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No es casualidad que algunos de los lemas más repetidos en las paredes de mayo
del 68 insistieran en que “las ciudades nos aburren” y que “los profesores nos envejecen” .
Descomposición de la política.
Para hacer un estudio más detallado de las corrientes posmodernas en general y del
movimiento queer en particular habría que remitirse a la Escuela de Frankfurt. Si bien no
podríamos considerar esta como posmoderna, si que es interesante hacer una breve
mención del miembro de la misma Herbert Marcuse y del autor del que toma el relevo en la
izquierda freudiana el austríaco Wilhelm Reich. El desencanto surgido tras el desarrollo de
la revolución soviética en materia sexual, llevó al segundo a hacer una detallada crítica del
mismo en su obra La revolución sexual, en la cual el carácter sexuado de los sujetos toma
un significado eminentemente político. Estas apreciaciones serían desarrolladas más
adelante por Herbert Marcuse en su obra Eros y civilización, y, más adelante aún, por uno
de los padres de la French Theory Michel Foucault en su Historia de la sexualidad. En cierto
modo la crítica a la economía política, que había sido el bastión de las revoluciones
fracasadas, se ve desplazada por el cuerpo humano como terreno de batalla.
Esta, como diría Cornelius Castoriadis del pensamiento post mayo del 68, ensalada
posmoderna y, según Jameson, pastiche posmoderno s ería la base sobre la que Judith
Butler desarrollaría su Género en disputa. Esta obra en pocos años se convertiría en objeto
de veneración por la inteligentsia o ccidental desviando la atención de las cuestiones
económicas a aquellos espacios que la crítica marxista había desplazado a un espacio
secundario, tales como la raza y el género reproduciendo las aporías de la vanguardia que
habían llevado al primero a su fracaso sobre unos sujetos que, según los propios principios
de la teoría queer y su relativismo radical, no podrían llegar a ser sujetos nunca pues
quedarían diluidos en un mar de interseccionalidad y diversidad. La nueva izquierda estaría
así cada vez más interesada por elementos culturales, llegando en Estados Unidos a
definirse como izquierda cultural, y relegando a una posición secundaria las concreciones
económicas que configurarían socialmente su carácter. Haciendo uso de una retórica falaz,
generalmente la inversión, según la cual ir al ginecólogo hace a la mujer en lugar de una
mujer embarazada va al ginecólogo, un vocabulario rimbombante y complejo que más
confunde que aclara, lo que le valió el premio otorgado por la revista Philosophy and
Literature en 1998 a la peor escritora del momento, lo que lleva al rechazo absoluto con sus
principios de cualquier diálogo racional, y con una capacidad camaleónica del discurso que
se hace imposible de acceder según el receptor del mismo, llegando incluso a confundir a
sus propios defensores -por ejemplo el falo femenino del que habla Butler y que hace
referencia a la auterité l esbiana según el modelo lacaniano que para mucha militancia queer
está representada por el consolador-, hacen de esta ensalada un plato bastante indigesto.
Su propuesta práctica está caracterizada por un quietismo absurdo que hace de la
performance y la apariencia un campo de batalla.