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UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA (sede Bogotá)

SOCIOLINGÜÍSTICA
Gabriel Martínez Cortes Y David Andrés Gómez Rojas
Bogotá D.C / 25 de febrero de 2019

Evolución Lingüística por Contacto en El Gran Chaco

1. Introducción
El gran chaco, un territorio de bosques secos, en su mayoria, de aproximadamente
1.000.000 km2 ubicado entre Argentina, Paraguay, Bolivia y, una muy peña parte, en
Brasil, es la segunda zona boscosa más importante de sudamérica después del amazonas. El
quebracho blanco, esparcido por la mayor parte de su territorio, es una de sus características
principales como ecosistema, así como su enorme diversidad de flora y fauna, las plantas
espinosas de hojas coriáceas, las maderas robustas y duras; y el agua algo limitada. Es
un territorio con un clima un tanto árido, pero su tierra es particularmente fértil y
productiva, llegando incluso, en algunos casos, a ser más fértil que la del amazonas. Este
hecho la ha convertido en objeto de gran interés para terratenientes y multinacionales que
han explotado las tierras de este territorio con monocultivos de caña, algodón, soja, entre
otros, deteriorandola y alterando el hábitat de las diversas especies de plantas y animales
que allí se pueden encontrar. Reviste una especial importancia para cronistas, misioneros,
lingüistas y antropólogos desde hace más de un siglo por cuenta de su diversidad
demográfica, lingüística y cultural. Decenas de pueblos indígenas han habitado en el Chaco
durante siglos, por lo que el multilingüismo y el contacto permanente de lenguas no
emparentadas caracterizan la situación sociolingüística de la región. Como consecuencia de
siglos de convivencia, los grupos indígenas chaqueños presentan características
cosmológicas, socioculturales y lingüísticas semejantes. Más aún, para especialistas como
Cristina Messineo (2010) y Bernard Comrie et al. (2010), los fenómenos de contacto
lingüístico en el Chaco son de especial atención, ya que las lenguas chaqueñas han
influenciado mutuamente sus códigos a nivel fonológico y morfosintáctico, incorporando
rasgos gramaticales entre sí, llegando a presentar perfiles tipológicos similares a pesar de
no estar emparentadas filogenéticamente. Para Messineo y especialmente para Comrie et
al., este fenómeno lingüístico puede explicarse teniendo en cuenta el prolongado contacto
geográfico, sociocultural y lingüístico entre los pueblos chaqueños, factores que
configuraron la región como un área lingüística (Comrie et al., 2010; Golluscio & Vidal,
2010).
El presente texto se propone, en primer lugar, revisar la especial situación sociolingüística
de la región del Chaco y, en segundo término, dar cuenta de las evidencias que presentan en
sus investigaciones Messineo y Comrie et al. para demostrar la mezcla de códigos
lingüísticos en las lenguas chaqueñas.

2. Contexto histórico, sociocultural y sociolingüístico


Las características particulares que componen este ecosistema plantean unas dinámicas y
unos retos específicos para la vida de los que han poblado su territorio, configurando así las
costumbres y la cultura de estos pueblos. Según Braunstein y Miller (1999:1) el Chaco ha
estado habitado por pueblos caracterizados por una economía nómada o seminómada
basada en la pesca, la caza, la recolección y la horticultura estacional. Los hombres se
ocupaban de la caza, la pesca y la recolección de miel. Cazaban ñandúes, ciervos, pecaríes,
tapires, tatúes y aves, con arcos, flechas con puntas de madera, lanzas y garrotes. También
utilizaban la técnica del incendio de praderas. Para la pesca utilizaban flechas, lanzas y
redes en tijera. Las mujeres recolectaban diversos frutos (la algarroba, frutos de chañar y
mistoles y diferentes tubérculos) y se ocupaban del procesamiento de los alimentos, la
crianza de los niños y la preparación y tejido de fibras vegeta” (Atlas Sociolingüístico de
Pueblos Indígenas en América Latina (ASPIAL): 2009, p.158). Estos modelos
socioeconómicos eran la manifestación más pura (de facto) del pensamiento de estos
grupos, cómo se relacionaban con el entorno adaptándose a él intentando no alterarlo
negativamente, respetandolo, y procurando mantener su equilibrio; y sus rituales y
creencias religiosas, la manifestación de este respeto y devoción en su psique, en su visión
del mundo, en sus creencias, y por supuesto, así mismo, en sus lenguas.
Es importante tener en cuenta las relaciones históricas que han mantenido los pueblos
originarios del Chaco, si en virtud de las mismas se sostiene la hipótesis de la mezcla
lingüística que sustentan Messineo y Comrie. En los periodos, que coincidían con
temporadas de recolección, se forjaban alianzas entre grupos pertenecientes a diferentes
familias lingüísticas, que resultaban en matrimonios, pactos de guerra y ceremonias
conjuntas, permitiendo así un intercambio constante de patrimonio cultural y
lingüístico. “ Ciertas bandas prescribían el matrimonio entre sus miembros, mientras que
otras lo prohibían. Al primer grupo pertenecerían algunas bandas wichíes, generalmente
numerosas y con una concepción del mundo aislacionista. Aquellas que lo prohibían, como
los grupos guaycurúes, los makás y probablemente los nivaclés y los chorotes, se
caracterizaban por conformar bandas más pequeñas. Si bien las bandas establecían lazos a
través del matrimonio entre grupos afines lingüísticamente, también solían hacerlo con
bandas vecinas hablantes de otras lenguas, o mediante ataques y toma de rehenes
(especialmente de mujeres y niños) ” (Atlas Sociolingüístico de Pueblos Indigenas en
America Latina (ASPIAL): 2009, P.160). Estas alianzas fueron, según Braunstein, el origen
de culturas y lenguas mixtas. Por otra parte, la competencia por los territorios de caza,
originaba enfrentamientos entre tribus, lo que a su vez significaba otra forma de
intercambio lingüístico y cultural a través de la toma de cautivos que se integraban
demográficamente al vencedor. De esta manera, los fenómenos de contacto y mezcla
lingüística son coherentes con las dinámicas sociales de estos pueblos previas a su
sedentarización. Este modo de vida, distribuido entre los miembros del grupo a partir de
concepciones de reciprocidad muy difundidas, cambió a partir del siglo XVIII en las
regiones de mayor contacto con los colonizadores, y a partir de fines del siglo XIX en las
zonas más alejadas, dependiendo de los procesos histórico-sociales por los que atravesaron
los diferentes grupos, así como la intensidad, el tipo y la duración del contacto con las
actividades económicas regionales de la población no indígena. Las vastas extensiones de
montes cerrados y espinosos fueron un albergue ideal para muchos pueblos desplazados por
españoles y criollos, en los siglos XIV y XVII, y por los ejércitos nacionales a partir de
mediados del s. XIX (ASPIAL: 2009, p.149). Estos desplazamientos rediseñaron el mapa
étnico de la región tal como se lo puede imaginar a partir de las primeras fuentes históricas,
provocando también fusiones y mestizajes, con importantes consecuencias culturales y
lingüísticas. Ya en el siglo XX, la utilización de mano de obra indígena para desmonte y
cosecha de caña de azúcar, y luego de algodón, provocó relocalizaciones forzadas y
desplazamientos cíclicos. Desde mediados del siglo XX, especialmente en el Chaco
Austral, se registran movimientos migratorios hacia zonas urbanas, ubicadas en la misma
región del Gran Chaco o, incluso, en zonas más densamente pobladas, como ha sucedido
con los pueblos Mocoví y Toba, o los makás que viven en los alrededores de Asunción, en
Paraguay (). Según Braunstein (1992), esta vez retomado por Comrie (2010, p.88), las
poblaciones intercambiaban información genética, social y lingüística por periodos
prolongados, resultando en la fusión o fisión de grupos manteniendo cierta estabilidad
demográfica. Los procesos de fusión de comunidades producidos por intercambios
continuos pudieron haber conducido a la “homologación de los códigos involucrados”
(Braunstein, 1992, citado por Comrie et al., p.88). De manera inversa, la fisión de
comunidades étnicas provocadas por el aumento de la población y la creación de nuevas
asociaciones entre grupos que compartían los elementos de intercambio, condujo a la
divergencia genética y cultural-lingüística en los grandes centros étnicos, dando lugar a la
formación de las diferentes familias lingüísticas de la región que hoy podemos identificar
genealógicamente.
En la actualidad los pueblos del gran Chaco viven en zonas de baja concentración
demográfica y de un precario desarrollo económico, poblaciones que sobreviven en medio
de la pobreza, la desnutrición, la mortalidad infantil y la escasa educación. La mayoría de
los pueblos indígenas del Chaco son bilingües en su primera lengua indígena y en las
lenguas oficiales de sus respectivos países. También es frecuente el plurilingüismo,
especialmente en pueblos fronterizos como el mbyá de Argentina, Paraguay y Brasil (mbyá,
castellano, guaraní paraguayo, portugués), debido a matrimonios interétnicos entre
población indígena (wichí, chorote, nivaclé y castellano en localidades cercanas al río
Pilcomayo como Misión La Paz, Salta, Argentina) o a relaciones laborales; poseen
diferentes niveles de competencia en la lengua indígena, según diversas variables como
pueden ser la edad, la localización geográfica (enclave rural o urbano) y el nivel de
escolaridad (ASPIAL: 2009; p.164). Debido a la escasa transmisión generacional de la
lengua indígena, que refuerza el monolingüismo en español, en una misma localidad la
lengua indígena puede haberse adquirido como primera de un grupo etario y como segunda
de otro. De acuerdo con el ASPIAL existen casos, no reportados por la bibliografía
especializada pero seguramente existentes, los niños adquieren una primera lengua
bilingüe; es decir, adquieren a la vez dos lenguas como primeras. Este podría ser el caso de
niños que aprenden de sus padres simultáneamente el chorote y el nivaclé por matrimonios
mixtos, o el caso de niños hablantes de wichí, que en algunas localidades, por relaciones de
vecinazgo con criollos y competencias bilingües de los padres, adquieren el wichí y el
castellano simultáneamente. Cada una de estas lenguas ha tenido y tiene una particular
historia de contacto, con otras lenguas indígenas y con el castellano, cuyos rastros son
observables en el plano estructural (sistema fonológico, estructura morfosintáctica aspectos
pragmático-discursivos), como en las reglas de interacción comunicativa.
Las lenguas indígenas del Chaco habladas en la actualidad, de acuerdo con el Atlas
Sociolingüístico de Pueblos Indígenas en América Latina (ASPIAL), se dividen en siete
familias lingüísticas y dos lenguas independientes, expuestas en el siguiente cuadro.
FAMILIA LENGUAS PAÍSES DONDE SE
LINGÜÍSTICA HABLAN

Zamuco -ayoreo o moro -Paraguay y Bolivia


-ishir o chamacoco -Paraguay y Brasil

Enlhet-enenlhet o -angaité
Maskoy -guaná o vaná
-enlhet
-enxet Paraguay
-sanapaná
-toba-enenlhet o toba-maskoy

Tupí-guaraní -ava-guaraní (Argentina) o guaraní (Bolivia) o guaraní -Bolivia, Argentina,


occidental (Paraguay) o guarayo (Paraguay) o ñandeva Paraguay, Brasil
(Brasil)
-tapiete (Argentina) o tapieté (Paraguay, Bolivia) o
ñandeva (Paraguay) -Bolivia, Argentina,
-guaraní (Bolivia) o chané (Argentina) Paraguay
-guarayo o guarayu
-paî tavyterâ
-mbyá -Bolivia, Argentina
-avá katú eté o chiripá
-aché -Bolivia
-Paraguay, Brasil
-Argentina, Paraguay,
Brasil
-Paraguay, Brasil
-Paraguay

Mataco-Mataguaya o wichí (Argentina) o weenhayek (Bolivia) Argentina, Bolivia


Mataco- -maká
Maká -Paraguay

Guaycurú -nivaclé o chulupí -Paraguay, Argentina


-chorote o manjui -Paraguay, Argentina
-toba (Argentina) o toba-qom (Paraguay) -Argentina, Paraguay
-pilagá
-mocoví -Argentina
-caduveo o kadiwéu -Argentina
-Brasil

Lule-Vilela vilela Argentina

Arawak -terena Brasil


-kinikináwa

Lengua independiente besiro o chiquitano Bolivia, Brasil

Lengua independiente guató Brasil

3. Comparaciones entre lenguas del Gran Chaco


3.1 Comparación de las lenguas Toba y Maká.
En el artículo Aproximación tipológica a las lenguas indígenas del Gran Chaco (2010),
Cristina Messineo expone los resultados de su investigación comparativa entre la lengua
toba de la familia guaycurú y la lengua maká de la familia mataco-mataguaya, que
demostrarían la existencia de rasgos gramaticales compartidos entre ambas lenguas. La
investigación busca contribuir al debate de cuál es la hipótesis más adecuada para explicar
por qué lenguas pertenecientes a familias lingüísticas diferentes presentan perfiles
tipológicos similares, como efectivamente se ha advertido desde finales del siglo XIX con
el trabajo de Lafone Quevedo (Messineo, 2010, p.88). Messineo se ocupa de cuatro rasgos
en particular: a) el orden de los constituyentes, b) la posesión y concordancia de persona, c)
la clasificación nominal y d) la negación. Las principales evidencias relativas a estas cuatro
aspectos las presentamos a continuación.
a) El orden de los constituyentes. El orden más común de la oración transitiva declarativa
simple es SVO para ambas lenguas (p.192). Sin embargo, cuando el objeto es un
pronombre de primera o segunda persona, éste precede al verbo. De esta manera, ambas
lenguas presentan en este contexto sintáctico el orden básico O (=PRO 1 y 2) V. Por otra
parte, cuando sujeto y objeto son ambos pronombres independientes y explícitos, el sujeto
precede al objeto de la forma SOV (p. 194).
En cuanto a las oraciones intransitivas, ambas lenguas presentan el orden VS en donde el
verbo precede al sujeto cuando este no es pronominal. No obstante, cuando el sujeto de una
oración con verbo intransitivo es pronominal el sujeto precede al verbo (SV) en ambas
lenguas (p. 195).
b) Posesión y concordancia de persona. Como sucede en la mayoría de lenguas del Chaco
como un rasgo común, las lenguas toba y maká distinguen entre posesión inalienable y
alienable. Ambas lenguas presentan mecanismos similares para codificar la posesión. De la
misma manera, se asemejan en la simetría que existe entre los marcadores de posesión y los
sistemas pronominales de los verbos (p. 197).
Tanto en toba como en maká la posesión inalienable se expresa con una serie de
marcadores que se unen directamente al nombre, indicando persona y número del poseedor.
Ambas lenguas presentan isomorfismo entre los prefijos de posesión inalienable y los
marcadores pronominales de los verbos (si bien solo en 1° y 2° singular y plural) (p.197).
En lengua toba la correspondencia ocurre entre el marcador de posesión inalienable, el
marcador de sujeto de un verbo inactivo, y el marcador de objeto de verbos transitivos
(p.197). Para la primera persona (en los tres casos) esta marca es /i-/, /ʒ(i-)/ o /ʒi-/. Para la
segunda (en los tres casos) es /ʔa/. Este rasgo evidencia una estrecha relación conceptual
entre el poseedor de una construcción inalienable, el argumento (sujeto) de un verbo
inactivo y el objeto de un verbo transitivo (p.198).
En el maká, por su parte, ocurre algo similar. El maká tiene dos paradigmas de posesión
inalienable. El primer paradigma de posesión inalienable presenta una forma
fonológicamente similar a los morfemas personales de predicación nominal (sujeto de
verbos atributivos), aunque, de igual manera que el toba, solo para la 1° y 2° singular y
plural. En primera persona singular el marcador de posesión inalienable es /yi-/, /y-/ o
/y(V)-/, mientras que el prefijo de predicación nominal para la misma persona gramatical es
/yV/, /yi/ o /y/. En el caso de la segunda persona singular, el marcador de posesión
inalienable es /V-/ o cero. El prefijo de predicación nominal de segunda persona es /V-/ (p.
198). Este isomorfismo sugiere que la relación entre un verbo atributivo y el sujeto es
equivalente a la relación del poseedor con lo poseído (p.199).
Por otra parte, el segundo paradigma de posesión inalienable del maká se corresponde con
los marcadores de objeto de un verbo transitivo. Cuando en una predicación nominal
posesiva interactúan una primera persona sujeto y una segunda persona posesiva (por
ejemplo “yo soy tu padre”), se utiliza el marcador de posesión /kʔV-/ que se prefija al
nombre. Si interactúan una segunda persona sujeto y una primera posesiva (tipo “tú eres mi
hermano”) a esta última se le prefija /tsi-/ o /ts-/. Los marcadores personales (1° y 2°) de
objeto de un verbo transitivo son exactamente iguales respectivamente. Es decir que hay
una correlación evidente entre el poseedor de una construcción posesiva y el objeto de un
verbo transitivo (p.199), de la misma manera que ocurría en lengua toba.
En cuanto a la posesión alienable, ambas lenguas utilizan clasificadores posesivos que se
posicionan entre el prefijo de posesión correspondiente y el nombre, de la forma POS-AL-
N. Estos clasificadores de alienabilidad señalan el carácter temporario y no inherente de la
relación de posesión. En el caso del toba este clasificador es /-n-/, mientras que en maká es
/-q(V)-/. Estos mismos marcadores han sido documentados en otras lenguas guaycurúes y
mataco-mataguayas respectivamente (p. 201).
c) Clasificación nominal. La lengua toba y la lengua maká presentan clasificadores
nominales muy similares, los cuales son: clasificadores genitivos, deícticos o demostrativos
y léxicos del dominio vegetal. Los clasificadores genitivos aparecen en construcciones
posesivas ligados al marcador de poseedor. Se han documentado muy pocas lenguas en el
mundo que los posean (p.202). Caracterizan al nombre poseído como: “manufacturado”,
“comestible”, “vegetal”, “animal doméstico”, “pariente” (esto en diversas lenguas
guaycurúes y mataco-mataguayas). En ambas lenguas son utilizados únicamente con
nombres alienables, dado que el marcador inalienable se une directamente al nombre. El
clasificador (no referencial) se yuxtapone al nombre (referencial). El clasificador es quien
recibe el marcador morfológico de posesión, de la siguiente manera: POS-CLAG + N
(p.202). En toba solamente existe el clasificador referido a animales domésticos, el cual es
/-lo/ (p.202). En maká existen los clasificadores genitivos de “animales domésticos” y
“plantas cultivadas por el hombre” (p.202).
El sistema de clasificadores deícticos de las lenguas guaycurúes y mataco-mataguayas, es
complejo e interesante tipológicamente, ya que es inusual a nivel mundial (p.203). La
lengua toba posee un sistema de seis demostrativos de naturaleza mixta (p.203). Tres de
ellos indican la posición física del referente (son referenciales): /da/ indica que el referente
está parado (extendido vertical), /ʒi/ que está acostado (extendido horizontal) y /ñi/ que está
sentado (tridimensional). Los otros tres pronombres son propiamente deícticos (hacen
referencia a la distancia relativa entre la entidad referida y el hablante/oyente), indicando
tres distancias relativas: /na/ “próximo”, /so/ “distante”, /ka/ “ausente” (p.203). Los
demostrativos referenciales funcionan también como clasificadores nominales ya que
designan características semánticas inherentes del nombre denotado, agrupándolo en una
clase particular dentro del conjunto de palabras de la lengua (p.204). De esta manera, se
utiliza /da/ (extendido vertical) cuando se refiere a árboles y enredaderas, /ʒi/ (extendido
horizontal) a plantas acuáticas y /ñi/ (tridimensional) para las semillas y los frutos (p.204).
Por otra parte, ya que la lengua carece de marcas de tiempo gramatical en la lengua, las
distinciones de tiempo son codificadas con la presencia de los deícticos (p. 204).
El sistema de demostrativos del maká es similar al del toba, excepto porque es
exclusivamente deíctico, no indica la posición o configuración del referente, por lo tanto no
son clasificadores (p.205), sin embargo también es un sistema de seis demostrativos. En
ellos la distancia relativa se combina con la visibilidad - /tsa’/ “lejos, visible”, /ha’/ “lejos,
no visible”, /ka’/ “ausente, antes visto” y /pa’/ “ausente, antes no visto” – y con la
percepción táctil: /ha’ne/ “cerca, al alcance de la mano” y /na’/ “cerca, no al alcance de la
mano” (p. 205). Esto permite, como en toba, codificar las distinciones temporales (p. 205).
Finalmente están los clasificadores del léxico del dominio vegetal: sufijos derivativos del
campo léxico de la flora que codifican los nombres de acuerdo a si son especies leñosas,
frutos o comunidad vegetal (p. 206). Un mismo procedimiento se usa en ambas lenguas
para designar las plantas leñosas. En toba el clasificador correspondiente es /-ik/, mientras
que en maká es /-(V)k/ en donde las vocales más comúnmente son /u/ o /e/. Lo mismo
sucede para clasificar los frutos, en este caso el toba emplea los sufijos /-i/ y /-a/, por su
parte el maká emplea /-i/ y /a’/. El clasificador de “comunidad vegetal” distingue dentro del
campo semántico de la flora entre individuos y conjunto o colectividad. Los sufijos
respectivos para toba y maká son /-sat/ y /-(k)et/.
d) Negación. Las últimas evidencias que ofrece Messineo para demostrar la mezcla de
códigos lingüísticos entre la lengua toba y la lengua maká, son referidas a la negación.
Existen tres dominios en toba y maká en lo relativo a la negación (p. 209). El primero de
ellos tiene que ver con la anteposición del operador negativo (/sa(q)/ para toba y /niteʔ/ para
maká) a determinadas palabras para indicar el significado contrario o antónimo de las
mismas, en un procedimiento denominado negación léxica, así, en toba: /dato/ “cocido”,
/sa-dato/ “crudo”. Mientras que en maká: /uyaχ/ “cocido”, /niteʔ- uyaχ/ “crudo” (p. 211).
En segundo lugar, ambas lenguas usan formas de negación específicas para negar
enunciados prohibitivos, diferentes a las usadas en enunciados declarativos. En el caso del
toba esta partícula es /hegateaʔ/ (aunque es una forma arcaica). En maká los enunciados
prohibitivos se niegan con /hasuʔux/ (p.212). Finalmente, el tercer fenómeno referido a la
negación es la utilización de una forma específica para la negación existencial. Ambas
emplean una palabra verbal que por sus características morfosintácticas es difícil clasificar.
En toba se emplea el operador negativo /qayka/, derivada del deíctico /ka/ “ausente” más el
marcador de persona indeterminada. En maká la negación existencial es asumida por el
operador negativo /ham/ “estar ausente” más un sufijo de carencia /-y(e)ʔ (pp.213-14).
De esta manera, Messineo demuestra la existencia de rasgos gramaticales compartidos entre
la lengua toba y la lengua maká, a pesar de no tener una relación genética directa. En
cuanto a las consideraciones que presenta la autora sobre si debemos atribuir la mezcla de
códigos lingüísticos de estas lenguas al contacto sociocultural prolongado en la región del
Chaco, serán expuestas en un apartado final junto con las conclusiones de la investigación
de Comrie et al. (2010).
3.2 Comparación entre las lenguas Pilagá, Wichí, Vilela y Tapiete.
La investigación de Comrie et al., El chaco como área lingüística (2010), se ocupa de la
comparación de la lengua pilagá, de la familia guaycurú, la lengua wichí, de la familia
mataco-mataguaya, la lengua vilela, de la familia lule-vilela y la lengua tapiete, de la
familia tupí-guaraní. El objetivo perseguido por Comrie es esencialmente el mismo que el
de Messineo: demostrar la existencia de rasgos lingüísticos compartidos por lenguas
chaqueñas. Comrie formula su hipótesis de trabajo de esta manera: “existen fenómenos
fonológicos, gramaticales y léxicos comunes entre las lenguas del Chaco que las distinguen
de las lenguas vecinas y no se pueden adjudicar a la relación genética, sino al contacto”
(p.86). En este caso, en su enfoque de investigación e interpretación de los resultados el
concepto de área lingüística es más explícito. Comrie define el área lingüística de acuerdo a
tres criterios: a) es una región geográfica continua, b) es un hábitat compartido por distintos
pueblos y comunidades (en el caso del Chaco, por pueblos cazadores-recolectores desde
antes de la época colonial) y c) se hablan en ella lenguas emparentadas y no emparentadas
que, como en el Chaco, han estado en contacto durante siglos hasta la actualidad
incorporando rasgos comunes a otras lenguas de la región y propiciando ámbitos
multilingües de interacción entre sus hablantes (p. 85). A diferencia de Messineo, se
incluyen en la comparación lenguas de la familia guaraní y lule-vilela, que no han sido
tenidas en cuenta de la misma manera que las lenguas guaycurúes y mataguayas para este
tipo de investigaciones (p. 87). Además, se incorporan a la comparación rasgos fonéticos y
fonológicos. También se ocupará de la expresión formal de categorías gramaticales (p.89),
similares a las tratadas por Messineo.
Rasgos fonético-fonológicos. El primer rasgo de este tipo es la oposición entre obstruyentes
sordas y eyectivas. Este es un rasgo característico de la fonología de las lenguas mataco-
mataguayas y del vilela. Las lenguas mataguayas emplean la oposición fonológica entre
oclusivas sordas y eyectivas a nivel bilabial ([p] vs. [p’]), alveolar ([t] vs [t’]) y velar ([k] vs
[k’]), además, el maká a nivel uvular, ([q] vs. [q’]) (p. 95). El vilela, por su parte, también
opone todos sus segmentos oclusivos sordos a una contraparte eyectiva, incluso a nivel
uvular. Lo que resulta interesante es que algunas lenguas que no hacen esta oposición
presentan alófonos eyectivos, como el pilagá y mocoví, ambas lenguas guaycurúes (p. 95).
El pilagá presenta un alófono eyectivo en variación libre con segmentos oclusivos sordos
en posición inicial de sílaba (p. 95). Este fenómeno tiene dos implicaciones: primero,
demuestra la alta incidencia de los segmentos eyectivos en las lenguas de la región, lo cual
las distingue de otras lenguas de Suramérica. Segundo, los segmentos eyectivos parecen ser
un rasgo fonético que puede traspasar las fronteras genéticas de lenguas que no hacen esta
oposición, como el pilagá y el mocoví (p. 95).
Puntos de articulación. Otro rasgo que caracteriza los sistemas fonéticos de las lenguas de
la región es la presencia de segmentos postvelares, ya que son poco comunes
tipológicamente hablando. Estos son: la oclusiva uvular sorda [q], su contrapartida sonora
[G], la fricativa uvular sorda [χ] y la faríngea sonora [ʕ]. Pueden tener estatus de fonemas o
de alófonos en las distintas lenguas. El uso fonológico del área postvelar es un rasgo
tipológico de las lenguas del Chaco, que existe con muy pocas familias lingüísticas en
Suramérica (p. 97).
Finalmente, los segmentos laterales son un aspecto sobresaliente de la fonología de las
lenguas chaqueñas. Es necesario tener en cuenta que la mayoría de lenguas indígenas de
América Latina carecen de segmentos laterales (57%), o bien, poseen sólo un segmento
lateral (29%) o dos (14%) (p.98). En contraste, de las lenguas estudiadas por Comrie et al.
(nueve en total), el 89% poseen segmentos laterales. Solamente siete lenguas de América
Latina explotan fonológicamente segmentos laterales, cinco de ellas son chaqueñas (p. 98).
El subsistema de las laterales tiene una alta incidencia en las lenguas de la región. Hay que
mencionar, sin embargo, que el tapiete se aleja de esta característica (p. 98).
Rasgos gramaticales. El primero de ellos es referente al número. Las lenguas pilagá, wachí
y vilela manifiestan el número plural mediante un sufijo de una misma estructura básica “-
Clat(V)”. En pilagá este es /-l/. En wichí /-lh/, /-l/ y /-lis/, entre muchos otros sufijos de
plural. En vilela encontramos /-l(V)m/. El tapiete se aleja de este sistema: el número plural
está marcado por los sufijos -re y -reta en esta lengua (p. 99). Este fenómeno fue advertido
ya en el siglo XX por Lafonte Quevedo (p.99).
En cuanto a la posesión también encontramos similitudes en los códigos, similares a las que
encontró Messineo. En primer lugar, en las cuatro lenguas estudiadas -pilagá, wichí, vilela
y tapiete- los afijos nominales de poseedor concuerdan con el paradigma de afijos verbales
de persona (p.104), lo que establece una relación conceptual entre el poseedor de una
relación inalienable y el argumento sujeto de un verbo, como señalaba Messineo. El
segundo aspecto es la distinción entre posesión alienable e inalienable. El pilagá, wichí y
tapiete presentan afijos diferentes de acuerdo a este parámetro. La posesión inalienable está
marcada solo con los afijos de persona del poseedor, mientras la posesión alienable esta
marcada por los afijos de persona del poseedor más un clasificador (p. 108). En vilela los
sufijos de posesión de primera y segunda persona no son obligatorios y no distinguen entre
posesión inalienable/alienable (p. 110).
Por otra parte, también encontramos clasificadores genitivos para posesión alienable como
un rasgo común entre pilagá (guaycurú) y wichí (mataguaya) (p. 112), como ya lo advertía
Messineo. El vilela, por su parte, posee tres morfemas que actúan como clasificadores
nominales posesivos (categoría diferente a los clasificadores genitivos del pilagá y el wichí
en cuanto clasifican entidades inalienables y, formalmente, no están ligados al marcador de
poseedor) /-p/, /-bet/ y /-mot/ (pp.113-4). De esta manera, frente a la posesión entendida en
un sentido amplio encontramos rasgos compartidos por las cuatro lenguas y rasgos
compartidos parcialmente, por pares o por grupos de a tres frente a una diferente (p.117).
El último rasgo gramatical considerado por Comrie et al., es la deixis (p. 118). Pilagá,
wichí y tapiete comparten similitudes en sus sistemas demostrativos: son sistemas
tripartitos que marcan la distancia referida del referente con respecto al centro deíctico.
Cabe notar que pilagá y wichí comparten un pronombre morfológicamente idéntico para
indicar la proximidad, /na/ (p.119). Por su parte, el sistema de demostrativos del vilela no
es comparable con el de las otras tres lenguas (ni desde el punto de vista formal ni
funcional (p. 120). En pilagá los parámetros de “proximidad/distancia” se combinan con el
de “movimiento” en una sola forma morfológica. De esta forma, los referentes animados se
mueven desde el centro deíctico o hacia él (p. 122.), los no animados deben entenderse
como “presentes/ausentes” con respecto al centro deíctico (p. 122). El wichí también
codifica el movimiento, pero en una serie de formas adnominales separadas a las que
indican “distancia” (p. 123). Los demostrativos del tapiete solo codifican distancia (p.124).
Queda claro que en esta categoría el wichí y el pilagá están más cercanos entre sí que con
respecto al tapiete y al vilela, posiblemente por el contacto en el área (p.124).

4. Conclusiones
Tanto Messineo (2010) como Comrie et al. (2010), han presentado evidencias suficientes
para demostrar la mezcla de códigos lingüísticos en las lenguas del Gran Chaco. Frente a la
pregunta de por qué lenguas pertenecientes a familias lingüísticas distintas presentan un
perfil tipológico similar, encontramos que ambos están dispuestos a otorgarle al contacto un
gran peso. Por su parte, Messineo (2010, p. 119) admite que puede haber otros factores
involucrados como la filiación genética o la experiencia compartida, y que la convergencia
de rasgos estudiados como el orden de los constituyentes puede deberse a tendencias
tipológicas. Sin embargo, también es claro que algunos de estos fenómenos, por sus
características semánticas y pragmáticas, como la clasificación nominal, la deixis y la
negación, estén más ligados a factores culturales, ecológicos y de la manera en que los
hablantes organizan la experiencia. Por otra parte, estas categorías presentan rasgos muy
inusuales poco documentados en lenguas del mundo, de forma que, por ambas razones, la
similitud puede atribuirse al contacto histórico entre las lenguas a través de interacciones
socioeconómicas, así como al entorno cultural y ecológico de los hablantes. Comrie et al.
(2010, p.125), por su parte, reitera la hipótesis del área lingüística, atribuyendo los
fenómenos documentados al contacto en el área lingüística. Concluye que esta se
conformaría por un área núcleo constituido por las lenguas mataco-mataguayas y
guaycurúes, y una periferia ocupada por el vilela y el tapiete, esto con base en el análisis se
los resultados que demuestran una mayor cercanía entre las lenguas de las familias
mencionadas (pilagá, wichí), lo que está en consonancia con los descubrimientos de
Messineo (el toba y el maká pertenecen a esas familias).

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