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Capítulo 6

Guerras y Estados-nación en Latinoamérica

En este libro m e ha preo cu p ad o u n doble rom pecabezas em pí­


rico: dpor qué el Estado latinoam ericano no se p u d o desarrollar
más allá de su lim itada capacidad organizacional y p o r qué la
g u e rra internacional ocurrió de m an era tan poco frecuente en
el continente? En los capítulos anteriores he p resentado los vín­
culos en tre estas dos preg u n tas y dem ostrado cómo la ausência
de au to rid ad política y de violência organizada política estuvo
atada en u n a relación circular y causal. Los orígenes de este pa-
tró n único se en cu en tran en las condiciones bajo las cuales los
países consiguieron la independencia. Sin em bargo, tam bién
debem os considerar otros factores, tales como la experiencia
m ilitar real latinoam ericana, las divisiones en el in terio r de las
sociedades y de las élites dom inantes, y la secuencia particular
de estos acontecim ientos, que, en conjunto, contribuyeron a la
construcción de u n legado colonial m ás difícil dei cual escapar.
A lo largo de la obra he indicado el p atró n general observado
en el continente, así como la discrepância en su interior. En este
capítulo final resum o los vínculos causales en tre la capacidad
dei Estado y la g u erra, y en tre el dom inio y las excepciones.
Además discuto cóm o estos hallazgos p u e d e n m ejorar n uestra
com prensión general dei surgim iento dei Estado m oderno.

Explicando la paz
Podem os iniciar quizá con el rom pecabezas em pírico más in-
teresante discutido en el p resen te volum en: la relativa escasez
;uerras en L adnoam érica, en partie ular las internaciona-
liomo m encioné al com ienzo, este hecho no im plica que la
n ia política latinoam ericana no haya sido violenta. El con-
nte no ha carecido de d erram am ien to de sangre y cruel-
en su historia; sin em bargo, h a evitado, de alguna m ane-
I ejercicio organizado de la violência que define asi a otras
ones m odernas. Es la diferencia en la organización política
te ayuda a explicar el “excepcionalism o” latinoam ericano
diferencias en el in terio r del continente.

;o hacer hincapié en u n a division en tre el nivel m icro o


onal de violência y el asociado con la g u erra, que involucra
sariam ente a la organización social. L atinoam érica no es,
luda, inm un e al prim ero. Los instintos anim ales, im pul-
reudianos, juicios racionales y la socialización cultural que
la a d ar cuenta de la violência hum ana, están tan presentes
1 continente com o en cualquier otro lugar. L atinoam érica
rién ha tenido m uchos ejem plos de violência organizada
ilmente. Estos conflictos h an sido, en general, en tre enem i-
deológicos, de clase, de casta o régionales, o com binaciones
llos. Los conflictos de clase, las revueltas de cam pesinos y
evoluciones de u n o u o tro tipo h an sido com unes. No obs-
i, la form a de violência asociada con la g u erra, es decir,
nizada y conectada con unidades políticas, ha sido m ucho
os com ú n. Lo an terio r sugiere u n a respuesta a nu estro pri-
rom pecabezas em pírico, que tiene m enos que ver con la
:iôn de L atinoam érica con la violência y más con la form a
rganización política vista en el continente.

usencia de u n a au to rid ad estatal centralista fuerte explica


>r la distribución y los tipos de violência observados, en p a r­
ar, en el continente. Puesto que el Estado se desarrollô tan
ï, basicam ente a finales del siglo XIX y posteriorm ente, de
era interm itente, los conflictos sociales, políticos, raciales,
maies y económ icos no se controlaban, a m en u d o , desde
»a. La función hobbesiana del Estado se encontraba sub-
rrollada y lo que p ro d u jo fue, a m enudo, la violência de
todos contra todos. Sim plem ente había dem asiados conflictos
sucediendo en todos los Estados latinoam ericanos como p ara
que estos países tuviesen tanta energia p ara luchar en tre ellos.

Estas luchas intern as y las divisiones sociales y económ icas


n u n ca resueltas p ro d u je ro n u n ejército que considero de su
m ayor responsabilidad la protección de u n sentido de nación,
siem pre carente de definición, con respecto a sus enem igos
internos. Ya fu eran indígenas, antagonistas de clases o los su-
puestos rep resen tan tes com unistas, im p o rtab an m enos que el
hecho de que la m irad a m ilitar estaba o rien tad a hacia ad en tro .

Para el m om ento en que los Estados habían desarrollado u n a


capacidad organizacional mayor, la inércia de la paz hizo prácti-
cam ente inim aginable ro m p er con el statu quo geopolítico. A de­
más, los fuertes intereses internacionales habían establecido su
presencia en las diferentes econom ias y no se habían necesa-
riam en te beneficiado de las dram áticas alteraciones en la dis-
tribución dei poder. Si bien existe poca evidencia de la interfe-
rencia proconsular, el Reino U nido y Estados U nidos parecían,
efectivam ente, servir como garantes finales de la paz latinoa-
m ericana. Lo anterior, com binado con u n ejército cuyo interés
profesional y proclividad ideológica no fom entaba el conflicto
internacional, le aseguró al continente su relativa paz.

Las excepciones tien d en a apoyar la regia. Por ejem plo, los


destellos de conflicto e n tre A rgentina y Brasil o c u rrie ro n en
m om entos en que la fortaleza dei Estado se en co n trab a en u n
pico después de u n a g ran caída, com o el caso de Rivadavia en
1825, o en u n pico después de u n g ran ascenso, am bos en la
década de 1860. La capacidad de P araguay p ara so p o rtar la
g u e rra de la Triple Alianza le debió m ucho a su form a única
d e autocracia centralizada. Los êxitos de Chile en sus g u erras
con sus vecinos fuero n , en p arte, u n reflejo dei d esarrollo a d ­
m inistrativo de su Estado. En el con tin en te, p o r lo general,
d o n d e había Estados fuertes, existia m ayor p ro babilidad de
g u e rra internacional. Sin d u d a, persisten m istérios u ocasio­
nes q ue van más allá de la capacidad explicativa de cualquier
lodelo general. La g u e rra del ( ilíaco es mi ejem plo perfecto,
1 el (lue se p o d ría decir que dos d e los países más pobres y
tenos desarrollados se llevaron e n tre sí al colapso de u n te-
itorio sin valor. En otros casos, las g u erras latinoam ericanas
3 necesitan explicación, d ad o que u n vecino m ás poderoso
m plem ente hizo uso de u n a o p o rtu n id a d dem asiado ven-
josa p a ra dejarla pasar. La g u e rra e n tre M éxico y Estados
nidos de 1846, e incluso la del Pacífico, e n tre 1879 y 1883,
n buenos ejem plos.

i general podem os re sp o n d e r la p re g u n ta d e p o r qué las


lerras im p o rtan tes n u n ca se d esarro llaro n a p u n ta n d o a la
■bilidad in h e re n te del Estado. L atinoam érica no contradice
cesariam ente la p rim era p a rte del fam oso d ictum de Tilly.
ás que in te n ta r im ag in ar circunstancias com plejas bajo las
ales los Estados no p u e d a n lib rar g u erras, p arece más pro-
choso p re g u n ta rse si realm en te tenem os Estados, definidos
m an era rigurosa, en el continente.

la relación e n tre la capacidad del Estado y la violência es


i fuerte, entonces el d esarrollo co n tem p o rân eo institucio-
I y político quizá tenga lados m ás oscuros de los que hem os
aginado. L a ja u la de h ie rro del Estado m o d e rn o p u e d e re-
îsentar u n a am enaza a la supervivencia h u m an a. D etrás del
iren te caos de la g u e rra yace la sofisticación organizacional
i racionalidad burocrática. Al m ism o tiem po, la dem ocracia
dica, en p arte, la masificación de la política que, a su vez,
olucra n ú m ero s más g ran d es de población en los conflic-
políticos. El Estado latinoam ericano su b d esarro llad o y la
ítica excluyente dificultan e im p id en que su rjan condicio-
internacionales de g u erra. Si bien estoy m uy al corrien-
le la destrucción y violência q u e ha caracterizado la vida
ítica en L atinoam érica, sostengo que la ausência de lucha
a nacional hace del co n tin en te u n m odelo interesan te. La
ió n principal es co n cen trarse en las bases institucionales
le p erm iten a diferencias sociales, políticas, económ icas o
urales, d eg en e rarse (io convertirse?) en algo m ucho más
violento. Las p reg u n tas que hacem os en to rn o a los conflictos
no d eb en ser p o r qué esta gente se m ata e n tre ella, sino u n a
p re g u n ta infinitam ente más útil: icóm o los convencen de ha-
cerlo y cóm o están organizados?

La ex p erien cia la tin o am erican a re p re s e n ta u n acertijo p a ra


los legisladores que b uscan re d u c ir el conflicto político en
otras p arte s dei m u n d o . Al ay u d ar a d e sa rro lla r u n a auto-
rid a d política p o d rem o s quizá re d u c ir las luchas in tern as y
c re a r la base p a ra in fra e stru c tu ra s sociales m ejores. N o obs­
ta n te, tales Estados p u e d e n tam b ién estar p ro b ab le m en te
más co m p ro m etid o s en u n a co m p etên cia e n tre sí que culm i­
ne con u n a m asacre masiva. P ara m axim izar la posibilidad
de u n a paz reg io n al p o dem os escoger el m a n te n e r u n a au-
to rid a d y capacid ad política cen tral al m ínim o, p e ro con las
respectivas injusticias y violência tratad as con m enos vacíos
de poder. U n a le ctu ra b astan te pesim ista de la com p aració n
e n tre L atin o am érica y E u ro p a Occidental es q u e p o dem os
escoger m u ertes in necesarias a través de los hechos de in-
ju sticia e in e q u id a d o p o r m ed io dei estallido d e conflictos;
el sufrim iento será inevitable. A dem ás, los diversos cam inos
seguidos p o r casos individuales in d ican q u e no se p u e d e n
h allar secuencias causales absolutas sin la aten ció n ap ro p ia-
da a los p u n to s d e inicio. D ada d icha co m p lejid ad , p o dem os
quizá c o n sid era r la conveniência d e in terferen cia política e x ­
cepto en las circunstancias más ex trem as.

Explicando el Estado

Si acep tam o s la s e g u n d a p a r te d e la ley d e Tilly, in o po


d ríam o s im a g in a r q u e m ás g u e rra p u d ie se h a b e r p ro d m i
do m ás Estado?

dCómo las g u erras construyen Estados? En los capítulos anl r


riores vimos que lo hicieron m ed ian te tres procesos n i t r i u
lacionados. Las g u erras b rin d a n el m edio y el imenli vo p.na
centralizar el poder. Dadas las am enazas externas, los I siados
buscan p ro te g e r su situación inlenia al im p o n er su control
sobre la m ayor can tid ad posible de su territo rio . Los ejércitos
conform ados p ara la g u e rra ex te rn a tam bién p u e d e n ser u ti­
lizados p a ra vencer la au to n o m ia de provincias recalcitrantes
o, de hecho, im p o n er u n o rd e n centralizado. La expansión
de este control directo p u e d e te n e r benefícios fiscales, ya que
el G obierno au m en ta la reserva de riqueza potencialm ente
extraíble. Las g u erras son u n a p arte decisiva d e los ciclos de
“extracción-coerción” con los que se usa la a u to rid ad p ara ob-
te n e r recursos que, a su vez, son utilizados p a ra consolidar o
e x p a n d ir dicha au to rid ad .

Las g u e rra s tam b ién ay u d an a c o n stru ir naciones. Lo h acen


al su m in istrar los m ateriales d ram atú rg ico s p a ra las liturgias
nacionales y o frecer cam inos y o p o rtu n id a d e s p a ra la pobla-
ción som etid a con el fin d e establecer relaciones posiblem en-
te de m ayor co o p eració n con el Estado. C on resp ecto a los
prim eros, las g u erras son crea d o re s m aravillosos de leyendas
nacionales. El h ero ísm o de la g u e rra es especialm en te ap ro -
piado p a ra la elaboración y consagración p o r p a rte de los
Estados. Las g u erras son ocasiones en que el “nosotros” p u ed e
a p a re c e r m ás u n id o y m ás h o m o g én eo fre n te a u n a am e-
naza d e “ellos”. Las g u e rra s, victoriosas o no, son tam bién
m om entos d e u n id a d nacional cu an d o el d estin o colectivo
de u n a nación, al m enos teo ricam en te, an u la los im perativos
individualistas. Festejados e n p ie d ra y en p ap el, los actos de
g u e rra le re c u e rd a n a la g en te a q u ién p e rte n e c e su lealtad.
F inalm ente, el éxito en la g u e rra , o incluso la gloriosa d e r r o ­
ta, le p u e d e n b rin d a r a los Estados u n a leg itim id ad incalcu-
lable ya q u e son d em o stracio n es públicas de la cap acid ad de
la a u to rid a d política.

M ediante la m asificación d e los ejércitos, las g u e rra s tam b ién


ayudan a d efin ir la ciu d ad an ía. Elay dos m ecanism os involu-
:rados. Al p ed irle a g ru p o s significativos de la población que
u ch en p o r la causa ab stracta de la nación-E stado, las au to ri-
lades políticas necesitan, a m e n u d o , o frecer algo a cam bio.
A u n q u e n u n ca explícita, p arece bastan te significativa la c
rrelació n causal e n tre la am plia participació n en los ejércit
y los dei'echos políticos p o p u lares. El reclu tam ien to pue<
h a b e r servido h isto ricam en te com o u n p re rre q u isito p a ra
dem ocracia; incluso, ay u d a r al d esarro llo de los “d erec h
sociales”. U n E stado q u e re q u ie ra u n n ú m e ro significa
vo d e hom bres jó v en es e n tre n a d o s y suficien tem en te apt
p a ra la m ovilización masiva, es u n Estado que quizá esté m
dispuesto a g astar recu rso s en ed u cació n y salud públic
T am bién p u e d e ser u n Estado m enos d isp u esto a to le ra r I
p rerro g ativ as aristocráticas sobre su población. Finalm em
los g ran d es ejércitos tie n d e n a servir com o escuelas de la r
ción. El proceso de co n v ertir h o m b res jó v en es en soldad
involucra e n tre n a m ie n to pro fesio n al e inculcarles el dogr
nacionalista, y hasta p u e d e lo g ra r q u e estos h o m b res jóven
a p re n d a n u n a lin g u a fran ca o vehicular.

En g e n era l, el m o d elo e s tá n d a r belicista im plica u n a c u r


d e re tro a lim e n ta c ió n que funciona relativam ente sin prob
mas (ver figura 6.1). Las am enazas ex tern as g en era n nece
dades m ilitares que incluyen recursos fiscales y d e p erso n
Los prim eros son satisfechos m e d ia n te u n a cap acid ad a
m in istrativ a ya ex isten te qu e, a su vez, crece y facilita
e x tra cció n fiscal. La recién a u m e n ta d a cap a cid ad o rg an i;
cional y los nuevos fo n d o s fo m e n ta n y ap o y an a la au to
d ad cen tralizad a. Las n ecesid ad es d e p e rso n a l conllevan
re c lu ta m ie n to y reiv in d icacio n es ciu d a d a n a s a cam bio c
o to rg a m ie n to al E stado de d ich o p o d er. M ien tras tan to ,
am en aza e x te rn a o rig in a la u n id a d de élite y u n sen tf
m ás am p lio d e id e n tid a d colectiva. Este ú ltim o , ju n to o
los hechos hero ico s dei conflicto real, ay u d a a d esarro ll
u n esp íritu n acio n alista oficial q u e, a su vez, ay u d a a com
lid ar la u n id a d de élite. A m bos co ad y u v an a la leg itim id
de la a u to rid a d cen tralizad a. L a co m b in ació n d e a u to rid
in stitu cio n alizad a, las reiv in d icacio n es c iu d a d a n a s y el r
cionalism o son c o m p o n en tes esenciales d e u n a nación-E s
do m o d e rn a .
A m enazà e x te rn a — ► N ecesidades m ilitares / ----- ► Estado - N ación

Figura 6.1 Confección clásica de la g u erra Nación-Estado


Fuente: M iguel Angel Centeno

in Latinoam érica el proceso fue, en general, m uy diferente


ver figura 6.2). La respuesta fiscal a las necesidades militares
io podia haber sido satisfecha m ediante u n a capacidad adm i-
listrativa aum entada, dado que apenas existia. Las clases de
;uerra libradas y la lim itada capacidad organizacional dei Es-
ado im pidieron u n a movilización masiva. Por el contrario, la
»rofesionalización posterior a la década de 1890 p ro d u jo fuer-
as arm adas socialm ente aisladas, pequenas y relativam ente
trivilegiadas. Las am enazas ex tern as no se tra d u je ro n auto-
náticam ente en apoyo o identificación propia, sino que lo im-
lidieron p o r m edio de las clases sociales. D ada la ausência de
ualquier sentido de nación esencial, las am enazas externas, a
len u d o , agravaban las divisiones internas. Lo an terio r p ro d u -
) elites divididas y aisladas y u n a m ayoría g eneralm ente exclui-
a sin sentido de ciudadanía. Los resultados de la g u erra en el
antinente fueron, p o r lo general, negativos, puesto que pro-
ocó norm alm en te d euda, colapso económ ico y caos político,
atando tuvo u n efecto económ ico positivo, fue, con dem asiada
ecuencia, brin d án d o le al Estado nuevas “ren tas” y no forzán-
olo a hacer más con lo que ya tenía. Los resultados políticos
ositivos, com o en u n a centralización mayor, estaban, casi siern-
re, acom panados de dom inio autoritário y, raras veces, de u n
trgim iento paralelo en la participación de la población.
Inflación

Figura 6.2 G uerras latinoam ericanas y Estado-Nación


Fuente: M iguel Á ngel Centeno

áCuáles son las condiciones generales que ay u d an a explicar


esta diferencia? P rim ero, el n ú m e ro total de g u erras es m ucho
m ás p eq u en o en el co n tin en te latinoam ericano y este hecho
p u e d e te n e r u n efecto im p o rtan te sobre el resu ltad o social y
político real de las g u erras que o cu rriero n . D ebem os re c o r­
d a r que no es la g u e rra en sí necesariam ente, sino la am enaza
de g u erra, lo q u e a m e n u d o p ro d u ce las consecuencias p o ­
sitivas en to rn o a la construcción dei Estado que discutim os
an terio rm en te. Los países latinoam ericanos no su rg iero n en
u n m u n d o geopolíticam ente com petitivo. C u an d o las g u erras
ap areciero n , lo hicieron, las más de las veces, de fo rm a cir­
cunstancial y no com o p arte de u n con ju n to d e relaciones a
largo plazo. Así, las g u erras quizá no co n stru y ero n Estados
p o rq u e estaban tan aislados en tiem po y espacio com o p ara
te n e r el efecto acum ulativo necesario.

T am bién debem o s te n e r en cu en ta los tipos de g u e rra s que


se lib raro n . Ya h e an o tad o q u e la distinción e n tre g u erras
civiles e in tern acio n ales, si b ien no m uy clara, p u e d e ser d e ­
cisiva en este aspecto. Los tipos de g u e rra s civiles observados
en L atin o am érica d ifleren e n o rm e m e n te d e sus equivalentes
e u ro p eo s o estad o u n id en se. C o n cretam e n te, no fu ero n co-
m ú n m e n t e libradas p o r en tid ad es políticas b ien organizadas
i cohesionadas te rrito ria lm e n te , sino p o r el co n tra rio , casi
iem pre desorganizadas, d isp ersas g eo g rálicam en te y m ul-
polares. A dem ás, estas g u e rra s ra ra vez se resolvieron a
t udo en favor d e u n a de las p artes. Las g u e rra s civiles fue-
on pocas veces m om entos en q u e los conflictos a largo plazo
e solucionaban y las naciones pasab an a u n a fase histórica
neva. En su lugar, no co n sig u iero n sino e x ac erb ar las divi-
iones y los odios in tern o s. Las g u e rra s in tern acio n ales tam -
ién d e ja ro n m ucho que d esear d esd e el p u n to de vista dei
esarrollo político. Estas g u e rra s d u ra ro n a m e n u d o poco e
iv o lu c ra ro n requisitos logísticos relativ am en te sim ples. Las
e d en o m in a d o “g u e rra s lim itad as”, y no deb e s o rp re n d e r
ue hayan p ro d u c id o “Estados lim itad o s”.

Cóm o explicar la interacción p articu lar e n tre el conflicto vio-


;nto y la form ación dei Estado en L atinoam érica? P rim ero, el
egionalism o parece h ab er sido más u n obstáculo p e rm a n en te
iara la form ación dei Estado y era, a m en u d o , em p eo rad o
ior la violência política. En p arte, lo an te rio r se debe a los
norm es retos geográficos en fren tad o s p o r estos países. En la
irim era m itad dei siglo X IX las repúblicas latinoam ericanas
fro n taro n vastas tierras que d em an d ab an m u ch a más capa-
idad adm inistrativa y política de la que cualquier Estado pu-
liese brindar. C ontaban con recursos lim itados p ara o b ten er
t in fraestru ctu ra obligada en térm inos tecnológicos necesaria
iara la form ación dei Estado. M ientras que Estados U nidos,
ianadá y los Estados equivalentes eu ro p eo s p o d ían “ad ap tar-
e” a sus fronteras, las repúblicas latinoam ericanas recibieron
ina g ran can tid ad d e te rrito rio dem asiado ráp id o . Este he-
ho, com binado con la aceptación de los- lim ites adm inistrati-
os clásicos espanoles, se dio en contraposición a u n proceso
más “orgânico” de clesarrollo dei Estado que pudiese h ab er
isado al conflicto p a ra resolver disputas sobre u n territo rio .
’aradójicam ente, la ausência de subidentidades regionales
nás fuertes p u d o h ab er ex acerb ad o el p ro b lem a regionalista,
is decir, u n núcleo étn icam en te d iferen te p u d o h ab er estado
nás in teresad o en p o n erle el sello a su id e n tid ad sobre las
províncias. La ap a re n te hom o g en eid ad de las nuevas nacio-
nes, al m enos en térm inos geográficos, hizo m enos ap are n te
el p roblem a dei m an ten im ien to de las id entidades regionales
y de u n a m en o r p rio rid ad política.

T am bién debem os rec o rd a r que en casi todos los casos nos


referim os a sociedades relativam ente em pobrecidas aú n más
p o r los conflictos indep en d en tistas. Q uizá con excepción de
Chile en la década de 1880 y, quizá A rgentina y Brasil en la de
1870, no observam os vencedores bélicos co n tu n d en tes sobre
sus territórios. O bservem os las condiciones en que Estados
U nidos se en co n trab a después de cada u n a de sus g u erras más
significativas. Sin d u d a, a finales de la década de 1860 la eco­
nom ia dei n o rte le sum inistraba al gobierno federal los re c u r­
sos necesarios p a ra ex p a n d ir y supervisar su au to rid ad . Dicho
de o tra form a, u n n o rte devastado econom icam ente quizá no
se h u b ie ra p odid o convertir en u n L eviatán yanqui.

Las principales fuentes de riqueza p a ra los nuevos Estados


tam bién rep resen tab an bases fiscales cuestionables. Com o
discutim os en el capítulo 3, la disponibilidad de préstam os o
ventas fáciles de bienes básicos le b rin d ab a n al Estado u n a al­
ternativa fren te a la construcción m ucho más ex ig en te de m e r­
cados in tern o s y d esarrollo de u n a in fraestru ctu ra nacional. El
establecim iento y protección de econom ias de com prador, a su
vez, necesitaban relativam ente poco dei Estado. Lo a n terio r
sugiere u n a distinción decisiva e n tre los Estados latinoam eri-
canos y los europeos: la acum ulación y control total de te rri­
tório no fue tan fu n d am en tal p a ra L atinoam érica com o sí lo
fue p a ra E uropa. L a distinción ya se hizo en el caso de África,
d o n d e la población e ra más valiosa que la tie rra m ism a1. La
situación en L atinoam érica no era tan ex trem a y, en algunos
casos, com o en la p am p a, la tie rra im p o rtab a bastante. N o obs­
tante, en el caso de los Estados latinoam ericanos dei siglo X IX
lo que más im p o rtab a e ra el control sobre el principal p u e rto

Herbst, States and Power in Africa.


y el acceso a algumas m ercancias exportables. Kl control sobre
territó rio s lejanos casi n u n ca condujo a conílictos geopolíticos.

A dicionalm ente, los nuevos Estados latinoam ericanos surgie-


ron en u n am biente ideológico equivocado. C u an d o observa­
mos los princípios básicos dei liberalism o q u e triu n faro n en el
co n tin en te en el últim o tercio de la década, no era la filosofia
ideal sobre la cual c o n stru ir u n Estado autoritário. Este hecho
fue p articu larm en te cierto en el caso de la in fo rtu n ad a rela-
ción (de nuevo, desde el p u n to de vista de la co n stru ctio n del
Estado) e n tre el liberalism o y el federalism o. Si bien el pro-
yecto conservador tenía tam bién sus obvias clebilidades, p o r
decir lo m enos, po d ia h ab er re p resen tad o u n a ideologia más
legítim a p a ra el establecim iento de u n a a u to rid ad centralista.

Las g u erras llegaron en los m om entos equivocados. Para fines


prácticos, los conílictos im p o rtan tes p rece d iero n fu n d am e n tal­
m ente al establecim iento de las naciones-Estado. Los m ayores
conílictos que in volucraron u n claro “n o so tro s” y “ellos” ocu-
rrie ro n d u ra n te la C onquista, en el siglo XVI. C on excepcio­
nes m arcadas, la fro n te ra no era u n lu g ar am en azad o r d o n d e
se necesitaba el apoyo de los Estados o la nueva nación pu d ie-
ra ex p an d irse y transform arse. Incluso en el siglo X IX se en-
co n trab an bastante lim itadas las capacidades d e cualquiera de
los Estados en g u e rra p a ra u sar la violência com o u n estím ulo
o u n m edio p a ra e x p a n d ir su control. E n el m o m en to en que
los Estados se establecieron (en la d écada de 1890), h abían
te rm in ad o los anos de g u e rra dei con tin en te. O bservem os el
desarrollo de E uropa: isi los “cien anos de p az” dei siglo X IX
hubiesen sucedido cien anos an tes,'se hu b iesen d esarro llad o
las instituciones políticas u lteriores com o lo hicieron?

El bajo nivel de com petência geopolítica y su virtual desapari-


ción después de la d écada de 1890 tam bién evitó la consolida­
tio n d e la dinâm ica d esarrollista de la g u erra. Las g u erras no
o c u rrie ro n p o rq u e los Estados no estaban listos p a ra ellas y los
países no se m an ten ían p rep arad o s p o rq u e la g u e rra n u n ca
llegó. Es este com entário el que quizá ilustra m ejor la espe-
ciíicidad histórica de los casos eu ro p eo s y la im portância
reconocer los aspectos in d eterm in ad o s de la form ación dei
tado. La evidencia ofrecida en la p resen te o b ra nos clebe h;
más conscientes de la g ran im p o rtân cia d esem p en ad a no
la sim ple p resencia de u n a u o tra característica nacional, :
p o r la interacción de ellas en secuencias específicas caus;
En otras palabras, no es solam ente lo que pasó, sino cuán<
en qué o rd en . En L atinoam érica las g u erras y los Estado:
p articip aro n e n tre sí en u n a arm o n ía productiva, sino qu
cancelaron m u tu am en te.

Si tenían q u e d esem p e n ar u n p ap el p eq u en o al d efendei


países de la violência ex te rn a y estaban bloqueados en su
posición de co n tro l sobre sus propios territó rio s, iq u é pap
d esem p en ab an estos Estados?, ícu ál era su objetivo?, i í
intereses de q u ién servían? D esde mi p u n to de vista, el p<
do in d e p en d en tista y el in m ed iatam en te p o sterio r parecei
b u en ejem plo dei concepto de J o h n M eyer de la construc
isom órfica de u n a política m u n d ial2. No cabe d u d a acerc;
m uy real sentim iento antiespanol, incluso antiim perialist;
las colonias am ericanas en 1800. Existe m ucha m e n o r evi
cia de u n a necesidad, o au n percepción, de la construcció
Estados-nación. dPodemos h ab lar de u n a clase política nai
te lista y capaz de o cu p ar estas nuevas instituciones políti
ip o d em o s h ab lar de intereses nacionales centrales que vi
en la form ación de los Estados nuevas o p o rtu n id ad es ec
micas? C on las posibles excepciones de Chile en 1830 y de
sil en la décad a de 1820, pocos g ru p o s sociales identific
su p ro p ia supervivencia con la dei Estado cen tral3. D espu
cierta función de control m ínim a, n in g ú n g ru p o necesita
q u eria u n a institución que le p u d ie ra im p o n er u n a forn
racionalidad colectiva sobre los intereses nacionales. Exc

Ver Meyer, “T he World Polity and the Authority o f the Nation-State”, 1


Meyer, Boli, Thomas, y Ramirez, “World Society and the Nation State
cias a Kieran Healy por sugerir este tema en primera instancia.
Esta es una interpretación estândar dei caso chileno. Para Brasil, ver
lho, A construção da ordem, capítulo 3.
en Brasil, n in g u n a familia m onárquica, ni liicciones aliadas, se
identificaban con el Estado p a ra hacer coincidir sus intereses
individuales con los del Estado. El Estado no se en co n trab a
d o n d e estaba la acción, excepto cuan d o las ren tas se p o d ían
derivar directam en te de ella m ed ian te préstam os o acceso a
las m ercancias.

Si no podem os re sp o n d e r de m a n era ad ecu ad a a la p re g u n ta


del Estado de quién, es m ás difícil decir qué nación estaba r e ­
presentada. iD ó n d e había u n sentido de nación cohesionada
en el continente? Nos po d ríam o s hacer la m ism a p re g u n ta en
to rn o a E u ro p a, d o n d e el Estado efectivam ente creó su p a rti­
cular ciudadanía. No obstante, en el co n tin en te eu ro p eo p o ­
dem os identificar los Estados m ás poderosos, cuyos esfuerzos
p o r e x p a n d ir su au to rid ad e im p o n er su nacionalidad condu-
je ro n a la eventual form ación de u n a nación-E stado mayor.
En L atinoam érica, en las sociedades ab u n d ab a n las divisiones
de casta y de clase, de m a n era que el proceso in d e p en d en tista
creaba fisuras im p o rtan tes. Si las fro n teras ex tern as latinoa­
m ericanas p arecían tranquilas, no así sus asuntos dom ésticos,
clebido a que las fro n teras co rresp o n d ien tes e ra n internas. Al
analizar todos los aspectos del posible d esarrollo dei Estado
g en erad o p o r la g u e rra nos encontram os con el mism o fen ó ­
m eno: el m iedo al enem igo in tern o evitó la consolidación de
la au to rid ad , la elaboración de la sobrecogedora m itologia n a ­
cionalista y la in c o rp o ra tio n de gran d es porciones d e la pobla-
ción al ap ara to militar.

De nuevo debem os re c o rd a r que los países latinoam ericanos


nacieron com o fragm entos d e u n im pério y que m an tu v iero n
la je ra rq u ia de la raza colonial. Es ju sta m e n te lo anterior, más
que las incóm odas fronteras de intervención e x tra n jera, lo que
se constituye en el vercladero im ped im en to poscolonial p ara
la form ación dei Estado-nación. La ex p erien cia latinoam eri-
cana nos co nduce a revisar las condiciones p articulares bajo
las que surgieron los Estados en E u ro p a occidental. Las grie-
tas raciales y de casta no se d ie ro n en el in terio r de la nación,
sino fuera de ella. Los im périos tran sm arin o s no solam en
d efinieron u n “n osotros” de u n a m ejor form a y trajero n
civilización al resto el m u n d o , sino que tam bién b rin d a ro n
tipo de g u erras más visibles, con luchadores locales y con o tr
reclam antes im perialistas, que alejaron la atención de los co
flictos internos. Las g u erras latinoam ericanas, en particul
los conflictos civiles, lo g raro n lo opuesto.

Sin d u d a, existen excepciones p o r establecer en to rn o a est


regias y a variaciones históricas considerables en el contineni
Sin em bargo, estas ocasiones tien d en a confirm ar la signific
ción de los factores tratados.

En térm inos dei efecto centralizador de las guerras, ya he me


cionado que aquellas libradas contras los indios en las frontei
chilenas, m exicanas y argentinas hicieron efectivam ente apc
tes im portantes. E ran gu erras clásicas de conquista con poc
de las complicaciones de otras guerras. Observem os que a di:
rencia de otros conflictos, estas gu erras fueron libradas cont
un “o tro ” indiscutido y p ro d u jero n benefícios inm ediatos pa
la élite y, aunq u e con u n m en o r alcance, p ara otras partes de
población. Los requisitos de estas gu erras fueron calibrados c
precisión de acuerdo con la capacidad dei Estado, que, a su v<
no fue ab ru m ad o p o r lo que debía p ro d u cir y p u d o fácilmer
an ex ar la nueva tierra m ediante alianzas políticas.

La victoria chilena en la g u e rra co n tra la C onfederación I


ruano-B oliviana no dio com o resu ltad o el tipo de crecim ier
adm inistrativo pronosticado en los relatos belicistas. Sin e
bargo, sí logró dos objetivos decisivos: p rim ero , ayudó a cc
solidar u n consenso de élite y, segundo, le b rin d ó al Esta
central u n m uy necesario g rad o de legitim idad. N o obstan
lo consiguió debido al desequilibrio específico e n tre el de
rrollo político chileno y el de sus enem igos, hecho obvio
cluso en esta te m p ra n a fecha. El surgim iento dei porfiri;
u n a década después de la victoria liberal sobre M aximilia
y sus aliados franceses p u ed e ser o tra excepción a la regia
diferencia d e la m ayoría de las otras g u erras civiles en L í
noam érica, esta culm inó con la destine ción de uno de los co n ­
tendores. De la m ism a m a n era que los conílictos clásicos de
form ación dei Estado, esta g u e rra le b rin d ó al Estado m exi­
cano u n m onopolio ideológico y organizacional poco com ún
en el continente. D ado q u e este conflicto e ra la continuación
de u n a lucha casi constante en la d écada de 1850, no nos debe
s o rp re n d e r en co n trar que p artes significativas de la población
lu ch aro n en u n o u o tro m om ento. Los g ru p o s de veteranos
de estos conílictos rep resen tab an u n a base im p o rtan te p a ra la
te m p ran a consolidation dei régim en porfiriano.

La excepción final es la te m p ra n a tom a dei Estado parag u ay o


p o r el do cto r Jo sé Francia antes de 1820. La exclusion, y al-
gunas veces élim in atio n , de élites rivales, le b rin d ó al Estado
paraguay o u n g rado envidiable de autonom ia. La relativa ho-
m ogeneid ad de la población y la poca com ún in tég ratio n de
los espanoles y guaraníes, fue p o sterio rm en te aseg u rad a p o r
la am enaza co m p artid a d e la d o m in atio n argentina. El éxi-
to de Francia en m a n te n e r a P araguay asegurô que n in g u n a
o tra potencia solicitante re ta ra al Estado. Sin d u d a, el éxito de
este proyecto estaba en o rm e m en te apoyado p o r la p e q u en a y
com pacta población paraguaya.

El p a tro n más claro que surge de estas excepciones es la im ­


p ortância decisiva del apoyo d e élite. En todos los cu atro casos
la élite fue sobornada, d estru id a, o habia alcanzado u n m o­
m ento poco com ún de consenso. La p ré p a ra tio n y ocasiôn de
g u e rra p u d o h ab er co n trib u íd o a consolidar el poder, p e ro las
condiciones ya estaban presentes, de form a q u e le p erm itieran
co n tin u ar a este proceso.

Es más difícil d istinguir cualquier variable in d e p en d ien te que


ayude a explicar las excepciones a n uestros hallazgos sobre
nacionalism o. Bolivia p u e d e ser el caso m ás débil en este sen ti­
do bien en tra d o el siglo XX y se p o d ria d ecir que aù n este pais
se parece m ás a u n im p ério in tern o ; m an tien e u n a je ra rq u ia
étnica clara y excluye a g ran d es porciones de la población de
la vida política. Pero es innegable que la p é rd id a del litoral
pacífico cs iiii elem ento central de la m itologia nacional b
liviana. Podem os decir lo m ism o de la p érd id a ecuatoriai
dei te rrito rio am azônico. O bservem os de nuevo que en es
últim o caso u n a p a rte significativa de la población defini
p o r la etnicidad es funcionalm ente excluyente. Así, si bien
g u e rra sum inistraba u n a base p a ra algún tipo de nacionalisr
oficial, no hay senales de que este hecho condujo al progre
m ediante la creación de sociedades más incluyentes. En a
bos países los conflictos co n tin ú an en to rn o a qué nación e
re p re se n ta d a p o r el Estado. O tra vez, la no cen tralid ad de
limites territoriales y de la inclusión de u n a población col
re n te en el in terio r de ellos p u e d e ser u n reflejo y u n a cai
de esta situación.

Chile es la excepción central al p a tró n de reclutam iento. Ú


co e n tre los países latinoam ericanos, Chile p u d o crear c
form a de servicio m ilitar que establecía u n vínculo e n tre el
tado y u n a élite definida más am pliam ente. La g u ard ia na<
nal fue incluyente en su p en etració n de las capas superic
de la sociedad y excluyente en su definición de q uién est
cualificado p a ra u n irse a ella. Todos los países latinoam
canos m an tien en u n a form a de título honorífico de fact(
alguno de iure, reservado p a ra algunos pocos. El proble
de Chile, p o r senalar la m em bresía, fue más co n ducente
construcción dei Estado que a otras form as observadas ei
continente. iC óm o podem os explicar la excepción chile
Seria más preciso decir que el consenso de élite preexiste
en Chile posibilitó la creación de la g u ard ia nacional y n
revés. Excepto en el caso de la G u e rra Civil de 1851, la <
chilena m anejó casi setenta anos de u n a relativa paz soei
pesar de las considerables diferencias en to rn o al p ap el dei
tado, en particular, en relación con la vida religiosa. N o cz
d olor el hecho de que la élite fuese relativam ente pequei
estuviese co n cen trad a geográficam ente4. Es quizá más im
tan te el hecho de que el rég im en de Portales de la décad

4 Melquior, “State-Building in Brazil and Argentina”, 265-88.


1830 p u d o im p o n er u n a solución a la división e n tre liberales
y conservadores que destrozó a otras naciones.

O tras posibles excepciones incluyen el resid u o de la g u e rra


m exicana co n tra los franceses y, p o r supuesto, la Revolución
m exicana. L a experiencia p arag u ay a en la década de 1860 es
o tra excepción. Aqui, de nuevo, las condiciones particulares
diíicultaron concluir u n a lección generalizada.

C onstruyendo los Estados-nación

cQ ué podem os a p re n d e r acerca de la n atu raleza g en eral de


la construcción de Estado y la nación a p a rtir de los casos lati-
noam ericanos? Q uizá la lección más im p o rtan te es que la fo r­
m ación de los Estados-nación es inevitable. El establecim iento
de a u to rid ad política exitosa sobre extensos territó rio s es la
excepción y no la regia. Este hecho es claram ente evidente
después de la ex p erien cia africana de los últim os cu are n ta
anos. Sin em bargo, con dem asiada frecuencia, el desarrollo
de este co n tin en te h a sido explicado de m a n era convincente
p o r las características de su historia o las sociedades tribales.
No obstante, a la luz de la c o n tu n d en te evidencia de g ran p a r ­
te del resto del m u n d o , la sociologia política h a persistido en
co n sid erar el p a tró n d e E u ro p a Occidental com o u n están d a r
histórico. Q uizá hayam os reco rrid o u n largo cam ino d esde los
dias cu an d o estos casos se consideraban tam bién norm ativos,
p ero no hem os escapado al en ceg u eced o r eu ro cen trism o em ­
pírico. El sesgo de la selección de la m u estra en la m ayoría de
investigaciones en ciências sociales nos h a p erm itid o u n iv er­
salizar lo p articu lar y co n sid erar los descubrim ientos fo rtu i­
tos com o inevitables. La p re g u n ta de la form ación del Estado
debe a p u n ta r en u n sentido más am plio que hasta ahora.

Es h o ra de que le dem os u n giro de 180 grados al análisis


de la form ación del Estado. El proceso o cu rrid o de m a n era
más exitosa en E u ro p a noroccidental, que com enzó en el siglo
XVI y culm inó en el XIX, fue la v erd ad e ra excepción5. L
Estados-nación fu ero n creados allí con características partic
lares que le deb ían g ran p arte a las condiciones históricas ii
ciales. Este hecho se aplica p rin cip alm en te a la contrib u cf
hecha p o r la g u e rra a este proceso. No necesitam os cru?
el A tlântico p a ra ver que el p a tró n no se repitió en ningi
otro lado. En la p en ín su la balcânica y en E u ro p a oriental,
general, u n a g ran p arte dei conflicto civil e internacional
p u d o crear Estados-nación sólidos e institucionalm ente <
herentes. Así, las p reg u n tas que nos hem os hecho en to r
a d eterm in ad as regiones d eb en ser cam biadas. El v erd ad t
excepcionalism o de los casos de E u ro p a Occidental y Estac
U nidos h a de ser m ucho más valorado y tom ado en cuenta
la m etodologia dei trabajo histórico com parativo. La sue
d e L atinoam érica req u iere ser norm alizada y re e n ten d id a
ausência de o tra implícita. Lo a n terio r nos perm itiria aisla
definir de m ejo r m an era las condiciones que explican m ejo
desarrollo diferencial de las estru ctu ras políticas.

La experiencia de contrafactuales “negativos” a p u n ta a t


condiciones críticas que d eb en ex istir p a ra q u e el ciclo
licista d e la co n stru cció n d e n ació n -E stad o com ience y
d e sa rro lle de m a n era exitosa: p rim ero , h ab er u n núcleo
m inistrativo/institucional suficiente antes de la g u e rra p
que sirva com o estím ulo al desarro llo adm inistrativo. Anb
falta de este núcleo, se p ro d u c irá n m ayores divisiones soei;
y disfunciones institucionales. Así, las raíces de los Estado
necesario enco n trarlo s en la len ta construcción de institu
nes que p u e d a n concentrarse bajo u n m an d o unificado,
rece im posible, excepto en las situaciones geográficas e hi
ricas más extrem as, crea r Estados d o n d e n in g u n a autori
ha existido previam ente. S egundo, al m enos p a rte de la
te d o m in an te debe ver que la ex p an sió n de la a u to rid ad
Estado es p a ra su p ro p io b ien 6. Incluso po d ríam o s decir

5 Podemos también agregar Estados Unidos y ja p ó n .


6 John 11alI sobre el éxito de los Estados clásicos europeos: “[GJrandes secc
esta m ism a facción de élite necesita percibir la ex p an sió n del
Estado com o un im perativo. En caso d e cjue los segm entos de
élite estén satisfechos con sus p o d eres provinciales o de que
sus necesidades políticas estén lim itadas a u n control básico,
n in g ú n agen te social surgirá p a ra im pulsar el d esarrollo de
la m aquinaria. F inalm ente, el núcleo institucional o de élite
del futuro Estado debe estar seguro acerca de la definición
de nación y te n e r la volu n tad d e co m p ro m eterse en las accio­
nes políticas necesarias p a ra lo g rarlo 7. El proceso es, p o r lo
general, poco atractivo, ya que involucra conquista, errad i-
cación de culturas, form as de lim pieza étnica y hasta genoci-
dio. U na nación-Estado p u e d e surgir incluso excluyendo u n a
p arte significativa de la población. Por ejem plo, no se p u ed e
n eg ar el nacionalism o blanco en Sudáfrica d u ra n te la d écada
de 1990. Lo que no p u ed e p ro p o rcio n a r u n Estado-nación
es in certid u m b re acerca de la com posición de la ciudadanía.
Los Estados latinoam ericanos p arecían estar atrap ad o s e n tre
la inclusión de la ideologia in d ep en d en tista de la Ilustración y
la exclusividad que necesitaron e im p u siero n sus estru ctu ras
sociales. O bservem os que cu an d o las líneas se p u e d e n trazar
fácilm ente, p o r ejem plo, en el caso de los m apuches en Chile,
fueron más exitosos los esfuerzos p o r d efinir incluso u n a p o ­
blación hetero g én ea.

Q uizá necesitem os re p la n te a r el concepto d e q u e las g u erras


construyen Estados. Las g u erras sirvieron m ejor com o u n
m ecanism o acelerad o r de u n proceso que tuvo sus orígenes
en o tro lugar. Los Estados no se crearo n en la g u erra, sino
que em erg iero n más fortalecidos que antes. Por ejem plo, no
podem os su p o n er que los Estados su rg irán y te n d rá n ciertas

del poderoso fueron alistadas para entregar grandes cantidades de ingresos


fiscales a la Corona puesto que se dieron cuenta [de] que les servia a sus
propios intereses” (“States and Economic Development”, 164). Ver Lachman
sobre la importância fundamental de la dinâmica Estado-élite para explicar
los resultados institucionales políticos, “Elite Conflict and State Formation”.
Sobre la importância de un “núcleo étnico”, ver A. Smith, The Ethnic Roots o f
Nations; y “State-Making and Nation-Building”, 243-52.
características. Por el co n trario , debem os re p la n tear el proble
m a en sí dei o rd e n y la a u to rid ad política, así com o el estudi
de la g u e rra o violência organizada. G ran p arte de la literati
ra sobre la g u e rra se cen tra en la simple capacidad h u m an
p ara la violência. H em os co m en tad o en varias p artes del libr
que L atinoam érica no careció de violência a nivel m icro. L
que falta y debe ser estudiado más a fondo en la literatui
general sobre la g u e rra es cóm o esta violência personalizad
e individualizada se organiza y dirige. Es cierto, sin d u d a, qu
los europeos no tien en u n m onopolio sobre el salvajismo o
violência hum an a; sin em bargo, sus experiencias p articu lan
los co n d u jero n a sobrevivir d u ra n te m uchos anos al uso c
violência política organizada y sostenida.

La experiencia latinoam ericana carece de organización. Es


hecho vincula la poca frecuencia de las g u erras con la deb
lidad dei Estado. Las sociedades latinoam ericanas, de n u ei
con excepción de Chile, p arecen carecer de la capacidad pai
la form a particu lar de organización política asociada con
Estado. Com o dijimos, existe, sin d u d a, evidencia de la cap
cidad en nivel m icro p a ra organizar instituciones e im pom
ciertas form as de com p o rtam ien to violento, de form a que
explicación p a ra el distinto p a tró n de d esarrollo no se basa c
la predisposición cultural. No creo que L atinoam érica carez<
de u n “espíritu disciplinar”; p o r el contrario, careció dei tij
de organizaciones disciplinares asociadas con la construccic
dei Estado.

Y es la singularid ad de estas organizaciones lo que necesita s


enfatizado. Puesto que hem os norm alizado y universalizai
la experiencia eu ro p e a y estad o u n id en se en n u estra inves
gación, hem os asociado la construcción dei Estado con ui
capacidad genérica p ara la organización política. N o obstam
in o es únicam en te la construcción dei Estado u n a de las mi
tiples form as que p u ed e to m ar la organización social? En v
d e p re g u n ta r ip o r qué no Estados?, refirién d o n o s a p o r q
no se dio un d eterm in a d o desarro llo político, debem os exp
i p o r q u ê u n a form a de organización política se p resen tó en
m traposición a otras. De nuevo, la clave p u e d e estar en las
titudes fren te al control territo rial. En E u ro p a existió una
u relación e n tre la organización política y la tierra, hecho
■nsiderado el activo más valioso. Esta constelación p articu lar
odujo, a m en u d o , u n a nación-Estado. Pero en u n m u n d o
i estas organizaciones y d o n d e el p o d e r no siem pre se ex-
esaba territo rialm en te, la nación-Estado p arecia ser u n a ins-
ución m ucho más difícil de construir.

>demos decir lo rnismo de las form as de cohesión y solida-


üad social q u e d o m in an u n área en particular. En general,
com enzando en el siglo X V II, las co m u n id ad es eu ro p eas
solidificaron en to rn o a líneas isoculturales, definidas en
irias form as, incluidos el lenguaje, la religión y la concentra-
>11 geográfica. Estas identidades en g ran a ro n bien con ciertos
itados o fuero n incluidas m ed ian te la conquista. El Estado
la nación e ra n relativam ente congruentes. E nfren tad o s con
jquenas m inorias, los Estados e ra n lo suficientem ente pode-
isos p a ra im p o n er el dom inio centralista o lo suficientem en-
débiles p ara p artirse en dos.

p atró n era m uy d iferen te en Latinoam érica. Allí las iden-


lades centrales no eran la cu ltu ra ni la nacionalidad, com o
definen en E u ro p a, sino la raza, la casta y, co m enzando la
irte final del siglo X IX, la clase. El asunto, de nuevo, es que
) existia u n a característica in h e re n te que evitara que los lati-
)am ericanos a d o p taran u n a id en tid ad nacional, sino la exis-
ncia de distintos procesos históricos que co n d u jero n a u n a
rarquía diferen te d e identificación propia.

i consecuencia, existen dos p reg u n ta s que debem os p la n ­


am o s en to rn o al d esarrollo d e las organizaciones e identi-
ides conducentes a u n a nación-Estado. P rim ero, ise aplica
i proceso de masa, solidificación y organización? La respues-
para L atinoam érica era sí. La seg u n d a p re g u n ta tiene que
:r con la form a que tom ó dicho proceso. En la p resen te obra
he buscado analizar p o r qué L atinoam érica tom ó u n a form a
m uy diferente a la dei están d ar e u ro p e o 8.

Todos estos requisitos m e hacen d u d a r acerca de la utilidad de


cualquier m odelo parsim onioso de d esarrollo dei Estado. Lo
an terio r no es necesariam ente u n arg u m en to en co n tra de las
cualidades de generalización dei análisis teórico, sino u n arg u ­
m ento p a ra e x p a n d ir los ejem plos que consideram os valiosos
de ser estudiados y p ertin en tes p a ra nuestras discusiones. Sin
em bargo, no creo que debam os ad o p ta r el tipo de m odelo to ­
m ado de la co rrien te de las ciências sociales sobre los estúdios
históricos com parativos. E n co n trar u n cam ino único a través
de la evidencia histórica es casi im posible. Este hecho es cierto
a u n si olvidam os el tipo de descubrim iento subjetivo y el análi­
sis de evidencia a p a rtir dei que incluso sufren los esfuerzos de
b u en a fe. D ebem os m a n te n e r y h acer hincapié en el reconoci-
m iento de la no linealidad y de la in certid u m b re histórica. Lo
an te rio r no p re te n d e d eb atir la historia “p u r a ”, sino presio-
n a r p ara u n a m ejo r mezcla de n arrativ a y m odelo. Q uizá más
im p o rtan te, debem os e n te n d e r mejor, o visualizar, la relación
e n tre estructu ras sociológicas y eventos históricos. P ara expli­
car u n acontecim iento en p articu lar no nos podem os cen trar
exclusivam ente en el suceso aislado, sino en la interacción. En
n u estro caso, podem os h ab lar de las nacientes condiciones so-

iC óm o pudo haber sido? Observemos algunos contrafactuales imaginários


posibles. Primero, una Latinoamérica en 1850 constituída solamente por cin­
co macro-Estados: Brasil, una confederación dei sur (incluida la mayor par­
te dei Cono Sur), una renacida república inca a lo largo de los Andes, una
confederación dei norte dei Caribe (incluídas partes de Brasil nororiental y
quizá algunas de las islas tomadas de las potências coloniales) y un Império
mesoamericano. O imaginemos una Latinoamérica donde las divisiones entre
conservadores y liberales cruzan las fronteras y los miembros de un partido
buscarían apoyar a los confederados en otros países. Imaginemos entonces
un continente dividido entre el norte liberal y el sur conservador, o viceversa.
Cualquiera de dichas condiciones hubiese producido Estados radicalmente
diferentes en el siglo XX. Sin embargo, íexisten condiciones imaginables para
que esto hubiera sucedido? Lo encuentro difícil de creer. Un cambio incluso
en un solo dígito en el número de variables hubiese sido insuficiente. Cientos
de anos necesitarían anularse.
ciales y políticas del co n tin en te com o la e s ln ic lu ra subyacente
y de las g u erras que o c u rrie ro n com o los eventos. A dem ás, la
relación e n tre ellas estuvo, en p arte, articulada p o r u n am ­
biente in tern acio n al (duna m etaestru ctu ra?). P ara cada u n a
de ellas —condiciones in te rn a s, form as de g u e rra s y am b ien ­
te in tern acio n al— p o d em o s id en tificar diferencias decisivas
que nos ay u d en a fo rm u la r m ejo r la p re g u n ta . Ya no es más
dpor qué L atin o am érica n o se d esarro lló de cierta m an era?,
sino dcómo explicam os las diferencias en la evolución de E u ­
ro p a y L atin o am érica?9

Podem os llam arlo causación en espiral, d ep en d en cia de tra-


yectoria, o, sim plem ente, historicism o. N o o bstante, lo a n ­
te rio r no im plica so lam en te n a rra c ió n d e historias, sino la
identificación de las condiciones estru ctu rales q u e d eterm i-
nan las probabilidades relativas de resultados sociales e insti-
tucionales en p articu lar y u n reconocim iento de la m a n era en
que estas condiciones o p e ra n bajo u n a v aried ad de limitacio-
nes relacionadas con las circunstancias iniciales y secuencias
históricas. N o necesitam os ir tan lejos com o la negación de
Clayton R obert de las “leyes p ro tecto ras” p a ra reconocer el
atractivo de lo que d en o m in a coligación o “el análisis de las co-
nexiones causales en tre eventos”10. Con suficientes secuencias
podem os c o n tin u ar la clasificación de vínculos causales y el
análisis de las probabilidades corresp o n d ien tes. N o obstante,
el p rim e r paso debe ser la recolección de explicaciones.

Para h ab lar de condiciones necesarias y suficientes al m o m en ­


to de explicar estos procesos, com o p o r ejem plo la form ación
del Estado, es involucrarse en arro g an cia positivista. N uestra
tarea no debe ser la identificación de cu alq u ier lista de pre-
rrequisitos, sino el análisis sistem ático de las condiciones de
estructuras sociales en particular y cómo estas producen diferen-

!l Quizá el mejor ejemplo de cómo se hubiese podido lograr, al menos en Lati­


noamérica, se encuentra en Hirschman, Development Projects Observed.
111 Roberts, The Logic o f Historical Explanation.
tes resultados. Dicho análisis p u ed e frustrar nuestra fascinaci
profèsional con la construcción de modelos, pero producirá u
m ejor com pren sió n de la trayectoria histórica en to rn o a
vida co n tem p o rân ea y u n a conceptualización más rica de
p atro n es observados en dicha historia.

U n en fo q u e en la h isto ria nos a le rta rá sobre la im p o rtan


decisiva dei o rd e n cronológico, y u n a lección im portant«
p a rtir dei caso latin o am erican o es la d e no h a b e r o cu rri
u n n ú m e ro significativo d e g u e rra s y, p o r lo g en eral, sm
d ie ro n en el m o m en to equivocado (antes de la consolidaci
d e los Estados). U n a persp ectiv a m ás histórica tam bién r
p e rm itiria a ce p tar la lógica circu lar in h e re n te de causaci
e n estos casos. L a relación e n tre g u e rra s y Estados no se pi
d e c o n sid era r q u e suceda en solo u n ciclo, sino en u n a se
de rotaciones en espiral, d o n d e u n a g en era la o tra. El
cio no es estático; se m ueve com o u n a espiral en u n a d ir
ción en particular. L a dirección, velocidad d e las rotacioi
y circu n ferên cia de los ciclos d e p e n d e n de las condicioi
de inicio, y el inicio dei ciclo es crucial. E n L atin o am ér
la causación circu lar e n tre la g u e rra y los Estados inició
los lugares y m o m en to s equivocados; esta situación h a hec
to d a la diferencia.

J o h a n H uizinga contrasto las perspectivas dei sociólogo y


histo riad o r co m en tan d o que la p rim e ra buscaba el resu
do de lo que se había establecido, m ientras que la segur
siem pre debía te n e r en cu en ta la posibilidad de distintos
sultados11. H e su gerido en el p resen te libro que g ran p arte
la trayectoria latinoam ericana ya estaba d eterm in a d a poi
naturaleza de su herencia. N o obstante, es m uy fácil situt
de esta m anera. T am bién he com entado sobre la im p o rtar
fu n d am en tal d e los eventos y su o rd en am ien to , no solame
p a ra la su erte en p articu lar dei Estado latinoam ericano, s
tam bién p a ra el desarrollo d e sus co n trap artes europeas.

11 Huizinga, “ l he Idea ol I listory”,


historia no es u n ju e g o de dados en el q u e las probabilidades
históricas se p u e d a n calcular, en el que los acontecim ientos
se p u ed an co n fu n d ir ráp id a m en te con eventos específicos. Al
buscar explicar el pasado y su relación con el p resen te, debe-
raos m a n te n e r con stan tem en te la vista en am bos lados.

Al fin y al cabo, m e gusta la m etáfora del cuento de hadas.


O bservem os que el m ejor de estos necesita dos elem entos se­
parados con dem asiada frecuencia en las ciências sociales: u n a
narrativa y u n a m oraleja general. L atinoam érica tiene millo-
nes de gran d es historias. Es h o ra de com enzar a valorar las
grandes lecciones que tiene p o r ofrecer.

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