Вы находитесь на странице: 1из 19

La ruina del espacio lárico como metáfora de la decadencia de la poesía moderna y los

epistemes occidentales en la Nueva Novela de Juan Luis Martínez.

Paola Lizana-Miranda

Doctorado en Literatura hispanoamericana contemporánea

Universidad de Playa Ancha

Antes de estudiar Zen, las montañas son montañas y los ríos son ríos;
mientras estás estudiando Zen, las montañas ya no son montañas y los
ríos ya no son ríos; pero una vez que alcanzas la iluminación las
montañas son nuevamente montañas y los ríos nuevamente ríos.
(Proverbio Zen)

Síntesis

Entender La nueva novela como un espacio lárico en ruinas, significa relacionar la imagen de la
casa a los significados del orden, protección, es decir, de lo familiar; lugar desde donde se puede
traducir el mundo a través de los epistemes occidentales que reducen las anomalía de lo de “afuera”
o lo “distinto” a niveles alcanzados con la razón. Planteamos entonces, que cuando hablamos de
espacio lárico degradado, nos referimos a la decadencia de la racionalidad moderna, la metafísica
clásica, así como también del pensamiento analógico en poesía. Es decir, en La nueva novela, se
plantea el término de los paradigmas occidentales que han ordenado el mundo gran parte de la
Historia, otorgando un sentido a las experiencias humanas bajo el predominio de la razón y las
similitudes, paradigmas que en la obra se presentan contradictorios e insuficientes. De acuerdo a
lo planteado, proponemos entonces una lectura a partir de los signos de la ruina del espacio lárico,
en la dimensión social y poética, lo que significa la negación de los epistemes occidentales, así
como también, del arte sustentado en el sistema de correspondencias.
Abstract

Understanding the Nueva Novela, as a ruined larical space, means to relate the image of the house
to the meanings of order and protection, that is to say, familiar. A place where the world can be
turned into occidental epistemes, that lessen the anomalies of “outside” or “different” into levels
reached by reason. So, we consider, that when we talk about larical space, we refer to the decline
of modern rationality, the classical methaphysics and also to the analogical thought in poetry. In
other words, in the Nueva Novela it is considered the occidental paradigm’s end, that has arranged
the worl through great part of History, giving sense to the human experiences under the
predominance of reason and similarities, which are paradigms, presented in the work as
contradictory and insufficient. In order to what we consider, we propose a reading based on the
ruins’ signs of the larical space, on social and poetical dimension, that mean the occidental
epistemes’ denial and the denial of the art supported by the correspondence’s system as well.

Introducción

Al hablar de espacio lárico lo hacemos aludiendo a la connotación que relaciona el concepto

con las deidades del hogar, entonces con ello nos referimos al espacio de la casa, lo propio, lo

familiar. En este sentido la poesía lárica expresa una experiencia vital, que es el anhelo por un

mundo más armónico, una suerte de edad dorada, forma arquetípica del inconsciente colectivo.

Respecto a ello, Jorge Teiller, el más reconocido de los poetas láricos chilenos, nos recuerda que

frente al caos de la existencia social y ciudadana los poetas de los lares (sin ponerse de acuerdo

entre ellos) pretenden afirmarse en un mundo bien hecho, sobre todo en el mundo del orden

inmemorial de las aldeas y de los campos, en donde siempre se produce la misma segura rotación

de siembra y cosecha, de sepultación y resurrección (Teiller cit. en Villavicencio 51). De acuerdo

a lo anterior, podemos afirmar que cuando hablamos de espacio lárico nos estamos refiriendo al

espacio ordenado de lo familiar y del hogar, representado materialmente a través de la casa. En

este sentido, Bachelard señala que la casa será el símbolo imperecedero de protección y orden. Este
autor en su Poética del espacio afirma que el hogar se asocia a la niñez, en tanto, la vida adulta se

percibe como desposesión de ese bien primero, entonces el ser humano se ve “lanzado al mundo”

(14). Según esto, en términos simbólicos la casa pone en relación las dicotomías espaciales y vitales

dentro/fuera, infancia/adultez, protección/ caos. Creemos entonces, que en la obra La nueva novela

del poeta Juan Luís Martínez, nos encontramos en presencia un espacio lárico degradado, metáfora

lúcida y temprana de una nueva forma de entender la poesía, el mundo y la realidad. Además

planteamos que las poéticas de Teillier y Martínez, se pueden vincular con los movimientos

Románticos y Vanguardistas, respectivamente. Corrientes literarias que de acuerdo a lo planteado

por Octavio Paz tienen una sensibilidad común, esto es, la negación crítica de la modernidad. Por

lo anterior, se hace posible afirmar, que la primera de estas formas liricas se puede vincular con los

paradigmas de las letras modernas, en tanto la segunda, al de las letras contemporáneas, dado que

bajo la obra lárica subyace un pensamiento analógico y en la LNN nos encontramos con la ruptura

de dicho pensamiento. Ahora bien, configurar la decadencia del lar, nos lleva indefectiblemente a

la necesidad de caracterizar el tono literario de dicha poética, para ello se nos presenta como

ineludible hacer presente la obra de Jorge Teillier, el gran poeta lárico de las letras chilenas. Sin

pretender realizar un estudio comparatístico entre estos dos autores chilenos, conceptualizaremos

la ruina del territorio lárico a partir de una serie de cruces entre la poética de Juan Luis Martínez

con la de Jorge Teillier, a fin de dar cuenta de lo que hemos denominado espacio lárico degradado,

constituido con los escombros de la poesía y la cultura occidental.


La nueva novela

Juan Luís Martínez (1942-1993) trabajó nueve años en la construcción de La nueva novela

(1968-1975) buscando formular un nuevo sentido del acto de poetizar a través de la rescritura de

la literatura, el discurso y el texto. Este poeta porteño deconstruye los modos canónicos de hacer

poesía, poniendo en cuestión la realidad mediante la lógica del absurdo y prescindiendo de la

narratividad lineal en beneficio del concepto de una obra abierta (Cáceres 111). Respecto de la

deconstrucción de los modos canónicos, la innovación que significa esta obra para el panorama de

las letras nacionales anuncia el inicio de lo que se ha denominado Neovanguardia, debido a su

inédita disposición estética, constituida por un laberíntico y caleidoscópico despliegue de

fotografías, una galería icono-gráfica, propia y ajena de personajes célebres, textos humorísticos,

irónicos, provocadores. Inédita obra que como explica Manuel Espinoza en el año de su publicación

(1977), la recepción de la crítica fue de desconcierto, se encontraban frente a una obra experimental

de profundos alcances innovadores, y pese a las influencias de teorías literarias provenientes de

Europa, las que se suponían asimiladas por sectores artísticos y literarios de vanguardia, ningún

crítico sentó sus puntos de vista en lo esencial de esas ideas para operar una eficaz apertura hacia

el trabajo que Martínez proponía (4). Contrario a lo que Espinoza señala sucedió en la época de su

aparición, en la actualidad es posible dar cuenta de una revalorización y reposición de esta obra en

el panorama literario nacional, lo que se manifiesta a través de la publicación de múltiples estudios

críticos en torno a ella. Lo anterior, creemos, obedece a que precisamente la apertura de esta obra,

hace posible un sinfín de lecturas las que aún se encuentran lejos de quedar agotadas. Respecto de

esto último, nos es posible hacer presentes una serie de innovaciones que vinculan a Martínez con

la contemporaneidad literaria, comenzando con el gesto estructuralista de dar muerte al autor.

Como señala Elvira Hernández, nos encontramos desde un primer momento (desde la portada) con
un autor escindido, que nos remite indefectiblemente a la aspiración mallarmeliana de un texto

único, sin autor. Al respecto, Hernández señala: “Y en Juan Luis, que ya sabe que no hay

originalidad en la obra (…) corta su nombre, lo tarja, lo raya, escinde al poeta del autor: (JUAN

LUIS MARTÍNEZ)( JUAN DE DIOS MARTÍNEZ) ¿Cuál es el poeta? ¿Cuál es el autor? Por el

momento ambos personajes, quedan a buen recaudo, entre paréntesis? (50). Dicha escisión

deliberada, es denominada por Lihn y Lastra como la actitud de un sujeto cero, que se hace presente

en su desaparición, y que declara e inventa sus fuentes borgeanamente 1 (44). En relación a esto

último, se ha hecho constante mención al método deconstructivo respecto del uso de las fuentes en

La nueva novela, que se configura a partir de la continua y tautológica utilización de referencias

intertextuales a fuentes canónicas de la cultura occidental con el fin de negar la existencia de

individualidades en literatura, nos encontraríamos entonces en la propuesta de Martínez frente a

una autoría transindividual, que niega la existencia de las individualidades en la literatura, al hacer

fluir bajo nombres distintos una misma corriente, que es y no es él (Lihn y Lastra 46). Con ello, se

configura un espacio poético al que se le han dado los calificativos de laberíntico, caleidoscópico,

especular, etcétera, y que se ha vinculado, no sin justificación, con las concepciones estéticas y

literarias Borges y Cortázar, entre otros. Lo cierto es que adentrarse en el espacio literario de La

nueva novela es aventurarse en una escritura- collage, que por una parte niega al autor individual

y la originalidad de la obra, por otra, en forma simultánea, da cuenta de un mundo en ruinas. Según

lo anterior, podemos señalar que con los escombros de la poesía y la cultura occidental, Juan Luis

Martínez, construye esta imagen poética. Dicha imagen, que Jaime Valdivieso relaciona con un

1
Concordando con Paul Valéry, Borges señala que está historia (la de la literatura) no debería ser la de los autores,
sino la del espíritu como productor o consumidor de literatura (…) entonces se le debería restar importancia al tema
en poesía, pues se trataría de un sólo tema ( Labraña 54).
espejo quebrado que cuestiona la realidad (40), nosotros la vincularemos con la ruina de lo familiar,

del hogar simbolizado en la casa y la familia, a lo que hemos llamado espacio lárico degradado2.

Dimensión poética: ruina del pensamiento analógico.

Para dar comienzo a este análisis es necesario señalar lo que Juan Carlos Villavicencio

plantea en relación al tono de melancolía presente en la obra lárica, tono que hace inevitable ubicar

esta poesía dentro del halo romántico, dada la no despreciable cantidad de puntos convergentes

entre el Romanticismo y la poética del lar: entre estos destacan el amor a la libertad y la continua

evocación a cierto pasado, representado en el arraigo a la aldea, a la que siempre se quiere retornar

-que guarda la pureza primigenia acaso- por sobre la ajena ciudad materialista- arraigo también al

imaginario colectivo antiguo de la casa natal y el hogar (42). De acuerdo con Villavicencio, en esta

visión predomina la lógica de las “correspondencias”, aspiración también romántica (43). El

sistema de correspondencias o analogías refiere a un principio que ordena el mundo partir de

semejanzas. Al respecto, Foucault señala que hasta finales del siglo XVI la prosa de las semejanzas

desempeñó un papel fundamental en el saber de la cultura. Hasta entonces, todo estaba unido por

una serie de analogías: la tierra repetía al cielo, los rostros se reflejaban en las estrellas y la hierba

ocultaba en sus tallos secretos que servían al hombre (26). El advenimiento de la modernidad,

heredera del programa metafísico, escinde el mundo en polaridades jerárquicas a fin de dominarlo,

oposición dicotómica entre un Absoluto y Otro inesencial que sustenta la idea de progreso, dado

que bajo estas polaridades subyace la idea de “elevación”. Al respecto, podemos señalar que la

síntesis hegeliana implica un mejoramiento, en tanto es una elevación del ser sobre lo finito (Kusch,

cit en Mignolo 34). Las letras modernas, en disputa con dicha racionalidad, buscará superar las

2
Juan Luís Martínez, en dialogo con Ester Robledo reconoce que la contemporaneidad ha significado para el hombre
occidental la pérdida de confianza en el mundo conocido “se perdió la imagen sólida del mundo. Los conocimientos
acumulados solo han servido para la confusión. Nuestra confianza también se ha perdido” (Beckett 40).
escisiones y oposiciones de este episteme. Al respecto, Octavio Paz, señala que en oposición con

la sociedad de su época los poetas redescubren una tradición tan antigua como el hombre mismo,

esta es la visión del universo como un sistema de correspondencias y el lenguaje como un doble

del mundo (127). En este sentido, serán los poetas románticos los primeros en abjurar la pérdida

del pensamiento analógico, nostalgia religiosa que se manifestó a través de la melancolía o spleen

romántico, sensibilidad que caracteriza de igual forma a la poesía lárica, en tanto heredera del

romanticismo. De acuerdo a ello, el poeta del lar será el que por debajo de las diferencias

nombradas y cotidianas, encuentra el parentesco huidizo de las cosas. Función alegórica que en la

obra teillerana se manifiesta como una verdad trascendente o arquetípica: “algo nos recuerda la

verdad/que amamos antes de conocer” (Teiller 23). El espacio de la memoria y lo cotidiano encierra

entonces la posibilidad de revelación de algo que se esconde bajo las apariencias de lo mundano.

Añoranza por esa edad feliz regida por un principio de armonía que se materializa en el benévolo

territorio del hogar: “es bueno saludar los platos y el mantel puestos sobre la mesa,/y ver que en el

viejo armario conservan su alegría”(23). Contrario a dicha concepción analógica presente en la

obra de Teillier, en el aparatado VI de la Nueva Novela: LA LITERATURA, denuncia el dominio

de la correspondencia buscada por los romancistas: “el Demonio de la analogía: su dominio”. En

este conjunto de versos subtitulado el encuentro, se manifiesta el hallazgo de las poesías de

vanguardia, esto es, que el reverso de la analogía está en blanco, que se trataría de un centro vacío.

El lenguaje no refiere a la cosa, ni a una realidad trascendental, no existe ni nunca existió dicha

identidad, por lo tanto nombrar, signar, cifrar es el designio del poeta, propósito que siempre se

desbarrancará en la blancura la página. Como plantea Octavio Paz, el poeta moderno sabe que el

mundo es ilegible, no hay libro, para Dante el centro de la analogía concilia lo uno y lo plural, para

los modernos el centro de la analogía es un centro vacío, que es ruptura de la unidad (111). El

poema ya no puede copiar al mundo, Mallarmé será el primero en entenderlo, para él la analogía
termina en silencio, y desde allí en adelante para el poeta el proyecto imposible será: la

compaginación de la blancura./La lectura de unos signos diseminados en páginas dispersas, como

expresa Martínez en su obra. Por ello el cisne, símbolo por excelencia de la pureza poética, aparece

en esta obra vulnerado, “troquelado” como señala el título de este poema, con ello se desacraliza

al lenguaje poético, negando su función religiosa y trascendente, en tanto, como cualquier signo

lingüístico es arbitrario y reversible, como expresa el final del verso: La lectura de un signo entre

unos cisnes o a la inversa.

( El encuentro)
Nombrar / signar / cifrar: el designio inmaculado:
su blancura impoluta: su blanco secreto: su reverso
blanco.
La página signada con el número de nadie:
el número o el nombre de cualquiera: (LA ANONIMIA no nombrada).
El proyecto imposible: la compaginación de la blancura.
La lectura de unos signos diseminados en páginas dispersas.
(La Página en Blanco): La Escritura Anónima y Plural:
El Demonio de la Analogía: su dominio:
La lectura de un signo entre unos cisnes o a la inversa (87).

En relación al episteme de la correspondencia, Foucault señala que en las marcas de la

similitud predominan los principios de mismidad e identidad, el autor también plantea que con la

modernidad el hombre, no sin dramatismo, comienza a perder esta certeza3. La conciencia de la

crisis que significa esta separación entre palabra y referente la podemos encontrar en los siguientes

3
En dicho sentido el primer héroe moderno no es otro sino que Don Quijote, con él comienzan a agonizar los antiguos
juegos de la semejanza y los signos. Respecto a ello, Foucault plantea que “Don Quijote no es un hombre extravagante,
sino más bien un el peregrino meticuloso que se detiene en todas las marcas de la similitud. Es el héroe de lo Mismo”.
Como tal, anclado en la mismidad, el célebre personaje de Cervantes, no logra alejarse de la planicie de lo familiar que
se extiende en torno a lo Análogo, el recorrido por la estrecha provincia de la Mancha, no es más que el itinerario
infinito que no logra traspasar la frontera de la diferencia, en tanto esta implica un trayecto hacia lo desconocido (53)
versos de Teillier: “Cuando las amadas palabras cotidianas/pierden su sentido/ y no se puede

nombrar ni el pan, / ni el agua/ ni la ventana, y ha sido falso todo diálogo que no sea con nuestra

desolada imagen” (137). De acuerdo a esto, la nostalgia lárica no es una nostalgia ingenua sino la

clara lucidez de que las cosas vividas y conocidas están llegando a su fin, por ello el poeta del lar

se empeña en preservar los valores de la infancia y del hogar, memoria de un mundo que se presenta

familiar y por ello menos hostil, porque el espacio del afuera le llena de temor : “y el niño que hay

en mí renace en mi sueño,/aspira de nuevo el olor de los muebles de roble, Y mira lleno de miedo

hacia la ventana/ pues sabe que ninguna estrella resucita” (24).Contrario a esto, en La nueva novela,

nos encontramos ante la explicitación de dicha crisis y con ello la degradación del sistema

analógico, planteamiento que se presenta irónicamente en el poema “Meditaciones sobre René

Magritte”(93) en el cual a través de una imagen de objetos quebrados: una pipa, una taza y dos

pesas que representan un kilo (medio kilo cada cual) junto a su respectiva palabra también

quebrada, denuncian la falacia de las propiedades de la correspondencia, alejándose de la

aspiración romántica que Foucault, (citado en epígrafe del poema) establece, de acuerdo al cual,

dentro del sistema de correspondencias el poeta tiene un papel alegórico, en tanto bajo el leguaje

de los signos y el juego de las diferencias, trata de oír “el otro lenguaje”(56). En este sentido, es el

poema citado una representación icono-gráfica de la ruptura con la tradición de las letras modernas,

situándonos así en un espacio contemporáneo, lo que se establece desde el mismo título, el que

hace referencia a René Magritte, pintor surrealista famoso por sus sugestivas imágenes con las que

buscaba alterar la precepción de la realidad. De acuerdo a lo anterior, planteamos que la LNN se

presenta la degradación del espacio lárico, en tanto al orden mítico que intentan afirmar los poetas

del hogar, se contrapone la crisis de los referente extralingüísticos, y conforme al gesto de las

vanguardias artísticas, va a cuestionar el programa metafísico, entendiendo que lenguaje y

pensamiento la cara y reverso de una misma entidad, por lo que no se puede romper las
concepciones del lenguaje sin alterar profundamente los ordenamientos epistémicos como se

establece en el siguiente imagen-poema:

Nada es real: puerta de entrada a ruina lárica.

Rainer María Rilke, señala que la casa, en la vida del hombre, elimina las contingencia sin ella

el hombre sería un ser disperso (Rilke, cit en Náter 45). Bachelard en la Poética del espacio toma

esta idea del poeta alemán para dar cuenta del privilegiado lugar que tiene la representación de la

casa en el inconsciente individual y colectivo, en tanto espacio cerrado, tibio y protegido donde la

vida comienza. De acuerdo a las concepciones láricas, este espacio protegido se materializa a través

de los lugares y las cosas familiares lo que incluye el hogar, así como también sus objetos: una

fuente, una torre, un vestido, un abrigo, la aldea o el pueblo de la infancia. En relación a esto, es

posible señalar que en la obra de Teiller el espacio familiar se presenta idealizado en el recuerdo o

el ensueño: “la mañana tiene olor a pan recién amasado. /la ropa recién lavada dice “adiós” en los

patios./ Un fantasma penetra en las leñeras” (28), tal como se manifiesta en este verso en las

añoranzas, el hogar se muestra como espacio cálido y vital. Pese a lo anterior, la nostalgia penetrará

como un fantasma en la experiencia cotidiana, conciencia de pérdida de un mundo ordenado donde

todo se corresponde. En este sentido, el discurrir del tiempo en esta obra significa decadencia, por
ello el pasado es una tentativa de oponer un principio inconmovible al cambio portador de ruina y

abandono. Lo anterior, se manifiesta con mayor fuerza en el poema “Cuando todos se vayan” donde

el hablante camina por las calles invadidas de maleza, deteniéndose en los signos de decadencia:

“caminaré sin prisa por las calles/invadidas de maleza/ mirando los palomares/que se vienen abajo,

/ hasta llegar a mi casa/donde me encerraré a escuchar/discos de un cantante de 1930” (13). La

poesía lárica transfigura la idea del cambio, el cual no se concibe como ascenso, sino como pérdida

y degradación, de allí la necesidad de afirmar el pasado negando el mito del progreso que funda la

modernidad. Al respecto, Octavio Paz, plantea que el tiempo moderno es un constante ir más allá,

en tanto la perfección, que se asocia a la idea de progreso no puede estar en otra parte que en el

futuro (30). En LNN, nos encontramos ante la misma operación poética, esto es, la negación del

tiempo del progreso moderno, a partir de la imagen de este como portador de deterioro. Sin

embargo, si en la obra lárica el retorno al origen abjura la ruina, es porque aunque sea en un plano

onírico o de la memoria existe la posibilidad de ese regreso, en tanto, el mundo para los poetas del

lar al igual que para los románticos, se sostiene en una verdad trascendente la cual revelar. En la

obra de Martínez, en cambio, este espacio se encuentra derruido, por lo tanto, ya no existe la

posibilidad de habitarlo, no al menos satisfactoriamente. Según esto, podemos afirmar que en

ambas obras el hogar y la familia son metáforas de la realidad. Expresión de lo anterior es el poema

“La desaparición de una familia”, en cual, como señalan Lihn y Lastra, se invierten los valores

arquetípicos del espacio familiar, dado que todas las características que hacen de la casa un lugar

cerrado, acotado y protector se espectralizan, transformándose en un espacio abierto, desprotegido

y amenazante, que en vez de sustraer a sus moradores de los peligros de la existencia los condesa

y los especializa, señalando a cada uno el modo y el lugar específico de su desaparición (45). De

acuerdo a lo planteado, nos es posible afirmar que en esta obra, el espacio de lo conocido y cercano

se presenta insuficiente para dar sentido a la experiencia humana, la casa entendida como
metonimia de la realidad se vuelven amenazante, espectral, ruina de los paradigmas

epistemológicos de occidente, que nosotros hemos llamado espacio lárico degradado:

“Antes que su hija de 5 años


se extraviara entre el comedor y la cocina,
él le había advertido: “esta casa no es muy grande ni pequeña,
pero al menor descuido olvidarás las señales de ruta
y de esta vida al fin habrás perdido toda esperanza” (137)

Para dar cuenta de esto que hemos denominado degradación del espacio lárico, son

relevantes los planteamientos de Lihn y Lastra respecto del poema anterior. Estos autores señalan

que en “La desaparición de una familia” la inestabilidad de las señales de ruta, las cuales se borran,

olvidan o confunden, dan cuenta de la deconstrucción del espacio familiar, conservándose dicho

espacio solo en forma fantasmagórica. Así mismo, los autores, enfatizan en la inutilidad de las

advertencia de las voces poéticas: la de una narrador omnisciente y la del padre, cuyos registros

verbales combinan el tono didáctico, asertivo de mentor y guía, con la inutilidad de un saber

paradójico que no resuelve nada (todos desaparecen a pesar de sus advertencias)(45). De acuerdo

a ello, y entendiendo el espacio familiar como metáfora de la realidad, nos es posible afirmar que

al interior de LNN se plantea la crisis de los saberes que han configurado la realidad occidental

durante la últimos siglos, crisis del referente y de la objetividad.


Todo es real: puerta de salida de la ruina lárica.

Ahora bien, en LNN el tránsito por este espacio en ruinas comienza en la misma portada del

libro (paratexto), la que va a funcionar como puerta de entrada al espacio en ruinas, a partir de

una imagen de casas cayéndose. En tanto en la solapa del libro se encuentra una radical afirmación

que cuestiona la realidad: “nada es real”. Dicho cuestionamiento nos pone en relación con las

concepciones epistemológicas de la contemporaneidad, las que niegan la objetividad del referente.

Negar la realidad, desde un comienzo, es el gesto radical a partir del cual se va a estructurar todo

el poemario. Sin embargo, lejos de una actitud nihilista, pensamos que si bien al ingresar al espacio

lárico de La nueva novela, nos encontramos ante la pulverización de la lógica racionalista y las

esencialidades metafísicas, así como también, del pensamiento analógico en la poesía. En forma

paralela, y dentro del mismo espacio degradado, se va afirmando una nueva realidad, una supra-

realidad, que se configura a través del lenguaje metafórico, el cual se opone al logos occidental, así

como también al lenguaje de las analogías. Como antes ya señalamos, en esta obra, lenguaje y

pensamiento se conciben como una misma entidad, por lo cual no se puede alterar el lenguaje sin

alterar la realidad. Lo anterior nos permite afirmar que esta supra-realidad es una construcción

subjetiva, que se configura en dialogo con la poesía y carente de referentes extralingüísticos. Dicha

construcción queda establecida desde la misma entrada al espacio poético, es decir en la solapa,

con la negación de lo real, dado que esta refiere a la realidad a la que podemos acceder a través de

la conciencia racional, es decir la realidad objetiva. Lo que nos permite afirmar esto último es la

referencia a la disciplina Zen, a través de la alusión a Sotoba Komachi, disciplina que precisamente

busca la iluminación como la sublime percepción de lo real, que supone la superación de los límites

y contradicciones de la mente racional, con la cual accedemos solo a una dimensión ilusoria y de

apariencias. El trayecto anterior se va a completar en la contraportada la obra, con la nota “todo es


real” de André Bretón, puerta de salida de obra, que refiere al anhelo surrealista de fundar una

nueva realidad, una realidad absoluta que armonice la vida y el arte, el sueño y la vigilia. De

acuerdo a lo planteado, allí donde la poesía lárica propone el retorno hacia lo trascendente

contenido en el origen al cual se añora regresar, LNN afirma una realidad nueva, cuyos atributos se

despliegan a partir de las referencias hacia oriente, así como también de la poesía de vanguardia,

ya que las filosofías orientales como las corrientes poéticas de inicio del siglo XX, se conciben

como métodos para acertar en el blanco del inconsciente y abolir al hombre dividido de la tradición

dialéctica. Lo anterior nos permite situar esta obra dentro del ámbito de la Neovanguardia, lo que

significa conectarla con los movimientos poéticos iniciadores de la contemporaneidad literaria.

Dicha conexión poética la realizaremos a través de la imagen-poema “Tareas de poesía” (26),

cartografía en que los puntos de referencia son las embarcaciones de “El desdichado” y “El barco

ebrio”, “La siesta del fauno”, “El cementerio Marino”, poemas de Nerval, Rimbaud, Mallarmé y

Valery, respectivamente. El primero de ellos se adscribe a la corriente del Parnasianismo francés,

en tanto Rimbau y Mallarmé se pueden ubicar dentro del Simbolismo, y por último Valery,

pertenece a la Vanguardia literaria. Ahora bien, estas categorizaciones son intrascendentes o al

menos así lo parecen dentro de la obra de Martínez, dada la disposición anárquica de las

embarcaciones dentro de la imagen-poema, lo cual obliga al lector a girar la página para leer la

inscripción de cada una de ellas, movimiento circular que borra las categorizaciones temporales y

estilísticas entre estos autores y sus obras, reuniéndolos bajo la realización de las mismas tareas

de poesía, las cuales se pueden se resumir en la superación de las dicotomías racionales como

vida/arte, ficción/realidad, consiente/inconsciente, sueño/vigilia. Y además, la configuración de

una nueva realidad, contraria a la realidad objetiva positivista y contraria también, a la realidad

trascendente de la poética lárica. Como ya lo habíamos señalado, desde el romanticismo en adelante

se manifiesta la misma conciencia de oposición de las letras a la racionalidad moderna y sus


epistemes dialécticos, nostalgia de unión cósmica que los poetas románticos resolvieron a través

de un pensamiento analógico. En tanto las Vanguardias literarias negaron el referente, exaltando la

metáfora como fundadora de una realidad subjetiva. Es decir, correspondencias y metáforas son

distintos modos de negar las escisiones modernas, porque en ellas subyacen los principios de unión,

identidad y Mismidad. Por eso, creemos, que en la imagen-poema “Tareas de poesía” cada una de

las embarcaciones son manifestaciones líricas de la renuncia a estabilizar relaciones entre las

palabras y las cosas, es decir, renuncia al sistema de correspondencias romántico, así como también

una negación de las concepciones dicotómicas de lo real. Estos epistemes serán sustituidos, en las

letras contemporáneas, por asociaciones metafóricas caprichosas y ambiguas, que irrealizan o

desrealizan los objetos del mundo para asociarlos sugestivamente. Es decir, la metáfora será la

potencia que permitirá configurar una realidad subjetiva y mediará también la unión imaginaria de

los mundos antagónicos dentro del poema. Esto último, se hace presente en las tareas de poesía

martinianas a través del llamado a la unión entre la poesía y la vida, por lo menos así se expresa en

las tareas poéticas planteadas, donde en cada poema se exhorta al lector a identificarse con lo leído:

“Un barco ebrio cuenta sus recuerdos de viaje. Este barco es usted. Dígalo en la primera persona

singular” (27). De acuerdo a lo anterior, planteamos que junto a la ruina lárica en la LNN se va

configurando una nueva realidad, que es posible entender como puerta de salida de la prisión de

la subjetividad escindida. De este modo, creemos, el recorrido por las ruinas del espacio lárico,

termina en la contraportada de la obra, donde sobre la imagen cuadriculada aparece un texto que

incita a lector a marcar dos rutas de escape para cada miembro de la familia: “Dibuje el contorno

de cada cuarto incluyendo puertas y ventanas. Marque dos rutas de escape para cada miembro de

la familia”. Exhortación a través de la cual, creemos, se afirma la subjetividad del receptor dentro

de la obra, el cual interviene para trazar su desenlace. Cuestionar la realidad racional y objetiva se

presenta entonces como único medio de conocimiento y representación del mundo, negando con
ello las escisiones dialécticas sujeto-objeto, y trazando además las señales de ruta para escapar de

la ruina lárica.

Conclusión

Como señalamos en este análisis, afirmamos que en LNN nos encontramos con la

representación icono-gráfica de la degradación de la racionalidad moderna, los principios de la

metafísica clásica y arte sustentado en el sistema de correspondencias, lo que hemos llamado

espacio lárico degrado, en tanto, el espacio ordenado de los saberes modernos, como forma de

interpretación y sentido de la experiencia humana, se presenta como insatisfactorios e insuficientes.

Por otro lado, y en forma simultánea, en este poemario se va configurando una nueva realidad, una

supra-realidad, puerta de salida de la prisión de la subjetividad escindida. Respecto de lo primero,

en este análisis hemos ido configurando este espacio lárico en ruinas a partir de algunos cruces con

la poesía de Jorge Teillier, el más importante poeta del lar chileno. Estableciendo que en la obra

telleriana el símbolo de la casa representa un pasado que se recuerda como más pleno y feliz, en

este sentido, el hogar y la familia se trasforman en metonimia de orden y protección. Aunque es

necesario aclarar que no se trata de una nostalgia ingenua, ya que la obra de Teiller expresa la clara

conciencia de un orden perdido. En tanto, en LNN, nos encontramos con la subversión del arquetipo

del hogar y de la familia, contrario a la obra lárica dicho arquetipo se presenta en ruinas o

degradado. Apropiándonos del símbolo de la casa como representación del mundo protegido,

hemos estructurado este análisis en tres momentos: ruina del pensamiento analógico, puerta de

entrada y puerta de salida de la ruina lárica. En el primero de estos, se pone en relación las

poéticas de Teillier con la sensibilidad romántica, así como también se evidencia la negación del
sistema de correspondencias en la obra de Martínez. En tanto, en el segundo comenzamos el

recorrido por el espacio lárico degradado, lo que significa la negación critica a la racionalidad

moderna y los principios metafísicos occidentales. Para finalmente, dar cuenta de las tareas de

poesía propuestas en la obra, esto es exaltar la potencia creadora de la metáfora para configurar

una realidad subjetiva, carente de referentes externos y a la cual se llega a través del lenguaje

metafórico de la poesía. Lo anterior, conecta a LNN con los sistemas filosóficos-religiosos

orientales, así como también con los movimientos poéticos fundadores de la contemporaneidad.

De acuerdo a lo antes señalado podemos afirmar que LNN es una lúcida y temprana metáfora

de la posmodernidad, lo que junto a sus innovaciones estilísticas, han llevado a la crítica a

reconocerla como obra inaugural de la Neovanguardia en las letras chilenas. Lo anterior se debe a

su radical negación a los paradigmas occidentales, como la deconstrucción de los modos canónicos

de hacer poesía, lo que sin duda significará que seguirán surgiendo nuevas lecturas de LNN. Ahora

bien, respecto del concepto que aquí hemos denominado ruina o degradación del espacio lárico,

entendido como metáfora de la decadencia de los epistemes occidentales, creemos, que aún existen

un sinnúmero de imágenes-textos donde se da cuenta de esta ruina epistemológica. Así mismo, que

es posible aplicar dicho conceptos a otros paradigmas de saber que aquí no han sido abordados,

tales como el concepto de Idea metafísica, la concepción del signo unívoco de Saussure o las

dialécticas idealistas y materialistas, entre otros.

Bibliografía
Bachelard, Gastón. La poética del espacio. México D.F: Fondo de cultura económica, 1957.

Cáceres Andrés. «Una lectura de el gran vidrio de Marcel Duchamp y La nueva novela de Juan
Luis Martínez como articulación meta-poética y autoreflexiva.» Revista chilena de investigaciones
(2014): 97-115.

Díaz, Erwin. Los dominios perdidos. Santiago: Fondo de cultura económica, 2007.

Espinoza, Manuel. Aproximaciones a cuatro mundos en la poesía Chilena actual. Santiago: Altazor,
2003.

Foucault, Michel. Las palabras y las cosas. La arqueología de las ciencias humanas. Buenos Aires:
Siglo XXI, 1968.

Hernández, Elvira. Acopio de materiales y algunos andamios para llegarme a la obra de Juan Luis
Martínez . Santiago: Ediciones Archivos , s.f.

Labraña, Marcela. «Objetos visuales de Juan Luis Martinez: atisbos de la lectura.» Fernández
Braulio

Lastra Pedro y Linh Enrique. Señales de ruta de Juan Luis Martínez. Santiago: Ediciones Archivo,
1987.

Marcelo Rioseco. Martínez Total. Santiago: Editorial Universitaria, 2016. 297-308.

Martínez, Juan Luís. La Nueva Novela. Santiago: Ediciones archivo , 1977.

Mignolo, Walter. «Occidentalización, imperialismo, globalización: herencias coloniales y teorías


postcoloniales.» (s.f.).

Náter, Miguel Ángel. José Donoso entre la Esfige y la Quimera. Santiago: Cuarto Propio, 2007.

Paz, Octavio. Los hijos del limo. Del romanticismo a la vanguardia. Barcelona: Biblioteca de
Bolsillo, 1990.

Valdivieso, Jaime. Juan Luis Martínez adiós a la cordura. Santiago: Ediciones Archivo, s.f.

Villavicencio, Juan Carlos. Jorge Teiller. Nostalgia de la tierra. Madrid : Cátedra , 2013.

Villavicencio, Juan Carlos. «La casa o el laberinto de (Juan de Dios) hacia una interpretación del
"epígrafe para un libro condenado: la política" de La Nueva Novela, de Juan Luis Martínez.»
Rioseco, Fernández Braulio y Marcelo Rioseco. Martínez Total. Santiago: Editorial Universitaria,
2016. 79-105.

Вам также может понравиться