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Introducción
La literatura es uno de los instrumentos que da a conocer los antecedentes
políticos, económicos, sociales y culturales de un país, de una región, o de una
época específica. Así, la literatura educa a las futuras generaciones
independientemente del tiempo y el espacio, pero varía la visión según el autor
o la época.
Los grandes señores chilenos, no constituían aún un grupo político, sino más
bien estaban recién transformándose en una clase política. Éstos no querían
perder el poder obtenido a partir de la prisión del rey, y por ello convocaron a
una reunión el 18 de Septiembre de 1810 con representantes de la nobleza y
las corporaciones productivas de Santiago. Dicha convocatoria la realizó el
Conde de la Conquista, Mateo de Toro y Zambrano. Este hecho, en nuestro
país es el que en realidad se asocia con la independencia propiamente tal. “El
resto del país obedeció como una masa inerte las decisiones tomadas bajo los
artesones de los estrados señoriales.”[4] Así, en Chile, el primer gobierno
nacional parte en septiembre de 1810, quien tuvo por cabeza a un prócer
militar que tomó el gobierno de manera absoluta: don José Miguel Carrera.
En este proceso independentista y de consolidación republicana, se observan
dos períodos: primero la patria vieja (1810-1814) liderados por José Miguel
Carrera y luego tras la reconquista española (1814-1817) parte O’Higgins
desde 1817 hasta su abdicación en 1823. Una característica relevante de cada
período es que el primero, fortificó una “fronda” revolucionaria armada en los
campos de batalla; y el segundo, reconstruyó la tradición del Estado durante el
proceso de la guerra.
Cabe destacar, que entre el período del gobierno ejercido por Carrera hasta el
de Portales, en los años treinta, sólo se dio en el marco de un gobierno que
podemos llamar unipersonal, por sobre los ámbitos jurídico y las fuerzas
sociales. En el intermedio histórico entre los períodos de Carrera y Portales, se
destacan las victorias de las batallas de Chacabuco y Maipú, donde brilla la
astucia de O`Higgins.
Más tarde, los eventos políticos y sociales internos del país hacen que el
dictador O’Higgins entregue el poder en 1823, como ya se ha señalado. “Su
conducta frente a la aristocracia fue más bien hostil, o al menos no supo
conciliarse en la única clase dirigente que existía en el país.”[5]
El sueño monárquico de O’Higgins no pudo decodificar los intereses de la
oligarquía chilena; las acciones espirituales o valóricas de O’Higgins tales
como: abolir los título de nobleza y de honores, el privilegio de la
estratificación social; generan el malestar de los aristócratas que desean por
sobre todo heredar su patrimonio cultural a sus nuevos descendientes.
El problema político en esta época, según el autor del texto que comentamos,
no radica en la república democrática, sino en la existencia de una clase media
que lucha a la vez contra el poder absoluto tradicional y con los anhelos de
O’Higgins. Y en este marco se desarrolla la producción de bienes y la
adquisición de riquezas.
En este contexto, el virrey del Perú, don José Fernando de Abascal, al ver los
acontecimientos que acontecían en la provincia de Chile y que en tan corto
período iba a transformarse en una nación, y posteriormente en un Estado con
un sistema republicano como las antiguas potencias constitucionales (la de
Francia y los Estados Unidos de América);[14] se muestra muy inquieto y ve
claramente esto como una amenaza para la jurisdicción soberana española.
Por ello, moviliza inmediatamente tropas para los intelectuales y gobernadores
chilenos, sin la búsqueda de las palabras o los acuerdos, solo intentando
revertir dicha situación y cautelando los intereses monárquicos.
Por eso es que Eyzaguirre destaca que: “No hay que olvidar, en fin, que la
totalidad de las tropas que acompañaron a Pareja, Gainza y Osorio en sus
campañas por el rey, eran de origen chileno, como también el más cruel y
audaz guerrillero monarquista Vicente Benavides.”[15] La cita ilustra por tanto
que no todos los chilenos eran proclives a la Independencia.
La lucha de los chilenos en todo caso en este hito, 1813 por ejemplo, es
desacertada y no permite alcanzar los anhelos de libertad. Por otro lado,
Eyzaguirre en su texto enfatiza mucho en los mitos continuos que hablaban de
tropas provenientes del virreinato del Perú que caían como el monzón. El autor
lo expresa así: “una defensa inorgánica… fruto de un comando revolucionario…
de la miseria recogida como resultado del abandono de los trabajos agrícolas y
tala de los campos, y de la total paralización del comercio… actuaciones
tumultuaria de Carrera y sus hermanos, de que los chilenos no podían
gobernarse por sí mismos; la noticia, en fin, de la retirada napoleónica de
España y de la vuelta al trono Fernando VII, como asimismo del sofocamiento
progresivo de los conatos revolucionarios en los diversos sitios de América,
fueron llevando a los patriotas a la certidumbre de que su causa estaba en
esos momentos perdida y que mantener la resistencia sólo significaba
acrecentar los males de la guerra.”[16] O’Higgins por su lado, como lo dice
Eyzaguirre, bajo las órdenes de don José Miguel Carrera, “llegó a ofrecerse de
rehén para garantizar sus clausulas…”[17] este acto es interpretado para
muchos historiadores como una tregua, que permitiría a los colonos rehacerse
para continuar la lucha.
Por su parte, fueron los chilenos que no querían perder el ejercicio libre de sus
derechos, los que se unieron al llamado en los campos de batallas en contra de
los realistas. También fueron los escasos intelectuales de la época, los que
aceptaron la constitución escrita por don Juan Egaña en la “Declaración de los
derechos del pueblo de Chile”, concluida en 1812. Ésta queda por tanto,
reformulada en 1813, y en ella se estableció lo siguiente: “Chile reconoce por
su rey constitucional y el más sagrado vínculo de la unión de la nación al señor
don Fernando VII y los sucesores que llamare la Constitución General, libres e
independientes.”[18]. En fin, lo que prometía dicha constitución monárquica es
que la colonia chilena enviaría socorro a España en su lucha contra los
franceses y que además mantendría un trato comercial más favorable a tierras
hispanoamericanas.
El virrey del Perú, a través de sus armas y capacidades somete
incondicionalmente las intenciones de toda causa independentista desde el 18
de Septiembre de 1810. Imperativamente todo documento referente a estos
temas fueron anulados, y los ilustrados que abrazaron la causa
independentista; fueron detenidos, erradicados y expulsados por la corona
española, como parte de una “política implacable y de represión” que durará
hasta 1817. Esto es extensivo tanto a la isla de Juan Fernández como a toda la
geografía continental del Chile colonial. Mientras, los patriotas conservaban
lealtad y fidelidad a los postulados de la filosofía política ilustrada emergente,
apoyando en todo momento las innovadoras normas expresadas en las
jurisdicciones de los cabildos.
Por otro lado, las adversidades que viven estos hombres (héroes) son vistos
como hitos de una nación que está en construcción y que hay que proteger.
Entre éstos los elementos psicológicos, económicos y sociales del país. Así, en
un momento Encina enumera casi todos los aspectos existentes en la
idiosincrasia de los hombres del país en ese momento el “(…) análisis de la
psicología económica del pueblo chileno, destacando rasgos como la falta de
perseverancia, la obsesión por la fortuna rápida, incapacidad para el trabajo
metódico, la debilidad del espíritu de asociación y cooperación, el derroche del
tiempo, etc. (…)”[23] Por lo tanto, aquí Encina, examina el orden ético,
sociológico y formativo educacional, a través de las notas que observa en la
mentalidad de los hombres del período y que serán el sustrato de las
actividades de un gobierno autoritario, por la vía de un Director Supremo que
protege la instauración de la soñada y perfecta República. Según los ilustrados,
que O`Higgins había estudiado y que ahora desea aplicar a largo plazo para
determinar el buen funcionamiento de la República y legitimar así al pueblo.
Todo ello entonces, gracias a la pericia de los héroes de la patria.
Así, la ética fundamentalista de los ilustrados debía perpetuar las nociones
ilustradas con los logros materiales, pero ahora ya no trabajado desde el
campo de batalla como respuesta última, sino como normas para alcanzar el
cambio reflexivo en la oligarquía y en esa idiosincrasia ya comentada. Es decir,
que O´Higgins y los líderes son vistos por Encina como los más virtuosos para
gobernar y los cuales tendrían a su vez, las posibilidades para asentar los
valores más nobles para construir la patria, o una nación uniforme en post de
la República.
Sin embargo, las fanfarronadas y los actos torpes del pueblo, se siguen
cometiendo restando fuerza y tiempo para lograr pronto la nación unificada o
un Estado unitario. Así, al no prevalecer aún el respeto por la diversidad étnica
y por las deferentes razas, no se sustenta el porvenir de un Estado autóctono;
luego falta claramente la instrucción como la que tenían los europeos
aristocráticos. El ideal de este tiempo por tanto, es traspasar esos valores a la
oligarquía chilena para asentar debidamente el poder.
Encina en este texto deja claro que los héroes de la independencia de Chile
estudiaron y se perfeccionaron siguiendo cosmovisiones ilustradas, como
hemos venido señalando, y que se observó en próceres tales como Carrera,
Miranda, O´Higgins, y Bolívar, entre otros. Todos ellos están imbuidos de las
nociones de una civilización europea occidental, como modelo para los nuevos
Estados. Estados que necesitaban filósofos solemnes, por eso no es extraño
que aparezcan criollos como Egaña, Salas y otros que ayudaron a edificar las
bases del sistema republicano, aunque con elementos proto-sociales que se
articularon primero en el viejo continente.
Para Encina, por tanto, en este texto, los próceres como los mencionados, son
los conductores de Chile que deben enfrentar a los oligarcas que se oponen a
los grupos todavía minoritarios del cambio político, pero que van creciendo
cada día. Por ende, tales hombres, considerados héroes, próceres, insignes,
elevados… son el resultado epistémico y político de una masa crítica en
construcción y que va evolucionando frente a los cambios que se están dando
en Europa y en España principalmente. Estos hombres que constituyen la masa
crítica, serán a su vez, un foco socio político para la instauración del cambio y
para el abandono de definitivo de la Monarquía en Chile.
Por tanto, los textos históricos oficialistas que muestran los eventos de la
Independencia nacional, corresponden al registro más intenso de la búsqueda
de la verdad, a pesar de que magnifican las actuaciones de nuestros próceres
en el proceso de construcción de la república. Así, autores como los citados:
Edwards, Eyzaguirre y Encina, han contribuido a esbozar la identidad y el
patriotismo, a través de la descripción de las situaciones bélicas, del recuerdo
del fragor de las batallas, del derramamiento de sangre y de las acciones
heroicas de muchos otros personajes que tuvieron la osadía de luchar contra
los simpatizantes monárquicos, que representaban el viejo sistema político
social y comercial, centrado en la figura del Rey de España.
Por ello Salazar agrega luego que “…la “memoria oficial” anestesia los procesos
sociales. Oculta la gesta de los sujetos anónimos, de los actores sociales y,
sobre todo, denigra la lucha del “bajo pueblo”. Es decir, a juicio de Salazar: la
gesta que realizan los dueños vivos de la ciudadanía.”[27]
Salazar por tanto, enmarcado en estas críticas valora el movimiento ciudadano
y sostiene que es el pueblo el que motiva la acción de lucha, y que recursos
para cumplir con los objetivos provienen de las altas oligarquías y destaca
además que los intereses no previstos en estos procesos están en la cúspide
del poder. Sin embargo, la acción popular es manipulada desde el aparato
central de poder; esto es del Estado, y la clase política tendría la función de
asegurar la prosperidad del Chile popular.
Así, Salazar destaca demás que los historiadores “oficiales” han blasonado y
magnificado el tesón de la patria; es decir, que han inmortalizado a los
protagonistas unipersonales oligarcas, que se enfrentaron ante la corona
española calculando sus costos y demandas en la ambición, ocultándose en
gobiernos autoritarios de influencia partidista extrema. Un claro ejemplo, es la
escena titulada “La Abdicación del Prócer”.
Por otro lado, desde nuestra perspectiva destacamos que en los libros de
historia entregados por el Ministerio de Educación de Chile, durante el siglo XX
e inicios del siglo XXI, aparece el contenido temático referente a la aplicación
del poder, como el fin último del proceso independentista de Chile,
centrándose siempre en el centro del país, sin considerar el aporte de las
regiones Norte y Sur.
No obstante, las disyuntivas del poder, y de los héroes no bastan para forjar
los ejércitos y al pueblo con una identidad nacional, creando la unificación
nacional. Proceso que fue dirigido por los de arriba, por las élites como hemos
venido señalando, y que aspiraban a construir un ideal ciudadano, basándose
tanto en los ideales del mundo griego clásico como del perfil del chileno
autónomo.
Así, siguiendo con las ideas de este autor, el primer paso para perpetuar el
hecho independentista, es la elaboración de una constitución mediante una
Asamblea Constituyente, y no con una constitución dictaminada por un circulo
aristócrata y que fue plasmada el 8 de Agosto de 1822 y las posteriores a ella.
Moulian sostiene que esta constitución debe ser cambiada y sostiene que debe
tener como punto de partida la representación del colectivismo para “subir” las
demandas concertadas participativas de la política.
Bibliografía
“Constitución Política de la república de Chile. 2011” Artículo
n°2. Editorial centro Gráfico Limitada. Santiago. 2011.
Debray, R. “La República explicada a mi hija” Fondo de Cultura Económica.
México. 1998.
Edwars, A “La fronda aristocrática, Editorial Universitaria. Santiago. 2001.
[30] Moulian, T. “El deseo de otro Chile” Ediciones LOM. Santiago. 2010. p.
22.
[31] Sergio Grez Toso, es historiador y sus relatos apuntan a los movimientos
populares en Chile, integrando tanto lo social como lo político, pero
considerando las dimensiones económicas, ideológicas y culturales.
(A la fecha 06.01.2014, en la búsqueda del año de nacimiento del
autor no se ha encontrado publicada con facilidad, tanto en Internet
como en sus revistas).