Aun suponiendo que tenga que reconciliarme con el imperativo de
la sociedad o con la prohibición del super-yo, esta reconciliación sólo es vivida como arrepentimiento si aparece como valor y obli gación a mi conciencia que las asume libremente. Ni la libertad o su ilusión, ni la obligación, ni el valor moral pueden explicarse por el determinismo de los fenómenos inconscientes o la presión de la realidad social; son de un orden distinto, como veremos a su de bido tiempo. Los rasgos descubiertos en el análisis del pensamiento se encon trarán de nuevo, mutatis mutandis, en las otras formas de expe riencia moral.
II. N aturaleza y o b je t o d e la m oral
De esta aproximación concreta al hecho moral en la experiencia
típica del arrepentimiento, pasemos al problema de la ética como ciencia: objeto, naturaleza, definición.
1. La ética como ciencia especulativamente práctica
a) Ciencia especulativa y ciencia práctica:
En el antiguo sentido del término, la ciencia puede definirse, según Maritain, como «un conocimiento de modo perfecto o, con mayor precisión, un conocimiento en el que, obligado por la evi dencia, el espíritu asigna las razones de ser de las cosas, porque el espíritu no está satisfecho más que cuando alcanza, no sólo una cosa, un dato cualquiera, sino también aquello que funda este dato, en el ser y en la inteligibilidad» 7. En el sentido más estricto la ciencia es, según santo Tomás, de quien recoge toda la doctrina Maritain en su definición,
7. L e s D egrés du savoir, p. 47 (abreviado: D .S .). Citamos por la sexta edición.
A quí nos inspiram os en esta obra de M aritain , especialm ente en el capítulo v m y en el anexo v n . C f. del mismo autor, A r t e t scolastique. M o ra l
un habitus, es decir, una disposición estable aquí de la inteli
gencia en el orden del conocimiento; un habitus adquirido. En este aspecto se distingue la ciencia del intellectus principiorum: aprehensión intuitiva e inmediata de los grandes principios que son el andamiaje mismo ddl pensamiento; además, la ciencia es un habitus adquirido relativo a las «con clusiones» : dicho de otro modo, es discursiva. Scientia, cum sit con- clusionum, est quaedam cognitio ab alio causata (i, 14, 1, obj. 2). La ciencia es habitus conclusionum (i-ii, 53, i); otra característica aún, pero que no hace más que explicitar lo que acabamos de decir: la ciencia es un conocimiento por las cau sas, por los principios o, como dice Maritain, por las «razones de ser de las cosas». Scientia est rei cognitio per propriam causant <C. G. i, 94); y por esto es un conocimiento cierto, ya que se funda en la evi dencia que engendra el conocimiento de las causas y de los funda mentos de las cosas. Scientia importât certitudinem cognitionis per demonstrationem adquisitam (i Anal., 44c). En este antiguo sentido emplearemos nosotros aquí el término de ciencia. Siendo un conocimiento cierto por las causas, la ciencia puede diversificarse según la diversificación de sus intenciones o fines: ciencia puramente especulativa, si su finalidad no es otra que el co nocimiento; ciencia práctica, si la finalidad perseguida es la de dirigir la producción de una obra o la realización de una acción. Theoricus sive speculativus intellectus, escribe santo Tomás tratando del inte lecto especulativo y ddl intelecto' práctico, in hoc proprie ab opera tivo sive practico distinguitur, quod speculativus habet pro fine veri- tatem quam considérât, practicus autein veritatem consideratum ordinat in operationem tamquam ad finem (In Boeth. de Trin., 5, 1). Y añade: In speculativis scientiis nihil aliud quaeritur quam cog nitio generis subiecti, in practicis autem scientiis intenditur quasi finis constructio ipsius subiecti (i Anal., 416). Ciencia especulativa y ciencia práctica difieren, pues, por sus fines. Pero hay que precisar. En efecto, la ciencia práctica tiene como objeto «algo operable», algo que puede ser hecho o que pue de ser obrado. Pero esto no basta para caracterizar la ciencia prác tica, pues lo operable puede ser también objeto de una ciencia pura N a tu ra le z a y o b jeto d e la m o ra l
mente especulativa: los actos humanos pueden ser objeto de la
metafísica, de la psicología, de la sociología, que son ciencias espe culativas; hay una metafísica de la libertad: intuición de la libertad y condicionamiento psicológico de la actividad libre, descripción y desenvolvimiento de esta actividad; una sociología de la libertad: condicionamiento social de la libertad. Una ciencia especulativa considera lo operable o la operación efectiva, más bien que la opera ción o ’la obra que hay que hacer. En otros términos, asignar como objeto a la ciencia práctica un «operable» ( = aquello que puede ser realizado), es designar sólo su objeto material. Una ciencia es práctica sólo si el objeto consi derado es un operable considerado como operable, si pertenece a su esencia dirigir de cerca o de lejos (pero sin llegar jamás a la po sición de la acción misma, pues esto corresponde a la prudencia o al arte) la producción de una obra o la realización de una acción. La inteligencia se convierte entonces en «luz directriz, medida de la acción, idea realizadora» 8. De operabilibus perfecta scientia non habetur, nisi sciantur in quantum operabilia sunt (i, 14, 16 ad 2). Al hacerse práctica, la ciencia «cambia, pues, propiamente, de finalidad intrínseca» 9. Con otras palabras, un conocimiento no se convierte en práctico 'por d hecho de añadirle una finalidad adven ticia o de más a más, es decir, utilizándola para fines totalmente exteriores a la misma. No se trata de los fines o de las intenciones del sabio. Puedo dedicarme a la investigación matemática para ga nar mi vida; en este caso utilizo para fines prácticos una ciencia teórica. Una ciencia práctica sólo merece este nombre cuando es intrínsecamente práctica, es decir, si su objeto tiene una relación esencial con fines prácticos. Hablando de la filosofía práctica, Mari tain escribe: «Desde su origen está dirigida a la operación... y con sidera lo operable en cuanto operable, de tal manera que la acción formal bajo la cual alcanza su objeto, la obra científica a la cual está ordenada, la luz espiritual que la anima y la dirige, son distintas de las de las ciencias especulativas. De este modo se distingue de las últimas ex ipso intrínseco ordine ad obiecta, ex quo una notitia
8. L abo und ette , e n Jacques M aritain, S o n oeuvre philosophique (o b ra c o le c tiv a ),
pAgitia 144. 0. O .c., p. 153. M o ra l
habet respicere tantum veritatem secundum se in abstracto, altera
secundum ea, quae requiruntur ut ponantur in exercitio existentiae. J uan de S anto T om ás , Curs. theol., i. p., q. i, disp . 2, a. 10, n.° 5. (D.S., p. 903). Resumiendo, diremos: 1) que una ciencia especulativa pretende conocer solamente por conocer. Aunque el objeto del conocimiento fuera una actividad, desde el momento en que la ciencia como tal no tiene otra finalidad que el saber, es una ciencia teórica o especulativa y no una ciencia práctica. Una ciencia especulativa se organiza alrededor de la no ción de verdad teórica (=conformidad del conocimiento con lo que es); 2) que una ciencia práctica intenta conocer para dirigir. Esta finalidad (práctica = conocer para dirigir la acción) es esencial a una ciencia taJ. Se organiza alrededor de la noción de «verdad práctica», llamada así para abreviar ( = conformidad del conoci miento «con las exigencias del fin que la realización debe alcanzar» o con «un apetito también rectificado con relación a este fin»)10. Ade más, una ciencia práctica puede ser, según los términos de Maritain, una ciencia especulativamente práctica o prácticamente práctica. Dejaremos de lado esta última, que no nos interesa. Una ciencia especulativamente práctica se propone dirigir la operación de una manera aún lejana; es realmente práctica, puesto que quiere conocer los fines del obrar o del hacer. Sin embargo, su modo de conocimiento permanece esencial mente especulativo por su carácter conceptual, su organización sistemática, su modo de explicación. En sus explicaciones, como toda ciencia, se remonta a las razones de ser. Organiza, escribe Maritain, «el universo mismo del obrar y de los valores operativos desde el punto de vista de las razones de ser y de 'las estructuras inteligibles» (D.S., p. 620). Mientras la verdad de la ciencia especulativa consiste en la conformidad del conocimiento con lo que es, la verdad de la ciencia práctica consistirá en la conformidad del conocimiento con la auténtica regulación de una actividad por relación a sus fines. Y como la autenticidad de esta regulación depende de la rectitud del
10. O.C., p. 144.
N a tu ra le z a y o b je to d e la m o ra l
apetito, la verdad consistirá aquí en la conformidad del conoci
miento con el recto apetito.
N.B. M ás allá de la cienoia prácticam ente práctica está el arte o recta
ratio factibilium («la recta determ inación de las obras que hay que hacer»; traducción de M aritain) y la prudencia o recta ratio agibilium. P ero con ellos nos salimos ya del terreno de la ciencia. E l papel del arte y de la prudencia consiste en regular d e u n a m anera inm ediata la producción de la obra considerada en el conjunto de susi condiciones concretas, de la acción tom ada en su singularidad existenrial.
b) La moral como ciencia especulativamente práctica:
Apliquemos las distinciones precedentes a la filosofía moral. La ética es una ciencia especulativamente práctica.
La ética no es una ciencia puramente especulativa. Si fuera
puramente especulativa se contentaría con describir, analizar, explicar, remontándose hasta las causas y las razones de ser, la actividad humana, pero sin considerarla en su relación con el destino del hombre. No sería reguladora y normativa. Tendríamos entonces, como hemos dicho ya, una psicología o una sociología, o incluso una metafísica del fin último del destino humano. La incidencia de la finalidad práctica o de la intención práctica de la filosofía moral es, pues, esencial. Como escribe el padre Labourdette, en d caso de una ciencia esencialmente práctica, el objeto «incluye... en su formalidad misma la relación al poder de aquel que la estudia... El fin, quizás no el del sabio, sino el fin de la ciencia es la obra» (op. cit., p. 153).
La moral es una ciencia práctica «en cuanto a sus finalidades
propias y en cuanto a las condiciones del objetos (D.S., p. 619). En efecto, la moral, como toda ciencia práctica, y por la misma naturaleza de su objeto (un operable: la acción humana conforme a sus fines) no se propone soiamente conocer por conocer, sino co nocer para dirigir la acción. Esta relación a la dirección de la acción le es esencial. Por esto, si la moral como tal, es decir, como saber científico, no asegura la dirección concreta, existencial, del acto M o ra l
que hay que realizar hic et rtunc, lo cual corresponde a la prudencia,
sin embargo está orientada, desde lejos, a la realización efectiva.
La moral es de modo especulativo (ciencia especulativamente
práctica). Esto significa que obra, como toda ciencia, dando las razones de ser de la actividad moral y, por consiguiente, vinculando esta actividad a lo que es principio y razón de ser en el orden mo ral, a saber, los fines y particularmente el fin último, los valores, d bien, etc. Se llegará así a un saber sistemático.
2. El objeto de la moral
La cuestión que se plantea ahora es la de saber con mayor
precisión cuál es d objeto de la moral. Cuando tecleo sobre mi mesa de trabajo intentando hallar la solución de un problema de matemáticas, no obedezco a ninguna intención explícita y este gesto es, de por sí, indiferente. Lo mismo sucede con los tics, los reflejos e incluso con algunos hábitos, en la medida en que se han convertido en automatismos. Resumiendo, se trata de un conjunto de movimientos o de gestos que se produ cen sin representación consciente por nuestra parte y sin interven ción de nuestra libertad. Son actos, por así decir, que radican en d hombre sin perteneeerle: «actos del hombre», pero no «actos humanos». En efecto, santo Tomás distingue entre los actus hominis y los actus humani. Los primeros son actos hechos por el hombre, volun tarios o no. Los segundos son actos propios d d hombre y que, por lo tanto, proceden de su voluntad libre. Actus autem humanus dicitur qui non quocumque modo in homine vel per hominem exer- cetur, cum in quibusdam etiam plantae, bruta et homines conveniant, sed qui hominis proprius est. Inter cetera vero hoc habet homo proprium in suo actu, quod sui actus est dominus; quilibet igitur actus cuius homo dominus est, est proprie actus humanus (De virt. in c., 4 )ll.
11. Cf. también i-ii, I, 1. En I Eth., led. I, n.° 3.
N a tu ra le z a y o b je to d e la m o ra l
Esta dase de movimientos que se hacen en el hombre sin el
hombre, no compromete, pues, su libertad. Si, por ejemplo, uno de estos actos perjudica a alguien, puedo sentir congoja, pena, pero no me puedo arrepentir ni sentir remordimientos. Quizás un análisis más profundo podría descubrir las motiva ciones secretas de algunos de estos movimientos. Pueden traducir un aspecto ignorado de mi personalidad profunda y ser como la sedimentación de una libertad pasada. Sin duda no parece que procedan de mi yo más real y más auténtico; yo no soy, actual mente, responsable de ellos. S'i existe alguna responsabilidad, hay que buscarla en una época anterior de mi existencia. Sin embargo, se recordará que no hay que colocar la responsabilidad solamente en la singularidad de los actos llevados a cabo, sino más bien en el estilo de vida y en la conducta general que estos gestos quizá traducen. Esto significa que nuestra personalidad profunda se expresa en actos en apariencia insignificantes, y que el verdadero sentido de estos actos no hay que buscarlo en su significación inmediata y aislada; por el contrario, hay que situarlos de nuevo en la historia- del individuo y considerarlos globalmente, para po der apreciar su valor humano. Desde este momento pueden con vertirse en reveladores de lo que soy. La conciencia moral no puede extenderse un certificado de buena conducta por el solo he cho de que una determinada intención particular le parezca buena; la bondad de la intención particular debe juzgarse siempre según la orientación total del sujeto moral. En todo caso, considerados en sí mismos, estos movimientos no son, propiamente hablando, morales. Algo muy distinto sucede cuando, por ejemplo, abandono mi mesa de trabajo sobre la que están extendidos mis libros de filosofía para entregarme a una conversación con Pedro. Al ir a ver a Pedro obedezco, contraria mente a lo que sucedía en el caso del teclear de que hablábamos antes, a una intención más o menos consciente: por ejemplo, la de tratar con él de una cuestión de filosofía, o de tomarme un rato de descanso; o bien porque sé que está enfermo. Ejerzo así, en una acción que es verdaderamente mía, mi existencia y le doy un sentido. Mi conducta tiene un sentido; esto significa que manifiesta una M o ra l
preferencia por mi parte: es mejor concederme algunos instantes
de descanso que proseguir mi trabajo; es preferible reconfortar a Pedro con mi presencia aunque sea con detrimento inmediato de mis estudios, etc. Mi conducta está, pues, dirigida por un juicio de valor; vale más, es preferible... No es necesario que se expresen estos juicios; a menudo son simplemente vividos. Sin embargo, no por esto dejan de dirigir secretamente mi conducta. De este modo, toda conducta moral es una preferencia activa, una valoriza ción existencia]. Implica, pues, la intervención de una voluntad libre, por una parte y, por otra, el llamamiento de los valores y del bien. Subiectum morcáis philosophiae, dice santo Tomás, est operatio humana ordinata in finem, vel etiam homo prout est voluntarie agens propter finem (In I Eth., lect. i, n.° 3). Por lo tanto, el acto moral implica una doble referencia: referencia a la fuente de donde emana, a saber, la voluntad libre (actus cuius homo dominus est, est proprie actus humanus), referencia también ai bien y al valor (subiectum moralis philosophiae est operatio humana ordinata in finem). Esta doble referencia procede de un vínculo íntimo entre la voluntad y el bien. Hay una especie de ecuación entre «obrar humanamente», es decir, en virtud de una voluntad deliberada, y obrar por un fin o por un bien. En otros términos, obrar humana mente es obrar libremente; pero obrar libremente es, también, obrar con miras a un fin. Illae ergo actiones proprie humanae di- cuntur, quae ex volúntate deliberata procedunt... Manifestum est autem quod omnes actiones quae procedunt ab aliqua potentia, causantur ab ea secundum rationem sui obiecti (Es un principio fundamental el que toda facultad o potencia está especificada por su objeto formal y sólo obra en la perspectiva de este objeto for mal). Obiectum autem voluntatis est finis et bonum. Unde oportet quod omnes actiones humanae propter finem sint (i-ii, 1, 1). En términos más técnicos diremos que el objeto material de la filosofía moral son los actas humanos. Y desde este punto de vista la moral coincide con otras disciplinas filosóficas o científicas: psi cología, sociología, etc. El objeto formal de la ética lo constituyen los mismos actos humanos, pero en cuanto son relativos a los valores morales, con los que tienen una relación de conveniencia N a tu ra le z a y o b jeto d e la m o ra l
o de disconformidad. Podrá decirse también, pero esta afirmación
se precisará más adelante, que etl objeto formal de la ética son los actos humanos en cuanto son rdativos al fin último del hombre; pues, sea cual fuere la extensión del registro de los valores mora les, convergen, en último análisis, en su valor supremo, que satis face las aspiraciones profundas del hombre, que convierte su his toria en un destino y vincula en la unidad de un fin último la multiplicidad de los fines particulares. No nos pronunciaremos, por el momento, acerca de la naturaleza exacta de este fin supremo. Nos habrá bastado delimitar el objeto de la filosofía moral y se ñalar, al mismo tiempo, la importancia de la noción de fin último.
3. Definición de la moral
Desde ahora podemos formarnos una idea de la esencia de
la moral y dar una definición de la misma. Ciencia práctica de mo do especulativo, cuyo objeto formal está constituido por la morali dad de los actos humanos, es decir, por su conformidad o dis conformidad con los valores morales, la ética puede definirse del modo siguiente: la ciencia de los actos humanos considerados en su orientación hacia el fin último: ...morcdis philosophiae... proprium est considerare operationes humanas, secundum quod sunt ordinatae ad invicem et ad finem (In Eth., lect. i, n.° 2). O también, la ciencia normativa de la conducta humana a la luz de la razón. Se trata, pues, de una disciplina filosófica. Y "como toda dis ciplina filosófica, tiene relación con el ser; el ser del cual se trata aquí es el de¡l acto moral, es decir, esta plenitud de perfección (o esta carencia, si se trata de un mal) que es también una plenitud de ser y que hace que un acto sea moralmente bueno. Siendo una disciplina filosófica, la moral se distingue de los «saberes científicos» en el sentido moderno de este término. Pero se distingue, también, de aquellas disciplinas filosóficas que son solamente especulativas, como ya señalábamos anteriormente. Asi mismo, es distinta de la moral teológica, tal como indica la segunda definición y como veremos más adelante. M o ra l
La filosofía morad engloba la totalidad de la actividad humana.
Y en este punto difiere profundamente de la filosofía del arte. El obrar del que la moral se ocupa consiste en el uso libre de nuestras facultades, como ya hemos visto. Por lo tanto, la moral es coextensiva con la actividad humana, en cuanto humana. Por el contrario, el arte, que dirige el ámbito del «hacer», sólo se ocupa de una actividad restringida d d hombre. O con mayor exactitud, el ámbito del arte está doblemente: limitado con refla- ción al ámbito de que trata la moral y que, en última instancia, está regulado por la virtud de la prudencia. Por una parte, el arte sólo se ocupa, como acabamos de ver, de una parte de nuestra actividad: ía actividad productora orientada a la realización de una obra exterior. Por otra parte, estrictamente hablando según la concepción de santo Tomás, el arte sólo perfecciona la inteligen cia práctica y, en su vinculación coa la existencia práctica, la obra que de ella depende. Perfectio artis consistit in iudicando (ii-ii, 47, 8). Y si implica una cierta rectitud de la voluntad no será «en su propia línea de apetito hum ano»12. Por el contrario, la prudencia y por lo tanto también la moral, abarcan la totalidad de la vida humana. Y si la actividad artística, en su orden propio, no «se ocupa de nuestra vida», si, como tal, cae fuera de la moral, esto no impide que la actividad del artista sea también una actividad del hombre y que, bajo este título, se relacione con la moral. Pero además, ética y prudencia difieren profundamente. Evi dentemente, ambas son conocimientos prácticos, porque ambas se interesan por el ámbito del obrar. Pero entre una y otra existe la misma distinción que entre un conocimiento universal y un conocimiento singular. La primera establece leyes universales, enun cia reglas generales: la segunda es un conocimiento plenamente circunstanciado. Éste presupone la rectitud de la voluntad, aquél puede prescindir de ella. Volveremos sobre ello al estudiar la vir tud de la prudencia.
12. M a r it a in , A r t et Scolastique, p. 26. Sobre la diferencia entre el arte y la p r u
dencia, entre et hacer y el obrar, se pueden consultar las excelentes páginas de M aritain en esta obra. III. L e g it im id a d de l a m o r a l f il o s ó f ic a
T e o r ía d e L é v y -B r u h l
Prosiguiendo lo que acabamos de decir, examinaremos la tesis
de Lévy-Bruhl acerca de la imposibilidad de una moral normativa. Nuestro fin no será estudiar una moral dé tipo científico, en este caso una moral sociológica (sin embargo, aparecerán algunos ras gos característicos de esta posición), sino establecer la legitimidad de una moral filosófica a partir d d examen crítico de la teoría de Lévy-BruhlI3. La tesis del autor puede enunciarse en los siguientes términos: hay que sustituir la moral teórica, contradictoria en sus términos, por una ciencia positiva de los hechos morales proseguida en una práctica moral o arte racional de modificar el dato moral, fun dándose en las leyes teóricas de esta ciencia.
1. Teoría y práctica, ciencia y arte
El autor considera que se ha tardado mucho en hacer ia dis
El Conocimiento Es Un Conjunto de Representaciones Abstractas Que Se Almacenan Mediante La Experiencia o La Adquisición de Conocimientos o A Través de La Observación