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¿Vacunas en huevos?

Biotecnología, haciendo posible generar


nuevas soluciones

Cecilia González Paredes M.Sc.


Especialista en Agrobiotecnología
Instituto Boliviano de Comercio Exterior
agrobiotecnologia@ibce.org.bo

En 1796, cuando el cirujano inglés Edward Jenner, inoculó un virus de viruela bovina a un
niño, hacíendolo inmune a la enfermedad y razón por la cual llamamos a las vacunas con
este nombre, gracias al favor que nos hicieron las vacas en aquel entonces para iniciar con
la generación de vacunas, la humanidad no imaginó que la biotecnología, le brindaría
tantas aplicaciones, como lo hace a la feca.

Si bien es cierto, que llevamos haciendo biotecnología desde hace más de 9,000 años
antes de Cristo, cuando se domesticó los primeros cultivos alimenticios, gracias a cruzas de
especies, logrando un nuevo ensamble de genes, que nos proporcionó alimentos menos
tóxicos, con más pulpa y mejor sabor, no fue hasta el 1919, que el agrónomo Karl Erkey,
acuñó este término.

La convención de las Naciones Unidas de la Diversidad Biológica (CDB), en 1992, definió la


biotecnología como toda aplicación tecnológica que utilice sistemas biológicos y organismos
vivos o sus derivados para la creación o modificación de productos o procesos para usos
específicos. En breve, es la tecnología de la vida, la cual nos ha traido distintos beneficios y
en distintas áreas.

En 1953, Watson y Crick nos describen la estructura del ADN, la molécula que almacena
nuestra información genética. A partir de entonces, los descubrimientos han avanzado a un
ritmo más rápido que en los pasados siglos. A partir de entonces vamos comprendiendo
que los seres vivos se comunican con base a un lenguaje de 4 letras: A-G-C-T - Adenina,
Guanina, Citosina y Timina. Las bases pares que, ensembladas de distintas maneras, se
hallan presentes en todo ser vivo. Algo así como el código binario que sirve para que los
aparatos electrónicos se comuniquen entre sí.

Pero además, al conocer la estructura de nuestros genes, es posible realizar algunas


modificaciones de manera más precisa, a través de lo que en la década de los 70s se
conoció como técnicas del ADN recombinante. Hoy en día existen distintas herramientas
para realizar estas modificaciones de manera más precisa y que hasta en algunos países,
están al alcance de alumnos de bachillerato en colegios.

Cabe mencionar que las células, sólo en el cuerpo humano, enfrentan al rededor de 3 mil
millones de mutaciones naturales al día. Ya sea que estemos expuestos brevemente al sol y
sus rayos ultra violeta, o estemos disfrutando una copa de vino o comiendo algún alimento
con sustancias cancérigenas como las acrilamidas, nuestras células están en constantes
mutaciones. Sin embargo, al no estar concientes que las modificaciones genéticas se
realizan incluso de manera espontánea en la naturaleza, cuando leemos que hay disciplinas
como la biotecnología, que utilizan distintas técnicas para realizar movimiento de genes con
objetivos específicos, tenemos la tendencia a reaccionar con un rechazo a las soluciones
que principalmente se generan en el campo de la producción de nuestros alimentos.

La paradoja está, en que desde 1978, la sociedad goza de algunas soluciones en el área de
la salud, que no son cuestionadas como las del área de la alimentación. Es el caso de la
insulina sintetizada en microorganismos genéticamente modificados para diabéticos. Previo
a este avance, la insulina era uno de los medicamentos que debía generarse en algunos
órganos de animales, luego sacrificarlos y depurar el compuesto. Sin embargo, esta
insulina, además de ser más costosa, no siempre era compatible con todos los pacientes de
diabetes. Hoy en día son distintas las vacunas, hormonas, vitaminas y otros medicamentos,
que se desarrollan gracias a la biotecnología aplicada en el área de la salud.

En el área de producción de alimentos, lo que más circula tanto en redes sociales como en
algunas noticias, son los cultivos “transgénicos”. Habíamos mencionado que la
domesticación de plantas, pasó por distintas cruzas manuales, que lograron las primeras
modificaciones genéticas para obtener mejores productos alimenticios. En la década de los
50s se aplicó la mutación inducida a través de radiación (rayos gama o ultra violeta) o
agentes químicos muy fuertes (el más conocido es la colchicina). A finales de la década de
los 80s, se logra aplicar la transgénesis en plantas de cultivos alimenticios y en los 90s,
luego de un proceso de bioseguridad que garantice que son inocuos para la salud y no
causan daños al medio ambiente, se liberan comercialmente los primeros cultivos de soja y
maíz con resistencia principalmente al ataque de insectos y a ciertos tipos de herbicida.

Lamentablemente, la ciencia no logró explicar de manera oportuna lo que estaba haciendo,


por lo que a la fecha se ha generado una desinformación y suceptibilidad en la población en
general hacia este tipo de técnicas aplicadas en plantas que nos alimentan. Hay que
recalcar, que este rechazo, ha logrado empoderar más a las grandes compañias, ya que el
proceso de bioseguridad requiere ser cubierto en sus costos, por lo que si una universidad
estatal o una empresa nacional, busca liberar comercialmente su innovación en el agro,
este proceso se detiene al no contar con los suficientes recursos financieros para completar
la parte de la bioseguridad. Esta etapa, es cubierta sin problemas por las grandes
compañias. De ahí deriba la importancia de brindar mayor apoyo a la investigación
generada en cada país, por científicos nacionales, de manera que se corte esta
dependencia de lo que generan las grandes compañías y fortalecer la innovación local.

Menos conocidos, son los avances en el área agropecuaria. Hace más de 8 años, la
investigadora de la Universidad de Davis en California, Alison Van Eenennaam, logró a
través de una modificación simple en los genes de las vacas lecheras, que estas dejaran de
producir el vestigio de cornamenta. Este vestigio en vacas normales, debe ser cortado
cuando aún son pequeñas y muchas veces se generan heridas considerables y a su vez
infecciones complicadas en su tratamiento. Para la investigadora, esto era generar un
sufrimiento adicional al animal, por lo que logró su primera generación de vacas lecheras sin
el vestigio de la cornamenta.

Hace menos de un año, aplicó una de las nuevas herramientas para la modificación
genética: CRISPR-Cas9 o Clustered Regularly Interspaced Short Palindromic Repeats, que
en español se traduce como “Repeticiones Palindrómicas Cortas Agrupadas y
Regularmente Interespaciadas. CRISPR es más conocida hoy en día como “tijeras
genómicas”, ya que no hay necesidad de prestarse genes innovadores de otro organismo o
pariente cercano, y la edición puede realizarse en el mismo código genético del mismo
organismo. Esta herramienta, también permite lograr un nuevo resultado que en inglés se
conoce como “gene drive” y que en español se está utilizando el término “deriva genética”.

La deriva genética, permite alterar las proporciones establecidas de herencia genética que
conocíamos gracias a Gregor Mendel entre 1850 y 1860, quién determinó que los padres
transmiten a los retoños los carácteres genéticos en proporción de 9:3:3:1. Sin embargo,
con la edición genética, es posible lograr una herencia del 99.9 %.

¿Qué beneficio podría tener alterar las leyes de la herencia genética? Pareciera que
estuvíeramos hablando de algo siniestro al estilo de la ciencia ficción. Sin embargo, la
investigadora Van Eenennaam, está aplicando esta para obtener de sus toros sementales,
uan descendencia de puros machos. La aplicación que ella ve posible, es que esta
descendencia sea útil para la producción de carne, que busca principalmente machos y no
hembras, por la mayor proporición de carne que se obtiene.

De igual forma, CSIRO (La Organización de Investigación Científica e Industrial del la


Sociedad) en Australia, está aplicando la deriva genética para la cría de pollos de granja,
donde se requiere que para el caso de gallinas ponedoras o para carne, la descendencia
sea toda de un mismo sexo. Esto ahorra tiempo y labor, al no requerir ya del sexado de los
animales y tener de manera más sencilla todos con el mismo sexo.

Esta misma empresa nacional, se está dedicando a investigar temas como mejorar el
substrato en huevos para la producción de vacunas, además de utilizar cierto tipo de
huevos para trasnportar cierto tipo de medicamentos.

En Australia, al menos el 2.5 % de sus niños, tienen algun tipo de reacción alergénica a los
huevos, por lo que CSIRO está trabajando también en reducir a niveles mínimos las
sustancias alergénicas de los huevos.

También tienen otro proyecto que busca reducir el número de medicamentos que se deben
aplicar en avicultura, producto de todas las enfermedades a las cuales son propensas las
aves. ¿Imagina poder reducir el gasto por un brote de gripe aviar en sus galpones producto
de que sus gallinas tengan ya una inmunidad en sus genes? Este es el tipo de soluciones
que desarrollan algunos investigadores en distintos países.

En Argentina el INTA, inició con Rosita, una vaca que produce leche materna. Sí, leyó bien,
leche materna y no de vaca. Resulta, que además de la lactosa, la leche de vaca tiene
algunos compuestos que resultan complicados para la digestión humana. Además, que por
distintos motivos, la lactancia materna hoy se vé afectada en mayor proporción, lo cual
afecta de manera directa a los bebés y su nutrición inicial. Este avance en Argentina, es
sólo uno de los varios que ya realiza, ademas de los cerdos que no producen gas metano
en su digestión, lo cual ha mejorado el sabor de la carne.

La clave para aprovechar las herramientas que nos brinda la biotecnología, tiene mucho
que ver con generar innovación. Esta descansa en tres pilares que la nutren: iniciativa del
Gobierno en generar leyes y políticas adecuadas que apoyen el desarrollo científico;
Academia, que capacite a sus alumnos y profesionales en las nuevas disciplinas que están
relacionadas a la biotecnología y genere investigación; y Sector Privado y Productor, que
además de apoyar con fondos, logre abrir espacios para el trabajo de nuevos investigadores
que les brinden soluciones.

Este tipo de relación virtuosa, está generando que países pequeños como Bangladesh,
Filipinas, Burkina Faso, Kenia, Nigeria, Ghana y otros, estén generando sus propios centros
de investigación, carreras en biotecnología y financiamiento de empresas locales para dar
luz a las innovaciones que brindan soluciones en el área de salud, industrial, alimenticia y
hasta para lograr biorremediación en agua y suelo.

Países como Colombia, Brasíl y Argentina, están generando una nueva manera de crecer, a
través de la Bioeconomía: producción basada en el conocimiento y la utilización de
recursos biológicos, procesos y métodos biológicos para proporcionar bienes y servicios de
forma sostenible en todos los sectores económicos.

Quizás es tiempo que en Bolivia, dejemos de aceptar mitos e ideologías que nos llegan
desde fuera, y empecemos a dar mayor importancia a nuestros investigadores y hallar
soluciones a partir de la amplica riqueza genética que poseemos en variedades criollas y la
variedad de pisos ecológicos. Nunca será tarde para que empecemos de alguna manera a
generar nuestra propia biotecnología.

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