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Coloca a los niños en dos filas, formando dos equipos, y dile una frase

al oído al primero de cada grupo, cuanto más larga y complicada sea,


mejor puedes optar por un divertido trabalenguas. Cada niño deberá
susurrarla al oído del siguiente. El último, dirá en voz alta lo que ha
entendido y ganará el equipo cuya frase se parezca más a la que tú
dijiste.

Es el inicio del proceso de memoria, donde la atención y percepción


juegan el papel principal.

Coloca a todos los niños en una fila. Uno de los pequeños ejerce de
caballero, colocándose enfrente de ellos. Cuando
grite “¡caballería!” sus amigos deberán salir corriendo para llegar a
tocar el muro que estará a la espalda del caballero sin ser atrapados
por éste. Todos los “potrillos” cazados se convierten en caballeros y
empiezan también a cazar. El primer jugador atrapado liga en el turno
siguiente. También pueden practicar todos estos juegos relacionados
con el deporte.

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Le ayudarán a aprender el valor de la amistad, del trabajo en
equipo, la solidaridad y el esfuerzo conjunto y, además, ¡lo pasarán
en grande!

3. LUCHA ENTRE SERIOS


Colocados en dos filas, una frente a otra, el objetivo de este juego
es lograr que el jugador contrario se eche a reír antes. Para ello sólo
podrán hacer muecas, todas las que deseen. Guiñar un ojo, sacar la
lengua, meterse el dedo en la nariz, intentar deformarse los párpados...
Gana el equipo que más aguante sin reír. ¡Verás qué caras y qué
carcajadas! Después podéis ponerles a prueba contando chistes y que
los otros jugadores tengan que aguantar sin reírse.
OBJETIVO DEL JUEGO:
Es lograr que el jugador contrario se ría antes.

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4. COMO EN LA BOLERA
Llena varias botellas vacías de agua con un poco de arena y colócalas
a unos diez metros de los niños. Con un balón de baloncesto, tendrán
que derribar todos los que puedan. Organízales por equipos para ver
quién gana.
OBJETIVO DEL JUEGO:
El objetivo es que los niños y niñas boten todas las botellas con la
pelota.

Cubos, globos, gorros, pistolas... ¡Todo vale en la guerra del


agua! Entrega a los niños varios de estos instrumentos, repártelos en
dos equipos y ¡que empiece la guerra! El bando vencedor será el que
consiga mojar más al contrario, aunque el verdadero premio es la
diversión de esos minutos. Firmad la paz con una buena merienda.

El objetivo es que todos termines mojados pero lo principal es que


diviertan.

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El organizador, si es una fiesta de cumpleaños puede ser el
homenajeado, tiene que sentarse en el suelo y los niños van
colocándose detrás, como si fuesen en una enorme moto. El piloto va
dando las indicaciones en voz alta: “A la derecha. A la izquierda.
¡Cuidado, que freno! ¡Venga, que acelero” y va girando el tronco a
la vez que habla. Los niños tienen que ir girando con él.

Que los niños van aprendiendo hacia donde está la derecha y la


izquierda.
Que los niños aprenden a trabajar en equipo.

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Los juegos con globos son divertidísimos, ¡sobre todo cuando
explotan! Ata un globo al tobillo de cada niño. Al son de la
música salen a la pista. El juego consiste en pisar el globo del
contrario, salvando el propio. Los niños que pierden su globo salen de
la pista. Gana el último en conservar su globo.

8. BAILE DE DISFRACES
Los disfraces son una opción muy divertida para que los niños se
diviertan. Prepara varios baúles con prendas viejas o algunas que
hayas elaborado con retales para la ocasión: faldas, pantalones,
camisas, pelucas, sombreros, extravagantes collares y adornos para el
pelo… Diles que pondrás la música y cada uno tendrá que agarrar una
prenda de cada baúl y ponérsela antes de que tú pares la canción.

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OBJETIVOS DEL JUEGO:
El niño aprende a seleccionar cosas.

Clava un clavo en el centro de una castaña, sácalo y pide a tu hijo que


clave una pluma en él. Escoge plumas de color diferente para cada
grupo. Cuando tengas varias, los niños tendrán que ir lanzando sus
castañas desde diferentes alturas para ver cuál llega antes al suelo.

Que el niño aprenda a diferenciar colores.

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Los equipos se colocan de dos en dos en fila india. Los primeros de
cada fila se atan los tobillos con una cuerda o un pañuelo (el derecho
de uno con el izquierdo del otro). Corren de este modo hasta alcanzar
la meta. Se desatan los tobillos y entregan el pañuelo a la pareja
siguiente. Gana el equipo que termina antes.

11 KISHA MISHA
La madre juega con su bebé, diciéndole esta rima:
Kisha misha
Fue a la plaza;
Compró una calabaza;
Le dio de comer
Sopitas de miel
En un rico plato,
¡Zafe, zafe, gato!
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Al llegar a la exclamación final, la madre golpea con suavidad las
mejillas del niño con las propias manos de él.
OBJETIVO DEL JUEGO:
-Que el bebé desarrolle su motricidad gruesa.

12 LA GALLINA CIEGA
INSTRUCCIONES DEL JUEGO:
Seleccionar a un niño y se le vendan los ojos para que haga el papel
de la “gallina ciega”.
Los jugadores establecen el siguiente diálogo con la “gallina ciega”;
-Gallinita ciega ¿Qué buscas?
-Lima aguja y un dedal.
-Pues yo lo tengo y no te lo quiero dar.

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De seguido a quien hace de gallina ciega le dan las vueltas acorde a
su edad para desorientarlo aún más y lo dejan solo tanteando en el
aire. Los niños que juegan dan vueltas alrededor de la “gallina ciega”
tirando de vez en cuando de su ropa. La gallina ciega corre en todas
direcciones tratando de alcanzar a alguno de los niños. Al que logre
agarrar queda como “gallina ciega”, para reanudación del juego.
OBJETIVOS DEL JUEGO:
*- Desarrollar coordinación auditiva-motora.
*- Mejorar el equilibrio.

13 LOS CIEGOS Y LA CAMPANA


INSTRUCCIONES DEL JUEGO:
Todos los jugadores menos uno son vendados y distribuidos en distintos lugares
de un espacio abierto.
El que no esté vendada porta una campana (u objeto equivalente) de modo suene
cada paso. Los jugadores tratan de llegar al portador de la campana, guiándose
por el sonido. El niño que logra llegar al que porta la campana u otro objeto
cambia su lugar con éste y así se reinicia el juego.

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OBJETIVOS DEL JUEGO
 Mejorar la audición
 Desarrollar un buen equilibrio.

14 Balón Prisionero
INSTRUCCIONES DEL JUEGO:
Se divide el terreno en dos campos, se hacen dos equipos con el
número de personas igualado, se utiliza una pelota.
A sorteo se decide qué equipo empieza a jugar con la pelota, esta se
va tirando a los del otro campo, si la agarra sin caer al suelo la pelota
pasar Balón prisionero ha a ser de su equipo pero si el del equipo
contrario no la agarra éste será muerto y deberá pasar al otro campo,
detrás de otra línea marcada y para que este sea salvado los de su
equipo deberá pasarle la pelota y deberá lanzársela al del equipo
contrario deberá matar a alguien para ser salvado.
Ganará el equipo que más gente mate al del equipo contrario y tengan
más estrategias para no ser dados con el balón.
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OBJETIVOS DEL JUEGO:

o Tener estrategias para ganar compitiendo


o
o Mejor desarrollo emocional.

15 MARINEROS A BORDO
INSTRUCCIONES DEL JUEGO:
Harán dos grupos se formarán en fila un espacio que representara el
barco. Delante de los niños “marineros” en hilera delante de los
marineros se encuentra una línea en la cual traspasándola se
encuentra el mar, detrás se encuentra otra línea en la cual
traspasándola se encuentra la tierra.
Tienen que seguir las siguientes órdenes:
AL MAR: dan un salto hacia adelante.
EMBARCADOS: permanecen en su sitio balanceándose.
A TIERRA: dan un salto hacia atrás.

OBJETIVO DEL JUEGO:


Desarrollar una buena motricidad gruesa.
Que tengan imaginación
Seguir instrucciones del conductor del juego

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16 EL GUARDIA Y LOS AUTOMÒVILES
INSTRUCCIÒN DEL JUEGO:
Se formarán en círculo, se designa u otro procedimiento a un
jugador, quien es el “guardia”. Los demás participantes son los
“automóviles”. A un silbato del guardia, todos los automóviles
deben circular –caminar- en todas direcciones sin detenerse. A un
nuevo silbato, todos tienen que frenar de inmediato. El automóvil
que no se detenga rápidamente al oír la señal, queda “chocado” y
por lo tanto debe ir al taller, queda fuera de circulación.
Gana el juego el jugador más atento que al final quede solo
circulando.

OBJETIVOS DEL JUEGO:


La confianza en sí mismo
Crearà su imaginaciòn

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17 SIMÒN DICE
INSTRUCCIONES DEL JUEGO:
Se colocan en hilera frente a un conductor del juego, quien hace el
papel de “Simón”. Simón impartirá órdenes a los jugadores que
deben ser obedecidas de inmediato, siempre y cuando la orden sea
antecedida de la frase:
_“Simón dice”_
Por ejemplo “Simón”: levanten el brazo”.
Los niños obedecen la instrucción y permanecen en esa posición
hasta nueva orden.
Si la orden es simplemente “Bájenlo”, no debe ser obedecida y
quien se equivoque se hará penitencia o saldrá del juego.
OBJETIVOS DEL JUEGO:
^^Aprender a recibir órdenes
^^Buena memorización auditiva

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18 ENANOS GIGANTES
INSTRUCCIONES DEL JUEGO:
Los niños se colocan en fila frente a un conductor del juego. El niño o
persona que dirija, debe decir en voz alta:
Enano
De inmediato, todos los jugadores al oír esta palabra deben agacharse.
Al escuchar esta palabra:
Gigante
Todos se ponen de pie. El niño que se equivoque, pierde y debe salir del
juego.
OBJETIVOS DEL JUEGO:
^^Aprende a recibir órdenes.

19 AZUL-ROJO-AMARILLO
INSTRUCCIONES DEL JUEGO:
Se nombre a un conductor del juego, los participantes se colocan en
tres filas, cada fila elige un color (azul rojo amarillo).
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Al nombrar el conductor uno de estos tres colores, todos los
integrantes de la fila que lleva ese color deben agacharse de inmediato
y levantarse cuando el conductor cita otro color. De esta manera el
conductor cita los colores más rápidamente.

OBJETIVOS DEL JUEGO:


Aprender los colores primarios
Desarrollo social.

20 QUIEN FALTA EN EL AULA


Instrucciones del juego:
Se elige a un niño a quien el maestro indique pasar frente al aula.
Luego se indica a los participantes que se cambien de asiento y
mientras tanto, se le dice al oído a uno de los niños que salga del aula.
Éste debe obedecer la instrucción en silencio.

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Luego el niño que está frente al salón se le pregunta:
¿Quién falta en el aula?
Si acierta en su respuesta, otro niño pasará al frente y él se
integrará al grupo.
OBJETIVOS DEL JUEGO:
^^Estimular la memoria visual.

21 HULA HULA
El hula hula es un juego que consiste en hacer girar un aro alrededor
de la cintura o de otro miembro del cuerpo como brazos o piernas.
¿Quién no ha agarrado un hula hula o un aro y se lo ha puesto en la
cintura y ha contado cuantas vueltas daba antes de caer al suelo? El
hula hula es un juego tan antiguo como utilizarlo de forma constante
en las actividades infantiles.

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OBJETIVO DEL JUEGO:
Es que los niños hagan ejercicio con la cintura o alguna otra parte del
cuerpo al mismo tiempo que se divierten y practican deporte.

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23 EL HURON
INSTRUCCIONES DEL JUEGO
Forman un círculo y sostienen con ambas manos una cuerda en la cual
ha sido introducido un anillo dejando en el centro del círculo a un
niño. El anillo se hace pasar disimuladamente de mano en mano a lo
largo de la cuerda y un jugador situado en el centro del círculo
intentará adivinar quién posee el anillo en ese momento mientras tanto
todos los niños cantan:
El Huron, corre, corre
Cuando el jugador del centro logra adivinar, ocupa el lugar del niño
que tiene el anillo, mientras que este último se coloca en el centro del
círculo.
Así continúa el juego hasta que el maestro lo decida.
OBJETIVOS DEL JUEGO:
o Desarrollo emocional y social.

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24 UN DOS TRES EL ESCONDITE INGLÈS
INSTRUCCIONES DEL JUEGO:
Un niño ha de contar con los ojos tapados y de espaldas al resto
de participantes, los demás niños en vez de esconderse deberán
situarse varios metros por detrás y avanzar poco a poco mientras
que el que el niño recita sin mirar la siguiente frase:
_Un, dos, tres al escondite inglés sin mover las manos ni los pies_
En el momento que termine de recitar deberá girarse y el resto de
participantes tendrá que pararse y hacer la estatua. Si uno de
ellos es visto en movimiento quedará eliminado.
Sin embargo, si uno de los compañeros llega a tocar la espalda del
que cuenta, liberará a los eliminados y este volverá a comenzar de
nuevo.
OBJETIVOS DEL JUEGO:
o Desarrollarán su habilidad cognitiva de atención
o Su habilidad psicomotriz a través del movimiento y el
equilibrio
o Su habilidad social de prestar atención a los demás.

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25 FRENTE A FRENTE
INSTRUCCIONES DEL JUEGO:
Formar parejas haciendo un circulo, en el centro del circulo
habrá un conductor (puede ser el docente) da órdenes que cada
pareja debe ejecutar de inmediato.
Por ejemplo; “manos en los pies”, “den la vuelta” etc.
A la orden “frente a frente”, todos los niños deben cambiar de
compañero(a) y el jugador que quede solo se convierte en un
nuevo conductor. El juego reinicia de la misma manera y
continúa hasta que los niños o el docente decidan terminar.

OBJETIVOS DEL JUEGO:


o Divertirse
o Utilizar partes del cuerpo y repetirlas

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1 PASTORES A BELÈN
Los pastores a Belén corren presurosos
llevan de tanto correr los zapatos rotos
Hay hay hay Que alegres van
Hay hay hay si volverán
con la pan pan pan
con la de de de
con la pan con la de
con la pandereta y las castañuelas
Un pastor se tropezó a media vereda
y un borreguito grito este ahí se queda
Hay hay hay que alegres van
hay hay hay si volveran
con la pan pan pan
con la de de de
con la pan con la de
con la pandereta y las castañuelas
Los pastores a Belén casi casi vuelan
y es que de tanto correr no les quedan suelas
Hay hay hay Que alegres van
Hay hay hay si volveran
con la pan pan pan
con la de de de
con la pan con la de
con la pandereta y las castañuelas.

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2 LA PULGA MUY CRISTIANA
Una pulga muy cristianana
catolica apostolica y romanana
que al dar las dos en punto dos
se metia a la caja del difuntooo
mi papa se fue a mexico
a ver lo que avia en mexico
y al ver lo que avia en mexico
daba vueltas daba vueltas en mexico
mi tia se fue ala chinana
a ver lo que avia en chinana
y al ver lo que avia en chinana
daba vueltas dava vueltas en la chinana

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3 LA VACA LOLA
La vaca Lola
La vaca Lola
Tiene cabeza y tiene cola
La vaca Lola
La vaca Lola
Tiene cabeza y tiene cola
Y hace muuu
La vaca Lola
La vaca Lola
Tiene cabeza y tiene cola
La vaca Lola
La vaca Lola
Tiene cabeza y tiene cola
Y hace muuu
La vaca Lola
La vaca Lola
Tiene cabeza y tiene cola
La vaca Lola
La vaca Lola
Tiene cabeza y tiene cola
Y hace muuu
La vaca Lola
La vaca Lola
Tiene cabeza y tiene cola
La vaca Lola
La vaca Lola
Tiene cabeza y tiene cola
Y hace muuu

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Buenos días
canto yo
el sol dice hola
la luna dice adiós
Buenos días
canto yo
el gallo cantó
es mi despertador
Bueno días
canto yo
hay que levantarse
el día ya empezó
Buenos días
canto yo
si cantas con ganas
será un día mejor
Buenos días
canto yo
cantar es lo mejor

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Cinco lobitos
tiene la loba,
cinco lobitos,
detrás de la escoba.
Cinco lobitos,
cinco parió,
cinco críó,
y a los cinco,
a los cinco
tetita les dió.

Cucú, cucú, cantaba la rana,


Cucú, cucú, debajo del agua
y pasó un caballero,
con capa y sombrero,
y pasó un caballero,
con capa y sombrero,
Cucú, cucú, cantaba la rana,
Cucú, cucú, debajo del agua.
25
y pasó una señora,
con traje de cola
y pasó una señora,
con traje de cola.
Cucú, cucú, cantaba la rana,
Cucú, cucú, debajo del agua.
y pasó un marinero
bailando con Cleo.
y pasó un marinero
bailando con Cleo.
Cucú, cucú, cantaba la rana,
Cucú, cucú, debajo del agua
y Cleo y Cuquín jugaban así
y Cleo y Cuquín jugaban así.
Cucú, cucú, cantaba la rana

26
Este es el baile del Cocodrilo
tienes que bailarlo bien despacito
este es el baile del Cocodrilo
tienes que mover la cola hasta el piso.
Este es el baile del Cocodrilo
tienes que bailarlo bien despacito
este es el baile del Cocodrilo
tienes que mover la cola hasta el piso.
Moviendo la cola (para arriba)
moviendo la cola (para abajo)
moviendo la cola (hasta el piso)
este es el baile del Cocodrilo.
Moviendo la cola (para arriba)
moviendo la cola (para abajo)
moviendo la cola (hasta el piso)
este es el baile del Cocodrilo.

27
El perro Bobby se molestó, porque le pisé la cola y le dolió
A la guau, guau, guau, a la guau, guau, guau
Porque le pise la cola y le dolió.
El gato Félix se molestó, porque le pisé la cola y le dolió
A la miau, miau, miau, a la miau, miau, miau
Porque le pise la cola y le dolió.
La vaca Flora se molestó, porque le pisé la cola y le dolió
A la muu, muu, muu, a la muu, muu, muu
Porque le pise la cola y le dolió.
El pato Donald se molestó, porque le pisé la cola y le dolió
A la cua, cua, cua, a la cua, cua, cua
Porque le pise la cola y le dolió.
El cerdo Porky se molestó, porque le pisé la cola y le dolió
A la oing, oing, oing, a la oing, oing, oing
Porque le pise la cola y le dolió.

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9 EL UNO ES UN SOLDADO
El uno es un soldado haciendo la instrucción.
El dos es un patito que está tomando el sol.
El tres es una serpiente que no para de bailar.
El cuatro una sillita que invita a descansar.
El cinco tiene orejas parece un conejito.
El seis es una pera redonda y con rabito.
El siete es un señor con gorro y bastón.
Y el ocho son las gafas que usa Don Ramón.
El nueve es un globito atado a un cordel.
Y el diez es un tiovivo para pasarlo ¡¡¡ bien !!!

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10 HOLA DON PEPITO
Eran dos tipos requete finos
eran dos tipos medios chiflaos
eran dos tipos casi divinos
eran dos tipos desbarataos
Si se encontraban en una esquina
o se encontraban en el café
siempre se oía con voz muy fina
el saludito de don José
Hola Don Pepito, hola Don José
paso usted ya por casa,
por su casa yo pasé
Vio usted a mi abuela,
a su abuela yo la vi
adiós Don Pepito, adiós Don José
Hola Don Pepito, hola Don José
pasó usted ya por casa,
por su casa yo pasé
Vio usted a mi abuela,
a su abuela yo la vi
adiós Don Pepito, adiós Don José

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11 LA GALLINA TURULECA
Yo conozco una vecina
que ha comprado una gallina
que parece una sardina enlatada.
Tiene las patas de alambre
porque pasa mucha hambre
y la pobre está todita desplumada.
Pone huevos en la sala
y también en la cocina
pero nunca los pone en el corral.
La Gallina!! Turuleca!!
es un caso singular.
La Gallina!! Turuleca!!
está loca de verdad.
La Gallina Turuleca
ha puesto un huevo, ha puesto dos, ha puesto tres.
La Gallina Turuleca
ha puesto cuatro, ha puesto cinco, ha puesto seis.
La Gallina Turuleca
ha puesto siete, ha puesto ocho, ha puesto nueve.
Dónde está esa gallinita,
déjala a la pobrecita, déjala que ponga diez.

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12 LA NIÑA BONITA
Niña bonita,
flor de canela,
tan bonita
como su abuela.
Niña bonita,
flor de manzana,
la cara bonita,
las zancas de rana.
Niña bonita,
flor de alhelí,
la cara bonita
y no tiene pipí.

32
Estos son los números que vamos a aprender
tenemos que estudiarlos al derecho y al revés
Estos son los números que vamos a aprender
tenemos que estudiarlos al derecho y al revés
El uno es como un palito
El dos es como un patito
El tres la e al revés
El cuatro la silla es
El cinco la boca del sapo
El seis la cola del gato
El siete que raro es
El ocho los lentes de andres
Casi me olvido del nueve y del diez
mama mia que dificil es.

33
14 PINOCHO FUE APESCAR
Pinocho fue a pescar
al río Guadalquivir,
se le cayó la caña
y pescó con la nariz.
Cuando llegó a su casa,
nadie lo conocía,
tenía la nariz
más grande que un tranvía.
Su madre toca el bombo,
su padre los platillos,
y al pobre de Pinocho
se le caen los calzoncillos.

34
15 TENGO, TENGO, TENGO
Tengo, tengo, tengo.
Tú no tienes nada.
Tengo tres ovejas
en una cabaña.
Una me da leche,
otra me da lana,
otra mantequilla
toda la semana.
Caballito blanco
llévame de aquí.
Llévame hasta el pueblo
donde yo nací.
Tengo, tengo, tengo.
Tú no tienes nada.
Tengo tres ovejas
en una cabaña.
Una me da leche,
otra me da lana,
otra mantequilla
toda la semana.
Caballito blanco
llévame de aquí.
Llévame hasta el pueblo
donde yo nací.

35
16 TENGO UNA MUÑECA DE VESTIDO AZUL
Tengo una muñeca vestida de azul
Zapaticos blancos delantal de tul
La lleve a paseo y se me constipo
La tengo en la cama con mucho dolor
Esta mañanita me dijo el doctor
que le dé jarabe con un tenedor
2 y 2 son 4
4 y 2 son 6
6 y 2 son 8
Y 8 dieciséis

17 ESTRELLITA
Estrellita, ¿dónde estás?
Quiero verte titilar
En el cielo sobre el mar,
Un diamante de verdad.
Estrellita, ¿dónde estás?
Me pregunto qué serás.
18 MARIPOSITA
Mariposita
está en la cocina
haciendo chocolate
para la madrina
Poti-poti
pata de palo
ojo de vidrio
y nariz de guacamayo yo

36
19 ARROZ CON LECHE
Arroz con leche,
me quiero casar
con una señorita de la capital
que sepa coser
que sepa bordar
que sepa abrir la puerta
para ir a pasear.

Con ésta sí.


con éste no,
con esta señorita
me caso yo.
Cásate conmigo
que yo te daré
zapatos y medias
color café.

37
20 AL PASAR LA BARCA

Al pasar la barca,
me dijo el barquero:
las niñas bonitas
no pagan dinero.

Al volver la barca
me volvió a decir:
las niñas bonitas
no pagan aquí.

Yo no soy bonita
ni lo quiero ser.
Las niñas bonitas
se echan a perder.

Como soy tan fea


yo lo pagaré.
Arriba la barca
de Santa Isabel

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21 CINCO RATONCITOS

Cinco ratoncitos de colita gris,


mueven las orejas, mueven la nariz,
abren los ojitos, comen sin cesar,
por si viene el gato, que los comerá,
comen un quesito, y a su casa van,
cerrando la puerta, a dormir se van.

22 DEBAJO DE UN BOTON

Debajo de un botón, ton, ton,


Que encontró Martín, tín, tín,
había un ratón, ton, ton
ay que chiquitín, tin, tin,
ay que chiquitín, tin, tin,
era aquel ratón, ton, ton,
que encontró Martín, tin, tin,
debajo de un botón, ton, ton.

23 EL GALLITO

Hay tres noches que no duermo, la, la, la,


al pensar en mi gallito, la, la,
pobrecito, la, la, se ha perdido, la, la,
y no sé donde estará.
Tiene las plumas de oro, la, la,
y la cresta colorada, la, la,
mueve el ala, la, la, abre el pico, la, la,
y no sé donde estará.

39
24 ELEFANTES

Un elefante se balanceaba en la tela de una araña,


y como veía que no se caía fue a avisar a a otro elefante..

dos elefantes se balanceaban en la tela de una araña,


y como veían que no se caían fueron a avisar a a otro elefante..

tres elefantes se balanceaban en la tela de una araña,


como veían que no se caían fueron a avisar a a otro elefante,

Cuatro elefantes se balanceaban......

25 MI CUERPO

Esta es mi cabeza,
este es mi cuerpo,
estos son mis manos
y estos son mis pies.
Estos son mis ojos,
esta mi nariz,
esta es mi boca,
que canta plim, plim.
Estas orejitas sirven para oir,
y estas dos manitas para aplaudir

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1 CAPERUCITA ROJA

Érase una vez una niña que era muy querida por su abuelita, a la que visitaba con frecuencia
aunque vivía al otro lado del bosque. Su madre que sabía coser muy bien le había hecha una
bonita caperuza roja que la niña nunca se quitaba, por lo que todos la llamaban Caperucita
roja.

Una tarde la madre la mandó a casa de la abuelita que se encontraba muy enferma, para que
le llevara unos pasteles recién horneados, una cesta de pan y mantequilla.

– “Caperucita anda a ver cómo sigue tu abuelita y llévale esta cesta que le he preparado”, –
le dijo. Además le advirtió: –“No te apartes del camino ni hables con extraños, que puede ser
peligroso”.

Caperucita que siempre era obediente asintió y le contestó a su mamá: – “No te preocupes
que tendré cuidado”. Tomó la cesta, se despidió cariñosamente y emprendió el camino hacia
casa de su abuelita, cantando y bailando como acostumbraba.

No había llegado demasiado lejos cuando se encontró con un lobo que le preguntó: –
“Caperucita, caperucita ¿a dónde vas con tantas prisas?”

Caperucita lo miró y pensó en lo que le había pedido su mamá antes de salir, pero como no
sintió temor alguno le contestó sin recelo. – “A casa de mi abuelita, que está muy enfermita”.

A lo que el lobo replicó: – “¿Y dónde vive tu abuelita?”.

– “Más allá de donde termina el bosque, en un claro rodeado de grandes robles”. – Respondió
Caperucita sin sospechar que ya el lobo se deleitaba pensando en lo bien que sabría.

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El lobo que ya había decidido comerse a Caperucita, pensó que era mejor si primero tomaba
a la abuelita como aperitivo. – “No debe estar tan jugosa y tierna, pero igual servirá”, – se
dijo mientras ideaba un plan.

Mientras acompañaba a esta por el camino, astutamente le sugirió: – “¿Sabes qué haría
realmente feliz a tu abuelita? Si les llevas algunas de las flores que crecen en el bosque”.

Caperucita también pensó que era una buena idea, pero recordó nuevamente las palabras de
su mamá. – “Es que mi mamá me dijo que no me apartara del camino”. A lo que el lobo le
contestó: – “¿Ves ese camino que está a lo lejos? Es un atajo con el que llegarás más rápido
a casa de tu abuelita”.

Sin imaginar que el lobo la había engañado, esta aceptó y se despidió de él. El lobo sin perder
tiempo alguno se dirigió a la casa de la abuela, a la que engañó haciéndole creer que era su
nieta Caperucita. Luego de devorar a la abuela se puso su gorro, su camisón y se metió en la
cama a esperar a que llegase el plato principal de su comida.

A los pocos minutos llegó Caperucita roja, quien alegremente llamó a la puerta y al ver que
nadie respondía entró. La niña se acercó lentamente a la cama, donde se encontraba tumbada
su abuelita con un aspecto irreconocible.

– “Abuelita, que ojos más grandes tienes”, – dijo con extrañeza.

– “Son para verte mejor”, – dijo el lobo imitando con mucho esfuerzo la voz de la abuelita.

– “Abuelita, pero que orejas tan grandes tienes” – dijo Caperucita aún sin entender por qué
su abuela lucía tan cambiada.

– “Son para oírte mejor”, – volvió a decir el lobo.

– “Y que boca tan grande tienes”.

– “Para comerte mejooooooooor”, – chilló el lobo que diciendo esto se abalanzó sobre
Caperucita, a quien se comió de un solo bocado, igual que había, hecho antes con la abuelita.

En el momento en que esto sucedía pasaba un cazador cerca de allí que oyó lo que parecía
ser el grito de una niña pequeña. Le tomó algunos minutos llegar hasta la cabaña, en la que
para su sorpresa encontró al lobo durmiendo una siesta, con la panza enorme de lo harto que
estaba.

42
El cazador dudó si disparar al malvado lobo con su escopeta, pero luego pensó que era mejor
usar su cuchillo de caza y abrir su panza, para ver a quién se había comido el bribón. Y así
fue como con tan solo dos cortes logró sacar a Caperucita y a su abuelita, quienes aún estaban
vivas en el interior del lobo.

Entre todos decidieron darle un escarmiento al lobo, por lo que le llenaron la barriga de
piedras y luego la volvieron a coser. Al despertarse este sintió una terrible sed y lo que pensó
que había sido una mala digestión. Con mucho trabajo llegó al arroyo más cercano y cuando
se acercó a la orilla, se tambaleó y cayó al agua, donde se ahogó por el peso de las piedras.

Caperucita roja aprendió la lección y pidió perdón a su madre por desobedecerla. En lo


adelante nunca más volvería a conversar con extraños o a entretenerse en el bosque.

Hace mucho tiempo, existió un rey que gustaba de dar largos paseos por el bosque. Un buen
día, y cansado de tanto cabalgar, el monarca llegó a una humilde casita entre los árboles. En
aquel lugar, vivía un agricultor con su hija joven, la cual rápidamente se ganó la admiración
del rey por su belleza.

“Mi hija no solo es bella, sino que también tiene un don especial” – alardeaba el campesino.
Cuando el rey le preguntó de qué se trataba, el anciano respondió que la muchacha era capaz
de convertir en oro la paja seca con el uso de una rueca. “Genial, la llevaré conmigo al
palacio” – gritó entonces el rey.

Al llegar al enorme castillo, el monarca condujo a la joven doncella hacia una habitación
donde se encontraba una rueca rodeada de paja. “A la mañana siguiente vendré a ver si es
verdad que puedes convertir todo esto en oro. Si me engañas, tú y tu padre sufrirán las
consecuencias por haberme mentido”.

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Al no saber qué hacer, la pobre muchacha se desplomó en el suelo y se puso a llorar hasta la
llegada de la noche. Entonces, cuando dieron exactamente las doce en el reloj, apareció por
una de las ventanas, un enano narizón que prometió ayudarla.

“Si me regalas tu collar, convertiré toda esta paja en oro” – dijo el enano con una voz suave,
y sin pensarlo dos veces, la hermosa joven le entregó su collar a la criatura, y esta se dispuso
a hilar la rueca con toda la paja de la habitación. A la mañana siguiente, el rey abrió la puerta
y quedó boquiabierto de ver que, efectivamente, toda la paja había sido convertida en oro.

Cegado por su ambición, el rey tomó a la muchacha por las manos y la llevó hacia otra
habitación mucho más grande que la anterior. Enormes bultos de paja se extendían hasta el
techo. “Ahora debes hacer lo mismo en esta habitación. Si no lo haces, verás las
consecuencias de tu engaño”, le dijo el monarca antes de cerrar la puerta.

La suerte de la muchacha no había cambiado, y tan nerviosa se puso que se tumbó en el suelo
a llorar desconsoladamente. A las doce en punto de la noche, apareció nuevamente el enano
narizón que la había ayudado. “Si me das esa sortija que brilla en tus dedos, te ayudaré a
convertir toda esta paja en oro”, le dijo la criatura a la muchacha, y esta no dudo un segundo
en cumplir su parte del trato.

Para sorpresa del rey, cuando regresó a la mañana siguiente, la habitación se encontraba
repleta de hilos de oro, y fue tanta su avaricia, que decidió casarse entonces con la pobre
muchacha, pero a cambio debía repetir el acto mágico una vez más.

Tan triste se puso aquella joven, que no tuvo más remedio que echarse a llorar durante toda
la noche. Como era costumbre, el enano narizón apareció entonces a las doce de la noche y
acercándose lentamente a la muchacha le dijo: “No llores más, hermosa. Te ayudaré con el
rey, pero deberás entregarme algo a cambio”.

“No tengo más joyas que darte”, exclamó la muchacha con pesadumbre, pero el enano le
pidió entonces una cosa mucho más importante: “Cuando nazca tu primer hijo, deberás
entregármelo sin dudar. ¿Aceptas?”. La princesa no tuvo que pensarlo mucho, y tal como
había prometido el enano, convirtió toda la paja de la habitación en oro usando la rueca.

En las primeras horas de la mañana siguiente, el rey apareció como de costumbre, y al ver
que era más rico aún gracias a la muchacha, ordenó a sus súbditos que preparan un banquete
de bodas gigante para casarse de inmediato.

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Al cabo de un año, el rey y la nueva reina tuvieron su primer hijo, y aunque la muchacha
había olvidado por completo la promesa del enano narizón, este apareció una buena noche
en la ventana de su alcoba. “He venido a llevarme lo prometido. Entrégame a tu hijo como
acordamos”, susurró el enano entre risas. “Por favor, criatura. No te lleves lo que más amo
en este mundo”, suplicó la reina arrodillada, “te daré todo lo que desees, montañas de oro,
mares de plata, todo porque dejes a mi hijo en paz”.

Pero el enano no se dejó convencer, y tanta fue la insistencia de la muchacha que finalmente,
la criatura le dijo: “Sólo hay un modo de que puedas romper la promesa, y es el siguiente:
dentro de tres noches vendré nuevamente a buscarte, si para ese entonces adivinas mi nombre,
te dejaré en paz”. Y dicho aquello se desapareció al instante.

La reina, decidió entonces averiguar por todos los medios el nombre de aquella criatura, por
lo que mandó a sus guardias a todos los rincones del mundo y les ordenó que no volvieran si
no traían una respuesta. Tras dos días y dos noches, apareció uno de los guardias, contando
la historia de un enano que había visto caminando por el bosque, mientras cantaba lo
siguiente:

“Soy un duende maldito,

Inteligente como yo, nunca encontrarán

Mañana me llevaré al niño

Y el nombre de Rumpelstiltskin, jamás adivinarán”

Así pudo saber la reina el nombre del enano narizón, y cuando se apareció en la noche le
dijo: “Tu nombre es Rumpelstiltskin”. Entre gritos y lamentos, el enano comenzó a dar saltos
enfurecidos por toda la habitación, y tanto fue su enfado, que saltando y saltando llegó al
borde del balcón y se cayó en el foso del castillo, quedando atrapado allí para siempre.

Hace muchos años, en un pequeño pueblo, existían cinco niños muy amigos que cada tarde
salían a jugar al bosque. Los pequeños correteaban por la yerba, saltaban a los árboles y se
bañaban en los ríos con gran felicidad. En realidad, eran muy unidos y les gustaba sentirse
en compañía de los animales y el calor que les brindaba el Sol. Sin embargo, cierta tarde, los
niños se alejaron del bosque y fueron a dar con un inmenso castillo resguardado por unos
altos muros.

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Sin poder contener la curiosidad, treparon los muros y se adentraron en el jardín del castillo,
y después de varias horas de juego, sintieron una voz terrible que provenía de adentro. “¿Qué
hacen en mi castillo? ¡Fuera de aquí!”.

Asaltados por el miedo, los cinco niños se quedaron inmóviles mirando hacia todas partes,
pero en seguida se asomó ante sus ojos un gigante egoísta horroroso con los ojos amarillos.
“Este es mi castillo, rufianes. No quiero que nadie ande merodeando. Largo de aquí y no se
atrevan a regresar. ¡Fuera!”. Sin pensarlo dos veces, los niños salieron disparados a toda
velocidad de aquel lugar hasta perderse en la lejanía.

Para asegurarse de que ningún otro intruso penetraría en el castillo, el gigante reforzó los
muros con plantas repletas de espinas y gruesas cadenas que apenas dejaban mirar hacia el
interior. Además, en la puerta principal, el gigante egoísta y malhumorado colocó un cartel
enorme donde se leía: “¡No entrar!”.

A pesar de todas estas medidas, los niños no se dieron por vencidos, y cada mañana se
acercaban sigilosos a los alrededores del castillo para contemplar al gigante. Allí se quedaban
por un largo rato hasta que luego regresaban con tristeza a casa. Tiempo después, tras la
primavera, arribó el verano, luego el otoño, y finalmente el invierno. En pocos días, la nieve
cubrió el castillo del gigante y le aportó un aspecto sombrío y feo. Los fuertes vientos
arreciaban en las ventanas y las puertas, y el gigante permanecía sentado en su sillón
deseando que regresara nuevamente la primavera.

Al cabo de los meses, el frío por fin se despidió y dio paso a la primavera. El bosque gozó
nuevamente de un verde brillante muy hermoso, el Sol penetró en la tierra y los animales
abandonaron sus guaridas para poblar y llenar de vida la región. Sin embargo, eso no sucedió
en el castillo del gigante egoísta. Allí la nieve aún permanecía reinando, y los árboles apenas
habían asomado sus ramas verdosas.

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“¡Qué desdicha!” – Se lamentaba el gigante – “Todos pueden disfrutar de la primavera menos
yo, y ahora mi jardín es un espacio vacío y triste”.

Afligido por su suerte, este se tumbó en su lecho y allí hubiese quedado para siempre sino
fuese porque un buen día oyó con gran sorpresa el cantar de un sinsonte en la ventana.
Asombrado y sin poder creerlo aún, el gigante se asomó y esbozó una sonrisa en sus labios.
Su jardín había recuperado la alegría, y ahora, no sólo los árboles ofrecían unas ramas verdes
y hermosas, sino que las flores también habían decidido crecer, y para su sorpresa, los niños
también se encontraban en aquel lugar jugando y correteando de un lado hacia el otro.

“¿Cómo pude ser tan egoísta? Los niños me han traído la primavera y ahora me siento más
feliz” – así gritaba el gigante mientras descendía las escaleras para salir al jardín. Al llegar al
lugar, descubrió que los pequeñines trepaban a los árboles y se divertían alegremente. Todos
menos uno, que por ser el más chico no podía trepar a ningún árbol.

Compadecido con aquel niño, el gigante egoísta decidió ayudarlo y tendió su mano para que
este pudiera subir al árbol. Entonces, la enorme criatura eliminó las plantas con espinas que
había colocado en su muro y también las cadenas que impedían el paso hacia su castillo.

Sin embargo, cuando los niños le vieron sintieron miedo de que el gigante egoísta les
expulsará del lugar, y sin perder tiempo se apresuraron a marcharse del castillo, pero el niño
más pequeño quedó entonces atrapado en el árbol sin poder descender. Para su sorpresa, las
flores se marchitaron, la yerba se tornó gris y los árboles comenzaron a llenarse de nieve.

Con gran tristeza, el gigante le pidió al chico que no llorara, y en cambio le dijo que podía
quedarse y jugar en su jardín todo el tiempo que quisiera. Entonces, los demás niños que
permanecían escondidos desde fuera del muro, comprendieron que este no era malo, y que
por fin podían estar en el jardín sin temor a ser expulsados.

Desde ese entonces, cada año cuando la primavera arriba al bosque, los niños se apresuran
hacia el castillo del gigante para llenar de vida su jardín y sus flores.

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4 EL ELEFANTE Y EL RATÒN

Un día como tantos en el patio, un gran elefante dormía la siesta. Unos ratoncitos jugaban a
las escondidas a su alrededor, y a uno de ellos, que siempre perdía porque sus amigos lo
encontraban enseguida, se le ocurrió esconderse en las orejas del elefante. Se dijo:

-A nadie se le ocurrirá buscarme allí, ¡por fin ganaré!

Entonces se escondió, pero sus movimientos despertaron al elefante, que muy molesto pues
habían perturbado su sueño, pisó la cola del ratoncito con su enorme pata y le dijo:

-¿Qué haces ratón impertinente? Te voy a aplastar con mi enorme pata para que aprendas a
no molestarme mientras duermo.

El ratoncito, asustado, le suplicó llorando:

-Por favor elefante, no me pises. Si me perdonas la vida yo te deberé un favor.

El elefante soltó una carcajada y le respondió:

-Te soltaré solo porque me das lástima, pero no para que me debas un favor. ¿Qué podría
hacer un insignificante ratón por mí?

Entonces el elefante soltó al ratón. Sucedió que semanas más tarde, mientras el ratoncito
jugaba con sus amigos, se encontró con el elefante atrapado bajo las redes de un cazador.
Estaba muy débil porque había luchado mucho para liberarse, y ya no tenía fuerzas para nada
más. El ratoncito se puso a roer las cuerdas y después de un rato, logró liberarlo. El elefante
le quedó sinceramente agradecido, y nunca más volvió a juzgar a nadie por las apariencias.

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5 LA GALLINA CON LOS HUEVOS DE ORO
Un granjero y su esposa compraron una gallina gorda en el mercado del pueblo y la
dejaron en el gallinero, junto con las demás gallinas. Al día siguiente, cuando fueron al
gallinero a recoger los huevos, ¡no salían de su asombro al ver que la gallina gorda había
puesto un huevo de oro! La escena se repitió por varios días: el granjero y su esposa
iban al gallinero a recoger los huevos, y la gallina gorda había puesto un huevo de oro.

La pareja entonces ideó un plan: pensaron que si mataban a la gallina y le abrían la


barriga, iban a poder sacar todos los huevos de oro juntos, sin tener que esperar a que
pusiera uno por día. Pero se llevaron la peor sorpresas de sus vidas cuando abrieron la
panza de la pobre gallina y la encontraron vacía. El granjero y su esposa se
arrepintieron por el resto de sus vidas por haber matado a la gallina de los huevos de
oro.

6 LA LEONA
Los cazadores, armados de lanzas y de agudos venablos, se acercaban
silenciosamente.
La leona, que estaba amamantando a sus hijitos, sintió el olor y advirtió en seguida el
peligro.
Pero ya era demasiado tarde: los cazadores estaban ante ella, dispuestos a herirla.
A la vista de aquellas armas, la leona, aterrada, quiso escapar. Y de repente pensó
que sus hijitos quedarían entonces a merced de los cazadores. Decidida a todo por

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defenderlos, bajó la mirada para no ver las amenazadoras puntas de aquellos hierros
y, dando un salto desesperado, se lanzó sobre ellos, poniéndolos en fuga.
Su extraordinario coraje la salvó a ella y salvó a sus pequeñuelos. Porque nada hay
imposible cuando el amor guía las acciones.

Hace mucho mucho tiempo, un niño paseaba por un prado en cuyo centro encontró un árbol

con un cartel que decía: soy un árbol encantado, si dices las palabras mágicas, lo verás.

El niño trató de acertar el hechizo, y probó

con abracadabra, supercalifragilisticoespialidoso, tan-ta-ta-chán, y muchas otras, pero nada.

Rendido, se tiró suplicante, diciendo: "¡¡por favor, arbolito!!", y entonces, se abrió una gran

puerta en el árbol. Todo estaba oscuro, menos un cartel que decía: "sigue haciendo magia".

Entonces el niño dijo "¡¡Gracias, arbolito!!", y se encendió dentro del árbol una luz que

alumbraba un camino hacia una gran montaña de juguetes y chocolate.

El niño pudo llevar a todos sus amigos a aquel árbol y tener la mejor fiesta del mundo, y por

eso se dice siempre que "por favor" y "gracias", son las palabras mágicas

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Hubo una vez una princesa increíblemente rica, bella y sabia. Cansada de pretendientes falsos

que se acercaban a ella para conseguir sus riquezas, hizo publicar que se casaría con quien le

llevase el regalo más valioso, tierno y sincero a la vez. El palacio se llenó de flores y regalos

de todos los tipos y colores, de cartas de amor incomparables y de poetas enamorados. Y

entre todos aquellos regalos magníficos, descubrió una piedra; una simple y sucia piedra.

Intrigada, hizo llamar a quien se la había regalado. A pesar de su curiosidad, mostró estar

muy ofendida cuando apareció el joven, y este se explicó diciendo: - Esa piedra representa

lo más valioso que os puedo regalar, princesa: es mi corazón. Y también es sincera, porque

aún no es vuestro y es duro como una piedra. Sólo cuando se llene de amor se ablandará y

será más tierno que ningún otro. El joven se marchó tranquilamente, dejando a la princesa

sorprendida y atrapada. Quedó tan enamorada que llevaba consigo la piedra a todas partes, y

durante meses llenó al joven de regalos y atenciones, pero su corazón seguía siendo duro

como la piedra en sus manos. Desanimada, terminó por arrojar la piedra al fuego; al momento

vio cómo se deshacía la arena, y de aquella piedra tosca surgía una bella figura de oro.

Entonces comprendió que ella misma tendría que ser como el fuego, y transformar cuanto

tocaba separando lo inútil de lo importante.Durante los meses siguientes, la princesa se

propuso cambiar en el reino, y como con la piedra, dedicó su vida, su sabiduría y sus riquezas

a separar lo inútil de lo importante. Acabó con el lujo, las joyas y los excesos, y las gentes

del país tuvieron comida y libros. Cuantos trataban con la princesa salían encantados por su

carácter y cercanía, y su sola presencia transmitía tal calor humano y pasión por cuanto hacía,

que comenzaron a llamarla cariñosamente "La princesa de fuego”. Y como con la piedra, su

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fuego deshizo la dura corteza del corazón del joven, que tal y como había prometido, resultó

ser tan tierno y justo que hizo feliz a la princesa hasta el fin de sus días.

Había una vez un niño cuya mayor ilusión era tener un cohete y dispararlo hacia la luna, pero

tenía tan poco dinero que no podía comprar ninguno. Un día, junto a la acera descubrió la

caja de uno de sus cohetes favoritos, pero al abrirla descubrió que sólo contenía un pequeño

cohete de papel averiado, resultado de un error en la fábrica.

El niño se apenó mucho, pero pensando que por fin tenía un cohete, comenzó a preparar un

escenario para lanzarlo. Durante muchos días recogió papeles de todas las formas y colores,

y se dedicó con toda su alma a dibujar, recortar, pegar y colorear todas las estrellas y planetas

para crear un espacio de papel. Fue un trabajo dificilísimo, pero el resultado final fue tan

magnífico que la pared de su habitación parecía una ventana abierta al espacio sideral. Desde

entonces el niño disfrutaba cada día jugando con su cohete de papel, hasta que un compañero

visitó su habitación y al ver aquel espectacular escenario, le propuso cambiárselo por un

cohete auténtico que tenía en casa. Aquello casi le volvió loco de alegría, y aceptó el cambio

encantado.

Desde entonces, cada día, al jugar con su cohete nuevo, el niño echaba de menos su cohete

de papel, con su escenario y sus planetas, porque realmente disfrutaba mucho más jugando

con su viejo cohete. Entonces se dio cuenta de que se sentía mucho mejor cuando jugaba con

aquellos juguetes que él mismo había construido con esfuerzo e ilusión.

Y así, aquel niño empezó a construir él mismo todos sus juguetes, y cuando creció, se

convirtió en el mejor juguetero del mundo.


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Había una vez un elefante que quería ser fotógrafo. Sus amigos se reían cada vez que le oían

decir aquello:

- Qué tontería - decían unos- ¡no hay cámaras de fotos para elefantes!

- Qué pérdida de tiempo -decían los otros- si aquí no hay nada que fotografiar...

Pero el elefante seguía con su ilusión, y poco a poco fue reuniendo trastos y aparatos con los

que fabricar una gran cámara de fotos. Tuvo que hacerlo prácticamente todo: desde un botón

que se pulsara con la trompa, hasta un objetivo del tamaño del ojo de un elefante, y finalmente

un montón de hierros para poder colgarse la cámara sobre la cabeza.

Así que una vez acabada, pudo hacer sus primeras fotos, pero su cámara para elefantes era

tan grandota y extraña que parecería una gran y ridícula máscara, y muchos se reían tanto al

verle aparecer, que el elefante comenzó a pensar en abandonar su sueño.. Para más desgracia,

parecían tener razón los que decían que no había nada que fotografiar en aquel lugar...

Pero no fue así. Resultó que la pinta del elefante con su cámara era tan divertida, que nadie

podía dejar de reír al verle, y usando un montón de buen humor, el elefante consiguió

divertidísimas e increíbles fotos de todos los animales, siempre alegres y contentos, ¡incluso

del malhumorado rino!; de esta forma se convirtió en el fotógrafo oficial de la sabana, y de

todas partes acudían los animales para sacarse una sonriente foto para el pasaporte al zoo.

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11 LOS JUGETES ORDENADOS
Érase una vez un niño que cambió de casa y al llegar a su nueva habitación vio que estaba
llena de juguetes, cuentos, libros, lápices... todos perfectamente ordenados. Ese día jugó todo
lo que quiso, pero se acostó sin haberlos recogido.
Misteriosamente, a la mañana siguiente todos los juguetes aparecieron ordenados y en sus
sitios correspondientes. Estaba seguro de que nadie había entrado en su habitación, aunque
el niño no le dio importancia. Y ocurrió lo mismo ese día y al otro, pero al cuarto día, cuando
se disponía a coger el primer juguete, éste saltó de su alcance y dijo "¡No quiero jugar
contigo!". El niño creía estar alucinado, pero pasó lo mismo con cada juguete que intentó
tocar, hasta que finalmente uno de los juguetes, un viejo osito de peluche, dijo: "¿Por qué te
sorprende que no queramos jugar contigo? Siempre nos dejas muy lejos de nuestro sitio
especial, que es donde estamos más cómodos y más a gustito ¿sabes lo difícil que es para los
libros subir a las estanterías, o para los lápices saltar al bote? ¡Y no tienes ni idea de lo
incómodo y frío que es el suelo! No jugaremos contigo hasta que prometas dejarnos en
nuestras casitas antes de dormir"
El niño recordó lo a gustito que se estaba en su camita, y lo incómodo que había estado una
vez que se quedó dormido en una silla. Entonces se dio cuenta de lo mal que había tratado a
sus amigos los juguetes, así que les pidió perdón y desde aquel día siempre acostó a sus
juguetes en sus sitios favoritos antes de dormir.

12 LOS ULTIMOS DINOUSARIOS


En el cráter de un antiguo volcán, situado en lo alto del único monte de una región perdida
en las selvas tropicales, habitaba el último grupo de grandes dinosaurios feroces. Durante
miles y miles de años, sobrevivieron a los cambios de la tierra y ahora, liderados por el gran
Ferocitaurus, planeaban salir de su escondite para volver a dominarla. Ferocitaurus era un
temible tiranosaurus rex que había decidido que llevaban demasiado tiempo aislados, así que
durante algunos años se unieron para trabajar y derribar las paredes del gran cráter. Y cuando
lo consiguieron, todos prepararon cuidadosamente sus garras y sus dientes para volver a
atemorizar al mundo. Al abandonar su escondite de miles de años, todo les resultaba nuevo,
muy distintivo a lo que se habían acostumbrado en el cráter, pero siguieron con paso firme
durante días. Por fin, desde lo alto de unas montañas vieron un pequeño pueblo, con sus casas
y sus habitantes, que parecían pequeños puntitos. Sin haber visto antes a ningún humano, se
lanzaron feroces montaña abajo, dispuestos a arrasar con lo que se encontraran...Pero según
se acercaron al pueblecito, las casas se fueron haciendo más y más grandes, y más y más....
y cuando las alcanzaron, resultó que eran muchísimo más grandes que los propios

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dinosaurios, y un niño que pasaba por allí dijo: "¡papá, papá, he encontrado unos dinosaurios
en miniatura! ¿Puedo quedármelos?”. Así las cosas, el temible Ferocitaurus y sus amigos
terminaron siendo las mascotas de los niños del pueblo, y al comprobar que millones de años
de evolución en el cráter habían convertido a su especie en dinosaurios enanos, aprendieron
que nada dura para siempre, y que siempre hay estar dispuesto a adaptarse. Y eso sí, todos
demostraron ser unas excelentes y divertidas mascotas.

13 EL GRAN LIO DEL PULPO


Había una vez un pulpo tímido y silencioso, que casi siempre andaba solitario porque aunque
quería tener muchos amigos, era un poco vergonzoso. Un día, el pulpo estaba tratando de
atrapar una ostra muy escurridiza, y cuando quiso darse cuenta, se había hecho un enorme
lío con sus tentáculos, y no podía moverse. Trató de librarse con todas sus fuerzas, pero fue
imposible, así que tuvo que terminar pidiendo ayuda a los peces que pasaban, a pesar de la
enorme vergüenza que le daba que le vieran hecho un nudo. Muchos pasaron sin hacerle
caso, excepto unos peces muy gentiles y simpáticos que se ofreció para ayudarle a deshacer
todo aquel lío de tentáculos y ventosas. El pulpo se sintió aliviadísimo cuando se pudo soltar,
pero era tan tímido que no se atrevió a quedarse hablando con el pececillo para ser su amigo,
así que simplemente le dio las gracias y se alejó de allí rápidamente; y luego se pasó toda la
noche pensando que había perdido una estupenda oportunidad de haberse hecho amigo de
aquel pececillo tan amable. Un par de días después, estaba el pulpo descansando entre unas
rocas, cuando notó que todos nadaban apresurados. Miró un poco más lejos y vio un enorme
pez que había acudido a comer a aquella zona. Y ya iba corriendo a esconderse, cuando vio
que el horrible pez ¡estaba persiguiendo precisamente a los peces que le había ayudado! El
pececillo necesitaba ayuda urgente, pero el pez grande era tan peligroso que nadie se atrevía
a acercarse. Entonces el pulpo, recordando lo que el pececillo había hecho por él, sintió que
tenía que ayudarle como fuera, y sin pensarlo ni un momento, se lanzó como un rayo, se
plantó delante del gigantesco pez, y antes de que éste pudiera salir de su asombro, soltó el
chorro de tinta más grande de su vida, agarró al pececillo, y corrió a esconderse entre las
rocas. Todo pasó tan rápido, que el pez grande no tuvo tiempo de reaccionar, pero enseguida
se recuperó. Y ya se disponía a buscar al pulpo y al pez para zampárselos, cuando notó un
picor terrible en las agallas, primero, luego en las aletas, y finalmente en el resto del cuerpo:
y resultó que era un pez artista que adoraba los colores, y la oscura tinta del pulpo ¡¡le dio
una alergia terrible!!Así que el pez gigante se largó de allí envuelto en picores, y en cuanto
se fue, todos los peces acudieron a felicitar al pulpo por ser tan valiente. Entonces el pez les
contó que él había ayudado al pulpo unos días antes, pero que nunca había conocido a nadie
tan agradecido que llegara a hacer algo tan peligroso. Al oír esto, los demás peces del lugar
descubrieron lo genial que era aquel pulpito tímido, y no había habitante de aquellas rocas
que no quisiera ser amigo de un pulpo tan valiente y agradecido.

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Había una vez una aprendiz de hada madrina, mágica y maravillosa, la más lista y amable de

las hadas. Pero era también una hada muy fea, y por mucho que se esforzaba en mostrar sus

muchas cualidades, parecía que todos estaban empeñados en que lo más importante de una

hada tenía que ser su belleza. En la escuela de hadas no le hacían caso, y cada vez que volaba

a una misión para ayudar a un niño o cualquier otra persona en apuros, antes de poder abrir

la boca, ya la estaban chillando y gritando:- ¡fea! ¡Bicho!, ¡lárgate de aquí! Aunque pequeña,

su magia era muy poderosa, Y más de una vez había pensado hacer un encantamiento para

volverse bella; pero luego pensaba en lo que le contaba su mamá de pequeña:

- tu eres como eres, con cada uno de tus granos y tus arrugas; y seguro que es así por alguna

razón especial... Pero un día, las brujas del país vecino arrasaron el país, haciendo prisioneras

a todas las hadas y magos. Nuestra hada, poco antes de ser atacada, hechizó sus propios

vestidos, y ayudada por su fea cara, se hizo pasar por bruja. Así, pudo seguirlas hasta su

guarida, y una vez allí, con su magia preparó una gran fiesta para todas, adornando la cueva

con murciélagos, sapos y arañas, y música de lobos aullando. Durante la fiesta, corrió a

liberar a todas las hadas y magos, que con un gran hechizo consiguieron encerrar a todas las

brujas en la montaña durante los siguientes 100 años. Y durante esos 100 años, y muchos

más, todos recordaron la valentía y la inteligencia del hada fea. Nunca más se volvió a

considerar en aquel país la fealdad una desgracia, y cada vez que nacía alguien feo, todos se

llenaban de alegría sabiendo que tendría grandes cosas por hacer.

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15 EL PINGÜINO Y EL CANGURO
Había una vez un canguro que era un auténtico campeón de las carreras, pero al que el éxito
había vuelto vanidoso, burlón y antipático. La principal víctima de sus burlas era un pequeño
pingüino, al que su andar lento y torpón impedía siquiera acabar las carreras. Un día el zorro,
el encargado de organizarlas, publicó en todas partes que su favorito para la siguiente carrera
era el pobre pingüino. Todos pensaban que era una broma, pero aun así el vanidoso canguro
se enfadó muchísimo, y sus burlas contra el pingüino se intensificaron. Este no quería
participar, pero era costumbre que todos lo hicieran, así que el día de la carrera se unió al
grupo que siguió al zorro hasta el lugar de inicio. El zorro los guío montaña arriba durante
un buen rato, siempre con las mofas sobre el pingüino, sobre que si bajaría rondando o
resbalando sobre su barriga... Pero cuando llegaron a la cima, todos callaron. La cima de la
montaña era un cráter que había rellenado un gran lago. Entonces el zorro dio la señal de
salida diciendo: "La carrera es cruzar hasta el otro lado". El pingüino, emocionado, corrió
torpemente a la orilla, pero una vez en el agua, su velocidad era insuperable, y ganó con una
gran diferencia, mientras el canguro apenas consiguió llegar a la otra orilla, lloroso,
humillado y medio ahogado. Y aunque parecía que el pingüino le esperaba para devolverle
las burlas, este había aprendido de su sufrimiento, y en lugar de devolvérselas, se ofreció a
enseñarle a nadar. Aquel día todos se divirtieron de lo lindo jugando en el lago. Pero el que
más lo hizo fue el zorro, que con su ingenio había conseguido bajarle los humos al vanidoso
canguro.

16 UNA PAZ CASI IMPOSIBLE


Gigantes y dragones eran enemigos desde siempre. Pero habían aprendido mucho. Ya no eran

tan tontos de montar guerras con terribles batallas en las que morían miles de ellos. Ahora lo

arreglaban cada año jugando partidas de bolos. Un gigante contra un dragón. Quien perdía

se convertía en esclavo del ganador. Si un dragón ganaba tendría un musculoso gigante para

todas las tareas pesadas. Si lo hacía el gigante, tendría vuelos y fuego gratis para todo un

año.Así habían evitado las muertes, pero cada vez se odiaban más. Cada año los ganadores

eran más crueles con los perdedores, para vengarse por las veces que habían perdido. Llegó

un momento en que ya no querían ganar su partida de bolos. Lo que querían era no perderla.

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Y el que más miedo tenía era el gigante Yonk, el mejor jugador de bolos. Nunca había

perdido. Muchos dragones habían sido sus esclavos, y se morían de ganas por verle perder y

poder vengarse. Por eso Yonk tenía tanto miedo de perder. Especialmente desde la partida

del último año, cuando falló la primera tirada de su vida. Y decidió cambiar algo. Al año

siguiente volvió a ganar. Cuando llegó a su casa con su dragón esclavo este esperaba el peor

de los tratos, pero Yonk le hizo una propuesta muy diferente.- Este año no serás mi esclavo.

Solo jugaremos a los bolos y te enseñaré todos mis secretos. Pero debes prometerme una

cosa: cuando ganes tú partida el año que viene, no maltratarás a tu gigante. Harás lo mismo

que estoy haciendo yo contigo. El dragón aceptó encantado. Yonk cumplió su promesa: pasó

el año sin volar ni calentarse. También cumplió el dragón, y desde entonces ambos hicieron

lo mismo cada año. La idea de Yonk se extendió tanto que en unos pocos años ya eran muchos

los gigantes y dragones que se pasaban el día jugando a los bolos, olvidándose de las luchas

y los malos tratos, tratándose más como compañeros de juegos que como enemigos. Mucho

tiempo después Yonk perdió su primera partida. Pero para entonces ya no tenía miedo de

perder, porque había sido él quien, renunciando a esclavizar a sus dragones, había terminado

con su odio, sembrando la primera semilla de aquella paz casi imposible entre gigantes y

dragones.

17 LOS LIBROS LARGOS

Los peque libros estaban tristes. Esta vez los grandes y famosos libros no solo se habían reído

de ellos, los había echado.- Pero si casi no se os puede llamar libros. Apenas tenéis letras y

sois todos dibujos - había dicho un libro de montones y montones de páginas de letra

diminuta.- No dejaremos que os coloquen a nuestro lado en la librería. ¡Sois libros de

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mentira! -dijo otro, muy serio y elegante. Pobres peque libros: ni siquiera les dejaron un

rinconcito en las librerías, ni en las bibliotecas. Acabaron amontonados en desvanes y

almacenes. Los grandes libros estaban contentísimos. En las librerías ya solo entraba gente

adulta e inteligente porque ya no había allí nada que atrajera a los revoltosos niños. Estos se

quedaban en la puerta, así que los libros ya no tenían miedo de que los agarraran sin cuidado

o les arrancaran y ensuciaran las hojas. Pasaron los años, y todos aquellos niños que no

habían entrado en una biblioteca se hicieron adultos. - Ahora ya pueden entrar a conocernos

y admirar nuestra sabiduría- pensaron los grandes libros. Pero no. Esos adultos que habían

crecido sin peque libros no tenían ningún interés en los grandes libros. ¡Eran demasiado

largos! ¿Cómo iban a leer tantas páginas de golpe, si nunca habían leído nada? Los grandes

libros estaban desesperados. Las librerías cerraban, las bibliotecas parecían abandonadas

¡nadie leía! Se reunieron todos, leyeron y leyeron millones de sus propias páginas y

descubrieron que aquello solo tenía una solución: tendrían que pedir perdón a los peque

libros, hacerles volver y colocarlos en los mejores estantes. Así consiguieron salvarse,

haciendo leer a los niños poquito a poco, para que crecieran como adultos que amasen los

grandes libros. Y para que nadie olvidase lo que había estado a punto de ocurrir, escribieron

la historia en este peque libro, y se lo regalan a todos los que miran a los libros con pocas

palabras y llenos de dibujos como si no fueran libros.

Cuenta una antigua leyenda que en una época de gran calor la gran montaña nevada perdió

su manto de nieve, y con él toda su alegría. Sus riachuelos se secaban, sus pinos se morían, y

la montaña se cubrió de una triste roca gris. La Luna, entonces siempre llena y brillante, quiso

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ayudar a su buena amiga. Y como tenía mucho corazón pero muy poco cerebro, no se le

ocurrió otra cosa que hacer un agujero en su base y soplar suave, para que una pequeña parte

del mágico polvo blanco que le daba su brillo cayera sobre la montaña en forma de nieve

suave. Una vez abierto, nadie alcanzaba a tapar ese agujero. Pero a la Luna no le importó.

Siguió soplando y, tras varias noches vaciándose, perdió todo su polvo blanco. Sin él estaba

tan vacía que parecía invisible, y las noches se volvieron completamente oscuras y tristes. La

montaña, apenada, quiso devolver la nieve a su amiga. Pero, como era imposible hacer que

nevase hacia arriba, se incendió por dentro hasta convertirse en un volcán. Su fuego

transformó la nieve en un denso humo blanco que subió hasta la luna, rellenándola un poquito

cada noche, hasta que esta se volvió a ver completamente redonda y brillante. Pero cuando

la nieve se acabó, y con ella el humo, el agujero seguía abierto en la Luna, obligada de nuevo

a compartir su magia hasta vaciarse por completo. Viajaba con la esperanza de encontrar otra

montaña dispuesta a convertirse en volcán, cuando descubrió un pueblo que necesitaba

urgentemente su magia. No tuvo fuerzas para frenar su generoso corazón, y sopló sobre ellos,

llenándolos de felicidad hasta apagarse ella misma. Parecía que la Luna no volvería a brillar

pero, al igual que la montaña, el agradecido pueblo también encontró la forma de hacer nevar

hacia arriba. Igual que hicieron los siguientes, y los siguientes, y los siguientes… Y así, cada

mes, la Luna se reparte generosamente por el mundo hasta desaparecer, sabiendo que en unos

pocos días sus amigos hallarán la forma de volver a llenarla de luz.

Alguien estaba matando libros. Cada mañana aparecía un nuevo libro abierto en la

biblioteca, con todas sus hojas completamente en blanco. Nadie sospechaba que el asesino
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era el malvado Zepo Rete, quien por la noche vaciaba los libros con un aspirador de letras.

Luego las llevaba sigiloso hasta su guarida, donde con un increíble exprimidor de palabras

elaboraba una especie de zumo mágico. Y es que Zepo Rete siempre había sido muy malo,

pero también muy tonto, y cuando se enteró de que los libros hacían a las personas más

listas, decidió exprimirlos para bebérselos, y así volverse listo. Pero los libros no se beben,

ni se mastican, sino que necesitan ser leídos, y cuando Zepo Rete comenzó a beber sus

zumos de libro, se llenó de historias y palabras que necesitaban ser leídas. Y las palabras,

que sí son muy listas, descubrieron que solo podrían ser leídas si viajaban por el cuerpo

hasta llegar a la piel de Zepo Rete, que se convirtió en un inmenso tatuaje lleno de miles de

letras. Probó con cientos de jabones y lejías antes de descubrir que la única forma de

quitarse las letras era leyéndolas. Así que, aunque no quería leer ni una palabra, no le quedó

otro remedio, y leyó su propia piel durante semanas y semanas para librarse de todos

aquellos libros que había matado. Entonces, ¿así es como terminó el misterio del asesino de

libros? ¡Nada de eso! Aún hoy cada mañana sigue apareciendo un nuevo libro vacío en la

biblioteca, sin que nadie sepa cómo ni por qué.

¿Lo adivináis? Pues sí, sigue siendo Zepo Rete, que continúa aspirando sus letras y

bebiendo su zumo, pues ha descubierto que nada le gusta más que leer todos esos libros

sobre su piel. Y, como es verdad que se ha vuelto mucho más listo, sigue exprimiendo

libros cada noche sin que nadie le pille...

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Hubo una vez un troll malvado que tenía el sueño de ser el mayor artista del mundo, y planeó

robar su talento a pintores, escultores, músicos y poetas. Pero como no encontró la forma,

terminó por atrapar y encadenar en su cueva a un anciano mago, obligándolo a transformarle

en el mejor de los artistas. Convertido en el más magnífico dibujante, músico y escultor, el

troll solo necesitó crear una obra para ganar tal fama que comenzó a recorrer el mundo

recibiendo fiestas y homenajes. Tan entretenido estaba celebrando su fama, que olvidó su

sueño de ser artista y no volvió a crear nada. Sin embargo, años después, durante uno de sus

viajes, el troll se enamoró de tal forma que no dudó en crear nuevas obras para dedicárselas

a su amada. Pero cuando las mostró ante todos, eran tan mediocres y vulgares que hizo el

mayor de los ridículos, y la troll se sintió tan avergonzada que nunca más quiso saber de él.

El troll, enfurecido, volvió a la cueva para exigir al mago que le devolviera su talento

artístico. Pero, a pesar de sus intentos, el mago no consiguió nada. Su varita estaba tan

polvorienta y seca por falta de uso que apenas quedaba nada de su brillo mágico.

- Me temo que he perdido mi don para la magia, malvado troll. Y parece que tú has perdido

también tu don para las artes.- ¡Mentira! - rugió el troll mientras se ponía a dibujar-. Mira

este dibujo: es magnífico. Pero no lo era, y así se lo dijo el mago. Y volvió a decírselo cada

una de las miles de veces que el furioso troll le mostró un nuevo dibujo, su más reciente

escultura o su última melodía. Hasta que un día el anciano mago, sintiéndose ya muy débil,

suplicó al troll que lo liberase.- Si me liberas te devolveré tu arte- dijo. El troll sabía que ya

no quedaba nada de mágico en aquel hombre, y que no le devolvería nada, pero sintió lástima

y lo dejó libre. Entonces el anciano, sin decir nada, fue recorriendo la cueva con calma,
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recogiendo uno a uno los cientos de dibujos que cubrían el suelo. Luego, despacio y en

silencio, los fue colocando uno tras otro en la pared, justo en el orden en que el troll los había

pintado. Mientras lo hacía, el troll comenzó a maravillarse. Siguiendo los dibujos de lado a

lado pudo descubrir cómo unos dibujos torpes y vulgares se iban convirtiendo poco a poco

en cuadros decentes para terminar mostrando, en sus últimos trabajos, magníficas obras de

un arte insuperable. Contemplando el gran artista en que se había convertido, el troll rompió

a llorar de felicidad con tanta emoción y alegría, que todo él se convirtió en lágrimas de un

agua brillante y cristalina. Y deseando que todos pudieran disfrutar aquel arte logrado con

tanto esfuerzo, y sabiendo que si dejaba de usar su talento lo perdería, viajó por las cuevas y

ríos del mundo modelando las rocas y creando los paisajes más bellos que aún hoy se pueden

encontrar en todos los rincones de nuestra amada tierra.

Huno odiaba los libros y el mundo. Estaba enojado porque alguna vez le obligaron a leer, y

buscaba su venganza lleno de rabia. Por eso, cuando se enteró de que en una antigua

biblioteca se ocultaban los peores libros del mundo, decidió no parar hasta encontrarla.

Pensaba hacerse con el peor de todos, para obligar a leerlo a todos sus enemigos, y a todo el

mundo. Viajó por todas partes revisando libros y mapas, visitando antiguas ruinas, siguiendo

pistas mágicas y enigmas misteriosos. Escapó de ladrones de tumbas y contrabandistas,

encontró pergaminos perdidos, cruzó islas y volcanes hasta que, finalmente, descubrió la

antigua y abandonada biblioteca. Ninguno de los cientos de libros que encontró allí tenía

título. Tendría que empezar a leerlos para elegir el peor, y Huno abrió el primero. Era un

libro de aventuras. Como a Huno le gustaba todo lo que tuviera que ver con viajes y
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aventuras, leyó varias páginas seguidas. Para cuando se dio cuenta de que aquel no podía ser

el peor libro del mundo, estaba tan metido en la historia que ya no pudo dejar de leerlo. Al

día siguiente Huno tomó otro libro que atrapó su imaginación aún más que el anterior, tal y

como ocurrió también un día después. Y así, cada día, tomaba un libro con la esperanza de

encontrar el peor libro del mundo, pero terminaba leyendo un apasionante libro de aventuras

hasta bien entrada la noche. Pasó varios años leyendo, disfrutando tanto que llegó a olvidar

por qué estaba allí, hasta que encontró, casi escondido, un libro distinto. Cuando lo abrió,

leyó la única frase escrita en la primera hoja: “Este es el peor libro del mundo” ¡Por fin! ¡Lo

había encontrado! Impaciente, pasó la página para empezar a leer. Pero la página estaba

vacía, y también la siguiente, y todas las demás hojas del libro. Al verlas así,

abandonadas, esperando tener una historia que contar, Huno sintió una gran pena. En el

fondo, tenía tantas ganas de seguir leyendo que comprendió que era verdad que solo un libro

sin escribir podía ser el peor libro del mundo. Pensó entonces que había llegado su momento

y, tomando la pluma, comenzó a escribir todas sus aventuras para llenar aquellas páginas en

blanco. Escribió durante días y días, dando lugar a un libro increíble. Pero no le puso título

y, cuando terminó, lo colocó entre los demás y fue a comprar un libro vacío. De vuelta en la

biblioteca, escribió la primera hoja del libro vacío: “Este es el peor libro del mundo” y lo

dejó como él lo había encontrado. Y salió de allí esperando que el próximo visitante de

aquella mágica biblioteca tuviera una apasionante historia que contar.

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Érase una vez, un leñador humilde y bueno, que después de trabajar todo el día en el campo,
regresaba a casa a reunirse con los suyos. Por el camino, se dispuso a cruzar un puente
pequeño, cuando de repente, se cayó su hacha en el río. “Cómo haré ahora para trabajar y
poder dar de comer a mis hijos?” exclamaba angustiado y preocupado el leñador. Entonces,
ante los ojos de la pobre hambre apareció desde el fondo del río una ninfa hermosa y
centelleante. “No te lamentes buen hombre. Traeré devuelta tu hacha en este instante” le dijo
la criatura mágica al leñador, y se sumergió rápidamente en las aguas del río. Poco después,
la ninfa reapareció con un hacha de oro para mostrarle al leñador, pero este contestó que esa
no era su hacha. Nuevamente, la ninfa se sumergió en el río y trajo un hacha de plata entre
sus manos. “No. Esa tampoco es mi hacha” dijo el leñador con voz penosa. Al tercer intento
de la ninfa, apareció con un hacha de hierro. “¡Esa sí es mi hacha! Muchas gracias” gritó el
leñador con profunda alegría. Pero la ninfa quiso premiarlo por no haber dicho mentiras, y le

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dijo “Te regalaré además las dos hachas de oro y de plata por haber sido tan honrado”. Ya
ven amiguitos, siempre es bueno decir la verdad, pues en este mundo solo ganan los honestos
y humildes de corazón.

Era invierno, hacía mucho frío y todos los caminos se hallaban helados. El asnito, que
estaba cansado, no se encontraba con ánimos para caminar hasta el establo.
-¡Ea, aquí me quedo! -se dijo, dejándose caer al suelo. Un aterido y hambriento
gorrioncillo fue a posarse cerca de su oreja y le dijo:
-Asno, buen amigo, tenga cuidado; no estás en el camino, sino en un lago helado.
-¡Déjame, tengo sueño! Y, con un largo bostezo, se quedó dormido.
Poco a poco, el calor de su cuerpo comenzó a fundir el hielo hasta que, de pronto, se
rompió con un gran chasquido. El asno despertó al caer al agua y empezó a pedir socorro,
pero nadie pudo ayudarle, aunque el gorrión bien lo hubiera querido.
La historia del asnito ahogado debería hacer reflexionar a muchos holgazanes. Porque la
pereza suele traer estas consecuencias.

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24 EL NUEVO AMIGO
Erase un crudo día de invierno. Caía la nieve, soplaba el viento y Belinda jugaba con unos
enanitos en el bosque. De pronto se escuchó un largo aullido.
¿Qué es eso? Pregunto la niña.
Es el lobo hambriento. No debes salir porque te devoraría le explico el enano sabio.
Al día siguiente volvió a escucharse el aullido del lobo y Belinda, apenada, pensó que todos
eran injustos con la fiera. En un descuido de los enanos, salió, de la casita y dejo sobre la
nieve un cesto de comida.
Al día siguiente ceso de nevar y se calmó el viento. Salió la muchacha a dar un paseo y vio
acercarse a un cordero blanco, precioso.
¡Hola, hola! Dijo la niña. ¿Quieres venir conmigo?
Entonces el cordero salto sobre Belinda y el lobo, oculto se lanzó sobre el, alcanzándole
una dentellada. La astuta y maligna madrastra, perdió la piel del animal con que se había
disfrazado y escapo lanzando espantosos gritos de dolor y miedo.
Solo entonces el lobo se volvió al monte y Belinda sintió su corazón estremecido, de gozo,
más que por haberse salvado, por haber ganado

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Un anciano rey tuvo que huir de su país asolado por la guerra. Sin escolta alguna, cansado y
hambriento, llegó a una granja solitaria, en medio del país enemigo, donde solicitó asilo. A
pesar de su aspecto andrajoso y sucio, el granjero se lo concedió de la mejor gana. No
contento con ofrecer una opípara cena al caminante, le proporcionó un baño y ropa limpia,
además de una confortable habitación para pasar la noche.

Y sucedió que, en medio de la oscuridad, el granjero escuchó una plegaria musitada en la


habitación del desconocido y pudo distinguir sus palabras:

-Gracias, Señor, porque has dado a este pobre rey destronado el consuelo de hallar refugio.
Te ruego ampares a este caritativo granjero y haz que no sea perseguido por haberme
ayudado.
El generoso granjero preparó un espléndido desayuno para su huésped y cuando éste se
marchaba, hasta le entregó una bolsa con monedas de oro para sus gastos.
Profundamente emocionado por tanta generosidad, el anciano monarca se prometió
recompensar al hombre si algún día recobraba el trono.
Algunos meses después estaba de nuevo en su palacio y entonces hizo llamar al caritativo
labriego, al que concedió un título de nobleza y colmó de honores. Además, fiando en la
nobleza de sus sentimientos, le consultó en todos los asuntos delicados del reino.

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Hubo una vez, en unas lejanas llanuras, un árbol antiquísimo al que todos admiraban y que
encerraba montones de historias. De una de aquellas historias formaba parte un hada, que
había vivido en su interior durante años. Pero aquella hada se convirtió un día en una mujer
que mendigaba y pedía limosna al pie del mismo pino.
Muy cerca, vivía también un campesino (al que la gente consideraba tan rico como egoísta),
que tenía una criada. Aquella criada paseaba cada mañana junto al viejo pino y compartía
con la mujer mendiga todo el alimento que llevaba consigo. Pero cuando el campesino se
enteró de que la criada le daba el alimento a la señora que mendigaba, decidió no darle ya
nada para comer para no tener así que regalárselo a nadie.
Tiempo después, el campesino avaro acudió a una boda en la que tuvo la ocasión de comer
y beber casi hasta reventar cuando, regresando a casa, pasó cerca del pino y de la mujer que
mendigaba a sus pies. Pero en lugar de un árbol, el campesino vio un palacio precioso que
brillaba a más no poder. Animado aún por la boda, el campesino decidió entrar y unirse a lo
que parecía otra fiesta. Una vez dentro del palacio, el campesino vio a un hada rodeada por
varios enanitos disfrutando de un festín. Todos invitaron al campesino a compartir la mesa
con ellos y no lo dudó dos veces, a pesar de que había acabado muy lleno de la boda.
El campesino, ya sentado en la mesa, decidió meterse todo cuanto pudo en los bolsillos,
puesto que ya no le cabía nada en el estómago. Acabada la fiesta, el hada y los enanitos se
fueron a un salón de baile y el campesino decidió que era el momento de volver a casa.
Cuando llegó, quiso presumir de todo cuanto le había pasado ante su familia y sus criados y,
para demostrarlo, sacó todo cuando había metido en sus bolsillos. Pero, oh, oh…de los
bolsillos no salió nada.
El campesino, enfurecido por las risas de todos, ordenó a la criada que se fuera de su casa y
que comprobara si quisiera cuanto le había contado. La pobre joven salió de la casa
entristecida, y acudió hasta los pies del pino. Pero, de pronto, poco antes de llegar, notó algo
muy brillante en los bolsillos de su delantal. Eran monedas de oro.
Tan contenta se puso la criada que decidió no regresar nunca más al hogar del campesino
egoísta, y fue a ver a la mujer que mendigaba en el pino para darle algunas monedas.
 Tome señora, unas pocas monedas que tengo, seguro que le ayudarán. – Dijo la joven.
Y en aquel mismo momento la falsa mendiga retomó su forma de hada, recompensando la
actitud de la joven con un premio todavía mayor, su libertad y su felicidad eternas.

69
Caminó sin parar durante todo el día el dios Quetzalcóatl disfrutando plenamente de todos
los maravillosos paisajes que le brindaba la preciosa Tierra. Y tras mucho caminar, cuando
ya parecía despedirse el Sol entre las luces rosadas y mágicas del atardecer, Quetzalcóatl
sintió un hambre terrible que le apretaba el estómago, además de un fuerte cansancio. Pero a
pesar de todo aquel malestar, Quetzalcóatl no se detuvo en su camino. Finalmente cayó la
noche, y junto a una hermosa y casi anaranjada Luna, brillaban miles de estrellas que
eclipsaban al mismísimo dios. Y en ese justo instante Quetzalcóatl pensó que debía parar su
paseo y descansar finalmente para reponer fuerzas. La belleza del firmamento le había hecho
darse cuenta de que el mundo merecía contemplarse con detenimiento y verdadera atención.
Tomó asiento en aquel mismo instante sobre una piedra gruesa del camino, y al poco tiempo
se le aproximó un conejito que parecía observarle con mucha atención mientras movía los
finos bigotes. ¿Qué comes?- Dijo el dios al conejo. Como una deliciosa zanahoria que
encontré por el camino. ¿Deseas que la comparta contigo? No gracias, no puedo quitarle su
sustento a un ser vivo. Tal vez mi verdadero destino sea pasar hambre y desfallecer como
consecuencia de ello y también de mi enorme sed. ¿Y por qué habría de pasar algo tan terrible
si yo puedo ayudarte? – Replicó el conejo. Eres muy amable, conejito. Sigue tu camino y no
te preocupes por mí. – Exclamó apesadumbrado y agotado el dios Quetzalcóatl. Solo soy un
pequeño e insignificante conejo. No dudes en tomarme como tu alimento cuando creas que
no puedes más. En la Tierra, todos debemos encontrar la manera de sobrevivir. Quetzalcóatl
se quedó completamente conmocionado ante aquellas palabras del conejo y lo acarició con
mucho cariño y emoción. Después lo cogió entre sus manos y lo alzó hacia el cielo, en
dirección al brillo que despedían las estrellas en la noche. Tal alto lo subió con sus propias
manos, que su silueta quedó grabada en la gran Luna casi anaranjada. Mientras Quetzalcóatl
volvía a descender sus brazos con el conejo entre las manos, observaba el magnífico grabado
que había quedado en el cielo. La imagen del conejito quedaría para siempre en el
firmamento, para que fuese recordada siglos y siglos por todos los hombres que habitaran la
Tierra como premio por su bondad. Después Quetzalcóatl se despidió del conejo, y
agradeciéndole nuevamente su amabilidad, continuó su camino. El pequeño conejito no
podía creer lo que había visto. Aquel hombre tenía aspecto de humano, pero se comportaba
con una grandeza fuera de lo normal. Y con aquella reflexión observó anonadado el brillo de
su silueta en la Luna durante mucho, mucho, tiempo.

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Hace mucho tiempo existieron unas extrañas y maravillosas criaturas que poseían el cuerpo
como los caballos más hermosos de la tierra, y además, un mágico cuerno en el centro de su
frente. Estas criaturas, llamadas unicornios, eran de color blanco y se cree que procedían de
tierras indias.
Los unicornios debían albergar tanta magia, que no podía verlos cualquier persona que
quisiera sino que, al contrario, eran muy pocos los afortunados que tenían el privilegio de
llegar a observarlos. Aquellos que llegaban a hacerlo eran las personas que tenían un corazón
bueno y puro, cualidades que eran muy fácilmente rastreables por los unicornios.
Los cuernos de los unicornios tenían propiedades sanatorias y curativas, y eran tan poderosos
que se dice que podían llegar a curar enfermedades muy peligrosas y mortales. Incluso,
muchos llegaron a decir que contenían los ingredientes necesarios para alcanzar la eterna
juventud.
Precisamente por todas aquellas razones, la existencia de un unicornio dependía en su
totalidad del mágico cuerno de su frente, y si llegaban a perderlo su destino era la muerte.
En la Edad Media, sabedores de las propiedades del cuerno de los unicornios, muchos
cazadores se adentraron en los bosques para dar caza a estos enigmáticos seres, con tan mala
fortuna, que terminaron abocando a los unicornios a su desaparición. Muy inteligentes, y
como los unicornios eran seres tan solitarios y solo dejaban verse por las personas buenas,
aquellos temibles cazadores se aprovechaban de las personas de corazón puro para capturar
a los unicornios y apresarles en busca de sus cuernos.
Tras su triste desaparición, la magnificencia y bondad de aquellos seres dejó en la historia su
recuerdo como símbolo de la fuerza, de la libertad, del valor, de la bondad y, sobre todo, del
poder de la magia que reside en las personas de gran corazón.

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¿Conocéis al que fuera rey de la actual Gran Bretaña, Uther Pendragon? Aquello sucedió
según la leyenda hace mucho tiempo, pero todavía los ecos de aquellos sucesos rezuman por
todo el mundo. El rey Pendragon mantenía un duro conflicto con el llamado duque de
Tintagel, que finalmente terminó un día en el que Pendragon decidió firmar la paz. Para aquel
día no tuvo reparos en invitar a la gente más populosa de la comarca, entre ellos el duque de
Tintagel y su mujer, la duquesa Igraine.
Lejos de lo planeado, cuando Uther Pendragon topó sus ojos con la duquesa, quedó tan
prendidamente enamorado de ella que todo cambió a partir de entonces. Tan enamorado y
extraño se sentía que decidió solicitar la ayuda del mago de la corte, llamado Merlín, para
que realizase un hechizo en su favor. Este hechizo consistió nada más y nada menos, que en
hacer creer a Igraine que Uther era su verdadero marido. Y tanto funcionó el hechizo que
finalmente ambos se unirían y de su relación nacería un niño llamado Arturo.
Pero como aquello no podía saberse e Igraine falleció poco después del nacimiento de Arturo,
éste fue enviado con el mago Merlín, el cual se haría responsable de su cuidado y formación
hasta que el joven cumpliese los dieciséis años. Llegado aquel momento, Arturo fue enviado
con un caballero llamado Sir Héctor, pero hasta entonces, fue el mago Merlín el encargado
de cuidar, alimentar y enseñar todo aquello que sabía al joven príncipe, que lejos de ignorarlo,
demostraría ser una persona obediente y responsable como pocas.
Pasados los años, el rey Uther murió sin haber dejado ninguna descendencia reconocida en
su castillo, y el mago Merlín, convencido por algunos caballeros, decidió organizar un evento
para solucionarlo y nombrar a un nuevo rey. El reto consistiría en sacar una espada, la espada
de Excálibur, de un yunque de hierro dentro del cual se encontraba atrapada. Muchos fueron
los que intentaron sacarla, pero ninguno pudo conseguirlo. Ninguno salvo Arturo, que
consiguió retirarla sin apenas esfuerzo.
Pero la mayoría de caballeros no aceptaban el nombramiento de Arturo como el nuevo rey,
y Merlín tuvo que salir en su defensa confesando que en realidad él era el único descendiente
legítimo del rey Uther. Y para asegurarse de que Arturo nunca más fuera molestado por
caballeros arrogantes y egoístas, Merlín decidió crear la llamada mesa redonda, compuesta
por caballeros totalmente leales al nuevo rey. Y durante mucho tiempo, el reino pudo
mantenerse en paz…

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Érase una vez un rey que tenía, por asistente y amigo, a un hombre cuya facilidad para contar
historias rebasaba casi lo imaginable. Cuando el rey se disponía a descansar, el hombre tenía
el cometido de narrar al monarca varias leyendas y fábulas para facilitarle el sueño. Pero
ocurrió que, en cierta ocasión, los problemas del monarca eran tan grandes y numerosos que
le resultaba imposible conciliar el sueño con el número de historias acostumbradas. Quiso
entonces el rey escuchar más historias, pero el hombre decidió contarle dos menos y muy
cortas.
Esta noche me gustaría escuchar una muy larga y tras ella podrás irte a descansar- Dijo el rey
a su asistente y amigo, poco satisfecho con aquellas historias tan cortas.
Tras aquellas palabras el hombre obedeció, arrancándose de la siguiente forma:
«Un campesino tomó cierto día mil libras de monedas de penique, y compró con ellas dos
mil ovejas. Cuando las iba conduciendo hacia el refugio, el arroyo que había que cruzar para
llegar estaba tan crecido que no se podía de ninguna manera cruzar a la otra orilla. El
campesino, apesadumbrado, logró encontrar una barca, pero era demasiado pequeña para
transportar en ella a todas las ovejas. Dándole vueltas a su cabeza, llegó a la conclusión de
que podría transportarlas de dos en dos…»
Llegados a este punto de la historia, de repente, el narrador se durmió. Pero poco duró el
descanso, ya que el rey no había quedado satisfecho aún con la historia y decidió despertarle
al momento:
Cuéntame el final de la historia.
Señor, el arroyo era ancho, la barca muy pequeña y las ovejas numerosas, ya se lo he contado.
Y ahora tenemos que esperar a que el campesino las vaya trasladando de dos en dos para que
sepamos cómo termina la historia- Respondió el astuto narrador de historias, que no deseaba
pasarse la noche en vela.
Y pensando y pensado en el final de la historia, que tan extraña le resultaba al monarca, cayó
rendido sobre su almohada sin necesidad de más palabras.

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En el inicio de la civilización, cuando los hombres que habitaban la tierra tan sólo disponían
de palos y hachas de piedra para defenderse, existía una gran montaña que aquellos hombres
divisaban a lo lejos entusiasmados y soñadores. Aquella montaña se encontraba inundada de
exuberante vegetación que caía derramada hasta sus valles. No encontraban, sin embargo, la
forma de acceder a la preciosa montaña debido a la dificultad que añadía un caudaloso río y
las escarpadas peñas de la misma. Aquellos hombres primitivos hicieron lo imposible por
acceder al camino situado más allá de la montaña, para lo que levantaron sendos pilares con
los que construir un puente con el cual poder divisar lo que había al otro lado. Y finalmente,
tras muchos días de inagotable esfuerzo, se dieron por vencidos.
Cuando un día el mal tiempo derribó todos aquellos pilares que habían creado y levantado
con tanto esfuerzo, los primitivos hombres quedaron atemorizados pensando que la montaña
tenía vida propia y grandes poderes. Sin embargo, no llegaron a ir más allá ni a comprender
nunca la verdadera causa del derrumbe, y tal fue la incomprensión que, pasados muchos,
muchos años, los hombres fueron perdiendo el miedo y volvieron a desafiar y a enfrentarse
a la misma tierra.
Y de este modo, cuando ya no vestían pieles ni manejaban hachas, continuaron desafiando a
la Madre Naturaleza, despojándola sin piedad de toda su riqueza y material precioso.
¡Qué roca inaccesible eran los humanos para el Universo!

Existió, hará un largo tiempo, un humilde hombre que vivía en la más absoluta pobreza. Este
hombre tenía un hijo muy egoísta, que cansado de no recibir de su pobre padre cuanto le
pedía, decidió que era hora de marcharse a iniciar su propia vida, llena de más caprichos y
lujos.
Transcurridos unos cuantos años desde la partida de su hijo, el padre habría logrado salir
adelante con muy buen pie, enriqueciéndose de tal forma gracias a sus negocios en el mundo
del comercio, que se había trasladado de casa y de ciudad, rodeado de mil y una comodidades.
Su hijo, por el contrario, no había conseguido salir de la pobreza, y caminaba mendigando
de pueblo en pueblo y viviendo gracias a la ayuda de las gentes.Aquel padre, a pesar de haber

74
abandonado su vida anterior y haberse convertido en un hombre con tanta suerte, no
conseguía olvidarse de su hijo, lamentándose día a día de su marcha y soñando con su llegada:
¡Dónde estará mi hijo! Yo ya soy viejo, y ¡desearía tanto que pudiese acompañarme en mis
últimos días de vida, y heredara con mi despedida toda mi riqueza!
Y, cosas del destino, ocurrió que su hijo buscando limosna, llegara a la ciudad a la que se
había traslado el padre y que tocara a su misma puerta. Tan cansado de caminar de allá para
acá, el hijo ni siquiera reconoció a su padre, que se encontraba reposando placenteramente
sobre un sillón de buena mimbre en el porche ajardinado de su gran casa.
Pero el padre sí reconoció a su hijo, y muy emocionado se levantó de su sillón para darle un
gran abrazo, así como la bienvenida a su nuevo hogar. Sin embargo, aquello no tuvo nunca
lugar, porque el hijo, asustado ante tanta riqueza y temeroso de ser humillado, salió corriendo
de allí como alma que lleva el diablo.

Existe una leyenda, acerca de un poeta muy famoso de la antigüedad, que conoceréis ahora.
El poeta, natural de Florencia, Italia, se llamaba Dante Alighieri. Dice su historia que, dando
el poeta una tarde un agradable paseo, quiso el destino que se cruzase con el taller de un
herrero que se hallaba batiendo el hierro sobre el yunque, al tiempo que canturreaba. En ese
momento Dante distinguió algunas frases de la letra de aquellas canciones que el herrero
canturreaba, y pudo entender que lo que cantaba el hombre era justamente su gran e
importantísima obra de la Divina Comedia, adulterada con invenciones propias y al ritmo de
la música.Dante entró entonces en el taller del herrero, y, agarrando su martillo lo tiró a la
calle. Arrojó después también las tenazas, la cizalla y cuantas herramientas encontró a su
alcance.
Pero, ¿qué demonios hace? – Exclamó el herrero.
¿Qué hace usted?- Preguntó a su vez Dante.
¿Pues no lo ve? Trabajar en mi oficio. Y usted, sin más, arroja a la calle mis herramientas,
echándolas a perder. ¡Debería avergonzarse!
Si no quiere que le estropee sus herramientas, no maltrate usted las mías.
Pero, ¿qué dice? Está usted loco. ¿Qué es lo que he echado a perder, si se puede saber? Y,
¿qué tengo yo que ver con usted?

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Está cantando lo que yo escribí con mucho esfuerzo un día, y no lo canta como lo escribí yo,
sino quitando y poniendo lo que se le antoja al ritmo de una canción. De este modo usted
echa a perder mi oficio, y yo no tengo otro que el de escribir.
Entonces, tras aquella conversación, fue el herrero el que sintió que debía avergonzarse y
agachó las orejas marchándose. En lo sucesivo, el herrero tuvo mucho cuidado de lo que
cantaba, y dejó en paz la Divina Comedia de Dante.

Todavía perdura el recuerdo, en una ciudad de Europa, de un alegre zapatero. Era,


probablemente, una de las personas más felices de la tierra a pesar de su gran humildad.
Un día el zapatero fue visitado por uno de sus vecinos, un banquero muy rico, que al observar
la gran alegría del zapatero entre tanta miseria, no pudo dejar de preguntar: Señor zapatero,
si no es molestia, ¿podría decirme cuánto gana usted con su humilde trabajo? Es tan poco
dinero, señor, que hasta vergüenza me da decirlo, no se lo tome a mal. Pero dicho dinero me
da cada día el pan de mis hijos, y a mí me basta con terminar decentemente el año, aunque
tengamos que privarnos, lamentablemente, de muchas cosas. – Respondió el zapatero
orgulloso. Aquella excelente y positiva actitud dejó muy sorprendido al banquero que, poco
después, dijo muy conmovido: Señor zapatero, tome usted estas monedas de oro que le
ofrezco desinteresadamente, y guárdelas con esmero para cuando las necesite de verdad.
A partir de entonces la actitud del zapatero cambió, con motivo de sentirse poseedor de una
de las mayores riquezas del mundo. Aquella riqueza exigía mucho del zapatero, ya que al
haber escondido bajo el suelo de su casa las monedas de oro, era incapaz de descansar y vivir
con normalidad. El zapatero había enterrado sin saberlo al mismo tiempo el dinero y su
alegría y buen humor, siendo desde entonces huéspedes de su casa, el miedo, la desconfianza,
el insomnio y la inquietud. El menor ruido durante la noche, le hacía llenarse de temor ante
un posible robo y sus consecuencias. Hasta que un día, cansado el zapatero de su nueva vida,
fue a visitar a su vecino banquero: Oiga, amable señor; quiero devolverle todo su dinero,
pues mi mayor deseo es vivir como lo hacía antes. Y, de esta sencilla forma, el zapatero
recuperó su alegría.

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La esposa del dios Thor se hallaba durmiendo una noche, cuando de pronto, el dios Loki
decidió robarle su hermosa melena de tan hermosa que era. El brillo de aquel cabello había
hechizado de tal forma al dios, que no pudo hacer otra cosa que cortársela con unas tijeras
muy afiladas, llegando hasta el último de sus cabellos.
Al enterarse el dios Thor de aquel ataque a su esposa, su cólera fue tan grande que la tierra
comenzó a temblar y las nubes a tropezarse con el mar y las montañas. Una vez situado
frente al dios Loki, el dios del engaño y la mentira, decidió atraparle haciéndole prometer
que devolvería cada uno de los pelos robados.
¡Sí, sí! Prometo que lo haré pero tranquilízate y déjame libre- Repetía Loki algo asustado.
Tras su promesa, Loki descendió hasta el corazón de la tierra, y allí pidió a los enanos que
lo habitaban, considerados los mejores artesanos del mundo, que realizasen una hermosa
corona de finos cabellos dorados para la esposa del dios Thor.
Al cabo de unos días, y a pesar de que el dios Loki hizo alguna más de sus travesuras para
hacer fracasar a los enanos en su encargo, la corona estaba lista para Sif, la esposa de Thor,
el dios de la justicia. Y Thor fue el encargado de situarla sobre la cabeza de su esposa.

Dice la leyenda, que la llamada semilla del helecho tiene la maravillosa propiedad de volver
invisibles a las personas. Esta semilla parece difícil de encontrar, debido a que su periodo de
maduración tiene lugar durante la noche del solsticio de verano y tan sólo durante una hora,
entre las doce y la una de la madrugada. Después, la semilla del helecho cae y desaparece.
En una ocasión, a un hombre le aconteció un suceso muy extraño relacionado con esta
semilla. Entre las doce y la una de la madrugada de aquel día, el hombre empleaba su tiempo
en buscar a un potrillo que se le había perdido cuando, de pronto atravesó por casualidad una
pradera en la cual maduraba la semilla del helecho.
A la mañana siguiente el hombre volvió a su casa, cansado por la búsqueda, y se sentó en su
sillón mullido favorito de la casa. Al observar que su mujer no terminaba de reparar en él,
exclamó:
– No he encontrado al potrillo, lo siento mucho.
Tras estas palabras, su mujer, y todos los demás que se hallaban en la habitación, se asustaron
terriblemente. Creían haber oído la voz del hombre, y sin embargo, no conseguían verle. Su

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mujer le llamó entonces por su nombre creyendo que jugaba a esconderse y gastarles una
buena broma.
– ¿Se puede saber por qué me llamas así? ¿No ves que estoy aquí al lado?
Tras estas nuevas palabras el susto fue todavía mayor, ya que todos le oyeron de nuevo hablar,
e incluso escucharon el sonido de sus pasos, pero continuaban sin poder verle.
Fue entonces cuando el hombre al fin comprendió que todo aquello podía estar relacionado
con su paso por la pradera, ya que en el fondo de su calzado se habían metido unas semillas
de helecho, las semillas efímeras. Se quitó rápidamente los zapatos y sacudió las semillas de
helecho que le habían entrado y que hasta entonces había confundido con arena en los pies.
Y, en ese mismo instante, el hombre se hizo visible a los ojos de todos.

Poblaron en una época el interior de la tierra, una serie de enanos famosos por sus excelentes
trabajos artesanos. En una ocasión, aquellos enanos se preparaban para fabricar regalos que
pretendían reglar a los dioses, cuando uno de los enanos, llamado Brok, se puso a
fanfarronear ante todos aquellos regalos:
– ¡Buah! Esos regalos no valen nada- Dijo muy ufano el enano- Mi hermano fabrica con oro
y hierro cosas muchísimo mejores.
– Pues si es así, que lo demuestre- Dijeron algunos enanos molestos ante lo que parecía
soberbia. Tras aquello, Brok y su hermano se pusieron manos a la obra, y tras varios días,
volvieron cargados con un jabalí de oro, un anillo precioso, y un martillo con poderes
mágicos. El juez de aquella batalla fue el dios Loki, dios de las travesuras y del engaño, que
convocó a todos los dioses para que ellos mismos decidieran cuál les parecía el mejor de
todos los regalos fabricados. Cuando le llegó el turno a Brok, presentó en primer lugar su
jabalí de oro, que brillaba más que el sol y podía correr por la tierra, mar y aire. A
continuación, sacó el anillo maravilloso que, cada nueve noches, producía efectos cada vez
más hermosos. Y para terminar, puso en manos del dios Thor el poderoso martillo,
diciéndole:– He aquí la que será tu gran arma, ya que con ella vencerás siempre y nunca te
abandonará…Y el dios Thor, entusiasmado con el regalo, decidió tan solo con aquella
satisfacción, a los enanos que habían fabricado el mejor de los regalos.

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Vivía en la isla griega de Lesbos, un muchacho llamado Faón, que se ganaba la vida
transportando viajeros y mercancías en su barca.
Estaba un día Faón junto al embarcadero de la isla, cansado de las faenas de la jornada,
cuando una pobre mendiga, desastrada y con evidentes muestras de no poder pagarle el viaje,
le pidió que la condujese hacia Asia Menor.
– Sube, mujer. Te llevaré de buen grado.
A Faón le había conmovido su aspecto y, olvidándose de su cansancio, hizo navegar su barca
con una ligereza asombrosa. De este modo, poco después llegaban a la costa de Asia. Una
vez allí Faón sacó de su bolsillo la mayor moneda que tenía y la entregó a la mendiga para
que pudiera continuar el viaje.
– Gracias, muchacho. Y para que veas mi agradecimiento, toma este obsequio.
Se trataba de un vaso del perfume más extraordinario que jamás había llegado a oler. Y con
aquel perfume misterioso en las manos, Faón quedó conmovido y atrapado por una fuerza
que parecía embriagarle el corazón. Y tras esto, el humilde pescador comprendió que había
llevado en su barca a la mismísima Venus, la diosa del amor.

Cuenta la tradición que el dios Apolo era un dios muy impaciente al que le gustaba ser servido
con rapidez y eficacia. No perdonaba a aquellos que vagueaban o que dudaban un minuto su
quehacer. Un día de primavera, Apolo envió al cuervo que le hacía las funciones de sirviente
en busca de agua con la que poder calmar la terrible sed que padecía aquel día por el calor
repentino. – No tardes- Advirtió Apolo al cuervo. Tras aquellas breves palabras el cuervo
partió en busca de agua. Durante el camino, una gran espiga verde surgió ante el cuervo
frenándole la marcha: – ¡Qué espiga tan tentadora! Pero esperaré a que madure para que sea
aún más sabrosa- Se dijo el pájaro. De este modo, el cuervo se olvidó de su cometido y tardó
mucho tiempo en volver y en cumplir la tarea que le había encomendado Apolo, el dios
impaciente. Y tras su acción, fue condenado a padecer sed durante todo el estío.

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Hubo una vez en Esciros, isla del mar Egeo, un rey llamado Esqueneo cuya hija, Atalanta,
había sido educada en un ambiente muy permisivo y colmado de mil y un caprichos. A la
joven Atalanta le gustaban las actividades de todo tipo, y entre ellas se encontraba la actividad
de la caza. Se pasaba los días enteros con su carcaj de flechas sobre su espalda buscando
animales a los que atrapar. Tal era su afición y maestría que ni siquiera los centauros del
lugar conseguían alcanzarla en su habilidad.
Sin embargo, aquella dura afición le pasó factura endureciendo su corazón. Un corazón que
no se reblandecía con nadie, ni siquiera con la mirada amable de sus muchos pretendientes,
entre los cuales se encontraba el valeroso Hipómenes. El joven, acudió cansado al Olimpo
para contar a los dioses su desventura amorosa e infructuosa con la joven Atalanta, y Venus,
compadecida, decidió entregarle tres manzanas de oro del Jardín de las Hespérides
recomendándole que participara con inteligencia en una próxima carrera en la que
participaría también la joven.
El día de la famosa carrera, cuando dieron la señal de salida para comenzar, la joven Atalanta
partió a la velocidad del rayo dejando a todos los pretendientes que habían acudido atrás.
Entonces, Hipómenes dejó caer sus tres manzanas sobre el terreno bien distanciadas, y tal era
el afán cazador de Atalanta, que se volvió parando la carrera sólo para recogerlas. De este
modo, y haciendo un gran esfuerzo, Hipómenes llegó el primero a la meta, obteniendo así la
atención y, más tarde el amor, de la joven Atalanta, que quedó prendada ante tal esfuerzo.

16 La leyenda del arcoíris


Cuentan que hace mucho tiempo los colores empezaron a pelearse. Cada uno proclamaba
que él era el más importante, el más útil, el favorito.

El VERDE dijo: “Sin duda, yo soy el más importante. Soy el signo de la vida y la esperanza.
Me han escogido para la hierba, los árboles, las hojas. Sin mí todos los animales morirían.
Mirad alrededor y veréis que estoy en la mayoría de las cosas”.
El AZUL interrumpió: “Tú sólo piensas en la tierra, pero considera el cielo y el mar. El agua
es la base de la Vida y son las nubes las que la absorben del mar azul. El cielo da espacio, y
paz y serenidad. Sin mi paz no seríais más que aficionados.

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El AMARILLO soltó una risita: “¡Vosotros sois tan serios! Yo traigo al mundo risas, alegría
y calor. El sol es amarillo, la luna es amarilla, las estrellas son amarillas. Cada vez que miráis
a un girasol, el mundo entero comienza a sonreír. Sin mí no habría alegría”.
A continuación tomó la palabra el NARANJA: “Yo soy el color de la salud y de la fuerza.
Puedo ser poco frecuente pero soy precioso para las necesidades internas de la vida humana.
Yo transporto las vitaminas más importantes. Pensad en las zanahorias, las calabazas, las
naranjas, los mangos y papayas. No estoy, todo el tiempo dando vueltas, pero cuando coloreo
el cielo en el amanecer o en el crepúsculo mi belleza es tan impresionante que nadie piensa
en vosotros”.

El ROJO no podía contenerse por más tiempo y saltó: “yo soy el color del valor y del peligro.
Estoy dispuesto a luchar por una causa. Traigo fuego a la sangre. Sin mí la tierra estaría vacía
como la luna. Soy el color de la pasión y del amor; de la rosa roja, la flor de pascua y la
amapola”.
El PÚRPURA enrojeció con toda su fuerza. Era muy alto y habló con gran pompa: “Soy el
color de la realiza y del poder. Reyes, jefes de Estado, obispos, me han escogido siempre,
porque el signo de la autoridad y de la sabiduría. La gente no me cuestiona; me escucha y me
obedece”.
El AÑIL habló mucho más tranquilamente que los otros, pero con igual determinación:
“Pensad en mí. Soy el color del silencio. Raramente repararéis en mí, pero sin mí todos seríais
superficiales. Represento el pensamiento y la reflexión, el crepúsculo y las aguas profundas.
Me necesitáis para el equilibrio y el contraste, la oración y la paz interior.
Así fue cómo los colores estuvieron presumiendo, cada uno convencido de que él era el
mejor. Su querella se hizo más y más ruidosa. De repente, apareció un resplandor de luz
blanca y brillante. Había relámpagos que retumbaban con estrépito. La lluvia empezó a caer
a cántaros, implacablemente. Los colores comenzaron a acurrucarse con miedo, acercándose
unos a otros buscando protección.

La lluvia habló: “Estáis locos, colores, luchando contra vosotros mismos, intentando cada
uno dominar al resto. ¿No sabéis que Dios os ha hecho a todos? Cada uno para un objetivo
especial, único, diferente. Él os amó a todos. Juntad vuestras manos y venid conmigo”.

Dios quiere extenderos a través del mundo en un gran arco de color, como recuerdo de que
os ama a todos, de que podéis vivir juntos en paz, como promesa de que está con vosotros,
como señal de esperanza para el mañana”. Y así fue como Dios usó la lluvia para lavar el
mundo. Y puso el arco iris en el cielo para que, cuando lo veáis, os acordéis de que tenéis
que teneros en cuenta unos a otros.

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17 El Nacimiento del sol y la Luna
Cuando la tierra estaba en la oscuridad; cuando era siempre de noche, los poderosos que
vivían en el cielo se reunieron para crear el Sol y que hubiera luz en la Tierra. Ellos se
reunieron en una ciudad llamada Teotihuacán que había en el cielo, y de la cual la ciudad
de Teotihuacán que está en México era como una sombra o un reflejo.

En esa ciudad celeste de Teotihuacán encendieron una enorme hoguera. Aquel poderoso
que quisiera convertirse en el Sol, debía arrojarse en esa hoguera y quemarse en ella. De
ella saldría convertido en el Sol.

Había dos que querían hacerlo. Uno era grande, fuerte, hermoso y rico. Estaba vestido con
ropas de lujo y adornado con piedras preciosas. Les ofrecía a sus compañeros oro y joyas,
muestras de su orgullo.

El otro era pequeñito, débil, feo y pobre; su piel estaba cubierta de llagas. Estaba vestido
con su ropa de trabajo. Como era pobre sólo podía ofrecer la sangre de su corazón, sus
buenos y humildes sentimientos. Cuando llegó la hora de arrojarse a la enorme hoguera, el
grande y rico no se atrevió, tuvo miedo y salió corriendo.

Entonces el pequeñito, feo, que era muy valiente, se arrojó a la hoguera. En ella se quemó y
salió de ella convertido en el Sol. Cuando el otro lo vio, sintió vergüenza y también se
arrojó a la hoguera. En ella se quemó y en el cielo apareció otro Sol.

Los poderosos estuvieron de acuerdo en que no podían existir soles en el firmamento, así
que decidieron apagar el segundo, el que había sido creado por el guerrero grande y fuerte.
Tomaron un conejo por las patas y con mucha fuerza lo lanzaron contra el segundo Sol. Su
brillo disminuyó de inmediato y quedó convertido en la Luna. Por eso hasta la fecha, en la
Luna podemos ver la figura del conejo que acabó con su luz.

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18 El Príncipe
Cuenta la leyenda que había en un castillo un joven príncipe que era muy holgazán,
solo quería jugar, sus padres los reyes intentaron de todo para convencerlo en
hacerse cargo de sus responsabilidades pero este joven berrinchudo no hacía caso,
una de las noches que se hartó de estar escuchando sermones, pidió y pidió ser
mayor para así poder hacer lo que él quisiera.
A la mañana siguiente se levantó y despertó como un adulto, pero se encontró una
bobina de oro, se acercó para inspeccionarla detenidamente y esta le hablo, le dijo
que la cuidara bien porque a medida que pase el tiempo el hilo que representaba la
vida de él se ira soltando.

El joven príncipe tuvo tanta curiosidad de cómo serían sus hijos y su esposa y como
serian ellos al crecer y así poco a poco fue tirando del hilo hasta que se observó en
el espejo y se vio viejo y rápidamente intento enrollar el hilo, pero el tiempo que le
quedaba ya era casi exclusivo para su muerte; la bobina entonces se dispuso a
hablarle nuevamente diciéndole que había gastado su vida queriendo ser grande y
que el tiempo que haló no los podrá recuperar y deberá sufrir el castigo.

El ahora rey entro en pánico, grito de manera terrible y murió, habiendo gastado su
vida en hacer nada.

Cuenta la leyenda que hubo una vez que todas las aves participaron de una gran fiesta en el
cielo. El sapo, quien había oído de aquella fiesta, comenzó a sentir curiosidad y pronto
resolvió que lo mejor sería asistir a aquella fiesta. Pero ¿Cómo lo haría? Se le ocurrió que
podría ponerse unas alas grandes para simular que él también podía ser un pájaro… Pero sus
intentos fueron vanos: al intentar volar con aquellas “falsas alas”, su cuerpo cayó como piedra
al suelo. Entonces continuó pensando y pensando hasta que, finalmente, se le ocurrió una
brillante idea: esconderse dentro de la guitarra que el pájaro cantor llevaría a la fiesta. Así lo
hizo… Se escondió dentro de la guitarra horas antes de que el pájaro partiera para el cielo.
Llegó la hora de la fiesta y pronto comenzaron a llegar los invitados. Habían asistido aves
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de todas partes del mundo y, pronto, comenzó el gran baile. Luego de unos pocos minutos
de llegar, el sapo salió de la guitarra y comenzó a dialogar con todas las aves allí presentes…
Éstas sorprendidas por saber cómo había logrado llegar sin alas hasta el cielo, lo aceptaron
rápidamente y la fiesta se convirtió en un evento agradable para cada uno de los allí presentes.
Pero se acercaba la hora de la partida. Pronto las aves comenzaron a emigrar de la fiesta y el
sapo debería volver dentro de la guitarra. Todos observaban aquel momento en que el sapo
entraría dentro de la guitarra. Una urraca, a quien no le agradaba que el sapo haya asistido a
la fiesta, se percató de su plan y giró la guitarra hacia abajo. Cuando el pájaro cantor y su
guitarra partieron del cielo de regreso a la tierra la guitarra (invertida) dejó caer al sapo que
se encontraba dentro de esta. El sapo cayó y cayó del cielo suplicando por su vida… Algunas
aves quisieron ayudarlo pero fue en vano pues pronto cayó lastimado sobre las piedras al
costado de un río… Desde ese momento el sapo tiene en todo su cuerpo repleto de manchas
como tatuajes para no olvidar nunca aquella caída desde el cielo.

Leyenda del maíz los indios aztecas veneraban al dios Quetzalcóatl, que significa Serpiente
Emplumada. Antes de la llegada de ese dios, los aztecas se alimentaban de raíces y animales
que cazaban, pero no podían comer maíz porque estaba escondido detrás de las montañas.
Los antiguos dioses habían intentado tiempo atrás separar estas altas montañas utilizando su
fuerza, pero no lo consiguieron, así que los aztecas pidieron ayuda al dios Quetzalcóatl.
Quetzalcóatl no quiso emplear la fuerza, sino la inteligencia y la astucia, y se transformó en
una hormiga negra. Decidió dirigirse a las montañas acompañado de una hormiga roja,
dispuesto a conseguir el maíz para su pueblo. Tras mucho esfuerzo y sin perder el ánimo,
Quetzalcóatl subió las montañas y cuando llegó a su destino, cogió entre sus mandíbulas un
grano maduro de maíz e inició el duro regreso. Entregó el grano a los aztecas que plantaron
la semilla, y desde entonces, tuvieron maíz para alimentarse. Los indios indígenas se
convirtieron en un pueblo próspero y feliz para siempre y desde entonces fueron fieles al dios
Quetzalcóatl, al que jamás dejaron de adorar por haberles ayudado cuando más lo
necesitaban.

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Selene tuvo una bonita historia de amor con el mortal Endimión. Endimión era un pastor de
Caria. Nieto de Zeus, había ocupado el trono de Elida, pero al ser destronado se refugió en el
monte Larmos y se dedicó al campo y a los astros. El joven Endimión pasaba las noches
fascinado con la luna, se enamoró de ella, la única que le acompañaba en sus solitarias
noches. Cada noche Endimión contemplaba a Selene en lo alto del firmamento y quedaba
dormido, sumiso en un dulce letargo soñando con su amada la luna. Selene desconocía el
profundo amor que inspiraba en el pastor. Una noche bajo a la tierra y encontró al joven
dormido en el monte, atraída por una fuerza extraña se acercó a él y se tumbó a su lado sin
despertarle, enamorándose de él. Desde entonces cada noche le visitaba cuando éste dormía,
y se colocaba con mucho cuidado a su lado sin despertarle. De este modo durante muchos
años se amaron así, sin conocer que el otro también les amaba, ella despierta y el dormido,
el observándola y ella en el cielo. Hasta que una noche, el joven Endimión se despertó y
encontró a la diosa, a su amada a su lado. Al mirarse a los ojos quedaron fascinados. Y se
confesaron ambos su amor con gran felicidad, por tenerse cerca, por estar mirándose y por
ser correspondidos. Endimión le pidió a Selene que le concediera la juventud eterna, para
poder acompañarla y amarla siempre. Ella le pidió a Zeus el deseo. Zeus concedió lo
siguiente, Endimión mantendría la juventud mientras durmiese, solo envejecería durante la
vigilia. Los amantes comprendieron que para poder estar juntos eternamente Endimión debía
dormir. Así Endimión le pidió a Selene, que le acompañase mientras estuviese dormido,
sumido en un sueño profundo, de este modo podrían amarse como habían hecho.

Estos pequeños guardianes de tesoros tienen el aspecto de una persona mayor, aunque
pequeños con barba generalmente roja, sombrero, cabellos algo despeinados y visten de color
verde. Dice la leyenda que estos duendes suelen aparecer a quienes deseen arrebatar el oro y

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siempre lo hacen de un modo gracioso pues les encanta divertirse. Son seres muy astutos y
gustan de engañar a quienes ansíen su tesoro. Por esta razón es difícil verlos.
Sin embargo, existe un modo de ver y cazar un duende, según cuenta la leyenda… Este modo
consiste en mirarlos fijamente y sin cerrar los ojos ni por un instante. Luego es necesario
sujetarlos del pie derecho con una cuerda. El duende, en su afán de querer escapar, ofrecerá
su olla repleta de oro puro para poder ser liberado.Sin embargo, no es fácil capturar a un
duende ya que son expertos en engaños y travesuras por lo que es muy probable que aquel
que ose persuadir a un duende, termine él mismo siendo engañado y timado. En años y él
despertaría feliz.

En la sabana había una hiena y una liebre que eran muy amigas. Compartían todo el día juntas
pescando o jugando por ahí. La liebre siempre era la que conseguía los mejores pescados
pero la hiena se los lograba quitar siempre con alguna clase de juego. La hiena era muy astuta,
siempre que proponía un juego lo hacía ver sencillo pero era complicado y la liebre siempre
perdía el juego y su comida.
Un día la liebre sacó del agua un pescado muy grande, tan grande que la hiena le pregunto:
-¿Podrás comerte todo eso tú sola?
-Claro que sí-respondió la liebre-.
-Pero es muy grande-dijo la hiena-. Podría hacerte daño y lo sabes.
-Mmm…-dudó la liebre-. Tienes razón, mejor lo corto en pedazos y lo cocino en la noche
para poder conservarlo por varios días. Muchas gracias, amiga hiena.
La liebre se fue con su enorme pescado a su madriguera al otro lado del río. La hiena deseaba
ese pescado para ella sola, pero no sabía cómo conseguirla, ya no había oportunidad para
hacer uno de sus juegos sucios. Decidió esperar hasta la noche que la liebre se durmiera para
robarle el pescado ya cocinado. Cayó la noche, se alzaron la luna y las estrellas en el cielo
negro. La hiena cruzó el río sin hacer ruido mientras pensaba en ese pescado tan delicioso
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que había conseguido la liebre. Se acercó a la madriguera y vio a la liebre dormida a un lado
y al otro lado el pescado y la parrilla. Las brasas aún ardían. La hiena se saboreaba pensando
en lo deliciosa que sería esa cena. La liebre estaba despierta pero fingía estar dormida porque
sabía que la hiena iría a robarle su comida.
Cuando la hiena tomó el primer pedazo de pescado y comenzó a comérselo, la liebre se
levantó y tomó la parrilla. Persiguió a la hiena hasta que finalmente la alcanzó y golpeó con
la parrilla hirviente. Después de eso, la hiena nunca volvió a engañar a la liebre, pero tampoco
volvieron a hablarse.

El baobab era un árbol muy grande y fuerte con flores preciosas en sus copas y por ser el
árbol más bello, los dioses decidieron darle el don de la inmortalidad. Gracias a esto, los
baobabs podían crecer muchísimo más que el resto de los árboles. Eran plantas fuertes, sus
troncos eran enormes y era imposible derribarlos. El baobab era tan grande que con su copa
empezó a apropiarse de la luz y dejaba al resto de las plantas y animales bajo su sombra sin
poder gozar de la luz solar. Gracias a esto, el baobab crecía más y más fuerte mientras que
las otras plantas apenas crecían con los resquicios de luz que pasaban entre las copas del
baobab.
Un día, el baobab, dándose cuenta de su fuerza y su majestuosidad, pensó que era digno de
estar junto a los dioses, así que crecería y crecería hasta llegar a su paraíso. El baobab pensó
que era un dios como los que lo habían creado. Pero esto fue un error, la arrogancia y el
egoísmo del baobab hizo que los dioses se enfadaran. La furia de los dioses le consiguió un
castigo al baobab para que aprendiera la lección. A la mañana siguiente el baobab se dio
cuenta de que sus flores ya no estaban y que sus copas no eran preciosas como antes. Los
dioses habían castigado al grandioso árbol haciendo que creciera al revés, con las raíces hacia
el cielo y las flores bajo tierra.
Por este motivo el baobab tiene esa forma tan extraña.

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Eran un hombre y una mujer que tenían una sortija de oro. La sortija era un amuleto y el que
la poseía tenía siempre lo bastante para vivir. Pero ellos no lo sabían y vendieron la sortija
por poco dinero. Apenas la sortija salió de su casa, empezaron a empobrecer y al fin no sabían
de dónde sacar su alimento. Tenían también un perro y un gato que pasaban tanta hambre
como ellos. Los dos animales conferenciaron para ver cómo podían ayudar a sus amos,
devolviéndoles la suerte. Por fin el perro encontró una salida: «Tienen que encontrar la
sortija» dijo al gato. El gato dijo: «La sortija está bien guardada en una caja que no se puede
abrir». «Coge un ratón—dijo el perro—. El ratón roerá la caja y sacará la sortija. Dile que si
se niega, lo matas y lo hará. El consejo le pareció bien al gato y cogió un ratón. Entonces se
fue con él a la casa en donde estaba la caja. El perro iba detrás. Andando, andando, llegaron
a un río muy ancho y como el gato no sabía nadar, el perro lo tomó a cuestas y lo pasó al otro
lado. El gato llevó al ratón a la casa donde estaba la caja. El ratón hizo un agujero en la caja
y sacó la sortija. El gato cogió la sortija en el hocico y volvió a la orilla del río, donde lo
esperaba el perro que lo pasó al otro lado. Luego emprendieron juntos al camino de vuelta,
para llevarles el amuleto al amo y a su mujer. Pero el perro no podía correr más que por
encima de la tierra, y cuando se encontraba de camino una casa tenía que rodearla. En cambio,
el gato trepaba a prisa hasta el tejado y, gracias a esto, llegó mucho antes que el perro y
entregó la sortija a sus amos. El amo dijo a su mujer: «El gato es un buen animal; le daremos
siempre de comer y le cuidaremos como a nuestro propio hijo». Cuando el perro llegó a la
casa, le pegaron y lo insultaron porque no había trabajado para traer la sortija. El gato sentado
en el hogar refunfuñaba sin decir palabra. Entonces el perro se indignó con el gato porque le
había quitado su recompensa, ¡y cada vez que lo veía lo perseguía para cogerlo! Desde aquel
día son enemigos el perro y el gato.

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A la víbora, víbora, de la mar, de la mar,
por aquí pueden pasar.
Los de adelante corren mucho y los de atrás se quedarán,
tras, tras, tras, traaas.
Una mexicana que frutos vendía,
ciruela, chabacano, melón o sandía.
Una mexicana que frutos vendía,
Ciruela, chabacano, melón o sandia.

Verbena, verbena, jardín de Matatena.


Verbena, verbena, jardín de Matatena.

Campanita de oro, déjame pasar,


con todos mis hijos, menos el de atrás,
tras, tras, tras, tras.
Será melón, será sandia, será la vieja del otro día,
día, día, día, día.

Arroz con leche, me quiero casar


Con una señorita de San Nicolás.
Que sepa coser, que sepa bordar,
Que sepa abrir la puerta para ir a jugar.

Yo soy la viudita del barrio del rey


Me quiero casar y no sé con quién,
Con ésta sí, con ésta no, con esta señorita me caso yo.

3 Un elefante se balanceaba
Un elefante se balanceaba
Sobre la tela de una araña,
Como veía que resistía
Que a llamar a otro elefante.
Dos elefantes se balanceaban
Sobre la tela de una araña,
Como veían que resistía
Fueron a llamar a otro elefante.

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Tres elefantes…
Cuatro elefantes…
Cinco elefantes…
Seis elefantes…

4 Juguemos en el bosque
Juguemos en el bosque, mientras el lobo no está.
Juguemos en el bosque, mientras el lobo no está.
¿Lobo estás?
Me estoy bañando.
Juguemos en el bosque, mientras el lobo no está.
Juguemos en el bosque, mientras el lobo no está.
¿Lobo estás?
Me estoy poniendo los pantalones.
Juguemos en el bosque, mientras el lobo no está.
Juguemos en el bosque, mientras el lobo no está.
¿Lobo estás?
Me estoy poniendo un saco.

5 La Gallina Turuleca
Yo conozco una vecina,
Que ha comprado una gallina,
Que parece una sardina enlatada.
Tiene las patas de alambre,
Porque pasa mucho hambre,
Y la pobre está todita desplumada.
Pone huevos en la sala,
Y también en la cocina,
Pero nunca los pone en el corral.
La gallina, turuleca,
Es un caso singular.
La gallina, turuleca,
Está loca de verdad.
La gallina turuleca,
Ha puesto un huevo,
Ha puesto dos,
Ha puesto tres.

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6 Los pollitos dicen
Los pollitos dicen,
Pío, pío, pío,
Cuando tienen hambre,
Cuando tienen frío.
La gallina busca
El maíz y el trigo,
Les da la comida
Y les presta abrigo.
Bajo sus dos alas
Acurrucaditos,

7 CÙ CÙ CANTABA LA RANA
Cú cú cantaba la rana.
Cú cú debajo del agua.
Cú cú paso un caballero.
Cú cú con capa y sombrero.
Cú cú paso una señora.
Cú cú con traje de cola.
Cú cú paso un marinero.
Cú cú vendiendo romero.
Cú cú le pedí un ramito.
Cú cú no me quiso dar.
Cú cú me puse a llorar.

8 Aserrín aserrán
Aserrín aserrán
Los maderos de San Juan
Piden pan no les dan
Piden huesos y les dan queso
Piden vino y si les dan
Se marean y se van.
Aserrín aserrán
Los maderos de San Juan
Piden pan no les dan
Piden huesos y les dan queso
Piden vino y si les dan
Se marean y se van.

91
9 Si te sientes hoy feliz
Si te sientes hoy feliz, aplaude a̮ sí. (2 aplausos.)
Si te sientes hoy feliz, aplaude a ̮ sí. (2 aplausos.)
Si te sientes muy feliz, tu rostro no podrá mentir.
Si te sientes hoy feliz, aplaude a ̮ sí. (2 aplausos.)

10 Pin pon es un muñeco


Pin pon es un muñeco,
Muy guapo y de cartón, de cartón,
Se lava la carita
Con agua y con jabón, con jabón.
Se desenreda el pelo,
Con peine de marfil, de marfil,
Y aunque se da tirones
No grita y dice ¡uy!, dice ¡uy!
Pin Pon toma su sopa
Y no ensucia el delantal
Pues come con cuidado
Como un buen colegial
Apenas las estrellas
Comienzan a salir, a salir,
Pin pon se va a la cama
Se acuesta y a dormir, a dormir.
Y aunque hagan mucho ruido
Con el despertador
Pin Pon no hace caso
Y no vuelve a despertar
Pin Pon dame la mano
Con un fuerte apretón
Que quiero ser tu amigo
Pin Pon, Pin Pon, Pin Pon.

11 Mambrú se fue a la guerra


Mambrú se fue a la guerra,
¡qué dolor, qué dolor, qué pena!
Mambrú se fue a la guerra,
no sé cuándo vendrá.
¡Ah, ah, ah, ah, ah, ah!

No sé cuándo vendrá.

92
¿Vendrá para la Pascua?
¡Qué dolor, qué dolor, qué pena!
¿Vendrá para la Pascua
o por la Trinidad?

¡Ah, ah, ah, ah, ah, ah!


O por la Trinidad.

La Trinidad se pasa,
¡qué dolor, qué dolor qué pena!
La Trinidad se pasa,
Mambrú no vuelve más.

Por allí viene un paje,


¡qué dolor, qué dolor, qué pena!

Por allí viene un paje,


¿Qué noticias traerá?
¡Ah, ah, ah, ah, ah, ah!
¿Qué noticias traerá?
-Las noticias que traigo,
¡qué dolor, qué dolor, qué pena!
-Las noticias que traigo,
¡dan ganas de llorar!

12 Buenos días su señoría mantantirulirula


Muy buen día, su señoría.
Mantantiru-Liru-Lá!
¿Qué quería su señoría?
Mantantiru-Liru-Lá!
Yo quería una de sus hijas,
Mantantiru-Liru-Lá!
¿Cuál quería su señoría?
Mantantiru-Liru-Lá!
Yo quería la más bonita,
Mantantiru-Liru-Lá!
¿Y qué oficio le pondremos?
Mantantiru-Liru-Lá!
Le pondremos de modista,
Mantantiru-Liru-Lá!
Ese oficio no le agrada,
Mantantiru-Liru-Lá!

93
Le podremos de pianista,
Mantantiru-Liru-Lá!
Ese oficio no le agrada.
Mantantiru-Liru-Lá!
Le pondremos de cocinera.
Mantantiru-Liru-Lá!
Ese oficio no le agrada.
Mantantiru-Liru-Lá!
Le pondremos de princesita.
Mantantiru-Liru-Lá!
Ese oficio sí le agrada,
Mantantiru-Liru-Lá!
Celebremos todos juntos.
13 La vaca lechera
Tengo una vaca lechera,
no es una vaca cualquiera,
me da leche merengada,
ay! que vaca tan salada,
tolón , tolón, tolón , tolón.

Un cencerro le he comprado
y a mi vaca le ha gustado,
se pasea por el prado,
mata moscas con el rabo.
Tolón, tolón
Tolón, tolón

Yo la llevé de paseo,
con un bonito sombrero,
todo el mundo la miraba,
y se puso colorada.
Tolón, tolón
tolón, tolón

Caminaba derechita,
balanceaba su colita,
de repente la vió el toro
y le dijo: ¡yo te adoro!
Tolón, tolón
tolón, tolón

94
Tengo una vaca lechera,
no es una vaca cualquiera,
me da leche merengada,
ay! que vaca tan salada.
Tolón, tolón,
tolón, tolón.

14 Números y colores en inglés


Un, dos, tres y el cuatro ves,
harás una ronda sentándote,
cinco y seis un truco haré,
siete y ocho que tarde es,
nueve y diez... prepárate otra vez.

One, two, three and four,


let's make a circle and sit on tha floor,
five and six let`s play tricks,
seven and eight don't be late,
nine and ten... are you ready my friend.

Un, dos, tres y el cuatro ves,


harás una ronda sentándote,
cinco y seis un truco haré,
siete y ocho que tarde es,
nueve y diez... prepárate otra vez.

One, two, three and four,


let's make a circle and sit on tha floor,
five and six let`s play tricks,
seven and eight don't be late,
nine and ten... are you ready my friend.

Los globos son rojos,


los globos son azules,
los globos son verdes y amarillos también.

Balloons are red,


balloons are blue,
balloons are green and yellow too.

95
La Farolera tropezó
y en la calle se cayó
y al pasar por un cuartel
se enamoró de un coronel.
Alcen las banderas
para que pase la Farolera.
Ponga la escalera
y encienda el farol.
Después de encendido
se puso a contar
y todas las cuentas
salieron cabal.
Dos y dos son cuatro,
cuatro y dos son seis,
seis y dos son ocho
y ocho dieciséis,
y ocho veinticuatro,
y ocho treinta y dos.
Ay, niña bendita,
me arrodillo en vos.

El patio de mi casa

Es particular.

Cuando llueve se moja

Como los demás.

Agáchate,

Y vuélvete a agachar,

Que los agachaditos

No saben bailar.

Chocolate, molinillo

Corre corre, que te pillo


96
A estirar, a estirar

Que el demonio va a pasar.

El patio de mi casa

Es particular.

Cuando llueve se moja

Como los demás.

Agáchate,

Y vuélvete a agachar,

Que los agachaditos

No saben bailar.

Chocolate, molinillo

Corre corre, que te pillo

A estirar, a estirar

Que el demonio va a pasar.

Hache, I jota, ka

Ele, elle, eme, a,

Que si tú no me quieres

Otro amante me querrá.

Sobre el puente de Avignon


todos bailan, todos bailan.
Sobre el puente de Avignon
todos bailan y yo también.
Hacen así...
97
así las lavanderas.
Hacen así...
Así me gusta a mí.

Sobre el puente de Avignon


todos bailan, todos bailan.
Sobre el puente de Avignon
todos bailan y yo también.
Hacen así...
Así las planchadoras.
Hacen así...
Así me gusta a mí.

Sobre el puente de Avignon


todos bailan, todos bailan.
Sobre el puente de Avignon
todos bailan y yo también.
Hacen así...
Así las costureras.
Hacen así...
Así me gusta a mí.

Sobre el puente de Avignon


todos bailan, todos bailan.
Sobre el puente de Avignon
todos bailan y yo también.
Hacen así...
Así los zapateros.
Hacen así...
Así me gusta a mí.

Susanita tiene un ratón,


un ratón chiquitín,
que come chocolate y turrón
y bolitas de anís.

Duerme cerca del radiador


con la almohada en los pies
y sueña que es un gran campeón
jugando al ajedrez.

98
Le gusta el futbol,
el cine y el teatro.
Baila tango y rock'n roll
y si llegamos y nota que observamos
siempre nos canta esta canción.

Susanita tiene un ratón,


un ratón chiquitín,
que come chocolate y turrón
y bolitas de anís.

Duerme cerca del radiador


con la almohada en los pies
y sueña que es un gran campeón
jugando al ajedrez.

Le gusta el futbol,
el cine y el teatro.
Baila tango y rock'n roll
y si llegamos y nota que observamos
siempre nos canta esta canción.

Salió la a, salió la a
no sé a dónde va (bis)
a comprarle un regalo a mi mamá
a comprarle un regalo a su mamá
Salió la e, salió la e
no sé a dónde se fue (bis)
fui con mi tía Marta a tomar té
fue con su tía Marta a tomar té
Salió la i, salió la i
y yo no la sentí (bis)
fui a comprar un punto para ti
fue a comprar un puntico para mí
Salió la o, salió la o
y casi no volvió (bis)
fui a comer tamales y engordó
fue a comer tamales y engordó
Salió la u, salió la u
y que me dices tú (bis)

99
salí en mi bicicleta y llegué al Perú
salió en su bicicleta y llegó al Perú
A, e, i, o, u, a, e
A, e, i, o, u
A, e, i, o, u, i, o
A, e, i, o, u

A lo alto y a lo bajo
Y a lo ligero
A lo alto y a lo bajo
Y a lo ligero
Al uso de mi tierra (bis)
Toco el pandero (bis).

A pasar el trébole (bis)


A pasar el trébole
La noche de San Juan.
A pasar el trébole (bis)
Al pasar el trébole
Los mis amores van.

Qué quieres que te traiga


Si voy a Madrid.
Qué quieres que te traiga
Si voy a Madrid.
No quiero que me traigas (bis)
Que me lleves sí (bis)

A pasar el trébole (bis)


A pasar el trébole
La noche de San Juan.
A pasar el trébole (bis)
Al pasar el trébole

PIRULÍN, PIRULÓN, PIRULÍN CHISPÓN.


Su amita los bañaba con cepillo y con jabón: el blanco Pirulín y el negro Pirulón.
PIRULÍN, PIRULÓN, PIRULÍN CHISPÓN.
Jugaban con ovillos del cesto de labor: el blanco Pirulín y el negro Pirulón.
PIRULÍN, PIRULÓN, PIRULÍN CHISPÓN.
100
Eran dos figuritas que adornaban el salón: el blanco Pirulín y el negro Pirulón.
PIRULÍN, PIRULÓN, PIRULÍN CHISPÓN.

Que llueva, que llueva, la vieja está en la cueva, los pajaritos cantan, las nubes se
levantan,
¡que sí!
¡Que no! que caiga un chaparrón, con azúcar y turrón, que rompa los cristales de
la estación, y los tuyos si, y los míos no.

Soy capitán, soy capitán de un barco Inglés (bis) y en cada puerto tengo una mujer.
La rubia es (bis) fenomenal (bis) y la morena (bis) tampoco está mal. (bis)
Si alguna vez me he de casar, me casaré con la que me guste más.

Soy un chino capuchino mandarin rin rin.


He llegado de la era del Japón pon pon.
Mi coleta es de tamaño natural ral ral
Y con ella me divierto sin cesar sar sar.

Al pasar por un cafetín tin tin


Una china me tiró del coletín tin tin
-Oye china que no quiero discutir tir tir.
-Soy un chino capuchino mandarin rin rin.

101
A la rueda, rueda, rueda
Como puedas con o sin las ruedas
Que si no te quedas.
Al rodón, rodón se escapó un león
Con dientes de seda y dientes de cartón.
Al rondín rondín
Es un gran festín y usa peluchin.

102

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