Вы находитесь на странице: 1из 78

i

i
- A". - h
'ÿ dfPI
L, j.

1•

” - '

v:
.

-
.

disa
i; . 0 >r,<
M V
Í 1.
ty V-:

1? •V •
I- .
I- s JL

.
-+
r
_ F
editorial _

:w:
*.
i.'.'li ;jL".r

r; if.
71 p
K//KT£ f_ :sr-: _
-T:V

--
. _
i ¡
. ,, >V •
,

H&
Bfif
C V
f*

% ,
jp
Á £ "/ .
f f » I
.

'
r / £
I

t
.ffil I . V
L*i ri-V7
gw
if? Í. !
. Ir V IV1 £5 Hit M
«*5 X ri, .

a-
mm Isaac
•v

Joseph
« 1

: Ml IV --v
pipp :W
j-"

5
. Score la dispersión y el espacio ITKi* .'-
Ss
w
tl , J, -, -

'.ill
oublicc
m •
-- -'Vs
I41 . . :.ÿ -v
vAT %
tl.?l
W*3
"

n el
gti

so-
*
v-f f

E dal nuestra mo-


aspecto cunstancias, ¿podrán
calmar nuestra sed de
3

fef
A,

Ni H VA *ÿ-
dernidad está sodalidad total? Esta es A
••
v’

i 'W
agotada. Unicamente el la pregunta que recorre >ÿ i. I

exiliado y el insomne
'VI

todo el presentee»sayo vém V


’-

.r
Vi

persisten todavía en pro- a través del sonámbulo Rc

clamar su sentido, así y dei agrimensor. Me¬m . i


¡
b AA
[ÿ-.

'V i" ; ,r
se descubre un diante sucesivas expío- Sv.Vr !fW/ V B I

mundo. Ja “cien- raciones el ensayo reco¬ 'ÿr-‘ . * T- .ÿ

r- iri..
h

oc las conversado- r<-e los territorios de la » /y


'V
V f7
V *
i
<\ j
mparadas , elsa- microsociología desde 3
Tiente de las cir- G, Simmel y G. Tarde im.;ta E. Goffmao. En
cierto sentido se trata
r

[ÿ_T-
¡wj .
O -í
n I Fr'V .
v,
serie siempre de saber cómo
i
r
menor- /ÿ desempeñar uno el pa¬
y > .-

\r~ pel en público, se trata


J
®

Í! de conciliar el sentido I-JT:-

Bota
I!

L
i
de ia actualidad, de la
JIP

'it
i£¿
wrml.
O copresencia y la fuerza Ar

f •V
de las convicciones. O
'

- 5
, lj
__
, lr(y J en todo caso se trata de ..
jf I „ r,
1
'V-.'i

.
LÜ ¡e. -ÿ

4.
r-
U
decir como 4
lo SO' -, .
COLECCIóN EL MAMIFERO PARLANTE >i
ssm(sigue en iü contratupaj
1 I. *
*r
;
.
víP'G
TI
,
TJFT 'i

* .«í’-V
.r
w d-1
¿r .
•Pr31 #í
1 ' fc
<< I MI iÿi rml francés;
c-4
'
f *ni i onmdérable
*
i
K

%
H'I 1 l>*nur )«ÿ des
Meridiens Kincksieck & Cie.t Pans, 1984
/ /V>r f/e la colección El Mamífero Parlante: 5TI
H lineo Verón

TVorfiíccííSÿ Alberto L. Bíxio


Cubierta: Maqueta de colección: Julio Vivas
\W -0?
Realización: Alfredo Landman

tíEn el interior de ésta célula hay, tú lo sabes, alguien. Prefe¬


Primera edición, 1988, Buenos Aires, Argentina riría no hablar de esto. A mi parecer, se trata de una imagen,
En ti, pensamiento inmóvil, cobra cuerpo, brilla y desapare¬
ce todo lo que de todos se refleja en nosotros. De suerte que te*
nemos el mayor de los mundos en cada uno de nosotros, pues
todos se reflejan en virtud de un infinito centelleo que nos pro¬
yecta en una intimidad radiante de la que cada uno retorna
Derechos para todas las ediciones en castellano a sí mismo, iluminado por el hecho de noÿr más que el refle¬
jo de todos. Y el pensamiento de que cada uno de nosotros
es
® Editorial Gedisa, S, A. sólo el reflejo del universal reflejó, esa respuesta a nuestra li¬
Muntaner, 460, entlo., V gereza, nos embriaga con esa ligereza misma, nos hace cada
Tel. 201 6000 vez más ligeros, más ligeros que nosotros, en el infinito de la
08006- Barcelona España f esfera centelleante que, desde 1 a superficie a la chispa única,
es el eterno ir y venir de nosotros mismos.”
Maurice Blanchot, Le Dernier Homme.
ISBN 950-9113-45-X
Gallimard 1957, págs. 124-125. 5
Hecho el depósito que establece la Ley n- 11 .723 <
U-
Arm ado con esta ciencia primitiva, el individuo se encuentra

no tanto con un guía para la acción (aunque es probable que


en ocasiones lo encuentre) como con un guía para la aten¬
ción... 37
is
Impreso en Argentina E. Goffman, La mise en scene de la vie quoíidienne, LO
/}nn ied i n A rgentina Minuit, tomo 2, 1973, pág. 179.
O
tr
"Todo eso sucedió en un instante y dura para siempre. El es¬ <
pejismo de las figuras humanas se eleva en el horizonte. Apa¬
recen en la esquina de la calle.”
s
ti,,7.la í,rohibida la reproducción tota] o parcial por cualquier Virginia Woolf, LesVague$t o
m,' , ii7,de ,mf,re «n firma idéntica, extractada o modificada, en
< na tell uno o cualquier otro
Stock, tomo 2, pág. 380. LU

O
idioma. -j

7
INDICE

i. EL EXTRANJERO TRADUCTOR ... 11


1. Digresiones 11
2, El insomne y el sonámbulo .. 13
3. Movimientos exploratorios ... 18
4. Enclaves 22
1
5. El territorio de la urbanidad 25

2. ACTUALIDAD 34

;í. ROSTROS 44

1. PRECARIEDAD 65

5. INTERVALO 80

o. RUTINAS 93

1
7. RESERVA.. 102

s. DOBLE LENGUAJE 113

i). REDES 130

t o. CONVICCIONES 143

I "OSFACIO 158
1

El extranjero traductor

1. Digresiones

Es frecuente que un libro comience con una adverten¬


cia al lector en la cual se anuncia lo que el libro no es. Dice
uno entonces que el autor se anda con remilgos, se sospecha
que se precave anticipadamente contra las agresiones de la
crítica, que utiliza estrategias evasivas que no engañan a
nadie y que confirman la escala de evaluación de un traba¬
jo intelectual mediante una especie de celebración desdicha¬
da o perversa de la diferencia que hay entre un trabajo real
y el ideal de una obra acabada. Pero también puede conside¬
rarse que esos “remilgos” responden a hermosas intenciones
minuciosas, por ejemplo, destinadas al librero para ayu¬

darlo a clasificar el libro en sus estantes o, más general¬
mente, destinadas al público al cual el autor no se atreve a
convocar para el debate sino después de haber limitado las
cuestiones que en él entran enjuego. Como la atención de un
público no es la atención de un jurado, como esa atención es
a la vez distraída y parcial, el mejor arbitrio supone que el
autor subraye el carácter incompleto de lo que presenta o
muestre su incompetencia relativa. De manera que el autor
sólo interviene en el debate que abre andando hacia atrás,
retrocediendo, y sólo designa el lugar, que se supone que de¬
be ocupar, alejándose. En dos palabras, aborda su tema re¬
curriendo a una digresión.
Las páginas que siguen exigirían sin duda que se hi¬
ciera acentuado hincapié en este tipo de advertencia que ya
se ha hecho clásico. En efecto, aquí sería menester no sólo

11
7 | ill I

___
I

anunciar lo que el libro no es sino agregar que en refiere no soio


se refiere regiun me-
sólo a una región me¬
guno se trata de un libro, puesto que modo al¬ i imstancMS en Goffman — ™ ii.

nor del universo de las estructuras, puesto que el análisis


•-

instala en la digre¬
sión. Y esto por dos razones de desigual importancia. la ma¬
primer lugar, fue mediante esta forma En di uinatúrgico de una situación de la vida cotidiana es
de pensamiento di- lí d estación de lo social en su totalidad
como “orden por fluc-
gresviso, mediante esta manera de indicar o de los tres casos, el
i unción”, como “estructura disipante”. En
jeto de pensamiento alejándose uno de él (muyevocar un ob¬
te las precisamen¬ pensamiento digresivo recorre la obra, interroga a la socio¬
Digressions
sur de Simmel) cómo
l’Etranger
comenzó, logía sobre sus fundamentos, dejándola sin
embargo en la
unos cinco años atrás, una reflexión de la cual este su cam¬
es el remate provisional. Son esas digresiones las trabajo incertidumbre en cuanto a sus objetos y en cuanto acierta in¬
que la po disciplinario. Pero es evidente que se cometería
mantuvieron constantemente en la tensión de la distanciay justicia si se caracterizaran esas obras de manera negativa
de la proximidad, como el estribillo de una intui¬
cantilena, en el y se las considerara frágiles síntesis del pensamiento
límite del encantamiento y de la argumentación, entre la co¬ tivo (que es lo que a menudo se ha dicho de la obra
de Sim¬
quetería y la reserva o el tacto, entre la figura
de lo munda¬ mel), como descripciones fundamentalmente subjetivas (lo
que
no y la figura de lo migratorio.
La segunda*razón (y ésta es decisiva) es la de que bien
se ve que esos objetos se organizan en un territorio por en¬
tero paradójico. Para decirlo en el estilo de Kant, los concep¬
sólo tendrían el interés de lo curioso y de lo introspectivo
cual reduciría la obra de Goffman a su dimensión
disciplinaria que vacilaría entre la psicología y la
ii*

etnográ¬
fica) o como intentos marcados por una especie de indecisión
_ _ •_
sociología
i . i
_ -ÿ

tos de la microsociología tienen un territorio en el que son ha levan¬


(y lo cierto es que entre los sociólogos todavía no se Tarde).
reguladores, pero no tienen un dominio en el que legislen. de
Los enfoques del espacio público que el presente trabajo tado la cuarentena que pesa sobre los trabajos inmanente
Trátase más bien de un modo de estructuración
trata de inventariar partiendo de las obras de G. Simmel, de que hace explorar fenómenos situados en el límite del cam-
G. Tarde y de E. Goffman son en este sentido esencialmen¬ po de la sociología dominante; cada una de los
obras consi¬
te digresiones. El Extranjero de Simmel, por ejemplo, vuelve a interrogarse sobre los fundamentos de la
forma de la imaginación sociológica que evoca al actores una deradas
disciplina y llega a hacer problemática la noción misma de
cuya pertenencia comunitaria está social
relativamente
minada. Es, desde el comienzo, mucho más que un indeter¬ relación social.
tipo so¬ 5n
cial que pudiera circunscribirse de una vez por
un elemento de una tipología, sino que es la forma todas. No es
de la 2. El insomne y el sonámbulo <
IL.
socialidad misma como relación más allá del vagabundeo
(nomadismo) y de la fijación (solidaridades comunitarias). a los
Conviene decirlo todo en seguida: los tres autores <
Trátase de percibir una interacción cualquiera simplemen¬ que nos referimos son cualquier cosa menos filósofos del en¬ é
te consistente combinando la atención y la aquí a los i—
indiferencia. Asi¬
mismo, lo público en Tarde es mucho más que una categoría cuentro y de la alteridad. Los hemos convocado Tarde, Georg
O

de la sociabilidad diferente de la muchedumbre; es la repre- efectos de la restitución de un mundo. Gabriel


Simmel y Erving Goffman se dejaron atrapar los tres por el D
O
demonio de la descripción de las formas. Los tres se mani-
sen tación de lo social emancipado de la
calle como espacio de
proximidad física, pero también
distinto de político sensibles a la dimensión de abandono inscrita en lo
to que Tarde, fiel aquí al pensamiento de lasloLuces, pues¬ testaron de los o
el espacio público como un espacio de razón sin concibe real mismo puesto que desconocen la precariedad prestan aten¬ <
principio de
est ructuración trascendente. Por fin, la sociología vínculos que lo constituyen, puesto que ya no mundo, entre
o
JJ
de las cir- ción al ir y venir, que constituye la carne del O
00
I
1 M 13
ti 1 1ti i. m< Jomo y desamparo de este existir en beneficio
de las
trivialidad y rareza. Eos tres lo captaron en el momento en ui uin del ser existente. En
efecto, sólo atendemos al senti-
que se corría el peligro de agotarse en un pensamiento
il’i t'i»i que estamos petrificados en esa vigilancia insomnede
afuera imposible, en las jeremiadas infinitas de la concien¬del presente y sin
lian Imilla I,ovinas, vigilancia infinitamente
cia exiliada. 1 1 e i . que nos mantiene en la esfera
del desdoblamiento pú¬
No tenemos ninguna razón para machacar sobre la ex¬ i lllll late subjetivo y que nos
entorpece.

... . .
periencia del desamparo o derrelicción. Y ni siquiera
tene¬ Kl discurso del extranjero no es pues el discurso de! exi-
mos el derecho de suponer que la complejidad y el desorden |i ' No es la vivencia subjetiva de la derrelicción lo que resul¬
i
de nuestras vivencias sean ajenos al universo de las formas ta grave para el espacio público, sino que es el
estado de
que describe el discurso científico.1 l inn del mundo, su desamparo. Prestar atención al
El azar está sobrecargado de discursos apologéticos, en las situaciones (GofTman)
1 elido (Deleuze) o no descuidar
1
tanto que la necesidad fluctúan te ya no asume la apariencia 1 1 n i Tica, en efecto, no esperarlo
todo de la experiencia del in-
clásica de una madre severa. De ahíla reorientación del dis¬ • El espacio del insomne está enteramente tendido
curso existencial. No se trata ya de pensar en el individuo, inn i i lo alteridad de su esencia misma, lo cual
hace sufuer-
sino que se trata de pensar en el “siempre" del mundo, el
siempre de la no coincidencia y de la relación. Y para esto
menester volver a recorrer el camino que va de las categorías
de la reminiscencia a las categorías de la repetición. Es ne¬
cesario preguntarse lo que debemos emprender incansable¬
mente, cuáles son las demandas de nuestro diario vivir, los
momentos en que se desdobla bajo el peso del sentido común,
es
........
.
/ ¡i v n la vez su impotencia: su

1 1 1 n 1 : is que lo atormentan, las


1
fuerza procede de las expe-
experiencias del amor y de la
muer te; su impotencia consiste en la modalidad de suporque
hacia lo otro, movimiento que sólo es intenso
e .tn retraído. El insomne guarda con su mundo

Hun a
——
de querellante. Transforma en virtud de una
¡i lade la reivindicación su crispación en
movi-
una relación
álgebra pró-
generosidad
los momentos en que el sujeto se desprende de la eternidad virtual. El más insignificante de sus pensamientos es un don
fría de la vigilancia, no para retirarse a dormir (para hacer¬ De ahí su gusto por el énfasis en el que lo aho¬
de si mismo.
se conciencia, diría Lévinas, para tomar su tiempo), sino ga todo: sus gritos, su dolor, sus deficiencias están
mmedia-
Pero, ¿es
para inventar nuevos torbellinos, para alimentar las
inter¬ I ámente marcadas por el signo de la afirmación.
ferencias que constituyen la contextura del mundo. entonces el presente lo que constituye la hipóstasis?
¿Cuál
La experiencia primera del espacio público no es la itH la naturaleza de ese presente indiferenciado
y absoluta-


experiencia privada de una crispación existencial la
dad frente a la estructural plenitud del mundo. Nunca
encontramos esos átomos de pura presencia en sí, esos ele¬

sole¬ mrinte abierto que nos hace percibir el existir sólo a
...
las formas de soledad de lo existente?
través de

El insomne hasta puede hacerse peligroso por presun-


clásica
mentos absolutamente intransitivos, “sin intencionalidad, rum. Su crispación existencial, la pareja de la razón
sin relación”.2 Lo que se nos da es más bien la experiencia de ( lo extraño del mundo y la soledad del ser
que existe) en la
la fluidez de la copresencia y de la conversación, de las pe¬ . se instala el insomnerazón)lo lleva (por desconfianza respec¬
queñas oposiciones sociales que son nuestras
_
vacilaciones,
la experiencia del excedente de socialidad en su materiali-
(jUÍÍ
to del voluntarismo de la a descuidar las formas con¬
cretas del existir, a subir indefinidamente la apuesta a en¬
y
dad discursiva. Lo que se nos da es también la experiencia volver de misterio su relación con el misterio.
Desde este punto de vista, el espacio público estáesirre¬ un
mediablemente truncado. No es un espacio pasional, está
1979,
2
iIíya Prigogine e Isabelle Stengers, La Nouvelie Alliance, N.R.F.,
E. Lévinas, Le 7Temps et VAutre, P.U.F., 1983, póg. 21.

espacio de sonámbulos curiosamente esta metáfora

15
14

~ •»
!

presente en nuestros tres autores que se desplazan y apre¬
henden las cosas en el infinitivo, El sonámbulo es alguien
cuya vida de relación persiste mientras duerme. Por defini¬
I a por la profusión
tas resulten precarias.
cualitativa de las formas por más que és¬

El impulso vital que caracteriza un espacio público, por


ción es un ser del afuera; nos saca del inventario de los esta¬ ejemplo una conversación, es sin embargo un impulso con¬
dos anímicos del ser existente para hacernos captar desde el tenido. Es, dice Simmel, “un impulso de vitalidad conteni¬
principio la riqueza formal del existir. Función ética del so¬
námbulo; poner un término a las pretensiones da”. En este sentido, el horizonte de un espacio público es i
fundadoras siempre un horizonte de paz. Ya se trate del simple “hay” del
de la relación intersubjetiva, romper con Parménides, pero mundo, ya se trate de la concepción kantiana de la publici¬
también con las dialécticas declaradas o implícitas median¬ dad como condición de la paz perpetua, por mi parte supon¬
te las cuales la filosofía occidental trata de deshacerse del go que aquello que me “desborda” en una relación pública
principio de identidad uniéndolo al principio, patético, de la son menos los demás que el intervalo mismo que me separa
dualidad insuperable de los seres por obra de la experiencia de ellos, el contexto en el que se presenta dicho intevalo, el
de una relación con “lo que se escapa permanentemente”. La marco dentro del cual se sitúa la interacción. Esa es la razón
fenomenología del espacio público no es la fenomenología del por la cual la experiencia del espacio público requiere menos
pudor; es la del tacto. En nada nos ayuda a concebir una ética
de la desnudez puesto que desde el principio dicha fenome¬ un guía para la acción que un guía para la atención (Goff*
man). A su manera y en la aparente ligereza de sus empeños
nología se sitúa en un universo de relaciones preformadas,
y compromisos, el sonámbulo no está liberado de esa obse¬
ya consistentes, se sitúa en una estética del socius. Atañe a
sión de la gran catástrofe, la obsesión de la muerte del mun¬

nuestros “modales” actuaciones rituales en determinadas

situaciones más que a las “apariencias”, es decir, a la ma¬
nera en que un actor social se acomoda a normas de conve¬
do que Hanna Arendt define como contemporánea de los
“tiempos oscuros”, la obsesión en laque el terror lo invade to¬
do.4 El espacio público tiene dos límites igualmente aterra¬
niencia y decoro ligadas a su condición y posición.3 Lo mis¬
mo que el insomne, el sonámbulo no acepta el “fracaso de la
6
——
dores: el terror de la identificación el espacio público es un
espacio de traidores y de traductores y el terror de la inva- !
comunicación”, pero, porque ha hecho mucho más radical¬ sión (el espacio público es un espacio de reserva y de cer¬
mente que el insomne su duelo de una socialidad fusional, cados). El horizonte de los tiempos oscuros nos impone con:
porque ha abandonado el ideal de una transparencia del
cebir a los demás más allá de la fusión, nos impone salvar el
vínculo social, llega a pensar que ese fracaso tiene que ver espacio público del desastre de la fraternidad. Pero la afir¬
con el desprecio en que tenemos a nuestras civilidades y con
el privilegio que asignamos a lo desnudo sobre lo vestido, mación de un espacio público parece reclamar algo más. Esa
El sonámbulo es un ser pragmático en el sentido de W.
afirmación necesita certezas de paz. Y no hay ninguna razón
para maldecirla por ello, para considerar su exigencia como
James. Ha renunciado a encontrar el sentido’ lo conoce de un lujo, para tildarla de futilidad porque trabaja en una su¬
antemano y con exceso, apuesta por la proliferación infinita perficie de racionalidad que persiste en flotar por encima de
de la asociaciones entre las ideas y en ti e ios hombres, apues-
las grandes fracturas de la historia de nuestro tiempo.6 Por

Sobre la distinción de los modales y de la apariencia, véase E. Goíf- 4 Hanna Arendt, Fíes Politiques, Gallimard, colección Essais, Intro¬
manr La mise en scéne de f a vie quotidienne, tomol, págs, 31-36 y 106-110. ducción.
El estudio de las normas de conveniencia y decoro se inscribe en el análisis 5 Maurice Blanchot, L’Amitié, sobre el libro de Andró Gorz, Le Trattre.
de 1 as organizaciones sociales, el estudio de los modales en el 6 *Las cosas vivas en contacto con el aire deben tener una epidermis,
pacio público y de sus regiones,
análisisdel es¬
y no podría uno reprochar a la epidermis que no sea el corazón”, G. Santa-

10 17
1

el contrario, hay que tomar seriamente las exigencias del es¬


pacio público. Hay que tener en cuenta el elemento político
de las civilidades. Precisamente, ese excedente de socialidad

ayuda y aquí puede pretender, lo mismo que la ciencia con¬

temporánea, volver a encantar el mundo a dirigir una mi¬
que es lo único que permite hablar de un espacio público, que rada nueva a la dispersión. El atender a las circunstancias
permite no confundirlo con una relación intersubjetiva, es el rompió con las delicias de la multiplicidad, con los dulces te¬
contexto en el cual se despliega dicho espacio, es su marco. rrores de la jauría. Se trata de la atención a las consisten¬
Nos es preciso analizar los marcos que nos hacen atribuir cias, a las coproducciones, como diría Tarde, es decir, a las
una realidad singular, una seriedad, una gravedad a nues¬ formas de adaptación que a veces afectan la epidermis de lo
tras relaciones. Frame Analysis: ¿cuál es la naturaleza exac¬ social, esto es, lo social en su inmanente reflexividad. Uni¬
ta de las membranas que delimitan y definen una situación, camente en este sentido las excentricidades pueden conside-
que aseguran a la vez su carácter irreversible y su contenido rarse como prefigurativas. No se trata de “innovaciones”,
socializante? Lo que se trata de restituir es el desbordamien¬ son movimientos exploratorios, de análisis de lo social en su
to o profusión de la relación y no ya tan sólo el desborda¬ tensión: socialización-desocialización.
miento de las subjetividades que la constituyen. Se trata de De ahí la propensión de la microsociología a analizar
oponer el m agnetismo de las situaciones al peligro de reducir las relaciones sociales atendiendo a la distancia, es decir, en
el espacio social; se trata de reencontrar la ética de la mun¬ una diastemia y no ya en una proxemia. La dispersión de las
danidad más allá de los melindres de la lisonja. escenas tales como las mira la microsociología no equivale
Esta ya era la intuición de Maurice Blanch ot: por curio¬ ya a la disolución o a la desorganización puesto que dicha
so que sea, los demás no harán sino darme mucho más de lo dispersión corresponde a la naturaleza misma del espacio
que yo habría esperado. El espacio público tiene necesidad público urbano. Pero ella es al mismo tiempo natural y pre¬
no sólo de la pluralidad de las diferencias, sino también de caria, y esto es decisivo en el análisis de los fenómenos de ati-
su enmarañamiento, de los efectos de movilización o de so- picidad y para el lugar que deben ocupar en el análisis el
fe- brecargay de inmovilización que aquellas diferencias provo¬ enfoque descriptivo y el método de las historias de vida.7
can. En suma, la filosofía de la alteridad no basta para esta En efecto, la pareja socialización-desocialización nos
tarea. Dicha filosofía sólo puede restituirnos el mundo que obliga a abandonar el concepto de patología social para acep¬
ya hemos perdido. Sólo puede volver a subir la cuesta del di¬ tar desorganizaciones parciales y transitorias que se sitúan
vorcio y la destitución, sólo puede instalarse en los pliegues en una sociología de la adaptación. Todo síntoma de atipici-
narcisistas de la historia: institución, destitución, restitu¬ dad o de morbosidad remite en el caso del fenómeno atípico 3
ción. (y por lo tanto en el trabajo social) a una forma de adapta-
ción. De ahí que sea necesario que el investigador esté aten- <
to no sólo a las atipicidades mismas sino también a las vi- ,
3. Movimientos exploratorios siones del mundo en las que se sitúa el ser atípico y que le <
permiten trascender circunstancias, improvisar partiendo 5
El pensamiento del espacio público, desde su origen en de ellas. En otras palabras, la pareja socialización-desociali- cj
la época clásica, se vedó recurrir a un orden fundador (sim¬ zación nos obliga a pasar de lo patológico al pathos, es decir, s
bólico), pero su enfermedad infantil es sin duda el babelis- ala cualidad dramática de los comportamientos sociales aun o
mo, el meltingpot de los patrimonios. La microsociología nos cuando esos comportamientos no correspondan únicamente <
a los atípicos. 3
yana, citado porE. GofFman, La mise en seine de la vie, quotidienne, tomo
1, pág. 7. 7
<
David Matza, Becoming Deviant f Prentice Hall, 1969, O
jJ

O
18 :n
19 ir*

iL.
Por otro lado, si la relación socialización-desocializa¬ das y en el carácter indeterminado de una trayectoria indi¬
ción es, no accidental, sino esencial (y esto resulta claro en vidual Después de todo» al luchar contra los eugenistas, los
el dominio de los comportamientos étnicos, por ejemplo) no sociólogos norteamericanos aprendieron mucho más rá¬
i podremos atenemos a un enfoque correctivo y explicativo pidamente que nosotros a desembarazarse del demonio de
(las malas condiciones de vida son las causas de los desórde¬ Aplace: no hay estado inicial del sistema. 8 ¿Se trata de la in¬
nes), Cada vez que distinguimos las características típicas fluencia de la mitología del pionero o de tener en cuenta la
de un medio mediante abstracción analítica nos veremos capacidad del emigrante para “redefinir la situación” (Tho¬
obligados a matizarlas, a tener en cuenta su parte de ironía mas)? Lo cierto es que el análisis de las trayectorias sociales
o de paradoja, de manera que toda intención explicativa nos en la corriente de interacciones nunca llega a hacer sustan¬
llevará a la descripción detallada de una historia de vida, de tivos y concretos a los actores. Estos están demasiado atra¬
una situación, de un espacio de interacción. pados por la complejidad de los contextos, y sus trayectorias
Por fin, la pareja socialización -desocialización, al ha¬ están siempre sobredeterminadas. Sobredeterminación e
cer difícil toda tipología concreta de las identidades, nos im¬ indeterminación corren parejas, o, para decirlo de otra ma¬
pulsa constantemente a explorar nuestras propias fronteras nera, el análisis de una trayectoria debe ir de la integración
culturales e intelectuales antes de catalogar esta o aquella de las situaciones a la integridad individual, y no inversa¬
población dando por descontada su segregación o su exclu¬ mente.
sión. En otras palabras, nos es preciso explorar los modos de Es seguro que el “laboratorio urbano” en el que los so¬
expresión social que se unlversalizan en un modo menor, ciólogos de Chicago observan estos fenómenos de socializa-
que son definitivamente excéntricos, nos es preciso pasar de ción-desocialización no es un terreno como cualquier otro o
las poblaciones emigrantes al mundo del emigrante. Cuales¬ un terreno de substitución para la antropología repatriada.
quiera que sean las aporías de la razón descriptiva (atrapa¬ Y ello es así aunque más no sea porque dicho laboratorio po-
da entre el talento literario y la fascinación por el inventa¬ ne en escena tres movilidades. Primera movilidad: el hom-
rio) nos vemos constantemente empujados a las fronteras, bre es un ser de locomoción al que los encuentros y las expe¬

nos vemos atraídos por analizadores cualitativos un mo¬
mento, un conjunto de circunstancias singulares, una figura
riencias de copresencia transforman en un enorme ojo. La
ciudad instaura el privilegio sociológico de la vista (lo que se

o metáfora y hacia formas de transcripción atípicas próxi¬
mas a lo que los norteamericanos llaman human documents ,
hace) sobre el oído (lo que se cuenta), pero al conjugar la ii-
versidad y lo accesible, la ciudad afecta lo visible con un coe¬
que proceden más del testimonio directo que del estudio de ficiente de indeterminación y de alarma. Segunda movili¬
casos, dad: el habitante de la ciudad es un ser cuya relación con el
Se han dicho muchas tonterías sobre la Escuela de lugar que habita es completamente particular; con él la mo¬
Chicago. En particular se han ensañado en ver en la fascina¬ vilidad social y la movilidad residencial se conjugan. El habi¬
ción por los medios atípicos solamente los tropismos de filán¬ tante de la ciudad acumula las residencias y se deslocaliza
tropos inveterados o una predisposición congénita o coyun¬ constantemente. La tercera movilidad, de laque volveremos
tura! a la planificación social. Pero se han olvidado de expli¬ luego a ocuparnos, es la que Simmel llama movilidad sin
car esta curiosidad por los movimientos exploratorios del desplazamiento, la versatilidad del habitante de la ciudad,
atípico, por las contingencias de su trayectoria. Esa curiosi¬ lo pasado de moda como modo de vida. En el antropólogo hay
dad atestiguaba claramente una certeza filosófica mucho
más profunda en cuanto al carácter negociado del orden so¬ 8 Véase Ilya Prigogine e Isabelle Stengera, La Nouvelle Alliance,
cial desde el momento en que se lo observa en situaciones da- págs. 276-80.

20 21
mentalidades, de las instituciones o del espacio público 11e-


pues cierta formación urbana que lo impulsa a modificar los
registros clásicos en su disciplina— del espacio y de la cul¬
tura y sobre todo lo obligan a captar los ft-iómenos sociales
como sistemas de relaciones deslocalizados y sobredetermi¬
J.JH a la comprobación de que los conflictos tradicionales
las sociedades urbanas ttales como son analizados por los so¬
ciólogos de la producción urbana), las “luchas urbanas”, no
destruyen gran cosa, como si existiera un estrato inconmo¬
de

nados.9
vible de las sociedades urbanas, un estrato tibio de costum¬
bres, de prácticas sociales de un género particular que sólo
4, Enclaves se conjugarían en el modo infinitivo, sin sujeto y sin objeto,
prácticas inveteradas más que tradicionales* El análisis de
Para comprender este cambio de registro habría que este estrato se refiere menos al peso de lo social que a sugra-
partir del concepto de sociabilidad. En los Estados Unidos uedad propia. Por eso, dicho análisis legitima bastante
esta noción sirvió de eje a toda una serie de investigaciones fácilmente un pensamiento de la restitución, nuestras nos¬
llevada a cabo por el equipo de Riesman, a fines de la déca¬ talgias del cual serían el buen sentido* Imagina ciudades ca¬
da de 1950, alrededor de ese “huésped invisible” que penetra parazones, situadas en el límite de lo orgánico y de lo mine¬
las amistades, las conversaciones, los convites más o menos ral y cuya consistencia estriba en regularidades que no son
festivos y que constituye la afabilidad. Referida a la sociolo¬ de tipo institucional puesto que toleran una cantidad asom¬
gía estructural, esta sociología de la sociabilidad abarca dos brosa de irregularidades: migraciones intraurbanas, formas
temáticas: la del Estado mínimo y la de la sociedad perdida, de territorialización discreta del espacio abuelito bondado¬
el tema de la obsesión del anonimato y el desierto de las re¬ so (A* Battegay), pequeños mundos, círculos y sectas, excen¬
laciones sociales. Esa sociología se inscribe en un recorrido tricidades tranquilas que hacen que las sociedades urbanas
intelectual que va desde el recuerdo de la aldea a la jungla parezcan a veces mantenerse al margen de su propia histo¬
de las ciudades. En Francia, el redescubrimiento de las so¬ ria, indiferentes a las trepidaciones de todo lo político.
ciabilidades se debe a un doble movimiento que pasa por la Para explicarse esta forma pasmosa de adaptación,
genealogía de los dispositivos disciplinarios y por la historia esta combinación de regularidad y de irregularidad, de
de larga duración. En el primer caso, se atribuye a la socia¬ socialización y de desocialización, el investigador siente la
bilidad una función de resistencia a la normalización y a la tentación de extrapolar partiendo del nuevo terreno que per¬
omnipresencia de relaciones de poder diseminadas, microfí- cibe el barrio aldea instalado en la periferia del laboratorio
sicas; y esa sociabilidad indica al investigador la vigencia de urbano. Conviene decir que la sociología de la sociabilidad
fenómenos de coalescencia en la superficie de lo social: lo tiene algo de diabólico pues puede transformar una zona de
corriente de la amistad, las trivialidades del intercambio transición, un suburbio de clase media, un arrabal obrero,
simbólico, los plegamientos de sentido en nuestra vida coti¬ un barrio de París o de Lyon en otras tantas aldeas. Lo cier¬
diana entre las bromas y los rumores, entre la ironía que in¬ to es que esta sociología asimiló el primer postulado de la
vade las relaciones jerárquicas y las rodea de movilización ecología: si las ciudades son baluartes de la resistencia a lo
de recursos. Paralelamente, la sociología histórica de las político, ello tal vez se deba a que las ciudades están consti¬
tuidas por una pluralidad de nichos. Esta permanencia de
9 Sobre todos estos puntos, véase Ulf Hannerz (Explorer la ViUet Mi- las aldeas en la ciudad no tiene forzosamente relación con la
nuit 1983) que se inspira a la vez en la antropología social y en la Escuela permanencia de vínculos de parentesco, salvo que tomemos
de Chicago de la cual el autor subraya, a la inversa de loa comentarios ha¬ como modelo una caricatura de la aldea étnica. Las aldeas
bituales, la atención prestada al tiempo de los procesos sociales y no sólo al urbanas no son vestigios sino que son efectos del medio, de
espado en el cual aquéllos se desarrollan.

23
22
los productos de una sociedad fragmentaria en la que el es¬
píritu de barrio está constantemente redefinido. De manera
dor de un centro con un a periferia. En este movimiento, el in¬
vestigador ve como estalla completamente la cuestión polí¬
que la aldea urbana no es una realidad cultural que podría
tica reducida ella también a sus arcaísmos: tribus, clanes,
concretarse partiendo de su patrimonio, sino que es ante to¬ notables y “patrones” locales con sus redes de amigos y sus
do una forma de resistencia a la atracción del centro. Mien¬ solidaridades seudocomunitarias.
tras que el centro es el torbellino, el tráfago, la variedad de
lenguas, los barrios aldeas se caracterizan por su excentri¬
cidad específica, por su visibilidad parcial. No son pues ni 5. El territorio de la urbanidad
microcosmos ni bunkers . Son “áreas naturales” que resultan
de un proceso de segregación más que de una política de se¬ Las aldeas, los feudos, los reductos, los guetos son ob¬
gregación, y su naturalidad es muy precaria. Su identidad
jetos de estudio tanto para el historiador o para el antropó¬
varia de una generación a otra. Estos barrios aldeas están
logo como para la sociología urbana. En todo caso, es claro
constituidos por poblaciones trasplantadas (y la arqueología que la sociabilidad, como forma inmediata y cualitativa de lo
de la sociología urbana redescubre inevitablemente en los social, asegura el privilegio de un pensamiento descriptivo
primeros filántropos del siglo XIX el estudio de las patologías,
susceptible de ser entendido por todos aquellos que no espe-
de las formas de adaptación al transplante: nuevas raíces, raron al sociólogo, ya se trate de novelistas, ya se trate de
asociaciones voluntarias o resurgimientos de clanes o de sec¬ periodistas o cineastas. Resulta igualmente claro que la for¬
tas), Las sociabilidades de la aldea urbana son pues siempre
mación urbana del investigador requiere una modificación
sociabilidades del “como si”. Por otra parte, las aldeas urba¬ de su mirada que debe ser ante todo ingenua, que debería
nas son entidades sociales yuxtapuestas , cuyas fronteras captar las cosas mismas fascinada por lo social in statu ñas-
son siempre negociadas y constantemente cruzadas por
otros, fronteras expuestas a la mirada del vecino, fronteras cendi, como diría Simmel. En definitiva, este movimiento
en descubierto. El carácter precario de las áreas naturales se acelera el trabajo de duelo de la sociología estructural y re¬
debe justamente a estas dos características del mosaico ur¬ fuerza la tentación literaria.
bano: hecha de piezas unidas y yuxtapuestas, la ciudad ofre¬ Y no se trata solamente de la sociología, sino que se tra¬
ce el espectáculo de una cacofonía de conmemoraciones en ta de «o social mismo cuya naturalidad se desvanece y de lo
virtud de las cuales cada “medio” se rehace un recuerdo por cual se anuncia la muerte como se han anunciado otras
generación, así como se rehace la fachada de una casa; y, por
muertes en serie en las sociologías de week-end . El mínimo
lo demás, la ciudad es un enmarañamiento de estilos, un len¬ de Estado va acompañado por un mínimo de socialidad. El
sociólogo se ve obligado a recuperar saberes y lenguajes para
to mestizaje de los modos de vida. Veremos luego cómo la reconstruir su dominio, se ve obligado a realizar incursiones
metáfora del mosaico contribuye a deslizar la hipótesis eco¬
lógica hacia un pensamiento de la deslocalización de las fuera de su campo. La primera reconquista es antilibidinal:
relaciones sociales, precisamente porque dicha metáfora las derivas no son pulsionables. Según lo indican los diccio¬
permite concebir la conjunción de los procesos de segrega¬ narios de navegación, las derivas nos impiden ir a una de¬
ción y de moviliad individual. Aquí agregaremos simple¬ terminada parte. Lo cual quiere ya decir que el transeúnte
ocioso, el paseante callejero tienen recorridos, digresiones
mente que la sociología de los enclaves contribuyó a hacer
mucho menos decisivas las problemáticas de la centralidad del texto urbano que se disciernen en los rostros y que fun-
cionan según el modo de la reciprocidad inmediata, como
y la cuestión del centro. Un mosaico de territorios es algo

_
completamente diferente de un espacio organizado alrede¬ dice Simmel, en un espacio-tráfico que se extiende entre lo
trivial y lo raro. La segunda reconquista se realiza a expen-

24 25
data del siglo XIV; la segunda se refiere a las cualidades del modo de vida ciudadano insisten por el contrario en la inca¬
hombre de la ciudad. Es este segundo sentido el que continuó pacidad del habitante de la ciudad para mostrar disposición
usándose y el que designa la cortesía en !a que entra mucho a ser abordado. El habitante de la ciudad, dice Simmel, es de
de afabilidad natural y de usanzas mundanas. El dicciona¬ un natural aburrido y hastiado que se cierra a la interacción
rio cita las palabras de Giraudoux que hablan del “respeto de y se encuentra en un estado de in diferencia flotante. Lo cier¬
los demás y de uno mismo que a justo título es lo que se lla¬ to es que la ciudad provoca una "intensificación de la vida
ma la urbanidad”. Es significativo el hecho de que el primer nerviosa” que raya en la esquizofrenia. El hombre de la ciu¬
sentido del término, la urbanidad como gobierno de una ciu¬ dad sólo puede pues salvaguardar su capacidad de encuen¬
dad, haya desaparecido. En todo caso, es seguro que la so¬ tros recurriendo a cierto entabicamiento de la atención y de
ciología urbana sólo comenzó a constituirse como discurso la mirada. Por eso vive la mayor parte del tiempo en “situa¬
específico negándose a reducir la ciudad a las medidas polí¬ ción de alarma” (Goffman) y sus comportamientos de reser¬
ticas urbanas. Por el contrario, le ha sido necesario postular va se deben al hecho de que constantemente teme la invasión
la hipótesis de que las ciudades son sociedades antes que in¬ (el intruso, el importuno, el mal encuentro) o la identifica¬
tervenciones del gobernante. En otras palabras, la urbani¬ ción (¿qué está haciendo él allí?).
dad designa más el trabajo de la sociedad urbana sobre sí Tanto esas; que la disposición a mostrarse uno a 1 a mi¬
misma que el resultado de un a legislación o de una adminis¬ rada de los demás es enteramente particular en el medio ur¬
tración, como si la irrupción de lo urbano en el discurso so¬ bano; esa disposición se aproxima a las características que
ciológico estuviera marcada por una resistencia a lo político. se atribuyen tradicionalmente a la mundanidad. Entre las
Lugar de alzamientos, de revueltas y de turbulencias o “es¬ lisonjas de la corte (donde la identificación llega a su colmo
tado de espíritu'1, “mentalidad” (Park, Simmel), la ciudad es en el nombre del rey) y el círculo que exige una abstracción
anterior a lo político, ya está dada. Ei segundo sentido del de identidad, la mundanidad es desde la época clásica un
término urbanidad (cortesía, afabilidad, usanzas munda¬ régimen de doble identidad. La urbanidad y la mundanidad
nas) es todavía más embarazoso para el sociólogo que el tér¬ utilizan dos técnicas de comunicación, dos maneras de "do¬
mino sociabilidad del cual está próximo por su sentido. Bien minar las impresiones” (Goffman): arte de las apariencias
se ve en efecto que esta urbanidad se elabora en otro escena¬ (la cortesía como máscara de la indiferencia, la reserva co¬
rio, el escenario de la corte o de los salones y que aun cuan¬ mo prevención contra la dispersión) y la palabra de circuns¬
do ella se distinga por su cuenta mantiene los ojos vueltos tancias (comportamientos que sólo tienen verdad en ciertas
hacia la corte como el lugar superior de los valores cultura¬ situaciones en las que “la ocurrencia” es la primera evalua¬
les (Habermas). Habría que decir entonces que una ciudad ción).
sólo adquiere toda su verdad en la medida en que gravita al¬ Entonces, ¿no son acaso las sociedades urbanas más
rededor de una sociedad relativamente inaccesible, una so¬ que templos de simulacro, de falsas apariencias? Si ello fue¬
ciedad que retrocede en relación con el espacio de lo vulgar, ra así habría efectivamente que admitir que la civilización
una sociedad que está en la cima de la cascadas de los ejem¬ urbana no existe y que todavía debe ser inventada; habría
plos, como diría Tarde. La urbanidad sería pues la ciudad entonces que confiar esta tarea a un utopista una vez más o
antes de la ciudad, por encima de la ciudad, la ciudad supe¬ bien salir a la conquista de las ciudades como en una cruza¬
rior y el paradigma de la ciudad. En cuanto a la afabilidad da y ver cómo los mártires luchan contra los comediantes.
del habitante de la ciudad (cualidad que haría de él alguien Pero ocurre que la micr osociología elaboró dos discursos que
a quien se pudiera hablar), puede hacer pasar al sociólogo se proponen transcribir minuciosamente la riqueza de las ci¬
por un cándido soñador. Las descripciones y los análisis del vilidades urbanas, no sólo su diversidad tornasolada, sino

28 29
también su positividad ética. Y también aquí volvemos a en¬
contrar a Simmel: “Dejemos de lamentamos de la superfi¬ discursivas que forman parte de una antropología pragmá¬
cialidad de las relaciones sociales", su gravedad debe leerse tica en el sentido en que la entendía Kant, es decir, como des¬
precisamente en la superficie, en la menor de las interac¬ cripción y análisis de un mundo de apariencias concertadas,
ciones. en el cual reina un consenso sobre el engaño, en el cual todos
El primer discurso, el análisis dramatúrgico de la vida son embaucados y en el cual en efecto yerran los que no son
tiene por objeto el análisis de las apariencias y su
cotidiana, embaucados.
función social. El habitante de la ciudad es, en efecto, un co¬ Ante todo hay que reconciliarse con la actualidad, no
mediógrafo que inventa formas sociales, pequeñas interac¬ con la historia sino con la simultaneidad de convicciones. Tal
ciones, escenas que son otros tantos jirones de sociatidad vez habrá que reconciliarse con lo asubjetivo que trasluce el
perdida. Interpreta las relaciones sociales aveces con un mí¬ momento y con lo puramente ondulatorio. (Véase el capítu¬
nimo de texto e improvisando con mayor o menor felicidad. lo 2, ACTUALIDAD.) Reencontrar luego ese régimen de la so-
Se muestra siempre vacilante, embarazado, pues ha perdi¬ cialidad en el espacio-tráfico que hace del ocioso paseante
do su partitura. Lo que importa entonces es establecer su callejero el explorador de los contextos en lo que éstos tienen
convicción. El habitante de la ciudad es también un actor, de más superficial. Deslizarse a la alteridad de un encuen¬
pero un actor es mucho más que un intérprete. Es alguien tro, ver en un rostro todo lo que en él se conjuga deobra maes¬
que sabe o que ha llegado a saber desempeñarse en varios es¬ tra y de repetición, de rareza y de trivialidad, toda la riqueza
cenarios, que debe por ló tanto saber integrar las situaciones reflexiva, la reciprocidad inmediata de la diada (véase capí¬
y definir cada una de ellas en su propiedad. Ese es el saber tulo 3, ROSTROS).
vivir del hombre de la ciudad y no ya solamente el saber del No son ciertamente las formas más pobres de lo social
hombre mundano en el sentido estrecho del término: definir aquellas a las que entonces llegamos, sino que por el contra¬
y redefinir una situación. Toda la obra de Goffinan y de los rio son las más elevadas; son las formas que están más acá
interaccionistas sobre el espacio público gira alrededor de de los contenidos puramente estéticos. Aprehensibles por
esta doble exigencia o paradoja: ¿cómo combinar la integra¬ percepciones y metáforas. Tres experiencias sustentan esta
ción de las situaciones y la integridad individual? ¿Cómo se estética del espacio público y las tres son experiencias sobre
puede decir de una palabra de circunstancia que “respeta a lo precario de lo social; experiencia del emigrante, experien¬
los demás y a uno mismo”? Pero sólo se puede comprenderla cia de la conversación, experiencia de la copresencia y del
gravedad ética de esta pregunta si se piensa al mismo tiem¬ tráfico. (Véase el capítulo 4, PRECARIEDAD.)
po en el emigrante de W. Thomas, en el Campesino Polaco. La experiencia del emigrante se caracteriza por una
En materia de arte de las apariencias, es el pionero cierta¬ obsesión: la pérdida del sentido del mundo. Sus testimonios
mente el emigrante, experto en la redefinición de las situa¬ tienen pues una importancia capital; desde el momento en
ciones. que el emigrante comuncia esta experiencia, desde el mo¬
El segundo discurso, el microanálisis y la etnografía de mento en que se sitúa (aunque no sea más que por la pa¬
la comunicación, se ocupa de las características de la pala¬ labra) fuera de los muros del gueto, dicha experiencia le
bra de circunstancias, de sus condiciones ecológicas, de los revela lo que no es cultural en una cultura, la naturaleza de
materiales de expresión que esa palabra utiliza en situacio¬ los intervalos constitutivos de un mundo. Ese mundo es un
nes de interacción, de actuaciones comunicativas, de formas mundo pragmático en el sentido en que lo entendía Kant: un
del espacio del diálogo: la ironía, la agudeza, la broma, o la mundo de apariencias concertadas en que la contextura
pulla, el sentido de la réplica viva, es decir, todas las formas es el egoísmo lógico, la paradoja. (Véase el capítulo 5, INTER¬
VALOS.)

30
31
Desempeñar un papel en un espacio público no es con¬ consistencia frágil, que la naturaleza de nuestras conviccio¬
firmar una condición o posición, sino que es intervenir en nes no es diferentede la naturaleza denuestras resistencias;
una situación y es necesariamente emplear expresiones que ambas reposan en esa bifurcación antropológica entre
ready-made que enmascaran la naturaleza problemática de creencia y deseo (Tarde) que nos preserva de todas las tira¬
todo empeño y compromiso. Los conjuntos de comporta¬ nías. (Véase el capítulo 10, CONVICCIONES.)
mientos así discernidos pertenecen a un régimen de comu¬
nicación que es a la vez banal y singular; es el régimen de los
rumores deslocalizados y de los chismes y hablillas que
delimitan un territorio como región de significación. La ve¬
locidad de circulación, característica de este régimen, está li¬
gada con el carácter incompleto de las enunciaciones. Esa
velocidad sólo se comprende mediante un doble supuesto: el
de la reciprocidad de las perspectivas y el del etcétera. (Véa¬
se el capítulo 6, RUTINAS.)
El principio de reserva funciona en los tres campos de
la experiencia de lo precario. Pero es la conversación lo que
le da toda su fuerza ética (Simmel). La reserva mundana es
la puesta en escena más trivial de lo social por cuanto es el
objeto no de una proxémica sino de una diastémica, de un
saber de la distancia. Su vivencia no es ligereza ni descono¬
cimiento, sino que es malestar y embarazo. (Véase el capítu¬
lo 7, RESERVA.)
El orden de las circunstancias impone a todo actor una
fidelidad muy particular respecto de lo que le ocurre. Esta
2 idelidad le impone abandonar la lógica de la integridad in¬
dividua) (engaño- sinceridad) para adoptar la lógica del trai¬
dor. Defender el sí-mismo es siempre calmar a un necio
(Goffman), es decir, salvar la situación al precio de un doble
lenguaje. Saber comunicar es pues saber traducir. (Véase el
capítulo 8, DOBLE LENGUAJE.) *7
Se puede ver entonces cómo se organiza un mundo, una * A
urdimbre de relaciones que es una red, con sus regiones de
densidad variable, con sus nudos, con sus bifurcaciones de
trayectorias. Un destino no es más que una negociación
— —
constante entre dos integridades la integridad de un re-
pertorioy la integridad de una situación , entre doslógicas, V?
la de las revelaciones y declaraciones y la de la movilización .
(Véase el capítulo 9, REDES.)
.V )
Hay que admitir pues que el espacio público tiene una

32 33
y a medida que él se absorbía en esos nombres las regiones
se reunían, en medio del ruido de las tazas y de la música de
radio en sordina, formando un continente familiar de fines
2 de otoño en la mayor ciudad y donde él ‘bebía café’ y ‘leía el
diario’, como si estuviera instalado allí desde siempre... Fue
allí donde Sorger vivió, más tranquilizado sobre el futuro, su
segundo retorno al mundo occidental. El espacio en que se
Actualidad encontraba asumió súbitamente importancia”.1
Esta es sin duda una situación. En su singularidad sen¬
sible está pletórica de una calurosa confianza. El futuro es¬
tá allí, en una forma dramática, en la reconciliación de un
“En este mundo, el mundo de las grandes ciuda¬ espacio y de un momento vivido. Reconciliación con la visión,
des, y de las grandes masas colectivas, es indife¬ con la escena en lo que ésta pueda tener de fundadora y de
rente saber si esto tuvo lugar realmente y de qué corriente. Pero para el espectador de esta escena la invita¬
fenómeno histórico nos creemos los actores y tes¬ ción al relato es experimentada como una conminación.
tigos. Lo que llamamos realidad es una utopía. La “¿Un relato? No, nunca más relatos".2 Este es el eco de aque¬
historia tal cómo nos la representamos y tal como lla ruptura, anunciada por Maurice Blanchot en 1948, que
creemos vivirla, con su sucesión de acontecí mien* da al testimonio de Handke su estilo de torpeza fingida, de
tos tranquilamente lineal, solo expresa nuestro ridículo en el narrador. La historia queda replegada sobre sí
deseo de atenemos a cosas sólidas, a aconteci- misma. En virtud de una especie de Unto retorno, los ciclos
mentos indiscutibles que se desarrollan en un or¬ de larga duración pusieron al desnudo las estructuras de lo
den simple al que el arte narrativo, la eterna lite¬
ratura de las nodrizas, presta valor en provecho cotidiano y, en los archivos de nuestros discursos posmoder¬
de la atractiva ilusión. Ulrich ya no es capaz deex- nos, ya no encontramos más que relatos del día, protocolos
peri mentar la _ felicididad de la narración sobre de circunstancias, juegos de lenguaje envarados en su refle-
cuyo modelo se constituyeron siglos de realidades xividad.3 Eternidad del instante, sin duda, pero como rastro
históricas. Si vive, lo hace en un mundo de posibi¬ con un cambio de destino, como ruina mnésica. En la des¬
lidades y no ya de acontecimientos, mundo en el cripción de este episodio no hay nada que haga recordar, no
que no ocurre nada que se pueda contar." se percibe el menor reflejo que evoque un reconocimiento. La
Maurice Blanchot, “Musil, la passion de luz de este “retomo al mundo occidental” es blanca como la
Vín difference", en Le Livre á venir , Gallunard, luz de un relámpago. El flash del fotógrafo aplastó los relie¬
Idées, págs. 204-205.
ves del pasado. Las líneas de fuga de la perspectiva desapa¬
recieron de la representación del tiempo. Las oposiciones de
la forma y del fondo, de la materia y del recuerdo se desva-
“Entró en un coffee-shop y leyó el diario . La literatu¬
ra moderna es afecta al tartamudeo de la palabra. A la clau¬
dicación de la escritura. A lo extraño “inquietante ... de la * 1 Peter Handke, Lent Retour, Gallimard, 1982, pág. 146.
imagen. A la vacilación... en el trámite. Entró en un coffee 2 Maurice Blandió!, La Fo/iedut/our, Fata Morgana 1973; Emmanuel
shop y leyó el diario. Veíase allí un mapa meteorológico, las Lávinaa, “Exercices sur La Folie du Jour", en Sur Maurice Blanchot,
diferentes regiones del país llevaban sólo los nombres de Fata Morgana, 1975, págs, 55-79.
3 J. L. Lyotard, La Condition Post-Modern*, Minuit, 1979.
Trío intenso', 'Caídas de nieve,’, ‘Templado’, 'Sol y brumas’

35
34
necíeron discretamente a la luz del instante. Aquí sólo se su¬ nada tiene de una categoría o de un continente. La situación,
perponen relatos del dial el diario, la meteorología y el día¬ en su contextura visible, se contenta con contrastes, el en¬
lo del narrador. El sentido del relato, de la historia y de la cuadre importa menos que la “distancia entre ¡os persona¬
narración se ha perdido, jes”.7 Restaurar la función-autor, formular la pregunta
¿Cómo contar esta pérdida? ¿Qué hace que el tiempo se “¿desde dónde hablo?” significa volver a encontrar la abs¬
convierta en algo “constante y activo”? ¿Que, por así decirlo, tracción del testigo en el lenguaje del articulo periodístico.
no exista?4 ¿Que ya no sea río o línea de flotación, punto de O, mejor dicho, “no existe el lenguaje para expresar se¬
suspensión, de irresolución entre el pasado y el futuro? ¿Có¬ mejante momento en el que la luz se hace materia y el pre¬
mo aceptar serenamente abandonar esta tensión extraordi¬ sente se hace historia”. Por lo demás, el gesto del escritor
naria por la cual uno designa un tiempo vivido? En suma, permanece más acá del énfasis que él atribuye al testigo. El
¿cómo se opera la ruptura de lq representación con la ópti¬ escritor se contenta con tomar notas “antes de que la si¬
ca? ¿Ya no hay pues “punto de vista”? tuación se disperse” por obra de un movimiento preventivo
“El testigo ocular sólo tenía para designar esto las pa¬ de reconquista: “Es un instante lo que funda la ley”, dice
labras ‘siglo’ y ‘tiempo de paz”\6 Eso es pues lo que se gana Handke, una reconciliación con la historia como “forma
planteando la cuestión del punto de vista: la singularidad inaugural”, es decir, como plano de referencia y no como su¬
del momento, su cualidad sensible se vuelca en una abstrae- cesión, “Acabo de reparar en que yo formaba parte de la his¬
cion secular- Esa era ya la obsesión de La Folie du Jowr,
* la toria de las formas y que evolucionaba en ellas como las per¬
paz. Sorger se hace a su vez “testigo de su tiempo”, se con¬ sonas que estaban en el interior del café y como aquellas que
vierte en periodista y trata de “descubrir lo que pasa”.6 Las pasaban afuera por la calle”. Esas formas inmediatamente
palabras que salen entonces de su pluma tienen que ver con sensibles se manifiestan súbitamente henchidas de certe¬
el comentario, con el sumario, con la función editorial. Le ha- zas, plenas de luz. Desde la historia como forma a la histo¬
cen reencontrar el énfasis didáctico. El relato del día se ve ria de las formas, el instante perdió su cualidad “inaugural”,
impulsado hacia lo alto por la “diosa tiempo , Las azucare¬ perdió la irrupción; se convierte en representante de lo hu¬
ras se convierten en custodias y ese espacio, en lugar de pa¬ mano y cae en la complacencia: esa complacencia que nos ha¬
recer extraño, se hace cada vez más familiar y termina por ce “vibrar al unísono de la pacífica historia humana”, esa
contener “todas las invenciones, todos los descubrimientos, complacencia que a cada instante nos tranquiliza acerca de
los sonidos, las imágenes y las formas que a lo largo de los si¬ la permanencia del mundo. Sin embargo, la forma dramáti¬
glos ayudan a hacer posible lo que es humano”, ca que se despliega en el coffee-shop no tiene a priori ningún
Bien pueden medirse los daños provocados por la ópti¬
ca y la historia. Lo cierto es que el principio según el cual se
i

— —
contenido práctico y sólo por esteticismo por complacencia
estética se puede hacer decir al testigo: “Por primera vez
organiza la situación es un principio constante y activo que acabo de ver mi siglo a la luz del día, abierto a los otros siglos
y he aceptado vivir hoy”. Hay que desconfiar pues de la pro¬
4 "Algún día contaré todo esto. El tiempo quedará completamente bo¬ fusión de luces, de los accesos de fiebre que se toman por
rrado y el futuro florecerá de alguna manera del pasado, una nada, la caí¬ visiones del movimiento de la historia. Las sucesiones son lí¬
da de u na flor podría contenerlo. Mi teoría es la de que el acontecimiento en neas de fuga que implican cortes, fisuras, rupturas,8 lazos y
sí no existe, así como no existe el tierno. Pero no quiero insistir sobre esto .
*
Virginia Woolf, Journal d’un écrivain, op.t ciL, pág. 177.
ñ P. Handke, op. cií.M pág. 146. 7
e Doris Lessing, Le Carnet d'Or Livre de Poche, págs., 76-77: La no¬ Véase Wim Wenders, L’Etat des choses.
8
f
Gilíes Deleuze y Claire P&met, Dialogues, Flammarion, 1978, págs,
vela como vanguardia del periodismo y como función de la sociedad frag 61 *55.
mentada,

36 37
nudos. En suma, no hay ninguna razón para vivir hoy y ño¬ la situación, en el instante de surgimiento, la forma fluc-
sotros no aceptamos nada. Simplemente somos los especta¬ tuante de la comunicación social como coproducción o
dores y el público de una situación. coadaptación simultánea de deseos y de creencias. La micro-
Pero no refunfuñemos y dejemos por lo menos al ins¬ sociología es, pues, una dramaturgia de lo social (unidad de
tante el beneficio de su luminosidad, de su materia lumino¬ tiempo, unidad de situación) que rompe con el relato para
sa, aunque dudemos de su representati vidad, es decir, de reencontrar el tiempo del diario. De las masas en movimien¬
sus contornos. De todas maneras queda una alegría que no to, la microsociología pasa a los públicos vacilantes.
es la del reconocimiento; es la alegría de la invasión. “Me t Tal vez así la sociología se unió a la novela de la década
agradó ser uno de vuestros contemporáneos y un habitante de 1950, según la apreciación de Doris Lessing; la sociología
de la tierra entre los habitantes de la tierra; y (allende toda se convirtió en una vanguardia del periodismo. “Leemos pa¬
esperanza), me sentí exaltado por el sentimiento, no de mi ra descubrir lo que pasa”. 9 No para anticipamos a los hechos,
propia inmortalidad, sino de la inmortalidad humana. Creo sino para captar las menores fluctuaciones. Lo mismo que la
en este instante y lo dejo consignado; también debe ser mi novela, la sociología se convirtió en una función de la socie¬
ley.' Me declaro responsable de mi futuro, deseo la razón dad fragmentada. “Los seres humanos están muy divididos,
eterna y ya no quiero estar solo nunca más. Que así sea. Des¬ 1 cada vez más divididos y parcelados en sí mismos, a imagen
de el espejo del coffee shop Sorger contemplaba a Sorger, va¬ del mundo... van tanteando ciegamente en busca de su pro¬
cío, agotado, petrificado, como venido a su encuentro desde pia entidad y la novela reportaje constituye un medio de
la profundidad de los siglos; aquel día se sintió conmovido avanzar en esta dirección”. Y también a Doris Lessing le lle¬
por su propio rostro”. ga el tumo de preguntarse “¿Por qué una historia?”
Dilución del testigo, narcisismo de las pequeñas situa¬ Es evidente que nuestra sociedad ya no procede de una
ciones. Estas son las dos características de la mirada que se antropología newtoniana (el estructuralismo), y que se defi¬
echa a la actualidad. Pero dejemos de contar nuestras pér¬ ne cualitativamente por la heterogeneidad de los juegos de
didas. Tal vez hasta ganemos lo absoluto; la actulidad sería lenguaje y por determinismos locales. De ahí la fascinación
nuestra oración cotidiana. Evitando el énfasis, habría que que ejercen las disciplinas que indagan inestabilidades.10
preguntarse con Tarde cuál es la relación de la actualidad Hay que comenzar por la lectura de un diario, porque el
con la vacilación o con la intimidación. ¿Cuál es esa fuerza
de la actualidad que nos desequilibra, que nos toma por tes¬

periodismo el primer medio profesional de Park es la
prehistoria de la antropología urbana, el corazón de una so¬ —
tigos, es decir como en un enfrentamiento cara a cara con lo ciología como ciencia de la comunicación social, el medio con
indeterminado? Lo que ocurre es, dice Tarde, que la inti¬ el que soñaba Tarde para luchar contra el predominio del es¬
midación corresponde a un momento de resolución adapta - píritu de masas. Sustituto funcional del chisme de la aldea,
tiva, es decir, a un momento de invención. Trátase pues de el diario es el operador de esas formas secundarias de socia-
un drama que no es un objeto de relato. El relato es una for¬ lidad que proceden por simultaneidad de convicciones.
ma pobre. El relato de vida nada puede hacer con esos “tiem¬ Fascinación de Tarde por el periódico: reúne la fuerza
pos de individualismo momentáneo, de disolución social de las creencias con la materialidad del acontecimiento.
mientras se aguarda una reorganización social”. “Abro un diario que creo que es del día y leo con avidez cier-
El relato nada sabe de las bifurcaciones, de los conflic¬
tos de creencias y de deseos. Primera definición de la micro- 9
Doris Lessing, op. ciL, págs. 76-77.
sociología: es un discurso que partiendo del maravilloso 1 £>
J. F. Lyotard, op, cit., Ilya Prigogine e Isabelle Slengers, La Nouve-
espectáculo de lo diverso procura encontrar en la unidad de lie Alliance, op. cit.

38 39
tas noticias; luego me doy cuenta de que data de un mes I ¿i) s elementos de conocimiento que lo constituyen son sínte-
atrás o del día anterior y entonces deja de interesarme. ¿A MS de la intuición, síntesis cautivas de un contexto y por lo

qué se debe este súbito disgusto? ¿Acaso perdieron los he¬ Cinto no son manipulables a voluntad. Esas síntesis deben
chos narrados su interés intrínseco? No, pero nos decimos rendir cuentas a las circunstancias en las que fueron dedu¬
an cidas,
que somos los únicos en leerlos y eso basta,
No es la proximidad de los hechos io que presta presti¬ El periodista, dice Park, es alguien que permanece afe¬
gio a las noticias de actualidad, es la sensación que acompa¬ rrado a la “especiosidad del presente”. Se atiene a la ocu¬
ña a todo lo que inspira un interés general, “La pasión por la rrencia que en cierto modo es su tacto profesional. Desde el
actualidad aumenta pues con la sociabilidad, de la que ella momento en que quiere comparar o clasificar situaciones,
no es más que una de sus manifestaciones más notables , sus instrumentos deben ser en cambio los de la historia na¬
pero este aumento no se realiza en la transparencia ni tam¬ tural, es decir, los de la historia de las formas instituciona-
poco es lineal. Un acontecimiento es como un a anécdota. In¬ ! izadas de las prácticas sociales, esto es, los instrumentos de

soslayable como "cosa inédita” éste es el sentido original
de la anécdota— es igualmente manipulate como un guija-
rro El acontecimiento nunca tiene sentido por si mismo,
la, sociología. La complicidad del periodista y del sociólogo se
tunda pues en una doble superación de la historia, que va
más acá de la historia o más allá de ella,
sino que funciona como articulación de una situación. Aire¬ La sociología de las costumbres y de las civilidades, la
dedor de estas articulaciones pueden girar las tensiones sig¬ sociología como discurso sobre el vínculo social comenzó
nificativas y reorientarse cada vez. Lo cual da a las noticias ligada a un objeto histórico que es contemporáneo del naci¬
de actualidad (al modo de organización de los acontecimien¬ miento del periodismo en el siglo xvni: el público. El espíri¬
tos en un saber) una forma que puede parecer pobre, L&s tu publico, la atención de un público son, dice Park, cosas
noticias de actualidad siempre piden un modo de lectura de- fluctantes, inestables, que se distraen fácilmente”.13 El pú¬
vorador”, superficial, de oídas, que es también el modo del blico es la forma atípica de los objetos de la sociología como
rumor. Es un modo de conocimiento por relación (acquain¬ nber de lasinestabildiades o de ¡as regularidades en forma¬
tance with) y no por apropiación o imitación (knowledge ción. El público se alimenta con series discontinuas de acon-
about)}2 I cimientos más que con el encadenamiento de fenómenos.
(

Park relaciona esta forma de conocimiento con el tac¬ Se nutre de secuencias informativas de las que adquiere co¬
to y con el sentido común, es decir, con un saber de las cir¬ nocimiento de manera más o menos directa y que puede
I ransmitir sin analizarlas o sin apropiarse de ellas. Se lla¬
cunstanciase también con una adaptación. “Si la adaptación
de un individuo a su territorio ha de considerarse como un mará conversación o espacio conversacional a un espacio
saber, éste deriva sin duda de lo que llamamos tacto o sen¬ social en el que se constituye un público por coalescencia de
tido común,” El diario es pues la primera forma, el primer secuencias informativas. Una conversación es pues un jue¬
go de lenguaje particular que interesa al periodista y al
grado del conocimiento antropológico. Es a la vez aquel lo que
se encuentra más fácilmente naturalizado en nuestra me¬ sociólogo, por más que éstos no se propongan atenerse al
moria y aquello que se transmite también más fácilmente. análisis de las entidades organizadas ni a la descripción de
gt ii pos ya constituidos. El periodista que tiende a cobrar un
saber sobre la formación de la opinión pública y el sociólogo
G. Tarde, L’Qpinion et la Foulet Alean, 1901 , pág. 4. que trata de constituir una “ciencia de las conversaciones
12 R. Park, “News as a for m of k no wledgeÿAJ S 45, marzo de l 940, págs.
669-86. Reproducido en On Social Control and Collective Behavior, Univer¬ J 1
R. Park, op. cU.t pág, 14,
sity of Chicago Press, 1967, págs. 33-52.

40 41
comparadas”14 deben pues permanecer más acá de la línea presión del dedo sobre la frente y comparémosla con esta
de los consensos y de las concertad on es. descripción de la formación de las opiniones en Tarde. 1odo
De manera que en modo alguno debe asombrarnos el mundo está sentado, “cada uno en su casa leyendo el mis-
comprobar que haya una connivencia entre una sociología mo diario y disperso en un vasto territorio". ¿Cuál es el
del surgimiento y el diario concebido como el territorio de lo vinculo social entre esos hombres? “Ese vínculo es, con la si¬
imprevisible,16 entre una sociología de lo trivial y el escarba¬ multaneidad de la convicción o pasión de esos hombres, la
dor de lodo, de ruindades ( ). muckr conciencia que posee cada uno de ellos de que esta idea o es¬
Un acontecimiento no es un signo ni tampoco es un ta voluntad está compartida en el mismo momento por un
enunciado. Carece de la reflexividad crítica y de la preten¬ gran número de hombres. Hasta que cada uno lo sepa, aun
sión universalizante. En cambio, va acompañado por cierta sin ver a esos hombres, para verse influido por ellos masiva¬
ingenuidad o credulidad que hacen juego con su cautividad mente y no sólo por el periodista, inspirador común, que es
en una región de significaciones, en un universo particular él mismo invisible y desconocido y, por consiguiente, tanto
de discursos. El acontecimiento se contenta con las resonan¬ más fascinador”.17
cias de un vocabulario específico apropiado a un conjunto de En resumen, la lógica del diario consiste en un ir y ve¬
situaciones dadas. Por su sola inercia, sin promoción ni co¬ nir constante entre la dispersión de la atención que es favo¬
mentario, el acontecimiento se sitúa en una línea discursi¬ rable a los rumores y a todas las formas de conocimiento
va que va del rumor a la leyenda. Para que se transforme en indirecto y superficial (chismes que corren, moneditas de
hecho histórico necesita un operador trascendental, una re¬ sentido) y su concentración en lo que provoca escándalo o le¬
ferencia a sus condiciones de posibilidad. El acontecimiento yenda (embotellamiento de vehículos o sobredetermina¬
se convierte entonces en un conjunto de rastros que “se reú¬ ción}. El lenguaje de las noticias de actualidad se organiza
nen en un punto preciso de la duración y de la extensión, en como una bolsa de valores. Desde el momento en que la cir¬
una gavilla de informaciones sobre las maneras de pensar y culación se hace imposible, desde el momento en que los
de obrar en la sociedad de la época”. Pero desde el momen¬ juegos de lenguaje se hacen impenetrables entre sí y se
to en que el historiador se interroga sobre la manera en que transforman en gramáticas, el público a su vez se convierte
“la percepción del hecho vivido se propaga en ondas sucesi¬ en masas o en sectas.18 Desde el momento en que un públi¬
vas que poco a poco y en el despliegue del espacio y del tiem¬ co cede a la tentación de la integración, su periódico se trans¬
po pierden su amplitud y se deforman”, entonces ante “la in¬ forma en órgano y el relato del día cede el lugar al mañana »

sidiosa penetración de lo maravilloso y de lo legendario", el que canta, i -a lucha por la existencia en la historia natural 3
historiador se hace periodista.16 de la prensa, dice Park, es la lucha por la circulación.19 5
u.
La física social del periodista es ciertamente la de Tar¬
de, una física ondulatoria que conviene a las sociedades mo¬ <
dernas en las que la sugestión se ha liberado de la proximi¬ 5
dad. Recordemos aquella primera técnica freudiana de la O

3
17
O
M G. Tarde, op. cit. G. Tarde, op. ciL, pág. 3. 5
1
Lo que hace el acontecimiento dentro de los límites del día rio es el he¬ 18 R. Park, 'Morale and the News", AJS 47. noviembre de 1941, págs.

cho de lo que se ha esperado nacimientos, muertes, casamientos, noticias

meteorológicas sin que por ello sea previsible»
16
G. Duby, Le Dimanche de Bouvines, Gallimard 1973, págs. 13-14.
360-77 y op. dt.t págs. 249*267.
1 9 "The Natural History of the Newspaper", AJ S 29, noviembre de 1 9¿S,
págs. 273-89 y op. cit.t págs. 97-113.
a
w

o
ÍU

D
42 43 2}
Ii-ntes de la sociedad de interconocimiento. Es éste uno délos
principales problemas de la ecología urbana que osciló cons¬
tantemente entre una atención puesta en las relaciones es¬
3 pecíficas de una identidad y de un territorio (guetos, áreas
naturales) y un interés concentrado en todos los fenómenos
deslocalizantes de las sociedades urbanas. Por un lado, la
Rostros metáfora del mosaico; por el otro, la metáfora de la bolsa, la
metáfora bursátil.2
Un espacio público es todo lo contrario de un medio
o de una articulación de medios. Sólo existe como tal si logra o
trastornar la relación de equivalencia entre una identidad
Un espacio publico, un público, una opinión pública son colectiva (social o cultural) y un territorio. Una gran ciudad
cosas naturalmente fluctuantes. La tesis de Robert Park, sólo es un laboratorio de la soci alidad si hace del organismo
The Crowd and The Public, expuesta en 1904 no enuncia na urbano algo muy particular, algo hecho de lugares llenos de
da nuevo desde este punto de vista. Sin embargo la tesis no huecos, como una esponja que capta y rechaza fluidos y que
se contenta con comparar las variaciones de un público con modifica constantemente los límites de sus cavidades. De
las variaciones de un juicio, con los caprichos de la opinión, manera que un espacio público no puede definirse por su
sino que procura explorar el carácter específico de un len¬ centralidad —por el contrario, puede caracterizarse por su
guaje propio de los públicos* Se trata de un lenguaje de refe¬ excentricidad—, sino que sólo puede definirse por su fiinción
rencias, del lenguaje de las interacciones y de lascircunstan¬ de suprimir enclaves. De suerte que la abstracción de las
cias, Su inconsecuencia le es esencial puesto que no tiene identidades sociales que el espacio público requiere de aque¬
una función de expresión o de representación. Lo decisivo en llos que participan de él afecta no sólo a los actores indivi¬
la economía de este lenguaje es la primacía de la circulación, duales3 sino asimismo a las identidades colectivas. O, para
el hecho de que un rumor pueda circulan1 El lenguaje de la decirlo en otras palabras, un espacio público no es un plano
esfera pública se articula pues alrededor de dos función es co¬ de organización de entidades en un medio, sino que es un
municativas aparentemente contradictorias: por una parte, piano de consistencia en el que las identidades son proble¬
una función localizante que lo relaciona con la “especiosidad máticas y las situaciones constantemente redefinibles. En
del presente”, por otra parte, una función de deslocalización mi espacio público, las identidades colectivas o individuales
que hace del espacio público un espacio relativamente acce¬ pueden suponerse siempre deslocalizadas o excedentes:
sible. Es esta doble articulación lo que distingue a un públi¬ "uno de más, solamente uno de más*.4 Ni siquiera es una
co de un medio: un espacio público no es, como un medio, estructura simbólica, no tiene necesidad de un comparti¬
solamente un espacio de chismes y cotilleo, es un espacio de miento vacío —es por el contrario el espacio del murmullo
rumores, es decir, deformas desterritorializadasdel chisme.
Hacer del diario un substituto del chisme de vecindad, como

inagotable y del lenguaje sin silencio , pero de un hombre
de más, excedente. Se sabe que la primera experiencia públi-
quiere Park, significa pues considerar sólo un aspecto de su
función de comunicación y analizar la gran ciudad con las 2
Véase UEcole de Chicagoÿ op ctí./Présentatíon.
J J, Habermas, L’Espace Public, Archéologie de la PublicUéc L Joseph,
1Jules Gritti, Elle court elle court la rumeurt Stanké, 1997 e Yves “Vio Publique” en
4
¿spaces et Sociétés, julio- diciembre de 1981.
f

Ftouquette, La Rumeur, P.U.F. M. Blanchot, Le Dernier Homme , op. cü.t pág. 18.

|l[ 44 45
tiendo del funcionamiento de la membrana que asegura su
ca, la experiencia privada del público, es la intrusion. Pero composición interna. En una situación lúdica, la función se-
no hay espacio público mientras el intruso no se haya desva¬ Iretiva de esa membrana es particular; esa membrana impo-
necido en el escenario, mientras ese intruso no se haya he¬ que sólo se introduzca dentro del maro o en la situación
cho olvidar. El extranjero es un analizador estructural del la parte de estrategia que corresponde a la apuesta o a laan-
espacio pübl ico, precisamente porque es la figura de esa pre¬ i je i pación pragmática. Si lo que está en juego es demasiado
sencia-ausencia, la figura de una identidad fronteriza que grande, la partida es difícil; si no lo es lo suficiente, la par-
no tiene ninguna necesidad de un iugar puesto que no perte¬ l ida no se entabla. Además, las anticipaciones de los actores
nece al plano de organización. El espacio público no atribu¬ no son puramente racionales puesto que toda membrana de*
ye ningún lugar; si es apropiable o apropiado, sólo puede ser¬ ja pasar ruidos, parásitos, apuestas accesorias (side-bets).
8
lo parcialmente, pues está ya desnaturalizado, se convierte I lesde este punto de vista se impone decir que un rostro no
en sitio, en reducto, en expresión simbólica de una relación es la epifanía que describen las fenomenologías de la alte-
con el espacio privatizado o territorio privatizado.s La úni¬ ridad. Es un elemento esencial de una estructura de distrae¬
ca cualidad que las prácticas del espacio público estiman co- rán, El actor típico de la escena goffmaniana “está en el
mo pertinente es su carácter accesible. Este califica usanzas limite de sí mismo”, está en su límite. No quiere esto decir
y sufre efectos de discriminación pero no puede reducirse a que supere o que trascienda su contingencia; quiere decir
normas hasta el punto de hacerse exclusivo y transformar¬ que ese actor es siempre interpelado en el umbral de suiden-
se en apropiación.6 i idad y que la manera en que él proyecta situarse dejará en
Un espacio público es, pues, un espacio en el que el in¬ suspenso mil situaciones concretas, luminosas y mudas, en
truso es aceptado, por más que éste no haya encontrado las que sólo sera un rostro que únicamente tiene que ver con
todavía su lugar y por más que no “haya abandonado su li¬ rostros.
bertad de ir y de venir” (Simmel). Definir una situación co- ¿Anonimato de la gran ciudad? De ninguna manera.
mo pública es por lo tanto asignar el derecho de ser desaten¬ En primer lugar, entre personas que no se hablan o que no
dido y asignárselo a todos. Un publico es algo que Goffman están “juntas”, hay interacciones muy significativas. “La
llama una estructura de distracción.7 idea de que cada uno está solo en medio de la muchedumbre,
Goffman toma de Bateson este concepto que define el como átomo anónimo, es una verdad literaria, pero no es la
régimen de significación de un juego y que puede generali- verdad de las escenas de las calles reales. Tal vez el indivi¬
zarse en todas las actividades que suponen un marco (fra¬ duo sea solitario, pero también está provisto de galas dis¬
me). Todo acontecimiento susceptible de producirse dentro puestas como las de un sordomudo en una recepción.”3 ¿Se
de ese marco, todo encuentro, debe pues comprenderse par- i rata de una pérdida de sí mismo? Tampoco es eso. Por una
parte, la nivelación de las sociedades urbanas va acompaña¬
da por una creciente individuación, por una tendencia a la
5
Véase Sherri Cavan sobre los bares de bamo como “Home Territory
Bars” en Liquor License, Al dine, 1970. excentricidad;10 y, por otra parte, el hecho de vivir en el lúni
6
Sobre el carácter accesible de loa papeles sociales y las discriminación
nes del papel, véase U. Harinera, op. ciLt capítulo 4. H
Howard Becker, “Notes on the conce pt of commitment”, AJS, vol. 66,
7
‘‘No me exigía ninguna atención y menos que un pensamiento. Era alio de 1960, pógs. 32ÿ0.
ese menos lo que resultaba lo más fuerte. Le debía yo u na distracción ilimi¬ E, Goffman, La mise en scénc de la vie quotidienne, Lomo 2, págs,
tada y menos aún lo contrario de una espera, el revés de una fe que no era 36*137.
la duda: la ignorancia y la negligencia.” M. Blanchot, Le Dernier //om/ne, 10 Véase L'Ecole de Chi cago. Presentación de Y, Yves Grafmeyer, Isaac
pág, 22. Véase también E. Goffman sobre ía expresión indirecta; “Evitaba frtm'ph y Louis Wirth, Le phénoméne urhain com me mode de vie.
cuidadosamente buscar la mirada de la gente”. M.S.V.Q., tomo 1, pág. 14.

47
46
Le de sí mismo es comparable a íos fenómenos de polaiy y un momento, es decir, por figuras, membranas del tiempo
zación de las membranas tales como los observan los bió¬ y del espacio urbanos, del tiempo y del espacio de las interact
logos. ii
Una vez más volvemos a encontrar aquí a Siminel: hay
que dejar de lamentarse de la superficialidad de las relacio¬
* ciones. Los signos que lee el que callejea no son síntomas,
apéndices o sedimentaciones de sentido. Ese transeúnte no
es un hombre cultivado; tiene una “percepción elemental de
nes sociales.12 La gran ciudad no es el escenario de una pér¬ ostra, un ojo enorme” 16 Es sensible a las opalescencias subí-
dida irremediable del sentido. Es un medio en el que las tas de relaciones sociales, a las cristalizaciones de flujos
identidades se dejan leer en la superficie, en el que “lo más comunicativos. Está más acá de la experiencia deí diálogo
profundo es la piel*.13 La superficie como lugar del sentido es cara a cara. Su vivencia es un perpetuo juego que despacha
precisamente Ja experiencia antropológica de! paseante que y despídelo secreto y lo manifiesto. Las superficies no son su¬
vaga por la ciudad. Virginia Woolf y Georg Simmel definen perficies de revelación o de significación, son superficies de
al transeúnte que vaga por la atrofia del sentido de la orien¬ secreción.17 Por eso este ocioso vagabundo es incapaz de an¬
tación y por la hipertrofia del ojo. Ese paseante que vaga por tropometría o de naturalismo. No es buen fisonomista y, por
la ciudad pertenece a la literatura radiada más que a la lite¬ sí mismo, no hará entrar ninguna figura nueva en el museo
ratura lineal, esa literatura que es capaz de definir al mis¬ tipológico. La etnografía de la ciudad a la que podría entre¬
mo tiempo ?os deslumbramientos del aire exterior y las on¬ garse no sobrepasaría la película de ?os trazos de la ciudad,
das que se producen en los rincones sombríos y olvidados”.1"1 de sus graffiti* Poco importa la unidad de tiempo. En la du¬
Liberado del espacio y del tiempo lineales, ese paseante pue¬ ración o en la brevedad, el paseante callejero es hi person so-
de, como Orlando, atravesar tres siglos, desembarazarse de ri alista, De ahí su frecuente sensación de embotamiento, de
la alternativa estúpida entre la brevedad y la duración y saciedad dulzona y sosa, de ahí su sonambulismo. De algu*
dejarse llevar tan pronto por la una, Radiosa de patas de ele¬ na manera es éste el precio que paga por su contrato con la
fante”, Jtan pronto por la otra,” la diosa de las alas efíme- calle. Sólo toma posesión de ella por la mirada, Sólo tiene el
rasn.15 Ese transeúnte puede pues al mismo tiempo deslizar¬ derecho de la mirada. Ni siquiera dispone de su tiempo, “El
se por las superficies de siglos y dejarse captar por un rostro ojo no es un minero, un buzo, un buscador de tesoros sepul¬
tados. Nos lleva suavemente a favor de la corriente; el espí¬
ritu es perezoso y se adormece, pero tal vez lo observe todo
11
''Lft polaridad característica de la vida" dice G, Si mondo Q, **estáenel durmiendo”. El ojo mariposa que busca el eolor y se arrella¬
nivel de la membrana; lo cierto os queen ese lugar ta vida existe de mane¬ na al sol, “y es absolutamente necesario permanecer allí pa¬ 3
ra esencial, como un aspecto de una topología dinámica que mantienen ella ra no excavar demasiado profundamente sin el acuerdo de la
misma la metaestabilidad por la cual aquélla existe. Todo el contenido del
espacio exterior, en los limites de lo vivo. En electo, no hay distancia en to¬ mirada”.18 <
pología; toda 3a masa deía materia viva que está en el espacio i oterior so en¬ El vagabundo urbano, dice Virginia Woolf, es una obra LL.

cuentra activamente presento en el mundo exterior, en el límite de lo vivo maestra de la naturaleza distraída. “La naturaleza pensaba
1
+ *

El hecho de formar parte del medio de interioridad no significa solamente en otra cosa, volvía la cabeza, miraba por encima del hom¬
estar dentro sino que significa también estar del lado interior del limíte * R i

bro”. Por eso no basta con decir que ese vagabundo tiene u na
En el nivel do la membrana polarizada se enfrentan el pasado interior y el O
LU
futura exterior * G. Sirnondon. op. cit, págs. 260-264.
na

12 Véase “L/éthiquc du tact* en (JRBI np 1.11 octubre de 1 980.


* '1 fi O
13
G. Deleuze, Logique du Sens, pdg. 126. Virginia Woolf hpsarddes rues. Une aventure londonieaneÿen cc
1 A Citado por Qucntí n Bell, con referencia a Mrs , Dalloway, en Virginia La Morí de la Phaléne, Scuíl, 1 968, págs. 1 27-1401 ' <
17 LU
Woolf tomo 2, Stock, pág. 171.
t
1 Virginia
Francois DagognetT Faces, Surfaces, Interfaces, Vrin, 1 982, pág. i 72 CJ
Woolf Orlando, Stock, tomo 2t págs. 69-70. Virginia Woolf op. cit.t pág. 129. <r
U-r
*-
C
48 49
£
mirada al sesgo. Todo él es sesgado "rayado, abigarrado, em¬ en el momento”.21 La afirmación de sí mismo es pues un he¬
badurnado. Los colores se han corrido”. Todo su universo es cho de circunstancias, un efecto inducido, una insinuación
el de una antropología "exteriorista”, está hecho de esas se¬ en la superficie de un momento, la aparición de un drama en
creciones que son los escaparates, las luminosidades, la película de un relato de vida, un rostro.
El paseante urbano pasa su tiempo mirando con insis¬ Por lo menos lógicamente, es sólo en un segundo tiem¬
tencia, pero es incapaz de desenmascarar o de interpretar. po y pasando por las fi siologías cuando la mirada radiadaáe\
Por el contrario, se deja llevar por "la redundancia de lo vi¬ vagabundo urbano se hace panorámica, se puebla de perso¬
tal”.19 Y, como es incapaz de detenerse, pasa de una vida a najes y de tipos y, por ejemplo, de signos de status. La bue¬
otra. "En cada una de esas vidas, el paseante podría caminar na vista supondría ya en este vagabundo una búsqueda
un poco, lo bastante lejos para hacerse la ilusión de no ser orientada, una voluntad de clasificación, por lo menos un
prisionero de una sola forma de pensamiento y de poder re¬ pensamiento salvaje que lo transformara en naturalista
vestir por un corto instante el cuerpo y el pensamiento de los herborista sobre el asfalto.22 Pero no hay que considerar la
demás y convertirse en lavandera, tabernera, cantante ca¬ indolencia del ocioso paseante como indicio de un dominio al¬
llejera. Al abandonar las líneas rectas de la personalidad, tivo y ordenado. Tampoco aquí, ese paseante, a diferencia
¿existe acaso deleite o maravilla mayor que apartarse por del herborista, dispone de su tiempo. Se deja llevar por el
esos senderos que conducen a través de las zarzas y los gran¬ tiempo. Va a la deriva en un centelleo de situaciones y las
des troncos de árboles al corazón mismo del bosque en el que imágenes que lo invaden no tienen ningún destino; esas imá¬
viven esos animales salvajes, nuestros compañeros los hom¬ genes constituyen su línea de flotación, su estabilidad pro¬
bres?”20 visional. Por eso no se puede considerar al ocioso paseante
He ahí pues, adonde nos lleva el ocioso paseante urba¬ un ser asocial, como lo da a entender Poe. Sólo lo es por una
no. Eso es lo que nos enseña sobre la unidad del hombre o mirada en busca de un sospechoso y, en efecto, ese pasean¬
sobre la verdad del yo que no es otra cosa que el orden que te es el sospechoso por excelencia. Pero precisamente, sólo lo
nace de las fluctuaciones. Son "las circunstancias las que es porque no se distingue en nada de sus semejantes. Se ba¬
constriñen a la unidad”. Un momento, dice Virginia Woolf, ña en la muchedumbre, se baña entre sus semejantes. Este
está entretejido de idas y venidas, de inevitables variaciones vagabundeo es el régimen de lo imaginario ciudadano. Sería
de la luz. Esas variaciones constituyen el círculo exterior del irrisorio transformarlo en analizador de las sociedades ur¬
momento. En el centro está un núcleo de conciencia, "un nú¬ banas. Así sólo se ganaría una tipología pobre fundada en la
cleo dividido en cuatro cabezas, ocho piernas, ocho brazos y falta de atención, en la distracción. El ocioso vagabundo ur¬
cuatro cuerpos separados”. bano únicamente percibe "apariencias normales” o "situa¬
Pero entonces, ¿cuáles son las circunstancias que ciones de alarma”. En la primera categoría de fenómenos só¬
hacen que nosotros no estemos ya afuera, que estemos some¬ lo distingue formas sociales que se dan por descontadas, en
tidos a nuestra vez a la mirada? "Uno es ridículo, es un cierto modo una socialidad ya naturalizada. Los momentos
pequeño accidente, una cosa risible, aparte, netamente de¬ y los rostros que sí descubre son siempre más o menos mo¬
finida, que estornuda, que estornuda, una cosa juzgada y mentos ya conocidos o rostros ya vistos. Cualesquiera que
comparada, Es así como la afirmación de sí mismo se insinúa sean las excentricidades de aquellos con los que se codea, és-

21 V. Woolf, Un moment: nuit d'étét pág, 62.


19
F. Degognet, op> ciL, págs. 11-14. 22 Walter Benjamin, “Le Fláneur*, en Claries Baudelairet un poéte
20
V. Woolf, op. cit.f pág. 140. lyrique á tapogée du capital isme, Payot, 1982, págs. 55-98.

50 51
tas pertenecen al universo de lo mismo. Un transeúnte de es¬ esos conocimientos visuales encuentran su consistencia, sus
ta índole sólo rara vez se aventura a lugares que no conoce, formas de referencia, su posibilidad de sedimentación en el
Sólo aspira a fundirse en la indistinción, lo cual hace de él un rostro. “El rostro es el lugar geométrico de todos los conoci¬
verdadero místico de la calle. La circulación y sus reglas le mientos, es el símbolo de todo lo que el individuo aportó a su
imponen un estado de vigilia permanente que no le impide vida como elementos esenciales”.ÿ El rostro no obra, dice
abandonarse a las solicitaciones de las apariencias. Estas lo Simmel, como el pie o la mano. Se limita a hablar. “La ma¬
mecen, mantienen su ingenuidad, prenda de que él está dis¬ nera particular de conocer por el ojo, manera tan importan¬
ponible a un suceso, a un rostro, a una situación. te desde el punto de vista sociológico, se caracteriza por el he¬
También en Simmel encontramos lahipertrofia del ojo. cho de que el rostro es el objeto esencial de un intercambio
En La sociología de los sentidos, hay un ánalisis de las de miradas. Este conocimiento es diferente del simple recono¬
formas de sensibilidad concretas movilizadas por la expe¬ cimiento
riencia urbana. Desde el momento en que se abandona el do¬ Este último punto es importante puesto que permite
minio de las formas sociales cristalizadas y orgánicas —que
pueden ser susceptibles de un enfoque analógico hay que
privilegiar (en la constitución sensorial del habitante de la
ciudad) la vista en detrimento del oído. Cada sentido, dice
— distinguir una interacción de una relación dual. El espacio
público no es el espacio de la intersubjetividad. Hay que su¬
brayar, en efecto, tres puntos importantes: primero, en la re¬
ciprocidad inmediata, lo<iue está en juego son experiencias
Simmel, suministra según su carácter específico informa¬ y no conciencias; segundo, esta reciprocidad está siempre
ciones sobre la construcción de la existencia colectiva. El ojo segmentada, inscrita en un espacio-tiempo definido; y terce¬
es el órgano de la reciprocidad más inmediata... Hasta la ro, la reciprocidad es pragmática, presupone un juego de
palabra pronunciada y oída tiene una significación que apariencias concertadas y no una lógica de la identidad y del
podría expresarse por otros medios, por ejemplo, por la escri¬ reconocimiento.
tura o el gesto, Pero la reciprocidad de la acción intensamen¬ En efecto, no se trata de reconocimiento. La inmedia¬
te viva, producida por su intercambio de miradas entre dos tez misma de la percepción en el instante implica algo com¬
personas, no se cristaliza en ninguna forma objetiva pues la pletamente diferente de un juicio o de una representación.
unión creada entre ambos reside inmediatamente y absolu¬ No referimos un rostro a una clase ya constituida y ni siquie¬
tamente en la función” P De suerte que “todo el comercio de ra podemos estabilizar esa percepción refiriéndola a nuestra
los hombres, sus simpatías o sus antipatías, su intimidad o propia mirada en el espejo. En la experiencia de la recipro¬
su frialdad se transformarían de una manera inapreciable si cidad inmediata, el otro conserva toda su singularidad, toda
no hubiera intercambios de miradas”. Así, todo un conjunto su alteridad. Hay que creer pues que los actores sociales en
de sentimientos sociales, que va de la simpatía a la vergüen¬ la medida en que perciben rostros postulan algo muy asom¬
za, son percepciones sociales del ojo. Son visiones sociales in¬ broso, algo, dice Simmef que es “único en el dominio huma¬
mediatas. Y los preconocimientos, los prejuicios del ojo no no”. “Esos actores suponen que lo que hay en nosotros de
son los del oído. Hay una línea auditiva en la circulación de esencia invariable, que lo que es estable en nosotros se ma¬
las informaciones sociales que va desde el chisme al rumor, nifiesta en los matices de un estado de alma momentáneo, en
desde la chachara a la opinión pública y hay una línea visual un gesto provocado por el azar en un impulso pasajero” El
que va desde las “primeras impresiones” a las puestas en es-
cena espontáneas de la percepción social. Ahora bien, todos 24
Véase G. Ddeuzo y F. Guattari, Afilie Plateaux, sobre el rostro y el
régimen significante: “El rostro cristalizad conjunto de las redundancias",
23 G. Simmel, Mélanges de Philosophic relativiste, F. Alean, póg. 22. págs. 144 y siguientes.

52 53

m
rostro es la manifestación de una esencia que la deja entera¬ tructura que trascienda la interacción* Habría que volver a
mente en su alteridad para nosotros. No es un retrato ni la considerar la distinción de la diada en Simmel y el cara a ca¬
pantalla de lo insondable, es una figura- membrana.2* Se ra del interaccionismo norteamericano que concede un am¬
pueden encontrar otras figuras-membranas del mismo or¬ plio espacio al "looking-glass self” de Cooley* Observemos
den en un gesto, en una actitud, en una frase, La reciproci¬ simplemente las características de la diada. La primera ca¬
dad será siempre presubjetiva, molecular, según un criterio racterística, la más importante, es la de su misma fragili¬
de intensidad y no de adecuación o de estabilización, dad. Unicamente las diadas, dice Simmel, son susceptibles
Pero, ¿qué significa esta reciprocidad que no es recono¬ de esta decoloración particular que llamamos trivialidad. La
cimiento, desde el momento en que uno va más allá de lo trivialidad connota la conciencia de cierta frecuencia, de una
efímero y del encuentro fortuito? Los momentos de recipro¬ repetición de un contenido vital, siendo así que el valor de
cidad inmediata, ¿pertenecen solamente a las estructuras ese contenido depende empero de su rareza. Entendamos es¬
de distracción? No, pues, como dice Simmel, pueden ser “Fu¬ te término en un sentido cualitativo y consideremos que el
gitivos o fecundos, conscientes o duraderos"* Se trata de una espacio de la reciprocidad inmediata es un museo en el que
forma de intercambiosy no de un régimen temporal de los in¬ sólo hay obras maestras o repeticiones.36
tercambios; la diosa de efímeras alas va acompañada por la La diada es pues inseparable de la inmediatez de la in¬
diosa de patas de elefante* Se puede encontrar, en efecto, en teracción y de su rareza, es decir, de la capacidad que tiene
la sociología de Simmel una forma de socialidad cercana a cada uno que interviene en la interacción de hacer significar
esta reciprocidad inmediata dentro de la interacción visual, (en la singularidad de un momento) la interacción misma*
que por eso no presenta el aspecto fugitivo y efímero de un En otras palabras, desde el momento en que se hace sufrir
intercambio de miradas o de la irrupción de un rostro: esa a la sociedad la prueba de una muerte imaginaria, desde el
forma es la diada. La diada es una forma de socialidad pu¬ momento en que se le cierra el camino de una eternidad ob¬
ra lo mismo que la sociabilidad, y hasta es más abstracta jetiva y queda excluida la tercera persona, el sentido de la
puesto que el espacio- tiempo en que se sitúa no tiene siquie¬ interacción fluctúa ente la rareza y la trivialidad, entre la
ra la sustancia propia de un área conversacional* La diada singularidad de un momento (drama, suceso) y la insisten¬
es una forma social anterior (lógicamente y cualitativamen¬ cia chata de lo ordinario. Si la interacción visual escapa a
te) a toda organización de la experiencia. Por definición, es esta alternativa ello se debe simplemente a que dicha inte¬
anterior a la intervención de una tercera persona, definida racción puede contentarse con hacer hablar a los rostros,
como depositaría de un recuerdo “objetivo17 de la situación. puede culminar en un recuerdo gráfico. 5
La diada supone abstractamente que no hay ninguna es- La segunda característica importante de la diada es 13
una característica negativa: aquí no hay delegación alguna <
UL*
de responsabilidad tal como ella se presenta en una forma
35 Véase Lévinas, "El otro que se manifiesta en ei rostro perfora de al¬ social organizada (grupo, tríada). La totalidad de la interac¬ <
gún modo su propia esencia plástica, como un ser que abriera la ventana en ción depende directamente de cada uno de los individuos 5
F
la cual su figura ya estuviera empero dibujada. Su presencia consiste en corresponsables de la situación. Esta corresponsabilidad O
despojarse de la form a que si n e mba rgo ya lo ma n i í esta ba Su m a n i fest aci ó n
*

puede muy bien llegar a ser irresponsabilidad o “responsa¬ g


es un excedente respecto de la inevitable parálisis de la manifestación. Es
esto lo que describimos con la fórmula: el rostro habla* La manifestación del bilidad limitada*, pero todo continúa siendo perfectamente a
GG
rostro es el primer discurso. Hablares, antes que ninguna otra cosa, esa ma¬ <
nera de presentarse desde detrás de su apariencia, desde detrás de su for¬
ma, una abertura sin abertura". Humanisme de ¿‘Autre Homme, Fata Mor¬ 26 Raoul Ruiz, entrevista concedida a los Cahiers du Cinéma, marzo de 3
gana, 1972, pág, 48* 1983* <
O
UJ
O
54 55
DO
claro “entre nosotros”, sin intervención de “ellos”. La diada campo y cada vez el chofer pidió a su compañera que hicie¬
es pues la forma social que oscila más claramente entre to¬ ra autostop para llegar hasta la gasolinera más próxima.
do y nada, es decir, entre la comunión y la ruptura.27 El sen¬ Cada vez la joven debió hacer gala de sus encantos. Pero en
tido que surge de la presencia del todo para cada individuo una ocasión, el conductor advierte a tiempo que la aguja del
es sóloel punto de tensión hacia el cual convergen los partici¬ tablero está casi marcando el cero y se detiene en un pues¬
pantes. Ese sentido no es una lengua, es un idioma territo- to de venta de gasolina. La joven aprovecha aquella parada
rializado por la afirmaciones de cada cual. Está constituido
por nada más que sus respectivas contribuciones a esa ma¬ — —
para alejarse hacia un bosquecillo es púdica y nunca se
atreve a pedirle que se detenga , luego comienza a caminar
gia que asegura el salvamento de la rareza. No son i as sin¬ a un costado de la carretera. Cuando el automóvil la alcan¬
gularidades de cada uno las que constituyen lo que está en za, la muchacha le hace señas de la misma manera en que
juego en la interacción, sino que la singularidad misma del podría hacerlo una chica a un vehículo desconocido. Enton¬
suceso que los participantes viven los impulsas sacrificar su ces comienza un juego, el juego del autostop en el que los dos
propia singularidad. personajes participan, primero con muy buen humor porque
A partir de aquí comienza una dialéctica enteramente tienen la sensación de dominar ese juego, pero poco a poco la
propia del interaccionismo. En efecto, en cierto modo, el sal¬ acción se va transformando en un vaivén rechinante cuan¬
vamento de la rareza se cumple únicamente mediante una do cada uno de ellos descubre en el otro la parte viscosa de
hiper ritualización. Cuanto más guardianes del sentido son una realidad estereotipada. Al comienzo de la escena, su sin¬
los actores, más obligados están a añadir sentidos. Cuanto gularidad, su calurosa rareza autorizan a los dos personajes
más diádica es la situación (cuanto más inmediata es la reci¬ a emplear irónicamente el tratamiento de usted de sus pri¬
procidad, más singular es ella} tanto más debe recurrir a ex¬ meros encuentros y los lugares comunes propios de la re¬
presiones ready-made, a abstracciones ritualizadas. Cuan¬ lación de seducción. La reflexividad de los sistemas de acti¬
to más “natural” es la interacción, más debe apelar a un tudes es perfecta porque está convenida, de manera que
lenguaje sobrecodificado que le permita escapar a la deses¬ coquetamente cada uno de ellos representa su papel dramá¬
peración de lo trivial, de suerte que la abstracción del terce¬ tico: el automovilista desconocido y la joven de industria que
ro simbólico da lugar a una exuberancia ritualizada en un hace autostop. Por ejemplo, las mentiras de la seducción
movimiento en el que la función simbólica se sacrifica sólo son toleradas puesto que quedan neutralizadas por una con¬
para reaparecer de manera segmentada y formal una vez vención dramática de distancia en el papel:
tras otra.
Consideremos una narración de Milan Kundera, “Le

mujeres
Tiene usted el aspecto de que le gusta mentir a las

Jeu de l’Auto-Stop” [El juego del auto-stop]28 que ilustra bien


este plegamiento en virtud del cual toda la riqueza imagina¬
—— 4 »*

¿Y eso le molesta?

Si yo fuera su amiga, me molestaría dice ella, y es¬
ria de la diada se agota en una interacción ritualizada. Una to ya era una sutil lección de moral dirigida al joven, pero el
pareja de jóvenes sale a pasar unos días de vacaciones en un
automóvil que presenta el defecto de consumir mucha gaso¬

final de la frase sólo se dirigía al chofer extraño : Pero no
me molesta puesto que yo no lo conozco a usted.
lina. En varias ocasiones se quedó sin combustible en pleno — Una mujer perdona siempre más fácilmente a un ex¬

traño que a su amigo dice el joven, y esto ya era también

27 The Sociology of G. comp. por K. Wolf, Tree Press, pág. 118.


Simmel,

una sutil lección de moral dirigida a la muchacha . De ma¬
nera que podríamos entendernos bien, puesto que no somos

_
28 Mitán Kundera, Risibles Amours, Gallimard, 1968, págs. 67-87. nada el uno para el otro.

56 57
La ligereza y el aire de broma se mantiene tanto más prohibida, más allá de la cual ella evoluciona en adelante sin
fácilmente por cuanto el pudor, que es real en la joven (y que la menor reserva y en total comunión,
habría sido obstáculo si la escena no estuviera representa¬ Epílogo del juego del autostop: el temor al rostro. “El
da), desaparece naturalmente a causa de la intimidad que muchacho no quería verle la cara, sabía que el juego había
tiene con su compañero. La joven se permite pues un desdo¬ terminado pero no tenía ningún deseo de renunciar a él y de
blamiento más y asume los rasgos de una muchacha que se volver al universo de sus relaciones habituales”. En cuanto
propone seducir, por más que no sea sino para probar la re¬ a la joven, irremediablemente perdedora, repite esta conmo¬
sistencia de su amigo a las atrevidas insinuaciones de una vedora tautología “Yo soy yo, yo soy yo ” La identidad
* *

desconocida. Quiere saber cómo se comporta su amigo en el definitiva, como forma agotada y vacía. No se trata de la cul¬
papel de seductor. De manera que la joven era de nuevo la minación triunfal de una dialéctica de las conciencias sino
muchacha que acababa de rechazar al automovilista dema¬ que es el fracaso de la interacción. Identidad trivial y desnu¬
siado emprendedor, pero sólo para retrasar la conquista y da, producida al precio de la rareza, de la singularidad del
dar a la situación un poco más de sal. Se vuelve entonces li¬ momento.
geramente hacia el chofer y le dice con voz mimosa: “Yo no Evitemos toda confusión: la lógica de las interacciones
quería herirlo, señor". A su vez el amigo adopta un aire du¬ en un espacio público no es una dialéctica, es una lógica de
ro y viril que exhibe voluntad, cinismo y seguridad. Los dos la vacilación, una problemática. Simmel compara al ciego y
personajes se encuentran entonces en el punto opuesto de su al sordo. uEs la multiplicidad de lo que el rostro puede reve¬
relación efectiva. Los dos representan lo que no son. Los dos lar lo que lo hace tan enigmático. En general, interpretamos
tomaron cierta distancia en su papel y se dejan atrapar por lo que vemos en un hombre por lo que oímos decir de él; en
una lógica objetiva que naturalmente los lleva a confirmar tanto que lo contrario es mucho más raro. Por eso, aquel que
la vulgaridad fantasmática de una relación carnal. La mu¬ ve sin oír está mucho más confuso, mucho más perplejo, más
chacha representa sólo para ver lo que el otro hace, pero por inquieto que aquel que oye sin ver. Aquí debe de haber un
eso mismo autoriza a su interlocutor a hacerle ver cada vez factor significativo para la sociología de la gran ciudad. Las
más. La relación sufre aún otro vuelco. La joven, alcohol relaciones de los hombres en las grandes ciudades, si se las
mediante, experimenta una “sensación de irresponsable compara con las relaciones en las pequeñas ciudades, se ca¬
despreocupación”, se dice que “todo le está permitido”, com¬ racterizan por un pronunciado predominio de la actividad de
prueba “el placer impúdico que le procura su cuerpo” y, en es¬ la vista sobre la del oído. Antes del desarrollo que en el siglo
te curioso juego, su compañero ya no ve en ella más que a una XIX tomaron los grandes medios de transporte, los ómnibus,
mujer, a una mujer como cualquier otra... “En las vastas los ferrocarriles, los tranvías, la gente no tenía la ocasión de
profundidades de su ser, la amiga era semejante a las demás poder o de deber mirarse recíprocamente durante minutos u
mujeres, con todos los pensamientos, todos los sentimientos, horas seguidas sin hablarse. Los medios de comunicación
todos los vicios posibles, lo cual justificaba sus dudas y sus modernos ofrecen al sentido de la vista la mayor parte de to¬
secretos celos. El muchacho se decía que aquella joven tal co¬ das las relaciones sensoriales de hombre a hombre, lo cual
mo él la amaba no era más que un producto de su propio de¬ debe cambiar enteramente toda la base de los sentimientos
seo, de su pensamiento abstracto, de su confianza, y que esa sociológicos generales. El hecho de que un hombre que se
amiga, tal como era realmente, era aquella mujer que esta¬ presenta exclusivamente a la vista revista un carácter enig¬
ba allí, desesperadamente otra, desespéradamen te extraña, mático más marcado que el de un hombre cuya presencia se
desesperadamente polimorfa. La detestaba.5' Por su parte, revela por el oído, contribuye ciertamente a formar ese esta¬
la joven tiene la sensación de haber cruzado una frontera do de incertidumbre inquieta, esa sensación de desorienta-

58 59
ción en relación con el conjunto de las demás vidas, esa sen¬ terial de una ciencia de las secuencias que vendría a comple¬
sación de aislamiento, esa sensación de que por todas partes tar una ciencia de las simultaneidades.31
choca uno con puertas cerradas”.29 Un suceso mi erosociólógico es siempre una aventura,
De tal condición es pues la gran ciudad, reino de la vi¬ diría Simmel, algo que estaría en el límite de lo esencial y de
sión silenciosa, que obliga a sufrir el despotismo de un “sen¬ lo accidental Hay que arrebatar el interaccionismo a la filo¬
tido único”. Pero todo esto no es cierto en el caso de la ciudad sofía de la máscara. La esencia se manifiesta, no en la apa¬
entendida como barrios, como micromedios, como regiones riencia, sino en la ocasión, por eso el modo del suceso, del
de significación. El espacio público de la gran ciudad (o lo que evento, es lo problemático.32 Pero todavía debemos precisar
podríamos llamar et espacio-anuncio, el espacio-cartel de el sentido de esta proposición que puede querer decir dos co¬
la ciudad) hace del enigma del rostro no una experiencia sas diferentes: o bien que ana relación social se manifiesta
romántica o erótica de lo absoluto (Lévinas), sino una expe¬ en una interacción en la forma de un problema y entonces la
riencia a veces trivial, a veces mística de la densidad super¬ microsociología se convierte, al precio de una serie de media¬
ficial (Wirth). El espacio-anuncio sitúa en la clave de los ciones, en un apéndice de la sociología estructural;33 o bien,
comportamientos urbanos (y no ya tan sólo en los pliegues de que el suceso es no solamente problemático, sino proble-
una conciencia) la inquietud fundamental, la vibración matizante, es decir, que atañe a fenómenos que no se dejan
constante de una membrana que redefine los límites de lo deducir de una esencia. Fenómenos que son su realidad en
privado y de lo público y problematiza la menor de las inte¬ acto, no solamente la carne sino el verbo mismo de la socia-
racciones. lidad, su infinitivo corriente.
En ese lenguaje, es posible que las identidades origi¬ En un caso, la microsociología se limitará a análisis de
narias no estén hechas más que de un “registro único e in¬ contexto; en el otro caso, tendrá ante todo que ponerse “a es¬
interrumpido de hechos sociales que se van juntando, enre¬ cuchar las disonancias”34 para percibir en cualquier adapta¬
dando, como una sustancia algodonosa y pringosa a la cual ción a las circunstancias una de las “chispas que iluminan el
se adhieren sin cesar nuevos detalles biográficos”.30 La hipó¬ mundo”. Y volvemos a encontrar esta ambigüedad en el em¬
tesis del enmarañamiento de las líneas de interacción no es pleo interaccionista del término “ritos”. Ls ritos son a la vez
un simple alambicamiento porque aspira a restituir el pri¬ celebraciones de una naturaleza social sacralizada e hipos-
mado de la situación de interacción, el primado del sitio, so¬ tasiada y montajes de comportamientos siempre singulares
bre aquello que se desarrolla en él. Las condiciones de inte¬ que presuponen una suspensión de la actitud natural, una
ligibilidad de un evento son inseparables de la definición de tensión problematizante. En un caso, el rito se sitúa en una
un plano en el que aquél podrá “connotar” con otros sucesos
en su condición de singularidad neutra. Esos sucesos desig¬
31
nan la dimensión de surgimiento y de resurgimiento, las G. Simmel. The problem of Sociology, 190S, en G. Simmel, comp, por
pulsaciones del proceso de socialización. Pueden ser mo¬ K. Wolf, I960, págs. 310-336.
32
Deleuze, op. cit., pág. 69.
mentáneos o permanentes, conscientes o inconscientes, 33
Vé ase Cicourel:*1La organización estructural ofrece con diei ones lími¬
efímeros o graves, eso poco importa, dice Simmel: son ei ma- tes al utilizar lo que el actor considera adquirido: las concepciones tipi Pica¬
das que constituyen el conjunto de los conocimientos sobre situaciones eco¬
lógicas, la utilización de expresiones lingüísticas comentes y las condicio¬
nes biofísicas. La interacción está estructurada por esas condiciones lími¬
29
La Sociologie des Sens, op. ciL, pág. 27. tes pero continúa siendo problemática en el curso de la acción.'1 La Sociolo¬
30
Véase E. GofTman, Stigmates, pág, 75. Es ésta la intuición desarro¬ gía cognitive, P.U.F,
34
llada en “La Perruque", URDI n- 111, octubre de 1980. Les Rites d!Interaction, pág. 89.

60 61
o por
línea ecológica, está determinado por efectos de medio problemá¬
ta y de ésta al yo, como unidad vehicular, al sí-mismo, como
efectos de territorio, aun cuando continúe siendo de la esce¬ simple instancia de reflexividad de lo social
tico; en el otro caso, no es más que una variación Consideremos como ejemplo el embarazo. El embara¬
na primitiva del “contacto mixto”, es decir, que no se conten¬ zo es experimentado por un actor como “una cuestión de es¬
ta con reproducir problemas pues produceinterpretacióndefiniciones. peranzas desengañadas", dice Goffman,36 Es el sentimiento
Digamos claramente que nuestra
de de un actor moral en situación de interacción. En este sen¬
orientación, la que
Goffman tiende a hacer valer la segunday no sólo problemᬠtido, tal sentimiento podría ser referido a motivaciones y,
según una serie ya experimentada, considerado como el sín¬
concibe el suceso como problematizante interpretación subjeti-
tico. Pero no por eso se trata de una toma de una visión del mundo. Ahora bien, desde sus prime¬
Por el contrario, lo que nos parece insuperable del ros escritos, Goffman muestra que el embarazo debe ser des¬
vista. presubje¬
estructural! smo es el intento de concebir procesos crito en una microecologia de los comportamientos como un
respecto
tivos.35 Pero el estructuralismo, por desconfianza actores sociales,
sentimiento provocado por “la falta de segregación de los pú¬
blicos”. En el embarazo como síntoma ecológico, es el sitio, la
de una sociología de los agentes y de los
el análisis de las situaciones a la etnografía (o al situación (ascensores públicos, máquinas de distribuir café
abandonó social.
periodismo), y abandonó la interacción a la psicología física so¬
accesibles a todos, etc.) lo que “se expresa”. Y lo que se expre¬
Hasta la microfísica del poder continúa siendolauna genealogía.
sa ha de entenderse primero en la interacción y no en los
cial impotente para sustraerse a la sujeción dey la microeco-
sujetos. Es la indeterminación socioecológica lo que se ma¬
En un sentido, la microsociología de Simmel estructuralismo, a
nifiesta y lo que, experimentado por actores, culmina en
logía de Goffman pueden renovar el metodológica que modos de conducta que tienden a preservar esa indetermi¬
pesar de éste, al insistir en esa postura nación. De manera que el modo problemático sólo califica un
actor para re¬
consiste en distinguir el comportamiento y elespacio-tiempo estado de la subjetividad porque califica primero un sitio o
ferir el comportamiento al sitio, es decir, al todo lo que se una situación. El embarazo se convierte entonces en el pun¬
de la interacción. El jugador de Goffman es siempre es ne¬ to en que el respeto por el decoro llega al sacrifiico de la iden¬
quiera menos el sujeto de una estrategia. Si valor de
tidad. Por ese lado, “la estructura social gana en flexibilidad;
cesario, dice Goffman, hacer la distinción entre el el individuo sólo pierde su calma”.39 El rito de interacción es
mano y la habilidad del jugador,36 si hay que hacer del eso: es mucho menos y mucho más que una celebración. Es
una combinacio¬
actor un amigo de tejemanejes,37 un efecto de sólo
una formalidad y un , ambos vinculados con un
sacrificio
nes, ello obedece a que la microsociología en definitiva que sitio.
tiene que ver con efectos de subjetividad, así como
se dice ¿Cuál es el sentido de este debate? Digamos que basta¬
poder o efectos de sentido. La psicología que ría muy poco para percibir la obra de Goffman como un
hay efectos de
la microsociología es siempre derivada y la serie ex¬ inmenso discurso protocolar, como una interpretación pano¬
utiliza la conduc¬
plicativa del sociólogo es aquella que va del sitio a rámica de los manejos corrientes a que se entregan las cla¬
ses medias o “la sociedad norteamericana” para soportar lo
cotidiano. Extensión y trivialización del sacrificio, puesto
sin que nadie las viva", R. Musil, citada por que a veces sólo se trata de un dicho gracioso en una conver¬
35 “Experiencias vividas
Maurice Blanchot, Le Livre ó vertir, pág. 218.
sación. “Desde luego, el individúo, lo mismo que el niño de
36 Les Rites págs. 30-31. ,
d’Interaction
37 R. Warner, D. Wellman, L. Weitzman, “Le Héros, le Pauvre Type
et
de 1961, traducción 38 Les Rites d’Interaction, pág. 94.
le Combinará", en Espaces et Sociétés, julio-diciembre 39 Les Rites pág. 100.
francesa de A. Battegay. d'Interacti

62 63
pecho o el animal, puede engolfarse espontáneamente en ta¬
reas solitarias. En ese caso, la tarea se realiza a la vez con
cierto peso y cierta facilidad que lo insertan firmemente en 4
la realidad”. Sin embargo, dice Goffman, como foco de aten¬
ción principal, la conversación tiene un carácter único, “pues
crea para aquel que toma parte en ella un mundo y una rea¬
lidad de que otros participan igualmente". Esta participa¬
ción espontánea y conjunta es una unió mystica, un trance
Precariedad
socializado. También hay que ver que una conversación tie¬
ne su vida y sus exigencias propias. Es un pequeño sistema
social que tiende a preservar sus fronteras, es un islote de
dependencia y de lealtad con sus héroes y sus traidores. Aparentemente habría mil ocasiones en el espacio dia¬
“Uno de sus héroes es el ingenio que permite hacer refe¬ rio para reconciliarse con la historia, poco a poco, día por día,
rencia a temas alejados y de una manera que se adapta por obra de un efecto de sentido importado, por capilaridad
maravillosamente a lo que se acaba de decir. Puesto que la de las membranas. Pero justamente una situación sólo cono¬
agudeza graciosa, una vez dicha, ya no será más intensa, re¬ ce ocasiones, el sentido que una situación vehicula está ani¬
presenta un sacrificio consentido a la conversación y una mado de un movimiento centrípeto, sus arrebatos están
señal de respeto por el carácter único de ésta, señal que de¬ siempre polarizados. Riqueza del momento que no es nece¬
muestra hasta qué punto el autor de la gracia está presen¬ sariamente sinónimo de plenitud interna, pero que excede
te en la interacción.”40 toda representación. Un momento, en la medida en que es
Otra vez nos encontramos aquí muy cerca de Simmel y evento, en la medida en que tiene la forma de una aventura,
de su teoría de la sociabilidad pura como esencia de lo social. nunca es ejemplar, salvo si pierde su singularidad. Una si¬
Lo social como forma, que es todo lo contrario de un pensa¬ tuación no es ni una buena forma ni un microcosmos.
miento trágico, siempre es sólo el sacrificio de lo mismo. El Goffman evitaba sumir las pretensiones de fundación
interaccionismo no cesa pues de redescubrir esta paradoja: de la microsociología, y no dejaba de tener razón.1 En efec-
la presencia en la situación implica el sacrificio de la identi¬ to, ¿cómo formular la hipótesis de que son “procesos interac¬
dad. Sólo a ese precio la sociabilidad puede concebirse con la tivos y organizados tos que transforman microeventos en
53
seriedad y la gravedad éticas que le atribuía Simmel. El sa¬ estructuras macrosociales” o que las categories del juicio so¬
crificio de la identidad es un postulado de la razón práctica cial son “el producto de las rutinas de la vida cotidiana”2 sin
que alimenta a su vez el principio pragmático de la distin¬ perder el brillo, la singularidad de una situación? IS-

ción entre la personalidad y el comportamiento, entre el ju¬ Hay que tener en cuenta la geometría del socius que se
<
gador y el valor de una mano en una partida.41 dibuja en un espacio público. El carácter problemático de las
5
interacciones de que se ocupa la microsociología o la etnogra¬ 5
fía de la comunicación indica más una dimensión de indeter- UJ
40
Les Rites ¿'Interaction, pág. 101.
11 Bien se comprende que el análisis de situaciones se considere como 1 O
un análisis que rompe con todo lo que se parezca de cerca o de lejos aun anᬠVéase Le Sens de Tordinaire. Actas del coloquio “Historicity Ouoti- oc
lisis de las motivaciones. Este liltimo es siempre retrospectivo, es una ma¬ dieiuieté*, ed. del CNRS, 1983. <
nera de rendir cuentas (accounts), diría Garfinkel, Sobre este punto véase
Randall Collins, “E. GolTman and the development of Modem Social
Aaron Ciooure], “Notes QQ the integration oí micro and m aero -1evels
¡jfK. Knorr-Cetina
r on Advances in Social Theory and Methodology, compilado por
s
Theory*, en J, Dittonlcomp.), The View from Goffman, 1980, págs.170-210. y Cicourel, Routledge and Keagan, 1981, pág+ 51. <
O
"jtj

o
64 6F 03
minación de la sociedad civil que un espacio de iniciativas in¬
círculos... Otras tantas formas de la sensibilidad social,
dividuales. Desde este punto de vista, la diferencia que se¬
otras tantas percepciones que mantienen el discurso del es¬
pacio público más acá de un cuerpo conceptual y más acá de
para el interaccionismo del individualismo metodológico y
de sus supuestos substancíalístas3 es fundamental. Lo que
una teoría descriptiva. Las metáforas funcionan entonces
interesa a Tarde, Simmel o Goffman es la dimensión antro¬
como índice de un análisis futuro que permanece vacío, al
que todavía le falta algo y al que siempre le faltará algo, co¬
pológicamente inestable de lo social, la permanencia de lo mo si las metáforas fueran indicaciones de una precariedad
precario. Y es muy natural que las observaciones de estos en el pensamiento.6
autores hayan tenido eco en las fenomenologías de la expe- Consideremos, por ejemplo la metáfora inaugural del
rienciainigratoria y en los estudios que versan sobre las rup¬
extranjero; ¿no es esta metáfora el colmo de la indisciplina?
turas de comunicación en las relaciones interétnicas,4 ¿Se trata del emigrante o del mundano? ¿Es el comerciante
Es pues muy probable que la microsociología no tenga o la coqueta? ¿Cuál es la naturaleza exacta de este texto mil
nada que ganar dejándose interpelar por la historia. Proce¬ veces citado en los manuales de sociología norteamericana,
sos de contagio o de simultaneidad de convicciones en Tar¬ texto que al principio no era más que una digresión y que de
de, efectos de densidad y de dispersión en Simmel, situacio¬ alguna manera llega a convertirse en el emblema de la mo-
nes de copresencia y de enfrentamiento cara a cara, efectos demidad urbana, en algo parecido al significante cero de las
sociales de la circulación de los comportamientos en Goff- civilidades? ¿Se trata del hombre sociable de la conversa-
man , Lo cierto es que la fuerza de los análisis de la microso- ción, del buen hombre de las formas urbanas de convite?
ciología sólo se concibe poniendo entre paréntesis la histo-
ria, convocada aquí y allá sólo de manera alusiva, como por
añadidura, para legitimar una comparación imprevista, 5
Sobre el razonamiento metafórico, véase el libro de Judith Schlanger,
una analogía formal, una metáfora. Lo esencial de la micro- Lea métap hores de l organismet Vrin, 1971. Judith Schlanger explica que el
Haber discursivo, por oposición al saber simbólico, está condenado a utilizar
sociología del espacio público está en una esférica de la aso¬ metáforas por el hecho mismo de que formula sus problemas y sus resulta¬
ciación: enmarañamientos, superposiciones, redes, haces, dos en el mismo lenguaje que el discurso común. Son discursos conexos con
el discurso común y, en relación con este último, son discursos tomados en
préstamo. Además, en la medida en que el discurso metafórico es un depó¬
3 Recordemos la definición que da Karl Popper del individualismo me¬ sito de argumentos con vocación a granjearse la adhesión y a convencer, la
todológico: “Es la doctrina según U cual debemos reducir todos los fenóme- metáfora hace mucho más que tomar en préstamo una terminología. Lo que
nos co lectivos a las acciones, interacciones, fines, esperanzas y pensamien¬ toma en préstamo es un modelo lógico y todo un corÿunto de ejes de razona¬
tos de los individuos", Misére de l’Historici$met Pión, 1955, pég. 155. Los miento y al mismo tiempo una “red verbal* con todo su potencial de alusio¬
mismos supuestos sustancialistas están presentes en el enfoque cientificis- nes y de acepciones. Por fin, si el discurso metafórico es un atajo indispen¬
ta que Bernard d'Espagnat llama multitodinista y que define así: “Llama¬ sable para el pensamiento científico, lo es particularmente en el momento
ré pues multitudinismo toda visión del mundo en la que el universo se pue¬ de La invención (“¿acaso el pensamiento científico se enriqueció alguna vez
de analizaren un número inmenso de elementos muy simples y de pocas es¬ con un nuevo concepto cuya formulación y, a través de ella, cuyo modelo ló¬
pecies diferentes, cada uno délos cuales, en un instante dado, ocupa una pe¬ gico no hayan sido tomados metafóricamente?'’, pég. 17). De suerte que to¬
queña región del espacio y sólo una, elemento que únicamente ejerce in¬
fluencias limitadas en el comportamiento de los elementos distantes de él . da concepto alización tiene un aspecto metafórico y esto nos impone recono¬
cer la fecundidad de ías categorías de Ja razón imaginativa aun cuando esas
A la Recherche du Réel, Gauthier Villars, 1979, págs. 56-57. El postulado categorías impliquen una sobrevaluación lógica déla representación con la
de “localidad", agrega B. dÿspagnat, es inherente a toda visión multitude cual la razón crítica debe intentar romper (op. cit., pógs. 11-33).
nista puesto que “su negación llevaría a admitírefcctos de totalidad que pre¬ Se observará que a diferencia de las metáforas del organismo, que
cisamente el espíritu de la concepción multitndinista rechaza*. El atomis¬ son normativas especialmente en el organicismo de las ciencias sociales del
mo de Demócrito es un ejemplo de multitudinismo.
4
John Gumpers, Language and Social Identity, y Discourse Strate¬
gies, Cambridge University Press, 1982.

aiglo xrx, las metáforas que nos ocupan aquí el extranjero, el teatro, el trá¬
fico o la cascada —son ante todo descriptivas.

66 67
¿Qué hay que entender en esta serie de analogías? ¿Qué nos el uso de una metáfora corresponde a un a falta, a una ausen-
dice del momento vivido este discurso indirecto llevado a su cía, en la lengua disponible. La retórica de las metáforas es
colmo en el que proliferan significaciones en su brevedad una retórica del desierto que trata de suplir la usura de la ex¬
misma? presión en un discurso natural Agotamiento de la lengua de
Si nos atenemos a Simmel, estas cosas pueden ex¬ las relaciones sociales; los grupos sociales, las normas y las
plicarse por el aislamiento científico y universitario, por la instituciones en el caso de Goffman; el genio de un pueblo, la
pluralidad de dos lenguajes tomados en préstamo (neokan- solidaridad mecánica y la solidaridad orgánica para Tarde;
tismo, tradición romántica, historia económica). En suma, el las masas, las muchedumbres y las comuniones para Sim-
carácter marginal de las ciencias y la confusión de las len¬ mel, todas esas categorías explicativas de la sociología domi¬
guas. Pero otro tanto podría decirse de Goffman, de las uni¬ nante llevan a algo parecido al agotamiento semántico* La
dades vehiculares y de la metáfora dramática o de Tarde, de metáfora es entonces un síntoma del discurso natural. El
sus arcas de agua, de sus cascadas, de sus sonámbulos y de horror al vacío precede un poco al privilegio de la forma. La
sus ondas relucientes. Debemos creer que semejante regula¬ lógica de un pensamiento menor sería pensamiento de los
ridad retórica, más allá de las diferencias de coyunturas rincones y de los recovecos, pensamiento obsesionado por el
epistémicas y de estilos, corresponde a un procedimiento es¬ agotamiento del sentido y fascinado por la singularidad. De
pecífico en la producción de los conceptos y en la relación de ahí su “esteticismo” por provisión. Pero, así y todo, ésta sería
éstos con la experiencia. En otras palabras, habría dos direc¬ una mala fórmula pues podría hacer pensar que lo impor¬
ciones de investigación, dos explicaciones posibles de este tante es la buena forma. Lo que apasiona a la microsociolo-
“azar” retórico de la microsociología. Primera explicación: gía es todo lo contrario, es el “espectáculo maravilloso de lo
hay algo muy específico en las coyunturas epistemológicas diverso” (Tarde), la manera en que las cosas giran y se des¬
en las cuales las figuras de la microsociología ponen su sello doblan (Simmel), las “normas de conjunción” (Coffman). No
propio. Segunda explicación: son las figuras mismas los

“tipos” o las figuras retóricas las que tienen un lugar en¬
teramente particular dentro de un pensamiento de la inte¬
racción, dentro de una pragmática. La primera explicación
se trata de concebir mejor lo local. Por el contrario, son las
sociedades occidentales, las clases medias (Goffman), las
mentalidades urbanas (Simmel), todas esas inmensas ins¬
tancias con cambio de destino, aquellas a las que hay que vol¬
correspondería a una cuestión de historia de las ciencias: en ver a dar vida reuniendo piezas y fragmentos por evocación.
qué momento de la historia de las ciencias sociales los estu¬ Trátase pues de dar señales a falta de interpretar o, mejor
diosos se ven obligados a “reunir las piezas y los fragmentos dicho, de interpretar a martillazos. La microsociología no
de la vida contemporánea”;6 la segunda explicación corres¬ enfoca su objeto para volver a encontrar en él su tenor origi¬
pondería a una cuestión analítica: cuáles son los instrumen¬ nario, para dominar mejor su esencia. Se trata de un dispo¬
tos necesarios para “el examen sistemático y preciso de los sitivo de fuga, una manera de librarse de tres imposibilida¬
comportamientos menores”.7 des: imposibilidad de no escribir, imposibilidad de escribir
Debemos responder a estas cuestiones rápidamente y en la lengua dominante, imposibilidad de escribir de otra
grosso modo sin duda, aunque más no sea para no sumimos manera.8
en la historia institucional de las relaciones entre Tarde y De modo que la microsociología es menor de edad. . es
Durkheim, entre Goffman y Parsons, etc. Grosso modo pues

Erving Goffman, Mise en scéne de la vie quotidienne, tomo 2, pág*15-


Gilíes Deleuze y Félix Guattari, Kafka. Pour une littérature mi -
neure, Minuitíl975, págs. 29-33 y Gilíes Deleuze, íTPhÜosophieetMÍnorité*J
7 Erving Goííman, Rites d\Interaction, pég. 7. Critique na 369, febrero de 1978, pógs. 164-156.

m 69
menor de edad todavía porque no disocia experiencia indivi¬ tamientos sociales en una situación. Estas tres microsociolo-
dual y experiencia colectiva, sin buscar por lo tanto las rela¬ gías concuerdan en tres puntos: primero, el dato elemental
ciones de afinidad personales con la raíz de los comporta¬ del análisis sociológico es un lazo, una relación, una interac¬
mientos o del funcionamiento de grupos sociales. La noción ción; segundo, no hay “masas", sólo hay efectos de masifica-
de persona no es mierosociológica y, por lo menos en Simmel, ción de la cual el sociólogo es el artesano más que el testigo,
no son las afinidades las que dan cuenta de la sociabilidad, aunque sólo sea por esa obsesión de las muchedumbres, ob¬
sino que por el contrario son las actitudes de discreción, de sesión que es históricamente discernible (en el siglo XIX y a
moderación y las distancias. Simplemente hay un incesante comienzos del siglo XX).10 Y por fin, tercero, la situación
ir y venir de las experiencias individuales a las experiencias social típica, el marco privilegiado de la interacción es la con¬
colectivas, una puesta en escena de las relaciones sociales. versación, de manera que la sociología puede ser definida co¬
La experiencia individual no es el referente de la experien¬ mo “una ciencia de la conversación comparada” (Tarde).
cia colectiva sino que es inmediatamente colectiva.9 Estas tres sociologías son teorías de la socialidad, es
Veremos que la metáfora tiene un segundo privilegio: decir, de la sociedad como forma. Son estéticas de lo social
está lo más cerca posible de lo corriente de toda palabra ar¬ cuyo movimiento, desde la obra de Simmel, va de la sociali¬
ticulada, de una pragmática de la vida cotidiana. El actor dad como forma a las figuras típicas del vínculo social. Las
social tipo de la microsociología dispone de un saber pragmᬠtres sociologías desembocan en tipologías más o menos rigu¬
tico, y la metáfora es una figura fundamental de la retórica rosas, que se organizan alrededor de figuras-membranas, es
de la adaptación. De manera que la metáfora se encuentra decir, sistemas de actitudes en una situación. Aquí se evocan
— sin ningún corte epistemológico— tanto en los pertrechos
del actor como en la caja de instrumentos de ¡ microsociólogo.
tres experiencias colectivas que en todo caso sirven de esce¬
na de fondo: la experiencia de las migraciones; la oposición
Resumamos; hay que distinguir tres temáticas de lo del pánico fusíonal y de la urbanidad y, por fin, la experien¬
precario: la temática de los efectos de movilidad, la temáti¬ cia de las relaciones de tráfico y de copresencia. Estas expe¬
ca de las fluctuaciones de las convicciones en público y la riencias son mucho más que simples decorados o ambientes.
temática, microecológica, de la segmentación de los compor¬ Producen nuevos léxicos de comportamiento, producen nue-
1 vos repertorios. Pero entonces hay que aceptar que la micro-
sociología no tiene un territorio que le sea propio o un cam¬
t 9 Por ejemplo el siguiente texto de Tarde, que polemiza con las teorías po conceptual constituido por objetos inéditos. La ciudad y el
de su tiempo. “Más estrecha aún y más alejada de la verdad es la definición
recientemente propuesta por un sociólogo distinguido que da como propie¬ espacio público son un laboratorio, pero no son terrenos.
dad característica de los actos sociales el hecho de ser impuestos desde afue - Por fin, las tres microsociologías reconstituyen regíme¬
ro por la coacción Uno no se explica semejante error sino teniendo en
i B
nes de socialización partiendo de ano mi as particulares que
cuenta este otro error de que un hecho social, en tanto que es social, existe las penetran constantemente. La pareja de la socialización
fuera desús manifestaciones individuales, Desgraciadamente, al llevar aaí
hasta su extremo y al objetivar la distinción o, mejor dicho, la Separación en¬ y de la desocialización no puede cubrirse con la oposición de
teramente subjetiva del fenómeno colectivo y de los actos particulares de normal/patológico. El trabajo de definición de las civilidades
que éste se compone, el señor Durkheim nos lanza en pleno escolasticismo. sólo se hace sobre la base de un juego constante sobre esta
Sociología no quiere decir ontotogía. Me cuesta mucho trabajo comprender, oposición. Obsesión de la esquizofrenia y de la desintegra-
lo confieso, cómo puede ocurrir que una vez 'descartados los individuos que¬
de la sociedad1. .. Parece que se está en busca de un principio social en el que
la psicología no entra para nada, un principio creado expresamente para la G. Simmel: “Es la distancia social entre los ricos y los pobres lo que
ciencia que uno fabrica y que me parece mucho más quimérico aún que el hace que estos últimos aparezcan, no como individuos, sino como masas uni¬
antiguo principio uital flt G. Tarde, La Logique sacióle, Félix Alean, 1895,
ficadas”. The Problem of Sociology.
prefacio, págs, V y VT.

70 , 71
ción subjetiva en la microsociología del emigrante (Simmel, i iMs de socialidad transitoria, formas específicas de las po-
Wirth), experiencia de la hipnosis y de la irresponsabilidad I ilaciones emigrantes. Las grandes migraciones contempo-
en la microsociología del público y de la muchedumbre (Tar¬
de, Park) y experiencia de la invasión en la microsociología
i a neas de los períodos de guerra o de hambre

—— por ejemplo,
lis que sacudieron a la Europa del siglo XIX son uno de los
del tráfico (Goffman).11 operadores, si no el principal, de estas mutaciones. Ahora
bien, dice Park en 1928, esas migraciones ya no asumen la
1) Podemos encontrar la lógica del paso desde lo macro forma de invasiones seguidas por desplazamientos masivos
a lo micro en la obra de Simmel y de Park. La homología es¬ «lo poblaciones, sino que se manifiestan de manera más pa¬
tá formulada por Park en un artículo que data de 1928.12 rifica. La migración de los pueblos fue sustituida por la mo¬
Trátase de una homología entre dos relaciones: la relación vilidad de los individuos. En cuanto al emigrante mismo, no
del proceso de civilización con las grandes migraciones y la hay que confundirlo con el nómada. El nómada está estabi¬
relación del proceso de producción de las civilidades con los lizado en el movimiento, de alguna manera está establecido
fenómenos de movilidad individual. En los dos casos, la m el viaje. No solamente se desplaza con su tribu, sino que

— —
comunicación social entre dos entes colectivos o entre dos
individuos se concibe como un proceso discontinuo y en
se» desplaza dentro de su organización tribal. En cambio, el
r migrante ha roto los vínculos de parentesco, por lo menos
secuencias, proceso que implica catástrofes. Las avanzadas por un tiempo. Se emancipó y aprendió a secularizar relacio¬
civilizadoras se deben, dice Park, a rupturas perfectamente nas que antes consideraba sagradas. El medio privilegiado
discemibles en la historia de los pueblos, rupturas que los donde se combinan efectos de mutación y efectos de emanci¬
obligan a entrar en contacto con otros. Asimismo, la evo¬ pación es la gran ciudad, en la que podemos observar el pro¬
lución de las civilidades se debe a individuos desorientados. ceso de civilización como visto en el microscopio. El malestar
Homología, pues, entre grandes catástrofes que obligan a mental y de comportamiento es el malestar de un individuo
poblaciones enteras a abandonar su ambiente social y que vive en la frontera de lo antiguo y de lo nuevo, pero so¬
cultural (su medio o su cultura objetiva) y pequeñas catás¬ bre todo en el intervalo entre lo parental y lo político, sin raí¬
trofes que pueden distinguirse en el cosmopolita o extran¬ ces y sin derecho de ciudadanía. El emigrante pasa por la
I jero y que son experimentadas como una desorientación, es prueba de la diferenciación pura, la prueba de la coexisten¬
decir, como una incapacidad para situarse inmediatamente cia desgarradora del recuerdo y del olvido o también la prue¬
en un mapa social de status o en un cuadro simbólico de len¬ ba déla discontinuidad del tejido social, ya se lo considere en
guajes. La figura importante es entonces la del tartamudo su espacio (mapas), ya se lo considere en su tiempo (genea¬
social (A. Schütz), es decir, de aquel que perdió el sentido de logía).
lo trivial. Observemos que esta primera temática de la precarie¬
Habitante de la qudad a pesar de sí mismo, el extran¬ dad inaugurada por Simmel y Park se opone al darwinismo
jero es un analizador de las civilidades urbanas. Así, el pa¬ social, puesto que pone de relieve las modificaciones impues¬
' so de una problemática macrosociológica del malestar en la ta a las leyes de sucesión y de invasión que esa temática to¬
civilización a la problemática microsociológica del malestar ma de la ecología. En la década de 1940, la microsociología
en la interacción se realiza en virtud de un análisis de las for- in teraccionista teoriza esas regularidades propias de las for¬
mas transitorias de socialidad y subraya las discontinuida¬
des del proceso de socialización, su naturaleza, que se da
11
Véase también sobre la experiencia de la invasión, “La Folie dans la siempre en secuencias (considérense los conceptos de “carre¬
Placc*\ en Mise en scéne de let uie quotidienne, tomo 2, Apéndice. ra” o trayectoria y de
1 2 R, Park, Human Migrations and tke Marginal Man t op. cit. de carrera”), y la resacra-

72 73
lización constante (ritualización) de las relaciones sociales
que dicho proceso entraña implícitamente.

sistir en este término frente a la experiencia de la deso¬
rientación individual o del desarraigo es el repliegue en el
gueto. Positividad de los guetos de cualquier clase que éstos
El extranjero es un “tartamudo social”, obligado a tra¬
ducir los esquemas de interpretación de la realidad palabra sean: espacio de reencuentros, espacio de reconciliación
por palabra; está aislado de su saber de origen y siempre al identitaria, suspensión de lo precario.
i

borde del mapa, en el límite del territorio que éste abarca. El 2) La primera temática de la precariedad pone de relie¬
extranjero nunca está, dice Schütz, en el “centro” de su me¬
dio.13 ve las discontinuidades de lo social en el tiempo, la segunda
Esta precariedad fundamental de lo social estaba ya insiste en las discontinuidades de lo social en el espacio. La
presente en la figura del extranjero de Simmel. Pero la ap¬ ruptura con un pensamiento de las normas es lo que asegu¬
titud para analizar las civilidades no es ya solamente una ra la modernidad de Tarde. En oposición a Le Bon, Tarde no
hace de su época una era de las muchedumbres. Por el con¬
cualidad simbólica del “desarraigado” (movilidad sin des¬ trario, las refiere a un estadio de la evolución de las socieda¬
plazamiento) sino que es una característica del habitante de
la ciudad tipo: el extranjero, decía Simmel, es aquel a quien des en el que éstas sólo conocen procesos de contagio. En su
se confía una sociedad (o un grupo social) y a quien se con¬ condición de reuniones, las muchedumbres están ligadas a
fía con toda objetividad. Una microsociología del emigrante la unidad del lugar y sólo saben producir sonoridades sim¬
ples, unísonos. Las muchedumbres tienen algo de primario,
es pues una sociología de las confidencias objetivas de una
sociedad, es decir, una sociología de las circunstancias en las de psicológicamente rudimentario. Son incapaces de conce¬
que se entrega a un confrontamiento de frente con la deso¬ bir la dispersión de las corrientes de opinión. Pobreza de las
rientación. reuniones de calle comparadas con un espacio público. La fi¬
Lo urbano es entonces el cosmopolitismo: el momento gura individual que corresponde a la experiencia colectiva
en que la ciudad se convierte en mundo. Pero la ciudad nun¬ de la muchedumbre es la figura de la idiotez o del hipnotis¬
ca es imperio. El centro de la ciudad, el lugar por excelencia mo: ambos fenómenos están sometidos a la primera ley de la
lógica social, la ley de imitación, sólo que la corriente de imi¬
del cosmopolitismo, es un centro esponjoso, lleno de cavida¬
des, de discontinuidades en su tejido. Hacer la experiencia tación se mueve sin obstáculos, sin interferencias. El hom¬
de la ciudad es pues perderse en ella. Pero aquí no se trata bre de la muchedumbre es alguien que tiene pocas creencias
de anomia. Por el contrario, la anomia sólo comienza cuan¬ y muchas convicciones (“Una sospecha basta, y la convicción
do quiere uno tener todas las cavidades ante la mirada. Per¬ es profunda”).14 Pero, sobre todo, como la relación social, en
versión imperial en el registro de la experiencia colectiva. el concepto de ese hombre, implica una repetición de lo dife- 5-
rente, una asimilación compleja, es decir, un acuerdo, las ¡£
Esquizofrenia en el registro de la experiencia individual: de¬

lirio asociativo. En cambio, lo que es natural y hay que in- muchedumbres sólo experimentan deseos semejantes que
se repiten sin complicación, al unísono.
La muchedumbre es pues una forma social monideica,

1
*

También es Schütz quien analiza la figura del home-comer, aquel que una forma de idea fija. De manera que su pobreza sociológi-
regresa a su país y vive esos reencuentros como una pérdida de la inmedia¬ ca remite a una pobreza psicológica, a una psicología simpli- 5
tez y una pérdida de la integración simbólica. Lo mismo que Ulises, ese ve¬ - ficada. “Todos los astros se callaron salvo uno”. O
terano perdió el sentido de la rutina y del carácter recurrente de las relacio- cc
<
nes sociales; sólo le quedan estereotipos fuera de contexto, una caricatura
de visión del mundo. Incapaz de adherirse a los hechos y a las singularida¬
des, sólo retuvo el estilo general de la experiencia. A. Schütz, On Pheno¬
s
14 Philosophic pénale, pág. 194. <
menology and Social Relalion$t Chicago University Press, 1967. O
¡u

c
75
74 23
El espacio público de las muchedumbres es un espacio dividual de los límites de un público es la intimidación. La
de contagio, un espacio neutralizado, en el cual las ondas t x|ieriencia de la diferenciación y de la oposición de los pú-

imitativas no encuentran ninguna resistencia. Pero lo que i In os es la vacilación. En los dos casos hay reencuentro de
debemos conservar del análisis de las muchedumbres en el ilos corrientes de ejemplos. Y ésa es la socialidad real, siem-
estudio de otras formas sociales es la teoría ondulatoria del i'i relativa, por cuanto implica una parte de opacidad, de
tejido social. Los fenómenos sociales, todos los fenómenos so¬ incertidumbre, de rumores. Toda oposición social, toda vaci-
ciales, son ondas o fluidos, ellos mismos constituidos por lución, sólo se comprende por referencia a varias corrientes
creencias y deseos. Pero no todos se dejan reducir a esas for¬ mi dativas, sólo que esa vacilación, en su dinámica, debe ser

mas simples, mecánicas, de comunicación. Los públicos, por i itíorida a una adaptación . Adaptarse es pues encontrar uno

oposición a las muchedumbres, aun cuando tengan como o público situándose previamente en una corriente de on-
condición necesaria órganos deprensa (o lugares de elabora¬ das, en una corriente de afirmaciones.16
ción de conversaciones) están deslocalizados, están libera¬
dos del lugar. Para que un público exista es menester (y con 3) El espacio público de Tarde es ala vez fluido y está
ello basta) que haya simultaneidad de convicciones, es decir, i Magnetizado, articulado alrededor de puntos de conviccio-

adecuación de creencias y deseos en un tiempo dado. Un nes estructurados en auditorios* Goffman diría sin duda
público es, pues, una forma emancipada del espacio, pero li¬ que éstas son características del espacio público de la con¬
gada al tiempo. Sólo hay público por referencia a una actua¬ versación, Es significativo el hecho de que 'Carde haga sur-
lidad, a circunstancias percibidas como actuales. i;ir los fenómenos de muchedumbre (así como los fenómenos
Los públicos, lo mismo que las muchedumbres, no na¬ tío público) de la conversación. Son fenómenos de opinión
cieron con el siglo XX. Tarde asocia claramente el público con u puestos a las tradiciones y a la razón. Ahora bien, para Goff¬
la historia de la prensa, de la imprenta, con las conversacio¬ man es necesario, por una parte, hacer la distinción entre la
nes de salones y de cafés, Pero si Tarde insiste tanto en esta conversación y la calle y, por otra parte, mostrar que es la ca-
particular forma social, ello obedece a que este autor quiere lle la que predomina en la experiencia de la puesta en esce¬
distinguirse de las sociologías de la “conciencia colectiva”, na. Pero la calle de las muchedumbres. Trátase más bien de
del “genio de un pueblo”, es decir, teorías de lo social que con¬ un espacio hecho de segmentos significativos, de expresio¬
cretan sustancialmente la simultaneidad y la fijan en uni¬ nes ready-made que se recogen y que se combinan de mane¬
dad normativa. , , ras diversas según las situaciones.
En cuanto al modo de circulación de las ondas en el Sin duda la intuición primera está resumida en un pa¬
espacio público, ese modo no se confunde con el principio saje de Ross, que opone los medios institucionales regidos
piramidal de una sociedad normativa o con el principio pa¬ por normas rígidas y los espacios de interferencias en los que
nóptico de la sociedad de vigilancia. Las ondas circulan en las reglas apuntan a evitar los choques, los escándalos, los
un público según el principio de la cascada de agua o del ar¬ incidentes.17 La calle sólo instituye el derecho de mirada, im-
ca de agua. Se circunscriben a auditorios particulares y pue¬
den interferir con otros flujos.16 Asimismo, la experiencia in- 16 Sobre la sociología de Tarde, véase “Le monde comme féerie”. Cri¬
tique, junio-julio de 1984.
1 7 “Asegurar el orden en los cruces
15
Si se interroga u no sobreel papel de los “espacios intermedios', de los /confluencias de la avenidas de una
salones» círculos, etc.» como instancias de calificación del espado pübtico y gran ciudad implica ante todo ausencia de choques entre la gente y ios ve¬
si quiere uno proseguir el trabajo de Habermas» es necesario concebir esos hículos que se interfieren recíprocamente. No se puede decirque reina el or¬
círculos, nocomo espacios de repliegue identitario, sino como lugares deela¬ den entre personas que andan en la misma dirección y al mismo paso, pues
boración de creencias y de deseos» como espados de convicción, entonces no hay interferencia. Tampoco existe orden cuando las personas

76 77
pone ritos que son función de las circunstancias y suscepti¬ El espacio público se convierte entonces en el espacio
bles de cambios, es decir, casi siempre relajamientos más ,1,-1 anuncio, como forma de distancia respecto del papeleen
que restricciones. La intuición fundadora es la de un tejido el espacio del look. Espacio sonámbulo, siempre superficial,
social a la ver suelto y complejo que prefiere inventar una rn el que la cara se convierte en fachada y en el que todo de¬
regla más, enriquecer su inventario de roles autorizados, be ser porque todo es problemático. En primer
negociado
antes que estorbar la circulación. A la proliferación ecológi¬ lugar, la cuestión de la definición social del lugar: “¿dónde
ca de tas grandes metrópolis, tales como las describían Sim- estoy?” que remite a la experiencia del embarazo; en segun¬
mel y Park, Goffman agrega una desmultiplicación virtual do lugar, la cuestión de la definición social de aquel que me
de los comportamientos del habitante de la ciudad, y esto observa o al que yo miro, cuestión que remite a la experien¬
hasta tal punto que la sociología normativa de los roles se di¬ cia de la ambigüedad; en tercer lugar, la cuestión de la rela¬
luye completamente en un universo en que éstos no son más ción de lo que ocurre ante mis ojos y de lo que me incumbe,
que sistemas de actividad situados. A la obra la Mise en cuestión que remite a la experiencia de la reserva.
scéne de la vie quotidienne poco le falta para ser tan rica en Publicidad del actor, universo de embaucados, ob¬
observaciones y distinciones como una casuística. Trabajo sesión de la invasión y de la intrusión. Incapacidad de per¬
infinito de una sociología de las circunstancias que se agota manecer uno en su lugar o de definirlo. Todo esto está muy
siguiendo la proliferación de los tipos y de las situaciones y claramente indicado por Goffman para que se le pueda Re¬
que desemboca en una microecología definida como el anᬠprochar haber cedido a la fascinación de las apariencias. Por
lisis de situaciones sociales ritualizadas. Una situación. el contrario, Goffman trató de explorar el régimen de super¬
social es un campo de percepción mutua en el que los indivi¬ ficie del sentido. Esta microecología que explora el espacio
duos hacen uso de adaptaciones sociales básicas paradas
y desfiles cuya historia se puede hacer a través de institucio¬— público echa mano de muy pocos medios: un territorio o una
situación de copresencia; la posibilidad de un intercambio de

|i

nes como la corte, el ejército, etc. que son los elementos
recurrentes de una ceremonia. Mientras que en los Rites
d'Interaction, Goffman veía en esos rituales una parte de lo
miradas (la reciprocidad puramente visual de la cual Sim-
mel decía que era una consecuencia de la vida cotidiana en
las grandes metrópolis) y el derecho de mirada. A partir de
sagrado, un resto estético o formal de sistemas de creencias, aquí se llega, en efecto, a un régimen de comunicación muy
en 1979 y en Gender Advertising, este autor se separa de formal y a la superposición de un espacio-tráfico y de un es¬
' >urkheim e, inspirándose en Darwin, considera esas para¬ pacio-anuncio que sólo reconocen dos órdenes: señalar lo
das como residuos formales de comportamientos emociona¬ más claramente posible su posición y evitar los choques o
les, que se desprendieron de su contexto, simplificados, exa¬ embotellamientos.
gerados, en una palabra, transformados en estereotipos.

chocan continuamente. Pero cuando todos aquellos que se encuentran o se


pasan unos a otros en calles atestadas de gente dedican el tiempo y la aten¬
ción necesarias para evitar las colisiones, la multitud está entonces ordena-
da Pues bien, en e] fondo de ia noción de orden social, se encuentra la mis¬
ma idea, Los miembros de una comunidad ordenada no se apartan de su ca¬
mino para agredirse mutuamente. Además, cada vez que sus trayectorias
interfieren, hacen los iguales necesarios para evitar el choque y los hacen
segtin cierta regla convencional.* Edward A, Ross, Social Control, Nueva
York, Me Millan, 1908, citado por Goffman , Mise en scéne de la vie quoti¬
dienne, tomo 2, pág. 21.

78 79
i iondesde el Magreb en la Francia de 1980,1 los pampesinos
polacos de comienzos del siglo en los Estados Unidos/2
5 ¿Cuáles son las características de ese nuevo mundo?
líii primer lugar, ese mundo está deslocalizado. Cualquie-
ro que sea la organización de la ciudad, cualquiera que sea
MI morfología social o cultural, para el emigrante la ciudad
Intervalo ostá despolarizada. ¿Cómo volver a encontrar un sentido de
lo orientación cuando es incapaz de percibirse dentro de ese
nuevo contexto? Su campo de visión está irremediablemen-
i segmentado, toda visión totalizante se le ha hecho impo-
“Por eso es necesario que veles por el espacio va¬ Mble. Estrechamiento del marco, acumulación confusa de
cío para preservarlo, así como es menester que yo o jeadas. Ausencia de perspectivas. El nuevo mundo está he¬
vele para alterarlo, combate en el que estamos cho de irreparables discontinuidades. Las cosas y los seres
juntos, próximos por lo lejano, extraños en todo lo pm dieron allí sus nombres. El sentido perdió su fuerza tran¬
que nos es común, presencia en la que yo te toco quila, su disponibilidad constante, su presencia virtual. El
intacto y en la que tú me mantienes a distancia, emigrante perdió todo contacto con el “libro de la natura¬
distancia formada por ti y que sin embargo me leza” o con el cosmos como “lugar de una vida más que per¬
separa de ti: foso de luz, claridad en que me su¬ sonalÿ En lugar de todo eso, una profusión de rostros y una
merjo”*
pobreza de mensajes,
Maurice Blanchot, be Dernier Homme, pág. 146,
Mientras tanto, el propio Darwin, que hace las delicias
del movimiento del progreso, ha sido declarado incompeten¬
1. 1870-1914. En el corazón de la ciudad-mundo, el te. La cadena de los seres vivos no permite comprender la re-
emigrante* Es a él a quien se muestra primero la cosmópo-
lis, el nuevo mundo. Al término de una jomada de trabajo o “No se trata de dimisión porque a uno lo fuerzan a pesar de sí mis-
en el momento de la pausa. El capítulo de su experiencia que mo Pero ni siquiera sé lo que él quiere ni lo que no quiere; no lo sabe él mis-
*« s

se abre entonces está impregnado de esa lasitud. Nada tie¬ mo Sf, creo que es eso: una sensación de impotencia... Lo que le falta es
B

ne que ver con la epopeya del nomadismo o con el sentido de entonces: un enemigo real contra quien chocar, un verdadero obstáculo, du¬
ro, para poder golpearlo... Pero, ya lo sabes, para eso hay que estar muy se¬
triunfo del pionero. Llega después de la catástrofe de la par¬
tida, después de la prueba del viaje. Es posterior al estable¬
guro de sí mismo...; seguro de que uno es perfectamente recto, que anda por
<•1 buen camino; uno está en el buen camino o esté fuera de él. Pero, en el ca¬
|
cimiento. Esa experiencia es completamente diferente de la so de mi padre y de todos nosotros, lo que nos falta es precisamente esa se¬
guridad... Aquí no es o negro o blanco; ayer u hoy. No es “ayer, bueno; ino
5
U_
experiencia existencial del judío. El judío de Simmel era ya
se hable más de hoy!”; tampoco es: “hoy por lo tanto damos vuelta a la pá¬
extranjero en la sociedad aldeana. El judío acampaba a las
puertas de esa sociedad y su particularismo comunitario lo
obligaba a concebir su mundo de una manera diferente, co¬
gina y ya no hablamos más de él... Es todo eso a la vez: ayer en hoy, ya no
es más ayer pero no es hoy. Todo se mezcla. Todo está en todo y recíproca¬
mente, como ustedes dicen (risas)...” Abdelmalek Sayad, “LesEnfanU illé-
I
O
gitimes", en Actes de la Recherche en Sciences Sociales na 25-26, 1979, pri¬
Ui
mo un orden problemático. El emigrante en cambio vive su
mera parte, pág. 74.
nuevo mundo como una inmensa interrogación: “¿Qué me ha 2 Oscar Handlin, The Uprootedt Atlantic, Little Brown 1951 y 1975, o
oc
ocurrido?” Para él, la cosmópolis es fundamentalmente de¬ capítulo 4, pág. 85. <
gradante. Considérense los padres de familia de la inmigra- 3
D. H. Lawrence, Apocalypse, traducción de Fanny Deleu ze, presen¬
tación de Fanny y Gilíes Deleuze, Edición Balland, 1978.
a
<
o
80 Ja
H-
81 o
2-
lación de la permanencia y del cambio. Las mismas leyes de adquiridas. O precariedad restauradora trabajada por la
la naturaleza evolucionaron. Estamos en un universo donde idmi de recobrar una identidad perdida. La religión de la vi¬
el azar y lo fortuito tienen una realidad. Filosofía de la tyché da diaria del emigrante es pues forzosamente tibia. “Siem¬
qua Charles S. Peirce procura elaborar a comienzos del si¬ pre es el pobre el que recibe el viento en plena cara"b
glo.'1 En ese mundo las leyes naturales no son más que hábi¬
Orientarse en ese mundo es, pues, inevitablemente
tos o, en el mejor de los casos, regularidades. Esta filosofía abandonar esa doble polarización. A la vez “olvidar” y “arre¬
conviene a un mundo precario, inestable, a un universo en glárselas”, asumir la excentricidad de su posición social, cul¬
constante desequilibrio. Por lo tanto, un universo pragmᬠtural y sobre todo religiosa, pero no para emanciparse de los
tico en el que diariamente es preciso reunir las piezas y los vínculos tradicionales, como quisieran hacerlo creer las filo¬
trozos, aceptar que la vida social sólo está hecha de situacio¬ sofías de la emancipación urbana, sino para reivindicar la
nes, universo que oscila perpetuamente entre el pesimismo particularidad de tales vínculos. Incapaces de sustentar una
realista de la acomodacióny el optimismo ro¬
(resignación) universalidad como no sea la de la proclamación de una fra¬
mántico de la adaptación (éxito), que oscila entre la frater¬ ternidad abstracta, algunos emigrantes atípicos y disiden¬
nidad como forma inferior de la cooperación y la amistad co¬ tes se procuran un ámbito más estrecho, más selectivo y
mo forma selectiva de la socialidad.6 Por eso, la noción de también más opaco: sectas y sociedades secretas para las
solidaridad comunitaria es siempre imprecisa y peligrosa, cuales la redención es, no el credo recompensado, sino la mi¬
verdadero paralogismo en virtud del cual la sociedad que sión cumplida. Filosofías pospaganas, que rompieron con la
acoge al emigrante atribuye a un sujeto (el espíritu comuni¬ plenitud del cosmos y que reactivan el principio del destino
tario) prácticas de naturaleza muy diferente cuyas significa¬
ciones son dispares. diferido. Entonces, el mundo en que viven esos hombres re¬
cobra efectivamente su consistencia. En él la excentricidad
En esos momentos de lasitud, es la aldea lo que inva¬ es la norma, sin ritos dominantes y sin siquiera solidaridad
de la memoria; es la aldea la que esquematiza las experien¬
comunitaria. Surgimiento de nuevos credos. La religión co-
cias “normales” y la diferencia de las situaciones de alarma mo modo de vida. El fenómeno urbano queda disuelto y el
que penetran el presente. La ruptura con la aldea es el co¬ campesino se convierte en hombre de la ciudad. “Por fin,
«n mienzo de una pérdida y de una fragmentación: pérdida de ahora se entreabre el círculo, se lo abre, se deja entrar a al-
-
Ü!
la familiaridad con el mundo y fragmentación del espacio y
del tiempo vividos.
Mundo precario, pero también mundo caprichoso en el
quien o bien va uno mismo afuera, se lanza al exterior. El
círculo no se abre por el lado en que se agolpan las antiguas
que toda noción de progreso, de finalidad, es problemática. fuerzas del caos, sino que se abre en otra región creada por
El resultado de los intentos del emigrante, los caminos por el círculo mismo. Como si el círculo tendiera él mismo a
los que echa a andar, todo eso es el producto de encuentros abrirse a un futuro en función de fuerzas activas que él co¬
bija. Y esta vez es para unirse a fuerzas del futuro, a fuerzas
fortuitos, de ocasiones que es menester aprovechar sin ilu¬ cósmicas. Se lanza uno fuera del círculo y aventura una im¬
siones y siempre con el temor de que las cosas marchen aún provisación. Pero improvisar significa volver a unirse al
peor. Precariedad conservadora, que se crispa en la ventajas
mundo o confundirse con él. Sale uno de sí mismo al son de
una cancioncilla.”7 Ultimo momento de la cantilena cósmica,
4
VóaseA. J. AyeT,TkeOjiginsofProgmatism, Freeman Cooper,1968,
págs. 97-99. 6
J
S. Moma-Eames, Pragmatic Naturalism, Southern Illinois Univer¬ Oscar Handlin, op. cit., pág. 99.
7
sity Press, 1977, págs. 6-8. G. Deleuze y F. Guattsri, Afilie Plateaux, Minuit, 1980, págs.
382-383.

82 83
según Deleuze, la cantilena que siempre lleva consigo tierra, po de documentos descriptivos, regidos menos por las disci¬
que está en relación con la morada nativa, natal. plinas de la confiabilidad que por las disciplinas de la vera¬
En efecto, quien improvisa deja siempre rastros de su cidad.
desplazamiento. Documentos personales, correspondencia Es claro también que este naturalismo sea particular,
familiar, correo de lectores, historias de vida, etc. Todos esos en cierto modo el naturalismo de un fenomenólogo. En efec¬
testimonios son formas de expresión inseparables de los ma¬ to, es imposible restituir la experiencia existencia! del emi¬
teriales utilizados. Esos rastros fragmentarios tratan de grante permaneciendo encerrado en la oposición de lo sub¬
trazar la trayectoria de una existencia no dominada o tratan jetivo y de lo objetivo. ¿Son acaso “factores objetivos” los
simplemente de responder a la pregunta “¿Qué me ha ocu¬ valores frente a los cuales se encuentra el emigrante? ¿O son
rrido?” Pero esos rastros nada ayudan a quienes no los uti¬ entidades significativas bastardas, actitudes, “disposicio¬
lizan para hacer balance general de la situación. Puesto que nes subjetivas”, como propensiones a obrar (anhelos, espe¬
todavía hay que trazar el mapa de la sociedad que los acoge ranzas, temores, ansiedades, intenciones y proyectos)?9 Así
(las condiciones “objetivas” de la inmigración y de la inser¬ planteado, es probable que el problema quede sin solución,
ción, para utilizar el vocabulario de líiomas). Esas formrs puesto que supone una posible integración de la psicología
no son instrumentos de explorador; son un síntoma del pro¬ social y de la sociología, de una teoría de las motivaciones y
ceso de socialización. Los emigrantes que escriben no pre¬ de una ciencia de los comportamientos o de las estructuras.
tenden, por lo demás, ninguna objetividad puesto que el Esto significa que el problema es anterior al corte epistemo¬
público al que se dirigen no sobrepasa el círculo de los fami¬ lógico que impone analizar situaciones migratorias y que
liares, de los parientes o de la comunidad. El círculo está inaugura una sociología como teoría de la acción social en
siempre presente y la cantilena no extraña variaciones. Lo una situación. Esta sociología es contemporánea de la explo¬
cierto es que la correspondencia como forma de descripción ración del nuevo mundo, pero sólo se encuentra en filigrana
del nuevo mundo se refiere esencialmente a experiencias in¬ en la problemática del Campesino polaco de Thomas y Zna-
mediatas y presentes. Lo que el emigrante envía a su casa no niecki, que sin embargo queda bloqueada por la cuestión de
son recuerdos sino que son noticias nuevas. Con razón o sin las relaciones de lo subjetivo y de lo objetivo. Así y todo, el
ella, los autores de dicha correspondencia se imaginan que Campesino polaco muestra, en la única terminología de que
la reciprocidad de las perspectivas se mantuvo contra vien¬ dispone, que las relaciones estructurales y los sistemas nor¬
to y marea, tal vez porque no han excluido la posibilidad de mativos derivan de la observación y del análisis de prácticas
un regreso. Entre líneas, habrá que leer siempre la celebra¬ sociales que persisten o que se desarrollan ante nuestra vis¬ í
ción simbólica de los reencuentros. Pero esos testimonios ta. La primacía de las situaciones sobre las estructuras no
son tan rigurosos como las descripciones del naturalista. Es es, pues, más que la corrección de lo que Whitehead llama¬
más aún, la investigación naturalista tiene necesidad de ba “la ilusión de lo concreto fuera de lugar” (“fallacy of the
esas formas de expresión inmediata del aquí y del ahora. misplaced concrete”). 10
Tiene necesidad de esa escena familiar como “auditorio vi¬ De manera que no sin correr riesgos podrán presentar¬
tal”.8 La microsociología como inventario razonado de las se los testimonios recogidos ante el tribunal de la ciencia
circunstancias de la socialización tiene necesidad de este ti- académica. O mejor dicho, todos los criterios de cientificidad
merecen ser revisados: representatividad de los testimo-
Herbert Bhimer, Critiques of Research in SocialSciences:An apprai¬
sal of Thomas and ZnanieckiTs “The Polish Peasant in Europe and Ameri¬ 9 Ib(d.r págs. v-xxxvm.
ca;* Transaction BookSj 1979t págs* XXV-XXVI. 10
H. Btomer, op. cit, págs. XYí-XVü.

84 85
niosT propiedad de los datos recogidos, credibilidad de esos
:: una señal exterior de riqueza de la sociedad civil urbana, pe¬
datos, validación de las hipótesis teóricas. El texto que en ro cuando se llega a una excentricidad general, ésta que¬
1938 Blumer dedicó al Campesino polaco versa sobre el aná¬
branta irremediablemente, no sólo el espíritu cívico, sino el
lisis de la condición científica de estos cuatro principios. Las
mismo espacio público. Lobbies, grupos de iguales, espíritu
setecientas treinta cartas que constituyen la correponden- de clan, lo mismo triunfa apenas se lo reviste con los orope¬
cia estudiada por Thomas y Znaniecki no configuran una
les de la distancia, el derecho a la diferencia. “Un número
muestra representativa; no tenemos ningún medio para me¬ continuamente creciente de hombres en los países del mun¬
dir si es pertinente la elección que hacen quienes escriben
sobre el curso de los hechos que constituyen su mundo, ni te¬ do occidental, donde , desde fines de la antigüedad la li¬
nemos manera de evaluar su buena fe y su preocupación por bertad de no hacer política se concibió como una de las liber¬
tades fundamentales, hace uso de esta libertad y se retira
la verdad; por fin, los testimonios que esos hombres nos en¬ del mundo y de sus obligaciones... Con cada retiro de este ti¬
tregan son susceptibles de varias interpretaciones contra¬ po se produce una pérdida casi demostrable; lo que se pier¬
dictorias. Y, sin embargo, no son ni puras y simples fanta¬ de es el intervalo específico y habitualmente irreemplazable
sías, ni ilustraciones arbitrariamente elegidas de una teoría que habría debido formarse entre ese hombre y sus semejan¬
previa.11 Se supone que en una metodología de la exploración
tes*.13 En diversos grados, todos nosotros somos inmigrantes
naturalista de este nuevo mundo debe defenderse lo contra¬ en nuestra relación con el espacio público y estamos siempre
rio de la ciencia académica. Dicha metodología hace hinca¬ dispuestos a arreglar aquello que no nos incumbe. Y lo que
pié en \ñ posición de enunciación de los informadores (antes
perdemos así son intervalos, es decir, distancias en la medi¬
que en su representatividad), en la fecundidad de sus inter¬
da en que ellas producen “devenires* minoritarios de todo el
pretaciones, en su eficacia heurística (antes que en su co¬
rrespondencia con una realidad objetiva), en la veracidad de
mundo (Deleuze). Sin esos intervalos, las distancias son só¬
lo marcadores de identidad para etnólogos del patrimonio, y
los testimonios, en el hecho de que "'suenan a verdaderos* la socialidad queda amputada en su ritmo y en su relación
(antes que en su credibilidad, pues las ficciones pueden ser
realistas) y, por fin, en su capacidad de restituir la comple¬ con el tiempo. No solamente pérdida del sentido de lo que se
relata, sino anacronismo desmultiplicado, pérdida del sen¬
jidad de una situación social concreta (antes q ue en su apti-
tud para verificar una hipótesis teórica). tido del mundo, pérdida del sentido crítico. Poner a distan¬
cia cosas y gentes mediante la puesta en escena de1 mundo
2. Park decía que para describi r este nuevo mundo era ese expediente que ya no funciona.14 El habitante de la ciu¬
necesario aprender a evaluar las relaciones sociales aten¬ dad parece pues haberlo perdido todo, haberse ahogado bajo
diendo a las distancias. Pero esas distancias no son los seg¬
mentos objeti vables que separan sistemas de actitudes esta¬
bilizadas o seres sustantivados (tipos o personalidades)• Por
el contrario, el mundo de las grandes metrópolis en forma¬ mayor preocupación y de las conmociones más manifiestas en casi todos
ción es una urdimbre cuya elasticidad no está determinada los países del mundo”, Hanna Anendt, ‘‘De l'humanité dans do 'sombres
temos n, en Vies Politiques, Gallimard, 1974, pág, 12,
j

y exige que se disponga de una lengua nueva, la lengua


Hanna Arendt, op. cit.t pág, 13.
de los intervalos, 12 La multiplicación de los micromedios es 14
En Goffman se puede encontrar una definición de la relación social
inspirada en la otología y que la relaciona con las modificaciones del rógt-
H. Blmnei\ op< ctL, pága. 29-30.
— men de accesibilidad; por ejemplo, las salutaciones tienen lugar en el mo¬
1

"El mundo se extiende entre los hombres, y este ‘entre' mucho más mento en que los individuos se disponen a apreciar u n aumento de su mu¬

que < como suele pensarse) los hombres o el hombre es hoy et objeto de la tuo acceso. M.S.V.Q., tomo 2, pág. 87.

86 87
la excentricidad exuberante de la ciudad. Por lo menos está
perdido como ciudadano y como hombre público.15 nuestras ciudades. Se suponen calurosas las relaciones en el
i n terior; angustia de las fusiones y de las muchedumbres
de
Ante todo porque el espacio público mismo sufre mucho
más que los efectos de la segmentación: el espacio público afuera. Plebe que “no sabe lo que quiere”, los parias están li¬
queda inmediatamente segregado y organizado según una bres de la preocupación del mundo. Inevitablemente, nuevos
serie de llamados al orden que son otros tantos obstáculos a “miserables”, los parias serán sensibles a quienes compar¬
la libertad de movimiento “más elemental”. Sobre todo, más ten sus sufrimientos por compasión y así engendran por par-
allá de la acción, es el pensamiento mismo el que pierde poco togénesis a sus “filántropos”. La luz del espacio público es
a poco su libertad de movimiento, su capacidad de diálogo o cruda. Pero la humanidad fraternal se extiende entre la
de polémica. “Nos basta mirar con los ojos abiertos para ver compasión y la crueldad y es entonces cuando la luz es reem¬
que nos encontramos en un verdadero campo de escombros”. plazada por el calor. “En realidad, esta ‘naturaleza humana’
Espacio y cultura están segregados y el medio urbano está ylahumanidad correspondiente sólo se manifiestan en la os¬
curidad, de manera que no pueden ser identificadas en el
interiormente disperso. Si las escapatorias particulares son mundo. Es más, en condiciones de visibilidad, se disipan co¬
todo el resultado de la emancipación, habremos perdido
pues a la vez el movimiento del pensamiento y la permanen¬ mo fantasmas”.17
cia del mundo.16 ¿Cómo se reanuda el lazo entre el paria y el político?
Entonces se refugia uno detrás de las “verdades más ¿Cómo el paria se siente dé nuevo “el obligado del mundo”,
reconocidas”, en las que ya nadie cree, y ésos son los hermo¬ aun cuando haya sido expulsado de él o se haya retirado él
sos días de la fraternidad abstracta, es decir, la única expre¬ mismo? Por la amistad, dice Hanna Arendt. La amistad es
sión de la humanidad en los “oscuros tiempos” (dark times). mucho más que un fenómeno de la intimidad, es el fin de “la
“Esta clase de humanidad se hace en verdad inevitable en emigración interior”, es la philia aristotélica como condición
ciertos grupos humanos cuando los tiempos se oscurecen fundamental del bienestar común. Para los griegos, “la esen¬
hasta el punto de que ya no hay más necesidad de teoría ni cia de la amistad estaba en el discurso; sostenían que sola¬
de libre decisión para retirarse del mundo”. Trátase de la mente un hablar juntos constante unía a los ciudadanos en
gran fraternidad de los pueblos parias, fraternidad que se una polis... Pues el mundo no se hace humano por el hecho
paga con una pérdida radical del mundo, con una verdade¬ de que la voz humana resuene en él, sino que sólo se hace hu¬
ra acosmia. Los bárbaros acampan de nuevo a las puertas de mano cuando se convierte en objeto de diálogo".18 De ahí la
estrategia de la razón polémica, la que se preocupa por la o
permanencia del mundo: “humanizar lo humano en virtud
de un hablar incesante”... Ah ora bien, estas palabras tienen <
que ver con un espacio de múltiples voces, en el que el anua- ,
15
Sobre todos estos temas, véase R. Sennet, Families coníre la Ville, <
ció de lo que “parece verdad" une y separa a la vez a los hom-
Eneres Recherches, 1980; The Uses of Disorder y Les Tyrannies de Vlntimi-
Seuil, 1980.
tét 16 bres creando por eso distancias entre los hombres que, jun - 5 i
“Se podría decir que la humanidad viva de un hombre declina en la tos, constituyen un mundo. 19 En esta conclusión de Hanna
medida en que éste renuncia al pensamiento y confía en los resultados, en Arendt se encuentra el arco conceptual de una filosofía del £
las verdades reconocidas o hasta no reconocidas para utilizarlas como una
espacio público. Postulado pluralista, axioma pragmático o
moneda a fin de verse libre de todas las experiencias. Pero es lo inverso lo
que constituye lo verdadero del mundo. El mundo se hace inhumano, impro¬ <

pio para satisfacer las necesidades humanas que son necesidades de
se¬
g

res mortales cuando es llevado en un movimiento en el que ya no subsis¬
te ninguna permanencia.* H. Arendt, op. ciL, pág. 19.
18
Hanna Arendt, cit., pág. 28. op.
Ibíd.. pág. 34. <
O
Hanna Arendt, op, cit.r pág. 41. La bastardilla es nuestra. U1
O
88 89
CQ
del “como si”, unidad dialéctica de la relaciones de distancia cias. Por eso, esta antropología moviliza socorros antes que
y de proximidad, constitutivas de toda relación social. fuentes: historias, biografías, novelas.22
Ese nuevo mundo del emigrante, que previamente pa¬ La filosofía del espacio público tiene sin duda que to¬
só por la prueba de la permanencia, ¿es todavía un mundo? mar más que una cosmología de semejante antropología.
¿Podemos encontrar en las formas de expresión de la expe¬ Recordemos que en Kant la antropología pragmática se or¬
riencia migratoria otra cosa que una serie de antinomias: ganiza alrededor de tres principios: el principio de la para-
antinomia de la integridad y del estallido de las experiencias doja, el principio de la apariencia concertada y el principio
en el tiempo, antinomia del origen? En un sentido, la inde¬ de la habilidad.
terminación del mundo del extranjero es más radical que la 1) El principio de la paradoja quiere que el primer uso
indeterminación que afecta a las ideas de la razón cosmoló¬ del mundo sea egoísta. Pero el egoísmo decisivo no es econó¬
gica. Imposibilidad de tomar las cosas “en toda la lógica” y mico, es lógico y se manifiesta en el gusto por la paradoja,
“tales como ellas son”, imposibilidad de abolir el tiempo o que es el signo de una excentricidad lógica como antídoto de
imposibilidad de integrar los fenómenos en el tiempo de con¬ la trivialidad que entorpece la opinión general. El primer
formidad con sus antecedentes.20 La experiencia de la preca¬ principio pragmático, que nos impone entrar en el juego, es
riedad del mundo no es quizá su falta de futuro (“no future”), todo lo contrario de un principio de realidad. Ante todo de¬
sino que es lisa y llanamente la experiencia de la fragmen¬ be uno encontrar su propia singularidad. Señalar su posi¬
tación del tiempo y la experiencia de una regresión im¬ ción.
posible en el tiempo; trátase de la experiencia de la alarma.21 2) El principio de la apariencia concertada qui ere que
A decir verdad, el “todo pasa como si", que conviene a “los hombres en general sean tanto más comediantes y acto-
la experiencia de la desorientación, no es una regresión de la res cuanto más civilizados son; asumen la apariencia del
razón pura (llevada por un ideal de determinación infinita), apego, de la consideración mutua, de la reserva, del desinte¬
sino que es una apuesta de la razón pragmática que trata de rés sin engañar a nadie, porque cada uno sabe bien que eso
aplicar sus conocimientos adquiridos a los usos del mundo. no se experimenta en eí fondo del corazón; y es muy conve¬
Sólo la antropología pragmática trata del hombre en su niente que esto sea así en el mundo. PoY el hecho de que los
condición de ciudadano del mundo, es decir, en la medida en hombres desempeñan tales papeles, las virtudes, de las que
que el hombre no se contenta con comprender el mundo, si¬ durante mucho tiempo sólo asumen la apariencia concerta¬
no que además entra en el juego. da, se despiertan poco a poco y pasan a los modos de ser de
Esta antropología, dice Kant, se apoya en la frecuenta¬ los hombres. Pero engañar a lo que nos engaña, es decir, a las
ción de los conciudadanos y se encuentra con tres tipos de tendencias, significa volver a obedecer a las leyes de la vir¬
dificultades, con tres obstáculos a la apuesta de la razón tud; no se trata de un engaño , es una manera inocente de ate¬
pragmática: en primer lugar, dificultad de la observación nernos a nuestra propia imagen”.22 Engañar a lo que nos
participante; segundo, dificultad de la introspección y, ter¬ engaña. Mostrarse más egoísta que el yo. Dar el pego. No so¬
cero, dificultades relacionadas con la diversidad de las lamente la sinceridad pragmática no deja ninguna posibili¬
costumbres ligada a su vez a la diversidad de las circunstan¬ dad de acción a los cantores de la autenticidad, puesto que
esa sinceridad consiste en engañarse uno a sí mismo sin en¬
20
E. Kant, Critique de la Raison Puref págs. 328 y siguientes.
21Véase la definición de la Unwelt pública en Goflman como región en 22 E. Kant, Anthropologic dfun point de vue pragmatique> Vrin, 1964»
la que pueden aparecer los signos de alarma para un individuo y en la que traducción de M. Foucault, págs. 11-13.
so localizan las fuentes do esas alarmas. M*S.V,Q., tomo 2, págs. 239-243. 23
E. Kant, op„ cU.t párrafo 14, pág. 35.

90 91
ganar a nadie, sino que además se permite dar una lección
al filántropo: esa sinceridad le enseña el valor de los inter¬
valos y pone coto a las complacencias de la fraternidad. Ate¬
nerse a su imagen es, pues, postular que en la esfera de las 6
civilidades no hay ventajas adquiridas, que siempre es nece-
saria una declaración más, una reafirmación constante de
presencia en el público y en la situación.24 De manera que el
principio de la apariencia concertada tiene una doble fun¬
Rutinas
ción pragmática: se opone a la repugnancia por la existencia
y es el “papel moneda de la virtud”.
3) Por fin, el principio de la habilidad, Que quiere que
utilicemos a los hombres para nuestros propios fines, debe Tin texto teatral, aun cuando se lo confíe a acto¬
distinguirse de la manipulación. Esta consiste en una sim¬ res inexpertos, puede asumir vida porque la vida
ple disposición tpcnica y corresponde a un pensamiento del misma es algo que se desenvuelve de manera tea¬
dominio. Dominio de sí mismo, dominio de las impresiones. tral.,* La socialización puede no implicar un
En la obra de Goffman habremos de volver a considerar este aprendizaje minucioso de los numerosos detalles
concepto. Pero es claro que si el actor social de la dramatur¬ propios de un papel preciso. Rara vez se tendría
gia gofímaniana pasa la mayor parte de su tiempo dominan¬ el tiempoy la energía suficientes para eso. Lo que
parece que debe exigirse del actor es que éste
do las impresiones que provoca, esto significa que también aprenda suficientes fragmentos del papel para
se preocupa por salvar las apariencias en el otro. En suma, ser capaz de Improvisar*y salir más o menos bien
la habilidad pragmática es su principio de negociación; no es del paso, cualquiera que sea el papel que le toque.
ni una regla de transacción, ni un cálculo estratégico. Y si las Las representaciones normales de la vidacotidia-
-|£ apariencias del universo pragmático están concertadas ello na no están Interpretadas* ni son 'puestas en
f
significa que son siempre problemáticas, que postulan y con¬ escena’ en el sentido en que el actor conozca de
firman la función de los intervalos en la producción y la cir¬ antemano exactamente lo que ha de hacer y lo hi¬
culación de un sentido a través del espacio público. Porque ciera únicamente a causa del efecto que pueda
I un espacio público nunca es por sí mismo una buena forma producir. Aquellas de sus expresiones que se con¬
(una fiesta, un universo orgiástico, un convite), se supone sideran indirectas son las que particularmente se
que los actores deben movilizar toda su habilidad pragmᬠle 'escapan’.*
E. Goflínan. M.S.V.Q, Tomo I, págs. 73-74.
tica, es decir, “poner las formas”.
a Alfabeto de la socialidad, cantinelas y primeras impro¬ i
!

visaciones: rutinas. Primeras particiones, primeros seg¬


*
mentos identificados: anécdotas. Un público es coextensivo
con un universo de rumores.
Nada es más característico de un público que los rumo¬
res que circulan en él. Sin embargo, no sabemos ver la par¬
24
Véase “Notes sur la Conversation”, URBI n*II, 1979 y “Priyé-Publíc” te de invención y de adaptación que se trasluce en un rumor.
en Espades et Sociéíés, julio- diciembre de 1981. La psicología social fijó el análisis de los rumores en preocu-

92 93
Desde este punto de vista, el chisme tiene una función de-
paciones correctivas y reguladoras. Comenzó por establecer flacionista que tiende a relativizar la normalidad de las
una clínica de los rumores destinada a diagnosticar la circu¬ apariencias y el carácter fijo de una entidad tal como ésta se
lación de informaciones no controladas. Así, en la formación presenta en público. (Siempre se trata de esa idea de que los
de los rumores, aisló procesos de reducción, de acentuación rumores y hablillas tienen que ver con un desequilibrio en¬
y de asimilación que dicha psicología definió de manera ne- tre la oferta y la demanda del sentido.) De ahí la necesidad
gativa (con referencia a un discurso de verdad) como distor¬ de tomar seriamente el dilema ritual del que chismea, que
siones. Ahora bien, esas transformaciones no se refieren vacila entre decir y no decir (“Yo no debería decírselo...”).
tanto a los enunciados, a los mensajes previamente forma¬ Los elementos de información que el chismoso da pueden de¬
dos, como a actos de discurso que tienden a una elaboración bilitar la representación de un espacio público constituido
pragmática, conjunta, de significaciones. No se trata de de¬ ya de manera precaria, siendo así que dichos elementos tie¬
formaciones de una comunicación exacta y sujeta a normas; nen como función confirmar una pertenencia común a ese

——
son procesos que contribuyen o bien a acrecentar la credib: -
lidad de lo que se transmite son modalidades de enun¬
ciación en un espacio de creencia , o bien a aumentar la
inteligibilidad de un suceso en circunstancias nuevas en las
espacio. El chismoso devalúa lo que circula entre unidades
vehiculares al querer sobrevaluar las unidades de participa¬
ción; rebaja el grado de convicción compartido en un espacio
público al invocar un principio de autenticidad que le es aje¬
que el saber legítimo falta. De ahíla característica formal de no. Lo que ocurre es que, en realidad, las normas que refuer¬
todos los rumores que sólo pueden definir o redefinir una si¬ zan el chisme son menos normas de comportamiento que
tuación por la buena forma de aquello que transmiten. La normas de comunicación. Un chisme es un ritual de comu¬
acentuación de este o de aquel detalle, el hecho de que en su¬ nión phatica, una reminiscencia. El lugar del tercero es me¬
cesivas repeticiones el mensaje se haga cada vez más conci¬ nos importante que el de aquel que cuenta una anécdota y de
so son principios pragmáticos de circulación de un mensaje esta manera trata de mantener relaciones latentes. En este
que hacen que éste pueda transmitirse o reproducirse sin es¬ sentido, un chisme es una apertura o una reactivación más
fuerzo de memoria, como si cada vez estuviera actualizado que una clausura del espacio público. Y aquéllas sólo pueden
en función del interlocutor al cual se dirige. De manera que llevarse a cabo sobré la base de un mínimo de lo que entra en
el rumor se entrega a un trabajo de adaptación significativa juego, de una apuesta nueva. ¿Qué quiere decir, en efecto,
siempre para definir o redefinir una situación problemática hablar si no es improvisar?®
con la esperanza de llegar a un consenso.1 Un público es en primer lugar un campo en el que cir- §
En cuanto a la función normativa que el rumor compar¬

te tradicionalmente con el chisme mantenimiento de una
frontera de grupo y refuerzo de la conformidad dentro del
culan informaciones. Eso es lo que hace que las personas
hablen unas con las otras. Y es también todo un conjunto de ¡J

grupo, según Gluckman , es menester también matizarla.
En lo tocante al chisme, Ulf Hannerz mostró que la informa¬
actos de palabra más o menos organizados: anécdotas, pu-
lias,3 bromas, historias que se cuentan, intrigas (Human In-
terest Stories). 4 La microsociología imagina el espacio de cir-

%
¡5
ción que el chisme suministra sobre la identidad de un ter¬ o
cero sólo se refiere a los aspectos contradictorios de esa enti¬ 2
dad, al desfasaje que hay entre las apariencias y la realidad. Ulf Hannerz, ‘‘Gossip, Networks and Culture in a Black American 3
Ghetto* Ethnos, 1967, nfl 32, págs. 35-60, y Joe Bousquet, Le Médisant par a:
bonté, Gallimard, TeL, 1980,
3 W. Labov, Le Parler ordinaire, Minuit, págs 232-273.
<
Sobre la crítica de las tesis clásicas de Allport y Postman, yéase Ta- 4 Helen Me Gill Hughes, Human
Interest Stories, Chicago University 3
motsu Shibutani, Improuised News, A Sociological Study of Rumor, Bobbs Press, 1040. <
and Mcrilh 1966, e Yves Rouquette, Les Rumeurs, PXT.F., 1975. LU
O
95 ea
94
JL *v>
culación de esos actos de palabra como una inmensa conver¬ lenguaje. La cláusula del etcétera es en cierto modo un pos-
sación, constantemente atravesada por interferencias. Lo i ulado del pensamiento empírico en una situación, postula¬
que en ese espacio circula mejor es siempre algo reiterado y do que enuncia que las cosas dichas “son comprendidas a
sin consecuencias. El espacio-diario de la aldea era el chis¬ ¡ icsar de su ambigüedad y su imprecisión y nos permiten tra¬

me, dice Park; el espacio-diario de la gran ciudad es el rumor, il i r tos casos particulares como suficientemente pertinentes
que consiste en un chisme deslocalizado y que perdió su cen¬ y significativos para poder identificar los elementos de la
tro y su blanco. Polifonía del concurso de bromas en Labov, inscripción como apropiados”. Este postulado es implícito
serie indefinida de los “Me acuerdo de.. ” que marcan los pri¬ en el uso corriente (en el caso de quien habla) de elementos
meros reencuentros, recreaciones indefinidamente prolon¬ í irticulares de la lengua (términos relativos al léxico, frases
gadas en la charla. Poco importa que ese espacio sea en y expresiones idiomáticas, sobreentendidos) y de elementos
realidad heterogéneo o esté cercado o segregado. Todo ocu¬ paralingüísticos que tienen por función ordenar el curso de
rre como si estuviera fundado en un mínimo de saber com¬ la conversación y su significación.6 La cláusula del etcétera
partido, en un contenido de socialidad abstracto, ‘normaliza las contingencias de la situación”; es una regu¬
Para ser eficaces, esos actos de palabra deben tener laridad sugerida en la singularidad misma del discurso.
una contextura particular y, al mismo tiempo, funcionar co¬ Contingencia normalizada, regularidad sugerida, todo ocu-
mo sondas que exploren o confirmen los límites dentro de los i re como si el paso a lo universal estuviera contenido por una

cuales ese saber es compartido. Su contextura es la de las co¬ f 1 1 nción pragmática que rechaza todo aquello que no atañe a
plas rimadas, la de as historias bien hilvanadas, la de las in¬ 1 J i situación en su singularidad. De manera que es lo ocasio¬
trigas bien urdidas. Esto es lo que hace que una anécdota (o nal !o que se convierte en lo concreto “que hay que pensar”

un chiste) pueda circular rápidamente sin ser interpretada,
rehusando toda interpretación, Pero, por lo demás, una
anécdota extrae su sentido de la oposición entre dos grandes
sistemas de valores: el del espacio del lenguaje en el que la

y que las series causales sociales, culturales o psicológi¬
cas se convierten en contingencias de ia situación, en su
reserva de sentido.
Como la agudeza chistosa, la anécdota pone en corto
anécdota es producida y el del afuera (“Ellos”), circuito los comentarios. Es un rasgo cuya cualidad esencial
Lo cierto es que la anécdota, lo mismo que la broma, equivale al espíritu de la situación. La anécdota designa un
funciona como una celebración de reciprocidad que ahorra estado cualitativo del saber compartido o de las convicciones
todo un trabajo de consideración previa y de posterior pre¬ compartidas que no tiene necesidad de ser desarrollado o ex¬
sentación del sentido. Las dos sitúan el intercambio verbal presado explícitamente ni debe serlo. La anécdota está allí
en el intervalo entre un no decir y un demasiado decir. En su¬ por un estado de las cosas y del mundo.
ma, postulan que entre quienes hablan no es necesario de¬ Estado de las cosas, estado de los lugares.,, En el espa¬
cirlo todo. La anécdota constituye, dentro de un espacio cio público así concebido, la circulación de las anécdotas
social indiferenciado, un dominio particular que se definirá obedece a una especie de reciprocidad diferida de las pers¬
partiendo del uso que se haga del principio del etcétera. Ha¬ pectivas. Lo cierto es que todo análisis del proceso de comu¬
bí ar uno en su propio universo de discurso, intercambiar nicación pone de manifiesto su intrínseco carácter inconclu¬
palabras en uno de los medios a que uno pertenece significa so: carácter inconcluso significativo por el que se traslucen
tener la posibilidad de no determinar sus frases. Esta es una la ironía virtual de las enunciaciones y la información in¬
característica directamente vinculada con el postulado de la completa que remite al principio del etcétera. Esta doble
reciprocidad de las perspectivas, que los etnometodólogos
definen como el esencial carácter inconcluso de un acto de 6 A. Cicourel, La sociología cognitive. P.U.F., 1980, pága. 67-68.

96 97

.11
condición inconclusa tiene dos consecuencias: poruña parte,
un contexto nunca tiene más que una autonomía significa iiue moviliza recursos de adaptación preindividuales. En
tiva relativa; no existe una situación social total en el sentí I HIO caso, es menester separar el concepto de rutina de sus
do en que Mauss hablaba de fenómeno social total; y, por un notaciones mecánicas. Las rutinas, como categorías del
otra parte, los segmentos informativos que se entrecruzan I II/.o na miento práctico, tienen propiedades de adaptación.
en un contexto se sitúan en líneas que se prolongan más acá I'oi una parte y según vimos, sugieren regularidades, pro-
y más allá de la situación. El postulado del etcétera es más ilurcn normas pragmáticas, es decir, apariencias normales
que un recurso discursivo tendiente a lograr una regulación V comportamientos aceptables; y, por otra parte, las propie-
económica de los intercambios. Es una rutina, es decir, una I MI ios de plausibilidad, de aceptabilidad que ellas instauran
aptitud presupuesta en todo locutor, aptitud para "tratar un •en propiedades
de un intercambio problemático que obli-
término del léxico, una categoría, una expresión como indi¬ r ut a que las categorías interpretativas permanezcan en
cación de una mayor red de significaciones. . .”e Se considera, 'ÿus pensó. En otras palabras, una
interpretación contextua-
pues, que todo locutor tiene una aptitud para “abrir el cam¬ li ada supone siempre que yo pueda volver a los hechos pa-
po” y para volver a cerrarlo apelando alternativamente a la i .i reconstruir lo que ocurrió. Una situación de interacción,

reserva de sentido de que él dispone o al sentido inmediato <ÿ' a Iquiera que sea ésta, se inscribe en
' una tensión prospec-
que se construye en la situación. n va retrospectiva, constitutiva de un sentido común que se
Una rutina es una actividad de tipificación formaliza¬ contenta con un “más o menos” pragmático porque está liga-
da que remite a una norma interpretativa en uso. La rutina ili> a una “ocurrencia” contextual. Una rutina interpretativa,
me permite sencillamente tener la experiencia de mi inter¬ como la del etcétera, se anticipa pues a una lógica recons-
locutor como un contemporáneo. Y esto es lo que se pierde i nnda que depuraría la situación de toda ambigüedad. El
más fácilmente desde el momento en que abandona uno el ne ntido de lo enunciado queda parcialmente registrado, con¬
dominio de una comunidad de lenguaje delimitada por sus finado y esto es lo que evita que la situación sufra efectos
trivialidades y sus relatos del día. La pérdida del sentido de de sobrecarga. Garfinkel intentó mostrar el callejón sin sa¬
lo trivial que experimenta aquel que abandona su país o que lida en que se encontraría la menor de las interacciones si
regresa a él después de una larga ausencia.7 En su definición ella tuviera que formular explícitamente la totalidad de los
primera, las rutinas son la meteorología dei vínculo social, propósitos que la alimentan. Si tuviéramos que fundamen¬
son micromateríales de expresión que constituyen un saber tar cada una de nuestras afirmaciones, pasar de lo pro¬
de las circunstancias en su estado de hecho y que ahorran el blemático a la aserción, daríamos, no vacilaciones, sino un
trabajo de definir situaciones en un espacio-tiempo común. nturdimiento.9 En suma, una rutina está en lugar de un con-
Son indicadores preciosos para el sociólogo cuando éste se
interroga sobre la permanencia del mundo y trata de esta¬ Por ejemplo GofTman dice: "Opino que en todo caso la sociedad es Jo
blecer una tabla de las categorías preindividuales de un sen¬ primero y que toda cuestión individual es lo segundo*.. Por supuesto, esto
tido común. n<> Jeja de tener implicaciones políticas y ae puede pensar que éstas son con-
IM-rvadoras... Lo tínico que puedo decir es simplemente que aquellos
El análisis de las rutinas hace del actor social, no ya un quieren luchar contra la alienación de las conciencias y hacer que la gente
que
individuo que sufre efectos de la sociedad, sino un sonámbu- perciba sus verdaderos intereses, ésos tienen mucho que hacer porque el
nucño contra el que luchan es muy profundo. Tampoco tengo aquí la inten¬
ción de contar una historia (a lullaby); simplemente deseo acercarme en
®
A. Cicourel, op. dt, pág. 45. puntas de pie y observar la manera en que duerme la gente* Frame Analy¬
7
Véase A. Schütz, "The Home-Comer", en On Phenomenology and So¬ sis, Harper Colophon, 1974, págs. 13-14*
cial Relations, Chicago University Press, 1970, págs. 294-308. H* Garfinkel, "Studies of the routine grounds of eveready activities"
en Studies in Ethnomethodology, Prentice Hall, 1974.

98
99
retrospectivas lo que constituye ta originalidad del
junto de anticipaciones disponibles o, para decirlo de otra c •mpo conceptual de la microsociología como saber de las
manera, el actor social es un sonámbulo enterado. i re imstancias.
Se dice que el espacio en que circulan esas moléculas
significativas cristalizadas es problemático. Pero no hay que
asociar a este término problemático lasconnotad on es que le
atribuye el discurso de verdad. Esas moléculas son juicios en
la medida en que se han adaptado a su función vehicu lar. Pe¬
ro se organizan en un estrato de comunicaciones en el que se
encuentran formas de repliegue de las interacciones sobre sí
mismas: metáfora, eufemismo, ironía, doble sentido. Esas
formas subrayan la riqueza de una situación en su singula¬
ridad, refuerzan la densidad dramática de ésta. En suma,
tienen un alcance problematizante. Este es también el pri¬
vilegio de la anécdota que puede circular en un espacio de
rutinas sin perturbarlo y sin dejar de exhibir sus virtuales
repliegues.
En uno de sus últimos textos, Gender Advertisement,
Goffman analiza las rutinas de comportamiento torn ando de
la etología el concepto de parada. Adaptaciones sociales bá¬
sicas o comportamientos emocionales formalizados, la refe¬
rencia a Darwin es clara. Pero esos sustitutos de expresiones
ready-made no son caracteres adquiridos o sedimentos de
evolución. Por una parte, dichos sustitutos sugieren una po¬
sible negociación con el interlocutor, lo cual quiere decir que
se sitúan en un espacio interactivo relativamente fluctuan-
te, en el que establecen una “alineación” del actor y, por otra
parte y en oposición a la problemática durkheimiana del ri¬
tual, no exigen que se suponga un consenso o un sistema de
creencias compartidas por el actor y el testigo, sino que sim¬
plemente piden la anticipación de un “despliegue de aconte¬
cimientos socialmente situados”.10 En suma, esas rutinas o
esas paradas son señales, rastros, y no síntomas; tienen
como soporte un sistema de anticipación antes que una me¬
moria específica. Es esta combinación de un vocabulario
desviado del darwinismo (adaptación, selección) y de un en¬
foque que atiende a empeños, a tensiones prospectivas o ten-

10 E. Goffman, Gender Advertisement, op. cit., pág. 1.

101
100
Si el malestar en la interacción no es solamente el in-
1 de una flotación coyuntura! y la suma superficial de un
i eximen de intercambios y de un código
de decoro, si, en otros
7 i ( i minos trasciende mucho una simple teoría de la etiqueta,
«i es más que el síntoma de una atención desmesurada, ob¬
sesiva, a las superficialidades galantes de la clase media,
Reserva «ÿlio se debe a que dicho malestar se refiere a la
dimensión
elemental del trabjo de la socialidad y de las civilidades so¬
bre sí mismas, es decir, trabajo por el cual las civilidades se
i « definen cotidianamente. Una civilidad puede
analizarse
“Es en el momento en que los normales y los estig- partiendo de su organización molar como un conjunto de
matizados llegan a encontrarse materialmente enunciaciones estructuralmente discernibles o partiendo de
en presencia los unos de los otros y sobre todo si MI elaboración por obra de agentes históricos en la larga du¬
se esfuerzan por sostener una conversación, ración de una sociedad dada. Una civilidad puede también
cuando tiene lugar una de las escenas primitivas reconstruirse partiendo del análisis de las disciplinas ela-
. de la sociología; pues muy a menudo en ese mo¬ t*oradas por cuerpos de especialistas. Pero también puede
mento las dos partes se ven obligadas a afrontar (sobre todo si se pretende construir una historia de! tiempo
directamente las causas y los efectos del estig¬ presente) ser extrapolada partiendo de fenómenos infinite¬
ma.”
Erving Goffman, Stigmates simales como la vacilación, la timidez o el tacto. Tarde fue el
primero en asignar esta tarea a la sociología. La vacilación,
El discurso interaccionista tiene un escenario privile¬ como “oposición social infinitesimal”, era a los ojos de Tarde
giado; la gran ciudad; tiene una situación tipo: la situación la realidad misma de lo social en estado naciente, el síntoma
de encuentro; y tiene su escena primitiva. Esta, contraria¬ de la civilidad, definida como el mundo “al salir de la fami¬
mente a la escena primitiva del psicoanálisis, presenta la lia". Por lo demás, Tarde no abrigaba ninguna duda sobre la
particularidad de que es no sólo recurrente sino enteramen¬ precariedad de ese mundo, puesto que su sociomorfismo ge¬
te ordinaria y superficial. De la escena del malestar en la neralizado, en el que la causalidad sólo aparecía con los ras¬
gos de la imitación, hacía entrar en juego las categorías de
interacción no se podría decir que obedezca a una lógica sim¬
bólica inconsciente, subjetiva o colectiva. Dicha escena es
preludio de todo intercambio social no lúdico y persiste. Gra¬
lo contingente y de lo posible, a la inversa de una axiomáti¬
ca utilitarista (económica o contractual).1 Asimismo, en
s
ba sobre la epidermis de lo social los caracteres de la tensión Gofñnan, la vacilación y el malestar, en ciertas situaciones
y de la precariedad. Si hemos de comparar esta persistencia sociales que él llama de “contacto mixto”, establecen de ma-
con la del malestar en la civilización, habría que decir que el ñera corriente y siempre singular la dimensión problemáti-
J-
estado de crisis que evoca el malestar en la interacción es ca de todo intercambio verba! o no verbal en público. 1- r
esencial y ocasional a la vez, que se debe menos al supues¬ No se trata de las “dificultades de comunicación en el ¡5
mundo moderno”, sino que se trata de la manera en que los £j 2
to trabajo de lo negativo que al trabajo de las circunstancias,
que no procede por ruptura de las regularidades sino que lo individuos y los entes colectivos negocian su identidad te- g «
hace por suspensión constante de éstas en el acto mismo de 3 i
los actores y, por fin, que tiene como reverso, no la barbarie, 1
Gabriel Tarde, Les Lois de limitation, 1895. Reeditado en las Edi- S¡
tions Ressouras, Ginebra, 1979. u
sino la desnudez. <c
o
tu

102 103 5
CQ
1

niendo en cuenta las coacciones que les impone una desnu¬ i t.i En cambio, la relación con el estigmatizado “implica un
dez imposible. Una civilidad es pues lo mínimo y lo esencial t ion l.o esfuerzo de indiferencia que a menudo va acompáña¬
que deben imponerse hombres que viven en sociedad para la por una tensión, por una incertidumbre, por una
escapar de la catástrofe que representaría verse reducidos a güedad, experimentada por todos los participantes y sobre
la condición de especie, En este sentido, la opacidad particu¬ lulo por el estigmatizado. La tensión que caracteriza la si¬
lar, que exhiben las sociabilidades urbanas en SimmeJ y en tuación de contácto mixto con el estigmatizado o el atípico co-
Park, sólo rompe muy relativamente con el régimen de i responde a un estrato de comportamientos situado más acá
transparencia de las sociedades de interconocimiento. Estas de las determinaciones de relación o de status, más acá del
últimas imponen a sus miembros (aunque verdad es que de dominio de la intersubjetividad. Hay que decir pues tresco-
manera menos masiva y crónica) una obligación de reserva •ins juntas: la tensión, la incertidumbre y la ambigüedad son
que es a las civilizaciones lo que la regla de la exogamia es características experimentadas por los actores, característi-
al parentesco. cns propias de una situación y constitutivas de un régiman
En este sentido, el malestar en la interacción es mucho de intercambiossociales. No son ni estados psicológicos pre¬
más radical que el malestar en la civilización. Está más acá vios ai intercambio ni son fallas de la socialidad; son por sí
de un plano de legitimidad y de organización y hasta másacá mismas una positividad social ; son tos indicadores deunaso-
del acto por el cual se entabla el drama del reconocimiento ci alidad precaria y por lo tanto son significativos como tales.
y de la alianza. La institución de lo social sólo es concebible Querer aislar estas características significa querer
en su relación de hecho con una posible catástrofe, aun cuan¬ lr;ii tajar en tos límites significati vos, en las fronteras de sen¬
do ésta resulte socialmente impensable y se presente a los tido de las civilidades emitiendo la hipótesis de que por obra
actores sólo como indeterminación negativa. Pero si la catás¬ de esas características se pondrá de manifiesto un principio
trofe representa un límite del sentido de las civilidades, la esencial del funcionamiento de un espacio público en las so¬
tensión es su corazón. Ya vimos que el paso a una proble¬ ciedades urbanas: el principio de reserva.
mática microsociológica del malestar en la interacción se Se sabe cuánto deben la microsociología interaccionis¬
realiza en virtud de un análisis de las formas de socialidad ta y la observación de las sociedades urbanas a Simmel y a
transitoria, formas específicas de las poblaciones que emi¬ sus análisis sobre e\ extranjero o sobre la gran metrópoli ur-
gran. El proceso de civilización no es, dice Park, un proceso
de reproducción de rasgos compartidos sino que es un proce¬
1
so de comunicación entre grupos humanos. Ese proceso se La regla de )a reciprocidad, tomada de Schulz, ea enunciada así por
desarrolló por obra de sucesivas catástrofes, en virtud de < courel: La idealización que hacen Jas miembros respecto de la intercom-
41

ipmbilidad de los puntos de vista permite al interlocutor y al oyente preau-


una serie de intrusiones y no en virtud de una evolución len¬ jxmer que cada uno {A lo supone de B y supone que B lo supone de él y vi¬
ta o por acumulación gradual de pequeñas variaciones. El ceversa) habría tenido la misma experiencia de la escena si hubieran ínter-
interaccionismo surgido de los trabajos de Simmel, Schütz y cambiado ñu lugar". Sobre la cláusula del etcétera, recordemos que lieru co¬
Mead es de esta manera un pensamiento de la “precariedad mo fu nción permitir que Tas cosas sean comprendidas u pesar de su ambi¬
ir de lo social”. El interaccionismo puede organizarse alrede¬ güedad o imprecisión, así como tratar los casos particulares como suficien¬
temente pertinentes y significativos para poder identificar loselemento» d< 1
dor de esta fórmula de Goffman: “El problema está en saber ta descripción como apropiados1*. Estas dos reglas, dice Cicou reí, hacen po-
manipular la tensión que engendran las relaciones socia¬ s¡ ble u na acción concertada, *un recuerdo", ai n que ello suponga u n censen - i

les. ” La sociología del estigma nos hace palpar con el dedo un so. En otros términos, el malestar está di rectamente relacionado con el sen¬ ¡
estado de la socialidad en el que las reglas de la reciprocidad
de las perspectivas y del etcétera no están todavía admiti-
— —
timiento de imposibilidad o con la suspensión de la sociabilidad lúdíca
tal como la analizaba Simmeh El estigmatizado es aquel con el cual uno
nunca sabe cómo obrar.

104 105
baña. El principio de reserva quiere que un actor sea tanto ilnl campo de la sociología como lo quería el conductismo de
más sociable por cuanto mantiene con sus interlocutores Watson, ese descubrimiento restituía una dimensión inde-
una distancia crítica y conserva la posibilidad de actuar des- i rr minada de “por lo demás", indispensable para explicar el
de un plano de fondo; relaciones de bastidores, como diría i< i ¿jode las interacciones entre sí. “Disociación del yo" pura-
Goflmam Ese principio fue primero aislado partiendo de las i unite metodológica en un primer momento que no remite,
mi el caso de la microsociología, a ninguna realidad ontoló-
formas de sociabilidad de la corte,3 luego en las civilidades
ordinarias de las sociedades urbanas. Más precisamente, *;ira El campo del análisis de las situaciones veda toda con-
fue menester que la ciudad hiciera crecer cierto número de ni deración que, partiendo del conflicto entre el ser y el pa¬


comportamientos y en este sentido se debería definir la ur-
banización como un proceso cualitativo, como difusión y ex¬
recer o entre la esencia y su manifestación, restablezca un
Imito sustancial entre el comportamiento observable y la

pansión de la urbanidad para que los ritos formales de la
corte fueran considerados, no como simples vestigios, sino
personalidad oculta. El objeto propio de la microsociología
üiteraceionista es antes bien la membrana de modalidad, la
como otras tantas formas de civilidad, es decir, regulaciones epidermis de lo social, en la cual se observan las oscilaciones
de comportamientos en publico. En este sentido las grandes de lo público y de lo privado, de lo dicho y del “se dice". Lo que
metrópolis fueron verdaderos “laboratorios” de la sociología i'stá en juego en la interacción debe leerse sobre esa mem¬
interaccionista así como la burocracia fue el laboratorio de brana, en la frontera que separa los bastidores y el esce¬
una sociología de las organizaciones.4 La moderación, la dis¬ nario,
creción, el tacto se convertían en las condiciones de la posi- La filosofía de Emmanuel Lévinas nos ha enseñado a
blidad de interacción y no eran coacciones que le estuvieran concebir la relación con el otro a través de la irrupción del
impuestas desde afuera. No sólo el tacto y la discreción po¬ rostro, que es a la vez presencia absoluta y alten dad radical.
dían abandonar el dominio limitado de los códigos de 5as for¬ En Simmel y Goffman, la experiencia déla alteridad es mu¬
mas decorosas y de la etiqueta, sino que hasta formas de cho más fugitiva. La experiencia de la cara (la manera de
comportamiento consideradas como sintomáticas de un de¬ preservar la cara, de salvar las apariencias) es una experien¬
fecto de socialidad (la indiferencia, la tendencia a evitar en¬ cia fronteriza la cual muestra que la duplicidad subjetiva no
cuentros) podían encontrar una positividad sociológica y a es más que una consecuencia del drama de la interacción, es
reconciliar así al investigador con la vida de las grandes me¬ decir, de la interacción en la medida en que se la dramatiza.
trópolis, en las que hasta entonces no podía sino perderse, ya “Habitualmente, dice Goffman, preservar las apariencias es
en la “aventura”, ya en !a muchedumbre. Este descubri¬ una condición de la interacción y no un fin . Pero los fines, que
miento de la moderación en la interacción, esta intuición son, por ejemplo, expresar sus opiniones, despreciar a los de¬
según la cual se pueden describir las relaciones sociales más o resolver problemas y cumplir tareas, generalmente se
atendiendo a la distancia tuvo una doble consecuencia en la persiguen de una manera tal que no contradiga esta preser¬
constitución de un análisis de los comportamientos en públi¬ vación. Estudiar los medios de salvar la cara (salvar las apa¬
co; sin dejar de confirmar la expulsión de las motivaciones riencias) significa estudiarlas reglas de circulación de las in¬
teracciones sociales. Esto permite conocer el código que el in¬
J* Habermas, L’Espace Public" Archéologie de la Publicitét Payot,
dividuo respeta cada vez que éste se cruza en el camino de
1978. Norbert Elias, La Dynamique de rOcctdenl 1969 y La. duilizatioTi des los demás o en sus proyectos, pero esto no nos enseña adán-
Moeurs, Calmarm-Lÿvy, 1975. O. Simrnel, do la Sociability de va ni por qué desea ir allí9.5 Si no queda detenido uno por i
URBI FU, 1980. E. GofTman, Gender Advertisement, Harper 1979; G.
Tarde, et la Fouk, Alean, 1901. s E. Gofíman, Les rites d’ÍTttemctiQnt pAg* 15,
Jean Rémy, La ville et Vurbanisation, Duculot, 1974,

iut¡
107
Y es en el seno mismo de esta experiencia donde el principio
la diferencia de vocabulario, bien puede ver que lo que des¬ le reserva puede tomarse en serio. Es en la superficialidad
cribe Goffman es una experiencia del mismo orden que la más fútil donde se revela su función fundadora. Bien se ve
irrupción del rostro tal como la concibe Lévinas.6 Preservar entonces por qué es necesario arrebatar la lectura del inte-
la cara (salvar ¡as apariencias) no es una cuestión de estra¬ i u cionismo al positivismo que a veces sugiere el vocabula-
tegia psicológica. Toda presentación de sí mismo implica i i o del interaccionismo, por qué detrás de la cuestión de los
una sacralización de lo ordinario, un postulado de sociali¬ í ndigos de sociabilidad hay que interpretar la cuestión del

dad. Aun cuando se describa la interacción atendiendo a ne¬ Mentido de la socialidad y por qué, inversamente, hay que
gociaciones, esto no significa que cada sujeto reivindique pa¬ itormanecer largamente en esas capas superficiales de la
ra sí o para su apariencia un derecho a la diferencia. Decir socialidad para que sea posible esa separación. Sin la sacra-
que preservar la cara es una condición de la interacción sig¬ li/.ación de lo ordinario que permite la microsociología, lo
nifica agregar también que la interacción exige que uno ordinario no es más que un juego formal, sin cuerpo, en el
“proteja la cara de los demás”7 (véase el capítulo 8), es con¬ cual se enfrentan estrategos armados de pies a cabeza para
cebir pues la interacción como afirmación de socialidad. Los I ibrar una guerra de las estructuras e, inversamente, sin esa
ritos de interacción son sólo variaciones dramáticas, dife¬ minucia de la mirada, es el sentido mismo de una afirmación
rentes argumentos de este postulado de socialidad en el ni¬ de socialidad lo que se pierde en la leyenda de los siglos o eri
vel más infinitesimal. Y lo que permanece intacto, inviolable un pensamiento de la inmaculada concepción.
en esos ritos es la pregunta “¿Por qué desea él ir allí?" Hay El principio de reserva enuncia algo muy sencillo: un
aquí una inversión capital del principio de inocencia como acto social, cualquiera que sea éste, verbal o no verbal, no es
ideal de la relación con el otro, puesto que si el otro se supo¬ la proyección o la expresión de una sustancia individual o co¬
ne siempre extraño a lo que se produce en el encuentro, ello lectiva, tampoco es la realización singular de un código ex¬
se debe precisamente a la cualidad de irrupción de tal en¬ terior, sino que es una manera de tomar posiciones en una
cuentro. El principio de reserva es, pues, completamente membrana, de desplazarse en una frontera. Lo que define el
diferente del núcleo de un “código de honor”. Desde luego, interior y el exterior es la membrana, la línea de la fronte¬
desde el momento en que abandonamos el estricto plano de ra, y no lo inverso. La reserva no es pues una manera de
la interacción, desde el momento en que lo que está en jue¬ experimentar el límite, sino que es una manera de fundar¬
go es relacional o histórico, nos vemos obligados a tener en lo. Cualesquiera que sean los pactos y las buenas formas, la
cuenta estrategias identitarias (de privatización, de reme¬ socialidad, en la medida en que es vivida, no es más que el
moración o de conmemoración) que nos hacen salir de esta con junto de las experiencias en virtud de las cuales un actor
microsociología del surgimiento. Pero la experiencía pura de se encuentra indeciso acerca de los límites respectivos del sí
la sociabilidad en la que reflexiona Simmel o la forma de con¬ mismo y de lo otro, de lo que se hace y de lo que no se hace.
tacto “circunstanciado” que estudia Goffman están más acá Esta serie de experiencias define la socialidad en acto. La so¬
de una problemática de la identidad en la relación. Se trata cialidad no es independiente de los códigos y de los territo¬
de formas dramáticas (la conversación, la coquetería, el en¬ rios ya constituidos sino que los redefine constantemente.
cuentro en público) de la experiencia social más originaria, El principio de reserva hace que las raíces, las “profun¬
del advenimiento de lo social más que del evento en lo social. didades” de la subjetividad, deban ser ignoradas. El radi¬
calismo está contenido (“la vitalidad está contenida”, dice
Simmel). Pero bien se ve la importancia del debate sobre el I
Humanisme de VAutre Homme, Fata Morgana, 1972, págs. 46 y si¬
guientes. sentido de la reserva al cual nos invitan Simmel y Goffman.
7
E. Gofíman, ihtcL, pág, 17,
109
108
Ciertamente se trata de algo muy diferente ae Ja oposición
de lo superficial y de lo profundo. Si la reserva instituye un
desconocimiento, un olvido, la cuestión está en saber si és¬ Helo hay tensiones que obligan al actor, poruña parte, a per¬
il umecer en la frontera y, por otra parte, a asumir sus pro-
te es del orden del rechazo (“no quiero saberlo") o de una sus¬
pensión ética, de una atención al sentido (“tal vez”). ¿Qué sé inns acciones, a romper el hielo. El principio de reserva no es
i ut principio de repliege o de retirada, puesto que, por el con-
de un rostro que irrumpe en el campo de mi mirada?, se pre¬
1 1 ario, se supone que el actor debe presentarse. Pero éste no
gunta Lévinas. ¿Cómo podría reducir yo la invasión de la
puede hacerlo sino desesperando de toda determinación en
alterídad a un reconocimiento? La cuestión de Goffman es
semejante: un actor se ajusta aparentemente a un código. ultima instancia. El “tal vez” en toda su indeterminación es
Percibo en su comportamiento una forma inden tificable de P incisamente lo que lo determina a obrar, a superar esta
la presentación de sí mismo. Pero, ¿qué sé, en el instante apertura del tiempo que el actor vive en el instante prácti¬
co, Esa apertura nada tiene que ver con la incertidumbre,
práctico del encuentro, de sus “caminos” y de sus “proyec¬
tos”? ¿Qué puedo deducir respecto de su actuación? Una con la falta de certezas, con la ausencia de sentido, puesto
que por el contrario se trata de un exceso de sentido, de una


actuación es siempre una singularidad insuperable. Cierta¬

mente es también en el sentido real una manera de sal-
,var el prestigio o la cara ante la mirada de otro (Sartre).
Pero, dice Goffman, esta manera de “salvar la cara ni siquie¬
insospechable riqueza de sentido. Si el actor se instala en el
instante siguiente, habrá dado un paso, habrá consolidado
su actuación. Una actuación de esta índole no es una fuga
hacia adelante, es lo que Dupréel habría llamado una
ra nos entera de por qué el actor está dispuesto a seguir ese
determinado código, pues igualmente puede estar incitado de sucesión.9 La aplicación de este concepto en el
lidación
por un gran número de diferentes motivos. Es posible que campo de las ciencias sociales permitiría subrayar el aspec¬
quiera salvar su prestigio porque sentimentalmente tiene to retrospectivo de una estabilización cuando se trata de una
apego por la imagen de sí mismo o bien a causa del poder que trayectoria de vida, por ejemplo, y sobre todo sería adecua¬
su presunta posición social le permite ejercer sobre los de¬ do a la realidad de la interacción puesto que implica esa cláu¬
más participantes o también por orgullo o por honor, etc. Si sula de reserva y puesto que culmina en lo que podría llamar
trata de salvar el prestigio de otros, es posible que ello se de¬ una ética del empeño o compromiso problemático. “La vida”,
ba a la adhesión que siente por cierta imagen de ellos, por dice Bachelard comentando a Dupréel, “no fue desde un nú¬
sentimiento de la necesidad moral de dispensar tal protec¬ cleo primitivo hacia una expansión indefinida. La vida pare-
ción o por temor a la hostilidad de los otros, si éstos llegaron i ce ser el resultado de un progreso desde lo exterior hacia lo
a perder su prestigio. Y hasta también es posible que sien¬ interior, desde un estado de dispersión hacia un estado final
ta que los demás suponen que él forma parte de aquellas de continuidad. La vida nunca fiie como un comienzo del que
personas capaces de simpatía y de compasión, de mañera resulta una continuación, sino que fue desde el principio
como un marco que se llena o como un orden que cobró con¬
s
que para salvar su propia cara se siente obligado a atender
a las líneas de acción de los otros participantes”.* sistencia en virtud, si nos atrevemos a decirlo así, de una <
u_
especie de trufado progresivo. La vida es ciertamente creci¬
Tal vez se vea en este juego de espejos de la interacción
una simple identificación imaginaria. De todas maneras, lo miento, pero los crecimientos de extensión, como los tejidos <
que crecen o como los individuos que proliferan, son sólo ca¬
cierto es que en ese movimiento pendular inaugurado por la
psicología de Mead, no hay resultado, no hay tierra firme. sos particulares; lo que !a vida es esencialmente es un cre¬
5
?
o
tu

cimiento por densidad, un progreso intensivo’'... “Tomado
5
8
Ibtd., pág. 15.
o
Ét
y
E. Dupréel, Théoñede la consolidation, Bniselaa. 1931 * citado por G. <
Bachelard, Dinlectique de la durée., PJJ.F , 1980, págs. 79 y niÿuientcs.
lio <
o
111 UJ
O
00
<

asi en su aspecto analítico”, prosigue diciendo Bachelard,


Mun ritmo temporal no tendrá, pues, derecho en primera ins 7
C
tanda al calificativo de continuo; o, en todo caso, para que tu f
continuidad de un ritmo temporal sea bien fiel, bien real, 8
bien segura, será necesario que los intervalos estén conve¬
nientemente dispuestos. Sin esa disposición interna, la for i
ma no resistirá y desaparecerá como un esbozo fallido”,
Por fin, al comparar la teoría de Dupréel con la de Cour¬ Doble lenguaje
not, Bachelar concluye: “El rayo de luz aportado por la teoría
de Dupréel consiste en hacer comprender que el problema
corresponde ya a cualquier cadena causal considerada ais¬
ladamente**. Lo fortuito no es un parásito de la causalidad; En cuanto a lo esencial, la primera antropología urba¬
con pleno derecho está dentro de la contextura misma de lo na fue el estudio de las formas elementales de la vida sub¬
real”.10 terránea. Sus primeros milagros eran los de los barrios
Lo que Dupréel llama la consolidación por sucesión o bajos. En Francia, donde el retomo de los antropólogos al he¬
progreso intensivo es la base misma de una teoría de las si¬ xágono, a fines de la década de I960, fue contemporáneo de
tuaciones de interacción que debe tener en cuenta las discon una crisis de la disciplina misma, perdura la desconfianza
tinuidades de una situación respecto de otra. En la memoria respecto de lo que se manifestaba como el dominio de predi¬
de un actor hay que introducir una facultad de olvido o, me lección de una antropología fustigada, que había quedado
jor dicho, playas de olvido que son intervalos de consistencia.
agotada por el fin de los primitivos y que estaba en busca de
Esos intervalos son, para parafrasear a Bachelard, una un laboratorio de sustitución. Hay que reconocer que los an¬
dimensión esencial de la disposición de la memoria, sin la tropólogos norteamericanos tuvieron más suerte: lo que
cual ésta correría el riesgo de desaparecer “como un esbozo para nosotros parecía un exotismo repatriado es en ellos un
fallido” elemento de la memoria de su disciplina. Forma parte inten-
El principio de reserva como principio compromiso grante del patrimonio de la ciudad norteamericana, de la
de vitalidad contenida” (Simmel) es a la vez la causa y la con- ciudad laboratorio. En los barrios bajos, en la ciudad subte¬
secuencia de este crecimiento que se da en secuencias y que rránea, en ese espacio místico en efque e! centro se convier¬
caracteriza la consistencia de una trayectoria de vida. La vi¬ te en el lugar por excelencia de la excentricidad y, al mismo
talidad de las formas sociales frente a las cuales se ve un tiempo, se disimula (underground), hay ciertamente una
actor en su presente, así como aquellas que constituyen su sociedad primitiva que es empero también el antro de la pro¬
pasado, obedece a lo que Dupréel habría llamado un creci¬ ducción urbana; dicha sociedad primitiva se organiza alre¬
miento “por interacción” y este crecimiento implica, en el dedor de cuatro tipos por lo menos: el emigrante y el cosmo¬
plano subjetivo, un compromiso proble mátieo.
polita que ya hemos encontrado, pero también el timador y
el sacerdote. (No vale la pena buscar al antropólogo porque
ya está incluido.) Pero si vemos bien de qué manera el emi¬
grante y el cosmopolita producen urbanidad, ¿qué papeles
*
desempeñan el fullero y el sacerdote? ¿Cómo hay que com¬ J
prender esta fascinación por la marginalidad antes que por
10
G. Bachelard, ibíd., pégs. 83-87. el enclave, por el gran tramposo, por el hombre marginal

112
113
L
[
Esas crisis de negatividad se han hecho insoportables, no só¬


(Park), analizador de nuestras civilidades? En cuanto al sa¬
cerdote, ciertamente está presente sí, a menudo es el an¬

tropólogo , es el experto en “pequeñas veneraciones” que
transformará la menor brizna de paja en tabla de salvación.
lo porque son caprichosas y veleidosas sino también porque
son incoherentes: ya no responden a nada.
Seria menester poder describir con gran intensidad la
destreza del que no es tonto, del que no es primo, del que se
r ?I

Todos los interlocutores en ese mundo de los barrios bajos pone a cubierto, de aquel que “ya no cree en nada”. En rea¬ W* 1

son gentes “a las que no se las engaña”. No son tontos o son lidad y en el espacio público, no es más que la imagen inver¬ *,i:
primos que aceptan serlo porque todo el mundo lo es. tida del fullero entregado a turbios manejos, pues despliega 5
El reinado de los manejos turbios y de la supervivencia la misma competenecia pragmática. Está sometido a las
elimina toda creencia pero surge en su lugar una multitud mismas pulsaciones de lo social: socialización-desocializa-
de pequeñas supersticiones, creencias fragmentadas, aven¬ ción, empeño-desempeño, tensiones y convicciones y luego,
turadas, especie de desafio lanzado a la ingenuidad de las gestos tomados en préstamo, expresiones ready-made. Lo
costumbres dominantes. Desde esos barrios bajos el sacer¬ que hay que decir es esto: el no primo no es más que una ca¬
dote antropólogo nos hace llegar este mensaje: ra de la organización bilingüe en un espacio público. Si éstos
Los que no son tontos, lo que se ponen a cubierto, nos que no son primos nos fastidian e irritan tanto, ello se debe
fastidian. Quieren ser desdeñosos de las rutinas y se las asi¬ a que su pretensión a la autonomía de juicio los encierra en
milan con una secreta avidez, las desacralizan de manera un monólogo. Son incapaces de admitir la estructura de diá¬
obsesiva, pasan sin transición desde el ágape de la comu¬ logo que tiene lo social, es decir, su ironía fundamental, el
nión, del inmenso engaño de la cena al piscolabis de todo mo¬ sentido de las peripecias. Esos hombres no tienen réplica’al-
mento, ¿Por qué no? Pero ¿por qué se ingenian para hacer guna.
destrozo a su paso? ¿Por qué su universo es tan pobre? ¿Por ¿Qué les ha ocurrido exactamente? No basta con decir
qué sólo conoce dos polos: la santidad y la barbarie? Una ru¬ que lo que les ocurió es haber perdido. En realidad, no han
tina es una improvisación y es también una pausa. Hay mi¬ perdido gran cosa. Su gusto por el exceso era mesurado y su¬
les de rutinas y está bien que esto sea así. Tantas ocasiones, pieron reaccionar bien. Pero hay algo más grave: perdieron
otros tantos intermediarios. el gusto por el juego porque un día llegaron a darse cuenta
Los que no son primos nos atacan. Quieren ser directos, que no eran más que primos incautos.
francos y contundentes "Para ellos las ambigüedades son Tal es el mensaje que el sacerdote antropólogo Goff-
trampas y la precariedad es una debilidad de la conciencia man hace llegar desde los barrios bajos a comienzos de la dé¬
de uno mismo. No se embarazan por nada. Se proponen pur¬ cada de 1950. Muy precisamente desde el templo de la esta¬
gar al mundo de todas sus vacilaciones. Entonces pretenden fa y del rimo, Las Vegas. “Calmar al primo” ("Cooling the
deslumbrarnos con su identidad, con la verdad de su deseo mark out") no tiene la pretensión Asiles; es tal vez la verda¬
que se obstinan en querer cal lar en los repliegues de una filo¬ dera digresión en la obra de Gofíman. El artículo lleva el
sofía de la sospecha. “Puntos de anclaje simbólico”. Se atie¬ siguiente subtítulo: Algunas formas de adaptación al fra¬
nen a ellos como a sus primeras bodas. caso”. Sin embargo en este texto nada hay que evoque de
Los que no son primos están en el candelero, en prime¬ cerra o de lejos la fascinación por el Se trata de adap¬
ra fila. Están decididos a salir del retrete, U0ut of the closets39 tación al engañoÿ tanto al que está orquestado por un mani¬
¡Basta de reserva en nombre de la crítica crítica! El devora- pulador, como aquel del que somos víctimas en un mal giro
dor de hombres les infunde pánico y les hace perder toda su de un proyecto o de una carrera. í postura de Goffman pue¬
sangre fría. Su cruzada es la de los hombres desnudos. Cru¬ de resumirse de dos maneras: en lenguaje interacción!sta, se
zada del impudor. Que los vivos ladren, los cadáveres pasan.

115
114
trata de saber cuáles son en nuestras sociedades las relacio- consigo misma, en las que pierde su prestigio a causa de sus
nes que hay entre los empeños en una situación y el self (el propias maquinaciones. Entonces se ve acechada por la
sí mismo) que se empeña en ella; en otras palabras, cuáles
son las formas de la distancia respecto del papel y qué con¬ autodenigración que es la sanción del pecado origina) cardi¬
secuencias debemos sacar sobre el estado de nuestras con¬ nal: tomarse por otro. La víctima se siente comprometida a
vicciones y de nuestras sinceridades*1 sus propios ojos. También ella debe ser “calmada”. No se
Pero podríamos decir todo esto de otra manera porque trata en modo alguno de encubrir una derrota, sino que se
también Goffman trata de responder a una pregunta más trata de encontrar una línea de fuga, una salida (cooling
out). El mundo de los barrios bajos nos da pues la verdad
simple y más grave: ¿Por qué es tan importante, en este
mundo de apariencias concertadas, salvar el prestigio del ética del juego: no salvar a propia cara, sino salvar la cara
otro? El protocolo de la experiencia parece a primera vista del otro.
técnicamente muy ‘primitivo”: el primo es alguien que ha si¬ La función social de esta técnica consiste, por lo tanto,
do víctima de una explotación premeditada, de una turbia en legitimar las racionalizaciones espontáneas de la víctima
maquinación. Comenzó a jugar con toda confianza y ganó a pesar del mentís que acaban de darle los hechos. Esta fun¬
una vez o dos; luego, un “accidente11, un “error11, un momen¬ ción apunta a mantener el mayor tiempo posible la ficción
to de “mala suerte” lo hicieron perder precisamente en el ética de un mundo social capaz de autorregularse él mismo
momento en que su postura es más alta. Esta metáfora del sin referencia a los aparatos jurídicos o represivos (denun¬
juego está sin duda en la base de cierto número de casos clᬠcia, iniciación de un juicio) y sin ruptura mayor (venganza,
sicos en el dominio de las historias de vida o de las historias violencias reparadoras, etc.). Trátase pues de una función
de trayectorias. Pero aquí la metáfora alimenta un análisis social esencial, puesto que salva el vínculo social en lugar de
de las relaciones que se instauran entre el fullero y su vícti¬ defender el honor de la víctima*
ma. La víctima no siempre está dispuesta a soportar un En cuanto al contenido de esta función es claro: facili¬
fracaso. Puede ir a quejarse, hacer intervenir aun tercero. tar la liberación del compromiso en virtud de una especie de
terapia social espontánea. Calmar al primo significa, en su¬
Ahora bien, es entonces cuando el fullero despliega todo su
talento, cuando se pone realmente a trabajar y manifestar ma, aplicar un remedio de abuela, la poción mágica de la civi¬
así todo su respeto por un principio de autorregulación de lo lidad. Todo consiste en volver a dar consistencia a una serie
social El arte de las fachadas cobra entonces todo su senti¬ de líneas de fuga que súbitamente se habían desvanecido.
do. Por un lado, se trata de una destreza, de una habilidad Poco importa quién asegura este trabajo de redefinición de
que consiste en redefinir las situaciones; en este caso jConsis- la situación: la liberación del compromiso consiste en todo
te en hacer que la víctima acepte lo inaceptable y digiera su caso en reconsiderar la situación actual definiéndola desde
contrariedad con filosofía* Pero Goffman juega diabólica¬ otro punto de vista. Es decir, esto implica un desplazamien¬
mente con esta ambigüedad: si bien las situaciones del jue¬ to en el repertorio de papeles que es la condición sine qua non
para que la situación no se deteriore seriamente. El riesgo
go que ilustran esta función de autorregulación de lo social
son claramente manipulaciones dignas del más pequeño ge¬ es, otra vez más, el riesgo que corren tanto el actor como la
nio astuto de los arrabales, Goffman extiende su análisis a situación misma. Lo que “se rompe” repercute entonces tan¬
situaciones en las que la víctima no puede tomárselas smo to en los personajes como en el intervalo que los separa. Las
estrategias de reparación utilizadas para salir de este mal
1 Psychiatry; vol. 15, 1952, págs. 451-463, El artículo fue reproducido
paso son curiosamente las mismas que anticipan a veces
en la excelente colección de Lewis Coser, The Pleasures of Sociology, I960* preventivamente los fulleros y sus presuntas víctimas. Tie¬
págs, 98-119. nen la misma lógica que los “movimientos exploratorios”que

116
117
1
estudia A. Cohen en los jóvenes delincuentes.2 Consisten to¬
das ellas en convencer al público de que el compromiso en la “principio” de puesta en escena que exige a los actores que
situación era sólo parcial. Responsabilidad limitada, res- mantengan la cabeza tiesa. Principio sociosanitario que
ponsabilidad compartida en el sentido bien preciso de este quiere, dice Goffman, que aquellos que están desgarrados o
término, responsabilidad vacilante que se expresa en “estoy hechos jirones puedan mantenerse de pie y ser conservados
y no estoy, creo y no creo”. Estrategia de poner tabiques; es¬ (package up). Manifiestamente esta tarea es considerable.
trategia que dice “no juego todas mis cartas” Estrategia de Pero cómo explicar entonces que consista precisamente en
la discreción y del secreto; mi compromiso no es público. Es¬ suponer y en promover (se trata de una verdadera operación
trategia de jugar a dos bandas: juego a par y juego a impar, de promoción) “cierta elasticidad y cierto entabicamiento en
así no corro riesgos. Estrategia de la broma: bien se sabe que la organización de las actividades de una misma persona”.3
todo era una broma. Todas estas estrategias son estrategias La cabeza tiesa y la desmultiplicación de los papeles: double
de falta de compromiso. bind. Las exhortaciones sociales son todas paradójicas. Ello
“Calmar al primo” es, pues, poner en escena la relación se debe a que la defensa del self está vinculada con la perma¬
del sí-mismo (self) con la situación apelando a su estructu¬ nencia del mundo: es menester que el espectáculo continúe.
ra de diálogo, subrayando la permeabilidad de la membra¬ Sólo por esta circunstancia el primo puede decirse que
na y subrayando la parte de indeterminación implícita en el no ha sufrido más que una muerte a medias, puede consul¬
compromiso. Y defender el self es defender una simple ins¬ tar su repertorio y volver a recomenzar con buen pie y a las
tancia de reflexibilidad de lo social, su imagen de marca. Es mil maravillas a mantener su sociabilidad.4
una práctica para salvar la social idad sin sujeto o de sujeto
indefinido. 3 E. GofTman, Les Riten d’Interaction, pága. 13-15.
El self no es una sustancia porque entonces la pérdida 4
Véanse sobre este tema las página» de R. Musil tituladas: "Un hom¬
de uno de sus atributos seria insoportable psicológicamente bre sin cualidades se compone de cualidades sin hombre". “Se puede tener
y desdeñable socialmente. Ahora bien, es evidente que noso¬ respecto de las cosas que nos ocurren o que hacemos una actitud más o me*
tros logramos soportar lo insoportable y aun cuando esta¬ nos personal o más o menos general. Uno puede sentir un golpe no sólo co¬
mo un sufrimiento sino también como una afrenta* lo que lo agrava hasta
mos muertos, nuestros vecinos, que están socialmente en hacerlo insoportable; uno puede también asimilar ese golpe deportivamen¬
actividad, velan por nosotros. Los vivos mismos aprovechan te; es raro entonces que ni siquiera se lo advierta. ¿Qué ha ocurrido en es¬
del respeto por los muertos y parecen beneficiarse con un te Begundo caso si no es el hecho de que uno integró el golpe dentro de cier¬ 5
to contexto, el del combate, gracias al cual la naturaleza de dicho golpe »e
reveló función de la tarea que uno debía cumplir? Y ese fenómeno (a saber,
“Las reacciones* provocadas por los hechos y gestos de un actor son el de que un hecho sólo obtiene su significación y hasta BU contenido del lu¬ <
u-
otras tantas indicaciones del sentido en que las cosas pueden evolucionar, gar que ocupa en una cadena de acciones consecuentes) se produce justa¬
Es menester que esas indicaciones puedan lograr el acuerdo de mi interlo¬ mente en aquel que no considera el hecho como un hecho puramente perso¬ <
cutor, pero que contintien siendo compatibles con su desacuerdo. Y si el ges¬
to de exploración corresponde a tensiones que comparte el resto de la ban¬
nal, sino como un desafío a su potencia intelectual. Ese hombre, también él,
sentiré entonces más débilmente lo que hace... Antes se tenia conciencia
5
K-
O
o;
da, marcará el punto de partida de un proceso de exploración mutua y de la más aguda que hoy de ser una persona... En nuestros días en cambio, el cen¬
elaboración conjunta de una solución origina]. Todo movimiento explorato¬ tro de gravedad de la responsabilidad ya no está en el hombre, sino que es¬
rio de mi parte funciona como una indicación para el otro, e inversamente, tá en las relaciones de las cosas entre sí. ¿No se ha observado acaso que las O
x
Basta una observación superficial y sin consecuencia, una observación he¬ experiencias vividas se han separado del hombre?,,, ¿Quién se atrevería a <
cha a la ligera y de paso: muevo apenas la cabeza, muy rápidamente y dis¬ pretender hoy que su cólera es realmente la suya* cuando tanta gente se po¬
puesto a interrumpir mi movimiento a menos que el otro, a su
vez* en sig¬ ne a hablar de ella y a hacerlo mejor que él mismo? Se ha constituido un S
no de aprobación, haga lo mismo", A. Cohen, Delinquent Boys. 1955, cita¬ mundo decualidades sin hombre, sin experiencias vividas, sin que nadie las <
do por U. Hannerz, op. ci'f.,*pág. 352. La mayor parte de los hombres comienzan a considerar ingenua la O
viva a a
uu
idea de que lo esencial en una experiencia es tenerla uno mismo y, en un ac* o
118 en
T
119
Inventario de ios recursos. El maravilloso espectáculo determina este o aquel papel en un sistema de posiciones.
de lo diverso y de la riqueza de nuestros repertorios. Un pa¬ Primero debemos captar su despliegue aguas abajo, en una
pel puede estar referido a su causa formal —la diversidad de serie de eventos sociales”,6
las circunstancias, el hecho de que la vida social está hecha En suma, hay dos versiones (estructural o existencial)
sólo de situaciones— y a su causa final como empeño o com¬ del malestar en la interacción o del compromiso problemá¬
promiso problemático. Un papel puede inscribirse en una tico. En la versión estructural, lo que permanece en la incer-
lógica de las microestructuras, en una tipología de los con¬ tidumbre es la cuestión de la integración de las situaciones.
textos o en una lógica existencial de los modos de presencia En la versión existencial, es la cuestión de la integridad in¬
en la situación, en una etnometodología o en un análisis dra- dividual. Hannerz aborda esta cuestión atendiendo aúna al¬
matúrgico* ternativa moral y con referencia a la obra de Goffman: ¿de
Este balanceo no es del todo equilibrado sí se admite el qué manera calificar la sociología de la presentación de sí
postulado de la permanencia del mundo, de su estar allí mismo?, ¿cómo una sociología de la sinceridad, opuesta ella
antes de toda posición. Si hay que aceptar que el teatro de misma a tas filosofías de la transparencia y de la autentici¬
nuestra vida cotidiana es un teatro de lo absurdo, esto no sig¬ dad?, ¿o como una sociología del engaño y del simulacro?
nifica sino una sola cosa: el papel es virtual mente posible, A decir verdad, la obra de Gofifrnan está en los antípo¬
pero está en busca de actor. Esta es la cuestión que se plan¬ das de estos últimos sustitutos del pensamiento de protesta
tea Bateson y que retoma Gofíman:5 cuál es la parte de se¬ que reducen al campo de la simulación generalizada, un
riedad que asignamos a nuestras experiencias. Un papel, campo en que la ley del corazón cae en un delirio paranoico
por ordinario que sea, es una especie de vehículo que va y vie¬ haciendo de un mundo, en el que desapareció toda relación
ne y que es capaz de explorar un campo de prácticas a la vez con lo verdadero, el campo cerrado de relaciones de fuerzas
en sus condiciones estructurales de producción (elementos o de estrategias de manipulación o de seducción* Hay que te¬
discriminantes del papel relacionados con el sexo, la edad, el ner en cuenta dos principos para no atribuir a la obra de
pertenecer a un grupo o el pertenecer a una clase) y en sus Goffman las aporías de un pensamiento de la autenticidad
condiciones de accesibilidad situacional. Desde este punto perdida:1) todo espectáculo no es una superchería. “Hay cir¬
de vista un papel sólo tiene una visibilidad relativa según las cunstancias en las que uno está consciente de que se ofrece
regiones de significación a las que pertenece y según los efec¬ en espectáculo y de que lo hace con toda sinceridad,7 En efec¬
tos de marco que sufre. Luego veremos que estos efectos de to, si la antropología de la presentación de sí mismo es una
marco confirman el territorio simbólico en el que el papel se antropología pragmática debe suponerse en todo actor una
despliega y deciden sobre su realidad específica, sobre el es¬ voluntad “hábil” para llegar a sus fines en sus negociaciones
tilo cognítivo que le es propio* con sus semejantes. El postulado del pensamiento pragmá¬
Si la vida social está hecha de situaciones y de interac¬ tico supone que todos los actores quieren igualmente entrar
ciones debemos pues poner entre paréntesis todo a priori en el juego. Por consiguiente, 2) una escena de la vida coti¬
sobre lo que “aguas arriba, en la estructura social o en el sis¬ diana no es la confrontación de un actor y de un publico
tema de creencias compartidas por el actor y el testigo, pasivo. Trátase aquí de un postulado fundamental del inte-
raccionismo que está claramente enunciado por Simmel en
su Filosofía de la moneda.“Habría que admitir que la mayor
to, ser su autor". U Homme sans qualités, tomo I, págs. 232, 235. (La bas¬
tardilla es mía.)
5 G.
Bateson, Ver$ une écologie de Vesprii, 2 tomos, Seuil; y E. Goíf- 6
E. Goffman, Gender Advertisement, pág, 3.
man, Frame Analysis, págs. 3-7. 7
Ulf Hannerz Capítulo VI.
T

1 20 121
parte de las relaciones entre individuos pueden considerar¬
se como formas de intercambio. El intercambio es la forma con las manos vacías y teniendo por todo equipaje la más
más pura y desarrollada de la interacción que ejerce su in¬ atractiva de las sonrisas".10
fluencia sobre la vida humana desde el momento en que és¬
ta se pone en busca de una sustancia y de un contenido. Con
demasiada frecuencia se subestima la parte de reciprocidad En el juego de la “defensa del self, el traidor siempre
efectiva en las actividades que a primera vista nos parecen se impone al que no es primo. El traidor es aquel que, por per¬
unilaterales: el orador pasa por ser el maestro y el inspirador tenecer a dos territorios simbólicos distintos, puede plan¬
de la asamblea a la que se dirige, lo mismo que el profesor tear la cuestión de la inteligibilidad de las situaciones entre
frente a sus discípulos o el periodista frente a su público; en sí. Es él quien puede salvaguardar la naturaleza de diálogo
realidad, todos aquellos que vivieron la experiencia de esas de la permanencia del mundo. En su propia lengua y en au¬
situaciones tienen el sentimiento, decisivo y determinante, sencia completa de todo “tercero simbolizante” el traidor es
de que la masa de personas aparentemente pasiva les ofre¬ la figura misma del traductor.
ce resistencia”.8 La reciprocidad es, pues, el segundo postu¬ Situación corriente del espacio público: la confusión de
lado de la razón decirlo en términos goff-
para pragmática', las lenguas, el babelismo. Obsesión de las amalgamas e im¬
manianos, hay que postular que las personas se veneran re¬ posibilidad de una lengua hecha de nombres propios. La hi¬
cíprocamente, que participan en una especie de liturgia de pótesis de una fraternidad de las lenguas en su relación con
la vida cotidiana. En otras palabras, no hay que contentar¬ una naturaleza matriz ya no se sostiene. Pero, entonces, si
se con tener en cuenta lo que un actor sacrifica al público, los sistemas simbólicos son gramáticas impenetrables entre
sino que hay que tener en cuenta también las técnicas de sí, ¿cómo concebirla traducción? La operación de traducción,
protección, “las delicadezas”, que un público utiliza en bene¬ después de haber sidofundadora de la lingüística contempo¬
ficio de los actores.9 ránea, se convierte en su escándalo.11 Obstáculo epistemoló¬
Ese es pues el interés que tiene un análisis de las estra¬ gico de un nuevo tipo que atañe a una ciencia lingüística
tegias del engaño. A la inversa de las tradicionales fascina¬ como ciencia de los sistemas normativos conclusos en sí mis¬
ciones por la “seriedad de lo negativo”, se trata de dar a los mos. El traductor, el traidor, es portador de una bipolaridad
ritos de interacción del espacio público toda su gravedad éti¬ simbólica. Esta puede tener efectos de movilización por mul¬
ca, de hacer pasar esos ritos desde el campo de la reproduc¬ tiplicación de las líneas de fuga o efectos de inmovilización
ción al de la veneración, del simulacro a la reciprocidad; sus¬ por sobrecarga de los repertorios. A decir verdad, el traidor
tituir las jeremiadas sobre la autenticidad perdida por el no está aquí para llevara cabo una política de inserción o una
análisis positivo de las formas sociales de la sinceridad. Re¬ misión de buenos oficios. No es un intermediario y su saber
sulta significativo el hecho de que la instancia encargada de no es transmisible pues está lleno de excrecencias, está cons¬
“calmar al primo” pertenezca a un mundo en el que los úni¬ tantemente embarullado e interferido.
cos recursos son los del dominio de las impresiones. “Es allí Por el solo hecho de que dos lenguas están en contacto
(en los inframundos) donde la gente se lanza a los negocios en la práctica alternada de un mismo individuo se pueden
comprobar ejemplos de diferencias en relación con las
normas de cada una de las dos lenguas. En el caso de la tra-
G. Simmel, Philosophy of Money, pág. 82.
9
Véase "Le tact concernant le tact” en E. GofTman, M, S. S. Q., tomo 10
1, págs 220-222. Ulf Hannerz, Explorer la uillet op. cit. pág. 268.
11 G. Mounin, Les prohlémes théoriques de la traduction. Gal limard.

122
123
ducción, estos fenómenos de interferencia de los sistemas
simbólicos están todavía sujetos a normas. El traductor es to el contexto. Se llamará pragmática o etnografía de la
un traidor avisado. En cambio, desde el momento en que se comunicación el análisis de los aspectos que permiten dis¬
aborda el problema del contacto entre las lenguas en situa¬ tinguir dos hechos comunicativos idénticos en el plano
ciones concretas de comunicación verbal o no verbal, las téc¬ semiológico.14 De esto resulta una consecuencia científica
nicas de traducción son diferentes. El traidor se explaya, se importante puesto que la etnografía de la comunicación
sirve de las menores zonas de contacto como de otras tantas como etnografía de la palabra en un contexto es forzosamen¬
coartadas. Hace como si el texto de lo que él dice debiera es¬ te una teoría de la cual Dell Hymes anuncia sie¬
descriptiva I!
tar provisto de una cantidad de notas de pie de página. En te principios: 1) la primacía de la estructura de la palabra ii

suma, cuenta con los contextos. Se apoya en convenciones de sobre la del código; 2) la primacía de la función sobre la es¬
un tipo particular que no pueden transformarse en metalen- tructura; 3) la organización del lenguaje según una plurali¬ .

guajes. Utiliza convenciones de contextualización, reconci¬ dad de funciones y, por lo tanto, 4) la primacía del contexto
lia la lengua con las cosas, es decir, con los materiales de ex¬ sobre el mensaje; 5) el carácter pertinente de los elementos
presión disponibles. y de los mensajes lingüísticos por oposición a lo arbitrario del
Esta es una de las razones esenciales por las que la ha¬ signo; 6) la primacía de la comunidad o del contexto social en
bilidad y destreza del traidor no son transmisibles: se ad¬ el análisis y la comprensión de un mensaje; 7) el carácter
problemático de ese contexto.
quieren en las situaciones y su competencia es comunicati¬
va. El proceso de adquisición de esta competencia es el obje¬
to de la sociolingüística como teoría de las actuaciones en

Esta nueva disciplina el primer artículo de Dell
Hymes y J. Gumperz en American Anthropologist data de
virtud de las cuales actores o locutores movilizan hablillas,
rumores, interferencias o fluctuaciones de las situaciones

1964 se fúnda en una triple ruptura con la lingüística ro¬
mántica y su relativismo cultural, ruptura con la lingüísti¬
para manifestar su competencia comunicativa.12 En este ca cartesiana y el privilegio que ésta asigna a la gramática
sentido la sociolingüística acepta los axiomas del saber pos- de las relaciones socialesy, por fin, ruptura con la sociología
modemo: la heterogeneidad de los juegos de lenguaje, el de la sociabilidades y su formalismo de las situaciones. La
carácter" regional” (en el sentido fenomenológico) de las de¬ etnografía de la comunicación ya no tiene como objeto la len¬
terminaciones o de los sistemas normativos y la positividad gua sino que toma como objeto “un repertorio de maneras de
de las fluctuaciones del proceso de comunicación.13 La socio- decir; no una comunidad definida por correspondencia con
lingüística no es, pues, la ciencia de una estructura de len¬ una lengua, sino una comunidad de lenguaje definida por la
guaje que expresa una entidad comunitaria, sino que es la relación conflictiva entre reglas de gramática y reglas de
descripción de los flujos y de los modos de aparición de los uso".15 Una nueva disciplina irrumpe pues por la brecha
eventos de comunicación. Podemos considerar el ejemplo de abierta en la lingüística romántica inspirada en Herder,
Bloomfield: un mendigo dice “Tengo hambre” para obtener lingüistica que presuponía una equivalencia entre un len-
alimento; un niño puede decir lo mismo para retrasar la ho¬ guaje y una comunidad de lenguaje. El bilingüismo se con-
ra de irse a acostar. E] lingüista sólo se ocupa de lo que es vierte entonces en el analizador de las relaciones entre
común en los dos actos de comunicación:el texto. Pasa por al¬ lenguaje e identidad social y cultural, relaciones implícita¬
mente contenidas en el concepto de cultura. Así se pone en
tela de juicio la serie de equivalencias entre una lengua, un
Dell Hymes, Foundations in Sociolinguistics, An Ethnographic Ap-
proach, Philadelphia in Press, 1973, pág. 74 y 89.
14 Dell Hymes, ibid. págs. 5-6.
J. F- Lyotard, La condition post-modeme, op. cit.
15 Ibid., Capítulo 5.

124
125
diferencias al subrayar el desigual poder de definición de las
pueblo, una cultura o una comunidad y se obliga al investi¬ situaciones por los actores en situaciones claves (tas que en¬
gador a tener en cuenta el hecho de que Mtoda relación social trañan un contacto intercuitural o interétnico o las que de¬
duradera se define por una selección de figuras lingüisticas ciden de una posición social y, por lo tanto, sobre el acceso a
que le son propias .l6 Pero, al mismo tiempo, el bilingüismo los recursos). La cuestión que se plantea Gumperz, por ejem¬
obliga a quitar toda marca de una lingüística cartesiana (la plo, no es tanto la de saber si el sentido de una interacción
de Chomsky) que reducía la competencia comunicativa al co¬ es negociable como la cuestión de describir las bases y las
nocimiento de la gramática de las relaciones sociales y la ac¬ técnicas que permiten negociar el sentido. Destreza del
tuación al comportamiento. Dell Hymes remeda al Marx de fullero, actuaciones verbales o no verbales que definen
las tesis de Feueurbach para hacer la crítica de esta lingüís¬ en un contexto una identidad social, es decir, una evaluación
tica. Ella hace de la esencia lingüística la esencia del
hombre. Pero la esencia del hombre no es una abstracción
inherente a cada individuo. En su realidad efectiva, es el
— —
más que una representación de sí mismo, del lugar del
otro. Arte del doble lenguaje que se ejerce en situaciones
muy diversas (de conflicto o de consenso) y que supone por
conjunto de las relaciones sociales. La lingüística cartesia- parte de los protagonistas una aptitud a desplazarse cons¬
na, que no llega a la crítica de esta esencia efectiva, se ve tantemente por el límite del juego, sobre la membrana de la
pues llevada ’) a proceder con abstracciones del proceso his¬ situación.
tórico, a postular una intuición lingüística como algo que se Por otra parte, el etnógrafo de la comunicación de
refiere a sí mismo y a presuponer un individuo humano abs¬ Gumperz reencuentra las pretensiones fundadoras de la so¬
tracto y aislado; 2®) a considerar la esencia del hombre como ciología cognitiva a que llega Cicourel. Esta etnografía se in¬
especie, es decir, como esa generalidad chata que considera terroga sobre la productividad normativa de las situaciones
a los individuos en su carácter natural (y no socialmente).”17 mismas. La sociología de Simmel era una geometría o una
La etnografía de la comunicación guarda una relación estética de la socialidad, la etnografía de la comunicación es
ambigua con la sociología de las sociabilidades. Lo mismo una física, una dinámica de la socialización. Por un lado, no
que esta última, se interesa por las normas comunicativas de se contenta con un sistema de posiciones y de distancias so¬
la distancia respecto del papel, por las normas del respeto, bre una superficie (el territorio, el extranjero, el empeño de
del tacto, etc. Pero va aun más lejos en su exploración de los vitalidad contenida); se interroga sobre la productividad 3
fenómenos de doble lenguaje y de los deslizamientos de un normativa de las situaciones mismas, sobre la producción de 2.
modo de elocución a otro en una misma lengua. El traidor no las identidades en un proceso de comunicaciónls apoyándo- <
es sólo un extraño en su lengua. No es simplemente un ana¬ se en el análisis comparativo de las actuaciones según los ,
lizador de las formas de socialidad, puesto que evoluciona en orígenes sociales y la pertenencia étnica en situaciones de «
un universo en el cual las situaciones sociales mismas tienen contratación, de consulta médica o jurídica, en situaciones 5
finalidades. La etnografía de la comunicación está doble¬ de debates públicos o de interrogatorios. Su hipótesis de in- ¡5
mente obligada a abandonar los postulados de la sociología vestigación no consiste, pues, tanto en encontrar las formas t
de las sociabilidades (abstracción de las identidades sociales elementales del vínculo social como un hallar sus efectos de §
y primacía de la forma de la interacción sobre su contenido). identidad. X
<
Por una parte, define esas situaciones de manera fun¬
cional (acceso a recursos de relación y control de ellos) y las a
J. Gumperz, Discourse strategies y Language and Social Identity t <
a
Studies in International Sociolinguistics 1 y 2r Cambridge University JJ
16
17
lb(d., Capitulo 6. Pre3S, 1982. o
¡bíd.,
Capitulo 6. £0

127
1 26
I

*
En suma, si la etnografía de la comunicación vuelve a
encontrar la figura heurística del emigrante en su fascina¬ tor. Se supone que éste debe cumplir una serie de tareas co¬
ción por el bilingüismo y los fenómenos de doble lenguaje, ya municativas: contar, explicar, argumentar, subrayar, dar
no se trata del emigrante de Simmel y de Park* Después de una instrucción, dirigir. El análisis de las tareas comunica¬
t
aquella época, las sociedades urbanas y modernas llegaron tivas, en cuanto éstas son independientes del contenido y de
*
a un grado inigualado de diversidad cultural y étnica. La las situaciones particulares, se sitúa pues en el mismo nivel
i
i escuela, la calle, las instituciones hacen que cada vez depen¬ de abstracción que la gramática para la lingüística. Pero las
i
damos más en nuestra vida cotidiana de los servicios y de la tareas comunicativas son condiciones pragmáticas de la co¬ i
i
cooperación de gente que no comparte nuestra cultura. Los municación y están sometidas a las reglas de todas las inte¬
malentendidos, los errores de interpretación o de evaluación
pueden multiplicarse; interacciones que parecen rutinas
plantean problemas; las estrategias de persuasión y las ar*
gumentaciones resultan ineficaces. Ademásy sobre todo, las
— —
racciones: la flexibilidad comunicativa. Segunda definición
funcional del traidor: es el actor social capaz d% compro¬
miso conversacional, es decir, en la medida en que es capaz
de leer y de revelar suficientemente el sentido implícito de
diferencias no se borran con el tiempo o con la intensificación la situación para anticipar la comunicación y participar en
de los contactos. Por el contrario, parecen acentuarse, “Po¬ la coordinación de las señales intercambiadas por los locu¬
co a poco diferencias de comunicación, limitadas a situacio¬ tores,
nes particulares y relativas a un individuo, se convierten en La sociología dramatúrgica de Goffman, precisamente
distinciones ideológicas cargadas de juicios de valor, de ma- porque analiza las convenciones de comunicación como
ñera que todo malentendido termina por acentuar las dife¬ otras tantas convenciones dramáticas, obra a manera de bi¬
renciaciones de la identidad”, sagra entre estas dos sociologías: la sociología de las socia¬
La diversificación étnica y cultural de las sociedades bilidades y la de la comunicación. No es ni una sociología de
urbanas acentúa pues las rupturas de comunicación y los la sinceridad ni una sociología del engaño. Es una sociología
disfuncionamientos del proceso de comunicación, Y esta di¬ del doble lenguaje. En una problemática de las sociabilida¬
versidad es contemporánea de una transformación de la des, el doble lenguaje es una cuestión de veneración del so-
etnícidad misma. La etnicidad en la que reflexiona la Escue¬ ciusf es una forma de celebración mística del espacio públi¬
la de Chicago es interpersonal, está fundada en vínculos pro¬ co (unió mystiea). En una problemática de la comunicación,
fesionales, familiares o de vecindario; está localizada. En es una regla pragmática. En un caso, el doble lenguaje apun¬
cambio, las nuevas formas de etnicidad se nutren de símbo¬ ta a confirmar la situación en su forma pura (sociable); en el
los lingüísticos y de convenciones de comunicación que re¬ otro, es el trabajo de duelo de la lengua y de sus supuestos
presentan mucho más que obstáculos a la comunicación o de condición completa.
que simples marcadores de identidad. Esas nuevas formas
son a la vez persistentes y eficaces y sobre todo ya no se sus¬
tentan en la proximidad espacial o en la comunidad de resi¬
dencia. Por fin, esta diversidad étnica dista mucho de ser
tolerada por los modos de comunicación burocra tizados, que
imponen sus estrategias rectoras, sus criterios de evalua¬
ción destinados a controlar el acceso a recursos raros.
Se estudiarán, pues, hechos de lenguaje en situación
critica atendiendo a los orígenes sociales y étnicos del 1OCU-é

128
129
Results entonces qu6 el inventario de los recursos del
espacio público no basta para atender a las situaciones, a las
circunstancias y a los repertorios. Es menester que figuren
9 también las líneas de movilización, los nudos, las configura¬
ciones sociales en que se inscribe un contexto y en que éste
cobra sentido. Por ejemplo, la manera en que se constituyen
los equipos o las camarillas, el papel de los intermediarios
t
Redes entre un equipo y un público, las figuras del delator o del
comparsa; es decir, todos los modos de estar juntos en públi¬
co no pueden analizarse partiendo únicamente de la lógica
de la dispersión, pues requieren una lógica de la movilidad
y de la movilización; movilización de las informaciones en lo
que se refiere al análisis de los rumores y movilización de los
Los fenómenos de bilingüismo y la experiencia del do¬ recursos en lo que se refiere al análisis de las carreras y tra¬
ble lenguaje son la pjedra de toque de un pensamiento del es¬
pacio público. En efecto, dichos fenómenos nos obligan a yectorias. “Para eso sirve el análisis de redes", según los
romper con los enfoques —ya geográficos, ya etnográficos o términos de Ulf Honnerz. Este análisis sirve para describir
la economía de los papeles contradictorios, para ver cómo se

ecológicos que definen el espacio público como una reu-
nión más o menos equilibrada de microcosmos. Desde el co¬ articulan la integridad individual y la integración de las si¬
tuaciones en un espacio público. A decir verdad, el concepto
mienzo, el traidor ignora los enclaves o se sitúa en donde
éstos faltan. Ya intente conjugar regiones de significación de red no pertenece a la microsociología como análisis de las
heterogéneas, ya mezcle juegos de lenguaje específicos, el situaciones de interacción. Sus características (densidad,
apertura, accesibilidad) no son las características de las
traidor se sitúa en una esfera de inteligibilidad que disocia
la lógica de las identidades déla lógica de los territorios. En interacciones. Describen el campo en el cual éstas se sitúan
otras palabras, el traidor es una figura de segunda genera¬ para un tercero. Pero este concepto se beneficia por su posi¬
ción; ya ha asimilado el principio de la deslocalización de las ción fronteriza entre un microanálisis de las situaciones do
relaciones sociales y no se deja analizar partiendo de la pare¬ cara a cara y una etnografía de los micromedios (de vecin¬
ja de conceptos segregación-inserción; hace del tartamudeo, dario, de trabajo, de tiempo de ocio). La etnogralía de la
no un síntoma de desorientación, sino un régimen positivo comunicación se ve llevada a utilizarlo mucho más frecuen¬
de la socialización, lo mismo que la improvisación; en la car¬ temente para describir una comunidad de lenguaje. Que se
ta de las posiciones sociales y de las identidades, designa trate pues de una cadena de corresponsales, de una red de
ayuda mutua o de una red de investigadores, la red se defi¬
zonas inestables, interfases o puntos ciegos que obligan a
volver a plantear, con él, la cuestión de las civilidades y de ne por una función o partiendo de un punto exterior a la
los derechos cívicos. Además, el traidor es constantemente interacción misma. No sólo el análisis de redes se vale fre¬
él mis¬
cuentemente de la noción del intermediario sino quéenfoque
presa de una pulsión dinámica (empeño-desempeño, movi¬
lidad-inmovilización), la cual implica que se defina el espa¬ mo cumple una función de intermediario entre el
cio público por su desequilibrio mismo, por el carácter dramatúrgico de las situaciones y la exploración de un terri¬
incompleto de sus territorios simbólicos, en suma, que se to¬ torio o de una región de significaciones. De manera que
me seriamente la naturaleza problemática del socius tal co¬ partiendo de este análisis podrá uno abordar los fenómenos
mo la revelan las situaciones de interacción. vinculados con la producción de los papeles sociales y con la

131
I 30
lógica de la interpretación (espacios de intermediación, aná¬
lisis de carreras, etc.).1 sos, utilización de intermediarios, tramitaciones y bifurca¬
El concepto de red, cualesquiera que sean sus empleos, ciones de carreras).
se define de manera negativa y francamente polémica. Por
ejemplo, la definición de Elizabeth Bott reza así: “Una red es 1. Una red de sociabilidad es una urdimbre de relacio¬
una constelación social en la cual algunos de los elementos nes selectivas y diferenciadas que hace que un individuo es¬
componentes, pero no todos, guardan relaciones entre sí. té vinculado con un número limitado de personas, las cuales
Esos elementos no constituyen una entidad social que estu¬ no mantienen necesariamente relaciones entre sí. A causa
viera contenida dentro de límites comunes.”2 Y también, por precisamente de su densidad variable, una red de sociabili¬
ejemplo, la definición de la red de comunicación que encon¬ dad tiene pues un centro y una periferia. Pero en el centro,
tramos en Michel Serres: pluralidad de puntos (picos, cúspi¬ lo mismo que en la periferia, sólo se encuentran líneas. Las
des) ligados entre sí por una pluralidad de ramificaciones líneas o relaciones son anteriores a los puntos. Por fin, en
(caminos). una red de sociabilidad, desde el momento en que las rela¬
“Por definición, ningún punto es privilegiado respecto ciones se entrecruzan (amistad, trabajo, vecindario) toman
de otro, ninguno está unívocamente subordinado a otro”. Se como modelo las relaciones de parentesco. No se trata forzo¬
trata pues, dice Michel Serres, de una red de la cual “uno ma- samente de relaciones reales, sino que son seudorrel ación es
ximiza a voluntad la diferenciación interna, se trata de un de parentesco que, por ejemplo, hacen que los participantes
diagrama lo más irregular posible” 3 Por fin, cuando Jéremy se hagan pasar por hermanos (Blliott Liebow) o por primos
Boissevain define una red social, hace hincapié en su deter¬ (A. Boubeker),*
minación en cuanto al contenido. Una red nada dice sobre la Una red de sociabilidad toma pues el parentesco como
manera en que la gente está en relación, y los lazos que la centro objetivo o como modelo de análisis. La función del
componen son a menudos virtuales análisis de la red de este primer tipo consiste en describir mi¬
Pero la función esencial del concepto de red es polémi¬ nuciosamente el funcionamiento de un campo de relaciones
ca. Se trata de una máquina bélica contra el estructuralis- comunitarias en extensión (¿hasta dónde se extiende el es¬
mo y el pensamiento de los sistemas, contra la dialéctica y la pacio de una comunidad?) y en comprensión (¿qué entienden
lógica de la contradicción, contra el funcionalismo y sus dos los actores por este término “comunidad”?). Por ejemplo, la 5
3
versiones del socius: de consenso o de conflicto. De todas for¬ red de amigotes y compinches de los street-corner men des
critos por Elliott Liebow en el gueto negro de Washington <£
mas, las definiciones mismas del concepto de red están lejos u_

de superponerse unas a otras. En una primera clasificación, tiene una función aseguradora, física o moral: “Estamos en
podemos distinguir una red de sociabilidad (parentesco, ve¬
cindario, amistad), una red de comunicación (circulación
la vida y estamos en la muerte”. En realidad, cada uno de los
miembros de la red hace las cuentas de lo que debe al otro pe¬ I
J—

fluctuante de informaciones según las líneas del chisme o del ro prefiere mostrarse generoso y exhibir una lealtad entre íá
rumor) y una red de transacción (movilización de los recur- amigos. La observación de las redes revela la fragilidad de
la identidad comunitaria. El carácter móvi y fluido de las re¬ J
cc
1 des, el hecho de que los individuos que las constituyen sólo <
2
Véase UlTHannerz, Explorer la villet Capítulos V y VII.
Elizabeth Bott, Family and Social Network, págs, 216-21 7* tienen relaciones en el presente, en cada momento, el hecho
de que ignoren casi todo de sus respectivas historias porso-
a
“Le néseau de communication: Pénólope", en Hermes I. Communica- <
CJ
Hon, Minuit, 1968, págs. 11-12. Ui
Jtf rémy Boissevain, Friends of friends. Networks and manipula¬
5 O
tions, Blackwell, 1974, Elliott Liebow, Taliyas Corner, Little Brown, 1967, y A. Boubeker,
•Quarter Cousin”, Temps Modemes, diciembre de 1982.
-r>

1 32
133
de guerra
comunicación así define una formidable máquina la pobreza
nales muestran dicha fragilidad. De manera que el lazo co¬ contra las aventuras de la dialéctica, En efecto,de que acu¬
munitario tiene una opacidad relativa que lo distingue de del modelo dialéctico se debe a la circunstancia
aquel que caracteriza a las sociedades de interconocimiento. una serie de desconocimientos: 1) desconocimiento de
mula los flu¬
En el trabajo de Elliott Liebow, la noción de red llega a que¬ los efectos locales y particulares (por densificación de que se
brantar la representación cultural o estructural de las co¬ jos en una región del diagrama), desconocimiento y de la ;
munidades étnicas. Pero es sin duda el reconocimiento de hace en beneficio de la “pobre” pareja deposibles la totalidad
esta fragilidad lo que impulsa a los street-comer men a contradicción; 2) desconocimiento de las interferen¬
ex¬
“idealizar sus relaciones, a sobreestimarlas, a elevar al ran¬ cias por entrecruzamiento de flujos de determinaciones de las
go de la amistad lo que otros perciben como una simple re¬ trañas la una a la otra; 3) desconocimiento de la escala
lación transitoria y a considerar toda amistad como íntima”. determinaciones que va desde la indeterminación a la sobre- I
i

Es como si la amistad fuera un fruto del deseo, una relación (por alejamiento relativo de los flujos), en be¬
determinación secundario;
soñada, un pacto tácito entre dos individuos “antes que una neficio de la “pobre” pareja de lo principal y de lopensamiento
relación real entre dos personas”.6 El parentesco suministra 4) desconocimiento, por fin, de los límites del
pues el armazón imaginario de las relaciones dispuestas en causal: hay causas sin efecto, causas cuyos efectos se pier¬
red y toda la polémica que gira alrededor del esquema de la den, y hay otras causas que sufren efectos de feed-back.
fecundidad y de la filiación (árbol, rizoma, red) se reduce, en
los pun¬
la representación, a una sobredeterminación de las relacio¬ 3. En cambio, en una red de transacciones son pue¬
nes reales por obra de vínculos de parentesco imaginarios. tos los que orientan las líneas. Toda red de transacción
representarse formalmente como un abanico japonés,
2. Una red de comunicación se distingue de una red de
de repertorio indi¬
más o menos abierto según la extensión del
sociabilidad no tanto porque no privilegia ningún punto res¬
pecto de otro sino porque supone una reciprocidad profunda


entre las líneas y los puntos: un pico, una cúspide una te¬
sis, un elemento de situación puede nacer, dice Michel
— de los recursos ——
vidual. Como las cadenas de relaciones están todas
das hacia un fin el acceso a los recursos o la movilización
, no tienen por qué permanecer
den recomponerse, cubrir sus estaciones intermedias
orienta¬
rotas Pue¬
y dejar

— —
Serres, súbitamente de la confluencia de varias determina¬
ciones; y correlativamente, un camino una relación, una
situación puede considerarse como la correspondencia de
dos picos preconcebidos.7 El análisis de una red de comuni¬
cada punto en su tensión estratégica. Las líneas
entonces otros tantos vectores que orientan
serie de carreras. La red de transacción está y manipula
a
de la red son
un en
pues centrada
una

en un pequeño agente infatigable, que combina


cación tiene la función de poner de manifiesto esa capacidad incesantemente para sobrevivir o para vivir mejor. El mode¬
de retroacción de las situaciones sobre sus componentes (in¬ lo de la red de transacción es siciliano, y ésta es una idea fi¬
fluencias, deudas, efectos de rumores) y al mismo tiempo la ja de la nueva sociología de la amargura que en
“la sociedad
multiplicidad de las disposiciones y de las combinaciones de base” no ve más que manipulaciones y habilidadentonces de com¬
que hace que un punto de la red sea siempre capaz de apar¬ binación. El empleo pragmático de la red consiste
tarse de una situación. En una palabra, la red es entonces la en resolver esa categoría de problemas que exigen que uno
representación más flexible, la más pragmática de la movi¬ apele a “amigos y a amigos de amigos con los cuales hasta
se
lidad de una situación. Michel Serres mostró que una red de puede hacer provisionalmente una alianza”.8 Este análisis
6 Tally's Córner: Copains et Reseaux. Trad, francesa de Martine Gil¬
bert, CERAS, Lyon II, pág, 31. J. Boissevain. op. pág. 3.
7 Serres, ibid., pág. 11.

135
134
de redes, que tiene como objetivo claro desembarazar la so¬ rior lógicamente a las estrategias de los actores que no ha
ciología de todo modelo normativo, toma partido por Spen¬ ;en sino confirmarlo o venerarlo (Durkheim, Simmel, Gofí
cer y Hobbes contra Durkheim y hace de todo actor social al¬ man) o adaptarse pragmáticamente (Park). En el otro no
guien que transige con la sociedad para lograr sus fines, que hay autorregulación de la sociedad civil y toda interacción es
son egocéntricos. una transacción que tiene el fin de llegar a recursos raros. En
Dejemos de lado por el momento la red de comunica¬ una sociología de las sociabilidades se presupone que el or
ción. Pero hagamos sin embargo algunas observaciones so¬ den social está siempre ya dado; en una sociología de la mo¬
bre los empleos, mucho más frecuentes en la sociología del vilización de los recursos uno se pregunta siempre cómo es
espacio público, de las redes de sociabilidad y de las redes de posible el orden social cuando se insiste en su precariedad y
transacción. De manera muy general se puede decir que el
concepto de red aparece en la historia de la antropología co-
mo un concepto critico de estructurofimeionalismo y de su
en su aspecto coyuntura!. La experiencia fundadora de una
sociología de la sociabilidad es experiencia de diálogo (con¬
versación), en tanto que la experiencia fundadora de un
i
enfoque de los grupos sociales y de las normas instituciona¬ análisis de las redes estratégicas es la mafia, es decir, un sis¬
les, El concepto de red es el operador de un paso que va de tema de deudas y de compromisos (Boissevain). En un caso,
una antropología ude lo alto* a una antropología “del aden¬ las relaciones amistosas se fundan en la reciprocidad y en el
tro”, para valemos de la oposición de UlfHannerz.9 Más pre¬ postulado de un sentido común; en el otro, esas relaciones
cisamente, esta antropología apunta a poner de manifiesto son el marco de negociaciones y regateos, de arreglos, de ma¬
dos tipos de determinaciones en los fenómenos de movilidad niobras que tienen que ver con líneas de alianzas provisio¬
social: 1) En primer lugar, una determinación de orden for¬ nales.
mal que corresponde al tejido de relaciones en el que se ins¬ El análisis de los fenómenos de movilidad social de las
cribe un individuo o una familia (E. Bott), En ese sentido, el minorías étnicas está obligado sin duda a utilizar alternati¬
concepto de red sustituye al de medio como síntesis indeter¬ vamente estas dos lógicas. Tan pronto el análisis insiste en
minada de determinaciones. Permite hacer su análisis al los elementos constitutivos de un tejido de relaciones par-
discernir unidades de relación discretas. Coloca en el primer cialmente localizado10 y llega a una tipología de las redes
plano una combinación de relaciones sociales a partir de la (redes de vecindario, camarillas, sistemas de obligaciones
cual se pueden describir ramificaciones o trayectorias socio- recíprocas), tan pronto aísla, en el conjunto de las situacio¬
profesionales de una unidad social activa, ya sea individual, nes sociales en que se negocian posiciones e identidades so¬
ya sea colectiva. 2) Luego, una determinación de orden dinᬠciales en formación, relaciones privilegiadas que cuentan
mico que corresponde a las finalidades objetivas o subjetivas con intermediarios sociales o socioculturales.
de un actor social obligado a movilizar sus recursos en un La primera lógica tiene un empleo crítico. Subraya las
ambiente de rarezas y de competición. Una red se define en¬ sobredeterminaciones de toda relación social, la multiplici¬
tonces como el conjunto de las líneas de movilización que dad de lealtades relativas a un actor individual y colectivo.
permite a actores, cuyos intereses estratégicos son fluctúan - Esta lógica tiende a descubrir una flexibilidad en las dispo¬
tes, contar con los recursos relaciónales que se les ofrecen en siciones colectivas de enunciación, flexibilidad que hace do
la sociedad civil. todo status una posición relativa. Los fenómenos de movili
Cada uno de estos empleos de la noción de red tiene su dad en un medio étnico pueden, desde este punto vista.
coherencia. En un caso el socius está siempre dado, es ante¬ ser referidos a lo que Everett Hughes llamaba dilema del

Ulf Hannerz, Explorer la ville. Capítulos V y VIL 10 Véanse los trabajos de S. Andézian, deJocelyne StroifTy del IDERIC.

136 137
status. 11 Por ejemplo, el hecho de que un médico pertenezca Hannerz admite que los factores discriminatorios del papel
a un grupo étnico puede considerarse como discriminatorio sólo afectan a algunos elementos del repertorio, pero es evi¬
de su papel profesional, lo cual puede provocar dilemas de dente que si nos quedamos en eso, el punto de vista a partir
status tanto para él mismo como para los que tienen que ver del cual se realizaría la clasificación de los papeles sería, no
con él. Toda intrusión en un status establecido provoca dile¬ el del actor ni el de la interacción, sino el de una comunidad,
mas de status y efectos de entabicamiento y de segregación el de un grupo o una institución. En suma, la clasificación es¬
en las redes de relaciones. taría ya sujeta a normas. Por otro lado, Hannerz escribe al¬
La segunda lógica conviene en realidad perfectamente gunas páginas directamente inspiradas en Goffman que
al análisis de las carreras socioculturales o socioprofesiona- proceden mucho más claramente de un análisis formal de
tes. Permite referir una figura y una historia de vida a una las sobredeterminaciones sufridas por una interacción,
topología de relaciones dispuesta en red. Procura distinguir puesto que los participantes de la i nWacción son capaces de i

funciones y espacios sociales intermedios que son otros tan¬ combinar situaciones y papeles diferentes. Se trata de técni- t
tos ejes de la movilidad social, individual o colectiva. Movi¬ cas de revelación13 en virtud de las cuales fragmentos des-
lidad del trabajo social o de la animación, del comercio contextualizados del repertorio invaden una interacción y la
alimentario, de la moda y del espectáculo son fenómenos sobredeterminan. Esas técnicas son formales puesto que re¬
fundamentales para comprender las estrategias destinadas sultan tanto más contundentes cuanto que las interacciones
a eliminar enclaves de las minorías étnicas.12 están por su parte “poco definidas en su contenido intrínse¬
Ulf Hannerz mostró que el concepto de red constituye co”. Una interacción se encuentra entonces territorializada,
un instrumento precioso que permite analizar las combina¬ es decir, puesta “entre bastidores” en una combinación más
——
ciones de papeles de empeños y compromisos de situacio¬
nes con una finalidad y describir la manera en que los
o menos densa de situación es que en sí mismas son dispares.
La noción de red asume entonces un sentido completamen¬
te diferente pues no se trata ya de una cadena de relaciones
actores negocian su propia integridad en esa combinación.
entre agentes, sino que se trata del diagrama que represen¬
En otras palabras, el concepto de red permite, por una par¬
te, aprehender la extensión cualitativa de un territorio, su ta una constelación de situaciones de interacción más o me- „
densidad, su organización arracimada y, porotra parte, eva¬ nos tipificadas en el contexto y por el contexto en que son
luar la fluidez de la vida urbana para un habitante de la ciu¬ movilizadas, evocadas o señaladas. 5
De manera que se puede recoger la tipología de los mo- ¡J
dad, es decir su carrera.
Es significativo que Ulf Hannerz comience su tipología dos de existencia del habitante de la ciudad que propone •
de las combinaciones de papel introduciendo la variable ma- Hannerz: enclaves,. segregación, integración, aislamiento. $
Pero se trata menos de una tipología de los actores sociales P
crosoci ológica de los elementos discriminatorios de papel.
En efecto, por el hecho de pertenecer alguien a una clase, a con miras a responder a la pregunta “¿qué es, pues, un ha- £¡j
un sexo, a un gTupo étnico, se introduce una primera limita¬ hitante de la ciudad?”1* que de una tipología de los terntoros 5
constitutivos de sus repertorios. En efecto, si comparte uno o
ción en las combinaciones de papeles posibles. Verdad es que <
la preocupación de Hannerz de separar la antropología ur-
11 baña y la etnografía de los enclaves (étnicos, residenciales) gj
“Dilemmas of Status", AJSP 1945. para hacer hincapié en esa disposición a! cambio que desig-
Si n embargo este análisis dinámico de las redes no ve la dificultad de <
o
observar trayectorias de actores sociales al hacer la hipótesis de un estado JJ
inicial. Sobre osle problema y sobre el hecho de que el concepto de trayec¬ 15 Ib(d,t págs. 305 y 59. o
toria se con vierte en la física contemporánea en una “idealización inadecua¬ u
11 IbUL, pág. 316. £
da *. vóasc La Nouvdle Alliance, op*cit.t pág. 239 y 272. T*

139
I 38
i

na la fluidez específica de la vida urbana, no sólo hay que for¬


mular la noción de carrera definiéndola como “organización ción de una entidad en una interacción queda sencillamen¬
en secuencias de las situaciones vividas”,15 sino que hay que te rechazado: “Habría que atribuirme un notable grado de
admitir además que los territorios del habitante de la ciudad autodisimulo para creer que el hecho de que el otro acéptela
vanan, por una parte, con la extensión de sus redes y, por representación que doy de mí pueda alimentar directamen¬
otra, con sobredeterminación de las situaciones de interac¬ te la idea de que yo mismo me tomo en serio; en el mejor de
ción mismas, los casos podría sentirme orgulloso por mi habilidad para
En suma, hay quehacer del territorio los bastidores del mentir” Es pues inevitable que una problemática de la ma¬
escenario, la región anterior de significación. “La diferencia nipulación engendre especularmente un cuestión amiento
entre lo que yo hago saber de mí en una situación particular sobre la autenticidad y que se vuelva a plantear la cuestión
y lo que podría ser en realidad depende de los papeles que yo del territorio. Los territorios del picaro y del fullero son aún
desempeñe en las otras situaciones. Estos son en cierto mo¬ territorios de primera generación*
do los bastidores de cada una de las situaciones particulares, Hay que agregar, en efecto, que las teorías de la mani¬
y la ciudad tendría una elevada relación de bastidores/esce¬ pulación “suponen no sólo una separación de los escenarios
nario.”16 ¿Delicias de la vida urbana? De ninguna manera. sino también una dispersión de las redes”. Por otro lado, los
Eso significaría creer que el hombre de la ciudad tiene toda chismes y los rumores no se pueden dominar, si se atiene uno
la libertad para manipular las informaciones que circulan al contenido de las informaciones. Y, por otro lado, como las
——
en la interacción por el momento sólo se trata del conteni¬
do de la interacción haciendo uso de una región anterior
redes corresponden a públicos, las cosas se complican desde
el punto de vista de la presentación de uno, “Si estoy preve¬
nido sobre lo que es la gente de los diferentes públicos que
completamente opaca, privatizada. En este sentido las es¬
trategias de los negros norteamericanos tal como lo descri¬ frecuento, pondré sin duda suficiente atención para no pre¬
be Wellman en Le Héros, la Pauvtypeet le combinará son ca¬ sentarme de manera contradictoria en aquellos lugares en
si militares pues transforman el gusto en algo así como una que sé que los públicos se encubren parcialmente.”10 Salida
base para realizar incursiones a territorio enemigo en el que a escena del ocioso transeúnte y del sonámbulo. E! hombre
el dominio de las impresiones es la única meta. No solamen¬ de la ciudad que acumula redes debe convertirse en funám¬
te las cosas no son tan sencillas, sino que atribuyen al pica¬ bulo, siendo así que ignora hasta las normas de equilibrio
ro un nuevo heroísmo (la capacidad de sobrepasar las imᬠvigentes en un público o en otro. O también, puesto que “los
genes de que dispone su interlocutor) y, en última instancia, límites de la tolerancia son bastante confusos”, el habitan¬
el cinismo del bribón.17 Ahora bien, estas dos cualidades son te de la ciudad debe admitir la pobreza de la metáfora escén n
imaginarias y simplistas. Por una parte, el dominio de las ca: la vigencia urbana no se corta en dos, en una zona plena
impresiones es una empresa que no tiene futuro ante sí. “La de luz y en una zona de negros secretos o de íntima penum¬
gente”, dice Hannerz, “a menudo prestan más crédito a una bra.20 Que yo esté en el origen de las informaciones qae cir¬
información cuando ésta no parece enteramente controlada culan en la interacción o que ellas se deban a rumores, todas
por quien la da”.1* Por otra parte, el problema de la construe-
19 Ulf Hannerz, op. cit.t pág. 291.
16 20 Sobre la integración de la perspectiva dramatiírgica en el análisis de
IbitL, pág. 333.
¡®7 Ibid.., pág. 290. las redes, véanse ba notables páginas de Hannerz, op, cit. pág. 292 y si¬
1
VéaaeA. Boubeker, “Quartier cousin” in Temps Modemes, diciembre guientes. “Los secretos que tratamos de mantener ocultos no son siempre
de 1 982. tan negros, son más bien secretos de un color gris, gris pálido o gns oscuro;
1s
U. Hannerz, op. cit., pág, 258. no siempre se trata de una desviación espectacular sino que son más bien
embarazos menores*.

NO 141
esas revelaciones se negocian progresivamente hasta que mi
interlocutor a su vez entra en escena y comienza a transmi¬
*
tir las revelaciones referentes a sus redes y a su territorio, 10
Es entonces, dice Hannerz, cuando compartir el escenario y
los bastidores pierde su sentido. El carácter abierto, indeter¬
minado, de una red no es simplemente interno; se debe al he¬
<
cho de que, en el espacio público, ciertas relaciones (las más Convicciones 4

importantes) son aquellas que todavía uno no tiene,21


Para eso, pues, sirven las redes: nos permiten explorar
la fase interna de la integridad personal (salvar el prestigio)
í
y de la integración social (confirmar el empeño o compromi¬ “No se puede negar que los hombres más hábiles i

so conversacional) al poner de manifiesto los papeles contra¬ en el arte de vivir (a menudo desconocidos, dicho
dictorios del intermediario. Pero por eso mismo todo escena¬ sea de paso) logran sincronizar los sesenta o se¬ 5
rio está sobredeterminado y la analogía teatral no es más tenta años diferentes que palpitan simultánea¬
que un andamiaje que, como todos los andamiajes, sólo sir¬ mente en cada sistema humano normal: cuando
ve para construir otra cosa, a saber, la estructura de los en¬ dan las once en uno de sus relojes, todos los otros
cuentros y de las copresencias. Esa estructura quiere que suenan al unísono, y el presente nunca represen¬
ta una ruptura violenta ni se desliza completa¬
sea salvada una definición única de la situación. Es precisa¬ mente inadvertido en el pasado. De esos hombres
mente en este punto donde el análisis de las redes interesa podemos decir con razón que vivieron precisa¬
a una sociología del espacio público. Poco importa que un mente los sesenta y ocho o setenta y dos años que
conjunto de lazos sociales se enmarañe o haga nudos, poco . les da su lápida sepulcral, Pero en cuanto al res¬
importa la sobrecarga de las relaciones o su empobrecimien¬ to de los seres humanos, algunos están muertos,
to. La obsesión del espacio público es de una naturaleza com¬ como bien lo sabemos, aunque caminan junto a
pletamente diferente: se refiere a las rupturas de comunica¬ nosotros; otros son viejos en varios siglos aunque
cuenten treinta y cinco años. La longitud verda¬

— —
ción. No descuidar la situación significa pues abandonar a
veces el principio dramatúrgico por excelencia el principio
de reserva , significa ir más allá de la distinción del esce¬
nario y de los bastidores a la vez para salvar las apariencias
y conservar a la estructura social su flexibilidad.22
dera de una vida, diga lo que dijere el diccionario
biográfico, siempre es materia de discusión. Per¬
manecer en el momento adecuado es una tarea di -
fícil".
Virginia Woolf. Orlando, Oeuvres Romanesques.
Ed. Stock, tomo II, págs. 189-190.

1. El principio de reserva encuentra su anclaje en esta


antigua obsesión: la esquizofrenia del habitante de la ciu-
dad. Sin este derecho a la indiferencia, a la inatención cor¬
tés que nos acuerda el carácter fragmentario y discontinuo
de las relaciones de copresencia, no podríamos asociar abso¬
n Ulf Hannerz, op.
cit.r pág. 298. lutamente nada, ni hombres ni ideas. La densidad ecológL
22
Goffman, M.S.V.Q., tomo 1, pága. 239-240 y Rí: 98-100. ca de las relaciones sociales está en la base de su precarie-
143
142

L
BIBLIOTECA DE ARQUITECTURA
- FAU/UCV

dad. Dejemos pues de lamentamos de la superficialidad de mos libremente o no definirla y redefinirla. El problema está
los vínculos (Simmel); reconozcamos en su positividad “na¬ en esta posibilidad misma, en el hecho de que el acrecenta¬
tural” la economía de las relaciones fundadas en la distanci- miento de sentido dado puede provocar deterioros a la si¬
(Park, Wirth). La lógica de la urbanidad es la de la mund tuación como tal. Poco importan las disonancias y las notas
nidad. falsas; éstas se nos han hecho familiares, son lo corriente de
Pero esta mundanidad ya no es la del salón, .es esta-
k una interacción, son el sacrificio que le impone la heteroge¬
lió en la escala de una sociedad y sus fragmentos dieron n~- neidad de los juegos de lenguaje. Pero, ¿hasta dónde puede
cimiento a una multitud de rituales, a una abundancia .o ir la compatibilidad de lo múltiple? ¿Cuál es el punto sin re¬
“pequeñas veneraciones”. La tarea de censo, el inventario de torno para el sentido de una situación, el punto en que su
los recursos de lo cotidiano, se hace indispensable (Goflman) sentido se inmoviliza?
y esa tarea es inmensa, hasta interminable si se piensa que
Ya hemos abandonado la filosofía del mundo, y los pen¬
el carácter precario de lo social es derrochador. Inflación de
samientos del espacio público nada dicen de la derrelicción
los argumentos y tramas, multiplicación de los escenarios y de lo existente. Lo que los obsesiona es la muerte del mun¬
de los discursos indirectos. El principio de reserva se agota do, es el abandono del existir. Lo irremediable no es para el
hasta transformarse en su contrario, en un consumo infini¬ scqeto estar “clavado”, estar “perdido”, sino que es para el
to de revelaciones. Rumores y confidencias, refinamiento de mundo estar adandonado, desamparado. Siempre se trata
la presentación de sí mismo. Arte de las paradas y de las fa¬ de la misma obsesión a la vez ética y epistemológica, TheNe-
chadas, pero también publicación de lo íntimo. glected Situation.
La mundanidad era la respuesta de una estética del so- Sabemos lo que significa el abandono de lo existente.
cius a los arrebatos del interconocimiento. La sociedad de Sabemos que su modo de ser es nauseabundo y que domina
responsabilidad limitada antes que la disociación esquizo¬
una filosofía de la evasión. Pero el desencanto del mundo es¬
frénica. Pero la mundanidad generalizada hace vulnerable tá tal vez en su acabamiento, más miserable aún. Miseria del
a la menor de las situaciones por sobrecarga de sentido. En
el lenguaje de la microsociología, podríamos decir que las si¬
derecho a la diferencia y del relativismo que apela a una fi¬
losofía de la aventura. Y la aventura no es la evasión. Esta
tuaciones corren peligro de perder su definición1 y, en efec¬ es la necesidad de salirse uno de la identidad, de romper “el
to, frente a este riesgo, la metáfora dramática no es más que
un andamiaje. encadenamiento” más radical y más irremisible, el hecho de
que el yo sea el sí-mismo’.2 La necesidad de aventura es un
La paradoja poco a poco reemplaza a la escena primi¬ “ a priori de la vida... Es la unidad por la cual reunimos en
tiva del malestar en la interacción. Lo problemático es, no ya
el compromiso, sino la situación misma: “¿Qué ocurre aquí?” cada momento de nuestra vida nuestra actividad y nuestra
pasividad frente al mundo”.3 Este es el síntoma de un mun¬
Lo cierto es que esta paradoja no es sólo propia del comedian¬ do que por su precariedad misma nos impone conjugar reser¬
te pues invade la contextura de lo real como si el pedestal de
los rituales, el teatro de la vida cotidiana, se encontrara aho¬ va y compromiso, embarazo y convicción.
ra fisurado por efecto de una sobrecarga. 2. Vimos cómo las situaciones se redoblan ellas mis-
suma, el problema no es tanto el de saber si “lanza¬
——
dos , arrojados en una situación éste es el vocabulario
B

oxi stencial de la derrelicción de la criatura


_
existente pode- 2 E. Lévinas, De Fata Morgana, 1982, Reedición de un tex¬
to de 1936.
3 G* Simmel, “Philosophic de
E- GofTmftD, M.S.V.Q., tomo 1, pág. 239. FA venture*, en Philosophic Relativiste
t

Alean, 1912, págs. 139-164.

I 1 \
145
mas, vimos cómo el sentido retorna lentamente a la reflexi- Un cartel en las paredes de la ciudad. “Inviértete”, tal
vidad de un momento; acompañamos al explorador de ojo de vez “Empléate”. Poco importa. Emplearse o invertirse, los
ostra hasta la frontera de los encuentros; él nos enseñó a leer
los rastros del espacio público en las vibraciones de sus dos sentidos van bien. ¿Cómo concebir las movilizaciones de
membranas; nos perdimos en la inmediatez del sentido or¬ un público sin lasfusiones de la muchedunbre si no es por ese
movimiento de vaivén constante entre empeño e inversión,
dinario entre obra maestra y repetición. (No es puesni la im¬ sin pensaren la pulsación del empeño, en su carácter de “vi¬
potencia ni la coquetería lo que nos hizo emplear metáforas.
Unicamente ellas podían permitimos conjugar la perma¬ talidad contenida”?
nencia del mundo y la precariedad de los lazos; las metáfo¬
En un espacio de convicciones, nada se manifiesta por
ras son ia retórica de las unidades vehiculares, las paradas un movimiento de revelación tranquila. El sentido comien¬
del juicio colectivo.) za siempre por intimidarnos y las más de las veces nos des¬
plazamos como sonámbulos. Toda percepción es tensión,


El espacio de las relaciones en público está cubierto de

restos del sentido las rutinas y marcado por una infini¬
dad de pequeñas catástrofes. La lengua que le conviene es la
de los intervalos y correspondencias, la lengua de la veraci¬
enfrentamiento con lo indeterminado. Una convicción es la
expresión de esa bifurcación antropológica de que habí a Tar¬
de, expresión de la cualidad de la dualidad de la creencia y
dad y de las apariencias concertadas, Es no la lengua de las del deseo que tenemos de su independencia recíproca. "Es
fraternidades sino la del egoísmo lógico, la de la paradoja. El esa bifurcación interna, y no alguna ficción política como ia
presunta separación de los poderes o las llamadas garantías
espacio público no es un medio: éste se organiza alrededor de
constitucionales, lo que explica por qué hay límites en la
un postulado de sentido común, alrededor de una cláusula
de inconclusión: la cláusula del etcétera. En cambio, en el es¬ opresión de los esclavos por parte de sus amos, de los pueblos
por parte de los gobiernos, de las minorías por parte de las
pacio público todo debe recomenzar siempre. Hay que ha¬
mayorías, aun cuando el poder de los opresores no reconoz¬
blar, hablar, hablar. Publicación.
Toda la cuestión esencial del espacio público está en el ca límitesy aun cuando el deseo de éstos, deconformidad con
sentido que hay que dar al principio de reserva. Si se lo en¬ sus intereses, sea ejercerlo por entero”.4
tiende como una regla, la conquista del presente es asunto Esto quiere decir que en un espacio público las convic¬
de Hobbes: una socialidad calculada en la que los puntos se ciones no son de naturaleza diferente de las resistencias; las
imponen a las líneas y en la que nosotros no somos más que convicciones están contenidas en su vitalidad misma y a su
estrategos de carnaval. O bien, entonces, una circulación vez nuestras resistencias son frágiles, muy precarias. Bas¬
constante, en el umbral de nuestras identidades, la oración ta una onda para que ese límite fugitivo que separa nuestras
cotidiana de la copresencia, una instancia sin sujetos, pre¬ resistencias de nuestras convicciones se invierta. Lo que
subjetiva, un orden de las circunstancias, el hecho de que es¬ ocurre es que ambas descansan en un juego de interferen¬
temos disponibles en otro lugar y, por lo tanto, infinitamen¬ cias, en corrientes de ejemplos que irisan la epidermis de lo
te disponibles, apenas presentes. social.6
No somos “zombies”, no somos contadores. Somos seres Y es ésa la intuición délas tres sociologías de la interac¬
de doble lenguaje. Corte, se vuelve a comenzar. Y nosotros ción que hemos evocado en estas páginas: el asombro ante
volvemos a comenzar. Entre la memoria y el olvido. Siguien¬
do otras lineas, recorriendo otras tramas, al mismo tiempo
primos y no primos, traidores a lo que nos ha ocurrido por fi¬ 4
Philosophic Pénate, píg. 28.
6
delidad a lo que nos acaece. Sobre los grados de convicción y sobre "la fluctuación entre cinismo
y sinceridad', véase E. Goffman, M.S.V.Q., tomo 1, pdg. 28.

U6
147
las pulsaciones superficiales de lo social. Hay dos grandes en un espacio público remite, dentro de la corriente microso-
errores sociológicos, dice Tarde, dos grandes añagazas: el se¬ ciológica, a dos intuiciones nuevas. Por una parte, la gran
ñuelo panorámico que nos hace creer que el orden de los metáfora del socius a la que llegan los pensamientos del es¬
hechos sólo es perceptible si se lo saca de sus detalles esen¬ pacio público; no es la metáfora del organismo sino que es la
cialmente irregulares para “elevarse uno muy alto hasta del cerebro. Particularmente en Tarde, la ruptura con el or-
abrazar con una mirada panorámica vastos conjuntos”; y el ganicismo es perfectamente neta. La forma pura de lo social
señuelo histórico que consiste en encerrar los hechos socia¬ no es una forma de equilibrio y de centralización —el círcu-
les en fórmulas de desarrollo. Son señuelos porque en gene¬
ral hay más lógica en una frase que en un discurso, “en un —
lo ; es una forma de excrecencia discontinua y constante,
una arborización (y entonces las sociedades son cerebros, así
rito especial que en todo un credo”. Hay mas lógica, es decir, como los cerebros son bosques),6 o un orden por fluctuación,
más adaptación, más invención y armonía, más coproduc¬ un flujo que determina desniveles estructurantes (metáfora
ción del sentido. Lo que es lógico socialmente es la produc¬ de la cascada). De manera que lo que importa para concebir
ción de vínculos. El hecho social más enigmático y el más la asociación social o la combinación de las ideas no son las
elemental son una adaptación, son una relación. Pero no se normas de organización sino que son las normas de conjun¬
trata de la relación de la copia con su modelo, sino que es la ción.7 Por otra parte, la facultad de asociación está directa¬
respuesta a una pregunta. La matriz de las armonías no es mente ligada a criterios de superficie, es decir, a procesos de
otra cosa que la invención. En suma, en el fondo de toda aso¬ extensión y de amplificación. La analogía de lo social y de lo
ciación entre los hombres hay una asociación de ideas. cerebral en Tarde debe comprenderse a la luz de las recien¬
tes descripciones de la superficie de la corteza cerebral en las
3. Puede uno interrogarse sobre la relación que hay en¬ cuales el cerebro ya no es un centro nervioso sino una espe¬
tre este cuestionamiento contemporáneo concentrado en el cie de bosque abstracto, esquematizado por un conjunto de
espacio público y la filosofía de las civilidades en la época clᬠlíneas longitudinales y de excrecencias transversales, como
sica. En particular, ¿qué queda de la relación entre felicidad si para describir la máquina de combinar ideas (la máquina
y sociabilidad? Tarde es precisamente una especie de bisa¬ social de las asociaciones) fuera menester representarse las
gra entre estos dos cuestionamientos. Es el heredero de los ramificaciones de una membrana sobre una hoja blanca sin
filósofos del siglo XVin cuando supone que en el fondo de to¬ dejarte siquiera el beneficio de una tercera dimensión, la
da asociación entre los hombres hay una asociación de ideas. transparencia.8 Es la atención prestada a los procesos de ex¬
-— —
Es un ideólogo del siglo XVITI Roederer a quien Tarde ci¬
ta extensamente para mostrar la función social y civilizado¬
tensión superficial, a los fenómenos de amplificación por
ra de la conversación de salón. En otras palabras, la felicidad fi
Véase J, P. Changoux, Ufíomme Neuronal, Fayard, 1983, Capítulo
es siempre una combinación de ideas. Por lo demás, se po¬ II. En particular la idea de que las neuronas corticales se distribuyen como
dría encontrar en su teoría de la vacilación esa inquietud que coniferas o en “columnas'1 dispuestas una junto ala otra, “como las latas de
Locke designaba con el término uneasiness que nos aguijo¬ conserva en los estantes de una tienda de comestibles”, pág. 83.
?
nea y nos hace combinar. Sin embargo, si consideramos el so- “Pues un cuerpo no es otra cosa queun acorde de vibrado nes diferen¬
ciadas y jerarquizadas, reproducidas separadamente en series,distintas y
ciomorfismo que quiere que todo fenómeno de la naturaleza entrelazadas." Les Lois de Limitation, pág. 77.
sea una asociación y si consideramos la primacía que los pri¬ 8
Véase J. P. Changeux, sobre 1 a extensión de la su perficie de la corte¬
meros textos de GoíTman asignan a las unidades vehiculares za cerebral y el aumento del número de neuronas susceptibles de estable¬

n relación de contigüidad sobre las unidades de parti¬
cipación, deberíamos decir que el principio de la asociación
cer conexiones "de asociación-. La superficie ocupada por las áreas de aso¬
ciación es superior a la de las áreas primarias sensoriales y motrices. Op.
ciLt pág. 91.

M8 149
ÍIBUOTECA OE ARQLUTECTIWA - FAU/UCV
contigüidad, lo que distingue netamente la microsociología
del espacio público y las representaciones de la sociabilidad convicción. 1.a metáfora teatral rius obliga a apartarnos de
en la época clásica. De manera que la idea moderna de la fe¬ una filosofía cínica, pero al propio tiempo nos obliga también
licidad ya no está asociada con la idea de la buena forma o a tratar constantemente con ella, a tomar notas partiendo de
con la idea de la totalidad orgánica. La idea moderna pasa los discursos del simulacro. Si somos presa de la teoría de los
por un pensamiento de las membranas y de las interfases de papeles, un empeño tiene en efecto siempre una finalidad
(Hannerz) y el actor social, entre la espada y la pared, podrá
lo social, es decir, por una retórica de la presentación de uno
mismo y por un arte de las fachadas. Esta retórica puede ser ser siempre objeto de la pregunta de confianza: ¿cuál es el
grado de su convicción? ¿Cuál es la parte de verdad (enten¬
entendida en su función real no sin cierta dramatización, sin damos, de autenticidad) que hay que otorgar a su actuación?
una contravaloración de lo superficial. Para el pensamiento
contemporáneo del espacio público, nuestra decoración, Sin embargo vimos con la figura del traidor y los fenómenos
nuestra fachada personal no son disimulos, son obras maes¬ de doble lenguaje que la pregunta estaba mal formulada de
tras en peligro. El conjunto simbólico que constituyen repre¬ esta manera y que un empeño no tenía la estructura unívo¬
senta para nosotros el equivalente de lo que eran las ruinas ca de una expresión. El actor social es un sonámbulo: sus
arquitectónicas para el pensamiento del siglo XVHI: son ras¬
comportamientos,.ya se inscriban en la estructura de dis¬
tros de una humanidad que se habría naturalizado. Abando¬ tracción del espacio tráfico, ya en el cara a cara de un encuen¬
nadas a sí mismas, descuidadas, nuestras fachadas perso¬ tro. son "movimientos exploratorios”, siempre prontos ela
nales tienen la solemnidad de ruinas que se injertan en el invertirse para adherirse a las circunstancias. Por eso,
paisaje circundante como el árbol o la piedra. Talesfachadas problema de la escala de las convicciones debe plantearse
son los rastros de eternidad en el espacio público.9 partiendo de esta inestabilidad estructural que manifiestan
los fenómenos de doble lenguaje. Si un comportamiento en
público puede manifestarse a veces como el producto de un
4. Los primeros escritos de GofFman nos habían hecho
encontrar esos rastros de eternidad; nos hacían descubrir, hombre sin convicciones y a veces como el de alguien que
en el sentido corriente de la agudeza y en la menor réplica de obra seriamente, ello se debe a que el comportamiento se de¬
una conversación, el significado casi religioso de la distancia fine ante todo partiendo de ese cerco que caracteriza una si¬
respecto del papel. Se trataba entonces de reunir los restos tuación, partiendo de esa membrana que Goffman designa
con el término de marco.
de la vida contemporánea y de rehabilitar esas ruinas que
nos eran familiares sacralizándolas, es decir, para un antro¬
pólogo, haciéndolas exóticas.
Resulta significativo que, en
primera vez en la obra de Goffman procura medir el camino

-que por

recorrido y fundar así un microanálisis de las situaciones de


Es la misma lógica del sentido de las situaciones lo que
lleva a Goffman, en sus últimos escritos, a ahondar la metá¬
fora dramática para encontrar así uno delos principales pro¬

interacción , la metáfora dramática sea reemplazada por
otras dos metáforas: la pictórica,10 por una parte, con la no¬
blemas de la microsociología de Tarde: el de tos grados de ción de marco tomada de las investigaciones de Bateson so
bre la metacomunicación; y la musical, por otra parte, con la
9
noción de “clave” (key) o de modo. Lo que ocurre es que Goff-
Véase G. Simmel, algunas reflexiones sugeridas por el aspecto de las
ruinas, en Mélanges Reta tivistes, op. ciL págs. 120-124, y Diderot: *Laa
man se propone apartarse del relativismo radical de la co¬
ideas nue las ruinas despiertan en mi son grandes. Todo se anonuda, todo rriente fenomenología (A. Schütz, H. Garfinkel) y procura
perece, iodo pasa. Sólo permanece el mundo. Sólo el tiempo dura. jQué vie¬
jo es este mundo! Voy andando entre doseternidades.' Citado por Jean Sta-
robinski, ¿.'Invention de la Liberté, Skira.
10Véase también el último texto de GoíTman, “L’ordro de I 'interaction”,
AS.R., 1983.

1 50 151
hacer el inventario de los principios de organización de la ex En otras palabras, en toda situación hay que tener en cuen¬
penen cia implicados en toda actuación. Se llamarán marcos
í frames) esos principios, lógicamente independientes de las
ta esta capacidad del participante de la interacción para des¬
plazarse sobre el borde (rim) de la situación, para abandonar
claves, es decir, de los esquemas interactivos que movilizan los estratos dramáticos en los cuales está inserto, absorbido
los actores para definir una situación. La metáfora del mar¬
co nos suministra pues la imagen de un cuadro el conteni¬
do de la experiencia, lo que se desarrolla aquí y ahora— y, ai
mismo tiempo, la perspectiva a partir de la cual se le atribu¬
— (engrossed) para encuadrar la situación en su contexto, pa¬
ra de alguna manera volver a su sentido.
Una clave no es un código en el sentido lingüístico, es
una regla que se usa en una interacción y que describe la ma¬
ye un sentido, un tenor de realidad* La metáfora pictórica
nera en que ésta pueda mantenerse, evolucionar o desdo-
acentúa el carácter indefinidamente reflexivo de una defini¬
blarse, que describe el grado de convicción que se asigna a la
ción de situación, pero además permite al microanálisis interacción. Para saber lo que pesa en una convicción uno se
distinguir estilos de experiencias, es decir, esquemas fun¬
preguntará entonces qué es lo que provoca una ruptura de
damentales (primary frameworks) por los cuales aprehen¬ marco, es decir, no sólo una pérdida de sentido en la situa¬
demos un suceso de manera diferenciada. La pregunta “¿qué ción, sino un desentenderse de los participantes de la inte¬
ocurre aquí?” no puede pues ya abordarse partiendo sola¬ racción. Un marco puede sufrir dos tipos de ruptura (break¬
mente de la oposición del escenario y de los bastidores; hay down): primero, el marco está sometido a algo así como un
que hacerlo partiendo de una serie de modos que califican la
actuación; se trata de una broma, de un sueño* de un acci¬
derecho a la distracción; se supone siempre que en un espÿ
cío público los actores tienen la oportunidrd de cerrar •
dente, de un error, de un engaño, de un malentendido**. paréntesis que abrieron antes (tienen alguna otra cosa qu,
Se observará que el supuesto del marco es pragmático hacer, se retiran en buen orden.,, págs. 349 y siguientes). Pe¬
y no estructural: cualquiera que sea la complejidad o la di¬
ro sobre todo un marco puede sufrir rupturas que afecten
versidad objetiva de las realidades que abarca un contexto, nuestro modo de presencia en la situación, rupturas en la
se supone que hay un principio de organización de la expe¬
riencia interactiva, principio que permite a los participantes calidad del enfrentamiento cara a cara: estallidos de risa,
de la interacción entenderse sobre el modo de existencia de mezcla de géneros, cambios de clave (key shifting), es decir,
lo que se desarrolla entre ellos. En otros términos, se supo¬ modificaciones de la distancia respecto del papel y del régi¬
ne, en el caso de cada situación, que virtualmente existe un men de los intervalos. Este segundo tipo de desentendimien¬
acuerdo sobre la cuestión: “¿qué ocurre aquí?” El aquí y el to no es una retirada, es una resistencia a la absorción, una
manera de aprovechar el desdoblamiento virtual de la situa¬
ahora que definen un contexto son postulados pragmáticos
de la situación que autorizan a los participantes de la inte¬ ción, el despliegue de sus modos posibles, este tipo confirma
que el principio de organización de la experiencia no es es¬
racción a considerar que viven el mismo acontecimiento o
que hablan de la misma cosa. De suerte que resulta claro que
la metáfora dramática, aun cuando no se la abandone?1 no — —
tructural. Ciertamente una de las reglas de lo cómico hu¬
morismo e ironía consiste en deslizarse así de un modo a
puede sino impedir que progrese el análisis. Toda escena y otro, de hacer variar los grados de convicción para atender
toda actuación es ocasión de justificaciones y de discusiones, a la excentricidad de la situación. Desde este punto de vis¬
ta, no sería exagerado decir que se podría leer toda la socio¬
logía de Goffman como una serie de comentarios sucesivos
11 n pronto GoiTman hace del drama una modalidad entre otras de lo sobre la función social de la risa.
rcaÿ (pág. 10), Bien se ve que la oposición del escenario y de los bas¬
tanÿpronto el drama es para él la esencia de todo con-
tidores no permite tratar estos deslizamientos intraescéni-

i na 153
eos. Tampoco ya de nada vale hablar de la vida
mo de un campo específico; asimismo, la metáfora cotidiana co¬ 5. Ahora si ampliamos el campo, si nos interrogamos
revela impotente desde el momento en que considera teatral se sobre la integración de las situaciones, si tenemos en cuen¬
uno la
serie de los postulados pragmáticos que obran en una situa¬ ta los fenómenos de contagio, si hacemos del teatro una pes¬
ción. Esos postulados hacen variar la relación entre el te, tendremos que preguntamos cómo varían los grados de
dramático de la situación y su membrana contextual, de núcleo convicción con las formas de conjunción. Pues si una socie¬
nera que un escenario no es nunca un enclave de sentido ma¬ dad es siempre una asociación, la socialidad, dice Tarde, es
sólo dispone de un único estilo cognitivo. El microanálisisque es
otra cosa. La socialidad es a la sociedad lo que la elasticidad
pues forzosamente una teoría de las situaciones en deli éter es a la constitución molecular.13 La socialidad pura
la
da en que éstas se desdoblan, en que pueden exhibir sumedi¬ es pues propagación.
bigüedad, cambiar de registro cognitivo y ceder a la am¬ Las sociologías del panorama y del desarrollo están
de los géneros. mezcla fascinadas por los acuerdos y las contradicciones, por las re¬
Sólo con esta condición el análisis de situación puede producciones y los conflictos. Pero dejan de lado lo esencial:
concebir los grados de convicción más allá de la pobre oposi¬ los fenómenos de propagación y de amplificación que no so¬
ción de cinismo y sinceridad para convertirse en un “guía lamente toleran las disonancias y las interferencias sino que
para la atención”. Los conceptos de marco y de ruptura no se conciben sin éstas. Y las propagaciones determinan a
marco, de deslizamiento de modo muestran que el equilibrio de su vez a pequeñas interferencias, pequeñas adaptaciones,
entre la distancia respecto del papel y la vigencia dramáti¬ asociaciones muy flojas del tipo de las que se observan en los
ca, es decir, la absorción, es in temo al escenario y correspon¬ comportamientos hipnagógicos y en el sonambulismo.
de a transformaciones en los modos de afirmación de lo real. “Cada cosa que hacemos", dice Simmel, “o que experi¬
En su lenguaje, Tarde habría dicho: no hay diferencia entre mentamos adquiere una significación doble: cada cosa gira
el sonámbulo y el tímido. El sonambulismo designa el régi¬ sobre sí misma, tiene tanta amplitud y profundidad, contie¬
men ordinario de lo social o lo que se llamaría hoy su régimen ne tanta alegría y sufrimiento como puede damos por el he¬
de inserción. Pero este régimen sólo se comprende por su in¬ cho de ser vivida de una manera inmediata: y, al mismo
verso, la intimidación. El sonámbulo se mueve con holgura tiempo, forma parte del conjunto de nuestra vida”.14
y facilidad, pero también está tan “magnetizado” Por eso la aventura, tal como la pinta Simmel, es la for-
como el
tímido. Ninguno de ellos se pertenece. Sencillamente la ti¬ ma pura de la interacción. No sólo la aventura se sitúa al
midez es un “estado social naciente”, es una posición fronte¬ margen del panorama y de la historia, sino que además es la
riza en la que uno se encuentra “todas las veces que pasa de forma pura de la reversibilidad de lo social.
una sociedad a otra o que entra en la vida social exterior al En sí misma, la aventura es una forma “que es mante¬
salir de la familia”.12 Distancia respecto del papel y vigencia nida como por un centro interior”. Es un anillo. Pero difiere
dramática son pues de la misma naturaleza. Ambas se opo¬ de todo lo que es extraño a nuestra vida y sólo afecta la epi¬
nen a la euforia que caracteriza los comportamientos, los dermis. “En tanto que la aventura se aísla del conjunto de la
cuales son indiferentes al marco; son comportamientos sin vida, se reintegra en ella, por así decirlo, en virtud del mis¬
gravidez situacional. mo movimiento; es un cuerpo extraño a nuestra existencia
pero está sin embargo relacionada con el centro de alguna

13 Ibld., 76.
12 G. Tarde, Les Lots de ¡'Imitation, pág. 93. 14 G. Simmel, “La Philosophic de ¡’Aventure", en Philosophic Relati vis¬
te, Alean, 1912, pág. 139-154.

I 54
155
1IBUÜTECA DE AROUITECTDHA * FAU/UCV
manera."15 La aventura tiene pues dos centros: aquí y en esta adaptación no es solamente controlada. La aventura
otra parte. No se agota en las circunstancias, tiene sentido. nos entrega al mundo “de una manera más completa y na¬
El aventurero, lo mismo que el jugador, cree en el azar. Le nos reservada de lo que lo hace cualquier otra de nuestras
atribuye una “racionalidad velada” que hace de la aventura relaciones, pues estas últimas están vinculadas con la tota
lo significativo de la vitalidad como juego de lo posible. En es¬ en con
lidad de nuestra vida mundana por más puentes y,choques
te sentido, el aventurero va más rápidamente que el chapu¬ secuencia, tenemos así mejores garantías contra los
cero que se contenta con arreglar cosas. Es supersticioso y, y los peligros que puedan amenazamos. Por así decirlo, es-
por lo tanto, inventa. Sus líneas de interacción se multipli¬ tamos mejor preparados para evitarlos y para adaptarnos
can al infinito, son a la vez reales e imaginarias, son inma¬ ellos”. «

nentes. “La superstición, que es típica del jugador, no es otra Toda convicción, en la medida en que está adaptada, es
cosa que la manifestación palpable y, por consiguiente, pue¬
ril de ese esquema que penetra y envuelve toda su vida: en
el azar hay un sentido, una significación que implica una ne¬
cesidad de algún modo”. El aventurero peca pues por exce¬
doblamiento existencial. —
decir, en la medida en que es inventiva, es pues un fenóme¬

no de propagación supersticiosa que se refiere a un des¬
Entonces la aventura adquiere toda su gravidez: por
hacer¬
so de confianza racional. Salta de la ocasión a la necesidad. un lado, “reúne en ella todas las pasiones como podría a
“Pues con el término aventura entendemos siempre desig¬ lo un sueño y, sin embargo, está destinada, como el sueño,
nar un suceso que está más allá del suceso puramente bru¬ ser olvidada”. Pero al mismo tiempo la aventura es “la uni¬
tal, cuyo sentido es exterior a nosotros, aunque pertenece a dad en virtud de la cual reunimos, en cada momento de nues¬
la serie vital y continúa en la que cada eslabón contribuye a tra vida, nuestra actividad y nuestra pasividad frente al
dar al eslabón siguiente un sentido global”.,s mundo”.17 “Es esa constelación lo que permite comprender la
Si la aventura es la interacción en su esencia misma, en ‘seguridad del sonámbulo’ con la que el aventurero lleva su
su necesidad, ello significa que la aventura representa una vida, seguridad que continúa siendo inquebrantable frente
forma de afirmación vital, dice Simmel. En ella se conjugan, al mentís de los hechos y que demuestra hasta qué punto
en efecto, dos órdenes, el orden de las convicciones y el orden esta constelación está profundamente arraigada en el a
de las conjunciones. Por una parte, el orden de las conve¬ priori de su vida”.18
niencias y de las inconveniencias parciales, el orden de los
encuentros; por otra parte, el orden de las relaciones; de ma¬
nera que así se experimenta como significativa una deter¬
minación extrínseca. Y esto es lo que hace que la aventura
pueda pretender situarse más allá de las series
para expresar la totalidad de la vida. causales
*

Aquello en que se empeña el aventurero es puramen-


. te estético, según se dice. Es cierto. (“La aventura es un azar NI
fragmentario y sin embargo es conclusa en sí misma como
• una obra de arte”.) Pero
eso no es todo: la aventura es tam¬
/ /
bién el colmo de la adaptación al mundo, el momento en que

15 17 G. Simmel, op. cit.. pág 145.


Ibld., pág. 140.
16 18 Ibld. pág. 147.
G. Simmel, op. cit., pág. 143.

156 157
Posfacio
Se puede considerar un posfacio como un cambio de po¬
sición en cuanto a lo ya expuesto, una manera de situarse en
otro lugar y decir las cosas de modo diferente. El comenta¬
rio puede entonces ensañarse con las debilidades de la pri¬
sa, las que se advierten más rápidamente. Sin embargo, no
__ En realidad, el núcleo duro en el modelo del tráfico C.H
una hipótesis clínica: no hay autorregulación del vínculo so
cial y las tríadas estables suponen un juego de connivencia
y de exclusión. Esto nada tiene que ver con la guerra do to
dos contra todos. Por el contrario, ya que la experiencia de la
locura del lugar (Insanity of place) compromete a analizar
las formas de gestión de los conflictos que derivan de esa lo¬
cura y que permiten concebir las formas de regulación que
hay ninguna razón para esperar “la revelación del secreto” obran en una situación corriente.
y aun menos aquí puesto que no hay realmente secreto en lo Son los comentarios sin término sobre lo que es “lugar”
que se presenta como una invitación. Las reglas de formali¬ los que nos revelan el secreto de lo que entendemos por san-
dad en esta mateia son muy variables y pueden dejar mar¬ tidad de la regla”. Y es el maníaco, con sus proyectos convul¬
gen en las circunstancias del intercambio. sivos y su activismo febril, quien nos introduce en la sinta¬
La experiencia intelectual de la ciudad, que constituye xis de las conductas: “el acuerdo habitual entre postura y
la clave de esta invitación, es siempre viva y actual. Tal vez lugar, expresión y posición”.
esté trabajada, más que antes, por la cuestión que se enun¬ Asimismo, si los análisis de la risa que se inspiran en
cia, entre los profesionales, como la cuestión de la distancia Goffman la definen como un procedimiento de apacigua¬
conveniente y que designa la pugna, imaginaria y embara¬ miento, como una salida de la crisis o una evasión tempora¬
zosa, con el terreno. ria de la mecánica del reconocimiento, ello significa que el
El modelo del tráfico, predominante en este ensayo, su¬ reverso de esta "arena simbólica” no es un estado de guerra
pone la hipótesis de que todo lugar está expuesto al contac¬ o una economía de intereses sino que es un juego constante
to de cualquiera y que toda situación social es susceptible de entre connivencia y exclusión. Ese juego es situacional, pe-
iniciativas no autorizadas. Una interacción, en este modelo, ro crea pequeños “depósitos” enteramente estructurantes
implica una parte esencial de evitación. Justificar el víncu¬ que constituyen la memoria viva de nuestras alineaciones
lo significa repararlo practicando las necesarias “retroaccio¬ en su disparidad real.
nes correctivas”. Bien se ve pues que no cabe precisar el punto. En cam¬
Captar la ciudad y comprenderla sería, pues, especifi¬ bio, sin duda puede decirse que el transeúnte se ha descu¬
car nuestras maneras habituales de tratar la amenaza de lo¬ bierto como un ser más sumarial de lo que habíamos imagi¬

cura de inconveniencia en cuanto a las situaciones , que
pesa sobre nuestras relaciones. Pequeños malestares, in¬— nado. En otras palabras, el hecho de hablar, hablar, hablar
es más que un proceso, es un problema. Y es un problema
quietudes o degradaciones de la identidad pública que nos tanto para los actores del espacio público, usuarios en vías
hacen ver el Mundo frente a frente (ése era el primer título de profesionalización, como para el investigador. Este, ya se
de mi manuscrito en 1982). dirija a la “gente de la esquina”, ya a sus intermediarios, a
Frente a ese mundo, se trataba de rehacerse una salud los trabajadores sociales y quienes realizan gestiones, cap¬
sin por ello sacrificar la incongruencia, el hechizo inicial y la ta la ciudad en el lenguaje de ellos. A él le corresponde
dispersión, y rehacerse una belleza en el mundo. Estética del traicionarlos con pertinencia aunque corriendo él mismo el
tráfico que se deja aprehender, en esta primera mirada, en riesgo de dar en otra locura, la del lenguaje privado.
virtud de una doble intriga: la de la actualidad y la de los pro¬
cedimientos de apaciguamiento. itaipú, octubre de 1988

158 159
BIBLIOTECA DE AROUITECTUHA - FAU/UO
!
'
_____
h .‘
s

m
‘K

1
'ÿ
(vi,.*»ÍW
- ¿f,.-
---J~> •

cial-gran dramaturgo- se de¬


"‘
"_’_
:
_ »
- ..

-a"
, _ -.

f
— —
jí,;
_
¥

--- rTT-
L.-.

m¿¡
-
1
í
i
i
$8 sembaraza de ios paradóji¬ \
:

’a i
cos mandatos de la identi¬ -
.u K
V. h!Wt. •

dad, cómo supera sus vacila¬


ciones entre ía integridad de
las situaciones y ..A.

Á
W-J
I
f
i
integri¬ ;.-'i*¡¡ . «¡ri
í
dad del indiv" ¿uo V
v;
¡kÜ

tBvÿs
[ÿJJL> Vjí
m 1

- %*
- vrt“i -A ’

'JA fi'J
4*‘. ;••;ÿÿ••-. í-f
Xí l'l
]
>-
T., ir J.:B
EL
Sti
'ÿÿÿ ,¡!
1 «ÿ

vl-
c“ a.” j
- "- '-r-
'
:ms
‘ÿI 1

Se puede considerar tato posfacio como * tn k:')


rÿt
. --1

•.-
:
cambio de posición ó Tí cnanto alo ya ex¿•:ues- i
E! autor to, una manera de situarse en otr¡> ,ugar y de- i
ur*¡:l
1:7
r_-
i

=i

Isaac Joseph nació en Et cir las cosas de modo diíet ente. Sin embargo, ¡
_ |PVH||
Cairo en Í043 y es cáterlré- no..hay ninguna r:. ón para aperar “la revela- ! _.

Ico de filosofía v profesor ción del secreto” y ann menos wní npesto
«djunto de ftjdolngft, en ’a que no nay realm o secreto e* lo que se :

j Universidad de Lyon . fin -sienta como imd üívitarióft. »ÿ

IE opeiación con I ves Cktíaie- ¡ a experiencia iníeléc-dial oe ia ciudad,


yer tradujo y préstntó los que constituye u clave de esto invaden, es
i
¡
f

l v L textos que mudan IB


.

eiÿmpre viva y actual. Tal vez esté trabajada,


i Urbana
nortetmteifaÿa
teoU
d*
ni¿s oue
». «di-Chicago, .<*•
por la cuestión que se enun-
or -Renales como i- cuestión
U distancia conveniente y que designa ía
-,íV
' :.V
recientemente, le obra de Uif
'

-_4í

Hÿnerz dedica,ÿ a JOS úe


-d>;
tmagmaria y embarazosa, con el te- >
U
áarrouo8 actuales ade la ™0.
ar.-
f
tropulogia urbana (Ajt.oíerw
:
El modelo de? nredonikiante en
ío Viile, Min un 1083), Cola- este ensayo, supone la r* ip ' es?* de que todo
-
cora asíi Tísmr en varias < e- lugar este expuesto al contacto de cualquiera <
vistas (Vrbi, Espetas ei ?ÿ•/- y qUe todo stcaacién social es susceptible de ill
eiétes, CnUjxe, Sjdétés -
1

iniciativas no autorizadas. Una. Iríeraeción, c


1I
-.
:viiV“í:
en este modelo, implica uña p rlt esencial de a
i®-qí ÍTrm|T...'-'[|[;-' .. ¿ - evitación. Justificar el vínculo sig.lifica rq»- 22
H
t.vn
ÍV ; rry : rarlo practicando!n necesarias"reó-oaccio-
1 nes correct?''’*
correcu*. o., .
‘‘id.

: i: J > y.- vríjt J. '-.V

'ÿÿ

•" &&
.ÿ I.

K-
W CI
¿L V'Vé4-1-Ü¿4
f~*
Ct(t DeI ‘íposíacio” escrito por el aute para
la edición castellana er. itaip-j, octubre

I
í-1
sr<
Tn- .
CD
.. ‘
editorial '
de ms. aT

i-

|
I -
— iZ?

Código 1.509
.•r.J;

Вам также может понравиться