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INSTITUTO DE FILOSOFÍA
LA ÉTICA EN EL PSICOANÁLISIS
HACIA UN NUEVO PRINCIPIO DE REALIDAD
Introducción
Se hace necesaria entonces una distinción entre dos niveles de lo histórico, uno de ellos
concerniente al desarrollo biológico de la especie y el otro a su desarrollo sociológico, a las
múltiple configuraciones de las sociedades humanas. Teniendo presente la progresiva
indiferenciación entre ambos niveles, causada por la conciencia que el ser humano tiene de
sí mismo, es decir, recordando que para el hombre hace mucho la relación entre ambos
niveles se ha tornado artificial, podemos decir que cada uno de ellos surge a partir de un
acontecimiento específico. Para el orden biológico, este acontecimiento sería el origen de la
vida y la primera configuración de los instintos: Eros busca complificar el camino de
regreso a la materia inorgánica; lucha, en favor de la vida y su proliferación, contra el
impulso a la regresión hacia un estado de menor tensión, hacia la muerte. El contenido del
nivel biológico, de lo filogenético, sería entonces toda la historia del animal humano, que
termina con el segundo acontecimiento y el nacimiento del nivel sociológico: la conciencia
de la lucha por la existencia. Tras este acontecimiento, la tendencia de Eros a conservar la
vida y a la conformación de unidades cada vez más grandes requiere de la represión y de la
organización de los instintos de muerte, de la internalización de la agresión y de su
desviación en metas socialmente útiles.
El carácter exógeno de ambas modificaciones a los instintos, el hecho de que tienen lugar
debido a las condiciones materiales de los organismos, permite pensar la posibilidad de un
tercer acontecimiento en función ya no sólo de esas condiciones, sino de las posibilidades
reales de su transformación (Ibid., p.131). En otras palabras, si el origen de la vida y la
toma de conciencia de la ananke poseen un carácter histórico, otro acontecimiento del
mismo tipo (exógeno), pero de distinta cualidad podría determinar los instintos de manera
tal que su desarrollo no fuese represivo, podría instaurar un nuevo principio de realidad. La
cualidad específica de tal acontecimiento sería la de ser una modificación de los instintos
que el ser humano se daría a sí mismo, que tendría que pasar por la conciencia de la
inutilidad, de la irracionalidad del principio de actuación y de la lógica de la dominación. A
favor del argumento de Marcuse está la fácil modificación y la relatividad de las
determinaciones sociológicas de los instintos, el alto grado de artificialidad de las
sociedades contemporáneas y la abundancia de su producción; en su contra está la
subestimación de una importante consecuencia de la conciencia de la lucha por la
existencia: el reconocimiento del otro como rival, y la dificultad de masificar la conciencia
del carácter obsoleto de las instituciones que dan cuerpo al principio de actuación.
Fantasía y utopía
Marcuse señala como formas menos sublimadas de la fantasía el soñar despierto, el juego y
la corriente de pensamiento, formas todas que también evidenciarían la insistencia de esta
facultad en lograr una “realidad erótica donde la vida de los instintos llegaría a descansar en
la realización sin represión” (p.140). Ahora bien, cabe preguntar en qué medida estas
expresiones se oponen efectivamente al principio de actuación y no tan sólo al principio de
realidad en su forma más general, o más concretamente, cómo el soñar despierto y el juego,
la añoranza y la proyección en el futuro, se mantienen libres del influjo del principio de
realidad dominante.
En Formulaciones sobre los dos principios del suceder psíquico, Freud caracteriza la
relación de la fantasía con la represión y lo que podríamos llamar razón instrumental de la
siguiente manera:
Vemos de esta forma cómo, al mismo tiempo que se reconocen las posibilidades de la
fantasía en la modificación de los procesos de pensamiento, se establece su sujeción a la
represión y por tanto al principio de realidad adquirido. Esto último se debe a que en el
contexto en el que argumenta Freud, la fantasía conserva del estado del yo en el que
domina sin restricciones el principio del placer tan sólo una similitud formal: la reunión
inmediata de impulso y gratificación. Más allá de esto, ese estado del ego que en la
reconstrucción de Marcuse (1983) aparece como “guiado y conducido por la totalidad de su
energía mental” y que ahora “sólo es guiado por la parte de él que se adapta al principio de
realidad” (p.136), no es en la caracterización de Freud otra cosa que la infancia más
temprana, aquel período de tiempo en el que los niños no logran captar una diferencia entre
su yo y lo que los rodea, más específicamente entre ellos y sus primeros cuidadores. Los
contenidos de la fantasía son, por tanto, los proporcionados por el principio de realidad y
los esquemas valorativos de la razón instrumental que de él se deriva.
Bibliografía
Freud, S. (1911). Formulaciones sobre los dos principios del suceder psíquico. Disponible
en: www.auladepsicoanálisis.com