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En ese caso, el acto recurrido tiene que cumplir un requisito previo. Debe haber
puesto fin a la vía administrativa. La lista de actos que ponen fin a la vía
administrativa está recogida en el artículo 114 de la Ley del Procedimiento
Administrativo Común de las Administraciones Públicas, que ha entrado en vigor el
pasado 2 de octubre.
Dentro de los supuestos en los que se agota la vía administrativa, el más habitual
es aquél en el que se ha presentado un recurso de alzada ante el órgano superior
jerárquico del que lo dictó.
Todo lo que tienes que saber para presentar un recurso contencioso administrativo
En lo sucesivo, la ley regula diversos plazos en los que se deben desarrollar los
diferentes trámites del proceso. Además de a través de la sentencia, el proceso
puede terminar por otros medios como el desistimiento del recurrente,
el allanamiento de los demandados, el reconocimiento por parte de la
Administración de las pretensiones del demandante en un procedimiento
administrativo o un acuerdo o transacción que ponga fin a la controversia.
Es importante tener en cuenta, en este último supuesto, que la Administración no
puede transigir sobre cualquier materia y que los representantes de la
Administración deben contar con autorización para llevarla a cabo.
La mecánica de este proceso se basa en que quien recurre exponga lo que pide y
cómo lo fundamenta y que el demandado formule las alegaciones que le convengan.
Además, se podrán practicar pruebas. Lo que no se admiten son los escritos de
preguntas y repreguntas.
El caso típico es el del recurso que presenta una persona (física o jurídica) contra
un acto administrativo. Como ya hemos comentado, debe agotar previamente la
vía administrativa.
Sin embargo, la realidad es que el ámbito de las excepciones a ese principio general
es tan amplio que, en realidad, el supuesto más habitual es que, si la Administración
no nos responde, podemos entender desestimada la solicitud.
La vía de hecho es otro supuesto particular que puede ser objeto de recurso
contencioso administrativo. Se trata de supuestos en los que la Administración hace
uso de un poder del que legalmente carece o no lo hace siguiendo el procedimiento
establecido.
En primer lugar, hay que tener en cuenta que en esta clase de recursos no
actuaremos solos. Lo haremos acompañados de dos profesionales que nos
dirigirán por este proceso, en ocasiones, complejo. Se trata del abogado y
el procurador.
La asistencia de un abogado, salvo en algunos casos relativos a funcionarios
públicos, es obligatoria siempre. Cuando el órgano jurisdiccional sea colegiado
también será obligatorio que nos represente un procurador. Si el órgano es
unipersonal, la representación se la podemos encargar bien al procurador, bien al
abogado.
Pero el primer paso que debemos tratar con nuestro abogado es si realmente
merece la pena presentar el recurso. Eso exigirá analizar las circunstancias del
caso.
Para ser admitido el recurso de casación se requiere, por un lado, invocar una
infracción del ordenamiento jurídico. Por otro lado, se requiere que haya interés
casacional, para lo que la ley establece diversos criterios.
Uno de los supuestos típicos es aquél en el que, existen casos semejantes, en los
que se ha dictado sentencia en distinto sentido por una diferente interpretación
de las normas. Otro ejemplo de interés casacional es aquél en el que no existe
jurisprudencia.
En primera o única instancia, las costas las deberá pagar, salvo que se aprecie
que el caso presentaba serias dudas, la parte que vea rechazadas todas sus
pretensiones. Si se estiman o desestiman parcialmente las pretensiones, cada parte
asumirá sus costas y las comunes se dividirán por mitad. No obstante, en caso de
estimación o desestimación parcial, si ha habido temeridad o mala fe por alguna de
las partes, podrán imponérsele a esa parte las costas.