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Conclusión
Muchas discusiones se han forjado en torno a la interpretación judicial que se brinda a estas
figuras novedosas, ya que se ha tergiversado su finalidad en cuanto a la admisión de
las medidas sustitutivas y/o alternativas a la prisión preventiva o
demás medidas cautelares cuando el imputado tenga suficiente arraigo en bienes raíces u
otros medios patrimoniales que consolide su avenimiento a los mandatos judiciales, con lo
cual, las personas imputadas de escasos recursos jamás obtendrían este beneficio de litigar
sin privación de libertad por la carencia de recursos que justifiquen su arraigo.
La distorsión principal surge de un simple examen, principalmente, del artículo 243, numeral
1º, expresa que no sólo debe cotejarse la presencia de bienes que dispone el encartado, sino
las facilidades que dispondría hipotéticamente el imputado para abandonar definitivamente
el país o mantenerse oculto. No escapa al mínimo análisis racional que las personas
involucradas en hechos graves de defraudaciones o involucradas en los vaciamientos
generadores de las graves crisis financieras acaecidas en el país, se ocultaron o fugaron y
que, al contrario de la posición superficial que han ensayado algunos magistrados para
otorgar medidassustitutivas o alternativas por la supuesta ausencia del peligro de fuga, es un
imperativo tomar la prudencia y el análisis exhaustivo -caso por caso- para adoptar
semejante temperamento.
Las reglas del peligro de fuga deben interpretarse conforme a las realidades del caso, ya que
le otorga al juez una facultad que debe ejercerla con miras a potenciar la continuidad de los
procesos de imputados sobre quienes pesan graves acusaciones de haber afectado de un
modo colectivo el patrimonio de ahorristas o de ciudadanos que depositaron su confianza en
la banca nacional.
Los mismos requisitos previstos para la prisión preventiva se deben observar para los casos
de internación de prevenidos, según lo consigna el artículo 255 del CPP, para lo cual, exige
un examen médico indispensable que acredite el peligro de la conducta del imputado para su
propia seguridad o de los terceros que están recluidos en el mismo recinto. En cuanto a los
presupuestos que debe contener la resolución, son los mismos que están reservados para la
prisión preventiva.
Otra figura que merece atención y concordancia con los principios elementales expuestos, es
la incomunicación de los procesados que está regulado por el artículo 256 del CPP. La
decisión deberá consignarse en resolución fundada del juez penal y señalando,
taxativamente, cuáles son los motivos y los alcances concretos de esa incomunicación a los
fines de evitar dispersión de información trascendente que pueda vulnerar la eficacia de la
investigación. No obstante, la resolución judicial que decide la incomunicación no podrá
impedir a la persona del imputado: a) comunicarse fluidamente con su defensor; b) usar
libros, recados de escribir y demás objeto, siempre que dicho obrar no se pretenda eludir la
incomunicación, y; c) realizar actos civiles impostergables que podrían disminuir su poder
económico o sus deberes de otra naturaleza.
Se prevé una excepción al caso de la incomunicación del imputado que debe ser precedida
de una resolución de juez en forma fundamentada y que prevé que lo podrá hacer, por una
sola vez, el Agente Fiscal a la persona detenida cuyo lapso no excederá seis horas para
gestionar la pertinente resolución judicial.