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El Misterio Trinitario
Hablar del misterio de la Santísima Trinidad es situarnos en el núcleo mismo
de la novedad cristiana. El seguimiento de Cristo y su reconocimiento como
"Señor" condujo necesariamente a plantear el tema de su relación peculiar con
el Padre. Según los evangelios la causa de la decisión de matar a Jesús por
parte de sus oponentes fue que se igualaba a Dios. Jesús se caracterizó,
además, por la plena posesión del Espíritu, el cual comunicó a sus seguidores y
les permitió el cumplimiento de su misión. La fórmula bautismal "En el nombre
del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo", no deja lugar a dudas sobre la
importancia capital que los cristianos, desde un principio, reconocían a este
misterio.
En realidad no era una propuesta fácil de asimilar ni para los rígidos
esquemas monoteístas judíos, ni para la filosofía griega predominante en esos
tiempos. Pero para los cristianos era un asunto vital, dado que la vida cristiana
se definía, más práctica que teóricamente, en referencia al Padre, al Hijo y al
Espíritu Santo.
Los primeros padres no contaban ni con el término "Trinidad", ni con el de
"persona" y, así, expresaron su fe con una terminología a veces vacilante. Tal
es el caso de los padres apostólicos, como san Ignacio de Antioquía, y aún el
de los apologistas, como san Justino. San Ireneo nos habla del Logos como un
ser engendrado y coexistente siempre con Dios. Para san Ireneo Dios siempre
tiene su Logos y su Espíritu, a quienes se atreve a llamar sus "manos", en
relación a la creación.
Hacia los siglos II y III se difundió, sin embargo, la herejía monarquiana, que
negaba una existencia propia a las personas divinas. La base de esta postura se
encontraba en querer sostener un monoteísmo radical, incapaz de aceptar que
en el seno de la divinidad podía hablarse de una pluralidad. Esta herejía
presentó dos variantes, una denominada adopcionismo y otra denominada
modalismo. El adopcionismo tuvo su máximo exponente en Pablo de Samosata,
que daba el nombre de Padre a Dios, el de Hijo al hombre Jesús y el de Espíritu
Santo a la gracia dada a los apóstoles. Pablo de Samosata fue condenado en un
sínodo en Antioquía en el 268.
Por su parte el modalismo afirmaba que el único Dios se manifestaba en modos
diversos, de manera que Cristo es el mismo que el Padre. Principal exponente
de este pensamiento fue Noeto, condenado por los presbíteros de su ciudad.
Más tarde el modalismo fue conocido como sabelianismo, a causa de Sabelio,
que difundió estas enseñanzas en Libia. Fue condenado por el papa Calixto en
el 220.
Tertuliano fue conciente de la dificultad que para algunos representaba aceptar
la "economía" de Dios, y hacía ver que un monoteísmo estrecho que negara las
personas, se apartaba de la regla de fe tanto como el politeísmo. Grande ha
sido la contribución de este autor a la teología trinitaria posterior, pues fue el
primero en utilizar la palabra "Trinidad" a las tres divinas personas. Sin
embargo introducía, como muchos prenicenos, una cierta subordinación entre
dichas personas divinas.
Orígenes por su parte, pone en el vértice de su explicación a Dios Padre, no
engendrado, quien, para derramar su bondad perfecta, crea, a través del
Verbo, un mundo de seres espirituales. El Verbo es engendrado por el Padre y
es coeterno con Él. El Espíritu Santo viene a través del Verbo, y solamente
ambos, Verbo y Espíritu, conocen al Padre, pues ambos participan de las
prerrogativas divinas por las que se reconoce precisamente su divinidad. No
obstante cierto subordinacionismo, Orígenes mantuvo la fe que reconoce la
infinita distancia entre las creaturas y la Trinidad.
El Concilio de Nicea, en el año 325, quiso dar respuesta a la problemática que
causó el presbítero Arrio, quien sostenía que el Hijo no era coeterno con el
Padre, pues había sido engendrado y, por lo tanto había sido creado. Arrio
aceptaba que Cristo se llamara "Hijo de Dios", pero solamente por adopción o
por gracia, pero no por naturaleza. El Concilio hizo ver en cambio, condenando
a Arrio, que el Hijo es "engendrado, no creado, consustancial con el Padre".
Más tarde, en el año 381, se llevó a cabo otro concilio, ahora en
Constantinopla, donde se hizo explícita la profesión de fe en la divinidad del
Espíritu Santo, en contra de lo que propagaban los llamados "pneumatómacos"
o "macedonianos", quienes, en continuidad con los principios arrianos, negaban
el carácter divino de esta persona.
Mario Victorino (280-362) fue un filósofo neoplatónico, convertido al
cristianismo en edad adulta. Con las herramientas de su filosofía y apoyándose
sobre todo en san Juan, elaboró una teología trinitaria que afirma que el Padre
y el Hijo son "idem", no "ipse", notando que la unidad no excluye la alteridad.
Puesta la relación Padre-Hijo, analiza también la relación Hijo-Espíritu Santo.
San Hilario de Poitiers, contemporáneo de Mario Victorino, propuso también su
propia síntesis, teniendo en cuenta los errores sabelianos y arrianos. Él
afirmaba la unidad de la naturaleza divina así como la distinción personal del
Padre y del Hijo. Lo que los hace diferentes es la relación de origen, pues el
Padre ha engendrado al Hijo sin disminución de su ser, y el Hijo recibe en sí
todo del Padre, siendo totalmente igual a Él.
San Agustín pone en primer plano la unidad de la Trinidad, que trasciende
cualquier representación humana, y hace notar que cualquier intento por
explicarla implica algo de simbólico. Subraya que la sustancia divina no es una
especie de cuarta persona, sino que cada una de las personas es idéntica a las
otras tres desde el punto de vista de la sustancia y que lo que pertenece a la
naturaleza divina se expresa en singular. San Agustín precisa que cada una de
las personas posee la naturaleza divina en una forma particular y por eso es
correcto atribuírle a cada una de ellas en su acción "ad extra" el papel que le es
propio según su origen. El Padre es Padre porque engendra, el Hijo porque es
engendrado, y el Espíritu Santo porque es donado, y aunque no es lo mismo
ser Padre que Hijo, la sustancia es la misma, pues estos nombres pertenecen al
orden de la relación, no al de la sustancia.
Lo más original de san Agustín en su teología trinitaria es la explicación
"psicológica" de la Trinidad, que consiste en afirmar que en el alma humana
lose halla una "trinidad", porque el alma es, conoce y quiere. Análogamente el
Padre, en la eternidad, se conoce a sí mismo y la imagen de sí mismo que
concibe es el Hijo, ama su imagen, que por ser persona lo ama también a su
vez, y por ser este amor también persona, es el Espíritu Santo. Evidentemente
la explicación psicológica es solamente analógica y tiene sus límites, que el
mismo san Agustín reconoció, pero también posee sus fundamentos
escriturísticos.
Cristología
Primeras herejías
El ebionismo fue una corriente judeo cristiana algunos de cuyos seguidores
negaban la divinidad de Jesucristo, pues sólo lo reconocían como hombre; el
marcionismo no aceptaba al Dios del Antiguo Testamento, sino sólo al del
nuevo presentado por Jesucristo; el docetismo gnóstico no admitía que Jesús
hubiese realmente poseído un cuerpo humano, porque pensaban que la materia
era mala e imposible de redimir, por eso el cuerpo de Jesús era aparente,
según ellos.
Primeras respuestas
San Ignacio de Antioquía insistió fuertemente en el carácter realísimo de la
humanidad de Jesús, quien verdaderamente nació, comió, bebió, padeció,
murió y resucitó. Al mismo tiempo reconoció San Ignacio la divinidad de
Jesucristo, que ve expresada de modo supremo y definitivo en la resurrección.
Como San Ignacio, el obispo Melitón de Sardes centra su teología en la unidad
de Cristo, Dios y hombre.
Los apologistas, como San Justino, Atenágoras, Teófilo y otros, toman el
esquema medioplatónico Dios-universo-hombre y explican que entre Dios y el
universo es necesario un mediador, que es el Logos, Cristo Nuestro Señor,
distinto del Padre.
San Ireneo de Lyon debate contra el gnosticismo y el marcionismo y presenta la
obra de Cristo en el marco de una historia de la salvación. De especial
importancia es para San Ireneo la recapitulación, a través de la cual Cristo
asume toda la humanidad y toda la historia. En el fondo de su teología se
encuentra la convicción de la doble composición de Cristo, Dios y hombre.
Adopcionismo y modalismo
En el siglo segundo, el adopcionismo fue una herejía que sostenía que
Jesucristo era un ángel adoptado por Dios como Cristo, o un hombre que por
sus méritos fue adoptado por Dios. Sus principales exponentes fueron Teodoto
de Bizancio y Teodoto el Curtidor.
Otra herejía fue el modalismo, que afirmaba que el único Dios se manifestaba
de diferentes modos, a saber, como Padre, Hijo o Espíritu Santo. Representan
este pensamiento Noeto y Práxeas.
Tertuliano y Orígenes
Tertuliano sostuvo claramente la unidad personal de Cristo y al mismo tiempo
distinguió las propiedades de las dos sustancias, divina y humana, de nuestro
salvador. Contribuyó en occidente a subrayar la existencia en Cristo de dos
naturalezas, cosa que contaría después para reaccionar contra los excesos del
monofisismo.
Orígenes, por su parte, propuso una cristologia en la que destacaba el papel del
alma humana de Jesucristo como punto de unión de la humanidad con el
Verbo. A través del alma el Verbo también se une con el cuerpo, y ambos, alma
y cuerpo, son divinizados por la unión a dicho Verbo.
Arrianismo y apolinarismo
La expresión del misterio de Cristo exigió desde el siglo cuarto una precisión
mayor y una madurez teológica capaz de afrontar nuevos problemas y
planteamientos. Los debates se extendieron y los padres buscaron la solución
contra las nuevas herejías que amenazaban el depósito de la fe.