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Lección 1: La Ciudadanía y la Lucha contra la Corrupción

En esta primera clase abordaremos cuatro puntos: 1.Los ciudadanos;


2. Nociones clásicas de ciudadanía; 3. Nociones contemporáneas de
ciudadanía; 4. Y ética política.

1. Los ciudadanos. El buen funcionamiento de las instituciones


públicas debe ser una preocupación, no sólo de los órganos del
Estado o del mundo político, sino principalmente de los ciudadanos.
Son éstos quienes están sometidos a las autoridades públicas que
ellos mismos han elegido, delegando en tales autoridades el
monopolio de la fuerza legítima. Dicho monopolio de la fuerza está
sujeto a la ley y tiene por fin proteger los derechos de las personas,
garantizar el orden público y promover el bien común. Por tanto, son
los ciudadanos los primeros que son beneficiados por una buena
administración del Estado y afectados por los vicios públicos.

Tomando en cuenta lo anterior, es fundamental comenzar el estudio


de la lucha contra la corrupción y en favor de la transparencia y la
rendición de cuentas, examinando el concepto de ciudadano y su
evolución. En último término, en la sociedad actual son los
ciudadanos los principales protagonistas de la lucha contra la
corrupción.

A continuación, se esbozarán brevemente algunas ideas de la


filosofía política clásica sobre la noción de ciudadano, para seguir
con una caracterización de la “ciudadanía activa” contemporánea.

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2. Nociones clásicas de ciudadanía. Examinaremos sucintamente
la contribución de cuatro pensadores: Aristóteles, Agustín de Hipona,
John Locke y Jean-Jacques Rousseau.

Desde la noche de los tiempos los gobernados fueron considerados


como los súbditos del monarca. En el siglo IV a. C., el gran filósofo
griego Aristóteles, ciudadano de Atenas, escribió en su célebre obra
“La Política”, que el rasgo distintivo del verdadero ciudadano de una
polis, o comunidad política, es la facultad de poder ser nombrado
magistrado, esto es, autoridad pública, o juez. Es decir, para
Aristóteles ciudadano es quien puede participar del ejercicio
de la función pública, sea postulándose a cargos electivos o
ejerciendo su voto para generar los mismos, o bien colaborando con
la administración de justicia, función reservada precisamente a la
autoridad pública. La visión de Aristóteles era excepcional y no
marcó una tendencia sino hasta dos milenios más tarde, cuando en
la época de la Ilustración se fundamenta el concepto de soberanía
popular y de ciudadano.

En el siglo V d. C. Agustín, Obispo de Hipona, sostuvo que todos los


seres humanos forman parte desde su nacimiento de una familia o
comunidad espiritual universal, correspondiente a la “ciudad de
Dios”. Por otro lado, las personas además pertenecen a una
comunidad política o “ciudad del hombre” en la que gozan de la
ciudadanía “pagana” descrita por Aristóteles.

Mucho más tarde, durante la época de la Ilustración, que comienza a


finales del siglo XVII, se reemplazó el concepto de súbdito por el de
ciudadano. A partir de entonces se entiende que la soberanía
popular reside en el pueblo o, en otras palabras, en la ciudadanía. La

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legitimidad de los gobiernos, ya no se concebía como basada en
fundamentos religiosos, dinásticos o en la mera fuerza capaz de
conquistar el poder y mantenerlo. La idea de soberanía popular se
debe primeramente al filósofo inglés John Locke, quien la formuló en
su “Segundo Tratado del Gobierno Civil”, a fines del siglo XVII. Para
él, la libertad de los ciudadanos radica en su capacidad de
someterse voluntariamente a la autoridad que ellos mismos han
elegido. Afirma Locke que sólo una vez que se manifiesta
explícitamente dicho consentimiento, en la forma de una promesa y
acuerdo expresos, esa persona se vuelve miembro del Estado, esto
es, un ciudadano.

Décadas más tarde el filósofo francés Jean-Jacques Rousseau postuló


en su obra “El Contrato Social” que es la voluntad general del pueblo
lo que constituye a la comunidad política, siendo los gobernantes
meros delegados del pueblo soberano.

Según Jean-Jacques Rousseau, el “pueblo” corresponde al conjunto


de quienes se hallan asociados políticamente. Son “súbditos” en su
sometimiento a las leyes del Estado (no ya a la persona del
monarca) y “ciudadanos”, en cuanto son partícipes del ejercicio
de la autoridad pública.

3. Nociones contemporáneas de ciudadanía. Si bien en el plano


filosófico, desde la época de la Ilustración se considera que la
ciudadanía detenta el poder soberano, transcurrió más de un siglo y
medio antes de que tal papel se hiciera visible en lo cotidiano. A lo
largo del siglo XIX, se fue extendiendo el concepto de ciudadano,
desde un núcleo reducido, formado por los varones libres y
propietarios, hasta todos los varones libres y, más tarde, a todos los

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varones, habiéndose abolido la esclavitud. La extensión de la
ciudadanía a las mujeres, debió esperar hasta mediados del siglo XX.
Aún así, hacia los años 50, ciudadanía significaba básicamente el
derecho de elegir autoridades y a postular a cargos públicos.

El concepto contemporáneo de ciudadanía activa, como se la conoce


hoy, se remonta a comienzos de la década de los años 60. Durante
los años 50 el impulso que los gobiernos habían dado a la agenda
internacional en favor de los derechos humanos, en los primeros
años de posguerra, se paralizó debido a los recelos propios de la
Guerra Fría.

Sin embargo, a contar de la década de 1960 surgió un movimiento


internacional por los derechos humanos, compuesto por
organizaciones no gubernamentales, internacionales y nacionales,
así como por “ciudadanos activos” interesados en la promoción de
dichos derechos. El movimiento por los derechos humanos siguió
creciendo sostenidamente hasta el día de hoy y ha influido con
fuerza en la conciencia de la gente y en las políticas públicas, junto
con atraer la atención de los medios de comunicación masivos. A
esta primera ‘causa ciudadana’ se sumó, en la década de 1970, el
movimiento por la protección del medio ambiente, enfocado en la
preservación del hábitat común y de los recursos naturales para la
generación presente y las venideras. Más tarde, con el fin de la
Guerra Fría, esto es, a contar de la década de 1990, comenzó a
agregarse un nuevo tema de interés ciudadano: la lucha contra la
corrupción y en favor de la transparencia pública y la rendición de
cuentas.

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4. Ética Política. La ética política, es decir, las consideraciones
morales aplicadas a la cosa pública, se ha venido desarrollando,
progresivamente, desde el pensamiento de los filósofos de la
Ilustración y desde los procesos políticos que estas ideas inspiraron,
empezando por la revolución independentista de los Estados Unidos
y la Revolución Francesa.

La ética política busca dar respuesta a qué debe ser considerado


justo, correcto o bueno en materia de instituciones públicas, políticas
públicas y la conducta de los agentes públicos. La conducta de estos
últimos debe ajustarse a los principios democráticos. El abuso del
monopolio de la fuerza que detenta el Estado normalmente se asocia
con la violación de derechos humanos civiles y políticos. El abuso de
la posición de poder para generar beneficios privados para el agente
público o para una tercera persona, se vincula con la corrupción. Se
diría que los ‘ciudadanos activos’ inicialmente, desde la década de
los años 60, se ocuparon de las violaciones de derechos humanos.
Una vez que los principios básicos de derechos humanos quedaron
bien establecidos, se desarrolló el movimiento anti-corrupción.

La “ciudadanía activa” a que nos hemos referido ha cobrado nuevos


bríos con las protestas sociales que han surgido en todo el mundo,
desde 2011. En tales protestas los ciudadanos activos exigen mayor
igualdad social, participación democrática y la promoción de los
derechos humanos, para lo cual el control de la corrupción y la
rendición de cuentas por la autoridad pública resultan de medular
importancia, como se estudiará durante este curso.

En suma, podemos resumir esta primera clase diciendo que el


desarrollo del tema y del movimiento pro transparencia e integridad

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pública y contra la corrupción ha sido impulsado primeramente por
una ciudadanía activa y es parte del creciente interés que están
tomando los ciudadanos por cuestiones de ética pública, más allá de
sus opciones políticas.

Por favor visiten nuestro sitio web moocchile.com y quedan


cordialmente invitados a ver la siguiente clase de este curso.

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