Вы находитесь на странице: 1из 5

¿Se puede vivir sin valores?

Otros
Enviar por correo
Imprimir
ENRIQUE MIRET MAGDALENA
10 SEP 1996

Hay quien piensa que hoy se vive sin valores. La situación mundial, y también
española, parece demostrar que el mundo va a la deriva y que cada uno tira por
donde puede, sin norte; ya decía Heidegger que vamos por "sendas perdidas".
Pero, si bien se piensa, esto no es completamente así. El psicólogo y pedagogo
Alfred Adler demostró, con sus agudas observaciones llenas de realismo, que
todo el mundo tiene unos valores que le dirigen, un "estilo de vida" consciente o
inconsciente.Los seres humanos tenemos nuestra pequeña filosofía, buena o
mala, pero la tenemos, dándonos o no cuenta de ella. Por eso lo que es preciso
averiguar es qué valores vivimos: si son positivos o negativos. Porque los
valores que viven los occidentales, y en particular los españoles, no son los
mejores, ni mucho menos. Y habría que preguntarse por qué ocurre esto entre
nosotros.

PUBLICIDAD
inRead invented by Teads

Hace unos años tuvimos una gran ilusión: deshacernos del peso muerto de la
deseducación y ausencia de libertad, justicia y convivencia que nos proporcionó
la dictadura, tras años y años de decadencia que culminaron entonces. Y
queríamos liberarnos para vivir esos valores de solidaridad, libertad, igualdad,
fraternidad y justicia que nos permitieran vivir mejor y progresar en un camino
cada vez más satisfactorio. Pero nuestros anhelos no se han visto cumplidos en
la forma que esperábamos.
La libertad se ve coartada por cantidad de grupos y situaciones que la cercenan,
somos víctimas de su fuerza, que nos hace seguirlos como autómatas que no
piensan por cuenta propia. Son los medios de comunicación social, por un lado,
que han permitido definir la televisión y la radio, más que ningún otro medio,
como el padre, el superego que nos domina. Si es ésta una sociedad sin padre,
anómica, como vio Dürkheim, ha encontrado, sin comerlo ni beberlo, un
sustituto del padre en esos grupos de presión de todo tipo (económicos, de
comunicación, políticos, religiosos que prometen la liberación sometiéndose a
ellos, el funcionalismo mecánico de nuestras estructuras modernas, la ciudad
teratológica, el armamentismo ante el temor de los otros, los colectivos
profesionales hábilmente manejados por unos pocos...). Esto es lo que en
nuestra sociedad sustituye a las antiguas instituciones tradicionales, que nos
sus tentaban para bien o para mal. Actualmente acogemos estos sustitutos para
no vernos perdidos en este cúmulo de problemas de la sociedad actual, ante los
que nos sentimos perdidos. Esclavitud dorada en el mejor de los casos, pero
esclavitud al fin y al cabo.

Es el pretendido liberalismo económico, que se olvida siempre de los más


débiles, y su libertad favorece sólo a los poderosos. Olvidando que su gran
promotor, Adam Smith, no sólo escribió La riqueza de las naciones, sino La
teoría de los sentimientos morales, sin los cuales no se puede producir el
bienestar por el solo camino de la libertad de mercado y demás libertades
económicas, que se nos dice que son milagrosas.

Y lo mismo se diga de la justicia. Si ésta se convierte en un poder absoluto, en


que uno de sus detentadores pueda llegar a ser una especie de señor de horca y
cuchillo, malo. Y Si la solidaridad se convierte en un privilegio para
determinados grupos, y sus líderes la viven para su ventaja, malo también. O
cuando la convivencia olvida la búsqueda de la verdad, dejando de poner su
esfuerzo en ella, igualmente malo. Es preciso cohonestar el respeto a la verdad
con el que debemos tener a la dignidad y libertad del buscador. Y si la igualdad
consiste en rebajar el rasero, forzando a coincidir todos hacia abajo, y no
estimulando el esfuerzo humano y el mérito, resulta malo igualmente.

Se nos ha convertido en borregos laboriosos, en idiotas habilidosos, en "tener


trabajo y hacerte el tonto' en perder todo énfasis y toda dimensión; y así
caemos en la tentación de la evasión, de la, no participación, en conseguir el
hombre y la mujer light para no caer demasiado en esas engañosas redes. Y la
revolución es hoy también imposible para construir una sociedad mejor. Hasta
un revolucionario tan entregado como el nicaragüense Ernesto Cardenal lo
sostiene después de su experiencia como líder en su país. Entonces, ¿qué
actitud adoptar?

El conformismo pasivo o la violencia no consiguen mejorar el mundo que


hemos malconstruido. Se trata de tener la decisión modesta de una nueva
postura: cambiar lo primero nuestra pequeña actitud en la vida individual y
social. El inteligente Berlinguer, en Italia, se dio cuenta de ello, y lanzó una
campaña, que no fue entendida; pero era el único camino para salir adelante.
Quiso luchar contra el falaz consumismo que nos invade, y propugnó la idea de
ser nosotros, con nuestra actitud cotidiana, los que cambiásemos, haciendo lo
que dice el popular refrán español: "Un grano no hace granero, pero ayuda al
compañero".

PUBLICIDAD
inRead invented by Teads

No nos conformemos con el chisme escandaloso ni con la anécdota que mañana


se olvida y es sustituida por otra, sino que mantengamos nuestra postura
dialogal a todos los niveles, pequeños o grandes, dejándonos llevar por el afán
de verdad, sin ofender personalmente a nadie con nuestras palabras.

Es posible que muchos pensemos esto y que hablemos constantemente de ello,


pero "del dicho al hecho hay mucho trecho". Somos nosotros los que debemos
no sólo hablar, sino actuar en la medida de lo posible. Y es preciso que usemos
más de nuestra razón que de reacciones puramente emotivas que hoy surgen y
mañana se olvidan. Hay que acostumbrarse a pensar, reflexionar y razonar
espontáneamente, sin dejarnos llevar sólo por emociones del momento y por
críticas sin consecuencias en nuestra vida. Un clima de verdadera libertad
requiere el ejercicio de la responsabilidad. No hay auténtica libertad sin el
correlato de sentirse también responsable. Somos libres porque somos
responsables; y lo somos porque nada ocurre sin relación con los demás. Somos
una relación de todo con todo. Ayer se hablaba, en la antigua China de Lao-Tsé,
de que todas mis acciones tienen una doble repercusión, hacia los demás y
hacia las demás cosas, y que luego vuelve sobre mí. De ahí la importancia de
nuestra conducta, porque todo es sintaxis, la realidad es relación, enseñaba.
Zubiri, lo mismo que Merleau-Ponty. Y las discusiones sobre la herencia y el
ambiente, forjadores de nuestra conducta, son especulaciones que de nada
sirven. Lo único que sabemos es que nuestro destino personal está en buena
parte en nuestras manos, como demostraron con sus orientaciones eficaces lo
mismo los psicólogos Watson que Adler.

Y la religión no ha hecho muy buen papel, con sus ideas sobre el pecado y el
arrepentimiento que todo lo arreglaba. Lo mismo el creyente san Agustín ayer
que el laico doctor Castilla del Pino hoy coinciden en decir que el único
arrepentimiento sincero es la reparación, lo otro es un autoengaño psicológico
que no arregla nada. Siempre lo mismo: acción consciente, y no sólo palabras. Si
el mundo va mal, para salir de ello es necesaria una meditación comprometida:
no una evasión evanescente hacia unos engañosos cielos, como pretendían ayer
las religiones al uso y hoy los grupos orientalistas que están de moda.
Necesitamos, ante el mundo actual, un hombre y una mujer maduros que
actúen con las posibilidades que de verdad tienen, y no con la fantasía de una
palabrería vana o el desánimo de la evasión. "Una nación donde el Estado, el
sistema de las instituciones, fuese perfecto, pero en que la sociedad careciese
de empuje, de claridad mental, de decencia, marcharía malamente decía Ortega
y Gasset.

Enrique Miret Magdalena es teólogo seglar.

Вам также может понравиться