, todas ellas, le bailaban en la cabeza. Ahora, por fin, era momento de ordenarlas, de
contar todo lo aprendido, de explicarlas mejor a través de sinónimos y palabras afines.

—Lo haré en dos años —dijo cuando empezó.

Pero tardó quince años en escribir su diccionario. Y lo hizo en la calle Don Quijote de Madrid, y
esto es bastante bonito. Escribía todos los días, sola y a lápiz. Dos tomos y unas 3.000 páginas
en total, con 190.000 definiciones de palabras claras y sin pretensiones.

Y así fue como una de las mentes más excepcionales de nuestro país, María Moliner,
escribió una de las obras fundamentales de la lengua castellana, un diccionario único, el
más útil, completo y audaz: el Diccionario de uso del español.
LA ACADÉMICA SIN SILLÓN, MARÍA MOLINER (1900-1981)

María Moliner fue una de las mujeres más destacadas de las letras españolas del siglo XX. Su diccionario
fue texto de consulta para muchos estudiantes y la colocó a las puertas de la Real Academia de la Lengua.
Podría haber sido la primera mujer en ingresar en la institución pero su naturaleza femenina y el hecho de no
haber cursado estudios reglados de filología fueron algunas de las razones por las que no pudo disfrutar tal
honor. El tiempo le daría el merecido reconocimiento.

La pasión por las letras


María Juana Moliner Ruiz nació en la ciudad zaragozana de Paniza en 30 de marzo de 1900. Su padre,
Enrique Moliner, era un médico rural con el que se casó Matilde Ruiz, madre de María y con la que tuvo dos
hijos más.

María vivió escasos dos años en su pueblo natal ya que en 1902 la familia Moliner se trasladó a vivir a Soria
y después a Madrid. Fue en la capital donde la pequeña María y sus hermanos ingresaron en la Institución
Libre de Enseñanza. Ya entonces empezó a mostrar un gran interés por las letras.

En 1915, María, sus hermanos y su madre volvieron a Aragón para rehacer su vida tras el abandono de su
padre quien un año antes se había marchado a Argentina. En Zaragoza, María continuó sus estudios como
alumna del Instituto General y Técnico donde terminó el bachillerato en 1918.
Ya entonces María empezó a colaborar como filóloga y lexicógrafa en el Estudio de Filología de Aragón
mientras seguía estudiando en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Zaragoza en la que se
licenció en Historia en el año 1921. María no tuvo nunca una titulación oficial en lexicografía ni filología
pues eran especialidades que no se cursaban en la Universidad de Zaragoza. Este hecho estaría siempre
presente en su evolución como profesional.

Rodeada de libros
Ya licenciada, María consiguió por oposición una plaza en el Cuerpo Facultativo de Archiveros,
Bibliotecarios y Arqueólogos y fue destinada al Archivo General de Simancas, primero, y a Murcia y
Valencia después.

En 1925, cuando se encontraba trabajando en Murcia, María conoció al que sería su marido, Fernando
Ramón Ferrando y con el que tendría cuatro hijos.

Su experiencia en los distintos archivos y bibliotecas en los que María trabajó le dieron un amplio y rico
bagaje que plasmó en varias publicaciones dedicadas a la biblioteconomía y a la archivística.

Después del paréntesis que supuso la Guerra Civil, María y Fernando se establecieron en Madrid donde
María siguió trabajando como bibliotecaria y posteriormente como directora en la Biblioteca de la Escuela
Técnica Superior de Ingenieros Industriales de Madrid donde estuvo trabajando hasta 1970.
Su diccionario
En aquellos años de la posguerra española, su hijo Fernando le trajo de París un libro que cambiaría su vida
profesional. Se trataba del Learner’s Dictionary of Current English de A. S. Hornby. Ese diccionario inglés,
junto con las deficiencias que había detectado en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española,
fueron razones suficientes para pensar en la posibilidad de elaborar ella misma su propio diccionario de
español. Su osado proyecto se fue fraguando entre las paredes de su propia casa y tras largos años de trabajo,
María firmó en 1955 un contrato con la editorial Gredos para su futura publicación.

Su diccionario de uso del Español, publicado por primera vez en 1966, aportó novedades importantes
respecto del DRAE, como la incorporación de términos no admitidos por la RAE o ejemplos de gramática y
sintaxis de gran utilidad pedagógica.

Los últimos años de su vida los pasó al lado de su marido enfermo, quien falleció en 1974. Por aquel
entonces, ella misma había empezado a sufrir los primeros síntomas de una arterioesclerosis cerebral que la
obligó a irse retirando paulatinamente de la vida intelectual hasta su fallecimiento el 22 de enero de 1981.
©Isabel Ruiz Ruiz

María Moliner estuvo a punto de convertirse en la primera mujer que ingresara en la Real Academia
Española cuando fue propuesta para su ingreso en 1972. Pero finalmente su candidatura fue rechazada, muy
probablemente por no haber recibido una formación universitaria directamente relacionada con la filología y
por su condición de mujer. Tendrían que pasar unos años más para que la institución aceptara a una
profesional entre sus miembros.
María Moliner, no sobran las
palabras
Una ópera que es punto y aparte
Es uno de los estrenos de la temporada. Cuenta con un reparto de grandes nombres que
encabeza la mezzo María José Montiel, la escenografía de Paco Azorín y la dirección de
orquesta de Víctor Pablo Pérez


PIANO PIANO. Ensayo, con María José Montiel y José Julián Frontal en escena, dirigidos por Víctor Pablo
Pérez

Madrid.
Tiempo de lectura 8 min.
12 de abril de 2016. 13:49h
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Daniel Bianco María Moliner Música Paco Azorín Paolo Pinamonti

«Estando yo solita en casa una tarde...», así recordaba María Moliner el momento
en que decidió acometer la que sería la empresa de su vida y que ella misma
definía en términos absolutamente antagónicos como «una mezcla de balneario y
pudridero», según recoge Inmaculada de la Fuente en «El exilio interior: vida de
María Moliner», la biografía que en 2011 publicó la editorial Turner. Lo que iba para
no más de un año acabó prolongándose dieciséis. La rutina que seguía esta mujer
nacida en el pueblo aragonés de Paniza en 1900 era la misma casi cada día:
después de su jornada laboral como bibliotecaria emprendía su tarea de redacción
de fichas, una a una y a mano. Y las tardes devenían en noches y veía clarear la
mañana. Un día, y otro y después otro, en primavera, invierno, de enero a enero.
Dieciséis años. Le marcó de niña la marcha de su padre a Argentina. Era médico y
decidió enrolarse en un barco y poner rumbo a las Américas para mejorar la vida.
Después de su segunda travesía no regresó más. Allí, en Suramérica formó una
nueva familia y ella mantuvo ese secreto en su corazón. Guardaba las cartas que
él enviaba a casa con cariño, los consejos que la daba, que no abandonase sus
estudios, le escribía. Fue mujer cultivada, bibliotecaria de profesión, lexicógrafa y
preocupada por la cultura hasta el extremo. Se inspiró para su heroica gesta en el
«Learner’s Dictionary» inglés. El conocido popularmente como «María Moliner» y
llamado «Diccionario de uso del español», vio la luz en 1962, con lo que este 2016
celebra sus cincuenta años de vida. No es extraño con estos mimbres imaginar
una película (obra teatral ya la ha habido y ha subido al escenario) sobre esta
mujer. Pero de momento no será así, pues lo que mañana (con funciones, además,
los días 15, 17, 19 y 21) se estrena es una ópera documental basada en la
realización de su obra magna que tendrá su estreno mundial en el Teatro de la
Zarzuela. La obra fue un encargo del anterior director del coliseo, Paolo Pinamonti,
y que se materializa con el actual, Daniel Bianco.

Con libreto de Lucía Vilanova y música de Antoni Parera Fons contará con la
dirección musical de Víctor Pablo Pérez y la escénica de Paco Azorín, que firma
también la escenografía. Fue este último quien precisamente le habló del proyecto
que le rondaba a Parera Fons, con quien ya había trabajado en una ópera, «Con
los pies en la luna». «Me dijo: ‘‘¿Qué te parece María Moliner?’’ Y la verdad es que
a mí no me pareció nada. Yo sabía de ella por los tomos de su diccionario, pero
poco más. Sin embargo, la idea empezó a fermentar y a engrandecerse y pasar a
materializarse en un libreto. La compuse sin miedo a rozar el peligro. Fue un salto
sin red», explica el compositor desde Suiza. Cuenta que con el tiempo se toparon
con un personaje importante que definía una época: «María Moliner hay muchas,
pues es una mujer capaz de acometer una revolución con las armas de que
dispone, que son sus manos y su cabeza. Para culminar su obra ha de renunciar a
bastantes cosas. Ten en cuenta que además, era mujer y de izquierdas, con
deseos de entrar en terrenos intelectuales que en aquella época les estaban
vedados. Y ella lo fue superando poco a poco», comenta.

El libreto arranca en el momento en que decide explicar a su marido, Fernando


Ramón y Ferrando, a quien da voz el barítono José Julián Frontal, la misión que
quiere llevar a cabo. En las páginas del libreto se esconde la gran paradoja en que
se convertirá la existencia de esta aragonesa, que pasa de ser la señora de las
palabras a perderlas, presa del alzheimer: «He escrito siguiendo este itinerario
vital, desde la puesta en marcha y consecución de su empresa hasta la
desintegración de sí misma. Pasa de la vida plena a la nada. Es una heroína»,
explica.

- Grabada en la piel
A María José Montiel la conoce desde hace años. Juntos han trabajado en varios
proyectos y ahora se han embarcado en éste. «Ella ha cantado cosas mías y nos
conocemos desde tiempo. Además de ser una gran cantante, es una muy buena
artista. Desde hace tiempo ella es María no María José. Está viviendo ese gran
momento artístico», dice. Y la mezzo, que derrocha ilusión, asiente. Se sabe la
lexicógrafa casi desde el primer momento en que le hablaron del proyecto, una
idea que lleva el nombre del director de escena, Paco Azorín. «Empezamos los
ensayos el pasado 7 de marzo y nos hemos quedado sin Semana Santa, apenas
parando sábados y domingos, aunque todo este esfuerzo ha merecido la pena
porque es redonda, la mires por donde la mires», cuenta Montiel. A ella le hablaron
de la ópera en 2011. Apenas sabía lo que todos, que María Moliner tuvo el coraje
de poner en pie ella sola un diccionario y que jamás pudo ser académica. «Me
documenté, leí y me atrapó el personaje. La editorial Gredos tuvo la deferencia de
mandarme bastante información. Me metí en su piel desde el primer momento. La
elaboración de la obra fue para ella una vía de escape a una situación un tanto gris
en una etapa de la vida en España muy difícil, era una manera de salir de la
posguerra». Cuando se le pregunta por la música ella dice que «es muy sobre la
palabra, que en italiano sería ‘‘sui la parole’’, como si fuera un canto tipo lied que
se conjuga con el canto grande. La ópera tiene dos actos y está dividida en diez
escenas, unas alegres y con toques de humor y otras más dramáticas, como
cuando irrumpen en casa de María los inspectores alertados por los vecinos de su
casa porque han escuchado cada noche el sonido de alguien que no para de
teclear con una máquina de escribir. Imagínate cómo explicar en aquella época
que era porque estaba trabajando en un diccionario y que no había nada político
detrás», señala la artista. «Era discreta, tenaz y recatada, pero con un enorme
fuego interior y temperamento», define la cantante a la mujer que interpreta. ¿Cuál
fue el papel de su esposo? «Digamos que soportó esos 16 años de elaboración de
la obra. Lo hizo ella sola, a mano, con unas fichas que ella misma escribía, desde
la mesa del comedor de su casa». Y con la compañía permanente de su máquina
de escribir, un elemento que en la ópera está presdente, como si se tratara de un
personaje más del libreto. Se cuenta que cuando a uno de sus hijos le preguntaron
cuántos hermanos tenía respondió sin titubear que dos varones, una hembra y el
diccionario, uno más de la familia.

Acostumbrada, como es generalmente norma, a preparar la interpretación del


personaje sin contar con la ayuda del compositor, la presencia en este caso de
Parera Fons añade un aliciente al proyecto: «Es un privilegio poder trabajar con
él». Hemos leído las partituras en casa. Él, además, conoce perfectamentecómo
es mi voz. Ha sido un trabajo mano a mano en el que he podido sugerir ciertas
cosas. Estoy metida en el personaje en cuerpo y alma. Lo llevo ya en mi piel. Me
ha capturado desde el primer día y me veo reflejada en la tenacidad que tiene.
Forma parte de mi ADN y me ha enriquecido», señala de una mujer para la que su
verdadero oficio era, como ella misma decía, remendar calcetines.

Una mesa y una máquina de escribir

Moliner (en la imagen) dio forma al «Diccionario de uso del español» desde la
mesa del comedor de su casa. Escribía las fichas a mano y después las pasaba a
máquina. Como pensó en una tarea que no le iba a ocupar demasiado tiempo, en
principio creyó que la mesa sería suficiente. Andando el tiempo y como la tarea se
prolongaba, María Moliner tuvo que echar mano de un tablón que colocó entre los
respaldos de dos sillas para continuar trabajando. Guardaba sus fichas en cajas de
zapatos que terminaron por inundar casi cada armario del domicilio de la
lexicógrafa. En la exposición que se celebró sobre ella en la Escuela Técnica
Superior de Ingenieros Industriales de Madrid en 2012, en cuya biblioteca trabajó
durante 24 años, se expuso la máquina de escribir en la que pasó a limpio las
fichas que escribió a mano con tanta paciencia.
LAS PALABRAS DE MARÍA MOLINER
Posted at 16:03h in Diccionario, Gramática, Palabras by Juan Romeu 0 Comentarios
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Se conmemora estos días el 50 aniversario de la publicación de la primera edición del Diccionario de uso
del español de María Moliner. En SinFaltas nos queremos unir a los homenajes a María Moliner (hasta se ha
estrenado una ópera en Madrid) presentando algunas palabras curiosas y otras curiosidades de palabras que
aparecen en la 3.ª edición de su Diccionario, edición que presenta algunos cambios con respecto al original, pero
que en esencia mantiene el espíritu de su autora.
1. E-BOOK, SUBWOOFER, PASSWORD
Siguiendo, en efecto, con el espíritu de María Moliner en la 3.ª edición del Diccionario
aparecen neologismoso palabras de uso actual. Además de algunas que el Diccionario de la RAE ya recoge,
como blog, hacker(aunque en ninguno de los dos hackear) o ADSL, en el Diccionario de María Moliner se
pueden encontrar otras como e-book, stripper o subwoofer ‘altavoz para graves’. También aparecen algunas
palabras en inglés relacionadas con la tecnología, como password, mouse o link, sin dejar de incluir por ello sus
correlatos en español.
2. QUIQUI, QUELI, DABUTEN
Como diccionario de uso, creado para facilitar el aprendizaje, no podían faltar en el Diccionario de María
Moliner palabras de la calle. Así, se pueden encontrar palabras como quiqui ‘coito’ (además de ‘quiquiriquí de
pelo’) o queli ‘casa’, que ya vimos en la entrada de ortografía modernilla, pero

también dabuten (y dabute odabuti) o mini, referido al vaso de casi un litro


(de casi viene otro de los nombres de este vaso, cachi, palabra que en el propio Diccionario se recoge como un
prefijo con el significado de casi). Otra expresión curiosa es chunda, chunda, de la que se dice, entre otras cosas,
que «se aplica especialmente a la música juvenil propia de discotecas».
3. QUE NO DECAIGA
También el Diccionario de María Moliner recoge un buen número de expresiones coloquiales, muchas de ellas
muy actuales. Por ejemplo, salir del armario ‘no ocultar alguien que es homosexual’, que no decaiga ‘expresión
con que se anima a que se continúe algo, especialmente la diversión’, acordarse de la madre de alguien ‘mentar
a la madre’ o de la leche ‘expresión con que se pondera la magnitud de algo’.
4. SANJACOBO, GOGÓ, GINCANA
A pesar de que el Diccionario de María Moliner tiene ahora menos entradas que el Diccionario de la RAE (90045
frente a 93111), el de María Moliner recoge palabras de uso corriente que por algún motivo no aparecen en el de
la RAE. Por ejemplo, se pueden encontrar palabras como sanjacobo (o san jacobo), gogó (en el sentido de
‘persona que baila’) o gincana (también gymkhana).
También recoge otras expresiones como patatas bravas,patatas a
lo pobre o, incluso, patatas fritas, expresión que, aunque tiene un significado casi deducible, está bien que se
especifique que se refiere a las que están cortadas de una determinada forma.
5. FELIZ ≅ DICHOSO, VENTUROSO
El Diccionario de María Moliner también ofrece sinónimos de las palabras. Así, en la entrada de feliz podemos
ver que sugiere como posibles sinónimos dichoso o venturoso.
Además, en determinadas palabras se ofrecen catálogos de palabras relacionadas. Por ejemplo, en la entrada
de fútbol vemos una lista de palabras entre las que se incluye una gran variedad de palabras relacionadas con el
fútbol, como juez de línea, ley de la ventaja, pichichi, boixos nois o cesión, entre muchas otras, todas ellas, por
supuesto, recogidas en el Diccionario.
6. [DIÚTI FRÍ], [DEYHÁ VÜ], [MEDIOTÓNTO]
A diferencia del Diccionario de la RAE, el de María Moliner recoge información sobre la pronunciación de palabras
que pueden presentar dificultades. Por ejemplo, en la entrada duty free se puede ver la representación de su
pronunciación: [diúti frí].
De esta manera se puede saber, por ejemplo, que mánager se pronuncia [mánayer], algo que en el Diccionario
de la RAE no queda del todo claro, pues, al aparecer la palabra en letra redonda, podría pensarse que se
pronuncia [mánajer] y no [mánayer].
Para reflejar fielmente la pronunciación de algunas palabras de otras lenguas se utilizan, cuando es necesario,
grafías como sh, yh, ü o v, que representan sonidos ajenos al español. Por ejemplo, la pronunciación de déjà
vu que se presenta es [deyhá vü].
El Diccionario también contribuye a la ortoepía u ortología, es decir, al arte de pronunciar correctamente (según
se define en el propio Diccionario), indicando cuándo una palabra puede usarse como átona o como tónica. Así,
se explica que medio es tónico cuando es un adjetivo, como en medio litro, pronunciado [médio litro], pero átono
cuando es un adverbio, como en medio tonto, pronunciado [mediotónto].

7. CH
El Diccionario de María Moliner ya anticipó la incorporación (a la hora de ordenar alfabéticamente) de las
palabras que empezaban por ch a la letra c antes de que la RAE lo decidiera en el X Congreso de la Asociación
de Academias de la Lengua Española, celebrado en 1994.
8. HOPTENSE
Si además queremos saber de dónde es, por ejemplo, un hoptense, no lo encontraremos ni como entrada de
este ni del Diccionario de la RAE, pero sí en la relación de topónimos y gentilicios al final del de María Moliner.
Así podremos saber que los hoptenses son de Huete (Cuenca). De igual manera, si queremos saber cómo se
llaman las personas nacidas en Haro, encontraremos en el apéndice que se puede usar
tanto harense como jarrero para referirse a ellos. Por supuesto, no siempre están todos los gentilicios que son ni
siempre aparece el más adecuado, pero es, sin duda, un apéndice utilísimo.
9. DE CAMPECHE
El Diccionario distingue entre las acepciones que registran significados más usuales y menos. Las acepciones
con significados menos usuales o las que recogen significados no documentados aparecen en cursiva.
Véase por ejemplo la primera acepción, en cursiva, de campechano, la cual, aunque recoge el significado original,
aparece así porque es menos usual (incluso desconocida para algunos):

Y como esta muchas otras acepciones se marcan con cursiva en el Diccionario.

10. DESARROLLOS GRAMATICALES


Para terminar, el Diccionario contiene además un completo apéndice de desarrollos gramaticales al final.
También da explicaciones de su conjugación en la entrada de verbos con algún problema, algo muy útil para
nuestro reto de morfología extrema (conjugación verbal). Asimismo, en muchos casos muestra combinaciones
habituales de palabras. Así, por ejemplo, en la entrada de feliz se ve que esta palabra puede combinarse con
verbos como ser, encontrarse, estar, sentirse o vivir.
Son todas estas razones y muchas otras, como la cercanía y delicadeza de las definiciones, las que hacen que
María Moliner y su Diccionario se consideren tan especiales.

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