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Dos décadas de historiografia argenti Roy Hor Quienes iniciamos nuestra deriva co mo estudiantes de historia en 12 uni- versidad publica argentina en la sé gunda mitad de Ia década de 1980 no advertir ple de la que éramos a la aleai wamente la radical noved: vez sujetos y testigos. En esos afios, los estudios histéricos en nuestro pats comenzaban a singularizarse por un proceso de profesionalizacién cuya zmmplitud no reconocia antecedentes en sado de la disciplina, y a cuyas eglas todos los actores que deseaban uirir posiciones en est po en construccién debian mostrar creciente obediencia. En alguna medida, esta no- vedad quedaba oculta por la invoca crim a ta experiencia de la d 1955-66 y, en particular, al nombre de José Luis Romero, que aparceia (como en las jomadas de homenaje a c tuvieroa lugar en Bue como un ante: Aires en 1986 cedente que era necesario a podia atribuirsele este ca- 1, y en todo caso funcionaba (y cierto punto todavia funciona) como un pesado mitico gracias parecfa posible fundar mejor la legiti- midad de Ia nueva instituciGa sco, en los afios que suce- dieron a la caida de Pern resulta di- ficil advertir signos que indicaran que la investigacion y Ia reflexién sobre ¢! pasado tomaban una dir terrampida en 1966 por le dictadura del general Ongania versiones, por la politizacién de los démi {que algunos afios mas tarde quit6 cual quier legitimidad a os y universitarios espacios ac Jectual), se iba a continuar cuand dictadura militar que gober re 1976 y 1983 entrara final. En esa década del sesenta, tan tas veces descripia en jo a muchas de las fuerzas renowadoras que trahajaban S0- los pequ upos que impu yyecto de actualizacién ica estuvieron lejos de wr central que trospectivamente s. Mientras las cien: y en especial la sociolo: suele asi gfa, atravesaban una etapa de expan- sida y profesionaliza ra de la universidad public legitimidad y prestigio, los modestos recursos con los que contiba nuestra disciplina en su mayor parte Ric: lio Ravignani y de los discipul do Levene y otras figurd Nueva Es cuela Historica, cuyo horizonte sezuia limitado al cultivo de una tradicién an- quilosada centrada en el estudio de la historia politica Asi, por ejemplo, el Bo wuro Ravignani, letin del Insti e simboliza como pocas publicaciones la renovacién his~ toriogrificea de la década de 1980, se- guiria dando a conocer los trabajos de histoire événementielle realizados ba- jo la inspiraci6n de esta corriente, pues Ricardo Caillet Bois habia quedado al frente del principal instituto de inves- tigaciones histéricas de Ia Universi- dad de Buenos Aes. La situacion en La Plata, bajo la influencia de los he- rederos de Ricardo Levene, entre los que promo se destacé Enrique Barta, no era distinta. Sélo pequetios grupos en Rosario, Cordoba y la Facultad de Filosofia y Letras de Ia Universidad de Buenos Aires morigeraban el am- plio dominio de la Nueva Escuela, No se trataba simplemente de que {a tenovacién historiogrifica encontra- se una oposicidn cerrada de parte de Jos cultores mas tradicionales de la dis- ciplina. Si esa sitvacién pudo mante- nerse ello parece deberse 2 la margi- nalidad misma de las fuereas que se jan impulsar la consiruceisn de i que se proclamaba tura de los tiempos, que por lar- gos afios encontraron menos eco de lo que habitualmente se supone. Ello se hace evidente cuando consideramos las caracteristicas de a proxuccidn exeri- ‘a por este grupo en la década de 1960. Uno de Jos rasgos mis marcados de sa estaci6n de la historiografia argen- tina es lo exiguo de su produccién, consecuencia a su vez del tamaiio muy reducido del elenco que ta impulsaba, asi como de los magros recursos con los que contaba, Ella dejé algunos ar- ticulos y ensayos que todavia hoy pue- den leerse con provecho (inmediata- mente vienen a la mente algunos tra- bajos juveniles de Emesto Laclau, asi como el conjunto de estudios sobre las transformaciones econdmicas y $0- ciales acontecidas en ta segunda mi- tad del siglo XIX, en gran medida or- ganizados en torno a Ia discusién so- bre el problema inmigratorio), y de forma menos habitual, alguna valiosa cobra de autor (entre os que se cuen- tan verdaderos clisicos como los pri- ‘meros trabajos de largo aliento de Tu lio Halperin Donghi sobre temas at- gentinos, asf como algunos de los voliimenes de la coleccién de historia argentina, también dirigida por este historiador, para el sello Paidés). Sig- nificativamente esa década no dio Iu- ‘gar a ningun emprendimiento coleeti- vo de envergadura que. como las te- vistas y anuarios que protiferan desde la segunda mitad de la década de 1980, suponen y dependen para su continui- dad de una produccién abundante y regular. La influencia de la escuela france- ssa de Annales, con su preocupacién por la historia econdmica y social, abordada en especial a través de la ‘cuantitativas (de la que Frangois Furet fue en su momento un defensor entu- sinsta), ofreeié una de las inspiracio- nes para esa experiencia de actualiza- ci6n historiogrifica, que encorted en la britdnica y mas marxista Past and Present otra fuente de ideas y referen- cias. Pero salvo en el easo de los es- tudios de Romero (que en sus mejores trabajos present6 una visi6n original del desarrollo de la Edad Media euro- pea, y mis en general de la cultura occidental), y de Halperin Donghi (que, como serfa corriente en otras eta pas de su trayectoria, también enton- cces se sustrajo a gran parte de las pre- ‘ocupiciones que conformaban el ho- rizonte de muchos de sus colegas), parte central de las preguntas y méto- dos que renovaron la reflexién sobre el pasado argentino con las que esa década esté asociada provinievon de trabajos sobre los cuales la influencia de la sociologia y la economia de ratz anglosajonas, y un poco més tarde del marxismo (en algunas de sus milti- ples ramas), resultaba particularmente acentuada, Estos saberes ocupaban un lugar privilegiado en el horizente de los historiadores en gran medida por- que, en esa época de generalizada fe materialista, oftecian fuertes modelos de causalidad asf como métodos posi- tivos que prometian una via de acceso privilegiada para desentrafar los me- ccanismos centrales de la realidad so- cial. En esos afios, 1a tradicion erudi yy ensayistica previa no desapareci6 del escenario, pero fue entre los cultores de estos saberes que la historia més renovada encontré sus principales in- terlocutores y términos de referencia. Es sabido que el golpe militar de 1966 y la subsecuente intervencién de va- rias de las universidades nacionales erosion6 la débil tase institucional so- bre la que la renovaciGn historiografi- ca se asentaba, eaviando al exilio a algunas de sus figuras més represen- tativas. Pocos aflos mds tarde, la crisis de la Revolucidn Argentina y el retor- ‘no del peronismo al poder abrieron el camino para una profunda politizacién de la universidad piblica. La nueva gestiOn dej6 a la universidad en ma- nos de su faccida més radicalizada, sobre la cual el pensamiento naciona- lista del revisionismo ejereia una mar- cada influencia. Incapaz. de ofrecer una alternativa historiogrifica consistente ala de la Nueva Estuela, el revisio- rnismo habia establecido con esta co- rriente una relaci6n tan critica como parasitaria, que la politizacién de la universidad no hizo sino acentuar. Es- ta etapa volvié aun mis dificil la con- tinuidad de los estudios hist6ricos, en tanto la legitimidad misma de la em- presa de conocimiento y las condicio- nes materiales para Hevarla adelante, ccuestionadas desde dentro y desde fue- ra del campo intelectual, 3a no se har aban presentes en la Argentina, Algunas de las limitaciones pro- pias de la produccién historiogrifica local encontraron una inesperada y al- 20 paraddjica superacién gracias a la diéspora que marcé a las ciencias so- ciales y humanas desde la segunda mi- tad de la década de 1960, pero que se acentué en el decenio siguiente, cuan- do la Argentina se tom mucho mis inhdspita para Ia actividad intelectual que en cualquier momento de su pa- sado. El golpe militar de 1976, y la feroz voluntad de represicn politica y cultural que 10 animé, impulsaron un exilio de dimensiones ingditas entre los intelectuales argentinos: ello per- de paso, que Ia arcaica y po- Iiticamente inocua Nueva Escuela volviese a reinar sin rivales en la uni- versidad y en ottos centros dk tigaciGn pablicos. Desde la perspec va de los estudios hist6ricos. y a pesar de tantas tragedias, el saldo de ese pe- iodo no puede calificarse siempre de negative, Para muchos historiadores, en especial para aquellos todavia cn Formucién, los aos de exitio hicieron posible el acceso a mis y mejores re cursos para la investigacién, y tam- 43 bién promovieron un contacto mis Muido con historiadores formados en tradiciones de investigaci6n mis versas y mds ricas. Ello ofrecié la po- sibilidad de poner en perspectiva as- pectos centrales de Ia propia labor y del contexto que le daba sentido, pro- cceso gracias al cual Ia historiografia argentina gan6 en amplitud de miras. Este fenémeno ha favorecido la reali= zacién de estudios, quizas menos am- iciosos, pero seguramente més sofis- ticados y mejor fundados, sobre casos ¥ procesos desarrollados en el territo- rio argentino, pero informados ¢ ins- criptos en problemsticas y tradiciones de investigacidn de horizontes y am- biciones mas amplios. Como recorda- ra Enrique Tandeter para el caso de la historia colonial (pero no slo para és- la dificil situacién creada por la inédita represién desatada a mediados de la década de 1970 impals6 una in- Cipiente profesionalizaciGa de la ¢is- Para que este cambio lograra afian- arse era necessrio que se diera una modificacién sustancial tanto en el cli- ‘ma intelectual como en las condicio- nes locales de producciéa. Para ello hhubo que esperar a que comenzaran a cosecharse los frutos de la crisis del régimen militar en el terreno especifi- co de la universidad y el sistema de investigacién piblico. Todavia a co- mienzos de 1986, Tulio Halperin Donghi sefalaba sin alearia que los epigonos de la Nueva Escucla “siguen siendo hoy dominantes, st no en toda la historiografia nacional, en la frac- én cuantitativamente mayoritaria que se elabora en centros universitarios ¥ académicos”? Pero para entonces 1a situacién cambiaba aceleradamente, La crisis final del gobierno militar abrié el camino para una renovaci6n de la vida académica y universitaria més Jenta pero mas profunds que la que habia tenido lugar en 1955, ner condiciones que propici consolidacién y continuidad de esta experiencia. Elio fue posible de modo poco traumético en parte gracias a que ‘muches académicos que fueron com- patieros de ruta del régimen militar en sus primeros y mas brutales aios de vida tomaron distancia de él en st cri- final, y se sumaron a los generali- zados reclamos de apertura politica y mayor tolerancia académica, y en par- te gracias a Ie expansién del sistema de investigacién alojado en institu- ciones pablicas, que amplio sus di- mensiones hasta limites inimagina- bles un cuarto de siglo atrds. Este crecimiento, que formaba parte de Ia politica més general de expansién de la educacién superior con la que el nuevo gobiemo radical apuntaba a congraciarse con lus clases medias, propicié una politica basada en 1a incorporacién antes que en la exclu- sign, La Universidad de Buenos Aires con- ceniré gran parte de este crecimiento, pero desarrollos similares, aunque de menor eseala, se advierten en cl resto de las universidades nacionales. Por su parte, el Consejo Nacional de In- vestigaciones Cientificas y Téenicas, que habia expandido modestamente su influencia a la historia durante la se- gunda mitad de 1a década de 1970, también impuls6 la ampliacién de su ‘cuerpo de investigadores, una vez que su direceiGn recayo en figuras mis amigables con la actualizacién de los studios histéricos que las dominan- tes en la etapa particularmente negra de Ia historia argentina cerrada en 1983, E incluso en aquellos espacios cen los que I renovacién de los cua- dros superiores de la profesi6n fue me- nor a lo deseable, los cambios tam- bbidn se hicieron visibles en los esfuer- zos de los sobrevivientes de etapas anteriores por acercar su produccidn a los esténdares contemporiineos de la disciplina, Més importante, la expan- sign del sistema de investigacién en sus niveles inferiores debilits (y ame- raza seguir debititando) la continui- dad de las viejas formas de hacer his- toria, Ello se debe a que los j6venes que en estos aftos se iniciaron en la investigacién como becarios de las universidades piblicas o del CONT CET se revelaron menos identificados con el horizonte intelectual de sus di- rectores y mentores, mostrando inte- 6 por conocer y emular 1a produc ciién que se lleva a cabo en los centros més dindmicos de la historiografia mundial, ‘Algunos ejemplos ponen de mani- fiesto 1a notable dimensién que han alcanzado los estudios historicos en la actualidad, Desde hace una década y media, un congreso bienal, las Jorma das Imterescuclas/Departamentos de Historia, reine a la mayoria de los pro- fesionales de la diseiplina. En el i ‘mo encuentro realizado en septiembre ‘de 1999, les ponencias presentadas su- peraron el medio millar.’ En el otro evento bienal que ritma la sociabili- dad de los historiadores locales, las Jornadas de Historia Econémica, la si tuaci6n no es muy distinta. A pesar de la mayor restricci6n temitica (no siem- pre respetada), 1a cantidad de trabajos presentados en la reunién realizada en la primavera del 2000 supers el nii- mero de trescientos.* A estos eventos es necesario sumar una gran cantidad de jomadas y congresos dedicados a temas y problemas especificos. Gran parte de esta produceivin se vuelea en una serie de nuevas revistas acadéi cas (Ciclos, Entrepasados, el Anuario del Instituo de Estudios Hisiéricos de Tandil y el renacido de la Escuela de Historia de Rosario, Estudios Migra torlos Laiinoamericanos, Eswudlios So ciales, etc.) que se han venido a sumar recientemente al hasta ayer pequefio mundo de nucstras publicaciones his \Gricas. Una breve recortida por los traba- jos prescntados en estas reuniones © teditados en estas revistas revela hasta qué punto la historiografia argentina se ha insertado mis plenamente en las principales corrientes que animan la historiografia contemporines. Los mis- mos estin marcados a la vez por Ia 1, Enrique Tandeter, “El periodo colonial en ta histonografia argentina reciente”, Enrepasc- dos, 71984, p75. 2. Tullo Halperin Donghi, "Un cuanto de sé glo de hisioringrafia argentina (1960-1985) Desarrollo Econdmico, 100-1986, p. £91. 3, Vil Jomadas Interescuclas/Departamentes de Historia, Resumen de Ponencias(s). 4. XVI Jomadas de Historia Ecandmica. Co- ‘municaciones: Resimeaes Anaiius (Twcurs. septiembre 2000), Corviene sear la extrema Janitud con la que ec definido en estas jornadts terreno esporifico de la historia econémica, Taxitud a I que la gic propia de los sistemss, de evaluacia de ls preduccin scadémica ar [eatin (que tmpulsin a los investigadores a ‘Sumplircon una rtins de presenaciones¥ pe biicaciones) comtribuyen de manera sustancial

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