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Cuentos:

Cuento de El patito feo


Al igual que todos los años, en los meses de verano, la Señora Pata se dedicaba a empollar.
El resto de las patas del corral siempre esperaban con muchos deseos que los patitos
rompiesen el cascarón para poder verlos, pues los patitos de esta distinguida pata siempre
eran los más bellos de todos los alrededores.

El momento tan esperado llegó, lo que causó un gran alboroto ya que todas las amigas de
mamá pata corrieron hacia el nido para ver tal acontecimiento. A medida que iban
saliendo del cascarón, tanto la Señora Pata como sus amigas gritaban de la emoción de
ver a unos patitos tan bellos como esos. Era tanta la algarabía que había alrededor del
nido que nadie se había percatado que aún faltaba un huevo por romperse.

El séptimo era el más grande de todos y aún permanecía intacto lo que puso a la
expectativa a todos los presentes. Un rato más tarde se empezó a ver como el cascarón se
abría poco a poco, y de repente salió un pato muy alegre. Cuando todos lo vieron se
quedaron perplejos porque este era mucho más grande y larguirucho que el resto de los
otros patitos, y lo que más impresionó era lo feo que era.

Esto nunca le había ocurrido a la Señora Pata, quien para evitar las burlas de sus amigas
lo apartaba con su ala y solo se dedicaba a velar por el resto de sus hermanitos. Tanto fue
el rechazo que sufrió el patito feo que él comenzó a notar que nadie lo quería en ese lugar.

Toda esta situación hizo que el patito se sintiera muy triste y rechazado por todos los
integrantes del coral e incluso su propia madre y hermanos eran indiferentes con él. Él
pensaba que quizás su problema solo requería tiempo, pero no era así pues a medida que
pasaban los días era más largo, grande y mucho más feo. Además se iba convirtiendo en
un patito muy torpe por lo que era el centro de burlas de todos.

Un día se cansó de toda esta situación y huyó de la granja por un agujero que se encontraba
en la cerca que rodeaba a la propiedad. Comenzó un largo camino solo con el propósito
de encontrar amigos a los que su aspecto físico no les interesara y que lo quisieran por
sus valores y características.

Después de un largo caminar llegó a otra granja, donde una anciana lo recogió en la
entrada. En ese instante el patito pensó que ya sus problemas se habían solucionado, lo
que él no se imaginaba que en ese lugar sería peor. La anciana era una mujer muy mala y
el único motivo que tuvo para recogerlo de la entrada era usarlo como plato principal en
una cena que preparaba. Cuando el patito feo vio eso salió corriendo sin mirar atrás.

Pasaba el tiempo y el pobrecillo continuaba en busca de un hogar. Fueron muchas las


dificultades que tuvo que pasar ya que el invierno llegó y tuvo que aprender a buscar
comida en la nieve y a refugiarse por sí mismo, pero estas no fueron las únicas pues tuvo
que esquivar muchos disparos provenientes de las armas de los cazadores.

Siguió pasando el tiempo, hasta que por fin llegó la primavera y fue en esta bella etapa
donde el patito feo encontró por fin la felicidad. Un día mientras pasaba junto a estanque
diviso que dentro de él había unas aves muy hermosas, eran cisnes. Estas tenían clase,
eran esbeltas, elegantes y se desplazaban por el estanque con tanta frescura y distinción
que el pobre animalito se sintió muy abochornado por lo torpe y descuidado que era él.

A pesar de las diferencias que él había notado, se llenó de valor y se dirigió hacia ellos
preguntándole muy educadamente que si él podía bañarse junto a ellos. Los cisnes con
mucha amabilidad le respondieron todos juntos:

– ¡Claro que puedes, como uno de los nuestros no va a poder disfrutar de este maravilloso
estanque!

El patito asombrado por la respuesta y apenado les dijo:

– ¡No se rían de mí! Como me van a comparar con ustedes que están llenos de belleza y
elegancia cuando yo soy feo y torpe. No sean crueles burlándose de ese modo.

– No nos estamos riendo de ti, mírate en el estanque y veras como tu reflejo demostrara
cuan real es lo que decimos.- le dijeron los cisnes al pobre patito.

Después de escuchar a las hermosas aves el patito se acercó al estanque y se quedó tan
asombrado que ni el mismo lo pudo creer, ya no era feo. ¡Se había transformado en un
hermoso cisne durante todo ese tiempo que pasó en busca de amigos! Ya había dejado de
ser aquel patito feo que un día huyó de su granja para convertirse en el más bello y
elegante de todos los cisnes que nadaban en aquel estanque.
Cuento de Pinocho
Había una vez, un viejo carpintero de nombre Gepetto, que como no tenía familia, decidió
hacerse un muñeco de madera para no sentirse solo y triste nunca más.

“¡Qué obra tan hermosa he creado! Le llamaré Pinocho” – exclamó el anciano con gran
alegría mientras le daba los últimos retoques. Desde ese entonces, Gepetto pasaba las
horas contemplando su bella obra, y deseaba que aquel niño de madera, pudiera moverse
y hablar como todos los niños.

Tal fue la intensidad de su deseo, que una noche apareció en la ventana de su cuarto el
Hada de los Imposibles. “Como eres un hombre de noble corazón, te concederé lo que
pides y daré vida a Pinocho” – dijo el hada mágica y agitó su varita sobre el muñeco de
madera. Al momento, la figura cobró vida y sacudió los brazos y la cabeza.

– ¡Papá, papá! – mencionó con voz melodiosa despertando a Gepetto.

– ¿Quién anda ahí?

– Soy yo, papá. Soy Pinocho. ¿No me reconoces? – dijo el niño acercándose al anciano.

Cuando logró reconocerle, Gepetto lo cargó en sus brazos y se puso a bailar de tanta
emoción. “¡Mi hijo, mi querido hijo!”, gritaba jubiloso el anciano.

Los próximos días, fueron pura alegría en la casa del carpintero. Como todos los niños,
Pinocho debía alistarse para asistir a la escuela, estudiar y jugar con sus amigos, así que
el anciano vendió su abrigo para comprarle una cartera con libros y lápices de colores.
El primer día de colegio, Pinocho asistió acompañado de un grillo para aconsejarlo y
guiarlo por el buen camino. Sin embargo, como sucede con todos los niños, este prefería
jugar y divertirse antes que asistir a las clases, y a pesar de las advertencias del grillo, el
niño travieso decidió ir al teatro, a disfrutar de una función de títeres.

Al verle, el dueño del teatro quedó encantado con Pinocho: “¡Maravilloso! Nunca había
visto un títere que se moviera y hablara por sí mismo. Sin dudas, haré una fortuna con él”
– y decidió quedárselo. Este aceptó la invitación de aquel hombre ambicioso, y pensó que
con el dinero ganado podría comprarle un nuevo abrigo a su padre.

Durante el resto del día, Pinocho actúo en el teatro como un títere más, y al caer la tarde
decidió regresar a casa con Gepetto. Sin embargo, el dueño malo no quería que el niño se
fuera, por lo que lo encerró en una caja junto a las otras marionetas. Tanto fue el llanto
de Pinocho, que al final no tuvo más remedio que dejarle ir, no sin antes obsequiarle unas
pocas monedas.

Cuando regresaba a casa, se topó con dos astutos bribones que querían quitarle sus
monedas. Como era un niño inocente y sano, los ladrones le engañaron, haciéndole creer
que si enterraba su dinero, encontraría al día siguiente un árbol lleno de monedas, todas
para él.

El grillo trató de alertarle sobre semejante timo, pero Pinocho no hizo caso a su amigo y
enterró las monedas. Luego, los terribles vividores esperaron a que el niño se marchara,
desenterraron el dinero y se lo llevaron muertos de risa.

Al llegar a casa, Pinocho descubrió que Gepetto no se encontraba, y empezó a sentirse


tan solo, que rompió en llantos. Inmediatamente, apareció el Hada de los Imposibles para
consolar al triste niño. “No llores Pinocho, tu padre se ha ido al mar a buscarte”.

Y tan pronto supo aquello, Pinocho partió a buscar a Gepetto, pero por el camino tropezó
con un grupo de niños:

– ¿A dónde se dirigen? – preguntó Pinocho

– Vamos al País de los Dulces y los Juguetes – respondió uno de ellos – Ven con nosotros,
podrás divertirte sin parar.

– No lo hagas, Pinocho – le dijo el grillo – Debemos encontrarnos con tu padre, que se ha


ido solo y triste a buscarte.

– Tienes razón, grillo, pero sólo estaremos un rato. Luego le buscaré sin falta.

Y así se fue Pinocho acompañado de aquellos niños al País de los Dulces y los Juguetes.
Al llegar, quedó tan maravillado con aquel lugar que se olvidó de salir a buscar al pobre
de Gepetto. Saltaba y reía Pinocho rodeado de juguetes, y tan feliz era, que no notó cuando
empezó a convertirse en un burro.

Sus orejas crecieron y se hicieron muy largas, su piel se tornó oscura y hasta le salió una
colita peluda que se movía mientras caminaba. Cuando se dio cuenta, comenzó a llorar
de tristeza, y el Hada de los Imposibles volvió para ayudarle y devolverlo a su forma de
niño.

– Ya eres nuevamente un niño bello, Pinocho, pero recuerda que debes estudiar y ser
bueno.

– Oh sí, señora hada, a mí me encanta estudiar – dijo Pinocho y al instante, le quedó


crecida la nariz.

– Tampoco debes decir mentiras, querido Pinocho.

– No, para nada, nunca he dicho una mentira – pero la nariz le creció un poco más – ¡Y
siempre me porto muy bien!

Pero al decir aquello la nariz le creció tanto, que apenas podía sostenerla con su cabeza.
Con lágrimas en los ojos, Pinocho se disculpó con el Hada y le prometió que jamás
volvería a decir mentiras, por lo que su nariz volvió a ser pequeña. Entonces, él y el grillo
decidieron salir a buscar a Gepetto. Sin embargo, cuando llegaron al mar, descubrieron
que el anciano había sido tragado por una enorme ballena.

Enseguida, se lanzó al agua, y después de mucho nadar, se encontró frente a frente con la
temible ballena. “Por favor, señora ballena, devuélvame a mi padre”. Pero el animal no
le hizo caso, y se tragó a Pinocho también. Al llegar al estómago, se encontró con el viejo
Gepetto y quedaron abrazados un largo rato.

– Tenemos que salir cuanto antes, Pinocho – exclamó Gepetto

– Hagamos una fogata papá. El humo hará estornudar a la ballena y podremos escapar.

Y así fue como Pinocho y su padre quedaron a salvo de la ballena, pues estornudó tan
fuerte que los lanzó fuera del vientre y lograron escapar a tierra firme. Cuando llegaron a
casa, este se arrepintió por haber desobedecido a su padre, y desde entonces no faltó nunca
a clases, y fue tan bueno y disciplinado, que el Hada de los Imposibles decidió convertirlo
en un niño de carne y hueso, para alegría de su padre, el viejo Gepetto, y del propio
Pinocho.
Fabulas:

Fábula para niños: La zorra y las uvas


Había una vez una zorra que estaba tomando un descanso bajo una bella viña.

De pronto le sonaron las tripas del hambre y le dio por elevar la mirada, para descubrir
un bello racimo de uvas que colgaba en una de las plantas más bellas.

Pensó que aquellas uvas serían un espléndido alimento no solo para saciar su apetito, sino
también para saborear algo distinto, refrescante y exclusivo.

Así la zorra se dispuso a tomar las uvas, pero había un pequeño problema. El racimo que
le apetecía, y otros iguales de bellos, estaban demasiado alto como para que pudiera
alcanzarlos.

De ello se percató apenas dio tres saltos. Por mucho que intentaba, apenas se acercaba.

Incluso cuando buscó algo para apoyarse y ganar un poco en altura, vio cómo todo su
esfuerzo era vano. Siempre se quedaba unos centímetros por debajo, lo suficiente como
para que las uvas siguiesen embelleciendo la planta y no saciando su apetito.

Tras mucho intentarlo la zorra desistió. Sin embargo, se percató que un pájaro había
contemplado toda la escena de su esfuerzo desde lejos. Esto no le gustó, pues no toleraba
el fracaso ni mucho menos ser comidilla de los demás, razón por la que se inventó una
excusa y le dijo al ave:

-Intenté con esfuerzo hacerme con esas uvas porque pensé que estaban maduras y serían
un plato delicioso para un paladar exclusivo y refinado como el mío. Sin embargo, a
medida que me fui acercando con mis saltos me di cuenta que no estaban maduras, sino
verdes, por lo que ya no hallé motivo para ello, pues no me interesa comer uvas verdes.
Sólo por eso dejé de saltar.

Y de esta forma, con su orgullo en alto, la zorra dio la espalda al ave y emprendió camino,
segura de que no probó las uvas no por su falta de esfuerzo, sino porque dejaron de
interesarle y ya.

Fábula para niños: La luna y las estrellas


Cansadas de no ser vistas, tres de las estrellas más alejadas de la constelación conocida
como Alonso fueron a reprocharle a la Luna. Estaba convencidas que el satélite natural
del bello planeta Tierra era quien les impedía ser vistas y admiradas por los humanos.

Así, se plantaron frente a ella y le dijeron:

-Cuando decides estar en tu fase de llena absorbes nuestros colores y cuando te da por
estar en la de nueva, impides que tu brillo llegue a nosotros. Por culpa de tu indecisión,
variabilidad y prepotencia, no somos amadas por los humanos como otras hermanas y
primas nuestras, que alegran las noches tristes y solitarias de muchas personas.

Compadecida, la Luna les explicó que era ella la culpable de su infortunio. Eran estrellas
muy pequeñas, que requerían crecer más para poder ser apreciadas por el ojo humano.
No obstante, buena como era, la Luna les dio una alternativa.

Les regaló un espejo grande y les dijo cómo usarlo para poderse hacer ver.

-Cuando esté plena muévanlo hacia el planeta de los humanos y cuando más oscuridad
haya los humanos guiarán su luz hacia su espejo, -les explicó. –Si hacen lo que les digo,
serán estrellas importantes para ellos.

Las estrellas agradecieron profundamente a la Luna y han seguido su consejo hasta la


actualidad. Por si fuera poco, esta les regaló un nombre conocido por todos, usado para
llamar la ocurrencia de esa linda luz que asoma cuando la luna titila.

Leyendas:

Leyenda de la Siguanaba
La leyenda de la Siguanaba dice que una mujer, originalmente llamada Sihuehuet
(Mujer Hermosa), tenía un romance con el hijo del dios Tláloc, del cual resulto
embarazada.
Ella era una mala madre porque dejaba solo a su hijo, el Cipitío, para estar con su
amante. El niño comía ceniza y estaba muy barrigón de tan descuidado que estaba por
su madre.
Cuando Tláloc descubrió lo que estaba pasando, maldijo a Sihuehuet. Le dijo: “Ahora te
llamarás Sihuanaba (Mujer Horrible) “. Ella sería hermosa a primera vista, pero cuando
los hombres se le acercaran, ella daría vuelta y se convertiría en una mujer muy
horrible. La forzaron a vagar por el campo, apareciéndosele a los hombres que viajan
solos por la noche.
Dicen que es vista por la noche en los ríos y quebradas de El Salvador, lavando ropa y
siempre buscando a su hijo, el Cipitio al cual le fue concedida la juventud eterna por el
dios Tláloc como recompensa de su sufrimiento.
Según lo que cuenta la leyenda, todos los trasnochadores están propensos a encontrarla.
Sin embargo, persigue con más insistencia a los hombres enamorados, a los don juanes
que hacen alarde de sus conquistas amorosas. A estos, la Siguanaba se les aparece en
cualquier poza de agua en altas horas de la noche.
La ven bañándose con guacal de oro y peinándose con un peine del mismo metal, su
bello cuerpo se trasluce a través del camisón. El hombre que la mira se vuelve loco por
ella y no puede resistir a acercársele. Entonces, la Siguanaba lo llama, y se lo va
llevando hasta embarrancarlo. Enseña horrible la cara cuando ya se lo ha ganado y lo
tiene cerca.
Para no perder su alma, el hombre debe morder una cruz o una medallita y
encomendarse a Dios. Otras personas dicen que para espantarla debe decírsele estas
palabras: “Adiós comadre María, patas de gallina seca” y con eso sale corriendo.
Otra forma de librarse del influjo de la Siguanaba, consiste en hacer un esfuerzo
supremo y acercarse a ella lo más posible, tirarse al suelo cara al cielo, estirar la mano
hasta tocarle el pelo, y luego halárselo. Así la Siguanaba se asusta y se tira al barranco.

El Padre Sin Cabeza


En aquellos tiempos la obscuridad completa llegaba a 6 o 7 de la noche, entonces la
gente se refugiaba en sus casas y salían solamente por necesidad u osadía, pues trataban
de evitar un encuentro con los hambrientos espectros que poblaban las calles
haciéndolas suyas y convirtiéndolas en escenarios de sus travesuras demoniacas.
Los templos, a pesar de considerarse la casa de Dios, eran sitios especialmente temidos,
pues por las noches se veían vagar por el claustro sombras fantasmales que podía o no
ser las causantes de extraños ruidos los cuales agregaban una densidad tenebrosa al
ambiente. Eran más las historias de espantos y aparecidos que situaciones de milagros
o dicha las que se contaban sobre estos sitios.
En uno de estos templos, un Sacerdote recién llegado, hacía en solitario las diligencias
de su mudanza a pesar del clima caluroso. Pasadas un par de horas el cansancio le
vencía, así que la idea de tomar un respiro no le venía mal. Cruzó el patio hasta llegar a
una escalera de caracol que llevaba al campanario, en su caminata pudo sentir una
enorme calma en el jardín, acompañada por el melodioso canto de un tecolote. Antes de
subir, quiso disfrutar un poco una repentina brisa fresca que soplaba de norte a sur y
cerró los ojos al encontrarse envuelto en ella. A punto estaba de llegar a la paz interna,
cuando un lastimero sonido interrumpió su deleite, obligándole a abrir los ojos de
inmediato para tratar de distinguir entre aquella profunda oscuridad la fuente de aquel
extraño sonido.

Por más que intentaba enfocar y encontrar claridad que le ayudara a escudriñar entre los
arbustos, no lo conseguía, la vela que llevaba en sus manos se había apagado, así que
valió más afinar el oído, poniendo atención a aquel quejido, se abrió paso a tientas entre
las ramas del patio, tras dar unos cuantos pasos, dejó de sentir las hojas en sus manos, lo
que estaba tocando en esos momentos, parecía una tela, vieja y desgastada, uso amabas
manos para seguir investigando, pero mucho tiempo no tuvo para esto, ya que una tenue
luz empezó a darle imagen de lo que estaba frente a él…
Se trataba de una persona, que llevaba hábito, el cual no pudo seguir sujetando entre sus
manos al distinguir que la figura en cuestión no era más que un cuerpo, le faltaba la
cabeza, en ese momento, el Padrecito emitió un grito aún más escalofriante que la
horrorosa aparición, y el alma se le salió del cuerpo por un momento. Cuando el
Sacerdote finalmente pudo reaccionar, se echó a correr sin rumbo fijo ni dirección, solo
quería alejarse de aquel monje decapitado, que flotaba detrás de él, gimiendo, llorando,
suplicando a gritos que le ayudara a encontrar su cabeza.
Normas de convivencia

1. Excelente asistencia y puntualidad

2. Los estudiantes no pueden traer juegos electrónicos

3. Levanta tu mano antes de hablar

4. Se prohíbe el “Bull ying”

5. Quedan prohibidas las sustancias adictivas / intoxican tés

6. Desarrollar dos proyectos grandes y ambiciosos cada año

Diálogos
1. Ma Joad: Tommy, no vas a matar a nadie, ¿verdad?
Tom Joad: No, mamá, eso no. No es eso. Es sólo que, ya que de todas formas soy
un forajido y tal vez pueda hacer algo. Tal vez pueda averiguar algo, buscar y tal
vez descubrir qué anda mal, y luego ver si hay algo que se pueda hacer al
respecto. No lo he pensado claramente, mamá. No puedo. No sé lo suficiente.
Ma Joad: ¿Cómo sabré de ti, Tommy? Podrían matarte y yo nunca lo sabría.
Podrían lastimarte. ¿Cómo lo voy a saber?
Tom Joad: Bueno, tal vez sea como decía Casi. Uno no tiene un alma propia.
Sólo un pedacito de un alma grande, del alma grande que nos pertenece a todos.
Ma Joad: Y entonces… ¿Entonces qué, Tom?
Tom Joad: Entonces no importa. Estaré en cualquier parte de la oscuridad. Estaré
en todas partes dondequiera que pongas la mirada. Donde quiera que haya una
lucha para que puedan comer los hambrientos, allí estaré. Donde haya un policía
golpeando a un hombre, allí estaré. Estaré en la manera en que los gritos de los
hombres cuando se enojan. Estaré en la risa de los niños cuando tienen hambre y
saben que la cena está lista. Y cuando la gente coma lo que cultiva y viva en las
casas que construyó, también estaré ahí.
Ma Joad: No lo entiendo, Tom.
Tom Joad: Yo tampoco, mamá, pero es algo en lo que he estado pensando.
2. Fernando: Señorita…
Francisquita: Caballero…
Fernando: Que os detenga, perdonad.
Madre de Francisquita: ¿Qué es, Francisca?
Francisquita: Nada, madre. El pañuelo que me da. Esperad, no sé si es mío.
Fernando: De que es vuestro yo doy fe.
Francisquita: ¿Está un poco descosido?
Fernando: En efecto.
Francisquita: Por ventura, ¿es de encaje?
Fernando: Sí, yo os lo fío.
Francisquita: Es el mío.
Fernando: Y un efe.
Francisquita: Francisca quiere decir.
Fernando: ¡Es muy hermosa!
Francisquita: Aunque las señas coinciden con mi pañuelo bordado, si alguna
dama pregunta que si lo habéis encontrado, decidle vos que aquí vive la viuda de
Coronado y que su hija lo tiene para su dueña guarda.
Fernando: Perded, señora, cuidado.
Francisquita: ¡Adiós!
Fernando: ¡Adiós!

Narraciones
1- Narraciones omniscientes:

Son narraciones en tercera persona, el narrador sabe todo lo que pasa en la


historia. Conoce todos los detalles de lo que le sucede a los personajes como
por ejemplo: sensaciones, planificaciones y sentimientos. En algunas
ocasiones, el narrador omnisciente también participa, comenta algún suceso y
permite la orientación del lector.

Veamos un ejemplo de esta clase de narraciones en un fragmento de “El


soldadito de plomo” del autor H.C.Andersen

“…erase una vez un niño que tenía muchísimos juguetes. Los guardaba todos
en su habitación y, durante el día, paraba horas felices jugando con ellos…”

La historia le ocurre a otro (niño), por eso se emplean formas verbales en


tercera persona (él). El narrador relata lo que le sucede al personaje, cuenta
una secuencia de acontecimientos.

“… pero el niño no sabía que sus juguetes durante la noche cobraban vida y
hablaban entre ellos…”

En este ejemplo el narrador conoce lo que le sucede al niño mientras duerme,


o sea que sabe cosa que el propio niño desconoce.
2- Narraciones en primera persona:

En este tipo de narraciones el narrador es el principal protagonista, o lo


que es lo mismo el protagonista y el narrador son la misma persona. En
general el protagonista cuenta o imagina su propia historia.

Veamos un ejemplo claro de estas narraciones en un fragmento de “Los


viajes de Gulliver” del autor J.Swift

“…Me tendí en la hierba, que era muy corta y suave, y dormí en mi vida.
Intenté levantarme, pero no pude moverme…”

El relato es en primera persona, la historia le pasa al propio narrador.


Éste cuenta su experiencia y es por eso que se emplea la forma verbal
de la primera persona (yo).

“…Solo podía mirar hacia arriba; el sol empezaba a calentar y su luz me


ofendía los ojos…”

En este ejemplo el narrador cuenta lo ocurrido señalando lo que siente.


Le expresa al lector lo que está sucediendo a medida que descubre la
situación en la que él se encuentra.

Signos de puntación
Punto «.»

El punto (.) es el signo de puntuación que se coloca al final de los enunciados y


las oraciones gramaticales en español, además en la mayoría de los lenguajes
escritos con el alfabeto latino, se escriben sin dejar espacio de separación con el
carácter que precede, pero dejando un espacio con el carácter que sigue a
continuación, a no ser que dicho carácter sea de cierre. Existen tres clases de
punto: el punto y seguido, el punto y aparte y el punto final. Generalmente,
indica una entonación descendente.

Punto y seguido

Separa enunciados dentro de un párrafo. Quiere decir que se continúa escribiendo


a continuación del punto; la primera letra escrita en este caso irá en mayúscula.
Por ejemplo: «Historia de España. El descubrimiento de América». Se denomina
punto y seguido, nombre más lógico y recomendable que el también usual de
punto seguido.
Punto y aparte

Separa dos párrafos de contenido diferente dentro del texto. A continuación hay
que comenzar a escribir en línea distinta. Para seguir las normas se debe
colocar sangría a la primera línea de texto del nuevo párrafo y comenzar en
mayúscula. Se denomina punto y aparte, aunque en algunas zonas de América
se dice punto aparte.

Punto final

Siempre se coloca al final, cerrando un texto o enunciado. No es correcta la


denominación punto y final, creada por analogía de las correctas punto y
seguido y punto y aparte.

También se usa el punto para indicar que la palabra anterior es una


abreviatura. En este caso se escribe la abreviatura seguida del punto y se
continúa escribiendo de forma usual. Esta última clase de punto no se aplica en
determinadas abreviaturas como puntos cardinales, acrónimos o medidas, que
se consideran símbolos.

Coma «,»

La coma (,) es un signo de puntuación que señala una breve pausa dentro del
enunciado. Se escribe sin dejar espacio de separación con el carácter que precede,
pero dejando un espacio con el carácter que sigue a continuación. Se emplea para
separar los miembros de una enumeración o sucesión, ya sean palabras o frases,
salvo los que vengan precedidos por alguna de las conjunciones y, e, o, u o ni. Por
ejemplo:

María volvió a casa, hizo los deberes, cenó y se fue a la cama.

Mi casa tiene muebles, mesas y cuatro camas.

Hay tendencias que admiten su uso para separar dos miembros independientes de
una oración, haya o no conjunción entre ellos, siempre y cuando sean realmente
independientes; pues, si no, estaríamos en el caso anterior:

Los soldados saludaban, la gente aplaudía y los niños no paraban de cantar.

También se utiliza para delimitar o aislar una aclaración o inciso (palabras u oraciones
incidentales):

Nacho, mi primo, acaba de conseguir su primer empleo.

Las locuciones conjuntivas o adverbiales, sea cual sea su posición, van precedidas y
seguidas de coma, tales como: en efecto, es decir, en fin, por consiguiente.

Indicar que una o varias palabras han sido suprimidas por razones gramaticales o de
estilo (asíndeton, elipsis).
Punto y coma «;»

El punto y coma (;) es un signo de puntuación; gramaticalmente, se utiliza para unir


dos oraciones relacionadas en una sola frase:

—María estaba apenada por el examen. + María tendrá que estudiar más. = María
estaba apenada por el examen; tendrá que estudiar más. —Está lloviendo mucho. +
No podemos ir caminando. = Está lloviendo mucho; no podemos ir caminando.

—María estaba apenada por el examen y tendrá que estudiar más. —No podremos ir
caminando porque está lloviendo mucho.

También sirve para separar los elementos de una enumeración cuando se trata de
expresiones que incluyen comas:

—Había que estar en contacto con la naturaleza; dejar entrar el cielo, el mar y el
viento; dormir sobre tablones, sobre el suelo; sentarse en sillas medio rotas.

Además, se usa delante de las conjunciones o locuciones como pero, más, aunque,
sin embargo, por tanto y por consiguiente cuando los períodos tienen cierta longitud:

—Creemos en la creatividad y la ruptura de los opresores cánones antiguos como


medio de vida; no obstante, somos conscientes de que es necesario mantener un
mínimo de tradición en nuestros trabajos.

Dos puntos «:»

Este signo de puntuación (:) representa una pausa mayor que la de la coma y menor
que la del punto. Detiene el discurso para llamar la atención sobre lo que sigue, que
siempre está en estrecha relación con el texto precedente.3 Un uso importante y
frecuente de este signo es introducir citas textuales (uso que a veces se le atribuye
incorrectamente a la coma).

Comillas: simples «'» y dobles «"»

Las comillas (‘ ’, “ ”, « ») son signos de puntuación que se colocan al principio y al final


de las frases, palabras escritas como citas, ejemplos, de aquellas que se quiere
destacar, ya sea por importancia que le dé el autor o por su carácter irónico, vulgar o
extranjero e impropio de la lengua que se está usando. A pesar de que está
verdaderamente extendido el uso de las comillas inglesas (“”) es preferible emplear
antes las angulares o españolas (« ») y reservar aquellas, y finalmente las simples (‘ ’),
para cuando deban entrecomillarse partes de un texto ya entrecomillado. Se utilizan,
por ejemplo:

Para citar textualmente algo: p. ej., «Me dijo que “supuestamente llegaría hoy”».

Para señalar palabras usadas en un sentido distinto del normal, con el fin de indicar
que se han seleccionado intencionalmente y no por error.

Para indicar la intención irónica o sarcástica del empleo de una palabra.

Para indicar algo sobre una palabra o expresión.

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