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DERECHO ROMANO

EL MATRIMONIO EN LA ANTIGUA ROMA

INDICE
1. INTRODUCCION............................................................................................................... 2
2. DESARROLLO ................................................................................................................... 4
2.1. TIPOS DE MATRIMONIOS ..................................................................................... 5
2.1.1. Cum manu (Confarreatio) .................................................................................. 6
2.1.2. Usus....................................................................................................................... 6
2.2. RITOS .......................................................................................................................... 7
2.2.1. Elección de la fecha ............................................................................................. 7
2.2.2. Ceremonia ............................................................................................................ 7
3. CONCLUCION ................................................................................................................... 9

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1. INTRODUCCION

El matrimonio entre los romanos no era respaldado por escrito; había una ceremonia con
testigos donde además era entregada la dote de la mujer (si es que tenía una), y por
supuesto también una fiesta. No había tampoco ningún alcalde o párroco que presenciara
necesariamente la ceremonia. Era un acto privado “que ningún poder público tenía
porqué sancionar”, pero era obligatorio llevar testigos. Al principio solo se podían casar
los patricios (descendientes diresctos de los fundadores de Roma), pero hacia el 445 a.C. se
pudieron casar también los demás ciudadanos, incluídos los plebeyos. Los que nunca se
pudieron casar fueron los esclavos, los extranjeros, los actores y las prostitutas.

La convivencia de una pareja era tolerada; así lo demuestra la diferencia que había entre
matrimonios con mano (cum manum) y las uniones sin mano (sine manu), en el primer caso
la mujer pasaba oficialmente a obedecer a su marido, mientras que en el segundo caso, a
pesar de dejar la casa, la mujer seguía bajo el mando de su propio padre.

El adulterio era algo grave que daba derechos al padre o al marido de matar a su hija o
esposa, y también al amante. Sucedía cuando un hombre, casado o soltero, era sorprendido
en el acto con una mujer casada. Si la mujer era soltera, o si era una prostituta o extranjera

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o esclava, no se consideraba adulterio, aún si el hombre con el que era sorprendido era
casado.

El matrimonio tenía relación con asuntos legales, sin que la falta de un documento escrito
representase un problema pues siempre se efectuaban las debidas investigaciones. Tenía
relación con el patrimonio (sobretodo en lo relativo a la herencia), con la legitimidad de los
hijos y con la dote, sobretodo porque el divorcio era perfectamente legal, incluso frecuente
(sobretodo en las clases altas, pero se sospecha también que entre la plebe; César, Cicerón,
Ovidio, Claudio, se casaron tres veces). El divorcio era tan informal como el matrimonio, y
bastaba con que uno de los dos cónyuges se decidiera y celebrara el acto ante testigos. La
mujer, tanto si ella se había separado como si había sido repudiada, se llevaba su dote; los
hijos en cambio, al parecer, se quedaban con el padre. Se divorciaban y volvían a casar con
mucha frecuencia, por lo que era normal ver en una casa hijos de distintas madres, además
de los adoptados.

Tal y como hemos dicho, los jóvenes romanos acabarían aceptando su futuro, ya que,
aquellos que no lo aceptaban eran mal vistos por sus contemporáneos, se les consideraban
unos egoístas, y además, se les castigaba económicamente (pagaban más impuestos). El
primer paso consistía en la búsqueda que realizaba el pater. El objetivo era encontrar el
pretendiente perfecto para su hijo o hija, sin importar que ambos se llevaran bien, o tuvieran
un matrimonio feliz. En realidad, se buscaba una alianza política o económica entre familias,
dejando todo simplemente en un mero trámite comercial o contrato. Asimismo, una mujer
podía tener tantos matrimonios como fuera conveniente para el interés familiar, aunque, con
el paso del tiempo, se impuso el modelo de mujer univira, es decir, aquella que sólo ha tenido
un marido en toda su vida, que con el tiempo sería más apreciada y valorada a nivel social.

Había dos opciones jurídicas para la futura unión:

1. Cum manu – In manus. En él, la potesta de la esposa pasaba de su padre a su marido una
vez casada. El pacto se sellaba con un apretón de manos o dextrorum cortiuctio. Ella seguía
siendo una persona dependiente, como un hijo pero esta vez de su marido, y quedaba
sometida jurídicamente a él.

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2. Sine manus. En él, la potesta de la novia sigue recayendo en el padre y a su vez, seguía
perteneciendo a su familia, aunque estuviera casada y viviera con su esposo. Muchos padres
ricos prefirieron esta opción para preservar la herencia de su hija y que no recayera en manos
ajenas. Cabe destacar, que en esta opción la mujer romana estaba más libre puesto que
dependía de la autoridad paterna pero vivía fuera del hogar familiar.

2. DESARROLLO

El matrimonio en la Antigüedad era una de las principales instituciones de la sociedad y


tenía como principal objetivo generar hijos legítimos que heredasen la propiedad y la
situación de sus padres.

En principio, no era necesario un acto jurídico o religioso para que el matrimonio fuera
reconocido como tal, bastando la convivencia entre un hombre y una mujer.

La estructura del matrimonio se desarrolló en la época de la República, pero fue modificada


durante el Imperio.

Varios ritos del matrimonio en la Antigüedad fueron heredados por el mundo


occidental contemporáneo, como la existencia de un anillo de compromiso, el
consentimiento de los padres, el uso de velo por parte de la novia, la unión de las manos de
los contrayentes o el acto del beso con la novia después de que quien dirigía la boda le pusiera
término a la ceremonia, lo que demuestra la gran influencia de una de las civilizaciones más
poderosas del mundo antiguo.

Hasta el 445 a. C., los únicos que tenían derecho a contraer matrimonio eran los patricios.

En ese mismo año, a través de la lex Canuleia, el matrimonio les fue permitido a todos los
ciudadanos, así como la unión entre los patricios y los plebeyos.

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En la época de Augusto, primer emperador romano, la legislación relativa al matrimonio


sufrió cambios. En ese momento había en Roma un declive demográfico que sintieron
particularmente las clases sociales aristocráticas. Por un lado, se debió a que la fecundidad
de las parejas había descendido, hecho causado por la presencia de plomo en las tuberías de
los acueductos que llevaban el agua potable y porque las mujeres usaban maquillaje, que
también contenía dicho elemento químico. Además, las parejas evitaron procrear más de dos
hijos para evitarles el perjuicio de la devaluación social que les causaría el reparto de los
bienes, dado que la posición social dependía de la riqueza personal. Por otro lado, muchas
patricias optaban por no casarse, puesto que preferían seguir bajo la potestad de un padre o
un hermano, que podían ser relativamente flexibles, antes de someterse a la voluntad de un
marido. Para fomentar el matrimonio, Augusto promulgó dos leyes, la lex Iulia de maritandis
ordinibus (18 a. C.) y la lex Papia Poppaea (9 a. C.). Estas leyes determinaron que todos los
hombres con una edad comprendida entre los veinticinco y los sesenta años y todas las
mujeres entre los veinte y los cincuenta años pertenecientes al Senado y al orden
ecuestre (que constituían la clase dirigente del Estado romano) tendrían que casarse
obligatoriamente, siendo penalizados en caso de no hacerlo. La penalización consistía en
impedir que recibiesen legados o herencias de personas ajenas a su familia. También se
estableció el ius trium liberorum a través de la cual los padres con tres o más hijos legítimos
gozaban de determinados privilegios, como la reducción de la edad mínima para el acceso a
las magistraturas. Para las mujeres, la concesión del ius trium liberorum permitía la gestión
propia de sus bienes (sin la interferencia del marido o del padre), pudiendo legalmente
heredar y legar. Las medidas tuvieron poco efecto y el propio ius trium liberorum fue muchas
veces atribuido como recompensa para los hombres que no querían tener hijos, como ocurrió
en los casos de Marcial, Plinio el Viejo, Plinio el Joven o Suetonio.

2.1. TIPOS DE MATRIMONIOS


Existían dos formas jurídicas para contraer matrimonio: el cum manu (también llamado in
manum) y el sine manu.

A través del matrimonio cum manu, la mujer romana pasaba de la autoridad de su padre a la
del marido. Se trataba de una forma patrilenal y patrifocal de matrimonio. Quedaban por
tanto bajo la potestad de sus maridos, aunque en menor medida que su progénie, quienes
quedaban bajo la patria potestas.
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El matrimonio cum manu cayó en desuso, incluso antes del final de la República, lo que dio
lugar a una nueva forma, el sine manu, bajo lo cual la mujer permanecía bajo la tutela de su
padre (sería un tutor en caso de que su padre muriera), disponía de sus bienes y recibía sus
herencias; en caso de producirse el divorcio, el dote no sería sólo para el marido. El
matrimonio cum manu se manifestaba en tres formas: el confarreatio, el coemptio y el usus.

2.1.1. Cum manu (Confarreatio)


La confarreatio era la más antigua y solemne forma de matrimonio en la Roma Antigua,
siendo practicada por los patricios durante esos tiempos. Era práctica obligatoria entre
los Rex Sacrorum, los Flamen Dialis, los Flamen Martialis y los Flamen Quirinalis, además
sólo podían casarse de esta forma, estos sacerdotes tenían que ser hijos de las parejas casadas
en un confarreatio.

La confarreatio también era la única forma de matrimonio en la que los sacerdotes podían
estar presentes, y eran los Flamen (en representación de Júpiter) y al igual los Pontifices
Maximi. La ceremonia se celebraba en presencia de diez testigos, ya que los novios estaban
con la cabeza cubierta uno al lado del otro en bancos cubiertos con piel de oveja ofrecida en
un sacrificio. Después continuaba con un acto solemne en el que el novio daba una vuelta a
la derecha del altar, tomaba un poco de sal y una bola de espelta, el panis farreus (lo que daba
lugar al nombre confarreatio), con lo cual juraba amar a su esposa, quedando ambos
elementos depositados en las manos de los contrayentes).

Coemptio
La coemptio sí fue una restauración simbólica de los tiempos remotos en los que los hombres
compraban a las mujeres para poder casarse. Requería únicamente cinco testigos, ante los
cuales el novio pagaba al padre de la novia una moneda de plata y una de bronce, lo que
colocaba al hombre en un equilibrio seguro (el libripens).

2.1.2. Usus
El matrimonio por usum o usus era una de las tres formas de matrimonio, junto a
la confarreatio y la coemptio admitidas en el Derecho Romano para la celebración del
matrimonio. Para poder llevar a cabo esta forma de matrimonio la novia debía haber estado
un año con su novio. Para disolver el matrimonio era necesario que la novia durmiera durante
tres noches seguidas fuera de su casa (trinoctio).

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2.2. RITOS

2.2.1. Elección de la fecha

Debido a su importancia en la vida de los hombres y las mujeres, el matrimonio debía


realizarse en fechas consideradas como favorables. El período considerado como el más
adecuado era la segunda mitad del mes de junio, porque estaba relacionado con
el solsticio de verano, momento del apogeo del mundo natural.

Era desaconsejado casarse entre los días 13 y 21 de febrero (días del festival de Parentalia),
entre el 1 y el 15 de marzo, días fijos de cada mes (Kalendae, Nonae y Idus), y los días en
los que se abría la «puerta del mundo» (una fosa del Circo Máximo en el que se creía que se
podía comunicar con el mundo de los muertos), es decir, el 24 de agosto, 5 de octubre y el 8
de noviembre. Casarse en el mes de mayo era desaconsejado, ya que era el mes en que se
festejaba la Lemuria, la fiesta de los muertos, durante el cual se rezaba por aquellos que
habían muerto hacía poco tiempo.9

Aunque no estaba prohibido, no era aconsejable casarse en los días festivos romanos, porque
los invitados optarían por participar en estos eventos y no en la ceremonia. Las viudas a
menudo elegían casarse en estos días, ya que el acto de su matrimonio no llamaría tanto la
atención.13

2.2.2. Ceremonia

Jasón y Medea juntan sus manos (dextrarum junctio). Portada de un sarcófago romano.

En vísperas del día de la boda, la novia dedicaba los juguetes de su infancia a Lares, así como
su bulla (el collar que le fue colocado en su octavo día de vida para protegerla del mal de
ojo). Se abandonó el uso de la toga praetexta, una toga con un borde púrpura, y se decidió
por colocarse la túnica recta, la «túnica correcta», que era blanca, tiesa como un pergamino
y cubría hasta los pies.14 En la cintura se colocaba un cingulum, un cinturón atado con un
nudo especial para esa ocasión, el nodus herculeus (en alusión a Hércules, que según la
leyenda había tenido más de setenta niños),14 el cual debía ser desatado por el esposo la noche
de bodas. Su cabello estaba dividido en seis trenzas (sex crines) en forma de la punta de

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una lanza, siendo estas trenzas atadas con cinta de lana. La cabeza estaba cubierta con
un velo anaranjado, el flammeum. El simbolismo de este acto era el más importante de la
ceremonia, y se le denominaba nubere, literalmente, «colocar el velo». Encima del velo se
colocaba una corona de mejorana y de verbena (en la época imperial pasó a ser una corona
de hojas de naranjo). Los zapatos de la novia eran del mismo color que el del velo.

Al día siguiente, la casa de la novia era decorada (prestando especial atención a las puertas y
a las ventanas) con ramas de árboles provistas de hojas y flores.

Matrimonio entre dos ciudadanos romanos. Mural de un sarcófago en el Museo de


Capodimonte.

La novia era asesorada por la pronuba, una matrona casada una única vez y que aún seguía
viviendo con su marido, con lo que se simbolizaba a «la esposa ideal». Ella juntaba las manos
de los novios (dextrarum iunctio), acto seguido por una declaración por parte de la novia: ubi
tu Gaius, ego Gaia (ciertos autores argumentan que esta frase era expresada cuando la mujer
llegaba a su nuevo hogar).9 Cumplidos estos ritos, se celebraba la cena nuptialis en la casa
de la novia. En el banquete participaban los familiares y las amistades, prolongándose el
evento hasta el atardecer. Luego se producía el deductio, una simulación del secuestro de la
novia por parte del novio: esta se refugiaba en los brazos de su madre, mientras el novio
fingía que se la quitaba, acompañando el acto con lamentos y lágrimas fingidas.
El deductio hacía alusión al rapto de las sabinas, en el que Rómulo y sus compañeros
tomaron a sus esposas, recurriendo a la fuerza bruta.9

Luego se daba inicio al cortejo, en el cual se encendían unas antorchas que trazaban el
recorrido que conducía a la esposa a la residencia de su marido. La joven era acompañada
por tres niños, que tenían a sus padres aún con vida (patrimi e matrimi). Dos niños iban
tomados de la mano al lado de la novia, mientras que el tercero iba delante con una antorcha
de espino, que había sido encendida anteriormente en la casa de la esposa. Se consideraba
que los restos de esta antorcha tenían la capacidad de otorgar longevidad, por eso eran
distribuidos entre los participantes. Los niños o la novia cargaban una rueca y un huso,
símbolos de la vida doméstica (la principal actividad esperada de una mujer casada era
encargarse de la ropa de su familia, principalmente lavándola).

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Las personas que venían acompañando el certamen, gritaban «Thalasse», nombre de una
deidad protectora del matrimonio,9 y recitaban versos, algunos de carácter «picante».
También arrojaban nueces a los niños que las recogían y se las comían.

El novio, que se ha adelantado durante el desfile para llegar a su casa, recibe a su novia, quien
le ofrece fuego y agua. Con aceite de oliva y la grasa animal se realizaba un ritual que
consistía en untarlo en las puertas de la casa. Luego la novia era conducida dentro de la
habitación por los compañeros o por su marido, para que nadie tropezara al entrar a la nueva
casa, lo que era interpretado como un signo negativo. La pronuba la conducía a la cama de
matrimonio, donde se daba por terminada la unión. El novio podía entrar, aunque fuera por
continuar con el cortejo. Antes de realizar el pronubase realizaba un sacrificio.

Al día siguiente, la esposa, se vestía con una stola de las matronas (una especie de vestido-
capa), se realizaba una ofrenda a Lares y a Penates. Ese mismo día se celebraba un nuevo
banquete (spotia) reservado para los familiares de los recién casados.

3. CONCLUCION

La estimación de la mujer es un tema moral, y la moral con respecto a ella tuvo un cisma
más o menos en la época del emperador Augusto, cuando éste modificó ciertas leyes para
que los ciudadanos se decidieran por el matrimonio; había habido una crisis de la
nupcialidad (o difusión del celibato). Antes de dicho cambio moral, la mujer era una
pertenencia más del jefe de la familia, al igual que los hijos y los esclavos, claro que
siempre gozó del derecho al divorcio; el matrimonio era un deber cívico más que una
amistad, mientras que la nueva moral, afirmada sobretodo por los estóicos, proclamaba al
matrimonio como una amistad, como la unión de dos seres que no se juntan solamente para
procrear sino para vivir juntos toda una vida: “si lo que se quiere es ser un hombre de bien,
sólo se puede hacer el amor para tener hijos; el estado conyugal no sirve para los placeres
venéreos”.

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Sin embargo, la nueva moral emparentada con el estoicismo, transformaba al ideal de


pareja en un deber, donde deben evitarse las peleas y hablar bien de las respectivas mujeres.
En este punto contrastan las palabras de Séneca, que considera a la mujer al igual que un
amigo, con las de Cicerón, para quien la mujer es un niño grande que hay que cuidar a
causa de su dote y de su noble padre”, o también como a una adolescente de por vida. Por
otra parte, el marido ultrajado pronunciaba un discurso denunciando a su mujer, tal y como
lo hizo Augusto con las aventuras de cama de su hija Julia, o Nerón, con el adulterio de su
esposa Octavia.

“Nada más ajeno a los romanos que el sentido bíblico de una apropiación de una carne; no
rehusaban casarse con una divorciada o, como el emperador Domiciano, volver a tomar por
esposa a la que mientras tanto lo había sido de otro marido. No haber conocido durante toda
la vida más que a un solo hombre era sin duda un mérito, pero únicamente ciertos cristianos
emprenderán la tarea de hacer de ello un deber y pretenderán que se prohíba a las viudas
casarse de nuevo”.

Los historiadores no se explican el cambio moral ocurrido en Roma; “lo único comprobado
es que la causa no fue el estoicismo; la nueva moral contó con partidarios entre los
enemigos de los estoicos y entre los neutrales”. El estoicismo, en su versión primitiva,
enseñaba que el individuo debía convertirse en réplica mortal de los dioses, autárquico e
indiferente a los golpes de la Fortuna, pero pronto quedó convertido en una versión docta
de la moral corriente, en boca de gentes cultas, que olvidaban la finalidad de la postura
autárquica. La antigua moral grecorromana de dominio de sí y autonomía (nadie es digno
de gobernar si no es capaz de gobernarse) dejó de ser una virtud cívica convirtiéndose en un
fin, al igual que el matrimonio, que de deber cívico (amor a la patria) se convirtió en un fin,
en un ideal de vida.

Si bien la nueva moral tenía en mayor estima a la mujer, no dejaba de considerarla


naturalmente inferior, y por lo tanto, debía permanecer sumisa. Lo que sí cambió fue la
condición del adulterio: al contrario de la antigua moral, la nueva considera graves el
adulterio tanto del hombre como de la mujer. El estoicismo y su doctrina de dominio de si
mismo pronto empezó a proclamar reglas de conducta: no se hace el amor más que para

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tener hijos, no acariciarse demasiado, control de los gestos de ambos esposos, y pensar bien
cada deseo; “no se puede considerar o tratar a la propia esposa como a una amante” decía
Séneca. Veynes recalca que aunque la moral estoica del paganismo se parece en muchos
aspectos a la moral cristiana, difiere esencialmente en que la primera proponía y la segunda,
con la Iglesia de por medio, trataba de regir conciencias, convencidas o no.

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