En el aula magna de la Universidad Técnica de Berlin le preguntaron a Evo sobre la reelección. El “jefazo” respondió sin sutilezas: “los alemanes no pueden preguntarme eso.” Dijo además que la continuidad política después de la guerra hizo que Alemania pudiera levantarse como país. Y remató: “¿la hermana canciller Merkel, cuánto tiempo hace que está?” Los dos mil estudiantes, por enésima vez, rompieron en aplausos. Fue contundente, como suele serlo cuando responde a preguntas que él cree malintencionadas. Pero, pensando de mala fe, me pregunto cuál será el grado de fascinación con el poder en el que se encuentra el presidente. ¿Estará ya enfermo de poder? ¿Será acertado el diagnóstico de la oposición? ¿O solo estará deshidratado? ¿Estarán exagerando como siempre? ¿Hablarán de envidia? ¿O será que la ambición ya atenaza a nuestro presidente? ¿Y si es sólo embriaguez? ¿Y si sólo padece de intoxicación utópica? ¿Será por eso que llega al palacio de madrugada? ¿Para seguir soñando en el futuro? ¿Por mucho madrugar el progreso llega más temprano? ¿A quien madruga el futuro le ayuda? ¿Y si ya es locura política? ¿Y si ya se siente el pueblo en persona? ¿Y si en lo íntimo se dice a sí mismo: “el pueblo soy yo”? ¿Quién podrá ayudarnos? Pero bueno, que no panda el cúnico; cabe la posibilidad de que ya esté muy agobiado con el poder y, por ende, invadido por la lucidez. Esperemos que así sea. Caso contrario, no solo los alemanes estarán impedidos de preguntarle. Todos lo estaremos.