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UNIVERSIDAD SIMÓN BOLÍVAR

DECANATO DE ESTUDIOS DE POSTGRADO

Coordinación de Postgrado en Literatura

Código: LL-7711. Métodos de crítica literaria I

Oswaldo Enrique Flores Cumarín

EL OTRO LADO DEL DISCURSO: espacios discursivos entre Bajtín y Foucault.

Evidenciar el orden del discurso para Foucault sería, en primer lugar, reconocer su

omnipresencia. En su lección inaugural en el College de France reconoce que lo que hará a

manera de discurso no es más que plegarse a una larga cadena de otros discursos que lo

anteceden "...Me hubiera gustado darme cuenta de que en el momento de ponerme a hablar ya me

precedía una voz sin nombre desde hacía mucho tiempo: me habría bastado entonces con

encadenar, proseguir la frase" (Foucault, 1992, p.2). Para Foucault es evidente que no hay nada

más que el discurso y reconoce la labor imposible que sería tratar de desligarse de él. Porque,

como dice, es la herencia de una voz que nos precede desde hace tanto tiempo que carece ya de

nombre y resulta imposible trazar su origen. Incluso situaciones que ameriten, digamos, un gesto

apartado, individual, como, en el caso de Foucault, la celebración de la apertura de una cátedra,

están signadas por la capacidad que tiene el discurso de materializar o condensar todo lo que

existe. Podríamos decir que el discurso para Foucault es un cuerpo de ideas que se concretan a

través del lenguaje, que tiene tanto un carácter maleable, porque puede transformarse en el

tiempo, y con él transformar las realidades y las ideas que la delimitan; como otro inamovible, ya

que puede también establecer verdades en los imaginarios y fundar instancias de poder a través

de paradigmas o bloques de conocimientos que a la larga pueden establecerse como instituciones.


Ante esa verdad inminente del discurso abarcador, asoma la posibilidad de no empezar, lo que

significaría renunciar a plegarse a la consecución de ese largo discurso existente: “…existe un

deseo de no tener que empezar… un deseo semejante de encontrarse, ya desde el comienzo del

juego, al otro lado del discurso” (Foucault, 1992, p. 2).

Foucault distingue dos ámbitos que conforman el discurso, ambos perseguidores de una

misma inquietud, la de aprehender su realidad material. Porque saber qué es y cómo entenderlo

implica control, tanto como peligro, para los órdenes establecidos una vez entendido el potencial

que acarrea el generar y hacer proliferar nuevos discursos. Uno de esos ámbitos, el de la

institucionalidad, posee el orden de las leyes y ejecuta su poder sobre la "aparición" o

proliferación de los discursos. El otro ámbito, el del deseo, pugna con ese orden y se refiere a él

como una circunstancia abierta más propensa a producir verdades. Ambos configuran las regiones

del discurso en donde operan con más ahínco las prohibiciones: la política y la sexualidad, como

rangos donde este no es herramienta liberadora, sino por el contrario se transforma en un

instrumento para privilegiar posiciones de poder y ejercer control, para regular su producción

mediante prohibiciones que buscan reducir la posibilidad de lo aleatorio, lo alternativo, lo nuevo

y lo azaroso.

La influencia de las prohibiciones en el discurso, sean internas o externas, transitorias o

desplazables, lo delimitan, al punto de darle un carácter de inamovilidad. Categorías como razón

y locura atenúan la aceptación o el rechazo a ciertos discursos y responden a la posibilidad de su

circulación con respecto a su utilidad. Lo verdadero o lo falso surgen desde las instancias de los

poderes abalados por la historia; un ejemplo de su constante desplazamiento es el zigzagueo de

discursos y verdades políticas en la América Latina de los últimos veinte años, instaurados desde

las susceptibles relaciones entre el poder y la historia. Incluso internamente, el discurso se ordena
y clasifica en respuesta ante el azar. Nociones como las del texto primario o primer texto otorgan

permanencia a los discursos, y, por otro lado, la noción de autor los afianza y unifica para

contribuir también a la conservación de su validez, con lo que llega a concretarlos en

instituciones y sociedades discursivas.

Una vez reconocidas todas estas estructuras impuestas sobre el discurso para encauzarlo,

la mirada de Foucault sobre él es otra, emerge ese otro lado posible del discurso que significa

abordarlo desde una perspectiva alternativa que permita "no empezar" a atarlo a sus prohibiciones

y, por consiguiente, a pre-fabricarlo. Foucault propone el análisis de los acuerdos que han

generado los discursos, sean estos prohibiciones o procedimientos internos de exclusión, y

analizarlos desde una óptica histórica, pero del pensamiento, ahondando en el cómo y el porqué

de esos procedimientos. Lo que abriría la posibilidad de descubrir que puede no existir un punto

de partida para el discurso más que una consecución de azares sin un origen único, sino, por el

contrario, es una larga fila de yuxtaposiciones, donde el único origen posible sería nuestra propia

responsabilidad en su creación y en la delimitación de sus objetos y sus significaciones; y que no

existe un discurso en particular que llene de sentido a todos, lo que -como todo en la vida es

discurso, o el discurso es la concreción de todo- nos obligaría a replantearnos nuestras más

profundas verdades. El discurso sería una enorme red de relaciones múltiples entre discursos que

coexisten en discontinuidades, dicotomías, relaciones y rechazos que carecen de un significado

único, y que a través del arbitraje que ejercemos sobre los objetos genera los conocimientos. La

intensión de evidenciar todas estas nociones que describen al discurso radica en liberar su

realidad material de toda la intencionalidad aprehensiva de la que es presa, lo que libera su

cuerpo de ideas de todo origen para plantear nuevas nociones de verdades que trastocarían todos

los órdenes discursivos aceptados y reconocidos, para hacernos realmente responsables de la


producción de todos los discursos que nos fundan: la historia, la religión, la política, el género,

etc., y cruzar el umbral hacia el otro lado del discurso.

Al igual que Foucault, para Bajtín "las diversas esferas de la actividad humana están todas

relacionadas al uso de la lengua" (Bajtín, 1999, p. 248). Su análisis, en cierta medida más

focalizado, advierte si no mallas de prohibiciones, paradigmas teóricos que configuran y de igual

forma regulan el carácter del discurso. Si habríamos de hacer un paralelismo entre ambos,

podríamos valernos de la noción de lo que serían las sociedad discursivas en Foucault para definir

el papel que, según Bajtín, juega la Lingüística como comunidad, que a través de lo que reconoce

como ficciones discursivas alejan al discurso de su vitalidad y dan un "concepto distorsionado del

proceso complejo, multilateral y activo de la comunicación discursiva" (Bajtín, 1999, p. 257).

En Bajtín podría reconocerse ese otro lado del discurso en lo que él llama la

comunicación discursiva, esa instancia de la lengua donde, dice, la abstracción llamada –desde la

lingüística- “discurso” se transforma en acto comunicador: la comunicación discursiva implica

hacer del discurso un fenómeno real en cuanto a que implica un relacionamiento entre enunciados

a través de contestaciones, consentimientos y objeciones, en fin, con participación de diversos

géneros discursivos, en tanto enunciados hecho desde distintas esferas. Ante la convención que

suponen los conceptos lingüísticos, el enunciado dota de realidad al discurso otorgándole calidad

de proceso comunicativo mediante la alteración de hablantes, que a la vez pueden encontrarse en

diversas esferas de la actividad humana. La caracterización del discurso como un sistema

comunicativo real lo sitúa en esa búsqueda de las nuevas verdades que nos refiere Foucault,

porque a través del intercambio discursivo, la relación entre enunciados produce una realidad que

no es única, sino múltiple en tanto varíen las esferas y los sujetos discursivos. Entonces, a pesar

de que el discurso tanto en Foucault como en Bajtín lo abarca todo, ambos vislumbran la
posibilidad de generar regiones de alteridad donde ese todo sea múltiple y, en consecuencia,

auténtico. Desde Foucault cuestionando el poder desde la generación de nuevas verdades, y en

Bajtín desde la riqueza y la diversidad de los enunciados y su particularidad en los géneros

discursivos que solo cobran sentido real en la réplica, y los vaivenes de enunciados de un

hablante a otro, para dar lugar a una respuesta infinita y siempre diversa. Esos espacios de la

comunicación y el poder del discurso que permiten generar respuestas y nuevas verdades son, en

ambos casos, el otro lado del discurso.

Bajtín, M., (1999). El problema de los géneros discursivos. En Estética de la creación verba,

México, Siglo XXI Editores.

Foucault, M., (1992). El orden del discurso, Barcelona, Trusques Editores.

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