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GOGOL
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PERSONAJES:
FEDOR
PETER BOBCHINSKI
PETER DOBCHINSKI
CRIADA DE LA FONDA
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ACTO PRIMERO
(LOS ALTOS MANDATARIOS DE LA CIUDAD REUNIDOS: EL ALCALDE, EL JUEZ,
LA JEFA DE ENSEÑANZA, LA JEFA DE LA BENEFICENCIA, UN POLICÍA Y FEDOR,
UN HOMBRE EN SILLA DE RUEDAS)
ALCALDE: Los he reunido aquí, señores, para comunicarles una noticia muy
desagradable. Nos ha sido enviado un inspector.
FEDOR:¡Vaya sorpresa!
FEDOR: Y, ¿Por qué tanto miedo?, ni que fuese a inspeccionarles el alma, ¡tanto
aspaviento!
ALCALDE: Es que unas ratas así, nunca las había visto: eran negras y de un
tamaño sobrenatural; vinieron, olieron y se marcharon. Bueno, he aquí la carta
que he recibido de Andrei Ivanovich, escuchen: (lee) “Me apresuro, entre otras
cosas, a informarle que ha llegado un funcionario con atribuciones para
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inspeccionar toda la región y especialmente tu distrito. He sabido esto por
personas de toda confianza. Se hace pasar por un particular y como yo sé que
tú, como cualquier otro, tienes tus pecadillos, por ser persona inteligente…”
(pausa) éstas son cosas mías… “Por eso te aconsejo tomes todas las
precauciones, pues puede llegar a cualquier hora…”:
FEDOR: ¡Uy!
LUCKA: Y ¿para qué, y ¿por qué?, ¿por qué nos mandan a un inspector?
FEDOR: Aquí manda el que manda y nos lo manda quien nos manda, así de
sencillo.
ALCALDE: Pues así es el destino, hasta hoy lo enviaban a otras ciudades pero
ahora nos ha llegado el turno.
AMMOS: Yo creo Anton Antonovich, que esto tiene una causa muy delicada y
tal vez política.
FEDOR: Qué va, es solamente para saber si robáis al Estado, así de sencillo.
LUCKA: ¡Qué traición!, pero si aquí no hay ningún ser pensante en kilómetros
ala redonda.
ALCALDE: ¡Vaya!, ¿a donde va usted a parar? Una persona tan inteligente como
usted, ¿traición aquí? ¡Pero si de aquí no llegas ni en tres años a ningún estado!
ARTIEMI: No es eso. Usted sabe que los superiores siempre piensan cosas
bastante alejadas de la realidad y, aunque estén lejos, siempre quieren
dominarlo todo.
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ALCALDE: La cuestión es ésta, yo ya les he advertido a ustedes. Que mire cada
cual lo suyo. Yo ya he tomado por mi parte algunas medidas y les aconsejo que
hagan lo mismo.
FEDOR:Está claro, viene a fisgar en qué se distribuyen los fondos del Estado,
¡obvio! Al colectivo de mujiks parados por congelación o…
ALCALDE: Usted, Artiemi Filipovich, debe procurar que todo esté bien.
ARTIEMI: ¿Qué todo esté bien? ¿Para usted o para el funcionario? ¿Qué es eso
de bien?
FEDOR: Eso. ¿Qué es lo bueno y qué es lo malo? Eso Alcalde, piense, piense por
fin.
ALCALDE: Que los gorros estén limpios, ¡ay!, y los enfermos no parezcan
fogoneros.
ARTIEMI: Eso es fácil, los gorros… quizás si, se les pueden poner limpios…
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FEDOR: Así es.
AMMOS: ¡Uy, eso es imposible de corregir! Pero si ya desde que usted era
pequeñito, prácticamente todo sigue igual… me refiero a lo de sus pecadillos…
ALCALDE: Yo se lo digo sólo por decir algo… ¡algo habrá que hacer!
FEDOR: ¿No entiende usted, Ammos? ¡Que parezca, que parezca que todo
funciona bien!
ALCALDE: Es extraño que diga la carta eso de los pecadillos… No hay persona
que no tenga sus pecados… Esto lo ha dispuesto el mismo Dios, aunque los
volterianos digan lo contrario…
ALCALDE: (Irritado) ¡Pero qué dice ahora de soborno!... “ni mut” de este
asunto.
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ALCALDE: ¡Pero hijo, no tenga usted tanto ingenio!, es contraproducente tener
tanta inteligencia. Además, es raro que nadie vaya a inspeccionar su juzgado de
distrito, es una institución prácticamente de origen divino. Ya me encargo yo…
Usted Lucka, como Jefa de Educación, tendrá que ocuparse de manera especial
de todo cuanto se refiera a profesores y alumnos…
ALCALDE: Pero algunos son raros. Uno de ellos, por ejemplo… ése que tiene la
cara tan gorda… no me acuerdo de su apellido… Ése habla que no se le
entiende y con el dedo índice y esa uña tan larga se hurga… (señala la nariz),
eso no está bien…
LUCKA: Ah, ese es el profesor de arte… lo hace sin malicia… lo hace de buen
corazón…
ALCALDE: Sí, sí, pero si hace este gesto al funcionario, ¿qué pensará de
nosotros?
LUCKA: ¿Y qué puedo hacer yo con él? Si hablo le voy a reprimir su ego artístico,
y si no hablo recibiré una reprimenda por inculcar libertad de pensamiento a la
juventud…
FEDOR: Profesor: dícese del ente que enseña el arte y la ciencias… ¡ay, pero
cómo lo enseñan!
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FEDRO: Todos quieren demostrar que son personas inteligentes, y cuanto más
lo quieren demostrar, más tontos parecen. Siempre se provoca el efecto
contario, ¡lástima!
ALCALDE: Tomen sus medidas, tomen sus medidas para nos ser sorprendidos.
Y si de improvisto entra y dice: “¡Ajá! ¡Aquí están ustedes! A ver, ¿quién es el
Juez aquí y quién el Jefe de Beneficencia…?”
FEDOR: Oigan, ¿es que ustedes no tienen la conciencia tranquila? Ah, es que no
tienen conciencia.
(MÚSICA)
JEFE DE CORREOS: ¿Que qué pienso? Pues que habrá guerra con los turcos…
JEFE DE CORREOS: A mí me parece que habrá guerra con los turcos por culpa
de los franceses.
FEDOR: ¿Pe, pe, pero qué dice de trucos y franceses, señor Alcalde?
ALCALDE: ¡Qué guerra con los turcos ni qué ocho cuartos…! Que he recibido
una carta…
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ALCALDE: Yo… no es que tenga miedo… un cosquilleíto aquí, sí que tengo…
los comerciantes y los civiles me preocupan un poco. Dicen que les he hecho
algunas jugadas, pero a fe mía que si me he quedado con alguna cosa de
alguien, ha sido sin mala intención. Se me figura que debe de haber habido
alguna denuncia, porque ¿para qué tiene que venir, en resumidas cuentas, un
inspector?... Escúcheme, ¿no sería mejor por el interés general y el de cada uno
abrir con mucho cuidado todas las cartas que entren y salgan en Correos y…
leerlas, por si contienen alguna denuncia o comunicación… sencillamente? Si no
la hay, se puede volver a cerrar la carta o entregarla abierta.
JEFE DE CORREOS: Ya sé, ya sé… Eso lo hago yo, no tanto por preocupación
como por curiosidad. Me encanta conocer las novedades que pasan en el
mundo. Es una lectura interesantísima, hay cartas deliciosas. La descripción de
algunos paisajes es más instructiva que el periódico.
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ALCALDE: No hay que apurarse. No se trata de ningún asunto público, sino de
cosas particulares. Y nadie va a enterarse.
ALCALDE: La verdad es que siente uno un peso… Está uno esperando que de
un momento a otro se abra la puerta y… ¡zas!, salte la liebre.
(MÚSICA)
BOBCHINSKI: ¡No, déjeme a mí, por favor!. Usted no tiene facilidad de palabra.
ALCALDE: ¡Hablen, hablen de una vez, por favor! ¿Qué pasa? ¡Tengo unas
palpitaciones! Siéntense señores, tomen asiento. Bobchinski, aquí tiene usted
su silla. Bueno, vamos a ver, ¿qué pasa?
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Kusmich, para anunciarle la noticia que acababa usted de recibir. Y al salir de allí
me encontré con Dobchinski…
BOBCHINSKI: Éste me dijo: “En la taberna hay salmón fresco, podemos tomar
un poco.”
DOBCHINSKI: Y…
ALCALDE: El Inspector.
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BOBCHINSKI: …De exterior muy agradable y bien vestido paseaba por la
habitación con el aire meditabundo de quien tiene mucho aquí dentro (señala la
frente). Yo presintiendo algo, le digo a éste: “aquí hay gato encerrado”.
BOBCHINSKI: (Con rabia) ¡Aaaay! Bueno, pues como les decía éste le preguntó
al tabernero: “¿quién es ese joven?” y Blas le contestó: “Es…”
DOBCHINSKI: “Es…”
ALCALDE:El Inspector.
BOBCHINSKI: Primero lo dijo usted y luego lo dije yo: “¿Eh?”, dijimos yo y usted,
“¿por qué tiene que detenerse aquí este joven cuando su camino es Saratov?”
Sí, sin duda es el funcionario… del que ha tenido usted noticia, el Inspector.
FEDOR: ¿Y cómo andaba, así, con la cabeza sobre los hombros, así tiesa?
DOBCHINSKI: (Asiente)
FEDOR: Malo… Y… ¿cómo se reía, así con la boca abierta o con el colmillo
retorcido?
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DOBCHINSKI: Es él, es él. Parece muy observador, se fija en todo. Ha visto que
estábamos comiendo salmón, ¡y nos miraba los platos! Es un observador tan
grande que me dio mucho miedo
ALCALDE: ¡Dos semanas! ¡Santos del cielo! ¡En esta semana ha sido azotada la
mujer de un alférez! ¡A los arrestados no se les dio comida! ¡Las calles
estuvieron hechas una porquería! ¡Que vergüenza! ¡Qué deshonra! (Se lleva las
manos a la cabeza)
FEDOR: Ji, ji, ji. No tenga ningún miedo. Alcalde, debe ser un bribón como
usted.:
AMMOS: No, no. Dejemos que primero vaya el clero, luego los comerciantes…
FEDOR: ¿Por qué no me lleváis a mí? Digo me lleváis, por que yo no puedo ir.
¡Que yo tengo un ojo!... De piernas nada, pero a ojos no me gana nadie.:
FEDOR: ¡Uy! ¿Es que no tengo corazón y alma como usted? Además, si yo les
contara… Conozco las entradas y salidas de la Corte así… (hace un gesto con
las manos), pero ustedes no me escuchan…:
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ALCALDE: Chiss… (como pensando) A un joven se le conoce antes… sí, lo malo
es cuando se trata de un viejo diablo… pero un joven es transparente…
ALCALDE: Bueno, señores, cada uno a lo suyo. Iré yo solo… No, mejor con
usted, Bobchinski. Vamos dando un paseíto a la fonda, sólo para ver si los
viajeros están bien atendidos.
AMMOS: ¿Y usted de qué tiene miedo? ¡Ponga los gorros limpios y ya está…!
ARTIEMI: ¿Gorros, eh? Está mandado que se dé sopa fina a los enfermos y por
los pasillos huele a col que hay que taparse alas narices…
ALCALDE: (A un policía que ha estado junto a al puerta todo el rato) ¿Pero qué
hace usted ahí tan parado?
ALCALDE: pues dar órdenes, dar órdenes… Que cada uno coja la escoba y barra
n las calles… Algo… algo, que le dé movimiento a la cosa…
ALCALDE: ¡Ah!, por cierto, al lado de la cerca del zapatero hay muchísima
basura, lo había olvidado… ¡vaya, vaya y haga algo!...
No, espere, no se vaya. Ahora que están aquí toditos, si el funcionario recién
llegado les pregunta si están contentos con el trabajo, contesten todos:
“Estamos muy contentos, Vuestra Señoría…”
FEDOR: (Por lo bajo) Es que no tiene ni siquiera sentido común… ¿Quién puede
estar contento con el trabajo?:
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DOBCHINSKI: (Tose atragantándose)
DOBCHINSKI: Están los que chupan del bote y los que miran, siempre ha sido
así…
ALCALDE: No, estúpido, hace cinco años recibimos una suma, pero no sé qué
ha pasado que se ha traspapelado… No olvidéis, que empezó a construirse…
pero que se ha quemado…eso es, se ha quemado.
POLICÍA: Pero Alcalde, ¿se da usted cuenta de las mentiras que está
improvisando en un momento?... ¡Voy a tener que taparme los oídos!
ALCALDE: ¡Usted cállese! ¡Usted está con quien manda y se acabó…! Vámonos.
Vámonos, que estamos todos muy nerviosos.
(MÚSICA)
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ACTO SEGUNDO
(LA MUJER DEL ALCALDE, ANA, SU HIJA MARÍA Y FEDOR)
ANA: ¿Dónde están? ¡Ay dios mío!. (Se dirige a María) Tú tienes la culpa de todo:
¡que si el alfilerito!, ¡que si al mantillita! Ahora se han marchado y no podemos
enterarnos de nada… (Se asoma a la ventana): ¡Anton!, ¡Anton!, ¿ya ha
llegado…el inspector?, y ¿tiene bigote?, ¿qué clase de bigote?... ¿Qué?,
¿después?... Brr ¡qué fastidio!...
(Sigue asomada)
ANA: Después, después, yo no quiero después. Necesito una palabrita. Que sí,
sí, que si tal… (Se vuelve). ¡Ah está usted aquí!, siempre está aquí…
ANA Esta tonta venga a arreglarse, no sé a quién tiene que ver… y claro, hemos
llegado tarde. (Fedor y María se miran) ¡Venga a hacer monerías delante del
espejo…!
MARÍA: ¡Qué le vamos a hacer mamaíta! ¡De todas maneras dentro de dos
horas lo sabremos todo!
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MARÍA: Eso es para despistar…
ANA: ¡Ahora quiere arreglarle a usted! ¡Que no tiene arreglo, con perdón! ¡Esta
chica no tiene dos dedos de frente…! (Se va).
MARÍA: (Coge una flor de un florero y se la pone en la solapa) Y por fin… Ve,
qué elegancia… (Se ríen)
FEDOR: Por que sus ojos miran de frente y sus manos son firmes y …
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MARÍA: ¡Una joven tan agradable merece mucho más…! ¿Quizás el joven
funcionario? Y si además es alto, rico, viene de la capital, pues… fíjese qué
partido, ¿no es así?... pero, ¿y si es un bribón?
FEDOR
MARÍA: ¡Ay, ella cree que sólo pienso en el vestido azul de volantitos o quizás
en el vestido salmón, que le va mejor a mis ojos oscuros! ¡No, bobadas! Eso lo
hago para despistar…
MARÍA: Yo creo todo lo que dice, Fedor, no sé por qué, tiene algo
especial…que…me turba…
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FEDOR:(Asustado) ¿Qué secreto?, ¿sabe usted algo?
MÚSICA)
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ACTO TERCERO
(HABITACIÓN DE FONDA: CAMA, MESA, MALETA, BOTELLA VACÍA. ZAPATOS,
CEPILLO DE ROPA… UN HOMBRE TUMBADO)
OSIP: (Echado en la cama, habla para sí) ¡Diablos, qué hambre! En mi vientre
hay tanto ruido, que parece que tengo un regimiento tocando trompetas.
¡Dudo que lleguemos a casa! ¡Qué le vamos a hacer! Ya hace un mes que salimos
de San Petersburgo. Se ha ido todo el dinero.: “¡Eh, Osip, ve y busca la mejor
habitación!, ¡encarga la mejor comida!, ¡yo no puedo soportar la comida mal.
Necesito que sea buena…!”: Si fuera alguien importante…, pero total, un
insignificante funcionario que juega a las cartas…: ¡Ah, estoy harto de esta
vida! La del campo res mucho mejor: te casas con una buena mujer y puedes
pasarte el siglo entero tumbado, comiendo torta rellena. ¡Claro que la vida en
San Petersburgo es la mejor de todas!, lo único que se necesita es dinero, la
vida allí es muy fina: teatros, vida social… Todo el mundo habla con finura y con
etiqueta, como los nobles. Si vas al mercado, los comerciantes te llaman:
estimado. ¡Ay, no te aburres nada!... Y comes hasta hartarte, claro que otras
veces estallas de hambre, como yo ahora, y todo por su culpa: ¡Que no sé que
ha hecho con el dinero que le manda su padre! Empieza a darle aire: toma un
coche todos los días, saca entradas para el teatro… y al cabo de una semana a
la plaza a vender el frac nuevo, que valdrá por lo menos 150 rublos, y luego lo
vende por 20. ¡Pues y los pantalones, más vale no hablar…!: ¿Y por qué todo
esto? Por que no hace nada serio: en lugar de ir a la oficina se marcha a pasear
por la avenida o a jugar a las cartas… ¡Si es preciso trabajar, hay que trabajar…!:
¡Je!, ahora el tabernero dice que si no le pagamos no son dará de comer… ¡Ay,
Dios mío!, si pudiera comer tan sólo un caldito (Llaman) ¡Ah!, seguramente es él.
(Se levanta de la cama).
JLESTAROV: Toma (le da el gorro y el bastón) Ah, ¿con que otra vez estabas
tumbado?
OSIP: ¿Para qué voy a tumbarme? Con las cosas que tengo que hacer…
OSIP: ¿Dónde quiere usted que haya tabaco?, ¡hace 4 días que se ha fumado
usted el último!
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JLESTAROV: (Pasea por la habitación, abriendo y cerrando la boca) ¡Eh, Osip,
Escúchame!
JLESTAROV: Vete y…
OSIP: ¿A dónde?
OSIP: Es igual que vaya o no vaya, no vamos a sacar nada, el dueño ha dicho
que no nos dará de comer más.
OSIP: Además dice que irá a quejarse al Alcalde. Ya hace tres días que el señor
no paga… dice: “tú y tu señor sois unos bribones: ¡ya conocemos a eso pillos y
canallas!”
OSIP: Mire, es mejor que llame al dueño para que venga a verle.
JLESTAROV: ¡Ya está bien! ¡Que te lleve el diablo!, vete a llamar al dueño. (Sale
Osip).
JLESTARO: ¡Vaya chica! (para sí). Buenos días, ¿qué tal va la salud?
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CRIADA: Bien, gracias.
CIRADA: Pues sí, el a mi dice: “No le daré más de comer hasta que me pague
todo lo que me debe”. Así me contestó.
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JLESTAROV: ¡Vaya con el amo!... ¿Qué hay ahí?
JLESTAROV: ¿Y la salsa?
CRIADA No hay.
JLESTAROV: ¡Qué tonterías son esas! (se sirve la sopa) ¿qué por quería de sopa
es esta?, esto es agua. Sencillamente, sólo apesta. No la quiero.
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CRIADA: Me la llevará, señor, pero el amo ha dicho: “Si no la quiere, pero para
él”.
JLESTAROV: El diablo sabrá lo que es, pero carne no. Es un hacha frita, en lugar
de carne. ¡Bribones!, ¡pero si es como la corteza de un árbol y empiezan a
dolerme las mandíbulas!... ¿no queda nada más?
JLESTAROV:(Con miedo) ¡Qué cosa más rara!. Les ha faltado tiempo para
quejarse… ¿y si en efecto me llevan a la cárcel?. Si fuera cortésmente, aún…
No, de ninguna manera, no quiero. ¿Quién se creen que soy?, ¿un comerciante?,
¿un artesano?. Yo le diré claramente… (Entra el Alcalde) ¿Cómo se atreve
usted?, ¿quién es usted?
ALCALDE: Perdóneme.
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JLESTAROV: ¡Qué le vamos a hacer! ¡yo no tengo la culpa!, ¡la culpa la tiene él!
La sopa que me da, Dios sabe lo que habrá echado ahí, tuve que tirarla por la
ventana. Todos los días me deja muerto de hambre, y eso no puede ser. ¿Y el
té?, es tan extraño, apesta a pescado, no a té… ¿Por qué todo esto? ¡Vaya
manera de acogerá los visitantes!
ALCALDE: (Aparte) ¡Dios mío, qué enfadado está! ¡Lo sabe todo, se lo han
contado los malditos comerciantes!
JLESATROV: Bueno, ¿y yo que tengo que ver con todo esto? (reflexionando).
No comprendo pro qué me habla usted de sus enemigos o de esa viuda del
sargento. Una cosa es la viuda del sargento y otra cosa soy yo. Porque usted a
mí no va a atreverse a azotarme. Yo pagaré todo, pero ahora no puedo… por
que no tengo dinero.
ALCALDE: (Aparte) ¡Oh qué trampa tan ingeniosa!, ¿mira adónde va a parar!,
¿es para despistarnos!. (En voz alta) Bueno, si es verdad que lo necesita usted
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es dinero o cualquier otra cosas, yo estoy dispuesto a servirle desde este mismo
momento. Mi deber es prestar ayuda a los viajeros.
ALCALDE: (Aparte) Muy bien, Gracias a Dios ha tomado el dinero. Parece que el
asunto va mejor. Le he dado, en lugar de doscientos, cuatrocientos rublos.
JLESTAROV: Pero, por favor, hagan el favor de sentarse… siéntense. Ahora veo
la franqueza de su carácter y su cordialidad… le confieso que había empezado a
pensar mal…
ALCALDE: (Aparte) Sí…sí. ¡No sabía cómo pagar!, ¡nos está probando! (En alto)
Y ¿a dónde piensa dirigirse ahora?
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JLESTAROV: No lo sé con seguridad. Yo no puedo vivir sin Petersburgo. Mi
padre es terco y cerrado, tiene la cabeza dura como un alcornoque… no
comprende que mi alma desea cultura… otras apetencias…
ALCALDE: ¡Pero hombre!, ¡un individuo tan ilustre, víctima de unas chinches
inmundas, que no deberían haber nacido jamás!... ¡Además, esta habitación
parce muy oscura!
JELSTAROV:Uy… sí, sí, muy oscura. El dueño ni acostumbra a dar velas. A veces
uno quiere hacer algo… leer, o le da la fantasía de escribir alguna cosa, y no
puede hacerlo por lo oscuro que está.
ALCALDE: No piense que le digo todo esto para lisonjearle… no tengo ese
defecto.
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JLESTAROV: A mí tampoco me gustan las personas hipócritas, me agradan
mucho y su hospitalidad.
ALCALDE: Tal vez le guste ahora visitar alguna institución de nuestra ciudad, o
algún establecimiento benéfico o e otra clase.
JLESTAROV:¿Cómo dice?
ALCALDE: Ver cómo van nuestros asuntos y cuál es nuestra organización y esas
cosas.
ALCALDE: (A Dobchinski) Vaya corriendo a todo correr y lleve estas cartas una
a ala beneficencia y otra para mi mujer. (A Jlesatrov) Me atrevo a pedirle
permiso para escribir dos líneas a mi mujer, con objeto de que pueda
prepararse para recibir a tan estimado huésped.
JLESTAROV: ¿Pero para qué?... En fin, si gusta… aquí tiene tinta… lo que no sé
dónde está es el papel… Puede usted escribir sobre esta cuenta (se la entrega)
(MÚSICA)
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ACTO CUARTO
(MARÍA Y FEDOR HABLAN ENTUSIASMADOS EN BOZ BAJA.ENTRA ANA)
ANA: (Los observa desde la entrada, ellos no se dan cuenta) ¡Eh, eh!, ¿pero de
qué habláis tan entusiasmados?
ANA: Una hora esperando y nada (se asoma a la ventana). Por aquí parece que
viene… ¿Dobchinski? ¡Eh, oiga, venga aquí pronto! ¡Qué despacio va! (Entra
Dobchinski resoplando).
ANA
¿Entonces es él?, ¿el que esperábamos?
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ANA: Bueno, cuente, cuente, Dobchinski.
DOBCHINSKI: (Le escuchan intrigados) Pues eso, que … Bueno, al principio nos
recibió así como ceñudamente, decía que en la fonda todo andaba mal, como si
la culpa de todo la tuviera Anton Antonovich…
FEDOR: ¿Y usted de qué tiene que tener miedo, si no tiene ningún cargo?
DOBCHINSKI: Desde luego, pero usted sabe cuando habla un ser superior uno
tiene miedo.
ANA: ¡Mmmmm!
ANA: Vamos a ver lo que me escribe en esta nota. (Lee) “Me apresuro a
informarte, querida, que mi situación ha sido muy triste, pero por… dos
pepinos salados extra y media ración de caviar, un rublo y veinticuatro
kopeks…” (para). Perop esto… no comprendo nada, ¿a qué viene esto de los
pepinos y el caviar?
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ANA: ¡Ah, sí!”…pero parece que todo irá bien y tendrá buen fin. Prepara
pronto habitación para huésped importante, la que está empapelada con papel
amarillo, que haya buen vino. ¡Besando tu manita! Dile al bodeguero que te
mande todo lo que necesites, `por que si no le cierro la bodega por alguna
quisquillosidad”. ¡Madre, mía, hay que darse mucha prisa!
ANA: ¿Ah sí?, ¿te ha gustado?... pues que se te vaya quitando de la cabeza.
ADVOTIA: ¡Uy!, ¿no es eso lo que quería saber?, ¡ay, qué mujer…!
ANA: ¡Bueno, venga!, vamos s prepararlo todo por que pronto han de estar
aquí. Advotia, ¡atenta!, ¿eh? (Salen de escena todos)
(MÚSICA)
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ADVOTIA: Entonces, ¿es más que un verdadero general?
OSIP: ¿General?
ADVOTIA: ¿Es más o menos que un verdadero general? Vamos, ¿cuánto manda?
ADVOTIA: Por eso hay tanto barullo. Cuando aparece uno que manda más que
el que normalmente manda… ay, qué lío.
OSIP: Oye, tú eres muy espabilada, ¿eh?, ¿por qué no preparas algo de comer?
OSIP:No importa, trae, tare de so, comeré de todo. Mejor vamos a la cocina,
¿vale?, y nos llevamos la maleta… (Salen)
JLESATROV: Buena costumbre, que enseñen a los viajeros todo lo que tienen
en la ciudad. En otras ciudades no me han enseñado nada.
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ALCALDE: Me permito exponerle… que… que aquí no hay otro pensamiento
más que el de mantener el buen orden y diligencia para merecer la atención de
los superiores.
JLESTAROV: ¿Dónde ha sido?, ¿en el hospital?... ¡Ah, sí!... Y los enfermos, ¿se han
curado? Me pareció que no había muchos.
ARTIEMI: Unas diez personas han quedado, los demás se curaron. Así está
dispuesto, ¡tenemos una organización…! Desde que yo me ocupo de la jefatura,
le va a parecer inverosímil, todos se curan como moscas. Apenas entra y ya se
ha puesto sano.
ANA: Nuestro placer de ver una persona como usted es todavía mayor. Le
ruego que se siente.
JLESTAROV: Sí, buena idea, les ruego que se sienten ustedes también.
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ALCALDE: Sí, siéntese usted primero, eso es (se sienta). Asseyez vous (a los
demás).
JLESTAROV: La verdad es que odio las ceremonias y, además, les confieso que
siempre procuro pasar inadvertido… pero no puede uno ocultarse… tan
pronto voy a algún sitio me dicen: “ mira, ahí va Ivan Alexandrovich”. Una vez
me tomaron por un capitán general.
(ENTRA EL ALCALDE)
(ENTRA OSIP)
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OSIP: Se estira un poquitín.
OSIP: Sí, le gusta el orden, todo tiene que estar bien hecho.
ALCALDE: Me gusta mucho tu cara, amigo, tú tienes que ser una buena
persona. Cuando uno va de viaje le gusta tomar un vaso de té de más, ten (saca
dinero del bolsillo) dos rublos para el viaje.
ALCALDE: ¿Y qué?, ¿qué tal?, ¿qué es lo que mas le gusta a tu señor cuando va
de viaje, eh?
OSIP: Eso depende, lo que más le gusta es que le reciban bien y que la comida
sea buena y también que todo lo que yo coma sea bueno. Me dice: “Osip, ¿te
han dado bien de comer? Mal su señoría. ¡Ay! –dice- este patrón no es bueno”.
ALCALDE: ¡Claro! Muy bien todo lo que dices. Ya te he dado para té, toma (saca
dinero), además para rosquillas. Bueno, tú, amigo, puedes marcharte, vete a
preparar todo lo que haga falta para tu señor (sale Osip). Y aquí, ni mut, que
está durmiendo. Que no pase nadie y si alguien trae alguna queja de mí o
parece que puede hacerla, mandarle a paseo. ¡Chisss! (les hace ademán de
salir).
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ACTO QUINTO
(FEDOR Y MARÍA)
FEDOR: Tú primero.
FEDOR: Nada:
FEDOR: Te miro.
MARÍA:¿Y qué?
FEDOR: ¡Mmmm!
MARÍA: Miro tus manos. Tus ojos, que son como los de un príncipe.
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FEDOR: Me temo que estamos enamorados, hija. ¡Madre mía, la que se va a
armar, aparte de lo del funcionario!
MARÍA: ¿Es que es malo esto que nos pasa? Si yo tengo ganas de saltar de
alegría, y hasta mi madre me parece encantadora, y tengo ganas de besar a
todos…
MARÍA: ¿Mi padre? Mi padre estas ahora muy ocupado con el visitante, ya se le
pasaran los nervios.
FEDOR: ¡Ay, María, los nervios no se le vana a pasar!, cuando se entere de que
una garrapata como yo… pretende a su hija… ¡Cuando sepa quién soy!
(ENTRTA JLESTAROV):
(ENTRA EL JUEZ)
AMMOS: ¡Hasta me tiemblan las rodillas! ¡Ay Jesús! (Cuadrándose ante él)
Tengo el honor de presentarme; Juez del Tribunal, asesor colegiado, Ammos
Fedorovich.
JLESTAROV: Le ruego que se siente. ¿De modo que esta usted aquí de juez?
AMMOS: ¡Ay, qué sudores tengo! No sé dónde estoy sentado, parece que
debajo de mí tengo un aguijón.
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JLESTAROV: ¿Qué es lo que tiene usted en la mano?
JLESTAROV: ¿Cómo que nada?, se le ha caído a usted el dinero… ¡es dinero! (lo
recoge). ¿Sabe una cosa?, ¡présteme ese dinero!
JLESTAROV: ¿Sabe?, en el viaje he tenido muchos gastos, que si una cosa, que si
otra… Yo se lo mandaré enseguida desde la finca.
AMMOS: ¡Por Dios, no faltaba más!, ¡es un honor para mí! No me atrevo a
molestarle más con mi presencia. ¿Tiene usted alguna orden que dar?
JLESTAROV: ¡Ah, muchísimo gusto!, ¡siéntese usted! ¡Me gusta mucho esta
ciudad claro que no hay mucha gente!... Pero esto no es la capital, ¿no es
verdad?
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JLESTAROV: ¿Verdad que una pequeñas ciudad también se puede vivir muy
feliz?
JEFE DE CORREOS: ¿Por qué no? Lo consideraría una dicha enorme (lo saca).
Aquí los tiene usted, señor. Estoy dispuesto a servirle con toda el alma.
JEFE DE CORREOS: Exactamente así, señor (se levanta para irse). No me atrevo
a molestarle más con mi presencia. ¿No tiene que hacer ninguna observación en
referencia a la Jefatura de Correos?
JLESTAROV: No, ninguna. (Se va). Este jefe de correos es una buena persona.
Por lo menos es muy servicial, y a mí me gustan las personas así.
(ENTRA ARTIEMI)
JLESTAROV Ayer parecía usted más bajita… ¿verdad? ¡Fume usted, mujer! (Le
da fuego de la vela) Pero no de es lado.
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ARTIEMI: ¡Diablos, qué nerviosa estoy!... Mire usted, el Jefe de Correos de aquí
no hace nada, el Juez sólo hace que cazar liebres y, en cuanto a su conducta, es
de lo más vituperable: (habla bajito) cuando Dobchinski se va de su casa, a él se
le ha visto con su mujer.
JLESTAROV: Muy bien, si usted quiere. A mí, ¿sabe usted?, cuando me aburro
me gusta leer algo curioso…
JLESTAROV: No, nada de eso, todo lo que usted cuenta es muy gracioso… ¡Ah!,
Directora de la Beneficencia, me ha pasado un caso muy extraño: en el viaje,
pues… me lo he gastado todo… Gastos de representación, ¡ya sabe!... ¿No
tendrá cuatrocientos rublos para prestarme?
DOBCHINSKI: Buenas.
BOBCHINSKI: Buenas.
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BOCHINSKI: Jo esa suma no la tengo, soy un vecino de esta ciudad, no tengo
ningún cargo. ¿La tiene usted, Dobchinski?
JLESTAROV: ¿Sí?
DOBCHINSKI: Sí, y yo quiero que sea mi hijo ante la ley y que se llame
Dobchinski como yo.
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DOBCHINSKI: Sí, perdóneme que le haya molestado con mi presencia.
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ACTO SEXTO
(ENTRA FEDOR)
FEDOR: ¡Vaya!
JLESTAROV: Pero, ¿qué hace usted aquí?, pero ¿qué le ha pasado?, pero ¿estoy
soñando o qué?
FEDOR: ¡Calle, siéntese! Pero, ¿y tú?, ¿qué haces tú aquí? ¿No serás tú el
funcionario ése, que es un general?
JLESTAROV
¡Ay, hijo, digo su Excelencia, príncipe Federico!, ¡me han vuelto a confundir!
¡Qué majaderos! Pero usted… toda la Corte os anda buscando… ¿qué le pasó?,
¿cómo está así? Menuda sorpresa.
JLESTAROV: Sí, sí, entiendo… Creo que lo mejor será huir de aquí… ¡Menuda
noticia!
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morenas… Todos postrados a sus pies, toda Rusia os anda buscando, no
entiendo… prefiere esta vida miserable.
JLESTAROV: Lo mejor es que salga de esta pocilga cuanto antes. Ahora me voy,
pero tendrá noticias mías, vendré a buscarle (se levanta para irse).
FEDOR: (Lo coge de la manga) No, por favor, no lo haga, quédese… Se oyen
pasos. Adiós, amigo (sale).
OSIP: Porque sí, se ha divertido, pero de aquí a dos días puede venir algún otro
y…
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JLESTAROV: Sí, las apariencias siempre engañan… Bien, bien (cuenta el
dinero): trescientos del Juez, trescientos Correos y tanto la Beneficencia y tal…
Pasa de los mil… uau… Vámonos, pero lleva primero esta carta. Que los
caballos sean buenos, a los cocheros les daré un rublo de propina si me llevan
como a un mariscal. Si éste es un idiota, yo qué voy a hacer, quiere renunciar,
renunciar… Saldrá un buen artículo, un gran noticia… (escribe)… Toma
llévatela.: (Se oyen protestas de varias mujeres) ¿Qué pasa, Osip?
UNA: El Alcalde es un bribón, te dice: “¡Eh ,tú! Esto y esto llévalo a mi casa”,
coge de la tienda y no paga…
UNA: ¡Claro!
TRES: Su santo es el día de San Anton, y ese día le ll4evas de todo y siempre
resulta que es poco.
DOS:Dice que el día de Sana Onofre también es su santo, y ¿qué vamos a hacer?,
le llevamos también por San Onofre.
UNA: ¡Ayúdenos! Aquí le traemos sal, azúcar, vino… (saca del bolso).
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JLESTAROV:Yo no acepto soborno. Ahora bien, si ustedes quieren ofrecerme
como préstamo trescientos rublo, ésa es otra cuestión, como préstamo, si
DOS: ¡Eso!
OSIP: ¿Por qué no lo acepta, su Señoría? Cójalo, en el camino todo hace falta.,
Traiga, tráigalo todos, ¿Qué es lo que hay ahí?... (Mira dentro del bolso de otra),
¿una cuerdecita? Eso también
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JLESATROV:(Se sientan y él la mira curioso) Ahora lo entiendo todo. Conque es
usted, ¿eh?. Efectivamente, sus ojos valen más que una corona real.
OSIP: Mi amo se esta volviendo loco. (Carraspea) Bueno, tenéis una cita, ¿no lo
recordáis? Los caballos están dispuestos.
(MÚSICA)
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ACTO SÉPTIMO
ALCALDE: La alcaldía que se la lleve el diablo. Tal vez podría yo llegar a general,
¿no, Ana Andreevna?
ANA: Desde luego, ¡claro que sí!, ¡claro que puedes llegar!
ALCALDE: ¡Diablos! Qué agradable debe ser, ser general. Te cruzan por el
pecho una banda. ¿Qué banda te parece mejor al roja o la azul?
ANA: Recuerda que tienes que cambiar de vida, ¡eres tan basto! Eso estaba
bien cuando eras alcalde.
DOS:Somos culpables.
ALCALDE: ¿Ahora estáis a mis pies por que voy a ser general y tenéis miedo!
(ríe). Vayan, vayan sólo que ahora ya podéis tener cuidado (salen).
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LUCKA ¡Que acontecimiento tan grato!
DOBCHINSKI: ¡Y yo!
ALCALDE:Gracias, gracias, les ruego que se sienten y descanses, han sido unas
horas tan intensas… (se sientan).
AMMOS: Pero, dígannos, por favor: ¿como ha sucedido esto del nombramiento,
así a la primera…?
ANA: Una persona tan bien educada se dio cuenta enseguida de la valía de mi
querido esposo. Ya se lo decía yo: “tú para ministro vas que ni pintao…”
ALCALDE: ¿Qué dice usted, majadero?, ¿qué está usted diciendo?, ¿por qué
carta?
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JEFE DE CORREOS: Por esta carta, que él mismo mandó y yo he abierto para
ver si nos denunciaba de algo…
ALCALDE: Pero, ¿cómo se ha atrevido usted a abrir la carta de una persona tan
importante?
JEFE DE CORREOS: El diablo sabrá lo que es. No crea, que mientras me invadía
un impulso irrefrenable de abrir la carta, me corría un frío glacial por la venas,
temiendo lo peor…
JEFE DE CORREOS ¡Pero si yo soy un mandao…! Mejor será que lea la carta.
ALCALDE: (Lee)… Como una oca parda… No puedes ser, lo ha escrito usted.
JEFE DE CORREOS:¿Yo?, ¿cómo iba a escribirlo yo?... ¿Ah, y eso no es todo!, hay
sorpresas…
ARTIEMI: Lea, léalo todo… Traiga, permítame que lo lea yo (se pone las gafas y
lee): “La Directora de Beneficencia y… y…
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ARTIEMI: Es que la letra no está muy clara, pero se ve que es un canalla.
AMMOS: Yo creo que esta carta es demasiado larga… parece que de mi no dice
nada.
ALCALDE: ¡Me han matao!, ¡no veo nada!, ¡veo unos morros de cerdo en lugar
de unas caras y nada más!
BOBCHINSKI: Y yo.
DOBCHINSKI: Y yo.:
ALCASLDE: Pero si hasta ahora mismito todo iba tan bien… ¿Qué resorte se ha
soltado? ¡Yo, yo, viejo bobo, he perdido el juicio!, ¡si todos los pillos y bribones
no han podido conmigo…!
ANA: Pero esto no puede ser, Anton, somos víctimas de algún error…
¡Déjenme, déjenme la carta, que o saben ni leer…! (Lee y llega a un punto de la
carta en el que grita “¡AH!” y se desmaya).
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ALCALDE: (Gritando) ¡Ana, Ana Andreevna! (le da palmadas en la cara). ¡Aire,
darle, aire! ¡María, María, tu madre…!
(ENTRA MARÍA)
ANA: (Vuelve en sí, señala la carta y quiere decir algo pero no le sale)¡Ay, ay,
qué soponcio!
(ENTRA FEDOR)
ALCALDE: Y harán una comedia con esto y la gente irá a reírse y a aplaudir.
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ANA: ¡Ay! (se desmaya otra vez).
ALCALDE: Pero, pero… (da una vuelta a sí mismo), usted, ¿qué dice?, ¿es que
tengo cara de pescao o qué? ¡Ana, Ana Andreevna! ¡Que me la van a matar! (Le
dan aire y palmaditas)
ANA: (Vuelve en sí) Eso, eso… (señala al Jefe de Correos) Hable, hable…
ALCALDE: Denme, denme tila, ¡que estoy volviéndome loco, eso es! (A Fedor)
¡Que se vaya de mi vista!, ¡que lo lleven a la Beneficencia!
ALCALDE: ¿Pero es que esto se puede hacer con un hombre en sólo una horas?
Tu rango, tu prestigio, tu honor, todo por tierra y ahora, qué soy?, ¿una lagartija,
un sapo?
FEDOR: Yo…
ANA: ¡No…!
ANA: (Espabilada) ¡Sí, sí, léela Anton, léela!... y cállate, no metas más la pata.
ALCALDE: “…La gente es muy buena y muy hospitalaria, y entre ella, ¿a que no
sabe a quién he encontrado? –(todos se intrigan)-. Es un secreto de Estado. Voy
para ahí, para prepararlo todo, por que voy a necesitar ayuda para salir de esta
comedia…” (Mientras lee se va entonando) ¿A quién ha encontrado? (se miran
unos a otros).
FEDOR: A mí.
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JEFE DE CORREOS: Lea, lea.
JEFE DE CORREOS: Traiga (le coge la carta y lee): “… para salir de esta comedia,
en la que el destino mismo me ha guiado, ¡’pues he encontrado al príncipe
Federico Ivanovich! Ruego guardes el secreto…
ALCALDE: ¿Quééé?, ¿Qué sois el príncipe Federico Ivanovich? ¿Entonces qué soy
yo? ¡Una rata inmunda… eso es lo que soy!... ¡Niña…!
ARTIEMI: ¿Cómo?
(ENTRA UN POLICIA)
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FEDOR: ¡Calma, no se asusten! Gendarme, dígale al alto funcionario que se
presente aquí mismo, viene buscándome a mí. Dígale que el príncipe de
Volkonsky, Federico Ivanovich, esta hospedado en casa del Alcalde.
(SUSPIROS DE ALIVIO)
FEDOR: (Se levanta de la silla de ruedas, ante el asombro de todos) Les ruego
me disculpen. Yo debo darles las gracias a todos, he aprendido mucho de
ustedes. Se lo agradeceré, les recompensaré…
AMMOS: ¿En que situación legal estamos, señores? ¿Legales o ilegales? ¿Somos
unos sinvergüenzas o nos van a dar una medalla?, ¿somos uno héroes o somos
imbéciles?... Usted es la máxima representación del país hablad, os lo suplico…
FEDOR: Creo, señores, que todos los presentes estamos en deuda, podríamos
ser amonestados por un motivo otro, ¿no es así?... ¿Y si intercediéramos unos
por otros, para ser liberados de nuestras torpezas? ¿Por qué no perdonarnos los
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unos a los otros?, ¡por qué no ser un poco idiotas?... Yo, por mi parte, reitero mi
petición: Anton Antonovich, ¿daría usted su consentimiento para que su hija
María sea mi esposa? Ella vale mucho para mí.
FIN
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