Reseña de “Historia de la Universidad de Chile” por Rolando Mellafe en colaboración de Antonia
Rebolledo y Mario Cárdenas.
La siguiente reseña es sobre los capítulos II “Reorganización de la enseñanza superior después de la Independencia”, III “La Universidad de Chile 1842-1879” y IV “La producción intelectual y la U de Chile en la segunda mitad del siglo XIX” con sus respectivos apartados del libro “Historia de la Universidad de Chile” de Rolando Mellafe, destacado historiador nacional. El primer capítulo a tratar, es decir, Reorganización de la enseñanza superior después de la Independencia”, en primera instancia relata los cambios políticos y las repercusiones que estos tienen en la universidad colonial. El autor nos señala que, si bien los movimientos independentistas no hicieron un cambio en el paradigma social, esto cambiaría tras los procesos de reconquista, ya que estos movimientos se ven influenciados por lo que está sucediendo en el extranjero, vale decir, la Revolución Francesa, el liberalismo del viejo continente y la independencia de Estados Unidos. La gran parte de los intelectuales del periodo fueron influenciados por la Ilustración, aunque una católica. En la Patria Vieja la Universidad sufre cambios y finalmente termina por disolverse en la unión con el Instituto Nacional. Es este mismo movimiento – el independista- quien critica a la Corona Española por mantener en un oscurantismo colonial a sus reinos, esto debido a que existía una deficiencia educativa; es así que en agosto de 1813 se inaugura el Instituto Nacional, aunque no sería hasta 1818 que comenzaría a funcionar nuevamente una vez declarada la Independencia y con una organización igual a la implementada por Juan Egaña -con algunas variantes-, que fue uno de los que tuvo una importante influencia en sus creación. El Instituto Nacional era el único establecimiento que impartía enseñanza académica en todos los grados y según la aprobación de los cursos se podía optar a la educación superior, que en 1826 se reorganiza y con esta, se fomentó la creación de textos escolares hechos por los mismos docentes. La Universidad hacia 1819 sufre modificaciones que afectaban directamente a los planes académicos, lo que se traduce en una disminución de cátedras. La biblioteca de la universidad de San Felipe contaba con una vasta cantidad de ejemplares, esto debido a que los libros de la biblioteca jesuita pasaron a ésta luego de que la orden Jesuita fuese expulsada. La Junta de Gobierno intento que la biblioteca universitaria fuese pública y también se podían constantes donaciones para aumentar su catálogo. La biblioteca nacional se volvería a fundar bajo el mandato de O´Higgins y se nombró a Manuel de Salas como bibliotecario. La creación de instituciones privadas como el Liceo de Chile o el Colegio de Santiago, pese a su corta existencia, ayudaron a que se realizará una reestructuración del Instituto Nacional en 1932, con un nuevo plan de estudios que se ocuparía de la enseñanza secundaria, profesional y científica.; en la construcción de este nuevo plan participaron personajes como Manuel Montt y Juan Godoy. El autor detalla que la Independencia fue un proceso de capturar el poder en el cual no se pensó las repercusiones que ello podía traer consigo al país, además agrega que las ideas que había no estaban los suficientemente profundizase como para instalarse y realizar cambios en la vida nacional; pese a ello, se dedicó tiempo a modificar un aspecto tan importante como la educación, ya que resultaba rápido y efectivo. Se quería romper con las instituciones y métodos que implemento la Corona, pero pesa a ello, instituciones como el Instituto Nacional no cumplían con las expectativas de la elite chilena. Se realizaron reformas para mejorar los planes de estudios e igualmente se fomentó la llegada de intelectuales extranjeros, que ayudasen a modernizar la educación, dentro de los cuales podemos encontrar a Andrés Bello, Claudio Gay, etc. También se fundaron sociedades intelectuales para estudiar a profundidad cada especialidad, sin embargo, gran parte de estas desaparecieron y en la búsqueda de una institución que contuviera y coordinara a todas estas, fue así como apareció a la Universidad de Chile. En el segundo capítulo a tratar, es decir, “La Universidad de Chile 1842-1879”, comienza dando a conocer la decadencia en la cual se encontraba la Universidad de San Felipe luego de que el 1810 perdiera recursos económicos y atribuciones propias de la institución y hacia 1839, Prieto, la declara extinta y en su lugar se establecería una nueva casa de estudios generales llamada Universidad de Chile, pese a ello, no fue hasta 1843 cuando se decreta el cese de sus funciones. La Ley organiza de 1842 establece que la Universidad estaría a cargo de la enseñanza y el cultivo de las letras, además debía encargarse de la dirección de la enseñanza en todos los niveles. Pese a esto, la Universidad era académica y no docente, por lo cual sólo daba grados de bachiller y de licenciatura; y sería Ignacio Domeyko quién plantearía modificar este punto. En cuanto a líneas generales la institución tenía como objetivo fomentar el conocimiento nacional a través de sus cinco facultades que la conformaban, Filosofía y Humanidades, Ciencias Matemáticas y Físicas, Medicina, Leyes y Ciencias Policías y Teología; de igual modo la Superintendencia de Educación estaba a cargo de ésta y era el Consejo Universitario quien la administraba, hasta el año 1860 cuando se dicta la Ley de Instrucción Educación primaria y secundaria. El autor evidencia que existe una excesiva autoridad ejercida por el Gobierno en la Universidad, pues las máximas autoridades, el patrono y vicepatrono, eran respectivamente el presidente de la República y el Ministro de Educación; critica que prevalecería durante toda la época, en la cual se consolida un Estado Docente, dejando en claro que es una de las labores más importantes de éste. En el tercer capítulo a tratar, es decir, “La producción intelectual y la U de Chile en la segunda mitad del siglo XIX”, el autor da cuenta de que en la segunda mitad del siglo XIX vivió una expansión cultural y florecimiento cultural, donde la Universidad de Chile tuvo un rol esencial en esto, ya que prácticamente estuvo presente en toda actividad o iniciativa intelectual. Evidencia de esto son todos los estímulos que hace la Universidad en las diferentes áreas académicas como, por ejemplo, la publicación de 121 libros entre 1854-75, el auge que tienen los textos históricos y las polémicas acerca de las pautas y métodos de historia, con la participación de sus miembros en la producción de leyes chilenas (Andrés Bello, José Lastarria, etc), con la creación de obras originales y traducciones de estudios matemáticos (Antonio Gorbea y Santiago Ballarna), el establecimiento del primer observatorio astronómico en el cerro Santa Lucia -fundado por Gillis-; siendo así como la Universidad de Chile aborda e influencia los diversos ámbitos del conociendo. Por tanto, al poco tiempo de su formación la institución se ve en la necesidad de establecer una biblioteca, porque la labor académica requerí contar con material de apoyo bibliográfico.; es así que el Consejo promovió la adquisición de libros y publicaciones, las cuales fueron adquiridas a través de fondos universitarios y para la importación de libros y publicaciones se celebraron convenios con diversos libreros o comerciantes de libros, también se utilizaron los servicios de los agentes diplomáticos de Chile en el extranjero o simplemente se les encargaban a los académicos que estuviesen de viaje. Hacia 1859 el secretario general de la Universidad daba cuenta de que el gabinete de lectura del Instituto Nacional contaba con alrededor de 635 volúmenes o folletos, sin embargo, producto de intercambio con otras instituciones como la Universidad de Lovaina, de Academia de Ciencias de Madrid, etc, la cifra de volúmenes era de 1.150 al poco tiempo. Ya en 1889 se realiza un inventario que da cuenta de un total de 9.800 volúmenes y que es ampliada tras la compra de la Biblioteca de América perteneciente al argentino Gregorio Beeche., a los diez mil volúmenes de esta, se sumaban el legado de Joaquín Rodríguez y las obras de sucesión de Pedro Montt, llegando a reunir un total de setenta y cinco mil ejemplares e 1921. En 1928 la biblioteca es destruida y las colecciones son dispersadas por la orden verbal de Pablo Ramírez, en ese entonces ministro Interino de Educación Pública y sería al rector Juvenal Hernández a quien le correspondería reestablecer la biblioteca, ahora con el nombre de la Biblioteca Central de la Universidad de Chile. Posteriormente el autor detalla la como nace el periódico “Los Anales de la Universidad de Chile”, en el marco de la creación del Consejo Universitario el 1844 y que en su artículo 22 incorpora a este. El periódico al pasar los años sufre variaciones y en 1850, en líneas generales mantenía su idea inicial, pero con mayor especificad y divido en dos áreas: parte oficial y parte literaria. Convirtiéndose en un periódico de relevancia tanto nacional como internacional. Es así como el autor relata las transformaciones que vive el país educacionalmente, desde la colonia hasta mediados del siglo XIX y la importancia que tiene la Universidad de Chile en esta, ya que la presencia y la labor de esta institución fueron decisivos para el desarrollo político, cultural y social del país.