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economica y de su
metodo
Capítulo 3: El Mercantilismo y el nacimiento del Capitalismo
Hay dos maneras básicas de analizar la economía del sistema de pensamiento llamado
mercantilismo.
La aproximación doctrinal sugiere que los humanos y sus ideas pueden disponerse en un
campo continuo, en el que aparezca lo «mercantilista» en un extremo y lo «liberal» en el
otro.
La visión que hemos llamado política, se concentra en las regulaciones específicas del
período mercantilista y en la forma en que cada una de ellas afectó a los grupos de intereses
en competencia, respaldados por el monarca, el Parlamento, las Cortes y los productores.
La fuerza motriz fue la persecución egoísta de la ganancia.
La falta de cohesión entre los autores mercantilistas puede atribuirse en gran medida a la
ausencia de unos instrumentos analíticos comunes que pudieran compartir y pasar a una
generación de sucesores.
El resumen más conciso de los principios mercantilistas sea el que suministró Philipp
Wilhelm von Hornick. El anteproyecto de Von Hornick para la eminencia nacional
proclama los temas de la independencia y el tesoro. Sus nueve reglas principales de la
economía nacional son:
1. Que cada pulgada del suelo de un país se utilice para la agricultura, la minería o las
manufacturas.
2. Que todas las primeras materias que se encuentren en un país se utilicen en las
manufacturas nacionales, porque los bienes acabados tienen un valor mayor que las
materias primas.
4. Que se prohíban todas las exportaciones de oro y plata y que todo el dinero nacional se
mantenga en circulación.
5. Que se obstaculicen tanto como sea posible todas las importaciones de bienes
extranjeros.
7. Que en la medida que sea posible las importaciones se limiten a las primeras materias
que puedan acabarse en el país.
9. Que no se permita ninguna importación si los bienes que se importan existen de modo
suficiente y adecuado en el país.
Y aunque su objetivo social general del «poder del Estado» era subjetivo, sus opiniones
sobre el funcionamiento del sistema económico eran un reflejo claro de los hábitos de
pensamiento del mundo real.
Las teorías de la causación social —esto es, las teorías sobre las tendencias naturales que
ordenan los fenómenos del mundo real— ya aparecieron a mediados del siglo xvi. Este
aspecto de ciertos escritos mercantilistas es de gran interés como uno de los principios del
laissez faire, pero por ahora es importante advertir que estas ideas «racionalistas» no
estaban interesadas en los fines divinos.
Comercio Internacional.
La obtención de oro por medio del comercio y las restricciones comerciales de muchas
clases fueron esencialmente ideas mercantilistas, y el dinero, y no los bienes reales, fue
equiparado por lo general a la riqueza.
Uno de los fines idealizados del comercio y la producción era aumentar la riqueza por
medio de un incremento de la acumulación de lingotes en el país. En una escala
macroeconómica, se deseaba un excedente de las exportaciones sobre las importaciones
(una balanza de comercio favorable), porque el saldo tenía que enviarse en oro.
Algunos autores consideraron el comercio y la acumulación de lingotes como un juego de
suma cero, en el que cuanto más ganase el país A, menos quedaría para los países B, C, y
así sucesivamente.
Por contradictoria y mal dirigida que parezca que haya sido su orientación en cuanto al
dinero, los mercantilistas produjeron la primera conciencia real de la importancia monetaria
y política del comercio internacional y, en el proceso, suministraron a la política económica
un concepto de balanza comercial que incluía partidas visibles e invisibles (fletes, seguros,
etc.).
La balanza de pagos siempre está equilibrada, a causa de que se construye según los
principios de la contabilidad por partida doble, y así, los conceptos de «déficit» y
«superávit» deben deducirse de la ordenación y de los valores de determinadas cuentas.
Las posiciones del capital a largo plazo y los movimientos comerciales de los bienes reales,
por ejemplo, se consideran motivados por fuerzas económicas fundamentales, diferencias
de los tipos de interés, diferencias en los precios relativos de los bienes nacionales y
extranjeros, y cosas por el estilo.
El inventor de esta doctrina, que dijo del dinero que «no es de ningún modo la rueda del
comercio, sino el aceite», sin embargo vio efectos saludables a corto plazo en la obtención
de metálico.
Hume argumentó, en efecto, que el dinero es como un «velo» que oculta el funcionamiento
real del sistema económico y que no tiene consecuencias relevantes que la masa monetaria
de una nación sea grande o pequeña, después de que el nivel de precios se ajuste a la
cantidad de dinero.
La nación-estado: el mercantilismo como política interior.
Desde el principio encontramos escritos mercantilistas que por una parte alaban los
controles económicos internacionales para el enriquecimiento de la sociedad, pero por otra
presentan elocuentes alegatos en favor de la no interferencia en el interior.
El egoísmo, que era una ley natural para Hales, es la fuerza que se encuentra detrás de la
actividad económica.
Aunque estas creencias liberales relativas a la política interior contrastan fuertemente con
los puntos de vista mercantilistas sobre las restricciones al comercio exterior, representan
sin embargo una corriente de pensamiento que culminó en La Riqueza de las Naciones de
Adam Smith, que, curiosamente, caracterizó al mercantilismo como un sistema de
controles.
El mantenimiento de unos salarios bajos y una población creciente fue un elemento claro en
la literatura mercantilista, y tenía su origen en un deseo de mantener una distribución
desigual de la renta, así como en la creencia de los mercantilistas en una curva de oferta de
trabajo inclinada hacia atrás.
En otras palabras, si los salarios estuvieran por encima del nivel de subsistencia, la
búsqueda de la gratificación física llevaría simplemente al vicio y a la ruina moral.
Bernard de Mandeville, argumentaba que a los niños de los pobres y los huérfanos no se les
debía dar una educación a cargo de fondos públicos, sino que debían ser puestos a trabajar a
una temprana edad.
En 1701, John Law propuso un impuesto sobre el consumo para fomentar la frugalidad
entre los ricos y la industria entre los pobres.
*Oferta de trabajo.
Diversos autores consideran que las políticas mercantilistas eran adecuadas para su época;
esto es, que unas políticas orientadas a promover una nación estado fuerte estaban
justificadas después del caos y del desorden inherente al hundimiento del sistema feudal.
La oferta de metales tenía una elasticidad muy baja en una época en qué las exigencias que
planteaban las transacciones comerciales e industriales crecían con gran rapidez.
Las políticas orientadas a reducir el paro en los países subdesarrollados que se han basado
sobre todo en los incrementos de la masa monetaria, muchas veces no han hecho más que
producir inflación, por ejemplo.
El mercantilismo se presenta aquí como una forma de búsqueda de rentas. Esta visión como
proceso es más rica que la visión doctrinal, por su capacidad para explicar el cambio
histórico.
El análisis moderno intenta explicar, en términos de costes y beneficios para los individuos
implicados, la existencia o ausencia de privilegios de monopolio en algunas industrias y
actividades.
La regulación local de los oficios, precios y tasas de salario en los tiempos mercantilistas
procedía del sistema de los gremios medievales.
La reina Isabel intentó codificar y ampliar estas detalladas regulaciones en la Ley del
Trabajo. Esta ley trazó la puesta en vigor específica de los derechos de los jueces de paz
locales (JP), concejales y administradores locales. Los JP y otros ejecutores administrativos
de regulaciones locales no cobraban o cobraban muy poco por sus servicios
Por otra parte, a nivel nacional, la regulación industrial se creaba de tres maneras: 1) por
leyes del Parlamento, 2) por proclamas reales y patentes de privilegio, y 3) por decretos del
Consejo Privado de la «corte» del rey.
El mercantilismo nacional era ofrecido por una monarquía, y una monarquía representa un
entorno con unos costes especialmente bajos para la búsqueda de rentas, sobre todo si se le
compara con un escenario democrático moderno, donde el poder de ofrecer legislación
reguladora se encuentra repartido entre diversas instancias de poder gubernamentales.
Hasta la época de los Tudor, las jurisdicciones entre los tres tribunales no estuvieron bien
definidas y el pago de los jueces dependía en parte de la recaudación de los honorarios de
los tribunales. Esto llevó a un gran volumen de competencia jurisdiccional entre ellos.
El interés del Parlamento radicaba en la limitación del poder ilimitado de la corona para
conceder privilegios de monopolio. La lucha no se planteaba entre librecambio y
concesiones gubernamentales de monopolio, sino más bien sobre quién tendría el poder de
ofrecer regulaciones económicas.
La transición al liberalismo
Mandeville se centraba en una teoría de la naturaleza humana que rechazaba una visión
racionalista y metafísica del conocimiento. En su lugar, abrazaba una teoría empírica,
sosteniendo que las impresiones de los sentidos constituyen todo lo que podemos saber
acerca del mundo. El razonamiento tiene que venir de los hechos, no de cualesquiera
consideraciones racionalistas o apriorísticas.
Así, Mandeville rechazaba los criterios absolutos como fundamento de los sistemas sociales
o del comportamiento individual. Lo correcto y lo equivocado eran relativos, y él observaba
que «las cosas como el bien y el mal dependían de algo más, según el contexto y la
situación en que se encontraban» (Fábula, p. 367 ed. Inglesa cit.).
«El orgullo y la vanidad han construido más hospitales que todas las virtudes juntas»
(Fábula, p. 261 ed. inglesa cit.).
La transición institucional.
Según la visión doctrinal, el mercantilismo decayó a medida que sus «errores» iban siendo
descubiertos, con lentitud, pero con seguridad.
El laissez faire puro no existió nunca en Inglaterra (ni en ninguna parte), ni siquiera después
del predominio de la capacidad del Parlamento para ofrecer regulación.
Una vez más vemos como el paradigma se quiebra a partir de la incapacidad para dar
respuestas a problemas y situaciones concretas, para dar lugar a una nueva línea de
pensamiento, en este capítulo; “el liberalismo económico” y consigo el capitalismo, sistema
que sigue vigente aún en nuestros días, que si bien es cierto ha tambaleado, sigue siendo
dando las mejores respuestas a los problemas.