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El Testamento de Salomón
por Ed. Kier (Buenos Aires, Argentina),
en traducción directa del griego por Gabriel Muscillo.
Entre los siglos III y IV de nuestra Era, un cristiano de habla griega, tal vez
en Egipto, reveló el secreto: Salomón, el Rey Sabio, había construido su célebre
Templo con la ayuda de 60 demonios. El propio arcángel Miguel trajo para él
desde los Cielos un anillo mágico, en cuya piedra preciosa se hallaba grabado
el más poderoso de los Sellos: el Pentalfa. Con él logró someter a las más
terribles criaturas infernales. El Testamento de Salomón – tal el título de tan
singular obra – es, así, el primer tratado de demonología de la Historia. En él se
descubren los verdaderos nombres de los espíritus del Submundo; las precisas
enfermedades, desastres y miserias que su intervención acarrea; los ángeles
que frustran semejantes andanzas; y varias fórmulas de conjuro o exorcismo.
En las páginas de este libro – el menos conocido de los apócrifos del
Antiguo Testamento, y nunca antes traducido al castellano – nos topamos con
demonios-vampiro, demonios acéfalos que miran a través de los pechos, o
bicéfalos, que controlan a la luna y son capaces de adoptar formas diversas; que
sodomizan u obligan a sus víctimas a devorarse a sí mismas; también con
seductoras demonias serpentiformes, espantosas cabezas que flotan exentas,
monstruosos dragones, gigantescos leones, sabuesos que vomitan fuego por las
fauces… Se nos presenta a los Demonios del Viento Lix Tetrax y Ephippas, y al
cruel Caballo Marino Kunopegos. Se nos ofrece, además, prolija noticia sobre
los 36 Kosmocrator, los Gobernantes de las Tinieblas.
Por otra parte, las notas al pie descifran las relaciones ocultas con los Rollos
del Mar Muerto, la biblioteca gnóstica de Nag-Hammadi y los manuscritos
esotéricos que permitieron a los hechiceros y alquimistas de la Edad Media
alumbrar las Clavículas de Salomón.