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confuso
Julio del Valle
Pontificia Universidad católica del Perú
Voy a empezar con dos escenarios bien distintos. No les adelanto nada y
paso directamente al primero:
Cuando era estudiante en el doctorado de filosofía de la Universidad de
Heidelberg la secretaria de la biblioteca me preguntó, al verme extranjero
y lector cotidiano, a qué me dedicaba. Le dije que mi trabajo tenía que ver
con la Estética. Su cara de sorpresa demoró algunos segundos en
preguntarme adicionalmente: ¿Por qué lee tanto una persona que trabaja
en Estética? Contexto: Pasando la Bismarckplatz, el centro de la ciudad, hay
un centro de Estética [Das Kosmetik-Esthetik Fachzentrum, en la Alten
Glockengiesserei 11] y nunca veía ella allí a nadie que lea y tampoco
pensaba que se necesite leer tanto para hacer ese trabajo. Creo que mi
alemán no era tan bueno como para explicarme bien acerca de lo que hacía
yo en la biblioteca de filosofía, así que su sorpresa no menguó. Ahora bien,
más allá de la anécdota, la pregunta es válida, pues no va a pasar mucho
tiempo si es que alguien del auditorio sale a la avenida más próxima y se
tope con un salón de Belleza o Estética. Se topará con un mundo distinto al
de las preguntas y consideraciones de este auditorio. Con un poco de
atención, cada palabra revela un mundo. Pero el mundo que nos abre la
palabra “estética” no es solo uno, sino múltiple y en cada uno de sus
mundos sus habitantes hablan una lengua que piensan se entiende en los
otros mundos (palabra polisemántica, y en cada uno significa como el
único). Propiamente, es una palabra “confusa”. También en el mundo de
los salones de Estética.
Siempre ha sido un tema, para mí, explicar, y explicarme, qué entiendo por
un término que, sin embargo, lo siento, íntimamente, tan claro y afín con
mis intereses intelectuales. Y como hasta hace un tiempo tenía esa espina
en la conciencia (ese orgullo intelectual; a saber, ¿cómo pueden llamarse lo
mismo actividades tan distintas, la Estética que nos reúne acá y la Estética
de un Salón de belleza?) le escribí esta vez al gran hermano Google la
siguiente frase: “la estética no es un salón de belleza”. Me ofreció, como
siempre, una lista muy rápida de enlaces, todos ellos vinculados con salones
de belleza. En lugar de rendirme de impotencia ante la configuración de
intereses sobre los que gira el mundo, me detuve a verlos y me encontré
con esta opinión: [PPT]
relación con el arte los filósofos somos como unos dinosaurios. [PPT]
Voy a quedarme con esta imagen porque es buena, pese a la evidente
crítica contenida. La imagen es buena y me muevo más a gusto entre
imágenes que entre conceptos determinantes. La comparación apela al
carácter rezagado de unos lentos y enormes reptiles ya extintos. Pienso en
sus movimientos, los imagino. Es cierto, el arte de nuestro tiempo va muy
aprisa y si quisiéramos estar a su ritmo desde la reflexión seríamos como
jinetes cogidos de la cola no de uno, sino de múltiples caballos desbocados.
Esta imagen, más bien, la de los caballos desbocados, no me es grata y
tampoco creo que sea pertinente. La imagen del dinosaurio me gusta,
aunque ellos están extintos y nosotros aún entramos en un auditorio.
Digamos que somos elefantes, más que dinosaurios, en un mundo que gira
muy aprisa. La prisa, sin embargo, me parece, no es un valor en sí mismo.
Me quedo con la imagen, dije. Imaginemos los pasos del elefante, como si
Hay algo más que estilo en una obra de arte y la sensibilidad que despierta
le es sustantiva, como podemos encontrarla, por ejemplo, en Tape
1
Jäger, Einführung, pp. 40-42.
“Aesthetica (theoria liberalium artium, gnoseología inferior, ars pulchre
cogitandi, ars analogi rationis) est scientia cognitionis sensitivae.”2 [PPT]
Que la Estética sea una ciencia de la cognición sensible podrá ser materia
de otra aproximación. Lo que a mí me llama la atención y colabora con la
atención que le he prestado a la palabra “confusión” es el paréntesis. El
paréntesis presenta de manera extensa la palabra “Estética”. En lugar de
ser una definición cerrada, puntual, distinta, la definición es abierta y
compleja: la presenta como teoría de las artes liberales, como una
gnoseología inferior, como un arte del pensamiento bello y como un arte
del análogo de la razón. La presenta, pues, de cuatro formas, y no nos indica
si son cuatro distintas maneras o cuatro articuladas maneras de ver lo
mismo. La presenta, primero, como teoría, como gnoseología (es decir,
como una teoría del conocimiento) y la presenta, también, como arte.
Como teoría de las artes liberales refiere a las Humaniora, las que para el
siglo XVIII alemán significaban: gramática, poesía, retórica, música y
pintura. Significa que una de las raíces desde la que aflora el tronco múltiple
de la Estética es la tradición de las letras cultas y su larga historia. Una
sensibilidad cultivada en la lectura e interpretación de los clásicos. Quien se
dedica a la Estética, pues, es un humanista, no un científico natural, físico o
matemático. La llanura que habita es aquella de las letras, la cultura y las
artes.
2
Baumgarten, Alexander, Aesthetica, edición
3
Leibniz, meditaciones
origina desde las facultades inferiores del alma (imaginación, memoria y
sensación) y que, si bien no alcanza a conocer distintamente las cosas,
revela una forma de conciencia inferior de ellas. Conciencia de ellas que
expresa, sin embargo, un vínculo con la creación mediada por la sensibilidad
y el placer; placer que es entendido, además, como conciencia intuitiva de
la perfección o armonía del mundo y que involucra ingenium, que es la
capacidad de encontrar semejanzas entre las cosas.4 En este caso,
encontrar placer en la manera como las partes están todas enlazadas y que
revela en su armonía la perfección del cosmos. Baumgarten le va a dar a
esta facultad representativa del alma una valoración distinta. La llama aún
inferior, pero no en los términos de una jerarquía de conocimientos. Es
inferior porque refiere al vínculo sensible del ser humano con las cosas,
pero es valorativamente situada al mismo nivel que las facultades
superiores del alma, pues colabora en dar cuenta complementariamente de
la representación que tiene el ser humano del mundo.
Como arte del pensamiento bello refiere, en primer lugar, a que es una
actividad productiva y no solo una cognición. Refiere, pues, a la capacidad
de producir ideas y pensamientos bellos. Lo hace desde el espíritu ilustrado
que está en la matriz de su pensamiento; es decir, lo hace buscando las
reglas que permitan una tal creación. La belleza es su norte, ciertamente, y
no siendo anacrónicos, nos es fácil entender por qué. El mundo en el que
piensa y se sitúa es un cosmos, un orden creado, y la belleza es la conciencia
de ese orden desde la sensibilidad. En este caso, la relación de un sujeto,
desde su particularidad, con ese orden. La capacidad de crear pensamientos
bellos identifica a los poetas, que es la actividad artística privilegiada por él,
pero no solamente a ellos. Identifica toda forma creativa de relación con el
4
Wollf, Beiser
mundo y que, como dirá Kant, estimulará la generación de múltiples
pensamientos. Pronto serán cuestionados dos de los soportes de esta
caracterización: la referencia a un cosmos perfecto y la privilegiada
orientación hacia la belleza. Lo hará, en primer lugar, Herder, pero acá lo
que está en juego, para nosotros, es que esta tercera característica coloca
como parte de la Estética la capacidad de crear; su naturaleza poiética (a
ella hará mención Menke).
5
Menke, Christoph,
ejecución. Otro ejemplo clásico: en el tratado Sobre lo Sublime, el ignoto
autor del texto señala que el tratado que presenta es mejor que el de su
oponente (Cecilio), porque no va a tratar de lo sublime, simplemente, sino
que va a ser un texto sublime también. Y lo consigue, si es que uno entra en
el juego.