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La respuesta es sencilla.
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“Todos hemos escuchado a dos personas argumentando. Dicen cosas como: ‘¿Te
gustaría que alguien te hiciera lo mismo a tí?’ o ‘¡Déjalo en paz! No te está
haciendo ningún mal.” o “¡Me lo prometiste!”
Lo que me interesa de estos dichos es que la persona que los dice no sólo está
diciendo que la conducta del otro es desagradable, sino que está apelando a
algún tipo de estándar de conducta, sobre la cual espera que el otro conozca. La
otra persona generalmente no contesta: ‘Al diablo con tu estándar,” sino que
casi siempre intenta justificarse, abogando que sus acciones no van en contra de
ese estándar. Es casi como si ambos tuviesen en sus mentes algún tipo de Ley o
Regla de Justicia o moralidad, sobre la cual ambos están de acuerdo.” (Del libro
“Mere Christianity”)
En otras palabras, si no hubiese una ley universal moral, yo pudiese ir a tu casa,
romperte los dedos de la mano con un martillo y luego afirmar que mis acciones
están dentro de mi moralidad personal cuando expreses tu enojo ante lo que
hice.
No existe y nunca existirá una cultura a la cual esta acción (o cualquier conducta
inmoral) se considere aceptable. De hecho, siendo experto sobre la antigüedad,
C.S. Lewis estaba perfectamente cualificado para observar que
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¿Qué tal la tendencia (en la mayoría, por no decir todas) de cuidar a aquellos
que son envejecientes y no pueden cuidarse por sí mismos? Según la teoría
Darwiniana, hacer esto sería contraproducente en la supervivencia de nuestra
especie humana. Es desventajoso comprometer comida y otros recursos
limitados a aquellos que están más allá de sus años reproductorios, ya que le
quita recursos a aquellos que todavía pueden reproducirse y pasar su genética.