Вы находитесь на странице: 1из 3

Control de lectura Aula Abierta ¿Cómo educar para la democracia?

Por: Juan Diego Agudelo Molina

La “democracia” es una idea que en el mundo contemporáneo posee múltiples


significados. La expresión “democrático” es hoy un cliché que se utiliza para dar cuenta
de la legitimidad de gobiernos, leyes, instituciones políticas, medidas económicas, etc.
Esta noción vaga de democracia, que puede estar dotada de un profundo contenido
teórico, pero que como idea intuitiva no tiene por qué tenerlo, se equipara a alguna noción
o sentido de justicia. Una segunda forma en que podemos entender la democracia es en
términos realistas, donde se equipara con el proceso democrático realmente existente. En
este sentido la democracia se conceptualiza como un juego de mercado en el cual un
conjunto de actores políticos buscan votos a través de la venta de una plataforma política
programática determinada a un grupo de consumidores: los electores. Finalmente, y solo
por dar tres ejemplos, podemos entender la democracia en términos normativos, lo que
supone alguna teoría particular de lo que debería ser la democracia. Según Rawls los
pueblos democráticos liberales poseen tres características: tienen un régimen
razonablemente justo de democracia constitucional, sus ciudadanos están unidos por
simpatías comunes y tienen una naturaleza moral compartida (Cfr. Rawls, 2001, p. 35).
La primera es una característica institucional que supone la conjunción de la soberanía
popular con los derechos humanos; la segunda un rasgo cultural, específicamente referido
a la cultura política pública frente a instituciones democráticas; la tercera una concepción
política de la justicia y de la personalidad moral.

Este tercer sentido del concepto de democracia es el que está latente en las ideas
de Carlos Gaviaría Díaz y Étienne de La Boétie. Más que describir idea intuitivas o
teorizar sobre la democracia realmente existente, ambos autores reflexionan sobre lo que
debería ser un sistema democrático. Gaviria lo hace a través de la elaboración de una
propuesta de educación moral, y La Boétie a través de la crítica a las condiciones de
servidumbre de la sociedad de su época. Ambos son utopistas, tanto a través de la
propuesta pedagógica como de la crítica se construyen escenarios democráticos
deseables, inexistentes, pero posibles. Ambos autores apelan a un no lugar, escenario que
permite la crítica de los modelos realmente existentes y que al mismo tiempo sirve de
guía normativa para fundamentar la praxis política.
La reflexión utópica de ambos autores en torno a la democracia se centra en la
caracterización del sujeto de la democracia. El sujeto de la democracia en términos
normativos ya no solo es el pueblo, sino el pueblo que tiene ciertas características, a saber,
el pueblo ilustrado. Al establecer como sujeto de la democracia el pueblo ilustrado ambos
autores reivindican la autonomía del individuo. Solo es posible una democracia
normativamente fuerte cuando quienes participan de ella son ciudadanos autónomos.

La autonomía se refiere a la capacidad que tienen los individuos de elegir su modo


de vida y de obedecer solo las leyes que se han dado a sí mismos. Pero la autonomía no
solo es capacidad de elección o libre arbitrio, además implica la capacidad de tomar
decisiones conforme a la razón. El individuo autónomo de la ilustración es aquel cuyas
acciones están dirigidas por su razón, lo que en términos políticos se traduce en guiar la
acción según una máxima de la razón práctica. En otras palabras, solo es políticamente
autónomo el individuo que actúa en la esfera pública según los dictados de su razón
práctica, conciencia moral o, siguiendo a Rawls, según su sentido de la justicia. La crítica
a la situación de anomia que planteó Carlos Gaviria frente a la sociedad colombiana, y la
crítica a la servidumbre voluntaria y a la credulidad, esto es, a la creencia de que la figura
del monarca encarna el poder político, que esgrimió La Boétie frente a la sociedad
francesa del siglo XVI, son ambas una apuesta por la autodeterminación racional del
individuo.

Esta autonomía, siguiendo la reconstrucción que ofrece Carlos Gaviria del


pensamiento kantiano, se subdivide a su vez en tres principios: libertad, igualdad e
independencia. La libertad se traduce en la fórmula “Nadie me puede obligar a ser feliz a
su modo (tal como él se imagina el bienestar de otros hombres), sino que es lícito a cada
uno buscar su felicidad por el camino que mejor le parezca, siempre y cuando no cause
perjuicio a la libertad de los demás para pretender un fin semejante, libertad que puede
coexistir con la libertad de todos según una posible ley universal” (Kant, 2006, p. 27). La
igualdad radica en que “todos, en cuanto súbditos, son iguales entre sí, porque ninguno
puede coaccionar a otro sino por medio de la ley pública […]; pero también en virtud de
ésta todos los demás se le resisten en igual medida, no pudiendo nadie perder esta facultad
de coaccionar” (Kant, 2006, p. 29). Finalmente, la independencia se refiere
autodeterminación política de los ciudadanos que participan en los asuntos públicos.

Estos tres principios, con algunas variaciones, son los pilares basilares del
republicanismo o, en otras palabras, son los valores fundamentales del proyecto
democrático-liberal, y constituyen el modelo democrático que proponen Carlos Gaviria y
La Boétie, autores que con toda propiedad podemos llamar demócratas liberales.

Referencias bibliográficas

Kant, I. (2006). Teoría y práctica. Madrid: Tecnos.

Rawls, J. (2001). El derecho de gentes y «una revisión de la idea de razón pública».


Barcelona: Paidós.

Вам также может понравиться