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En tres ensayos sobre el concepto de verdad, el estadounidense Richard

Rorty y el alemán Jürgen Habermas — dos de los más influyentes filóso­


fos contemporáneos— discurren sobre sus alcances, su historia y su re­
levancia en el desarrollo de las sociedades democráticas. Rorty, con una
prosa clara y pródiga en ejemplos extraídos de la vida cotidiana y del pa­
sado reciente, sostiene que no es necesario pretender que ciertos argu­
mentos son universales o verdaderos; para él, basta con decir que son
justificables dentro de una comunidad comunicativa. Habermas replica
con enjundia, analizando el giro pragmático encarnado por Rorty y reivin­
dicando el momento de incondicionalidad, esto es, la afirmación de la
validez universal de ciertos enunciados, con independencia del contexto.
En el tercer ensayo, Rorty retoma y desmonta en detalle las objeciones
de su oponente.

R ichard R om (1931-2007) ha sido una de las figuras más relevantes de


la filosofía mundial. Continuador de la tradición pragmatista de James y De-
wey, ha dialogado con las grandes corrientes filosóficas contemporá­
neas, desde la filosofía analítica hasta la Teoría Crítica, y con sus grandes
autores, desde Heidegger hasta Rawls. De sus numerosas publicaciones
podemos destacar Consecuencias del pragmatismo, Contingencia, ironía
y solidaridad / Objetividad, relativismo y verdad.
J ürgen Haberm as (1929), profesor en la Universidad de Francfort y direc­
tor en el Instituto Max Planck, es uno de los principales representantes de
la Teoría Crítica. Obtuvo en 2001 el Premio de la Paz que conceden los
libreros alemanes, y en 2003, el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias
Sociales. Entre sus obras podemos mencionar Historia y crítica de la opi­
nión pública, Escritos sobre moralidad y eticidad y Entre naturalismo y
religión.

Amorrortu/editores Amorrortii/editores
Sobre la verdad:
¿validez universal o justificación?
Sobre la verdad:
¿validez universal
o justificación?
Richard Rorty/Jürgen Habermas

Amorrortu editores
Buenos Aires - Madrid
Biblioteca de filosofía
Universality and Truth, Richard Rorty índice general
Richard Rorty’s Pragmatic Turn, Jürgen Habermas
Response to Habermas, Richard Rorty
© Blackwell Publishing Ltd., 2000
Traducción: Patricia Willson

© Derechos de la edición en castellano reservados por


Amorrortu editores S.A., Paraguay 1225, T piso - C1057AAS Bue­
nos Aires
Amorrortu editores España S.L., C/San Andrés, 28 - 28004 Madrid
www.amorrortueditores.com 9 1. Universalidad y verdad
La reproducción total o parcial de este libro en forma idéntica o mo­ Richard Rorty
dificada por cualquier medio mecánico, electrónico o informático,
incluyendo fotocopia, grabación, digitalización o cualquier sistema 9 I. ¿Es relevante el tema de la verdad para
de almacenamiento y recuperación de información, no autorizada
por los editores, viola derechos reservados. la política democrática?
13 II. Habermas y la razón comunicativa
Queda hecho el depósito que previene la ley n° 11.723
19 III. Verdad y justificación
Industria argentina. Made in Argentina
24 IV. «Validez universal» y «trascendencia
ISBN 978-950-518-375-3 del contexto»
ISBN 0-631-20982-4, Malden, Massachusetts, edición original
34 V. Independencia del contexto sin
convergencia: la perspectiva de Albrecht
Wellmer
Rorty, Richard 41 VI. ¿Deben los pragmatistas ser
Sobre la verdad: ¿validez universal o justificación? /
relativistas?
Richard Rorty/Jürgen Habermas - Ia ed. - Buenos Aires :
Amorrortu, 2007. 49 VII. ¿Los presupuestos universalistas
168 p . ; 20x12 cm. - (Biblioteca de filosofía) unifican la razón?
Traducción de: Patricia Willson 58 VIII. ¿Comunicar o educar?
74 IX. ¿Necesitamos una teoría de la
ISBN 978-950-518-375-3
racionalidad?
1. Filosofía. I. Habermas, Jürgen. II. Willson, Patricia, trad.
III. Título
CDD 100
81 2. E l giro pragmático de Richard Rorty
Jürgen Habermas
Impreso en los Talleres Gráficos Color Efe, Paso 192, Avellaneda,
provincia de Buenos Aires, en octubre de 2007. 84 Un antiplatonismo platónicamente
motivado
Tirada de esta edición: 2.000 ejemplares.
89 El giro pragmático

7
95
El contextualismo y el escepticismo como 1. Universalidad y verdad1
problemas específicos de paradigmas
particulares Richard Rorty
104 Verdad y justificación
112 La concepción semántica de la verdad
y la perspectiva pragmática
119 La concepción epistémica de la verdad
en una perspectiva pragmática
127 La concepción pragmática de la verdad I. ¿Es relevante el tem a de la verdad
135 La naturalización de la razón lingüistizada
para la política democrática?

143 3. Respuesta a Jürgen H aberm as


La pregunta sobre la existencia de creencias o
Richard Rorty
deseos comunes a todos los seres humanos tiene
poco interés, excepto desde la perspectiva de una
comunidad humana utópica, inclusivista, que se
jacte de las diferentes clases de personas que aco­
ge, y no de la firmeza con que mantiene afuera a
los extraños. La mayoría de las comunidades hu­
manas son exclusivistas; su sentido de la identi­
dad y las autoimágenes de sus miembros depen­
den del orgullo de no ser verdaderos otros tipos de
personas: personas que adoran a un dios equivoca­
do, comen comidas equivocadas o tienen algunas

1 Este ensayo fue preparado para presentarlo en un coloquio


que tuvo lugar en Cerisy-la-Salle en 1993; una versión revisa­
da fue leída en la Universidad de Girona en 1996. Una versión
resumida se publicó en francés con el título «Les assertions
expriment-elles une prétention á une validité universelle?»,
en La Modernité en Question: de Richard Rorty á Jürgen Ha-
bermas, ed. Frangoise Gaillard, Jacques Poulain y Richard
Shusterman, París: Éditions du Cerf, 1993. Otra versión, tam­
bién resumida, apareció como «Sind Aussagen universelle Gelt-
ungsansprüche?», en Deutsche Zeitschrift für Philosophie, vol.
42, n° 6 (1994), págs. 975-88. Esta es [la traducción castellana
de] la primera publicación en inglés de la versión completa.

8 9
otras perversas y repelentes creencias o deseos. filósofos acostumbran explicar el uso que hacen de
, Los filósofos no se preocuparían por tratar de mos­ la palabra ‘razón’ enumerando esas tres premisas
trar que ciertas creencias y deseos se encuentran como «constitutivas de la idea misma de racionali­
en todas las sociedades, o que están implícitos en dad». A los colegas que tienen dudas sobre alguna
algunas prácticas humanas imposibles de eliminar, de ellas los consideran ‘irracionalistas’. El grado
a menos que esperaran mostrar que la existencia de irracionalidad atribuido depende de cuántas de
de esas creencias es una prueba de la posibilidad o esas premisas el(la) desacreditado(a) filósofo(a)
de la obligación de construir una comunidad pla­ niegue, y también de cuánto interés muestre por
netaria inclusivista] En este ensayo usaré la expre­ la política democrática.2
sión «política democrática» para referirme al in­ En este ensayo consideraré la posibilidad de de­
tento de plantear la existencia de tal comunidad. fender la política democrática al tiempo que se nie­
Uno de los deseos que los filósofos interesados gan las tres premisas enumeradas. Sostendré que
en la política democrática consideran universal es lo que los filósofos han descripto como el deseo uni­
el deseo de verdad. En el pasado, esos filósofos versal de verdad puede describirse mejor como el
unieron la afirmación de que hay un acuerdo hu­ deseo universal de justificación.3 La premisa bási-
mano universal sobre la suprema deseabilidad de
2 N ietzsch e es el irra cion a lista para d igm ático, porqu e no
la verdad con otras dos premisas: que la verdad es
mostró interés alguno por la dem ocracia y porque resistió vi­
correspondencia con la realidad y que la realidad g orosam en te la s tres prem isas. Ja m es es con sid erad o m ás
tiene una naturaleza intrínseca (que hay, en tér­ confuso que vicioso, porque, aunque estaba com prom etido con
minos de Nelson Goodman, una Manera de Ser la dem ocracia, no estaba dispuesto a afirm ar dos de las pre­
del Mundo). Dadas estas tres premisas, proceden misas: adm itía que todos los seres hum anos desean la verdad,
pero pen saba que la afirm ación de que la verdad es correspon­
a argumentar que la Verdad es Una, y que el inte­
dencia con la realidad es ininteligible, y acarició la idea de que,
rés humano universal por la verdad proporciona dado que la realid ad es m aleable, la s verda des son M uchas.
un motivo para crear una comunidad inclusivista. H aberm as se enfrenta firm em ente a esta idea, aun cuando co­
Cuanto más descubramos esa verdad, más bases incide con Jam es en que tenem os que abandonar la teoría de
comunes compartiremos y, por ende, más toleran­ la verdad com o correspondencia. A sí pues, H aberm as es con­
denado por irracionalista sólo por los reaccionarios que afir­
tes e inclusivistas seremos. Se dice que el surgi­
man que las dudas sobre la verdad com o correspondencia son
miento de sociedades relativamente democráticas dudas sobre la existencia o, al m enos, la unidad de la Verdad.
y tolerantes en los siglos recientes se debe a la ma­ Los filósofos stra u ssian os y a n alíticos com o Searle afirm an
yor racionalidad de los tiempos modernos, donde que se n ecesitan las tres prem isas: abandonar alguna de ellas
‘racionalidad’ denota el empleo de una facultad in­ es situ am os en una pendiente resbaladiza, arriesgam os a ter­
nata orientada a la verdad. \ m inar coincidiendo con N ietzsche.
3 Los lectores de m i artículo «Solidarity or Objectivity?» re­
Se suele decir que las tres premisas que he enu­ conocerán esta línea de argum entos com o una variante de mi
merado son «racionalmente necesarias». Pero esta a firm ación p revia de qu e n ecesita m os reform u la r n uestras
afirmación es habitualmente tautológica, pues los am biciones in telectu ales en térm inos de relaciones con otros

10 11
I

ca de mi argumento es que no se puede apuntar a conocido o para convertirse en una meta. La justi­
algo, no se puede obrar para conseguirlo, a menos ficación es meramente bella, pero es reconocible y,
que se lo reconozca una vez que se lo ha consegui­ por tanto, es posible bregar por ella de manera sis­
do. Una de las diferencias entre verdad y justifica­ temática. Aveces, con suerte, la justificación se lo­
ción es la que existe entre lo no reconocible y lo re­ gra, aunque ese logro suele ser apenas tempora­
conocible. Nunca sabremos con seguridad si una rio, pues tarde o temprano se desarrollarán nue­
creencia dada es verdadera, pero podemos estar vas objeciones a las creencias temporariamente
seguros de que nadie es actualmente capaz de in­ justificadas. Tal como veo las cosas, el ansia de in-
vocar objeciones residuales, de que todos coinciden condicionalidad — ansia que lleva a los filósofos a
en que merece ser sostenida. insistir en que necesitamos evitar el «contextualis-
Desde luego, está lo que los lacanianos llaman mo» y el «relativismo»— se satisface, por cierto,
objetos del deseo imposibles, indefinibles, subli­ con la noción de verdad. Sin embargo, esa ansia no
mes. Empero, el deseo por un objeto semejante no es saludable, porque el precio de la incondicionali-
puede ser relevante para la política democrática.4 dad es la irrelevancia para la práctica. De modo
En mi opinión, la verdad es un objeto de este tipo. que pienso que el tema de la verdad no puede ser
Es demasiado sublime, por así decirlo, para ser re­ relevante para la política democrática, y que los fi­
lósofos dedicados a esta política deberían atenerse
al tema de la justificación.
seres hum anos, más que en térm inos de relación con la reali­
dad no hum ana. Com o diré m ás adelante, se trata de una afir­
m ación con la cual A pel y H aberm as tienden a estar de acuer­
do, aunque piensan que m i cam ino para llevar a cabo este pro­
yecto llega dem asiado lejos. II. H aberm as y la razón comunicativa
4 La im portancia de lo sublim e p ara lo político es, desde lu e­
go, una cuestión en disputa entre lacanianos com o Z izek y sus
oponentes. Tom aría m ás que una nota estudiar sus argum en­
Con el fin de ubicar mi perspectiva dentro del
tos. Traté de ofrecer un fundam ento prelim inar para m i afir­ contexto de las controversias filosóficas contempo­
m ación sobre la irrelevancia en las págin as de Contingency, ráneas, empezaré con algunos comentarios sobre
Irony and Solidarity, donde analizo la diferencia entre la bú s­ Habermas. Habermas traza su célebre distinción
queda privada de lo sublim e y la búsqueda pública de una re­
entre razón centrada en el sujeto y razón comuni­
conciliación bella de intereses en conflicto. E n el presente con­
texto, quizá sea suficiente señalar que coincido con H aberm as
cativa en relación con su intento de separar lo que
en que la exaltación que hace F oucault de u na especie de reino es útil para la política democrática — según la no­
‘sublim e’, in expresable, im posible — que, de algún m odo, no ción filosófica tradicional de racionalidad— de lo
estuviera constituida por el poder— , le vuelve im posible reco­ que es inútil. Creo que incurre en un error táctico
nocer los logros de los reform adores liberales y, por ende, enca­
cuando trata de preservar la noción de incondicio-
rar una reflexión política seria sobre las posibilidades de las
dem ocracias con Estado de bienestar (véase The Philosophical
nalidad. Aunque pienso que Habermas está total­
Discourse ofModernity, págs. 290-1). mente en lo cierto cuando afirma que es preciso

12 13
socializar y lingüistizar la noción de ‘razón’ median­ tras propias prácticas sociales en la definición de
te una perspectiva comunicativa,5 también conside­ algo universal e inevitable, porque es presupuesto
ro que debemos ir más lejos: es preciso naturalizar por prácticas de todos y cada uno de los usuarios
la razón abandonando su afirmación de que «los del lenguaje. Sería más franco y, por tanto, mejor
procesos fácticos de entendimiento mutuo llevan decir que la política democrática no puede apelar a
inscripto un momento de incondicionalidad».e esos presupuestos más de lo que puede hacerlo la
Habermas, como Putnam, cree que «la razón no política antidemocrática, pero no por ello es peor.
puede ser naturalizada».7 Ambos filósofos piensan Habermas está de acuerdo con la crítica que los
que es importante insistir en este punto con el fin posnietzscheanos han hecho del ‘logocentrismo’,
de evitar el ‘relativismo’, el cual, para ellos, pone la y específicamente con su negación de que «la fun­
política democrática en el mismo nivel de la políti­ ción lingüística que representa los estados de co­
ca totalitaria. Los dos consideran que es importan­ sas constituye un monopolio humano».8 Yo tam­
te decir que el primer tipo de política es más racio­ bién estoy de acuerdo, pero extendería esa crítica
nal que el segundo. No pienso que debamos decir­ del siguiente modo: sólo una atención exagerada a
lo, porque no creo que la noción de ‘racionalidad’ la enunciación de los hechos haría que uno pensa­
pueda ser ampliada hasta tal punto. ra que hubo una meta de la indagación llamada
En cambio, deberíamos admitir que no tene­
mos un fundamento neutral en el cual basamos
8 P h ilosoph ical D iscourse, pág. 311. En la pág. 312, Haber-
cuando defendemos esa política contra sus opo­ m as afirm a qu e la m a yor parte de la filosofía del lenguaje,
nentes. Si no lo admitimos, creo que podríamos fuera de la tradición de los «actos de habla» de A ustin-Searle, y
con justicia ser acusados de contrabandear nues­ en particu lar la «sem ántica de las condiciones de verdad» de
D onald D avidson , en carn a la típicam en te logocén trica «fija­
5 Si se lingüistiza la razón, diciendo, com o Sellars y D avid- ción en la función representativa de los hechos del lenguaje».
son, que no hay creencias ni deseos no lingüísticos, inm ediata­ P ien so qu e h ay u n a im p ortan te corrien te en la filosofía del
m ente se la socializa. Sellars y D avidson acordarían de buen lenguaje recien te que no m erece tal acusación, y que los tra­
grado con H aberm as en que «[N]o existe una razón pura que bajos posteriores de D avidson son un buen ejem plo de libertad
sólo a posteriori vistiera trajes lingüísticos. La razón, por su respecto de esa fijación. V éase, por ejem plo, la doctrina de D a­
propia naturaleza, está encarnada tanto en los plexos de ac­ vidson sobre la ‘triangulación’ en su «The Structure and Con­
ción com u nicativa com o en las estru ctu ras del m u n do de la ten í o f T ruth», doctrin a que contribuye a explicar por qué la
vida» (Philosophical D iscourse on M odernity, pág. 322). enunciación de los hechos y la com unicación no pueden ser se­
6 Philosophical D iscourse on M odernity, págs. 322-3. paradas. A nalizo esta doctrina m ás adelante. (En mi opinión,
7 Repliqué a la crítica de P utnam sobre m i perspectiva (en aceptar la hipótesis de D avidson vuelve innecesario postular
su ensayo de 1983 titu lado «W hy R eason C an ’t be N aturali- lo que H ab erm as llam a «‘m u n d os’ an álogos al m undo de los
zed») en m i «Solidarity or O bjectivity» (reeditado en Objectiv- hechos ( . . . ) para las relaciones interpersonales legítim am en­
ity, R elativism an d Truth). R epliqu é a u lteriores críticas de te regu lad as y para las experiencias su bjetivas que h ay que
Putnam (en su R ealism with a H um an F ace) en «Putnam and atribuir a cada h ablante» (ibid., pág. 313). Pero este desacuer­
the Relativist M enace», Journal o f Philosophy, septiem bre de do es un problem a lateral que no necesita m ayor exploración
1993. en el presen te contexto.)

14 15
«verdad», además de la justificación. De manera tad de poder que se encamó en los nazis. Me gus­
más general, sólo una atención exagerada a la taría volverla atractiva llamándola ‘norteameri­
enunciación de los hechos haría que uno pensara cana’ e interpretándola como la idea común de
que la pretensión de validez universal es impor­ Emerson y Whitman, la idea de una nueva comu­
tante para la política democrática. Aún más gene­ nidad autocreada, unida no por el conocimiento de
ralmente, abandonar la idea logocéntrica de que el las mismas verdades, sino por compartir las mis­
conocimiento es una capacidad distintivamente mas generosas, inclusivistas, democráticas espe­
humana daría lugar a la idea de que la ciudadanía ranzas. La idea de autocreación comunal, de reali­
democrática se adecúa más a ese rol. Esta última zación de un sueño que no halla justificación en
es aquello por lo cual los seres humanos debemos pretensiones no condicionadas de validez univer­
estar más orgullosos y aquello que debemos poner sal, les suena sospechosa a Habermas y Apel, por­
en el centro de nuestra autoimagen. que la asocian naturalmente con Hitler. Les suena
Tal como veo las cosas, el intento de Habermas mejor a los norteamericanos, pues la asocian natu­
de redefinir ‘razón’ después de decidir que «el pa­ ralmente con Jefferson, Whitman y Dewey.11 La
radigma de la filosofía de la conciencia está agota­
do»9 — su intento de describir la razón como ‘comu­ 11 C onsidérese la crítica de H aberm as a Castoriadis: «no se
ve cóm o este dem iúrgico pon er en obra verdades históricas po­
nicativa’ por entero— es insuficientemente radi­
dría tran sform arse en el proyecto revolucionario propio de la
cal. Es una solución de compromiso entre pensar praxis de individuos autónom os, que actúan conscientem ente y
en términos de pretensiones de validez y pensar se realizan a sí m ism os» (Philosophical Discourse, pág. 318). La
en términos de prácticas justificatorias. Se queda historia de E stados U nidos de A m érica m uestra de qué modo
a mitad de camino entre la idea griega de que los puede lograrse esa transform ación. Apel y Haberm as tienden a
pensar que la Revolución Norteam ericana está firmem ente ba­
seres humanos son especiales porque pueden co­
sada en la clase de principios que pretenden validez universal,
nocer (mientras que los demás animales sólo pue­ que ellos aprueban y que Jefferson enum eró en la Declaración
den arreglárselas) y la idea de Dewey de que so­ de la In depen den cia (véase A pel, «Zu rück zur N orm alitát?»,
mos especiales porque podemos hacemos cargo de en Z erstóru n g d es m oralischen Selbstbew usstseins, pág. 117).
nuestra propia evolución, llevamos en direcciones Aceptaría que los Padres Fundadores fueron la clase de dem iur­
gos que C astoriadis tien e en m en te cuando habla de «la ins­
que ni en biología ni en historia tienen preceden­
titución del im aginario social». Lo que ahora pensam os como «el
tes ni justificación.10 pueblo norteam ericano», una com unidad de «individuos que ac­
Esta última idea puede llegar a sonar poco túan conscientem ente, autónom os, que se autorrealizan» consa­
atractiva si se la llama «nietzscheana» y se la in­ grados a esos principios, fue apareciendo gradualm ente (muy
terpreta como una forma de la despiadada volun­ gradualm ente; pregúntese si no a los afroam ericanos) durante
el proceso de cum plim iento de lo que im aginaron los Fundado­
9 Philosophical D iscourse, pág. 296. res. A sí, cuando H aberm as critica a Castoriadis por no recono­
10 Tal com o lo interpreto, D ew ey sim patizaría con el énfasis cer «ninguna razón para revolucionar la sociedad reificada, ex­
de Castoriadis en la im aginación, m ás que en la razón, com o cepto la resolu ción existencialista ‘porque qu erem os’», y pre­
motor del progreso moral. gunta «quién pu ede ser ese ‘nosotros’ de la voluntad radical»,

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moraleja que se debe extraer es, a mi juicio, que parezca deseable. Si se considera que esa descrip­
esta sugerencia es neutral entre Hitler y Jefferson. ción es mera ‘retórica’ y no un ‘argumento’, agre­
Si se pretenden principios neutrales a partir de garía que no es más retórica que el intento de mis
los cuales decidir entre Hitler y Jefferson, habrá oponentes de describir el discurso y la comunica­
que encontrar un modo de reemplazar las ocasio­ ción en términos que hacen que la democracia pa­
nales referencias de Jefferson a la ley natural y a rezca vinculada con la naturaleza intrínseca de la
verdades políticas autoevidentes por una versión humanidad.
más actualizada del racionalismo iluminista. Es­
te es el papel que Apel y Habermas le atribuyen a
la «ética del discurso». Únicamente si se ha aban­
donado la esperanza de tal neutralidad parecerá III. Verdad y justificación
atractiva la alternativa que sugerí. El abandono
de esa esperanza, a mi entender, debe decidírselo Hay muchos usos de la palabra Verdad’, pero el
— al menos en parte— evaluando el argumento de único que no puede ser eliminado de nuestra prác­
la autocontradicción performativa que está en el tica lingüística con relativa facilidad es el uso pre­
corazón de esa ética. cautorio.12 Es el uso que hacemos de la palabra
A mi entender, el argumento es débil y no con­ cuando contrastamos justificación y verdad y de­
vincente, pero no tengo sustitutos para ofrecer. Así cimos que una creencia puede estar justificada pe­
pues, me inclino a rechazar tanto la ética del dis­ ro no ser verdadera. Fuera de la filosofía, se recu­
curso como la idea misma de principios neutrales, rre a este uso precautorio para contrastar públicos
y a preguntarme qué podrían hacer los filósofos menos informados y públicos más informados, pú­
por la política democrática, aparte de tratar de blicos del pasado y públicos del futuro. En contex­
fundamentarla en principios. Mi respuesta es: tos no filosóficos, el fin de contrastar verdad y jus­
pueden bregar por el reemplazo del conocimiento tificación es, simplemente, recordarse a uno mis­
por la esperanza, por la idea de que lo importante mo que puede haber objeciones (que surjan de da­
para el ser humano es la capacidad de convertirse tos recientemente descubiertos, o de hipótesis ex­
en ciudadanos de la democracia plena que aún es­ plicativas más ingeniosas, o de un cambio en el vo­
tá por advenir, en lugar de la capacidad para cap­ cabulario empleado para describir los objetos en
tar la verdad. No es una cuestión de Letztbegründ- cuestión) que no se le han ocurrido a nadie toda­
ung, sino de volver a describir la humanidad y la vía. Hacemos esta especie de gesto hacia un futuro
historia en términos que hagan que la democracia
12 V éanse, acerca de este punto, las páginas iniciales de mi
«Pragm atism , D avidson and Truth», en Objectivity, Relativism
pienso que sería ju sto responder que, en 1776, el ‘nosotros’ re­ and Truth. Lo que allí llam o los usos ‘com o aval’ y ‘desentreco-
levante no era el pueblo norteam ericano, sino Jefferson y algu­ m illa dor’ de lo ‘verdadero’ pu ede ser fácilm ente parafraseado
nos de sus am igos, tan im aginativos com o él. en térm inos que no incluyan ‘verdadero’.

18 19
impredecible cuando, por ejemplo, decimos que dad? Esta pretensión implica una ambigüedad en­
nuestras creencias morales y científicas de la ac­ tre la afirmación de que todos ellos desean justifi­
tualidad pueden parecerles tan primitivas a nues­ car sus creencias ante otros, aunque no necesaria­
tros descendientes remotos como las de los anti­ mente ante todos los demás seres humanos, y la
guos griegos nos parecen a nosotros. afirmación de que todos quieren que sus creencias
Mi premisa básica — solamente es posible tra­ sean verdaderas. La primera afirmación es inobje­
bajar por lo que se puede reconocer— es un corola­ table y la segunda dudosa, pues la única interpre­
rio del principio de James de que una diferencia tación alternativa que los pragmatistas podemos
debe entrañar diferencia en la práctica antes de dar a la segunda afirmación es que a todos los se­
que valga la pena discutirla. La única distinción res humanos les preocupa el peligro de que algún
entre verdad y justificación que establece tal dife­ día aparezca un público ante el cual alguna de sus
rencia es, en mi perspectiva, la distinción entre creencias justificadas en la actualidad no pueda
público antiguo y público nuevo. Así pues, tomo la justificarse.
apropiada actitud pragmatista hacia la verdad po­ Sin embargo, en primer lugar, el mero falibilis-
tencial: ya no es necesario tener una teoría filosófi­ mo no es lo que quieren los filósofos que esperan
ca sobre la naturaleza de la verdad, o el sentido de hacer que la noción de verdad sea relevante para
la palabra ‘verdad’, como tener una acerca de la la política democrática. En segundo lugar, tal fali-
naturaleza del peligro, o el sentido de la palabra bilismo no es, de hecho, una característica de todos
‘peligro’. La razón principal por la que tenemos en los seres humanos. Predomina mucho más entre
la lengua una palabra como ‘peligro’ es alertar a los habitantes de las sociedades ricas, seguras, to­
las personas, prevenirlas de que quizá no han con­ lerantes e inclusivistas que en otros medios. Se
siderado todas las consecuencias de la acción que trata de personas educadas para pensar que pue­
se proponen. Nosotros, los pragmatistas, pensa­ den estar equivocadas: que hay quienes pueden
mos que las creencias son hábitos de acción, en lu­ estar en desacuerdo con ellas, y cuyos desacuerdos
gar de intentos de correspondencia con la reali­ necesitan ser tomados en cuenta. Si se favorece la
dad, y vemos el uso precautorio de la palabra Ver­ política democrática, se querrá, desde luego, alen­
dadero’ como marca de una clase especial de peli­ tar el falibilismo. Pero hay otros caminos para ha­
gro. La usamos para recordamos que puede haber cerlo, además de insistir en la diferencia entre el
personas que en diferentes circunstancias — frente carácter condicionado de la justificación y el carác­
a públicos futuros— no sean capaces de justificar ter incondicionado de la verdad. Por ejemplo, se
la creencia que hemos justificado triunfalmente puede insistir en el triste hecho de que muchas co­
ante todos los públicos que hemos encontrado. munidades del pasado traicionaron sus propios in­
Dada esta visión pragmatista de la distinción tereses porque estaban demasiado seguras de sí
verdad-justificación, ¿qué sucede con la preten­ mismas, y no pudieron atender a las objeciones
sión de que todos los seres humanos desean la ver­ planteadas por los de afuera.

20 21
Además, deberíamos distinguir entre falibilis- error por la descripción de las creencias como in­
mo y escepticismo filosófico. El falibilismo no tiene tentos de representar la realidad, y por la idea aso­
nada en particular que ver con la búsqueda de uni­ ciada de que la verdad es una cuestión de corres­
versalidad e incondicionalidad; el escepticismo, sí. pondencia con la realidad. Así pues, somos cohe­
Generalmente, no se entrará a la filosofía a menos rentistas.13 Pero los coherentistas estamos divi­
que se esté impresionado por la clase de escepticis­ didos en cuanto a qué es lo que se necesita decir so­
mo que se encuentra en las Meditaciones de Des­ bre la verdad, si es que hace falta decir algo. Pien­
cartes, la clase de escepticismo que dice que la me­ so que, una vez que se ha explicado la distinción
ra posibilidad de error acaba con toda pretensión entre justificación y verdad, y, por ende, entre jus-
de conocimiento. No muchas personas hallan in­ tificabilidad presente y futura, queda poco más
teresante esta clase de escepticismo, pero aquellas para decir. Mis colegas coherentistas —Apel, Ha-
que lo hacen se preguntan: ¿Hay algún modo de bermas y Putnam— consideran, como Peirce, que
aseguramos contra las creencias que pueden ser in­ hay mucho más para decir, y que decirlo es impor­
justificables para algún futuro público? ¿Hay algún tante para la política democrática.14
modo de asegurarnos de que tenemos creencias
justificables para todos y cada uno de los públicos? 13 Ser coherentista en este sentido no significa necesaria­
La pequeña minoría que encuentra interesan­ mente tener una teoría de la coherencia de la verdad. El repu­
dio de Davidson a esta etiqueta para su enfoque —etiqueta
tes estas preguntas está casi enteramente consti­
que él previamente había aceptado— es corolario de su afir­
tuida por profesores, y se divide en tres grupos. mación de que no puede haber definición del término «verda-
dero-en-L» para L variable. La visión actual de Davidson, con
1. Los escépticos como Stroud dicen que el ar­ la que acuerdo, es que «[N]o deberíamos decir que la verdad es
gumento cartesiano del sueño es irrefutable; para correspondencia, coherencia, asertibilidad garantizada, aser-
los escépticos, siempre hay un público —el futuro tibilidad idealmente justificada, lo que es aceptado en la con­
yo que ha despertado del sueño— que no quedará versación de la gente correcta, lo que la ciencia terminará por
satisfecho con ninguna justificación ofrecida por sostener, lo que explica la convergencia en teorías únicas en
ciencias, o el éxito de nuestras creencias comunes. En la medi­
nuestro yo presente y posiblemente soñador. da en que el realismo y el antirrealismo dependen de uno u
2. Los fundacionalistas como Chisholm dicen otro de estos enfoques de la verdad, tendríamos que negarnos
que, aunque ahora estemos soñando, no podemos a suscribir alguno» («The Structure and Content of Truth»,
estar equivocados respecto de ciertas creencias. Journal o f Philosophy, vol. 87, 1990, pág. 309).
3. Los coherentistas como Sellars dicen que «to­ 14 También Davidson piensa que hay más para decir, pero la
clase de cosas que él quiere decir es, tal como lo veo, irrele­
das nuestras creencias están disponibles, pero no vante para la política. En lo que sigue me inspiro en Davidson,
todas al mismo tiempo». pero postergo el análisis de la afirmación de la pág. 326 de
«The Structure and Content of Truth» acerca de que «la base
Los pragmatistas, influidos por las críticas de conceptual del entendimiento es una teoría de la verdad», en
Peirce a Descartes, pensamos que tanto los escép­ el sentido de una «teoría de la verdad» según la cual hay una
ticos como los fundacionalistas fueron inducidos al para cada lenguaje. Esta afirmación me parece distinta de la

22 23
en los presupuestos del discurso. Todos concuer-
IV. «Validez universal» y «trascendencia
dan en que el motivo principal por el que la razón
del contexto» no puede ser naturalizada es que la razón es nor­
mativa y las normas no pueden naturalizarse. Sin
Putnam, Apel y Habermas toman de Peirce embargo, dicen, podemos dar cabida a la normati­
una idea que rechazo: la idea de convergencia en va sin volver a la idea tradicional de una función
la Verdad Única.15 En lugar de sostener esta idea de correspondencia con la naturaleza intrínseca
porque la realidad es Una, y la verdad se corres­ de la Realidad Unica. Lo hacemos atendiendo al
ponde con esa Realidad Unica, los peirceanos sos­ carácter universalista de los presupuestos ideali­
tienen que la idea de convergencia está contenida zantes del discurso. Esta estrategia tiene la venta­
ja de dejar a un lado las cuestiones metaéticas so­
que cito más adelante, acerca de que «la fuente última, tanto bre la existencia de una realidad moral a la cual
de la objetividad como de la comunicación», es lo que Davidson nuestros juicios morales podrían aspirar a corres­
llama ‘triangulación’. No estoy seguro de si hay un motivo, ponder, como nuestra ciencia física supuestamen­
aparte del respeto por la memoria de Tarski, para que una teo­ te corresponde a la realidad física.16
ría que codifica los resultados de esa triangulación deba ser Habermas dice que toda pretensión de validez
descripta como una teoría de la verdad, en lugar de la conduc­
ta de cierto grupo de seres humanos. tiene «un momento trascendente de validez uni­
15 Putnam ha repudiado algunas veces esta tesis de la con­ versal [que] hace estallar todo provincianismo»,
vergencia (véase Realism with a Human Face, pág. 171, sobre además de su rol estratégico en determinada dis­
Bemard Williams), pero (conforme lo sostengo en mi «Putnam cusión vinculada al contexto. Tal como lo veo, la
and the Relativist Menace») no creo que pueda conciliar este
única verdad en esta idea es que muchas preten­
repudio con su noción de «asertibilidad ideal». Tal como lo veo,
el único sentido en el cual la Verdad es Unica es que, si el pro­
siones de validez provienen de personas que esta­
ceso de desarrollo de nuevas teorías y nuevos vocabularios rían dispuestas a defender sus afirmaciones ante
está obstruido, y hay un acuerdo sobre los objetivos que una un público diferente de aquel al que se están diri­
creencia debe cumplir —esto es, sobre las necesidades que de­ giendo actualmente. (Desde luego, no todas las
ben satisfacer las acciones dictadas por esa creencia— , enton­ aserciones son de este tipo; los abogados, por ejem­
ces se desarrollará un consenso acerca de qué candidato de
una lista finita debe ser adoptado. Esta generalización socioló­
plo, son conscientes de que adaptan sus afirmacio­
gica, que está sujeta a numerosas y obvias restricciones, no de­ nes para adecuarse al contexto típico de una juris­
be ser confundida con un principio metafísico. El problema con prudencia en extremo local.) Pero la disposición a
la idea de convergencia al final de la indagación, de acuerdo tomar en consideración públicos nuevos y no fami-
con lo que han señalado muchos críticos (especialmente Mi-
chael Williams), radica en que resulta difícil imaginar una
16 «La razón comunicativa se extiende en todo el espectro de
época en la cual sería deseable dejar de desarrollar nuevas
pretensiones de validez: las pretensiones de verdad proposi-
teorías y nuevos vocabularios. Según ha observado Davidson,
cional, sinceridad y corrección normativa» (Habermas, Be-
el argumento de la «falacia naturalista» de Putnam se aplica
tween Facts and Norms, Cambridge, Mass.: MIT Press, 1996,
tanto a su teoría de la «aceptabilidad ideal» como a cualquier
pág. 5).
otra teoría de la verdad.

24 25
liares es una cosa, y hacer estallar el provincianis­ un análogo que puede parecer más relevante en la
mo es otra. práctica. Este análogo es lo que él llama «la ten­
La doctrina de Habermas sobre un «momento sión entre la facticidad y la validez». Habermas
trascendente» me parece que reúne una loable dis­ considera que esta tensión es un problema filosófi­
posición a intentar algo nuevo y una fanfarronada. co central, y dice que es responsable de muchas de
Decir: «Trataré de defender esto contra todos» es a las dificultades que se presentan al teorizar la po­
menudo, dependiendo de las circunstancias, una lítica democrática.17 Piensa que un rasgo distin­
actitud loable. Empero, decir: «Puedo defender con tivo y valioso de su teoría de la acción comunica­
éxito esto contra todos» es tonto. Tal vez podamos, tiva es que «ya absorbe la tensión entre facticidad
pero no estaremos en posición de pretenderlo más y validez en sus conceptos fundamentales».18 Lo
de lo que el campeón de pueblo puede pretender hace al distinguir entre el uso ‘estratégico’ del dis­
que le ganará al campeón mundial. La única clase curso y el «uso del lenguaje orientado a alcanzar el
de situación donde estaríamos en posición de decir entendimiento».19 Esta última distinción puede
lo segundo es aquella en que las reglas del juego ar­ parecer la que estamos buscando: aquella que nos
gumentativo están acordadas de antemano —co­ permite interpretar la distinción entre dependen­
mo en la matemática ‘normal’ (opuesta a la ‘revo­ cia del contexto y universalidad de una manera
lucionaria’), por ejemplo— . Pero en la mayoría de que tenga consecuencias en la práctica.
los casos, incluyendo las afirmaciones morales y Tal como veo las cosas, sin embargo, la distin­
políticas en las que Habermas está tan interesado, ción entre el uso estratégico y el uso no estratégico
no hay tales reglas. La noción de dependencia del del lenguaje es apenas la distinción entre los casos
contexto tiene un claro sentido en los casos men­ en los cuales lo único que nos importa es convencer
cionados —en los tribunales provinciales y en los a los demás y aquellos en los cuales esperamos
juegos de lenguaje, como la matemática normal, aprender algo. En este último conjunto de casos,
que están regulados por convenciones claras y ex­ estamos dispuestos a deponer nuestras opiniones
plícitas—. Para la mayoría de las aserciones, sin presentes si oímos algo mejor. Estos casos son dos
embargo, ni la dependencia del contexto ni la ‘va­ extremos de un espectro, en uno de los cuales usa­
lidez universal’ tienen sentido. Para aserciones remos cualquier truco sucio (mentir, omissio veri,
como «Clinton es el mejor candidato», «Alejandro suggestio falsi, etc.) para convencer. En el otro ex­
es anterior a César», «El oro es insoluble en ácido tremo, les hablamos a los demás como nos habla­
clorhídrico», es difícil ver por qué tendría que pre­ mos a nosotros mismos cuando estamos más có­
guntarme: «Mi afirmación, ¿es universal o depende modos, cuando somos más reflexivos y más curio-
del contexto?». En la práctica, no hay diferencias
cuando se opta por una alternativa o la otra.
17 Habermas, Between Facts and Norms, pág. 6.
Respecto de esta distinción entre lo dependien­
18 Habermas, Between Facts and Norms, pág. 8.
te del contexto y lo universal, Habermas plantea 19 Habermas, Between Facts and Norms, pág. 8.

26 27
sos. La mayor parte del tiempo estamos en algún nomos-physis nos parecen, a los deweyanos como
lugar entre ambos extremos. yo, remanentes de la obsesión de Platón con la cla­
Mi problema es que no veo que los dos extremos se de certeza encontrada en las matemáticas y,
tengan algo en particular que ver con la distinción más generalmente, con la idea de que lo universal,
entre dependencia del contexto y universalidad. por ser de alguna manera eterno e incondicionado,
«La pura búsqueda de la verdad» es un nombre proporciona en cierto modo un escape de lo que es
tradicional para la clase de conversación que tiene particular, temporal y condicionado.
lugar en uno de los extremos de este espectro. Pero A mi entender, en este pasaje, Habermas está
no veo cómo esa clase de conversación se relaciona utilizando la expresión «prácticas de justificación
con la universalidad o con la incondicionalidad. Es orientadas a las pretensiones de verdad» para re­
«no estratégica» en el sentido de que esas conver­ ferirse al extremo más agradable del espectro que
saciones presuponen algo que no está presupuesto describí anteriormente. Pero, desde mi punto de
en las aserciones que hago cuando estoy en el otro vista, la verdad no tiene nada que ver con ello. Es­
extremo del espectro. tas prácticas no trascienden la convención social.
Sin embargo, Habermas piensa que, a menos Antes bien, están reguladas por ciertas convencio­
que reconozcamos que «las pretensiones de vali­ nes sociales particulares: las de una sociedad aún
dez planteadas hic et nunc y que apuntan al reco­ más democrática, tolerante, acomodada, rica y di­
nocimiento o la aceptación intersubjetivos pue­ versa que la nuestra —una en la cual el inclusivis-
den, al mismo tiempo, superar los estándares loca­ mo esté inscripto en el sentido de identidad moral
les para adoptar las posiciones sí/no», no veremos de cada uno— . Estas son también las convencio­
que «este momento trascendente, por sí solo, dis­ nes de ciertas partes afortunadas de la sociedad
tingue las prácticas de justificación orientadas a contemporánea; por ejemplo, los seminarios en la
las pretensiones de verdad de otras prácticas que universidad, los campamentos de verano para in­
están reguladas únicamente por la convención so­ telectuales, entre otras.21
cial».20 Este pasaje es un buen ejemplo de lo que Tal vez la diferencia de mayor envergadura en­
me parece el indeseable compromiso de Habermas tre Habermas y yo es que los pragmatistas como
con la distinción logocéntrica entre opinión y cono­ yo simpatizamos con los pensadores antimetafísi-
cimiento —una distinción entre la mera obedien­ cos, ‘posmodemos’, que él critica cuando sugieren
cia a nomoi, aun el tipo de nomoi que podría en­ que la idea de una distinción entre práctica social
contrarse en una sociedad democrática utópica, y y lo que trasciende esa práctica es un remanente
la clase de relación physei con la realidad que pro­ indeseable del logocentrismo. Foucault y Dewey
porciona la aprehensión de la verdad— . Tanto la pueden estar de acuerdo en que, sea o no una cues-
distinción entre opinión-conocimiento como entre
21 Por razones davidsonianas, preferiría la voz ‘prácticas’ a
20 Habermas, Between Facts and Norms, pág. 15, ‘convenciones’, pero aquí las trataré como si fueran sinónimos.

28 29
tión de ‘poder’, la indagación nunca trasciende la gumentación justificando esa pretensión de vali­
práctica social. Ambos dirían que lo único que tras­ dez».22
ciende una práctica social es otra práctica social, Pero, ¿qué sucede con alguien consternado (co­
así como lo único que puede trascender al público mo lo son muchos administradores de universida­
actual es un público futuro. Del mismo modo, lo des norteamericanas) por las convenciones socia­
único que puede trascender una estrategia discur­ les de las mejores partes de las mejores universi­
siva es otra estrategia discursiva, que apunte a ob­ dades —lugares donde aun las afirmaciones más
jetivos diferentes y mejores. Pero, dado que no sé paradójicas y poco prometedoras son seriamente
cómo se apunta a ello, no creo que la Verdad’ de­ discutidas, y en los cuales las feministas, los ateos,
signe esas metas. Y no me parece que pueda ser de los homosexuales, los negros, etc., son tomados se­
ayuda agregar Verdad’ o ‘universalidad’ o ‘incon- riamente como iguales morales y compañeros con­
dicionalidad’ a nuestra lista de metas, pues no veo versacionales—? Según la perspectiva de Haber-
qué podríamos hacer diferente si recurriéramos a mas, esa persona estaría contradiciéndose si ofre­
tales agregados. ciera argumentos a los efectos de que esas conven­
En este punto, puede parecer que la diferencia ciones fueran reemplazadas por otras, más exclu­
entre Habermas y yo no tiene consecuencias en la sivistas. En contraste, no puedo decir que el admi­
práctica: ambos tenemos las mismas utopías en nistrador de mente estrecha esté contradiciéndose
mente, y ambos nos comprometemos en el mismo a sí mismo. Sólo puedo intentar convencerlo de
tipo de política democrática. Entonces, ¿por qué que tenga mayor tolerancia con los habituales me­
perder tiempo discutiendo sobre si de las prácticas dios indirectos: dando ejemplos de las presentes
de comunicación utópicas debe decirse que están o obviedades que fueron alguna vez paradojas, de
no «orientadas a la verdad»? La respuesta es que las contribuciones a la cultura hechas por ateas
Habermas considera que esto tiene consecuencias lesbianas negras, entre otros 23
prácticas, porque logra hacer un movimiento ar­ La gran pregunta es si alguien ha sido alguna
gumentativo que no es franco para mí: logra acu­ vez convencido por la acusación de autocontradic­
sar a sus oponentes de autocontradicción perfor- ción performativa. No creo que haya muchos ejem­
mativa. Habermas piensa que «el discurso univer­ plos claros de tal acusación que puedan tomarse
sal de una comunidad interpretativa ilimitada» es en serio. Si a un fanático del tipo que describí le de­
«inevitablemente asumido» por cualquiera que en­ cimos que está comprometido a hacer afirmacio­
tre en la discusión, incluso por mí. Sostiene: «Aun nes de validez que superen el contexto, a apuntar
si estos presupuestos tienen un contenido ideal
que sólo puede ser satisfecho aproximadamente, 22 Habermas, Between Facts and Norms, pág. 16.
todos los participantes deben aceptarlos de fado 23 No estoy seguro de si, cuando lo hago, Apel y Habermas
siempre que afirmen o nieguen de algún modo la continuarían considerando que estoy argumentando o que he
abandonado la argumentación y he caído nuevamente en la
verdad de un enunciado y quieran entrar en la ar­
orientación estratégica de la sensibilidad.

30 31
a la verdad, probablemente esté de acuerdo en que todos como las expresiones ‘libertad académica’ o
eso es exactamente lo que está haciendo. Si se le ‘moralidad’, o ‘perverso’, ni cómo el coherentismo
dice que no puede hacer esas afirmaciones y se­ antifundacionalista que Habermas y yo compar­
guir rechazando las paradojas o las personas que timos puede dar cabida a un interruptor de la con­
quiere rechazar, probablemente no entienda el versación no recontextualizable, no relativizable,
planteo. Dirá que las personas que alegan seme­ llamado «autocontradicción performativa». Lo que
jantes paradojas están demasiado locas como para el fanático y yo hacemos, y pienso que tendríamos
discutir con ellas o acerca de ellas, que las mujeres que hacer, cuando nos dicen que hemos violado un
tienen una visión distorsionada de la realidad, o presupuesto de la comunicación, es regatear acer­
algo similar. Pensará que tomar esas paradojas y ca del significado de los términos utilizados al afir­
esas personas seriamente es irracional o inmoral, mar el presupuesto —términos tales como Verda­
o ambas cosas.24 dero’, ‘argumento’, ‘razón’, ‘comunicación’, ‘domina­
No puedo ver gran diferencia entre la reacción ción’, etc.— . 25
del fanático ante mí y Habermas, y mi reacción y Con suerte, este regateo derivará en una con­
la de Habermas ante él. No puedo ver que la «ra­ versación mutuamente beneficiosa sobre nuestras
zón comunicativa» favorezca nuestras reacciones respectivas utopías —nuestras respectivas ideas
en lugar de las de él. Esto es así pues no veo por acerca de cómo sería una sociedad ideal, que auto­
qué el término ‘razón’ no está tan disponible para riza a un público idealmente competente— . Pero
esta conversación no terminará con la reticente
24 Los duelistas solían decir que algunas personas no eran aceptación del fanático de que se ha enredado en
satisfaktionsfahig: uno no debía aceptar si era desafiado por una contradicción. Aun cuando, mirabile dictu, lo­
ellas. Necesitamos algunas nociones análogas —para descri­ gremos convencerlo de la validez de nuestra uto­
bir a las personas cuyas demandas de justificación tenemos de­
recho a rechazar—. La clase de fanático exclusivista que tengo
pía, su reacción será lamentar su previa falta de
en mente no piensa que sus propias afirmaciones requieran curiosidad e imaginación, antes que lamentar su
justificación por parte de la clase equivocada de personas. fracaso en percibir sus propios presupuestos.
Pero el fanático no es la única persona que necesita invocar
una noción como Rechtfertigungsempfanglichkeit. Ninguno de
nosotros toma a esos públicos seriamente; todos rechazamos
demandas de justificación de determinados públicos por consi­
derarlas una pérdida de tiempo. (Piénsese en el cirujano que
se niega a justificar su procedimiento ante los cientistas cris­ 25 El fanático puede no saber cómo hacerlo, pero entonces
tianos, o ante los médicos chinos que prefieren confiar en la las convenciones locales que Habermas y yo compartimos su­
acupuntura y la moxibustión.) La gran diferencia entre noso­ gieren que nosotros, los filósofos, debemos intervenir y ayu­
tros y el fanático, como sostendré más adelante, es que él pien­ darlo — ayudarlo a construir significados para esos términos
sa que cuestiones no discursivas como la herencia racial son lo que se incorporarán en su perspectiva exclusivista, así como
importante en este contexto, mientras que nosotros pensamos mi perspectiva inclusivista y la de Habermas están incorpora­
que solamente importan las creencias y los deseos. das en nuestro uso de esos términos— .

32 33
V. Independencia del contexto Wellmer, quien, como yo, rechaza el convergentis-
sin convergencia: la perspectiva mo que Habermas y Apel comparten con Putnam,
de Albrecht Wellmer acepta, sin embargo, que nuestras pretensiones de
verdad «trascienden el contexto —el contexto local
Concuerdo con Apel y Habermas en que Peirce o cultural— en el cual son planteadas».27 Opone
estaba en lo cierto cuando nos decía que hablára­ esta afirmación a mi propio etnocentrismo, e inter­
mos sobre el discurso y no sobre la conciencia, pero preta este último como negador de ciertas cosas
considero que el único ideal presupuesto por el que él considera importante afirmar; en particu­
discurso es el de ser capaz de justificar nuestras lar, que «los argumentos para sostener y desarro­
creencias ante un público competente. Como cohe- llar críticamente los principios y las instituciones
rentista, pienso que si podemos lograr el acuerdo de las democracias liberales» son ‘buenos argu­
de otros miembros de ese público acerca de lo que mentos’,28 aunque no convenzan a todos.
Mi problema con Wellmer, Apel y Habermas es
debe hacerse, entonces, no tendremos que preocu­
que no veo cuál podría ser la fuerza pragmática de
pamos por la relación con la realidad. Pero todo
decir que un argumento que, como la mayoría de
depende de lo que constituye un público competen­
los demás argumentos, convence a determinadas
te. A diferencia de Apel y Habermas, la moraleja
personas y no a otras, es un «buen argumento». Se
que extraigo de Peirce es que los filósofos que esta­
mos involucrados en la política democrática debe­ parece a decir que una herramienta que, como to­
ríamos dejar en paz la verdad como tópico sublime das las herramientas, es útil para determinados
e indiscutible, y volvemos, antes bien, a la cues­ propósitos pero no para otros, es una buena herra­
tión de cómo persuadir a las personas para que mienta. Imagínese al cirujano diciendo, después
de un infructuoso intento de cavar un túnel con un
sean más amplios el público que consideran com­
petente y la comunidad de justificación que consi­ bisturí para escapar de su celda en prisión: «Y, sin
embargo, es una buena herramienta». Luego, ima­
deran relevante. Este proyecto no solamente es
relevante para la política democrática: es en gran gíneselo diciendo, después de tratar infructuosa-
medida política democrática.
que sólo se plantea entre los representacionalistas, quienes
Apel y Habermas piensan que el pedido de ma-
piensan que para ‘volver’ verdad los juicios veritativos tiene
ximizar el tamaño de esa comunidad ya está in­ que haber un objeto. Los no representacionalistas como Da­
cluido, por así decirlo, en la acción comunicativa. vidson y como yo, y aun los cuasi-representacionalistas como
Es el valor efectivo de su afirmación de que toda Putnam, estamos perfectamente satisfechos de pensar que «El
aserción pretende validez universal.26 Albrecht amor es mejor que el odio» tiene tantos méritos para el valor
de verdad como «La energía siempre es igual a la masa por la
velocidad de la luz al cuadrado».
26 La finalidad de hablar sobre validez universal, en lugar 27Albrecht Wellmer, Endgames: the Irreconcilable Nature of
de hablar sobre la verdad, parece ser evitar la pregunta acerca Modernity, Cambridge, Mass.: MIT Press, 1998, pág. 150.
de si los juicios éticos y estéticos tienen valor de verdad. Duda 28 Endgames, pág. 151.

34 35
mente de convencer a sus guardias de que lo dejen genstein, cuál es la finalidad de la pregunta. ¿Está
escapar para que él pueda reasumir su posición cuestionando mi sinceridad? ¿Está expresando
como líder de la resistencia: «Sin embargo, eran incredulidad acerca de mi habilidad para ofrecer
buenos argumentos». las razones de mi creencia? Puedo tratar de en­
Mi problema se agudiza cuando me pregunto si derezar las cosas pidiéndole que explique por qué
mis pretensiones de verdad «trascienden mi con­ pregunta. Pero si responde: «Simplemente quería
texto cultural local». No tengo una idea clara sobre estar seguro de que estabas haciendo una afirma­
si lo hacen o no, porque no puedo ver qué significa ción que trasciende el contexto», quedaré perplejo.
«trascendencia» en este caso. No puedo siquiera ¿Acerca de qué quiere estar seguro, exactamente?
ver cuál es la finalidad de considerar que mi aser­ ¿Cómo sería para mí hacer una aserción depen­
ción «tiene una pretensión de verdad». Cuando diente del contexto? Desde luego, en el sentido tri­
creo que p, y expreso esta creencia afirmándola en vial de que una aserción no siempre puede ser
el curso de la conversación, ¿estoy formulando una oportuna, todas las aserciones son dependientes
pretensión? ¿Cuál es la fuerza de decir que sí? De­ del contexto. Pero, ¿qué significaría para la propo­
cirlo, ¿qué puede agregar a decir que estoy (en tér­ sición afirmada ser dependiente del contexto, a
minos de Peirce) informando a mi interlocutor diferencia del acto de habla que es dependiente del
acerca de mis hábitos de acción, dándole algunas contexto?
pistas sobre cómo predecir y controlar mi futura No estoy seguro sobre el modo en que personas
conducta conversacional y no conversacional? De­ como Habermas y Wellmer, que se han entregado
pendiendo de la situación vigente, también puedo a las teorías de la correspondencia con la verdad y,
invitarlo a estar en desacuerdo conmigo y a infor­ consecuentemente, no pueden distinguir entre
marme acerca de sus diferentes hábitos de acción, una afirmación para referir un hábito de acción y
sugerirle que estoy preparado para dar razones de una afirmación para representar la realidad, pue­
mi creencia, que estoy tratando de darle una bue­ den trazar esta distinción entre dependencia del
na impresión, y mil cosas más. Como nos recuerda contexto e independencia del contexto. Mi mejor
Austin, hacemos muchas cosas al emitir una aser­ conjetura es que, según palabras de Wellmer, creen
ción. Todas ellas componen el toma y daca entre el que «cada vez que planteamos una pretensión de
interlocutor y yo. Este toma y daca consiste, grosso verdad sobre la base de lo que consideramos buenos
modo, en ajustar recíprocamente nuestras con­ argumentos o pruebas concluyentes, tomamos las
ductas, en coordinarlas estratégicamente de ma­ condiciones epistémicas que prevalecen aquí y
nera que puedan llegar a ser mutuamente benefi­ ahora como ideales, en el sentido de que presupo­
ciosas. nemos que en el futuro no aparecerá ningún argu­
Desde luego, si alguien me pregunta, después mento o prueba que ponga en duda nuestra afir­
de haber afirmado p, si creo que p es verdadero, mación». O, como también lo expresa Wellmer,
siempre diré «Sí». Pero me preguntaré, con Witt- «confiar en razones o pruebas como medios conclu-

36 37
sivos que excluyen la posibilidad de que se de­ de «redescripción de la persona A en términos de
muestre que son equivocadas en el transcurso del la persona B». Si A puede explicar en sus propios
tiempo».29 términos qué está haciendo y por qué lo hace, ¿qué
Si esto es lo que constituye una pretensión de derecho tiene B para seguir diciendo: «No, lo que A
verdad que trasciende el contexto, entonces, nun­ realmente está haciendo e s . ..»? En este caso, los
ca he planteado ninguna. No sabría cómo excluir deweyanos pensamos que tenemos un medio muy
la posibilidad que Wellmer describe. Ni tampoco bueno para describir nuestra propia conducta
sabría cómo presuponer que en el futuro no apare­ —conducta que Habermas aprueba— de modo de
cerá ningún argumento ni prueba que pueda arro­ evitar expresiones como ‘universal’, ‘incondicional’
jar dudas sobre mi creencia. Confiando una vez y ‘trascendencia’.
más en el principio pragmatista fundamental de Me parece que está en el espíritu de la crítica de
que cualquier distinción tiene que establecer dife­ Peirce a la «duda imaginaria» de Descartes plan­
rencias en la práctica, quiero saber si ese ‘excluir’ tear la pregunta sobre si no estamos lidiando aquí
y ese ‘presuponer’ son cosas que puedo decidir ha­ con una «trascendencia imaginaria» —una especie
cer o no hacer. Si lo son, quiero saber más sobre có­ de respuesta imaginaria a una duda igualmente
mo tengo que proceder. De lo contrario, me pare­ irreal— . La duda real, afirma Peirce, se produce
cen vacíos. cuando se encara alguna dificultad concreta al ac­
Puedo explicarme de otra manera y preguntar: tuar de acuerdo con el hábito que es esa creencia.
¿Cuál es la diferencia entre un metafísico, compro­ (Tal dificultad puede ser, por ejemplo, tener que
metido con una teoría de la verdad como corres­ dejar de creer en alguna proposición relevante pe­
pondencia, que me dice que, lo sepa o no, lo admita ro conflictiva.) Diría que la trascendencia real ocu­
o no, mis aserciones equivalen, automáticamen­ rre cuando digo: «Estoy preparado para justificar
te, de grado o no, a una pretensión de representar la esta creencia no sólo ante las personas que com­
realidad de manera exacta, y mis colegas peircea- parten las siguientes premisas conmigo, sino ante
nos, que me dicen que, automáticamente, lo quie­ muchas otras que no comparten esas premisas pe­
ra o no, mis aserciones equivalen a una exclusión ro sí comparten ciertas otras».30 La pregunta acer-
de posibilidades, o a una presuposición acerca de
lo que persistirá en el futuro? En ambos casos, se 30 Considérese a un abogado que les dice a sus clientes, fun­
cionarios de una corporación multinacional: «Me temo que mi
me dice que presupongo algo que, aun después de dictamen se basa en una aberración del Código Napoleón. Así
considerable reflexión, no pienso que crea. Pero la que, aunque en Francia, Costa de Marfil y Luisiana tengamos
noción de ‘presuposición’, cuando se extiende a las un caso ganador, no puedo hacer nada por ustedes en los tri­
creencias que quien presupone niega categórica­ bunales de, por ejemplo, Gran Bretaña, Alemania, Ghana o
mente, se vuelve difícil de distinguir de la noción Massachusetts». Sus clientes consultarán a otro abogado, me­
jor, que les diga: «Puedo trascender eso; tengo un argumento
que funcionará en los tribunales de todos los países, excepto
29 Endgames, pág. 142. Japón y Brunei».

38 39
esta distinción determinar una diferencia en la
ca de si estoy preparado es una cuestión práctica y
práctica?
concreta, cuya respuesta determino, por ejemplo,
Concluyo que el camino de Wellmer para dis­
a través de la previsión imaginativa de las res­
tinguir entre afirmaciones dependientes del con­
puestas de otros diversos públicos a mi aserción p,
texto y afirmaciones independientes del contexto
y mi conducta subsiguiente.
no puede ser plausible, al menos para los pragma­
Pero esos experimentos sobre la imaginación,
tistas. Dado que no puedo pensar en un camino me­
obviamente, tienen límites. No puedo imaginarme
jor, considero que deberíamos preguntar por qué
defendiendo mi aserción ante cualquier público
Wellmer, Apel y Habermas piensan que vale la
posible. En primer lugar, habitualmente puedo
pena establecer esa distinción. La respuesta obvia
pensar en el público respecto del cual será inútil
es que quieren evitar el ‘relativismo’ que supues­
tratar de justificar mi creencia. (Tratar de defen­
tamente entraña el contextualismo. Vuelvo ahora,
der creencias sobre la justicia ante Atila, o sobre
pues, hacia lo que Wellmer llama «la antinomia de
trigonometría ante niños de tres años.) En segun­
la verdad»32, la colisión entre intuiciones relativis­
do lugar, ningún buen pragmatista usaría nunca
tas y absolutistas.
la expresión «todo posible...». Los pragmatistas
no saben cómo imaginar o descubrir los límites de
la posibilidad. Por cierto, no podemos figuramos
cuál podría ser el sentido de intentar tales haza­
VI. ¿Deben los pragmatistas ser relativistas?
ñas. ¿Bajo qué circunstancias concretas sería im­
portante considerar la diferencia entre «todo X en
el que puedo pensar» y «todo X»?31 ¿Cómo podría En el comienzo de su «Truth, Contingency and
Modemity»», Wellmer escribe lo siguiente:
31 Esta pregunta retórica puede ser contestada diciendo: es
importante en matemáticas. En matemáticas no sólo estamos «Si hay un desacuerdo irresoluble acerca de la po­
diciendo que todos los triángulos euclidianos trazados hasta sibilidad de justificar las pretensiones de verdad,
ahora tienen ángulos interiores que suman 180 grados, sino
acerca de los estándares de argumentación o del
que ese es el caso para todos los triángulos. Pero, como nos lo
recuerda Wittgenstein en Remarks on the Foundations ofMa- apoyo de la prueba, por ejemplo, entre miembros
thematics, el valor efectivo de esta afirmación en el examen del de diferentes comunidades lingüísticas, científicas
reino de las posibilidades consiste apenas en que uno no trata­ o culturales, ¿puedo seguir suponiendo que hay
rá de justificar determinadas afirmaciones ante determinadas —en algún lugar— estándares correctos, criterios
personas: no se discute sobre geometría euclidiana con per­
acertados', en resumen, que hay una verdad ob­
sonas que intentan descubrir la cuadratura del círculo. Una
vez que, siguiendo a Quine y el último Wittgenstein, abando­ jetiva al respecto? ¿O debería más bien pensar que
namos las distinciones sintético-analítico y lenguaje-hecho, no la verdad es ‘relativa’ a las culturas, lenguajes, co-
podemos estar tan cómodos con la distinción entre «todo posi­
ble X» y «todos los posibles X hasta el presente» como lo estuvi­ 32 Endgames, pág. 138.
mos otrora.

41
40

L
munidades, o aun a las personas? Mientras el re­ cibles (público futuro, dilemas morales futuros,
lativismo (la segunda alternativa) parece ser in­ etc.), entonces, no tiene demasiado sentido pre­
consistente, el absolutismo (la primera) parece im­ guntar si la justificación lleva o no a la verdad. La
plicar postulados metafísicos. Llamaré a esto la justificación ante públicos más amplios entraña un
antinomia de la verdad. En las décadas recientes riesgo cada vez menor de refutación y, por tanto,
se ha desarrollado un abundante trabajo filosófico una necesidad cada vez menor de advertencia. («Si
de importancia para resolver esta antinomia de la los convencí a ellos», nos decimos con frecuencia,
verdad, tanto buscando mostrar que el absolutis­ «tendría que ser capaz de convencer a cualquie­
mo no necesita ser metafíisico como buscando mos­ ra».) Pero uno sólo diría que tal cosa conduce a la
trar que la crítica al absolutismo no conduce al re­ verdad si pudiera de algún modo proyectarse de lo
lativismo».33 condicionado a lo incondicionado —desde todos los
imaginables hasta todos los posibles públicos— .
Mi problema con la antinomia de Wellmar es Esta proyección tiene sentido si uno cree en la
que no pienso que negar la existencia de «estánda­ convergencia, pues, para esta creencia, el espacio
res correctos» conduzca a nadie a decir que la ver­ de las razones es finito y estructurado, de modo
dad (opuesta a la justificación) es ‘relativa’ a algo. que, cuanto más amplio es el público satisfecho,
Según lo veo, nadie creería que la crítica del abso­ mayor cantidad de elementos de un conjunto finito
lutismo conduce al relativismo, a menos que pen­ de posibles objeciones quedan eliminados. Uno se
sara que la única razón para justificar nuestras sentirá alentado a ver el espacio de las razones de
creencias ante los otros es que tal justificación ha­ esta manera si es representacionalista, porque ve­
ce más verosímil la veracidad de estas. rá la realidad (o, al menos, la porción espacio-tem­
En otro lugar sostuve que no hay razón para poral de ella relevante para la mayoría de las preo­
pensar que esa justificación aumenta la verosimi­ cupaciones humanas) como finita y como si nos sa­
litud.34 Empero, no pienso que esto sea motivo de cara constantemente del error y nos llevara a la
preocupación, pues no creo que la práctica de justi­ verdad, desalentando las representaciones impre­
ficar nuestras creencias requiera justificación. Si cisas de ella y, por ende, produciendo representa­
estoy en lo cierto cuando digo que la única función ciones cada vez más precisas.35 Pero si uno no to­
indispensable de la palabra ‘verdadero’ (o cual­ ma el conocimiento como la representación pre-
quier otro término normativo indefinible, como
‘bueno’ o ‘correcto’) es alertar, prevenir, contra el 35 Esta metáfora de ser empujado hacia las verdades por ob­
peligro como un gesto hacia situaciones imprede- jetos suena menos plausible en la ética y la estética que en la
física. Es por ello que los representacionalistas suelen ser ‘an­
tirrealistas’ respecto de las primeras, y a menudo se reservan
33 Endgames, págs. 137-8. la noción de hacedores de verdad para las partículas elemen­
34 Véase «Is Truth a Goal of Inquiry?: Donald Davidson ver­ tales, que parecen disparadores más plausibles que los valores
sus Crispin Wright», reeditado en mi Truth and Progress. morales o estéticos.

42 43
cisa de la realidad, ni la verdad como correspon­ racionalidad — en todos los sentidos relevantes de
dencia con la realidad, entonces, es más difícil ser la palabra— no puede terminar en la frontera de
convergentista, y más difícil pensar que el espacio juegos de lenguaje cerrados (dado que no existe tal
de las razones es finito y estructurado. cosa)».38
Wellmer quiere, me parece, proyectarse desde Nuestro desacuerdo comienza cuando, después
lo condicionado (nuestras diversas experiencias de un punto y coma, Wellmer termina su oración
exitosas en la justificación de nuestras creencias) diciendo: «pero, luego, la contextualidad etnocén-
a lo incondicionado (la verdad). La gran diferencia trica de toda argumentación es perfectamente
entre Wellmer y yo es que pienso que la respuesta compatible con pretensiones de verdad que tras­
a su pregunta: «¿Nuestros principios democráticos cienden el contexto —el contexto local o cultural—
y liberales definen sólo uno de los posibles juegos en el cual son planteadas y en el cual pueden ser
de lenguaje entre otros?» es un «Sí» categórico. justificadas». Yo habría terminado esa misma ora­
Wellmer, sin embargo, dice que «un ‘No’ moderado ción diciendo: «pero, luego, la contextualidad etno-
puede justificarse, y por justificación entiendo céntrica de toda argumentación es perfectamente
aquí no la justificación para nosotros, sino una jus­ compatible con la afirmación de que una sociedad
tificación, punto».36 liberal y democrática puede reunir, incluir, todo ti­
Tal como lo veo, la idea misma de «justificación, po de ethnoi diversos». No veo forma de llegar de la
punto» compromete a Wellmer con la tesis de que premisa de que no hay cosas tales como estánda­
el espacio lógico de las razones es finito y estructu­ res de argumentos mutuamente ininteligibles a la
rado. Por ende, lo instaría a abandonar la última conclusión de que las afirmaciones de las socieda­
tesis por las mismas razones que abandonó el con- des democráticas son «trascendentes al contexto».
vergentismo de Apel y Habermas. Pero, curiosa­ Este es un modo de resumir la diferencia entre
mente, estas razones son casi las mismas que pro­ Wellmer y yo: coincidimos en que una de las razo­
porciona para dar el «‘No’ moderado». Su argu­ nes para preferir las democracias es que nos per­
mento central en defensa de esta respuesta es uno miten construir contextos de discusión siempre
que acepto vivamente, a saber: que la idea misma mayores y mejores. Pero me detengo allí, y Well­
de juegos de lenguaje incompatibles, y quizá recí­ mer sigue. Agrega que esta razón no es únicamen­
procamente ininteligibles, es una ficción inútil, y te una justificación de la democracia para noso­
que, en los casos reales, los representantes de dife­ tros, sino «una justificación, punto». Piensa que
rentes tradiciones y culturas siempre pueden en­ «los principios democráticos y liberales de la mo­
contrar un camino para debatir sus diferencias.37 dernidad», «contra lo que piensa Rorty», deberían
Concuerdo enteramente con Wellmer en que «la ser «comprendidos en un sentido universalista».39
36 Endgames, pág. 148.
37 Esto es lo que señala Davidson en «The Very Idea of a 38 Endgames, pág. 150.
Conceptual Scheme». 39 Endgames, pág. 152.

44 45
Mi problema, desde luego, es que no tengo la consistente con la práctica política». Pero no pien­
opción de comprenderlos de ese modo. Los prag­ so que el reconocimiento de la contingencia sirva
matistas como yo no podemos saber si estamos como «justificación, punto» para las políticas de­
comprendiendo una justificación como «justifica­ mocráticas, porque no me parece que funcione co­
ción para nosotros» únicamente o como «justifica­ mo dice Wellmer: en otras palabras, que «destruye
ción, punto». Esto me parece similar a tratar de las bases intelectuales del dogmatismo, el funda-
decidir si pienso que mi bisturí, o mi computadora, cionalismo, el autoritarismo y la desigualdad mo­
es «una buena herramienta para esta tarea» o ral y legal».41
«una buena herramienta, punto». Esto es así pues no pienso que el dogmatismo ni
Al respecto, sin embargo, uno podría imaginar la desigualdad moral tengan «bases intelectua­
a Wellmer replicando: «Entonces, peor para el les». Si soy un fanático partidario de la desigual­
pragmatismo. Cualquier perspectiva que nos ha­ dad de los negros, las mujeres y los homosexuales
ga incapaces de comprender una distinción que to­ respecto de los varones heterosexuales, no necesa­
dos los demás comprenden debe de tener algo riamente tengo que recurrir a la negación de la
equivocado». Mi refutación sería la siguiente: sólo contingencia invocando una teoría metafísica so­
tenemos derecho a esa distinción si podemos sos­ bre la naturaleza verdadera de los seres humanos.
tenerla con una distinción entre lo que nos pare­ Podría hacerlo, pero también sería posible, en lo
cen buenas razones a nosotros y lo que le parecen atinente a la filosofía, ser un pragmatista. Un fa­
buenas razones para algo similar a un ahistórico nático y yo podemos decir la misma cosa foucaul-
tribunal kantiano de la razón. Pero estamos pri­ tiana/nietzscheana: que la única cuestión real es
vados de esa posibilidad cuando dejamos de creer la del poder, la pregunta sobre cuál de las comuni­
en el convergentismo y, por tanto, abandonamos el dades heredará el planeta, si la mía o la de mi opo­
sustituto no metafísico de ese tribunal —o sea, la nente. La elección propia de una comunidad con
idealización llamada «situación de comunicación ese fin está vinculada con la percepción propia de
no distorsionada»— . lo que es un público competente.42
Concuerdo con Wellmer en considerar que «las En sí mismo, el hecho de que no haya juegos de
instituciones democráticas y liberales son las úni­ lenguaje mutuamente ininteligibles no contribuye
cas en las cuales el reconocimiento de la contingen­
cia podría coexistir con la reproducción de su pro­ 41 Endgames, pág. 152.
42 Desarrollo este punto con alguna extensión en «Putnam
pia legitimidad»,40 al menos si uno piensa que «re­
and the Relativist Menace», Journal o f Philosophy, vol. 90
producir su propia legitimidad» significa algo así (septiembre de 1993). Sostengo allí que Putnam y yo tenemos
como «hacer que la perspectiva propia sobre la ambos la misma idea sobre lo que consideramos un buen argu­
situación de los seres humanos en el universo sea mento —es decir, uno que satisfaga a un público de liberales
moderados como nosotros— y que mi perspectiva, aunque di­
fiere de la de él en que es explícitamente etnocéntrica, no es
40 Endgames, pág. 152. más ‘relativista’.

46 47
demasiado a mostrar que las querellas entre racis­ seriamente. Quizás ambos debamos recurrir a las
tas y antirracistas, demócratas y fascistas, pue­ armas.
dan decidirse sin el recurso a la fuerza. Ambos la­
dos pueden estar de acuerdo en que, aunque com­
prenden perfectamente bien lo que el otro dice, y
comparten opiniones comunes en la mayoría de VIL ¿Los presupuestos universalistas
los temas (incluyendo, tal vez, el reconocimiento
unifican la razón?
de la contingencia), no parece haber perspectivas
de llegar a un acuerdo sobre el problema en cues­
A diferencia de Habermas, no pienso que disci­
tión. Así, mientras toman las armas, ambos lados
plinas como la filosofía, la lingüística y la psicolo­
dicen «parece que tendremos que batimos».
gía evolutiva puedan hacer mucho por la política
Ala pregunta de Wellmer acerca de si nuestros
democrática. Para mí, el desarrollo de las conven­
«principios democráticos y liberales definen ape­
ciones sociales de las cuales Habermas y yo nos re­
nas un juego de lenguaje político posible entre mu­
gocijamos es un accidente afortunado. Aun así, me
chos otros», respondo «sí, si la intención de la pre­
haría feliz pensar que me equivoco. Tal vez el de­
gunta es inquirir si en la naturaleza del discurso
sarrollo gradual de tales convenciones efectiva­
hay algo que singulariza este juego en especial».
mente ilustre, como piensa Habermas, un patrón
No veo qué otra intención pueda tener esta pre­
universal de desarrollo filogenético y ontogenético,
gunta, y pienso que tenemos que contentamos con
patrón captado por la reconstrucción racional de
decir que no hay tesis filosófica, ni sobre la contin­
las competencias que ofrecen las diversas ciencias
gencia ni sobre la verdad, que haga algo decisivo
humanas e ilustrado por la transición de las socie­
por la política democrática.
dades ‘tradicionales’ a las sociedades ‘racionaliza­
Por ‘decisivo’ entiendo hacer lo que Apel y Ha-
das’.43
bermas quieren hacer: declarar al antidemocráti­
Sin embargo, a diferencia de Habermas, no me
co culpable de una autocontradicción performati-
perturbaría si las ofertas que hacen actualmente
va. Lo máximo que la insistencia en la contingen­
las ciencias humanas se retiraran: si las ideas uni­
cia puede hacer por la democracia es proporcionar
versalistas de Chomsky acerca de la competencia
un punto más de debate del lado democrático de la
comunicativa fueran repudiadas por una revolu-
argumentación, así como la insistencia en que (por
ejemplo) sólo la raza aria está a tono con la natura­
leza intrínseca y necesaria de las cosas proporcio­ 43 Tiendo a coincidir con Vincent Descombes (en el capítulo
na un punto más de debate del otro lado. Yo no final de su obra The Barometer o f Modera Reason) en que la
puedo tomar este último punto seriamente, pero distinción de Weber es un uso penoso e interesado del término
tampoco puedo pensar que hay algo autocontra- ‘racional’. Pero debo admitir que si Chomsky, Kohlberg y el
resto sobreviven a la crítica actual, sus afirmaciones sugeri­
dictorio en el rechazo de los nazis a tomarme a mí
rían que Weber tenía razón.

48 49
ción conexionista en la inteligencia artificial,44 si sostén del universalismo que ofrecen estudios em­
los resultados empíricos de Piaget y de Kohlberg píricos como los de Chomsky y Kohlberg. Pero su­
demostraran no ser reproducibles, y así sucesi­ pongamos que decimos que toda esa racionalidad
vamente. No veo que importe demasiado si hay —todo eso que distingue a los seres humanos de
aquí un patrón universal. No me preocupa si las otras especies animales— se reduce a la habilidad
políticas democráticas son una expresión de algo para usar el lenguaje y, por ende, a tener creencias
profundo o si no expresan nada mejor que algunas y deseos. Parece plausible agregar que no hay más
esperanzas que pasaron de la nada a los cerebros motivos para esperar que todos los organismos
de unas pocas personas notables (Sócrates, Jesu­ que comparten esta habilidad formen una única
cristo, Jefferson, etc.) y que, por razones desconoci­ comunidad de justificación, que para esperar que
das, se volvieron populares. todos los organismos capaces de recorrer largas
Habermas y Apel piensan que una manera de distancias, o de permanecer monógamos, o de di­
contribuir a la creación de una comunidad cosmo­ gerir vegetales, formen tal comunidad. No se espe­
polita es estudiar la naturaleza de algo llamado rará que se cree una única comunidad de justifica­
‘racionalidad’ que comparten todos los humanos, ción por la habilidad para comunicarse, puesto
algo ya presente dentro de ellos, pero insuficiente­ que la habilidad para usar el lenguaje es, como el
mente reconocido. De allí que se sentirían desa­ pulgar prensil, una astucia más que los organis­
lentados si, en el curso del tiempo, se retirara el mos han desarrollado para aumentar sus probabi­
lidades de supervivencia.
44 Quizá valga la pena señalar que uno de los presupuestos Si combinamos este argumento darwiniano con
de la comunicación mencionados por Habermas —la atribu­ la actitud holística hacia la intencionalidad y el
ción de significados idénticos a las expresiones— queda com­ uso del lenguaje que encontramos en Wittgenstein
prometido por el argumento de Davidson, en «A Nice Deran- y Davidson, podemos decir que no hay uso del len­
gement of Epitaphs», de que se puede tener competencia lin­
güística sin tal atribución, que las estrategias holísticas de in­
guaje sin justificación, no hay habilidad para creer
terpretación dictadas por el principio de caridad vuelven inne­ sin habilidad para argumentar acerca de las creen­
cesaria la atribución. El argumento de Davidson de que no hay cias que deben profesarse. Pero esto no equivale a
dominio del lenguaje, en el sentido de internalización de un decir que la habilidad para usar el lenguaje, para
conjunto de convenciones acerca de lo que significan las expre­ tener creencias y deseos, entraña un deseo de jus­
siones, interviene en la reciente crítica ‘conexionista’ al ‘cog-
tificar la propia creencia ante cada uno de los or­
nitivismo’ del MIT y, por ende, al universalismo de Chomsky.
Tal vez lo que Habermas quiere decir mediante «atribución de ganismos usuarios del lenguaje que uno encuen­
idénticos significados» es, simplemente, lo que Davidson quie­ tra. No cualquier usuario del lenguaje que se nos
re decir mediante «ser caritativo»; pero, si es así, dado que la acerca será tratado como miembro de un público
caridad no es opcional, tampoco lo es la atribución. Esta es au­ competente. Al contrario, los seres humanos se di­
tomática, y nadie puede ser culpado de no atenerse a ella. Por
viden, por lo común, en comunidades de justifica­
tanto, no puede constituir la base de una acusación de auto-
contradicción performativa. ción mutuamente sospechosas (no mutuamente

50 51
ininteligibles) —grupos mutuamente excluyen- construidas, en parte, por algo parecido a los al­
tes— que dependen de la presencia o ausencia de goritmos utilizados en el procesamiento de la in­
una coincidencia suficiente en la creencia y el de­ formación distribuida en paralelo por programa-
seo. Esto se debe a que la principal fuente de con­ dores informáticos, de la misma manera nuestras
flicto entre las comunidades humanas es la con­ mentes están constreñidas (y en parte construi­
vicción de que no tengo por qué justificar ante los de­ das) por la necesidad de reunir nuestras creencias
más mis creencias, ni descubrir qué creencias al­ y deseos en un todo razonable y nítido.45 Por este
ternativas pueden tener los otros, dado que ellos motivo, no podemos «desear creer» —creer lo que
son, por ejemplo, un infiel, un extranjero, una mu­ queremos, a despecho de toda otra cosa que crea­
jer, un niño, un esclavo, un pervertido o un paria. mos—. Es por ello, por ejemplo, que nos cuesta tan­
En resumen, no son «uno de los nuestros», ni tam­ to mantener nuestras creencias religiosas en un
poco uno de los seres humanos reales, de los seres compartimiento separado de nuestras creencias
humanos paradigmáticos, aquellos cuyas perso­ científicas, y aislar nuestro respeto por las institu­
nas y opiniones pueden ser tratadas con respeto. ciones democráticas de nuestro desprecio por mu­
La tradición filosófica intentó suturar las co­ chos (incluso la mayoría) de los votantes.
munidades exclusivistas diciendo: hay más coinci­ La necesidad de volver coherentes nuestras
dencias entre infieles y verdaderos creyentes, en­ creencias, por razones que nos son familiares des­
tre amos y esclavos, entre hombres y mujeres, de de Hegel, Mead y Davidson, no es separable de la
lo que se podría pensar. Pues, como dijo Aristóte­ necesidad de respeto de nuestros pares. Nos cues­
les, todos los seres humanos, por naturaleza, de­ ta tanto tolerar el pensamiento de que todos me­
sean saber. Este deseo los retine en la comunidad nos nosotros están a contracorriente, como el pen­
universal de la justificación. Para un pragmatista, samiento de que creemos tanto p como no-p. Nece-
sin embargo, esta máxima aristotélica parece ab­
solutamente engañosa. Considera juntas tres co­ 45 La noción del ‘MIT’, asociada a Chomsky y Fodor, de
sas diferentes: la necesidad de volver coherentes ‘competencia comunicativa’ está siendo gradualmente despla­
las propias creencias, la necesidad de respeto de zada, dentro del campo de la inteligencia artificial, por la
los pares y la curiosidad. Los pragmatistas pensa­ perspectiva ‘conexionista’, preferida por aquellos que conside­
mos que el motivo por el cual las personas tratan ran que el cerebro no contiene diagramas de flujos cableados,
del tipo construido por los programadores ‘cognitivistas’. Los
de volver coherentes sus creencias no es que amen
conexionistas insisten en que las estructuras biológicamente
la verdad, sino que no pueden evitarlo. Nuestras universales que se encuentran en el cerebro no pueden ser
mentes no soportan la incoherencia, al igual que descriptas como si se tratara de diagramas de flujo etiqueta­
nuestros cerebros no pueden soportar el desequili­ dos con los nombres de «tipos naturales» de cosas y palabras.
brio neuroquímico que se produzca como correlato Así, la noción de ‘competencia comunicativa’, en tanto común a
todas las comunidades lingüísticas, es abandonada en favor
de tal incoherencia. Así como nuestras redes neu- de la noción de «suficientes conexiones neuronales para permi­
ronales están presumiblemente constreñidas y tir que el organismo se convierta en un usuario del lenguaje».

52 53
sitamos el respeto de nuestros pares porque no po­ gel y de Mead acerca de que nuestros yoes son dia-
demos confiar en nuestras propias creencias, ni lógicos hasta el final —que no hay un núcleo pri­
mantener nuestro respeto por nosotros mismos, a vado sobre el cual construir— y el uso que Apel y
menos que estemos muy seguros de que nuestros Habermas hacen de esa toma de conciencia puede
interlocutores conversacionales están de acuerdo mostrarse observando la oración que sigue inme­
entre sí sobre proposiciones como «No está loco», diatamente a la de Davidson que acabamos de ci­
«Es uno de nosotros», «Puede tener creencias ex­ tar: «Dada esta fuente», dice Davidson, «no hay ca­
trañas sobre ciertos temas, pero básicamente está bida para un concepto relativizado de la verdad».
cuerdo», etcétera. El argumento de Davidson es que la única clase
La interpenetración de la necesidad de hacer de filósofo que tomaría seriamente la idea de que
que nuestras creencias sean coherentes entre sí y la verdad es relativa a un contexto, y particular­
la necesidad de que las creencias propias sean co­ mente a una elección entre comunidades huma­
herentes respecto de las creencias de los pares re­ nas, es aquella que sostiene que es posible contras­
sulta del hecho de que, como señaló Wittgenstein, tar «estar en contacto con una comunidad huma­
para imaginar una forma de vida humana tene­ na» y «estar en contacto con la realidad». Pero el
mos que imaginar acuerdo tanto en los juicios co­ argumento de Davidson sobre la no existencia de
mo en los significados. Davidson aporta las consi­ lenguaje sin la triangulación significa que no po­
deraciones que apoyan la máxima de Wittgenstein demos tener ningún lenguaje ni ninguna creencia
cuando dice: «La fuente última tanto de la objeti­ sin estar en contacto con la comunidad humana y
vidad como de la comunicación es el triángulo que, con la realidad no humana. No hay posibilidad de
al relacionar hablante, intérprete y mundo, deter­ acuerdo sin verdad, ni de verdad sin acuerdo.
mina los contenidos del pensamiento y del ha­ La mayoría de nuestras creencias deben ser
bla».46 No sabríamos lo que creemos, ni tendría­ verdaderas, dice Davidson, porque atribuir a una
mos creencias, a menos que nuestra creencia tu­ persona creencias en su mayoría falsas significa­
viera un lugar en una red de creencias y deseos. ría que hemos traducido erróneamente las señas y
Pero esa red no existiría a menos que nosotros y los sonidos de la persona, o que no tenía en reali­
los demás pudiéramos aparear rasgos de nuestro dad ninguna creencia, o que no estaba en realidad
entorno no humano con la aprobación de otros hablando un lenguaje. La mayoría de nuestras
usuarios de lenguaje respecto de nuestros enun­ creencias deben estar justificadas a los ojos de
ciados, enunciados causados (como lo son los nues­ nuestros pares por una razón similar: si no estu­
tros) por esos mismos rasgos. vieran justificadas — si nuestros pares no pudie­
La diferencia entre el uso que a Davidson y a mí ran atribuimos una red de creencias y deseos am­
nos gustaría hacer de la toma de conciencia de He- pliamente coherente— , tendrían que llegar a la
conclusión de que o bien nos malinterpretaron, o
46 Donald Davidson, «The Structure and Contení of Truth», bien no hablamos su lenguaje. Coherencia, verdad
Journal o f Philosophy, vol. 87 (1990), pág. 325.

54 55
y comunidad van juntas, no porque la verdad deba Estos dos filósofos unen la necesidad de cohe­
ser definida en términos de coherencia en lugar de rencia y de justificación que se requiere cuando se
correspondencia, en términos de práctica social en usa el lenguaje a un compromiso con lo que llaman
lugar de lucha con las fuerzas no humanas, sino, la «validez universal», compromiso que sólo puede
simplemente, porque atribuir una creencia es atri­ ser realizado de manera coherente apuntando a la
buir automáticamente un lugar en un conjunto clase de comunicación libre de dominación que se­
ampliamente coherente de creencias en su mayo­ rá imposible mientras existan comunidades hu­
ría verdaderas. manas exclusivistas. Davidson y yo no sabemos
Pero decir que no hay contacto con la realidad, qué hacer con la afirmación de que toda acción co­
a través de la creencia y el deseo, a menos que ha­ municativa contiene una pretensión de validez
ya una comunidad de hablantes es, sin embargo, universal, porque nos parece que este denominado
no decir nada sobre qué clase de comunidad está ‘presupuesto’ no desempeña ningún rol en la expli­
enjuego. Una comunidad radicalmente exclusi­ cación de la conducta lingüística.
vista —constituida únicamente por sacerdotes, o Sí cumple una función, a no dudarlo, en la ex­
nobles, o varones, o blancos— es tan buena como plicación de la conducta, lingüística u otra, de una
cualquier otra clase de comunidad a los fines de pequeña minoría de seres humanos — aquellos
Davidson. Esta es la diferencia entre lo que David­ que pertenecen a la tradición liberal, universalis­
son piensa que podemos obtener de la reflexión so­ ta, inclusivista, de la Ilustración europea— . Pero
bre la naturaleza del discurso y lo que Apel y Ha- esta tradición, a la cual Davidson y yo estamos tan
bermas piensan que podemos obtener. Estos dos apegados como Apel y Habermas, no encuentra
filósofos piensan que podemos obtener un argu­ ningún apoyo en la reflexión sobre el discurso como
mento en favor del proyecto inclusivista —un ar­ tal. Los usuarios del lenguaje que pertenecemos a
gumento que diga que las personas que se resisten esta tradición minoritaria somos moralmente su­
a este proyecto caen en autocontradicciones per- periores a los que no pertenecen, pero estos no son
formativas— . menos coherentes en su uso del lenguaje.
Por el contrario, Davidson piensa que cualquier Apel y Habermas invocan la presuposición de
comunidad de justificación servirá para convertir­ validez universal para ir de un compromiso de jus­
nos en un usuario del lenguaje y en un creyente, tificación a una voluntad de someter las creencias
no importa cuán distorsionada esté, a juicio de propias a la inspección de todos y cada uno de los
Apel y Habermas, la comunicación dentro de esa usuarios del lenguaje —incluso un esclavo, incluso
comunidad. Desde el punto de vista de Davidson, un negro, incluso una mujer— . Ven el deseo de
la filosofía del lenguaje se bate en retirada antes verdad, interpretado como deseo de afirmar la va­
de que alcancemos los imperativos morales que lidez universal, como el deseo de justificación uni­
constituyen la «ética del discurso» de Apel y Ha- versal. Pero, a mi entender, de «No puedes usar el
bermas. lenguaje sin invocar un consenso dentro de una co-

56 57
munidad de otros usuarios del lenguaje» están in­ entre tribus o entre castas a que lleva la obsesión
firiendo, de manera no válida, «No puedes usar el erótica, la necesidad de comerciar a través de esos
lenguaje coherentemente sin ampliar esa comuni­ límites que deriva de la falta de (por ejemplo) oro o
dad para incluir a todos los usuarios del lenguaje». sal dentro del propio territorio, la posesión de su­
Dado que considero no válida esta inferencia, ficiente riqueza, seguridad, educación e indepen­
pienso que lo único que puede desempeñar el rol dencia, de manera que el respeto por uno mismo
que Aristóteles, Peirce, Apel y Habermas le han ya no dependa de pertenecer a una comunidad ex­
atribuido al deseo de conocimiento (y, por ende, de clusivista (de no ser, digamos, un infiel, un esclavo
verdad) es la curiosidad. Uso este término para o una mujer). La comunicación creciente entre las
significar el impulso de expandir los propios hori­ comunidades previamente exclusivistas que es
zontes de indagación —en todas las áreas, tanto producto de esos desarrollos humanos contingen­
éticas como lógicas y físicas— , de modo de abarcar tes puede crear universalidad gradualmente, pero
nuevos datos, nuevas hipótesis, nuevas terminolo­ no puedo ver ningún sentido en el cual reconozca
gías, etc. Este impulso entraña cosmopolitismo y una universalidad previamente existente.
política democrática. Cuanta más curiosidad ten­ Filósofos como Habermas se preocupan por los
gamos, más interés tendremos en hablar con ex­ matices antiiluministas de las perspectivas que
tranjeros, con infieles y con todo aquel que afirme denominan ‘contextualistas’. Reconocen que la
saber algo que no sabemos, tener ideas que aún no justificación es una noción obviamente relativa al
hemos tenido. contexto — uno justifica frente a un público deter­
minado, y la misma justificación no funcionará pa­
ra todos los públicos— . Luego, infieren que dejar a
un lado la verdad en favor de la justificación pon­
VIH. ¿Comunicar o educar? drá en peligro el ideal de fraternidad humana. Ha-
bermas piensa que el contextualismo es apenas
Si consideramos que el deseo y la posesión de la «la contracara del logocentrismo».47 Para él, los
verdad y la justificación son inseparables del uso contextualistas son metafísicos negativos, infa­
del lenguaje, aunque sigamos resistiendo el pen­ tuados por la diversidad, y dice: «La prioridad me­
samiento de que este deseo puede ser utilizado pa­ tafísica de la unidad sobre la pluralidad y la priori­
ra declarar culpables de autocontradicción perfor- dad contextualista de la pluralidad sobre la uni­
mativa a los miembros de comunidades humanas dad son cómplices secretos».48
exclusivistas, entonces, consideraremos que las Estoy de acuerdo con Habermas en que es tan
comunidades inclusivistas están basadas en desa­ inútil preconizar la diversidad como preconizar la
rrollos humanos contingentes tales como la curio­
sidad compulsiva de esa clase de excéntricos que 47 Habermas, Postmetaphysical Thinking, pág. 50.
llamamos ‘intelectuales’, el deseo de matrimonio 48 Postmetaphysical Thinking, págs. 116-7.

58 59
unidad, pero no coincido con su afirmación de que Habermas dice que «lo que el hablante, aquí y
podemos usar la pragmática de la comunicación ahora, en un contexto determinado, afirma como
para hacer la tarea que los metafísicos esperaban válido trasciende, de acuerdo con el sentido de su
cumplir recurriendo al Uno de Plotino o a la es­ afirmación, todos los estándares de validez depen­
tructura trascendental de la autoconciencia. Mis dientes del contexto y meramente locales».51 Co­
razones para el desacuerdo son las ofrecidas por mo lo manifesté anteriormente, no alcanzo a ad­
Walzer, McCarthy, Ben-Habib, Wellmer y otros vertir qué significa ‘trasciende’ en esta frase. Si
—razones bellamente resumidas en un artículo de significa que pretende decir algo verdadero, en­
Michael Kelly—,49 Habermas argumenta que tonces, la pregunta sería si se establece alguna di­
ferencia cuando decimos que una oración O es ver­
«la unidad de la razón solamente es perceptible en dadera o simplemente ofrecemos una justificación
la pluralidad de sus voces — como la posibilidad, para ello diciendo «estas son mis razones para creer
en principio, de pasar de un lenguaje a otro, pasaje O». Habermas entiende que hay una diferencia,
que, aunque ocasional, no deja de ser comprensi­ pues considera que cuando afirmamos O aspira­
ble— . Esta posibilidad de mutuo entendimiento, mos a la verdad, pretendemos representar lo real,
que ahora está garantizada sólo en los procedi­ y que la realidad trasciende el contexto. «Con el
mientos y es realizada transitoriamente, forma el concepto de realidad, a la que se refiere necesaria­
trasfondo de la diversidad existente de aquellos mente toda representación, presuponemos algo
que se encuentran —aun cuando no logren com­ trascendente».52
prenderse mutuamente— ».50 Habermas tiende a dar por sentado que las pre­
tensiones de verdad representan con precisión, y a
Concuerdo con Habermas —en contra de Lyo- sospechar de aquellos que, tal como Davidson y yo,
tard y Foucault, entre otros— en que no hay len­ abandonamos la noción de representación lingüís­
guajes inconmensurables, en que todo lenguaje tica. Sigue a Sellars y es un coherentista en lugar
puede ser aprendido por aquel que sea capaz de de un escéptico o un fundacionalista, aunque alber­
usar cualquier otro lenguaje, y en que Davidson ga dudas acerca del movimiento que quiero hacer
está en lo cierto al denunciar la idea misma de un desde el coherentismo hacia el antirrepresentacio-
esquema conceptual. Pero disiento de él acerca de nalismo. Recomienda a Peirce por encima de Saus-
la relevancia de este punto en la utilidad de las sure, porque Peirce examina «las expresiones desde
ideas de «validez universal» y «verdad objetiva». el punto de vista de su posible verdad y, al mismo
tiempo, desde el punto de vista de su comunicabili­
dad». Sigue diciendo que
49 «Maclntyre, Habermas and Philosophical Ethics», en Her-
meneutics and Critical Theory in Ethics and Politics, ed. Mi­
chael Kelly, Cambridge, Mass.: MIT Press, 1990. 51 Postmetaphysical Thinking, pág. 47.
50 Postmetaphysical Thinking, pág. 117. 52 Postmetaphysical Thinking, pág. 103.

60 61
«desde la perspectiva de su capacidad para ser moral de solidaridad. Mi desacuerdo central, tan­
verdadera, una aserción mantiene una relación to con Habermas como con Putnam, reside en la
epistémica con algo del mundo —representa un es­ cuestión de si las ideas reguladoras de «comunica­
tado de cosas—. Al mismo tiempo, desde la perspec­ ción no distorsionada» o «representación precisa de
tiva de su empleo en un acto comunicativo, mantie­ la realidad» pueden hacer más por los ideales de
ne una relación con una interpretación posible por la Revolución Francesa que la despojada noción
parte de un usuario del lenguaje —es adecuada de ‘justificación’ dependiente del contexto.
para la transmisión de la información—».53 Algunos se preocupan por defender sus asercio­
nes únicamente ante pocas personas, y otros se
Mi propia opinión, que tomo de Davidson, es preocupan o dicen preocuparse por defenderlas
que podemos abandonar la noción de una «rela­ ante todos. No estoy pensando aquí en la distin­
ción epistémica con algo del mundo», y simple­ ción entre discurso especializado, técnico, y discur­
mente confiar en las relaciones causales ordina­ so no técnico. Antes bien, la distinción a la cual
rias que vinculan los enunciados con los entornos apunto es la que existe entre las personas que se
de los enunciadores. La idea de representación, conformarían con intentar defender sus opiniones
desde esta perspectiva, no agrega nada a la noción frente a todos aquellos que comparten ciertos atri­
de «participar en la práctica discursiva de justifi­ butos —por ejemplo, la devoción por los ideales de
car las propias aserciones». la Revolución Francesa, la pertenencia a la raza
Habermas considera que Putnam, al igual que aria— , y las personas que dicen querer justificar
él mismo, defiende una tercera posición contra la su opinión ante todo usuario del lenguaje real y
metafísica de la unidad, por un lado, y los entu­ posible.
siastas de la inconmensurabilidad, por el otro. De­ Ciertamente, hay quienes dicen querer esto úl­
fine esta tercera posición como «el humanismo de timo, pero no estoy seguro de que realmente lo di­
aquellos que siguen la tradición kantiana inten­ gan en serio. ¿Quieren justificar sus opiniones an­
tando emplear la filosofía del lenguaje para salvar te usuarios del lenguaje de cuatro años de edad?
un concepto de razón que es escéptico y posmetafí- Bueno, quizá sí, en el sentido de que querrían edu­
sico».54 Putnam y Habermas plantearon críticas car a los niños de esa edad en la medida en que pu­
similares a mi intento de deshacerme de un con­ dieran apreciar los argumentos en favor y en contra
cepto específicamente epistémico de razón —con­ de las opiniones en cuestión. ¿Quieren justificarlos
cepto según el cual somos racionales únicamente ante nazis inteligentes pero convencidos, personas
cuando intentamos representar la realidad con que piensan que lo primero por descubrir es si la
precisión— y reemplazarlo con la idea puramente perspectiva en discusión está contaminada por los
ancestros judíos de sus inventores o expositores?
53 Postmetaphysical Thinking, págs. 89-90. Bueno, quizá sí, en el sentido de que querrían con­
54 Postmetaphysical Thinking, pág. 116. vertir a esos nazis en personas con dudas acerca

62 63
de la conveniencia de una Europa libre de judíos y ron a la juventud alemana. Pero por ello somos
de la infalibilidad de Hitler y, por ende, más o me­ objeto de la desdeñosa sugerencia de Nietzsche de
nos deseosos de escuchar argumentos en pro de que estamos simplemente inculcando nuestra pro­
posiciones vinculadas a pensadores judíos. Pero, pia ideología: la ideología de lo que él llamó ‘socra-
en ambos casos, me parece que lo que quieren no tismo’. El problema entre Habermas y yo se redu­
es justificar su perspectiva ante todos, sino crear ce a un desacuerdo sobre qué decirle a Nietzsche al
un público ante el cual tendrían una oportunidad respecto.
de justificar su perspectiva. Yo le replicaría aceptando que no hay una vía
Permítaseme utilizar la distinción entre discu­ no local, no contextual, de establecer la distinción
tir con personas y educar a personas para conden­ entre la educación ideológica y la no ideológica,
sar la distinción que acabo de establecer: la distin­ porque en mi uso del término ‘razón’ no hay nada
ción entre proceder suponiendo que las personas que no pueda ser reemplazado por «el modo en que
seguirán nuestros argumentos y saber que no pue­ nos conducimos nosotros, liberales occidentales
den pero esperando modificarlos de manera que lo moderados, herederos de Sócrates y de la Revolu­
logren. Si toda la educación fuera una cuestión de ción Francesa». Concuerdo con Maclntyre y Mi-
argumentos, esta distinción se derrumbaría. Pero, chael Kelly en que todo razonamiento, tanto en fí­
a menos que se amplíe el término ‘argumento’ has­ sica como en ética, está ligado a la tradición.
ta volverlo irreconocible, buena parte de la educa­ Habermas piensa que esta es una concesión in­
ción no lo es. En especial, buena parte de ella es un necesaria y que mi alegre etnocentrismo puede ser
simple recurso a los sentimientos. La distinción evitado considerando lo que él llama «la estructu­
entre ese recurso y un argumento es borrosa, pero ra simétrica de las perspectivas incorporadas en
nadie diría que hacer que un nazi no regenerado cada situación de discurso».55 El problema entre
mire los filmes sobre la apertura de los campos de Habermas y yo llega a un punto crítico cuando él
concentración, o hacer que lea El diario de Ana discute mi propuesta de que abandonemos las no­
Frank, equivale a discutir con él. ciones de racionalidad y objetividad y, en su lugar,
A las personas como Habermas y yo nos es caro apenas discutamos el tipo de comunidad que que­
tanto el ideal de la fraternidad humana como el remos crear. Parafrasea esta propuesta diciendo
objetivo de la disponibilidad universal de la educa­ que quiero tratar «la aspiración a la objetividad»
ción. Cuando nos preguntan qué clase de educa­ como «simplemente el deseo de alcanzar todo el
ción tenemos en mente, solemos decir que es una acuerdo intersubjetivo que sea posible, es decir, el
educación en pensamiento crítico, en la habilidad deseo de expandir el referente de ‘para nosotros’ lo
para analizar los pros y los contras de distintas máximo posible». Luego parafrasea una de las ob­
perspectivas. Contraponemos pensamiento crítico jeciones que me hace Putnam preguntando: «¿Po-
a ideología, y decimos que nos oponemos a la edu­
cación ideológica, como la que los nazis impusie­ 55 Postmetaphysical Thinking, pág. 117.

64 65
demos explicar la posibilidad de crítica y autocríti­ de contribución para una política democrática que
ca de prácticas de justificación establecidas si no puede obtenerse de lo que Habermas llama aquí
tomamos con seriedad la idea de expansión de ‘gramática’. Como dije anteriormente, creo que to­
nuestro horizonte interpretado como una idea, y si do lo que podemos obtener de la gramática de Ver­
no conectamos esta idea con la intersubjetividad dad’ y ‘racional’ es lo que podemos obtener de la
de un acuerdo que permita, precisamente, la dis­ gramática de una idea más bien ligera, la de ‘justi­
tinción entre lo que es admitido ‘para nosotros’ y lo ficación’. Esta idea ligera equivale a poco más que
que es admitido ‘para ellos’?».56 el uso de medios no violentos para cambiar la opi­
Habermas amplía su argumento diciendo: nión de las personas.
A diferencia de Foucault, entre otros, pienso
«La fusión de horizontes interpretativos (. . . ) no que es posible e importante mantener intacta la
significa una asimilación a ‘nosotros’; antes bien, distinción de sentido común entre medios violen­
tiene que significar una convergencia, regida por tos y medios no violentos. No pienso que sea útil
el saber, de ‘nuestra’ perspectiva y ‘su’ perspectiva ampliar el término Violencia’ tanto como lo amplía
—sin que importe si ‘ellos’ o ‘nosotros’ o ambos la­ Foucault. Sea lo que fuere que estemos haciendo
dos tienen que reformular prácticas de justifica­ cuando les mostramos a los nazis fotos de sobrevi­
ción establecidas en mayor o menor grado— . Pues vientes de campos de concentración, no se trata de
el saber no pertenece ni a ellos ni a nosotros; am­ violencia, no más de lo que era violencia educar a
bos lados están afectados por él de la misma ma­ la juventud hitlerista en la creencia de que los ju­
nera. Incluso en los más difíciles procesos para al­ díos eran alimañas despreciables.
canzar el entendimiento, todos los partidos recu­ La inevitable imprecisión de la línea entre per­
rren al punto común de referencia de un posible suasión y violencia causa problemas, sin embargo,
consenso, aun cuando ese punto sea proyectado en cuando llegamos a la cuestión de la educación. So­
cada caso desde adentro de sus propios contextos. mos reticentes a decir que los nazis usaron la per­
Porque, aunque puedan ser interpretados de dife­ suasión sobre la juventud hitlerista, dado que te­
rentes maneras y aplicados según diferentes cri­ nemos dos criterios de persuasión. Uno es, simple­
terios, conceptos tales como verdad, racionalidad o mente, el uso de palabras en lugar de golpes u otras
justificación desempeñan la misma función gra­ formas de presión física. Es posible imaginar, dis­
matical en toda comunidad lingüística».57 torsionando un poco la historia, que, en este senti­
do, sólo se usó la persuasión sobre la juventud hi­
El núcleo de la discusión entre Habermas y yo tlerista. El segundo criterio de persuasión incluye
en este campo es un desacuerdo acerca del grado la prescindencia de palabras como: «¡Basta de ha­
cer esas estúpidas preguntas sobre si no hay algu­
56 Postmetaphysical Thinking, pág. 138.
nos judíos buenos, preguntas que me hacen dudar
57 Postmetaphysical Thinking, pág. 138. de tu conciencia aria y de tus ancestros, o el Reich

66 67
encontrará otro uso para ti!», y no hacer leer Der la conducta de todas las actividades e institucio­
Stürmer a los propios alumnos. nes)».58
Habermas diría que los métodos antisocráticos Me parece que la idea reguladora que nosotros
de este tipo no respetan las relaciones simétricas —liberales moderados, herederos de la Ilustra­
entre los participantes del discurso. Claramente, ción, socráticos— usamos con más frecuencia para
considera que en la gramática de «conceptos como criticar la conducta de varios interlocutores es la
verdad, racionalidad y justificación» hay algo que de «necesitar la educación con el fin de superar los
nos dice que no usemos métodos tales. Presumible­ miedos, odios y supersticiones primitivos». Este es
mente, Habermas admitiría que el uso de esas pa­ el concepto que los ejércitos aliados victoriosos uti­
labras es un uso del lenguaje, pero luego tiene que lizaron cuando emprendieron la reeducación de
decir que puede ser un uso erróneo simplemente los ciudadanos de la Alemania ocupada y de Ja­
pensando en aquello que el lenguaje es. Eso es lo pón. También es el que usaron los maestros de es­
que él hace, casi. Inmediatamente después del pa­ cuela norteamericanos que habían leído a Dewey
y estaban preocupados por que los alumnos pensa­
saje que cité acerca de la gramática, Habermas
ran ‘científicamente’ y ‘racionalmente’ respecto de
afirma:
temas como el origen de las especies y la conduc­
ta sexual (es decir, para que leyeran a Darwin y
«Todos los lenguajes ofrecen la posibilidad de dis­ Freud sin disgusto ni incredulidad). Es un concep­
tinguir entre lo que es verdadero y lo que sostene­ to que yo, como la mayoría de los norteamericanos
mos como verdadero. La suposición de un mundo que enseñamos humanidades o ciencias sociales
objetivo común está incluida en la pragmática de en universidades, invocamos cuando tratamos de
cada uso del lenguaje. Y los roles del diálogo en ca­ componer las cosas de modo que los estudiantes
da situación de habla refuerzan una simetría en que ingresan siendo fanáticos, homófobos, funda-
las perspectivas participantes». mentalistas religiosos, egresen con visiones más
parecidas a las nuestras.
Un poco más adelante dice: «Desde la posibili­ ¿Cuál es la relación entre esta idea y la idea re­
dad de llegar al entendimiento lingüísticamente, guladora de ‘razón’ que Putnam cree trascendente
podemos leer un concepto de la razón situada que y que Habermas supone susceptible de ser descu­
tiene voz en las pretensiones de validez que son bierta dentro de la gramática de conceptos inelu­
tanto dependientes del contexto como trascenden­ dibles en nuestra descripción de la formulación de
tes». Luego cita con aprobación a Putnam, cuando aserciones? La respuesta a esta pregunta depende
dice: «La razón es, en este sentido, tanto inmanen­ de cuánto tenga que ver la reeducación de los na-
te (no se encuentra fuera de juegos de lenguaje
58 Estas dos últimas citas provienen de Postmetaphysical
concretos e instituciones) como trascendente (es Thinking, págs. 138-9. El pasaje de Putnam está extraído de
una idea reguladora que utilizamos para criticar Reason, Truth and History, pág. 228.

68 69
zis y los fundamentalistas con horizontes inter­ venes homosexuales por las mismas razones que
pretativos que se fusionan y cuánto con el reem­ los maestros de escuela alemanes del período de
plazo de esos horizontes. Los padres fundamen­ posguerra presentaban El diario de Ana Frank.
talistas de nuestros estudiantes fundamentalistas Putnam y Habermas pueden replicar que los
piensan que todo el «establishment liberal norte­ docentes nos esforzamos por ser socráticos para
americano» está comprometido en una conspira­ llevar a cabo nuestra tarea de reeducación, secula­
ción. Si hubieran leído a Habermas, esas personas rización y liberalización mediante el intercambio
afirmarían que la típica situación de comunica­ conversacional. Esto es verdadero hasta cierto
ción en las aulas universitarias del país no es más punto, pero, ¿qué sucede con presentar libros como
herrschaftsfrei que en los campos de la juventud Black Boy, El diario de Ana Frank y Becoming a
hitlerista. Man? Los padres racistas o fundamentalistas de
Esos padres tienen un argumento, y es que no­ nuestros alumnos dicen que en una sociedad ver­
sotros, los docentes liberales, no nos sentimos en daderamente democrática los estudiantes no de­
una situación comunicativa simétrica cuando ha­ berían ser forzados a leer libros escritos por esa
blamos con fanáticos, como no se sienten los maes­ gente—negros, judíos, homosexuales— . Protesta­
tros de un jardín de infantes cuando hablan con rán, sosteniendo que sus hijos son atosigados con
los niños. Tanto en las aulas de la universidad co­ esos libros. No sabría cómo responder a esta acu­
mo en los jardines de infantes es igualmente difícil sación sin decir algo similar a: «Hay credenciales
que los maestros sientan que lo que está sucedien­ de admisión en nuestra sociedad democrática, cre­
do es lo que Habermas llama una «convergencia, denciales que nosotros, los liberales, hemos vuelto
regida por el saber, de ‘nuestra’ perspectiva y ‘su’ más restrictivas al esforzamos por excomulgar a
perspectiva —sin que importe si ‘ellos’ o ‘nosotros’ racistas, varones chauvinistas, homófobos, entre
o ambos lados tienen que reformular prácticas de otros. Usted ha sido educado con el fin de ser un
justificación establecidas en mayor o menor gra­ ciudadano de nuestra sociedad, un participante de
do—».59 Cuando nosotros, los docentes universi­ nuestra conversación, alguien con quien podamos
tarios norteamericanos, encontramos fundamen­ encarar la fusión de horizontes. Por tanto, esta­
talistas religiosos, no consideramos la posibilidad mos haciendo lo posible por desacreditarlo a los
de reformular nuestras propias prácticas de justi­ ojos de sus hijos, tratando de despojar de dignidad
ficación para dar mayor peso a la autoridad de las a su comunidad religiosa fundamentalista, tra­
Escrituras. Antes bien, nos esforzamos por con­ tando de hacer que sus opiniones parezcan tontas,
vencer a esos estudiantes de los beneficios de la se­ más que discutibles. No somos tan inclusivistas
cularización. A nuestros alumnos homófobos les como para tolerar intolerancias como la suya».
presentamos relatos en primera persona sobre jó- No tengo problemas en ofrecer esta respuesta,
dado que no pretendo hacer una distinción entre
59 Postmetaphysical Thinking, pág. 138.
educación y conversación, excepto sobre la base de

70 71
mi lealtad a una comunidad en particular, comu­ saba que tenemos que contrabandear cierto pro­
nidad cuyos intereses requirieron reeducar a la ju­ vincianismo —alguna sustancia ética— antes de
ventud hitlerista en 1945 y reeducar a los estu­ poder servimos de la noción kantiana de «obliga­
diantes fanáticos de Virginia en 1993. No veo nada ción moral no condicionada». En particular, tene­
herrschaftsfrei en mi modo de tratar a los estu­ mos que contrabandear alguna regla como «ningu­
diantes fundamentalistas. Antes bien, pienso que na contribución putativa a una conversación pue­
son afortunados por encontrarse bajo el benevo­ de ser rechazada simplemente porque proviene de
lente Herrschaft de personas como yo, y de haber alguien que tiene algún atributo que puede variar
escapado de las garras de sus temibles, viciosos y independientemente de sus opiniones —un atri­
peligrosos padres. Sin embargo, pienso que tratar buto como el ser judío, negro u homosexual—».
a esos estudiantes es un problema para Putnam y Llamo a esta regla ‘provinciana’ porque viola las
Habermas. Me parece que soy tan provinciano y intuiciones de mucha gente fuera de la provincia
contextualista como los maestros nazis que hacían en la cual nosotros, herederos de la Ilustración, di­
que sus alumnos leyeran Der Stürmer, la única di­ rigimos las instituciones educativas.60 Viola lo que
ferencia es que sirvo a una causa mejor. Vengo de ellos describirían como sus intuiciones morales.
una provincia mejor. Soy reticente a admitir que son intuiciones mora­
Reconozco, desde luego, que la comunicación li­ les, y preferiría llamarlas prejuicios repugnantes.
bre de dominación es sólo un ideal regulador, nun­ Pero no pienso que nada en la gramática de las ex­
ca alcanzable en la práctica. Pero, a menos que un presiones ‘intuición moral’ y ‘prejuicio’ nos ayude a
ideal regulador establezca una diferencia prácti­ alcanzar un acuerdo sobre este punto. Como tam­
ca, no es demasiado útil. Así pues, pregunto: ¿Hay poco lo hará una teoría de la racionalidad.
una ética del discurso que me permita presentar
los libros que quiero dar a mis alumnos pero que
no haga referencia a las consideraciones locales y
etnocéntricas que debo citar para justificar mis
prácticas pedagógicas? ¿Puede obtenerse una éti­ 60 Uno puede tratar de justificar esta regla haciéndola deri­
var de la regla según la cual sólo la razón debería tener fuerza.
ca así a partir de las nociones de «razón, verdad y
Si esto significa «el argumento sólo debe tener fuerza», enton­
justificación», o tenemos que cargar los dados? En ces, hemos encontrado algún sentido según el cual los argu­
defensa de mi acción, ¿puedo invocar nociones uni­ mentos basados en la autoridad de las Escrituras cristianas
versalistas, al igual que nociones locales? no son realmente argumentos. Pero, ¿la gramática de concep­
Igual que Maclntyre, Ben-Habib, Kelly, entre tos como ‘razón’ puede realmente decirnos que la razón se dis­
torsiona cuando invocamos la autoridad de la Biblia? Si es así,
otros, pienso que tenemos que contrabandear cier­
¿también se distorsiona con un Bildungsroman que hace sur­
to provincianismo en nuestros universales antes gir la piedad y la simpatía del lector diciéndole cómo es descu­
de que puedan hacernos algún bien. Pensamos brir, para nuestro horror, que sólo podemos amar a los miem­
esto por la misma clase de razones que Hegel pen­ bros de nuestro propio sexo?

72 73
IX. ¿Necesitamos una teoría reemplazar la escritura ideográfica por la alfabéti­
de la racionalidad? ca, o de representar tres dimensiones espaciales
en una superficie bidimensional. Estas tres ideas
Como ya lo he señalado, Habermas piensa que fueron buenas, inmensamente fructíferas, pero
«el paradigma de la filosofía de la conciencia está ninguna de ellas necesita un respaldo universalis­
agotado» y también que «los síntomas de agota­ ta. Pueden erguirse sobre sus propios pies.62
miento deberían disolverse con la transición al pa­ Si abandonamos la idea de que la filosofía pue­
radigma del entendimiento mutuo».61 Mi propia de ser políticamente neutral y, a la vez, relevante,
opinión es que la utilidad de los tópicos sugeridos podríamos preguntar lo siguiente: «Dado que que­
por Weber —modernidad y racionalidad— tam­ remos ser cada vez más inclusivistas, ¿a qué debe­
bién se ha agotado. Opino que los síntomas de este ría parecerse la retórica pública de nuestra socie­
agotamiento pueden disiparse si dejamos de ha­ dad? ¿Cuán diferente sería de la retórica pública
blar acerca de la transición de la tradición a la ra­ de las sociedades precedentes?». La respuesta im­
cionalidad, dejamos de preocupamos por la caída plícita de Habermas a esta pregunta es que debe­
de la racionalidad al relativismo y al etnocentris- mos aferramos a varias buenas ideas kantianas
mo, y dejamos de contrastar lo dependiente del sobre la conexión entre universalidad y obligación
contexto con lo universal. moral. Dewey, sin embargo, deseaba alejarse mu­
Esto significaría abandonar explícitamente la cho más de Kant. Aunque habría estado entusias­
esperanza de que la filosofía pueda situarse por tamente de acuerdo con Habermas en que el voca­
encima de la política, abandonar la desesperada bulario político de Aristóteles era incapaz de cap­
pregunta: «¿Cómo puede la filosofía encontrar pre­ tar el espíritu de la política democrática, no le gus­
misas políticamente neutrales, premisas que pue­ taba la distinción entre moralidad y prudencia
dan ser justificadas ante cualquiera, a partir de que Habermas considera esencial, y en este punto
las cuales sea posible inferir una obligación de per­
seguir una política democrática?». Abandonar esta 62 Considérese a Vasari en el movimiento artístico que co­
pregunta nos permitiría admitir que, en la fórmu­ menzó con Giotto como un análogo de Hegel en los movimien­
tos inclusivistas que comenzaron cuando la filosofía griega se
la de Wellmer, «los principios democráticos y libe­
sumó al igualitarismo cristiano. El arte moderno nos ha en­
rales definen apenas un juego de lenguaje posible trenado para ver el movimiento previo como si fuera opcional,
entre otros». Esta aceptación estaría en línea con pero no algo que deberíamos abandonar una vez que lo hemos
la idea darwiniana de que el proyecto inclusivista obtenido. Considero que la mayor parte de la filosofía pos-
no está más arraigado en nada más vasto que él nietzscheana nos ha ayudado a ver que el último movimiento
era opcional, aunque no algo que, por alguna razón, hubiera
mismo de lo que lo está, por ejemplo, el proyecto de
que abandonar. Aquí, ‘opcional’ contrasta con ‘destinado’, en
un sentido amplio de ‘destinado’ que cubre la noción de Ha-
bermas sobre la tendencia universalista del desarrollo filoge-
61 The Philosophical Discourse o f Modernity, pág. 296. nético.

74 75
habría pensado que es preferible Aristóteles.63 De- puede volver a juntar. Para él, todas las obligacio­
wey pensaba que la noción kantiana de «obliga­ nes eran situacionales y condicionadas.
ción incondicional», como la noción de incondicio- Este rechazo de lo incondicional llevó a Dewey
nalidad misma (y de universalidad, en la medida a ser acusado de ‘relativismo’. Si ‘relativismo’ sig­
en que la idea está implícitamente acompañada de nifica solamente no encontrar usos para la noción
la de necesidad incondicional),64 no podía sobrevi­ de Validez independiente del contexto’, entonces,
vir a Darwin. esa acusación era enteramente justificada. Pero
Mientras que Habermas piensa que necesita­ ningún camino conduce de allí a la incapacidad
mos «las ciencias reconstructivas diseñadas para para comprometerse en políticas democráticas, a
aprehender las competencias universales» con el menos que se piense que esas políticas requieren
fin de romper «el círculo hermenéutico en el que de nosotros que neguemos que «los principios de­
las Geisteswissenschaften, así como las ciencias mocráticos y liberales definen apenas un posible
sociales comprensivas, están atrapadas»,65 Dewey juego de lenguaje entre otros». La pregunta sobre
no se sentía atrapado. Y era porque no veía necesi­ la universalidad es, para Dewey, apenas la pre­
dad de resolver la tensión entre facticidad y vali­ gunta sobre si la política democrática puede empe­
dez. Veía esa tensión como una ficción del filósofo, zar de una afirmación, en lugar de una negación,
como el resultado de separar dos partes de una si­ de ese enunciado.
tuación sin una buena razón (es decir, sin vina ra­ No creo que avancemos mucho debatiendo esta
zón práctica), y después quejarse de que no se las pregunta mediante la discusión sobre modernidad
y razón. La cuestión de si Hegel debería haber de­
63 Véase Habermas, Moral Consciousness and Communica- sarrollado una teoría de la razón comunicativa o,
tiveAction, pág. 206: «En contraste con la posición neoaristoté- en lugar de ello, abandonado por completo el tópi­
lica, la ética del discurso se opone enfáticamente a volver a un co de la razón en beneficio de una variedad más ra­
estadio del pensamiento filosófico previo a Kant». El contexto
dical de historicismo, no se resolverá mirando más
vuelve claro que Habermas quiere decir que sería erróneo
abandonar la distinción entre moralidad y prudencia que
de cerca la gramática de palabras como Verdade­
Kant hizo y Aristóteles no. ro’ y ‘racional’, y ‘argumento’. Tampoco la pregun­
64 Dewey, desde luego, podía haber aceptado la distinción de ta sobre si filósofos como Annette Baier están en lo
Goodman entre necesidad nomológica y generalizaciones uni- cierto al sugerir que dejemos a un lado a Kant y
versalés que son simplemente accidentales, pero es porque
volvamos al intento de Hume de describir la razón
Goodman no hace una descripción nomológica del universo, si­
no de la coherencia de nuestro vocabulario descriptivo. (Sobre
en términos de sentimiento condicionado, en lugar
este punto, véase el comentario de Davidson sobre Goodman: de obligación incondicional.66
«Emeroses by Other Ñames».) La necesidad nomológica se
mantiene a distancia de las cosas que se describen, y no, como
en el caso de Kripke y Aristóteles, de las cosas kath’auto. 66 Baier describe a Hume como «el filósofo de la moral de la
65 Habermas, Moral Consciousness and Communicative Ac- mujer» porque su tratamiento de la moral facilita su pro­
tion, pág. 118. puesta de que reemplacemos ‘obligación’ por ‘confianza apro-

76 77
Sin embargo, aunque no necesitemos, si estoy la narrativa de la maduración de Dewey. No puedo
en lo cierto, una teoría de la racionalidad, sí nece­ ofrecer nada remotamente parecido a un argu­
sitamos una narrativa de la maduración. El más mento concluyente, basado en premisas común­
profundo desacuerdo entre Habermas y yo quizá mente aceptadas para esta narrativa. Lo mejor que
gire en tomo a si la distinción entre lo incondicio­ podría hacer para defender mi perspectiva sería
nal y lo condicionado en general, y la distinción en­ contar una historia más completa, que abarque
tre moralidad y prudencia en particular, es una más tópicos, con el fin de mostrar cómo se ve la fi­
marca de madurez o un estadio transicional en un losofía europea posnietzscheana desde el ángulo
camino hacia la madurez. Uno de los muchos pun­ de Dewey, en lugar de uno universalista. (He tra­
tos en los cuales Dewey concuerda con Nietzsche tado de hacerlo en otros lugares, con variados re­
radica en haber elegido la segunda opción. Dewey cursos.) Pienso que las narrativas son un medio de
pensaba que el deseo de universalidad, incondicio- persuasión perfectamente justo, y que El discurso
nalidad y necesidad era indeseable, porque nos filosófico de la modernidad de Habermas y La
alejaba de los problemas prácticos de la democra­ búsqueda de certezas de Dewey constituyen admi­
cia rumbo a la tierra de nunca jamás de la teoría. rables ejemplos del poder de las narrativas de ma­
Kant y Habermas piensan que es un deseo desea­ duración.
ble, uno que compartimos solamente cuando llega­ Prefiero a Dewey no porque piense que capta
mos al más alto nivel de desarrollo moral.67 correctamente la verdad y la racionalidad, y que
He tratado de mostrar cómo son las cosas cuan­ Habermas lo hace erróneamente. Considero que no
do se pone la política democrática en el contexto de hay allí nada correcto ni equivocado. En este nivel
de abstracción están disponibles conceptos como

piada’ como noción moral básica. En «Human Rights, Rationa-


lity and Sentimentality» (reeditado en mi Truth and Progress) nicht mehr zu erkennen bzw. anzuerkennen vermogen». Apel
discuto esta idea de Baier en relación con mi afirmación (rei­ sigue diciendo que esa actitud marca «el fin de la filosofía». Me
terada en el presente trabajo) de que deberíamos tratar de parece que marca un estadio en la ulterior maduración de la fi­
crear, en lugar de presuponer, la universalidad. losofía — un paso más allá del culto al poder inscripto en la
67 Otro aspecto de estas dos historias divergentes sobre la idea de que hay un poder llamado ‘razón’ que vendrá a ayudar­
maduración es la actitud diferente que alientan respecto de la nos si seguimos el ejemplo de Sócrates y hacemos explícitas
querella entre Sócrates y los sofistas y, más generalmente, nuestras definiciones y premisas— . En la versión de la his­
respecto de la distinción entre argumento y los modos de per­ toria que daría un deweyano, la idea de filosofía como strenge
suasión que describí como ‘educativos’ en la sección prece­ Wissenschaft, como búsqueda de conocimiento, es en sí misma
dente. Apel (Diskurs und Verantwortung, pág. 353ra.) dice que un síntoma de inmadurez; los sofistas no estaban totalmente
una de las muchas cosas equivocadas en la perspectiva común equivocados. Las acusaciones recíprocas de inmadurez en las
a Gadamer, Rorty y Derrida es que la despreocupación de esos cuales caemos Apel y yo pueden fácilmente parecer super­
hombres acerca de «Unterschied zwischen dem argumenta- ficiales y vacías, pero expresan convicciones sinceras de ambos
tiven Diskurs und, anderseits, dem ‘Diskurs’ im Sinne von Ver- lados, convicciones sobre cómo es la utopía y, por ende, sobre
handlungen, Propaganda, oder auch von poetischer Fiktion cuáles son los requisitos para avanzar hacia ella.

78 79
verdad, racionalidad y madurez. Lo único que im­ 2. El giro pragmático de Richard Rorty
porta es qué manera de modificarlos los volverá, a
JUrgen Habermas
largo plazo, más útiles para la política democráti­
ca. Como nos enseñó Wittgenstein, los conceptos
son usos de palabras. Los filósofos hemos querido
durante mucho tiempo entender conceptos, pero el
asunto es cambiarlos de modo que sirvan mejor a
nuestros propósitos. La lingüistización de los con­ En «Trotsky and the Wild Orchids», Richard
ceptos kantianos de Habermas, Apel, Putnam y Rorty lanza una mirada romántica sobre su desa­
Wellmer es una propuesta acerca de cómo volver­ rrollo como filósofo.1 Utilizando la forma de una
los más útiles. El profundo naturalismo antikan­ «narrativa de maduración», presenta su desarro­
tiano de Dewey y Davidson es una propuesta al­ llo intelectual como un distanciamiento progresi­
ternativa. vo de su sueño adolescente; era el sueño de fundir
en una sola imagen la extraordinaria belleza de
las orquídeas salvajes y la liberación del profano
sufrimiento de una sociedad explotada: el deseo de
«unir la realidad y la justicia en una sola visión»
(Yeats). El trasfondo existencial del neopragmatis-
mo de Rorty es su rebelión contra las falsas premi­
sas de la filosofía: una filosofía que pretende ser
capaz de satisfacer las necesidades estéticas y mo­
rales al satisfacer las teóricas. Había una vez en
que la metafísica quería instruir a sus alumnos en
los ejercicios espirituales que entrañaban una con­
templación purificadora del bien en la belleza. Pe­
ro el joven Rorty, que había permitido que lo llena­
ran de entusiasmo Platón, Aristóteles y Tomás de
Aquino, termina dándose cuenta dolorosamente
de que la perspectiva del contacto con la realidad
de lo extraordinario ofrecida por la teoría —un
contacto a la vez deseable y reconciliador—, aun­
que posiblemente alcanzable en las formas más

1 R. Rorty, «Trotsky and the Wild Orchids», Common Know-


ledge, 3 (1992): 140-53.

81
80
definidas de la plegaria, no puede lograrse en el cuyo uso continúa exponiendo sus enseñanzas bri­
sendero de la filosofía. Como resultado de ello, llantemente— puede explicar por qué atribuye
Rorty recuerda a Dewey — desdeñado por Mc- una significación culturalmente crítica a su giro
Keon, Leo Strauss y Mortimer Adler— , quien no antiplatónico, significación que supuestamente se
había sido completamente olvidado en la Chicago extiende mucho más allá de su propia persona y su
de la década de 1940. La toma de conciencia de propio cambio de lealtades filosóficas.
que la realidad cotidiana no oculta una realidad Trataré brevemente esta motivación por una
superior, ni un reino del ser-en-sí que descubrir en clase de filosofar que quiere despedirse como tal,
éxtasis, y de que las prácticas cotidianas no dan antes de limitarme a la discusión de la justifica­
cabida a una visión redentora, cura al ya sobrio ción de la concepción neopragmática en sí misma.
Rorty de su enfermedad platónica. Desde luego, el Desde la radicalización pragmática del giro lin­
recuerdo de la visión exótica y del aroma irresisti­ güístico, Rorty alcanza una comprensión no realis­
ble de las orquídeas salvajes en las montañas de ta del conocimiento. Con el fin de verificar si radi­
su infancia, en el noroeste de New Jersey, no pue­ caliza el giro lingüístico de manera correcta, inten­
de extinguirse por completo. taré luego comparar el enfoque contextualista con
Crudamente, entonces, Rorty nos explica en la duda epistemológica del escéptico moderno. Al
función de su propia historia de vida los motivos hacerlo, evocaré un problema que siempre fue re­
de su perspectiva de la dominancia dual de Dewey lacionado con las concepciones coherentistas de la
y Heidegger desarrollada en Contingency, Irony, verdad: el problema de cómo se deberá distinguir
and Solidarity. Curiosamente, esta presentación la verdad de la aceptabilidad racional. En la res­
de sí mismo no contiene referencias al rol desco­ puesta a esta pregunta hay una bifurcación de ca­
llante que tuvo Wittgenstein, la tercera parte en la minos filosóficos. Mientras Rorty asimila la ver­
alianza. El informe de Rorty sobre las experien­ dad a la justificación a expensas de las intuiciones
cias de su propio desarrollo filosófico se detiene en realistas cotidianas, otros intentan tomar en cuen­
sus lecturas de Hegel, cuando sus días de estu­ ta las intuiciones aun dentro del paradigma lin­
diante en Yale se acercan a su fin y su trabajo como güístico, ya sea con la ayuda de una estrategia
filósofo profesional está apenas por comenzar. Su deflacionaria respecto del problema de la verdad,
formación en filosofía analítica con su maestro o por medio de una idealización del proceso de jus­
real, Wilfrid Sellars, su convicción básica de la ver­ tificación en sí mismo. Por una parte, no estoy de
dad del fisicalismo, su exitosa carrera como joven acuerdo con la estrategia deflacionaria que se ba­
filósofo analítico: esos pasos en su desarrollo no sa en una concepción semántica de la verdad, y
son mencionados para nada. Sin embargo, sola­ destaco más bien las ventajas de un punto de vista
mente su ambivalencia respecto de la tradición de pragmático. Por otra parte, nuevamente desde
la filosofía analítica —la única tradición en cuyo una perspectiva pragmática, criticaré un tipo de
lenguaje Rorty aprendió a argumentar y gracias a epistemización de la idea de verdad que yo mismo

82 83
propuse. Al hacerlo, desarrollaré una alternativa declinar. En esa época, Rorty dio una señal de par­
a la liquidación de las pretensiones incondiciona­ tida rumbo a un discurso que, desde entonces, se
les de verdad. Esta liquidación es lo que última­ asignó el nombre de «posanalítico». En su intro­
mente ha compelido a Rorty a efectuar una proble­ ducción a la antología, especula sobre el «futuro»
mática naturalización de la razón lingüistizada de la filosofía analítica —futuro que la relega al
—o, en todo caso, una naturalización que conduce pasado— . Frente a una todavía intacta ortodoxia,
a problemas ulteriores—. Rorty señala los tres enfoques que concuerdan en
su contradicción respecto del supuesto básico ge­
neral de que «hay verdades filosóficas que todavía
Un antiplatonismo platónicamente motivado esperan ser descubiertas y que pueden ser justifi­
cadas sobre la base de argumentos». Rorty vincula
Richard Rorty es uno de los más relevantes filó­ esos enfoques antiplatónicos con los nombres de
sofos analíticos, capaz de argumentar de un modo Heidegger, Wittgenstein y Waismann (cuyo pro­
informado y astuto. Pero su programa para una grama filosófico es descripto por Rorty, aun enton­
filosofía que ha de abolir toda filosofía parece pro­ ces, en términos similares a su posterior descrip­
venir más de la melancolía de un metafísico con­ ción del pragmatismo de Dewey).
trariado, llevado por impulsos nominalistas, que Esta mirada distanciada sobre la filosofía ana­
de la autocrítica de un filósofo analítico ilustrado lítica no oculta de ningún modo el inmenso respeto
que desea completar el giro lingüístico de manera por el iniciado que se aparta de su propia tradi­
pragmatista. En 1967, cuando la filosofía analítica ción: «La filosofía lingüística, en los últimos trein­
(en sus dos versiones) había alcanzado un vasto ta años, ha logrado poner a la defensiva toda la
reconocimiento, comparable al que obtuvo el neo- tradición filosófica, desde Parménides, pasando
kantismo en el período previo a la Primera Guerra por Descartes y Hume, hasta Bradley y White-
Mundial, Rorty editó una antología con el lacónico head. Lo ha hecho escrutando cuidadosamente y
título de The Linguistic Turn. Esta antología, co­ por completo los modos en los cuales los filósofos
mo podemos verlo retrospectivamente, marca un tradicionales usaron el lenguaje en la formulación
corte en la historia del pensamiento analítico. Los de sus problemas. Semejante logro es suficiente
textos compilados en ella aspiran a servir a un do­ para ubicar este período entre las grandes eras de
ble propósito. Al hacer el resumen de una progre­ la historia de la filosofía».2 Solamente el carácter
sión triunfante, apuntan, al mismo tiempo, a se­ irresistible de los argumentos de la filosofía analí­
ñalar un final. En todo caso, a despecho de su ges­ tica explica la pena real de Rorty. Ese carácter lo
to laudatorio, la distancia metafilosófica desde la conduce a despedirse tan irrevocablemente de las
cual el compilador comenta los textos traiciona el
mensaje hegeliano de que toda manifestación del 2 R. Rorty (ed.), The Linguistic Turn. Recent Essays in Philo-
Espíritu que alcanza la madurez está condenada a sophical Method, Chicago, 1970, pág. 33.

84 85
geriana, se supone que los destinos profanos de filósofo que es si insistiera únicamente en el rol re­
Occidente se han cumplido solamente dentro del tórico del reeducador. También el diagnóstico de
alcance de un entendimiento epocal del ser; más un falso autoentendimiento sigue siendo un asun­
aún, uno gobernado por la metafísica. Desde lue­ to para la teoría. Rorty tiene que proporcionar ar­
go, a diferencia de Heidegger, Rorty ya no puede gumentos si ha de convencer a sus colegas de que
estilizar el pensamiento posmetafísico después de la distinción ‘platónica’ entre ‘convencer’ y ‘per­
la filosofía analítica como una sagrada «Conme­ suadir’ no tiene sentido. Tiene que probar que aun
moración del Ser» (Andenken des Seins). Rorty la filosofía analítica está cautivada por el hechizo
concibe la deconstrucción de la historia de la meta­ de la metafísica, contra la cual está dando batalla.
física como un diagnóstico deflacionario en el sen­
tido de Wittgenstein. El antiplatonismo extrae su
significación eminentemente práctica sólo de la
severidad de la enfermedad que supuestamente El giro pragmático
ha de curar. El desenmascaramiento del platonis­
El importante libro de Rorty Philosophy and
mo apunta, más allá del escolasticismo, a una cul­
the Mirror ofNature (1979) persigue varias metas.
tura que está alienada de sí misma platónicamen­
Llevando a su conclusión la deconstrucción de la
te. Si el acto de despedida no se agota finalmente
filosofía de la conciencia, quiere completar un giro
en una negación, Rorty tiene que abrir una pers­
pectiva que permita un nuevo autoentendimiento lingüístico todavía no completado, de manera tal
capaz de tomar el lugar del viejo, depreciado. Con que se vuelva obvio el malentendido platonista tan
profundamente arraigado en nuestra cultura. Mis
este final en mente, adapta el hegelianismo de De­
dudas se relacionan con el segundo paso. El giro
wey a sus propios fines, de modo tal que se abre
pragmático, que Rorty exige con justeza ante los
una perspectiva en las prácticas cotidianas que ya
enfoques fijados en la semántica, ¿requiere una
no son distorsionadas por los prejuicios platonis-
concepción antirrealista del conocimiento?
tas. De este modo, como Hegel, aun los ‘últimos’ fi­
lósofos captan una vez más su propio tiempo en el
a) El marco conceptual básico de la filosofía del
pensamiento.
sujeto ha sido blanco, desde Peirce hasta Wittgen­
Rorty sabe, desde luego, que estas reflexiones
stein y Heidegger, de una crítica incansable. Ror­
metafilosóficas no pueden transformarse en auto-
ty abreva en los argumentos contemporáneos (en­
entendimiento de la filosofía por sí mismas.6 No
tre otros, los de Sellars, Quine y Davidson) con el
puede salir de la filosofía sin usarla para preten­
objeto de exponer los supuestos básicos de la epis­
der la validez de sus pensamientos. Rorty no sería
temología mentalista con miras a una crítica de la
el escrupuloso y sensible, sugestivo y estimulante
razón. Las ideas de ‘autoconciencia’ y ‘subjetivi­
dad’ implican que el sujeto cognoscente puede de­
6 R. Rorty, Linguistic Turn, pág. 39. velar por sí mismo una esfera privilegiada de ex-

88 89
periencias inmediatamente accesibles y absoluta­ derse; puede ser justificada solamente sobre la ba­
mente ciertas (Erlebnisse) cuando no hace foco de se de razones: no puede ser autenticada sobre la
manera directa en objetos, sino más bien reflexi­ base de la génesis de las representaciones.
vamente en sus propias representaciones (Vorstell- Rorty, desde luego, vincula esta crítica del men-
ungen) de los objetos. Para la epistemología clási­ talismo con la meta más amplia de radicalizar el
ca, hay una separación constitutiva entre lo inte­ giro lingüístico. Quiere mostrar «a qué llega la filo­
rior y lo exterior —un dualismo de la mente y el sofía del lenguaje cuando se purifica de los inten­
cuerpo— que apela al acceso privilegiado de la pri­ tos de imitar tanto a Kant como a Hume».7 En la
mera persona a sus propias experiencias. La auto­ medida en que la relación sujeto-objeto es proyec­
ridad epistémica de la primera persona está soste­ tada meramente sobre la relación oración-hecho,
nida por tres supuestos que constituyen el para­ las respuestas semánticas resultantes permane­
digma: cen atadas al modo mentalista de cuestionamien-
to. En la medida en que la representación (Dars-
1) que conocemos nuestros propios estados men­ tellung) del estado de cosas —como la representa­
tales mejor que ninguna otra cosa; ción de los objetos (Vorstellung)—8 es concebida co­
2) que el conocimiento tiene lugar esencialmente mo una relación entre dos términos, el giro lin­
bajo el modo de la representación de objetos; y güístico deja intacto el «espejo de la naturaleza»
3) que la verdad de los juicios se basa en pruebas —como metáfora del conocimiento del mundo— .
que garantizan su certeza. Rorty quiere hacer un uso pleno del campo con­
ceptual abierto por la filosofía del lenguaje. Tras
El análisis de la forma lingüística de nuestras los pasos de Peirce, reemplaza la relación de dos
experiencias y pensamientos descubre en estos su­ términos entre el sujeto representante y el objeto
puestos tres mitos correspondientes: el mito de lo representado por una relación de tres términos,
dado, el mito del pensamiento como representa­ la expresión simbólica, que otorga validez al esta­
ción y el mito de la verdad como certeza. Se mues­ do de cosas para una comunidad interpretativa.
tra que no podemos sortear la expresión lingüísti­ El mundo objetivo ya no es algo reflejado, sino sim­
ca como medio para la representación y comunica­ plemente el punto de referencia común para un
ción del conocimiento. No hay experiencias no in­ proceso de comunicación (Verstandigung) entre
terpretadas 0Erfahrungen) que sean accesibles so­ miembros de una comunidad comunicativa que al­
lamente de modo privado y eludan la evaluación y canza un entendimiento con otra respecto de algo.
corrección pública. Además, el conocimiento de ob­
jetos no es un modelo adecuado para el conoci­ 7 R. Rorty, Philosophy and the Mirror o f Nature, Princeton,
miento de estados de cosas proposicionalmente es­ NJ, 1979, pág. 261.
tructurados. Finalmente, la verdad es una propie­ 8 [Nota del editor de la versión en inglés:] Habermas señala
que en inglés la palabra ‘representación’ es usada para refe­
dad de proposiciones criticables que no puede per­ rirse tanto a Darstellung como a Vorstellung.

90 91
Los hechos comunicados no pueden ser separados to y del contexto lingüísticamente constituido de
del proceso de comunicación más de lo que la supo­ nuestro mundo de la vida: «Los elementos de lo
sición de un mundo objetivo puede ser separada de que llamamos ‘lenguaje’ o ‘mente’ penetran tan
un horizonte interpretativo compartido intersub­ profundamente en lo que denominamos ‘realidad’,
jetivamente, dentro del cual los participantes en la que el mero proyecto de representamos a nosotros
comunicación siempre ya operan. Por esta razón, mismos como ‘mapeadores’ de algo ‘independiente
sólo un giro lingüístico que sea rigurosamente lle­ del lenguaje’ está fatalmente comprometido desde
vado a su conclusión puede, al superar el menta- el principio».10
lismo, superar también el modelo epistemológico Esta es una cita de Hilary Putnam con la que
del Espejo de la Naturaleza. Rorty está de acuerdo. Sin embargo, Rorty tiene
en mente algo diferente del «realismo interno» de
b) Estoy interesado en indagar si Rorty realiza Putnam. El «realismo interno» de Putnam subra­
de manera correcta esta plausible radicalización ya que las condiciones para la objetividad del cono­
pragmática del giro lingüístico. Si ya no referimos cimiento pueden ser analizadas únicamente en co­
las cuestiones epistemológicas únicamente al len­ nexión con las condiciones para la intersubjetivi-
guaje como forma gramatical de representación dad de un mutuo entendimiento respecto de lo que
(.Darstellung), relacionándolas más bien con el len­ se dice. En la perspectiva de Rorty, «estar en con­
guaje tal como es utilizado comunicativamente, se tacto con la realidad» debe ser traducido en la jer­
abre una dimensión adicional. Es la dimensión de ga como «estar en contacto con una comunidad hu­
las interacciones y tradiciones —el espacio público mana», de tal manera que la intuición realista, a
del mundo de la vida compartido intersubjetiva- la que el mentalismo quería hacer justicia con su
mente por los usuarios del lenguaje— . Esta pers­ Espejo de la Naturaleza y su correspondencia en­
pectiva expandida permite volver visible el víncu­ tre representación y objeto representado, desapa­
lo entre los logros epistemológicos de los indivi­ rece completamente. Para Rorty, cada clase de re­
duos socializados y sus procesos de cooperación y presentación de algo en el mundo objetivo es una
comunicación: «Una vez que la conversación reem­ ilusión peligrosa. Ahora, con el giro pragmático, la
plaza a la confrontación [de personas con el estado autoridad epistémica de la primera persona del
de cosas], la concepción de la mente como Espejo singular, que examina su yo interno, es desplaza­
de la Naturaleza puede ser descartada».9 El «mo­ da por la primera persona del plural, por el ‘noso­
delo comunicacional» del conocimiento destaca el tros’ de una comunidad de comunicación ante la
argumento de que no tenemos un acceso irrestric­ cual cada persona justifica sus opiniones. Empero,
to a las entidades del mundo, independiente de
nuestras prácticas para alcanzar el entendimien­
10 H. Putnam, Realism with a Human Face, Cambridge,
Mass., 1990, pág. 28; R. Rorty, «Putnam and the Relativist
9 R. Rorty, Philosophy and the Mirror ofNature, pág. 170. Menace», Journal o f Philosophy, 90 (1993): 443.

92 93
sólo la interpretación empirista de esta nueva au­ recaída en el fundacionalismo. En el siglo XVII, los
toridad lleva a Rorty a equiparar ‘conocimiento’ conceptos básicos de subjetividad y autoconcien-
con lo que es aceptado como ‘racional’ según los es­ cia, junto con «lo mental» y la «introspección», res­
tándares de nuestras respectivas comunidades. pectivamente, habían asegurado para la filosofía
Así como Locke y Hume refirieron sus reflexio­ —que en esa época había encontrado un nuevo
nes mentalistas a la conciencia de las personas lugar junto a los nuevos físicos— un campo y un
empíricas, Kant refirió las suyas a la conciencia de método propios. Como resultado de ello, la filosofía
los sujetos «en general». También reflexiones lin­ era capaz de comprenderse a sí misma como disci­
güísticas pueden ser referidas a comunidades de plina fundacional que verificaba y justificaba los
comunicación «en general». Pero Rorty, el nomina­ fundamentos de todas las demás disciplinas. Ror­
lista, permanece en la tradición empirista y refie­ ty ahora sostiene que este mismo autoentendi-
re la autoridad epistémica a las prácticas sociales miento fundacionalista se apodera de la filosofía
recibidas de ‘nuestras’ respectivas comunidades. del lenguaje cuando se abstiene de un entendi­
Estima sin sentido la propuesta de «ver las prácti­ miento contextualista del conocimiento y la justifi­
cas sociales de justificación como si fueran algo cación. Los enfoques universalistas dentro de la fi­
más que eso».11 El propio Rorty establece el víncu­ losofía del lenguaje —tal como Rorty los discierne
lo entre la interpretación contextualista del giro en Dummett y otros— quedan aquí bajo sospecha.
pragmático y el entendimiento antirrealista del
conocimiento, por un lado, y el rechazo de una es­
trategia kantiana de análisis, por otro:12 «Si con­
cebimos el conocimiento como una cuestión de con­ El contextualism o y el escepticismo
versación y práctica social, en lugar de un intento como problemas específicos
de reflejar la naturaleza, probablemente no en­ de paradigm as particulares
cararemos una metapráctica que sea la crítica de
todas las formas posibles de práctica social».13 Pa­ Cuando Rorty concibe el contextualismo como
ra Rorty, ese intento pragmático-formal sería una la consecuencia necesaria de un giro lingüístico
realizado plenamente, está en lo cierto en un as­
pecto: el contextualismo designa un problema que
11 R. Rorty, Philosophy and the Mirror ofNature, pág. 390. puede producirse solamente cuando hay de por
12 Ibid., pág. 179: «[La perspectiva contextualista] amenaza medio una razón encamada en prácticas lingüísti­
la imagen neokantiana de la relación de la filosofía con la cien­
cia y la cultura. El impulso de decir que las aserciones y accio­ cas. Pero se equivoca cuando, al mismo tiempo, ve
nes no solamente deben ser coherentes con otras aserciones y el contextualismo como solución a ese problema.
acciones, sino que además deben ‘corresponder’ a algo aparte Esta perspectiva tiene sus raíces, si estoy en lo
de lo que las personas están diciendo y haciendo, tiene cierto cierto, en una problemática comprensión de los
derecho a ser llamado impulso filosófico».
paradigmas filosóficos.
13 Ibid., pág. 171.

94 95
Como Apel y Tugendhat, por ejemplo, Rorty ob­ nes de Aristóteles con respecto al conocimiento no
serva la historia de la filosofía como una sucesión ofrecen respuestas, ni malas ni buenas, a las pre­
de tres paradigmas. Habla de metafísica, episte­ guntas de Locke, así como las observaciones de
mología y filosofía del lenguaje.14 Desde luego, la Locke sobre el lenguaje no ofrecen respuestas a las
filosofía del lenguaje se ha apartado sin demasia­ de Frege».16
do entusiasmo del mentalismo. Rorty cree que el
giro lingüístico puede ser llevado a término de ma­ Esta discontinuidad significa que las pregun­
nera consistente bajo la forma de una crítica de la tas filosóficas no se resuelven encontrando las res­
razón que se despida de la filosofía como tal.15 No puestas correctas; antes bien, caen en desuso una
sólo son los problemas, sino el modo de plantear­ vez que han perdido su valor de mercado. Esto es
los, lo que cambia con el salto de un paradigma al también válido para la pregunta por la objetividad
siguiente: del conocimiento.
Desde la perspectiva mentalista, la objetividad
«Este cuadro de la filosofía antigua y medieval está asegurada cuando el sujeto representante se
preocupada por las cosas, la filosofía del siglo XVII refiere a sus objetos de manera correcta. Verifica
al siglo XIX por las ideas, y la escena filosófica ilus­ la subjetividad de sus representaciones respecto
trada contemporánea por las palabras tiene una del mundo objetivo: «‘subjetivo’ contrasta con ‘co­
plausibilidad considerable. Pero esta secuencia no rrespondiente a lo que está afuera’ y, por tanto,
debería ser pensada como si presentara tres pers­ significa algo parecido a ‘un producto únicamente
pectivas contrastantes acerca de lo que es prima­ de lo que está aquí’».17 Desde la perspectiva lin­
rio o fundacional. No es que Aristóteles pensara güística, la subjetividad de las creencias ya no es
que la mejor manera de explicar las ideas y las pa­ verificada directamente mediante la confronta­
labras es en función de cosas, mientras que Des­ ción con el mundo, sino más bien por medio del
cartes y Russell modificaron el orden de la explica­ acuerdo público alcanzado en la comunidad de co­
ción. Sería más apropiado decir que Aristóteles no municación: «una consideración ‘subjetiva’ es
tenía —no sentía la necesidad de tener— una teo­ aquella que ha sido, o sería, o debería ser, dejada a
ría del conocimiento, y que Descartes y Locke no un lado por los que debaten».18 Así pues, la inter-
tenían una teoría del significado. Las observacio­ subjetividad de llegar a un entendimiento reem­
plaza a la objetividad de la experiencia. La rela­
14 Cf. H. Schnádelbach, «Philosophie», en E. Martens y H.
ción lenguaje-mundo se vuelve dependiente de la
Schnádelbach (eds.), Grundkurs Philosophie, Hamburgo, comunicación entre hablantes y oyentes. La rela-
1985, págs. 37-76.
15 [Nota del editor de la versión en inglés:] Habermas obser­
va que el subtítulo de la traducción alemana de Philosophy 16 R. Rorty, Philosophy and the Mirror ofNature, pág. 263.
and the Mirror ofNature es A Critique o f Philosophy (Eine Kri- 17 Ibid., pág. 339.
tik der Philosophie). 18 Ibid., pág. 338.

96 97
ción vertical con el mundo de las representaciones Antes bien, desde la perspectiva del marco de refe­
de algo, o de las proposiciones sobre algo, es curva­ rencia, un paradigma subsiguiente aparece como
da, por así decirlo, en la línea horizontal de la coo­ respuesta a un problema que nos es legado por la
peración de los participantes en la comunicación. devaluación de un paradigma precedente. Contra­
La intersubjetividad del mundo de la vida, que los riamente a lo que Rorty supone, los paradigmas
sujetos habitan en común, desplaza a la objetivi­ no forman una secuencia arbitraria, sino una rela­
dad de un mundo que un sujeto solitario confron­ ción dialéctica.
ta: «Para los pragmatistas, el deseo de objetividad El nominalismo privó a las cosas de su natura­
no es el deseo de escapar de las limitaciones de la leza interior o esencia y declaró que los conceptos
propia comunidad, sino simplemente el deseo de generales eran construcciones de una mente fini­
alcanzar todo el acuerdo intersubjetivo que sea po­ ta. Desde entonces, la comprensión de lo que es
sible».19 Rorty quiere decir: el cambio de paradig­ (idas Seiende) en el pensamiento ha carecido de
ma transforma las perspectivas de tal modo que fundamento en la constitución conceptual de los
las preguntas epistemológicas como tales pertene­ seres mismos. La correspondencia de la mente con
cen al pasado. la naturaleza ya no podía concebirse como una re­
La comprensión contextualista del giro lingüís­ lación ontològica, las reglas de la lógica ya no refle­
tico desde el cual emerge este antirrealismo vuel­ jaban las leyes de la realidad. A pesar de Rorty, el
ve a una concepción del surgimiento y caída de los mentalismo respondía a este reto revirtiendo el
paradigmas que excluye la continuidad de temas orden de la explicación. Si el sujeto cognoscente ya
entre paradigmas, así como los procesos de apren­ no puede derivar los estándares del conocimiento
dizaje que se extienden a través de ellos. De hecho, de una naturaleza descalificada, tiene que proveer
los términos en los cuales emprendemos una com­ esos estándares a partir de una subjetividad refle­
paración de paradigmas reflejan nuestro punto de xivamente revelada. La razón, alguna vez encar­
partida hermenéutico —y, por tanto, nuestro pro­ nada objetivamente en el orden de la naturaleza,
pio paradigma— . Que Rorty elija para su compa­ se retira en el espíritu subjetivo. De esta manera,
ración el marco de referencia de la objetividad, la el ser-en-sí (das Ansich) del mundo es transforma­
subjetividad y la intersubjetividad es una conse­ do en la objetividad de un mundo que está dado
cuencia de la perspectiva conceptual básica desde para nosotros, los sujetos —un mundo de objetos
la cual ahora describimos el giro lingüístico del representados o phenomena— . En tanto que, has­
mentalismo. Por otra parte, el cuadro de una suce­ ta ese momento, la constitución del mundo del ser-
sión contingente de paradigmas inconmensura­ en-sí había hecho posible la correspondencia del
bles no se adecúa en absoluto a esta descripción. pensamiento con la realidad —juicios verdade­
ros— , ahora se supone que la verdad de los juicios
tiene que medirse contra la certeza de las expe­
19 R. Rorty, Philosophical Papers I: Objectivity, Relativism,
and Truth, Cambridge, 1991, pág. 23. riencias subjetivas evidentes (Erlebnisse). El pen-

98 99
samiento representacional conduce al conocimien­ cos del paradigma lingüístico, así como el escepti­
to objetivo en la medida en que comprende el mun­ cismo se halla incorporado en el mentalismo. Y
do fenomenal. una vez más, las intuiciones concernientes a la
El concepto de subjetividad introdujo entre in­ verdad que perduran y nos llegan de los paradig­
terno y externo un dualismo que parecía confron­ mas precedentes conducen a una intensificación
tar la mente humana con la precaria tarea de col­ de estos problemas.
mar un abismo. Así pues, se despejó el camino pa­ Así como la disputa sobre los universales, a fi­
ra el escepticismo en su forma moderna. El carác­ nes de la Edad Media, contribuyó a la devaluación
ter privado de mis experiencias subjetivas, en las de la razón objetiva, la crítica de la introspección y
que se basa mi absoluta certeza, hace simultánea­ del psicologismo, a fines del siglo XIX, contribuyó
mente que la razón dude de si el mundo tal como al sacudimiento de la razón subjetiva. Con el des­
aparece ante nosotros no es, de hecho, una ilusión. plazamiento de la razón desde la conciencia del su­
Este escepticismo está anclado en los conceptos jeto cognoscente hacia el lenguaje como medio por
constitutivos del paradigma mentalista. Al mismo el cual los sujetos actuantes se comunican entre sí,
tiempo, conjura los recuerdos de la confortante in­ el orden de la explicación cambia una vez más. La
tuición que sostuvo al paradigma ontològico: la autoridad epistémica pasa del sujeto cognoscente,
idea de que la verdad de los juicios está garantiza­ que proporciona desde adentro de sí mismo los es­
da por una correspondencia con la realidad funda­ tándares para la objetividad de la experiencia, a
da en la realidad misma. Esta intuición ‘residual’, las prácticas justificativas de una comunidad lin­
por así decir, que no había perdido nada de su po­ güística. Hasta entonces, la validez intersubjetiva
der de sugestión con el cambio de paradigma, cie­ de las creencias había sido el resultado de la subsi­
rra filas con la nueva pregunta escéptica acerca de guiente convergencia de los pensamientos o repre­
si —y si sí, cómo— el acuerdo entre representación sentaciones. El acuerdo interpersonal había sido
y objeto representado ha de fundarse en las prue­ explicado por el anclaje ontològico de los juicios
bas de nuestras experiencias subjetivas. Esta es la verdaderos, o por los compartidos dones psicológi­
pregunta que primero provoca la querella episte­ cos o trascendentales de los sujetos cognoscentes.
mológica entre idealismo y empirismo.20 Sin em­ Según el giro lingüístico, sin embargo, todas las
bargo, a la luz de esta genealogía se vuelve eviden­ explicaciones toman como punto de partida la pri­
te —y en esto consiste mi argumento— que el con- macía de un lenguaje común. La descripción de los
textualismo se halla incorporado en conceptos bási- estados y acontecimientos del mundo objetivo, co­
mo la autorrepresentación de las experiencias a
20 Sólo los empiristas estaban preparados para llamar ‘ob­ las cuales el sujeto tiene un acceso privilegiado,
jetiva’ a la experiencia (Erfahrung) que «corresponde a lo que depende del uso interpretativo de un lenguaje co­
está afuera» (Rorty). Los idealistas trascendentales, en cam­
mún. Por esta razón, el término ‘intersubjetivo’ ya
bio, reducen incluso la objetividad de la experiencia a las con­
diciones subjetivas necesarias de la experiencia posible. no se refiere al resultado de una convergencia ob­

100 101
servada de pensamientos o representaciones de Además, dado que en el paradigma lingüístico las
varias personas, sino al carácter compartido de verdades son accesibles únicamente bajo la forma
una precomprensión u horizonte lingüístico del de la aceptabilidad racional, surge ahora la pre­
mundo de la vida —presupuesto por los partici­ gunta acerca de cómo, en ese caso, la verdad de una
pantes mismos— , dentro del cual se encuentran proposición puede aún ser aislada del contexto en
los miembros de una comunidad de comunicación el cual es justificada. El malestar con respecto a
antes de alcanzar el entendimiento mutuo acerca este problema trae a escena las viejas intuiciones
de algo en el mundo. Finalmente, la cuestión con­ acerca de la verdad. Despierta el recuerdo de una
textualista, que no debería confundirse con la du­ correspondencia entre pensamiento y realidad, o
da epistemológica del escepticismo, proviene de de un contacto con la realidad que es sensorial­
esta primacía de la intersubjetividad de creencias mente cierta. Estas imágenes, que son todavía su­
compartidas sobre la confrontación con la realidad gestivas a pesar de haber perdido su norte, están
(realidad que es siempre ya interpretada). detrás del hecho de que la imposibilidad de tras­
El giro pragmático no da cabida a la duda res­ cender el horizonte lingüístico de creencias justifi­
pecto de la existencia de un mundo independiente cadas sea compatible con la intuición de que las
de nuestras descripciones. Antes bien, de Peirce a proposiciones verdaderas se adecúan a los hechos.
Wittgenstein, la ociosa duda cartesiana fue recha­ No es por accidente que la racionalidad contempo­
zada como una contradicción performativa: «Si se ránea debata en círculos en tomo a los conceptos
intentara dudar de todo, no se llegaría tan lejos co­ de verdad y referencia.23 Así como el escepticismo
mo para dudar de nada. El juego de la duda pre­ no asimila simplemente el ser a la apariencia, sino
supone la certeza».21 Por otra parte, todo conoci­ que da más bien una expresión al incómodo senti­
miento es falible y, cuando es problematizado, de­ miento de que podríamos ser incapaces de separar
pende de la justificación. Tan pronto como el es­ uno de otra de manera convincente, tampoco el
tándar de la objetividad del conocimiento pasa de contextualismo, comprendido adecuadamente,
la certeza privada a las prácticas públicas de justi­ hace equivaler verdad con asertibilidad justifica­
ficación, la Verdad’ se convierte en un concepto de da. El contextualismo es más bien una expresión
validez de tres términos. Se demuestra que la va­ de la incomodidad que se seguiría si tuviéramos
lidez de las proposiciones que son falibles en prin­ que asimilar una a la otra. Nos vuelve conscientes
cipio es la validez justificada para un público.22 de un problema para el cual el relativismo cultural

23 Con respecto a la crítica del enfoque de Rorty, en lo que si­


21 L. Wittgenstein, On Certainty, trad. D. Paul y G. E. M. gue me limito al problema de la verdad. Sin embargo, me gus­
Anscombe, Oxford, 1969, §115, pág. 125. taría dejar indicado, al menos, que no podríamos explicar la
22 H. Schnádelbach, «Thesen über Geltung und Wahrheit», posibilidad de los procesos de aprendizaje sin referimos a la
en Zur Rehabilitierung des Animal rationale, Francfort, 1992, capacidad para reconocer las mismas entidades bajo diferen­
págs. 104-15. tes descripciones.

102 103
referencia a lo que ya aceptamos», y concluye «que
presenta una solución que es falsa, pues contiene
no hay manera de salir de nuestras creencias y
una autocontradicción performativa.
nuestro lenguaje con el fin de encontrar alguna
prueba que no sea la de la coherencia».25
Esto no significa, desde luego, que la coherencia
Verdad y justificación de nuestras creencias sea suficiente para clari­
ficar el significado del concepto de verdad, que se
Aun en la comprensión de las proposiciones ele­ ha vuelto central. Por cierto, dentro del paradigma
mentales sobre los estados o acontecimientos en el lingüístico, la verdad de una proposición ya no
mundo, lenguaje y realidad se interpenetran de puede ser concebida como correspondencia con al­
una manera que es para nosotros indisoluble. No go en el mundo, pues de lo contrario tendríamos
hay posibilidad natural de que las restricciones de que ser capaces de «salir del lenguaje» mientras
la realidad que vuelven verdadero un enunciado usamos el lenguaje. Obviamente, no podemos
puedan aislarse de las reglas semánticas que sub- comparar las expresiones lingüísticas con un frag­
yacen a esas condiciones de verdad. Podemos ex­ mento de una realidad ininterpretada o «desnu­
plicar lo que un hecho es únicamente con la ayuda da», es decir, con una referencia que eluda nuestra
de la verdad de un enunciado fáctico, y podemos indagación ligada al lenguaje.26 No obstante ello,
explicar lo que es real solamente en función de lo la idea de la verdad como correspondencia fue ca­
que es verdadero. El ser, como afirma Tugendhat, paz de tomar en cuenta un aspecto fundamental
es ser veritativo.24 Dado que la verdad de las creen­ del significado de un predicado de verdad. Este as­
cias o las oraciones puede, a su vez, ser justificada pecto —la noción de validez incondicional— queda
sólo con la ayuda de otras creencias y oraciones, no barrido bajo la alfombra si la verdad de una propo­
podemos romper con el círculo mágico de nuestro sición es concebida como coherencia con otras pro­
lenguaje. Este hecho sugiere una concepción an- posiciones o como asertibilidad justificada dentro
tifundacionalista del conocimiento y una concep­ de un sistema interconectado de aserciones. Mien­
ción holística de la justificación. Puesto que no po­ tras las aserciones bien justificadas pueden resul­
demos confrontar nuestras oraciones con nada tar falsas, comprendemos la verdad como una pro­
que no esté ya saturado lingüísticamente, no pue­ piedad de las proposiciones «que no puede perder-
de distinguirse ninguna proposición básica que
esté privilegiada por la capacidad de legitimarse a 25 R. Rorty, Philosophy and the Mirror ofNature, pág. 178.
sí misma, sirviendo así como base para una cade­ 26 Cf. Williams, Unnatural Doubts, pág. 232: «Sólo necesi­
tamos preguntarnos si la captación ‘directa’ de los hechos de
na lineal de justificación. Rorty enfatiza con acier­ los cuales supuestamente depende tal comparación es un es­
to «que nada cuenta como justificación, salvo por tado cognitivo con contenido proposicional. Si no lo es, no pue­
de tener impacto en la verificación. Pero, si lo es, lo que nos
24 E. Tugendhat, Traditional and Analytical Philosophy, han dado es otra clase de creencia».
trad. P. A. Gomer, Cambridge, 1982, págs. 50 y sigs.

105
104
se». La coherencia depende de las prácticas de jus­ duce a la pregunta contextualista: «Dados sola­
tificación que son guiadas por estándares que cam­ mente el conocimiento de lo que creemos acerca
bian cada tanto. Esto explica la pregunta: «¿Por del mundo y el hecho de que nuestras creencias
qué el hecho de que nuestras creencias se sosten­ concuerdan, ¿cómo podemos mostrar que esas
gan, suponiendo que lo hagan, da la menor indica­ creencias son verosímilmente verdaderas?».30
ción de que son verdaderas?».27 Esta pregunta, sin embargo, no debería ser en­
El uso «precautorio» de los predicados de ver­ tendida en un sentido escéptico, porque la concep­
dad28 muestra que, con la verdad de las proposi­ ción según la cual nosotros, como individuos socia­
ciones, vinculamos una pretensión incondicional lizados, siempre ya nos encontramos dentro de un
que apunta más allá de toda la evidencia disponi­ horizonte lingüísticamente revelado de nuestro
ble para nosotros; por otra parte, la evidencia que mundo de la vida, implica un trasfondo no cuestio­
aportamos a nuestros contextos de justificación nado de convicciones compartidas intersubjetiva­
debe ser suficiente para autorizamos a plantear mente, que han demostrado ser verdaderas en la
pretensiones de verdad. Aunque la verdad no pue- práctica, lo cual le quita todo sentido a la duda to­
dc ser reducida a la coherencia y a la asertibilidad tal respecto de la accesibilidad del mundo. El len­
justificada, tiene que haber una relación interna guaje, del cual «no podemos salir», no debería ser
entre verdad y justificación. De lo contrario, ¿cómo entendido como analogía de la interioridad de un
sería posible explicar que una justificación de «p», sujeto representante que está como aislado del
exitosa de acuerdo con nuestros estándares, apun­ mundo exterior de los objetos representables. La
te en favor de la verdad de «p», aunque la verdad relación entre justificabilidad y verdad, aunque
no sea un término del éxito y no dependa de la jus- necesita ser clarificada, no señala ningún abismo
tificabilidad de la proposición? Michael Williams entre lo interior y lo exterior, ningún dualismo que
describe el problema como una disputa entre dos tendría que ser suturado y que podría hacer surgir
ideas igualmente razonables: «En primer lugar, la duda escéptica sobre si nuestro mundo en su to­
que si hemos de tener conocimiento del mundo ob­ talidad es una ilusión. El giro pragmático le mue­
jetivo, la verdad de lo que creemos acerca del mun­ ve el piso a este escepticismo. Hay una razón sim­
do debe ser independiente de nuestra creencia en ple para ello. En las prácticas cotidianas, no pode­
él; y segundo, que la justificación es, inevitable­ mos usar el lenguaje sin actuar. El habla en sí mis­
mente, una cuestión de sustentar creencias me­ ma se realiza en el modo de actos de habla que, por
diante otras creencias y, por ende, en su sentido su parte, están incrustados en contextos de inter­
mínimo, una cuestión de coherencia».29 Esto con­ acción y entramados con acciones instrumentales.
Como actores, es decir, como sujetos interactuan-
27 Ibid., pág. 267. tes e intervinientes, estamos siempre ya en con-
28 R. Rorty, «Pragmatism, Davidson, and Truth», en E. Le-
pore (ed.), Truth and Interpretation, Oxford, 1986, pág. 343.
29 Williams, Unnatural Doubts, pág. 266. 30 Ibid., pág. 249.

106 107
tacto con las cosas acerca de las cuales podemos jetivo que es independiente de nuestras descrip­
emitir enunciados. Los juegos de lenguaje y las ciones cumple con un requisito funcional de nues­
prácticas están entretejidos. «En cierto punto (. ..) tros procesos de cooperación y comunicación. Sin
tenemos que dejar el reino de las oraciones (y los este supuesto, las prácticas cotidianas, que se ba­
textos) y recurrir al acuerdo en la acción y la expe­ san en la (en cierto sentido) platónica distinción
riencia (por ejemplo, en el uso de un predicado)».31 entre creer y saber sin reservas, se resquebraja­
Desde el punto de vista de la filosofía del lenguaje, rían.33 Si no pudiéramos de ninguna manera ha­
la conclusión fenomenológica de Husserl de que cer esta distinción, el resultado sería más un auto-
«estamos siempre ya en contacto con las cosas» es desentendimiento patológico que un entendimien­
confirmada. to ilusorio del mundo. Mientras el escepticismo
Por esta razón, la pregunta respecto de la cone­ sospecha un error epistemológico, el contextualis-
xión interna entre justificación y verdad — cone­ mo supone una construcción errónea del modo en
xión que explica por qué, a la luz de la evidencia que vivimos.
disponible para nosotros, podemos plantear una El contextualismo plantea, pues, la pregunta
pretensión de verdad incondicional que apunte sobre si y, llegado el caso, cómo la intuición de que
más allá de lo que está justificado— no es una pre­ podemos distinguir, en principio, entre lo-que-es-
gunta epistemológica. No es una cuestión de ser o verdad y lo-que-se-tiene-por-verdadero puede ser
apariencia. Lo que está enjuego no es la represen­ introducida en el paradigma lingüístico. Esta in­
tación correcta de la realidad, sino las prácticas co­ tuición no es ‘realista’ en el sentido epistemológico.
tidianas que no deben desmoronarse. El malestar Aun dentro del pragmatismo hay una bifurcación
contextualista traiciona una preocupación acerca de caminos con respecto a esta pregunta. Algunos
del funcionamiento fluido de los juegos de lenguaje son suficientemente pragmatistas como para to­
y las prácticas. El entendimiento no puede alcan­ mar en serio las intuiciones realistas de todos los
zarse a menos que los participantes se refieran a días y la relación interna entre coherencia y ver­
un solo mundo objetivo, estabilizando así el espa­ dad que aseveran. Otros dicen que el intento de
cio público compartido intersubjetivamente, con el clarificar esta relación interna es inútil, y tratan el
cual cada cosa que es meramente subjetiva pueda realismo cotidiano como una ilusión. Rorty quiere
ser contrastada.32 Este supuesto de un mundo ob­ combatir esta ilusión por medios retóricos y brega
por una reeducación. Tenemos que acostumbrar-
31 F. Kambartel, «Universalität richtig verstanden», Deuts­
che Zeitschrift für Philosophie, 44 (1996): 249. 33 Cf. Williams, Unnatural Doubts, pág. 238: «Todo lo que es­
32 No es por accidente que introduje el concepto pragmático- tá incluido en la idea de un mundo objetivo como ‘lo que está
formal de la suposición gramatical de un mundo objetivo en el allí de todos modos’ es que el hecho de que una proposición sea
contexto de una teoría de la acción. Cf. J. Habermas, The Theo- verdadera es una cosa y nuestra creencia de que es verdadera,
ry of Communicative Action, trad. T. McCarthy, vol. 1, Boston, o que está justificada en la creencia de que es verdadera, es
1984, págs. 75-101; vol. 2, Boston, 1987, págs. 119 y sigs. otra cosa».

108 109
nos a reemplazar el deseo de objetividad con el de­ teniendo las intuiciones realistas, mientras que la
seo de solidaridad y, siguiendo a William James, a concepción epistémica está permitida para ideali­
comprender ‘verdad’ como si no fuera más que zar las condiciones justificatorias solamente hasta
aquello en lo cual, para «nosotros» —miembros li­ el punto en que su idea de argumentación, elimi­
berales de la cultura occidental o de las sociedades nada de las prácticas cotidianas, permanezca den­
occidentales— , es bueno creer. tro del alcance de ‘nuestras’ prácticas.35

«[Los pragmatistas] deben verse a sí mismos como


35 D. Davidson emprende una tercera estrategia, que podría
si estuvieran operando en la interfase con el sen­ ser designada ‘teoricista’ o, como él mismo propone, ‘metodoló­
tido común de su comunidad, un sentido común gica’; cf. D. Davidson, «The Folly of Trying to Define Truth»,
muy influido por la metafísica griega y el mono­ Journal o f Philosophy, 93 (1996): 263-78. Davidson recurre a
teísmo patriarcal (.. .) Deben verse a sí mismos co­ la concepción semántica de la verdad, entendida de manera no
mo si estuvieran involucrados en un intento de deflacionista, como el concepto básico no definido para una teo­
ría empírica del lenguaje. Tanto el concepto de verdad, usado
largo plazo por cambiar la retórica, el sentido co­ como término teórico en su teoría del lenguaje, cuanto la teoría
mún y la autoimagen de su comunidad».34 misma, que supuestamente explica la comprensión de las ex­
presiones lingüísticas, pueden probar su verdad (sich bewah-
Antes de abordar esta propuesta, me gustaría ren) a un mismo tiempo. Por esta razón, la «teoría de la ver­
indagar si las alternativas son tan inútiles como dad» implícita de Davidson puede ser discutida solamente en
relación con la totalidad de su teoría. En general, veo la si­
supone Rorty. ¿No hay explicaciones plausibles guiente dificultad: por una parte, Davidson impugna que el
para el hecho de que una justificación exitosa en concepto de verdad tenga un contenido susceptible de ser ex­
nuestro contexto justificatorio hable en favor de la plicado, y en este sentido se alia con la polémica deflacionista
verdad independiente del contexto de la proposi­ contra los intentos de explicar el significado de la verdad; por
ción justificada? Estoy interesado, ante todo, en otra parte, tiene que asegurar cierto contenido para el predica­
do de verdad, por encima de su función desentrecomilladora,
dos intentos de explicación: uno deflacionario, que en la medida en que la teoría de la racionalidad está preocupa­
discute que la naturaleza de la Verdad’ pueda ser da por explicar la naturaleza verídica de las creencias. En este
explicada, y uno epistémico, que expande hasta tal sentido, cierra filas con Putnam y Dammett, quienes insisten
punto la idea de aserción justificada, que la verdad en que la convención T de Tarski no dice nada acerca del signi­
se convierte en el concepto límite del proceso justi­ ficado real de la verdad. Permaneciendo entre estas dos posi­
ciones, Davidson, en lugar de usar meramente el concepto, se
ficatorio. Desde luego, el deflacionismo está per­
ve obligado a escribir eruditos tratados sobre un concepto que
mitido para destematizar el concepto de verdad declara ‘indefinible’ —tratados en los cuales, al menos de ma­
solamente hasta el punto en que pueda seguir sos­ nera metacrítica, aísla las intuiciones realistas vinculadas con
la verdad— . Cf. D. Davidson «The Structure and Contení of
Truth», Journal o f Philosophy, 87 (1990): 279-328. Davidson se
34 R. Rorty, «Is Truth a Goal of Inquiry? Davidson versus aferra a la idea de que podemos conocer algo de un mundo ob­
Wright», Philosophical Quarterly, 45 (1995): 281-300 (pág. jetivo «que no está hecho por nosotros». Esta perspectiva lo se­
300). para de Rorty, quien intenta en vano llevar a Davidson hacia

110 111
La concepción semántica de la verdad ca entre las expresiones de un lenguaje objeto y las
y la perspectiva pragmática de un metalenguaje. Sin que importe cómo se con­
ciba la función representacional de los enuncia­
La convención T de Tarski —«‘p ’ es verdadero si dos, como ‘satisfacción’ de las condiciones de ver­
y sólo si p»— se basa en un uso desentrecomillador dad o como ‘adecuación’ de los hechos a las oracio­
del predicado de verdad que puede ser ilustrado nes, lo que se encara en cada caso son cuadros de
mediante el ejemplo de la confirmación de los relaciones que se extienden más allá del lenguaje.
enunciados de otra persona: «Todo lo que el testigo Ahora parece posible elucidar esos cuadros con la
dijo ayer es verdadero». Así pues, el hablante emi­ ayuda de interrelaciones que son internas al len­
te su propio «todo lo que fue dicho» de tal modo que guaje. Esta idea inicial nos permite entender por
podría repetir las correspondientes aserciones en qué las connotaciones realistas débiles están vincu­
la posición de la primera persona. Vale la pena se­ ladas con la concepción semántica de la verdad,
ñalar este uso del predicado de verdad en dos as­ aun cuando sea obvio que esta concepción no pue­
pectos. Por una parte, permite una referencia ge­ de sustentar un realismo epistemológico fuerte a
neralizante al tema que es mencionado pero no ex­ la manera de Popper.36
plícitamente reproducido. Tarski usa esta propie­ Ahora bien: ya en un período temprano se ob­
dad con el fin de construir una teoría de la verdad servó que la concepción semántica de la verdad no
que generalice acerca de todos los ejemplos de T . puede reivindicar su pretensión de ser una expli­
Por otra parte, cuando es usado de este modo, el cación del significado total del predicado de ver­
predicado de verdad establece una relación de dad.37 La razón de ello es que la función desentre­
equivalencia entre dos expresiones lingüísticas; comilladora no resulta suficientemente informa­
todo el argumento de la estrategia de explicación tiva, porque ya presupone la función representa­
de Tarski depende de esto, pues, por medio de la cional. Uno comprende el significado de la conven­
explotación de la función desentrecomilladora, la ción T cuando sabe qué es significado {gemeint)
inaccesible «relación de correspondencia» entre con el lado derecho del bicondicional. El significa­
lenguaje y mundo, u oración y hecho, puede ser re­ do del predicado de verdad en la oración «Ibdo lo que
flejada, al parecer, en la tangible relación semánti- el testigo dijo ayer es verdadero» es parasitario del
modo asertórico de las aserciones del testigo. An-
su propio terreno, el de una comprensión abolicionista de la
verdad. Cf. D. Davidson, «A Coherence Theory of Truth and 36 K. Popper, «Truth, Rationality and the Growth of Scienti­
Knowledge», en A. Malachowski (ed.), Reading Rorty, Oxford, fic Knowledge», en Conjectures and Refutations, Londres,
1990, págs. 120-39; cf. también Rorty, «Pragmatism, David­ 1963, págs. 215-50.
son, and Truth». Para una comparación de Davidson y mi pro­ 37 E. Tugendhat, «Tarskis semantische Definition der Wahr­
pio enfoque de la teoría del lenguaje, véase B. Fultner, Radical heit», Philosophische Rundschau, 8 (1960): 131-59, reeditado
Interpretation or Communicative Action, tesis doctoral, North­ en su obra Philosophische Aufsätze, Francfort, 1992, págs.
western University, 1995. 179-213.

112 113
tes de que una aserción pueda ser citada debe ser los métodos usuales de indagación y selección teó­
«planteada». Este significado asertórico presu­ rica — es decir, suficiente también para explicar
puesto puede ser analizado de manera ejemplar qué es lo que cuenta como ‘éxito’ o ‘aumento del co­
observando las posiciones ‘sí’ y ‘no’ de los partici­ nocimiento’ en la empresa científica— , podemos
pantes en la argumentación, que plantean o re­ rescatar el supuesto realista débil de un mundo in­
futan las objeciones; también puede ser visto en el dependiente de nuestras descripciones sin alimen­
uso ‘precautorio’ del predicado de verdad, que re­ tar el concepto de verdad a la manera del realismo
cuerda la experiencia de los participantes en la ar­ epistemológico.38
gumentación de que incluso las proposiciones que Por otra parte, la ciencia no es la única esfera
han sido justificadas convincentemente pueden —ni siquiera la esfera primaria— en la cual el pre­
resultar falsas. dicado de verdad tiene un uso. Aun si el concepto
El predicado de verdad pertenece —aunque no deflacionario de la verdad fuera suficiente para
exclusivamente— al juego de lenguaje de la argu­ elucidar el hecho de ciencia, para volver transpa­
mentación. Por esta razón, su significado puede rente el funcionamiento de nuestras prácticas de
ser elucidado (al menos, en parte) de acuerdo con indagación, esto seguiría sin disipar la duda con­
sus funciones en este juego de lenguaje, es decir, textualista. Pues esta duda se extiende no sólo a la
en la dimensión pragmática de un empleo particu­ construcción y selección de teorías, por cierto, no
lar del predicado. Cualquiera que se limite a la di­ sólo a las prácticas de argumentación en general:
mensión semántica de las oraciones y de los co­ con respecto a la orientación preteórica hacia la
mentarios metalingüísticos sobre oraciones com­ verdad inherente a las prácticas cotidianas, una
prenderá solamente la reflexión de una práctica concepción semántica de la verdad simplemente
lingüística previa, que, como queda aún por de­ no nos ayuda para nada.
mostrar, se extiende incluso en las prácticas coti­ Lo que está en controversia en el mundo de la
dianas. Sin embargo, el tratamiento deflacionario vida es el rol pragmático de una noción bifronte de
del concepto de verdad, por medio de la atenuación la verdad que medie entre la certeza conductista y
semántica del significado pragmático de la ver­ la asertibilidad discursivamente justificada. En la
dad, tiene la ventaja de evitar discusiones acerca red de prácticas establecidas, las pretensiones de
de la ‘naturaleza’ de la verdad sin tener que sacri­ validez implícitamente planteadas que han sido
ficar una mínima orientación hacia la distinción aceptadas sobre un amplio trasfondo de conven­
entre saber y creer, entre ser-verdadero y ser-te- ciones intersubjetivamente compartidas constitu­
nido-por-verdadero. Tal estrategia apunta a desa­ yen las vías sobre las que se desplazan las certezas
coplar estas distinciones elementales de la disputa conductistas. Sin embargo, tan pronto como pier-
acerca de las perspectivas epistemológicas sus­
38 Me refiero aquí a las posiciones sostenidas por P. Horwich
tanciales. Si puede demostrarse que la concepción
y A. Fine; cf. M. Williams, «Do We (Epistemologists) Need a
semántica de la verdad es suficiente para explicar Theory of Truth?», Philosophical Topics, 14 (1986): 223-42.

114 115
den el sostén del corsé de las creencias autoeviden- planteadas para proposiciones hipotéticas; esas
tes, esas certezas son sacadas de la tranquilidad y pretensiones son verificadas discursivamente —y,
transformadas en un número correspondiente de eventualmente, reivindicadas— con el resultado
temas cuestionables y, por tanto, sujetos a debate. de que las verdades aceptadas discursivamente
En el movimiento de la acción al discurso racio­ pueden volver al reino de la acción; así pues, se
nal,39 lo que al comienzo es ingenuamente tenido- producen una vez más las certezas conductistas
como-verdadero es liberado del modo de la certeza (eventualmente, nuevas certezas), que pueden
conductista y asume la forma de una proposición fundarse en creencias tenidas como verdaderas de
hipotética cuya validez queda abierta en tanto du­ manera no problematizada. Lo que queda por ex­
re el discurso. La argumentación toma la forma de plicar es el misterioso poder del acuerdo discursi­
una competencia por los mejores argumentos en vamente alcanzado que autoriza a los participan­
favor, o en contra, de pretensiones de validez con­ tes de la argumentación, en el rol de actores, a
trovertidas, y sirve a la búsqueda cooperativa de aceptar sin reservas las aserciones justificadas co­
la verdad.40 mo verdades. Porque es evidente que, desde el
Sin embargo, con esta descripción de las prácti­ punto de vista de la teoría de la acción, la argu­
cas justificativas guiadas por la idea de verdad se mentación puede llenar el rol del conciliador, con
plantea nuevamente el problema de cómo se su­ respecto a las certezas conductistas que se han
pone que la movilización sistemática de buenas vuelto problemáticas, solamente si está guiada
razones, que en el mejor de los casos conducen a por la verdad en un sentido independiente del con­
creencias justificadas, sea apropiada, no obstan­ texto, es decir, incondicional.
te, para el propósito de discriminar entre preten­ Si bien cuando adoptamos una actitud reflexi­
siones de verdad justificadas e injustificadas. Pa­ va sabemos que todo conocimiento es falible, en la
ra empezar, simplemente quiero detenerme en el vida cotidiana no podemos sobrevivir solamente
cuadro de un proceso circular que se nos presenta, con hipótesis, es decir, de manera persistentemen­
desde una perspectiva ampliada, gracias a la teo­ te falibilista. El falibilismo organizado de la inda­
ría de la acción: las sacudidas certezas conductis- gación científica puede lidiar, hipotéticamente, de
tas son transformadas, en el nivel de la argumen­ manera indefinida con las pretensiones de validez
tación, en pretensiones de validez controvertidas, controvertidas, porque sirve para aportar acuer­
dos que están desacoplados de la acción. Este mo­
39 Introduje esta distinción en las conferencias Christian delo no es adecuado para el mundo de la vida. Por
Gauss sobre la teoría del lenguaje como fundamento de la so­ cierto, en él tenemos que tomar decisiones sobre la
ciología (1971); cf. J. Habermas, Vorstudien und Ergänzungen base de información incompleta; más aún, los ries­
zur Theorie des kommunikativen Handelns, Francfort, 1984, gos existenciales, tales como la pérdida de seres
págs. 1-126, especialmente págs. 104 y sigs.
cercanos a nosotros, la enfermedad, la edad pro­
40 Habermas, Theory o f Communicative Action, vol. 1, págs.
22-42. vecta y la muerte son la marca de la vida humana.

116 117
Sin embargo, pese a estas incertidumbres, las ru­ La concepción epistémica de la verdad
tinas cotidianas se basan en la confianza irrestric­ en una perspectiva pragmática
ta en el conocimiento, tanto de los legos como de los
expertos. No tendríamos que atravesar puentes, El obstinado problema de la relación entre ver­
ni usar autos, ni pasar por operaciones, ni siquiera dad y justificación vuelve comprensible el intento
comer una comida exquisitamente preparada, si de distinguir ‘verdad’ de ‘aceptabilidad racional’
no consideráramos que el conocimiento puesto en por medio de una idealización de las condiciones
juego está salvaguardado, si no sostuviéramos que de justificación. Este intento sugiere que una pro­
los supuestos empleados en la producción y ejecu­ posición justificada de acuerdo con «nuestros» es­
ción de nuestras acciones son verdaderos. En todo tándares sea distinguida de una proposición ver­
caso, la necesidad performativa de certeza conduc- dadera del mismo modo en que una proposición
tista excluye reservas de principio con respecto a justificada en determinado contexto es distingui­
la verdad, aun cuando sepamos que, apenas se in­ da de una proposición que podría ser justificada en
terrumpe la realización ingenua de las acciones, cualquier contexto. Una proposición es Verdadera’
las pretensiones de verdad pueden ser reivindica­ si puede ser justificada bajo condiciones epistémi-
das sólo discursivamente —es decir, sólo dentro cas ideales (Putnam),41 o puede ganar un acuerdo
del contexto relevante de justificación— . La ver­ alcanzado argumentativamente en una situación
dad no puede asimilarse ni a la certeza conductis- ideal de habla (Habermas),42 o en una comunidad
ta ni a la asertibilidad justificada. Evidentemente, ideal de comunicación (Apel).43 Lo verdadero es lo
sólo las concepciones fuertes del conocimiento y la que puede ser aceptado como racional bajo condi­
verdad —abiertas a las acusaciones de platonis­ ciones ideales. Se han planteado objeciones con­
mo— pueden hacer justicia a la unidad del signifi­ vincentes a esta propuesta, que se remonta a Peir-
cado ilocucionario de las aserciones, que toman di­ ce. Las objeciones están dirigidas, en parte, contra
ferentes roles en los reinos de la acción y del discur­ las dificultades conceptuales con el estado ideal
so, respectivamente. Mientras que en las prácticas adoptado; y en parte, muestran que una idealiza­
cotidianas las ‘verdades’ sustentan certezas con- ción de las condiciones justificativas no puede lo­
ductistas, en los discursos proporcionan el punto de grar su meta, o bien porque aleja demasiado la
referencia para pretensiones de verdad que son en
principio falibles. 41 H. Putnam, «Introduction», en Realism and Reason, Cam­
bridge, 1983.
42 J. Habermas, «Wahrheitstheorie», en Habermas, Vorstu­
dien und Ergänzungen zur Theorie des kommunikativen Han­
delns.
43 K. O. Apel, «Fallibilismus, Konsenstheorie der Wahrheit
und Letztbegründung», en Forum für Philosophie (ed.), Philo­
sophie und Begründung, Francfort, 1987, págs. 116-211.

118 119
sólo cuando se idealizan las propiedades formales
verdad de la asertibilidad justificada, o bien por­
o procesales de la argumentación, y no sus metas.
que no la aleja lo suficiente.
El segundo tipo de objeción lleva a la misma con­
El primer tipo de objeción destaca la naturale­
clusión. Esas objeciones no están dirigidas contra
za paradójica de la noción de conocimiento «com­
los resultados incoherentes de la idealización de los
pleto» o «conclusivo» fijado como concepto límite
estados a los que se apunta, sino contra la opera­
—que, cuando su incompletud y su falibilidad son
ción de idealización en sí misma. No importa cuán­
eliminadas, ya no puede ser conocimiento (huma­
to se refuerce el valor de las condiciones epistémi-
no)—.44 También es paradójica la idea de un con­
cas a través de las idealizaciones, ya sea que satis­
senso final o lenguaje definitivo que llevaría a la
fagan el carácter incondicional de las pretensiones
inmovilidad a toda comunicación ulterior o toda
de verdad por medio de requisitos que cortan toda
interpretación ulterior, «con el resultado de que lo
conexión con prácticas de justificación que nos son
que es significado como una situación de entendi­
familiares, o que retengan la vinculación con prác­
miento mutuo ideal se revela como una situación
más allá de la necesidad de procesos lingüísticos ticas familiares pagando el precio de que la acepta­
bilidad racional no excluya la posibilidad de error
para alcanzar el entendimiento, y de los proble­
aun bajo estas condiciones ideales, es decir, no si­
mas vinculados con ellos».45 Esta objeción está di­
mule una propiedad «que no puede perderse»: «Se­
rigida no solamente contra una idealización que es
ría evidente tanto que esas condiciones permiten la
una hipóstasis de los estados finales en tanto esta­
posibilidad de error como que son tan ideales que
dos alcanzables en el mundo. Aun si los puntos de
referencia ideales se entienden como metas que no no hacen uso del vínculo intencional con las capaci­
son alcanzables en principio, o lo son sólo aproxi­ dades humanas».47
En sus debates con Putnam, Apel y yo, Rorty
madamente, continúa siendo «paradójico que este­
mos obligados a ir en busca de la realización de un hace uso de estas objeciones no con el fin de desa­
creditar la epistemización de la verdad, sino con el
ideal cuya realización sería el final de la historia
de radicalizarla. Comparte con sus oponentes la
humana».46 Como idea regulativa, el punto crítico
perspectiva de que los estándares para la acepta­
de la orientación hacia la verdad se vuelve claro
bilidad racional de las proposiciones, aunque cam­
44 C. Lafont, «Spannungen im Wahrheitsbegriff», Deutsche bien históricamente, no siempre lo hacen de modo
Zeitschrift für Philosophie, 42 (1994): 1007-23; Williams, Un- arbitrario. Al menos desde la perspectiva de los
natural Doubts, págs. 233 y sigs. participantes, los estándares de racionalidad son
45 A. Wellmer, «Ethics and Dialogue», en The Persistence of criticables y pueden ser ‘reformados’, es decir, me­
Modernity, trad. D. Midgley, Cambridge, Mass., 1991, pág. 175
(traducción modificada).
jorados, sobre la base de buenas razones. A dife­
46 A. Wellmer, «Wahrheit, Kontingenz, Moderne», en Ends- rencia de Putnam, sin embargo, Rorty no quiere
piele, Francfort, 1993, pág. 162. Versión inglesa: Endgames:
Essays and Lectures on the Irreconcilable Nature o f Modernity,
47 Davidson, «The Structure and Content of Truth», pág. 307.
Cambridge, Mass., 1998.

121
120
tomar en cuenta los procesos de aprendizaje acep­ Desde luego, puede objetarse que una idealiza­
tando que las prácticas justificatorias están guia­ ción de las condiciones justificatorias no tiene por
das por una idea de verdad que trasciende el con­ qué tomar las características ‘densas’ de nuestra
texto justificatorio en cuestión. Rechaza por com­ propia cultura como punto de partida; antes bien,
pleto los conceptos límite idealizantes, e interpre­ puede empezar con las características formales y
ta la diferencia entre justificación y verdad de tal procesales de las prácticas justificatorias en gene­
modo que un proponente esté preparado, en prin­ ral que, después de todo, se encuentran en todas
cipio, para defender su posición no sólo aquí y aho­ las culturas — aun cuando no siempre bajo una
ra, sino aun frente a otro público. Cualquiera que forma institucionalizada— . El hecho de que la
esté orientado hacia la verdad en este sentido es­ práctica de una argumentación obligue a los parti­
tará dispuesto «a justificar sus convicciones frente cipantes a hacer suposiciones pragmáticas con un
a un público competente» o «a aumentar el tamaño contenido contrafáctico se adecúa perfectamente a
y la diversidad de la comunidad conversacional».48 todo esto. Cualquiera que entre en una discusión
Desde la perspectiva de Rorty, cada idealización con la seria intención de ser convencido de algo por
que va más allá de esto se hundirá en el problema medio del diálogo con otros tiene que presuponer
de que, al idealizar, debemos siempre tomar como performativamente que los participantes sólo de­
punto de partida algo familiar; generalmente, es jan que sus «sí» o «no» estén determinados por la
nosotros’, es decir, la comunidad de comunicación fuerza del mejor argumento. Sin embargo, con ello
en la medida en que nos resulta familiar: «No pue­ asumen — por lo general, de manera contrafácti-
do ver qué puede significar ‘aceptabilidad racional ca— una situación de habla que satisface condicio­
idealizada’, excepto ‘aceptabilidad para una comu­ nes improbables: apertura a un público, inclusivi-
nidad ideal’. Yo no puedo ver, dado que una comu­ dad, iguales derechos a la participación, inmuni­
nidad de ese tipo no tendrá la perspectiva de Dios, zación contra la coerción externa o inherente, así
que esta comunidad ideal pueda ser algo más de lo como la orientación de los participantes hacia el
que somos nosotros, como quisiéramos ser. Ni pue­ logro del entendimiento (esto es, la expresión sin­
do ver qué puede significar ese ‘nosotros’ aquí, ex­ cera de enunciados).50 En estos inevitables su­
cepto: nosotros, educados, sofisticados, tolerantes, puestos de la argumentación, la intuición expresa
liberales moderados, personas que estamos siem­ que las proposiciones verdaderas son resistentes a
pre dispuestas a oír la otra campana, a imaginar los intentos de refutarlas espacial, social y tempo­
todas sus consecuencias, etcétera».49 ralmente irrestrictos. Lo que podemos sostener co­
mo verdadero tiene que ser defendible sobre la ba-
48 R. Rorty, «Sind Aussagen universelle Geltungsansprü-
che?», Deutsche Zeitschrift für Philosophie, 6, 1994, págs. 982
y sig. 50 J. Habermas, «Remarks on Discourse Ethics», en Justifi-
49 R. Rorty, «Putnam and the Relativist Menace», págs. 451 cation and Application, trad. C. Cronin, Cambridge, Mass.,
y Sig. 1993, págs. 30 y sigs., págs. 58 y sig.

122 123
se de buenas razones, no meramente en un contex­ podemos imaginar en el presente a qué se parece­
to diferente, sino en todos los contextos posibles, es ría una satisfacción aproximadamente ideal. Esto
decir, en cualquier momento y contra cualquiera. no equivale a una anticipación del futuro, de la co­
Esto proporciona la inspiración para la teoría dis­ rroboración futura (Bewahrung).52 Seguramente,
cursiva de la verdad: una proposición es verdade­ la orientación hacia el futuro tiene también, esen­
ra si soporta todo intento de refutación bajo las cialmente, el objetivo crítico de recordamos la li­
exigentes condiciones del discurso racional.51 mitación etnocèntrica y la falibilidad de cualquier
Sin embargo, esto no significa que también sea acuerdo realmente alcanzado, no importa cuán ra­
verdadera por esta razón. Una pretensión de ver­ cionalmente motivado esté; es decir, sirve para re­
dad planteada para lp ’ dice que las condiciones de cordarnos el posible descentramiento ulterior de
verdad para ‘p ’ son satisfechas. No tenemos otra la perspectiva de nuestra comunidad de justifica­
manera de asegurar si este es o no el caso, excepto ción. El tiempo, sin embargo, es una restricción de
por medio de la argumentación, pues el acceso di­ tipo ontològico. Dado que todos los discursos rea­
recto a las condiciones de verdad no interpretadas les, efectuados en tiempo real, están limitados con
nos está negado. Pero el hecho de que las condicio­ respecto al futuro, no podemos saber si las propo­
nes de verdad estén satisfechas no se convierte en siciones que son racionalmente aceptables hoy se
sí mismo en un hecho epistémico sólo porque úni­ afirmarán, aun bajo condiciones aproximadamen­
camente podemos establecer la satisfacción de te ideales, contra los intentos de refutarlas tam­
esas condiciones por medio de una reivindicación bién en el futuro. Por otra parte, esta misma limi­
discursiva de la pretensión de verdad —por lo cual tación condena nuestras mentes finitas a conten­
ya hemos tenido que interpretar las condiciones tarse con la aceptabilidad racional como prueba
de verdad a la luz de las clases de razones relevan­ suficiente de la verdad: «Siempre que planteemos
tes para la pretensión en cuestión— . pretensiones de verdad sobre la base de buenos ar­
Una lectura consistentemente epistémica de la gumentos y evidencia convincente, presuponemos
explicación discursivo-teórica de la verdad ya se
enfrenta con el problema de que no todas las pro­ 52 [Nota del editor de la versión inglesa:] La expresión ale­
piedades procesales mencionadas mantienen un mana «sich bewahren» y sus cognados han sido habitualmente
«vínculo con las capacidades humanas». Sin em­ traducidos como «prueban ser verdaderos» (en el sentido de
«resultan ser verdaderos»), de manera de conservar en la tra­
bargo, con respecto a las presuposiciones argu­
ducción su conexión con «wahr», verdadero. Sich bewahren es
mentativas de inclusividad general —iguales de­ «probar ser verdadero» en el sentido de resistir la verificación,
rechos a la participación, ausencia de represión, y soportando el escrutinio crítico. Sin embargo, dado que es el
orientación hacia el logro de un entendimiento— , término que Albrecht Wellmer usó para traducir «corrobora­
ción» en su influyente discusión de Popper, donde la referencia
es claramente la idea de Wellmer de anticipar una futura «Be­
51 L. Wingert, Gemeinsinn und Moral, Francfort, 1993, pág. wahrung», se usa «corroboración». Véase A. Wellmer, Criticai
277. Theory o f Society, trad. J. Cumming, Nueva York, 1974.

124 125
(...) que no surgirá en el futuro ningún nuevo ar­ La concepción pragmática de la verdad
gumento ni prueba que ponga en cuestión nuestra
pretensión de verdad».53 Todavía no está claro qué es lo que nos autoriza
No es tan difícil comprender por qué los partici­ a mirar como si fuera verdadera una proposición
pantes en la argumentación, como sujetos capaces que se supone justificada idealmente —dentro de
de habla y acción, tienen que comportarse de este los límites de mentes finitas— . Wellmer dice que
modo si observamos la descripción pragmática de en esta mirada hay un ‘excedente’ que reside en la
sus discursos, que están integrados en el mundo «anticipación de la futura corroboración». Quizá
de la vida. En las prácticas cotidianas, como he­ sería mejor decir que los participantes en la argu­
mos visto, los individuos socializados son depen­ mentación que se convencen de la justificación de
dientes de certezas conductistas, que siguen sien­ una pretensión de validez controvertida han al­
do certezas únicamente en la medida en que son canzado un punto en el que la fuerza irrestricta de
sostenidas por un conocimiento aceptado sin re­ un argumento mejor los llevó a cierto cambio de
servas. En correspondencia con eso está el hecho perspectiva. Cuando, en el curso de un proceso de
gramatical de que, cuando planteamos la aserción argumentación, los participantes alcanzan la con­
‘p ’ en una actitud performativa, tenemos que creer vicción de que, habiendo asimilado toda la infor­
que ‘p ’ es verdadero incondicionalmente, aunque mación relevante y habiendo sopesado todas las
cuando adoptamos una actitud reflexiva, no pode­ razones relevantes, consumieron el reservorio de
mos excluir que mañana, o en algún lugar, puedan las posibles objeciones a ‘p ’, entonces, todos los mo­
surgir razones y pruebas que invaliden ‘p\ Sin em­ tivos para continuar la argumentación están, por
bargo, esto no explica por qué nos está permitido así decirlo, agotados. En todo caso, ya no hay moti­
considerar reivindicada una pretensión de verdad vación racional para mantener una actitud hipoté­
explícitamente planteada para ‘p ’ no bien la pro­ tica respecto de la pretensión de verdad planteada
posición es racionalmente aceptada bajo las condi­ para ‘p ’ y temporariamente abierta. Desde la pers­
ciones del discurso racional. ¿Qué significa decir pectiva de los actores que temporariamente adop­
que las pretensiones de verdad pueden ser «reivin­ taron una actitud reflexiva con el fin de restaurar
dicadas» discursivamente? un entendimiento básico parcialmente perturba­
do, la desproblematización de las pretensiones de
verdad en disputa significa que se otorga una li­
cencia a los actores involucrados para que vuelvan
a lidiar con el mundo más ingenuamente. Apenas
se resuelven las diferencias de opinión entre ‘noso­
tros’ y ‘otros’ con respecto a lo que constituye el ca­
53 A. Wellmer, «Wahrheit», pág. 163; cf. las reflexiones co­
so, ‘nuestro’ mundo puede fusionarse una vez más
rrespondientes respecto de la «sobreasertibilidad» en C.
Wright, Truth and Objectivity, Cambridge, Mass., 1992. con ‘el’ mundo.

126 127
Cuando este cambio tiene lugar, nosotros, como taciones impugnadas, una aserción «prueba su
participantes en la argumentación, aceptamos verdad» únicamente sobre la base de razones, es
que la pretensión de verdad para ‘p ’ está justifica­ decir, con referencia a la autoridad responsable de
da, volvemos a nombrar el estado de cosas «que p» posibles refutaciones, no de decepciones experi­
—problematizado hasta ahora— con sus derechos mentadas en la práctica. Sin embargo, la concien­
como aserción Mp que puede ser planteada desde cia falibilista de que podemos errar aun en el caso
la perspectiva de la primera persona. Una aser­ de creencias bien justificadas depende de una
ción que ha sido descartada argumentativamente orientación hacia la verdad cuyas raíces se extien­
de este modo y devuelta al reino de la acción toma den al realismo de las prácticas cotidianas —un
su lugar en un mundo de la vida intersubjetiva­ realismo que ya no tiene vigencia dentro del dis­
mente compartido desde cuyo horizonte nosotros, curso— . La orientación hacia la verdad incondi­
los actores, nos referimos a algo en un mundo obje­ cional, que obliga a los participantes en la argu­
tivo único. Se trata de un asunto de suposición for­ mentación a presuponer condiciones justificato-
mal, no de prejuzgar un contenido específico, ni de rias ideales y requiere de ellos un descentramien-
sugerir la meta de la «correcta descripción de la to siempre creciente de la comunidad de justifica­
naturaleza de las cosas» que Rorty siempre vincu­ ción, es un reflejo de esa otra diferencia —requeri­
la con la intuición realista. Dado que los sujetos da en el mundo de la vida— entre creer y saber; es­
actuantes tienen que vérselas con «el» mundo, no ta distinción se asienta en la suposición, anclada
pueden evitar ser realistas en el contexto de su en el uso comunicativo del lenguaje, de un único
mundo de la vida. Además, se les permite ser rea­ mundo objetivo.54 De esta manera, el mundo de la
listas porque sus juegos de lenguaje y sus prácti­ vida, con sus fuertes concepciones de la verdad y el
cas, en la medida en que funcionan de un modo conocimiento, relacionadas con la acción, se pro­
que es a prueba de decepción, «prueban su ver­ yecta en el discurso y proporciona el punto de re­
dad» (sich bewähren) al ser mantenidos. ferencia —trascendente a la justificación— que
Esta autoridad pragmática responsable de la mantiene viva entre los participantes en la argu­
certeza —interpretada de manera realista con la mentación una conciencia de la falibilidad de sus
ayuda de la suposición de un mundo objetivo— se interpretaciones. Inversamente, esta conciencia
halla suspendida en el nivel reflexivo de los discur­ falibilista también actúa sobre las prácticas de to­
sos, que están aliviados de la carga de la acción y dos los días sin por ello destruir el dogmatismo del
en los cuales sólo cuentan los argumentos. Aquí, mundo de la vida. Pues los actores, quienes, como
nuestra mirada se aparta del mundo objetivo y de participantes en la argumentación, han aprendido
las decepciones que experimentamos al lidiar di­
rectamente con él, y pasa a enfocar exclusivamen­ 54 Cf. Lafont, «Spannungen im Wahrheitsbegriff», pág.
te nuestras interpretaciones conflictivas del mun­ 1021: «Solamente la presuposición de un único mundo objetivo
(.. .) [nos] permite volver compatible la validez incondicional
do. En esta dimensión intersubjetiva de interpre­
de la verdad con una comprensión falible del conocimiento».

128 129
que ninguna convicción es prueba contra la crítica, tos de acción y en discursos racionales, respectiva­
desarrollan, también en el mundo de la vida, acti­ mente, puede explicar por qué una justificación
tudes menos dogmáticas hacia sus convicciones exitosa en un contexto local habla en favor de la
problematizadas. verdad independiente del contexto de la creencia
Esta percepción estereoscópica de los procesos justificada. Así como, por una parte, el concepto de
de cooperación y comunicación, desplegados con­ verdad permite la traducción de certezas conduc-
forme a contextos de acción y discursos, nos permi­ tistas sacudidas en proposiciones problematiza­
te reconocer la imbricación de los discursos en el das, también, por otra parte, la orientación mante­
mundo de la vida. Las convicciones desempeñan nida firmemente hacia la verdad permite la tra­
en la acción un rol diferente que en el discurso, y ducción inversa de las aserciones justificadas dis­
«prueban su verdad» en el primero de una manera cursivamente en certezas conductistas reestable-
diferente que en el segundo. En las prácticas coti­ cidas.
dianas, un «enfrentarse con el mundo» prerrefle- Para explicar esto sólo tenemos que reunir de
xivo decide si las convicciones «funcionan» o son manera correcta los enunciados parciales recogi­
arrastradas al torbellino de la problematización, dos hasta ahora. En el mundo de la vida, los acto­
mientras que en la argumentación esto depende res dependen de las certezas conductistas. Tienen
únicamente de las razones que dicen si las preten­ que enfrentarse a un mundo que es presuntamen­
siones de validez controvertidas merecen un reco­ te objetivo y, por esta razón, obrar con la distinción
nocimiento racionalmente motivado. Es verdad entre creer y saber.55 Hay una necesidad práctica
que la pregunta sobre la relación interna entre
justificación y verdad se plantea solamente en el 55 En el presente contexto no puedo abordar la moral y otras
nivel reflexivo; sin embargo, sólo la interacción en­ pretensiones de validez normativa que tienen una orientación
tre acciones y discursos permite una respuesta a incorporada hacia la reivindicación discursiva. Carecen de la
propiedad de «trascender la justificación» que concurre en las
esta pregunta.
pretensiones de verdad a través de la suposición de un único
La duda contextualista no podrá ser disipada mundo objetivo incorporado al uso comunicativo del lenguaje.
en la medida en que persistamos en permanecer Las pretensiones de validez normativas son planteadas para
en el nivel de la argumentación y descuidemos la las relaciones interpersonales dentro de un mundo social que
transformación —asegurada por la unión perso­ no es independiente de «nuestro hacer», del mismo modo en
que lo es el mundo objetivo. El tratamiento discursivo de las
nal, por decirlo de alguna manera— del conoci­ afirmaciones normativas es, no obstante ello, «análogo de la
miento de aquellos que actúan en conocimiento de verdad», en la medida en que los participantes en el discurso
aquellos que argumentan, mientras descuidamos práctico están guiados por la meta de una impuesta, permi­
igualmente la transferencia de conocimiento en la tida o prohibida «única respuesta correcta.» El mundo social
dirección opuesta. Solamente el entramado de los es intrínsecamente histórico, es decir, está constituido ontoló-
gicamente de una manera diferente del mundo objetivo. Por
dos roles pragmáticos diferentes desempeñados
esta razón, en el caso del mundo social, la idealización de las
por la concepción bifronte de la verdad en contex­ condiciones justificatorias no puede incluir una «anticipación

130 131
de confiar intuitivamente en lo que es tenido-co- únicamente mediante la traducción de creencias
mo-verdadero incondicionalmente. Este modo de justificadas discursivamente en verdades conduc­
tener-como-verdadero incondicionalmente se re­ tistas.
fleja, en el nivel discursivo, en las connotaciones Dado que, finalmente, esta interacción es lo que
de las pretensiones de verdad que indican más disipa la duda contextualista respecto de las in­
allá de un contexto dado de justificación y requie­ tuiciones realistas cotidianas, una objeción parece
ren la suposición de condiciones justificatorias plantear que toda la querella está perjudicada por
ideales —con un descentramiento concomitante mi tendenciosa descripción de la imbricación de
de la comunidad de justificación— . Por esta razón, los discursos en el mundo de la vida. Rorty no ne­
el proceso de justificación puede ser guiado por garía, ciertamente, la vinculación entre el discur­
una noción de verdad que trasciende la justifica­ so racional y la acción. También estaría de acuerdo
ción aunque sea siempre ya efectiva operativa­ con nuestro establecimiento de una vinculación
mente en el reino de la acción. La función de la va­ entre las dos perspectivas: entre la perspectiva de
lidez de los enunciados en las prácticas cotidianas los participantes en la argumentación que buscan
explica por qué la reivindicación discursiva de las convencerse mutuamente de la corrección de sus
pretensiones de validez puede, al mismo tiempo, interpretaciones, y la perspectiva de los sujetos ac­
ser interpretada como la satisfacción de una ne­ tuantes involucrados en sus juegos de lenguaje y
cesidad pragmática de justificación. Esta necesi­ sus prácticas. Sin embargo, Rorty no distinguiría
dad, que pone en marcha la transformación de las estas perspectivas entre sí de tal modo que una es­
certezas conductistas sacudidas en pretensiones tuviera relativizada respecto de la otra. Para el
de validez problematizadas, puede ser satisfecha propósito de su descripción, toma de la perspecti­
va de los participantes en la argumentación la cár­
cel del diálogo que nos impide liberarnos de los
de la futura corroboración (Bewahrung)», en el sentido de una
refutación anticipada de futuras objeciones (Wingert), pero
contextos de justificación; al mismo tiempo, toma
solamente en el sentido crítico de una cláusula referida a la de la perspectiva de los actores el modo de enfren­
aproximación, es decir, una cláusula referida al estado de des­ tarse con el mundo. Por medio de la mezcla de una
centramiento verdaderamente alcanzado por la comunidad de y otra de estas perspectivas opuestas, se forma la
justificación. La indicación discursiva de una pretensión de certeza etnocéntrica —una certeza que promueve
verdad dice que las condiciones de verdad, interpretadas como
condiciones de asertibilidad, son satisfechas. En el caso de una
en Rorty la pregunta sobre por qué tenemos que
pretensión de validez normativa, el acuerdo alcanzado discur­ armonizar el conocimiento contextualista obteni­
sivamente funda la valía del reconocimiento de la norma co­ do gracias a las experiencias reflexivas en la argu­
rrespondiente; en este sentido, el acuerdo contribuye a la sa­ mentación con el realismo cotidiano atribuido al
tisfacción de las condiciones de validez de la norma. Puesto
mundo de la vida— . Si los actores en el mundo de
que la aceptabilidad racional indica meramente la verdad de
una proposición, brinda una contribución constructiva a la va­
la vida —temporariamente— no pueden evitar ser
lidez de las normas. ‘realistas’, peor para ellos. En ese caso, les corres-

132 133
ponde a los filósofos reformar la engañosa concep­ La naturalización de la razón lingüistizada
ción de la verdad de sentido común.
Desde luego, el deflacionismo, que opera en la El programa de reeducación de Rorty ha provo­
misma línea de Michael Williams con una concep­ cado preguntas y objeciones.58 En el primer caso,
ción semántica de la verdad, es demasiado fuerte el propio Rorty debe soportar la carga de la prueba
para este propósito. Rorty prefiere llevar rigurosa­ por su reticencia a dejar tal como es el lenguaje del
mente a su conclusión una epistemización del con­ sentido común. Por regla general, los pragmatis­
cepto de verdad. Dado que no hay nada aparte de tas hacen concesiones importantes consigo mis­
la justificación, y que para la verdad de una propo­ mos sobre la base de que sus perspectivas están en
sición nada se sigue de su asertibilidad justificada, consonancia con el sentido común. Extrañamente,
el concepto de verdad es superfluo. «La distinción los neopragmatistas se jactan de su rol de «ateos
entre justificación y verdad no establece diferen­ en una cultura abrumadoramente religiosa». Se
cias, excepto porque recuerda que la justificación supone que su terapia atraviesa los juegos de len­
ante un público no es justificación ante otro».56 guaje patológicos de los filósofos y llega a las dis­
Hasta el uso no redundante del predicado de ver­ torsiones de que es responsable el platonismo en
dad —el uso «precautorio»— requiere reinterpre­ la vida cotidiana. Con el fin de volver plausible la
tación. Es cuestión de inventar e implementar un violencia idealista del platonismo, Rorty tiene que
nuevo vocabulario que funcione sin un concepto de exponerse a un diagnóstico de la historia de la me­
verdad y elimine las intuiciones realistas (como la tafísica occidental como historia de una decaden­
suposición de un mundo objetivo, la conversación cia. Sin embargo, lo que Heidegger o Derrida, por
sobre hechos representativos, entre otras): «Sim­ ejemplo, tienen que decir en sus propios modos
plemente, nos negamos a hablar de cierta manera, metafísicos acerca de la crítica de la metafísica es,
de manera platónica (. . . ) Nuestros esfuerzos de según estima Rorty, parte de la literatura ‘edifi­
persuasión deben tomar la forma de una gradual cante’ que está supuestamente reservada para la
inculcación de nuevos modos de hablar, en lugar perfección privada del yo y no puede, en todo caso,
de una argumentación directa con viejos modos de servir a la crítica pública de las condiciones de vi­
hablar».57 da alienadas.59
Desde luego, para esta empresa, más impor­
tante que la motivación es la cuestión de la viabili-

58 T. McCarthy, «Philosophy and Social Practice: Richard


Rorty’s ‘New Pragmatism’», en Ideáis and Illusions, Cam­
bridge, Mass., 1991, págs. 11-34.
56 R. Rorty, «Is Truth a Goal of Inquiry?», pág. 300. 59 R. Rorty, «Habermas, Derrida, and the Functions of Phi­
57 R. Rorty, «Relativism: Finding and Making», manuscrito, losophy», Reuue Internationale de Ph.ilosoph.ie, 49 (1995): 437-
1995, pág. 5. 60; cf. mi respuesta en ibid. págs. 553-6.

134 135
dad. Quisiera concluir con apenas dos preguntas posible».60 Rorty, por cierto, no quiere que esto se
al respecto: entienda como una orientación hacia una «meta-
que-siempre-se-aleja», es decir, como una idea re­
a) La revisión de nuestro autoentendimiento, ¿es gulativa. Aun el público más amplio y el contexto
compatible con el hecho de una capacidad para más extendido no son, supuestamente, más que
aprender que no está restringida a priori? un público diferente y un contexto diferente. No
b) ¿Qué sucede con el carácter normativo de la ra­ obstante ello, Rorty agrega a esta descripción las
zón, y cuán contraintuitiva es la descripción neo- calificaciones mencionadas: tamaño siempre en
darwinista de los seres racionales? aumento y diversidad siempre creciente —es de­
cir, condiciones que obstaculizan el posible éxito de
a) El programa de una revisión racional de los la argumentación en ciertos modos no completa­
profundamente arraigados prejuicios platónicos mente arbitrarios— .
supone que somos capaces de un proceso de apren­ Rorty no puede explicar este impedimento para
dizaje que no solamente tenga lugar dentro de de­ el éxito de la argumentación que es innecesario
terminado vocabulario y de acuerdo con estánda­ desde un punto de vista funcional. Con la orien­
res prevalecientes en un contexto dado, sino que la tación hacia públicos «cada vez más numerosos»,
emprenda contra el vocabulario y los estándares «cada vez más amplios» y «cada vez más diversos»,
mismos. Esto requiere que Rorty proporcione un Rorty aporta una débil idealización, que, a partir
equivalente adecuado para una orientación hacia de su premisa, está lejos de ser autoevidente. Ape­
la verdad que apunte más allá del contexto de jus­ nas se elimina el concepto de verdad en favor de
tificación prevaleciente. Sin embargo, si la distin­ una validez-para-nosotros epistémica, dependien­
ción entre Verdadero’ y ‘justificado’ se limita al he­ te del contexto, se pierde el punto de referencia
cho de que el proponente está preparado para de­ normativo necesario para explicar por qué un pro­
fender ‘p ’ aun frente a un público diferente, el pun­ ponente debe esforzarse por buscar acuerdo para
to de referencia para esa anticipación [de la ver­ ‘p ’ más allá de los límites de su propio grupo. La in­
dad] está ausente. formación de que el acuerdo de un público cada
Rorty contrarresta la objeción aquí formulada vez más amplio nos da cada vez menos razones pa­
concediendo una idealización cauta de las condi­ ra temer una refutación presupone el interés mis­
ciones de justificación. Acepta que lo que tradicio­ mo que debe ser explicado: el deseo de «todo el
nalmente fue designado como la «búsqueda de la acuerdo intersubjetivo que sea posible». Si algo es
verdad» puede muy bien ser descripto como la Verdadero’ si y sólo si es reconocido como justifica­
«búsqueda del acuerdo intersubjetivo, no forzado, do «por nosotros» porque es bueno «para nosotros»,
entre grupos de interlocutores cada vez más am­ no hay motivo racional para expandir el círculo de
plios»: «Esperamos justificar nuestra creencia an­
te públicos tan numerosos y tan amplios como sea 60 R. Rorty, «Is Truth a Goal of Inquiry?», pág. 298.

136 137
miembros. No existen razones para la expansión nada más que hechos sociales, aunque continua­
descentrante de la comunidad de justificación, es­ rían pretendiendo la validez «para nosotros», la co­
pecialmente teniendo en cuenta que Rorty define munidad de justificación relevante. Si, a pesar de
«mi propio ethnos» como el grupo frente al cual me ello, la práctica de la justificación no ha de de­
siento obligado a dar una explicación de mí mis­ rrumbarse, y si el predicado «racional» no ha de
mo. Sin embargo, no hay una explicación norma­ perder su carácter normativo — es decir, si una y
tiva para una orientación ulterior hacia el acuerdo otro han de continuar siendo capaces de funcio­
con ‘extraños’, sino meramente un indicador expli­ nar— , los estándares de racionalidad válidos para
cativo de los rasgos arbitrarios de una «cultura oc­ nosotros tienen que ser, si no justificados, al me­
cidental liberal» en la cual «nosotros, los intelec­ nos explicados.
tuales» adoptamos una actitud más o menos dog­ Es por ello que Rorty cae en una descripción na­
mática. Pero Rorty incluso nos tranquiliza dicien­ turalista de los seres humanos como organismos
do que «debemos, en la práctica, privilegiar nues­ que desarrollan herramientas con el fin de adap­
tro propio grupo, aunque no puede haber una justi­ tarse a su entorno de manera óptima para satisfa­
ficación no circular para hacerlo».61 cer sus necesidades. También el lenguaje es una
herramienta —y no, por ejemplo, un medio de re­
b) Al perder la idea regulativa de verdad, la presentación de la realidad: «No importa si la he­
práctica de la justificación pierde ese punto de rramienta es un martillo o un revólver o una creen­
orientación por medio del cual los estándares de cia o un enunciado, el uso de herramientas es par­
justificación se distinguen de las normas ‘consue­ te de la interacción del organismo con su entor­
tudinarias’. La sociologización de la práctica de la no»— ,62 Lo que se nos aparece como la dimensión
justificación significa una naturalización de la ra­ normativa de la mente humana constituida lin­
zón. Como regla general, las normas sociales pue­ güísticamente da expresión tan sólo al hecho de
den ser descriptas no meramente desde el punto que las operaciones inteligentes son funcionales a
de vista de un observador sociológico, sino tam­ la preservación de una especie que, a través de la
bién desde la perspectiva de los participantes, a la acción, debe ‘enfrentar’ la realidad. Esta autodes-
luz de los estándares que estos consideran verda­ cripción neodarwinista paga el precio de la ironía,
deros. Sin una referencia a la verdad o a la razón, pues Rorty, al reemplazar la «correcta descripción
sin embargo, los estándares mismos ya no ten­ de los hechos» por la «adaptación exitosa al entor­
drían posibilidad de autocorrección y, por lo tan­ no», meramente intercambia una clase de objeti­
to, perderían el estatuto de normas susceptibles vismo por otra: el objetivismo de la realidad ‘repre­
de ser justificadas. A este respecto, ya no podrían sentada’ por el objetivismo de la realidad ‘domina-
siquiera ser normas consuetudinarias. No serían
62 R. Rorty, «Relativism: Finding and Making», págs. 11 y
61 R. Rorty, Philosophical Papers I, pág. 29. sig.

138 139
da’ instrumentalmente. Aunque, verosímilmente, estándares críticos que operan en la vida cotidia­
con esto cambie la dirección de la adecuación en la na. La estrategia naturalista de Rorty conduce a
interacción entre los seres humanos y el mundo, el una nivelación categorial de las distinciones de
punto de referencia de un mundo objetivo como to­ índole tal que nuestras descripciones pierden su
talidad de aquello que podemos, en un caso, ‘re­ sensibilidad para las diferencias que sí establecen
presentar’ y, en el otro, ‘enfrentar’, sigue siendo el diferencias en las prácticas cotidianas.63
mismo.

El giro pragmático reemplazó, supuestamente,


el modelo representacionalista del conocimiento
por un modelo de comunicación que establece el
entendimiento intersubjetivo exitoso (Verständig­
ung) en el lugar de una quimérica objetividad de la
experiencia. Sin embargo, es precisamente esta
dimensión intersubjetiva lo que está, a su vez, blo­
queado en una descripción objetivante de procesos 63 El mismo objetivismo y el mismo tipo de insensibilidad
de cooperación y comunicación que pueden ser podrían mostrarse por medio de la referencia a la descripción
captados como tales sólo desde la perspectiva de egocéntrica o etnocèntrica que Rorty hace de los procesos de
interpretación, por ejemplo, de los difíciles casos de entendi­
los participantes. Rorty usa una jerga que ya no miento intercultural (Verständigung). A diferencia de Gada­
permite ninguna diferenciación entre la perspec­ mer, Rorty no recurre a las condiciones simétricas para la
tiva del participante y la del observador. Las re­ adopción de perspectivas aprendidas por hablantes y oyentes
laciones interpersonales, que dependen de la pose­ cuando aprenden el sistema de los pronombres personales y
sión intersubjetiva de un lenguaje compartido, son hacen posible una convergencia recíproca de horizontes inter­
pretativos que, inicialmente, están alejados entre sí. Antes
asimiladas al patrón de la conducta adaptativa (o bien, toma como punto de partida una relación asimétrica en­
acción instrumental). Una correspondiente desdi­ tre «nosotros» y «ellos», de modo que tengamos que juzgar sus
ferenciación entre usos estratégicos y no estraté­ enunciados de acuerdo con nuestros estándares y asimilar sus
gicos del lenguaje, entre la acción orientada hacia estándares a los nuestros; cf. J. Habermas, Postmetaphysical
el éxito y la acción orientada hacia el logro del en­ Thinking, trad. W. M. Hohengarten, Cambridge, Mass., 1992,
págs. 135 y sigs. Este modelo asimilatorio de la comprensión
tendimiento, priva a Rorty de los recursos concep­ (Verstehen) coincide parcialmente con el modelo de la interpre­
tuales para hacer justicia a las distinciones intui­ tación de Davidson. Sin embargo, lo que para Davidson es el
tivas entre convencer y persuadir, entre motiva­ resultado de una decisión metodológica con el fin de concebir
ción por medio de razones y empleo causal de la in­ la interpretación de las expresiones lingüísticas como la apli­
fluencia, entre aprendizaje y adoctrinamiento. La cación de las hipótesis de una teoría empírica de la verdad, pa­
ra Rorty es el resultado de la decisión (de significación estraté­
mixtura contraintuitiva de unos con otros tiene la gica para su teoría) en favor de un vocabulario descriptivo na­
desagradable consecuencia de hacemos perder los turalista.

140 141
3. Respuesta a Jürgen Habermas

Richard Rorty

Las secciones iniciales del ensayo de Jürgen


Habermas constituyen una exposición muy perti­
nente y sagaz de los motivos en que me he basado
al sostener mis actuales perspectivas filosóficas.
Después de leer su exposición comprendo mucho
mejor el curso de mi propio pensamiento. Esas sec­
ciones también muestran que Habermas y yo ve­
mos la historia de la filosofía y su situación actual
en términos similares.1 Su obra The Philosophical
Discourse o f Modernity me causó una profunda
impresión. Siempre que la leí pensé que el «giro

1 Estoy totalmente de acuerdo con Habermas cuando afirma


que los «paradigmas [filosóficos] no forman una secuencia ar­
bitraria, sino una relación dialéctica». Lamento haberle dado
la impresión de que creo que los Modos de las Cosas, Ideas y
Palabras son inconmensurables entre sí. Pienso que se han
sucedido unos a otros como resultado de la necesidad de una
«revolución» kuhniana a fin de superar las anomalías acumu­
ladas. La observación de Habermas de que, así como la quere­
lla escolástica sobre los universales condujo a la devaluación
de la razón objetiva, «la crítica de la introspección y del psico-
logismo, a finales del siglo XIX, contribuyó al sacudimiento de
la razón subjetiva», es una admirable explicación de las ano­
malías relevantes. Acuerdo con Davidson en que el uso de «in­
conmensurable» por Kuhn para describir las diferencias entre
el discurso prerrevolucionario y el posrevolucionario fue desa­
fortunado. Las revoluciones en la ciencia, como en otras par­
tes, son experiencias de aprendizaje, no saltos en la oscuridad.

143
lingüístico» es subsumible dentro del movimiento Propuse que esa afirmación sería como la del
más amplio que va de la racionalidad centrada en campeón de pueblo, henchido con la victoria, que
el sujeto a la racionalidad comunicativa. Pero los predice poder vencer a cualquier retador, en cual­
motivos que tiene Habermas para hacer el elogio quier momento, en cualquier lugar. Quizá pueda,
de este movimiento son los mismos que los que me pero no tiene buenas razones para pensarlo, y se­
conducen a lo que él llama «el giro pragmatista», ría inútil para él hacer esa afirmación. Sostuve
es decir, a exaltar la solidaridad por encima de la que, de manera análoga, cuando hemos terminado
objetividad, a dudar de que hay un «deseo de ver­ de justificar nuestra creencia ante el público que
dad» distinto del deseo de justificación, y a sos­ consideramos relevante (quizá nuestra propia
tener que, en palabras de Habermas: conciencia intelectual, o nuestros conciudadanos,
o los expertos relevantes), no necesitamos, y ge­
«‘estar en contacto con la realidad’ tiene que ser neralmente no formulamos, pretensiones ulterio­
traducido como ‘estar en contacto con una comuni­ res, mucho menos universales. Después de ensa­
dad humana’, de tal manera que la intuición rea­ yar nuestra justificación podemos decir: «Por ello
lista, a la cual el mentalismo quería hacerle justi­ pienso que mi aserción es verdadera» o «Por ello
cia con su espejo de la naturaleza y su correspon­ mi aserción es verdadera», o ambas cosas. Ir de la
dencia entre representación y objeto representa­ primera aserción a la segunda no es una transi­
do, desaparece completamente». ción filosóficamente fecunda de la particularidad a
Los desacuerdos persistentes entre nosotros co­ la universalidad, o de la dependencia del contexto
mienzan a notarse al principio de la sección del en­ a la independencia del contexto. Se trata apenas
sayo de Habermas titulada «Verdad y justificación». de una diferencia estilística.
Allí dice que «la idea de la verdad como correspon­ Así pues, cuando Habermas dice que hay una
dencia fue capaz de tomar en cuenta un aspecto «conexión interna entre justificación y verdad»,
fundamental del significado de un predicado de ver­ que «explica por qué, a la luz de las pruebas dispo­
dad» —la noción de validez incondicional— . Esta es nibles para nosotros, podemos plantear una pre­
una noción para la cual no encuentro ningún uso. tensión de verdad incondicional que apunte más
En un artículo titulado «Universalidad y verdad»,2 allá de lo que está justificado», alego que el expli-
a una de cuyas versiones se refiere Habermas, sos­ candum no está justamente allí. No apuntamos
tuve que el cambio por la «racionalidad comuni­ más allá de lo que está justificado. No se ha formu­
cativa» debería conducir al abandono de la idea de lado una afirmación incondicional. No es el caso,
que, cuando hago una aserción, estoy implícita­ como dice Habermas, de que «lo que sostenemos
mente afirmando ser capaz de justificarla ante to­ como verdadero tiene que ser defendible sobre la
dos los públicos, reales y posibles. base de buenas razones, en todos los contextos po­
sibles». Si lo fuera, cada vez que adoptara una
2 Supra, págs. 9-80.
creencia estaría, tácitamente, haciendo una pre­

144 145
dicción empírica absolutamente injustificada so­ entorno a las confrontaciones con la parte huma­
bre lo que sucedería en un número potencialmente na, usuaria del lenguaje, argumentadora, no hay
infinito de contextos justificatorios ante un con­ una transición que necesite explicación o media­
junto de públicos potencialmente diverso hasta el ción. El pasaje de un contexto de acción a otro no
infinito. Me parece que esto es tan poco plausible plantea problemas filosóficos que puedan ser re­
como la propuesta de los positivistas lógicos de que sueltos con una mejor comprensión del concepto
cada aserción empírica es una predicción empírica de verdad.
acerca de un número potencialmente infinito de No hay nada que deba comprenderse acerca del
futuros datos de los sentidos. concepto de X, excepto los diversos usos del tér­
Nuevamente, cuando Habermas establece la mino ‘X’. Esto vale asimismo para el concepto de
distinción entre «dos roles pragmáticos ( . . . ) de­ verdad. ‘Verdadero’ es un término que podríamos
sempeñados por el concepto bifronte de verdad en aplicar a todas las aserciones que sentimos que se
contextos de acción y en discursos racionales, res­ justifica que hagamos, o que sentimos que se justi­
pectivamente», y cuando sigue diciendo que «el fica que otros hagan. Por tanto, suscribimos esas
concepto de verdad permite la traducción de sacu­ aserciones. Pero también podemos agregar, des­
didas certezas conductistas en proposiciones pro- pués de cualquier justificación que hagamos u
blematizadas», agregaría que está ignorando el otros hagan: «Pero, desde luego, alguien, algún día
argumento de Peirce de que las creencias apenas (tal vez nosotros mismos, hoy) pueda aportar algo
son hábitos de acción. Un discurso racional es ape­ (nuevas pruebas, una mejor hipótesis explicativa,
nas un contexto de acción más, en el cual una cer­ etc.) que muestre que la aserción no e r a verdade­
teza conductista se pone de manifiesto. No hay un ra». Este es un ejemplo del uso precautorio de Ver­
rol de Jano que deba ser desempeñado, ni traduc­ dadero’. No veo por qué el hecho de que el término
ción que deba ser realizada. Verdadero’ tenga un uso tanto de suscripción co­
Los discursos racionales son la especie de con­ mo precautorio debería llevarnos a pensar que
texto de acción en la cual tratamos de adquirir me­ hay una «conexión interna» entre justificación y
jores hábitos de acción comparando y contrastan­ verdad, o entre aserción e incondicionalidad, o a
do nuestros propios hábitos con los de otros. En ta­ pensar que una explicación deflacionaria de la
les contextos, la certeza conductista se vuelve evi­ verdad es, como sostiene Habermas, aceptable so­
dente en el intento de justificar nuestra creencia. lamente si «puede seguir sustentando las intuicio­
Podemos muy bien cambiar la creencia como re­ nes realistas».
sultado de la participación en el discurso racional, Desde luego, hay algo incondicional respecto de
así como podemos cambiarla como resultado de su la verdad. Esta incondicionalidad está expresada
falta de éxito en la confrontación con el entorno no por «una vez verdadero, siempre verdadero»: mi­
humano. Pero cuando vamos de la confrontación ramos a las personas que usan la palabra en ex­
con la parte no humana, no lingüística, de nuestro presiones como «verdadero entonces, pero no aho-

146 147
ra» como si lo hicieran incorrectamente. Dado que hacen los filósofos que se preocupan por saber si
«una vez justificado, siempre justificado» es obvia­ nuestras prácticas de justificación son «indicati­
mente falso, uno puede, por cierto, expresar el con­ vas de verdad» — si los epistemólogos serán algu­
traste entre verdad y justificación como un con­ na vez capaces de demostrar que la justificación
traste entre lo incondicional y lo condicional. Pero conducirá finalmente, si Dios quiere, a la verdad—.
la incondicionalidad en cuestión no proporciona Es lo que hace Habermas, a mi entender, cuando
una razón para el hecho de que el uso precautorio dice que es un «hecho» que «una justificación exito­
de Verdadero’ siempre sea pertinente. Decir que la sa en nuestro contexto apunta en favor de la ver­
verdad es eterna e inmodificable es apenas un mo­ dad independiente del contexto de la proposición
do pintoresco de repetir este hecho acerca de nues­ justificada».
tras prácticas lingüísticas. Toda la fuerza pragmá­ «Nuestro contexto de justificación». ¿El contex­
tica de la afirmación de que la verdad no es condi­ to de justificación de quién? Seguramente, no cual­
cional radica en expresar la disposición para cam­ quiera ni cada uno de esos contextos tiene este
biar de opinión si las circunstancias se alteran, no rasgo deseable. Los contextos justificatorios pa­
en explicar ni en justificar esta disposición. No so­ sados (los de la ciencia primitiva, los de la política
mos falibles con contrición porque tememos la in­ racista, entre otros similares), ¿nos alejaron de la
condicionalidad de la verdad. Antes bien, hablar verdad? Con el fin de lidiar con estas cuestiones
de la verdad como algo incondicional es apenas un retóricas, Habermas recurre a la distinción entre
modo más de expresar nuestro sentido de falibili­ convencer racionalmente a las personas y mani­
dad contrita (o, dicho más enérgicamente, nuestro pularlas estratégicamente hacia el acuerdo con
sentido de la deseabilidad de comparar nuestros nosotros. Quiere decir que solamente en el primer
hábitos de acción con los de otros a fin de ver si uno caso tenemos una justificación genuina y, por tan­
puede desarrollar hábitos más efectivos). La in­ to, indicativa de la verdad. Algunas de las llama­
condicionalidad de la verdad no tiene un sentido das «justificaciones» —las que nos impresionan
positivo por encima de la función precautoria de más como lavado de cerebro que como planteo de
expresiones como «justificado, pero quizá no ver­ argumentos— deben ser excluidas con el fin de
dadero». salvar la afirmación de que «el éxito en nuestro
Tal como veo las cosas, los filósofos que piensan contexto justificatorio apunta en favor de la ver­
que tenemos un deber con la verdad, o que debe­ dad independiente del contexto».
ríamos valorar la verdad, o que deberíamos tener Überzeugen, en resumen, apunta en favor de
fe en la verdad, están haciendo una hipóstasis in­ tal verdad, pero überreden no. Así pues, encontra-
necesaria y filosóficamente maliciosa.3 Es lo que
nett. Critico el polémico uso de esas expresiones en mi «Res­
3 La expresión «valorar la verdad» es utilizada por Akeel Bil- puesta a Dennett», en Robert B. Brandon (ed.), Rorty and, his
grami, en tanto que «fe en la verdad» es usada por Daniel Den- Critics, Essex: Blackwell, 2000, págs. 101-8.

148 149
mos a Habermas criticándome por barrer esta dis­ verdaderas son resistentes a los intentos de refu­
tinción bajo la alfombra: tarlas espacial, social y temporalmente irrestric­
tos».4 Pero las proposiciones son apenas asercio­
«Un (. . . ) rechazo a diferenciar entre usos estra­ nes hipostasiadas. Dotarlas de poderes causales,
tégicos y no estratégicos del lenguaje, entre la ac­ tales como la capacidad para resistir, es el mismo
ción orientada hacia el éxito y la acción orientada movimiento que hizo Platón cuando hipostasió el
hacia el logro del entendimiento, priva a Rorty de adjetivo ‘bueno’ y le dio un poder causal a la Idea
los medios conceptuales para hacer justicia a las resultante. Platón pensaba que solamente dándo­
distinciones intuitivas entre convencer y persua­ le poder al Bien explicaba el atractivo de la virtud
dir, entre motivación a través de razones y empleo moral. Habermas considera que solamente dándo­
causal de la influencia, entre aprendizaje y adoc­ les poder a las proposiciones verdaderas puede
trinamiento» («.. . zwischen Überzeugen und Übe­ explicar el atractivo de virtudes intelectuales tales
rreden, zwischen der Motivierung durch Gründe como el vivo interés por oír el otro lado. Sin embar­
und kausaler Einflussnahme, zwischen Lernen go, «La verdad resiste a los intentos de refutarla» o
und Indoktrination. ..»). «La verdad no puede perder en una confrontación
libre y abierta» suenan tan vacías pragmática­
Habermas y yo podemos estar de acuerdo en mente como «Las personas saludables no se enfer­
que ciertas prácticas e instituciones sociales de­ man». Si se enferman, entonces no eran saluda­
seables no podrían sobrevivir a menos que los par­ bles. Lo que es refutado nunca fue verdadero. Una
ticipantes pudieran desplegar estas distinciones propiedad intrínseca denominada Verdad’ no ex­
del sentido común. Pero, a mi entender, estas dis­ plica mejor la resistencia a la refutación que una
tinciones, en sí mismas, son tan dependientes del que se denomine «la salud explica la resistencia a
contexto como la distinción entre justificación su­ la enfermedad».5
ficiente e insuficiente. De modo que no puedo ver
cómo podrían servir de instrumentos conceptuales 4 El original dice aquí: «wahre Aussagen gegen raümlich, so-
para decimos cuándo nos están conduciendo en la zial und zeitlich entschrankte Versuche der Widerlegung re-
dirección de la verdad independiente del contexto. sistent sind». Pero Maeve Cook, la traductora, está en lo cierto
La idea de independencia del contexto, en mi opi­ cuando traduce «Aussagen» como «propositions» en este con­
texto, porque las aserciones, que son eventos, no son resisto­
nión, es parte de un desafortunado esfuerzo por hi-
res, aunque los asertores pueden serlo. Los asertores, sin em­
postasiar el adjetivo ‘verdadero’. Solamente esa bargo, están siempre bien encuadrados en situaciones espa­
hipóstasis crea la impresión de que hay una meta cio-temporales y sociales.
de la indagación que no es la justificación ante pú­ 5 Véase W illiam James, «Pragmatism’s Conception of
blicos contemporáneos relevantes. Truth», en su Pragmatism, y el uso que hace de la analogía en­
tre verdad, salud y riqueza, y su cita de Hanschen Schlau, de
Esta hipóstasis está ejemplificada por la afir­
Lessing: «Wie kommt es, Vetter Fritzen / dass grad’ die Reichs-
mación de Habermas de que «las proposiciones ten in der Welt, das Meiste Geld besitzen?».

150 151
Habermas dice, correctamente, que estoy tra­ do hablo conmigo mismo».6 En el segundo caso,
tando de reemplazar con una descripción neodar- nuestro interés en el interlocutor se parece al inte­
winiana de los seres humanos la descripción que rés por el paciente del quiropráctico charlatán. Pero
distingue nítidamente entre lo que hacen los ani­ un quiropráctico sincero e ignorante no está siendo
males (manipulación causal) y lo que hacemos no­ más «estratégico» de lo que es un sincero e igno­
sotros (ofrecer argumentos racionalmente convin­ rante orador nazi. Ambos son honestos y no estra­
centes). Para efectuar esta sustitución necesito tégicos, aunque es probable que ninguno de ellos
afirmar, primero, que toda argumentación es, bajo nos haga ningún bien.
una descripción útil, manipulación causal (kausa- La distinción entre honestidad y sinceridad no
ler Einflussnahme). En segundo lugar, necesito es, en sí misma, dependiente del contexto (o, al
afirmar que algunos tipos de manipulación causal menos, no más que la distinción entre el recto y el
por medio del lenguaje son altamente deseables. timador). La distinción entre lógica y «mera retóri­
La diferencia entre los usos estratégicos y no es­ ca», por otra parte, es tan dependiente del contexto
tratégicos del lenguaje es la diferencia entre el tipo como la que hay entre la presencia y la ausencia de
de manipulación causal que nos alegra haber prac­ una justificación adecuada. Pues un nazi sincero
ticado en nosotros y el tipo que lamentamos haber puede usar exitosamente argumentos realmente
practicado en nosotros. Al respecto, es como la dife­ lamentables para justificar infamias —argumen­
rencia entre la manipulación de nuestro cuerpo tos que nadie, fuera de su público notablemente
por un médico bien informado, que se preocupa por provinciano, iletrado y estúpido, tomaría en se­
nuestros intereses, y su manipulación por un quiro- rio— . Se trata de argumentos que nosotros descri­
práctico charlatán que sólo quiere hacer dinero. bimos correctamente como ‘mera’ manipulación
Tal como veo las cosas, la distinción filosófica causal o ‘mera’ retórica, aun cuando para el nazi y
entre usos estratégicos y no estratégicos del len­ su estúpido público parezcan casos paradigmáti­
guaje no agrega nada a la distinción de sentido co­ cos de persuasión racional, überzeugende Argu-
mún entre deshonestidad y sinceridad. Somos lo mentation.
que Habermas llama «no estratégicos» si los argu­ Desde una perspectiva pragmatista, describir a
mentos que ofrecemos a los otros —por meras dia­ alguien diciendo que ha sucumbido a la atracción
tribas retóricas que puedan parecerles a nuestros del «mejor argumento» es describirlo como conven­
críticos— son los que nosotros mismos considera­ cido por la clase de razones que nos han convenci-
mos completamente persuasivos. Somos lo que
Habermas llama «estratégicos» si nos decimos: 6 Ser estratégico de este modo es, a veces, moralmente re­
«Mi interlocutor o bien no entiende o bien se niega prochable; por ejemplo, cuando pudiéramos proporcionarle a
a aceptar los argumentos que me convencen, de nuestro interlocutor la capacidad de comprender mejores ar­
gumentos. A veces no es criticable, como cuando tratamos de
modo que usaré premisas que admite y términos evitar que se cometa una injusticia inminente, usando cual­
que comprende, aunque yo desdeñe usarlos cuan­ quier medio que funcione en el corto tiempo disponible.

152 153
do, o nos convencerían, de la misma conclusión. las personas), por condiciones espaciales, tempo­
Nuestros criterios de superioridad del argumento rales y sociales. Pensar de otro modo es presupo­
son relativos a la gama de argumentos que tene­ ner la existencia de un orden natural de razones al
mos a nuestra disposición, así como nuestro crite­ que nuestro argumento, con suerte, se aproximará
rio de superioridad de la herramienta es relativo a más y más. La idea de ese orden es una reliquia
la tecnología que tenemos a nuestra disposición. más de la idea de que la verdad consiste en la co­
Decir que alguien ha llegado a cierta conclusión rrespondencia con la naturaleza intrínseca de las
por malas razones es, simplemente, decir que las cosas, una naturaleza que, de algún modo, precede
razones que lo convencieron no nos convencerían. y subyace a todos los vocabularios descriptivos. El
Habermas, sin embargo, dice que cuando en­ orden natural de las razones es a los argumentos
tramos en una discusión seria, «presuponemos lo que la naturaleza intrínseca de la realidad es a
performativamente que los participantes permi­ las oraciones. Pero si las creencias son hábitos de
ten que sus ‘sí’ o ‘no’ sean determinados por la acción, un ideal regulativo es tan innecesario como
fuerza del mejor argumento». Pero esto es hiposta- el otro. Aun así, Habermas sólo puede ir más allá
siar los argumentos, como hipostasia las proposi­ de las distinciones de sentido común entre los usos
ciones verdaderas. Los argumentos no tienen una deshonesto y honesto del lenguaje, por una parte,
propiedad de superioridad independiente del con­ y los argumentos aceptables y no aceptables para
texto, así como las proposiciones no tienen una re­ nosotros, por la otra, si recurre a esta idea no plausi­
sistencia a la refutación independiente del con­ ble, porque esa sería la única manera de volver plau­
texto. Cuando participamos en una discusión se­ sible la afirmación de que hay una distinción no
ria, esperamos, desde luego, que nuestros interlo­ dependiente del contexto entre la justificación real
cutores encuentren convincentes el mismo tipo de y la aparente, o de que la distinción überzeugen-
consideraciones que nosotros; por cierto, no esta­ überreden no está únicamente en la percepción del
mos seguros de si la discusión será seria hasta que público.
descubrimos que esta esperanza será gratificada. Desde mi perspectiva neodarwiniana, por su­
Pero esta no es una presunción acerca de la rela­ puesto, la idea cartesiana de un orden natural de
ción de nuestros interlocutores con un orden natu­ razones es tan mala como la propuesta, menciona­
ral de razones, un orden en el cual la superioridad da por Wittgenstein, de que la gran ventaja de la
de los argumentos es evidente, sin necesidad de lengua francesa es que las palabras ocurren en el
considerar las «restricciones espaciales, tempo­ orden en el cual se las piensa naturalmente. Las
rales y sociales» sobre ningún participante real. palabras familiares del francés ocurren, por cierto,
Decir que no hay proposiciones justificadas tout en el orden en que los franceses generalmente las
court, o un argumento mejor tout court, equivale a piensan, así como los argumentos que nos impre­
decir que todas las razones son razones para per­ sionarán como überzeugen antes que meramente
sonas determinadas, restringidas (como lo están como überreden tienen premisas que aceptamos

154 155
dispuestas en el orden en el cual nosotros mismos tar de alejamos más de las partes de nuestro pa­
las dispondríamos. Pero lo que cuenta como argu­ sado que más lamentamos. Deberíamos abando­
mentación racional es tan históricamente deter­ nar la estrategia de Kant-Peirce-Apel de encon­
minado, y tan dependiente del contexto, como lo trar ideas regulativas que sirvan como subrogan­
que cuenta como buen francés. tes de la autoridad de algún poder no humano,
En su ensayo, Habermas da excelentes razones reemplazando, por lo tanto, la metafísica con la fi­
para abandonar por inútil la noción de Peirce so­ losofía trascendental. Antes bien, tendríamos que
bre «el fin de la indagación». Pero me parece que responder a las preguntas «¿Qué nos hace escapar
también hay razones para abandonar todas las de nuestros contextos parroquiales y expande las
idealizaciones similares. Todas parecen inspirado­ fronteras de la indagación?», «¿Qué nos mantiene
ras, pero se desploman al examinarlas más de cer­ críticos en lugar de dogmáticos?», con «el recuerdo
ca, del mismo modo que se desploma la noción de de cuán parroquiales han sido nuestros ancestros
Peirce. Las nociones de un orden natural de razo­ y el temor de que nuestros descendientes nos con­
nes, de que las cosas están realmente separadas sideren del mismo modo». En una palabra, debe­
de las necesidades humanas, de un lenguaje ideal ríamos ser retrospectivos, en lugar de prospectivos:
y de la validez universal pueden solamente ser ex­ la indagación debería ser regida por concretos te­
plicadas invocando la noción de público ideal —el mores de regresión, y no por abstractas esperanzas
público que ha sido testigo de todos los posibles ex­ de universalidad.
perimentos, que ha probado todas las posibles hi­ Este reemplazo de la esperanza por el temor es
pótesis, etc.— . Para explicar a qué equivale una mi estrategia para responder a otra crítica plan­
cualquiera de estas idealizaciones tenemos que re­ teada por Habermas. El dice: «Apenas se elimina
currir a la idea de un público cuyos estándares de el concepto de verdad en favor de una validez-pa-
justificación no puedan mejorar. Pero ese público ra-nosotros epistémica, dependiente del contexto,
me parece tan difícil de concebir como el número se pierde el punto de referencia normativo (ñor-
más grande, el conjunto más vasto o la última sín­ mative Bezugspunkt) que explicaría por qué un
tesis dialéctica —aquella que no pueda convertir­ proponente debería batirse para asegurar la acep­
se en tesis de una nueva tríada dialéctica— . Nues­ tación de ‘p ’ más allá de los límites de su propio
tra finitud consiste en el hecho de que nunca puede grupo» («. . .über die Grenze der eigenen Gruppe
haber un público ideal, sino tan sólo más públicos hinaus bemühen sollte»).
espacial, temporal y socialmente restringidos. Así Aquí es preciso distinguir entre querer ir más
pues, la idea de «pretensiones de validez universal» allá de esos límites y estar obligado a hacerlo: en­
me parece un nuevo intento del tipo de evasión de la tre hinaus bemühen will y hinaus bemühen solí.
finitud que Heidegger criticó con justeza. Considero un accidente histórico afortunado que
Mi conclusión es que lo que necesitamos no es nos encontremos en una cultura —la alta cultura
intentar acercarnos a un ideal, sino más bien tra­ de Occidente en el siglo XX— que es muy sensible

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a la necesidad de ir más allá de esos límites. Esta con la necesidad de ir más allá de las fronteras de
sensibilización es el resultado de nuestra concien­ mi propio grupo, puedo recuperar la noción de hi-
cia de la ciega crueldad que fue producto de no ha­ naus bemühen solí, aunque quizá no en la forma
berlo hecho en el pasado, y de nuestro temor a vol­ que Habermas consideraría adecuada. Porque
ver a caer en la barbarie. puedo decir que no sería capaz de habituarme a no
No pienso que estemos en la obligación de ir hacer todo lo posible para ir más allá de los límites
más allá de esos límites, pero es simplemente por­ en cuestión. En este aspecto, estoy moralmente
que tengo una profunda sospecha de la noción de obligado a hacerlo, pero solamente en el mismo
obligación. Tiendo a estar de acuerdo con Eliza- sentido en que un nazi no podría habituarse a dis­
beth Anscombe cuando, en su famoso ensayo «Mó­ pensar a un judío cuando se encuentra en la obli­
dem Moral Philosophy», duda de que aquellos que gación moral de matarlo.
no creen en la existencia de Dios estén autorizados Pero mi identidad moral no es una expresión,
a creer en el uso de la expresión «obligación mo­ ni una explicación, de mí mismo como usuario del
ral».7 En este punto, los teístas como Anscombe y lenguaje. Por tanto, no puede ser incorporada den­
los ateos como yo podemos hacer causa común con­ tro de lo que Habermas llama «ética del discurso»,
tra los kantianos que piensan que podemos pre­ ni procesada como una obligación universal de
servar, y debemos preservar, un «tener que». Pode­ cualquier ser usuario del lenguaje. Es meramente
mos alineamos con Mili y Dewey, y sospechar de la una observación acerca de quién soy, no acerca de
distinción entre moralidad y prudencia, cuando se lo que debo concebir que soy para evitar la auto-
le da un sesgo trascendental, como sospechamos contradicción performativa. Tal vez tampoco pue­
de la distinción entre verdad y justificación, cuan­ da habituarme a consumir una comida abundante
do se le da el mismo sesgo. ante un niño hambriento, con el cual me rehúso a
Sin embargo, yo concedería, y Anscombe tal vez compartir el alimento. Pero este también es un
no, que uno puede darle a la noción de «obligación hecho acerca del modo en que fui educado, no un
moral» un sentido respetable, secular, no trascen­ hecho sobre lo que es ser un ser humano.
dental, relativizándola como sentido histórica­ En resumen, el único normative Bezugspunkt
mente contingente de identidad moral.8 En tanto que encuentro necesario es algo que se adapta fá­
tengo un sentido de la identidad moral vinculado cilmente a una descripción naturalista y darwi-
niana de mí mismo: soy un organismo cuyas creen­
cias y deseos son ampliamente un producto de
7 Véase G. E. M. Anscombe, Ethics, Religion and Politics,
Minneapolis: Minnesota University Press, 1981, págs. 29-30.
8Analizo el cambio de la identidad moral en mi «Justice as a ración. La idea es ver el progreso moral como el resultado de
Larger Loyalty». Allí trato el tema como el cambio en nuestra extender los límites de nuestra imaginación, en lugar del re­
concepción acerca de quién cuenta como «nosotros», de qué cla­ sultado de una obediencia más estricta al imperativo inde­
se de personas necesitamos consultar en el curso de la delibe- pendiente del contexto.

158 159
cierta aculturación. Específicamente, soy el pro­ mayoría de nuestros interlocutores con el debido
ducto de una cultura que se preocupa por el hecho respeto— . No hay una facultad llamada ‘razón’
de que la esclavitud de los negros en América y los que nos diga que escuchemos el otro lado (que le
pogroms europeos les parecieron inteligentes y co­ diga al esclavista que escuche al esclavo, o al nazi
rrectos a generaciones anteriores de cristianos que escuche al judío). Antes bien, se trata de vir­
blancos. Como tal producto, me preocupa quizá no tudes sociales llamadas ‘conversabilidad’, ‘decen­
estar tomando en cuenta atrocidades similares en cia’, ‘respeto por los otros’, ‘tolerancia’, entre otras.
la actualidad. He adquirido una identidad moral y En nuestra cultura, restringimos el término ‘ra­
un conjunto de obligaciones de esta cultura. Pien­ cional’ a las personas que exhiben estas virtudes.
so que soy afortunado por haber sido criado dentro Es por ello que el monstruo que Richard Haré lla­
de ella. Pero soy muy consciente de que mis bár­ ma el «nazi racional» es una posibilidad genuina.
baros ancestros se consideraban afortunados por Es posible oír el otro lado y aun así equivocarse,
haber sido criados dentro de su cultura, de que mis porque es posible escuchar los argumentos que no­
primos en Alemania pensaban que eran afortuna­ sotros sabemos que son überzeugend, aunque no
dos por ser capaces de enrolarse en la juventud hi- überzeugt.
tlerista, y de que mis descendientes en una hipoté­ Una vez que se acepta el cambio propuesto por
tica cultura fascista tendrían un sentido de grati­ Habermas, de la razón «centrada en el sujeto» a la
tud igualmente fervoroso por su propia educación. razón ‘comunicativa’, me parece que uno debería
Los filósofos que temen el relativismo están contentarse con la idea de que las únicas obligacio­
comprometidos con la idea de que necesitamos un nes son hacia otros seres humanos y hacia uno
criterio para discriminar las justificaciones y obli­ mismo. Habermas cree, sin embargo, que Kant es­
gaciones reales de las aparentes y la maduración taba en lo cierto cuando pensaba que no podemos
real de la aparente. Dado que la distinción reali- prescindir de la noción de incondicionalidad. Con­
dad-apariencia me parece una reliquia de nuestro sidera que la validez universal, incondicional, no
pasado autoritario (un intento securalizante de sólo es una noción útil, sino que es indispensable.
trasladar la Naturaleza Intrínseca de la Realidad No sólo no puedo ver por qué es indispensable: ni
al rol previamente desempeñado por la Persona siquiera puedo considerarla útil. Parece lo que
que Debía ser Obedecida), no me preocupa el rela­ Wittgenstein llama «una rueda que gira aunque
tivismo. El temor al relativismo me parece el te­ ninguna otra cosa gire con ella, y, por ende, no for­
mor a que en el universo no haya nada a lo cual ma parte del mecanismo». La única función que
aferrarse, excepto unos a otros. Tal como veo las puede tener es intimidarnos haciéndonos sentir
cosas, no tratamos a los demás con respeto porque que, no importa lo que hagamos, es posible que no
somos racionales. Antes bien, en nuestra cultura, sea suficientemente bueno —la función que anta­
la ‘racionalidad’ es uno de nuestros nombres para ño cumplía la doctrina del Pecado Original— . Pero
el hábito de escuchar el otro lado —tratando a la una vez que empezamos a pensar la indagación

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como una relación entre organismos y su entorno, progreso intelectual es una subdivisión del pro­
en lugar de pensarla como una relación entre seres greso moral —es el progreso en hallar creencias
humanos y como algo imponente —algo como la que son cada vez mejores herramientas para lo­
Verdad o la Realidad— , ya no necesitamos estar grar nuestros proyectos comunales— . Uno de es­
asustados. tos proyectos es reemplazar el resentimiento por la
La oposición entre Hume y Kant —o, en la filo­ buena voluntad y la autoridad por la democracia.
sofía moral contemporánea, entre los filósofos mo­ Lo que Peirce llamó «bloquear el camino de la
rales huméanos contemporáneos como Annette investigación» ocurre cada vez que se sospecha
Baier y los kantianos contemporáneos como Chris- que una perspectiva determinada —la teoría co-
tine Korsgaard— está centrada, a mi entender, en pemicana del movimiento planetario, o la teoría
sus respectivas explicaciones de la motivación mo­ darwiniana de la evolución del hombre, o el prag­
ral. Para los escritores de la tradición kantiana, matismo de James, o el racismo de Hitler— es una
las nociones entrelazadas de racionalidad y uni­ abominación moral. A veces, como en el caso del
versalidad son indispensables. Baier interpreta racismo de Hitler, es bueno bloquear el camino de
que Hume, «el filósofo moral de la mujer», trató la la investigación. Otras, como en el caso de la teoría
idea misma de racionalidad universal como una de Darwin, es malo. A veces, como en el caso del
reliquia del autoritarismo patriarcal. Esto me pa­ pragmatismo de James, podemos estar genuina-
rece cierto, y es por ello que veo el pragmatismo, y mente perplejos y no saber si nos enfrentamos con
la redescripción neodarwinista de la indagación una abominación moral, una sugerencia bienin­
que ofrece, como parte de un movimiento antiau­ tencionada aunque errónea, o una propuesta útil
toritario más general —el movimiento que asume sobre cómo liberarnos de nuestros modos obsole­
que si velamos por la democracia constitucional, la tos de pensar.
libertad académica y de la prensa, la cultura escri­ Gran cantidad de poderosas consideraciones fi­
ta universal, las carreras abiertas a los talentos y losóficas pueden consagrarse a tal perplejidad, y
otras instituciones democráticas similares, enton­ este intercambio entre Habermas y yo ha ensaya­
ces, la verdad velará por sí misma— . do cierto número de ellas. Pero si los pragmatistas
Desde este punto de vista humeano, el progreso estamos en lo cierto, la reflexión filosófica no se ad­
moral es lo que Hume llamó «un progreso de los judicará la cuestión, pues tales reflexiones pueden
sentimientos» —la capacidad para pasar por alto hacer poco más que reordenar intuiciones previa­
lo que uno previamente pensó que eran abomina­ mente existentes, en lugar de crear nuevas o bo­
ciones morales: por ejemplo, las mujeres oficiando rrar las antiguas. Empero, el borramiento es lo
en las iglesias, el casamiento interracial, o el mis­ que los pragmatistas pedimos. Únicamente la ex­
mo estatuto civil para los judíos que para los cris­ periencia — ensayar nuestra vida intelectual y
tianos, o el matrimonio entre personas del mismo moral como si se viviera sin las familiares intuicio­
sexo—. Desde mi punto de vista pragmatista, el nes platónico-kantianas— decidirá al respecto.

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En un mundo que no tuviera tareas más urgen­
tes que poner en escena experimentos sociales con
el propósito de dirimir desacuerdos filosóficos, la
decisión entre el modo casi kantiano de Habermas
de mirar la racionalidad y la moralidad y mi modo
casi humeano podría tomarse después de ver el re­
sultado de la experiencia de entrenar a una mues­
tra grande de nuestra generación emergente para
pensar en términos exclusivamente huméanos.
Mi predicción es que esos sujetos experimentales
serían personas tan decentes como el grupo con­
trol —los que fueron educados para comprender la
expresión «validez universal»— .

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Biblioteca de filosofía Leszek Kolakowski, Vigencia y caducidad de las tradiciones
cristianas
Kurt Lenk, El concepto de ideología. Comentario crítico y se­
lección sistemática de textos
Alasdair C. Maclntyre, El concepto de inconciente
Mihailo Markovic, Dialéctica de la praxis
Pierre Masset, El pensamiento de Marcuse
Roland Mousnier, Las jerarquías sociales
Bertell Ollman, Alienación. Marx y su concepción del hom­
Theodor W. Adorno, Consignas bre en la sociedad capitalista
Henri Arvon, La estética marxista Richard Rorty UUrgen Habermas, Sobre la verdad: ¿validez
Kostas Axelos, Introducción a un pensar futuro universal o justificación?
Gastón Bachelard, Estudios Maximilien Rubel, Páginas escogidas de Marx para una ética
Gastón Bachelard, La filosofía del no socialista, 2 vols.
Ludwig Binswanger, Tres formas de la existencia frustrada. Anne Sauvagnargues, Deleuze. Del animal al arte
Exaltación, excentricidad, manerismo Lucien Sève, Marxismo y teoría de la personalidad
Otto F. Bollnow, Introducción a la filosofía del conocimiento Leo Strauss, El renacimiento del racionalismo político clásico
Bernard Bourgeois, El pensamiento político de Hegel Wilhelm Szilasi, Fantasía y conocimiento
Bruce Brown, Marx, Freud y la crítica de la vida cotidiana. Wilhelm Szilasi, Introducción a la fenomenología de Hus­
Hacia una revolución cultural permanente serl
Georges Canguilhem, Ideología y racionalidad en la historia Charles Taylor, La libertad de los modernos
de las ciencias de la vida Paul Tillich, Teología de la cultura y otros ensayos
Gilíes Deleuze, Diferencia y repetición Peter Winch, Ciencia social y filosofía
RolfDenker, Elucidaciones sobre la agresión François Zourabichvili, Deleuze. Una filosofía del aconteci­
Jacques D ’H ont, De Hegel a Marx miento
Jacques D’Hont, Hegel, filósofo de la historia viviente
Gilbert Durand, La imaginación simbólica
Maurizio Ferraris, Introducción a Derrida
Obras en preparación
Theodor Geiger, Ideología y verdad
Lucien Goldmann, Introducción a la filosofía de Kant. Hom­
bre, comunidad y mundo Judith Butler, Presentación de sí mismo. Violencia ética y
Lucien Goldmann, Lukács y Heidegger. Hacia una filosofía responsabilidad
nueva Georges Canguilhem, Estudios de historia y de filosofía de
Lucien Goldmann, Marxismo y ciencias humanas las ciencias
Frédéric Gros, Michel Foucault Leo Strauss, Estudios de filosofía política platónica
Fierre Guglielmina, Leo Strauss y el arte de leer Leo Strauss, La persecución y el arte de escribir
Max Horkheimer, Teoría crítica Leo Strauss, Reflexiones sobre Maquiavelo
Marc Jimenez, Theodor Adorno. Arte, ideología y teoría del Salvatore Veca, La filosofía política
arte
Leo Kofler, Historia y dialéctica
Leszek Kolakowski, La presencia del mito

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