Вы находитесь на странице: 1из 4

15 MAR 2019 | PRONUNCIAMIENTO DE WOLA

En un golpe a la verdad y la justicia, el

presidente de Colombia intenta matar un

frágil acuerdo de paz


El 7 de marzo, el presidente Iván Duque Márquez objetó la ley estatutaria
de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), el mecanismo de justicia
transicional establecido en los acuerdos históricos de paz del 2016 con el
grupo guerrillero las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia
(FARC). Este golpe a los acuerdos niega los derechos del pueblo
colombiano a saber la verdad sobre el conflicto, y hace que sea más
probable que el ciclo de violencia continúe en el país. Duque está
sacrificando los derechos de las víctimas para apaciguar los intereses de sus
partidarios políticos mientras que se acercan las elecciones regionales en
octubre.

La JEP fue creado para investigar los crímenes de guerra y responsabilizar


a los perpetradores de ambos lados del conflicto por crímenes de derechos
humanos cometidos durante 52 años de conflicto. Duque anunció que
objetará seis puntos de la ley estatutaria; esencialmente, está proponiendo
los siguientes reformas:

• Excluir de la jurisdicción del JEP los delitos sexuales.


• Exigir que los exintegrantes de las FARC compensen financieramente a las
víctimas.
• Aclarar los procesos de extradición.
• Imponer sentencias más duros para crímenes de guerra.
• Permitir investigaciones simultáneas en la sistema judicial colombiano
afuera del JEP.
Limitar el estatuto de limitaciones para los delitos que el JEP puede
investigar.

Duque y sus aliados mantienen que estas reformas permitirán una paz más
“genuina”. Pero esto es falso—sus propuestas garantizan una debilitación
de la capacidad de las instituciones colombianas para acabar con la
violencia.

Las objeciones de presidente Duque a la JEP violan los fundamentos de los


acuerdos de paz, que fueron establecidos como ley por más de dos años. Si
se impone sentencias más duras dentro del JEP, es casi seguro que los
perpetradores de delitos graves contra los derechos humanos perderán
cualquier incentivo para participar en el proceso.

Al devolver el acuerdo al Congreso, el presidente Duque


está desafiando tanto la legislatura como a la máxima
autoridad constitucional del país, despreciando el Estado de
derecho para apaciguar a su base política.

Quizás una de las consecuencias más serias de las objeciones de Duque será
el impacto sobre los casos que ya han progresado durante el primer año de
funcionamiento del JEP. Según el último informe del JEP, 9.687
excombatientes de las FARC y 1.938 miembros de las fuerzas armadas
colombianas se han cometido a declarar ante el tribunal. Cambiar los
fundamentos del JEP meterán estos casos en el incertidumbre.

En un reunión el 12 de marzo entre WOLA y una asociación de miembros


de las fuerzas armadas colombianas quienes cometieron crímenes durante el
conflicto, los militares afirmaron que las acciones de Duque van en contra
de sus intereses. Afirmaron que desean ingresar al JEP para que puedan
contar la verdad de qué ocurrió, para que nunca vuelva a suceder, y para
ayudar sanar las heridas de las víctimas.
El año pasado, tanto el Congreso Nacional de Colombia como el Corte
Constitucional afirmaron que la JEP es constitucional. Al devolver el
acuerdo al Congreso, el presidente Duque está desafiando tanto la
legislatura como a la máxima autoridad constitucional del país,
despreciando el Estado de derecho para apaciguar a su base política.

Al castrar la JEP en vez que empoderarla, Duque está


obedeciendo a los intereses de un sector elite colombiano,
dejando los intereses de una Colombia rural, étnica, y
vulnerable a un lado.

Duque y su coalición también están ignorando la manera en que la JEP ha


sido una voz para las comunidades étnicas afectadas de manera
desproporcionada por el conflicto. La JEP es el primer corte en la historia
colombiana con una composición tan diversa de género, etnicidad y región;
representa una nueva oportunidad para que las comunidades
afrocolombianas e indígenas puedan acceder la justicia. Al castrar la JEP en
vez que empoderarla, Duque está obedeciendo a los intereses de un sector
elite colombiano, dejando los intereses de una Colombia rural, étnica, y
vulnerable a un lado.

Organizaciones de víctimas y comunidades étnicas colombianas, grupos de


sociedad civil, la ONU, y la Corte Penal Internacional ya han expresado su
oposición frente a las objeciones del presidente. Unos 100 grupos y
representantes de la sociedad civil han firmado una carta condenando este
intento a socavar el acuerdo de paz.

Para WOLA, lo más preocupante fueron los comentarios del embajador


estadounidense a Colombia, Kevin Whitaker, quien expresó apoyo para los
objeciones de Duque y afirmó que tal acción fue precedido por un análisis
“riguroso”. Tal declaración niega reconocer cualquier impacto sobre las
víctimas del conflicto y sus derechos a la verdad y justicia—algo que
hemos visto antes con la política estadounidense hacia Colombia, en que se
prioriza la extradición de perpetradores de graves crímenes de derechos
humanos por cargos de narcotráfico, a costo de la verdad y justicia.
“Las declaraciones del embajador estadounidense son decepcionantes
porque envían una señal equivocada sobre la consolidación de paz en
Colombia,” fue la opinión expresada por la Gimena Sánchez-Garzoli, la
Directora de los Andes en WOLA, durante un reunión con oficiales de la
Embajada de los Estados Unidos en Bogotá el 12 de marzo.

Al manipular los acuerdos de paz para fines políticos,


Duque arriesga volver encender el conflicto civil más
prolongado del hemisferio.

Debido a que el Ejecutivo de los Estados Unidos no ha responsabilizado a


Duque por violar los términos del acuerdo de paz, el Congreso de los de
EE.UU. y la comunidad internacional deben tomar medidas rápidas para
reforzar la posición de la JEP como un elemento clave para garantizar la
justicia y una paz duradera en Colombia.
Como uno de los financieros más importantes de los acuerdos de paz en
Colombia, el Congreso de EE.UU. debe aprobar resoluciones bipartidistas
que afirman el compromiso estadounidense a cada provisión del acuerdo de
paz. Además, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas debe
solicitar una audiencia de emergencia con la Misión de Verificación en
Colombia, para resaltar los intereses del comunidad internacional en la
implementación plena de los acuerdos del 2016.
Al manipular los acuerdos de paz para fines políticos, Duque arriesga
volver encender el conflicto civil más prolongado del hemisferio. Para
garantizar que las víctimas del conflicto armado alcancen una medida de
justicia, y para cumplir con el compromiso de los acuerdos con la no-
repetición, el gobierno colombiano debe empoderar a la JEP para completar
su mandato y construir una nueva base para la paz en Colombia.

Вам также может понравиться