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EL PROYECTO DE SCHLEIERMACHER DE UNA

HERMENÉUTICA UNIVERSAL

En Schleiermacher encontramos el primer intento


explícito de fundamentación teórica del método
hermenéutico. Su hermenéutica metódica es la técnica
históricamente más importante que ha sido desarrollada con
el propósito de reconstruir el pensamiento y las intenciones
del autor de obras escritas. Tomó conciencia de la necesidad
de corregir las deficiencias de los métodos interpretativos con
una “hermenéutica universal” que fuera capaz de preceptuar
los principios generales y la metodología adecuada de la justa
comprensión. Todo lo que se pueda convertir en objeto de
interpretación pertenece a esta hermenéutica, para la que
comprender es un fenómeno autónomo particular en el que
intervienen elementos subjetivos y objetivos dentro de un
proceso regido por leyes propias y distinto de la explicación.
Algunos aspectos:

1. El esfuerzo por comprender se produce cuando no existe


una comprensión inmediata, o sea, cada vez que puede
darse un malentendido. Esta posibilidad de
malentendido, en la experiencia de lo ajeno, es
universal.
2. Lo que se trata de comprender no es la literalidad de las
palabras y su sentido objetivo, sino la individualidad de
una producción original, el pensamiento de un tú. Bajo
esta sensibilidad por lo individual y concreto está la
actitud romántica de enfrentamiento con la posición
ilustrada, que proclamaba una esencia común de la
humanidad y una mutua comprensión a través de ideas
racionales.
3. En consecuencia, la hermenéutica es un
comportamiento adivinatorio, una recreación de su acto
creador: sólo se comprende adecuadamente
retrocediendo hasta la génesis misma de las ideas.
Con Schleiermacher la teoría de la interpretación
comienza a tener una dimensión filosófica propiamente dicha.
Ello es en función de dos novedades: la 1ª es que con él, la
hermenéutica implica, no sólo la formulación de reglas, sino
también el análisis de los presupuestos doctrinales que
definen el proceder interpretativo; la 2ª es que los límites de
la hermenéutica se ensanchan hasta abarcar el lenguaje en
su conjunto. No obstante, las características de la herme-
néutica de Schleiermacher vienen dadas por la relación de
ésta con su filosofía romántica, que gira en torno a una
tensión nunca del todo resuelta entre la particularidad de las
vivencias individuales y la generalidad del sentido que se
objetiva en la interpretación. De aquí parten los problemas
del círculo hermenéutico: la diferencia entre interpretación
gramatical e interpretación psicológica, y la perspectiva de un
horizonte indefinido y jamás conclusivo para el intérprete.
Esa definición de la hermenéutica como comportamiento
adivinatorio, implica una concepción particular del objeto y
del acto de comprender. El conjunto de ideas que intentamos
comprender como discurso o como texto no representan, ante
todo, un contenido objetivo, sino una interpretación, una
construcción estética. La poesía es un pensamiento individual
que, por esencia, es combinación libre, expresión y libre
exteriorización de una esencia individual. En consecuencia, el
acto de comprender deberá reconstruir el momento vivo de la
concepción y la decisión creadora. La producción original es el
acto creador del ingenio productor del sentido, de los usos
lingüísticos, los estilos literarios,etc. Para esta producción
genial sólo cabe la intuición inmediata, un acto adivinatorio
de la congenialidad.
En Schleiermacher, el modo de crear propio del artista
genial constituye el modelo de toda producción espiritual y, a
la vez, de toda comprensión recreadora de esa producción.
No se concibe la interpretación como la simple aplicación de
determinadas reglas a textos para su adecuada comprensión.
Se trata de llevar a cabo una auténtica reconstrucción,
reproducción o experimentación por uno mismo del proceso
mental creativo. Cada acto de comprensión ha de suponer
como una especie de “inversión” del acto creador, o, como
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indica Gadamer, “una reconstrucción de la construcción” por
la que el que comprende penetra, a través de las estructuras
expresivas lingüísticas (reconstrucción gramatical), en la vida
mental del autor (reconstrucción técnico-psicológica).
Lo que fundamenta la posibilidad de la hermenéutica
como adivinación congeniadora es una metafísica de la vida
como vinculación previa de todas las individualidades, pues
cada individuo es una manifestación del vivir total. Por ello
“cada cual lleva en sí algo de los demás, lo que hace posible
la adivinación por comparación con uno mismo”. Esta
exigencia de identidad, que la hermenéutica posterior
considerará como un obstáculo, la identifica Schleiermacher
con la congenialidad y la simpatía del género humano,
aspectos que él desarrolla en el marco de su metafísica de la
vida y de la individualidad. Según ésta, cada individualidad es
una manifestación concreta de la vida universal, de modo que
el intérprete participa, en su sustrato más profundo, de las
mismas fuerzas vivas que animan al autor, como si cada
individuo llevara en sí mismo algo de cada uno de los demás.
Lo cual permite de el desarrollo de la comprensión
adivinatoria.
Para Schleiermacher, la comprensión sólo es posible
sobre el fundamento de esa identidad de espíritus, y, desde
esta metafísica de la vida, la individualidad del intérprete y la
del autor ya no se enfrentan como dos hechos incomparables
y extraños, sino que ambos se han formado sobre la base de
la naturaleza humana común que hace posible la comunidad
misma de los hombres en el discurso y la comprensión.
La conciencia común del género humano y la comunidad
de experiencias humanas fundamentales constituyen, en
definitiva, para Schleiermacher, la condición de posibilidad
última de toda comprensión, que tiene que entender cada
construcción del pensamiento como un momento vital en el
nexo total de cada hombre. La barrera que supone la
individualidad cabe traspasarla con el sentimiento, expresión
de nuestra vinculación con la vida total.
Según este presupuesto, la comprensión se hace sobre la
base de la totalidad de la vida, pues cada creación no es sino
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un momento vital en el nexo total de la vida. Ahora bien, esta
totalidad, desde la que debe entenderse lo individual, no
puede estar dada de antemano a modo de un canon
dogmático. Comprender es siempre moverse en círculo: un
constante y esencial retorno de las partes al todo y viceversa.
A causa de ese ideal modélico de la reconstrucción –en el
que siempre entran en juego dos momentos que parecen
contrapuestos, el objetivo y el subjetivo-, el problema de la
fundamentación epistemológica de la hermenéutica no queda
exento de polémica. Para Schleiermacher, no obstante, la
reconstrucción tiene el rango de un ideal regulador y no el de
un principio absoluto y añade que la comprensión según este
ideal es una tarea infinita. La polémica parte de la
constatación de que la reconstrucción y el carácter
siempre provisional de la tarea hermenéutica se
mueven en círculo entre un todo y sus partes, y sobre
este movimiento circular se apoya la pretensión
metodológica del comprender y las pautas o criterios
que han de regularlo. Para el punto de vista más optimista
este círculo es sólo aparente y, por tanto, alcanzable. Por eso,
Schleiermacher especifica unas reglas y distingue dos
métodos, el comparativo y el adivinatorio, así como dos
formas de interpretación, la gramatical y la técnica. Estas
distinciones tienen la peculiaridad de que cada uno de los
métodos y formas se condicionan mutuamente, de manera
que ningún método existe sin el otro y ninguna de las formas
de interpretación tiene una preeminencia absoluta sobre la
otra.

1. El método adivinatorio, definido como intuición


inmediata o captación de la inmediatez del sentido del
texto, únicamente posible para un espíritu afín.
2. El método comparativo indica un camino para la
comprensión de una totalidad a través de una serie de
conocimientos singulares y contrastados entre sí. Es, por
tanto, un método mediato.

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Así descritos, estos dos métodos tienen su aplicación
concreta en las dos formas de interpretación de un texto
mencionadas.
1. La interpretación gramatical que es propiamente la
objetiva. Está referida al sentido objetivo de las palabras
e investiga las regularidades del lenguaje y las
posibilidades de su formas de expresión, por que
presupone la participación de los intérpretes y el autor
en un juego de lenguaje común. Es un proceso negativo
y general, en cuanto que señala los límites de la
reconstrucción.
2. La interpretación técnica, que es la subjetiva, más
tarde denominada psicológica, intenta captar
positivamente la impronta individual y subjetiva del
autor en el uso que hace de las palabras. Es decir, trata
de comprender el valor significativo de lo dicho. Se sitúa
en la esfera del pensamiento o ámbito del proceso
creador interno del autor.

Las dos formas de interpretación, junto con los dos


métodos, tienen como tarea común la reconstrucción de la
unidad de la obra, que se resuelve como unidad de lo general
(el lenguaje común al escritor y al intérprete) y de lo
particular (lo peculiar de cada hombre). Sólo la reconstrucción
de eta uniad original es lo que determina el rango de
objetividad. El objetivo, por tanto, no es asignar motivos o
causas a las intenciones del autor, sino reconstruir el pen-
samiento mismo de otra persona a través de la interpretación
de su discurso. De hecho, la reconstrucción de la
individualidad de un autor nunca puede proceder a través del
análisis de causas, ya que el núcleo de la interpretación técni-
ca, lo que la constituye básicamente, es un elemento intuitivo
por el que le intérprete se transforma en el otro para captar
su individualidad.
Las dificultades mayores de la hermenéutica como
técnica se ponen de manifiesto cuando se la proyecta sobre la
perspectiva de la historia para salvar la distancia espiritual y
temporal que separa al que comprende y al objeto que se ha
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de comprender. Esta problemática recibe en Schleiermacher
una respuesta de matices claramente psicologistas, al
introducirse, como condición previa del comprender, la
transposición en el otro. Es decir, se expresa la exigencia de
comprender al otro en su inmediatez, desde él mismo, y en el
contexto de su propio horizonte de comprensión, para
interpretar sus manifestaciones en el marco de su mundo
conceptual y lingüístico. Así, cuanto más prescinda yo de mí
mismo y me equipare con el otro, cuanto más nos
acerquemos a la identidad, tanto más objetiva será la
comprensión. Luego, a mayor identidad, mayor comprensión,
y a mayor diferencia menos comprensión.
Sobre estas bases metodológicas, la hermenéutica de
Schleiermacher se propone “comprender a un autor mejor de
que él mismo se había comprendido”. De hecho, si para éste
la comprensión implica la reconstrucción de una producción,
necesariamente aparecerán en dicho proceso aspectos que
pudieron haber pasado desapercibidos para el autor original.
O sea, el círculo hermenéutico se está siempre
ampliando, pues el conjunto de todo es relativo y la
integración de cada cosa en nexos cada vez mayores afecta
también a su comprensión.
El gran problema sobre el que se debate Schleiermacher
es el de cómo conciliar, en una hermenéutica general, las dos
formas de interpretación, gramatical y técnica, pues,
centrarse en la lengua común es olvidar al escritor en si
individualidad, mientras que comprender al autor singular
implica olvidar su lenguaje.
Es decir, que, o se percibe lo común o se percibe lo
singular. La primera interpretación sería, por un lado,
objetiva, puesto que se dirige al lenguaje común, pero, por
otro, negativa, porque fijaría propiamente los límites de la
comprensión. La segunda interpretación, en cambio, sería,
por un lado, técnica, pues es en ella donde se cumpliría el
proyecto de alcanzar la subjetividad del autor, el cual usa de
la lengua como de un instrumento al servicio de su indivi-
dualidad. Y, por otro lado, sería positiva, porque alcanza el
acto de pensamiento que produce el discurso. Así que no sólo
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lo uno excluye lo otro, sino que cada cosa pide aptitudes
distintas. Por eso, en sus últimos escritos, Schleiermacher
caracteriza la segunda interpretación como psicológica,
pasando entonces los elementos críticos al método
comparativo que es un método de contraste.
La hermenéutica metódica de Schleiermacher da paso a
una contradicción central que no se supera mientras no se
separe la verdad de la obra de las intenciones subjetivas de
su autor, y mientras en la interpretación no se desplace el
acento, de la relación interna, a la reefectuación de las
referencias de la obra misma. Con Dilthey, la problemática de
Schleiermacher se desplaza al ámbito de la historia.

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