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Manuel Riveira Porta
VIDA EXTRATERRESTRE
Segunda edición
Curso de Astrobiología
Grupo de Astrobiología
Agrupación Astronómica de Madrid
Enero de 2017
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ÍNDICE
Prólogo 13
1. Introducción 15
2. Desde el Big Bang hasta los elementos químicos 19
Origen del universo 19
Formación de las galaxias 20
Formación de las estrellas 22
Evolución de una nube molecular 23
Evolución de las «pequeñas» nubes moleculares, Teoría de Kant y Laplace (año 1796) 23
Objeción de Maxwell 26
Estrellas: fábricas de los elementos químicos 26
Supernovas: formación de los elementos más pesados que el hierro 29
Nubes moleculares 29
Origen de los elementos químicos: resumen 30
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Historia evolutiva de la Tierra 60
Tierra sólida 61
Formaciones de hierro bandeado (BIF) 63
Súpercontinentes 64
Formación y fragmentación de Pangea 64
Grandes glaciaciones 65
Atmósfera 67
Historia del oxígeno 68
Atmósfera actual, capas 69
Funciones biológicas de la atmósfera 71
Hidrosfera 71
Origen del agua en la Tierra 71
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Origen de la vida en el fondo del mar, en las chimeneas hidrotermales 111
Panspermia: origen extraterrestre de la vida 112
Química prebiótica 116
Primer replicante: «El mundo del ARN» 117
Acoplamiento membrana-metabolismo-replicación 120
Mundo ADN-ARN-Proteínas 121
Primeros seres vivos: ¿autótrofos o heterótrofos? 122
LUCA, el primer antepasado 122
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Proceso evolutivo de los homininos 155
Sahelanthropus tchadensis 155
Orrorin tugenensis 156
Ardipithecus kadabba 157
Ardipithecus ramidus 157
Australopithecus anamensis 158
Australopithecus afarensis 159
Australopithecus africanus 159
Resumen de los cinco primeros millones de años de nuestra genealogía 160
Paranthropus aethiopicus 161
Paranthropus boisei 161
Paranthropus robustus 162
Homo habilis 162
Homo erectus 163
¿Homo antecessor u Homo heidelbergensis? 164
Homo neanthertalensis 165
Homo sapiens 166
Extinciones masivas 168
Clasificación de los seres vivos. Árbol de la vida 170
Extremófilos. Nuevos hábitats 172
Vida en rocas profundas 175
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Método de la velocidad radial (VR) 198
Método de la microlentes gravitacionales (µL) 202
Método de tránsitos (TR) 203
Valoración adicional con los resultados de la sonda Kepler (método TR) 206
Resultados globales 208
Evolución anual de los descubrimientos de exoplanetas 208
Sistemas planetarios 209
Distribución de los planetas masivos 209
Distribución de los planetas poco masivos 210
Evolución de las masas mínimas detectadas 210
Excentricidades orbitales 210
Exoplanetas candidatos a habitables 211
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La abundante información aportada por los descubrimientos realizados hasta la fecha, y ante el parón
previsto para la disponibilidad de medios más potentes hasta la próxima década, es lo que nos anima para
realizar un balance, donde intentaremos poner a disposición del lector los conocimientos disponibles sobre
esta apasionante materia, proporcionando los criterios que permitan estimar con base científica las
posibilidades de existencia de vida en otros mundos, valoración que realizaremos, a título de ejercicio
pedagógico, en el ■Capítulo 9.
Quiero agradecer el ánimo y apoyo recibido por parte de muchos de los componentes del Grupo de
Astrobiología de la Agrupación Astronómica de Madrid, muy especialmente la de aquellos que
desinteresadamente han desarrollado e impartido excelentes charlas o conferencias, relacionadas con la
Astrobiología, donde todos hemos asimilado conocimientos y de donde he podido extraer gran parte de la
información que ha permitido escribir este texto. Gracias expresas a: Antonio Carretero, Carmelo Alonso,
Joaquín Sorlí, Koldo Villar, Mariano Gutiérrez, Pedro Valcárcel y a Prudencio del Rio.
[■0-1] Se denominan exoplanetas a aquellos objetos similares a los “planetas del Sistema Solar”, pero que
orbitan otras estrellas diferentes al Sol y que, consecuentemente, no pertenecen al Sistema Solar.
La Unión Astronómica Internacional (UAI), en el año 2003, definió de manera provisional el concepto de
exoplaneta. Según la misma, los planetas fuera del Sistema Solar deben orbitar alrededor de una estrella o
remanente de estrella (enana blanca o estrella de neutrones) y tener una masa inferior a 14 masas de Júpiter.
Nota. Esta nueva edición de “VIDA EXTRATERRESTRE” se debe principalmente a la subdivisión del ■Capítulo
5 de la anterior versión (“Vida en la Tierra: origen y evolución”), excesivamente extenso para su
tratamiento en una sola sesión, en dos capítulos:
■Capítulo 5 “Origen de la vida en la Tierra”, en el que además se ha ampliado la sección dedicada a la
Biología básica.
■Capítulo 6 “Evolución de la vida en la Tierra”, al que se ha añadido una sección dedicada a la Evolución de
los humanos.
También se aprovecha esta segunda edición para ampliar y matizar algunos conceptos, en base a nuevos
apoyos bibliográficos, y para incluir y actualizar información acorde con los últimos descubrimientos
científicos.
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■ 1. Introducción
Observando un cielo estrellado en la tranquilidad de una noche sin nubes, sin Luna, sin luces parásitas,
surgen de forma inevitable algunas preguntas: ¿existen otros mundos habitables?, ¿estamos solos en el
universo?, ¿es la Tierra especial?... Estas cuestiones, planteadas a lo largo de los tiempos, nunca han tenido
respuestas apoyadas en bases científicas.
El principio de mediocridad, formulado por John
Richard Gott en 1969, afirma: “no existe nada
intrínsecamente especial acerca de la Tierra, y por
ende, tampoco de la raza humana”. Si este principio
estuviese acertado, la vida extraterrestre debería de
ser bastante común en el universo, dado que las
condiciones que han originado la vida en la Tierra
también debieron o deben de darse en muchos
otros planetas orbitando otras estrellas. Quizás esta
misma lógica fue la que impulsó a grandes
pensadores a especular, afirmando la existencia de
una infinidad de mundos similares al nuestro. Algunos ejemplos significativos son:
Epicuro de Samos, filósofo griego (siglo IV a.C.) dice en su carta a Herodoto (fragmento): “Por otra parte,
hay una infinidad de mundos, sean parecidos al nuestro, sean diferentes”.
Giordano Bruno, filósofo, astrónomo y poeta italiano (1548-1600). Apoyó el heliocentrismo copernicano y
expresó públicamente sus ideas acerca de la pluralidad de sistemas solares y de otros mundos habitados por
seres inteligentes, opiniones que escandalizaban al mundo cristiano de la época [■1-1]. Está considerado
como uno de los precursores de la revolución científica.
Camille Flammarión, astrónomo francés (1864-1936), escribió numerosas obras sobre astronomía, entre
otras “La Pluralité des mondes habités”, “Las Terres du ciel”…
Actualmente, una parte importante del mundo científico considera que la vida es una consecuencia de la
evolución de la materia y apoya el hecho de que también pueda surgir y evolucionar en otros mundos,
siempre que se den unas condiciones similares a las que ocurrieron en su momento en nuestro planeta
(■Capítulo 5).
Sin embargo, no deberíamos dejarnos arrastrar por el optimismo y tal vez el deseo de estar “acompañados”.
Hasta la fecha ya se han descubierto más de dos mil planetas en torno a otras estrellas, lo que demuestra
que, además de existir, son abundantes. Pero, como veremos, y en contra de lo esperado, las características
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observadas presentan una gran dispersión, generalmente muy distintas a las de nuestro planeta y nuestro
sistema solar, lo que en cierto modo contradice el principio de mediocridad mencionado anteriormente.
No obstante, con independencia del libre pensamiento de cada persona, la existencia de vida extraterrestre
es un hecho comprobable al que el mundo científico viene dedicando entusiasmo y grandes esfuerzos, tanto
humanos como económicos, desde los años 70 del siglo pasado. Esta actividad se ha formalizado con la
creación de una nueva ciencia, la astrobiología (■Figura 1-2), que se ocupa de estudiar el origen, la
evolución y la distribución de la vida en el universo. El nacimiento de la astrobiología suele situarse en el
año 1998, con la creación del NASA Astrobiology Institute (NAI). Se trata de una rama del conocimiento muy
compleja, que requiere la actuación combinada y coordinada de
astrofísicos, biólogos, geólogos, químicos, físicos, ingenieros…, para
integrar resultados que solo se pueden comprender si se analizan en
conjunto (el programa de Exobiología de la NASA comenzó en el año
1960).
Obviamente, la Tierra y su entorno, el Sistema Solar, es un sistema en el
que, en el pasado, han concurrido las circunstancias adecuadas para que
la única vida que conocemos haya podido surgir y desarrollarse,
condiciones que, con toda seguridad, habrán sido muy distintas de las que ahora conocemos. La Tierra y la
vida terrestre son nuestros modelos, nuestras referencias para la búsqueda en otros mundos. Por lo tanto,
para saber cómo y dónde buscar otras “Tierras” habitables, otras vidas, debemos de comenzar por
conocer, por una parte, las hipótesis plausibles del origen de la vida en nuestro planeta, su evolución y sus
características actuales; y por otra, las posibles particularidades del medio en el que la vida ha podido
surgir y evolucionar. Abordaremos estos temas en cinco capítulos básicos: ■2. Origen de los elementos
químicos, ■3. Formación de los sistemas planetarios, ■4. La Tierra: planeta vivo, ■5. Origen de la vida en la
Tierra, y ■6. Evolución de la vida en la Tierra.
Los conceptos desarrollados en los capítulos anteriormente mencionados, conjuntamente con la
información proporcionada por la exploración espacial, nos permitirán estimar las características requeridas
para la habitabilidad en otros mundos en el capítulo: ■7. Requisitos para la habitabilidad extraterrestre.
Antes de abordar el delicado capítulo de la habitabilidad extraterrestre hemos considerado conveniente
realizar una revisión de los métodos y medios utilizados a tal efecto, con sus puntos fuertes y débiles; así
como los resultados obtenidos, tanto de cada método como en conjunto, lo que nos permitirá valorar con
rigor científico las características de los planetas descubiertos y los sesgos introducidos achacables a los
medios de observación disponibles: ■8. Exoplanetas: métodos de detección, resultados.
Dedicaremos ahora un capítulo al análisis de la habitabilidad más allá de nuestro planeta, con una primera
parte dedicada a las posibilidades dentro del Sistema Solar: planetas del sistema solar interior y algunos
satélites de los gigantes gaseosos; y una segunda parte, a modo de ejercicio teórico, donde realizaremos una
estimación estadística de las posibilidades de vida extraterrestre, que de momento restringiremos a la Vía
láctea (VL): ■9. Habitabilidad extraterrestre.
Finalmente comentaremos algunas de las informaciones disponibles acerca de aquellas misiones espaciales
previstas para la próxima década, entre cuyos objetivos figura la capacidad de detectar exoplanetas de
tamaño terrestre (0,5 a 2 masas terrestres) orbitando en la zona habitable de estrellas parecidas al Sol
(tipos: F, G y K); así como la posibilidad de analizar las atmósferas de los exoplanetas para detectar posibles
indicadores de vida. ■10. Misiones futuras: biotrazadores.
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Nota: a lo largo del texto resaltaremos con fondo verde las apreciaciones favorables a la existencia de vida
extraterrestre [■ 1-2]; con fondo rojo las negativas, y con fondo amarillo las que se consideren importantes
o relevantes, aunque sean “neutras” respecto a la existencia de vida extraterrestre.
[■ 1-1] Condena de Giordano Bruno: con independencia de su apoyo a la pluralidad de sistemas solares y
de otros mundos habitados por seres inteligentes, fueron sus ideas teológicas, tales como el negar el pecado
original o la divinidad de Cristo, las que motivaron su persecución y condena a la hoguera por parte de la
Inquisición.
[■ 1-2] En este libro utilizamos el término vida desde el punto de vista de la biología, haciendo referencia a
aquello que diferencia a las arqueas, bacterias, animales, vegetales, hongos y protistas del resto de
realidades naturales (ejemplo: los minerales). Implica las funciones de nutrirse, relacionarse y reproducirse.
Consideramos especulativo especificar tipos concretos de vida, como vida compleja o vida inteligente…
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■ 2. Desde el Big Bang hasta los elementos químicos
El sistema Tierra-Sol es nuestro mejor modelo para la búsqueda de otros mundos habitables. Se trata de un
sistema que sabemos que “ha funcionado”, en el que la vida pudo surgir y evolucionar. Para evaluar la
posible existencia de otros sistemas similares al nuestro, es necesario conocer con qué “materiales” están
formados y si estos son comunes en el resto del universo. Dedicaremos este capítulo a la revisión del origen
de los elementos químicos (véase el anexo ■A), componentes básicos con los que están compuestos todos
los cuerpos materiales, como los planetas o los seres vivos. Para esto es preciso tomar en consideración el
origen del universo, y la formación de las galaxias y de las estrellas, verdaderos crisoles en los que se han
creado todos los elementos químicos naturales. Estos conocimientos constituyen una base necesaria para
abordar con rigor el resto de capítulos.
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microondas (eco del Big Bang), prevista en 1948 por Ralph Alpher y Robert Herman (colaboradores de
Gamow), y de forma independiente en 1964 por Robert Dicke y James Peebles, y encontrada de forma
accidental en 1964 por Arno Penzias y Robert Wilson, investigadores de los laboratorios Bell; y la
concordancia precisa entre las cantidades de hidrógeno y helio previstas en el modelo estándar, calculada
en 1948 por Ralph Alpher, y confirmada posteriormente por mediciones reales.
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Actualmente, y gracias a las extraordinarias prestaciones del Hubble, se ha podido comprobar que algunos
de estos objetos, que desde tierra parecen puntuales, han resultado ser los núcleos extraordinariamente
luminosos de galaxias normales, también llamadas galaxias activas, (■Figura 2-1), pero enormemente
alejadas en el espacio (es decir, en el tiempo). Los datos estadísticos muestran que los cuásares solo se
encuentran a grandes distancias, la mayoría situados a unos 12.000 millones de años-luz (al), es decir,
cuando el universo tenía solo unos 1.800 Ma. Tampoco se detectan cuásares a menos de 100 millones de al,
y más allá de los 12.000 millones de al solo se encuentran pequeñas protogalaxias irregulares. Esta
distribución temporal de las estructuras galácticas es un claro indicio de que los cuásares se corresponden
con una etapa temprana de la formación de las galaxias, a partir de la cual la emisión radioeléctrica fue
disminuyendo, según evolucionaron hacia los valores de las galaxias cercanas actuales consideradas como
“normales”. Esta constatación realizada por el HST es también una prueba contundente en contra del
modelo estacionario del universo, que tuvo su apogeo en las décadas de 1950 y 1960.
Hoy se sabe que la enorme actividad de las jóvenes galaxias es debida al gigantesco agujero negro central,
devorando el material cercano que cae de forma acelerada hasta alcanzar velocidades cercanas a la de la luz,
transformando el disco central en rápida rotación en un enorme foco emisor de energía electromagnética.
La actividad de los cuásares se atenúa a medida que se consume el material situado en las cercanías del
agujero negro, alcanzando finalmente la condición de galaxia normal, con un agujero negro “casi”
estabilizado y rodeado de estrellas en órbitas aproximadamente circulares.
El “casi” del párrafo anterior tiene aplicación a nuestra Vía
Láctea (■ Figura 2-2), cuyo súper-masivo agujero negro central,
de unos 4 millones de masas solares, ha podido ser detectado
gracias al poco material que aún continúa cayendo. Se trata de
una fuente de emisión en ondas de radio situada en la
constelación de Sagitario, denominada Sagitario A*, a una
distancia de unos 26.000 al de nuestro planeta. En 1996, un
equipo liderado por el astrónomo alemán Reinhard Genzel
estudió el movimiento de unas decenas de estrellas cercanas al
centro galáctico, encontrando que se movían muy rápidamente
en torno a un objeto sumamente masivo y de pequeñas
dimensiones: no cabía duda, se trataba del súper agujero negro
central, ya “estabilizado”, de nuestra galaxia.
El proceso evolutivo de las galaxias hace que estas no conserven su morfología de modo permanente. En
1925 el importante astrónomo estadounidense Edwin Hubble, a raíz de sus numerosas observaciones, hizo
una sencilla agrupación de las galaxias en tres categorías: irregulares, espirales y elípticas.
Las galaxias irregulares (tipo Irr) están formadas por estrellas jóvenes de color azulado (denominadas de
tipo I), distribuidas de forma irregular. Estas galaxias son poco masivas y por lo tanto poco luminosas. Al
parecer, un 20% de todas las galaxias son irregulares.
Las galaxias espirales (tipo S) (como la Vía Láctea, ■ Figura 2-2), normalmente se encuentran dispersas en el
espacio, no soliendo formar parte de los cúmulos galácticos. Presentan una estructura bien diferenciada: un
bulbo central, el disco y un halo exterior. El bulbo está formado por una alta densidad de estrellas viejas
rojizas (denominadas de tipo II), que recuerda a una pequeña galaxia elíptica. El disco es una estructura más
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o menos plana y circular, en el que se sitúan los característicos brazos espirales (que dan nombre a este tipo
de galaxias), orbitando alrededor del bulbo. El disco y los brazos espirales son ricos en nubes de gas y polvo
en donde nacen nuevas estrellas (tipo I). El halo es una estructura esférica que rodea a las dos anteriores,
estando formado por una baja densidad de estrellas viejas y también por materia oscura [■2-3]. Se supone
que las galaxias espirales se forman a partir de las colisiones y fusiones de galaxias irregulares.
Las galaxias elípticas (tipo E) son muy masivas y normalmente se encuentran en los centros de los cúmulos
galácticos. La materia se distribuye formando un elipsoide regular, más o menos alargado, en el que no se
aprecian estructuras. Estas galaxias están formadas por estrellas antiguas, rojizas (tipo II), con una región
central mucho más brillante que el resto debido a una mayor densidad estelar. Presentan muy pocas nubes
de gas y polvo interestelar, por lo que prácticamente ya no generan nuevas estrellas. Se supone, tal como
reproducen las modelizaciones, que las galaxias elípticas son evoluciones de galaxias espirales gigantes que
han consumido su disco. Estas galaxias, junto con las espirales, son las más abundantes en el universo.
Los modelos matemáticos y las observaciones muestran también que pueden existir otras morfologías como
consecuencia del choque y fusión de galaxias gigantes ya consolidadas. Este puede ser el destino de la Vía
Láctea, que, como sabemos, está previsto que “colisione” con la también gigante y espiral Andrómeda,
debido a su mutua atracción gravitatoria, dentro de unos 3.000 Ma, para volver a reencontrarse otros 2.000
Ma más tarde. Entrecomillamos “colisione”, porque, debido a la gran separación entre sí de las estrellas,
ambas galaxias se entrecruzarán, pasarán una a través de la otra, siendo muy poco probables los impactos
estelares. Es posible que las fuerzas de marea desgajen ambas galaxias dando lugar a una forma exótica,
como es el caso de la Galaxia de las Antenas. ¿Qué pasará con nuestro sistema solar?
Nuestra Vía Láctea es una galaxia de tipo espiral formada por 200 a 400 mil millones de estrellas, con
brazos espirales ricos en nubes de polvo y gas, verdaderos criaderos de estrellas jóvenes donde
probablemente se han formado y se siguen formando sistemas planetarios adecuados para la vida, como
es el caso de nuestro Sistema Solar. La existencia de numerosas galaxias, similares a la nuestra, es un
tanto a favor para que pueda existir vida en otras regiones del universo.
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Evolución de una nube molecular
El proceso se inicia a partir de una enorme nube molecular [1.000 a 100.000 masas solares (Ms)], densa (más
de 1.000 partículas/cm3) y fría (unos 10 K), formada principalmente por gas (en masa: un 75 % de H2, un 25
% de He, y pequeñas cantidades de otros elementos) y algo de
polvo, dependiendo de la historia de la nube (por ejemplo, que
haya sido “condimentada” con la materia expulsada por una
supernova cercana). Estas formaciones no son uniformes: tanto el
gas como el polvo se distribuyen en estructuras complejas
filamentosas, con zonas de alta densidad, en las que se formarán
las estrellas. Cuando estas estructuras son perturbadas por algún
agente exterior (■Figura 2-3), como la onda de presión de un brazo
galáctico o la explosión de una supernova, lo normal es que el gas
se contraiga, con un incremento local de la temperatura y de la
presión interna, para, a continuación, expandirse y recuperar sus
condiciones iniciales. Sin embargo, existe un umbral para la masa
de la nube a partir del cual la menor perturbación, o incluso de
forma espontánea, se puede desencadenar un proceso en el que la
gravitación no puede ser contrarrestada por la reacción de la
presión, haciendo inevitable la contracción de la nube. Esta masa
umbral se denomina “masa de Jeans”, en honor al físico británico
James Jeans, quién pudo demostrar que, bajo ciertas condiciones
de masa, presión y temperatura, las nubes interestelares podían
resultar inestables: la inestabilidad aumenta con la masa de la nube, la disminución del tamaño y la caída de
la temperatura de la nube, en cierto modo, con la densidad
molecular (contracción). Esto justifica el hecho de que las grandes
masas de gas cósmico en proceso irreversible de colapso se
fragmenten sucesivamente en trozos cada vez más pequeños,
debido a que la masa de Jeans disminuye al aumentar la densidad
del gas. Finalmente, la gran masa inicial de gas y polvo acabará
reducida a numerosos fragmentos, generalmente del orden de
una o dos veces la masa final de la estrella, a partir de los cuales
acabarán naciendo las estrellas. Una consecuencia de este
proceso es la formación agrupada de estrellas jóvenes, por
ejemplo el cúmulo abierto de las Pléyades (■Figura 2-4).
Evolución de las «pequeñas» nubes protoestelares, Teoría de Kant y Laplace (año 1796)
Las “pequeñas” nubes resultantes del párrafo anterior continúan su propio proceso de colapso (■Figura 2-5),
con el consiguiente aumento de presión y de la velocidad de giro (conservación del momento angular). Las
partículas más rápidas determinan el plano ecuatorial de la nube donde la tendencia gravitatoria a
contraerse es contrarrestada por la cantidad de movimiento angular, mientras que las partículas situadas en
otros planos “caen” más fácilmente al disco en proceso de formación, también denominado disco de
acreción, en el que posiblemente surgirán los futuros planetas si la metalicidad [■2-4] es suficientemente
elevada. Simultáneamente, también se produce una acumulación de materia en la zona central del disco,
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creando un núcleo de forma esférica, aun de gran tamaño, donde tendrá lugar el “nacimiento” de la futura
estrella. Inicialmente, la densidad del núcleo es baja y gran parte de la energía gravitatoria de la contracción
se disipa por radiación.
Transcurridos unos 100.000 años la envoltura del núcleo
comienza a hacerse opaca debido al aumento de densidad,
impidiendo que gran parte del calor generado en el proceso
de compactación pueda disiparse. Esto acelera el ritmo al que
aumenta la temperatura, hasta que la presión interna es lo
suficientemente alta para contener la contracción gravitatoria
del núcleo, con un diámetro estimado como la órbita de
Júpiter, pero conteniendo aun menos del 1% de la masa total
de la nube. Pero esta situación tampoco puede permanecer
estable por mucho tiempo: la incansable gravedad continúa
con su tarea, arrastrando más y más material sobre el núcleo,
haciendo que se reanude el proceso de contracción-
calentamiento.
El siguiente hecho significativo ocurre cuando la temperatura
del núcleo supera los 2.000 K: las moléculas de hidrógeno
(H2) se disocian en átomos de hidrógeno libre (2H), proceso endotérmico que absorbe gran cantidad de
calor, provocando una repentina caída de temperatura y de la presión interna del núcleo, cuyo diámetro se
contrae bruscamente a un valor de solo algunos diámetros solares.
La materia del disco continúa cayendo sobre el ahora reducido núcleo, descargando su energía potencial
gravitatoria, hasta que ocurre un nuevo suceso: la presión y la temperatura alcanzan valores tan altos, que
los átomos pierden sus electrones, dejando lo núcleos atómicos desnudos. Este proceso, que también es
endotérmico, produce una nueva contracción violenta.
En este continuo proceso de contracción-calentamiento, llega un momento en que la temperatura en el
núcleo alcanza el millón de grados (106 K), provocando la fusión del deuterio (isótopo estable del hidrógeno,
abundancia: 0.015 %), generando relativamente poca energía, dada su escasez, con emisión en el infrarrojo
(IR). La presión de la radiación interior del núcleo ralentiza la contracción, pero no la detiene. A partir de esta
fase se crean flujos bipolares que contribuyen a reducir el momento
angular de la protoestrella. Para estrellas de masa menor de 0,07
masas solares (Ms), este paso constituye la última fase de su
evolución, que ahora se interrumpe, dando lugar a una “sub-estrella”
denominada enana marrón. Pero para las estrellas con más de 0.07
Ms el proceso evolutivo continúa…
Transcurridos unos 10 o 20 Ma, para masas inferiores a 2 masas
solares (Ms), se alcanza la llamada fase T Tauri (■Figura 2-6),
nombrada así por el prototípico del grupo, la estrella T Tauri. Son las
“estrellas” más jóvenes visibles, que aún no han entrado en la
secuencia principal (que veremos enseguida), debido a que no se ha alcanzado la temperatura suficiente
para que se inicie la fusión del hidrógeno en el centro del núcleo. La gran cantidad de energía gravitacional
“descargada”, en un diámetro aún varias veces superior al de la futura estrella, genera una fuerte radiación
IR, eyecciones de masa de la superficie y violentos vientos estelares, pudiendo estos “barrer” el gas y el
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polvo del disco de acreción, deteniendo así la migración de los planetas, estabilizando sus posiciones
(■Capítulo 3).
Las estrellas en fase T Tauri son muy activas y variables, con temperaturas superficiales similares a las de la
secuencia principal, pero mucho más luminosas (hasta 30 veces) debido a su mayor diámetro. Más de la
mitad de las estrellas T Tauri se encuentran en sistemas binarios, y la mayoría de las estudiadas presentan
“discos protoplanetarios” en los que posiblemente surgirán planetas. Los espectros de estas estrellas
muestran la presencia de litio (Li), elemento que ya no aparece en las estrellas de la secuencia principal (SP),
debido a que se destruye al superar los 2,5 millones de grados (2.5 · 106 K), a no ser que, como veremos,
haya sido “aportado” por la caída de exoplanetas (■Capítulo 3).
Los hechos más significativos se producen cuando el núcleo de la estrella supera
los 10 millones de grados, momento en el que se inicia una cadena de sucesos que
fueron descritos en las décadas de 1960 y 1970 por el eminente matemático y
astrofísico británico Fred Hoyle [■2-5]: a estas temperaturas los núcleos desnudos
de los átomos de hidrógeno (protones) disponen de la suficiente energía para
producir fusiones nucleares (■Figura 2-7), a través de una serie de reacciones
denominada cadena protón-protón, dando lugar a la unión de cuatro núcleos de
hidrógeno libres para formar un núcleo de helio, emitiendo grandes cantidades
de energía [■2-6]. Existe también otro proceso alternativo para la fusión de helio,
denominado ciclo CNO (carbono-nitrógeno-oxígeno), en el que también se forma helio a partir del
hidrógeno, pero en este caso se requiere la presencia de carbono que actúa como catalizador. Ambos
procesos se suelen simultanear, variando la proporción de uno u otro en función de la temperatura nuclear:
la cadena protón-protón es la más abundante en torno a los 10 millones de grados (como es el caso de
nuestro Sol), mientras que el ciclo CNO lo es para las estrellas más masivas, cuyas temperaturas en el núcleo
alcanzan los 20 millones de grados. La enorme presión interna, debida a la temperatura y a la radiación,
impide que el núcleo continúe contrayéndose, estabilizando su tamaño. Con independencia del ciclo
utilizado en el proceso de fusión del hidrógeno para formar helio, esta es la fase más estable y duradera de
las estrellas, en el que permanecen durante la mayor parte de su vida ( 90 %), por lo que se denomina
secuencia principal (SP). Durante esta fase las estrellas consumen su combustible (hidrógeno) de forma
estable, pero en periodos cuya duración es enormemente variable, dependiendo de la masa:
2 a 3 millones de años para las estrellas más masivas.
Miles de millones de años para las estrellas de tamaño medio, como el Sol.
Centenas de miles de millones de años para las estrellas más pequeñas, como las enanas rojas.
A medida que disminuye la cantidad de hidrógeno en el núcleo, este debe de contraerse para aumentar su
temperatura y equilibrar el colapso gravitatorio, extendiendo progresivamente la fusión a nuevas capas de
hidrógeno que aun no han sido procesadas. Esto hace que la luminosidad de las estrellas se incremente de
forma regular durante la secuencia principal de las estrellas (en el caso del Sol, se estima un aumento del 8 %
por cada 1.000 Ma).
El hecho de que la zona habitable se distancie de la estrella, a medida que esta evoluciona en la secuencia
principal, reduce de forma significativa la denominada zona habitable continua (ZHC) (■ Capítulo 6)
En todos los casos, las observaciones muestran que las estrellas permanecen rodeadas por un disco
residual de polvo y gas durante un tiempo de solo 1 a 10 Ma. Este disco contiene la materia prima
indispensable con la que seguramente se formarán los planetas, satélites y otros cuerpos menores. Como
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veremos, los planetas se crean en una reducida zona central de los discos, donde la disponibilidad de
materiales es suficiente para su formación. En el caso del SS, la distancia Sol-Neptuno es de solo 30 unidades
astronómicas (UA) [■2-7], frente a un diámetro inicial del disco protosolar de unas 200 UA.
Objeción de Maxwell
El proceso de acreción secuencial, descrito a finales siglo XIX, presentaba el inconveniente de no conservar,
aparentemente, el momento angular, pues la estrella (Sol en la época) contenía el 99,85 % de la masa, pero
¡más del 90 % del momento angular reside en los planetas! La contracción nebular debería de provocar
enormes velocidades rotacionales en la estrella, que no se observaban en la práctica. Durante la segunda
mitad del siglo XX se modificó el modelo para tomar en consideración, además de la gravedad y la fuerza
centrífuga, conceptos físicos como: viscosidad, campos magnéticos y viento solar.
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el fósforo (P) y el azufre (S), el porcentaje sube hasta el 98 %. Pero además existen en torno a una docena
más de elementos químicos, que, aunque en pequeñas cantidades, también son indispensables para la vida
que conocemos.
Al principio de este capítulo hemos visto que el hidrógeno (H) y el helio (He), junto con pequeñas cantidades
de berilio (Be) y litio (Li), se formaron unos 380.000 años después del Big Bang (■Anexo C: dominio de la
materia). Para conocer cómo se formaron los restantes elementos que existen en la naturaleza, 92 en total,
hemos de regresar al arranque de la secuencia principal de las estrellas: el equilibrio entre la gravedad y la
presión generada por la fusión de hidrógeno en helio en el núcleo de la estrella se mantiene durante largo
tiempo, pero llega un momento en que la concentración del helio es lo suficientemente alta para interferir
en las colisiones de los núcleos de hidrógeno. Este hecho,
denominado envenenamiento por helio, reduce de forma
progresiva el ritmo de las reacciones, hasta que la fusión
nuclear se para. Inmediatamente la presión interna
disminuye y la gravedad gana una nueva batalla: la
estrella sufre una fuerte contracción. Por su parte, la
materia del centro de la estrella también reacciona
aumentando su presión y temperatura, desencadenando
nuevas fusiones de hidrógeno, que ahora se desplazan a las capas que rodean al núcleo de helio, a medida
que se alcanzan las temperaturas mínimas necesarias (■Figura 2-10). El nuevo helio que se va generando,
más pesado que el hidrógeno, “cae” y se acumula en el núcleo de la estrella cada vez más pesado, más
denso y más caliente.
Ahora las nuevas capas de fusión del hidrógeno soportan menos presión que en el núcleo y esto hace que las
zonas exteriores de la estrella experimenten una gran expansión, al tiempo que se enfrían, tomando un color
rojizo en la superficie: la estrella se ha transformado en una gigante roja. Cuando nuestro Sol alcance esta
fase, dentro de unos 6.000 Ma, su diámetro exterior quizás alcance el diámetro de la órbita terrestre.
- 27 -
En el caso de que la gigante roja tenga un tamaño similar al del Sol (aproximadamente un 10 % del total de
las estrellas), la contracción del núcleo hace que la temperatura llegue a
superar los 100 millones de grados, desencadenando nuevas reacciones en las
que el helio procedente de la etapa anterior comienza a fusionarse para
formar núcleos de carbono (■Figura 2-12), mediante el proceso denominado
triple-alfa: a partir de la colisión casi simultánea de tres núcleos de helio-4
(partículas alfa) se obtiene un núcleo estable de carbono-12 y energía. El
corazón de la estrella se mantiene encendido hasta que la concentración del
carbono sea lo suficientemente alta para que el proceso se detenga
(envenenamiento por carbono). Dado que la colisión casi simultánea de tres
núcleos de helio es altamente improbable, el envenenamiento por carbono es
más fácil que el envenenamiento por helio de la fase anterior, de modo que el proceso triple-alfa tiene una
duración de solo miles de años, en vez de miles de millones de la fusión de hidrógeno en helio (SP). Al
detenerse el proceso triple-alfa, la estrella se contrae nuevamente, aumentando su temperatura interior, lo
que provoca que el helio vuelva a fusionarse en carbono en la capa que envuelve al núcleo, y a su vez que el
hidrógeno se fusiona en una segunda capa para formar helio (■Figura 2-12). También en este caso, al final de
la vida de la estrella, se formará una gigante roja que expulsará las capas exteriores para crear una nebulosa
planetaria, en cuyo centro quedará un núcleo desnudo, denominado también enana blanca, que ahora
estará formada por helio y carbono, tal como ocurrirá dentro de unos 6.000 Ma con nuestro Sol.
Pero si las estrellas son más masivas que el Sol, el proceso no se detiene
con la formación de carbono. Los ciclos de contracción-calentamiento
continúan, dependiendo únicamente de la masa inicial de la estrella,
siempre y cuando las temperaturas alcanzadas en el núcleo superen el
umbral necesario para desencadenar la fusión de los elementos residuales,
cada vez más pesados, de las etapas anteriores. En la ■Figura 2-13 se
muestran, para el caso de las estrellas más masivas, la distribución en
capas de algunos de los elementos más significativos al finalizar la
evolución y la vida de la estrella.
En este proceso que acabamos de describir hay varios hechos destacables:
La duración de las sucesivas fases de formación de elementos en el núcleo es cada vez más corta, desde
la fusión hidrógeno-helio que puede durar miles de millones de años, hasta la fusión del silicio-hierro en
solo unas semanas.
La sucesión de reacciones es debida a que cada nuevo núcleo atómico que se crea es menos masivo que
la suma de los componentes que se fusionaron para formarlo. Esta diferencia de masa, que se
transforma en energía radiante de la estrella, es la que da estabilidad a los nuevos núcleos.
El elemento más pesado que se puede producir en este proceso es el hierro. Esto se debe a que este
elemento es el más estable de la tabla periódica, el que tiene menos energía nuclear por nucleón. Así se
justifica que el proceso de fusión nuclear se detenga con la formación hierro en el núcleo de la estrella,
ya que sería necesario aportar energía para crear elementos más pesados.
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Supernovas: formación de los elementos más pesados que el hierro
¿Entonces, cómo se han formado los elementos más pesados que el hierro? Para esto la naturaleza recurre a
un nuevo mecanismo. Hemos visto que al formarse hierro en el núcleo, las reacciones se detienen. Como en
los casos anteriores, la falta de energía radiante en la zona central de la gigante roja hace que esta se enfríe
y contraiga. La contracción hace que el núcleo se caliente lo suficiente para que el hierro comience a
fusionarse, pero ahora se trata de un proceso endotérmico que absorbe calor, haciendo que la zona central
de la estrella se enfríe bruscamente, desencadenando una caída de presión brutal y un colapso gravitatorio
desenfrenado. La estrella se hunde bajo la enorme presión de su inmensa masa
gravitatoria. Las capas más cercanas al núcleo impactan bruscamente con el
núcleo y rebotan para chocar violentamente con el resto de capas exteriores
que continúan cayendo (■Figura 2-14): la fortísima colisión de las capas
internas en expansión, con las capas externas en vertiginosa caída, hace que
los materiales se vean obligados a fusionarse, creando todos los elementos
naturales conocidos más pesados que el hierro, como el oro, el plomo o el
uranio. La enorme cantidad de energía liberada hace estallar la estrella,
originando una supernova.
Las supernovas se caracterizan por la intensísima luz emitida, durante semanas o meses, pudiendo alcanzar
magnitudes absolutas que superen al resto de su galaxia. Las explosiones de las supernovas enriquecen el
espacio que las rodean con los materiales pesados que han creado durante el proceso evolutivo de la
estrella, en forma de nubes de polvo y gas. Los frentes de onda pueden alcanzar a otras nebulosas cercanas,
comprimiéndolas y desestabilizándolas, lo que podrá desencadenar la formación de nuevos sistemas
estelares y planetarios, favorecido por el enriquecimiento de la nebulosa con los materiales pesados
aportados por la supernova.
El remanente central de una supernova puede ser una estrella de neutrones o un agujero negro,
dependiendo de que la masa residual del remanente sea menor o mayor que tres masas solares (se puede
consultar Internet para obtener abundante información sobre estos objetos).
Nubes moleculares
Las estrellas, a lo largo de su vida y también a su muerte, expulsan al espacio exterior, en mayor o menor
cantidad, todos los elementos químicos de la tabla periódica [■Anexo A. Elementos químicos] ¿Qué ocurre
con estos elementos? Muy sencillo, reaccionan entre sí formando moléculas, de ahí la denominación de
nebulosas o nubes moleculares con que se designan a las grandes estructuras de gas y polvo que podemos
observar, incluso a millones de años luz de distancia, a través de la radiación capturada por los modernos
radiotelescopios y telescopios espaciales infrarrojos. Aunque el espacio interestelar se encuentra muy frío, a
una temperatura media de unos 270 ºC bajo cero, la materia expulsada y la radiación emitida por las
estrellas en las últimas fases de su vida calientan su entorno, estimulando reacciones químicas que dan lugar
a la formación de grandes masas de nuevas moléculas. Se han identificado grandes cantidades de agua,
silicatos, amoníaco… así como alcoholes, azúcares, anillos bencénicos… materiales necesarios para la
formación de nuevos planetas, así como la materia orgánica [■2-8] básica (“ladrillos de los ladrillos”) para
la posterior formación de las complejas moléculas esenciales para la vida.
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El hecho de que la química sea universal es importante para la astrobiología, ya que limita la especulación
y permite que nos apoyemos en las características de la vida terrestre para la búsqueda en otras partes.
Estos procesos, comunes a todo el universo observable, han dado lugar a la formación del planeta Tierra y
a sus habitantes. Dado que los elementos químicos y la química son universales, es de esperar que en
muchas otras regiones, tanto de nuestra galaxia como del resto del universo, hayan surgido o surjan en el
futuro estrellas similares a la nuestra, con sus correspondientes planetas y con sus propios habitantes.
[■2-1] WMAP (Wilkinson Microwave Anisotropy Probe): sonda lanzada por la NASA en 2001, con la misión
de estudiar el cielo y medir las diferencias de temperatura que se observan en la radiación de fondo de
microondas.
[■2-2] Año luz (al): unidad de distancia, calculada como la longitud que recorre la luz en un año. Equivale a
unos 9,46 × 1012 km (9 460 730 472 580,8 km exactamente).
[■2-3] Se denomina materia oscura a una hipotética materia que no emite suficiente radiación
electromagnética para ser detectada a través de los medios habituales de observación, pero cuya existencia
se puede deducir a partir de los efectos gravitacionales que causa en la materia visible, tales como las
estrellas o las galaxias. Según los datos comunicados en marzo de 2013 por la ESA, tras las mediciones
realizadas por la sonda Planck, se estima en un 26,8 % la masa del universo que corresponde a la materia
oscura, frente a un 4,9 % de la materia ordinaria.
[■2-4] Metalicidad en astrofísica es un concepto que se utiliza para describir la abundancia relativa de
elementos más pesados que el helio en una estrella. Esos elementos reciben el nombre de metales con
independencia de su posición en la tabla periódica.
[■2-5] Fred Hoyle fue un eminente matemático y astrofísico británico, polémico, y sin embargo muy
respetado. Se hizo célebre por la propuesta de dos teorías que en su día fueron muy discutidas y que
actualmente están prácticamente desechadas: la Teoría del Estado Estacionario, según la cual el universo no
tuvo origen, sino que siempre existió tal como lo conocemos actualmente y, la segunda, la Teoría de la
Panspermia, que afirma que la vida no surgió en la Tierra, sino que llegó a nuestro planeta por medio de
cometas, que sembraron el mismo tipo de vida en otros mundos (obra de un intelecto superior).
[■2-6] La enorme cantidad de energía desarrollada en las reacciones nucleares, mediante la unión de cuatro
núcleos de hidrógeno para formar uno de helio, se justifica por la pérdida de un 0,7 % de la masa, que se
transforma en energía según la famosa ecuación E = m·c2.
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[■2-7] La unidad astronómica (UA), por definición, es una unidad de longitud igual a 149 597 870 700 m.
Equivale aproximadamente a la distancia media entre la Tierra y el Sol. En la práctica se le suele asignar un
valor de 150 millones de km.
[■2-8] Materia orgánica es aquella que está formada por compuestos procedentes de seres vivos o que
alguna vez estuvieron vivos, tales como plantas o animales y sus residuos en el ambiente natural. Hubo un
tiempo en el que se consideraba que la formación de la materia orgánica necesitaba una “fuerza vital” y solo
podían crearla los seres vivos. La síntesis de la urea a partir de un compuesto inorgánico por el químico
alemán Friedrich Wöhler en el año 1824, fue la primera prueba de que dicha fuerza vital no es necesaria.
Las moléculas orgánicas detectadas en las nubes moleculares muestran que tanto la materia orgánica, como
la inorgánica, están formadas con la misma “pasta”, cuyo origen viene de las estrellas.
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■3. Formación de los sistemas planetarios
Es posible que los planetas no sean los soportes exclusivos en los que la vida se pueda formar y evolucionar,
pero nos consta, de acuerdo a nuestro modelo favorito, la Tierra, que los planetas son objetos que “sí
pueden funcionar” (al menos en uno ha sido así), si se dan las circunstancias adecuadas. En este capítulo
revisaremos algunas de las ideas más aceptadas por el mundo científico respecto a la formación de los
sistemas planetarios y de su evolución, cuyo conocimiento, “cruzado” con los fructíferos resultados de la
exploración espacial (■Capítulo 8), nos permitirán valorar con cierto rigor las posibilidades de encontrar
nuevos planetas aptos para la vida en otras regiones del cosmos, o al menos de la Vía Láctea.
En la actualidad se conocen más de 1.100 estrellas “cercanas”, orbitadas por uno o más planetas, dato que
favorece la posible existencia de vida en otras partes del universo.
Los sistemas planetarios están formados por una o más estrellas centrales y distintos objetos orbitando a su
alrededor. El ejemplo mejor conocido es el de nuestro Sistema Solar (SS), cuyos principales objetos son el Sol
como estrella central, y ocho planetas que giran a su alrededor en órbitas casi circulares, todos en sentido
contrario a las agujas del reloj vistos desde el norte
solar, aproximadamente en un plano llamado plano
eclíptico (■Figura 3-1). Los cuatro planetas
interiores, Mercurio, Venus, la Tierra y Marte,
conocidos como planetas terrestres o telúricos,
están formados principalmente por roca y metal.
Los cuatro restantes son mucho más masivos: los
dos más grandes, Júpiter y Saturno, situados más
allá de la línea de hielo (ver ■Figura 3-2), están
formados principalmente por hidrógeno y helio, y
se denominan gigantes gaseosos. Los dos más
alejados del Sol, Urano y Neptuno, también denominados gigantes helados, están constituidos en gran
parte por agua helada, amoniaco y metano. Además de los objetos mencionados, existe una multitud de
cuerpos menores: numerosos satélites orbitando a los planetas, el cinturón de asteroides entre Marte y
Júpiter, planetas enanos, asteroides, cometas…
El hecho de que todos los planetas del Sistema Solar se muevan casi en el mismo plano (que además
coincide con el plano ecuatorial del Sol); que el sentido de sus orbitas y el de la mayoría de las satélites
también giren en el mismo sentido; y que las órbitas sean casi circulares… dio lugar a la Teoría nebular de
Kant y Laplace, cuyos principios aplicamos en este texto, y que establece que los sistemas planetarios
proceden de grandes nubes de gas y polvo (■Capítulo 2). Sin embargo, es posible que esta teoría no se
consolide hasta que conozcamos en detalle otros sistemas planetarios. En la ciencia, y particularmente en la
astrofísica, cada nuevo descubrimiento o avance suele dar lugar a numerosas nuevas dudas.
En el capítulo anterior hemos visto que paralelamente a la formación de la estrella central, aún en fase T
Tauri, se creaban también los denominados discos de acreción o discos protoplanetarios, en los que
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posiblemente surgirán los planetas. Es ahora el momento de analizar con cierto detalle la composición y
evolución de estos discos.
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Zona interior del disco: muy caliente, por su proximidad al núcleo, es “aventada” hasta algunos radios
estelares por lo intensos vientos generados por la joven estrella en fase T. Tauri. Algo más allá del centro, a
una UA para una estrella tipo solar, las temperaturas alcanzan los 1.200 a 2.000 K (1.000 K máximo según
autores) y las partículas de polvo se encuentran vaporizadas; partículas que se irán condensando
(sublimación inversa), a medida que el disco se vaya enfriando por radiación. Se trata de una zona rica en
polvo, pero seguramente pobre en agua, volátiles y moléculas orgánicas simples (que serán aportados
posteriormente, ■Capítulo 4). Aquí crecerán los planetas rocosos (o terrestres), a partir de los núcleos
originados por los impactos y fusión de las partículas micrométricas de polvo. Estos procesos, para un
planeta de tamaño terrestre, pueden durar de 30 a 100 Ma.
Los discos de gas son estructuras de vida corta: los casos que se han podido observar en torno a estrellas
jóvenes van poco más allá de 1 millón de años y no suelen superan los 10 millones de años.
Para una mejor comprensión, describimos el proceso de formación y evolución de los sistemas planetarios
como un encadenamiento de sucesos independientes, pero en la realidad estos ocurren de forma solapada o
simultánea. Ejemplos significativos de simultaneidad son: acreción de los gigantes gaseosos, migración hacia
el centro del disco de los planetas y disipación del disco barrido por el “huracán” de la estrella central en
fase T Tauri central.
Los meteoritos (materiales naturales extraterrestre que han alcanzado la superficie terrestre), proporcionan
información trascendental acerca de la materia existente en los orígenes de nuestro SS.
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gas. Este proceso continúa hasta que se alcanzan tamaños equiparables a la Luna o a Marte, denominados
embriones planetarios, cuya fuerza gravitatoria es tan intensa que desviará y dispersará otros cuerpos
sólidos antes de chocar con ellos, pudiendo algunos ser expulsados del sistema estelar. Las perturbaciones
de este proceso pueden forzar órbitas inicialmente elípticas, que posteriores colisiones con planetesimales y
la viscosidad del gas transforman en circulares. Finalmente sobreviven algunos embriones, dominando una
corona circular en torno a su órbita, cuyo crecimiento finalizará una vez que hayan capturado todos los
planetesimales de su zona de influencia, pudiendo alcanzar tamaños de varias masas terrestres (Mt).
A partir de las 10 o 20 Mt se produce un crecimiento rapidísimo de los planetas por el colapso gravitacional
del gas circundante, pudiendo alcanzar cientos de masas terrestres en solo unos miles de años (curva “Roca
y metal + gas” en la ■Figura 3-3). La zona cercana a la LH (por el exterior), es donde la densidad de gases y
volátiles alcanza su valor más elevado (máxima disponibilidad de materia), por lo que probablemente sea ahí
donde se formen el primero y más masivo de los gigantes gaseosos de cada sistema planetario (como el caso
de Júpiter en el SS).
Período de 2 a 10 Ma: procesos similares a los indicados anteriormente pueden generar otros gigantes
gaseosos en zonas del disco más alejadas de la LH, probablemente de tamaño decreciente al alejarnos de la
LH, debido a un inicio de crecimiento tardío y a la menor disponibilidad de materia a medida que nos
acercamos a la periferia del disco.
La energía liberada en el proceso de acreción gravitatoria de los gigantes gaseosos produce un gran
calentamiento del núcleo, frenando la caída y asentamiento del gas y, en consecuencia, el crecimiento del
planeta. La masa final del gigante gaseoso resulta del compromiso entre la velocidad de enfriamiento del
núcleo planetario y el tiempo que tarde la estrella en disipar el gas del disco. La capacidad del enfriamiento
está relacionada con la masa del núcleo rocoso. Según modelizaciones, los embriones planetarios deben de
superar las 10 MT para alcanzar un enfriamiento eficiente.
Como hipótesis alternativa al proceso de acreción del núcleo, se propone la posibilidad del colapso directo de
una gran masa de gas denso y frío («inestabilidad del disco»), proceso similar al de la formación de las
estrellas.
Los expertos opinan que, inicialmente, los gigantes formados por el proceso de inestabilidad del disco,
deberían de ser más calientes en su juventud que aquellos formados según la hipótesis de la acreción del
núcleo. Quizás en un futuro no muy lejano, las imágenes directas (■Capítulo 8) de gigantes gaseosos jóvenes
permitirán esclarecer cual de los procesos domina la génesis de los planetas gigantes gaseosos.
Los planetas tipo Júpiter, con la influencia gravitacional que les proporciona su enorme masa, dominan el
destino evolutivo de las nebulosas cuando estas se convierten en sistemas planetarios.
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Período estimado de 30 a 100 Ma (■Figura 3-4): el crecimiento de los planetesimales en el interior de la LH
es más lento que en la zona de los gigantes:
Menor cantidad de gas y de volátiles, pues en gran medida han sido
“barridos” por el viento estelar.
Es preciso esperar a que las partículas de polvo se enfríen por radiación
y que se condensen.
Una vez condensados los materiales refractarios (silicatos, metales...), en
forma de partículas micrométricas, arranca el proceso denominado
acreción, con un incremento del tamaño de los objetos formados, hasta
alcanzar la “categoría” de planeta: formación de granos de polvo,
denominados cóndrulos [■3-1], por la adhesión y cohesión de las
micropartículas recién formadas (■Figura 3-5); agregación de granos de
polvo que chocan hasta generar planetesimales ( 1 Km); a partir de los
planetesimales y por atracción gravitatoria se forman protoplanetas o embriones planetarios, hasta
alcanzar tamaños de 0.1 Mt, en los que también quedan atrapados los gases cercanos. Estamos ante una
sucesión de fusiones cada vez más eficaces, pues la velocidad de escape es mayor a medida que aumenta la
masa, los choques son prácticamente inelásticos y el poco material
que rebota vuelve a caer sobre el protoplaneta.
El proceso de acreción por impacto y fusión de embriones continúa
durante unos cuantos Ma, con incrementos en diámetro de unos 15 o
20 cm/año, decayendo finalmente la velocidad de crecimiento, según
la zona va quedando “limpia” de planetesimales. Se estima que en un
periodo máximo de unos 50 Ma se alcanzan diámetros similares a los
de los planetas telúricos del Sistema Solar. Finalmente sobreviven
unos pocos planetas, con órbitas casi circulares, pues son las que
sufren menos colisiones.
Los planetas (exoplanetas) conservan una gran cantidad de calor interno –proporcional a su masa- al
alcanzar las etapas finales del proceso de la acreción, debido a la enorme energía liberada por las colisiones
de los planetesimales y de los embriones planetarios (con el apoyo indeterminado de la radioactividad), por
lo que se estima que en ese momento inicial están constituidos, básicamente, como una gran bola de rocas y
metales fundidos. Al cesar o disminuir la frecuencia de los impactos se inicia un lento proceso de
enfriamiento, del exterior hacia el interior, durante el cual los materiales más pesados, como el hierro y el
níquel, se “hunden” hacia el núcleo, mientras que los más ligeros, como los silicatos, se estructuran
formando capas de densidades crecientes desde la periferia (corteza) hacia el núcleo. Este proceso,
denominado diferenciación, también libera una importante cantidad de energía gravitatoria (calor), que
contribuye a mantener las altas temperaturas interiores de los planetas. La velocidad de enfriamiento de los
cuerpos rocosos depende de la relación superficie/volumen (4R2)/(4R3/3), en definitiva, del tamaño de los
objetos: los pequeños se enfrían antes que los grandes, lo que justifica que estos permanezcan más tiempo
geológicamente activos (Ej.: Tierra activa, Marte inactivo) [■3-2]
- 37 -
Metalicidad
Como ya hemos comentado, la metalicidad es un concepto astrofísico para describir la abundancia de
elementos más pesados que el helio en las estrellas (los astrofísicos denominan como metales a los
elementos más pesados que el H y el He).
La fracción de elementos pesados en el medio interestelar,
enriquecido por la materia eyectada a la muerte de las estrellas,
aumenta con el paso del tiempo cósmico, por lo tanto la metalicidad
es un dato útil para estimar la edad de las estrellas. En la Vía Láctea
la riqueza en metales disminuye al alejarnos radialmente del centro
de la galaxia y, en mayor proporción, al separarnos axialmente del
plano del disco galáctico.
Las observaciones realizadas muestran que el rendimiento del
proceso de formación planetaria depende de la fracción de
elementos más pesados que el helio que contenga la estrella. En
promedio se han detectado gigantes gaseosos en el 5 % de las estrellas observadas pero este porcentaje
alcanza al 30 % para las estrellas cuya metalicidad [■3-3] sea tres veces superior a la solar (■Figura 3-6).
Se considera también que el material residual puede dar lugar a la formación de satélites o a discos de
planetesimales coplanarios en torno a los gigantes gaseosos (de forma similar al Sistema Solar).
Migraciones planetarias
Como veremos con detalle en el ■Capítulo 8, una de las grandes sorpresas, tras el descubrimiento de los
primeros planetas extraterrestres, fue comprobar que muchos de estos se situaban en órbitas muy cercanas
a su estrella: ¡¡planetas gigantes gaseosos más cerca de su estrella que Mercurio del Sol!!
Los hechos han obligado a incorporar nuevos mecanismos en los modelos de los procesos de formación y
evolución de los sistemas planetarios:
La disponibilidad cualitativa y cuantitativa de los “materiales” predice que los gigantes gaseosos solo se
puedan formar en regiones del disco exterior a la LH.
El hecho de detectarlos en zonas muy cercanas a su estrella significa que ha ocurrido un proceso que los
ha trasladado desde la zona donde se ha iniciado su formación, hasta su ubicación actual.
Se denomina migración planetaria al proceso de caída en espiral del planeta hacia la estrella central, como
consecuencia de la interacción entre el planeta y la materia del disco protoplanetario.
Las migraciones planetarias parecen ser bastante comunes, al menos en los casos que conocemos, pero,
afortunadamente, no parece que hayan afectado a nuestro Sistema Solar, o lo han hecho en menor grado.
Dependiendo de la masa alcanzada por el planeta, podemos diferenciar las migraciones de tipo I y de tipo II.
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Migración tipo I
Se supone que este tipo de migración ocurre en planetas con masas
comparables a la terrestre.
Durante el movimiento orbital conjunto de planetas, polvo y gas, las
velocidades tangenciales crecen hacia el centro del disco (■Figura 2-6), de
modo que el movimiento del planeta es más lento que el de las partículas
interiores, que tienden a acelerarlo, y más rápido que el de las exteriores,
que intentan frenarlo. Durante la traslación del planeta en torno a su
estrella, el recorrido barrido por la superficie del planeta más alejada de la
estrella es algo mayor que el de la superficie más cercana (■Figura 3-7): el
efecto es un ligero frenado del planeta (F), que caerá lentamente en espiral
hacia el centro del disco (d).
La velocidad diferencial planeta-disco, positiva en la zona exterior del disco y negativa en la zona interior,
crea ondas similares a las que vemos en la estela de un barco en el agua, con la particularidad de que en el
caso del planeta estas ondas presentan direcciones opuestas a ambos lados de la órbita.
Migración tipo II
Si el planeta alcanza unas 10 Mt, la evolución de acontecimientos es
diferente. En este caso, en vez de mandar el disco sobre el planeta es este
quien intenta controlar al disco (gas y polvo). El planeta abre un hueco
limpiando la órbita, quedando así frenado su crecimiento (■Figura 3-8).
Las partículas interiores, más rápidas que el planeta, son frenadas por la
gran masa de este, pierden velocidad y caen hacia el interior del disco,
alejándose del hueco orbital del planeta. Para compensar la cantidad de
movimiento lineal, el planeta es acelerado ligeramente.
Con las partículas que circulan por el exterior, más lentas, ocurre lo
contrario: son aceleradas por el planeta, ganan velocidad y se alejan hacia
el exterior, mientras que el planeta, por
este efecto, sufre una ligera pérdida de
velocidad. Dado que la cantidad de partículas que circulan por el exterior
supera ligeramente a las interiores, el balance global es una pérdida de la
cantidad de movimiento del planeta y su caída lenta en espiral hacia la
estrella central.
En la lucha entre el gas por entrar en el hueco orbital y el planeta para
evitarlo, es inevitable que cantidades más o menos importantes de gas
penetren en dicho hueco haciendo que la migración no se detenga hasta
que el intenso viento de la joven estrella en fase T Tauri no consiga disipar
totalmente el gas y el polvo del disco protoplanetario.
La posición final del planeta respecto a su estrella es un compromiso entre
el tiempo de formación del planeta gigante (Tfg) y el tiempo de
disipación del disco (Tdd). Estos tiempos (■Figura 3-9), pueden dar lugar a:
- 39 -
Tfg > Tdd: planetas como nuestro Júpiter en el Sistema Solar (1, ■Figura 3-9).
Tfg < Tdd: migración planetaria pudiendo dar lugar a un Júpiter “caliente” o periestelar (2, ■Figura 3-9).
Tfg << Tdd: migración y posible precipitación del gigante sobre la estrella anfitriona (3, ■Figura 3-9).
- 40 -
hasta que la presión y la temperatura desencadenaron la fusión nuclear de hidrógeno en helio, dando lugar
al nacimiento de nuestro Sol, en aquel momento un 35 % más débil que en la actualidad. Al mismo tiempo,
en ciertas regiones del disco giratorio, bajo los efectos combinados de la adhesión, los impactos y la
atracción gravitatoria, se produjo la aglomeración (acreción) de partículas de polvo y gas, cada vez de mayor
tamaño (■Figura 3-10), hasta que el fuerte viento del joven Sol, en fase T
Tauri, limpió la mayor parte del gas y polvo residual del disco
protoplanetario. La posterior evolución de planetesimales y de embriones
planetarios (que hemos visto anteriormente), daría lugar finalmente a
nuestro SS (■Figura 3-1), con cuatro planetas rocosos en la zona interior del
disco y cuatro gigantes gaseosos en la zona exterior, además de los
asteroides, cometas y otros cuerpos menores. El mayor y más denso de los
planetas rocosos, a unos 150 millones de kilómetros del Sol, es nuestra
Tierra. Paralelamente, las reacciones químicas en el espacio interestelar iniciaban la creación de moléculas,
tal vez fundamentales para la vida.
En opinión de algunos autores, las atmósferas de los planetas terrestres se formaron con las aportaciones
del Bombardeo Intenso Tardío y la desgasificación del manto y la corteza.
- 41 -
¿Resonancias planetarias como causa del BIT?
Por su relevancia para la vida, y por ser la más aceptada por el mundo científico, pasamos a comentar la
hipótesis de las resonancias planetarias [■3-5] como causa del BIT: en la juventud del SS, el «tirón» de los
objetos más allá de Neptuno hizo que las órbitas de los tres gigantes gaseosos Saturno, Urano y Neptuno se
desplazasen lentamente hacia el exterior (a partir de sus posiciones iniciales de formación más cercanas al
Sol), mientras que Júpiter se acercaba lentamente a la estrella. En esta dinámica de desplazamientos hubo
un momento en el que Saturno y Júpiter entraron en resonancia orbital 1:2 (una órbita de Saturno por cada
2 de Júpiter), desencadenando una gran inestabilidad en el SS. De acuerdo a los modelos desarrollados, el
sistema solar exterior sufrió grandes perturbaciones, Urano y Neptuno seguramente fueron desplazados de
sus órbitas, y multitud de objetos del cinturón de Kuiper y del cinturón de asteroides (dependiendo de los
autores) sufrirían perturbaciones orbitales [■3-6]. Muchos de estos objetos fueron enviados hacia el sistema
solar interior, provocando el BIT, mientras que los dos gigantes gaseosos continuaban con sus
desplazamientos hasta alcanzar posiciones en las que ya no había resonancias. Esta es una de las
explicaciones mejor aceptadas y que justifica el BIT de hace unos 4.000-3.800 Ma, sin embargo sigue
habiendo científicos que cuestionan este modelo. Una objeción destacada es la ausencia de interacciones
mareales en los planetas interiores, que han sufrido el BIT, pero al parecer no han soportado los trastornos
gravitatorios que sí afectaron al sistema exterior.
Como testigos de los disturbios ocasionados por el BIT tenemos: asteroides carbonáceos localizados en la
zona exterior del cinturón principal; asteroides troyanos de Júpiter [■3-7]; satélites capturados por Júpiter y
Saturno; cicatrices de grandes impactos en Mercurio, la Luna y Marte...
- 42 -
consecuencias para nuestro planeta (■Figura 3-12):
1.000 Ma DP (Millones de años Después del Presente)
El incremento del 10 % en la actividad solar generará un efecto invernadero incontrolado, provocando el
inicio de la evaporación de los océanos y creando unas condiciones incompatibles para la vida en tierra
firme, aunque seguramente podrían adaptarse los organismos que habiten los océanos profundos.
3.500 Ma DP
La Tierra seguramente habrá evolucionado a unas condiciones similares a las actuales de Venus, con los
océanos ya totalmente evaporados y la imposibilidad del modo de vida que conocemos. En ese momento es
posible que Marte haya recuperado su atmósfera debido a la sublimación y evaporación del CO2 y del agua
disponible en el subsuelo y en la superficie.
6.000 Ma DP
Seguramente ya se habrá agotado el hidrógeno del núcleo solar, trasladándose la fusión hidrógeno-helio a
las capas superiores.
7.600 Ma DP
Nuestro Sol entrará en la fase de gigante roja [■3-8] con una luminosidad más de 2.000 veces superior a la
actual y un diámetro mayor de 1,2 UA, sobrepasando las órbitas de Mercurio y Venus y quizás también a la
terrestre. En estas condiciones, nuestro planeta perderá la atmósfera, debido al intenso viento solar, y la
superficie quedará cubierta por un mar de lava a más de 2.000 ºC. Dependiendo de las dimensiones
alcanzadas por la gigante roja, la Tierra podría perder las capas superiores del manto, quedando solo el
núcleo, pero también podría ser “tragada” por la estrella en una caída de unos 200 años.
La Luna “caerá” en espiral sobre la Tierra debido al roce con la atmósfera de la estrella, hasta situarse a unos
18.000 km (límite de Roche), momento en el que la gravedad terrestre destruiría al satélite para convertirlo
en un anillo orbital de fragmentos (similar a los anillos de Saturno).
Tras unos 100 Ma en la fase de gigante roja, las capas de helio superficial caídas sobre el núcleo harán que
se alcancen las condiciones necesarias para desencadenar la fusión de helio en carbono, convirtiendo al Sol
en una estrella de la rama horizontal [■3-8], ahora encogido bruscamente a un diámetro de solo unas 10
veces superior al de la secuencia principal (debido a la dificultad de la fusión He-C, respecto a la fusión H-
He). También ahora se tendrán que utilizar las reservas de las capas de hidrógeno exteriores al núcleo,
pasando a la rama asintótica gigante [■3-8], mucho mayor y más luminosa que en la época de gigante roja,
fase en la que permanecerá durante otros 100 Ma. Finalmente, las capas exteriores serán expulsadas al
espacio exterior, dando lugar a la formación de un halo conocido como nebulosa planetaria [■3-6], en cuyo
centro quedará un residuo muy brillante y compacto, denominado enana blanca [■3-6], con la mitad de la
masa original del Sol concentrada en un volumen de sólo la mitad del tamaño actual de la Tierra.
En estas condiciones, la atracción gravitacional de “Sol” sobre planetas y cuerpos menores quedará muy
debilitada por lo que estos se expandirán: la Tierra, si todavía existe, se desplazará a unas 2.8 UA de la
estrella. Las orbitas de los cuerpos menores, asteroides y comentas, serán inestables y quizás muchos de
ellos se acercarán suficientemente a la enana blanca solar donde quedarán destruidos por el efecto de
marea. Es posible que miles de millones de años más tarde el núcleo de nuestra estrella cristalice formando
un diamante gigante. Finalmente, tras trillones de años, el “Sol”, ya completamente frío, se convertirá en
una enana negra [■3-8].
- 43 -
Por su efecto sobre nuestro Sistema Solar y la Vía Láctea, hay otro evento previsto que consideramos
oportuno comentar aquí: dentro de unos 3.000 Ma DP, la galaxia gigante Andrómeda se acercará lo
suficiente a la Vía Láctea para que ambas acaben fusionándose tras algunos “cruces” o pasos cercanos. Es
poco probable que el Sistema Solar quede afectado, dada la gran distancia entre las estrellas, pero también
es posible que el Sol y sus planetas sean enviados al halo de la nueva súper-galaxia recién formada.
[■3-1] Cóndrulos: partículas esféricas submilimétricas, que constituyen un porcentaje importante de los
meteoritos denominados condritas, muy abundantes y provenientes del cinturón de asteroides. Las
condritas son meteoritos rocosos procedentes de asteroides pequeños, que no han sufrido el proceso de
diferenciación, es decir que su estructura no ha sufrido alteraciones, por lo que constituyen verdaderos
“testigos fósiles” de los primeros momentos de nuestro SS. Los cóndrulos son las partículas básicas
primigenias que posteriormente darían lugar a la formación secuencial de planetesimales, planetoides y
planetas de nuestro SS, durante los primeros 10 a 30 Ma de su formación.
[■3-2] El 06/11/2014 se difundió la imagen obtenida por el radiotelescopio-interferómetro ALMA (Atacama
Large Millimeter/submillimeter Array), revelando por primera vez
detalles precisos de un disco protoplanetario en torno a una estrella
(HL Tauri), donde se muestran una serie de anillos que, casi con total
seguridad, corresponden a objetos planetarios jóvenes que se están
formando en el disco. Se trata de una imagen real revolucionaria, al
mostrar que la formación de los exoplanetas coincide con las hipótesis
actuales, si bien el desarrollo del disco protoplanetario evoluciona
mucho antes de lo que cabía esperar (un millón de años).
En opinión de algunos investigadores, con ALMA se inicia una nueva era
en la exploración de la formación de las estrellas y planetas.
[■3-3] Metalicidad (Índice de metalicidad): concepto astrofísico para describir la abundancia relativa de
elementos más pesados que el helio en las estrellas; elementos que reciben la denominación de “metales”,
con independencia de su posición en la tabla periódica. Habitualmente se toma como valor de referencia la
metalicidad de nuestro Sol, que contiene un 1,6 % en masa de elementos “metálicos” (más pesados que el
helio).
Si consideramos la fracción de masa de hidrógeno (H = X), la fracción de masa de helio (He = Y) y la fracción
de masa de “metales” (metales = Z), tendríamos: X + Y + Z = 1. Bajo este formalismo, tendríamos:
Composición universo primigenio: X=0,76, Y=0,24 y Z=0,00
Composición de nuestro Sol: X=0,70, Y=0,28 y Z=0,02
La metalicidad se suele formular tomando como patrón de referencia la abundancia de los elementos
metálicos del Sol. Normalmente se toman como elementos de comparación las líneas de absorción del
hidrógeno con las del hierro y se expresa como [Fe/H], que representa el logaritmo del cociente entre la
abundancia de metales en la estrella respecto a la abundancia de metales en el Sol:
[Fe/H] = log (ab Fe/ab H)Estrella - log (ab Fe/ab H)Sol
ab Fe = abundancia de hierro (Fe); ab H = abundancia de hidrógeno (H)
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Según este convenio, el índice de metalicidad del Sol toma el valor [Fe/H] = 0. Los objetos más pobres en
metales que el Sol tendrán un índice negativo y los más ricos un índice positivo. Como la escala es
logarítmica, una metalicidad de valor “-1” equivale a una abundancia 1/10 de la solar y un índice de valor
“+1” a una abundancia de 10 veces la solar.
[■3-4] Rafael Rebolo y su equipo del Instituto de Astrofísica de Canarias, han observado por primera vez
evidencias de migración planetaria al detectar litio-6 en una estrella de la SP: publicado en la revista
Nature el 06/06/2001. Manifiesta el Sr. Rebolo que se han puesto en marcha programas exhaustivos para la
localización de 6Li y otros materiales en estrellas orbitadas por “júpiteres calientes”.
[■3-5] En astronomía, dos cuerpos entran en resonancia orbital cuando sus períodos (tiempo que tardan en
realizar una órbita completa) están en una relación sencilla de números enteros (1-2, 1-3…).
[■3-6] Los últimos resultados del análisis isotópico del agua en cometas y asteroides, apuntan a estos
últimos como principales proveedores del agua de nuestro planeta (■Capítulo 4, Origen del agua en la
Tierra), por lo que también se considera a los asteroides como los principales protagonistas del BIT.
[■3-7] Se denominan satélites troyanos de Júpiter a un numeroso grupo de asteroides, controlados por el
campo gravitacional del gigante gaseoso, que se encuentran situados en los denominados puntos de
Lagrange, precediendo y siguiendo a Júpiter en su órbita alrededor del Sol (en internet se puede encontrar
abundante información acerca de los puntos de Lagrange).
[■3-8] Todos estos conceptos se comentan en el ■Capítulo 2. Para obtener información detallada pueden
consultarse en internet artículos sobre evolución estelar o acerca del diagrama de Hertzsprung-Russell (o
diagrama H-R).
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4. La Tierra, planeta “vivo”
Obviamente, nuestro planeta Tierra es un objeto en el que la vida pudo surgir y evolucionar (el único
conocido, de momento), pero muchos biólogos, geólogos, astrónomos…, especulan, con base científica, que
lo mismo podría ocurrir en otros lugares del universo, siempre y cuando se den condiciones adecuadas.
Como personaje significativo, representativo de estas ideas, podemos citar a Christian de Duve (1917-2013),
bioquímico inglés y Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1974, quien afirmó:
“Es casi obligatorio que surja la vida (…) dondequiera que se den las condiciones físicas que prevalecían en
nuestro planeta hace 4.000 millones de años…”
Es posible que la exclusividad de la vida no pertenezca a objetos similares a la Tierra, pero sabemos que en
nuestro planeta las cosas han ido bien, por lo tanto, siendo prácticos, lo
lógico es no “inventar” nada nuevo y comenzar por buscar lo que parece
que sí funciona: objetos cuyas condiciones sean lo más parecidas posible a
las de nuestra Tierra.
Para buscar al “gemelo” terrestre debemos de comenzar por conocer
nuestro planeta: su origen, su evolución y sus circunstancias... Este es el
objetivo de este capítulo, donde analizaremos aquellas características
estructurales y dinámicas de la Tierra que consideramos relevantes para
que la vida haya podido surgir y evolucionar.
Pero ¿cómo conocer el origen y evolución de nuestro planeta?: en el año
1869, John Wesley Powell dirigió un grupo de exploradores por el río Colorado a través del Gran Cañón en
frágiles botes de madera. Powel escribió en su diario: “Todo lo que hay a mi alrededor son registros
geológicos importantes. El libro está abierto y yo lo leo mientras corro”. Verdaderamente, las rocas del
Gran Cañón conservan más de 1.000 millones de años de historia.
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como de los biológicos, se suelen utilizar dos escalas para datar los acontecimientos: la datación relativa y la
datación absoluta (■ Anexo E. Métodos de datación relativa y absoluta).
La datación relativa pone en orden los sucesos, pero no permite determinar cuánto tiempo hace que estos
ocurrieron. Sitúa los sucesos secuencialmente a través de su situación estratigráfica en el registro geológico
(que suceso precedió a otro).
La datación absoluta proporciona fechas concretas para los acontecimientos, expresadas normalmente en
millones de años antes del presente (Ma AP). El método más común de datación absoluta es la radiometría,
que determina las fechas de los acontecimientos a partir de los índices de descomposición de ciertos
elementos radiactivos presentes (como trazas) en algunas rocas.
En la ■Tabla 4-1 figuran, para algunos eventos significativos, las dataciones relativas, ordenando los eventos
verticalmente, de más reciente a más antiguo (tres primeras columnas); así como las dataciones absolutas
expresadas en millones de años antes del presente Ma AP (cuarta columna).
Edades de la Tierra
En la actualidad, gracias a las dataciones radiométricas, se conoce con bastante precisión la edad de nuestro
planeta: unos 4.570 Ma (■Capítulo 3, Dataciones del sistema solar). Sin embargo, en el pasado -incluso
cercano-, se propusieron edades muy dispares, que dependían de la fuente de información utilizada:
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En base al análisis de la Escrituras, los eruditos cristianos y los clérigos antiguos establecieron la edad de la
Tierra y todos sus rasgos en unos 6.000 años.
A partir del S. XVII se intenta determinar la edad de nuestro planeta a partir de cálculos y evidencias
científicas en vez de revelaciones:
Georges Louis Buffon (1707-1788), zoólogo francés, supuso que la Tierra, inicialmente formada por un gran
bola fundida, sufrió un enfriamiento gradual hasta alcanzar su temperatura actual. Como base
experimental de sus cálculos, determinó los tiempos de enfriamiento, hasta la temperatura ambiente, de
varias bolas de hiero de distintos diámetros previamente calentadas hasta su fusión. Por extrapolación hasta
el diámetro de la Tierra, determinó que nuestro planeta tenía al menos unos 75.000 años.
Algunos investigadores intentaron calcular la edad de la Tierra a partir de la velocidad de sedimentación,
calculando los tiempos necesarios para la formación de las capas rocosas, obteniendo resultados muy
dispares, desde 1 Ma hasta más de 2.000 Ma. Hoy sabemos que estos métodos no son factibles, debido a
que las velocidades de sedimentación son variables y además no se puede calcular cuanta capa de roca ha
sido eliminada por erosión o compactación.
A finales del S. XIX, el geólogo irlandés John Joly, entre otros, intentó calcular la edad de la Tierra
apoyándose en la salinidad de los mares, suponiendo que los océanos primigenios estaban formados por
agua dulce, y que la sal había sido aportada por las corrientes que llevan las aguas a las cuencas oceánicas.
John Joly calculó la cantidad de sal contenida en el volumen de los océanos y determinó el caudal aportado
por los ríos y su salinidad, lo que le permitió una estimación de la edad terrestre en unos 90 Ma. Hoy
sabemos que por este método no se pudo determinar la edad de la Tierra, ya que John Joly no tenía modo
de determinar la cantidad de sal reciclada ni cuanta sal se almacenaba en los continentes y en los fondos
oceánicos.
Acertadamente, fueron los geólogos James Hutton (en 1785), apoyado por Charles Lyell (en 1830), quienes
propusieron, acertadamente, que los cambios imperceptibles producidos por los sucesos actuales
(principio de actualismo), podían, a lo largo de tiempos muy largos, generar enormes efectos acumulados.
Además, el reconocimiento de tiempos prácticamente ilimitados también sería necesario para la aceptación
de la teoría de la evolución de Darwin de 1859.
Tras la aceptación de la configuración actual de la Tierra como el resultado de largos periodos de tiempo de
evolución, los geólogos (y Darwin) se vieron forzados a reconocer una Tierra “muy joven” en 1886, cuando
Lord Kelvin, con su gran influencia y prestigio científico, publicó un artículo invalidando las bases
establecidas por Lyell. A partir del hecho generalmente aceptado, de que la Tierra había evolucionado a
partir de una gran bola de roca fundida, Kelvin asumió que se fue enfriando progresivamente hasta la
temperatura actual. A partir del tamaño inicial de la Tierra, de la temperatura de fusión de las rocas, y del
índice de pérdida de calor, Kelvin estimó que nuestro planeta no podía tener más de 400 Ma ni menos de 20
Ma. Esta incertidumbre se debía al desconocimiento de las caídas de temperatura con la profundidad.
Los cálculos de Kelvin eran correctos, pero estaban sustentados en premisas falsas, pues no tomaban en
consideración el calor generado por la radioactividad (descubierto a partir de los estudios realizados por:
Antoine Henri Becquerel en 1896; Pierre y Marie Curie en 1903), que ha permitido mantener una
temperatura interna de nuestro planeta durante bastante tiempo. De este modo, las conclusiones de Kelvin
quedaron invalidadas y los requerimientos de los geólogos y de Darwin, de una Tierra muy antigua, fueron
restablecidos.
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Si bien el descubrimiento de la radioactividad destruyó los argumentos de Kelvin, permitió a Darwin y a los
geólogos lo que venían reclamando desde hacía tiempo: que la Tierra era muy antigua.
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El gráfico de la ■Figura 4-2 muestra la temperatura “estimada” del interior de la Tierra, desde unos 15 ºC en
la superficie hasta superar los 5.000 ºC hacia el centro. Las líneas
de trazos muestran las temperaturas de fusión de los materiales
en la zona superior del manto y en el núcleo externo, mostrando
que la temperatura real supera a la de fusión de los materiales, lo
que justifica la fluidez de la astenosfera (ver siguiente apartado),
con algunos de sus materiales fundidos, y el estado líquido del
núcleo externo. La enorme presión existente a partir de los 5.100
km explica la formación de un núcleo interior sólido, a pesar de
las altas temperaturas, tal como se ha podido deducir a través del
estudio y análisis del comportamiento de las ondas sísmicas.
La mayor temperatura en la zona inferior del núcleo externo
respecto al núcleo interno se debe a la velocidad diferencial de
rotación del núcleo interno respecto al manto, forzando un
deslizamiento (cortadura) en las capas del núcleo externo viscoso
y la correspondiente generación de calor. La diferencia de
velocidad entre el núcleo interno y el externo se estima en unos
20 km/año.
La energía interna del planeta es la responsable de la dinámica de la “tierra sólida”: desplazamiento de las
placas tectónicas, terremotos y movimientos sísmicos.
Capas composicionales
La Tierra “sólida” está formada por tres capas básicas concéntricas (■Figura 4-3), ordenadas por densidad
creciente: corteza, manto y núcleo; en las que se diferencian otras subcapas en función de sus
características.
Corteza: capa sólida más externa de la Tierra, con un espesor medio de unos 35 km en las zonas
continentales y unos 9 km bajo los océanos.
La corteza continental, granítica, muy rica en silicio y aluminio (también denominada sial), con una densidad
δ = 2,7 g/cm3, está formada por los continentes geográficos y las plataformas continentales de la periférica,
sumergidas a poca profundidad. El espesor varía desde los 25 km en las plataformas hasta superar los 70 km
en los macizos montañosos.
La corteza oceánica, antiguamente llamada sima (silicio y magnesio), δ = 3,0 g/cm3, con un grosor entre 7 y
10 km, está formada por tres subcapas horizontales:
Capa de sedimentos (superior): restos de plancton sedimentado, con un espesor de 1 a 2 km.
Capa de lavas (intermedia): formada por lavas almohadilladas, producidas por las erupciones marinas,
donde la presencia de agua a presión hace que adopte formas curiosas. Puede tener un espesor de 1 a 2
km. La roca predominante es el basalto, rico en Fe y Mg.
Capa de gabros (inferior).- Formada por gabros (silicatos de Mg y Fe) que se solidifican y separan de la
capa “fluida” del manto superior. Espesor de unos 5 km.
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Litosfera: capa rígida de la superficie terrestre que comprende la corteza y el manto superior rígido. De
espesor variable, está fragmentada en grandes
casquetes esféricos denominados placas litosféricas,
que “flotan” y se “deslizan” sobre la astenosfera (más
densa y semifluida), debido a las celdas de convección
subyacentes. La interacción de estas placas da lugar a
los terremotos, los volcanes, la formación de cordilleras
de montañas y de las cuencas oceánicas. Según que la
corteza sea continental u oceánica se distinguen tres
tipos de placas:
Placa continental, con espesor de 150 km a 300 km
y deformable.
Placa oceánica, con espesor entre 50 km y 150 km,
más rígida que la placa continental.
Placa mixta, la más abundante, contiene ambas
cortezas: continental y oceánica.
Astenosfera: capa localizada bajo la litosfera, hasta los
400 km de profundidad, y con la misma composición
que el manto. Se encuentra en un estado semifluido,
con un 2 % de material fundido, lo que facilita el
deslizamiento de la litosfera sobre su superficie. La fusión parcial dentro de esta capa genera magma (roca
fundida) que asciende a la superficie, debido a su menor densidad, dando lugar a la formación de islas y
volcanes.
Manto: capa viscosa comprendida desde la corteza hasta uno 2.900 km de profundidad. Representa más del
80 % de la masa del planeta. Se estima que el material predominante es la peridotita, roca ígnea oscura y
densa con abundancia de hierro y magnesio, con una densidad de 3,5 a 5,7 g/cm3. Se distinguen el manto
superior y el manto inferior:
Manto superior: capa sólida comprendida entre la astenosfera y la corteza. Conjuntamente con la
corteza, forma la litosfera (■Figuras 4-2 y 4-3).
Mesosfera o manto inferior: capa semisólida situada bajo la astenosfera y que se extiende hasta los
2.900 km. Posee la plasticidad suficiente para permitir los movimientos convectivos muy lentos de los
materiales que la forman, constituyendo el “motor” que a lo largo de millones de años desplaza las
placas tectónicas (y los continentes). Se estima que está formada por silicatos y óxidos de hierro y
magnesio, con densidades crecientes desde 3,3 g/cm3 en la parte superior hasta los 6 g/cm3 en la zona
inferior.
Núcleo: está formado por una capa exterior liquida y un interior sólido, denominados respectivamente
núcleo externo y núcleo interno (■Figura 4-3):
Núcleo externo: comprendido entre los 2.900 km y los 5.150 km de profundidad, está formado por una
aleación de Fe y Ni con una densidad media de 10,6 g/cm3. La temperatura de esta zona supera a la de
fusión de los materiales, por lo que se encuentra en estado líquido (gelatinoso).
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Núcleo interno: formado por hierro casi puro, con una densidad media de 13 g/cm 3, se extiende desde los
5.150 km hasta el centro del planeta. Se encuentra en estado sólido, a pesar de las altas temperaturas (unos
5000 ºC), debido a las enormes presiones a que está sometido. Su temperatura es ligeramente inferior a la
del núcleo externo.
En el ■Anexo F se describe el método utilizado por los geólogos para determinar las capas que componen
nuestro planeta y sus espesores.
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ecuador magnético, el cinturón interior se encuentra entre unos 1.000 km por encima de la superficie
terrestre hasta más allá de los 5.000 km; mientras que el cinturón exterior se extiende desde los 15.000 km
hasta unos 20.000 km. No afectan a los satélites de órbitas altas, como pueden ser los geoestacionarios,
situados a unos 35.786 km de altitud, mientras que para los satélites de órbita baja es preciso buscar un
compromiso entre una altitud que evite el rozamiento residual de la atmósfera (que acorta la vida útil del
satélite) y la necesidad de no alcanzar los 1.000 km de altitud para no sufrir la radiación del cinturón interior.
Muchos científicos opinan que el campo magnético, al desviar las partículas del viento solar (fuerza de
Lorentz), impide la disociación del agua en sus átomos de oxígeno e hidrógeno, evitando la fuga de este
último al espacio exterior, lo que a la larga ocasionaría la pérdida del agua de la atmósfera y los océanos, tal
como pudo ocurrir con Marte. Otros investigadores consideran esta función poco relevante: la Tierra sufrió
muchas inversiones y ausencias del campo magnético a lo largo de los tiempos geológicos y tanto el agua
como la vida continúan existiendo.
Tectónica de placas
Consolidada en la década de 1960, la teoría de
la tectónica de placas es el reconocimiento de
que la litosfera está dividida en placas rígidas
que se desplazan sobre la astenosfera. Estos
movimientos de las placas hacen que el
aspecto de la Tierra cambie continuamente,
generando las cordilleras más altas, así como
las cuencas oceánicas y las profundas simas. El
movimiento de los continentes afecta a los
patrones de circulación oceánica generando
cambios medioambientales.
La tectónica de placas es una teoría unificadora
de la Geología que proporciona una explicación
satisfactoria al conjunto de los hechos observados (■Figura 4-6):
Creación de corteza en las dorsales oceánicas, en los bordes de las placas divergentes. Extensión del
suelo oceánico y desplazamiento de los continentes (unos 2,5 cm/año).
Desaparición de corteza en cantidad equivalente en los bordes de subducción, donde la placa oceánica,
más densa que la continental, se sumerge y “recicla” en el manto.
Da una explicación satisfactoria del movimiento de las placas litosféricas sobre la astenosfera semifluida,
“arrastradas” por los movimientos convectivos del manto.
Formación de cadenas montañosas, concentración de los terremotos y volcanes en las zonas de
interacción de las placas, generación de las fosas marinas junto a los continentes y formación de las islas.
En los bordes transformantes, consistentes en deslizamiento lateral de una placa respecto a la otra, no se
crea ni se destruye litosfera, pero el rozamiento debido al deslizamiento origina una gran cantidad de
rocas trituradas y terremotos de foco superficial.
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La ■Figura 4-7 muestra, conceptualmente, cómo inciden la presión y la humedad en la temperatura de
fusión de las rocas: (a) la caída de presión baja la temperatura de
fusión de las rocas (línea roja). (b) La humedad desplaza hacia
temperaturas más bajas la curva de fusión (línea azul), debido a
que el agua debilita los enlaces químicos, facilitando los procesos
de fusión, tanto bajo las dorsales (por filtración), como en el
borde de subducción (debido al agua arrastrada).
Actualmente se considera que el motor para el desplazamiento de
las placas tectónicas se debe al calor del núcleo, creando las
corrientes convectivas del manto, combinado con la acción de la
gravedad, con una doble actuación: por una parte se genera un
“empuje” sobre el borde de las placas en la zona contigua a la
dorsal, que se encuentra más elevada que el resto debido a la a la
corriente convectiva ascendente del manto, y de otra parte “tira”
del borde en subducción, más denso que la astenosfera caliente que lo rodea.
El borde frío de las placas entra en el manto hasta el límite del núcleo terrestre -zona de subducción-,
fenómeno fácilmente observable a través de las ondas sísmicas, alterando la composición y la dinámica del
entorno al liberar el agua atrapada en su interior, provocando el ascenso de materia caliente desde lo más
profundo, los “penachos mantélicos”, que al llegar a la superficie (tanto continental como oceánica) crean
importante actividad volcánica.
La separación de las placas en la zona de los bordes divergentes hace que disminuya la presión sobre las
capas del manto subyacente, por lo
que este se funde generando un
vulcanismo sumamente activo, donde
se forman las dorsales oceánicas y se
crea la totalidad de la corteza
terrestre.
El desplazamiento de los continentes
puede reconstruirse a partir de los
registros geológicos a través de
diversas técnicas, siendo una de las
más utilizadas el paleomagnetismo,
que consiste en el estudio del
magnetismo que adquirieron las rocas
en el momento de su formación.
En la ■Figura 4-8, figuran las principales placas tectónicas así como las direcciones de empuje.
Estudios realizados en los últimos años muestran que los movimientos convectivos del manto son complejos
y no siempre se corresponden con los bordes divergentes de las placas. Los puntos calientes son unas
localizaciones “aparentemente estacionarias del manto” en las que columnas de magma ascendente
(plumas del manto), dan lugar a la formación de cadenas de islas en las placas que se trasladan sobre dichos
puntos calientes. Un ejemplo significativo son las islas hawaianas.
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El desplazamiento de las placas, al modificar los ecosistemas, afecta a la distribución de la vida en el
planeta y ha tenido una gran influencia en la evolución de las especies:
Motor del ciclo carbonato-silicato, proceso indispensable para el reciclado del CO2 atmosférico, para el
mantenimiento de la fotosíntesis (generación de biomasa y del O2).
La colisión de las placas convergentes generó las tierras emergidas, los continentes. La Tierra sin la
tectónica de placas seguramente sería un planeta océano.
La tectónica de placas regula, en gran medida, los gases de efecto invernadero, especialmente el dióxido
de carbono y el vapor de agua, que se liberan a la atmósfera en los planetas cuyo tamaño y energía
interna son suficientes para mantener actividad volcánica.
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La tectónica de placas juega un importante papel en la distribución de la vida y en su historia evolutiva.
Cuando los continentes se fraccionan se produce un incremento de la diversidad, mientras que cuando se
juntan ocurre el efecto contrario. La orientación, topografía y distribución de los continentes tiene gran
influencia sobre los vientos y las corrientes oceánicas, condicionando los cambios climatológicos, tanto
globales como locales en distintas zonas terrestres, controlando en gran medida la distribución y evolución
de las plantas, los animales y el resto de organismos.
Al parecer, dentro del sistema solar, la actividad de la tectónica de placas solo tiene lugar en la Tierra.
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que en las cálidas (tropicales) parte del CO2 retorna a la atmósfera. El CO2 disuelto (unos 0,3 cm3/l) es
utilizado por los organismos marinos, de forma similar a los terrestres, en procesos de fotosíntesis y
nutrición para sus necesidades energéticas y de crecimiento.
Ciclo carbonatos-silicatos
Transferencia de carbono entre la atmósfera, la hidrosfera y la litosfera (■Figura 4-10).
Proceso de erosión: la lluvia atrapa y arrastra el CO2 atmosférico, muy soluble en el agua en forma de ácido
carbónico (H2CO3), que a su vez ataca los silicatos rocosos formando carbonatos, principalmente carbonato
cálcico (CaCO3), que finalmente es conducido al mar donde una parte se deposita directamente en el lecho
marino, mientras que el resto es asimilada por ciertos organismos marinos (corales, moluscos...) para
formar estructuras rígidas (conchas, caparazones, arrecifes coralinos, etc.). Asimismo, estos organismos al
morir se hunden y se acumulan en el fondo oceánico donde forman rocas sedimentarias calizas a lo largo de
millones de años. Estos sedimentos,
tanto los depositados directamente
como los generados por la
acumulación de cadáveres de los
organismos oceánicos, constituyen el
99 % del carbono terrestre. Sin un
adecuado proceso de recuperación, el
proceso de erosión conduciría a la
eliminación de la reserva de CO2 en la
biosfera y, consecuentemente, a la
desaparición de la vida terrestre
conocida en un periodo estimado de
un millón de años (la ausencia de CO2
impediría la fotosíntesis y además se
produciría un importante enfriamiento
del planeta debido a la caída del efecto invernadero).
Es aquí donde desempeña su papel la tectónica de placas, en las zonas de subducción (■Figura 4-10): las
placas marinas se sumergen en el manto, donde los efectos combinados de calor interno, la presión y el
roce, hacen que los sedimentos superen los 700 ºC liberando el CO2 que contienen y el agua, que los
volcanes devuelven a la biosfera.
Combustibles fósiles: otra reserva de carbono significativa corresponde a los combustibles fósiles
acumulados en el interior de la corteza, formados a partir de grandes masas de organismos animales y
vegetales que quedaron atrapados fuera del contacto del oxígeno y transformados en petróleo y carbón
mineral bajo los efectos de altísimas presiones y temperaturas.
La desaparición del CO2 atmosférico no ocurre, afortunadamente, gracias a que el carbono depositado en
los fondos marinos es recuperado a través de la tectónica de placas y del vulcanismo.
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Efecto invernadero
Se trata de un fenómeno que afecta a planetas como Venus, la Tierra, Marte o a exoplanetas [■4-3], donde
ciertos gases atmosféricos (vapor de agua, CO2, CH4, N2O…), incluso en pequeñas cantidades, impiden que la
energía emitida por estos cuerpos, previamente calentados por su estrella, retorne inmediatamente al
espacio, lo que provoca un incremento de temperatura de la atmósfera y de la superficie del planeta,
hasta que la energía emitida iguala a la recibida. Los gases que participan en esta dinámica se denominan
gases de efecto invernadero.
La energía absorbida es devuelta con un cierto retraso, generando un incremento de temperatura, que en
el caso de nuestro planeta es esencial para la vida.
La energía solar que alcanza la superficie exterior de la atmósfera terrestre, en un plano perpendicular al eje
Tierra-Sol, es de unos 1.364 W/m2, de los cuales un 37 % es reflejado entre la atmósfera, las nubes y la
superficie terrestre, valor que recibe el nombre de albedo. Esta radiación está formada por una mezcla de
radiaciones con longitudes de onda () entre 200 y 4.000 nm (nanómetros): radiación ultravioleta (UV), luz
visible e infrarroja (IR). Esta energía recibida del Sol, distribuida “uniformemente” sobre la totalidad de la
superficie del planeta, toma un valor de unos 341 W/m2, denominado constante solar media [■4-4] (dato de
la ■Figura 4-11).
La radiación electromagnética recibida es absorbida en mayor o menor grado por el vapor de agua y otros
gases de la atmósfera. En un día
claro, el 75 % de la energía alcanza la
superficie terrestre (al nivel del mar)
y está formada por un 49 % de
radiación IR, un 42 % de luz visible y
un 9 % de luz UV de baja frecuencia,
mientras que en un día nublado la
atmósfera absorbe mucha más
energía, especialmente IR. Por su
parte, la energía que alcanza la
superficie terrestre también es
absorbida o reflejada en distinto
grado: el hielo refleja el 80 % de la luz
recibida, mientras que los océanos y
los bosques solo reflejan cerca del 10
%, absorbiendo más del 90 %.
Como consecuencia de la energía absorbida por los planetas (también otros objetos), estos se calientan,
reemitiendo cada vez más energía, en forma de radiación IR, hasta igualar a la recibida del exterior (Ver
anexo ■D. Cuerpo negro: emisión de energía en función de la temperatura).
En el caso de la Tierra (■Figura 4-11) el estado final de equilibrio se logra manteniendo un salto térmico
desde unos -18 ºC (temperatura terrestre sin efecto invernadero), incompatibles con la vida conocida,
hasta una temperatura media en una estrecha y confortable horquilla en el entorno de los 15 ºC. Este
salto de ¡33 ºC! hace que la mayor parte del agua de nuestro planeta se encuentre en estado líquido.
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La radiación UV de alta frecuencia ( < 290 nm), letal para la vida en la superficie terrestre, es absorbida
por la capa de ozono de nuestra atmósfera.
En la Tierra los gases de efecto invernadero más significativos y su efecto sobre la temperatura son:
Contenido en la atmósfera ºC
En el sistema solar primigenio la energía emitida por el Sol era un 30 % inferior a la actual, a pesar de lo cual
la temperatura media de la Tierra era compatible con el agua líquida. Antiguos sedimentos geológicos,
datados en épocas anteriores al desarrollo de la vida en la Tierra, apuntan a concentraciones del CO2
atmosférico unas cien veces superiores a las actuales, proporcionando un fuerte efecto invernadero.
Al parecer, en nuestro planeta, el efecto invernadero ha compensado, desde el principio, las variaciones
energéticas del Sol, de modo que la temperatura media de la Tierra fuese compatible con la presencia de
agua en estado líquido.
Las evoluciones del contenido en CO2 de la atmósfera a través del efecto invernadero, en sentido contrario
de la actividad solar, se han equilibrado mutuamente para mantener la temperatura superficial terrestre en
valores compatibles con el agua en estado líquido.
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La biosfera hizo evolucionar la atmósfera primigenia, con abundante dióxido de carbono, enriqueciéndola
en oxígeno molecular y en el ozono que actúa como escudo protector ante los peligrosos rayos UV.
Tierra sólida
El Hádico, Hadeico o Hadeano (Hades: inframundo griego), es un periodo temporal informal que abarca
desde el “nacimiento” de la Tierra hace unos 4.600 Ma, hasta hace 4.000 Ma, cuando ya se había formado la
primera corteza sólida del planeta. Fue un periodo evolutivo importante del que apenas se dispone de
registros geológicos. Los únicos testigos de esa época son meteoritos y algunas rocas de la Luna, así como
los impactos de la época que perduran en otros cuerpos del SS como pueden ser Mercurio o la Luna.
Los acontecimientos más significativos del Hádico son el “nacimiento” de la Tierra, la diferenciación del
manto y el núcleo, la formación de la Luna y el Bombardeo Intenso Tardío (BIT):
“Nacimiento” de la Tierra (4.600 Ma AP). Se estima que nuestro planeta se formó por acreción de
planetesimales, constituidos por silicatos y metales, durante unos 30-50 Ma. En sus primeros tiempos
nuestro planeta fue una inmensa bola de roca fundida (magma a unos 1.200 ºC) debido a la energía liberada
por los impactos y a la desintegración de los materiales radiactivos, abundantes en la materia primitiva.
Diferenciación del manto y del núcleo (4.600-4.500 Ma AP). Se supone que durante los primeros 100 Ma de
la historia terrestre, la gravedad forzó la migración de los metales pesados, hierro y algo de níquel, a través
de los silicatos, formando un núcleo de hierro diferenciado.
El núcleo de hierro del planeta, sólido en su interior y “gelatinoso” en la parte exterior, genera por efecto
dinamo el beneficioso campo magnético que protege a nuestra atmósfera de ser erosionada por las
partículas cargadas del viento solar (opinión controvertida).
Formación de la Luna (4.500 Ma AP). Según la Teoría del Gran Impacto [■4-5], la Luna se formó por el
choque tangencial entre la Tierra y un planetesimal del tamaño de Marte denominado Tea (o Theia), a una
velocidad de unos 11 km/s (■Fig. 4-12). La hipótesis más aceptada es
que Tea se formó y acreció en el punto L4 de Lagrange [■4-6]
respecto a la Tierra, hasta que la ubicación se hizo inestable debido al
incremento de masa, dando lugar a oscilaciones caóticas en torno a
dicho punto, para acabar impactando con la Tierra cuando ya ambos
objetos se habían diferenciado en manto y núcleo. La colisión
vaporizó y despidió gran cantidad de material al espacio, más de dos
masas lunares, procedente en un 80 % del impactor, que quedó
destruido, y el resto del manto terrestre. Parte del material
despedido formó un disco de polvo y rocas algo más allá del Límite
de Roche, reagrupándose al cabo de 1 a 100 años para formar la
Luna. Este suceso desencadenó una serie de acontecimientos, con
importantes consecuencias para el surgimiento y evolución de la vida en nuestro planeta:
Incremento de la velocidad angular de rotación de la Tierra, con una duración del día de unas 6 horas
hace unos 4.400 Ma, es decir, una velocidad de rotación unas 4 veces superior a la actual [■4-7].
“Brutal” efecto marea debido a la proximidad de la Luna. En los primeros tiempos, tras la formación de
la Luna, esta se situaba (siempre según modelos), a unos 25.000 km de distancia (frente a los 385.000
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km actuales), generando un enorme efecto marea sobre la Tierra, con estiramientos y desplazamientos
de la superficie terrestre del orden de un kilómetro (en vez de unos 20 cm actuales), lo que, unido a la
mayor velocidad de rotación del planeta, habrá generado vientos huracanados y olas gigantescas
penetrando tierra adentro a velocidades de cientos de km/h, con enormes arrastres de minerales y
nutrientes a los océanos, que quizás hayan sido la clave para la formación y agitación del caldo
primordial en el que ha podido surgir la vida.
Estabilización del ángulo de inclinación del eje de rotación terrestre. Sin Luna, y debido a las influencias
de Júpiter y Saturno, el eje de giro oscilaría de forma caótica hasta los 50º (eventualmente hasta 85º),
con grandes perturbaciones en la duración de los días y las noches, y situaciones climatológicas
extremas.
La estabilidad en la inclinación del eje de giro de nuestro planeta a lo largo del tiempo, debido a la
influencia de la Luna (■Capítulo 7, ■Figura 7-10), hizo posible que los cambios climáticos se realizasen sin
grandes brusquedades (salvo en los eventos de las extinciones masivas), facilitando las condiciones que
se consideran imprescindibles para la buena marcha del proceso evolutivo a través de la selección
natural, dando oportunidad a las mutaciones mejor adaptadas a las condiciones cambiantes.
Sin Luna, la vida bacteriana estaría sometida a mayores riesgos y el desarrollo de civilizaciones
avanzadas es difícilmente imaginable.
Dado que la Luna se está alejando de la Tierra a una velocidad de unos 3.8 cm/año [■4-8], dentro de
unos 2.000 Ma ya no podrá estabilizar el eje de rotación aunque, previsiblemente mucho antes, el Sol ya
habrá evaporado nuestros mares.
Incremento de la masa del núcleo metálico terrestre (material añadido del impactor), con mayor
capacidad para generar un campo magnético que, como hemos visto, protege al planeta de las partículas
solares y cósmicas.
Se intuye que un suceso como el que originó la Luna es altamente improbable: choque con un cuerpo muy
masivo con el ángulo adecuado, que no desbarate al planeta y que eyecte la cantidad necesaria de materia
más allá del límite de Roche para que, finalmente, pudiese consolidarse un satélite de gran tamaño.
Bombardeo intenso tardío (BIT) (4000-3800 Ma AP): en este periodo, los cuerpos del SS interior sufrieron
los violentos y frecuentes impactos de grandes asteroides o cometas (■Capítulo 3). Resaltamos aquí que los
primeros indicios de vida en nuestro planeta (■Capítulo 5) se remontan a hace unos 3.700 Ma, fecha
“cercana” al final del BIT (tal vez los impactores aportaron el agua y parte de la materia prima para la
vida…), con unas supuestas temperaturas en la superficie del planeta de unos 60-70 ºC. La escasez de
impactos detectados en la superficie terrestre (solo unos 180 muy discutidos), se achaca a la capacidad de
“borrado de huellas” de nuestro planeta a través de la erosión y la intensa actividad geológica.
Minerales más antiguos (4.400 Ma AP): el estudio científico de los zircones [■4-9], minerales más antiguos
encontrados en Australia Occidental (Murchison), revela que los continentes y el agua líquida, ingrediente
clave para la habitabilidad del planeta, ya existían hace unos 4.400 Ma, poco después de la formación de la
Tierra. Esta sería la explicación más sencilla, al señalar que el planeta, desde su formación, entró en un
régimen dinámico que aún continúa.
Rocas más antiguas (3.800 Ma): se han detectado rocas de hace unos 3.800 Ma (eón Arcaico), en Minnesota
(EUA), Groenlandia y Sudáfrica, de las cuales algunas son metamórficas, lo que demuestra que se habían
formado antes. También se está seguro de la presencia al principio del Arcaico de varios núcleos de
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continentes graníticos, que sin duda fueron meteorizados y erosionados dando lugar a rocas sedimentarias.
Posteriores colisiones de placas y el calor de los plutones [■4-10] formarían las rocas metamórficas. De lo
que también están seguros los científicos, es de la aridez e inhabitabilidad de estos continentes para los
organismos modernos, con la posible excepción de las bacterias.
¿Tectónica de placas en el Arcaico? La mayoría de los geólogos están convencidos de que en el eón Arcaico
(4.000-2.500 Ma AP) ya existía actividad de tectónica de placas (analizaremos este concepto más adelante),
periodo en el que la energía interna del planeta era muy superior a la actual debido al calor residual del
proceso de acreción y también a la descomposición de los elementos radiactivos, más abundantes en aquella
época. El magma se generaba más rápido en los límites de las placas litosféricas y estas se desplazarían más
aprisa dando lugar a la acreción de los continentes al chocar unas placas con otras. Se estima que al final del
Arcaico podría existir en torno al 40 % de la actual corteza continental. Las rocas arcaicas más comunes son
el granito y el gneis [■4-11].
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Las BIF constituyen la principal fuente industrial actual del hierro utilizado en la construcción de puentes,
barcos, rascacielos…
Las formaciones de hierro bandeado (BIF), existentes desde el Arcaico, resultantes de la oxidación del
hierro disuelto en el agua del mar en contacto con el oxígeno generado por bacterias, en procesos de
fotosíntesis, constituyen una prueba de la existencia de vida bacteriana en aquella época.
Súpercontinentes
Antes de entrar el estudio de los supercontinentes [■4-12], debemos de recordar que el modelo actual de
la tectónica de placas, con la apertura y cierre de cuencas oceánicas, es un proceso que seguramente se
estableció en el Proterozoico inferior [■4-13]. Puede que los súper-continentes hayan existido desde el
Arcaico pero no se dispone de evidencias de ello. A lo largo del Proterozoico (2.500-540 Ma) aparecen los
grandes cratones [■4-14] (escudo + plataforma), que por acreción rápida darán lugar a la formación de las
plataformas continentales, a los ciclos de súpercontinentes y a la actividad orogénica (formación de
montañas). La ausencia de fósiles con partes duras (caparazones, conchas…) y de registros paleomagnéticos
fiables, hacen que la determinación de los movimientos continentales del Arcaico sea complicada.
El primer supercontinente que reconocen los geólogos es Rodinia, que se formó hace unos 1.300-1.100 Ma,
permaneciendo como un gran bloque durante unos 450 Ma, para acabar fragmentándose hace unos 750
Ma, desarrollando una intensa actividad volcánica debido a desplazamientos magmáticos de la litosfera
terrestre. Se estima que los fragmentos de Rodinia seguramente volvieron a unirse hace unos 650 Ma
formando el supercontinente Pannotia.
A principios de la Era Paleozoica (650-250 Ma) había seis continentes principales dispersos alrededor del
globo en latitudes bajas tropicales, permitiendo la libre circulación del agua entre cuencas oceánicas.
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climática, afectando a las biotas tanto marinas como terrestres. Procesos más significativos debidos al
proceso de fractura de Pangea:
Erupciones masivas en Siberia hace unos 250 Ma, produciendo enormes flujos de basalto durante miles
de años, que cubren actualmente unos 2 millones de km2 y que en su momento pudieron alcanzar los 7
millones de km2. Este evento constituye una de las hipótesis favoritas para la Gran Extinción Masiva del
Pérmico-Triásico (■Capítulo 5), la mayor de todos los tiempos, con la desaparición del 95 % de las
especies marinas y el 70 % de los vertebrados terrestres.
Durante el Jurásico (205-135 Ma AP) comienzan a separarse los continentes que darán lugar a la
formación de la Cuenca Atlántica.
Durante el Cretácico (135-65 MaAP) se fraccionaron los continentes.
En el Paleógeno (65-23,5 MaAP) los continentes alcanzan una disposición muy cercana a la actual y se
comienza a formar la capa de hielo de la Antártida.
En el Neógeno (23,5-1,8 MaAP) se creó la capa de hielo en el Ártico y se formó el Istmo de Panamá
quedando unidos los bloques del norte y sur de América.
Grandes glaciaciones
Una glaciación es un periodo de larga duración durante el cual baja la temperatura global del clima terrestre
generando una expansión del hielo continental de los casquetes polares y los glaciares. Las grandes
glaciaciones seguramente han generado o han coincidido con extinciones que en algunos casos se pueden
clasificar como masivas.
Los depósitos denominados tillitas [■4-14] muestran estratos de diferentes edades, pero con características
similares, como rocas estriadas o superficies de lecho de roca pulida y acanalada. A través de estos depósitos
parece que ha habido al menos cuatro episodios de glaciaciones globales:
Glaciación Huroniana (2.400-2.100 Ma AP).
Glaciación “Tierra bola de nieve” (750-580 Ma AP).
Glaciación menor Andeana-Sahariana (460-430 Ma AP)
Glaciación actual, que comenzó hace 40 Ma, se intensificó hace 3 Ma y finalizó hace unos 10.000 años.
Comentamos las dos primeras, por ser las más significativas:
Disminución del número de organismos anaerobios (primera extinción masiva), que generaban una
buena parte del metano atmosférico (los primeros organismos -anteriores a los estromatolitos-
realizaban fotosíntesis anaerobia, en la que no se generaba oxígeno).
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Rápida sustitución del metano (CH4) de la atmósfera, por dióxido de carbono (CO2), debido a la oxidación
del metano a dióxido de carbono en presencia de oxigeno molecular y radiación UV. Téngase en cuenta
que el efecto invernadero del CO2 es unas 30 veces inferior al del CH4.
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para compensar una menor radiación solar, quizás
un 6 % inferior a la que tenemos en estos
momentos. Esto hizo que el efecto invernadero
remontase y que subiesen las temperaturas hasta
conseguir que los océanos comenzasen a
descongelarse.
Era imprescindible no bajar de -80 ºC en los polos,
temperatura a partir de la cual todo el CO2 se habría
precipitado en forma de hielo seco (como en
Marte), impidiendo alcanzar, de forma quizás
irreversible, el efecto invernadero necesario para
salir de la glaciación.
Glaciación actual
Comenzó hace unos 40 Ma con la expansión de una capa de hielo en la Antártida. Se amplificó hace unos 3
Ma (Plioceno) y continuó durante el Pleistoceno, finalizando hace unos 10.000 a, por lo que actualmente nos
encontraríamos en un periodo inter-glacial.
Atmósfera
La atmósfera, capa gaseosa que envuelve la Tierra, ha experimentado importantes evoluciones a lo largo de
la historia, unas de origen geológico, como la disolución del CO2 en los océanos, y otras de origen biológico,
como la generación del O2 en la fotosíntesis.
Si nuestro planeta es el “modelo” a buscar, la atmósfera es nuestra “cara” visible desde el exterior, y por
tanto es también el “aspecto” de lo que quizás deberíamos de “localizar” en otros mundos, pero no solo el
aspecto actual, sino también el que tuvo en el pasado primigenio, cuando nuestro planeta reunía las
condiciones adecuadas para que la vida pudiese surgir.
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Hay consenso científico sobre la ausencia total o casi total de oxígeno en la atmósfera primigenia, ya que
este elemento impediría la formación de la vida primigenia, oxidando las complejas e incipientes
moléculas prebióticas, descomponiéndolas e inutilizándolas para su evolución.
Se supone que el dióxido de carbono atmosférico fue disminuyendo progresivamente, a lo largo de millones
de años, al quedar disuelto en las aguas oceánicas y atrapado en las rocas sedimentarias, aumentando así el
peso porcentual del nitrógeno.
Antes de la diferenciación del núcleo, el planeta carecía de campo magnético y, por lo tanto, sin escudo
protector. El viento solar, especialmente los protones, seguramente podían erosionar la atmósfera en
formación impidiendo la acumulación de gases. Una vez establecida la magnetosfera (hace más de 4.500
Ma), los gases procedentes del vulcanismo comenzaron a acumularse (proceso de desgasificación). Se
admite que los gases volcánicos del Arcaico y del Proterozoico eran similares a los actuales (ya que las
lavas conservadas del Arcaico también son similares a las actuales), gases que se acumularon rápidamente
en la atmósfera debido a que el vulcanismo era muy abundante en la época.
En resumen, la atmósfera primigenia era rica en CO2 y no contenía nada (o solo trazas) de O2, y por lo
tanto tampoco contenía ozono (O3), ya que esta molécula se forma a partir del O2.
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La importancia del CO2 actual, a pesar de su pequeña participación en la composición atmosférica, se debe a
que constituye la materia prima de la que estamos formados todos los organismos y también a su
contribución en el efecto invernadero.
Troposfera: primera capa sobre la superficie terrestre con un espesor desde
unos 6 km en los polos hasta unos 18 km en el ecuador (debido a la rotación
terrestre). Es la zona de los fenómenos meteorológicos. La temperatura
disminuye con la altura hasta los -60 ºC en la parte superior.
Estratosfera: capa muy enrarecida que se extiende desde la troposfera hasta
los 50 km de altitud. La estratosfera incluye la capa de ozono, denominada
también ozonosfera (15-40 km), que contiene el 90 % del ozono presente en la
atmósfera terrestre y que absorbe el 98 % de la radiación ultravioleta de alta
frecuencia del Sol (UVC). Los fotones en un cierto rango de longitudes de onda
catalizan la disociación del oxígeno molecular (O2) en oxígeno atómico (O), que
se combina con el oxígeno aun no disociado para formar ozono (O3):
O2 + radiación UV O + O; O + O2 O3
Este proceso hace que la temperatura de la estratosfera suba desde -60 ºC en
la parte baja hasta los -5 ºC en la cima.
Mesosfera: entre los 50 y 85 km. En esta capa las naves que regresan del
espacio empiezan a sentir el freno aerodinámico y también aquí se producen
las estrellas fugaces, pequeños meteoritos que se desintegran en la capa
superior –termosfera-. La temperatura disminuye con la altura pudiendo
alcanzar los – 90 ºC en la parte superior. Es la capa más fría de la atmósfera.
Termosfera (o ionosfera): entre los 85 y los 690 km. En esta capa se desintegran la mayoría de los
meteoroides. Ionizada permanentemente por las radiaciones solares de alta frecuencia muy energéticas
(rayos γ y rayos X), refleja las ondas de radio emitidas desde la superficie terrestre, permitiendo la
transmisión a distancia. La temperatura aumenta con la actividad solar, pudiendo alcanzar los 1.500 ºC,
valor con poco significativo energético debido a la baja densidad del medio. En las regiones polares las
partículas cargadas del viento solar son atrapadas dando lugar a las auroras.
Exosfera: última capa de la atmósfera, donde los átomos ligeros se escapan hacia el exterior (unos 3.000 g/s
de hidrógeno y 50 g/s de helio).
Un astrobiólogo extraterrestre que analizase nuestra atmósfera llegaría a la conclusión de que se trata de de
un planeta en el que probablemente exista vida: la coexistencia de gases reducidos (CH4) con otros
oxidantes (O2, O3) indican un desequilibrio químico que solo es posible si alguno de ellos o ambos se está
reponiendo continuamente.
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Funciones biológicas de la atmósfera
Escudo protector contra los impactos de cuerpos espaciales de alta velocidad.
Filtro de la radiación solar UV, que absorbe en un 90 %, evitando así su acción mutágena.
Efecto invernadero, fenómeno por el cual ciertos gases de las atmósferas planetarias (H2O, CO2,…),
absorben parte de la energía infrarroja reemitida por la superficie del planeta (continentes y océanos),
que previamente ha sido calentada por la radiación solar directa (función similar a la de un invernadero).
“Efecto viento”, debido a las corrientes convectivas y al efecto Coriolis, a través del cual se generan
flujos de grandes masas de aire atmosférico y transferencia de energía entre regiones, suavizando así
valores extremos y peligrosos en las temperaturas.
Participa en los ciclos biogeoquímicos para la renovación y descomposición de elementos esenciales
(carbono, oxigeno, nitrógeno…), necesarios en grandes cantidades para los organismos.
Hidrosfera
Entre los planetas rocosos del Sistema Solar, la Tierra es el único que en la actualidad contiene abundante
agua líquida en su superficie. Mercurio (y la Luna) es demasiado pequeño para retener agua superficial y
Venus demasiado caliente. Marte es posible que disponga de agua líquida en el subsuelo, pero nos consta
que dispone de agua congelada en superficie y trazas en forma de vapor en la atmósfera.
La totalidad del agua terrestre forma la hidrosfera, sistema formado por el agua que se localiza bajo y sobre
la superficie del planeta. Se estima que un 97 % se encuentra en los océanos, en torno al 2 % se halla
congelada en los casquetes polares y los glaciares, y menos del 1 % restante está en la atmósfera, aguas
subterráneas, lagos y ciénagas. Solo el 0,0001 % del agua se encuentra en cauces de ríos y arroyos, sin
embarco este “pequeño” caudal constituye el principal agente geológico en la generación de cambios en la
superficie de nuestro planeta. El agua de los océanos cubre el 71 % de la superficie terrestre, con una
profundidad media de unos 3500 metros y una profundidad máxima de unos 11.000 metros en la fosa de las
Marianas.
Si la Tierra fuese una esfera perfecta el actual volumen de agua, uniformemente distribuido en toda la
superficie, alcanzaría una profundidad de unos 3.000 m, valor que se denomina equivalente global del agua
(EGA).
Consideramos importante señalar que nuestro planeta es un objeto relativamente seco. A muchos les
sorprende el dato de que el contenido en agua de nuestro planeta representa solo un 0,02 % de su masa,
mientras que en otros objetos, como algunas de las grandes lunas de los gigantes gaseosos, el contenido de
este líquido oscila entre el 30 y el 50 %.
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Marte, están formados, básicamente, por silicatos y metales. La hipótesis más aceptada es que estos
cuerpos se han formado en la parte del disco protoplanetario interior a la línea de hielo (LH) [■4-16], zona
compuesta principalmente por materiales refractarios (silicatos y metales, ■Capítulo 3), y pobre en materias
volátiles (entre las que se encuentra el agua), ya que estas habrían sido barridas bajo los efectos combinados
de las altas temperaturas y el fuerte viento generados por el joven Sol. Asimismo, tanto la Tierra recién
formada, como el resto de planetas rocosos vecinos, debido al incesante bombardeo de enormes
planetesimales durante el proceso de acreción, tuvieron que presentar una superficie de roca parcialmente
fundida durante sus primeras decenas de millones de años, por lo que se estima que buena parte del agua
que pudiera existir habría sido expulsada al espacio exterior en forma de gas ionizado. Además, nuestro
planeta tuvo que soportar el tremendo impacto adicional del supuesto objeto del tamaño de Marte que dio
lugar a la formación de la Luna (■Figura 4-12) hace unos 4.500 Ma (unos 100 Ma después de la formación del
planeta), hecho que habrá causado la fusión de la corteza terrestre hasta varios cientos de km de
profundidad. Se estima que este accidente habría eliminado casi por completo cualquier resto de agua
primigenia que pudiese existir en la superficie de nuestro planeta.
En base a los supuestos comentados, los estudiosos del tema consideran que el agua actual de nuestro
planeta tuvo que ser aportada posteriormente a la formación de la Luna. En los años 50 del pasado S. XX los
principales candidatos como aguadores de los planetas del sistema solar interior fueron los cometas ricos en
agua procedentes de la Nube de Oort o del Cinturón de Kuiper, aunque posteriormente fueron descartados
en la década de los 80, entre otras razones, al comprobar que la proporción isotópica deuterio/hidrógeno
(D/H) de sus aguas era muy diferente de la de nuestros océanos. Últimamente los candidatos favoritos como
proveedores del preciado líquido son los asteroides de la zona exterior del Cinturón Principal (entre Marte y
Júpiter), de donde proceden los meteoritos denominados condritas carbonáceas, cuyas aguas presentan un
relación (D/H) similar a la de nuestros mares. Como resumen:
El abastecimiento de agua a los planetas rocosos de nuestro sistema solar, por cometas procedentes de la
Nube de Oort o del Cinturón de Kuiper, ha sido “descartada” como fuente significativa por dos razones:
Los análisis de la relación isotópica D/H, que se pudieron realizar en tres cometas de estas procedencias
(Halley, Hale-Bopp y Hyakutake), revelaron unos valores muy superiores respecto a las aguas de los
océanos terrestres (2/1). Esta información han sido reafirmada con los análisis realizados por la misión
“Rosetta” [■4-17], sobre el cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko, datos dados a conocer el
07/12/2014, donde el valor encontrado para 67P (D/H = 530 · 10-6), presenta una diferencia respeto al
terrestre (149 · 10-6) aún más acusada (>3/1) [■4-18].
La lejana procedencia de estos cuerpos implica alta energía cinética en las cercanías del Sol (2ª ley de
Kepler), provocarían impactos a velocidades superiores a los 20 km/s (s/modelizaciones), cuyos volátiles
se dispersarían por el espacio (y tal vez arrastrasen a la posibles atmósfera existente).
La hipótesis “favorita” actual es que el agua de nuestro planeta procede de los asteroides condrítico-
carbonáceos de la zona exterior del Cinturón Principal de Asteroides:
La relación D/H del agua de las condritas analizadas (128 a 180 · 10 -6) es comparable a la de nuestros
mares (149 · 10-6).
Por su origen cercano, su llegada a los planetas del Sistema Solar Interior es mucho más probable que la
de aquellos procedentes del cinturón de Kuiper. Además no se aceleran demasiado en su viaje al interior
del SS.
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Se estima que estos objetos fueron lanzados a la región interna del sistema solar por los efectos
gravitatorios que desencadenaron el bombardeo intenso tardío (BIT) hace unos 4.000-3.800, en las
últimas etapas de la formación del SS.
Según Kathrin Altwegg (investigadora de la Universidad de Berna) y sus colegas, en una conferencia de
prensa acerca de de los datos obtenidos por la misión Rosetta (diciembre 2014): “Los asteroides hoy tienen
muy poca agua, está claro. Pero probablemente no fue siempre así… El bombardeo intenso [en el Sistema
Solar] fue hace unos 3.800 millones de años y en aquel tiempo los asteroides bien pudieron tener mucha
más agua que hoy. Han vivido en las proximidades del Sol durante 4.600 millones de años, así que, sin duda,
han perdido agua, pero pudieron tener mucha más de la que tienen ahora”. Dado que los impactos se
continuaron produciendo, la acumulación de agua continuó a lo largo de la historia del planeta, aunque a un
ritmo cada vez menor, hasta alcanzar los “insignificantes” valores actuales.
Otra posible fuente del agua oceánica son los volcanes, a través del proceso de desgasificación, aunque se
desconoce la importancia de este proceso en el volumen total.
Las rocas sedimentarias más antiguas (3.850 a 3.760 Ma AP) se detectaron en Isua-Groenlandia, lo que
constituye una primera prueba directa de hidrosfera líquida y fondos marinos con sedimentos generados
por erosión de antiguos continentes. Esto significa que tras un periodo de enfriamiento de unos 900 Ma,
alargado por el BTI, las capas superficiales de magma se solidificaron formando pequeños continentes y el
agua se condensó creando los océanos.
Como hemos visto, la Tierra es un complejo sistema dinámico, sometida a continuos cambios debidos a las
interacciones entre diversos subsistemas (atmósfera, hidrosfera, biosfera, litosfera, manto y núcleo),
responsables en su conjunto de la evolución y diversificación de la vida que conocemos.
Para la búsqueda ordenada de vida en otros mundos, es imprescindible el conocimiento previo de nuestro
planeta y su dinámica, puesto que nos permite establecer lo qué queremos buscar.
[■4-1] En geología el año se convierte en la unidad de tiempo más breve. La inclinación del eje de rotación
provoca cambios que dejan una huella “anual” en el planeta: anillos de los árboles; capas de hielo de la
Antártida…, datos que se utilizan para datar hechos con antigüedad de algunos miles de años.
[■4-2] La diferenciación del núcleo, es el proceso mediante el cual se produce la “caída” de los materiales
más pesados hacia el centro del planeta, a través del manto viscoso, transformando, por rozamiento, la
energía potencial en calor.
[■4-3] Exoplanetas: objetos como los planetas del Sistema Solar, pero que orbitan en torno a otras estrellas
o remanente de estrella (enana blanca o estrella de neutrones), y con una masa inferior a 14 masas de
Júpiter.
[■4-4] Los 1.364 W/m2 recibidos del Sol (sobre un plano perpendicular a la dirección Tierra-Sol), arrojan una
potencia total de [1364 · (·r2)] W recibidos por nuestro planeta (r = radio terrestre), valor que “repartido”
entre toda la superficie terrestre (4··r2), arroja un valor medio de [1.364 · (·r2)/(4··r2)] = (1.364/4) W/m2 =
341 W/m2.
[■4-5] La teoría de la formación de la Luna por medio del denominado Gran Impacto, propuesta por Willian
K. Hartmann, se apoya en dos hechos significativos:
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- El análisis de las rocas traídas de la Luna por la Misión Apolo muestran una composición química muy
similar a la de las capas superficiales de nuestro planeta.
- La astrofísica Robin Canup (investigadora en la NASA de los orígenes de planetas y satélites), a petición
de Willian K. Hartmann, realizó una simulación del impacto tangencial (a 45º) de un cuerpo como Marte,
con un planeta como la Tierra, encontrado que, efectivamente, el impactor se destruía, expulsando
materia de ambos cuerpos al espacio exterior, formando un disco que finalmente se reagruparía dando
lugar a una pareja similar a la Tierra-Luna.
[■4-6] Los puntos de Lagrange son las cinco posiciones en un sistema orbital donde un objeto pequeño, sólo
afectado por la gravedad, puede permanecer teóricamente estacionario respecto a dos objetos más
grandes, como es el caso de un satélite artificial con respecto a la Tierra y la Luna.
[■4-7] Algunos corales generan finas estrías diarias superficiales que se corresponden con las interrupciones
día-noche de su proceso de alimentación. Analizados los fósiles de corales que vivieron hace 400 Ma se pudo
comprobar que disponen de 410 estrías/año, en vez de las 365 de los actuales. Esto significa que los años de
hace 400 Ma tenían 410 días, y como el periodo de traslación de la Tierra alrededr del Sol se mantiene
prácticamente invariable, se deduce que los días de aquella época tenían solo 21 horas, es decir, la Tierra
giraba más deprisa. Los cálculos adecuados permiten deducir que hace 4.400 Ma los días tenían unas 6
horas, es decir, nuestro planeta giraba 4 veces más rápido que en la actualidad.
[■4-8] Sabemos que la disminución de la velocidad angular de giro de la Tierra se debe a la enorme
disipación de energía que se produce por la fricción del flujo y reflujo de las mareas oceánicas con los fondos
marinos. Recíprocamente, el efecto marea de la Tierra sobre la Luna incrementa su velocidad de
desplazamiento y provoca un alejamiento de 3,8 cm/año, valor que pudo determinarse con precisión
midiendo el tiempo que emplea un rayo laser de ida y vuelta a la Luna, y su variación con el transcurso de los
años.
[■4-9] El zircón es un silicato de zirconio de fórmula química ZrSiO4, de color variable. Son muy adecuados
para la datación radiactiva, porque admiten al uranio en su red radiactiva, pero rechazan al plomo,
garantizando así la ausencia de plomo en la formación inicial del zircón.
[■4-10] Los plutones son cuerpos ígneos, intrusivos, que se forman cuando el magma se enfría y cristaliza
en el interior de la corteza terrestre.
[■4-11] Se denomina gneis a una roca metamórfica compuesta por los mismos minerales que el granito
(cuarzo, feldespato y mica) pero con orientación definida en bandas, con capas alternas de minerales claros
y oscuros.
[■4-12] Un continente es una masa de tierra formada por corteza granítica, con gran parte de su superficie
por encima del nivel de los océanos. Se denomina súpercontinente a la agrupación de la gran mayoría de la
masa continental formando un solo continente. Ejemplo: la formación del súper-continente Pangea que
existió al final de la Era Paleozoica.
[■4-13] El testigo más antiguo de la formación de supercontinentes nos lo aporta una ofiolita que se
encuentra en Jormua (Finlandia), con una antigüedad de unos 1.970 Ma (Proterozoico inferior), en la que
hay evidencias de bordes de placas convergentes. Las ofiolitas son asociaciones de rocas constituyentes de la
corteza y litosfera oceánica que aparecen dispuestas en la corteza continental como consecuencia de un
fenómeno llamado obducción (proceso de emplazamiento de ofiolitas sobre corteza continental).
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[■4-14] Cratón es una masa continental que ha alcanzado la rigidez suficiente en un pasado geológico
lejano, por lo que no ha sufrido fragmentaciones ni deformaciones desde entonces.
[■4-15] Las tillitas son depósitos de rocas no estratificados, de origen glaciar, formados por partículas de
tamaños muy diferentes.
[■4-16] La línea de hielo en el SS primigenio se encontraba a unas 4 UA con la estrella recién formada. En la
actualidad se sitúa a unas 2,7 UA, como indican las evoluciones de las colas cometarias en su acercamiento
al Sol.
[■4-17] En una comunicación del 07/12/2014 de la de la Agencia Europea del Espacio (ESA), los científicos
anuncian “… la firma química del H2O captada por la nave espacial Rosetta, que acompaña desde agosto al
cometa 67P/Churyamov-Gerasimenko, muestra una notable diferencia con la del contenido de los océanos
terrestres … Los datos tomados por Rosina (instrumento a bordo de Rosetta) muestran que la proporción
deuterio/hidrógeno en la envoltura gaseosa del 67P/Churyamov-Gerasimenko es tres veces más alta que en
el agua de la Tierra y muy superior a la de otros cometas similares”.
[■4-18] En las principales hipótesis sobre la formación de la Tierra se estima que en sus orígenes, hace unos
4.600 millones años, cualquier contenido primigenio de agua debió de haberse evaporado, disociado y
desaparecer en el espacio. Hoy en día, dos tercios de la superficie está cubierta de agua, pero “¿de dónde
vino?”, comentó la ESA. Hasta ahora los experimentos que han podido realizarse (análisis isotópico del agua
de cometas y asteroides) apuntan especialmente a los asteroides, pero quizás también algunos cometas que
impactaron sobre nuestro planeta hayan aportado algo.
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■ 5. Origen de la vida en la Tierra
Debemos de comenzar diciendo que, al día de hoy, desconocemos cómo pudo surgir la vida en nuestro
planeta y quizá nunca lleguemos a saberlo (estamos ante un hecho aislado cuyas huellas han sido borradas
por la tectónica de placas y la erosión de nuestro planeta). Sobre el «cómo pudo surgir» hay algunas
hipótesis, cuyo análisis realizaremos en este capítulo, lo que nos permitirá obtener «pistas» en las que
apoyarnos para valorar, con base científica, las posibilidades de la existencia de vida en otros mundos y
cómo identificarla.
Una parte importante de los investigadores sitúan el origen de la vida que conocemos entre los 3.800
millones de años antes del presente (Ma AP), cuando ya había concluido el bombardeo intenso tardío
(■Capítulo 3), con su aporte de agua y quizás algunas de la moléculas básicas para la vida, y los 3.500 Ma AP,
época de la cual ya se dispone de evidencias fósiles de los organismos que habitaron el planeta en aquel
momento.
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extraño cristal aperiódico, pero más fascinante e impredecible». En esta definición Schrödinger asociaba
este cristal con las proteínas, pero los biólogos actuales leen entre líneas una anticipación de la idea clave de
la información genética contenida en la molécula del ácido desoxirribonucleico (ADN), cuya estructura sería
desarrollada una década más tarde. Para Schrödinger la diferencia fundamental entre los objetos
inanimados y los seres vivos, es que estos se encuentran «en un estado especial de orden que, en
apariencia, parece contradecir el Segundo Principio de la Termodinámica». Como el autor recalcaba, la
realidad es que el descenso de entropía (aumento del orden) en el interior de un sistema abierto (la célula),
está contrarrestado por el aumento de entropía (el desorden) que genera en el entorno.
Para Juan Pérez Mercader, científico español, «la vida es un fenómeno complejo que emerge como
resultado de la evolución del universo».
En cuanto al concepto de “ser vivo”, también se han publicado numerosas definiciones. Así, Christian de
Duve define a los seres vivos como: «sistemas químicos capaces de auto-mantenerse en un estado alejado
del equilibrio químico, crecer y multiplicarse con la ayuda de un flujo constante de materia y energía con
el medio».
El científico español Ricard Solé propone que un ser vivo es «cualquier entidad capaz de extraer energía del
medio ambiente, emplearla para almacenar y procesar información, y ser capaz de evolucionar».
El Instituto de Astrobiología de la NASA (NAI), ha adoptado una definición operativa de ser vivo que
pretende ser adecuada tanto para los investigadores del origen del la vida en nuestro planeta, como para
aquellos que se plantean su búsqueda en otros objetos del cosmos: «Un ser vivo es un sistema químico
auto-mantenido que evoluciona como consecuencia de su interacción con el medio». En esta definición
quedan incluidos todos los organismos celulares, mientras que otras entidades de gran relevancia biológica,
como los virus y los viroides, quedan excluidos al no disponer de una existencia autónoma y necesitar el
soporte de una célula previamente infectada para replicarse y evolucionar.
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que se conoce de la biosfera, como veremos, apoya la hipótesis de que el acontecimiento determinante, que
dio origen a la vida que conocemos, ocurrió una única vez, por lo que su probabilidad, a priori, era
prácticamente cero.
Frente al posicionamiento de Monod podemos situar el planteamiento de Christian de Duve (bioquímico
inglés hijo de padres belgas), también Premio nobel de medicina, quien en 1995 afirmó: «Es casi obligatorio
que surja la vida (…) dondequiera que se den las condiciones físicas que prevalecían en nuestro planeta
hace 4.000 millones de años… ».
En la misma línea de Duve se posiciona el paleontólogo Stephen Jay Gould, quien manifiesta: «La vida, al
surgir tan pronto como podía hacerlo [en menos de 400 Ma], estaba químicamente destinada a ser»
Se estima que en la actualidad son mayoría los científicos para los que la aparición de la vida en la Tierra fue
un fenómeno determinista, es decir: bajo las circunstancias que ocurrieron en nuestro planeta -y en
cualquier otro en el que concurran condiciones similares- la aparición de la vida no se pueden evitar, por
estar sujeta a fuerzas superiores.
Nuestra capacidad para buscar vida en otros mundos requiere un profundo conocimiento de la vida en
nuestro planeta.
Biología básica
Para una correcta comprensión de las distintas hipótesis sobre el origen de la vida consideraos conveniente
el conocimiento de algunos conceptos básicos de la Biología, que a continuación pasamos a revisar (los
lectores con conocimientos sobre biología pueden saltar esta sección).
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Podemos comenzar analizando “cuatro necesidades”, consensuadas entre los biólogos, relacionadas con la
existencia de vida (como la que conocemos) en otros objetos del cosmos: la vida extraterrestre, si es que
existe, necesita agua líquida, carbono, energía y tiempo.
El agua es un compuesto químico muy abundante en las nubes interestelares y también se ha descubierto
en algunos exoplanetas.
Carbono (C)
Es el elemento básico de la química orgánica y forma parte de todos los organismos vivos conocidos, de
los que constituye, por término medio, el 18 % de su masa.
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Las excelentes propiedades del carbono en relación con el origen y la evolución de los seres vivos, se
deben a su gran capacidad para formar largas y estables cadenas estructurales, a las que pueden unirse los
demás elementos. La disponibilidad de cuatro electrones en la última capa le proporciona la posibilidad de
perderlos, ganar cuatro electrones más o compartirlos a través de enlaces covalentes sencillos, dobles o
triples. Su gran afinidad y pequeño tamaño le permite formar enlaces con otros átomos de pequeño radio
atómico, incluido el propio carbono (enlaces estables al estar cercanos al núcleo), posibilitando la formación
de un gran número de moléculas (lineales, ramificadas, cíclicas…), algunas con millones de átomos, que
constituyen la base estructural de los organismos. Los enlaces del carbono son suficientemente fuertes para
dar estabilidad a las moléculas complejas (anabolismo) y adecuadamente débiles para que se rompan los
enlaces covalentes (catabolismo), liberando gran cantidad de energía [■5-2].
El carbono es un elemento químico muy abundante en el universo y además forma enlaces con un número
mayor de elementos diferentes que cualquier otro átomo.
Energía
Usualmente, la energía utilizada por la biosfera terrestre está tomada del Sol, a través de las reacciones de
fotosíntesis, transformando materia inorgánica en orgánica (■Figura 5-12). Este proceso, en nuestro planeta,
es realizado por las plantas en el medio terrestre y por las algas en el medio oceánico.
En lugares inaccesibles a la luz solar, como los fondos oceánicos, se produce un proceso mediante el cual
algunos organismos, denominados quimiosintéticos, sintetizan los nutrientes a partir de la energía que se
libera en reacciones de oxidación de compuestos inorgánicos reducidos. Se trata de bacterias que usan como
fuente de carbono el dióxido de carbono disuelto en las aguas oceánicas.
Tiempo
Se trata de un factor discutido. Muchos astrobiólogos consideran que unos cuantos cientos de millones de
años son suficientes (solo unos 400 Ma en la Tierra). De todos modos, el mínimo requerido limita las
posibilidades de las estrellas gigantes ya que su vida es de solo algunos millones de años.
Nota.- Mientras no dispongamos de una segunda biosfera no podremos estar seguros de que características
son absolutamente necesarias para la vida. Si algunas (o todas) son prescindibles, darían lugar a formas de
vida radicalmente distintas. Algunos biólogos distinguen lo que denominan rasgos universales, aquellos que
surgieron más de una vez a lo largo de la evolución: locomoción, vuelo, fotosíntesis... Otras características
que nos parecen críticas, como el armazón de carbono, o el agua líquida, podrían no serlo.
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común (único) de todos los seres vivos conocidos.
Bioelementos
Como muestra la ■Tabla 5-1, los cuatro elementos más abundantes de los seres vivos coinciden también con
los más abundantes en el universo (excepción hecha del helio en el universo, que, por tratarse de un
elemento inerte, no forma parte de la química de la vida), y no con aquellos que, como podríamos esperar,
son los más abundantes en nuestro planeta o en la corteza terrestre.
Los seres vivos están formados por unos 60 elementos químicos del sistema periódico, aunque los
porcentajes de participación varían notablemente de unos a otros:
El 98 % de la masa de la mayoría de los organismos corresponde únicamente al carbono (C), oxígeno (O),
hidrógeno (H) y nitrógeno (N), denominados colectivamente elementos “CHON”, muy abundantes en la
naturaleza. Si incluimos al fósforo (P) y al azufre (S), elementos también imprescindibles para la vida que
conocemos, el porcentaje sube al 99 % (el fósforo, raro en la Tierra, puede haber llegado por medio de
meteoritos de hierro, donde es abundante, mientras que el azufre procede del manto terrestre a través
de las erupciones volcánicas).
Otros bioelementos, denominados oligoelementos, aunque en menor proporción, también son
necesarios para los organismos: calcio (Ca), sodio (Na), potasio (K), magnesio (Mg), cloro (Cl), hierro (Fe),
silicio (Si), cobre (Cu), manganeso (Mn), boro (B), flúor (F) y el yodo (I).
Los elementos químicos más abundantes en el universo son también los más abundantes en los seres
vivos de la Tierra, dato significativo a favor de la vida universal.
Esto no implica que no puedan existir tipos de vida muy diferentes por ahí afuera, aunque la mayoría de los
científicos estiman que si existe vida en otros mundos, lo más probable es que también esté basada en los
mismos elementos que la vida terrestre, considerando imprescindible la presencia del agua y la química del
carbono.
Se han planteado propuestas sobre otros tipos de vida basados en otros disolventes distintos del agua
(amoniaco, metano… en estado líquido) y también otros elementos centrales diferentes al carbono (silicio,
azufre…), opciones que por el momento se consideran propias de la ciencia ficción. Muchos biólogos estiman
que la bilogía que conocemos, basada en el agua y el carbono, utiliza las mejores opciones posibles. Además
estas sustancias son muy abundantes en el universo, resultando lógico suponer que otras vidas, si es que
existen, utilicen también estos constituyentes básicos.
Biomoléculas
Las biomoléculas son los componentes a partir de los cuales se construyen las estructuras biológicas. Hay
una gran variedad y muchas de ellas, como los ácidos nucleicos y las proteínas son extremadamente
complejas, aunque es importante resaltar que ambos tipos de biomoléculas están formadas a partir de un
pequeño número de moléculas orgánicas fundamentales (que analizaremos con detalle más adelante), que
además son las mismas en todas las especies: los ácidos nucleicos están formados únicamente por cinco
nucleótidos y las proteínas constan de solo 20 aminoácidos.
La “materia” que compone los seres vivos puede ser inorgánica y orgánica.
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Biomoléculas inorgánicas
Forman parte de la corteza terrestre y son necesarias para la actividad vital de los organismos. Entre las más
significativas se encuentran el agua (ya comentada); las sales minerales solubles, que regulan los procesos
osmóticos a través de las paredes semipermeables de las membranas celulares y las sales minerales
insolubles, que realizan diferentes funciones como la formación de conchas, caparazones y esqueletos de
algunos animales. También se consideran inorgánicos algunos compuestos derivados del carbono, entre
otros el monóxido y el dióxido de carbono (CO y CO2), relevantes en el origen de la vida (que analizaremos),
y gases como el oxígeno (O2) o el nitrógeno (N2).
Biomoléculas orgánicas
Las biomoléculas orgánicas, normalmente muy complejas, están formadas a partir de otras más “sencillas”
denominadas monómeros. La unión de monómeros, a veces miles o millones, por medio de enlaces
químicos (en general covalentes), forman macromoléculas llamadas polímeros. Son exclusivas de los seres
vivos y se clasifican en cuatro grandes grupos: ácidos nucleicos, proteínas, glúcidos y lípidos.
Ácidos nucleicos
Su nombre se debe a que son ácidos y a que fueron
identificados en el núcleo de los piocitos, o corpúsculos
del pus, por el bioquímico suizo Friedrich Miescher, en
1870. Se trata de las macromoléculas donde se almacena
la información necesaria (el plan o programa) para la
transmisión de las características hereditarias de una
generación a la siguiente y para dirigir la síntesis de las
proteínas. Este programa está almacenado en las células
de los seres vivos. Existen dos tipos de ácidos nucleicos:
Ácido desoxirribonucleico (ADN o DNA)
Ácido ribonucleico (ARN o RNA)
Las estructura del ADN está formada por dos cadenas "antiparalelas”
(■Figura 5-1, izq.), unidas por enlaces de hidrógeno, y ensambladas en
forma de doble hélice (■Figura 5-2, izq.), mientras que la del ARN lo
forma una cadena sencilla (■Figura 5-1, der.), también helicoidal
(■Figura 5-2, der.).
Los ácidos nucleicos están compuestos por moléculas orgánicas
denominadas nucleótidos (recuadro
■Figura 5-1 izq.), integrados a su vez por
tres subunidades unidas por enlaces covalentes: un grupo fosfato (F), un
azúcar (D) y una base nitrogenada (G, T, A o C en el ADN) o (G, U, A o C en
el ARN).
El grupo fosfato es un radical derivado del ácido fosfórico (H3PO4).
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Las moléculas de azúcar (■Figura 5-3) son pentosas (con cinco átomos de carbono), denominadas ribosa y
desoxirribosa:
Ribosa para el ARN, de ahí “ribonucleico”, con un grupo hidroxilo (OH) en el segundo átomo de
carbono
Desoxirribosa para el ADN, sin oxígeno en el segundo carbono (respecto a la ribosa), de ahí las
denominaciones “desoxirribosa” y ácido “desoxirribonucleico”.
Las bases nitrogenadas (■Figura 5-4) son compuestos anillados que contienen nitrógeno, componentes muy
importantes de los nucleótidos, siendo estos los monómeros que forman los ácidos nucleicos (■Figura 5-1),
en los que participan únicamente cinco bases nitrogenadas:
En el ADN: adenina (A), timina (T), guanina (G) y citosina (C).
En el ARN: adenina (A), uracilo (U), guanina (G) y citosina (C).
Como el lector ya habrá descubierto, las bases adenina, guanina y citosina son comunes al ADN y al ARN,
siendo la timina específica del ADN, mientras que el uracilo lo es del ARN (en lo sucesivo, las bases
nitrogenadas se representarán por sus siglas).
Un nucleósido es la biomolécula resultante de la unión covalente entre una base nitrogenada con una
pentosa (como hemos visto: desoxirribosa en el ADN y ribosa en el ARN), punteado en la ■Figura 5-1, dcha.
Las bases nitrogenadas A y G son de doble anillo y se llaman purinas
(■Figura 5-4), mientras que las de anillo sencillo C, T y U se denominan
pirimidinas.
La “codificación” del material genético (el programa), se realiza,
únicamente, con secuencias de cuatro bases nitrogenadas, que se
representan mediante letras en el código genético: A, T, G y C en el ADN
y A, U, G y C en el ARN. La combinación de tres nucleótidos, denominada
“codón” o “triplete”, determina un aminoácido (como veremos, un componente básico de las proteínas,
determinado en el código genético). Ejemplo: el triplete de nucleótidos “AUG”, hace que la célula coloque el
aminoácido “metionina” en la proteína que se está sintetizando.
El emparejamiento de las bases (nucleótidos) se rige por unas normas específicas:
ADN: para el ensamblaje de la doble cadena, se emparejan T-A y C-G. Los puentes de hidrógeno entre
los pares de bases mantienen las dos cadenas del ADN unidas.
ARN: para la transferencia de información desde el ADN al ARN mensajero (ARNm o mRNA), necesaria
para la síntesis de las proteínas (como veremos), se emparejan U-A y C-G.
Se denomina genoma al conjunto de la información genética que posee una célula (o un virus), pudiendo ser
lineales o circulares. Los genomas se estructuran en cromosomas (46 en el caso de los humanos), que a su
vez están formados por secuencias de genes [■5-3].
Un gen es una secuencia ordenada de nucleótidos conteniendo la información necesaria para la síntesis de
una macromolécula, normalmente una proteína, con funciones celulares específicas.
Como veremos, la expresión de la información genética consiste en la conversión de una secuencia de
nucleótidos contenidos en un gen (transcripción), en la secuencia de aminoácidos que constituyen la
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proteína codificada por dicho gen, utilizando el ARNm como molécula intermediaria, según el esquema
general: ADN ARNm Proteína.
Proteínas
Las proteínas son unos componentes muy versátiles, fundamentales para los seres vivos, constituyendo los
elementos estructurales y funcionales de las células. Están formadas por cadenas de aminoácidos, que se
unen entre sí por medio de enlaces covalentes denominados peptídicos, formando cadenas lineales, los
polipéptidos, que pasan a llamarse proteínas si la cadena supera los 50 a 100 aminoácidos (según autores).
Los aminoácidos (■Figura 5-5), subunidades de las proteínas, disponen de una estructura formada por un
átomo de carbono central (C), unido a un átomo de hidrógeno (H), un grupo amino (-NH2), un grupo
carboxilo (-COOH) y una cadena variable, denominada radical R, que
determina las propiedades químicas de los diferentes aminoácidos: polares,
no polares, ácidos y básicos.
La glicina, el aminoácido más sencillo, tiene un átomo de hidrógeno como
radical R.
Se conocen cientos de aminoácidos en la naturaleza, pero solo 20 forman
parte de las proteínas. El código genético (que veremos) relaciona cada uno de estos aminoácidos con una
combinación de tres nucleótidos en el ARNm.
Los aminoácidos son los “ladrillos” con los que se construyen las proteínas.
Las proteínas componen el 80 % del protoplasma deshidratado de las células y desempeñan numerosas
funciones: transportadoras de otras moléculas (ejemplo: la hemoglobina distribuye el oxígeno a través de la
sangre en los vertebrados), inmunológicas (los anticuerpos), enzimáticas, contráctiles, defensivas...
Químicamente están constituidas por: carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno.
Como ya hemos dicho, estas complejas macromoléculas están formadas, para la totalidad de los organismos,
por la combinación de solo 20 moléculas distintas denominadas aminoácidos (generalmente entre 100 y
600), cuya secuenciación en las cadenas de polipéptidos determina los pliegues que se generan para formar
estructuras 3-D determinadas, de cuya forma dependen las
funciones especificas de cada proteína. La conformación es el
resultado de distintas interacciones en las cadenas polipeptídicas:
puentes de hidrógeno, enlaces iónicos entre cadenas laterales
(grupos R), interacciones hidrófobas (grupos R), e interacciones
entre polipéptidos de aquellas proteínas formadas por dos o más
cadenas (■Figura 5-6).
Una característica de las proteínas es que son específicas de cada
especie, e incluso cada organismo individual posee algunas que
otros no tienen, marcando así su identidad biológica.
Se denominan enzimas a un gran número de proteínas que actúan
como catalizadores de las reacciones químicas del metabolismo. La
encima más abundante en la naturaleza, denominada rubisco,
presente en los cloroplastos de los organismos fotosintéticos, es la
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principal responsable de fijar el CO2 atmosférico en materia orgánica, operación fundamental en el ciclo del
carbono en la biosfera (■Capítulo 4, Ciclo del carbono).
Los humanos contamos con unas 23.000 proteínas (sin incluir las variantes que pueden producirse).
Lípidos
Grupo heterogéneo de sustancias no polares, que tienen en común el ser relativamente insolubles en agua,
aunque sí lo son en solventes orgánicos. Estas propiedades se deben a que están formados principalmente
por carbono, hidrógeno y poco oxígeno y en ocasiones también por fósforo o nitrógeno: los átomos de
oxígeno (con fuerte electronegatividad) tienen tendencia a formar grupos funcionales hidrofílicos (polares,
como en el agua), por lo que su escasez en los lípidos hace que estos tiendan a ser hidrófobos (no polares).
La diversidad de los grupos de lípidos biológicamente importantes permite que estos realicen múltiples
funciones bilógicas, tales como reserva energética, o componentes estructurales de las membranas
celulares, que por su importancia en los organismos pasamos a comentar.
Función de reserva energética. Los lípidos más abundantes en los organismos son los triacilgliceroles (o
triglicéridos), compuestos por una molécula de glicerol (un alcohol), unida a tres ácidos grasos. Se
almacenan en las células del tejido adiposo de los animales (grasas), así como en algunas semillas, frutos y
plantas. Estos compuestos son una forma eficiente de almacenamiento de reserva en el organismo ya que al
metabolizarse liberan más del doble de energía por gramo que los glúcidos (hidratos de carbono).
Aprovechamos para recordar que una dieta rica en ácidos grasos saturados (sin enlaces dobles entre átomos
de carbono: C=C) aumentan el riesgo de enfermedades cardiovasculares.
Componentes de las membranas celulares. Los fosfolípidos son componentes estructurales de las
membranas celulares. Se trata de lípidos anfipáticos (o anfifílicos) que se caracterizan por disponer en la
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misma molécula de un extremo polar o hidrofílico (afinidad por el agua) y otro hidrofóbico (que rechaza el
agua). En un medio acuoso estas moléculas tienden a auto-ensamblarse en una doble capa (■Figura 5-9),
formada por moléculas anfipáticas más o menos cilíndricas (con dos cadenas de ácidos grasos), de modo que
las “cabezas” (extremo hidrofílico) se posicionan hacia el agua, mientras que “las colas” (extremo
hidrofóbico) lo hacen hacia el interior de la bicapa.
Célula
La célula es la unidad básica funcional y estructural de la que están formados todos los seres vivos. Pese a
las indudables diferencias entre una bacteria, una planta y un mamífero, todos están formados por una o
varias células.
La célula es también la forma más sencilla de vida orgánica (de menor tamaño). Están delimitadas por una
envoltura protectora, denominada membrana plasmática, que las convierten en entes individuales
separados del medio circundante, pero que permite y regula los intercambios que la célula necesita:
nutrición, eliminación residuos... En la mayoría de las células las instrucciones genéticas están almacenadas
en el ADN.
El citosol es una disolución gelatinosa delimitada por la membrana plasmática (y la membrana nuclear en el
caso de que la célula sea eucariótica), compuesto mayoritariamente por agua (un 85 %), en donde se
encuentran inmersos la mayoría de los orgánulos celulares, adaptados para funciones específicas. Se
denomina citoplasma al conjunto formado por el citosol y los orgánulos (excluido el núcleo celular en el caso
de las células eucarióticas).
Atendiendo a la localización y organización del ADN y otros orgánulos sub-celulares, se distinguen dos tipos
de células: procarioticas y eucarioticas.
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Célula procariótica
Las células procarióticas generalmente son muy pequeñas, con diámetro entre 0,5 a 1 µm, longitud
de 1 a 5 µm (apenas un décimo de las células procariontes). No disponen de núcleo celular definido ni
de orgánulos rodeados por membranas. El material genético suele estar formado por una cadena circular
cerrada de ADN, que se encuentra libre en el citoplasma (■Figura 5-7), concentrado en una zona llamada
nucleoide. Disponen de orgánulos internos, entre los que se encuentran los ribosomas, encargados de la
síntesis de proteínas, y otros polipéptidos. Estas células están rodeadas por la membrana plasmática (o
celular) y además la mayoría disponen también de paredes celulares que rodean, dan forma y protegen a la
célula del medio exterior e impide que estallen en condiciones hipotónicas. Algunas especies bacterianas
disponen de una cápsula que rodea a la pared celular, proporcionando protección adicional contra la
fagocitosis por otros organismos. Muchos procariontes disponen de flagelos, que actúan como propulsores.
Los organismos procariontes son unicelulares, pero algunos forman
colonias que contienen células especializadas. Existe una enorme
variedad de este tipo de células, aunque son mucho menos complejas
que las de los eucariontes. Tanto el ADN como los ribosomas y otros
orgánulos no disponen de membranas, por lo que se encuentran
mezclados con el citoplasma. La transmisión de la información genética
(reproducción) se realiza por división celular. Las enzimas necesarias
para las actividades metabólicas se hallan en el citoplasma, mientras
que las relacionadas con la respiración celular y la fotosíntesis se
encuentran asociadas a la membran
La mayoría de los biólogos clasifican a los organismos procariontes en
los reinos de la bacterias y de las arqueas.
Todos los organismos, actuales y extintos, derivan de un único organismo procariota llamado LUCA
Células eucarioticas
Mucho más complejas que la procarióticas (■Figura 5-8), son las células del resto de organismos: animales,
vegetales, hongos y protistas [■5-6]. Dispone de un núcleo
diferenciado, rodeado por una doble membrana, que
contiene ADN formado por cromosomas, mejorando así la
protección y el ordenamiento del complejo material
genético. Estas células también disponen de varios sistemas
membranosos internos, de un citoesqueleto formado por
microtúbulos y microfilamentos y de numerosos orgánulos,
normalmente rodeados por membranas protectoras. La
estructura de las células eucarioticas varía dependiendo de
la situación taxonómica del ser vivo; así, las células vegetales
difieren de las animales, y también de las de los hongos.
Ejemplos: las células animales carecen de pared celular y no tienen plastos….; sin embargo, las células de los
vegetales presentan una pared celular compuesta principalmente de celulosa, disponen de cloroplastos
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(capaces de realizar la fotosíntesis) y también poseen vacuolas [■5-7] de gran tamaño donde acumulan
sustancias de reserva o de desecho producidas por la célula.
Pasamos a comentar algunos de los principales componentes de las células procarióticas y eucarióticas:
Núcleo celular (células eucariotas): suele ser el orgánulo más voluminoso de las células eucariotas, de forma
esférica u oval, con un diámetro promedio de unas 5 µm. La envoltura nuclear está formada por dos
membranas concéntricas que separan su contenido del citoplasma que rodea al núcleo. Complejos
proteínicos unen las membranas nucleares en ciertos puntos, formando poros nucleares que regulan el paso
de materiales entre el nucleoplasma y el citoplasma. Una red de filamentos proteínicos forma una
estructura, denominada lámina celular, que reviste y sirve de sostén interior de la envoltura nuclear.
La mayor parte del ADN de la célula se encuentra en el núcleo. Cuando la célula se divide la información
contenida en el ADN debe duplicarse (proceso de replicación) y pasar inalterada a las dos células hijas. Las
moléculas de ADN están formadas por secuencias de nucleótidos denominados genes, con las instrucciones
necesarias para producir las proteínas necesarias para la célula. El ADN se asocia con proteínas formando un
complejo de gránulos y hebras denominado cromatina (en las células que no están en proceso de división).
Debido a que las moléculas de ADN son estrechas y muy largas (2 m en una célula humana), se encuentran
empaquetadas de forma regular formando estructuras denominadas cromosomas. En las células en proceso
de división, los cromosomas se hacen visibles como estructuras diferenciadas.
La mayoría de los núcleos contienen unas regiones compactas en el interior de la cromatina, denominadas
nucléolos, formados por estructuras cromosómicas con las instrucciones necesarias para sintetizar el ARN
ribosómico (ARNr), necesario para formar las unidades ribosómicas: el ARNr se sintetiza en el núcleo, las
proteínas necesarias para formar los ribosomas se sintetizan en el citoplasma y se importan al nucléolo,
donde se ensamblan con el ARNr para formar las unidades ribosómicas que salen del núcleo a través de los
poros nucleares.
Membrana plasmática (células procarioticas y eucarioticas) (■Figura 5-9): proporciona protección mecánica
a la célula y regula el intercambio de sustancias entre el medio extracelular y el citoplasma.
En 1972, los Srs. Singer y Nicolson, de la universidad de California, en San Diego, propusieron su modelo de
mosaico fluido, según el cual las membranas biológicas están constituidas básicamente por una bicapa
fluida de moléculas de fosfolípidos en la que también están incluidas moléculas de colesterol, una gran
variedad de proteínas (superficiales y transmembrana), esenciales para realizar las diversas actividades
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asignadas a la membrana y glicolípidos, biomoléculas compuestas por un lípido y un grupo glucídico o
hidrato de carbono. De acuerdo a este modelo, las bicapas de fosfolípidos se comportan como cristales
líquidos: cristales por su estructura ordenada, con las cabezas en el exterior y las colas de ácidos grasos en el
interior; y líquidos porque sus cadenas de hidrocarburos están en constante movimiento, conservando la
disposición ordenada de las moléculas. El resto de moléculas de la membrana también se desplazan en el
plano de la bicapa (como icebergs en el mar, siempre que no estén ancladas de alguna manera). Gracias a su
estructura fluida, las bicapas lipídicas son flexibles, lo que les permite modificar su forma sin romperse,
aunque tienden a formar superficies cerradas sobre sí mismas, en correspondencia con las configuraciones
termodinámicas más estables (lo más esféricas posible). En ciertas condiciones, estas bicapas pueden
fusionarse con otras, lo que facilita la transferencia de materiales entre compartimentos.
La bicapa lipídica constituye el compartimento donde los componentes de las células (ácidos nucleídos,
proteínas…) pueden realizar sus actividades, aislados del ambiente heterogéneo exterior.
Las proteínas de membrana controlan el intercambio de materia entre el interior de la célula y el
entorno: entrada de nutrientes y salida de desechos.
El colesterol actúa como «amortiguador» de la fluidez de la membrana dentro de ciertos límites, da
rigidez a la membrana.
Los glucolípidos detectan señales procedentes de otras moléculas vecinas.
Gracias a las características de las membranas plasmáticas, los células (u organismos) pasan a ser «sistemas
compartimentados», pero abiertos y fuera del equilibrio desde el punto de vista termodinámico, con
capacidad para mantener el orden interno a costa del mundo exterior, respetando así, como no podía ser de
otra manera, el segundo principio de la termodinámica.
Mitocondrias (plantas, animales, hongos y protistas): orgánulos intracelulares de todos los eucariontes.
Disponen de doble membrana y mantienen su propia molécula de ADN de forma circular (genoma
mitocondrial), así como los ribosomas, más parecidos a los bacterianos que a los eucariontes. En estos
organelos se realiza la respiración celular, proceso que requiere oxígeno y en el que se producen reacciones
químicas que transfieren la energía química de las moléculas de la glucosa al ATP (trifosfato de adenosina),
una molécula en la que se almacena temporalmente la energía que va a ser utilizada en otras funciones de
las células (ampliaremos este proceso al tratar el metabolismo).
Cloroplastos (eucariontes: vegetales y algas): orgánulos celulares con doble membrana. Se ocupan de la
fotosíntesis, conjunto de reacciones mediante las cuales se transforma la energía lumínica en energía
química, en forma de ATP en una primera fase, y finalmente en glucosa y otros hidratos de carbono. Los
cloroplastos contienen unos pigmentos verdes, denominados clorofila, donde se atrapa la energía de la luz
solar necesaria para la fotosíntesis (ampliaremos este proceso al tratar el metabolismo).
Ribosomas (células procariotas y eucariotas): orgánulos muy pequeños que se encuentran libres en el
citoplasma o adheridos a la superficie de otras membranas. Constan de dos partes (grande y pequeña),
formadas por ARN ribosómico (ARNr) y proteínas ribosómicas, constituyendo la parte principal del
mecanismo para la síntesis de las proteínas. Como veremos más adelante, en los ribosomas es donde se
realiza la traducción del lenguaje del ARN mensajero (ARNm) en el lenguaje aminoacídico de las proteínas.
Retículo endoplasmático (RE) (células eucariotas): constituye un laberinto de membranas paralelas que
rodean al núcleo, que en muchas células se extiende a gran parte del volumen del citoplasma. En el RE se
pueden distinguir dos regiones: el retículo endoplasmático rugoso (RER) y el retículo endoplasmático liso
(REL). La superficie externa del RER aparece salpicada de ribosomas cuya función principal es la síntesis y
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ensamblaje de proteínas. El REL, de apariencia tubular y superficie exterior lisa, tiene como función
principal la síntesis de fosfolípidos y colesterol, necesarios para la formación de las membranas celulares.
Aunque el RER y el REL tienen distintas funciones, sus membranas están conectadas y sus espacios interiores
son continuos.
Complejo de Golgi (células eucariotas): está formado por sacos membranosos aplanados denominados
cisternas. En el complejo de Golgi se procesan, clasifican y modifican proteínas procedentes del RER, antes
de que pasen a su destino final en otros orgánulos.
Lisosomas: sacos membranosos en animales. Contienen enzimas que degradan materiales ingeridos,
secreciones y residuos.
Virus: no es un componente celular. Se trata de unos agregados macromoleculares de gran relevancia,
parásitos capaces de infectar a las especies celulares. Están formados por tres componentes principales: el
genoma, que puede ser de ADN o ARN; una cápsula formada por proteínas y, en algunas familias virales, una
membrana lipídica exterior.
Organismos unicelulares: formados por una sola célula, que realiza todas las funciones vitales (bacterias,
arqueas y algunos eucariontes).
Organismos pluricelulares: como su nombre indica, están formados por más de una célula, siempre
eucariotas, que se diferencian por la especialización funcional. Resaltamos, no obstante, que todos los
organismos pluricelulares tienen su origen en una sola célula al principio de su vida (cigoto, en el caso de los
animales).
En estos organismos pluricelulares, las células tienen que construir el medio extracelular que otorga
resistencia a los tejidos (huesos, madera…), y conecta entre sí los tejidos flexibles y móviles.
Síntesis proteica
Como sabemos, una de las principales funciones del ADN es la de transmitir la
información necesaria para la síntesis de las proteínas, siendo conveniente el
conocimiento de su estructura para la correcta comprensión de este proceso. El
ADN es una molécula muy larga y delgada, sobre todo en los organismos
eucariontes, por lo que podría romperse fácilmente o enmarañarse si no está
adecuadamente empaquetada. La bacteria Escherichia coli (E. coli) contiene unos
4 millones de pares de bases (4 x 106), con una longitud solo algo superior a 1 mm
(unas 1.000 veces mayor que la propia célula), en una única molécula circular que
se compacta formando pliegues en el interior de la propia célula.
Las células eucariontes contienen muchísimo más ADN que una bacteria (por
término medio), por lo que recurren al empaquetado y organización en unidades
llamadas cromosomas en el interior del núcleo celular específico. En el caso de las
células humanas, con tamaños similares a una bacteria, su ADN supera en más de
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1.000 veces al de E. coli: por ejemplo, un espermatozoide humano contiene unos 3.000 millones de pares de
bases (3 x 109), en una longitud que “estirada” mediría cerca de 1 m de longitud.
Los cromosomas (■Figura 5-10), son estructuras que se encuentran en el núcleo celular, empaquetados por
medio de proteínas, siendo los principales portadores de la información genética en los eucariontes. Los
humanos disponemos de 23 pares de cromosomas (n), uno heredado del padre y otro de la madre,
denominados cromosomas homólogos, totalizando así un total de 46, mientras que el caballo dispone de 64
cromosomas (2n), el perro de 78 (2n) y la mosca de la fruta de 8 (2n). Los cromosomas, a su vez, están
formados por cientos o miles de unidades denominadas genes.
Los genes son secuencias de nucleótidos en la molécula de ADN (o de ARN en el caso de algunos virus), que
portan la información necesaria para la síntesis de moléculas funcionales: normalmente proteínas (pero
también distintos tipos de ARN, como veremos más adelante), pudiendo generar una función específica, por
ejemplo el color de una flor o el de los ojos humanos. Se estima que en nuestra especie poseemos unos
25.000 genes para codificar proteínas. El lugar (posición) que ocupa un gen en un cromosoma (■Figura 5-10)
se denomina locus (el plural es loci, pronunciado loki). Se denominan alelos a los genes que ocupan
posiciones correspondientes en cromosomas homólogos, se trata de formas alternativas de un mismo gen.
La expresión genética es el proceso que utilizan los organismos procariotas y eucariotas para transformar la
información codificada en el ADN en las proteínas sintetizadas en la célula, necesarias para su desarrollo y
funcionamiento (todas las células de un organismo contienen la información genética necesaria para la
síntesis de todas las proteínas, pero no todos los genes se expresan al mismo tiempo, ni en todas las células).
La expresión genética se realiza mediante dos procesos sucesivos denominados transcripción y traducción
genéticas (■Figura 5-11).
Transcripción del ADN: en este primer proceso se copia la información contenida en una cadena del ADN,
denominada cadena molde, para formar una cadena de ARN mensajero (ARNm). Se denomina unidad de
transcripción a la parte de ADN que da lugar a una molécula de
ARNm. Este proceso (que se realiza en el núcleo de las células
eucariotas), utiliza las reglas establecidas para la
complementariedad de las bases de ADN ARNm: G C, C
G, T A y A U.
Las secuencias de ADN son copiadas a ARNm mediante la
enzima ARN polimerasa, que sintetiza un ARNm en el que se
mantienen, de forma “complementaria”, las secuencias del
ADN. La transcripción genética se denomina también síntesis
del ARN mensajero.
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Por lo tanto, el proceso global de la síntesis proteica comprende una primera fase de transcripción en el
núcleo de la célula, seguido de una segunda fase de traducción en el citoplasma, todo ello asistido por
numerosas proteínas de acuerdo al esquema: ADN ARNm proteína.
Debido a que los codones son el resultado de combinar cuatro letras tomadas de tres en tres, el número de
codones posibles es 64 (combinaciones de 4 elementos tomados de 3 en 3 = 43), de los cuales 61 codifican
aminoácidos (uno de ellos el codón de inicio de secuencia: AUG) y los tres restantes son sitios de parada
(UAA, UAG y UGA). Dado que los organismos solo utilizan 20 aminoácidos, muchos de ellos quedan
determinados por varios codones (■Tabla 5-1).
Las secuencias de codones determinan la formación de polipéptidos, generalmente proteínas, que tendrán
estructuras y funciones específicas. A continuación incluimos una tabla con los códigos genéticos:
El código genético es compartido por todos los organismos conocidos (universal), incluyendo virus y
organelos (solo aparecen pequeñas diferencias). Ejemplo: el codón UUU codifica el aminoácido fenilalanina
tanto en bacterias como en arqueas y en eucariontes.
Para los biólogos, la universalidad del código genético revela que todos los seres vivos conocidos han
tenido un ancestro común.
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Función de relación
Los organismos, además de alimentarse, necesitan relacionarse con el entorno, detectar eventuales
cambios ambientales y generar las evoluciones necesarias de adaptación, pues de lo contrario perderían
estabilidad y morirían.
Función de reproducción
Las estructuras biológicas se deterioran con el desarrollo de sus actividades vitales, lo que conduce a una
duración limitada en el tiempo, siendo por lo tanto imprescindible un mecanismo como la reproducción
para mantener la continuidad de las especies. La reproducción de los organismos (que detallaremos más
adelante), afecta tanto a cada una de las células que los forman, como al organismo en su conjunto.
Función de nutrición
La nutrición es una función básica de todos los seres vivos, a través de la cual obtienen la materia y la
energía necesarias para crecer, desarrollarse, renovar o reparar estructuras y para realizar todas sus
funciones. Dependiendo de la forma en que los organismos obtienen los nutrientes necesarios, se
diferencian dos tipos de organismos: los productores o autótrofos y los consumidores o heterótrofos.
Organismos autótrofos: toman del exterior moléculas inorgánicas sencillas (dióxido de carbono, agua y
algunas sales), a partir de las cuales generan las biomoléculas orgánicas complejas (glúcidos, lípidos,
proteínas y ácidos nucleicos), necesarias tanto para sus propias necesidades, como para los restantes
organismos, por lo que también se denominan productores primarios.
En la denominada fotosíntesis oxigénica (■Figura 5-12),
las plantas, las algas y algunas bacterias, capturan y
utilizan la energía solar (aproximadamente un 0,02 % de la
que llega a nuestro planeta), para sintetizar materia
orgánica a partir del CO2 atmosférico (o disuelto en mares,
lagos, ríos…) y del H2O que actúa como donante de
electrones. En este proceso es liberando oxígeno (O2) como subproducto.
En la fotosíntesis anoxigénica, practicada por las cianobacterias, también se utiliza la radiación solar como
fuente de energía: Las moléculas donantes de electrones puede ser H2S, H2 o Fe2+, mientras que el carbono
procede del CO2 disuelto en el agua. En estos procesos, en los que no interviene el agua como reactivo, no se
libera oxígeno.
Hay también organismos autótrofos, denominados quimioautótrofos, que generan biomasa en ausencia de
luz solar por medio del proceso de quimiosíntesis, utilizando la energía que se libera en reacciones químicas
de oxidación de compuestos inorgánicos reducidos, como ocurre en las chimeneas hidrotermales oceánicas
(que veremos más adelante en este capítulo).
En los continentes los principales productores primarios son las plantas, con un pequeño aporte de algunas
algas (líquenes), mientras que en los océanos son sobre todo las algas, la mayoría microscópicas formando
fitoplancton y algunas macroscópicas como los sargazos. El grupo más importante es el de las
cianobacterias (fitoplancton), seguido de algunos eucariontes unicelulares del reino Protista.
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Organismos heterótrofos: estos no pueden sintetizar moléculas orgánicas, por lo que “utilizan” las ya
fabricadas por los organismos autótrofos, a través del proceso de ingestión. Dado que estos nutrientes no
pueden ser utilizados directamente por las células, han de ser transformados previamente en otros más
sencillos, a través del proceso de la digestión, en el que participan un gran número de proteínas (enzimas).
Entre los organismos heterótrofos se encuentran todos los animales, los hongos y la mayoría de las
bacterias y las arqueas, aunque debemos de distinguir entre: consumidores primarios (herbívoros),
secundarios (carnívoros) y terciarios (súper-carnívoros, necrófagos…).
Se denomina cadena trófica (■Figura 5-13) al proceso de transferencia de los nutrientes a través de las
diferentes especies de un ecosistema, en el que un organismo se alimenta del precedente y a su vez
constituye el alimento del siguiente.
Podemos sintetizar esta sección en el concepto de
metabolismo, como el conjunto de reacciones químicas
que ocurren dentro de las células, mediante las cuales la
energía y la materia se ponen a disposición de los seres vivos. En el metabolismo hemos de distinguir entre
las fases de anabolismo y catabolismo:
Los nutrientes, una vez dentro de la célula, sufren una serie de reacciones, que constituyen el
metabolismo, muy similares en todos los tipos de organismos: un dato más a favor de un ancestro común
de todos los seres vivos.
Finalmente la excreción es la expulsión de los productos de desecho de las reacciones químicas del
metabolismo.
En todos los casos que se observan en la naturaleza hay una tendencia a alcanzar un estado de mayor
desorden.
Entropía y desorden. En física, para poder profundizar más en los fenómenos relacionados con la segunda
ley, es necesario utilizar los números, cuantificar el desorden. Se demuestra en mecánica cuántica una
relación entre los conceptos de entropía y desorden que viene dada por la expresión:
S = k ln D
en donde S es la entropía del sistema, k la constante de Boltzmann (3,2983 · 10-24 cal/K) y D una medida
cuantitativa del desorden atómico. Sin entrar en tecniscismos profundos, el desorden se compone en parte
de la agitación térmica del cuerpo en cuestión y en parte de la mezcla aleatoria de las diferentes clases de
partículas, en vez de estar nítidamente separadas, como el soluto y el solvente antes de la difusión.
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Al cabo de cierto tiempo el calor generado se ha disipado al medio ambiente exterior, aumentando su
agitación térmica, es decir su desorden o entropía, mientras que el dióxido de carbono adquiere la
temperatura ambiente, con lo cual su desorden o entropía es similar al de los reactivos iniciales antes de la
combustión.
Con los seres vivos ocurre algo similar, toman del entorno los alimentos muy bien ordenados, que le sirven
de alimento, los “queman de forma controlada”, lo que les proporciona la energía necesaria para su
actividad corporal y también para el calor que continuamente transmiten al ambiente, y devuelven al
exterior la materia consumida, de una forma degradada (excrementos), pero que aun puede ser utilizada por
otros organismos, como las plantas. En resumen, los organismos conservan su orden interno tomando
materia ordenada del entorno, utilizándola para sus necesidades, y devolviéndola mas desordenada:
mantienen su orden interno a costa de incrementar el deorden global del universo.
Erwin Schrödinger en su libro ¿Qué es la vida?, dice: “La vida parece ser el comportamiento ordenado y
reglamentado de la materia, que no está asentado exclusivamente en su tendencia de pasar del orden al
desorden, sino basado en parte en un orden existente que es mantenido”.
Origen de la vida
Desconocemos en qué consiste la vida y cómo surgió el primer organismo (hecho histórico irrepetible).
Sabemos que los seres vivos están formados por los mismos elementos químicos que la materia inerte,
aunque quizás en diferentes proporciones, y conocemos algunas de sus características, por ejemplo: un
organismo debe de poder reproducirse para asegurar la continuidad de la especie; también debe de poder
practicar algún tipo de metabolismo para asegurar la supervivencia a corto plazo.
La primera “evidencia” de materia de origen biótico, muy discutida, son unas pequeñas esferas de carbono
encontradas en Groenlandia datadas de hace 3.800 Ma, que presentan una anomalía isotópica de carbono
“significativa” de actividad biológica. Esto hace suponer que el último gran impacto esterilizador del
Bombardeo Intenso Tardío (BIT) se habría producido hace entre 4.000 y 3.800 Ma, muy poco antes de la
aparición de la vida.
Esta rápida aparición de la vida tras el último impacto nos hace sentir optimistas respecto a su posible
surgimiento en otros objetos del universo, donde concurran las circunstancias de nuestro planeta.
Este “prematuro” surgimiento de la vida también desafía a la “paradoja del Sol joven”, supuestamente un
30 % menos energético que el actual. Algunos expertos opinan que los océanos terrestres deberían de haber
permanecido helados hasta que la actividad solar alcanzase un nivel significativo hace unos 2.000 Ma. Una
posible explicación sería la presencia de una atmósfera densa (> 100 atmósferas), rica en dióxido de
carbono, que crease un fuerte efecto invernadero compensando así la falta de actividad solar.
La gran dificultad para determinar cómo pudo surgir la vida reside en la falta casi absoluta de evidencias
anteriores a hace 3.500 Ma, debido a la “eficacia” de nuestro planeta para borrar las huellas del pasado.
Tratando de superar esta dificultad, los investigadores modernos manejan dos estrategias contrapuestas:
a) la primera, denominada del pasado al presente (bottom-up), utiliza modelos y experimentos en los que, a
partir de moléculas inorgánicas sencillas, se pudo avanzar con la formación de monómeros sencillos
polímeros seres vivos. Es el campo de la química prebiótica. Una dificultad de este método es la de fijar,
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en el proceso de complejidad molecular creciente, el momento en que surge lo que podemos denominar
como organismo o ser vivo.
b) la segunda estrategia llamada del presente al pasado (top-dowm), se basa en la comparación de las
características de los organismos actuales entre sí, y la de éstos con las especies extintas, información que
nos proporciona la paleontología a través del estudio de los fósiles, donde las características compartidas
por diferentes organismos serán anteriores al momento en que sus linajes evolutivos se separaron: cuanto
más diferentes sean dos organismos, tanto más antiguos serán sus caracteres comunes. Recientemente
(últimas cuatro décadas) han sido las técnicas moleculares las que han permitido determinar, de forma
precisa, el parentesco entre la totalidad de los organismos conocidos (bacterias, animales, plantas,
hongos...). El mayor éxito de esta metodología es la demostración de que todos los seres vivos procedemos
de un mismo antepasado (■Capítulo 6, clasificación de los seres vivos, árbol de la vida), denominado LUCA
(por sus siglas en inglés: Last Univesal Common Ancestor) o último ancestro común universal (en español).
El origen de la vida y nuestro destino son cuestiones que preocuparon a nuestra especie a lo largo de los
tiempos. Seguramente por esto, y en base a razones “mágicas”, religiosas y recientemente más científicas, se
han propuesto distintos procesos, entre los que destacan: el creacionismo, la generación espontánea, la
panspermia, la teoría quimio-sintética y finalmente la “teoría de la burbuja”, hipótesis que pasamos a
comentar.
Creacionismo
El creacionismo, inspirado en creencias religiosas, se basa en la preexistencia de uno o más seres
inteligentes, con poderes sobrenaturales, a quienes se les atribuye la creación tanto de la Tierra como de los
seres vivos que la habitan.
Uno de los principales argumentos en los que se apoya el creacionismo, de cara al origen de la vida es en el
concepto de complejidad irreducible, donde se afirma que ciertos sistemas biológicos son tan complejos
que no pudieron evolucionar a partir de predecesores más simples a través de la selección natural. Este
argumento, central en el creacionismo, es ampliamente rechazado por la comunidad científica, que
considera al creacionismo como una pseudociencia.
El creador del concepto complejidad irreducible, Michael Behe (bioquímico estadounidense defensor del
diseño inteligente), lo define como “un sistema individual compuesto de varias partes bien coordinadas que
interaccionan para desempeñar la función básica de este, de modo que si se eliminara cualquiera de esas
partes dejaría de funcionar por completo”. Entre los casos propuestos de complejidad irreducible, figuran: el
flagelo de ciertas bacterias, el ojo y el sistema de coagulación de la sangre en los invertebrados.
Biólogos evolucionistas han demostrado cómo tales sistemas pudieron haber evolucionado y describen la
afirmación de Behe como un argumentum ad ignorantiam, tambien conocido como “llamada a la
ignorancia”, concepto utilizado en lógica. Se trata de una falacia que consiste en sostener la verdad (o la
falsedad) de una proposición alegando que no existe prueba de lo contrario, es decir, quienes utilizan estos
argumentos no basan sus pruebas en el conocimiento, sino en la ignorancia, en la falta de conocimiento. La
complejidad irreducible es en el fondo un argumento contra la evolución.
Una forma “tenue” de creacionismo es el diseño inteligente, cuya actividad consiste en negar en cierta
medida la validez e importancia de las explicaciones evolutivas sobre las estructuras biológicas, para concluir
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que es necesaria la intervención directa de un ser inteligente para su creación. Los partidarios del diseño
inteligente no suele hacer explícita su motivación religiosa.
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año 1674, y en 1677 menciona por primera vez a los espermatozoides, “animálculos muy numerosos en el
esperma” [■5-11]. Todos estos descubrimientos desencadenaron un gran interés por la microscopía dentro
del mundo científico. Leeuwenhoek (al igual que Francesco Redi y otros), en base a sus observaciones de la
reproducción de los insectos, era contrario a la teoría de la generación espontánea, sin embargo el mundo
científico de la época reservaban al “nuevo mundo de los microorganismos” la posibilidad de la
generación espontánea.
El verdadero progreso de la ciencia de la vida se aceleró a partir de mediados del S. XIX con independientes e
importantes novedades:
Friedrich Wöhler, químico alemán, había conseguido la síntesis de la urea en 1828, producto terminal del
metabolismo de las proteínas de los mamíferos, acabando así con la creencia de que los compuestos
orgánicos no podían obtenerse en laboratorio a partir de la materia inorgánica.
Otro hecho importante fue la presentación por Darwin y Wallace (1859) de su teoría sobre la evolución de
las especies a través de la selección natural, demostrando que nuestro planeta, en contra de las sagradas
escrituras de la época, no siempre había estado habitado por los animales y las plantas actuales que nos
rodean.
Fue en 1861, estando Europa sometida a importantes enfermedades infecciosas, cuando el químico francés
Louis Pasteur realizó una cuidadosa serie de experiencias demostrando que los microorganismos, como los
hongos y las bacterias, no surgían espontáneamente de la materia inerte, y que podían ser eliminados,
dando lugar a la teoría celular, que explica la constitución de la materia viva a base de células. Para su
experimento, Pasteur utilizó unos matraces de cuello de cisne en forma de “S”, terminados en una pequeña
apertura que impedía el acceso del aire. Introdujo cantidades iguales de caldo de carne en los matraces y los
hizo hervir para eliminar los posibles microorganismos [■5-12]. Al cabo de cierto tiempo ninguno de los
caldos presentaba signos de descomposición. Al cortar el cuello de uno de los frascos observó que el caldo
no tardó en descomponerse, mientras que los cerrados permanecían en perfecto estado, demostrando así
que tampoco los microorganismos proceden de la generación espontánea.
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Hace unos 4.600 Ma se produjo el colapso de una nebulosa de la Vía Láctea, para formar nuestro SS,
situado actualmente a unos 28.000 años luz del centro galáctico. En estas circunstancias emergió
nuestro planeta, como una esfera de roca fundida orbitando a un joven Sol, acompañada de otros
planetas rocosos, gigantes gaseosos, gigantes helados y el resto de cuerpos menores del SS.
Los primeros 1.000 Ma de la Tierra y del Sistema Solar fueron convulsos y poco conocidos. La Tierra
recién formada estaba muy caliente debido a las colisiones de los protoplanetas, la desintegración
radiactiva de los elementos inestables y la compactación del planeta. El “joven” Sol no estaba
completamente estabilizado y era un 30 % menos luminoso que ahora.
La opinión más generalizada sitúa el origen de la vida en la Tierra en algún momento entre hace unos
4.400 Ma, si es que se dieron las condiciones para que el agua se condensase por primera vez, y como
mínimo hace 3.000 Ma, datación fiable de los registros fósiles más antiguos.
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“El origen de la vida”, según Alexander Oparin
Oparin (■Figura 5-15), biólogo y bioquímico soviético, desarrolló su hipótesis
en base a sus profundos conocimientos de la geología y la astronomía, y
también a sus propias constataciones en numerosos experimentos en el
laboratorio.
En 1924, unos años después de la Revolución Rusa, fue publicado el primer
libro de Oparin titulado El origen de la vida. Una posterior ampliación
(traducida al inglés en el año 1938), tuvo una gran influencia en el mundo
científico europeo occidental y Estados Unidos, marcando un antes y un
después en este campo, y también en las discusiones entre el idealismo y el
materialismo. Para Oparin la vida no era más que una forma especial de
existencia de la materia. En su opinión la vida habría surgido a través de una
evolución molecular, partiendo de la materia inanimada, similar a la
evolución de las especies preconizada por Darwin. Estaba en contra de la
necesidad de una fuerza vital o razón divina que en su época predominaba
en el mundo occidental (europeo y norteamericano). Defendió, apoyándose
en el materialismo, la idea de que “la vida, como todo el mundo restante, era de naturaleza material y no
necesita para su explicación el reconocimiento de ningún principio espiritual supramaterial”. Para amparar su
hipótesis se apoyó en las demostraciones de Redi y Pasteur acerca de la inexistencia de la generación
espontánea (tanto de vida compleja como de los microorganismos más sencillos), en ninguna parte del
mundo que nos rodea.
Oparin discrepó del mendelismo, muy extendido en el mundo occidental de la época, según el cual, en sus
propias palabras: “… los portadores de la herencia, lo mismo que todas las demás propiedades de la vida, son
los genes, partículas de una sustancia especial concentrada en los cromosomas del núcleo celular… Según
ellos, la molécula del gene surge en forma puramente casual, gracias a una “feliz conjunción de átomos de
carbono, hidrógeno, oxígeno, nitrógeno, fósforo, los cuales se combinan “solos”, para formar una molécula
extraordinariamente compleja de esa substancia especial, que posee desde el primer momento todos los
atributos de la vida”.
En la hipótesis de Oparin, la vida no surgió de forma repentina, sino que, incluso los organismos más
simples, debido a su enorme complejidad “debieron de formarse mediante transformaciones sucesivas,
sumamente prolongadas en el tiempo, de las sustancias que los integran”.
Oparin había demostrado experimentalmente que el oxígeno, muy reactivo, impedía la síntesis de
compuestos orgánicos (imprescindibles para que la vida pudiera surgir), por lo tanto la presencia de este
elemento fue descartada en su “teoría” sobre el origen de la vida (una atmósfera como la actual, con un 21
% de oxígeno, actuaría como un veneno que captaría todos los electrones disponibles –oxidación-
impidiendo la formación de materia orgánica en su entorno). Sus conocimientos del sistema solar
(particularmente del gigante Júpiter), le indujeron a suponer una atmósfera primigenia terrestre reductora
(■Figura 5-16), formada por amoniaco (NH3), metano (CH4), hidrógeno (H2) y agua (H2O), esta última
procedente de las erupciones volcánicas que, como ocurre en la actualidad, incorporarían un 10 % de agua.
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En su obra, Oparin expone su “teoría” quimiosintética según la cual se pudieron formar moléculas
orgánicas, a partir de las sustancias mencionadas, impulsadas por la radiación solar UV (ausencia de O3), la
actividad volcánica y a las descargas eléctricas atmosféricas (en ausencia de oxígeno). Estos productos
primigenios se combinarían de forma cada vez más compleja, en un proceso de evolución molecular desde
compuestos inorgánicos hasta moléculas orgánicas (aminoácidos y otras moléculas), proceso inspirado en la
evolución darwiniana que ya se conocía
(■Capítulo 6). Oparin supuso que los
aminoácidos arrastrados por la lluvia, y que
no regresaban a la atmósfera, podían
permanecer en “charcas” sobre las rocas
calientes, para combinarse y formar los
primeros péptidos y proteínas, sustancias
que quedarían disueltas en unas gotitas que
a su vez crecerían por fusión con otras y se
reproducirían por fisión en “gotitas hijas”
similares, aunque con ligeras variaciones.
El posterior enfriamiento de la atmósfera
(saturada de vapor de agua), daría lugar a
lluvias torrenciales durante miles de años,
formando los océanos al que serían
arrastradas las sustancias orgánicas de las
rocas, originando la llamada sopa primitiva. Sería en este medio acuoso donde las proteínas se habrían
agrupado y reaccionado entre sí para componer lo que Oparin denominó coacervados [■5-13]. Para
comprender estos razonamientos es preciso revisar el concepto de coacervado, minúsculas gotitas rodeadas
por membranas que las aíslan del entorno, en donde están contenidas distintas sustancias en estado
coloidal [■5-14]: 75-80 % de agua, 10-15 % son proteínas, enzimas, sales o electrolitos, carbohidratos y
lípidos. “En esta sustancia coacervática fundamental flotan libremente partículas filamentosas coloidales, tal
vez gigantescas moléculas proteínicas sueltas y, más probablemente, verdaderos conglomerados de esas
moléculas”.
La individualización de las gotas respecto al medio exterior (sistemas coloidales de tipo individual) lleva
implícita la posibilidad de su posterior desarrollo. Incluso las gotas que se formaban simultáneamente en el
mismo medio se diferencian unas de otras tanto en composición como en estructura interna.
En el océano primitivo, el coacervado se encontraba inmerso en una solución de diferentes sustancias
orgánicas e inorgánicas (no en agua pura), que eran absorbidas por el propio coacervado, dando lugar a
reacciones químicas por medio de las cuales el coacervado iba creciendo. Simultáneamente a estos procesos
de síntesis también se generaban otros de descomposición, de desintegración. La velocidad de unos y otros
procesos estaba condicionada por la relación entre las características fisicoquímicas de las gotas y las
condiciones del medio exterior, lo que podía influir en sentido positivo o negativo [■5-15] dando lugar a la
evolución del coacervado o, por el contrario, incluso a su desaparición. Solo pudieron subsistir durante un
tiempo prolongado los coacervados que tenían estabilidad dinámica, aquellos en los que la velocidad de
síntesis superaba, o al menos igualaba, a la velocidad de desintegración. Las gotas que se desintegran pasan
a formar parte de la sopa primigenia, de la que se alimentaban las gotas coacerváticas que perduraban, las
- 105 -
mejor organizadas. Así se fue incrementando la proporción de aquellas gotas cuya organización era la más
adecuada para las condiciones de existencia presentes en el medio.
Las gotas así formadas y en crecimiento, tuvieron que fraccionarse debido a causas puramente mecánicas,
dando lugar a “gotas hijas” que tenían “aproximadamente” la misma organización que el coacervado de
origen. A partir de la división, cada gota continuaba con su propio destino, incorporando variaciones que
harían más o menos factible su subsistencia.
A la vez que aumentaba la estabilidad dinámica de las formas coloidales, evolucionaba también el propio
dinamismo de los sistemas hacia un aumento de la velocidad de las reacciones que tenían lugar en ellos.
Estas capacidades adquiridas, de transformar más rápidamente las sustancias, suponía una gran ventaja
respecto a los demás coacervados que flotaban en la misma solución de cuerpos orgánicos, ya que podían
asimilar más rápidamente esos cuerpos, crecer con mayor rapidez y ser cada vez más significativa su
representación y la de su descendencia en la masa general.
Fue con la incorporación de los fermentos como se consiguieron cambios esenciales que aceleraban
considerablemente la velocidad de las reacciones químicas, a la vez que se establecía un cierto orden en el
protoplasma. La aceleración en estas soluciones pudo lograrse a través de catalizadores inorgánicos (sales
de calcio, hierro, cobre…), abundantes en el océano primitivo. Al llegar a las formas coloidales, los
catalizadores inorgánicos fueron sustituidos por otros más complejos dotados no solo de muchísima
mayor actividad sino también de un efecto muy específico sobre determinadas reacciones. Esto generó
grandes ventajas para la organización de los procesos que tenían lugar en las formaciones coloidales. Los
sistemas coloidales solo llegaron a adquirir estabilidad dinámica permanente cuando los procesos de síntesis
producidos en ellos se coordinaban entre sí y se producían con regularidad. Así fue cómo surgió la capacidad
de regeneración del protoplasma.
La formación de sistemas individuales fue la que determinó, según Oparin, la aparición de la vida y todo su
desarrollo posterior en nuestro planeta.
Para Oparin, lo más esencial de la organización del protoplasma no es la disposición de sus partes en el
espacio (como ocurre en una máquina), sino un determinado orden de los procesos químicos en el tiempo,
su combinación armónica tendente a conservar el sistema vital en su conjunto. Para que se forme un
cuerpo químico complejo característico de un determinado ser vivo (proteína), se requiere que muchas
decenas, centenas e incluso miles de reacciones se sucedan en un orden “regular”, rigurosamente
establecido, base de la existencia del protoplasma (hoy sabemos que este orden está controlado por el
ADN). Como modelo de estos sistemas podría servir una obra musical, por ejemplo una sinfonía, que viene
caracterizada por el orden en el tiempo de las decenas o cientos de miles de los sonidos que la componen.
Basta alterar el orden de los sonidos para que desaparezca la sinfonía como tal.
Según Oparin, “… para que cualquier sustancia del protoplasma vivo pueda participar realmente en el
metabolismo debe de combinarse con una proteína, formar con ella una unión compleja… La extraordinaria
especificidad de las proteínas-fermento, permite que cada una de ellas forme uniones complejas con
determinadas substancias y catalice tan solo determinadas reacciones. … el orden citado sigue una
determinada dirección… Los centenares de miles de reacciones químicas están rigurosamente coordinadas en
el tiempo… solo se combinan armónicamente en un orden único… todo este orden tiende al mismo fin: a la
auto-renovación, a la auto-conservación de todo el sistema vivo en su conjunto, en consonancia con las
condiciones del medio ambiente”.
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La estabilidad en la composición química de las formas coloidales individuales dio origen a cierta estabilidad
estructural de las mimas. Las proteínas de cada sistema coloidal ya no se combinaban al azar, sino con
estricta regularidad. La estructura inestable y fugaz de los coacervados primitivos fue sustituida por una
organización dinámicamente estable que aseguraba el predominio de las reacciones de síntesis frente a
las de desintegración.
Este proceso condujo, según Oparin, a una forma cualitativamente nueva de existencia de la materia. Así se
produjo el “salto” que significó la aparición de los seres vivos más simples en nuestro planeta. La
estructura de estos sencillísimos organismos primitivos era mucho más perfecta que la de los coacervados,
pero incomparablemente más simple que la de los organismos más sencillos de nuestros días.
Con el paso de los siglos, o de los milenios, la estructura de los organismos se iba haciendo cada vez más
perfecta, se adaptaba cada vez más a las condiciones en que se desarrollaba la vida. Al principio se
alimentaban de sustancias orgánicas disponibles en el medio, pero llegó un momento en que los alimentos
escasearon por lo que algunos organismos aprendieron a “fabricar” materia orgánica a partir de materiales
proporcionados por la naturaleza, concretamente CO2, agua y la energía de la luz solar. A partir de estos
ingredientes crearon materia que se incorporaba en su propio organismo, dando origen a las “plantas” más
sencillas: las algas cianofíceas (cianobacterias). Otros seres vivos conservaron su sistema de alimentación,
pero ahora consumían “algas”, aprovechando su sustancia orgánica. Fue así como surgió, según Oparin, el
mundo de los animales.
Estos primeros organismos, tanto “plantas” como “animales”, estaban representados por pequeñísimos
seres vivos unicelulares, semejantes a las bacterias, a las algas cianofíceas (cianobacterias) y a las amibas
(amebas) de nuestros días.
Estas fases que acabamos de describir constituyen el modelo que en su momento permitía establecer un
enlace entre las moléculas inorgánicas y los seres vivos, proceso que según Oparin debería de ser
reproducible en laboratorio.
Por todo lo indicado, Oparin es considerado unánimemente como el padre de la teoría del origen
bioquímico de la vida.
La vida, según Oparin, ha surgido como una forma nueva y más compleja de la organización de la materia,
sometida a leyes de orden superior a las que imperan en la naturaleza inorgánica
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denominó coacervados, agregados de proteínas, rodeados por una membrana lipídica que los aislaba del
medio (propuesta, como algunas otras, soportada por evidencias experimentales). En este proceso surgirían
también los fermentos, semejantes a los catalizadores orgánicos, pero con efectos muchísimo más intensos,
y con la particularidad de ser específicos para cada tipo de reacción.
La estructura inestable y fugaz de los coacervados primitivos fue sustituida por una organización
dinámicamente estable que aseguraba el predominio de las reacciones de síntesis frente a las de
desintegración. Lo esencial del proceso no era la disposición de las partes (en el protoplasma), sino el orden
rigurosamente establecido en el que se produjeron las reacciones.
Este proceso conduciría a una forma cualitativamente nueva de existencia de la materia. Así se habría
producido el “salto” que significó la aparición de los seres vivos más simples en nuestro planeta
Estas fases que acabamos de describir, a modo de resumen, constituyen el modelo que en su momento
permitía establecer un enlace entre las moléculas inorgánicas y los seres vivos, proceso que, según Oparin,
debería de ser reproducible en laboratorio.
Los resultados del experimento de Miller son uno de los hechos notables en la búsqueda del origen de la
vida, al mostrar que algunos componentes orgánicos básicos se podrían sintetizar a partir de la materia
inorgánica, por métodos relativamente sencillos, tanto dentro como fuera de nuestro planeta.
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Joan Oró y las bases nitrogenadas
Otro salto importante de la química prebiótica se lo debemos a Joan Oró, bioquímico español que desarrolló
su actividad científica en la Universidad de Houston, dónde consiguió realizar por primera vez la síntesis de la
adenina (como sabemos, una de las bases nitrogenadas de los ácidos nucleicos) el día de Navidad de 1959,
una de las moléculas importantes para la vida. Como curiosidad de este descubrimiento cabe mencionar que
dicha síntesis la realizó a partir del ácido cianhídrico (HCN), sustancia muy venenosa, que se hacía burbujear
durante varios días a través de una disolución de amoniaco a 70 ºC. Posteriormente, Oró y también otros
investigadores, lograron sintetizar la guanina y otras purinas. En cuanto a las pirimidinas timina, citosina y
uracilo, restantes bases nitrogenadas del ADN y ARN, se lograron sintetizar a partir de otros compuestos,
como el cianoacetileno (C3HN).
En la década de los sesenta del pasado siglo, Joan Oró también apoyó la hipótesis de que la materia orgánica
que dio lugar a la vida pudo llegar a nuestro planeta en los cometas que impactaron sobre la Tierra primitiva
y como resultado de sus investigaciones se pudo elaborar un esquema evolutivo desde las primeras
transformaciones termonucleares en las estrellas hasta la vida en nuestro planeta. Sus ideas acerca de la
vida prebiótica se reflejan en su libro El origen de la vida, donde escribió:
Algunos de los procesos prebióticos son reproducibles, en líneas generales en el laboratorio y se ha
comprobado que el medio acuoso o líquido es el más idóneo para su desarrollo. Por tanto, es casi seguro que
la vida brotó en lo que se ha llamado mar primordial u océano primitivo.
A partir de esta época empezó a plantearse científicamente la posible implicación de los cuerpos menores
del Sistema Solar en la aportación de algunos de los ingredientes necesarios para que la vida pudiese surgir
en nuestro planeta.
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presencia de una densa atmósfera formada por gases volcánicos rica en CO2, gas de potente efecto
invernadero, que podría mantener el planeta “caliente”. Sin embargo el CO2 es muy soluble en el agua,
por lo que reaccionaría con las rocas volcánicas y sería retirado de la atmósfera para formar grandes
depósitos de carbonatos. En base a estos datos, otros científicos estiman que el CO2 no pudo estar
presente en la atmósfera de hace 4.000 Ma en cantidad suficiente para crear el efecto invernadero
requerido.
- 111 -
Se trata de verdaderos reactores químicos: ambientes reductores, saltos térmicos importantes,
desequilibrio químico de las aguas...
Presencia de productos químicos disueltos en los fluidos hidrotermales, que son utilizados por los
microorganismos quimiosintéticos en ecosistemas de la zona afótica (sin luz). Estos organismos forman
la base de la cadena trófica del entorno al actuar como “organismos productores”, que no dependen de
las plantas ni del Sol.
Ambiente “independiente” de las condiciones atmosféricas externas, como la radiación UV o los
impactos meteoríticos, que afectan en mayor grado a las aguas superficiales.
Los organismos quimioautótrofos termófilos pueden mantener un ecosistema recurriendo
exclusivamente a reacciones inorgánicas independientes de la luz solar.
En estos ambientes la vida sabe aprovechar otras formas de energía distintas de la solar. Las chimeneas
están recubiertas por microorganismos quimioautótrofos capaces de extraer energía del sulfuro de
hidrógeno (H2S) y otras sustancias abundantes en las emanaciones volcánicas, para elaborar azúcares a
partir del agua y el dióxido de carbono disuelto:
CO2 + O2 + 4H2S → CH2O + 4S + 3H2O
Se observa también que el “árbol de la vida” (■Figura 6-14) presenta en sus “ramas más bajas” a aquellos
organismos que son propios de ambientes con altas temperaturas, indicio, para algunos, del posible origen
de la vida en estas condiciones. Esto podría estar señalando a LUCA (Last Universal Common Ancestor) como
un organismo que se originó en ambientes similares a las chimeneas hidrotermales. También hay opiniones
apuntando que el “árbol de la vida” pueda presentar un sesgo debido al bombardeo intenso tardío (BIT,
■Capítulo 3), que habría eliminado y borrado la huella de los organismos menos resistentes a las altas
temperaturas.
En base a lo indicado anteriormente, es lícito plantear la hipótesis de que cualquier planeta (o satélite) que
disponga de un océano de agua líquida y un núcleo caliente, podrían desarrollar ecosistemas en la interfaz
entre la corteza caliente reductora y el océano frío oxidante. Estas son las condiciones que, según algunos
autores, podrían dar origen a la vida en objetos celestes como algunas de las lunas de Júpiter.
- 112 -
época (principios del S. XX) también se pensaba que las bacterias podrían propagarse por la galaxia
presionadas por las radiaciones estelares. Todo esto dio lugar a muchas discusiones, extendiendo el posible
origen externo de la vida a los 13.800 Ma de existencia del universo después del Big-Bang. Esta hipótesis
también fue apoyada (décadas más tarde) por científicos ilustres, como el astrónomo británico Fred Hoyle,
basándose en hechos como la detección de microorganismos a 41 km de altura en la atmósfera terrestre. La
comunidad científica actual opina que estas bacterias proceden, muy probablemente, de la superficie
terrestre, arrastradas por la circulación atmosférica, y no del espacio exterior transportadas por cometas.
Damos algunos argumentos que en su momento fueron utilizados a favor de la panspermia:
Unas 40.000 toneladas de polvo cósmico “llueven” todos los años sobre la Tierra.
Descubrimiento (hasta el año 2006) de 141 moléculas en el espacio (nubes de polvo y gas...), desde
compuestos simples como el metano, hasta otros complejos como la glicina (un aminoácido). Además, en
los espectros hay decenas de líneas no identificadas, por lo que es de esperar una ampliación de la lista.
Estos compuestos pueden haber sido traídos a nuestro planeta por cometas...
El análisis de la composición química del cometa Halley, realizado en 1986 por la sonda Giotto (ESA),
mostró que la materia orgánica es abundante en este tipo de objetos.
El meteorito Murchison, perteneciente a la familia de las condritas carbonáceas, cayó cerca de
Murchison, en Australia, en el año 1969 y pudo ser recuperado rápidamente, evitando así su
contaminación. El análisis detallado de su composición muestra una variada colección de moléculas
orgánicas, entre ellas diversos ácidos orgánicos, formaldehido, alcoholes, cetonas, urea y numerosos
aminoácidos [■5-16], parte de los cuales coincidían con los encontrados por Miller.
Estos resultados validan el experimento propuesto por Oparin y
Haldane y además, teniendo en cuenta que las leyes de la
química son universales, muestra que algunas de las etapas para
el paso evolutivo de la materia inanimada a la vida pudieron
realizarse en otras regiones del Sistema solar (o del universo)
donde las condiciones hayan sido las adecuadas.
El meteorito marciano ALH84001 (■Figura 5-19), se estima que
se formó en Marte hace unos 4.500 Ma, de donde fue expulsado
hace unos 16 Ma por el impacto de un meteorito. Cayó en la
Tierra (Antártida) hace unos 13.000 años, siendo descubierto en
el año 1984. En 1996, tras muchos años de almacenamiento, la NASA anunció posibles indicios de vida
fósil, causando un gran revuelo en el mundo científico:
- 114 -
núcleo. Respecto al impacto, ya hemos visto (apartado a) que un porcentaje de bacterias supera los
experimentos realizados, sobre todo si el meteorito cae en el agua (las rocas pequeñas tienen la ventaja de
una caída más suave).
Las tres fases de la hipotética panspermia (eyección, tránsito y llegada) presuponen índices de supervivencia
muy bajos, quizá uno entre cientos de millones, pero cada roca podría transportar miles de millones de
células, bastando una sola célula viva que llegue con éxito, para repoblar todo un mundo deshabitado.
Las estimaciones teóricas realizadas por estudiosos del tema (respaldados por constataciones) indican que
desde la formación del SS han sido despedidos de Marte más de 1.000 millones de fragmentos, un 5 % de los
cuales alcanzaron la Tierra, y de estos se han encontrado unos 40, entre ellos el denominado ALH84001 (ya
comentado anteriormente). Se considera que el tráfico en sentido contrario, debido a la mayor gravedad de
nuestro planeta, es unas 100 veces menor. Si la vida surgió pronto en el Sistema solar interior (Venus o
Marte, igual que en la Tierra), se habrá producido un importante intercambio cuando estos planetas
sufrieron el BIT (bombardeo intenso tardío). Como apoyan algunos autores, también merece la pena
plantearse la colonización de los grandes satélites de los gigantes gaseosos, aunque la probabilidad de que
una roca alcance lugares tan lejanos quizá sea un millón de veces menor.
En el caso de que este tipo de panspermia hubiese ocurrido, nosotros seríamos extraterrestres.
Las dificultades para superar las tres fases indicadas (eyección, travesía y llegada) nos inducen a pensar
que la hipótesis de la panspermia es muy dudosa para los intercambios entre objetos de un mismo
sistema estelar y prácticamente imposible entre diferentes sistemas estelares de nuestra galaxia.
La panspermia abre el espacio y el tiempo para el salto de la química a la bioquímica, pero no responde a la
pregunta: ¿cómo se formaron las primeras células vivas?
Panspermia molecular.- Como ya hemos comentado, se ha detectado materia orgánica que se encuentra
distribuida por el universo: nubes moleculares interestelares, condritas carbonáceas, meteoritos… Esto dio
pié a muchos científicos, como el español Joan Oró, para dar apoyo al importante papel que pudieron haber
desempeñado los cometas y los meteoritos aportando moléculas orgánicas sencillas o incluso ingredientes
complejos, como algunos aminoácidos que no pudieron sintetizarse en los experimentos y que se consideran
importantes para que la vida haya podido surgir. Esto dio lugar a la aparición de la hipótesis denominada
panspermia molecular, según la cual los cometas, los meteoritos y el polvo interplanetario (que está
cayendo constantemente sobre nuestro planeta), habrían aportado, además del agua, un buen número de
las moléculas necesarias para que la vida haya podido surgir en nuestro planeta.
¡¡Panspermia dirigida!! En la misma década de 1960, unos cuantos investigadores (algunos de gran
prestigio, como Leslie Orgel) han llegado a proponer una hipótesis mucho más osada, denominada
panspermia dirigida, según la cual la vida terrestre tendría su origen en unos microorganismos muy
resistentes, formados en algún otro lugar del Universo y que habrían sido traídos intencionadamente a
nuestro planeta por alienígenas inteligentes.
Muchos especialistas opinan que el aporte exterior de moléculas complejas por asteroides y cometas fue
esencial para las primeras etapas prebióticas en nuestro planeta.
- 115 -
No sabemos si la vida, pero al menos los componentes básicos si pueden encontrarse más allá de nuestro
planeta Tierra [■5-19]
Química prebiótica
Tras los exitosos trabajos de Miller y Oró, muchos científicos continuaron realizando experimentos químicos
de laboratorio dirigidos a la obtención de monómeros y a su ensamblaje, necesarios para la síntesis de los
componentes básicos de las células: bases nitrogenadas, ribosa, grupo fosfato (para los ácidos nucleicos),
aminoácidos (para las proteínas), membranas…, a través de reacciones impulsadas por catalizadores
orgánicos o inorgánicos de distinto tipo. Las condiciones de partida para los experimentos serían la supuesta
atmósfera de hace unos 3.800 Ma, formada, según modelos, por mezclas de los gases: H2O, H2, NH3, N2, CH4,
CO, CO2, H2S… (en concentraciones indeterminadas), sometidos a las también desconocidas condiciones
físico-químicas del planeta en aquella época, como la temperatura, las erupciones volcánicas, las supuestas
descargas eléctricas de las tormentas, la radiación UV del aun joven Sol sin una capa de ozono protectora, o
las posibles combinación de algunas de estas fuentes de energía, lo que habría permitido la formación de un
cierto número de moléculas de 1 a 3 átomos de carbono. A su vez, estas primeras moléculas podrían haber
evolucionado en el ámbito de la química prebiótica en presencia de catalizadores inorgánicos, como
minerales, superficies de óxidos metálicos, o distintas interfases como: agua-hielo (ciclos de congelación-
fusión), aerosoles (agua-gas) o lípidos-soluciones acuosas.
Según distintos autores [■5-20], se ha demostrado que a partir de las mencionadas moléculas iniciales (de 1
a 3 átomos de carbono), se pueden formar prácticamente todos los bio-monómeros, utilizando para ello
distintos tipos de catalizadores, como algunas moléculas orgánicas o compuestos órgano-metálicos
conteniendo cationes de metales como hierro (Fe), cobre (Cu), manganeso (Mn) o cobalto (Co).
Respecto a los nucleótidos, “ladrillos” de los ácidos nucleicos, los primeros experimentos se han enfocado
inicialmente a la síntesis en condiciones prebióticas, y por separado, de los componentes básicos (grupos
fosfato, ribosa y las bases nitrogenadas), y a su posterior ensamblaje para la formación de los nucleótidos.
Las purinas y pirimidinas (bases nitrogenadas) han podido ser sintetizadas con procesos relacionados, como
ya hemos comentado, con los puestos a punto por Joan Oró y otros científicos. La obtención de la ribosa,
uno de los componentes esenciales del ARN, es un punto débil de la química prebiótica, ya que en las
reacciones experimentales para la obtención de azúcares, incluso con la utilización de catalizadores
minerales, la ribosa es siempre un producto minoritario e inestable. Otro asunto conflictivo para su supuesta
síntesis en condiciones prebióticas es el grupo fosfato, ya que, excepto en la chimeneas volcánicas, no es
sencillo imaginar otros ambientes ricos en fosfato. Sin embargo, en opinión de relevantes científicos actuales
la dificultad más importante para la síntesis de nucleótidos no reside en la obtención de la ribosa y del grupo
fosfato, sino en lograr el enlace ribosa-bases nitrogenadas en la posición y geometría adecuadas.
Entre las posibilidades de la síntesis de monómeros en condiciones prebióticas, seguramente los más fáciles
habrán sido los aminoácidos (“ladrillos de las proteínas”), tal como se desprende de los experimentos tipo
Miller y en la abundancia de estas moléculas en las condritas carbonáceas analizadas. Respecto a la unión de
aminoácidos mediante enlaces peptídicos para la formación de proteínas, hay que considerar que se trata
de un proceso que requiere mucha energía y además es muy lento en disolución, por lo que se requiere la
presencia de un catalizador que lo acelere y que proporcione un entorno no acuoso, para que la reacción
pueda llevarse a cabo en un tiempo compatible con la estabilidad de los aminoácidos. También aquí Oró y su
equipo fueron pioneros en la síntesis de polipéptidos (en “condiciones prebióticas”), a partir de glicina, a los
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que denominaron proteinoides. A partir de aquí se han propuesto otros contextos en los que se favorecería
el enlace entre aminoácidos al facilitar la eliminación del agua en el entorno local de las reacciones:
participación de superficies catalizadoras inorgánicas (pirita, determinadas arcillas…), presencia de interfases
disolución acuosa-bicapas lipídicas, ciclos de humedecimiento-secado (zonas litorales intermareales).
En coherencia con los organismos actuales, es de suponer que los sistemas protocelulares estuviesen
“cerrados” (compartimentados) por algún tipo de envoltura orgánica. Respecto a las membranas celulares
primigenias, es probable que estuviesen formadas por una variedad de compuestos anfifílicos más sencillos
que los lípidos actuales, en donde se podrían insertar ciertas moléculas orgánicas que ocasionalmente
conducirían a aumenta su permeabilidad. Como se ha demostrado experimentalmente, estas moléculas
podrían haber sido formadas en reacciones prebióticas a partir de de CO y H2 en presencia de catalizadores
metálicos y temperaturas de 150-300 ºC (proceso Fischer-Tropsch), reacciones que podrían haber ocurrido
en entornos como las chimeneas hidrotermales o los géiseres; y también sabemos que moléculas de este
tipo pueden haber sido aportadas por la condritas carbonáceas. Esto significa que los constituyentes de las
membranas celulares se podrían haber formado en potenciales escenarios de la Tierra primitiva. También se
ha demostrado experimentalmente que las vesículas formadas con este tipo de componentes pueden
fusionarse entre sí poniendo en contacto sus contenidos, desencadenando reacciones entre moléculas con
historias químicas independientes, hecho fundamental para la evolución molecular hacia la vida. Por otro
lado, el tamaño de las vesículas puede aumentar con la incorporación de otras moléculas anfifílicas
presentes en el medio (por ejemplo, micelas) hasta alcanzar el tamaño crítico en que la vesícula se
desequilibra y se parte en dos de forma espontánea, base físico-química sencilla de la división proto-celular,
que no requeriría mecanismos complejos (catalizadores) para este simple proceso. Sin embargo, la
replicación (duplicación proto-celular) habrá sido mucho más compleja, ante la necesidad de implementar
acciones tan complicadas como la sincronización de la duplicación del genoma con la división celular.
El descubrimiento de las ribozimas (ARN con capacidad catalítica), 30 años después del experimento de
Miller, se considera otro de los hitos importantes en el estudio del origen de la vida.
Ahora “solo” quedaba por descubrir como se había formado el ARN, algo que se suponía relativamente
sencillo:
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Los ribo-nucleótidos (nucleótidos de ARN) podrían ensamblarse a partir de moléculas sencillas ya
disponibles en la naturaleza.
Posteriormente los nucleótidos se habrían enlazado aleatoriamente hasta que, al cabo de un tiempo
más o menos largo, se acabaría formado un complejo molecular, una forma de ARN con la doble
capacidad de las ribozimas: programar y fabricar otras moléculas.
A continuación se desarrollaría una membrana alrededor de este ARN primigenio, convirtiéndose así en
la primera célula procariota.
Esta idea de una ribozima como molécula primigenia captó muchos seguidores dando lugar a que se acuñase
el término “El mundo del ARN”, considerado como antecesor del mundo celular actual de las proteínas y el
ADN. Sin embargo, pasado ya cierto tiempo, esta hipótesis está siendo debatida ya que la autorreplicación,
incluso partiendo de ARN ya ensamblado, aún no se ha conseguido.
En este punto, y aceptada la probable existencia del Mundo ARN, cabe preguntarnos: ¿cómo se ha llegado
hasta aquí?, ¿qué mecanismos abióticos pudieron darse antes de la aparición de las ribozimas con actividad
ARN polimerasa que catalizasen él proceso? En este supuesto, la unión de ribo-nucleótidos sería un proceso
abiótico, que desde el punto de vista termodinámico requiere un importante aporte de energía, por lo que
habrá sido necesaria la presencia de sistemas catalizadores. Investigaciones llevadas a cabo utilizando, entre
otros, las zonas de contacto hielo-agua líquida, o la presencia de minerales o rocas como la montmorillonita
(hidroxisilicato de magnesio y aluminio, subgrupo de las arcillas), se ha podido realizar la polimerización de
hasta 100 nucleótidos correctamente enlazados en el caso de las interfaces hielo-agua y moléculas de unos
50 nucleótidos utilizando la montmorillonita como catalizador, con la ventaja adicional de que estos
catalizadores inorgánicos estabilizan las moléculas de ARN una vez formadas. En el caso de la
montmorillonita los experimentos han mostrado que las capas paralelas (propias de los filosilicatos) están
dispuestas a las distancias adecuadas para que se produzca el enlace de los ribonucleótidos.
En base a lo indicado, el investigador español Carlos Briones propone un modelo según el cual:
“… módulos cortos de RNA […] se podrían ir uniendo progresivamente entre sí gracias a que algunos
de ellos […] podrían actuar como ribozimas en horquilla. Éstas […] son capaces de unir
covalentemente (o ligar, por lo que se les denomina ligasas) entre si los módulos de RNA
preformados. […] De esta forma se irían uniendo diferentes piezas en esa cadena de RNA que crecía
paso a paso. Algunas de las moléculas ensambladas se plegarían de forma que la ribozima con
actividad ligasa mantenía su funcionalidad, lo que permitiría seguir uniendo módulos hasta llegar a
una molécula suficientemente larga […] y compleja para empezar a funcionar como RNA replicasa.
Esta hipótesis […] se considera plausible como puente entre la polimerización aleatoria de moléculas
cortas de RNA y la aparición de las ribozimas necesarias para el establecimiento del Mundo RNA”.
También aquí cabe plantearse otras preguntas: ¿fue el ARN la primera molécula con información biológica, o
existieron otras moléculas genéticas anteriores, intermediarias entre la química prebiótica y el ARN? Varios
bioquímicos han dedicado esfuerzos a la síntesis de polímeros análogos de ácidos nucleicos, algunos de los
cuales quizá pudieron actuar como eventuales Mundos pre-ARN, sin embargo, como estos hipotéticos ácidos
nucleicos sintéticos no existe en la actualidad, no es posible asegurar que hayan sido relevantes para el
origen de la vida.
Es necesario reconocer que la búsqueda del origen de la vida primigenia, a partir de solo “unos indicios
minerales o unas cuantas rocas deformadas y transformadas”, es una tarea sumamente difícil y compleja, ya
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que la intensa actividad geológica terrestre va borrando sus propias huellas. Esto hace que todas las teorías
sobre el origen de la vida (más bien hipótesis), sean bastante especulativas al carecer de pruebas
concluyentes.
Actualmente el mundo científico admite, de forma mayoritaria, que el origen de la vida en nuestro planeta
como una serie de “pasos” a través de los cuales se produce el tránsito desde procesos químicos
inorgánicos a procesos bioquímicos, catalizados por enzimas (o ribozimas), que podríamos considerar
como metabólicos.
Origen de la vida: evolución desde la materia inorgánica inerte hasta la materia orgánica viva.
Acoplamiento membrana-metabolismo-replicación
En la primera parte de este capítulo (biología básica) hemos analizado algunos aspectos fundamentales del
funcionamiento de los organismos vivos actuales. Uno de los objetivos de la astrobiología es el estudio del
origen de ciertos mecanismos biológicos: ¿cómo pudieron surgir y qué procesos se pudieron acoplar para
dar lugar a las primeras células funcionales?
Un aspecto remarcable de la química, es que casi todas las reacciones acaban alcanzando un equilibrio entre
sustratos y productos, regido por la termodinámica, lo que supone un punto sin retorno, de máxima
estabilidad y sin posibilidad de evolución química. Sin embargo, los seres vivos son sistemas dinámicos
estables que consiguen mantenerse alejados del equilibrio termodinámico, eso sí, a costa de un continuo
consumo de energía. Desconocemos cómo surgió la vida, pero, de acuerdo a la idea dominante de
prestigiosos científicos actuales, se plantea como la evolución desde una situación en la que un conjunto de
moléculas confinadas en un compartimento (membrana) y sometidas a las leyes de la termodinámica, se van
haciendo progresivamente más complejas hasta alcanzar una nueva situación en la que la interdependencia
entre los componentes del conjunto permite crear mecanismos de control que llevan al sistema a su auto-
replicación (dirigida por el genoma), aunque con ciertos fallos, que conducen a un futuro sometido a la
evolución biológica. Se trataría de un fenómeno emergente en el que las complejas interacciones dentro del
sistema habrían generado un nuevo medio cuyas propiedades no eran predecibles en base a los
componentes de partida, es decir, lo que denominamos un ser vivo. También se considera que para la
emergencia de los primeros sistemas biológicos viables, con posibilidades reales de evolucionar y
multiplicarse, fue necesario que se acoplasen armónicamente, desde el origen, tres sub-sistemas vigentes en
los actuales organismos:
1. Un continente (C) que “aislase” a las protocélulas de un entorno heterogéneo, seguramente una vesícula
formada por moléculas anfifílicas, compartimento donde tendrían lugar las complejas interacciones de
las primeras células viables.
2. Un conjunto de procesos bioquímicos (“cadenas de fabricación”), seguramente catalizados por
ribozimas, donde se realizarían las correspondientes transformaciones moleculares así como el flujo de
materia y energía interno de la célula y los intercambios con el entorno; es decir, un metabolismo (M)
primitivo.
3. Una información genética, seguramente una molécula ARN, donde residirían los “planes” para el
funcionamiento del sistema, la replicación (R) y auto-reconstrucción celular.
- 120 -
Las exploraciones acerca de la integración de estos tres subsistemas (CMR), han ocupado una parte
importante de las investigaciones durante las últimas décadas, generando aproximaciones de ideas respecto
al origen de la vida.
En opinión del mundo científico, seguramente fueron muchos los intentos fallidos para generar sujetos vivos
funcionales en los heterogéneos entornos de la Tierra primitiva (charcas calientes de Darwin, chimeneas
hidrotermales…), aunque lo que sí sabemos es que toda la biodiversidad que conocemos es el resultado de
un experimento que, como veremos en el próximo capítulo, funcionó satisfactoriamente, al menos una vez,
hace más de 3.500 Ma. Para información más detallada y precisa, recomendamos la lectura de las obras de
última edición que figuran en la bibliografía.
Mundo ADN-ARN-Proteínas
¿Cómo se produjo la evolución de la biología primigenia al actual mundo ADN-ARN-Proteínas? Acabamos de
ver que, conforme al modelo del Mundo ARN, las primeras protocélulas ya dispondrían de complejas
membranas, péptidos internos y transmembrana, monómeros, catalizadores orgánicos e inorgánicos y
moléculas de ARN con capacidades catalíticas y también informativas; situación a partir de la cual se habrá
generado un genoma ARN cada vez más complejo, que podría ser replicado por ribozimas ARN polimerasa
contenidas en el propio genoma.
Pasamos a relacionar algunos de los supuestos pasos evolutivos, por las que apuestan los investigadores,
para justificar la progresión desde el Mundo ARN hasta la moderna biodiversidad actual:
- 121 -
Primeros seres vivos: ¿autótrofos o heterótrofos?
Como hemos visto, los organismos autótrofos pueden “defenderse” en un medio ambiente sencillo, pero
necesitan una maquinaria metabólica compleja, como la fotosíntesis, mientras que el origen heterotrófico
requiere un entorno biológico complejo (que proporcione el alimento orgánico necesario), pero podrían
funcionar a través de un metabolismo más sencillo, como la fermentación [■5-22].
Oparin y Haldane propusieron un origen heterotrófico basado en la fermentación, al considerar imposible el
funcionamiento de un mecanismo tan complejo como la fotosíntesis a partir de las supuestas moléculas
existentes en la Tierra primitiva, siguiendo una evolución darwiniana.
El descubrimiento de las chimeneas hidrotermales en el año 1979 puso de manifiesto la posibilidad de otros
entornos para el origen de la vida. El agua que sale de las chimeneas a altas temperaturas es rica en
minerales disueltos, compatible con la presencia de una densa población de procariotas autótrofos en sus
proximidades. En la actualidad estos organismos utilizan compuestos de azufre (H2S principalmente), para
producir materia orgánica mediante el proceso de quimiosíntesis. Este descubrimiento, como ya hemos
visto, amplió las posibles localizaciones, apoyadas por muchos científicos, para el origen de la vida en
nuestro planeta.
- 122 -
En el mundo científico no hay unidad de pensamiento acerca del origen del LUCA:
Algunos consideran probable que los primeros seres vivos, como ya hemos comentado, aparecieron en
otro planeta distinto de la Tierra (panspermia).
Otros piensan que a nuestro planeta llegaron moléculas orgánicas ya elaboradas y aquí evolucionaron
hasta formar los primeros organismos.
Una mayoría piensa que todo ocurrió aquí, desde la formación de las primeras moléculas orgánicas hasta
la aparición de la vida.
Es posible que la vida primigenia surgiera varias veces o en distintos ambientes, pero solo uno de estos
posibles primeros organismos consiguió sobrevivir y llegar hasta nosotros.
Hasta aquí lo que hemos podido razonar acerca del origen de la vida. En el próximo capítulo abordaremos la
evolución desde los primeros microorganismos hasta la vida compleja actual.
[■5-1] Otra posibilidad de identificar vida en otros mundos sería mediante la recepción de señales
específicas enviadas desde el espacio exterior por “seres inteligentes”. Con este objetivo se ha puesto en
marcha el proyecto SETI (Search for ExtraTerrestrial Intelligence, o Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre),
un programa de escucha desde la Tierra, que surgió en los años 70 bajo el patrocinio de la NASA. Hasta la
fecha (2015), aun no se ha detectado ninguna señal de vida extraterrestre.
[■5-2] Carbono vs Silicio. En ocasiones se plantea la posibilidad de que se pueda organizar vida en base al
silicio, dado que, como el carbono, también disponen de cuatro electrones de valencia, sin embargo:
El silicio es 10 veces más abundante que el carbono en la corteza terrestre. A pesar de ello se conocen
millones de moléculas basadas en el carbono y solo unos cientos con base en el silicio.
El enlace C-C es mucho más enérgico que el Si-Si, formando cadenas más estables. Sin embargo, a
temperaturas muy altas o muy bajas y bajo altas presiones, el silicio podría llegar a formar polímeros
muy robustos. De momento no podemos ni imaginar cómo sería una vida de esta naturaleza, lo que nos
impide diseñar medios y métodos para detectarla.
Por el contrario, el enlace Si-O es muy fuerte dificultando enormemente la posibilidad de formar nuevos
tipos moleculares más complejos. El enlace Si-O da lugar a la formación de gran cantidad de SiO2 (cuarzo,
componente principal de la arena), quedando menos silicio disponible para otros compuestos complejos.
El CO2, gaseoso a temperaturas adecuadas, facilita metabolismos eficaces, mientras que a esas
temperaturas el SiO2 es sólido (arena) y por lo tanto “difícilmente” metabolizable.
Como el cuarzo es muy insoluble, habría que calentarlo a > 1.700 ºC para poder recuperar el Si,
temperatura poco “adecuada” para la vida conocida. Por el contrario, el carbono es fácilmente extraíble
del CO2 atmosférico para generar biomasa.
El átomo de carbono, al contrario que el silicio, puede formar dobles enlaces con otros átomos de
carbono, creando moléculas que absorben las radiaciones tanto en luz visible como UV. Esto permite a
los ojos detectar la luz por medio del retinol, y a las plantas captar energía por medio de la clorofila.
Los componentes orgánicos (basados en el carbono), quizás “ladrillos” básicos para la vida, abundan en
las nubes moleculares de nuestra galaxia. Sin embargo, se observan pocas moléculas en base al silicio.
[■5-3] Los genes pueden ser discontinuos, presentando su información en secuencias codificantes
(denominadas exones), separadas por secuencias no codificantes (intrones). Se denomina splicing (también
llamado corte y empalme) al proceso de corte de intrones y unión de exones para crear el ARNm maduro. En
los cromosomas, además de los genes existen secuencias relacionadas con la regulación de la expresión
genética y zonas cuya función aun se desconoce.
- 123 -
[■5-4] La vesícula en biología celular es un orgánulo que forma un pequeño compartimento cerrado,
separado del citoplasma por una bicapa lipídica similar a la membrana plasmática.
[■5-5] Pasamos a recordar algunos conceptos relacionados con las características de los isómeros de algunos
compuestos orgánicos relevantes para la química prebiótica:
Los isómeros son compuestos químicos con la misma fórmula molecular pero con estructuras diferentes y,
en general, con propiedades distintas. Se distinguen tres tipos de isómeros: estructurales, geométricos y
enantiómeros.
Carbono asimétrico o carbono quiral es un átomo de carbono que está enlazado con cuatro elementos
diferentes (ejemplo: en los aminoácidos el carbono central está unido a un H, a los grupos NH3 y COOH y al
radical R).
Los estereoisómeros de una molécula, que contenga como mínimo un átomo de carbono asimétrico, son las
distintas configuraciones tridimensionales que ésta puede presentar.
La quiralidad es la propiedad de un objeto de no ser superponible con su imagen especular (ejemplo: la
mano derecha e izquierda de una misma persona). Este concepto, aplicado a las moléculas con un solo
carbono asimétrico (como la ribosa o los aminoácidos), da lugar a los enantiómeros o isómeros ópticos,
sustancias que, en disolución, se diferencian en la dirección en la que desvían el plano de la luz polarizada
linealmente: el enantiómero será dextrógiro si lo desvía hacia la derecha (D) y levógiro si lo hace hacia la
izquierda (L). Los enantiómeros tienen propiedades químicas similares y propiedades físicas idénticas, pero
las células los distinguen y, generalmente, solo se encuentran de una de las formas en los organismos.
Mezclas racémicas son aquellas que contienen cantidades iguales de cada uno de los enantiómeros. Estas
mezclas son ópticamente inactivas.
[■5-6] Protistas son todos aquellos organismos eucariontes, unicelulares o pluricelulares simples, que no se
pueden clasificar dentro de alguno de los otros tres reinos eucariotas: hongos, animales o plantas.
[■5-7] Las vacuolas son unos sacos membranosos (orgánulo), llenas de líquidos (agua o enzimas), presentes
en el citoplasma de las células de plantas y hongos. Participan en el almacenamiento o eliminación del agua.
[■5-8] Se denomina difusión al fenómeno por el cual se produce un movimiento neto de las partículas de
soluto a favor de su propio gradiente de concentración, desde la zona de alta concentración a la de
concentración más baja. Esto no impide que algunas partículas individuales no puedan moverse en contra
del gradiente de concentración, pero, dado que hay una mayor densidad de partículas en la zona de alta
concentración, son también más las que se mueven libremente desde la zona de alta concentración y no al
contrario. Si no se extrae o añade soluto al sistema, al cabo de un cierto tiempo se alcanza el estado de
equilibrio dinámico, en el que no hay cambio neto en el sistema y las partículas quedan distribuidas de
manera uniforme.
[■5-9] La ósmosis es un tipo de difusión por el cual se regula el movimiento de un solvente (principalmente
agua en los sistemas biológicos) a través de una membrana semipermeable, desde el lado de mayor
concentración al de concentración menor. En el caso de los seres vivos, la ósmosis del agua es un fenómeno
biológico muy importante para el metabolismo y supone una difusión simple sin gasto de energía.
Una membrana semipermeable es una estructura que contiene minúsculos poros (como un filtro), de
tamaño molecular, que permiten el paso de las moléculas pequeñas (como el agua), pero no las grandes
(como la sal o el azúcar).
Si una de estas membrana separa sustancias líquidas con distintas concentraciones (■Figura 5-22), por
ejemplo una de agua pura y otra de agua más un soluto, se genera un movimiento de las moléculas de agua
cuyo resultado final es que, aunque el agua circula en ambas direcciones, hay un flujo neto mayor de
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moléculas que pasan desde la zona de baja concentración (hipotónica) a la de alta concentración
(hipertónica), por lo que el nivel del líquido baja en el lado hipotónico (o de agua
pura) y se eleva en el lado hipertónico. Estos movimientos diferenciales del agua
se deben a que las partículas de soluto (con carga o bien polares), interaccionan
con las moléculas de agua (polares) de modo que muchas de estas quedan
“atrapadas” en la región hipertónica, no pudiendo difundir libremente a través de
la membrana. El trasvase de agua continúa hasta que el mayor nivel en el lado
hipertónico genera una presión (presión osmótica) capaz de contrarrestar el flujo
neto hacia la zona hipertónica, aunque las moléculas de agua siguen circulando en
ambos sentidos.
En los seres vivos, este trasvase a través de las membranas puede ocasionar que las células se arruguen por
una pérdida excesiva de agua, o bien que se hinchen (incluso hasta reventar), por un paso excesivo de agua
al interior celular. Para evitar estas situaciones tan desastrosas para las células, las membranas celulares
disponen de mecanismos para expulsar el agua o los iones mediante un transporte que requiere gasto de
energía.
[■5-10] Una doctrina filosófica, actualmente rechazada, postulaba que los organismos vivos poseían una
fuerza o impulso vital sobrenatural (entelequia), que los diferenciaba de forma fundamental de las cosas
inanimadas.
[■5-11] También a finales del S. XVII, el matemático y físico holandés Nicolaas Hartsoeker creyó descubrir
que los espermatozoides contenían humanos diminutos completamente formados (homúnculos), listos
para desarrollarse, error que se achaca actualmente a la escasa resolución de los microscopios de la época.
[■5-12] Pasteur ya conocía que la esterilización completa requiere temperaturas de al menos 120 ºC, para lo
cual es necesario hacer hervir el agua bajo presión (2 atmósferas para alcanzar 121 ºC). Esto dio lugar a la
utilización generalizada del autoclave (similar a una olla a presión) y también al proceso de pasteurización,
en honor a su inventor.
[■5-13] Coacervado es el nombre con el que Oparin y Haldane denominaron a un tipo de protobionte.
Oparin demostró que se forman membranas lipídicas en ausencia de vida y obtuvo en el curso de los
experimentos unas gotas ricas en moléculas biológicas, separadas del medio acuoso por unas membranas
rudimentarias, a las que llamó coacervados. Un protobionte es un agregado de polímeros orgánicos
ensamblados espontáneamente de forma abiótica, rodeado por una estructura membranosa. Los
protobiontes exhiben algunas de las propiedades que se asocian con la vida, como la reproducción simple, el
metabolismo y la excitabilidad, así como el mantenimiento de un medio químico interno diferente del
exterior (un protobionte es un organismo vivo celular simple que teóricamente precedió a los procariontes).
Hoy se sabe que el parecido de los coacervados con las células es exclusivamente morfológico, no existiendo
similitud con ellas en cuanto a composición, estructura o funcionalidad.
[■5-14] Un sistema coloidal está formado por dos o más fases, una continua, normalmente fluida y otra u
otras dispersas en forma de partículas, que se hallan en menor proporción.
[■5-15] En una solución homogénea de sustancias orgánicas los conceptos de influencias “positivas” y
“negativas” carecen de significado, sin embargo aplicado a sistemas individuales adquieren una significación
real, pues las situaciones concretas determinan la suerte posterior de estos sistemas. Cuando las sustancias
se concentran y se individualizan del medio ambiente formando coacervados, con límites más o menos
netos, de inmediato se crean situaciones más complejas que las anteriores. La evolución de cada coacervado
- 125 -
puede ser diferente de la de otro sistema individual contiguo. El destino de cada gota queda determinado
por su propia estructura y su relación con el medio ambiente.
[■5-16] Curiosamente, y en contra de lo observado en otras condritas carbonáceas que presentan mezclas
racémicas de aminoácidos, en el meteorito Murchison se ha encontrado un exceso de L-aminoácidos, lo que
sembró dudas acerca de su procedencia, no obstante en 1997 nuevas investigaciones mostraron que los
enantiómeros individuales de Murchison estaban enriquecidos con el isótopo 15N del nitrógeno respecto al
correspondientes terrestres, lo que confirma un origen extraterrestre del exceso del L-enantiómero.
[■5-17] Según estimaciones, una roca procedente de Marte tarda unos 15 millones de años hasta que las
distorsiones graduales de la órbita hagan que se cruce con la trayectoria terrestre. Algunas simulaciones
muestras que una pequeña fracción de las rocas puede tomar una trayectoria rápida para llegar en “solo”
unos pocos miles de años.
[■5-18] Los pequeños asteroides que llegan a impactar con la Tierra alcanzan altas temperaturas en una
delgada capa superficial, pero mantienen su interior relativamente frío, por lo que podrían transportar vida
en sus núcleos.
[■5-19] Philae, módulo de aterrizaje de la misión Rosetta, descubre 16 compuestos orgánicos en el cometa
67P/Churyumov-Gerasimenko, una cápsula del tiempo del origen del Sistema Solar. Fuente: El País Digital
31/07/2015. Por su parte, Roseta también detectó (entre otros) glicina y fósforo, componentes importantes
de las proteínas y ácidos nucleicos.
[■5-20] Información actualizada más detallada, relacionada con la síntesis prebiótica de los componentes
básicos de la vida, se puede consultar en la obra: “Orígenes. El universo, la vida, los humanos”, cuyos detalles
figuran en la bibliografía.
[■5-21] Anteriormente, los intrones se habían considerado sin función dentro de los genes.
[■5-22] La fermentación es un proceso catabólico de oxidación incompleta de compuestos orgánicos, como
la glucosa, que se produce en ausencia de oxígeno (anaeróbico), cuyo producto final es un compuesto
orgánico como el alcohol o el ácido láctico. Este es el método utilizado por algunos microorganismos
(algunas bacterias y levaduras) para generar productos como el etanol (en el vino o la cerveza) o el ácido
láctico.
[■5-23] Las ATPasas son enzimas capaces de producir la hidrólisis del adenosín trifosfato (ATP) en adenosín
difosfato (ADP) y un fosfato inorgánico (Pi). La energía liberada puede ser utilizada para llevar a cabo otras
reacciones químicas.
- 126 -
■ 6. Evolución de la vida en la Tierra
No sabemos cómo surgió la vida en nuestro planeta, y tampoco hay un consenso científico generalizado
sobre el proceso químico-molecular que tuvo lugar para dar origen al primer organismo, por lo que este
acontecimiento no se incluye en la teoría de la evolución.
La evolución se inicia “a partir” del primer organismo conocido como LUCA, mediante un proceso que ha
generando (al menos) tres grandes dominios (Bacteria, Archaea y Eucarya), cuya diversificación, durante los
últimos 3.500 Ma de nuestro planeta, ha dado lugar a la actual biodiversidad, estimada en unas 50 millones
de especies, dejando atrás otros 50·000 millones de especies ya desaparecidas.
La lentitud en los cambios biológicos de los seres vivos debidos a las mutaciones, comparados con el corto
tiempo de vida de los observadores humanos, hace que los estudios de la evolución se hayan basado en la
información proporcionada por el registro fósil de los organismos que existieron en el pasado y también los
rastros que la vida extinta ha dejado en la corteza o en la atmósfera del planeta. Ya en las últimas décadas, a
los datos proporcionados por los paleontólogos se ha añadido la información precisa y eficiente que se
desprende al cruzar entre si los genomas los seres vivos actuales y también con los de algunos organismos
de reciente desaparición.
Como veremos, también existieron (y volverán a ocurrir) eventos catastróficos “rápidos” (en tiempos
geológicos), que han influido de manera determinante en la evolución de la vida en nuestro planeta: grandes
glaciaciones, erupciones volcánicas, impactos de meteoritos…
- 127 -
Es relevante resaltar que en el modelo evolutivo de Lamarck, lo que se proponía eran “ajustes” sobre tipos
previamente existentes, seguramente resultantes de la creación. Será la posterior teoría de Darwin la que
resuelva la aparición de nuevas especies, la divergencia, a partir de aquellas de las que desciende.
“… los organismos actuales descienden, con modificaciones, de ancestros que vivieron en el pasado”
- 128 -
crianza de animales daban lugar a fantásticas variedades, lo que seguramente le indujo a intuir la posibilidad
de que estos cambios también pudiesen ocurrir en la naturaleza. Otra influencia sobre Darwin fue la lectura
del “Ensayo sobre los principios de la población” de Thomas Malthus, donde este planteaba un crecimiento
geométrico de las poblaciones, mientras que los recursos lo hacían de forma aritmética, lo que daba lugar a
una mortalidad infantil que justificaba la estabilidad en el tamaño de las poblaciones. Este concepto fue
clave en el modelo de Darwin, ya que el crecimiento excesivo de las poblaciones conlleva la competencia por
los recursos y la selección natural eficiente. Una frase de Darwin resume este aspecto de su teoría: “No es la
más fuerte de las especies la que sobrevive, ni la más inteligente, sino la que responde mejor al medio”. Esta
frase también indica que, para Darwin, nuestra especie (inteligente) es una más dentro del proceso evolutivo
biológico, como más tarde confirmaría en su otro libro: El origen del hombre, publicado en inglés en el año
1871.
En 1858, Darwin recibió una carta de Alfred Wallace (1823-1913), naturalista inglés que había realizado sus
investigaciones en el sur de Asia, y que también había leído a Malthus, llegando exactamente a las mismas
conclusiones, lo que decidió a Darwin a publicar El origen de las especies. En 1859, Darwin y Wallace
presentaron conjuntamente su idea, denominada Selección natural, en la Sociedad Linneana de Londres.
La obra de Darwin y Wallace plantea una nueva situación en la que se sustituyen las creaciones estáticas y
definitivas, realizadas de acuerdo a un diseño inteligente, por un nuevo modelo, explicado científicamente,
en el que las especies surgen y divergen respecto a las precedentes, como consecuencia de la evolución por
selección natural (la correctas conclusiones de este modelo, confirmados posteriormente por la genética y la
biología molecular, son una muestra del gran acierto intuitivo de Darwin y Wallace, ya que ellos desconocían
los mecanismos de la herencia que estaban siendo establecidos por su coetáneo Mendel).
El conocimiento actual, de la existencia de un mismo código genético para todos los seres vivos, acabó con
las reticencias que pudiesen subsistir sobre la teoría de la evolución.
Como veremos, la fuente de las variaciones en las poblaciones son las mutaciones aleatorias.
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Los puntos anteriores, en definitiva, se traducen en índices diferenciales de supervivencia y reproducción,
una cuestión de éxito reproductivo. La disponibilidad de variaciones favorables no garantiza la
supervivencia de un individuo, pero, en poblaciones de varios miles, aquellos con variaciones favorables
tienen más posibilidades de sobrevivir y de alcanzar la edad reproductiva.
El dicho popular “sobreviven los más fuertes” puede ser engañoso, si por más fuerte entendemos más
grande, más rápido, más alto… Es cierto que los “valores” anteriores son importantes, por ejemplo a la hora
de luchar por una pareja o al huir de un depredador, pero frecuentemente son otras las características que
proporcionan ventajas: los pequeños se ocultan más fácilmente, necesitan menos alimentos cuando estos
escasean...
Mendel y la genética
Darwin y Wallace no conocían como se producían las variaciones que daban lugar a la evolución, a pesar de
que ya habían sido estudiadas por su contemporáneo Gregor Mendel, cuyos trabajos publicados 1866
permanecieron ignorados durante más de tres décadas, hasta que fueron redescubiertos en el año 1900.
Gregor Mendel (1822-1884), agustino y naturalista austriaco, descubrió las leyes que rigen la genética a
través de experimentos controlados con guisantes de huerto. Para
sus ensayos utilizó plantas de líneas puras, aquellas que cuando se
autofecundan producen siempre los mismos rasgos (ejemplo: flores
de color rojo), individuos que constituían la generación parental o
generación P. Al cruzar estas líneas puras, por ejemplo plantas de
flor roja con plantas de flor blanca (■Figura 6-2), toda la segunda
generación filial, o generación F2, eran plantas con flores rojas,
mientras que la tercera generación filial, o generación F3, se
repartían, aproximadamente, en todos los experimentos, en 3/4 de
plantas con flores rojas y 1/4 de las plantas con flores blancas.
Mendel concluyó que existían unos “factores hereditarios” en uno
de los progenitores que enmascaraban los factores del otro
progenitor. En terminología actual decimos que el factor que se
expresa en la generación F2 (flor roja) es dominante, mientras que
el factor oculto (flor blanca) es recesivo, es decir, los rasgos
dominantes enmascaran a los recesivos cuando ambos están
presentes en un mismo individuo (actualmente sabemos que la
dominancia presenta algunas excepciones). Los experimentos
también mostraron que los factores hereditarios no se mezclan
(como se pensaba anteriormente), ni se pierden, pues las flores blancas aparecen en la segunda generación
en una proporción bien determinada. Mendel propuso que cada característica (carácter) heredada estaba
formada por dos factores hereditarios “discretos” que están presentes en cada individuo (uno procedente
de cada progenitor), constituyendo lo que actualmente denominamos genes. Se denominan alelos a todas
las formas alternativas que puede tomar un gen y locus (plural loci) la posición que los alelos de un rasgo
determinado (ej: color de la flor) ocupan en los cromosomas.
- 130 -
Resumen de los experimentos de Mendel:
Las formas alternativas de un gen (alelos) son debidas a variaciones en los rasgos heredados.
Los rasgos heredados pasan de los progenitores a la progenie como genes no modificados
Cada individuo presenta dos juegos de genes, cada uno heredado de un progenitor.
Los genes emparejados se separan durante la formación de las células reproductoras (meiosis, que
veremos en este capítulo).
Los genes pueden expresarse o quedar ocultos en una determinada generación, pero no se pierden.
Cada gen se transmite a la siguiente generación con independencia de todos los demás genes (existen
excepciones).
Cada organismo recibe un alelo de cada uno de sus progenitores (padre o madre) para un rasgo
determinado (por ejemplo: forma de la vaina). Mendel observó que unos factores hereditarios (alelos
dominantes) pueden enmascarar la expresión de otros factores también hereditarios (alelos recesivos).
Sólo los genes de los cromosomas de las células sexuales son hereditarios
- 131 -
hacen que la selección natural actúe de forma continuada generando variaciones acumuladas en las
poblaciones, cada vez más diferentes de sus ancestros.
Las mutaciones son neutrales si no tienen efecto aparente sobre el tipo de proteína sintetizada. Esto ocurre
cuando la información modificada (mutante) codifica el
mimo aminoácido (a través del código genético) que el
codón original (parte superior de la ■Figura 6-3). No
obstante, tanto estas mutaciones, como aquellas que
afectan a zonas que no codifican genes, están
colaborando en una deriva genética adicional a la
selección natural.
La adaptación de las poblaciones a las presiones
ambientales, explotando nuevas oportunidades para
conseguir alimentos, adaptarse a las condiciones ambientales, protegerse de los depredadores…, hace que
los individuos se diversifiquen dando lugar a la aparición de nuevas especies. Como ejemplo, esto fue lo que
observó Darwin en los picos de los pinzones encontrados en las islas Galápagos (■Figura 5-22).
Las mutaciones pueden ser espontáneas (sin causa aparente), pero generalmente son producidas por
mutágenos, agentes que provocan altos índices de mutación: exposición a algunas sustancias químicas,
rayos UV, rayos X [■6-4], cambios de temperatura extremos…
Otra importante causa de las variaciones en las poblaciones, es la reorganización de los alelos en las
sucesivas generaciones generadas por la reproducción sexual. Debido a que cada uno de los miles de genes
puede tener varios alelos y que la progenie recibe la mitad de los genes de cada progenitor, las posibilidades
de variación son enormes, generando alteraciones (mezclas) en la información hereditaria. Siempre que se
produzca una mutación en una célula sexual, bien afectando a una parte importante de un cromosoma
(mutación cromosómica), o la alteración en un solo gen (mutación puntual), la mutación será hereditaria.
La reproducción sexual y las mutaciones explican la mayoría de las variaciones en las poblaciones.
También se han descubierto mecanismos por los cuales no se altera solo un nucleótido, sino que afectan a
largas cadenas de material genético, mediante inversiones, duplicaciones y transposiciones entre moléculas
pertenecientes a un mismo genoma o incluso entre genomas de células o virus diferentes, mediante la
denominada transferencia génica horizontal. Ejemplo: transferencia entre bacterias patógenas para nuestra
especie, de moléculas circulares de ADN (plásmidos), que contienen genes codificantes de proteínas
resistentes a los antibióticos.
Antes de abandonar esta sección de las mutaciones, es importante resaltar que la evolución no parece ser el
resultado de un plan previamente establecido, ya que progresa a través de un proceso de ensayo y error,
sometiendo al medio ambientes los cambios generados aleatoriamente por las mutaciones o la transferencia
génica horizontal. La mayoría de los mutantes fracasan y desaparecen, pero aquellos pocos que consiguen
superar a los originales, en el medio ambiente del momento, sobreviven el tiempo suficiente para que, a
partir de ellos, pueda continuar la competitiva carrera de la evolución a través de la selección natural.
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Reproducción
Proceso biológico que permite a los organismos progenitores crear nuevos organismos descendientes,
impidiendo así la extinción de las especies. Existen dos tipos básicos de reproducción: asexual y sexual.
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Especiación y tasa de evolución
Especiación es el proceso evolutivo que da lugar a una nueva especie. Por especie entendemos una o más
poblaciones cuyos miembros se reproducen entre sí en la naturaleza y tienen descendencia fértil. Esta
definición no se aplica a organismos como las bacterias, con reproducción asexual, pero es útil para las
plantas, animales, hongos y protistas unicelulares.
Las cabras y las ovejas tienen características distintas, pero, a pesar de ello pueden producir descendencia
fértil en cautividad. Sin embargo no se reproducen en la naturaleza, por lo tanto son especies distintas (de
acuerdo con la definición). Los leones y los tigres pueden cruzarse en cautividad, aunque sus crías son
estériles, y además, no se cruzan en la naturaleza; por doble razón, se trata de especies separadas. La mula o
mulo es un animal híbrido estéril que resulta del cruce entre una yegua y un asno, por lo tanto estos dos
últimos animales son especies diferentes. De estos ejemplos se desprende que las barreras no están
completamente afianzadas en algunas especies, lo que indica unos grados de cambio insuficientes a partir
del ancestro común.
La especiación implica un proceso de cambio en la composición genética de una población [■6-5], que
también puede ir acompañada de cambios morfológicos (forma y reproducción).
Un modo importante por el cual evolucionan las especies es la especiación alopátrida: se produce cuando
un número reducido de individuos de una población quedan aislados de la población madre, en cuyo
momento comienzan a sufrir variaciones propias e independientes, al no intercambiar genes con la
población primitiva. El aislamiento puede deberse a distintas causas: separación de continentes por la
tectónica de placas; grupo de individuos que de algún modo alcanzan una región remota. En estas
situaciones es probable que diferentes presiones selectivas den lugar a poblaciones aisladas desde el punto
de vista reproductivo, es decir, a una nueva especie.
No existe acuerdo entre los científicos sobre la rapidez o velocidad con que ocurren las variaciones para dar
lugar a una nueva especie. Según Darwin y la síntesis moderna de la evolución, la acumulación gradual de
cambios menores genera finalmente una nueva especie.
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convergente; mientras que los jerbos/ratas canguro lo son de la evolución paralela a partir de parientes
cercanos.
Pruebas de la evolución
Darwin ignoraba las experiencias de Mendel, y también la bioquímica y la biología molecular eran
desconocidas en su época. Los avances en estas áreas, así como la disposición de un registro fósil más claro y
completo, hacen que, actualmente, la teoría de la evolución a partir de un ancestro común sea ampliamente
aceptada en el mundo científico.
Si todos los organismos evolucionan de antepasado comunes, deberíamos de encontrar “parecidos” entre
las distintas formas de vida. Efectivamente:
Especies procedentes de un antepasado común y que habitan en lugares cercanos (ej: conjunto de islas),
presentan adaptaciones a lugares concretos, por ejemplo los pinzones de las islas galápagos.
Los fósiles proporcionan información directa de los cambios que sufrieron las especies al evolucionar,
por ejemplo: miembros traseros vestigiales en fósiles de ballenas de hace 40 Ma, mostrando su
evolución a partir de mamíferos terrestres.
Los miembros delanteros de humanos, ballenas, gatos, perros, aves… muestran una apariencia visual
diferente, pero están formados por las mismas estructuras de huesos, músculos, vasos sanguíneos… Se
trata de miembros delanteros modificados para funciones distintas, lo que denominamos estructuras
homólogas.
Los avances en bioquímica y biología molecular también aportan datos que apoyan la teoría de la evolución
a partir de un ancestro común:
Bacterias, pinos, ballenas, chimpancés…, todos están constituidos, básicamente, por los mismos
elementos químicos: carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno (elementos “CHON”).
Todos los animales disponen de cromosomas formados por ADN y todas las células fabrican proteínas de
la misma forma, utilizando el mismo código genético.
Las proteínas de la sangre son parecidas en todos los animales, pero las del hombre son más cercanas a
los grandes simios. Por orden: monos del viejo Mundo, monos del nuevo Mundo, primates inferiores
(lémures).
La bioquímica apoya la idea de que las aves descienden de los reptiles, conclusión respaldada por el
registro fósil.
Sin embargo, también se han desarrollado estructuras funcionales que no están relacionadas con la
evolución de especies más o menos cercanas. Se trata de soluciones similares adoptadas por especies
lejanas evolutivamente (con distinto desarrollo embrionario), para su acomodación a un determinado medio
ambiente, dando lugar a lo que denominamos estructuras análogas. Ejemplo: las alas de los insectos
respecto a las alas de aves o murciélagos, para la función de volar.
- 135 -
Argumentos a favor de un único antepasado común “LUCA”
Con tan solo unas pocas excepciones, las proteínas de todos los organismos están constituidas por
combinaciones de 20 aminoácidos, a pesar de que se conocen cientos de aminoácidos diferentes.
Los aminoácidos de los seres vivos tienen casi todos la misma quiralidad levógira [■6-6], mientras que
en las experiencias de laboratorios y en la naturaleza se presentan en ambas formas, dextrógira (D) y
levógira (L), aproximadamente al 50 %. Por otra parte, todos los azúcares son dextrógiros.
El código genético, que traduce la información almacenada en el ADN-ARN para construir las proteínas,
es el mismo para todos los organismos: bacterias, plantas, animales... Esto constituye un ejemplo
espectacular de la unidad de la vida.
Todos los organismos conocidos utilizan la misma “moneda energética”, el “ATP”, para la obtención de la
energía celular (el ATP se produce durante la fotosíntesis y la respiración celular, y es consumido por
muchas enzimas en la catálisis de numerosos procesos químicos).
Todas estas coincidencias son argumentos a favor de un antecesor común (único) de todos los seres vivos,
ya que se estiman muy improbables estas casualidades de forma independiente.
Los testimonios anteriores no significan que la vida haya surgido únicamente una vez en nuestro planeta. Se
puede haber formado varias veces, pero solo un organismo consiguió sobrevivir y evolucionar hasta la
actualidad (hasta nosotros).
- 136 -
Además de los fósiles, también se han encontrado organismos (o sus restos) bien conservados por otros
procesos: congelación (mamut intacto en permafrost de Siberia de hace 21.000 años, bacterias “vivas” del
Pleistoceno encontradas en Alaska, ADN intacto de una planta de hace 400.000 años en hielo siberiano…);
flores o insectos encapsuladas en ámbar (resina polimerizada), constituyendo una “ventana” para observar
cientos de especies antiguas, e incluso han podido recuperar pequeños fragmentos de ADN de los
organismos atrapados (hoja de magnolio de hace 17 Ma, termita de 30 Ma, gorgojo de 130 Ma…).
El estudio de los fósiles (fenotipo) y su comparación con los organismos actuales ha sido la fuente tradicional
de información utilizada para el estudio de la evolución de la vida en la Tierra. El análisis morfológico ha
permitido reconstruir la vida de los organismos complejos a partir de la Explosión cámbrica (que veremos),
ocurrida hace unos 540 Ma, e incluso desde la Fauna ediacarana (que también veremos), formada esta
última por organismos de cuerpos blandos, datados de hace unos 700 Ma.
Durante el Precámbrico (desde unos 3.500 Ma AP hasta hace unos 700 Ma), la vida solo existía en los
océanos en forma de microorganismos y sin partes duras, por lo que la paleontología solo puede ofrecer
información incompleta para este periodo. Las únicas posibles trazas de vida se encuentran en las rocas en
forma de moléculas orgánicas de pequeño tamaño (microfósiles) o señales indirectas, como las formaciones
de hierro bandeado (que veremos más adelante). El protagonismo durante este largo periodo lo lideraron
los estromatolitos.
Por otra parte, los avances de la biología molecular durante las últimas cuatro décadas han proporcionado
informaciones relevantes y complementarias acerca de la evolución de la vida, a través del análisis del ADN
de los fósiles bien conservados (genotipo), lo que se corresponde con una antigüedad máximas de unos 7
Ma, a partir de la cual las moléculas de ADN no conservan su integridad. El análisis del material genético de
los restos fósiles ha permitido secuenciar el genoma de algunos organismos extintos, información que ha
resultado fundamental para el estudio de los antecesores de Homo sapiens y de las especies con las que
hemos convivido.
En la última década también se ha puesto en marcha un nuevo método que permite el análisis de los restos
de las especies desaparecidas más recientes, con una antigüedad máxima, por el momento, de unos 80 Ma.
Esta técnica, aplicable en aquellos casos en que el ADN del organismo fósil se encuentre deteriorado,
consiste en extraer y analizar el colágeno (proteína presente en huesos, piel y otros tejidos), determinar su
secuencia de aminoácidos y compararla con las especies actuales. Con esta metodología, el equipo de Mary
H. Schweitzer y sus colaboradores (North Carolina State University) han podido estudiar los fósiles bien
conservados de dinosaurios con antigüedades en torno a los 75 Ma.
Los avances en las técnicas de secuenciación y análisis del ADN de los organismos actuales (últimos 50
años), han permitido importantes logros en el conocimiento de los pasos seguidos por la evolución. Así, un
ingenioso método, propuesto en 1962 por Emile Zuckerkandl y Linus Pauling, proponía la hipótesis de que
ciertos genes, denominados relojes moleculares, mostrasen una tasa de mutación aproximadamente
constante en el tiempo (hipótesis que resultó bastante acertada). En este supuesto, a partir de la
determinación del número de mutaciones en un mismo gen de distintas especies actuales, se podría estimar
el tiempo transcurrido desde las respectivas divergencias a partir del antepasado común, es decir, construir
el árbol filogénico molecular, donde quedarían reflejadas las relativas relaciones evolutivas de las distintas
especies analizadas. Tras la puesta a punto de este método (cuyos detalles escapan a las pretensiones de
este libro), y la depuración de los genes elegidos, se han logrado importantes logros en el conocimiento de la
evolución desde LUCA hasta la actualidad:
- 137 -
Demostración de que LUCA realmente ha existido.
Mostró que los organismos se pueden clasificar en tres grandes dominios (Bacteria, Archaea y Eucarya).
Conversión de la filogenia tradicional de un árbol de la vida en la que las tres ramas parten de un único
punto, en una filogenia con raíz, antes de la separación en tres linajes.
También condujo a que la opinión mayoritaria se decantase por una separación escalonada del tronco
común de los tres linajes: en primer lugar la separación del dominio Bacteria (B) del ancestro común de
Archaea-Eucaria (AE), divergiendo este último grupo común posteriormente (LUCA B +AE B + A + E).
Es posible que la vida primigenia surgiera varias veces o en distintos ambientes, pero solo uno de estos
primeros organismos consiguió sobrevivir y a sus descendientes llegar hasta nosotros.
- 138 -
LUCA B + ancestro común AE B + A + E (■Figura 6-14)
Más adelante analizaremos la formación de los eucariotas, pero la divergencia temprana de bacterias y
arqueas, cada una con su historia evolutiva independiente, se basa en las marcadas características
moleculares que las diferencian:
Diferente composición de los fosfolípidos de las membranas (los de las bacterias son más parecidos a los
de los eucariotas).
Las bacterias poseen una pared exterior de un polisacárido complejo, mientras que las arqueas, en su
mayoría, poseen una envoltura proteica.
El proceso de replicación del ADN de las arqueas es más parecido al de los eucariotas que al de las
bacterias.
Es relevante resaltar que los procesos de transcripción y traducción son similares en los tres dominios, lo que
hace suponer que ya estarían implantados en LUCA.
La coincidencia de las ramas termófilas y termófilas extremas en las posiciones más cercanas a la raíz del
árbol filogenético (subrayadas en la ■Figura 6-14), apoyan la idea de aquellos científicos que son partidarios
de un origen de la vida en ambientes termófilos, con temperaturas superiores a los 80 ºC (un LUCA
termófilo), similares a los que podemos encontrar en el entorno de las chimeneas hidrotermales, mientras
que otros defienden un origen a temperaturas más bajas, del orden de los 30-40 ºC, más apropiadas para la
conservación del ARN.
Pero últimamente, la información proporcionada por los análisis filogenéticos apunta a que son solo las
arqueas, y no las bacterias, las que disponen de un ancestro común hipertermófilo, y serían estos los
ancestros a partir de los cuales las bacterias y las arqueas comenzarían sus respectivas evoluciones. La
filogenia molecular muestra que las bacterias dieron lugar a una diversificación masiva, con más de 30 filos
(divisiones) actuales (además de los que sin duda ya se extinguieron), mientras que las arqueas tuvieron una
diversificación mucho menor, entre las que se encuentran las significativas arqueas metanógenas,
productoras de metano (CH4), presentes en grandes cantidades en distintos hábitats de nuestro planeta:
océanos, pantanos y también en el intestino de los rumiantes y de los humanos (contribuyen a la digestión).
La presencia en la atmósfera de un cuerpo celeste de una mezcla de metano (CH4) y oxigeno (O2), constituiría
una indicador (firma) de posible vida en dicho objeto (■Capítulo 10).
La información disponible actualmente también muestra que durante la diversificación, tanto de las arqueas
como de las bacterias, se produjeron múltiples eventos de transferencia génica horizontal entre distintos
organismos, incluso entre aquellos que se encontraban muy alejados filogenéticamente, tal como se ha
demostrado al probar que varios linajes de arqueas recibieron genes bacterianos. De todos modos, como
veremos, hasta hace unos 2.200 años, los procariotas (bacterias y arqueas) fueron los únicos organismos
que habitaron el planeta. Posteriormente, como también veremos, ciertas bacterias y arqueas se asociaron
para dar lugar al dominio de los eucariotas (o eucariontes), que incluyen desde organismos unicelulares
hasta verdaderos pluricelulares entre los que nos encontramos los humanos.
En la actualidad, los procariotas continúan siendo claramente mayoritarios, tanto en número de especies
como de individuos, constituyendo, junto con los hongos, casi el 50 % en masa de la vida terrestre, mientras
que las plantas represntan un 35 % y los animales únicamente un 15 %.
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Primeros organismos (imaginados)
Se supone que a partir del surgimiento de la vida, hace unos 3.750 Ma, se inició un proceso evolutivo en
ausencia de oxígeno, en el que tanto las bacterias (inicialmente) como las arqueas habrían ensayado
distintos metabolismos anaerobios (sin oxígeno) para el mejor aprovechamiento de los recursos disponibles.
Los fósiles más antiguos conocidos (como vamos a ver) corresponden a las supuestas cianobacterias de hace
unos 3.500 Ma, que ya practicaban la fotosíntesis oxigénica, un proceso metabólico complejo que en
opinión de los expertos (biólogos) seguramente estuvo precedido por otros procesos más sencillos:
Como «especulación científica», los biólogos estiman que tuvieron que existir unos primeros
organismos no fotosintéticos (bacterias y arqueas), de los que aún no se han descubierto registros, que
seguramente serían: anaerobios (no existía oxígeno libre en la atmósfera); heterótrofos (dependientes
de una fuente de alimentación externa) y procariotas (células que carecen de núcleo y de otros
orgánulos), cuya reproducción sería asexual y su fuente de alimentación el ATP (trifosfato de adenosina)
que obtendrían del entorno (sintetizado de gases simples y fosfato), situación que no pudo durar de
forma ilimitada ya que cada vez habría más células luchando por los mismos recursos.
La limitación de los alimentos seguramente habrá provocado el desarrollo de procesos más complejos,
como la fotosíntesis anoxigénica, lo que permitiría a algunos linajes bacterianos aprovechar la energía
del Sol para fijar CO2.
O quizás la fermentación mediante el cual moléculas como los azúcares se fraccionan formando CO2,
alcohol y liberando energía en forma de ATP (la mayoría de los procariotas actuales practican la
fermentación).
Finalmente, la evolución a una mayor complejidad bioquímica seguramente habrá permitido la
adaptación de algunos organismos al proceso de la fotosíntesis oxigénica, donde los electrones para la
reducción del CO2 serían extraídos de las abundantes moléculas de agua presentes en distintos entornos
del planeta, generando O2 como subproducto.
- 140 -
acusadas que las actuales, siendo esta probablemente la causa por la cual los fósiles de los estromatolitos
del Arcaico son más altos que sus parientes actuales. Estos organismos eran procariontes (células sin núcleo
aislado por una membrana) y anaerobios (no necesitaban oxígeno), pero como autótrofos (que fabrican sus
propios alimentos a partir de energía solar o térmica, CO2 y agua), ya no dependían de nutrientes
prefabricados.
Se encuentran estromatolitos fósiles en todas las eras geológicas, demostrando que la vida en nuestro
planeta nunca dejó de existir desde que surgió hace quizás más de 3.500 Ma.
El acontecimiento más significativo del Arcaico fue el desarrollo del proceso autotrófico de la fotosíntesis.
Las células fotosintéticas continuaban siendo anaerobias y procariotas, pero, como autótrofas, ya no
dependían de un suministro externo de moléculas prefabricadas para nutrirse (les bastaba el agua del mar,
el CO2 y la luz solar).
- 141 -
Los procesos de producción y posterior utilización del oxígeno por los seres vivos, es considerado por
muchos científicos como el caso más importante de co-evolución de la vida y del planeta.
Otros dos grandes acontecimientos biológicos del Proterozoico fueron la aparición de los organismos
eucariontes en el primer tercio de este periodo y la abundante formación de organismos pluricelulares de
cuerpo blando al final del periodo.
Recordemos que las células eucarióticas se caracterizan por disponer de un núcleo central conteniendo el
ADN protegido por una doble membrana, así como numerosos orgánulos también rodeados por
membranas. La mayoría de los organismos eucariotas se reproducen sexualmente, incrementando
notablemente el ritmo evolutivo y su complejidad, lo que ha permitido los complicados despliegues
posteriores, como la formación de los organismos pluricelulares y su diversificación, pasando por la gran
variedad de especies extintas hasta las actuales. Muchos de los organismos eucariontes son pluricelulares y
aerobios, por lo que no pudieron existir hasta que las cianobacterias liberaron cierta cantidad de oxígeno a la
atmósfera.
Otro hecho destacable de los eucariotas, es que todos ellos provienen de un único ancestro común, como se
ha comprobado al comparar secuencias genéticas representativas de todos los eucariotas actuales. A este
último ancestro común se le denomina como LECA (en inglés: Last Eucaryotic Common Ancestor). Según
estimaciones, este primer antepasado eucariótico se pudo formar hace unos 2.000 Ma, era unicelular,
disponía de núcleo diferenciado, membranas internas, uno o más flagelos que le proporcionaban movilidad y
un citoesqueleto que le permitiría formar pseudópodos (prolongaciones de su citoplasma) con los que
podría “envolver” partículas del entorno u otras células, e interiorizarlas mediante el proceso de fagocitosis
[■6-7]. Como vamos a ver, a partir de LECA evolucionaron distintos linajes eucarióticos, como los animales o
las plantas, en distintos acontecimientos independientes y, por supuesto, en convivencia con los procariotas
que en ningún momento han dejado de estar presentes.
Respecto al origen de LECA, hasta hace algunos años estaba ampliamente aceptada por el mundo científico
la Teoría de la Endosimbiosis Seriada, propuesta por Lynn Margulis en el año 1967, pero a raíz de los
avances conseguidos a través de los estudios filogenéticos moleculares para la investigación de la relaciones
evolutivas entre los organismos, han surgido nuevas hipótesis, entre otras, la planteada por Koonin y Willian
Martin por una parte, frente a la de Moreira y López García por otra. Pasamos a comentar estos tres
modelos.
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Teoría de la Endosimbiosis Seriada [■6-8] de Lynn Margulis
Según describe Lynn Margulis [■6-9], la formación de las células eucarióticas (■Figura 6-9) se produjo
mediante la sucesiva incorporación de células procarióticas que se integraron y organizaron en una relación
simbiótica: tres en el caso de los animales y hongos (con un ancestro común) y cuatro en el caso de las
plantas.
Margulis estima que la vida procarionte estaba formada por una multitud de organismos diferentes, con
gran capacidad de adaptación a las condiciones medioambientales muy variables de la época. Hoy se
conocen unos veinte metabolismos [■6-10]
practicados por las bacterias mientras que para
los organismos eucariontes solo se conocen dos:
el metabolismo aerobio (respiración), que se
caracteriza por producir energía a partir de
hidrocarburos, y la fotosíntesis producida por las
plantas. Para Lynn Margulis, la gran variedad de
metabolismos utilizados por las bacterias refleja
las dificultades a las que estos organismos
estuvieron sometidos y su gran capacidad para
afrontarlas. De forma gráfica y resumida
(■Figura 6-9), Lynn Margulis propone:
1. Una arquea anaerobia (o termoacidófila) se fusionó con una bacteria nadadora (espiroqueta),- dando
lugar al nucleocitoplasma, sustancia básica de los ancestros de las células eucarióticas. Este organismo
era anaerobio y podía desplazarse (nadar), lo mismo que sus descendientes actuales. Habitaba en arenas
y lodos donde la materia orgánica era abundante y donde no existía el oxígeno o era poco abundante.
2. Tras la evolución de la mitosis [■6-11] en los protistas nadadores, otro microorganismo de vida libre,
una bacteria que respiraba oxígeno, fue incorporado a la fusión anterior, formando células más grandes
y más complejas, un nuevo organismo que ya respiraba de oxígeno y que también podía ingerir alimento
en forma de partículas. Estas complejas y asombrosas células con núcleo, que nadaban y respiraban
oxígeno, aparecieron por primera vez sobre la Tierra hace quizá unos 2.000 millones de años. Juntos, el
delicado nadador, la arqueobacteria tolerante al calor y al ácido y el respirador de oxígeno, pasaron a
formar un único y prolífico individuo, ancestro común de los animales y los hongos [■6-12], que generó
una numerosa prole.
El nuevo endosimbionte, originalmente bacteria de vida libre y respirador de oxígeno, se convertiría en las
actuales mitocondrias presentes en las células eucariotas de los organismos pluricelulares.
3. Para completar la serie generadora de células complejas, los respiradores de oxígeno engulleron, pero
no pudieron digerir, bacterias fotosintéticas de color verde brillante, que con el paso del tiempo se
convertirían en los cloroplastos, productivos amantes de la luz, que se integraron con los demás
orgánulos anteriormente independientes. Esta cuádruple fusión dio lugar a las algas verdes nadadoras,
ancestros de las células vegetales actuales. Por otra parte, los componentes individuales aun continúan
vivos y bien adaptados, nadando, fermentando y respirando oxígeno.
La disposición final de orgánulos que acabamos de comentar generó el Reino vegetal, dando lugar a nuevos
organismos capaces de sintetizar biomasa aprovechando la energía solar. Tras estas “integraciones”, el
grado de dependencia es tal que los organismos procariontes solo pueden sobrevivir como un todo.
- 143 -
Las principales evidencias en las que se apoya la hipótesis formulada por Margulis son las mitocondrias y los
cloroplastos cuya forma y tamaño son similares a las bacterianas: poseen su propio genoma, similar a los de
los procariotas y contienen ribosomas más parecidos a los bacterianos que a los eucarióticos. Además
poseen una doble membrana, la interior correspondiente a la célula entrante y la exterior a la vacuola
formada a partir de la membrana del hospedador.
La teoría de la Endosimbiosis Seriada va ganando más adeptos cada día y actualmente se considera probada,
aunque siguen existiendo algunas discrepancias respecto a la incorporación inicial de la espiroqueta.
- 144 -
(organismos eucariontes de difícil clasificación, generalmente unicelulares, procedentes de los otros tres
reinos eucariontes).
La formación de las células eucarióticas es otro de los hitos importantes en la historia de la vida en la
Tierra. Sin esta evolución no habrían sido posibles otros pasos, como la aparición de los organismos
pluricelulares
- 145 -
La aparición de la pluricelularidad y el sexo, en ciertos linajes eucarióticos, supuso el origen de la muerte
hace unos 1.000 Ma, 2.500 Ma después del origen de la vida.
- 146 -
biodiversidad de épocas inmediatas anteriores, como la fauna de cuerpo blando del anterior periodo
ediacariano y los organismos unicelulares durante todo el Proterozoico. En la ■Figura 6-10 vemos el fósil de
un trilobites, una clase de artrópodo extinto. Fue uno de los organismos más característico de la Era
Paleozoica, del cual se han descrito más de 3.000 especies.
Se desconoce lo que originó esta rápida proliferación de animales, aunque seguramente intervinieron varios
factores tanto geológicos como biológicos. Es posible que las glaciaciones sufridas a finales del Proterozoico,
seguidas de un calentamiento global durante el Cámbrico, hayan estimulado la explosión cámbrica
Como haya sido, la explosión cámbrica y su rápida diversificación en animales con esqueleto durante el
Cámbrico Inferior, es otro de los importantes acontecimientos de la historia de la vida en la Tierra.
Durante el Cámbrico se desarrollaron muchos diseños corporales nuevos, apareciendo repentinamente más
de 50 grupos de organismos complejos (filos) en el registro fósil. Se estima que durante este periodo se
ensayaron muchas morfologías, pero solo unas pocas alcanzaron un largo éxito evolutivo. Los trilobites,
braquiópodos y arqueociatos suponen la mayoría de los animales con esqueleto del Cámbrico.
- 147 -
La gran diversidad de organismos marinos detectados en los yacimientos de Ediacara, Chengjiang y Burgess
Shale, muestran que en los primeros millones de años del Paleozoico los mares de nuestro planeta fueron un
inmenso banco de pruebas en los que la vida, a través de la reglas de la selección natural, depuró una
multitud de especies, muchos de cuyos desarrollos corporales y formas de desplazamiento continúan en las
especies actuales.
- 148 -
las plantas y las algas verdes, siendo estas últimas uno de los grupos que hicieron la transición del agua
salada al agua dulce.
En el Silúrico (435-410 Ma AP) aparecen las primeras plantas vasculares terrestres (relacionadas con los
helechos…), que en el Devónico (410-360 Ma AP) se diversifican y expanden (aparecen los estomas y las
traqueidas), que en adelante dominarán la vegetación terrestre.
El Devónico fue para las plantas terrestres lo que el Cámbrico había sido para los animales
Hasta el final del periodo Devónico/principios del Cabonífero, las plantas se reproducían por esporas,
partículas unicelulares que necesitan mucha agua para sobrevivir y desarrollarse, pero con la evolución de
las semillas, que incorporan el agua y alimentos que necesitan, estas podían ser transportadas por el viento
a kilómetros lejos del agua. A partir del Carbonífero (360-300 Ma AP) la vida vegetal se propaga por todo el
planeta; aparece la “madera”, permitiendo que las plantas “crezcan” desde menos de un metro a más de
treinta y cinco metros de altura. La evolución de los árboles y matorrales genera gran cantidad de oxígeno
libre (seguramente nosotros ya podríamos vivir en el Carbonífero inferior). Ya en el Pérmico (300-250 Ma
AP) surgen las Gimnospermas, primeras plantas con auténticas semillas (con conos o piñas), entre ellas las
coníferas (hace unos 300 Ma) y los ginkgos (hace unos 270 Ma), que pasarían a ser dominantes durante el
Jurásico: en su mayoría arbustos o árboles siempre verdes, con hojas auténticas y semillas unisexuales que
polinizan con la ayuda del viento.
El carbón que utilizamos actualmente proceden de plantas que vivieron hace unos 300 Ma y que fueron
transformadas por los efectos de la temperatura y la presión bajo las rocas donde quedaron sepultadas.
El siguiente e importante paso evolutivo en el mundo de los vegetales se produciría ya en el Cretácico (135-
65 Ma AP), hace unos 100 Ma, con la aparición de las Angiospermas (plantas con flor, frutos y semillas), que
pasó a ser la flora terrestre más abundante, quedando la del Paleozoico reducida en la actualidad a menos
de un 10 %. Las Angiospermas, en convivencia con las Gimnospermas y las no vasculares, dieron paso a un
hermoso mundo de color y de insectos polinizadores.
Hongos
Como ya hemos indicado, el reino Fungi evolucionó a partir de un antepasado heterotrófico común de hogos
y animales, a partir del cual diversificarían los organismos eucariotas, unicelulares y pluricelulares, conocidos
como mohos, levaduras y setas. El ancestro de los hongos se distinguía, entre otras razones, por presentar
una pared celular compuesta por el polisacárido quitina (diferente de la celulosa de las paredes celulares de
las plantas). La conquista de los continentes por parte de los hongos se produjo más tarde que las plantas,
en forma de eucariontes unicelulares y pluricelulares. Su reproducción se realiza principalmente por medio
de esporas [■6-15], cuya generación puede ser sexual o asexual.
Los mohos son especies microscópicas unicelulares o pluricelulares del reino Fungi, que se desarrollan en
forma de filamentos, sobre todo en condiciones cálidas y húmedas. Entre las muchas especies de hongos, se
encuentran el Penicillium (del que deriva la penicilina, antibiótico descubierto por Alexander Fleming) y
algunos tipos de mohos presentes en distintos tipos de queso (Camembet, Roquefort, Cabrales… ).
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Se denomina levadura (o fermento) a distintos organismos eucariotas microscópicos unicelulares, con
capacidad para realizar la transformación de los azúcares o hidratos de carbono, produciendo distintas
sustancias, por ejemplo: cerveza, vino, pan… mediante la fermentación alcohólica.
Las setas son los cuerpos fructíferos de ciertos hongos pluricelulares, que incluyen a muchas especies.
Suelen encontrarse en zonas húmedas, bien a la sombra de los árboles o con poca luz. Algunas especies de
setas son comestibles, mientras que otras son venenosas, e incluso con efectos psicoactivos (con efecto
directo sobre el sistema nervioso central –SNC-). Como ejemplos de setas comestibles podemos citar el
champiñón, o el níscalo.
Anfibios
La principal diferencia entre los animales modernos que viven en el agua, respecto a aquellos que lo
hacemos en tierra firme, reside en el modo de oxigenación de la sangre, o sea, de la respiración. Los
acuáticos suelen absorber el oxígeno a través de un aparato branquial; mientras que los terrestres recurren
a un aparato pulmonar. Sin embargo, existen ciertos vertebrados, los anfibios modernos, con una primera
parte de su vida exclusivamente acuática (período larval), con branquias y con una organización respiratoria
similar a la de los peces; seguida de una fase adulta, que alcanzan a través de transformaciones profundas y
graduales, viviendo en tierra y respirando por medio de pulmones (ejemplos: salamandras, ranas y sapos).
Los anfibios poseen sexos separados, la fecundación puede ser interna o externa, y mayoritariamente son
ovíparos. La puesta se suele realizar en agua dulce (dado que los huevos no están protegidos frente a la
desecación), y normalmente está formada por una multitud de pequeños huevecillos unidos por una
sustancia gelatinosa, cubierta a su vez por membranas que los protegen de ciertos peligros del entorno.
La mayoría de los autores sitúan el origen de los anfibios hacia el final del Devónico (410-360 Ma AP),
seguido de una gran diversificación durante los periodos Carbonífero y Pérmico. Se trata de los primeros
vertebrados que abordaron la tierra firme, tal vez huyendo de depredadores o quizás para aprovechar un
nuevo mundo con pocos competidores. Los anfibios descienden de peces con pulmones funcionales y con
dos pares de aletas musculares, dotadas de disposiciones óseas similares a dedos, capaces de soportar el
peso corporal del animal fuera de la sustentación del agua. En los peces había surgido el huevo como medio
reproductivo, una estructura compartimentada, capaz de proteger y alimentar al embrión en el medio
acuático hasta el momento del nacimiento. En los anfibios se fue pasando a sistemas con desarrollo
completo del embrión en el interior de la hembra, mejorando así su protección. La colonización del medio
terrestre fue solo parcial ya que mantenían (y mantienen) una fuerte dependencia del agua para realizar
sus ciclos reproductivos y para mantener una humedad adecuada en su piel y en su sistema respiratorio.
- 150 -
partir de pequeños dinosaurios carnívoros.
Las rocas del final del Pérmico (hace 250 Ma) revelan la existencia de una gran extinción masiva, originada
probablemente por procesos volcánicos y tectónicos, con alteraciones en la composición de la atmósfera y
descensos en los niveles de los océanos, causando la desaparición de muchas especies en todos los
ecosistemas del planeta, pero de forma aún más acusada en los ambientes de la vida litoral, especialmente
entre los anfibios. Esto permitió a los reptiles la conquista del medio terrestre, al disponer de mejores
adaptaciones para evitar la deshidratación, como la piel seca con escamas que reducía la transpiración; pero
lo más importante fue la adaptación evolutiva para la formación de un huevo protegido por una cubierta
calcificada (cáscara) y otras membranas protectoras, así como un saco con sustancias de reserva (la yema)
de las que se alimentaba el embrión durante su permanencia en el interior del huevo; y de un saco de
desperdicios (alantoide). Los organismos que realizan este proceso se denominan amniotas.
Otro factor importante para el éxito adaptativo de los reptiles fue la ausencia, durante unos 190 Ma, de
importantes episodios orogénicos: la fragmentación de Pangea y el desplazamiento de los continentes hacia
su posición actual se producían de forma progresiva, reinando además un clima cálido durante todo el
período.
La evolución del huevo amniótico permitió que los reptiles colonizasen todas las partes de los continentes
(efecto similar al ocurrido en el mundo de las plantas, con la evolución de las esporas a las semillas). Al no
estar supeditados a la presencia del agua para la realización del ciclo reproductivo pudieron eliminar el paso
por un estado de larva.
Los amniotas se diversificaron en tres líneas evolutivas: los anápsidos, entre los que se encuentran las
actuales tortugas; los diápsidos, que a su vez se diferenciaron en dinosaurios y reptiles y los sinápsidos de
los que descendemos los mamíferos.
Los dinosaurios, con una antiguedad de más de 230 Ma, dominaron el planeta durante el Jurásco y el
Cretácico, alcanzando tamaños de más de 70 toneladas y 30 metros de largo (Argentinosaurus). A través de
importantes adaptaciones morfológicas colonizaron la tierra, el mar y el aire. A partir de un grupo de
dinosaurios terrestres carnívoros y bípedos, que ya estaban dotados de plumas, surgieron las aves hace unos
150 Ma.
El clima suave del Mesozoico hizo posible que los animales y plantas se difundiesen por extensas regiones
geográficas. La fracturación de Pangea y su dispersión hizo que algunos continentes quedasen aislados,
particularmente Sudamérica y Australia, por lo que la fauna en estos continentes evolucionó de forma
aislada haciéndose cada vez más diferente. Australia, aislada desde el Mesozoico, dispone actualmente de
una fauna distinta al resto de los continentes.
Por su parte, los invertebrados marinos, bivalvos, cefalópodos, gasterópodos experimentaron una gran
regeneración tras la extinción masiva del Pérmico.
Como comenta Carlos Briones en la segunda parte del libro “Orígenes: El universo, la vida, los humanos”:
«Entre los múltiples descendientes de ese pez ancestral que conquistó tierra firme […] de LECA y de LUCA,
de las protocélulas […], hace aproximadamente 70 Ma comenzaron a saltar sobre una de las múltiples ramas
del árbol de la vida unos pequeños mamíferos: los primates.»
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Los humanos
En este capítulo, dedicado a la evolución de la vida en nuestro planeta, hemos estimado conveniente incluir,
aunque de forma resumida, una sección acerca del origen y la evolución de nuestra especie: Homo sapiens.
Entre las características de los humanos modernos figuran la consciencia de nosotros mismos y de nuestro
pasado, la capacidad para reflexionar y para hacernos preguntas acerca del origen del universo y de la vida:
¿cómo hemos llegado hasta aquí?, ¿cuál fue nuestra evolución?, ¿origen y evolución de la mente humana?
Los humanos pertenecemos al orden Primates («los primeros») [■6-16], conjunto en el que acertadamente
nos incluyó el naturalista sueco Carl Linneo en el año 1758, con criterios antropocéntricos, al no detectar
evidencias orgánicas para situarnos en un grupo aparte (fruto de la intuición y claridad mental de Linneo, ya
que en su tiempo aún no se conocía la teoría evolutiva de Darwin y Wallace). El orden Primates está formado
por los estrepsirrinos o «primates inferiores» (lémures, loris y tarseros) y los haplorrinos o «primates
superiores» (monos del Nuevo Mundo, monos del Viejo Mundo, gibones, los grandes simios y los seres
humanos). Los grandes simios (chimpancés, gorilas y orangutanes), junto con los humanos (actuales y
antepasados extintos), constituimos el grupo de los homínidos (Hominidae, como familia biológica).
Los primates han conservado algunos caracteres primitivos a lo largo de su historia, como los cinco dedos y
la dentición provista de cúspides redondeadas adaptadas para una dieta omnívora (alimentos tanto
vegetales como animales), la más común entre los humanos; pero también han experimentado múltiples
evoluciones, como la disminución del hocico, la sustitución de las garras de los dedos por uñas planas, el
aumento del cerebro y del córtex cerebral (revestimiento de los hemisferios cerebrales compuesto por
sustancia gris).
Según los especialistas, el cronómetro molecular sitúa el origen de los primates hace unos 75 Ma, a finales
del Cretácico, «poco» antes de la desaparición de los grandes dinosaurios. Entre los mamíferos más cercanos
a nosotros en el árbol genealógico estarían los antepasados de los roedores (ardillas, conejos, liebres), con
los ojos aun en situación lateral, pero que pronto migrarían a la posición frontal con visión binocular,
generalmente en color. Tras la extinción masiva de hace unos 65 Ma (que veremos), los mamíferos tuvieron
su oportunidad para acceder a los ecosistemas que dejaron libres los grandes dinosaurios, espacios que
compartieron con otros supervivientes de la catástrofe (reptiles, anfibios, aves...).
Los estrepsirrinos fueron los primeros en aparecer, alcanzando su máximo apogeo hace unos 50 Ma. De
estos primates probablemente descendemos
todos los demás, por lo que también han sido
denominados prosimios.
Hace unos 28 Ma (Oligoceno), los haplorrinos,
que supuestamente han evolucionado a partir de
los prosimios, ya se encontraban afianzados,
tanto los monos del Viejo Mundo (África y Asia),
como los monos del Nuevo Mundo (América
Central y del Sur).
Los homínidos, ■Figura 6-13, evolucionaron a
partir del los monos del Viejo Mundo en algún
momento del Mioceno (23,5 a 5.3 Ma AP), pero
sin un acuerdo preciso entre los científicos, aunque se acepta mayoritariamente que este proceso se produjo
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en África [■6-17]. Los componentes de este grupo se caracterizan por compartir un particular modo de
locomoción (braquiación), consistente en desplazarse suspendidos de los brazos, agarrándose a las ramas de
los árboles y balanceando el tronco, lo que daría lugar al desarrollo de brazos más largos y fuertes y a
importantes modificaciones en el tórax, en las articulaciones de los hombros y muñecas y en la morfología
de las manos. La evolución de los primates a partir de su antecesor arbóreo pasa por un largo y lento
proceso a través del tiempo: modificación del esqueleto y el modo de locomoción; progresivo aumento del
tamaño del cerebro; menor número de dientes, más pequeños y menos especializados; visión
estereoscópica y manos con el pulgar oponible, aunque no todas estas evoluciones afectan por igual a todos
los primates (ejemplo: la locomoción bípeda afecta solo a los homininos).
Finalmente, ■Figura 6-14, los homininos somos una subtribu de primates homínidos, caracterizados por la
postura erguida, la locomoción bípeda y la tendencia a un cerebro grande y organizado (agrupa al Homo
sapiens y a toda su línea evolutiva, desde la
separación de la línea del chimpancé).
Actualmente se acepta que el origen de los
homininos podría remontarse a hace casi 7
Ma, antigüedad inferida por los genetistas
para el antecesor común de los humanos y
una especie de chimpancés (Pan troglodites),
tras la comparación de los genomas de
ambas especies. Como vamos a ver, los
humanos modernos somos una especie
precedida por una larga historia evolutiva,
que ha dejado atrás a numerosas especies
extintas.
La opinión mayoritaria de los antropólogos justifica las características de los homininos como una respuesta
evolutiva a los cambios climáticos ocurridos durante el Mioceno y el Plioceno (23,5 a 1,8 Ma AP), periodos
durante los cuales las grandes sabanas sustituyeron a los bosques tropicales del este africano, lugar donde
los primates inferiores y los monos del Viejo Mundo eran muy abundantes. Como adaptación al nuevo
medio surgieron primates con la capacidad de mantenerse erguidos y de desplazarse apoyándose solamente
en sus patas traseras.
La escasez de muestras en el registro fósil entre hace 7 y 4 Ma, justifican la falta de acuerdo en el entorno
científico acerca de la historia evolutiva de los homininos, e incluso en el número de géneros o especies que
nos precedieron, por lo que únicamente comentaremos aquellos representantes apoyados por registros
fósiles ampliamente aceptados por los paleontólogos.
Pero antes de entrar en la descripción de las distintas especies que nos precedieron, consideramos
conveniente revisar algunos aspectos evolutivos que nos diferencian del chimpancé, el último homínido del
que nos separamos hace quizá unos 7 Ma: estos pueden ser morfológicos, como la bipedestación o la
cerebración; o culturales, como la aparición del lenguaje.
Bipedestación. Adaptaciones surgidas para que los homininos puedan mantenerse erguidos, tanto en
posición estática como durante el desplazamiento. Los cambios más significativos experimentados por los
primates para pasar de cuadrúpedos a bípedos han sido:
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Cráneo. En los homininos, la posición del foramen magnum [■6-18] se encuentra desplazado hacia la
parte central de la base del cráneo (zona posteroinferior) y en un plano paralelo al suelo, mientras que
en los simios está situado en la parte posterior y con cierta inclinación. La posición alcanzada en los
homininos es necesaria para mantener la cabeza horizontal, con la base del cráneo perpendicular a la
columna vertebral.
Columna vertebral. Mientras que en los chimpancés la columna es rectilínea y se encuentra inclinada
hacia adelante, en H. sapiens y sus ancestros bípedos ha adoptado curvaturas que permiten soportar
mejor el peso de la parte superior del cuerpo y se orienta verticalmente a partir de la pelvis. En los
humanos el centro de gravedad se encuentra encima de la “plataforma” que forman los pies.
Pelvis. La pelvis de los simios es estrecha y alargada, con un ala ilíaca casi plana, mientras que en los
humanos es muy ancha, corta y curvada para formar el anillo pélvico. El ensanchamiento de la pelvis
humana, respecto a los restantes homínidos, ha sido esencial para el surgimiento del bipedismo. Un
ejemplo significativo son los tres músculos aductores de la cadera (glúteo mayor, glúteo medio y glúteo
menor), músculos que tienen su origen en distintas zonas del fémur y se insertan en la cresta ilíaca, y
que son los mismos para el chimpancé y los humanos, pero con distintas funciones en ambas especies.
Así, en los chimpancés, estos tres músculos impulsan al unísono el desplazamiento hacia adelante,
permitiendo que estos animales se muevan a gran velocidad, pero no pueden mantenerlo erguido. Sin
embargo, en los homininos bípedos la mayor anchura de la cadera permitió desplazar la inserción de los
glúteos medio y menor en la cresta ilíaca, modificando la función: el glúteo mayor continúa con la labor
de impulsar el desplazamiento hacia adelante, mientras que los glúteos medio y menor se tensan
alternativamente cada vez que elevamos la pierna para caminar (su función ha cambiado), impidiendo
que nos caigamos lateralmente cuando estamos apoyados en un solo pie. Estas importantes diferencias
anatómicas son algunos de los puntos clave para determinar una u otra forma de desplazamiento.
Un aspecto negativo de las modificaciones de la pelvis humana son las dificultades que implican para las
hembras de nuestra especie en los alumbramientos.
Pies. La locomoción bípeda necesita unos pies capaces de soportar (cada uno) todo el peso del cuerpo;
guardar el equilibrio, tanto en posición estática como en movimiento; y proporcionar un impulso eficaz
durante la marcha. El pie de los humanos ha evolucionado alargándose, sobre todo en el talón, y el dedo
pulgar ha pasado de ser transversal y oponible (como en los chimpancés), para alinearse con los demás
dedos. La bóveda plantar dispone de tres puntos de apoyo, constituidos por las cabezas del primer y
quinto metatarsiano y la tuberosidad del calcáneo, este último cubierto por una capa de tejido conectivo
subcutáneo, compuesto por fibras de colágeno, que actúa como cámara de presión. Todo este conjunto
anatómico proporciona estabilidad, amortiguación y economía de energía cuando andamos o corremos.
Estos cambios han permitido sustituir la capacidad de aprehensión de los pies para agarrarse a las ramas
(necesaria en los bosques), por otras importantes funciones de locomoción, necesarias en la sabana.
Se han propuesto tres hipótesis para justificar el origen del bipedismo, aunque, de momento, ninguna de
ellas haya sido plenamente aceptada por una parte del resto de especialistas:
1. La propuesta del alzamiento sobre las patas traseras para poder otear el horizonte, con los objetivos de
visualizar presas, evitar depredadores y orientarse (por encima de las distintas especies de gramíneas,
que pueden superar los dos metros de altura). Esta hipótesis ha perdido fuerza al comprobar que el
bipedismo probablemente haya surgido en zonas boscosas y no en zonas abiertas de sabana.
2. Una segunda propuesta, que nació con fuerza en la década de 1960, pero que acabó con opositores,
argumentó el surgimiento del bipedismo como respuesta a la necesidad de liberar las manos para
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fabricar herramienta y utensilios líticos, y adicionalmente para transportar a las crías o los alimentos. La
certificación de que el bipedismo había surgido antes que la fabricación de herramientas (véase
Australopithecus afarensis) descartó, en principio, esta segunda propuesta.
3. La tercera y última hipótesis (de momento), publicada en la década de 1990, se apoya en las supuestas
ventajas del bipedismo ante los rigores de un clima que evolucionó de bosque a sabana sin cobertura
vegetal. Según sus defensores, los cuadrúpedos exponen más superficie corporal a las radiaciones y
pierden mayor cantidad de agua, por lo que necesitarían comer y beber más que los primates bípedos.
Entre los argumentos en contra de esta hipótesis figuran: el descubrimiento de la especie Ardipithecus
ramidus en el año 1994, que vivió entre hace 4,5 y 4 Ma, que con toda seguridad fue bípedo y que
probablemente habitó “en una zona húmeda de bosque” (como sugieren los restos de los sedimentos
donde se encontraron los fósiles), lo que anula la base argumental de la hipótesis; por otra parte, otros
investigadores también han realizado experimentos con conclusiones contradictorias respecto a la
diferente eficiencia energética entre cuadrúpedos y bípedos en ambientes de sabana abierta.
Cerebración. El cerebro de H. sapiens es uno de los más grandes, en relación a su masa corporal. Su volumen
oscila entre 1.200 a 1.400 cm3, con un promedio de unos 1.350 cm3, frente a los 350 cm3 del chimpancé. No
obstante, tan importante como el volumen es la estructura, tanto del propio cerebro como la del sistema
nervioso central. Otro aspecto significativo de nuestro cerebro es el importante consumo de energía
metabólica, que alcanza el 20 % de la energía corporal.
Se afirma que los neandertales pudieron tener un cerebro incluso de mayor tamaño que el de nuestra
especie, pero la morfología de su cráneo indica importantes diferencias estructurales: poco desarrollados los
lóbulos frontales y la corteza prefrontal.
Lenguaje. Muchos especialistas consideran que la capacidad para una comunicación como la humana,
lenguaje simbólico, se necesita un cerebro complejo, pero también importantes cambios morfológicos que
permitan la articulación de sonidos discretos. Estas son las circunstancias que aparentemente concurren en
H. sapiens, donde, además de un cerebro suficientemente evolucionado para pensar en modo simbólico, la
laringe se encuentra más abajo que en el resto de mamíferos, permitiendo que las cuerdas vocales emitan
sonidos más nítidos, diferenciados y variados.
Sahelanthropus tchadensis
Descubierto en 2002, se trata de un cráneo, dos fragmentos de mandíbula y algunas piezas dentarias,
datados con cerca de 7 Ma de antigüedad, lo que le califica como el antecesor conocido más antiguo de la
genealogía humana y el más cercado al momento en que nos separamos de nuestros primos vivos más
cercanos, los chimpancés. Estos restos se hallaron en el desierto de Djurab del Chad, África central, a unos
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2.500 km al oeste del Gran Valle del Rift, mientras que, hasta ese momento, todos los fósiles de las demás
especies de homininos, como veremos, se habían localizado en el este del continente africano. Tomando en
consideración el lugar del encuentro, la edad de los fósiles y la combinación de caracteres, el equipo
descubridor (Michel Brunet y colaboradores) tomó la decisión de asignarles un nuevo género y especie:
Sahelanthropus tchadensis (recordando el lugar del descubrimiento: región del Sahel, en la República del
Chad).
El cráneo encontrado tiene un volumen de unos 350 cm3 (sin gran precisión debido al aplastamiento sufrido
durante más de 6 Ma), similar al de los chimpancés actuales y mucho menor que el de Homo sapiens
(promedio de unos 1.350 cm3), no presenta cresta craneal, pero sí un arco supra orbital continuo muy
acusado. El foramen magnum, situado en la base del cráneo, presenta una morfología y orientación
horizontal similar a la del propio género Homo, lo que sugiere para Sahelanthropus una posición erguida y
bipedestación, hipótesis que no será totalmente aceptada hasta que no se encuentren huesos de pies,
piernas y pelvis que lo confirmen.
Los dientes, particularmente los caninos, son relativamente pequeños, sobre todo si se asignan a un
ejemplar macho (como apoyan los investigadores) y el espesor del esmalte es intermedio entre los del
género Homo y los chimpancés, rasgos que acercan a este hominino a los humanos. Sin embargo, las facetas
de desgaste de algunos dientes sugieren que S. tchadensis no disponía de diastemas [■6-19], mientras que sí
están presentes en homininos más recientes (Ardipithecus kadabba), razón por la que algunos
investigadores excluyen tanto a Sahelanthropus, como a Orrorin de la genealogía humana (■Figura 6-14).
Existen muchas dudas y discrepancias acerca de la pertenencia de Sahelanthropus tchadensis a nuestra línea
evolutiva.
Orrorin tugenensis
Descubrimiento dado a conocer en el año 2001 (un año antes que S. tchadensis). Este nuevo género y
especie se corresponde con 14 fósiles encontrados en el este de África, en el distrito keniano de Baringo:
trozos de mandíbula y de la parte superior de la pierna, un brazo y algunos dientes, datados con unos 6 Ma
de antigüedad. La denominación específica deriva del lugar del hallazgo, en la colina de Tugen, mientras que
el nombre genérico significa «Hombre original» en la etnia Tugen.
La morfología de la parte superior del fémur apunta a que esta especie tuvo locomoción bípeda, indicio
mucho menos convincentes que la forma de la pelvis o de los huesos de los pies, razones por las cuales los
científicos aconsejan prudencia respecto al bipedismo, a la espera de nuevos descubrimientos. El fragmento
del húmero presenta una cresta lateral rectilínea, rasgo común con los chimpancés y con Autralopithecus
afarensis, lo que atribuye a Orrorin capacidades trepadoras, aspecto apoyado también por la curvatura de la
falange proximal, similar también a la de los Autralopithecus afarensis. La dentadura, con caninos pequeños
y molares grandes, sugiere una dieta a base de hierbas y frutos, quizás acompañada por proteínas
procedentes de insectos. El tamaño de las extremidades permite estimar para Orrorin tugenensis un peso
entre 25 y 50 kg y una talla media de 1,4 m, similar al de las hembras de los chimpancés.
Algunos científicos consideran al género Orrorin como posible descendiente directo de Sahelanthropus
tchadiensis y ancestro directo del género Ardipithecus, posiblemente uno de los eslabones que ha derivado
en el ser humano actual. Por el contrario, otros investigadores se apoyan en la ausencia de diastemas, para
excluir a Orrorin (al igual que Sahelanthropus), de la genealogía humana.
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No hay acuerdo general sobre el bipedismo de esta especie, y por lo tanto de que se trate de un verdadero
hominino. Tema pendiente de nuevos hallazgos.
Ardipithecus kadabba
Los restos de esta especie, encontrados en al menos cinco puntos diferentes, sitúan a este hominino entre
hace 5,8 y 5,2 Ma en la actual Etiopía. Inicialmente, a partir de hallazgos en el año 2001, estos se clasificaron
en la subespecie Ardipithecus ramidus kadabba, pero tras la localización de nuevos fósiles en el año 2004, y
su cotejo con la especie Ardipithecus ramidus, se tomó la decisión de asignarles una nueva especie: las
diferencias temporales (1 Ma más antiguo que Ardipithecus ramidus) y una dentición más primitiva (caninos
largos), justifican la distinción de especies. Además, la presencia de desgastes, que muestran la existencia de
diastemas, que no están presentes en especies más antiguas, apoya la propuesta de sus descubridores para
excluir a Sagelanthropus y Orrorin de la genealogía humana.
El estudio de esta especie se realizó a partir de los hallazgos, entre otros, de unos fragmentos de húmero y
cúbito, una falange de pie y algunos dientes: Ardipithecus kadabba tenía las dimensiones de un chimpancé
moderno; los fragmentos de húmero y cúbito, según los investigadores, apoyan la similitud de esta especie
con los de Australopithecus afarensis; respecto al bipedismo, solo pudo “asignarse” a partir de una sola
falange de pie, por lo que también aquí se presentan discrepancias de opinión por parte de los
paleontólogos; finalmente, el estudio de los dientes muestra que esta especie disponía de diastemas, lo
que sirvió como argumento para distinguirlo de Ardipithecus ramidus, su posible sucesora. Algunos
científicos consideran a A. kadabba como la probable primera especie de la rama hacia los humanos, tras la
separación evolutiva de la línea común con los chimpancés.
Los restos fósiles de más de 60 especies de vertebrados, asociados al descubrimiento de A. kadabba,
sugieren que estos homininos vivieron principalmente en un ambiente de bosque cerrado, pero la presencia
de restos de bóvidos también apuntan a la presencia de zonas de pasto más abiertas.
Al igual que para Orrorin tugenensis, tampoco hay acuerdo general sobre el bipedismo de esta especie.
Ardipithecus ramidus
Entre los años 1993 y 2009 se encontraron en Etiopía un total de 235 restos de Ardipithecus ramidus,
pertenecientes a un mínimo de 36 individuos, unos de ellos muy completo: una hembra adulta, con una
talla de unos 120 cm y 50 kg de peso, a la que se denominó “Ardi”, restos datados con una antigüedad de
unos 4,5 Ma. La anatomía de estos fósiles, particularmente del esqueleto ARA-VP-6/500 y el de Ardi, han
proporcionado datos muy relevantes para el esclarecimiento de la evolución de los homininos.
De la anatomía del pie (esqueleto ARA-VP-6/500), cabe resaltar un pulgar formando un ángulo de casi 90
grados respecto a los demás dedos, lo que permitiría a esta especie agarrarse con fuerza a la ramas. Sin
embargo, la anatomía de los metatarsianos sugiere inmovilidad plantar, como en los humanos, en vez de
flexibilidad como en los chimpancés. Esta constitución, en opinión de los expertos, proporcionaría a
Ardipithecus ramidus la capacidad necesaria para mantenerse erguido. Otra evidencia, en apoyo del
bipedismo para esta especie, la proporciona el estudio experto de una pelvis bastante bien conservada del
mismo esqueleto (ARA-VP-6/500), con un íleon muy similar al del género Homo: disposición del glúteo
mayor para impulsar el movimiento hacia adelante, mientras que los glúteos mediano y menor están
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orientados para tensarse (abducción) e impedir la caída lateral cada vez que se levanta un pie, permitiendo
así la bipedestación. En cambio el pubis y el isquion conservan analogías morfológicas con los simios
antropoideos, facilitando el desplazamiento por las ramas.
Por su parte, la mano de Ardi presenta unos dedos largos y un pulgar no oponible, por lo que podía agarrar
con fuerza, pero no disponía de la pinza de precisión, necesaria para la fabricación de herramientas y
utensilios líticos.
Otras características de esta especie son los caninos y premolares, que aún presentan la morfología de los
simios antropoideos, pero sin diastemas desarrolladas, lo que permite establecer, según los expertos, una
clara relación filogenética entre Ardipithecus kadabba y Ardipithecus ramidus.
A partir de los análisis del paleosuelo, de los fósiles de fragmentos de plantas y semillas, y el análisis del
esmalte de los dientes, los expertos estiman para A. ramidus una alimentación variada, propia de los
omnívoros, en un hábitat de bosques cerrados, lo que descarta la bipedestación como adaptación al
desplazamiento en zonas abiertas de sabana.
A esta especie se le estima una antigüedad entre 4,5 y 3,9 Ma; talla de 1,3 a 1,5 m; peso de unos 50 kg y un
volumen cerebral de unos 350 cm3.
Ardipithecus ramidus presenta un excelente cuadro de características anatómicas que le capacitan tanto
para el bipedismo en la sabana como para desplazarse por las ramas en ambientes boscosos. Con toda
seguridad, los homininos ya practicaban el bipedismo hace 4,5 Ma, aunque seguramente no podrían correr
como nosotros.
Australopithecus anamensis
Especie propuesta en el año 1995, en base a los doce especímenes hallados entre dos de los ríos que
desembocan en el lago Turkana (Valle del Gran Rift, Kenia), con una antigüedad estimada entre 4,2 y 3,9
Ma, cronología fiable ya que la datación pudo realizarse por métodos radiométricos precisos (isótopos del
argón), a partir de los sedimentos de origen volcánico que los envolvían. Debido a sus particularidades
específicas, los descubridores asignaron estos fósiles a la nueva especie: Australopithecus anamensis, cuyo
nombre específico significa «lago» en lengua turkana.
El estudio de una mandíbula muestra una arcada dental en U y la propia mandíbula muy inclinada hacia
atrás, con un aspecto muy primitivo que recuerda a Australopithecus afarensis. Los caninos superiores e
inferiores son grandes y muestran los desgastes y morfología característicos de los simios antropoideos
(con diastemas). El esmalte de los dientes, más grueso que el de Ardipithecus ramidus, quizá señale a una
dieta más dura y abrasiva. La tibia de un individuo, bastante bien conservada, permite sugerir bipedismo
para esta especie así como un peso de unos 50 kg, ambos coherentes con la antigüedad de estos homininos.
Por otra parte, las especies fósiles de mamíferos, peces y reptiles encontrados en la zona, señalan a un
ambiente de sabanas y zonas arboladas próximas a los ríos y al antiguo lago.
Los descubridores de esta especie estiman que Australopihtecus anamensis es antecesora directa de
Austrlopithecus afarensis.
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Australopithecus afarensis
En el hallazgo de esta especie intervino más de un equipo. Así, en la década de 1970 los científicos Donald
Johanson y Timothy White pudieron extraer una buena colección de fósiles en la localidad de Hadar en
Etiopía, correspondientes a un mínimo de 35 y un máximo de 65 individuos, datados entre 3,3 y 2,9 Ma,
entre los que se encuentra el esqueleto de la famosa hembra apodada “Lucy” (protagonista de una canción
de los Beatles en aquel momento), considerada durante años como la «madre de la humanidad». A Lucy se
le estimó una altura que no superaba un metro, un peso de unos 25 kg y un cerebro de un tamaño similar al
de un chimpancé. Los rasgos dentales encontrados eran muy primitivos y tanto los restos del esqueleto
postcraneal, como la pelvis de Lucy señalaban una indudable locomoción bípeda. Paralelamente, el equipo
de Mary Leakey encontró otra colección de homininos con una mayor antigüedad (3,8 a 3,6 Ma) en la
localidad de Laetoli (Tanzania); y, en esta misma localidad, Mary Leakey y Richard Hay encontraron las
huellas de hasta 20 especies de mamíferos y aves en una capa bien consolidada de cenizas de origen
volcánico y, muy importante, las huellas impresas de dos homininos que caminaron juntos de forma
erguida. Las huellas correspondientes a uno de los individuos era más profundas, achacable a una carga
extra transportada. La estatura estimada a partir de estas huellas es poco precisa, pero se estima entre 1,10
y 1, 60 m.
A partir de los restos encontrados en Hadar y Laetoli, Johanson y White realizaron un estudio del conjunto,
tomando en consideración la distancia geográfica de los hallazgos, el espaciamiento temporal en que
vivieron, así como el posible dimorfismo sexual, acabando por asignar todos estos fósiles a la especie
Australopithecus afarensis. Entre las conclusiones de los estudios realizados por estos especialistas cabe
destacar: esta especie residió en el este africano, en un ambiente de bosques y sabanas; la morfología de la
planta del pie deducida de las huellas de Laetoli, las adaptaciones morfológicas de la pelvis, la posición del
foramen magnun en posición basal (intermedia entre la posición del hombre y el chimpancé), indican sin
lugar a dudas que A. afarensis fue bípedo, aunque seguía conservando una buena capacidad para trepar y
desplazarse entre las ramas de los árboles, pero no se detectaron evidencias de la utilización de las manos
para la fabricación de herramientas líticas. El tamaño cerebral era similar al de los chimpancés actuales;
disponían de unos caninos de buen tamaño, que recuerdan a los de Ardipithecus anamensis y, por último, los
análisis isotópicos muestran que estos homininos se alimentaban principalmente de plantas en una sabana
con sequias temporales (plantas C4).
Por todo lo indicado, Johanson White manifiesta estar convencido de las relaciones filogenéticas entre
Australopithecus anamensis, Australopithecus afarensis y el género Paranthropus que veremos más
adelante.
Australopithecus africanus
Entramos ya en antigüedades de homininos inferiores a 3 Ma, a pesar de lo cual, como vamos a ver, sus
características detectadas en el registro fósil siguen siendo similares a las de sus antepasados.
Un hallazgo significativo (año 1924) fue el denominado «niño de Taung», en la cantera de Taung en
Sudáfrica. El análisis de aquel pequeño cráneo mostraba su pertenencia a un humano primitivo: la
morfología de los dientes y la posición basal del foramen magnun muestran que aquellos restos habían
pertenecido a un niño humano que había caminado erguido sobre sus dos piernas. Este individuo se asignó
a una nueva especie denominada Australopithecus africanus (mono del África austral), y fue confirmada
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doce años más tarde cuando se descubrió, también en Sudáfrica (yacimiento de Sterkfontein), el ejemplar
de un adulto de esta misma especie.
Esta especie, que solo se ha encontrado en el sur de África, demuestra por primera vez, según los
investigadores, que fue en este continente donde se produjo el origen de la humanidad. Se estima que la
especie Australopithecus africanus vivió aislada hace entre unos 3 y 2 Ma, conservando muchas de las
características de sus antecesores y sin incrementar de forma significativa el tamaño del cerebro.
Como resumen de sus características, los investigadores aceptan unánimemente que A. africanus disponía
de marcha bípeda, pero conservando la capacidad de desplazarse entre las ramas de los árboles; su peso
era de unos 41 kg para los machos y 30 kg para las hembras (dimorfismo sexual); talla de 1,50 m; capacidad
craneal de unos 400 cm3 y dientes pequeños, similares a los humanos.
Resumen de los cinco primeros millones de años de nuestra genealogía (hace entre 7
y 2 Ma):
Por “definición”, se considera que todos los homininos que habitaron África hace entre 7 y 2 Ma
practicaban el bipedismo, aunque no todos los especialistas lo aceptan plenamente para aquellas
especies que estuvieron presentes hace entre 7 y 4 Ma (Sahelanthropus tchadensis, Orrorin tugenensis y
Ardipithecus kadabba).
Durante todo este tiempo se mantuvo la capacidad para trepar a los árboles y para mantenerse o
desplazarse suspendidos de las ramas, facilidad que se fue perdiendo a favor del bipedismo con el paso
del tiempo.
La forma del esqueleto y sus proporciones parece que se mantuvieron durante este periodo temporal,
con un tórax en forma de campana y unos brazos comparativamente más largos que los nuestros, al
tomar como referencia la longitud de las piernas.
Todos los datos apuntan a un importante dimorfismo sexual, con una talla significativamente más baja
para las hembras respecto de los machos, algo similar a lo que se observa en los chimpancés actuales.
El tamaño del cerebro no experimentó un aumento significativo durante todo el periodo analizado,
apenas superando los 400 cm3.
Seguramente todas las especies de estestos cinco primeros millones de años de los homininos tuvieron
facilidad para digerir todo tipo de plantas y adaptarse a la evolución de los densos bosques a la mezcla
de bosque y sabana.
A pesar de la escasa información disponible acerca de los primeros millones de años de la evolución de los
homininos, algunos investigadores apuntan la posibilidad de que nuestro antecesor común con los
chimpancés ya practicase el bipedismo en los bosques cerrados, y no una locomoción apoyando los nudillos
en el suelo similar a la de los gorilas y chimpancés actuales, siendo estos simios los que habrían derivado
posteriormente a su particular modo de desplazamiento. Según esta hipótesis, los antepasados de nuestro
linaje tuvieron la posibilidad de ocupar un nicho diferente en el campo abierto de la sabana, lo que
constituye, en opinión de los expertos, una buena explicación para la divergencia de las dos genealogías y
para ocupar zonas alejadas.
La desaparición de los Australopithecus se achaca a los cambios climáticos iniciados hace unos 2,8 Ma, lo que
desencadenó la desertización de la sabana y la expansión de los ecosistemas esteparios africanos. La presión
evolutiva hizo que algunos australopitecinos se especializaran en el consumo de vegetales duros y de escaso
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valor nutritivo, origen del género Paranthropus; mientras que otros evolucionaron hacia un consumo más
carnívoro, dando lugar al género Homo.
Nota. Algunos investigadores opinan que entre los australopitecinos y el género Homo tuvieron que existir
formas intermedias, relacionadas con el género Australopithecus. Como muestra de esta hipótesis podemos
citar algunos hallazgos significativos: un cráneo datado en 2,5 Ma, encontrado en sedimentos de la región
media del rio Awash (Etiopía), que ha sido denominado Australopithecus garhi, cuyo nombre específico
significa «sorpresa» en la lengua local, especie que podría estar relacionada con A. afarensis por situación
geográfica, o con A. africanus por similitudes. Otro hallazgo significativo fue la especie Australopithecus
sediba, basada en dos esqueletos y una tibia encontrados en la cueva sudafricana de Malapa, datados en
1,98 Ma, cuyos cráneos presentan un aspecto más moderno que los Australopithecus, así como numerosos
rasgos compartidos de manera independiente tanto con el género Homo como con los Australopithecus.
Paranthropus aethiopicus
Este género, que surge hace unos 2,5 Ma, fue anunciado en el año 1938 tras el hallazgo de ciertos homininos
en el yacimiento sudafricano de Kromdraai. Inicialmente estos especímenes se asignaron a la especie
Ardipithecus afarensis, pero en la década de 1980 se impuso la evidencia de que este linaje poseía rasgos
biológicos específicos suficientes para ser incluido en un género aparte. En opinión de los expertos, los
parántropos derivan de los Australopithecus afarensis del este de África (■Figura 6-14). Esta especie disponía
de una mandíbula con unos premolares y molares de gran tamaño y esmalte muy grueso, así como unos
potentes músculos masticadores que se anclaban en una prominente quilla sagital a lo largo de la parte
superior del cráneo, similar a la de los gorilas. Tenían una estricta dieta a base de vegetales duros. Su talla
pudo alcanzar los 1,50 m y los brazos eran proporcionalmente más largos que los de nuestra especie. Del
estudio de las falanges de la mano, algunos arqueólogos consideran que los parántropos ya disponían de la
pinza de precisión para manipular objetos, pero nadie les atribuye, de momento, la capacidad de fabricar
herramientas. La capacidad craneal de esta especie se estima en unos 400 cm3.
Estos parántropos se diversificaron, como mínimo, en dos especies más: Paranthropus boisei y Paranthropus
robustus.
Paranthropus boisei
Especie del África Oriental, donde vivió hace entre 2,3 y 1,2 Ma. El primer ejemplar conocido, un cráneo
encontrado en Tanzania, datado en 1,8 Ma, muestra un potente aparato masticador, adecuado para
alimentarse en un entorno seco y de vegetales duros, aunque también comía termitas y hormigas, como
hacen los actuales simios. Al igual que su antecesor (Paranthropus aethiopicus), la cara era ancha y
redondeada, con incisivos pequeños, pero con grandes molares, una cresta digital para el anclaje de
potentes músculos temporales y unos arcos zigomáticos muy robustos y arqueados para el paso de los
músculos masticadores. Su foramen magnun presenta una situación similar a la del género Homo (más
adelantado que en los australopitecos) y la capacidad craneal era de unos 520 cm3.
A partir de los restos parciales de los esqueletos encontrados se desprende que esta especie era muy
robusta, con brazos fuertes y largos. El peso estimado es de unos 55 kg para los machos y de unos 34 para
las hembras, con un evidente dimorfismo sexual. La altura media se ha calculado en 1,56 m.
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Paranthropus compartió hábitat con Homo habilis y Homo erectus, pero a diferencia de estos, P. boisei tenía
una dieta herbívora, mientras que los del género Homo comían carne y alimentos proteínicos que les
permitieron un mayor desarrollo de la inteligencia y la utilización cada vez más de herramientas.
Los depredadores más significativos de la época fueron Crocodylus anthropophagus, un cocodrilo conocido
por haber atacado a homínidos (acechaba bajo el agua esperando a que las victimas se acercasen a beber) y
los felinos dientes de sable, que los perseguían ocultos en la maleza.
Paranthropus robustus
Estamos ante un hominino que solo fue detectado en Sudáfrica, donde vivió hace entre 2 y 1,2 Ma, por lo
que pudo convivir con otras especies del género Homo. A pesar de su denominación, su corpulencia era
similar a la de sus antepasados australopitecos. Disponía de un potente aparato masticador, adecuado para
una dieta variada formada por diversos tipos de pastos, semillas y posiblemente pequeños animales. Su
rostro era achatado y con mandíbulas menos prominentes que las de Australopithecus afarensis. Los machos
poseían una pequeña quilla ósea en la parte superior del cráneo, menor que la del Paranthropus boisei,
ausente o muy poco marcada en las hembras.
En cuanto a tamaño, también presentaban un importante dimorfismo sexual: los machos pesaban unos 40
kg, frente a unos 32 kg de las hembras; en cuanto a estatura, el macho mediría alrededor de 1,35 m y las
hembras 1,10 m.
En una de las grutas de Sudáfrica se encontraron los restos de unos 130 individuos, cuyo estudio dental
reveló que la edad media de estos homininos era de solo 17 años.
Homo habilis
Estamos ante el supuesto primer miembro de nuestro propio género Homo, posiblemente formado a partir
de la evolución de alguna especie del género Australopithecus. La mayor parte de los restos fueron
encontrados en Kenia y Tanzania, datados entre 2,5 y 1,5 Ma; es decir, su evolución se desarrolló en
paralelo con la de los parántropos. Su nombre significa «hombre hábil», en base a los utensilios líticos
encontrados y que probablemente ha fabricado. Las herramientas encontradas en la garganta de Olduvai
(norte de Tanzania), aunque de tecnología relativamente sencilla, implican la transformación de los
materiales con una cuidada planificación, con el objetivo de mejorar su eficacia, lo que supone un salto
cognitivo significativo respecto a la utilización de palos y piedras por parte de los chimpancés. Además, del
estudio detallado de los restos óseos de sus manos también se desprende que ya disponían de la capacidad
de agarre que se precisa para la fabricación y manipulación de herramientas de piedra, siendo esta
funcionalidad la condición considerada clásicamente como necesaria para la pertenencia al género Homo.
Respecto a los Australopithecus (de los que se supone que descienden), H. habilis presenta un aspecto más
humano. La posición erguida de las hembras provoca una reducción de la pelvis, lo que conduce a un
adelanto de los partos, con un mayor tiempo dedicado a la crianza (prematuraciónde neonato), reforzando
la necesidad de mantener vínculos sociales fuertes; el volumen cerebral, estimado de hasta unos 650 cm3,
también se benefició de un notable incremento. En cuanto al tamaño, su talla era similar a la del
Australopithecus africanus, con unos 1,3 m y un peso promedio algo superior: 52 kg para los machos y 32
kg para las hembras. El foramen magnun, situado hacia el centro de la base del cráneo, y la morfología de
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la pelvis indican que H. habilis practicaba el bipedismo, pero también conservaba la capacidad para la
utilización de los árboles, como se deduce de la curvatura de los dedos de pies y manos. Disponía de
incisivos y molares grandes, con ausencia de diastemas. Respecto a la alimentación, se supone que era
oportunista (carroñero), extremo no confirmado.
En base a los datos anteriores, algunos investigadores han propuesto que Homo habiles fuese considerado
como una especie del género Australopithecus, al estimar que no se habían superado el listón exigido para
su clasificación en un nuevo género, reclamación que no ha tenido muchos seguidores.
Homo erectus
Como podemos ver en la ■Figura 6-14, H. erectus abarca una insólita duración temporal, de casi dos
millones de años, debido a que una gran parte de los expertos en evolución utilizaron esta denominación
para la mayoría de los fósiles encontrados en África y Eurasia durante el Pleistoceno, aunque los restos
afines africanos son incluidos por algunos investigadores en la especie H. ergaster, siendo la tendencia
actual la de reservar la denominación H. erectus para los fósiles asiáticos.
Se supone que este hominino fue el primero de nuestro antepasados en salir de África y, como muestran
sus restos, vivió en Asia oriental hace entre 1,9 Ma y 70.000 años. A partir de esta primera migración
pudieron surgir hasta tres distintos linajes: Homo erectus propiamente dicho en Extremo Oriente
(permaneciendo en Asia hasta su desaparición hace unos 50.000 años); Homo antecesor en Europa, donde
se han encontrado fósiles; así como aquellos componentes de la especie original que permanecieron en
África, donde también se han encontrado restos afines. Los miembros que permanecieron en África
alcanzaron hace unos 1,6 Ma (respecto a aquellos que se distribuyeron por Asia y Europa) un modo más
elaborado para trabajar la piedra.
Entre las características de H. erectus cabe destacar: la forma de la bóveda craneal relativamente baja; una
cara enorme y con marcadas protuberancias supra orbitales; era muy robusto y alto, llegando a alcanzar
los 1,8 m de altura, pero presentaba un mayor dimorfismo sexual que el hombre moderno. El volumen
craneal, superior al de H. habilis, fue aumentando a lo largo de su larga existencia de unos 2 Ma, pasando
por unos 850 cm3 en los primeros fósiles encontrados (Hombre de Java), hasta los 1.200 cm 3 de los
localizados posteriormente, superior al de H. habilis, pero aún inferior al de H. sapiens (1.350 cm3 de
media).
El registro arqueológico muestra evidencias locales de que esta especie, además de la fabricación de
utensilios líticos, también dominaba el fuego y vivían en cuevas.
Algunos estudios vinculan la extinción de H. erectus a la hipotética catástrofe de Toba, hecho que se produjo
hace entre 70.000 y 75.000 años en la isla de Sumatra (Indonesia), debida a la erupción de un supervolcán en
el lago Toba. Dichos estudios concluyen que esta erupción desencadenó un invierno volcánico con descensos
de temperatura a nivel global durante unos 7 años, lo que produjo un cuello de botella en los homininos y su
evolución. A partir de esta catástrofe, la teoría afirma que los humanos empezaron nuevamente a
extenderse a partir de África.
Respecto a la posible filogenia H. habilis H. erectus no hay unanimidad de acuerdo, aunque se considera
posible.
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¿Homo antecessor u Homo heidelbergensis?
Últimamente, desde Atapuerca (Burgos, España) se viene defendiendo la hipótesis del hallazgo de una nueva
especie que en opinión de sus descubridores sería la precursora de los humanos modernos. Algunas de las
características exigidas para esta «modernidad» serían: cerebro de un tamaño superior a los 1.000 cm3;
proporciones corporales similares a las de H. sapiens; infancia prolongada y un periodo de adolescencia;
desarrollo dental moderno; una cara que recuerde a la humana y, por supuesto, ausencia de los rasgos
primitivos de los homininos más antiguos. Los restos fósiles en los que se sustenta esta hipótesis fueron
hallados en la sierra de Atapuerca, yacimiento de la Gran Dolina, datados en 850.000 años de antigüedad,
cuyo estudio fue presentado en 1997 en la revista Science, proponiendo la nueva especie del género Homo:
Homo antecessor (nombre específico que en latín significa «explorador»), como antecesor de los humanos
modernos, incluyendo tanto a nuestra propia especie como a los neandertales. Esta especie sería la
representante más antigua de las poblaciones humanas del continente europeo, que quedaba retrasada en
más de 400.000 años respecto a lo conocido hasta entonces.
Los restos faciales de H. antecessor incluyen especímenes de individuos infantiles, adolescentes y adultos,
con un notable parecido en la anatomía subnasal de H. sapiens, una capacidad encefálica superior a los
1.000 cm3 (estimación realizada a partir de un fragmento incompleto de hueso frontal) y doble arco
superciliar. En base a lo indicado, los descubridores consideraron lógico plantear la filogenia H. antecessor
H. sapiens. Sin embargo, y dado que los restos están muy fragmentados, muy pocos colegas estuvieron
inclinados para aceptar como viable esta propuesta: hay que tomar en consideración que el origen de Homo
sapiens está muy afianzado en África, por lo que resulta difícil admitir que unos restos encontrados en el
extremo más occidental de Eurasia pudiesen estar relacionados con el origen de los humanos modernos en
el continente africano y, simultáneamente, ser también el origen de los neandertales, una indiscutible
especie europea.
Por otro lado, los opositores a la propuesta española apoyan la hipótesis según la cual el buscado antecesor
común sería Homo heidelbergensis, denominación propuesta muchos años antes (1907), a raíz del hallazgo
de la denominada mandíbula de Mauer, cuya cronología se estima en unos 600.000 años, y que fue
encontrada por un arenero del río Neckar (lugar no muy bien precisado), cerca de la ciudad alemana de
Heidelberg, siendo durante mucho tiempo el fósil humano más antiguo del continente europero. La especie
H. heidelbergensis tuvo un gran protagonismo inicial, pero enseguida pasó a segundo término a raíz de los
posteriores restos fósiles encontrados en en China.
No obstante, cuando a partir de mediados de los 80 del siglo pasado se fue consolidado la teoría del origen
africano de Homo sapiens, fue necesario buscar una especie que cumpliese con el requisito codiciado y,
sorprendentemente, la elegida fue precisamente Homo heidelbergensis. Al parecer, las razones para la
elección de esta especie, y no otra, solo la conocen aquellos que tomaron esa iniciativa. Un dato a favor
pudo ser la compatibilidad de la antigüedad de la mandíbula de Mauer con el momento de la separación de
H. sapiens y de H. neanderthalensis, hace unos 400.000 años, postulado por los genetitas. Por otra parte, en
aquella época (principios de los 90 del pasado siglo), ya se conocían a través del registro fósil varios cráneos
de Europa, Ásia y África, que se habían separado de Homo erectus, con capacidades cerebrales de unos
1.100 a 1.200 cm3, muy cercano al de nuestra especie; arcos superciliares pronunciados pero doblemente
arqueados (sin formar una visera contínua como en H. erectus). No siendo descartable el hecho de que la
mandíbula de Mauer pudiese «encajar» en algunos de estos cráneos, los expertos aventuraron que todos
ellos podrían ser asignados a H. heidelbergensis, especie en la que también se incluyeron los restos fósiles de
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28 individuos encontrados en la Sima de los Huesos de la Sierra de Atapuerca, datados en unos 430.000
años.
Actualmente ya no se defiende a Homo antecessor como el último ancestro de los neandertales y las
poblaciones modernas. Respecto a Homo heidelvergensis, la mayoría científica admite que se ha convertido
en un verdadero «cajón de sastre», sin firmeza científica, donde se han incluido una gran diversidad de
morfologías de especímenes separados no solo por miles de kilómetro sino también por miles de años.
Homo neanderthalensis
Muchos paleoantropólogos apoyan la hipótesis de un origen común de los denisovanos (montañas Altái de
Siberia), los neandertales y nuestra propia especie, a través de un proceso de cladogénesis [■6-20] iniciado
hace quizá un millón de años, tiempo suficiente para que hayan podido surgir Homo antecesor, Homo
heidelbergensis, Homo neanderthalensis y Homo sapiens, ramas evolutivas que pudieron surgir en tiempos
distintos, tal como ha ocurrido con otros organismo.
Respecto al origen concreto de los neandertales, se considera que durante el Pleistoceno Medio las cadenas
montañosas de los Alpes, los Balcanes, los Cárpatos y los Pirineos, unidos a las condiciones impuestas por las
glaciaciones, habrán provocado en el continente europeo el aislamiento prolongado (miles de años), de
numerosas poblaciones de animales y plantas, lo que habrá favorecido la deriva genética respecto a África y
al resto de Eurasia. Muchos autores consideran que el surgimiento de los neandertales haya sido la
consecuencia de estas circunstancias, hace unos 250.000 años, cuyos rasgos faciales y dentales ya estaban
presentes en los homininos de la Sima de los Huesos de Atapuerca (datados en unos 430.000 años de
antigüedad). Los restos fósiles muestran a una especie robusta, con tórax ancho y extremidades cortas. El
neurocráneo presenta una gran capacidad, igual o superior a la de H. sapiens, pero con una morfología muy
particular y distinta: de forma ancha, relativamente baja y alargada; arcos supraorbitales prominentes.
Respecto al lenguaje, los estudios anatómicos y genéticos no descartan la posibilidad de que los
neandertales pudiesen hablar, pero algunos investigadores consideran que ciertas diferencias respecto a
nuestra especie, que afectan a la disposición de la laringe respecto a la base del cráneo, podrían suponer un
cierto impedimento para un lenguaje articulado y una comunicación eficiente.
Del análisis de los yacimientos de los neandertales, para esclarecer su situación cultural, se deduce que esta
especie ha utilizado diversas herramientas de piedra, adecuadas para tareas específicas, que han ido
perfeccionando a lo largo de su historia; controlaban el fuego, manteniendo las hogueras durante largos
periodos temporales; fueron excelentes cazadores sociales y, en los yacimientos correspondientes a las
etapas más evolucionadas, e encontraron evidencias de enterramientos y de ceremonias fúnebres.
Respecto a la extinción de los neandertales, hace unos 28.000 años, se barajan dos hipótesis: la de mayor
peso guarda relación con la expansión de H. sapiens, pero también se ha considerado la posibilidad de que
fuese debida a cambios ambientales ligados al clima. En la actualidad, esta última causa tiende a descartarse,
ya que los neandertales habrían estado muy bien adaptados al clima glacial y toma fuerza la hipótesis de que
esta especie se haya extinguido al no poder competir con los humanos, mucho más numerosos, que les
obligarían a desplazarse a zonas donde la comida y el refugio fuesen mucho más difíciles de encontrar.
Los análisis comparativos de los genomas humanos/neandertales muestran como bastante probable que la
hibridación entre ambas especies se haya producido.
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Homo sapiens
«Nuestro» origen fue (y sigue siendo) objeto de apasionados debates entre filósofos, religiosos y aquellos
que solo estamos interesados en un enfoque estrictamente científico, soportado por los datos empíricos que
se desprenden del registro fósil y, en las últimas décadas, la valiosa información que aporta el conocimiento
del genoma humano y su relación con las especies precedentes. Pasmos a comentar las tres hipótesis, con
base científica, que se han sucedido a lo largo del pasado siglo y del presente: modelo multirregional, teoría
poligénica y modelo del origen africano.
La hipótesis de un origen multirregional para H. sapiens se lo debemos al anatomista y antropólogo alemán
Franz Weidenreich (1873-1948), que pudo estudiar el registro fósil de su época, limitado básicamente a los
restos encontrados en Eurasia. Para Weidenreich, todos los seres humanos habrían surgido por la evolución
de una especie procedente de África (expansión que habría ocorrido hace unos 2 Ma), y que habitó el Viejo
Mundo. Estas poblaciones nunca habrían dejado de mantener el contacto genético (que impidiría la
especiación), dando lugar al surgimiento de Homo Sapiens, una única especie de gran diversidad
morfológica, cuyas diferencias de aspecto se acentúan con elementos culturales como las costumbres, el
atuendo y los adornos, así como el fuerte sentimiento racista que imperaba en los tiempos de Weidenreich.
La teoría poligénica, apoyada por el antropólogo americano Carleton Stevens Coon, postula la existencia de
«diferentes razas» humanas, unas superiores a otras, hechos que estarían relacionados con el origen
geográfico de cada «raza», tal como fue propuesto por Coon en su obra publicada en 1939 (Races of
Europe). Los datos empíricos actuales del registro fósil, y muy especialmente la secuenciación del genoma
humano, demuestran que tales razas no existen. Esta teoría tuvo nefastas consecuencias en la historia del
pasado siglo XX, cuyas secuelas racistas siguen presentes en la actualidad a pesar de los datos científicos en
contra.
El modelo del origen africano nace a la vista de la información aportada por el gran incremento del registro
fósil y del progreso en el ámbito de la genética. Durante el último millón de año las poblaciones de África y
Europa vivieron separadas debido a las infranqueables barreras geográficas creadas por las sucesivas épocas
glaciales e interglaciares, hechos corroborados por la genética al comprobar el gran distanciamiento
evolutivo entre poblaciones que vivieron separadas durante miles de años, siendo el caso de los
neandertales un buen ejemplo de lo ocurrido en Europa. En la opinión de muchos científicos, los
descubrimientos acumulados en África y Eurasia muestran una evolución muy sugerente (a partir de Homo
erectus) durante el Pleistoceno Medio: en Europa se desarrollarían los antepasados de los neandertales, en
Asia evolucionaban poblaciones con rasgos muy arcaicos, mientras que los fósiles africanos, con una
antigüedad inferior a los 300.000 años, muestran un aspecto que claramente ha evolucionado hacia la
morfología de de los humanos actuales. Los restos craneales del yacimiento de Herto (Etiopía), con una
antigüedad de unos 160.000 años (asignados a la subespecie Homo sapiens idaltu), no podrían distinguirse
de especímenes robustos de nuestra especie: cráneo alto y redondeado, con un volumen de unos 1.450 cm 3.
La comparción de estos fósiles con los hallados en Eurasia, de similar antigüedad, descartan la posibilidad de
la hipótesis de un origen multirregional para H. sapiens comentada anteriormente.
Como resumen, la mayoría científica considera que nosotros, Homo sapiens, precedidos por especies como
H. habilis y H. erectus, somos unos primates que pertenecemos a la familia de los homínidos y a la subtribu
de los homininos, que procedemos de una madre común (Eva mitocondrial) que habría vivido en África,
probablemente en Tanzania, hace unos 230.000 años, antigüedad compatible con los restos óseos más
antiguos conocidos hallados en Etiopía (de unos 160.000 años), así como las evidencias de comportamientos
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modernos, detectados en Sudáfrica, de hace unos 165.000 años. La fuerte desertización que volvió a sufrir el
norte de África hace unos 150.000 años, seguramente supuso otra significativa presión evolutiva para
reforzar los principales rasgos de Homo sapiens. Además, nuestra especie también estuvo muy afectada por
la Catástrofe de Toba (véase sección anterior), cuya población, en opinión de muchos científicos, habría
quedado reducida a solo unos 1.000 individuos, potenciando así la unidad genética de la especie.
Desde su lugar de origen, H. sapiens se expandió por todo el planeta. A partir de los hallazgos fósiles y la
genética molecular, se estima:
Inicialmente H. sapiens se extendería por el continente africano, para alcanzar el Próximo Oriente hace
unos 90.000 años (la pertenencia de los restos fósiles a H. sapiens es discutible)
La primera migración fuera de África más aceptada se fija en hace unos 70.000 años. A partir de esta
fecha se extendería por Asia, y a continuación por el resto del planeta.
Australia y Nueva Guinea serían alcanzadas hace unos 50.000 años, seguramente embarcados en balsas
de juncos.
Ante la dificultad infranqueable del desierto de Siria, la expansión por Europa se iniciaría hace unos
40.000 años, siguiendo las líneas de las costas de Eritrea a las costas yemeníes y al subcontinente indio.
La colonización de Europa se solapa con la extinción de Homo neanderthalensis (que habitó Europa y
partes de Asia occidental desde hace unos 230.000 hasta hace unos 28.000 años).
Respecto a Oceanía, la colonización de las islas más cercanas a Asia se habría iniciado hace unos 50.000
años, para extenderse lentamente y alcanzar los archipiélagos más alejados (como Hawái o Nueva
Zelanda), hace solo unos 2.000 años.
Por último, la llegada del hombre moderno a América se iniciaría hace unos 20.000 años, a través del
actual estrecho de Bering, aprovechando la última glaciación ocurrida hace entre 25.000 y 10.000 años
(antes de que volviesen a subir las aguas).
El género Homo estaba muy diversificado en distintas especies hace solo 1,5 Ma, pero desde la extinción del
Homo neandethalensis, hace unos 28.000 años, pasamos a ser la única especie del género que aún perdura.
Entre las cualidades o características que nos diferencian de la inmensa mayoría del resto de seres vivos,
figuran:
Lenguaje y comunicación. Disponibilidad de capacidad morfológica y mental para el desarrollo y
utilización de estruturas lingüísticas complejas y eficientes, tal vez decisivas en para la conquista y
defensa de nuevos territorios.
Intencionalidad compartida. Trabajo en equipo, colaboración sin igual en otras especies. Se estima que
esta característca, unida a la anterior, pudo ser decisiva en el “enfrentamiento” con otros homininos
también inteligentes, como los neandertales, que quizá hayan sido más “individualistas”.
«Efecto trinquete». Aplicación de técnicas aditivas, a través de la experimentación, para generar
avances en los conocimientos previos, que se vuelven cada vez más complejos. En el caso de las armas
de guerra: palos de apuñalamiento lanzas propulsores para venablos arcos y flechas...
Capacidad para la creatividad. Para inventar; para aprender a utilizar estructuras lingüísticas complejas,
filosóficas, matemáticas, escritura, ciencia y tecnología, música…
Perfeccionamiento de las características de sus antecesores: bipedismo, técnicas para la fabricación de
utensilios líticos, manejo del fuego o las incipientes expresiones artísticas (pintura rupestre).
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Esta superación de los humanos respecto a sus competidores se achaca al aumento de su capacidad craneal,
así como al mayor número de circunvoluciones de la corteza cerebral, salto evolutivo que pudo ser debido,
en opinión de los especialistas, a los cambios en los hábitos alimenticios.
Las características indicadas proporcionan al ser humano la capacidad para intervenir de forma intencionada
en las características de su entorno y en su propia evolución más allá de la evolución animal.
Para que un hominino pueda clasificarse en la especie H. sapiens ha de poseer necesariamente tanto las
características anatómicas humanas actuales, como lo que denominamos comportamiento moderno.
Extinciones masivas
Los datos del registro fósil señalan que el 99 % de las especies que han existido están ahora extintas. Esto
nos puede inducir a pensar que las especies mejoran constantemente su capacidad de supervivencia a
medida que evolucionan adaptándose a las condiciones ambientales. Es cierto que los vertebrados
presentan una estructura más compleja que las bacterias, pero esto no significa que sean más resistentes, de
hecho las bacterias han afrontado circunstancias adversas desde hace 3.500 Ma. Un punto débil del mundo
animal es su metabolismo altamente especializado, delimitando el tipo de nutrientes y las condiciones físico-
químicas en las que es posible nuestra existencia, lo que nos hace especialmente sensibles y vulnerables
ante cambios climáticos adversos o eventos catastróficos.
La evolución a través de la selección natural no da lugar a organismos perfectos, solo favorece a aquellos
mejor adaptados a un conjunto de circunstancias que concurren en un momento dado.
Hay que diferenciar entre extinción de fondo y extinción masiva. La extinción de fondo es un proceso
continuo, al igual que la especiación, relacionada con cambios progresivos y sin brusquedades de las
condiciones ambientales generadas por la geología y en ocasiones por las interacciones biosfera-litosfera.
Las extinciones masivas, causantes de reducciones significativas y bruscas de la masa biótica del planeta,
son debidas a la puesta en escena de sucesos violentos: impactos de asteroides, supervolcanes [■6-21],
grandes glaciaciones, supernovas cercanas…
Hay una teoría que atribuye todas las extinciones a
grandes impactos de asteroides o cometas, con una
estadística estimada de un impacto cada 100 Ma.
Efectivamente, en los 600 Ma del Eón Fanerozoico
hubo 5 grandes extinciones. Según esta teoría, las
erupciones volcánicas masivas y las glaciaciones
globales se consideran efectos secundarios.
Pasamos a comentar las dos extinciones masivas más
significativas: la del Pérmico-Triásico, considerada
como la mayor de las extinciones históricas; y la del
Cretácico-Terciario «límite K-T», la más y mejor estudiada y que dio lugar a la desaparición de los
dinosaurios.
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Gran extinción del Pérmico-Triásico
Se trata de la mayor extinción en masa registrada en la Tierra. Ocurrió al final del Pérmico, hace unos 250
Ma, donde desaparecieron aproximadamente el 90 % de las especies marinas y el 70 % de las especies de los
vertebrados terrestres. Las causas de esta hecatombe son desconocidas. La hipótesis más manejada son
grandes erupciones volcánicas con una duración de un millón de años, cuya “prueba” se encontraría en «Las
Trampas Siberianas», para las que se estiman unas emisiones de 1,5 millones de km3 de lava basáltica que
se extienden en 3 millones de km2 de desiertos árticos, con espesores de hasta 6 km. El origen pudo ser
una pluma caliente del manto, cuyos gases volcánicos pudieron haber afectado seriamente al clima global y
alterar las cadenas tróficas de fabricación de alimentos primarios (crecimiento de las plantas) y,
consecuentemente, a toda la cadena alimentaria: en todo el planeta cae ceniza incandescente que asfixia y
mata plantas y animales; las emisiones de SO2 reaccionan con el agua para formar lluvia ácida (H2SO4) que
destruye la vegetación, primer escalón de la cadena trófica, no quedando a la larga signos de vida en los
continentes; el nivel de CO2 se dispara y los océanos pierden el oxígeno debido al calentamiento global,
desapareciendo la vida marina (trilobites, depredadores… ) salvo las algas rosáceas que pudieron sobrevivir
en las aguas estancadas; el CH4 (de efecto invernadero 20 veces superior al del CO2) se escapa de los
grandes depósitos de este gas en lecho marino, dónde había estado congelado, pasando a la atmósfera,
“colaborando” a que las temperaturas alcancen los 40 ºC (6 ºC más que antes de las erupciones),
condenando a muchos de los organismos que habían podido sobrevivir. Finalmente casi toda la vida
compleja ha desaparecido, solo sobreviven unas pocas y pequeñas criaturas que han conseguido refugiarse
bajo tierra. Hace unos 250 Ma todo ha tenido que volver a empezar en un planeta casi inerte.
Otras hipótesis que también se manejan son: impacto de un meteorito de gran tamaño, regresión marina,
reducción de espacio en las plataformas continentales (formación Pangea), supernova cercana….
La duración de la extinción del Pérmico se estima en unos 8 Ma. La escasa biodiversidad resultante hizo que
la vida tardase mucho en recuperarse. Numerosas ramas del árbol de la vida casi desaparecieron, quedando
muy pocos representantes para repoblar el planeta. Seguramente durante este largo periodo la Tierra solo
fue un páramo dominado por los hongos.
Como hemos visto, esta gran extinción dio paso a los reptiles en la conquista del medio terrestre, los mejor
adaptados para evitar la deshidratación, al disponer de piel seca con escamas que reducían la transpiración.
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nítrico (HNO3) por la interacción de los gases atmosféricos y la roca vaporizada, con efectos destructores
sobre la vegetación y la fauna marina.
Sin embargo, este inesperado final de los grandes animales permitió que otros de menor tamaño (como una
ardilla), y menos sensibles a las condiciones generadas por el catastrófico evento, tuviesen la oportunidad
para imponerse. Entre los afortunados se encontraban los mamíferos, animales de sangre caliente, que ya
habían surgido unos 165 Ma antes. Al parecer, los primeros mamíferos fueron ovíparos, como los
ornitorrincos actuales, pero hace unos 150 Ma una de las membranas internas del huevo evolucionó a la
placenta, dando lugar a la reproducción vivípara, que pudo diversificarse, aumentar de tamaño y extenderse
por todo el planeta.
Este impacto alteró de forma importante el proceso evolutivo: los mamíferos, entre ellos los humanos, no
existiríamos si los dinosaurios no hubiesen desaparecido.
En general, todas las grandes catástrofes han jugado un papel decisivo en la evolución de la vida. En cierto
modo, cada una de las grandes extinciones significó un nuevo comienzo.
- 170 -
El reino Archaea (arqueas), también formado por organismos procariontes. Se diferencian por su ARNr, la
estructura lipídica, enzimas específicas, poseen una estructura única en su membrana celular y paredes
carentes de peptidoglucanos. Las arqueobacterias habitan ambientes extremos: chimeneas hidrotermales,
geiseres y zonas de elevada salinidad. Por su metabolismo, se diferencian tres tipos principales:
metanógenas (anaerobias que producen gas metano a partir de compuestos carbonados simples), halófilas
extremas (habitan soluciones salinas saturadas) y termófilas extremas (viven y crecen a más 70 ºC, incluso a
temperaturas superiores al punto de ebullición del agua). Se han descrito menos de 300 especies
El reino Protista, formado por organismos eucarióticos unicelulares y también por pluricelulares simples que
no forman tejidos. Incluye a protozoos, algas, mohos acuáticos y mohos mucilaginosos. La forma de
reproducción consiste en fases tanto sexuales como asexuales. Para desplazarse utilizan flagelos, cilios,
movimiento ameboide y otros medios.
El reino Plantae (plantas) está formado por organismos eucarióticos pluricelulares complejos, con tejidos y
órganos diferenciados y paredes celulares que contienen celulosa. La reproducción puede ser tanto asexual
como sexual, con alternancia de generaciones gametofítica (n) y esporofítica (2n). Estos organismos están
adaptados para realizar la fotosíntesis, e incluye tanto a plantas no vasculares (musgos), como vasculares
(helechos, coníferas y plantas con flor).
El reino Fungi (hongos) está formado por organismos eucarióticos, la mayoría pluricelulares, con paredes
celulares compuestas por quitina (carbohidrato que también forma parte del resistente exoesqueleto de los
artrópodos). Incluye a levaduras, hongos y setas. Algunos organismos son parásitos pero la mayoría son
descomponedores. Consiguen sus nutrientes secretando enzimas digestivas sobre el alimento producido por
otros organismos, que a continuación absorben ya predigerido.
El reino Animalia (animales) está formado por organismos eucarióticos pluricelulares, con células
diferenciadas, que en la mayoría de los animales se organizan en tejidos y estos en órganos que realizan
funciones específicas. Casi todos tienen un sistema nervioso central bien organizado, la mayor parte pueden
desplazarse y reproducirse sexualmente. Se alimentan de otros organismos (herbívoros, carnívoros o
detritívoros).
En la ■Figura 6-14 se presenta el árbol de evolución de la vida más aceptado, donde los organismos se
reagrupan en tres dominios (Bacteria, Archaea y Eukarya) y seis reinos (Bacteria, Archaea, Protista, Plantae,
Animalia y Fungi).
Como hemos visto, una célula puede constituir por si misma
un organismo unicelular (bacterias, arqueas y protistas), pero
en su momento la pluricelularidad triunfó plenamente dando
lugar a la formación de parte de los hongos, las algas así como
las plantas y los animales, en forma de tejidos, órganos,
sistemas y organismos.
En el mundo científico no hay unidad de pensamiento acerca
del origen del LUCA:
Algunos consideran probable que los primeros seres vivos,
como ya hemos comentado, aparecieron en otro planeta
distinto de la Tierra (panspermia).
- 171 -
Otros piensan que a nuestro planeta llegaron moléculas orgánicas ya elaboradas y aquí evolucionaron
hasta formar los primeros organismos.
Una mayoría opina que todo ocurrió aquí, desde la formación de las primeras moléculas orgánicas hasta
la aparición de la vida.
- 172 -
El árbol de la vida muestra en sus ramas más bajas a aquellos organismos que son propios de ambientes
con altas temperaturas, indicio, para algunos, del posible origen de la vida en estas condiciones (química
prebiótica).
Halófilos. Organismos adaptados para desarrollarse y crecer en ambientes con alta concentración de cloruro
sódico (sal común o NaCl), como la que se da en el Mar Muerto o en el gran lago salado de Utah. En función
de la concentración de sal que necesitan para crecer, se clasifican como: halófilos leves, que requieren de 1 a
6 % de NaCl; halófilos moderados, que necesitan del 6 al 15 % y halófilos extremos cuyas necesidades de sal
superan el 20 % para crecer. Entre los organismos halófilos figuran bacterias, arqueas y también eucariontes.
Los organismos “normales” no pueden sobrevivir en entornos con altas concentraciones de sales, a causa de
la deshidratación por ósmosis, ya que el agua del interior celular tiende a salir hacia su exterior, es decir, se
desecan y mueren. Sin embargo, esto no ocurre en los halófilos, ya que disponen de adaptaciones
fisiológicas que les permiten retener el agua: albergan en el interior de sus tejidos (citoplasma) unas
concentraciones de un soluto, compatible a las sales, mayores que en el exterior, evitando así la
deshidratación por ósmosis.
Barófilos o piezófilos. Organismos adaptados a ambientes sometidos a altas presiones, como las que se dan
en las fosas oceánicas donde la presión se incrementa en 1 bar ( 1 atmósfera) por cada 10 m de
profundidad. Dentro de este tipo de organismos se encuentran principalmente bacterias, pero también
protistas y organismos superiores, como el gusano gigante –Riftia pachyptila- con más de un metro de
longitud, así como almejas y camarones. Se han encontrado bacterias y protistas a más de 10.000 m de
profundidad, y vida compleja en las fuentes hidrotermales a 2.000-4.000 m. Para la adaptación a las
enormes presiones de estos ambientes, los organismos han tenido que modificar sus paredes celulares (más
rígidas) y sus membranas plasmáticas (más impermeables).
Estos organismos, en función de las presiones a las que se acomodan, se clasifican en: barófilos moderados
(0-500 atm) y barófilos extremos (más de 500 atm). Extraen energía del sulfuro de hidrógeno y de otras
moléculas del suelo marino mediante quimiosíntesis, que no requiere luz solar.
En el entorno de las fosas hidrotermales viven microorganismos que, además de a las altas presiones,
también se han adaptado a las altas temperaturas (termófilos), y que se alimentan de las sustancias disueltas
procedentes de la actividad volcánica. En estos lugares (afóticos) la producción primaria de biomasa no se
debe a la fotosíntesis, sino a comunidades de microorganismos quimiolitotrofos que utilizan como
nutrientes los minerales disueltos en el agua procedente de las chimeneas y los transforman en compuestos
orgánicos utilizables por los organismos superiores. En el caso del gusano gigante, dispone de un tubo
digestivo modificado (trofosoma), en el que viven millones de bacterias simbióticas que transforman los
sulfuros en energía (ATP) y fijan el carbono procedente de las fuentes hidrotermales.
Psicrófilos. Microorganismos adaptados a ambientes con temperaturas cercanas a los 0 ºC, siempre que el
agua se encuentre en estado líquido. Es necesario tomar en consideración que 2/3 de la superficie terrestre
está cubierta por los océanos, cuya superficie, en su mayor parte, se encuentra a unos 2 ºC. Se estima que,
en total, incluyendo las superficies polares, la mayor parte del volumen habitable terrestre nunca supera los
5 ºC [■6-23]. La mínima temperatura terrestre, -83 ºC, se ha registrado en la región rusa de Vostok, en la
Antártida.
Los organismos psicrófilos se clasifican en dos grupos: a) obligados, cuya temperatura óptima se sitúa
éntrelos 15 ºC y 18 ºC; y b) facultativos, con temperatura óptima entre 20 ºC y 30 ºC.
- 173 -
Los principales problemas de las bajas temperaturas son la ralentización de las reacciones químicas y la
posible congelación de la célula. Los organismos psicrófilos han desarrollado diversas defensas: modificación
de la composición de la membrana, anticongelante en el citoplasma, enzimas que funcionan a bajas
temperaturas… Algunos psicrófilos “vuelven” a la vida una vez que se derrite el hielo que les ha rodeado
durante miles de años.
Alcalófilos. Microorganismos que viven en medios muy alcalinos, con pH (potencial de hidrógeno) entre 8,5
y 11 [■6-24]. Estos ambientes son poco frecuentes en nuestro planeta, estando asociados a lugares con
aguas alcalinas naturales, como los lagos sódicos saturados en carbonato sódico. Estos organismos están
dotados de membranas resistentes a los ataques por álcalis, y mantienen bajo su pH interior para el correcto
funcionamiento de la maquinaria de la bioquímica.
Acidófilos. Organismos que se desarrollan en ambientes muy ácidos. La superficie de nuestro planeta, los
mares, los ríos y lagos, así como el agua del subsuelo, tienen un pH ligeramente ácido; sin embargo existen
algunos lugares, asociados a minas de pirita o a fuentes hidrotermales sulfurosas, donde la acidez es muy
alta (ej.: aguas del río Tinto, Huelva, con un pH entre 1,7 y 2,5). Entre los organismos acidófilos predominan
las bacterias y algunas arqueas relacionadas con la oxidación del hierro para obtener energía.
La lucha de estos organismos consiste en mantener el pH interno en valores adecuados (pH 7,7) para el
correcto funcionamiento de las enzimas y del metabolismo celular.
Radiófilos. Organismos adaptados para soportar y progresar en ecosistemas sometidos a radiaciones
ionizantes, bien como partículas (protones, electrones), o como ondas electromagnéticas (rayos gamma,
rayos-X, radiación UV). Entre los radiófilos se encuentran arqueas, bacterias y organismos superiores como
insectos, gusanos y plantas.
La bacteria Deinococcus radiodurans soporta niveles de radiación 1.000 veces superior a la que resultaría
fatal para el ser humano, ya que dispone de un sistema muy eficiente de reparación de los daños
ocasionados en su ADN. Además Deinococcus radiodurans es poliploide, es decir, dispone de varias copias de
su genoma, pudiendo reensamblar su ADN en cortos espacios de tiempo.
Los daños ocasionados por los excesos de radiación van desde la paralización de la fotosíntesis o la inhibición
de la movilidad, hasta la rotura de los enlaces dobles y la modificación química de los ácidos nucleídos. Para
conservar la integridad del genoma, las células de los radiófilos disponen de proteínas que, en caso de que la
cadena de ADN haya sido modificada, detienen la replicación de la célula e intentan reparar el daño.
Metanógenos. Organismos adaptados a la ausencia de oxígeno y que habitan en el fondo de depósitos
acuáticos y en el rumen de algunos mamíferos herbívoros (rumiantes). Son capaces de generar metano
(CH4), en condiciones anaeróbicas (sin oxígeno).
Xerófilos. Organismos vegetales adaptados a ambientes secos, como los desiertos o las estepas, donde la
escasez de agua puede ser debida a la ausencia de precipitaciones o a la elevada evaporación. Los
organismos xerófilos se caracterizan por disponer de largas raíces (como los cactus); hojas reducidas a
espinas o sin hojas, trasladando la función fotosintética a los tallos; y metabolismos adaptados para
economizar agua. En el desierto de Atacama se ha localizado microorganismos xerófilos en el volcán
Socompa, una comunidad que viven gracias al dióxido -de carbono, agua y metano que les proporcionan las
fumarolas volcánicas.
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Poliextremofilia. Organismos resistentes a diversas y simultáneas condiciones extremas. Algunos de los
analizados, como los habitantes de las chimeneas hidrotermales, son resistentes a las altas presiones
(barófilos) y a las altas temperaturas (termófilos). Entre estos
organismos destacan los tardígrados (conocidos como ositos de agua),
pequeños animales (0,1 – 1,2 mm), ■Figura 6-15, que sobreviven en
condiciones extremas de frio y calor, altos niveles de radiación, altas
presiones, así como la exposición a las condiciones del espacio vacío. Se
cree que esta alta resistencia a las condiciones extremas se debe a su
capacidad para reparar daños del ADN, pudiendo soportar radiaciones
1.000 veces superiores a las letales para los humanos. Poseen también
la habilidad para deshidratarse totalmente cuando la humedad
ambiente desaparece, pudiendo soportar temperaturas cercanas al cero absoluto durante décadas, al evitar
la congelación que destruiría sus células.
Todas estas formas de vida muestran la gran capacidad de adaptación de los seres vivos a ambientes
extremos y muy diversos. Aumentan “las apuestas” de encontrar vida extraterrestre en ambientes antes
impensables.
- 175 -
A modo de resumen, en la ■Figura 6-16 figuran los acontecimientos biológicos más significativos de la
historia de la vida en nuestro planeta.
[■6-1] El principio de actualismo o uniformismo expresa que los procesos que actuaron en el pasado son los
mismos que actúan en el presente. El uniformismo es opuesto al catastrofismo, según el cual los caracteres
geológicos actuales se originaron súbitamente en el pasado, por procesos geológicos radicalmente
diferentes a los del presente.
[■6-2] El genotipo constituye la información genética que posee un organismo en particular, en su ADN.
[■6-3] Se denomina fenotipo a la expresión del genotipo en función de un determinado ambiente. El
fenotipo se compone de rasgos tanto físicos como conductuales, no quedando determinado exclusivamente
con el aspecto visible, pues a veces las características que se estudian no son sensibles a nuestros sentidos,
como puede ser el caso de la presencia de una enzima.
[■6-4] Erwin Schrödinger (físico austriaco), en su “librito” ¿Qué es la vida?, publicado en el año 1944,
presenta una una interesante propuesta acerca de cómo se producen las mutaciones por los rayos X, en
estructuras bien ordenadas, y de pequeño tamaño, como son los genes. Según Schrödinger “…este
acontecimiento aislado debe de ser una ionización, o un proceso similar, y que, a fin de producir una
mutación determinada, ha de tener lugar dentro de cierto volumen no mayor de unas diez distancias
atómicas cúbicas. […] una lesión en el cromosoma, lesión que se convierte en letal cuando, por medio de
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cruzamientos adecuados, el cromosoma dañado se reúne con otro cuyo gen correspondiente es mórbido por
sí mismo.”
[■6-5] Población, en el campo de la biología, es un conjunto de organismos de la misma especie que viven al
mismo tiempo en un área geográfica definida.
[■6-6] Quiralidad es la propiedad de un objeto de no ser superponible con su imagen especular. Ejemplo: la
mano izquierda no es superponible con la mano derecha.
[■6-7]. Fagocitosis es el proceso mediante el cual algunas células rodean con su membrana citoplasmática
partículas sólidas (u otras células) y las introducen al interior celular.
[■6-8] Endosimbiosis es un tipo de relación, en la que un organismo vive dentro de otro.
[■6-9] Lynn Margulis, bióloga estadounidense, una de las principales figuras del evolucionismo.
[■6-10] A través del enlace http://es.wikipedia.org/wiki/Metabolismo_microbiano se puede obterner
información detallada acerca de los metabolismos practicados por las bacterias.
[■6-11] La mitosis es un proceso que ocurre en el núcleo de las células eucarióticas y que precede
inmediatamente a la división celular, consistente en el reparto equitativo del material hereditario (ADN)
característico. Este tipo de división ocurre en las células somáticas y normalmente concluye con la formación
de dos núcleos separados, seguido de la separación del citoplasma, para formar dos células hijas.
[■6-12] Respecto a los hongos, es importante resaltar que, a pesar de su morfología y falta de movilidad, las
secuencias de sus genomas y su metabolismo no fotosintético demuestran que son mucho más parecidos a
los animales que a las plantas, de hecho, ambos, animales y hongos, surgieron a partir de un ancestro
común.
[■6-13] La biodiversidad actual se estima en unos 580 millones de especies, de las que un 6 % serían
animales (y de estos un 90 % serían insectos), un 9 % plantas y hongos pluricelulares, y un 85 %
microorganismos unicelulares (eucariotas unicelulares, bacteria y arqueas). Fuente de estos datos, el libro:
“Orígenes. El universo, la vida, los humanos” (véase bibliografía).
[■6-14] Notocordio o notocorda es una estructura longitudinal flexible, que sirve de esqueleto axial interno
de algunos organismos. La notocorda también sirve como esqueleto de los embriones hasta que se formen
otros elementos, como las vértebras.
[■6-15] En biología, espora designa un cuerpo microscópico unicelular o pluricelular, parte fundamental
para la reproducción, con facilidades para la dispersión y supervivencia por largo tiempo en condiciones
adversas. En general se trata de una célula haploide, que crea un nuevo organismo al dividirse por mitosis
(especialmente en hongos) o meiosis (plantas) sin tener que fusionarse con otra célula.
[■6-16] Primates es un orden de mamíferos generalmente arborícolas, caracterizados por tener las cuatro
extremidades, o solo las anteriores, con el pulgar oponible a los otros dedos, ojos en posición anterior,
dentadura completa y mamas en situación pectoral.
[■6-17] Los paleontologos achacan la evolución de los homínidos a los cambios climáticos en el este de
África, provocados por dos causas principales: a) la ruptura del continente africno a lo largo del Gran Valle
del Rift, iniciada hace unos 30 Ma, dando lugar a la formación de cordilleras y a un clima más seco que en el
oeste, favoreciendo la transformación de los bosques en sabana. b) las alternancias glaciares e interglaciares
de alta intensidad ocurridas en los últimos 5 Ma (Plioceno y Pleistoceno), debidas a los cambios en la
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oblicuidad del eje de rotación de la Tierra y las excentricidad orbitalales, que afectan de forma periódica a
nuestro planeta (■Capítulo 7: requisitos para la habitabilidad extraterrestre). Debido a ello, los simios
locales, que hasta entonces vivían en las ramas de los árboles, tuvieron que hacerse terrestres y evolucionar
para acabar dando lugar a los homínidos.
[■6-18] Se denomina foramen magnum al orificio situado en la base del cráneo, a través del cual se
establece la conexión entre el encéfalo y médula espinal. Una de las grandes diferencias anatómicas del ser
humano con los demás homínidos es el ángulo de la articulación del atlas (la primera vértebra cervical) con
el foramen magnum: en los homínidos el atlas y el foramen magnun articulan en un plano inclinado,
mientras que en el hombre el plano de esta articulación es paralelo al suelo. En la evolución del hombre,
cuanto más abajo se encuentre el foramen magnum, más erguida es la posición de la especie, lo que
conlleva un mayor bipedismo.
En los simios antropoideos el foramen magnun se sitúa en la zona posterior posterior, característica de los
animales cuadrúpedos.
[■6-19] En el contexto que nos ocupa, se denomina diastema al hueco de las encías (y entre dientes), en
donde se alojan los caninos de gran tamaño (colmillos) de algunos animales, cuando estos cierran la boca,
como es el caso de los simios antropoideos (particularmnte los machos).
[■6-20] Se denomina clado al conjunto único de especies emparentadas, que comparten un ancestro
común; mientras que cladogénesis es el proceso de formación de un clado dentro de otro clado de mayor
jerarquía.
[■6-21] Supervolcán es un término que se refiere a un tipo de volcán con una cámara magmática mil veces
más grande que la de un volcán convencional y que, además, genera las mayores y más voluminosas
erupciones del planeta.
[■6-22] La presunción del impacto meteórico se apoya en el descubrimiento, primero en Italia y después en
varias otras zonas de la superficie terrestre, de una capa de 1 cm de espesor con una concentración muy
alta de iridio en el límite KT, formando un sándwich entre dos placas con contenido fósil muy diferente,
indicio de una gran extinción. El iridio es un elemento muy escaso en la superficie terrestre y abundante en
algunos meteoritos. Algunos investigadores anuncian que se ha encontrado el lugar del impacto en la ciudad
de Chicxulub en la península del Yucatán, en México.
No todos los científicos están de acuerdo con la hipótesis del impacto, la existencia de la anomalía del iridio
es real, pero no así su origen. Algunos geólogos opinan que el iridio proviene del interior terrestre mediante
vulcanismo, aunque esta sugerencia no tiene muchas pruebas que la apoyen.
[■6-23] Las zonas cálidas de nuestro planeta la constituyen la mayor parte de la superficie terrestre (excepto
las zonas polares), unas decenas de metros de la superficie oceánica y la atmósfera hasta una altura de unos
2 km. Por el contrario, las 4/5 partes del volumen habitable terrestre, incluidos los océanos (a partir de
algunas decenas de metros de profundidad) y las zonas polares, nunca superan los 5 ºC.
[■6-24] El pH, abreviatura de potencial de Hidrógeno, es un parámetro muy utilizado en química y biología
para medir el grado de acidez o alcalinidad de las sustancias. La escala del pH va desde 0 hasta 14: el valor de
pH 7 se considera neutro; los valores de pH menores de 7 indican el grado de acidez y los mayores que 7 el
de alcalinidad o basicidad.
Matemáticamente “el pH es el logaritmo negativo de la concentración molar de los iones hidrogeno o
protones (H+) o iones hidronio (H3O)”.
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pH = -log [H+] o pH = -log [H3O]
El pH es un factor clave para que muchas reacciones se realicen o no. En biología, las enzimas, responsables
de reacciones bioquímicas, desarrollan su actividad catalítica bajo cierto rango de pH, fuera del cual decae
mucho su actividad. Nuestra sangre tiene un pH entre 7,35 y 7,45 y, fuera de ese rango, quedan seriamente
comprometidas nuestras funciones vitales. El pH de los alimentos es un marcador del buen o mal estado de
conservación…
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■7. Requisitos para la habitabilidad extraterrestre
Podemos definir la habitabilidad como la aptitud de un cuerpo celeste y su entorno para propiciar el
origen y el mantenimiento de la vida.
Los capítulos anteriores proporcionan los conocimientos y algunas ideas básicas necesarias para establecer
los requisitos y las características que deberían de reunir otros mundos para que la vida pueda surgir y
evolucionar, al menos para una vida similar a la que ya conocemos, es decir, utilizamos la vida terrestre y el
sistema Tierra-Sol como nuestros patrones estándar en la búsqueda de otros mundos habitables. Es
posible que estos “prejuicios” limiten el campo de posibilidades, pero, al menos, sabemos que estamos
buscando algo que ya sabemos que ha funcionado.
Por su parte, la comunidad científica considera como requisitos imprescindibles para la vida la presencia de
agua líquida, una fuente de energía, carbono y tiempo, pero tampoco se descarta que en la inmensidad del
universo puedan existir otras formas de vida que utilicen líquidos bióticos distintos del agua, por ejemplo
etano, u otro elemento distinto del carbono, como el silicio [■7-1], que puedan generar “otras
biomoléculas” distintas de las que conocemos. En todo caso, siempre podremos añadir una coletilla
puntualizando que “los requisitos revelados son para la vida terrestre que conocemos”.
Otro factor a tomar en consideración, antes de establecer los escenarios necesarios para la habitabilidad, es
el tipo de organismo que estemos considerando: las condiciones para la
habitabilidad de un organismo pluricelular, por ejemplo Homo sapiens, serán,
en general, más restringidas que las de un unicelular y completamente distintas
a las de un extremófilo.
Pasamos a analizar y a valorar las características que habitualmente se
consideran imprescindibles, o al menos convenientes (Figura ■7-1), para que
un mundo exterior, por ejemplo un exoplaneta [■4-2], sea habitable:
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Hay también autores que consideran necesaria la presencia de un planeta gigante, que, situado a la
distancia adecuada, podría actuar como escudo protector del presunto planeta habitable. Esta idea, no
aceptada por todo el mundo, está inspirada en la existencia de Júpiter en nuestro SS, que en determinadas
circunstancias puede proteger a los planetas interiores de los impactos de meteoritos o de comentas.
Nota: en la ■Figura 7-1, y otras que vendrán a continuación, los tamaños de los cuerpos celestes están muy
exagerados respecto a las distancias que los separa.
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que se añaden 33 ºC debidos al efecto invernadero (recuadro en ■ Figura 7-3), para totalizar unos
confortables 15 ºC.
El límite interno de la ZH se corresponde con la ausencia de CO2 y temperatura de 100 ºC. En este caso el
efecto invernadero (EI) lo fijan las grandes cantidades de vapor de agua presentes en la atmósfera. Para
nuestro Sol este límite interno se sitúa a 0,80-0,85 ua. En el pasado se situaba a menos de 0,72 ua,
incluyendo por lo tanto a Venus en su interior. El límite externo corresponde a una abundancia máxima de
CO2 y temperaturas de 0 ºC, a partir de la cual se congelan los océanos (considerando también el efecto de
las nubes). Se estima que para el SS este límite se sitúa a unas 2 ua (Marte, a 1,52 ua, quedaría en su
interior). Para más información sobre estos límites, véase [■7-3] al final del capítulo.
Notas:
1) No debe de existir ningún cuerpo masivo, como un gigante gaseoso, dentro o cerca de la ZH,
interfiriendo la posible formación de exoplanetas rocosos en esa zona.
2) Los gigantes gaseosos situados en la ZH no son habitables, sin embargo sus satélites sí podrían ser aptos
para la vida, si su masa es suficiente para retener una atmósfera mínima (superior a 0,12 Mt).
3) Si los planetas del Sistema Solar son representativos, el número máximo de planetas con océanos de agua
líquida en superficie sería de uno por sistema estelar.
Ampliación del concepto de zona habitable: hasta hace unas tres décadas se consideraban como
habitables solo aquellas zonas compatibles con la vida humana, sin embargo hay hechos relevantes
que nos obligan a reconsiderar la ampliación del concepto de habitabilidad:
Hallazgo de vida en los lugares más inhóspitos, colonizados por los organismos extremófilos.
Posible existencia de agua líquida bajo la superficie del planeta o sus satélites, en zonas
alejadas de la “ZH”, debido a la energía interna de estos objetos, elementos radiactivos, efectos
de marea…
Estos puntos nos obligan a reflexionar “generosamente” sobre la posible ampliación de las zonas
aptas para la vida, particularmente paro los microorganismos.
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Luminosidad duradera
Para las estrellas en la secuencia principal (SP) (etapa estable de su vida), la clase espectral indica la
temperatura de su fotosfera, que a su vez está relacionada con la masa así como con el tiempo de
permanencia en la SP, clave importante para la habitabilidad (■Tabla 7-1).
Tipos espectrales O, B y A: estrellas poco abundantes (menos del 1 % del total) y muy masivas, millones de
veces más luminosas que el Sol, por lo que su ZH es muy amplia y se encuentra muy alejada de la estrella. Se
consideran inadecuadas para la formación de sistemas habitables:
Periodo de permanencia en la SP menor de 1.000 Ma (en algunos casos menor 10 Ma), claramente
insuficientes para el desarrollo y evolución de la vida.
ZH, aunque amplia, muy alejada de la estrella, siendo poco probable la formación de planetas telúricos
en esa zona.
Rápido desplazamiento de la ZH hacia el exterior, disminuyendo “el tiempo” de habitabilidad continua
(ZHC) para un hipotético planeta telúrico allí situado. Teóricamente, algunas estrellas de tipo "A" entran
en la “ventana temporal” en que la vida podría surgir, pero seguramente no alcanzaría una evolución
significativa debido tanto al rápido desplazamientos de la ZH que hemos indicado, como al aumento de la
luminosidad.
Emisión de mucha radiación en forma de rayos X o rayos gamma, que presumiblemente van a erosionar
la atmósferas de los posibles planetas que las orbiten.
Tipos espectrales F, G y K: estrellas de masa intermedia, que incluyen a un 23 % de las estrellas de la Vía
Láctea. Dentro de estos tipos, las consideradas idóneas para ser habitables se sitúan en el rango desde “F
bajo” hasta “K mediano” (entre 1,2 y 0,6 masas solares), quedando reducido a un 13 %, del total de
estrellas de la VL, las consideradas adecuadas para que la vida pueda surgir y evolucionar:
Permanecen en la SP unos cuantos miles de millones de años, dando oportunidad a la vida para su
desarrollo y evolución.
ZH a una distancia a la que no se produce el bloqueo de los planetas por efecto marea [■7-4].
Radiación UV moderada, suficiente para el desarrollo de fenómenos atmosféricos, como la formación de
ozono (O3), pero no tanto como para destruir las evoluciones biológicas incipientes.
Se estima que las estrellas adecuadas para albergar planetas en los que la vida pueda surgir y evolucionar
queda restringida a los tipos: F bajo, G, y K alto, lo que representa en torno al 13 % del total de estrellas de
la Vía Láctea. Nuestro Sol pertenece al tipo espectral G2, y se sitúa en el centro de estos tipos espectrales.
En el caso de considerar adecuadas la totalidad de las estrellas de tipo F, G y K, el porcentaje de estrellas
habitables subiría al 23 % (Tipo F = 3 %; tipo G = 7,6 % y tipo K = 12, 1 %)
Tipo espectral M (enanas rojas): estrellas de pequeño tamaño (0.1 a 0.45 Ms), pero muy abundantes,
constituyendo aproximadamente el 76 % de las estrellas de nuestra galaxia, siendo muy relevante el incluir
o no a esta categoría estelar entre las candidatas a habitables.
El argumento más significativo en contra de la habitabilidad es que la ZH se encuentra muy cercana a la
estrella, quedando bloqueado el giro de un planeta ahí situado, sobre todo para masas menores de 0,4 Ms
(■ Figura 7-2). Principales inconvenientes para la vida:
La cara frente a la estrella estaría permanentemente iluminada, con posibles temperaturas excesivas,
mientras que la opuesta permanecería oscura y posiblemente congelada.
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Según modelos (■Figura 7-4), el agua se evaporaría en la zona iluminada y se congelaría en el hemisferio
oscuro, acabando por desaparecer el agua líquida de la superficie del planeta.
Fotosíntesis imposible en la cara nocturna (nunca recibiría la
luz), y complicada en la cara diurna, ya que las enanas rojas
emiten principalmente en el infrarrojo. Sin embargo, hay
sistemas en la Tierra que usan la quimiosíntesis en vez de la
fotosíntesis, lo que también sería posible en una enana roja.
Respecto a la fotosíntesis en la cara diurna, y teniendo en
cuenta que los fotones emitidos por estas estrellas son muy
poco energéticos (infrarrojos), los hipotéticos organismos que
habitasen esa zona, tendrían que “aprender” (evolucionar) para
acumular la energía de 3 o 4 fotones “rojos”, necesarios para
disociar una molécula de H2O, mientras que en nuestro planeta basta con solo 2 fotones (uno por cada
átomo de hidrógeno).
Estas estrellas son muy inestables en sus inicios y pasan mucho tiempo con emisiones de alta energía
ultravioleta extrema e intensos vientos estelares, sometiendo la posible atmósfera de los exoplanetas a
fotodisociación. Lo anterior, unido a la ausencia de una magnetosfera planetaria, por falta de giro,
implica un grave riesgo de pérdida de la atmósfera y el agua de los hipotéticos planetas situados en la
“ZH”. Presentan también riesgo de comportarse como estrellas “fulgurantes”, con episodios de
temperatura superficial cuatro veces superior a la media, durante periodos de minutos a varias horas.
En estas estrellas, en su etapa joven, la vida seguramente podría surgir en las profundidades
subacuáticas, evitando así las dañinas radiaciones UV. Algunos científicos consideran como zona óptima
unos 10 metros bajo la superficie.
No obstante, también concurren otros factores que se consideran positivos:
Al ser muy numerosas y permanecer muchos miles de millones de años en la SP (■Tabla 7-1), la vida
dispone de muchos lugares y de mucho tiempo para desarrollarse y evolucionar. Quizás podría surgir
en la zona intermedia entre el hemisferio iluminado y el oscuro, es decir, en torno a la línea de
separación del día de la noche (terminador).
Según modelos, una atmósfera de solo 100 mb, compuesta por gases de efecto invernadero sería
suficiente para trasvasar el calor entre hemisferios (■Capítulo 4), y suavizar el clima, condición
favorecida para las “súper-tierras”, por su mayor gravedad.
Estas estrellas se vuelven estables cuando envejecen, sin erupciones, e incluso emiten menos radiación
UV que las de tipo G (como el Sol), por lo que la capa de ozono podría no ser necesaria y la vida podría
progresar en la superficie sólida (“tierra”), aun cuando no se produzca oxígeno por fotosíntesis.
El bloqueo de la resonancia orbital podría desaparecer si el planeta dispone de un satélite
suficientemente masivo, ya que este podría haber producido el acoplamiento de la rotación del planeta
(ejemplo: Plutón/Caronte en el SS).
Nota.- Debido seguramente a sesgos observacionales (■Capítulo 9), se están detectando muchos más
planetas orbitando estrellas de tipo M que en las de mayor tamaño. Creemos que esto ha estimulado el
interés de los “buscadores” para incluir y presentar a este tipo de estrellas como candidatas a albergar
planetas habitables.
- 185 -
Cuestión clave: ¿puede existir vida en torno a una enana roja?
Luminosidad estable
La estabilidad de la radiación emitida por una estrella es otra condición indispensable para la
habitabilidad. Nuestro Sol sigue un ciclo de unos 11 años, con fluctuaciones luminosas inferiores al 0.1 %.
Caídas de brillo del 0.5 %, o menos, situarían la vida terrestre en la época más fría de la Pequeña Edad del
Hielo [■7-5] y variaciones del 3 % harían que la vida, tal como la conocemos, dejase de existir.
Las estrellas de la SP, fusionando hidrógeno para convertirlo en helio, solo experimentan un ligero y regular
aumento de luminosidad a lo largo del tiempo, como el caso de nuestro Sol, compatible con el desarrollo y
evolución de la vida. Sin embargo se presentan circunstancias, relativamente frecuentes, en las que la
habitabilidad puede quedar seriamente comprometida: estrellas variables y estrellas binarias o múltiples.
Estrellas variables
Experimentan variaciones significativas de luminosidad (y por lo tanto de la energía radiada), en periodos
temporales relativamente cortos, en algunos casos acompañados con altas dosis de radiaciones gamma y
rayos X, que las hacen incompatibles con la vida compleja. Las más significativas de estas familias son:
- 186 -
Sin embargo, si las estrellas están suficientemente alejadas (cientos de
UA), los efectos gravitacionales de una estrella sobre un planeta situado
en la ZH de la otra estrella serían despreciables.
Últimamente, a través del telescopio espacial Kepler, se han detectado
sistemas estelares cuyos planetas (gigantes gaseosos) orbitan en torno a
dos estrellas cercanas. Bajo esta configuración (■Figura 7-5), si las
características de un planeta y su distancia al centro de masa de las
estrellas (baricentro) fuesen adecuadas para ocupar la ZH “común” de
ambas estrellas, seguramente podría ser habitable.
En base a las consideraciones anteriores, se estiman como habitables por estos conceptos solo los
sistemas estelares unitarios (30 %), más la mitad de los sistemas estelares binarios (35 %). En resumen, el
total de estrellas habitables serían el 65 % del total de las estrellas (30 % correspondiente a los sistemas
estelares unitarios, más un 35 % correspondiente a la mitad de los sistemas binarios).
- 187 -
Masa menor de unas 10 Mt:
Los expertos estiman necesaria esta limitación para evitar la retención de una atmósfera excesivamente
densa que impediría que la luz alcance el suelo, haciendo inviable el proceso de fotosíntesis, o que se trate
de planetas compuestos por volátiles, como Urano o Neptuno [■7-7]. Otros autores, más conservadores,
consideran que los planetas con un radio superior a 1,5 radios terrestres (Rt), pueden tener tendencia a
acumular atmósferas masivas (H/He), generando planetas tipo Neptuno poco adecuados para la vida.
Otro inconveniente de los planetas terrestres masivos es un excesivo calor interno, dando lugar a una
intensa actividad volcánica, con grandes emisiones de gases de efecto invernadero, que, unido a la acción
multiplicadora de una atmósfera gruesa, podría desencadenar efectos invernadero desbocados. Por otra
parte, el mayor calor interno también se corresponde con una corteza más fina y flexible, que, sometida a
una mayor gravedad tendería a generar superficies con poco relieve y océanos de dimensiones planetarias,
sin o con poca masa continental, lo que ralentizaría la erosión de los silicatos, con la posible interrupción del
ciclo carbonato-silicato y la regulación del CO2 atmosférico, con desastrosas consecuencias para la
temperatura de la atmósfera y la posible vida del planeta (véase: ■Capítulo 4, ciclo carbonato-silicato).
Actualmente se estima que los exoplanetas más adecuados para la vida son aquellos cuyas masas están
comprendidas entre 0,6 y 2 Mt, que reciben el nombre genérico de “tierras”, mientras que para masas entre
2 y 10 Mt, denominados “supertierras”, la habitabilidad es dudosa.
Excentricidad orbital
Son deseables excentricidades orbitales moderadas, ya que valores altos suponen importantes
desplazamientos radiales del exoplaneta, pudiendo sobrepasar los
límites de la ZH (■Figura 7-6), dando lugar a la evaporación o a la
congelación masiva del solvente biótico (presumiblemente agua), en
cuyas condiciones es difícil imaginar cómo podría evolucionar la vida que
conocemos.
Como dato de referencia, la excentricidad de la Tierra, debida a los
efectos gravitacionales de Júpiter y Saturno, oscila entre 0.005 (casi
circular) y 0.058 (ligeramente elíptica), siendo actualmente de 0.017. La
periodicidad de estas variaciones es de unos 100.000 años, durante los
cuales la cantidad de energía recibida varía en función de la distancia al
Sol (con la excentricidad actual, la variación de radiación afelio/perihelio
es de un 6,8 %, mientas que cuando se alcance la máxima excentridad esa diferencia será del 23 %).
- 188 -
La opinión mayoritaria es que las altas excentricidades observadas en algunos sistemas estelares (■Capítulo
8), son debidas a interacciones mecánicas planetaris muy energéticas. Falta explicar por qué nuestro SS, que
supuestamente ha sufrido este tipo de interacciones, no muestra tales excesivas excentricidades.
Se considera que una excentricidad de 0,2 es el valor máximo admisible para asegurar una permanencia
duradera entre los límites de la zona habitable.
Nota. Como veremos en el ■ Capítulo 8, la mayoría de los exoplanetas detectados hasta la fecha presentan,
sorprendentemente, una alta excentricidad, muy superior a la media de los planetas de nuestro SS.
Velocidad de rotación
La velocidad de rotación (o de giro) del exoplaneta (■Figura 7-8), debe de ser
relativamente rápida. Periodos muy duraderos (años), pueden generar temperaturas
diferenciales entre los hemisferios diurno y nocturno muy pronunciadas, dificultando la
habitabilidad. Una atmósfera de cierta densidad podría suavizar las diferencias de
temperatura. Además, una rotación relativamente rápida también es necesaria para
generar campos magnéticos.
Movimiento de precesión
Movimiento realizado por el cambio en la dirección del eje de rotación del exoplaneta (efecto “peonza),
simultáneo a la traslación orbital (■ Figura 7-9). La precesión, por sí misma, no afecta a la habitabilidad, ya
que solo cambia la dirección de la inclinación, no su grado. Combinada con otros movimientos planetarios
acentuará o suavizará las condiciones de habitabilidad. La situación extrema se produce cuando el plano que
- 189 -
pasa por el eje de de rotación del planeta, manteniéndose perpendicular al plano orbital, coincide con la
línea de ápsides [■7-8] (situación equivalente en la Tierra a la coincidencia de
los solsticios con los vértices de la elipse orbital).
El movimiento de precesión de la Tierra, de sentido contrario al de rotación,
tiene un periodo de 25.800 años y se debe principalmente a la atracción
gravitatoria del Sol y la Luna sobre el ensanchamiento y exceso de masa del
“cinturón ecuatorial” de nuestro planeta. Si la Tierra fuese perfectamente
esférica este movimiento no existiría.
Como resumen, trasladamos la opinión de los expertos sobre la falta de un conocimiento preciso de la
influencia de cada una de las posibles variaciones orbitales en la habitabilidad de los diferentes objetos del
universo, pero no cabe duda que en el caso de nuestro planeta dichas variaciones, bien de forma individual o
combinadas, sin han sido decisivas en la climatología, particularmente en la formación de las glaciaciones,
condicionando por lo tanto las adaptaciones evolutivas: el surgimiento y la extinción de las especies.
Satélite grande
Un satélite grande, como la Luna en el caso de la Tierra (■Figura 7-10), actúa gravitacionalmente sobre los
excedentes de masa en el cinturón ecuatorial del planeta (debidos a
la rotación). Dado que uno de los “excedentes” está más cerca del
satélite que el otro, la fuerza resultante se encuentra desplazada del
centro del planeta, en la dirección del satélite, estabilizando así el eje
de rotación y evitando climas caóticos. Se estima que la
inestabilidad del eje afectaría principalmente la evolución hacia la
vida compleja.
¿Sería necesaria esta circunstancia de estabilidad para la vida
oceánica, fauna voladora «migratoria en general»...? Hay controversia acerca de este punto.
Dadas las condiciones en que se formó la Luna (■Figura 4-12), los satélites grandes se consideran
altamente improbables. Si verdaderamente esta condición fuese necesaria, quedaría limitada, de forma
importante, la probabilidad de vida avanzada en otros mundos y más aun la “vida avanzada tecnológica”.
- 190 -
Mantienen el interior de su sistema estelar libre de la mayoría de cometas y asteroides que podrían
originar impactos catastróficos.
Sin embargo, cuerpos celestes del tamaño de Júpiter, situados en órbitas cercanas a la ZH o que la crucen,
hacen inviable la existencia de planetas habitables en un sistema planetario.
Algunos autores estiman que sin Júpiter la frecuencia de impactos catastróficos se produciría cada 100.000
años, mientras que con la protección de Júpiter lo hacen cada 100 Ma.
Notas:
1) La presencia de un gigante gaseosos entre la ZH y la estrella, con toda probabilidad habrá perturbado la
zona interior de su sistema estelar durante el proceso migratorio, por lo que posiblemente quede excluida
la existencia de planetas similares a la Tierra en este tipo de sistemas (véanse los ■Capítulos 3 y 9).
2) El “rol de portero” de nuestro Júpiter quedó demostrado de forma espectacular con la captura del cometa
Shoemaker-Levy 9 en 1994. Sin la protección gravitatoria del gigante, el cometa podría haber pasado al
sistema interior con consecuencias inesperadas.
3) En Wikipedia figura un texto que dice: “Se ha estimado que Júpiter, debido a su gran masa, perturba las
regiones cometarias como la nube de Oort atrayendo la mayoría de los cometas que caen sobre el Sistema
Solar interior. No obstante, también los acerca sobre sí mismo por lo que es difícil estimar la importancia que
tiene Júpiter en la llegada de cometas a la Tierra”.
- 191 -
Bulbo: región central de la galaxia con gran densidad de estrellas. Zona de difícil investigación debido al
polvo del disco, no obstante la observación infrarroja permite obtener algo de información. Amplia gama
de metalicidades, aunque pocas estrellas son tan jóvenes como el Sol. Es una zona de mucha actividad
debido a la proximidad entre las estrellas y a la cercanía del gran agujero negro central. No se considera
un buen lugar para la vida.
Disco grueso: situado en el plano galáctico. Diámetro de unos 100.000 al y un espesor de unos 4.000 al.
Se trata de una población de estrellas viejas y pobres en metales, procedentes de pequeñas galaxias
“engullidas” por la VL. Zona poco adecuada para formar planetas.
Disco delgado: situado en el plano galáctico. Diámetro de unos 100.000 al y 1.000 al de espesor. En esta
región continúa la formación estelar a partir del gas y polvo galáctico y el enriquecimiento en metales. Se
considera que este disco es la única zona que reúne las condiciones apropiadas para la formación de
sistemas planetarios, con las limitaciones que pasamos a detallar.
Los astrofísicos han comprobado que la metalicidad de las estrellas disminuye radialmente en la dirección
del bulbo al borde del disco y que hay estrellas viejas en el bulbo (detectadas con medios espectroscópicos).
Esto apoya la idea de que los “metales” de la VL (y el resto de galaxias espirales) se desarrollaron desde el
centro hacia los bordes (tras varias generaciones de estrellas) como una onda que alcanzó los valores
adecuados para la formación de planetas en la situación del SS unos 8.000 a 10.000 Ma después del Big-
Bang. Hacia el exterior la metalicidad es menor y tendrían que transcurrir varios miles de millones de años
para alcanzar el mínimo necesario en el borde del disco. Esto es bastante relevante, pues, como hemos visto,
existe una estrecha relación entre la metalicidad y la probabilidad de formar planetas (■Figura 3-5).
Otra causa de la heterogeneidad de la Vía Láctea son las radiaciones procedentes de las explosiones de
supernovas cuyo máximo parece encontrarse a 1/3 de la distancia entre el centro galáctico y el Sol, además
de las perturbaciones que el gran agujero negro induce en esa zona.
Una última consideración, es que una metalicidad muy alta (por encima de la solar) puede ser negativa para
la formación de planetas como la Tierra, circunstancia que de
momento no se puede afirmar debido a la falta de suficientes datos
estadísticos. Lo que sí parece verificarse, es que la alta metalicidad
da lugar a gigantes gaseosos que se localizan cerca de la estrella
anfitriona.
Como síntesis de lo indicado (■Figura 7-13), y a pesar de la carga
especulativa que pueda contener, surge el concepto de Zona de
Habitabilidad Galáctica (ZHG), región limitada a una “corona
circular” del disco delgado con un radio interior de 23.000 al y un
radio exterior de unos 29.000 al (Charles Lineweaver y equipo),
zona en la que hace unos 5.000 Ma, cuando se formó el SS, la
metalicidad era suficiente para la creación de planetas como la
Tierra (para no complicar el relato, no se incluyen aquí las
perturbaciones debidas a las ondas de densidad de materia que
forman los brazos galácticos).
Según John Gribbing, autor del libro “SOLOS EN EL UNIVERSO”, la fracción estimada de estrellas en la zona
galáctica adecuada para que puedan evolucionar organismos inteligentes (ZHG), es de solo el 10 %.
Quizás la habitabilidad para organismos más simples podría “ampliarse” a una corona circular que
incluyese al 20 % de las estrellas de la galaxia.
- 192 -
Para algunos investigadores, el Sistema Solar, situado en un borde del Brazo de Orión, reside “casualmente”
en una zona favorable para la vida en la Vía Láctea: 1) la órbita del Sol es aproximadamente circular,
evitando de esta manera incursiones periódicas peligrosas cercanas al núcleo galáctico; 2) la otra
“coincidencia propicia” es que la velocidad orbital del Sol es muy cercana a la velocidad del patrón de giro de
los brazos espirales en esa zona (“corrotación”), generando un mínimo número de peligrosos cruces (alta
densidad de estrellas, supernovas y nubes interestelares de polvo).
- 193 -
Partiendo de los medios actuales disponibles, el objetivo inmediato es la búsqueda de: planetas telúricos
de masa adecuada (0,8 a 2 Mt), situados en la ZH de estrellas similares al Sol (F bajo, G y K alto), y en
órbitas poco excéntricas (e < 0,2).
Ahora, que ya conocemos los “requisitos estimados como necesarios para la habitabilidad”, es el momento
adecuado para abordar el análisis de las características de los abundantes mundos extraterrestres
detectados hasta la fecha, tarea que pasamos a abordar en el siguiente capítulo.
[■7-1] En el espacio interestelar, hasta la fecha, se han identificado unas 170 moléculas orgánicas, la
mayoría con carbono (algunas consideradas como prebióticas), y solo un poco más de una decena contienen
silicio, dato a favor de la química del carbono, mucho más creativa que la del silicio.
[■7-3] Se han determinado expresiones matemáticas para calcular los radios interior (ZHri) y exterior (ZHro)
de la ZH de las estrellas. Expresados en unidades astronómicas (ua): ZHri = (L/1,1)0,5; ZHro = (L/0,53)0,5,
siendo L la luminosidad respecto a la del Sol (L)סּ.
[■7-4] El acoplamiento de marea hace que un hemisferio del planeta permanezca fijo hacia su estrella, tal
como ocurre con la cara visible de la Luna apuntando a la Tierra. En este caso, el planeta realiza una rotación
sobre su eje (sincronizada) en el mismo tiempo que tarda en efectuar una órbita alrededor de su estrella.
[■7-5] La Pequeña Edad de Hielo (PEH), comprendida entre comienzos del siglo XIV y mediados del XIX,
representa un periodo de inviernos muy fríos en todo el planeta: el avance de los glaciares de los Alpes
afectó a pueblos enteros, el Támesis y los ríos de los Países Bajos se helaron frecuentemente, la población de
Islandia descendió a la mitad, y las colonias vikingas en Groenlandia desaparecieron, etc. En España el Ebro
se heló siete veces entre 1505 y 1789. Los científicos achacan la PEH a baja actividad solar y alta actividad
volcánica terrestre.
[■7-6] Los cometas nos muestran, a pequeña escala, cómo el viento solar puede arrastrar los componentes
volátiles de un planeta de baja gravedad, lo que lo convierte en incapaz para albergar vida.
[■7-7] Los planetas gigantes gaseosos, no aptos para la vida (“que conocemos”), podrían ofrecer
posibilidades en sus satélites naturales situados en órbitas cercanas. La energía interna necesaria se la
proporciona el planeta por efecto mareal (Titán en Saturno, Europa en Júpiter…).
[■7-8] Los ápsides son los puntos extremos de la órbita de un cuerpo celeste en su movimiento alrededor de
otro.
[■7-9] Tierra blanca hace referencia a la glaciación ocurrida hace 750-580 Ma, denominada “Tierra bola de
nieve”, (■Capítulo 4), periodo marcado por la presencia de depósitos glaciares en todos los continentes,
excepto Australia, con riesgo de extinción de la vida sobre el planeta. Algunos científicos opinan que esta
glaciación, por efecto “rebote”, pudo ser el detonante de la extraordinaria explosión de vida, denominada
explosión cámbrica, que se produjo hace 540 Ma (■Capítulo 4), dando lugar a la aparición de los organismos
pluricelulares.
- 194 -
■8. Exoplanetas: métodos de detección, resultados
Denominamos exoplanetas a los cuerpos similares a los planetas del SS, pero que orbitan en torno a otras
estrellas [■8-1]. Como veremos más adelante en este capítulo, en el año 1992 se descubrieron tres
“planetas” orbitando a un “pulsar”, pero fue el año 1995 cuando se encontró el primer planeta extrasolar
orbitando a una estrella normal, lo que desencadenó una “gran fiebre” de búsqueda, por cierto con gran
éxito, pero también con sorpresas: la mayoría de los sistemas y planetas detectados, sobre todo en la
primera década, no se parecen a nuestro sistema solar ni a nuestra Tierra. Ahora ya sabemos que los
exoplanetas abundan, aunque las características de los detectados seguramente están “sesgadas” debido a
ciertos inconvenientes propios de los medios de observación disponibles. Ahora el objetivo es la búsqueda
del “gemelo terrestre”: un planeta “como” la Tierra, orbitando en la ZH de una estrella “como” el Sol.
Parece que esto no está al alcance de los medios actuales, por lo que seguramente tendremos que esperar a
las nuevas generaciones de grandes telescopios, tanto terrestres como espaciales, previstos a partir de los
años 2018 y 2020 (■capítulo 10).
En este capítulo vamos a examinar los descubrimientos confirmados (1882 exoplanetas a finales de 2014),
tratando de extraer conclusiones, aunque previamente realizaremos un análisis de los medios utilizados, sus
características y sus limitaciones. Esto nos permitirá sopesar, al menos cualitativamente, sus limitaciones y
los posibles sesgos introducidos, lo que nos permitirá realizar una valoración rigurosa de lo encontrado hasta
la fecha y efectuar estimaciones más consistentes acerca de lo que podremos encontrar en un próximo
futuro. En base a este planteamiento dividiremos este capítulo en dos partes principales: procesos y medios
de detección de exoplanetas, con sus resultados parciales; y análisis de resultados globales.
- 195 -
Pasamos al análisis -más o menos por orden de aparición- de los métodos más significativos utilizados en la
localización de exoplanetas: sincronización púlsar (SPU), detección directa (DD), velocidades radiales o
espectroscopía Doppler (VR), microlentes gravitacionales (µL) y método de tránsitos (TR).
- 196 -
Se considera que los “exoplanetas” orbitando a púlsares no son aptos para la vida debido, entre otras
razones, a la intensa radiación que reciben del púlsar, así como a su desconocido origen y composición. En
este trabajo no se toman en consideración respecto a las valoraciones de la habitabilidad extraterrestre.
El método de detección a través de las binarias eclipsantes demuestra que los planetas gigantes
distanciados de sus estrellas también existen.
- 197 -
2M1207 b, realizada en 2004 por el VLT (por sus siglas en inglés: Very Large Telescope) del Observatorio
Europeo del Sur (ESO). Se trata de un joven planeta de 4 masas jovianas (4 masas de Júpiter), con una
temperatura superficial de unos 2.500 K, orbitado a 40 UA de la enana marrón 2M1207.
El método DD (30/06/2014), ha permitido la detección de 49 planetas en 45 sistemas planetarios (2
sistemas múltiples). Como muestra el ■Gráfico 8-2 (eje X:
distancia planeta estrella en UA, eje Y: masa de la estrella
anfitriona en masas solares Ms, ZH = zona habitable), la mayoría
de los exoplanetas encontrados por este método son muy
masivos y se encuentran lejos de su estrella anfitriona.
Los dos exoplanetas encerrados por un círculo punteado, con
0,67 y 4,4 masas terrestres (Mt), son atípicos de este método de
detección: ambos forman un sistema planetario que orbita a la
estrella KOI 55 (o Kepler 70), una enana roja que ya ha superado
la fase de gigante roja y que actualmente se encuentra
fusionando helio en su núcleo, paso previo para formar una
enana blanca.
Exoplanetas “DD”: Se trata de cuerpos celestes muy distintos a la “Tierra buscada”, pero su detección
directa es relevante al mostrar “visualmente” que los planetas extrasolares realmente existen.
También se confirma (como el anterior método SPU) la existencia de planetas masivos orbitando en zonas
alejadas de todo tipo de estrellas (desde 0,01 a 2,5 Ms).
La detección directa es un método a favorecer en el futuro, por su potencial para determinar algunos
parámetros físicos muy importantes relacionados con la búsqueda de vida extraterrestre, como son la
presencia de agua en superficie o las características de una hipotética biología.
- 198 -
Doppler presenta cierta similitud con los cambios en la frecuencia del sonido de una sirena de ambulancia
que pasa delante de un observador al borde de la ruta, donde se aprecia que el sonido es más agudo cuando
la ambulancia se acerca que cuando se aleja. En el caso de las estrellas, cuando estas se alejan (curva roja
punteada de la ■Figura 8-5) la radiación emitida se desplaza a longitudes de onda más largas, denominado
corrimiento hacia el rojo [■ 8-5], mientras que cuando se acercan (curva azul continua de la ■Figura 8-5), las
longitudes de onda se acortan produciendo un
corrimiento hacia el azul.
El método VR es el que ha cosechado los mayores éxitos
en el descubrimiento de exoplanetas durante los
primeros 15 años de búsqueda. La ■Figura 8-6 muestra
el gráfico de la detección del primer exoplaneta en el
año 1995 por los astrónomos suizos Michel Mayor y
Didier Queloz, utilizando el espectrógrafo ELODIE del
Observatorio de Haute-Provence, Francia. Este planeta,
denominado 51 Pegasi b, orbita la estrella 51 Pegasi a
47,9 años luz (al) del Sistema Solar (SS).
Los modernos espectrómetros han prestado una enorme contribución al éxito del método VR,
especialmente el espectrómetro de segunda generación y alta precisión HARPS (High Accuracy Radial
velocity Planet Searcher, en inglés), instalado en 2002 en el telescopio de 3,6 metros de ESO en el
Observatorio de La Silla, en Chile.
- 199 -
la velocidad de la estrella en la línea del observador sería nula y el planeta, con independencia de su tamaño,
no sería detectable.
C) Un último inconveniente es la necesidad de observar una órbita completa del planeta para poder
determinar sus parámetros, lo que dificulta la posibilidad de encontrar aquellos que se encuentren muy
alejados de la estrella (ejemplo: periodo de Júpiter = 11,9 años…).
- 200 -
gran “sesgo” observacional propio de este método que, como hemos dicho, prima la detección de planetas
masivos cercanos a estrellas de baja masa. No obstante se demuestra la existencia de planetas de todo tipo.
Los 6 identificadores de mayor tamaño corresponden a aquellos exoplanetas que los especialistas
consideran como candidatos a habitables, cuyas características detalladas figuran en ■Tabla 8-2 y serán
comentadas más adelante.
2) Muchos de los planetas gigantes orbitan muy cerca de su estrella: 23 % más cerca que Mercurio del Sol y
40 % más que la Tierra del Sol. En contra de lo que se pensaba antes del año 1995 (descubrimiento de 51
Pegasi b), se confirma la existencia de una gran cantidad de sistemas planetarios muy distintos a nuestro
sistema solar. Muchos de los planetas gigantes orbitan entre la “zona habitable” y su estrella, en la propia
ZH o muy cerca del límite exterior de esta, excluyendo a esos sistemas planetarios de la candidatura a
habitables: ¿pueden coexistir planetas terrestres en la ZH con gigantes orbitando interiormente o en sus
cercanías?, ¿es esto compatible con la teoría de migraciones planetarias tipo II que hemos visto en el
■Capítulo 3?
De acuerdo a la hipótesi aceptadas actualmente, los gigantes gaseosos (■Capítulo 3, ■Figura 3-3) se forman
en la zona exterior de los discos protoplanetarios, más allá de la línea de hielo (LH), donde además de polvo
abundan las sustancias volátiles. El hecho de detectarlos posteriormente hacia el interior del disco, en el
interior o en las inmediaciones de la ZH, implica su desplazamiento a esa zona, conforme a la hipótesis de las
migraciones planetarias de tipo II (■Capítulo 3, ■Figura 3-9). Parece lógico suponer que durante esta caída
en espiral el gigante habrá interaccionado con los objetos que encuentre en su camino, con resultados
desastrosos para los planetas terrestres ya formados o sus embriones en proceso de acreción, incluidos
aquellos que se encuentren en la ZH, que posiblemente habrán sido eyectados fuera del sistema o
precipitados sobre la estrella anfitriona (como hemos visto anteriormente -■Capítulo 3-, hay evidencias de
planetas que han sido absorbidos y abrasados por su estrella). En consecuencia, se considera poco probable
que los sistemas estelares con gigantes gaseosos en el interior de la ZH, en la propia ZH, o en sus
proximidades, dispongan de planetas terrestres habitables. Y en caso de que se hubiesen formado con
anterioridad a la llegada del gigante, también habrían sido expulsados.
No obstante, algunos autores apuntan una interesante posibilidad para la vida en los satélites de aquellos
gigantes gaseosos situados en la ZH: obviamente, la superficie gaseosa de estos planetas no es adecuada
para la biología que conocemos, pero se considera factible que la vida pueda surgir en los satélites de estos
planetas, si son suficientemente masivos (más de tres veces la masa de Ganímedes, el mayor satélite del SS)
para retener una atmósfera pesada. Estos objetos contarían con dos fuentes de energía: en su interior la
debida al efecto mareal de su planeta; y en la superficie la recibida de la estrella en forma de radiación
electromagnética. Además, como estos objetos habrán sido creados más allá de la LH, antes de que el
planeta migrara arrastrándolos, estarían formados por materiales volátiles, adecuados para formar mares y
atmósferas. Una interesante posibilidad para la vida.
Un ejemplo de estos posibles planetas gigantes es HD28185b, con 5,7 Mj (masas jovianas), que orbita en la
ZH de una estrella tipo G5V (0,99 masas solares), situada en la constelación de Eridanus y a 188 al. Falta
saber si este planeta dispone de un satélite adecuado, en cuyo caso sería un candidato a habitable.
3) Ausencia casi total de planetas “descubiertos” alejados de la estrella anfitriona: seguramente es una
consecuencia del insuficiente número de años de observación dedicado a la búsqueda de estos planetas por
este método, puesto que para la detección de exoplanetas es necesario observarlos hasta que “cierren” al
menos una órbita (Júpiter necesitaría 11,9 años, Saturno 29,5…). No cabe duda sobre la conveniencia de
- 201 -
realizar observaciones duraderas en el tiempo que posibiliten la detección de aquellos exoplanetas que
existan más allá de la ZH, información imprescindible para determinar el “ratio” entre la cantidad de
sistemas planetarios con gigantes “alejados” similares al SS (quizás aptos para la vida), frente a aquellos
con gigantes “cercanos” a su estrella (punto anterior). Recordemos que los métodos DD y SPU vistos
anteriormente, aunque son poco representativos en cuanto a volumen de observaciones, si han demostrado
que los planetas masivos alejados de su estrella si existen.
4. “No detección” de planetas tipo terrestre en la ZH de estrellas tipo
Sol: se trata de un resultado esperado ya que, en el supuesto de que
existan, su detección está fuera del alcance de los medios actuales. No
obstante, el descubrimiento de 2 exoplanetas con menos de 2 Mt,
situados hacia el límite de las capacidades del método VR, nos permiten
“apostar” sobre la posibilidad de que puedan existir muchos más
(resultados que veremos reforzados más adelante al analizar el método
de tránsitos (TR)).
5. Por último, el ■Gráfico 8-4 muestra 6 exoplanetas detectados por el
método VR que algunos especialistas incluyen entre los candidatos a
habitables, aspecto este que trataremos globalmente más adelante (■ Tabla 8.2).
30/06/2014.- A pesar de los inconvenientes señalados, este método ha sido el más exitoso en los primeros
15 años de la exploración y búsqueda de nuevos planetas: le debemos el descubrimiento del primer
exoplaneta en el año 1995 y el 31,6 % del total de los encontrados hasta la fecha.
- 202 -
9, permitiendo su detección. Si esta estrella está orbitada por un planeta, este produce una amplificación
identificativa, un “pico”, cuyo ancho y altura dependerán del tamaño del planeta y de su distancia a la
estrella anfitriona.
Un inconveniente de este método es que solo se dispone de una
oportunidad para descubrir cada exoplaneta. Una vez producida la
alineación esta ya no vuelve a repetirse, por lo tanto, los resultados
obtenidos solo podrán confirmarse por otros métodos.
El ■Gráfico 8-5 muestra la distribución de 28 de los exoplanetas detectado
por este método (30/06/2014), distribuidos en 27 sistemas planetarios (un
sistema con dos exoplanetas), de los cuales 3 son súper-tierras y los 25
restantes son planetas masivos, todos ellos alejados de la “ZH”. Estos
resultados, al igual que los detectados por los métodos DD y SPU,
complementan en cierto modo a los del método VR, al mostrar la
existencia de planetas alejados de sus estrellas anfitrionas.
Los planetas de todo tipo, alejados de sus estrellas anfitrionas, también existen.
- 203 -
Para evitar los inconvenientes de la atmósfera terrestre, han sido concebidas y puestas en funcionamiento
las misiones espaciales CoRoT [■8-8] de la ESA en el año 2006 y Kepler [■8-9] de la NASA en el año 2009.
Ambas misiones disponen de telescopios equipados con sensores fotométricos del tipo CCD [■8-10],
extremadamente sensibles, cuyo objetivo es la detección de planetas lo más parecidos posible a la Tierra. Un
objetivo adicional de la misión Kepler, en base al análisis de una muestra fija de unas 150.000 estrellas
situadas entre las constelaciones del Cisne y la Lira, es la obtención de datos que permitan la estimación de
las características y del número de planetas existentes en la Vía Láctea.
Los métodos TR han pasado a ser los más utilizados y productivos de los últimos años.
- 204 -
D) La mayoría de los planetas detectados por tránsitos se encuentran muy lejos de la Tierra, sin posibilidad
de aplicar el método complementario VR, y por lo tanto no se puede determinar la masa ni la densidad,
características necesarias para aplicar los criterios de habitabilidad. En el caso de la sonda Kepler, la más
exitosa en descubrimientos, la inmensa mayoría de los exoplanetas se encuentran a más de 600 al.
E) La necesidad de observar un mínimo de tres tránsitos consecutivos (5,7 años para Marte; 35,58 años
para Júpiter…), genera un importante sesgo en las detecciones, durante los primeros años de observación,
hacia los planetas situados en órbitas “rápidas” cercanas a la estrella anfitriona.
- 205 -
Nota.- Téngase en cuenta que la información “dimensional” de los exoplanetas en el método TR suele venir
expresada por el radio del planeta (Rt), dato menos preciso que la masa (Mt) del método VR.
La inmensa mayoría de los planetas gigantes detectados orbitan muy cerca de su estrella: de los 295
exoplanetas detectados con más de 4 Rt, el 98 % orbitan entre la ZH y su estrella anfitriona, y por lo tanto
sus sistemas planetarios quedan descartados como candidatos a habitables, al considerar que no puede
existir vida con planetas gigantes situados en la ZH o en sus proximidades. Este resultado, incluso más
“exagerado” que el encontrado con el método VR, se debe a la gran dependencia del método TR con el
escaso tiempo disponible para la observación por la misión Kepler (la más productiva), ya que se necesita un
mínimo de 3 tránsitos (2 órbitas) para afirmar la existencia de un planeta, mientras que con el método VR es
suficiente con una sola órbita. La escasez de descubrimiento de planetas más allá de la ZH también es lógica,
en base a lo que acabamos de comentar. Es de esperar que existan abundantes sistemas planetarios, aún
no detectados, con sus planetas gigantes alejados de la ZH.
Consideramos procedente recordar aquí que los métodos de detección directa, sincronización púlsar y
microlentes gravitatorias vistos anteriormente, aunque poco representativos en cuanto a volumen de
observaciones, han demostrado que los planetas masivos y alejados de su estrella si existen.
Se confirman los resultados del método VR, al detectar numerosos planetas gigantes entre la estrella y su
zona habitable (ZH), o en el entorno de esta: “muchos sistemas planetarios no habitables”.
Un ventaja del método de tránsitos es que, en determinadas circunstancias, permite conocer la presencia de
ciertos componentes de las atmósferas planetarias, cuya huella queda grabada en forma de “líneas de
absorción” en el espectro que se recibe de la estrella anfitriona. Se trata de una cualidad de este método
que está previsto potenciar en futuras misiones a medio plazo (■ Capítulo 10), que quizás permitan detectar
indicadores fiables sobre la existencia o no de vida en otros mundos.
- 207 -
30/06/2014: al método de tránsitos, el más exitoso de los últimos años, le debemos el 63 % del total de los
exoplanetas descubiertos hasta la fecha (1.135 de 1.800).
Resultados globales
En esta sección vamos a realizar un análisis en base a la totalidad de los datos proporcionados por los
distintos medios de observación, cada uno con sus ventajas e inconvenientes, lo que posiblemente nos
permitirá “pasar un poco por encima” de los sesgos observacionales y entresacar unas conclusiones con el
máximo acercamiento posible a la realidad.
Nota
En los gráficos y comentarios que vienen a continuación, solo se toman en consideración los datos
correspondientes a los exoplanetas detectados hasta finales del año 2014, ya que para la mayoría de los
descubribientos posteriores, practicamente todos de la misión Kepler, solo se conoce el volumen (propio del
método de tránsitos) y no la masa, dado que en su matoría aún no se han podido analizar por el método de
la velocidad radial.
- 208 -
Sistemas planetarios
En el ■Gráfico 8-12 figuran los sistemas planetarios
detectados en función del número de exoplanetas de cada
uno. A pesar de que los métodos de detección “masiva” (VR
y TR) solo han podido explorar la zonas cercanas a las
estrellas anfitrionas, ya se han descubierto un gran cantidad
de sistemas planetarios con más de tres planetas, siendo de
esperar que en el futuro próximo se confirme la existencia
de sistemas planetarios con sus planetas alejados de la
estrella y probablemente muchos de ellos similares a
nuestro sistema solar.
Los exoplanetas gigantes se distribuyen a todas las distancias de sus estrellas anfitrionas, desde unas 0,01
UA hasta más allá de 1.000 UA, muchos de ellos, quizás, formando parte de sistemas habitables.
- 209 -
Distribución de los planetas poco masivos
El ■Gráfico 8-14 muestra la distribución de casi un centenar de
exoplanetas con menos de 10 Mt detectados por los métodos
VR, TR y µL (microlentes gravitatorias), distribuidos a distancias
entre 0,005 y 2 UA, quedando demostrada la existencia de estos
planetas en el entorno de la ZH.
Las detecciones VR y TR, cercanas a la estrella, son aquellas que
son compatibles con las sensibilidades de los medios y el tiempo
de observación dedicado; mientras que las del método µL,
independiente de dichos condicionantes, muestra que la
distribución de los planetas poco masivos (supertierras) va más allá de la ZH, como mínimo hasta las 2 UA.
Estos resultados nos permiten estimar como muy probable la existencia de planetas terrestres (0,5 a 2
MT) en el entorno de la ZH de estrellas como el Sol, resultados que deberán de ser confirmados con los
medios previstos para la próxima década.
Excentricidades orbitales
Un resultado inesperado, negativo respecto a la habitabilidad
extraterrestre, fue el de las grandes excentricidades encontradas
en los exoplanetas detectados (30/06/2014), sobre todo si las
comparamos con las órbitas casi circulares del Sistema Solar:
La media de los exoplanetas detectados es de 0,23.
La media del SS es de 0,06 y de 0,02 para la Tierra.
El ■Gráfico 8-16 muestra los datos unitarios disponibles de 831
exoplanetas detectados por distintos métodos, donde un 34 %
supera la excentricidad de 0,2, valor máximo fijado en el ■Capítulo
6 para no exceder los límites de la “corona” de habitabilidad. Si este
resultado fuese representativo para todos los sistemas planetarios
- 210 -
(incluidos los planetas de tamaño terrestre aun no detectados), resultarían como no habitables, por este
concepto, el 34 % de los mundos exteriores al Sistema Solar, resultando como habitables el
complementario 66 %.
Los planetas detectados hasta la fecha presentan, en el 90 % de los casos, unos valores de excentricidad
sorprendentes, muy superiores a los planetas del Sistema Solar, con una media de e = 0.25.
El número de exoplanetas detectados con excentricidades superiores a 0,2, restringe los sistemas
habitables, por este concepto, al 66 %.
En la ■Tabla 8-2 figuran las características relevantes de los 15 exoplanetas que algunos especialistas, no sin
cierto optimismo, incluyen en el selecto grupo de candidatos a habitables, donde las seis primeras líneas de
datos corresponden al método VR y las nueve siguientes al método TR, siendo de destacar, en estas últimas,
la incoherencia observada entre la masa y el volumen de algunos de los candidatos a habitables.
Bajo nuestro criterio, solo el planeta Kepler 186 f (■Tabla 8-2 y ■ Gráfico 8-10) presenta unas características
compatibles con los últimos y “ampliados” criterios de habitabilidad adoptados:
1. Orbitar una estrella tipo M de más de 0,4 Ms
2. Compensar su situación más allá de la ZH (similar a la de Marte) con una masa (≈ 1,4 Mt) que podría
retener suficiente atmósfera para contrarrestar la distancia con un mayor efecto invernadero (su
temperatura media con una atmósfera similar a la de la Tierra, sería de -60ºC).
- 211 -
(*) Exoplanetas anunciados en enero 2015, orbitando estrellas de tipo K, un avance más en la carrera para
detectar al “gemelo” Tierra-Sol.
(**) Exoplaneta anunciado el 23/07/2015, un 60 % más grande que la Tierra y orbitando en la ZH de una
estrella de tipo G, un 4 % más masiva que el Sol y un 10 % más brillante.
Se han señalado con fondo naranja aquellos valores que, de acuerdo a los criterios del ■Capítulo 6, afectan
negativamente a las posibilidades de que la vida haya podido surgir y evolucionar. Como se puede observar,
de todos los exoplanetas incluidos en la tabla, excepto los cuatro últimos (Kepler 186 f, Kepler 438 b, Kepler
442 b, Kepler 452 b), todos los demás están afectados negativamente en uno o más valores de sus
características relevantes, de lo que se desprende que, en general, la habitabilidad de los planetas de esta
tabla resulta bastante dudosa.
La fracción de estrellas con planetas es incierta debido al sesgo introducido por los efectos de la
selección observacional aplicada en este método.
Estamos pendientes de las nuevas generaciones de grandes telescopios, tanto terrestres como
espaciales, previstos para los años 2018-2020, con capacidad para detectar al gemelo de la Tierra: un
planeta de masa terrestre orbitando en la ZH de una estrella como el Sol
- 212 -
[■8-1] Es posible que existan cuerpos planetarios que fueron expulsados del sistema en que se formaron y
que, por lo tanto, no estén ligados a ninguna estrella. Estos cuerpos se suelen denominar como planetas
errantes o planetas interestelares.
[■8-2] El efecto Doppler es el aparente cambio de la frecuencia de una onda causado por el movimiento
relativo de la fuente respecto a su observador.
[■8-3] Un espectrómetro astronómico es un instrumento cuyo objetivo es el estudio de la radiación
electromagnética emitida por las estrellas y otros cuerpos celestes. La información obtenida permite
determinar muchas de las propiedades de las estrellas y galaxias tales como la composición química, a través
de las líneas de absorción, o sus movimientos mediante el efecto Doppler [■7-2].
[■8-4] Cada elemento químico genera un conjunto diferente de líneas de absorción, cuyas longitudes de
onda se pueden medir, permitiendo acreditar la presencia de un elemento concreto en el objeto analizado.
El conjunto de líneas presentes en el espectro de absorción de una estrella permiten determinar su
composición química.
[■8-5] En astronomía, el corrimiento hacia el rojo o desplazamiento hacia el rojo de una radiación
electromagnética, normalmente la luz visible, emitida por un cuerpo celeste, se define como un incremento
en la longitud de onda de la radiación electromagnética recibidas por un receptor comparado con la longitud
de onda radiada por el emisor. Este aumento de la longitud de onda se corresponde con una disminución de
la frecuencia de la radiación recibida. El efecto contrario, la disminución de la longitud de onda se denomina
corrimiento hacia el azul. Llamamos la atención sobre el hecho de que cualquier incremento de la longitud
de onda se denomina corrimiento hacia el rojo, incluso si se produce en radiaciones de longitudes fuera del
campo visible: rayos gamma, rayos X o radiaciones ultravioleta, visible, infrarroja, microondas o incluso
ondas de radio.
[■8-6] Por este método se han detectado exoplanetas con grandes excentricidades, pero se ha sugerido que
estas podrían estar enmascarando a dos sistemas de planetas en resonancia, en órbitas circulares o casi
circulares.
[■8-7] Las partículas dentro de un campo gravitatorio siguen una trayectoria espacial curva, aun cuando
realmente pueden estar moviéndose según líneas lo más rectas posibles a través del espacio-tiempo
curvado, denominadas trayectorias geodésicas. Las líneas más "rectas" o que unen dos puntos con la
longitud más corta posible en determinado espacio-tiempo se llaman líneas geodésicas y son líneas de
curvatura mínima. En su sentido original, una línea geodésica es la ruta más corta entre dos puntos sobre la
superficie de la Tierra, específicamente, el segmento de un círculo máximo (círculo resultante de una sección
realizada a una esfera mediante un plano que pase por su centro).
[■8-8] COROT es el acrónimo francés de COnvection ROtation et Transits planétaires, una misión de
exploración espacial liderada por la Agencia Espacial Francesa (CNES) conjuntamente con la Agencia Espacial
Europea y otros patrocinadores internacionales. Esta misión, lanzada en el año 2006, con una duración
prevista de dos años y medio, fue la primera con el objetivo de la buscar planetas extrasolares desde el
espacio.
El satélite COROT, con un telescopio de 27 cm de diámetro y 4 detectores CCD, fue situado en una órbita
circular polar terrestre, a una altitud de 896 km. En 2012 sufrió una avería en sus ordenadores, quedando
fuera de servicio tras 6 largos años de observación. Esta misión contribuyó con el descubrimiento de 25
- 213 -
exoplanetas en 24 sistemas planetarios, uno con 2 planetas: Corot 7b y Corot 7c, casualmente los menos
masivos, con 7,4 y 8,4 masas terrestres respectivamente.
[■8-9] Kepler es la denominación de un “satélite” artificial que orbita alrededor del Sol en un periodo de
372 días, a una distancia similar a la de la Tierra. Tiene como principal objetivo la determinación del número
y tipo de exoplanetas existentes en la Vía Láctea, con la capacidad teórica de detectar sistemas planetarios
similares al Tierra-Sol: planetas de tipo terrestre (1 a 2 masas terrestres), orbitando en la zona habitable de
estrellas parecidas al Sol. Para ello dispone de un telescopio con un espejo primario de 1,4 m de diámetro y
de un fotómetro de 0,95 m de apertura, que le permiten observar, de forma simultánea, una 150 000
estrellas situadas entre las constelaciones del Cisne y de la Lira, la mayoría a una distancia de más de 600 al.
Un inconveniente de los planetas detectados por esta misión es la enorme distancia a la que suelen
encontrarse, lo que impide, en muchos casos, aplicar el método VR para determinar la masa, con la
consiguiente imposibilidad de calcular la densidad y determinar si se trata de un objeto tipo tierra, oceánico
o gaseoso…
Esta misión fue lanzada en el año 2009, con una duración prevista de 3,5 años, para permitir que un planeta
como el nuestro tuviese la posibilidad de efectuar tres tránsitos consecutivos por delante de su estrella (dos
periodos orbitales). Desafortunadamente la sonda se averió en mayo del 2013 al quedar fuera de servicio un
segundo giroscopio, del total de cuatro que incorpora, siendo necesarios un mínimo de tres para la correcta
orientación de la nave. A pesar de esto, hasta la fecha (30/06/2014), constan como confirmados 914
planetas “Kepler” en 393 sistemas planetarios.
[■8-10] Los sensores fotométricos CCD están basados en el uso de un chip como receptor y cuantificador de
la radiación electromagnética recibida. Las mediciones obtenidas se facilitan en formato digital, lo que
facilita su tratamiento.
[■8-11] El Sol visto desde la Tierra (■Figura 7-10), abarca un ángulo α de 0,53 º:
≈ arctan (Ds/d), donde: Ds = diámetro del Sol = 1 392 000 km
d = distancia Tierra-Sol = 149 595 000 km
= 0,53 º
- 214 -
■ 9. Habitabilidad extraterrestre
Hemos de comenzar reconociendo que el tratamiento de este capítulo es en buena parte especulativo, dado
que se apoya en “premisas” insuficientemente conocidas, como las “supuestas” condiciones físico-químicas
primigenias de nuestro planeta; origen de la vida (transición de la materia inanimada a la materia viva); así
como cierta incertidumbre respecto a las características de los objetos “candidatos” a habitables, debido a
los sesgos y la insuficiente sensibilidad de los instrumentos actualmente disponibles (ya comentado con
detalle en los ■ Capítulos 7 y 8 anteriores), algo previsible en una disciplina de reciente creación como es la
astrobiología.
Hemos analizado con cierta profundidad todos aquellos aspectos que el mundo científico considera
relevantes, en base a lo que conocemos, para que la vida pueda surgir y evolucionar en otros mundos:
formación de los sistemas planetarios, historia de la Tierra, hipótesis sobre el origen y evolución de la vida en
nuestro planeta, requisitos para la habitabilidad en otros objetos del cosmos, características de los
numerosos sistemas planetarios ya descubiertos… Los conocimientos hasta aquí adquiridos, son los que nos
van a permitir el “atrevimiento” de realizar estimaciones acerca de las posibilidades de la existencia de vida
más allá de nuestro planeta.
Algunos de los capítulos anteriores han estado focalizados hacia los exoplanetas, objetos como los planetas
del sistema solar (SS) orbitando en torno a otras estrellas, pero también queremos tomar en consideración la
opinión de relevantes científicos acerca de las posibilidades de que haya existido, o exista actualmente, vida
en los planetas telúricos que orbitan a nuestro Sol (además de la Tierra) o en algunos de los satélites de los
gigantes gaseosos.
Dado el amplio abanico de posibilidades que se pretende tratar, hemos considerado conveniente la
estructuración de este capítulo en dos partes:
Habitabilidad del sistema solar (aparte de la Tierra): sistema solar interior, lunas de los gigantes
gaseosos.
Habitabilidad más allá del sistema solar: fundamentalmente exoplanetas orbitando a otras estrellas,
para cuya “valoración” nos circunscribiremos a la Vía Láctea.
- 215 -
Habitabilidad del Sistema Solar Interior (aparte de la Tierra)
La ■Figura 9-1 muestra, comparativamente, en cuanto a tamaño, los planetas del SS interior. La Tierra será
nuestro modelo de referencia, con el que compararemos el resto de planetas.
Mercurio siempre ha sido descartado como candidato a habitable, al no disponer de atmósfera significativa
ni de agua líquida superficial, debido tanto a su pequeño
tamaño, como a las altas temperaturas por su cercanía al
caliente Sol.
Respecto a Venus y a Marte, formados en las “cercanías”
de la Tierra, con los mismos materiales y el mismo proceso
de acreción (por choques de planetesimales) y quizás con
el mismo aporte de agua por asteroides y/o cometas
(como parece demostrar la elevada proporción isotópica deuterio/hidrógeno), no es descabellada la
hipótesis de que en los primeros tiempos, hace unos 3.500 Ma, la vida haya podido surgir, tal como ocurrió
en nuestro planeta.
Venus
En cuanto a habitabilidad comparada, este planeta se asemeja a la Tierra (■Figura 9-2) tanto en tamaño (95
% del Rt) como en densidad (5,24 g/cm3 frente a 5,52 g/cm3 de la Tierra), siendo las diferencias más
significativas: su menor distancia al Sol (inferior al límite interior
de la ZH), de modo que Venus recibe casi el doble de radiación
solar que la Tierra (2.620 W/m2 frente a 1.360 W/m2); y la lenta
rotación con un periodo de 243 días terrestres, en sentido
dextrógiro (el de las agujas del reloj), contrario al del resto de
planetas del SS. Dado que su tamaño es parecido al de la Tierra, es
de suponer que también deberá de disponer de un núcleo metálico
parcialmente fundido. Muchos científicos achacan la ausencia de
campo magnético a la lenta velocidad de rotación de este planeta, insuficiente para generar el efecto
“dinamo interno”, resultado reforzado, quizá, por una menor convección del manto y del núcleo.
A mediados del siglo pasado se pensaba que Venus podría disfrutar de un clima tropical bajo una densa capa
de nubes, sin embargo esta idea y la posibilidad de la existencia de vida actual fue descartada en el año
1967 a raíz de los descubrimientos de la sonda soviética Venera 4:
Densa y aplastante atmósfera [principalmente dióxido de carbono (96 %) y nitrógeno (3 %)], con una
presión en la superficie del planeta unas 92 veces superior a la terrestre,
Temperatura superficial de unos 470 ºC, debida al brutal efecto invernadero generado por la masiva
atmósfera de CO2 y por la cercanía de Venus al Sol.
Ausencia de agua líquida superficial, que, como veremos, habrá sido disociada por las partículas de
viento solar.
Vientos de unos 350 km/h en la alta atmósfera; esporádicas lluvias de ácido sulfúrico, que se evaporan
antes de alcanzar el suelo y los relámpagos que se repiten 10 veces cada segundo.
- 216 -
El estudio con radar de la superficie de Venus muestra que no posee placas tectónicas (a pesar de su tamaño
similar al terrestre), debido quizás a la sequedad de la superficie y del manto (ausencia de agua), dando lugar
a una corteza más gruesa y rígida que la terrestre.
Se considera que el brutal efecto invernadero (debido a la densa atmósfera de CO2) y la cercanía a un Sol de
creciente actividad, hizo que en su momento (hace quizá entre 2.000 y 2.500 Ma) los mares se recalentasen
incrementando la evaporación, efecto que se realimentaría hasta la ebullición y total evaporación de los
océanos. Esto, unido a la ausencia de campo magnético, justifica la pérdida del agua en la parte alta de la
atmósfera, donde se disociaría en oxígeno e hidrógeno debido a la radiación UV y los impactos de las
partículas cargadas del viento solar (particularmente protones): el oxígeno se habrá combinado con las rocas
de la superficie del planeta, mientras que el hidrógeno pudo escapar al espacio exterior (debido a su escasa
masa molecular y velocidad superior a la de escape (hechos que parecen estar apoyados por el alto
porcentaje de deuterio en la atmósfera venusiana). Algunos autores también achacan la pérdida de los
iones, tanto del hidrógeno como del oxígeno, al notable campo eléctrico recientemente descubierto en la
atmósfera venusiana. La ausencia de agua líquida superficial impide la formación de las lluvias (que en
nuestro planeta arrastran el CO2 atmosférico hasta la superficie donde reacciona con las rocas para formar
carbonatos), quedando así eliminado el mecanismo de regulación del efecto invernadero.
Es posible que al cabo del primer millar de años Venus dispusiese de un clima similar al terrestre, ya que en
aquella época estaba situado hacia el límite interior de la ZH de un Sol un 25 % menos energético que el
actual, seguramente disponía de atmósfera e hidrosfera similares a las terrestres (de aquella época) y
también habría recibido del exterior los mismos compuestos orgánicos. Esta combinación de hechos
probables puede haber dado lugar al surgimiento de una vida incipiente, similar a la terrestre, que
posteriormente habría desaparecido en una extinción masiva provocada por el calentamiento global
desbocado ya comentado. Desafortunadamente, al igual que ocurre en nuestro planeta, no es posible
rastrear en la superficie del Venus para buscar restos fósiles y señales de océanos, ya que todo ha sido
borrado por la intensa actividad geológica y la erosión debida a su densa atmósfera.
El único sitio de Venus donde posiblemente se encuentra un “ambiente” similar al terrestre es en la
atmósfera, a unos 40-50 km de altitud, donde la presión y la temperatura son similares a las de la superficie
de la Tierra, aunque están presentes otros condicionantes como: la inestabilidad propia de las nubes, la
intensa radiación UV, así como las lluvias esporádicas de ácido sulfúrico. Dado que en nuestro planeta
existen microorganismos extremófilos que pueden soportar las condiciones indicadas, algunos científicos
opinan que la hipotética vida que en su día pudo surgir en Venus quizás haya evolucionado y que, tal vez,
incluso actualmente, pueda permanecer adaptada y refugiada en gotitas de agua suspendidas en su
atmósfera, aunque reconocen que “se trata de una propuesta extravagante, pero no imposible”.
Marte
Marte sigue siendo el lugar favorito para la búsqueda de vida en nuestro Sistema Solar, algo que
mayoritariamente se daba por hecho hasta los años 60 del pasado S. XX, hasta el punto de considerar que
los variaciones de tonalidad superficial marciana se debían a los cambios estacionales de la vegetación.
Muchos autores lo consideran el “gemelo” de la Tierra debido a su similitud en el periodo de rotación (24,6
horas) y en la inclinación «actual» del eje de rotación (25º frente a 23º de la Tierra), generando estaciones
similares, aunque de mayor duración, ajustadas al año marciano de 687 días terrestres. Sin embargo, este
planeta presenta significativas diferencias respecto a la Tierra, como son su pequeña masa, solo 1/10 de la
- 217 -
terrestre (■Figura 9-3); una baja presión atmosférica media de 6 mbar;
la distancia al Sol, que lo sitúa algo más allá de la denominada ZH; y la
supuesta alta acidez de sus aguas primigenias. La similitud en la
inclinación del eje de rotación es relativa, ya que para la Tierra es
aproximadamente constante, debido al efecto estabilizador de la Luna,
mientras que para Marte es caótica, con oscilaciones entre 0º y 82º en
periodos variables de 120.000 años a 2 Ma.
Efectos negativos de la baja masa de Marte (0,1 Mt), sobre la
habitabilidad:
Ausencia de campo magnético actual, aunque sí lo tuvo en el pasado (tal como se comprobó mediante
mediciones realizadas por la sonda Mars Global Surveyor, que, por razones técnicas tuvo que situarse en
una órbita baja, desde la que pudo detectar un magnetismo fósil, de distribución anómala, grabado en
las rocas). Esta pérdida del campo magnético se atribuye a un rápido enfriamiento y congelación del
núcleo del planeta, debido a su reducida masa, impidiendo así el efecto dinamo generador del campo
magnético. La ausencia de campo magnético seguramente habrá contribuido a la pérdida de la
atmósfera marciana, al no impedir que el viento solar disociase las moléculas de agua, cuyos átomos de
hidrógeno escaparían al espacio exterior, mientras que los de oxígeno reaccionarían con los minerales
ricos en hierro de la superficie marciana, con su característico color rojizo.
Baja energía interna, no pudiendo evitar el prematuro «apagado» de la tectónica, quedando así anulada
la necesaria renovación de los gases de la atmósfera (actualmente: 95 % CO2, 2,7 % N2, 1,6 % Ar…).
Gravedad insuficiente para retener la atmósfera, con consecuencias negativas para la existencia de vida
en este planeta: presión atmosférica actual de solo 6 mbar, justo por debajo del límite necesario para la
existencia de agua líquida superficial; ausencia de un escudo protector para evitar que la letal radiación
UV alcance y esterilice la superficie del planeta.
Otro dificultad para la posible existencia de vida en Marte (presente o pasada), son los indicios de sus aguas
hipersalinas y muy ácidas, incompatibles con la vida «normal» y también con la de muchos extremófilos. Sin
embargo, hemos de tomar en consideración que la supuesta acidez del agua marciana nos conduce a Rio
Tinto (Huelva, España), un medio salino y de pH similar al supuesto marciano, donde bulle la vida extremófila
perfectamente adaptada.
La distancia al Sol sitúa a Marte «dentro» del límite exterior de la denominada «ZH ampliada para ciertos
extremófilos», con una temperatura superficial media de unos -58 ºC. Además Marte orbita con una
excentricidad relativamente alta (0,09) generando significativos extremos climáticos debido a las
importantes diferencias en las distancias al Sol entre el afelio y el perihelio.
Marte muestra numerosos rasgos de una intensa actividad volcánica en el pasado, como el Monte Olympus,
el volcán más grande del SS, tanto por su altura (25.000 m) como por las coladas de lava, achacables a un
punto caliente de magma «estático» bajo el mismo lugar de la superficie, indicio de la ausencia de una
actividad de tectónica de placas significativa.
Otro rasgo característico de este planeta son los numerosos signos de la presencia de agua superficial en el
Marte primigenio, tanto en los actuales y «secos cauces de ríos» como en las cuencas sedimentarias de
«antiguos océanos». Para poder mantener el agua superficial primigenia en estado líquido, Marte
seguramente tuvo que disponer de un efecto invernadero mucho más intenso que el actual terrestre y por lo
tanto de una atmósfera también más densa, dado que se encuentra más alejado del Sol, que en aquellos
- 218 -
tiempos era un 25 % menos activo que en la actualidad. Se especula con la posibilidad de que una parte
importante del agua inicial aún permanezca en forma de hielo (permafrost) o, por ventura, en estado líquido
en el subsuelo marciano.
La polémica sobre la existencia de vida en Marte se viene arrastrando desde el año 1877, cuando el
astrónomo italiano Giovanni Schiaparelli observó unas estructuras lineales que denominó canalí (cauces
naturales), que, quizá por un error periodístico, fueron traducidos al inglés por «canals» (construcción
artificial), desencadenante de una importante polémica acerca de la existencia de vida inteligente:
En 1906 Percival Lowel, rico americano aficionado a la astronomía (disponía de un telescopio de 60 cm),
publicó un libro con sus observaciones sobre los «rectilíneos canales artificiales» de Marte por él
observados (Mars and Its Canals).
El 31 de octubre de 1938, un programa de radio sembró el pánico entre los sugestionados habitantes de
la región de Nueva York, que no habían escuchado el anuncio de una radionovela, sometidos a una larga
sesión de pánico al escuchar un «reportaje» anunciando el desembarco de extrañas criaturas
procedentes de Marte con rayos letales, que ya habían causando la muerte de cientos de personas (se
trataba de una radionovela, una habilidosa adaptación de la Guerra de los mundos realizada por Orson
Welles).
Quizás fue por todo esto que el gran público americano sufrió una gran decepción en el año 1976 al
contemplar la primera foto de la superficie de Marte tomada por la sonda Viking Lander I, mostrando la
superficie del planeta desértica, pedregosa y sin vida
(■Figura 9-4). Esta evidencia generó un gran desinterés
hacia la exploración espacial, que ya no se recuperó
hasta el descubrimiento del primer exoplaneta en
1995 por los astrónomos suizos Michel Mayor y Didier
Queloz.
Un segundo impulso de búsqueda ha vuelto a surgir a
raíz del descubrimiento de la vida extremófila
terrestre en los lugares más insospechados, por lo que
actualmente se está investigando en base a la posibilidad de detectar este tipo de vida, o sus restos fósiles,
particularmente en este planeta Marte y en las lunas de los gigantes gaseosos.
Ya en el siglo XXI han sido lanzadas numerosas misiones a Marte, siendo destacable la puesta en su
superficie en el año 2004 de los rovers Spirit y Opportunity (misión Mars Exploration Rover), que realizaron
exploraciones e interesantes mediciones en la superficie y atmósfera marciana, pero no han detectado
evidencias de la existencia de vida.
Finalmente, en noviembre de 2011 fue lanzada por la NASA (con colaboración española: Centro de
Astrobiología CSIC - INTA) la misión Mars Science Laboratory (MSL) conocida como Curiosity, un rover cuyo
objetivo es investigar in situ la capacidad actual o pasada de Marte para albergar vida (entre otros equipos,
cuenta con sistemas para medir metano y determinar qué isótopo de carbono contiene. En caso de tratarse
de carbono-12, sería biológico).
- 219 -
Metano en la atmósfera marciana
Indicaciones de posible vida actual en Marte fueron presentadas en la primera década de este siglo, a raíz de
la detección estacional de metano (CH4) en la atmósfera de este planeta entre los años 1999-2009. El
metano es un gas inestable, que sometido a la intensa radiación UV marciana se descompone en unos 4
años (en la atmósfera terrestre lo hace en unos 300 años), por lo tanto, si está presente, es que algo lo está
creando. En la Tierra el 90 % del metano atmosférico es generado por los animales y la descomposición
anaerobia de las plantas, pero también los volcanes arrojan grandes cantidades. ¿Cuáles son los posibles
orígenes del metano marciano?:
Aunque el Monte Olympus (el volcán más grande del SS) lleva millones de años sin actividad, es
posible un origen geológico en otros volcanes desconocidos que aun sigan activos, lo que
representaría una opción muy interesante de actividad interna del planeta.
También podría tener una procedencia biológica a partir de vida bacteriana anaerobia.
La misión Mars Science Laboratory (MSL), comentada anteriormente, intentará descifrar el posible origen.
La NASA detecta signos de agua líquida en Marte (Rueda de prensa y publicación en Nature Geosciene
el 28 y 29 de septiembre de 2015, respectivamente)
A lo largo del tiempo y en numerosas ocasiones se han publicado imágenes de algunas pendientes de la
superficie marciana mostrando “surcos” estacionales que, intuitivamente, parecen estar creadas por
escorrentías de agua líquida, pero salvando siempre las posibles diferencias que pueden resultar de la
intuición respecto a la realidad. En esta ocasión los científicos de la NASA presentan indicios significativos
que apoyan con fuerza la veracidad de la intuida hipótesis.
Los responsables del trabajo, publicado en Nature Geoscience, han analizado las imágenes tomadas por la
sonda MRO (Mars Reconnaissance Orbiter) en el hemisferio sur marciano centrándose en los cráteres Palikir,
Hale y Horowitz y el Coprates Chasma, todos ellos conocidos por la formación de las aparentes escorrentías
(corriente de agua que se vierte al rebasar su depósito o cauce natural o artificial) esporádicas de agua
líquida. A través del análisis espectral de las imágenes han podido determinar que el material de dichas
manchas son cloratos y percloratos hidratados, sales que permiten el mantenimiento de agua en estado
líquido a temperaturas de hasta los 70 grados bajo cero. Estos resultados apoyan con fuerza la hipótesis de
la formación de agua líquida durante las estaciones de verano del Marte contemporáneo, donde se
alcanzan temperaturas de unos -23 ºC en las zonas observadas, que fundirían el permafrost (capa de hielo
permanente en los niveles superficiales del suelo de las regiones muy frías) del planeta rojo. Se supone que
la mayor parte del agua líquida circularía bajo el regolito, mientras que una pequeña parte se haría visible a
través de las manchas oscuras observadas.
Sabemos que las condiciones actuales de la superficie de Marte son incompatibles con la vida que
conocemos, debido tanto a las radiaciones cósmicas como a las procedentes del Sol durante miles de
millones de años; sin embargo, esto afecta solamente a las capas superficiales (quizás algunos metros). Los
nuevos datos sobre la probable existencia de agua líquida en el subsuelo permite plantearnos la pregunta:
¿podrían estar sobreviviendo algunos organismos en el subsuelo marciano? Los depósitos de agua salada
podrían proporcionar nichos similares a los encontrados bajo el hielo de la Antártida terrestre, poblados por
extremófilos psicrohalófilos (resistentes al frío y a la sal).
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A la vista de los últimos datos se considera que la búsqueda de vida en Marte deberá dirigirse a las
profundidades del subsuelo del planeta, tal como se ha previsto para la Misión ExoMars de la ESA (con el
apoyo de la Agencia Espacial Federal Rusa), que contará con un taladro con capacidad para perforar hasta
unos 2 m en el subsuelo marciano (véase ■ Misión ExoMars de la ESA, ■ Capítulo 10).
Nota. Últimamente han surgido dudas respecto a las «supuesta escorrentías», al comprobar que las
manchas son planas, sin formación de cárcavas (surcos), lo que ha llevado a la proposición de que podría
tratarse de un fenómeno estacional de oscurecimiento y aclarado de los percloratos bajo los efectos
ambientales atmosféricos y no por la «supuesta» presencia de escorrentías de agua líquida procedente del
subsuelo marciano.
Fracción estimada de sistemas estelares con “planetas dobles” rocosos (Hpd): << 0,25
Como preludio a la especulación sobre el potencial de vida en la galaxia, debemos de aprender lo máximo
posible de nuestro planeta, el único con vida conocida.
En la Tierra rebosa la vida por todas partes (atmósfera, hidrosfera y litosfera hasta 4 km de profundidad),
incluidos muchos lugares con condiciones extremas de temperatura, salinidad o presión, lo que constituye
una esperanza para la existencia de vida extraterrestre.
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En el caso de Saturno las lunas de interés para la astrobiología son Titán y Encélado, y en el Neptuno su
mayor satélite Tritón.
Comentamos con más detalle las lunas aludidas: Europa, Ganímedes, Calisto, Titán, Encélado y Tritón.
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Calisto (satélite de Júpiter)
Con un diámetro de 4.820 km, Calisto es el tercer satélite más grande de nuestro entorno, solo superado
por Ganímedes y Titán. Una densidad media de 1,8 g/cm3 también apunta a un reparto cercano al 50 %
entre silicatos y agua, sin embargo en este caso la estratificación núcleo-manto es dudosa ya que el
coeficiente de su momento de inercia de 0,358 [■9-1] permite únicamente una pequeña concentración de
roca hacia el interior.
Al igual que Ganímedes también modula el campo magnético de Júpiter, justificando así la existencia de un
cuerpo conductor, que para un objeto sin núcleo no puede ser otra cosa que un océano interno líquido y
salado. Esto también fue confirmado por la sonda Galileo que ha enviado imágenes de las “antípodas” del
gran impacto Valhalla (3.000 km de diámetro), no detectando diferencia alguna con el entorno, en contra de
lo que sucede en cuerpos “sólidos” de tamaño similar, como Marte o la Luna, los cuales si presentan
importantes deformaciones tectónicas en las antípodas de sus grandes impactos. El océano líquido de
Calisto debe de ser lo suficientemente masivo para absorber y disipar las ondas sísmicas.
El hecho de que la estructura de Valhalla se haya conservado desde hace unos 4500 Ma se debe a las bajas
temperaturas superficiales de Calisto, entre 80-165 K, a las que el hielo difícilmente puede fluir.
La superficie de Calisto es la más craterizada del sistema solar, datándose su corteza en más de 4.000 Ma.
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reinantes de unos 180 ºC bajo cero, aunque el desconocimiento de otras vidas exóticas impide hacer
valoraciones fiables acerca de las posibilidades de la formación de vida en este satélite.
La vida en alguno de estos satélites del SS, en caso de existir, obedecería a modelos biológicos quimio-
sintéticos anoxigénicos, donde la energía imprescindible tendría un origen radiactivo, hidrotermal,
mareal… lugares donde los hipotéticos organismos tendrían que haber surgido y tal vez evolucionado.
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Por otra parte, las especulaciones acerca de las posibilidades modalidades de vida compleja en estos medios
entran en el terreno de la ciencia ficción.
Al parecer está prevista, si la economía lo permite, algún tipo de exploración sobre estos objetos.
La vida, en primer lugar ha de surgir y luego ya podrá evolucionar. Se suele decir que posiblemente en Venus
y Marte pudo surgir la vida por su origen similar al terrestre. ¿Pero, qué ocurre con objetos exóticos, como
Europa, Encélado, Titán… en los que la “similitud” se busca más en su “analogía” con las zonas terrestres
actuales habitadas por extremófilos, que en su “parecido” primigenio con la Tierra de hace unos 3.900 Ma?
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Fracción de estrellas con rango espectral adecuado (■Capítulo 7)
Con los criterios establecidos inicialmente en los programas de búsqueda de vida, se consideraron como
estrellas idóneos los tipos espectrales Fbajo, G y Kmediano, que representan aproximadamente un 13 % del
total de estrellas de la Vía Láctea (VL).
Factor de habitabilidad por tipo espectral óptimo (He) = 0,13
Sin embargo, a raíz de los múltiples descubrimientos de exoplanetas en torno a estrellas de tipo M, se
“amplió” el concepto de habitabilidad estelar, pasando a comprender los tipos F, G, K (> 0,4 masas solares),
correspondiente a aproximadamente al 23 % de las estrella de la VL.
Factor de habitabilidad tipo espectral “ampliado” (He) = 0,23
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Fracción de sistemas estelares con satélite “grande” (tipo Tierra-Luna) (■Capítulo 9)
Se considera que este factor puede ser importante para la evolución a la vida compleja y seguramente poco
relevante para que la vida bacteriana haya podido surgir. El único ejemplo disponible conocido es el de la
Tierra-Luna, un caso entre los 4 telúricos existentes, aunque se “intuye” que las circunstancias del caso
terrestre son difícilmente repetibles.
Factor de habitabilidad por planetas dobles (Hpd) << 1/4 = 0,25
Este factor solo es aplicable para la estimación de la posible vida avanzada en otras zonas de la galaxia, pero
no es aplicable para estimar la habitabilidad general de micro-organismos.
Vida microscópica 0,23 0,65 0,20 0,89 0,66 1,00 0,0176, equivalente al 1,76 %
Vida compleja 0,13 0,65 0,20 0,89 0,66 << 0,25 0,0025, equivalente al 0,25 %
■Tabla 9-1: habitabilidad de la Vía Láctea %
Factores de habitabilidad: He = estelar; Hse = sistemas estelares; Hg = galáctica;
Hzh = “sin” gigantes en ZH; Hex = excentricidad < 0,2; Hpd = planeta “doble” tipo Tierra-Luna
En el supuesto de 200.000 millones de estrellas en la Vía Láctea (2 · 1011), las posibilidades máximas de vida
en la Vía Láctea serían:
1. Vida microscópica: 0,0176 x 2 x 1011 = 3.520 x 106 estrellas habitables.
2. Vida compleja: << (0,0025 x 2 x 1011) ≈ 500 x 106 estrellas habitables.
Recordamos que se trata de un ejercicio teórico para determinar la habitabilidad máxima de los sistemas
estelares de la Vía Láctea, que, evidentemente, no es lo mismo que sistemas estelares de la Vía Láctea
habitados.
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Ha tenido que producirse una cadena aleatoria de sucesos para que surja la inteligencia (tecnológica):
glaciaciones, extinciones masivas…
Paradoja de Fermi: “si existen organismos con vida inteligente, ¿dónde están?”
50 años “escuchando” señales radioeléctricas del espacio sin oír nada (no es mucho tiempo).
“Todas las valoraciones sobre la existencia de vida inteligente se pueden considerar sumamente
especulativas”.
Nota. Este último apartado, “Habitabilidad de la Vía Láctea”, se debe de considerar como una ilustración
pedagógica, basada en algunas especulaciones, y por lo tanto sin valor científico.
[■9-1] El coeficiente del momento de inercia es un concepto útil que sirve para cuantificar el grado de
concentración de la masa hacia el centro de los cuerpos. Para objetos elipsoidales, como son la mayoría de
los cuerpos planetarios, el momento de inercia viene dado por la fórmula I = K · ∑(m. r2), como la suma de
los productos de la masa m de las partículas por el cuadrado de la distancia r de cada partícula al eje de giro.
K se denomina coeficiente del momento de inercia, que para este tipo de objetos varía entre 0 (si toda la
masa estuviese concentrada en el centro) y 1. Una esfera homogénea tendría k = 0,40, mientras que para
una esfera hueca sería k = 0,67.
[■9-2] Las propiedades del agua parecen estar ajustadas para la vida que conocemos, pero también es
posible que la vida de la Tierra se haya adaptado al entorno acuoso existente. El amoniaco, muy común en la
galaxia, permanece líquido entre -78 ºC y -33 ºC y puede formar enlaces de hidrógeno para disolver
numerosas moléculas orgánicas. Además, mezclado con agua, como puede ocurrir en el subsuelo de Titán,
se mantiene en estado líquido a temperaturas muy inferiores a las del agua pura, constituyendo un
disolvente híbrido. Un inconveniente de estos disolventes son las bajas temperaturas necesarias para que se
mantengan en estado líquido, lo que ralentiza enormemente las reacciones bioquímicas impidiendo o
dificultando la generación y evolución de seres vivos.
[■9-3] Al parecer, algunos de los miembros del equipo científico de la Voyager 2 encontraron dificultades
insalvables en la hipótesis de los géiseres, principalmente las bajísimas temperaturas que hacen difícilmente
explicable el modo de alcanzar la temperatura de sublimación del nitrógeno, por lo que propusieron como
alternativa para justificar las imágenes, el que estas se correspondiesen con la formación de remolinos como
los que surgen en los desiertos terrestres.
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■ 10 Misiones futuras: biotrazadores
Entre las grandes inquietudes del ser humano figuran el conocimiento de los orígenes y el destino, tanto del
universo como de la vida. Pero, para continuar avanzando en el estudio y la investigación de estas
interesantes cuestiones, es necesario disponer de medios de investigación adecuados, cada vez más
potentes y sofisticados, a medida que los disponibles quedan inservibles al quedar superadas sus
posibilidades por nuevas necesidades más exigentes.
Las misiones actuales tienen como principal objetivo la búsqueda de habitabilidad (no de la vida),
caracterizando qué tipos de estrellas en nuestra vecindad hospedan planetas terrestres en la zona habitable.
Tras un largo y fructífero periodo de observación con los telescopios espaciales Hubble, COROT, Kepler,
Spitzer…, y también con las últimas generaciones de grandes telescopios y espectrómetros terrestres, los
mejores resultados se han “estabilizado” en planetas con tamaños mínimos de unas 2 masas terrestres (Mt),
situados “más o menos” en la zona habitable (ZH) de su estrella, mayoritariamente de tipo M, planetas que
muchos científicos califican como “candidatos a habitables”, sabiendo que ninguno de ellos alcanza la
calificación de ser el “gemelo” del sistema Sol-Tierra. La actual estabilidad de resultados (2012-2014) pone
en evidencia que ya se han alcanzado el límite de las posibilidades de los medios actuales, por lo que se
impone su renovación si aspiramos a continuar avanzando.
Las nuevas generaciones de instrumentos no podrán conformarse con detectar sistemas “candidatos a
habitables”; deberán de concebirse para que sean capaces de confirmar si efectivamente están habitados o
no lo están. Para ello, las futuras misiones deberán de concebirse con capacidad para detectar planetas de
tamaño terrestre (0,5 a 2 Mt), orbitando en la ZH de estrellas parecidas al Sol (tipos espectrales: Fbajo, G o
Kmediano), y con la posibilidad de poder realizar el análisis de las atmósferas de los planetas, a través de la
huella impresa en la radiación emitida, para detectar la presencia de aquellos componentes o firmas que
“apunten” a la presencia de vida.
Es necesario tener presente que en nuestro planeta, con presencia de vida muy temprana, tanto su aspecto
superficial como su atmósfera han evolucionado a través de situaciones muy diferentes, ejemplos:
atmósfera escasa en oxígeno cuando la vida bullía en los mares, hace “solo” 1.500 Ma, o Tierra “bola de
nieve” de hace unos 600 Ma.
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otros tiempos. Lo mismo que observando otras estrellas hemos aprendido sobre el pasado y el futuro del
Sol, también las futuras observaciones de otros planetas, algunos más antiguos o mucho más antiguos que el
nuestro, y otros más jóvenes o mucho más jóvenes, nos proporcionará información de cómo empezó y como
va a terminar la historia terrestre. Será preciso observar muchos exoplanetas para obtener datos estadísticos
válidos, la observación de uno en particular puede no ser representativa, ya que su historia o su composición
química inicial pueden haber sido totalmente distintas.
El O2 comenzó a acumularse en la atmósfera terrestre hace unos 2.500 Ma, pero mucho antes (3.700-
3.500 Ma) ya existía vida en la Tierra.
En Marte hay algo de O2 (0,13 %) y un poco de O3 (0,03 ppm), que están relacionados con procesos
fisicoquímicos de base.
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“Señales” de vida a buscar en otros mundos, biofirmas o biomarcadores
En principio, las “señales” de vida, o biofirmas, que se estiman como detectables de forma remota en
mundos lejanos (principalmente exoplanetas) están enfocadas a la búsqueda, cuando los medios lo
permitan, de ciertos gases en las atmósferas de los objetos en estudio o de ciertos pigmentos en las
superficies.
De momento, los biomarcadores y biofirmas se establecen en base a las modificaciones que la vida que
conocemos ha producido en la atmósfera terrestre. Se trata de una estrategia biogeocéntrica, pero es la
única que sabemos hacer. Una confirmación práctica de la posibilidad de estas detecciones fue realizada por
la NASA (a petición de Carl Sagan), el 11/12/1990, cuando la sonda Galileo, destinada a la exploración de
Júpiter y su sistema de anillos y satélites, se encontraba a unos 2,5 millones de km de la Tierra: en aquella
situación se encendieron los instrumentos de la sonda y se “apuntó” a la Tierra para realizar mediciones,
pudiendo comprobar que efectivamente se detectaba la abundante presencia de oxigeno (O 2) y metano
(CH4) en la atmósfera de nuestro planeta.
Actualmente se piensa que el potencial de detección de firmas biológicas en las atmósferas o la superficie de
los exoplanetas se encuentra en los métodos de detección directa (como ya adelantamos en el ■Capítulo 7),
o en los métodos de tránsitos (■Figura 10-1), en la información “grabada” en la radiación recibida del
sistema estrella-planeta, con y sin fase de tránsito, para diferenciar
las aportaciones de la estrella y del planeta:
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Los biotrazadores o firmas señalados permitirían la detección de vida en otros mundos, siempre que dicha
vida haya modificado su atmósfera de manera similar a cómo la vida que conocemos lo hizo en nuestro
planeta.
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cabe citar: elevado coste, sobre todo la fase de lanzamiento; dificultad o imposibilidad del mantenimiento;
menor vida, debido al agotamiento del líquido refrigerante.
Telescopio Espacial James Webb o JWST (en inglés, James Webb Space Telescope),
sustituto científico- del Hubble y del Spitzer
Este gran telescopio espacial (■ Figura 10-3), con un espejo de 6,5 m de diámetro (2,5 m del Hubble), se
encuentra en fase de desarrollo por la NASA, la ESA y la Agencia Espacial Canadiense. Principales objetivos:
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PLATO será lanzado en 2024, con una duración prevista inicialmente para seis años, orbitando en torno al
punto L2 de Lagrange, situado a 1.5 millones de kilómetros más allá de la Tierra, mirando desde el Sol.
[■10-1] Conferencia «El programa científico de la Agencia Espacial Europea», de Álvaro Giménez Cañete,
director de Ciencia y Exploración Robótica de la Agencia Espacial Europea, en el Planetario de Madrid el día
25/09/2014 a las 20 horas.
[■10-1] En teoría, la detección de metano y azufre (CH4 y S), indicaría un origen geológico, mientras que la
detección de metano y otras moléculas orgánicas, como etano (CH4 y C2H6), apuntaría a un origen biológico.
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ANEXOS
■ A. Elementos químicos
Un elemento químico es un conjunto de átomos con las mismas propiedades químicas (o también: tipo de
materia que no puede descomponerse en otra por reacciones químicas sencillas). Cada elemento químico
está representado por un símbolo, normalmente la primera o las dos primeras letras de su nombre latino o
griego. Ejemplos: C para el carbono, H para el hidrógeno, O para el oxígeno, N para el nitrógeno, S para el
azufre (del latín sulphur), P para el fósforo (del griego phosphoros). Se conocen unos 118 elementos, de los
cuales 92 se encuentran en la naturaleza, mientras que los 26 restantes han sido creados de forma artificial
en los laboratorios (muy inestables, con una duración de solo unas milésimas de segundo). Solo cuatro
elementos: carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno, llamados colectivamente elementos “CHON”,
constituyen más del 96 % de la mayoría de los seres vivos, superando el 98 % si incluimos al fósforo y al
azufre. Otros elementos, como el calcio (Ca), potasio (K), magnesio (Mg)…, también están siempre presentes
en los seres vivos, pero en cantidades mínimas.
Un átomo, por definición, es la mínima cantidad de un elemento
que retiene sus propiedades químicas. Se trata de pequeñísimas
partículas, no visibles con los más potentes microscopios. No
obstante, los investigadores han podido determinar sus
constituyentes materiales (todo lo que tiene masa y ocupa un
espacio), denominadas partículas subatómicas: electrones,
protones y neutrones. El electrón (e-) es una partícula con una
unidad de carga negativa; el protón (p+) tiene una unidad de carga
positiva (igual a la del electrón, pero de signo contrario); mientras
que le neutrón (n) no tiene carga. Los protones y los neutrones se agrupan formando el núcleo atómico, por
lo que reciben conjuntamente el nombre de nucleones, mientras que los electrones (en el mismo número
que los protones en un átomo neutro) se desplazan rápidamente en torno al núcleo en distintas capas (■
Figura A-1). A los electrones se deben las propiedades químicas de la materia, ya que determinan la forma
en que unos elementos interactúan con otros. En cada átomo aislado el número de electrones es igual al de
protones, por lo que el átomo, en conjunto, resulta eléctricamente neutro. Las estructuras atómicas de los
átomos son muy variables, desde la más sencilla del hidrógeno ordinario,
con solo un protón en el núcleo y un electrón periférico (existen dos
isótopos [■B-1] pesados del hidrógeno, el deuterio y el tritio, que además
del protón, cuentan, respectivamente, con uno y dos neutrones en el
núcleo), hasta la compleja del uranio, con 92 protones, 142 a 146
neutrones y 92 electrones. En la realidad, el volumen ocupado por el
núcleo es sumamente pequeño comparado con el tamaño del átomo: a un
núcleo del tamaño de un balón de futbol le correspondería un átomo de
unos 30 km de diámetro.
La ■Figura A-2 muestra de forma esquemática la configuración electrónica
del átomo de oxígeno según el modelo de Bohr (representación práctica
muy utilizada), con 8 protones y 8 neutrones en el núcleo y 8 electrones periféricos distribuidos en dos
capas.
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El número de protones del núcleo, denominado número atómico, determina la identidad de cada átomo, y
es exclusivo para cada elemento. Se representa como subíndice a la izquierda del símbolo. Ejemplo: 8O
indica que el oxígeno contiene 8 protones en el núcleo.
El número másico de los átomos viene dada por el número de neutrones y protones. Efectivamente, la masa
de las partículas subatómicas es sumamente pequeña, no pudiendo expresarse en unidades usuales, como el
gramo. Al protón y al neutrón, que presentan muy aproximadamente la misma masa, se le asigna la unidad
de masa atómica (uma), mientras que la masa del electrón es de únicamente 1/1800 veces la masa del
protón o del neutrón (1/1800 uma), por lo que no se toma en consideración. El número másico, suma de
protones y neutrones, se indica como un superíndice a la izquierda del símbolo químico. El oxígeno, con 8
protones y 8 neutrones, número atómico 8 y masa de 16 uma, se representa como: 168 O.
Se denominan electrones de valencia a aquellos que ocupan la capa externa en el modelo de Bohr, siendo
estos los electrones que participan en las reacciones químicas.
Los elementos químicos suelen estar formados por una mezcla de átomos con distinto número de neutrones
(por lo tanto con distinta masa atómica), denominados isótopos. Los isótopos de un mismo elemento solo se
diferencian en el número de
neutrones, y tienen por lo tanto el
mismo número de protones y de
electrones. En la ■ Figura A-3 se
muestran (modelo de Bohr) los
tres isótopos que el carbono
presenta en la naturaleza: el
carbono-12 y el cabono-13 son
estables, mientras que el carbono-14 es un isótopo inestable.
La masa atómica de un elemento se expresa como el promedio de la masa de sus isótopos, ponderada por
sus abundancias en la naturaleza: en el caso del carbono, con (98,89 %) de carbono-12, (1,11 %) de carbono-
13 y solo trazas de carbono-14, la masa atómica resultante es de 12,0107 uma.
Ya que todos los átomos de un elemento tienen el mismo número de electrones (de los cuales dependen las
características químicas), resulta que todos los isótopos de un elemento presentan químicamente las
mismas propiedades. Sin embargo, algunos isótopos son inestables, tendiendo a descomponerse en otros
más estables, muchas veces en un elemento diferente. Como ejemplo, el carbono-14 se desintegra mediante
la descomposición de un neutrón en un protón y un electrón de movimiento rápido, conocido como
partícula beta (β), resultando un átomo estable normal de nitrógeno-14 (147N). Cómo veremos (■Anexo E),
esta inestabilidad del carbono-14 se emplea de forma extensiva en la datación de restos orgánicos.
Por sus implicaciones astronómicas y cosmológicas, son de gran interés los isótopos del hidrógeno, con cero,
uno y dos neutrones respectivamente en sus núcleos: hidrógeno normal (11H); deuterio (21H) y tritio (31H). En
el caso del hidrógeno, y como excepción, sus isótopos tienen, además de nombres propios, también
símbolos propios: deuterio (D) y el tritio (T).
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■ B. Partículas elementales
Partículas elementales son aquellas que no están formadas por otras más sencillas y además no se conoce
que tengan estructura interna. Los minerales, los seres vivos, los gases…, todo en el universo está formado
por moléculas, partículas más o menos complejas, que a su vez son el resultado de la combinación de otras
más pequeñas denominadas átomos (“indivisibles”, según los griegos). A finales del S. XIX y el primer tercio
del S. XX se encontró que los átomos también estaban constituidos por las denominadas partículas
subatómicas: electrones, protones y neutrones.
El electrón (e-), descubierto por J. J. Thomson en 1897, tiene una carga eléctrica a la que se le asignó el
valor uno y signo negativo (equivalente a - 1,6 × 10–19 C (culombios)), y una masa de 9,11 x 10-31 kg.
El protón (p+), fue confirmado por E. Rutherford en 1919, con carga eléctrica de igual magnitud que la
del electrón pero de signo positivo (1,6 × 10–19 C), y con una masa de 1,673 x 10-27 Kg, unas 1 800 veces
superior a la del electrón.
El neutrón (n), descubierto por J. Chadwick en 1932, no tiene carga, y su masa es de 1,675 x 10-27 Kg,
ligeramente superior a la del protón y el electrón juntos.
Los protones y los neutrones se agrupan formando el núcleo de los átomos, mientras que los electrones se
desplazan rápidamente a su alrededor en distintas capas (■Anexo A, ■Figura A-1). Los 92 elementos
químicos naturales conocidos difieren en el número de partículas constituyentes, desde el hidrógeno
ordinario formado por un protón y un electrón (el único elemento sin neutrones), hasta el uranio con 92
protones, 92 electrones y 146 neutrones (isótopo más abundante).
Hoy sabemos que el electrón es una partícula elemental, que no está formada por ningún otro componente,
mientras que las moléculas, los átomos y, como veremos, también el protón y el neutrón, si están formados
por la agregación de otras partículas más sencillas, no siendo, por lo tanto, partículas elementales.
Pero no solo la materia está formada por partículas: en 1905 Einstein propuso que la luz estaba compuesta
por partículas elementales denominadas fotones, cuya realidad fue comprobada más tarde por los físicos
H. Geiger y W. Bothe. La gran aportación de la teoría cuántica de campos (disciplina de la física), es que todo
en el universo está formado por partículas, incluidas las fuerzas de la naturaleza. Realmente deberíamos
decir que todo se reduce a campos cuánticos, ya que son estos los que tienen realidad, mientras que las
partículas se reducen a manifestaciones de dichos campos. Esto significa, por ejemplo, que en el universo
existe un campo fotónico cuya manifestación son las partículas denominadas fotones, y ese campo existe en
un lugar determinado, aunque no consten fotones en dicho lugar.
Una aproximación para ayudar a comprender los campos cuánticos, es imaginarlos como una serie de
“compartimentos” que llenan el espacio, con una asignación de propiedades distintas para cada tipo de
campo cuántico. Por ejemplo, las propiedades de masa, carga y spin del campo eléctrico serían distintas a las
del campo fotónico. Estos compartimentos pueden estar llenos o vacíos, dando lugar, o no, a la formación de
partículas. Si suministramos energía al campo, de forma que se llene alguno de los compartimentos,
obtendremos una partícula, por ejemplo un electrón. Este comportamiento nos recuerda inmediatamente la
ecuación de Einstein E = mc2, que nos dice que la masa es simplemente un modo de energía concentrada.
En la teoría cuántica de campos, cuando decimos que en un lugar existe un campo distinto de cero, eso
significa que allí existen partículas de campo, por ejemplo electrones. Y al contrario, si en un lugar no hay
partículas de campo, diremos que allí el campo tiene un valor “cero”. Sin embargo, los compartimentos
vacíos también tienen un significado real y efectos: las partículas que podrían existir, pero que no lo hacen
- 241 -
por falta de energía, reciben el nombre de partículas virtuales. Pues bien, resulta que las fuerzas de la
naturaleza se transmiten a través del espacio mediante el intercambio de partículas virtuales del campo de
fuerzas.
En Física, la teoría que describe las relaciones entre las interacciones fundamentales conocidas y las
partículas elementales que componen la materia, se denomina modelo estándar de la física de partículas.
Como veremos, las interacciones fundamentales se corresponden con cuatro tipos de campos cuánticos
mediante los cuales interactúan las partículas. En el modelo estándar, las partículas materiales se
denominan fermiones, mientras que aquellas que interactúan con ellas son los bosones. Todas estas
partículas han sido descubiertas por los físicos a partir de los rayos cósmicos y los ensayos en los grandes
aceleradores-colisionadores. Pasamos a comentar aquellas partículas consideradas de interés para los fines
de este libro:
Fermiones
Los fermiones son las partículas del mundo material a partir de las cuales se forman átomos, seres vivos,
minerales, planetas, galaxias… Son también las partículas sobre las que actúan las cuatro fuerzas de la
naturaleza intercambiando continuamente entre ellos bosones virtuales (siguiente apartado) generando
atracciones y repulsiones. Sin embargo, no ocurre lo contrario, los bosones no intercambian fermiones, dato
esencial de su diferente naturaleza. Existen dos familias de fermiones: los quarks y los leptones
Los quarks son realmente partículas elementales ya que no están compuestos por nada más simple. Existen
seis quarks llamados: arriba, abajo, extraño, encanto, fondo y cima, abreviados respectivamente u, d, s, c, b
y t, iniciales de sus nombres en inglés,
cuyas características figuran en la ■Tabla
B-1. Solo los quarks u y d, componentes
de protones y neutrones, tienen interés
en este texto. El protón está formado por
dos quarks u y un d, abreviado (uud), y
una carga positiva (2/3+2/3-1/3 = +1);
mientras que al neutrón lo forman un
quark u y dos d, abreviado (udd), y sin
carga (2/3–1/3-1/3 = 0). Los quarks
sufren la fuerza nuclear fuerte, tan poderosa que impide que puedan separarse unos de otros, por lo que
actualmente no existen en estado libre en
la naturaleza (tal vez si existan en el núcleo
explosivo de las supernovas).
Los leptones (■Tabla B-2) son parecidos a
los quarks, pero no están sometidos a la
interacción fuerte, por lo que pueden
existir por sí solos como partículas
elementales. Pertenecen a esta familia el
electrón (e-), que ya hemos tratado, y
además el muón (µ-) y el tauón (τ-),
también con carga eléctrica negativa (-1), muy parecidos al electrón, salvo que tienen mucha más masa.
- 242 -
Cada uno de los leptones con carga está relacionado, respectivamente, con otros leptones sin carga
llamados neutrinos: neutrino electrónico (e), neutrino muónico (µ) y neutrino tauónico (τ). Cuando en un
proceso se forma un leptón con carga, suele aparecer el neutrino correspondiente. Los neutrinos tienen una
masa pequeñísima, y además no tienen carga, por lo que son muy difíciles de detectar. En la familia de los
leptones, solo el electrón y el neutrino electrónico tienen interés en este texto (y en el mundo). En e
recuadro derecho de la ■ Tabla B-2 se representa gráficamente un átomo de hidrógeno.
Bosones
Bajo la denominación de bosones (■Tabla B-3) se incluyen las partículas que transmiten las cuatro fuerzas de
la naturaleza (a las que se reducen todas las demás):
electromagnética, nuclear fuerte, nuclear débil y
gravitatoria.
La fuerza electromagnética se transmite por el
intercambio de bosones llamados fotones (Y), la
misma partícula que compone la luz, tal como
demostró J. C. Maxwell en 1873 con su teoría
electromagnética. La luz, por lo tanto, es una
manifestación del campo electromagnético.
La fuerza nuclear fuerte (o interacción fuerte), actúa entre partículas subatómicas y a cortas distancias.
Se transmite por medio de ocho bosones conocidos globalmente como gluones (g). Esta fuerza es la que
permite unirse a los quarks para formar protones y neutrones y a estos en los núcleos atómicos.
La fuerza nuclear débil (o interacción débil), también actúa a nivel subatómico y a cortas distancias. Se
transmite por medio de tres bosones denominados W+, W- y Zo. Esta fuerza es la responsable de
fenómenos naturales como la desintegración radiactiva.
La fuerza gravitatoria se transmite por medio del hipotético bosón llamado gravitón (G), aun no
detectado.
Estas cuatro fuerzas son las que permiten las interacciones entre las partículas de la materia: reacciones
bioquímicas en los organismos, fuerza que nos une al suelo de nuestro planeta, fusiones en el núcleo de las
estrellas...
Bosón de Higgs
Además de los bosones anteriores, existe otra partícula elemental propuesta en el modelo estándar, un
tanto peculiar, denominada bosón de Higgs. Se le dio esta denominación en honor a Peter Higgs, por su
proposición en 1964, junto con otros, del llamado mecanismo de Higgs, como explicación del origen de la
masa de las partículas elementales. Esta teoría propone que un campo de Higgs impregna todo el espacio
y que las partículas elementales que interactúan con él adquieren masa, algo que no ocurre con las que no
interactúan.
Se han dedicado enormes esfuerzos durante 50 años en la búsqueda de “la partícula de Higgs” y
últimamente ya parece que en el CERN [■B-1] hay pruebas categóricas de que ha sido encontrado: en julio
de 2012 corrieron rumores sobre la observación de una nueva partícula «consistente con el bosón de Higgs»;
en marzo de 2013, pero con el doble de datos que en julio de 2012, se informó que la nueva partícula se
- 243 -
ajusta cada vez más al supuesto bosón de Higgs; y ya en octubre de 2013 se le concedió a Peter Higgs, junto
con François Englert, el Premio Nobel de física “por el descubrimiento teórico de un mecanismo que
contribuye a nuestro entendimiento del origen de la masa de las partículas subatómicas, y que,
recientemente fue confirmado gracias al descubrimiento de la predicha partícula fundamental, por los
experimentos ATLAS y CMS en el Colisionador de Hadrones del CERN”.
El campo de Higgs es bastante peculiar y contra-
intuitivo. En general, los campos cuánticos tienen su
mínimo de energía en el vacío. En la ausencia de
partículas, el campo toma el valor cero y la energía es
mínima, tal como representa el gráfico (a) de la
■Figura B-1 (en la realidad el gráfico es tridimensional,
como un cuenco). Lo normal es que para obtener
partículas a partir del vacío sea necesario suministrar
energía.
Sin embargo, el campo bosónico propuesto por P. Higgs tiene su máximo en la condición de vacío (gráfico (b)
de la ■ Figura B-1). La situación con presencia de partículas tiene menos energía que en la correspondiente
al estado de vacío, por lo tanto está favorecida energéticamente (cuesta abajo), siendo necesario, en el caso
del campo de Higgs, “suministrar energía para que las partículas desaparezcan”.
Dado que la presencia de partículas o de no-vacío es la tendencia “natural”, se necesita muchísima energía
ambiente para conservar el vacío. Al disminuir la temperatura (y por tanto la energía ambiente), debido a la
expansión inicial del universo, la situación se volvió inestable, se produjo una rotura de simetría y el campo
cayó en uno de sus posibles mínimos (la forma real del gráfico b de la ■ Figura B-1 es tridimensional, como
un sombreo mexicano). La “enorme” diferencia de energía ΔE se liberó en forma de bosones de Higgs en
grandísimas cantidades que saturaron el espacio vacío, forzando una expansión desmedida del universo
primigenio denominada fase inflacionaria. De acuerdo a la teoría, este es el verdadero origen del universo.
A partir de este momento “cero” el universo comenzó a expandirse y a enfriarse pasando por distintas fases
que se describen el ■ Anexo C: Historia del Big Bang.
Antimateria
En la década de 1920, el físico británico Maurice Dirac pudo incluir el principio de la relatividad de Einstein
en las ecuaciones de la mecánica cuántica, logrando así describir las partículas elementales con mayor
exactitud. Una sorpresa del nuevo sistema de ecuaciones fue que proporcionaba dos soluciones: una
concordaba con la materia que conocemos, mientras que la otra correspondía a un nuevo tipo de partículas,
con las mismas características que la materia ordinaria (masa, vida media…), pero con carga eléctrica de
sentido contrario. En 1928 Dirac apostó por la existencia física de esta segunda solución, a la que se
denominó antimateria, que se correspondería con la materia ordinaria en todas sus características, excepto
la carga de signo contrario. Unos años más tarde, en 1932, el físico estadounidense Carl Anderson confirmó
la apuesta de Dirac, al descubrir experimentalmente una nueva partícula cuyas características se
correspondían totalmente con las del electrón, pero con carga de sentido contrario (positiva). Se había
encontrado el antielectrón, conocido actualmente como positrón (e+). La detección del positrón duplicó el
zoo de partículas elementales: cada partícula de materia tiene su antipartícula, idéntica en todo a ella salvo
- 244 -
en la carga que es de signo contrario. Se
exceptúan de la regla algunas partículas sin
carga, como el fotón, que es a la vez su
propia antipartícula. En la ■Figura B-2 se
resumen las partículas comentadas.
La denominación partícula/antipartícula
tiene su analogía física correspondiente. Si
un electrón y un positrón colisionan, ambos
se aniquilan y desaparecen generando el
equivalente energético en forma de fotones,
demostrando así la equivalencia entre masa
y energía. Los físicos también han
confirmado el efecto contrario: aplicando
gran cantidad de energía concentrada al
vacío se crean de la “nada” pares de
partícula-antipartícula.
En el ■ Anexo C, dedicado a la historia de Big-Bang, veremos que la creación de materia-antimateria a partir
de energía, y viceversa, fueron procesos corrientes en el universo primitivo.
[■ B-1] CERN.- Siglas provisionales por su denominación en francés: Conseil Européen pour la Recherche
Nucléaire.
- 245 -
- 246 -
■ C. Desde el Big-Bang al hidrógeno y el helio.
La teoría del Big Bang es un modelo científico para explicar el origen del Universo y su posterior expansión a
partir de una “singularidad” espaciotemporal, expansión que continúa en la actualidad. Por su parte, el
modelo estándar describe teóricamente las distintas fases del proceso evolutivo del universo primitivo,
desde el “cero inicial” (■Anexo B, bosón de Higgs), hace unos 13.800 millones de años (Ma), hasta la
formación de los primeros elementos químicos, el hidrógeno y el helio, unos 380.000 años después. Se han
observado tres evidencias importantes, que analizaremos en este mismo apéndice, que apoyan con fuerza la
teoría del Big-Bang:
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Penzias y Wilson estaban realizando medidas utilizando antena con muy bajo nivel de ruido (reflector de 20
pies en forma de cuerno), para determinar la intensidad de las ondas de radio emitidas por nuestra galaxia a
altas latitudes (fuera del plano galáctico). Inesperadamente se encontraron con un ruido radioeléctrico
parásito en el campo de las microondas (antena sintonizada a una longitud de onda de 7,35 cm), que era
independiente de la dirección de observación, de la hora del día y de la estación del año. Tras analizar y
corregir pequeños problemas físicos iniciales en la antena, se encontraron con que el nivel de la señal
parásita continuaba prácticamente al mismo nivel, indicando claramente que su origen no procedía de la
propia antena, ni de la atmósfera terrestre (cuyo espesor varía con la dirección de observación), ni tampoco
de la Vía Láctea, sino de todo el universo.
Entre técnicos radioeléctricos es común hablar en términos de temperatura al referirse a longitudes de
onda, basándose en el hecho de que cualquier cuerpo cuya temperatura es superior al cero absoluto emite
un ruido radioeléctrico (generado por las vibraciones de los electrones de dicho cuerpo), cuya intensidad, a
las distintas longitudes de onda, depende solo de la temperatura. Por lo tanto, es posible referirse a la
intensidad de una señal, medida a una determinada longitud de onda, en términos de “temperatura
equivalente”, que sería la temperatura de las paredes de la “caja”, dentro de la cual se ha medido la señal.
La temperatura equivalente de la señal detectada por Penzias y Wilson era de 3,5 grados por encima del
cero absoluto o temperatura Kelvin (3,5 K) [■C-1].
Paralelamente, en el mismo año 1965, el físico teórico canadiense James Peebles, apoyándose en la
existencia constatada de un 75 % de hidrógeno en el universo actual, señalaba la necesidad de que haya
existido una intensa radiación de fondo durante los primeros minutos del universo, sin la cual las reacciones
nucleares se habrían producido muy rápidamente transformando prácticamente todo el hidrógeno en
elementos pesados. Solo una intensa radiación, a una altísima temperatura equivalente (longitudes de onda
muy cortas), habría podido destruir los núcleos atómicos a medida que podían formase, impidiendo así la
fusión de casi todo el hidrógeno. Realmente, las estimaciones de Peebles ya habían sido precedidas por las
especulaciones cosmológicas de otros importantes científicos, como el ruso-americano Gamow [■C-2], el
ruso Zeldovich o el inglés Hoyle, entre otros.
A partir del año 1965 se realizaron cientos de mediciones de la radiación cósmica de fondo, que señalan con
fuerza creciente a la radiación descubierta por Penzias y Wilson como un remanente que prueba el origen
del universo a partir del Big-Bang. La primera misión específica para medir la radiación cósmica de fondo
desde el espacio, fuera del efecto negativo de la atmósfera terrestre, fue el satélite COBE (NASA) lanzado en
1989. Tras cuatro años de mediciones, los datos recogidos mostraron una total coincidencia con los teóricos
de cuerpo negro para una temperatura media de 2,73 K [■C-3]. La precisión de los instrumentos instalados
en el satélite permitieron a los científicos detectar una anisotropía de solo una parte en 100 000 respecto a
la temperatura de 2,73 K. Se cree que a partir de estas anisotropías se han formado las estructuras del
universo actual: cúmulos de galaxias en medio de extensas regiones desprovistas de materia. Con
posterioridad a COBE se han lanzado dos sondas espaciales más, WMAP (NASA) en 2001 y PLANK (ESA) en el
año 2009, que confirman los resultados de COBE, aunque con un notable incremento en la precisión,
correlativa con las fechas de lanzamiento.
- 248 -
Historia del Big-Bang
Teóricamente, los acontecimientos en la historia del Big Bang están muy relacionados con la temperatura y
la densidad del universo, magnitudes que “caen” de forma exponencial con el transcurso del tiempo. Por
esta razón, los sucesos que vamos a analizar no ocurrieron de forma regular en el tiempo, al contrario, se
sucedieron muy rápidamente al principio y se “ralentizaron” a medida que avanzaba el proceso.
El análisis de los cambios de fase a lo largo de la historia del Big Bang se apoya en los siguientes conceptos
que nos enseña la física:
1. El proceso de la generación de materia a partir de energía se entiende mejor en términos de la
concepción cuántica de la radiación (partículas en vez de ondas).
2. Según la física actual, en los procesos de transmutación de materia-energía (y viceversa), las partículas
se producen (y aniquilan) siempre de dos en dos: partícula-antipartícula, con la misma masa y spin, pero
con carga contraria. La excepción la forman algunas partículas neutras, como el fotón, que puede
considerarse como su propia antipartícula.
3. La teoría de la relatividad especial de Einstein nos dice que una partícula en reposo tiene una “energía
en reposo” de E = m · c2, donde:
E: “energía en reposo” en J (julios).
m: masa en Kg.
c: velocidad de la luz en m/s ( 3 x 108 m/s).
En muchas ocasiones interesa conocer la energía en eV (electronvoltio) (■C-4] en vez de en J (julios).
Aplicando la relación de equivalencia entre estas unidades, de 1 eV = 1,60218 · 10-19 J, tenemos la nueva
relación E = 6,2415 · 1018 · m · c2, donde:
E: “energía en reposo” en eV.
m: masa en Kg.
c: velocidad de la luz en m/s ( 3 x 108 m/s).
Ejemplo: energía en reposo del electrón, sabiendo que su masa en reposo es de 9,11 · 10-31 kg:
E = 6,2415 · 1018 · m · c2 = (6,24215 · 1018 J/eV) ·(9,11 · 10-31 kg) · (3 · 108 m/s)2 = 0,511 · 106 eV.
En la ■Tabla C-1 figura la energía equivalente a la
masa en reposo (MeV) de algunas partículas y la
temperatura umbral (K), a partir de la cual pueden
crearse partículas a partir de la radiación.
4. Para que en un choque frontal de dos fotones se
produzcan dos partículas de masa m cada una, la
energía de cada fotón individual ha de ser, al menos,
equivalente a la masa en reposo mc2 de cada partícula.
Si la energía de los fotones supera a mc2, el excedente
se utiliza para aumentar la velocidad de la partícula.
Para energías (muy) superiores, la masa en reposo puede despreciarse frente a la energía total y la
partícula creada se comporta como radiación.
5. La energía característica de los fotones viene dada por el producto de la “temperatura media
ambiente” por la constante de Boltzmann: E = Kb · T = 0,00008617 · T, donde:
- 249 -
E: energía característica de cada fotón en eV.
Kb: constante de Boltzmann = 8,617 x 10-5 eV/K.
T: temperatura absoluta (K).
Ejemplos:
Para una temperatura ambiente de 1011 K, la energía característica de un fotón es de 8,617 MeV.
Para una temperatura ambiente de 3 000 K, la energía característica de un fotón es de 0,26 eV.
6. Temperatura umbral de una determinada partícula es el valor a partir del cual se puede crear dicha
partícula a partir de la radiación térmica. Los puntos 3 y 5 anteriores nos permiten determinar la
temperatura media ambiente (temperatura umbral) a la que la energía característica de los fotones
iguala a la energía en reposo mc2 de una determinada partícula.
El valor de la temperatura umbral viene dado por:
En este “cero inicial” aparecen dos magnitudes fundamentales, indispensables para la vida: el espacio (tres
dimensiones del universo), donde existen las cosas; y el tiempo, en el que ocurren los sucesos.
- 250 -
sino una detonación que llenaba todo el universo desde el primer instante y en el que todas las “partes” se
alejaban unas de otras.
- 251 -
quarks no encontraron antipartículas con las que desintegrarse, quedando finalmente (por suerte) un
“poco” de materia (electrones y quarks).
En resumen, a estas alturas de la historia del Big-Bang, el universo está formado, comparativamente, por:
muchísimos fotones, algunas partículas exóticas (neutrinos y quizás partículas WIMP -en español "partículas
masivas que interactúan débilmente"-), y unos “pocos” quarks y electrones, procedentes de las diminutas
diferencias en las transmutaciones de la fase anterior. Fueron precisamente estos pocos quarks y
electrones los que generaron el residuo de materia con el que posteriormente se formarían galaxias,
estrellas, planetas, minerales… y los seres vivos.
- 252 -
La proporción neutrones/protones disminuye: t = 0.1 s, T = 3 · 1010 K
El universo sigue dominado por electrones, positrones, neutrinos, antineutrinos y fotones, todos en
equilibrio térmico y muy por encima de su umbral de temperatura. Sin embargo un nuevo hecho comienza a
ser apreciable: la energía ambiente aún es lo suficientemente alta para impedir que los nucleones puedan
unirse, sin embargo ya es del orden de la diferencia de masa entre el protón y el neutrón (1.3 MeV),
propiciando una asimetría en el comportamiento de protones y neutrones. Dado que la masa del protón
(938,3 MeV) es ligeramente menor que la del neutrón (939,6 MeV), resulta más sencillo convertir neutrones
en protones que al revés (“cuesta abajo”). A medida que el universo se va enfriando la desigualdad en las
transmutaciones hace que la proporción neutrones/protones vaya en disminución.
- 253 -
muy pequeño, por lo que el “efecto vida media” pudo despreciarse, pero a estas alturas del proceso
evolutivo, cada minuto se desintegran aproximadamente el 6 % de los neutrones. Esto, unido a la asimetría
en las transmutaciones neutrón-protón, amenaza con la rápida desaparición de todos los neutrones.
Afortunadamente, a los tres minutos, cuando la relación neutrones/protones era solo de 13/87, otro cambio
vino a imponerse. Las condiciones ambientales ya se habían suavizado lo suficiente para que la energía de
los fotones no alcanzase a destruir las fusiones entre neutrones y protones, que pasaron a formar núcleos
estables de deuterio (protón + neutrón). Además, los neutrones se vuelven estables al formar parte de
núcleos de deuterio (y de todos los demás núcleos atómicos), otra razón añadida para dejar de desintegrase.
A partir de este momento todo el universo es como el núcleo
de una estrella gigantesca: los neutrones y protones se
combinaban para formar núcleos de deuterio, los núcleos de
deuterio chocaban entre ellos y con otros nucleones para
formar núcleos de helio (dos protones y dos neutrones). Esta
fase, denominada nucleosíntesis primordial, se produjo,
según R. Alpher, mediante los procesos (a) y (b) de la ■Figura
C-4, con una duración de solo unos 20 minutos, al cabo de los
cuales la temperatura y la densidad del universo ya habían
caído por debajo del valor requerido para que pudiesen
continuar las fusiones nucleares. En aquel momento el
universo quedaba formado, en masa, por [■C-6] un 75 % de
hidrógeno (protones), un 25 % de helio, residuos de helio-3 (3He: isótopo del helio), deuterio y tritio (2H y 3H:
isótopos del hidrógeno) y solo trazas de berilio (Be) y litio (Li). Gamow pensaba que todos los elementos
químicos se habían formado en los primeros minutos del universo (por el mismo proceso de fusión), pero
fue Ralph Alpher, colaborador de Gamow, quien demostró a
través de minuciosos cálculos que esto no pudo ser así. Según
R. Alpher, el producto casi exclusivo de la nucleosíntesis
primordial debería de ser el helio, con una predicción de la
proporción hidrógeno/helio del universo de 74/26 (masa),
valor que se acerca de forma notable a la realidad medida
(75/25), resultado que apoya con fuerza al modelo del Big
Bang.
Partiendo de la situación aproximada (que hemos visto) de un
13 % de neutrones, un 87 % de protones y pequeñísimas
cantidades de otros elementos (■Figura C-5), es sencillo
deducir la proporción en masa 26/74 de helio/hidrógeno al final de este etapa: dado que la masa del
neutrón es prácticamente la misma que la del protón, y que el núcleo de helio está formado por dos
protones y dos neutrones, el 13 % de neutrones se combinará con otro 13 % de protones para formar un 26
% de helio, quedando un 74 % de protones, es decir, núcleos de hidrógeno sin combinar (87 – 13 = 74).
La razón de que no se hayan formado elementos más pesados que el helio se achaca a que no existen
núcleos estables con 5 u 8 nucleótidos, por lo tanto, en el momento en que pudo formarse el deuterio, casi
todos los demás neutrones se unieron para formar rápidamente núcleos de helio.
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Dominio de la radiación: t = 30 m (minutos), T = 3 x 108 K
Ahora el universo está lleno de un plasma [■C-7] caliente en equilibrio térmico, una sopa formada por:
núcleos atómicos de hidrógeno y de helio, electrones y, sobre todo, radiación electromagnética (fotones). La
energía de los fotones sigue siendo lo suficientemente alta para impedir que los electrones se unan a los
núcleos atómicos recién formados, es decir, continúa dominando sobre la materia. Consecuentemente, las
continuas colisiones también impiden que los fotones puedan desplazarse, por lo que el universo permanece
opaco.
- 255 -
[■C-1] El kelvin (antes nombrado grado Kelvin), símbolo K, es la unidad de temperatura de la escala creada
por Lord Kelvin (año 1848), en base a la escala centígrada (ºC), es decir, conservando la misma dimensión,
pero estableciendo el punto cero en (−273,15 °C). La importancia de esta escala de temperaturas se debe a
que el (0 K) corresponde al punto de mínima energía térmica posible para los átomos y moléculas, razón por
la que se denomina “cero absoluto”. Ningún sistema macroscópico puede tener una temperatura inferior. A
las temperaturas medidas en esta escala se les denomina también “temperaturas absolutas”.
[■C-2] George Gamow también propuso que la secuencia de nucleótidos del ADN formaba un código, algo
que, efectivamente, fue confirmado posteriormente.
[■C-3] La temperatura de 2,73 K ahora observada, es el rastro fósil de la radiación emitida unos 380 000
años después del inicio, cuando la temperatura era de unos 3000 K y el universo se hizo transparente. Los
2,73 K hoy observados están directamente relacionados, en proporción inversa, con la expansión del
universo.
[■C-4] El eV (electronvoltio) es la energía que adquiere un electrón que es acelerado bajo una diferencia de
potencial de un voltio (1 eV equivale a 1,602 x 10-19 J (julios)). Se trata de una unidad muy adecuada para
expresar la energía de los fotones y de las partículas elementales. Los fotones de la luz solar tienen energías
del orden del eV, siendo esto de gran importancia para la vida en nuestro planeta, ya que permite
desencadenar la realización de las reacciones químicas, algunas tan importantes como la fotosíntesis.
[■C-5] La vida media es el promedio de vida de una partícula subatómica libre (sin combinar), antes de que
se desintegre. Ejemplo: la vida media de un electrón libre es 889 segundos (unos 15 minutos), pero una vez
que pasa a formar parte de los núcleos atómicos, pasa a ser estable y ya no se desintegra.
[■C-6] Realmente se trata de núcleos atómicos, la unión de los electrones para formar átomos se producirá
unos 380.000 años más tarde, cuando el universo se enfrió lo suficiente para que la materia dominase sobre
la radiación.
[■C-7] Se denomina plasma a un cuarto estado de agregación de la materia, “similar” al estado gaseoso,
donde muchas de sus partículas están cargadas eléctricamente, y por lo tanto son buenas conductoras de la
electricidad.
[■C-8] A esta etapa también se la suele denominar como “fase de recombinación”, debido a la unión de los
electrones con los núcleos para formar átomos. No obstante el uso de la palabra recombinación resulta
chocante debido a que, hasta ese momento, los electrones y los núcleos nunca habían estado combinados
formando átomos.
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■ D. Cuerpo negro: emisión de energía en función de la temperatura
En la física, un cuerpo negro es un objeto teórico que absorbe toda la energía radiante incidente, sin que
nada de radiación se refleje o lo atraviese. A pesar de su denominación, el cuerpo negro emite radiación
electromagnética, se trata de un sistema físico ideal para el estudio de las radiaciones electromagnéticas,
aunque admite ciertas aproximaciones físicas cuyo comportamiento se acerca al teórico, por ejemplo una
cavidad aislada. En este sentido, al universo también se le puede considerar como un cuerpo negro.
La física nos enseña que todos los cuerpos cuya temperatura es superior al cero absoluto (0 K) emiten
energía, en forma de radiación electromagnética, cuya intensidad depende de la temperatura y de la
longitud de onda tomada en consideración. Para ilustrar el concepto pasamos a comentar la emisión de
energía por algunos cuerpos conocidos [■Figura D-1]:
El Sol, con una temperatura superficial de unos 6000 K emite un 99 % de su radiación en longitudes de
onda comprendidas entre 150 nm (nanómetro = 10-9 m) y 4000 nm, con el máximo en 475 nm (tono
verde). El espectro visible está comprendido entre 380 nm y 780 nm.
El filamento de una lámpara halógena incandescente, con una temperatura de unos 3000 K, emite una
radiación en forma de luz visible (que es percibida por
el ojo humano), con “tonalidades” que dependen de
las características de la bombilla, con el máximo de
emisión a unos 966 nm. También emite algo de
radiación ultravioleta (UV), y sobre todo infrarroja
(IR), no visible, consideradas como pérdida ( 60 %).
La Tierra (no representada en el gráfico), con una
temperatura superficial de unos 288 K (15 °C), emite
el 99% de la radiación en el IR, entre las longitudes de
onda entre 3 000 nm y 80 000 nm (80 micras), con el
máximo a unos 10 000 nm (10 micras). La estratosfera
terrestre, con una temperatura de unos 215 K, radia
también en el IR, entre 4 y 120 micras, con el máximo
en las 14,5 micras.
En resumen, a medida que aumenta la temperatura del cuerpo emisor, aumenta también la intensidad de la
radiación para todas las longitudes de onda, mientras que la longitud de onda a la que se produce el máximo
de emisión disminuye (■ Figura D-1).
De forma específica, todos estos valores se pueden determinar por medio de la ley de Stefan-Boltzmann, la ley de
Planck, la relación de Planck y la ley de Wien.
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■ E. Métodos de datación relativa y absoluta
Las dataciones geológicas y biológicas son necesarias para situar secuencialmente en el tiempo los eventos
acaecidos en la historia de la vida y de nuestro planeta. Cabe distinguir dos métodos de datación: los
relativos, que recurren básicamente a la ordenación estratigráfica (superposición) de los materiales en la
corteza terrestre; y los absolutos, basados en la radiometría, para determinar la fecha en la que ocurrieron
los eventos.
Esta sucesión demuestra claramente que las formas de vida han cambiado (evolucionado), por lo que
podemos utilizar la superposición de los fósiles para determinar las edades relativas de los mismos.
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átomos radiactivos se habrán transformado en átomos hijo estables, transcurridos 2 periodos de
semidesintegración quedarán un 25 % de los átomos radiactivos sin transformar y un 75 % transformados, y
así sucesivamente. En este caso, el tiempo que se está midiendo es el que ha transcurrido desde la
cristalización del material, y no el tiempo de los átomos radiactivos.
[■E-1] La litificación es el proceso de compactación y cementación, por el cual los estratos se transforman
en rocas sedimentarias: la arena en arenisca, las gravas en conglomerados, el limo en limolita…
[■E-2] Buzamiento es el ángulo que forma la línea de máxima pendiente de la superficie de un estrato (o una
falla) con el plano horizontal.
[■E-3] La proporción de elementos padre/hijo se mide con un espectrómetro de masas.
[■E-4] El periodo de semidesintegración (t1/2), no debe de confundirse con el concepto de vida media,
siendo esta última el promedio de vida de un núcleo o de una partícula subatómica antes de de
desintegrarse (τ).
Como nos enseña la física, el periodo de semidesintegración es aproximadamente el 69,31 % de su vida
media:
t1/2 ≈ 0,6931 τ
[■E-5] El periodo de semidesintegración es invariable, tanto para átomos en el laboratorio, como en la
naturaleza: manto profundo del planeta, comenta, asteroide…
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■ F. Determinación de las capas de la Tierra y sus espesores.
Los desplazamientos relativos de las placas tectónicas generan tensiones
en las zonas de contacto, acumulando energía elástica en las rocas hasta
que los esfuerzos superan el límite de resistencia, produciendo roturas que
una vez iniciadas se desplazan a varios km/s, hasta que se disipa la energía
almacenada, dando lugar a terremotos de mayor o menor intensidad. Los
desplazamientos bruscos de los materiales, a lo largo de los planos de
rotura o fallas geológicas, originan ondas sísmicas de distintas
características que se desplazan radialmente hasta la superficie, donde son
registradas por los sismógrafos. Ondas de cuerpo son aquellas que se
desplazan radialmente, a partir del foco sísmico o hipocentro [■F-1], a
través del volumen interior terrestre (asimilables a las ondas del sonido), y
las ondas superficiales que, como su nombre indica, transitan por la superficie terrestre (como las ondas en
el agua). Las ondas de cuerpo son las más interesantes para el caso que nos ocupa, debiendo diferenciar
dos tipos: ondas primarias longitudinales P, y las ondas secundarias transversales S (■ Figura F-1):
Ondas primarias P (■ Figuras F-1 y F-2): son ondas de compresión, las más
veloces, y pueden viajar a través de sólidos, líquidos y gases. El tren de
compresiones y rarefacciones avanza en la misma dirección de las propias
ondas, de forma que el material se contrae y se expande cuando el tren de
ondas lo atraviesa y recupera su estado inicial cuando el tren de ondas ya
ha pasado. Los sismógrafos, situados en distintos puntos por la superficie
terrestre, determinan las zonas alcanzadas por las ondas, así como
aquellas que se sitúan en las “zonas de sombra”.
Ondas secundarias S (■Figura F-1 y F-3): son ondas transversales (cizalla),
algo más lentas que las primarias y que solo pueden viajar a través de
materia sólida. Generan esfuerzos transversales respecto a la dirección
radial de desplazamiento, que no pueden ser absorbidos por los líquidos
ni los gases, no pudiendo transmitirse a través de estos estados materiales (núcleo externo líquido).
También en este caso, son los sismógrafos quienes determinan las zonas
alcanzadas por las ondas y la “zona de sombra”.
La velocidad de estas ondas disminuye con la densidad de los materiales y
aumenta con la elasticidad, mientras que tanto la densidad como la
elasticidad aumentan con la profundidad. Teniendo en cuenta que la
elasticidad aumenta más rápido que la densidad, el efecto neto es un
aumento de la velocidad de las ondas sísmicas con la profundidad en la que
se desplazan.
Además, tanto las ondas P como las S (al igual que las ondas luminosas) se
refractan con los cambios de densidad y elasticidad en los materiales sólidos
y se reflejan parcialmente en las interfaces entre capas. Solo se transmiten
en línea recta cuando inciden perpendicularmente a las superficies.
El conocimiento teórico de las características de las ondas P y S, y la información generada por los seísmos y
registrada por los numerosos sismógrafos situados en numerosos puntos de la superficie terrestre,
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proporciona a los geólogos la información necesaria para determinar los espesores y características de las
capas estructurales del planeta.
[■F-1] Epicentro es el punto de la superficie terrestre en la vertical sobre el foco sísmico o hipocentro.
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■ Abreviaturas
ADN (o DNA) ácido desoxirribonucleico
al año luz
ARN (o RNA) ácido ribonucleico
BIT bombardeo intenso tardío
ESA Agencia Espacial Europea (en inglés: European Space Agency)
HST Telescopio espacial Hubble (en inglés: Hubble Space Telescope)
IR infrarrojo
LUCA, el antepasado común de los eucariotas (en inglés: Last Universal Common Ancestor)
LH línea de hielo
LN línea de nieve
LUCA, el antepasado común de todos los seres vivos (en inglés: Last Universal Common Ancestor)
Ma millones de años
Ma AP millones de años antes del presente
MRO Mars Reconnaissance Orbiter
Ms masa solar
Mt masa terrestre
NASA Agencia estadounidense del Espacio y la Aeronáutica (National Aeronautics and Space Administration)
pH potencial de hidrógeno
RE retículo endoplasmático
REL retículo endoplasmático liso
RER retículo endoplasmático rugoso
SP secuencia principal
SS Sistema Solar
UA unidad astronómica
UV ultravioleta
VL Vía Láctea
WMAP Wilkinson Microwave Anisotropy Probe
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