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LE POSMODERNITE

De qué hablamos cuando hablamos de posmodernidad.

La posmodernidad es un término que todo aquel que se haya acercado a la crítica a


la sociedad ha escuchado en repetidas ocasiones. Para empezar a problematizar la
cuestión de lo posmoderno habría que entender que es un término sólido que, a su vez, se
disipa con la misma facilidad con la que define el mundo. En su propia etimología se
encuentra la paradoja a la que nos enfrentamos cuando problematizamos con este
concepto. Pues, moderno, significa "ahora", y no se puede estar en un después del ahora.
Los tiempos históricos están determinados por la subjetividad que los habita y en este
sentido la posmodernidad, entendido como conjunto de saberes y subjetividades que
configuran la sociedad, por tanto, no es otra cosa que aquello que llega después de la
modernidad, pero el concepto, por mucha impronta que genere, es incapaz de definirse por
sí mismo. La la palabra nos indica la presencia en el momento en el nos encontramos de
una forma un tanto abstracta. Por esto, qué es y qué no es posmoderno, su verdadero
sentido, necesariamente, pasa por ​preguntarnos cómo se constituye el sujeto en la
actualidad, qué lógicas nos hacen ser en tanto que somos en este mundo y este momento y
qué correlación de fuerzas nos constituyen en tanto sujetos de esta sociedad​. No obstante,
a pesar de su absoluta indefinición al señalar todo y nada a la vez, en cualquier debate
político la palabra posmoderno se repite hasta el aburrimiento. Oímos hablar de lo
posmoderno, la posverdad, lo posindutrial, incluso términos tan estúpidos como la
pos-sociedad, estas son diatribas de los académicos y sus poltronas en las que no nos
interesa entrar dada su tediosa arrogancia y su descarado oportunismo, ya sabéis, estar
contra el sistema, pero no mucho. Volviendo al concepto que nos ocupa, lo posmoderno. Se
da un uso oscilante del término. Hay algunos espacios militantes donde se valora
positivamente. Éste se relaciona con una identidad fragmentada, rebelde, contestataria,
deconstruida, que porta en sí y de por sí ciertas lógicas emancipadoras que escapan de los
tentáculos del poder y el control. En otros espacios políticos, por el contrario, el término
sirve para banalizar y deshacerse de todas aquellas nociones que resultan inadecuadas,
enrevesadas, desconocidas etc. para los viejos bastiones de la crítica política. Un vacío al
que se arrojan elementos que se dan en el desarrollo de la sociedad. En definitiva, si algo
podemos concretar de esto es que ​la posmodernidad es el momento en el que habitamos, y
lo posmoderno es aquello que constituye los saberes y subjetividades de este momento
histórico​. Entendemos que la insolidez del término sólo puede ser combatida con la solidez
de la práctica de la teoría, con un pensar este aquí y ahora, y con ello, la obligada
necesidad de comprender este momento si queremos transformarlo. Si podemos encontrar
una definición del momento actual, ésta, a nuestro juicio, sería definido como la ​barbarie​.
Tal y como define la barbarie Pierre Chaulieu en la revista de hace ya 80 años ​Socialismo o
Barbarie​: ​"La decadencia del régimen capitalista es el periodo durante el cual aquél entra en
un estado de crisis permanente y continúa desarrollando las condiciones materiales y
humanas para la aparición de un orden social superior; dicho de otro modo, mientras
continúan las premisas de una revolución socialista. La descomposición de ese régimen
comenzaría por el contrario, a partir del momento en el que la posibilidad objetiva de la
creación de un orden social superior desapareciese, es decir cuando el sistema arrastrase a
su decadencia las premisas de la revolución socialista. Esa ahí, precisamente, cuando se
da la posibilidad de la barbarie moderna. [...] La barbarie moderna sería el periodo histórico
en el que la posibilidad de la revolución comunista estaría ausente." [P. Chaulieu,
Socialisme ou Barbarie (1948)] Podríamos decir que la exposición que haremos irá
vertebrada en torno a esta tragedia. Hoy, ante la ausencia de cualquier tentativa
revolucionaria y arrastrando la pesada carga de los diferentes fracasos que se dieron
durante el siglo XX, asistimos atónitos a un desmesurado despliegue de la violencia
burguesa a través del poderoso despliegue de las subjetividades que cumplen en papel en
tanto . Discutir estos términos, retomar el hilo de la historia y comprenderlo, significa la
posibilidad de crear una estrategia revolucionaria capaz de romper con el impasse en el que
nos vemos sumidos.

Ahora bien ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

Modernidad, racionalismo y fracaso.

Entendemos que la ​posmodernidad​, al menos en un primer momento, es una


confrontación con los términos de la modernidad que acaban por ser un reajuste de los
mismos, una auténtica renovación del estilo de la dominación del capitalismo más arcaico. Y
bien, ¿cuáles eran los elementos que componían la lógica moderna? El proyecto
modernista nace ​sobre los cimientos del feudalismo​, ​la desaparición de los privilegios
aristocráticos y ​como premisa requerida para el establecimiento del proyecto de la sociedad
burguesa.​ Pero esto no se establece como un corte radical entre una sociedad y otra, sino
que se vale de toda una serie de innovaciones que se dan en el terreno de la técnica, los
descubrimientos ultramarinos, la creación de los ​Estados absolutistas en los que el Estado
se presenta como dinamizador de la vida social y garante del orden, los ejércitos
permanentes y la policía... Tomando elementos de aquí y allá que ya se hallaban presentes
en las sociedades feudales. El cartesianismo y la tradición científica francesa, las lógicas
productivas que rompen con el modelo de producción doméstica en el Reino Unido así
como sus prácticas de mercado, el Estado absolutista pruso... El aparataje de este nuevo
mundo, toma elementos de diferentes premisas dado el desigual desarrollo de las diferentes
sociedades europeas (​suici​). Al igual que sucedería con el feudalismo, también el
modernismo estaría atravesado por elementos que señalarían el futuro cambio de
paradigma. Por poner un ejemplo, el filólogo y filósofo Friedrich Nietzsche, ya se opondría a
los elementos que tratarían de consolidar el paradigma modernista, rechazando la razón,
los sistemas… en su obra de 1886 ​Más allá del bien y del mal,​ más adelante
profundizaremos en esto. Esto desbarata las tesis de cierta ​tradición marxista y de cierta
linealidad que ésta comparte con el ​iluminismo burgués.​ Todo esto parte de la premisa
indivisible, como su propio nombre indica, del individuo, convertido ahora en un sujeto
responsable y racional​, un sujeto que debe pensarse a sí mismo, el sujeto burgués. Si en la
época medieval el campesino era un siervo de Dios, su esclavo, el ciudadano moderno, es
igual al Estado que los unifica en diferentes naciones. Así es como Dios, que antes era la
justificación mística de todo, pierde su sentido. Ahora es la ciencia, mediante el método
cartesiano, la que debe ir poco a poco extrayendo al nuevo hombre de la oscuridad para
elevarlo hacia la luz, para, en última instancia, convertirlo en el mismísimo Dios. Es así
como el hombre se apropia del mundo, conociéndolo para transformarlo a su antojo, para
adaptarlo a sus necesidades, siempre bajo el mantra de una supuesta objetividad, que no
es otra cosa que las necesidades de un recién nacido mercado mundial y librecambista en
expansión, que es la expresión última de la acumulación capitalista, el germen de las
nuevas separaciones que vertebran la sociedad, que divide a los sujetos entre trabajadores
(productores) y burgueses (consumidores). El mercado se presenta como el lugar donde los
hombres hacen intercambios en plena libertad, como la propia y ​legítima e ​ xpresión de la
relaciones sociales entre los sujetos. El nuevo orden creado se presenta a sí mismo como
un ente natural y neutral en el que se depositan unos valores universales que igualan a los
individuos, a los gobernantes, y a los gobernados, a los que tienen poder, y a los que no lo
tienen. Esta magnífica catedral tiene por base la razón, la razón ilustrada y todo el
despliegue que implica su cimentación, implica la generación de dispositivos y medios, tales
como el arte, la propia ciencia, la cultura etc. que van a la zaga de el desarrollo de las
formas productivas, que tratan de interpretarlas y expresarlas, tratan, en última instancia, de
justificar su existencia y pulir las limaduras de las contradicciones en las que incurren. Como
dice Marx en el manifiesto comunista, un Marx maravillado con el amplísimo despliegue de
la revolucionarización de las formas productivas, ​todo lo sólido se desvanece en el aire.​
Nada es eterno. Son épocas de cambios frenéticos y constantes. Los dispositivos que
sirven para consolidar el poder burgués tiene la tarea de generar subjetividades acordes
con las necesidades de este mundo fluctuante. El arte, la cultura, la ciencia piensan y
expresan el mundo, las corrientes artísticas sirven a la vez de crítica y de renovación del
mundo que interpretan y reflejan. Así pues, podemos dar dos ejemplos de cómo los
métodos racionales, casi ascéticos y simplistas, del utilitarismo moderno chocan contras
necesidades de la vida.

Dos casos concretos:

Por un lado la arquitectura y el urbanismo. Tras la segunda Guerra Mundial se


generaliza la corriente modernista y racionalista en la academia representado por la ​CIAM
(Congreso Internacional de Arquitectura Moderna). y su modo de producción se estandariza
en ambos bloques. Este estilo se caracterizaba por ser eficiente para una forma concreta de
organización social: la industrial. Útil y racional, las viviendas mimetizaban el sistema
productivo asemejándose a las fábricas. En 1950 en la degradada ciudad de San Luís,
Missouri, se proyecta la construcción de dos enormes complejos de viviendas de corte
modernista. El complejo constaba de 23 edificios de 11 plantas con más de 2000 exiguos
apartamentos. En 1972 las viviendas que habían sido adjudicadas a familias de obreros y
que nunca llegaron a sobrepasar el 60% de ocupación, fueron voladas tras que sus propios
habitantes sabotearon y desvalijaron los espacios comunes dotados de funcionales
lavanderías y salas de reunión así como los pequeños habitáculos destinados a ser
viviendas. Semanas después Robert Venturi publica su obra Learning for Las Vegas, texto
que, aunque omite el término, se considera punto de partida para la propuesta
arquitectónica posmoderna. Dando la vuelta a la máxima modernista de “menos es más”
con la propuesta de “menos es aburrido”.
Yendo más lejos, ya en 1995, el profesor de crítica literaria en la Universidad de Roma
Alfonso Barardelli, narra cómo en una clase en la que estaba leyendo los diarios de
Kieerkegard lee un pasaje trágico de éstos y la reacción de los alumnos se rieron. Entiende
y explica entonces en un periódico romano con un texto llamado “​¿Es posible enseñar
literatura moderna?”​ cómo las formas racionales de la escuela moderna son incompatibles
con la literatura moderna, entiende que ésta debe ser entendida como una experiencia, las
angustiosas palabras de Kieerkegard deben ser vividas con pasión, lo que no encaja en los
estándares ​austeros y simplistas​ del método racionalista.

No es casualidad que algunos de los lemas más repetidos en las paredes de mayo
del 68 insistieran en que “​las ciudades nos aburren​” y que “​los profesores nos envejecen”​ .

La posmodernidad reacciona súbitamente contra la modernidad. Quizá lo más


sencillo sea contemplar a qué lógicas de la Modernidad se opone para imponer su
cosmovisión. David Harvey dice que la posmodernidad se opondría "​con la creencia en el
progreso lineal, las verdades absolutas, la planificación racional de los regímenes sociales
ideales y la uniformización del conocimiento y la producción​" y reivindicará "l​a
heterogeneidad y la diferencia como fuerzas​". La posmodernidad se enfrenta a una
Modernidad positiva y racionalista, heredera de la tradición cartesiana, del ​marxismo​, el
freudianismo​, el cristianismo, el capitalismo... Llega para proclamar que no hay verdades
absolutas, que todo metarrelato es dudoso, que la lógica manipula y que la historia humana
universal es una falacia. Entendemos, por otro lado, que la crítica a la modernidad se hace
entonces en unos términos eminentemente modernistas, esto es entendemos cómo se hace
en términos del propio desarrollo de las lógicas modernistas y así son su continuación en
lugar de su rechazo, son su extensión, se dan ciertas contradicciones en las necesidades
emergentes del capitalismo y las estructuras modernistas chocan con la universalización de
sus categorías. La posmodernidad, como diría el autor marxista Friedrich Jameson, no
podría ser otra cosa que la “​identidad cultural del modernismo tardío​”. Todo el mundo
llegado un momento debe acceder al valor y la mercancía. La fricción con algunas lógicas
preburguesas que aún asistían a la configuración de las dinámicas sociales lastraban tal
proceso. Esa confrontación es la construcción cultural posmoderna. No debemos olvidar
que cualquier lógica social en expansión configura sus propios dispositivos y automatismos
que configuran las subjetividades que habrán de asistirla. En el capitalismo el único y
verdadero sujeto es el valor, es él quien configura el pensamiento y el mundo de las cosas,
no es el hombre, ni siquiera el sujeto blanco, rico, heterosexual etc. que reivindican algunos
movimientos posmodernos, este hombre es sólo una herramienta, un comparsero del
capital que es el verdadero productor del mundo en tanto sujeto automático.

Mayo del 68.

Como hemos explicado, una de las principales exposiciones de la invalidez de la


racionalidad modernista, que se había presentado como igual a la vida misma, fue en el
plano del urbanismo y la arquitectura. Si bien el racionalismo en este plano había
demostrado ser funcional, quedaron claras sus limitaciones para satisfacer las necesidades
del capital en las nuevas fases de universalización de sus categorías troncales tales como
el valor y la mercancía, ya que su funcionalidad era exclusivamente para articular las
necesidades del capitalismo en una de sus distintas fases, en el plano productivo así como
en el del consumo era funcional a su etapa de expansión industrial y productiva. Las
estrechas calles de los cascos antiguos de las ciudades habían dado lugar a amplias
avenidas que facilitaban el flujo de mercancías así como el control policial y militar. La
crítica posmodernista se centra en la estética y la apariencia. Confunde las consecuencias
con las causas. En cierto modo podemos decir que funciona como una palanca en la que
los dispositivos del poder se renuevan para la subjetivación utilitaria del desarrollo del
capitalismo, cuyos valores se hallaban anclados en unas dinámicas arcaicas
correspondientes a momentos pasados de éste. El desarrollo de las fuerzas productivas y
su constante revolucionarización, tarea histórica de la burguesía, da pie a la abundancia de
mercancías, se produce una revolución total de las relaciones de producción capitalistas, de
la que todos somos hijos hoy. Frente el ahorro y el comedimiento propios de la burguesía
clásica, la crítica posmoderna opone el exceso y el goce. La vieja familia articulada sobre el
varón, como sujeto productivo, se atomiza y cada individuo se hace dueño de sus propias
necesidades que se satisfacen a través del consumo, cada vez más individualizado.

La revolución que supuso la manifiesta evidencia de la sociedad del consumo,


transformó por completo y en muy poco tiempo todos los valores éticos y morales que
regían el mundo.

En apariencia todo seguía siendo igual en el capitalismo, se consumía en


supermercados y el ocio aún no habías sido copado por las necesidades del valor, no había
ocio capitalista, éste era representado por las viejas costumbres preburguesas en las que
se despilfarraba la abundancia tras las épocas de cosecha -hay que entender aquí que en la
antesala de la II guerra mundial únicamente Bélgica y el Reino Unido eran países
plenamente industrializados, mientras otras potencias como Alemania o Francia tenían un
tercio de la población dedicada a tareas predominantemente agrarias-, pero sin embargo las
relaciones sociales cambiaron y en ese breve espacio de tiempo todas las relaciones
consideradas como estables ​se trastocaron por el consumo​, el gusto por la velocidad o una
total nube de signos de toda clase que emanaban de los deseos y anhelos que producía la
propaganda del mercado, que ​inundaban todas las esferas de lo cotidiano, a través de los
recién nacidos televisores y sus prácticas, cambiando las formas de relacionarse entre las
personas, mandando a la familia o al trabajo como esferas dotadas de identidad al
vertedero de la historia en algunos casos o reduciendo su esfera de influencia al de una
farsa espectacularizada, confundiendo su representación con su realidad objetiva. La
historia, hizo que se produjera de nuevo un proceso igual al que dio origen a la
modernidad, el derribo de unos ídolos para la instauración de unos nuevos, las arcaicas
estructuras familiares darían pie a un modelo de familia más atomizado, más igual a las
neceidades del consumo, el Estado que antes regulaban la vida social pierde poder que
gana el mercado como regulador de las necesidades humanas a través de las imágenes;
todo queda revestido por un mantra místico como se pudo ver con la progresiva pérdida de
importancia de la religión como elemento ordenador de todo código moral, el nuevo código
sería el de las metafísicas de la mercancía. La nueva base que inaugura la ​tercera
revolución del consumo establece las bases materiales para que se produzca una auténtica
revolución en la conformación de una nueva subjetividad, en Yo centrado estrictamente en
la consecución de sus deseos, en un sujeto que como el de playboy “​sólo aspira en última
instancia a jugar”​ , pero ese juego es algo que le viene dado, él no juega, él es un mero
espectador ​de ese juego. Las premisas que le harán disfrutar han sido ya puestas, no es un
juego singular -como reivindicarían las últimas vanguardias artísticas: el dadaísmo, el
letrismo o los situacionistas-, sino que las reglas del juego dictadas por la mercancía ponen
en equivalencia a todos los hombres, a todos los espectadores. La producción de esta
nuevo sujeto ha afectado a todas las esferas, irrumpiendo y transformando nuestra realidad
a una velocidad cibernética que desborda toda capacidad para tratar de definirlo en un
marco cerrado. La capacidad ​dionisiaca d ​ e este nuevo individuo para la consecución de su
fin último está mediada por un sinfín de imágenes que le dicen qué debe desear, y ​esas
imágenes se muestran en las pantallas​, como un torrente ilimitado y constantemente
renovado, el placer parece indibujable en términos cuantitativos. Este sujeto hace ya tiempo
que ha dejado atrás toda consecución de cualquier sociedad que no sea ésta, su horizonte
se dibuja como un eterno presente​, estirable como un chicle. Esto es el espectáculo, este es
el capitalismo en su fase de desarrollo más alta alcanzada hasta día de hoy. Y de ese
constante flujo de imágenes, en ese momento de renovación, surgen las nuevas
subjetividades, el nuevo hombre, convertido en mero espectador de la realidad la cual le
construye a él a través de algo que le es ajeno: el Capital. “​Que el obrero y el patrón miren
el mismo programa de televisión, que la secretaria se vista tan bien como la hija del jefe,
que el pobre acceda al lujo, que todos lean el mismo periódico, no significa, sin embargo,
que las clases hayan desaparecido. Al contrario, esta asimilación indica hasta qué punto las
clases dominadas participan de las necesidades y de las satisfacciones que garantizan la
permanencia de las clases dirigentes​”, Herbert Marcuse, El hombre unidimensional.

Descomposición de la política.

El obrero, completamente integrado en el mundo capitalista, incluso participando del


expolio y la explotación de la división internacional del trabajo, se convierte en la muleta
necesaria del capitalismo. En esta fase, el consumo, el tener, adquiere una relevancia
superior a la producción, al Ser un trabajador, unido a otros procesos como la
desindutrializacion la disolución de los bloques y las sucesivas derrotas durante el siglo XX,
desaparece así toda cultura obrera que se había cimentado en la lucha contra el mundo que
le había desposeído. Sin embargo se siguen sirviendo copas. Los proletarios no son los que
eran, ni los burgueses son los que eran, la lógica externa del capital lo copa todo. Sus
necesidades se autonomizan de cualquier necesidad humana. Los ​límites externos e
internos del capital desaparecen,​ ya que el mercado llega a todas partes, desde el más
íntimo recoveco de las necesidades de los hombres, hasta las cimas del Himalaya. La
respuesta de la posmodernidad más política, genera unos mantras completamente
desligados de toda realidad política. Por ejemplo, dota de un potencial emancipador a las
personas que sufren y padecen este mundo, convirtiendo esa opresión en subversión.
Mujeres, racializados, pobres… etc. se convierten en su principal sujeto de una forma muy
esencialista e individualizada. Cuando, en realidad, las lógicas que les subjetivan les son
completamente ajenas, al igual que sucede con el resto de los seres humanos, esto es
llevado al extremo por Dona Haraway y su ​conocimiento situado​. En el caso de las
personas racializadas los migrantes etc. éstos generalmente al venir de sociedades menos
desarrolladas y ligadas a otra serie de valores, su configuración subjetiva arrastra las
peores taras de la dominación, pues, ​el sujeto, no sólo es lo que aspira a ser -que en esta
dinámica automatizada se confunde con el tener, el tener tal o cual producto de tal o cual
marca-, ​el sujeto ES,​ en primera instancia, ​lo que hicieron de él.​ Lo mismo se puede decir
de las mujeres, que pese a que las dinámicas del trabajo, llegado un momento la liberan de
determinadas ataduras que la encerraban en el plano reproductivo dentro de las estructuras
familiares, ​sigue arrastrando las ataduras socio-históricas que constreñían a su género.​ Lo
mismo sucede con la gente pobre, su identidad está hoy mediada por imágenes, y antes
aspiran a ser tal o cual cantante de rap o se ven reflejados en criminales y narcotraficantes
que nada tienen de revolucionarios​. La salida hoy de la miseria es entendida como un
ascenso en los estratos sociales, y no se contempla el reverso tenebroso que esa misma
riqueza conlleva: la absoluta miseria. De los proyectos colectivos, no queda nada, ya ​de la
Comuna no existe ni su sombra.​ De quienes en el pasado trataron de derrocar este mundo,
el mundo únicamente ha conservado un puñado de imágenes muertas que corona su
indecente satisfacción de haber vencido a quienes no obstante ​eran mejores que él.​ Henos
pues aquí, huérfanos de toda grandeza, ​abandonados en un mundo helado en el que
ningún fuego señala el horizonte​.

La militancia posmoderna y el queer.

Como decíamos con anterioridad, el filósofo alemán Friedrich Nietzsche había


predicado la ​ruptura con los elementos troncales de la modernidad.​ Si bien sus escritos
pasaron bastante desapercibidos durante un tiempo, el filósofo también alemán Martin
Heidegger le dedicaría un estudio pormenorizado entre los años 1936 y 1946 que llevaría
por título el apellido de autor modernista. En esta obra se le describiría como “​el apoteosis
de la metafísica occidental”​ . Si bien Nietzsche había renegado de la acción política
proponiendo el pensamiento como elemento clave para desestructurar y desbaratar la
realidad que le atenazaba, Heidegger le conferirá un poder expresamente político, el de “​la
tarea de la destrucción de la historia de la ontología​”, el poder de haber desbaratado todos
los principios de la realidad modernista. Se podría hacer una relación hegeliana para
entender cómo Heidegger atribuye tal carácter político a Nietzsche, Nietzsche sería de
algún modo lo que para Hegel fue Napoleón “​esa aurora de razón sobre la tierra​”. Años
después el filósofo de origen argelino Jacques Derrida traduciría al francés el concepto
“​destruktion”​ empleado por Heidegger como “​déconstruction”​ . Así, en 1966 en Baltimore,
Estado Unidos, se haría un congreso filosófico llamado ​The Language of Criticism and the
Sciences of Man,​ en el que se juntarían los filósofos Derrida, Foucault, Lacan… entre otros
muchos, autores que llevaban tiempo dándole voz al cambio de paradigma. En él se
vindicaría la figura de ese ​Nietzsche tan heideggerianizado que describimos. Frente al
fracaso de las diferentes tentativas revolucionarias y el ​desencanto generalizado que los
intelectuales sentían por el marxismo y su propuesta política de acción de masas,​ la figura
del pensador, del filósofo, cobraría ​una importancia inusitada para el desarrollo de la acción
política.​ Esto permitió a muchos intelectuales distanciarse del estructuralismo que en otro
momento venían defendiendo, escudándose en las máximas nietzscheanas de ​rechazo
hacia todo lo que representase un sistema​. El pensamiento y el individuo habían adquirido
el carácter de una máquina de guerra. Este sería el nacimiento de lo que hoy en día se
conoce como la ​French Theory.​

Para hacer un estudio más detallado de las corrientes posmodernas en general y del
movimiento queer en particular habría que remitirse a la ​Escuela de Frankfurt​. Si bien no
podríamos considerar esta como posmoderna, si que es interesante hacer una breve
mención del miembro de la misma Herbert Marcuse y del autor del que toma el relevo en la
izquierda freudiana el austríaco Wilhelm Reich. El desencanto surgido tras el desarrollo de
la revolución soviética en materia sexual, llevó al segundo a hacer una detallada crítica del
mismo en su obra ​La revolución sexual​, en la cual el carácter sexuado de los sujetos toma
un significado eminentemente político. Estas apreciaciones serían desarrolladas más
adelante por Herbert Marcuse en su obra ​Eros y civilización​, y, más adelante aún, por uno
de los padres de la ​French Theory Michel Foucault en su Historia de la sexualidad. En cierto
modo la crítica a la economía política, que había sido el bastión de las revoluciones
fracasadas, se ve desplazada por el cuerpo humano como ​terreno de batalla​.

Esta, como diría Cornelius Castoriadis del pensamiento post mayo del 68, ​ensalada
posmoderna ​y, según Jameson, ​pastiche posmoderno s​ ería la base sobre la que Judith
Butler desarrollaría su ​Género en disputa​. Esta obra en pocos años se convertiría en objeto
de veneración por la ​inteligentsia o ​ ccidental desviando la atención de las cuestiones
económicas a aquellos espacios que la crítica marxista había desplazado a un espacio
secundario, tales como la raza y el género reproduciendo las aporías de la vanguardia que
habían llevado al primero a su fracaso sobre unos sujetos que, según los propios principios
de la teoría queer y su relativismo radical, no podrían llegar a ser sujetos nunca pues
quedarían diluidos en un mar de interseccionalidad y diversidad. La nueva izquierda estaría
así cada vez más interesada por elementos culturales, llegando en Estados Unidos a
definirse como izquierda cultural, y relegando a una posición secundaria las concreciones
económicas que configurarían socialmente su carácter. Haciendo uso de una ​retórica falaz​,
generalmente la inversión, según la cual ir al ginecólogo hace a la mujer en lugar de una
mujer embarazada va al ginecólogo, un vocabulario rimbombante y complejo que más
confunde que aclara, lo que le valió el premio otorgado por la revista Philosophy and
Literature en 1998 a la peor escritora del momento, lo que lleva al rechazo absoluto con sus
principios de cualquier diálogo racional, y con una capacidad camaleónica del discurso que
se hace imposible de acceder según el receptor del mismo, llegando incluso a confundir a
sus propios defensores -por ejemplo el falo femenino del que habla Butler y que hace
referencia a la ​auterité l​ esbiana según el modelo lacaniano que para mucha militancia queer
está representada por el consolador-, hacen de esta ensalada un plato bastante indigesto.
Su propuesta práctica está caracterizada por un quietismo absurdo que hace de ​la
performance y la apariencia un campo de batalla.

En última instancia todo este relativismo radical unido a las consecuencias


atomizantes de las prácticas del modelo de producción y consumo sólo han conseguido
fortalecer las premisas de un individualismo radical que hace imposible cualquier tentativa
comunitaria de transformar la vida, transformándose la vida cotidiana de según qué sujetos
y su capacidad de acceder o no a estas teorías.

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