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Recensión de “La paz perpetua” de Immanuel Kant

Immanuel Kant expone en este texto su doctrina de las relaciones internacionales.


Para Kant el sistema internacional sigue respondiendo a la lógica del estado de
naturaleza o estado de guerra. Por este motivo, la paz es algo temporal en una
continua situación de guerra entre Estados.

Sin embargo, los Estados sí que han logrado, internamente, trascender el estado de
naturaleza y pasar al estado civil o legal. Para que el sistema internacional alcance
la paz perpetua es necesario instituir explícitamente un estado de paz a través de
una organización legal entre Estados. Para Kant, esta organización legal entre
Estados no debe poseer un poder soberano sino que tiene que ser una alianza o
federación, revocable a voluntad y que necesite renovación periódica. Un estado
universal acabaría degenerando en despotismo universal

Kant trata en este texto un tema ya visitado por otros ilustrados como el Abate
Saint Pierre o Rousseau: cómo organizar la sociedad internacional para que haya
una coexistencia pacífica entre estados.

El texto está dividido en dos secciones acompañadas de dos suplementos y dos


apéndices.

En la primera sección Kant presenta los que considera artículos preliminares de


una paz perpetua entre estados. Se trata de seis artículos que establecen ciertas
condiciones ineludibles para la coexistencia pacífica. Estas condiciones sería las
siguientes:

- Los tratados de paz deben ser definitivos y no deben contener artimañas


que permitan la reanudación de las hostilidades a conveniencia de alguno
de los actores
- Los Estados no pueden ser adquiridos como si fueran patrimonio
- La desaparición de los ejércitos permanentes
- El Estado no debe endeudarse para hacer frente a su política exterior
- Un Estado no debe inmiscuirse en los asuntos internos de otro Estado
- La prohibición, en caso de guerra, de ciertas acciones encubiertas y malas
prácticas (asesinatos, envenenamientos, etc.) que hagan imposible la
confianza entre Estados en una futura paz

En la segunda sección, Kant establece tres artículos definitivos para una paz
perpetua entre Estados.

En el primer artículo Kant afirma la necesidad de que la constitución de los


Estados sea republicana de manera que sea necesario el consentimiento de los
ciudadanos para declarar la guerra. De esta manera, como son los mismos
ciudadanos los que sufren los rigores de la guerra, actuarán con prudencia antes
de embarcarse en aventuras bélicas, cosa que no sucedía cuando la declaración de
la guerra dependía de reyes o príncipes que no sufrían las consecuencias de ésta de
una manera tan directa como lo hacían los súbditos.
En el segundo artículo , Kant argumenta que la sociedad internacional debe
organizarse en una federación de Estados libres. Kant compara las relaciones entre
Estados con la situación de los individuos en estado de naturaleza, en el cual no
hay ninguna ley externa que regule las relaciones entre los individuos y se
establece una guerra de todos contra todos. Es decir, en las relaciones
internacionales reina la anarquía, el estado de guerra, donde la mera existencia de
un Estado es una amenaza para los demás. Por ello, Kant considera necesaria la
creación de una especie de constitución que regule las relaciones internacionales
garantizando el derecho de cada Estado.

Sin los mecanismos antes citados, la única manera que tienen los Estados de hacer
valer su derecho es el recurso a la guerra; pero para Kant la guerra va contra la
razón y por tanto contra la moral.

La solución que Kant propone es la creación de una “federación de paz” cuyo fin
sea poner fin a toda guerra y asegurar la libertad de todos los estados federados
sin que estos deban someterse a leyes políticas o coacción legal. Kant confía en el
surgimiento de un Estado poderoso e ilustrado que, al constituirse en república,
tenga tendencia hacia la paz perpetua. Este pueblo sería un centro de atracción
para otros Estados, formándose una federación de Estados entre los que se
establecería la paz perpetua y el derecho de gentes. Esta federación iría
extendiéndose con la incorporación de nuevos Estados hasta reunirlos a todos.

En el tercer artículo, Kant expone la necesidad, para la paz perpetua, del derecho
de hospitalidad, es decir, del derecho de los extranjeros a no recibir un trato hostil
por hallarse en el territorio de otro Estado. Este derecho fomenta, en opinión de
Kant, el comercio y las relaciones pacíficas entre Estados.

En el suplemento primero Kant afirma que la paz perpetua es inevitable, que está
garantizada de manera teleológica por la Naturaleza. La Naturaleza, a través de
diversos mecanismos, incluyendo la guerra, ha poblado toda la tierra y ha hecho
que los hombre establezcan relaciones entre ellos.

Para Kant, la razón humana impone la obligación moral de la paz perpetua. Pero si
el hombre no hace uso de su libertad para alcanzar este fin, la Naturaleza misma
establece, utilizando en su provecho el mecanismo de las inclinaciones humanas,
las condiciones que llevan al hombre inevitablemente hacia la paz perpetua.

Así, aunque un pueblo no quiera organizarse como Estado con un sistema legal que
regule su funcionamiento, se ve obligado a hacerlo ya que la Naturaleza ha
colocado pueblos vecinos que lo acosan. El pueblo se ve obligado a organizarse
para hacer frente a los enemigos exteriores. La ley surge como una forma de
supervivencia antes que como un derivación de imperativos morales.

De la misma manera, la Naturaleza ha creado diversidad de lenguas y religiones,


impidiendo de esta manera la creación de una monarquía universal que tendería
hacia el despotismo y la anarquía; y favoreciendo el surgimiento de muchos
Estados independientes cuya situación natural sería la guerra, pero que
organizados debidamente podrían aspirar a la paz perpetua.
Por último, la Naturaleza también ha propiciado el comercio entre los pueblos. El
espíritu comercial es incompatible con la guerra. Los Estados se ven obligados,
aunque sea por motivos económicos y no morales, a fomentar la paz.

En el segundo suplemento, Kant explora las relaciones entre filosofía y poder. Kant
considera que el poder debe escuchar a los filósofos, tenerlos en cuenta cuando
diseña sus políticas. La filosofía puede aportar, en opinión de Kant, profundidad a
la acción política. Sin embargo, Kant en ningún momento aspira a que la filosofía se
convierta en la única guía para la acción política.

En el apéndice primero Kant argumenta que no se puede establecer una


separación entre moral y política, la moral no debe subordinarse a la política, y la
consecución de objetivos políticos no debe sacrificar imperativos morales. Según
Kant, el cálculo político puede ser errado, mientras que la razón siempre discierne
perfectamente lo que es correcto moralmente. Kant critica la filosofía política
moderna –inaugurada por Maquiavelo- que, frente a la filosofía política clásica,
establece una separación entre moral y política. Kant contrapone la figura del
“político moral” que considera que la acción política es compatible con la moral,
con la del “moralista político” que establece una moral ad hoc para justificar su
acción política. El político, en opinión de Kant, debe guiarse por la moral que debe
estar convenientemente contenida en las leyes que el político debe cumplir.

Ni siquiera el noble objetivo de la paz perpetua debe intentar conseguirse por


medios políticos alejados de la moral. Al contrario, si se actúa según del ideal de la
razón práctica, la paz perpetua llegará por si sola. Por consiguiente, cada Estado,
internamente debe conducirse por principios morales, y los Estados en sus
relaciones mutuas también deben hacerlo.

En el segundo apéndice, Kant afirma que una manera de comprobar la armonía


entre política y moral es la publicidad del derecho. Una máxima que no puede
hacerse pública es porque encierra una amenaza oculta al derecho de los demás.
Kant pone varios ejemplos de esta situación en el ámbito de las relaciones
internacionales, en los que al aplicar la publicidad a diferentes leyes, se observa
cómo, en ellas, la política no concuerda con la moral.

Para Kant, en las relaciones internacionales, moral y política solamente pueden


concordar en una unión federativa entre Estados que tenga como fin la evitación
de la guerra

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