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Fue uno de los filósofos que dio luz a lo que se conoce como la Teología del
Pueblo, una corriente que si bien adhiere a la opción por los pobres, no
toma la lucha de clases como matriz de interpretación.
Como decía uno de los impulsores de esta corriente, Justino O’Farrell, ‘ni
liberales, ni marxistas’”.
Ahí fue que llegó un joven Bergoglio a quien le enseñaba griego. “No era el
mejor de la clase, pero estaba entre los mejores”, recordó.
Cambios en la Iglesia
https://www.eldiariocba.com.ar/el-papa-francisco-impulsa-una-iglesia-menos-piramidal/
http://odvm.com.ar/11/06/2017/mensaje-de-mons-jofre-en-las-jornadas-de-
encuentro-y-territorio/
Agradezco a todos aquellos que con sus decisiones y trabajos han hecho posible este
encuentro, en el marco de los 150 años de la ciudad y los 60 años de la diócesis de Villa
María; especialmente al R.P. Juan Carlos Scannone s.j., quien ha tenido la generosidad de
acercarse hasta nosotros para enriquecernos con algo de su extensa producción teológica.
Bienvenido, Padre, muchas gracias.
He querido expresar mi beneplácito con una pequeña intervención inicial que no quiero sea
solamente formal. Por ello me permito sumar alguna consideración sobre la motivación de
estas jornadas: “Cultura del encuentro y territorio”.
Esta Iglesia que Cristo fundó subsiste en la Iglesia Católica[1] y está presente en todas las
legítimas comunidades locales de fieles, unidas a sus pastores[2]. Llamamos a estas
comunidades Iglesias particulares, formadas a imagen de la Iglesia Universal.
¿Qué son las Iglesias particulares? Son una porción del pueblo de Dios, cuyo cuidado
pastoral se encomienda al Obispo con la cooperación del presbiterio. En ellas, unidas a su
pastor y congregadas por él en el Espíritu Santo mediante el Evangelio y la Eucaristía, está
presente y actúa la Iglesia de Cristo una, santa, católica y apostólica[3]. En ellas y a partir
de ellas existe la Iglesia católica, una y única[4].
Siendo muchas, gracias a la comunión que éstas tienen con la Iglesia de Roma, bajo el
pastoreo de su obispo, el Papa[5], no dejan de ser la única Iglesia de Cristo. Pero si son
muchas ¿cómo se delimitan unas a otras para que no se perjudique el buen orden y la
caridad? Desde siempre ha prevalecido, no exclusivamente, el criterio territorial que la
Iglesia asumió de los romanos, incluso en su nombre “diócesis”, que era para ellos una
circunscripción, un distrito.
En el Concilio Vaticano II, se atendió a la creciente importancia de la movilidad humana en
el mundo moderno y se abrió más ampliamente la posibilidad de que se crearan Iglesias
particulares de tipo personales y no ya delimitadas con criterio solamente territorial. Por
ello el nuevo código de derecho canónico, inspirado en los criterios conciliares, estableció
que “Debe tenerse como regla general que la porción del pueblo de Dios que constituya una
diócesis se circunscriba dentro de un territorio determinado, de manera que comprenda a
todos los fieles que habiten en él… Sin embargo, cuando ello resulte útil… pueden erigirse
dentro de un mismo territorio Iglesias particulares distintas por razón del rito de los fieles o
por otra razón semejante”[6]. Siguiendo los mismos criterios conciliares, algo parecido se
estableció para las parroquias: “Como regla general, la parroquia será territorial, es decir,
comprenderá a todos los fieles de un determinado territorio; sin embargo, donde ello
convenga, se constituirán parroquias personales en razón del rito, de la lengua, de la
nacionalidad de los fieles, incluso, por otra razón determinada”[7].
Tanta importancia tenía antes el criterio territorial, que algunos autores llegaron a verlo
como un elemento constitutivo de la Iglesia particular. Iluminados por la teología conciliar,
resulta indudable que no es así. La Iglesia no es un lugar sino un pueblo. Pero qué duda
cabe que un pueblo necesita un lugar y que si no lo tiene sufre, que la tierra de sus padres
(la patria) es vital para él. Asumir un territorio, sin confundirse con él, es parte de la
evangelización de la cultura que la Iglesia siempre tiene como objetivo.
Con todo, cabe la pregunta: sin desdeñar el territorio ¿no sería más eficaz organizarse de
manera que cada diócesis estuviese circunscripta por otro criterio donde se salvara mejor la
homogeneidad de sus fieles? Como el objetivo de la Iglesia es “la salvación de las almas”
no podemos excluir los casos en los cuales a los hombres concretos se llegue con una
organización no territorial; pero es la organización territorial de las diócesis y las
parroquias la que mejor hará presente una de las notas esenciales de la Iglesia de Cristo: su
catolicidad. Sabemos que católico significa universal. La Iglesia de Cristo es católica, es
para todos los que creen y aceptan a Jesús y por eso mismo a todos los hombres debemos
proponerles esta fe. La Iglesia católica no es la suma de Iglesias particulares o su
federación. Cada Iglesia particular, cada diócesis es católica. Para ello ningún criterio
delimitador se muestra más apto que el territorial. En el territorio entran los viejos y los
jóvenes, las mujeres y los varones, los pobres y los ricos, los rudos y los inteligentes, los
pecadores y los santos.
Por todo esto, el territorio es óptimo para el encuentro que Cristo nos propone: el de la
caridad, que no excluye afinidades humanas, pero las supera ampliamente llegando hasta el
amor al enemigo circunstancial.
Demos gracias a Dios que nos ha regalado este territorio: la ciudad y la diócesis de Villa
María. Entusiasmémonos por cultivar aquí esta fraternidad que Cristo nos ha regalado y que
el Papa Francisco predica incansablemente.
Muchas gracias.
+Samuel Jofré