Вы находитесь на странице: 1из 90

Índice:

Agradecimientos...........…………………………………………………………......2
Prefacio.......………..………………………………………………...…….………..3
Fuentes y metodología……………………….……………………….....…………10

CAPÍTULO I: Contexto histórico - espacial


Formas de vida en autonomía: Las sociedades indígenas de las pampas rioplatenses
antes de la conquista………………………….........................................................11
Primeros contactos: Las expediciones al Río de la Plata (siglo XVI)..............……15

CAPÍTULO II: La constitución de un sistema social interétnico


La segunda fundación de Buenos Aires y la consolidación de los vínculos entre
nativos y europeos en la región………………………..............………..................25
La política colonial respecto el “indígena”: dispositivos de dominación.......…......26
a) Malocas.………………………………………………………………..…........27
b) Reducciones……………………………………………………………….…...29
c) Relocalizaciones...……………………………..………………….…..……….39
La respuesta de las sociedades nativas: formas de resistencia..............…...............41

CAPÍTULO III: Relaciones interétnicas en la frontera sur


rioplatense
El contacto interétnico como disparador del cambio social en el mundo
indígena........ ....................................................................………….……...........…54
La intensificación de los vínculos interétnicos a fines del siglo XVII.…................56
Nuevas propuestas al “problema indígena”: ¿incorporar, negociar
castigar?....................................................................................................................66

Consideraciones finales………….…………………………….………… ....79


Fuentes………..………….……………………………………………..….............84
Bibliografía:…………………………….………………………………..…...........88
Este trabajo no hubiera sido posible de realizar sin el sistema de educación
público y gratuito ni de financiamiento en investigación
con el que cuenta la Universidad en la Argentina.
A quienes lucharon por ello y lo siguen haciendo va dedicado este libro.

2
Prefacio:

El problema de las relaciones entre “europeos” y “nativos”1 en regiones de frontera se

remonta al inicio del período colonial, cuando la conquista y colonización del espacio

demarcaron las áreas de control territorial de las sociedades originarias y colonizadora. En

el espacio pampeano rioplatense el avance de la sociedad colonial sobre el territorio –que

hasta entrado el siglo XIX estuvo prácticamente bajo control indígena- se produjo de

forma discontinua y compleja. Este proceso estuvo signado por el despliegue de diversos

dispositivos de dominación (Boccara, 1996) orientados a lograr la sujeción de las

poblaciones originarias y su territorio, así como también, por el desarrollo de profundas

transformaciones en el seno de las mismas que, lejos de mantenerse “pasivas” ante los

procesos mencionados, supieron desplegar diversas estrategias de resistencia ante la

“pretendida” dominación (colonial primero y estatal posteriormente). Inicialmente, la

historiografía tradicional redujo la problemática fronteriza del espacio pampeano y

regiones adyacentes como norte de Patagonia y zonas cordilleranas a la llamada “guerra

de fronteras”. Esta perspectiva concibió al indio como enemigo, recurriendo a

denominaciones peyorativas tales como “salvajes” o “incivilizados”. A su vez, centró su

atención en la justificación de la conquista del territorio y el etnocidio de las sociedades

que lo habitaron originariamente (Lastra, 1977 Biedma, 1975). Una nueva interpretación

de la frontera surge con la historia económica y social. Esta vez, restringiendo el análisis a

la ocupación del territorio, como si fuera un espacio vacío2. De esta manera -aunque sin

1
Se usará de forma alternativa los conceptos “europeo”, “hispano”, "blanco" o “cristiano”, en
contraposición al de “nativo”, “originario”, "indígena” o “infiel”, pero desde un enfoque
exclusivamente etnográfico, es decir, para diferenciar a las unidades socio-étnicas y culturales
analizadas y siendo concientes de los procesos de mestizaje desatados tras iniciarse la conquista de
América que fueron complejizando dichas realidades (Ares y Gruzinski, 1997). Consideramos
necesaria dicha aclaración debido a que desde la llamada historia "tradicional" se utilizó
peyorativamente el concepto "indio", asociándolo con lo "salvaje", "incivilizado" y en oposición a
la sociedad blanca y cristiana, portadora de la supuesta "civilización".
2
Turner (1968), en un artículo publicado por primera vez en los Estados Unidos en 1893, describe
la frontera como la franja extrema de una región de bajo poblamiento o colonización que avanza

3
caer en la justificación de la guerra al indio-, se ignoró la existencia de dichas sociedades

(Gallo y Cortés Conde, 1968 Halperin Donghi, 1963). Por último, investigaciones surgidas

en las últimas décadas, comenzaron a abordar la problemática fronteriza

interdisciplinariamente. Desde la historia, la antropología y la arqueología, se vienen

aportando innumerables evidencias sobre las complejas relaciones que vincularon a ambas

sociedades. Así, se logró superar la imagen de un mundo indígena aislado de la población

blanca y apartado por una frontera entendida, según la había definido Turner (1968), como

límite o separación. Estos estudios, pasaron a concebir a la frontera como un área de

múltiples interacciones entre sociedades, donde operaron procesos económicos, sociales,

políticos y culturales específicos. Es desde esta última perspectiva que planteamos nuestra

investigación acerca de las relaciones interétnicas en el espacio pampeano durante el siglo

XVII. Algunos de los temas que han abordado los trabajos recientes sobre el espacio

fronterizo pampeano-patagónico3, se relacionan con el comercio interétnico (Mandrini,

1992 Palermo, 1989 Ratto, 1998 Correa, 2001), la política de regalos a caciques (Bechis,

2000), los malones (León Solis, 1986) y los sistemas reduccionales (Néspolo, 1999 Correa

y Mateo, 1999 Nofri, 2001). Otros centran sus análisis en las transformaciones que el

contacto con el blanco provocó en las sociedades indígenas. Éstas, están siendo entendidas

actualmente, ya no como procesos de disolución de la identidad india o aculturación, sino

como producto de mecanismos de resistencia y procesos de etnicidad en áreas de frontera

(Boccara, 2001). Así, en el orden económico, diversas indagaciones nos hablan de una

progresivamente hacia una zona despoblada. Esta definición de frontera es inconsistente, ya que no
se puede concebir una frontera si no hay detrás de ella una base de sustentación, es decir, otra
sociedad.
3
Si bien nuestro trabajo se centra específicamente en el ámbito pampeano bonaerense, éste
formaba parte de un espacio mayor de articulación regional que historiadores, antropólogos y
arqueólogos han denominado como “arauco-pampeano”, “pampeano-patagónico” o “pan-
araucano” (León Solís, 1986 Mandrini y Ortelli 1995 Bechis, 1989). El conjunto de cambios
internos operados en el mundo indígena como consecuencia de la conquista europea entre los
siglos XVI y XIX permitió la integración de las sociedades que ocupaban dichos espacios, pero
que según el registro arqueológico articulaban desde tiempos pre-hispánicos, cuando ya son
evidentes múltiples interacciones (Beron, 1991 Mazzanti, 2000).

4
intensa incorporación de las sociedades indígenas a la economía colonial, a partir de

procesos de articulación mercantil y con la estructuración de circuitos ganaderos a larga

distancia (Mandrini, 1993 Mazzanti, 1993b Palermo, 2000). Con respecto a las estructuras

de poder, y en directa vinculación con las transformaciones económicas, los trabajos

coinciden en que estamos ante la presencia de procesos de complejización social, con la

consiguiente concentración de poder y riqueza en manos de líderes o linajes. Las llamadas

jefaturas (Correa, 2001) cacicatos (Mandrini y Ortelli, 2000) o cacicazgos duales (Nacuzi,

1994) emergen en el espacio pampeano como consecuencia del contacto interétnico y el

acceso a bienes exóticos por parte de algunos grupos4. Dicha reconfiguración política

genera, a su vez, conflictos entre linajes por el acceso al poder y los recursos (Villar y

Jiménez, 1998), así como alianzas intra-étnicas para hacer frente a la dominación colonial.

Partiendo de una perspectiva de análisis de tipo relacional, ya que la problemática

fronteriza implica relaciones bidireccionales, y no unidireccionales (Levaggi, 2000),

consideramos indispensable conocer y explicar los procesos de articulación interétnica en

la región pampeana, durante el siglo XVII, debido a que los estudios que abordan esta

problemática se han abocado a los siglos XVIII y XIX, quedando un vacío respecto el

inicio del vínculo entre ambas sociedades. Pero fundamentalmente, consideramos que

indagar en las relaciones hispano-indígenas permitirá aportar nuevos conocimientos sobre

el período en esta región, superando visiones simplistas de la historia colonial e

incorporando a las sociedades originarias como sujetos "activos" en los procesos

históricos mencionados. Mediante la indagación en material de archivo, fuentes éditas y el

análisis de la producción histórica y arqueológica más reciente sobre el tema (ver Fuentes

y Metodología), nos propusimos reconstruir las relaciones interétnicas entre blancos e


4
Uno de los aportes que han brindado los estudios arqueológicos de grupos cazadores-
recolectores, ha sido el demostrar que el sedentarismo, las desigualdades y la complejidad social
no están indisolublemente asociadas a la adopción de la agricultura, sino a variables más
generales, tales como el control de acceso a los recursos, la concentración demográfica o la
producción de excedentes (Mena Larraín, 1989).

5
indios, durante el primer siglo de contacto entre sociedades. Para ello tuvimos en cuenta,

tanto la política colonial indígena, sus cambios a lo largo del período, como las estrategias

desplegadas por las sociedades originarias para hacer frente a la pretendida dominación.

Caracterizamos al siglo XVII, como un período dual en lo que respecta a las relaciones

interétnicas. Mientras en las cercanías de la recientemente fundada ciudad de Buenos

Aires se consolidarán las relaciones entre hispano-criollos y diversos grupos indígenas, no

se establecerán vínculos permanentes con las sociedades del sur del río Salado hasta fines

del siglo. En lo que respecta a la “política indígena”, consideramos que la sociedad

colonial desplegará durante este período, una serie de dispositivos de poder y dominación

(Boccara, 1996), con el objeto de asegurar el control territorial y poblacional de la región.

Para ello se crearán reducciones, espacios destinados a disciplinar al los grupos étnicos en

las prácticas sociales y económicas propias del conquistador. La captura de indígenas

(malocas) y su consiguiente reparto entre la población blanca para actividades domésticas,

será otro mecanismo implementado por el blanco para tal fin. Por último, y ante la

resistencia ofrecida por los grupos étnicos locales, la relocalización de indígenas de otras

regiones, se presentará como una forma alternativa de acceso a mano de obra para las

actividades productivas de la ciudad y su entorno rural. En cuanto a los grupos indígenas

que permanecieron con cierta autonomía del sistema de dominación colonial - como el

caso de las sociedades del sur del río Salado-, cuando la situación lo hizo necesario se

implementaron nuevas formas de dominación y disciplinamiento indígena. Nos referimos

específicamente a las “entradas de castigo” o “expediciones punitivas” llevadas a cabo en

territorio indígena. En ellas se capturaba, castigaba o eliminaba grupos indígenas, según

representaran un mayor o menor peligro para la sociedad colonial. De esta manera, y a

modo de hipótesis, consideramos que, las relaciones interétnicas en el espacio pampeano

6
durante el siglo XVII se caracterizaron por la “fricción interétnica”5 (Cardoso de Oliveira,

1992), producto de la situación de dominación-subordinación o dominación-resistencia

generada entre unidades étnicas en contacto. No obstante, el vínculo establecido entre

blancos e indios del sur del río Salado, durante la mayor parte del período de análisis,

puede definirse como de “coexistencia en autonomía”6. Será a partir de las tres últimas

décadas del siglo XVII cuando vislumbramos el comienzo de un período de mayor

conflictividad interétnica, tras la extinción del ganado cimarrón y el acrecentamiento de la

competencia hispano-indígena por el recurso ganadero.

El trabajo se compone de tres capítulos bien diferenciados. Comenzamos con una

caracterización de las sociedades originarias pampeanas y los procesos que estaban

desarrollándose antes de la irrupción de la conquista europea en la región. A su vez,

indagamos en el inicio de las relaciones interétnicas, remitiéndonos al siglo XVI, dado que

allí se producen las primeras expediciones al Río de la Plata y, por lo tanto, los primeros

contactos entre blancos e indios. En el capítulo II, nos introducimos de lleno en el siglo

XVII, momento en que ubicamos la consolidación de las relaciones interétnicas al norte

del río Salado7. Analizamos los intentos de disciplinamiento indígena desplegados en el

período: malocas, reducciones y relocalizaciones de parcialidades indígenas. En el caso,

de los sistemas reduccionales creados a principios del siglo XVII en las cercanías de la

ciudad, indagamos en la organización institucional, las actividades productivas y la

5
El concepto “fricción interétnica” permite hacer inteligible un tipo específico de relación social
caracterizado por el equilibrio inestable. Se trata de un sistema en el cual las relaciones entre
unidades étnicas en contacto se producen en términos de sujeción y dominación.
6
Consideramos que el término “coexistencia en autonomía” es más explicativo en lo que se refiere
a la caracterización de las relaciones interétnicas entre blancos e indios del sur del río salado
durante el período. Términos como “coexistencia pacífica” (Levaggi, 2000), remiten a una
situación que no es tal, ya que la “autonomía”, no necesariamente implicaba “paz”. La fricción es
una característica propia de los sistemas interétnicos, ya que se tratarían de unidades sociales que
se disputan un ámbito espacial y los recursos ecológicos.
7
Si bien hemos esbozado nuestra concepción de la frontera como un espacio permeable y de
múltiples interacciones, el río Salado se constituyó –durante el siglo XVII y parte del XVIII- como
demarcación de dos territorialidades diferentes. Al norte el espacio dominado por la sociedad
colonial, al sur, el indígena.

7
instrucción en formas de comportamiento social “cristianas” a los grupos indígenas

reducidos. Respecto la relocalización de parcialidades, analizamos casos con grupos

étnicos locales y extra-regionales. Respecto estos últimos, tomamos el ejemplo más

representativo para la época: el de los grupos étnicos ‘quilmes’ y ‘acalianes’. Estos fueron

relocalizados en el área pampeana, a fines del siglo XVII, luego de llevarse a cabo los

levantamientos Calchaquíes. Una vez reubicados en las cercanías de Buenos Aires,

constituyeron una reducción indígena –aunque a diferencia de las restantes reducciones-

debieron prestar servicio de mita de por vida a la ciudad. Identificamos entonces, los

resultados la relocalización como método de disciplinamiento indígena. En este caso,

como una forma de obtención de mano de obra alternativa para la ciudad de Buenos Aires.

Finalmente, en el capítulo III, indagamos en las relaciones interétnicas entre blancos e

indios del sur del río Salado, cuando diversas parcialidades indígenas que se habían

mantenido con cierta autonomía del sistema colonial, acrecientan su presencia en la

frontera. Dicha presencia se hace visible en las parcialidades de “pampas” y “serranos” –

como los llamaron los blancos- que realizan ataques a las estancias, roban ganado, pero

también comercian o acuerdan con la sociedad hispano-criolla. A su vez, se percibe en las

discusiones que en este período llevan a cabo las autoridades tanto religiosas como civiles,

así como los mismos vecinos en el Cabildo de la ciudad, respecto qué hacer ante la

creciente hostilidad de los grupos indígenas “de tierra adentro”. Este despertar de la

frontera sur pampeana se erige como ejemplo de las transformaciones que la llegada del

blanco generó en las sociedades originarias de la región. En este caso en particular,

apoyándonos en tesis como las de Palermo (1986,1988), o Mandrini (1987, 1991) respecto

la importancia de la incorporación del ganado a la economía indígena8, consideramos que

8
No obstante la tesis de Mandrini respecto la conformación de una “sociedad pastoril” en las
sierras del sur pampeano (1987), los “circuitos de intercambio” y la “especialización regional”
(1991) se ubican a mediados del siglo XVIII, la importancia de la incorporación del ganado a la

8
en momentos de escasez recurrieron al robo en los establecimientos coloniales. A su vez,

la presencia indígena en la frontera permite ver la capacidad de los agentes coloniales para

modificar los mecanismos de dominación cuando la situación lo hizo necesario, aún, en un

contexto de marginalidad como la que tenía el Río de la Plata dentro del imperio colonial,

pero aplicando, en este caso, el saber-poder que la experiencia de casi un siglo de contacto

interétnico les había otorgado.

economía indígena se hace visible, según las fuentes que hemos consultado ya a fines del XVII
(ver: cuerpo documental al final de la tesis).

9
Fuentes y metodología:

El trabajo de investigación que se vuelca en este libro es una versión posterior del que

fuera mi tesis de Licenciatura en Historia. Iniciada en agosto de 2005, como consecuencia

de haber obtenido una beca de investigación como estudiante-avanzado de dicha carrera

en la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina.

El proyecto que en aquella ocasión fue presentado nos permitió realizar la búsqueda

documental, principalmente en los archivos que contenían copias de la correspondencia de

indias (Archivo General de Indias), manuscritos de la “Colección Gaspar García Viñas” de

la Biblioteca Nacional y las copias ubicadas en el Museo Etnográfico “Juan Bautista

Ambrosetti”, ambas ubicadas en la Capital Federal. Respecto el material edito, analizamos

las Actas del Extinguido Cabildo de la ciudad de Buenos Aires, ubicadas en el Archivo

General de la Nación Argentina (AGN), así como diarios de viaje y expedición en la

región del siglo XVI, correspondencia entre funcionarios administrativos y religiosos e

informes de visitadores a las reducciones indígenas, entre otras. El cruce de información

proveniente de diversas fuentes, fue permitiéndonos reconstruir los vínculos hispano-

indígenas en el espacio rioplatense.

Esta investigación se ha desarrollado con los aportes de investigaciones provenientes

de otras disciplinas como la antropología o la arqueología -aunque sin perder la

perspectiva histórica-. Esto debido a que consideramos al diálogo interdisciplinario, una

condición indispensable en las Ciencias Sociales, pero fundamentalmente porque el

estudio de las relaciones hispano-indígenas, a la cual accedemos por documentos escritos

por “otros” –en este caso los colonizadores y funcionarios europeos-, así como por los

registros materiales que fueron dejados por estas sociedades. En este sentido es que los

trabajos arqueológicos de la región pampeana se erigen como fundamentales para

reconstruir la historia de las relaciones entre nativos y europeos en la región.

10
CAPÍTULO I: Contexto histórico-espacial:

Formas de vida en autonomía: Las sociedades indígenas de las


pampas rioplatenses antes de la conquista

Según datos arqueológicos, el espacio geográfico ‘pampeano rioplatense’9 fue habitado

por el hombre hace por lo menos 11.000 años10. El trabajo arqueológico regional nos

permite corroborar que las sociedades que vivieron en esta región tuvieron una larga

historia no escrita que excede los pocos cientos de años durante los cuales los europeos

dejaron relatos sobre ellos. Durante muchos miles de años, los grupos indígenas locales

mantuvieron un modo de vida cazador-recolector11. Se trataban de sociedades igualitarias,

sin jerarquías marcadas, con un alto grado de solidaridad y donde el poder político recaía

sobre un líder, cuya autoridad era más consensuada que impuesta. La economía de estos

grupos se basó en la caza, la recolección de productos vegetales silvestres y eventualmente

la pesca tanto marina como continental. Algunos cazadores-recolectores practicaron la

horticultura a pequeña escala, pero como un complemento de la subsistencia. El trabajo se

9
Si nos remitimos a una definición geográfica, las dilatadas llanuras que se extienden entre el mar
y el pie de monte de las Sierras Centrales y de la precordillera mendocina, entre los 31º y 40º de
latitud sur, se conocen con el nombre de Pampa o las Pampas. La fecha 10.000 años A.P. (antes
del presente) se considera como el límite convencional entre el Pleistoceno y el Holoceno. A fines
del Pleistoceno (12.000 -10.000 años A.P.) en la región pampeana primaban condiciones
climáticas frías en ambientes semiáridos a áridos. Desde los inicios del Holoceno se registra un
incremento de los niveles de temperatura y humedad que culminaron el Holoceno tardío (ca. 1.000
años A.P.), con el establecimiento de las condiciones actuales. Estas condiciones se definen como
subtropicales húmedas hacia el Este y más secas hacia el Oeste o templadas y húmedas (Politis y
Madrid, 2001).
10
Información proveniente de investigaciones arqueológicas actuales, indicarían la existencia de
10 sitios arqueológicos de ocupación temprana, de los cuales 8 se localizan en el extremo
sudoriental del sistema de Tandilia: Cerro La China 1,2 y 3 y Cerro el Sobrero (Flehgenheimer
1980, 1994); Cueva Tixi, Alero Los Pinos, Cueva Burucuyá y Cueva La Brava (Mazzanti 1993 b,
1999) y 2 en el área interserrana y a cielo abierto: Arroyo Seco 2 en la margen derecha de uno de
los brazos de los Tres Arroyos (Politis, 1984 Salemme 1993); y Paso Otero 5 en el curso medio
del río Quequén Grande (Martínez, 1994).
11
Dentro de esta categoría se incluyen sociedades que, a pesar de presentar cierta variación y de
ocupar regiones del mundo muy diversas, tienen un modo de vida similar, caracterizado por estar
organizadas en pequeñas unidades domesticas emparentadas, conocidas como bandas autónomas
compuestas por unas pocas decenas de individuos.

11
organizó por sexo y por edad. Mujeres, hombres y niños se ocupaban de las tareas ligadas

a la subsistencia y los alimentos fueron compartidos por todos los miembros del grupo.

Por otra parte, la forma de vida cazadora-recolectora hacía a estos grupos muy móviles,

es decir, se trasladaban frecuentemente hacia diferentes ambientes como las costas,

llanuras y sierras. Pero la movilidad territorial, lejos de presentarse como un

condicionamiento para estas sociedades, fue una de las estrategias centrales en estos

grupos porque favoreció la exploración racional de la naturaleza y les permitió ampliar los

contactos sociales con otros grupos humanos, a veces, muy distantes12.

MAPA N°1: SITIOS ARQUEOLÓGICOS EN LAS PAMPAS RIOPLATENSES

Fuente: Politis y Madrid (2001).

12
Una idea muy arraigada en visiones simplistas sobre las organizaciones sociales humanas
considera que la condición cazadora-recolectora del hombre supuso una fuerte dependencia del
medio ambiente. Sin embargo, desde la arqueología se ha logrado corroborar que estas sociedades
desarrollaron una profunda relación con la naturaleza, explorando y conociendo eficientemente las
ventajas del medio natural. En el caso de la región pampeana adquiriendo información sobre donde
y como obtener los recursos naturales necesarios para la subsistencia y conociendo los territorios
de otros grupos, con quienes además, se relacionaron socialmente (Mazzanti, 2006)

12
Durante los últimos milenios antes de la llegada de los europeos, (período conocido

como Holoceno tardío), se percibe una gran diversidad y expansión de las formas de vida

en el espacio pampeano. En este momento, y según Politis (2000), las evidencias

arqueológicas se encuentran en casi todos los ambientes de la región, desde el Delta del

Paraná hasta la desembocadura del Río Negro. Las explicaciones más consensuadas

hablan de un período donde las necesidades socio-económicas se vieron satisfechas por las

ventajas que les brindó una oferta más amplia de recursos que benefició la subsistencia de

grupos cada vez más numerosos y posiblemente menos móviles. Sin embargo, este

proceso no fue homogéneo, más bien, estuvo caracterizado por el desarrollo de diferentes

modos de vida regionales y su complementariedad.

Dentro del área Norte, se han registrado varios sitios con información sobre la

adaptación de cazadores-recolectores-pescadores a ambientes litorales fluviales (Paleo y

Pérez Moroni 1999). Estos sitios se caracterizan por presentar abundante cerámica,

algunos instrumentos de hueso asociados a fauna terrestre, fluvial y lacustre y escasos

artefactos y deshechos líticos –a diferencia de los sitios del sur del río Salado-. En la

cuenca inferior del río Salado, sitios como “La Guillerma”, sobre lomadas no inundables,

permiten saber que los grupos humanos que habitaron esa zona en los últimos milenios

antes de iniciarse el contacto con el europeo, ocuparon las lomadas cercanas a ríos o

lagunas, con una densidad de población que sugiere estadías más prolongadas. La

subsistencia estuvo basada en pescados y coypo, caza de venados y otras aves y la

tecnología lítica estaba muy explotada, debido a la lejanía de la materia prima y la

alfarería abundaba (González de Bonaveri, 1997 y 1998). En la zona que ocupa

actualmente el Uruguay, precisamente en la cuenca de la laguna Merín, pueblos de

cazadores-recolectores especializados (con plantas cultivadas) de tierras bajas estarían

alcanzando importantes niveles de complejidad social. Esta complejidad se hace visible en

13
el registro arqueológico a partir de datos que sugieren una economía especializada en

ambientes de alta productividad, jerarquía de los asentamientos, arquitectura de tierra

expresada en el monumentalismo ceremonial y funerario (López Mazz, 2004).

Al sur del río Salado, en las sierras y llanuras orientales, predominan ocupaciones de

actividades múltiples a orillas de lagunas, como el caso del sitio Tres Reyes I (Madrid y

Salemme, 1991) y arroyos, como Arroyo Seco II (Madrid y Politis, 1991). Se divisa en

este período, la utilización de nuevas tecnologías vinculadas a la subsistencia (armas de

caza tales como puntas de proyectil triangulares y pequeñas), y artefactos para actividades

cotidianas (instrumentos óseos punzantes y vasijas de cerámica). Por otro lado, la

estrategia de subsistencia cambia de especializada a intensiva. Animales más pequeños

como armadillos, coypos, vizcachas y huevos de ñandú fueron incorporados a la dieta

(Crivelli Montero et. al 1997). En el sector norte de Ventania y en el centro de las sierras

de Tandilia, se registran cuevas y aleros con pinturas rupestres que se caracterizan por

motivos geométricos, pintados en color rojo (Mazzanti, 1991 Madrid y Oliva, 1994).

Quizás, expresando nuevas formas de identificación de los grupos humanos o

demarcaciones territoriales. A su vez, se hace visible en este período, el incremento de la

interacción social y el contacto con grupos de zonas distantes. La presencia en Pampa

Seca -localidad arqueológica Tapera Moreira-, de alfarería chilena que se conoce como

Valdivia pintada, las plaquetas grabadas y las puntas de proyectil pedunculada similar a

las del norte de la Patagonia refuerzan la idea de la circulación de bienes dentro de

sistemas regionales amplios (Berón, 1991). Finalmente, pocos siglos antes de la conquista,

debe haberse producido el arribo de poblaciones guaraníes a la franja noreste de la región

(Lothrop, 1932 Brochado, 1973) como resultado de un complejo proceso de expansión

que habría comenzado, por lo menos, dos milenios antes. La llegada de estas nuevas

poblaciones, no sólo produjo innovaciones importantes como domesticación de plantas o

14
las técnicas nuevas de manufactura cerámica, sino que conlleva, según Politis (2001:783),

a un nuevo orden ideacional, significativamente diferente a los de los indígenas de la

región pampeana.

En síntesis, en el momento en que irrumpe la conquista europea en el Río de la Plata,

la región estaba siendo escenario de importantes y variados procesos sociales. Los grupos

indígenas que habitaban el territorio pampeano presentaban una gran complejidad y

diversidad en sus modos de vida. Esta situación quedó plasmada en las descripciones que

llevaron a cabo sobre ellos los cronistas y conquistadores de la época, aunque muchas

veces generaron simplificaciones al incluir bajo los mismos rótulos étnicos, grupos muy

diversos13. La irrupción e impacto de la colonización europea produjo un quiebre en la

historia de las poblaciones pampeanas, las que a partir de ese momento, transformaron sus

formas de vida, o bien como una estrategia de resistencia a la dominación, o bien producto

de las imposiciones coloniales. Algunas de estas transformaciones serán analizadas en los

capítulos siguientes.

Primeros contactos: Las expediciones al Río de la Plata (siglo XVI)

La conquista europea del Río de la Plata debe ser entendida como el resultado de la

necesidad de ampliar las fronteras y anexar territorios que serán a la vez proveedores y

contrafuertes para el desarrollo y la seguridad del Perú, que por su producción argentífera

13
Según Nacuzzi (1994), casi todas las formas del lenguaje de las cuales disponemos para
identificar a los pueblos originarios nos colocan frente a un problema cognitivo, puesto que
muchos de los nombres a partir de los cuales conocemos a las sociedades indígenas, fueron
impuestos por los conquistadores y dado que no tenemos registro escrito de estos pueblos, excepto
las denominaciones étnicas que pudieron distinguir los europeos, identificar las denominaciones
que los mimos indígenas se daban, es todo un problema de análisis antropológico e histórico. A lo
largo de nuestra indagación utilizamos conceptos encontrados en las fuentes como “pampa”,
“auca”, asociados con lo que Nacuzzi (1998) denomina “identidades impuestas” por el blanco, no
obstante, coincidimos con Boschin, Verzub y Garivati (2001) en que hablar de “identidades
impuestas” le resta importancia al accionar indígena en la construcción de las mismas. Lo que sí
tenemos en claro es que estos grupos no pueden entenderse como entes aislados, encerrados en sí
mismos y estáticos. Intentaremos, al menos, identificar a algunas de las “parcialidades” indígenas
que coexistieron en este extenso espacio regional, a partir de una red de relaciones sociales intra e
interétnicas.

15
se constituye como vital para el Imperio colonial. En este contexto se inician las

expediciones a la región.

Durante el siglo XVI, se producen los primeros contactos entre blancos e indios en el

Río de la Plata. Esta relación estará signada inicialmente por la violencia guerrera de la

hueste conquistadora14, como así también por la resistencia ofrecida desde los grupos

originarios de la región. Expediciones como las de Solis, Caboto y Mendoza, o la propia

hueste de Garay, tuvieron enfrentamientos violentos con los grupos indígenas que

encontraron al llegar. En el informe de Gregorio Caro a Sebastián Caboto de 1530, dice:

“…y después de haber estado allí algunos días (en la desembocadura del

Carcarañá) y haber tomado trato e conservación con indios de aquella tierra,

estando todos pacíficos e concordes, el dicho Sebastián Caboto, sin causa ni

razón alguna, afrentó e injurió los más principales de los dichos indios, que

eran amigos y mató algunos de ellos […] y así en el dicho río del Paraguay

como en otras partes donde se tormó puerto hizo muchos agravios y mal

tratamiento a los indios, matando e hiriendo muchos dellos…”15.

En las crónicas narradas por Antonio Pigafetta durante su paso por el Río de la Plata, este

menciona el violento encuentro entre la hueste de Solís y los pobladores originarios: “Aquí

fue donde Juan de Solís, que andaba como nosotros descubriendo tierras nuevas, fue

comido con sesenta hombres de su tripulación por los caníbales en quienes había confiado

14
La conquista de América quedó en manos privadas, es decir, fueron financiadas por agentes
privados a los que la corona española les concedía la posibilidad de explorar y conquistar las
tierras mediante capitulaciones que fijaban los respectivos compromisos. Tal situación entrañó la
obligación de compensar a los responsables de la avanzada. Pero en el Río de la Plata, ante la
ausencia de metales preciosos, se premió a los conquistadores con mercedes de tierra y reparto de
indios. Es por ello que la tierra y sus habitantes originarios se erigieron como los principales
intereses de los europeos en la región. En este sentido, el afán de la hueste conquistadora llegó a
tal extremo que se repartían, a través de referencias, indios que aún no habían sido dominados
(Assadourian, 1986).
15
Información hecha por la Contratación, luego de que llegó la armada de Sebastián Caboto,
acerca de todo lo ocurrido en el viaje (1530). Colección Gaspar García Viñas (en adelante CGGV),
Biblioteca Nacional, manuscrito N°679.

16
demasiado”.16 Pero la respuesta de los indígenas locales ante la presencia europea en el

Río de la Plata no siempre fue el enfrentamiento. En las crónicas de Ulrico Schmidl sobre

el arribo en 1535 de Pedro de Mendoza a la margen izquierda del Río de la Plata, hace

referencia un grupo de indígenas –a quienes denomina Charrúas-, que al divisar a los

europeos optan por huir:

“…hemos encontrado un lugar de indios que llaman Charrúas y eran

alrededor de dos mil hombres. Estos no tienen otra cosa que comer que

pescado y carne. Han abandonado el lugar y han huido con sus mujeres e

hijos de modo que no pudimos hallarlos…”17.

Hacia 1536 y luego de varias incursiones en tierra firme, los europeos se instalaron a orillas

de un río que bautizaron “de la Plata”. A ese primer asentamiento lo llamaron Buenos

Aires. Un lugar, habitado por pobladores que con mucha frecuencia debieron defender sus

vidas de los continuos ataques organizados por grupos indígenas locales. El relato de

Ulrico Schmidl sobre la primera fundación de la ciudad por Pedro de Mendoza dice:

“Hemos desembarcado el día de Todos los reyes en 1535 en el Río de la Plata […] Allí

hemos levantado un asiento, que llamamos Buenos Aires, esto es, dicho en alemán, buen

viento”18.

16
Viaje alrededor del mundo por el caballero Antonio Pigafetta, Libro I, Partida de Sevilla hasta la
salida del estrecho de Magallanes, Compilación del Centro Editor de América Latina, 1971, p.21.
17
Viaje al Río de la Plata de Ulrico Schmidl, Capítulo IX, Compilación de Bernardo Canal Feijó,
1967, p. 8.
18
Ibid. p.5.

17
Buenos Aires según Ulrico Shcmidl, 1536.

Pero Buenos Aires no se fundó sobre un territorio vacío. Allí habitaban estacionalmente

grupos originarios a quienes los europeos llamaron “Querandís”:“…ahí [en Buenos Aires]

hemos encontrado un lugar de indios los cuales se han llamado querandís, ellos han sido

alrededor de tres mil hombres formados con sus mujeres e hijos…”19.

La descripción más recurrente entre los cronistas europeos respecto las etnias locales se

vincula fundamentalmente con el modo de vida cazador-recolector (desarrollada en el

apartado anterior). En relación a ello Schmidl resalta la alta movilidad de estos grupos20,

así como sus instrumentos de caza y guerra:

“…los querandís no tienen paradero propio en el país, sino que vagan por la

comarca, al igual que hacen gitanos en nuestro país...tienen para arma unos

arcos de mano y dardos, estos son hechos como medias lanzas y en la punta
19
Schmidl. Ibid. p. 14.
20
Sin embargo, no debe exagerarse el nomadismo que caracterizaba a los grupos indígenas de la
zona. Algunas interpretaciones recientes indican que “La población india estaba asentada en
parajes bien determinados, donde la presencia de pastos, agua y leña hacían posible sus
supervivencia” (Mandrini, 1992:71).

18
tienen un filo hecho de pedernal y también tienen una bola de piedra y

colocada en ella un largo cordel. Ellos tiran la bola alrededor de las patas de

un caballo o de un venado que tiene que caer. Así han dado muerte a nuestro

capitán…”21

Esta particularidad etnográfica de la región hizo de los primeros contactos interétnicos,

momentos de gran conflictividad. Las etnias que habitaban el espacio pampeano,

organizadas bajo un modo de vida cazador-recolector, no producían excedentes

agrícolas22. Esto generó una situación de fricción entre la hueste conquistadora y los

indígenas locales, ya que los españoles pretendían ser abastecidos por éstos de forma

permanente. En 1536, y producto de dicha situación, los querandíes atacan a la

recientemente fundada ciudad de Buenos Aires mediante una coalición de tribus. En la

crónica de Ulrico Schmidl, queda documentado dicho enfrentamiento:

“Los susodichos Querandís nos trajeron alimentos diariamente a nuestro

campamento durante catorce días y compartieron con nosotros su escasez en

pescado y carne, y un día dejaron de venir […] dispuso nuestro capitán que su

hermano don Diego Mendoza, juntamente con nosotros, matara, destruyera y

cautivara a los Querandís, ocupando el lugar donde estaban. Cuando allí

llegamos, los indios eran unos cuatro mil, pues habían convocado a sus

amigos…”23.

Sabemos, también por el relato de Schmidl, que el ataque indígena desbastó a la

pequeña aldea, ya que se quemaron las casas de los pobladores –en su mayoría de paja- y

algunos barcos. Luego del enfrentamiento con los Querandíes, y ante la imposibilidad de

21
Schmidl. Ibid. p.16.
22
Las sociedades cazadoras-recolectoras “representan el menor grado de transformación social de
la naturaleza, es decir, no sobreexplotaron el ambiente, recibiendo a cambio, fuertes
condicionamientos que, de alguna manera, incidieron en su singularidad histórica” (Mazzanti,
1993:33):
23
Schmidl. Ibid. p 9.

19
autoabastecerse, Mendoza ordena dejar Buenos Aires y navegar aguas arriba por el

Paraná, en busca de indios que suministren comida y bastimentos a la hueste. Así, los

conquistadores inician trato con otros grupos de indios locales que denominaron “Timbús”

o “Timbúes”. Respecto las características de estos indígenas, y a diferencia de la

descripción de los querandíes, se menciona el uso de embarcaciones para la pesca junto al

consumo de pescado:

“…tienen canoas de las que allá afuera en Alemania llaman Barquillas como

usan los pescadores. Estas barquillas son hechas de un árbol y tienen un ancho

de tres pies. En todo tiempo viajan en ellas hasta diez y seis hombres y todos

deben remar…”24

El vínculo entre la hueste de Mendoza y estas etnias parece haber resultado amistoso.

Según el relato de Schmidl, los indígenas les suministraron alimentos sin inconveniente

alguno:

“…nos dispusimos a navegar aguas arriba por el río Paraná y buscar una

nación que se llama Timbúes para obtener bastimentos para mantener a la

gente […] entonces nos divisaron y vinieron a nuestro encuentro hasta

cuatrocientas canoas o barquillas y en cada barquilla estaban diez y seis

hombres y vinieron a nosotros de modo pacífico [… ] nos dieron de comer

pescado y carne en divina abundancia, pero si el viaje hubiera durado diez

días más, no se hubiese salvado ninguno de nosotros de hambre…han muerto

en este viaje cincuenta.”25

No obstante, a pesar del alimento suministrado por los Timbúes, el problema del

hambre entre la hueste conquistadora siguió persistiendo. La resistencia presentada por los

24
Ibidem.
25
Schmidl. Ibid. p. 9.

20
grupos indígenas locales a abastecerlos de forma continua es mencionada

permanentemente en las fuentes de la época:

“Allí [Buenos Aires] se levantó un asiento y una casa fuerte para nuestro

Capitán Don Pedro de Mendoza y un muro de tierra enderredor de la ciudad

[…] a más la gente no tenía para comer y se moría de hambre y padecía

gran escasez, al extremo que los cavallos no podían utilizarse. Fue tal la

pena y el desastre del hambre que no bastaron ni ratas ni ratones, víboras ni

otras sabandijas, hasta los zapatos y cueros, todo tuvo que ser comido…” 26.

La iconografía y los cantos de la época también ilustraron la hambruna sufrida por los

primeros fundadores de Buenos Aires.

Comienzan a morir todos rabiando,


los rostros y ojos consumidos,
a los niños que mueren sollozando
las madres les responden con gemidos.
El pueblo sin ventura lamentando,
A Dios envía suspiros dolidos,
gritan viejos y mozos, damas bellas
perturban con clamores las estrellas.
El hambre es la enfermedad más rabiosa
Que puede imaginar ningún cristiano,
La mano está temblando temerosa,
No quisiera de tal ser escribano..
Mi Dios, por vuestra sangre tan preciosa,
libradme de este azote, que el tirano
que llega a tentaros, bien sabía
que es grave mal el hambre en demasía.

(La Argentina de Barco de Centenera,


Canto IV) El hambre en Buenos Aires,
Ulrico Schmidl, 1599.

26
Ibid. p. 8.

21
Crónicas de la época mencionan un hecho que podría ser el retratado en la pictografía:

“Sucedió que tres españoles habían hurtado un caballo y se lo comieron a

escondidas […] entonces fue pronunciada la sentencia para que a los tres

susodichos españoles se los condenara y ajusticiara y se los colgara en

una horca […] aconteció en la misma noche por parte de otros españoles

que ellos han cortado los muslos y los pedazos de carne del cuerpo y los

han llevado a su alojamiento y comido”27.

Fray Reginaldo de Lizarriaga en su descripción de las Indias a mediados del siglo XVI,

menciona la falta del servicio de indios como una característica propia de la región del Río

de la Plata:

“No tiene servicio de indios, que si lo tuviera hubiera crecido mucho y, por

esta razón se despobló este pueblo de Buenos Aires lo mesmo que la

fortaleza llamada Caboto”28.

Unos años después de la primera fundación, los sucesivos ataques indígenas a Buenos

Aires, sumado a la imposibilidad de los conquistadores por sujetar a los grupos locales

para que los abastezcan de alimentos, provocarán el despoblamiento de la ciudad hasta

1580, cuando Garay refunde dicha localidad. A partir de allí, con el establecimiento de un

núcleo poblacional permanente en la región, nos encontramos ante lo que Pinto Rodríguez

(1996) define para las regiones de araucanía y pampa como proceso de constitución de un

espacio fronterizo y de coexistencia entre sociedades.

27
Ibidem.
28
Descripción de las Indias de Fray Reginaldo de Lizarriaga, Capítulo LXIX, Sobre el puerto y
pueblo de Buenos Aires, Compilación de Bernardo Canal Feijó, 1967, p.37.

22
CAPÍTULO II:
La constitución de un sistema social interétnico
La segunda fundación de Buenos Aires y la consolidación de los
vínculos entre nativos y europeos en la región

La segunda fundación de Buenos Aires es producto de la efectivización del proyecto

que proviene del Licenciado Matienzo -oidor de la Audiencia de Charcas-, quien propone

unir el Alto Perú con Buenos Aires vía Tucumán y Chile, logrando así un puerto de salida

al mar. En su carta al rey hace mención a tal objetivo cuando señala indispensable:

“…poblar desde España el puerto de Buenos Aires, adonde ha habido otra

vez población y hay artos indios y buen temple y buena tierra y los que allí

poblaren serán ricos por la gran contratación que ha de haber allí de España

y Chile y del Río de la Plata…”29

En este sentido se firma la capitulación de Juan Ortiz de Zárate, un acaudalado minero

potosino que se constituirá en adelantado fundar pueblos entre Charcas, Asunción y la

entrada del Río de la Plata30. La capitulación de 1569 establecía:

“Que poblareis tres pueblos de españoles allende de los que están ahora

poblados los cuales haréis entre el distrito de la ciudad de La Plata

(Charcas) y de la ciudad de Asunción donde más convenga […] para la

necesidad de su comercio y contratación de una tierra y otra, y para su

defensa y otro pueblo en la entrada del Río que llaman San Gabriel o Buenos

Aires”31.

29
Carta del Licenciado Matienzo, oidor de la audiencia de Charcas, al Rey. La Plata, 1565. AGI
74-4-1. Copia en ME, carpeta A.
30
Los asentamientos en el Litoral con las sucesivas fundaciones de Santa Fe (1573), Buenos Aires
(1580), Bermejo (1585) y Corrientes (1588) son resultado de dicha capitulación.
31
Capitulación con el Capitán Juan Ortiz de Zárate, sobre la conquista del Río de la Plata, 10 de
julio de 1669 (Ruiz Guiñazú, 1915).

23
La presencia de Garay en el Río de la Plata es la consecuencia de dicha Capitulación. A

él se le encomendó la tarea de crear pueblos en las márgenes del Paraná y Plata. En junio

de 1580 funda la ciudad de la Trinidad y puerto de Buenos Aires y conjuntamente dota a

la localidad de sus primeras autoridades (alcaldes, regidores, procurador), dejando

constituido para el pleno ejercicio de sus actividades al Cabildo, Justicia y Regimiento

(Torre Revello, 2004).

De esta manera, con la segunda y definitiva fundación de Buenos Aires y una vez

superado el proceso de exploración y conquista inicial del espacio, los vínculos

interétnicos hispano-indígenas se irán consolidando. En un primer momento, la relación

del asentamiento colonial porteño con los grupos indígenas locales transcurrirá entre

guerras y negociaciones. Expresión de ello, en el año 1583 el mismo Garay es muerto en

combate con los querandíes por no haber respetado acuerdos preestablecidos. No obstante,

las relaciones interétnicas no se constituirán azarosamente. La sociedad colonial

desplegará una política de sujeción indígena que irá variando a lo largo del período y de

acuerdo a coyunturas concretas. Como así también, las sociedades originarias locales

desarrollarán diversas estrategias de resistencia que modificarán permanentemente el

vínculo entre sociedades. En los apartados siguientes analizaremos estos dos ejes de la

relación: dispositivos de dominación colonial y formas de resistencia indígena.

La política colonial respecto el “indígena”: dispositivos de dominación

Para analizar la política colonial respecto el “indio” en la región pampeana, tomamos el

marco conceptual desarrollado por Guilleume Boccara (1996) para el estudio de las

relaciones interétnicas en la frontera sur del actual territorio chileno32. Para Boccara, a lo

largo de los siglos XVI, XVII y XVIII, la sociedad colonial se valió de una serie de

32
El río Bío Bío, en el actual territorio de Chile, se erigió durante varios siglos como el espacio de
demarcación de dos territorialidades. Al norte la sociedad colonial, al sur, los reche-mapuche.

24
“dispositivos de poder y dominación”33, tendientes a disciplinar a las sociedades

indígenas. Entre estos dispositivos -que no son fijos, sino que irán variando según su

eficacia-, menciona la maloca, la encomienda, la misión, los parlamentos y el comercio

interétnico, entre otros.

Nuestro interés se centrará, entonces, en conocer los “dispositivos” o “mecanismos” de

dominación que la sociedad colonial rioplatense -como una sociedad de frontera-,

desplegó en el área pampeana para disciplinar a las sociedades indígenas locales. No

obstante, nos adelantamos a proponer que la presencia de algunos de estos mecanismos en

la región, no necesariamente se asocian al éxito de dicha dominación. Las particularidades

históricas y etnográficas pampeanas, hicieron de ella una meta más que una realidad, por

lo menos durante el período que nos interesa. De esta manera, identificamos el despliegue

de dispositivos tales como: a) la “maloca” -expediciones realizadas por los europeos con

el fin de capturar de indios de servicio-, b) la creación de “reducciones” indígenas –

espacios de disciplinamiento sociocultural- y c) la relocalización geográfica de grupos

étnicos -o parte de ellos-, ante situaciones de mayor conflictividad. Malocas, reducciones

y relocalizaciones serán analizadas, entonces, a lo largo de este capítulo.

a) Malocas:

En un primer momento, y ante la resistencia ofrecida por las etnias locales, las recientes

autoridades de Buenos Aires iniciaron expediciones de captura de indios, que se conocen

33
Boccara elabora su conceptualización acerca de los dispositivos de poder y dominación en base
a las proposiciones teóricas de Michel Foucault. Es por ello que el poder no es concebido de forma
tradicional “como una sustancia o materia que poseerán algunos individuos para usarlo por medio
de la violencia” (Deleuze, 1986), sino como “la multiplicidad de relaciones de fuerza inmanentes
al espacio en el cual se ejercitan y son constitutivas de su organización, el juego que, por vía de
luchas y enfrentamientos incesantes las transforme, las refuerce, las invierta (…) las estrategias en
las que cobran efecto o cuya cristalización institucional toma cuerpo en los aparatos estatales, en la
formulación de la ley, en las hegemonías sociales (Foucault, 1992).

25
con el nombre de malocas34. Éstas fueron implementadas desde los inicios de la

colonización europea en la región, con el objeto de incorporar indios a la sociedad blanca

y cristiana y hacerse con un suministro estable de mano de obra para las actividades

productivas locales. El gobernador Valdéz y de la Banda informa sobre una expedición de

este tipo en una carta que le escribe al rey hacia 1599:

“…desde que llegué aquí demás de haber entendido en la residencia y

enviado a dos malocas, la una vez mitad de los vecinos y la otra la otra

mitad y entre ambas veces se toparon indios de guerra y se les trajo la

chusma y han venido a servir…”35.

En 1602, otra maloca es realizada por el capitán Diego Núñez del Prado, capturando al

cacique guaraní “Caguas” junto a gran cantidad de indios jóvenes y niños que fueron

incorporados como criados a la sociedad blanca. En un principio, el objetivo de la maloca

fue la captura de “caciques” o jefes étnicos para desarticular posibles alianzas inter-

tribales y ataques indígenas. No obstante, en la práctica se capturaron poblaciones enteras

–quizás ante la demanda de mano de obra que ejercía la ciudad-. Uno de los vecinos de

Buenos Aires informa que, a pesar del compromiso para que en las malocas no se

capturasen hijos, hermanos y parientes de los caciques:“…el dicho capitán salió a una

maloca que hizo a la sierra y dio en unos indios del dicho cacique y se apropió y repartió,

entre otros, a la hermana del cacique Caguás…”36.

Los raptos de mujeres indias constituyeron otra forma de forzar a los grupos étnicos

locales a negociar e incorporarse a la sociedad colonial. Hacia 1610, y luego de un ataque

querandí a la ciudad de Buenos Aires, el gobernador Marín Negrón organiza una

34
La palabra maloca hace referencia al guaraní “salir a maloquear”, lo que implicaba salir a atacar
poblados. El uso del vocablo se generalizó para aplicarlo a cualquier expedición europea de caza
de indios (González Lebrero, 2002).
35
Carta del gobernador del Río de la Plata, Diego Rodríguez Valdez y de la Banda al rey. 1599.
AGI. 74-6-21. Copia en ME, carpeta B, N°5.
36
AGN, sala IX, 19-1- 4, f.9.

26
expedición punitiva, capturando“…a un cacique que llaman Bagual con setenta

vasallos…”37. Estos fueron puestos en reducción a cargo de franciscanos.

CUADRO N°1:

MALOCAS REGISTRADAS ENTRE 1580 Y 1610

Año Autoridad a Etnia Cacique Cantidad de Destino


cargo de la reducida indios
expedición capturados

1599 Gobernador - - - indios de


Diego servicio
Rodríguez
Valdez y de la
Banda

-
1602 Capitán Diego Guaraníes Caguas indios de
Núñez del servicio
Prado

1610 Gobernador Querandíes Bagual 70 reducción


Marín Negrón

Fuente: elaboración propia en base datos del AGI, Museo Etnográfico, Carpetas N°B y C.

b) Reducciones:

El objetivo central que guió la política colonial hacia los grupos indígenas locales fue su

incorporación a las actividades productivas como mano de obra, tanto en actividades

urbanas como rurales. Con el fin de facilitar la utilización del indígena como fuerza de

trabajo se desarrolló la práctica de asentarlos en reducciones cercanas a las ciudades,

evitando su dispersión geográfica, para lo cual implementaron en ellas el trabajo agrícola

(González Lebrero, 2002). Pero las reducciones también tuvieron como finalidad, instruir

y disciplinar a los grupos indígenas de acuerdo a los valores y creencias cristianas (Nofri,

2001). La política de concentrar indios está presente desde el siglo XVI y las reducciones

37
Carta del gobernador Marín Negrón, de 1610.AGI, copia en ME, carpeta B.

27
proliferan, desde entonces, por toda América Colonial. Hacia 1538 una Real Cédula

afirmaba:“...si no se juntan los dichos indios, no pueden ser adoctrinados y para el

remedio dello convenía que se llamasen todos los principales indios y se les diese a

entender cuán conveniente cosa era juntarse...y hacer sus casas y sementeras…” (Citado

en Solano, 1976:91).

Este fue uno de los objetivos centrales de la política reduccional y Buenos Aires no fue

una excepción. A principios del siglo XVII, se crean en los alrededores de la ciudad varias

reducciones de indios. Éstas adoptaron los nombres de los caciques del grupo étnico al que

contenían o bien de las autoridades que las fundaron. Las más importantes o quienes

aparecen mencionadas con mayor frecuencia en las fuentes son: la reducción “San José del

Bagual”, quien toma el nombre del cacique Juan Bagual; la reducción de “Tubicaminí”

(nombre del cacique reducido que significa pequeño jefe en guaraní) y la reducción

“Santiago del Baradero”, la cual toma el nombre del lugar en donde quedó emplazada. En

las fuentes son mencionadas otras reducciones de las cuales sólo se conservan las fechas

de creación y ubicación. Sin embargo, no contamos con información suficiente como para

realizar un análisis de su funcionamiento. Estas fueron: “San Miguel”, fundada en 1616;

“Limpia Concepción”, con mención a su creación en 1627 y “Los Caguanes”, fundada en

1628. Respecto las reducciones creadas en la margen opuesta del río de La Plata, sólo

tenemos datos precisos de “Santo Domingo Soriano”, fundada en 1624, y asentada en la

margen del río Paraná, a 30 leguas de Buenos Aires. Otras dos reducciones fueron creadas

en 1628 por el gobernador Céspedes. Estas son: “San Juan de Céspedes” y “San Francisco

de Olivares”. Las observaciones que efectuaremos se basarán, sobre todo en los datos

extraídos del análisis de cuatro de ellas (San José del Bagual, Tubichaminí, Santiago del

Baradero y Santo Domingo Soriano), dada la mayor disponibilidad de fuentes que nos

permite realizar una indagación más pormenorizada de los sistemas reduccionales. En los

28
primeros tres casos, utilizamos información proveniente de los informes de visitadores de

la Real Audiencia de Charcas a la región, la correspondencia que emiten los gobernadores

del Río de la Plata al rey, relatando el trato que se les da a los “naturales”, así como las

actas de los acuerdos del Cabildo de la ciudad, de Buenos Aires, donde se plasman las

decisiones de los vecinos respecto los indios reducidos. En el caso de la reducción de

Santo Domingo Soriano, la información utilizada, aunque de tipo indirecta, nos permitió

reconstruir una parte importante de la historia reduccional.

MAPA N°2:

REDUCCIONES INDÍGENAS EN EL RIO DE LA PLATA (Siglo XVII)

Fuente: elaboración propia en base a Mateo (1988).

Hacia 1605, por una Real Cédula, el rey ordena a la audiencia de Charcas realizar una

visita a las gobernaciones de su jurisdicción y en 1610, le es encomendada la tarea de

informar sobre la situación de los indios reducidos en la región al oidor de la audiencia -

Francisco de Alfaro-. Según Seoane (1992), la reducción del Bagual, a orillas del río

29
Areco, fue uno de los primeros asientos de indios agrupados en pampa con fines de

cristianización y trabajo. A ella le siguieron otras tales como la de Tubichaminí, creada en

el pago de Magdalena en 1615 bajo la dirección de los padres franciscanos. Estas y otras

reducciones son detalladas por el gobernador Góngora en un informe de 1620:

“...una nombrada San José del cacique Don Bagual sobre el río de Areco,

dieciocho leguas, poco más o menos, del dicho puerto. Y otra dieciséis leguas

del, tierra adentro, cerca del río grande de la Plata (...) nombrada del cacique

Tubichaminí. Y otra nombrada Santiago del Baradero que está sobre un brazo

del río grande del Paraná…”38.

CUADRO N°2:

REDUCCIONES INDÍGENAS EN EL RÍO DE LA PLATA (SIGLO XVII)

Reducción Cacique Fecha de Ubicación Cantidad y Administración


aparición geográfica tipo de
en las población
fuentes indígena
San José del Juan Sobre el río 228 indios 1 religioso
Bagual Bagual 1610 Areco. (franciscano)
Fundación 15 leguas al mbeguás
norte de la querandíes 1 adm. civil.
ciudad de (Domingo
Bs. As. Griveo)

Tubí- 615 30 leguas al 253 indios


chaminí Fundación norte de la 1 religiosos
Tubichaminí (pequeño ciudad. En la Mbeguás (Franciscano)
jefe en costa del río
guaraní) Santiago. Querandíes 1 adm. Civil.
(Alonso Muñoz)
Al sur de la
ciudad, en el
pago de
1619 Magdalena, Sólo
Traslado sobre el río Querandíes
Geográfico Todos los
Santos.

38
Carta del Gobernador Diego de Góngora al rey, de 1620, sobre la visita que hizo a las
reducciones de su jurisdicción. AGI, copia en ME, Carpeta C, Nº 11.

30
Santiago Noreste de 197 indios 1religioso
del Bartolomé 1616 Buenos Aires. (Franciscano)
Baradero Fundación En la
desemboca- Chanás,
dura del río Mbeguás y 1 adm. civil.
Arrecifes. Sobre Guaraníes (Bartolomé
un brazo del Pintos)
Paraná.
Desemboca (s/n)
Santo 1624 dura del Río Charrúas e Franciscanos
Domingo Fundación Negro. En la indios
Soriano Banda Oriental trasladados
del Río de la desde la
Plata. reducción de
Baradero.

Fuente: elaboración propia en base a datos del AGI, Museo Etnográfico. Carpetas B y C.

Concentraciones como éstas facilitaban el control sobre las tribus, además de la

administración civil y religiosa. Cada reducción estaba a cargo de un administrador

español y varios padres franciscanos (CUADRO N°2):“Estos administradores nombrados

Domingo Griveo y Bartolomé Pintos son naturales de esta tierra puestos y nombrados en

las dichas reducciones por el dicho Hernandarias de Saavedra”39.

El clima de inseguridad en el que vivían los pobladores de la región -fruto de los

continuos ataques indígenas- es observado en las resoluciones tomadas, hacia 1617, por

los vecinos de la ciudad de Buenos Aires:

“En este Cabildo propuso dicho alcalde, Capitán Gonzalo Caravaxal, que se

de quenta al señor Presidente de la ocación forzosa que obligó al Señor

Hernando Arias de Saavedra partirse estos días atrás a las ciudades de arriba

desta ciudad aquietar indios que andan levantados y an cautivado

españoles”40.

39
Carta del Gobernador Diego de Góngora al rey, de 1620 Ibid. p. 10.
40
AGN, Acuerdos, t. III, pag. 166-168.

31
Asegurar la circulación entre Buenos Aires y las demás zonas del Río de la Plata

formaba parte del movimiento expansivo que buscaba trabajosamente culminar la

colonización. De esta manera, se irían consolidando, por un lado, los titilantes

establecimientos de Tucumán y Asunción, y, por otro, se poblaría una salida al mar

(Moutoukias, 1988). Hacia 1615, un padre franciscano esbozaba:

“...el comercio, trato y comunicación que ha visto tener y tiene al presente este

puerto con el reino del Perú, Chile y con la provincia del Tucumán, se ha ido

engrosando y aumentando la población (...) y el día de hoy está una de las

buenas ciudades y la mejor de estas provincias y del Tucumán...”(Citado en

Leviller, 1915).

Este proceso, en relación al surgimiento de corrientes comerciales interregionales,

vertebradas como economías satélites en torno al polo minero potosino, conjunto regional

al que Assadourian (1983) denominó como espacio económico peruano. Un doble papel

era asignado, entonces, a las reducciones: asegurar la obtención de mano de obra indígena

para la ciudad y las estancias del pago, y “evangelizar” al indio para poder ser incorporado

al mundo de la cristiandad.

Diversas prácticas fueron implementadas, entonces, con el objeto de “instruir” al

indígena en las formas sociales y productivas coloniales. La política reduccional

desarrollada a principios del XVII, buscó reemplazar prácticas tales como la poligamia, el

nomadismo y, sobre todo, la religión de los grupos originarios, por hábitos de trabajo y

patrones culturales propios del colonizador. En la región pampeana, administradores

civiles y religiosos de las reducciones se dispusieron a encaminar a los grupos reducidos

hacia labores que consideraban útiles. La actividad agrícola como camino para

sedentarizar al indígena es observada en las reducciones que, en todos los casos,

recibieron herramientas para la siembra y animales: “…susténtanse de algún pescado y

32
del maíz que siembran. Tenían dieciséis yuntas de bueyes con sus yugos y arados y veinte

novillos cerreros y ocho azadas y ocho anegas de maíz de la comunidad…”41. Esta

actividad se ve favorecida por la ubicación estratégica de las reducciones en zonas fértiles

y cercanas a los ríos. En una carta de Hernandarias al rey de 1616, se evidencia este

objetivo:“…con la reducción que he referido queda navegable este río por estar fundadas

en la ribera de él en puestos fertilísimos y abundozos para crianzas y labranzas y (…) de

muchas comodidades para los naturales...”42.

En cuanto a las formas de asentamiento indígena, también se observan modificaciones

en las reducciones. Así, buscan organizarlos de acuerdo a referencias espaciales que

señalan una ruptura respecto a las formas precedentes. Muchos de los grupos reducidos

pasan de los móviles toldos de cuero a: “...casas cubiertas con paja y palos (...) no tienen

camas sino los dichos cueros de caballos sobre los que duermen…” 43.

Si los patrones de asentamiento indígena son modificados, éstos están directamente

vinculados a otro tipo de modificación: las pautas matrimoniales. Las reducciones o

pueblos de indios recrearon las formas de vida de la sociedad colonial: el trazado urbano,

las instituciones, las formas productivas y los patrones sociales. La estructura familiar no

fue una excepción. Así, la imposición de la monogamia entre la población indígena fue

una de las tareas más promovidas dentro del sistema reduccional. La poligamia será

sancionada moral y físicamente aplicando castigos a los indígenas que persistan en la

misma. Desde fines del siglo XVI, luego de la realización del Sínodo de Santiago del

Estero, se ordena legalmente el matrimonio católico entre indios. Entre las disposiciones

emergentes del Sínodo se enunciaba: “...que duerman los indios casados con sus mugeres

41
CGGV, Biblioteca Nacional, manuscrito Nº 4683.
42
Carta del Gobernador Hernandarias de Saavedra al rey, 1616. AGI, Copia en ME, carpeta B.
43
Carta del Gobernador Diego de Góngora al rey, de 1620 Ibid. p.2.

33
(...) no los aparten por cualquier menudencia al uno del otro porque con esto se

amanceban con otro y pierden el amor conyugal...”44.

Además de la monogamia, se observa una gran preocupación por mantener la

diferenciación étnica entre el indio y el europeo, esto se traduce en el arduo trabajo para

evitar el amancebamiento. En 1603, el gobernador Hernandarias dicta una serie de

ordenanzas relativas a los indios donde dice: “...que el tal vecino, encomendero o soldado

que así estuviere amancebado con india de su servicio, habiendo sido amonestado por

cualquiera justicia que sea y volviendo a reincidir en el dicho delito...tenga por perdida la

tal india”45. La conversión de los indígenas al cristianismo fue quizá la labor más

enfatizada en las reducciones -aunque no necesariamente la de mayor éxito-. El Sínodo de

1597 recomendaba la política reduccional destinada a favorecer la labor evangelizadora.

En varios informes de visitadores a las reducciones analizadas se observa una gran

preocupación por la conversión que es expresada en la clasificación que llevan a cabo de

los indios reducidos:

“En la reducción de San José del cacique Bagual se empadronaron treinta y un indios

cristianos, los cuatro de ellos caciques en que entra el dicho Don Bagual; y cincuenta y

dos indios infieles en que entran cinco caciques y veintiocho indias cristianas y cuarenta y

siete infieles, setenta muchachos y muchachas de edad de menos de un año hasta edad de

doce años, bautizados o por bautizar, que todos son hombres y mujeres y niños,

doscientos veintiocho”46.

44
Ibid. p.11
45
Disposiciones hechas por el gobernador Hernandarias de Saavedra en 1603, respecto los indios.
AGI, copia en ME, carpeta B.
46
Carta del Gobernador Diego de Góngora al rey, de 1620. Ibid. p.6.

34
CUADRO N°3:

POBLACIÓN INDÍGENA EN LAS REDUCCIONES (Siglo XVII)

Población Indios Indios Indios Población


cristianos infieles bautizados total
Reducción o por bautizar

Del Bagual 59 99 70 228

Tubichaminí 33 113 89 235

Santiago de 121 18 58 197


Baradero
Fuente: elaboración propia en base al informe del Gobernador Góngora al rey, sobre las
reducciones del Río de la Plata, 1620 (ME, Carpeta C, Nº 10).

Los datos obtenidos del informe del visitador Góngora (CUADRO N°3), muestran una

importante proporción de indios “cristianizados”. No obstante, caeríamos en una

generalización riesgosa al decir que los indios reducidos fueron “convertidos”, ya que no

se puede afirmar que haya existido tal conversión al cristianismo. Los datos arrojados por

los visitadores son subjetivos, ya que se basan en la cantidad de bautismos indígenas

realizados y la concurrencia a misa por parte de los reducidos.

Información proveniente de registros materiales permite una mayor aproximación a la

problemática en cuestión. El trabajo arqueológico realizado por Alicia Tapia (2000) en los

cementerios indígenas47 ubicados en las afueras de las reducciones del Bagual y Baradero,

47
Se trata de dos sitios que pueden definirse como cementerios por las inhumaciones y por la
ausencia de material vinculado a otras actividades (salvo algunos tiestos de cerámica en Baradero
depositados a 30 cm por debajo de un entierro). Los objetos que acompañan las inhumaciones
permiten observar la utilización de elementos europeos según el patrón indígena de vestimenta y
adorno. Por ejemplo: a) sobre la pelvis y en la cabeza de cuatro individuos de Baradero se
encontraron cuentas venecianas y cuentas indígenas de valva recortada que probablemente
formaron parte de collares y que además fueron adosadas a las vestimentas; b) en tres individuos
aparecieron dos discos de latón recortado colocados a la altura de los dos mastoideos que podrían
ser el relicto de aretes; y c) se encontraron dos discos de latón recortado que tal vez formaron parte

35
respectivamente, advierte sobre la inexistencia de los entierros secundarios y ajuar

fúnebre, característicos en los grupos étnicos locales durante el período preconquista. El

registro arqueológico, junto a los datos arrojados por los informes de visitadores a las

reducciones, podrían indicar una modificación en el sistema de creencias y prácticas

indígenas.

CUADRO N°4:

ENTIERROS INDÍGENAS HALLADOS EN LOS CEMENTERIOS DE


LAS REDUCCIONES DEL BAGUAL Y BARADERO
Sitio Total Indiv Colec Posición Objetos asociados
entierros .
Extendidos boca Ind. Indíge hispánic sin
arriba. na o
Baradero 14 11 3 14 (2 con las - 1 8 5
manos
debajo de la
espalda)

El 9 8 1 3 6 - 4 -
Bagual
Subtotal 23 19 4 17 6 1 12 5

Fuente: Alicia Tapia (2000).

Por último, si nos guiamos por las denominaciones étnicas que aparecen el las fuentes,

las reducciones se debieron conformar con indígenas de diversos grupos o parcialidades.

Esto pudo haber respondido a la necesidad de facilitar el mestizaje, evitando la cohesión

del grupo y posibles rebeliones. En una carta del gobernador Góngora al rey de 1619 se

informa que los indios de la reducción del Baradero “…provenían de islas del río grande

de la Plata...lo cual indica...eran de nación guaraní”48. La información arrojada por las

fuentes (cuadro N°5), permite observar la variada composición étnica en las reducciones

del Río de la Plata.

de una diadema o vincha porque aparecieron colocados cada uno sobre el frontal de dos
individuos. Los indicadores hispánicos son muy semejantes en los dos lugares (Tapia, 2000:6).
48
Carta del gobernador Góngora al rey de 1619. AGI, copia en ME, Carpeta C, Nº 7.

36
CUADRO N° 5:

DENOMINACIONES ÉTNICAS ENCONTRADAS ENTRE LOS GRUPOS


REDUCIDOS (PRINCIPIOS DEL S. XVII)

Reducción Denominación étnica que se encuentra en las


fuentes

San José del Bagual Mbeguás Querandíes

Tubichaminí * Mbeguás Querandíes

Santiago del Baradero Mbeguás Chanás Guaraníes

Santo Domingo Soriano Mbeguás Chanás Guaraníes Charrúa


s
Fuentes: AGI, ME, Carpetas: B y C. González Lebrero (2002).
*A partir de 1619 la reducción será trasladada al pago de Magdalena conteniendo sólo
querandíes.

Los procesos de mestizaje y relocalización de grupos étnicos en los sistemas

reduccionales, pueden asociarse con otras posibles formas de disciplinamiento indígena

desplegados desde la sociedad colonial que analizaremos a continuación.

c) Relocalizaciones:

La relocalización de parcialidades indígenas, entendida como “deportación o traslado

geográfico masivo y compulsivo de una comunidad”49 fue otro de los mecanismos

implementados para lograr un mayor control territorial y poblacional indígena.

Relocalización de grupos indígenas regionales:

49
Entendemos a la relocalización de parcialidades indígenas, según la definición que Radovich
(2000) elabora para explicar este proceso en la actualidad, es decir, como “deportación o traslado
geográfico masivo y compulsivo de una comunidad”. Usamos este concepto en lugar del término
“desnaturalizar” encontrado en las fuentes, ya que consideramos que este último está cargado de
connotaciones negativas y prejuicios del colonizador. Si los grupos étnicos se desnaturalizan
¿antes estaban en estado natural?, ¿Qué implicaría este estado?. Optamos, entonces, a pesar de
tratarse de diferentes procesos históricos, por utilizar el concepto “relocalización”, ya que estamos
ante situaciones que son producto de decisiones las de autoridades estatales para poder reutilizar
espacios y/o recursos, una vez trasladada dichas poblaciones.

37
En el caso de las parcialidades indígenas pampeanas, reducidas a principios del siglo

XVII, observamos que quienes presentaron mayor resistencia a las nuevas formas de

organización económico-social fueron marginados para evitar conflictos y sublevaciones.

Las fuentes indican que parcialidades charrúas serán reubicadas en “la otra margen del río

de la Plata en la reducción Santo Domingo Soriano”. Por su parte, los querandíes serán

apartados del resto de los grupos étnicos reducidos, reubicando geográficamente la

reducción de Tubichaminí en el pago de Magdalena y conteniendo únicamente a esta

parcialidad. La relocalización –estrategia utilizada antes de la conquista por las sociedades

andinas-, se presenta aquí como una forma de disciplinamiento indígena alternativa,

desarrollada por la sociedad colonial. Una resolución del gobernador Robles manifiesta

esto diciendo respecto un grupo de indios:

“… poniendolos en la otra banda del río Paraná, cercanos a la reducción de

Santo Domingo Soriano, donde, al estar el anchor del Paraná por un lado y

tierras extrañas y gentío desconocido y diferente, les podrá ambas cosas

obligar a sujeción y permanencia en pueblo y reducción…”50.

No obstante, consideramos que la relocalización de parcialidades indígenas, no sólo

buscó desarticular posibles sublevaciones, sino suministrar mano de obra para realizar

trabajos temporales en la ciudad de Buenos Aires:

“…en las chacras y estancias del distrito estan algunos indios e indias en

servicio de los vecinos desta ciudad, que hay mucho tiempo que se sirven de

ellos en sus haciendas y granjerías…y hay en esta ciudad algunos indios sin

orden ni concierto y se ocupan y trabajan…conviene que los dichos indios

hagan concierto del salario que han de ganar cada mes y cada año…”51.

50
Carta del Gobernador Robles al rey, de 1678. AGI, ME, Carpeta C.
51
Petición hecha por el protector de los naturales Pedro López Maldonado en 1605. AGN, sala IX,
19-1-5. f.11.

38
Relocalización de grupos indígenas extra-regionales:

El interés que la gobernación del Río de la Plata presentaba por obtener mano de obra

puede asociarse a la continua resistencia ofrecida por los indígenas de la región a aceptar

las nuevas formas de trabajo y producción colonial. Las dificultades para dominar las

diversas etnias locales empujaron a los porteños a traer indígenas de otras regiones, más

proclives a aceptar las nuevas relaciones socio-económicas de tipo mercantiles. Según

González Lebrero (2001), en un número imposible de determinar, llegan a Buenos Aires

lules, juríes, diaguitas, comechingones, sanavirones, huarpes, calchaquíes, además de los

cercanos guaraníes, quienes son incorporados como mano de obra -forzada o más o menos

libre-, a la economía porteña.

Pasaremos a analizar ahora, el caso de los quilmes y acalianes, quienes fueron

relocalizados en el área pampeana luego de ser sofocadas las rebeliones Calchaquíes en el

año 1666. Una vez sometidos, los indios del valle Calchaquí fueron distribuidos entre los

diferentes sectores de la sociedad colonial y en distintas zonas geográficas, según hubieran

presentado mayor o menor resistencia. Fernandez y Schorr (1968) mencionan que esta

diferenciación se tradujo en la conformación de dos grupos de indios: Domésticos y

Cautivos. Entre los primeros encontramos a aquellos indios que pactaron rápidamente con

los conquistadores del valle y aportaron información sobre el resto de las comunidades

levantadas. Así, quedaron en mejores condiciones, puesto que fueron adjudicados a

diversas órdenes religiosas. En cambio, a las comunidades que resistieron hasta último

momento se les aplicó el servicio personal52. En esta categoría quedaron encuadrados los

quilmes y acalianes, quienes fueron utilizados como mano de obra permanente para la
52
El servicio personal de indios había sido prohibido tras efectuarse serios abusos por parte de los
encomenderos en los andes y provincias como el Tucumán. No obstante, quienes realizaron la
campaña militar contra los calchaquíes se valieron de una Real Cédula de 1618 que permitía
aplicar el “servicio personal” como castigo a indios rebeldes. Así, Mercado y Villacorta consideró
que la rebelión indígena de los Valles Calchaquíes se ajustaba a esta situación, por la cual, una
cantidad considerable de indios fueron utilizados como mano de obra para las diferentes
gobernaciones que participaron en la guerra.

39
ciudad de Buenos Aires y alrededores. Las fuentes nos muestran la activa participación de

la gobernación del Río de la Plata en las diversas campañas militares contra los

Calchaquíes, además de haber sido financiadas -en su mayor parte- por el Cabildo de la

ciudad de Buenos Aires53. El propósito de trasladar indios desde el Tucumán al área

pampeana fue evocado anteriormente a ser efectuada la incursión militar, ya que en una

carta que envía el presidente de la Real Audiencia de Buenos Aires -Martínez de Salazar-

al gobernador del Tucumán acuerdan:“Repartir las familias desnaturalizadas entre

ciudades y particulares de las provincias que participaron en las campañas”.54.

En cuanto al objetivo de dispersar las comunidades geográficamente para evitar futuras

rebeliones, éste se hace visible en una carta del gobernador Alonso de Mercado y

Villacorta al rey, donde expresa esa intención diciendo:“Ejecuté las primeras conquistas

contra los indios y saqué muchas familias de ellos, desnaturalizándolos para que no se

pudieran volver a su valle”55. Otro dato importante a tener en cuenta, respecto la

utilización que se hará de estas comunidades, es la modificación en su condición jurídica.

El destino original de los quilmes y acalianes iba a ser el de conformar la encomienda

particular de Luís de Toledo y Velazco -quien se hizo cargo de los gastos del traslado de

los indios a Buenos Aires-. Sin embargo, una vez establecidos en el área pampeana, se

produjo un cambio en la condición jurídica del grupo y estos devienen en una encomienda

Real, es decir, al servicio del la corona. En una carta de de 1669, del gobernador Mercado

y Villacorta, éste informa al rey: “…los quilmes pasarán a ser encomienda de su

53
En 1659 se produce el primer ataque a la fortaleza de los quilmes por el gobernador de
Tucumán, Alonso de Mercado y Villacorta. Con esta incursión militar se obtuvo la rendición de la
mayor parte de los pueblos Calchaquíes. Sin embargo, en esa ocasión los españoles no lograron
someter a la totalidad de los grupos étnicos que allí habitaban. En 1664, se produce la segunda y
definitiva conquista de los valles. El sitio durante cuatro meses a la ciudad de los quilmes provocó
la rendición final de las comunidades rebeldes y su traslado a Buenos Aires en 1666 para ser
instalados en una reducción. Ver: Documentos relativos al levantamiento calchaquí (AGI, copia en
ME, carpeta D: Autos de Bohórquez N°1, Cartas del gobernador del Tucumán, Alonso de
Mercado y Villacorta al rey).
54
Carta de Alonso de Mercado y Villacorta al rey de 1669, AGI, copia en ME, carpeta D.
55
Carta de Alonso de Mercado al rey de 1670. AGI, copia en ME, carpeta E.

40
majestad…”56. Así, los indios reducidos terminaron siendo usufructuados, no ya por un

particular, sino por toda una comunidad, debiendo trabajar en la reducción y en

actividades propias de la ciudad a través de un servicio de mita obligatorio (Carlón, 2006).

“Al ser encomienda real y tributarios y no tener otros en toda esta zona,

mediante ellos se han hecho construcciones y templos como la catedral sin

haber para su obra más peones que los indios quilmes y acalianos”57.

Sin bien no sabemos exactamente cuantos indígenas eran en esa fecha, fuentes previas

al traslado geográfico nos permiten esbozar un número estimado de población en los

valles calchaquíes. Se tratarían de “400 hombres y 2000 almas de familias” para 165758.

Dos años más tarde, el gobernador Mercado y Villacorta realiza, tras una incursión militar

al valle, un reparto de mil indios entre reducciones y encomiendas particulares del

Tucumán59. Los datos arrojados por un reparto de indios hecho hacia 1665 en Córdoba nos

indican que, de los aproximadamente 1400 quilmes que salieron del Tucumán hacia la

ciudad de Buenos Aires inicialmente, fueron dejados casi un tercio en esa jurisdicción

(260 personas) con lo cual, el número se reduce a 1140 indios. Una vez en Buenos Aires,

las referencias demográficas son los datos sobre el tributo indígena60. Boixados y Palermo

(1991) establecen una relación entre indios tributarios y cantidad de indios por familia de

5 a 1 (5 miembros de familia por cada indio tributario). Si tenemos en cuenta este

promedio estaríamos hablando de un total de 750 indios relocalizados en 1667. Por su

parte, en 1678 el obispo de la ciudad considera a la reducción de Quilmes la más

56
Ibidem.
57
Informe del administrador de la reducción Exaltación de la Cruz de los indios Quilmes, Juan
Zevallos al rey de 1686. AGI, Copia en ME, Carpeta G.
58
Autos de Bohórquez N° 1. AGI, Copia en ME, Carpeta D.
59
Carta de Mercado y Villacorta al rey de 1666. AGI, copia en ME, carpeta E.
60
La condición de tributario incluía a todos los indios varones (excluyendo al cacique y los
integrantes del cabildo indígena) mayores de 18 años y hasta los 50 años de edad (Palermo y
Boixados, 1991: 39).

41
importante por “tener ciento catorce tributarios”61. Tomando la proyección ya

mencionada, se trataría de un total de 455 indios, dato que se mantiene registrado en el

padrón indígena de 1680.

Cuadro N°6:

POBLACIÓN INDÍGENA TRIBUTARIA EN BUENOS AIRES (1680)

Reducción Ubicación Población Población total


respecto Buenos tributaria aprox.
Aires
Santa Cruz de Quilmes 3 leguas al sur 114 455

Santiago de Baradero 30 leguas al norte 27 135

Santo Domingo Soriano 30 leguas al norte 30 150

Fuentes: elaboración propia en base a: Carta del obispo de Buenos Aires al rey sobre
reducciones de indios (1678). Padrón de indios de la jurisdicción del Río de la Plata
(1680). AGI, ME, carpetas F-G.

Las Actas del Cabildo de la ciudad de Buenos Aires nos muestran cuan necesarios

fueron las etnias relocalizadas, no sólo como tributarios reales, sino como mano de obra

para las actividades de la ciudad. Encontramos varios acuerdos donde los vecinos

establecen el pago a los indios por la prestación de trabajo: “que todos los indios que se

concertasen para servir ganen por mes cuatro pesos y medio”62.

Respecto a las actividades productivas en las que se usaron como mano de obra,

sabemos que para 1693, sobre una población adulta de 100 individuos, prestaban mita 60

indios en turnos de 25 individuos por mes (2/3 en obras públicas y conventos y el resto

con los vecinos)63. De esta manera, se hace evidente que la cuarta parte de los indios

varones –de entre 18 y 50 años- estaba constantemente ausente de la reducción, siendo

61
Carta del obispo de Buenos Aires, Antonio Azcona, al rey sobre reducciones de indios de 1678.
AGI, Copia en ME, Carpeta F.
62
Sobre el salario que se les debe pagar a los indios cuando se los emplea (1673). AGN. Acuerdos,
Tomo XIV, p. 62.
63
AGN. Acuerdos, Tomo XIV, p. 277.

42
empleados en actividades de la ciudad. Además de se utilizados para la construcción, las

fuentes los presentan haciendo arreos de ganado vacuno. En 1695 el gobernador de

Buenos Aires, Andrés Robles dice que con los quilmes “envié a recoger 30.000

cimarrones”64. También se los observa trabajando en carga y descarga de navíos en el

puerto de la ciudad.

En la reducción, los indios debían pagar tributo “real” anual de 5 pesos y 4 reales, y otro

tributo de “señoraje” al cacique de 1 real al año. Esta cifra se modificó a 2 reales por

pedido del obispo de la ciudad para ser repartido entre el cacique y la autoridad religiosa

que tuviera funciones en la reducción65. El informe de 1686 del administrador de la

reducción de los Quilmes -Juan Zevallos- nos ofrece un panorama de las actividades

propias de la reducción y algunos de los problemas de subsistencia que debieron afrontar.

En primer lugar se refiere a “la suma pobreza y miseria de la encomienda” en la que los

han ubicado. Con un terreno tan corto “que no hubieran podido abastecerse de no servirse

de las tierras circunvecinas que aunque tienen dueño están despobladas”66. En lo que

respecta a las actividades productivas en la reducción, Zevallos menciona a la agricultura

como la actividad principal “allí se cultivaba trigo en una sementera de la comunidad”.

La ganadería también está presente, ya que “se criaban vacas y se vaqueaban

cimarrones”. Las fuentes muestran una rápida incorporación de estos grupos a las

actividades socio-económicas locales: “Los pulares del valle calchaquí son los de mejor

calidad y se conservan en pueblos y reducciones en que los dejó Alonso de Mercado,

trabajan la tierra y parece han olvidado su antigua reducción”.67

Hemos visto las actividades en las que fueron empleados quilmes y acalianes, tanto en

la ciudad de Buenos Aires como en la reducción. Cabe señalar que la prestación del
64
Carta del gobernador Andrés de Robles de 1695. En AGI, Copia en ME, Carpeta H.
65
Carta del obispo de Buenos Aires, Antonio Azcona, al rey de 1678. Ibid. p. 2.
66
Informe Zevallos. Ibid. p. 2.
67
Informe de la Audiencia de Charcas sobre la situación de los indios reducidos por el gobernador
Mercado y Villacorta (1681). AGI. Copia en ME, Carpeta G.

43
servicio de mita por parte del grupo étnico relocalizado fue un tema de conflicto

permanente entre vecinos, autoridades coloniales y el administrador de la reducción. El

abuso que de ellos hicieron es denunciado por Zevallos en su informe:

“Aunque se han conservado con paz y quietud, de aquí en adelante no podrán

tener más trabajos fuera de la reducción… porque al ser tributarios y no tener

otros en toda la zona, mediante ellos han hecho construcciones y templos como la

catedral sin haber para su obra más peones que los indios quilmes y

acalianos…”68.

Los datos que hemos analizado se presentan como indicadores de la explotación a la

que estas parcialidades fueron sometidas en el ámbito pampeano. Dentro de las

actividades productivas en los que fueron utilizados los indios, ya hemos mencionado la

siega del trigo, construcción de obras públicas, carga y descarga de navíos en el puerto y

actividades de particulares (Seoane, 1992). El procurador Rubén de Zelis solicita un

número considerable de indios a la reducción para “que estos se repartan entre los

vecinos y labradores para recoger la cosecha”69. Por su parte, el administrador Zevallos

advierte a los vecinos de la ciudad que “de aquí en adelante no podrán tener muchos más

trabajos o de lo contrario perecerán”, ya que la utilización de los indios reducidos como

mano de obra ha causado que en la reducción “sólo se hallen 600 almas y podrán faltar

muchas más…por el gran daño que se le sigue haciendo a los indios por servir a Buenos

Aires”. También está presente la prestación ilegal de servicios cuando éste menciona que

los indios se pierden porque otros administradores “los han enviado a servir a personas y

parientes”70.

La nueva condición del grupo étnico relocalizado y su situación dentro del sistema

social y productivo pampeano, provocarán una abrupta caída demográfica (del 40% en los
68
Informe Zevallos. Ibid. p.6.
69
AGN, Acuerdos, t. XVIII, p.429-430.
70
Informe Zevallos. Ibid. p.7.

44
primeros diez años) que relacionamos con el cambio medioambiental, las epidemias y el

régimen más riguroso de trabajo, además de condiciones subjetivas que desconoceremos

pero son reflejadas en la baja natalidad y matrimonios indígenas del padrón de 168071. No

obstante, y teniendo presente que los indígenas no fueron receptores pasivos de las

políticas que emanaban desde la sociedad colonial, consideramos necesario analizar las

posibles respuestas (estrategias de resistencia) que desarrollaron en el ámbito reduccional,

tanto los grupos étnicos locales como los relocalizados.

La respuesta de las sociedades nativas: formas de resistencia

En este apartado se analizan algunos indicadores que consideramos como formas de

resistencia indígena, tomando la conceptualización de Roulet (1992) de resistencia

“activa” y “pasiva”. En el primero de los casos se trataría de “un conjunto de tácticas

indígenas que involucraron un rechazo grupal –linaje, aldea, parcialidad- a las

imposiciones europeas y cierta cohesión de importantes sectores de la sociedad indígena

que se organizaron con vistas a un eventual conflicto armado -fabricando armas,

construyendo fortificaciones, buscando alianzas con otros grupos-. Quedarían incluidos

aquí los alzamientos, las deserciones colectivas, y las rebeliones violentas. En el segundo

de los casos, la “resistencia pasiva”, nos encontramos ante “prácticas individuales y no

frontales que implican una decisión personal de rechazo pero no involucrando al grupo de

pertenencia más importante”. De allí que para esta autora no se hayan percibido de forma

tan clara como mecanismos de resistencia y se lo asociara a comportamientos irracionales

o de ineptitud.

En el caso de los grupos étnicos reducidos en el espacio pampeano, los mecanismos

de supervivencia que identificamos se vincularían con lo que Roulet denomina

71
Según Lagger y Levorcetti (1994), el padrón indígena confeccionado en 1680 -14 años después
de ser relocalizado el grupo étnico-, expresa un límite de edad del grupo ubicado en los 50 años,
generaciones vacías que tenían entre 10 y 20 años en 1666, una baja en taza de natalidad y
matrimonios indios y un marcado aumento de la taza de mortalidad infantil.

45
“resistencia pasiva”, ya que son acciones individuales y aisladas. El accionar colectivo

proviene, en todo caso, de los grupos con territorialidad al sur del Salado que, mediante

malones, captura de ganado y alianzas intra-étnicas coexistieron con el blanco en cierta

autonomía. (Este tipo de estrategia será analizada en el tercer capítulo).

Respecto el resultado de la reducción y relocalización de grupos étnicos en Pampa

consideramos que, si bien los grupos reducidos no manifestaron un comportamiento

homogéneo, los sistemas reduccionales causaron un incremento de la resistencia indígena.

Dicha resistencia a la adopción de nuevos comportamientos sociales se hizo manifiesta, en

el interior de la reducción, a través del mantenimiento de prácticas como el nomadismo, la

poligamia y la resistencia al trabajo agrícola, pero también, a través de alianzas intra-

étnicas con los grupos no reducidos de la región, que les permitieron, mediante el

intercambio de información, armamento y animales, efectuar sublevaciones o la huida de

las reducciones.

En cuanto a la adopción de nuevas prácticas sociales, en las fuentes analizadas se

observan continuas quejas por parte de las autoridades respecto el comportamiento de los

reducidos. Hacia 1610, en una carta al rey, el gobernador Negrón expresaba cuán

resistentes eran estos indios al sometimiento: “Estos bárbaros desnudos son más fuertes y

más duros de domar que cuantas naciones hay en el mundo”72. Si nos concentramos en la

actividad desarrollada en las reducciones, observamos que el intento de sedentarización no

fue tan exitoso. Respecto las actividades agrícolas, en su visita de 1619 a la reducción del

cacique Bagual, el gobernador Góngora dice:“…y no tenían hecha sementera, ni tienen

vacas ni ovejas, ni otra cosa alguna de comunidad ni en particular, si no son algunos

potros y caballos en que andan que los cogen en el campo porque hay mucha cantidad de

yeguas cimarronas”73. Evidentemente, resulta muy dificultoso eliminar prácticas

72
Carta del gobernador Marín Negrón de 1610. AGI, copia en ME, Carpeta B, Nº 13.
73
Carta del gobernador Góngora al rey de 1620. Ibid.p.11.

46
milenarias. Estos grupos de cazadores recolectores y pescadores tuvieron una estructura

económica-social basada en la apropiación directa de los recursos naturales y no requerían

de la producción de alimentos ni de excedentes (Mazzanti, 1993). Así, la caza sigue siendo

su principal medio de supervivencia: “…susténtanse de potrillos, venados y caza que

matan. Usan algunas bolas a manera de hondas y de algunos arcos con flechas…”74.

Pero no sólo resistieron a la adopción de nuevos patrones de producción y consumo.

Prácticas sociales como la poligamia se mantuvieron presentes, principalmente en los

caciques, quienes tenían por costumbre tener varias mujeres. En la visita del gobernador

Góngora a las reducciones se describe la continuidad de esta práctica:

“…todos los indios y indias de las dichas tres reducciones consta vivir mal:

amancebados cristianos con infieles y infieles con cristianos (...) y hay entre

ellos caciques y otros indios que tienen a dos y a tres mujeres y el dicho

cacique Don Bagual tiene tres mujeres al cual y a los demás se les apercibió

y dio a entender su mal estado y manera de vivir”75.

En el caso de la evangelización, las fuentes evidencian un fuerte desinterés de los grupos

reducidos por asistir a misa y bautizarse. Producto de ello se toman medidas que fueron

plasmadas en las actas del Cabildo de Buenos Aires que propone:“…hacer actos de

predicación y enseñanza en la doctrina cristiana, apremiándoles a que asistan los dichos

indios y concurran todos los domingos a la misa…”76. Pero la labor evangelizadora se vio

entorpecida, en muchos casos, por la falta de interés de las órdenes religiosas en prestar

servicios fuera de la ciudad (recordemos que los Jesuitas aún no se hacen presentes en esta

región). Así, en las fuentes se describe como las reducciones no poseen si quiera

sacerdote. Según el informe del gobernador Góngora a la reducción del cacique

Tubichaminí:“...no han tenido sacerdote ni le tienen y que un fraile de la orden de San


74
Ibid. p.7.
75
Carta del gobernador Góngora al rey de 1620. Ibid.p.11.
76
AGN, Acuerdos, t. XVI, pag. 254.

47
Francisco, nombrado fray Juan, había ido algunas veces a la dicha reducción en sus

principios y estado algunos días y luego se iba y que a mucho tiempo que están sin

sacerdote” 77.

No nos debe extrañar, entonces, la dificultad presentada para convertir a los indios

reducidos. El hecho de que los sacerdotes no permanecieran cotidianamente en las

reducciones, sumado a la resistencia presentada por los indígenas para recibir la doctrina,

deben haber entorpecido dicho proceso. Ahora, si centramos nuestra atención en las

formas de resistencia desarrolladas por los indios reducidos en articulación con los grupos

no reducidos de “tierra adentro”, vemos que son varias las alternativas que estos

desplegaron. La huída de las reducciones es una constante. En 1604, a muy poco tiempo

de ser fundadas las reducciones, el Capitán y Teniente de Gobernador de la cuidad de

Buenos Aires, Tomás de Garay, comenta que: “... el cacique Bagual se salía con toda su
78
gente de donde estaba reducido y asentado por mandato del Gobernador” . Los

administradores de las reducciones presentan gran preocupación ante el fenómeno de las

migraciones y huidas. Fray Juan de Iraza menciona hacia 1621:

“…halle la reducción de Tubichaminí sin gente porque cuando yo falté y faltó

el gobernador Hernandarias se desaparecieron los yndios por la pampa. He

trabajado lo que he podido para juntarlos pero como falta el temor respeto de

Hernandarias no he podido juntar mas que cincuenta dellos, habiendo tenido

en principio más de trecientos dellos…”79.

Hacia 1627, el obispo de la ciudad, Pedro de Carranza, relaciona la merma de

población indígena en las reducciones, con las huidas permanentes. Por ello pide al

próximo gobernador:“…junte y recoja en sus pueblos y reducciones a todos los naturales

con sus mugeres e hijos sin consentir ni dar lugar a que se saquen y lleven fuera de
77
Carta del gobernador Góngora al rey de 1620. Ibid. p.10.
78
AGN, IX-19-1-4. f.9.
79
Carta de Fray Juan de Iraza, obispo de Buenos Aires, al rey, 1621. AGI, copia en ME, carpeta C.

48
ellas…porque dello sigue mucho daño, perdida y disminución porque cada día mueren

unos y otros huyen…”80. Si realizamos una comparación con la experiencia andina, el

tema de las huidas es sintomático. Si bien varía el “hacia dónde” (comunidades de origen

o ayllus en el área andina, tribus en el área pampeana), en todos los casos las migraciones

son una salida a la opresión que pesaba sobre los indios (Presta, 2000). Un testimonio de

los indios retirados de la reducción del Bagual muestra tal situación:

“Dixeron y declararon que venían de la pampa tierra adentro hazia la sierra...y

que con ellos se fueron otros indios de la dicha reducion con sus mujeres e hijos,

porque se avian muerto algunos y entre ellos un cacique y que fueron porque el

dicho Hernandarias de Saavedra embio a la dicha reducion el capitán Juan de

Tapia con muchos soldados y arcabuces….”81

Consideramos que este reasentamiento generalizado de los indígenas corresponde, más

bien, a lo que Saignes (1987) ha denominado estrategias originales frente al asedio

colonial. Otra de las estrategias observada entre los indios reducidos es la alianza con

aquellos que se mantienen en “autonomía” del sistema colonial para realizar

sublevaciones. En varias ocasiones, los administradores advierten a las autoridades locales

que los indios reducidos, en comunicación con los de “tierra adentro”, acuerdan el ataque

a la reducción, el robo de animales y la posterior huida. En 1613, el gobernador Marín

Negrón menciona que en las reducciones los sacerdotes presentan quejas porque: “…los

domésticos que les ayudan en sus trabajos se van retirando y aunando con los rebeldes y

todos, unos y otros confederando en su daño…”82. Un vecino del Cabildo de la ciudad

presenta una queja por la misma razón:“... y se han levantado y se van convocando otros

80
Carta del obispo Pedro de Carranza al rey, de 1627. AGI, copia en ME, carpeta C.
81
Carta del Gobernador Diego de Góngora al rey de 1620, sobre indios retirados de las
reducciones. Ibid. p. 4.
82
Carta del gobernador Marín Negrón al rey, sobre sublevación de indios reducidos, 1613. AGI,
copia en ME, carpeta B.

49
indios contra el Real servicio desta República... y aunque otras veces lo han hecho con

muchos otros delitos...se han atrevido a levantarse...”83.

En el caso de los quilmes y acalianes relocalizados en el área pampeana, si bien en las

fuentes aparecen como uno de los grupos reducidos más sumisos, el administrador de la

reducción presenta gran preocupación: “Los indios que salen de aquí a sus pueblos son

muchos con las tropas de vacas y mulas que van al alto Perú y hay que obligarles a los

encomenderos que si los sacan los hagan devolver por la gran facilidad de huir a sus

pueblos”84.

Así, vemos que lejos de resignarse a las nuevas condiciones sociales, económicas y

culturales, muchos de los indios relocalizados optaron por la huida como forma de

deshacerse de las imposiciones de la sociedad colonial. Pero la huida no es la única

estrategia visible. Entre los indígenas que permanecieron en la reducción, el trabajo

ineficiente aparece como una estrategia alternativa. Esta situación se manifiesta en los

términos con los cuales se refieren a los indios de servicio, los vecinos de la ciudad. Estos

son considerados como “vagos, ladinos, carentes de interés en las tareas”85. A su vez, los

funcionarios de turno los describen “vagando y huidos de la obediencia de sus

encomenderos”86. Consideramos que, a pesar de la condición de obligatoriedad del

servicio de mita a la ciudad de Buenos Aires, por parte de los indios quilmes y acalianes

de entre 18 y 50 años, el trabajo ineficiente se presentó como una forma más de resistir a

las imposiciones coloniales.

Finalmente, algunos mecanismos de supervivencia se inscriben en la continuidad de

prácticas y representaciones anteriores a la conquista pero que desembocan también, a

través de los múltiples mestizajes, en “procesos de etnogénesis y etnificación” (Boccara,


83
AGN, IX-19-1-4.
84
Carta del representante de la Audiencia de Charcas, Bartolomé González de Pobeda, al rey
(1681). AGI, copia en ME, carpeta G.
85
AGN, Acuerdos, t. XVIII.
86
Carta del gobernador Robles al rey de 1678. Ibid. p.1.

50
2001). En este sentido es que percibimos el proceso de mestizaje que se inicia en el ámbito

reduccional, entre las etnias quilmes y acalianes y segmentos de la sociedad blanca. Si

bien legalmente –a partir de las Ordenanzas de Alfaro de 1605-, las reducciones debían

estar habitadas sólo por población indígena, la "Exaltación de la Cruz de los Quilmes", fue

una excepción. En las fuentes se percibe un creciente proceso de asentamiento de

pobladores “blancos, mestizos y mulatos”. El administrador expresa que:“…la nueva

población que se ha asentado en la reducción es muy perjudicial para los indios que viven

en ella por cometer muchos pecados…” 87.

El “amancebamiento” -un comportamiento del cual no es ajena la población no

indígena-, está presente en la reducción, ya que el obispo de la ciudad habla de las

consecuencias negativas de la vida conyugal de “cristianos con infieles e infieles con

cristianos”, debido a la “necesidad y conservación de indios tributarios”88. A su vez, las

autoridades de la reducción se refieren al mismo problema al mencionar que “entran a

todas horas españoles, mestizos y mulatos a perturbar la paz y quietud con que viven los

indios reducidos”, proponiendo al rey que “quiten de aquí esta población que tanto los

perjudica”89. Así, el proceso que se inicia en la reducción con el asentamiento de

españoles, indios agregados, mestizos y mulatos, provocará que en la confección de los

padrones siguientes disminuya progresivamente el número de censados "de nación

quilmes o acalianes" y aumenten denominaciones tales como "madre india, padre

español", denotando el proceso de mestizaje mencionado. Quizás, producto de está

situación, las autoridades coloniales aplicaran una Ordenanza Real en la que se establecía

que "los hijos de españoles con indias debían ser reconocidos como hijos de indios"

(Citado en Montes, 1961: 21), poniendo freno a la pérdida de población tributaria.

87
Informe Zevallos. Ibid. p.7.
88
Carta del Obispo de Buenos Aires, Antonio Azcona, al rey, 1678. Ibid. p.4.
89
Informe Zevallos. Ibid. p.7.

51
En síntesis, los dispositivos de poder y dominación desplegados en el espacio

pampeano tales como la reducción y relocalización de parcialidades étnicas tuvieron

resultados disímiles. En general, los sistemas reduccionales vieron su objetivo

“disciplinador” entorpecido por la resistencia de tipo cotidiana que los indígenas llevaron

a cabo en estos ámbitos (a traés del trabajo ineficiente, el mestizaje, etc.), así como

mediante la continuidad de los vínculos intra-étnicos mantenidos con los grupos en

autonomía (que les permitieron sublevarse, huir o acceder a bienes e información). Esta

situación hacían, sino improbable, por momentos dificultosa la sujeción de los indios en el

ámbito pampeano. En cambio, el proceso de relocalización de grupos étnicos extra-

regionales, como el caso de las etnias quilmes y acalianes, proporcionó resultados más

efectivos para la sociedad colonial. Estas etnias efectuaron una rápida incorporación al

sistema social reduccional y a las formas de producción impuestas en la región. Podemos

decir, entonces, que la “relocalización”, como mecanismo de disciplinamiento indígena

fue efectiva. La reducción tuvo una existencia de más de un siglo y la sociedad colonial

porteña utilizó a los grupos reducidos como la principal fuente de mano de obra para la

ciudad y su entorno rural.

Finalmente, entre los factores del fracaso de los sistemas reduccionales como espacios

de disciplinamiento indígena –a excepción de la reducción de los quilmes-, habría que

considerar la alternativa colonial de contar progresivamente con fuertes contingentes de

población esclava, debido al rol que Buenos Aires fue tomando como ciudad-puerto para

el ingreso de éstas. Una fuerza de trabajo más controlable y eficiente que la indígena.

52
CAPÍTULO III:

Relaciones interétnicas en la frontera sur rioplatense

En el capítulo anterior hemos indagado las relaciones hispano-indígenas desplegadas al

norte del río Salado, el que se erigía como una especie de demarcación o límite geográfico

y también territorial entre colonizadores hispanos y aquellos grupos nativos que

permanecían en autonomía. En este capítulo nos proponemos analizar las

transformaciones que sufrieron las sociedades indígenas con territorialidad al sur del río

Salado, como consecuencia de la presencia europea en la región. Estos grupos

permanecieron “coexistiendo en autonomía” con el colonizador durante buena parte del

siglo XVII. En las últimas décadas del siglo intensificaron sus vínculos con los hispano-

criollos debido a la competencia originada por espacios y recursos de uso común como el

ganado y la sal, circunstancia que hemos categorizado como “el despertar de la frontera

sur pampeana rioplatense” (Carlón, 2007). Finalmente, y como una consecuencia de lo

anterior, indagaremos en los cambios producidos en la política colonial respecto al

indígena, así como en la reformulación de los mecanismos de poder y dominación.

El contacto interétnico como disparador del cambio social en el mundo


indígena

Se ha dicho que las autoridades coloniales emergentes en el espacio fronterizo

pampeano “se configuraron en el conflicto y la negociación con el otro” (Néspolo 2004:

107). Creemos que dicho proceso no sólo afectó a la sociedad colonial, sino que también

las sociedades indígenas se configuraron y transformaron como consecuencia del contacto

interétnico. Estas transformaciones -aunque cristalizadas en los siglos XVIII y XIX-,

presentan indicios durante el siglo XVII. Cambios que están siendo analizados dentro de

las múltiples respuestas y estrategias de resistencia que supieron desarrollar las sociedades

indígenas para hacer frente a la situación de dependencia y dominación colonial (Boccara

53
2001). En el caso rioplatense, trabajos como los de Palermo (1986, 1988, 1989) o

Mandrini (1986, 1992, 1993) permiten comprender la trascendencia de los cambios

suscitados en estas sociedades, tras iniciarse el contacto con el europeo, a partir de una

visión superadora de la perspectiva tradicional de frontera90. Entre estas transformaciones

mencionan la adopción de nuevas especies animales y vegetales, que produjeron cambios

en la dieta, la movilidad y en los patrones de actividad económica indígena. Si bien

mantuvieron un modelo basado en la caza y la recolección, incorporaron nuevas especies

animales -principalmente equinos y vacunos-. Fuentes relativamente contemporáneas91 así

como trabajos de historiadores posteriores (Giberti 1961, Coni 1979, Assadourian et al.

1986), ponen en evidencia que dicho proceso se inició con la primera fundación de

Buenos Aires en 1636, cuando quedaron abandonados caballos luego de la expedición de

Pedro de Mendoza y, unas décadas mas tarde, con la introducción del ganado vacuno

desde Asunción, Córdoba y el Alto Perú. Según Palermo (2000), a partir del siglo XVII,

los habitantes de las llanuras pampeanas tenían un pleno manejo del caballo, lo que les

permitió la captura del ganado cimarrón que se había dispersado por la pampa. Con suma

rapidez, los indígenas pampeanos, al adoptar el ganado caballar, pudieron desplazarse más

rápidamente y aumentar sus expediciones de caza, que, en ocasiones, se dirigían hacia las

estancias de la campaña en busca de ganado y cautivos. Las descripciones de las

autoridades coloniales sobre estas expediciones durante el siglo XVII92, aunque no puedan

asociarse directamente a los malones del siglo XVIII, a los que hace referencia Mandrini

(1986), prefiguran ese tipo de organización bélica que será puesta, posteriormente, al

90
Nos referimos a los estudios que, tomando al pie de la letra los documentos coloniales,
trasmitieron una imagen etnocentrista de la realidad que describió el colonizador.
91
Schmidel [1563-65), Hernando de Montalvo [1587].
92
En 1629, el gobernador Céspedes informó al rey que los serranos: “…son grandes hombres de a
cavallo y estan muy prevenidos de armas de cuero de buey para sus personas y caballos. Usan
lanzas, arcos, flechas, bolas y ondas y a su modo hacen sus escuadrones en forma de media luna,
sin parar en un sólo lugar”. Carta del gobernador Céspedes al rey (1629). AGI, copia en ME,
Carpeta C.

54
servicio de fines económicos y políticos y como una empresa colectiva. Otro de los

procesos de cambio identificados por estos autores tiene que ver con la paulatina

incorporación del mundo indígena a los circuitos mercantiles coloniales. Este proceso se

inició junto al establecimiento de nuevos vínculos –aunque no por ello inexistentes-, con

indígenas de las zonas norte de patagonia y transcordilleranas93, a quienes empezaron a

proveer de caballos para hacer frente a la guerra con los españoles en Chile. Para

mediados del siglo XVII, Palermo (2000) ubica las primeras capturas y arreos de ganado

cimarrón en las pampas que -a veces por medio de los pehuenches cordilleranos- se

entregaban a los mapuches chilenos a cambio de tejidos, armas, etc. Esto proceso ha sido

verificado también por medio de trabajos arqueológicos sobre el área interserrana. En

ellos, la evidencia material encontrada fue interpretada como infraestructura para la cría y

manejo del ganado (Slavsky y Ceresole 1988, Mazzanti 1993). Finalmente, debemos

mencionar un proceso que, aunque excediendo nuestro marco temporal de análisis, tiene

sus primeras manifestaciones en el siglo XVII, alterando las relaciones hispano-indígenas.

Nos referimos a la intensificación de las relaciones entre indígenas pampeanos y

transcordilleranos que, según Ortelli (1996), generó relaciones de parentesco que fueron

uniendo a las etnias asentadas a ambos lados de la cordillera y culminaron, hacia el siglo

XIX, con la “araucanización” de las pampas94. A lo largo del siglo XVII, la relación entre

grupos indígenas de uno y otro lado de la cordillera fue aumentando, sobre todo debido a

la demanda sistemática de caballos salvajes que los transcordilleranos necesitaban para la

93
Evidencias arqueológicas diversas sugieren que los pueblos pampeanos formaban parte -desde
tiempos prehispánicos-, de redes de intercambio que los vinculaban con grupos extra regionales.
La presencia en el sitio arqueológico Tapera Moreira de alfarería chilena que se conoce como
Valdivia pintada, las plaquetas grabadas y las puntas de proyectil pedunculada similar a las del
norte de la Patagonia refuerzan la idea de la circulación de bienes dentro de sistemas regionales
amplios. Ver: Politis (2000)
94
Nos queda claro que resulta una simplificación extrema reducir un proceso de larga duración
como es el contacto cultural entre la araucanía y la pampa, al concepto de “araucanización” en el
sentido que la Escuela Histórica Cultural le asigna. Nuevos enfoques han propuesto utilizar el
término específicamente para el proceso de migración de mediados del XIX que completa un largo
proceso de contacto e interacción entre ambas sociedades (Mandrini y Ortelli 1995).

55
guerra y que adquirían en las pampas bonaerenses (León Solís 1992, Varela y Manara

2006). De esta manera, se tornaron más frecuentes las incursiones indígenas sobre la

campaña, ya que, “aunque la mayor parte del ganado era cimarrón, ya había robos en la

frontera” (Mandrini 1986:315).

No obstante, si bien a lo largo de este trabajo analizamos el incremento de las

hostilidades indígenas sobre la campaña porteña a fines del siglo XVII (ya sea robo de

animales, asesinato de españoles o simplemente destrozos en las estancias), disentimos en

cierta forma con aquella visión que vinculó la inserción indígena en los circuitos

mercantiles mediante el comercio ganadero con el saqueo sistemático a estancias

coloniales (León Solís 1991)95. Según Crivelli Montero (1991), los malones no deben

entenderse meramente como expediciones de búsqueda de ganado, sino como una

estrategia guerrera de resistencia implementada para lograr determinadas condiciones en la

relación con los “cristianos”. Teniendo en cuenta este último factor, debemos hacer

mención, no sólo a los cambios que se estaban dando al interior de las sociedades

indígenas como consecuencia del contacto interétnico, sino a las circunstancias que

atravesaba la sociedad colonial durante el período, y que influyó en el tipo de vínculos

interétnicos forjados. Nos referimos a la merma de ganado cimarrón96 que comenzaban a

sufrir los asentamientos coloniales de frontera tales como Buenos Aires, Córdoba o
95
León Solís, ha aportado con sus estudios sobre las transformaciones operadas en el mundo
indígena a fines del siglo XVII y principios del XVIII, a superar visiones simplistas como la de
historiadores chilenos centrados en la problemática de la frontera del Bío Bío. Tomando en cuenta
procesos más generales que afectaron a ambos lados de la cordillera, analiza el pasaje de un tipo
de actividad bélica a otro: de la guerra formal al saqueo y al pillaje. Sin embargo, a pesar de romper
con muchos supuestos de la historiografía tradicional, siguió considerando que la competencia por el ganado
cimarrón llevó a un aumento de la hostilidad indígena y al saqueo permanente. La paz lograda en Chile y el
aumento de la demanda de ganados, sumado al problema de la extinción paulatina del ganado
cimarrón en las pampas, transformó al indígena de “guerrero” en “cazador de ganado” primero, y
en “maloquero” después (León Solís 1991).
96
En lo que respecta a la disminución del ganado cimarrón, para Gascón (1998), ya en la primera
década del siglo XVIII, para encontrar ganado cimarrón en Buenos Aires había que internarse
hasta el sur de Tandil. Por su parte, Campetella (2007) menciona que en las décadas de transición
entre los siglos XVII y XVIII, en el área interserrana se daban intensos contactos interétnicos entre
diversas “naciones” indígenas e hispano-criollos de diferentes jurisdicciones, debido a que allí se
obtenía el ganado cimarrón.

56
Mendoza y que para Gascón (1998), empujaron a las diversas jurisdicciones a desplazarse

hacia el sur, en busca de cimarrones. Según Campetella (2007), en las últimas décadas del

siglo XVII y a comienzos del XVIII el control del ganado cimarrón desató una fuerte

competencia, no sólo entre indios e hispano-criollos, sino entre estos últimos entre sí. Por

lo cual la conflictividad se dio entre todos los agentes interesados en el recurso. Una

situación que derivó para ambas autoras, en una presencia cada vez mayor de tropas de

vaquerías porteñas y de jurisdicciones circundantes en el área interserrana, así como en la

aplicación de medidas por parte del Cabildo de Buenos Aires para hacer efectivos los

“supuestos” derechos que tenían para vaquear en aquel espacio97. Así, la imagen de la

frontera pampeana hostigada por indígenas saqueadores a fines del siglo XVII, va dejando

lugar a una visión mucho más compleja de competencia inter e intra-étnica por el control y

acceso a un recurso que había pasado a ser de uso común.

La intensificación de los vínculos interétnicos a fines del siglo XVII

Como ya hemos mencionado, desde la segunda fundación de Buenos Aires en 1580 y

durante el siglo XVII, la sociedad colonial no tuvo mayor interés por el territorio sur

pampeano, ni la posibilidad concreta de controlarlo. Esta situación determinó el

establecimiento de un vínculo particular con las sociedades indígenas que lo habitaban,

que hemos caracterizado como de “coexistencia en autonomía”, debido a que el contacto

no implicó dominación. Expresión de ello son los lazos que, desde principios del siglo

XVII, establecieron diversas parcialidades indígenas –identificadas como pampas y

serranos- con la localidad de Buenos Aires, con fines comerciales y laborales98.

97
El ganado cimarrón, al no estar puesto en rodeo ni tener marca, presentó desafíos a la hora de
decidir quienes tenían derecho de propiedad sobre él. Según el Cabildo de Buenos Aires, los
vecinos de la ciudad –y más precisamente los poseedores de ganado- eran quienes tenían derechos
sobre el ganado cimarrón que pastaba en las pampas, bajo la lógica de que éstos animales se
habrían “alzado” y vuelto a la vida silvestre de los rebaños originalmente traídos por los europeos.
Campetella, Ibid. p. 4.
98
En relación a la prestación de trabajo ocasional, en 1611 el gobernador Marín Negrón escribe al
rey señalando la cantidad de indios “infieles” de servicio que hay en Buenos Aires, es decir, que

57
En las últimas décadas del siglo XVII observamos que las relaciones con algunos de

estos grupos se tornaron más conflictivas, aunque derivaron en una gran heterogeneidad

de situaciones. El incremento de la competencia por el recurso ganadero llevó a que el

Cabildo de Buenos Aires, ya desde 1660 comenzara a enviar patrullas armadas para

vigilar la campaña y desde 1680 se iniciaron expediciones periódicas por parte de los

vecinos y autoridades porteñas al área interserrana con diversos fines99. Abastecerse de

ganado cimarrón, buscar sal en las recientemente descubiertas salinas100 o simplemente

recuperar indígenas fugados de sus reducciones. No obstante, observamos que hacia

fines del siglo XVII, muchas de estas expediciones a territorio indígena, empezaron a

realizarse con el objeto de “castigar” o “intimidar” a los indígenas que disputaban el

ganado y en ocasiones hostigaban a los porteños. Consideramos que los factores

mencionados no son excluyentes entre sí, muy por el contrario, actuaron de forma

conjunta originando el cambio en las relaciones interétnicas que, por su intensidad, hemos

denominado “el despertar de la frontera sur pampeana”. A continuación, analizaremos los

inicios del conflictivo vínculo interétnico, para luego pasar a examinar las propuestas que

no están sujetos en reducción: “…los yanaconas que tiene esta ciudad no llegan a quinientos (…) y
hay otros quinientos infieles de servicio (…) acuden como los demás infieles a servicios de cuando
en cuando…”. Carta del gobernador del Río de la Plata, Diego Marín Negrón al rey de 1611. AGI,
copia en ME, carpeta C, n°10. Según González Lebrero los indios de servicio propios de la
gobernación llegan a ser 33 entre los años 1613 y 1654. Por su parte, el gobernador Góngora
informa al rey en 1620 que algunas parcialidades de “tierra adentro”, vienen a la ciudad de Buenos
Aires: “…an venido con mucha quietud y gusto cuarenta indios con sus mugeres e hijos con dos
caciques que vinieron a esta ciudad…”Carta del gobernador Diego de Góngora al rey de 1620.
AGI, ME, carpeta C. El religiosos Gregorio Suárez Cordero advierte hacia 1678 que los indios
pampas son “…gente doméstica y tratables, pues asisten a los terrenos y chacras a ayudar en las
vaquerías en que se les paga…”.Carta del cura de Buenos Aires, Dr. Gregorio Suárez, a la reina
(1673), remitiendo testimonio de la respuesta que dio a la consulta que el obispo y gobernador del
Río de la Plata le hicieron sobre la reducción de los indios pampas. AGI, copia en ME, carpeta F.
99
Por ejemplo, la expedición que se realizó durante el gobierno de Sotomayor a las sierras del
Tandil y Cairú y dónde se mencionaba que los indios potreaban esa zona, además de vender
caballos y tener trato con “otras parcialidades que asistían a aquellas campañas”. Carta de Joseph
Herrera y Sotomayor al rey, de 1686.AGI, copia en ME, Carpeta G.
100
El descubrimiento a mediados del siglo XVII de los grandes yacimientos de sal en la región pampeana,
tuvo un rol indispensable para la vida e industria de la ciudad-puerto. La empresa se realizaba periódicamente y
requería importante participación de vehículos y personas para transportar la sal. Situación que entrañó una
periódica negociación con las parcialidades indígenas que controlaban dicho espacio (Taruselli 2005).

58
surgieron desde los diferentes sectores de la sociedad colonial y la política indígena que se

puso en práctica a fines del siglo XVII.

La presencia indígena en la campaña de Buenos Aires

Estudios sobre la región pampeana -específicamente el área inter serrana-, enfatizan

que hacia mediados del siglo XVIII allí se constituyó un centro de producción,

comercialización ganadera y convergencia de indígenas de diversas regiones, al ser paso

obligado de rutas trasandinas (Mandrini 1991). Este proceso, comenzó a ser percibido por

la sociedad colonial ya durante el siglo XVII, luego de algunas expediciones como la de

1635, dónde el gobernador Pedro Esteban Dávila, ordenó al jefe de una partida militar a la

campaña:

"...inquirireis y sabreis con toda particularidad si es cierto que los indios del

Reino de Chile pasan la cordillera por esta parte y rescatan y llevan caballos

para aquel reino y de quién se valen y con qué indios comunican y en qué

tiempo pasan la cordillera para esta banda y hasta dónde llegan y qué género

de armas tienen y qué práctica tienen con los indios que comunican de estas

pampas y distrito y hasta dónde llegan y qué rescatan y qué género tienen por

rescate..."101.

Expediciones como estas permitieron a los hispano-criollos identificar la presencia de

ganado cimarrón al sur de la región, así como a algunas de las parcialidades indígenas que

allí habitaban. La discusión acerca de quiénes o cómo denominar a estos grupos no ha sido

superada aún102. El dilema radica en, o bien abstenerse de utilizar rótulos acuñados por

cronistas y viajeros -tales como “auca”, “pampa”, etc.-, o utilizar los conceptos que

aparecen en las fuentes, aunque tratando de contextualizarlos y no caer en

101
AGN, sala IX-40-8-4.
102
Algunas de estas discusiones pueden encontrarse en los artículos de Raúl Mandrini (1992) y
Lidia Nacuzzi (2000).

59
simplificaciones. En este sentido, optamos por la segunda opción, ya que la primera

implicaría la previa ejecución de un trabajo etnográfico en pampa como el que realizó

Nacuzzi (1998) para la región norpatagónica. Aclarado este punto, debemos decir que

estas “parcialidades indígenas”103, ya que no actuaban como una unidad, eran

denominadas por los hispano-criollos como “pampas” y “serranos”. Según Campetella

(2005), tales denominaciones incluían una diferenciación no sólo geográfica, sino cultural.

Así, los “pampas” ocupaban una posición de cercanía a la sociedad colonial, ya que no

sólo vivían en los alrededores de Buenos Aires, sino que a menudo establecían vínculos

amistosos con los porteños. En cambio, los “serranos” estaban asentados en las alejadas

sierras, y cuando se acercaban a la ciudad lo hacían en un contexto hostil. La primera

mención que se encuentra en las fuentes coloniales sobre estas parcialidades aparece en

una carta que el gobernador Francisco de Céspedes envió al rey en 1629:

“…cuando entro a zondear este rio, por mayo del año pasado, pasó la palabra a

los yndios serranos que se confinan con el estrecho de Magallanes por la vanda

del sur y vajaron a esta provincia más de 500 dellos (…) son grandes hombres de

a caballo y estan prevenidos de amas de cuero de buey para sus personas y

cavallos , usan lanzas arcos y flechas bolas y hondas y a su modo hacen sus

escuadrones en forma de media luna y los infantes sin para en un lugar…”104.

A partir de la segunda mitad del siglo XVII, la presencia de parcialidades indígenas

“pampas” y “serranas” en la campaña porteña se hizo cada vez mayor. En 1659 el Cabildo

mencionaba que grupos pampas se habían acercado a la ciudad. Ese mismo año, varios

vecinos denunciaron su presencia en el río Saladillo -actual Salado- y se les ordenó se

retiren a sus tierras105. Esta situación se fue acrecentando en las décadas siguientes. En

103
Esta categoría histórica, permite hablar de grupos indígenas diversos, ya que no actuaban a
como una unidad, por lo menos en su relación con los hispano-criollos.
104
Carta del gobernador Céspedes al rey de 1629. OP. Cit. p.2.
105
AGN, AECBA, Tomo XI, año 1659.

60
1662 varios españoles fueron asesinados por pampas y serranos y un año después el

gobernador Mercado y Villacorta mencionaba el “hurto de caballos y yeguas por los

mismos”106. Una década después, en 1670 Juan Antonio de Arregui presentaba una

petición sobre los daños que estos indios hacían en las estancias de la ciudad107.

Finalmente, en 1672 se conformó un Cabildo Abierto para acordar qué forma de castigo

dar a los indígenas que han robado ganado y hecho otros daños. En un informe del

gobernador Andrés de Robles al rey, de 1677, sobre los indios de la jurisdicción del puerto

de Buenos Aires, describía a los pampas como:

“…indios que cada día entran con sus tropas a esta ciudad…y se seguía el

daño con la libertad de la que gozan estos indios por estar retirados por

tiempos a las cordilleras y comunicarse con los serranos y proveerlos de

caballos y armas…”108.

CUADRO N°7:

HOSTILIDADES INDÍGENAS EN LA CAMPAÑA (FINES DEL S. XVII)

Año Accionar indígena Parcialidad Autoridad que


denuncia
hostilidades (* ) robo de asesinato a
ganado españoles
1659 Serranos Cabildo de Buenos
Aires
1663 Serranos Cabildo de Buenos
Aires
1663 Pampas y Gobernador
serranos Mercado y
Villacorta
1670 Pampas Juan Antonio de
Arregui vecino de
la ciudad
1672 Serranos e indios Capitán Juan
106
Carta del gobernador Mercado y Villacorta al rey de 1663. AGI, copia en ME, carpeta E.
107
“…los indios pampas y otros andan haciendo considerables daños en las estancias de dicha ciudad y
robando caballos de los vecinos”. Petición hecha por Juan Arregui al Cabildo de Buenos Aires, sobre
los daños que hacen los indios pampas (1670). ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN (en
adelante AGN), Acuerdos del Extinguido Cabildo de la ciudad de Buenos Aires (AECBA), Tomo
XIII, p. 226.
108
Carta del gobernador Robles al rey (1678). AGI, copia en ME, carpeta F.

61
domésticos Miguel de Arpide
(huidos de
reducciones)
1672 Serranos Cabildo de Buenos
Aires
1677 Indios Gobernador Andrés
domésticos de Robles
(huidos de
reducciones)
1681 Pampas y Gobernador Joseph
serranos Garro
1686 Pampas Cabildo de Buenos
Aires
(*) En las fuentes consultadas la palabra hostilidad aparece sin hacerse mención concreta a robos o
asesinatos, es por ello que hemos optado por distinguirla de las demás categorías, debido a que no
sabemos exactamente a que tipo de accionar se refiere.
Fuente: elaboración propia en base a correspondencia ubicada en el Archivo General de Indias, con
copia en el Museo Etnográfico, carpetas E, F, G y Archivo General de la Nación, Acuerdos del
Extinguido Cabildo de la ciudad de Buenos Aires, Tomos: XI, años 1659 y 1663, tomo XIII (1670-
1672) y tomo XVI, año 1686.

En el cuadro N° 7 se pretende dar cuenta del incremento de los ataques indígenas a los

establecimientos productivos coloniales, ya que luego de la mención hecha por el

gobernador Céspedes en 1629, estos se produjeron sucesivamente en 1659, 1662, 1663,

1670, 1672, 1677, 1681 y 1686. Respecto este tipo de ataques, Villar y Jiménez (2002)

consideran que se trataba de incursiones indígenas, generalmente poco numerosas, con el

objeto de demostrar astucia y para apoderarse de los recursos tratando, en lo posible, de

que las víctimas del ataque no se enteren de su presencia hasta que sea demasiado tarde.

Por otro lado, y como hemos mencionado anteriormente, teniendo en cuenta las

incursiones que los hispano-criollos realizaban al área interserrana desde 1660, estos

ataques podrían asociarse con otro tipo de estrategia indígena, desplegada ante la nueva

situación interétnica y para lograr ciertas condiciones en sus vínculos con los hispano-

criollos. Si bien la relación de convivencia en autonomía persistió, ambas sociedades

pasaron a competir por espacios y recursos comunes. Cualquiera haya sido su objetivo, la

presencia indígena en la campaña porteña generó múltiples acciones desde las autoridades

62
de la gobernación del Río de la Plata. Este accionar, aunque aún no pueda asociarse con lo

que Boccara (1996) denominó “dispositivos de poder y dominación”, irá delineando una

política indígena más ofensiva que se terminó de concretar a mediados del siglo XVIII con

la llamada militarización de la frontera, pero que tiene precedentes a fines del siglo XVII.

Nuevas propuestas al “problema indígena”: ¿incorporar, negociar


castigar?

La situación de mayor conflictividad en los vínculos forjados con los pampas y

serranos llevaron a vecinos y autoridades coloniales porteñas –tanto civiles como

religiosas-, a discutir y proponer diversas soluciones a dicha problemática. En un primer

momento, las soluciones planteadas por los porteños respecto las hostilidades indígenas en

la campaña rondaron en torno a dos ejes: castigar o incorporar a dichas parcialidades. En

el primero de los casos, mediante campañas militares denominadas “entradas de castigo” a

territorio indígena se pretendía: “…por medio de las armas y el terror que no cometan

tales daños…”109.

En el caso de la propuesta de incorporación de los indígenas a la sociedad hispano-

criolla, se proponía, a través de la puesta en reducción de las parcialidades: “...que los

dichos indios entraran en el conocimiento de nuestra santa fe católica y política cristiana y

mejores conveniencias para pasar la vida, pues en ellas tienen gran cantidad de ganado

vacuno y tierras para sus labranzas y se les enseñará a cultivarlas…”110. La conformación

de un Cabildo Abierto en 1672 para acordar una solución al problema del “…robo de

ganado y otros daños que hacen los serranos…”, plantea la disyuntiva a la que se

enfrentaron los porteños por esos años. Se trataba de resolver si la mejor estrategia a

seguir era incorporarlos como “indios domésticos”, mediante la puesta en reducción o

109
Carta del gobernador Robles de 1678, Op. Cit.
110
Cabildo del 29 de abril de 1686. Petición para que se tomen medidas con los indios pampas que
han cometido robos y asesinatos. AGN, AECBA, Tomo XVI, p. 302-304.

63
intimidarlos a no seguir con tales acciones, mediante expediciones punitivas. En el

Cabildo abierto de 1672, el Capitán Arpide expresaba que “…aunque se les ha puesto en

reducción siguen el barbarismo de los demás con quienes cometen dichos delitos (…) y

muchos tienen de nación serranos…”111. Es por ello que, como consecuencia de la

imposibilidad de mantener a estas parcialidades reducidas, se propuso “…aquietar los

indios que andan levantados…”, mediante una expedición al sur de la jurisdicción. Así,

los vecinos de la ciudad junto al Maestre de Campo112 –Juan Arias de Saavedra-,

acordaron:

“…en consideración de los muchos vecinos que han dado quexas por robos y

hurtos que les han hecho dichos indios serranos de ocho años a esta parte…

que se coxan las armas i se salga contra estos indios serranos y demases para

el castigo y sujeción suia por la continua osadía con que proceden en hacer

semejantes robos y muertes perturbando a la común quietud y sosiego de los

vecinos…”113.

El resultado de esa “entrada de castigo” se hizo visible unos meses después, cuando el

Cabildo de Buenos Aires ordenó el reparto de los indios capturados entre los vecinos de la

ciudad: “…se ordena hacer el repartimiento de los indios que a pedimento del procurador

general desta ciudad se han traido de nazión pampa y serrana (…) los cuales son en

número ochenta…”114. Aquí observamos que, en lugar de ponerlos en reducción se los

reparte entre los vecinos para tareas domésticas. Otra “entrada de castigo” será efectuada

por el gobernador Andrés de Robles en 1675. En este caso, y quizás por influencia de una

Real Cédula que ordena la "…conversión de los indios por medio de la predicación

111
Cabildo abierto para acordar el castigo que se le dará a los indios serranos por el robo de
ganado y otros daños. AGN, AECBA, Tomo XIII, año 1672, p. 438-439.
112
El Maestre de Campo era un oficial de grado superior que ejercía el mando de varios tercios.
Real Academia Española.
113
Cabildo abierto de 1672, Op. Cit. p. 439.
114
Acuerdo sobre el repartimiento de indios pampas y serranos. AGN, AECBA, tomo XIV, p. 178.

64
evangélica y que para conseguirlo se reduzgan a poblaciones…"115, el resultado de la

expedición fue la creación de tres reducciones. El gobernador Robles argumenta:

“…salí a recoger indios huidos por la campaña donde los encontré con sus

toldos a 40 leguas desta ciudad indios serranos en mucho número de almas

(…) y los situé en tres pueblos a diversas parcialidades que son: Laguna

Aguirre, a ocho leguas de la ciudad, sobre el río Lujan, a diez leguas de la

ciudad y sobre el río Areco, en la reducción que llaman del Bagual, a treinta

leguas de la ciudad…”116.

A diferencia de la “entrada de castigo” anterior, entre los argumentos que daba el

gobernador para llevar a cabo la expedición encontramos la necesidad de incorporar a los

indígenas a la sociedad colonial, mediante la evangelización y adopción de prácticas

“cristianas” dentro de las reducciones. En este sentido argumentaba: “…dispuse para

arraigarlos, sembrarles maíz y ponerles arados y traerles ganados para su sustento

religioso…”117. Dos años después, en 1677, se lleva a cabo una expedición con el mismo

fin. En ella, el gobernador Robles menciona que: “…en la parte sur del río Saladillo se

apresó al cacique Bravo con (¿30 o 300?) personas…”118. En este caso, y para hacer más

efectiva la sujeción indígena, se propuso la relocalización y reducción de ciertas

parcialidades “…en la otra banda del río Paraná, cercanos a la reducción de Santo

Domingo Soriano, donde por el anchor del río, tierras extrañas y gentío desconocido y

diferente, les podrá ambas cosas obligar a la sujeción y permanencia en pueblo y

115
La Real Cédula al gobernador y al Obispo del Río de la Plata acerca de la conversión de los
indios pampas aparece mencionada en la carta que envía el gobernador Robles al rey en el año
1678, aunque la Real Cédula tiene que haberse emitido antes de 1675, cuando se efectúa dicha
campaña y reducción indígena. AGI, copia en ME, carpeta F. p.1.
116
Carta del gobernador Andrés de Robles al rey (1678). AGI, copia en ME, carpeta F.
117
Ibid. p.2.
118
En la carta de Andrés de Robles al rey de 1677 aparecen mencionados 30 indios, pero en la de
1678, figuran 300. AGI, ME, Carpeta F.

65
reducción”119. No obstante, y a pesar de los diversos intentos que se efectuaron desde

Buenos Aires para crear reducciones con estos grupos, las crónicas coloniales los siguen

describiendo:

“…sin reducción ni doctrinante que los instruyese en nuestra santa fe (...)

vagan por los campos conservándose en su antigua idolatría e infidelidad (…)

haciendo mucho daño así en mover indios domésticos como en infestar la

campaña embarazando el trabajo que en ella se ofrece a los moradores de esta

provincia y en los ganados que hallare muy retirados por valerse de ellos…”120.

El gobernador Robles consideraba que el problema de no poder mantener a estas

parcialidades en reducción estaba vinculado con “…la comodidad de lo abierto y dilatado

de la campaña y abundante sustento que hallan en ellas de ganados retirados, dándoles

ocasión de nadar vagando y huidos de la obediencia de sus encomenderos…”121. En este

contexto, tomó cuerpo otra práctica que fue impulsada por el gobernador Herrera y

Sotomayor a principios de 1690. Este propuso ganarse la voluntad de los caciques pampas

y serranos mediante la práctica de “agasajar” y “regalar”. No obstante, y a pesar de la

predisposición de las autoridades coloniales para negociar con dichos caciques, sucedía

que, tras la aparente aceptación “…se retiraban a sus potreadas…”122.

Así, ante el fracaso de las prácticas implementadas en el período con los grupos pampas

y serranos, diversos sectores de la sociedad colonial emitieron sus opiniones respecto qué

política adoptar con dichas parcialidades. De esta manera, percibimos ciertos cambios en

los métodos de vinculación con los indígenas, en relación a los utilizados anteriormente

con los grupos étnicos cercanos a Buenos Aires.

119
Carta del gobernador Andrés de Robles al rey (1677). AGI, copia en ME, carpeta F.
120
Carta del gobernador Andrés de Robles al rey (1678). Op. Cit, p.2.
121
Ibid. p.1.
122
Carta del gobernador José de Herrera y Sotomayor de 1686 al rey, sobre los indios Pampas y
Serranos que habitan el distrito. AGI, copia en ME, Carpeta G.

66
La opinión de los vecinos:

Su postura se hace visible a través de las actas del Cabildo de la ciudad de Buenos

Aires -institución que cumplía funciones de gobierno, hacienda, policía y justicia en el

orden local-. Según la “Política para corregidores” de Castillo de Bobadilla, publicada en

Madrid en 1597, los Cabildos estaban: “…sólo para dar su parecer a los que tienen la

suprema autoridad…” (Citado en Lynch 1967:192). Sin embargo, y según Gelman (1984),

las grandes distancias que separaban a la ciudad de Buenos Aires de las principales

autoridades reales en América (el Virrey en Lima y la Audiencia en Charcas), hacían

difícil imponer sus mandatos sobre esta región. Es por ello que, quienes tenían acceso al

Cabildo, es decir, los “blancos” –ya sean españoles, criollos o extranjeros residentes en la

ciudad-, tomaban las decisiones respecto (aunque siempre debiendo respetar la autoridad

del gobernador). En este sentido, es importante destacar la composición del Cabildo de

Buenos Aires a mediados del siglo XVII, ya que ello incidió en las propuestas que

surgieron respecto el problema con los indígenas. Gelman (1985) nos permite identificar

dicha composición, al mencionar que el grupo dirigente local poseía un carácter

polivalente, ya que no se conformaron con el control de la actividad comercial, sino que a

partir de ella –y para maximizar sus beneficios- controlaron otras actividades de la región,

tales como la agricultura, las vaquerías, la tierra y la mano de obra. Quizás por esta razón

hayan sido tan insistentes frente a los robos y hostigamientos indígenas en las estancias de

la frontera sur. Frente a esta situación los vecinos se quejaban permanentemente:

"...representando los grandes daños y excesos de muertes y hurtos que han hecho y hacen

los indios pampas desta jurisdicción en las estancias y chacras de ella y otros

excesos..."123.En tales situaciones, peticionaban represalias. Esto es, cuando el laxo

vínculo con los pampas se rompe o la presencia de los serranos produce daños. No

123
Acuerdo sobre robos y muertes que han hecho los indios infieles Pampas (AECBA 25 de abril
de 1686).

67
obstante, desde el Cabildo no se impulsó una política indígena específica, sino acciones

paliativas. Quizás, debido a que era el gobernador quien debía tomar las determinaciones

pertinentes y el Cabildo sólo “sugerir”.

La opinión del clero:

Ésta se ve expresada en dos cartas que enviaron Gregorio Suárez Cordero (cura de la

Iglesia de Buenos Aires), y el obispo del Río de la Plata, Antonio de Azcona, al rey. El

primero de ellos esboza una visión pormenorizada del problema indígena en el Río de la

Plata, aconsejando la nueva política a seguir. La metodología adecuada la daban casi dos

siglos de experiencia, la violencia se presentó como el modo más efectivo: "...como lo

están los que fueran en sus principios reducidos y conquistados con el temor de las armas

(...) y contra los indios infieles que están levantados y hacen hostilidades, procedereis a la

conquista pacificándolos por fuerza de armas..."124.Por otro lado, las particularidades de

los grupos pampas y serranos, llevaron al teólogo a insistir en las armas como método de

sujeción indígena, y para ello propuso: "...vecinos y soldados pagados que bien tiene V.

M. pues sin más gasto que el de las municiones..."125. Los beneficios iban a ser varios,

pero el que inquietaba principalmente al religioso era terminar con una funesta relación, la

que mantenían con los grupos indígenas de norpatagonia y, mediante éstos, con los

transcordilleranos: "...una y otra nación de este gentío [pampas y serranos] tienen su trato

y relación con los indios enemigos de Chile [...] y compran en el puerto para mantener su

contrato y amistad...”126.

Evidentemente, el proceso de transformación en los grupos indígenas del sur pampeano

se estaba haciendo visible ante los ojos de los hispano-criollos. Se percibía muy

claramente este circuito del que diera cuenta Garay un siglo antes y que va iba ser la base

124
Carta del Dr. Gregorio Suárez Cordero de 1673. Ibid. p. 1 y 2.
125
Ibid. p.4.
126
Ibid. p.2.

68
de las preocupaciones futuras127. Cortar ese tráfico traería -en una visión totalizadora del

problema- un beneficio adicional al apoyar una guerra (la del sur de Chile), "...que tantos

millones cuesta a S.M.”. La acción conjunta de los gobernadores de Buenos Aires,

Tucumán y Santiago iba a hacer que estos indígenas: "...hallándose acosados por partes

tan diversas y sin tener donde abrigar a sus familias se dieran a la paz y perpetua amistad,

que sin este medio será eterna su conquista…"128.

Por su parte, el obispo de Buenos Aires, Antonio de Azcona, respondió al rey y al teólogo

en una carta. En ella intentó enterar al rey de lo que verdaderamente pasaba en el Río de la

Plata, manifestando:

"…esta nación de los pampas es la más bárbara e indómita que se conoce en

todas estas indias, porque ni los castigos ni los agasajos han hecho jamás mella

en estos indios para reducirse a política (…) ni la predicación ni la persuasión ha

obrado en ellos cosa alguna, antes cada día van cobrando más horror y hastío a

las costumbres cristianas..."129.

En este caso vemos que el eclesiástico señalaba la ineficacia de los diversos métodos

que se habían aplicado hasta el momento con dichas parcialidades (agasajos, reducción,

castigos). Al respecto de las mismas decía: "...a nada dan oidos, y si los dan alguna vez es

con engaño y dañada intención, o por lograr algún interés temporal que se les ofrece, y

conseguido este se vuelven hacia atrás a su gentilismo…”130. Este relato, expresaba

también el grado de autonomía del que gozaban pampas y serranos. Esto explicaría el

proyecto de Azcona, quien proponía:

"...con nada se reducen ni sujetan, ni hay esperanza de que se sujeten mientras

a fuerza de armas no los recogen todos de estas campañas, y los reducen a una
127
Carta de Juan de Garay al Consejo de Indias fechada en Santa Fe el 20 de abril de 1582.
128
Carta del Dr. Gregorio Suárez Cordero de 1673. Ibid. p.3.
129
Carta del Obispo del Río de la Plata, Antonio de Azcona, informando al rey sobre los indios
pampas (1683). AGI, copia en ME, carpeta G.
130
Ibid. p. 3.

69
población en los arravales de esta ciudad donde estén a la vista a todas horas,

quitándoles los caballos y las ocasiones de hacer fuga y obligándolos a que

vivan politicamente, que con esto se irán reduciendo facilmente a la fe, sino los

grandes por estar ya empedernidos en sus costumbres gentílicas, por lo menos

los chicuelos en quienes se imprime mejor cualquier enseñanza. Este es señor el

único medio para reducir a esta gente..."131.

La opinión de los gobernadores:

A fines del siglo XVII, desde que se inicia el conflictivo vínculo con las parcialidades

de pampas y serranos, los sucesivos gobernadores de la jurisdicción emitieron su opinión

y realizaron acciones concretas respecto estos grupos. Andrés de Robles, gobernador del

Río de la Plata entre 1674 y 1678, optó por intimidarlos militarmente y luego persuadirlos

con regalos. Una “entrada de castigo” fue efectuada en 1677 y posteriormente ordenó otra

que quedó en manos de Don Manuel de Robles, juntando trescientas personas -entre

vecinos y algunos indígenas de Córdoba que habían huido de sus encomiendas-. Los

grupos indígenas apresados en la campaña fueron colocados debajo del fuerte de Buenos

Aires y agasajados por el gobernador con el firme propósito de "...conservarles, porque si

el mal tratamiento les obliga a retirarse a la sierra a de ser mucho daño asi en mover los

yndios domésticos como en infestar la campaña…"132.

Finalmente, en 1678, escribió al rey manifestando que la propuesta de Gregorio Suárez

Cordero resultaba la más acertada. Recordemos que esta consistía en proceder “…por

medio de la predicación evangélica con los indios que han estado pacificados…” y “…por

la fuerza de las armas […] con aquellos que andan levantados…”133. Así, se organizó una

131
Ibid. p. 4.
132
Carta del gobernador Andrés de Robles al rey, en donde dice que respondiendo a varias
cédulas que ha recibido, da cuenta de las gestiones que ha hecho para reducir a los naturales y
agrega copia de un padrón de indios que se trajeron de las pampas (1678) AGI. Copia en ME,
Carpeta F.
133
Carta del Dr. Gregorio Suárez Cordero. Ibid. p. 4

70
nueva “entrada de castigo”, aunque esta vez, en presencia de un nuevo gobernador (Don

Joseph Garro). La expedición estuvo a cargo del capitán Juan de San Martín con “…ciento

cincuenta hombres de la compañía, algunos mulatos e indios…"134. Aquí observamos que

por segunda vez se utilizaron “indios domésticos” o “indios amigos” para efectuar una

avanzada militar sobre territorio indígena. Estos se adentraron: “…ciento cuarenta leguas

de despoblados en que solo hallaron dos tolderías de los mesmos indios que

apresaron…”135. No obstante, la campaña presentó considerables diferencias con respecto

a las anteriores. Quizás, tomando en cuenta los métodos propuestos por Suárez Cordero,

se incorporó un mecanismo hasta entonces no utilizado en lo que se refiere a la sujeción

indígena. Nos referimos a la eliminación de grupos considerados indóciles. En la

expedición se dio muerte a "…más de cuarenta de los indios gandules136 que eran los

principales robadores y matadores…”, según los agentes coloniales que realizaron la

campaña militar. Los apresados fueron “…poco más de sesenta indios y su chusma…"137.

La trascendencia de los métodos utilizados en dicha campaña radica en que el número de

indios apresados apenas supera al de asesinados.

Otra diferencia es el destino de los indios apresados en la campaña. El gobernador, en

consulta con el obispo Azcona, resolvió que estos se distribuyeran entre los integrantes de

la expedición, en lugar de ser puestos en reducción. El argumento para el reparto fue: "...

que ni es número para reducción, ni es gente que se pueda conservar en unión de que se

tiene ya hecho muy largas experiencias..."138. Lo que se buscó con esta medida fue

intimidar a las restantes parcialidades indígenas y lograr la protección de quienes se

134
Carta del gobernador José Garro al rey, sobre la campaña contra los indios pampas y serranos
de 1681. AGI, copia en ME, carpeta G.
135
Ibid. p. 3.
136
Holgazanes, perezosos.
137
Carta del gobernador José Garro al rey. Ibid. p.5.
138
Carta del Obispo del Río de la Plata, Antonio de Azcona de 1683. Ibid. p. 4.

71
atrevían a internarse en las campañas con el fin de realizar actividades de abastecimiento a

la ciudad y mantener libres las vías de tráfico:

"...y es sin duda que el no haberles causado con esto algún temor no hubiera

hacienda de campo segura ni tropa de gente de las que ordinariamente salen

a sembrar y vaquear por las campañas, ni tampoco no tuvieran confianza los

caminantes que pasan al Perú y vienen de las demás provincias..."139.

Finalmente, el dato más significativo de la campaña de 1680: el capitán Juan de San

Martín, quién estuvo a cargo de la expedición, pertenecía a una de las principales familias

de criadores de ganado que tenía vínculos comerciales con Chile (Gascón 1998). Este dato

no es menor ya que permite esbozar una posible razón para que propiciara las matanzas

indígenas.

Así, percibimos la compleja trama de intereses económicos establecida entre diversos

sectores. Esto explica qué se ponía en juego en las llamadas “entradas de castigo”, así

como el rol que tuvo la sociedad colonial en el establecimiento de vínculos interétnicos

violentos hacia fines del siglo XVII.

CUADRO N°8: ENTRADAS DE CASTIGO A TERRITORIO INDÍGENA (XVII)

Año Integrantes de la campaña Grupo indígena Destino


militar capturado

1672 Maestre de campo (Juan Arias de 80 indios pampas y Repartimiento entre


Saavedra) serranos. vecinos.
Vecinos de la ciudad.
1675 Gobernador Robles Indios pampas (no Creación de 3 reducciones
especifica número)
677 Gobernador Robles Cacique Bravo y 30 Relocalización en la
indios de chusma. reducción de Sto. Dgo.
Soriano (Banda Oriental)

1677 Don Manuel de Robles 300 indios (pampas y de Indios de servicio para el

139
Ibid.p.5.

72
Córdoba) fuerte de Buenos Aires

1680 Gobernador Garro. 100 indios pampas y 40 “pasados a cuchillo”


Maestre de campo (Juan de San serranos. 60 repartidos entre quienes
Martín) y 150 hombres (vecinos, participaron de la
mulatos, indios amigos) expedición
1686 Gobernador, 200 indios de “todas las Relocalizados en la
José Herrera y Sotomayor edades y sexos” reducción de Sto. Dgo.
Soriano. Tras intentar huir
son ejecutados los indios
“gandules” y su “chusma”
tomada como esclava.
Fuente: elaboración propia en base a datos del AGI, copias del ME, carpetas E, F, G.
El cuadro N°7 permite ver la periodicidad con que se sucedieron las “entradas de

castigo” al territorio indígena durante las últimas décadas del siglo XVII, así como los

resultados obtenidos. Por otro lado, se hace visible la creciente violencia experimentada en

las expediciones, que pasaron de la captura a la ejecución de ciertos grupos indígenas y de

la puesta en reducción al reparto de los individuos apresados. Hacia 1682, José Herrera y

Sotomayor, el nuevo gobernador de la jurisdicción, manifestaba su impotencia ante estas

parcialidades, aunque señalaba que:

"...desde que este gobierno ha estado a mi cargo he solicitado, puesto y aplicado,

cuantos desvelos y medios me han sido posibles e imaginables en orden al

católico y cristiano celo de Vuestra Majestad a que todo este gentío tan bárbaro y

apartado de toda razón natural se redujese al gremio de nuestra santa fe católica

y vida política…"140.

Su accionar consistió en un primer momento en ganarse la voluntad de los caciques con

agasajos y presentes, ofreciéndoles además tierras y sementeras. Pero tras una aparente

aceptación, el resultado último consistió en que éstos se "…retiraran a sus potreadas

llevándose caballadas y ganado de las estancias que contorneaban la ciudad, ayudados por

otros indios que se tenían por sometidos…”141. Reconociendo que el método de persuasión

140
Carta del gobernador José de Herrera y Sotomayor de 1686 al rey, sobre los indios Pampas y
Serranos que habitan el distrito. Op. Cit. p. 1.
141
Ibid. p.3

73
no daba los resultados esperados, el gobernador organizó una expedición militar hacia

1686 con objetivos intimidatorios. De ella resultó el traslado al puerto de 200 indios "…de

todas las edades y sexos…". ¿Qué pasó con ellos? En una junta entre el gobernador, el

obispo e integrantes del Cabildo, se resolvió que fueran relocalizados142 en la Banda

Oriental. Dicha práctica ya había probado su eficacia en tiempos del gobernador Robles.

Luego de tres meses de reducción algunos indígenas huyeron violentamente de la

reducción, dando muerte a los españoles que los custodiaban. El gobernador Sotomayor

propone devolverlos a la reducción de Santo Domingo Soriano o repartirlos entre los

vecinos. Finalmente su opinión:

"...a este gentío no es dable reducirlos ni conquistarlos, si no es a fuerza de

armas, y para esto se necesita de largo tiempo, gente y municiones para ir a

buscarlos a sus tierras […] en que puede resultar también mucho daño, porque

los serranos suelen darse la mano con los Aucas de Chile a quienes venden las

cavalladas de los robos y trueques que hacen..."143.

Con este diagnóstico finalizamos el análisis sobre los cambios suscitados en las

relaciones interétnicas a fines del XVII y la emergencia de nuevas formas de vinculación

hispano-indígenas. La opinión del gobernador expresaba la experiencia acumulada en

cuestión indígena y proponía un camino a seguir. En primer lugar, y en coincidencia casi

literal con Suárez Cordero, aplicar la fuerza de las armas cuando la situación lo hiciera

necesario. Pero lo que es fundamental, y tiene que ver con la conciencia de las

limitaciones que presentaba esta región de frontera en cuanto a la dominación indígena, el

gobernador consideraba necesario esperar el momento en que se dispusiera de los recursos

necesarios para hacerlo. Por el momento, proponía no interrumpir el tráfico indígena hacia

el pacífico, ya que podía motivar la unión de grupos de las pampas y Chile.


142
Entendemos a la relocalización como “deportación o traslado geográfico masivo y compulsivo
de una comunidad” (Radovich, 2000).
143
Carta del gobernador José de Herrera y Sotomayor de 1686. Ibid. p. 6

74
Sin embargo, y a pesar de ello, a partir de 1690 las autoridades de Buenos Aires se

mostraron cada vez más dispuestas a proteger las campañas y ganados que consideraban

suyos. Si hasta entonces su accionar con las parcialidades indígenas hostiles consistió en

intimidarlos mediante entradas de castigo, persuadirlos por medio de regalos o tratar de

incorporarlos a la sociedad colonial a través del sistema de reducciones; a partir de aquí se

vislumbra una actitud más ofensiva, puesto que desde entonces se hizo regular el

“patrullaje armado” al espacio inter-serrano. Desde entonces se hicieron sistemáticas

acciones tales como los agasajos y presentes a indígenas, la negociación y el intercambio

recíproco, quizás, producto de la situación desventajosa que se les presentaba a los

hispano-criollos al internarse en un espacio que aún no dominaban. Pero lo más destacado

de la implementación de la práctica del “patrullaje” es que, si hasta fines del siglo XVII

estuvo a cargo de vecinos y autoridades porteñas, a principios del siglo XVIII quedará en

manos de quienes los hispano-criollos ya denominan “indios amigos”. Esto, a partir del

nombramiento en 1717 de dos caciques pampas como Guardias mayores, con el objeto de

asegurar la defensa y custodia de la campaña144. Con ello se introdujo un nuevo vínculo

que diferirá radicalmente los anteriores: el establecimiento de alianzas interétnicas. Una

práctica se hará cada vez más efectiva a lo largo de los siglos venideros y que forma parte

de otro capítulo en lo que respecta a las relaciones interétnicas pampeanas.

144
Se trata de Mayupilquiyan y Yati. AGN. AECBA. Serie II. Tomo III. Sesión del 17 de febrero
de 1717.

75
Consideraciones finales

“No existen relaciones de poder sin resistencias”.


(M. Foucault, Microfísica del poder)

A partir de la indagación en los dispositivos de poder y dominación implementados

desde la sociedad colonial, así como las múltiples estrategias de resistencia desplegadas

por las sociedades indígenas, hemos buscado ingresar al mundo de las relaciones

interétnicas en el espacio fronterizo pampeano durante el siglo XVII. Este primer siglo de

contacto hispano-indígena se erige como un período de consolidación de las relaciones

interétnicas al norte del río Salado y el inicio de un conflictivo vínculo con las sociedades

originarias del sur de la región. A partir de este intenso y complejo dinamismo es que

adherimos a la noción de “frontera” como un espacio social de múltiples vinculaciones

entre agentes interétnicos.

La situación de dominación-resistencia entre unidades étnicas en contacto, hizo de la

“fricción” una condición intrínseca al vínculo interétnico en el ámbito pampeano. Estas

relaciones se estructuraron de forma bidireccional. Es por ello que en la conformación y el

cambio en las relaciones interétnicas en la región, influyeron tanto las formas de sujeción

indígena desplegadas por la sociedad colonial -según períodos y situaciones concretas-,

como las múltiples respuestas y estrategias de resistencia desarrolladas desde los grupos

originarios. En el caso de los sistemas reduccionales, estos fueron implementados a

principios del siglo XVII para lograr la consolidación del espacio que la sociedad colonial

había logrado ocupar en la región, así como también, para disponer de fuerza de trabajo

indígena para las actividades productivas de la ciudad y su entorno rural. No obstante las

reducciones funcionaron como ámbitos de disciplinamiento indígena, permitieron a los

grupos reducidos desarrollar diversas estrategias de resistencia que dificultaron tal

objetivo. Tal resistencia se hace visible en la fuerte oposición a la adopción de las

76
prácticas sociales y culturales del colonizador, que pueden relacionarse con múltiples

causas: a) el tipo de parcialidades reducidas (grupos con un alto grado de movilidad, b) los

recursos disponibles en el medio ambiente pampeano (rico en fauna, flora y agua), c) la

relación que estos grupos mantenían con las parcialidades que permanecían en autonomía

(principalmente a través del intercambio de bienes e información) y d) la debilidad

presentada por los agentes coloniales (religiosos y civiles), producto de la situación

todavía marginal del área pampeano-patagónica en el marco de la política imperial que

impidió que se aplicara una mayor inversión y control sobre las reducciones y los sujetos

reducidos.

En el caso de las relocalizaciones, estas fueron más eficaces en cuanto al

disciplinamiento indígena. En el caso particular de los quilmes y acalianes, el traslado

geográfico del grupo a las cercanías de Buenos Aires respondió a la necesidad que dicha

gobernación tenía por hacerse con un suministro estable de mano de obra para la pujante

ciudad-puerto y su entorno rural. Dicha necesidad, puede vincularse a la continua

resistencia ofrecida por los indígenas de la región pampeana a aceptar las nuevas formas

de trabajo y producción. En cambio, los grupos relocalizados desde otros espacios

geográficos manifestaron una rápida incorporación las formas de producción impuestas,

tanto en el ámbito reduccional como en el urbano. En este sentido podemos decir que la

“relocalización” como mecanismo de disciplinamiento indígena fue efectiva. La reducción

“Exaltación de la Cruz de los indios Quilmes” tuvo una existencia de más de un siglo y la

sociedad colonial pampeana utilizó al grupo reducido, durante la mayor parte del período,

como la principal fuente de mano de obra indígena. A pesar de ello, en este caso -y al

igual que en las reducciones pampeanas-, se perciben formas de resistencia como la huida,

el trabajo ineficiente o el mestizaje con el blanco para salirse de la condición de mitayos.

No obstante, en este caso la relocalización actuó como disparador de un proceso de

77
desarticulación étnica sin retorno, donde a pesar de permitir el desarrollo de nuevas

estrategias de supervivencia, éstas fueron individuales y aisladas, no pudiendo hacer frente

a dicho proceso. De esta manera, fueron desapareciendo formas de vida comunitarias y

relaciones de reciprocidad que caracterizaban a estas sociedades previamente a la

conquista.

Por último, hacia fines del siglo XVII y como consecuencia de la intensificación de

los vínculo interétnicos con las diversas parcialidades indígenas del sur del río Salado,

identificamos un cambio en los métodos de sujeción indígena. La política de reducción y

relocalización indígena había sido la principal estrategia implementada con los grupos

étnicos ubicados en las inmediaciones del poblado de Buenos Aires, con el fin de

incorporarlos a la sociedad colonial. No obstante, estos métodos no fueron efectivos con

los grupos del la frontera sur de la región. Estas parcialidades se habían mantenido al

margen del dominio colonial debido, no sólo al desinterés del blanco por avanzar más allá

del Salado, sino por el despliegue de una serie de estrategias que les permitieron

resignificar sus formas de organización y sus prácticas.

La transformación de las sociedades originarias del sur del Salado a partir de la

presencia europea en la región y la resignificación de elementos exógenos se presentan

aquí como otras posibles formas de resistencia que –a diferencia de la efectuada en el

ámbito reduccional- podemos denominar como “resistencia activa”. En este caso,

mediante la incorporación de nuevas especies animales como el ganado vacuno y el

equino, que produjeron cambios en la dieta, la movilidad y en los patrones de actividad

económica indígena, si bien mantuvieron un modelo basado en la caza y recolección. A su

vez, con la paulatina incorporación a los circuitos mercantiles coloniales, junto al

establecimiento de nuevos –aunque no por ello inexistentes- vínculos con los grupos

norpatagónicos y transcordilleranos, a quienes empezaron a proveer de ganado. Producto

78
de esta situación -aunque teniendo en cuenta el rol de factores subjetivos como puede ser

la demarcación de territorialidad-, identificamos el avance de parcialidades de “pampas” y

“serranos” sobre la frontera sur a fines del siglo XVII. Es por ello que a partir de 1670 y

con el inicio de las “entradas de castigo”, percibimos la introducción de nuevas estrategias

de dominación, ante el avance indígena sobre territorio bajo dominio colonial y como una

estrategia defensiva del recurso ganadero por el que empezaron a competir. Así, el

“castigo” y la “eliminación” de parcialidades indígenas considerados “indóciles”, no se

presentan como métodos antagónicos a la “conversión” y “asimilación”, sino como

estrategias alternativas y complementarias de un mismo proceso. Esta situación es

expresión de la capacidad de los agentes coloniales para modificar los mecanismos de

dominación cuando la situación lo hiciera necesario. Aplicando, en este caso, el saber-

poder que la experiencia de casi un siglo de contacto interétnico, y la percepción de que

algo había cambiado al interior de las sociedades indígenas, les había otorgado. Pero

fundamentalmente, es un indicador de la condición “activa” y la capacidad de resistencia

de las sociedades originarias. Situación que hace a la excepcionalidad de este período en

cuanto a las relaciones hispano-indígenas. Quizás, producto de la condición todavía

marginal de la región dentro del concierto imperial que se tradujo en la falta de recursos

económicos y humanos para efectivizar la dominación territorial y poblacional pretendida.

En suma, a partir del análisis en las estrategias de dominación colonial y

resistencia indígena, hemos intentado reconstruir las relaciones interétnicas a lo largo del

primer siglo de contacto entre hispano-criollos e indígenas en el ámbito pampeano. A su

vez, hemos procurado poner de relieve la complejidad y dinamismo del vínculo, así como

la condición “activa” de las sociedades indígenas en dicho proceso. No obstante,

consideramos que quedan interrogantes sin responder aún. En este sentido es que creemos

indispensable profundizar en los vínculos interétnicos al sur del río Salado, con quienes la

79
relación se mantendrá entre guerras y negociaciones durante los siglos venideros. Si bien

hemos indagado en los inicios de esta conflictiva relación durante el siglo XVII, quiénes

formaron parte y cómo se estructuraron dichos vínculos hasta la llegada del proyecto

borbónico a fines del siglo XVIII, son temas que aún permanecen sin profundizarse.

80
Fuentes:

Referencias:

AGN, Archivo General de la Nación, Buenos Aires.

AGI, Archivo General de Indias.

ME, Museo Etnográfico “J. B. Ambrosetti”, Buenos Aires.

BN, Biblioteca Nacional de Buenos Aires.

CGGV, Colección Gaspar García Viñas.

ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN

Sala IX: Legajos: 19 -1- 4 - f.9; 19-1-5 - f.11; 19 -1- 6 - f.70; 40- 8- 4 - f.
Acuerdos del extinguido cabildo de la ciudad de Buenos Aires:
Tomo III:
(1615) Pena impuesta por el Deán de la Catedral a los que no cumplan con la reducción de
indios, pag.165.
(1617) Acuerdo de confeccionar carta donde se da cuenta de la causa que ha obligado a
salir al gobernador a pacificar sublevados, pag. 166-168.
Tomo IV:
(1619) Título de protector de naturales a Salvador Barbosa de Aguilar, pag. 202-203-204.
Tomo XVIII:
(1670) Petición hecha por Juan Arregui sobre los daños que hacen los indios pampas, pag.
226.
(1672) Cabildo abierto para acordar el castigo que se le dará a los indios serranos por el
robo de ganado y otros daños, pag. 438-439.
Tomo XIV:
(1675) Acuerdo sobre el repartimiento de indios pampas y serranos, pag. 178.
Tomo XVI:
(1686) Petición para que se tomen medidas para evitar robos y asesinatos de los indios
pampas, pag. 302, 303, 304.
ARCHIVO GENERAL DE INDIAS
Copias ubicadas en el Museo Etnográfico “J. B. Ambrosetti”, Buenos Aires
Carpeta A (1558-1578)
(1565) Carta del Licenciado Matienzo, oidor de la audiencia de Charcas, al Rey.

81
Carpeta B (1584-1617)
(1587) Carta del tesorero de la Real Audiencia, Hernando de Montalvo, al rey.
(1599) Carta del gobernador del Río de la Plata, Diego Rodríguez Valdez y de la Banda al
rey. N°5.
(1610) Carta del gobernador Martín Negrón al rey. N° 12.
(1610) Carta del gobernador Martín Negrón al rey. N°13.
Carpeta C (1618-1651)
(1619) Carta del Gobernador Diego de Góngora al rey. Nº 7.
(1620) Informe del gobernador Diego de Góngora al rey, sobre la visita a las reducciones
de Buenos Aires. Nº 11.
(1621) Carta de Fray Juan de Iraza sobre indios huidos de la reducción de Tubicahminí.
(1621) Carta del obispo de Buenos Aires, Pedro de Carranza al rey.
Carpeta D ( 1657-1661)
(1659)Autos sobre Bohórquez N°1.
Carpeta E (1662-1674)
(1669) Carta del gobernador de Tucumán Alonso de Mercado y Villacorta a Su Majestad.
(1670) Carta del gobernador de Tucumán Alonso de Mercado y Villacorta a Su Majestad.
Carpeta F (1675-1679)
(1675) El Rey, Real Cédula al gobernador del Río de la Plata que aplique su mayor
cuidado y desvelo a disponer la reducción de los indios que estén levantados en su distrito.
(1675) Carta del gobernador Andrés de Robles al rey, sobre indios recogidos en la
campaña.
(1677) Carta del gobernador Andrés de Robles al rey, adjuntando padrón que se hizo de
los indios de las provincias del Río de la Plata.
(1678) Carta del gobernador Robles al rey, sobre encomiendas de indios que hay en la
ciudad.
(1678) Carta del gobernador Andrés de Robles al rey, informando sobre el oficio de
protector general de los naturales.
(1678) Carta del gobernador de Buenos Aires Andrés de Robles, al rey en donde da cuenta
de las gestiones que ha hecho para reducir a los naturales y agrega copia de un padrón de
indios que se trajeron de las pampas.
(1678) Carta del Dr. Gregorio Suárez, al rey, remitiendo testimonio de la respuesta que dio
a la consulta que el obispo y gobernador le hicieron sobre la reducción de los indios
Pampas.

82
(1681) Carta del gobernador de Buenos Aires, Joseph Garro al rey, sobre el resultado de la
campaña contra los indios pampas y serranos.
Carpeta G (1681-1687)
(1681) Carta del representante de la Audiencia de Charcas, Bartolomé González de
Pobeda, al rey, sobre el estado en que se hallan los indios que redujo Mercado y
Villacorta.
(1681) Real Cédula al gobernador de Buenos Aires ordenándole lo que ha de ejecutar en
cuanto a los setenta indios pampas que apresaron.
(1681) Carta del gobernador del Río de la Plata Joseph Garro a su reemplazante.
(1686) Carta del gobernador José de Herrera y Sotomayor al rey en la que informa sobre
los indios Pampas y Serranos que habitan el distrito de su gobierno.
(1686) Informe del administrador de la reducción Exaltación de la Cruz de los indios
Quilmes, Juan Zevallos.
Carpeta H (1688-1714)
(1695) Carta del gobernador Andrés de Robles al rey.
BIBLIOTECA NACIONAL
Colección Gaspar García Viñas, copias de manuscritos del Archivo General de Indias,
entre los años 1492-1658:
Manuscritos N°: 679, 4683, 4835 y 4863.
Otras fuentes éditas utilizadas:
Ruiz Guiñazú, E. (coor.), 1915, Garay, fundador de Buenos Aires. Documentos relativos
a las fundaciones de Sta. Fe y Bs. As, Buenos Aires: Compañía Argentina de Billetes de
Banco.
- Carta de Juan de Garay al Consejo de Indias fechada en Santa Fe el 20 de abril de
1582.
- Capitulación con el Capitán Juan Ortiz de Zárate, sobre la conquista del Río de la
Plata, 10 de julio de 1669.
Canal Feijó, B. (comp.), 1967, Los Fundadores, Buenos Aires: CEAL.
- Descripción de las Indias de Fray Reginaldo de Lizarriaga, Capítulo LXIX, Sobre el
puerto y pueblo de Buenos Aires.
- Viaje al Río de la Plata de Ulrico Schmidl, Capítulo IX, el arribo a Buenos Aires.
- Primer viaje en torno al globo de Antonio Pigafetta, Libro I, Partida de Sevilla hasta
la salida del estrecho de Magallanes.

83
Bibliografía:

ARES, Berta y Serge GRUZINSKI, 1997. Entre dos mundos: fronteras culturales y agentes
mediadores. Sevilla: EEHA.

ASSADOURIAN, Carlos S.; Guillermo BEATO; José Carlos CHIARAMONTE, 1986.


Argentina: de la conquista a la independencia. Buenos Aires: Hyspamerica.

ASSADOURIAN, Carlos S. 1983. “Integración y desintegración regional en el espacio


colonial. Un enfoque histórico”. EN: El sistema de la economía colonial. México: Nueva
Imagen. pp. 127-154.

BARTH, Fredich. 1976. Los grupos étnicos y sus fronteras. Fondo de Cultura Económica.
México.

BECHIS. M (1989) Los lideratos políticos en el área arauco-pampeana: ¿autoridad o poder?


I Congreso de etnohistoria Argentina, Buenos Aires.

BERÓN, M. (1991), Las ocupaciones tardías en el área Casa de Piedra, La pampa y Río
Negro, en: Runa XIX.

- (1991) Control de recursos y movilidad en el sur pampeano: el sitio Tapera Moreira, en:
Boletín del Centro II, La Plata.

BIEDMA, J. (1975), Crónicas militares. Antecedentes históricos sobre la campaña contra


los indios, Buenos Aires: Eudeba.

BISET A. Y VARELA G. (1990), Modelos de asentamiento y ocupación del espacio de la


sociedad pehuenche del siglo XVIII: la cuenca del Curi Leuvú. Neuquén, en: Revista de
Historia, Neuquén.

BOCCARA, G. (1996), Nota acerca de los dispositivos de poder en la sociedad colonial-


fronteriza, la resistencia y la transculturación de los reche-mapuche del centro- sur de Chile
(XVI a XVIII), En: Revista de Indias, Vol. LVI (208), Madrid.

(2001) Mundos nuevos en las fronteras del Nuevo Mundo, Nuevo Mundo, Mundos Nuevos,
N°1, 2001 http://nuevomundo.revues.org/document426.html

BOIXADOS R. y PALERMO M. (1991), “Transformaciones en una comunidad


desnaturalizada: Los Quilmes, del Valle Calchaquí a Buenos Aires”, en: Anuario IEHS N°6,
Tandil: Ihes.

84
BOSCHÍN, M. T, GAVIRATI, VEZUB, J. (2001), Identidades impuestas e identidades
enajenadas. Aportes historiográficos al debate etnológico en Pampa y Patagonia. En:
Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia.

BROCHADO, J. P. (1973), Migraciones que difundieron la tradición alfarería tupí-guaraní,


en: Relaciones VII, Buenos Aires, pp7-39.

CARDOSO DE OLIVEIRA, R. (1992), Etnicidad y estructura social, México: Casa Chata.

CARLÓN, F. (2006). “Políticas correctivas del comportamiento social indígena y formas de


resistencia en las reducciones de Baradero, Tubichaminí y del Bagual (1604-1620)”. En:
Mundo Agrario. Revista de Historia Regional, vol. 7, Nº 13, 2006. http/
www.mundoagrario.com.ar , ISSN 1515-5994.

- (2007). “El despertar de la frontera sur pampeana (segunda mitad del siglo XVII)”. En:
Revista de Arqueología Histórica Argentina y Latinoamericana, N°1. Sociedad Argentina
de Antropología, Buenos Aires, ISSN 1851-3190.

CORREA A., (2000), “Jefaturas indias e integración económica en el sur bonaerense


(primeras décadas del siglo XIX)”, en: Cuadernos del Sur, Universidad nacional de Sur,
Bahía Blanca.

CORTÉS CONDE, R. (1968), “Algunos rasgos de la expansión territorial en la Argentina en


la segunda mitad del XIX”, en: Desarrollo económico, vol.8. Buenos Aires.

CRIVELLI MONTERO, E. et.al. (1987), “El sitio Fortín Necochea (prov. de Buenos
Aires). El estado actual de los trabajos”, en: Paleoetnologica N°4, Buenos Aires, pp.39-53.

DELEUZE, G. (1986), Foucault, París: Ediciones de Minuit, pp 31-37.

FLEGENHEIMER, N. (1980), Hallazgos de puntas colas de pescado en la provincia de


Buenos Aires, en: Relaciones XIV, Buenos Aires: (N/S).pp. 169-176.

- (1994), Consideraciones sobre el uso del espacio en las sierras de Lobería, Provincia de
Buenos Aires, en: XI Congreso Nacional de Arqueología Argentina, tomo XIII, San Rafael,
Mendoza.

FOUCAULT, M. (1992), Microfísica del poder, Madrid: Ediciones de la Piqueta.

GARAVAGLIA J.C. (1989), “Formación y desarrollo de la frontera en la Argentina


pampeana (1700-1820)”, en: I Congreso internacional de etnohistoria, Buenos Aires.

85
GONZALEZ DE BONAVERI (199O), Ambientes lagunares y asentamientos arqueológicos
en la depresión del Salado, Catamarca: Shincal.

GONZALEZ LEBRERO, R. (2002), La pequeña aldea. Sociedad y economía en Bs. As


(1580-1640), Buenos Aires: Biblós.

HALPERÍN DONGHI, T. (1963), “La expansión ganadera de la campaña de Buenos Aires


(1810-1852)”, en: Desarrollo económico, vol.3, Buenos Aires.

LASTRA, S. (1977), El indio del desierto (1535-1879), Buenos Aires: Goncourt.

LEVAGGI, A. (2000), Paz en la frontera. Historia de las relaciones diplomáticas con las
comunidades indígenas en la Argentina (siglos XVI-XIX), Buenos Aires: Universidad del
Museo Social Argentino.

LEVILLER, R. (1915), Correspondencia de Buenos Aires con los reyes de España, 3 ts.
Madrid.

LAGGER, S. y LEVORCETTI, J. (1994), “La reducción de la Exaltación de la Santa Cruz


de los Quilmes. Su estructura demográfica”, en: Jornadas Interescuelas/ Departamentos de
Historia.

LEÓN SOLÍS, L. 1989-1990. “Comercio trabajo y contacto fronterizo en Chile, Cuyo y


Buenos Aires (1750-1800)”, en: Runa. N°XIX. pp. 177-221.

LÓPEZ MAZZ, J. M. (2004), Arqueología e identidad uruguaya:el saber y el poder en las


vanguardias intelectuales, en: (Politis, G. y Peretti, D. edit.), Teoría Arqueológica de
América del Sur, N°3, UNICEN.

LORANDI, A. M. (1988) “El servicio personal como agente de desestructuración en el


Tucumán colonial”, en: Revista Andina, año 6, N° 1, Cuzco: Centro Bartolomé de las Casas.

LOTHROP, S. (1932), Indians of the Paraná Delta, Argentina, Annals of the New York
academy of Science, New York. Pp 77-232.

MADRID, P. y SALEMME, M. (1991), La ocupación tardía del sitio I de Laguna Tres


Reyes (González Chávez, prov. de Bs. As.), en: Boletín del Centro 3, La Plata, pp.165-179.

MADRID, P. y OLIVA, F. (1994), Análisis preliminar de las representaciones rupestres


presentes en cuatro sitios del sistema de Ventania (prov. de Bs. As.), en: Revista del Museo
de La Plata IX, N° 73, La Plata, (s/n), pp. 199-223.

86
MANDRINI R. (1986) La sociedad indígena de las pampas en el siglo XIX, en: Lischeti
(comp.) Antropología, Buenos Aires: EUDEBA.

- (1992), "Indios y fronteras en el área pampeana (siglos XVI y XVII). Balance y


perspectivas", en: Anuario IHES 7, Tandil: IEHS.

- (1993) “Las transformaciones de la economía indígena bonaerense (1600.1820)”, en:


MANDRINI, R. y REGUERA, A. (comp.) Huellas en la tierra. Indios, agricultores y
hacendados en la pampa bonaerense, Tandil: IEHS.

- (2004), “Hacer historia indígena: el desafío a los historiadores”, en: Fronteras hispano-
criollas en del mundo indígena latinoamericano, siglos XVIII-XIX. Un estudio comparativo,
Salta: IEHS.

MANDRINI R. Y ORTELLI. S (2000), “Los araucanos en las Pampas (1700-1850)”, En: G.


Boccara (editor), Colonización, resistencia y mestizaje en las Américas, Chile,(s/n).

MARTINEZ, G. (1994), Diversidad de ocupaciones arqueológicas en el curso medio del río


Quequén Grande, en: XI Congreso Nacional de Arqueología Argentina, Mendoza. pp. 228-
229.

MATEO J. A (1992), “El despertar de la frontera sur rioplatense (Segunda mitad del siglo
XVII)”, en: Jornadas de investigadores de la Universidad Nacional de Mar del Plata,
UMNDP, Mar del Plata.

MATEO, J. y CORREA, A. (1999), “La reducción del Pilar en el pasado y en el presente”,


en: XII Congreso Nacional de Arqueología Argentina, Córdoba.

MAZZANTI D. (1991), “Haras Los Robles: un sitio con pictografías en el borde oriental de
las sierras de tandilia”, en: Boletín del Centro 3. pp. 180-200.

- (1993a), “Control del ganado caballar a mediados del siglo XVIII en el territorio indio del
sector oriental de las sierras de Tandilia”, en: MANDRINI, R. y REGUERA, A. (comp.)
Huellas en la tierra. Indios, agricultores y hacendados en la pampa bonaerense, Tandil:
IEHS.

- (1993b), Investigaciones arqueológicas en el sitio Cueva Tixi (prov. de Buenos Aires,


Argentina), en: Etnia 38-39 (s/n).pp.125-163.

87
- (1999), Ocupaciones humanas tempranas en sierras La Vigilancia y laguna La Brava,
Tandilia oriental (prov. de Buenos Aires), en: Actas el XII Congreso Nacional de
Arqueología Argentina, La Plata, 149-155.

- (2000) Las sociedades indígenas del sudeste bonaerense: características de la territorialidad


durante los últimos 1000 años, en: VI Jornadas de Arqueología, Antropología en la
provincia de Buenos Aires, Uso del territorio y vida cotidiana. Chascomús.

- (2006) “Los pueblos originarios de las sierras y llanuras orientales”, en: P. ZUBIAURRE
(corrd.)Historia de Balcarce, Balcarce: Municipalidad de Balcarce. Pp.72-93.

MENA LARRAÍN, F. (1989), Cazadores-recolectores y arqueología, problemas y


proyecciones teóricas. En: Boletín de Antropología americana N° 19, Buenos Aires, (s/n),
pp.31-47.

MOTOUKÍAS, Z. (1988), Contrabando y control colonial en el siglo XVII, Buenos Aires:


CEAL.

NACUZZI L. (1994), Los cacicazgos duales en pampa-patagonia durante el siglo XVIII, en:
Relaciones.

1998. Identidades Impuestas. Tehuelches, aucas y pampas en el norte de la Patagonia.


Sociedad Argentina de Antropología. Buenos Aires.

NÉSPOLO, E. (1999). “El contacto interétnico a partir de la reducción Concepción de


Pampas”. Un documento inédito de 1752. (m.s).

NOFRI, María Clarisa 2001. “Actividad misional y resistencia indígena en las reducciones
jesuitas de pampas y serranos (1740-1753)”. En: XVIII Jornadas Interescuelas/
Departamentos de Historia. Salta: Facultad de Humanidades.

ORTELLI, S. (1996), “La araucanización de las pampas: ¿Realidad histórica o construcción


de los etnólogos?”, en: Anuario Iehs Nº11, Tandil: Ihes.

PALOMEQUE S. (2000), “El mundo indígena, siglos XVI-XVIII”, en: Tandeter E. (dir.),
La sociedad Colonial, NHA, Tomo II, Bs. As: Sudamericana

PALEO Y PEREZ MERONI (1999), “Nuevos aportes a la arqueología de del partido de


Punta indio”, en: Actas del XII Congreso Nacional de Arqueología Argentina, La Plata.

PALERMO, M. A, (1988), “La innovación agropecuaria entre los indígenas pampeano-


patagónicos: génesis y procesos”, en: Anuario Ihes, Tandil: Ihes.

88
- (1989), “Indígenas en el mercado colonial”, En: Ciencia Hoy, vol. 1 Nº4.

- (2000), “A través de la frontera. Economía y sociedad indígena desde el tiempo colonial


hasta el siglo XIX”, En: TARRAGÓ, N. (comp.), Los pueblos originarios y la conquista,
NHA, Buenos Aires: Sudamericana.

PINTO RODRIGUEZ, J. (1996), Integración y desintegración de un espacio fronterizo. La


araucanía y las Pampas, 1550-1900, Chile: Universidad de la frontera.

POLITIS, G. (1984), Arqueología del área interserrana bonaerense, tesis doctoral, UNdLP,
La Plata.

- (2000), Los cazadores de la llanura, en: TARRAGÓ, N. (comp.), Los pueblos originarios y
la conquista, NHA, Buenos Aires: Sudamericana.

POLITIS, G. y MADRID, P. (2001), Arqueología pampeana: estado actual y perspectivas,


en: Historia Argentina prehispánica, Córdoba.

POLITIS, G. y BAYÓN, P. (1995), Sea mammal exploration an human foot prints in the
pampean coast, Past. The Newsletter of the British Prehistoric Society, Londres.

PRESTA, A. M. 2000. “La sociedad colonial: raza, etnicidad, clase y género. Siglo XVII”.
En: TÁNDETER, E. (dir.) La sociedad Colonial. NHA, Buenos Aires: Sudamericana. Tomo
II. pp. 55-86.

RADOVICH, J. C, (2000) “Perspectivas teórico-metodológicas en los procesos de


relocalización de población”, en: VI Congreso Argentino de Antropología Social, Simposio:
Antropología Ecológica e Impactos Ambientales. Mar del Plata.

RAZORI, A. (1945), Historia de la Cuidad Argentina, T. II, Bs. As.

ROULET F. (1993), La resistencia de los Guaraní del Paraguay a la conquista (1537-


1556), Posadas: Editorial Universitaria.

RODRIGUEZ MOLAS, R. (1985), Los sometidos de la conquista. Argentina, Bolivia y


Paraguay, Buenos Aires: CEAL.

RUIZ GUIÑAZÚ, E. (1915), Garay, fundador de Buenos Aires. Documentos relativos a las
fundaciones de Santa. Fe y Bs. As. Buenos Aires: Compañía Argentina de Billetes de Banco.

SAIGNES, T. (1987), “Ayllus, mercado y coacción colonial: el reto de las migraciones


internas en Charcas (siglo XVII), en: HARRIS, O. B. LARSON y E. TANDETER (comps.),

89
La participación indígena en los mercados surandinos. Estrategias y reproducción social,
siglos XVI a XX, La Paz: Ceres.

SALEMME, M. (1993), La ocupación humana en la región pampeana (sector bonaerense)


durante el Holoceno. Un enfoque zoo-arqueológico, En: El Holoceno en Argentina, Bs. As:
Edit. Cadinqua. pp. 45-70.

SEOANE M. I. (1992), Buenos Aires vista por sus procuradores (1580-1821), Buenos
Aires: Instituto de Investigaciones en Historia y Derecho.

SIERRA, V. (1981), Historia de la Argentina, Buenos Aires: Ediciones Culturales.

SOLANO, F. (1976), “Introducción al estudio del abastecimiento d ela ciudad colonial”, en:
Jorge HARDOY y Richard SCHAEDEL (comps.) Las ciudades de América Latina y sus
áreas de influencia a través de la historia, Buenos Aires: Siap.

VARELA Y MANARA (2006), Líderes indígenas y relaciones interétnicas en la


norpatagonia durante los siglos XVIII y XIX, en: Bandieri S., G. Blanco y G. Varela
(comps.) Hecho en Patagonia. La historia en perspectiva regional, Neuquén: CEHIR,
Universidad del Comahue.

VILLAR, JIMÉNEZ Y RATTO (1998), Relaciones interétnicas en el sur bonaerense 1810-


1830. Bahía Blanca: IEHS.

TAPIA, A. (2000), Visibilidad arqueológica de la conquista en la cuenca del Paraná-Plata,


En: Simposio Arqueología y Bioantropologia de Tierras Bajas, 49 Congreso Internacional
de Americanistas, Quito, Ecuador.

TORRE REVELLO, J. (2004), Crónicas del Buenos Aires colonial, Buenos Aires: Taurus.

TURNER, (1968), El significado de la frontera en la historia americana, Bs. As: CEAL.

90

Вам также может понравиться