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Universidad de Buenos Aires

Facultad de Psicología

Tesis de grado correspondiente a la Licenciatura en


Psicología

”De la función y el lugar del analista en las psicosis”


Somera conceptualización de la transferencia y (en) las psicosis

Alumno: Policicchio, Emmanuel Juan José

L.U.: 29.042.147-0

Tutora: Patri, Liliana Beatriz

D.N.I.: 14.565.142
Agradecimientos...............................................................................................................3
Resumen/Abstract.............................................................................................................4
Introducción......................................................................................................................5
Planteamiento del problema..............................................................................................5
Metodología.......................................................................................................................6
Objetivos............................................................................................................................6
Hipótesis............................................................................................................................6
Estado del Arte..................................................................................................................7
Marco Teórico...................................................................................................................8
Psicosis..............................................................................................................................9
Transferencia...................................................................................................................17
Un caso de Psicosis: Fabián.............................................................................................23
Transferencia en psicosis.................................................................................................28
Conclusiones....................................................................................................................33
Bibliografía......................................................................................................................37


 
Agradecimientos

En primer lugar, agradezco a mi casa de estudios, la Facultad de Psicología de la


Universidad de Buenos Aires, por permitirme ser parte de ella. Fueron años de aprender,
discutir y conocer gente, aquellos que elegí para que me acompañen en mi camino. Lo
mejor de esta facultad, es su gente.

A mi profesora de seminarios, de prácticos y mi tutora, Liliana Patri, por aceptar esta


difícil empresa y ayudarme en la consecución de ella, siendo un verdadero gusto
terminar mi carrera con alguien a quién aprecio y estimo sobremanera.

A mi hermana Brenda, mi compañera de camino y a mi papá, quienes me sostuvieron


durante estos cuatro largos años de licenciatura, exámenes y noches de lectura.

A mis compañeros que se volvieron conocidos, luego amigos, y muchos ya futuros


colegas, compartiendo las vicisitudes del estudiante y trabajador durante este tiempo,

A mi madrina, Adriana, quién me dio el empuje para iniciar este camino hace 6 años.

A mi compañero, luego encargado, después jefe pero siempre amigo, Leandro; gracias a
él pude llegar hasta el final de la carrera, ayudándome incondicionalmente.

A los profesores que son excelentes profesores pero no se olvidan que son personas, que
transmiten una enseñanza y se esmeran en que el alumno aprenda y comprenda, que
entienden las dificultades particulares de cada quién y procuran trabajar con ahínco para
dejarle a este último una enseñanza más allá de la asignatura en cuestión. Destaco a
Gladys Re y su clara y excelente forma de enseñar y hacerse comprender siempre con
una sonrisa, a Larissa Santimaría por la excelente predisposición y ganas de escuchar y
fomentar el conocimiento, a Romina Galiussi por enseñarme que en la docencia se
puede compartir el saber y dejar de lado el ego, a Juan de la Cruz Mayol por la crítica al
saber y al saber crítico, a Elisa Zaccardi por el esmero y preocupación en la enseñanza
clase a clase brindando todo en ellas, y a Juan Tausk por enseñarnos desde su gran
experiencia, tanto de analista como de vida.

Y por último, a una persona que admiro y estimo: a Verónica Fernández, alguien
increíble que posee un conocimiento y pasión que inspira y contagia, enseñando
siempre con la razón, pero desde la pasión.


 
Resumen

En tiempos previos a la irrupción del psicoanálisis, la conceptualización de los


cuadros de las denominadas “psicosis” se basaba en la observación y
sistematización de la fenomenología presentada por el paciente, tanto en su
sincronía como en su diacronía, siendo esta última un capital criterio en cuanto
al diagnóstico del cuadro y su lugar en la nosología del autor y/o escuela afín. El
paciente ocupaba el lugar del objeto de estudio, y sus palabras cobraban valor
en el interrogatorio clínico, pero solo afín de precisar y delimitar su relación con
sus ideas, sensaciones y sentimientos de la patología por clasificar. Pero con el
psicoanálisis que se inaugura una nueva concepción del ser humano en su
relación con sus semejantes, lo cual extrapolado a la clínica de las psicosis -
desde Lacan especialmente- permitió trabajar desde la llamada “transferencia” y
su imbricación en el dispositivo analítico, desarrollando una modalidad de
tratamiento para estos cuadros.

Palabras claves: transferencia-psicosis-psicoanálisis-dispositivo analítico

Abtract
In previous times to the emergence of psychoanalysis, the conceptualization of
clinical picture called "psychosis" was based on observation and systematization
of phenomenology presented by the patient, both in synchrony as in its diachrony,
being this last one a capital criterion in the diagnosis of the clinical picture and
place in the nosology of the author and / or related school. Patient took the place
of the object of study, and his words were paid value in the clinical examination,
but alone related to pinpoint and delimit the ideas, relations, sensations and
feelings in relationship with the pathology to classify. But with psychoanalysis
which opens a new conception of the human being in his relationship with his
fellow man, which is extrapolated to the clinic of psychosis -from Lacan
especially- made working from the so-called "transfer" and its integration into the
device analytical, developing a modality treatment these clinic pictures.

Keywords: transfer- psychosis-psychoanalytical- device analytical


 
Introducción
El motivo de este escrito, es la confección de la tesis correspondiente a la
licenciatura en psicología de la Facultad de Psicología, perteneciente a la
Universidad de Buenos Aires. El mismo versa acerca del concepto de la
transferencia presente en los cuadros de psicosis, una temática que captó mi
interés durante la cursada de la práctica “Clínica en la Emergencia”, llevada a
cabo en un hospital sito en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Allí, se trabaja
con pacientes que sufren de una psicosis de larga data, y la función del
psicoanalista toma un carácter particularmente diferente al efectuado en otros
cuadros clínicos, sin soslayar las condiciones institucionales que forman parte
de ese encuadre, que inciden en el dispositivo analítico. En dicho contexto, asisto
a presentaciones de pacientes y discusiones de casos clínicos, como así también
al aprendizaje de nociones de la clínica y la práctica relacionada con estos
cuadros in situ. La relación terapéutica entre el paciente y el analista, cobra una
configuración que tiene características únicas en relación a otros cuadros, como
las neurosis, perversión o casos fronterizos, ateniéndonos al marco
psicoanalítico de manera muy general.

Planteamiento del problema


La presente tesis responde a la definición del tipo de investigación documental
(MUÑOZ RAZO, 1998), de amplio contenido teórico, y reducido contenido
práctico. Utilizaremos lo mencionado al respecto por Sampieri et al (2010) para
formalizar el planteamiento del problema optando por el enfoque cualitativo,
definido por los autores como aquel que “(...) Mantiene una doble perspectiva:
analiza los aspectos explícitos, conscientes y manifiestos, así como aquellos
implícitos, inconscientes y subyacentes. En este sentido, la realidad subjetiva en
sí misma es objeto de estudio” (SAMPIERI, Ibíd.: p10).

En cuanto al diseño de investigación, debemos recordar que cuando hablemos


de “diseño” en una investigación cualitativa, haremos referencia al ‘abordaje’
general en la investigación, nuestro trabajo se asemeja al diseño narrativo, ya
que recolectará datos de la biografía de los individuos, (si bien solo
presentaremos un caso) pero además, se presta a nuestro objetivo de realizar


 
un relevamiento de los términos en cuestión, ya que este diseño “Se usa
frecuentemente cuando el objetivo es evaluar una sucesión de
acontecimientos.” (SAMPIERI; Ibíd., p504).

Metodología
Al ser una tesis de investigación documental, de carácter cualitativo y con un
diseño semejante al narrativo, nos orientamos a utilizar el método de “análisis-
síntesis” (MUÑOZ RAZO; Ibíd.: p192), el cual se basa en desfragmentar el
problema en unidades menores, profundizar en ellas por separado, y luego,
reconstituirlas nuevamente en un todo unificado. En relación a las técnicas de
investigación, utilizaremos –además de la recopilación en fuentes documentales
primarias y secundarias-, la observación no participativa, la cual fue realizada en
el ambiente del citado Hospital, durante el lapso de un cuatrimestre.

Objetivos
-Objetivo General

* Conceptualizar la función y lugar del psicoanalista en las psicosis desde una


perspectiva teórica, para luego articularla a la práctica, mediante la presentación
de un caso clínico.

-Objetivos Específicos

*Realizar un somero relevamiento histórico del término ‘psicosis’, su definición


y conceptualización desde Freud y Lacan.

*Realizar un somero relevamiento histórico del término ‘transferencia’, su


definición acuñada por Freud y luego trabajada por Lacan.

Hipótesis
A modo de idea directriz, nos proponemos como hipótesis del trabajo corroborar
la tesis que enuncia Belucci: “(...) la transferencia en la psicosis es una función
de terceridad, que opera en acto a una separación del Otro y apunta a que se
sostenga más allá” (BELUCCI; 2014: p6, resaltado del autor).


 
En las conclusiones de este escrito la retomaremos en función de lo desplegado
a través de él.

Estado del arte


Es necesario pasar revista de las producciones sobre nuestro tema, afín de
poder comenzar a establecer un recorte sobre el particular, para profundizar en
el desarrollo del mismo. Comenzamos con las Obras Completas de Sigmund
Freud de la edición de Amorrortu Editores (1978) y algunos seminarios de
Jacques Lacan: Seminario III (1984 Paidós); Seminario VIII (2003 Paidós);
Seminario XI (1987 Paidós) y Escritos II (2013, Losada). Nuestro criterio de
selección consta del periodo desde 1980 hasta la actualidad, consignando solo
aquellos que trabajos que hemos colegido que corroboran a lo ya dicho por Freud
y Lacan sobre el tema, o bien, lo profundizan de significativa manera.

Autores/as internacionales que trabajaron la transferencia en la psicosis –entre


tantos otros- son Doltó (1980), Aulagnier (1984) el cual versa sobre la clínica con
pacientes psicóticos y en especial, el lugar del analista en ella definiendo al
mismo como “escuchante”; Laurent (1989), Pommier (1997a) y (1997b). En
referencia a Colette Soler (1991), (2001) y (2004) la autora se enfoca
principalmente en el lugar del analista en los cuadros de psicosis. Otros trabajos
desde la perspectiva lacaniana son los de Korman (2001) el cual elabora su idea
de ‘transferencias cruzadas’; Nasio (1987) y sus conceptos de ‘formaciones de
objeto a’ y ‘forclusión local; Gracia (2001), Maleval (2002), Miller (2003). Se
destaca especialmente el trabajo de Miller et al con el concepto de ‘psicosis
ordinarias’ en particular, desarrollando y profundizando este tema y sus
manifestaciones clínicas en consonancia a lo encontrado en la clínica actual,
deslindando 3 momentos fecundos: el Conciliábulo de Angers (1996), la
Conversación de Arcachon (1997) y la Convención de Antibes (1998). Respecto
a Artaloytia (2015) hace una interesante crítica acerca de la eficacia del
psicoanálisis en los cuadros de esquizofrenia, contrastando un caso clínico con
algunos postulados de Freud, en especial, de la Carta 52 y las representaciones
cosa y palabra. De otras instituciones y/o particulares destacamos a Tausk
(2011) y su concepto de la fusión transferencial; Percia (2004), Pulice (2014) y
Belucci (2014) autor del que tomamos la hipótesis directriz.


 
Marco Teórico
El lugar del analista (médico en palabras de Freud en esta época, luego de
mediados del ’20 será analista) será propiciar por medio de la técnica de la
asociación libre, todo aquello que al paciente se le ocurra en sus pensamientos,
sin omitir nada, teniendo especial valor, aquello que de ordinario no se diría, ya
que opera una fuerza que impide su advenimiento a la conciencia. Esta petición
que se le hace al paciente, constituye la ‘regla fundamental del psicoanálisis’,
que junto a la ‘atención parejamente flotante’ del analista, y el sostenimiento de
este último en un lugar de neutralidad para emitir todo juicio valorativo, y
abstinente en cuanto a las exigencias de los deseos del paciente, conforman las
invariantes del método psicoanalítico. A través de estas omisiones –o mejor
dicho de lo que no se omite porque el paciente lo comunica bajo el apremio de
la regla fundamental de psicoanálisis- por su condición de vínculo con aquello
reprimido, podría desandarse el camino que motivó a la activación del
mecanismo represivo, ocasionando en el paciente un vínculo con aquello
reprimido y sustraído de la conciencia, es decir “hacer consciente lo
inconsciente” y llenar las “lagunas mnémicas” que aparecían en los relatos de
los pacientes neuróticos.

Nuestro trabajo comenzará entonces, en los escritos técnicos comprendidos


entre 1910 y 1920, que inciden en la temática de la transferencia que escribió
Freud sobre la técnica psicoanalítica, es decir, el vínculo paciente-analista.

En relación a Jacques Lacan, tomaremos como punto de partida el Seminario 3


y algunos escritos en donde desarrolla la psicosis y la transferencia desplegada
en ella, abordándolos desde su propia teoría.


 
Psicosis

“La razón no tiene más que un solo uso teórico, cognoscitivo, el de criticarse a

sí misma, el de ser capaz de fijarse límites.(...) No hay saber absoluto. Todo saber es

relativo a la estructura del hombre.”

François Châtelet, en “Una historia de la razón”

Para comenzar nuestro trabajo, mencionemos brevemente el origen del término


‘psicosis’. El primero en utilizarlo fue el Baron Ernst von Feuchtersleben, en su
trabajo de 1845 “The Principles of Medical Psychology”; definiendo a las
mismas como la parte psicológica de las psicopatías, es decir, las
enfermedades mentales. Recordemos que la psiquiatría de esta época
describía los fenómenos y síntomas que observaban en los pacientes,
originando un debate por la etiología de los cuadros, haya o no presencia de un
substrato natural o biológico dañado. En este contexto, las neurosis eran
afecciones del sistema nervioso que sin lesión orgánica en él, influía en la
mente o razón y la trastornaba. Retornando con la obra de Feuchtersleben,
este autor critica la tesis de etiología mixta, ya que esta se decide por uno de
sus factores, ora el psíquico, ora el físico, siendo excluyentes ambos de ellos.
Este autor postula en cambio, que hay componentes de ambos factores que
ocasionan las psicopatías, siendo esta, su tesis principal. Conforme a ella,
sostiene que “Toda psicosis es al mismo tiempo una neurosis, porque sin
intervención de la vida nerviosa no se manifiesta ninguna modificación de lo
psíquico; no obstante, no toda neurosis es una psicosis (...)”1
(FEUCHTERSLEBEN; 1845; p246). Es decir, puede haber una afección
nerviosa pero no devenir psicosis, aunque si hay psicosis tiene que haber una
neurosis de base. Pero esta relación debe ser entendida en constante dinámica
y no sujeta a una estática binomial: es la crítica que le hace Feuchtersleben a
diferencia de la ‘teoría mixta’ de factores. Otros autores contemporáneos y

                                                            
1
 “Every psychosis is, at the same time, a neurosis; because, without the intervention of nervous action, 
no change of the psychical action becomes manifest, but every neurosis is not psychosis (…) 
(FEUCHTERSLEBEN; 1845: p246) 


 
ulteriores (Griesinger, Magnan, Krafft-Ebing, entre otros) comienzan a utilizar el
concepto, si bien imprimiéndoles su propia égida al mismo.

Nuestro trabajo con Freud, se iniciará con el texto “Las neuropsicosis de


defensa”, el cual data de 1894, en el que señala que existe una forma de acción
de la defensa consistente “(...) en que el yo desestima2 {verwerfen} la
representación insoportable junto con su afecto y se comporta como si la
representación nunca hubiera comparecido.” (FREUD, Ibíd., p59). A estos
cuadros los llama de “confusión alucinatoria” -un tipo de psicosis- aunque luego
los nombra como “psicosis de defensa”. La gran diferencia con otros cuadros, es
que en este el yo se defiende no solo de la representación, sino de la porción de
la realidad objetiva que le produce rechazo, por lo cual esta porción segregada
del yo se vuelve alucinatoria y extraña a sí misma.

Por razones de espacio no entraremos en detalles de lo trabajado en el


manuscrito H sobre la paranoia como un tipo de psicosis, pero continuando con
este tema, y siguiendo un orden cronológico, es en el “Manuscrito K” y en
“Nuevas Puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa” (ambos de 1896)
en donde hallaremos una profundización sobre ella. Ambos escritos se
relacionan, ya que la tercera sección del segundo es una ampliación del
manuscrito citado, razón por la que serán trabajados de forma conjunta. En estos
escritos, Freud contrapone la neurosis obsesiva a la paranoia, destacando sus
similitudes y diferencias.
Señala como síntoma primario de la neurosis obsesiva a la desconfianza, que
recae sobre el paciente, lo que autoriza el reproche constante que retorna a la
consciencia de él; en tanto en la paranoia esa desconfianza es proyectada hacia
los otros, desautorizando el reproche recibido. Recordemos que la vivencia
reprimida tiene dos caracteres; la representación o contenido de ella, y el monto
de afecto desprendido de la misma, los cuales retornarán de diferentes forma a
la consciencia: como alucinación visual, sensorial u ocurrencia el primero, como
voces el segundo. Ambos, retornan desfiguradamente, y el yo –quién no tiene
justificación para aceptar el reproche desfigurado y de esa manera generar un

                                                            
2
 Cfr. ut infra p14 para el uso que Lacan le otorga al término. 

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padecer sintomático como en la neurosis obsesiva- desarrolla una “formación
delirante combinatoria” o “delirio interpretativo” para integrarlos a sí mismo, no
reniega de ellos, lo que propicia una progresiva “alteración del yo” (FREUD;
1896: p184). Freud afirma además, que las interpretaciones que realiza el
paciente paranoico las hace en función de la represión actuante, lo que genera
que se fragmenten las palabras, los dichos o hechos, al tomar el contenido
vivenciado como dirigido hacia sí mismo por otros (que tiene referencia
personal); lo que generará las alucinaciones cuyo contenido mnémico proviene
de vivencias infantiles reprimidas. Entonces, la paranoia utiliza un mecanismo de
proyección abusivamente defensivo, que si bien comparte características con la
neurosis obsesiva, no existe en aquella la justificación por el reproche recibido,
desarrollando el yo una función explicativa ante las alucinaciones, quedando a
cambio de ello, alterado de forma permanente inmerso en el delirio. Para Freud
entonces, la parte sana se alteraría paulatinamente hasta integrar al delirio como
perteneciente a ella. Y este retroceso es el que nos permitirá comenzar a
vislumbrar el factor cualitativo en la causación de las psicosis.
El próximo texto es de 1911 y se titula “Puntualizaciones psicoanalíticas sobre
un caso de paranoia (Dementia paranoides) descrito autobiográficamente”.
Para nuestro recorte del profundo y extenso análisis de Freud, solo tomaremos
–a grosso modo- las circunstancias que desencadenarían el cuadro. Freud
comenta que podría ser la edad de Schreber (51 años) que operaría de forma
análoga al “climaterio” sexual de la mujer, produciendo perturbaciones en el
funcionamiento normal del psiquismo. Sintetizando lo desarrollado, el avance de
una corriente de libido homosexual habría ocasionado la segunda enfermedad
de Schreber, tomando una posición femenina ante el doctor Fleschsig y
reaccionando a modo de defensa con un delirio de persecución que permitía
justificar el cambio de valencia amor/odio sobre dicha figura.
Por otro lado, Freud alega que además de la edad como factor precipitante,
puede haberse producido por una frustración, “(...) una privación en la vida real
y objetiva” (FREUD; Ibíd., p53), la cual figura en las ‘Memorias’: cuando Schreber
confiesa que entre la primera y segunda enfermedad vivió feliz con su esposa,
pero solo afligido de tiempo en tiempo por no haber podido tener hijos, ergo, no
dejar descendencia alguna. No obstante, esta privación actúa como factor
precipitante, no dice nada acerca del origen de la moción descripta. Aquí es

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donde Freud apela a las tres fases del desarrollo libidinal para su explicación: el
autoerotismo como las zonas erógenas fragmentadas, el narcisismo que expresa
la unión en el cuerpo propio de las pulsiones sexuales, y por último, la elección
de objeto exterior al cuerpo propio, homosexual al inicio, heterosexual después3.
Cada una de estas fases, es proclive a funcionar como asidero para la libido,
conformando una fijación o predisposición de la misma. Así, en un paciente con
una fijación a etapas anteriores libidinales, como el narcisismo o el autoerotismo,
ocasionaría que la libido frustrada (quizás con intervención de factores genésicos
como la edad) regrese a un punto en donde esta es manifiestamente
homosexual, ya que tomar como objeto de amor al cuerpo propio, implica una
homosexualidad que luego de ser desplazada de sí misma, se buscará en un
objeto exterior de índole igual, para luego permutar en la búsqueda del otro sexo.
El destino de estas aspiraciones homosexuales relegadas, es la sublimación en
propósitos sociales, esto es, la amistad, empatía o estima por el mismo sexo.
Estos desarrollos armonizan con lo sostenido acerca del mecanismo paranoico
que disuelve las identificaciones; por lo cual se resexualizan aquellos vínculos
sublimados, de los que el paciente paranoico se defiende alejándose del mundo
real. Habíamos comentado antes, que esta defensa consistía en el desarrollo del
delirio, que justificaba la transmutación de amor en odio; pero también
recordemos que es necesaria la proyección al exterior de estos sentimientos
propios, lo cual explica una característica del delirio paranoico: el quiebre de las
investiduras libidinales con los objetos del mundo. Freud afirma que “El
sepultamiento del mundo es la proyección de esta catástrofe interior; su mundo
subjetivo se ha sepultado desde que él le ha sustraído su amor.” (...) la formación
delirante, es, en realidad, el intento de restablecimiento, la reconstrucción.”
(FREUD; Ibíd., p65). Ante el horror de ser resexualizados los vínculos
sublimados, el paciente paranoico se defiende ‘recogiendo’ su libido de los
objetos del mundo y trayéndola para sí. Freud aclara que esto es válido para las

                                                            
3
 Recordar que en el manuscrito hallado “Sinopsis de las neurosis de transferencia”, Freud aseveraba 
esta distinción entre regresión libidinal y predisposición al cuadro. Más aún, establecía una relación 
directamente proporcional: a mayor edad cronológica, mayor chance de contraer psicosis (demencia 
precoz, paranoia, y melancolía‐manía, en ese orden), ya que en las mismas debe realizarse una 
regresión a los primeros estadios de la libido. Freud no dejaba de llamar la atención sobre como los 
cuadros en donde la regresión es más acentuada, se realizaban en la adolescencia o vida adulta, cuando 
la libido ya había alcanzado su grado de plena madurez; lo que explicaría alguna predisposición o fijación 
en dichas etapas a las cuales regresa. (FREUD; 1915). 

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pulsiones sexuales y su energía (libido); pero que también podría extenderse a
las pulsiones yoicas y su energía (interés), aunque no del todo, algún tipo de
mínimo vínculo podría existir en el mundo exterior, el paciente no entra en un
estado de abulia total. Esto diferencia a la paranoia (y a la parafrenia) de las
neurosis: la reconstrucción del mundo o prevalencia del delirio por sobre este,
es característico de las primeras; y la formación de síntoma de compromiso a la
manera de un escape de la realidad es de las segundas. Empero, Freud destaca
que la proyección no podría constituir un mecanismo patognomónico de la
paranoia, ya que en algunas formas del cuadro no se utiliza, siendo además, un
componente de la vida psíquica normal. Lo que caracteriza al cuadro es la fase
libidinal en que haya tenido lugar la fijación, condicionando al mismo: en tanto la
paranoia se caracteriza por una fijación en el narcisismo, lo que produciría el
delirio de grandeza al retroceder la libido homosexual sublimada sobre el yo; en
la parafrenia se originaría por una fijación a la fase de autoerotismo, en el cual el
cuerpo fragmentado en zonas erógenas sería el sustento de los fenómenos de
fragmentación corporal de estos cuadros.
Siguiendo cronológicamente, los trabajos de 1923 y 1924 respectivamente
“Neurosis y Psicosis” y “La pérdida de realidad en las neurosis y las psicosis”,
obtendremos una mejor intelección del mecanismo de estas últimas, ya que
además del punto de fijación, el mecanismo de defensa varía en dichos cuadros,
como lo había aseverado ya con el delirio de Schreber, pero ahora,
vislumbrándolo ya bajo la segunda tópica. Al inicio del texto Freud afirma que “La
neurosis es el resultado de un conflicto entre el yo y su ello, en tanto que la
psicosis es el desenlace análogo de una similar perturbación en los vínculos
entre el yo y el mundo exterior.”(FREUD; 1923: p155). De esta manera, en la
neurosis el yo entra en conflicto con las exigencias pulsionales (incestuosas) del
ello, ya que acceder a ellas implicaría a la amenaza de castración por parte del
super yo. Así, el yo activa la represión conformando el mecanismo de formación
de síntomas. En el caso de las psicosis en cambio, el yo decididamente rehúsa
los mandamientos del super yo y se alía con el ello, entrando en conflicto con la
realidad objetiva. Entonces, de los factores que habíamos colegido, esto es,
frustración libidinal y regresión, son la constante de ambos cuadros, pero el
accionar del yo (si se somete al super yo y al mundo exterior o se abandona al
ello) y los estadios de los puntos de fijación son las variables que definen si se

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trata de una neurosis o de una psicosis. Pero esta huída del mundo exterior no
explicaría por sí sola la contracción de una psicosis, Freud explica “(...) cada
neurosis perturba de algún modo el nexo del enfermo con la realidad, es para él,
un medio de retirarse de esta (...) (FREUD; 1924: p193) por lo que separa dos
procesos participantes de su etiología: la represión de la moción pulsional que
parte del ello, y la “compensación” que el yo le retribuye a este, siendo la
conformación de un síntoma sustitutivo a la moción reprimida el desenlace de
una neurosis, o la reconstrucción de una realidad que desmienta el conflicto
prevalente en la psicosis: (...) la neurosis no desmiente la realidad, se limita a no
querer saber nada de ella; la psicosis la desmiente y procura sustituirla (FREUD;
Ibíd., p195). Otra distinción es que el ‘acento patológico’ recae en el primer
proceso en la psicosis (el extrañamiento de la realidad) generando su sustitución
por una delirante en el segundo proceso visto; en tanto en la neurosis tal acento
recae en este último, evidenciado por el fracaso de la represión y el retorno de
lo reprimido.
Presentada la problemática de la psicosis desde algunos textos de la obra de
Freud, comenzaremos con Lacan, pero ciñiéndonos al Seminario 3
principalmente y algunas obras anexas al tema.

Lacan comienza desarrollando los conceptos freudianos de Behajung


(afirmación) primordial, Verneinung (negación), y de Verferwung (rechazo)
comentados por Jean Hyppolite del texto de Freud “La Negación” (1925).
Utilizando la analogía de una máquina, Lacan menciona que para que esta
funcione y arroje resultados, se le debe introducir información, siempre y cuando
se respeten las leyes de dicha máquina, de lo contrario, no funcionará.
Estableciendo una relación entre su teoría y esta metáfora de la máquina, Lacan
explica que para Freud la Behajung es aquello que incluye o codifica la
información (o inscripción de significantes desde su postulado) a la máquina (o
aparato psíquico); siendo la Verwerfung una operación posterior que rechaza la
información o significantes de la máquina o aparato psíquico, respectivamente.
Un punto importante es que deslinda la diferencia entre expulsado y negado (o
también entre Verworfen y Verneint), tal como lo hacía Freud: lo negado es la
aceptación intelectual de lo reprimido, en tanto lo expulsado es aquello que es
rechazado del aparato psíquico. Aquí es lícito preguntarse mínimamente dos

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cuestiones ¿Qué es lo que fue rechazado? Y también; ¿Qué consecuencias trae
aparejado esto al psiquismo? Comencemos con la primera pregunta que nos
permitirá abordar mejor la segunda. Lacan explica que en la relación del sujeto
con el símbolo, existe una primitiva Behajung: algo que fue incluido o aceptado
en el aparato psíquico y logra su entidad simbólica; pero otro destino de lo
simbólico es haber sido rechazado/expulsado –Verwerfung- el cual señalamos
como reapareciendo desde lo real, un campo por fuera de lo simbólico. Esto
implica una relación entre el sujeto y el símbolo (o el sujeto y la Ley): la misma
lo preexiste, está ab origine (en palabras de Lacan, 1954-1955.: p121) y la
sexualidad del ser humano debe realizarse a través de ella: el complejo de Edipo
es la maquinaria que permite la formación de un sujeto ante la Ley y su
sexualidad. Pero si se produce un rechazo de cierto elemento primordial,
acarrearía efectos en toda la estructura del paciente. La Behajung y la
Verwerfung son afirmaciones y rechazos de lo simbólico, es decir, de los
significantes, si bien son operaciones diferentes en distintos tiempos. Entonces,
lo rechazado debe ser un significante, que como Lacan señala es el elemento
que hemos visto: la Ley, “Para que el ser humano pueda establecer la relación
más natural, la del macho a la hembra, es necesario que intervenga un tercero
(...) el orden que impide la colisión y el estallido de la situación en su conjunto
está fundado en la existencia de ese nombre del padre (LACAN; Ibíd.:p139), es
decir, el llamado ‘significante del Nombre del Padre’. Este significante siempre
está presente en lo simbólico, pero si en la neurosis está inscripto, en la psicosis
se encuentra ausente, que Lacan denota como P0, es decir, expulsado,
rechazado: la falta en lo simbólico de este significante constituye una causa
necesaria pero no suficiente para el desencadenamiento de la psicosis. La falta
de la Ley, debe ser “convocada” para el sujeto ante una situación o experiencia
de la vida. Si esta Ley se personifica en el padre, y este ocupa el lugar del Otro,
entonces, cuando este Otro (subrogado del padre) “tome la iniciativa” (Lacan,
Ibíd.:p275) ocasionará el inicio del delirio psicótico, ya que verificará el rechazo
de la Ley y el intento por compensarlo mediante la alucinación. Lacan señala que
alguien que no es confrontado ante esta situación (la cual implica siempre un
tinte sexual u erótico), podría permanecer en estado indefinido en una etapa de
pre-psicosis, es decir, el cuadro ya es de psicosis por la falta del significante
mencionado, pero no hay delirio por no haberse suscitado la experiencia

15 
 
desencadenante. No obstante, este efecto de forclusión genera una alteración
en la relación del sujeto con el lenguaje. Esta relación del sujeto con su palabra,
se manifiesta en el discurso, por ejemplo, en la diferenciación
perceptum/percipiens (lo percibido/el que percibe). Lacan trabaja estas ideas en
relación a la psicosis en “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible
en las psicosis”, allí establece una diferencia con la psiquiatría clásica, en tanto
esta delimita a la alucinación como ‘percepción sin objeto’ y a las ilusiones de
índole sensoriales; tomando al perceptum como el unificador de sentido del
percipiens. Ante lo percibido por el observador, se le asigna un sentido (ya pre-
fijado por la cultura social e instaurado en el psiquismo individual), y ello le
confiere estabilidad al mundo que habita el sujeto, siendo a su vez solidario con
la convivencia colectiva que lo comparte y lo valida, ya que algo sostenido solo
por un sujeto entraría en conflicto con el resto. Esta situación es la que se plasma
en la psicosis, el objeto alucinado es una parte indispensable y define el mundo
a habitar por el paciente psicótico, es el paciente quién le otorga el sentido a tal
objeto, y no el imaginario social. Lo percibido (perceptum) entonces, viene a
corroborar y validar el sentido que el paciente psicótico le confirió a su realidad
y desde la cual puede verse y habitarla junto a otros que “no saben” eso que le
pasa a él, por lo cual, no tiene injerencia alguna los intentos de disuadirlo acerca
de su significado atribuido. A esto Lacan lo llamó la “certeza delirante”, o también,
la indialectización del lenguaje en la psicosis, ya que no hay discurso por no
haber operado la castración. Podemos homologar este concepto a lo escrito por
Lacan en el seminario 3 respecto a “La Carretera Principal”, que funciona como
haz polarizante de significantes, lo que permite posicionarse en un lugar y
observar una escena: “El significante es polarizante. El significante crea el campo
de las significaciones” (LACAN; Ibíd.: p415). Esto lo explicita años más tarde en
“De una cuestión preliminar...”; en donde mediante una ecuación, Lacan
demuestra como el significante Nombre del Padre brinda la significación fálica
imaginaria, nominando al Deseo de la Madre como la falta de este, es decir,
sustituyéndolo metafóricamente.

Luego de presentar los postulados básicos en cuanto a la psicosis desde Freud


y Lacan, abordaremos nuestro segundo término a trabajar: la transferencia.

16 
 
Transferencia
"Militiae species amor est discedite, segnes:
Non sunt haec timidis signa tuenda viris"

Ovidio, en “Ars amatoria”4

En esta sección, trabajaremos con los llamados “artículos técnicos”, en donde


se aborda la relación del paciente y el analista, denominada ‘transferencia’. Así,
describe el origen de la misma en virtud de que “(...) todo ser humano, por efecto
conjugado de sus disposiciones innatas y de los influjos que recibe en su
infancia, adquiere una especificidad determinada para el ejercicio de su vida
amorosa (...)” (FREUD, 1912: p97), y esa especificidad, será puesta –transferida-
a la relación analítica. De inmediato nos salen al encuentro dos preguntas
fundamentales: ¿Por qué esto sucede con el analista? ¿Qué debería hacer el
médico (analista) en dicho caso? Nuevamente, comencemos con el primer
interrogante que su respuesta nos permitirá comprender mejor el segundo. ¿Qué
es la transferencia? Freud lo define claramente: “Y bien; es preciso atribuir a
todos los hombres normales la capacidad de dirigir investiduras libidinosas de
objeto sobre personas. La inclinación a la trasferencia en el llamado neurótico no
es sino un extraordinario acrecentamiento de esta propiedad universal.”
(FREUD, 1916-1917: p405). Entonces, la transferencia es un fenómeno
universal en el ser humano, no es exclusivo del neurótico, todos transferimos y
reactualizamos en aquellos objetos significativos para nosotros, sentimientos y
reminiscencias de relaciones pasadas con nuestros primeros objetos de amor,
los cuales generalmente son las figuras parentales. No deben circunscribirse al
padre o madre biológico, más correcto sería decir los que desempeñen ese rol,
sus subrogados.

Los modos de intervención del analista no son al estilo de los imperativos


pedagógicos, a mansalva o a la manera de la esfinge, de forma enigmática.
Freud es explícito al respecto: “El médico no debe ser trasparente para el
analizado, sino, como la luna de un espejo, mostrar sólo lo que le es
mostrado“(FREUD, 1912: p117). Entonces, la relación entre el analista y el

                                                            
4
 “El amor es como la milicia, rechaza a los débiles y a los tímidos que no saben defender sus 
estandartes” 

17 
 
paciente no debe tomarse solo como dos sujetos que dicen cosas, o solo como
las cosas que son dichas. Así, dicho platónicamente, en el primer caso se toma
en cuenta solo lo tangible, lo que los sujetos dicen sin tener en cuenta la
dimensión inteligible, esto es, el atravesamiento de la palabra por el inconsciente
y la arbitrariedad del lenguaje portador de significados particulares, ;en tanto en
el segundo caso se escinde la división de lo tangible/inteligible, ya que lo dicho
por ambos se lo puede analizar, pero sin olvidar el contexto en que es producido,
esto es, la relación y posición del analista y el paciente dentro de la transferencia
configurada por ambos. Ambos actores, están intrínsecamente relacionados,
siendo necesario un trabajo de elaboración psíquica por parte del paciente que
le generará malestar -en el sentido de perturbación económica al aparato- a la
conciencia de este último. Este malestar, será la causa que haya resistencia por
parte del paciente, y que esta resistencia tome la forma prevalentemente de
repetir en acto en el análisis. Es necesaria la reelaboración de ese acto en
palabras, que permitiría que aquello traumático que no pudo ser simbolizado
quede inserto en la economía del aparato. Así, quedará subrogado al principio
de placer y en consecuencia, será transformado en energía ligada, sin perturbar
al aparato, propia del sistema Prcc-Cc. Estas construcciones están
dimensionadas desde la transferencia, así, un paciente no tendrá las mismas
asociaciones, respuestas y comportamientos con un analista que con otro. La
transferencia tiene diversas valencias, siendo positiva o negativa, en tanto la
positiva tiene una vertiente tierna que funciona como operativa al análisis; la otra
es erótica, que junto con la negativa (hostil) conforman resistencias a la cura.
Freud forma una serie entre estos conceptos: Resistencia-Repetición-
Transferencia; estando los mismos intrínsecamente relacionados; ya que la
resistencia utiliza a la transferencia repitiendo en ella esas “condiciones para el
ejercicio del amor en la vida adulta”, actualizando esos clisés o imagos infantiles
con el analista. Es decir, a mayor resistencia, hay mayor repetición, la cual se
plasma en la transferencia, el paciente actúa (agieren) en vez de recordar. De
esta manera, Freud comenta que “la transferencia misma es solo una pieza de
repetición, y la repetición es la transferencia del pasado olvidado” (FREUD, 1914:
p152). Hay dos puntos importantes a destacar; el primero es que el pasado
olvidado no es el reprimido, por lo tanto, es aquello que no posee representación-
palabra, no es susceptible de acceder a la consciencia como “retorno de lo

18 
 
reprimido” (vía formación del inconsciente), por eso se repite en acto. En cuanto
al segundo punto, esta repetición en 1920 será conceptualizada desde la
segunda tópica y la pulsión de muerte, como un intento del aparato por ligar
aquello no simbolizado y por fuera al principio del placer, obteniendo una
“ganancia de placer de otra índole, pero directa” (FREUD, 1920: p16).

Hasta aquí, el recorte en la obra de Freud del concepto de transferencia. Ahora,


continuemos con el mismo pero desde algunos textos de Lacan. Desde este
teoría, el sujeto está indeterminado, puede ubicarse en cualquier lugar en función
del significante bajo el cual se desarrolle, en tanto el analista al interpretar,
establece un patrón fijo de significantes, un sentido que encauza al sujeto en tal
secuencia y no en otra, razón por la que no se podrá otorgar cualquier sentido a
las formaciones del inconsciente presentadas. El objetivo de la interpretación
entonces “(...) no es tanto el sentido, sino la reducción de los significantes a su
sin-sentido para así encontrar los determinantes de toda la conducta del sujeto.”
(LACAN, 1964: p219). Tenemos así, una visión muy diferente en comparación
con las anteriores planteadas en relación al sujeto, dado que por estructura este
último carece de una batería completa de significantes para simbolizar todas sus
necesidades, ya que cuando el viviente (esto es, el humano pre-lingüístico) es
capturado por el lenguaje (bajo la forma del Otro de la palabra y en un tiempo
lógico-mítico) sus necesidades que demanda ser satisfechas, son distorsionadas
precisamente por no ser sus significantes los empleados para tal fin, quedando
inscripta en él, una falta, una carencia que permita el inter-juego con los otros
significantes empujados por el deseo metonímico, esto es, un deseo que siempre
se mantiene en movimiento entre los significantes. Lacan esquemáticamente
pone de manifiesto el lugar del analista utilizando una analogía con el bridge, un
juego de cartas de origen inglés, en el cual se utiliza la baraja francesa (la
signada con el corazón, diamante, pica y trébol). El juego se desarrolla de a
cuatro, por parejas situadas enfrentadas entre sí cual los puntos cardinales, así
las ‘parejas’ Norte-Sur y la Este-Oeste constituyen los dos grupos en pugna.
Veámoslo con el esquema reproducido en el seminario 8 por cortesía de
Jacques-Allain Miller agregado a las notas del mismo:

19 
 
Analista desde el paciente (ágalma) A i(a)2 →
Yo del paciente & Yo del analista

Yo del analista ← i(a) S → Analista (propia persona)

(lugar del muerto) → Paciente

Figura 1. Metáfora del Bridge. Lacan (1960‐1961).p216 Notas agregadas personalmente 

El paciente entonces, ubicando al analista como Otro (A), poseedor del objeto
agalmático, permitirá a través de su yo, identificarse al yo del analista, razón por
la cual este debe jugar al muerto; o mejor dicho hacerse el muerto: de manera
que en vez de dictaminar y colegir el sentido de las acciones del paciente, lo
interrogue sobre ellas, para poder desplegar aquello que escapa a la consciencia
de este. Por cuestiones de espacio, solo mencionaremos sintéticamente que el
objeto que poseería el analista es significado como el falo, que Lacan denota
como φ, pero hemos dicho que el objeto del deseo es en tanto sea un objeto
inalcanzable; es por lo tanto la falta de este objeto; sería entonces – φ, aquello
que por la castración faltaría. Para que haya un objeto que denote una falta -es
decir, que signifique donde no hay significación- debe haber una inscripción de
un significante que nombre a dicha carencia; lo que Lacan formaliza como el falo
en su estatuto simbólico, o Φ, permitiendo que la falta del objeto a sea nombrada
como el falo faltante. Como hemos visto, en la psicosis se carece de tal operador,
por lo cual la transferencia bajo estos términos, sería imposible de realizar,
emergiendo el “objeto a” bajo la forma de voz o alucinaciones.

Consignemos el lugar y la función del analista en la transferencia neurótica, una


vez delimitados estos parámetros. Lacan menciona brevemente a la
contratransferencia como el efecto “necesario” (Ibíd: p227) de la transferencia,
criticando las corrientes que buscan eliminarla por completo o verlo como un
defecto o debilidad del analista. Es necesario manejarla y utilizarla en análisis,
siempre desde el lugar “del muerto” como hemos visto, sin direccionar la cura.
Uno de esos riesgos es que el analista se ponga en lugar del Ideal del Yo, es
decir, como aquel lugar de superior estamento en relación al yo del analizado,
ora por generarle al analista sentimientos de superioridad sobre el paciente, ora
por sentirle compasión o lástima, puede verse tentado de ocupar esa posición
en análisis. Es por ello que Lacan asevera que se debe manejar y que ningún
análisis está desprovista de ella, sino al contrario: en gran parte de los análisis y

20 
 
especialmente al inicio del mismo es cuando puede producirse. Por ello enfatiza
la necesidad de salir de esa posición:

“Se ha dicho, y muy tempranamente, que el analista ocupa para el


analizado el lugar de su Ideal del yo. Es verdad y es mentira. Es verdad en
el sentido de que ocurre. (...) es común que un sujeto instale allí posiciones
al mismo tiempo fuertes y confortables que son ciertamente del tipo de lo
que llamamos resistencias. (...) Ello no significa en absoluto que la cuestión
se agote ahí (...) no significa que pueda llevar el análisis hasta su término
sin desalojar al sujeto de la posición por él adoptada en la medida en que
le otorga al analista la posición de ideal del yo.”(LACAN; Ibíd.: p370)

Ahora se entiende mejor la metáfora del bridge; el paciente puede atribuirle al


analista esa posición (A) sin mediar ningún movimiento o acción por parte de
este, tras lo cual, el analista deberá proseguir en análisis con el objetivo de
utilizar desde ese lugar, la influencia que el paciente le atribuye para
precisamente, correrse de él, permitiendo que emerja en la transferencia que
construye el paciente con él (la ‘ficción’ que decía Lacan) aquello que le falta:
su deseo. Así, el paciente puede atribuirle a su analista el saber para poder
otorgarle una respuesta a su padecer.

Serán necesarios algunos años más (hasta el seminario 11), para que Lacan
conceptualice el término de “Sujeto supuesto Saber”, definiendo este lugar
otorgado al analista por el paciente en análisis. Allí, afirma que “En cuanto
hay, en algún lugar, el sujeto que se supone saber – que hoy abrevié en la
parte alta de la pizarra con S.s.S.- hay transferencia. ¿Qué sentido tiene la
organización de los psicoanalistas, con los certificados de capacitación que
confiere? Pues, simplemente, que ella indica a quién puede uno dirigirse para
que represente ese sujeto al que se supone saber.”(LACAN; 1963-1964.:
p240). Pero el paciente –señala Lacan- a la entrada de análisis no le concede
inmediatamente este lugar al analista, lo pone a prueba, necesita que le dé
muestras de su infalibilidad, ya que si ‘sabe’, entonces podrá reconocer su
deseo en el deseo de ese Otro, encarnado en el analista como hemos visto.
El paciente no quiere desear, pero el no querer desear y el desear es lo

21 
 
mismo5, por lo cual interpelará al analista para que le revele o señale, su
deseo, a través del cual podrá desplegar el propio.

Lo anterior es atinente a un cuadro de neurosis, pero en las psicosis sucede


todo de manera muy diferente. A continuación, expondremos el caso clínico y
luego articularemos las nociones de psicosis y transferencia en él, para en las
conclusiones, corroborar la hipótesis que guía nuestro trabajo.

                                                            
5
 Recordar que Descartes (1649) ya planteaba que el deseo era una pasión que no poseía su contrario, 
por las mismas razones que esgrime Lacan. Revisar artículos 86 y 87 de “Las pasiones del alma”  

22 
 
El caso Fabián6
Es así como el caso clínico resulta siempre de una diferencia

inevitable entre lo real de donde surgió y el relato en el cual cobra forma. (...)

. Partiendo de lo real creamos la ficción y, con la ficción, recreamos lo real.”

Juan David Nasio, en “Los más famosos casos de psicosis”

Fabián (en adelante F.), de 52 años, diagnosticado con un cuadro de psicosis


maníaco-depresiva, en comorbilidad con una enfermedad respiratoria
(E.P.O.C.), presenta dificultades en cuanto a su adherencia al tratamiento
psiquiátrico, tanto en su asistencia al mismo, como en la ingesta en tiempo y
forma de su medicación psicofarmacológica (clonazepam, litio y
carbamazepina). Empero, no sucede lo mismo con los fármacos para su
enfermedad respiratoria -Salbutamol-, siendo pedidos estos en la enfermería del
hospital regularmente, estando relacionada esta actitud con la posición afirmada
en su delirio, la cual se desarrolla más adelante. F. actualmente concurre
semanalmente al hospital X, para recibir terapia en el servicio a cargo del Dr.
Marco, siendo su terapeuta Josefina (en adelante J.), la cual manifiesta
obstáculos en la relación transferencial con el paciente. Afín de ofrecer una
reconstrucción atinente del historial clínico del paciente, para luego abordar el
estado de la transferencia en el momento actual con su terapeuta, se utilizarán
tres fuentes para la primer tarea: las declaraciones de F. durante una
presentación de enfermos; los informes brindados por J. acerca del trabajo
terapéutico con él, y por último, los dichos del propio paciente durante la
entrevista que tuvo lugar en el hospital a mediados del año pasado.

En su primer encuentro con J., F. le dice los objetivos que ella debe tener en su
tratamiento con él, enfatizando el dejar de fumar (ya que si bien sufre de E.P.O.C.
no puede dejar tal hábito) y conseguir un trabajo más estable, respondiendo J.
que esos eran sus objetivos, no los de ella. Esto demarca dos problemáticas que
                                                            
6
 En aras de preservar el anonimato del paciente, se han suprimido deliberadamente todo dato, 
indicación o indicio de lugares y/o referencias que pudieran propiciar la identificación del mismo. 
Además, se han modificado todos los nombres utilizados en el trabajo. 

23 
 
se imbricarán a futuro: la relación que el paciente se configura en una posición
más idónea y conativa en relación a J., y su estado de salud deteriorado por el
tabaquismo que le depararán ulteriores complicaciones, repercutiendo en la
terapia. Así, en las primeras sesiones, F. le dice a J. que “se te ve bastante viva,
me vas a ir siguiendo”7, frase que ratifica su posición jerárquica superior durante
toda la terapia. Además, el paciente desarrolla su historia familiar, la cual es
compleja, dado que su padre fallece cuando tenía tres años, en tanto su madre
se casó posteriormente sucesivas veces, lo que ocasionó que el paciente se
mudara con su familia a los nueve años a otro país, oriundo de uno de los
maridos de su madre, aprendiendo el idioma y dominándolo con fluidez. A los
dieciséis años, manifiesta que no va a continuar sus estudios superiores y la
pareja de la madre le dice que se vaya de la casa, aunque F. comenta que eso
le sirvió ya que “estoy contento, porque me hice hombre”.

Cuando J. le pregunta acerca de cuándo comenzó a sentirse mal, F. sitúa su


primera manifestación de la enfermedad a los veinte años, luego de hacer el
servicio militar, y estando en la ducha de un hotel de estudiantes, comienza a
sentir que le titilan los ojos, habla incoherente y siente miedo, dice que “era
adolescente, tenía 20 años y estaba dando los primeros pasos a la hombría de
bien”. Recuerda que en ese momento fue internado en 1979, entablando
contacto con el Dr. Fleming, de quién tiene una muy buena impresión, ya que en
ese momento este doctor le “descubre” su enfermedad que F. denomina
“disritmia focal”, explicando que le provoca una perturbación en la sinapsis de
las neuronas y en ese momento si él asimila algún estímulo adverso, reacciona
desaforadamente, teniendo por ello una “excitación psicomotriz”.

F. explica que relaciona este proceso con un tipo de energía que fluctúa entre
ciertos umbrales y es pasible de ser incorporada en virtud de los estímulos que
se perciban en el medio ambiente por los cinco sentidos, expandiéndose
mediante acciones altruistas, haciendo el bien a otros y “convirtiéndolos en algo
distinto”. El paciente lo llama “Bioelectricidad” y constituye uno de los pilares en
el texto de su delirio; definiéndose a sí mismo como “bipolar leve”, y padeciente
de E.P.O.C. del que fue diagnosticado a los cuarenta años, a pesar de ello,

                                                            
7
 Todas las palabras entrecomilladas y en bastardillas son tomadas literalmente del paciente. 

24 
 
continúa fumando, ya que “no puede dejar de hacerlo”. Su medicación
psiquiátrica actual no es tomada en forma debida últimamente por F.,
interpretando él mismo que contaba con el alta de su cuadro psiquiátrico por
parte del jefe de servicio, el Dr. Marco, cuando ello no había sucedido realmente
y se debió a una falaz interpretación del paciente de un comentario de este
último, durante un encuentro de rutina en el hospital X.

Las subsiguientes sesiones se suceden en torno a su trabajo en contra de su


adicción al cigarrillo, observando J. que en una sesión se lo ve angustiado a F.
Este le comenta que se hizo una espirometría para controlar su E.P.O.C. y le
salió mal “no te cuento la conclusión porque no vas a entender”, arguyendo que
no quiere llegar a la mochila de oxígeno, ya que “voy a tomar otra decisión”.
Coordinan para la próxima sesión hablar de la situación, pero ese día J. se
demora unos minutos en atenderlo y F. tiene una reacción violenta verbalmente,
le increpa que él es un paciente enfermo y mucho más grande que ella, que
“podría ser tu padre y me vas a escuchar”, esgrimiendo epítetos por su poca
profesionalidad e inexperiencia por su edad, alegando saber él mucho más que
ella de psicología por lo aprendido durante su tratamiento con el Dr. Fleming. La
terapeuta le dice que si eso es lo que quiere, hay que hablar de su derivación
con el jefe de servicio -el Dr.Marco-, pero F. se va de mala manera; no obstante,
al día siguiente la llama y le pide disculpas por su actitud. Empero, comienza a
enviarle mensajes a la noche y llamarla, ora para anunciarle que estuvo un día
sin fumar, ora para contarle acerca de cierto delirio de ser complementarios el
uno con el otro “como el sol y la luna”. J. le comenta que hablarán en la próxima
sesión, pero F. falta a ella, adjudicándose la culpa por no haber podido llegar,
aunque la invita a comer a casa de su tía para pedirle disculpas. J. le plantea
que deberán conversar acerca del encuadre del tratamiento, a lo que F.
reacciona hostilmente “te voy a borrar de mis contactos” le contesta, aunque
acuerdan hablarlo en su próximo encuentro. En la siguiente sesión, J. le señala
el encuadre del dispositivo apelando a la ley del servicio -prohibido los vínculos
entre terapeuta y paciente por fuera del analítico- respondiendo el paciente
nuevamente de manera hostil “ya te borré de los contactos, si me pasa algo te
enterarás por otro”. Falta a la semana siguiente, aunque asiste a la próxima
sesión y le comenta a J. que se replantea el seguir viniendo al hospital, ya que

25 
 
se cruzó con una doctora de otro servicio y le preguntó qué estaba haciendo
todavía allí después de tantos años. Esta pregunta le hizo reflexionar su situación
y su permanencia en el servicio tantos años, visualizando ulteriores planes para
su vida. Proyecta el comenzar a dar clases de inglés para trabajar, y le pregunta
si tiene Facebook ella, al obtener una negativa le pide hacerse uno para que él
pueda hablar con ella, pero J. le vuelve a recordar el encuadre, respondiendo F.
ofuscadamente. Luego ella le comenta acerca de venir a la entrevista al hospital
X, y el paciente acepta con gusto, ya que entiende que fue elegido para tal evento
por su conocimiento de la vida. Al respecto, menciona que lo más idóneo es
“llamar a alguien de mi nivel, ¿a quién vas a llamar? A los chicos del servicio no
se pueden llamar”. En este momento, F. comienza a desarrollar un delirio acerca
de asistir a un evento de la realeza inglesa8, ya que él es “pariente del príncipe”,
a lo que J. intenta disuadirlo señalándole que al sufrir de asma, quizás no sería
la mejor época para viajar por las condiciones climáticas dado el frío y la
humedad, a lo que F. acepta y responde que lo pensará para “postergarlo para
más adelante”. Además, J. le propone que se enfoque en otras actividades, como
por ejemplo, su idea de enseñar inglés en algún centro barrial o dando clases,
quedando en retomar el tema el próximo sábado.

F. no asiste a la entrevista en el servicio, pero el día de su sesión se suscita una


situación en la cual llega al servicio y J. le pide que espere unos segundos, a lo
cual este reacciona enojándose y comentando que es “una falta de
consideración” ya que “tiene E.P.O.C. y asma”, que no había ido a la entrevista
por no haber encontrado al Dr. Marco cuando fue a pedirle la medicación para
su afección respiratoria. Pide inmediatamente cambiar de terapeuta,
mostrándose inflexible en cuanto a ello, y al llegar el profesor de la comisión,
dialoga con él y le pide disculpas por su inasistencia, prometiendo ir a la
entrevista. Le aclara que su enojo es con J. y no con él, y le asegura que irá el
al hospital X sin falta.

                                                            
8
 A modo ilustrativo, mencionemos que el paciente se refiere al nacimiento del segundo hijo de la pareja 
real (el príncipe William de Cambridge y la duquesa Kate Middleton de Cambridge), ocurrido el 02 de 
Mayo del 2015, una niña de nombre Charlotte. La repercusión de este hecho, magnificada por todos los 
medios audiovisuales, generó una masiva ola de notas frívolas acerca de tan ‘insigne’ suceso, de las 
cuales seguramente F. se enteró. 

26 
 
A la semana siguiente, se produce la entrevista en el hospital, el paciente se
presenta de traje, con buen aspecto y manifestando una propensión al diálogo
de manera expansiva. El profesor comienza preguntándole a F. acerca de su
vida, definiéndose este como “un veterano” que vivió “una vida intensa”. Se
refiere a su permanencia en el hospital X, adoptando una posición superior en
relación a los otros internos “los chicos” o bien, cuando comenta que “viene a
tomar la leche con ellos para hacerles compañía”, desentendiéndose que
habitualmente viene a desayunar al hospital como un medio de economizar
dinero, dada su precaria situación. En el resto de la charla, F. se desenvolvió
desde un lugar de aconsejar a los “jóvenes psicólogos”, desde su vasta
experiencia de vida y como paciente externado del hospital X. Asimismo, contó
acerca del Dr. Fleming y la bioelectricidad, su vida en el extranjero, y sus viajes
por todo el país. Comenta que sus proyectos a futuro son enseñar inglés de una
manera “psicomotriz”, esto es, salir a la calle e ir con el alumno nombrando los
objetos que se visualizan; y también publicar un libro de antología literaria que
reúne confusamente diversos formatos. También aconsejó el visitar nuestro país
por ser mucho más hermoso que todos los lugares que él estuvo, y que fueron
variados y alrededor del mundo. No hizo mención alguna acerca de la realeza
inglesa o la idea de viajar en este momento a Europa, el profesor no le preguntó
sobre este punto dado que el paciente no lo comentó durante toda la entrevista.

Finalmente, en las últimas tres semanas transcurridas desde la presentación, el


paciente no asiste tanto a la terapia con J. como al hospital, no respondiendo
además, a los intentos de contacto de su terapeuta. El servicio intentaba
contactar con la tía de F., esperando saber noticias acerca de él.

27 
 
Transferencia en psicosis
“Las ciencias poseen dos extremos que se tocan.

El primero es la pura ignorancia natural (...)

el otro, aquel al que llegan las almas grandes que

(...) encuentran que no saben nada (...) pero es

una sabia ignorancia, que se conoce a sí misma”

Blaise Pascal, en “Pensamientos”

Sabemos que el sujeto es un efecto del lenguaje pero no está en él, mejor dicho,
está entre él. Al respecto, Lacan comenta que “La cuestión que se plantea a
propósito de las psicosis es la de saber qué ocurre con el proceso de la
comunicación cuando, precisamente, no llega a ser constituyente para el sujeto”
(LACAN, 1957: p149). Lacan asevera que para el paciente psicótico, las
alucinaciones se le presentan como intromisiones de las cuales él nada sabe, ya
que tienen su matriz en el lenguaje y no en lo biológico. Pero esta relación del
psicótico con el lenguaje, se plasma en la relación del psicótico con la realidad,
este es un “testigo abierto” que no puede reconstruir el sentido del mundo y
compartirlo con otros.

Entonces, ¿Cómo se manifiesta la relación entre el paciente y el analista en este


cuadro teniendo en cuanta a su vez, la relación del psicótico con el lenguaje? Se
define a la transferencia en la psicosis como masiva, no hay lugar a la puesta en
duda de la certeza, no hay contingencia en el Otro, es un discurso orientado por
un goce pleno sin regulación que moviliza al paciente a posiciones dicotómicas.
Sabemos que el Otro es completo “sin castrar/barrar” y el analista puede terminar
posicionado como el perseguidor, o bien, ser víctima de la erotomanía por parte
del paciente. Intentemos profundizar en este aspecto acerca de la falta de
terceridad y sus efectos en el discurso del paciente psicótico. Contrapongamos
el cuadro de neurosis para deslindar las diferencias de manera más clara. En
esta estructura, la terceridad entre el niño y la madre, aparece en la figura de la
autoridad del padre (o mejor dicho quienes desempeñen tales funciones o roles)
siendo instaurada mediante la identificación en el interior del psiquismo, por el
atravesamiento y posterior sepultamiento del Complejo de Edipo. Esta autoridad

28 
 
asume la forma del Super yo, arquetípicamente paterno, quién habilita y a la vez
prohíbe los objetos a investir libidinalmente, funcionando como la ley que
sanciona tal criterio, so pena de incurrir en la amenaza de castración. Desde la
teoría de Lacan, se performa una tríada entre el niño, la madre y el padre, siendo
este último aquel que impone la ley al niño en cuanto dictamina que lo que le
falta a este para completar a la madre, es el falo, operación que Lacan
conceptualiza como “agálma” y describe como –φ/α, es decir, la superposición
de la falta del falo con la falta del objeto α, la sustitución de significantes,
conocida como hemos visto antes, como la “Metáfora Paterna”. Esto permite que
el objeto a buscar sea uno y el mismo para todos los que tramitan el Complejo
de Edipo, estableciendo una convención y unidad de medida en cuanto a la
interrelación con los otros que comparten esa misma falta. Es decir, establece
que es lo verdadero y que es lo falso, o lo permitido que todos lo reconocemos
como tal y por ello le otorgamos el valor de verdad, y lo prohibido que se valida
de igual manera a su opuesto. Esto conforma una “lógica” para todos los
neuróticos. En el caso del psicótico, observamos que esta “lógica” está
distorsionada (F. entiende que si se realiza un evento de la realeza todos sus
miembros deben estar presentes, él es pariente del príncipe, ergo, debe ser
invitado y por ende se dispone a asistir partiendo hacia el lugar). Si se carece de
esta función de terceridad que permite el ‘atenuamiento’ entre ambos polos,
entonces, las relaciones que establecerá bajo transferencia el paciente psicótico,
oscilarán del polo negativo-hostil al polo positivo-erótico sin mediación alguna.
La figura del analista advendrá como un Otro pleno (A) ya que al no asumir la
castración propia, no se reconoce la ajena. Lugar no deseado por el analista, ya
que su función entonces no será operar desde un lugar transferencial provisto
por el paciente en relación a sus imagos infantiles, lo que generaría una
conmoción en el texto de su delirio, justamente aquello que este último
reconstruyó sobre la realidad y le permite habitarla y vislumbrarse en ella. Por
ello decíamos que la transferencia es masiva: de un polo a otro, sin dubitación.
¿Cuál sería el lugar y la función del analista en estos cuadros? Lacan lo define
como el ‘secretario del alienado’, es decir, un lugar de escucha y no de crítica.
Pero para sostener esa posición, se debe otorgarle cierto valor a la palabra del
paciente psicótico, para sí oficiar de secretario, es decir, aquel que organiza,
aconseja y distribuye las actividades para quién labora. Así, comenta al respecto:

29 
 
“Pues bien, no sólo nos haremos sus secretarios, sino que tomaremos su relato
al pie de la letra; precisamente lo que siempre se consideró que debía evitarse”
(LACAN; ibíd.: p296) Y también “Por perturbadas que puedan ser sus relaciones
con el mundo exterior, quizá su testimonio guarda de todos modos su valor.”
(LACAN, 1955: p298). Es esta nueva concepción que formula Lacan frente al
paciente psicótico, es lo que inicia el modo de operar con el psicoanálisis en
estos cuadros, una forma de tratamiento posible al comenzar valorando la
palabra de ellos y designar un lugar y función para el analista, constituyendo así,
el ordenamiento de la transferencia psicótica. ¿Cuál sería exactamente el valor
que guarda el testimonio del paciente psicótico? Ante ello, Lacan contesta que
“La cuestión es saber cuánto vale el testimonio del sujeto. Pues bien, nos da su
experiencia, que se impone como la estructura misma de la realidad para él.”
(LACAN; ibíd.: p301-302). El testimonio del paciente entonces, expresa la forma
de concebir el lenguaje que lo habita, haciéndolo a través del mismo medio que
puede utilizar el analista para comunicarse con él: las palabras. Pero si el lugar
del analista en relación a su paciente es aquel de secretario del alienado, el lugar
que el paciente puede ubicar a su analista puede ser aquellos de los cuales este
debe moverse; sea el cariz erotómano o el cariz persecutorio, ambos solidarios
de la postura del Otro del goce o completo (A) en la psicosis, que goza al paciente
psicótico desde un lugar de ser el objeto que lo completa (el objeto amado), o de
omnisapiencia que se vuelve hostil (el objeto persecutorio). La interpretación
habíamos afirmado entonces, solo tiene lugar desde el paciente y no desde el
analista, ya que el delirio adquiere una configuración idiosincrática en el paciente.
Aquello excluido del discurso, de lo simbólico, retorna desde lo real bajo la forma
de alucinaciones y fenómenos de franja y elementales, que el analista deberá no
contradecir, se trata de escuchar y orientar la significación que le atribuye el
paciente a los mismos. Puede decirse que en tanto en la neurosis el analista
hace consciente lo inconsciente, en la psicosis se hace simbólico lo real (APUD;
1998: p38).

A continuación, ahondaremos en los textos de Colette Soler, la cual propone una


función del analista que ordena sus intervenciones, señalando dos posturas
posibles: con un silencio de abstención al ser invocada como el oráculo del ‘saber
en lo real’, quedando en lugar del ‘testigo’ y permitiendo que el delirio se

30 
 
desarrolle como forma de reconstrucción de la realidad; y en segundo lugar,
como orientativa del mismo; tanto de manera positiva apuntalando los proyectos
que son compatibles con una vida moderada y apelando a la sugestión del
analista, y otra negativa como prohibición de aquellas acciones o pautas a seguir
que pueden acarrear un perjuicio para el paciente. El delirio en la psicosis, no
solo es un intento de reconstrucción de la realidad por parte del paciente, es
también una forma de “civilizar el goce” (SOLER; 1991: p16). Valga la pena
recordar, que el término ‘civilizar’, proviene de la raíz latina civis, como eran
conocidos los antiguos ciudadanos romanos, quienes a diferencia de los
extranjeros, tenían derechos y obligaciones en la esfera política de su ciudad.
Por lo tanto, ‘civilizar el goce’, sería colocarle no solo algún límite, sino también
orientarlo y/o conferirle alguna actividad que no sea tan perjuiciosa para el
paciente y los otros. De esta manera, el analista tendería a mantener el goce en
ciertos cauces que mantienen compensado al paciente psicótico, no interpelando
al sujeto sus significantes que lo representan de manera unívoca y rígida, sino
como sostén de su emergencia en tanto modulación del goce invasivo, evitando
el lugar del ‘Otro de la voluntad de goce’ que deviene perseguidor o
erotomaníaco, y limitando desde el lugar de Ideal o atestiguando desde el rol de
semejante. Esta estabilización que funciona como punto de capitoneado entre lo
simbólico y lo imaginario puede confundirse con la restauración del estatuto
social del sujeto “Hay que distinguir con certeza una estabilización, en el sentido
fuerte del término, de una reorganización de los trastornos de la psicosis.
Evidentemente, para el psiquiatra la urgencia es lograr hacer compatible con el
lazo social los trastornos del goce propios de la psicosis.” (SOLER, 2004: p138).
El psicoanalista procurará suscitar la emergencia subjetiva, ya que el síntoma en
la neurosis es una metáfora que fija las significaciones, aunque en la psicosis el
síntoma es ausencia de metáfora (SOLER, Ib.); por lo que la estabilización
propiamente dicha se producirá solo cuando el sujeto logre armar a partir de su
delirio un entramado que le permita detener el deslizamiento de las
significaciones y ordenar su goce en ella. Articulando con F.; podría sugerirse
que escriba acerca de la Bioelectricidad, apoyar que prosiga con su obra literaria
de antologías, o bien, apuntalar la idea de dictar cursos de inglés en centros
culturales; por otra parte disuadirlo acerca de la realización de un viaje a
Inglaterra (Lo que realizó atinadamente J.). Se evidencia que el tipo de

31 
 
intervención sugerida/realizada se corresponde con lo explicado acerca de
civilizar el goce: se le orienta y sugiere que emplee su tiempo en otras
actividades más compatibles con la vida, y por otro lado se lo disuade
‘cortésmente’ acerca de una empresa que podría acarrearle problemas
ulteriormente. Por otro lado, F. podría responder a lo que Colette Soler llama
‘delirio de referencia’ (SOLER, 2000-2001: p123) en el cual el sujeto se considera
la excepción y el objeto referencial, que se condice con sus declaraciones, lo
cual podría usarse como directriz en la reorientación de la cura, destacando su
vasto conocimiento y experiencia para brindárselos a otros a través de una
autobiografía, ya que “es un veterano” y alguien que “tuvo una vida intensa”.
Recordemos asimismo, las alusiones a sus compañeros del hospital X como “los
chicos”, o ante la requisitoria de la entrevista en el servicio contesta que es lógico
que sea elegido él, ya que iban a “llamar a alguien de mi nivel”; y por último,
como se presenta a sí mismo “me hice hombre” haciendo alusión a que por lo
pasado en su vida, dejó de ser “chico” (y ahora que es un ‘hombre’, puede
equivaler a ser grande, quizás desde su óptica, lo que lo deja en una posición
superior respecto a sus compañeros del servicio que son los ‘chicos’).
Sintetizando lo desarrollado entonces, el analista puede estar situado en tres
lugares diferentes: como el “Otro de la voluntad de goce”, un lugar a evitar (F. al
llamar a J. diciéndole que era su mitad y se complementaban es un ejemplo de
esto), el lugar de Ideal u orientador del goce, tanto positivo o negativo (J. lo
disuade y le indica algunas actividades a realizar en vez de embarcarse en un
vuelo a Europa a F., limitado y proponiendo a la vez), y por último, el lugar de
testigo, aquel que escucha y sostiene con su silencio el relato del paciente
psicótico (cuando F. le ratifica a J. que ella lo escucha “se te bastante viva, me
vas a poder seguir”, un lugar de recepción de su testimonio en la figura de la
analista, sin contener ninguna intervención valorativa).

32 
 
Conclusiones
“Und was in shwankender

Erscheinung schwebt,

Befestiget mit dauernden Gedanker”9

Johann Wolfgang von Goethe, en “Fausto”

Observamos en el análisis del caso clínico articulado con la teoría, el lugar y


función del analista en la psicosis, el cual es muy diferente al de la neurosis. Se
podrá objetar que un solo caso quizás, no es suficiente para poder establecer
una modalidad estratégica con miras a un alcance universal. Es necesario solo
un caso bien conceptualizado de donde se aprenden los fundamentos del
cuadro, que una gran cantidad de ellos operacionalizados de manera
cuantitativa, perdiendo lo más valioso del paciente; esto es, su singularidad.
Colette Soler se pronuncia en relación a esta tendencia: “El psicoanálisis opera
de manera antiglobalizante, en la medida en que intenta permitir a cada sujeto
saber cuál es su singularidad, en un mundo donde el discurso general empuja a
cada uno a parecerse al otro, a ser lo mismo, vestirse de la misma manera, comer
lo mismo, gozar del mismo modo.” (Soler; 2008). Coincidimos con esta posición,
a la cual el psicoanálisis pone de manifiesto y aboga en sentido contrario; a
reconocer las diferencias y valorarlas, ni positiva ni negativamente, solo tomarlas
en cuenta, rescatar lo único y propio de cada paciente es algo incompatible con
la maquinaria homogeneizadora de la globalización.

Resaltemos una distinción de conceptos que parece fútil, pero que podemos
utilizar para terminar de pensar en un enfoque diferente en la dirección de la cura
en los tiempos contemporáneos que hemos descripto. Establezcamos la
diferencia entre urgencia y emergencia, desde los cuestionamientos al concepto
de sujeto en la psicosis, que inciden en el lugar del analista en la transferencia;
utilizando a la etimología, que nos ha servido ya de manera precisa
anteriormente. La palabra “urgencia” -etimológicamente del latín ‘ürgére’-
significa apurar, apretar, instar, dar prisa; es decir, algo que denota una reacción

                                                            
9
 “Fijad en ideas eternas, lo que flota en fluctuantes apariencias” 

33 
 
inmediata, en tanto “emergencia” es más complejo su origen; es la contracción
entre ‘mergere’ (zambullir, sumergir) y el prefijo ex (hacia fuera), es decir, lo que
estaba sumergido sale hacia fuera. Si extrapolamos estas significaciones a la
clínica, puede conceptualizarse que la urgencia es el momento en donde es
necesaria una respuesta por parte del Otro, sea en la figura del analista, médico,
e incluso de una institución “(...) el discurso médico prevé maniobras específicas.
Intervenciones en donde el “Otro Social” acuden en “pronto socorro y en el que
no hay tiempo que perder” (MANFREDI, 2004: p1). En cuanto a la emergencia,
se enlaza con el concepto de sujeto, en el sentido de propiciar el lugar en donde
aquel puede advenir y formular una pregunta que oriente en lo simbólico “De que
se trata entonces en la clínica de la emergencia sino en sostener la apuesta al
advenimiento del Sujeto para que se articule en una demanda y se establezca
en el tiempo lógico del discurso la posibilidad de una pregunta por la causa que
marque la dirección de la cura” (MANFREDI, 2004: p5). La tarea del analista
entonces, será procurarle un lugar al paciente, que sea propio y único de él, para
que se establezca paulatina o precozmente -depende del cuadro- la
transferencia, operando desde los lugares ya descriptos.

La diferencia fundamental entre ambos conceptos, es que la perentoria


respuesta necesaria para evitar un daño mayor para el paciente, se produce en
la urgencia, siendo necesaria la reacción y contención en un momento y tiempo
específico; en tanto en la emergencia se produciría paulatinamente la
construcción de un lugar que en el devenir del análisis, se produzca un cambio
en la ‘mirada’ del paciente (en nuestro caso psicótico) a su mundo, sus valores
y sus pensamientos respectos a los otros, para que de esa manera, pueda
comenzar la apertura a lo nuevo e inédito, aquello que no había podido ser
construido por faltarle su propia palabra. En cuanto al paciente neurótico, es a
través de las repeticiones del mismo en sus relaciones con los otros, en donde
el analista debe advertírselo, y procurar que este reelabore esas repeticiones,
para poder ser representadas y tramitadas por el aparato psíquico, es decir,
recordadas. Pero enfaticemos este punto: el paciente tiene su propia palabra,
puede enunciarse y reconocerse en los otros, si bien existe un padecimiento
psíquico que lo motiva ir a análisis, el paciente neurótico puede nombrarse a sí
mismo, a merced del pasaje exitoso por el Edipo, que lo vuelve un sujeto dividido

34 
 
por el deseo y entre significantes, pero con la capacidad de resignificar a
posteriori lo vivido. Si el paciente neurótico puede resignificar su pasado desde
su presente, indica que hay una terceridad que actúa como operador entre dos
polos fundamentales, que atribuimos a la castración, a la salida del Edipo:
demarca el espacio entre generaciones, entre el niño y los padres. En cambio,
el paciente psicótico se encuentra a mitad de camino entre no ser nada (y
desaparecer) o ser todo lo que el Otro pleno disponga. La consecuencia de ello
es estar cada acción y conducta de su vida predeterminada, poseedor de la única
verdad incuestionable que dirige la vida del sujeto, a la manera de la Moira
griega, quién dirigía el destino de los hombres con su hilo e inexorablemente
establecía lo permitido y lo prohibido a alcanzar por cada uno.

Hay otras formas -además de las vistas- de intervención del analista en los
cuadros psicóticos e imponer un límite, un lugar al goce sin control. Por ejemplo,
esto puede lograrse con la construcción de un objeto ‘artístico’ en un taller
(BELUCCI, 2004) que actúa como la “extracción de un real” del paciente
psicótico. Si en el paciente neurótico, lo real queda extraído del cuerpo por una
operación simbólica -la castración- en el paciente psicótico entonces, será
necesaria una operación desde el plano concreto de la realidad sobre lo real. No
puede esperarse el mismo efecto en cuanto a magnitud y mantenimiento, ya que
la castración es una función estructural y este tipo de intervención es un modo
de reducir algo del goce fuera de control del paciente psicótico, pero es posible
obtener buenos resultados de ella. El mecanismo opera mediante la introducción
de algún objeto que opere como refugio del goce y permita algún tipo de
ordenamiento del registro simbólico e imaginario del paciente.

Finalmente, con todo lo desarrollado, hemos podido confirmar que la tesis que
utilizamos como idea directriz de Belucci se confirma, la transferencia es una
forma de separación que establece el paciente para alejarse de ese Otro pleno.
Separación que será realizada poco a poco, y con ayuda del analista,
modulando, sosteniendo y ofreciendo aún más, su cuerpo, su persona y su
inconsciente. Queda claro que el lugar del analista es totalmente distinto al
ocupado en la neurosis, de hecho en algunos puntos son antagónicos, pero es
uno de los puntos fuertes del psicoanálisis: al trabajar con el psiquismo desde el
lenguaje, su campo de aplicación puede ser extendido a todos los seres

35 
 
hablantes que se encuentran inmersos en él. La experiencia nos enseña, que las
dificultades teóricas del presente, constituyen el límite que hay que superar a
futuro, trabajando con todo lo acumulado en el pasado, es decir, de resignificar,
como lo ha venido haciendo el conocimiento humano desde el inicio de la cultura.

36 
 
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