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DIRECCION GENERAL DE CULTURA Y EDUCACIÓN DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES

DIRECCIÓN DE POLÍTICAS SOCIO EDUCATIVAS


CURSO VIRTUAL:
“ PROBLEMAS FILOSÓFICOS EN EL CINE : PODER , IDENTIDAD Y ÉTICA ”
SEGUNDA COHORTE 2018 - AULA 213

CAPACITADOR EVEA: ROMINA RODRÍGUEZ


CURSANTE: XXXXXXXXXXXXX
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ACTIVIDAD CLASE 4: Actividad de Ida y Vuelta

C o n s i gn a :
Les vamos a proponer una actividad con la que deseamos que lleven al aula algunos de los
saberes y elementos de metodología que hemos abordado en el curso.
Lo que les pedimos aquí es que elaboren una propuesta de clase a partir de esas películas que
les fuimos pidiendo que visionen.
La elaboración de la actividad ida y vuelta es individual, aunque aclaramos que abriremos
espacios de socialización e intercambio para que puedan compartir sus ideas y ofrecer
recomendaciones a sus compañerxs.

En la planificación de la actividad ida y vuelta tengan en cuenta las siguientes indicaciones:

1- Es importante que seleccionen la película con la que vayan a trabajar (puede ser
también una escena de una película). Además de las escenas vistas en estas clases y
de las películas señaladas, en la filmoteca del curso encontrarán escenas y películas
comentadas para trabajar en el espacio de Filosofía.
2- deberán indicar con precisión qué tema/s filosófico/s pueden ser abordados con
esa/s películas/escenas, y fundamentar esa selección en no más de diez renglones.
Sugerimos priorizar de alguna manera los temas abordados en el curso: la identidad,
el poder, el olvido, la memoria,. Van a contar con el acompañamiento del/a tutor/a
para indagar sobre ellos.
3- Deben confeccionar preguntas. Se pedirán al menos diez preguntas que sirvan como
marco para pensar filosóficamente el tema y la/s escena/s. Dichas preguntas servirán
para que el/la tutor/a realice comentarios y devoluciones puntuales sobre la redacción,
las formas y el sentido de las preguntas.
4- Deberán realizar la selección de texto/s pertinente/s para trabajar el tema
elegido. Los textos pueden relacionarse con la materia que dicta, pero tienen que
vincularse de alguna manera con los temas seleccionados y con las preguntas
disparadoras realizadas anteriormente. Sugerimos que no sea una lectura muy
extensa, y que los y las estudiantes puedan abordarla en una o dos semanas.
Recuerden considerar que los fragmentos serán para ser leídos en la clase (podrán
acompañar a la selección de textos otros recursos y materiales como pueden ser
videos, podcast, imágenes, letras de canciones, etc.)

R e s o l u c i ó n d e c o n s i gn a :

1- La película seleccionada para planificar la actividad es La Aldea. Originalmente llamada The Village
(titulada El bosque en España y La aldea en América Hispánica), es una película estadounidense del
año 2004 escrita y dirigida por M. Night Shyamalan (seudónimo artístico de Manoj Nelliyattu
Shyamalan, nacido en India en agosto de 1970).
Su argumento trata sobre una aldea ubicada en un valle de Filadelfia (EEUU) rodeado de bosques. Los
aldeanos son gente simple, que viven con humildad aun para los estándares de fines del siglo
diecinueve, aunque parecen ser felices. Sin embargo, deben estar siempre en alerta, pues en los
bosques de alrededor habitan enigmáticas criaturas (“los innombrables”) capaces de aniquilar a la
comunidad. Afortunadamente, ha existido siempre una tregua entre las criaturas y los aldeanos, con
cada bando respetando el territorio opuesto. Pero cuando un aldeano recibe una grave herida, será
necesario que alguien atraviese el bosque, en busca de medicinas que salven al herido que agoniza...
Sin embargo, allí aparece la disyuntiva, porque ese traslado podría destruir la frágil tregua entre la
aldea y los habitantes del bosque. Sólo una joven mujer, no vidente ( Ivy Walker ), será en apariencia
la indicada para concretar la arriesgada odisea de atravesar el bosque y así salvar a su amado.
Película completa subtitulada: https://youtu.be/N5z_2E1TTus
Tráiler subtitulado: https://youtu.be/5pXOOg1BzJE
Escena 1: https://youtu.be/9iF_LRpBc8o
Escena 2: https://youtu.be/sp0ckt_KC7o
Escena 3: https://youtu.be/lNgPNIBWbNM
Escena 4: https://youtu.be/hRJBFnoBveE

2- A través de la película pueden ser abordados filosóficamente varios temas: el conocimiento, la


verdad, las creencias, el dogmatismo, la identidad / narración/ historicidad, el poder, la realidad vs la
ficción, el individuo y la comunidad, la justicia.
La película permite problematizar a través de su narración ciertas tensiones filosóficas, propias de
nuestra cultura occidental: inocencia vs. corrupción; sentidos vs. razón; voluntad personal vs. ley
de la comunidad; saber vs. ignorancia; dogmatismo vs. Cuestionamiento crítico; poder vs. libertad.
A fin de profundizar en alguna de estas temáticas/tensiones se seleccionan dos:
• Conocimiento (como creencia y verdad).
• Poder y libertad
Fundamentación:
El conocimiento se concibe como un proceso en virtud del cual la realidad se refleja y reproduce en
el pensamiento humano; dicho proceso está condicionado por las leyes del devenir social y se halla
indisolublemente unido a la actividad práctica. El fin del conocimiento estriba en alcanzar la verdad.
En el proceso del conocimiento, el hombre adquiere saber, asimila conceptos acerca de los
fenómenos reales, va comprendiendo el mundo circundante. Dicho saber se utiliza en la actividad
práctica para transformar el mundo, para subordinar la naturaleza a las necesidades del ser humano.
El conocimiento y la transformación práctica de la naturaleza y de la sociedad son dos facetas de un
mismo proceso histórico, que se condicionan y se penetran recíprocamente. El conocer mismo
constituye un momento necesario de la actividad práctica de la sociedad, pues dicha actividad es
propia de los hombres y éstos la realizan basándose en el conocimiento de las propiedades y de las
funciones de cosas y objetos.
Partimos de pensar al poder como conjunto de instituciones y aparatos que garantizan la sujeción de
los ciudadanos en un Estado determinado, como un modo de sujeción que adopta la forma de la
norma o como un sistema de dominación ejercida por un elemento o un grupo sobre otro. El poder,
siguiendo la concepción foucaultiana, no tiene un centro único y centralizado desde donde emana el
poder sino que el poder está y viene de todas partes. El poder es siempre relacional y, por lo tanto,
un mismo sujeto puede ocupar una situación de dominio en una relación social dada y una situación
de dominado en otra. El poder no se ejerce solamente desde un arriba donde están los dominadores
hacia un abajo donde están los dominados, sino que el sujeto está inmerso en relaciones de poder
que lo atraviesan en múltiples direcciones. Donde hay poder hay resistencia. Los puntos de resistencia
están presentes en todas partes dentro de una red de poder. No hay un centro único de rechazo,
rebelión o subversión del poder. Por lo tanto, lo que define una relación de poder es, que constituye
un modo de acción que no actúa directa o inmediatamente sobre otros. Actúa, por el contrario sobre
acciones existentes o sobre aquellas que pueden seguir en el presente o en el futuro.

3- Preguntas:
• Introductorias para comprender el argumento fílmico
Para la comunidad: ¿ es más fuerte la narración o la realidad ?
¿ dónde aparecen señales de resistencia al poder ?
¿ qué simboliza el bosque para Ivy antes y después de atravesarlo?
¿ qué ocurre con la memoria en esta comunidad?
¿ por qué están alertas ?

• Desarrollo reflexivo con auxilio de los textos.


Conocimiento (como creencia y verdad)
¿ cómo se construye el conocimiento dentro de una comunidad?
¿ cómo se fortalece una creencia?
¿ cómo influye en nosotros lo que creemos sin cuestionar?
¿ hasta dónde puedo conocer?
¿ qué es lo desconocido ?
¿ podemos nombrar lo que desconocemos ?
Poder y libertad
¿ quién establece la ley en la comunidad?
¿ quién/quiénes ejercen el poder?
¿ cada individuo de la comunidad tiene poder?
Quién no tiene poder ¿ejerce resistencia?
¿ qué poder confiere un pacto social?

4- Selección de textos que integran la aplicación del Modelo General Formal (MGF)
Los primeros tres textos seleccionados se relacionan con el primer tema: “conocimiento”.
Los siguientes textos, ambos de Foucault, se corresponden con el segundo tema.

o Alegoría de la caverna - Platón.


Platón, República, Libro VII, Ed. Gredos, Madrid 1992 (Traducción de C. Eggers Lan).
Link del texto para l@s estudiantes:
http://www.unsam.edu.ar/escuelas/ciencia/docs/Platon%20El%20mito%20de%20la%20caverna%20-
%20Admisi%C3%B3n%20IEU.pdf

o Friedrich Nietzsche, Más allá del Bien y del mal, Bs. As. Aguilar, 1951, sección 6, párrafo 211

“Insisto en que se deje por fin de confundir a los trabajadores filosóficos y, en general, a los hombres científicos con
los filósofos, —en que justo aquí se dé rigurosamente «a cada uno lo suyo», a los primeros no demasiado, y a los
segundos no demasiado poco. Acaso para la educación del verdadero filósofo se necesite que él mismo haya estado
alguna vez también en todos esos niveles en los que permanecen, en los que tienen que permanecer sus servidores,
los trabajadores científicos de la filosofía; él mismo tiene que haber sido tal vez crítico y escéptico y dogmático e
historiador y, además, poeta y coleccionista y viajero y adivinador de enigmas y moralista y vidente y «espíritu libre»
y casi todas las cosas, a fin de recorrer el círculo entero de los valores y de los sentimientos valorativos del hombre y
a fin de poder mirar con muchos ojos y conciencias, desde la altura hacia toda lejanía, desde la profundidad hacia
toda altura, desde el rincón hacia toda amplitud. Pero todas estas cosas son únicamente condiciones previas de su
tarea: la tarea misma quiere algo distinto, —exige que él cree valores. Aquellos trabajadores filosóficos modelados
según el noble patrón de Kant y de Hegel tienen que establecer y que reducir a fórmulas cualquier gran hecho efectivo
de valoraciones —es decir, de anteriores posiciones de valor, creaciones de valor que llegaron a ser dominantes y que
durante algún tiempo fueron llamadas «verdades» —bien en el reino de lo lógico, bien en el de lo político (moral),
bien en el de lo artístico. A estos investigadores les incumbe el volver aprehensible, manejable, dominable con la
mirada, dominable con el pensamiento todo lo que hasta ahora ha ocurrido y ha sido objeto de aprecio, el acortar
todo lo largo, el acortar incluso «el tiempo» mismo, y el sojuzgar el pasado entero: inmensa y maravillosa tarea en
servir a la cual pueden sentirse satisfechos con seguridad todo orgullo sutil, toda voluntad tenaz. Pero los auténticos
filósofos son hombres que dan órdenes y legislan: dicen: «¡así debe ser!», son ellos los que determinan el «hacia
dónde» y el «para qué» del ser humano, disponiendo aquí del trabajo previo de todos los trabajadores filosóficos, de
todos los sojuzgadores del pasado, —ellos extienden su mano creadora hacia el futuro, y todo lo que es y ha sido
conviértese para ellos en medio, en instrumento, en martillo. Su «conocer» es crear, su crear es legislar, su voluntad
de verdad es —voluntad de poder. — ¿Existen hoy tales filósofos? ¿Han existido ya tales filósofos? ¿No tienen que
existir tales filósofos?...”

o José Ortega y Gasset, Historia como sistema. Capítulo 1, en Revista de Occidente, Madrid,
1958, pág 34 y ss.
“La vida humana es una realidad extraña, de la cual lo primero que conviene decir es que es la realidad radical, en el
sentido en que a ella tenemos que referir todas las demás, ya que las demás realidades, efectivas o presuntos, tienen
de uno u otro modo que aparecer en ella.
La nota más trivial, pero a la vez la más importante de la vida humana, es que el hombre no tiene otro remedio que
estar haciendo algo para sostenerse en la existencia. La vida nos es dada, puesto que no nos la damos a nosotros
mismos, sino que nos encontramos en ella de pronto y sin saber cómo, Pero la vida que nos es dada no nos es dada
hecha, sino que necesitamos hacérnosla nosotros, cada cual la suya. La vida es quehacer, Y lo más grave de estos
quehaceres en que la vida consiste no es que sea preciso hacerlos, sino, en cierto modo, lo contrario; quiero decir,
que nos encontramos Siempre forzados a hacer algo pero no nos encontramos nunca estrictamente forzados a hacer
algo determinado, que no nos es impuesto este o el otro quehacer, como le es impuesta al astro su trayectoria o a la
piedra su gravitación. Antes que hacer algo, tiene cada hombre que decidir, por su cuenta y riesgo, lo que va a hacer.
Pero esta decisión es imposible si el hombre no posee algunas convicciones sobre lo que son las cosas en su derredor,
los otros hombres, él mismo. Sólo en vista de ellas puede, preferir una acción a otra, puede, en suma, vivir.
De aquí que el hombre tenga que estar siempre en alguna creencia y que la estructura de su vida dependa
primordialmente de las creencias en qué esté y que los cambios más decisivos en la humanidad sean los cambios de
creencias, la intensificación o debilitación de las creencias. El diagnóstico de una existencia humana —de un hombre,
de un pueblo, de una época– tiene que comenzar filiando el repertorio de sus convicciones. Son éstas el suelo de
nuestra vida. Por eso se dice que en ellas el hombre está. Las creencias son lo que verdaderamente constituye el
estado del hombre. Las he llamado «repertorio» para indicar que la pluralidad de creencias en que un hombre, un
pueblo o una época ésta no posee nunca una articulación plenamente lógica, es decir, que no forma un sistema de
ideas, como lo es o aspira a serlo, por ejemplo, una filosofía. Las creencias que coexisten en una vida humana, que la
sostienen, impulsan y dirigen son, a veces, incongruentes, contradictorias o, por lo menos, inconexas. Nótese que
todas estas calificaciones afectan a las creencias por lo que tienen de ideas. Pero es un error definir la creencia como
idea. La idea agota su papel y consistencia con ser pensada, y un hombre puede pensar cuanto se le antoje y aun
muchas cosas contra su antojo. En la mente surgen espontáneamente pensamientos sin nuestra voluntad ni
deliberación y sin que produzcan efecto alguno en nuestro comportamiento. La creencia no es, sin más, la idea que
se piensa, sino aquella en que además se cree. Y el creer no es ya una operación del mecanismo «intelectual», sino
que es una función del viviente como tal, la función de orientar su conducta, su quehacer.
Hecha esta advertencia, puedo retirar la expresión antes usada y decir que las creencias, mero repertorio
incongruente en cuanta son sólo ideas, forman siempre un sistema en cuanto efectivas creencias o, lo que es igual,
que, inarticuladas desde el punto de vista lógico o propiamente intelectual, tienen siempre una articulación vital,
funcionan como creencias apoyándose unas en otras, integrándose y combinándose. En suma, que se dan siempre
como miembros de un organismo, de una estructura. Esto hace, entre otras cosas, que posean siempre una
arquitectura y actúen en jerarquía. Hay en toda vida humana creencias básicas, fundamentales, radicales, y hay otras
derivadas de aquéllas, sustentadas sobre aquéllas y secundarias. Esta indicación no puede ser más trivial, pero yo no
tengo la culpa de que, aun siendo trivial, sea de la mayor importancia.
Pues si las creencias de que se vive careciesen de estructura, siendo como son en cada vida innumerables,
constituirían una pululación indócil a todo orden y, por lo mismo, ininteligible. Es decir, que sería imposible el
conocimiento de la vida humana. El hecho de que, por el contrario, aparezcan en estructura y con jerarquía permite
descubrir su orden secreto y, por tanto, entender la vida propia y la ajena, la de hoy y la de otro tiempo. Así podemos
decir ahora: el diagnóstico de una existencia humana –de un hombre, de un pueblo, de una época– tiene que
comenzar filiando el sistema de sus convicciones y para ello, antes que nada, fijando su creencia fundamental, la
decisiva, la que porta y vivifica todas las demás. Ahora bien: para fijar el estado de las creencias en un cierto momento,
no hay más método que el de comparar éste con otro u otros. Cuanto mayor sea el número de los términos de
comparación, más preciso será el resultado –otra advertencia banal cuyas consecuencias de alto bordo emergerán
súbitamente al cabo de esta meditación.”

o Michel Foucault, Microfísica del poder, Bs. As., Planeta-Agostini, 1994 pág. 99.

“De forma general, los mecanismo de poder nunca han sido muy estudiados en la historia. Han sido estudiadas las
personas que detentaban poder. Se trataba de la historia anecdótica de los reyes, de los generales. A ésta se le ha
opuesto la historia de los procesos, de las infraestructuras económicas. A su vez a ésta se le ha opuesto una historia
de las instituciones […] Una cosa que ha sido aún menos estudiada, es el conjunto de las relaciones entre el poder y
el saber, las incidencias del uno sobre el otro. Se admite, es una tradición del humanismo, que desde que se toca el
poder se deja de saber; el poder vuelve loco, los que gobiernan son ciegos. Y sólo aquellos que están alejados del
poder, que no están en absoluto ligados a la tiranía, que están encerrados con su estufa, en su habitación, con sus
meditaciones, éstos únicamente pueden descubrir la verdad.
Ahora bien, tengo la impresión de que existe, y he intentado mostrarlo, una perpetua articulación del poder sobre el
saber y del saber sobre el poder. No basta con decir que el poder tiene necesidad de éste o de aquel descubrimiento,
de éste o aquella forma de saber, sino que ejercer el poder crea objetos de saber, los hace emerger, acumula
informaciones, las utiliza. El ejercicio del poder crea perpetuamente saber e inversamente el saber conlleva efectos
de poder”
o Michel Foucault, Vigilar y castigar, Bs. As., Siglo XXI, 2002 (Pasajes seleccionados)

Fragmentos del apartado “El cuerpo de los condenados” (capítulo 1).

“Desaparece, pues, en los comienzos del siglo XIX, el gran espectáculo de la pena física; se disimula el cuerpo
supliciado; se excluye del castigo el aparato teatral del sufrimiento. Se entra en la era de la sobriedad punitiva. Esta
desaparición de los suplicios se puede considerar casi como conseguida alrededor de los años 1830-1848.
Naturalmente, esta afirmación global exige paliativos. En primer lugar, las trasformaciones no se realizan en bloque
ni según un proceso único. Ha habido demoras.
En cuanto a la acción sobre el cuerpo, tampoco ésta se encuentra suprimida por completo a mediados del siglo XIX.
Sin duda, la pena ha dejado de estar centrada en el suplicio como técnica de sufrimiento; ha tomado como objeto
principal la pérdida de un bien o de un derecho. Pero un castigo como los trabajos forzados o incluso como la prisión
—mera privación de libertad—, no ha funcionado jamás sin cierto suplemento punitivo que concierne realmente al
cuerpo mismo: racionamiento alimenticio, privación sexual, golpes, celda. ¿Consecuencia no perseguida, pero
inevitable, del encierro? De hecho, la prisión en sus dispositivos más explícitos ha procurado siempre cierta medida
de sufrimiento corporal.
[…]
La atenuación de la severidad penal en el trascurso de los últimos siglos es un fenómeno muy conocido de los
historiadores del derecho. Pero durante mucho tiempo, se ha tomado de una manera global como un fenómeno
cuantitativo: menos crueldad, menos sufrimiento, más benignidad, más respeto, más "humanidad". De hecho, estas
modificaciones van acompañadas de un desplazamiento en el objeto mismo de la operación punitiva. (…)
Si no es ya el cuerpo el objeto de la penalidad en sus formas más severas, ¿sobre qué establece su presa? La respuesta
de los teorizantes —de quienes abren hacia 1760 un periodo que no se ha cerrado aún— es sencilla, casi evidente.
Parece inscrita en la pregunta misma. Puesto que ya no es el cuerpo, es el alma. A la expiación que causa estragos en
el cuerpo debe suceder un castigo que actúe en profundidad sobre el corazón, el pensamiento, la voluntad, las
disposiciones. Mably ha formulado el principio, de una vez para siempre: "Que el castigo, si se me permite hablar así,
caiga sobre el alma más que sobre el cuerpo."
[…] Pero estos desplazamientos no son quizá el hecho más importante: la división entre lo permitido y lo prohibido
ha conservado, de un siglo a otro, cierta constancia. En cambio, el objeto "crimen", aquello sobre lo que se ejerce la
práctica penal, ha sido profundamente modificado: la calidad, el carácter, la sustancia en cierto modo de que está
hecha la infracción, más que su definición formal. La relativa estabilidad de la ley ha cobijado todo un juego de sutiles
y rápidos relevos. Bajo el nombre de crímenes y de delitos, se siguen juzgando efectivamente objetos jurídicos
definidos por el Código, pero se juzga a la vez pasiones, instintos, anomalías, achaques, inadaptaciones, efectos de
medio o de herencia; se castigan las agresiones, pero a través de ellas las agresividades; las violaciones, pero a la vez,
las perversiones; los asesinatos que son también pulsiones y deseos. Se dirá: no son ellos los juzgados; si los
invocamos, es para explicar los hechos que hay que juzgar, y para determinar hasta qué punto se hallaba implicada
en el delito la voluntad del sujeto.
(…) Conocimiento de la infracción, conocimiento del responsable, conocimiento de la ley, tres condiciones que
permitían fundar en verdad un juicio. Ahora bien, he aquí que en el curso del juicio penal, se encuentra inscrita hoy
en día una cuestión relativa a la verdad, muy distinta. No ya simplemente: "El hecho, ¿se halla establecido y es
delictivo?", sino también: “¿Qué es, pues, este hecho, esta violencia o este asesinato? ¿A qué nivel o en qué campo
de realidad inscribirlo?¿Fantasma, reacción psicótica, episodio delirante, perversidad?" No ya simplemente: "¿Quién
es el autor?", sino: "¿Cómo asignar el proceso causal que lo ha producido? ¿Dónde se halla, en el autor mismo, su
origen? ¿Instinto, inconsciente, medio, herencia?" No ya simplemente: "¿Qué ley sanciona esta infracción?", sino:
"¿Qué medida tomar que sea la más apropiada? ¿Cómo prever la evolución del sujeto? ¿De qué manera sería
corregido con más seguridad?" Todo un conjunto de juicios apreciativos, diagnósticos, pronósticos, normativos,
referentes al individuo delincuente han venido a alojarse en la armazón del juicio penal. Otra verdad ha penetrado la
que requería el mecanismo judicial: una verdad que, trabada con la primera, hace de la afirmación de culpabilidad un
extraño complejo científico-jurídico.
[…]
Ahora bien, el estudio de esta microfísica supone que el poder que en ella se ejerce no se conciba como una
propiedad, sino como una estrategia, que sus efectos de dominación no sean atribuidos a una "apropiación", sino a
unas disposiciones, a unas maniobras, a unas tácticas, a unas técnicas, a unos funcionamientos; que se descifre en él
una red de relaciones siempre tensas, siempre en actividad más que un privilegio que se podría detentar; que se le
dé como modelo la batalla perpetua más que el contrato que opera una cesión o la conquista que se apodera de un
territorio. Hay que admitir en suma que este poder se ejerce más que se posee, que no es el "privilegio" adquirido o
conservado de la clase dominante, sino el efecto de conjunto de sus posiciones estratégicas, efecto que manifiesta y
a veces acompaña la posición de aquellos que son dominados.
Este poder, por otra parte, no se aplica pura y simplemente como una obligación o una prohibición, a quienes "no lo
tienen"; los invade, pasa por ellos y a través de ellos; se apoya sobre ellos, del mismo modo que ellos mismos, en su
lucha contra él, se apoyan a su vez en las presas que ejerce sobre ellos. Lo cual quiere decir que estas relaciones
descienden hondamente en el espesor de la sociedad, que no se localizan en las relaciones del Estado con los
ciudadanos o en la frontera de las clases y que no se limitan a reproducir al nivel de los individuos, de los cuerpos,
unos gestos y unos comportamientos, la forma general de la ley o del gobierno; que si bien existe continuidad (dichas
relaciones se articulan en efecto sobre esta forma de acuerdo con toda una serie de engranajes complejos), no existe
analogía ni homología, sino especificidad de mecanismo y de modalidad. Finalmente, no son unívocas; definen puntos
innumerables de enfrentamiento, focos de inestabilidad cada uno de los cuales comporta sus riesgos de conflicto, de
luchas y de inversión por lo menos transitoria de las relaciones de fuerzas. El derrumbamiento de esos "micropoderes"
no obedece, pues, a la ley del todo o nada; no se obtiene de una vez para siempre por un nuevo control de los
aparatos ni por un nuevo funcionamiento o una destrucción de las instituciones; en cambio, ninguno de sus episodios
localizados puede inscribirse en la historia como no sea por los efectos que induce sobre toda la red en la que está
prendido.
Quizás haya que renunciar también a toda una tradición que deja imaginar que no puede existir un saber sino allí
donde se hallan suspendidas las relaciones de poder, y que el saber no puede desarrollarse sino al margen de sus
conminaciones, de sus exigencias y de sus intereses. Quizás haya que renunciar a creer que el poder vuelve loco, y
que, en cambio, la renunciación al poder es una de las condiciones con las cuales se puede llegar a sabio. Hay que
admitir más bien que el poder produce saber (y no simplemente favoreciéndolo porque lo sirva o aplicándolo porque
sea útil); que poder y saber se implican directamente el uno al otro; que no existe relación de poder sin constitución
correlativa de un campo de saber, ni de saber que no suponga y no constituya al mismo tiempo unas relaciones de
poder. Estas relaciones de "poder-saber" no se pueden analizar a partir de un sujeto de conocimiento que sería libre
o no en relación con el sistema del poder; sino que hay que considerar, por lo contrario, que el sujeto que conoce, los
objetos que conocen y las modalidades de conocimiento son otros tantos efectos de esas implicaciones
fundamentales del poder-saber y de sus trasformaciones históricas. En suma, no es la actividad del sujeto de
conocimiento lo que produciría un saber, útil o reacio al poder, sino que el poder-saber, los procesos y las luchas que
lo atraviesan y que lo constituyen, son los que determinan las formas, así como también los dominios posibles del
conocimiento.
(…) No se debería decir que el alma es una ilusión, o un efecto ideológico. Pero sí que existe, que tiene una realidad,
que está producida permanentemente en torno, en la superficie y en el interior del cuerpo por el funcionamiento de
un poder que se ejerce sobre aquellos a quienes se castiga, de una manera más general sobre aquellos a quienes se
vigila, se educa y corrige, sobre los locos, los niños, los colegiales, los colonizados, sobre aquellos a quienes se sujeta
a un aparato de producción y se controla a lo largo de toda su existencia. Realidad histórica de esa alma, que a
diferencia del alma representada por la teología cristiana, no nace culpable y castigable, sino que nace más bien de
procedimientos de castigo, de vigilancia, de pena y de coacción. Esta alma real e incorpórea no es en absoluto
sustancia; es el elemento en el que se articulan los efectos de determinado tipo de poder y la referencia de un saber,
el engranaje por el cual las relaciones de saber dan lugar a un saber posible, y el saber prolonga y refuerza los efectos
del poder. Sobre esta realidad-referencia se han construido conceptos diversos y se han delimitado campos de
análisis: psique, subjetividad, personalidad, conciencia, etc.; sobre la se han edificado técnicas y discursos científicos;
a partir de ella, se ha dado validez a las reivindicaciones morales del humanismo. Pero no hay que engañarse: no se
ha sustituido el alma, ilusión de los teólogos, por un hombre real, objeto de saber, de reflexión filosófica o de
intervención técnica. El hombre de que se nos habla y que se nos invita a liberar es ya en sí el efecto de un
sometimiento mucho más profundo que él mismo. Un "alma" lo habita y lo conduce a la existencia, que es una pieza
en el dominio que el poder ejerce sobre el cuerpo. El alma, efecto e instrumento de una anatomía política; el alma,
prisión del cuerpo”.

Fragmentos del apartado “Los medios del buen encauzamiento” (capítulo 2)

“El poder disciplinario, en efecto, es un poder que, en lugar de sacar y de retirar, tiene como función principal la de
"enderezar conductas"; o sin duda, de hacer esto para retirar mejor y sacar más. No encadena las fuerzas para
reducirlas; lo hace de manera que a la vez pueda multiplicarlas y usarlas. En lugar de plegar uniformemente y en masa
todo lo que le está sometido, separa, analiza, diferencia, lleva sus procedimientos de descomposición hasta las
singularidades necesarias y suficientes. "Encauza" las multitudes móviles, confusas, inútiles de cuerpos y de fuerzas
en una multiplicidad de elementos individuales —pequeñas células separadas, autonomías orgánicas, identidades y
continuidades genéticas, segmentos combinatorios. La disciplina "fabrica" individuos; es la técnica específica de un
poder que se da los individuos a la vez como objetos y como instrumentos de su ejercicio. No es un poder triunfante
que a partir de su propio exceso pueda fiarse en su superpotencia; es un poder modesto, suspicaz, que funciona según
el modelo de una economía calculada pero permanente. Humildes modalidades, procedimientos menores, si se
comparan con los rituales majestuosos de la soberanía o con los grandes aparatos del Estado. Y son ellos precisamente
los que van a invadir poco a poco esas formas mayores, a modificar sus mecanismos y a imponer sus procedimientos.
El aparato judicial no escapará de esta invasión apenas secreta. El éxito del poder disciplinario se debe sin duda al uso
de instrumentos simples: la inspección jerárquica, la sanción normalizadora y su combinación en un procedimiento
que le es específico: el examen.
[…]
La vigilancia jerarquizada, continua y funcional no es, sin duda, una de las grandes "invenciones" técnicas del siglo
XVIII, pero su insidiosa extensión debe su importancia a las nuevas mecánicas de poder que lleva consigo. El poder
disciplinario, gracias a ella, se convierte en un sistema "integrado" vinculado del interior a la economía y a los fines
del dispositivo en que se ejerce. Se organiza también como un poder múltiple, automático y anónimo; porque si es
cierto que la vigilancia reposa sobre individuos, su funcionamiento es el de un sistema de relaciones de arriba abajo,
pero también hasta cierto punto de abajo arriba y lateralmente. Este sistema hace que "resista" el conjunto, y lo
atraviesa íntegramente por efectos de poder que se apoyan unos sobre otros: vigilantes perpetuamente vigilados. El
poder en la vigilancia jerarquizada de las disciplinas no se tiene como se tiene una cosa, no se trasfiere como una
propiedad; funciona como una maquinaria. Y si es cierto que su organización piramidal le da un "jefe", es el aparato
entero el que produce "poder" y distribuye los individuos en ese campo permanente y continuo.
En suma, el arte de castigar, en el régimen del poder disciplinario, no tiende ni a la expiación ni aun exactamente a la
represión. Utiliza cinco operaciones bien distintas: referir los actos, los hechos extraordinarios, las conductas similares
a un conjunto que es a la vez campo de comparación, espacio de diferenciación y principio de una regla que seguir.
Diferenciar a los individuos unos respecto de otros y en función de esta regla de conjunto —ya se la haga funcionar
como umbral mínimo, como término medio que respetar o como grado óptimo al que hay que acercarse. Medir en
términos cuantitativos y jerarquizar en términos de valor las capacidades, el nivel, la "naturaleza" de los individuos.
Hacer que juegue, a través de esta medida "valorizante", la coacción de una conformidad que realizar. En fin, trazar
el límite que habrá de definir la diferencia respecto de todas las diferencias, la frontera exterior de lo anormal (la
"clase vergonzosa" de la Escuela militar). La penalidad perfecta que atraviesa todos los puntos, y controla todos los
instantes de las instituciones disciplinarias, compara, diferencia, jerarquiza, homogeiniza, excluye. En una palabra,
normaliza.
[…]
Aparece, a través de las disciplinas, el poder de la Norma. ¿Nueva ley de la sociedad moderna? Digamos más bien que
desde el siglo XVIII ha venido a agregarse a otros poderes obligándolos a nuevas delimitaciones; el de la Ley, el de la
Palabra y del Texto, el de la Tradición. Lo Normal se establece como principio de coerción en la enseñanza con la
instauración de una educación estandarizada y el establecimiento de las escuelas normales; se establece en el
esfuerzo por organizar un cuerpo médico y un encuadramiento hospitalario de la nación capaces de hacer funcionar
unas normas generales de salubridad; se establece en la regularización de los procedimientos y de los productos
industriales. Como la vigilancia, y con ella la normalización, se torna uno de los grandes instrumentos de poder al final
de la época clásica. Se tiende a sustituir o al menos a agregar a las marcas que traducían estatutos, privilegios,
adscripciones, todo un juego de grados de normalidad, que son signos de adscripción a un cuerpo social homogéneo,
pero que tienen en sí mismos un papel de clasificación, de jerarquización y de distribución de los rangos. En un
sentido, el poder de normalización obliga a la homogeneidad; pero individualiza al permitir las desviaciones,
determinar los niveles, fijar las especialidades y hacer útiles las diferencias ajustan-do unas a otras. Se comprende
que el poder de la norma funcione fácilmente en el interior de un sistema de la igualdad formal, ya que en el interior
de una homogeneidad que es la regla, introduce, como un imperativo útil y el resultado de una medida, todo el
desvanecido de las diferencias individuales”.

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