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NóMADASy
.
SEDENTAP,IoS
' ....
l
en el Norte de México
HOMENAJE A BEATRIZ BRANIFF

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N (l.\ L\ l l :\ ' y ' L j) L \ 1 ·\ ¡; 11 l ' L \ L ! \ ( l lZ IT 1) l. .\ \ 1 \ 1l ( )

ll , 1 111c11.1 1c· .1 !, c· .1tri : 1\ 1 .ll\lll


N <) .\ \ .·\ [)AS Y SE 1) E\" TA IZ I U S
E \" E L N U IZ T E [) E J\!l ÉX I C U
ll 11 111L·11;11L· ,1 Bc i1 tr1 = Br.111111

F. el IC i un o t · il r:..: < , 1lt ·


i\'LniL·-J\rctI ! In~
1,is c Luis M1r;1IUL'11tL' S
1v \;n1;1 lk ltis Dllllll'L'~ Stllll
M1.~ucl \';illL·huL·nt i

Un1vcrs1dad Nacional Aut ó noma de Méxi co


lnst1tut11 de lnv eq igacione s Antropol óg icas
Instituto de Investigacion es Estéticas
Instituto de lnve s t1gac1oncs Históri cas
Méx ico 2 000
¡NVENTARIO '12
CIHBYP l:\DICE

[:--;..,TITUT<l Ill:. [~VE',TIC:\CI<>r,.;Es A:--;TR<>I'<>l.(·H;IC:\S


l'resL·ntacitin ........................ . · · · • · . . . . . . . I I
!)irc:ctnro
l'roe111iu ...................................... . . . . . . . • . . • . . I 3
Linda Manzanilla
J~ito hlcr
h...-rITlJT() !)E INVE',Tl(;:\CIO~l:.S E',TÉTIC:\', IntroduccH1n ................. _...... __ . _ . . . . . . . . . . . . . . . . • . . I ~

I Jirecwru 1\li1ric-.-\rctI f-lcrs


Ma. Tncsa Uriartc [use /.uis ;\lm1t11cntcs
[,-..,;..,TITUT<l DE J;s;VESTICACI<>NES H1...-r<'>IUC:\',
1Hi1nil ,le fu, j)()Jorcs Soto
!) irc:c wro
M1:.:.11cl \'i1llcl 1 11t·110
Virginia Gucdca Tita, la kyL·nda; una semblanza ..... . . . . . . . . . 3 _3
.r\mcJlit1 Attolz111
La obra Lk Beatriz Brarnff y el desarrollo de la arqueología
=¡-¡;¿_ _ 00 .,,\ ----1 t del Norte de ML;x1co ............................ . . ........ 3 7
Manc-Arctl /-lcrs
Maria de lus Dolores Soto

I . I () S C :\ l\ \1 1' ( >S I H L '.\.' ( l lll'E

Música y aspectos afines en los horizontes chichimecos


y mesoamencan()s ........................................... 5 7
E. Fcnwmlu N,l\'a L.
La frontera noreste de Mesoamérica: un puente cultural
hacia el Mississipi ........................................... 79
Pal ricio D,h·ilt1 Cahrcw
Las rutas al desierto: de Michoacán a Arizona .................... 9 1
Pal ricia C,irot
Dinámica socioeconómica de la frontera prehisp,ínica
de Mesoamérica ........................................... 1 1 3
-=-- Phil C. Wci5!,and
INY[¡',jfAKi(J .., Acclia Carcía ele Weigand
CfHBVF
2. ENHH)UES Y l'ERSl'ECTIVAS
Diseño: Patricia Reyes
Sistemas agrícolas prehispánicos en la Gran Chichimeca .......... 127
Primera edición: 2000 Beatriz Branifi
Interrelación de grupos cazadores-recolectores
D. R.©
. 2000 · Univers·d
I a d N ac10na
. 1 Aut(moma de México
y sedentarios en la Huasteca ..................... . ........ 1.+3
Instituto de Investigaciones Estéticas
Circuito Mario de la Cueva, Zona Cultural Diana Zarngoza Ocaiia
Cmdad
. Universitaria, México ' D .F. ,04510 Una hipótesis en la arqueología de Ourango: cornamentas
Telefonos: 5665-2465 ' 5665-7641 ')·6 22-7)40- de uso ceremonial ................................ _ . . . . . . . . . I ~ I
Fax: 566;¡-4740 Arturo Cuevaw Sdnchez
e-mail: Ji hroe st@servidor. unum. mx
http://www.unam.mx/iics
l',B!'- '-Jf,K-V,-7 ~ I f,-~

fmpresu v hech/J en MexJC() 1n d I e e 7


Los m exicaneros en el Norte de México: una reflexión mpl jidad ial imboli m o pr histórico: el fenómeno
sobre las prácticas agrícolas y de caza-recolección . . ....... • • • • • • · 1 9 mural n la i rra de an Franci co, Baja California Sur ......... .. 47 r
Neyra P. Alvarado Salís M iría d In Luz Gutiérrez
Movimientos lingüísticos en el Norte de México .......... . .. • • • • r 9 fu tin R. H land
Otto Schumann La pintura rup tr de Potrero de Cháidez, Durango ..... .. ..... 4 9
Lo que la lingüística yutoazteca podría aportar M lft a For ano i Aparicio
en la reconstn1cción histórica del Nort e de México .. ......... • • • • 17 - Tre añ ant d qu e apague para siempre
Leopolclo Valiñas Coalla 1 nid d l tambor d Mato-Top o el viaje
Vor:abulario cultural de tres lenguas otopames .. .. ............ .. . 207 d Ipr ín iped Wi d nelvalled Mi ouri:1 ~33-1 )34 ........... -rr
Yolanda Lastra hri tine iederberger
Observations on the Limitations of Data
on the Ethnohistory of Northern Mexico ....... .. ... ... .. .. . ... 249 4. E · uE 1 R . Y DE E UE T RO
William B. Griffen
De cómo los españoles clasificaban a los indios. c ncha y carncole . Relacione entre nómadas
N~ciones y encomiendas en la Nueva Vizcaya central ............ 2 7 5 y d ncario n el Noroe te de México ........................ s25
Chanta] Cramaussel María Eli a Villalpando
A~riculto·r es de paz y cazadores-recolectores de guerra: Arid américa y u frontera sur: aspectos
los tobosos de la cuenca del río Conchos en la Nueva Vizcaya ...... 305 arqueológico dentro de la zona media potosina ....... ..... ...... 547
Salvador Álvarez Monika Te ch Knoch
Los tobosos, bandoleros y nómadas. Experiencias El trabajo indígena y la construcción
Y testimonios históricos ( r 58 3- r 849) .......... .. . ... • .. • • • • • • • . 3 5 5 de la primera catedral de Durango ....... • . • ...... . ........ .. .. 56 3
Luis González Rodríguez Clara Bargellini
Cómo historiar con poca historia y menos arqueología: Cazadores-recolectores en la Baja California misional :
clasificación de los acaxees, xiximes, tepehuanes, una tradición cultural en crisis ... • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • ........ 58 3
tarahumaras y conchos .............. . . . ............. . ...... . 38 r Ignacio del Río
Susan M . Deecls Relaciones interétnicas y dominación colonial en Sonora .......... 59 r
1
fose Luis Mirafuentes Galván
3. LA IMAGEN DEL OTRO Nómadas y sedentarios en el Norte de México:
elementos para una periodización .................. . ...... . ... 6r3
Naufragios de Álvar Núñez Cabeza de Vaca. Luis Aboites Aguilar
i No vela, crónica, historio grafía? ..................... , • • • • • • • • 3 9 5 La economía política de las correrías:
Aurelio ele los Reyes Nueva Vizcaya al final de la época colonial ..................... 623
Entre apaches y comanches: algunos aspectos William L. Merrill
de la evangelización franciscana y la política imperial Apaches y comanches en Durango
en la misión de San Sabá . . ..... .. ..... . ............. .. ...... 41 9 durante los siglos xvm y x1x . . .... • • • • • • • • • • ... . .............. 669
Pedro Ángeles fiménez Miguel Vallebueno G.
"Nuestros obstinados enemigos": ideas e imágenes El conflicto entre apaches, rarámuris y mestizos
de los indios nómadas en la frontera noreste mexicana, en Chihuahua durante el siglo XIX. • • • • • • • • • • . . . . .. . . . . . . . . . . . . 68 3
1821-1840 ................................................ 441 Víctor Orozco
Cuauhtémoc Vela seo Á vil a De la caza al pastoreo. Transformaciones económicas
Teatralidad de los grupos originarios de Durango y cambios sociopolíticos entre los indios del oriente
en los primeros años de la dominación europea ...... .. . . ... .. . .. 46 r de la llanura pampeana ......... • • · · · · · · · · · · · · • • • .. . ......... 69 3
Pedro Raigosa Reyna Raúl f. Mandrini

8 Índice Índice 9
APÉNDICES
PRESENTACIÓN

El mezquite,
.
sus
.
usos culinarios .......... · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · 7 I 5
Recop1lac10nes de !osé Luis Mirafuentes,
Elisa Villalpando y Taime Nieto Ramírez
Nuestra aventura por la Gran Chichimeca El Norte de México ha sido teatro de múltiples y variados encuentros en-
, . . . · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · 7I9
Mana Teresa Riveras Testolini tre cultura en los que ha predominado, sin embargo, la confrontación
· Isabel Rodríguez López entre dos modos de vida distintos y a menudo irreconciliables: el nómada
Mensaje a la doctora Beatriz Braniff de los alumnos Y el •sedentario. Efectivamente, el chichimecatlalli mesoamericano I las
,
de la Escuela Nacional de Antropología e Historia ................ 723 provmcia norteñas novohispanas y el septentrión mexicano fueron un
espa~io en el cual se entrelazaron y enfrentaron dos maneras opuestas de
relacionarse con la naturaleza y donde continuamente la tolerancia hacia
el otro fue tensada hasta la ruptura aniquiladora.
El estudio de esa oposición fue el tema central del coloquio que aquí
se publica y no podía ser más oportuno para rendir homenaje a la doctora
Beatriz Braniff, quien a lo largo de su trayectoria ha reconocido en dicha
relación uno de los problemas que más ha determinado la historia del
Norte de México, antes y después de la conquista española.
Para explorar ese campo multifacético, se reunieron investigadores
de diversas disciplinas, convocados por los institutos de Investigaciones
Antropológicas, Estéticas e Históricas, de la Universidad Nacional Autó-
noma de México y el Instituto de Investigaciones Históricas, de la Uni-
versidad Juárez del Estado de Durango.
La publicación de este coloquio es ilustrativa de los logros que pue-
den alcanzarse mediante la conjunción de miradas de distintos especia-
listas. En ella podemos apreciar, en efecto, cómo se enriquecen los estu-
dios del historiador cuando la arqueología le revela la profundidad
temporal y la cotidianidad de los fenómenos que se estudian, como son,
por ejemplo, los movimientos migratorios que acercaron o enfrentaron a
nómadas y sedentarios a lo largo del tiempo. Se perciben, además, las
grandes dificultades para acercarse a la realidad del mundo indígena y en
particular de los pueblos nómadas tras el espejo deformante de los tes.t i-
monios históricos, producidos en el seno de una sociedad cruzada por di- ·
ferencias irresolubles de intereses y de culturas, entre colonos de orígenes
diversos, misioneros, mineros, indios reducidos y pueblos irreductibles a
la conquista. Observamos, por otra parte, la importancia de los estudios
lingüísticos para dilucidar migraciones y orígenes, y la riqueza de los es-
tudios de caso del etnólogo que nos permiten matizar la antinomia entre
el cazador-recolector y el agricultor. Del mismo modo, a través de la his-
toria del arte nos aproximamos a las obras y al pensamiento de los pue-
blos nómadas cuya imagen nos ha sido transmitida de manera tan defor-
mada tras siglos de malos entendidos Y confrontaciones. En su conjunto,
los autores nos hacen ver las dificultades para precisar los límites del

IO
Pr ese nta c i ó n II
Índice
No~te, siempre cambiantes según las época y lo punto de vi ta, y n PROEMIO
advierten sobre la improcedencia de encerrar en definiciones <lema iad
rígidas tanto los dos polos de la contradicción nómada- ede ntari o om Rita Eder
la infinita variedad de modos de vida que han florecido entre e o do ex-
tremos, más teóricos que reales.
A partir de esos múltiples cuestionamientos, el pre ente libro n El d arrollo de la arqueología del Norte de México ha enfrentado, desde
acerca a las tensiones sociales y culturale que marcaron profundament hace mucho tiempo, una ituación difícil, debido sobre todo a los pocos
la historia del Norte de Me'x 1co.
' Invitamos
· a l l ector a reumr
· un punado
- dato di ponible obre un territorio inmenso. Ante la necesidad de em-
d_e conchas Y reconocer antiguos intercambios entre nómada y ed nta- pr nder u estudio y compren ión, en oca iones se han empleado enfo-
nos, sentarse a la sombra de un a bngo
· rocoso y contemplar sus pmtura
·
que que con frecuencia privilegian una visión centralista o repiten es-
cruzar
. la mirada de un apach e preso en an Juan de Ulúa y verlo recobrar'
s quema y concepto que es necesario poner en tela de juicio.
su libertad.
A la investigación de ese amplio mundo, con rigor, constancia y en-
tu iasmo, e ha dedicado desde hace ya varias décadas la doctora Beatriz
LI DA MANZANILLA Braniff, a quien están dedicadas las páginas del presente volumen, como
MA. TERE A URIARTE homenaje a su labor pionera, que ha sentado las bases para establecer una
Vm G INIA GUEDEA visión global de la historia antigua del Norte del territorio mexicano. La
influencia y el alcance que ha tenido su trabajo en las nuevas generacio-
nes de investigadores interdisciplinarios se pueden constatar en estas pá:
ginas, testimonio de un coloquio que tuvo lugar en la Universidad Juárez
del Estado de Durango, en octubre de 199 5.
El desarrollo de la arqueología del Norte de nuestro país está estre-
chamente vinculado con la obra y las aportaciones de la doctora Braniff,.
que abarcan desde el Gran Tunal del altiplano potosino y guanajuatense
hasta la preparación del museo de Paquimé, o su estudio sobre el río San
Miguel, en Sonora -que recibió' el premio Antonio Caso-, por citar sólo
unos cuantos ejemplos de su muy diversa y extensa trayectoria. Pero aún
más importante que la amplitud del área que sus investigaciones han
abordado resulta la visión renovadora e interdisciplinaria que ella ha in-
troducido en el tratamiento de los problemas planteados por la historia
del Norte, en la cual se han introducido muchos conceptos que la exami-
nan con mayor agudeza gracias a los elementos de análisis que su obra ha
proporcionado.
El tema central del coloquio fueron las relaciones entre los pueblos
cazadores-recolectores nómadas y los pueblos agricultores sedentarios,
tema que dio lugar a un amplio espectro de planteamientos.
"Los caminos del Norte", "Enfoques y perspectivas", "La imagen del
otro" y "Encuentros y desencuentros" fueron los grandes rubros bajo los
que se reunieron cerca de 40 aportaciones de investigadores de varios
centros de estudio. En ellas podemos encontrar desde el debate que plan-
tea la definición misma del espacio que entendemos como Norte de Mé-
xico, hasta los usos culinarios del mezquite, pasando por los apaches en
Durango en el siglo x1x, el conflicto entre rarámuris y mestizos en la mis-
ma época o las pinturas rupestres de la sierra de San Francisco, en Baja

I2
UNIVERSIDAD AUTONOMA Presentación Prucrniu 13
DE SAN LUIS POTOSI
SISTEM~ OE BIBLIOTECAS C
..:',.,..
., ~

•·"'~v .. ..· .
California, entre muchos otros estudios. T odo llo anali za n, de de di- INTRODUCCIÓN
versos ángulos, las ideas, imágenes e interpretacion e que tienen o e
han tenido sobre esta gran área de México, así com o sobre u interrela- Marie-Areti Hers
ciones con otras zonas del país o con el sur de E tados Unid os . La pobla-
José Luis Mirafuentes
ciones nómadas que habitaban (y aún habitan ) e te territorio, qu e vivía n
a b~se de caza, pesca y recolección, han sido muy dHíciles de co nocer y María de los Dolores Soto
estudiar, y sus usos y costumbres han permanecido en la oscuridad por Miguel Vallebueno
mucho tiempo. Hoy en día, los enfoques multidisciplinarios - com o el
que ofrece la presente obra- son un testimonio de lo que se ha avanza do
en este campo, y a la vez un punto de partida de futuras aportaciones en Cuando decidimos rendir homenaje a la doctora Beatriz Braniff por la par-
esta gran área de investigación y análisis. ticipación fundamental que ha tenido en el desarrollo de la arqueología
Desde los aspectos lingüísticos hasta los testimonios líticos, el inter- del septentri ón mexicano, optamos por abordar un tema que nuestra co-
cambio de ideas entre etnólogos, antropólogos físicos, arqueólogos, histo- lega ha estudiado ampliamente y que resulta central a lo largo de toda la
riadores, historiadores del arte y lingüistas contribuye a elaborar una vi- historia del Norte: las relaciones entre los pueblos cazadores-recolectores
si~n de conjunto en la que se comparan fuent es y m etodologías, y se nómadas y los pueblos agricultores sedentarios. El coloquio que tuvo lu-
afinan las teorías y las interpretaciones. Hay que subrayar qu e, si qu ere- gar en esa ocasión, a principios de octubre de 1995 , en la ciudad de Du-
mos llegar a comprender la. vida de poblaciones tan cambiantes como las rango, se inició con una semblanza de la homenajeada y con un análisis
de lo~ nóm_adas del septentrión mexicano a lo largo de la historia, es n e- de su obra, y luego se dividió en cuatro mesas sucesivas . Para la :presente
cesario aplicar el esfuerzo de varias disciplinas qu e rompan con los es- publicación, respetamos ese orden.
que~as de las interpretaciones convencionales. En palabras de Marie- El primer punto a abordar era el de la definición del espacio que enten-
Areti Hers Y María de los Dolores Soto, es necesario "aceptar los riesgos demos como Norte de México. Ha sido a menudo subrayada la necesidad
Y desafíos conceptuales que conlleva la empresa de entender un mundo de cuestionar y precisar los términos empleados, en vista de la discutible
tan disti-nto al nuestro como lo fue el de los nómadas". pertinencia de los comúnmente usados, icomo la "Gran Chichimeca", la
Est , · 1
as pagmas, Y a obra entera de la doctora Beatriz Braniff nos ayu- "Aridoamérica" y "Oasis América", o el "Norte de México". Ninguno de
darán a ahondar en la cultura y transformaciones de esos territ~rios y de ellos refleja ni mínimamente la variedad geográfica y cultural que preten-
sus pobladores. de cubrir o los cambios que se dieron en el tiempo. No podíamos esperar
llegar a conclusiones satisfactorias al respecto, puesto que dicha defini-
ción puede ser tan variada como variados han sido los enfoques de los es-
tudiosos del Norte. Sin embargo, como no pudimos llegar a un acuerdo
en cuanto a una terminología alternativa más satisfactoria, optamos por
abordar el tema a partir del asunto concreto de las relaciones entre Meso-
américa y el lejano Norte, es decir, el Suroeste y el Sureste de ES t ªdos
Unidos, aunque debe quedar claro que no estamos asumiendo con ~llo
una demarcación fronteriza en particular. De esa manera, la mesa 1, titu-
lada "Los caminos del Norte", permitió introducir el tema de discusión
de la delimitación espacial que estuvo presente en el transcurso del
coloquio.
En cuanto a la dimensión temporal, la selección misma del tema nos
1
invitaba a adoptar una perspectiva de muy larga duración, desde los tiem-
pos prehispánicos hasta nuestros días. En efecto, uno de los aspectos que
1
{ más singulariza la historia del Norte es precisamente el hecho de. q~~ en
ese amplio territorio el modo de vida nómada nunca quedó defm1t1va-
mente cancelado. La reiterada constatación de este hecho, por otra parte,

14 P r o e mi o
IS
nos muestra que los límites cronológicos atribuidos tradicionalmente a reviste igual importancia. En el origen mismo del largo proceso antagóni-
las diferentes disciplinas de la historia no resultan pertinentes para abor- co entre los pueblos que producen sus alimentos y los que se confían en
dar el tema de las relaciones entre nómadas y sedentarios en el Norte. El los ritmos naturales para conseguir su sustento, existe una profunda in-
siglo xv1 no significa límite alguno para el quehacer del arqueólogo y es
comprensión entre dos maneras tan distintas de concebir las relaciones
imperativo que se desarrolle una arqueología colonial de esas latitudes,
del hombre con la naturaleza, de las costumbres y estrategias de éste para
así como una mayor fusión entre estudios arqueológicos e históricos, ta-
construir y habitar su propia territorialidad. Este antagonismo, que siem-
reas todas estas que reclaman, por ejemplo, el estudio de ámbitos tan di-
pre ha sido fuente de arraigados prejuicios, se prolonga en la actualidad
versos como las misiones, los presidios, los reales de minas y las zonas de con nuestra propia dificultad para entender un modo de vida tan alejado
refugio, donde la interacción entre nómadas y sedentarios fue una cons-
de nuestra realidad moderna. Que lo diga, si no, la tendencia, todavía re-
tante hasta ya bien entrado el siglo x1x, y donde, por lo mismo, las posibi-
ciente en el campo de la antropología, de explicar el comportamiento
l~dades de un trabajo interdisciplinario fecundo entre arqueólogos, histo-
nadores Y antropólogos son ampliamente prometedoras . económico de los cazadores-recolectores nómadas a partir de categorías
más bien aplicables a las sociedades sedentarias, estrechamente vincula,.
. Al tratar ese tema, resalta otra dificultad mayor creada por las defini-
das con la economía capitalista de nuestros días . 1
cwnes con las cuales contamos para referirnos a los pueblos que no sean
Para internarnos en ese problema del entendimiento, debemos enfren-
plenamente agricultores y sedentarios. Ni los cazadores-recolectores son
tar, desde luego también, la dificultad de las fuentes. Tenemos las imáge-
necesariamente nómadas ni todos los agricultores son totalmente seden-
nes pictóricas y los testimonios escritos que nos han legado los protago-
tarios, Y entre los dos extremos ha existido una rica diversidad general-
nistas sedentarios para retratarnos a los cazadores-recolectores. Estos
~ente r~le~ada. Para muchos agricultores, la caza y la recolección son
testimonios, como los informes y crónicas de los misioneros, suelen ex-
impresc1:1~1bles, mientras que pueblos que se dedican esencialmente a
presar tanto o más la irremediable incomprensión y no aportar informa-
e st a~ actividades pueden recurrir a técnicas agrícolas adaptadas a su modo
ciones confiables sobre tan impenetrable otredad. Permítasenos, a manera
d_e vid~. En esas circunstancias, numerosos trabajos recalcaron la imper-
tmencia de las clas ·f· · · . . . de ejemplo, detenernos en un caso que en modo alguno es excepcional. Se
, . i icac10nes imperantes. La diversidad cultural siste- trata de la Descripción de la provincia de Sonora, del misionero jesuita Ig-
maticame~te negada y la incomprensión hacia los pueblos no agriculto-
nacio Pfefferkorn. Este religioso, refiriéndose a las peculiaridades de carác-
res, ~~emas, son el origen del uso indiscriminado de términos que ha
ter de los indios no convertidos, entre los que los nómadas y seminóma-
propiciado el desconocimiento de los grupos étnicos del Norte. Antaño se
hablaba de los ch 1· h · l das seguramente ocupaban los primeros lugares, nos dice lo siguiente:
. c 1mecas, uego de los tobosos, mecos y apaches para
refenrse genéric . . .
amente a esos grupos. Tales denommac10nes, mcluso, Imagínese una persona que llena todas las condiciones para hacerse despre-
llegaron a emplearse • , . d . ,
. . como smommo e sa1vaJe, nomada y de indio bravo ciable, baja y repugnante, una persona que en todos sus actos procede ciega-
e msumiso 1 lo -que h d d 1 . , .
• • a a o ugar a graves confus10nes y estenles reduc- mente sin ningún razonamiento ni reflexión; una persona insensible a toda
c10msmos aun en 1 h. · f'
a istonogra ia actual. Todavía en nuestros días se bondad, que nada le merece simpatía, ni le avergüenza su deshonra, ni le pre-
evoca a los indios de t . , .
renza o a 1os gentiles• comunmente se usa el térmi- ocupa ser apreciado; una persona que no ama la verdad ni la fe Y que nunca
no de norteño siemp f . '
. .. , re para re orzar 1a imagen mental de un ser bárbaro e muestra una voluntad firme; alguien a quien no le halaga ser honrada, ni le
irreconciliable con la vida civilizada.
alegra la suerte, ni le duelen las penas; finalmente, una persona que vive Y
f . . ~rente ª esos problemas de delimitación espacial y temporal y de de- muere indiferentemente. Esa persona es el retrato de un indio sonora. 2
mic10nes culturales no · , · d. bl
, s parec10 m ispensa e organizar el encuentro de
manera que fuera un inte b. · d. · 1· · ·
rcam 10. mter iscip mano de ideas retomando Por otra parte, entre las escasas informaciones de las que disponemos
en este aspecto una de 1 , · d 1 '
. as caractensucas e a trayectoria académica de acerca de la complejidad del modo de pensar y de sentir de ciertos grupos
la docto~a Bramff. Entre arqueólogos, historiadores historiadores del ar-
te 1 etnólogos lingüistas y a t 'l f' · ' ·
. , n ropo ogos isicos, necesitamos comparar
nuestras fuentes y metodolog1'as d f· , , Marshall Sahlins, Economía de la edad de piedra , traducción de Emilio Muñiz y Ema Ro-
. . para po er a mar, asi, nuestros enfoques
1nterpretat1:os. Fue11con esa intención que se reunieron los integrantes de sa Fondevila, 2a. ed., Madrid, Akal, 198 3.
la mesa u, titulada Enfoques y perspectivas". i Ignacio Pfefferkom, Descripción de la provincia de Sonora, 2 vols., traducción, introduc-

ción y notas de Armando Hopkins Durazo, Hermosillo, Gobierno del Estado de Sonora,
Cercano a esos problemas de definición, el del entendimiento mutuo
1984, vol. 11, p. 27 .

r6
Introdu cc i ó n Introdu cc i ó n 17
nómadas, los trabajos sobre manifestaciones artísticas como el art e ru-
pestre tienen un lugar privilegiado para escuchar la voz misma de eso llamativa, por la constante relación que propició entre nómadas y seden-
grupos. También lo tienen los textos que nos refieren sus puntos de vista tarios, es la minería denominada itinerante. Se la suele llamar así' por-
sobre los eventos que marcaron la historia de sus complejas y casi iem- que los mineros que la practicaban vivían en continuo movimiento en
pre conflictivas relaciones con su contraparte española, mexicana o n or- busca de yacimientos superficiales. Eran una especie de gambusinos o,
teamericana. Estos textos a menudo son el producto de proces os judicia- como sus contemporáneos solían llamarlos, cateadores o excavadores,
les en los que los encausados son los propios cazadores-recolectores . cuyos escasos recursos los obligaban a abandonar las minas tan pronto
Finalmente, en el transcurso de la historia se han dado experiencias como agotaban aquellos yacimientos o cuando tenían noticias de nuevos
únicas de acercamiento y comprensión recíprocas que, a pesar de las nu- y más ricos descubrimientos. A menudo sus frecuentes desplazamientos
merosas e importantes investigaciones que han generado, creímos conve- los llevaban a internarse en territorios recorridos por indios no someti-
niente recordar y volver a valorar aprovechando la oportunidad de nues- dos, como los nómadas y seminómadas, dando así continuidad a las rela-
tro ejercicio de intercambio interdisciplinario. La mesa m, "La imagen ciones con estos grupos. Pero tanto o más importantes que esas relacio-
del otro", reúne trabajos sobre esas tres maneras de explorar las posibili- nes eran las que los mismos mineros fomentaban en sus efímeras
dades de entendimiento mutuo que se han dado históricamente: el se- explotaciones. Éstas, en efecto, pese a sus limitaciones y peligros, siem-
dentario mirando al nómada, el punto de vista del nómada y los casos de pre eran fuente de expectación y solían atraer, en sus momentos de bo-·
entretejimiento cultural. nanza, a cientos de operarios y buscadores de minas de todo tipo, entre
Las relaciones que se dieron entre esos dos universos tuvieron en los que destacaban los indios que, a su vez, eran originarios de las más
gran medida su origen en los movimientos migratorios. Mientras las ex- diversas agrupaciones tribales. Tanto era así que un misionero llegó a
pansiones me~oamericanas se multiplicaban en el espacio y en el tiempo, decir de esas explotaciones que parecían torres de Babel, por la notable
los desplazamientos tradicionales de las agrupaciones nómadas asumían, variedad de lenguas que allí se podían escuchar. La importancia de di-
con no poca frecuencia, la forma de grandes movimientos poblacionales chas explotaciones es que estimulaban nuevas exploraciones mineras,
q~e desbordaban ampliamente el ámbito regional. Estas dos corrientes contribuyendo de este modo a una constante aproximación entre nóma-
~~gratorias a menudo confluyeron en el Norte de México, que fue tam- das y sedentarios, y a la consiguiente eliminación paulatina de las barre-
bien ~l escenario de sus encuentros con el flujo de la colonización euro- ras culturales que los diferenciaban. Puede por ello afirmarse que fueron
pea. Esta, sin duda, contribuyó a prolongar hasta tiempos modernos ese un elemento importante en ese largo y complejo proceso de homogenei-
largo proceso de relaciones entre nómadas y sedentarios. La mesa 1v titu- dad cultural que se dio alternativamente con la supresión física de los
lada
. , "En~uentros Y desencuentros", permite observar, en su larga 'dura- cazadores-recolectores .
c~on, ese Juego de oposiciones, alianzas e influencias recíprocas y de fu- En segundo lugar, las obras arquitectónicas de envergadura, como al-
s10nes y camb· d. . 1· . , gunas iglesias, presidios y, sobre todo, las catedrales, que propiciaron
, 10s iversos imp icados en dicho proceso, que condujo,
también, durante su largo proceso de construcción, una constante inter-
bsegu? los _casos, al exterminio, la transformación y la continuidad y so- acción entre operarios indios procedentes de diversos grupos étnicos y lo-
,
revivencia de los . caza d ores-reco1ectores nomadas. En una perspectiva
comparativa se incl , . . , . si- . cales, y entre esos operarios y los colonos españoles. Cuando el misione-
. , uyo en esta mesa un estud10 sobre una dmamica
milar que se dio ene1 sur d e1 contmente,
. ro Eusebio Francisco Kino se dio a la tarea de construir -las iglesias de
en las pampas argentinas.
Remedios y Cocóspera, visitas de la misión de Dolores, en la Pimería Al-
Los ~nfoques complementarios de la arqueología la historia y la an-
tropologia permit . ' ta, no sólo contó con la colaboración de los naturales de esos pueblos, si-
. . en resa1tar 1a gran profundidad temporal de procesos
no hasta con la de los indios del lejano asentamiento norteño de San Ja-
dque si~meron siendo determinantes en las relaciones entre nómadas y se- vier del Bac.3 Como se puede apreciar en el trabajo de Clara Bargellini
entanos
b , hasta tiempos recientes.
· . , de estos procesos
La so 1a enumerac10n
incluido en esta memoria, la edificación de la catedral de Durango requi-
re asana con mucho el espacio dedicado a esta introducción. No obstan-
rió la participación de numerosos trabajadores indígenas que fueron re-
te, nos parece conve~iente tratarlos brevemente, con unos cuantos ejem-
clutados, en diferentes momentos, en sitios tan distintos y a veces tan
plos, p~ra r~calcar la importancia del tema central del coloquio a lo largo
de la historia del septentrión.
3 Eusebio Francisco Kino, Las misiones de Sonora y Arizona, paleografía e índices de Fran-
. ~n primer lugar, la minería, con su decisiva contribución al desenvol-
cisco Hernández del Castillo, introducción y notas de Emilio Bosé, México, Cultura,
v1m1ento de poblaciones mixtas de indios y españoles. Particularmente
1922, p. 185.

r8
Introdu cc i ó n Intr o du cc i ó n 19
apartados entre sí como el Gran Tunal, Sinaloa, Santi ago Papa quiar , El otro movimiento de población fue el que integraron de manera
Bayacora, Atotonilco, Acaponeta, Taxicaringa, San Franci co d 1 M zq ui - , bien desordenada españoles, criollos, mestizos, mulatos y otras cas-
tal, Presidio de San Hipólito, Ynora, Zacatecas, etcétera. Nativ d mu - ma ·ndividualmente, en familias y en grupos de familias, se dirigie-
tas que, 1
chas regiones del Norte llegaron incluso a participar en la con tru e i ' n ron al Norte llevados por la expectativa de enriquecerse rápidamente en
de grandes obras religiosas del reino de la Nu eva E paña, como la ca t · la minería. Es más que probable que muchos de estos emigrantes se ha-
dral de México.4 Esta concurrencia continua de una poblaci ón tan h t r · llaran entre aquellas concentraciones de población tan peculiares que se
génea a un mismo fin nos indica la importancia qu e tenían t ambi én l formaban con cada nuevo descubrimiento minero. Por supuesto, había
trabajos arquitectónicos como uno de lo ámbito de la ociedad c l nial otros incentivos no menos atractivos que movían a los habitantes de las
en que los miembros de distintos grupos étnicos y locale d 1 N rt , a provincias del sur a emigrar hacia el Norte. Estos incentivos -muchas
partir de su convivencia y de sus mismas experiencia , llegaban a d a- veces ofrecidos por las autoridades generales, interesadas en fomentar el
rrollar valores, intereses y exp_ectativas parecidas, i no qu e co mun poblamiento de esa vasta región- consistían en la obtención de pastos y
En tercer lugar, los movimientos migratorios ma ivo y u ineludible tierras de labranza, y a menudo también de trabajadores indígenas, que
implicación de poner en contacto formas de vida di tintas. E to m ovi- en la práctica eran otorgados en condición de esclavos, como ocurrió du-
mientos se produjeron hacia, y al interior, del septentrión m exi cano. En rante largo tiempo con los nómadas y seminómadas en la provincia del
el primero de estos casos, podemos destacar dos movimi ento p blacio- Nuevo Reino de León. En esta provincia, en efecto, la institución de las
nales originarios del sur, pero de naturaleza distinta y con objetivo un congregaciones implicó la esclavitud de los indios sin que hubiese de
tanto diferentes entre sí. Uno es el que estuvo conformado por lo aliado por medio contrato de compra-venta alguno. 6 La rentabilidad de esta ins-
indígenas de los espa-ñoles, en particular los tlaxcaltecas, cuyas múltiple titución seguramente estuvo en la base de la ininterrumpida inmigración
actividades como guerreros, colonos e instructores de los grupo denomi- española en dicha provincia, pero d~sde luego también en la i~c~nformi-
nados genéricamente chichimecas fueron determinantes para la consoli- dad y la resistencia de los grupos nativos afectados, y en el surg1m1ento de
dación de la expansión colonial en diversas provincias nort eña . Un a - otro tipo de relación indígena-español más común y duradera en la mayor
pecto int.eresante de esas actividades es que los tlaxcaltecas no la parte de las provincias del Norte, que fue la de la confrontación armada.
emprendieron incondicionalmente, sino impulsados por el estatus social Junto a estos desplazamientos,_ también podemos destacar otro par
~rivilegiado y otras exenciones importantes obtenidas del Estado espa- importante de flujos migratorios. Estos, del mismo modo que los ante-
nol. Estas prerrogativas, al tiempo que favorecieron la permanencia de riormente tratados, fueron diferentes entre sí tanto por sus características
s~s nuevos establecimientos, tuvieron aparentemente el efecto de permi- físicas como por las motivaciones que los impulsaban. Se trata de 1~ mi-
tules una amplia libertad en sus relaciones con los cazadores-recolecto- gración hacia el sur de las agrupaciones apaches y co~anches, ~res10na-
res, relaciones que fueron desde los conflictos de tierras hasta las alianzas das por un entorno cada vez más hostil en sus r~spe~tlvas localidades de
matri~oniales, 5 lo que sin duda influyó en el ritmo tan variable de los origen, y de la colonización de Texas y Alta Cahforma por los a~gl?ame-
camb10s socioculturales experimentados por aquellos grupos. ricanos. Otras diferencias que cabe destacar entre esos dos mov1m1entos
El est udio de los auxiliares tlaxcaltecas , tarascos / otomíes y mexica- tienen que ver con su valoración, que ha sido bastante desigual. Por ejem-
nos como agentes del cambio sociocultural todavía está en sus inicios, plo en lo tocante a sus efectós, sobra decir que el conocimiento que tene-
per? casi nada se ha escrito sobre el modo en que la emigración de esos mo's del segundo es abrumadoramente mayor que el del _primero. A~~í
m~ws al Norte afectó la vida de sus comunidades de origen. La explora- nos referiremos exclusivamente a éste, pero no por una simple cuest10n
crnn de este campo de las relaciones entre el Norte y el centro de México de equilibrio, sino por la más estrecha relación de sus consecuencias con
s~n duda a~ortaría nuevos elementos explicativos respecto de las altera- los procesos que venimos tratando. Destaca, para empezar, su confluei:i-
crnnes sufndas, a su vez, por las sociedades indígenas mesoamericanas a cia en la región con la expansión de la dominación española, confluencia
lo largo de la Colonia. en que la lucha por el espacio devino una de sus constantes principales.
En 17 5o, por ejemplo, poco más de 70 años después de que los apaches
empezaran a invadir el septentrión novohispano, el visitador de Sonora Y
.¡ Silvio Zavala, Uno elapo en la construcción ele la cot eclral ele México alrededor de r585,
M éxico, El C olegio de M éxico, 19 8 2 (Jornadas 96), pp .1 50 , 161.
' David B. Adam s, Los colonia s llaxcall ecas de Coahuila y Nu evo León en ]a Nu eva Es¡)(/ - 6 Carlos Manuel Valdés, La gente del m ezquite. Los nómadas del Noreste en la Colonia,
110 , Saltillu, Archiv o Municipal de Saltillo, 1991 , pp. 63 66, 69 -72 .
1
México, CIESAS, 1 995 (Historia de los Pueblos Indígenas de México), pp. 16 8-169 .

20 l n t ru d11 cc 1 un
21
Introdu cc i ó n
Sinaloa, José Rafael Rodríguez Gallardo, se refirió a la persistencia de di-
cho conflicto en los términos siguientes: "El apache y nosotro tenemo ion apache en el sistema de poblamien~o y en las relaciones entre_los
nuestras conquistas. Nosotros al norte y él al sur. Cuanto más nos inter- indio de la mi ione y los españoles tendieron a favorecer la consolida-
namos a sus tierras, tanto más él se va internando a las nues tra . " 7 ción de la dominación colonial en Sonora. .,
Pero las invasiones de los apaches y comanches no sólo fu eron nota - Por lo que se refiere a los movimient?s de ?_oblación en el septentnon
bles por el tiempo y el espacio que abarcaron, sino por sus repercu ione ·
m exicano, en muchos casos fueron contmuac10n . .de las empresas
- de con-
1
sociales, sobre todo en el lado español. En efecto, así como los españole qui ta y colonización iniciadas desde las provmcias sur~nas, pe~o con a
alteraron, con su actividad expansiva, la organización tradicional de la caTacten, t i·ca de que tendieron a responder, cada vez mas, a los. mtereses
.
sociedades nativas, dichas invasiones dieron lugar a importantes ajustes expansivo del Estado e pañol. En este sentido, se trataba ~e ~1grac10nes
y cambios en la sociedad colonial. Este proceso ha sido poco explorado y planeada y dirigidas por la autoridades generales: Cons1gu1entemente
tiene el interés de que, en algunos casos, se orientó en un sentido muy también tenían un cierto orden, por lo menos me¡or que el de los que
distinto al que cabría esperar de los cuantiosos daños y muertes causados partían de manera espontánea del su~, ~demás _de_que sus objetivos eran
por las mencionadas invasiones. En Sonora, por ejemplo, la intensifica- umamente precisos. Entre éstos, qmzas el mas importante era el de la
ción de los ataques de los apaches a partir de la segunda mitad del siglo colonización de los territorios débilmente integrados al virreinato novo-
xvm ocasionó el repliegue de mineros, rancheros y agricultores españoles hispano y expuestos, por lo mismo, a la ocupación de las .potencias e~o-
a los pueblos de indios administrados por los religiosos jesuitas. El aisla- peas vecinas. Es bien conocida la iniciativa_ gubernamental de colomzar
miento y la dispersión en los que hasta entonces vivían, producto, en par- el Nuevo Santander, influida por la presencia de colonos franceses en las
te, del exclusivismo indio de los pueblos bajo estatuto de misión, les im- costas del Golfo de México. ·
pedían defenderse adecuadamente de dichos ataques. Ese repliegue de los La relación que supusieron dichos movimientos con la población na-
colonos fue continuamente en aumento, al grado de adquirir las caracte- tiva también varió de acuerdo con las distintas políticas de poblamiento
rísticas de una migración interna en la década de 1760. Al respecto, en dictadas por el poder central. Así, por ejemplo, se lleg~ a ~antener el vie-
1764, el misionero Carlos de Rojas escribió lo siguiente: jo sistema de separación residencial entre pu~?los de md10s y ~ueb!os·de
españoles, como ocurrió en la tardía expa_n~i~n a la Alt~, Cahforma. ~n
Mientras.los presidios viven en una total inacción, los apaches roban, destru- otras ocasiones, en cambio, se impuso y vigilo la formac10n de poblac10-
yen Y matan, con que abandonando los pobres vecinos sus ranchos, se acogen nes mixtas. Entre estos casos, destacó el de la colonización del Nuevo
con sus familias a los pueblos !de indios J. Toda la vecindad de Tetuachi se ha Santander. Pero también se dio la situación de que en una misma provin-
venido a vivir a Arizpe. Mucha de Nacozari a Chinapa y Bacoachi .. .8 cia se pasara de la primera política de poblamient~ a la_segunda, :ªl c_om_o
sucedió en la provincia de Sonora y Sinaloa. Casi esta por <lemas anadir
Dicho repliegue, sin embargo, tuvo el muy importante efecto de poner en que bajo todas esas experiencias de poblamiento subyacía, entr~ º:ras
~archa la formación sistemática de poblaciones mixtas de indios y espa- muchas cosas importantes, el viejo y espinoso problema del sometimien-
noles en las misiones, poblaciones que, años atrás, planearan las autori- to efectivo de los grupos indígenas, sometimiento del que dependía, a su
dades _generales como un medio que, a la vez que sirviese de estímulo a la vez , la administración adecuada de estos grupos y el progreso de la expan-
colomzación española de la región, resolviera el problema del aislamien- sión colonial en el Norte.
to Y dispersión de los colonos vecinos, ayudara a reforzar el control sobre Por último, la deportación en masa de los indios prisioneros de gue-
los pueblos nativos ya sometidos y a la defensa de las fronteras contra la rra cazadores-recolectores en su mayor parte, hacia el puerto de Veracruz
amenaza éxterna. 9 En consecuencia, los cambios inducidos por las incur- y 1~ isla de Cuba, principalmente. Este flujo de población p~~de_co~side-
rarse como uno de los males consustanciales a la confrontac10n md1gena-
7 José ~afael Rodríguez Gallardo, Informe sobre Sin aloa y Sonora . 17 50 edición, intro- español en el septentrión mexicano, puesta en marcha por los ~o~imien-
1
ducc10n not · d' · d' d · · tos migratorios procedentes de las provincias del sur. La conu_nu~dad_~e
, as, apen ices e m ices e German Viveros México Archivo General de la
8 Nación-Archivo Histórico de Hacienda, 1975 (Colecció~ Docum ental 1), p. 37.
1
estos movimientos, en efecto, en buena parte dependía de la ehmmac10n
Carta de Carlos de Ro1as a Francisco Ceballos: Arizpe, 14 de mayo de 1764. Archivo His-
tórico de Hacienda, Temporalidades, leg. 17-18, f. 2.
9 Pilar Máynez Vida!, Estudios de Historia Novohispana (15), 1995, p. 192. Véase también
"Tomás Miranda, S: J. y la defensa de las tierras de los pueblos indios. Carta apologética al
padre José Utrera (Sonora, 17 5 5 )", presentación y paleografía de José Luis Mirafuentes y Dictamen del marqués de Altamira, Archivo General de la Nación (en adelante ACN), In :
quisición. vol. 1282, exp. 1?.

22
Introdu cción Intr od u cción
23
de los grupos indígenas que hostilizaban la región, que e opo nían a c d r bi ' n llegaba a ocurrir que fueran ofrecidos a lo~ cosech~ros d~ t?baco ~e
de buen grado sus tierras a los colono e pañole o qu rechazaban i t - Córdoba y Orizaba, ' 6 o que, en lugar de ser enviados de_mmediato a la is-
máticamente los intentos de éstos de mantenerlo congr gad en pue- la de cuba, se les retuviera en el puerto de Veracru_z, 1~corporados a las
blos. Hacia principios de la década de 17 50, por eje mplo, 1 c ron el J é bras del castillo de San Juan de Ulúa. 17 Estas expenencias de los guerre-
de Escandón recomendó la deportación a lo obraje de Querétar d l ~os nómadas afectaban por supuesto también a sus mujeres e hijos, que
indios pames que siguieran incurriendo en "el vicio de r tirar e a vivir n larmente iban presos con ellos al destierro. No obstante, las cosas
los montes como fieras".' º En 1769 el comandante de la front ra de
1 regu biaban cuando unos y otros llegaban hasta el final de su incierto y pe-
Nueva Vizcaya, Lope de Cuéllar, opinaba que debería proced r e al xt r- cam viaje. Destinados a menudo a ocupar lugares di f erentes en l a soc1e- .
nos 0 1 ·,
minio de los apaches, "pues -como decía- no hall o razón para qu 1 dad colonial, se veían separados tal vez para siempre y en una re ac10n
príncipe haya de conceder paces a unas fiera sin religión, in palabra, in Y distinta con su contraparte sedentaria. Como ocurría en el caso an-
sujeción y las más inmundas de cuantas se conocen"." En término pa- mu
tes mencionado de Veracruz, mientras los primeros aparecian , con t ma
· d os
recidos se expresaron en 17 80 tres de las más importante autoridad de en el castillo de San Juan de Ulúa, los segundos eran repartidos entre las
Sonora para fundamentar su propuesta de desterrar a lo eri s d e a pro- familias más acomodadas del puerto. 18
vü:icia. El intendente y gobernador de Sonora y Sinaloa, Pedro Corbalán, La recurrencia de este fenómeno a lo largo de la época colonial aún
aprovechó la ocasión para insistir en su vieja recomendación de que e ·o está por estudiarse. Los casos aquí mencionados se refieren básicamente
indios fueran enviados a tierras ultramarinas . Argumentaba qu no e le n periodo en que las deportaciones parecen haber alcanzado un auge
podría tener seguros "en ninguna parte del continente".' 2 :a~ticulannente importante. Nos referimos a la s_egun~a mitad d~l siglo
. , Pero la deportación masiva de los nómadas no sólo favoreció la expan- xvm.1 9 Es bastante probable, sin embargo, que s1tuac10nes parecidas se
swn de la dominación colonial en el Norte, sino que, a diferencia de la hayan dado en épocas anteriores, como, por ejemplo, en el tra~s_curso _de
emigración española a esta región, implicó una medida provechosa para la llamada guerra chichimeca, entre 1 5 5o y 1600. La deportac10n de m-
los ltigares de destino de los indios deportados. Estos lugares, por lo regu- dios en este periodo tal vez pueda ilustrarse con el ejemplo dado anterior-
la!, eran las haciendas y plantaciones de los empresarios españoles. No mente en relación con la construcción de la catedral de México, en cuyas
eran raros los casos, sin embargo, en los que dichos indios nunca llegaran a obras participaron, en calidad de esclavos, los indios chichimecas. Por
tocar sus habituales destinos. Podía suceder que lograran darse a la fuga en otra parte, son bien conocidas las constantes y cuantiosas deportaciones
e~ transcurso del viaje,' 3 que los remitieran a los obrajes del centro de Mé- de indios del Nuevo Reino de León a la ciudad de México, practicadas por
xico para reducir así los gastos que se erogaban en su larguísima y tardada Luis de Carvajal, so pretexto de pacificar a los naturales de aquella pro-
travesía, ' 4 o que fallecieran en el camino, de un brote de vin1elas.' s Tam- vincia. De este funcionario se decía, por ejemplo, que "como quien iba a
caza de liebres sacaba cada vez 800 6 1 ooo indios y los traía a vender a Mé-
'º Ma nd arniento del vi:rey marqués de las Amarillas: México, [si n fecha!, Cmtro de .Est u- xico y a otras partes de asientos de minas". 2 º
11
d10s de Hist ona · d_e M'ex1co,
· Condumex, fondo uxv11.3, f. 3ov. -31 . Así, de este modo por demás ominoso, las relaciones entre nómadas
Carta de Lope de c ·11 J - G- . . . y sedentarios fueron más lejos en el espacio de lo que unos y otros, al e~-
_ ue ar a ose a1vez: Janos, 20 de Jumo de 1769, Archivo Hi stó rico
12 Nacwnal, Madrid, /esuita s, leg. 122-129. trar en contacto, acaso llegaran a imaginar. Desbordaron con una ampli-
lnfom1e de Pedro Co b 1• T d d - .
.
M 1rafuentes r a an a eo oro e Cro1x: Anzpe, 9 de enero lk 1780, en José Lui s tud inmensa el ya de por sí ilimitado septentrión mexicano.
"Los · _ 1 8 . . f _
H b ,, '. _ _ sens en 7 o. tres m o_rmes sobre la necesidad de su deportación a La
,, ª · ana , H1s ton cas, octubre de 1986 (2o), pp. 23 . 2 6, 31 _
Todos los ejemplos aquí tratados, además de ilustrar, en muchos
11
Autos de guerra contra los · d . , · d -
_ m 10s enemigos, e quienes recibieron informes por dos ca u-
tivos que se les escaparon :le d 1 · M · el
1 _ · e s e a sierra OJa a y narraron los crímenes y costumbres 16 Real Cédula al virrey Martín de Mallorga: San Ildefonso, 22 de junio de 1782, AGN, Rea-
que pract1cabanl" · Río Floricl R , 1 d I p 1 . 1 · ·
h. . __ · oy ea e arra,5ceagostu-5ded1c1embrede1724 Ar- les Cédulas Duplicados, vol. 72, f. 387-387v.
e 1vo H1stonco ele Hidalgo d I p 1 G '
_ _ _ e arra , 1724, -I 2 1; carta de Carlos de Rojas a André s Ja - 1 1 !bid., f. 387-387v.
vier Garc1a·· Anzpe , 8 de agost 0 d e 1749, A re J11vo · H1stonco
· · · de Hacienda, Temporalida- 1 s !bid., f. 387v.
des. lcg. 278-20 . 19 Un trabajo pionero al respecto es el de Christon l. Archer, "The Deportation of Barbarían
i.¡ Carta del auditor de la Guerra · ' d Al · · · Indians from the Interna! Provinces of New Spain, 1789-18ro", The Americas (29),1973,
_ _ , , marques e tam1ra : Mex1co, 20 de enero de 174 5, ACN ,
_ Document os para la h1storw de México, vol. 8, exp. 3 6. pp. 376-385. . _
1
' Real Cédula al virrey marqu és ele Casafuerte: El Pardo, 14 ele en ero de 172 5, A C N, R eales • 20 Sil vio zavala, Los esclavos indios en Nueva España, 2a. edición_aumentada, Mex1co, El
Cedulos Duplicados. vol. 71, fs . 28v -31v. Colegio Nacional, 1981, p. 206.

24 l n tr u du cc 1 ó 11 Introducción 25
casos, las relaciones típicas entre nómadas y ede nt ario , contribuy n d azador -r colectare y, a pe ar de los contactos continuos _que h_an
a poner de manifiesto varias de las peculiaridade del epten tri n, co-
d haber marcado u larga coexistencia, no se han detectado evidenc1~s
mo el de ser una tierra de espacios inmen os, abierta a nu evo y rec u-
rrentes procesos de poblamiento y de múltipl es y variada difer ncia tang1ºble de enfrentamien tos bélicos, sino más bien de un entreteJi-
• nto cultura l. 21
culturales. m1 . • 1 ·
Al contrario, lo pueblos mesoamencanos que colomzaron a vertien-
Más allá del inevitable contraste entre la profusión de informaci n
t te de la ierra Madre Occidental, desde el sur de Zacatecas _has~a el
que nos proporcionan los documentos históricos y la inevi table parquedad
de los datos arqueológicos, resaltan las similitudes en los proce o qu norte de Du rango ' no ofrecen un panorama muy distinto. Su terntono se
marcaron tanto la historia antigua como la colonial y moderna del p-
1 aba del ure te al noroeste sobre unos 600 km y su largo flanco
ªonen
~rg tal quedaba así expuesto al eventual hostigamiento de los pueblos
. - .
tentrión. Aunque en la mayoría de los casos no se trate de una continui-
- das , que eran los únicos que podían ocupar las extensas tierras an-
non1a
dad sino más bien de recurrencias, esas semejanzas procuran al e tudio o
da del Altiplano Central. Además, es ~uy probabl~ que ~os ~upos meso-
del pasado prehispánico un invaluable material comparativo, al mismo
americanos que e apoderaron de e~a dilatada _fr~nJa terntonal encontra-
tiempo que ofrecen al historiador la perspectiva de una considerable pro-
a población local en meJores condic10nes para oponer una
fundidad temporal sin que por eso se dejen de apreciar las marcada dife- ran u n · f ·
rencias. • tencia significativa frente a los intrusos. En efecto, podemos m enr
res1s . bl
situación de los antiguos pobladores de la cordillera era nota e-
Así, por ejemplo, la arqueología va documentando paulatinament e que 1a 1 , ·d
un fenómeno que ha sido de la mayor importancia para la evolución ge- mente 111 ª,s favorable que la de los pueblos que ocupaban. as partes an as .
·nas Los estudios ambientales nos revelan que la sierra Madre Occi-
neral de Mesoamérica: su considerable expansión territorial hacia el Nor- pdotosil se ·caracteriza por una notable variedad ecológica que propicia la
te Y su no menos drástico retroceso cientos de kilómetros hacia el sur si- enta . . .
d tari· zación aun entre pobladores que no se dedican a la agncultura.
glos antes de la llegada de los españoles. Con ese retroceso, los va~tos se en ' , . .
El cazador-recolector puede permanecer en sus ranchenas Y_ circular verti-
territorios norteños volvieron a ser ocupados exclusivamente por pueblos
calmente sobre cortas distancias para acceder a una amplia gama de re-
n~, mesoamericanos. En muchos aspectos, la colonización del septen-
tnon no~ohispano puede consiqerarse como una reconquista mesoameri- cursos. 22 Esa relativa sedentarización se acompañaba probablemente Al
cana del amplísimo territorio que se había perdido siglos antes, ejecutada tam b 1·e'n de una densidad demográfica superior a la, de los pueblos .
del -
· 1 no al este Hemos de recalcar que por ahora aun no se han documen-
ahora por tlaxcaltecas, otomíes, purépechas, mexicas y otros pueblos del up a . . . d 1 .
Centro Y Occidente. tado arqueológicamente esas ocupac10nes no mesoamen~anas e a s1~rra
Madre Occidental. Sin embargo, la hipotética resistencia _ª la colomza-
. Una de las diferencias más marcadas entre esos dos procesos de colo- , mesoamericana y el hostigamiento, durante largo . tiempo, de
~ización ~~l Norte por parte de grupos urbanizados del sur son los tipos c10n . los
eblos nómadas del este se ven reflejados en el patrón de asentamiento.
b; f~rmac10n política que pueden haber impulsado esos movimientos po- i~s agricultores ubicaron sus poblados en el paisaje montañas~ de la cor-
acionales. La arqueología nos indica que fueron muy variadas las cultu- dillera de manera que se pudiera sacar el mejor provecho. pos1bl~ de las
ras mesoamericanas que participaron en la expansión y que, además defensas naturales. Frecuentemente, levantaron murallas y bastiones al
guardaron sus 1· .d d 1 ,
.. pecu ian a es a o largo de su desarrollo norteño. Tal di- borde de los precipicios. Esos dispositivos defensivos se adaptaban a ata-
versificación e d . . ,
. ra e esperarse en la medida en que mngun estado mesoa- ues repentinos, mortíferos pero no duraderos que, por lo menos en los
mericano pudo ten 1 f 1 .
1 er a uerza para contro ar y umformar esa empresa co- ~licios, parecen haber sido perpetrados por las poblaciones de cazado~e~-
osal como pudo hacerlo el Estado español.
recolectores que vieron su territorio invadido por los colonizadores ongi-
No es de extrañarse tampoco que la arqueología sea muy exigua
acere~ de. los enfrentamientos que se habrían suscitado a raíz de esas
colomzac10nes Es · d dºf . 21 Para una bibliografía reciente al respecto, véase Dominique Michelet, Río Verde: San
· cierto quepo emos i erenciar claramente las regio- Luis Potosí, traducción de Bernardo Noyola Pintor, Instituto de Cultura de San Lms Po-
nes O las épocas en las cuales los problemas de seguridad fueron apa- tosí-Lascasiana-Centre d'Etudes Mexicaines et Centraméricaines, México, 1996._ _
rente · ·
mente 1~ex1stentes y en las que fueron agudos. Así, por ejemplo 22 óscar Polaco y Marie-Areti Hers, "Mesoamerican Colonization and the Nomad s Resis-
c_ontra st a la situación imperante en el Noreste y el Noroeste mesoame~ tance", en E. Wyllys Andrews V. y Elizabeth Oster Mozzillo, comps., Five H_undred
Years a/ter Columbus: Proceedings of the 47th Interna tional Congress of Amencam st s
ncan~. En el actual estado de San Luis Potosí, las poblaciones meso- (Nueva Orléans, 1991)1 Middle American Research Institute (Publication 63), Tulane
amencanas ocuparon diversas regiones que colindaban con territorios University, Nueva Orléans, 1994, pp. 68-69.

26
Introdu cción Intr oducción 27
narios del sur. El hostigamiento de los nómada , que parece haber p rdu-
rado, influyó poderosamente en más de un aspecto de la cultura d u prim ro indicio más que a un cúmulo satisfactorio de informaciones.
enemigos. La figura del guerrero llegó a ser preponderante entre lo colo- En f cto, quedan aún puntos fundamentales por resolver. Por ejempl~,
nizadores mesoamericanos y dejó una fuerte impronta en u vida r eligio- igu in aclarar e cuáles fueron los minerales que se buscaban en las mi-
sa. Por otra parte, el estado de guerra latente determinó tambi én la di tri- na , a í como u u o y su destino. Del mismo modo, falta much~ para po-
bución de la población. Dio lugar, en efecto, a una ituación en cierta d r d terminar la modalidades que imperaban en el intercamb10 a larga
medida paradójica. Se trata de poblados que llegan a vece a cubrir xten- di tancia, la rutas que se seguían y la mayoría de los bienes que circula-
siones relativamente importantes, mayores de treinta h ec tárea , pero ba pur lla . . . ,
dentro de los cuales los materiales arqueológicos no revelan una diferen- La fuente hi tonca e refieren profusamente a las m1grac10nes mas
c~aci~~ social significativa, habitual en los sitios con cierto grado de urba- div r a a la cuale dio lugar la colonización del septentrión._En ~rque~-
mzacwn. Es posible que las necesidades apremiantes de la defensa llevaran logía, el panorama e notablemente distinto. Por una parte, ~un sigue vi-
ª los pobladores a congregarse sin abandonar el carácter e encialmente gente ci rto de precio por tratar ese tema, para el cual, por ~1~rto, los es-
igualitario de un modo de vida aldeano. 2 3 tudio lingüí tico pueden aportar contribuciones dec1s1vas. Pero,
Es _evidente, sin embargo, que por ahora los datos arqueológico i- además, re ulta particularmente azaroso reunir los _docu_mentos_ arqueo-
guen siendo excesivamente escasos como para reflejar adecuadamente lógicos que permitan no solamente detectar tales m1grac10nes, smo ta~-
las fluctuantes rel · • . bi , n precisar sus lugares de origen y las modalidades con _las que ocurne-
las poblaciones ac10nes
, d que imperaron entre los pueblos sedentano y ron . Más lejana aún queda la esperanza de lograr determmar las_ ra~ones
noma as que se encontraban en esas tierras norteña .
Antes de poder ava .d . , . que habrían compelido a los colonizadores a abando~ar ~u ternto~10 de
d era blemente el tnzar en ese
d. d 1 d. sent1 o, neces1tar1amos desarrollar cons1-
origen O las que los habrían atraído a instalarse en terntonos tan le¡anos.
canos a fin de q es u •10 e os 1versos pueblos norteños no mesoameri-
Existen ya varias hipótesis al respecto. Así, se ha propuesto reconocer en
traste con la ab uedsu imagen no sea tan. difusa como lo es ahora ' en con- la cultura Chalchihuites de la sierra Madre Occidental el fruto de una
1 . un ante aunque excesivamente sesgada información de la
cua disponemos para la época colonial. migración de los toltecas hacia confines norteños a principios de nuestra
ha Ta~bién sa~emos que la minería y el comercio a muy larga distancia era y su regreso al sur casi un milenio después. 26 . . .
n t_~mdo una 1mnegable importancia económica en la historia del sep- Además del importante papel que puedan haber temdo las m1grac10-
tentnon 24 E . .

1as posibles n · e ongen de estas importantes actividades económicas y nes desde el sur en el poblamiento del septentrión mesoamericano, la ar-
m ·
queología nos revela otro fenómeno comparabl~ a 1~ _qu~ sucedió en la
puesto reconocigrac10nes
1· a1 las cuales pueden haber dado lugar' se ha pro-
época colonial. Se trata de un movimiento de migrac10n mtern~ que ha-
.
mo e1 teot1hua er e impu1 1 so dado por estados que florecieron al sur' co-
,epoca colonial cano o e bría dado lugar a la colonización de los valles orie1_1tales de la sierra Ma-
· b teca. 2s .En contraste con lo que sabemos de la
to
, sm em argo, las mformaciones se reducen por ahora a dre Occidental de Durango a partir del actu_al estado de Zacatecas, en el
2J M . siglo xvr o XVII de nuestra era. 27 . .
. ane-Areti Hers Lo I . . . - . . . Sin embargo, hay que reconocer que la naturaleza del~~ d1ver~as mi-
Aut onoma
- de Mexico
' s Ito tecas
· en
el tierras chichimecas.
. . • .Mex1co, Umvers1dad Nacional
ria del Arte 35). , nst1tuto e Invest1gac10nes Estet1cas, 1989 (Cuadernos de Histo-
graciones que se pudieron dar antiguamente en el_septentnon Y el _impac-
2.¡ Phil C. Weigand "Mini . . . .
to que habrían tenido en las relaciones entre nómadas Y sedenta~10s son
gand G
y rete h en' Gwynne ng acond Mineral
M . Trade
. dm Preh1spamc
. . Zacatccas", en Phi! C. Wei- asuntos que todavía no han recibido toda la atención que ament_an por
am eri·c a (A nt h ropology ' l mps., VI S mmg . an Mmmg Technic¡ues in th e Ancient Meso- parte de los arqueólogos. Esa relativa indiferencia contrasta con la impor-
versit f N . vo . , pec1al Issue), Department of Anthropology, State Uni-
Yo ew York at Ston B k
Carlos Tan La ,, . . Y roo _, 1 9 82 , pp. 87-i34, Y Adolphus Langenscheidt y
25 y · g Y, La mmena preh1spamca en la sierra Gorda" ibid. pp. 135 . 14 3 26 Hcrs, op. cit.
ease, por e1emplo Ph ·l c w . d ,, h . ' ' ·
. ,, , partes ', Y II1 A · th eiganI , T e Preh1story of the Sta te of Zacatecas: An Inter-
27 Esa idea fue propuesta por J. Charles Kelley con base en sus excavaciones en el valle de
pretat10n
n ropo Guadiana en los años cincuenta: J. Charles Kelley y Ellen Abbott, "The Cultural Se-
l ogy, State U m. vers1ty . ,of N y ogy,
k 2. pp. 67-87, 103-117, Department of Anthropo-
5
M esoamencan . ew or at tony Brook, 1978 ' y Ben Nelson ' "Outposts of quence on the North Central Frontier of Mesoamerica", en A ctas y memorias del
Empire a d A h. . XXXVI Congreso Int ernacional de Americanistas (España, 1964), t. 1, pp. 325-344, Sevi-
n re 1tectural Pattermng at la Quemada Zacatecas" pp 173-
190, en Anne I. Woosley y J h R R ¡ ' ' · lla, 1969. Esa interpretación se ha ido fortaleciendo con los primeros resultados de los
0
Pesos • .
Gran Chichimeca Am n · el• Favesdoot, . comps., Culture . and Contact. Charles Di trabajos qtie llevamos a cabo actualmente en el cuadro del proyecto Hervideros de los ins-
. . Press, Albuquerque,
Mex1co · enn oun at10n, Dragoon, Anzona y University of New
1993 _ titutos de Investigaciones Estéticas y Antropológicas de la Universidad Nacional Autó-
noma de México.

28
Introducci ó n Intr od u cc ión
29
tado de Durango, el Centro I AH-Durango, el Centro de Estudi~s Me~ca-
tancia primordial que lo hi toriador indíg na confiri r n, n u ti m - no y Centroamericano y la Escuela Nacional de Antro~o~og1~ _e Histo-
po, a las "peregrinaciones" de su antepa ado a ti rra 1 ndaria ria. Por último, deseamos destacar la importante part1c1_pac1~n en :1
evento del Instituto de Investigaciones Históricas de la Umvers1dad Jua-
del Chicomóztoc, como matriz de la may ría d qu d mina -
ban el centro a la llegada de lo e pañole . r z del E tado de Durango.
Con estas consideraciones no pretendemo int ti za r l trabaj que
se reunieron en la presente publicación. olam nt h m qu rid nfati-
zar la importancia del tema central del coloquio y la diver idad de l en-
foques con los cuales puede ser tratado. Tal div r idad n era, p r i rt ,
propicia para conclusione y generalizacion , per n p rmiti
cer mutuamente nuestra compren ión de e e pr bl ma centra l d
ria del Norte. Los que participamos y a i tim a la reuní n n p rea ta-
mos de ello y el mismo propósito ha orientado la pr ent publicaci , n.
En relación con el conjunto de los trabajo qu e publican aq uí, h ·
mos de precisar que corresponde a la mayoría de lo que fueron pre nt a-
dos en el coloquio del mismo nombre y reúne, ademá , alguno tr . e
trata de autores que no tuvieron la oportunidad d participar n 1 n-
cuentro pero que desearon aportar su homenaj e a nu e tra querida y admi-
rada colega, la doctora Beatriz Braniff, y participar en una obra que abord
el tema de las relaciones entre nómadas y sedentarios d de una per pec-
tiva interdisciplinaria.
Al final de la publicación, ofrecemos al lector un apéndice dedicado
al uso culinario del mezquite, con el doble propósito de abordar el tema
de la alimentación que ha estado en el centro de las ríspidas relacione
entre nómadas y sedentarios, y de rendir homenaje al interés que iempre
ha manifestado nuestra colega por preservar ese valioso legado cultural.
Amplio, constante y participativo fue el público durangueño que nos
acompañó los cinco días que duró la reunión, en las bellas instalaciones
de la Universidad Juárez del Estado de Durango. También estuvieron pre-
sentes estudiantes de la ciudad de México, que fueron introducidos de
ese modo a la historia del Norte. En particular, un fuerte contingente
de la Escuela Nacional de Antropología e Historia hizo una memorable
odisea en ferrocarril para poder conocer a la legendaria Beatriz Braniff,
quien recibió de esa manera el más inesperado y no menos merecido ho-
menaje . Reproducimos aquí la narración de esa odisea y el mensaje que
esos entusiastas jóvenes leyeron a nuestra colega y, con la presente publi-
cación, invitamos al lector a acercarse a lo que fue una festiva conjun-
ción de ideas, disciplinas y experiencias.
Finalmente, quisiéramos subrayar que la realización del coloquio se
dio gracias a la colaboración entusiasta de una serie de instituciones: los
institutos de Investigaciones Antropológicas, Estéticas e Históricas, así
como de la Dirección General de Intercambio Académico y la Coordina-
ción de Humanidades de la Universidad Nacional Autónoma de México,
el Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Juárez del Es-

introducción
Intr oducción
TITA, LA LEYENDA¡ UNA SEMBLA ZA

Amalia Attolini
Direcci ón de Etn ohi sto ria -tN/\H

Tita, la l y nda, nac en lo fabulo os años veinte en México Tenochti-


tlan, a p ar uyo. En u ca a del todavía porfiriano Paseo de la Reforma
mía on cubi no de plata. Tita, la rebelde, única en su e peci , e -
tudia n una ecundaria oficial a donde llega con chofer uniformado a
qui n d pid una calle ant de la e cuela. Tita, la que ama la aventura,
líd r d la guía , la llaman Baguira, la pantera de los ojos azules que vigi-
la n m dio d "California", un gran llano de la colonia Del Valle.
Tita, la ingenua que e a ombra con las uñas pintada de su prima.
Tita, la si mpre niña, tien la capacidad de gozar con las co a pequeñas
c m h cajita , la tarjeta po tales o ese maravilloso mundo que guar-
dan la papelería . Tita, la que se sabe diferente, la que rompe con patro-
n tablecido , la irreverente, es mandada por su padre a Canadá para
e tudiar admini tración y hacerse cargo de las empresas familiare .
Allá abe del frío, del dolor y la soledad. Tita, en contra de la corrien-
te, como iempre ha hecho, regresa a México y se casa con el padre de su
primer hijo. Tita, la intrépida, embarazada de "Micharly" conduce autos
de carrera, y poco antes de nacer "Mideby" salta obstáculos con su caba-
llo.
Tita, la que mete mano al destino, proyectada para ser doña Beatriz
Braniff de ... decide ser nuestra Tita, la arqueóloga; empieza a estudiar en
la vieja escuela de Moneda r 3, donde en sus cuatro salones convive con
sus compañero : Navarrete, Stavenhagen, Yólotl González, Iker Larrauri,
Alicia Olivera, Beatriz Barba, Mario Vázquez, Leonel Durán y otros que
se me escapan .
Subyugada por la antropología, aprende de los maestros Bernal, Martí-
nez del Río, Bosch Gimpera, Jiménez Moreno, Barbro Dahlgren, Kirchhoff,
Lorenzo, Piña Chan, Cámara, Vivó, Dávalos y especialmente Armillas.
Tita, la maestra generosa, la que nos brinda sus ideas, su casa, su sa-
piencia, su buena cocina, la que incita a pensar, la que no permite tram-
pas, protagonista de mil batallas académicas, qué placer verla levantar su
dedo en algún congreso, pararse, dejar sus papeles en la silla y, ahora sí,
agárrese el que pueda. Tita, la que comparte, la que reconoce el trabajo de
los demás. Tita, la disciplinad;¡i, la que inicia su ritual de trabajo a las
cuatro de la mañana. Tita, la que no claudica, la que su sola presencia es
una afrenta para aquellos seres menores, narcointelectuales regidos por
estrecheces burocráticas.

33
Mina y casa familiar
en el Doctor, Qro.

34 Amalia Attolini Tita , la l e y e nda 35


Tita, la arqueóloga, la científica riguro a, la de la excava i n imp ca- LA OBRA DE BEATRIZ BRANIFF Y EL DESARROLLO
ble, señora del desierto, dueña del norte, Tita, la gran chichim ca . DE LA ARQUEOLOGÍA DEL NORTE DE MÉXICO
Tita, la madre, amorosa, tierna con su Deby, u flor cita. Tita, la mu -
jer, la bella. Tita, la intensa, la que se da. Tita, la que romp qu ma , la Marie-Areti Hers
que abrió brecha. Tita, la pionera incan able, la que empr nd nu eva ar- María de los Dolores Soto
queologías, nuevos caminos, nuevas vida . Tita, la qu hoy mi m ini cia,
cual si fuera la primera, otra aventura fuera de su dominio .
Tita, la amiga, la del afecto permanente, cercano . La qu i mpr e - 1 TR DU C IÓN
tá. Tita, la amiga entrañable.
Tita, la nómada, la que un día desmontó su ca a, m tió toda una vida Cuando, hace unos años, iniciamos nuestros trabajos en el estado de Du-
Y sus perros en una camioneta y se echó a andar rumbo al de ierto. rango y diseñamos el programa del proyecto Hervideros, dos ideas nos ha-
Tita, la jinete, la que monta a la vida, y la monta a pelo. Tita, qu bían quedado bien claras: la importancia del tema de las relaci0nes entre
ha saltado todas las trancas. nómadas y sedentarios, y la pertinencia de rendir un merecido homenaje
Tita, la mujer, Tita, la indomable, la que no tran ige aun a ríe g d a la doctora Beatriz Braniff.
despertar sola cada mañana. Tita, el escándalo, de la que se h an namora- Nos dimos cuenta, en efecto, de que para estudiar la historia de un
do muchos, tocada por pocos. Tita, la bella, la que juntó y de juntó u vi- asentamiento mesoamericano de la importancia de Hervideros teníamos
da co_n amados hombres. Tita, la cálida, fuerte y amorosa. Tita, la inco- que tomar en cuenta ame todo el carácter fronterizo de la región en la
rruptible, la honesta, la vital. Tita, la que no se somete, la indómi ta, que cual se ubica. Hervideros se encuentra en la zona de los valles orientales
se ha trepado a avionetas, coches de carreras y a la vida . Tita la que r01n- que bordean la cordillera de la sierra Madre Occidental y que colindan al
p e t ª b,
_ues. T Ita, 1a que no hace conces10nes,
· '
la subversiva y polémica. este con la inmensidad del altiplano central, en el cual antaño solamente
T~ta, la del corazón de turquesa, señora del desierto. Tita, la ley nda. los cazadores-recolectores lograron enfrentar los rigores del desierto. Sa-
Tita, la amada Tita, es un privilegio de todos haberte conocido. bíamos, además, que la presencia mesoamericana · en esas latitudes fue
solamente una etapa más en una larga secuencia, durante la cual se suce-
dieron pueblos no agricultores o de los llamados agricultores incipientes.
Así, para entender algo del Hervideros mesoamericano necesitábamos
abordar la otra cara de una misma historia, la historia de los cazadores-re-
colectores con los cuales convivieron esos mesoamericanos fronterizos.
Esa constatación significó, para el proyecto Hervideros, tomar disposicio-
nes particulares en su programa de trabajo para adaptar los métodos al re-
to de encontrar vestigios no solamente de mesoamericanos, lo que suele
ser fácil, sino también de cazadores-recolectores y, en general, de toda la
gama posible de adaptación al medio.
Como el interés de los arqueólogos norteños ha sido, de modo priorita-
rio, dirigido hacia la presencia mesoamericana y el de los prehistoriadores
hacia el hombre más antiguo posible, no podíamos esperar encontrar del
lado de nuestros colegas toda la información previa que requeríamos al
respecto. Sin embargo, existía una colega que ya había hecho aportes signi-
ficativos al respecto. Se trataba de la doctora Beatriz Braniff. En este tema
y otros, nos ha abierto más de un camino en la arqueología norteña.
Para abordar adecuadamente el problema de las relaciones entre los ca-
zadores-recolectores y los agricultores, entre los nómadas y los sedentarios
que hicieron la historia del Norte a través de sus relaciones mutuas, reque-
ríamos ampliar el ámbito de nuestra disciplina. De la misma manera, para

Ama lia Att o li111 37


rendir un homenaje a nu estra colega que hiciera honor a u man ra de v r obra generale obre la historia antigua de México. Representa, sin em-
el quehacer del arqueólogo, nos veíamos obligada a reun ir a tudio o d bargo, la mitad del territorio nacional. Sobra decir que en esas circuns-
las más variadas especialidades. No venía al ca o, pa ra nu tr pr p ito, tancia se omite comúnmente tomar en cuenta a los antiguos pobladores
organizar otra reunión más de los arqu eólogos e tudio o del N n . cazadores-recolectores.
Primero nos dirigimos a nuestros colega d los in tituto d In ve ti- Por su experiencia personal, Beatriz Braniff pudo percatarse de la in-
gaciones Históricas, de la Universidad Nacional Autónom a d M éxico, y mensidad de ese universo y de su gran diversidad. Trabajó en regiones
de la Universidad Juárez del Estado de Durango, qu gu to am ent ac p- tan diferentes como el Gran Tunal del Altiplano potosino y guanajuaten-
taron embarcarse en la aventura de organizar el pre ent e encu ntr . se, el fértil valle del río Laja en el Bajío, el valle del río San Miguel a ori-
pués invitamos a colegas de las más diver as di ciplina que había n teni - llas del desierto sonorense y, recientemente, preparó el museo de la gran
do experiencia en el tema. Todos y cada uno acepta ro n, y coincidí r n en ciudad de Paquimé. De ese conocimiento profundo de la inmensidad y de
lo merecido del homenaje, por las múltiples aportacion e qu d b m o a la diversidad del Norte vino su empeño por proponer y revisar, repetidas
la doctora Braniff, y también por haber mantenido su e píritu d lib rt ad, veces a lo largo de su carrera, una visión global de la historia antigua del
su espíritu de chichimeca rebelde, siempre inconforme. Norte. Esos ensayos la han llevado a forjar y discutir nombres y conceptos
Nuestro propósito será pues presentar cuáles han sido los principale que hagan justicia a las características de ese inmenso territorio. Primero
aportes de la obra de Beatriz Braniff en el marco del desarrollo de la ar- propuso Mesoamérica Marginal, término que luego desechó por la connota-
queología norteña. Para ordenar nuestras ideas, escogimos analizar los di - ción peyorativa que conlleva, y ahora propugna que se acepte el concepto
ferentes tipos de retos a los cuales se enfrentó nuestra colega, pu esto que, de Gran Chichimeca, propuesto por Di Peso, frente al de otros conceptos
e_n efecto, la historia antigua del Norte de México presenta desafío pecu- más centralistas como el Aridoamérica-Oasis América de Kirchhoff.
liares, dependiendo de que se ubique uno desde la perspectiva de M esoa- También ha propuesto la delimitación de regiones para subdividir ese
mérica, desde la del Suroeste o <lesde la del Norte mismo. gran territorio, según la evolución de la presencia mesoamericana en ca-
da una de ellas. Mucho queda aún por hacer al respecto y las dificultades
LOS PREJUICIOS DE UNA VISIÓN CENTRALISTA que persisten en nuestros días para llegar a acuerdos entre arqueólogos
para nombrar ese Norte y reconocer sus subdivisiones espaciales reflejan
Recientemente, una joven arqueóloga, alumna de la Escuela Nacional de más una falta inconmensurable de datos que una confusión conceptual
Ant_ropología e Historia, preguntó a la doctora Braniff por qué se había por parte de los estudiosos.
dedica?º a la arqueología del Norte de México. Contestó que su interés y
su p~sión vinieron de la gran contradicción que encontró entre lo que le El Norte como ausencia
ens~naron de Mesoamérica y lo que conocía del Norte. De niña, había re-
corrido la sierra Gord a, h a b,ia conoci·d o ruinas
· · •
tan impres10nantes c01no Para el mesoamericanista y para el público en general, la historia antigua
las de Ranas o Toluquilla. Y esos sitios se encontraban afuera de la Meso- del Norte es vista como una ausencia de lo espectacular, de lo glorioso.
américa de Kirchhoff. ¿Qué hacían ahí? Se dice que en el Norte no hay pirámides, no hay grandes palacios, no
Vi st o desde la perspectiva de Mesoamérica, se suele no entender el hay nada espectacular. Y es cierto en alguna medida. Salvo sitios como
Norte.
. Los malentend"d · , cuan d o Beatnz
i os que existian • Bramff
• era estu- Ranas, Toluquilla, El Pueblito, La Quemada, Ferrería o Paquimé, abiertos
diante persisten en nuest ros d'ias. Los preJmc10s
· · · que predomman
. al res- al turismo, y salvo algunos otros sitios que podrían ser restaurados Y pre-
pec_to son de cuatro índoles: el Norte es visto como una sola unidad, se parados para recibir al visitante, el Norte no es favorable al turismo ar-
defme por a~sencias Y no por sus características propias, se le considera queológico. La inmensa mayoría de los asentamientos son modestas po-
co~o el universo atemporal del chichimeca y cunde la incomprensión blaciones o simples campamentos estacionales. Eso obviamente es la
hacia los no agricultores. razón fundamental por la cual se desconoce tanto la historia antigua del
Norte. No corresponde a la imagen tradicional del pasado como espectá-
El Norte como unidad culo glorioso. Es otra historia para la cual es difícil conseguir fondos Y
reunir investigadores.
Por ser visto como una sola unidad, el Norte merece apenas una pequeña A lo largo de su carrera, la doctora Braniff ha optado por estudiar esa
sala en el Museo Nacional de Antropología, y suele estar ausente de las otra historia. Escogió regiones apartadas, sitios modestos, donde la arqueo-

Mar ie- Ar e ti Hers y María d e l os D o l o r es Sot o La obra d e B e atriz Braniff 39


logía puede bordar fino, sitio que repre entan la gran mayoría d 1 t una periodización ba ada e encialmente en las fluctuaciones de la
blados antiguos. Ha pugnado para que e vaya a l ncu entro d l anti u front ra ptentrional mesoamericana. A escala más local, también con-
poblador a través de una herramienta, de una vereda, d una ca a. tra tribuy · a tablecer ecuencia cronológicas en tres regiones: el Gran Tu-
presencia, otra mirada. Una arqueología alejada del pod r y d 1 turi m . nal, el Bajío guanajuatense y lo valles intermedios sonorenses. Fue tam-
bi n d la primera per ona en subrayar la originalidad del Occidente y
El Norte como un universo sin historia propia Nor t n u orígenes Capacha y El Opeño frente al mal llamado
mundo olmeca.
Actualmente, la periodización tradicional e tablecida para la hi t ria an- D f ndi la idea de que el Norte tuvo su propia conquista. Que r 5 r 9
tigua de México ha entrado en un a crisi profunda. A í, por ej mpl , con- i nificó m no que la llegada d 1 caballo, el cual revolucionó más la vi-
ceptos como el Preclásico, el Clásico y el Po clá ico ob taculizan a t da da d lo n orteño que la caída de T enochtitlan. Su interés en prolongar
luces la comprensión de los nuevos datos que se acumulan sobr e e lar- lo tudio arqueológ~cos en los etnográficos e históricos determinó el
go periodo. Todavía no se consolida una nu eva periodización qu e encu en- ntido d u uabajos en Sonora, los cuales se enfocaron en conocer la
t~~ la un:nimidad de los investigadores. Para el Norte, di cha period iza- ituación n el momento del contacto en el siglo xv11. El propósito implí-
c10n es aun más inadecuada.
cito de e a m anera de trabajar es enriquecer los modelos teóricos a partir
En efec~o, el esquema cronológico tradicional e in pira directam nt de r alidade hi tórica propias, adaptarlos a la evolución del Norte, a la
en el paradigma evolucionista según el cual la humanidad ha tran curri- lu z d la hi toria colonial documental. Un modo de proceder similar, por
do un camino lineal e irreversible, pasando de la caza-recolección del n - cierto, al qu estaremos siguiendo en el presente encuentro.
macla hacia la agricultura, la vida sedentaria y la urbani zación. En el En re umen, hemo de recalcar la importancia de los trabajos de Tita
Norte, esa evolución nunca fu e definitiva. La vida sedentaria de lo agricul- para ubicar plenamente en su dimensión histórica el desarrollo de la ocu-
tor~s acabó más de una vez en un fracaso, con el abandono de amplio terri- pación del Norte y contrarrestar la tendencia general de ver al Norte co-
torios O con el regreso a la caza-recolección. En el Norte, las ciudades mo un universo at emporal.
pueden tener una vida muy efímera. Es tierra de ciudades fantasmas.
Arcaico, Preclásico, Clásico y Posclásico resultan divisiones tempo- La incomprensión del universo d e los no agricultores
rales si · ·f· d . .
n sigm 1ca o o con contemdo diametralmente diferente al acorda-
d? para las regiones de la Mesoamérica nuclear. Para la mayoría de las re- Visto desde el sur, el modo de vida de los cazadores-recolectores repre-
gwnes q_u e conforman el Norte, está aún por hacerse o por consolidarse la senta una etapa irrevocable de un devenir lineal, una época muy rei:n~ta
secue~cia cronológica propia. Sin embargo, ya sabemos que dichas se- en el tiempo y un campo de estudio reservado en general a los especialis-
cuencias no se parecen a las ti-adicionales mesoamericanas. tas en prehistoria. .
Desde sus primeros trabajos, nuestra colega se preocupó por estable- Para el estudio de Mesoamérica, esa dicotomía que se ha establecido
cer _un~ periodización propia del Norte y no una réplica inadecuada de la entre la prehistoria de los cazadores-recolectores y la arqueología de los
penod1zación mesoa · F d . . .
mericana. ue e 1os primeros mvest1gadores en per- agricultores mesoamericanos ha sido fuente de graves errores. Así, parte
catarse de que en el N t
or e se encuentran elementos de aspecto posclásico de las dificultades que se manifiestan en el estudio de los orígenes meso-
q~e _Pertenecen a tiempos del Clásico. Desde sus primeras andanzas des- americanos se debe a que, por desconocimiento, no se reconoce al llama-
cifro uno de los ma · d , '
yores emgmas e 1a arqueologia norteña: muchos as- do Preclásico como la culminación de un largo proceso de sedentariza-
pe~t~s fundamentales de los grandes cambios que marcaron el paso del ción, sino que comúnmente se presenta lo "olmeca" como una eta?ª
. . al Posclásico en e1 centro d e1 pa1s
Clas1co , se gestaron siglos
· antes en la falsamente prístina. Del mismo modo, esa manera de ver ha llevado a ig-
pe~ifena s~pt~ntrional. Junto con grandes figuras, como sus maestros norar el importante papel que han tenido y siguen teniendo la caza, la
vyigberto J~menez Moreno y Pedro Armillas, logró romper con el prejui- pesca y la recolección a lo largo de toda la historia mesoamericana Y, en
cw centrahst_a según el cual toda influencia tenía que haber venido desde más de una región del país, hasta nuestros días. 1
el centro hacia la periferia. ·
En cuanto a cronología, los aportes de Beatriz Braniff se ubican tanto 1 Una obra fundamental al respecto es la de Christine Niederberger Betton, Paléopaysages
en el ámbito del Norte en su conjunto como en el de las secuencias loca- et archéologie pré-urbaine du bassin de Mexico, 2 t ., Centro de Estudios Mexicanos Y
les. En sus tres ensayos de síntesis sobre el Norte de México ha propues- Centroamericanos, México, 198 7 (Et u des Mésoaméricaines).

40 Marie-Ar e ti Hers y Maria de l os Dolores So t o La ob ra de B e at r iz Braniff 41

.,_
En contraste con esa indiferencia hacia los grupos de cazadores-reco-
Para el Norte, el modelo evolucionista es aún m á inad cu ad . Toda- lectores que ocuparon el Norte, a lo largo de su trayectoria la doctora
vía en la actualidad, la caza, la recolección y la pe ca iguen i nd pri- Beatriz Braniff ha enfatizado la importancia de la relación mutua entr_e
mordiales para pueblos como los seris y los kikapús, que con erva n con poblaciones mesoamericanas y grupos cazadores-recol~c~ores. Ha escogi-
gran vigor su cultura. Las relaciones entre nómadas y sedentario h a n i- do trabajar en lugares fronterizos particularme~te propi_c10s para det~ctar
do determinantes hasta tiempos recientes y es precisam ente pai a tra tar en los materiales arqueológicos situaciones de influencia mutua. Se inte-
ese tema que nos encontramos reunidos aquí. resó en los procesos evolutivos del nomadismo al s~dentaris~o, ~e~o
La incomprensión del mundo nómada desde la per pectiva del h om - también del sedentarismo al nomadismo, y en las relaciones de simb10sis
bre urbano es muy antigua en México y se remonta por lo m eno a l fin al entre poblaciones agrícolas y de cazadores-recolectores. Así, por ejemplo,
de la época prehispánica, cuando la frontera norte de Mesoam rica ha- recalcó cómo en el Gran Tunal potosino las relaciones entre esos dos mo-
bía retraído considerablemente hacia el sur. Esa dificultad de entendi - dos de vida parecen haber sido pacíficas y de mutuo provecho, a diferen-
miento se ve claramente reflejada por las múltiples confusiones qu e con - cia de otras regiones norteñas en las cuales prevalecieron situaciones
lleva el término chichimeca. En el siglo xv1 y todavía ahora, chichimeca conflictivas. En su obra, podemos por lo tanto acercarnos al mundo real:
se refiere a la vez a un espacio, a un nivel de desarrollo cultmal, a una su- diversificado de esos múltiples pueblos que ocuparon el Norte y sus di-
puesta entidad étnica y a una tierra de origen. versas maneras de adaptarse al medio, procmando siempre evitar por p~-
Su uso más pertinente y menos confuso es cuando se restringe al solo te de nuestra autora cualquier juicio de valores, como la supuesta simpli-
significado espacial: el Norte de Mesoamérica. Pero, por ser un territorio cidad O el llamado atraso de los grupos nómadas.
mal conocido, el término pronto se caigó de otro significado, sinónimo Falta casi todo por hacer en ese aspecto en cuanto a la arqueología, Y
de bárbaro salvaje. Siglos antes de la conquista española, se había vuelto 1as v oces de los historiadores nos son indispensables para no· perder de
1 1
inaccesible a los mesoamericanos después de la contracción de su front e- vista la diversidad cultmal y los cambios en e tiempo que tuvie~on ugar
ra septentrional. Luego, a partir del siglo xv1 llegó a ser el teatro de en- tras los términos tan genéricos como cazadores-recolectores, nomadas o
frentamientos entre los nómadas y los pueblos que encabezaron los espa- chichimecas.
ñoles en la conquista del Norte. En esas circunstancias, el norteño se
fusionó con el desconocido, con "el otro" por excelencia; es decir, con el LOS PREJUICIOS DESDE LA PERSPECTIVA DEL SUROESTE
salvaje nómada.
DE ESTADOS UNIDOS
La confusión cundió cuando ese término llegó a denominar a todo ti-
po de pobladores del Norte. Unos eran efectivamente nómadas pero otros Las relaciones entre el suroeste y el sureste de Estados Unidos y Mesoa-
·eran poblaciones mesoamericanas, por cierto muy diversas, que se habían mérica han sido estudiadas desde hace mucho tiempo. Curiosamente, en
expandido en distintas partes del Norte y que siglos después regresaron la literatura al respecto, la región intermedia ent:e esas tres áreas cultu-
ha:cia la Mesoamérica nuclear. Ésos son los pueblos originarios del legen- rales es decir el Norte, suele ser ignorada o considerada como un agente
dario Chicomóztoc. De esa confusión ha nacido la idea ingenua, aún vi- mu/ secundario en el escenario. Tal situac~ón_ e:a normal cuando la _ar-
gente en nuestros días, de que esos migrantes norteños, antepasados de queología norteña era aún excesivam~nte incipiente. _En nuestros días,
los pueblos que dominaban gran parte de la Mesoamérica nuclear en el esa postura ya no puede justificarse y sm embargo persiste.
siglo xv1, de los toltecas a los mexicas, pasando por los purépechas y mu- Constatamos, por ejemplo, que los especialistas del suroeste qu~ se
chos otros pueblos más, habían sido otrora cazadores-recolectores y interesan en determinar la naturaleza de las relaciones entre dicha area
que en el lapso de una o dos generaciones se habían transformado mila- cultural y Mesoamérica suelen tener un con~cii:iiiento muy ~ene~al de
grosamente en pueblos plenamente urbanizados. Mesoamérica y un interés paradójicamente limitado _por_ el _area mte~-
La confusión llega actualmente a su culminación cuando se usa el media del Norte de México. En las modalidades del difus10msmo tra~i-
término como si fuera un gentilicio, como si fuera el nombre de una et- cional O en las más recientes del modelo del sistema mundial, se ha in-
nia o de una cultura en particular. Se habla así de una "cultura chichime- tentado entender dichas relaciones como influencias unidireccionales,
ca", lo que implica una sola gran etnia como ocupante atemporal de la desde un foco sureño hasta la lejana periferia. De esa manera, se to_ma
inmensidad del Norte. El término chichimeca encubre, de esa manera, en consideración alguna de las entidades políticas del centro del pais Y
nuestra evidente ignorancia de gran parte de la historia antigua del Norte se intenta reconocer su impacto en algunas de las lejanas culturas del
de México.

La obra de Beatriz Brani/f


43
42 Marie-Areti Her s y María de los Dolores Soto
suroeste, sin mayor mirami nto para la hi tori a pr pía d I N rt d in rtar e. Durante mucho tiempo, nuestra colega ha sido prácticamente
México. la única arqu óloga mexicana en hacer una arqueología en el Norte, que
El caso de Culiacán e particularmente r pr nta tivo al r p et . En n fu ra dirigida a periodo del Holoceno y del Arcaico, sino a tiempos
los años treinta, los trabajo ejemplare de I ab 1 K ll y, ona ld Brand mucho má reciente , paralelo al desarrollo mesoamericano. En todos
Carl Sauer permitieron sacar del olvido lo qu había id un a gra n iudad 1 f ro ha d f ndido el derecho del Norte de México a tener su historia
desde donde partían las rutas que llevaban al u ro t . Lu eg , la arqu l - pr pía y no una en función de Mesoamérica o del suroeste .
gía sinaloense cayó rápidamente en 1 tar ia y uli a án d apare ió bido a u trabajo , el panorama de la arqueología del Norte ha
de los mapas en que se procura hacer explícita a r laci n ntre 1 mp zado a cambiar. Ha formado a estudiantes, quienes se convirtieron
suroeste y Mesoamérica. n inve tigadore d dicados a trabajar en diver as partes del Norte. No
En sus consideraciones obre dicha relacione , la doc t ra Bea tri z m no important ha ido u labor de de pejar el camino a varios grupo
Braniff no olvida la realidad del Norte mi m . A í, má allá d un a apli - d inv ti adores en Durango, Zacatecas, San Luis Potosí CoahuilaI I

cación mecánica de un modelo teórico, procura d cum nt ar lo c nt a - Guanajuato, Quer taro.y Sonora.
tos que existieron efectivamente entre la m etrópoli teotihuacana y lu g in embargo, hay que reconocer que aún ahora la situación sigue
Tula _Y el Norte, diferenciándolos en el tiempo y n el pací . C ntra t a, iendo de favorable. En amplias regiones del Norte, la comunidad de los
por e¡emplo, la situación que prevaleció en el Nore t dond 1 1 m n- arqu ólogo sigue iendo raquítica, como es el caso en particular de Sina-
tos teotihuacanos son abunqantes y claram nt e definido con la marcada loa. Poco arqueólogo , poco datos para un territorio inmenso -compa-
ausencia de datos para el noroeste zacatecano y durangu eño; a í, tambi n rabl a la xtensión de vario países europeos- propician controversias
reconoce etapas bien diferenciadas en la relacione entre el centr n téril , modelo teóricos cuya aplicación queda en la abstracción ínter-
'
pretaciones que carecen aún del apoyo elemental de un cuadro cronológi-
particular en Teotihuacan y el Norte. '
Su estudio sobre el juego de pelota es intomático de esa prud ncia. co confiable.
lnte~ta demost~ar que, en su expansión hacia el Norte, el ulama podría Plenamente consciente del problema, la doctora Beatriz Braniff si-
considerar~e como un símbolo de colonización por parte de algún e tado gu mpeñada en remediar ese enorme vacío y en promover el estudio y
mesoa~encano hacia el Norte. Después de analizar detenidamente lo la divulgación de la historia antigua de esa región, como es el caso re-
ciente de la mesa redonda que organizó en el Museo Nacional de Antro-
datos disponibles
. , t.iene e1 va 1or y 1a h onestidad
. de reconocer que en e t e
caso particular no le fu nc10no· , e1 mo d e1o teonco
, • d el sistema mundial por pología para planear la reestructuración de la sala del Norte, recono-
e1 cual se ha
. inclín a d o. p or otra parte, procura tambien . , ¡erarqmzar
. . lo di-
ciendo, por cierto, las limitaciones de su propio trabajo de hace 25 años
f o el gran desafío que en meses pasados significó la creación del museo
erentes
. tipos de elem en t os que atestiguan . esos contactos como por
e¡emplo, cuando analiz a 1a dºistn·b uc10n · , d el motivo de la greca' escalonada
' de Paquimé.
como elemento
. , de m ayor Jerarqma,
· , por pertenecer al mundo de las ideas.
Retos para adaptarse a los materiales arqueológicos
1 S_u interes por la historia del Norte de México en el contexto de las
ªt
re 10n~_sd entre Mesoamérica Y el Suroeste la ha llevado también a revi -
sar ª va i ez de conceptos como sistema mundial áreas culturales Gran
disponibles en el Norte

Suroeste, Muchas veces, la lítica es el único material con que el arqueólogo cuen-
h. dGran. Chichimeca, M esoamenca. , . Propone ' retomar la Gran' Chi-
c imeca . e .Di Peso Y considerarla como un ecosistema, y estudiar esa ta en el Norte. Y, sin embargo, paradójicamente, tanto en esa región co-
Gran Ch1ch1meca en su relación con Mesoamér 1ca. · mo en la Mesoamérica nuclear, el material lítico es relegado a un segun-
do lugar. El estudio de la mitad septentrional del territorio nacional
LAS DIFICULTADES QUE ENCUENTRA LA ARQUEOLOGÍA tendría que haber dado origen a una fuerte comunidad de estudiosos de la
EN EL NORTE MISMO lítica. La situación es totalmente distinta.
En Villa de Reyes, en su tesis de maestría al inicio de su carrera, Bea-
La soledad del arqueólogo del Norte triz Braniff no solamente estudió su material lítico, sino que buscó en-
contrar a la gente misma atrás de su utillaje, en una época en la cual (fi-
El principal
, . problema
. . que enfrenta
· el ar queo-1ogo que mvestiga
· · el Norte nales de los cincuenta) el estudio de ese material solía ser meramente
de Mex1co es la frag1hdad de la comunidad académica en la cual necesita formal. En su análisis de los materiales, se percibe una mente inquieta,

44 M//ri e - A r e ti He rs Y M // r i// d e l os D o l o r es So t o L" o /¡ r " el e Be " eri z Brani f f 45


que no se deja limitar por los sistemas tradicional es de cla ificación x- cordemos que en el Norte el primer problema que tiene que resolver el
clusivamente morfológicos, sino que es guiada por la preocu pación d n- arqueólogo es el de definir el modo de vida de la población que estudia,
tender a las personas a través de todo tipo de ves tigio . el cual puede variar, para una misma época, desde la caza-recolección ex-
Desgraciadamente, su ejemplo no cundió. La razón fund a m n ta l d clusivamente hasta la agricultura intensiva. También sobra decir que el
st
e o es que se reprodujo en la arqueología norteña la di coto m ía ex i t nt agua cobra una importancia vital en esas tierras subtropicales semidesér-
~n la ~rqueología del centro. De un lado, tenemo un a gran m ayor ía d ticas. Finalmente, la fragilidad de los medios ha sido el factor principal
1 n-:e~t1gadores de~icados al estudio de los sitios m e oa m erica n o , q u da en las considerables fluctuaciones de la frontera septentrional mesoame-
pnondad al _estud10 de la cerámica y eventualmente de la arquit c tu ra y ricana. En esas circunstancias, la doctora Braniff ha procurado propiciar
otros materiales, Y, del otro lado, una modesta minoría de prehi tori ad - la colaboración especializada de biólogos, paralelamente a sus propios
res que se enfoca casi exclusivamente a la lítica. estudios sobre las técnicas agrícolas. Ejemplo particularmente logrado
de interdisciplinariedad ha sido su estudio doctoral del río San Miguel, en
El nómada exiliado en el desierto Sonora, por el cual le fue otorgado el premio Antonio Caso, en el que
combina estudios sobre cerámica, patrón de asentamientos, arquitectura
Alun entre esos especialistas dedicados al estudio de los cazadores-reco- vernacular y ceremonial, concha, huesos, pero también historia docu-
ectores se detecta algú . . . . mental y biología.
bl 1d . n pre1mc10 que restnnge el universo de esos pue-
os .ª esierto, con una asociación ineludible entre e e modo de ub si - En conclusión, consideramos que, para rendir un homenaje a la doc-
tencia y la vida , d G . tora Beatriz Braniff que corresponda a su manera de historiar el pasado
d . noma a. rac1as a sus trabajos, sabemos ahora que el
esierto es mucho me . h, . d 1 antiguo del Norte, hemos de reconocer al Norte como una amplia y va-
f nos m osplto e o que parece a primera vi ta pues
~ ~ec~ un~ gran variedad de productos naturales en fauna y flora a l; largo riada región que fue determinante en las relaciones entre el centro del país
e 1ano. Sm embargo, ese empeño en buscar a los cazadores-recolectores y el suroeste y sureste de los Estados Unidos de América. También debe-
en as zonas_ meno s h ospita. l arias
. nos d a una imagen
. parcial de los pobla- mos destacar la importancia central que tuvieron las relaciones entre nó-
d ores nortenos en 1 d •d .
1 ª me 1 a en que en otras reg10nes norteñas como en madas y sedentarios en el transcurso de la historia del Norte. Para tal
ª sehrrana,_ los cazadores-recolectores pueden haber disfrutado de medios efecto, es indispensable conjugar los esfuerzos de las diferentes discipli-
mue o mas acogedores u 1 . . d nas afines a la historia para romper esquemas interpretativos rígidos, ori-
d.d d . q e es permitieran a emás una vida en gran me-
d i 1ª se entaria o con una tras h umancia
• temporal similar por cierto a la ginados para entender un universo distinto al del Norte. Finalmente, su
.
e os agricultores. ' ' trayectoria nos ha de orientar para aceptar los riesgos y los desafíos con-
En contraste en t d b . .
Pu n t d e vista
° . ' 0
al respect
ª su
M
O ra Beatriz Braruff ha procurado matizar su
,
ceptuales que conlleva la empresa de entender un mundo tan distinto al
e . .
asos mtermedios ent
º· . ostro
1
un constante interés por documentar los nuestro como lo fue el de los nómadas.
nan re agncu tores Y cazadores-recolectores que cuestio-
nuestras categorías 1 1 1 BIBLIOGRAFÍA DE BEATRIZ BRANIFF CORNEJO
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, el estudio de la concha como 1965a Culturas del Occidente y marginales, Museo Nacional de Antro-
1
materia arqueológico E .
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° . .
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Con otros autores

BRANIFF, BEATRIZ Y MARÍA ANTONIETA CERVÁNTEZ


19 6 6 "Excavaciones en el antiguo acueducto de Chapultepec", Tlalo-
can, vol. s, núm. 2, pp. r6r-r68.
19 6 7 "Excavaciones en el antiguo acueducto de Chapultepec", Tlalo-
can, vol. s, núm. 31 pp. 265-266.
BRANIFF, BEATRIZ Y RICHARD fELGER, COMPS. Y COORDS.
1976 Sonora : antropología del desierto (Colección Científica, 2 7 ), Mé-
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BRANIFF, BEATRIZ Y CÉSAR QUIJADA
1978 Catálogo de los sitios arqueológicos de Sonora, a enero de 1977
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1994 "El estado de Sonora; su historia", en José Rogelio Álvarez, dir.,


Enciclopedia de México, t. xm, pp. 7378-741 4 , 2a. reimpresión.

52 Marie-Areti Hers y María d e l os D u l a r es So t o La obra d e B e atri z Branif f 53


I.
.
Los CAMINOS DEL NORTE
Mú !CA Y ASPECTOS AFINES EN LOS HORIZONTES
CHICHIMECOS Y MESOAMERICANOS

E. Fernando Nava L.
In titut o de Inve s ti gac ione s Antropológicas-UNA 1

A mi hij o , F. Eratzin , e l acreditado m ás joven d e la r e uni ó n

1 TR U

Para bien o para mal, nunca vamo a dejar de hacer comparaciones. Las
iguientes corresponden al orden de la sonoridad artísticamente pautada
- en e pecial la mú ica- y a bu na parte de sus técnicas e instrumentos
productores, así como a otros tantos rasgos y gestos correlativos; el con-
tra te hace entre parte de la experiencia estética de la Gran Chichime-
ca y parte de la de Me oamérica; la temporalidad comprende desde los si-
glos prehispánicos ha ta nue tros días . Como todas las comparaciones,
las que aquí se hacen son para señalar semejanzas o diferencias. Sin em-
bargo, nuestra finalidad no es hacer contrastes, sino conjuntar algunos re-
sultados comparativos que puedan servir en un contexto de investigación
interdisciplinaria, dedicada a conocer la realidad mexicana . Decir de ma-
nera llana que tal rasgo estético es igual -o distinto- de una zona a otra
es algo de poco valor. Con el propósito de alcanzar cierta relevancia, en-
tonces, la información deberá ser puesta en relación con los datos de
otras ciencias; y sólo hasta ese momento será posible vislumbrar una
imagen menos incompleta de esa realidad.
Por el momento, he renunciado a ofrecer una conclusión general.
Como puede notarse, diferentes problemas giran en torno a cada ele-
mento artístico tratado. Por ejemplo, ciertos rasgos musicales parecen
de origen monogenético, mientras que otros aparentan ser poligenéti-
cos. Además, algunos muestran desarrollo y decadencia difíciles de ex-
plicar; otros esconden los motivos que hubo para difundirse; y para va-
rios rasgos existe una ruta migratoria poco fácil de rastrear. Por lo tanto,
en vista de que casi cada caso implica una problemática particular, la es-
tructura del presente trabajo es prácticamente la de un fichero de casos
musicales que parecen resultar interesantes al ser puestos en compara-
ción.

EL CÓDIGO SONORO

De una u otra forma, todos tratamos de llevar agua a nuestro molino. A


pesar de ello -y con el permiso tácito de Tita-, me parecen necesarias

57
I

estas líneas para reflexionar breve m nte obr el tado d la x to d la l ngua, en mú ica no hay un acuerdo para decir cuándo los pa-
sonora en el seno de la cultura. o d una danza e tán o no apoya ndo o complementando sonoramente
Es indiscutible que los sistemas onoro má humanam nt p uta- la pr ducción mu ical. De hecho, para muchas culturas africanas, un so-
dos son la lengua y la música, en ese ord n, y qu amba cumpl n imp r- lo t ' rmino d igna lo que en e pañol por un lado llamamos "música" y,
tantes papeles dentro de la cultura en que viv n. Pero i l t d ' d por otr , lo qu llamamo "danza"; la división conceptual que aplica en
·d· u 1 un
1 ioma -a1 menos en el ámbito de los e tudio antr pol ' gic - re ulta t la vi ión occidental no e , en absoluto, un hecho universal. Además,
ser al~o plena~e~te j~stificado, el acercamiento a la mú ica par e r rupo humanos la onoridad de varios membranófonos e
todavi~ una actividad mnecesaria, aun d ntro del ámbito ref rid . La r - decir, el onido que emiten tambores, sonajas, palos choca-
levancia de _la música, como el siste m a onor má humanam nt pau- y d cena de in trumento de percusión, no es música; de estos
tado,
fl .despues de la lengua, pue d e comenzar a comprend r e a partir de in trum ento die n lo purépecha de Michoacán que nada más acompa-
re _e_xwnar sobre las diferencias entre e to do i tema . de tal confr n- ñan, qu n produc n música.
tac10ndse desprende q ue e1 h om b re se encuentra a nte do ' e tructura o-
La manipulación de los si temas . En vista de que el sistema lingüís-
~o:as e ~ifere~te_ naturaleza Y, por lo tanto, con cien te o incon ci nt - tico y 1 mu ical ti enen diferentes tipos de unidades y que sus límites es-
11 nteH sigue -d1stmtas estrategias para ent end ér ela con cada una de tán marcado por criterios dispares, es lógico que las modificaciones que
e ª~· e aqm algunas de las diferencia entre ambo istema n cada ca o puedan operar sean distintas también. El sistema lingüístico
pertinentes a nuestro caso. onor
e altam nt incon ciente para el individuo; sin embargo, cualquier ha-
Las unidades de los sistemas L 1 . . .
claramente diferenc • d . f · ª engua tiene dos tipos de unidad blante nor mal s capaz de manipular el sistema; de hecho lo hace, pues
ia as. mor emas con sig 'f d . -
vamente ob,·etivos d d ' m ica os 1ntnn eco , re la ti- e de e perar e que en toda sociedad exista más de un contexto de uso
y ura eros y fonemas d . . . lingüístico, en cada uno de los cuales los hablantes pueden explayarse
música en camb · . ' . , que carecen e significado. La
, 10, no tiene ninguna clas d .d d con éxito . El si tema musical no tiene la misma condición de incons-
Además los morfem . e e uni a con significado .
' as con su s1mpl · ·t· d
nan para producir sig •t· d e sigm ica o inherente, se en cade- ciencia (por principio de cuentas, su aprendizaje es marcadamente distin-
de cualquier clase de nu1 i_cda dos com~lejos; en tanto que una combinación to) y, aparte de que no todos los individuos tienen aptitudes (o inclinacio-
m a es musicales n es ) musicales, no puede decirse que cualquier músico sea capaz de
sea, seguirá careciendo d . ·t· 1 por extensa o desarrollada qu e
·t · d e sigm icado De suyo 1 - . . manipularlo, ni siquiera restringiéndose a todos los que tocan, cantan,
m 1ca o intrínseco- cada . d d · , a mus1ca no tiene un sig-
,
1e otorga valores sub,·etivo soc1e a -y en cíe t 1 bailan, etcétera. Por otra parte, la estructura musical está, ciertamente,
. . r as cu turas, cada individuo-
s Y transuonos a 1 1 . en constante experimentación formal, estilística, etcétera, a partir de una
La frontera de los siste p os e ementos musicales.
mas. or lo gen 1 1 1 .. motivación muy marcada y, así, queda sometida a un impulso cien por
contextos comunicativos en . . era , a engua se utiliza en
. que participan ·
por eJemplo, la mímica La m - . por igua 1 otros elementos, ciento razonado- en contraste los cambios en la estructura lingüística,
I I
. · usica tamb · - 11
c10nes en las que simultáneam ien ega a producirse en situa- que sí los hay, desde luego, son prácticamente imperceptibles y no obede-
ente se realiz . .
cas, pongamos -por caso la da s· an otras actividades artísti- cen a deliberación alguna. Por último, habrá que notar la disparidad de
. ' nza. m emba . estos sistemas con respecto a la estética: el sistema lingüístico puede o
que sea un sistema lingu" ísti· . rgo, por simple o complejo
co en particula ·
nual será calificada en su cult r, nmguna gesticulación ma- no utilizarse en apego a una norma estética (la cual está configurada por
ura como una . d d 1·
to sí es un rasgo comunicativo um ª mgüística; dicho ges- cada sociedad, claro está), en tanto que la música, al parecer, no puede si-
- . . , por supuesto
del cod1go visual, que se activan e 1 . ' como tantos otros aspectos no producirse dentro de la pauta estética.
n as situaci d h En fin I además de curarme en salud con decir que es humano hablar
tenece al ámbito auditivo, en el cual _ ones e abla, pero no per-
Hay elementos, como la palmada O el :enorean los signos lingüísticos. en favor del interés personal, con este artículo deseo hacer ver la impor-
una orden) que tienen sí una manif ron~~ los dedos (para insistir en tancia de la música en el seno de los estudios antropológicos, así como
, , ' estacion ac - . (. d . incentivar el interés hacia esta materia. De ahí que mi postura sea pro-
mente de que éstas sean percibidas e 1 . US t ica m epend1ente-
on a vista) • - , clamar que la música, y en especial la música indígena mexicana, no de-
valorados como cualquiera de los elem ' pero que Jamas senan
entos que ocupa 1 1 1 be concebirse como un pintoresco pasatiempo folclórico . En un contexto
la comunicación. En la música la front n e cana ora en
' era entre los eleme . interdisciplinario -como lo fue nuestra convocante reunión de homena-
esta transparencia. Si bien en un diálogo lingüi' t · ntos no tiene
. , . s ico, un ademán puede je a una arqueóloga sensible a varias áreas del saber-, el acercamiento a
apoyar o incluso reemplazar -en termmos comun · .
1cat1vos- los elemen- la música no puede llevarse a cabo a partir de la afición. El tema de la

58 E. Fernando Nava L. M iisica en l os horizont es c h ichimecos 59


música -incluidos muchos a pecto , c mo la t . nica nt
vinculados a es ta cla e de producción nora- d be
un área de experiencia human a tan vali o a como tant . ra
cultura no tangible. E pero poder r flejar ta pr ocu ac1 n m diant
ejemplos escogidos para e ta ver ión e crita d mi trabaj • 3

LAS COMPARACI NE

El material se ha clasificado en tre bloqu e : aJ la vicia mu i a l ele ri .. n


prehispánico que ya no obrevive 1co n c1·d a um · · came n e p r inf rm ac1 n
arqueológica o por crónicas virreinal s); bl l are on r el muy pr_ bab le
origen preh1spamco
. . . y qu e no h a 1'do rnt • errum pido _ .
qu c n t1nua 6a
latente hasta hace poco tiempo- (documentad p r la arq u I gia_Y !ª
viejas crónicas, y/o por la etnografía pionera y la actua l); Y I la pr~ct1ca
musical de las comunidades indígena cont emp rán a , co n xpr 1 n
tanto relativamente antiguas como r lativam ent r ci nte (la cua l . l
Península de Yucatán : 1 •
consta por la moderna inve tigación de campo). in mbargo, n la pr - 4, 7, 8, 9, 10, 11, 13
sentación no se sigue necesariamente e t orde n. En co mpl e m ent o al
texto, se elaboraron cuatro representacion es para ob ervar, a l meno par-
cial y aproximadamente, la distribución de aerófono (mapa 1), idi ófo_n o
(mapa 2), membranófonos y cordófonos (mapa 3) y d diversa práctica
musicales (mapa 4); para ello, los rasgos mu ical es han sido num rados Alcipl no Ce n era! : 1 . 4. · 6 . 81 . 10
5 6
T c1 lco : , • .
(los dígitos en cursivas corresponden a tradicione actuales). e e nea de México: 6
Teo ihuacan: B. 14
Los vasos silbadores ( r ). Se trata de una especie de vasos comunican-
tes, cuyas salidas de aire tienen un aditamento que produce un silbido al
balancear el objeto. Los ejemplos proceden de la península de Yucatán
(en gran cantidad de formas), Oaxaca (los mixtecos son especialmente
elaborados), centro de Veracruz (cerámica totonaca), Tlatilco y otros si- Mapa 1. Aerófonos.
tios del Altiplano Central, Occidente, y un ejemplar con influencia teo-
tihuacana de la región otomí del sur de Querétaro. Lo más al norte que
han sido localizados los vasos silbadores es en Alfara norte del Bajío . mo en otros puntos del Golfo, se han
1 como Tres Zapotes, Vera~ruz, asbi co N existe mención alguna sobre su
guanajuatense, y Río Verde, San Luis Potosí (con figura de mono). Su dis- d . . de cmco tu os. o d'
tribución parece vincularse con algunos de los lugares de producción ce- encontra o snmgas h llegado hasta nuestros ias.
h . h . cas y tampoco a ..
rámica especializada; para la Gran Chichimeca sólo se localizan hacia uso entre los c ic ~me · silbatos de barro (3 ) por toda Mesoamenca;
I
el centro y el oriente de su frontera meridional. Exi stió otro tipo de sil- Silbatos y ocarinas. Hubo 1 . orno los de doble diafragma (4) del
d ·f logía comp e¡a, e . h.
badores, como el columpio totonaco, que consiste en unos silbatos dis- algunos son e .mor o p nmsula . d e y uca tán. En la Gran Chic uneca,
frazados como dos personajes sentados juntos, los cuales suenan al ser Altiplano, Occidente
. Y e h . el oriente en que se encuentra es-
1 • · 0 lugar acia
mecidos. Estas maravillas del ingenio acústico prehispánico no han San Luis Potosi es~ ~me O en Villa de Reyes y Río Verde. Muy al norte
sobrevivido. te instrumento, pm e¡empl . tra el uso de silbatos para coman-
.. ana se reg1s 1
La siringa (2). Se trata de una hilera de tubos, ordenados de mayor a de la frontera mesoamenc '.lb dobles (s) se emplearon tanto en e
ches y kowas. A su vez, los s1 atos d .
menor; también se le denomina "flauta de Pan" . Sólo se conocen ejem- Tl ·1 y Río Ver e. · d
plares cerámicos prehispánicos _del Occidente y el Golfo; es probable que Golfo, como en ati e~ (definida burdamente como una especie e
también hayan existido de carnzo perecedero. En lugares tan tempranos En cuanto a la ocarma ~6) er·miten 1·ugar con la altura tonal),
silbato con uno o mas . ªgu¡eros que p

60 E. F e rn{ln c/o N{IV {I L. M u ; i c a e n l os h o ri zo nt e,. chic him e co ; 61


18

38

38
Aridoamérica : 25 A.ridoamérica:

Nay arit :

Alti plano Cen tral:

Cuicuilco:

Mapa 2. ldiófonos . Mapa 3. Membranófonos y cordófonos .

hay evidencias de su uso tanto en Mesoa , .


meca. Hubo ocarinas de un sol h menea como en el norte Chichi- cidente (en especial, los Altos de Jalisco y la Meseta Tarasca, en Michoa-
o oyo en la Cu d , · cán).
Guerrero, así como en Aridoam, . d enea e Mexico, Oaxaca y
enea- e tres .f .
Occidente; con cuatro agujeros en 1 0 . 1
on ic10s, en Tlatilco y el La trompeta de caracol (8). Este aerófono natural se utilizó en la Pe-
. , e ccidente t - nínsula de Yucatán, Oaxaca, el Altiplano y en Occidente, durante la épo-
de y el desierto noroccidental En 1 G lf , anto como en R10 Ver-
. , . e o o y en Oa h b . ca prehispánica. Hubo caracoles tocados con boquilla en Teotihuacan y
cmco y mas perforaciones como las d 1 Al . xaca, u o ocarinas de
mas,- hay un tipo
. particular' de ocarin e tiplano , d e seis
· agu¡eros.
· A d e- el Occidente; hacia el norte, tal parece que Chihuahua es el único lugar
. a, que en luga d ºf• . . en que se han encontrado. Algunas culturas, como la maya y las asenta-
gran boca-bisel que permite varia 1 b . _ r e on ic10s tiene una
r a o turacion m d . 1 . 1· .- das en Colima, fabricaron caracoles de barro (9 ), utilizados también como
del instrumento /7)• las evidenci·as . e iante a me inac10n
, provienen de la p , 1 , trompetas; por igual en ambos casos, los caracoles naturales eran perfora-
del Golfo, así como de las culturas del N , emnsu a de Yucatan,
. orte. Segun p . dos con el propósito de modificar los tonos. Hoy en día, este instrumento
mnguna práctica tradicional de 1 . arece, no persiste
. a ocarina, y entre 1 ºbl b . quizá sobrevive tan sólo en unos cuantos lugares de tradición maya en
venc1as del uso del silbato pueden citarse las t d º . as posi es so revi-
ra ic10nes alfareras de Oc- Campeche y Chiapas.

62
E. F e rn a n do Nav a L. M ús i ca en l os h o ri zon t es c hi c him e c os
flu encia hua teca. La flautas triples Ir 3) son profusas en el Golfo desde
h ac i lo (Tre Zapotes), a í como después entre mayas y totonacos.
La fl auta cuádruple (14) aparecen en el Occidente, el Golfo y en Teoti-
huaca n . D e to último dos tipos de aerófonos múltiples no hay evi-
d n cia n la G ran Chichim eca.
En contra te con la exuberancia de flautas apreciada en el continuo
Golf -P nín ula de Yucatán-Oaxaca y en los escasos focos Occidente y
Altiplano, un enorme vacío - al menos en ejemplares de barro- se ob-
rva n la Gran Chichimeca. De la época antigua, sólo contamos con al-
guno ca o , proced ntes de la región del Río Bravo: a] milagrosas sobre-
vi v ncia de carrizo perforado con fuego, muy tempranas, del siglo vn de
nu stra ra, en la actual frontera de Coahuila con Estados Unidos; b] en
la segunda mitad del siglo xvu, se habla de una anciana flautista, entre
los cacaxtles, que animaba a los suyos para el combate; y e] del mismo si-
glo, cerca de la desembocadura del río en la costa tamaulipeca, hay infor-
mación de que otro indígena también conocían dicho aerófono.
En el pre ente, no parece encontrarse, en ningún sitio de México, eje-
cución tradicional indígena de flautas de barro de ninguna clase. Tampo-
co se han precisado cuáles de las innumerables prácticas actuales con
flauta de carrizo tienen antecedente prehispánico. Para la frontera norte
de Mesoamérica, la sobrevivencia más importante es el uso de la llamada
"flauta pame", de la que se habla en seguida.
La flauta d e mirlitón Ir 5). Se trata de un instrumento de alta comple-
jidad acústica: de los cinco orificios que tiene, al más cercano al sistema
de insuflación se le pega con cera una finísima tela de araña, de una espe-
cie que anida en la tierra (esta tela es la que recibe el nombre técnico de
"mirlitón"; en otros lugares, como el sur de Asia, se emplean delgadísi-
mas hojas de cebolla) . Este delicado tapón se protege con una hoja de elo-
Mapa 4. Prácticas musicales diversa s. te. La embocadura es un artificio de tres elementos: a] al tubo de carrizo,
que es el cuerpo de la flauta, se le hace un corte, a la manera del bisel de
Flautas diversas. Entre las fla h las quenas peruanas; b] el soplo no es directo al bisel, sino que el aire se
un solo tubo- ( ro) está utas echas de barro, las simples -o de dirige a la sección biselada del carrizo por medio de un canutillo de pluma
Verde es el único s ·t · n pr~sentes en toda la Mesoamérica antigua; Río de guajolote o un pequeño hueso hueco de ave; e] esta especie de popotillo
i 10 norteno en el que se h
rro y de hueso Por s . an encontrado flautas deba-
. u parte, e 1 Occidente 1 G lf 1 , se fija, cuidando la inclinación adecuada, con un par de tortillitas de cera.
tán Oaxaca y el Alt · 1 e 1 e O o, a Pemnsula de Yuca-
, ip ano entra 1 son las re . La única evidencia prehispánica de la flauta de mirlitón la proporcio-
flautas cerámicas m, •¡· d gwnes de donde proceden las na una lámina del Códice Florentino. En la actualidad, la ejecutan los pa-
as esu iza as. En Occidente h f .
de orificios, tienen una ranura en el t ay lautas que, en lugm mes de Santa María Acapulco, municipio de Santa Catarina, San Luis Po-
ubo, lo cual permite un cambio mi-
crotona 1 de la altura sonora; también hay fl . tosí; así como huastecos y nahuas del norte de Veracruz; según parece,
. . . . . autas con una canica o un tu-
bito en su mtenor para modificar el sonid 1· . . hasta hace poco también la tocaron los otomíes de Hidalgo. El caso pame
, o a me1inar el instrumento
( r r ). En Yuca tan hubo esta clase de flautas , . es el más interesante, puesto que la música ejecutada con dicha flauta no
, asi como unas con doble dia-
fragma . Flautas dobles -o de dos tubos- (1 ) . guarda semejanza con ninguna tradición melódica europea; en cambio, lo
, 2 se encuentran ncamente
desarrolladas en el Golfo, asi como en el Occid d d que huastecos y nahuas tocan con ese instrumento tiene una conducta
, . , , ente; e nuevo, a 1 norte e
Mesoamenca, solo R10 Verde reporta una flaut a d o bl e, aunque d e m- · musical, en apariencia amestizada. A partir .de esas cinco evidencias, la

Mti s i c t1 e n l os h o r izo nt es c hi c him ecos 65


E. F e rnand o N t1 v t1 L.
distribución que observa la flauta de mirlitó n e mu y r du ci da : l nt ro (1 En primer lugar, lo equinos, y después su quijada concebida como
).
y una fracción del Oriente. in trum nt o onoro, on elementos traídos a América a partir de la con-
Algunos rasgos morfológicos similare a lo de ta fl a uta pu d n lo- qui ta; n í, al in trumento de percusión se le reconoce una paternidad
calizarse en otros lugares mesoamericano . Vice nte T. M e n d za r c n o - africana . Por lo tanto, lo que narran Arlegui, para Zacatecas, y Sánchez
ce la membrana zumbadora en un in trume nto d vi n to c n J rma d Gar ía, para la ierra de San Carlos, parece ser un sincretismo temprano,
calabazo (16), cuya única evidencia la proporci onan lo códi c pre hi pá- en el qu lo indígena adaptan un instrumento negro. Hoy por hoy, diga-
nicos de la Mixteca; además, este autor propo n e q u e l recur d l mirli - mo re umidameme, como instrumento de percusión, la quijada está
tón también se aplicó al membranófono tipo "hu éhu tl ", c l a nd lá- pre ne n cuatro núcleos culturales (en ningún caso parece ser sustitu-
minas resonadoras de papel sobre orificio h ech o n el tub o d l ta m b r. to d algún ra pador): al entre los mestizos del Sotavento, para acompa-
En la actualidad, la flauta tabasqueña del "poch ó " ( r 7) mu e tra un a e m - ñar 1 n jarocho; bl entre los nahuas y mixe-zoqueanos del Istmo vera-
bocadura semejante a la de la "flauta pame", má n o ti en e I mirlit n . cruzano, para 1 mi mo fin; el entre los afromestizos de la Costa Chica,
1:acia el corazón de la Gran Chichimeca, así como al N oroccide nt e, n o e dentro d la in trumentación de la danza de "Diablitos" -de marcada in-
tiene noticia de ninguno de estos artificios sonoro . fluencia africana- ; dJ entre los amuzgos, vecinos de esos negros, con el
Los raspadores (18). Instrumento de la familia de lo idi fon , co n - mi mo propó ito.
sistente en una tablilla (de madera, hueso u otros mat erial es) qu e e fro ta Lo , concu ore (20). Son idiófonos de sacudimiento, cuya forma es,
con una varita. Ambas macrorregiones fueron ricas en est e in trum e nt o por lo común, un anal de cuentas. Cuando dichas cuentas son de conchi-
durante los tiempos gentiles. Algunas variedades m e oamericana e ran : tas, caracolito , laminilla de piedra o cristal, huesos de fruta secos, o pie-
la costilla estriada de ballena, encontrada en Monte Albán- n el Occi- zas dentale , se trata de conjuntos de idiófonos de entrechoque; en los ca-
de~u_e los hubo de piedra (quizá votivos) y con restos de crán~os hum ano sos de ca cabeles y capullos o bolsitas con piedrecillas, se trata de
(codices _mixtecos) y conchas de tortuga (figurillas de músicos, Nayarit) conjuntos de idiófonos particulares, ya que cada uno suena por sí mismo
como ca¡a de resonancia. Entre otros materiales se echó mano del hueso al sacudírsele - de hecho, los cascabeles llegan a emplearse de manera in-
humano y anim a1, as1, como d e 1 cuerno de venado ' para la elaboración de
dividual.
raspadores.
Así como el raspador, los concusores son otros de los instrumentos
Las. crónicas de nort e Y sur, oriente · • . .
f y poniente de la Gran Ch1ch1me- omnipresentes en las dos macrorregiones de estudio. De la época prehis-
ca, re ieren el instrum t . d h
. en o. e uesos curvos (Cueva Shumla Texas- co- pánica, hay gran cantidad de evidencias procedentes de Mesoamérica: a]
mo uno m1xteco de 1 , h. , • ' '
po L h 1 ª epoca pre 1spamca y uno huichol documentados desde el Preclásico se aprecian los sartales de pequeños contenedores pa-
d r um ? tz ª fines del siglo pasado); de una tibia huma;a con 3 5 estrías ra las pantorrillas (figurillas de barro, Cuicuilco); b] en Oaxaca los hubo
e un entierro en Río Bagre h f '
Pot os1,, d e1 ano_ s, oy rontera entre Guanajuato y San Luis de elementos vegetales, así como con cascabelillos de oro en collares,
l 2 70 d C ( 1
rras chich· · · vaga agregar que varios raspadores de las tie- pectorales y otros tocados; e] en la Península de Yucatán hubo sartales
imecas proceden de t·
en 1erros suntuosos por lo que es posible hechos con molares humanos, y con cascabeles y pequeños moluscos,
suponer que se trataba de al , l' d '
mes quien t 1 fl gun 1 er O persona especial; aún entre los pa- práctica que también se aprecia en el Golfo (El Consuelo, o Tamuín, es
' oca a auta de mirlit , d b rico en cascabeles de barro) y en todo el Occidente (Colima, Michoacán,
San Carlos 1 - 1 on e e ser un chamán); la sierra de
' m~:es, Y e centro del actual estado de Nuevo León son lu- Jalisco y Nayarit). Para la Gran Chichimeca, tanto la arqueología como
gare_s 1ue tamb1en escucharon la frotación de muescas así com~ La Fe- algunas crónicas refieren el uso de concusores: en nuestro lugar anfitrión,
rrenal uranguense. ~l ~oroccidente es la única región1 en México en la se han encontrado en los valles de Guatimapé y de Topia, así como en lu-
que e raspador contmua ejecut, d
tocó hasta h 1 an ose -o, en algunos de sus puntos, se gares circundantes como Charcos de Risa, en las cuevas La Candelaria,
l es, mayos, papagos, p1mas seris tadonde
a~e poco-_; os grupos se presenta son coras, huicho- Ventanillas y en toda la región de La Laguna; por cierto, cerca del actual
h
, , ra umaras, yaquis y hasta los hopis. Cerralvo, Nuevo León, habitó el grupo "cascabeles", nombre sugestivo
A su vez, frente a la generalidad de usar co d 1 · d d
. mo resona or a 1n1 ta e un relacionado con este instrumento.
gran bule puesto boca aba¡o, los seris usan un " · ,, ( · d
. a conta especie e cesto, Una similitud, por demás interesante, entre las dos macrorregiones,
hecho de fibras vegetales y raíces tejidas).
es la estima que algunos grupos tuvieron hacia estos idiófonos; en la mix-
, d e 1 raspa d or, se con-
. Por otro lado, es interesante notar que , ad emas teca prehispánica se sabe de ciertos cascabeles de oro, inalienables, apre-
, . .
signo en la Gran Ch1ch1meca colonial el uso de " qm¡a · · d as d e ca b a 11 o 11 ciados como joyas pertenecientes a la comunidad; y en la Gran Chichi-

66 E. F e rnand o N"v" L. M ú s i c a e n l os h o ri zo nt es c hi c him ec o s


meca, Alonso de León informa que la muj ere d l u v ant nd r 1 trica d orificio , coloración, pluma y bandas de colores, etcétera. De los
tenían "por muy gran ga la" . Una diferencia int r ant , a c iada j mplo cont mporán o , merecen de tacarse tres sonajas: a] la de los
en otros casos al desarrollo de la cerámica, e que n M e ri a ma Id 1 anti uo oroccidente mesoamericano), consistente en un
cabel se llegó a usar como pata de va ija y platon , n a í n n rt man con un anal d capullo (26), cuyo principio organológico es pa-
Chichimeca. r ciclo a una onaja d lo yumano de California; b] la que procede de
En muchos sitios continúa ha ta h oy el mpl d c n u Zacat ca -Agua caliente (centro urde la antigua Chichimeca), con es-
Los ayoyotes - o "huesos de frail e"- de lo c nch r n un pina d magu cla ada n u cu rpo cilíndrico j27); c] la de madera en-
ejemplo de su uso en la actual Mesoamérica, incluy nd 1 Bají z na amblada (2 ), elaborada por lo tara humaras.
vecinas hacia el nort e. En el área conformada por Zacat ca , ua a- D man ra en ral, la onaja en México la utilizan danzantes que no
lientes, Jalisco, San Luis Potosí y Guanajuato int re ant 1 u d un ob erva n mayor laboración mu ical; digamos que únicamente siguen un
sistema de concusores consistente en carricillo o pequeñ r c n e de ritmo. Por lo tanto, ate nción e pecial debe dársele al uso de la sonaja co-
hojalata, pendientes de la ropa 12 1). En el noroccid ent e, gran pr en ia mo acompañami nto de ca nto - no siempre en contexto de danza- en
tienen los sartales de capullos - también llamado "t n á bari "- (22), Sonora, la California y Arizona (cfr. infra).
entre guarijíos, mayos, pápagos, seri , tarahum ara y yaqui ; 1 hui h - La concha de tortuga. E un instrumento natural del cual se conocen
les utilizan sartales con bolsas. M erecen de tacar e por igual l cintur - en México tre u os musicales : a ] como idiófono de lengüetas (tipo xiló-
nes 123) de pezuñas de venado lmás recientemente de c rdo) d e la dan za fono) (29), b] como caja de resonancia (30), y e] como sonaja (31). En la an-
yaqui-mayo; también los hay con docenas de carricillo pe ndi e nt , utili - tigua M esoam érica fue empleada por oaxaqueños y peninsulares de Yuca-
zados en Zacatecas. tán, y las cultura del Occident e, como un xilófono percutido con
Por su parte, los indígenas jonaces, del nort e de Gua n ajua t , ti n n cuernos de venado, y como resonador para los raspadores del Nayarit. De
una danza eminentemente percusiva, acompañada por grand tamb re ; estas prácticas, ólo se conserva su ejecución percusiva entre huaves y
en ella, cada danzante emplea cantidades con iderable de ayoyot . A zapotecos del I tmo. En el Noroccidente no aparece reseñada como xiló-
pesar de que alguna versión de esta danza, ademá de los tambore , inclu- fono. En tiempos recientes, se usan dos conchas como resonadores del ar-
ye un violín, es posible que envuelva una sobrevivencia del arte percu i- co musical seri. En esta zona se aprecia, en exclusiva, su empleo como
:'º de la Gran Chichimeca, carente de gestos melódicos. En este orden de sonaja, entre seris, pimas y kiliwas, aunque ya prácticamente en desuso.
ideas, ~éngase en cuenta que los purépechas de Michoacán practican en la Como sonaja, parece no haberse conocido en Mesoamérica.
a_ctuahdad danzas activadas únicamente por percusiones las cuales clasi- El teponaztli (32). Comúnmente, se trata de un idiófono fabricado,
fican como "danzas sin música". ' tipo xilófono de dos lengüetas. Su distribución en Mesoamérica fue casi
. Las sonajas (24). Es muy probable que toda la Mesoamérica prehispá- total. Hacia el sur , se le encuentra aun fuera de esta área, ya en Centro-
nica
. haya. visto 1a e¡ecuc10n
· · - d e sona¡as
. de gua¡e; . en muchos lugares hay
américa; por el Norte, no parece llegar más arriba de Zacatecas (Kirch-
evidencia de que la · . , .
. sona¡a era agu¡erada lcodices Florentino y Dresclen, hoff opina que era conocido por los guachichiles), aunque parece ausente
P?r e¡emplo). También se fabricó de barro, las más de las veces reprodu- en la prolongación noroccidental mesoamericana (Nayarit-Sinaloa-So-
ciendo el modelo con O · f · -
. n ic10s -asi consta desde el Preclásico y, m ás tar- nora).
de, mediante
., los instrumento s Y t·igun·11 as d e mus1cos
- · del Occi· d ente-; En la actualidad sobrevive entre muchos grupos indígenas (otomíes
tambien ' con figuras
. hu f -
manas Y zoomor as en la Penmsula de Yucatan, -
de Puebla, matlatzincas del Estado de México, nahuas de Morelos Y Gue-
el Golfo, el Altiplano Y en el mismo Occidente. En las vi e jas crónicas so- rrero, purépechas de Michoacán, etcétera), así como en muchos núcleos
bre la Gran Chi~himeca, mucho se habla de sonajas de guaje -casi infali- mestizos (Jalisco, Guanajuato, Querétaro, Distrito Federal, etcétera). De
blemente- agu¡eradas; aunque en Río Verde también las hubo de barro esos remanentes, destaca el continuo maya del Golfo: la ejecución del te-
con hoyitos. Un tipo de sonaja parece estar vinculado al desarrollo en ce~ ponaztli desde huastecos, pasando por chontales, hasta mayas de Campe-
rámica: los platos de doble fondo 12 5), encontrados en la región maya así che; el rasgo común de este xilófono bilenguado es que funciona como
como en Aridoamérica. '
acompañante de flautas similares, como la de mirlitón, en la Huasteca, Y
. En todas estas latitudes se ha dejado de producir la sonaja de barro, la del "pochó", en Tabasco.
mientras que la de guaje -con agujeritos o sin ellos- sigue en verdad vi - Los membranófonos. Con respecto al uso de tambores, nuevamente
gente. Se conservan por igual sus aspectos decorativos: disposición simé- la Gran Chichimeca presenta un gran vacío frente a la extensa variedad

68 E. F e rnand o Nava L . M zi s i e a e 11 J O s hor¡ zon t es ehi ehi m eeo s


de percutores de este tipo en la Mesoamérica pr colonial. La pr n ia con do vara , una por cada mano. En cambio, el arco musical seri se sos-
algunos tan especializados, como el tambor cerámico globular c n a lida ti n , cu rda arriba, con la mano izquierda sobre dos ceritas puestas boca
de aire (33), va desde el Altiplano hacia la macrorr gión maya, y ll a abaj - o do concha de tortuga-, en tanto que sólo la mano derecha
hasta Honduras. Los tambores de tronco ahuecado, tip o "huéhu ti ", n olp a la cuerda con una vara. A u vez, como aditamento, destaca el ar-
alcanzan más territorio norteño que el de lo huichol e . Hacia I n r - co c ra, al qu e le amarran pequeño casacabeles que suenan por vibra-
riente, sólo se alude a un tambor (34), en Tamaulipa ; má al n n , í ción.
reportan los membranófonos entre los indio de Texa ; en el n id n- La pr ncia del arco mu ical es notoria, pues, en el continuo noroc-
te se encontraron tambores entre acaxees y tarahumara . En cid ntal; au nqu e, ha cia el nororiente, las crónicas coloniales informan
Aridoamérica se tiene noticia de tambores de cuerpo d e barr n rma que 1 grupo indígena denominado "negritos" lo conoció también. Con
de copa (35) (como los oaxaqueños y de la región yucatecal, y tamb r d r pect al ur de la Gran Chichimeca, casi no existen menciones al uso
marco de madera (36). del arco d cacería como instrumento musical, aunque sí hay referencias
Entre las sobrevivencias más interesante está la del "kayum", o al arco bucal (40), por ejemplo en Guerrero, en la sierra de Zongolica, Ve-
tambor de barro (3 7), tocado por los lacandones. Por lo dem á , el r to de racruz, entre lo huaves de Oaxaca (donde el arco es de hueso de pescado)
los tambores de barro cayó en desuso, mientra que e l "huéhuetl" igu y entr los mayas. En el Noroccidente, este instrumento existe entre se-
muy campante. En la región de los conchos, Chihuahua, per i te e l tam- ris, tarahumara y yaqui . El arco bucal observa varias constantes: a] la
bor de marco. cavidad bucal como caja de resonancia; b] la ejecución por punteo (con
Monocordios. En el México antiguo, parecen haber existido dos cor- los dedo de la mano que no sostiene el arco); e] el cambio de altura tonal
dófonos, ambos de una sola cuerda: aj el arco musical, parecido al u ado (logrado al pulsar la cuerda hacia el arco con la mano que lo sostiene). La
para cazar; y b] el arco bucal. A diferencia de otros casos, ahora es la Gran excepción es la tradición maya, donde se toca con una varita y con otra se
Chichimeca -en especial el Norte y el Noroccidente- la que parece modula la tonalidad.
más rica, al menos por lo que toca al arco musical, frente a las poca refe- Canto con literatura ininteligible (41 ). Como ya fue anotado, en el
rencias que hay de Mesoamérica. Sin embargo, para ninguna de las ma- norte Chichimeco se detectaron cantos cuyo texto no es descifrable para
crorregiones hay evidencias contundentes respecto a su uso durante la el cantador o para su auditorio. En el nororiente, se encontró este rasgo
ép.oca anterior al contacto con Europa (a excepción hecha, quizá, de las entre los indígenas icuanos, texas, tancahues y nadacos, ya desaparec~-
representaciones en los decorados de la cerámica del Sur de Estados Uni- dos. En el caso de los grupos del noroccidente, con tradición cultural vi-
dos). gente, las características de tal fenómeno, así como sus explicaciones,
No obstante, desde épocas relativamente recientes, hasta nuestros son muy variadas. Los coras, huicholes, tepehuanos y. yaquis dicen que
días, existen referencias al arco musical (38) entre apaches, comanches, esos cantos son formas arcaicas de su lengua (42); a su vez, la manifesta-
ceras, huicholes, lipanos, tepecanos, tepehuanos, pápagos, pimas, seris, ción tepehuana consiste prácticamente en un simple tarareo. Además,
ya_quis y yumanos. Los instrumentos en estas culturas tienen en común los ceras tienen un repertorio de canciones que, sin margen de error, es-
que se tocan golpeando la cuerda con una vara (o flecha) y que no cam- tán en náhuatl (43); este idioma, a pesar de ser de la misma familia lin-
bian de tono; es decir, durante su ejecución, la cuerda no se somete a nin- güística, es incomprensible para cantadores y espectadores. Los seris ca~-
guna tensión -o distensión- deliberada que produzca una diferencia de tan una retahíla de sílabas sin sentido gramatical, de estructura mas
altura sonora. Es frecuente que estos arcos acompañen los cantos, algu- compleja que la de un tarareo (44); en su origen, esos cantos parecen ser
nos de los cuales comprenden un texto ininteligible. Los seris tienen ar- de tradición yaqui. La literatura cantada ininteligible también está docu-
cos (3 9) que representan una notable diferencia en relación con el prototi- mentada para apaches, comanches, kiowas, tarahumaras y yumanos.
po de estos instrumentos. Primero, se informa de un ejemplar con una En la geografía mesoamericana, aparte de los casos recién citados del
cuerda atada de la mitad del arco a la mitad de la cuerda tensora; al mo- Noroccidente, no es común el canto con textos no comprensibles, al me-
mento de tocar, esta cuerda intermedia se distensaba y tensaba a volun- nos en la época presente. Como quiera que sea, de acuerdo con nuestras
tad, consiguiéndose así cambios ·de tonalidad. En segundo lugar, se ad- fronteras convencionales, el canto con literatura ininteligible es un rasgo
vierte un sistema resonador diferente: según el prototipo, los arcos cora, presente en ambas macrorregiones. .
huichol y tepehuán tienen una sola caja de resonancia: un gran calabazo, Estilos de cantar. Si aceptamos que en México, a unos años del siglo
sobre el cual se pone el arco, sostenido por un pie; así, la cuerda se golpea xx1 I aún se habla más de un centenar de lenguas indígenas, el número de

70 E. F e rnand o Nava L . Mtí s i c a e n l os h orizon t es c hi c him ec os 71


lenguas para las que existe una tradición ca ntada e mu p qu ñ . Ade- en torn a lo lla m ado " aban ro ", que integra gritadores, silbadores, y
más, varios de esos estilos m elódico n ab o lu ta m n t occid nta l l acu dimi n to d una torre de e ne rro . De igual modo, el carnaval en-
Tal es el caso de las pirekuas en purép cha, de la "ca n ion e éln rt ña- tr l tz tz il pu d int rpr tar co mo un ejemplo más de cruzamien-
das" yaqui-mayo, de los sones y val e zapo t c , y de la "ca n ci ne d t d plan o mu ica l (-o).
flor" de los mazateco , por citar alguno ca o . Lo in t r a n t en t n e Danza del tema de Conqui ta . E un hecho comprobado que en la
es destacar aquellos estilo autócton o , digam o , qu difi r n e té tica y ép ca pr hi pánica practicaron, por lo meno en el área mesoamerica-
estructuralmente de los cánone europ o , o que n o mu e tra n u n a lt na, e mbat fi n ido a m an ra d danza y escaramuzas. También se sa-
grado de occidentalización (4 - ). Con e a ca rac terí ti ca , p i bl v r b q u la danza d 1 ciclo car olin io eran parte del bagaje artístico de los
un continuo hacia el litoral nort e del Pacífi co, qu co m pre nd la 1- e nqui tador . Pu bi n, dentro de un ambiente sincrético, de ahí re-
guientes tradiciones (citadas de nort e a ur): yuman a (cant ac m aña- ult · un c njunto d danza en la qu participa "Moctezuma" -u otro
das con sonaja), pima (id.) , pápago (id.), eri (id.) . guarijí o (id.), yaq ui principal- on u bando de "indíg na ", a í como un bando de "españo-
(canto acompañado con tambor, y con é te com o caja d r on a nc ia), le " ; lo m á int re ante e qu dicho conjunto e divide en dos grandes
tepehuano (canto acompañado con arco mu ical y fl auta ); e pro blable grupo : a ] danza n la qu e " acrifica" una persona, de manera teatra-
que haya ·que agregar cierto repertorio cora y huich ol en e te e ntinu o . lizada, por upu to; y b] danza que no presentan este capítulo. No creo
Análogamente al caso anterior, estarna ante un ra go pre nt n la d ca ual la di tribución de e to baile : las primeras se representan -o lo
macrorregiones. hici ron ha ta hace poco- del e tado de Querétaro hacia el norte; las se-
Otra zona de interés, del mismo lado oceánico, la conforman lo can- gunda , n lo qu hoy llamamos Me oamérica, incluyendo Guatemala y
tos improvisados a capella (46) de amuzgos y mixt eco de la Co ta. Por llegando hasta Panamá.
último, los lacandones continúan cultivando un estilo local (4 7), igual- Tal paree que el antecedente del sacrificado del primer grupo de
mente distante de las estructuras musicales europeas . danzas e tá en aquellos mitotes de la Gran Chichimeca en los que hacían
La simultaneidad de focos sonoros . Algunas tradicion es mu icales bailar a un enemigo capturado, para luego destazarlo y aun comerlo. Se-
indígenas muestran un rasgo que no parece ten er paralelo con su hom ó - gún las crónicas, en Mesoamérica también se hacían ceremonias con di-
logos occidentales (burdamente, es la oposición resp ectiva e ntre multi- chas características. No obstante, parece que las danzas -y de ellas, en
fonía Y polifonía). Se trata de la ejecución simultánea de distintos focos especial el impulso simbólico e intelectual que las produjo- no se preo-
sonoros que -esto es lo importante- tienen una misma área de conver- cupan en reproducir las mismas páginas de la historia. No es éste el lugar
gencia (48). Ilustrativo parece ser el ejemplo yaqui de la Danza del v ena- para comparar los motivos y características de los mitotes chichimecas
do. En dicho contexto, se encuentran dos focos sonoros que producen, con aquellos de las fiestas mesoamericanas. Se trata simplemente, de
cada uno, sonoridades muy distintas; uno está asociado a un danzante destacar la distinta proyección contemporánea de antiguas y aparente-
que personifica al "venado" y otro a un danzante diferente, denominado mente similares celebraciones. Además, todo parece indicar que existie-
"pascola". Con respecto al primero, los sonidos son: a] la melodía de los ron fiestas -o mitotes- exclusivas de cada una de nuestras macrorregio-
dos cantantes; b] el ritmo del par de raspadores de estos cantantes; e] el nes. Una del norte chichimeco que parece estar ausente en Mesoamérica,
ritmo de la "jícara de agua" del músico que acompaña a los cantantes; es aquella en la que se consumía no a un sacrificado, sino a un miembro
d] el par de sonajas del danzante; e] el sartal de idiófonos que dicho dan- de la comunidad que hubiera fallecido; es decir, la práctica de antropofa-
zante lleva a la cintura; f] el par de sartales que lleva en las pantorrillas gia fúnebre.
el danzante. Los sonidos del segundo foco son: aj la melodía de una flau- Por último, disculpándome por no presentar todo en términos com-
ta; b] el ritmo del tambor que acompaña la flauta; e] el sistro que lleva en parativos con Mesoamérica, cito algunas alusiones a festividades de la
la mano el otro danzante; d] el sartal de idiófonos que lleva en la cintura Gran Chichimeca, que pueden ayudar a completar nuestra visión de
este danzante; e] el par de sartales que lleva en las pantorrillas el danzan- aquella parte del mundo que tratamos de comprender, ya que, en estas la-
te. A pesar de que la melodía de la flauta presenta rasgos occidentales, el titudes, nada hay más preciado que el valor testimonial intrínseco de las
complejo sonoro que se produce resulta atípico a los patrones europeos. referencias a los mitotes. En ese sentido, aun aquello que se escribió acer-
Algo similar ocurre con el acompañamiento de ciertas danzas huaves ca de los preparativos de tales mitotes es una fuente etnohistórica impor-
(49), en las que se pueden distinguir también dos focos sonoros simultá- tante. Por ejemplo, a partir de esos datos, se pueden proponer fronteras
neos: uno en torno a la flauta, con tambores y conchas de tortuga; y otro lingüísticas pues, según una crónica, para invitar a la fiesta a un grupo

72 E. Fe r n a n d o N ava L. Mti s i c a e n l os h o ri zo nt es c hi c him ecos 73


enemigo, el mensajero enviado por la tribu celebra nte h acía una anto- ti vo mu ica le qu gu ra m nte e cuchó en aquellos tiempos gentiles.
mima, además de entregar unas fl echas especial e . Es de u pon r , pu , L a n t ri r cr a la ima n inm diata de que, sin remedio, carecemos de
que así ocurría porque sus idiomas eran ambos ininteligible ; aunque e - t da p i ta qu pudi ra fac ilitarno. una imagen de la sonoridad de la mú-
to no es algo necesariamente verdadero, pues to que ta mbi n pu d xi tir ica in dí na d la r::m C hichim eca. N o obstante, algunas comunida-
un tabú lingüístico en torno a los ritual es de invitación. (Por ciert , en la de in cü na co nt m porá n :i continúan realizando ciertos ritual es de
"Danza de indios" (51), de Ocampo, G uanajuato, el on dura n te l cual e or ige n pr hi ame n cu yo context o se toca determinada música, la
representa el sacrificio humano se llama "El pa ajero ". ) A u v z, para di- cu al, por u caracte rí ti ca. fo rmale e in trum ento y técnicas de ej ecu-
ficultar más aún el estatus nómada o sedentario de l os pame , habrá que ción, tambi · n pu de identificar e com o una su perv iv enci<l de las artes
considerar que peregrinaban al río Bravo, todavía hace unos cien año , en a nt er ior . al cont acto con Euro pa. Es cierto que mucha música chichi-
busca del peyote necesario en sus mitotes . m ca, a í como me oa m ri ca n a, ha ido callada para siempre. Pero no
Por su parte, existieron mitotes para hacer las paces (5 2 ), en lo cua- t d e h a red u cido al il enci o, orn o se u giere en varios de los casos
les las mujeres retiraban las armas, evitando así que la fi e ta terminara preced n tc y co m o pu ede e. cu ch ar e en los fo n ogramas de las siguien-
en guerra; durante ellos también se instalaban vigías, con el o bje t de que tes r fe r n cia .
grupos enemigos no los atacaran, desarmados, aunque Sánch ez Ga rcía así
sorprendió a unos en Tamaulipas (¿habrá seguido el ejemplo de Pedro de íl l l3 T.I C RAFÍA
Alvarado con la matanza en el Templo Mayor de Tenochtitlan?). Se abe
que, dentro de contextos festivos, se realizaban intercambios entre distin- AV ELEY R/\ ARR Y DE A D A, L UI , MA U EL M ALDONAD O -KOERDELL Y
t~s grupos; es probable que estos mitotes, digamos, de pacificación interét- P A 13LO ]\1 A RTÍ EZ DEL Río
1:ica, fueran las ocasiones en que tenían lugar dichos trueques (coahuile- 1956 C u eva de la Candelaria. M éxico: Instituto Nacional de Antropo-
n~s Y acoclames llevaban tabaco a tales intercambios) . Posiblem ente, los lcgía e Hi toria (Memorias del INAH v, vol. r).
mitotes llamados "tatol" -nombre dado por los escribanos nahuas que 8 NFI G LI LI , C A RL
acompañaban a los colonizadores y atestiguaron tales actividades- fue- r 996 "Chichimecas contra franceses: de los 'salvajes' y los 'conquista-
ron ~elebraciones de este tipo, pues tenían como finalidad característica dores" ' . En Las dan zas de conquista en el 1\II.éxico contemporá-
reunu a lo · f d.
, . s _Je es para ialogar y formar alianzél.S; esto puede explicar por n eo. M éxico: Fondo de Cultura Económica.
Cque,hh~cia fmes del siglo xvn, los principales de los indios de Nadadores B O W E N , TH OM AS y EDWARD MosER
oa mla as, 1· f '
. , i como e Je e de los tobosos, se vistieron con atuendos del 1970 "Materi al and Functional Aspects of Seri Instrumental Music" •
mitote para hac · ·
. . er negociaciones con los españoles. No obstante también En Tb e Kiv a. fournal of th e Arizona Archaeological and Historical
existieron m·t . . '
i otes en 1os que distmtas fracciones indígenas trataban de Societ y (S eri Studies) vol. 3 5, núm . 4, pp. 178-200.
concertar la m d •
anera e u contra los españoles - tal episodio histórico tie- BRAJ\ilFF C., BEAT RIZ
ne su analogí 1 . . '
. . a en as estrategias del cura Hidalgo y otros participantes del I 97 s La es tratigrafía arqueológica de Villa de Reyes, San Luis Potosí:
movimiento ind d . .
epen entista qmenes, con el pretexto de bailes y fandan- Un sitio en la frontera de Mesoamérica. México: Instituto Na-
gos, se reunían par 1 •f· .
.1 ª
mi perdones por el símil).
P am icar sus acc10nes (mas, si a alguno le ofendiere, cional de Antropología e Historia, Dirección de Centros Regiona~
les (Cuadernos de los Centros Regionales 17; Centro Regional del
Noroeste).
COLOFÓN Y CONSOLACIÓN
CENTR O NAC IONAL DE INVE STIGACIÓN, DOCUMENTACIÓN
E INF O RMA C IÓ N NlUSICAL "CARLOS CHÁVEZ"
Hasta donde
. sab emos, para 1a G ran ch·1ch 1meca . no se conoce ningún ti- I 994 Festival Na cional de Música y Danza Autóctonas. México: Ins-
po de s1stem · , · d · . , .
a p1ctonco e ongen preh1spamco similar desarrollado por tituto Nacional de Bellas Artes, Programa de Apoyo a las Cultu-
olmecas may · ,
., , as, m1xtecos, etcetera. En consecuencia, no hay una nota- ras Populares, vol. r [fonograma: r disco de larga duración + fo-
, t ona que h aya p1asma d o de manera gráfica ni el más
c10n .musical a u t oc
lleto] .
sencillo, ritmo , m· 1a mas, f,ac1·1 me 1o d1a
' (y s1· acaso existiera, nada asegura
CüNTRERAS ARIAS, JUAN GUILLERMO
que seriamos capaces de interpretarla). Durante la época colonial, ningu- 1988 Atlas cultural de México. Música. México: Instituto Nacional de
no de los cr omstas
· paso, a ortogra f ia · 1 europea uno solo de los mo-
, mus1ca
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74 E . F e rnand o Nav a L . Mu s i c a e n l os h o r izo nt es c h ic hi mecos 75


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ed.). concretamente con las desarrolladas en el inmenso Valle del Mississippi,
1977 Música de los huaves o mareños. México: In s titu to N ac i na) d s paradas por una distancia formidable.
Antropología e Historia; erie de di scos I AH -14 ( r di c O . ., u
I -
Estas relaciones no fueron entonces alguna novedad, ya que, desde
ed.J. año atrá el Museo de Historia Natural de Nueva York, buscando con-
cretar est;s relaciones, venía patrocinando a un equipo de investigadores
encabezados por Gordon Ekholm, donde se encontraban, entre otros, Ja-
mes B. Griffin, Alex D. Krieger y pqsteriormente Richard MacNeish, apo-
yados por Wilfrido Du Solier como investigador del INAH. .
No conozco los motivos por los cuales el proyecto del museo de His-
toria Natural de Nueva York se desintegró sin haber aportado alguna
conclusión al respecto (exceptuando quizá el artículo de Griffin, 1966 J,
sin embargo -aunque dispersos-, nos legaron algunos trabajos que va~e
la pena reevaluar, ya que esta hipótesis fue virtualmente desecha~a sm
algún argumento por muchos años. Para los propósitos de este traba¡o de-
bemos recordar, además de las investigaciones de Gordon Ekholm en la
región de Pánuco, las que llevó a cabo Richard S. MacNeish en ~a coS t ª de
Tamaulipas, haciendo hincapié en que antes de que ellos re~l_izaran sus
proyectos, el conocimiento arqueológico -directo- de la regwn HuaS t e-
ca era nulo. 1
·
Dentro de este esquema Ekholm concentra su mvestigaci · "ón en a re-
gión del valle del río Pánuc~, que abarca apenas unos ochenta kilómetros
antes de su desembocadura; excava intensamente 1os sitios · · d e Las Flores
y Tancol, actualmente bajo la conurbación de Tampico-Madero, en T:-
maulipas, así como las localidades Pavón y El Prisco, en el poblado de ~a-
nuco, Veracruz, además de estudiar . •
otros diez asentamien · t
os en la m1s-
.
ma región. Su propósito -bien logrado- fue establecer una secu~~cia
cultural que permitiera cotejarse con las del sureste de Norteamer~ca,
aun cuando finalmente se ve envuelto por la problemática mesoamenca-
.
na reonentando . ella sus estu d10s.
hacia º s·m em b arg O, en su trabajo sobre
Pánuco (Ekholm, r 944) afirma:

E. F erna nd u Nava L. 79
The discovery that a long eq ucncc of w 11 -dc vc l ped c ulture · has ex, red in
the Tampico-Panuco area is particularly imp rtant in e nn ccti n , tt h th c
problems of th e relati onships betwcen thc Miel ll e Am erica n c ulture ami
those of thc Southca tcrn Unitcd Sta te . Th e ·equ ncc wc havc t hlt shc 1, tll
serve as a basis for studi c and inve tiga ti on concc rning tht rcl a t1 o n h1 ps
which until now havc been cxtrcmely ob cure beca u e o f th c lack o 111 fo r-
mation on thc Hua tcc arca (p. 506).

Por su parte, Richard S. MacNei h vien de pué a la c ta d Tamauli-


pas buscando también esos contactos y concluy u , aunqu I dat
obtenidos son suficientes, es n ece ario aclarar y d finir la ruta, la p a,
el grupo cultural y el tipo de contacto entre e ta regi n m ab e-
mos, posteriormente también abandona te tema; in embar n u
trabajo (MacNeish, 1947) menciona:"Thu , I beliv we may tate that a
chain of contacts existed from th e Hua t ca in Mexico to th lat templ ·
mound builders having the "Cult" ea t of th Mi i ippi" (p. r r ).
También en México, desde principio de siglo, mu ch o d los inve ti-
gadores daban por hecho la existencia, en mayor o m en or grado, de co n-
tactos entre estas distantes áreas; entre ello d tacan la r fer ncia d
Miguel Othón de Mendizábal ( r 924), quien afirmó:

Los olmecas desembarcaron efectivamente en la m arge n dere cha del río Pá-
nuco (Pantlan, lugar por donde pasan) porqu e no hubi eran podido ll ega r sino
embarcados; pero su peregrinación fu e terrestre, auxiliada por las g rand e Mapa 1
lanchas pluviales usadas sin duda por s us antepasados en el caudaloso río
Mississippi, de donde procedían, en el transpo rte de s us baga jes y el paso de
las innumerables corrientes de agua de la costa por la que marchaba n, pr x1-
mos al mar (pp. 179-180).
Como estas últimas, existen innumerables referencias respecto a la im-
portancia de la navegación prehispánica (como las barcas con mercancía
Aun si nos remontamos a los documentos virreinales encontramos su- que encontró Cristóbal Colón en el Caribe), pero en el caso que nos ocu-
' de las cosas de
gestivas referencias¡ por ejemplo, en la Historia general pa considero reveladora la expedición de Hernando de Soto, a quien se le
Nueva España, fray Bernardino de Sahagún (1969) nos dice: atribuye el descubrimiento y exploración del río Mississippi (Morales,
1990), aun cuando su propósito fue el de situar las míticas siete ciudad~s
A los mismos llamavan Panteca o panoteca, que quiere decir hombres de lu-
de Cíbola -donde había gran cantidad de oro-, por lo que De Soto, si-
gar pasadero, los cuales fueron así llamados por qu e viven en la provincia de
guiendo la pista a los objetos metálicos que los exploradores españoles
Pánuco, que propiamente se llaman Pantlan o Panotlan, quasi Panoayan, que
adquirían de los indígenas (que salían navegando por la desembocadura
quiere decir lugar por donde pasan, que es a orillas O riberas de la mar; y di-
del Mississippi hasta el Golfo de México), tras enviar dos expediciones
cen que la causa por que le pusieron el nombre de Panoayan es que dizque los , de Tampa, en 1a penmsu, la
sucesivas, en 15 39 desembarca en la bahia . de.
primeros pobladores que vinieron a poblar esta tierra de M éxico, que se llama la Florida• con alrededor de mil hombres, por tres años se adentró pnnc1-
ahora India Occidental, llegaron a aquel puerto con navíos con que pasaron palmente1 en el valle del río Mississippi, a la orilla del cual muere, p~r lo
aquella mar; y por llegar allí le pusieron nombre de Pandan, y de antes le lla- que sus hombres tratan en vano de llegar por tierra a la Nu_eva Espana,_ Y
maban Panotlan, casi Panoayan, que quiere decir como ya esta dicho lugar de regresan a orillas de ese río, donde construyen siet~ berga~tmes Y, u~ _ano
donde pasan por la mar (Libro x, § 8, párrafo 83 , p. 203 ). después, en 1543 escogen entre regresar a Cuba o ir al Panuco, prefinen-

80 Patri c io Dávila Cahr e ra Un puente c ultural hacia el Mississippi 81


do este último destino y, tras navegar por 52 día , lo 3 Ir br vivi nt emide ierto ai lar on el desarrollo cultural del México prehispánico. Sin
tranquilamente cubren esta enorme di sta ncia in probl ma algun , lo embar go, el avance de las investigaciones en numerosas partes del norte
que me hace suponer que era ya una ruta tran itada . del país ha dem ostrado, por un lado, la cuantiosa existencia de comuni-
Para corroborar lo anterior, la observación de lo mapa d ta re- dades edentarias, modestamente agrícolas, pero con los suficientes ele-
gión de los siglos xvr y xv11 nos mues tra con cla ri dad 1 in te n o tráfico m entos m ateriales para manifestarnos arqueológicamente no sólo su pre-
fluvial en el Mississippi, donde inclu o se aprec ia la en orm dif re ncia encia, sino su desarrollo; y por otro, que la peligrosidad de estos
entre las canoas construidas con armazón y recu bierta d pi l o cort za, chichimeca no es, en muchos casos, más que otra de tantas exageracio-
típicas de los grupos norteamericanos, y la fabri cada a pa rti r d u n ra n n es - i no invenciones- que el virreinato utilizó para obtener subsidios
tronco, ahuecado y con las clásicas extension e en u x trem o , qu po- de la corona española.
seen prácticamente todos los navíos m esoa m erica n o ; m á a ún, n a lgu- No podemos negar la barrera natural que nos presenta la región semi-
nas, aparecen claramente las diferencias en la ve tim enta y en lo art ícu - desértica, ocupada en efecto por cazadores-recolectores, que en pequeños
los transportados. grupos nunca constituyeron peligro alguno; es más, las evidencias nos in-
Continuando con la observación de los plano , n co ntra m o un a ca n - dican una muy buena relación e incluso simbiosis con las aldeas vecinas,
tidad significativa de toponímicos 1 con el prefij o - en 1 ngua te n k o lo que facilitó un precario comercio dentro de extensas regiones. Sin em-
huasteca- "tam", como Tampa, Tamiami y quiza T all a hassee, en la Fl o- bargo, el que los grupos más avanzados no siempre pudieran asentarse en
rida; pero más sugestivo es el hecho de qu e en num ero a represe nt acio- estos lugares, en manera alguna indica que las hayan desconocido y tran-
nes se le llama Tamaroa o Tamarora a la ciudad prehispá nica de C ah okia, sitado, como claramente se ha demostrado entre las culturas del centro Y
en el estado de Illinois, situada frente a la ciudad de San Lui Missouri occidente de México con las del oeste de Norteamérica.
(con el río Mississippi de por medio). Esta zona arqu eológica posee entre La situación en el este de México es diferente, puesto que el obstácu-
sus construcciones el montículo más grande de ese país, llamado Monk lo en la llanura costera por el semidesierto pasa a segundo término dada
Mound, y tiene además una importante serie de analogías con la ciudad la favorable navegabilidad de las aguas costeras del Golfo de México, in-
de Tantoc, que actualmente estamos explorando en el municipio de T a- cluso con el auxilio -viajando hacia el norte- de la corriente del Golfo,
muín, en San Luis Potosí. al adentrarse en el mar.
La oscilación de la llamada "frontera norte de M esoamérica" ha mo- No tengo duda alguna respecto a que en la región huasteca (como de-
tivado una serie de trabajos (Braniff, 1989), gracias a los cuales ahora na- bió suceder en otras) los grupos precolombinos estuvieron siempre cons-
die pone en duda las relaciones existentes entre las culturas del suroeste cientes de la existencia -al norte- de otras altas culturas separadas por
de Norteamérica y las de México, que explican los contactos a través de grandes distancias, con las cuales con frecuencia tenían algún tipo de
las rutas comerciales del desierto, incrementadas en épocas de modera- contacto, principalmente comercial; sin embargo en algunos momentos
ción climática, tomando frecuentemente el área llamada "Oasis Améri- las relaciones se intensificaban por razones que aún no podemos definir
ca" virtualmente como una extensión septentrional de las altas culturas -¿conquistas? ¿migraciones?-, enriqueciendo y renovando el proceso
del centro de México. de desarrollo local.
Sin embargo las culturas del sureste de Norteamérica han sido vaga- El más claro de estos momentos aparece ejemplificado dentro de los
mente relacionadas con las mexicanas de la costa del Golfo de México- resultados que aporta el Proyecto Huaxteca (Merino y García Cook,
no obstante, sostenemos que ellas han estado continuamente en contac-' 1987), cuando nos señalan en relación con el caso que nos ocupa, la cla-
to naval, no sólo a lo largo de la costa marina, sino que utilizando los ríos ' .
ra presencia entre 650 y 900 de "una nueva corriente cultural que no tie-
lograron vincularse con lugares remotos . ne raíces en la región de estudios" (op. cit., p. 58); y agregan que entre ·
Erróneamente prevalece la idea de que las altas culturas del territorio 900 y 1200 "se observa la consolidación de la nueva tradición cultural
mesoamericano estuvieron tajantemente limitadas por el norte 2 con la arribada" (op. cit., p. 61), lo cual reiteran (García Cook y Merino, 1989) Y
presencia de los salvajes y agresivos chichimecas, quienes ocupando el coincide totalmente con los datos que tenemos para la ciudad de Tantoc,
aun cuando discrepamos en otros aspectos, ya que nuestra visión del
1 Sin mencionar a varios con indudable raíz mexicana . desarrollo local se circunscribe a la que este sitio nos proporciona.
2
Algo similar debi ó pasar en la "frontera" sur, dados los elem ento s de intercambio con De acuerdo con lo expuesto, podemos sostener que la región huasteca
Sudamérica. fue el puente natural hacia aquellas apartadas culturas, ya que encontra-

82 P a er 1 c i o o á v i I 11 C a /i r e r a U n pu e nt e c ultur a l ha c i a e l M i ss i ss ip pi
mos en numerosas publicaciones una larga li ta de el ment , u aun incli cutible pre encía de todo un complejo cultural ajeno al desarrollo
aislados son indicativos, pero que en conjunto tien en u n gran pe o para local· · te e el ca o de Tantoc cuya ciudad misma abarca más de ciento
J J

demostrar la intensidad de estos contactos.3 Recorda ndo lo principale , cincu nta h ect áreas de urbanización; su construcción se inicia desde
tenemos a las ya mencionadas pipas de piedra encontrada n 1 c ntro cuando m eno el siglo x a. C . y est á ocupada hasta la conquista europea,
de San Luis Potosí, cuyo origen se encuentra en do zon a d N rt am - pero u m ayore ha amentos no poseen el tradicional recubrimiento de
rica; las de plataforma y efigie incues tionablem en te proc den d lar i n piedra, ino qu e fu eron hech os y utilizados de tierra, moviendo volú-
Hoppewell, en la parte más alta del río Mi sis ippi, mien tra qu la qu m en e inmen o pa ra crear plataformas, basamentos, plazas Y enormes
presentan un asa en la parte distal se encu entra n de de el va ll de l Mi - corredor , produciendo con ello oqu edades que se convirtieron en la-
sissippi hasta el extremo noreste de T exas, y i bien su pre encia n la r - guna .
gión huasteca no es numerosa, encontramo qu e la pipa d barro n- Aun cu ando est a clase de edificaciones no era desconocida en el Mé-
cuentran amplia y numerosamente difundida , en e pecia l nt re lo xico antiguo (t en em os el modelo de La VentaL la peculiar distribución de
siglos 1x al xn, en casi todos los asentamiento de es te estado . los edificio de Tantoc difiere de las pautas conocidas, pues ahí se han
En lo que atañe a otros elementos, exist en numerosos estu dio qu e tratado de interpretar conjuntos específicos, como el caso del gran corre-
nos muestran las similitudes t écnicas, ideográficas y es tilí tica d 1 tra- dor que e extiende - de norte a sur- al oeste de la Plaza Central, llama-
bajo en concha, con respecto a las forma s de la cerámica y u decoraci n, do por algu nos " Ju ego de Pelota" , no obstante tener 260 m de longitu~ Y
particularmente en lo relativo a los acabados con rock er stamp, puntilla- un desnivel de m ás de cuatro m etros de extremo a extremo, lo que lo in-
do e impresión y el uso de la decoración al n egativo. habilita para ese fin; mientras que estos corredores no son desconocidos
Pero en mi opinión, considero de esencial importancia examinar lo entre los Temple-Mound Builders, cuyo uso ha sido interpretado como
mecanismos por los cuales arriba a Mesoamérica la tradición de las pe- estructuras para danzas procesionales o desfiles rituales.
queñas puntas triangulares con muescas lateral es, cuya base prese nta Por desgracia, aún no hemos podido fechar con precisión estos mon-
una gran variedad de formas, ya que estos tipos son comunes en Nortea- tículos, aunque sabemos que poseen subestructuras y que fueron en su
mérica desde miles de años atrás, mientras que en el t erritori o m e oame- momento parcialmente excavados y rellenados para construir, en a_lgu-
ricano aparecen tardíamente -quizás en el siglo x- y han sido clasifica- nos casos en su interior, peculiares formaciones prismáticas de caliche
das con los nombres de Harrel o Toyah entre otros; éstas -en la última cuy~ función no hemos alcanzado a interpretar.
época prehispánica- se convierten en una especie de "marcador" crono- Así, apenas empezamos a interpretar los datos que están aporta nd º
lógico-cultural dado su amplio uso entre los pueblos del centro de M éxi- las exploraciones del Proyecto Tantoc, en una urbe cuyo desarrollo ~ ma-
co. En Tantee, en particular, hemos encontrado puntas con estas caracte- teriales no coinciden con los supuestos de las investigaciones previas Y,
rísticas, inclusive en ofrendas; pero, a diferencia de las ubicadas en los en contraste, sorprendentemente reúne muchos de los rasgos mas · re~ re -
contextos tardíos, se distinguen por sus proporciones (además de estar fa- sentativos de estas lejanas relaciones, ya que aquí tenemos desde los ties-
bricadas en varios colores de sílex), ya que son mucho más largas - más tos decorados con rocker stamp, puntillado e impresión de textil, haS t a
del doble que los tipos mencionados-, semejantes a las que caracterizan los gigantescos basamentos de tierra, con todas las características de los
a las ofrendas de la ciudad de Cahokia, en Illinois . llamados Temple-Mound Builders. 1
Otro elemento cultural cuya presencia destaca en Tantee es el uso de Quiero concluir insistiendo en que las relaciones culturales ent_re ª
artefactos de metal, en particular de los martillados para forjar lamini- región huasteca y el valle del Mississippi deben entenderse a t~aves de
llas, hachas, cuñas y punzones, los cuales no están asociados a la última múltiples rutas comerciales que durante muchos siglos fueron mas O me-
época prehispánica, sino que se encuentran en contextos anteriores. nos intensas y que abarcaron extensiones que difícilmente po~emo~ aho-
Si bien es claro que podemos atribuir al comercio la difusión de los ra imaginar, en cuyo propósito comercial no siempre estuvo incluida la
elementos aludidos, existen otros que por su naturaleza nos indican la 1·d ea de extender 1nfluenc1as
· · cultura1es, smo
· que, por 1o co mún , al despla-
zar objetos y personas, individualmente impactaron a otras socied~~es,
donde, de acuerdo con su nivel cultural y en ambas regiones, se acogw al-
Por ahora no me referiré a otros importantes rasgo s, como la problemáti ca de la difu sión . · Por ello
3
gún o algunos elementos para incorporarlos en sus tr~ d1c10nes.
de las "Hachas de garganta", de la presencia en Norteam érica ele mutilaci ón dentaria Y de-
los elementos específicos utilizados para establecer estos contacto_s son
formación craneal, de las similitudes en los temas decorativos y otros much os elementos
propios de estudios particulares. un tanto escasos, ya que éstos por lo general sólo llevaron algunas ideas,

P at r ic i o O áv il a Ca br e r a Un pu e nt e c ultur a l h ac ia el Mi ss i ss ippi
que en cada lugar fueron reinterpretada egú n la idio in ra ia y 1 ti- EL AD , A U TÍ
los locales, por lo cual arqueológicam ente sólo percibim la e u la d I Pipa d e piedra d e Cu eva Vetada. San Luis Potosí, M éxico. Estu-
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88
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Company, Blacksburg. E para mí un gran privilegio encontrarme entre los participantes de este
ZARAGOZA ÜCAÑA, DIANA homenaje reali zado a la doctora Beatriz Braniff por lo que agradezco a los
1990 "Tradiciones funerarias prehispánicas en el nore te de México" organizadores de este evento su invitación. Le debo mucho a Tita: cuan-
en América religión y cosmos. Cuartas Jornadas de Hi toriadore 1 do analizábamos la cerámica procedente del sitio de Loma Alta, Michoa-
Americanistas Diputación Provincial de Granada, Granada, pp . cán - cerámica excepcional que consta, para las fases tempranas, de una
105-rr5. iconografía muy variada- , no sabíamos todavía con qué tradición rela-
r99r "El Consuelo en la arqueología de la Huasteca", en Hom ena;e a cionarla, ni teníamos muchos elementos a nuestra disposición para poder
Arturo Romano, INAH, en prensa. reubicarla cultural o temporalmente. Se habían destacado relaciones con
1998 "Intercambios comerciales prehispánicos entre el área de Gua- la cerámica de sitios cercanos como el famoso sitio de Chupícuaro {Gua-
dalcázar y la Huasteca", en Jesús Ruvalcaba Mercado, coord., najuato) y los sitios de Zinapécuaro, Queréndaro, Loma Santa María en el
Nuevos aportes al conocimiento de la Huasteca, CIE AS, México, estado de Michoacán, pero fue gracias al diagnóstico de Tita, a su insis-
pp. 31-38. tencia y estímulo que nuestras investigaciones se desviaron del ámbito
ZARAGOZA ÜCAÑA, DIANA, PATRICIO DÁVILA Y MAURILIO PEREA regional y se orientaron hacia el Gran Norte: contrariamente a todo lo
r 992 Proyecto de mantenimiento y conservación de la zona arqueoló- previsto, la iconografía de Loma Alta se relacionaba en realidad con la
gica de El Consuelo, municipio de Tamuín, SLP, r99r manuscrito
1
iconografía pintada en la cerámica hohokam del suroeste de Estados Uni-
enviado al Consejo de Arqueología, INAH. dos, y también con ciertos motivos de la cerámica chalchihuites de la
Mesoamérica septentrional.
Por otra parte, gracias a la secuencia cerámica establecida por Tita en
el sitio de Morales, Guanajuato, Y a la presencia en Loma Alta de un te-
palcate totalmente insólito en nuestra tipología, reconocido por Tita co-
mo característico de la fase Morales (300-roo a. C.) definida en este sitio,
se logró reubicar cronológicamente la cerámica de Loma Alta. Según
Tita, esta cerámica representaba, como lo veremos más adelante, el esla-
bón que faltaba en la evolución de una tradición pictográfica que se re-
monta a Chupícuaro, Y que caracteriza la cerámica de esta área y de las
regiones septentrionales (cerámica chalchihuites y cerámica hohokam).
Cuando apenas esta idea tomaba forma, Tita me invitó, en 1992, a un
ciclo de conferencias sobre el "Norte de México" en el marco de la cuar-
ta Feria del Libro de Antropología e Historia. Ella misma escogió el título
de mi conferencia, "Las rutas al desierto: de Michoacán a Arizona": es así
como empezó para mí esa aventura norteña. Retomo ahora el mismo tí-
tulo para presentar los últimos resultados de las investigaciones en Loma
Alta, que revelan la importancia de este sitio, tanto para la historia pur-
hépecha como para la historia de occidente y del Norte de México así co-
mo para las relaciones entre el noroeste de México y el suroeste de Esta-
dos Unidos.
Se presentará a continuación una descripción del sitio de Loma Alta,
que proporcionó los elementos para establecer las relaciones considera-

90 Patricio Dávila Cabr e r a


91
__
___... ~•i e :
~=-
r--:z: ;;;:f:" - ·

Figura 1. Mapa de Ortelius de 1579 con l,3 ciénega de Zacapu


Y los lagos de Cuitzeo y Pátzcuaro en el centro.

das aquí, su secuencia de ocupación y las comparaciones entre la cerámi-


ca decorada de este sitio con la de las regiones septentrionales, pertene-
cientes a las culturas chalchihuites y hohokam . Finalment e abordaré el
problema de las rutas de difusión o comunicación directam ent e ligado
con este fenómeno .

EL S ITIO DE LOMA ALTA, ZA C APU, MICH O AC ÁN


Figu ra 2. Mapa de Ni co lás León ( 1903) recopiado de l mapa de Beaumont de 177 8, en do nde s; ~e a
El sitio de Loma Alta se ubica en la antigua cién ega de Zacapu, en la par- claramente la ciénega de Zacapu (* ) de la cual nace el río Angu lo, af luente del río Grande de odu.c ·
Plano ico nográfi.co del Reyno de M1choacan
. . dond e.se comp~hen
y Estados del Gran Calzontzin, ~ e~n
los
te norcentral del estado de Michoacán. La ci én ega fu e desecada artifi - los Señoríos de Co lima y Xalis co. hasta los confines de lo que oy se llama nueva 81scaya, co n orm de
cialmente a principios de nuestro siglo, por lo qu e no aparec e en los m a- . . d los primeros
hallaron en el tie mpo de su gentilida . . Franrncanos
Operarios . de es ta Santa Pro v1dnoa
. . nY
pas recientes pero sí en los antiguos, como el famo so mapa de Ortelius M ichoacan y para la inteligencia de los transitas del Exersito de Nuño de Guzman .en su ex~e 1ºiios
co nquis ta de la Nueva Ga/icia dispuesto con sumo trabajo sobre monumentos antiguos de os 1;an
de r 5 79 (véase figura r) o el de Jan Jansson de 164 5: Loma Alta conforma Tarascos y Natu rales de aquellos países. co mo tambien sobre Mapas de los mas e.xacw s qsue.:aeti tudes
con los lagos de Pátzcuaro y Cuitzeo, al sur y al es t e respectivamente, sacado de estos u/timos tiempos arreglados en lo posible a el me¡or (a/culo de longitude Y
por el R. P Fr. Pablo de la Purma Concepcion Beaumont Autor de esta Chronica.
un conjunto muy específico alrededor del cual se desarroll ó la cultura
purhépecha. En el mapa del cronista Beaumont de r 77 8 (véase fi gura 2) Esca la de 20 leguas .
se aprecia muy bien la antigua ciénega de Zacapu con el río Angulo que

92 p a t r i C i II C 11 r U t
93
L a rut a , a l d c, 1 cr t o
nace de ella y que desemboca en el río G rand e de T oluca L rma hac ia
el norte.
La loma que constituye el sitio de Loma Alta perten ec a un co n jun-
to de otras lomas esparcidas alrededor de una penín ula hac ia la ribera
occidental de la ex ciénega; estas lomas funcionaban en realidad, a nt d
la desecación, como islas o islotes, conocidas cada una con u n ombr
propio, tal como aparecen en un mapa realizado en r 97, poco ant de la
PLANO
desecación, por Ruis de Velasco (véase figura 3 ). En este conjunto, la lo-
ma de Loma Alta (llamada Rincón Tres Palos) ocupa una po ición central CIENEGA DE ZACAPU0

S",•:, ...... .
y es también, como su nombre moderno lo indica, el punto m á alt o, con DCSCCACIDN Y DtsllNDC
lladlo por ord • n d1 D. EDUARDO IIOIUEG.\.
unos 6 ó 7 m de altura total. Al igual que las otras loma , e ahora un tú - 1897.
mulo de tierra sin ningún vestigio arquitectónico en su up rfici e, pero
las excavaciones han revelado su carácter artificial antrópico: e tá con ti-
tuida por la acumulación de rellenos que alcanzaron, despu é de lo sei
primeros siglos de su ocupación (alrededor del año s50 d. C.) entre 3 y 4
m de espesor en la parte central de la loma. En casi todo lo sondeos o
trincheras realizados en 'el sitio desde 1983, aparecían, contenidos en es-
tos rellenos, numerosos elementos arquitectónicos como muros de con-
tención, muros de plataformas o estructuras que no era posible despejar
por completo con los métodos usados tradicionalmente en arqueología
porque se encontraban demasiado enterrados y por la gra·n extensión del
sitio (6 hectáreas). Es decir que, después de más de diez años de investiga-
ción en el lugar, no se había logrado obtener una imagen general de su
sistema constructivo ni determinado su función, salvo el carácter funera-
rio de las primeras etapas de ocupación. 1
Para detectar estas construcciones ocultas, decidimos acudir a otras

' Recordamos aquí las insólitas prácticas funerarias destacadas en Loma Al ta, prácticas
desconocidas hasta la fecha en Occidente (Carot, 1993, 1994a; Carot y Susini, 1989).
Éstas consisten en la cremación colectiva de osamentas humanas, su reducción en pol-
vo Y la introducción de éste en urnas que fueron depositadas en el mismo lugar de la lo-
ma (la parte noroeste) durante los casi 500 años que duró este ritual (150 a. C.-3so d.
C.) . Paralelamente a esta práctica, se registró otra que con sistía en quebrar ritualmente
las ofrendas que acompañaban a las sepulturas primarias, antes de que fueran rccxhu-
madas para la cremación, y en depositar los fragmentos así obtenidos como ofrendas se-
cundarias con las urnas cinerarias, en el momento de enterrarlas. Hay que señalar que
ambos rasgos, cremación y rompimiento ritual de ofrendas, son tambi én específicos de o1 1 1 e 1 ·~
1

la cultura hohokam. Se descubrió en 1994 una segunda zona funeraria, ubicada al pie y
al este de la escalera de una antigua estructura (estructura s l, de la misma época que
los últimos depósitos de urnas cinerarias (150-350 d. C.) : consta de sepultura s prima-
rias, la mayoría con sus ofrendas completas, lo que por primera vez da una imagen de
cómo se encontraban los entierros antes de ser perturbados para su eventual cremación Figura 3. Plano de la ciénega de Za cap u antes de su desecación hecho en 1897 por Ruiz de Ve lasco . (El
secundaria y parcial. Indicios de una tercera zona funeraria de fase Jarácuaro (5 5o-6 5o sitio de Loma Alta corresponde a la loma R. (Rincón) Tres Palos(•)
d. C.) fueron detectados en la parte noreste de la loma, con rasgos qu e anuncian los en-
tierros de la fase siguiente, la fase Lupe (650-850 d. C.) (Pereira, 1995).

94 Patri c ia C ar o t La s ruta s al d es i e rto 95


técnicas de prospección arqueológica, como la pro p cc1 n magn tica Y
la eléctrica. 2 Los resultados obtenido fu eron excepci n a l , co m o e
puede ver en el mapa de prospección magn é tica, donde ap r c ia la _den-
sidad, la extensión y la disposición de lo muro nt erra do (véa figura
4 ). En particular se nota una estructura cuadrangular m num nta l, d .,
unos 80 m este-oeste por 50-60 m norte-sur, co n otra tru c tura interna,
cuadrada, que contiene un pequeño elemento central qu p dría int rpr -
tarse como altar. Según se perfile ahora, e te conjunto a rquit e t ni co

~ -----
parecería a los sistemas de grandes e tructuras con patio hundido d ca -
n•
rácter cívico-ceremonial característicos del patrón arquit ect nico de lo I
sitios del Clásico en Guanajuato (Castañeda e t al. , r 9 , r 99 3 ).
~
Estos métodos de prospección permitieron por fin co locar a l itio d . ,..,.

/
,,
Loma Alta en el rango que le pertenecía, como un centro cerem o nial m o- \.ª
/ ...•
I
numental, de mayor importancia a nivel regional y a nivel m oame rica-
no (Carot, en prensa). I
(
I
(
SECUENCIA DE OCUPACIÓN DE LOMA ALTA (150 A . C.-15OO D . .)
(VÉASE FIGURA 5)

Entre los resultados más sobresalientes de las investigaciones realizada .,. i


en Loma Alta, se destaca la larga secuencia de su ocupación, que se re- .. . . . ,__, .... ~t;; ..,,.,,
...
monta al final del Preclásico ( r 50 a. C.) que sigue prácticamente sin lúa -
tus hasta el Posclásico ( r 500 d. C.). Lo interesante es que presenta una
evidente continuidad en diversos aspectos de sus manifestaciones cultu-
rales, particularmente en la evolución de la cerámica (Michelet, r 990; en Fii;¡ ura 4. Mapa del gradien te magnéti::o del sitio de Loma Alta reali zado por L. Barba et al.
preparación), o en la persistencia de ciertas costumbres funerarias. Se
destaca también el resurgimiento, en el Posclásico, de antiguas técnicas
decorativas y ciertos motivos iconográficosJ y ciertos casos de reutiliza-
Esta continuidad cultural recientemente demostrada se contradice ·
ción de elementos antiguos en épocas más recientes, tal como lo indica
con ciertos pasajes de la Relación de .Michoacán que-cuentan cómo los
la presencia de tepalcates preclásicos y clásicos redepositados en contex-
purhépechas poblaron y conquistaron lo que corresponde actualmente a
to funerario en el sitio posclásico de las Milpillas, localizado en el mal-
e:; t a provincia de Michoacán -conquista que empieza justament~ e~ los
pais, 4 así como la reutilización en Loma Alta de la insólita zona funeraria
alrededores de Z acapu-, y cómo este grupo, descrito como "ch1chime-
de urnas cinerarias en el Posclásico. 5

en una fo sa cavada en el tepetate, me· 1·macal y con l a ab ertura h acta · e1 sure ste • La similitud
2
Estas prospecciones fueron llevadas a cabo por el ingeniero Luis Barba, del laboratorio de
·
entre lus dos tipos de entierros era ta 1 que nunca unagmamos · que fuera • l:lel Posclásico·.' se
prospección arqu eológica del Instituto de Invest igaciones Antropológicas de la UNAM, y
di s tinguía, sin embargu, por su cuntenido: nu guardaba cenizas al igual que los depóSitos
por Albert Hesse del C entro N acional de Investigaciones Científicas ele Francia (Barba e l . quemar (muy mal conservados ) de un so 1o 111 · c1·1v1·c1 u o · Pensa-
al. , 1995). antiguo s sinu los huesos sm
1 •
mos en el m omento que se trataba de otra de as vanal as mmas e e en t 1·erro registradas
1 f. . i .
'Varios autores (Rattray, 1996¡ Tolstoy, 1958) han notado t ambién en la cuenca de México
para esta época antigua (cremación y pulverización de huesos y depósito de las cemzas en
un resurgimiento ele ciertos rasgos preprotoclásicos en el Posclásico. · s con o sm f d a; ent1enus
· oren · • prm .· 1arios
urnas) • entierws secuncl ano , •, con o s111 ofrendas;
-1 Se observa el mismo fenómeno con los objetos procedentes de Teotihuacan que fueron ' · d. el l · · (M ¡ 1
entierro en ci sta . Fue grac ias al estu 10 e a ceram1ca 1c 1e e•t , en prep·1ración)
. ' que. se
reutilizados como ofrendas en el Posclásico en el T emplo Mayor (López Luján, 1989). · d . · · 1 t a i ... 1·a ele la urna pertenece a un upo
logró rectificar este pnmcr iagnost1co, ya que a ap, e-. · . .
5 Ha sido reabierta para depositar una urna funeraria con rasgos pan:cidos a las urn as cine- . . , 1 . d . . . 1 , ltura en urna sm quemar) es ca-
cerámico del Pusclas1cn. Adema s, e tipo e ent1eno sepu
rarias del depósito más antiguo, el depósito 1 ( 1 50 a. C.-1 d. C. ), es decir, que fue enterrada
racterístico de l Pusclásico.

P 11 tr i c ia C11 r o t L 11 s r u t 11 , 11 1 d ,· , 1 <' r t e• 97
nauld y Mich elet, r 99 r) al estudiar los impresionantes asentamientos
dC
d.C. po clá ico del malpais construidos justamente por estos "recién llega-
do chi chim eca ", la vi ión tradicional que se tenía de este grupo consi-
derado h a ta la fec ha de origen nómada. Proponemos ahora más bien, co-
"ºº m o lo indica la ecu encia de ocupación de Loma Alta (volviéndose la
MILPILLAS
1•00
.-. 1>00
IAILPILlAS secuencia m á larga y continua de todo el Occidente), un origen local pa-
l.lOO
ra la cultura purhépecha de unos 1 ooo años más remoto de lo que se pen-
1200 01 00 - --
saba h a ta ah ora . D e hecho, lo que aparece con más claridad es que, si
.. ~ bien existieron m ovimientos migratorios o desplazamientos hacia el nor-
11
1100

PALACIO
1000
; I 1000
PALA CIO
t e, gran parte de la población a fines del Clásico-principio del Posclásico,
,oo no muy lejos de la ciénega, hacia la vertiente del río Lerma (Faugere Kal-
LA JOYA 1 - LA JOYA- - - fon, 199 2) y en el Posclásico de nuevo se observa un "regreso" hacia la
100 10

..
~~ -
LUPE <
Recienl•
- ~
o
cuenca de Zacapu, más exactamente al inhóspito entorno del malpais
-?emprano
700

•oo
ª ¡ donde se edificaron verdaderas e impresionantes ciudades, antes de mi-
ººº

.1
f,
JARACUARO 1 Temp,ano grar hacia el lago de Pátzcuaro, tal como nos lo enseña la Relación.
1 1
3
500
e 1
)00 -

----
- -

---
JARACUARO
- - - -
Gracias a esta larga secuencia y a algunas fechas de C 14 -las prime-
LOMA ALTA

- - ---
,oo .
~
z
1

1 1
1· • 00
ras obtenidas para esta región- se ha presentado finalmente un nuevo
'ºº J OO
esquema cronológico para la evolución tipológica de la cerámica de esta
LOMA ALTA 2
200
'ºº área (Michelet, en preparación), rectificando así las confusiones imperan-

~
lOMf\ Al lA
- - - -- 100 1 10 0 tes en la región tarasca desde el principio de las investigaciones Y que
LOMA ALTA 1 o provenían justamente de la analogía existente entre ciertos tipos cerámi-
: 1 1
100 -
_
·-
_
ro chas uc y do1viaciOn 0 11~nda,d
Foc has y doo,ac,On do1 pu61 d• ,u e.alib ,ac,on
100 cos - y motivos iconográficos- del Preclásico con los del Posclásico. Es-
ta cerámica decorada, que corresponde a las fases Loma Al ta 1 Y 2 ( 1 5° ª·
o.C . oC .
Fc chóU o bloni d.tl a pa rl it dol ca,bOn ptOCOd OOIO
FECHAS CALENOARICA S J ,.,.,. " ni) d o los s111o s eaca vado s on las Lo mas
(c.alibraduJ
C. a 3 50 d. C.), es tan elaborada que no se podía imaginar en aquel enton-
ces que fuera tan antigua, como lo escribió Caso en 1930 (p . 448), al ~n-
Figura 5. Cuadro cronológico y cronométrico para el centro -norte de Mi choacá n . contrar la cerámica decorada en sitio del Potrero la Aldea (ahora recubier-
Las muestras INAH 331, 1NA H 330, 1NAH 705, 1N A H 706, 1NAH 707 proceden del sitio de Loma Alta en las
Lomas; la muestra 1NAH 708 del sitio de Guadalupe en las Lomas . Sin embargo. la ocupa ción mayor de to por la extensión de la ciudad moderna de Zacapu) y que perten~ce
Guadalupe es de fase Lupe, de acuerdo con la cerámica . Agrad ecemos a la ing eniera qu ími ca M aria justamente a estas fases tempranas de la secuencia cerámica establecida
Magdalena de los Ríos Paredes (Subdirección de Servicios Académicos , INAH , M éx ico) el proces am ie nto en Loma Alta (Michelet, op. cit.): "los tepalcates que aparecen correspon-
de las muestras del Proyecto Michoacán .
Para calibrar las fechas C 14 y su desviación, se recurrió al program a 1sM "Radiocarbon Calibration den sin duda a l_~ cultura tarasca, quizás en el ú~tim? de sus ª~~e~t~~
Program 1987 Rev. 1.3 " , proporcionado por el Quaternary lsotop e Lab orat ory de la Universid ad de pues algunas vasiias muestran facturas de extraordmana elaboracwn ·
Washington . Este programa está basado en las tablas de Minze Stuiver Y Bernd Bec ker "High Preci sion confusión seguía vigente hasta hace unos años, como se pude ver en e~
Calib ration of the Radiocarbon Time Scale A . D. 1950-2500 B. C. ", Radiocarbon 28 (2 B): 863-910 ,
1986. hecho de que, justamente, una de las cerámicas encontrada por Cas~ eS t ª
expuesta en la sala de Occidente del Museo Nacional de Antropologia, en
una vitrina con material del Posclásico tarasco.
cas", cazadores-recolectores procedentes del nort e, habían logrado edifi-
car, milagrosamente, en tan sólo algunos años (dos generaciones), uno de COMPARACIONES ICONOGRÁFICAS ENTRE LA CERÁMICA DECORADA
los imperios más poderosos de Mesoamérica en el momento de la con- DE LOMA ALTA I LA CERÁMICA CHALCHIHUITES Y LA CERÁMICA
quista. No obstante, otros pasajes tienden a confirmar esta tesis de conti- HOHOKAM (VÉASE FIGURA 6)
nuidad cultural, como el que narra el encuentro de los reci én llegados
con residentes locales, descritos como agricultores sedentarios, con los Uno de los rasgos más importantes de Loma Alta es, sin lugar a dudas, s~
que se entienden, ya que, se precisa, hablan el mismo idioma. Con es to cerámica pintada, reflejo de una gran elaboración técnica Y de un alto ni-
ponemos en duda, tal como lo había ya hecho Michelet (19 88 , 1989; Ar- vel de desarrollo artístico. Su apogeo corresponde a las primeras fases de

Pa tr i c i u Cura r L as rut as al des i e rt o 99


d pa t 1 m oti o m á común ), pájaros con pico largo, serpientes, cai-
art , pequ 110 cu adrúp do (venados, coyotes y otros menos
1
}, ardilla una gran cantidad de ejemplos en los que el ani-
' ___ _ ' m al e tá ola m nt ocado por el elem ento que lo caracteriza, por ejem-
- -- - .....,r _ _ ;'__
.... __ _ - ---- ----- plo, a ta o p in pa ra r pr entar al venado o las huellas de las patas del
' -- -·, z d l pájaro mi m o !el pars pro toto, Niederberger, 19 87). De
''
NEW ' ' antr pom orfo e de tacan las cadenas de figuras humanas o
MEXICO '' dan za nt j mplo único en M oamérica pero que caracterizan laico-
'
'
'' n ografía h oh ok am o aun pequeúa fi gura con los brazos-manos levanta-
'
... _______ _}''' do qu ti en n ólo tre dedo . Exi ten también algunas figuras compues-
t a antropozoom orfa , com o una que anuncia un motivo muy corriente
TEXAS
de la ic n grafía chalchihuites, la cual conjuga tres elementos: humano,
serpi ente, pá jaro lvéan e figuras 7 y ) y oua, la de un hombre-pájaro !ca-
beza de pá jaro con pico largo) o aun la de un hombre-venado !con asta de
ven ado en la cabeza) . Entre lo motivos geométricos, se destacan las vo-
luta y r ca , greca e calon adas o xical coliuhqui, 6 motivos en forma de
aj edrez, piramidale , fl echa y varios motivos curvilineares.
Como lo diagnosticó Tita, 7 este repertorio pertenece a una tradición
pictográfica de motivos o símbolos iconográficos característicos de la
M esoamérica n orcentral y septentrional, así como del suroeste de Esta-
dos Unidos - principalmente de la cultura hohokam-, que fueron jus-
tament e inventariados por primera vez por ella !Braniff, 1972: lámina 7) .
Estos diseños aparecen de manera muy esporádica en Chupícuaro (600-
200 a. C.) (Frierman, 1969; Peterson, 1956; Porter Weaver, 1956) Y en
Morales, Guanajuato, en el Preclásico superior (400-150 a. C.) (Braniff,
Figu ra 6 . Ma pa general N
de la M esoam éri ca op. cit. , 1989; en prensa); están presentes en sitios del final del Preclási-
1
No rcent ral , Mesoam éri ca
l.- Logo dt Polrcuoro
co, principio del Clásico en Michoacán-Zinapécuaro (Moedano, 1946),
Se ptentri o nal y 2.· Logo dt Chopo/o
Queréndaro y Loma Santa María !Manzanilla, 1984) y en los Altos de Ja-
del Suroe ste de :J.· LO{IO dt Cullrto

Estados Unid os , do nd e "·. LO{IO dt TtlCOCO lisco hacia 100-250 d. C. (Bell, 1974). Entre roo a. C. y 350 d. C., estos
se desarro lló una diseños alcanzan en Loma Alta una mayor diversidad y su más perfecta
t rad ic ió n picto gráfica expresión, modelando el complejo Loma Alta. Es solamente hasta el si-
o 600 knl
similar.
glo v1 que este arte figurativo aparece en la cerámica chalchihuites de
Zacatecas y Durango durante la fase Altavista (Hers, 1988: 75) Y luego,
················· Cerámica de Chupicua ro, M o rales , Lo ma A lta, Prec lás ico- ( lás 1co temp rano de manera sorprendente, en Snaketown, Arizona, en la región hohokam
(500 a.C-35 0 d e 7)
- -····· ··· Cerám ica chalchihu1tes (500-800 d C ?) "donde comienzan a aparecer en la fase Snaketown hacia 350 d. C.
- • - · - Ce rámica ho hokam (700 -11 00 d C 7) (Haury, 1976 : figuras 12.93 y 16.r) o 750 d. C. (Schiffer, 1982: 235) Y se
diversifican en las siguientes fases: Gila Butte y Santa Cruz hacia 5 5° d. C.
la secuencia cerámica es tabl ecidas para la región es tudiada, la s fas es Lo-
ma Alta r y 2 /150 a. C .-350 d. C.), y su calidad nunca fu e s up erada en 6 Las represent aci one s de xicalcoliuhqui de Loma Alta son aparentemente de las más anti-
épocas posteriores . Se caract eriza por un ampli o repert ori o ico n ogrúfi co: guas conocidas en Mesoam érica (véase Braniff, 1970, 1974).
7 M . A. H ers, del Instituto de Investigac iones Estéticas de la UNAM, Phil Weigang de El Co-
hasta ahora, 40 motivos-formas "animada s" /antrop om orfas y zoo m orfa s ) legio de Michoa cá n, Paul Fish y Lynn Teague de la Universidad de Arizona en Tucson se
y motivos geométric os qu e han sido inventari ados . Entre la s represe nta- quedaron tambi én sorprendidos de tant as similitudes entre los diseños de Loma Alta y·los
ciones "animadas " zoom orfas, las más comun es son las represe nt ac ion es di señ os h ohokam .

roo /I <I / ( 1 L / ,/ (_" ,/ ( 1/ / La s ruta s a l d es i e r t o IOI


••

a b

Figura 7. Cerámica
procedente de Loma
Alta , Michoacán:
figura mixta
antropozoomorfa (J) .
o
d

'----'
5 cm.
e d
w
Uno de los motivos
Figura 8 . Motivo de la cerámica chalchihuites (500-800 d.C.). Reproducción de las figuras 3 F, E, C, B
más antiguos y más e
importante del
repertorio de Loma r
de Kelley ( 1983), procedentes de Zacatecas ,
Atotonilco, b: Potrero de Calichal; c, d: Cerrito de la Cofradía.
ipo cerámico : Suchil Rojo sobre Crema.
Alta y que anuncia
uno muy ca ra cte rístico
de la ce rámica
decorada (Haury, 1976: figuras 12.93 y 16.1) y 800-1000 d. C . (Schiffer, 1982: 335)"
chalchihuites . (Braniff, 1989: 107).
La tradición cerámica desarrollada en Loma Alta puede considerarse
a: T27cD niv
Tipos , · 18·· b· T28 CD, sepultura 9; e: T28 C, sepultura 1; d: S25 niv. 3. entonces como punto intermedio entre la antigua tradición cerámica de
b,c: Tres Palos T;i a·· urum becuaro
eram1cos· , . Mate sobre no Pulido,
Ro¡o . fase Loma Alta 1 (150 a.c.- 150 dC );
Crema Ne . cromo, fase Loma Alta 2 (150-350 d.C ); d: Tres Palos Ro10 y Negro (Negativo) sobre Chupícuaro y las que caracterizan a las culturas del Norte, como la tradi-
Y gat,vo, fase Loma Alta 3 (350-550 d.C) . D1buJo de Franc;oise Bagot . ción chalchihuites y la tradición hohokam. En el cuadro comparativo

102 Patricia Caro c 103


L as ruta s al d e s i erto
pre entado por Braniff en 1972 (véa lá min a 7 ), 1 d L ma Ita
ocuparían justa m ent e el interva lo de ja do libr ntr
co (con los dise ñ os de la cerá mi ca de hupíc u a r
pío del Clásico (con lo de la c rá mi ca c halchihuit éa e
figura 9), entre aproximada m nt roo a . . y 300 d.
En cuanto al problem a del orige n d la c u ltura h h ka m a ra c t ri za- 9 (,()
da por su s rasgo m e oa m ri ca n , Braniff ( 1970 : 40 ) y H aur ( 1 l 6 2,
1976: 3 52-3 5 3) intuyeron qu e d bía u bica r e ju ta m nt e n I u c rr - s
ponde actu almente a la pa rt e n rt de I e tad el Mi c h a á n, ua n a-
juato, Aguascali ent es y el sur de Z aca teca . Haury ba aba u te ría e n la p q
similitudes encontradas entre c ien m t iv ic n gráfic el la e rá mi -
m n o
ca de Snaketown, Arizona, it io de r fere nc ia de la c ul tura h h ka m , la
5 00
famo sa cerá mica de Chupícu aro, G u a naj ua t o, iti de r f r nc ia de l Pre-
\~~
clásico en el Occidente . Las imilitude q u e Bra n iff e ta bl n tre la c - '--'{(~ .;;. _:' *
rámica decorada de M ora les, G u ana juato, y la cerám ica h o h ka m
m ás precisas pero las qu e h em os detec tado e n Lo m a Alt a o n a ún m á
n ya
. ¾'- ~;.~dr·· -
1 • .. .•
evidentes, más num erosas y cro n ológica m e n te (rela t ivam en te ) má c r- k
canas . ¿Favorecerían entonces lo da to ob t enido e n Lom a Alta la hi pó-
t esis de un origen m esoam ericano de e t e grupo? E te i m p rt a nt y deli-
cado punto queda por d eb atir.
El significado de todo es te regist ro requi ere un e tudjo apan , p ro
mientras tanto podemos señalar que, siempre, según Brani ff 11970 1 197 4) 1
muchos de estos diseños, como la greca esca lon ada o xialcoliuh qui, el la-
garto, la serpiente y las combinacion es de é t os, a ociado a vece con una
figura humana, se relacionan con antiguos símbolos de fertilidad y del cul-
tivo (BranHf, 1970 1 1974 1 197 9 ). Otros es t án direc ta m ent e relacio n ados 5 CC
con el mundo de los muertos (Corona Núñez, 195 7).
Las similitudes existentes entre estos elem ent os grá fi c os a lo la rgo Figura 9 . Reproducción de la lámina 7 de Branif 1972, Diseños esquematizados:
del primer milenio de nuestra era en es t e inm en so t errit orio pued en in- Mesoamérica Marginal y Oasis América. . t t ·onal y el
terpretarse como el reflejo de una ideología re ligiosa y mítica común, pe- Pr imer cuadro comparativo entre los motivos iconográficos de la Mesoaménca S~p en n t cuadro
. M . 1 O ·s América) En es e ,
Suroeste de Estados Unidos (antiguamente, Mesoamérica argina Y asi re ; 00 a.C. y 350 d.C.
ro también como el reflejo de cierta unidad y continuidad c ultural qu e los diseños de Loma Alta ocuparían el espacio de¡ado libre aproximadamente ent
podría definir toda esta región (Mancha y Rib er a, 1 984; Bra niff, r 98 5: 26 -
27). Este modelo sigue el desarrollado por C. Ni e derb erger ( r 98 7), qui en LAS RUTAS AL DESIERTO
demuestra la unidad de la Mesoamérica a partir d e 1200 a . C . a través d el
estilo olmeca y el análisis de sus "símbolos gráficos ". Segú n Ni e derb er- . f ómeno de identi-
U no de los problemas directamente ligados con este en
ger (op. cit.: 712): "Estos elementos gráficos, especi e de m et a len gu a je li- . d d·f ·, utilizadas para 1a
dad es el de las rutas de intercamb10 o rutas e 1 uswn .d
gado a la reflexión cosmológica y religiosa, r eprese ntan claram ent e un re- . ., . , f. D. delos teóricos han s1 o
cuculac10n de los mensaJes gra 1cos. 1versos mo d
pertorio de mensaje y símbolo", obtenidos "por un s is t e ma de . d , 's datos para po er
propuestos para explicarlo pero se reqmeren to avia ma
. . d • había entre cada una
intercambio paralelo al sistema tradicional de interca mbi o de bien es m a- determinar con exactitud el tipo e re1ac10nes que , .
. , . b d uadros cronolog1cos
teriales" (ibid.: 752). de las reg10nes aqm consideradas pero, so re to o, c
. h delos Abordaremos
de referencia para abogar por uno u otro d e d1c os mo . ·
H Las relaci ones entre la cultura chalchihuites y la cultura hohok am también f ucrnn evi- este problema de manera sucinta, tan delicado Y compleJo como es:
. h , se podia em-
den ciadas por Johnson en 1958, Kelley en 19 66 y Hers en 1988. Geográficamente, desde el centro norte d e M 1c oacan,

105
104 /J11 tr i c 1 11 C 11r o r La s rut a s 11 1 de s i e rt o
prender el viaje haci a el norte por la do ruta qu h a n pr pu t la ext n ión de us dominios" (León, 1903: nota 5), "territorio que se ex-
tales movimientos, desplazam iento o int rca mbi l e rr d r a l tendía ha ta incluir lo actuales estados de Jalisco y Nayarit y el extremo
de la vertiente occidental de la ierra Madre cc id ntal la e ta sur de Sinaloa" (Warren, 1977 : ~¡. No es nuestro propósito discutir aquí
(Mountjoy, 1974: 116; Haury, 1976: r2 ) l de u v rti nt ri cn ta l e n la valid z de estos datos: " nada exacto y seguro se sabe con respecto a lí-
sitios como La Quemada, Alta Vi ta en Zacat ca , Hervid r en ura n- mites d 1 Michoacán precolombino" (León, 1903: 6) o, según Warren
gos (Hers, 1989) como punto interm edi o (K ll ry, 1 e 96 : 10; Braniff, (1977: ), "los límites del reino tarasco de Michoacán en el momento de
1975: 245, 1993). la conqui ta e pañola parecen haber excedido sólo en muy poco a los del
Nos sorprende hoy en día lo va to d l territ ri actual estado que lleva este nombre"; lo que nos interesa y nos soprende
cuando, en realidad, gracias a la lectura en la fu nt m ás bi n e el amplio conocimiento que se tenía en aquel entonces y des-
los relatos de las expediciones hacia e ta r gio ne n n ña , n de épocas muy remotas del espacio físico, de la geografía. Hemos perdido
cuenta de que tales di stancias eran recorrida a ntiguam ent e n m á fa- esta facultad de visualizar grandes distancias y todo sentido de orienta-
cilidad de lo que pensamos. Para el iglo xv, contam o por e jc mpl e n l ción, de espacio, que justamente permitía a los antiguos moradores de es-
relato de fray Marcos de Niza, qu e no s permite mat eriali zar e t te continente emprender sus recorridos con conocimiento de puntos cla-
inmenso, por las numerosas informacione que no da ac rea d ve, puntos de referencia y también de los lugares adecuados para comer Y
prende su viaje en 15 39 hacia el nort e en compañía de E teban d O ran- dormir que uno iba a encontrar en el camino.
tes, desde Culiacán hasta el famoso lugar de Cíbola (ant igu n mbre d 1 Los límites del mapa de Beaumont nos llevan hasta el norte de Du-
pueblo de Zuñí, en Nuevo M éxico) . Cuenta cómo es ta ruta hacia l norte rango, exactamente hasta Santiago Papasquiaro -cerca del cual está lo-
era en realidad muy conocida ya que por ella transi taba una gran ca ntidad calizado el sitio de Hervideros (Hers, 1989)- y Culiacán, de donde salie-
de gente, que iba "tan lejos de sus casas [.. . ] por turqu esa y mucho cu e- ron Marcos de Niza en 15 39 y Coronado en 1540 para llegar a los sitios
ros de vacas y otras cosas" . Encuentran gente en el camino y otro que del suroeste de Estados Unidos que nos interesan, abarcando así todo el
sólo venían al encuentro de la expedición, y de criben todo lo pueblo territorio aquí considerado.
por los que pasan y dan sus nombres:
BIBLIOGRAFÍA
Y desde el primer día que yo tuve noticias de Cíbola, los indi os m e dijeron
todo lo que hasta hoy he visto; dici éndome sie mpre los pueblos que había de ARNAULD, M. c., P. CAROT y M.F. FAUVET BERTHEL0T
hallar en el camino y los nombres dell os: y en las pa rte s donde no hay de co- 199 3 Arqueología de las lomas en la cuenca lacustre de Zacapu, Mi-
mer Y dormir me señalaron donde había de comer y dormir, s in habe r errado choacán México CEMCA Cuadernos de Estudios Michoacanos S··
I I I
en un punto, con haber andado ciento y doce leguas y t odos conformaban en ARNAULD, M.C . y D . MICHELET
una misma cosa y me decían la muchedumbre de gente y la o rden de las ca- 1991 "Les migrationes postclassiques au Michoacan et au Guatema-
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Estos hombres conocían perfectamente la geografía de todos los lugares BARBA, L., A. HESSES, K. LINK y A. ÜRTIZ
que debían recorrer, es decir, que contrariamente a la idea de presentar al 199 s Informe sobre los trabajos de prospección arqueológica realizados
Norte como una zona intransitable, uno se extraña al leer estos episodios en Loma Alta, Zacapu, Michoacán.
de cómo los caminos eran muy conocidos y transitados . BELL, B.
Quiero terminar con el mapa de Beaumont ( 177 8 ) recopiado por Ni- 197 4 "Excavations at Cerro Encantado, Jalisco", en B. Bell (comp.), Ar-
colás León (1903) (véase figura 2), que representaba los límites del impe- chaeology of West Mexico, Ajijic, Sociedad de Estudios Avanza-
rio purhépecha en el momento de la conquista. Beaumont basa su infor- dos del Occidente de México, A. C., pp . 147-167.
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ro6 l' a t r i c ill C llr o t La s ruta s al desi e rto 107


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hispánica I como de la zonas primeramente colonizadas por los espa-
ñoles se han advertido desde hace mucho tiempo. Como ejemplo de lo
anterior, el trabajo de Charles Di Peso (1979a, 1979b, 1983; Di Peso et
al., I 97 4) de hecho presentó algunas de estas similitudes, para poder ar-
gumentar sobre la continuidad entre los periodos prehispánico y colo-
nial, una continuidad que él pensaba que seguía vigente incluso después
del periodo colonial.
Di Peso basó esta observación sobre su extenso trabajo de campo
dentro y en los alrededores de Casas Grandes (o Paquimé), Chihuahua.
El citado autor mencionó la arquitectura, las piezas exóticas de comer-
cio y la iconografía religiosa de la región para apoyar su argumento so-
bre la progresiva mesoamericanización de la frontera norteña prehispá-
nica.
Con esa mesoamericanización progresiva, se había preparado el esce-
nario para la incorporación de esa zona dentro del orbe colonial español,
puesto que los españoles simplemente sustituyeron las élites mesoameri-
canas como promulgadoras de otra ola de influencia civilizatoria origina-
da en el sur. Los argumentos de Di Peso no fueron bien recibidos por sus
colegas, especialmente los de Estados Unidos, y recibieron críticas cons-
tantes. La susceptibilidad sobre la agresiva guerra librada por Estados
Unidos en contra de México, junto con un inconsciente nacionalismo
dentro de la arqueología probablemente explican en parte esta falta de re-
ceptividad en el norte de la frontera. En México, por otra parte, las ideas
de este autor también fueron por lo general ignoradas, pero más a causa

Una versión preliminar de este trabajo fue prese·n tada en la Sesión Plenaria del Noveno
Congreso de Historiadores ele las Tres Naciones, llevada a cabo en la ciudad de México, en
1994.
1 Ya sea las sociedades nortei'las influidas directamente por los varios núcleos de civiliza-
ción (como Teotihuacán, Tollan, Teuchtitlán, etcétera) o las sociedades regionales que
responden a esas influencias.

II2 P<1rr1 c 1 11 C11 r o 1 113

,,
de una indiferencia hacia el n rte p r la g nt del ur u r ual ui r explotación organizada fue la turquesa química.3 La turquesa en Mesoa-
otra razón. Una notable excepción a ta última bceca n h a id la m érica e había convertido en la metáfora para un conjunto altamente in-
doctora Beatriz Braniff. Sin e mbar o, la may r pa rt el la c r1t1 a publi- tegrado de idea y símbolos religiosos y políticos. En ninguna otra cultu-
cadas se enfoca sobre los error qu Di Pe oc m e ti , a l tabl cr la ro- ra del mundo la turquesa se convirtió en algo tan importante y valioso
nología para Paquimé. (Harbottle y Weigand, 1992; Weigand y Harbottle, 1993).
Al principio, solamente algun inv tiga d r a ptar n el La inten ificación social de las culturas prehispánicas de Arizona y
del argumento que Di Pe o e taba tratand d formu lar. 2 El p r p Nuevo México empezó poco después de que importantes cantidades de
este breve trabajo será examinar la idea de i Pe br la ntinui - turqu e a comenzaron a circular dentro de las áreas nucleares de la civi-
dades entre los periodo prehi pánico y c I nial, xpl orand trc atribu- lización mesoamericana. Muy probablemente existe un corolario fun-
tos de la vida fronteriza norteña qu pare en frece r ca ract crí ti a p r- cional entre estas intensificaciones y el aumento en la demanda por los
durables a través de la divi ión temporal entre la ép ca pre hi · páni ca y la recursos encontrados dentro de estos territorios. Éste es un patrón so-
Colonia: cioeconómico y político muy común en otras áreas culturales localizadas
1] la minería; en las zonas áridas o semiáridas del mundo. Por ejemplo, la "moderniza-
2] el comercio a larga distancia; ción" de la sociedad de Saudiarabia sería incomprensible sin hacer refe-
3] la guerra constante. rencia a la demanda de petróleo por parte del Occidente.
Como han señalado numerosos historiadores y antropólogos (West,
LA MINERÍA 1949¡ Brading, 1970 y 1971; Bakewell, 1976; ver también Langue y Sala-
zar-Soler, 199 3), existió un modelo muy específico para la expansión co-
Como se ha resumido en Weigand (19 2 1993), Langen ch eidt (19 2) y
1 lonial temprana orientada hacia la exploración y explotación miner:a a lo
Schiavetti (1994), entre otros, la minería fu e una actividad organizada y largo de la frontera norteña. Mientras que los minerales buscados eran
compleja dentro de algunas áreas de la front era nort eña de M e oam ' rica distintos, los yacimientos conocidos por los pueblos prehispánicos de la
durante el periodo prehispánico. Esta actividad pudo hab er e iniciado du- zona ciertamente ofrecieron a los españoles una perspectiva sobre la si-
rante el periodo Formativo Tardío (circa 300 a. C.- 200 d . C.) n el Bajío. tuación general mineralógica del área. De hecho, es muy probable que las
Para el periodo Clásico, los complejos mineros se ex tendi eron mucho "minas de los zacatecas" citadas por Juan de Tolosa (Topete del Valle,
más al norte. De hecho, el complejo minero más grande de la antigua M e- 1978; del Hoyo, 1978) se refieran al conocimiento nativo de la plata al
soamérica se encuentra en la región de Chalchihuites, Zacatecas. Este igual que el cobre y las ya citadas malaquita y turquesa.
gran complejo floreció entre 300 y 800 d. C., con un máximo de actividad De esa manera, en el campo de la exploración y explotación mineras,
en los siglos después de 500 d. C . Los minerales explotados incluían una parece ser muy claro que hubo una continuidad entre los periodos prehis-
gran variedad, entre ellos la malaquita. Los conocimientos etnomineraló- pánico y colonial. Los patrones de explotación minera a lo largo de la
gicos eran extensos y sofisticados, al igual que las técnicas empleadas en frontera norteña tienen una antigüedad de alrededor de 2 ooo años. Mien-
la minería. La asociación de arquitectura muy compleja aunque de relati- tras que los españoles dieron a toda la operación una nueva dirección e
vamente pequeña escala en el área de Chalchihuites con este gran com- integraron la producción de minerales de esta zona en un sistema mun-
plejo minero debe de hacerse notar. El que los abundantes recursos mine- dial mucho más grande, ellos no originaron los complejos modelos de mi- .
rales hayan ofrecido las riquezas necesarias para construir una nería, ni abrieron el área para el comercio a larga distancia.
arquitectura elegante en el periodo colonial es un hecho tan bien conoci-
do que no es necesario documentarlo aquí. EL COMERCIO A LARGA DISTANCIA
Después de 500 ó 600 d. C. parece ser que mineros expedicionarios o
gentes de la región que respondían a las presiones sobre sus recursos ex- Un corolario obvio de la minería compleja es la necesidad de una red de
tendieron su presencia hasta Durango, Chihuahua, Sonora, Arizona y distribución muy organizada para los minerales, en un nexo de procesa-
Nuevo México. El mineral buscado en esta notable expansión norteña de
3 El término "turquesa química" se refiere al compuesto mineral de cobre-aluminio, que
2
Ver a Roosley y Rave sloo t (199 3) para una colección Je ensayos referente s a la herencia de hay que diferenciar de los que se parecen, como la cuprita, a algunas crisocolas y algunas
las invest igaciones de Di Peso para la arqueología me soa mericana . malaquitas.

114 p }¡ i / e . we i g a /] d )' A e e 11 (/ e (/ l e 1 (/ d e we i g (/ /] el Dinámica s ocioeconómica de la f ront e ra pr e hi spá nica 115


dores y con umidore . Pue to qu la z na árida mi á rida d la ra n rt d la M oamérica prehi pánica y del México colonial tiene una
frontera nort eña no eran ca pace d e n e r una p blaci , n rand !ex- hi t ria d alr d dor de 2 ooo año . E claro que los españoles dieron a es-
cepto en áreas reducida bien irrigada ), ó l una fracci , n d la riqu za t i t ma una nueva dirección ociocultural, pero ellos no lo originaron,
mineral producida por la operacion d min ría int n iv a e n ta á r a in o que 1 adap taron a la condicione mercantilistas del sistema mun-
pudo haberse consumido e n la 1 ca li dad . El r t era e ura m ne para la dial ur p o temprano.
exportación a los centro de civilizaci ' n de l ccident , d l ntr de M - En lu ar d concebir la front era norteña de Mesoamérica como una
xico y de más allá. Lo anterior lo ab m p r la di tribu i · n d min ra- ti rra d · hichimeca de cultura y economía pobres, una observación
les como la turqu esa a travé de la civili zac ió n m e amer ica n a. d m ntida por lo conjunto de arquitectura monumental como los de
Di Peso (supra) y Kelley (197 4), e ntr o tro , p rular n qu rga ni za- La u m ada-Tuitlan, Zacateca (ver infra), deberíamos ver esta frontera
ciones como la d e los pochteca culhua-m exica e tuvi r n inv lu c rada como una zo na integrada imbióticamente a la civilización desde el ini-
en la apertura y s ubsecu e nte expl otació n de la riqu eza minera l de la fron- cio d la actividade minera i temáticas y complejas. Deberíamos de
tera norteña, al servicio de lo compon nt de la ci vi li za ci n d la z na recon r qu e ta imbiosi acompañó los primeros pasos de la civiliza-
nuclear. El hecho de extender el conce pro de lo p c ht eca del P clá ico ción co mpl ja d ntro de lo territorios nucleares. Este punto fue sugerido
Tardío hasta el Formativo y Clá ico implica xt nde r <l e ma ia d l val or en pan por Di Pe o ( upra ), y ha sido aceptado y elaborado aún más por
interpretativo de es ta institució n como el m nt o expli ca tiv o. L p ch- otro inv tigadores, como Weigand (s upra ), Diehl (19 83), Hers (1989),
teca, como entendemos la in tituci ó n d l peri do c ulhu a- m e xica ( ibbl Kell ey 11 o) y Braniff (1992).
y Anderson, 1959), tenían una orientación h acia 1 ur, y e taban d dica- El e pacio económico y cultural comprendido por los territorios nu-
dos a la obtención de productos tropical es y ubt rop ica les, com pluma cleares de la civilización mesoamericana incluía desde el principio las
Y cacao. Definitivamente, ellos no desempeñaro n un pap e l a lo la rgo de la tierra rica en minerales de la chichimeca. Esa condición estructural ha
frontera norteña. Pollard (19 8 7) ha de mos tra do qu e lo m ercadere rea le continuado in cambiar a lo largo de la época colonial y mucho del perio-
purépechas tampoco participaron activamente e n la a dqui sició n de min - do moderno de México.
rales de las zonas fronteriza s del nort e.
Los minerales de esta zona, sin e mbargo, e pecialmente la turqu e a, LA ,U ERRA
eran altamente valorados y muy importantes para ambas sociedades . Co-
mo ya se mencionó, la turquesa se consumía e n grand es cantidades, por Al seguir el estudio clásico de Philip Powell (1977) sobre la prolongada
lo cual su obtención debió de ser algo r egulado . Sa be mo s qu e los culhua- guerra chichimeca (ver también Riley, 1987; Moorhead, 1975), hemos su-
mexica adquirían parte de su turquesa como tribute de Tuchipa, localiza- puesto que estos conflictos se iniciaron por la presión española sobre los
do en la región de la Huasteca (Berdan y Anawalt, 1992 ), qu e, de esa ma- pueblos nativos de la frontera norte. Los españoles estaban explorando Y
nera, participó de modo indirecto para la adquisición de la turquesa colonizando las tierras áridas y semiáridas de la frontera específicamente
dentro de ese sistema político nororiental; pero en vi s t a d e que se conse- por la riqueza mineral localizada ahí. Por lo anterior, es razonable pre-
guía en el mercado azteca de Tlatelolco, estaba funcionando un sistema guntarnos si los patrones de guerra chichimeca también les precedier_o~-
de obtención más profundamente arraigado qu e operaba fuera del ámbito Debemos recordar que la guerra es, por su propia naturaleza, una acuvi-
del tributo y comercio reales. Sin duda, la obtención sistemática de tur- dad simbiótica, siempre con un trasfondo político, y frecuentemente eco-
quesa era algo mucho más antiguo que el periodo Posclá sico Tardío. Las nómico también. De hecho, la política y la economía rara vez son separa-
investigaciones arqueológicas y etnohistóricas ha s ta ahora no han arroja- bles, incluso en sociedades preindustriales. El que la guerra tenga con
do mucha luz sobre estos sistemas, excepto para m os tra r s u existencia y frecuencia motivos económicos es otro hecho tan bien documentado que
sugerir su importancia (véase figura r ). no lo discutiremos aquí.
. Como han señalado en detalle West, Brading y Ba k ew ell (supra}, en- Junto con la mencionada intrusión de mineros, comerciantes, Y colo-
tre otros, la asociación entre la minería colonial y la s actividades mer- nizadores en varias áreas de la frontera norteña de la Mesoamérica pre-
cantiles no solamente fue simbiótica sino qu e una actividad e ra inconce- hispánica, llegaron influencias culturales y presiones sociales sobr~ sus
bible sin la otra, la interdependencia era total. La p erdurabilidad de la anfitriones o vecinos. En ciertos lugares, estas influencias Y preswn_e s
asociación entre la minería y el comercio a larga di s tancia es estructural. fueron aceptadas con mayor facilidad que en otras. Pero un tem~ co_n s_is-
Al igual que la minería, el comercio a larga dis tancia dentro de la front e- tente en los patrones de asentamiento de la frontera norteña prehispamca

rr6 P h 1 I C . W e 1 .I! 11 11 d y A e e I 1 ,1 e; 11 r c: 1 11 .J e \,V e i g 11 11 il Din ci mi c n soc i oeconó mi c a ele l a f r ont e ra p r e hi s pcinica 117
es la construcción de fortificaciones. É tas, a vec , encu ntr n inte- Exi t un complemento iconográfico para estas observaciones sobre el
gradas en sistemas; los m ejores eje mpl o e tán en Chalchihuite , n Za- patrón d a ntamiento. Holien (1977; Holien y Pickering, 1978) ha iden-
catecas (Kelley, 1972), en Trincheras, en Sonora, Y n Arizona I i P o, ticado 1 grupo imbólico de Tezcatlipoca en las cerámicas pseudocloison-
1979b). n é de la zona d C halchihuites. Roman (1994), Weigand y García de Wei-
La más grande de las ciudadela fortificada localiza n La u ma- gand (1 ) di cut nen detalle el símbolo de Tezcatlipoca y su significado
da-Tuitlan, Zacatecas, la cual t enía ólida barricada y camino a trav de gu rra d ntro d la zona enfocándose sobre los caxcanes conocidos et-
del Valle de Malpaso (Armillas, 194 , 1969). El caráct r t , cn ico d la ar- nohi t rica m nt . H r (19 9) po tula que la guerra fue un tema organiza-
quitectura, junto con su espíritu monumental, ext r madam e nt com- tivo dentro del rden social y político de los sistemas políticos de la fron-
plejo y sofisticado, en especial las fortificacione . Mientra qu la con - tera n ortef1a d d u inicio. La citada autora siente, con sobrada razón,
trucción de la ciudadela se inició alrededor de 300 d . ., l p ri do má que la guerra no ólo fue endémica dentro de la zona fronteriza prehispá-
importante de construcción fue circa 600-900 (Jimé n ez, r 9 4). Por otra nica d 1 norte, ino que fue crucial para la identidad social Y cultura~.
parte, su periodo de abandono fu e tal vez alrededor de 1200- 12 • o d. C . Es- Nu e tro propio trabajo (Weigand, 19 2, 1993; Weigand Y García de ~ei-
te proceso de abandono quizás estuvo relacionado con la expa n i n hacia gand, 19 ) ugi re que esta guerra endémica estaba funcionalmente h _ga-
el sur de los caxcanes, que aparentem ent e se inició en e o ti empo (Wei- da a lo tema económicos de la minería y del comercio a larga distancia.
gand y García de Weigand, 199 5 ). Esta fortificación e una de la princi- Como algo paralelo a la ubicación de las fortificaciones prehispáni-
pales construcciones de ese tipo en toda M esoa m érica . E imp rtante re- ca , lo e pañol con struyeron una serie de presidios estrategicamen , · te
cordar que no estaba localizada entre dos vecinos alta m ent e orga niza dos, ubicados a lo largo de la frontera norteña (Powell, 1977; Moorhead, 197 5;
que luchaban por sus respectivas frontera s, como la que eparaba a los Mecham, 1927, entre otros). Al igual que antes, los propos1tos , · de estas
culhua-mexica de los purépechas. Más bien, la localizació n de La Que- fortificacion es fueron múltiples: proteger los asentamientos agrícolas ne-
mada-Tuitlan estaba a lo largo de una frontera natural semiárida, dentro cesarios para aprovisionar los centros mineros y protegerlos, Y finalmen-
de la cual había núcleos de agricultura y minería, y a travé de la cual te resguardar las rutas de comercio entre los citados asentamientos Y los
pasaba el comercio a larga distancia. La minería y el comercio a larga dis- territorios nucleares del sur. Una importante diferencia temática entre
tancia, pues, fueron algunos de los rasgos sobresali ent es de la organiza- los periodos prehispánico y colonial es que los presidios no guerr~ab_an
ción en esta última frontera, que demarcaba zonas de niv eles sociocultu- .
entre ellos mismos . que estaban mtegra
smo · d os a una um· dad econom1ca .
rales dramáticamente diferentes entre sí. ' h.
que los apoyaba desde el sur. En los tiempos pre ispamcos, , · ningún s1ste-
En el área de Chalchihuites, la mayoría de las zonas mineras están di- ma político dominó por sí solo la frontera norteña, o tan sólo una p_art~
rectamente asociadas con fortificaciones, que miraban hacia cada con- significativa de la misma. La continuidad más bien reside en la necesida
centración de minas dentro del sistema. Es obvio que las minas y asenta- de fortificar y proteger los asentamientos que representan los elementos
mientos de Malpaso-Chalchihuites (Zacatecas) necesitaban protección. civilizados de la población fronteriza y, asimismo, proteger los rec~r1os
No toda esta guerra, ni siquiera una gran parte de ella, era en contra de agrícolas y minerales, al igual que la ruta hacia el sur, que iba hacia os
los nómadas. Los nómadas teochichimecas eran básicamente ajenos a la centros de consumo. · 1
minería o al comercio, aunque su potencial para incursiones oportunistas .
Vistas .
desde esta perspectiva, . 11 imecas
las guerras c 11ic . precedieron_ ,r a
no debe de olvidarse, en especial si se sentían presionados . Una gran par- presencia. espanola
- en las fronteras del norte a1 menos Por I ooo anos, h 's
te de la guerra era en contra de vecinos y competidores dentro de la es- tal vez más tiempo. Si estas guerras se definen en parte como cboqules
tructura de comercio, que estaban bastante bien organizados. por recursos escasos y estratégicos entre los grupos que re Presentad an a
No todos los sistemas de asentamiento estaban tan ligados a la mi- · ta as en-
fuerzas de la civilización y a los residentes de las zonas impac '
nería y/o al comercio a larga distancia como lo estaban las culturas de • · ndo patrones
tonces los españoles (de nuevo) simplemente estab an sigme
Chalchihuites y de La Quemada-Tuitlan. Como Hers (1989) ha docu- socioeconómicos y políticos bien establecidos.
mentado para el norte de Jalisco, y Kelley 1197 1) para Durango, este pa-
trón de localización defensiva de sitios fue algo muy generalizado en to- CONCLUSIONES
da la zona fronteriza. Así, las fortificaciones y la utilización sistemática
de localidades defendibles para asentamientos tenían un imperativo im- . .
Una de las pnncipales . .
contnbuc10nes d e Ch ar1es D i· Peso a la historia .de
portante. la frontera norteña de la Mesoamenca , · Y del México colonia1
, . pre h.ispamca

118 Phi! C . Weigand y A ce l ia Garcia de W e igand de Ja f r o nt e ra prehispánica 119


Dinámica socioeco n ómica
fu r conoc r la continuidad e ntre a mbas épocas. Nosotros añadimos a
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SUGGESTED TRADE/EXCHANGE ROUTES
u ob rva cion pionera lo siguient es puntos:

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027 I
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FOR TUROUOISE THROUGHOUT
PREHISPANIC MESOAMERICA
1] El hinterland min ralógico de una civilización y el núcleo de esta
última tán int grado imbióticamente en una sola esfera sociocultural
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028
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Dinámica socioeconómica de la frontera prehispánica 123


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124 Phi] C . Weigand y Acelia García d e Weigand


SISTEMAS AGRÍCOLAS PREHISPÁNICOS
EN LA GRAN CHICHIMECA

Beatriz Braniff
INAH

En t ' rmino generale , concebimos este enorme territorio a partir de la


"frontera" 1 septentrional mesoamericana (véase figura 1). Pero debemos
aclarar que esta lín a osciló en el tiempo, probablemente debido a cam-
bios climáticos, aunque no se desechan teorías que proponen cambios
económicos y aun políticos que en alguna forma estuvieron imbricados
con aquellos procesos de deterioro o de bondad climática (Braniff, 1989).
E interesante anotar que dicha "frontera" en el siglo xv1 había rece-
dido profundamente hacia el centro del país, y por el contrario, siglos an-
tes, durante el primer milenio de nuestra era, los señoríos y aldeas meso-
americanas se habían extendido muchos kilómetros más al norte.
Ambas "fronteras" (la del siglo xv1 y la del primer milenio de nuestra
era) siguen en forma paralela tanto a las zonas de vegetación (véase figu-
ra 2) como a las isoyetas actuales entre los 40 y 80 centímetros anuales
(véase figura 3) sugiriéndose así que estos límites culturales son ecológi-
cos.
La vegetación es, en general, la unidad más conveniente para ser me-
dida en forma biológica por su gran sensibilidad a los numerosos factores
físicos y biológicos que actúan en el medio ambiente (Felger, 1976: 27);
éstos son el clima, la topografía, el suelo, etcétera.
La máxima extensión de la frontera sigue grosso modo al Trópico de
Cáncer que, como es de todos conocido, demarca un cambio .climático
con mayor aridez hacia el norte. La curvatura de las isoyetas y de la vege-
tación -así como de nuestras fronteras culturales- se deben a la presen-
cia de las dos sierras Madres, Occidental y Oriental, que cambian los pa-
trones meteorológicos y climáticos en las zonas intermedias (véase
Mosiño, 1974, para detalles).
Recordemos que la esencia de Mesoamérica (el área cultural ubicada
desde el centro de México hasta Nicaragua) fue su agricultura, Y que si
bien se construyeron complejos sistemas de irrigación anexos a las gran-
des concentraciones demográficas, la característica común era la de una

1 El término "frontera" es de dudosa y difícil aplicación. En relación con la determinación


de "áreas culturales" se reconoce que el aspecto más débil de dicho término es precisa-
mente su delimitación (Kroeber, 1954: 559).

127
38°N

LA GRAN
CHICHIMECA

TROPICO DE
cANCER

Figura 1. El Norte de México: La Gran Ch ichimeca.


adaptado de Di Peso, 1974, vol. 1. figura 4.1.

Figura 2. Vegetación del Norte de México. Rzedowski 1964 en Braniff 1985, fig . 1.8.
agricultura de temporal, la cual requi ere una lluvia temporalera segura 1. Matorral desértico . 2. Zacatal. 3. Bosque de pino-encino. 4. Bosque tropical deciduo. 5. Bosque es-
pinoso .
sobre los So centímetros anuales, y por lo menos 40 centímetro . En e te - - - : Trópico de Cá nce r.
último caso, el cultivo se vu elve riesgoso e inseguro (Ni ederb erger, 19 7: - .. - .. : M áxima frontera de Mesoamérica hacia 1000 d.C.
51, 95). De aquí se infiere que esa franja septentrional m esoa m erican a co- ...... : Frontera de Mesoamérica hacia 1500 d.C.

lonizada y luego abandonada se encuentre ubicada precisamente en esa "Oasis América" como el territorio de los agricultores y "América Ári-
banda de agricultura riesgosa, lo que a su vez puede explicar la oscilación da", la de los recolectores (Kirchhoff, 1954), pues si bien estos grupos po-
antes mencionada. 2
drían identificarse en ciertas regiones y tiempos, las situaciones demo-
Una vez definida su oscilante "frontera" meridional I nu es tro Nort e gráficas fueron cambiantes e inte·r mitentes, por lo que dichos términos
traspasa la actual frontera política con Estados Unidos y alcanza hasta el no se pueden utilizar en su profundidad histórica. Y, como lo agregaba
paralelo 38º (véase figura r ). Nótese que este territorio coincide grosso Beals (1954: 522):
modo con los territorios que fueron de la Nueva España y de nuestro país
hasta la mitad del siglo pasado.
el término de área cultural, especialmente ligado a un concepto de medio
El norte, así definido territorialmente, estuvo habitado por gente de geográfico, es de poca utilidad en el Suroeste donde existen en forma genera-
diferentes rangos Y formas de subsistencia: desde los gn1pos de recolec to- lizada, marcados contrastes en las condiciones naturales, de tal forma que
res y cazadores, hasta los enormes "pueblos" que conocían la agricultura existe la oportunidad de muchas alternativas en la adaptación.
y los sistemas de irrigación.
Todos estos grupos, de una manera u otra, y desde siempre, tuvieron Una proposición mucho más adecuada para llamar a este extenso territo-
conexiones con Mesoamérica: intercambio, comercio, tributo. rio es el uso del nombre mexica "La Gran Chichimeca", que se refiere ª
Así, el "Norte" no constituye u~ "área cultural", por más que los in- gente norteña y que incluye todos los niveles culturales, desde grupos ci-
vestigadores norteamericanos lo llamen Southwest , 0 peor todavía el vilizados como los toltecachichimeca, hasta las bandas de cazadores-re-
Greater Southwest¡ tampoco puede considerarse como dividida en dos: colectores -los teochichimeca- (Di Peso, 197 4, vol. 1: 49-5 3 ).
La gran extensión de los desiertos, lo extremoso del clima, la dificul-
2 Estamos conscientes de qu e el mapa de vegetación y el de las isoyetas son m odern os, pero tad para encontrar buenas tierras para la agricultura y la inseguri~ad de
deben refl ejar sistemas análogos antiguos.
las lluvias exigieron de sus habitantes una gran capacidad de camb10 Y de

128 B e a tri z Brani ff S i s t e ma s agrícolas e n l a G ran Chichimeca 129


sus planta y animales, los ciclos naturales y el necesario equilibrio eco-
lógico que entre otras cosas requería una baja densidad de población, que
los mi mo indígenas controlaban con base en sistemas de aborto, infan-
ticidio y guerra . Los restos óseos de estos indígenas muestran que eran
más sano que los cultivadores; y los modelos etnográficos nos señalan
que era menor el trabajo invertido para obtener el sustento entre estos
nómadas que el invertido por los grupos agrícolas en la etapa del creci-
miento, maduración y cosecha de las plantas.
El actual grupo seri, en la costa central de Sonora, es el último expo-
nente de estos nómadas del desierto que, aunque -como se dice eufe-
místicamente- "ya han sido incorporados a la vida nacional", todavía
utilizan más de Is o especies botánicas silvestres, incluyendo las mari-
nas, de las cuales I o al 15 por ciento proporcionan recursos importantes
por ser altamente nutritivas. El número de plantas utilizadas como medi-
cina es todavía mayor (Felger, 1976: 45; Felger y Moser, 1985). Esta varie-
dad contrasta con el limitadísimo número de plantas consumido por los
agricultores (y por nosotros mismos).
Hay que agregar también que los agricultores utilizaron en gran m~-
dida la recolección y la caza, por lo que es difícil clasificarlos como agri-
Figura 3. Mesoamérica septentrional: precipitación total anual en cm . Mapa basado en Rzedowsk i, cultores o recolectores.
1978, fig . 18.
111

adaptación a variadas formas de subsistencia. Eso mismo definió como Los cultivos más tempranos en el Norte fueron el maíz, la calabaza Y los
característica la movilidad, la fortaleza y la violencia que subsistió hasta frijoles. Este "complejo" aparece en cuevas precerámicas situadas a m~s
fines del siglo pasado con el aniquilamiento de los últimos indígenas apa- de 2 ooo metros de altura, donde la humedad asociada permitió su culti-
ches (si no es que hasta la Revolución). Esta movilidad y capacidad de vo sin irrigación. Para el maíz y la calabaza se dan fechas hacia roo_o
cambio contrasta con el tradicional enraizamiento en el terruño de las a. C.; Y 300-500 a. C. para el frijol. Posteriormente se añadieron otros ti-
culturas mesoamericanas.
pos de maíz que son derivados de los existentes hacia 300 a. C.
Otro "complejo", que aparece sólo hasta los primeros siglos de nue:-
11
tra era, pudo adaptarse a las regiones bajas y desérticas cruzadas por el no
Gila Y sus afluentes en Arizona, pero para sobrevivir requirió sistemas de
En razón del enfoque de este trabajo, nos dedicaremos a los agricultores irrigación. Este complejo agregó otros tipos de maíz, frijol, además de al-
norteños, pero debemos hacer énfasis en que una gran parte del territorio godón y amaranto.
está constituido por desiertos (que en realidad no lo son del todo): el de- Como se ve, todas estas plantas (excepción hecha quizás del amaran-
sierto de Sonora (que incluye a Baja California y Arizona) y el Desierto de to) tienen sus antecedentes remotos en Mesoamérica, pero no se conoce
Chihuahua, que se extiende al oriente de la sierra Madre Occidental has- cuáles fueron los mecanismos de introducción de estos cultivos hacia el
ta el altiplano potosino. Los habitantes de estos territorios -excepción norte.
hecha de aquellos desiertos atravesados por ríos- no pudieron cultivar, y De todas formas, la aparición del primer complejo no cambió el s-i st e-
una vez descubierto el sistema de subsistencia adaptado a tal aridez -lo ma de vida de esta gente que siguió viviendo básicamente de la recolec-
que sucedió hace unos siete mil años- perseveraron casi sin cambio con ción y de la caza. También es indicador que en estos contextos iniciales
ese mismo sistema hasta los contactos europeos. no aparezca la cerámica, de lo que se deduce que la forma de cocinar esos
Estos grupos nómadas conocieron perfectamente el uso del suelo, de granos fue muy distinta a la mesoamericana.

130 B e atriz Brani ff Si s tema s agrícolas e n la Gran Chichim e ca 131


Asimismo hay que descartar una difusión direc ta del con ocimi nto rier n al ún i t m a d irrigación y/o de terrazas y retenes para poder
de la agricultura desde Mesoamérica, pue to qu e la planta cultivada cultivar. h a in i tido también en que los sistemas de irrigación norte-
llegaron en forma dispersa y por otra parte el m edi o ambiente n o igua l, ño on m á compl ejo amplios que los mesoamericanos (Doolitlle,
como tampoco la tecnología empleada. Ademá , cuando e co m n zar n a 19 4) .
construir casas y aldeas, la arquitectura y la di po ición de é ta fu ro n
totalmente diferentes de las que se dan hacia el ur, lo qu e apoya aún IV
más una personalidad propia, y sugiere que lo experim nto c n lo cul-
tivos, así como la tecnología para manipularlo , on invento n rt 11 Para 1 d te t ra bajo, hemo escogido como ejemplo algunas re-
Nos preguntamos cuáles serían las razone de qu e ta ge nt adopta- gion gicam nt dif r nt , donde e han hecho estudios sobre el
ra la agricultura, siendo ésta tan difícil en esto ambientes, pue r qui r t m a del u o pr hi pánico del uelo con fines agrícolas. Pero existen
una mayor inversión de trabajo que el que nece itan la recolección y la otro e tudio n Ari zona (Cordell, 19 4: capítulo 6} y en las regiones de
caza. Se ha corroborado con modelos etnográficos reci ente qu e 1 reco- lo valle intermontano n Sonora (Braniff, 1992; Doolitlle, 1980) entre
lector-cazador puede completar su alimento deambulando sólo d día a otro .
la semana; mientras que los agricultores emplean por lo m eno cinco
días a la semana durante el tiempo que crece y madura la planta. z A E L I A DEL DE IERT DE SONORA. REGIÓN FLUVIAL
Se ha sugerido que debió existir un desequilibrio entre una m ayor
cantidad de población y los recursos disponibles, pero en e te entido, el Lo hohokam u oodam (pima prehistóricos) se establecieron en este desier-
problema es complejo y no ha sido resuelto, por lo que dejaremos e ta to, tanto en Arizona como en Sonora. Los restos más impresionantes se
importantes especulaciones de lado (véanse Cordell, r 9 4, capítulo ~, y encuentran· localizado a lo largo del río Gila y Salt en Arizona, donde
Minnis, 1980 para ampliar esta información). se han logrado lo mejore estudios. Los sitios asociados son un ejemplo
Hacia el año 900 de nuestra era, la agricultura se había ext endido n excelente de cómo logró una agricultura intensiva.
todo el Norte. Se piensa que, en término generales, los factore qüe d - Los exploradore e pañoles, los observadores militares y luego los co-
terminaron esta dispersión de la agricultura fueron, por una part e, una lonos angloamericanos quedaron muy impresionados con los restos pre-
progresiva limitación del poder de movilidad, causada por una sobreex- históricos de sistemas de canales para la irrigación. Se han registrado Y✓ª
plotación de los recursos silvestres, y por la otra, una mayor densidad de unos s80 km de canales solamente en el área de Phoenix. Algunos de
la población, ambas acompañadas por un conocimiento mayor de cómo esos canales tienen 2 m de profundidad y 3 m de ancho. En esta región,
manejar los cultivos en estas difíciles regiones, así como el uso de inno- los estudios arqueológicos, con base en las fotografías aéreas de satélites,
vadoras formas de almacenamiento. han permitido hacer mapas de esta gran red de canales. Sin embargo, la
En algunas regiones las plantas cultivadas fueron suficientes para ampliación de la mancha urbana ha obliterado y destruido mucha infor-
cubrir las necesidades de los poblados, pero debió invertirse una gran mación.
cantidad de trabajo para asegurar el éxito de los cultivos. Se inventaron La lluvia en esta región es sólo de 25 centímetros anuales y la mayor
sistemas para llevar el agua a los campos, para conservar la humedad y parte del tiempo cae como tempestad, con alta intensidad y violencia,
para detener la erosión. Pero en otras regiones no existe evidencia de ta- por lo que solamente la presencia de los ríos y las técnicas de irrigación
les trabajos, de lo cual se infiere que la agricultura fue solamente un adecuadas permitieron el cultivo en tiempos pasados.
complemento de la caza y la recolección. En otras localidades, la agricul- En la región se cultivó el segundo complejo arriba mencionado; éS t e
tura fue un experimento de corto tiempo. En muchos casos, grandes po- consistía en maíz (Onaveño y Blando), cuatro variedades de frijol, la cal~-
blados tuvieron que ser abandonados, seguramente porque la capacidad baza, el algodón (cuyas semillas también se comían), el amaranto Y posi-
de carga de los suelos utilizados fue inferior a los requerimientos ali- blemente la cebada (Hordeum pusillum). Pero es un hecho que estos ho-
menticios de poblaciones que habían alcanzado un cierto límite de den- hokam dependían en mucho de plantas y animales silvestres: el
sidad. mesquite, las semillas y frutas del saguaro y de algunos cactus, semillas
La bibliografía consultada ciertamente sugiere que, a diferencia de de ciertos pastos, de mostaza y raíces, así como de conejos, liebres Y ve-
Mesoamérica, el cultivo de temporal fue extremadamente riesgoso y que nados.
por ello la mayoría, si no es que todos los asentamientos agrícolas, requi- La historia precolonial de estos poblados hohokam se divide en dos

132 B e atr i z B r t111 1 ff Si s t e m as ag ri co J 11 s e n J a Gr a n Chi c him ec11 133


-·- '·,. o por lo m no oo a ñ os, este pueblo fue abandonado inmediatamente des-
pué d h aber alcanzado su m áxi ma complejidad en relación con la densi-
_ . .:::::~--- pueblo dad de población y extensión del pueblo.
' ·~i!~a/ Po t riorm ente se construyeron nuevos poblados, que muestran otro
·-., o 1 2
tipo de arqu itectura, dife rente orden social, mayor lujo y calidad de mate-
km .
rial es . Fu e en e te ti empo cu ando se alcanzó la mayor complejidad y ex-
t en ión de lo ca nale , pero igual como sucedió con Snaketown, cuando
.... se alca nzó la m ayor den sidad de población se abandonó la zona y se revir-
tió a un tipo de ran c hería dispersa. (Haury, 1976; Gummerman Y Haury,
1979) .

L S I TE MA S D E IRRI G A C I ÓN E N E L CAÑ ÓN DEL C HACO


Detalle
Este ca ñ ón perten ece a la cuenca del río San Juan, al noroeste de Nuevo
M éxico, que es a su vez un afluente del río Colorado.
Se encuentran aquí las ruinas más espectaculares de los llamados
grupos Anasazi (ancestros de los indios pueblo) que pertenecen a varios
m
poblados; están conformadas por unidades de múltiples cuartos conti-
guos y varios pisos, entre los que se entrevén las famosas "kivas" o edifi-
cios rituales circulares. Pueblo Bonito tenía unos 800 cuartos organiza-
Figura 4. Canales de irrigación en Snaketown, Arizona, dos en forma de un anfiteatro que alcanzó los cinco pisos en la parte
tomado de Haury, 1976, figuras 8.3 y 8.22 .
posterior. Se ha calculado que en su tiempo de auge vivían en Pueblo Bo-
nito unas 2 800 personas.
Se ha considerado que la región estaba densamente poblada hacia
grandes periodos, el más antiguo entre 300 a . C . y 1100 d. C. (según 1025-1 125 d. C . y que constituía un sistema sociopolítico regional alta-
Haury, 1976) o entre 500 d.C.y1175 (según McGuire y Schiffer, 19 82), y mente organizado, centralizado y jerárquico.
el más reciente entre 1100 d. C. y 1450 d . C . Los dos p eriodos terminan El medio ambiente no es favorable para la agricultura: la lluvia es só-
con el abandono de los poblados respectivos. Los materiales culturales de lo de 2.2 cm anuales, pero la nieve invernal provee algo de humedad para
cada uno de ellos son muy diferentes, pero en ambos la irrigación fu e fun- que germinen los granos.
damental. En cuanto a los sistemas de irrigación, existían terrazas detenidas
El sitio de Snaketown ejemplifica el primer periodo. Era un poblado por piedras que seguían las curvas de nivel y también muros de reten-
tipo ranchería, con casas de domo, de planta ovalada y entrada lateral, ción a lo largo de los arroyos que bajaban del cerro; pero los más intere-
muy similar a la de los pimas históricos. santes y comunes eran los sistemas de control del agua que consistían
Desde su inicio, el sistema de irrigación estaba conformado esencial- en una combinación de presas, canales, zanjas y compuertas que lleva-
mente por un canal de derivación desde.el río Gila, que se encontraba a ban el agua a jardines limitados geométricamente por muros de tierra.
unos 5 km aguas arriba. Éste tenía unos 3 m de ancho. Cerca del pueblo, Estos sistemas dependían de la lluvia que se acumulaba en los arroyos
el canal muestra bifurcaciones y canales secundarios donde se encontra- que bajaban entre los acantilados . Se ha considerado que existían unos
ron evidencias de estructuras simples para desviar el agua al cultivo. diez mil jardines de este tipo distribuidos en el cañón. Como se ve, es-
Después del canal más antiguo, se fabricaron otros que eran menos te sistema difiere del anteriormente descr.ito, pues no utiliza el agua
anchos. En todos ellos se muestran restos de composturas y pequeñas de- que corre en el arroyo inferior, al pie del cañón, sino solamente la ~ue
presiones en el fondo que se han interpretado como pozos que servían pa- escurre después de la lluvia. Utilizando experimentos actuales, los m-
ra mantener el agua en tiempos de secas (véase figura 4). vestigadores reconocieron que en una sola tormenta se produjeron 3 -0 4
Es importante mencionar que a pesar de una evidente estabilidad de centímetros de lluvia en una hora, que suministró unos 540 ooo galo-

134 B e at r i z B r anif f Sist e ma s ag r ico l a s e n l a Gr an Chi c h i m ec a 135


L HIDR L ICO URBA O
Y ERRA E l'A UI É, HIHUAHUA

(
... E ta gran ciudad llamada Ca a Grandes por los españoles, se ubica en el

~
noro t d 1 tado d Chihuahua, al pie de monte que hacia el poniente
se convi rt n la i rra Madre Occidental.
-'\ Toda la unidad que a la fecha hemos descrito, muestran relacio-

)/
•,
¿ Meseta
ne d di tinta categoría con Me oam rica, pero no cabe duda que Pa-
quim , co n tien la m a or cantidad de elementos sureños; con ellos pode-
.
_:::: (
; } mo e tabl r clara relacione con los estados del Occidente de
,~.,...
.' M éxico, d la r ión mixteca de Puebla, Yucatán y Centroamérica, hacia
,,./··f ·•~ dond xportaba la turque a que se obtenía en minas norteñas.
.¡{'''' El au d Paquim · e alcanzó hacia los siglos x111-x1v, cuando fun-
presa
cionaba como centro que integraba una gran cantidad de pueblos y aldeas
establecido a lo largo de los ríos que descienden de la sierra, tanto del la-
do de Chihuahua como del de Sonora.
E te c ntro, además ·de tener lejanas redes comerciales, obtenía to-
do tipo de materias primas de la región controlada, especialmente mi-
compuerta nerales, madera y seguramente también alimentos silvestres Y cultiva-
dos. Paquim é comienza a mostrar un deterioro que va en aumento
,.rr:¡¡::::;::::::;::::;:::::¡:::::;:;::::::;:::;:::::;::::::;::~ ~==::::;::::;:::;:::::;::;:::::;:::;:::::;::;:::i6 e o m puerta
hacia finales del siglo x1v y es destruido por el fuego y por actos vand~-

íl 111111111 ll l l ll ll lllll
licos hacia r 4 ~ o d. C. Los sistemas hidrológicos de Paquimé pueden di-
vidirse en dos grupos: el utilizado en la ciudad misma y el empleado en
la sierra . El primero tenía como principal objetivo el llevar agua ª la
ciudad, Y se conformaba por un sistema de acequias que traían el agua
desde un manantial cercano para redistribuirlo dentro de la ciudad por
ll ll l l l 111111111111111 medio de canales forrados y tapados con lajas de piedra. El agua se lleva-
ba a aljibes y de éstos a las diferentes unidades habitacionales mediante
una compleja red que incluía una zona de decantación del agua, com-
puertas de control y un magnífico pozo de I4 metros de profundidad.
m Además, en cada patio se rec~gía el agua que se drenaba por canales ha-
cia el río, donde es muy probable que hubiera milpas y canales, que ~es-
graciadamente han sido obliterados por los canales y cultivos de la epo-
Figura S. Sistema agrícola en el cañón del Chaco, Nuevo México, ca colonial y la reciente. ·
adaptado de Cordell, 1984, figura 6.3 .
Nos interesan sobremanera los sistemas empleados en la sierra,
porque tuvieron como meta principal la conservación del agua Y de los
nes de agua para surtir a uno de los sistemas antes mencionados (véase suelos para amparar y proteger los cultivos que estaban en la base de _la
figura 5 ). sierra. Estos sistemas consistían en rebordes lineales y de terrazas dis-
El Chaco duró muy poco y las causas de su extinción no han sido puestas sobre las laderas de los cerros así como de retenes que cruzaban
bien entendidas ,aunque se ha sugerido el agotamiento de los recursos, la los arroyos para dominar el agua bron~a, y otros muros de grandes pie~as
variabilidad climática, la desecación y el fracaso del sistema político para que atraviesan los principales arroyos ubicados en la base de la sierra (vea-
mantener una red comercial · que antes había sido muy eficaz (Cordell, se figura 6).
1979: 137-150¡ 1984: 199-203). Aunque muchas de estas "trincheras" (así llamadas localmente) hu-

B ea triz Braniff Sistemas ag rí co la s e !l la Grall Chichim e ca 137


(i
\\
\\

~~l
·-...o i
li
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Planta
i

bordo radial

terraza

rio

Perfil
Figura 6. Cultura de Casas Grandes, Chihuahua . Sistema de contención del agua, Figura 7. Cultura de Casas Grandes, Chihuahua. Terrazas y retenes en la sierra,
adaptado de Di Peso, 1974, figuras 26 .2 y 210.5. adaptado de Di Peso, et al., 1974, figura 284.5 .
Trincheras •H¡¡u,. Divisoria continental ........ .

hieran podido ·servir para el cultivo -pues muchas de ellas son conti- del agua Y del suelo cubre unos r2 ooo m 2 (véase figura 7), mientras que
guas a los sitios arqueológicos- en las excavaciones llevadas a cabo las tierras cultivables constituyen solamente 800 m 2 de-ricos aluviones
atrás de estas terrazas no se encontraron evidencias de cultivo ni tam- ubicados en los valles, que son precisamente las áreas de cultivo más im-
poco polen de estas plantas. Por otra parte, muchas de las "trincheras" portantes hoy día (véase figura 8) (Di Peso, r974, vol. 2: 336-359, 669, nota
se ubican arriba de los límites donde se puede sembrar, que es también 59; Howard y Griffiths, 1966; Herold, 1970). Sea como fuere, esta enorme
la zona donde más llueve. labor requirió un gran esfuerzo de organización, que a su vez necesitó la
Si esta interpretación es correcta1 la labor invertida en esta protección participación de autoridades y profesionistas.

B ea tri z Br aniff Sis t emas ag ri co l as e n l a Gran C hi c him ec a 139


i--------- ---
esa obra d art !cerámica, pintura mural ) están asociados con la ser-
pi nt , c n ímbol d altare piramidales, con nubes, humedad y con la
repr ntación d 1 maíz. El ímbolo del llamado "pájaro de la lluvia" en-
tr lo actual indio pueblo tiene una larga historia, y se relaciona con
___ _J el di ño tan m oamericano de la greca escalonada, diseño que allí co-
mo en 1 Nort i mpr vincu la c n pueblos que conocían la agricul-
tura.

BIDLI RAFÍA

BEAL I RALPH L.
19 4 Com ntario n "Gatherer and Farmers in the Greater South-
w t" por Paul Kirchhoff, American Anthropologist, vol. 56, pp.
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1992 La frontera protohi tórica pima-ópata en Sonora, México; propo-
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Figura 8. Cultura de Casas Grandes, Chihuahua . Bajíos cultivables , 1994 "Canal Irrigation at Casas Grandes: a Technological and Develop-
adaptado de Di Peso et al., 1974, vol. 5, figura 208. mental Assessment of Its Origins", en Culture and Contact,
Divisoria continental ......... .
Charles C. Di Peso's Gran Chichimeca , Amerind Foundation,
University of N ew México Press, Albuquerque, pp. r 33-1 Sr.
Para terminar este trabajo, que solamente es una muestra, nos queda FELGER, RICHARD S.
agregar que el cultivo formó parte muy importante de muchos poblados, r 97 6 "Investigación ecológica en Sonora y localidades adyacentes en
esto es evidente en su ideología, plasmada en sus obras de arte, en las que Sinaloa: una perspectiva", en Sonora, Antropología del Desierto,
también se muestran símbolos y diseños asociados con la fertilidad, mu- (Colección Científica, 27) INAH, México, pp. 21-62.
1

chos de los cuales todavía sobreviven entre los indios pueblo. FELGER, RICHARD S. Y MARY B. Mosrn.
Los pájaros, especialmente los pericos, guacamayas y guajolotes que 198 s People of the Desert and Sea, The University of Arizona PresS,
aparecen como aves de sacrificio en las excavaciones, represe ntados en Tucson.

B e a er 1 z H r 11 n i ( f Si s t e ma s c1~ r 1 co /a - e n /c1 Gran Chi c him ec a 141


lNTERRELACIÓ DE GRUPOS CAZADORES-RECOLECTORES
GUMMERMAN GEORGE J. Y EMIL W. HAURY
r979 "Prehistory: Hohokam", en Handbook of North American Y SEDENTARIOS EN LA HUASTECA
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Diana Zaragoza Ocaña
HAURY, EMIL. w.
r976 The Hohokam, Desert Farmers and Craftsmen, University of Centro INAH-San Luis Potosí

Arizona Press, Tucson.


HEROLD, LAWRENCE C.
La región huasteca, desde el punto estrictamente geográfico, no existe,
r 970 Trincheras and Physical Enviionment along the río Gavilán, sino que e ha establecido por la presencia de un grupo étnico, así llama-
Chihuahua, México (Publication in Geography, Technical Paper, do en la última época prehispánica en cierta parte del territorio formado
Number 65-1), Department of Geography, University of Denver. por las regiones fisiográficas llamadas Sierra Madre Oriental y llanura
HOWAR, WILLIAM A. Y THOMAS M. GRIFFITHS costera del Golfo, que abarca cerca de 50 ooo km 2 • Convencionalmente
1966 Trinchera Distribution in the Sierra Madre Occidental, México podemos decir que la región llamada Huasteca abarca, por el norte, 1a
(Publications in Geography, Technical Paper, number 66-1 ), De- parte sur del estado de Tamaulipas, casi desde el río Soto La Marina la
partment of Geography, University of Denver. unos 24 º de latitud norte); el oriente del estado de San Luis Potosí, com-
KIRCHHOFF, PAUL prendiendo la vertiente este de la Sierra Madre Oriental (hasta los 99º 3o'
r954 "Gatherers and Farmers of the Greater Southwest: A Problem in de longitud oeste); una pequeña parte del estado de Querétaro, en plena
Classification", American Anthropologist, vol. 5 6 núm. 4, part r, Sierra Madre; la parte norte del estado de Hidalgo, desde la Sierra Madre
Menasha, pp. 5 20-5 5o. también en su vertiente costera, y una parte no muy bien definida del es-
KROEBER, ALFRED tado de Veracruz (hasta el río Tuxpan o el Cazones, por debajo .de los 210
r954 Comentarios al artículo "Gatherers and Farmers of the Greater de latitud norte).
Southwest", American Anthropologist, vol. 5 6, núm. 4, parte 1, Se caracteriza por tener un clima subtropical, en sus orígenes con
Menasha, pp. 5 20-5 5o. una vegetación selvática, ahora muy alterada por la introducción de pas-
McGurnE, RANDALL H. Y MICHAEL B. ScHIFFER tizales producto del desarrollo rural, principalmente ganadero; sólo con-
1982 Hohokam and Patayan: Prehistory of Southwestern Arizona, serva vestigios de su ambiente original en pequeños y aislados lugares de
Academic Press, Nueva York. la Sierra, en apartados ranchos del norte de Veracruz y en remotas comu-
MINNIS, P AUL E. nidades indígenas. ·
1980 "Domesticating Plants and People in the Greater Southwest", El problema para la interpretación cultural de esta región empieza al
ponencia presentada en el Advanced Seminar on the Origins of identificar lo que es una mera caracterización geográfica con una entidad
Plant Husbandry in North America, School of American Re- cultural, ya que tradicionalmente los arqueólogos hemos partido de la
search, Santa Fe. situación encontrada por los conquistadores españoles del siglo xv1 -es
MosIÑO ALEMÁN, PEDRO decir, Mesoamérica- para remontarla de manera indefinida al pasadQ,
1974 "Los climas de la República Mexicana. El escenario geográfico. con una visión en muchos casos reducida si no regionalista, que pie rd e
Introducción ecológica", Panorama Histórico y Cultural, 1, SEP- validez al no tomar en cuenta los fenómenos de desarrollo y transforma-
INAH, México, pp. 57-r72. ción que esta superárea cultural experimenta a lo largo del tiempo.
NIEDERBERGER, CHRISTINE Otro problema es que la definición de los vocablos usados por los
1987 Paléopaysages et archéologie pré-urbaine du bassin de Mexico, 2 científicos sociales muchas veces se ha prestado a la ambigüedad, ina-
vols. (Collection Etudes Mésoaméricaines, 1-11), Centre d'Etudes ceptable en términos científicos, tal es el caso de la llamada Huasteca 1°
Mexicaines et Centraméricaines, México. Huaxteca), palabra utilizada tanto en el aspecto geográfico, como en el
RZEDOWSKI, ]ERSY histórico y antropológico, con contenidos muy distintos, que relativos ª
r964 Mapa de vegetación del Norte de México (no publicado). un área física y cultural deja mucho que desear. Otro problema enfrenta-
1970 Vegetación de México, Limusa, México. do en la interpretación de la Huasteca es la generalización de sus atribu-
tos culturales, envolviéndola como un todo común, lo cual hemos viSta
que es falso.

B e atri z Brani f f
143
En el terreno cronológico, su situación es complicada, ya que exi ten
dos posturas acerca de su desarrollo, la más gen erali zada compr nde a
quienes con base en los estudios lingüísticos má s difundid o (Manriq u ,
1979) piensan que en esta región se separaron en una ' poca muy tem-
prana, por un lado los grupos que posteriormente e ex tendi ero n en el , /

sureste mexicano produciendo la espléndida cultura m aya; y por otro,
que independientemente los llamados huasteco en e ta región cr aron la
suya en forma autónoma.
Sin embargo, las recientes exploraciones llevadas a cabo n o mue -
tran un panorama diferente: contamos con fuertes evidencia durante el
Preclásico, como una escultura parecida a la de Izapa (Norman, 197 3 Y
1976 J y materiales cerámicos del periodo llamado Chicanel (Smith, 19 5 ),
mas no contamos con elementos similares a los mayas durante lo que e
ha llamado periodo Clásico, y sí en el Posclásico, como el tipo cerámico
descrito por Ekholm / r 944} como Huasteca negro sobre blanco, en el cual
encontramos una gran variedad de formas y pastas entre las que hay ca-
jetes de silueta compuesta, cajetes sencillos, ollas, platos, etcétera, pero ,-1
-- -----~
sobre todo un tipo de ánforas con tres asas que formalment e son muy
semejantes a la llamada Pizarra Chichén y Chorreada del área maya
-aunque la decoración de la Huasteca negro sobre blanco es mucho má
elaborada- (Robles, 1981, y Zaragoza, 1981), así como un tipo de platos
muy parecidos al "Rojo Mayapán" del periodo Tepeu /Smith, 1971 l, Y
otros del mismo periodo /Smith, op. cit.}. Así, podemos suponer que pos-
teriormente a la caída del Clásico, en el reacomodo de los grupos étnicos,
además de los grupos norteños que arriban al área, hay un regreso de
poblaciones de lengua maya a la región.
Apoyados, como decía, en las evidencias arqueológicas, se ven clara-
mente los estrechos contactos y similitudes entre los pueblos arqueológi-
cos huastecos de la última época prehispánica y los del área maya, el de-
sarrollo de la escultura y la complejidad técnica y formal de la cerámica
blanca decorada, que aparece realizada sin algún antecedente local al cual
derivarla. McQuown y Diebold /García Payón, 197 6) consideran que la
separación. de los pueblos tenek de la Huasteca ocurrió en tiempos más
recientes, produciéndose a partir de los Altos de Chiapas hacia la costa
central del Golfo de México.
De acuerdo con la mayoría de los investigadores (García Payón,
1976), la idea más común acerca del parentesco maya de los pueblos
tenek de la Huasteca nos dice que éstos formaron parte integral de los
grupos de habla protomaya que vinieron de Norteamérica en un periodo
temprano (poco antes o hacia el inicio de la agricultura), y de ahí se sepa-
raron los que más tarde se desarrollaron en el sureste, quedando ambos
Mapa de localización .
aislados por más de r 500 años. Esta aseveración ha venido alterando la
forma de entender arqueológicamente esta región, en la que, por falta de

144
Diana Z ar agoz a Oca~a
Grupos cazad or es- r eco l ec tor es y sede ntario s 145
investigaciones profundas, se han encajonado prá~tica m ent e_ todos l?s de T otihua an e pre enta en casi todo el territorio que ocuparon las
haHazgos dentro de un esquema prestablecido, perd1 ndo n o olo la obJe- cultura pr hi pánica de M éxico y Centroamérica-, el área en aparien-
tividad sino la lógica más elemental. . cia e m argina culturalm nte (M rino y García Cook, op. cit.) aceptando
Otro de los factores que ha influido para desvirtuar la v1 ión de la ar- la importaci n de la cultura teotihuacana, como lo demuestran sitios co-
queología regional es atribuir a los "huastecos" arqueológi~o un ~ea mo San Ant onio N ogalar (Stre er-Pean, 1977). Sin embargo, esto no es
mucho más grande de la que en realidad ocuparon, en San _Lu1 Potosi; el igual n todo 1 t erritori o, ya qu tenemos ausencias muy significativas
célebre investigador ingeniero Joaquín Meade 11942 ) ha divulgado Y pu- de la pr n cia t otihuacana, como el caso de Tantee, en el que no conta-
blicado todos los sitios de este territorio, integrando adem ás los que en- mo con lo lem ento que la identifiquen a pesar de ser, para esa época,
contró en la zona media y altiplano, donde los elementos del último una d la grand urb de la Hua teca.
periodo prehispánico que podemos atribuir a esta cultura son muy esca- Post riorm ente a la caída de Teotihuacan, que provoca un reacomo-
sos sin duda producto del comercio. do de la poblacione en esta área, encontramos una fuerte presencia de
'La vieja polémica sobre el origen de la agrkultura, la cerámica Y el las cultura qu e e desarrollaron hacia el norte; específicamente rela-
sedentarismo ha atraído también investigaciones a la región; las explo- cionadas con 1 valle del Mississippi (Neurath, 1994) podemos mencionar
raciones de MacNeish 11947 y 1954) tienen este fin, sin embargo aún no las ofrenda d los entierros en cuevas del cerro Vetado (Delgado, 1958),
hay pruebas concluyentes para situar en esta región el foco u origen de consistent e n pipa de piedra de los tipos característicos de la región
las civilizaciones prehispánicas. Desde luego que los datos de que ahora del Mi i ippi (Porter, 19 4 ) a más de dos mil kilómetros de distancia;
disponemos nos indican la existencia de pequeños poblados desde 1 600 tambi én en la recientes exploraciones realizadas en el sitio arqueológico
antes de nuestra era (Merino y García Cook, 198 7 ), en apariencia con de Tantoc, encontramo la presencia de montículos de tierra y materiales
tipos cerámicos ya caracterizados, por lo que seguramente arriban a la muebles semejantes a los de las culturas de los Mound Builders.
región como la primera influencia cultural concreta, quizá como una Esta presencia la encontramos alrededor del año 900, cuando· en la
tradición de la costa del Golfo desde épocas muy tempranas . zona costera del Golfo florece la ciudad de Tajín; sin embargo, no son tan
En la primera etapa sedentaria, sea ésta "formativa" o "preclásica", claras sus influencias hacia la región norteña de la planicie costera, aun
es decir antes de presentarse el periodo de crecimiento y expansión de la cuando llegan elementos tan característicos como las hachas y yugos, no
cultura teotihuacana, que imprime sus características a casi todo lo que así palmas. A partir de ahora será decisivo el papel de esta región en
será Mesoamérica, se presentan en la región casi los mismos patrones Y cuanto a su posición entre los cazadores-recolectores de Norteamérica Y
elementos que en el resto del territorio donde se están gestando las altas los pueblos que formaron Mesoamérica.
culturas .prehispánicas de México, donde encontramos una serie de pe- Las relaciones encontradas con los Mound Builders son más eS t re-
queños poblados, más ocupados en su subsistencia que en desarrollar una chas con los sitios del norte del valle de Mississippi, por ejemplo, Ca-
estructura político-cultural más compleja, que sin perder cierta homo- hol<.ia (Fowler, 197 5 ), que con los desarrollados en la región de Caddo Y
geneidad comienzan ya a manifestar ciertas diferencias zonales. Spiro (MacNeish, 1950) aunque también con éstos existen algunas seme-
No podemos decir, de ninguna manera, que en la región se presenta- janzas en cuanto a los materiales cerámicos.
ba o desarrollaba una sola cultura. Desde antes del principio de nuestra Un problema interesante por resolver acerca de estas relaciones es la
era se presentan claras diferencias entre las distintas partes de la región; a vía por la cual se sucedieron, ya que la vasta región comprendida por el
través de las colecciones de los museos y de las piezas en poder de particu- norte del estado de Tamaulipas y el sur del de Texas fue una barrera na-
lares se puede apreciar que, por ejemplo, la cerámica y figurillas de la tural debido a lo inhóspito, y que debió haber sido transitada casi sólo por
planicie costera del sur de Tamaulipas y norte de Veracruz se distinguen grupos nómadas totalmente adaptados a ella, por lo que debemos pensar
fácilmente de las que se encuentran en el área comprendida entre los ríos en la vía marítima y fluvial que para el siglo xv1 estaba muy bien eS t ªble-
Tampaón y Moctezuma, hacia la sierra Madre, en el estado de San Luis cida en el Pánuco, la costa del Golfo y el Mississippi, de acuerdo con las
Potosí, por señalar sólo algunas de las más evidentes, dentro de lo que expediciones de Hernando de Soto.
para principios de nuestra era constituye ya un variado mosaico cultural; La relación más clara de los grupos sedentarios con los cazadores-
sin embargo, es prácticamente imposible precisar en estas etapas tem- recolectores -que según los pocos documentos escritos con .que conta-
pranas las diferencias entre los distintos grupos étnicos. mos para la región mencionan como grupo a los chichimeca- es la falta
Para lo que se ha llamado periodo Clásico -en el que la importancia de puntas de proyectil en los asentamientos, lo que hace suponer un ínter-

Diana Zaragoza Oca ña Grupo s ca z ad o r es- r ec ol ec t o r es y se d e nt a rios 147


cambio ele animales de caza y pieles, probablem ente por cerámica, ma n -
poblacio nal u frido en gran parte del territorio mesoamericano; se inició
tas Y alimentos cultivados. Otro dato interesante en la región e que los
a partir d la caída d T eotihuacan y se acentuó con la decadencia de Tajín,
asentamientos mayores se hicieron en las m árgen es sureii.as de lo ríos,
desde Soto la Marina hasta el Cazones, debido quizás a cierta posición es- com o Ma ruiqu (op. cit.) ugiere basado en la lingüística; y no explicarlos
tratégica que los protegiera de las incursiones de los grupos nóm a da , pero co m o h a ta ah ora co m o intervenciones militares mexicas en el siglo xv.
aunque parece haber habido una convivencia pacífi ca, tal vez en algu nas Para t n r un pa n oram a claro de lo sucedido en esta región, necesita-
ocasiones no fue así. Es de mencionarse que un elem ento carac teríst ico de m o f ctu ar un m ayor número de investigaciones específicas tanto en
la escultura huasteca lo representa el gorro cónico, que -creo- s un ras- territ? ri m xi ano com o de Estados Unidos de Norteamérica, que nos
go adquirido de los grupos guachichiles, si tomamos en cu enta la a no ta- p_erm1ta n ta bl cer la diferentes culturas aquí asentadas y poder definir
ciones de Gonzalo de las Casas acerca de la poca ves tim enta qu e llevaban ~1 es to fo rm ó pan , com o lo postula el arqueólogo Patricio Dávila, de un
estos grupos chichimecas: "usaban a traer unos bon etillos agu dos de area cultural qu abarcó tradiciones desde la costa del Pacífico en Chia-
cuero colorado" (Casas, 1936, p. 589). Aún hoy en una de las dan zas m ás pas, cubriendo la co ta del Golfo hasta el valle del Mississippi.
famosas de la región, la d~nza de las varitas (González de D elgadillo,
1985), encontramos este gorro cónico y una reminiscen cia del resplandor B IDLI G RA FÍA

que caracterizó a la escultura de la región huasteca .


· Los grupos plenamente identificados que habitaron en es ta reg10n CA A ' G ZAL DE LA
-en época tardía- fueron, por una parte, los de habla maya (t en ek) y los 1 936 "La guerra de los chichimecas", en Fuentes de la historia cultural
muy arraigados de habla náhuatl (mexicanos) que aún h oy día se e ncu en- d e l a A m érica precolombina, Trimborn H., Madrid, pp. 586-613.
tran mezclados en este território, e históricamente sabemos que así fu e DÁVI LA, PAT RI C I

desde la época prehispánica. Es interesante hacer notar que una situación 1 99 1 "Desarrollo e influencias culturales prehispánicas en la región
similar se encuentra a la llegada de los españoles en la parte sur de huasteca ", en Encuentro de investigadores sociales de la Huaste-
Mesoamérica; vemos que lo mismo ocurre en cuanto a la toponimia, que ca . CIESAS, en prensa. .
indica una larga convivencia a través de la cual no parece h aber h abido la 1 99 2 "Algunas consideraciones para la definición geográfica, cronológi-
imposición de una tradición sobre la otra, lo que explica la exist encia de ca Y cultural de la Huasteca", en VII Encuentro de investigadores
sitios arqueológicos sin duda contemporáneos por sus artefactos, pero d e la Huasteca. CIESAS, en prensa.
con diferencias significativas en cuanto a su patrón de asentami ento, re- DELGAD O , A G U STÍN

cursos arquitectónicos y expresiones artísticas. 1 958 Pipas d e piedra de Cueva Vetada, San Luis Potosí, México. Di-
Podríamos ejemplificar esta situación con algunos de los sitios más rección de Prehistoria, Publicaciones núm. 4, INAH, México.
conocidos, como Tamohi (antes El Consuelo o Tamuín) y Agua Nueva, EKHOLM, GORDON F.
ambos en el municipio de Tamuín y a sólo 8 km de distancia (ver mapa). 1 944 "Excavations at Tampico and Panuco in the Huasteca, Mexico",
No obstante compartir en gran medida sus elementos muebles, en lo ar- en Anthropological Papers of the American Museum of Natural
quitectónico el primero posee características que lo pueden relacionar es- History, vol. xxxvm, parte v, pp. 321-599.
GARCÍA PAY Ó N, JOSÉ
trechamente con otros asentamientos como Cempoala, en donde encon-
tramos una fuerte presencia mexica; en el centro de Veracruz, con el que 1 976 "Arqueología de la Huasteca", en México: Panorama histórico
comparte varios elementos; mientras que el otro presenta características cultural. Los pueblos y señoríos teocráticos. El periodo de las
propias, quizá las comunes a la región, como los juegos de pelota, una , ciudades urbanas. Parte 2, SEP-INAH, México, pp. 62-126.
posición que podríamos considerar estratégica en cuanto a la topografía, GONZALEZ DE DELGADILLO, MARÍA ELENA
1 9 8 5 Danza de las varitas . Gobierno del Edo. de S. L. P., Museo Na-
y edificios de planta circular, rasgo que podemos atribuir a los grupos de
habla pame, aunque éstos tradicionalmente se han catalogado como gente cional de la Máscara y Fondo Nacional para el Desarrollo de la
Danza Popular Mexicana.
chichimeca, ya que hacia la sierra y en lo que es el altiplano potosino ha-
MACNEI SH, RICHARD
cia donde fueron relegados es una característica propia.
1 947 "A Preliminary Report on Coastal Tamaulipas, Mexico", en
Es lógico suponer que el arribo de los pueblos hablantes de náhuatl a
American Antiquity, vol. xm, núm. 1, PF· 1-15.
la región sucedió en forma simultánea, debido tal vez a los movimientos 1 9 5o "A Synopsis of the Archaeological Sequence in the Sierra de

Dian a Zar a goza Oc añ a


G rup os c a zado r es- r ec ol ec t o r es y s e d e nt a rio s 149

.......__
Tamaulipas", en Revist a Mexicana de Estudios Antropológicos. Ü A HIPÓTES I S E LA ARQUEOLOGÍA DE DURANGO:
Tomo x1, México, pp. 76-96. C ORNAMENTAS DE USO CEREMONIAL
1954 "An Early Archaeological Site Near Panuco, Veracruz", en Tra ns-
actions of the American Philosophical Society. Nu eva Serie, vol. Arturo Guevara Sánchez
44, parte 5, pp. 5 39-640. Ce nt ro JNAH-Durango
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1979 "La posición de la lengua huasteca", en La Huasteca y l a fron tera
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1942 La huasteca. Época antigua. Editorial Cossío, M éxico . alguna tend n cia : lo arti stas indígenas representaron animales de la
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1978 "Proyecto arqueológico Huaxteca", en Arqueología 1, Dirección prehispá nica; fi guras abstractas que quizás correspondan al manejo sim-
de Monumentos Prehispánicos, INAH, México, pp. 31-7 2. bólico de algu nas imágenes, y figuras antropomorfas que, si bien están
NEURATH, JOHANNES muy utiliza das, en algunos casos permiten reconocer actitudes y particu-
1994 "El llamado complejo ceremonial del sureste y los posibles con- laridades en el atavío.
tactos entre Mesoamérica y la cuenca del Mississippi", en Estu - Una de las figuras representadas, sobre todo en las rocas grabadas,
dios de Cultura Náhuatl. Instituto de Investigaciones Históricas, tiende a ser repetida y aparece como diseño aislado o forma parte de al-
vol. 24, UNAM, México, pp. 315-350. gunos grupos en los qu e parece haber sido trabajada aparte; se trata de
NoRMAN, GARTH una figura antropomorfa que, en muchos casos, tiene los brazos y las
1973 !zapa Sculpture, Part 1, album. Papers of the N ew World Archae- piernas en ángulo recto, estilización que, por otra parte, puede verse en
ological Foundation, núm. 30. distintos obj etos del área de los grupos del suroeste de Estados Unidos.
1976 !zapa Sculpture, Part 2, text. Papers of the New World Archaeo- Al realizar este trabajo, se recopilaron algunas costumbres indígenas
logical Foundation, núm. 3 1. relacionadas con los venados, y se considera que algunas de ellas debieron
PORTER, MURIEL ser muy sentidas por aquellos antepasados, tanto que seguramente a ello
1948 Pipas precortesianas. Acta antropológica núm . m, 2, México. se deben algunas representaciones de indígenas portando un tocado ador-
RoaLEs, FERNANDO nado con una cornamenta, que pueden verse en el arte rupestre, en áreas,
1981 "La secuencia cerámica preliminar de El Meco, Quintana Roo", en hasta donde se sabe, ocupadas por grupos de cazadores-recolectores, y, en
- Memoria del Congreso Interno 1979, pp. 15 3-178, INAH, México. algunos casos, en vasijas de grupos seguramente agricultores. Por este mo-
SMITH, ROBERT . tivo se considera que se trata de rasgos comunes a sociedades con modos
1955 Ceramic Sequence at Uaxactun, Guatemala. Middle American de vida y una organización social muy diferentes.
Research Institute, pub. 20, vol. 1. Algunas fuentes señalan que los grupos de cazadores-recolectores del
1971 The Pottery of Mayapan Including Studies of Ceramic Material estado de Durango, a principios de la época colonial y seguramente desde
from Uxmal, Kabah, and Chichen Itza . 2 vols . Papers of the las fases prehispánicas, tenían por costumbre efectuar grandes celebra-
Peabody Museum, Harvard University, pub. 66. ciones a las que, hasta donde sabemos, se les conocían como mitotes,
STRESSER-PEAN, Cuy cuando menos en la época colonial; así por ejemplo, celebraban el maza-
1977 San Antonio Nogalar. La Sierra de Tamaulipas et la frontiere mitote o fiesta del venado, que debió ser un ritual importante de carácter
Nord-Est de la Mésoamérique. Collection Etudes Mésoaméri- propiciatorio y relacionado con el culto a deidades benéficas. Cabe
caines, vol. m, Mission Archéologique et Ethnologique Frarn;aise señalar que todavía existe un pequeño asentamiento humano que lleva
au Mexique, México. tal nombre, localizado relativamente cerca de Cuencamé, es decir, hacia
ZARAGOZA ÜCAÑA, DIANA el lado noreste de la capital.
1981 "La cerámica de Kohunlich, Quintana Roo", en Memoria del Las fuentes etnohistóricas señalan que el curso de las celebraciones
Congreso Interno 1979, pp.211-222, INAH, México. mágico-religiosas estaba presidido por algunos viejos de la comunidad, de

150 Di an a Za r agoza Oc v rla 151


los cuales seguramente algunos eran cham an es que participaban en la vidade arrojaba al fu go ce ntral algún fragmento de cuerno o del hueso
danzas portando una cabeza o una cornamenta de ven ado, tratando de al- de aqu lla cab za . Al avivar e el fuego, los ancianos buscaban las lla-
guna manera de modificar la naturaleza para que n o les n egara u done , m a d may r tam añ o eñalaban a los asistentes que era el alma del di-
y es que, si bien en el área de las llanuras y en la región mi d ér tica de funt o que d a m an era h acía notar su presencia (Annua, 1607).
Durango hubo muchas especies animal es aprovechable , la cap tura de un En tra oca io ne como se relata en la misma fuente, los ancianos
venado debió ser un acontecimiento qu e nunca perdió su im porta ncia. daban a lo d udo m á cercano polvo o trozos de los huesos de las
La captura de los venados debió ser propiciada con la c lebración de cabeza d v nado cobrada por los difuntos, en una ceremonia con la
actos de magia simpática, y a ello debió obedecer el int rés d lo que e tran mitían al po eedor la fuerza, la ligereza y todas las virtudes
chamanes por coparticipar en las danzas portando la cabeza de uno de de aqu llo anímale . Re ulta obvio que tal fenómeno provocaría cam-
aquellos animales, posiblemente un Odoicoleu s virginian u s, la e pecie bios muy d able en un cazador.
más conocida en el norte de Durango .
Después de la llegada de los europeos, algunos grupos de la región la- MA T ERIA L A RQUE L G IC
gunera se acostumbraron a realizar sus mitotes los sábados (Martínez del
Río, 1954: 82), como parte del descanso obligado del fin de se m ana; los La Cueva de la Candelaria es un sitio arqueológico al oeste del estado de
frailes lo mencionan como una de las causas de inasist en cia a la misa do- Coahuila, muy cerca de los límites con Durango; se trata de un lugar que
minical, debido al agotamiento; sin embargo, tal parece que, en la mayor forma parte del área que tal vez fue ocupada por los grupos irritilas, es de-
parte de los casos, la frecuencia con la que se efectuaban aquellas cere- cir, por cazadores-recolectores que se desplazaban en un territorio que de-
monias era variable, y así se mantuvo cuando menos entre los grup os bió comprender sitios tan importantes como Gómez Palacio, Lerdo Y To-
más apartados; el número de los días con danzas debió ir reduci éndose a rreón.
medida que la población mestiza aumentaba y se reducía el de los grupos Entre los datos proporcionados por los arqueólogos que exploraron la
indígenas, hasta perderse totalmente a mediados de la época colonial. Los cueva, destacan aquellos relacionados con la presencia de astas de venado
frailes y cronistas mencionan el uso de aquellas cornamentas con tal fre- de uso ceremonial, que conservaban parte de los huesos del cráneo de los
cuencia que no ha resultado extraño saber que, en distintas ocasiones, los ciervos . El arqueólogo Luis Aveleyra Arroyo de Anda pone el acento en
investigadores han realizado algunos descubrimientos relacionados con una pieza notable, formada por dos trozos de madera que sujetaban una
los chamanes y con sus tocados . cornamenta con tiras de hojas de palma (Arroyo de Anda, 1956:IISL al
Una de las ceremonias en las cuales se utilizaban cabezas de venado parecer con la intención de que se facilitara colocar el conjunto sobre la
era una de carácter luctuoso que se acostumbraba efectuar cuando un cabeza de una persona, a la manera de tocado (figura 1 ).
adulto cumplía cierto tiempo de haber fallecido, en algunos casos, al cabo
de un año (Alegre, 19 58 ); para ello, se habían guardado las cabezas de ve-
nado cobradas por los deudos del muerto y, llegada la fecha, se reunían
todos a la hora del crepúsculo en la casa del difunto, para cantar Y llorai
juntos.
Una de las cabezas de venado era considerada como principal Y era
portada por una anciana, quien además se encargaba de incinerarla Y de
enterrar las cenizas para que, de esa manera, quedara sepultada tam-
bién la memoria del muerto . Así pues, aquel acto debió ser el ~i~a~ de
un periodo luctuoso después del cual los espíritus se iban dehmuva-
mente.
Algunos de los participantes en los mitotes sacaban a relucir las
cabezas de venado cazadas por sus difuntos y las cuidaban con gran reve-
rencia. Al parecer, los grupos indígenas consigeraban que los difuntos Figura 1. Cornamenta arreglada procedente d:la
permanecían algún tiempo entre ellos y los llevaban consigo a la festivi- Cueva de la Candelaria, Coah . (Aveleyra Arroy
dad. Ya avanzado el mitote, alguno de los viejos que presidían las festi- de Anda, op. cit. : 117 .)

Artur o G u e v a r a Sánc h ez Cornam e nt as d e u so ce r e m o nial


153
152
Con ba e en lo datos recopilados, me permito ahora hacer una su-
posición t entativa en la cual deberá seguir trabajándose: el estudio de
piezas como los de la Cueva de la Candelaria, y de ias representaciones de
personaj es en actitud de danzar y que portan una especie de cornamenta,
permite suponer que se trata de la confirmación arqueológica de las cere-
monias que lo grupos indígenas celebraban en el curso de sus mitotes.

ÚLTIMA N IDERA C IO E

El estudio de los datos anteriores me permite suponer que las diversas


representaciones de figuras humanas con tocados adornados con corna-
mentas tenían cuando menos dos causas posibles; primero, que hayan si-
do la representación de los viejos danzantes que participaban en las cere-
monias cargando la cabeza del venado principal, de los que habían sido
cazados por una persona fallecida más o menos recientemente.
La danza debió ser de carácter funerario o cuando menos lo era la par-
Figura 2. Grabado que representa a un ticipación del chamán, que de esa manera c~nvidaba al espíritu del falleci-
personaje que porta un tocado con corna-
O 5 menta. Puede verse en una roca que se
do a participar en las ceremonias que periódicamente organizaba la com~~
1 1 localiza en las cercanías de La Ferrería. nidad a la que había pertenecido. Todo parece indicar que, como ocurno
cm Dgo. en otras sociedades, la de los grupos de lo que ahora es el estado de Duran-
go trataba a toda costa de no malquistarse con las ánimas de los difuntos, Y
cualquier omisión de una festividad, de vivos o de muertos, era considera-
En el arte rupestre del norte de México pueden verse algunas figuras
antropomorfas que, al parecer, portan tocados con cornamentas, en al-
gunos casos muy simplificados o que quizá correspondan a la repre-
sentación de cuernos menos ornamentados, como podrían ser los de al-
gún bisonte; se sabe, por ejemplo, que los comanches utilizaban tocados
••
decorados con cuernos semejantes. Aunque este tipo de representaciones
es relativamente frecuente, me permito señalar ahora sólo algunas: al pie
- -
-
del cerro de La Ferrería, en las cercanías de la ciudad de Durango Y en la
Cueva de los Luises, Chihuahua (figura 2).
El sitio arqueológico de La Ferrería es de uno de aquellos grupos
·e.
agricultores que ocuparon parte de lo que ahora es el estado de Durango;
se trata de un sitio que, aunque está muy deteriorado, tiene aún material
arqueológico mueble del grupo que . hizo las construcciones que ahora - •
podemos ver en el cerro del mismo nombre. Entre los tipos cerámicos
que se han detectado, destaca el tipo llamado "mercado" (figura 3).
En una de las piezas fragmentadas localizadas en las cercanías de la
llamada Casa de los Dirigentes (Guevara Sánchez, 1994 ¡, del tipo "merca-
• Figura 3. Dibujo __pin-
tado en una vas1Ja
procedente de La
do", se observan algunos diseños pintados con color rojo, que son repre- Ferrería, Dgo., Y que
sentaciones de danzantes que portan un objeto en la mano y que, al pare- al parecer es
la representación de
cer, danzan con una cabeza de venado, lo que sin duda asocia a los 1 cm un danzante con
alfareros con los cazadores. ~------1- tocado.

154 Arturo Guevara Sánch ez Cornamentas de uso ce r emo nial 155


da como una ofensa muy grave. Debe recordarse qu e a principios de la M A RTÍ R í , PABL
EZ DEL
Colonia se dejaron sentir en el área algunas epidemia qu e cau aron gra n I 9 4 La Comarca Lagunera a fin es del siglo x v 1 y principios del XVII,
mortandad entre los indígenas, y que problemas como las enferm edades Publicaciones del Instituto de Historia (Primera serie, núm. 30),
eran lo que el grupo trataba de evitar con recursos de carácter mágico. In tituto de Hi toria, Universidad Nacional Autónoma de Méxi-
Agraviar a un muerto era un asunto que la comunidad quería evitar a co, M éxico.
toda costa, cuando estaba casi inerme para defenderse de las epidemias,
consideradas como venganzas de los recién fall ecidos, quien es iempre
estaban dispuestos a llevarse a alguien consigo. Ésta debió ser una de la
causas por las cuales, en el arte rupestre y en otras manifes ta cion es artí -
ticas, se dio con frecuencia la representación de personajes en actitud de
bailar y que portan un tocado con cornamentas.
Otra de las causas de la representación en el arte rupes tre de fi guras
humanas con cornamenta es que los chamanes debieron practicar, muy
frecuentemente, ceremonias para facilitar la adquisición de piezas de
caza, en particular los muy apreciados venados. Esta ceremonia debió ser
muy importante para los cazadores-recolectores y por ello se les repre-
sentó en muchos casos y en diferentes tipos de sitios . Las fuent es parecen
señalar, entonces, que la danza que algunos miembros de los grupos de
cazadores-recolectores efectuaban portando cabezas de venado no siem-
pre eran tristes y luctuosas, sino que podían ser alegres y vitalizadas con
las esperanzas de los cazadores.
La representación de chamanes en actitud de orar y con su tocado es-
pecial debió ser un acto propiciatorio -junto con la danza- para facilit ar
la caza del venado. La presencia de imágenes semejantes en el arte ru-
pestre Y en algunas vasijas de carácter suntuario permite suponer que,
cuando menos, a finales de la época prehispánica, algunos cazadores-
recolectores tuvieron un contacto importante con agricultores de Duran-
go, Y que de ello se derivaron algunas manifestaciones artístico-religiosas.

BIBLIOGRAFÍA

ALEGRE, FRANCISCO JAVIER


1 958 Historia de la provincia de la Compañía de [esús de Nueva Es-
paña, Nueva edición por Ernest J. Burrus, S. J., y Félix Zubillaga,
S. J., Institutum Historicum S. J., Roma.
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m : 81-88, Imprenta de Vicente García Torres, México .
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1o9- 166 (Memorias v), Instituto Nacional de Antropología e His-
toria, SEP, México.

156 A rtu ro G u e va ra S á n c h ez C o rn a m e nt a s d e u s o c e r e m o n i al 157


Los MEXICANEROS EN EL NORTE DE MÉXICO:
UNA REFLEXIÓN SOBRE LAS PRÁCTICAS
AGRÍCOLAS Y DE CAZA-RECOLECCIÓN

Neyra P. Al varado Solís


Maestría en estudios mesoamericanos, UNAM

A M O DE I TR OU CI

La presente ponencia trata sobre una cuestión que considero nodal en la


discusión acerca de la población asentada en el Norte de México;1 sobre
todo en esta franja fronteriza mesoamericana. Cuando hablamos de so-
ciedades sedentarias nos remitimos automáticamente a sociedades agrí-
colas. Y cuando la referencia es sobre sociedades nómadas, lo hacemos
respecto de los cazadores-recolectores sin saber con precisión de qué ha-
blamos, quizás por la escasez de investigaciones acerca de estos grupos
que nos permitan identificar sus diferencias evitando las ya gastadas ge-
neralizaciones. Quisiera dejar de lado los juicios de valor que se han sus-
citado al referirse a uno u otro tipo de sociedad, pues, a mi modo de ver,
las investigaciones sobre las sociedades mesoamericanas han sido nume-
rosas en relación con las del Norte de México y por ello se pretende to-
mar como patrón de medida a las sociedades mesoamericanas para ejem-
plificar cualquier tipo de sociedad. Con esto se obvian las diferentes
historias y espacios que las han determinado. El problema que he tratado
de abordar desde la perspectiva etnográfica es precisamente conocer el
origen de los mexicaneros de San Pedro Jícaras, Durango, las causas de
este nuevo asentamiento y qué población habitaba la barranca San Pedro.
La intención es identificar las posibles influencias que recibieron los me-
xicaneros de la población asentada en la barranca. Estas preguntas han
surgido por tres cuestiones: una por la complejidad que representa el es-
tudio de los grupos contemporáneos de esta región interétnica de la sierra
Madre Occidental debido a los abismos históricos que generan la falta _de
investigaciones arqueológicas y etnohistóricas, particularmente me refie-
ro a los mexicaneros y a la barranca San Pedro. La segunda se debe a una
negación personal por establecer vínculos directos y lineales entre los
mexicaneros y algunas prácticas rituales de los mexicas como una apro-
ximación, esto sería lo más fácil de hacer si pretendiera no reflexionar so-
bre otros muchos aspectos, pero también contribuiría a continuar ob-

1 Retomo los conceptos de Kirchhoff, Mesoamérica y Norte de México (1960 Y 1943 respe~-
tivamente), como referente de la región de interés sin entrar en la discusión sobre la perti-
nencia de uno u otro término.

159
(un tipo d a rdi lla ), ven ado, con e jo, coyote, tejón, mapache, gato de ~on-
viando las especificidades de los grupos asentados en el territori o d ta
t e; agu il illa, avilán , urraca, zopilo te, así como la chuparrosa, la corah~l_o,
frontera mesoamericana. Por último, a través de la etnografía po i~le
contribuir de manera importante al entendimiento de sociedad . a~ t n o- la ca cab 1, la ila m acoa, la chirrionera, el lagartijo, la iguana, el escorpwn
res sin evitar las rupturas y sí tratando de encontrar las con tmu1da de y 1 alac rá n. En 1 r ío ex i t en especies como el bagre, la mojarra, la t_~-
que se han sucedido en el tiempo. . ch a, el m a t a lo t y el ca m ar ón (Alvarado, 199 4: 124-127). La poblacwn
La experiencia personal de investigación entre lo m ex1ca nero m e prac ti ca l a agri cultura de t emporal sembrando maíz, frijol Y calabaza en
ha llevado a pensar que muchos de los mitos ge nerados en torn o d la pendi nte pedr go a . En huerto familiares cultivan sandía, papaya, ca-
sociedades mesoam ericanas y del Norte de Méxi co pueden derrumb ar ña nara nj a t e t era - t a mbién practican la cacería y la recolección de fru-
en el momento en que cada vez más investigadores se intere en e n rea- to~ y raí ce 1 • En t e m~orada eca migran a la costa de Nayarit Y a Zacate-
lizar estudios serios y profundos de sociedades contemporán ea , a í co- cas dond e co ntra tan com o jornaleros agrícolas en el corte del tabaco, la
mo de otros momentos históricos, y contribuyan - lo qu e co n id ero caña y el c hile .
más importante- al entendimiento de estas sociedad es del N ort e de En la comunidad habitan m exicaneros y tepehuanos. Estos últimos
México. se estableciero n en los años cuarenta. Los espacios rituales de las cere-
Definitivamente estas reflexiones no serán abordadas en la prese nt e monias agrí co las se encuentran bajo el control de los mexicaneros, p~r
participación ya que la intención es plantear, desde la etnogr afía, algu na ello, cuando m e refi era a la cosmovisión es a la concepción del mun °
prácticas agrícolas, de caza-recolección y pesca entre los m exica n eros Y m exicanero.
su vinculación con rituales, porque, cuando nos referimos en es tudios o
ponencias a determinado grupo, generalmente lo hacemos como agricul- C O MUNI D A D
tores, refiriéndonos al maíz como cultivo casi exclusivo de esta práctica .
Si bien es cierto que el trabajo agrícola y sus procesos ritu ales determi- . . ,
E1 terntono comunal es de 18 700 hectareas, de las cua esª
1 proximada-
nan la matriz espacio-temporal de la cosmovisión de las comunidades in- . bl . , . e problemas
mente cinco son de recursos maderables . Lapo ac10n uen . d
dígenas (Medina, 1990), también es necesario abordar otro tipo de prácti- de linderos con la comunidad de Santa María Ocotán, San Francisc9 e
cas que son indisolubles en la vida de estos pueblos, prácticas vinculadas O cotan , y San Antonio de Padua en el mismo mumcip10, · · · · Y con la comu-
. , 1e da a su ex-.
m ad de Santa Teresa, en Nayarit. El uso que lapo bl ac10n
también con la vida ritual. . d
tens10n · , territorial comunal es para el ganado, gracias· a 1os buenos paSt1-
CARACTERÍSTICAS GENERALES DE LA REGI Ó N zales. ·
d . ·b ·d de la siguien-
Los asentamientos en la comunidad están istn m os
1 enta-
La comunidad de San Pedro se localiza en la barranca y por donde corre el te forma : del centro político-religioso hacia el norte se ubican osª~ . 0
río con el mismo nombre. Pertenece al municipio del Mezquital, munici- • l' · o-rehgios
mientos predominantemente tepehuanos, y del centro po iuc . e-
pio ubicado al sureste del estado de Durango. Me refiero a una región que hacia el sur se ubican los asentamientos predominantemente mex~~ª~u-
limita con los estados de Nayarit, Jalisco y Zacatecas . Se trata de una re- ros. Existe una movilidad de estos asentamientos en la temporada n
. , h d gua para co -
gión interétnica en la que conviven huicholes, tepehuanos, coras Y mexi- v1as, epoca en que se desplazan a los llamados ranc os e ª los
1 , . , tos afecten
caneros . El .territorio que habitan los cuatro grupos es accidentado, se tro ar al ganado y a los animales, y asi evitar que es ltas
, . 1 s partes a
constituye por barrancas y la sierra; de tal forma que se trata también de sembrad10s. Los ranchos de agua son asentamientos en ª lli·do
T de ape
una región.cultural ya que los cuatro grupos que la habitan -coras, hui- de los cerros donde se pueden concentrar extensas fami ias , rti-
, • Aqui es pe
choles, tepehuanos y mexicaneros- comparten, con sus propios rasgos, patrilineal o solamente una o varias unidades domesticas. aun
elementos comunes de una misma cosmovisión. Ahora hablaré exclusi- nen te mencionar la división territorial en los asentamientos ya qu~dad
d la comum '
vamente de la comunidad sampedreña. cuando ambas poblaciones sean consideradas parte e . vadi-
. • s se sienten lil n
La comunidad de San Pedro está asentada en una zona semidesértica existe un recelo entre ambas porque 1os mexicanero
·dad Esta co -
donde abundan cactos, matorrales y algunos árboles frutales entre los dos y los tepehuanos quieren tener el control de la comum · 1 ean
que podemos mencionar el chalate, la higuera, el frijolillo, el mezquite tradicción se refleja en diferentes ámbitos domésticos, comuna es, s
camichin, el maguey, la pitahaya, el nopal, la naranja, la papaya, carrizos, rituales o no.
otates, etcétera. La fauna está constituida por especies como techalote

161
N e y ra P. A / v ar ad o S u / is Lo s m e xi c an e ro s en el N o rt e d e M éx i c o
160
AGRICULTURA CAZA-RE LE Y PE CA

Retomando la concepción de Medel (Ares, 1990: XL) respecto de la relación Los mexicaneros también practican estas actividades pues conocen per-
sin rupturas que establece el hombre con su entorno físico, de igual forma fectamente la fauna de la región, las raíces, los frutos y las especies de
concibo la relación del mexicanero con su medio. En otro trabajo, Broda río. Nombran a cada animal y planta en su lengua materna, saben sus ca-
( 1991) considera que la observación y la aprehensión que las sociedades racterí tica , u ciclos y respetan la veda en el tiempo en que las espe-
hacen de la naturaleza implica conocer de astronomía, clima, botánica, cies se reproducen. Poseen sofisticadas técnicas para rastrear y cazar cada
zoología, geografía, medicina, etcétera. Si hablamos de sociedades agríco- animal. De la mi ma forma sucede con los peces y el camarón de río, así
las que dependen de buen clima, fertilidad y lluvias para asegurar un ci- como con las plantas medicinales y comestibles.
clo anual de existencia, es importante mencionar cómo se generan las re-
laciones del trabajo agrícola, pues éste no sólo proporciona al cultivador Caza
la obtención de medios de subsistencia para su familia, sino que estable-
ce la categorización del tiempo y una forma histórica de apropiación del
La cacería ahora se practica con rifle o pistola, pero algunas personas, sobre
espacio, de manera que es necesario entender el trabajo agrícola en su en-
todo de las rancherías continúan usando o recuerdan haber cazado con
tretejida relación y expresión dentro de los procesos rituales (Medina,
otras técnicas. El venado era cazado con arco y flechas o con una trampa de
1990).
ixte, conocido por ellos con el nombre de tepémet; para cazarlo se organi-
Bajo esta perspectiva pretendo abordar el trabajo agrícola y su expre-
zaban varias personas que llevaban perros, instalaban la trampa en el lugar
sión ritual para comprender su vínculo. La temporada de lluvias en la co-
que consideraban adecuado una vez que encontraban los rastros, ya que de
munidad y la región dura de junio a octubre, y la temporada seca de no-
viembre a mayo. La población tiene un conocimiento exhaustivo del acuerdo con la temporada saben en qué lugares toman agua Y suelen andar
entorno: los ciclos de las plantas, el cosmos, los fenómenos meteorológi- los venados. Ellos se organizaban por veredas para acorralar al venado1 los
cos, .el suelo y la fauna. Este conocimiento, resultado de la observación y perros lo correteaban hasta que caía en la trampa y sus cuernos se enreda-
ban en la red. Ya en la trampa, al venado le golpeaban la cabeza con un ha-
la aprehensión, les ha permitido sentar las bases de su particular forma
cha de piedra que "usaban los antiguos", este instrumento era utilizado pa-
de concebir el mundo. Saber de los recursos naturales también les ha per-
ra matar venados y para cortar leña hueca. Como hay una época del año en
mitido utilizarlos en la vivienda, la medicina, la elaboración de objetos
que al venado se le caen los cuernos, la trampa no funcionaba Y era cuando
de uso doméstico, la elaboración de instrumentos musicales, su alimen-
lo flechaban. Antes el venado se cazaba para consumo doméstico Y para las
tación, etcétera.
ceremonias agrícolas, actualmente se caza casi exclusivamente para eS t as
Cada unidad doméstica posee un terreno para sembrar; este terreno
últimas. La escasez de esta especie y la concepción que se tiene del venado
es utilizado una o dos temporadas y lo dejan descansar diez años para que
ha hecho que sea solamente de uso ritual. Los mexicanero.s coBciben la ca-
la cosecha sea posible. Las mismas condiciones del terreno permiten el
cería del venado como el permiso de dios y el descuido del diablo para ofre-
uso exclusivo de la estaca o palo sembrador. En el trabajo agrícola partici-
cerlo al sol y a Jesucristo en los rituales. El jabalí es cazado con una trampa
pa la unidad doméstica y algunos miembros de la familia extensa. Utili-
parecida a la del venado sólo que con un tejido diferente para evitar q~~ el
zan la mano de obra de amigos o familiares con un pago, o lo que es más
animal se salga de la trampa y su pescuezo quede atrapado en el teJido,
común, el trabajo se presta para ser recuperado en la propia parcela. Los
también se utiliza un otate al cual se le saca punta. Con el otate el cazador
miembros de la comunidad inician el ciclo agrícola con el corte de yerba
aguarda en una lomita y espera que el jabalí brinque, en ese momento lan-
en febrero, la quema en marzo y la siembra en junio, con las primeras llu-
za el otate y le atraviesa el pescuezo, si esto no pasa, el jabalí corre a escon-
vias, para cosechar en noviembre. El espacio de cultivo familar se mide
derse en una cueva a la que le encienden hojas o palitos para que el humo
por: el número de miembros de la unidad doméstica y su cálculo emplea
ahogue al animal y así lo puedan sacar. A la iguana la espían en la sombra
una medida de 4.5 kg de semilla de maíz, cuya cosecha sirve para mante- de un árbol junto al río, a medio día, que es la hora en que se entierran es-
ner a dos personas al año. tos reptiles; cuando la iguana tiene la cabeza enterrada, la agarran del_pes-
cuezo, se lo amarran con un lazo y le colocan en el hocico una especie de
bolsa para evitar que muerda si no pretenden comerla en ese momen~o. El
takwach o tlacuache también es cazado y se come para evitar el enoJo en

N eyra P Alvarado Solis Lo s mexicaneros en e l Nort e d e México


162
la gente. En cuanto a las aves, actualmente se cazan con rifl e pero alguno cho d l rí y cuida h a ta qu un p z toque el anzuelo. El camarón de
siguen practicando otras técnicas. Para capturar al wilo t cantará, una güi- río má a p ro la nt ab qu debajo de las piedras es donde se
lota que canta, y al wílot viudo, que es una güilota pintita, fabri ca n una localiza n u nido .
trampas con un cacaxte, una especie de reja a la que en la up erfi ci le de- D pu d ta d crip ión retomaré olamente de cada uno de
jan un hoyo, mismo que es tapado con palitos bofo llamado wawaló y aqu l a nim al, planta fr uto utilizado en la prácticas rituales.
con ramas, ahí depositan huaute o huahutli y, en el mom ento en que la La c r m o nia agríe la - d nominadas también }turavét o costum-
güilotas están sobre el huahutli, con una cuerda tiran de lo palito para
br - divid n n comunal y famihare . En las comunales participan
que las güilotas caigan en el cacaxte. Las palomas denominada jotumú,
toda la famili a exten a d ap llido patrilineal y la ceremonia se celebra
los "paisanos" y las chachalacas eran cazadas con arco y fl echa, actual-
en el úni pati e munal. En la e remonia agrícolas familiares participa
mente con rifle. El kwi.x o aguililla es cazado con rifle y ólo alguna per o-
una familia xt n a d apellido patrilineal, de modo que cada familia ex-
nas tienen la.suerte de atraparlas, sobre todo los curanderos .
ten a tien un patio para realizar dicha ceremonia. Los patios son amplios
espacio n la cima d loma o cerro y se cree fueron asignados por dios ª
Recolección
cada familia varia g n racion atrá . Los patios familiares en el territorio
Las raíces que recolectan son camotes como el chichi, que tiene aproxi- comunal amp dr ño on de familias mexicaneras, los tepehuanos tienen
madamente un metro de largo, el camote coloma que se da en la ciéna- sus patios en la tierra de la comunidad de origen a donde acuden a sus ce-
gas y mide aproximadamente r 5 centímetros, el jícam o jícama era utili- remonia agrícola familiar . No obstante, mexicaneros Y tepehuanos
zada "antes", que no había maíz: le quitaban la cáscara, la secaban y la participan en el costumbre comunal. Como inicialmente dije, el ciclo agrí-
molían para hacer una especie de tortillas. El aviét, llamado también cola determina el tiempo del ciclo ritual de tal forma que las ceremonias
cortapico, es un fruto de arbusto, éste se recolecta y se remoja para que a~ícolas marcan tiempos específicos deÍ ciclo agrícola. Hay tres ceremo-
se le caiga la cáscara amargosa y se muele para hacer tortillas. El pocho- mas agrícolas comunales al año: febrero, tiempo de cortar y quemar la yer-
te, llamado también xolochóchit o clavellina, es una flor que se come ba del terreno agrícola, mes en que se celebra el costumbre del tamal Y el
con frijoles así como las juricas o bayusas que son flores de maguey. agradecimiento de las cosechas; marzo-abril, tiempo de pedir la lluvia, fe-
Existen varios tipos de miel llamada nékte y que se recolecta como la cha en que se celebra el costumbre del agua, y septiembre-octubre, tiempo
miel merméjo, la nékte de panal y la nékte de wéwe, la diferencia con- d~ bendecir el elote. Las ceremonias agrícolas familiares son dos vec~s ~l
siste en el tipo de abeja y el tipo de panal. También hay una variedad de ano: marzo-abril, fecha en que se celebra el costumbre del esquite Y comc:i-
larvas de abejas comestibles que se encuentran en el panal y no produ- de con la petición de lluvias; y septiembre-octubre, fecha en que se celebra
cen miel como el wermorir, metater, mediwhante bravo de bobola, los el coStumbre de la bendición del elote. Estas ceremonias, además de mar-
cuales se asan con todo y panal para comer. Asimismo hay un frijol de car un tiempo específico del trabajo agrícola, permiten al individuo _relacio-
ratón que se da en los arbustos cortados del terreno de cultivo y que narse con las deidades para pedir la vida conformada por salud, bieneS t ar
también se consume. económico Y la reproducción de la fauna ~ de la vegetación. Para poder par-
ticipar en estas ceremonias la gente debe ponerse bendita, es decir, abS t e-
Pesca nerse de tomar alcohol, de enojarse, de tener contacto con el sexo opue~to,
de comer sal Y debe ayunar. Aquí, consumir tlacuache contribuyeª e~itar
el enojo en la población ya que transgredir las convenciones eS t ªblecidas
Las técnicas de pesca varían dependiendo de la temporada. Cuando el
puede causar la enfermedad y la muerte. Con esto introdujimos un aspecto
afluente del río crece por primera vez, debido a las primeras lluvias, la
gente se aprovisiona de bolsas de mandado de plástico y las pone ahí para importa_n~e de la cosmovisión mexicanera: que ellos tienen la vid~ pre st ª~
da Y solicitan "permiso" para seguir viviendo en este mundo mediante la
poder capturar varias especies al mismo tiempo. Utilizan la "maroma",
abstinencias a que se someten, con su participación en los rituales_Y ª tr~-
que es una soga larga a la cual le sujetan varios hilos a lo largo y en cada
vés de las ofrendas que otorgan a las divinidades. En estas ceremonias agn-
uno de ellos colocan un anzuelo con una carnada que puede ser un gusa- colas la población ofrece flores, leña y amarra plumas de aves como la cha-
no que se reproduce en la basura llamado nixtekwilmi, o también puede chalaca, el paisano y la palomita en los costumbres comunales, Y plumas
utilizarse un chapulín,. un pedazo de carne de cualquier animal o un gu- de aguililla en los costumbres familiares .. Estas plumas son amarradas ª
sano de río llamado tekwinax. La maroma se coloca en la noche a loan- dos largas flechas enterradas frente al altar, por las mañanas de los cuatro

N ey ra P. Al v artJ clo So /i s
L os m e xi c an e r os e n e l No rt e el e M éx i c o
165
días de la ceremonia; el mayor de patio dirige la cerem onia y reza fre nte al E PA I Y T I EMP
altar fumando una pipa y tabaco, este último es considerado com o correo.
Tres veces al día: durante los cuatro días se dicen rezos que e tán marcados Los m exica n ero con ciben un mundo dividido en tres partes, la parte su-
por el curso del sol en el día; es decir, cuando sale el sol, cuando se en cuen- perior con t itui da por e l mar y varios cielos donde habitan nuestro padre
tra en el cenit y cuando se oculta. Los hombres se orga nizan par a cazar ve- Jesucri t o y lo anto patronos. La conexión de la parte superior con la
nado y cuando logran cazarlo lo entregan al mayor para ser pre en tado por parte int rmedia la da el lugar del sol en el que se encuentra un cordón
él en el altar y es ofrecido al sol. La noche del cuarto día repre entan una que con ect a 1 lugar de lo diose con el espacio de los cuerpos de los
danza de venado donde un hombre se coloca la piel de ven ado en la espalda hombres Y con el lugar de lo muertos que es la parte inferior. Esta parte
y sujeta la cabeza del mismo entre sus manos. El animal es seguido por un inferior tien e en u parte última al mar que se conecta con el mar inicial
perro· para simular la cacería. El perro atrapa al venado en el momento de de los cielo para dar una concepción dinámica del espacio. El tiempo, a
salir el sol. Toda la noche el músico toca el arco y la gente por pare jas del su v ez, es con cebido en tres tiempos. El primer tiempo es el del silencio Y
mismo sexo bailan alrededor del fuego, la fila de un sexo en sentido contra- de ~a oscuridad . El segundo es el de los dioses, en el que hablan animales
rio al de la otra fila. Los sones de la música son venado tamal estrella
/ I Y piedras, en que los dioses subieron a los cielos para dejar al hombre las
grande, pluma y pájaro amarillo. En los costumbres comunales el mayor o costumbres. El t ercero es tiempo del hombre. ·
un enviado lleva al Cerro de la Pluma la cabeza y los huesos del venado, en Si no es fácil entender las prácticas de caza-recolección vinculadas
el costumbre del agua lleva esquite y monedas. En los costumbres familia- con l_a agricultura en determinada sociedad, tampoco comprenderemos l_a
res los niños recién nacidos son presentados e iniciados en el consumo del fu?ción de cada elemento que participa en un ritual. Sin este ente ndi-
maíz, en el costumbre del elote se les hace la bendición del vino a los jóve- miento vamos a continuar haciendo generalizaciones. Por ello considero
nes para que tengan el permiso de sentarse en el banco de fumar de ingerir que eSt a presentación es un trabajo preliminar. Además es necesario co-
1
guachicol; -a las mujeres se les permite sentarse en el ;etate, y a ambos pa- nocer los nombres de los animales, las plantas, de los objetos que utilizan
ra poder casarse. En las fiestas patronales, la población lleva a los cerros
J flechas pintadas con diferentes colores y objetos y, dependiendo del favor
para cazar o recolectar, las épocas del año y su vinculación con las len-
guas que hablan los otros grupos de la región para denominar cualquier
qu~ soliciten, ofrecen a los patrones chocolate en agua y los mayordomos elemento Y, por supuesto, relacionarlo con su cultura.
sa~1entes ofrecen coronas y rosarios de pinole de huautli mezclado con
miel a los mayordomos entrantes. BIBLIOGRAFÍA

El cosmos ARES, BERTA


1 99° Tomás López M edel, de los ues elementos, tratado sobre la na-
Los mexicaneros conocen cada época del año, en el manto celeste identifi- turaleza Y el hombre del Nuevo Mundo, Alianza, El Libro de Bol-
can a las estrellas de cada época que tienen un nombre en mexicanero iden- sillo, Madrid.
tifican la vía láctea y la estrella grande que forma parte de su cosmo~isión. ALVARADO, NEYRA
Lo mismo sucede con la luna y el sol. Estos astros y sus ciclos son ideologi- 199 4 "L os mex1caneros
· , ea. de
de Durango", en Etnografía contemporan_
zados en su religión; de ahí la importancia del curso del sol porque determi- los pueblos indígenas de México, región Occidental, INI, Mexico,
na _acontecimientos específicos de los rituales, tiempos delimitados por la pp. l l l-142.
salida del astro, su ubicación en el cenit y su ocultamiento. De manera que BRODA, JOHANA
los lugares donde sale el sol y donde se oculta forman parte de la conexión 1 99 1 "El ejemplo del culto a los cerros" en Cosmovisión Y observa-
e~~r~ la vida Y la muerte. El oriente significa la vida, hacia donde hay que
., ' · , ·cas
cwn de la naturaleza, Instituto de Investigaciones HiStc!l '
dingu los rezos mientras se ofrecen el venado y el maíz. El poniente es la UNAM, México, pp. 461-500.
dirección hacia donde van los difuntos, la oscuridad. La estrella grande pe- KIRCHHOFF, PAUL .
trif~có al ~undo a~imado, en el que hablaban piedras y animales, ésta sim- 1 943 "El Norte de México", en El Norte de México y Sur de los ES t a-
boliza el numero cmco, .número mágico para los mexicaneros. dos Unidos , tercera reunión de la mesa redonda sobre problemas
antropológicos de México y Centroamérica, Sociedad Mexicana
de Antropología, núm. 3, pp. 345-348.

167
N ey ra P. A l va ra do Sa l í s
166 L os m ex i can e r os e n e l N o rt e de M éx i c o
1960 Mesoamérica. Sus límites geográficos, composición étnica y ca- M VIM IE TO LI GÜÍSTICOS EN EL NORTE DE MÉXICO
racterísticas culturales, Tlatoani, ENAH.
MEDINA, ANDRÉS Otto Schumann G.
r 990 "Arqueología y el desarrollo histórico mesoamericano", en Pri- In tituto de Inve tigacion e Antropológicas, UNAM

mer coloquio Bosch Gimpera, IIA-UNAM, México, pp. 447-4 2.


Lo qu e n c m o n la actualidad como la "región Norte" de México se
r fi r a 1 a pecto político y g ográfico, en relación con la división po-
lítica actual. E t no a í de de el punto de vista de la lingüística, ya
qu al una d la familia lingüí tica presentes en esa región son parte
de una di tribuci ón ma or que e extiende y upera las actuales fronteras
política n 1 norte del continente, como por ejemplo el gran tronco yu-
mano, el yuto-nahua y l athapa kano. Este último abarca sobre todo el
norte de E tado Unido y Canadá.
El Norte de México e pobló hasta la época colonial por hablantes de
los grande macro o filum . El primero se refiere al "yuto-nahua" repre-
sentado n la zona por varias familias lingüísticas que forman parte de él
como la familia tepima, la taracahíta y las lenguas que Longacre clasifica
como "aztecoide ", de la cuales en unos casos se tienen algunos regis-
tros y en otros una cuantas palabras.
Dentro de las llamada lenguas "taracahítas", hay registros de algu-
nas ya desaparecida , y también existe documentación de algunas como
el eudeve y el tehueco; de otras no se cuenta más que con pocas palabras
escritas . En la actualidad tenemos cuatro lenguas de éstas, de las que hay
buen número de hablantes, que son el mayo, el yaqui, el tarahumara y el
guarijío.
Entre las lenguas tepimanas, se registran seis extintas, pero aparecen
cinco con hablantes cuyo número es considerable: el pima, el tepehuán
del sur, el tepehuán del norte y el pápago (el pima y el pápago cuentan
con tantas variantes que algunos las consideran lenguas diferentes). Se ha
dicho que la separación de las lenguas tepehuán del sur y la tepehuán del
norte es el resultado de la presencia de los espaüoles, sin embargo, la lin-
güista María Ambriz, que ha trabajado en estas lenguas, hace ver que la
separación entre estas dos es tan profunda que no puede ser el resultado
de la llegada de población espaüola sino que se trata de una separación
más antigua.
De los grupos llamados por Longacre "aztecoides", se registra la canti-
dad de once lenguas que se hablaron en las regiones de Coahuila, Nuevo
León y Zacatecas; de éstas es realmente poco lo que se conoce. Al grupo o
subfamilia cora-huichol el investigador lo incluye aquí, y da cuenta de por
lo menos veinte lenguas perdidas en las regiones de Nayarit y Jalisco.
De la familia "nahua" propiamente dicha, hay una presencia de va-
riantes llamadas occidentales por el investigador del IIA-UNAM Leopoldo
Valiñas, que se ubican en los estados de Colima, Jalisco, Durango y Na-

r68 Neyra P . Alvarado Salís


yarit, donde conviven con coras y huicholes. Aquí resulta_import~nte se- La ll ad d grupo me oa m rica no al norte no es el único factor
ñalar la presencia de grupos, como los hablantes de Cazcan, que Jugaron para d t rmi n ar qu con llo e rom pe con las fronteras culturales de Me-
un papel ·de liderazgo en el occidente de México y habitaron pri?cip~l- oa m ' ri a, in qu e la m in ría la qu e obliga a la colonización, no s~la-
mente en el estado de Jalisco; lamentablemente, no quedaron estudios lin- m en t c n indio amigo , in o también con población española. La mine-
güísticos ni vocabularios en esta lengua, a pesar de que se h~bló en una re- ría v au x il iada por lo grupo de agricultura intensiva, pero los grup~s
de pod r fu r n lo pañole qu traía n consigo· nuevas tecru , ·cas de culu-
gión amplia y que, después de haber sometido la gran rebelión cazc~na, se
trasladó población de este grupo a las regiones de Durango Y Nayarit . vo, d m in ría, d ga n adería y de guerra. , .
De acuerdo con la teoría lingüística, el punto geográfico en el que se La ga n ad ría jug ' un papel importante para las actividades econorru_-
hacen presentes un mayor número de grupos o subfamilias pertenecien- ca n 1 N n de M ' xico y en lo territorios de Estados Unidos. Con.la
tes a un mismo conjunto de unidad familiar es, al mismo tiempo, el pun- 11 egada d 1 caballo e aumentó la capacidad de movi•¡·izacion · , y muchos de
to más probable de dispersión de las lenguas que confirman a esa_gran fa- los t errit ori o qu e e di putaban eran para extender la ganadería. . .
, · permiue-
milia. Por lo tanto se puede proponer el área de Sonora y Chihuahua Lo cultivo nuevo , com o el tr igo, la cebada y los citncos,
· - d nuevos pro-
como el punto de o;igen de las llamadas "yuto-nahuas", aunqu e también ron el de arroll o de otra técnica agrícolas y la generac10n e 1
existe la teoría contraria que de cualquier forma debe de tomarse en dueto . El trigo empezó a jugar un papel importante desde ent~nces en e
cuenta.
La presencia de nahuas en el norte se debe a varios factores, uno de
N orte de M éxico, mientra que la u va cobró auge a partir del siglo
D e acu erdo con Jesú G arcía Ruiz otros nahuas fueron lleva os
x;- al
' 1 . entos para te-
ellos es que los españoles se hicieron acompañar por indios amigos Y N orte para a egu rar la ca m paña en contra de los evantami . s
·ndios amigo
construyeron junto al pueblo peninsular un barrio u otro pueblo de indios n er un control de los indios sublevados. Así llegaron otros i h os
amigos para defenderlos de los indios infieles. Los indios amigos general- · · · d
o cnsuam za os . Por lo mismo podemos suponer por que , los tepe uan
l)
mente fueron tlaxcaltecas, cholultecas y en algunos casos otomíes; con 11 aman "na h u at " al m estizo (María Ambriz, comumcacIO · · ' n persona d · te
ellos se hicieron presentes los nahuas en Parras, Saltillo, Durango Y Zaca- l ·
A 1ora bien, es importante recordar que los llama os n
d ahuas uran gru-
tecas. la primera parte de la Colonia se encontraban repartidos, aunque en
La presencia de nahuas en esa zona rompe el criterio establecido para pos no unidos, desde el Norte de México hasta Costa Rica. d dos
determinar el área geográfica cultural llamada Mesoamérica, ya que los 1 . . h Ok dividí o en
E otro gran filum o m acro lo constituye el ano _ La rime-
nahuas corresponden a esta base cultural, aunque enemigos entre sí, co- grandes familias . Primero la yumana y segundo la coahmlteca. . p n So-
ilia sen e
mo lo fueron los tlaxcaltecas con otros nahuas como los aztecas. De cual- ra se h ace presente en Baja California, luego aparece 1a fam
quier forma, todos estos grupos de nahuatlatos participan de una profunda nora. r va-
base mesoamericana, con pueblos de agricultura intensiva: no solamente . Los yumanos forman un gran tronco lingüístico conf?rmª?º p~¡zo-
cultivaban maíz, frijol, chile y calabaza, sino también incluían otros gra- nas familias que se distribuyen sobre todo en el'sur de California y ca y
. . y oaxa /
nos como el amaranto o huautli, quelites de varias clases y hierbas medi- na en Estados Umdos; en México, Baja Califorrua, Sonora de e-sta len-
cinales. aparece un grupo de ellos en Honduras. Aunque los hablantes d rrolla-
, . . rupos esa
La construcción de viviendas y de edificios que conocen estos grupos gua estan emparentados por razones de id10ma, estos g .
que llegan del centro es otra; además, la división de poblados en barrios ron y consolidaron culturas muy diferentes . 1 mar y la
llega reforzada por los grupos cristianos. Si bien los seris de Sonora están altamente aso~iados con_;ásicamen-
Las geonimias nahuas se extienden, con la llegada de estos grupos, a pesca, los grupos de Baja California, California Y Anzona sonh tales de
. . . t Los c on
gran parte del norte y noroccidente, no sólo por los nombres de funda- te caza d ores-recolectores con agricultura mcipien e. . a aunque
ción, sino que se debe considerar que en la primera época de la Colonia Oaxaca o pame participaron de la base cultural mesoam~nca~o~ wlopa-
esta lengua, la más importante, de hecho la oficial por uso, fue la que per- también pescaron y mantuvieron una agricultura intensiva. la crianza
mitió unificar términos geográficos en lo que hoy es la república mexica- nes o jicaques de Honduras tienen agricultura, pero su bas~des ·te que los
na y Centroamérica. En el Norte de México sucedió lo mismo, pero con de abejas y el uso y consumo de lá miel. Por lo demás es evi en saciados
una presencia.mayor de nahuas y otomíes; es de suponer que si ya había yumanos vienen del Norte, ya que el mayor número de gruposda Estados
grupos nahuas en occidente y en Sinaloa, éstos dieron inicio al nombrar con este tronco se encuentra en el sur de la región suroeS t e e
lugares en las diferentes variantes de esa lengua. Unidos.

171
·
M ov 1m1· e nt os ¡ 1n
· g u1
·· · s t1· cos en el Nort e d e M é xico
Ott o S chumann G .
170
De la familia coahuilteca trabajada por Mauricio Swade h , n o hay en La 11 ga da d p blación procedente de Europa fue motivo de grandes ~on-
la actualidad alguna lengua que la represente, aunqu e exi ten regí tros flict q u obli ó a migrar a muchos grupos indígenas de Estados Umdos
parciales de un buen número de lenguas, mientras qu e, el gran macro o a otra r gio n d N orteamérica. .
filum hokano se hace presente en Honduras con la familia jicaqu e o tolo- La di tribu ción d la lengua nos permite decir que el nomadismo se
pán que cuenta con hablantes hoy en día. prac ticaba n ár a g ográfi cas determinadas en tres grandes regiones de
La multiplicidad de lenguas fue un hecho importante para el Norte, acu rd c n 1 filu m o m acro que se hacen presentes en la zona. Tam-
así como lo fue la pluralidad cultural, ya que aparecen grupos de pescado- bi · n a pr ci a m o qu e el e quema se rompe con la conquista, al aparece_r
res, concheros, sedentarios y otros qu e practicaron el n om adi nio. É te es e n la r i n h ablante d nahua, español y, en menor cantidad, de otom1.
un hecho que señala un reto para investigar, ya que e ta región geográfica C o n 11 r m pi 1 m apa lingüí tico y cultural que se tenía. · .
presenta situaciones culturales complejas por la diversidad de formas de Durante el iglo pa ado el Norte de México recibió otro gran flu¡o d_e
vida y su conjunción, sobre todo con esquemas que hacen ver interferen- població n 11 gada de má al norte y el traslado de pueblos como los ~emi-
cias en varias áreas, que no coinciden necesariamente con la distribución nole que en un ti mpo fu eron llevados a Coahuila y no permanecieron
lingüística de la zona. por mucho ti empo. Lo apaches que hicieron historia, los comanches '!
La importancia antropológica de estas culturas nos hace esperar mu- los kikapús qu e llegaron desde la frontera de Estados Unidos con Canada,
chas investigaciones, ya que las que hasta ahora tenemos se relacionan para a entar e n Coahuila.
con las llamadas "altas culturas". Se carece de trabajos exhaustivos que Lo grupo athapascanos forman un gran tronco lingüístico que po-
permitan dar razón de todos los grupos que practicaron la pesca, el noma- blaba de de Ala ka ha ta el occidente de Canadá y desde la bahía de Hud-
dismo, así como los de la agricultura incipiente, que fueron parte del que- son hasta la región de los grandes lagos. Los grupos athapascanos son bási-
hacer humano. Por ello no debemos discriminarlas por las anteriores ca- camente conjuntos de pueblos cazadores y pescadores, con un desarroll?
racterísticas porque todas son culturas y, por lo tanto, forman parte de la del uso de pieles para la confección de vestidos y la construcción de v.1-
respuesta que el hombre ha dado a sus formas de vida. viendas, la elaboración y manejo de artefactos para desplazarse con efica-
La cultura humana no es importante por los artefactos o productos cia sobre la nieve, así como del uso de transporte de navegación como los
materiales: la organización es primordial, tanto en la familia como la li- cayucos y las canoas, la crianza de perros para tiro y, en tiempos posterio-
gada con el clan. La identidad no se da por razones meramente materia- res, el uso del caballo.
les, más bien es la interpretación y su apropiación del mundo, cómo la Los athapascanos son ampliamente conocidos por sus representacio-
organizan Y el papel que juega en las creencias y usos para poder vivir en nes y cultos totémicos. Entre ellos hay individuos conocedores de la ma-
un medio determinado. dera: no solamente la utilizan para construir casas y tallar objetos, sino
Es bueno recordar que no se puede incluir dentro de un término gené- para elaborar instrumentos de cacería, de desplazamiento y cestas para
rico a todo un conjunto de pueblos; así se dice que eran nómadas, como si guardar objetos recolectados.
el practicar el nomadismo igualara a todos. Hay que recordar que, en la A principios del siglo x1x, los grupos athapascanos se desplazaron Y
época colonial, en Guerrero apareció el grupo nomádico de los chiveros, algunos de ellos al igual que los kikapús llegaron a México. Una parte se
como parte de las haciendas ganaderas trashumantes, a partir de grupos estableció en Oklahoma, Estados Unidos, y la otra en el municipi~ _de
que practicaban la agricultura intensiva. También es importante tomar Múzquiz, Coahuila. A su llegada se fundaron dos centros de poblacw~:
en cuenta que entre los llamados sedentarios tenemos grupos que practi- "Nacimiento de Indios" donde se establecieron los kikapús, Y "Naci-
can el nomadismo, como los gitanos (entre los que hay divergencias cul- ' ,
miento de Negros", en el cual quedaron los esclavos negros -que traian
turales según la región del mundo en la que se mueven). consigo, a quienes se otorgó la libertad, cuando entraron a territorio na-
A pesar de disponer de pocos datos, es posible observar que los grupos cional, siendo Benito Juárez presidente de la república.
nomádicos del norte no tuvieron una unidad cultural, pese a que lingüís- A los kikapús se les concedió territorio a condición de que se asenta-
ticamente tuvieran una relación de origen; basta recordar los conflictos ran Y lucharan contra los apaches. Traían como tótem al oso, del cual di-
habidos entre pimas y pápagos. cen descender; afirman además ser el producto de la relación entre una
Los grupos nómadas del norte del continente se vieron afectados por mujer y un oso. Este animal juega un papel muy importante en su mito-
los grandes movimientos de pueblos en Estados Unidos y Canadá y que logía a pesar de que en la región en la que ahora se asien.tan no existe est e
afectaron su vida con la introducción del caballo y las armas mecánicas. tipo de animal.

172 O tt u S c hum a n n C . M ov imi e nt os lin g iii s ti cos e n e l Nort e d e M é xi co 173


Los kikapús salieron desde el norte de los Estados Unidos, en lo que LO QUE LA LINGÜÍSTICA YUTOAZTECA
ahora es el estado de Michigan, donde permanecen actualment e los m e- PODRÍA APORTAR EN LA RECONSTRUCCIÓN.
nomoni, que hablan una lengua muy cercana al kikapú y recorrieron, HISTÓRICA DEL NORTE DE MÉXICO
desde aquella región vecina a Canadá, todo el territorio de Est ado Uni-
dos para llegar a Coahuila. Leopoldo Valiñas Coalla
La estructura de sus viviendas es muy sem ejante a la de vario grupos In t i tut o de Inve s tigacione s Antropológicas , UNAM

athapascanos: están hechas con varas y petate de tule que las muj eres se
encargan de construir y tienen forma redonda. Alguna famili a conser-
van la tradición de construir varias casas, una para la cabeza de la familia, I TR DU
otra para los jóvenes y una más para las mujeres que se encu entran en pe-
riodo de menstruación. Sin contar con la muy discutible glotocronología, en la lingüística hay un
. En la actualidad los kikapús siguen divididos y participan de la agri- número significativo de campos o temas que permiten correlacionar in-
cultura, aunque de preferencia pagan peones qu e no sean de su grupo pa- forma ciones lingüísticas con investigaciones históricas o arqueológicas.
ra sembrar. El gobierno estadounidense les dio concesiones, pero cuando En es t e trabajo presento, a manera de ejemplo, tres de esos campos en los
los kikapús optaron por la ciudadanía mexicana, el estado norteamerica- que la lingüística plantea hipótesis de naturaleza histórica que, al ser co-
no les retiró todos sus derechos. rrelacionadas con estudios y resultados arqueológicos, pueden aportar
Lo que he tratado de destacar es la riqueza y la diversidad que presen- una visión un poco más completa de la realidad pasada.
ta esta gran región llamada Norte, por lo que debe hacerse un esfuerzo Es necesario insistir en que este trabajo no hablará de glotocronología
mayor para su conocimiento histórico y antropológico, justo llamado de ni de fechas de separación de lenguas, y sí, en cambio, de algunos temas
atención que nos ha hecho Tita Braniff, quien ha dedicado su vida a este que se están abriendo y que podrían, con el aumento de investigaciones
problema. al respecto, ir conformando líneas sugerentes de interacción entre las dis-
ciplinas históricas y la misma lingüística.
• BIBLIOGRAFÍA Por otro lado, este estudio está hecho pensando en lectores no espe-
cializados en temas de lingüística. Por ello I se hacen algunas precisiones,
LONGACRE, ROBERT o ciertos comentarios que tratan de facilitar la comprensión de lo aqlll
1 967 "Systemic Comparison and Reconstruction", en Handbook of expuesto. Finalmente, es importante señalar que mucho de lo aquí co-
Middle American Indians, vol. 5, Linguistics, University of Te- mentado es resultado de trabajos tanto en proceso como ya concluidos,
xas Press, Austin, pp. rr 7 - 159 . por lo que debe ser entendido como un conjunto de propuestas y reflexio-
SWADESH, MORRIS nes sobre la articulación de la lingüística y la arqueología.
1 967"Lexicostatics Clasification", en Handbook of Middle American
Indians, vol. 5, Linguistics, University of Texas Press, Austin, ADVERTENCIAS
pp . 79 -rr5.
STURTEVANT, WILLIAM G. (COMP.) Al empezar debo simplemente anotar algunas premisas o advertencias
1 983 Handbook of North American Indians, vol. 6, Smithonian Insti- que de seguro ya se conocen, pero que no está de más hacer explícitas pa-
tution, Washington, D. C. ra evitar malos entendidos. En realidad, estas advertencias manifie st an
CAMPBELL, LYLE Y MARIANNE MITHUM una determinada posición. En algunas de ellas se plantean ciertas pregun-
l 979 The Languages of Native America, Historical and Comparative tas que no pretenden ser contestadas en este trabajo, dejándole -al lector
Assesment, University of Texas Press, Austin. que decida su posición al respecto al responderlas. _.
1. Relación lengua-etnia. Esta relación es falsa. En México, tradicw-
nalmente se ha identificado etnia con lengua, dejándole incluso al idio-
ma la marca determinativa de la etnicidad. En este sentido, un tarahuma-
ra pertenece a la etnia tara umara porque habla la lengua tarahumara.
Tres argumentos bastan para cuestionar dicha identidad. a] Las caracte-

175
174 O tt o Sc hum a n n G .
rísticas culturales (que en todo caso definirían lo que una etnia) son igu al man ra, un grupo ocial puede ser definido como bilingüe, aunque
muy complejas y la lengua no puede ser, en ningún ntido, 1 factor defi- ólo u ' lit u com rciante sean los que efectivamente hablen dos
nitorio. b] La lengua misma entraña un problema r lacionado con u idioma ; y I pu d exi tir un tipo de interrelación en la que cada una de
frontera "interior", es decir, con la distinción entre dial cto Y lengua. A la pan habl n u idioma pero entienda el otro, es decir, entender dos
esta indefinición hay que agregarle que, por lo general, cuand e habla idi ma p r h ab lar ólo uno.
de lengua en realidad se hace referencia al nombre de ell a, y no a us_c~- . n epto de frontera . E te concepto es relativo y más cuando se
racterísticas lingüísticas (y mucho meno oci lingüí tica ). e] Por ulti- refi r a ituaci n ociale IY la lengua y la cultura lo son). En este sen-
mo, y relacionado con una de las variables clave de la identidad,_de_bemos tido, al b rvar un mapa lingüí tico, e deben entender las áreas no co-
recordar que el nombre de la lengua (que se exti nde al grupo et mco) no mo ntidad c rrada y definitivas (aquí termina una lengua Y empieza
es en ningún momento el nombre dado por su u uario , sino el dado por la tra) in m proc dimiento gráficos para facilitar la exposición. In-
sus vecinos. Estos tres hechos cuestionan fácilmente la relación lengua- clu o, d bem r cordar que los dominios de la lengua son la comunidad
etnia I O l• si el yaqui y el mayo fueran una misma lengua (como lo afirman
,
(conc pt n o r <lucido a lo territorial) y que, por lo general, existen len-
algunos lingüistas nombrándola cahita), los yaqui y mayos senan una gua dominante , ubordinadas, espacio sociales en los que la dominan-
misma etnia? te e x y tro n lo que e y, etcétera. De este modo, en términos gene-
2 . Relación tepalcate-etnia. También esta relación es falsa. En este rale , un mapa lingüí tico representa áreas o zonas que encierran un
sentido, retomo el argumento sobre la complejidad cultural para eñalar conjunto d c munidades cuya lengua dominante es la que, precisamen-
que los materiales arqueológicos no son, ni con mucho, una parte signifi- te, le da nombre al área.
cativa de determinada cultura. No rechazo la identificación que en un Por todo lo anterior, es obvio que en este trabajo no se hablará de
momento dado se pueda hacer entre los materiales arqueológicos Y una composición é tnica del Noroeste, ni se manejará que a diferente cultu~a
cultura arqueológica, pero suponer que dicha cultura es o pertenece a una material 1 corre ponde distinta lengua, ni nada por el estilo. Este traba¡o
etnia es un salto epistemológico no sólo peligroso sino incluso muy se limitará a e11a lar la presencia de grupos hablantes de determinada len-
aventurado y nada sencillo de sostener. Se puede hablar de una cultura gua en cierta región sin má implicación que eso. .
(arqueológica) tolteca, pero ¿hubo una etnia "tolteca"? Por otro lado, como se mencionó al principio, los tres temas que, uni-
3. Situaciones de bilingüismo. No se puede negar a priori la inexis- dos, no permiten correlacionar la lingüística con las disciplinas históri-
tencia de situaciones bilingües o plurilingües. Es muy probable que éstas cas son: a I las agrupaciones lingüísticas, b I los sistemas léxicos, Y el la
hayan sido la condición misma para las interrelaciones de los grupos pre- movilidad lingüística (es decir, la correlación entre la agrupación lingüís-
hispánicos (pensando, por ejemplo, en la exogamia, el comercio o inter- tica y lo geográfico).
cambio, las alianzas militares, etcétera). A esto hay que agregar dos he-
chos más: a] la indefinición ya mencionada entre lengua y dialecto, AGRUPACIONES YUTOAZTECAS
agregando aquí que la interinteligibilidad no necesariamente es un factor
definitorio entre lengua y dialecto, es decir, la mutua comprensión no es Uno de los temas más comunes de interrelación entre la lingüística Y la
garantía de hablar un mismo idioma (o, en otras palabras, si dos personas arqueología es el referido a las agrupaciones lingüísticas. Esto, por e~ em-
dicen hablar lenguas diferentes pero se entienden, esto no significa que pleo del árbol genealógico como representación gráfica de determma_da
ambas sepan el mismo idioma)/ y b] las características tanto sociales co- agrupación . Si bien el árbol no es el mejor recurso para indicar las relacio-
mo individuales del bilingüismo y sus dos dimensiones, receptiva Y ex- nes "genéticas" entre lenguas, su uso permite, al menos inicialmente,
presiva: se puede ser hablante de una sola lengua y oyente de dos. partir del siguiente presupuesto lingüístico: la evolución de las lenguas
Intentando aclarar un poco más este punto, presento tres ejemplos va de un proceso cuantitativo de dialectalización les decir, de confor~_a-
sobre situaciones bilingües hipóteticas para evidenciar lo complejo del ción de variantes dialectales) hasta un proceso cualitativo de generacwn
problema: a] una comunidad puede ser caracterizada como bilingüe con- de lenguas diferentes.
siderando que la gran mayoría de su población maneja dos idiomas; b] de Dicho en otras palabras: dos comunidades que hablan la misma len-
gua tendrán, por razones de uso, ciertos cambios mínimos dentro de cada
1 Lo contrario da pie a interrogantes más interesantes. Por ejemplo, si dos personas dicen una de ellas. La separación geográfica normalmente · evitará que tales
hablar la misma lengua y no se entienden, ¿en efecto hablan la misma lengua? cambios sean compartidos por ambas comunidades, generando, al paso

L eo p o lcl o Valiñas Coalla Lo que la lingiii s ti ca y ut oaz t eca podría aportar 177
176
de poco tiempo, que ambas tengan diferente dial ecto (siendo el mismo
idioma). Más adelante, al transcurrir más tiempo, las diferen cias se incre-
mentarán a tal grado que se pueda hablar ya de lenguas diferentes .
El punto central es la variable espacial: esta dialectalización implica,
además, una gradual separación geográfica. Ello supone que las lenguas
emparentadas tienden a distribuirse en un continuo geográfi co, por lo
que su semejanza lingüística debe ser proporcional a su vecindad geográ- Pa i ute del f
!
fica (es decir, en una familia lingüística se espera qu e las lenguas más se- Norte
mejantes sean más próximas geográficamente). Y éste es un punto impor-
Shoshone
tante porque permite establecer hipótesis tanto sobre contactos profundos NUMICAS
en el tiempo como hablar de movimientos poblacionales .
Lingüísticamente hablando, uno de los criterios más empleados para
!/ _:,. l __..,··-'/·····-···· -
poder afirmar (o negar) la subagrupación de idiomas es el de las innova- ·······-..,::
ciones compartidas. Una innovación compartida es, en pocas palabras, Honor•••... .·· Ute
··.········!
un mismo hecho lingüístico presente (o inferido) en dos o más lenguas Pn : 1,.
···••····=
diferentes, históricamente explicado como un cambio sucedido ti empo
atrás. Hay que diferenciar, además, la innovación compartida del cambio
difundido por contacto; esto es, de un mismo hecho lingüístico presente
en dos lenguas como resultado del contacto entre ellas.
Este último punto entraña un problema nada sencillo de resolver: es
necesario definir si un determinado hecho lingüístico es una innovación __ ..,,,-----, ' 13 e

compartida o resultado de contactos lingüísticos . A pesar de las dificulta- ''


Pn • Penamint
Ka ~ Kawa i ;su ' , ...
des, existe toda una serie de criterios y principios lingüísticos que permi- Ki = Ki taneiruk
'
' .... .,'
I '
',
ten orientar la búsqueda de la solución. Ga = Gabriel i no
Ca= Cahuilla
Cp = Cupeño
PRIMERA GRAN DIVISIÓN: YUTOAZTECA NORTEÑO Y SUREÑO Ls = Lu i seño

Entrando ya de lleno al tema que nos interesa, es pertinente recordar que


1 = Cochimf
la familia yutoazteca está compuesta por 11 subfamilias . Se puede decir 2 = K'mi11i
que todas ellas se agrupan en dos troncos básicos: el yutoazteca norteño 3 = paipa i
4 = Kiliwa
o shoshoniano (con cuatro subfamilias) y el yutoazteca sureño (con sie- 5 = Cucapá
te: tepimana, opatana, tarahumarana cahita tubar corachol y azteca- 6 = Havasupai CORACHOLES

na). Como se puede observar en el mapa' 1, cada


' uno' de estos dos grupos 7 = Tonto
8 = Haricopa
básicos ocupa una continuidad geográfica separada por un conjunto de 9 = Zuñi
10 = Navaho
lenguas fundamentalmente yumanas. Esto da pie a una primera hipé-te- 11 = Jicarilla
sis: entre las lenguas norteñas y sureñas existe una discontinuidad pro- 12 = San Carlos
13 = Hescalero
vocada por la intromisión de lenguas yumanas. En palabras de Miller
(1984: 19):
Mapa 1. Distribución de lenguas yutoaztecas .
Existe una discontinuidad geográfica entre las lenguas norteñas y las sureñas,
la cual está ocupada ahora por lenguas yumanas. Esta familia tiene m enos
profundidad temporal que el yutoazteca. Existe evidencia que las yumanas se
expandieron hacia el norte y el este, desde un punto cerca de la parte baja del

178 L e op o ld o Va l i rla s Co all a L o qu e la lin g ü ís ti c a y ut o a z t ec a podr í a aportar 179


Colorado o a su de lta, provoca ndo c o n e ll o e l ro m p im ie nto geográfic ent re la d n idad de cognato e n la le n gua m e ridi o nal es es 35 1 la cual es notable-
las lenguas norteñas y sure ñas (Hal e y Harris, 1979: 17 2 -73, r¡--76). De ig u a l m n t má alta ue 2 - , e l n ú m e r e ntre t o das las lenguas yutoaztecas. Pero
manera, existió alguna vez una cadena d e le n gu as tra n sicio n a les q u e co n ec-
e n e l n rte, la d n idad es 27, ca i ig u a l a la densidad de la familia en total.
taban a estos dos grupos e n e l occide nt e de Ari zon a (Fowlc r, 19 : 242) . 1
Lu e e nt n e , ten mo evide n c ia l éxi c a de una rama en el sur, pero no hay
ev ide n cia léxica de una ra m a e n e l n o rte. N ó t ese qu e esto no cuenta como
Si bien no todos los autores aceptan la dicotomía norte-sur e n la le ngu as evide n cia para o te n r q u e la len g u as de l n o rte no forman una rama, sola-
yutoaztecas, los argumentos más sólidos inclinan la bal a n za a ace ptar di-
m e nt e q u e n h a e ide n c ia léxica p ara p o n e rlas en una unidad genética.
cha división con dos variantes principales: a] una primera divi ión entre
un grupo sureño y cuatro norteños (cf. Miller, 19 8 3, 19 4 y 1994) Y b ] una
e ] Y, fin a lm nte, la d e Cortina-Borja y Valiñas (1989), que al aplicar algu-
escisión norte-sur en dos subfamilias (cf. Cortina-Borja y Valiñas, 19 9) .
n os m é t o do d a n á li i de da tos a los mismos materiales léxicos de Mi-
Las representaciones en árbol serían aproximadame nt e la s sigui e nte :
lle r obti n e n r e ulta do r ecurrentes que indican claramente la separación
norte - ur. En e a o bra (p. 2 3) e ñalamos que: 5
YUTOAZTECA YUTO A ZTE A
J
1
númicas tubatulabal tákicas hopi SURE ÑO NO RTEÑ ' UR E P e n a m o q u e h ay a ri as evide ncias que nos p ermit en justificar una división
n rte-s ur. T d os 1 m é t o do e mplea dos muestran dicha división; 1---1 La di-
v e r idad léx ica e ntre la len g uas son o renses y las aztecanas es mayor que la
Los argumentos que apoyan determinada agrupación tocan lo s tres nive-
les de la lengua: fonológico, morfológico y léxico, pero por razones hi st ó- exi s t e nt e e ntre las númicas y las tákicas . Por lo tanto, si hablamos de un gru-
ricas (más que lingüísticas) los argumentos léxicos han sido la punta de p o s ure ñ , e n l mism os crite ri os debemos hablar de uno norteño. 6
lanza para apoyar o precisar las agrupaciones yutoaztecas . Curiosa m ente,
en este sentido existen tres propuestas sobre su clasifica ción (apoyadas Para~elarnei:ite, e n una interesante investigación que interrelaciona, el
en evidencia léxica): rnedw ambie nte con la lengua y la cultura, Fowler (1983: 234), centran-
a] La de Hale (1958: 107) que al trabajar con 17 lenguas yutoazt ecas dose en el estudio comparativo de flora y fauna de las lenguas yutoazte-
señala que la primera gran división fue entre las azt ecanas y las dem ás: cas, seüala : "Consideraciones cuidadosas de los datos léxicos de la flora Y
-"La separación mayor del grupo yutoazteca ocurrió hace aproximada- fauna apoyan, de cierto modo, dicha diferenciación [entre yutoazteca n~r-
mente 4 ooo años, dividiéndolo en dos subgrupos mayores: el nort eño Y teño Y sureño], aunque los huecos en el registro de datos hace que eS t ª
el sureño. El subgrupo norteño se dividió más adelante en shoshoneano Y conclusión sea tentativa. " 7
sonorense." 3
DIVISIONE S EN EL INTERIOR DEL YUTOAZTECA SUREÑO
b] La de Miller (1994: 312-313), quien, por su parte, al analizar los da-
tos léxicos de 32 lenguas, afirma que el grupo norteño no conforma una
unidad, aunque sí el sureño:4 Independientemente de las discusiones anteriores, tampoco la unida_d
del yutoazteca sureño está consensada. En términos generales, las., di-o
versas posturas difieren en dos puntos importantes: a] la aceptacwn

2 Traducci ón de: "There is a geographic di scontinuity betw een th e Northcrn ami th c Sona - 5 Emplea mo s fund am entalm ente 5 m étodos: aj Análisis de cúmulos; b) Escalamient?_mul-
ran languages,_which is now fill ed by Yuman langu ages. This family has a shallowcr tim e tidim ensional (con sus dos variantes, clásico y ordinal); e) métodos de clasificacion 0 °.
depth than Uto-Aztecan . There is evidence that th ey expand north and eas t, from a point jerárquica (Promedi os- K); d) Criterio de la suma de cuadrados y e) estadísticas descnpn-
near the lower Colorado or at its mouth, causing th e geographic hrc ak hetwee n th e vas. C f. Cortina-Borja y Valiñas, 198 9 . ·
6 Trnducci ón de: "We think that there are many lines of evidence that allow us to juSt1fy ª
Northern and th e South ern Uto-Aztecan languages (Hal e and Harri s, 1979: 17 2 -72, 1 7 5·
7 6 ). Likely there was once a connecting chain of transiti onal languagcs in Western Ari- Northern Uto-Aztecan (NUA)-Southem Uto-Aztecan (suA) partition. All the me t bods used
zona between these two groups (Fowler, 198 3: 242) ." showed thi s division; [.. . ] The lexical diversity between Sonaran and Aztecan is greater
-' Traducción de: "The maj or split occurred approximat ely 4 ooo yca rs ago dividing th e Ut o- thªn betwe en Numi c and Takic-I if 1 therefore1 suA is incontrovertibly a group, by th e same
criteria, so too is NU A" .
Aztecan stock into two maj or sub-stocks, the N orthern and the Southern . The Northcrn
7 Traducción de: "Careful consideration of the plant and animal lexical data in some ways
sub-stock is further divided into th e Shoshonean and the Son a ran ."
support s such a differentiation, although gaps in the record make the conclusion tenta-
-1 También basó su investigación en 100 entradas léxicas.
tive" .

L eopo l do V11 / i i"1 11s Cua l / a 181


180 Lo q u e l a lin g ii is t ica y ut oaz t eca p o dr ía a portar
no de un grupo sonorense como una unidad, y b] sus subagrupaciones.
Casi todos los estudiosos defienden la existencia del yu toazteca sureño
como un grupo, aunque hay obras en las que tal unidad no se señala ex- 29
plícitamente (cf. Whorf, 1935¡ Shaul, 1992). En cuanto a las subagrupa-
ciones sonorenses, se puede decir que hay tres puntos de discusión
(véanse mapas 3 y 4):
• La posición del grupo corachol.
• La existencia del grupo taracahita.
30
• La conformación del grupo tepimano-tarahumara-corachol.

Primeras divisiones del yutoazteca sureño

La discusión principal en relación con la primera división del grupo sure-


TEPIHANAS
ño propone dos posibles divisiones: a] una, en la que el aztecano es un 1. P6pago
subgrupo por sí solo y las demás lenguas sureñas conforman una subfa- 2. Pima alto
3 . Pima bajo
milia mayor identificada como sonorense (cf. Mendizábal y Jiménez Mo- 4. Tcpehu6n del norte
reno, 1941; Voegelin, Voegelin y Hale, 1962; Lionnet, 198 5, y Dakin, 5. Tepehu6n del sur
6. Tepecano
1994L Y b] otra que agrupa al aztecano junto con las coracholes, dejando OPATANAS
en otra subfamilia a las demás lenguas sureñas (cf. Sapir, 1913; Campbell 7. Opa ta CORACHOLES
8. Eudeve 24. Cora
y Langacker, 1978). TARAHUHARANAS 25. huichol
9 . Torohunara 26. Tecual
SUREÑO SUREÑO 10 . Guari j lo TUBAR
11. Chlnipas 27 Tubar
SON ORENSE aztecano SONORENSE CORA-AZTECANO 12. Guaz ápar JOBA
13. Témori 28. Joba
CAHITAS SIN CLASIFICACJON
corachol aztecana 14. Macoyahui 29. Suna · junano
15. Conicori 30. Concho
Lo$ argumentos principales que apoyan la primera propuesta son de ín- 16. Tepahue 31. Huite
17 . Yoqui 32. Zoe
dole léxica (cf. Miller, 1984: 15, tabla 6L mientras que los que apoyan la 18. Mayo 33. Nlo
segunda son de naturaleza fonológica. Al respecto, Dakin (1994: 74-76) 19. Tehueco 34. Ocoroni
20. C0<nanito 35 . Yixime
presenta algunos contraargumentos que cuestionan la agrupación cora- 21 . Mocor it o NO YUTUAZTECAS
chol-aztecana, indicando que los cambios sucedieron primero en náhuatl 22. Tahue 36. Seri
23 . Acaxee 37. Guasave
y lue~o en corachol, planteando entonces una hipótesis interesante: hubo
antiguamente contacto entre las lenguas coracholes y las nahuas.

Subagrupación taracahita dentro del sonorense


Mapa 2. Distribución aproximada de las lenguas en el noroeste mexicano en el siglo xv1.
La segunda postura reúne a las lenguas tarahumaranas, opatanas y cahi-
tas en una subfamilia identificada como taracahita. Esta posición es, de
hecho, la más aceptada (cf. Lamb, 1964; Miller, 1984, 1994¡ Shaul, 1992). Los argumentos que apoyan la subagrupación de las taracahitas son de ín-
dole léxica, sintáctica y fonológica. En cuanto a estas últimas, es intere-
SONORENSE sante señalar que no son definitivas dado que algunas no permiten preci-
tepímana tu bar corachol T ARACAHIT A
sar si se trata de innovaciones compartidas o si son resultado de
contactos entre lenguas vecinas.
tarahumarana
cahita opatana De ser esta propuesta la adecuada, se descubre actualmente un rom-

Leopoldo Valiñas Coalla Lo que la lingüística yu toazt ec a podría aportar


1 TE M A LÉ Xl

Otro d lo campo en lo que la lingüística puede aportar información


de caráct er hi tórico e encuentra en los sistemas léxicos. Se puede de-
cir que, n t , rmino generales, el universo léxico de cada lengua está
Mapa 3. Distribución fu ertem nte e tructurado y, en cuanto a su "vulnerabilidad" a los cam-
aproximada del bios culturale , se han propuesto dos grandes clases de léxico: el "cultu-
continuum taracahita .
ral", caracterizado por estar sujeto con mayor fuerza a las dinámicas
cultural d cada grupo, y el "básico", que muestra, de cierto modo,
una autonomía a eso vaivenes. Dentro del primer tipo tenemos el refe-
Mapa 4 . Distribución
rido a la flora, fauna , parentesco, cocina, trabajo, etcétera, mientras que
aproximada del en el otro existen t érminos que se podrían identificar como universales
continuum tepimana- {por ejemplo, "yo", "tú", "comer", "dormir", "sol", "nube", etcétera), ra-
tarahumarana-cora-
chol.
zón por la cual mantiene una especie de autonomía con respecto a la
cultura.
Como se sabe, gracias a los contactos sociales, es factible "pasar" cier-
pimiento de la continuidad cahita-opatana, lo que permite generar hipó- to léxico de una lengua a otra, de una cultura a otra, ya sea porque apare-
tesis interesantes (véase mapa 3 ). cen objetos nuevos que hay que nombrar (y uno de los recursos es utilizar
la palabra que el grupo que sí posee ese objeto emplea para nombrarlo) 0
Subragrupación tepimana-tarahumarana-corachol
porque las relaciones sociales, por excelencia asimétricas, reflejan dicha
asimetría en la selección y reproducción léxica.
Esta agrupación, que reúne las lenguas tepimanas, tarahumaranas y cora-
Es por ello que al observar el léxico de determinada cultura se pueden
choles, es sostenida casi exclusivamente por Ka uf man ( r 98 r ). inferir sistemas de percepción y de organización, e incluso "huellas" de
interacciones con otros grupos (por la presencia de préstamos, interfere~-
SUREÑO cias lingüísticas, etcétera). La aproximación a este campo no es ni senci-
lla ni transparente. Se necesita abordar tanto campos culturales como
áztecana 7
lingüísticos, pero los resultados, por más provisionales que sean, gene~:n
cahita opatana tubar tarahumarana tepimana corachol hipótesis que pueden dirigir investigaciones posteriores. A continuacwn
veremos cuatro ejemplos en cierto modo diferentes.

Tanto los criterios fonológicos (que son dos) como los morfológicos no El sistema numérico
permiten, sin embargo, hablar decididamente de la subagrupación men-
cionada, dado que muchos de estos criterios son compartidos por subfa- El sistema numérico es uno de los sistemas léxicos que más probabl~-
milias ajenas a esa agrupación o porque sólo lo presentan dos de las tres mente pueden evidenciar contactos interculturales (por su segura pertl-
subfamilias. Finalmente, es importante decir que no hay argumentos lé- nencia. en relaciones de intercambio o en asuntos calen d'ancos
· )· Un estu-
xicos (a partir de los datos de Miller) que apoyen la agrupación tepimana- dio comparativo del sistema numérico de varias lenguas nos permite, ~?r
tarahumarana-corachol. ello, no sólo apreciar diferentes estrategias de numeración sino tambien
Si esta subagrupación es la adecuada, implica interesantes movi- posibles contactos o intercambios presentes o pasados que se han queda-
mientos poblacionales (véase mapa 4). do "reflejados" en la lengua. Véanse, por ejemplo, los cuadros r-3; en
ellos se pueden observar los siguientes hechos significativos:

L eo p o ld o Va liña s Coa lla L o e¡ u e 1a 1i 11 g ii i s t i e a y u eo az t e e II p o d ri II ap o rear 185


CUADRO 1. Sistema numeral en las lenguas yutoaztecas sureñas CuAD R I Si s t e m a numeral en las lenguas yutoaztecas s~eñas (continuación)

uno dos tres cuatro cinco seis siete ocho nueve diez
pápago himako goo-k wái-k gí'i-k hitasp cuudp pápago w+w a'ak gigi 'ik humukt wis-tmaam
névome mako go-k vai-ko gí-ko/makoha utaspo tutpo n évome vuva k a m a gigiko tum-hustamama hus-tamama
pima Onav h+ma góo-k vái-k gí'i-k h+ta 'asp tuudp pima Onav as v+va 'ak a m gi '-gi'ik v+i-s-tmaam
pima hj-K mado go-k vái-k gi-k htta 'asp tuutp+ túm-hlstmáam bis-tmam
pima bj-K búuba k a m gíí-gi 'ik
pima Maye hfmik goo-k wái-k mákow mawfts wúseny gooko-mákow a'ipisbts
pima M aycob wusi-ny -di-m-lúmk
tep-nte-R himoho gó-kado véi-kado mákoa-do siatámado náddamo bei-vustama
tep-nte -R kwárasamo mo-mókovacli- tu-bustáma
tep-nte-C horno goo-ka vai-ka maakova taama naadamí
t ep-nte -C kuvárami ma-máho tu-stama hai-vustaama
tep-nte-B imooko goo-ka vaí-ka makova táma nadami
tep-nt e -B kuv árahami maa-mákova tu-vustY áma hai-vustY áma
tep-sur ma'n goo-k vái-k máakov camám sium-má 'n
tep-sur sium-góok sium-váík sium-máakov mámv-ís
tar-oeste hilé o-ká hakía naó malígi usáni
tarah-oest e gicáo osá-nao igí-makué makué
tar-nte hilé o-kwá hei-kiá naó malí usáni
tarah-nte kictáo osa-naó kí-makói makói
tar-sur hilé kWá kiyá nahó malí SWán
tarah-sur kicáw swanawó iyím mkó
guar-río piré goh-ká pai-ká na'agó marihkí puhsáni hosa-máriki
guari-río goi-gúhsani hosa-náo hátani
guar-sie piré wo-ká pai-ká naó marikí puhsáni makói
guari-sie ihkicáo wosá-nao ki-makói
huichol sevi húú-ta hái-ka náu-ka 'auxfvi 'ataseví tamaamáta
wá'apwa mwaákwa huichol 'atahúúta 'ata-háika 'atanáuka
cora saf waih-ka ansihi aráhsebi tamwaámwata 'a
tuhar hemé nyó-r vayí-r narikí-r mamuní-r osaní-r cora araáwa 'apwa ará-waika
tubar nyo-vosaní-r sutu-suakám
tehueco senu woi vahi naeki mamni husani wo-mamni
yaqui wói háhi náiki mámni húsani tehueco wo-busani wo-naeki hatani
sénu woh-mámni
mayo seénu woo-yi hahi naíki mamni húsani yaqui wo-búsani woh-náiki hátani
mayo hátani woh-mámni
ópata se go-de vai-de nago mariki busani woi-búsani woh-naíki
ópata ki-makoi makoi
tegüima se go-kuci vai-kuci nago-ci mariki husani seni-bussani go-nago
tegüima ki-makoi makoi
tónochi séi wo-dí héi-du naawói márki busáni seni-busani go-nagu
tónichi bes-maako'oi máko'i
eudeve sei go-dúm vei-dúm návoi márki vusani senyó-busani wós-nawói
eudeve ves-mákoi mákoi
náhuatl .seen oo-me eeyi naawi maakwil- cikwa-seen senio-vusáni gos-návoi
ma' tlaak-tli
náhuatl cikw-oome cikw-eeyi cikw-naawi
LENGUAS: pima Onav ~ pima de Onavas; pima bj-K - pima bajo con datos de Key; pima Maye - pima bajo de L . • . _ ima Maye - pima bajo de
Mayeaba; tep-nte-R = tepehuano del norte con datos de Rinaldini de 1743; tep-nte-C - tepehuano del norte con ENGUAS. p1ma Onav - p1ma de Onavas-, pima bj-K - pima bajo con datos de Key,-CP_ tepehuano d e1 nor t e con
d¡¡tos de la Coordinación Estatal de la Tarahumara; tep-nte-B - tepehuano del norte con datos de Bascom; tar- Mayeaba; tep-nte-R - tepehuano del norte con datos de Rinaldini de 1743; tep-nte d de Bascom· tar-
d d l d 1 rte con atos '
o_este = tarahumara del oeste; tar-nte - tarahumara del norte; tar-sur - tarahumara del sur; guar-río - guarijío del atos e a Coordinación Estatal de la Tarahumara•' tep-nte-B - tepehuano e no delsur- guar-río = guarijío del
no; guar-sie = guarijío de la sierra. oeSt e - tarahumara del oeste; tar-nte - tarahumara del norte; tar-sur - tarahumara ' ·
río; guar-sie - guarijío de la sierra.

187
186 L eo p o ld o V a liñ as C o alla L o qu e la lin g .üí s ti c a y ut o a z t e c a podr í a a portar
CUADRO 2. Sistema numeral en la protol ngua yut oaz t ca R I. 2. te ma num eral n la protolengua yutoazteca (continuación)

uno dos tres cuatro cin co ei o h nueve diez


PYA * *s½i-mi ** woo **pabi * naa-wo man+ki py

PYAN * *s½i-mi **woo ** pabi naa-wo n aa -pahi l'YA


PNÚM *s+mi *waba *pabi *wac+ man+ki naa-pahi I' . ú • t a ·a tmi-manu = 1 por 10
PTUB *ciic *woo *pabi *nanaw mahi n a -pa1 PTU B n m -c im · -1--c if1 •1 laaki ;;-ciña (?)
PTAK *supu-li *wo *pabi *waca mahar pa-vahi p AK wo-mahar = 2 por 5
*s½i-kYa' *lóó-yóm *paa-yom __ n ~~ ló- ~<?_m civut na-vai aa ñ a i ' pak\ t
PHOP
- --- ---- ------ l'H
PYA
p R l -..¡.
----p vt

PYAS * *s½i-m+ ** woo **pabi * naa-wo mariki pu arn Pl'IM w+w a ' a k a R 1 -..¡. tu-vu tama w+s-tamaama
PPIM *b+m+ *go-ka *wabi-ka *gi 'i htta sp tuudpt l'T EI' ku a ra n11 R 1 --+ tu-vu tama bai-vu tama
PTEP *h+m+ *go-ka *wabi-ka *makowa *tama *nadami r l'A • 1 (i 2 r4 ki-10 *makoi
POPA *see-ye *woo-ye *babi-ye "naawo-i mariki bu ani PTAR ikica 2 I r4 iki-10 makoi
PTAR *pile *wo-ka *pai-ka *nao mariki "pu . ani l'CAH w -6 2 p r 4 batani *2 por s
PCAH *seeme *woo-ye *babi *nariki 1namun1 *bus a ni l'Tl3R w - -r * utu-suakám
PTBR *seme *wo-r *wahi-r *nariki *mamuni-r *wosani-r p . H + 2 s +4 *tamaama-ta
PCOH *se-ve *huu-ta *bai-ka *nao ansebi * )- - ve PAZT ) 2 j + S+4 *ma 'tlaak-tli
PAZT *seeme *oo-me ·~eeyi *naawo *makwil-li * - -see1ne
N OT A: Las form a co n a . t c ri. ·o re lcj :rn n :con . truc ionc aproximadas.
N OTA: Las formas con as t e ri s co refl e jan reco n s truci o nes aproximadas. LE GUAS: l' YA • pro t o 1 Ut o az t c a; l'YA • protll yutoaztcca nortC110¡ p ÚM = proto númico; l'TUB = proto
LEN GUAS: PYA = proto yutoaztcca; PYAN = proto yut oaztcca norteúo; l'NÚM - l'l' IM proto númicu; l'TUII - prot0 tubatul::ih:il , l'T AK - ¡ ro to t :i ki ·a ; 1· Ho r - pr to h o pi; PYA - proto yutoazteca urcúo; rr1 1 PTEP = pro to tepimano;
tubatulabal; PTAK = proto t á kica; PH Or = proto hopi; PYAS = proto yutoa z tcca urc.:110; r1•1M PTEI' - pruto tcpim a n u; Pnl'A • pro to u patana; í'Tr\R • pro tn t:ir:ihumarana; I' AH - proto cahita; rTBR = proto tuhar; r co H = proto co rachol;
PO PA= proto opatana; PTAR = proto tarahumarana; PCAH = proto ca hita; PTBR - proto tubar; r c o 1-1 - proto corac h o l; PAZT - pro tn :i z tcc an u . tras : RED - redupli cac ión .
PAZT = proto aztecano. Otras: RED= reduplicación.

bJ En las lenguas onor n , ademá de la división tepimana ya con-


a] En cuanto a las yutoaztecas sureñas (cuadro 1), se puede ver que signada, se ven do claras subagrupaciones:
del "cuatro" al "diez" las tepimanas se diferencian de las demás, y mues-
tran en su interior una evidente división en tres grupos: cuatro cinco nueve diez
• las lenguas pimanas (excepto el pima bajo de Mayeaba), cahitas y tubar *nariki *mamuni sutu-
• el tepehuano del norte, opatanas y tarahumaranas *nawo *mariki *ki-makoi *makoi
• el tepehuano del sur, que se parece (del "seis" al "nueve") más a las
lenguas del Occidente mesoamericano . c] El cora (y el huichol) muestra ciertos parecidos con las tepimanas
en los números "cuatro" ( * makova) y "diez" ( * tama-ma) . Es necesario
pimanas tep-nte tep- sur señalar (al observar el cuadro 2) que las formas tepimanas "cuatro", "cin-
cuatro *gi'i-ka *máakowa *máakowa co" y "seis" parecen ser innovaciones, lo que le da más significado a la
cinco *h+ta 'aspo *taa1na *taa1na posible relación (que se descubre en "cuatro") entre las tepimanas Y el
seis *tuutpt *naadami *sium-má'n (;-1) cora . Es decir, si en realidad son innovaciones tepimanas, el parecido que
siete *w+wa 'a-ka *kuwára *sium-góo-ka (;-2) muestra el cora debe ser explicado por contacto.
ocho *gi-gi 'i-ka *mo-mókowadt *sium-wái-ka ( ?-3)
nueve *tum-wts-tamaa-ma *tu -wus-támaa *sium-máakowa (;-4)
diez *w+s-tamaa-ma *bai-wus-támaa *mámwfs

188 L e u ¡, u 1 ,/ " \' ,1 1 i 1i u , C o u 11a Lu ,¡ 11 e Ia 1 1 n .~ 11 1 s 1 ¡ e u 1· 11 1 o uz t e e u p o d r 1 a II J1 o r 1 11 r

- ---
Cu.ADRO 3. Sistema numeral en las lenguas yumanas y a tapa ca n a C UADR m a num ral en la lenguas yumanas y atapascanas (continuación)

uno dos tres cuatro cin co sei och o nueve diez


maricopa ce'ndig xavi'k xamo 'k tcumpo 'pk saRa 'pk xam axu 'k maric upxu 'k nyum-xamo 'k caxuk
havasupai isíta xuwa'ga humu 'ga hop 'a eetrapa i íta-c pék ?-tres ?
tonto sisi uake moke hóba satabé ge hb é hava upai xuwaga-cpe 'k humugc-cpék haleeu 'ia viwa'ava
cucapá siit huuák huomúuk espáp sráap hoomhúuk d +"c in c " trc +"cinco"
cochimí sin hwak hmok spap srap homh ók tonto h oa-g hb mo-geshbe halseye uave
d +" in co" trc +"c inco"
k 'miai sin hoak hmuk spap sarap hmhuk sáahúuk
cucapá p hkáa puoohúuk huóom-hoomúk
paipai srit huwák hmuk hpák srap trspé tres-tres
kiliwa mesíig huwák hmíik menák salsipám m esíig páib cochimí phkái vphok huóomhoomúk sáahúuk
zuñi topinte kwilli ha '1 awite opte topa-llk 'ya tres-ues
navaho t'ál-áai naaki txáa' díi ' 'astla I xastxá k 'miai phkai phok nimhmuk rsahok
jicarilla tahclee nahkee kiee tinee actclee coscon tres-tres
paipai phkái sphok homhomúk bmás
S. Carlos takhla naki rhage tiin astlá ustrhan tres-tres
mescalero tasayay nahkee kayay inyeh astlay hostkonnay mesíig-mát cipám mesíig
kiliwa huwá 'l-páib hmíik 'l-páib
? uno
d +"cinco" tre +"c inco " uno-?
OBSERVACIONES: a] En maricopa, cucapá, cochimí, k 'miai y probable m ent e el navah o, el " se is " parece es tar rela- astem'thila
cionado con "tres" . b) En las lenguas en las que el "nueve" se analiza como "tres-tres', también podría ser "seis y zuñi kwilli-li:k 'ya hai-li:k'ye tena-li:k'ya
tres". e] Parece haber una relación entre el "nueve" pápago y el cucapá o cochimí. dos+ " cinco" tres+"cinco" : cuatro?-" cinco"
' neezná
navaho ciscid ceebíi' náaxást'ái
coneznan
jicarilla cossetpee <1:apee nustee
d] Si se consideran los números del "seis" al "nueve", se desprenden S. Carlos us<tiki <1:epi ngostai
tres grupos: gonayhannay
mescalero hosteeday hahpee 'nghostay
• tepimanas, 1 ,, eis" parece estar rela-
. . b bl mente el navaho, e s d . r "seis y
• "mesoamericanas" (coracholes, aztecanas y tepehuán del sur), y ÜBSERVA C IONE · a] En maricopa cucapá, cochimí, k 'm1a1 Y pro a e 5 , también po na se
. . ' 1" ,, !"za como "tres-tre '
• las demás. c10nado con "tres" . b] En las lenguas en las que e nueve se ana 1 . .
tres" . e) Parece haber una relación entre el "nueve" pápago Y el cucapá O cochim1.

seis siete ocho nueve


tepimanas *Red-4 *tu-ro ta a una * *y).
"mesoamericanas" *5 + I *5 + 2 ambas * *-yi (señalando que la d de las opatanas represen
*5 + 3 *5 + 4
las demás *pusani *? de 6 *2(4 ) * r para r o tbr AZT
PIM TEP TAR cara hui OPA CAH
-y1 -r -me
dos -k -ka -ká -0 -ta -de
e] El número "siete" es interesante porque tanto las cahitas como el -r -0
tres -k -ka -ká -ka -ka -de -0
tubar (además del guarijío del río presentan una forma que parece estar -r -0
cuatro -k -0 -0 -0 -ka -y -0
compuesta del número "dos" más el "seis" . Esto, sin e1nbargo, no debe
verse como un proceso aditivo, dado que el "dos" no aparece con el sufijo
-sa, característico de este proceso. Las lenguas opatanas presentan, en lu- El sistema corporal
gar del aparente "dos", un "uno". , , d a la dinámica del
A diferencia del sistema numeral, que esta mas ata O • pegados a la
f] Finalmente, si retomamos la idea de Kaufman de la presencia de .
1ntercamb10. .
social, .
el s1ste1na corpora 1 es un o de los . mas
1 d ala corponza-
.
un sufijo **-ka en los números del "dos" al "cuatro" en las lenguas te- · 1o as1') Parte vita e
cosmovisión del grupo, por ser (por d ecu
pimanas, tarahumaranas y coracholes, se puede ver que, en primer lu- ción de la realidad y de la percepción misma. . , más próxima
gar, no es tan regular como se esperaría y, en segundo lugar, también d de una re1ac10n
Al observar los cuadros 4 Y 5, se espren chales ya que
aparece una relación entre las lenguas cahitas y opatanas, al agregar ·
entre sí de las lenguas tep1manas, tara h um aranas Y cora

, ¡portar
L eo p o l do V aliria s Co alla Lo qu e la lingüísti c a y utoa z te c a po d ria 1
CUADRO 4. Relación de cabeza-cabello-vello en la lengua yutoazt ca ure ña At tl 6. R la ió n pluma-a la n la 1 ngua yutoaztecas sureñas

cabeza cabello vello fren!_e ___ _ ombrero ala


plu1E_a
p__á_p_a_g_o_____m_ó-'o____m
_ ó_'_o____w_o-:--,-p-o- - - ~
kóa
wonami pápa 'ana 'ana
névome mo 'o kupa vopo pima baj o 'ana
pima bajo mó 'o mó 'o wop kow v n+m p1ma nava a 'ana-g / g+kkia
pima Onavas mo'o kupa vopo vonaam t p-n n e aan+ ana-de / g+kio
tep-norte móo kúpai vópoi kova vonamt aana
..:.te..:.pE..-s_
. .: u_r_ _ _ __m_ó_' ____l_<_u u-"-p_ _ _--;--v_a~p_ó_o:--_ _ l_<ó_v _ vonam maá aná
-----·---
tarahumara mo 'ó gupá bo'wá kowá koyáci 1na a maa
guarijío mo'ó kupára póa kowáta mo 'k óri guari- ie n1a a ana
huichol mu'ú k+4-pá huusári kaná gua1·i-Rí n1a a masa
cara mu'ú k+pwá hú 'usa'a kwaá<Ci mu 'uku ' u<ti - -----
..:...:::._=-::,__ _ _ __ _ _ _ _ _ _- - - - - " ' - - - -- - - - - - - - : - - huich 1 'a n á 'a ná
tuba r taí-r womó-r vomé-t ková-r mo-ka!ít cara ana mwa •a -k+baúri
yaqm kóba coom bóa kobaméh e'e- mó 'o-beri cora-Pr u aná
mayo kóbba coom bówwa kobam éh e'e - mó 'o-beri -- - - - - - - - -- - - - - -- - - - - -
ma á-t 111a á-r "aleta"
:.:ó~p=-at__ta=._______:c:..: :_: o-=n-=1--------=b-o_gw
__a_ _ __ _ _ _ _ _ _ _ _ _ ----bo11_a___t _______
-tubar--- - - - -m a a ---------- - - - - -- - - -
tehu c masa-wekori
eudeve conít mo mo sóve vónama
yaqm ma a po
náhuatl kwáai-tl q:ón-tli tómi-tl iis-kWaai-tl tlasewal-li
may~ - - - -n1a a - - - - -n1asa
- - -- - - - - - - -- - - -
eudeve hun a hana-t
CUADRO s. Refentes yutoaztecas sureñas a cabeza-cabello-vello
guas tepimanas y las coracholes, sobresaliendo, además, el hecho de que
U-A ** mo'o **cooni ** kupa ** kopa : _* po el cara pres nta los refer ntes de manera invertida a las opatanas y tara-
tepima cabeza (corteza) cabello frente vello
humaranas no v cinas de las cahitas.
tarahum cabeza cabello frente vello
Al ver la totalidad de las formas yutoaztecas, no se puede decir con
corachol cabeza (¿cejas?) cabello (¿frente?) vello
certeza cúales eran las protoformas para "pluma" y "ala". Por el momen-
tubar frente pelo
to, y sin tener argumentos que 1o apoyen, creo que "1 p urna " era **'anay
cahita cabello (escamas) cabeza vello 11
ala", ** masa. Fuera la que fuera, las lenguas sureñas presentan relacio-
náhuatl cabello (hilo) cabeza (¿popote?)
nes opuestas . Por ejemplo, las tepimanas y coracholes emp 1ean * *' an a
opatana cabello cabeza (¿punta?) (¿vello?)
para "ala" y "pluma", mientras que las cahitas y tubar usan, más bien,
* * 111asa.
Obviamente, una tarea que debemos llevar a cabo es analizar el sis~e-
presentan los reflejos de * * mo 'o, * *kupa y **popara "cabeza", "cabello" ma corporal completo para hallar más elementos que permitan correlacw-
y "vello", respectivamente. Por el momento, baste decir qu e sobresalen nar las lenguas con los movimientos y contactos de los grupos humanos.
dos hechos: por un lado, que la mayoría de estas lenguas presentan refle-
jos de * *kupa, "cabello", y, por otro, las pimanas y el tarahumara del sur
· carecen de dicho reflejo.
Para ver la significancia de esta relación, en el cuadro 4 se registra,
además, la palabra "sombrero", con lo que se ve la relación entre las opata-
nas y las tepimanas, que manifiesta, muy seguramente, contactos tardíos .
De igual manera, en los cuadros 6 y 7 1 en los que se registra la rela-
ción entre "pluma" y "ala", vuelve a aparecer la se mejanza entre las len-

192 L e 1) I' /) 1 ¡/ (} \ ' 11 1 I Ji 11 ' e /) {/ 1 1 ,1 L o ,¡ u e / a / ¡ n .~ il I s I i e ,1 _1· 11 1 o il z t ee il J1 o d r i il aPor t ar


193
CUADRO 7. Relación ala-pluma en las lengua s protoyutoaztecas CUADR . Lo colores en las lenguas yutoaztecas

pluma ala amarillo ro;o verde azul blanco negro


númicas *kása *kása /*a hna p 'uhá- 'acá- puhi- tuhá- tuhú-
tubatulabal *'aNáa Oá- agwa-
p a qa- tOSa- too-
gabrielino *másan úkwart
Ut 'oáqar+ '+kágar+ aqwákar+ sáqar+
serrano *mahaac *mahaac '' hapitt
Sh ' ' nkabit+ púhibit+ tósabitt tuhúbiti
cahuilla *wáka-t ' ' ka- tósa- túhupl
Cm 'ó ha 'ébi-
luiseño *kawít
P- ÚM ohah eNkah puhi/ sakwa *tosa *tuhuh
hopi *masa
Tb m · t•mel húl 'hul pó:Si- tú:ga
tepimanas *ana *ana
Ca té et- seleklu- túkwis- téwiS- tul-
huichol *ana *ana
Sr trii 'k t#vic ttnaana'n
cora *ana *ana/ *masa
hp síka pá:laNJ)¼ sakwá- qó:yca- toho-
opatana *masa *ana
P-TEP oama w+gi momadura) *tttdogi *toha *tuku
tar-NCC/GuS *masa *ana
P-TAR sa'wa- eta- iyo- *siyo- *tosá 0 *ohcó-
tar-OS/GuR *masa *masa
*ula-
cahita *masa *masa
P-CAH *sawa- iki- sia- *tewe- *tosa- *cuku-
tubar *masa *masa
P-OPA *sáwa- *sík- *síd- *tad- *tosa- *sóv-
LENGUAS: tar-NCC/GuS - tarahumara del norte, del centro y de la cumbre, Y el guarijío de P-TBR *mokvasa- *sawa- *nyoa- *nyoa- *tosa- *tuku-
la sierra; tar-OS/GuR - tarahumara del oeste y sur y el guarijío del río. P-hui *taaS' a- *seta- *sitrat- _*yuawi- *tuSa- *yfi.wi-
P-cor *taúmwa *t+pa 'u *ham'11 ámwa *mwani *kwaina- *sú'umwa
P-AZT *koosa- *ciciil- *sosoow- *teso'- *istaa- *tliil-
El sistema del color yawpal-
*matlal-
Uno de los sistemas léxicos más ligados a los factores culturales (y, por lo N OTA: en serrano, "blanco" e más bien "arcilla blanca".
común, ejemplar para ilustrar la relación lengua-cultura) es el de los col~-
res. Sin entrar en detalle y advirtiendo que dicho sistema es mucho mas
complejo de lo que se supone, al observar los cuadros 8 y 9 se desprenden mente en la forma hopi /sika/ "amarillo" y la *siki "rojo" de las cahitas Y
opatanas.
las siguientes relaciones:
·
d] En las lenguas yutoaztecas sureñas, la identidad· entre e1 11 ver de" Y
a] Se pueden reconstruir, _casi sin dudas, cuatro colores para el proto-
el "azul" sólo se evidencia en las tarahumaranas, tubar, pimanas (mas no
yutoazteca: por las formas que comparten las lenguas númicas Y las sure- . * *s1ya
• para "ver-,,
tepehuanas) y aztecanas. Tal vez se podría reconstrmr 1
ñas, segt+ramente "blanco" fue * *tosa y "amarillo", * *oha; por las for-
de/azul" en el proto-sureño, proponiendo en algunas lenguas ª1 ."azu)
mas sureñas y tákicas, "rojo" probablemente haya sido * *s4:ta Y, aunque . . , (como aparentemente 1o es en 1as opatan as y cahitas
como mnovac10n . . Y,a
con algunas dudas, "negro" pudo haber sido **tu, **tuhu o **cuk (cf. . em b argo , existe
Miller 1967:21). en otras, al "verde" (como en las tepehuanas). Sm _ un
*tt
. . • d
constante en los terminos para "azul" (asocia o con un elemento '
b] Si esto es cierto, las lenguas taracahitas presentan una innovación
¿"piedra"?) que oscurece aún más el problema. . , •entre
en "amarillo", * *sawa, relacio-n_ a da muy seguramente con * * sawa, "ho -
e] En cuanto al "rojo", como ya se dijo, se descubre la relacIO~
ja". Resulta interesante ver que en tubar este mismo término designa a
las cahitas y las opatanas al innovar con *siki. . nza que
"rojo" (¿también relacionado con las hojas de ciertos árboles?). En las len-
f] En términos de cohesión interna, sobresale la gran s~m~¡a do el
guas númicas y tákicas, * sawa es "crudo". las tepimanas muestran en los términos referidos al color (me. u!en 43 )
c] La relación "amarillo-rojo" registrada entre las taracahitas Y ~l tu- . do por Rinaldim,
término utilizado para el "verde", ya registra , . C 0I7
mpá-'
bar también aparece¡ con otros términos, en las coracholes: en hm~hol comparado con la diversidad de términos del sistema numenco. 1 di-
*taasa es "amarillo" mientras que en cora es "rojo" y, también, posible- rese I en cambio I la cohesión de las coracholes, las cuales mueStfan ta

L e o p o 1d o V a 1i a e o 11 a 195
194 Ii 5 ti
Lo que la lingüí stica yu t oaz t eca po ·
d ria aportar
CuADR 9 . Lo colores e n la 1 ngua ut azteca ur ·1ia CuA R ) ro. R f rente yutoaztecas sureños de maíz, esquite y semilla

amarillo rojo verde azul unu saki **paci


pápago oam w+gi c#dagi c#d a 1 t ha pápa maíz grano tostado
pima bajo vu 'a m wtpag m+mda 'ama tttda g tu a ha a p maíz esquite
pima Onavas oam vtg tttd og tttd g t ha tuk maíz esquite calabaza/elote
pima Maycob waam w+g t:i-i-dtk t:i-i-cl+k t w1 h tuk+s guari maíz e quite semilla/ elote
t ep-nte-R oama vtg1 m amad raga ttd g1 t ha tul« hui ch 1 e quite semilla
tep-nte-B vúááma v:i-i-gi tttcl ógi t+cloporaga t o h á li túku cora palomitas semilla
tep-nte-E vuama v+gi tttd oí k a mi tttd íka mi t ha tuku tubar semilla
tepe½ano _ 'óam/ám w+4,g t+dog tá túk tehueco milpa esquite maíz/grano
tep-sur-L ám momdurma ga mayo milpa esquite maíz/semilla
tep-SO 'áam v+gí maumduima 'g cáa cuk ópata maíz elote/semilla
tep-SE 'uám v+' mómdura ' c uk eudeve maíz e quite semilla
,
tarahumara ulá- setá- iyó- á- e - náhuatl mazorca esquite semilla
Nte y Oes sawaló-
guari-si e sa'wa- sehtá- ió- ió- toh éÍ- oh c --
guari-río sawáe- sehtá - si_yóo- iy oé - toh ,Í - 'o h có- versidad que no comparten ninguna forma. Dentro de las familias sure-
huichol-Mc taaxáriya xetá- si+ra+yé- yuaví- tuxá- y+ví- ñas, las cahitas y opatanas son las que más semejanzas muestran entre sí,
huichol-G táaxá+ye xéeta sí+rá+ye yuav1 tuxáa y#vi y en cuanto a las innovaciones, el cora es la lengua que más tiene.
huichol-L mutárwi kúlay e yoáwi- En este punto hay que recordar que la cohesión léxica está asociada
cora-Mc taúmwa ti-pa 'u han1wán1wa k wa túm wa k'''aina sú 'um"a- tanto a fuertes contactos como a una separación muy tardía. Dicho de
rú 'a rah m wá 'ani otra manera, si reducimos nuestra atención a la cohesión tepimana su-
cora-L tídaome tekóadi t emoa ní pondríamos que, o han mantenido contactos constantemente o su sepa-
cora-P taumoa- pousára ti-púiti roara kwaina- xu1nwa ración fue muy tardía. Por el contrario, lo que sucede con las coracholes.
taxa- hi rúikan n1 wa ni tan a es sorprendente dado que son lenguas emparentadas y están muy próxi-
tubar mókvasa- sawa- nyoa- nyoa- to é:Í - tuk.ú- mas en lo geográfico. Aquí se debe señalar que, a pesar de la vecindad
(Sn. Miguel) kí sara- geográfica, debió haber "algo" que las separó profundamente.
---
tehueco sawali sikili siari teweli to sa li cúku li
yaqui sawái síki' i síali téwe tó sa' i cukuí El sistema agrícola
mayo sawali sikili siali téweli tó sa ri cukúri
- - - - - - - - - - - -------
eudeve sáve- síke- síde- tade- súte- sóve- Finalmente, uno de los campos más ricos para hallar interrelaciones en-
tónachi síkki sí'ida- sú'u t e- só'obe- tre lenguas Y culturas es el referido a la agricultura. Si observamos los
ópata sawa- sida'a- t ossa- sova- cuadros r o Y r r, podemos ver las siguientes constantes:
náhuatl koos- ciciil- sosoow- te so' - istaa- tliil- a ] Es interesante observar que la mayoría de las lenguas comparte las.
matlal- "oscuro" fonnas para "maíz", **sunu y para "esquite", **saki (entendido como
"maíz tostado"). Sin embargo, contrasta la homogeneidad de "esquite" con
LENCUAS: pima Maycoh = pima .hajo de Ma yco ba; tep-nte-R = tepdrnano dd norte con dato s lk Rina ldini ( 1 7.1-3 I;
los desplazamientos de significado de "maíz" y "semilla". Por sus formas
t ep -nte-B = tepchuano dd nortl'. con datos de Bascom; tl'.p-ntl'.-E = tepehuano del nurte con datos de Emigdio
Herrera; t ep-sur-L = tep chuán del sur con dato s de Lumholtz; tep-50 = tepehuán de l surne~te; tep-SE = tepehu :in
fonéticas, no se puede asegurar su antigüedad pero tampoco se puede negar.
del sureste; Nte Y Oes = tarahumara del norte y del oeste; g ua ri-sier = guarijio de b s ierra ; guari-riu = guariiíu del b] En cuanto a * *paci, "semilla", las lenguas tepimanas no presentan
río; huichol-Mc = huich ol con dato s de Mclnt osh ; huich o l-C = huichol con datos de C rimes ; hui c hol-L = huiclwl reflejos de ella, mientras que en las demás lenguas sureñas, el significado
con datos de Lumh oltz; cora -M c = cora con dat os de McMahon; cora- L = cora con dato s de Lurnholt z; cora-P = cu- fundamental es "semilla"; sin embargo, tiene algunos otros sentidos co-
ra con dat os de Preuss.
mo "elote" (ópata y tarahumaranas) y "calabaza". Este último sentido

L e o JJ ,, I ,/ " \· 11 I 1 1i <1 , C: u o1 I I ,1 Lo qu e la lingtii s ti ca y utoa z t ec a podría aportar 197


Cu ADRO I rn. Elementos léxicos sureños referidos a la agri cultura CuA R 1 rb. Ele m e nto léxicos sureños referidos a la agricultura

maíz elote jilo te alote m azorca milpa frijol pinole coma] tortilla
pápago húuni kumikuD páp ago múuni h aaki
névome hunu tunibo n évo m babi nabaita
pima bajo hunu ka 'ibari kuumktr pima baj gah a bavi tu'i ttmickar ti-mit
pima Onavas húun káibal pima O n ava ga 'aga poso'ol tu 'i taskal
pima Maycob húun káibil kúumki-r huuníibi-r pima M aye ba t i baw tú 'i timckar t.fmic
tep-nte-R hún+ keibid+ t ep-nte-R da ni/ u a taskali
tep-nte-B úúni kaibiadi- ktribikarro t ep-nte -E ga bavi tuisapi akuru taskali
tep-SE huun hunva' kúmkar ba.Skabák
tep -SE gaa bav túi sap komary ti-mkal
tep-SO huun hunva'g kúmkar hunva 'g
te-SO gáa bavíi túisap haikar ti-mkal
tarahumara sunú pací pací/sitá o'ná sunu o'n egam e
tarahumara ecí/w asací muní kobisi sakíla/reméla remé
guari-sie sunú ihpací wo'ná werumá sunú
guar i-sie m aapí muní ihkopísi sagilá teméi
uari-río su'unú hi ahcí hó 'onára s. hi ahcíira
guari-río h eh cí muuní tuusí táakiságira táhkarí
huichol 'ikú . hííhri sííta kWáusa kwauyáári
huichol vásá múum e pesúri sat-í paapá/súira
cara yuuri iki-i-ri yuúriki-hpwa kuúsa 'a yuúri
cora bí' ira 'a múhume ffiWati-tSiS sacwemi hámwi 'i
tubar koí-t so!-ít
tubar vu pusí-t matusí-t tasekalí-t
tehueco baci abari sitawa nawo bacinaokame
tehueco w asa/sunu mun1 vanari/ takkarim
mayo Bácci aBari sitawa naawo
mayo w aasa/súnnu muuni saktussi wáko'ori táhkari
eudeve sunú-t húba húba n éhro víro
eudeve ecí-t mun tusí-t komáli táskari
náhuatl tlaol-li eloo-tl siloo-tl oloo-tl sin-tli
náhuatl mil-li e-tl pinol-li komal-li tlaskal-li

N O TA S: En t ehueco, / w ákori / es " tepalcate, ti esto" y en gu arijío de la sierra, /wa'kári/ es "tepalcate"; en pápago,
puede estar relacionado con el hecho de que la semilla de la calabaza o / gákoDk/ (que es la mi m a palabra ) es "curvo, chu eca". En cora, "pinole" es también "aserrín".
pepita tuvo un valor importante.
c] Las lenguas tepimanas y guarijías relacionan el término que tienen
para "semilla" con "elote" . Las tarahumaranas más bien relacionan "ca-
hl La palabra "frijol" es bastante interesante por dos razones: i] la
mayoría de las subfamilias presentan la forna *muuni (excepto el tubar
labaza" con "elote"; y las cahitas, "maíz" con "semilla".
y las aztecanas); y ii] la mayoría de las tepimanas tienen, más bien, *ba-
d] Aparentemente, sólo el eudeve y las aztecanas tienen forma espe-
wi (excepto el pá pago). Aquí es importante señalar que la forma tubar
cializada para "jilote", "elote" y "mazorca". De hecho, la gran mayoría
/vupusít/ es semejante a la forma névome: /vupuikama/ "frijol pardo 0
carece de forma especializada para "mazorca".
amarillo".
· e] En las coracholes y tarahumaranas la forma para "jilote" es reflejo
i] Las formas para "pinole" están relacionadas con e-1 verbo "mo1er ".'
de * sita (probablemente habría que incluir las aztecanas en esta rela-
* * tusu . Son interesantes las semejanzas entre el cara y tubar y las tepi-
ción). Es interesante ver que en las lenguas tarahumaranas, "pelo del elo-
manas y opatanas (incluyendo el guarijío del río).
te" está relacionado con *sita en lugar de *paci: tarahumara: /sitabówa/;
;] Sobresale la ausencia de términos especializados para "tortilla"_Y
guarijío de la sierra: /sitapóa/; guarijío del río: /sitahpóa/.
"camal" . La primera presenta dos formas nada más, ambas préstamos del
fl Aparentemente ninguna subfamilia comparte la palabra para "alo- náhuatl: /tlaskal-li/ y /ümi-/ (según Miller, esta última tiene que ver con
te".
el náhuatl /tamal-li/ [?]) . Por su parte, "camal" es también un préS t amo
g] El término para "milpa" está relacionado ya sea con "sembrar", nahua, o está construido a partir de "esquite", **saki (corachol, tarah~-
* *4ci o con * * wasa. El primer término es característico de las sureñas del . ") O de "tortl-
marana o tepehuán del sur; ver la forma tubar para "esqmte . ,,
norte, mientras que el segundo, de casi todas las sureñas. Sobresale el he- lla" (pimas y tarahumaranas), o se emplea el termmo -para utepalcate
, • b
cho de que el náhuatl queda, en apariencia, por afuera de esta constante. .
(como en las cahitas). Por su estructura fonetica,
, . es t os préstamos de en

L eo p o l d o V u l iñ" s C o al l a Lo q u e l a lin g üí s ti ca y ut oaz t e ca p od rí a apo rt a r


199

,
a] La tara abita: t mando en cuenta el número "ocho" y el color
CuADR0 r re. Elementos léxicos sureños referidos a la agricultura
"amari ll " .
sembrar calabaza b J La r laci · n ahita-o pata na: ba ándono en el sufijo de los números
semilla
esquite
kái 'ftst haal/sapi jk " d " a "cuatr ", 1 1 r " rojo " la forma para "calabaza" .
pápago haaki
ka'i
ha'aki tsi- a'ra/himako/ iim 1La relaci · n atana-tarahumarana: ob ervando el número "siete" Y
pima bajo
kai
konhrui ts haal/araav lar la i n - " plun1a " -" a la" " milla " -"elote".
pima Onavas
pima Maycob kaytr fsig im di La r la i · n t pimana -corachole : con los números "cuatro" Y
tep-nte-R haakt keidi/usakt tse hime "di z" y lar la i · n" lun1a " -"ala".
tep-nte áaki káítYkai tsa imaií e\ L r la i · n t pi mana -tarahurnarana -corachole : ·con las formas
tep-sur káicuk 'tsí imái para "cab z a" -"pelo " -" llo" y, probablemente, la formas para "jilote",
te-SE háak kaicúk/ 'uscuk 'tsí suusíi "t rtilla" y "cornal ".
tarahu sakí talí/raká e'cá bací fl La m janza entr la cahita y el tubar: con los números "cua-
guari-sie sakí pahcí/taká/ihtári eca-ní aláwe/kamá tro", "cinc "y" iete" la relación "plu1na"-"ala".
guari-río pahcirá héci-mané haráwe
huichol saakí hasí/'imfari 'esárika súsí Hipót e i obre movilidad
cara ha<tí/ímwe'eri ra-wáste'e SU<tÍ
tubar komalí-t waci-rán wipót Al correlacionar la naturaleza de la ubagrupaciones, las relaciones léxi-
tehueco saki ecimu eca kamam/ayawi cas y el factor g ográfico, aparecen sei hechos que llaman la atención.
mayo saáki Gáccia eeca kámmam/aáyaw r. La conc ntración de subfamilia y lenguas en la región de Sonora-
eudeve sakí-t suvá<ti e<tán kamá/sosók
Chihuahua-Sinaloa (véase mapa 2). En cuanto a este hecho existen dos~~-
náhuatl íski-tl ac-tli -tooka aayo '-tli
siciones opue ta acerca de las características que nos permiten identifi-
NoTA: En tarahumara, "pelo de elote" es /sitabówa/, en guarijío de la sierra : / sitapóa/; y en guarijío del río: car la tierra-foco de origen (homeland) de alguna familia. ·1a primera
/sitahpóa/. Nótese en estos casos la composición "jilote"-"pelo". En la mayoría de las lenguas norte11as, el es- postula que se hallaría en la zona de mayor diversidad lingüística dentro
4uite es el " maíz tostado". de una familia, mientra que la segunda propone que las áreas colonizadas
son las de mayor densidad, siendo las latitudes bajas las que normalmente
serían la tierra-foco de origen (cf. Fowler, 1983, contra Nichols, 199o).
ser recientes, aunque llama la atención la forma *t4m4 (compartida por
Por el momento, y esperando información de otro tipo que ayudeª la
tarahumaranas y algunas tepimanas). discusión, creo que la primera postura es la adecuada, basándome en dos
k] El verbo "sembrar" es muy semejante en la gran mayoría de las hechos: a] la profundidad histórica de un grupo humano provoca una es-
lenguas sureñas.
pecialización del léxico referido al hábitat debida, justamente, a es~ pro-
l] Finalmente, los términos para II calabaza" nos permi~en relacio~~l longada presencia en la región; b] esto mismo provoca una fuerte dialec-
las aztecanas con las cahitas (*ayawi} y a las opatanas, cah1tas y guan110 talización y, a la larga, una fuerte diversidad lingüística. · _
de la sierra (* kama). Sobresalen, además, dos hechos: i] la forma * arawi Si esto es correcto, la tierra-foco de origen de los yutoaztecas s urenos
que parecen compartir las guarijías con las pimas (aunque quedan dudas sería la región de Sonora-Chihuahua-Sinaloa, tal y como lo sugiere fow-
debido a la forma pima de Onavas en la que hay una /v/ en lugar de una ler (1983). Dicha propuesta se reproduce en el mapa 5.
"esperada" /g/ [¿es préstamo?t y ii] la forma del tepehuán del sureste pa- 2. La gran extensión de territorio que ocupa el grupo tepimano, q~~
rece ser un préstamo de las coracholes (?). se extiende desde el sur de Arizona hasta el norte de Jalisco. Esto ad~ul a
r~ 1~~y~r significación _cuando se correlaciona con la f~erte sem~:i::J.
Conclusiones léxicas hngu1st1ca que se mantiene entre ellas (por ejemplo, el sistema ~~ h
,
Esta se puede deber básicamente a dos razones: a] que la separa c1on aya
Si bien hay muchísimo más que decir de los cuatro campos léxicos, creo sido reciente, o b] que, aunque haya sido temprana, los d1·feren tes .grupos
de
que para los fines de este trabajo se pueden destacar las siguientes agru- .
tep1manos se hayan mantenido . en contacto . Como se ve, eualqmera
pac10nes: estas posibilidades es históricamente significativa.

201
200 L eopo ld o Va li1ia s Coa lla Lo qu e la lin g iii s ti c a y utoazt eca podría aportar
mejanzas lingüísticas más fuertes se dan entre las cahitas y las opatanas
y, sin embargo, no son vecinas geográficamente. ·
PROTO · TAAAHIMARAIIO
5. Las semejanzas entre las coracholes y tepimanas no pueden ser vis-
tas como innovaciones compartidas (y poco probable como retenciones),
por lo que no podemos agruparlas (por ahora) juntas dado que datos fono-
lógicos, morfológicos y léxicos las colocan como extremos de la cadena
que forma el total de las lenguas sonorenses. Esto más bien nos obliga a
suponer la existencia de contactos muy posteriores a su separación lin-
güística, lo cual es, por sí solo, sumame"nte sugerente. _
6. Las semejanzas entre las cahitas y sus lenguas vecinas (concreta-
mente con el tubar y el guarijío del río) evidencian contactos sociales; lo
que no se puede asegurar es la profundidad de tales contactos. En el caso
del guarijío es evidente que deben ser, de cierto modo, recientes, mien-
tras que con el tubar pueden ser entendidos como consecuencia de los
contactos interlingüísticos "normales" presentes en la zona muy densa-
mente poblada supuesta como la tierra-foco de origen de las lenguas so-
norenses.
: . .:
{ ....·· Todo lo anterior nos permite suponer ciertos movimientos poblacio-
_. ) ! .. . nales. Obviamente el problema comienza con la propuesta de la ubica-
. .........
~

ción geográfica que tuvieron las lenguas (y sus hablantes) en los primeros
tiempos. Qué grupos ocupaban el oeste, qué grupos el sur, qué grupos el
este, etcétera. Como ya se mencionó antes, una de las propuestas explíci-
tas más sugerentes y más aceptada es la de Fowler (1983), que aparece en
el mapa 5.
Mapa 5. Distribución
original de las
Las hipótesis más factibles sobre los movimientos, comenzando con
lenguas yutoaztecas razones lógicas, son tres (no excluyentes entre sí):
sureñas y sus posi- a] el movimiento de grupos cahitas hacia la costa;
bles movimientos
(basado en Fowler b] el movimiento de grupos pimanos hacia el noroeste y luego de te-
1983 :247). pehuanos al sur, y
e] el movimiento de grupos opatanos hacia el norte.
Algunas de estas ideas las resume Dakin (1994: 78):
3. La aparente discontinuidad entre el pima y el tepehuán del norte,
actualmente separadas por las lenguas tarahumaranas y el tubar. Es im- La evidencia aquí analizada sugiere que un grupo yutoazteca sureño llegó ª
portante advertir que si bien hoy en día están separadas por las lenguas Sinaloa. De ahí, las lenguas tepimanas se expandieron probablemente hacia
tarahumaranas y el tubar, esto no necesariamente indica que su división el norte. El corachol se desplazó hacia el suroeste. Después en algún momen-
haya sido temprana. Existen, sin embargo, ciertas evidencias (fundamen- to de este periodo, una migración formada por el grupo taracahita se desplazó ·
talmente fonológicas) que nos permiten suponer que la división tiene hacia el norte, al oeste del área tepimana y después al este, dejando atrás al
cierta profundidad temporal. Por otro lado, Miller supone que el conti- tubar, al náhuatl, y tal vez a otras lenguas yutoaztecas ahora extintas.
nuo tepimano fue interrumpido hasta finales de la Colonia.
4 - La aparente discontinuidad entre las cahitas y las opatanas, consi- CONCLUSIONES
derando que muestran grandes similitudes. Esto, por sus posibles conse-
cuencias, es igualmente significativo. Sobresale el hecho de que en las Es obvio que todo lo hasta aquí dicho-pretende evidenciar la relación de
supuestas lenguas taracahitas (tarahumaranas, cahitas y opatanas), las se- los estudios lingüísticos con las investigaciones arqueológicas. Nada de

202 !. eo pold o Valiña s C o alla Lo qu e la lin g üí s ti c a y ut o a z t ec a podría aport a r 203


lo aquí presentado es definitivo aunque sí nos permite v r el tipo de tra- o utln, e t . n illi a m C . turt vant (comp. gen .), Handbook of
bajos que todavía faltan por hacer. D esde el punto de vi ta de la lengua, orth Am eri an Indian , o l. 10, pp. 113-124.
estudios en los que se busque la clasificación "gené tica " de la lenguas, Mill r, Wi k. e 4 . " Th Cla ification of the Uto-Aztecan Languages
trabajos en los que se aborden de manera sistemática y profunda diver o Ba d n L xi a l E id n ce", l!AL ~0 (1): 1-24.
campos semánticos y en los que se articule con estudios arqueológico , - - - ,r . "C la ificació n de la lenguas del yutoazteca meridional",
etnológicos y etnográficos, pueden ir conformando cada vez más cabal- n M e m o ria d el 11 Encu en tro d e Lingüística en el Noroeste, Hermo-
mente la reconstrucción histórica de los grupo y movimientos exi ten- ill , Uni r ida d d e o n ora, 2 vol ., 1: 311-323.
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205
204 . apor t ll T
L e O JJ O / c/ O \' a/ 1 IÍ // S C O // / / ll
L o ,¡ 11 e 1 11 I i 11 g ii i ; t i e 11 y 11t o 11 z t ec a p o c1 r 111
VOCABULARIO CULTURAL DE TRES LENGUAS OTOPAMES

Yolanda Lastra
Instituto de Investigaciones Antropológicas-UNAM

Al considerar la prehistoria de México, es evidente que no se puede hacer


una división tajante entre sedentarios por una parte y cazadores y reco-
lectores por otra. Por lo que respecta a las lenguas, suponemos que las
que subsisten son descendientes de algunas que se hablaron en la prehis-
toria y que, por lo tanto, podría ser útil examinar el vocabulario cultural
de una familia que actualmente ocupa mayormente territorio mesoame-
ricano (el otomí), y por o~ra, territorio que fue más o menos de transición
entre Mesoamérica y la zona norte. Las relaciones lingüísticas señalan
que hay parentescos entre norte y centro respecta de las lenguas yutoaz-
tecas, que se extendieron en algún momento desde lo que hoy es Utah
hasta Centroamérica, y las otomangues cuya distribución abarcaba, sin
duda, lo que ahora son estados norteños y que llegaron a extenderse am-
pliamente en lo que ahora es Oaxaca y llegaron también hasta Centroa-
mérica. Desconocemos el lugar de origen de los hablantes de las proto-
lenguas, pero suponemos que provienen de lugares situados más al norte
de los que sus descendientes ocuparon posteriormente.
Este modesto trabajo, dedicado cariñosamente a Tita Braniff, se limi-
ta a presentar vocabularios de algunas de las lenguas otopames del tronco
otomangue sin analizarlos históricamente. Las lenguas de la familia oto-
pame son seis. Están divididas en dos grupos, las pameanas (pame-chichi-
meco) constituidas por el pame del norte, el pame del sur (extinguido) Y
el chichimeco jonaz y las otomianas constituidas por el otomí-mazahua
y el matlatzinca-ocuilteco. Cabe señalar que la distancia lingüística entre
pame y chichimeco es mucho mayor que la existente entre otomí y ma-
zahua y entre matlatzinca y ocuilteco. Lo más probable es que la separa-
ción entre estos dos últimos idiomas sea posthispánica como lo señaló
Valiñas recientemente. En este trabajo sólo incluimos tres lenguas: pa-
me, chichimeco jonaz y otomí.
El pame se habla en la Sierra Gorda en San Luis Potosí en comunida-
des dispersas que de norte a sur incluyen Ciudad del Maíz, Alaquines, La
Palma, Camotes y Santa María Acapulco. El pame del sur, ya extinguido,
se hablaba en Tilaco (municipio de Landa de Matamoros, Querétaroli Pa-
cula Y Jiliapan (Hidalgo). En el censo de 1990 se dice que hay 3 096 ha-
blantes de pame.
El chichimeco solamente se habla en Misión de Chichimecas, San
Luis de la Paz, Guanajuato. Tiene 1 5 82 hablantes, según el censo de
1990.
El otomí es la lengua más extendida·. Se debe tomar en cuenta que la

207
difusión de este idioma en Querétaro y Guanajuato e po thispánica. En mino d par nt co como 'madre', 'hijo'; partes del cuerpo como
la República hay 280 23 8 hablantes según el último cen o. Dicha lengua 'cab za', ' pi '; alguno pronombres personales; verbos para acciones que
se encuentra en los siguientes estados: Guanajuato, Puebla, Veracruz, upu tam nt e expre an en todas las lenguas, etcétera. Estas cien pa-
Tlaxcala, Michoacán, México, Hidalgo y Querétaro . En lo primeros cin- labra d v cabulario bá ico son las que en teoría cambian más lenta-
co la población es muy escasa. Ya casi se extinguió la lengua en Guana- m en t . Se incluyen en la larga lista de Swadesh y aquí se dejan aunque en
juato. En Puebla el otomí sólo se mantiene vigoroso en unos puebl? de est ca o no on d primordial interés, pero siempre resulta útil tenerlas.
la sierra; lo mismo sucede en Veracruz; en Tlaxcala, en lxtenco, solo la En cambi la d má , que denotan en general asuntos culturales como
hablan los mayores, lo que también es el caso en Michoacán, en el pueblo 'algodón' 'm tlapil ' '1naíz' 'sembrar' 'veinte' son las que suelen cam-
' / ' '
de San Felipe los Alzati y en dos pequeños sitios más. La lengua se con- biar a ritmo normal. Si, por ejemplo, algún objeto se difunde de un grupo
serva bastante mejor en los últimos tres estados, es decir en el de México, a otro a v ce toma en préstamo la palabra de la cultura donadora, pero
Hidalgo y Querétaro. no necesariam.ente.
En comparación con el náhuatl y algunas de las lenguas mayas, estas La lista mim ografiada por Swadesh estaba ordenada en grupos de
lenguas otopames han sido relativamente poco estudiada , aunqu~ el o~o- cinco palabra má o menos relacionadas semánticamente. Este orden fa-
mí ha sido objeto de atención sobre todo en su dialecto del Mezqmtal. Es- cilita su elicitación, pero dificulta su manejo posterior, por ello se han or-
te cuenta con un diccionario publicado (Walli y Lanier, 1956) Y hay otro denado alfabéticamente por la glosa española.
mayor en preparación (Sinclair y Bartholomew). También hay un diccio- Lo vocabularios que se incluyen proceden de diversas fuentes. El p~-
nario del otomí de Querétaro (Hekking y Andrés de Jesús, 1989). Se cuen- me proviene de una lista recogida por Lorna Gibson en 1962, que habia
ta con vocabularios extensos para el otomí de Toluca (Lastra, 199 2 ) e lx- permanecido inédita y que Doris Bartholomew tuvo la gentileza de pro-
tenco (Lastra, en prensa) y pronto habrá un diccionario del otomí de la porcionarme; el del chichimeco-jonaz fue recogido por mí en 195 8 en San _
Sierra (Echegoyen y Voigtlander)." No hay diccionarios del pame ni del Luis de la Paz de manos de Jorge y Clemencia Mata y completado, en al-
chichimeco modernos . El vocabulario del siglo xv111 de Soriano, de unas gunos casos, con palabras obtenidas en trabajo de campo posterior; tam-
1 200 palabras, todavía está inédito . La etnografía de Chemin ( 1984) in- bién se incluye un apéndice tomado de Angulo (1933); el vocabulario del
cluye las cien palabras de Swadesh en cuatro dialectos además de las mu- otomí de la Sierra procede del diccionario en preparación de Echegoyen ~
chas que se citan dentro del texto. Existe un vocabulario del chichimeco Voigtlander; los de Ixtenco y Toluca son de mis propios materiales Y e
publicado por Moisés Romero en r 966. Para una bibliografía de trabajos del Mezquital está tomado de Wallis y Lanier y de Sinclair Y Bar t bolo-
sobre otomí véase Lastra, 1992; para trabajos sobre las lenguas otopames,
véanse Barthólomew, 1994 y Lastra, en prensa . me~--os símbolos utilizados en la transcripción tienen el válor normal
Para este trabajo, se trató de completar una bien conocida lista de 6oo que se les da en trabajos especializados sobre lenguas amerindias. Se ~an
palabras que prepararon Weitlaner y Swadesh, que Swadesh mimeografió uniformado las transcripciones para facilitar la comparación. En el apen-
Y difundió ampliamente y es la que sirve como base para la sección de lé- dice 2 se explica el valor de algunos símbolos.
· mane-
xico del Archivo de Lenguas Indígenas de México que actualmente publi- Se espera que el tener los vocabularios ordenados de la misma .
ca El Colegio de México. Es una lista muy útil que comprende palabras ra estimule el trabajo comparativo y la reconstrucción del vocab~l~IO
más o menos "mesoamericanas", pero también otras que se incluyeron cultural. Tal esfuerzo se debe basar, en cuanto a las correspondencias ~-
para ver si las lenguas han utilizado sus propios recursos o prés tamos nológicas se refiere, en la reconstrucción i.nédita de Bartholomew (19 65 ·
después del contacto con los conquistadores españoles. Hay por lo tanto,
entradas para animales, plantas y objetos introducidos por los españoles REFERENCIAS
Y también las hay para objetos de la cultura occidental contemporánea
como 'escopeta' o 'ferrocarril' . Dentro de la lista aparecen también las fa- ANGULO, JAIME DE · J
mosas cien palabras de Swadesh de vocabulario "no cultural" que inclu- r 9 33 "Th e ch· h . 1 ·
1c 1meco anguage (Central Mex1co · ·)" J-e.ternatwna
yen elementos de la naturaleza tales como 'piedra', 'lluvia', 'cerro'; tér- Journal of American Linguistics 7: 153-194.
BARTHOLOMEW, DORIS h.
11 •"ty of e 1ca-
I 96 5 The Reconstruction of Otopamean". The Umversi
· Agradezco much o a Doris Bartholomew, Donalcl Sinclair, Artemisa Echcgoycn Y Kathry n
Voigtlander por haberme facilitado copias de los manuscrito s de sus diccionario s. go. Tesis doctoral.

209
Y o /linda Lll ; Cr// Vocahu lari o d e er es l e n g ua s oropame;
208
1994 "Panorama of studies in Oto-Pamean languages". En Bartholo- WALLI S, ETHEL Y NA CY LA IER
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? cierre glotal
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m nasal bilabial lenis
Verano (en preparación).
n nasal alveolar lenis
SORIANO, FRAY JUAN GUADALUPE
Difícil tratado del arte y unión de los idiomas othomii Y pamee.
Doctrina christiana, para la fácil enseñanza he intelligencia de
los misterios de Ntra Santa Pee en el idioma pame, para bien de
las almas. Ms., 1767.
V ALIÑAS, LEOPOLDO
"La separación matlatzinca-ocuilteco. ¿Cuestión de siglos O mi-
lenios?" Trabajo presentado en el Primer Coloquio sobre Otopa-
mes. Querétaro, 20-22 de septiembre de 199 5.

210 Yolanda Lastra .2iI I


Vo c abulario de tr e s l e nguas otopam e s
OTOMÍ DE TOLUCA c 1g:1rru · jj chiflar hi · i entrar kiti
cin o kit:í chile ?i escalera ?réde
a [locativo] a arco arko calabacita cl:irn r :ís i lblan o] chinche cinte e cama
abajo a h5i arco iri behkhini ca l:ibaza mú clavo kl:íbu chirimoya escarbar sit?j
abeja gA n e arder zi ca lcet ín CU:l ómi chivo déhti escoba ba·i
abrir sohkí ardilla minó ca ldo gíth 6 c hi j:i :íb:ín:í chocolate escoger hwáhni
acabar gwácli arena ?bómú caliente pá co bre chupar cici escopeta
acostarse b1.ni armadillo mj ca lzo nes hwitw:í cuco dar úni e cribir ht,íci, hñt,íci
achiote arriba am_iñá ca ma gáma codo •ini darcl e e nuk?Á
adentro mbú asar cóni cama rón coger pénti, ñ:í decir mó e palda sithá
adivino atar th_it?j, ca mbiar mbúhti cu l:i CÍ dedo s5 espejo
adobe bh:'.>i ds1tí, nd.ití caminar ?yo e ladcr:i mflci delgado ncit?i espina mini
agrio ?ís í atole t?í camino flú !ceda zo, s icve ] derecha n í.í espíritu
agua cléh é atravesar ?rati cam i a pahni co llar th0bé de pacio cinkh:ínté esposa ?b i.hñá
aguacate c?5ni aventador bentadó camote biza [blan- ·o mal do· ·ó de penarse n(lh1,1 espuma phigí
aguardiente ayer mánd(: col, bi -kw:í comer í, z i, nzi despué sití este nA
águila ágíl:í azadón á aró [guinda] cómo :ínkha de truir sAhki [romper] estrecho ncit?í
agu¡a yóphání balsa campamento co mprar túi , dúi , ndói día pá estrella ci
agujerar ohkí bailar ni canasta ?b ic?é [con asa[ c 11 ko diablo excremento phó
ahora nuyÁ bajar ká111i cangrejo 111::ii conejo khw:í cliente ci faja ngiti
ahuehuete [sabin o] - bambú canoa m ócá copal gi th oni diez ?r f. t?a ferrocarri 1
ala hwá bañarse né~ha cansado pú, bó, mbó corazón kur, ó n dinero t?égí
dómi fierro
alacrán alakrá barbacoa [cansa rse ] co rre cto dio cáingo
cikhó fiesta
alegre p::ih::i barco cantar tt,íh(1 correr hetarí, hi e doler ?í filoso hó
alfiler barranca báranka caña de azúcar co rtar héhke lóncle ánk?u flauta
algodón algodú barrer mpási cara kara corteza si dormir ?óhó flecha
almeja barriga mii caraco l corto éill ngu do yóhó flor diní
altar barro c:írcel phúdi ]chiquito] dos veces fluir
allí nuni basura pasí ngí coser 'l w t di
carne dulce ?t,í forastero
amargo nkht,í baúl k:íhá kafiso coyote '/miflo
carrizo duro ?mí frente di
amarillo k?ásti beber cithé ng~• crudo
casa ñó eclipse fresno
amate bilis cuándo
casabe [pan ele yuca] - kh:im:í ec har 1.ntí, ytntí frijol cínkhí
amigo amigo biznaga nth~tí cuarenta
casarse él gégé frío ci.
amontonar múndo blanco t?ási dén sí cuates tóhmi, dóh mi,
cebolla elote máncá frotar
ampolla df.músí blando ntudi cuatro
cedro gúhó ellos nugégé-wí nd~hmi
ancho néídi boca né cuchara
ceiba [dual], fruto
anillo aníyó borracho tí dihdíhw f cuchillo khwái cíbí
cempasúchil nugégé-hí [pi.] fuego
antorcha borrego d l.hti ?ósi cuello nk?ó thé c?iti [chu-
cenar embotado fumar
anzuelo brazo ?yi. ?bospí cuerda nth~hj par]
ceniza empezar phidi, midi
año kh f. yá brincar nch5hkí cera cuerno ?yóndrí cith é
empujar ét?é, yét?e garganta
apagar hwítí brujo zamíi cerhatana cuerpo kwéq1ó en garra
aplastar mí?mí bueno chala cerca !adv.J hingi yá?ku cuervo kw0rho enagua garrapata
apretar dit?í caballo pháni cerca [ni cueva ohkí !agujero] mistu
encender thiti, diti, nditi gato
aquí núwá cabello, hair stó cerdo zákhwá cuidar phodí,módí encino khóní
gente
arado t7ábí cabeza ñá cerillo culebra k'liflá encontrar ?i ni
t5t?í, d5t?í, golpear
araña m ése cacahuate káhkawa cerrar kóti, góti, ngüti cuna ntü nd5t?í gota
arar cacao cerro s~inthí curandero yÁthété enemigo grande ndihté
árbol sic?ó [sa uc e cadera cicatriz séña chapulín éapolín enfermo dothí granizo ndó
llorón, el árbol caerse có ciego cénd:'> chicle c'/ahpó enredadera póti, móti, grano cóci
prototípico/, zá café ciclo m~hf c'/í chien I/ ngu mbóti grasa ndéga
[palo/ cal nÁni cien ncidí chicozapote [enredarse] gritar máphí

212
a UNIVERSIDAD ,e
DE SAN LU~
SISlEMA DE Bit
Yulanda Lll s tra V oc llbulllrio d e tr es l e ngulls

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.
213
grueso mpídi lagartija cándígá mejilla hmí
guacamote [yuca) nueve gihtó peyote río dáthé
lagarto [caimán] mercado tói
guaje éphé nuevo ?ra?yó pez hw~ rodilla ñ~hmlJ
lago ziíbí [laguna) mes ZOnA
guajolote dama ?ii.ni ñame pie wá rojo thl.ngi
lamer téte mesa
guayaba s{lhpmí occidente piedra dó ropa d~t1,_1
lana sí?yó metate khiní
guerra tüni lanza ocote tidi piel de persona rozar
meter kóti, góti, ngóti
gusano largo ocho ñ~to pierna sínthé saber p~di, b~di,
Zl,_IWÍ mií. metlapil [mano de
hacha oír U.dé, yÁdé pinole ?bot?i mb~di
lavar mp i ni metate[ ?yi
hamaca ojo dó piojo t?óni sabino
leche ?bá mezquite
hay khá leer oler p~h~, b~h~, pizcar [cosechar] sóphó, cóphó sacerdote mókh~
só miel
helarse cf. [hielo[ lejos ?yák?u hw~hj mb~h~ plata sal N
milpa
hembra cij lengua olote yót.h~ plátano zafa salir pini, bini,
khAhné moco ?b5si
hervir phigi leña t?1,_1di zá olla c?ii plato móhi mbini
moho ?bithé
hielo el liendre bit?ó ombligo c?5i pleito saliva khíhní
mojado nk?á
hierba pasí limpio z5 once pluma si sangre khí
molcajete mádá
hígado ?yá liso sií.?thó oreja gij pobre megí sapo hitwt
moler kiní
hilar lodo b5h5i miskídó órgano poco cithó seco
molleja
hilo luna zónÁ oriente podrido ?yá seis ?ráhtó
mono
hincharse néni llaga orilla hió polvo semana ngó
morder cá, zá, nzá
hoja sí lleno orinar mbílá pollo ?hni sembrar tijhij
morir tJJ, dij, ndij
hollín ñiídí llorar z5ní, nz5ni oro poniente semilla ndó
morral busa
hombre ñíhí lluvia ?yé oscuro ?ml.ncijí primero mttó senos ?bá
mosca gíwí
hombro cíchí machete másciti m5do otro pueblo hníní sentarse mí
mosquito
honda macho tá míhcu padre tá puente ?raní sepulcro hní
mucho
hongo ñijní madera zá ca.phi pagar khijt?í, gijt?í, pulga ?o sesos ng~bo
muela
hormiga SAkhí madre mé ?b t hñA ngijt?í pulmón chjchí sí ?bi
mujer
horno maduro t~, dá, nd~ pájaro c?inc?i pulque siete yohtó
muñeca [wristl ci
horqueta palma dmthí [para puma tMhni (banco)
[madurar] murciélago casmagij silla
hoy piíyá maguey gwadá tejer] puño sobaco káskó
nadar
hoyo ohkí maíz pantano ncící pus ?yá sol hiádi
deth~ nalgas síkhí
huarache ü.sthi malacate panteón qué té sombrero phii
hueso naranja
ndóyo·? malo máhkó papa rók?a quelite k?áni sonaja hwási
nariz siñú
huevo dóni mamar papel c1,_1.hkwá querer hwit?í
ci neblina mbingwí né soplar
hule mamey par quién góg1,_1
negro bot?i tó sordo
humo bíphi mango parado ?bonthó quijada pic?é, bic?é,
nido báphí subir
iglesia níkM mano pared khóti quince mbic?é
?yl nieve sikha
iguana mañana parir ?ódí raíz ncó?
nchudi [la niño b~hcí ?yí sucio
isla párpado sídó rajar hirni YA siín th é
mañana], nixtamal chijní het?e sudar
ixtle pasado mañana pasado ?rihiáci rama ?yt sur
?rihiác?i [el día no híná, hingi
izquierda ng~h{l pasar thógi rana tabaco
de mañana] noche ncijí ?wt?
jabalí mar pato bádú rápido thídí
nombre th¡jh1,_1 biko tamal
jabón sábó marido patrón lámo rata ngij tambor
clamé norte
jaguar marihuana pedernal ratón ndé
nosotros nugó-be [dual ngij tarde
jalar khiti, giti, ngiti mariposa pedir ?ódí, ?yódí recto dehcó tecolote
túmii excl.[, nugó-hé
jarro martillo peine nciíni red techo ñ~nkú
[pl. excl.], nugó- ndócí
jefe pelo st~? redondo tejer pé, mé
masa khiní wí [dual incl.],
jícara símó pensar reír tejolote h;jnt?i?í
máscara milúá nugó-hí [pl. in- thedé
ji tomate sidomú peña relampaguear tela d~ht1,_1
matar p:>?t?í el.]
jorobado perro ?yó? remedio telar téla
mazacuate [boa] nube gl)í
labios siné pesado hií remo temascal tjht~
mazorca tM nuca cíbídó
pescar pá, má rezar sódí temblor nahmói
ladrar phigé mecapa! ndénthí nudo th(!?ci cú,zú,nzú
petate siphj rico temer

214 Yolanda Lastra


Vocabulario d e t r e s lenguas otopames 215
templo níkh~ troje to?ité lsincolote l vena '/y úkhí leamino MÍ IX TE
tenamaztle hñúi tronco de . angrel
tener h~, hñ~ trueno th óhni ltronal ve nad o phanthí a\1 cativ are iri arko iris calabacita ci mú
teñir ki tú núk ?igé ve nder p:>, 111 :) abai g6 t1i arder dinzá calabaza ?mú
tienda déndá tuétano venir ·1¡h¡ abeja giné ardilla ardía calcetín
tierra h:ii tumor ver nú abrir "oki arena ?mómú ca ldo gíthé
tijeras ñ~si tuna k~h~ ve rde k?:mga acabar khwadi, armadillo caliente pá
tlacuache nd$zí tu sa verruga gwadi arriba mayá calzones nkhokwá
todo góthó último ve tir e h11é aco tar e i, yo i a ar hy·i, hiasi cama kama
torc er k?ínti uno na viejo zl. achiote atar th$ti, dytí camarón
tortilla hmj ustedes nuk?ígé-w í viento nd~hi adentro mhú atole t?e i cambiar poni
tortuga lduall, viga adivino atrave ar rani caminar ?yo, n?yo
toser s~t?i [tosJ nuk7ígé viruela d:ím ú adobe ad be aventador máspi camino ?yú
tostar cúst?i hí IPLI vivo agri o ?is i ayer mándé camisa ngamisa
tragar tQti, dQti, ndi;iti vaca nd~ni volar c:igí agua déhé azadón asadó camote mbikwá
trampa vacío ?yAni !vaciar! vómito y5h5 aguacate c?o ni balsa campamento
tres ñú vela ?yó yu nugú aguardiente páthe bailar nei canasta rink?icí,
tripa c~phó veinte zopilote nd ópa dá águila n si ní, iní bajar kyi, gyi c?icí
triste vejiga zorrillo ?~j aguja yophaní bambú cangrejo
agujerar ?okí baúarse t$ canoa
ahora nuwa, núya barbacoa ?ini
cansado
ahuehuete [sabino! sázá barco [cansarse]
ala hwá barranca t~1h1.1
hiéi cantar
alacrán ?m óz i barrer k?iíyo pá mohoi
pasi caña de azúcar
alegre barriga [caña de tierra
c?iphó
alfiler barro caliente!
bohói
algodón bAsó basura hmi
pAt?ái cara
almeja baúl kahu caracol
altar áta beber mbége
ci cárcel
allí khapí bilis ng0
carne
amargo khú biznaga sithí
[no se conoce! carrizo
amarillo k?ásti blanco ngt>
nt?asi casa
amate blando casabe [pan de yuca] - _
tudi
amigo amigo boca casarse n th"dl
né {l
amontonar múnc?i mudí borracho densi
sa-dit?í cebolla
ampolla yidí borrego dr.tí cedro
ancho sidí brazo ?yt ceiba
anillo mphóyf. cempasúchil didiní
brincar chógí, zógi
antorcha s~kA tidi [astilla brujo yet?é cenar
de ocotel ?móspí
bueno zá ceniza
anzuelo gánco séra
caballo tige cera
año kh1.yá cabello, hair cerbatana
stó
apagar hweti cabeza cerca [adv.] gékwá
y~
aplastar tómi mohó cerca [n] khóti jparedl
cacahuate hondi khi
apretar dit?í cacao cerdo bízu
aquí káwá cadera khití [cintura cerillo nt?i tí
arado t?iíbí y parte cerrar khüti
araña mesé de la cadera] cerro t?ihí
arar gwanchi caerse coi, zoi cicatriz
árbol za [palo] café kafe ciego dndo
arco arko cal n~ni cielo myhtc?í

216 Yn/11nd11 La s tra Vo c 11bu/11rio d e tr es l e nguas otopames 217


cien ncidí chapulín [cigarra] entrar kiti, yiti [di-]
cigarro yii chicle c?apo grano th_isi [del cuer- jalar khi, gi [di-] mano ?yl
escalera rédé
cinco k?ita chico cikt'tpi, citapi, po] jarro saru mañana nisvdi
escama
claro citE.pi, dtngu grasa ncikhi jefe hmú [patrón] mar nenthe
escarbar sei
clavo garabisi chicozapote escoba gritar maphí jícara símo marido damé
?m~sí
coa hut?igi chiflar hisí escoger grueso nOh ó na ra símo marihuana
hwani
cobija si?yo chile ?ñi escopeta guacamote [yuca] ra chei mariposa gati
cobre chinche sa?we escribir guaje hwasi [una jícara martillo
?yOt?í [pintar]
coco chirimoya guajolote dama Umi de pulque] masa kh1.m,
ese khá ni [está ahí]
codo yini chivo ndlncu espalda fü?a guayaba m ómú p l. ni jitomate sidomá máscara hmítí
coger h~, plnt?i chocolate espejo guerra tüni jorobado s0thi matar ho, hió
hiéi
cola c?i chupar c?iti espina ?mini gusano cüwé labios sine mazacuate [boa]
coladera ?mac?í dar ?uni espíritu hacha ?ázá ladrar th~
m~-nd~hi-gá [mi phige mazorca
[cedazo, sieve] dardo aire] hamaca lagartija ndéga
cikhwai (tam- mecapa}
collar chantí decir m~, ?en~ esposa sícu hay kha hmj
bién significa mejilla
coma! dó?yó dedo so phigi helarse ce [helada] toi
espuma mujer estéril], mercado
comer cldi, zldi delgado ?yóncá khá wá [está hembra cisnu
este módógá mes ZAl).~
cómo hankhá derecha ny~?í hervir phigi
aquí] lagarto [caimán] mesa
comprar toi, doi despacio matho hielo ce kruni
estrecho hingingwangi lago sawe [laguna] metate
con despertarse núhu hierba k?aní ?yl.t?í
estrella ci lamer tethé meter
conejo khwá después mf.phá hígado na ?yi na khini
excremento phóhó ?ya, lana biso metlapil
copal ngithiní destruir thünt?i [mano de
faja khiti [e/. n cabeza] lanza
corazón mii día pa hilar metate]
ferrocarril ncáru h l. t?í, hi l ti largo má
correcto za [bueno] diablo nac?ó [está feo] hilo
correr fierro t? f. gi ílo lavar peni, meni mezquite
hr,perihi, diente CÍ hincharse t?aphi
fiesta fiesta neni leche ?má miel
hiaperihi diez ?rita hoja
filoso hó sí leer milpa thvb1,1
cortar hlki, hilki dinero só
t?óphó flauta hollín ?ñOnt?i lejos ?mósi
corteza sí dios moco
na yá khw~ flecha hombre ?ñOhí lengua moho bAsó
corto hj ?E.yá doler khiné
?i flor d,!mí hombro síc?i leña k?á
coser ?wldi YA zá mojado
dónde habi honda mandó
coyote fluir piSA déhé ntr.ndó [hilo liendre bit?ó molcajete
?mínño dormir móhi [de
~h~ forastero mbF.SA ml.gó, para aventar limpio
crudo nyá dos t?asi [blanco],
yóhó randí kh~?j, piedras] barro]
cuándo nkhá-mi dos veces phlki [limpiar]
yó-gí mbaskh~?i hongo khó mandó dó
cuarenta yóte liso kóni
dulce t?aphi hormiga [de pied_rªJ
cuates yagó frente dé s~khi lodo bohói
duro me horno k?iní, guu
cuatro góhó fresno luna zin~ moler
eclipse horqueta
cuchara frijol cínkhí sozá zá [horque- llaga molleja
mógwá [de echar sít?i frío et ta de palo] lleno ?wdi mono
albañil] él nú?á hoy cá, zá
nuya
cuchillo khwái elote kndu tM
frotar ?yúni . hoyo siei, hiéi
llorar zóni morder
morir
tú,dú,ndu
cuello ?yigá fruto lluvia wªi
ellos nu?í huarache busa
cuerda fuego cíbí zf.sthihuauzontle machete macete morral
sªhi embotado hueso gíngwe
fumar c?iti [chupar] ndóyó macho mázú mosca
cuerno ndóni empezar phidi, midi garganta ?yigá huevo [n]dóni madera mosquito
cuerpo kha?j empujar zií chú
?ylki garra síso [uña = piel hule madre mucho
cuervo ká en nana, m~m~gá ciíphi
del dedo] humo míphí maduro muela
cueva ?okí enagua d~, nd~ d~nsú, sicu
ngide garrapata t?ógl,l iglesia níkhá mujer
{madurar]
cuidar pho ra gwmda encender cí gato místu iguana maguey gwadá muñeca {wrist] . muñeka
[tener en cuenta] encino isla casamagú
meza gente kM?í maíz dltM murciélago
culebra k?l.ya encontrar k?itA déhé [en-
tini,dini ixtle c?isi gwadá malacate t?ldí nadar
golpear p?iní, miní trar en el agua]
cuna sit~ enemigo inimigo izquierda
gota t?ii déhé ngªh~ malo hopidego ?yoski
cuñada ?múdú enfermo có?yt jabalí mamar nalgas
grande nóhó c?iti [chupar] ?ísi
curandero dínyétété enredadera jabón sábo mamey naranja
granizo ndó siyú
jaguar ziíté [tigre] mango nariz

218
Yolanda Lastra 219
Vocabulario d e t r e s lenguas o top ames
n eblina mang t,1i papel cukhw á k7ont in e n m, . m:i t e mer cú nada má s ése]
n egro mbó7 í par yóh o c h-,: i _cn t:ir e mi t e mpl o níkhá juno na
nido m áp hi parado 'l m ó i cp ul ·ro muho i t e namaz tl e hi ~i ¡ u t ede nuk'liwí
nieve si kha pared kh úti n gibo tene r pho, m o ¡ vaca waga
niño m l.cí !di ce la parir '1 m1ni 7y:i m:i tefli r ki ¡ vacío saphodí ln o ti ene
nada]
muj e r] b;;icí !dice párpado ?yódo té tó tienda diéndá
el h ombre ! pasado m a ñana nim anj k"hiní nthü c i !banco) tierra h ói l vela tidi
nixtamal chüní pa. ar thógi ¡u ercr né oh:i ·o ka ~ku tijera ni y~ ¡ ve inte ró t i.
no hína pato bádu t ógA ol h iñdí tl:ic u:u.:h c sá i ¡ vejiga
n oc he n s(li patrón hmú ¡ vena ?y ükhí !camino
u n1hren1 phii t d gó? tithó
nombre th(1h(1 pedernal quin ce de sangre]
u na j:i tor er n angi
n o rte pedir ?odi, ?yodí '7 yi \ venado h okphani
o plar h, i l i t rtilla hm é
n oso tros nugaga m é lexc l.j peine nc?;;i ni h ékc ) vender po
ordo t· ingt,1 t rtug:i
núgAW Í lin- pelo
pensar
st¡¡
bl.ni
"/y l
ub ir tt..: ce, n ecc t o er héhé ¡ venir ?(:h e, y(: he
handi, hi a ndi
el.] º/V,//
u c io pós i t o t:ir ·z w l.t"Jí[di-] ¡ ver
nube YA gl,li peñ a rápido n ci dith ó
udar hi a m · e tragar t(ltÍ ¡ verde nk?angí
nuca kontia perro ?yó? ndit é ga j verruga
s ur trampa
nudo thu?ci pesado ditininu c?o ngú
tnba c trc hi(I l vestirse
h e, hi é
n a ndi skwá
nu eve gitó pescado hw~ lcitepi]
tamal th l dí tri pa siphó ¡ viejo
nuevo ra?yó pescar bAhá ya hw~ c?ongú j vi ento nd~í
tambo r d :i mb tri t e SA ?i ir mii lle ?y;;isi
ñame !saca r pescado] nkh wa nth ó ¡ viga
tarde mié doli ó el corazón ] hi ot é c?asi
occ idente petat e siphi hars in a !red para
teco lute túkuru tr je túnca l viruela

aco t e thidi peyote llevar zaca tc tri- ¡ vivo
oc h o
oír
hi ato
?0 dé, y0dé
pez
pie
hw~
gwá red o ndo
li ad o]
nc h ñnt '/ í
tec h o
t eje r
nkhümí
pe, n1e
tr n eo
true n o
dinzá
thó ¡ volar
?yo maya nd;;ihi
¡andar arriba en
o jo dó piedra tejolote thumi í tú nuk?i el aire]
do reír th cde
ole r pAhA piel de persona ltc m o lo te ] tu étan o ni ?yóho
si-k?~i rel a mpagrn..:a r h w 1i
tela zf so tumor
j vómito nugagá
a lo t e yóth~ pierna sin ti re m edio yl thi ¡ yo
olla telar téla tun a k~h~ sóp idá
c?é pin ole ?m ó t?i remo ) zopilote
ombligo c?oi tema sca l títa tusa chibí ?n?ai
piojo t?ós k o rezar só \ zorrillo
once ?r f. ta-ma-rá !diez temblor h,, ad í últim o mahanda?a !ya
pizcar !cosechar] sóph o, cópho rico
con un o] Idi-] río clé h é !ag u a ]
oreja g(1 plata t?askA t?op h ó y;;i hm(1
rod ill a
órgan o thl.ni
!dinero blanco] ro jo
ori ente spigwá [d el lado pl átan o zfsó
dincí ropa
del pie, ie. la fa!- pl at o manca [ndz] roza r
da de la Malin- pleito tuni, dinchii saber p;;idi , b~idi
che] pluma si-?0 ni sabin o sázá
orilla na n en sAná pobre mokh á
m f.gí [que sace rdote
o rinar pít?i da lást ima] sa l "/Ú
oro k ?as-t?ophó mahw éh e pini , hini
sa lir
[din ero amarillo] [sin dinero] sa li va khíní
os curo k ?Ami SJJi poco mici khí
sa ngre
o t ro mará podrido ?ya rnlit é ra gw l
sapo
padre dádá polvo hói "/ ñonth1·1
seco
pagar khúti, gutí pollo ?0ni rat ó
seis
pájaro nc?i poni ente s i m an a
sem a na
palma primero m ethó se mbrar t~1h1,1
pantan o kii pueblo !mini se mill a dcth ó [maíz],
pant eón pu ent e s cmí a !otra s
papa k ?ápi s ú pulga ?ó cosas]

221
220 Y o / 11 n d 11 L 11 , t r 11 \lu c ahulurio de t res I e 11 g 11 u s o r o p11m e s
Glosa Otomí d e Otomí del Glosa Otom í d e O tom i del Glo a O to mí d e Otom í del Glosa Otomí de Otomí del
la Sierra Mezquital la Sierra Mezq uiwl la ierra Mezq uital la Sierra Mezquital

a [locativo] aquí nuwa núwá brazo y?t cedro


abajo ng:>?t?i ngá?tí, ?bF.bó, arado hwyphani t?abí brinc ar n-?da?c?i U. ntt:, ?y i.nté; ceiba
nkhá?tí araña th~mbése m és'lé cempasúchil k?ást0ni khodri
?n á?ci; sagi,
abeja arar h f.nh::,i ph é?mí; phic?i; cenar nt?ósí
n sagi; sa?ci
abrir sókí; s07té w~hí brujo ceniza ?bospi ?bospí
sóki b ~di ?ñ e i, ñ ét é, nzít?i
hwádí, hwátí árbol zá cera sera
acabar khwati buen o n-ho hñó, h ogá, ndé
acostarse 'lbf.ní, ?mf.ní; arco nSy nt?f.ngá, sit?í cerbatana
caball o n -doph:mi pháni
?b l.ní, ?rntní, arco iris ?b t hkhini b?F.khri gé?tbi, getui
cabello (hair ) sq St~, St~ cerca [adv.]
arder Z0 madebí [cerca de
achiote cabeza M , nyxú
mbo ardilla mina miny ahí] madewá [cerca
adentro cacahuate khíhmai
adivino b~dí arena ?bomú, ?momú de aquí]
cacao d F.-khi
adobe k?óh:>i k?óhaí, dohaí, armadillo mukhwa nk?inkhwá mb:>?t?i khuc?í
cadera cerca [ni
t?ithaí arriba ng::,c?i, ma gyc?i, mañá c?idí, záwá
caerse h oc [graniz o [; co mphémi; co, zo cerdo
agrio n-isi ñ?isi ma s0c?e, rnphF.cáñ~,
café káhfe ?bodéhé, ?bóthé cerillo
agua déhé asar hysi hysí, hñysí mphtcí
cal nani n~ni kót?í, gót?í
aguacate c?:mi c?ání atar tú?t?i, th~t?i ?w f. ?mí n-hii?t?i
calabacita ?imú cerrar t?ihi
aguardiente s~i hé?tádéhé [a algo[
calabaza imu mü cerro ndódí
águila nsiní atole t?i;í
calcetín n-t?ó-gwa n-t?óy?F. [guante] cicatriz gódá,sádá
aguja ?yophri atravesar nat?í; na?cí
caldo githe githé, ngi ciego mahf.c?í
agujerar h~kí, hñ~kí; h~[?]cí aventador m-hrna?má-ndyhi nthi?tí
hñ~[?]cí caliente pa pá cielo nthebé
m-hmát?á-cibi
nubyá calzones ?dámbékho hwít?wá, cien ?yií
ahora nuya ayer mánde mánde
z,.sní t?abí z f. skhó [calzón] ? cigarro kit?á
ahuehuete [sabino] - azadón d~ní-t? t gi kit?a
cama ói [m[phidi, nt?oc•7i cinco hnékí
ala hwa hwá balsa
camarón c?yngb:>i maí claro
alacrán pénzi bailar n~í
[de agua salada] clavo n-?dó?mi - brar]
alegre hu rá-rnbii bajar k~?mí; h0mí, ?bihi [estaca para se~
[alegrarse] cambiar p::,di mpingi; pati; coa t?ab1
?~hyá hy0mí
alfiler ?n0?rní poní dys?ó, thús?ó
bambú si?yo
algodón df.ti df.tí caminar ?yo cobija
bañarse n-t~ hí, hñí; nsáhá
almeja camino ?yu ?ñú cobre
barbacoa thumngé
altar n-t0?rni áta camisa páhni coco ñiní, yíní
barco
allí gepi, gembi, camote b07kw~ codo prnt?i
núní barranca hñé
nubi !allá] campamento coger c?i
barrer n-khoki pasí, pasi
amargo canasta ?b0c?e 7b0c?é cola ?mac?í
n-khu nkhú barriga [estómago] phoho, mbii [corazón] m-?bac?i
amarillo cangrejo khóyy ?e?sphóhó coladera
k?ást?i k?ást?í mii
amate canoa mbóca [batea] mócá [cedazo, sieve]
barro b0hai sányo, thebe
amigo cansado zabí [cansarse] collar
árnígo hrnydí basura [m]pasí th0dé
amontonar phjc?i, cantar túhu túhú, ntúhú do?yó
phi?ci [encimar] baúl do?yo
rnunc?i caña de azúcar ndís?o, coma! ñúnÍ
múndo, t70ce [ropa] beber ?bF. t?í;cí, zi cí
7yomph0 comer hánkhá
ampolla rnbopadehe [n]díst?í bilis k?ambii gwehe . háge, hankha
cara d:'l [ojo], hmi hmí cómo taí, daí
ancho [n]sidí biznaga dyspé, sepé t5i
caracol címsi comprar
anillo pho?y,. rnpho?yf. blanco nt?así ko
cárcel ph:>di phádi con ?bánkhwá,
antorcha nth~t?í blando tu?mi túdí dínskhwa
carne nge ng0 conejo kbwá
anzuelo khisáhw~ [ablandar] t?üc?í
carrizo sithi sithí
año kh,.ya kh,.yá boca nde né bópo d~mií, rnií
casa n-gu ngü copa!
apagar hw~7t7i hw~?tí borracho iti, mihni ti corazón gwépi
casabe [pan de yuca]-
aplastar k? f. ?mi, pini pf.t?i borrego d,.?yo bésá, dí. tí, correcto nésta; nest?ihÍ; 7rihí
casarse thytí, nthytí .
apretar di?tí; mít?í tíhi
nd~ní cebolla dí.nsi df.nsí correr

223
222 Yolanda La s tra Vocabulario de tr e s l e n g uas otopames

J
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Glosa Otomí d e Otomí d el G losa tomi de tomí d 1


Glo a O tomi de Otomi del Glosa Otomide Otomi del
la Sierra Mezquital la ierrn M ezquital
la ierra Mezquital la Sierra Mezquital

cortar h ,.ki , h t ?t?i hl.ní, hif.ní; h t kí, de sp ués dige?d, ?m t phá


escribir o? t?i ?ophó, ?yophó grasa n-dtga [n]zíkí
hi f. kí destruir
ese nuni nuni [manteca]
corteza siza día pa p:í
e palda itha húsá óni, síthá, gritar mbáphi maphí, ma?tí,
corto nc?ikí, sángi di abl o d_im ánc?o h11ákí,nc'/ó,
ithá ngent?í
coser ?w t. tí z ithú
e pejo hi éd=> hñe grueso [m)pidí, ndª
coyote min?yo mi?ñó diente c?i
e pina 7wini ?bini guacamote (yuca] zab0k?wá
crudo ?ñ;¡¡ diez ?d f.t?a 7r í. t'lá
espíritu hí sté guaje hwási, éphe wásí
cuándo há?mí dinero m-mbéti bokhd
?a hwó., ?a khwó., espo a ?b r. hñ~ guajolote gódo d~?0ní
cuarenta ñoté di os o kh_i
cuates y0 go gó zídñdá espuma phígi phígí guayaba
cua tro goho gohó do ler ?flí; ?igí este nuna nún_i guerra
cuchara n-t?:>?c?i nt?ácí dónde hábí e trecho nc?it?i gusano zu?wé
h ap i
cuchillo thrni khwaí do rmir ?~ hó, fl óhó estrella C0 hacha t?egí
_ih-1
cuello khw;¡¡n?yiga ?yigá do s yóhó excremento 7bi phóhó hamaca n-o, saru
cuerda faja b;¡¡t?i, git7í ngit?í hay kha
m f.nthí, th~t?i manthí, nt?r.ní, do s vece s
ferrocarril ci [helada]
nth;jhí dulce ?ñú helarse
cuerno d;¡¡ni nd~ní duro fierro b0kha hembra cu nsú

cuerpo kh;¡¡? i ndoy?o, ng0c?í eclip e ndunzá fiesta ngó hm;¡¡yá, ngó hervir b0c?e, pa?c?i
n-duzna
cuervo ká ká [de luna[ filo so h l t?i ñ;¡¡ní [filo] thíní, nthíni
cueva hy;¡¡do kic?í, kísy~ [de aní- echar ?r.nt?í, '/y?F.nt?i; flauta thizá hielo doc f. Cf.

ma ll p0sy~ [agujero ?rni;'/ í flecha hierba pasi nd;¡¡pó


de escondite! ?y? rnc'lí; síc? í flor d0ni d0ní hígado yá
cuidar ph:>di phadi [anímales] él na?~, nu7~ fluir hilar th~t?i h~t?í, hñ~t?í
nu?a
culebra k7~y;¡¡ k7eñ~ elote m án sá forastero ?damhníni nzóhé, zúbí hi lo th~i th~í
mán sa
cuna n -ó, saru nc?í ní ellos nú?í frente d~ dé hincharse ndéni thihní
nu?i
curandero ?y0thébáte ?ñeí embotado fresno záthé hoja si
chapulín t?d si [n]k?ó tó empezar phidí, mphidí; frijol khi khi hollín hñadi
e;:t?í
chicle c?apo c?apo empujar ?e nt ?í, ?yent'lí frío cf. ?ñ0h0
hombre
chico lócí, lócí, nócí en frotar kóst?í, gost?í; sí?nsí
ha hombro sinsi
chicozapote g;¡¡mmúza enagua kóst?í, góst?í; nt?endó
k 0de ngéi dé honda
chiflar hist?í, hyist?í; th r. tí; c0gé; ?üdí, mr.?cí; t~hmí, kh6
encender hongo kho
hísí, hñi sí ?ñüdí d~hmi hormiga ~?c?i s~khí
chile n-í ?ñí fruto n -d:it?:> [arriera]
encino síza
chinche sª?::i s;¡¡t?ó fuego cibi cibí n-thi hu,hñü
encontrar tini tiní, diní horno
chirimoya fumar cit?i cít?yií, ncít?yií horqueta soza
enemigo nkóntra
chivo d r.nzu t?dsi, ?yo, ?yó garganta y?igá núbyá
enfermo n-hi~nn i hflcní, hñ ení hoy
chocolate d r.-khi dr.khí garra sihai [uña] nc?á?mí ?ó?CÍ
enredadera yéi n, th;¡¡ca hoyo
chupar khihni hui, ci, cít?í garrapata thíza, ZÉ.S th í
(bejuco) [de aguaJ huarache thisphani
dar uni ?rá, ?úní gato mbísi mísí k?ú
entrar kít?í, yít?í; huauzontle
dardo gente kh;¡¡?i kha?í ndó?yó
?ñf. nt?í hueso dó?yo
decir (;!Da golpear dó?ní, m;¡¡dó
?éná, ?ñéná; escalera ?rédc ?rédé phant?í, huevo do?ni,
m;¡¡; sípí escama phr.'lmí, dó?0ni
dedo dédo, ñamo lde los escarbar h;¡¡?mi ?a'lmí, ?ya'lmí; mphr.?mí hule gís~i
pies] gota tígi tágí, tií ?bíphi ?bíphí
s<:í; sflmí; sf7tí humo
grande d;¡¡, n-d0 níkh;¡¡ níkM
delgado nc?i, [n]c?it?í, escoba 'lbasi ?basí d~ngá, d~ngí, iglesia
derecha ?ñd escoger d;¡¡tá iguana khark?énnga
hwáhni h"tí, h11_ití;
despaci o míthó, nkhánté granizo n-do ndó isla
hwahní síkí sánthé, thi.sí
despertarse núhu núhu grano s~si b0M, nkh;¡¡hní ixtle
escopeta nzáphí ng~h;¡¡
[del cuerpo] izquierda g~h;¡¡

224 Y o landa La s er a
Vocahulario d e t re s l e ngua s otopames 225
Glosa Otomí de Otomí del Glosa Otomí d e Otomí del Glo a Otomíde Otomí del Glosa Otomí de Otomí del
la Sierra Mezquital Ju Sierra Mezq t1itc1I la ierra Mezquital la Sierra M ezquital

jabalí d\i tna, d\ina, mamey d_i-múza mujer bómbe, sicu ?bl.hñ;.í oro k?ást?i k?ást?í, k?ást?í
h:mtna mango muñeca (wri st} oscuro ?b Esuí, ?mf.suí
m -bof7i,
jabón sabu sábó mano ?y f. murciélago cac?i casm agú m?bésui
jaguar hmásni mañana ni súdi súdi nadar kínthé, nkínthé otro má?ná, ?na?ñó
jalar hwá?t?i khi'lmí mar d_i-d_i-déhe d~nga debe na lgas n-thé skho padre tá, dada dádá, tá
jarro saro b?ada. sáno, marido n-d0 d_imé [tra sero] pagar khút?i khút?i
t?i?mdá marihuana d0ni [o loliuhqui], - naranja isi nánsa pájaro c?inc?í
dokha
jefe hrnú ndsi, d_ingánd;.í mat e nariz náñú, siñú palma dl nthi ?báhí, df.nthí
jícara simó ' amant?e ni neblina ?bóng1,1i, h:mgui ?bípá [variedad usada p.
jitomate d\idí?miisí, mariposa timi, timí negro hacer petates, etc.)
'l bó ?bó, boí, mboí
d f.?msí martillo ?m fmí. mini
nido ?biint?f.i ?báphí pantano
jorobado ?bixtha nkhósthá masa khini khiní
[p gallina] panteón ?yógi handu
labios siné máscara táda hmité
n igua kí?:> papa b0k?w;.ímb0h 0
ladrar phége phégé matar ho ho, hyo; nt?ínté
ni eve zinzá [nevada ] ?rók?á
lagartija ?bórga madgá, ca?th í mazacuate [boa] phan-k? F. y_i niño byCÍ papel h t.?mí
lagarto {caimán} gathe ca?thí mazorca th;.í th;.í nixtamal suni suní par d?a-pare
lago móthé [laguna) mecapa! n-kh:>di gúndé, ndé, ?maí {pararse)
no hín?na híná, hí?ná parado ndángi
lamer teke t ét?é; tec?é, ndúdé
noche sui suí [se para]
dec?é mejilla hiónngu hyogú, ?yógú
nombre thühú pared khydo khydó
lan a sidF.?yo sí?yó mercado n -gúnt:>i tai
norte mahwiphí parir ?édí, ?y0dí; ?0ní ·.
lanza nsít?í mes [n]zyn;.í
largo ma nosotros nug[a]wi {dual} nugahe [excl. ) párpado
mesa m l.sa mesa
lavar peni pen í, mpení n ugahí [incl.) pasado mañana
metate khini khiní thógí, wic?í [re-
nube g\li guuí pasar thógi
[ropa ]; pé?té, meter kí?tí, gí?tí; nuca k?ón?yy hyikhá basar)
mpt!?té; sikí, kít?í, yít?í
c?ibdó [hueso pato bádú
wá?tí; sit?i metlapil ?yi
de la nuca] patrón hmü, Mké
[trastos] [mano de meta te]
leche si?bandani nudo thúc?i thú?cí pedernal dóspi
?bá mezquite t?yhí n u eve gitó pedir ?adí, ?yadí
[de vaca) miel t?áph í
leer nuevo ?da?yo ?ra?yó peine eke {peinar] nsání, nt?éñ;.í
h~?tí, hñ~?ti milpa hwyhi [terreno h w;.íhí
lengu a ñame pelo si {de animal)
khyni khahné, khyné sembrado]
leña occidente yihra hiadi mapúní pensar m-bf.ni béní, mbení
si za m oco ?b:>si ?básí
lien dre b0t?o ocote tidi tidi peña m ba?ye ma?yé
b0t?ó moh o m-bóskhwa
limpio ocho h iytO hñ;.ító perro pho?yo c?át?yó, ?yó
nt?ásí [m]boskhwá
liso oír 0de ?0dé, ?y0dé pesado ·hñí
c?i?t?i n kóni mojado p0t?e [mo ja] mobó, n c?á ojo d:i dá pescado hw;.í
lodo b0h:ii b0h aí molcaje te mádá
mbáda pf.hwá
luna Zyn;.Í p;.íh;.í [olfatear]; pescar
moler kíni khiní, giní síphí
llaga yíní, ñíní petate
molleja khwái méskódó a lot e
ll eno - níñ;.í, ñuc?í ?yothy;.í peyote
mon o nzipá oll a hw;.í
llorar zóní c?0e c?é, c?0é pez hwy
morder cá. zá; cáté, ombligo wá
lluvia ?ye c?ai pie gwa
n cáté once dó
madre mbé mé, n~ná ?r f. t?áma?ná piedra
morir tu tú, dú oreja siphrí
t ;.í (m adura ] gü gú piel de persona siphani
maduro d~ m orral ngóéí órga no mam;.íns~ty pierna wa
maguey ?wadá mosca gin'lwi¡: gin?w~ t?entphí, t? rntphí
oriente bésra hiádi béshyádí, mahyác?í pinole ?bót?i
maíz dHh y dF. th;.í mosqu ito p;.í?t á orilla nde [boca] ndengí, ñyní khinthi
malacate th~t?i th~t?í much o h wádí, ndün th í, t?ó
orinar pic?i ?0t?á?baí, piojo
malo c?ó nzl.yá Msgíní
?ñ0t?á?baí; pizcar (cosech ar] sópho
mam ar ci muela dyc?aphi c'láphí t?asi
pítí, mítí plata

226 Y o lc1ndc1 Lc1 s tra V o cabulc1rio d e t I e S l e ngua s otopam e s 227


--- - --- ----- -- - - - - - - - - - - - - -- - ~- - -- - -- -- - - -- -- -- - ~~ -- - -- -- - - - - - - ~= -

Otomi d el Glo t1 w mí ele tomi del lo a


Glosa Otomi d e e ,ni f , com í d el Glo a Otomí ele Otomí del
la Sierra Mezquital la Íerlll Mez c¡ uiw l l1• I ,zc¡ uiwl la ierlll Mezquital
1 rr 1 1

plátano d~zá remo


múza tardt: ndc tronco dínza ndinzá
plato mbóhi, mbánza rezar sadí, nsadí
tt:colo tt: i túkrú trueno n-g:mi, thóni nganí, nga?ñé
rico m f.mh í.ti memátí, c·1~•1ci
mánzá tech o '/ bct· e · ¡ngú [trm:nal
pleito n-khunt7i, tühní río d_ithé
tejer pe pe; pet?é tú nú?í
rodilla 11:¡¡hmú
n-thuhni tej o lo te th dnt'/i nth~nt?í tuétan
sí?ní [de gallina! rojo n-thrni th i.ní
pluma si?bF.?c?i tela '/bó7t'7c tumor mphégé
ropa bázu, '/ b67t?c dútú, he dútú
pobre 7b1.nté, hyoyá k:¡¡h:¡¡ kó.h~
phant'lí, m , 7cí telar m-?be bo· t'/c ?bé, ?be tuna
poco c?i hínc?í, c7í rozar '/ b Ft7i [ni
saber p~dí tema cal ¡ado tu a
podrido 7yá p~di g.i[njc?í, ng~c?í
sabino temblor hw:¡¡ · c· i hm:¡¡[ ?jhmaí, último g~c7i
polvo pho?nthaí, Zf 5 11Í
?nii
hángí sacerdote mb:>hkh_i makha [tiembla ! mbi ?hmai uno
temer nú?:¡¡hí
?éní [gallina! sal u ?ú bí thó, bithó; cú, ustede
pollo éni cú-nd:¡¡ni wága
mapúní, mayií, salir púni phóc?é, mphúc?é; ntcú vaca
poniente ?ñ0ní, t?ení
póní, büní templo nikhá vacío
yihyádí yó
?mf.t?ó, mídí saliva khini khihní, khiní tenamaztlc hi1,1i hñui vela
primero mbídi ,7dóte ?náté
hniní sangre khi khí tener h:¡¡ [llevar! ?ñéhé; p 7.?cí, veinte
pueblo hníni
?rání, s'iJ,?yé sapo ?WF. m7.?cí vejiga
puente ?ñukhí
pulga ?á seco n-?yoni ?yo, ?yot'/í teñir qt?í, g:¡¡t?í vena
:'J
d:¡¡phani phanthé,
pulmón seis '/dáto ?rátó tienda gúmp:l, dr.ndá venado pha?nthé
pulque s~í semana nd:¡¡pá kirnda
m-p:> pá
puma phan-zate, sembrar tühu pót?í, mpót'/í tierra h:>i haí vender ?éhé, ?ñéhé;
d'i).-zate semilla n-d::i [hueso ndii, nzí?wé tijeras ?y:¡¡si t?iisté, [njt?~sté venir ?éhé, ?ñéhé
puño phot?yf. [medí- de frutal tlacuache d:¡¡-zi d'i).ZÍ k?:¡¡cí; c?:).'lcí;
da] senos ?bá, 7bá todo gatho, g:>tho gá7thó, gá?thó ver handí, hyandí;
pus mbó pó, ?yá sentarse huc'/i hédé, hyódé; torcer paní, pat7í nü
qué té, témá húdí, h11údí tortilla hmc hmé, hmc nk?ami;
quelite tortuga n-k'/ammi
k?ani k?aní sepulcro nt?agí sáhá verde nk?ángi
querer n-ndé nc?át?í, ne, sesos b0y_i ho?yó toser héhé, hñéhé nkh:¡¡hní
nepé sí nu?bi 7mí, nu?bí, tostar phest?é; cú[sjt?í; verruga hñé
quién tó?ó nu?mi, sí'lbí vestirse hé
?w~ní; '7w~t?í nd'i>skhwá
quijada y?óne siete yotú tragar kh:¡¡nt?i; g:¡¡nt?í, viejo nd~hí
quince n-d~hi
r? ,.t?am:¡¡k?tt?a silla thúni nkhwatí ncí?mí; tut?í, viento
raíz ?yi sobaco kasku kháskó dut?í viga
d:¡¡mbós:¡¡si
rajar s0?té sol hiadi hyádí trampa ?dihi, kh:¡¡mi s_igú [de lazo!, viruela té
te [vive!
rama '7yrnzá, '/yf.zá sombrero phii phií '7bí.té [de metal! vivo húác?í, hñasní,
rana ?wr. t'lí?ué sonaja nganí tres hiú hñú volar nsání
hwási,
rápido n?díhi 7éhyá, m;.int7:;í th~-hwási tripa s~phó ?ñf.Í
rata dsÍngú soplar hwiki hwiphí triste ndúmhii dúmií vómito núgá
ratón dsÍ-ngu ?ñoí sordo gógú troje ngudF.th:¡¡, yo padá
pada
recto manklrn,1nthó subir plic '/ é, néc?é [v.g. nkísd ,.th:¡¡, zopilote ?ñ:¡¡í
n-:,ü
red th~ki ?ht:t'lé, sít?,í animal a personal nkistith~ zorrillo
[mkcilla] sucio nc'/ ó, ·¡¡ t'/í, '/11íkí
redondo [n]cant?í sudar hónthe hónthé, h11onthé;
reír théde thédé, nthédé ; santhé, nsanthé
tht:ní sur ma[nJk '/angí
relampaguear hiat?i, k?wi;:ti hwrí, khw r í, tabaco y?oi [cigarro[
hwítí tamal khflt'/i théngó
n..: medio ?yc;thi l11éthí, ?ii1,:thí tambor ?hisphání

229
228 Y o/ a n el a L a , t r a
V o e a /¡ u / a r i o ot o pam e s
d e t r e s ] e 11 g ll ll 5

L
- ------- - -----~-~- - - - - - - - - - - - -- - -- - - - - - - - -- - = -~ - - - -- - - - - - - - - - -- - - - -- - - - -- -- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - ~ -~

CHICHIMECO JONAZ ca mino lvereda l n ánk?uhu codo kan?í rusv chicle sáp?o,
cami a ur?ü p?án coger cáp?ó?
camote píkv cola nímbi?ir chico cínce?
Cuando se dan cuatro formas para los nombres, corresponden a la primera,
campament o coladera, cedazo tac?éc? chicozapote sámph;;is
segunda y tercera personas del singular y tercera del plural poseído; cuando cana sta énre (él chifla)
kúc?c? collar úr?ihi chiflar
se dan cuatro formas para algún verbo, se trata de la primera, segunda y terce- cangre jo camal kamác?é chile be?é
ra personas del singular y tercera de plural; en otros casos se trata de la forma canoa úc?é'7 comer gánaha chinche ciné1¡:
verbal que ofreció el informante en primera instancia al escuchar el infiniti- kánú cómo kábe?e chirimoya
cansad unhink?un comprar étá kitá chivo takér
vo español; para una descripción de la variación en los verbos, véanse Angulo riphém;;i,
cantar úmaé u étá érhá chocolate
(1933) y Lastra (1984). riphé
caña de azúcar nínc?ó? con
a [locativo] úmaha cara katá úta conejo tangwé emre?re
anillo kán ?irhún barriga
abajo nimbó barro úha rínga?an urá urhá copa! !incienso ]ísa éthac? le/. suphé?
antorcha
abeja náta?an m angwí caracol corazón 'espuma')
anzuelo kúní lmi
abrir r:sé?é año basura cárcel súglj corazón) chupar ?é?ühü
sápha?a
.acabar utúb báble carne nánthre correcto íri?r dar gápoho
apagar úngwo baúl
acostarse tánta?a aplastar beber éhá? kíhá? carrizo ánaha correr éneheb dardo
achiote casa decir ém~ (él dice]
apretar úne?er éh á? érhá? ko?ós cortar éta?ab
adentro útos ut?is corteza rábó dedo kan?í
aquel ínopí bilis
adivino ur?ós rísre?re
kambór aquí kíku biznaga pipé? corto sámaha?
adobe úha éch;,m delgado nimbórisre
arado úr?u blanco kúnu?u casabe [pan de yuca] - coser ?é?úhür
agrio me?és araña k1,1m(lr blando cím re?re casarse itéhér coyote símre?retre derecha
agua kúndí kirí kíndí arar katí úti uní unir cebolla piséh é? crudo kik?á despacio i.ip~b
úbo?étr;:?!;!r boca
kúri árbol cedro despertarse gúnú
kábá borracho ún'7 ehe cuándo maníba
aguacate míroho arco umhó después
turhre? [arco y borrego mámba?ar cuarenta tanhé
aguamiel bó'l;;i sus~? [mi brazo! ceiba up?ín?es día úb;;i.1
flecha! brazo man?í
aguardiente· arco iris diablo
kúngw1¡: brincar íkhrer cempasúchil úro kasé cuates [gemelos] kánga-
águila kúndaha?ére?er pahá
arder ?endón brujo káho ere?r ínce?er
aguja tar?ú diente k;;ini
ardilla ninc?á? bueno iri?r cenar cuatro tipán
agujerar úce?en? rácoro
arena káror caballo úrhre ceniza sundú cuchara tárha diez
ahora túndehen?
armadillo mámó? cabello kónthl;! cera cuchillo taté kíte dinero
ahuehuete [s~bino] - kiréhen?
ala
r_ arriba níndo cabeza kazósim ó? cerbatana kíte narhé níndehen?
asar éhüs cacahuate kankhé cerca [adv.j máno cuello kútún
alacrán sanc?á? úrehen?
atar étu?uc? úbo egú cerca !bardal bárdaha, utún útun
alegre márh1¡: éma nábí?
atole úr?j cacao tákú?u kutún dios
(está alegre) magá?
atravesar cadera rumó?orá cerdo kuzé? cuerda ninthé doler
alfiler tar?ú nint?ü kábegó
aventador ehúr caerse síntiecó? cerillo seríyoho cuerno námbahan? dónde
zimér tá?ühün
ayer náb;;i? café kafé cerrar éce?en úmahan? dormir
algodón tanhénes .
bat~ azadón miná cerro émbó úmahan? dos
cal tanhé
almeja balsa úmühü ríkl.1?1,1 cicatriz úp?ahan? dos veces
calabacita kímihi-maré? emás
altar nábi u'rá bailar úmühü ciego nahí
énehe? [bailo!, calabaza urá imúr cuerpo címe?e?
allí ígo?pí ekhú?ere?ér cielo únh;;i un dulce
nán?1¡:h1¡:r (ellos calcetín úbonihü mánaha
amargo mak?~ nánt?a kíndihi cien hi unhír duro
están bailando) caldo nánt?a úr?ihi um?á ertJ.
amarillo zinda?ar bajar mápa cigarro út?ühü cuervo úká? eclipse
écoho? caliente épre?ren
amate bambú ruk11? cinco sangwáro cueva mamá'lr echar
calzones íuo?
amigo nahí únho enhi bañarse nímbí? claro cuidar él
ítah;;m cama úzühü rín
búnhó barbacoa clavo culebra siérpe elote
nánt?a úr?ehen camarón ga?an
amontonar barco epór coa cuna kánga
cambiar iuo?s
ampolla kíme?e cobija ut?ís ellos
barranca máma?r caminar et?ú ur?ú mh~ [dual];
ancho nánde? zíbes cobre risérínd;;i? ~r curandero kátrehre?
barrer úp1¡:h1¡: [camino! ígo?r [pl.]
coco chapulín ríté

Y o landa La s tra Vocabulario d e tr es l e n g uas otopam e s 231

L
embotado urá pahá frotar itán?, h onda tár?±r li e ndre milpa nuevo satú
empezar nímbomóh.ib etác? !yo froto! hongo úzühü kú lim pio zi é?n moco ukhó? ñame
empujar ú?an fruto úr?ú ol hongo li o mathúhún moho mángwe?en occidente
en fuego nápa del maí z! lod úha ringa?an mojado zínga?an acote [pino! ún?ehe
enagua rukú maní un ápa hormiga úkhche lun a um?á ninthú molcajete kúrerhó?r, ocho sánceb
!calzón de mu- uní m ápa h orno kíthóhó (a tro h embra ) komáhá kúro (de oír gá?o
jerl fumar é?ühü horqueta llaga kími?i piedra) ojo urrengú
encender écahar ganar gásá lga - hoy iéí lleno ezú moler utlÍhún oler épe?e
encino narél hoyo úboéze n? ll orar engw::é molleja olote úzühü nínca?
encontrar garganta kút1,1?1,1 huarach e náp_i c? lluvia kúri-úk?on mono olla úce?
enemigo i?::és garra masa:-?a: r upóc? mac hete rarhé nanté? gáco?on ombligo nínthaha
morder
enfermo isi,i?Q. garrapata garapátaha úb_ic? macho once rácoro nánt?a
murár?éhér morir tarl,J.
entrar ipóho'l gato místoho úph_ilnl c? madera énúc?
ríg1,1 [moriré!
escalera tat?üc? gente !personal úri huauzontlc madre suk~ sík.i sig~
náná morral oreja
escama golpear épe?en hueso pínja maduro sikh~
mQt~? mosca kar~
escarbar éso?or gota nánt?a huevo múntoh o? maguey kuntár nizé-?
kún?u mosquito karó íncC¡!?C¡!r órgano
escoba tápche kaní hule maíz úzühü muchos mapér oriente
escoger ésü?r grande n ánde? humo ki ?é malacate tárher mudo itu?uc?, sángwó orilla
escopeta tarhúr granizo kíndo iglesia malo pahá muela kaníuré? orinar
escribir riclÍr usór grano iguana mamar úrehen cínd.i?.ir
écü? mujer mání, oro
ese grasa mugi.í? is la mamey zímbo?o
móni oscuro
espa lda náci,i?i,i gritar éma?a ixtle kunth é mánihi?
mango [frutal muñeca lwrist] kan?í sinc?és otro
espejo nágühün grueso nimbó thés tátá úngwre1
mano ka?á kan?á murciélago ning~ maré? padre
espina rikís nanté? izquierda m á'l ihír érore? úngwre?
jabalí kan?i kan?ir nadar timbre?rer
espíritu kúmbz¡?:;i guacamote [yucaj mañana éca?an
sábos sini?i siní?i nalgas níti ére?r pagar
esposa masl,J. uni?í guaje jabón mar cicá?
lámár naranja sé?es pájaro
úni'/i urá?a guajolote kulé? jaguar múkhés súba?a
marido na'/u un'/ ú nariz kanú kánú palma
espuma suphé? guayaba jalar ékh e?en kaposándo
ún?u bur?ú kanú kanúr panteón
este íno? guerra gerra (vi- jarro úce ? rimér
marihuana neblina karáwaikén papa
estrecho mámba?a brante jefe nimhú? ricúr
mariposa cipokóbó negro úmbo papel
estrella kandér múltiple) jícara nímo? tanhénes [dos 1
martillo mártiyoho nido sirnós par
excremento úphú? gusano k 1¡:?s1 ji tomate émbre?re tárn?a [me
masa ritúhün nieve kusé pararse
faja tásóc? hacha názi ?in jorobado zimphon pararé)
máscara urá émbe h én nigua
kisóc? hamaca labio suni síni
matar gremren? niño kánga pared
tásóc? hay síni sinír íme
mazacuate [boa) nixtamal ruk~ rik~ rik~ parir
táchoc? helarse kusé gungá?r ladrar mazorca úzühü ringa?an rik~ párpado
ferrocarril tárhér hembra nínthü lagartiga sipher síní?i ubi? ·
m ecapa! urá p?á no páme pasado mañana
mánné hervir umlÍn? lagarto !caimán! mejilla pasar
sígtJ [sig- noche úz.i rúmo?or
fierro risé'l, hielo, nieve kus é lago kúri íngwrehren pato
nificado?] nombre n~hi [mi nom- nimhú?
risrehre? hierba tár?i lamer mercado patrón
títá bre)
fiesta kimba?écab hígado kúgé lana umhá pedernal
[pueblo], norte
filoso urá íri?r hilar éke?es risé'l étihi?
merkádo nosotros ikágos [dual in- pedir
flauta rípehe hilo úrher lanza láns a trechre
mes nánt'la el.) ikágun [pl. peine
flecha [arco y] turhre? hincharse mápe ?en largo mába?a kónthe
um ?á incl.J ikágum? pelo
flor úro, úró hoja lavar épa?ac? kunísá?
risé [primer astro] [dual excLI pensar
fluir kúri ét?u hollín leche cizi.í? m esa ikághv? [pi. ex- peña
mésa síma?an
forastero úrehesáhá hombre Írl,I leer rici.Ír ésa?a metate el.] perro
takhú mahre
frente uráp?á hombro sángwre?re lejos m~h ~ metlapil [mano takhú nube karác? pesado
fresno sangwre?re lengua náz;¡¡ [mi de metate] mut?u nuca ne?embó pescar
petate sumªs sím;;is
frijol kankhé? sángwre?re lengua] mezquite úk?i nudo Ítl,IC7
simªs simhªs
frío mací sángwre?re leña [mad era] rígl,I miel [honey) usi nueve nánt?a pámeb

232 Y o la11da La s tra Vocabulario d e t re S l e 11 g ua s otopam e s


233
citás rip::én::ch::cr vela etuc? ver ganú viruela uc?~
peyote redondo sudar
veinte n ánt?aup?in verde kuk?u vivo énu?u
pez rith1J reír ítrehre?r sur
vejiga verruga volar trepres
pie nakú úku rel ámpago cnúc? tabaco tabákoho
egú ekhúr remedio tár?i tamal úr?jhj vena ukhé úgi.i?1,t vestirse vómito
venado viejo maré? yo ikág
piedra kúroho remo úr?u pálá rigv tambor úph ::c n imba nantham~nthre
vender viento kúnhe zopilote úoú
piel ris é rezar úp?aha ésa?a incc?cr é?ür
venir viga biga, íríg1J, zorrillo kár?~
pierna ?eré? ric o iphár tarde rar:í-7 llal étu?u !vengo ]
pinole úzuhü ukhú río sínhre teco lutc múkh re
piojo rúr?o rodilla námen? techo ur?ó níndo
pizcar [cosechar] kinú esühú namén? tejer épihi
plata úrehen nánu?ur namén? tcjolotc
plátano úr?u súba?a nam en? tela ur?ú bat~
plato numáhe roj o enín telar úphi
nímaha ropa nunt?i.Í? temasca l tamh é
nimáha nír?ü7 nint?ú? tembl or ig~ n
nimáha ur?i.Í? tem er etén'l
pleito rozar templ o rin?é
pluma risé saber gapª [sabré l tenamaztle
pobre mre?re écren sacerdote rángwi? tener ém~'/~
pocos tínuhu kaní sal urhv s teñir ék.i?.i
podrido mángwe?en? salir énehe [salgo] tienda tít á
polvo úha sangre kukhé !pueblo]
pollo kún?a kíkhe ti erra kúmbo? kibó'l
poniente kikhé kimbó? úbo?
primera urám~ kikhér tijeras tár?ís
pueblo títá saliva síkhe tlacuache
puente puénte sapo sík1J todos manaígun
pulga mundá seco mó?o torcer ékcs
pulmón úsü?ü seis takú?un tortilla ríkhusíbes
pulque éha? semana nímb.i? tortuga kúmó?
puma sembrar kinhé ét1,1?1,t; toser íkhú
puño kan?í er?IJ, [siembran] tostar úm?an?
umér semilla úmü ningú? tragar étuhun?
pus síphª senos cucú? trampa
qué kábe?e sentarse tángwre?re [me tres tínuhun?
quelite sink?én sentaré, se sen- tripas kúmbü
querer e?í ki?í e?í tará] triste ním?ahab
er?í sepulcro mát?a ék?an troj e tróha
quién ka?áno? sesos mó?ó tronco rígu rabóho
quijada SÍgl,l sí trueno kúri éma?a
quince rácoro sangwáro siete sakúsb tú ih ék?
(:g{IC silla náboho tuétan o ugó'l
raíz njnthé sobaco nínhú? nimbó tumor
rajar ésu?ur so l um?á, um?á? Ír!J tuna uhí
rama ún?ehe sombrero nambá úngwa tusa
rana sík1Jh1,t umª up?á último íbo7r
rápido máne sonaja táchen? uno nánt?a
rata ningª soplar ehúr [ellos] ustedes ihék?un (pi.),
ratón ningª érehe?r sordo nangá imúr ihek?os (dual)
recto [derecho] zibér subir eM [subo] vaca kazlJ nínthü
red sínún sucio kítahan vacío urá mó?ó

235
Yolanda La s tra Vocabulario de tr es l e nguas otopames
2 34
PAME DE SANTA MARÍA ACAPUL C O cambiar wammaodn'l claro cuerno I)gOtQI)
Lorna F. Gibson caminar el a clavo c:ippya nclapo?t cuerpo mi?ya I)gonh}a
camin o nan· ( h f · I)gW~I) cuervo I)gokwá?
cami a "i)Yhól"l coa lakoa cueva konh~oIJ
a [locativo] ancho l)gotóe? ní ' se?e barriga ki11h yó i ls u l
camote pirf o cobija T)gol?wi.? cuidar
abajo konh~n?, konh~ anillo IJgoha barro hw ii ogtJ mlakk_i
campamento sacio/socio !ropa culebra kochí?, kochéi?
abeja skim~?e antorcha Iolwigl) ihwá?a n c"/ wé• lticrra
cana sta mane. ·¡ !anal cuna sikhyáol?
abrir wasíIJ !prende palma! para o lla s!
cangrejo mat ~i cobre curandero kadf.;kahó
labre] anzuelo nachó ba ura [shaman]
canoa kann a coco
acabar wommaigIJ? lter- año nYl)gyr,:hc baúl é iP'hy_i !caja]
can aclo mlak7émp !está codo mandi;lmp chapulín éikhié?
mina una ac - apagar lowwúgl) beber w:iháo? [él hchc l
can. ad 1 coger chicle skil)yQc7
ciónl; lottwi [ter- lnil)gy f 1!apaga bejuco lalh ~i, nalh~i
cantar misio !canta l cola l)gocóe? chico e?~? lY~?t [pl.]
mina un objeto! fuego! lowwógl) hilis ni ggyé'/ o
caiia de azúcar c:il >"hw.i macciol? coladera !cedazo, sievel kol? ~IJ chicozapote
acostarse liggya?a ls ikkié"IJ !apaga biznaga nhéos
lcaiia ma ticadaJ collar IJgotr.?r. si!Yhól? chiflar
achiote lámpara! blanco k:1ddua
cara kotao coma! sic?é'1 chile ma7ei; wa7ei
adentro kiIJgy f.? p aplastar blando ndaph«::c·1
caracol l)gok"/o? comer wann.ioIJ [pl.); ko?wei,
adivino kapp.it apretar wattes boca ko n l
cárcel kiIJ khy_i"laIJ !come algoJ, kwa?ei [salsa!
adobe aquí konhi borracho comphóIJ
carne pakka sséhigIJ [come chinche
agrio ma?eis, wa7eis arado nanhw~ borrego sat ?I."/
carrizo kohwj"]o !junco]; una comida] chirimoya
lpl.]; ko?wes, araña kam f.s brazo manahap [suJ
ngolhí [carrizo] cómo pf.op la?ei chivo cikil?
kwa?es [de líqui- [tipo de araña brincar li Ul í•J cokolát
casa 1Jgol"lo. !como comprar wattáogl) chocolate
dos! que no picaJ; [b rinca! wacciol?
cosa]; kol ?os [co- !compra] chupar
agua kotf. [pi. ndf.l niky l.? pikyw l. brujo kató?o woppo;
aguacate mo lugarJ con dar
I)gocaogl) [viuda negral bueno mah ao; wahao
conejo I)gokhwa wa??eogT)
aguardiente kippi?i arar nnóa?a [ara! lpl.J; wahaot casabe !pan ele yuca! kanc~?
copa! skippywí, skippí [regalar]
águila kasai)Y? árbol [pi. animado!; casarse likky~he·/t !se
T)gOkWóIJ
aguja ca sal corazón na?wa dardo
nal?F. arco l)golha? [y kohwao [lugar o
correcto kwás, makwás decir wa?~he?
agujerar loppheoKJJ flecha] líquido! cebolla kaddoa staka?t
correr likyi;>? !corre] dedo nissebm skan?ya
ahora CQ arco iris 1Jgowahal'/ cedro éi)Yhya
éihigIJ caballo [su rama su
ahuehuete !sabino] kohw~OIJ ceiba cortar wahes !con cu-
arder nao)? cabello, hair skanhi mano]
ala manhwa cempasúchil chillo]; wi?y~s
ardilla koméigl) cabeza kan~OIJ nipir.s
alacrán condeilY? cenar [con tijeras] delgado
arena wammi;:OIJ cacahuate kopo? kosI m~ mahap
alegre lah~OIJ armadillo kopo? = [sucio! ceniza s!aJnclwi. corteza nibbyahagl) derecha
l)golhó? [buena direc-
alfiler· arriba cera ngokwaIJ !piel
koc?íIJ?, koc?~ cacao ción]
algodón nat?i.7 asar l)gomó cerbatana de árbol]
wahós [asa] cadera sahep, sohwep
almeja cim?éhec? atar có'I !objeto duro!; cerca [aclv.] lipi corto mamaha?; despacio
waso, wasoc? caerse [quedito]
altar ndao nlhógl) [lu- atole kol?(IJ kJ'l [objeto blan- cerca [ni l)gok?w~hol? womaha?t [pl.]
coser wa?i.hr.?t despertarse nn(J
gar dentro igle- atravesar wa??óhié? dol cerdo 1Jgophf:i, l)gophi
siaj aventador cerillo seríy coyote nan?o después
silYheiky café kafé
allí kopo ayer cerrar wacc r. o? [cierra] crudo man(>i?; wan(>i'I destruir
s~mp cal lac'li? konho?[p]
amargo wakh~o, azadón cerro l)gol?w f [pl.] día
sadón calabacita ciTJhí?iIJ
kokhw~o [líqui- balsa I)gomQhi? cicatriz ndann(l [seiial]; cuándo si?ap diablo
sikhyaoc? calabaza IJgocei?, l)goci?
do] bailar makwa kot7wc7t lómmj ndann(l cuarenta n6ia lyf.dn diente
nnsihi? [baila] calcetín seska?ai
amarillo nihyadn? bajar [pie lugar donde [tiene sciial] cuates I)gokói; ngóiky diez
wadoa ppó? [ba- tamel)?
amate nak?wés ciego nclao risoa?t [triates o más] dinero
jaj los ponen] dyós, gyós
[higuerón] hambú ciclo kotao kónhQ'l cuatro kil)yói, kiJJyóiky dios
caldo mhioIJ wa'lébmp [le due-
amigo mahao ligyahoi [su cara el sol] [animado] doler
bañarse liwyá?ailY caliente mapá, wopá [pi.]; le]
[bien caminan, cien kik?ai lyfdn cubeta komo'I l)gokw~IJ
barbacoa l)gol??áho? kopa lde líquido pf.oc, p f op
cigarro l)godóchigl) cuchara cihilgIJ dónde
dual] barco l)gol?os doa o lugar caliente] ??~hily?
cinco kiky?ai, cuchillo nalhés dormir
amontonar kiIJgyi 'lp kotf calzones nal)koi? noi
kiky?aiky cuello ciIJhi? dos
ampolla liéhín [tiene am- barranca nanh~ cama IJgobf kanoi m~
[animado] cuerda l)golhw~ dos veces
pollas] barrer wa??éogl) [barre j camarón l)gocó?

236 Yo J II n d 11 La s tra I' u e 11 /1 11 / 11 r i u d e t res J en gua .s u t o pam cs 237

¿IÍ__ _
dulce ma?~os; wa?~os espina I)gohw r.? gritar mm a?a hule makwa I)gol?u leña I]gwáI) !madera, mazacuate lboa]
fpl.]; ko?wóos, espíritu nímby~i? grueso nim '/ ígr¡ [ u pie ca a = pi.]; I)gokw~IJ mazorca niI)gyW~
kwa?~os fde esposa wán?h1?~, guacamote !yuca] canthóc? llanta de au- [madera, sg.l; I)golhw~
líquidos] lsignifi- wán?j?~, guaje kom 7 tomóvil ] mecapal
ngw~ nchwi pikyao
ca dulce o wánnj?~ guajolote ko·1ogIJ humo ki 7i [juntan leña] ndappF.hF.7
maduro] espuma sipphe? guayaba kanhwa?a iglc ia ni · f.c liendre nII)gyo I)gol?6 mejilla kadá m~ raJ)g~o
duro niky?a este nhi guerra nabahi7 iguana I)goci !su huevo piojo] !un lado de los
eclipse ttc) konho? estrecho e?~? guano ci kochí7 isla kop ? mi'/ya limpio nicci&IJ? cachetes]
!muere estrella kaIJg? 7 [culebrita] limyó?ogI) kot f liso niI)gy?óahadn? mercado kikkyáo&IJ
sol]; excremento mphói hacha stacc f.'7F. dn [tierra toda rodea lodo somphói mes I)gom?~o?
echar wa?ailY?, faja I)gw~I) agua] mesa sic?éhi&IJ
luna I)gom?~o?
wahf.ol? ferrocarril JJgot6c7 I)gol?os hamaca sikhyáol? ixtlc 1'i nlhwe Iggyoa llaga ngocwés metate nakhei&IJ
1objeto pi.] !casa grande] hay izquierda meter
m~ mah (?F p ldi- ll eno nt
él hc)i fierro éippya helarse rección difícil] ntl? lla luna] metlapil skan?ya
elote masa fies ta I]gobaho hembra niIJkhyói jabalí Imano de metate] nakhei&IJ
matthaigIJ llorar wai
ellos rehc)iky filoso 1 mmj kotao hervir limmigI]? !algo jabón mezqui te
si!Y?~han? ll uvia pikyf.; ci-mes JJgol?~JJ
embotado waho kotao [sin [con cara] hierve]; jaguar miel kippy~i?
kotcOgl) , !llovizna]
cara] flauta nipphi?i lommeigr¡? kot i Ogl) mac hete nalhés mba?o skim~?e
empezar loppop flecha l)go lha? [arco y [lo hierve] jalar milpa konhw~
wakké'J cdn [cuchillo largo]
!empieza] flecha] hielo kosi sla]ndwt. jarro mac ho nikyw~IJ moco mbaos [su]
maci, macci
empu jar lodo?o&IJ flor l)got gI) [ceniza helada] moho siI)gybi?
jefe cike? madera I)gokw~IJ, l)gw~
en kiIJgyl?pl fluir nimbíhilY?
likyc)? n?óhiJJ hierba sissi jícara ndadda?ogI) koti. [pi.] mojado
enagu a nakhoi? forastero mammo koi:6
koba?o ma?ós hígado l)gOniá?p ji tomate na?wó napai Ito- madre wac?o molcajete
encender lonca?o lnil)gy f.] frente pikyao hilar wahóiIJ mate rojo] maduro mat~?, wat~ lpl.] !piedra plato ]
[enciende fuego] fres no ndáho !muele]
hilo IJgolh~iIJ jorobado I)gopc:s l)godó7 maguey I)god6a moler
en cin o kase?e frijol l)gokhwe? h incharse ppe? igIJ !su espa lda joro- maíz nlhwó molleja éincns
encontrar frío mac t. [hacer hoja nissi ha] malacate mono I)gokhw t7
enemigo mi?ip [su enemi-
frío]; nimby~?~n hollín labios malo cíc?o morder wacco7ol .
go]; mi?iok [mi ciJJIJY l.
[de objeto] hombre kywón wacce?e kanhf.'7 morir ttQ
enemigo] [su labio, man1ar
frotar WiiJJg~s [con una nihya&JJ morral waI)góc
enfermo hombro su dobladi ll o] [da de mamar al
wan?iJJ [está en- piedra], ska?ei
honda ladrar bebé]; ccí mosca
fermo] I)go?wei
womadn? hongo lagartija skimby~I) kanhU[el bebé mosquito
entrar nhí? [entra]
[se lo frota ] h ormiga cathw~ [chica, lagarto !caimán ] mucho walí[ky] [mu-
escalera skaléra skalho? mama]
fruto niJJgyf.7, riI)gy l café ]; nac?jn lago ch as]
escama koca mamey I)gokwóIJ ti?yas
snasóa&JJ cikyao [pl.] [hormiga que snan~hol?
lamer [plátano de ár- muela
[su escama fuego niI)gy l corta hojas ] nthói
lana sodo, sado bol] mujer
pescado] fumar wahhí?igI) lanza muñeca [wrist ] nikhi skan?ya
horno sta?~o?t mh l cippya ninc?~s mango maIJk
rand f.hF.dn? garganta konhwi? [cosa que asa largo murciélago nicoac?
mba?o mano skan?ya
cikyao [su garra skamo tortillas ] lavar nadar c~hoI)
wasi lY?, waseilY? mañana rippja?a
dinero pescado] garrapata nalgas nikkyi.?
escarbar
I)goc?~i horqueta siIJkhyón [platos, etc . h mar kohw~i? kot f.. -
wa?F.?F.t gato n aranja
nim}s [slingshot] wasigI), waseigl) !agua profunda]
escoba silY?éogIJ gente nariz ciIJIJYQª [su]
U,Ut hoy éó; có? nhi [1nanos, cara, marido wán?wóIJ
escoger wakkehe? golpear neblina sanM
wóppaigI)ky [oh- konho?p [ahora cabezal; marihl)ana ndóehigl)
[obj . sing.]; jeto pi.] este día] negro nambó, lambó[t]
watt~ha?t stikywóJJ
wakke?eky [obj. gota niI)gyet cíl?, cél?; cé?t [pi.] [ndóehigIJ = [pi.]
hoyo [ropa]
pi.] grande I)gotóe?, I)golhoc?; komo? leche tabaco] nido commap
huarache kic?i?
escopeta nalh eiky leer comhF. nilYhaigI)
mand~i ngolhoc? wa?aho mariposa
escribir wa?éc? kílY?y F. granizo kII)gyo [huarache de martillo martíy [de pájaro!
I)gok?w es
ese napo grano masa nikkyc)hilY? nieve koti. kosi
guaje ] [habla al papel]
espalda I)gopes [suj grasa lejos máscara kotao cokos nigua skamma&JJ
ngopoi?, nimby(>i hueso piI)gyW~n koba?o
espejo nak?ohilY? [su grasa] nando lengua nan~ matar lótto niño kanhi.?
huevo

Y o landa La s tra Vocahulario de tr es J e ngu 11 s o t opa m es 239

J .
nixtamal rikkioIJ pagar lohw.;:?o lpagal pluma til >' haigIJ remedio ilY?y f ucio cic?o; kihyaogr¡ troje mica?
no mep, kadé[pl, mót pájaro nil YháigIJ pohre ti ?y ac'I remo nda?aol? kot f !ropa o cuerpo! tronco nil)gyw~,
noche I)gOS;)OIJ palma éy"ihwa?a pocos kosa ?, ko aot rezar ndóo !cantar!; sudar lil>'het woppap nimbyo !tallo!
nombre l)golhc;í?; pantan o !animado! wa?aho dyós !sale su sudor] trueno I)gonw t nw ( t
IJnonh~o? !su panteón ti lY'/aodnt, podrido mi y~ !habla a Dio. 1 ur [pi.l
nombre! kil >'? ampt polvo hwiiogl) ric o ndippy;)n tahaco ndóehigr¡ tú heok?
norte sohop IJgopói? papa piIJ ?ó káddoa pollo tal óg1J río I)gotóe7 koti tamal IJgolhPf.; nlhPf. tuétano nil)hio
nosotros kaokIJ lpl. incl.] !tubérculo poniente m;) n7~hon7 [agua grande ! [pi.] tumor niggyó? [nudo en
kaok?IJ [pi. o blanc o! k nh ? [direc- rodilla nil)l))'Q tambor tambo! la madera, ¡tu-
dual excl.] papel l)gok7we ' ción se pone el rojo na?wó, no?wó lla tarde mor?]
kaoiky [dual in- par kada kotao soll egunda forma tecolote kolw tuna nil)gy l 7 IJgobogr¡
el.] kaogl)? [dual pararse mma:l'7i primero kotap no e muy fre- techo niky?os !su fruta nopal]
excl., raro] pared ngokhwó pueblo kom ?ü cuente] tejer wóppf. !teje] tusa
nube sanh~ parir mogl) ; loww Ogl) puente IJgOU f.OC'l ropa tejolote nal?;j.hol? último státhobmp
nuca skimby;J?a l)godwi [parirun pulga kammagl) rozar lochá'/ tela sót uno nda
nudo hijoj loww gl) pulmón saber wo7o7 [ abe telar nabf. ustedes heok?IJ
nueve ndancháo? nando !poner pulque kolháo? oyendo!; temascal vaca pakkas
nuevo wiIJkhío un huevo] puma [1Jgotóe?] temblor limhm? kimbn? vacío ma?ó [seco];
wannc;í?o [sabe
ñame párpado m anee?, kopó? !se sacude lihyá? !cuarto
viendo!
ocote nakw;Jl) pasado mañana m ancwe? sacerdote tierra] vacío]
kaw i dn7
ocho ndancháho? pasar n'l?óhil) !pasar, puño lomm;¡iiIJ'I sal pói !teme]; vela kandilY?,
l)golho ; nlh{) temer
oír wo?o? [oye] atravesar! skan?yil [hace watteon? llo kandei!Y?
ojo I)gotao pato
IPLI ndilY?.dn
katti bol a su mano! alir aterroriza] veinte
oler nnéhigl) [sale!
woppé?e [huele!; patrón liéhao éikc [se pu s kiphy~o saliva vejiga nd~gf.?d
IJkhwígr¡ templo nisi.c? [iglesia]
womba?ogr¡ [da hace jefe] kan l.n kíIJgyf.
qué sangre kokhwi tcnamaztle
olor]; wo?ogr¡ [da pedernal ci pikhywa? siséo1J, sisóIJ nic?e [vena, arte-
quelite sapo snapc? tener wamm~?o vena
olor, general- pedir wa?ahodn? !pide] wommó•J ria, tendón,
querer seco ma?o teñir wakk~? ltiñe]
mente desagra- peine nda??áig[) ko7wa? nervio]
quién seis tel >'?yá, tel Ygyá tienda kol?os limi
dable] skanhí manip venado masát
quijada semana nimby~i 7 nalháogIJ
oJote. maJhw;j. pelo [furj rissi seska ?ai kik'lai wa??ei? !vende]
quince sembrar wattó?o [siembra] tierra hwaogr¡; kopo? vender
oJJa I)goc?wé? pensar liggyáho nikhyc; waddoa, wodoa;
raíz semilla [)gol7ól'J !suelo] venir
ombligo ci IJgocaagIJ peña naddi.OgIJ wa súa'/ac7 [obj . n?}a [viene y re-
rajar senos cici? tijeras nal?y;j.s
once seska?ai ndá perro nado sg.l wasoa·/at gresa]
sentarse ccóho tlacuache IJgokhwic?
oreja éiky;)o pesado maheo, mahi.o jobj. pl.l woppaho? jve de
sepulcro kimbyo? todo wi?yajt] !todos] ver
órgano koc?f.gIJ pescar ssó jpescal nísscbm 1Jgok sesos lejos], wannó?o
rama I)gokw;)7p tomate napai; lapiii lpl.]
oriente ma nh;J.?o petate éimhy;) WÓl'J !s u rama ár- ¡ve de cerca]
SÍ torcer lówwaol?
konho?, nimbyo peyote kowi verde niIJgyéhilY?
bol! siete tel >'7[)yohigIJ ? !tuerce!
I)gop~i? pez éikyao kok?wa verruga IJgokhwíIJ
rana silla sinc:7oho7; tortilla ngomh(
oriJJa pie makwa, makoa rápido mat;)o, manéi tortuga kommo? vestirse
I)gop?óholban- comi.IJ, madó7i
orina kot f /agua]; /su] rata IJgotóe? 11i[)gy~o toser lóhwf. lle causa viejo
co, banca, nimyao
kimy i, ?t [su orí - piedra kotó ratón ci ni1Jgy~o tos] viento
asiento! liIJyaha?t
nal, kom i, lmi piel n1bbyahagIJ recto kwás, maté'/og[) sobaco tostar lokkwaic7 /tues- viga
sanhwap
orina] pierna cikyoa tal IJgol?os
red sol konho?
oro éippya nihyadn? pinole nimy;)il)'/ [esféri- wattQI ? !traga) viruela I)gotóe? I)gocwés
[)khwigIJ redondo sombrero ngobéhe'/ tragar
[metal piojo [)gol?ó coJ; ndímhywilY7 trampa niky?ac7 vivo manó
sonaja sic?ac7
amarillo! pizcar !cosechar\ wass f.?r 1circular! soplar tres ranho?lt] lt, ani- volar c,>hoIJ
waheigIJ'I [so
oscuro kiIJkho?t plata watuhrdn'/ !se mado), kanhó vomitar licoc?, loccoc7
éippya nisoiigI) reír plarleJ; wahciky
kiIJkhyó?t [metal blanco] ríe de ... ]; lihyál? [veces,lugares] yo kaok
[ahanical
otro líss~?oIJ plátano tripas mbep zopilote naw a·/a
ti 7yas [sonríe, riel sordo salhó?t
padre womm r. o?, plato triste niap na?wa zorrillo korn)a'/a
mammo relámpago likhyóat [sus subir nhóo [sube!
wamm f. o'/ pleito relámpagos]

Y o landa L as tr a V oc abulario d e tre s l e n g u as otopam es


APÉNDICE l bailar cansado
bajar cantar SIJ SIJ dziJ C\J
bambú caña de azúcar
bañarse 'ndan .tan ran 'rhan cara katá úta urá urhá
Vocabulario tomado de Angulo {1933) barbacoa caracol
barco cárcel
Nota: las tres o cuatro formas de los nombres corresponden a la primera, barranca carne
segunda y tercera personas del singular y tercera del plural poseído; las de barrer carrizo
barriga námba ungwá umá casa ko?ós útos ut?ís ur?ós
los verbos corresponden a los temas A, B, C, D de Angulo ( 19 3 3) ; para la
barro casabe [pan de yuca]
formación de los tiempos y de otras formas verbales, véanse Angulo basura casarse
(1933) y Lastra (1984) . baúl cebolla
Al uniformar la trancripción se eliminó el símbolo el> que utiliza An- beber 'há 'nhá 'nhá 'rhá cedro
gula en posición final por considerarse que es alófono de /b/, así como su bilis ceiba
xw final que es alófono de /g/. Su ves una fricativa bilabial que represen- biznaga cempasúchil
blanco cenar
tamos como /b/; es oclusiva después de /m/. Los acentos graves y agudos blando ceniza
que preceden al tema verbal en los verbos representan el tono alto o bajo boca katí úti uní cera
que llevarían los prefijos correspondientes. borracho cerbatana
borrego cerca [adv.l mánó
~ [locativo! amontonar brazo sus~ sís~ sis~ cerca In]
abajo nimbo ampolla brincar cerdo
abeja ancho brujo cerillo
abrir 'sémb ·semb 'sémb 'sémb anillo bueno éku?, írir cerrar
acabar ' tú ' tú ' tú ' thú antorcha caballo cerro
acostarse anzuelo cabello, hair cicatriz
achiote año cabeza kaz~ káz~ kaz~ ciego
adentro níhü apagar cacahuate cielo
adivino aplastar cacao cien nánt?a úr?ihi
adobe apretar cadera rumór rúmor rumór cigarro
agrio aquí caerse có cinco sangwáro
agua kúndi kirí kíndi kúri café
arado claro
aguacate araña cal clavo
aguardiente arar 'ndu tu ru 'rhu calabacita coa
águila [cultivar! calabaza cobija mM
aguja árbol calcetín cobre
agujerar cen cen cen chen arco túrhe turhé turhé caldo coco
ahora ICI
arco iris caliente codo
ahuehuete [sabino] arder calzones coger
ala cúc~ cic~ cíe~ ardilla cama cola
alacrán arena camarón coladera [cedazo, sieve]
alegre marh~ armadillo cambiar por por por 'phor collar
alfiler arriba níndo caminar tú [irregular] comal
algodón asar camino náku ukú úgu úkhu comer
almeja atar 'nduc 'tuc ruc 'rhuc camisa núnthu mátiJ cómo kábe
altar atole [mi camisa] comprar 'ndá 'tá 'rá 'rhá
allí ígó atravesar camote con
amargo aventador campamento conejo
amarill o ayer canasta copa!
amate azadón ná?u utú útu urhu cangréjo corazón kuní kúni kuní
amigo nahí únho enhí balsa canoa correcto

242 Yolanda Lastra Vocabu lari o d e tr e s l e n g ua s o t opa m es 243


'neheb ·neheb 'nehcb 'nheheb doler fora tero hoyo
correr
cortar 'ndab 'tab 'rab 'r•7a hab dónde kábego frente huarache
dormir '?ün fresno hueso
corteza
dos tan?én frijol huevo
corto
dos veces frío hule
coser
dulce frotar humo
coyote
duro fruto iglesia
crudo
eclipse fuego naápa únapa unípa ur?ápa, iguana
cuándo kábendi
echar ''le r 'tir 'ndir 'r?er mapá isla
cuarenta tan?én upínes
él fumar ixtle
cuates
el te garganta izquierda
cuatro tipán
ellos garra jabalí
cuchara
rarhé embotado garrapata jabón
cuchillo taté kíte taté
empezar gato jaguar
cuello kúttun kuttún kuttún
emp u jar ··1ec 'tic 'ndi c ·ric gente - jalar
cuerda
úpeh en en go lpear jarro
cuerno námbehen ungwéhen úmehen
úrh(1 enagua gota jefe numhú nímhu nimhú bumhú
cuerpo náhlj. únh1,1 únhí
grande már~, nánde jícara
cuervo encender
granizo jitomate
cueva encino
pd ' bd ' mb ~ grano jorobado
cuidar encontrar ' nbd
grasa labios suní síni siní
cu lebra !sabe r!
enemigo gritar ladrar
cuna
curandero enfermo grueso lagartija
chapulín enredadera guacamote jyucal lagarto [caimán]
chicle entrar guaje numá níma nimá nimhá lago
chico guajolote lamer 'ndí 'tí 'rí 'rhí
cínce escalera
chicozapote escama guayaba lana
chiflar escarb ar guerra lanza
chile escoba gusano largo mámba
chinche escoger hacha tácin kicín tácin názir lavar
chirimoya escopeta hamaca leche
chivo h ay leer sa sa dza cha
escribir
chocolate ese helarse lengua nazdn náz~n nazá.n
ndi
chupar espalda nácü uci.Í úci.Í hembra leña
dar '?e ' té 'ndé ' r?é espejo hervir liendre
dardo espina hielo limpio
decir ·mehe ·mehe 'mehe 'mhehe hierba liso
espíritu
se sé sé 'ché hígado lodo
esposa
dedo hilar luna
espuma
delgado kíní hil o llaga
este
derecha hincharse ll eno
estrecho
hoja llorar ngwé ngwe mé 'mbé
despacio estrella
despertarse excremento nápú upi.Í übi.Í hollín lluvia
hombre madre náná ÚCl,I éc1,1 búclj.h
después úbes faja
destruir ferrocarril h ombro saphd sáphv saphd maduro
día honda maguey
fierro
kúmb,;1 kihd kímh,;1 hongo maíz
diahlo fi esta
hormiga malacate
diente k,;1ní kdni k,;1ní filoso
horno m alo pahá
dicz rácoro flauta
tahi.Ír tarhi.ír horqueta mamar '?ühü 'n?ühu 'n?ühu 'r?ühu
dinero loro ] túndehen kiréh en níndehen úrehen flecha tahür kíhür
hoy mamey
di os flor

2 44
Y u landa La s cr11 Vocabu lari o de er es l eng 1111 s ocopames 245
mango nixtamal pensar mó mó mó 'mhó recto
mano ka?á kán?a kan?í no peña red
mañana síní noche perro redondo
mar nombre nah(t únh1,1 unhi úrh(! reír
pesado
marido norte pescar relampaguear
marihuana nosotros petate SÍmqS simós simhós• remedio
sumós
mariposa nube peyote remo
martillo nuca pez rezar
masa nudo pie nakú éku egú ekhú rico
máscara nueve nánt?a pámr:b río
piedra
matar '?ü ' t?ü 'ndü ' r?ü nuevo risé rodilla námen namén námen
. mén piel rusé ríse
pen ngwén ' mbén ñame eré rojo
pierna naté éte
mazacuate [boa] occidente ropa
[entre rodilla
mazorca ocote rozar
y cadera]
mecapal ocho cándzeb saber
' ndí 'r?ó pinole
mejilla nakó nák 9 nangó oír ·10 ' tí sabino
piojo
mercado ojo sacerdote
me mbe pizcar [cosechar]
mes oler pe ngwe sal
plata
mesa olote salir téhe néhe
plátano
metate olla [irregular]
plato
meter ombligo saliva súkké síkké sígé
énunc pleito kikhé
metlapil [mano de metate] once rácóro nánta sangre kukhé kíkhe
sigó pluma
mezquite oreja suk¡j sík 9 sapo
miel pobre má?r:
órgano seco níndo
milpa kunú kínu kinú kinhú oriente poco
podrido seis tákun
moco orilla
polvo semana
moho orinar
pollo sembrar
mojado oro túndehen kiréhen níndehen úrehen
poniente semilla
molcajete oscuro
primero senos
moler otro ·ngwéhe ·mehe 'kóh~
pueblo sentarse,
molleja padre tátá úngwe éme búpe [verbo irregular]
puente estar
mono pájaro
pulga sepulcro
morder nzon con zon 'zhon palma
/ morir n¡, 'ndu pulmón sesos
pantano sí
morral pulque
panteón siete cakús
mosca puma tápoho náboho
papa tápoho kipóhó
puño silla
mosquito papel pus sobaco
mucho magér, mánáí par qué man?í sol umá up?á·
muela pararse mehe nambá úngwa
quelite sombrero
mujer [irregular] querer '?i 'tí 'ndí 'r?í sonaja
muñeca [wrist) pared quién ká?á soplar
murciélago parir
quijada sordo
nadar párpado subir 'hó
quince rácóro sangwáro ég~c
nalgas pasado mañana sucio
raíz
naranja pasar rajar sus sus sus
.cus sudar
nanz kanú kánu kanú pato sur
rama
neblina patrón tabaco
rana
negro pedernal rápido tamal
nido pedir ' ?áhan ' tán 'ndán ' r?áhan rata tambor
meve peine tarde rará
ratón
niño pelo rebozo nípán tecolote

246 Yolanda Lastra l e nguas otopames


247
Vocabulario de t r e s
techo tu6tano
tejer tumor ÜBSER VATI ONS ON THE LIMITATIONS OF DATA
tejolote tun a ON THE ETHNOHISTORY OF NORTHERN MEXIC0 1
tela tusa
telar último William B. Griffen
temascal un o nánt ?a
temblor usted e
temer ' ndén ' tén rén ' rhén vaca INTRODUCTIO
templo vacío
tenamaztle vela The following is a review of sorne of the problems and potentials of do-
t ener 'her ' nhér ' nhér ' rhér veinte nánt'/a upín
teñir
ing ethnohistorical2 research in Northern Mexico. Part I briefly outlines
vejiga
tienda vena sorne of the limitations inherent in the documentary sources while Part
ti erra kúmbo kibó kímbó úbó venado II touches upon sorne conceptual ambiguities and potentials, together
tijeras vender ' ndí tí rí 'rhí with areas the author feels can benefit from current and future re-
tlacuach e '?ür 'tür 'ndür 'r?ür search.3 Needless to say, the present paper concerns mainly the au-
todo kigán venir ·7¡
thor's own interests-the processes of continuance and extinction of
torcer ver nú nú nú ºnhú
tortilla Native Indian populations-and any contribution will lie mainly in the
verde
tortuga verruga systematization of the information covered. The many fine researchers
toser vestirse 'nde te re 'rhc engaged in Northern Mexican research today may find little new in
t ostar vi ejo máre what follows .
tragar viento
trampa viga
tres tínhun The Region
virue la
tripa vivo
triste volar For purposes of clarification the region being considered embraces from
troje vómito the shifting northern border of Mesoamerica into the deserts of Texas,
tronco yo New Mexico, Arizona, Southern and Lower California at the time
trueno zopilote
tú Spanish conquest.
zorrillo

LIMITATIONS OF THE DATA

While the limitations of data are well known to workers in this region,
there is certain intrinsic interest and benefit in analyzing and discussing
such limits within a framework not only of regional ethnohistory but
also of world culture history.

1 This short summary is based largely on secondary sources, with the great adva;1tage that
these have the benefit of other people's thinking. Likewise, there is no pretense to ª
thorough bibliographic coverage.
2 In a number of instances below , but not in ali 1 the term "social history" could be sub st i-
tuted for ethnohistory.
3 Ideas for the present paper were prompted by a conference sponsored by the departrnent of
anthropology, Texas A&M University, on the southem North American Archaic Tra-
dition at Lajitas, Big Bend, Texas, October 9-13, 1989, when the author was forced to organ-
ize succintly the limitations of documentary data for specialists in fields as diverse as
field biology, ecology, and prehistoric archaeology. The proceedings are in press at Texas
A&M University Press (see Griffen nd[a]).

Y o landa La s tra 249


As is well ·known, the historical ethnographic information on the people) who mayor may not have been acting as guides. In addition, it is
Northern Mexican region is generally poor, pockets of more complete known that Aztec prejudices against Chichimecas also crept into the re-
sources, such as those from the Jesuit missions, being an exception. In porting. ·
addition, extant archaeological data for the period immediately befare 5 J Repeated visits lobservations) to a site or area were often made in
European contact consists of a haphazard sample of data. Hence there is the same season-e.g. the summer or fall-and hence the rest of the annu-
lacking a salid base from which to éompare changes wrought by invasion al round went under-reported or entirely unreported.
of Spaniards whether for exploration, slave raiding, or searching for miner- 6] Mobility of observed populations was often high and because they
als. The bulk of information comes sorne or many years after these in- lacked settlements permanent enough for Europeans to comprehend,
itial contacts, and usually after the actual conquest by the military, they were reported on one occasion and missed on the next occasion or
missionaries, or civilians, by which time native societies were no doubt perhaps was not encountered again for years.·
quite severely altered. 7] Closely related with the last point was seasona.1 transhumance of
A number of authors have discussed the reasons, many of which different groups, often with same overlap in their zone~ of_ suste-
overlap, for the poor quality of ethnographic data (e.g. Behar 1987; Camp- nance-their hunting and gathering territories This resulted 1? different:
bell 1983; Hinton 1983; Jiménez Moreno 1943; Riley 1987; Taylor 1966). groups reported in approximately the same locality lor even m1staken lo- .
The explanations for the omissions and distortions of information are calities) by the observers.
summarized below. While many of these examples are closely related, as 8] Different interests or purposes of different observers becau~e-of Viery
noted above, they are also different enough that their varying emphases different training, interests and orientations lperceptions of. reahty) .of to
are worth noting. the world. This also resulted in only partial comparability of reports be-
1] Alrnost without exception there were only single or very few ob- cause of lack of detail and overgeneralization in the reports themselves.
servers and therefore an equally small number of reports. The corre- 9] Spanish ethnocentrism and observer bias, a variant of the Euro-
sponding paucity of information yields an inadequate sample which is pean mind-set of the era, almost automatically led to incomplete reF)ort-
haphazard in the extreme. ing beca use of assumptions such as that the na ti ves, because they_ ~ere
2] A great disparity in the dates usually reigns in reports from any not Europeans and not Christians, by definition had no laws or rehgwn,
one grup or region-a group is contacted early in the exploration period their languages were inadequate or nonexistent, and the full range of raw
but then not again until-many years later. materials and foods used were overlooked or even belittled. 4 . .· f
3] Correspondingly there is often a time-lag or non-comparability in 10] Closely connected with the last point was the larger situatlo~
0
reporting peri.ods from · between regions . Consequently, most data are environmental opportunism la daptive
. . ra a·iation
. of an exotic-populat10n
from the 16th century for Guanajuato, the 17th for Nuevo León, and the ·mto a new environment, as part of genera1 European expansioa· of the f
18th for Tamaulipas. · ¡ 1 b alth and e -
times expressed as cupidity and greed for land, a or, easy we 1 . •
In support of the las-t three points, Campbell, for example, notes that forts to rise in social status. Such desires generally exercised· bh ~g nd1
only two good descriptions of Coahuila groups exist, one on the Maria- effects on even a modicum of fair evaluation Spaniards had wi th in their
mes by Cabeza de Vaca in the 16th century, and the second on Nuevo own cultural values, which las also in the case of English and ?thers)
León groups within a v.ery restricted area sorne 150 miles distant by contained aspects of "universalism" and fairness but under the circum-
Alonso de León around a century later-"The two descriptions, when stances were blocked from being put into operation. Consequen tly, th e
considered together, suggest that those who have attributed so much natives could be exploited and exterminated by colGnists, no matter how
cultural uniformity to the Western Gulf province have overemphasized much resisted and opposed by the crown, missionaries and perhaps ª few
the generic similarities in· its hunting and gathering cultures and have others, and their lands controlled and occupied. · · - · f
páid· little attention to the recorded evidence that indicates cultural dif- 11] Labeling problems, with different names· for the same gro~p 0
ferences" (Campbell 1983). Indians used at different times, or multiple names at the same ume,
4] The use of unknown methods of data gathering which include either because different outsiders to the group las noted above) or because
simple direct observation and impression, sometimes the use of local
informants but often the use of non-local people, whether natives from 4
. m
See Headland and Reid (1989) for such bias . the reportmg. . on h un t ers and· gatherers in
neighboring groups · (often left unstated if friend of foe of the target the Philippines, Indonesia, and south and central Africa, well into thl! 2oth century.

250 Willi a m B. G riff e n Limitations of Data on the Ethnohistory


the group themselves hada differenf name far themselve . Glaring exam- cliate language between the native idiom and Spanish. Jiménez Moreno's
ples of this are Athabaskan and Pimanspeaking peoples which, fortunate- (r 9 : J06) finding the meaning of Coahui.Ja ("lugar bajo" or "bajío" and
ly, endured long enough far the terminological confusions to be straight- con equently not Nahuatl tazinta/tlazint1an) is also a case in point. 6
ened out. For many others, especially peoples who disappeared soon after Spaniard frequently put together Indians whose languages were en-
contact, considerable doubt exists (see, far example, Griffen r969, Appen- tirely different, uch as at San Francisco de Conchos. Son:ietimes, per-
dix I; s·a ner 1934). hap feeling more cenain of what they were doing, or in desperation(?),
Possibly sorne problems stemmed from differences in singular and they erred greatly, for example by getting a Spaniard who knew the To-
plural farms in the now unknown native languages. Examples from mod- bo o tangue to try to speak to Chisos, a totally unintelligible language
ern Seriare the designation of themselves-kwíke (singulaT) and konkóál< (Griffen 1969:60-63 ).
(plural)-which sound so different from each other. It is unclear how con- The e matter are important for, among other things, helping de-
fusing use of coyotes, the pluralized hispanicized version of the Nahuatl termine movements of Inclians and their contacts with outsiders, and
koyotl (singular), was with a more Nahuatl-like version, reduplicative helping to a ses how much cultural variation and multilingualism ex-
plural cocoyomes (Nahuatl kokoyomeh) far the same people in the r 6oos. isted among native groups at any one time. The use of bot._h the Opata
Occasionally, a well-known chief's name was extended to an entire language7 and a number of Opata personal names (or names which at
group, and the chief could have two or more names either from different least on the surface fit Cahitan-like vowel-consonant alternating phonol-
la_n guages, or different nicknames. For example, in the r 6oos El Mapache ogy) among Apaches at Spanish-managed peace establishments (e.g. Bav-
(from Nahuatl mapoztli) also called by the Spanish translation, El Zurdo ispe) in ea tern Sonora in the late 18th and early 19th c_enturies is anoth-
("lefty") (this, admittedly, may have been less confusing for his con- er case that tells us a good bit about Apache contact with other peoples_.
temporaries than for later researchers). The Apache leaders El Fuerte and Personal names 1 of course 1 if used judiciously, may be of sorne help m
Mangas Coloradas were (circumstantially) very likely the same person; giving insights into the soluti on of such problems. As n~ted, many .nick-
they were important personages from the same place (the Mogollon) and names were employed, 8 often descriptive or referring to sorne personal
of the right ages at the right time: El Fuerte was prominent until circa characteristic orto an event or location-El Tuerto ("one-eyed"), El Tar-
1839 when the designation Mangas Coloradas began to be used and the tamudo ("stu¡terer") El Fiscal Ceja Blanca ("white eyebrow"), Zurrón de
, , d (" d
former name drops from use entirely with no record of the man's demise Venado ("deerskin bag"), El Ratón ("mouse"), Mangas Colora as r~
(unfortunately, as yet no census of the band members by name of either sleeves"), Cuchillo Negro ("black knife"), Cigarrito ("cigaret"), . Co¡o
leader has yet shown up) (Griffen 1988a and b). So far, it is unknown how Americano ("lame American"-an Apache from the r.8;1-os-from cont~ct
many individuals were referred to in the sources by more than one name with Anglo Americans?). Names of prominent Spaniards or Mexican~, m-
or how many different leaders had the same name or nickname. cluding governors, with whom Indians had contact were sometn~1 es
, Ar · · Arv1zu
12] Othei problems of language use rangé from the idiom in which the a d opted, Apaches being sorne of the examples-Rancon, mi¡o, '
reporting was done and into what languages the material was translated Gómez, Irigoyen, and Zozaya.
befare it got recorded in Spanish. Everi differences between dialects (vari- It requires painstaking work to sort out the Spanish rendit~o_n s of
ants of the same language, and hence largely mutually intelligible), may
involve similar or identical forms with denotations that differ in different
6 A number of later writers <liscussed inconclusively ihe meaning of Coahuila as if it were
speech communities and thereby lead to misinterpretation. Spaniards much ink has been
Nahuatl until Jiménez Moreno cleared up the matter. An d, h ow
often did not know when they were dealing with closely related native . . k e either as Nahuat 1or
sp1lled over the meanmg of "chihuahua?"-the gloss ma es no sens .
langtiages or merely dialect differences. Throughout much of the 17th . . . . ¡ d. . but unfortunately th1s
Tarahtmrnra. The c1ty of Chihuahua 1s 111 a Conc 10 1n ian aiea
century the general use of Nahuatl 5 meant that it was used as an interme- language is entirely lost to us. · d ¡
. ches los que fueron e
7 The statement rt:ads: "porque antes de abiar el caste 11 ano 1os Apa ,
· ·
esta bl ec1m1ento ¡ B · 1 ·d·
Le avispe poseen e 1 10ma opa a ,
· t " San Pedro -, 1 de Oct.e .de 1834,
Manuel E. Arvisu, [to] Exmº. Sº '. Vice Gob. º' del Estado, Arispe (Sonora Collectwn, Reel
' In a document now long relegated to past research, the author remembers running into a
report by a missionary told of encountering either Tarahumara or Tt:pehuan acquain- #13 [Apaches 1833- 1835]). .
s At least sorne groups, like Athabaskans, prohibited the us_e of personal names, so a
tances of his who said to him in the native tangue, lrnmpa li-w11lla s! (Where are you com-
number of nicknames for the same individual coukl be employed (see, for example, Opler
ing from?) . The unsuspecting could easily interpret this as one of the loqil idioms rather
than the nahuatl it is. See also Griffen (1969:133-137) . 1941 :429-430 on Apache names).

Limitation s oi Data on th e Ethn ohis tor y 253


252 William B. Griif e n
native American names by Spanish scribes in arder to be able to compare entation will refer to sorne of the ambiguities the writer feels might be
them against each other but this could be helpful, if not crucial on oc- worth discussing for better clarification of research goals in ethno-
casion, to working out the histories of different native groups. For exam- historical research. Sorne of this terminology includes terms and con-
ple, not on}y are there sorne Uto-Aztecan-Opata or Tarahumara, per- trasts such as nomadic vs. sedentary peoples, farmers vs. hunters-gather-
haps even Yaqui-Mayo-among Apaches but there may be also names of ers / tribe and band I chiefdom-state, and war. Sorne discussion or
Jano, Jocome, Chiso or Suma origin in early Apache nomenclature, clarification may help place the use of such descriptive terminology in a
adopted as the Apaches took over and absorbed remnants of the earlier context more adequate for comparisons of this region within world cul-
inhabitants of an area. While this may always remain a great unknown, ture history.9 For example, tribe has been used for any native American
any light could be thrown on the problem would afford better clues to group although it would not likely be used for a European group of simi-
early history of native Americans and their contacts. lar structure and circumstance-in northern Mexico it has been used to
13] Changes in the extensions of the use of group names can be quite refer to a small band, a group of bands, to a sedentary community orto a
confounding. Sorne names, such as Toboso and Coahuileño, were used group of settlements. 10 .

for specific groups at one time but were later extended to more generic Nomad (perhaps one of the most stultifying of terms) has frequently
use and covered several earlier smaller groups. Also, "Apache" in the been used to contrast with sedentary but without specifying precisely
early years in Nueva Vizcaya seems to often have referred to any Indian what characteristics were included: the kind of movement involved (or
from New Mexico (see Griffen 1969:102, 154H). And "Toboso" was ap- how such movement could be measured) whether narrow transhumance
plied by the Spanish-speaking population in Coahuila for any Indian who or larger seasonal movements. Befare contact hunter-gatherers could only
appeared to them to come from sorne far-away place to the west. have travelled on foot after contact, with the rise in raiding, many de-
14] Names for groups sometimes became confused owing to a failure veloped much greater' mobility because of stolen livestock, especia~ly
to distinguish which groups were refugees from another region, and horses. So far as is known, however, they incorporated no regular pracuce
which were native to an area. of breeding the animals. In addition to these ambiguities, sometimes the
15] Forced changes in residence from governmental or missionary "nomads" have had attributed to them the same cultural character-
practices. Both this and the immediately preceding factors led to the istics as those of central Asían stock-raising (food-producing) peoples
amalgamation of subgroups and dialect groups into larger groups, or to who, given differences in culture and habitat, unquestionably had much
hispanicization (see next item). greater mobility as well as more striking and staying power than the
r6J Hispanicization as well as the formation of a pan-Indian co- mobile north Mexican peoples. . .
lonial culture, in effect, often includes the last two points. Rates and Territorialism 11 or the changing pattems of how native socieues
amounts of culture change, including the development of a socially were distributed with respect to each other on the land.over time could
low-ranked pan-native American culture that probably merged imper- be clarified. Data on seasonal shifts in territory exist only for sorne areas.
ceptibly with cultural patterns considered "lower class" and included ele- Despite early writers' references to trespass as a cause of intergroup
·ments from Mesoamerica, Europe, and even Africa in the new northern conflicts, territories were not always, or perhaps -seldom if ever, well
Mexican frontier society (see, e.g., Deeds nd[c]).
The above discussion covers majar points regarding limitations of . . . • · without analysis ar
9 Wh1le such terms need to be used at times, 1f they contmue m use . h
the data themselves, perhaps a few o·ther observations on ambiguities, · . · . Ob · 1 moving to the ot er
thought they become clichés with doubtful denotat10n. v10us Y, .
sometimes even confusions, that have crept _into the historical-ethno- . . .
extreme-t h e preoccupation with de f1mt1ons w1'th out emp 1·r1·cal coritent_.:.would be an
graphic data or its presentation. And, certainly as Brand (1971) notes, lat- idiocy but it has not happened yet in research in norfhem Mexico to my kno~led~e.
er writers have through the uncritical use of early sources repeated errors .
. up throughout history
.
.
1 ° Fned proposed sorne years ago that "tnbes are no more t an
. h enes
°
h f rms of orgamzat10n that
· of ch1'efdoms and states under
and distdrtions. tend to sprmg on the penp
the influence of the centripetal social, economic, and political life of the_se syS t ems.
Thus rather than being evolutionary precursors of chiefdoms and states, tnbes may be
PART 11. SOME CONCEPTUAL AMBIGUITIES AND POTENTIALS cons~quences of the interaction of the latter with societies living within their sphere of
influence" (Fried 197 5 ). See Wolf (1982) for a similar point.
11 Not "territoriality" which at present c-arries a tremenaous semantic overload and would
In addition to the last point, there seems to be also at times notable vari-
ability in and uncritical use of terminology. The remainder of this pres- not be the proper term here in any case.

William B . Griffen Limitations of Data on the Ethnohistory


254
bounded or even mutually exclusive. This was certainly partially due to Agriculture or farming was variably perceived by European ob-
the fact that native groups Spaniards considered distinct in effect shared servers. Documentary sources indicate a number of "part-farmers" as
a number o.f overlapping kinship ties with each other. 12 formulated by Kirchhoff (1954) a useful approach which helps eliminate
In actual fact, little is known of the interna} or externa} relationships the often rigid dichotomy between farmers and hunter-gatherers. Supple-
of the groups, which carne together in late summer for harvest, especial- mentary crop growing and seasonal transhumance need much greater
ly for pricl<ly pears and mesquite beans; in the fall they moved to other analysis. A number of groups speaking the same language or closely re-
territories for the pecan harvest, and in winter-the only time they had lated dialects have been known historically to have varied in subsistence
exclusive territories-they scattered to seek much-harder-to-find roots practices that ranged from non-farming to farming communities. Sorne
and tubers. For sorne groups fishing was especially important during the groups may have failed to plant every year or for longer periods-rainfall
spring flood s~ason in April and May. Sorne of those groups traveled areas reliable for horticulture must have no more than 30% annual fluc-
annually up to 80 to 85 miles (Campbell 1983; 1988a; 1988b; 1988c; tuation, and preferably considerably less (Wallén 1956).
Campbell and Campbell 1988; Eguilaz de Prado 1965:82-83; 1966; Saldí- The traditional anthropological distinction between intensive horti-
var 1943). Southern desert Chichimeca shared El Tunal Grande, the culture or gardening with the use of hand tools and generally low energy
prickly pear district of San Luis Potosí (Barlow and Smisor 1943:58-59; budget, in contrast to extensive plow cultivation or agriculture, is of
Kirchhoff 1943¡ Las Casas 1936). sorne use, especially after contact (e.g. Tarahumara, as well of course as
To accurately describe subsistence is nota simple matter. Few Euro- at missions).
pean reporters noted all the food sources used by native Americans. Ob- The fact that many observers often overlooked horticulture or, if
servers often missed many animals, especially rodents and reptiles, that they saw it, failed to give it much (or any) importance partly, or perhaps
were eaten, and omitted entirely the range of plants used. Sorne im- largely, because it was done by women, is well known (see Griffen nd[b]
pmtant plants Spaniards considered to be weeds as, for example quínoa and Wilson 1988, for example). The different integrations of food produc-
{Chenopodinm), known in English as "lambs' quarters" or "pig weed," ing and food collecting (hunting, gathering, and fishing) need to be made
and bledo or alegría (Chenopodium album and Amaranthus) (Dobyns as precise as possible for an adequate comparison of different time peri-
1976a, especially 125-126; Nabham et al. 1989; Taylor 1966). Any new ods. And, in turn, the ways these activities were carried out, which of
data that can expand our knowledge of plant and animal resources used these activities are supplemental to the others, obviously has much to do
helps our understanding of the total ecological position of native societies. with mobility and therefore community, including ceremonial life.
Assessments of the -plentifulness of food varied. Campbell (1983) ob- Changes in the proportions of those activities, whether due to bio-envi-
serves for the Río Grande delta that in mid-18th century references ronmental changes or because of contact with, and perhaps subor-
mention the abundance of game, fish, wood, and water, and to the dination to, outsiders, obviously are important to know. Ultimately, it
"wdl-nourished appearance of the Indians." Sites were occupied by more would be meaningful to contrast and measure shifts in life ways, includ-
than one group at a time since localized and seasonal foods were scattered ing exploitation patterns, energy budgets, and the ecological impact of
and of low nutritional value, and their exploitation demanded "free access native Americans befare and after conquest, as well as of Spaniards, and
to large tracts of land" and great mobility. The scarcity of water sources, eventually Mexicans and Anglo-Americans.
however, tended to tie people to certain locales ("tethered nomadism") Groups with variation in subsistence types were Yumans of Arizona
and hence demanded more than simple overt hostilities to control the dis- and southern California with farming and non-farming branches, and Pi-
tribution of this resource (Taylor 1966). Population was kept clown, in man-speakers of Arizona and northern Sonora who ranged from virtual
Taylor's estimation-apparently an example of Lieberg's Law of the Mini- hunting and gathering to relatively permanent s€ttlements of irrigation
mum-by the population having to travel great distances for food resour- farmers (Fontana 1983; Hackenberg 1983; Nabham et al. 19·89). Tepe-
ces on the one hand, while it was restricted in the range of its movements huán, also Piman-speaking and mostly farmers, apparently did little or
because of the scarcity of water sources on the other (Taylor 1966). no crop-raising east of Parral (Beals 1932; Griffen 1979; Jiménez Moreno
1943; Sauer 1934).
12
Headland and Reid discuss both hunters-gatherers and "tribal" peoples (1989) . See, also,
While the riverine pueblos at La Junta were based on farming (Kelley
Coinments on this article; Hutterer notes, "It is not only hunter-gatherers that must be 1952; 1953; Newcomb 1961:228), sorne crop-raising seems also to have
seen within a broader and more realistic historical perspective" (19 8 9: 56-57). been practiced among groups in the surrounding desert, especially to the

Willi a m B. G ri ffe n Limitations of Data 011 th e Ethnohistor y 257


south. The hunter-gatherer Suma (although with same question), a west- rect animal protein from hunting or in the use of plant foods. When this
ward extension of the Jumano who apparently made up sorne of the hor- process resulted in settled communities, ·the farming problem can be ap-
ticulturalists at La Junta, possibly were familiar with crop-growing, es- praised with little trouble; when horticulture (sometimes sporadicL or
pecially around Casas Grandes (Bandelier 1890:90; Beals 1932; Gerald even flood-water irrigation of wild plants, was accepted as supplementa-
1973¡ Sauer 1934). The Concho dwelling up-river from La Junta along the ry to hunting-gathering-Kirchhoff's "part-farmers"-it complicates as-
Conchos, San Pedro, Chuvíscar and other water courses in Chihuahua sessing the extant ethnographic data (Kirchhoff 1954). And certainty re-
reportedly raised com, beans, squash, and melons and made pinole, garding the extent of farming practiced will be hard to come by. Dobyns
apparently from corn, which also implies farming. The Chiso, the east- has noted that the south Florida Calusa raised native crops while hereto-
ern desert- dwelling extension of the Concho, were reported a number of fore it was believed they had no farming, and that both they and the
times to raise corn, or at least to eat pinole (assuming this was made Timucua hada greater diversity of food crops than was thought (Dobyns
from corn); the Chinarra, the western-dwelling extension, may also have 1983:126-131, 213-235, 298-299). Wilson (1988) and Griffen (1988a) show
farmed in the Santa Clara-El Carmen drainages (Beals 1932¡ Griffen 1979¡ considerably more farming among historical Apache than is usually.
Sauer 1934). A number of different documents cite Toboso cultivation of credited them.
squash, and one source notes cultivated corn (Griffen 1969:38-39, II 1- Greater clarification of the problems of subsistence, therefore, rests
112). Transhumance involving supplemental horticulture could easily on making as precise as possible the total inventory of cultivated crops
have escaped Spanish observers. as well as the mix of cultivated plants with wild plants and with the
In the Parras-Laguna district, farming was reported in the vicinity of amount and kind of game in the diet. Other important factors influenc-
the lagoon-Laguna de San Pedro (Mayrán) area-fed by the Nazas river, ing the pattern of overall subsistence were modes of transportation and
as well as at sorne distance away when moisture was available. The storage facilities, as well as which products could be stored for how long
weaving of cotton, which also was reported, may imply cultivation of under what conditions (Dobyns 1983:213-235, 299). It is this com-
cotton, although sorne writers opine it was most probably obtained bination of factors that would determine the amount of usable energy
through trade (in exchange for what items?) (Beals 1932:172¡ Griffen captured and exactly the place occupied by a particular society on the
1969:109-1 l 1). food chain.
Farther south, at least sorne Zacateca grew corn (Beals 1932:157¡ The term war has been used to refer to everything from the activities
Jiménez Moreno 1943¡ Kirchhoff 1943¡ Martínez del Río 1954). For the of small raiding parties seeking to steal Europeáns' domestic animals to a
southern region closest to Mesoamerica, Campbell reports horticultural- regional uprising of the scale of the Tepehuán revolt. The word has been
ists among the Coahuilteco in the Sierra de Tamaulipas in the 18th centu- used for altercations or skirmishes among native Americans with no Eu-
ry: 5 of 24 groups in the northern Sierra de Tamaulipas farmed corn, ropean involvement, and sorne "wars" were obviously squabbles perhaps
beans, and squash; at least 4 of the 10 groups in the southern Sierra de better portrayed as part of interkin dispute resolution mechanisms (the
Tamaulipas farmed as well as made pottery; and on the southern coast politics of kin-groups rather than of states). They are reported to have oc-
of Tamaulipas, out of 11 groups, 5 or 6 practiced agriculture (although curred more frequently in the fall, and at the same time as harvest cere-
sorne of these .c ould have been displaced from the Sierra de Tamaulipas) monials, including much inebriation, took place. Indeed, since these
(Campbell 1983). The nearby Pame farmed, as <lid the Cazcán far to the were "kinship" societies, part of the answer to the use of other than
west who lived in a variety of community types, including well-organ- overt hostilities to control access to water, as well as other resources,
ized centers with explicit political structures (Weigand 1985L as ap- lies in marriage alliances with different degrees of exogamy that created
parently did sorne Zacateco in the southcentral desert (Barlow and extensive webs of kinship rights of reciproca! exchange. The norms
Smisor 1943:58, 60; Jiménez Moreno 1984; Las Casas 1936; Sauer 1934¡ covering exchange also included revenge and retaliation for actual or as-
Salís de la Torre 1983:31). sumed past wrongs (Eguilaz de Prado 1965:90-94; Griffen 1969:119-122;
The introduction of crop-growing with the Spanish conquest is Las Casas 1936; Newcomb 1961 :46-47).
generally interpreted to have, for the groups who survived the conquest, Raiding as a mode of subsistence is well understood as distinct from
broadened their choices for food acquisition, added more stability to sup- "war", yet consideration of occasional raids, banditry, casual pilfering,
plies, increased population, and complicated the position of the popu- and the like as part of the totality of economic support could profit from
lation on the food chain because of changes in the relative amounts of di- more research.

William B. Grif/en Limitations of Data 011 the Ethnohistory 259


Research has shown a correlation between residence patterns and even a relook at the early historical ethnographic data?) perhaps inter-
conflict relationships with differences in residence reflected in the type esting connections can be made. 1 3
of externa! conflicts a group has (Divale 1975; 1976). Patrilocal residence, Likewise, the nature and limits of ceremonialism among the indige-
the predominant form here, implies "interna! warfare" where raids are nous societies of northern Mexico is a much needed area of knowledge.
carried out over only short distances on one's own cultural congeners Certainly much of the native religion (and hence its institutional context
and even kinsmen, and this is precisely what early observers reponed in for the expression of the human spirit) was never described adequately
much of northern Mexico (see above). Matrilocal residence cited for and the reports that were made were highly circumscribed by European
Guachichil, Guamar, Toboso, Chiso, Suma in the northcentral desert, as traditions (e.g. Spicer 1962:108ff). lt is clear that for many groups-cere-
well as Apache, is correlated "externa!" warfare where war parties make monialism surrounded both friendly and hostile contacts (the "enemy"
long-distance raids on groups of a "foreign" culture. Early observers in often consisted of kinsmen) and served to regularize relationships, mobi-
general fail to report many local conflicts among the latter groups. The lize supernatural powers, and control conflict and the "vagaries," to_ use
confounding ethnographic problem, however, is that long-distance raid- Taylor's term, of access to water and other resources that he menuons
ing certainly happened after the Spanish conquest with many groups, but (Taylor 1966).
whether this was one of those rapid postconquest ecological adjustments Closer analyses of the supernatural aspects of movements of mes-
or has its roots in preconquest times is an open question that could use sianism or cultural "revitalization" might be enlightening, such as ex-
much more research. hibited by leaders in the Tepehuán revolt in 1616-1617 and in that of the
Trade and exchange, especially informal networks, need better illu- Conchos and Jumanos in 1684 where leaders with ties with the super-
mination, including how they shifted under conquest conditions. Trade natural could spread their doctrine (Griffen 1970a; Spicer 1962:26- 2 8'.86).
in the hinterland is frequently mentioned in the 1600s in the greater Bol- Often however they have been scarcely paid attention to per se smce
són de Mapimí r:egion, and it obviously contributed to the total sub- they ~re so fre~uently associated with armed resistance, De_ed'~ papers
sistence strategy of all peoples involved, but how exactly? Where were being notable exceptions (Deeds nd[a]; nd[b]J. Ceremonial tr~ts m these
the various trade mutes and how did they shift, and why? For example, a instances no doubt involved new conquest-oriented mythologies and cere-
great amount of regular backcountry trade, much in stolen livestock, oc- monies for social renewal and protection, compounded with sympathetic
curred as part of the overall support of Apache groups after the national magic and other rituals. While the goals of ritual are different when
p.eriod, including networks that eventually linked up with the Santa Fe engendering supernatural support to reconstruct a more satisfying way of
Trail trade. And this trade involved a variety of contacts-Mexican, life and even to help destroy a new kind of conquering enemy, th~y are
Tarahumara, Ópata, and Anglo Americans-who often traveled to often (usually?) adapted from traditional rituals such as those o_nented
Apache camps. Trade at all times wrought influence upon the native toward fertility in humans and nature, curing of ills (which may mc~ude
Americans involved, introducing material goods, altering raiding territo- potions for health, love, and the like), witchcraft or the working of _ev1l on
ries and the frequency of hostilities, among other things, including con- one's fellow humans and more traditional war and peace ceremomes.
tributing nicknames to individuals as it is known to have done with No doubt other ideological change took place among the Indians them-
Apaches (e.g. Griffen 1988a:133-134). selves under conquest or contact conditions. Colonial reporte:s sorne-
Information on the internal organization of native societies is im- times only noted the various rites and ceremonies, often dubbmg them
portant but very difficult to come by directly in the documentary witchcraft (brujería) if they reported on them at all, but it would not be
sources. It is here that the terms chiefdom, and perhaps even state in surprising if more could not be ferreted out here (see Griff_en_ 19~3 ~nd
the south, may be applicable but we may never know much more than 1970a). Otherwise, although more is understood under m1ss10mzatwn
the fine work done by Weigand (e.g. Weigand 198 5 J for the more (e.g. Spicer 1962; 1980), little is known from documentary sources of the
complex societies; that is, those more stratified closer to Mesoamerica. development of local folk religions and belief systems as developed
Nevertheless, better pictures of the interna! social ranking, how power under the pressures of economic exploitation.
was distributed, and other matters of privilege and leadership are need-
ed . . Indeed, since non-state, ranked societies are well known cross- 13 Could trading chiefdoms, for example, as elaborate as described in Gaul on the ea.rly Ro-
culturally usually to be much enmeshed in trade managed by the chiefs man frontier, be expected in the regions bordering on Mesoamerica which had a d1fferent
and their higher ranking kinsmen, with new documentary sources (or subsistence base? (see Dyson 198 5 ).

260 William B . Griffen . Limitations of Data on the Ethnohistory


Studies in material culture and its changes are no longer popular but impact they had on the environment will eventually have to be looked
new analyses might show up correlations with other social and cultural into more closely than heretofore. Such changes are important but they
changes. are hard to get at and, as with population, there is inadequate documen-
The population of northern Mexico has been receiving excellent tation of original conditions. Perhaps sorne comparisons could be made
analyses, despite many gaps in our knowledge. Various estimates for the between fur the first centuries of contact with better documented later
pópulation at the time of first contactare given by a number of different events during the fur trade and its corresponding beaver and stream de-
authors (see Dobyns 1976b). Determining usable estimates at this point, pletion and regeneration in the 19th century. Is there any analogy in
however, is impossible to resolve. Figures exist on individual groups at earlier years with the great earthquake of 1887 and the subsequent
different times, but the impossibility of calculating how many groups in- changes in water sources, including springs and lakes and well water lev-
habited a single, definable region at any one time precludes making an els, and probably topography? lsee Dubois and Srnith 1980; Griffen
overall, quantitative assessment of all the regions (Campbell 1983; Spicer nd[b]J. 16 All factors that can change rnan-land relations and therefore our
1969). interpretation of rnicro-historical situations should be investigated.
- lt is still unagreed how much native population of northern Mexico An area of research that overlaps a number of those above, the histo-
and the U. S. southwest during the 16th century and after was decimated ry of individuals and farnilies can enlighten rnany problems in the ethno-
by Spanish "war"-punitive expeditions and slave-raiding-and how history of the region. While the narnes and activities of a few people,
much might have been due to introduced diseases themselves, compli- usually leaders, rnay show up in the usual adrninistrative docurnents,
cated by overwork, overcrowding, and malnutrition, contamination of frorn other sources such as parish records, or even ad hoc census records
water supplies, and pollution at mines and elsewhere. 1 4 By the early 17th such as at Janos (Griffen 1979; 1983b; 1992), it rnay be possible to turn up
century, the extant figures indicate drastic and rapid reductions (Dobyns more inforrnation, including on local history, as well as contributing to
1983, 1989a; 1989b; Henige 1989; Reff 1986:229-230; 1987, 1989; Riley biographies and farnily histories. The latter records can often be used for
1980, 1987; Snow and Lanphear 1989; Upham 1986, 1987; Verano and the reconstruction of vital statistics that cannot be obtained any other
Ubelaker 1992). But working out the proportions and combinations of way. Data on births, rnarriages (including age at rnarriage, rnultiple
factors in native population changes within the developing new frontier rnarriages, widowhood and rernarriage), longevity, farnily size, rnigration
society needs much more work. Not only diseases of native Americans, jof spouses in post-marital residence changes or rnovernents to other
but the level of health of the entire north Mexican population must be cornrnunities and areasl, diseases factors, and deaths and their causes,
pulled together as much as possible. 1 s can be obtained. In addition, such records are likely have inforrnation· on
Other ecological changes such as deforestation, overgrazing, overcul- social ranking (indios and other castas) and ethnic and social class iden-
tivation, regeneration or the lack of it of the biosphere, how fast tity and changes in such identity, arnong other things such as property
changes-depletion and recovery-took place and to what degree of distribution at death, for exarnple (Griffen 1960; Taylor and Crandall
1986).17 Given the excellent laboratory that northern Mexico is for the
14
At the end of the 18th century Spanish officials estimated that a large-scale epidemic interrnarriage (and interbreeding) of populations of different geographical
was expected in the northern Mexican region every 18 to 20 years. Inoculation (probably origin and the resultant hybridization (mestiza;e), pedigrees that could
that developed by Edward Jenner and made public in 1799) was introduced far the gener- help enlighten this process could be obtained certainly at least in sorne
al population about this time although there is no evidence that this service was extend-
comrnunities or local areas. 18
ed to Indians (Simmons 1966; see also Griffen 1988a:rn6).
The permanent or temporary abandonrnent (often in mortal terror) by Indians of a lo-
Finally, usually little attention is paid to the implicit models or theo-
cation, hacienda or presidio, far reasons of epidemics, as well as far more minar causes,
throughout the contact period were often called "uprisings" by governrnental authori- 16 See also the Periódico Oficial de Chihuahua far this year far a nurnber of reports not cit-
ties. ed directly in the above work which, however, has an extensive bibliography and proba-
1
5 The customary use of descriptive words (e.g. tabardillo, viguelas, cocolixtli/cocolistle) bly draws upan many of the same sources as the Periódico Oficial.
for illness often afford little or no notion of etiology. The most frequent of these terms, 1 1 There are a number of commercial databases far sale that greatly ease the tedious labor

aside from tabardillo above (literally, "burning fever," sometimes used far typhoid of assembling and manipulating such data.
fever), are calenturas (fevers), fríos (chills), and dolores (severe pains). Outside majar epi- is Given the rapidity of advances in genetics, DNA studies (including mtoNA), a number of
demics, so far there has been no way to assess what role minar sickness such as flu and interesting projects on human variation can be thought of. See, far example,
the common cold played in Indian-Spanish relations. Cavalli-Sfarza et al. (1994) 1 Pollock (1994), Wills (1989; 1993).

William B. Griffen Limitations of Data on th e Ethnohistor y


ries used in presenting data and interpretations. Headland and Reid cultural potential was maximized by environmental opportunism, per-
(1989) contrast "isolate" with "interdependent" models which include , haps especially evident in the war-raiding pattern observed in hunters
among other problems, the more simple confusion between custom and and gatherers during colonial times that stayed just beyond political and
practices "unmentioned" and therefore assumed not to have existed, and administrative control.
others tha t do not "fi t," as far as the researcher is concerned, and there- In the early years after contact this could have led to an even greater
fore are treated as "borrowed," usually from Mesoamerica. Other as- variety of cultures and combinations of subsistence strategies. Certainly
sumptions that sometimes show up are those of orthogenetic there was considerably more to the cultures under scrutiny here than the
change-simple straight-line evolution or "progress," or devolution or shallow accounts indicate. Sorne societies remained "independent" until
"cultural degeneration" (Beals 1932 :roo). they were taken over or extinguished; others, through the mission and
hacienda processes, became dependent and enclaved, perhaps onl~ ~or a
CONCLUDING SUMMARY short time and only on a family level, as at sorne of the villages ongmal-
ly in the La Junta de Los Ríos area of the Conchos and Bravo (Grande)
North Mexican societies changed, perhaps rapidly, on several oc- rivers. And, there was a myriad of complexities in the changes that tran-
casions-during the expansion and contraction of Mesoamerican socie- spired in the societies toward the border with Mesoamerica such as the
ties, and the European invasion-to meet new conditions, biotic and cul- Cazcán Cara Huichol and others (Deeds 1991, nd[b]; Griffen l98ra;
I I

tural, a kind of environmental opportunism . This dynamism has two Weigand 1985; White 1983).
profound implications for the ethnohistory, especially of the early peri- With the conquest, all social groups in northern Mexico played _sorne
od, of northern Mexico. part in the generation and maintenance of diversity of the fronuer as
Northern Mexican societies have never been isolated from the they put pressures on other sectors of society to reconcile and accom~o-
regional systems and have been undergoing constant alterations- date social and ethnic differences into a "h1g . h er mtegrauon
· · "(Sp1cer
following the old saw that the evolution or change of a population is 1966; 1971). Such changes eventually fed back on the native Americans
also the evolution of its environments (e.g. Griffen 19706, 1983a; Wolf themselves. But higher integration locally was also stimulated b~ factors
1982). Alterations stemmed from environmental and climatic changes, far oustside the region, and even the continent. The tensions In~ians ex-
diffusions of cultural elements by whatever route (trade, migration or erted countered forces for centralization and conformity emanatmg from
conquest, etc.) and the resulting cultural reorganization that communi- regional and national governments, which in turn led Spaniards ª nd
ties living in the area are then forced to carry out. In sorne places prehis- Mexicans for example, in areas now marginal to the main power centers
torically the advent of cultivation transformed profoundly the societies of region;l society to appoint paramount chiefs and official go-bet':"eens
affected with unprecedented population increases, expansions of com- far various clusters of bands or rancherías. In all periods the parucul~
munity structure with new social groups (e.g. governance and ceremonial configurations of missionary, military, governmental, and econo~c
sodalities), and associated cultural innovations and other underpin- units specific to northern Mexico were a product of all such forces of m-
nings . In other places, the changes wrought had less effect, but still with tegration (Hall 1989 ).
"significant" adaptations (perhaps not "transformations"), including the Any model or approach must take into consideration all 0 _f t~~se
adoption of sorne cultigens as supplements to the existing subsistence factors. Hence for the ethnohistorian the challenge is still the dehmitmg
' · h. I a few
strategy, increased trade, perhaps increased competition and war, and of the fundamental transformations that took place w1t m on Y
·
years after the Spaniards arrived on t h e contment an d t r acing the con-
.
changes in territory.
Change process presumably sped up-at least received a large comitant changes to the present (Mathien and McGuire 1986; Riley
jolt-with the arrival of Europeans. In broad ecological terms, to what- 1976). 1 9 At the same time, this dynamism of adaptation and cultural
ever extent there existed a relatively mature, steady state on the eve of diversity also challenges the use of ethnographic analogy.
first contact, it was soon disturbed by a number of new factors. In arder
to adapt to the new biosocial conditions (such as disease, technology, and 19 "The coming of Cortés and the Spaniards in 1519 was to have ~-he mo_s t far reaching _ef-
power arrangements), native populations recut their cultural systems, fects in both the heartland and on the peripheries of Mesoamenca. Withm a generauon
despite population decline, to cope with the new circumstances . Sorne after the fall of Aztec Tenochtitlan, even the remate northem frontier was reflectmg,
quickly moved into a "bloom" or rapid growth states of change and both directly and indirectly, the Spanish Geopolitik" IP- 9).

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DE CÓMO LOS ESPAÑOLES CLASIFICABAN
A LOS INDIOS. NACIONES Y ENCOMIENDAS
EN LA NUEVA VIZCAYA CENTRAL

Chanta! Cramaussel
Universidad Autónoma de Ciudad Juárez

Al abordar el tema del contacto entre grupos llamados nómadas y las dis-
tintas clases de sociedades sedentarias en el Norte colonial, necesariamen-
te nos enfrentamos al problema de la identificación y caracterización de
los distintos grupos indígenas. En el caso presente, la denominación de
grupos "nómadas" se refiere a las diferentes sociedades de cazadores-reco-
lectores que, se sabe, habitaban los extensos territorios norteños, y, en par-
ticular, a las que ocupaban las planicies del altiplano septentrional. Los
contactos de estos grupos con la sociedad española colonial fueron estre-
chos, complejos y de muy larga duración; en consecuencia, las relaciones
documentales de diferentes tipos donde se hace mención de ellos son
abundantes y voluminosas. Sin embargo, lo anterior no significa, en abso-
luto, que sea tarea fácil hacer una mínima descripción de esos grupos, y
puede decirse que ni siquiera es posible todavía identificarlos con cierta
seguridad. A pesar de su volumen, la documentación de origen colonial
donde, de una u otra manera, aparecen estas sociedades, más que un con-
junto de "fuentes" de carácter "etnohistórico", resulta ser para el historia-
dor un objeto de estudio en sí misma. Desde un punto de vista, por así de-
cirlo, puramente "etnográfico", estas "fuentes" son o, mejor dicho,
parecen ser imprecisas y contradictorias: grupos de indios que se supone
pertenecen a una misma "división étnica" (o "nación", para utilizar un
término más propio de la época) aparecen alternativamente como sedenta-
rios, "políticos" y pacíficos, o bien como nómadas, guerreros e irreducti-
bles, todo dependiendo del lugar que ocupaban frente a la sociedad españo-
la local, y también del tipo de documento en el que se los describe. Tal
puede ser el caso de grandes grupos como los conchos, o los tepehuanes y
salineros de las llanuras. 1 Como veremos a continuación, todas éstas son
sociedades acerca de las cuales las "fuentes" no parecen ponerse de acuer-
do. De nada sirve, desde luego, resolver ese embrollo simplemente etique-
tando como "seminómadas" a todas esas sociedades. Mucho más útil, en
cambio, sería profundizar un poco en el conocimiento de cómo los españo-
les clasificaban a esos indios, con qué objeto y bajo qué criterios lo hacían.
Nuestro análisis se basa en la documentación y bibliografía referente
a la Nueva Vizcaya interior, y se centra, principalmente, en territorios

1
Para los conchos: William Griffen, Indian Assimilation in the Franciscan Area of Nueva
Vizcaya , Tucson, The University of Arizona Press, p. 38 .

275
ubicados dentro de lo que hoy es el estado de Chihuahua. 2 Analizaremos que muy poco tiene que ver el concepto de nación de los siglos XVI, xvn y
la configuración de las "naciones" integradas por tepehuanes, tarahuma- xvrn,4 con el moderno de "etnia" o "grupo étnico". Para los europeos de
ras y Ganchos, así como por grupos de indios de las llanuras. Esos aboríge- los siglos de la conquista, una nación 'estaba formada por los descendien-
nes habitaban medios diversos: la sierra alta y sus barrancas, el piemonte tes de un antepasado común: tal era el elemento constitutivo esencial de
serrano, el altiplano desértico propiamente dicho y, desde luego, las férti- una nación.5 En cambio, la identidad de rasgos culturales y la subordina-
les riveras de los diferentes cursos de agua que lo cruzan. Existe un punto ción a un sistema político unitario eran elementos también constit11tivos
sobre el que habría que insistir antes de entrar en materia, y es, simple- de una nación, pero que no conformaban su sustento último. La exten-
mente, recordar que han desaparecido ya todos los grupos que otrora ocu- sión de una nación dependía, entonces, del reconocimiento de los víncu-
paban tanto las llanuras centrales del altiplano, como la zona intermedia los de parentesco o de descendencia, en general, que unían entre sí a los
entre éstas y el macizo de la sierra Madre Occidental. Sólo sobreviven miembros que la componían, y no correspondía forzosamente a un terri 0

dos grupos serranos: los tepehuanes y los tarahumaras, y son, por lo tan- torio determinado. Pero si bien el término nación estaba semánticamen-
to, los únicos indios sobre los cuales tenemos auténticos registros etno- te asociado con una comunidad de origen, es claro que los españoles, al
gráficos. Sin lugar a dudas, ello ha influido poderosamente sobre nuestra dividir a los indios en diferentes naciones, lo hacían de una manera laxa
percepción acerca de los indígenas desaparecidos. y genérica, sin necesariamente ponerse a reflexionar acerca de si el térmi-
Tradicionalmente, se suele separar a los indios de la Nueva Vizcaya no estaba bien empleado o no. Ninguna fuente se avoca, por ejemplo, a
central en dos grandes bloques, distintos y bien diferenciados entre sí: describir los "lazos de parentesco", tal y como los entiende la moderna
por una parte, los serranos, considerados sedentarios y agricultores, tal y antropología, que hubieran podido unir a unos grupos con otros (ello nó
como lo consigna la moderna etnografía (tepehuanes y tarahumaras); por interes-aba en absoluto a los colonizadores). En general los conquistadores
otra parte, se encontraban los habitantes de las llanuras áridas I los cuales usaban el término nación como un genérico, semejante, por ejemplo, a
habrían estado organizados en pequeñas bandas "nómadas" o "seminó- nuestra moderna acepción de "grupo indígena", la cual carece también
madas", dedicadas a la caza-recolección, y acerca de los cuales se tiende a de sentido exacto. Nación, en esa época, se refería sólo a conjuntos de in-
pensar que debieron ser étnica y culturalmente muy distintos de aqué- dividuos que vivían juntos y se asemejaban entre sí, y de los cuales se su-
llos. Acerca de los habitantes del sotomontano en cambio las opiniones ponía que provenían, por lo tanto, de una estirpe común; el gradG de pre-
de los autores modernos son diversas, y en este ' caso puede' decirse que, cisión o de conocimiento de causa con que se aplicaba ese término en la
efectivamente, contradictorias. Vista de cerca, sin embargo, la documen- documentación era, entonces, sumamente variable.
tación colonial puede ofrecernos una imagen mucho más matizada de es- La lengua constituyó, sin duda, uno de los criterios más importantes
tos pueblos.3 para agrupar a los indios, puesto que individuos pertenecientes a la mis-
ma estirpe suelen hablar un idioma común; sin embargo, no siempre los
EL CONCEPTO COLONIAL DE NACIÓN
Y LOS NOMBRES DE LAS NACIONES DE INDIOS 4 El nacimiento del concepto moderno de nación data de la Ilustración, como lo ha demos-
trado Federico Chabod, La idea de na ción, México, FCE, 1987 .
Los nombres de los grupos indígenas del septentrión datan, casi todos, de 5 De esta manera, los espaüoles, por ejemplo, pretendían descender todos de un mismo lina-
la época colonial, por lo que vale la pena acercarse un poco a la manera je: Abilio Barbero y Marcelo Vigil, La formación del feudalismo en la península ibérica,
Barcelona, Crítica, 1982. En cuanto' al concepto de "raza", cabe decir que en la Europa de
como los españoles dividían y daban nombres a los indios. De entre todos
ese tiempo, era también un equivalente de "linaje": Arlette Jouanna, L 'idée d e mee en
los criterios de clasificación a los cuales los colonizadores recurrieron, el France au xv1-em e siecle et cm d ébut du xv11-eme, Montpellier, Université Paul Valéry,
más representativo del pensamiento de ese tiempo, y el más sistemática- 1981. La comprensión equivocada del término nación ha dado lugar a numerosas confu-
mente empleado, fue sin duda el de nación. Sin embargo, cabe insistir en siones y errores de interpretación histórica; Cynthia Radding, por ejemplo, lo hace sinóni -
mo de "etnia", y declara: "El término na ción, empleado con tanta insistencia en los docu-
2
Es la zona que mejor conocemos por habernos dado a la tarea de recopilar documentación mentos históricos, denota la subordinación al imperio espaüol de un conjunto de
para elaborar el volumen correspondiente a la historia colonial temprana de la Historia comunidades que compartían el mismo idioma y ocupaban un territorio definido ... los so-
general del estado de Chihua_hua, en preparación en la Universidad Autónoma de Ciudad noras ... que dieron su propio significado a_l vocablo naciói:t, al defender su territorio Y su
Juárez. presencia étnica frente al poder colonial": Cynthia Radding, "Entre el desierto y la sierra.
·1 Véase también el artículo de Salvador Álvarez acerca de los conchos y tobosos en el pre- Las naciones o'odham y tegüina de Sonora, 15 30-1840 11 , en Historia de los pueblos indíge-
sente volumen. nas d e México. México, c 1ESAS, 1995, pp. 15-16 .

Chanta] Cramauss e l Nacion es )' e n comie nda s en la Nueva Vizca y a 277


españoles se hallaban en condiciones de diferenciar un grupo de otro a Los conquistadores estaban conscientes también de que las "nacio-
partir de la lengua en la que se expresaban. El periodo colonial nos ha he- nes" de indios que ellos reconocían no correspondían siempre a linajes,
redado, ciertamente, trabajos de gran calidad al respecto, en especial, pro- ni a grupos de parentesco. Encontramos, en la documentación, variadas
venientes de fuentes jesuitas, y sobre todo para los grupos de la sierra Ma- referencias a la complejidad de las relaciones que unían a las diferentes
dre Occidental, como los tarahumaras; llegaron incluso a producirse "naciones" de indios. Se decía, por ejemplo, de Bartolomé Tucumudaqui
gramáticas y diccionarios. Sin embargo, muchas otras lenguas nunca fue- -uno de los tres grandes jefes de la rebelión tepehuana de 1616-1619-
ron descritas y sólo se cuenta con referencias dispersas acerca de ellas. que pertenecía a la "nación tepehuana aunque era tarahumar en sus cos-
Sin catecismos, gramáticas ni diccionarios, la identificación lingüística tumbres" y que le "obedecían" tanto en la sierra tarahumara como en la
de los grupos y de los vínculos que entre éstos existían resulta ser muy tepehuana. 10 La división entre tarahumaras y conchos no era del todo
poco probable. Incluso si en alguna fuente se hace mención de que dos clara tampoco: "entre otras provincias que confinan con la tarahumara
grupos se pueden o no comunicar entre sí, ello no es garantía de nada. soyace que en estos países llaman de conchos cuyos naturales tienen al-
Los hablantes de dos dialectos lejanos de una misma lengua no necesaria- guna trabazón y parentesco con los tarahumaras". 11 Se alude también a la
mente se comprenden, como el caso de los tepehuanes de hoy en día.6 El "nación" de los indios conchos, pero también a otras "naciones" integra-
hecho de que dos indígenas, en la época colonial, necesitaran un intérpre- das a la "nación concha"; el propio gobernador de la "nación concha",
te para comunicarse no significa forzosamente que hablaran lenguas dis- autoridad nombrada por la corona española, era de la "nación mamite",
tintas, bien pudieron expresarse en dialectos mutuamente ininteligibles. en 1666. 12 Con demasiada premura, a nuestro juicio, antropólogos y et-
A pesar de lo que se suele afirmar, por ejemplo, los misioneros, con hon- nohistoriadores han querido reconocer en esas subdivisiones de la socie-
ros_as excepciones de parte de los jesuitas, no se esforzaban mucho en dad aborigen la existencia de tribus y bandas, que serían típicas de los ca-
aprender los idiomas de los nativos y mucho menos lo hacían los clérigos zadores-recolectores. 1 3 Se añade también el problema de la movilidad de
seculares y los civiles.? El obispo Pedro Tamarón y Romeral, en 1765, la- los indios, que dificulta la identificación de los diferentes grupos. Los na-
mentaba el desconocimiento total de los idiomas nativos por parte de los tivos se desplazaban a territorios alejados del que les era ·habitual, para
frailes de Nuevo México, instalados allí desde hacía más de un siglo. 8 Los dedicarse de manera temporal, o estacional, a la caza, la pesca o la reco-
europeos, civiles y eclesiásticos, solían interpelar a los indios en náhuatl, lección. Se dice, por ejemplo, en 1699, de los salineros del Tizonazo que
idioma que aprendían los autóctonos en las misiones, pero a los indios no "salen a la sierra a hacer mescal",1 4 y que en determinada estación del
se les enseñaba el castellano.9 año todos los indios se reunían en ciertas regiones para practicar la caza:
"Todas las naciones andan revueltas en la tierra de conchos cazando y
6
El tepehuán contemporáneo se divide en dos grandes ramas: tepehuán del norte, que se
habla en· el sur del estado de Chihuahua, y tepehuán del sur, hablado en el sur del estado centro del virreinato: William Griffen, Culture Change and Shifting Populations in
de Durango y Nayarit. Los indígenas de Chihuahua y de Durango no pueden comunicarse Central Northern Mexico, Tucson, The University of Arizona Press, 1969, p. 134; este
entre sí a pesar de hablar el mismo idioma, sólo algunas palabras son reconocibles de un autor ofrece otras referencias más acerca del uso del náhuatl en Nueva Vizcaya. El obispo
- dialecto a otro: Campbell W. Pennington, The Tepehuan of Chihuahua. Their Material Tamarón alentó la enseñanza del castellano a mediados del siglo xvm: op. cit.,
Culture, Salt Lake City, The University of Utah Press, 1969, p. 8. pp. 1059- 1060.
7 10 Benson Library, Universidad de Austin, WBS, Relación de la jornada que don Gaspar de
Luis González Rodríguez, "Lingüística y toponimia tarahumara", en El noroeste novohis-
pano en la época colonial, México, UNAM, 1993, pp. 367-40 5; nótese también que no fue- Alvear y Salazar... hizo a los tarahumares desde los 26 de febrero de 619 hasta los 20 de
ron los primeros misioneros los que elaboraron gramáticas y catecismos, sino que en el abril del dicho año ...
Norte, como en muchas regiones de México, el interés por las lenguas indígenas comenzó 11
AGI, Guadalajara 29, mandamiento de Guadardo Fajardo del 27 de abril de 1649.
a fines del siglo XVII y se desarrolló significativamente durante la centuria siguiente. · 12 AGI, EC, 397a, f. 24, Residencia del gobernador Antonio de Oca Sarmiento, Título de go-

8
Viajes pastorales y descripción de la Nueva Vizcaya, Mario Hernández y Sánchez-Barba bernador y capitán general de la nación concha a d. Hernando de Obregón, indio de na-
(comps.), Madrid, Aguilar, 1958, p. 1030; otros datos se encuentran en Guillermo Porras ción mamite; ver transcripción del documento al final del presente·trabajo.
Muñoz, "El problema de las lenguas", en Iglesia y Estado en Nueva Vizcaya (1562-1821), 1 3 William Griffen da una lista de esas supuestas bandas, Culture Change ... , pp. 29-36.

UNAM, México, 1980, pp. 258-269. 1 4 Juicio de residencia de Antonio de Oca y Sarmiento (1669); testimonio de Pedro del Hie-

9 Se quejaba el gobernador Rodrigo del Río de Loza al rey, el 7 de octubre de 1591: "los na- rro, f. 77 y siguientes; el mezcal parece haber sido importante para todos los tepehuanes,
turales no entienden la mexicana, [los misioneros] hacen muy poco efecto en la conver- en el momento de la fundación de San Jerónimo de Huejotitlán, en marzo de 1633, faltan
sión de los naturales": AGI, Guadalajara 28. Con el tiempo los indios de misión aprendie- varios de esos indios, por encontrarse parte de ellos en Parral, "haciendo mescal": Gui-
. ron el náhuatl pero, ya para finales del siglo XVII, los nativos del Norte lo hablaban de llermo Porras Muñoz, El nuevo descubrimiento de San fosé del Parral, México, UNAM,
manera tan adulterada que eran incapaces de entender un edicto escrito en el náhuatl del 1988, p. 228.

Chanta] Cramaussel Naciones y encomiendas en la Nueva Vizcaya 279


después se retira cada nación en su territorio". 1 s Otro periodo muy im- petl o tetl, vocablos en náhuatl que significan montaña o roca. Dado que
portante en las llanuras era el de la recolección de la tuna y el mezquite, el sufijo hua indica la posesión en náhuatl, tepehuán significaría enton-
al cual seguía el de la cacería de conejos y liebres. 16 ces pueblo de las montañas. En su idioma, que pertenece· al tronco uto-
Los españoles de la época colonial, en resumen, no podían por lo ge- azteca, 1os "tepe h uanes " actu al es se autonom b ran " o' darru.,, (" o d ame " ,
neral comunicarse en los idiomas de los indios I por desconocimiento- no J
en la época colonial), lo que quiere decir: "la gente". 2 º La etimología ná-
comprendían tampoco las relaciones mantenidas por los diferentes gru- huatl podría explicar, en parte, por qué, en un principio, los colonos euro-
pos entre sí, pero notaban que los indios cambiaban fácilmente de territo- peos tendían a diferenciar a los tepehuanes de la sierra (valga la redun-
rio para cumplir con ciertas actividades productivas, y que existía entre dancia) de los indios salineros, llamados también a veces por los
muchos de ellos algún tipo de "trabazón y parentesco". Sin embargo, esa españoles "tepehuanes del desierto" (lo cual resulta un contrasentido pa-
falta de precisión en sus conocimientos "etnográficos" no impidió a los ra quien comprende el náhuatl). Ciertamente, el marcado contraste cli-
colonizadores desarrollar una compleja y abigarrada clasificación de estos mático existente entre la planicie semidesértica y la montaña influyó en
indios en numerosas "naciones" . Quizás el punto en que la confusión do- el ánimo de los españoles para diferenciar a esos dos grupos. Sin embargo,
cumental es mayor es, precisamente, en los nombres que los europeos y a pesar de las diferencias en los tipos de habitación o costumbres que
daban a los grupos de aborígenes. 17 En realidad, los grupos de indios eran hubieran podido existir entre ambos, no puede decirse de modo alguno
"bautizados" un poco al azar por los colonizadores, de acuerdo con crite- que los españoles del siglo xv1 distinguieran de manera tajante a tepehua-
rio.s sumamente variables y disímbolos, como podían ser su aspecto físi- nes y salineros. Bien por el contrario, en 15 7 3, se decía, por ejemplo, que
co, las características del lugar donde vivían, las actividades que desem- en el valle de San Bartolomé vivían "tepehuanes originarios de las sali-
peñaban o, incluso, alguna palabra escuchada de labios de los indios por nas" .21 Éste no era un hecho infrecuente; encontramos del ·mismo modo
los conquistadores. 18 Muchos de esos nombres provienen del náhuatl 1 9 y menciones de tepehuanes en lugares alejados del macizo de la sierra Ma-
en pocos casos eran trad~cción del apelativo con el que se autonombra- dre, como en Nombre de Dios, en 1572, y Mapimí, en 1602.22 Se decía,
ban los nativos de un lugar dado. Otros nombres de indios son típicamen- incluso, en 1607, que buena parte de los indios que habitaban cerca de
te españoles y una minoría parecen ser nombres pertenecientes a idiomas Mapimí hablaba el tepehuán. 2 3 Éste es, por cierto, un punto que ha cau-
hablados por los indígenas del norte. Veamos algunos ejemplos para co- sado sorpresa e incluso polémica entre diferentes autores. William Grif-
menzar también a vislumbrar cómo esos nombres de "naciones" indíge- fen trata de demostrar que el tepehuán y el salinero eran idiomas distin-
nas no se refieren, forzosamente, ni a una comunidad de individuos con tos, pero basa su argumentación en sólo dos referencias: un indio
una lengua común, ni tampoco a grupos sociales definidos. tepehuán, en 1607, afirma "no entender" a los salineros de Mapimí; Y en
Según Andrés Pérez de Rivas, la palabra tepehuán provendría de te- otro documento de 1650 se declara que el salinero hablado en el Tizona-
zo (al sur de la antigua provincia de Santa Bárbara) y el Zape (en plena sie-
rra tepehuana) era "distinto" del tepehuán: bien pudo haberse tratado de
i; AHP, 1657b, Pleito por una encomienda entre Alonso Montes de Oca y Fernando Peinado.
16
Este hecho se menciona en la relación de 1645 del misionero de Las Bocas, el padre Zepe-
diferencias dialectales. En cambio, las fuentes mencionadas por el mismo
da: AGN, Historia, vol. 19; acerca de los modos de subsistencia de los grupos de las llanu- autor evidencian que el salinero era una lengua distinta del toboso Y del
ras: William Griffen, Culture Change ... , pp. 109-II 1. Leticia González desarrolla una hi- concho. 2 4 Pennington prefiere pensar también que los indios "tepehua-
pótesis acerca de la estacionalidad de los sitios y sus potenciales alimenticios para el nes" de Mapimí habían sido llevados por los españoles para ser asentados
caso del Bolsón de Mapimí: "El patrón de asentamiento en el área del Bolsón de Mapi- en el nuevo real de minas; sin embargo, ninguna documentación com-
mí", en Actas del IV Congreso de Historia Regional Comparada, Ciudad Juárez, 1993,
V. I, pp. 33-47.
prueba ese aserto. En cambio, por ejemplo, en el annua de I 612, el padre
17
William Griffen en Culture Change ... , pp. 155-169, reúne 126 nombres de diferentes "na-
ciones" que habitaban la región de las llanuras y del pie de la sierra. 2 ° Campbell W. Pennington, The Tepehuan ..., p. 3- ·
18 Los " gorre t as " de El P aso, por e¡emp
. l o, traian
. una gorra que llamó la atención de los es- 21 El sitio en donde se erigió en 157 4 el convento franciscano colindaba con "la tierra de u~
pañoles y se dice que Jos mansos fueron llamados así por ser el vocablo "manso" la pri- indio tepehuán y de sus indios que son de las salinas": AHP, 165.0,·Testamento Y parti-
mera palabra aprendida por los indios en lengua española, quienes la usaban para calmar ción de los bienes de Luis de Salvatierra.
a los perros de guerra de los invasores: Fr. Alonso de Benavides· Revised Memorial of 22 Campbell W. Pennington, The Tepehuan ... , pp. 10, 12.
1634, with Numerous Supplementary Documents Elaboretely Annotated. George Ham- 23 William Griffen, Culture Change .. ., p. 136, basado en la relación de Ped!o de Ahumada,
mond, Agapito Rey y F. W. Hodge (comps.), Albuquerque, 1945. encontrada eri. el AGN.
19 24 Ibid ., pp. 135-136.
Véase la lista de "bandas" de William Griffen anteriormente mencionada.

280 Chanta/ Cramaus se l N aei ones y ene O m ¡ e n d a s e n 1- a N u e v a V i z e a Y a


Juan del Valle hace mención de los gentiles de La Salina es decir de los Texas .3 2 Creemos que los indios salineros, cuyo nombre no significa más
I I

salineros, a los que califica como "estos otros tepeguanes". 2 5 Igualmente, que "cargadores de sal",33 fueron llamados así por la importancia que te-
Pedro Sánchez de Chávez, uno de los primeros colonos de la provincia de nía ese mineral en la vida colonial neovizcaína, pues era un ingrediente
Santa Bárbara, explicaba en 1621 que salineros y tepehuanes conforma- imprescindible en el proceso de beneficio de la plata por fundición y este
ban un solo y mismo grupo, aunque unos vivieran en la sierra y los de- mineral se hallaba en abundancia en las llanuras. Poco es lo que se ha es-
más en las salinas del desierto; insistía en que no se podía confiar en los tudiado acerca de la explotación de las salinas en el norte de la Nueva Es-
salineros para combatir a los tepehuanes alzados porque eran los mis- paña, pero se sabe que, en la Nueva Vizcaya, la extracción y acarreo de
mos, y preconizaba no llevar "indios tepehuanes de las salinas, ni del Ti- ese producto recaía con frecuencia en los indígenas de las llanuras quie-
zonazo", argumentando que "los salineros son traidores y amigos de los nes, al trabajar en la extracción de la sal, cumplían con la entrega del tri-
serranos y no pelearán de veras y les darán muchos avisos". Añade final- buto a la corona.34 Los tepehuanes-salineros fueron quizá los primeros en
mente que los tepehuanes rebeldes de la sierra, a los cuales aludía, se ha- ser utilizados para abastecer los reales de minas con ese mineral, Y no es
bían refugiado en el valle de las Culebras, ubicado en la sierra de las sali- en absoluto descabellado pensar que ése sea justamente el origen del ape-
nas, "porque es tierra seca y falta de agua que si no es en tiempo de aguas lativo "salinero", pues, como veremos más adelante, los nombres de nu-
no se les puede entrar a hacer la guerra por la mucha falta que hará a las merosos grupos provenían de los que originalmente les ~tri~uyeron ~~s
. ,, .26 p or su parte, en otros documentos coetaneos,
b es t ias , aparecen tam- encomenderos. En este caso, se trataba de indios cuya pnnc1pal func10~
bién los "tepehuanes negritos", de quienes se decía que habían bajado de era servir en las salinas, ya como sujetos de encomienda o de repartl-
paz desde Mapimí, a los poblados españoles en 1621. 2 7 Igualmente, en miento. Toda la región de las salinas de la provincia de Santa Bárbara es-
1624, se hace mención de indios tepehuanes en Santa María de Cerro taba controlada por un grupo selecto de encomenderos, Y aunque el tema
Gordo, en una zona que más tarde sería identificada como típicamente resta todavía por estudiar I no sería descabellado suponer que eran •
ellos
• ,35
salinera. 28 Años después, el jesuita residente en el Tizonazo declaraba quienes controlaban, al menos en parte, el abasto de sal en la provmcia.
qu~ su labor consistía en administrar a la "nación tepehuana, que llaman
salmeras" .29 Se dice también que en el siglo xvn se asentaron en Parras · · de ¡a exped'1c10n
· - de 1 59º·· Nancy Parrott
'2 Los m enciona Castaño de Sosa en el diano . Hic-
.
varios grupos de tepehuanes que eran vecinos de los laguneros.3º Además ( kerson, Th e Jumanos , Hunters and Traders of th e South Plains'. Austin, The Umversity
de estos testimonios presenciales, existen otros elementos que nos indi-
of Texas Press, 1 994, p. 4 7 • - 1 .· t
can que debieron existir lazos sumamente estrechos entre tepehuanes y -11 Según Fonseca y Urrutia, Historia general de la real hacienda, citado por Osear A atnS e
salineros. Es curioso, por ejemplo, constatar cómo, a mediados del siglo en Desarrollo de la industria y la comunidad min era de· Hidalgo del Parral durante la
xvn, los españoles nombraban "adame" a un grupo de aliados de los sali- segunda mitad del siglo x v111 (1735-1810), México, UNAM, 1983, P· 12 5· _
3 -1 Esto sucedía con los llamados tobosos, en 1639: "El capitán Diego Galiana m_and o ª los
neros-cabezas del desierto, en 1643, 1671 y 1687:31 "adame", como ya
dichos intérpretes les den a entender (a los tobosos cómo] viene a ver las lagunas de sa_l
mencionamos, es justamente la palabra que los tepehuanes actuales usan en nombre del rey, nuestro señor, y del señor gobernador de este reino, Y decirles (que]
para referirse a sí mismos. Incluso pueden encontrarse referencias acerca . · d ·1 1 y ayudar a los es-
como leales vasallos de su magestad han de ayudar a1 bene f1c10 e a sa
. ¡ s·ón para ayudarles que
de los tepehuanes-salineros en regiones ubicadas más allá de la Junta de pañoles y dijeron que les pesaba de que no h u b1era sa en esta oca 1 .
. , d , d 1 ecoger la sal y acud1-
los Ríos, en lo que corresponde ahora a las grandes llanuras del estado de cuando sea tiempo les avise, que el y su gente ven nan ayu ar e a r . ,, .
- a lo que el goberna dor Ies man dare y ordenare "·. "O escu br1'miento de una salma , m-
ran
an fo seph del Parra 1.
traducción y notas de Chantal Cramausse1, en Docum entos d e S
25 . , b d uACJ p. 1 3 acerca
Luis González Rodríguez, Crónicas de la sierra Tarahumara, México, SEP, 19 84, p. 174. mio 1639-1 640 Textos de la Nueva Vizcaya, num. 31 octu re e 1993, , '
, . t a parte en ese docu-
26
AGI, Guadalajara 37, núm. 46 1 cuaderno 2 (1621), Parecer de Pedro Sánchez de Chávez. de la explotación de las salinas: pp. 5-9 . Es mteresante notar por O r , .
• t mente descubierta no
27
Información de testigos acerca de un levantamiento de tepehuanes y tarahumaras en San mento, que los tobosos que vivían cerca de la 1aguna desa1rec1en e
Pablo y San Ignacio, en 1621, AGI, Guadalajara 37, 1621, parecer del padre Joseph de Lo- fueron confundidos con los salineros. . f
, . . t' cular el mercuno, orma-
ras. H Las grandes salinas, como otros depos1tos mmera 1es, en par 1 , .
, 1 d s directamente por partl-
28
AGI, Guadalajara 37 núm. 46 cuaderno núm. 10. ban parte del patrimonio de la corona y no po d1an ser exp ota a _ .
1 1
, .b. · d Sin embargo s1 bien la
1
29 AGI, EC, 170c, 1643, Averiguación del capítulo de Francisco González Cumplido contra culares aunque era común que estos las rec1 1eran en arnen o.
' , . - - d 1 no así el abasto de mano
D. Luis de Monsalve. explotación de las salinas depend1a, en pnnc1p10, e a corona, _ .
30 de obra para ese efecto, el cual se surtía por medio de encomiendas _Y reparti~men~~s. En
Agustín Churruca et al., Historia antigua de Parras, Parras, 1989, p. 108; la fuente de es-
la Nueva Vizcaya, sin embargo, las únicas salinas que quedaron ba¡o admmiS t racwn di-
te autor es también Andrés Pérez de Rivas .
recta de la Real Hacienda fueron las de Chiametla; sin embargo, la corona toleraba la
31 William Griffen, · Culture Change ... , p. 17 4.

Nacion e s y e n c omi e nda s e n la Nu ev a V iz c a y a


Chanta] Cramauss e l
Sin prejuzgar acerca del tipo de vínculos culturales lingüísticos o te- llamadas "naciones de indios". Sin embargo, al igual que en el easo de los
rritoriales que hubieran podido ligar a los llamados tepehuanes y saline- tepehuanes, en el de los tarahumaras, los criterios lingüísticos parecen ha-
ros, todo indica que los españoles de la primera mitad del siglo xv11 logra- ber tenido una cierta primacía sobre los otros, a pesar de que tampo-
ron identificar en ellos a lo que habría sido el grupo geográficamente más co se trata de una regla generalizable, como veremos. Aunque no se tiene
extendido del septentrión novohispano. Ocupaban desde las montañas de una etimología clara de la palabra tarahumar o tarahumara, los autores
la sierra Madre de los actuales estados de Chihuahua, Durango, Jalisco y más reconocidos en la materia se inclinan a pensar que es una corrupción
Nayarit, en la región de las barrancas, y continuaban hacia el norte serra- del vocablo rarámuri, que significa en el idioma de esos indios "los de pies
no hasta la ribera sur del río Verde, en el actual estado de Chihuahua. Ha- ligeros" o "planta del pie corredora" _37 La lengua tarahumar pertenece,
cia el este de la siera Madre, se extendían también los tepehuanes del como el tepehuán, al tronco uto-azteca3 8 pero tepehuán y tarahumar son
desierto o salineros, por el bajo río Conchos, al este del Florido, y llega- idiomas ininteligibles entre sí. Los tarahumaras ocupaban toda la sierra
ban probablemente hasta el río Bravo. En esta última región, los tepehua- Madre al norte del río Verde, aunque algunos vivían también al sur de es-
nes colindaban con los conchos, así como con los sumas o jumanos de la ta corriente y colindaban con los tepehuanes. Compartían tal vez el terri-
Junta de los Ríos, los chisos y tobosos, y los grupos de irritilas de la co- torio con los indios conchos en las llanuras que circundan la actual ciudad
marca lagunera y de Coahuila. Es interesante añadir que durante la época de Chihuahua.39 En la vertiente occidental de la sierra Madre, hoy ocupa-
colonial, con frecuencia se llamaba también tepehuanes a los pimas del da por tarahumaras, los conquistadores y frailes dividieron, al parecer, a
norte de la sierra Madre Occidental, por hablar estos últimos un idioma los indios en varias "naciones" más, llamadas chínipas, tubares, varojíos,
similar y comprensible para los tepehuanes propiamente dichos, a pesar guazapares, témoris, tzoes, etcétera.4° Sin embargo, todos estos grupo~,
de que los territorios de ambos grupos no se tocaban entre sí.3 6 que guardaban estrechas relaciones con los tarahumaras propiamente di-
Como en el caso de los tepehuanes, existen otros grandes grupos chos, parecen haber sido diferenciados por los misioneros en gran par~e .ª
norteños que adquirieron nombres diversos en el periodo colonial, no partir de diferencias dialectales y en parte, también, en razón de las _div_1-
necesariamente tomados de sus propias lenguas. Un ejemplo de ello es el siones misionales que los propios misioneros establecieron (la provmcia
de los famosos tarahumaras. Veremos también cómo el territorio de la jesuítica de Chínipas, en las barrancas, era distinta de la de la Tarahumara
"nación" tarahumara no abarcaba tampoco toda la zona donde se habla- Alta). Las diferencias dialectales de los indios de la barranca con los de la
ba esa lengua. Además, las relaciones de los indios tarahumaras con Tarahumara Alta se debían quizás a su contacto constante con los ma-
otros grupos, en especial, los de las barrancas / muestran I a todas luces I yos y yaquis, ambos de lengua cahita. Se sabe, por ejemplo, que l~s guaza-
que ni el idioma, ni las "tradiciones culturales" o las "costumbres" I tal pares hablaban el mismo idioma que los varohíos, pero s~ . cons1der~ban
Y como se les entiende en la moderna antropología, fueron elementos tarahumares como lo declara Ortiz Zapata en 1678 1 y lo mismo se afuma
utilizados de manera sistemática por los españoles para diferenciar esas en otras fue~tes coloniales.41 De los chínipas comentaba un misionero a
fines del siglo xvu:
explotación de diversas salinas menores, ver por ejemplo: Charles Hackett, Historical
Docum ents Related to New Mexico, Nueva Vizcaya and Approaches th ereto 1773 Was- 1

hington, Camegie Institution, 1923-1937 1 vol. 2, pp. 94 y 98. Éste era el caso también de
las salinas referidas en la nota anterior: "como leales vasallos de su magestad han de ayu- 37 Luis González Rodríguez, Tarahumara. La sierra y el hombre, México, FCE-SEP~8o, núm.
dar al beneficio de la sal[ ...] acudirán a lo que el gobernador mandare y ordenare". Cristó- 29 1 1982, p. 85. dM ·1
bal de Ontiveros era encomendero del cacique salinero Balusi (lo cual significa "pie de 3S Campbell W. Pennington, Th e Tarahumara o/ Mexico. Th eir Environment an atena
liebre": William Griffen, Culture Change .. ., p. 137) y de sus indios: Luis González Rodrí- Culture, Salt Lake City, The University of Utah Press, 1974, p. 2.
guez, Crónicas .. . , p. 218, el documento se encuentra en AGN, Historia 19 1 ff. 14ov.-160, JY Guillermo Porras, La front era con los indios en el siglo x v11, Banamex, 198o, P· 202 , hace
Relación de lo sucedido en este reino de la Nueva Vizcaya (1645 ); los negritos y los cabe- referencia a un documento de 16 53 que consigna la existencia de pueblos tarahumaras en
zas parecen haber sido también salineros tepehuanes, encomendados en la región de In- Santa Isabel y Chuvíscar. ·
dé; los negritos laboraban en la estancia de Nuñez de Huidobro, en Indé, y los cabezas en 4° Luis González Rodríguez menciona también a los guailopos, citados por Gian María Sal-
la vecina hacienda de Canutillo, perteneciente a Cristóbal de Ontiveros, su encomende- vatierra en 168o y i68i : Crónicas ... . p. 15; existen también otras "tribus" más encontra-
ro; Babozarigames y pies de venado eran también salineros: William Griffen, Culture das al azar de la documentación, entre ellas las citadas en Campbell W. Pennington, The
tarahumar ..., pp. 10-11; esas "tribus" estaban ubicadas en asentamientos situados en la
Change ... , p. 80 y pp. 85-86.
36 Los pimas de hoy se autonombran o'odham (Cynthia Radding, op. cit., p. 203), palabra región de las barrancas: Cuiteco, Cerocahui, Pamachi, Samachiqui.
muy parecida a la tepehuana: ódami. 41 Luis González Rodríguez, Crónicas ... , pp. 9-10.

Nacion e s y e n c omi e nda s e n la Nueva Viz c a y a


Chanta/ Cramau sse l

La lengua que hoy hablan es la tarahumara, o casi la misma que la de los ta- se autonombraban ya que no queda rastro alguno del idioma concho. Se
rahumares, por causa que en los encuentros que estas dos naciones han teni- supone que se hablaba ese idioma, 48 distinto del tepehuán y el tarahu-
do, han emparentado los unos con los otros, y hoy son los más que la habitan mar, en un vasto territorio que englobaría hoy buena parte del estado de
tarahumares. 4 2 Chihuahua. Indios de lengua concha moraban en el piemonte serrano
desde Casas Grandes hasta el Florido, y ocupaban también las riberas del
Los tubares, o tobares, según Pedro de Tamarón y Romeral, se llamaban río Conchos hasta las inmediaciones del río Bravo, habitadas por los su-
así por habitar las riberas del río del mismo nombre;43 su idioma, aparen- mas o jumanos, así como parte de las llanuras del estado de Chihuahua al
temente distinto del tarahumar, pertenecía al grupo de lenguas cahitas y sur del Conchos, donde colindaban con los salineros y los tobosos del
se encontraba ya casi extinto a fines del siglo pasado; el tubar habría esta- desierto, quienes estaban situados igualmente al sur de dicha corriente.49
do más emparentado con el mayo (lengua también cahita que se habla en William Griffen constata que, en la documentación colonial, la "nación"
Sinaloa) que con el tarahumar, aunque las costumbres y modo de vestir concha se subdivide en numerosas otras "naciones", muchas de las cua-
de los tubares eran similares a las de los tarahumaras.44 les tenían su asiento en el desierto (como los chisos) y han sido clasifi-
Otro grupo importante del septentrión novohispano es el de los con- cados por los etnohistoriadores -con demasiado entusiasmo, a nuestro
chos. Por desgracia, a diferencia del tepehuán y del tarahumar, la lengua juicio- como "tribus" o "bandas" de cazadores-recolectores, es decir
concha fue muy poco estudiada y conocida por los españoles; como men- "nómadas".5º Muchos de esos grupos portaban gentilicios a consonan-
cionábamos, no se ha conservado, por desgracia, ningún diccionario ni cia indígena cuyo significado se ignora, pero que con frecuencia parecen
catecismo en esa lengua. 45 A pesar de haber compartido una lengua co- corresponder a asentamientos particulares como "pueblos" y "ranche-
mún, los conchos de las llanuras del altiplano se escindían, según las rías", algunos de los cuales con el tiempo se erigieron en misiones o visitas
fuentes coloniales, en numerosas "naciones", como los tarahumaras de misionales: tales son los casos de julimes, tapacolmes, ochanes y puli-
las barrancas o los tepehuanes del desierto.4 6 Los conchos obtuvieron su ques, por sólo citar algunos ejemplos. Pero, en cambio, otras "naciones"
nombre de las conchas que recogían en el río del mismo nombre y fueron vecinas de aquéllas recibieron nombres españoles, los cuales aluden por
llamados así, cuando menos desde la primera expedición de Rodrigo del lo regular a plantas y animales: "conejos", "culebras", "mezquites", 51
Río de Loza al río Florido, en 1567.47 Pero no sabemos cómo los conchos "pescados", "venados", "víboras", "palos blancos", etcétera. Otros más
recibieron nombres en náhuatl, como los "tecolotes", los "cacalotes"
/ 42
!bid., p. IOI; cabe aclarar aquí, que, como se consigna en las mismas fuentes, a raíz de la (cuervos) y los "otame", que quiere decir "caña" .52
entrada de los españoles, numerosos varohíos y chínipas se habían refugiado en tierras Constatamos una vez más que los conchos, como sus vecinos los ta-
tarahumaras Y fueron nuevamente reducidos a pueblos de misión a mediados de la déca- rahumaras y los tepehuanes, fueron divididos en "naciones" según crite-
da d_e 1670.
4
' Pedro Tamarón Y Romeral, op. cit., p. 987: "así se llaman porque viven junto al río To -
rios que no corresponden ni remotamente a las modernas nociones antro-
var". pológicas. Para comprender la identificación de los grupos de indios por
44
~b~d.; ver igualmente: Andres Lionnet, El idioma tubar y los tubares según documentos los españoles, hace falta adentrarse en otros ámbitos de la vida social de
meditas de C. S. Lumholtz Y C. V. Hartman, México, Universidad Iberoamericana, 1978 .
Un resumen de los trabajos de Andrés Lionnet, quien se basa a su vez en la investigación sorprendente por lo tanto que este hallazgo inesperado en medio del continente fuera el
de Hartman de fines del siglo pasado, se encuentra en Luis González Rodríguez, Cróni- origen del nombre que dieron los españoles a la región y los habitantes de ella. ·
cas ... , pp. 390-397. 48 Según Kroeber, quien se basa en sólo tres palabras consignadas en distintos documentos,
45
Ello se debe quizás a la rápida integración de ese grupo a Ja sociedad colonial y al poco in- el idioma concho pudo haber estado emparentado con las lenguas cahitas de la co st a del
terés de los españoles, civiles Y eclesiásticos, por aprender lenguas indígenas en los siglos Pacífico (el mayo y el yaqui, por ejemplo). Una de esas tres palabras es ona, lo cual en
XVI y primera mitad del XVII.
46
lenguas cahitas significaría "salina": William Griffen, Indian ... , p. 42; sin embargo, el ar-
William Griffen, en Indian Assimilation .. ., analiza con detalle la extensión terriorial de gumento es demasiado circunstancial para ser considerado.
los indios conchos Y reúne una enorme cantidad de información acerca de ese grupo indí- 49 Estos últimos eran también conchos, al parecer: William Griffen, Indian Assimilation ... ,
gena.
47
pp. 42-43.
Chanta! Cramaussel, La provincia de Santa Bárbara en Nueva Vizcaya (1563-163I}, 50 !bid., pp. 59-60.

Ciudad Juárez, UACJ, 1990, pp. 13-14. El río Conchos se llama de ese modo porque en sus s I Mezquite correspondía también a un pueblo, se transformó, a fines del siglo xvm, en la
aguas se encontraban conchas que contenían perlas de bajo valor. Siendo las conchas, y visita misional de Nuestra Señora de Loreto, cercana a la Junta de los Ríos: William Grif-
más particularmente, las perlas, una de las riquezas que anhelaban descubrir los españo- fen, Culture Change ... , p. ro4.
les en el Nuevo Mundo por su alto valor y frecuente uso en la joyería de la época, no es s2 !bid., pp. 29-35 .

286 Chanta] Cramaussel Naciones y encomiendas e n la Nueva Vizcaya


la época, y en particular los referentes al régimen de trabajo al que fueron de los nombres de grupos conchos recensados por Griffen parecen haber
sometidos los nativos del septentrión. sido tan sólo denominaciones ocasionales, provenientes de documentos
muy puntuales y muchas de ellas no vuelven a ser utilizadas después.5 8
NACIONES Y -ENCOMIENDAS DE GENTILES Cabe añadir, por otro lado, que, en toda la documentación revisada, no he-
mos encontrado títulos de encomienda otorgados sobre los "indios con-
Es en las subdivisiones de la "nación" concha donde podemos encontrar chos" en general, sino siempre sobre los "conchos conejos", los "conchos
pistas que permitan comprender la manera como los españoles nombra- tapacolmes", los "conchos mesquites", etcétera. Esto corrobora nuestra
ban y por lo tanto distinguían a todos estos pequeños grupos indígenas. hipótesis y explica la existencia de esas curiosas "subnaciones" o "ban-
Como decíamos en un principio, en esa época el término nación era utili- das" de conchos (por utilizar un término más propio de la moderna antro-
zado como un simple genérico descriptivo, un sinónimo de grupo, que cu- pología), que no son en realidad tales, sino "rancherías" encomendadas a
bría realidades muy diferentes, dependiendo del contexto en que se aplica- españoles. Para los conquistadores, los nombres de ''naciones" no tenían
ra. Así, por ejemplo, existían diferentes "naciones" en el interior de la más utilidad que la de diferenciar a los indios pertenecientes a las distin-
nación concha, como nos lo aclara un documento de 1715 donde encon- tas encomiendas: tal fue el origen de esos apelativos.
tramos una lista de ocho rancherías de indios que, siendo conchos todos Las encomiendas se otorgaban sobre grupos locales de indios, los cua-
ellos, conformaban otras tantas "naciones" distintas entre sí: cacalo- les se suponía guardaban en su interior algún tipo de vínculo de unión.
tes, mezquites, posalmes, oposmes, cíbolos, poclames, julimes y topacol- Éstos podían ser de varias clases, los más importantes eran, desde luego,
mes.53 En este caso, el término nación se refería a un hecho muy concre- los de "parentesco" (supuesto o real), o de "linaje" (como preferían lla-
to: era un sinónimo de encomienda, o mejor dicho, lo que distinguía a marlo los españoles), pero también podían ser, por así decirlo, de tipo
esas "naciones" entre sí, y es que cada una tenía su propio encomendero. "político": los llamados "pilguanes" o "macehuales", que de-pendían-de
Así, por ej~mplo, en las partidas de bautizos, matrimonios y entierros de un cacique dado, eran también encomendados como grupo unitario. No
la parroqma de San Bartolomé, aparecen los mismos nombres de naciones ha sido estudiado hasta ahora el papel de estos "caciques" indios en el
~enc~onados arriba, asociados con indios gentiles del río Conchos que ha- Norte; sin embargo, se trató de una institución importante y más estable
bian_ sido encomendados a estancieros del valle de San Bartolomé, quienes de lo que podría suponerse.59 Al fallecer el cacique encomendado, por
I
se dieron a la tarea de someterlos y cristianizados. Se menciona también
en los registros parroquiales a otras "naciones", de las que se sabe por 5H William Griffen, en Culture Change ... , pp. 29-35, menciona las recurrencias. La documen-
otra parte, que también fueron encomendadas a los dueños de las e~tan- tación acerca de las encomiendas es tan escasa para el caso de la Nueva Vizcaya que se cre-
yó durante mucho tiempo que esta institución no había existido en el septentrión novohis-
cias c_o nsignados en esa misma documentación, como los "conejos", de pano. La explicación de ese vacío documental se encuentra en el hecho de que, en el Norte,
Francisco Martínez Orejón; 54 los "mamites", de Pedro Blas Cortés 55 0 los los indios encomendados pasaban a radicar en las haciendas de sus amos y perdían, _con el
"hobomes", de Pedro Ronquillo de Amaya.5 6 Las "naciones" de indios an- tiempo, todo contacto con sus pueblos de origen. Esta forma particular de encomienda ex-
teriormente citadas dependían siempre de los mismos hacendados (sus plica por qué muchas de las fuentes de las cuales se dispone para el centro del virreinato,
encomenderos), quienes pagaban la administración de los sacramentos al tales como reclamaciones de pueblos de indios o pleitos entre encomenderos, son práctica-
mente inexistentes en el caso de la Nueva Vizcaya: Chantal Cramaussel, "Encomiendas,
fraile , franciscano en turno, de allí que fuera preciso distinguirlas entre
repartimientos y conquista en Nueva Vizcaya", Historias 25 1 julio de 1992, pp. 73-92; acer-
sí_- 57 Esto_s son tan sólo II de los 126 grupos de indios enlistados por Wi- ca de los diferentes regímenes de trabajo en la provincia de Santa Bárbara durante la época
lham Gnffen en su estudio acerca de la Conchería; sin embargo, confor- colonial; ver también "Haciendas y mano de obra en Nueva Vizcaya. El curato de Parral",
man una muestra significativa del conjunto, en la medida en que muchos Trace 15 1 junio de 1989 1 pp. 20-30; "Ilegítimos y abandonados en la frontera norte de la
Nueva España: Parral y San Bartolomé en el siglo xvn", CLAHR, v. 4, otoño de 199 51 núm. 41
53 AHP : pp. 505-439, "Sistema de riego y espacio habitado. San Bartolomé colonial", en Clara Bar-
1715a (482); en ese documento los encomenderos del valle de San Bartolomé recla-
gellini (comp.), Arte y sociedad en un pueblo rural norteño. San Bartolom é, hoy VaJle de
. man que no se les quiten sus derechos sobre las "naciones" anteriormente mencionadas.
5.¡ AHP: 1655b. AJlende. Chihuahua, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Estéticas, 1998.
55 AHP: 1648 (56-57). 5Y William Griffen da algunos ejemplos muy interesantes de continuidad: Indian Assimi-
56 AHP: 1645a: indios mandados traer de tierra adentro. lation. .., pp. 45-46; Susan Deeds explica cómo son parte indispensable en el buen funcio-
57
namiento del sistema de encomienda: "Rural work in Nueva Vizcaya: forms of labor co-
Archivo parroquial de San Bartolomé, Valle de Allende, Chih.; esta relación entre ha-
ertion in the periphery", HAHR, agosto de 1989, pp. 425-451. Chanta! Cramaussel, por
ciendas Y grupos específicos de indios había sido ya subrayada por Griffen, Culture
otra parte, subraya su papel como "rescatadores", en los pueblos de indios, de los cerea-
Change ... , p. 49.

Naciones y encomi e ndas en la Nuevll Vizcllyll


288 Chanta! Cramaussel

¡¡
ejemplo, se establecía un vínculo de sucesión, en el cual se debía com- casos, en cambio, se reunía a indios originarios de diferentes pueblos, so
probar la filiación de quien heredaba el cargo (hijo, hermano, sobrino, pretexto de que pertenecían a una misma "nación". Sin embargo, y a pe-
etcétera): ello garantizaba la continuidad del beneficio de la encomienda. sar de que en los títulos de encomienda se especificara invariablemente
Si en una "nación" existía más de un cacique o más de un "linaje", se la "nación" y el nombre del cacique encomendado, los españoles no ne-
podían distribuir los indios a distintos encomenderos . Solórzano y Perey- cesariamente sabían reconocer personalmente a "sus" encomendados, en
ra aclara, en efecto, que la encomienda de Indias "se suele dar en un indio especial cuando éstos provenían de rancherías alejadas, como lo q.ace
en nombre de los demás del repartimiento encomendado y principalmen- constar un indio concho de encomienda, quien confiesa que 1' el gober-na-
te en el cacique de ellos" .60 Las encomiendas podían entonces conceder- dor de los dichos indios [conchos] los sacaba todos los años y unas veces
se en un mismo territorio, a condición de que vivieran en él grupos de in- los daba a una parte y otras a otra y por esta razón no se sabía quién era
dios que no eran regidos por un cacique común. Es cuando menos lo que su amo". 6 3
alegaba en 1657 Bernardo Gómez, quien pretendía hacer efectiva una en- Es por ello que los colonos tendían a arraigar a los encomendados en
comienda concedida el año anterior sobre los conchos chizos olobayuga- sus estancias; cuando disponían de mano de obra suficiente, se evitaban
me, grupo que tenía tres diferentes caciques y había sido dividido, por lo ya la molestia de salir a buscar infieles en sus territorios de origen. Ya
tanto, entre otros tantos encomenderos. Afirmaba que sus indios no esta- asentados en pueblos y haciendas de españoles, los indios de encomienda
ban emparentados con los de Fernando Peinado, otro encomendero, terminaban casándose o asimilándose con los de otras "naciones"_ Mu-
quien los reclamaba como suyos por pertenecer a la misma nación, a pe- chas encomiendas desaparecieron de ese modo con el tiempo, y los nom-
sar de que los indios de la encomienda de Peinado habitan a dos días de bres de las antiguas "naciones" de donde provenían fueron .olvidados y
camino del pueblo de encomienda de Bernardo Gómez, situado a cuatro desaparecieron también como tales, sin necesidad de exterminio directo
leguas de la Chorrera, en el río Conchos. Prosigue el pleito entre los dos alguno. Creemos que la virtual "extinción" de los grupos conchos. del
encomenderos con una muy interesante aclaración del laxo sentido que desierto que ha podido fechar William Griffen hacia 1720 64 muestra más
para esos encomenderos tenía la palabra nación. Bernardo Gómez expli- bien la decadencia del sistema de encomienda en esa época. Ante el cre-
caba que, al otorgarse encomiendas, se podían dividir las "naciones" ma- cimiento demográfico operado en las haciendas, los encomenderos te-
yores de indios, como sucedió cuando se le concedió la suya, ya que parte nían cada vez menos necesidad de ir a sacar de sus tierras a los indios
de la misma nación pertenecía ya a Fernando Peinado: gentiles que quedaban. Además, no se concedieron nuevas mercedes de
encomienda en el siglo xvm.
Aunque es verdad que son entrambos de una propia nación no el serlo legiti- Una vez establecida la estrecha relación entre "naciones" de indios y
ma a derecho, que si legitimara la nación de los tarahumares siendo como es encomiendas, podemos comprender también por qué aparecen en las cró-
toda una estuviera encomendada a un solo encomendero y no a tantos y de la nicas, en especial en las crónicas tempranas, "naciones" que no vuelven
misma suerte la nación de los julimes que está encomendada a siete enco- a mencionarse en el resto de la documentación. Muchas de ellas eran
menderos. 61 "naciones" de indios, cuyas encomiendas, si las hubo, nunca se hicieron
efectivas, o bien pudo tratarse de denominaciones descriptivas puramen-
Con las encomiendas se fragmentaban entonces las "naciones" mayores, te ocasionales; éste sería el caso, por ejemplo, de las nación "patara-
de acuerdo con las circunstancias en que se establecía la encomienda y buey", citada únicamente en el diario de Diego Pérez de Luján de 1583. 65
las necesidades en mano de obra: "Las parcialidades, o nación, se suelen Al otorgarse después encomiendas sobre los pueblos de indios descubier-
dividir en dos o tres rancherías, una para cada encomendero. 11 6 2 En otros tos, los beneficiarios les ponían otros nombres.

63 !bid.
les que consumían los centros coloniales de poblamiento: "Haciendas y abasto de granos
64 Culture Change ... , p. 70.
en el Parral del siglo XVII", en 5 siglos de historia de México , México Instituto Mora-Ir-
/

vine, 1992, pp. 347-354. 65 George Hammond y Agapito Rey (comps.), Expedition into New Mexico made by Anto-
6
9 La política indiana (1645), Madrid, Atlas, 1972 1 t. II, p. 160. nio Espe;o, 1582-1583 1 Los Ángeles, The Quivira Society, 19291 p. 58; en el mismo caso
6
' AHP, 1657b, Pleito por indios de encomienda entre Alonso Bello Montes de Oca, Fernan- se encuentran las naciones pasaguate, tarnpachoas, cabris, abriache, etcétera, citadas en
do Peinado y Bernardo Gómez. el mismo texto; en 1582 1 como lo subraya el propio Pérez de Luján, los indios del río
62
!bid. La ranchería es el pueblo de indios de encomienda que se establece en la estancia Conchos se tomaban como esclavos, por lo que creemos que eran pocas aún, en esa épo-
del encomendero. ca, las encomiendas de indios en esa región.

Chanta] Cr a maussel Nacion e s y encomi e ndas e n la Nu e va Vizcaya 291


En su par.te fundamental, la división en "naciones" de los españoles que la región de las barrancas fue conquistada por encomenderos de Si-
tiene su origen en el régimen de trabajo impuesto a los indios. En la his- naloa y que, cuando menos, los tzoes fueron dados en encomienda. 6 9
toriografía del Norte se han equiparado ingenuamente las "naciones" con Los nombres de las demás naciones: témoris, chínipas, cuitecos, tuba-
"etnias", creyendo que, a partir de los nombres de las diferentes "nacio- res, varojíos, guazapares, cerocahuis, pamachis, samachiquiques, co-
nes" de indios, podía el investigador adivinar "identidades tribales" o rresponden casi todos, como en el caso de las encomiendas de conchos,
"étnicas", como se prefiera.66 Existen otros temas asociados con el ante- a pueblos de indios transformados después en misiones. En cuanto a la
rior, en que los autores tienden a "antropologizar" los datos encontrados división de los tepehuanes-salineros del desierto en numerosas "nacio-
en la documentación. La división de indios en parcialidades que obede- nes" diferentes (cabezas, negritos, baborizarigames, etcétera) se debió
cían a diferentes "capitanes de indios" o "caciques", por ejemplo, tampo- igualmente a la distribución de encomiendas sobre indios de las llanu-
co puede llevarnos a concluir la existencia de "señoríos" o chieftains ras aunque, en este último caso, los indios de esas encomiendas fueron
dentro de estos grupos. 67 Sin embargo, estos "caciques" o principales desplazados en su totalidad hacia otras zonas, y, al vaciarse los pueblos
existían como tales en razón también del sistema de encomiendas: eran de todos sus habitantes, desaparecieron esos toponímicos indígenas, y
los propios españoles quienes se encargaban de nombrar "gobernadores" con ellos los nombres de las "naciones" entregadas originalmente en
o·" caciques" entre ellos, con las funciones citadas arriba. Nunca sabre- encomienda. Todas las rancherías del desierto fueron erradicadas, sólo
mos, probablemente, si estos "cargos" correspondían de algún modo a re- se conservaron pueblos indios situados en las riberas de los ríos o en la
laciones o vínculos de poder propios de las sociedades indígenas locales. sierra, medios geográficos que los españoles estimaban convenientes
Para regresar al tema que nos ocupa, puede decirse en resumen que para establecerse y crear reducciones misionales.
no existe ningún tipo de regularidad ni lógica en la configuración de las
"naciones" de indios que pueda conducirnos a deducir criterios de "per- NACIONES Y ENCOMIENDAS DE INDIOS REDUCIDOS
tenencia" étnica, en el sentido moderno del término. Bajo este apelati-
vo de "naciones" se podían esconder grupos que en distintas circuns- Restaría ahora explicar por qué los dos grandes grupos serranos del Nor-
tancias se · podían catalogar como "nómadas" y "sedentarios", por lo te, los tepehuanes y los tarahumaras, no fueron divididos, o clasificados,
que se tiene que descartar por completo la idea de que los españoles cla- como se prefiera, en numerosas pequeñas "naciones", como sucedió con
I sificaban a los grupos de inc_lios por su "grado de civilización", tal y co- los conchos del desierto o los tepehuanes-salineros. Sin embargo, cabe
mo éste se entendía en los siglos xvm y XIX. Éste es el caso de los tepe- decir que esta idea, según la cual los tepehuanes y los tarahumaras siem-
huanes, indios que podían ser cazadores-recolectores del desierto pre fueron considerados como grupos o "naciones" unitarias, es una ver-
(salineros), o agricultores de la sierra. Tampoco se rigen esas divisiones dad a medias, en particular tratándose de los pueblos que habitaron la re-
por criterios estrictamente lingüísticos. Se sabe, por ejemplo, que mu- gión que hoy conocemos como las barrancas de la sierra Tarahumara, o
chas de las "nacioRes" del desierto se comunicaban en lengua concha, los tepehuanes del desierto, donde sí encontramos, como apuntábamos
y que los grupos indígenas de las barrancas del actual estado de Chihua- arriba, gran cantidad de pequeñas "naciones" de indios.7°
hua (sa_lvo quizá los tubares) hablaban el mismo idioma tarahumar que Un hecho importante que debemos considerar a este respecto es
sus congéneres de las montañas. Existe, por desgracia, una gran laguna que tanto en la vertiente occidental de la sierra Tarahumara, como en
documental referente a la historia de la sierra, debida en gran parte a la
desaparición de los archivos de esa región y a la falta de estudios acerca
mento acerca de la historia socioeconómica de la zona serrana en el periodo colonial. Pa-
de las relaciones que se establecían entre los asentamientos jesuitas ra Son~ra, el panorama es más completo: ver, por ejemplo, Sergio Ortega Noriega e Igna-
(después franciscanos) y los poblados civiles. 68 Se sabe, sin embargo, cio del Río (comps.), Tres siglos de historia sonorense (r530-r830), México, UNAM, 1993 .
Sin embargo, los diferentes especialistas de esa zona han hecho muy poco énfasis en el
66 régimen de trabajo al que fueron sometidos los indios, ni siquiera se dispone de algún ar-
El término tribal identification es recurrente, en especial en el libro fundamental de Wi -
lliam Griffen, Culture Change ... tículo acerca de las sacas masivas de los indios de las regiones de la costa del Pacífico ha-
67 !bid., p. I 34. cia la Nueva Vizcaya central, donde llegaron a ser numéricamente mayoritarios en mu-
68
Para el caso de Chihuahua, contamos con los estudios de Luis González Rodríguez quien chas haciendas agrícolas y mineras.
69 Luis González Rodríguez, Crónicas ... , p. 54.
ha centrado sus esfuerzos en encontrar fuentes con información de tipo etnográfico, don-
de se describa a las sociedades indígenas; el mismo autor lamenta la escasez de docu- 70 Lo mismo parece haber sucedido en las barrancas del actual estado de Durango donde
mentos referentes a la región de Chínipas. No existe ninguna investigación, hasta el mo- aparecen numerosas "naciones" de indios.

Chanta] Cramau sse l N a c ion es y e n c omi e nda s e n l a Nu e va Viz c a y a 293


las llanuras, la colonización española fue mucho más temprana que en misioneros. Ellos fueron quienes con el tiempo se convirtieron en los
el interior del macizo montañoso. En las dos primeras regiones, la con- encargados de hacer cumplir a los indios con esta obligación, llamada
quista se llevó a cabo por civiles, sin que se diera un periodo previo de "repartimiento de mita" _75 Desde un principio, jesuitas y franciscanos
expansión colonial. En la cuenca del río Florido, por ejemplo, los prime- tuvieron que someter a sus indios de administración, de grado o de fuer-
ros asentamientos españoles datan de 15 67,n y de 15 89 en la provincia za, al régimen de tributación en trabajo. Es por ello que, a diferencia de
de Chínipas. En esta última, la colonización fue emprendida, durante el las regiones de colonización antigua, en las zonas donde imperaba el
resto de ese siglo, por españoles provenientes de Culiacán.7 2 En el caso sistema misional se privilegió el repartimiento por encima de la enco-
de la provincia de Santa Bárbara, los indios gentiles que no habían sido mienda. Sin embargo, ello no significa que no existieran encomiendas
reducidos a la esclavitud fueron entregados en encomienda, y es muy en zonas de misión. En la documentación sobre encomiendas, se men-
probable que sucediera también así, durante el mismo periodo, en las ciona que los tarahumaras habían sido encomendados entre numerosos
barrancas de la sierra Madre Occidental. Sometidos a la influencia del españoles, 7 6 como veremos a continuación.
sistema de encomiendas, en ambas zonas los grupos locales fueron frag- Hubo, sin embargo, diferencias sensibles entre estas encomiendas de
mentados en numerosas "naciones" de indios encomendados. Tanto en la sierra y las anteriores, otorgadas en regiones donde no habían penetra-
las barrancas como en la provincia de Santa Bárbara, el avance misional do aún los misioneros. En la sierra, ya no se encomendaban indios infie-
fue posterior a la conquista de los encomenderos y hubo intentos de se- les, sino indios que habían sido reducidos a pueblos de misión ya exis-
cularización de los asentamientos jesuitas y franciscanos desde la pri- tentes, cercanos a las haciendas beneficiarias de la encomienda. Se
mera mitad del siglo xvn, en razón del alto grado de mestizaje de los ha- trataba, pues, de indios que eran, en principio, cristianos y no gentiles,
bitantes de esas regiones.7 3 En la alta sierra Tepehuana y Tarahumara, como en las llanuras. Para el encomendero, obtener una encomienda en
en cambio, la colonización civil fue, además de tardía, lenta y poco ma- un pueblo de misión conllevaba la ventaja de que no adquiría derechos
siva, Y ello permitió la consolidación del sistema misional jesuita. Los sobre un pueblo, o "nación" de indios, en específico, sino sobre los -in-
ig!3-acianos se implantaron a partir de fines del siglo XVI en lo que co- dios asentados en una reducción, en la que la población se renovaba con
r~esponde ahora al norte del estado de Durango,74 y desde principios del frecuencia: cuando menos en el siglo xvn se asentaba en misi0nes por un
siglo ~VII en adelante, en el alto río Conchos, en el sur del actual estado tiempo a los indios recién sometidos después de cada rebelión.7 7 El mi-
de Chihuahua, con los tarahumaras. En esas fechas la corona se mos- sionero del pueblo encomendado seguía siendo el que tenía a su cuidado
/ traba ya más reacia a otorgar indios en encomiend~ formal, "premio" a los nativos I recibiendo del encomendero el dinero correspondiente a
que había permitido para alentar la conquista en zonas de frontera du- los sacramentos que recibían los indios. De ese modo, se estableció un
r~nte el siglo XVI Y parte del XVII. Con el progreso de la colonización eu- sistema en el que los encomenderos recibían a sus indios bajo una forma
ropea en el norte de la Nueva España, las autoridades reales tendían a muy cercana al repartimiento; la encomienda no parecía ser, de hecho,
guardar para sí el control sobre el tributo indígena el cual en la Nueva más que un repartimiento seguro. El 12 de enero de 1667, por ejemplo, se
Vi~caya, f~e fijado a partir de 1581, bajo la forma de presta~iones de tra- entregaron en encomienda por dos vidas, a Juan Leal, "los naturales del
ba Jo, a razon de tres semanas por año y por adulto. Esta forma de tribu- pueblo de San Felipe, de nación tarahumara y sus sujetos". Estos "suje-
t~ció_~ e~ trabajo se ejerció en una primera fase en particular sobre in- tos" eran los indios que se encontraban bajo la autoridad del "gobernador
d10s . h~1dos d_~ sus pueblos", en especial de Sonora y Sinaloa, pero Ignacio con todos sus caciques sujetos y aliados y las demás. rancherías
func10no tamb1en en la Nueva Vizcaya, en gran medida gracias a los pertenecientes a dicho pueblo". Los indios reducidos en San Felipe, mi-

71
Chanta! Cramaussel, La provincia ... 75 Fueron los únicos habilitados para ello, a partir de 1746; para esa f.echa, los repartimien-
72
Luis González Rodríguez, Crónicas .. ., pp. 23-62. tos de indios gentiles no eran ya lícitos; los indios de la Tarahumara Alta, fundada en
73
Para Chínipas: Luis González Rodríguez, Crónicas .. ., p. 66, y para la provincia de Santa 1673 (Luis González Rodríguez, El noroeste .. ., p. 232), quedaron exentos del trabajo for-
Bárbara: Susan Deeds, Rendering unto Ceasar. The Secularization of fesuit Missions in zoso durante 20 años: Chantal Cramaussel, Encomiendas .. ., pp. 81-82 .
16 AHP, 1657b, Pleito por indios de encomienda entre Alonso Bello Montes de Oca, Feman-
Mideigthteenth Century Durango, Tucson, PHD, University of Arizona, 19 8 1; Chantal
Cramaussel, Sistema de riego ... do Peinado y Bernardo Gómez.
74 77 Esta costumbre se modificó en el transcurso del siglo xvm: Pedro Tamarón y Romeral,
Juan Font, jesuita fundador de San Pablo Balleza, primera misión de tarahumares, pene-
op. cit., p. rn41; en 1765, se depositaban los indios reducidos directamente en las hacien-
tra por vez primera en la zona en 1603; sin embargo, la misión no existía aún en 1608:
das de los pobladores.
Luis González Rodríguez, Crónicas .. ., p. 149.

Naciones Y encomiendas en la Nueva Vizcaya 295


294 Chanta] Cramaus se l (
\
sión fundada en 1639,7 8 habían probablemente sido entregados desde un ban, a decir de los misioneros agraviados, un aporte financiero de consi-
principio en encomienda, puesto que, antes de Juan Leal, de ella habían deración. 83
gozado ya dos personas: doña Antonia de Villela y su esposo Salvador de Son pocas las referencias acerca de esas encomiendas de indios de
Figueroa. La encomienda, habiendo resultado vacante en 1667, quizá por misión, pues fueron tardías, y tal parece que, dadas las· políticas de la
falta· de descendientes -de los primeros dueños, fue pretendida por Juan época, la corona las otorgó no sin ciertas resistencias. Sin embargo, se
Leal, quien la obtuvo finalmente. La hacienda de sacar plata por el bene- trataba de un sistema que funcionaba en la práctica, y su existencia
ficio de azogue que pertenecía a este personaje era de las "más cuantio- convenía tanto a hacendados como a jesuitas y franciscanos; ello nos
sas" de la zona, aunque se hallaba "desaviada de gente", razón por la cual lleva a pensar que su número bien pudo haber sido muy superior a lo
le fue entregada la encomienda.79 En la misma región, sabemos que Feli- que la parca documentación oficial deja entrever. Recordemos también
pe Montaña de la Cueva y el capitán Baltasar de Ontiveros eran enco- cómo algunos hacendados recibieron durante décadas enteras indi,os de
menderos de indios de la misión jesuita de San Jerónimo de Huejotitlán, repartimiento provenientes siempre de un mismo pueblo, sin que el es-
pueblo fundado en marzo de 1633, 80 y que Montaña había heredado de pañol en cuestión ostentara título alguno de encomendero. 84 Esto era
su tío Francisco el título de encomedero; desconocemos por desgracia la sin duda muy común, especialmente en la zona serrana, donde no ·vivían
fecha en la que se otorgó la encomienda por vez primera. 81 El caso de muchos españoles. Los misioneros preferían con seguridad enviar a sus
Huejotitlán es particularmente interesante porque la misión jesuita en indios a laborar en una hacienda cercana, a cuyos dueños podían cobrar
ese lugar no se fundó sino hasta seis años después de la erección de la re- la aplicación de sacramentos, antes que permitir que los indios de ~~s
ducción de indios. 82 Estamos probablemente entonces en presencia de misiones se alejaran con dirección a los grandes centros de poblac10n
un pueblo de indios que fue creado, en un primer momento, para que sus española, de donde rara vez volvían. Cabe preguntarse, incluso, si tal Y
habitantes fueran encomendados a hacendados vecinos, y esa misma re- como sucedió en las llanuras esos indios de encomienda no dejaron de
ducción se transformó después en misión de la orden de san Ignacio. El residir en las misiones, para establecerse en las haciendas Y ranchos_ de
encomendero Felipe Montaña había obtenido, por otra parte, indios en los civiles I situados en los alrededores. Resulta difícil detectar este u.po

encomienda provenientes de las misiones también jesuitas de la Baja Ta- de cambios de residencia en las fuentes, ya que esos indios seguían reGI-
rahumara: San Pablo, San Ignacio y Santa Cruz (situadas en las riberas de biendo los sacramentos de los jesuitas y continuaban perteneciendo for-
los actuales ríos Conchos y Balleza), en una fecha que no se precisa en la malmente a la misión. Sin embargo, esto es exactamente lo que ocurrió
documentación. Todo lo anterior nos muestra que el sistema misional en el caso de la misión franciscana de San Bartolomé,· donde los. frailes
/
pudo coexistir con el de encomienda, y que no había impedimentos rea- administraron durante más de un siglo, a los indios de las hacienda~
les para que los indios de misión lo fueran también de encomenderos. En circunvecinas,' sin por ello tener un asentamiento misional propiamen-
1649, sin embargo, estalló un aleccionador pleito entre los misioneros y te dicho. 85
los encomenderos de los indios de Huejotitlán, no por la existencia mis- En la zona serrana bajo control jesuita, el otorgamiento de en~o-
ma de la encomienda, sino porque Felipe Montaña siendo él mismo clé- miendas no dio lugar a la fragmentación de los indios en-varias "nac~o-
rigo secular, administraba sacramentos a sus enc~mendados I haciendo nes" como había sido el caso en las barrancas de la sierra Y en la provm-.
caso omiso de la prerrogativa de los jesuitas en ese rubro . Los regulares ciad~ Santa Bárbara colonizadas ambas en el siglo xv1. En la sierra ya no
alegaban que si se les usurpaba el beneficio derivado de la administra- se encomendaron n~tivos gentiles desplazados de sus pueblos de origen,
ción de sacramentos a los indios, no dispondrían en el futuro de los sino indios pertenecientes a reducciones misionales, las cuales ya_ten~:n
recursos necesarios para abrir nuevas conversiones. Los ingresos que re- nombre cristiano. Los conchos del sotomontano donde la colomzac10n
sultaban de la administración de los indios de encomienda representa- fue también más tardía, y en donde la presencia misional franciscana era
importante, tampoco perdieron su apelativo de "conchos", ni se frag-
7
K Peter Gerhard, Th e North Frontier of New Spain, The Oklahoma University Press, 1994, mentaron, por lo tanto, en numerosas "naciones". Cabe pensar que, al
p. 182. igual que en la sierra, en esa región las encomiendas se o_torgaron sobre
79 A G I , EC, 397a, ff. 84v. y 85, Residencia del gobernador Antonio de Oca Sarmiento (1 66 7).
Ko Porras Muñoz, El nu evo ... , pp. 22 6-22 9. El toponímico actual es Huejotitán, aunque apa-
83 !bid.
rece con mayor frecuencia como Huejotitlán en la documentación de la época.
Ki A G I , Guadalajara 29, mandami ento de mayo de 1649 por Diego Guajardo Fajardo.
84 Chanta! Cramaussel, En comiendas ...
8 s Chanta! Cramaussel, Sistema de riego...
Ki Luis González Rodríguez, El noroeste .... p. 22 8.

N ac ion e s y e n co mi e nda s e n la Nu ev a V i z ca y a 297


C h an ta] C r a mau sse l
indios reducidos en alguna misión franciscana ya establecida, por lo que CONCLUSIÓN
no se les atribuía ningún nuevo nombre a esos indígenas. Tal es lo que
parece indicar el título de encomienda más tardío que hemos encontra- En resumen, podemos decir que sólo se encontrará una cierta lógica en la
do: se trata de la encomienda concedida a Bernardo Gómez en 1667, so- espesa maraña de apelativos otorgados a los grupos de indios del septen-
bre los indios de las Carretas y Casas Grandes, 86 misiones ambas perte- trión si se la pone en relación con los diferentes regímenes de trabajo im-
necientes a la Orden Seráfica (San Antonio de Casas Grandes y Santa puestos a los indios. En las regiones donde imperó la encomienda, como
María de Gracia de las Carretas), fundadas pocos años antes, probable- el caso de las llanuras del altiplano y las barrancas de la sierra, las provin-
mente hacia 1660, con indios conchos y sumas.8 7 Tenemos, en resumen, cias indígenas fueron fraccionadas en numerosas "parcialidades" o "na-
que los indios de las encomiendas provenientes de regiones sometidas al ciones". Los nombres atribuidos a los indios servían, en esas zonas de po-
ré_gimen misional no adquirían ya esos extraños nombres que los parti- blamiento antiguo, a identificar los pueblos, el territorio, el linaje, o el
cularizaban ante la sociedad española, y que hoy en día tanto confunden grupo de nativos dependientes de un mismo cacique, que se concedían en
a los etnohistoriadores. Todos ellos conservaban sus gentilicios genéri- encomienda a los conquistadores. Así, los tarahumaras, los tepehuanes
·cos de "tepehuanes", "tarahumares" o "conchos". Como hemos podido salineros y los conchos se dividieron según las necesidades de mano de
ver, en términos generales, esos apelativos correspondían a grandes divi- obra del momento.
siones lingüísticas, cuyos nombres retomaban a menudo los españoles En la sierra alta y el sotomontano al norte del Conchos, regiones de
para dividir el territorio en provincias. Otro de los problemas relaciona- colonización más tardía, la encomienda no tuvo la misma fuerza. Ade-
dos con _lo anterior es que los historiadores, abrumados por la cantidad más, las encomiendas que existieron allí se impusieron sobre pueblos de
de nombres de naciones de indios encontrados en la documentación indios ya sometidos, los cuales ostentaban nombres cristianos. Resultaba
tienden a sobrevalorar el número de lenguas habladas por los nativos deÍ inútil dar a los indios reducidos nuevos apelativos que los diferenciaran,
Norte. El comisario de la custodia de Zacatecas, la cual englobaba toda bastaba para reclamarlos mencionar el pueblo en el que estaban reduci-
1~ Nueva Vizcaya, ~ec_laraba en r 5 98 que no eran más de cinco las len- dos. Los estudiosos se han empeñado en distinguir las fuentes según su-
guas habladas en dicha gobernación, sin contar los dialectos. 88 Cabe puestos criterios de fiabilidad, sin ponerse a pensar cuál era el papel fun-
anotar que en la Europa de ese tiempo, aquellas regiones cuyos habitan- cional de los nombres de las "naciones" indígenas, en una sociedad
tes compartían las mismas costumbres y en las que se hablaba una len- donde el indígena no era más que un sujeto por cristianizar y avasallar.
g~a común solían llamarse "provincias" también. 89 El término provin- Por otro lado, es claro que no es posible en ningún momento equiparar
cia, tal Y como se usaba en esa época, es el que más se equipararía las "naciones" de las fuentes españolas con "etnias", "bandas" o "tri-
entonces con la moderna palabra nación, por lo que es, sin duda, rele- bus", categorías de la moderna antropología, que resultan ser totalmente
vante que, a lo largo de los siglos de la colonia, encontremos de manera anacrónicas en la época virreinal.
recurrente referencias a las "provincias" de tarahumaras, tepehuanes y Estas reflexiones acerca de cómo los españoles clasificaban a los in-
conchos; en cambio, raras son las alusiones a provincias de "naciones" dios nos ha conducido, por otra parte, a reconsiderar las relaciones entre
menores.9°
misiones y encomiendas, las cuales se han definido siempre como insti-
tuciones separadas en Nueva Vizcaya. El presente ensayo muestra la ur-
gencia de realizar trabajos acerca de la función de los asentamientos civi-
86 E "b
, d C·
A,GI, . sen
ama e amara, 397a, f. 126 v., Residencia del gobernador Antonio de Oca
les, llámense haciendas o reales de minas, en el desarrollo y permanencia
Sarmiento (_1 667); desgraciadamente no se precisa la "nación" de los encomendados. de las reducciones de indios, administradas tanto por franciscanos como
87
Wiliam Griffen, Indian Assimilation ... , pp. 94 y 88. por jesuitas. A pesar de lo que se dice en gran parte de la historiografía
88
Guillermo Porras Muñoz, Iglesia ... p. 260; podríamos pensar que éstas eran el tepehuán, sobre las misiones norteñas, las zonas donde se multiplicaban los asen-
el tarahumar, el concho, el irritila y el suma.
89 tamientos misionales (como la sierra Madre Occidental) no constituye-
Éste es el sentido que se les daba en Europa en el siglo xvI : Federico Chabod, op. cit., pp.
24 y 219-220. ron enclaves bajo dominio absoluto de las grandes órdenes religiosas;
yo Para el centro de México, Günter Vollmer constata también que, en el siglo xvI, las re-
por el contrario, existió un alto grado de integración entre las misiones
giones llamadas "provincias" por los españoles tienen un origen prehispánico: "Mexika- y los poblados y haciendas de españoles, y muchas veces las misiones
nische Regionalbezeichnungen in 16. Jahrhundert", fahrbuch für Geschichte von Staat, fueron económicamente dependientes de los segundos. Civiles y misio-
Wirtschaft und Gesellschaft Lateinamerikas, núm. 9 1972.
1 neros se servían del trabajo de los indios, en un mismo sistema que de-

Chanta] Cramaussel Nacion es y e n co mi en das en la Nu ev a Vizcaya 299

- - - - -- -- - - -
ejemplo, se establecía un vínculo de sucesión, en el cual se debía com- casos, en cambio, se reunía a indios originarios de diferentes pueblos, so
probar la filiación de quien heredaba el cargo (hijo, hermano, sobrino, pretexto de que pertenecían a una misma "nación". Sin embargo, y a pe-
etcétera): ello garantizaba la continuidad del beneficio de la encomienda. sar de que en los títulos de encomienda se especificara invariablemente
Si en una "nación" existía más de un cacique o más de un "linaje", se la "nación" y el nombre del cacique encomendado, los españoles no ne-
podían distribuir los indios a distintos encomenderos. Solórzano y Perey- cesariamente sabían reconocer personalmente a "sus" encomendados, en
ra aclara, en efecto, que la encomienda de Indias "se suele dar en un indio especial cuando éstos provenían de rancherías alejadas, como lo 4ace
en nombre de los <lemás del repartimiento encomendado y principalmen- constar un indio concho de encomienda, quien confiesa que 1'el goberna-
te en el cacique de ellos". 60 Las encomiendas podían entonces conceder- dor de los dichos indios [conchos) los sacaba todos los años y unas veces
se en un mismo territorio, a condición de que vivieran en él grupos de in- los daba a una parte y otras a otra y por esta razón no se sabía quién era
dios que no eran regidos por un cacique común. Es cuando menos lo que su amo". 6 3
alegaba en 1657 Bernardo Gómez, quien pretendía hacer efectiva una en- Es por ello que los colonos tendían a arraigar a los encomendados en
comienda concedida el año anterior sobre los conchos chizos olobayuga- sus estancias; cuando disponían de ·mano de obra suficiente, se evitaban
me, grupo que tenía tres diferentes caciques y había sido dividido, por lo ya la molestia de salir a buscar infieles en sus territorios de origen. Ya
tanto, entre otros tantos encomenderos. Afirmaba que sus indios no esta- asentados en pueblos y haciendas de españoles, los indios de encomienda
ban emparentados con los de Fernando Peinado , otro encomendero, terminaban casándose o asimilándose con los de otras "naciones". Mu-
quien los reclamaba como suyos por pertenecer a la misma nación, a pe- chas encomiendas desaparecieron de ese modo con el tiempo, y los nom-
sar de que los indios de la encomienda de Peinado habitan a dos días de bres de las antiguas "naciones" de donde provenían fueron ,olvidados y
camino del pueblo de encomienda de Bernardo Gómez , situado a cuatro desaparecieron también como tales, sin necesidad de exterminio directo
leguas de la Chorrera, en el río Conchos. Prosigue el pleito entre los dos alguno. Creemos que la virtual "extinción" de los grupos conchos. del
encomenderos con una muy interesante aclaración del laxo sentido que desierto que ha podido fechar William Griffen hacia 1720 64 muestra más
para esos encomenderos tenía la palabra nación. Bernardo Gómez expli- bien la decadencia del sistema de encomienda en esa época. Ante el cre-
caba que, al otorgarse encomiendas, se podían dividir las "naciones" ma- cimiento demográfico operado en las haciendas, los encomenderos te-
yores de indios, como sucedió cuando se le concedió la suya, ya que parte nían cada vez menos necesidad de ir a sacar de sus tierras a los indios
de la misma nación pertenecía ya a Fernando Peinado: gentiles que quedaban. Además, no se concedieron nuevas mercedes de
encomienda en el siglo xvm.
Aunque es verdad que son entrambos de una propia nación no el serlo legiti- Una vez establecida la estrecha relación entre "naciones" de indios y
ma a derecho, que si legitimara la nación de los tarahumares siendo como es encomiendas, podemos comprender también por qué aparecen en las cró-
toda una estuviera encomendadá a un solo encomendero y no a tantos y de la nicas, en especial en las crónicas tempranas, "naciones" que no vuelven
misma suerte la nación de los julimes que está encomendada a siete enco- a mencionarse en el resto de la documentación. Muchas de ellas eran
menderos. 61 "naciones" de indios, cuyas encomiendas, si las hubo, nunca se hicieron
efectivas, o bien pudo tratarse de denominaciones descriptivas puramen-
Con las encomiendas se fragmentaban entonces las "naciones" mayores, te ocasionales; éste sería el caso, por ejemplo, de las nación "patara-
de acuerdo con las circunstancias en que se establecía la encomienda y buey", citada únicamente en el diario de Diego Pérez de Luján de 1583. 65
las necesidades en mano de obra: "Las parcialidades, o nación, se suelen Al otorgarse después encomiendas sobre los pueblos de indios descubier.:
dividir en dos o tres rancherías, una para cada encomendero." 62 En otros tos 1 los beneficiarios les ponían otros nombres.

les que consumían los centros coloniales de poblamiento: "Haciendas y abasto de granos 63 !bid.
en el Parral del siglo xvu", en 5 siglos de historia de México, México, Instituto Mora-Ir- 64 Culture Change ... , p. 70.
vine, 1992, pp. 347-354. 65 George Hammond y Agapito Rey (comps.), Expedition into New Mexico made by Anto-
69 nio Espejo, r582-r583, Los Ángeles, The Quivira Society, 1929, p. 58; en el mismo caso
La política indiana (1645) Madrid, Atlas, 1972 t. rr, p. 160.
1 1
6 se encuentran las naciones pasaguate, tarnpachoas, cabris, abriache, etcétera, citadas en
' AHP, 1657b, Pleito por indios de encomienda entre Alonso Bello Montes de Oca, Fernan-
do Peinado y Bernardo Gómez. el mismo texto; en 1582 1 como lo subraya el propio Pérez de Luján, los indios del río
62 Conchos se tomaban como esclavos, por lo que creemos que eran pocas aún, en esa épo-
!bid. La ranchería es el pueblo de indios de encomienda que se establece en la estancia
del encomendero. ca, las encomiendas de indios en esa región.

Naciones y encomiendas en la Nueva Vizcaya


Chanta! Cramaussel
En su parte fundamental, la división en "naciones" de los españoles que la región de las barrancas fue conquistada por encomenderos de Si-
tiene su origen en el régimen de trabajo impuesto a los indios. En la his- naloa y que, cuando menos, los tzoes fueron dados en encomienda. 6 9
toriografía del Norte se han equiparado ingenuamente las "naciones" con Los nombres de las demás naciones: témoris, chínipas, cuitecos, tuba-
"etnias", creyendo que, a partir de los nombres de las diferentes "nacio- res, varojíos, guazapares, cerocahuis, pamachis, samachiquiques, co-
nes" de indios, podía el investigador adivinar "identidades tribales" o rresponden casi todos, como en el caso de las encomiendas de conchos,
"étnicas", como se prefiera.66 Existen otros temas asociados con el ante- a pueblos de indios transformados después en misiones. En cuanto a la
rior, en que los autores tienden a "antropologizar" los datos encontrados división de los tepehuanes-salineros del desierto en numerosas "nacio-
en la documentación. La división de indios en parcialidades que obede- nes" diferentes (cabezas, negritos, baborizarigames, etcétera) se debió
cían a diferentes "capitanes de indios" o "caciques", por ejemplo, tampo- igualmente a la distribución de encomiendas sobre indios de las llanu-
co puede llevarnos a concluir la existencia de "señoríos" o chieftains ras aunque, en este último caso, los indios de esas encomiendas fueron
dentro de estos grupos. 6 7 Sin embargo, estos "caciques" o principales desplazados en su totalidad hacia otras zonas, y, al vaciarse los pueblos
existían como tales en razón también del sistema de encomiendas: eran de todos sus habitantes, desaparecieron esos toponímicos indígenas, Y
los propios españoles quienes se encargaban de nombrar "gobernadores" con ellos los nombres de las "naciones" entregadas originalmente en
o·" caciques" entre ellos, con las funciones citadas arriba. Nunca sabre- encomienda. Todas las rancherías del desierto fueron erradicadas, sólo
mos, probablemente, si estos "cargos" correspondían de algún modo a re- se conservaron pueblos indios situados en las riberas de los ríos o en la
laciones o vínculos de poder propios de las sociedades indígenas locales. sierra, medios geográficos que los españoles estimaban convenientes
Para regresar al tema que nos ocupa, puede decirse en resumen que para establecerse y crear reducciones misionales.
no existe ningún tipo de regularidad ni lógica en la configuración de las
"naciones" de indios que pueda conducirnos a deducir criterios de "per- NACIONES Y ENCOMIENDAS DE INDIOS REDUCIDOS
tenencia" étnica, en el sentido moderno del término. Bajo este apelati-
vo de "naciones" se podían esconder grupos que en distintas circuns- Restaría ahora explicar por qué los dos grandes grupos serranos del Nor-
tancias se ·podían catalogar como "nómadas" y "sedentarios", por lo te los tepehuanes y los tarahumaras, no fueron divididos, o clasificados,
qu~ se tiene que descartar por completo la idea de que los españoles cla- c;mo se prefiera, en numerosas pequeñas "naciones", como sucedió con
sificaban a los grupos de indios por su "grado de civilización", tal y co- los conchos del desierto o los tepehuanes-salineros. Sin embargo, cabe
mo éste se entendía en los siglos xvm y XIX. Éste es el caso de los tepe- decir que esta idea, según la cual los tepehuanes y los tarahumaras siem-
huanes, indios que podían ser cazadores-recolectores del desierto pre fueron considerados como grupos o "naciones" unitarias, es una ver-
(salineros), o agricultores de la sierra. Tampoco se rigen esas divisiones dad a medias, en particular tratándose de los pueblos que habitaron la re-
por criterios estrictamente lingüísticos. Se sabe, por ejemplo, que mu- gión que hoy conocemos como las barrancas de la sierra Tarahumara, o
chas de las "nacioaes" del desierto se comunicaban en lengua concha, los tepehuanes del desierto, donde sí encontramos, como apuntábamos
y que los grupos indígenas de las barrancas del actual estado de Chihua- arriba, gran cantidad de pequeñas "naciones" de indios.?º
hua (saJvo quizá los tubares) hablaban el mismo idioma tarahumar que Un hecho importante que debemos considerar a este respecto es
sus congéneres de las montañas. Existe, por desgracia, una gran laguna que tanto en la vertiente occidental de la sierra Tarahumara, como en
documental referente a la historia de la sierra, debida en gran parte a la
desaparición de los archivos de esa región y a la falta de estudios acerca
mento acerca de la historia socioeconómica de la zona serrana en el periodo colonial. Pa-
de las relaciones que se establecían entre los asentamientos jesuitas
ra Son~ra, el panorama es más completo: ver, por ejemplo, Sergio Ortega Noriega e Igna-
(después franciscanos) y los poblados civiles. 68 Se sabe, sin embargo, cio del Río (comps.), Tres siglos de historia sonorense (r530-r830), México, UNAM, 1 993·
Sin embargo, los diferentes especialistas de esa zona han hecho muy poco énfasis _en el
66
El término tribal identification es recurrente, en especial en el libro fundamental de Wi- régimen de trabajo al que fueron sometidos los indios, ni siquiera se dispone de algun ar-
lliam Griffen, Culture Change .. . tículo acerca de las sacas masivas de los indios de las regiones de la costa del Pacífico ha-
67 !bid., p . I 34. cia la Nueva Vizcaya central, donde llegaron a ser numéricamente mayoritarios en mu-
68 Para el caso de Chihuahua, contamos con los estudios de Luis González Rodríguez quien chas haciendas agrícolas y mineras.
ha centrado sus esfuerzos en encontrar fuentes con información de tipo etnográfico, don- 69 Luis González Rodríguez, Crónicas ... , p. 54.
de se describa a las sociedades indígenas; el mismo autor lamenta la escasez de docu- 7° Lo mismo parece haber sucedido en las barrancas del actual estado de Durango donde
mentos referentes a la región de Chínipas. No existe ninguna investigación, hasta el mo- aparecen numerosas "naciones" de indios.

292 Chanta] Cramaussel Naciones y e ncomiendas e n la Nu e va Vizcaya 293

tnin
las llanuras, la colonización española fue mucho más temprana que en misioneros. Ellos fueron quienes con el tiempo se convirtieron en los
el interior del macizo montañoso. En las dos primeras regiones, la con- encargados de hacer cumplir a los indios con esta obligación, llamada
quista se llevó a cabo por civiles, sin que se diera un periodo previo de "repartimiento de mita".75 Desde un principio, jesuitas y franciscanos
expansión colonial. En la cuenca del río Florido, por ejemplo, los prime- tuvieron que someter a sus indios de administración, de grado o de fuer-
ros asentamientos españoles datan de 1567/ 1 y de 158 9 en la provincia za, al régimen de tributación en trabajo. Es por ello que, a diferencia de
de Chínipas. En esta última, la colonización fue emprendida, durante el las regiones de colonización antigua, en. las zonas donde imperaba el
resto de ese siglo, por españoles provenientes de Culiacán.7 2 En el caso sistema misional se privilegió el repartimiento por encima de la enco-
de la provincia de Santa Bárbara, los indios gentiles que no habían sido mienda. Sin embargo, ello no significa que no existieran encomiendas
reducidos a la esclavitud fueron entregados en encomienda, y es muy en zonas de misión. En la documentación sobre encomiendas, semen-
probable que sucediera también así, durante el mismo periodo, en las ciona que los tarahumaras habían sido encomendados entre numerosos
barrancas de la sierra Madre Occidental. Sometidos a la influencia del españoles,7 6 como veremos a continuación.
sistema de encomiendas, en ambas zonas los grupos locales fueron frag- Hubo, sin embargo, diferencias sensibles entre estas encomiendas de
mentados en numerosas "naciones" de indios encomendados . Tanto en la sierra y las anteriores, otorgadas en regiones donde no habían penetra-
las barrancas como en la provincia de Santa Bárbara, el avance misional do aún los misioneros. En la sierra, ya no se encomendaban indios infie-
fue posterior a la conquista de los encomenderos y hubo intentos de se- les, sino indios que habían sido reducidos a pueblos de misión ya exis-
cularización de los asentamientos jesuitas y franciscanos desde la pri- tentes, cercanos a las haciendas beneficiarias de la encomienda. Se
mera mitad del siglo xv11, en razón del alto grado de mestizaje de los ha- trataba, pues, de indios que eran, en principio, cristianos y no gentiles,
bitantes de esas regiones.73 En la alta sierra Tepehuana y Tarahumara, como en las llanuras. Para el encomendero, obtener una encomienda en
en cambio, la colonización civil fue, además de tardía, lenta y poco ma- un pueblo de misión conllevaba la ventaja de que no adquiría derechos
siva, Y ello permitió la consolidación del sistema misional jesuita. Los sobre un pueblo, o "nación" de indios, en específico, sino sobre los in-
ignacianos se implantaron a partir de fines del siglo xvI en lo que co- dios asentados en una reducción, en la que la población se renovaba con
r~esponde ahora al norte del estado de Durango,74 y desde principios del frecuencia: cuando menos en el siglo xvn se asentaba en misicmes por un
siglo xvn en adelante, en el alto río Conchos, en el sur del actual estado tiempo a los indios recién sometidos después de cada rebelión.7 7 El mi-
de Chihuahua, con los tarahumaras. En esas fechas, la corona se mos- sionero del pueblo encomendado seguía siendo el que tenía a su cuidado
traba ya más reacia a otorgar indios en encomienda formal, "premio" a los nativos, recibiendo del encomendero el dinero correspondiente a
que había permitido para alentar la conquista en zonas de frontera du- los sacramentos que recibían los indios. De ese modo, se estableció un
r~nte el siglo XVI Y parte del xv11. Con el progreso de la colonización eu- sistema en el que los encomenderos recibían a sus indios bajo una forma
ropea en el norte de la Nueva España, las autoridades reales tendían a muy cercana al repartimiento; la encomienda no parecía ser, de hecho,
~ardar para~~ el control sobre el tributo indígena, el cual, en la Nueva más que un repartimiento seguro. El 12 de enero de 1667, por ejemplo, se
Vi~caya, f~e h¡ado a partir de 1581, bajo la forma de prestaciones de tra- entregaron en encomienda por dos vidas, a Juan Leal, "los naturales del
ba¡o, a razon de tres semanas por año y por adulto. Esta forma de tribu- pueblo de San Felipe, de nación tarahumara y sus sujetos" . Estos "suje-
t~ció~ e~ trabajo se ejerció en una primera fase en particular sobre in- tos" eran los indios que se encontraban bajo la autoridad del "gobernador
d10s . h~1dos d_e_ sus pueblos", en especial de Sonora y Sinaloa, pero Ignacio con todos sus caciques sujetos y aliados y las demás. rancherías
func10no tamb1en en la Nueva Vizcaya, en gran medida gracias a los pertenecientes a dicho pueblo". Los indios reducidos en San Felipe, mi-

71
Chanta! Cramaussel, La provin cia ... 75 Fueron los únicos habilitados para ello, a partir de 1746; para esa fecha, los repartimien-
72
Luis González Rodríguez, Crónicas .. .. pp. 23-62. tos de indios gentiles no eran ya lícitos; los indios de la Tarahumara Alta, fundada en
73
P~ra Chínipas: Luis González Rodríguez, Crónicas .. .. p. 66, y para la provincia de Santa 1673 (Luis González Rodríguez, El noroeste ... , p. 232), quedaron exentos del trabajo for-
Barbara: Susan Deeds, Rendering unto Ceasar. Th e Secularization 0 ¡ fesuit Missions in zoso durante 20 años: Chanta! Cramaussel, Encomiendas ... , pp. 81-82.
Mideigthteenth Cen tury Durango, Tucson, PHD, University of Arizona, 19 8 1; Chanta! 76 AHP, 1657b, Pleito por indios de encomienda entre Alonso Bello Montes de Oca, Feman-
Cramaussel, Sis tema de riego ... do Peinado y Bernardo Gómez.
74
Juan Font, jesuita fundador de San Pablo Balleza, primera misión de tarahumares, pene- n Esta costumbre se modificó en el transcurso del siglo xvm: Pedro Tamarón y Romeral,
tra por vez primera en la zona en 1603; sin embargo, la mi sión no existía aún en 1608: op. cit., p. 1041; en 1765, se depositaban los indios reducidos directamente en las hacien-
Luis González Rodríguez, Crónicas.... p. 149. das de los pobladores.

,
294 Ch an t a ] Cramau sse l Naci o n e s y e n c omi e ndas e n la Nu e va V iz c a y a 295
(
sión fundada en 1639,7 8 habían probablemente sido entregados desde un ban, a decir de los misioneros agraviados, un aporte financiero de consi-
principio en encomienda, puesto que, antes de Juan Leal, de ella habían deración. 8 3
gozado ya dos personas: doña Antonia de Villela y su esposo Salvador de Son pocas las referencias acerca de esas encomiendas de indios de
Figueroa. La encomienda, habiendo resultado vacante en 1667, quizá por misión, pues fueron tardías, y tal parece que, dadas las· políticas de la
falta · de des·cendientes ·de los primeros dueños, fue pretendida por Juan época, la corona las otorgó no sin ciertas resistencias. Sin embargo, se
Leal, quien la obtuvo finalmente. La hacienda de sacar plata por el bene- trataba de un sistema que funcionaba en la práctica, y su existencia
ficio de azogue que pertenecía a este personaje era de las "más cuantio- convenía tanto a hacendados como a jesuitas y franciscanos; ello nos
sas" de la zona, aunque se hallaba "desaviada de gente", razón por la cual lleva a pensar que su número bien pudo haber sido muy superior a lo
le fue entregada la encomienda.7 9 En la misma región, sabemos que Feli- que la parca documentación oficial deja entrever. Recordemos también
pe Montaña de la Cueva y el capitán Baltasar de Ontiveros eran enco- cómo algunos hacendados recibieron durante décadas enteras indios de
menderos de indios de la misión jesuita de San Jerónimo de Huejotitlán, repartimiento provenientes siempre de un mismo pueblo, sin que el es-
pueblo fundado en marzo de 1633, 80 y que Montaña había heredado de pañol en cuestión ostentara título alguno de encomendero.84 Esto era
su tío Francisco el título de encomedero; desconocemos por desgracia la sin duda muy común, especialmente en la zona serrana, donde no ·vivían
fecha en la que se otorgó la encomienda por vez primera. 81 El caso de muchos españoles. Los misioneros preferían con seguridad enviar a sus
Huejotitlán es particularmente interesante porque la misión jesuita en indios a laborar en una hacienda cercana, a cuyos dueños podían cobrar
ese lugar no se fundó sino hasta seis años después de la erección de la re- la aplicación de sacramentos, antes que permitir que los indios de sus
ducción de indios. 82 Estamos probablemente entonces en presencia de misiones se alejaran con dirección a los grandes centros de población
un pueblo de indios que fue creado, en un primer momento, para que sus española, de donde rara vez volvían. Cabe preguntarse, incluso, si tal y
habitantes fueran encomendados a hacendados vecinos, y esa misma re- como sucedió en las llanuras esos indios de encomienda no dejaron de
ducción se transformó después en misión de la orden de san Ignacio. El residir en las misiones, para establecerse en las haciendas y ranchos de
encomendero Felipe Montaña había obtenido, por otra parte, indios en los civiles, situados en los alrededores. Resulta difícil detectar este tipo
encomienda provenientes de las misiones también jesuitas de la Baja Ta- de cambios de residencia en las fuentes, ya que esos indios seguían red-
rahumara: San Pablo, San Ignacio y Santa Cruz (situadas en las riberas de biendo los sacramentos de los jesuitas y continuaban perteneciendo for-
los actuales ríos Conchos y Balleza), en una fecha que no se precisa en la malmente a la misión. Sin embargo, esto es exactamente lo que ocurrió
documentación. Todo lo anterior nos muestra que el sistema misional en el caso de la misión franciscana de San Bartolomé, donde los. frailes
pudo coexistir con el de encomienda, y que no había impedimentos rea- administraron, durante más de un siglo, a los indios de las hacienda~
les para que los indios de misión lo fueran también de encomenderos. En circunvecinas, sin por ello tener un asentamiento misional propiamen-
1649, sin embargo, estalló un aleccionador pleito entre los misioneros y te dicho. 8 s
los encomenderos de los indios de Huejotitlán, no por la existencia mis- En la zona serrana bajo control jesuita, el otorgamiento de enco-
ma de la encomienda, sino porque Felipe Montaña, siendo él mismo clé- miendas no dio lugar a la fragmentación de los indios en-varias "nacio-
rigo secular, administraba sacramentos a sus encomendados I haciendo nes", como había sido el caso en las barrancas de la sierra y en la provin-
caso omiso de la prerrogativa de los jesuitas en ese rubro. Los regulares cia de Santa Bárbara, colonizadas ambas en el siglo xv1. En la sierra ya no
alegaban que si se les usurpaba el beneficio derivado de la administra- se encomendaron nativos gentiles desplazados de sus pueblos de origen,
ción de sacramentos a los indios, no dispondrían en el futuro de los sino indios pertenecientes a reducciones misionales, las cuales ya tenían
recursos necesarios para abrir nuevas conversiones. Los ingresos que re- nombre cristiano. Los conchos del sotomontano donde la colonización
sultaban de la administración de los indios de encomienda representa- fue también más tardía, y en donde la presencia misional franciscana era
importante, tampoco perdieron su apelativo de "conchos", ni se frag-
7
N Peter Gerhard, The North Frontier of N ew Spain, The Oklahoma University Press, 19941 mentaron I por lo tanto I en numerosas "naciones". Cabe pensar que, al
p. 182.
7 igual que en la sierra, en esa región las encomiendas se ~torgaron sobre
Y AGI, EC, 397a, ff. 84v. Y 85, Residencia del gobernador Antonio de Oca Sarmiento (1667) .
•~o Porras Muñoz, El nuevo ... , pp. 226-229. El toponímico actual es Huejotitán, aunque apa-
rece con mayor frecuencia como Huejotitlán en la documentación de la época. 8J !bid.
~' AGI, Guadalajara 29, mandamiento de mayo de 1649 por Diego Guajardo Fajardo. 84 Chanta! Cramaussel, Encomiendas .. .
2
·~ Luis González Rodríguez, El noroeste ... , p. 228 . Ss Chanta! Cramaussel, Sistema de riego ...

C }¡ a n t ll ] C l II m ti U S S e ] Naciones y e ncomi e nda s en la Nueva Vizcaya 297


indios reducidos en alguna misión franciscana ya establecida, por lo que CONCLUSIÓN
no se les atribuía ningún nuevo nombre a esos indígenas. Tal es lo que
parece indicar el título de encomienda más tardío que hemos encontra- En resumen, podemos decir que sólo se encontrará una cierta lógica en la
do: se trata de la encomienda concedida a Bernardo Gómez en r 667, so- espesa maraña de apelativos otorgados a los grupos de indios del septen-
bre los indios de las Carretas y Casas Grandes, 86 misiones ambas perte- trión si se la pone en relación con los diferentes regímenes de trabajo im-
necientes a la Orden Seráfica (San Antonio de Casas Grandes y Santa puestos a los indios. En las regiones donde imperó la encomienda, como
María de Gracia de las Carretas), fundadas pocos años antes, probable- el caso de las llanuras del altiplano y las barrancas de la sierra, las provin-
mente hacia r 660, con indios conchos y sumas. 87 Tenemos, en resumen, cias indígenas fueron fraccionadas en numerosas "parcialidades" o "na-
que los indios de las encomiendas provenientes de regiones sometidas al ciones". Los nombres atribuidos a los indios servían, en esas zonas de po-
ré_g imen misional no adquirían ya esos extraños nombres que los parti- blamiento antiguo, a identificar los pueblos, el territorio, el linaje, o el
cularizaban ante la sociedad española, y que hoy en día tanto confunden grupo de nativos dependientes de un mismo cacique, que se concedían en
a los etno}:iistoriadores. Todos ellos conservaban sus gentilicios genéri- encomienda a los conquistadores. Así, los tarahumaras, los tepehuanes
·cos de "tepehuanes", "tarahumares" o "conchos". Como hemos podido salineros y los conchos se dividieron según las necesidades de mano de
ver, en términos generales, esos apelativos correspondían a grandes divi- obra del momento.
siones lingüísticas, cuyos nombres retomaban a menudo los españoles En la sierra alta y el sotomontano al norte del Conchos, regiones de
para dividir el territorio en provincias. Otro de los problemas relaciona- colonización más tardía, la encomienda no tuvo la misma fuerza. Ade-
dos con _lo anterior es que los historiadores, abrumados por la cantidad más, las encomiendas que existieron allí se impusieron sobre pueblos de
de nombres de naciones de indios encontrados en la documentación I indios ya sometidos, los cuales ostentaban nombres cristianos. Resultaba
tienden a sobrevalorar el número de lenguas habladas por los nativos del inútil dar a los indios reducidos nuevos apelativos que los diferenciaran,
Norte. El comisario de la custodia de Zacatecas, la cual englobaba toda bastaba para reclamarlos mencionar el pueblo en el que estaban reduci-
1~ Nueva Vizcaya, ~ec,l araba en 1598 que no eran más de cinco las len- dos. Los estudiosos se han empeñado en distinguir las fuentes según su-
guas habladas en dicha gobernación, sin contar los dialectos. 88 Cabe puestos criterios de fiabilidad, sin ponerse a pensar cuál era el papel fun-
anotar que en la Europa de ese tiempo, aquellas regiones cuyos habitan- cional de los nombres de las "naciones" indígenas, en una sociedad
tes compartían las mismas costumbres y en las que se hablaba una len- donde el indígena no era más que un sujeto por cristianizar y avasallar.
~ª común solían llamarse "provincias" también.89 El término provin- Por otro lado, es claro que no es posible en ningún momento equiparar
cia, tal Y como se usaba en esa época, es el que más se equipararía las "naciones" de las fuentes españolas con "etnias", "bandas" o "tri-
entonces con la moderna palabra nación, por lo que es, sin duda, rele- bus", categorías de la moderna antropología, que resultan ser totalmente
vante que, a lo largo de los siglos de la colonia, encontremos de manera anacrónicas en la época virreinal.
re_c urrente referencias a las "provincias" de tarahumaras, tepehuanes y Estas reflexiones acerca de cómo los españoles clasificaban a los in-
conchos; en cambio, raras son las alusiones a provincias de "naciones" dios nos ha conducido, por otra parte, a reconsiderar las relaciones entre
menores.9°
misiones y encomiendas, las cuales se han definido siempre como insti-
tuciones separadas en Nueva Vizcaya. El presente ensayo muestra la ur-
gencia de realizar trabajos acerca de la función de los asentamientos civi-
86
AaGI,
E .b , d C ,
sen ama e amara, 397a, f. 126 v., Residencia del gobernador Antonio de Oca les, llámense haciendas o reales de minas, en el desarrollo y permanencia
Sarmiento (1 667); desgraciadamente no se precisa la "nación" de los encomendados. de las reducciones de indios, administradas tanto por franciscanos como
87
Wiliam Griffen, lndian Assimilation ..., pp. 94 y 88 . por jesuitas. A pesar de lo que se dice en gran parte de la historiografía
88
Guillermo Porras Muñoz, Iglesia ... p. 260; podríamos pensar que éstas eran el tepehuán, sobre las misiones norteñas, las zonas donde se multiplicaban los asen-
el tarahumar, el concho, el irritila y el suma.
89 tamientos misionales (como la sierra Madre Occidental) no constituye-
Éste es el sentido que se les daba en Europa en el siglo xvr: Federico Chabod, op. cit., pp.
24 y 219-220. ron enclaves bajo dominio absoluto de las grandes órdenes religiosas;
90
Para el centro de México, Günter Vollmer constata también que, en el siglo xvr, las re- por el contrario, existió un alto grado de integración entre las misiones
giones llamadas "provincias" por los españoles tienen un origen prehispánico: "Mexika- y los poblados y haciendas de españoles, y muchas veces las misiones
nische Regionalbezeichnungen in 16. Jahrhundert", Jahrbuch für Geschichte van Staat, fueron económicamente dependientes de los segundos. Civiles y misio-
Wirtschaft und Gesellschaft Lateinamerikas, núm. 91 1972. neros se servían del trabajo de los indios, en un mismo sistema que de-

Chanta] Cramaussel Nacion es y encomiendas en la Nu eva Vizcaya 2 99


terminaba el acceso a la mano de obra, vía la esclavitud, los reparti - que cumplan con las encomiendas, los podais sacar de cualesquier partes
mientos o la encomienda. de vuestra jurisdicción, y sacados me ciareis cuenta para que se mande lo
que convenga. Y no consentireis se les haga mal tratamiento, ni que los
APÉNDICE indios e indias se contraten fuera del reino; y hareis que dichos indios ten-
gan pueblo en pulicía, críen gallinas, y hagan sus sementeras, y acudan a
En este documento, se nota la poca prec1s10n semántica de la palabra la doctrina, y que los jacales y casas que hicieren sean con fundamento . y
nación. Se especifican, por otra parte, los deberes fundamentales de los traer insigna de tal gobernador y capitán general, os doy bastante comi-
gobernadores indios: la leva de "indios amigos" en tiempos de guerra, y sión y mando a todos los indios de vuestra jurisdicción vos hagan y tengan
el reclutamiento de los indios de encomienda, quienes dejaban sus pue- y reputen por tal guarden vuestras órdenes, so las penas que les impusie-
blos para ser trasladados hacia los centros coloniales de poblamiento. Re- reis, que para las ejecutar en los inobedientes a usanza de guerra y estilo
marcamos, con caracteres itálicos, esas obligaciones mencionadas en la de corte la doy. Asimismo, mando a mis tenientes de gobernador y demás
fuente. justicias y vecinos de este reino, os tengan por tal y os guarden todas las
honras que os deben, y os den favor y asilio que les pidiereis, sin impedi-
Título de gobernador y capitán general de la nación concha ros la ejecución de vuestro oficio, en testimonio del cual mande dar y dí la
a don Hernando de Obregón, indio de nación mamite91 presente. Firmada de mi mano con el sello de mis armas, y refrendada del
presente escribano de su magestad y publico de Santa Bárbara. Fecho en el
Don Antonio de Oca Sarmiento, caballero de la orden de Santiago, por real de El Parral, en 28 de marzo de 1666 años .
cuanto don Hernando de Obregón, indio de nación mamite, por título des-
pachado por el señor don Diego Guajardo Fajardo, gobernador y capitán Don Antonio de Oca y Sarmiento.
general que ha sido de este reino, y confirmado por otros señores goberna- Por mandado del señor gobernador y capitán general:
dores mis antecesores, consta y parece ha sido gobernador de la nación Domingo de Valdivieso, escribano público real.
concha de la parte del río del Norte hasta la de los tobosos y demás nacio-
nes de las allegadas; el cual dicho cargo ha ejercido desde el año de 1653, BIBLIOGRAFÍA CITADA
q~~ ~s cuan?º despachó dicho título, y por estar ya maltratado y roto me
pidw ~ ~uphcó le mandase despachar título nuevo, para el ejercicio de di- ALATRISTE, ÓSCAR
e?? ofic10 en atenciones de haber servido a su magestad en el con toda fa- 1983 Desarrollo de la industria y la comunidad minera de Hidalgo
cilidad, legalidad y puntualidad, y asímismo en otros puestos que antes de del Parral durante la segunda mitad del siglo xvm (1735-1810),
el ha tenido, acudiendo a todo ello con la prontitud que debe. Y porque es- México, UNAM.
pero le continuara en nombre del rey, nuestro señor, de nuevo, le elijo BARBERO, ABILIO Y MARCELO VIGIL
nombro el dicho don Hernando de Obregón por gobernador y capitán ge- 1982 La formación del feudalismo en la península ibérica, Barcelona,
neral de toda la nación concha, de toda esta banda del río del Norte para Crítica.
la tierra de tobosos y de los mamites, julimes, chizos, poposmes, co~ejos, CRAMAUSSEL, CHANT AL
tapacolmes Y de todas las demás naciones que residen en dicha parte. Que 1989 "Haciendas y mano de obra en Nueva Vizcaya. El curato de Pa 0

co~o tal go~ernador y capitán los visiteis, ampareis, y defendais, y gober- rral", Trace 15, junio de 1989, pp. 20-30.
ne1s, y haga1s con mi orden y de mis tenientes de gobernador y capitán ge- 1990 La provincia de Santa Bárbara en Nueva Vizcaya (1563-1631) ,
neral la gente de guerra que fuere necesaria para la defensa de este reino, Ciudad Juárez, UACJ.
y ponerlos en la parte y lugar que os ordenare, y así para esto como para 1992 "Encomiendas, repartimientos y conquista en Nueva Vizcaya",
Historias 25, julio de 1992, pp. 73 -92.
91
1992 "Haciendas y abasto de granos en el Parral del siglo xvn", 5 siglos
A G I, Ec, 39 7a, f. 24, Residencia del gobernador Oca y Sarmiento (i 66?). Otra copi a de este
de historia de M éxico, México, Instituto Mora-Irvine, pp. 347-
documento se encuentra en AHP, 1652b; como lo explica William Griffen 1 Jndian A ssi-
milation .... pp. 4 5-46, don Hernando Obregón era gobernador de la parte oriental de la 354.
conchería, otro indio era nombrado gobernador de los conchos que habitaban las vertien- 1993 Introducción y notas a "Descubrimiento de una salina", en Do-
tes occidentales de la sierra, desde Parral hasta Casas Grandes. cumentos de San foseph del Parral, año 1639-1640, textos de la

300 Ch a nt a ! C r a m a u sse l Nac i o n e s y e n co mi e n das e n l a N u e v a Vizcaya 301


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302 Chanta] Cram a u s s e l Na c ion e s y e ncomi e nda s e n la Nu e va Vizca y a


AGRICULTORES DE PAZ Y CAZADORES-RECOLECTORES
DE GUERRA: LOS TOBOSOS DE LA CUENCA DEL
RÍO CONCHOS EN LA NUEVA VIZCAYA

Salvador Álvarez
Universidad Autónoma de Ciudad Juárez

De entre las muchas denominaciones que el Norte colonial novohispano ha


inspirado entre historiadores y antropólogos, las de "Gran Chichimeca",
"tierra de los chichimecas" y hasta "mar chichimeca" se encuentran entre
las que más estimulan la imaginación del especialista. Pero aunque los chi-
chimecas y demás congéneres irrumpen con frecuencia en los estudios so-
bre el Norte novohispano, en realidad, es poco lo que se sabe de ellos: sus
géneros de vida nos son casi por completo desconocidos. El problema no es
tanto la falta de estudios etnohistóricos, sin menoscabo de cualquier consi-
deración sobre las dificultades de usar la documentación de los siglos xv1 al
xvrn como "fuentes etnohistóricas", los trabajos existen. Ya en el siglo x1x,
un autor como Orozco y Berra 1 intentaba poner un cierto orden en los datos
documentales sobre los indios, entre ellos los del Norte, y más tarde, duran-
te las décadas de 1920 a 1940, autores como Miguel Othón de Mendizábal
en México, 2 y Kroeber, Beals y Sauer, en Estados Unidos, intentaron crear
varias síntesis "etnohistóricas" que incluían a los pueblos del Norte novo-
hispano, donde enfatizaban el periodo del contacto.3
El gran vacío se encuentra del lado de la arqueología. A pe~ar de las
décadas transcurridas desde los estudios pioneros de aquellos antropólo-
gos, la arqueología del periodo colonial en el Norte sigue siendo práctica-
mente inexistente, tanto para el caso de la sociedad española como para
las sociedades indígenas de antes y después del contacto. Esta situación
es producto de una larga y bien enraizada tradición, muy propia de los ar-
queólogos especialistas en el Norte, quienes han concentrado lo mejor de
sus esfuerzos no en el estudio de las culturas "autóctonas" del norte, sino

1 Manuel Orozco y Berra, Geografía de las lenguas y carta etnográfica de México, México,
1886.
2 Miguel Othón de Mendizábal, Influencia de la sal en la distribución geográfica de los
grupos indígenas de México, México, Imprenta del Museo Nacional de Arqueología, His-
toria y Etnografía, 1928, 226 p.
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1 1

Area of Native North America, Berkeley, University of California Press, 1947.


en la delimitación de lo que pudieron ser las manifestaciones del "área pronto con toda naturalidad en los trabajos arqueológicos como un ras-
cultural mesoamericana", más allá de sus fronteras. Salvo excepciones, y go característico del paisaje norteño, y que incluso se esboce la idea de
como consecuencia de lo anterior, una parte muy considerable de los tra- que la agresividad del nómada norteño actuó como una especie de "fac-
bajos sobre la arqueología del Norte se ha concentrado sobre la estrecha tor limitante" para el desarrollo de las culturas mesoamericanas fuera
franja temporal que va de los siglos vm al x1v de nuestra era, que son, po- de sus fronteras. 6 En la base de este tipo de interpretaciones se encuen-
co más o menos, los límites en los que se desenvolvieron culturas como tra toda una serie de ideas muy propias del evolucionismo y la ecolo-
las de Chalchi_h uites, La Quemada y Paquimé, 4 dejándose casi siempre de gía cultural de la década de los setenta, acerca de las supuestas y radi-
lado los periodos y también las regiones carentes de elementos netamen- cales diferenciaciones culturales e incluso étnicas que se habrían
te "mesoamericanos". En otras palabras, salvo excepciones, 5 hasta la fe- operado en su momento, entre g-rupos nómadas dedicados a la ·caza-re-
cha el "chichimeca histórico" prácticamemte no ha sido objeto de estu- colección y aquellos que adoptaron la agricultura y por lo tanto transi-
dio arqueológico alguno. taban hacia un patrón de asentamiento de tipo "aldeano".? Sin embar-
No deja de llamar la atención, sin embargo, que pese a este virtual go, no puede menos que decirse que se trata de un punto de vista
vacío de conocimientos, el "chichimeca", indio de guerra, aparezca de excesivamente teórico de la cuestión. Más que un "factor explicativo",
la supuesta diferenciación entre, pongamos por caso, agricultores inci-
4Charles J. Kelley, "The Chronology of the Chalchihuites Culture", en Phil C. Weigand y pientes y "verdaderos" cazadores-recolectores, debería ser un aserto a
Michael S. Foster, The Archaeology of West and Northwest Mesoamerica, Boulder y Lon- demostrar. Cabría incluso preguntarse si no es que, finalmente, ante la
dres, Westview Press, 1985, pp. 269-287 . "The Mobile Merchants of Molino", en Joan Ma- falta de conocimientos de primera mano, esta imagen del "chichime-
t~ien y Randall H. McGuire, Ripples in Chichimec Sea, Carbondale y Edwardsville, Sou- ca" prehispánico ha sido calcada con demasiada facilidad y fidelidad de
them Illinois University Press, 1986, pp. 81-rn4.
5 Actualmente Marie-Areti Hers desarrolla un interesante esfuerzo por ligar los puntos de
la que nos presenta la literatura histórica. 8 En realidad, creemos que
vista tradicionales de la arqueología "mesoamericanista" del Norte, con el estudio de so- así es.
ciedades no necesariamente mesoamericanas: Marie-Areti Hers, "¿Existió la cultura Lo-
ma de San Gabriel? -El caso de Hervideros, Durango", Anales del Instituto de Investiga- 6 Así, por ejemplo, en 1971, Charles Kelley, resumiendo una larga serie de trabajos anterio-
ciones Estéticas, núm. 60, México, UNAM, 1989, pp. 3 3. 57 ; "Presencia mesoamericana al res, argumentaba que después de varios siglos de expansión infructuosa, no fue sino hacia
sur de Chihuahua", en Actas del JI Congreso de Historia Regional Comparada, Ciudad el año rnoo de nuestra era que los grupos mesoamericanos que ocupaban la parte norte de
Juárez, UACJ, 1990, pp. 5 6-70¡ Mari e-Are ti Hers y María de los Dolores Soto, "Arqueología la sierra Madre Occidental, lograron establecer una "frontera" estable con los "bárbaros"
de la sierra Madre durangueña: Antecedentes del proyecto Hervideros", en Actas del IV [sic] guerreros chichimecas que los asolaban y añade que esa suerte de "pacificación" fron-
Congreso de Historia Regional, Ciudad Juárez, UACJ, 1995, vol. 1, pp. 69-85 . Igualmente teriza permitió de alguna manera el florecimiento de culturas como las de La Quemada y
tenemos los importantes trabajos de Leticia González acerca de los cazadores-recolectores Chalchihuites. Por su parte, el eventual y ulterior repliegue de las mismas, añade este au-
del Bolsón de Mapimí y Coahuila desde épocas remotas, hasta el periodo del contacto, ver tor, bien pudo ser causado tanto por causas climáticas como por invasiones de esas mis-
en especial su compilación Ensayos sobre la arqueología en Coahuila y el Bolsón de Ma- mas hordas "chichimecas": Charles J. Kelley, "Archaeology of the Northem Frcmtier: Za-
pimí, Saltillo, Archivo Municipal de Saltillo, 1992. Igualmente "El discurso de la conquis- catecas and Durango", en Robert Wauchope, comp., Handbook of Middle American
ta frente a los cazadores-recolectores del norte de México", en Actas del I Congreso de Jndians, vol. 11, Archaeology of Northem Mesoamerica, 2a. parte, Austin, University of
Historia Regional Comparada, Ciudad Juárez, UA.CJ, 1989, pp. 77·94; "El patrón de asenta- Texas Press, 1971, p. 768.
miento en el área del Bolsón de Mapimí", en Actas del IV Congreso de Historia Regional. 7 Ver por ejemplo las consideraciones al respecto de David R. Wilcox, "The Tepiman Con-

Ciudad Juárez, UACJ, 1995, vol. 1, pp. 33-43. Para el caso de Chihuahua pueden citarse los nection: A Model of Mesoamerican-Southwestem Interaction", en Joan Mathien y Ran-
trabajos de Arturo Guevara, los cuales, por desgracia, se han quedado al nivel de propues- dall H. McGuire, Ripples in Chichimec Sea, Carbondale y Edwardsville, Southem Illinois
tas de rescate y no han dado pie, hasta la fecha, a proyectos arqueológicos de mayor enver- University Press, 1986, pp. 134-154. Igualmente Kent V. Flannery, "The Origins of the Vi-
gadura, entre ellos: Los athapascanos en Nueva Vizcaya, México, INAH, Dirección de Ar- llage as a Settlement Type in Mesoamerica and the Near East: A Comparative Study", en
queología, Cuaderno de Trabajo núm. 6, 1989; "Algunos aspectos de la aculturación de los Peter J. Ucko, Ruth Tringham y A. W. Dimbleby, Man Settlem ént and Urbanism , Lon-
grupos conchos del centro del estado de Chihuahua", en Actas del JI Congreso de Histo- dres, Duckworth, 1972, pp. 23 -53.
ria Regional Comparada, Ciudad Juárez, UACJ, 1990, pp. 71-79; "Un sitio arqueológico al- 8 Para un ejemplo de las imágenes del chichimeca del norte que se desarrollaban en la lite-

deano de Namiquipa Chihuahua", en Actas del /JI Congreso de Historia Regional Com- ratura histórica de los años setenta, consultar muy especialmente los trabajos de Phillip
parada, Ciudad Juárez, UACJ, 1991, pp. 41-45. Pueden consultarse también los siguientes Wayne Powell, quizá los más influyentes en el tema: War and Peace on the North Mexi-
trabajos de Charles Kelley: Settlement Patterns in North Central Mexico, Viking Founda- can Frontier: A Documentary Records, Madrid, José Porrúa Turanzas, Colección Chima-
tion Publications in Anthropology núm. 23, 1956; igualmente: fumano and Patarabuey listac núm. 32 1 1971; para antecedentes de los mismos, Joaquín Meade, "Chichimecas -en
Relations at La funta de los Ríos, Anthropological Papers Museum of Anthropology Uni- el norte de la Nueva España", Divulgación Histórica 1, 1939-1940, pp. 364-366 . lgualmen-
versity of-Michigan núm. 77 1 Ann Arbor, 1986 ,180 p. (primera edición: 1947). te Poole Stafford C. M., "War by Fire and Blood. The Church and the Chichimecas", Th e

306 Salvad o r Álvar e z T o bo s os e n la cu e nca d e l rio Con c ho s


Sea como fuere, un hecho indudable es que también dentro de la li- que para los nómadas norteños la guerra servía como un mecanismo más
teratura histórica propiamente dicha se ha generado una imagen simpli- de adaptación al medio, cuya función consistía en mantener la posesión
ficada al extremo del llamado "indio nómada" del Norte novohispano, del "territorio tribal" y además como vía de adquisición de recursos su-
llámesele chichimeca o no. De entre los trabajos de etnohistoriadores plementarios. Desde ese punto de vista, la intrusión de los españoles en
acerca de los indios nómadas de guerra del Norte, los de William Griffen sus dominios desencadenó una respuesta típica: la guerra. 12 Más adelante
son sin lugar a dudas los más acuciosos y documentados, y a pesar del argumenta este autor que debido a décadas de hostilidades con los espa-
tiempo transcurrido desde su publicación, los únicos en haberse ocupa- ñoles, así como a la introducción del caballo y el ganado em-opeos en ~us
do de los indígenas de las planicies orientales de la Nueva Vizcaya: se territorios, estas bandas de cazadores desarrollaron una cultura guerrera,
trata, pués, de una referencia obligada.9 El trabajo de este autor se divide que las transformó en grupos esencialmente depredadores, dedicados al
en dos grandes ejes: uno, el análisis de un amplio fondo de documenta- saqueo de los asentamientos y posesiones de los españoles e indios se-
ción acerca de las guerras con los indios de la Nueva Vizcaya, y dos, un dentarios, 1 3 en un proceso muy semejante al que Steward describe para
esquema general de interpretación acerca de la dinámica social de los ca- los grupos shoshoni de California y Utah. 1 4
zadores-recolectores del Norte, inspirado en la ecología cultural de El- De acuerdo con este esquema de interpretación, Griffen afirma en su
man R. Service, Marshall Sahlins y sobre todo Julien H. Steward. Según primer trabajo que uno de los principales problemas para el estudio de los
Griffen, los indios de las planicies áridas del Norte novohispano, en par- grupos indígenas del Norte novohispano es su identificacj.ón. La región,
ticular los del Bolsón de Mapimí y el río Conchos, se hallaban en el ni- nos dice (en este caso se refiere al Bolsón de Mapimí), se hallaba ocupad~
vel de lo que Steward llamó las "bandas" u "hordas" patrilineales. Esto por varios "grupos tribales" mayores, cada u~o de los cuales se hallaba
es, se trataba de grupos con tecnología precaria, establecidos sobre terri- subdividido en grupos menores "llamados bandas". 1 5 La dificultad deriva-
torios de escasos recursos alimenticios, y cuya principal actividad era la ría del hecho de que los españoles con freGuencia empleaban el_"nompre"
caza de ·pequeñas especies no migratorias junto con la recolecta ocasio- de alguna "banda" en particular para designar a un "grupo tribal mayor", 9
nal de alimentos salvajes. 10 Según Steward, este tipo de sociedades se ca- a un conjunto o asociación de bandas (cluster of bands), de manera que la
raéteriza por su permanencia sobre un territorio bien delimitado, sobre tarea consistiría en distinguir en la documentación cuándo los españoles
el cual han desarrollado adaptaciones específicas en cuanto a tecnología, se referían a "bandas específicas" y cuándo a "grupos tribales mayores"._16
conocimiénto del medio y patrón de asentamiento; los recursos de caza Pero más allá de este problema analítico y documental, remarquemos. que
son explotados entonces por pequeños grupos que establecen vínculos todo sucede en el trabajo de Griffen como si lo esencial de la. organiza~ión
de parentesco y alianzas entre sí. El uso consuetudinario de un espacio social de los grupos nómadas se reflejara de manera directa y casi transpa-
común por parte de un grupo de bandas patrilineales da origen, en este rente en la documentación colonial. Sis~emáticamente elimina términos
tipo de sociedad, a una noción bien distinguible de "propiedad territo- españoles de la época tales como "ranchería" o "parcialidad", y los .reem-
rial": los recursos de caza y recolecta son entonces protegidos en común plaza por "bandas", sobreentendiendo que se trataba de unidades políticas
por el grupo extenso de parentesco, y cualquier intrusión de un grupo ex- y de parentesco que mantenían su cohesión e identidaq interna, sea cual
traño a ·este territorio ocasiona tensiones y rivalidades que pueden des- fuere la situación histórica en que se encontraran. Corre_lativamente, si el
embocar en una guerra. 11 Griffen, en efecto, retoma estas ideas y añade "nombre" d~ una banda deja de "aparecer" en la documentación, el autor
Americas XXII, núm. 2, octubre 1965, pp. II5-137. Ver también su obra más importante:
asume que el grupo de parentesco como tal ha sido físicamente extermina-
La guerra chichimeca (1550-1600), México, Fondo de Cultura Económica, 19 7 5. do. Pero como bien lo señala Chanta! Cramaussel, detrás de la larga lista
9
William B. Griffen, Culture Change and Shifting Populations in Central Northern Mexi- de 167 nombres de grupos indígenas del altiplano norteño que Griffen en-
co, Anthropological Papers of_the University of Arizona núm. 13, Tucson, The University contró dispersos en la documentación, en realidad es posible encontrar
of Arizona Press, 1969. Igualmente Indian Assimilation on the Franciscan Area of Nueva una gran variedad de criterios de identificación y diferenciación, qe entre
Vizcaya, Anthropological Papers of the University of Arizona núm. 33 1 Tucson, The Uni-
versity of Arizona Press, 1979.
1
º Julien H . Steward, The Theory of Culture Change. The Methodology of Multilinear Evo- 11
William Griffen, Culture Change ... , p. 3.
lution, Urbana, The University of Illinois Press, 1976, pp. 134-137 . Steward emplea el l3 !bid., p. II9.
término landownership que aquí hemos traducido simplemente como "propiedad terri- 1
4 Julien Steward, op. cit., p. u3.
torial". 1
s William Griffen, Culture change ... , p. v, introducción.
JI !bid., pp. 135 -136. 16 Idem.

308 Salvador Álvarez Tobosos en la cu e nca d e l río Conchos

- - - - -- - - - - - -- - - -- - --- - - - - - - - - -
los cuales los vínculos de parentesco y territorialidad, tal y como los en- sos como una de las grandes "bandas" o "conjuntos de bandas" (band
tendían los propios indios, se contaban entre los menos importantes.17 Lo cluster) que habitaban el extremo norte del Bolsón de Mapimí, y añade
mismo, poco más o menos, puede decirse del análisis que Griffen propone que eran cultural y territorialmente muy cercanos a los salineros y distin-
de la "territorialidad" de estos grupos. Siguiendo dentro de la misma lógi- tos a su vez de los indios conchos. 18 Revisemos un poco la manera como
ca, el lugar donde era avistado un grupo, por principio, debía corresponder llega a esta definición etnohistórica. Griffen relata que después de algunos
con su "territorio tribal" pues, recordémoslo, teóricamente a cada banda breves contactos en el siglo XVI, la verdadera irrupción de los tobosos en la
patrilineal correspondía un ámbito geográfico bien delimitado: se refugia- escena neovizcaína fue hacia 1610, cuando se hace mención de ellos como
ban para hacer la guerra en sus territorios tradicionales de caza. Así, la asentados en Atotonilco, cerca del valle de San Bartolomé, 1 9 y añade que
geografía de los encuentros y mutuas persecuciones entre españoles e in- comienzan a aparecer en la documentación como desert raiders, aunque-
dios rebeldes terminó convirtiéndose en el mapa de la distribución de los sin mencionar ningún caso concreto. Enseguida menciona que en 1612 los
llamados grupos nómadas del Conchos y el Bolsón de Mapimí. tobosos huyen de su reducción y permanecen prófugos hasta 1618, cuando
en el curso de la gran rebelión tepehuana toman definitivamente el sende-
LAS BANDAS DE TOBOSOS ro de la guerra, en compañía de los salineros;2° añade finalmente que si
bien en 1624 había tobosos asentados en Atotonilco, 21 a partir de esas fe-
William Griffen basa esencialmente su trabajo en reportes y relatos de chas el Bolsón de Mapimí se convertiría en su ámbito preferido de gue:
capitanes, soldados y gobernadores, así como en un gran número de infor- rra.22 Luego los tobosos vuelven a desaparecer por dos largas décadas de ·
maciones de testigos relacionadas siempre con campañas punitivas y pa- los registros de Griffen, quien argumenta que tan sólo en 1640 los men-
cificaciones de indios. La idea de privilegiar esta documentación de gue- cionan nuevamente como gente de guerra, al igual que a los salineros, 2 3
rra parte del principio de que es en ella donde aparecen mencionados de hasta que una vez más, en 1643, aparecen reducidos en Atotonilco. Afir-
, manera más sistemática los grupos indígenas, en lo que supuestamente ma que ninguna de estas pacificaciones fue duradera, y para demostrarlo,
depieron ser sus territorios tradicionales. En otras palabras, se trata de la Griffen hace enseguida un detallado recuento de los ataques perpetrados
búsqueda de una cierta "autenticidad" etnohistórica. Pero incluso si se por los tobosos y salineros durante los dos años siguientes en regiones tan
tomara a la guerra como un elemento, por así decirlo "connatural" a la alejadas de Atotonilco como Cuencamé, Las Bocas e incluso Mapimí y Pa-
dinámica de estas sociedades, el procedimiento no deja de ser cuando me- rras. 24 Nos comenta igualmente Griffen que en -1645 una "banda" de to-
nos riesgoso. El uso privilegiado de un solo tipo de información le impri- bosos se asienta en Atotonilco, bajo d cuidado de su cacique, un indio lla-
me necesariamente un sesgo particular al análisis: se sabe poco más o mado Cristóbal Zapata, el cual, añade, desaparece al poco tiempo de los
menos cómo trataban y cómo llamaban a los españoles cuando había registros, para sólo reaparecer una década después como jefe de guerra, só-
~erra,- pero se olvida y se ignora casi todo lo que sucedía en situaciones y lo que no en Atotonilco, sino en la región de La Laguna. 25 Este evento par-
tiempos ~e paz, como si esos indios fueran sólo de guerra, lo cual es falso ticular, la súbita desaparición y reencuentro del cacique Cristóbal Zapata,
la mayona de las veces. Se deja pues de lado el estudio del tipo de víncu- al parecer resulta muy reveladora para el autor, pues de ella deduce que el
l~s que indios Y españoles establecían entre sí, e igualmente se pierde de cacique escapó de Atotonilco acompañado de varios miembros de su gru-
vista _su evolución en el tiempo. Esto es precisamente lo que sucede con po de parentesco, es decir, su banda patrilineal, y que eligió como refugio
lo~ celebres _tobosos, uno de los grupos más aguerridos, temidos y perse- una zona cercana al que debió ser su territorio de origen, es decir el Bolsón
guido~· del.siglo.xvn norteño y del que, sin embargo, se sabe muy poco, de Mapimí, donde se alió con otros indios comarcanos para atacar a los es-
salvo Justamente que eran muy aguerridos y temibles. pañoles. Este acontecimiento, unido a los continuos ataques que registra
. zQ~iénes eran los tobosos? El estudio del caso toboso bien podría ser-
vir ~e ~Jemplo de cómo se han construido en la historiografía muchas de 18 William Griffen, Culture change .. ., p. 77 e Indian assimilation ... , p. 5.
las imagenes sobre los indios "bárbaros" y de guerra. Retomemos enton- 1
9 William Griffen, Culture change ... , pp. 9 Y 77.
ces los trabajos de William Griffen para ello. Este autor califica a los tobo- 20
1bid. e Indian Assimilation ... , p. 4.
21
!bid., p. 9.
22
!bid., p. 77.
17 Para un análisis pormenorizado del problema de los "nombres" atribuidos a los indios 2
3 !bid., p. 10.
ver Chanta! Cramaussel, "De cómo los españoles clasificaban a los indios. Naciones Y 24 !bid., pp. 12, 14 y 79 .
encomiendas en la Nueva Vizcaya Central", en este mismo volumen. 25 !bid., pp. 79 y 82.

310 Salvador Álvar e z Tobo s os e n la c uenca d e l río Conchos 311


de parte de los tobosos unidos a los salineros en la zona que va de Indé a das" y "bandas particulares", donde datos documentales y deducciones
Parras, 2 6 le permite deducir que el ámbito territorial de origen de los tobo- ligadas a ellos se encadenan en una secuencia demasiado compleja. Pero,
sos no es otro sino la región norte del Bolsón de Mapimí y qu e se trataba, lo que es más importante, no siempre son claros los criterios a los cuales
por lo tanto, de un grupo culturalmente ligado a los "salineros" y cocoyo- recurre para seleccionar o eliminar datos. Un ejemplo de lo anterior lo te-
mes de esa misma región. 2 7 nemos en su análisis de los vínculos culturales que pudieron existir entre
Así, mientras por un lado los españoles hacían esfuerzos por asentar- tobosos y cocoyomes. Al respecto nos dice que en 1748 un intérprete es-
los, ellos adoptaban un patrón de guerra esencialmente depredador e iti- pañol intentaba interrogar en lengua cocoyome a un testigo sisimble y
nerante, atacando sin cesar los asentamientos españoles y desplazándose éste no logró comprenderlo; de ello concluye, aunque con reservas cierta-
enseguida a sus refugios en el Bolsón de Mapimí. Ello se demuestra una mente, que la lengua tobosa y la lengua chisa, y por lo tanto la concha,
vez más en 1645, según nos dice, cuando los españoles llegan a perseguir- eran distintas entre sí, pues ya antes había dejado establecido que, siem-
los en la llamada sierra del Diablo, al tiempo que nuevamente se hablaba pre de acuerdo con este tipo de encadenamiento de deducciones, los si-
de ellos con frecuencia como compañeros de correrías de los indios sali- simbles eran una "banda" perteneciente a la "tribu" de los chisos, los
neros y ejecutando ataques en regiones del Bolsón, 28 al igual que en la cuales a su vez eran conchos, mientras que los cocoyomes eran una "ban-
Tarahumara, o en lugares tan distantes como Julimes. 2 9 Finaliza el autor da" de origen toboso.33 Admitiendo lo vaga que resulta cualquier conje-
detallando cómo los ataques se repiten bajo este mismo patrón de disper- tura sobre las lenguas de este tipo de sociedades, simplemente consigne-
sión geográfica durante el resto de la centuria. 3° Es interesante revisar có- mos que el propio autor presenta muchos otros ejemplos y testimonios
mo- para Griffen el patrón de dispersión geográfica· que presentan los ata- que permitirían emparentar la lengua tobosa con la de los conchos y los
ques de los tobosos opera como un revelador de la dinámica social de los chisos, ejemplos que sin embargo descarta sin demasiadas explicacio-
grupos indígenas del Norte. Todo sucede como si, con el paso del tiempo, nes.34 En realidad, lo que le da esa apariencia caótica y desordenada a es-
las guerras lejos de disminuir el vigor demográfico de las bandas patrili- tos trabajos es la ausencia de algún tipo de. tratamiento serial, e incluso
neales tobosas lo acrecentaran, así como su ámbito de acción. De acuerdo cronológico de la información, así como la ausencia de criterios que per-
siempre con los registros de nuestro autor, durante las décadas de 1660 y mitan colocar mínimamente en su contexto los material~s empleados.
1670, por ejemplo, se ve a los tobosos cada vez con mayor frecuencia en Toda la información es tratada de la misma manera, venga de donde ven-
zonas situadas al norte de la cuenca del río Conchos, 31 y pronto alcanzan ga, lo mismo el sesudo y elegante reporte dirigido al virrey por algún go-
también territorios tan al oriente como la provincia de Coahuila, e inclu- bernador o visitador, que una información de testigos o la carta anual de
so ya durante el siglo XVIII, en Nuevo León que sería a la postre el últi- un jesuita: todos son "informantes" al mismo título, siempre Y cuando
' / /
mo lugar donde se sabría de ellos antes de desaparecer.3 2 exista algún elemento "presencial" en sus afirmaciones. Pero, sobre todo,
Sin embargo, para ese punto el análisis del autor se ha vuelto ya difí- el problema es que nunca llega a profundizar en la situación de ninguna
cil de seguir; a su abigarrado método de presentación de persecuciones y región ni de ninguno de los grupos indígenas en particular. Así, los tobo-
batallas, añade un sistema de identificación de "tribus", "grupos deban- sos que tan repentinamente "aparecen" en la escena hacia 1612 en la pro-
vincia de Santa BárbaraI súbitamente se borran de los registros, aparecen
26
Atacan, de acuerdo con estos registros, en río del Norte, Indé, río Angosto, Parras Guapa- de pronto en una u otra región, sin más explicación que los avatares de la
gua, Las Cruces, Los Palmitos, El Gallo, Las Bocas, Los Charcos Canatlan y otros pun- guerra y finalmente desaparecen hacia finales del siglo xvn o principios
tos más. !bid., pp. 19, 21 , 24, 30, 77y112. ' '
27
!bid., pp . 76 -79. del XVIII, tan repentinamente como llegaron.
2
~ Anota ataques en Cuencamé, Mapimí, La Laguna, Indé, Parral El Gall o Parras y Las Bo-
cas, ibid., pp. 12, 14, 22,' 24, 28, 29 y 79. ' ' LOS TOBOSOS Y LAS REDUCCIONES TEMPRANAS DEL RÍO CONCHOS
29 !bid., pp. 22 y 25.
·'ºAsí, por ejemplo, en 16 5 5 se reportan ataques de tobosos en Las Cruces y Los Palmitos Más que el detalle de las identificaciones grupales o lingüísticas, lo que
(p. 29), Parral (p. 136), San Felipe de T arahumaras, San Juan del Río y C anatlan (pp. 2 9 y
interesa aquí es acercarnos al tema de si es realmente posible hacer una
30 ). En 165 6 en Cerro Gordo, Cuencamé, Los Palmitos, Ocotlán, río Nazas, San Juan del
Río, San Pablo de T epehuan es Y se les persigue nuevam ente en la sierra del Di ablo (p.
lectura puramente etnohistórica de los datos histórico-documentales, Y
30). El mi sm o patrón se repite para 165 7: pp. 17, 30 y q 6.
,r Se les ve en Encinillas y Tabalaopa, ibid., pp. II y 44 , y para 1 6 58, p. 86. 33 !bid., p. 135 .
12
!bid., pp . 40, 4 3, 44 y 72. 34 William Griffen, Culture Change ..., p. 4 1 Y p. 135 .

3r2 Sa l va d o r Ál va r e z Tob os os e n la c u e n ca de l rí o C o n c ho s
en especial, los de las guerras con los indios. Numerosas preguntas surgen nas aledañas a las nuevas fundaciones. Esto fue también lo que sucedió
de la lectura de estos trabajos. ¿Por qué, por ejemplo, los tobosos "apare- en este caso con los conchos de la provincia de Santa Bárbara, pero poco
cen" y "desaparecen" con tanta facilidad de la escena? ¿Por qué, en lo tiempo resistieron bajo semejante yugo. Para 1575, la villa de La Victoria
más álgido de las guerras contra ellos, lejos de disminuir, parecen multi- había sido ya destruida y abandonada, y en el mismo trance se hallaban
plicarse en número y extender su territorio? ¿Por qué, finalmente, desa- Santa Bárbara e Indé, debido a que los indios, según rezaba un documento
parecen de la escena tan lejos de los lugares donde fueron encontrados de la época, "se rebelaron, huyeron a la sierra y mataron a españoles in-
originalmente por los españoles? Tan sólo pensemos en los más de 600 dios y ganado".3 7 Pero aun amenazados e incluso hostigados por los in-
km que separan la cuenca del río Florido de Nuevo León. En realidad, un dios de guerra, poco a poco, durante el resto del siglo, estos primitivos
simple análisis de la información más pormenorizado permite despejar asentamientos se fueron consolidando; aparecieron explotaciones de gra-
muchas de estas dudas. Por principio de cuentas habría que adelantar que nos y ganado, e incluso minas. Durante la década de 1580, por ejemplo,
no ·hubo tales "desapariciones": los tobosos siempre estuvieron allí. Por se verificó incluso un efímero auge minero en Santa Bárbara. Pero la otra
otro lado, tampoco extendieron su territorio. Lo que sí se transformó, en cara de la moneda era que con todo ello, zonas cada vez más amplias, en
cambio, a lo largo del tiempo, fue su situación dentro del contexto de la este caso, toda la cuenca del bajo río Conchos y su afluente el Florido, es.
sociedad española local, y cambió también el significado mismo del tér- decir, la zona donde más tarde se hablaría con mayor frecuencia de los
mino toboso: no es lo mismo, en absoluto, el toboso de principios del si- ataques e incursiones de los "tobosos", se convertía en coto privado para
glo XVII que el de finales, cuando la palabra tenía ya una connotación muy partidas de cazadores de esclavos que se internaban en ellas para trasladar
distinta. gente de servicio hasta los establecimientos españoles.3 8 Más tarde, este
Pero comencemos por el principio. La historia de los contactos entre caótico método de traslado forzado de mano de obra fue reemplazado por
los españoles Y los que después ellos mismos llamaron los tobosos no se otras formas más estables y formalizadas, aunque igualmente violentas.
inicia en 16n-1612, e incluso podría decirse que ni siquiera en 1582, sino En lugar de la venta de cautivos al mejor postor, la cual era ilegal en
mucho antes, a p~incipios de la sexta década del siglo xv1, cuando a partir tiempos de paz y fomentaba que fueran extraídos de la provincia, se esta-
de 1563 los colomzadores españoles por primera vez se asientan en el lla- bleció un sistema de repartimientos y encomiendas del cual podían bene-
m~do "va_lle de los conchos" estableciendo allí tres pequeños enclaves -la ficiarse los vecinos de mayor mérito, sin necesidad de depender. de terce-
efimera villa nombrada La Victoria-y poco después, en 1567, los reales de ros.39 Una de las características más interesantes del sistema de
S_a n Juan Y Santa Bárbara.3 5 Muy a pesar de que en algunas fuentes poste- encomienda y repartimiento de la Nueva Vizcaya fue que para su funcio-
nores los con~hos adquirirían fama de pacíficos y maleables, en realidad namiento siempre dependió del traslado y reubicación de indios muchas
no hubo necesidad de esperar la irrupción de las bandas de "nómadas" in-
37 "Relación hecha por Juan de Miranda, clérigo, al Dr. Orozco, presidente de la Audiea:
dómitos provenientes de recónditos rincones del desierto para que la vio-
1 . / cia de Guadalajara sobre la tierra y población que hay desde las minas de San Martín a
encia guerrera pasara a formar parte permanente de esas relaciones: eran
las de Santa Bárbara", en Joaquín Pacheco, Francisco de Cárdenas y Luis Torres de
los p~op~os vínculos que ligaban a indios y españoles los que la gestaban Mendoza, Colección de documentos in éditos relativos al descubrimiento, conquista Y
por s1 mismos Y de manera casi automática, inmediata. organización de las antiguas posesiones españolas de· América y Oceanía, Madrid,
Pequeña Y todavía frágil demográficamente, desde los primeros tiem- 1864.
38
pos los traslados de indios del centro del virreinato habían sido un autén- Chantal Cramaussel, La provincia ... , pp. 32~49 . De la misma autora Diego Pérez de_ Lu-
tico sostén pa,ra ~l poblamiento en las más importantes fundaciones del ián: las desventuras de un cazador de esclavos arrepentido, Ciudad Juárez, UACJ-Gobie~-
no del Estado de Chihuahua-Meridiano 107, Serie Chihuahua. Las Épocas y los Hombres,
norte; tal habia sido el caso en lugares como Durango Nombre de Dios
Chiametla 36 y en · " va 11 e de los conchos". Sin núm. 3, 1991. Igualmente, "Encomiendas, repartimientos y conquista en la Nueva Viz-
, el
. prop10 ' embargo, eso no'
caya", Historias 25 1 julio de 1992, pp. 73-92.
bastaba; otra practica legal, corriente y perfectamente sistematizada con- 39 Como bien nos lo explica Chantal Cramaussel en diversos trabajos, ambas instituciones
sistía en reducir, en repartimientos y encomiendas, a los indios de las zo- -el repartimiento y la encomienda- existieron en realidad en la Nueva Vizcaya desde
su fundación, aunque en un principio los tributos y servicios eran establecidos directa-
mente por los gobernadores; sin embargo, a partir de 15 82 quedó establecido que los anti-
15
. Chanta! Cramaussel, La provin cia de Santa Bárbara en Nu eva v1zcaya
· r5 63-1 631, c 1·u - guos tributos que los indios pagaban, o debían pagar en especie, serían conmutados por
dad Juáre~, UACJ, Estudios Regionales 2, 1990, pp. 13. 20 . tres semanas de servicios personales por año y por tributario, aunque a cambio de esa res-
36
Salvador Alvarez, "Chiametla: una provincia olvidada del siglo xvi", Tra ce, núm. 22, di- tricción se eximió igualmente a la provincia de pagar tributos a la corona. Chantal Cra-
ciembre de 1992, pp. 10-13 . maussel, Encomiendas ... , p. 73 .

Salvad o r Álvar e z Tobosos e n la cu e n c a d e l río Con c hos 315


veces originarios de regiones muy alejadas. En épocas tempranas, era co- a cambio, desde luego, de sus servicios personales y de guerra. Este últi-
mún que los españoles establecieran. sus haciendas y estancias cerca de mo aspecto, el de la obligación del encomendero de mantener armas y ca-
las rancherías de los indios, a los que tomaban directamente en enco- ballos para la guerra, y hacer uso de sus encomendados y gente de servi-
mienda; sin embargo, ante la necesidad de incorporar indios de regiones cio en general, para situaciones de guerra, no era un · mero recurso
cada vez más lejanas, se estableció un sistema mediante el cual la gente retórico o un arcaísmo derivado de la reconquista, sino un hecho real,
I - - •

de servicio, tanto de repartimiento como de encomienda, debía ser saca- una necesidad de la que no podían eximirse los españoles. Puede decirse
da anualmente y por tandas de sus reducciones y rancherías, para después incluso que, vista en perspectiva, la participación de hacendados y enco-
ser devueltos por medio de caciques nombrados por los propios españoles menderos y el uso constante de auxiliares indios armados provenientes
hasta sus lugares de origen. Si bien este sistema de traslado anual funcio- de reducciones y haciendas en la defensa del territorio, la vigilancia de
nó en muchos casos, también fue usual que se organizaran partidas de caminos, e incluso en el castigo y persecución de los indios de guerra, tu-
cautiverio para sacar indios gentiles de regiones circunvecinas, para asen- vo un peso específico mucho mayor que el de los propios presidios. 43 No
tarlos a todos juntos en reducciones, o bien para depositarlos directamen- existía pues ningún impedimento formal, antes al contrari~, para que_los
te en las haciendas de españoles.4° El secreto del éxito o del fracaso de es- indios pasaran a vivir con su encomendero, o de preferencia~ en esa e_p~-
te sistema se cifraba entonces en la capacidad de los propios españoles ca, en las reducciones, donde podían disponer de lo necesar10 para vivir
para mantener "de paz" a los indios capturados. Los españoles crearon cultivando ellos mismos sus parcelas, ya que las haciendas eran todavía
para ello, a lo largo del siglo xv1 1 varias reducciones de indios conchos en pequeñas, con pocas tierras labrantías y muy dispersas. De ese mod_o
la región del río Florido; la primera, el llamado pueblo de Santa María, 41 y también, la tarea de vigilarlos y controlarlos se compartía entre los veci-
la segunda, con mucho la más durable e importante, apareció hacia 1574 nos y los frailes franciscanos.
cuando se fundó el convento franciscano de la villa de Santa Bárbara. La Un excelente ejemplo de lo anterior es justamente el de los to~osos,
nuev~ reducción. no se asentó directamente en ese lugar, vacío por enton- quienes fueron originalmente uno de los muchos grupos de encomienda
ces, smo sobre el río San Bartolomé, que se estaba convirtiendo enlazo- ·
asentados a principios del siglo l , El pnmer
xvn en San Barto-orne. · , 1o de
titu_
na m~s P?blada de la región; allí fueron asentados, juntos, indios mexica- encomienda de indios tobosos de que tenemos registro fue el extendido a
44
nos e md10~ c~nchos. Después de varios abandonos y desplazamientos, el Tomás del Río por Juan de Gordejuela Ibargüen, el 26 de julio de 1600.
pueblo de ~n~i?s o reducción terminó, hacia r 590, por establecerse de Por la fecha en que se expidió el documento nos aporta informaciones su-
manera defm1t1va a orillas del río San Bartolomé, en el punto donde más mamente interesantes acerca de las condiciones bajo las cuales los llama-
tarde se levantaría el poblado español del mismo nombre.4 2 dos indios tobosos fueron incorporados a la vida neovizcaína. Recalque-
· Cabe insistir a este respecto en que este tipo de reducciones alberga- mos, por principio de cuentas, que se trata del primer _te~to colonial
b~~ no sólo a indios sin encomendero, sujetos a repartimiento, sino tam- hasta ahora rescatado, donde se hace referencia concreta a mdios tobosos,
bien a los de encomienda. De acuerdo con los títulos de encomienda que en fecha posterior al escueto relato de Antonio de Espejo. De acuer~o con
se otorgaban por entonces en la Nueva Vizcaya, los encomendados eran el título de la encomienda, los indios de esta "nación tobosa" habitaban
e~_tregados en depósito a sus encomenderos, quienes adquirían la obliga- en un conjunto de rancherías que se hallaban "delante de donde llaman
c10n no sólo de instruirlos y catequizarlos, sino también de defenderlos, Las Salinas", donde colindaban por un lado con gente de "nación con-

40 . . . . l d T. Ad ntro" 1 en Me -
!bid. Ver igualmente las instrucciones dictadas al respecto por Rodrigo de Vivero el 17 de 43 Salvador Alvarez, "La hacienda-pres1d10 en el Cammo Rea e ierra e ..

junio de l6oo, en Silvia Zavala, El servicio personal de los indios en la Nueva España marias del Primer Coloquio "El Camino Real de Tierra Adentro, Historia Y Cultura ·
r6oo-r63 5, tomo v, primera parte, México, El Colegio de México-El Colegio Nacional, UACJ-INAH-National Park Service, en prensa. ·
1990, pp. 584-585 . 44 Aunque desafortunadamente aún no ha sido posible localizar el original del título, conta-
41
·Este pueblo fue fundado poco antes de 15 7 5 sobre el río San Bartolomé y tuvo una exis- mos sin embargo con un traslado parcial del mismo, en Silvia Zavala, El servicio per~o-
tencia efímera: Chanta! Cramaussel, "El pueblo de Santa María y el pleito sobre el agua nal de los indios en la Nueva España r 600-r 63 5, El Colegio de México-El Colegio NaclO-
1·, 624
de 1572 en San Bartolomé", Raíces 10, octubre-noviembre de 1990, pp. 8-12. nal, tomo v, primera parte, México, 1990, pp. 590-.591. Este trasla d o se rea izo en 1 ,
42 ·
con motivo de una reas1gnac10n· · de esta encomien· da so ¡·1c1.ta
· da ese mis
· mo año , ante
.. el
Chanta! Cramaussel, "San Bartolomé colonial. Sistema de riego y espacio habitado", en
Clara Bargellini, comp., Arte y sociedad en un pueblo colonial norteño: San Bartolomé, entonces gobernador Mateo de Vesga, por parte de Juan de Salís, quien había ~dqm~ido
hoy Valle de Allende, Chihuahua, México , UNAM 1 Instituto de Investigaciones Estéticas, una serie de estancias de labor en el valle de San Bartolomé, con las cuales se mclma el
1998 . servicio de los indios tobosos de encomienda.

3r6 Tobosos en ]a cuenca del río Concho s 317


Salvador Álv a r e z
cha" y por la otra con los de "nación tepehuana"; añade el documento mé informaban al virrey acerca de la apertura de la citada reducción, soli-
que los tobosos nunca antes habían sido encomendados, por lo que no ha- citándole un estipendio especial para su sostenimiento. La respuesta del
bía impedimento en depositarlos. No era extraño en la época que indios marqués de Montesclaros llegó por medio de un mandamiento del 7 de
que habitaban cerca de una salina, en este caso las llamadas Salinas de julio de I 604, donde se ordenaba al gobernador de la provincia que se les
Santa Bárbara, fueran entregados en encomienda a mineros. Tomás del entregaran bueyes y aperos de labranza a los indios de Atotonilco, lo cual
Río se contaba, en efecto, entre los principales mineros y hacendados de nos habla de que se trató de una fundación que albergaba un número con-
Todos Santos, real de minas que por esa época había reemplazado a Santa siderable de indios. Éstos quedaron así bajo la tutela de los franciscanos,
Bárbara como el más importante de la provincia. Era hijo de Tomás Ro- y del que era por entonces "protector de los indios conchos y de los con-
dríguez del Río, quien fue "primer poblador" en Durango, y él mismo fue ventos franciscanos" , el capitán Diego de Morales, así como de varios ca-
"primer poblador" de la villa y real de Santa Bárbara, donde había sido ciques indios, los cuales recibieron incluso cargos de justicia. El principal
minero; poco después se trasladó a Todos Santos donde vivía al momen- de ellos era don Cristóbal, quien recibió el título de "gobernador de los
to de recibir la encomienda. Se sabe también que' Tomás del Río, además indios conchos"; con él estaba otro de nombre Francisco de Alanzuaco,
de minero, era estanciero; trocó su hacienda en Durango por otra en la quien fue nombrado "alcalde de los indios conchos de Atotonilco"; otro,
provincia de Santa Bárbara, propiedad de Lorenzo de Vera, la cual se con- de nombre Esteban, recibió el título de "alcalde indio"; Bautista, el de al-
virtió en una de las más importantes de la zona. Se cultivaban allí el trigo guacil indio, y había igualmente otros tres "caciques indios": el primero
Y el maíz, Y se sabe también que abastecía a los reales de Santa Bárbara y don Andrés, el segundo Maopa y el tercero, uno llamado Juan Díaz Ca-
Todos Santos con productos diversos, 45 entre ellos muy seguramente la pe. 48
sal: de allí que obtuviera indios de la zona de las salinas en encomienda. Aunque en diversos documentos posteriores se indica que Atotonilco
Durante esos primeros años del siglo XVII, la región del valle de San fue fundado con el propósito expreso de servir como reducción de indios
Bartolomé había experimentado un notable crecimiento• nuevas estan- tobosos, como puede verse claramente en el documento anterior San Bue-
cias Y haciendas fueron apareciendo a lo largo de las riber~s del río y nue- naventura de Atotonilco se fundó originalmente para albergar a indios
vos indios también, como fue el caso de los tobosos iban siendo asenta- conchos, sin que se hiciera ninguna referencia explícita a los tobosos. De
dos _allí. Una muestra de ese crecimiento la tenem~s en la importancia cualquier modo, en efecto, hubo tobosos en Atotonilco prácticamente
que fue cobrando también la primitiva reducción de San Bartolomé. En desde su fundación. En r 604, por ejemplo, Atotonilco aparece como "pue-
pocos años el asentamiento se consolidó; además de una pequeña capilla, blo de indios" en el censo de la provincia mandado a hacer por el goberna-
~e ~onstruyó también una acequia y se abrieron parcelas de riego para los dor Urdiñola y se consigna también que había y.a tres vecinos españoles:
i~dws, los ~uales subsistían de sus propios productos, al tiempo que asis- Tomás Rodríguez del Río, hijo de Tomás Rodríguez, primer encomendero
tlan a traba1ar en las haciendas de los españoles.46 Como corolario de to- de los tobosos y dueño de la única estancia de labor en los alrededores de
do ello, en r 6o4 la primitiva reducción de San Bartolomé dejó de ser una Atotonilco, y otros dos que vivían bajo su amparo: Juan Ruiz de Cabrera y
simple visita ~el convento de Santa Bárbara, para reemplazarlo en ese Francisco de Olivia.49 Se sabe que para esas fechas Tomás del Río había
c~rgo. Se le asignaron dos frailes permanentes encargados de administrar muerto flechado por los indios (no se indica cuáles) y que su hijo, el citado
directamente a los indios, e igualmente se abrió una nueva reducción de Tomás Rodríguez del Río, había comprado la estancia de Atotonilco en
indios como visita de aquella, nombrada San Buenaventura de Atotonil- 1602 J so donde se instaló con sus encomendados. Este antecedente sirvió,
47 E . 1 •

co. se mismo año, os encargados del nuevo convento de San Bartola- sin duda, para que más tarde los tobosos fueran concentrados en ese lugar.

45 Chanta! Cramaussel, La Provin cia.... p. 6 2 .


6 pancias en el nombre, existe la posibilidad de que se trate de una confusión entre San
4 Chanta! Cramausse l, Sis tem a de riego ...
Buenaventura de Atotonilco y el ya para entonces desaparecido pu_eblo de Santa María, o
.p De acu erdo con fu entes franci scanas la fundac 1·o· n de este n
_ , uevo puebl o de m· d'10s se re- bien de que en un principio se haya pensado en Atotonilco par.a reemplazar a aquél. Ver
m onta a los anos de 1601- 160 3, ba¡·o el nombre de Santa M ana - d e A totom·¡co• sm
· em bar- igualmente Chanta! Cramaussel, Sistem a de riego .. .
go, no h em os encontrado ninguna otra referencia a un poblado de ese nombre en la re- 4 8 AGI, Contaduría 92 5, Cuentas de la Real Caja de Durango 1604 -1605 .
gi ón: "In fo rma ción de los conventos, doctrinas y conversi ones que se han fundado en la 49 AGI Guadala1·ara 2 8 Censo de la Provincia de la Nueva Vizcaya por el gobernador Fran-
' ,
prnvmcia d_e Zacatecas, año de 1602 ", Colección de docum entos para la historia de Sa n cisco de Urdiñola, minuta de Santa Bárbara .
Luis Potosi. publicada por Primo Feliciano Velázquez, San Luis Potosí, Archivo Hi stóri- so Guillermo Porras Muñoz, "Datos sobre la fundación de Ciudad Jiménez", Boletín de la
co del Estado de San Luis Potosí, 189 7-1 8 98, t. 1, p. 153 . Sin embargo, dadas las discre- Sociedad Chihuahuense de Estudios Históricos, t . 4, núm. 1, 194 6.

318 Sa l va d o r Á l va r ez T o b oso s e n la cuenca del r ío C o n c ho s 319


De acuerdo con lo visto hasta el momento, los primeros contactos di- ñoles así lo temieron, de allí que reaccionaran como si fuera así. Se orga-
rectos entre tobosos y españoles se desenvolvieron de manera muy seme- nizó entonces una expedición punitiva contra ellos al mando del capitán
jante a lo que ocurrió con la mayor parte de los indios de la Nueva Vizca- Pedro de Mosquera, la cual se dirigió hacia el oriente del río Conchos, ha-
ya y del norte en general. Cabría pregunta.Fse ahora si realmente es cia unas salinas denominadas Del Machete, donde se hallaban refugiados
posible averiguar, a través de las fuentes, qué tipo de vida llevaban estos los fugitivos, e hizo gran cantidad de cautivos de guerra, los cuales fueron
primeros tobosos antes de acercarse al yugo colonial, y si eran distintos vendidos como esclavos en diferentes puntos de la Nueva Vizcaya. En
en algo de los llamados "indios sedentarios" del septentrión, como los te- uno de los pasajes del reporte consecutivo a esta expedición punitiva, en-
pehuanes, los tarahumaras y los propios conchos. Lo primero que hay contramos un elemento sumamente interesante acerca de cómo conside-
que decir es que ni en estas ni en otras fuentes posteriores se caracteriza raban, o mejor dicho, de cómo los españoles clasificaban en ese tiempo a
de manera especial a los tobosos. Sus primeros encuentros con los espa- los tobosos: "El capitán Mosquera ha tenido [entradas] contra los indios
ñoles, por ejemplo, no dieron pie a más violencia que la normal en ese que llaman salineros y contra otras dos naciones, conchos tobosos y ño-
momento en todo el Norte. Entre 1600 y 1604, en realidad toda la cuenca ñoques, ha hecho dos buenas presas en ellos".55
del Conchos se hallaba convertida en territorio de guerra, y numerosos Como puede verse por la cita anterior, tobosos y conchos eran vistos
indios fueron desplazados de sus lugares de origen al cabo de largas e in- como parte de una misma "nación" .s 6 Los tobosos huidos de Atotonilco
tensas campañas de pacificación.S 1 Éstas culminaron con la fundación de fueron reubicados allí, junto con otros llamados acoclames, nonojes y xi-
otra reducción más, dependiente del convento de San Bartolomé, llamada pocales, y algo semejante sucedió con los fugitivos de las reducciones de
inicialmente San Francisco de Comayaos y más tarde San Francisco de San Bartolomé y San Francisco de Conchos. A partir de esa época la situa-
Conchos. Era la tercera reducción de indios conchos que se fundaba en la ción interna de las reducciones del río Conchos tendió de alguna manera
provincia, esta vez en una zona todavía muy poco poblada de españoles, a degradarse. Las escapatorias masivas de haciendas y reducciones se hi-
pero donde, de acuerdo con los fundadores de la nueva misión, los indios cieron más frecuentes que antaño y no fueron pocos los caciques y prin-
eran numerosos; fray Alonso de la Oliva reportaba en 1604 que había al- cipales indios que pagaron con su vida su colaboración en las sacas de in-
rededor de 4 ooo posibles neófitos allí.52 Es probable que esos cálculos no dios para los repartimientos y encomiendas. Bien vale la pena seguir un
estuvieran del todo equivocados, en vista de que durante los años subse- poco más de cerca algunos aspectos de este proceso.
cuentes las reducciones de los conchos siguieron prosperando; así, en Un buen marco de referencia lo podemos encontrar en las rebeliones
1610 San Francisco fue ascendida a la categoría de convento independien- de 1621 y 1624. La primera estalló en las reducciones jesuitas (o pueblos
te, con dos religiosos 53 y en 16u y 1612 nuevamente se repartieron bue- de misión, como se prefiera) de San Pablo de Tepehuanes y San Ignacio,
yes, abejas Y aperos de labranza para las reducciones de conchos, inclu- ambas ocupadas por conchos, tepehuanes y tarahumaras, quienes huye-
yendo la de Atotonilco, donados por los labradores de San Bartolomé.54 ron juntos y atacaron diversas estancias de la provincia de Santa Bárba-
Este periodo de relativa estabilidad fue r:oto por el gran levantamien- ra.57 La reacción no se hizo esperar y los estancieros de la provincia, co-
to de los tepehuanes de 1616-1618. Aunque en un principio los conchos mandados por uno de ellos, el capitán Francisco Montaño de la Cueva,
se habían mantenido al margen del conflicto, participando únicamente salieron en busca de los alzados, acompañados por un contingente de au-
como auxiliares de los españoles, en 1617 los tobosos de Atotonilco de- xiliares de San Francisco de Conchos y en poco tiempo dieron cuenta de
sertaron de su misión y se lanzaron a la guerra. En realidad, sería difícil los alzados. Más interesante que la rebelión misma resulta ser el proceso
saber si la escapatoria de los tobosos tuvo alguna relación directa con las de pacificación que le siguió. Todavía el temor de un nuevo· alzamiento
guerras tepehuanas de esos años, pero lo que sí es seguro es que los espa- general, semejante al ocurrido en 1616 1 se hallaba fresco en la memoria, y

1
"Probanza de Miguel de Barraza residente en las Indias de Nueva España en la Villa de
; ;; "Relación breve y sucinta de los sucesos que ha tenido la guerra de los Tepdmanes desde
Durango de los servicios hechos a SM en los reynos de Vizcaya y Galicia", i6i8, en Char- el 1 5 de noviembre de 1616 hasta el 16 de mayo de 1618 ", en C. W. Hackett, f.lJstoricai
les W. Hackett, Historical Documents Relating to New Mexico , Nueva Vizcaya, and Ap· Documents ... , vol. 2, p. 110; el énfasis es nuestro.
proaches there to 1773 , Washington, Camegie Institution, 1923-193 7 , vol. 2 , p. 96. ;6 Acerca del uso del término nación referido a los indios del septentrión novohispano, véa-
;, Wigberto Jiménez Moreno, Estudios de historia colonial. México, INAH, 1958, pp. 146- se Chanta! Cramaussel, "De cómo los españoles ... ".
147 . 57 La rebelión y el proceso de pacificación que le siguió se hallan consignados en "Papeles
B AGI, Contaduría 925, Cuentas de la Real Ca;a de Durango, 1610-1611. del almirante Mateo de Vesga 14 dic. de 1620 a 19 mayo 1622", pp. 118-136, en C. W.
4 Hackett, Historical Documents ... vol. 2, p. 122.
; AGI, Contaduría 925, Cuentas de la Real Ca;a de Durango, 1612 - 1613.

320 Salvador Álvarez Tobosos en la cu e nca del ria Conchos 321


dado que en esta asonada habían participado tepehuanes, que eran consi- Los estancieros del valle de San Bartolomé volvieron a tomar las armas, y
derados la máxima amenaza en ese tiempo, el gobernador Mateo de Ves- comandados por otro de ellos, el capitán Cristóbal Sánchez, se dirigieron
ga decidió convocar a sus mejores capitanes y distribuirlos por los cuatro en contra de los conchos alzados, quienes se ·habían refugiado río abajo.
rincones de la provincia y hacer él mismo un recorrido por las principales Los rebeldes fueron cercados y reducidos y varios de los cautivos envia-
reducciones de la Nueva Vizcaya para confirmar con sus caciques las pa- dos a Durango, donde el gobernador los condenó a ser vendidos como es-
ces pactadas unos años atrás.5 8 El gobernador visitó de preferencia las re- clavos en pública almoneda. Este castigo ejemplar, sólo aplicado a los in-
duccion~s tepehuanas,59 aunque también se ocupó de los conchos, y en dios "apóstatas" y considerados enemigos jurados de la corona, nos
particular de los tobosos de Atotonilco, quienes por medio de fray Alonso muestra que los conchos no eran vistos como gente especialmente dócil
de la Oliva y en nombre de sus caciques don Jacobo, don Jusepe Y don y poco beligerante. Los tobosos, mientras tanto, permanecían tranquilos
Cristóbal, dieron la paz, sin gran problema, prometiendo II que habían de en su reducción de Atotonilco, al parecer ajenos a aquellos acontecimien-
bajar a la siega del Valle de San Bartolomé" junto con los "nonojes, xipo- tos. Dos años después, en 1624, la situación dio un vuelco y tocó esta vez
cales y achaclames" .60 Pero eso no fue todo: aprovechando la moviliza- a los tobosos el papel protagónico en un episodio muy semejante al ante-
ción general que se había provocado por el temor a los tepehuanes, el go- rior. Esta vez fue el cacique don Jacobo el encargado de mandar llamar a
bernador ordenó asentar de paz, por la fuerza desde luego, a otros dos un grupo de tobosos de las salinas, para que se asentaran de paz y partici-
grupos recalcitrantes que, aunque ajenos a la rebelión de San Pablo Y San paran en las cosechas del valle de San Bartolomé. 62 Aunque.el cacique no
Ignacio, se h_a llaban también en guerra y huidos de sus respectivos pue- murió en el trance, los convocados se negaron a "bajar de paz" y más tar-
blos; ellos eran, por un lado, una partida de tepehuanes de la villa de Du- de, en las informaciones de testigos, confesarían que ellos habían perma-
rango y, por el otro, los conchos que habitaban río abajo de la misión de necido alzados "desde hacía más de veinte años", "sin tener ni haber da-
San Francisco de Conchos. do obediencia a su magestad, retirados en los campos y sin doctrina",
En el caso de los primeros, se trataba de antiguos rebeldes que sim- cometiendo robos y ataques a las estancias de los españoles y acompaña-
pl~mente habían permanecido alejados de los españoles desde la rebelión dos de algunos indios llamados "salineros", probablemente tepehuanes.
de .I 6 I 6- I 6 I 8 y que fueron reducidos fácilmente I• en el de los conchos, en En vista de la negativa a reducirse, otra vez los estancieros de San Barto-
cambio, existían razones mucho más específicas. Unos meses atrás, al lomé se organizaron para salir en busca de los rebel~es, siempre bajo el
tiempo q1:1e estallaba la rebelión en San Pablo y San Ignacio, la justicia de mando del capitán Cristóbal Sánchez, y una vez más los cercaron y los
San Bartolomé había enviado a don Alonso, un indio que portaba el pom- redujeron, hiriendo a algunos y tomando cautivos a otros. 6 3 También en
PC?SO título de "cacique de la nación concha", este caso los derrotados hicieron las paces con el gobernador, quien, por
tratarse de un grupo bastante numeroso, los hizo poblar en un puesto
tierra adentro a llamar a los indios conchos para que fuesen a trabajar las la- nombrado San Felipe de Río Florido, ubicado a seis leguas de Atotonilco,
. bares Y haciendas del dicho Valle como lo acostu111bran cada año y que ha- y el cual quedaría a cargo de fray Lázaro de Espinoza, superior del con-
biendo llamado y juntado algunos indios y queriendo volverse al dicho valle vento de San Bartolomé. 6 4
los que así había juntado se alzaron, rebelaron y flecharon e hirieron al dicho Como hemos podido ver, todavía en esta época,· a pesar de las escapa-
don Alonso cacique. 6 1 torias y escaramuzas, los tobosos no se distinguen del resto de sus congé-
neres, cuando menos en cuanto a algún supuesto carácter especialmente
guerrero o huidizo. Es evidente, por ejemplo, cuando en el documento de
r 624 los tobosos que iban a ser reducidos en San Felipe de Río Florido
58
En el documento se asi_enta que, terminada la campaña contra los indios de San Pablo y afirmaban haber permanecido desde hacía dos décadas alejados de los es-
San Ignacio, el gobernador Mateo de Vesga "vino visitando [...] los pueblos y rancherías pañoles y "sin doctrina", que ello se refería a ese grupo en J'larticular y no
de indios tepehuanes que estaban de paz en la gobernación y con ellos confirmó las paces a que todos los tobosos hubiesen permanecido siempre irreductibles, por
que tenían asentadas ", "Papeles del almirante Mateo de Vesga", en C. W. Hackett, His-
torical Docum ents ... , vol. 2, p. 124.
5Y Visitó El Zape, Santa Catalina, Papasquiaro, Capinamaíz, Milpillas, Guarizamé, San 62 "Papeles del Almirante Mateo de Vesga", én C. W. Hackett, His iorical Docum ents ... . v.
Francisco del Mezquital, San Francisco de Ocotán, San Simón, Mapimí y otros m ás: ibid. 2, p. 14 0 .
60 !bid. , p. 124. 6
-' Idem .
61 !bid. , p. 130. 64 Idem .

322 Sal va dor Al v ar e z T o b osos e n l a c u e n ca d e l r ia C o n c h os 323


completo refractarios a su incorporación a la sociedad española y en esta- ramos si durante ese periodo en particular los toboso·s estaban siendo uti-
do de guerra permanente: hemos visto que no fue así. Había, en cambio, lizados también para explotar las salinas de las llanuras orientales de la
otros grupos en esa época que eran considerados como mucho m ás peli- provincia, o si se estaban practicando nuevas capturas o pacificaciones de
grosos y terribles que los tobosos, en particular los civilizados y sedenta- tobosos y demás indios para colocarlos en reducciones y haciendas, o si
rios tepehuanes, o bien los xiximes y los acaxees, y hasta los casi mesoa- simplemente todo se debió a los rigores del trabajo en ellas, pero el caso
mericanos indios de la provincia de Chiametla, eran más temidos que es que, en 162 7, nuevamente los indios de Atotonilco abandonaron su re-
ellos. 65 Notemos simplemente que, hasta la década de 1620I sólo dos ducción y, al igual que tres años atrás, se organizó una entrada contra
grandes grupos aparecen con sus nombres de manera sistemática en las ellos y fueron reducidos. Lo curioso de este episodio es que esta vez el en-
reducciones del río Conchos: los propios conchos y los tobosos, o con- cargado de llamarlos de paz fue el indio Alonso, quien ostentaba ei título
chos-tobosos, como se les lla·m aba también en ocasiones. Fuera de estos de "capitán de los indios conchos de la parcialidad de Atotonilco", 68 lo
dos, sólo de manera ocasional aparecen indios de otras "naciones" como cual muestra que seguía siendo considerada como reducción de conchos
asentados allí; recordemos, por ejemplo, a los nonojes, acoclames y xipo- y de tobosos . 6 9
cales, que aparecen después de las guerras de 1618, de los cuales lo único La nueva escapatoria y reducción resultó ser un episodio pasajero y
que se sabe es que los españoles decían que eran "sujetos" de los tobosos. durante los años siguientes los indios de Atotonilco incluso incrementa-
Difícilmente, sin embargo, pueden encontrarse en la documentación ele- ron su número: en 1630, el poblado había alcanzado ya los 200 ve~inos in-
mentos que permitan diferenciar claramente entre estos dos grandes gru- dios.?º Incluso en ese periodo se les llegaron a confiar a los tobosos labores
pos: conchos y tobosos. de guerra; en 1632, por ejemplo, salieron bajo el mando sus principales,
Desconocemos por desgracia el origen geográfico preciso de las enco- Alfonso y Álvaro (de los cuales no se sabe si eran tobosos o conchos), co-
miendas de tobosos y de los tobosos reducidos en Atotonilco• sólo se con- mo auxiliares de guerra en contra de los indios llamados '.'macames" (o
signa en la documentación de manera incidental que se tra;aba de gente conchos "masames", nombre de una encomienda de conchos del valle de
"de las sal_inas_", sin más precisión al respecto. Fuera de esta vaga alusión a San Bartolomé), de quienes se decía eran "vecinos" de los propios tobo-
su provemencia, tema que abordaremos más adelante, y del hecho de que sos.71 La apertura de las minas de Parral y las nuevas presiones que ello
portaban un apelativo distinto, muy poco distingue a los tobosos de los trajo aparejado para las sociedades indígenas locales n_o parecieron cam-
conchos de paz en la reducción de Atotonilco. La década de 1620 fue una biar demasiado esta situación, al menos en el corto plazo .. En 1635, por
época de expa_n sión para el sistema misional en la provincia; por todas par- ejemplo, nuevamente los tarahumaras y tepehuanes de San Pablo, San Ig-
tes en las reg10nes circunvecinas se creaban nuevos enclaves españoles y nacio, Las Bocas y demás misiones se alzaron y f_ueron derrotados, pero los
reducciones de indios, 66 y en Atotonilco igualmente se abrieron varias es- tobosos permanecieron tranquilos. Tan tranquilos parecían los tobosos en
tancias Y haciendas de granos y ganado en sus inmediaciones detentadas esa época que, en 1632, el gobernador Gonzalo Gómez de Cervantes, ante
en particular por antiguos mineros del real de Todos Santos1 cual había :1 la falta de sal que se vivía en el recién fundado y floreciente real del Parral,
prácticament~ desaparecido y todo indica que cuando menos algunos tobo- informaba que había salinas situadas a nueve días de ~amino de Parral, en
sos de Atotomlco pasaron a trabajar en ellas como encomendados. 67 Igno- términos de los territorios de "los indios tobosos que han venido de paz",
por lo que hizo llamar a sus principales y caciques, don Jacobo, don Pablo
65 y don Agustín, así como a Chaome, cacique de los nonojes, y a Mazate,
Para un relato de .la rebelión
. tepehuana de 1616 - i6i 8, ve' ase G u1·¡¡ ermo p arras M unoz,
- L
a
c que lo era de los "ococlames", para pactar un asiento sobre la explotación
frontera con los
· rnd10s de la Nu eva Vizca ya en el s1·glo xv11,
M ex1co, om ento u tura ¡
- · F ¡
Banam ex, 19 80, pp. 141-1 64; acerca de la provincia de Chiametla Salvador Álvarez de esas salinas. Los caciques escucharon el auto del gobernador al respec-
1 1
Chiam etla, un a provincia olvidada ... , en especial pp. 9_IO y 18 _22 _ to, y aceptaron gustosos su contenido, prometiendo
66 En 1624, por ejemplo, al mismo tiempo que en la parte oriental de la provincia se estaba
creando la reducción de San Felipe de Río Florido, m ás al sur se abría la de Santa María
de Cerro Gordo, con tepehuanes, y en el occidente surgían las mi siones de San Miguel de 68 AGI, Contaduría 925 1 Cuentas de la Real Caja de Durango.
las Bocas (en el propio río Florido), San Ignacio de Tarahumaras y Santa Cruz de Tepe- 69 Ese mismo año fue nombrado el indio Mateo de Atotonilco, capitán de la nación concha:
huanes: Chantal Cramaussel, La provincia ... , pp. 51-6o. ibid.
67
Adem ás de la ya citada encomienda de Tomás del Río, conoce el caso de la de Bartolomé 7° Guillermo Porras Muñoz, El nuevo descubrimiento de San fos é del Parral, México,
D elgado, quien pasó a ser encomendero de tobosos : Chantal Cramaussel, Sistema de rie- UNAM, Instituto de Investigaciones Históricas, 1988 1 pp. 33-37.
go ... 11 AGI, Contaduría 926 1 Cuentas de la Real Caja de Durango, 1632-16 34.

Sa l vado r Á l va r ez T o bo so s e n l a c u enca de l rio C onc ho s


que gustando su señoría ellos acudirían a su ti empo y con su ge nte a cogerla ber habido nahuatatos que les entiendan no se les ha podido hablar y llamar
y amontonarla y que podrán entrar con toda seguridad carros y rec uas a car- de paz. Hasta ahora pocos días ha que se tuvo ser de la lengua de los indios
gar y al tiempo de la cosecha se les ll eve bastimento para que coman y se les del pueblo de San Miguel, y dicen los indios de este pueblo haber salido y
pague su trabajo, porque con puntualidad acudirán cada año a servir a su ma- procedido de aquella provincia; entiende se vendrán todos de paz con facili-
gestad en esto .. . Y los dichos caciques aceptaron el dicho asiento y prom etie- dad por las lenguas y hay tanta cantidad de gente que según dice el nahuata-
ron de cumplir lo qu e tienen ofrecido con lo cual se despidi eron de su señoría to, habrá tantos como en Tlaxcala, e dan por noticia estar no muy lejos de la
del dicho señor gobernador.7 2 mar; es gente inhábil y desabida, porque no tienen sementeras de maíz ni
otras semillas y se sustentan con muy viles y bajos mantenimientos.74
Por el momento, el carácter relativamente pacífico y cooperador de los to-
bosos no parecía despertar demasiadas dudas entre los españoles. Al des- Ya tan sólo en esta corta cita encontramos elementos que serían difíciles
pedirse, los caciques entregaron incluso varias cabelleras de indios rebel- de integrar a un reporte etnográfico o etnohistórico. Por ejemplo, la afirma-
des que se hallaban quizá en sus tierras. De toda evidencia, la situación no ción de que los indios al norte del Nazas eran "numerosos", puede resultar
era. del todo pacífica, pero tampoco puede decirse que de urgencia extre- aceptable, en la medida en que otros muchos documentos y los prnpios
ma. Habría que esperar todavía varias décadas para que esta situación co- acontecimientos así lo confirman. Pero si bien, por la misma razón, la fra-
menzara a cambiar de rumbo y para que comenzara a aparecer otro tipo de se de que eran "tantos como en Tlaxcala" podría tomarse como un simple
toboso, que no es necesariamente el mismo que hemos descrito hasta recurso de lenguaje, en realidad allí el asunto ya no es tan sencillo. No po-
ahora, y que denominaremos, a falta de otro término mejor, el toboso demos dejar de lado que, unas líneas antes, el franciscano dice haber tenido
de guerra. noticias, supuestamente por medio de un nahuatlato, de que estos mismos
indios "dicen haber venido y procedido" de la provincia de San Miguel, es-
LOS AGRICULTORES DE PAZ
to es, de San Miguel de Culiacán, añadiendo que su lengua era la misma
que se hablaba en aquel lugar. Si realmente le quisiéramos atribuir la cate-
Valdría la pena hacer un alto en el camino para ver si a partir de la docu- goría de "informante" a Juan de Miranda, lo menos que se podría decir es
mentación existente acerca de estas primeras décadas de contactos es posi- que resulta un testimonio bastante curioso desde el punto de vista etnográ-
ble identificar de qué tipo de sociedad provenían estos tobosos. Si nos limi- fico y filológico. Pero en realidad tampoco éste es el asunto; no olvidemos
táramos tan sólo a lo que podríamos llamar fuentes de "primera mano", que hacia la década de 1570 todavía se hablaba con frecuencia de Culiacán
esto es relatos de época, y de preferencia presenciales, lo primero que ve- como el posible lugar de origen de los aztecas, por lo que no es de extrañar
mos en ellos es que sólo disponemos unas pocas, breves y escuetas descrip- que el franciscano identifique la procedencia de los indios de lo que era el
ciones de la región de los _tobosos y que son básicamente las mismas que norte ignoto de ese tiempo con Culiacán, obviamente no a partir de lo que
tocan a los conchos. Sin embargo, el punto más importante no se encuen- los indios "le dijeron", sino de su propio saber. La alusión a que había tan-
tra allí, sino en cómo esos textos han sido construidos. Sin querer entrar en tos indios "como en Tlaxcala" bien puede colocarse en el mismo registro:
demasiadas honduras a este respecto/3 citemos simplemente como ejem- tan sólo ocho años después, Antonio de Espejo saldría en busca de un igno-
plo la célebre descripción de Juan de Miranda de 15 7 5, uno de las primeros to y riquísimo reino septentrional, al cual bautizó justamente como la
textos de primera mano que se refieren al río Conchos. En ella se dice: Nueva Tlaxcala. Juan de Miranda, igualmente, no hace sino poner su grano
de arena en la cuestión del tamaño del continente hacia el norte, cuando
llámanle el río de las conchas y a ésta causa, llaman a los indios que en él de su propio peculio, o por medio de un "nahuatlato", hace decir a estos in-
hay, de las conchas; hay grandísima cantidad de indios a los cuales por no ha- dios que sus tierras se encontraban "no muy lejos de la mar": como sabe-
mos, lo estaban, y mucho. Ante todo esto, resulta difícil darle su lugar a la
72 Asi ento con los tobosos sobre unas salinas, en Guillermo Porras Muñoz El nuevo descu-
brimiento ... , p. 226, apéndice 3. ' afirmación de Miranda acerca de que los indios de esa región erari gente
7
3 Para una profunda discusi ón ~cerca de la construcción de los textos sobre los indios en el
tan "inhabil y desabida" que ignoraba el uso de cualquier semilla, en espe-
periodo colonial, véase Guy Rozat, Indios imaginarios e indios reales en los relatos de la cial sabiendo que Miranda nunca recorrió esos territorios.
conquista de México, México, Tava Editorial, 1993. Del mismo autor, sobre los textos je-
suitas n orteñ os, Apaches Y jesuitas: cuentos y recuentos, México, Universidad Iberoa- 74 Relación hecha por Juan de Miranda, en Joaquín Pacheco, Francisco de Cárdenas y Luis
m erican a, en prensa. Torres de Mendoza 1 Coleccion de documentos ... , vol. 16, p. 569.

Sa lv ador Álvarez Tobosos e n la c u e nca del río Conchos


Contrastemos entonces el relato de Miranda con otro, proveniente de No hay mucho más que decir respecto de lo arriba señalado. Los tex-
una de las primeras expediciones que remontaron el río Conchos la de tos del siglo xv1 norteño son especialmente parcos en cuanto a descrip-
Antonio de Espejo, en 1583, quien describió de la siguiente maner~ a sus ciones de indios; de imágenes, ni hablar: simplemente no existen. Lo arri-
habitantes: ba citado es prácticamente lo único con que contamos como descripción
de los conchos en el xv1. En cuanto a los tobosos, la situación no es me-
hallamos que se sustentan de conejos, liebres y venados, que cazan y hay en jor; disponemos solamente de una anotación de Espejo, quien menciona
mucha cantidad Y de algunas sementeras de maíz y calabazas y m elones de lo siguiente sobre un punto no muy lejano de la confluencia de los ríos
Ca st illa Y sandías, que son como melones de invierno que siembran labran y Conchos y Bravo: "salimos de esta nación [de los pasaguates] y a la pri-
cultivan; Y de pescado y de mascales que son pencas de lechuguilla.75 mera jornada hallamos otra gente que se llaman los jobosos"; es todo.77
Durante el siglo xv11, fuera del ámbito jesuita, los españoles prácticamen-
Como puede verse, existe una gran diferencia entre la opinión de Espejo te no mostraron interés alguno en describir a los indios; la época de los
Y la de Juan de Miranda. En realidad ya otros autores anteriormente han grandes relatos de expediciones y conquistas había quedado atrás, y du-
comentado e~te punto en particular, remarcando el relativo valor que rante este siglo, lo poco que sabemos acerca de cómo vivían los indios en
con frecuencia hay que otorgar a este tipo de relaciones. Miguel Othón su propio medio proviene de cortos y escuetos comentarios, simples ano-
de Mendizábal, por ejemplo, recordaba que mientras en la relación de taciones dispersas en un mar de documentación diversa. Ésta es, en el
Pe?ro de Bu_stamente . y Hernando Gallegos, soldados de Chamuscado, fondo, la razón por la cual los etnohistoriadores han preferido o intentado
qme~es habla~ recorndo el mismo territorio tan sólo un año antes que reconstruir los caracteres culturales de los grupos indígenas norteños a
Espe¡o, se decla que los habitantes del Conchos eran "chichimecas des- través de elementos indirectos, complementados con lo que podría pare-
nud~s, que _se mantienen de raíces y otras yerbas del campo". A un año cer un adecuado marco teórico de referencia.
de difere_nc~a, nos dice Mendizábal, otra expedición da una versión por Después de lo expuesto anteriormente, podemos regresar al tema de
entero d1stmta de la m · •, cuál fue la situación, dentro de la sociedad española, de este grupo que ha
b isma cuest10n Y argumenta que probablemente
ahm as descripciones fueran correctas en lo fundamental salvo por el he- sido caracterizado como típicamente cazador-recolector, en este caso, los
e O de _ que , quizás , uno s Y otros h u b1eran º '
pasado en épocas diferentes tobosos, y hasta dónde tal caracterización es en efecto sustentable. Un pun-
d e1 ano y prese e· d d ' · • .
. n la o 1stmtas act1v1dades estacionales: recolecta de to de partida que nos parece esencial es que por desgracia desconocemos el
f
Arutos silvestres por u n 1a d 0 , cm•da d o d e cultivos . y pesca, por el otro.76 origen geográfico de los primeros tobosos que fueron asentados en la enco-
?ºternos al respecto, que la descripción de los conchos que dejó Diego mienda de Tomás del Río, y en Atotonilco poco después. Si realmente, co-
P erez de Lu1·án a O - d . .
, , , e mpanante e EspeJo, deJa pensar que Mendizábal te- mo es lógico suponer, ya que era lo normal a principios del siglo xvn, se tra-
ma razon Segu' n t · taba de gente que provenía de las cercanías de la propia misión, lo más
· es e experimentado cazador de esclavos bien acostum-
b ra do a esos para¡·es 1 · d · d , . '
. , os m 10s e por alh practicaban la pesca y la caza problable entonces es que conocieran en algún grado la agricultura, lo cual
a1 tiempo q 1 · b ' explicaría su relativamente rápida adaptación a la forma de vida que se les
, . ue cu tiva an maíz, calabazas y melones e incluso añade que
esto ultimo lo ha , . '
. Clan en terrazas aleJadas del río, por temor a las inunda- impuso allí. En realidad, no existen razones documentales para confinar a
c10nes. Vale la pena dest b., , los tobosos a un ámbito geográfico restringido y sobre todo tan restrictivo
. . acar tam 1en que Perez de Luján quien tenía
entre sus mdrns de ser · · '
, v1c10 ese1avos capturados en esa región comenta- como lo es el interior del Bolsón de Mapimí y hacer de ellos, por lo tanto,
b ª que solo dos lenguas se h bl b '
a a an a 1o 1argo de la cuenca del río: la cazadores-recolectores "puros": no es en este ámbito donde se mueven los
concha 1 desde 1 · · d
. d ª provmcla e Santa Bárbara, hasta cerca de la confluen- tobosos históricos. La misión de Atotonilco se encontraba a unos r 5 ó 20
cia e1 Conchos con el Brav 1 'l ll , km del valle de San Bartolomé, casi en la confluencia del río de este nom-
, o, Y a que e amo patarabuey en la junta de
esos d os nos· un testimo · ¡· • • '
· mo va 10so, vm1endo de un buen conocedor del bre y el Florido, del cual es uno de sus principales afluentes. El Florido nace
terreno.
en la sierra de Santa Bárbara, desde donde toma un breve curso hacia el sur,
para después torcer en dirección del noreste por unos roo km hasta la con-
75
Relación de Antonio de Es · J , fluencia con el río de San Bartolomé, muy cerca de donde se encontraba la
d M d pe¡o, en oaqum Pacheco, Francisco de Cárdenas y Luis Torres
76 e_ en oza'. Coleccion de documentos ... , vol. 15, p . 124. misión de Atotonilco; luego se dirige hacia el noroeste, hasta reunirse con
Miguel Othon de Mendizáb 1 ¡ fl .
Th C . ª' n uencw de la sal... , p. 107. Ver igualmente Ralph L. Be-
a1s, e omparat1ve Ethnology .. ., p. 99 _ 77 Relación de Antonio de Espejo ... , p. 12 5.

Salvador Álvarez Tobosos en la cu e nca d e l río Conchos 329


el Conchos unos 120 km más adelante. Atotonilco se encontraba enton- durante sus primeros años se detuvo en el corto plazo, lo cual limitó las
ces, sobre uno de los puntos más orientales de la cuenca de este río,' que de posibilidades de este poblado como factor de colonización, pese a que era
alguna manera marca un límite entre las estribaciones del Bolsón de Mapi- uno de los mayores del norte novohispano. 82
mí propiamente dicho, hacia el este, y la cuenca del Conchos y el sotomon- También podría argumentarse que la ferocidad e insumisión de los
tano de la sierra Madre Occidental, hacia el poniente. indios de esa región, en especial los tobosos, fue la que frenó el estableci-
Se trata pues de una zona, por así decirlo, de transición entre esos dos miento de los españoles en ella. Pero la falta de pobladores españoles no
grandes conjuntos geográficos, hecho que debe ser tomado en cuenta a la fue una característica propia del bajo río Florido; la tarahumara tampoco
hora de intentar una caracterización de los grupos indígenas que la habita- se colonizó durante el siglo XVII, pese a su mayor fertilidad y a estar po-
ban. Aunque la pluviometría y la vegetación son poco más o menos las blada por "agricultores incipientes". El hecho, en suma, es que durante
mismas hacia una u otra banda del Florido, la diferencia consiste en que todo el siglo XVII, e incluso mucho más allá en el tiempo, prácticamente
quien se dirigiera hacia el Bolsón, a partir de Atotonilco, no encontraría toda la parte oriental del río Florido y sus alrededores permaneció como
ninguna corriente de agua permanente en muchos cientos de kilómetros, y tierra de indios. No existe ninguna indicación válida para afirmar que los
en cambio, a tan sólo una veintena de kilómetros hacia el poniente se to- "tobosos", y en especial los que se asentaron en Atotonilco durante la
paría con el río del Parral, o San Gregario. En contraste con el curso del río primera mitad del siglo XVII fueran gente que proviniera o habitara exclu-
San Bartolomé, el cual se pobló desde épocas muy tempranas, 7 8 la ocupa- sivamente en las tierras situadas al oriente del curso del Florido, y que
ción de la franja oriental del río Florido fue más lenta y tardía. Río abajo de evitara, por alguna razón misteriosa, asentarse sobre sus riberas, o en los
~totonilco, los dos asentamientos españoles más importantes eran las ha- territorios situados al oeste de las mismas. Es claro que es allí, sobre el
ciendas de La Concepción y la llamada justamente de Río Florido. 79 Río río, donde existían mayores posibilidades de que la población indígena
arriba, en cambio, entre Atotonilco y San Francisco de Conchos los asen- fuera un tanto más densa, y que allí se dirigirían preferentemente los es-
tamientos español~s fueron mucho más tardíos. 80 Las razones q~e pueden pañoles en busca de gente para sus establecimientos. La historia tempra-
evocarse para explicar lo tardío del poblamiento de esta zona son múlti- na de los tobosos nos habla de gente a la que, al igual que a los con.chas
ples, pero la ~ás importante es, sin lugar a dudas, la lentitud con que lo- del curso mayor del río, les eran familiares, tanto las labores agrícolas en
graron consol~da~ sus endebles demografías los asentamientos de españo- pequeña escala, como la caza-recolección en las tierras del interior, tanto
les de la provmcia. Como bien lo ha demostrado Chantal Cramaussel en del Bolsón como del sotomontano de la sierra Madre, sin que pueda irse
lo~ poblados Y haciendas de españoles de ese periodo, los indios que co~sti- mucho más allá en cuanto a precisiones. De hecho, los propios españoles
tu~an_ la mayor parte de la población presentaban tasas de reproducción no establecieron, cuando menos en épocas tempranas, diferencias que ha-
pracucamente nulas, e incluso desaparecían con celeridad y esto necesaria- gan pensar en que existiera una distancia cultural notable entre conchos
me~te ª~~ctaba de manera negativa la demografía del resto de los grupos y tobosos. Ambos sirvieron desde épocas muy tempranas en haciendas de
sociales. Por otro lado, el fulgurante crecimiento que experimentó Parral españoles y, lo que es más importante, en reducciones con gobernadores
y caciques en común; lo más que se percibe es que la lengua tobosa no
78
Chanta! Cramaussel, La provincia ... , pp. 19 _26 _ era exactamente igual a la de los conchos de otras regiones, aunque com-
7Y L , d b
os ongenes e am as pueden fecharse hacia la década de 1620: Archivo Histórico de Pa- prensible para aquéllos.
rral,
·
Microfilms
.
UTEP 1 1664b· Test
, • amentana - d el cap1tan
· , Andrés del Hierro. Es probable Dos veces durante las primeras dos décadas de su existencia, se entre-
que surgieran alh como consecuenci ·
. , . ª Justamente d e ¡a creación · de la reducción de San
garon aperos de labranza para los indios de Atotonilco, y lo normal era
Felipe de R10 Flondo, en 1624: Chanta! Cramaussel La · ·
so F d h . , provmcw .. ., 1990, p. 56. que los habitantes de este tipo de reducciones vivieran del producto de
uera e 1as aciendas
. . de San Francisco de Conchos, ¡a umca - · h acien
· d a importante
· de
que tenemos noticia en esa parte del río es la de San Anto mo · de ¡a Enrama d a (o d e l a Ra- sus propias tierras, como fue el caso del pueblo de indios de San Bartolo-
mada), la cual existía a principios del siglo xvm y que
· d d S
t ·, ¡ d - d ¡ h
per enec10 a os uenos e a a-
mé y, salvo demostración en contrario, también de los de Atotonilco. No
,,cien a ,, e anta María de Atotoniko-
, '. an t es d e esa fec h a aparece unicamente
- · como se tienen referencias, por ejemplo, de que los franciscanos solicitaran a
pue st o · ~n 172 8 pertenecia a Amomo Y Gertrudis Rodela, dueños de la hacienda de las autoridades españolas algún tipo de estipendio para el sostenimiento
Santa . Mana de Atotomlco: Archivo Histórico de Parral , M'1cro¡·¡ 1 ms UTEP, v·1s1tas
· d e ¡as
haciendas de Valle de San Bartolomé , 1728 · Ma' s tarde , la Enrama d a paso- a manos d e Jo-
seph de Berroterán, capitán del presidio de Conchos. 82 Salvador Álvarez, "Minería y poblamiento en el norte de la Nueva España. Los casos de
81
Chantal Cramaussel, "Haciendas y mano de obra en Nueva Vizcaya: el curato de Parral", Zacatecas y Parral", en Actas del I Congreso de Historia Regional Comparada, Ciudad
Trace, núm. 15, 1989, pp. 23-24. Juárez, UACJ, 1989 1 pp. 133-134.

330 Salvador Álvar e z Tobosos en la cu e nca del río Conchos 331


de la reducción de Atotonilco, tal como sucedió, por ejemplo, con los La propuesta de William Griffen de privilegiar el territorio como cri-
guachichiles en el siglo anterior, de modo que, de grado o de fuerza, los terio de diferenciación de los grupos étnicos norteños, sin dejar de ser in-
tobosos tuvieron que cultivar sus tierras. 8 3 Por otro lado, recordemos teresante, sólo sería válida si se pudiera demostrar que estos grupos de algu-
igualmente que en los documentos de 1621 y 1624 se afirma explícita- na manera permanecieron fijos sobre espacios territoriales bien definidos.
mente que los tobosos eran asentados en Atotonilco para trabajar en las El hecho, por ejemplo, de que en la documentación se catalogue a los to-
cosechas del valle de San Bartolomé. De una u otra forma, todo lo ante- bosos como habitantes "de las salinas", no añade, en realidad, gran cosa
rior nos indicaría que los tobosos no desconocían por completo el trabajo al conocimiento que se tiene de ellos. El asiento supuestamente acorda-
agrícola. Cierto, puede argumentarse que los tobosos pudieron aprender a do en 1632 entre los tobosos Y el gobernador Gómez de Cervantes ejem-
servirse de implementos agrícolas a través de un cierto proceso de "acul- plifica perfectamente cómo los españoles sistemáticamente intentaban
turación". Sin embargo, semejante hipótesis, más que ser una explica- atraer e incluso establecer hacia las salinas o sus inmediaciones. Se sabe
ción plantearía un problema; habría que explicar, por ejemplo, por qué es- que tanto las sociedades de agricultores incipientes, como las de cazado-
tos habitantes del bajo río Florido ignoraban por completo el uso de res-recolectores, de una u otra manera explotaban diferentes clases de de-
semillas, mientras que sus vecinos, a unos cuantos kilómetros, sí se ser- pósitos de sal para proveerse de ella y los tenían en general como territo-
vían de ellas; igualmente habría que preguntarse de qué modo individuos rios de recorrido, mas no de residencia; incluso los recolectores más
que durante milenios sólo habían conocido la caza y la recolecta se con- recalcitrantes se resistirían a establecerse en un medio de halófilas. 8 5 El
virtieron en agricultores en menos de una generación. hecho de que los españoles hablen de los tobosos, o de los salineros, en
Por otra parte, también es un hecho que los españoles consideraban a su caso, como de "habitantes de las salinas", no debe desorientarnos: lo
los conchos y a los tobosos como pertenecientes, si no al mismo grupo, a más que eso significa es que se trataba de gente que habitaba no dema-
grupos afines entre sí. Los tobosos siempre compartieron la reducción de siado lejos de esos depósitos, pero nada más. Cabe insistir en que el tras-
Atotonilco con los conchos propiamente dichos, e incluso tenían autori- lado de indios hacia las salinas fue una constante en todo el norte novo-
dades indias en común. En todo caso, todo indicaría que para los españo- hispano. Aunque es cierto que la sal fue un estanco de la corona desde el
les que los congregaban allí, la característica que diferenciaría a los tobo- siglo xv1, de acuerdo con reales ordenanzas de 1609 y 16 3 3 la explota-
sos de los conchos era en primer lugar la región que habitaban y quizás ción de salinas menores fue oficialmente tolerada por la corona españo-
en segundo lugar, su lengua. El aspecto físico, y sobre todo, característi- la, siempre y cuando los gobernadores y audiencias no dictaminaran algo
cas cultu~ales tales como el modo de obtener su subsistencia, no parecen en contrario. 86
haber temdo gran peso en este caso. En 1619, por ejemplo, en el curso de
una expedición por el bajo río Conchos, sobre el camino real del Nuevo Rs Como es bien sabido, en medios continentales desérticos y semidesérticos, las salinas se
forman fundamentalmente por efecto del rodamiento de las aguas de lluvia, las cuales se
México, el gobernador Mateo de Vesga anotaba que los conchos de esa re-
depositan en zonas bajas y cerradas, donde la poca pendiente y el consiguiente estanca-
gión eran difíciles de combatir, pues en tiempos de guerra abandonaban miento facilitan su evaporación, lo que produce la sedimentación de las sales contenidas
sus asentamientos para dedicarse a la caza, la recolección y la pesca. 84 És- en ellas, las cuales se acumulan en la superficie. Si bien en general las plantas de medios
te es probablemente 1:1no_de los primeros testimonios de su tipo, acerca desérticos y semidesérticos han desarrollado adaptaciones para tolerar aguas más carga-
de los con~hos co~o md10s de guerra, y es una descripción que perfecta- das de minerales que las de otros medios naturales, sólo plantas muy especializadas, las
mente podia enca1ar con la de cualquier otro grupo de la región y en parti- halófilas, pueden vivir en las salinas propiamente dichas, e incluso más allá de un cierto
cular con los tobosos. grado de concentración, éstas también mueren por intoxicación: Jean Demangeot, Les
milieux naturels désertiqu es, París, Éditions SEDES, 1981, pp. 74-75 Y 129-137 .
86 Mendizábal, op. cit., p. 116: cita la Ley xm, tit. 33 de la Recopilación de Leyes de Indias,
8 una orden de Felipe III en Madrid a 31 de dic. 1609: "porque tocan y pertenecen a nuestra
Según las cuentas de la Caja Real de Durango, el convento de San Bartolomé recibía du-
3
rante el periodo en cuestión un estipendio anual de la Real Hacienda de 500 pesos ele oro regalía, se reconoció, que resultaba daño y se suspendió esta resolución y dejó libre el uso
común, para el sostenimiento de dos frailes; tal como se consigna en páginas anteriores, de la sal como antes estaba" . Otra de Felipe IV en Madrid a 28 de marzo de 1632 : "porque
dos veces se entregaron aperos de labranza para las reducciones del valle de San Bartolo- después pareció que habrá salinas en que sin perjuicio de los indios y dificultades en su
mé, esto es en 1604 y 1612 : AGI, Contaduría 925, Cuentas de la Real Caja de Durango, administración se podía proseguir y guardar el dicho estanco por la utilidad Y aumento lí-
1604-1612. No se tiene noticia alguna de que los labradores de San Bartolomé hubieran cito que de él resultaría a nuestra Real Hacienda y se: puso en las que fueron a propósito
entregado granos, carne o algún otro producto para el sostenimiento de ninguna de las para ello, mandamos que en estos y todos los que pareciere a los virrey y presidentes, que
dos reducciones. puedan ser de utilidad y que no resultaren graves inconvenientes a los indios se ponga Y
s.i William Griffen, Culture change .. ., p. 39 . guarde el dicho estanco y que en las demás no se haga novedad".

332 Salvador Álvar e z Tobo s os en la c u e n c a d e l río Concho s 333

A
El trabajo en las salinas era, sin lugar a dudas, uno de los más pesados tiempos de paz, donde, aunque de manera muy somera, se describe la
Y desgastan tes de los que ·se asignaban a los indios en el periodo colonial ubicación de una salina en. territorio toboso y resume además muchos de
quiza sólo comparable al trabajo en los morteros de las haciendas de mi~ los elementos anotados arriba acerca de sus vínculos con el resto de los
nas Y beneficio, o incluso peor. Desde el siglo XVI, en todo el septentrión conchos y con los españoles. Afirmaba el capitán Galiana que a cosa de
novohispano, el envío de indios en grandes números a las salinas fue tres días de camino, hacia territorio de los tobosos, se hallaba una gran la-
constante y una gran fuente de conflictos y guerras. 8 7 Era común en la guna salobre de una legua de longitud, en la cual todos los años, por eso
Nueva Vizcaya la explotación de las salinas por parte de particulares; las de semana santa, cuajaban grandes cantidades de sal. Como era costum-
de Chiametla, por ejemplo, fueron explotadas de ese modo cuando me- bre, se hizo llamar a indios principales para que cumplieran con la labor
nos d es d e 1575, 88 Y desde 1590 por cuenta de la corona. 89 Fuera'
de las ci- de llamar y asentar a los aborígenes comarcanos y organizar el acarreo de
tadas arriba, el resto de las salinas, grandes y pequeñas, que existían en la sal. Fue convocado para ello un grupo por demás interesante de caci-
las gobernaciones de la Nueva Galicia y la Nueva Vizcaya, fueron traba- ques conchos-tobosos: don Ambrosio, gobernador de los conchos; don
jadas tod~s, por medio de particulares . Sus costos de transporte, aunados Juan Citlali, de nación concha y gobernador de Atotonilco, quien era ade-
a _su relativa rareza, hacían de éste un producto relativamente caro, espe- más intérprete en lenguas mexicana y tobosa; don Francisco Bareta, indio
cialmente para los mineros que lo necesitaban en grandes cantidades y de toboso que era además gobernador de los conchos, e intérprete en las dos
allí ~l permanente interés por explotar depósitos cercanos y con indios lenguas; dos capitanes de los tobosos los acompañaban: uno de ellos era
proprns. Para la provincia de Santa Bárbara, se sabe que distintos depósi- Juan Jacobo, hijo de aquel Jacobo que había reunido a los tobosos en 1621
tos de cuencas endorreicas fueron localizados y explotados desde el siglo y en 1624, y el otro era Esteban. Juan Jacobo fue enviado por delante para
XVI, en la parte norte del altiplano, primero con indios tepehuanes a los convocar a los tobosos y demás naciones de por allí, mientras el campo se
cuales debido a ello se bauti· zo' c orno 11 sa ¡in
· eros" 9° y mas
, tarde con 'otros
trasladaba con toda su impedimenta. Ya sobre el sitio el capitán Galiana
entre ellos los tobosos. ' '
con los caciques conchos y tobosos, poco a poco fueron llegando (semen-
ciona que a días de intervalo, aunque no se dice cuántos) varios grupos de
LOS TOBOSOS DE LAS SALINAS
indios comarcanos con sus capitanes de nombre don Chamico, de quien
curiosamente se dice que también era de nación: don Agustín de nación
En 16 39, siete años después de aquel primer "asiento" acordado con los tobosa, Baguame y don Francisco de nación ocome, así como otro ocome,
tobosos por el gobernado G , d e
. . r omez e ervantes, un capitán de nombre pero que capitaneaba "a la nación nonoje y toda su chusma"; también se
Diego Gahano se presento' n uevamente ante esa mstancia
· · (Francisco
· Bra- presentaron allí otros "muchachos tobosos y de otras siete naciones" .92
vo de la Serna ostentaba el d · · De acuerdo con el documento el encuentro fue pacífico; llegaron entre
. . cargo e manera mtenna), para informarle del
descubnmiento de una nueva salina, que él llamó Santa María de los To- quinientos y seiscientos indios, a los cuales el capitán Galiana agasajó,
bosos.91 El que se reseñ · .,
a a contmuac10n es uno de los raros textos de con ropa y comida,93 y los conminó a que "como leales vasallos de su
magestad han de ayudar al beneficio de la sal y han de ayudar a l~s espa-
87
En la Nueva Galicia por ejempl 0 , d ñoles".94 Como en ocasiones anteriores, los convocados aceptaron de
. ' , a ra1z e 1a apertura de las minas de Zacatecas se abrie-
ron l as sa l mas de Peñol Blanco 1 .
. . . . . , as cua 1es pertenecian a la corona y fueron trabajadas en buen grado la propuesta, diciendo que sólo "les pesaba que no hubiera sal
un prmc1p10 con mdios zacatec h' h' .
1
guerras y a colapso demográfico q
os Y guac 1c iles; sm embargo más tarde debido a las
f · ' '
en esta ocasión para ayudarles".95
. . _ ue su neron esos grupos, fue necesario llevar indios de Como suele suceder en ese tipo de documentos, las indicaciones ·so-
reg10nes 1e¡anas en numeras cada ve
. d.
d arse h as t a 400 m p z mayores: en 157 4, por ejemplo, tuvieron que trasla-
bre direcciones y distancias resultan bastante ambiguas, lo cual hace difí-
10s a eño 1 Blanco ·
. _ . , provementes de lugares como Jalpa, Juchipila, No-
ch1stlan, Teocalt1che y Tlaltenango para explota 1 . C d - d 1
.. d z ras. AGr, anta una 841, Cuentas e a
comprens10n e acatecas, 157 4 . los siguientes parágrafos se encuentra en "Descubrimiento de una salina", introducción
88
AGI, Guadalajara 35, Testamento de Feo de Ibarra pago 1 · · d l 1· d y comentario de Chantal Cramaussel, en Documentos de Parral de 1639. Textos de la
. · , a conces10nano e as samas e
Ch iamet 1a, 1575 . Nueva Vizcaya. Docum entos para la historia de Chihuahua y Durango, Chihuahua,
Histórico de Durango' Microfilms INAH , Roll o 1 5, c u en tas d e l a c a¡a
· Rea l d e
9
~ Archivo
. UACJ-UER, 1993, pp. 5-25.
Ch1ametla, nombramiento a Juan de Galarza como ad mm1stra
· · d or d e Ias R ea Ies s a 1·mas \1 2 !bid., p. 12.
d e Chiametla, r 59 r . \)] !bid., p . 16.
90
Ver el artículo de Chanta! Cramaussel en este mismo volumen . 94 !bid., p. 12 .
91
El d ocumento que narra e 1 d escu b nm1ento
· · de esta salina y al que nos refereriremos en 95 !bid., p. 13.

334 Salvador Álvarez


Tobosos en la cu e nca d e l río Conchos 335
r

cil la identificación del estanque salobre en cuestión. Según el capitán prenden de él para caracterizar el hábitat típico de estos indios. Se•dice en
Galiana y testigos que lo acompañaban, la salina se hallaba a tres días de el documento, por ejemplo, que algunos españoles habían comunicado al
camino de Atotonilco y a unas 50 leguas de Parral. De acuerdo con loan- gobernador que si los tobosos se hallaban en esa zona era porque andaban
terior, ésta debería ubicarse a unos 80 o, a lo sumo, 100 km de Atotonil- alzados de guerra, sobre lo cual Bravo de la Serna comentaba que no era
co, que es poco más o menos la distancia que podía recorrer en tres días así, sino que se hallaban allí "con achaque de ir a coger la tuna, que es su
un convoy con carros, impedimenta y ganado. La distancia, el tamaño del principal mantenimiento" _9 8
estanque y el derrotero hacia el sureste que parecen haber seguido los ex- Si, por un lado, se indica que en septiembre los tobosos recolectaban
pedicionarios, pueden hacer pensar que la salina se hallaba cercana a la tunas allí, por el otro se informaba también que era gente de las cercanías,
laguna de la Estacada, en los actuales límites de los estados de Chihua- conocedora de la vida española, e incluso de la agricultura. Uno de los caci-
hua y Durango. 96 Sin embargo, existen otros elementos en el documento ques locales llamado don Cristóbal informaba que era bautizado y, por su
que parecen indicar que la salina se hallaba no al este, sino al noreste de parte, Juan Jacobo y Juan Citlali ofrecían que los tobosos reunidos allí se
Atotonilco. En una sorprendente declaración, el alférez García Ortiz de establecerían en San Felipe, siempre y cuando "les diesen tierras para
Saavedra afirmaba lo siguiente: sembrar y ministros que los doctrinasen" _99 Como pudimos darnos cuen-
ta, todavía en esa época era posible para los españoles sacar indios en
Y de oídos sabe este testigo que delante de la dicha salina, como cincuentas grandes números de zonas relativamente cercanas a sus propios asenta-
leguas poco más o menos, está la provincia de los caciques, gente política, mientos. Incluso el gobernador Bravo de la Serna pensaba que sería posi-
que viven en pueblos formados y andan vestidos y ti enen mucha grana y mu- ble hacer de todo aquel territorio que iba de Atotonilco hasta la Provincia
chas vetas de metal de plata, semillas y ganado de Cíbola, según relación que de los Caciques, esto es, hasta la Junta de los Ríos, una nueva provincia,
a este testigo le dieron en el Río del Norte unos indios y en esta provincia la "no mucho menor que la tarahumara, si bien algo más dificultosa por ser
hay por tradición de personas antiquísimas que habían estado en ella y ofre- la gente más cabilosa e inquieta, pero con trazas y buenos tratamientos
ciéndole a don Gaspar de Alvear y Salazar gobernador y capitán de este reino parece que se pueden reducir". 100 Esto no quiere decir que aquella zona
mucha cantidad de avío para esta jomada.97 hubiese permanecido pacífica hasta entonces, lejos de eso, era un territo-
rio que había sido recorrido por cazadores de esclavos, o de cautivos, co-
Est ~ misterioso_"reino de los caciques", situado en el río del Norte, no mo se prefiera, por casi un siglo ya y continuaba siéndolo, "como lo re-
po~ia ser ~t~o smo la p~ovincia de la Junta de los Ríos, cuyo esplendor se cordaba el cacique toboso don Agustín, quien relataba cómo él ni toda
veia magmficado en la imaginación del alférez. Si realmente la laguna se su gente, no había salido antes porque los capitanes españoles que habí-
hallab_a e~~onces a medio camino entre Atotonilco y la Junta de los Ríos, an entrado en esta tierra era a hacerles mal y a quitarles sus hijos y mu-
e st o sigmficaba que esta parte del territorio toboso se hallaba no propia- jeres". 101
mente en el Bolsón de Mapim'1, sino · a 1 norte d e1 mismo,
· · ·
en los terntonos
que caen sobre la banda sureste del río Conchos. Esto reforzaría la idea EL NACIMIENTO DEL TOBOSO DE GUERRA
esbozada anteriormente acerca de los vi' nculos d e vecm · d a d geogra'f'1ca y
cultural que existían entre esos grupos que los espano - 1es cata1ogab an co- Describir a los tobosos de la primera mitad de ese siglo como relativa-
mo tobosos o conchos-tobosos
. , como los hemo s ama d o aqm,, y 1os que
11 mente pacíficos o, cuando menos, no más belicosos que cualesquiera
11 ama b an propiamente conchos Y
• a sea que 1a 1aguna se situara
· al sureste otros, puede parecer un tanto forzado, una especie de esfuerzo por reivin-
o .al noreste
. de. Atotonilco ' el hecho es que er a gente que a ita b a a una
h b' dicar el buen nombre de los tobosos, sobre todo a la vista de lo que los
distancia relativamente corta del río Flori'do·. unos oc h enta o cien · lu·¡ o-
- propios españoles escribieron acerca de ellos en la segunda mitad del si-
metros, no más. Con todo y que éste es uno de 1os d ocumentos mas , d1- º glo xvn. Sin embargo, es justamente allí, en lo que los españoles escribie-
rectos de que disponemos acerca de los tobosos , po cos e1emen t os se d es- ron en esa época sobre los indios de guerra; donde se encuentra uno de los

6
9 Ésta es la conclusión a la que llega Chanta! Cramaussel en ¡a m · t ro d uccwn
· - a¡ d ocurnen- 9~ !bid., p. 21.
to: ibid., p. 8; sin embargo, es necesario anotar que la de la Estacada es una laguna de 99 !bid., p . 17.
agua dulce. IOO !bid., p. 2 l ,

97 !bid., p. I 6. 10 1 !bid .. p . 13.

S alvador Álvar e z Tobosos e n la cu e n c a d e l r í o C o ncho s 337


problemas más arduos y complejos para el estudio de los indios norteños. amedrentadas a todas las circunvecinas, €J.Ue son entre otras, nonojes y aco-
En efecto, a partir del primer tercio del siglo XVII, poco más o menos, co- clames, con quienes están mezclados y emparentados y uno solo que capita-
menzaron a aparecer, con relativa frecuencia, largos, preocupados y sesu- nee basta para revolver diez reinos. La tierra que habita esta nación es frago-
dos informes que gobernadores, visitadores, curas y hasta simples particu- sa, estéril y sin aguajes y que no se puede trajinar si no es por la fuerza de las
lares dirigían al rey, o a sus instancias, acerca de los males que aquejaban aguas. 10 3
a los reales dominios, sus causas y las maneras de solucionarlos. Tenemos
así los informes de Diego de Medrana, Cervantes de Casaus, Nicolás de Los tobosos son, pues, una nación belicosa "por naturaleza", que nunca
Barreda y muchos más. 102 Desde luego para estos aspirantes a "arbitris- ha dejado de hacerle la guerra a los españoles desde que surgieron a la es-
tas", por llamarlos de algún modo, el tema de las guerras con los indios cena, y que resulta tan terrible que domina a sus mismos vecinos y pa-
ocupó un lugar primordial en sus disquisiciones. Les asistiera o no la ra- rientes; basta con uno de ellos para "revolver diez reinos", y su fuerza
zón, el hecho es que esta suerte de literatura se ha convertido, para el his- consiste en ser dignos habitantes de las tierras más secas y· fragorosas,
toriador del siglo xx, en un inagotable venero de imágenes, que de alguna donde toda persecución se hace imposible: ése es, punto por punto, el to-
manera compensa la ausencia de otros materiales más descriptivos y vi- boso y en general, el nómada que conocemos. Tan sucinta y directa resul-
vaces, en especial sobre los indios. ta esta cita que, tomada al vuelo, bien podría llenar el expediente de una
Sin tratar de restarles importancia, ni dudar de su utilidad, vale la pe- descripción etnohistórica no sólo de los tobosos, sino de casi cualquier
na decir que el uso de este tipo de informes como fuentes, por así decirlo, indio de guerra norteño, desde los guachichiles hasta los apaches y los co-
primarias, y aún peor, etnohistóricas, debería cuando menos tener en manches. Pero, por lo mismo, no deja de sorprender el contráste entre es-
cuenta que tras ellos subyace un orden discursivo cuya complejidad en te tipo de toboso fiero y terrible, y esos casi, diríase, "pacíficos" indios,
mucho se nos escapa. Sus vericuetos cronológicos y temáticos, el uso re- que en 1632 benévolamente prometían al gobernador salir todos los años
currente de imágenes cuasi literarias ligadas al carácter polémico y de- a cosechar la sal y entregarla a los españoles, todo en bien y para el servi-
mostrativo de los textos son otros tantos elementos, entre muchos más, cio de "su magestad": si no fuera porque en ambos casos se habla de to-
que un buen estudio del periodo debería incluir. Por lo pronto, resta el bosos, se podría pensar que no se trataba en realidad de los mismos in-
hecho de que muchas de las ideas que hoy nos hacemos de los indios del dios. De hecho, así es.
~arte novohispano fueron teñidas, y hasta forjadas, a partir de ese tipo de Desde el siglo xv1, los españoles siempre estuvieron en guerra con los
literatura o de documentación. Los tobosos, desde luego, formaban parte indios del Norte; sin embargo, en esta época de medidados del xvII se ha-
de ese escenario Y, aún más, se convirtieron en uno de sus elementos más ce ya sentir en este tipo de textos un muy marcado sentimiento acerca de
recurrentemente utilizados para explicar la supuesta ruina que se abatía la ruina inminente que se cernía sobre los reinos septentrionales, debido
s~bre lo~ reinos septentrionales. Tomemos un ejemplo. En r 660, el licen- a la acción de los indios de guerra. Desde luego, éste no es, ni' mucho me-
ciado D1~go de Medrana, cura de Durango, quien escribió uno de los in- nos, un sentimiento privativo del Norte, pero remarquemos que ni si-
formes más largos y detallados sobre las guerras con los .indios de la Nue- quiera la costumbre de tantos años de pelear con ellos aliviaba lo inquie-
va Vizcaya, fechaba la irrupción de los tobosos en el escenario de las tante de la situación. El propio Diego de Medrana argumentaba que su
guerras con los españoles hacia la década de r 620, en tiempos del gober- testimonio tenía como objeto prevenir que un buen día no se vieran los
nador Mateo de Vesga, y narraba el hecho de la manera siguiente: españoles ahogados por los bárbaros:

moviéronse mu.y a los fines <leste gobierno [de Mateo de Vesga] los tobosos, advierto sobradas razones para nuestro daño en todas estas naciones porque
que en ninguno [de los gobiernos subsecuentes] han dejado de dar muestras son bastantísimas las bárbaras del norte que cada día se convocan para per-
de su ferocidad Y belicosa naturaleza, que compite en valor con la guachichi- fecccionar la ruina de aquellos dos reinos. 104
la; siempre esta nación ha sido en poco número, más ha tenido sujetas y

1 2
º Respecto de los dos primeros, véase más adelante; acerca del tercero, Chanta! Cramaus-
sel, "Un projet de réductions indigenes pour la Nouvelle Biscaye. L'avis de Nicolás de 103 AGI, Guadalajara 68, Informe a Su Magestad por Diego de Medrana, cura <le Durango,
Barreda missionarie jésuite a San Andrés en 1645 11 1 en Alain Musset, comp., Hommage i66o. Citado igualmente en Guillermo Porras Muñoz, La front era .. .. p. 168.
ar ean Pierre Berthe, París, EHESS, en prensa. w-1 Idem .

S a1v 11 d o r Á 1v a r e z Tobo sos e 11 la cuenca del rí o C o n c h os 339


No era, desde luego, una actitud por completo irracional. En efecto, du- esto quedaban involucrados los salineros. Mientras tanto, al norte, fue-
rante la segunda mitad del siglo las guerras con los indios fueron am- ron muertos los misioneros de San Francisco de Conchos. Ante lo grave
pliando su ámbito geográfico hacia regiones antes pacíficas, por intoca- de la situación Juan de Barraza, por entonces todavía capitán del presidio
das. Pero de cualquier modo, es un hecho también que el registro de las de Santa Catalina de Tepehuanes, se trasladó a Atotonilco, para de allí
guerras alcanzó niveles de grandilocuencia nunca antes vistos, ni siquie- emprender una serie de entradas, en compañía del capitán Francisco
ra durante los peores y más sangrientos episodios de las guerras con los Montaño de la Cueva. Auxilados por un contingente de 200 auxiliares te-
guachichiles o los tepehuanes. Es por ello que quizá valga la pena ver más pehuanes y conchos, se enviaron partidas de guerra hacia la llamada sie-
de cerca cómo la guerra alcanza de manera más cercana a diferentes gru- rra del Diablo, donde se hallaban refugiados los fugados de San Bartolomé
pos indígenas, en este caso los tobosos y los conchos, durante la segunda y Atotonilco, y también hacia San Francisco y San Pedro de Conchos, pa-
mitad del siglo. ra recorrer después toda la parte baja del curso principal del río, así como el
Tomemos como referencia la entusiasta declaración de Bravo de la camino real de Nuevo México, alcanzando incluso la Junta de los Ríos. 1 rn
Serna por hacer de la zona de las salinas de los tobosos una nueva conver- Al final, no sólo los conchos fugitivos fueron pacificados, sino que curiosa-
sión, comparable a la tarahumara. Por buena que fuera la disposición de mente también los de regiones circunvecinas por las cuales habían pasa-
los tobosos por asistir a "cosechar" la sal, eso no podía durar. Nadie en su do las campañas punitivas, en especial los del bajo río Conchos, enlazo-
sano juicio podría esperar que algún grupo de indios (que éstos sean caza- na cercana a la Junta de los Ríos: fue por esta época, por ejemplo, cuando
dores o agricultores no tiene ninguna importancia en este caso) soportara los conchos-chisos y los conchos-julimes de esa región comenzaron a
por mucho tiempo el trabajo forzado en las salinas. Apenas un año des- aparecer en las reducciones de San Pedro y San Francisco de Conchos. 1 II
pués, Bravo de la Serna había mudado de opinión, para catalogarlos como Incluso, todavía al año siguiente, después de pacificada formalmente la
una de las naciones más aguerridas e indómitas del septentrión. ros En conchería, los españoles recorrieron el área de Casas Grandes en busca de
1641, en efecto, los tobosos de plano desertaron de Atotonilco, y una vez más indios que asentar. u 2
más "obligaron" a los estancieros del valle de San Bartolomé a irlos a La importancia de esta guerra podría sin duda medirse por el hecho
buscar y reasentarlos en su reducción. 106 Dos años después los mismos de que fue la primera rebelión generalizada propiamente dicha, que abar-
acontecimientos se repitieron/ 07 sin embargo, el hecho no afectaba tan caba a toda la conchería desde la década de 1620; pero más que esto toda-
sólo a los tobosos. Por todas partes había escapatorias, y la tendencia pa- vía, vale la pena anotar cómo una lectura, o quizá valdría mejor decir una
recía acentuarse: "venía al pueblo mucha cantidad de indios serranos reinterpretación etnohistórica de los escritos generados por ella, puede
conchos de paz gentiles", se decía en San Francisco de Conchos en llevar a contrasentidos flagrantes. Un ejemplo de ello lo tenemos en el
1643,rns Y un año después la reducción estaba vacía. Lo mismo sucedió asunto de las identidades étnicas. De acuerdo con los autos de pacifica-
en San Pedro de Conchos, desde luego en Atotonilco y en todas las ha- ción que los españoles ejecutaron al final de la rebelión, vemos cómo no
ciendas de San Bartolomé. rn9 Se trataba de una rebelión bien caracteriza- existía para ellos demasiada dificultad en calificar los alcances de esta
da.. En. la provincia de Santa Bárbara, los indios huían en todas direccio- guerra: era claro que se había tratado de un alzamiento general de la con-
nes, en especial hacia la sierra y las llanuras desérticas orientales, chería, con la participación de los tobosos; la entrada en escena de los sa-
perpetrando ataques en haciendas y sobre el camino real de Parral: con lineros no dio pie, por ejemplo, a que se les identificara étnicamente con
los salineros, ni mucho menos. 11 3 Ciertamente pueden encontrarse aquí
10
5 William Griffen, Culture Change ..., p. IO .
106
Archivo Histórico de Parral, Microfilms UTEP, 476-22, 1 64 iA, Llamamiento de armas en 110 William Griffen, Jndian Assimilation ... , p. 80.
Parral.
107
111 Jbid., pp. 319 -3 2 0; igualmente Luis González Rodríguez, Crónicas de la sierra Tarahu-
Archivo Histórico de Parral, Microfilms UTEP, 476-24 1 16 43 A, Llamamiento de armas en mara, México, Secretaría de Educación Pública, Colección Cien de México, 1987, pp.
Parral, soldados de labradores de San Bartolomé para perseguir a los tobosos. 207-208 y 236.
108
AGI, Guadalajara 38, Información de testigos sobre el levantamiento de los indios con- 112
!bid., p. 321.
chos. Carta del gobernador Luis de Valdés, mayo de 16 4 3. 113 Los mecanismos a los que recurrieron para poner de paz a los indios fueron los tradicio-
109
"Traslado de los Autos hechos en razón de la paz que se asentó con los Indios Tobosos y nales en estos casos: capturarlos, emprender un procedimiento formal de "paz", nom-
Salineros por Don Feo. Montaña de la Cueva, Atotonilco 164 5 . 11 en Thomas H. Naylor brarles caciques nuevos y recolocarlos en sus reducciones y haciendas al cuidado de sus
y Charles Polzer s r, The Presidio and Militia on the Northern Frontier of New Spain. A amos y misioneros. Enseguida se entablaron procedimientos de paz formales con todos
Documentary History, Tucson, University of Arizona Press, 1986, pp. 304-335 . los indios escapados de las diferentes reducciones y cabe anotar cómo, si bien el título

340 Salvador Álvarez Tobosos en la cu e n c a del río Conchos 341


y allá, en este tipo de documentación, elementos que pueden mover a re- elementos discursivos que con más profusión se desarrolla en las grandes
flexión, como ese curioso pasaje donde los caciques tobosos don Cristó- y pequeñas crónicas de las guerras con los indios. Podría incluso decirse
bal Zapata y don Cristóbal de Casa Zavala afirmaban que, para sobrevivir que para los españoles del siglo xvn norteño, el "tlatolero" es la vía por
durante las guerras,-los tobosos levantaban siembras en lugares apartados excelencia a través de la cual se difunde la violencia guerrera entre los
y recogían plantas silvestres. Decían que después de ser pacificados, los bárbaros. Obviamente, los colonizadores no eran ciegos; sabían muy bien
tobosos bajarían de paz "en acabando de comer las calabazas que tienen que las entradas para cautiverio, los rudos trabajos en minas, haciendas y
sembradas y el maiz, el mezquite, tuna, datiles y pitahayas para que se salinas, las crueldades de pasadas guerras, todo eso conducía a una vio-
entienda que son ya amigos de los españoles" ,1 1 4 ello nos da interesantes lencia que no necesitaba cartas de presentación.
pistas sobre el género de vida de los tobosos, pero nada más. Pero ésta era sólo una parte de la cuestión. Incluso si algunos estaban
Pero, regresando al asunto de los vínculos entre grupos étnicos, de- dispuestos a aceptar que la causa de la guerra estaba en los excesos de los
mos un brevísimo vistazo a una de las múltiples lecturas que pueden en- propios españoles, faltaba saber cómo y por qué los indios eran capaces de
contrarse en los escritos de la época al respecto. Tomemos de esa misma llevar su ira y su venganza hasta extremos a veces inimaginables, como
rebelión el relato del jesuita Nicolás de Cepeda, misionero de San José destruir capillas, iglesias y misiones, e incluso a dar muerte a los misfone-
del Tizonazo, cuando un grupo de tobosos asalta la hacienda de Canuti- ros, prefiriendo el retiro y la vida montaraz en apostasía, a la seguridad y
llo, donde había tepehuanes a su cargo y el capitán Barraza les aplica allí bendiciones de la misión o a la protección del encomendero. La ira podría
mismo un feroz castigo. En realidad, esta hacienda se hallaba apenas a explicarse, pero no un encono apóstata. Así, regresando a Nicolás de Ce-
unos 80 km al sur de Atotonilco, sobre el curso alto del río Florido, es de- peda, el jesuita nos cuenta que después de "tlatolear" a los cabezas, los
cir, en la vecindad inmediata de los lugares donde vivían los tobosos, pe- mismos tobosos alzados que atacaron Canutillo regresaron a su territorio,
ro en ella vivían tepehuanes, salineros y cabezas, pertenecientes a la mi- y como eran "gente que no perdonaba a los suyos propios",1 16 cayeron so-
sión de San José del Tizonazo. Es interesante ver, sin embargo, cómo para bre el pueblo de San Pedro de Conchos (nuevamente los tobosos son con-
el jesuita esa vecindad no bastaba para explicar el hecho de que los tobo- siderados como conchos), donde quemaron la iglesia y mataron al cacique,
sos hubieran osado llegar hasta allí; para él, existía una causa más pro- para enseguida "alzar a todos sus moradores, que ya estaban convocados
funda: todos para alzarse y aun habían trazado una traición muy maligna",1 17 la
cual consistía en tratar de culpar a los tarahumaras de la muerte de los pa-
mataron a los más de los enemigos y les quitaron casi toda la caballada. Y dres de las misiones aledañas para que, viéndose reprimidos, participasen
cuando se entendió que los que quedaban vivos (aunque muchos de ellos mal también del alzamiento. Independientemente de tratar de saber si real-
heridos quedarían corregidos o atemorizados a vista de tantos ahorcados y mente los conchos de San Pedro estaban o no coludidos con los tobosos,
muertos diez a pelotazos y huidos muchos) creció en ellos el furor diabólico cosa imposible, lo importante es que dentro del relato y de la explicación
de manera que se fueron a tlatolear o concertar con otra nación que se dice del jesuita, los tobosos juegan el papel de instigadores, esto es de "tlatole-
los cabezas. II 5 ros" en la rebelión. Al jesuita no le interesa saber si los tobosos que se
aparecen en Canutillo, mantienen algún tipo de vínculo cultural con los
El tema de los "tlatoleros", los instigadores de la rebelión, es uno de los cabezas ni si la comunicación interétnica entre ellos es posible, o no, por
causas de lenguaje, o lo que fuere: lo esencial es que los tobosos estuvie-
ron allí para "tlatolear". Por todas partes por donde pasaban esos tobosos,
del expediente reza "Autos hechos en razón de la paz que se asentó con los Indios Tobo- nos dice Zepeda, cundía el levantamiento; y es que semejante capacidad
sos Y Salineros", ello no significa que fueran considerados como pertenecientes a un
de persuasión no es natural, después de pasar por San Bartolomé, provo-
mismo "grupo", o nación: se les practicaron diligencias por separado y fueron reducidos
en lugares diferentes: ibid., p. 319. cando el alzamiento de todos los conchos de las haciendas, dos de estos
1
q !bid., p. 325; es interesante anotar cómo se trata de los mismos cultivos y plantas de re- últimos son capturados y al confesar declaran que "no temían morir por-
colección que consignaban los expedicionarios de Espejo para los conchos en 158 3 con1
que el demonio les había dicho que habían de resucitar al tercer día"_ us
el mismo énfasis en el consumo de calabaza, véase supra . Recordemos igualmente que
en 1619, el gobernador Mateo de Vesga, apuntaba que los conchos, cuando partían de
guerra, abandonaban sus siembras para dedicarse a la caza y a la pesca en el río. 11 6 Luis González Rodríguez, Crónicas ..., p. 207.
11 5 AGN, Historia 19 ff 121-14or. "Relación de lo sucedido en este reino de la Nueva Vizca- 11 7 Idem.
ya", citado en Luis González Rodríguez, Crónicas ... , p. 202. 11 ~ !bid., p. 208 .

342 Salvador Álvarez Tobosos en la cuenca del río Conchos 343


Dentro de esa lógica, ninguna necesidad había de que existiera algún tipo compuesta de diferentes linajes de que toman el apellido, y unos se llaman
de vínculo cultural entre tobosos y cabezas para que se rebelaran juntos: meresalineros, otros cabezas, otros mataranses, otros negritos, colorados
la incitación del demonio bastaba para explicar el hecho. 11 9 otros y bausarigames otros, empero todos se reducen a una especie y hablan
Ni siquiera es claro tampoco, que el conflicto se hubiese extendido una misma lengua. 122
hacia la zona "salinera"; ésta se encontraba de guerra desde mucho an-
tes de la rebelión concha y tobosa, y sin necesidad alguna de "tlatole- A partir de la década de r 6 5o, cunden las noticias acerca de ataques y
ros". Lo que más contribuyó a crear un clima de violencia en esa zona asaltos en esa zona del camino real y el sur de la provincia de Santa Bár-
precisa fue la irrupción de un intenso tráfico de carros y muladas, debi- bara, y se habla de los tobosos robando ganado en Indé, Las Bocas o Du-
da a la apertura, hacia mediados de la década de r 6 30, de un nuevo ra- rango, esto es, en territorio supuestamente tepehuán y salinero. Pero
mal del camino real que llevaba de Zacatecas a Parral, pasando ya no hay muchos factores a considerar antes de concluir cualquier vínculo
por Durango, como se hacía antiguamente, sino por Nazas, Cuencamé, prehispánico entre tobosos y salineros o entre cualesquiera otros grupos.
El Caxco e Indé o valle de San Bartolomé. 120 La asociación entre saline- Uno de capital importancia son los traslados de cautivos de guerra o, en
ros y tobosos es una idea frecuentemente expresada también en los tex- general, de indios de servicio de una región a otra, así como las constan-
tos del siglo xvn, aunque mucho más en términos de vecindad geográfi- tes escapatorias de los indios de las haciendas. En r 6 5 7, por citar un
ca que de vínculos étnicos o lingüísticos . En r 6 5 4, por ejemplo, el ejemplo, un indio capturado en Canatlán, cerca de Durango, resultó ser,
visitador Cervantes de Casaus, refiriéndose a los salineros y tobosos de según sus propias palabras, un "toboso de nación acoclame y nonoje", y
g~erra, ~os cali~icaba como de todas las naciones: "las más perjudiciales formar parte de un grupo de fugitivos de una hacienda cercana a San
e msufnbles e mdomables ... que más parecen brutos O fieras de la cam- Buenaventura de Atotonilco. 12 3 Sabemos pertinentemente que este tipo
paña _q~e racional_e s" . 121 Pero guardémonos de llegar a conclusiones et- de traslados era no sólo frecuente, sino una condición para el sosteni-
nograhcas demasiado apresuradas; como bien lo señala Chantal Cra- miento demográfico de los establecimientos .españoles y -que semejante
maussel en su artículo correspondiente, para los españoles era muy práctica incluía no sólo a indios de la propia provincia de Santa Bárbara,
claro que ·los llamados "salineros" de la zona al oriente de Indé eran sino de regiones mucho más alejadas como Sinaloa, Sonora y Nuevo Mé-
gente de habla tepehuana Y los consideraban como tales no así a los to- xico, los cuales aparecen en proporciones sorprendentemente altas .en la
bo~os. El propio Cervantes de Casaus añadía en el mis~o texto que los provincia de Santa Bárbara. 124 Éste es un tema que sólo estudios porme-
salmeres eran una nación norizados sobre la vida de las reducciones y la composición de .la mano
de obra de haciendas y demás establecimientos de españoles puede real-
mente dilucidar. Mencionemos simplemente que otro tema sin estudiar
. una am. Pr13 exposicwn
· · - del papel del demonio, en particular dentro de los textos je-
119
Para
es el del tamaño y la movilidad de los grupos de indios de guerra; se sa-
smta~ ~el siglo XVII norteño, véase Cuy Rozat, "El desierto, morada del demonio. Bárba- be, por ejemplo, que en r 6 5 5 se comenzó a hablar de la inquietud que
ros. v1c10sos
. y censores jesuitas" Trace
, -
, num. 22, 1992, pp. 24-30. Igualmente, Apaches
y 7esmtas .. ., en prensa. causaba un contingente de tobosos montados en la región que va de Indé
12
º Hasta. esa época, el Bolsón de M ap1m1 · , h ab'1a permanecido· como una zona muy poco a Las Bocas. 12 s Por el momento no podemos decir si éste fue un rasgo
transitada y visitada por los espa - I I que evolucionó entre los indios del norte, a la manera como sucediór por
.. no es, Y a apertura de esa ramal dio pie al inicio de
hosuhdades entre españoles e ind·10 l I D · ejemplo, en Chile. 126
s oca es. urante vanos años a partir de la apertu-
ra de esa ramal1 la hacienda del El Cax f l , • . ' . ., . .
co ue e umco refugio que ex1st10 para los via¡e- Traslados, escapatorias, ataques aquí y allá, recapturas: como tantos
ros sobre el largo , tramo que separaba a Cuencamé de I d - s B l , d
n e y an arto orne, e manera
que se proyecto
, la apertura de un nuevo presidio en u n punto mterme
· d.10 entre am bos:
Salvador Alvarez, "La hacienda-presidio en el Cam 1·no Rea l d e T.1erra Ad entro. .. II Igua I- 122
Idem .
mente, Chanta! Cramaussel, "Historia del Camino Real d e T 1erra . Ad entro y sus rama- 12
3 William Griffen, Culture Change ... , p. 86.
12
les de Zacatecas a El Paso", en el mismo volumen. El sitio elegido fue el paraje denomi- 4 Chanta! Cramaussel, Haciendas ... , pp. 25-27.
nad? Cerro Gordo, _donde originalmente Baltasar de Ontiveros había poseído una 125
Archivo Histórico de Parral, Microfilms UTEP, 476 -30, 16 5 5A, Autos de guerra con moti-
hacienda con encomienda de tepehuanes; Chanta! Cramaussel, "El poder de los caudi- vo de los frecuentes abusos que cometen los indios enemigos de la real corona.
126
llos en el norte de la Nueva España, Parral, siglo xvu", en Círculos d e poder en Nu eva Álvaro Jara, "Guerre et societé au Chili. Essai de sociologie coloniale. La transforma-
España, en prensa. tion de la guerre d'Araucanie et l'esclavage des indiens du début de la conquete espag-
121
Testimonio de los daños que hacen los indios rebeldes ... 1 6 54 , citado en Guillermo Po- nole aux débuts de l'esclavage légal (1612)", París, Travaux et Mémoires de l'Institut
rras Muñoz, La front era .... p. 166 . des Hautes Etudes de l'Amerique Latine, núm. 91 1961 1 en especial pp. 63-69.

344 S alvador Álvar e z Tobosos e n la cu e nca del río Conchos 345


otros grupos del norte, los tobosos vivieron numerosas guerras, 12 7 pero en cuya plaza entraron de triunfo todos los tobosos"; a su vez, el goberna-
también periodos de paz. Durante las décadas de 1660 y 1670, las reduc- dor los traicionó a ellos: "ocasión que quiso el gobernador asir por la me-
ciones de indios cobrarían incluso mayor importancia que antaño; surgie- lena y consumirlos" . 1 3 1 Difícil sería decir si este tipo de episodios ocu-
ron nuevos establecimientos españoles en regiones al norte del río Con- rrieron realmente, y si reflejan de alguna manera las ideas de la sociedad
chos, como en el propio San Francisco de Conchos, Babonoyaba, San local sobre este grupo en particular. Pero tampoco _e n eso los tobosos eran
Bernabé, Casas Grandes y otros puntos más, al tiempo que se abrían tam- únicos, los tepehuanes, los tarahumara-s y los propios conchos eran en
bién nuevas conversiones de indios conchos y tarahumaras: Santa Isabel, ocasiones utilizados también como auxiliares de guerra y los episodios de
Chuvíscar, San Andrés, etcétera. 128 Mientras tanto, la reducción de tobo- violencia entre indios no fueron escasos. Lo que en cambio sí parece ha-
sos de Atotonilco también siguió funcionando, e incluso en 16 57 San ber marcado de manera más profunda las ideas de los españoles sobre los
Buenaventura fue elevado a la categoría de convento independiente del tobosos fueron los levantamientos que de manera curiosamente cíclica
de San Bartolomé, con dos frailes propios pagados por la Real Hacien- se sucedían en la conchería. Al igual que en 1621, 1624 y 1643-1645, en
da. 129 Es interesante remarcar aquí cómo la situación de los "tobosos de 1666 nuevamente la historia se repite.
paz", por llamarles de alguna manera, no parece haber cambiado dema- Como en las ocasiones anteriores, todo se inicia con una serie de es-
siado en comparación con la de las décadas anteriores, y sin embargo lle- capatorias más o menos en masa de indios de las reducciones y haciendas
g~ a traslucirse cómo se les tiene también por gente peligrosa. Así, por de la zona, los cuales tratan de refugiarse en zonas alejadas. El gobernador
eJemplo, en 1646, el presidente de la Real Audiencia de Guadalajara in- Oca Sarmiento levanta una partida de guerra de españoles, acompañados
terpretaba así las rebeliones de los tobosos en los años anteriores: de un contingente de conchos chisos, los cuales persiguen primero a los
fugitivos en las planicies orientales, en particular en la famosa sierra del
porque si los reparten a las minas sin pagarles sus jornales, si les quitan sus Diablo. Como de costumbre, los prófugos son, desde luego, tobosos y
maíces a bajísimos rescates para venderlos en las haciendas de minas a pre- conchos, escapados de haciendas, los cuales, una vez derrotados, son rea-
cios exhorbitantes
. , si para es os rescates se 1es pone por gobernador a un mu- sentados en Atotonilco y luego, en la segunda parte de la campaña, el go-
. , facmeroso , si les venden 1os h.110s,
lato · s1· a 1os mas , amigos
· y de mayor resolu- bernador recorre la región reasentando a los fugitivos de las misiones. 1 3 2
cwn Y valor,. como son los tobosos, llamados de paz y sobre seguro, los El gobernador explica su proceder de la siguiente manera: "sabiendo que
arcabucean vivos z·co'm · o nos e•h an d e a 1terar 1as demas
, nac10nes,
· que ven es- la Provincia de Conchos se alzaba[ ... ] entré a su pacificación, castigando
tos excesos Y ejecutada esta atrocidad en aquellos, en quien por tantas razo- a las cabezas de su alzamiento". ¿Quiénes eran estas "cabezas" del alza-
nes naturales Y políticas, tan lejos debían de estar de esperarlo? 1 3º miento, es decir sus "tlatoleros"? La respuesta es la misma que nos daba
Nicolás de Zepeda para explicar la rebelión de 1643-1645: los tobosos.
Así,· los tobosos con frecuencia fueron utilizados como "auxiliares" de Sin embargo, aquí vale la pena detenerse un momento en cómo entendía
guerra , y t am b., · ·
1en sirvieron, al decu· de Diego de Medrana como verdu- Oca el papel jugado por esos tobosos. En su escrito, menciona que el ori-
gos de otros indios , pero ello no 1mp1
· ·d10
· , que fueran persegmdos
' . .
mcluso gen de la rebelión se hallaba en los malos tratamientos que Valerio Cor-
cuando se hallaban
., pac1'f ·
1cos. Al respecto, relata el cura de Durango que tés del Rey propinaba a los indios en sus haciendas y que de allí se había
en una ocas10n un grupo de t o b osos fue mc1tado
· · por el gobernador Go- , extendido la rebelión. 1 33 Las haciendas a que se refiere el gobernador son
. de Cervantes a castigar a 1os masames que habian
mez , hmdo · de su enco- justamente las que tenía este personaje en la jurisidicción de Atotonilco,
mienda. Los tobosos , nos dice Medra no, f"mg1eron · ·
umrse con e11 os y f"1- desde donde, dice Oca Sarmiento, los indios huyeron hacia la sierra del
nalmente los traicionaron·· "los ma t aron y tru¡eron · '
sus cabezas a Parral, Diablo, desde donde "tlatolearon" al resto de los indios de la conchería
"y sabiendo que la provincia de conchos se alzaba a imitación de los ene-
12 7
Durante la década . de 1650, por. ejemplo , vanos
· grupos de tobosos de guerra fueron cap- migos y coaligada con ellos, entré a su pacificación". 1 34 En suma, el alza-
turados y reducidos .en Atotomlco, como por ejemplo en 1 6 54 (William Griffen, Culture
Change .... p. 136), sm embargo la misión nunca fue abandonada.
Il X A, cerca d e l proceso d e poblamiento al norte del Conchos en ese periodo, véase Salvador 131 Relación de Diego de Medrano, en Guillermo Porras Muñoz, La frontera ... , p. 169.
Alvarez, Agricultural. ... pp. 175-185 . 132 Informe del gobernador Antonio de Oca Sarmiento al Sr. Virrey. Parral 12 marzo de
12
\1 AGI, Contaduría 92 7, Cuentas de la Real Caja de Durango, 1 6 . 1667, en C. W. Hackett, Historical Documents ... , v. 2, pp. 188-192.
57
1
'° AGI, Guadalajara 1?, El oidor Fernández de Baeza al rey, Guadalajara 17 de agosto de 133 !bid., p. 190.
134 !bid., p .188 .
1646, crtado en Gu1llcrmo Porras Muñoz, La front era .... p. 86.

S alvador Álvar e z Tobosos en la cuenca del río Conchos 347


miento había sido causado por los tobosos huidos de haci endas y remon- no" .13S Para completar todas estas aparentes contradicciones, después de
tados a la sierra del Diablo. En su informe al virrey, Oca Sarmiento le co- haber elaborado todo un complejo plan para "atajar" a los "enemigos" to-
municaba de un plan para contener a esos "enemigos", el cual consistía bosos, parece que un año después el propio Oca Sarmiento quiere volver-
en el establecimiento de diez atalayas, o puestos de vigilancia esparcidos les a abrir las "puertas" del reino a esos "enemigos", pues lejos de inten-
por el territorio, e incluso anexaba un mapa explicativo . Supuestamente tar exterminarlos o mantenerlos fuera de la provincia permite que la
estas atalayas servirían para atajar visualmente a los indios en el mo- reducción de Atotonilco vuelva a funcionar normalmente, sin molestar a
mento de entrar a atacar, y en el mapa vemos que siete de esas atalayas los indios allí reducidos,139 tanto más que todavía ese año los tobosos se
las situaba sobre el camino real entre Cuencamé y Parral y las otras tres hallaban de guerra en la sierra del Diablo y, lo que es peor, aliados con los
sobre el río Florido: una frente al arroyo de la Parida, otra frente a Atoto- salineros y los cabezas, quienes habían llevado a ese lagar a varios cauti-
nilco y la tercera, curiosamente más hacia el poniente, en Todos Santos . vos españoles, entre ellos al jesuita Rodrigo del Castillo. 140 Pero en reali-
En su interesante composición con deformación espacial y el oriente en dad no había incoherencia alguna en las actitudes del gobernador; él sabía
la parte de arriba, el mapa nos muestra también cómo para Oca Sarmien- con quién trataba en todos esos casos y de qué indios estaba hablando. El
to había dos zonas principales de "indios enemigos": una era la de los sa- problema, para el observador moderno, es que en esta época el término
lineros, al este de Mapimí, y la segunda el oriente de Atotonilco, entre la toboso ya no tenía el mismo significado que unas décadas atrás. Un ele-
sierra del Diablo y la parte situada al sur del curso inferior del Conchos. mento muy sintomático de lo anterior lo tenemos en cómo Oca Sarmien-
En esta última, la "raya" de los indios enemigos se situaba apenas al to ubicaba el territorio de los "tobosos enemigos" en toda la franja orien-
oriente de Atotonilco; resulta interesante ver cómo bordea de manera tal del Conchos. También por eso, en ese mismo año el-propio gobernador
muy precisa toda la vertiente oriental del Florido y continúa de la mis- hizo colocar un grupo de tobosos pacificados en el puesto llamado San
ma manera, después de la confluencia de los dos ríos, bordeando el curso Luis Mascomalhua, que era una de las reducciones de conchos que habían
del Conchos en dirección de La Junta. 135 Para Oca Sarmiento1 el territo- sido abandonadas durante la rebelión y que se hallaba muy lejos del terri-
rio de origen de los "tobosos de guerra" se había extendido ya entonces a torio toboso "tradicional", es decir, que se trataba de tobosos provenien-
t~da la franja oriental de la cuenca de los dos ríos, y no sólo a la del Flo- tes del bajo río Conchos; unos años después los encontraríamos asenta-
rido, como era antaño. Lo contradictorio del asunto, al menos para el ob- dos en San Francisco de Conchos. 141
servador moderno, es que en ese año él mismo ordenaba al gobernador Para la década de 1670 la conchería se hallaba dividida en dos grandes
de. , los " conch os " ir
· a ¡untar
· a 1os tobosos de Atotonilco, pues su reduc- porciones, cada una con su propio "gobernador" indio. Una, la de la p~te
cwn se hallaba vacía, ya que los que no se habían fugado se "encontra- alta del río, o "de la raya de los tarahumares", tenía por principal a un m-
ban desparramados por las haciendas". En otras palabras, había tobosos dio llamado don Constantino/4 2 la otra se hallaba bajo el cuidado de don
de los dos lados de la "raya", y los del interior aunque habían partido de Hernando de Obregón, "gobernador de la parte de río abajo de Conchos
gue~ra un año antes, eran lo suficientemente dóciles como para servir en hacia el norte", 143 es decir, ocupaba toda la franja oriental en dirección de
haciendas Y atender al llamado del gobernador indio al igual que los de- La Junta, la misma zona donde en el mapa de Oca Sarmiento _a parecen los
más conchos. 136 ' "tobosos enemigos" . Efectivamente, en esa época San Francisco de Con-
M~s tar?e, Oca Sarmiento haría mención de que ese año se verifica- chos se estaba convirtiendo en receptáculo de diferentes conchos de gue-
ron epidemias Y hubo sequía en la provincia¡137 sin embargo, al menos rra provenientes del bajo curso del río. La situación no era cómoda: el, ca-
por el momento, no identificaba esos hechos como causantes de alguna cique Juan Constantino se quejaba de que el gobernador "le compeha a
manera de la rebelión, sino que lo atribuía justamente al "tlatoleo" de los
tobosos, quienes, después de escapar de las haciendas de Valerio Cortés 13 8 Informe del Gobernador Antonio de Oca Sarmiento al Sr. Virrey ..:, P- 1 9º·
del Rey, se convirtieron en "los que hoy dan mayor guerra en este rei- r 39 AGI, Contaduría 927, Cuentas de la Real Caja de Durango, 1667-i668 .
1 4° Luis González Rodríguez, Crónicas .... pp. 262 -264.
135
Este mapa aparece reproducido como anexo en Guillermo Porras Muñoz, La fron tera ... 14 1 William Griffen, Indian Assimilation ... , p. 64. _
136
AGI, Escribanía de Cámara 397A, Residencia del gobernador Antonio de Oca Sarmiento 14 2 !bid., p. 45, igualmente, Cédula de la reina gobernadora al Virrey de la Nueva Espana
núm . 21, Comisión al gobernador de los conchos para que saque a los indios de Atoto'. sobre que se quite la imposición que los gobernadores -de la Nueva Vizcaya han hecho a
nilco, 3 de marzo de 1666 . los indios, Madrid, 22 de junio de 1 670, en C. W. Hackett, Historical Docum ents ... ,-vol.
137
AGI, Escribanía de C ámara 397A, Residencia del gobernador Antonio de Oca Sarmiento, 2, p. 200 .
16 66. 143 Idem .

Sa lv a dor Ál vare z Tobo s os en la c u e nca del rí o Conchos 349


que fuese a traer de los montes a los indios encomendados, y que lo hacía de se ha de poner un presidio como los antecedentes [el Gallo y Cerro Gordo]
con gran riesgo de su vida, porque se resisten en forma de alzamiento". 1 44 que sirva de contener en respecto unas y otras naciones privarles de la comu-
Sin embargo, los traslados continuaron; en 1673 fue reducido también en nicación y obrar la ejecución de daños y robos. 1 49
San Francisco un grupo de chisos, pacificados recientemente para ser lue-
go enviados de repartimiento al valle de San Bartolomé,145 y en 1674, Aquí ya el origen geográfico y los antecedentes son irrelevantes. Poco im-
otro contingente del mismo tipo es reducido en Atotonilco, esta vez, son porta la presencia, durante casi un siglo, al lado de los españoles, de in-
nombrados tobosos. 1 46 dios que portaban el nombre de tobosos, ni interesa tampoco si en otros
En 1678, otro gobernador, Lope de Sierra Osorio, nos proporciona una tiempos los tobosos sirvieron como los "más amigos y de mayor resolu-
visión mucho más elara del desplazamiento geográfico-semántico que se ción y valor" entre los auxiliares de guerra, como dijera en 1 646 el oidor
operaba, no sólo con el término toboso, sino quizá también en general Fernández de Baeza: 1 5° los tobosos son invasores, pues son ellos quienes
con la noción de indio de guerra, en el Norte novohispano: van

De la ciudad de Guadiana, cabeza de la Vizcaya, hasta el real de San Joseph a las tierras que están poseyendo los españoles y los indios cristianos y que
de Parral, habrá un distancia de cien leguas y todas despobladas, al lado dere- están de paz y con bárbara crueldad les roban sus haciendas sin distinción de
cho de camino real están las serranías y montañas a donde asisten once na- sexo, sin que para su fin principal que es robar, conduzca más justificación se
ciones de indios enemigos, por ser entre ellas la de más valor los tobosos, co- les pueda hacer la guerra y hacerles esclavos que a los turcos, que siendo ene-
munmente todas se llaman con este nombre, si bien despu és que yo llegué a migos declarados de la cristiandad dan cuartel a todos los que se rinden sin
aquél reino todos los de esta nación se han reducido de paz y los poblé en San llegar a ensangrentarse en las vidas de los que por su sexo y edad o profesión,
Francisco de Conchos. 1 47 están indefensos. 1 s 1

El término toboso se ha convertido en un .apelativo genérico del indio de Se trata, en otras palabras, de una definición política del enemigo, en la
guerra que se refugia más allá del bajo río Conchos . En un escrito de cual el elemento geográfico no es, en realidad, sino una de sus partes. La
1
683, Sierra Osario nos muestra que detrás de esta declaración se hallaba guerra ofensiva es justa, continúa Sierra Osario, porque los indios de gue-
una_ide~ bastante precisa de lo que significaba en términos geográficos el rra invaden territorios sobre los cuales no tienen título legítimo: "y estas
terntono de los indios de guerra. La tierra de las doce naciones "que se tierras nunca fueron de la dominación del señor Moctezuma o de otro
comprenden debajo del nombre de tobosos" 1 48 se hallaba más allá de una cacique de estos reinos",152 y sostiene que es justa también porque son
línea imaginaria, que vendría del Real de Parral en dirección de San Fran- enemigos de la corona y de los españoles, puesto que conspiran contra
cisco de Conchos: ellos: "tienen a sus espaldas convecinas innumerables naciones de otros
indios a quienes han solicitado traer en su ayuda". 1 53 Si un día lograran
siguiendo esta propia línea [se halla el lugar que! se llama San Francisco de esos conspiradores atraer a aquellos bárbaros, ofreciéndoles ropa robada
Conchos, 22 leguas a la parte norte del Parral, poco desviado del camino de la de los carros que van a Parral, "fueran innumerables las naciones del
Nueva México, que es raya de las referidas naciones y la de los conchos, don- norte que salieran a inundar estos reinos" 1 54 y la ruina sería total. No
era la primera vez que un proceso semejante se desarrollaba; ya a princi-
14 -i Jdem. pios del siglo xv1 los caribes habían sido declarados también enemigos
i-i s Archivo Histórico de Parral, Microfilms UTEP , 4 7 6 -)- 4 , r6 A, A utos re 1auvos
·
de la corona, y más tarde igualmente los "chichimecas" de Zacatecas se
73 a 1ague-
rra con los indios enemigos de la real corona. verían enfrentados también al fantasma de la guerra de exterminio "a
146
Archivo Histórico de Parral, Microfilms unr, 476-s6, r6 74 A, Autos de guerra con los sangre y fuego", y sus apelativos se convertirían en algo así como sinóni-
indios rebelados.
7
i.i El licenciado Lope de Sierra Osario, oidor de la Real Audiencia de México, gobernador y q9 !bid., p. 220.
capitán general que fue del reino de la Nueva Vizcaya, informa a vuestra Magestad el es- 1
;oVéase supra. , p. ?,IS.
tado de cosas de aquél reino, M éxico, 26 de sept. de 1 6 7 8, en c. w. Hackett, Historical 1
s I El licenciado Lope de Sierra Osorio ... , p. 212 .
Documents ... , v. 2, p. 210. s !bid., p . 213.
1 2

148 1 s., Idem .


Extracto del papel que formó el señor Lope de Sierra sobre las cosas tocantes al reino de
154 !bid., p . 214 .
la Nu eva Vizcaya, 1683, en C. W. Hackett, His torical Documents .. ., v. 2, p. 218.

350 Salvador Álvarez Tobosos e n la cuenca del rio Conchos 351


mos de "indios de guerra". Tal fue lo que sucedió con los tobosos, y lo Éste es un episodio típico de la subsecuente historia tobosa. Durante
mismo sobrevendría más tarde con los famosos apaches. 155 las décadas siguientes, la reducción de San Buenaventura seguiría funcio-
La historia de los tobosos no terminaría allí, desde luego. Al final de nando con tobosos, aunque poco a poco llegarían también allí conchos de
otro más de esos ciclos de más o menos 20 años, nuevamente durante los otras regiones, y en especial chisos de la Junta de los Ríos. En 1697, por
años de 1684, 168 5 y 1692 la provincia se vio inflamada por sendas rebelio- ejemplo, había allí 250 tobosos y 350 chisos; no obstante, en regiones
nes generales y los tobosos con ella. Esta vez las principales zonas de con- muy lejanas de allí se oían ecos de ataques de los tobosos, como sucedió
flicto fueron las de la parte norte de la conchería y la tarahumara, que ya ese mismo año en Coahuila,1 60 para irse extendiendo paulatinamente por
experimentaban una sólida colonización española, proveniente sobre todo todo el Norte novohispano. Durante el siglo xvm, ya el apelativo toboso
de la provincia de Santa Bárbara y también, aunque en menor cuantía, de ha trascendido ampliamente las fronteras de la Nueva Vizcaya y ha to-
Sonora. Aparecieron así nuevos enclaves de gente que se instalaba allí con mado incluso carta de naturalización en lugares tan alejados como el
sus armas y gente de servicio, y ello dio pie igualmente a la consolidación Nuevo Reino de León y Coahuila, donde en 17 3 5 se hace mención de una
de nuevas conversiones y reducciones de conchos y tarahumaras. 156 Con reducción de "tobosos", en San Nicolás de Agualeguas, Sabinas y el Mar-
ello, nuevamente se amplió el ámbito de las guerras. Sin embargo, el papel quesado de Aguayo. 161 Sin embargo, sería muy difícil determinar de qué
de los tobosos en estos conflictos fue cambiando paulatinamente. Durante clase de indios se trataba realmente, en cuanto a su origen geográfico, si
la rebelión de 1692, por ejemplo, los tobosos todavía fueron perseguidos se trata de tobosos trasladados hasta allí desde la Nueva Vizcaya o si bien
por la sierra del Diablo, pero también por todo el bajo río Conchos, y toda el apelativo toboso ha llegado a extenderse hasta esa alejada región. Tal
la vertiente norte de la sierra Madre Occidental, hasta Sonora. 157 Sin em- parece que esto sería, cuando menos en parte, la explicación a este asun-
bargo, cada vez más el término toboso se transformaba en genérico para to. Simplemente añadiremos dos referencias finales para ilustrar lo ante-
designar a cierto tipo de indio de guerra. Ese mismo año, por ejemplo, Ga- rior. En 1737, José de Arlegui, al describir el curato de Parral de ese tiem-
briel del Castillo asentaba conchos-tobosos en San Francisco de Conchos I po, decía que eran tres las "naciones" que se atendían allí: conchos,
provenientes del curso bajo del río, y se decía confundido, pues las partidas tarahumaras y tobosos;1 62 mientras tanto, unos pocos años después, en
d~ to_bosos perseguidos por la sierra del Diablo estaban compuestas por los 1746, pero refiriéndose al extremo opuesto del Norte novohispano, las
prop10s tobosos, Y "diez o doce naciones de hacia el Rio del Norte e por provincias de Coahuila y Nuevo León, Félix Isidro de Espinoza decía que
aquellas partes de Coahuila" 158 y, sin embargo, pronto se despeja la duda, a sólo dos días de camino de la misión de Dolores:
pues esos "tobosos" no eran tales, sino conchos chisos tomados anterior-
mente de la Junta de los Ríos, y huidos hacia aquella r:gión, lo cual puede comienza la lamería que es dilatadísima y confina con los llanos que llaman
perfectamente explicar la presencia de esas naciones del río del Norte en- de los apaches [... ] al poniente a distancia de 25 leguas, comienzan las lomas
tre el~os. El gobernador incluso expresaba sus sospechas de que esos indios y los cerros donde habitan los indios rebeldes llamados tobosos, que infestan
e st~v~eran coludidos con los llamados "cocoyomes", por lo que ordena al todo Parral, Saltillo y la provincia de Coahuila. 16 3
capitan J:uan Fernández de Retana pasar a cuchillo a los hombres y asentar
a las muJeres y niños en San Francisco de Conchos.159 Con el correr del tiempo, el apelativo toboso pasó de ser el de una modes-
ta encomienda de indios del valle de San Bartolomé, se fue extendiendo
1 55
en el tiempo y en el espacio, hasta terminar por darle un nombre a toda
Acerca del origen y transform ac10nes · d e l nom b re apach e: Chanta!
· Cramaussel, "Los una gama de sociedades que cubrían un vastísimo espacio de muchos
. •apaches en la
_ . época colonial" , C ua d ernos d e 1 N arte, ·
num. 20, · · de 1992, pp. 25-26 .
1uho
1 6
Podemos citar las de Julimes en 1 677, N uestra Senora -
cientos de kilómetros. Sólo una investigación pormenorizada acerca de
'
de Carretas en 168 3 as1· como
San Francisco de Alcántara de N am1qmpa,
· · Bac h m1va,
' · los indios de diferentes puntos de ese gigantesco entorno podría darnos
_ Janos y Santa Ana del' Torreon,
·
todas en. 168 5_' por _citar algunas de l as mas · importantes
· - · ·
en la conchena, y las m1s10nes una mínima idea acerca del origen geográfico y social de todos los grupos
del Pai:1goch1 reabiertas durante la década de 1670 , para el caso de los tarahutnaras; Sal-
vador Alvarez, Agricultura] Colonization ... , pp. 13 3 . 13 _ 160 William Griffen, Culture Change ... , pp. 46 Y 95 .
1 57 5
~estimonio de los Autos de Don Gabriel del Castillo, gobernador del Parral sobre opera- 161 !bid., p . 72.
cwnes qe guerra Y otros puntos. 31 mayo de 1691 hasta 9 de febrero de 1694, en C. W. 162 José de Arlegui, Crónica de la provincia de Nuestro Seráfico Padre San Fran cisco de
Hackett, Historical Documents ..., v. 2 pp. 29o. 36o. Zacatecas, 173 7, México, Imprenta Cumplido, 1851, p. 89.
158
!bid., p. 293 . 16 3 Isidro Félix de Espinoza, Crónica apostólica y seráfica de todos los colegios de Propa-
159 !bid., p. 348. ganda Pide de esta Nu eva España, México, 1746, p. 469 .

352 Salv a dor Álvar e z Tobo s os e n la cuen ca del río Con c ho s 3S3
a los que en algún momento se les llamó "tobosos". En cuanto a los tobo- Los TOBOSOS, BANDO.LEROS y NÓMADAS.
sos originales, esto es, a los indios que habitaban la cuenca del Florido, EXPERIENCIAS Y TESTIMONIOS HISTÓRICOS

muy poco es lo que se podría hacer en el dominio documental I fuera de lo /1583-1849)


ya realizado, para saber un poco más de ellos en cuanto a sus formas de
vida originales. Se puede, sí, afinar la cronología de sus apariciones en di- Luis González Rodríguez
ferentes tipos de documentos, averiguar tal vez un poco más acerca de las Instituto de Investigaciones Antropológicas, UNAM

primeras encomiendas de tobosos, algunos elementos acerca de su vida


en haciendas, minas y reducciones ... Sin embargo, en cuanto al dominio
estrictamente etnohistórico, la naturaleza de la documentación nos obli- INTRODUCCIÓN
ga a movernos dentro de límites precisos y muy estrechos.
Los tobosos, habitantes de arenales y desiertos, compañeros de vegetacio-
nes xerofitas y asaltantes de los caminos, lo primero que me hicieron
evocar fue el recuerdo de Dulcinea del Toboso, 1 la dama de los pensa-
mientos de Don Quijote. Esta reflexión me hizo pensar que la investiga-
ción que uno emprende ha de hacerse con gusto y con amor, y hay que
encariñarse con ella pero con sentido crítico, sin que sus ensueños tras-
tornen la realidad, como sucedió a Don Quijote con Dulcinea.
Los tobosos me hacen pensar también que todos en la vida somos
trashumantes, que estamos de paso un tiempo y que no tenemos una
mansión permanente aquí. No somos dueños de nuestras vidas, sino ad-
ministradores de ellas, con obligación de cuidarlas y de hacerlas produc-
tivas en bien de los demás .
El tema que he seleccionado forma parte del contenido general de es-
te simposio sobre nómadas y sedentarios en el Norte de México, organi-
zado como homenaje a Beatriz Braniff, arqueóloga con más de 30 años de
trabajo en el INAH, que ha descollado por sus investigaciones arqueológi-
cas, sobre todo en el noroeste de México, como lo prueba su tesis de doc-
torado. Como directora del Centro Regional del Noroeste, en Hermos~llo,
Sonora, ha dado estímulo a los trabajos e investigaciones en esa zona y
organizado el simposio Antropología del Desierto. 2 Mediante la enseñan-
za en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) ha transmití-

' El Toboso (datos de mediados del siglo x1x). Villa a r 5 leguas de Toledo, en el partido judi-
cial de Quintanar de la Orden, antigua diócesis de Santiago de U eles, en Castilla la Nueva.
De clima templado, a mediados del siglo pasado tenía 400 casas, dos conventos de monjas,
la parroquia de San Antonio Abad, de tres naves, una ermita del Cristo de la Humildad y
un convento agustino . Con 8 huertas y viñedos, canteras de jaspe, de piedra de berroque-
ña, de cal y de yeso. Productor de buen vino, harina candeal, cebada, centeno, avena, me-
lones, sandías y verduras; mantiene ganado lanar y aves corraleras. En el comercio posee
tres lagares para cera que producen 3 ooo arrobas; ti ene 9 molinos de viento y 6 telares.
Anualmente celebra dos romerías: la de San Agustín el 28 de agosto y la de Santa Filome-
na el 3 de septiembre. Su población no llega a 400 habitantes. Miguel de Cervantes Saave-
dra inmortalizó esta villa (Madoz, 1849 t. xrv: 769).
2 Vid. bibliografía.

354 Salvador Álvarez 355


do sus inquietudes a numerosos alumnos. Finalmente, impulsando el del Norte, caminamos ocho leguas a un sitio que llamamos El Toboso. Luego
museo transcultural de Paquimé, quiso borrar las fronteras políticas de (seguimos) tres leguas a Los Charcos de la Cañada. De ahí a seis leguas a un
México con Estados Unidos. A ella mi reconocimiento, mi respeto y este sitio que llamamos la fuente de la mala paz (Hammond y Rey, eds. 1929:
bosquejo d~ investigación. 125-127).
Agradezco a los organizadores de este simposio su cordial invitación
para participar en él con el tema de los prácticamente desconocidos tobo- Se apunta en la crónica que dos franciscanos acompañaron a Antonio de
sos. Su investigación, sin embargo, es fascinante, aunque aún permanez- Espejo: fray Pedro de Heredia y fray Bernardino Beltrán, además iban en
ca en la penumbra. la comitiva r 3 personas que llevaban r r 5 mulas. Ésta es la única cita, co-.
rrespondiente a finales del siglo xv1, en la que se precisa un toponímico
LOS CHICHIMECAS DEL NORTE EN EL SIGLO XVI con el nombre de El Toboso y se menciona también que los expediciona-
rios encontraron a un indio toboso viejo (ibid., 127). No tuve a mano el
Desconociendo los conquistadores; los misioneros y los pobladores la texto castellano y por eso doy la cita de la versión inglesa, sintetizando
"toponimia" de tan vastas regiones norteñas y los "gentilicios" de los su contenido.
numerosos grupos que las habitaban, llamaron a todos chichimecas, bo- •En muchos relatos de los siglos xv1 y xvn sobre todo se unifica bajo el
rrando toda identidad y usando el mismo término, originalmente despec- nombre de tobosos a muchos grupos étnicos con los que hacían alianzas
tivo, que habían utilizado los nahuas de México.3 Repitieron el mismo o estaban emparentados, de la misma manera éstos eran llamados "chi-
error de Cristóbal Colón, que llamó a los pobladores de este continente chimecas del norte" por las autoridades coloniales y por los historiadores
americano habitantes de las Indias, ignorando la inmensidad del mismo y y cronistas de la época, religiosos o seculares. Para los españoles y demás
las individualidades de los distintos grupos humanos que lo habitaban. extranjeros los chichimecas eran bárbaros y salvajes, vivían dispersos GO-
En consecuencia, durante el siglo xv1 apenas se encontrará, en los dis- mo bestias del campo y apenas merecían ser considerados como hom-
tintos documentos de esa época, el nombre de tobosos pues era ignorado. bres. La sociedad dominante debía civilizarlos reuniéndolos en poblados
Sin embargo, sorpresivamente me encontré en la relación de Antonio de distantes de los habitados por españoles para así sujetarlos obligatoria-
Espejo, acerca de su expedición al Norte y a Nuevo México, el siguiente mente a la ley cristiana, a la iglesia y al vasallaje del monarca español en
dato correspondiente al 26 de agosto de r 5 8 3 de su crónica viajera, donde turno. 1
dice lo siguiente: Con un ritual simbólico, que consistía en arrancar algunas -r amas de
los árboles, tirar algunas piedras, dar unos pasos sobre la tierra o sobre la
De río del norte a nueve leguas está el pueblo de San Benardino. A cinco le- arena, erigir una cruz y recitar una fórmula, tomaban posesión en. nom-
guás el río Conchos en el pueblo de Santo Tomás, en la confluencia con el río bre del rey de España de un territorio cuyos límites desconocían. Hacien-
do prevalecer su superioridad numérica o bélica, y legitimando esa pose-
3 sión con un falso supuesto y una ficción de derecho, se apoderaban de
,Chichimecas. Vid. Sahagún, 195{ Fray Juan de Torquemada (1615) menciona detallada-
mente a los chichimecas, a los chichimecas de Xólotl y a los teochichimecas. Escribe: esas tierras por las buenas o más bien por las malas.4
"Hacia las partes del norte hubo unas provincias cuya principal ciudad fue llamada Ama- Philip W. Powell se refiere precisamente al avance hispano de descu-
queme Y cuyos moradores en común y genérico vocablo fueron llamados chichimecas brimiento, conquista y poblamiento hacia el norte en la segunda mitad
[subrayado mío], gente desnuda de ropas de lana, algodón, ni otra cosa que sea de paño o del siglo xv1. No menciona por su nombre a los tobosos, porque la mayo-
lienzo, pero vestida de pieles de animales, feroces en el aspecto y grandes guerreros, cuyas
ría de los documentos, al menos los que él consultó, no hablan nominal-
armas son arcos y flechas . Su sustento ordinario es la caza, que siempre siguen y matan; y
su habitación en lugares cavernosos~ porque como el principal ejercicio de su vida es mon- mente de ellos, aunque sin duda en más de una ocasión se referirán a
tear, no les queda tiempo para edificar casas. Tomaron nombre de chichimecas estas gen- ellos como a uno de tantos grupos considerados como chichimecas.S
tes del efecto [que] significa su nombre; porque chichimecatl quiere decir como chupador
[.. .] Y porque estas gentes en sus principios se comían las carnes de los animales que mata-
ban crudas y les chupaban la sangre a manera del que mama" (Torquemada, 197 5, 1: 58-
ro5 Y 353-379). Remi Simeót:i (1975) escribe: "chichimeca, tribus nómadas que vivían de 4 Ver un ejemplo entre los acaxées, cuando los españoles y el padre Hemando de Santarén
los productos de la caza y que reemplazaron a los toltecas en el Anáhuac hacia el fin del en 1600 trazaron los primeros poblados en la parte de la sierra de Durango (González Ro-
siglo x11. Los conquistadores españoles designaban con el nombre de chichimecas a las tri- dríguez, 1987 : 271-287); vid. p. 272 .
bus salvajes que vivían en el norte de México." , 5 Vid. referencias bibliográficas.

Luis Gonzál e z Rodríguez Los tobosos, bandol e ro s y nómadas 357


102 son los más perjudiciales, insufribles e indomables [... J más parecen brutos o fie-
NUEVO ME .X ICO ras de la campaña que racionales, aunque para malhacer son astutos y cavilosos,
1
. Jocome discurriendo por cerros o ribazos y concavidades de peñas, donde se recogen.
: r~~•~~
- _______ J 1 - JNKM.
Andan desnudos, sin más cuidado que del arco en que libran su sustento;
- - - -'Jañoj su comida natural es rústica y silvestre, de raíces y yerbas y tuna martajada
Suma
TlXAI de que hacen panes, sin reservar las cortezas. No hay animalejo inmundo y
SONO~A ~mM asqueroso que no sea pasto de su voracidad. Y en fin es gente bárbara, lacera-
da y cruel.
CHIHUAHUA
El suelo de su territorio es estéril, el terreno flqj_o y que apenas cría yer-
ba. Todo es maleza de abrojos y de cambrones, falto de agua, sin otra que la
que suda el cogollo o tronco de una planta aparrada de pencas pequeñas y púas
agudas que llaman lechuguilla. 6

, El capitán Mosqueda, junto con el capitán Cristóbal de Medrana, p·ersi-


guió entre 1616 y 16 r 8 a los conchos y a los tobosos en la cuenca del río
Nazas. Estos dos grupos y los nonojes, aliados a los tepehuanes, se encon-
traron en la sierra de Santa Bárbara a comienzos de 1618. L~s tobosos
mismos declararon que "desde el comienzo del siglo xvu" aF1.daban en pie
de guerra y aún no tenían doctrina.7
Durante el gobierno de Mateo de Vesga, en 1621, -s e vuelven a regis-
trar escaramuzas y acciones bélicas de los tobosos, como se habían dado
•,.,.
·.::.,.:·.; . . antes a principios del siglo y al final del periodo de este gobernador, hacia
,•·.···.. ·
1624. Diego de Medrana informa a este respecto:

OCEANO moviéronse también muy a los fines de este gobierno los tobosos, que en nin-
,.ACIFICO guno han dejado de dar muestras de su ferocidad y belicosa _n aturaleza, que
compite en valor con la guachichila. Siempre esta nación ha sido en poco nú-
mero, mas ha tenido sujetas y amedrentadas a todas las circunvecinas que
Figura 1. Territorio de los tobosos . Tomado de Griffen, 1980. Dibujo: Rubén Gómez J. son, entre otras, nonojes y acoclames, con quienes están mezclados y empa-
rentados, y uno solo que capitanee basta para resolver diez reinos . La tierra
que habita esta nación es fragosa, estéril y sin aguajes y que no se puede traji-
LOS TOBOSOS LEGENDARIOS EN EL SIGLO XVII
nar si no es en la fuerza de las aguas. 8

Los diferentes autores y documentos que tratan de los tobosos coinciden


Puestos en paz en 1621 por medio del intérprete fray Alonso de la Oliva,
~n señalar que erá~ extremadamente belicosos, indomables y escurridi-
fundador de la misión de San Buenaventura de Atotonilco, quien doµü-
zos. A lo Iargo _del siglo xvn se han sublevado por lo menos unas 30 veces,
naba la lengua de los tobosos -como consta en algunos documentos-,
Y muchas más atacado a los caminantes, a los soldados y sus presidios, a
estos indios bajaron a dicho pueblo y se comprometieron a trabajar en la
los poblad_ores de las haciendas y ranchos esparcidos por el campo, a mi-
siega de las cosechas del valle de San Bartolomé, hoy Villa Allende.9
neros, agncultores y ganaderos, robando innumerables cabezas de gana-
do, matando a no pocos colonos, arruinando el comercio la minería y
sembrando el pánico y la inseguridad por doquier. ' 6 Relación de Cervantes de Casaus en Porras Muñoz, 1980: 166, 167.
Jua~ Cervantes de Casaus, visitador de la administración colonial, 7 Op. cit., 1980: 153 y 158.
8 Naylor y Polzer, 1986 : 446-479¡ Porras Muñoz, 1980: 168 .
pr?porcwna en 16 5 4 una descripción general de los tobosos y salineros
9 !bid., p. 273¡ Bandelier, 1926: 120.
as1 como de las características de la región que habitaban:

Los tobosos. bandol e ro s y nómadas 359


Luis González Rodríguez
Esta paz y alianza de los tobosos con los españoles resulta algo enig- camino flecharon a un hombre, y vivo aún, le desollaron la cabeza y
mática o indica que los tobosos volvieron a sublevarse más tarde pues, otras partes del cuerpo. De tres haciendas de Indé se llevaron 2 ooo cabe-
por 1628, duramte el gobierno del marqués de Salinas, se ordenaba por real zas de ganado mayor y r 500 bestias de los corrales·. En el vado del río
cédula acabar con estos grupos que se mostraban irreductibles, raras ve- Florido mataron a un indio que iba al Tizonazo, le cortaron la cabeza y
ces andaban solos y frecuentemente se aliaban con los salineros I con los ahí mismo, en el paraje de los Charcos, mataron a un tarahumara y ata-
conchos, y más al norte con los cíbolos. 10 caron a un correo, que iba a México a informar al virrey, conde de Salva-
En efecto, una de· las características de estos grupos étnicos, tanto nó- tierra, de la situación en Nueva Vizcaya. De camino al valle de San Bar-
,m adas como sedentarios, era la frecuencia de sus numerosas alianzas pa- tolomé robaron tres recuas de mµlas y otras tantas manadas de las
r~ atac~r a los españoles y algunas veces para hacer la guerra a otras et- haciendas vecinas. 1 4
mas. Sm embargo, hago notar que las guerras hispanoindígenas, más que El 6 de octubre de 1645 el general Juan de Barraza, del presidio de
las que pudiera darse de tipo interétnico, no eran con el fin de conquistar Santa Catalina de Tepehuanes, por orden del general Luis de Valdés, go-
otros
,
territorios (porque no tenían estructuras de control) I 11 es decirI no bernador de Nueva Vizcaya, se preparaba en Canutillo, Tizonazo e Indé
teman como objeto y fin el dominio territorial o el dominio humano si- para flanquear a los tobosos por Mapimí y por la tierra de los salineros
no ·principalmente · sus ataques eran para procurarse alimentos, enseres ' (llamados irritilas), moradores pacíficos de la laguna de Viesca, como lo
d?mésticos, aperos de labranza y objetos para propia defensa, como por señala en su relación de 1575 el padre Juan de Miranda, el primero .que
e1emplo cuchillos o arcabuces. No se excluyen las hostilidades guerreras conoció a los conchos. 1 5
por rivalidades con otras etnias o por diferentes motivos bélicos contra Barraza llevaba en su compañía 60 soldados españoles y 200 indios
los españoles. aliados, tepehuanes y conchos. Al fin los tobosos fueron vencidos. En su
En el periodo de gobierno de Gonzalo Gómez de Cervantes (1630- huida asaltaron la hacienda de Canutillo, mataron en Tizonazo al gober-
6 1
r 3 ), los españoles buscaron la alianza de los tobosos para castigar a los nador don Álvaro y robaron la hacienda del general Cristóbal de Ontive-
· masames alzados, "nación cercana de los conchos". Los tobosos asintie- ros. En un par de días recorrieron cerca de 80 leguas y se trasladaron a su
ron, engañaron a los masames y los mataron, trayendo sus cabezas a Pa- territorio. Con los tobosos estaban confederadas otras seis naciones: ca-
rraI.12 . bezas, salineros, mamites, colorados, julimes y conchos, como lo hace
La década de 1640 a 1650 y sus años subsecuentes serán de enor- notar en su relación el padre Nicolás de Zepeda y también lo señalan los
mes congojas para los españoles, de numerosas muertes, de obstáculos autos de guerra levantados en esa ocasión. 16
para ~a minería y demás asentamientos españoles y de ruina para el co- El maese de campo Francisco Montaña de la- Cueva salió para comba-
mercw por la confabulación y los asaltos de numerosas naciones en to- tirlos. Fue igualmente designado para este fin Bartolomé de Estrada y Ra-
do el norte. Para defenderse, sobre todo de los tobosos, los españoles mírez, futuro gobernador de Nueva Vizcaya. Los tobosos hicieron frente
pensaron en una línea de ro presidios a lo largo de roo kilómetros, si- a las tropas de Montaña de la Cueva y aun osaron robar sus haciendas,
tl!lados desde Parral haeia el sur, cada uno a una distancia de ro kiló- pero un labrador de esa región, Bartolomé de Acosta, logró vencerlos, ma-
me~rGs Y con un total aproximado de 300 soldados con sus respectivos tar a ro de ellos, que fueron apeloteados, y apresar a otros, además <le re-
capitanes. 1 3 cuperar lo robado. 1 7
Para tener una idea de los destrozos causados por los indios enemi- Los tobosos y los salineros eran unos 600 flecheros. Como dieron se-
gos · 1 ñales de querer la paz, el gobernador Luis de Valdés les envío a fray Pedro
. ' particu armente por los tobosos, se pueden adelantar los hechos si-
gulilentes. En r644, unidos con los cabecillas, asaltaron una hacienda del de Aparicio. Sin embargo, dichos rebeldes dec;idieron reunirse por octu-
va e de San Bart o1orne;, a h'1 mataron a dos personas y se llevaron todo el bre de 1645 en la misión de San Miguel de las Bocas, ·e intentaron apode-
ganado Y la caballada. Cerca de Parral robaron a los mineros cantidad de
mulas; mataron a un español y a un indio principal en Mapimí. En un . .
14 Para más detalles consultar la relación de Nicolás de Zepeda en González Rodríguez
1987: 196-240.
io Porras Muñoz, 1980: 169. 1 s Rocha, 1940 (octubre-diciembre): 401.
11
Vid. Griffen, 19 8 3 : 337 _ 16 Zepeda, op. cit., pp. 196-240.

i2 Relació_n de Medrana de Naylor y Polzer, 1986: 446-479. 1


7 Se conservan los autos levantados por Montaña de la Cueva en 1645, Naylor y Polzer,
13
San Jerommo Hu e¡o· t·1t¡,an, m1s10n
· -, Tarahaumara de 1715 1718 . op. cit., pp. 318-334.
1

Lui s Gonzál e z Rodríguez Lo s tobosos. bandolero s y nómadas


rarse de su misionero, el padre Zepeda. El gobernador Valdés salió en su
busca y los venció, consiguiendo, además, que se asentaran en San Bue-
naventura de Atotonilco. 18
El 22 de octubre de ese año se dirigió Guajardo al sitio llamado Espíri-
tu Santo; de ahí se siguió a El Venado, el río Florido y al de Parral. El día
2:9 continuó a San Francisco de Conchos, a Chancable y a la Mimbrera, en
Tierra de 7obdsos y Salineros
el cami.FJ.o que vá de México a Parral, y a Santa Fe del Nuevo México. Si-
lucia 1645
guió luego a San Pedro de Conchos y a Santa Isabel y finalmente a Parral.
Nicolás de Zepeda hace notar que, en r645 1 había una gran sequía, • Poblados • Presidios

puesto que hacía cinco años que no caía la lluvia. Pone de relieve tam-
1:1 Misiones
oién que los españoles de esos lugares no se interesaban tanto por el bien
común y por la prosperidad de los pueblos, cuanto por su propio beneficio o 100 Km.
Y porque no les faltaran indios para su servicio personal. 1 9
En septiembre de r652 1 el general Guajardo y sus militares habían Francisco
d• Conchos
ido a reconocer unas salinas -probablemente las Palomas- a 3 kilóme- .,.inas
tros del Peñol de Nonolat. Desde el 27 de abril de r575 el rey de España,
por real cédula fechada en Villaseca, encargaba estas salinas a Francisco
Nu•vas


e•

Parral
Atotonilco
Vall• d• San
Bartolomi
/'A
ó
de Ibarra, primer gobernador de Nueva Vizcaya.
S.anta ) -&>
~di
El 29 de septiembre de ese año tuvo lugar la batalla en el Peñol de San
Miguel de Nonolat, que resultó desastrosa para los tobosos. El capitán Bal-
tasar Caldera, a pesar d€ la lluvia de piedras que le arrojaron dichos indios,
LH
0
~l
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o
J)

mandados por el nonoje Francisco de Casabala, logró subir a la cumbre con


Bocas ~' o
• Curogordo
~ .\ ,\\\ J)
8 hombres y dominar a los rebeldes. Después de que dos emisarios tobosos .Q,

hablaran con el gobernador para pedirle piciete (tabaco), los capitanes espa- e;>- -<P
ñoles en número de siete, que tenían rodeados a los tobosos, dijeron que
los rebeldes merecían la muerte. Los alzados estaban esperando el auxilio ~
de los talamit (hijos de la tierra) y de los jitemit (hijos de las piedras).
-· ,. ~ i Tizonazo
6 lndi
Los autos de este combate que duró cinco horas precisan que se hicie-
ron cautivos a r79 tobosos y que ellos tuvieron 322 muertos contra tres
españoles heridos~ 44 indios amigos, y únicamente 2 muertos.20 ~ Parras
El 17 de octubre de 1652 1 el gobernador había ordenado hacer junta de
guerra en el paraje de Jaque, pues un total de r 8 grupos étnicos se habían
~ AA
Papasquiaro
~ hf~'J..__
aliado para hacer guerra a los españoles. Al parecer, únicamente los chi-
zos de Cocotán eran fieles vasallos que hacían la guerra a los tobosos. Los
otros grupos hostiles eran, además de los tobosos, los nonojes, acocla-
~
Cu•ncam••
• •
~ "
Avino ~
0

18
: Porras Muñoz, op cit., pp.l6?, 174 .
' Y Vid. Zepeda (1644-1645), en González Rodríguez, op cit., pp. 200-240.
e,
2
º Los Autos de guerra de r652 se conservan en el Archivo Municipal de Parral, en el co-
rrespondiente año. El historiador parralense José G. Rocha los ha consultado, son 142 fo-
. lios. Pueden verse sus artículos, citados en la bibliografía, sobre "Una cruel matanza de
tobosos". Igualmente· útiles son las informaciones ordenadas de 16 5o a 16 53 por Enrique
Dávila Y Pacheco, que se encuentran en la Biblioteca Nacional. Vid. manuscritos en la Figura 2. Tierra de tobosos y salineros hacia 1645 . Tomado de Naylor y Polzer, 1986. Recopilación de
bibliografía, y Porras Mmloz, op. cit., pp. 177-178. Luis González R. Dibujo: Rubén Gómez J.

Lui s Gonzúlez Rodrigu e z Los tobosos, bandol e ros y nómadas


mes, gavil~nes, mansos, jitemit, talamit, hijos de los palos, salineros, ca- A partir de 1680 la actitud del gobierno colonial cambió respecto de
bezas, matarajes, colorados, pies de venado, mayos, babosorigames, con- los indígenas y ordenó su busca en sus territorios· para invitarlos a vivir
chos, julimes y mamites. 21 congregados y pacíficos; de no conseguirlo, mandaría hacerles una guerra
Los costos de la guerra de 1644 a 1645 se calcularon en 20 ooo pesos, ofensiva. Con este fin envió al general Juan Fernández de Retana a com-
los destrozos y asaltos cometidos por salineros y tobosos entre 1648 y batir a los tobosos, que poco antes se habían rebelado junto con los sali-
16 5 4 ascendían a 15 ooo bestias robadas, cifra que se duplicaría para neros, los cocoyomes, los acoclames y los gavilanes, a quienes, en 1677,
1659. Por otro lado, el padre Nicolás de Zepeda y el padre Felipe Duque había hecho la guerra el gobernador Lope de Sierra Osario y poco después
contaron 1 337 muertos en diferentes batallas ocurridas en cinco años. su sucesor Martín de Rebollar. 26
En octubre de 1657 el gobernador Enrique Dávila Pacheco emprendió El cambio de actitud de la administración colonial se explica porque
campaña contra los tobosos sublevados cuatro veces•I lo mismo hizo su ese año se dejaron sentir las rebeliones de los indios pueblo del Nuevo
sucesor Francisco de Gorráez y Beaumont. Vencidos los tobosos, queda- México que habían repercutido al sur del río Bravo concitando a los piros,
r~n asentados en Tizonazo, pero se volvieron a sublevar y el gobernador tiguas, sumas y janos, tarahumares, conchos y pimas de la región de El
hizo pasar a cuchillo a 60 de ellos; Diego de Medrana, informó al arzobis- Paso del Norte, Casas Grandes, Santa María de Carretas, Janos y toda la
po qe México, Mateo de Sagade Bogueiro, en 1660, que se había buscado sierra tarahumara hasta sus fronteras con Sonora. 27 A estos rebeldes se
la alianza de los tobosos, conchos y salineros para apuntalar la autoridad unieron los mansos, los julimes, e incluso los irritilas o laguneros, entre
de la audiencia de Guadalajara en un conflicto surgido entre el oidor Juan otros. Por eso, el gobernador Sierra Osario decía que, ya desde 1678, entre
G 0 nzález de Manjarrez y el gobernador Luis de Monsalve. 22 Durango y Parral había 11 naciones enemigas, que la de más valor eran
· A pesar de la ami.stad temporal con los españoles en 1666 los tobosos los tobosos, y que con este nombre se solía incluir a las demás. Un últi-
volvieron a rebelarse cuando gobernaba Antonio de Oca y Sarmiento. mo testimonio de fines del siglo xvm es el del gobernador Juan Bautista
Atacaron una hacienda junto al río Florido mataron a 22 personas roba- de Larrea, quien en 1699 asentó de paz a 130 tobosos en San Buenaventu-
ron el ganado Y pusieron fuego a la finca. Én su huida a la misión de Bo- ra de Atotonilco y a 350 chizos en San Francisco de Conchos.28
ca~ dieron muerte a 9 soldados y a 14 indios que escoltaban al padre Ro- Quiero resumir los avatares de este siglo tan tumultuoso con las pa-
drigo del Castillo, al que llevaron cautivo. Incluso se atrevieron a robar la labras del visitador Cervantes Casaus acerca de los tobosos:
caballada del presidio de San Miguel del Cerro Gordo. 23
En i670, los mineros del Parral se quejaban, como lo habían hecho son los más perjudiciales, insufribles e indomables [... ] Los indios tobosos Y
otras veces , de Io d"f'
i ici·1 y pe1·1groso que resultaba traer azogues, indispen- salineros no guardan palabra ni fe y con facilidad la quebrantan. Y no es de
sables para el trabajo en las minas, a causa de los continuos ataques a los admirar si no se perfecciona con darles algunas reses, rejas de arado y semi-
tobosos.24
llas por una vez, obligándolos a sembrar y asistir a la doctrina que se les seña-
Cuatro años después, en febrero de 1674, el gobernador José García de lare, porque para dar la paz se juntan los que pueden, y dejándolos de la mano
Salcedo recib ina
· , paci'ficamente
· a los tobosos en Parral, y a sus aliados los se vuelven a dividir como de antes a buscar de comer. 2 9
~coclames, gavilanes, cocoyomes e hijos de las piedras, que se habían da-
\ cuenta que el gobernador acababa de triunfar sobre los salineros, los IVÁN RATKAJ, UN CROATA¡ JOSEPH NEUMANN,
ca ezas Y los mayos en las cercanías de Mapimí. 25 UN BELGA, Y LOS TOBOSOS

21 V'd
22
1 . Rocha, 1941 : 204-216 Según un testimonio franciscano de 1638, los tobosos, ~ntes de haber te-
Los detalles de est ·• nido alguna doctrina o misión en la que estuvieran asentados, ya se habían
.
dr ano afirma as erogaciones de 1645-1646 se conservan en AGI Contaduría 92 5. Me-
que fu 8 '
1or Y Polzer 198 6·eron6 o ooozpesos gastados en la guerra contra los tobosos, vid. Nay- rebelado a principios del siglo xvn.3º En efecto, no he encontrado ningún
_ ' d , ,
· 44 -471 ; epe a en Gonzalez Rodnguez, 198 7: 200-240; Porras
M unoz 19 80· 177 Ald
' · ; arna, 1968 : 529-530 y Medrana (16 60) en N aylor y Polzer, 1986 :
44 6-47 9. 26
23 !bid. pp. 241-24 5¡ Bandelier, 1923, t . u : 250.
Consultar la relació d 1 • . d . . , ,
n e cauuveno e Rodngo del Castillo en 1667 en Gonzal ez Rodn- 2
1 Porras Muñoz, op.cit., p. 179.
guez, op. cit., pp. 261-26 8. 28 !bid., p . 222.
:~ Po~ras Muñoz, op.cit. , pp. 372 -375, 378 . 2
9 !bid., pp. 166-1 67 y 217 .
-, !bid., p . 22 2.
)O !bid., p. 166.

L u i s Go nz á l ez Ro dr íg u ez L os t o b osos, band o l e r os y nó m a d a s
documento que hable del establecimiento de misión alguna entre los to- verso, puesto que es el único que. obstaculiza estos buenos sucesos. El obispo
bosos antes de los intentos mencionados por Ratkaj en 1683. es de la Orden de San Francisco, opuesto a nosotros, como algunos de los an-
A este respecto dice que los jesuitas pretendían fundar dos misiones tecesores que ahí residieron. Quizás podrá retardarse nuestra ida, pero no lo-
entre los tobosos y que el padre José Tardá, visitador en 1681 de las mi- grarán impedir que entremos a dicha mies [...) Porque interesa sobremanera
siones de la Tarahumara Alta, ya había empezado a aprender la lengua to- que esta nación nos sea fiel y amiga.31 ·
bosa (en 1680). Sin embargo, el obispo de Nueva Vizcaya en esos años, el
franciscano fray Bartolomé de Escañuela, pretendía poner a clérigos dio- Este testimonio, no señalado por ningún antropólogo e historiador, es
cesanos en las misiones proyectadas en lugar de los jesuitas. Los tobosos importante y significativo por los nuevos elementos que aporta: el am-
no aceptaron a los sacerdotes del obispo y prefirieron seguir su vida nó- plio contexto geográfico que da de los tobosos; los gritos que precedían a
mada discurriendo por cerros y roqueríos donde no se podía sembrar y sus ataques, las marcas de su cuerpo y de sus rostros, el gusto por la carne
asaltando con sus flechas a los caminantes. mular y el hecho de que fueran antropófagos .
Ésta era la imagen y la idea que tenía Ratkaj de los tobosos: Se da a entender también que los tobosos, aunque nómadas, eran ca-
paces de practicar la sedentarización, de vivir congregados y de aprender
los conchos, tobosos y parras están situados hacia el Oriente, antes de la la agricultura. También se hace notar que no habían tenido, antes de fi-
Nueva Florida, Nueva Francia y el reino de Nuevo León [... j Los tobosos su- nes del siglo xvII, una misión donde ellos pudieran establecerse. -Los do-
peran a los conchos en barbarie [... j y aunque desde hacía muchos años vigila- cumentos coloniales mencionan dos sitios en los que los tobosos convi-
ban de día Y de noche los caminos, y con cuantas asechanzas podían los hacían vían temporalmente con otros grupos: San José del Tizonazo, misión
sumamente peligrosos, nunca se supo que atentaran contra la vida de ningún jesuita de indios salineros, y San Buenaventura de Atotonilco, misión
padre de la Compañía. Más aún se dio el caso de que apresaran a uno de los franciscana de indios conchos. El asentamiento circunstancial, en diver-
misioneros Y, despojándolo de todo y dando muerte a sus acompañantes, a él sos tiempos, y el nomadismo ordinario o conyuntural, son rasgos comu-
le perdonaran la vida y lo llevaran hasta cerca del presidio del Norte, miran- nes a numerosas tribus y bandas del norte que fueron consideradas exclu-
do así por su vida[ ... ] Estos enemigos, con el propósito de asaltar, robar y ma- sivamente nómadas.
tar, reunían en sus escondrijos todos los animales que por la fuerza les habían Joseph Neumann, compañero de Ratkaj en la Tarahumara durante
quitado. Ante todo capturaban las mulas, con cuya carne se alimentaban, tres años, que vivió 5 2 años en esas regiones, coincide al afirmar que los
despreciando todo lo demás comestible. Más aún, no les daba asco devorar la tobosos eran indomables, asaltantes de caminos, de pueblos y de reales
carne humana. de minas, y que su radio de acción llegaba ininterrumpidamente hasta la
Marcados con fuego con miles de signos y de líneas, en su aspecto fiero y sierra tarahumara, desde que tuvo noticia de ellos a fines de 1680, hasta
horrible vagaban aquí y allá como faunos por los montes [... I Mientras esta- los primeros decenios del siglo xvm. En sus numernsos escritos, particu-
ban tramando un asalto con horrible gritería y vociferaciones al mismo tiem- larmente en su Historia de las sublevaciones en la sierra Tarahumara,
po, Y con las flechas listas para herir, aterraban de tal manera a las víctimas que publiqué en francés en 1971, y 20 años después en lengua castellana,
que algunas veces éstas caían por tierra semimuertos y llenos de pánico antes se encontrarán los testimonios e impresiones que Neumann tuvo de los
de que las traspasaran las flechas. tobosos.3 2

A contin~ación sigue escribiendo Ratkaj que los tobosos, abandonando


su b~rbane, quieren que los jesuitas los pacifiquen, los gobiernen y les
ensenen el camino de la salvación:

ª est e fin hace ya medio año que el gobernador de estas tierras de Nueva Viz-
:i, Iván Ratkaj, Relatio Tarahumarum Missionum Eiusqu e Nationis terraequ e descriptio,
caya, con fervoroso y vehemente celo trata de dar satisfacción a sus deseos.
l68 3 (ARSI, Mex. 17: · 494-505v). Traducción castellana por Luis González Rodríguez,
Ha enviado ya a México, al virrey, muchos correos solicitando que algunos Anales de Antropología, v. 32 (1994; en prensa). .
hombres apostólicos vivan con ellos [... I Para acelerar este negocio el gober- ,1 Vid. en índice la palabra "tobosos" en Luis González (ed.) fo seph N eumann: Révoltes des
nador ha acudido piadosamente al obispo de Guadiana esta misma semana indiens tarahumars (1626-1724) , París, Institut des Hautes Etudes l'Amérique Latine,
del 1 7 de septiem
· bre de 1682, a fin de que no se nos oponga y se muestre ad- 1 969-1971. Traducción castellana, Chihuahua, Camino, 19 9 1.

Lui s G o n z dl ez R o drí g u e z Lo s tobo s o s, b a nd o l e r os y nómada s


de que vinieran las aguas. En este vaivén regular los arrieros empleaban de
dos a tres meses en el viaje de norte a sur y otros tantos en su regreso,
aunque a veces se demoraban más de lo previsto.
Los tobosos y otros grupos salteadores de caminos sabían muy bien
por la experiencia de muchos años y por las atalayas que tenían en sitios
estratégicos en qué época del año pasarían por esos caminos las recuas de
la misión que dejaban sus cargas en los sitios más cercanos, a donde po-
día acudir cada misionero con sus arrieros locales:. las dejaban en Parral,
en la misión chihuahuense de Santa Cruz o en la de Mátape que ya co-
rrespondía a Sonora.
Conservo dos testimonios del padre Thomás de Guadalaxara, de la
misión de San Jerónimo Huejotitlán en la tarahumara, acerca de los tobo-
sos. Uno es de 16 de enero de 1718 y se encuentra en una carta que escri-
bió al padre procurador José Antonio García, al que le dice que acaba de
recibir su "memoria". Todo lo que le llevó el arriero Bernardo de la Vega
le llegó bien y se libró de caer en manos de los enemigos tobosos.3 3 Pero
ya en 1692 había sido testigo, en Parra( de la paz dada podas tobosos.3 4
El otro testimonio, del 24 de febrero de 1715, dice lo siguiente:

llegó pues, Bernardo de la Vega con ella [su limosna] a 19 de febrero de este
año de 1715 y milagrosamente escapó, pasando esta cuesta de Huejotitlán, a
donde estaban los tobosos y el día 20 mataron a un capitán del pueblo de San
Figura 3. Área de acción de los tobosos (siglos xv1-xv111) . Recopilación del autor, 1995 . Javier, que se adelantó a otros que iban, y duró la pelea 3 horas, y de los ene-
Dibujo: Rubén Gómez J.
migos fueron dos malheridos y que por la hierba venenosa se cree también
THOMÁS DE GUADALAXARA Y LOS TOBOSOS EN EL SIGLO XVIII morirían. Gracias a Dios y a su madre santísima no hubo más avería y queda-
ron con victoria los nuestros, y les quitaron las bestias y lo que tenían los
Los datos de archivo acerca de los tobosos y otras etnias norteñas abar- enemigos.35
can parte del siglo XVI hasta comienzos del XIX, cuando, por diversas cau-
sas, desaparecen. Se han localizado alusiones a los tobosos en la corres- Pongo de relieve aquí que los tarahumares se defendieron flechando a los
pondeneia de los .misioneros de la región tepehuana y de la sierra tobosos con la hierba venenosa, mortal, despojándolos de sus bestias y re-
tara~umara, escritas al padre procurador en México, agradeciéndole el cuperando lo que pretendía llevarse el enemigo.
e_nv10 de las subsistencias y demás cosas que ellos le habían pedido. Las Sintetizando los datos de los documentos citados en este trabajo en-
hstas de tales bastimentas y objetos (por ejemplo, ajuar para la iglesia, cuentro que los tobosos atacaban y robaban los actuales estados de Chi-
aperos de labranza, instrumentos musicales, sustancias medicinales, te-
las Y sombreros para los indios, etcétera) se conocían como "memorias".
B Vid. Un estudio mío sobre Thomás de Guadalaxara, su vida y su obra en la tarahumara,
El procurador de los jesuitas las surtía en la capital novohispana, y éstas está en prensa en el volumen correspondiente a 1995 de Estudios de Historia Novohispa-
se paga~~n con la limosna anual de 300 pesos proporcionada por el rey a na que publica el Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, bajo la coordina-
cada m1s10nero. ción de Felipe Castro G .
En ~érminos globales, el número de ministros evangélicos en el noro- 34 Vid. AGN, Prov. Int. 29 : 190. Testimonio ante el gobernador Juan de Pardiñas, el 24 de

est~ a fmales del siglo xvu y mitad del xvm fluctuaba entre 80 y 100. Los marzo de 1692.
., , El texto completo de esta carta se encuentra en AGN, Jesuitas 1v, y debo su conocimiento,
arneros transportaban lo que podían en sus recuas, cuyo número de mu- así como la búsqueda de datos históricos sobre los tobosos, a Nicolás Olivos, antropólogo
las pasaba en algunas ocasiones del centenar. El trajinar de las recuas era social, que está preparando su tesis sobre la tarahumara y a quien expreso aquí mi agra-
periódico Y por lo general se hacía en los primeros meses del año, antes decimiento por su ayuda . -

Luis González R o drí g u ez Lo s tobo sos , ban do l e r os y n ó m adas


huahua, Durango, Coahuila, Nuevo León, Zacatecas y Tamaulipas; en to- 3. Cristóbal de Ontiveros, hacienda del general: i 645
tal pude especificar 67 sitios, la mayor parte de ellos en Durango, luego en 4. Cruces, paraje de las:
Chihuahua y en Coahuila, Y en último término en los estados restantes. 5. Cuencamé, presidio de: 1653, 1691
Los datos de archivo señalados en la bibliografía han sido ordenados 6. Charcos, los (municipio de Canatlán): 1644
en orden cronológico, no por autores. Es significativo notar que, a partir 7. Durango o Guadiana: passim
de 17 35 empiezan los estragos de los tobosos en el antiguo Nuevo San- 8. Espíritu Santo (municipio de Indé) localidad de:
tander, que después formó parte del estado de Tamaulipas. En esta región 9. Guanaceví:
los ataques tobosos continuaron hasta 1845, última fecha que he locali- ro. Mapimí, pueblo y minas de altura sobre el nivel del mar, 1953
zado. metros: 1644, 1645 1 1652, 1674
A continuación indico los estados y sitios correspondientes a la fecha r r. Nonolat, San Miguel de (peñol): 165.2
de los ataques tobosos que he encontrado. 12. Nuestra Señora del Pasaje, presidio de: 1691
13 . Río Nazas: 16 18, 1666, 1691
Chihuahua (19 sitios robados y atacados , 14. San Bernardino, misión franciscana de: 1706
no pude especificar el número de muertos; esta advertencia r 5. San Buenaventura, misión franciscana de: 1698
vale para el resto de los estados) 16. San José del Tizonazo, misión jesuita de: 1644, 1645 1 1663 1 1666·
17 . San Juan Bautista de Indé, pueblo de visita de misión jesuita:
r.BolsóndeMapimí: 1644, 1645, 1674 1644, 1691
2. Estancia de Don Bernardo de Azcua y Armendáriz: r 691 r8. San Juan del Río: 1691
3. La Chorrera, en la confluencia de los ríos Florido y Conchos: 1650 19. San Miguel de las Bocas, misión jesuita de: 1645, 1666
4. Palomas, Salinas de: 1652 20. San Miguel del Cerro Gordo, presidio de (hoy Villa Hidalgo), en el
5. Río Florido: 1644, 1645, 1652, 1666 camino de México a Chihuahua: 1666
6. Río Grande del Norte o Río Bravo: 1691 21. San Nicolás (a doce leguas de Santa Catalina de Tepehuanes):
7. Santa Bárbara, Minas de: 1618, 1684 1690, 1691
8. San Buenaventura de Atotonilco (hoy Villa López) : 1652 22 . San Pedro el Gallo, presidio de: 1691
9. San Diego de Minas Nuevas: 1684 23. Santa Catalina de Tepehuanes, presidio de: 1691
ro . San Francisco de Conchos, misión y presidios: 1645 24. Santiago Papasquiaro, misión tepehuana jesuita: 1691
11. San Francisco del Oro, minas de: 1684 25. Sierra de Atotonilco (municipio de Hidalgo):
12 . San Javier, misión jesuita de: 1715, 1718 26 . Sierra de Pelayo (municipio de Mapimí) a r 438 metros sobre el
13. San Jerónimo Huejotitlán, misión tarahaumara de: 1715, 171 8 nivel del mar:
14. San José del Parral, minas de: 16 44, 1 645 , 1650, 1670, 1677, 1678, 27. Venado, el (municipio de San Dimas): 1645
1680, 1684, 1692
15- San Pedro de Conchos, misión franciscana de: 1645, 1650 Coahuila
r6. Sierra del Diablo: 1691
17. Sierra de Jicorica: 1691 r. Acatita, a 30 kilómetros al sur de Monclova (municipio de Casta-
r8. Tecolote, ranchería del: 1691 ños): 1691
19- Valle de San Bartolomé (hoy Valle de Allende): 1644 1653 1684 2. Agua Nueva: 1691
1 1

3. Bolsón de Mapimí: 1644, 1645, 1674


Durango 4. Cadena, la: 1691
5. Mesillas: a ro leguas de Saltillo: 17 34
1 · Bolsón de Mapimí: abarca partes de Durango, Coahuila y Chihua- 6. Mobas: 1691
hua; e st a planicie arenosa tiene una altura promedio de 1 200 metros so- 7. Monclova, presidio de Santiago de: r 7 34
bre el nivel del mar: r6 44 , r6 45 , 1674 8. Nadadores, misión franciscana de, a 470 metros sobre el nivel del
2. Canutillo, hacienda de (municipio de Ocampo): 1645 mar: 1693 1 1698, 1762

370 Lui s Gonzá l ez R o dr ígu e z L os t o b os o s , ba n do l e ros y n ó m adas 371


9. Rinconada, jurisdicción de $altillo a 50 leguas: 1734 No usaban vestimenta, pero llevaban algún penacho y marcas en
ro. San Juan de los Ahorcados: 1691 cuerpo y rostro; al parecer hombres y mujeres caminaban descalzos. Su
11. Tora, jurisdicción de Santiago de Monclova: 1734 habitación era móvil con alguna estructura o armadura de carrizos, em-
12: Nuestra Señora de Refugio de la Bahía: 1807, 1825 badurnada con lodo y protegida con pieles. Como todas las etnias del nor-
13. Saltillo: 1687 te solían tener un cacique que mandaba pequeñas bandas, curanderos
que, como en todo el norte, atendían las enfermedades con recursos natu-
Nuevo León rales, extrayendo el mal con canutillos y recitando alguna fórmula. Tenían
hacedores del mal que, paradójicamente, podrían considerarse como neu-
r. Mojito: 1691
tralizadores de abusos. No tengo ningún dato acerca de sus creencias, pe-
2. Salinas, las, jurisdicción de Nuevo León: 1734 ro puedo suponer que en su ideología religiosa distinguían a los inculca-
3. Monterrey: 1706 dores supremos del bien y a los favorecedores del mal; quizás tendrían
ritos de fecundidad humana y de fertilidad vegetal o animal, y sus creen-
Zacatecas
cias derivarían de la observación astral y de la naturaleza circundante.
Eran recolectores y cazadores. Su hábitat era extremadamente árido;
r. Mazapil: 1691 los tobosos salían de él para procurarse el sustento, y a los españoles la
2. Nieves: 1691 misma falta de agua les impedía entrar. Los testimonios de Diego de Me-
3. Sombrerete: 1691 drana y de Juan de Cervantes de Casaus confirman parte de lo aquí expre-
4. Zacatecas, ciudad: 1691 sado y añaden que los tobosos eran pocos -pero no señalan ninguna ci-
fra-, que su valor y ferocidad era como la de los guachichiles, que los
Tamaulipas capitaneaba un jefe y que era muy frecuente su alianza con otros grupos.
En cuanto a su lengua, algunos piensan que era parte del tronco yuto-
1. Sierra del Abra o de Tanchipa, entre Tamaulipas y San Luis Poto- azteca del tipo sonorense; Pennington asemeja la lengua tobosa al con-
sí: 1775 cho. Otros dicen que simplemente era una lengua diferente y, finalmente;
2. Tanciaquil, montes de: 1775 otros creen que era parte de las lenguas atapascanas. No se puede afirmar
nada porque no se conserva ninguna palabra de la lengua tobosa y sólo se
Nota bene. A estos datos añado el que me comunicó la doctora Marie- sabe que fray Alonso de la Oliva, fundador de la misión y el pueblo de
Areti Hers: que en 16 5-8 los tobosos también habían penetrado al ahora San Buenaventura de Atotonilco (hoy Villa López) conocía muy bien esta
estado de Jalisco. Supongo que además llegaron a San Luis Potosí a través lengua y era su intérprete; algunos piensan que escribió una gramática o
de la sierra de Tanchipa, aunque no tengo documentación que lo com- vocabulario de la misma.3 6
pruebe. De ser así .los ataques de los tobosos se extenderían a ocho esta- William Griffen afirma con razón que hay pocos datos acerca de los
dos actuales de la República Mexicana. tobosos. No obstante señala la probabilidad de que existiera entre ellos la
poliginia sororal, las ceremonias de pubertad dirigidas por chamanes, las
Según se tratara de guerrilla o de ataque a personas o propiedades, los danzas rituales o guerreras con consumo de peyote y, en el nacimiento de
asaltantes tobosos eran escasos en número y podían llegar hasta 600 fle- un vástago, la costumbre de la couvade, es decir, que el padre tenía que
cheros como en el caso del peñol de Nonolat. Entre sus armas se mencio- guardar cama para que su hijo recién nacido pudiera desarrollarse bien.
nan expresamente las flechas, probablemente no envenenadas. Puedo su- Antes de terminar cabe preguntarse el porqué de tantos levantamien-
poner que tenían también lanzas, mazos, las piedras que despeñaban y, tos de los tobosos en contra de los españoles. No creo que existiera en es-
como
.
parte del botín quitado a sus víctimas arcabuces ' machetes y nava-
/
ta etnia lo que ahora se llama racismo o discriminación racial. Los espa-
Jas, Y algún otro instrumento de defensa y ataque. En los documentos se ñoles sencillamente eran considerados enemigos por las encomiendas y
menciona que desollaban a sus víctimas, a veces las decapitaban, que bai- el trabajo personal forzado en las haciendas o en las minas; probablemen-
laban sus cabelleras, que acostumbraban cierto canibalismo y que despo-
jaban de todas sus pertenencias a sus víctimas para utilizar todo aquello 36 La concentración de todos estos datos está tomada en buena parte de Griffen, 1983 y de
que pudiera servirles. Rocha, 1939, 1940, 1941.

372 Luis González Rodríguez Los toboso s. bandol e ro s y nómada s


373
------~-----~---~-~~--. --~~~~---~-~-------- --..- ---------~-------~-----~------~------~-----~----

te consideraban también hostiles a los misioneros por obligarlos a vivir BIBLIOGRAFÍA


concentrados en pueblos, a llevar una vida con determinado orden y a
cambiar de creencias, asistiendo cada día a la iglesia y a las oraciones . Sin Obras impresas
embargo, en ningún caso se puede dar esto como absoluto, porque sin du-
da alguna había españoles buenos y misioneros bondadosos y comprensi- ALMADA, FRANCISCO R.
vos e igualmente tobosos que aceptaron el cristianismo. 1968 Diccionario de historia, geografía y biografía chihuahuenses, 2a.
Alguna respuesta a estos interrogantes nos la dan los mismos españo- edición, Ciudad Júarez, Universidad de Chihuahua.
les cuando reconocen injusticias y arbitrariedades cometidas con los to- BANDELIER, ADOLPH y FANY
bosos Y con otras etnias . Cito por vía de ejemplo el testimonio dado en 1926- Historical Documents Relating to New Mexico, Nueva Vizcaya,
1~4º _p or el licenciado Pedro Fernández de Baeza, presidente de la Au-
19 37 and Approaches thereto, to I 77 3, Charles Wilson Hackett (ed.),
diencia de Guadalajara, que escribe al rey: Washington, D.C., Carnegie Institution of Washington.
BEALS, RALPH L.
si a los más amigos y de mayor resolución y valor, como son los tobosos, lla- 1932 The Comparative Ethnology of Northern Mexico befare 1750,
mados de paz [... J los arcabucean, ¿cómo no se han de alt erar las demás nacio- Berkley, University of California (Ibero Americana 2).
nes?37 BRANIFF, BEATRIZ Y RICHARD fELGER (EDS.)
1976 Sonora, antropología del desierto. México, INAH (Colección
Ya para terminar el siglo xvn, en tiempos inmediatamente posteriores al Científica, 27).
mandato de Juan Isidro de Pardiñas Villar de Francos, que acababa de ser 198 5 La frontera protohistórica-ópata en Sonora, México. Proposicio-
gobernador de Nueva Vizcaya, se dieron los últimos combates de ese si- nes arqueológicas preliminares, tesis doctoral, 3 t., México, INAH-
glo contra los tobosos; los expedientes de estas luchas pueden verse tan- UNAM 1 1992.
to en el AGN como en el AGI. Algo de sus acciones bélicas a comienzos CASTILLO, RODRIGO DEL
del siglo xvm pueden verse en los testimonios de Joseph Neumann y en 1667 "Crónica de un Cautiverio", en González Rodríguez, 1987: 261-267.
los que he citado de Thomás de Guadalaxara. El historiador chihuahuen- CASTRO GuTIÉRREZ, FELIPE; VIRGINIA GuEDEA
se Francisco R. Almada escribe que en 1720 el gobernador Martín de Al- Y JOSÉ LUIS MIRAFUENTES-GALVÁN (EDS.)
day fue a combatirlos y los castigó severamente.3 8 Sus actas se conser- 1992 Organización y liderazgo en los movimientos populares novo-
va_n. ~n el Archivo Municipal de Parral. Para perseguirlos confió esta hispanos. México, Instituto de Investigaciones Históricas-UNAM.
misrnn a José de Berroterán, capitán del presidio de San Francisco de GERHARD / PETER
Conchos. Tanto el gobernador como el militar aprehendieron a algunos 1982 The North Frontier of New Spain. Princeton, Princeton Universi-
tobosos y-a otros los deportaron a la ciudad de México. Con esta medida ty. Ver índice en la palabra "tobosos". Este autor considera a los
e st e grupo perdió importancia como problema militar y, paulatinamen- tobosos como pertenecientes a la familia tara-cahita.
te, fueron desapareciendo de la escena. Quizás se extinguieron totalmen- GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, LUIS
1 ~e, pues ya en la segunda mitad del siglo XIX su número era restringido y 1987 Crónicas de la sierra tarahumara, 2a. edición, Chihuahua, Cami-
os documentos coloniales de esa época ya no los mencionan después de no.
1 18
4 5 · Al menos no he encontrado ningún dato posterior. GRIFFEN, WILLIAM B.
1 r 969 Culture Change and Shifting Populations in Central Northern
Mexico. Tucson, University of Arizona Press (Anthropological
Papers, 13).
1979 Indian Assimilation in the Franciscan Area of Nueva Vizcaya,
Tucson, University of Arizona (Anthropological Papers, 33).
HAMMOND, GEORGE P. Y AGAPITO REY (EDS.)
1929 Expedition into New Mexico Made by Antonio de Espejo I 582-
i7 Cfr. Porras Muñoz, ~P- cit., p. 86. I 5 83 as Revealed in the [ournal of Diego Pérez Luján ... , Los
-'~ Almada, 1968: 529 _530 .
Ángeles, The Quivira Society (Quivira Society Publication r).

374 Lui s Go n zá l ez Rodríguez Los tobosos , bandoleros y nómadas


375
KROEBER, ALFRED L.
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1934 Uto-Aztecan Languages of Mexico. Berkeley, University of Cali-
1971 War and Peace on tbe North Mexican Frontier: A Documf?ntary
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Madrid, José Porrúa Turanzas (Colección Chimalistac, 32).
1848- Diccionario geográfico, estadístico, histórico de España y sus po-
1977 México's Miguel Caldera: The Taming of America's First Fron-
18 5 o sesiones de ultramar, Madrid, 16 vols .
tier (1548-1597 ), Tucson, University of Arizona.
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RATKAJ, IVAN
1654 Relación del licenciado Diego de Medrana, cura de la ciudad de
168 3 "Relación de las misiones de la Tarahumara y descripción de la
Durango .. . del estado en que se halla (Nueva Vizcaya) y le han nación tarahumara y de su tierra" (ARSI, Méx. 17: 494-505), ma-
puesto los alborotos y estragos que han hecho los indios alzados. nuscrito original en latín traducido por González Rodríguez. Es-
Durango, 31 de agosto de 1654, en Naylor y Polzer, 1986: 446- tá en prensa en Anales de Antropología, v. 32 (1994) México, IIA-
479. Otro ejemplar se encuentra en AGI, Guad. 68 y una copia en UNAM.
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MILLER, WICK
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MONTAÑO DE LA CUEVAI FRANCISCO
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de campo Don Francisco Montaña de la Cueva, teniente de go- huense de Estudios Históricos, vol. m: 204-214.
bernador y capitán general de este reino ... 1645. Y tanto de un ROUAIX, PASTOR
parecer que dieron en Atotonilco los religiosos de San Francisco 1929 Geografía de Durango, México, Secretaría de Agricultura y Fo-
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376 Luis G o nz á l ez R o dr íg u ez L os t o b osos, band o l e r os y n ó mad as 377


TORQUEMADA, FRAY JUAN DE BAGA, FRA y ANTONIO
1615 Monarquía indiana. 7 vols., edición preparada por el seminario I 69 3 Carta al provincial franciscano Antonio de Avellaneda sobre es-
para el estudio de fuentes de tradición indígena, coordinado por tragos de los tobosos en la misión de Nadadores, desprotegida
Miguel León-Portilla, México, Instituto de Investigaciones Histó- de los soldados (Biblioteca Pública del Estado de Jalisco, Fondo
ricas-UNAM, 1975. franciscano, vol. 30: 67-73 ).
ZEPEDA, NICOLÁS DE CUERVO y V ALDÉS, FRANCISCO
1645 "Rebelión de los tobosos, cabezas y conchos (1644-1645)", en 1698 Bando del gobernador de Coahuila, Fcv para prevenir los ata-
González Rodríguez, 1987: 217. ques tobosos a las misiones de Nadadores y San Buenaventura
en venganza por una derrota sufrida, Santiago de la Monclova, 2
Documentos de archivo en orden cronológico de septiembre de 1698 (wBs, 66, núm. 1902).
REAL CÉDULA ...
DÁVILA Y PACHECO, ENRIQUE 1703 al virrey de Alburquerque que recomienda hacer la guerra a los
1650- Información ordenada en Durango por EDP sobre hostilidades tobosos y a los cocoyomes, México, 20 de agosto de 1703 (AGN,
1 6 5 3 de salineros, tobosos, tarahumares y aliados, Durango 1 5 de sep- RCD, 40: 334-35 ).
tiembre de 1645 (BN-Ofm 11/180 12f.). RAMÓN, JOSÉ
AUTOS DE GUERRA ... 1706 fR, Tusticia Mayor del valle de San Bernardino de la Candela, cer-
l65 2 Autos de guerra en que está la salida del gobernador y capitán tifica haber seguido a los tobosos que asaltaron a Fray Tomás de
general a tierra de tobosos, y todo lo que va obrando en su ejecu- Ortega Morejón, San Bernardino de la Candela, 8 de octubre de
ción, núm. 13, 142 folios (AMP) citado por Rocha. 1706 (BPEJ, FF, v. 30: 131 rv) .
PRESUNTA PARTICIPACIÓN SALINAS VARONA, GREGORIO DE
1 684 Presunta participación de los tobosos, chizos y chichitames en 1706 Autos del gobernador del Nuevo Reino de León, csv sobre asalto
los asaltos cometidos en San Diego de Minas Nuevas, Valle de de los tobosos a fray Tomás de Ortega Morejón , comisario de las
San Bartolomé, San Francisco del Oro, Santa Bárbara y furisdic- misiones de Coahuila, Monterrey, 13-14 de julio de 1706 (BPEJ,
ción de San fosé del Parral, 1684 (AMP, 1684, G-106). FF, V . 30: 117-124).
REAL CÉDULA ATAQUE DE LOS TOBOSOS ...
16 85 ordenando al marqués de la Laguna, virrey, erigir los presidios 1721 a los padres Campa, Barra y González camino a Texas, Ms. Bi-
de Cuencamé, Gallo, y San Francisco de Conchos para reprimir blioteca convento de Guadalupe, Zacatecas (Bolton, 1965: 440).
la ferocidad de los tobosos y sus aliados, Madrid, 22 de diciem- JUNTA DE GUERRA ...

bra 1685 (AGN, Rc, 20, exp. 154: 342-346). 1723 por el gobernador de Coahuila, Bias María de la Garza Falcón,
RAMÓN, DIEGO sobre depredaciones de los tobosos, 23 de marzo de 1723 1 Archi-
168 7 Testimonio sobre ataque de los tobosos que, junto con otros gru- vo de la Secretaría de Gobierno de Saltillo (Bolton, 196 5: 424).
pos, mataron a luan de Padilla, Santiago del Saltillo, 9 al 25 de FUNDACIÓN ...

octubre de 1687 (AH-INAH, Serie Saltillo, r. 51 doc. 25 ). 1734- del presidio de Sacramento y proyectos en Coahuila
A UTOS FECHOS ... 1741 contra de los tobosos y otros grupos (AGN, Prov. Int. 177, 1: 1-
16 9° Sobre las Invasiones que hacen los indios rebeldes de este reino 397).
Y los que se van actuando sobre la guerra ofensiva que se les ha- JÁUREGUI URRUTIA, JosÉ DE
ce por el señor... Don Tuan Isidro de Pardiñas ... (AGN, Prov. Int. 17 3 5 Descripción geográfica del nuevo reino de León por el gobernador
29). r,u. Incluye noticias de numerosas tribus, incluidos los tobosos,
CORRESPONDENCIA .. . México, 11 de enero de 1735 (AGN, Prov. Int. 109 1 2: 101-113).
16 9 1 Correspondencia con el gobernador de Nueva Vizcaya Tuan de NARANJO, FRAY MIGUEL

Pardiñas, acerca de los rebeldes tobosos, jócomes y cocoyomes 1762 Informe al provincial Alonso Muñoz sobre decadencia de las mi-
(AGN, Prov. Int. 29 , 5:rr 1 _359 ¡. siones de Coahuila; menciona el ataque toboso de 1693 a la mi-
sión de Nadadores. Incluye lista de grupos que subsistían en

378 Luis González Rodrígue z L os t o b osos , ban d o l e r os)' nómada s 379


1762, entre los cuales estaban los tobosos, Guadalajara, 1 de fe-
brero de 1762 (BPEJ, FF, v. 30: 330-357v). CÓMO HISTORIAR CON POCA HISTORIA Y MENOS
GONZÁLEZ DE SANTIAÑEZ, VICENTE ARQUEOLOGÍA: CLASIFICACIÓN DE LOS ACAXEES,
1775 Operaciones militares contra los tobosos y otros grupos en los XIXIMES, TEPEHUANES, T ARAHUMARAS Y CONCHOS
montes de Tansiaquil y sierra de Abra de Tanchipa (Santiañez es
gobernador del Nuevo Santander), México, 26 de septiembre de Susan M . Deeds
1775 (AGN, cv, ra. serie núm. 1972: 3v-6v). N orthern Arizona tJniversi ty
BUCA~ELI, ANTONIO MARÍA
1775 Cartq a Tulián de Arriaga, Ministro de Indias, sobre enfrenta- Para los etnohistoriadores el estudio del Norte novohispano implica va-
'
rios obstáculos; para mí, el mayor es saber cómo clasificar ciertos grupos
mientos con los tobosos y otros grupos en el Nuevo Santander,
26 de -septiembre de 1775 (AGN, cv, 1a. serie 71, núm. 1973: 6v-8). indígenas al momento de contacto con los españoles. En particular, mi
LIBRO DE "ENTIERROS" interés está en las transformaciones provocadas por las incursiones his-
1807 Libro de -"Entierros, misión de Nuestro Padre Señor San Tosé de panocoloniales en cinco grupos indígenas -los acaxees, los xiximes,· los
1825 Camargo" (título exterior) núm. 4 (por dentro dice lo correcto); conchos, los tepehuanes y los tarahumaras (es decir, a quienes los jesui-
tas denominaban tarahumaras)-. Intento explicar por qué y cómo tres
"Lib:,;o n de entierros hechos en la Misión de Nuestra Señora del
de estos grupos perdieron su identidad cultural, mientras los dos restan-
Refugio de la Bahía desde el año de 1807" (Bolton, 1965: 447),
tes -los tepehuanes y los rarámuri- siguieron otro indicio que permi-
contiene 157 entradas de 1807 a 1825 con datos sobre numerosas
etnias, entre ellas los tobosos y sus bautizos. tió a un número significativo de ambos grupos mantener una identidad
cultural.
La historia colonial de estos grupos indígenas, quienes no dejaron es-
critos, nos ha llegado en su mayoría a través de intrusos ajenos a aquellas
sociedades, y por lo tanto debe leerse con cierta crítica y escéptica imagi-
nación. Incluso, no debemos olvidar que hasta en aquellas inusitadas oc~-
siones en las que a los indígenas se les concedía hablar en los procesos ci-
viles y criminales sus voces eran amortiguadas y transformadas por l~s
autoridades. Aparte de estos problemas, me es incierta también la i:nedi-
da en la que puedan estar distorsionadas mis hipótesis y conclus10ne~
debido, precisamente, a la carencia de una base firme de la cual parta ~1
estudio. Es decir, ¿cómo puedo explicar los cambios culturales expen-
mentados durante el periodo colonial si no puedo reproducir claramente
la imagen de lo que estas sociedades indígenas representaban en el _mo-
mento de contacto? Algunos de ustedes pueden preguntarse por que es-
toy tan procupada al respecto, especialmente los que estén ~e acuerd~
con el doctor Samuel Johnson, famoso inglés del siglo XVII, qmen declaro
que no podía entender por qué la historia era tan aburrida desde que la
mayoría de los historiadores se dedicaban a escribir ficción. .
Para explicar por qué eran tan distintas las respues~as _de_ los diversos
grupos indígenas ante las tácticas españolas y por que distmtos grupos
experimentaban diferentes resultados, propongo que tengamo_s _en cuenta
las siguientes variables: modelos de comportamiento d~mogra~icos, ~rga-
nización sociopolítica y movilidad de los indígenas, ntm~ e mtensi~ad
de las tentativas españolas para obtener recursos, y la capacidad de los m-
dígenas para manipular imposiciones coloniales de u~~ man_era q~~ pu-
dieran ser beneficiosas a la manutención de la cohes10n soc10-rehg10sa.

380
luis González Rodríguez
El problema mayor es que las primeras dos variables son muy difíciles de Sin embargo, para otros investigadores, este gran cambio social ocu-
estudiar. ¿Qué puedo yo inferir sobre las características demográficas y cul- rrió más tarde debido a otros factores. Argumentan que varios señoríos se
turales de los cinco grupos al momento de contacto? desarrollaron en el siglo xv4 y, aunque ciertos factores debilitaron aque-
Por.supuesto, la respuesta depende de cómo se defina el momento de llas sociedades antes del periodo contado, el toque final no llegó hasta
contacto. Estos momentos pueden estar cronológicamente separados por que las enfermedades del Viejo Mundo fueron transportadas hacia el Nor-
largos periodos de hasta cincuenta o cien años, según su definición. ¿Es el te a través de existentes rutas de intercambio desde Mesoamérica, inclu-
momento de contacto cuando llegan las primeras enfermedades, o cuan- so antes de la llegada de los europeos mismos. Lo que los españoles en-
do pasa el primer conquistador?, o ¿es acaso el momento cuando los espa- contraron cuando llegaron más tarde en el siglo xvI fueron sociedades
ñoles hacen sentir su presencia en una forma más sustancial? Si usamos indígenas en diferentes niveles de transformación sociopolítica resultan-
la última definición, vemos que los cronistas religiosos siempre nos des- tes del colapso demográfico.S Así, resulta que las primeras relaciones de-
criben los asentamientos dentro del patrón de ranchería. Pero, ¿éstos re- talladas por los jesuitas describen el patrón de rancherías. Sin embargo,
presentan antiguas formas sociales o cambios recientes? He aquí la con- existe la posibilidad de que los investigadores modernos hayan subesti-
troversia. mado la magnitud de la población y mal interpretado la naturaleza de la
Gracias a los trabajos de la doctora Beatriz Braniff y de muchos otros ar- organización sociopolítica en el momento de contacto. Quizá las ranche-
queólogos, las conexiones mesoamericanas en el noroeste de México y en rías no eran tan omnipresentes.
el suroeste de Estados Unidos han sido parcialmente investigadas y anali- Sin una versión clara del periodo protohistórico, la descripción de las
zadas por lo menos hasta el siglo XIV o xv. Dichas investigaciones y características del siglo XVI se convierte en un asunto precario y arriesga-
análisis nos revelan intercambios regionales y la existencia de pueblos do. Mis investigaciones en los documentos más antiguos indican que los
grandes con construcciones de adobe, complejos ceremoniales, estructuras acaxees, xiximes y quizá los tepehuanes mostraron formas de organiza-
sociopolíticas jerarquizadas y prácticas de agricultura sedimentaria con ca- ción un tanto más complejas. Por ejemplo, la organización tarahumara
nales de riego. El principal trabajo arqueológico relevante del área que estu- era más parecida al modelo de la ranchería; y la categoría de h,s conchos
dio -la zona sur de Chihuahua y noroeste de Durango- ha sido llevado a incluye gente de rancherías y de banda. Además, en los cinco grupos men-
cabo en el Valle de Durango, cerca de Zape, o en Hervideros, en cuanto a cionados encontramos agricultores y cazadores -sin entender sus cone-
su relación con las culturas chalchihuites o Loma San Gabriel. 1 A pesar de xiones o procesos de simbiosis-. Para proporcionar una mejor idea de es-
que no hay acuerdo entre los arqueólogos sobre las evidencias halladas en tas diferencias, a continuación presentaré un resumen bastante reducido
estos sitios, 2 un gran número de ellos tiende a concluir que los centros y superficial.
chalchihuites fueron abandonados en el siglo XIV. Este éxodo coincide con Acaxees y xiximes. Los acaxees y xiximes ocuparon las barrancas de
la hipétesis general de que todos los centros mesoamericanos del Norte la sierra Madre en la zona occidental de Durango y oriental de SinalGa. La
fueron abandonados en los siglos XIV y xv como resultado de una combina- similitud entre sus lenguas y las de sus vecinos cahitas de la costa de Si-
ción de diferentes y desc,:mocidos factores. Siguiendo esta línea de inter- naloa condujo a Carl Sauer a sugerir que estos grupos procedían de tierras
pretación, cuando los españoles llegaron en el siglo XVI encontraron las bajas. 6 Sús poblaciones no eran tan densas como las de la costa. Podemos
consecuencias del colapso anterior, es decir, asentamientos relativamente sugerir, de acuerdo con las observaciones hechas en las crónicas de las ex-
pequeños y dispersos que carecían de estratos socioeconómicos bien dife- pediciones del siglo XVI y la enumeración de almas hechas por los jesuitas
renciados y que no eran económica ni políticamente interdependientes.3
4 Carroll L. Riley, Th e Frontier People: The Greater South west in the Protohistoric Period
' Véase, para ejemplo, Basil C. Hedrick et al. , eds., The North Mexican Frontier (Carbonda- (Albuquerque: University of New Mexico Press, 1987).
le: University of Southern Illinois Press, 1971); las publicaciones de J. Charles Kelley; Mi- s Daniel T . Reff, Disease, Depopulation and Culture Change in Northwestern New Spain,
chael S. Foster y Phil C. Weigand, eds., The Archaeology of W est and Northwest Mexico 15 r 8-1764 (Salt Lake City: University of Utah Press, 1991 ).
6 The Distribution of Aboriginal Tribes and Languages in North western Mexico, Ibero-
(Boulder: Westview Press, 1985).
2
Véanse los comentarios acerca de las conclusiones hechas por Kelley y otros (incluyendo a americana, núm . 5 (Berkeley: University of California Press, 1934), pp. 15-20. Véase tam-
Donald Brand) de Loma San Gabriel por Marie-Areti Hers, Los toltecas en tierras chichi- bién Ralph L. Beals, The Acaxee: A Mountain Tribe of Durango and Sinaloa, Iberoameri-
m ecas (México: UNAM, 1989), pp. 19-52. cana, núm . 6 (Berkeley: University of California Press, 1933), quien especuló que dichos
3
Véase, para ejemplo, Edward Spicer, "Northwestern Mexico: Introduction", en Handbook grupos indígenas formaron un puente entre las culturas del suroeste de Estados Unidos y
of Middle American lndians, vol. 8 (Austin: University of Texas Press, 1969), pp. 777-791. Mesoamérica.

Su sa n M. D ee d s C ó m o hi s toriar c on po c a hi s t o ria
en el siglo xvu 7 que cada grupo comprendía más de veinte mil personas convocaban poderes sobrenaturales para controlar .aspectos del medio fí-
durante el siglo xv1. 8 Dichos grupos vivían en sitios separados por profun- sico, al igual que los comportamientos humanos y de salud. Aunque el
das cañadas y altas cumbres, algunos fortificados con paredes de piedra y mando marcial se fundaba en habilidades guerreras, hay indicaciones de
adobe a elevaciones considerables (inclusive contaban con sitios de juegos que el oficio de chamán era hereditario.
de pelota y estructuras grandes, tal vez de uso comunal), y también vivían Respecto a su religión, se ha hallado una variedad de iconos que repre-
en habitaciones más simples de estuco y paja en los fondos de las cañadas sentaban un panteón de dioses . Estos iconos de madera o piedra tenían la
~onde cultivaban maíz, frijol, algodón, etcétera, a lo largo de las márgenes forma de animales !venados, tortugas, conejos, águilas y otras aves) y la
e los ríos . El maíz se sembraba dos veces al año y se cosechaba en febrero de seres humanos que representaban a los dioses de la fertilidad, la lluvia,
Y septiembre. 9 Los indígenas cazaban, pescaban, cosechaban mezcal, y re- el granizo, el fuego y las enfermedades. Algunas imágenes se hallaban en
colectaban miel y cera. Algunos de estos productos eran intercambiados cuevas. Hay evidencias de que existía un dios supremo. 11 Los espíritus to-
por pe~cado Y conchas de mar. Por medio del trueque adquirían pericos y maban una forma animal o humana y hacían apariciones a los indígenas
pl~maJes para la confección de vestimentas ceremoniales. Aún más, hay para darles órdenes. Los muertos eran enterrados en cuevas con alimen-
evidencias de que los acaxees y xiximes se dividieron en subgrupos llegan- tos y utensilios de caza.
do · , '
asi a comprender varias rancherías o pueblos. Los ritos comunales se enfocaban a la guerra y la agricultura e inten-
Al La organización política parece haber tenido elementos jerárquicos. taban asegurar la supervivencia. Las guerras entre los grupos del norte pa-
. gunos de los subgrupos tenían un líder -"un reyezuelo"- cuya auto- recen haber sido frecuentes. Estas guerras eran en forma de batallas cam-
ridad al m . pales y ataques sorpresivos. Las armas usadas incluían palos, lanzas y
, ' enos en tiempos de guerra, trascendía a más de una ranche-
na.. xo Algunos homb res ¡pnnc1pa
· · 1es ) teman
, , muJeres
mas · y b 1enes
º que flechas. Los xiximes parecen haber sido los más agresivos de todos, ataca-
otros. Los h ., . _ ban fuertemente a los acaxees motivados por la adquisición de mujeres Y
c amanes, tamb1en llamados hechiceros por los espanoles,
7
bienes. El canibalismo ritual se practicaba en los enemigos muertos en la
Estas fuen · .
tr tes incluyen a Antomo Tello, Libro segundo de la crónica miscelánea en qu e se guerra durante fiestas acompañadas de danzas, cantos, tambores Y del
ata de la conqu1sta
. . .
esp1ntual y temporal de la santa provmcw . . de Xahs. co en el
uso de intoxicantes. La carne humana se cocía con maíz y frijoles e im-
nl ~evo reino de la Galicia y Nueva Vizcaya y descubrimiento de Nuevo M éxico, (Guada- partía las virtudes de la valentía y el atrevimiento a los consumidores.
aJara: La R 'bl º . .
Ob , epu ica Literaria, 1891); y a George P. Hammond y Agapito Rey, eds .,
regon 's Hist f 6 h . . . , Los cráneos eran guardados en cuevas y los esqueletos eran colgados de
Publ · h . ory O 1 t Century Exploratwn m Western Amenca {Los Angeles, Wetzel
s is mg Co., 1928). . los árboles para invocar cosechas abundantes. 12 Otras danzas rituales se
Reff, Disease De 1 . d . . asociaban con la agricultura y vinculaban la fertilidad humana con la fer-
(p · 250 ). Lap • · ·popu -
at10n an Culture Change, estima 21 ooo habitantes por cada grupo
Pri·n
ceton Un ·
osicion que toma Peter Gerhard, The North Frontier of New Spain (Princeton:

tilidad de la tierra. Estas actividades eran paralelas con las prácticas ritua-
or 1 d iversity Press, 1982) respecto a la población en estas dos regiones habitadas les de los cahitas de la costa de Sinaloa. 1 3
P os os gru .
pos sugiere, por lo menos, tal cantidad; pp. 170-171, 208-209, 22 8 -229, 240,
254 255 260 26 Tepehuanes. Los antropólogos han dividido a los tepehuanes en dos
W 8- k' - 1. Otras evidencias se encuentran en "Razón y minuta", 1625, en Charles
· ac ett H1st
ches Th '
º ·
onca] Documents Relating to New Mexico, Nueva Vizcay a, and Approa-
grupos: los del sur y los del norte. 1 4 Para fines del siglo xv1, quizás unos
1
André epr-eto, to 773, vol. 2 (Washington, D.C.: Camegie lnstitution, 1926), pp. 152-159; y
s erez de R ºb Hº . . , 11
Pérez de Ribas, Historia de los triunfos, libro 8, cap. 3, relata la creencia en un dios lla-
bárbaras . i as, 1stona de los tnunfos de nuestra santa fe entre gentes las mas
reirmpr ..: fieras del nuevo orbe, libro 8, cap. 2. La edición más reciente es una exacta mado Meyuncame (él, quien todo lo sabe); el jesuita identifica este dios con eJ diablo. Los
esion de la . d. . - . .
court (M , . . e icwn ongmal de 1645 con notas hechas por Ignacio Guzmán Betan- acaxees llamaban al sol "el dios verdadero" en un reporte dado por P. Diego de Alejas,
este trab . exico: Siglo Veinti · u no, 1992 ¡. p ara f aci·1·1tar el acceso a l as vanas · e d 1c10nes,
. · · ,
citare Teguciapa, 18 de mayo, 1617, AGN, Archivo Provisional, Misiones, caja 2 .
aJo conforme d. . . 12
9 La infonn ., ª sus 1v1s10nes en libros y capítulos. Rela ción de la entrada que hizo el gobernador de la Nu eva Vizca ya Francisco de Urdi-
ac1on etno -f d ñola a la conquista, castigo y pacificación de los indios llamados xiximes, 1610, Uni-
fuentes inf . gra ica e los acaxees y los xiximes es un resumen de las sigui entes
ridico de ~r;r1ativas:_ Pérez de Ribas, Historia de los triunfos, libros 8 y 9; Testimonio ;u- versidad de Texas, Biblioteca Nettie Lee Benson, Colección Joaquín García lcazbalceta,
1
Diego de A- . poblacwnes Y conversiones de los· serranos acaxes hechas por el Capitán Varias Relaciones, i-1. Un jesuita informó que ellos creían que el alma estaba atrapada en
General d
v11aN Y el ._
ven era ble padre Hernando de Santaren , por el ano - de 1600, Archivo . los huesos .
e 1a ac1on [AcN] M , . Véase para comparación, Antonio Nakayama, ed., Relación de Antonio Ruiz (la c.mquis-
del Padre D. . , exico, D. F., Historia 20, exp. 19, fols . 183-294; y Relación ' .1
iego X1méne S A d - ta en el noroeste), (México: Instituto Nacional de Antropología e Historia, Centro Regio-
10 Por e¡·em
1 p - ~• an n res, 1633, AGN, Jesuitas, m-15 exps. 4, 33.
1

zuelo p p o, . erez de Ribas , H istona º . d e 1os trmnfos,


. 1·b .
1 ro 9, cap. 71 rnenc10na a un reye- nal del Noroeste, 1974).
rovemente de G ·· ,
xixim e. uapi¡uxe que tema el mando de 17 rancherías durante la rebelión q Los tepehuanes sureños habitaron parte de Jalisco, Nayarit y Durango. Véase Carroll L.
Riley, "The Southem T epehuan and the Tepecano", Handbook of Middle American In-

Su sa n M. D ee d s C ó mo hi s toriar c on p oc a hi s tori a

- - - - - - - - -- - - - - - - - - - - - - - ~ - =
'- - - - - - - - - ~ ~- - - -- ~ -- - - - - - - - - - - - - - - - - _J
cuacenta mil tepehuanes (del norte) habitaban la zona noroeste de Duran- nibalismo ritual; sin embargo, los jesuitas no reportaron hallazgos de gran-
go Y se extendían hasta el Valle de San Pablo, en el sur de Chihuahua. 1 s des cantidades de huesos, que tanto los escandalizó en el caso de los aca-
Hoy en día, alrededor de ocho mil tepehuanes viven en la sierra del suro- xees y xiximes. Además, los jesuitas encontraron una multitud de peque-
este de Chihuahua colindando al sur con Guadalupe y Calvo y al norte ños fetiches e incluso un íclolo grande -una columna de piedra con
con el río Verde. Las primeras descripciones de los tepehuanes provienen cabeza humana-, llamado Ubámari. Éste fue ubicado cerca de Zape y
de la expedición de francisco de Ibarra ¡15 6 3 -6 5 ). 1 6 Los españoles obser- coincidió con unas ruinas asociadas ahora con la cultura Loma San Ga-
varon un gran número de asentamientos con casas de adobe y piedra, en briel. 20 Una de las prácticas rituales de los tepehuanes censurada por los
donde los indígenas practicaban la agricultura con sistemas de riego. Di- jesuitas fue el sacrificio de niños; según su interpretación, los tepehuanes
cha información ha llevado a los historiadores a especular que los tepe- creían que el ofrecimiento de un niño a un espíritu sobrenatural era una
huanes SOR los herederos de las culturas Loma San Gabriel y Chalchihui- de las maneras de salvar la vida de un adulto moribundoY Aparentemen-
tes. 17 Los tepehuanes fueron caracterizados por los españoles como los te, los tepehuanes creían en una vida después de la muerte; los jesuitas
más belicosos de los agricultores de la Nueva Vizcaya. Hay evidencias de describieron que en la creencia de los tepehuanes el alma se iba al monte
que sus guerras en contra de los tarahumaras al norte y los acaxees al oes- después de la muerte; ahí, un espíritu consumía a aquellos que habían si-
te. iban más allá de simples incursiones ya que pretendían demandar tri- do malvados, mientras que a aquellos de buenas acciones se les permitía
18
butos. Sin embargo, a principios del siglo xvu, la organización de los te- marcharse a un lugar mejor. 22 La creencia de una vida después de la muer-
pehuanes era representada por los españoles de una manera más cercana te es reafirmada por la insistencia de los tepehuanes de que las .enseñan-
al patrón de la ranchería. 1 9 Los sitios ocupados por los tepehuanes en las zas cristianas acerca del infierno eran irrelevantes puesto que ellos eran
estribaciones de la sierra y el altiplano central tenían elevaciones medias inmortales. Los tepehuanes evitaban así las iglesias donde los españoles
superiores a los sitios más fructíferos de los acaxees y xiximes en los pi- enterraban a los muertos por el temor de que éstos pudieran llevarlos
sos de las cañadas. Los inviernos eran más largos y fríos. Las temperatu- consigo. 2 3 En sus ceremonias, al igual que los otros grupos comparados,
ras bajas determinaban también las diferencias en la construcción de vi- usaban peyote y mezcal o maíz fermentado.
viendas, las cuales eran de piedra y adobe o madera. El maíz se cosechaba Tarahumaras. 2 4 En el momento de contacto, muchos rarámuri habita-
una vez al año. Una agricultura menos productiva puede haber dictado ron al pie de monte de la sierra Madre, en la· parte central de Chihuahua,
I
poblaciones de menor concentración y más dependencia en la caza y la Y las sierras y barrancas al poniente. Actualmente, ocupan lugares más al
recolección. La organización política parece haber sido menos centraliza- oeste, como resultado de las deliberadas migraciones coloniales Y la .pro-
da si se compara con la de los acaxees y xiximes. bable asimilación de otros grupos serranos como los témoris, tubares Y
Es muy probable que los tepehuanes practicaran alguna forma de ca-
2
° Carta anua de P. Ju an Font, 16o 7, en González Rodríguez, Crónicas, p. 15 6. En otra carta
• 1 de 1612, Font especula que antiguos mesoamericanos llegaron a esta área; ibid. , pp. 173-
l
dians, vol. 8, pp. 814-821; y Campbell W. Pennington, The Tepehuan of Chihuahua : 174.
21
Their Material Culture (Salt Lake City: University of Utah Press, 1969), pp. 1-6. Pérez de Ribas, Historia de los triunfos, libro 10, caps. 6 Y 3 5•
15
Reff, Disease, Depulation and Culture Change, p. 205, sugiere 21 ooo. Gerhard, The 22
Carta anua de Juan Font, i6il, Gonzál ez Rodríguez, ed., Crónicas, pp. 186-r.93.
North Frontier, pp. 1641 170-17 1, estima 6o 000 por la capacidad de las regiones habita- 2
' Carta anua jesuita de 1597, AG N, Historia, vol. 19, exp. 6.
das por los tepehuanes. 24 Los tarahumaras fueron de gran interés para Car! Lumholtz, Unknown Mexico, 2-vols.
16
Véas e H ammonct Y Rey, Obregon's History, y John L. Mecham, Francisco de !barra and
,l
(Nueva York: Charles Scribner's Sons, 1902); y Wendell C. Bennett y Roben M . Zingg,
Nueva Vizcaya (Durham: Duke University Press 1927) Th e Tarahumara : An Jndian Tribe of North ern Mexico (Chicago: University of Chicago
17 Ca 11 · . ' . .
rro RI!ey Y H. D. Wmters, "The Prehi:storic Tepehuan of Mex1co", Southwestern Press, 193 5). Estudios más recientes incluyen a Pennington, Th e Tarahunwrn of Mexico:
is Journal of Anthropology, 19:2 (1963), pp. 177-185 . Their Environm ent and Mat erial Culture (Salt Lake City: University of Utah Press,
Carta anua de P. Juan Font, 1608, en Luis González Rodríguez, ed., Crónicas de la Sierra 1963); John G. Kennedy, Tarahumara of th e Sierra Madre: Beer, Ecology and Social Or-
Tarahumara (México: Secretaría de Educación Pública, 1984), pp. 160-165. En otro rela- ganization (Arlington Heights, IL : AHM Publishing Co., 1978); y Frarn;:ois Lartigue, Indios
to, un viejo guerrero tepehuano, Tucumudagui, cuenta sus hazañas en la expansión de y bosqu es: políticas forestales y comunales en la Sierra Tarahumara (México: Ediciones
las fronteras tepehuanas; Relación de Jo sucedido en la jornada que Don Gaspar de Al- de la Casa Chata, 19 3 3¡. El mejor trabajo contemporáneo está hecho por William L. Me-
vear Y Salazar [.. . ]hizo a los tarahumaras desde los 26 de febrero deste año de r6r9 has- rrill; véase Raramuri Souls: Knowledge and Social Process in North ern Mexico. (Was-
ta los 20 de abril d e,] dicho año hecha por el padre Alonso de Valencia; Colección Icaz- hington, D. C.: Smithsonian Jnstitution Press, 1987); y "Tarahumara Social Organiza-
balceta, Varias Relaciones, r. . tion, Political Organization and Religion", en Handbook o/ North American Indians,
19
Pérez de Ribas, Historia de los triunfos; li'bro 10, cap. 1. Southwest, vol. 10, (Washington, D. C. : Smithsonian Institution, 1983), pp. 290-305 .

Susan M . Deed s Cómo historiar co n poca hi s toria


guazapares. Las primeras descripciones detalladas acerca de los tarahu-
maras . son. del siglo XVII · De todos I os grupos considerados
· aqm, los rara-
- últimos solían ser los agresores y tal vez los que provocaron la tendencia
mun tuvieron , mayor éxito en - '
perpetuar una cosmologia que conservaba emigratoria de los tarahumaras al oeste antes de la llegada de los españo-
un
. gran ID.umero de elementos pr e h.1spamcos.
- · 2 · - a fmes
s Su poblac10n · del les. Los tobosos también asaltaban los sitios tarahumaras. Los artículos
siglo xv1 se puede estimar en cien · m1·¡ personas. 26 De los grupos conside-
· de conchas hallados indican que los rarámuri participaban en intercam-
rados
, . hasta ahora , los tarahum
· aras eran 1os mas, descentralizados
· en la bios a larga distancia; la destreza que demostraron en el comercio con los
pohuca. Predominaban las rancherías y su población era de baja densi- españoles puede haberse derivado de dicha costumbre. En los valles del
dad.
. Algunos vivían en cueva s, mientras · · ·
que otros lo h1c1eron en casas de río Conchos, los tarahumaras sembraban maíz y frijol. La trashumancia
piedra a lo largo de los ríos. 2 7 asociada con los rarámuri tenía que ver con sus actividades como agricul-
Cada ranchería tenía sus principales, quienes tomaban decisiones tores y cazadores-recolectores. Esta práctica probablemente llegó a ser
consensuales · Los espano - 1es encontraron esto tremendamente frustrante más frecuente después de que los españoles introdujeran el ganado ovino.
en sus. .transacciones re1·1g10sas
· •
y comerciales con los tarahumaras. Al En la vida ceremonial, al igual que en los otros grupos, predominaban
descnbII
. el oficio de go erna or o prmc1pal, los padres Tarda, y Guadala-
b d • . las fiestas con danzas e intoxicantes -en este caso, tiswin o tesgüino .
Jara relatan: Esos rituales llamados tesgüinadas se relacionaban con proyectos de la
comunidad o de varias familias, como las siembras y las cosechas o los
Es más como procurador que no como gobernador ni capitán, etcétera, por- proyectos de construcción. La función primordial de estas ceremonias y
q~e en lo que toca a los demás, sólo propone y cada uno hace lo que quiere . Y rituales era asegurar un balance y una armonía en el universo, apaciguan-
ª~ 1 no suele bastar haber reducido los principales, sino que es menester redu- do las fuerzas sobrenaturales. Las descripciones de los jesuitas de cómo
cirª cada uno en particular [... J Cuando el gobernador les manda algo que les los tarahumaras concebían las almas son similares a las creencias de los
es trabajoso si no es que por amor lo hagan, que por miedo y castigo no hacen rarámuri contemporáneos descritas por William Merrill. 2 9 Las almas se-
cosa.28 guían viviendo tras la muerte e intentaban llevar a los vivos consigo. Por
esto los rarámuris (igual que los tepehuanes) evitaban los lugares en los
El control entre los tarahumaras parece haber sido ejercido principalmen- que las personas morían o eran enterradas. Esto llegó a ser un obstáculo
te por 1ª ms1stenc1a
· · · en la conformidad con las normas de conducta reite- para la evangelización, puesto que los católicos velaban y enterraban a
radas en las pláticas de los principales. sus muertos dentro de las iglesias.3°
Los tarahumaras peleaban con los tepehuanes, no obstante que estos Conchos. Los conchos, que pueden haber comprendido varios grupos,
habitaron un extenso territorio al oriente de los tepehuanes y tarahuma-
25 A . _
~esa~ de que los Jesmtas proporcionaron información etnográfica desde la primera dé- ras, al norte de los tarahumaras y al poniente de los grupos más nómadas,
t
~a del siglo xvn, algunos de los informes más ricos provienen de tiempo después cuan- como los tobosos, cabezas y salineros. Sobre los conchos contamos con
a ª 0rd en renovó sus esfuerzos de conversión entre los tarahumaras de las zonas altas .
Especialment - ·1 las descripciones más heterogéneas; retratados a veces como nómadas y
e uti es son dos detalladas relaciones jesuitas . Una fue enviada por los pa-
dr es Joseph Ta d ' T - d e GuadalaJara. otras veces como agricultores sedentarios, es probable que sus subgrupos
t r a Y ornas al P. Prov. Francisco Ximénez en 1676. La car-
a completa se encuentra en Roma {Archivum Romanum Societatis Jesu, Mexicana 17, se ocuparan en una u otra de estas dos actividades.31 Su organización po-
355-392)- partesd -st fu lítica era la más descentralizada de todos los grupos. Los franciscanos que
gund . ' e e a eran encontrados en AGN, Historia, vol. 19, fols . 2 5 9-2 80. El se-
.º informe es el de P. Juan María Ratkay, Carichic, 20 de marzo, 168 3; del que sólo
h e visto una tradu . , d l l -
. C · ccrnn e aun en la Biblioteca Bancroft de la Universidad de Califor-
nia, o1ección Bolt M • 29
Véase M errill, Raramuri Souls, la cual explica la centralidad de dicho concepto en la vi-
. . on, ex1cana 17. Para un análisis de los elementos no cristianos y
C nst1anos en 1 ¡- -- , . _
N ª re igrnn raramun, vease Merrill "God's Saviours in the Sierra Madre" sión cósmica de los indios.
atura] History 93 · ¡1 8 ) ,, . , . , Jo Juan Font en su carta anua de 1611 (González Rodríguez, Crónicas, pp. 186-193) interpre-
, -3 9 3; y Convers10n and Colonialism in Northern Mex1co: The
T ara h umara Respo h . . . ta en términos más simplificados la creencia en una vida después de la·muerte.
d C . nse to t e Jesmt M1ss10n Program, 1601-1767", en Robert W. H efner,
e ., onverswn to Ch . t . . H .
ns wmty: 1stonca . 1 and Anthropological Perspectives on a Great Jt Véase William C. Griffen, Jndian Assimilation in the Franciscan Area of Nu eva Vizca ya
Trans f ormation (Be k I U . . {Tucson: University of Aiizona Press, 1979); Altura Guevara Sánchez, Los conchos:
26 Ch r e ey: mvers1ty of California Press, 1993), pp. 129-163.
anta I Cramaussel L · · d apuntes para su monografía (Chihuahua: Centro Regional de Chihuahua, INAH, 1985); y
Juár . . . , ª provmcw e Santa Bárbara en Nu eva Vizcaya , 1563-1631 (Cd.
C ez. Uruversidad Autónoma de Ciudad Juárez, 1990), p. 87. Cramaussel, La provincia de Santa Bárbara, pp. 85-87. Los conchos y sus vecinos del
27
arta anua de Juan Fo t 16 11 G , _ oriente han recibido la mayor atención etnohistórica de parte de Griffen, quien ha especu-
2~ Inf _ n, , onza1ez Rodnguez, ed., Crónicas, pp. 186-193 .
orme de Tarda y Guadalajara, 1676. lado que los conchos pudieron haber sido agricultores sedentarios primordialmente, des-
pués se volvieron a una vida nómada para escapar de la explotación española.

Su s an M . D ee d s
Cómo hi s toriar con poca historia
trataron de congregar a los conchos no dejaron muchas descripciones et- tarahumaras parecen haber aumentado a principios del periodo de contac-
nográficas.32 La desagregación de los conchos parece haber aumentado a to. También en este periodo algunos tepehuanes emigraron hacia el Norte
lo largo del tiempo colonial por la •fuerte explotación de parte de los espa- y algunos tarahumaras hacia el poniente. Parece claro que las enfermeda-
ñoles en trabajos mineros y agrícolas. Muchos de ellos sirvieron de auxi- des llegaron antes de que los españoles poblaran el norte de Durango.
liares militares a los españoles, pero otros huyeron a los desiertos y a las Otras introducciones de los españoles provocaron cambios y desplaza-
sierras en donde crearon alianzas con otros grupos.33 Es posible que algu- mientos. Los grupos nómadas del desierto adoptaron el caballo y la caza
nos de ellos cambiaran su estilo de vida sedentaria a una nómada como de ganado feral, una herencia de la expedición de Coronado. Algunos con-
respuesta a las invasiones españolas.34 chos permanecieron en sus rancherías en las márgenes del río Florido
Dado que tenemos tan imperfecta visión de estas sociedades al mo- mas otros emigraron al Norte. Cuando los españoles encontraron plata y
mento de contacto, ¿será posible aventurar algunas hipótesis sobre las di- una mayor población en las cercanías -como el c~so de los poblados xi-
ferentes maneras en que los factores ecológicos, demográficos, organiza- ximes y acaxees-, la población indígena experimentó un declive más
cionales y cosmológicos pudieron producir diversas consecuencias en el acelerado que impidió la recuperación demográfica. Inclusive los tepe-
cómienzo del periodo colonial? huanes, tarahumaras y conchos más dispersos sufrieron altos porcentajes
La relación entre el medio y la demografía jugó un papel crucial. La de mortalidad cuando se quedaron en la región de mayor concentración
mayor concentración indígena se encontró en las elevaciones más bajas española -en el noroeste de Durango y sureste de Chihuahua-. Por otro
de las escarpas occidentales de la Sierra Madre, tierras de los acaxees y xi- lado, estos grupos tuvieron mayor potencial para fugarse hasta los lugares
ximes. Ahí, en los fondos de las cañadas, el doble cultivo rendía cosechas menos accesibles para los españoles, aunque eran lugares menos fértiles
capaces de sustentar poblaciones más densas. Una población mayor justi- para la agricultura.
fica la organización política jerárquica que caracterizaba a esta área. La El retrato que he esbozado hasta ahora da más énfasis a la demografía
guerra endémica también tuvo causas y efectos demográficos. Probable- y la ecología como factores para explicar los cambios culturales Y étni-
mente; una creciente población antes del contacto español fue motivo su- cos. ¿Qué podemos decir del papel que jugó la organización sociopolítica
ficiente para un aumento de ataques con el fin de conseguir alimentos. y religiosa de estas sociedades indígenas? El continuo que he presentado
Entonces, una subsiguiente disminución drástica en la población tam- va de un grado de mayor centralización política y una jerarquía (y más ca-
bién podría explicar un elevado índice de ataques por parte de grupos cu- racterísticas mesoamericanas) entre acaxees y xiximes a sucesivamente
ya capacidad para producir y reproducir estaba en crisis . El declive inicial menos complejidad en los grupos tepehuanes, tarahumaras y conchos.
de la población fue superior en las zonas de mayor concentración Y afectó Aunque ninguno de los grupos tenía sistemas complejos para acumu-
primero a los indios de la costa de Sinaloa. lar excedentes de producción o para transmitir recursos a un grupo Pº~-e-
Las enfermedades probablemente llegaron a las sierras de los xiximes roso, tampoco eran sociedades sin distinciones sociales. La acumulac10n
Y acaxees con las primeras apariciones de españoles en busca de esclavos. primitiva y los intercambios a corta y larga distancia se presentaban en
En cambio, los efectos de las enfermedades se experimentaron a paso me- grados variables. ¿Cómo serían afectados los modos de producción e in-
nos acelerado en el otro lado de la sierra, donde la población estaba más tercambio de los indígenas pqr las demandas de los españoles? ¿Cuál~s
dispersa. Las agresiones de los tepehuanes, supuestamente los más beli- serían los efectos de la invasión española sobre las guerras entre los gru-
cosos, pudieron haber asumido un carácter más urgente cuando ellos sin- pos indígenas? ¿Sería la belicosidad una ventaja? ¿Qué importancia ten-
tieron los efectos de las epidemias. Los ataques de éstos a los acaxees Y drían las relaciones previas entre estos grupos? ¿Es acaso po~ible ~ue la
religión o cosmovisión de algunos grupos les diera más capacidad mnata
31
En 1 622 , los franciscanos registraron una cifra de 1 003 indígenas en sus misiones de la para sobrevivir imposiciones de la Colonia? .
provincia de Santa Bárbara; sin embargo, este número de indígenas es sólo una fracción Estas cuestiones son las que estoy investigando, así como las presw-
de la población total ya afectada por enfermedades. Véanse los padrones Y minutas en la nes de los españoles sobre los indígenas a lo largo del periodo colonial. Al
Biblioteca Nacional, Archivo Franciscano, caja u/171; y Razón y minuta .. . , 16 2 5, en final, sin embargo, mis explicaciones de los cambios culturales Y de 1~ et-
Hackett, Historical Documents, n, pp. 151-159 . nogénesis quedarán incompletas por falta de conocimiento del penodo
33
Véase Griffen, Indian Assimilation, pp. 25 _3 6, para información de una multitud de gru-
pos identificados por españoles.
protohistórico. El problema sólo se resolverá con investigaciones arqueo-
'
4
Griffen, Culture, Change and Shifting Population o/ Central Northern Mexico (Tucson: lógicas referentes a dicha época.
University of Arizona Press, 19 6 9 ), pp. 144 _152 _

390 Su s an M. D ee d s Cómo hi s toriar con p oc a hi s toria 391


3.
LA IMAGEN DEL OTRO
NAUFRAGIOS DE ÁLVAR NúÑEZ CABEZA DE VACA.
z NO VELA, CRÓNICA, HISTORIO GRAFÍA?

Aurelio de los Reyes


Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM

Es un crimen reducir a casillas, en un afán clasificatorio positivista, una


obra tan rica y sugerente como Naufragios, pero es necesario hacerlo para
intentar comprender la complejidad de su sencillez, así como para enten-
der a los españoles del siglo xv1 y el impacto de la Conquista en la menta-
lidad de los propios conquistadores.

¿ NOVELA?

Quizás durante los últimos años la obra ha sido abordada más desde la
perspectiva literaria que desde la historiográfica. 1 Mi punto de vista es el
de un historiador que trata de explicar y comprender un texto historio-
gráfico con una serie de elementos que a mi juicio lo aproximan a una
obra literaria, esto es, a un artificio de palabras. Historiografía porque par-
to de la conclusión de que Cabeza de Vaca se propuso escribir una rela-
ción de los hechos acontecidos a su persona, no una novela o un artificio
de palabras; porque la obra es producto de una profunda reflexión sobre la
experiencia que vivió, que lo lleva a la conclusión íntima de haber sido el
elegido de dios para sobrevivir al infortunio:

mas ya que el desseo y voluntad de servir a todos en esto haga conformes,


allende la ventaja que a cada uno puede hazer ay una muy grande differencia
no causada por culpa dellos, sino solamente de la fortuna, o más cierto sin
culpa de nadie, más por sola voluntad y juicio de Dios, donde nasce que uno
salga con más señalados servicios que pensó y a otro le suceda todo tan al re-
vés, que no pueda mostrar de su propósito más testigo que a su diligencia, Y
aun ésta queda a las vezes tan encubierta que no puede bol ver por sí.2

Cabeza de Vaca no explicita sus argumentos quizás por temor a la censu-


ra, los comunica de una manera subterfugia, a través de un "yo heroico",
de la introducción de elementos extraños -avisos misteriosos- que ª
los historiadores de hoy nos parecen fantásticos, y de imágenes que remi-
ten al lector a Jesucristo y a pasajes de la historia sagrada (incluidos los

1 Margo Glantz (coordinadora), Notas y comentarios sobre Álvar Núñez Cabeza de Vaca ,
~éxico, Grijalbo-cNCA, 1993.
2 Alvar Núñez Cabeza de Vaca, Naufragios, edición de Trinidad Barrera, Madrid, Alianza,
1985, pp . 61-62 (El Libro de Bolsillo u43).

395
milagros), lo que a mi juicio confiere al relato un carácter novele co. Me atribuido a Cabeza de Vaca probablemente porque los editores no obser-
acercaré a ellos a través de diversas versiones del texto. varon la característica de ser un texto conjunto narrado por terceros, 8 se-
gún la excepcional afirmación en primera persona del plural "era la co-
LOS TE:>nos3 rriente tal que nos tornó a la mar";9 texto trunco hecho en un día,1°
quizás por la ansiedad de los sobrevivientes de continuar su camino a la
T~l vez el testimonio que Cabeza de Vaca envió a Carlos V después del ciudad de México, que culmina con el incidente del "an~ón" del Espíritu
P~ 1mer desastre de la armada de Pánfilo de Narváez en el puerto de la Tri- Santo, poco después de ser iniciados en las curaciones en la isl::i de Mal-
mdad, donde se perdieron dos navíos antes de embarcarse a la Florida Hado, que parece haber llegado a manos del virrey. 11 Es posible que una
inicie la gestación de Naufragios;4 continuó a lo largo del peregrinar d~ copia sirviera a Cabeza de Vaca de minuta, porque no son pocas las coin-
los sobrevivientes: Álvar Núñez Cabeza de Vaca, Alonso del Castillo Mal- cidencias entre ambos textos.
d?nado, Andrés Dorantes y el negro Estebanico, al platicar sobre la nece- La gestación continuó con el texto escrito en r 536, hoy extraviado,
sidad de dejar memoria de lo acontecido: signado por Cabeza de Vaca, Andrés Dorantes y Alonso del Castillo, uti-
lizado por Gonzalo Fernández de Oviedo para su Historia natural y gene-
Y teníamos por cierto que hallaríamos la tierra más poblada y de mejores ral de las Indias,1 2 que ofrece, sobre todo, el punto de vista de Dorantes,
mantenimientos. Lo último, hacíamos esto porque atravesando la tierra, vía- aunque suele enfatizar la participación de Cabeza de Vaca y de Castillo.
mos muchas particularidades della, porque si Dios Nuestro Señor fuese ser- Tal vez las inconformidades de Cabeza de Vaca con los textos y su ri-
vido de sacar alguno de nosotros y traerlo a tierra de christianos, pudiessc dar validad con Andrés Dorantes por el protagonismo de algunos hechos narra-
nuevas Y relación della.5 dos en los textos conjuntos, además de la preferencia del virrey Antonio de
• Mendoza por éste para preparar una expedición al norte, 1 3 lo animaron
Siguió con el relato que los sobrevivientes dictaron a un soldado de Nuño para escribir en España, entre r 5 37 y r 5 39, en su calidad de testigo único
de Guzmán que servía de notario, inmediatamente después de su encuen- de las hazañas ante la corte, 1 4 un texto individual que presentó como re-
tro con españoles en la villa de San Miguel de Culiacán 6 conservado en
el Ar c h ivo
. General de Indias? y redactado en tercera persona
' del plural, 8
"[P]ercibimos en esta relación la tercera persona relatora de un escribano que, partiendo de
fechas Y ubicaciones constata lo ocurrido". Enrique Pupo-Walker, "Notas para la caracte-
3 Localizados por e1 suscnto . gracias . a 1a precisa
. mvest1gac10n
. . ., documental de Rolena Ador- rización de un texto seminal: los Naufragios de Álvar Núñez Cabeza de Vaca", en Glantz,
no para su artícul o "L a negoc1ac1on
· · · d el miedo
• op. cit.., p. 2 75 .
en los Naufragios de Cabeza de Vaca" en 9 Idem, p.
M argo Gl ' 275 .
4 ,, antz, op. cit., pp. 309-3 5o. 1
En
. estas part es nunca otra cosa tan medrosa se vio• yo hice probanza dello cuyo testimo- ° Fernández de Oviedo, op. cit., p. 313 .
11
1110 embié a Vuest
. ra M a¡esta
. d . ,, TestJmomo
. . sm. localizar,
' . .
Alvar .
Nuñez '
Cabeza de Vaca, 12
Pupo-Walker, op. cit, en Glantz, op. cit., p. 275.
0 "De este Hidalgo [Pánfilo de Narváez] se hará relación e de su desventurado fin e infelice
p. Clltd., p. 68 · Gonzalo Fernández de Oviedo cita dicho texto en su Historia natural y ge-
11era e las I d. M d . . .
n ws, a nd, Biblioteca de Autores Españoles 195, t . 1v p. 287: "este Ca- armada en este libro xxxv, segund la noticia que hasta el tiempo presente se tiene de su
b eza d e y f ' -' ' viaje; en el cual se subcedieron cosas de mucho dolor e tristeza, e aun miraglos en esos
aca ue por tesorero e oficial de Su Majestad; el cual dice que dende Xagua, que
es un puerto o A . d . pocos que escaparon o quedaron con la vida, después de haber padecido innumerables
años h b' . ncon e Cuba, a qumce de hebrero de mil e quinientos e veinte y siete
; C b' ª 1ª escnpto a Su Majestad lo que hasta allí les había acaescido" naufragios e peligros, como se puede colegir por la relación que a esta Real Audie:1cia,
,,
a eza
_
de y aca, op. cit.,. p. 1. · que reside en esta cibdad de Santo Domingo, enviaron tres hidalgos, llamados Alvar
6 14
E as1 estos otros 1 .d. . . Núñez Cabeza de Vaca, e Andrés Dorantes e Alonso del Castillo; los cuales fueron con el
gente d e paz e de buena es P1 ieron por testimonio de la manera que venían e traían aquella
el
cua 1 se envió a S M .
° b I
d
d 1
unta que os segman; • y ellos se lo dieron
. . .
por fe e tesumomo
,
mesmo Pánfilo de Narváez, e cuentan por escripto lo que les acaesció en su viaje e por
s .d d us a¡esta es, dando loores a Jesucristo, Nuestro Redemptor, que fue dónde anduvieron", Fernández de Oviedo, op. cit., p. 287 .
13
ervi O e guardar es t os pocos cnstianos · · •
de tan innumerables trabajos para que viniesen El virrey pidió un informe y un mapa de la ruta a Cabeza de Vaca, pero se inclinó por Do-
a d ar cuenta al E d - , rantes, a quien envió una carta a Veracruz por la cual interrumpió el viaje que ambos em-
. mpera or Rey, nuestro senor, del subceso de aquella desdichada armada
e d e 1ª calidad de la t ierra· que estos vieron . Gonzalo Fernández de Oviedo Historia natu-'
· · ,, prenderían juntos a España para ver a Carlos V. Documentos citados por Herbert E. Bol-
ra I y genera] de las I d. M d 'd 'b . , ton, Coronado. Knight of Pueblos and Plains, Albuquerq~e, The University of New
7 p bl ' d n rns, a n , Bi hoteca de Autores Españoles, 1955, t. 1v, p. 313.
. u ica o en la Col · · d d . . .
eccwn e ocumentos meditas relativos al descubrimiento conquis- Mexico Press, 1990, p . 472 . ·
ta Y organización
. de la s antiguas
· ·
poses10nes '
españolas de América y Oceanía sacados de
14
Estebanico murió en 15 39 en la expedición a Cíbola de fray Marcos de Niza; CaS t illo
1os archivos del reino · z I-¿aldonado y Dorantes permanecieron en México, Jacques Lafaye, "Los 'milagros' de
. p. , Y muy especw mente del de Indias Madrid Imprenta de José Ma-
na erez ' 1 8?O, vo 1· 1 4, pp. 269-279 . En adelante Relación 'de San Mig;el. ' Alvar Núñez Cabeza de Vaca", en Glantz, op. cit., p. 18 y Bolton, op. cit., p. 472.

Aurelio de lo s Rey es Naufragios d e Álvar Núñez Cabeza d e Vaca 397


lación de méritos y servicios con el que obtuvo el cargo de Adelantado y no tomó apuntes, y si lo hizo los perdió en uno de sus naufragios.20 Los
Gobernador del Río de la Plata. Lo publicó por primera vez en r 5 42, 1 5 conquistadores solían guardar objetos que conservaban hasta el último
precedido de la licencia de impresión y de un proemio a Carlos V; carac- momento, como Hernando de Esquive! que conservó "su espada y sus
terísticas que repitió la segunda edición, impresa en Valladolid en cuentas y libro y otras cosas", 21 aún después del naufragio de cinco bal-
1555. 16 En 1736 se reimprimió en Madrid, precedido por un "Examen sas del que se hablará en su momento, lo mismo que un clérigo del que
apologético" de Antonio Ardoino. 17 Andrés González Barcia suprimió la sólo encontraron la ropa "e con ella Ul'l Breviario y un Diornal- [Dia-
licencia de impresión y el proemio en la edición que llevó a cabo en Ma- rio ... ]11.22
drid en 1749 en el volumen I de Historiadores primitivos de Indias . Edi-
ciones posteriores suprimieron el examen apologético. 18 El presente tra- EL "YO HEROICO"
bajo lo baso en la edición prologada y anotada por Trinidad Barrera, 1 9 que
reproduce la edición de Valladolid de r 5 5 5 cuyo texto Cabeza de Vaca fi- Como relación de méritos y servicios, Cabeza de Vaca intenta convencer
jó como definitivo. al rey de recompensar sus trabajos, su lealtad y su empeñQ para dilatar la
El texto es una relación individual nutrida de la memoria, que Cabe- expansión española en las islas y tierra firme,23 y para ganar cristianos a
za de Vaca perfeccionó en la medida que narraba la aventura, como puede Dios. 2 4 Por lo tanto es un texto con valor mercantil que pretende comprar
observarse, al comparar los diversos textos; parece haber tomado como un beneficio personal. Por otro lado, Cabeza de Vaca tornó parte en la ex-
punto de partida la Relación de San Miguel de Culiacán. Desde luego que pedición para continuar la tradición conquistadora de sus antepasados:

De mi puedo dezir que en la jornada que por mandado de Vuestra Majestad


i; Álvar Núñez Cabeza de Vaca, La relación que dio Álvar Núñez Cabeza de Va ca de lo
hize de Tierra Firme, bien pensé que mis obras y servicios fueran tan claros Y
acaecido en las Indias en la armada donde iba por gobernador Pánfilo de Narváez d es-
de al año de veintisiete y hasta el año de treinta y seis que volvió a Sevilla con tres de manifiestos como fueron los de mis antepassados: y que no hubiera yo nece-
su compañía, Zamora, impreso por Agustín de Paz y Juan Picardo, a costa de Juan Pedro sidad de hablar para ser contado entre los que con entera. fe Y gran cuidado
Museti, mercader de libros, vecino de Medina del Campo, 1542 1 citado por Dona Id E. administran y tratan los cargos de Vuestra Majestad y les hace merced.25
Chipman, "In Search of Cabeza de Vaca's Route across Texas: An Historiographical Sur-
vey", en Southwestern Historical Quarterly, Austin, The University of Texas, vol. xc1,
núm. 2, octubre de 1987, p. 129 .
Ambos propósitos sin omitir el de dar seña de la tierra y de los indios,
16
Publicada con el título de" La relación y comentarios del governa \ dor Álvar Núñ ez Ca- aunados a su inco~formidad (por un afán protagónico) con los textos fir-
be~a de Vaca de lo acaescido en las\ dos jornadas que hizo a las Indias;\ con privilegio. mados conjuntamente, condicionaron a Cabeza de Vaca a ordenar los he-
_Colofón: impreso en Valladolid, por\ Francisco Fernández de Cordova: ano de\ mil qui- chos alrededor de su persona:
ni_entos Y cinquenta y cinco anos". El índice del contenido Tabla de los capítulos conte-
m~~~ en la presente relación y naufragios del governador Álvar Núñ ez Cabeza de Va ca el uso de los pronombres, de capital importancia e·n el texto, permite obser-
imcw la costumbre de titular al texto Naufragios, véase nota 6 del artículo de Robert E.
Lewis "Los Naufragios de Álvar Núñez: Historia y ficción", y la nota 2 del artículo de
var cambios notables: el relato se inicia con una esperable primera persona
Rolena Adorno, "La negociación ·del miedo en los Naufragios de Cabeza de Vaca", ambos del plural, un nosotros que agrupa sueltamente a los españoles ("llegamosª
en Glantz, op. cit. , pp. 7 4 y 310 _
17
Trinidad
. Barrera,. "C ntenos
· · d e e d.1c10n"
·- ,
en Naufragios de Alvar Núñez Cabeza d e Vaca,
10
Madr~d, Alianza falitorial, 1985 1 p. 52 (El Libro de Bolsillo 1143). "los que quedamos escapados, desnudos como nascimos, y perdido todo lo qu_e traíamos;
18
Andr ~~ González Barcia la publicó con el título de Examen Apologético de la histórica Y aunque todo valía poco, para entonces valía mucho" . Cabeza de Vaca, op. cit., P· 98·
relacwn de los naufra g10s,
· peregrmacwnes
· • .
y milagros ,
de Alvar ,
Nuñez Cabeza de Vaca , 11
Idem, p. ü5 .
11
contra la censura del P. Honorio Filipone, por don Antonio Ardoino (Relación de los Fernández de Oviedo, op. cit., p. 301. · .,
Naufragio~ del gobernador Álvar Núñez Cabeza de Vaca, en Historiadores primitivos 13 "A diez y siete días del mes de junio de mil y quinientos y veinte Y siete partw dd puer-
de las Indws Occidentales, Madrid, 1749 3 vals., siguiendo el texto de una edición de
1
to de Sant Lúcar de Barrameda el governador Pámphilo de Narváez, con poder Y mand º
1 73 6, reimpresa con el título de Naufragios y Relación de la jornada qu e hizo a la Flori- de Vuestra Majestad para conquistar y governar las provincias que están desde el río de
d_a con el adelantado Pánfilo de Narváez, Biblioteca de Autores. Españoles, t . xxu, Histo- las Palmas hasta el cabo de la Florida, las cuales son en Tierra Firme." Cabeza de Vaca,
riadores primitivos de Indias, 1870, pp. 517-599.) Más detalles en Luisa Pranzetti, "El op. cit., p. 65 . ,
naufragio como metáfora", nota 5; y Pier Luigi Croveto, "Álvar Núñez Cabeza de Vaca, 14 "(I]ba un fraile de la orden de San Francisco por comisario, que se llamaba fray Juan Sua-
Naufragios", nota 2; ambos artículos en Glantz, op. cit., pp. 5 3 y 12 0. rez, con otros cuatro frail es de la misma orden", idem.
111 Vid. nota 2 . 1
; Cabeza de Vaca, op. cit., p. 62 .

A u r. e 1 i o d e 1o s Re y e s Naufragios d e Álvar Núñez Cab e za d e Vaca 399


la isla", "de allí partimos"), pero que pronto comienza a alternar con un yo Cabe subrayar que para Ná¡;:era Castañeda los libros de caballería no son
que procura distinguirse de l9s demás. En pasajes altamente dramatizados libros de mentiras, como sugiere el autor de la cita, y sí algo extraordina-
-el yo en situación, el yo como espectáculo- el narrador se atribuye gestos, rio, al igual que la novela lo es para Cabeza de Vaca.
recalca formas de su diligencia que no sólo lo apartan de los otros sino que, a Es claro que éste no tenía el propósito deliberado de agregar elemen-
la luz de los hechos ulteriores, le dan la razón. 2 6 tos fantásticos a su relato. Por el contrario, quería contai: hechos reales Y
verdaderos, precisamente por eso el título de su obra se inicia con la pala-
La construcción de un "yo heroico" 2 7 ("el yo asume buena parte del pro- bra relación; de ahí su fuerza.
ceso narrativo para convertirse en núcleo referencial de singular impor- Su "yo heroico" lo refuerza con una narración en tono dramático pa-
tancia"J28 lo obliga a introducir elementos fantásticos propios de una no- ra lograr mayor eficacia en su poder de convencimiento. Su protagonismo
vela, conforme a la definición de novela que Cabeza de Vaca establece en se nutre del convencimiento de haber sido el elegido de dios para sobrevi-
su narración: vir al destino adverso de la expedición. Desde el inicio de su relato busca
convencer al lector (al rey en primer lugar) de que él había Y debió ser el
Y antes que llegássemos 1---1 los indios 1- --1 dixeron de nosotros todo lo que los ser predestinado para sobrevivir, lo que supo desde el comienzo de la ex-
otros les avían enseñado, y añadieron mucho más, porque toda esta gente 1- --1 pedición por boca de una española, a quien se lo profetizó una mora de
son grandes amigos de novelas y muy mentirosos, mayormente donde pre- Hornachos; aquélla comunicó a Pánfilo de Narváez
tenden algún interesse, 2 9
muchas cosas que le acaescieron en el viaje antes que le suscediessen, Y éS t a
esto es, novela es algo extraño, quizá fantástico o extraordinario: le dixo cuando entrava por la tierra que no entrasse, porque ella creía que él
ni ninguno de los que con él ivan no saldría de la tierra; Y que si alguno sa-
El modelo de la novela de caballería, a pesar del desprecio erudito que relega- liesse, que haría Dios por él muy grandes milagros; 32 pero creía que fuessen
!, ba los escritos de este género a la categoría de "historias mintrosas" y "libros pocos los que escapassen o ningunos 1... 133 lo cual antes que ·partiessem
·, os de
de mentiras", era uno de los pocos a los que podían echar mano los cronistas Castilla lla española! nos lo avía a nosotros dicho, y nos avía suscedido todo
en su búsqueda de esquemas y metáforas interpretativos para presentar los he- el viage de la misma manera que ella· nos avía dicho.3 4
chos insólitos tan comunes en las Indias. No dudaban los cronistas en compa-
rar los hechos verdaderos de los españoles con los "fingidos" contados en es- Por lo anterior Cabeza de Vaca intercaló en su escrito narraciones de su-
tos libros . Pedro de Nác;era Castañeda, que cronicó la expedición de Coronado cesos extraños' que le permitieron escapar con vida de situaciones adver-
[ ... J resume bien la relación que muchos veían entre los hechos maravillosos sas que paulatinamente eliminan a sus compañeros, como avisos de u~a
· · ·, d er el
pero reales, de Indias y los ficticios narrados en ese género imaginativo:3° "Ay mano misteriosa que lo protege, y que le afuman su convicc10n e s.
cosas .el día de oy acontesidas en estas partes por nros españoles en conquis- quien cumplirá la profecía de la mora, además incluyó pasajes de la hiS t o-
tas y recuentros con los naturales, que sobrepujan en hecho de admiración no ria sagrada. ·
solo a los libros (de caballerías) ya dichos sino a los que se escriben de los do- Gonzalo Femández de Oviedo añadió un ·capítulo a su obra después de
c;e pares de Franc;ia." 3 1 conocer Naufragios que nutre con información que toma de dicha obra no
contemda. en el texto' signado por "Cabeza de Vaca Y sus consortes " · So-

26
bresale la eliminación de los pasajes que fundamentan su convicc~ón de
ser un elegido y las imágenes de la historia sagrada a las que no dedic~ ~~-
Silvia Molloy, "Alteridad y reconocimiento en los Naufragios de Álvar Núñez Cabeza de
Vaca", en Glantz, op. cit., p. 222. . (excepto a los milagros)
.
27
Robert F. Lewis, en Glantz, op. cit., p. 82. mentano a pesar d e no poner e n duda la credibih-
28
Enrique Pupo-Walker, en ibid., p. 280 . dad de la fuente tal vez porque Cabeza de Vaca se encontraba en 1~ corte;
29
Cabeza de Vaca, op. cit., p. 143 . contradice específicamente unos puntos, otros lo hace en el texto sm dete-
Jo Lewis en Glantz, op. _ cit., pp. 80-81. nerse en ellos. No dice por qué le parece más confiable el texto de los tres:
·' ' Pedro Náyera Castañeda, Relación de la /ornada de Cibola, conpuesta por Pedro Ná9era
Castañeda . Donde se trata de todos aquellos poblados y ritos, y costumbres, la qua] fue
en Año de r 540. Publicada en el Fourteenth Annual Report o/ the Bureau of Ethnology 32
Subrayado mío.
to the Secretary of the Smithsonian Institution, 1892-1893 1 Washington, Govemment 33 Cabeza de Vaca, op. cit., p. 171.
Printing Office, p. 465 1 citada por Lewis en Glantz, op. cit., p. 81. 34 Idem, subrayado mío.

Naufragios de Álvar Núñ e z Cabeza de Vaca


401
400 Aurelio de los Reyes
todo esto que es dicho en esta relación, lo había fecho imprimir este caballe- vieron el tiempo que hazía y que la villa estava de allí una legua, por no estar
ro e anda de molde, e yo le rogué que me lo mostrase; e despu és de habe rme al agua y frío que hacía muchos se volvieron al navío. En esto vino una canoa
informado de él, e ser persona que debe dársele crédito, así por su experien- de la villa, en que me traían una carta de un ver;:ino de la villa, rogándome
cia como porque todo se tiene por cierto,35 diré lo que en este capítulo [vul que me fuesse allá, y que me darían los bastimentas que oviesse y necessa-
hiciere al caso brevemente, pues que no se debe preterir [s ic] ni olvidar, a rios fuessen; de lo cual yo me excusé diziendo que no podía dexar los navíos.
vuelta de tantos trabajos, lo que adelante podría, en parte, aprovechar, e al A mediodía bolvió la canoa con otra carta, en que con mucha importunidad
presente satisfacer a la historia. Pero en alguna manera yo tengo por buena la pedían lo mesmo, y traían un cavallo en que fuesse; yo di la misma respuesta
relación de los tres, e por más clara que estotra qu e el uno sólo hac e e hizo que primero avía dado, diziendo que no dexaría los navíos; mas los pilotos y
imprirnir_36 la gente me rogaron mucho que fuesse, porque diesse priessa que los basti-
mentas se truxesen lo más presto que pudiesse ser. 43
Por otro lado cuestiona el nombre con que Cabeza de Vaca bautiza a la is-
la de Mal-Hado, llamada Malfondo en la Relación de San Miguel: 37 "pues Destaca la inesperada llegada de la canoa con la invitación personal a Ca-
en la[ ...] relación [firmada por los tres] no le pusieron nombre, ni él se le beza de Vaca para dejar la embarcación y, en la segunda visita, el caballo.
puede dar, antes en aquella isla fueron bien tratados los cristianos, como Los ruegos de los pilotos y de la gente lo convencieron de ir a la villa, no
él mesmo lo confiesa en la una e otra relación" .3 8 sin antes instruir a los pilotos de dar con las naves al través en caso de
Además le molesta el protagonismo de Cabeza de Vaca y el tono dra- que el "sur" "ventase y se viesen en mucho peligro", 44 "y con esto, yo sa-
mático de la narración;39 acerquémonos a los pasajes: inicialmente la ar- lí, aunque quise sacar algunos conmigo, por ir en mi compañía; los cuales
mada consistía de cinco navíos con 600 hombres al mando de Pánfilo de no quisieron ir, diziendo que hacía mucha agua y frío, y la villa estava
~:rváez. 4º En Santiago de Cuba un vecino del puerto de la Trinidad ofre- muy lejos.45 [... ] A una hora después de yo salido"4 6 llegó un viento del
cio dar bastimentas que tenía en dicho puerto. Narváez partió con toda la norte que agarró a los navíos a dos vientos.
armada, pero en el puerto del cabo de la Santa Cruz a mitad del camino, El peligro era el mismo en la tierra que en el mar, porque la fuerza del
decidió
• ,
que fuesen a Trinidad solamente dos naví~s I uno al mando del agua y del viento tumbaba casas, iglesias y árboles "era necessario que
capitan Pantoja, "y que yo, para más seguridad, fuesse con él" ;41 y otro anduviéssemos siete o ocho hombres abrai;ados unos con otros, para po-
que ~arváez compró en Santo Domingo. Pantoja y Vasco Porcalle des- dernos amparar que el viento no nos llevase" .4 7 Llegó la segunda señal:
cendieron para recoger los bastimentas. "Yo quedé en la mar con los pilo-
tos"42 quienes le sugirieron partir de inmediato porque la Trinidad era un Andando en esto, oímos toda la noche, especialmente desde el medio della,
puerto donde se perdían numerosos navíos cuando había mal tiempo, mucho estruendo y grande ruido de bozes, y gran sonido de cascaveles Y de
flautas y tamborinos, y otros instrumentos que duraron hasta la mañana que
Y porque lo que allí nos suscedió fue cosa muy señalada, me paresció que no la tormenta cessó. En estas partes nunca otra cosa tan medrosa se vio; yo hi-
43
sería fuera del propósito y fin con que yo quise escrevir este camino [mostrar ce una probanza dello, cuyo testimonio embié a Vuestra Majestad.
s~s méritos Y servicios], contarla aquí. Otro día, de mañana, comern;:ó el
tiempo a dar no buena señal, porque comenr;:ó a llover, y el mar iva arrezian- Los vientos encontrados impidieron hacer a los pilotos maniobras para dar
do tanto, que aunque yo di licencia a la gente que saliesse a tierra, como ellos con los navíos. Naufragaron y murieron "sesenta personas Y veinte cava-
llos" .49 Quedaron vivos los 30 que bajaron a tierra, uno de ellos, Ca~eza _de
H Subrayado mío. Vaca, que descendió al último gracias a la oportuna llegada de la mist~no-
36 Feman
, dez de Ov1edo,
· op. cit., p. 315 . Subrayado mío. sa canoa portadora de una invitación y un caballo, que le salvaron la vida.
37
Relación de San Miguel, p. 277 _
38
Femández de Oviedo, op. cit., p. 315 _ 43 Idem .
w Idem. -1 4 Idem .
.¡o La Relación de San Miguel afirma que partieron 5 naves y 7 00 hombres (p. 269); el texto 4 5 Idem .

hrmado por los tres no informa sobre este aspecto. Fernández de Oviedo toma la infor- -1 6 Idem .
mación de Cabeza de Vaca (op. cit., p. 315). -1 7 Idem .
41
Cabeza de Vaca, op. cit., p. 66 . 4 R [bid., p. 68.
42 !bid., p. 67 . 49 !bid., p. 69 .

402. Aur e li o de los R e y es Naufragios d e Álvar Núñ e z Cabeza de Vaca


La Relación de San Miguel menciona brevemente el extenso pasaje: bieron otra señal: "una noche sentimos venir una canoa, y como la vi-
"Llegaron a Santo Domingo, donde estuvieron quarenta días: de allí fue- mos, esperamos que llegasse, y ella no quiso hazer cara; y aunque la llama-
ron a Santiago de Cuba, que es puerto, a donde pasaron una muy grande mos, no quiso bolver, ni aguardamos, y por ser de noche no la seguimos,
tormenta, que-llaman uracán en aquellas partes, y perdieron mucha gen- y fuímonos nuestra vía",55 hasta llegar a una isla, donde permanecieron
te Y mantenimiento."5° Lo mismo hace Fernández de Oviedo cuando na- seis días, cinco sin tomar agua;
rra:

"E perdida esta gente e navíos I e más veinte caballos que en ellos
iban, acordaron de invernar allí en el puerto de Xagua. " 5 1 la sed fue tanta, que nos puso en necessidad de bever agua salada, y algunos
Narváez partió de Cuba para la Florida con "400 hombres y 80 caba- se desatentaron tanto en ello que súpitamente se nos murieron cinco hombres.
llos en 4 navíos" .5 2 Mientras continuaban la exploración y después de ha- Cuento esto assí brevemente porque no creo que ay necessidad de particular-
ber perdido el rumbo porque el piloto Miruelo, en el que habían confiado, mente contar las miserias y trabajos en que nos vimos, pues considerando el
desconocía la costa, Narváez ordenó que un bergantín buscase el puerto y lugar donde estávamos y la poca esperarn;a de remedio que teníamos, cada
que si no lo hallaba regresara a La Habana para buscar el navío que había uno puede pensar mucho de lo que allí passaría; y como vimos que la sed
quedado bajo mando de Álvaro de la Cerda para recoger bastimentas. crescía y el agua nos matava, aunque la tormenta no era cessada, acordamos
También ordenó que los barcos costeasen hasta encontrar el puerto mien- de encomendarnos a Dios nuestro señor, y aventuramos antes al peligro de la
tras él iría a Apalache para posteriormente regresar en la misma direc- mar que esperar la certinidad de la muerte que la sed nos dava; y assí, sali-
ción Y llegar al puerto por tierra, a lo que se oponía Cabeza de Vaca "por- mos la vía donde avíamos visto la canoa la noche que por allí veníamos. Y en
que tenía por cierto y sabía que él no avía de ver más los navíos, ni los este día nos vimos muchas vezes anegados y tan perdidos, que nil'lguno ovo
navíos a él", 53 por la profecía de la pitonisa mora . que no tuviesse por cierta la muerte. Plugo a Nuestro Señor, que en las ma-
En el texto de Fernández de Oviedo I destaca la cautela de Cabeza de yores necessidades suele mostrar su favor, que a puesta del sol bolvimos una
Vaca al afirmar que él sabía lo que sucedería: punta que la tierra haze, donde hallamos mucha bonanza y abrigo. 56

El contador Y el veedor se conformaron con el comisario, y el gobernador de- La Relación de San Miguel narra escuetamente el episodio:
,;
;/ terminó de hacerlo así; pero el tesorero [Cabeza de Vacal, vista su voluntad,
·I
:¡ le requirió muchas veces que no entrase, por las causas que había dicho e encontraron siempre muchos ancones y bayas que entraban mucho por la tie-
:1 otras que acrescentaba en sus requerimientos. 5 4 rra adentro, todas bajas y peligrosas, y ansí andubieron treinta días, donde ha-
:¡ llaron algunos pescados y gente pobre y miserable; padecieron gran necesidad
:1 ~sas ot~as causas eran las profecías que no menciona nunca a sus campa- de sed, porque estubieron seis días sin osar salir á la mar, y al cabo, visto que
neros m a Fernández de Oviedo. De la lectura de Naufragios se deduce que bebían agua salada y que muchos morían dello, se determinaron á salir, Y vie-
eran un secreto guardado con celo, porque un secreto entre dos ya no es ron una punta que la tierra hacía, donde tubieron un poco de abrigo para la tor-
secreto. menta que padecían, y vieron muchos indios, gente bien dispuesta, n0 traían
La expedición quedó reducida a 300 hombres con 40 caballos. Este flechas ni arcos, los quales huyeron dellos, y ellos los fueron siguiendo haS t ª
grupo llegó a Apalache, donde les habían dicho encontrarían oro y casas; sus casas, dó hallaron mucha agua y mucho pescado guisado.57
e?contraron más lo segundo que lo primero. En vista de la pobreza de la
tierra, al cabo de 25 días decidieron ir a Aute rumbo al mar. Como los es- Femández de Oviedo suprime el encanto mágico y el dramatismo del en-
teros, ríos Y entradas de mar dificultaban costear por tierra para encontrar cuentro con la canoa:
a los navíos, decidieron construir 5 balsas, en las que se embarcaron 242
hombres. Al cabo de 37 días de camino extraviados y hambrientos reci- Una noche les salió una canoa a ellos e los fué siguiendo un rato, e volvieron
a ella por le hablar, e no quiso atender; e como son navíos muy ligeros, fué-
50 ronse los de la canoa, e los cristianos siguieron su camino primero. Otro día
Relación de San Miguel, pp. 269-270.
5 ' Fernández de Oviedo, op. cit., p. 287.
>2 Cabeza de Vaca, op. cit., p. 70. ;; !bid., pp. 89-90 .
» !bid., p. 75 - 56
!bid., p. 90.
54 Fernández de Oviedo, op. cit., p. 289. Subrayado mío. 57
Relación de San Migu el, p. 274 .

Aur e lio d e los R eyes N a ufragios de Álvar Núñ e z Cab e z a de Vaca


r

por la mañana les tomó una tormenta, e surgieron en una is la, e n o hallaro n noche, hasta que las grandes olas echaron la barca fuera de tierra, do la gente,
agua en ella, de la cual tenían falta grande. E allí estovicron tres día , e co m o que casi iva muerta, se remedió con hacer lumbres y tostar maíz para comer. 60
había cinco que no bebían, bebieron algunos agua salada e mucha, e muri é-
ronse por ello cinco o seis hombres de súbito. E visto que la sed era inc;opor- La versión de Fernández de Oviedo contiene discrepancias significativas:
table, e aunque la tormenta no era amansada, acordaron de ir hacia aqu e lla las dos barcas navegaron juntas no cuatro días, sino tres horas y nunca se
parte donde habían visto ir la canoa que se ha dicho, encomendándose a separaron; la principal diferencia es tanto la eliminación del protagonis-
Dios e poniéndose en notorio peligro de la muerte. E atravesaron; e al tiem- mo de Cabeza de Vaca y del tono dramático:
po que el sol se ponía, llegaron a una punta que hacía allí abrigo e menos
mar.5 8 Tornando a la historia, oída la impiadosa respuesta del gobernador Pánfilo, el
tesorero [Cabeza de Vaca] le siguió un rato hasta que se perdió de vista; y en-
La azarosa situación separó las cinco barcas; el gobernador decidió que tonces el tesorero arribó sobre la otra barca que iba metida en el mar, la cual
cada quien velase por sí mismo. La balsa en la que iba Cabeza de Vaca se aguardó, y era la que llevaba Peñalosa y el capitán Téllez. E así juntas estas
unió a las de Téllez y Peñaloza, de este modo navegaron cuatro días, pero dos barcas, navegaron tres horas hasta la noche, e con la grand hambre que
una tormenta perdió de vista la barca de éstos, quedando solamente la de llevaban, e con haberse mojado la noche antes con las olas de la mar, iba toda
·Cabeza de Vaca, que dramáticamente se presenta como el salvador de sus la gente caída, e no había cinco hombres diestros. E así pasaron aquella no-
compañeros con el "yo" por delante: che, e al cuarto del alba el maestre de la barca del tesorero echó la sonda, e
halló siete brazas de fondo; e porque la reventazón era muy grande de las on-
cuando el sol se puso, todos los que en mi varea venían estavan caídos en das, se tovieron a la mar hasta que amanesció, e se hallaron a una legua de
ella, unos sobre otros, tan cerca de la muerte, que pocos avía que tuviessen tierra e pusieron la proa en ella, e plugo a Dios que salieron en salvo. 61
sentido, Y entre todos ellos a esta hora no avía cinco hombres en pie . Y cuan-
do vino la noche, no quedamos sino el maestre e yo que pudiéssemos marear Además de las discrepancias, en el libro vII, escrito después de conocer el
la varea, Y a dos horas de la noche el maestre me dixo que yo tuviese cargo texto de Cabeza de Vaca, comenta con ironía el pasaje "e si la mar o for-
della, porque él estava tal, que creía aquella noche morir. Y assí yo tomé el tuna les quitaron las dos barcas, no hobieron mejor dicha las restantes ni
leme, Y passada media noche, yo llegué por ver si era muerto el maestre, y él tal donde aportaron".6 2
me respondió que él antes estava mejor, y que él governaría hasta el día . Yo, Un naufragio los echó en la isla de Mal-Hado. Encontraron a Andrés
cierto, aquella hora de muy mejor voluntad tomara la muerte que no ver Dorantes y Alonso del Castillo, cuya barca había sobrevivido. Decidieron
tanta gente delante de mí de tal manera. Y después que el maestre tomó embarcarse en ella; el último naufragio los detuvo en la isla. Invernaron Y
11 ca~go de la varea, yo reposé un poco muy sin reposo, ni avía cosa más lexos de "en muy poco tiempo, de 80 hombres que de ambas partes allí llegamos,
1 mi entonces que el sueño. Ya cerca del alba parescióme que oía el tumbo quedaron vivos sólo r 5 ", 63 cuyo fin Fernández de Oviedo narra con detalle
de la mar, porque como la costa era baxa sonava mucho, y con este sobre- en nueve páginas por boca de Dorantes, 64 pormenor del que carece Naufra-
s~lto llamé al maestre, el cual me respondió que creía que éramos cerca de gios, lo que no puntualiza Cabeza de Vaca por haber sido separado del gru-
t1erra59 po de españoles; en cambio, siguiendo la Relación de San Miguel, se afirma
que aquí iniciaron las curaciones, de las que hablaré más adelante. 65
como efectiva_mente lo estaban. La vigilia que narra haber tenido Cabeza Los indígenas decidieron pasar a Cabeza de Vaca a tierra firme, "don-
de Vaca contnbuyó a salvarles la vida.
La Relación de San Miguel narra con parquedad el episodio: 60 R e1acwn. , d e San Migu el, p. 2 7 5.
61
Fernández de Oviedo, op. cit., p. 294.
el Gobernador tuvo por su parte por allegar a tierra y salvar la vida sin procurar 61 !bid. , p. 3 I 5.
6
de, esperar los ·ot ros, Y as1, h izo
. ca d a uno; en esta tormenta se perdió la barca de ' Eran los siguientes: Álvar Núñez Cabeza de Vaca, Alonso del Castillo, Andrés Dorantes,
Diego Dorantes Valdivieso Estrada Tostado Chávez Gutiérrez, asturiano, clérigo, Die-
Tellez Y Peñalosa, Y la de Vaca de Castro [sic] fue con harto trabaxo toda una 1

go de Huelva, E~tebanico eÍ negro, ~enítez, F~ancisco de León, Hierónimo de Alanís, Lo-


pe de Oviedo; Cabeza de Vaca, op. cit. , pp. 102 y 107.
,~ Fernández de Oviedo, op. cit., pp. 292 _293 _. 6
-l Fernández de Oviedo, op. cit., pp. 295-304.
59
Cabeza de Vaca, op. cit. , p. 95 . 6
; Cabeza de Vaca, op. cit., pp. 104-105 .

406 Aur e li o d e l os R eyes Naufragios de Álvar Núñ e z Cab e za de Vaca


de me avía dado tan gran enfermedad, que ya que alguna otra cosa me Quizás lo anterior sea uno de los desacuerdos d disgustos que impulsaron
diera esperarn;a de vida, aquella basta va para del todo quitármela". 66 Así a Cabeza de Vaca a escribir su propia relación, en la que, en este episodio,
fue como permaneció un tiempo solo entre los indígenas, e intentó reu- enfatiza su soledad y pormenoriza de qué manera comerciaba con los in-
nirse con sus compañeros, que se fueron siguiendo la costa, pero "mi en- dios. Malestar que debió iniciarse desde la redacción conjunta del texto,
fermedad estorvó que no les pude seguir, ni los vi. Yo huve de quedar con fuente de Femández de Oviedo.
estos mismos indios de la isla más de un año." 67 Huyó por el mal trato Fernández de Oviedo retoma a Cabeza de Vaca hasta el reencuentro
que recibía. Durante seis años se hizo mercader. "Los trabajos que en es- con los españoles y precisa que con Castillo se encuentra al final, despo-
to passé sería largo contarlos, assí de peligros y hambres como tempesta- jando este episodio de dramatismo:
des Y fríos, que muchos dellos me tomaron en el campo y solo, donde por
gran misericordia de Dios Nuestro Señor escapé." 68 "Fueron casi seis años Y el Dorantes fue el primero que allí llegó, e acaso halló una gente de indios
el tiempo que yo estuve en esta tierra solo entre ellos y desnudo, como que aquel mesmo día habían allí venido, los cuales eran grandes enemigos de
todos andavan."69 los otros con quienes habían estos cristianos estado, e recibiéronle muy bien.
Su permanencia de seis años se debió a su encuentro con dos españo- E a cabo de tres o cuatro días que allí estaba, llegó el negro que iba en su ras-
les (no dice cuándo, cómo y dónde) Alanís y Lope de Oviedo, el primero tro, e Alonso del Castillo (que estaban juntos), e allí se concertaron de buscar
dudó de escapar todo ese tiempo; una vez que murió, Cabeza de Vaca y a Cabeza de Vaca, que los esperaba adelante. E vieron unos humos bien lejos,
· Lope de Oviedo huyeron, pero éste regresó "con unas mujeres de aquellos e acordaron que Dorantes y el negro fuesen a aquel humo, e que el Castillo
indios [•··] Y yo quedé solo". Supo de la existencia de otros dos sobrevi- quedase allí para asegurar los indios e que no creyesen que se iban; e dijéron-
vientes.?º Encontró primero a Andrés Dorantes el que "cuando me vio les que iban por otro compañero suyo, que creían que estaba en aquellos hu-
fue muy espantado, porque había muchos días que me tenían por muerto, mos, para lo traer allí a su compañía, e que se quedase Castillo hasta que vol-
Y los indios así lo habían dicho. Dimos muchas gracias a Dios de vernos viesen. Y ellos holgaron dello, e así fueron e tovieron bien que andar has'ta la
juntos, Y este día fue uno de los de mayor placer que en nuestros días ha- noche, que toparon con un indio que los llevó a donde Cabeza de Vaca esta-
bemos tenido'';7 1 luego apareció Alonso del Castillo y por último Esteba- ba, al cual dijeron cómo venían a buscarle. E plugo a Dios que los indios se
nico el negro, únicos sobrevivientes de los 600 hombres embarcados en mudaron otro día e se pusieron más cerca de donde el Castillo _había queda~
San Lúcar de Barrameda. do, e allí se tomaron a juntar.73
Fernández de Oviedo cuenta estos episodios en boca de Andrés Do-
rantes, de quien dice se dedicó al comercio. La escasa información sobre He destacado los episodios narrados por Cabeza de Vaca que m~ han pa-
Cabeza de Vaca se refiere a que los indios lo tuvieron como esclavo du- recido misteriosos, en los que expresa su convicción de ser un elegido de
rante cinco años y medio: Dios, así como su protagonismo ("yo heroico") y el tono dramático de su
narración. Convencido de que será quien cumpla las profecías de la mora
Y el tesorero! ... ] estaba en la otra parte de la tierra, muy doliente e sin espe- de Hornachos, deja estos episodios para mostrarse poco a poco como guía
ranza de vida, Y ellos pasaron al ancón e se vinieron al luengo de la costa; y el Y salvador de sus compañeros y establecer, de manera sutil -como lo ha
tesorero se quedó, allí do estaba, cinco años e medio, cavando dende la maña- hecho hasta ahora y siempre en tono dramático-, un símil entre él Y Je-
na hasta la noche, sacando raíces con una coa[ ... ] debajo de tierra e debajo del sucristo, que adquiere obviedad con la narración de los milagros, las en-
agua, e trayendo cada día una carga o dos de leña a cuestas sobre la carne e tradas triunfales a las poblaciones utilizando otras imágenes que traen ª
carona de ella, sin tener ropa alguna, sino como salvaje o indio.7 2 la mente del lector la asociación de Cabeza de Vaca no sólo con Jesucris-
to, sino con otros elegidos y pasajes de la historia sagrada. Imágenes que
tienen origen en sus conocimientos de la vida de Jesús, propias de una re-
66
!bid., p. 107. ligiosidad nutrida por la tradición oral, que no por la lectura directa de la
67 Idem.
68
!bid., p. 108.
Biblia, que añade con los avisos otros elementos novelescos a su relato,
69 Idem . si por novela se entiende una serie de sucesos extraños, conforme se de-
70
Hasta aquí llega la Relación de San Miguel. duce del texto de Cabeza de Vaca.
71
Cabeza de Vaca, op. cit. , pp. rro-n1.
72
Fernández de Oviedo, op. cit., p. 29 5. 73 !bid., p. 304.

Aurelio de los Re y es Naufragios de Álvar Núñ e z Cabeza de Vaca 409


Según Cabeza de Vaca, los tres sobrevivientes se sumaron a su propó- te punto, incluso como novela pierde consistencia por obvias contradic-
sito de "passar a tierra de christianos [... ] que en este rastro y bu sca iva", ciones:
rumbo a donde se pone el sol, a la mar del sur, "Y pues Dios Nues tro Se-
ñor avía servido de guardarme entre tantos trabajos y enfermedades, y al en aquella isla que he contado nos quisieron hazer físicos, sin examinamos
cabo traerme en su compañía, que ellos determinavan de huir, qu e yo los ni pedirnos los títulos, porque ellos curan las enfermedades soplando al en-
passaría de los ríos y ancones que topásemos." 74 No habían muda do de fermo y con aquel soplo y las manos echan dél la enfermedad, y mandáron-
lugar por temor de ahogarse por no saber nadar, con lo cual concuerda nos que hizi éssemos lo mismo y sirviéssemos en algo; nosotros nos reíamos
Fernández de Oviedo.7 5 Esperarían, entonces, el momento precis o: "Dios dello, diziendo que era burla y que no sabíamos curar.79
Nuestro Señor por su misericordia me quiso guardar y amparar dellos [de
los indios]. Y cuando el tiempo de las tunas tornó, en aqu el mismo lugar Un indio se dirige a Cabeza de Vaca en particular, con lo que él sobresale
nos tornamos a juntar."7 6 Es así como Cabeza de Vaca, poco a poco, co- del resto del grupo: "Y viendo nuestra porfía, un indio me dixo a mí que yo
mo Edipo, cumple su destino. no sabía lo que dezía en dezir que no aprovecharía nada aquello que él sa-
bía, ca las piedras y otras cosas que se crían por los campos tienen vir-
LOS MILAGROS tud. "80 En este pasaje subraya una superioridad en la calidad de hombres
entre españoles e indígenas, detectada por los indios, pues, según él, el mis-
Mientras Cabeza de Vaca estuvo en la Nueva España no habló de los "mi- mo indio añadió:
lagros" más allá de lo que los otros hablaron, de ahí que no se suscitasen
controversias, y coincidiera con sus compañeros en destacar la extraordi- Y que él [el indio] con una piedra caliente, trayéndola por el estómago, sanava
naria aventura en que habían participado. 77 Quizás la discrepancia en el Y quitava el dolor, y que nosotros que éramos hombres, cierto era que tenía-
inicio de tales milagros sea uno de los puntos más débiles de Nau fragios mos mayor virtud y poder.8 1 En fin, nos vimos en tanta necessidad que lo
como obra historiográfica. ovimos de hazer sin t emer que nadie nos llevasse por ello la pena. 82
Cabeza de Vaca concuerda con la Relación de San Migu el de iniciar
las_curaciones en la isla de Mal-Hado, pero si éstas se hubieran iniciado A continuación habla de las curaciones en términos generales y del cam-
ª~1 los exploradores no hubieran sufrido esclavitud ni privaciones ni hu- bio de su situación personal, que de la indigem:ia pasó no a la abundancia,
biera habido necesidad de que Cabeza de Vaca o Dorantes se dedicaran al pero tampoco a una privación total. A punto y seguido habla de hambre Y
comercio. Por el contrario, su vida se hubiera alterado, como cuando co- privaciones, cambiando inesperadamente el sentido del discurso, sin fi-
me~zaron a practicar con los avavares y a recibir trato preferencial. Es ex- jarse en la notorísima contradicción:
trano que Cabeza de Vaca coincida con la Relación de San Miguel, 78 qu e
en est e punto puede estar equivocada por la prisa con la que el escribano Quiso Dios Nuestro Señor y su misericordia que todos aquellos por quien su-
la tomó, Y que ni él ni Fernández de Oviedo comenten la discrepancia en plicamos, luego que los santiguamos, dezían a los otros que estavan sanos Y
un asunto tan fundamental. buenos, y por este respecto nos hazían buen tratamiento y dexavan ellos de
Por otra parte, en la isla del Mal-Hado aún había r 5 españoles, los comer por dárnoslo a nostras y nos davan cueros y otras cosillas.83 Fue tan
c~~les debieron aprender a curar, de creer a Cabeza de Vaca que no espe- extremada la hambre que allí se passó que muchas vez es estuve tres días sin
cifica que hubiera sido una iniciación exclusiva de él o de los otros tres comer ninguna cosa, y ellos también lo estavan, y parescíame ser cosa im-
sobrevivientes; de ahí que Naufragios me parezca sumamente débil en es- possible durar la vida, aunque en otras mayores hambres y necessidades m e
vi despu és, como adelante diré.84
7
-1 Cabeza de Vaca, op. cit. , p. 11 I.
7
; Fernández de Oviedo, op. cit., p.
298 _
76
Cabeza de Vaca, op. cit., p. 11 9 . 79
Cabeza de Vaca, op. cit. , pp. 104-105 .
77 80
Vid. Jacqu es Lafaye, "Los 'mil agros' de Álvar Núñez Cabeza de Vaca (1527-1 536) en 11
, !bid., p . 10 5.
Margo Gl antz, op. cit., pp. 17 _35 . ~ 1 Subrayado mío .
78 8, c
Est e Y otros puntos m e sirven para deducir que la Rela ción de Sa n Miguel sirve de minu- abeza de Vaca, op. cit., p. 105.
8
ta a Cab eza de Vaca, aspecto que tal vez desa rrolle posteriorm ente al abordar N aufragios ., Subrayado mío.
com o crónica. s-1 Cabeza de Vaca, op. cit., pp. 105-106. Subrayado mío.

410 Au r e li o de l os R eyes N a ufr ag ios d e Á l v ar N ti dez Cab eza de Vaca 411

J
1

'

Ya no se vuelven a mencionar las curaciones, por lo que se deduce que no No puedo dejar de asociar este pasaje con la historia de Moisés, quien en
las practicaron ni él ni ningún otro español individual o conjuntamente el desierto encontró una zarza ardiendo mientras pastoreaba las ovejas, y
durante los seis años que vivió de comerciante a la espera de que Alanís a quien, por medio de un ángel, Yahvéh le comunica que ha sido elegido
se decidiera a escapar o hasta después de que los cuatro sobrevivientes hu- para llevar a cabo la misión de liberar a Israel del cautiverio de los egip-
yeron de los indios, cuando ya condujo al lector, paulatina y sutilmente, cios. 89
a considerarlo el elegido de dios y a presentarse como el salvador de sus Cabeza de Vaca permaneció extraviado durante cinco días en los que
compañeros. Abruptamente, retoma la narración de las curaciones, que no probó alimento, a pesar de haber ido a buscarlo. Con este pasaje existe
presenta como milagros. un símil con la imagen de Jesucristo, porque estos cinco días equivalen al
Después de narrar su fuga, los cuatro expedicionarios llegan con los ayuno en el desierto durante cuarenta días al cabo de los cuales Jesús ini-
avavares, se hosped!ln con "físicos" y son bien recibidos "por las maravi- cia su prédica y las curaciones milagrosas, de la misma manera que lo ha-
llas que nuestro Señor con nosotros obraba". 8 5 ¿Cuáles maravillas si no ce Cabeza de Vaca, pues sólo después de esta experiencia purificadora hace
ha contado ni el primer milagro? Eficaz golpe impresionista. Concuerda sus curaciones y predica el cristianismo. .
con Fernández de Oviedo en que la práctica sistemática de las curaciones Para sobrevivir al frío hizo un hoyo en el piso y practicó un extraño
las inician con estos indios . Mientras Cabeza de Vaca pormenoriza lama- rito con el fuego:
nera en que los enseñaron a curar, 86 Fernández de Oviedo no entra en tan-
to detalle. 87 Castillo inició las curaciones. Al cabo de cinco días conti- para las noches yo tenía este remedio, que me iva a las matas del monte que
nuaron su camino y asentaron sus casas a la orilla de un río: estava cerca de los ríos y parava en ellas antes que el sol se pusiesse, y en la
tierra hazía un hoyo y en él echava mucha leña, que se cría en muchos árbo-
Y después de assentadas fuimos a buscar una fruta de unos árboles, que es co- les, y al derredor de aquel hoyo hazía cuatro fuegos en cruz, e yo tenía cargo Y
mo hieros, y como por toda esta tierra no ay caminos yo me detuve más en cuidado de rehazer el fuego de rato en rato, y hazía unas gavillas de paja larga
buscarla, la gente se bolvió e yo quedé solo, y beniendo a buscarlos aquella que por allí ay, con que me cabría en aque l hoyo, e desta manera me ampara-
noche me perdí, y plugo a Dios que hallé un árbol ardiendo y al fuego dél pas- va del frío de las noches, y una dellas el fuego cayó en la paja con que yo esta-
sé aquel frío aquella noche, y a la mañana yo me cargué de leña y tomé dos va cubierto, y estando yo durmiendo en el hoyo, comern;:ó a arder muy rezio,
tizones Y bolví a buscarlos, y anduve desta manera cinco días, siempre con e, por mucha priessa que yo me dí a salir, todavía saqué señal en los cabellos
mi lumbre y carga de leña. 88 del peligro en que avía estado. En todo este tiempo no comí bocado, ni hallé
cosa que pudiesse comer, y como traía los pies descal¡;os, corrióme dellos
mucha sangre. Y Dios usó comigo de misericordia, que en todo este tiempo
85
!bid. , p. 121.
no ventó el norte, porque de otra manera ningún remedio avía de yo vivir. 90
86 "L
. ª manera que ellos tienen de curarse es ésta: que en viéndose enfermos llaman un mé-
dico, Y después de curado no sólo le dan todo lo que poseen, mas entre sus parientes bus-
Sin embargo, Fernández de Oviedo no refiere la pérdida y reencuentro de
can cosas para darle. Lo que el médico haze es dalle unas sajas adonde tiene el dolor y
chúpanle alderredor dellas. Dan cauterios de fuego, que es cosa entre ellos tenida por m~y Cabeza de Vaca con sus compañeros. .
provechosa, e yo lo he experimentado y me suscedió bien y con esto creen que se les qui- Cabeza de Vaca inicia el relato pormenorizado de las curaciones. En
ta el mal. La manera con que nosotros curamos era santiguándolos y soplarlos y rezar un la primera, que lleva a cabo Castillo, establece un símil con la curación
Pater no st er Y un Ave María, y rogar lo mejor que podíamos a Dios Nuestro Señor que les
diesse salud Y espirasse en ellos que nos hiziessen algún buen tratamiento." Cabeza de
9
Vaca, op. cit., p. rns . ~ "Moisés era pastor del rebaño de Jetró su suegro, sacerdote de Madián. Una vez llevó las
~7 "Eall'fi ue don de pnmero
· comenzaron a temer e reverenciar a estos pocos cristianos e a ovejas más allá del desierto; y llegó hasta Horeb, la montaña de Dios. El Ángel de Yahvéh
tenerlos en mucho, e allegábanse a ellos e fregábanse a sí mesmos 1 e decían por señas a se le apareció en forma de llama de fu ego, e~ medio de una zarza. Vio que la zarza estaba
los cristianos que los fregasen e frotasen e los curasen; e trujéronles algunos dolientes pa- ardiendo, pero que no se consumía. Dijo, pues, Moisés: 'Voy a contemplar este extraño
ra qu~ los curasen, e los cristianos lo hacían así, aunque estaban más acostumbrados a caso: por qué no se consume la zarza.' Cuando vio Yahvéh que Moisés se acercaba para
traba¡os que a hacer miraglos. Pero en virtud de Dios confiados, santiguándolos e soplán- mirar, le llamó en medio de la zarza, diciendo: '¡Moisés, Moisés!' Él respondió: 'Heme
dolos, de la manera que lo hacen en Castilla aquellos que llaman saludadores, e los in- aquí.' Le dijo: 'No te acerques aquí; quita las sandalias de tus pies, porque el lugar en que
dios en el momento sentían mejoría en sus enfermedades, e dábanles de lo que tenían de estás es tierra sagrada."' Biblia de ferusalén, edición española dirigida por José Ángel
comer." Fernández de 0viedo, op. cit., p. 305 . Ubi eta, Bruselas, Desclée de Brower, 1966, pp. 64-6 5.
88 9
Cabeza de Vaca, op. cit .. p. 123 . ° Cabeza de Vaca, op. cit., p. 123 .

412 Aurelio de los Reyes Naufragios de A l var Nürlez Cabeza de V a ca 413


del paralítico: muchos indios le llevaron cinco "tollidos" para que los sa- Nuevas privaciones, nuevos símiles con Jesucristo:
nase
a las vezes me acontesció hacer leña donde después de averme costado mu-
los santiguó y encomendó a Dios Nuestro Señor y todos le suplicamos con la cha sangre no la podía sacar ni a cuestas, ni arrastrando. No tenía, cuando en
mejor manera que podíamos les embiasse salud, pues él vía que no avía otro estos trabajos me vía, otro remedio ni consuelo sino pensar en la passión de
remedio para que aquella gente nos ayudase y saliéssemos de tan miserable nuestro redemptor Jesuchristo, y en la sangre que por mí derra111ó, e conside-
vida, y él lo hizo tan misericordiosamente que, venida la mañana, todos ama- rar cuánto más sería el tormento que de las espinas él padeció, que no aquel
nescieron tan buenos y sanos y se fueron tan rezios como si nunca ovieran que yo entonces sufría .9 6
tenido mal ninguno.91
Acomete la curación más peligrosa: la extracción de una punta de flecha
Después de lo cual, agrega, "de mí sé dezir que siempre tuve esperan~a en del pecho de un herido:
su misericordia que me avía de sacar de aquella captividad, y assí yo lo
hablé siempre a mis compañeros" .9 2 usando de mi oficio de medicina le di dos puntos ¡... ] Y otro día le corté los
Comienza a destacarse a sí mismo como el curandero más importan- dos puntos al indio y estava sano y no parescía la herida que le avía hecho si-
te ("en atrevimiento y osar acometer cualquier cura era yo más señalado no como una raya de la palma de la mano, y dixo que no sentía dolor ni pena
entre ellos").93 Su primera curación es muy semejante a la resurrección alguna.97
de Lázaro:
Si ya las imágenes utilizadas por Cabeza de Vaca al narrar su entrada en
cuando llegué cerca de los ranchos que ellos tenían, yo vi el enfermo que íva- las poblaciones remiten a las imágenes de Jesús entrando-a Jerusalén el
mos a curar, que estava muerto. Y ansí, quando yo llegué hallé el indio los domingo de Ramos, a partir de esta curación sus llegadas serán apoteósi-
ojos bueltos e sin ningún pulso, e con todas señales de muerto, según a mi cas, casi con categoría divina.
me paresció, e lo mismo dixo Doran tes. Yo le quité una estera que tenía enci- El relato de Femández de Oviedo no personaliza las curaciones ni las
ma con que estava cubierto, y lo mejor que pude supliqué a Nuestro Señor refiere con los detalles contados por Cabeza de Vaca; no habla de los para-
fuesse servido de dar salud a aquél y a todos los otros que della tenían necesi- líticos ni de la operación, sólo se refiere a la curación de unos ciegos, pero
dad[ ... ] y a la noche¡ ... ] dixeron que aquel que estava muerto e yo avía cura- sin alusión directa, indirecta ni sutil con Jesucristo; señala que los cuatro
do en presencia dellos se avía levantado bueno y se avía passeado y comido e eran tenidos por santos. De ahí, quizás, también la decisión de Cabeza de
·r. Vaca de escribir su propio texto y desligar su figura de la de los otros tres.
hablado con ellos.94
Que Cabeza de Vaca haya logrado su objetivo de crear un "yo heroi-
I·11 El pasaje de la Mal-a-Cosa sirve de pretexto para relatar el inicio de los so- co" está confirmado pues su texto es el más conocido de los tres que exis-
brevivientes como predicadores de la nueva fe, así como Jesús con sus ten sobre lo acontecido a la armada de Pánfilo de Narváez. ·Además, Ni-
discípulos: colás Echevarría filmó una película sobre el libro en la que sólo se habla
de la hazaña de Cabeza de Vaca y no de la hecha por los cuatro, Y tampo-
de la mejor manera que podimos les dávamos a entender que, si ellos creye- co se presta atención al hecho de que Hemando de Soto, en 1539 o 1 54°,
sen en Dios Nuestro Señor e fuessen christianos como nosotros, no temían encontró a Juan Ortiz, otro sobreviviente de la armada de Pánfilo de Nar-
miedo de aquel, ni él osaría venir a hazelles aquellas cosas, y que tuviessen váez que le sirvió de guía y de intérprete.9 8 El dramatismo del relato de
por cierto- que, en tanto que nosotros en la tierra estuviéssemos, él no osaría Cabeza de Vaca impresiona más que cualquiera de los otros textos, a pe-
parescer en ella.95 sar que desde el punto de vista etnográfico el más interesante sea el de
Femández de Oviedo, porque no se detiene en consideraciones de índole
9' !bid., p. 124.
92 Idem . 96
!bid., p . 129.
93 !bid. , p. 126. '-J7 !bid., pp. 144-145 .
94 !bid., pp. 125-12'6. '-J~ Citado en la nota 8 del artículo de Rolena Adorno en Glantz, op. cit .. p. 313, apoyada en
95 !bid., p. 127 . la crónica de dicha expedición del caballero de Elvas y del Inca Garcilaso de la Vega.

414 Aurelio de los Rey es Naufragios de Alvar Nünez Cab ez a de Vaca 415
personal, mientras que el alegato de Cabeza de Vaca es un alegato perso- Para mí la obra de Cabeza de Vaca es una obra historiográfica que narra
nal, muy personal. los acontecimientos en el orden en que sucedieron; esto es, como una
Lo más interesante de Naufragios radica en ser el relato de cómo asi- crónica en el sentido etimológico de la palabra. Es un relato estructurado
miló su experiencia, no tanto por los símiles y asociaciones que estable- "en el orden de los tiempos", con elementos que si no son comprendidos
ció con Jesucristo (que sin duda vivió como una verdad); por su proceso le dan carácter novelesco. Éstos fueron usados por Cabeza de Vaca para
de autodescubrimiento que lo lleva a la convicción íntima de ser un pre- mostrar su convicción de ser el elegido de Dios para sobrevivir al infortu-
destinado, un elegido de Dios. Es su verdad, una verdad que nos acerca a nio, como lo profetizó la mora de Hornachos, y para impresionar viva-
la mentalidad y a la forma en que los conquistadores vivieron los aconte- mente al rey con el fin de obtener una merced por los méritos y servicios
cimientos. "El yo partícipe se esfuma tras el yo testigo. Este vaivén - un personales.
yo a veces dentro del grupo, a veces fuera de él- es sintomático[ ... ] de to-
do el proceso que constituye el aprendizaje del otro" 99 y del descubri-
miento del propio yo.
Por desgracia no se conoce otro texto tan personal que nos permita
conocer la manera de asimilar tan tremenda experiencia. Cada sobrevi-
v~ente tuvo vivencias similares: largos periodos de soledad entre los in-
dws, en ocasiones extraviados y desnudos en el desierto, pero también
cada uno intervino en la empresa de sobreviviencia de una manera sim-
biótica, puesto que había una necesidad de interdependencia. ¿Tendría
cada uno la profunda convicción de ser un elegido o solamente Cabeza de
Vaca? ¿Conocerían los otros las profecías de la pitonisa mora de Horna-
chos? ¿Cómo se explicarían su sobrevivencia?
La manera de narrar de Cabeza de Vaca acerca su obra a la literatura y
provoca lo que se ha llamado tensión entre la obra literaria y la obra his-
toriográfica, pero, como dijo Gabriel García Márquez: "no hay escritores
~enos creíbles y al mismo tiempo más apegados a la realidad que los cro-
IllStas de Indias, porque el problema con que tuvieron que luchar era el de
hacer__creíble una realidad que iba más allá de su imaginación" . 100 O co-
mo diio el propio Cabeza de Vaca al final de su proemio a Carlos V:

lo cual yo escreví con tanta certinidad que aunque en ella se lean algunas co-
sas muy nuevas y para algunos muy diffíciles de creer, pueden sin duda creer-
1~s, Y creer por muy cierto que antes soy en todo más corto que largo, y basta-
ra para est o averlo yo offrescido a Vuestra Magestad por tal. A la cual suplico
la resciba en nombre de servicio, pues éste solo es el que un hombre que salió
desnudo pudo sacar consigo. io1

99
Sf ilvia Molloy describe con agudeza el autodescubrimiento de Cabeza de Vaca en su con-
rontación
. con una n a t ura 1eza y un mundo no esperados que lo enfrentan a un trastoca-
'ºº miento de valores. Molloy en Glantz, op. cit., p. 228.
Gabnel García Márquez, "Fa n t asia - y creac10n
-- art1st1ca
- · en A menea - · Latma · y e 1 c an·b e ' '
(Texto. Crítico
,, , año v, num._
- · 1·10 a septiembre
14, JU . .
de 1979 1 p. 4) 1 citado por Robert E.
Lewis, Los Naufragios de Alvar Núñez: historia y ficción", en Margo Glantz, op. cit.,
p. 87.
'º' Cabeza de Vaca, op. cit., pp. 6 2 _63 _

416 Aurelio de lo s R e y es Naufragios de Álvar Núñez Cabeza de Vaca 417


ENTRE APACHES Y COMANCHES: ALGUNOS
ASPECTOS DE LA EVANGELIZACIÓN FRANCISCANA Y
LA POLÍTICA IMPERIAL EN LA MISIÓN DE SAN SABÁ

Pedro Ángeles Jiménez


Institut o de Inv estigacion es Es t é tic as, UNAM

En el año de 1993 recibí la invitación para hacer el comentario de una


pintura extraordinaria : La destrucción de la misión de San Sabá y marti-
rio de los padres fra y A lon so Giralda de Terreros y fray José de Santieste-
ban. 1 En ella, se representan con gran detalle los terribles acontecimien-
tos del 16 de marzo de 1758, cuando una bandada de grupos de filiación
comanche acabó con el establecimiento. Esa oportunidad resultó ser mi
primera aproximación a la historia del Norte de la Nueva España, la cual
simplemente me dejó deslumbrado.
El tema de la misión de San Sabá produjo toda suerte de maravillosos
y abundantes testimonios: pintura, poesía y un abultado número de fojas
esparcidas en diversos archivos, que poco a poco he ido consultando. Ya
desde mi primera aproximación al tema de San Sabá, me interesó sobre-
manera observar el desarrollo de la metodología misional de los colegios
de Propaganda Pide, en cuanto mostraba, igual que en el mundo de la
pintura, ciertas reminiscencias de cuanto aconteció a la orden del santo
de Asís en el siglo xv1. En el siglo xvm, vestidos con hábitos azules, en di-
versos conventos de la Nueva España se volvieron a pintar retratos de los
primeros doc e, lo mismo que los de ilustres cronistas y otras lumbreras
franciscanas del siglo de la Conquista. En el siglo xvm, seguía vigorosa-
mente empleada la teoría del e;emplo, a que tanto apelaron los francisca-
nos del siglo xv1 y que obligaba a los misioneros a llevar indígenas civili-
zados a tierra de gentiles, de igual modo que a entrar en conflicto con los
soldados, colonos y autoridades de los presidios, quienes, con sus mu-
chos vicios, ningún camino digno de seguirse ofrecían a la gentilidad.
Otro tema seductor lo constituyó el entresacar las noticias que los in-
formes de San Sabá brindaban sobre los indígenas apaches y comanches
de la región. Nombres incomprensibles ligados a una geografía descono-
cida se mezclaban con apasionantes noticias sobre cómo frailes y ofi-
ciales concibieron a aquel que fue, en medio de las políticas de consoli-
dación del imperio español en el septentrión de la Nueva España, el
objeto de aspiraciones y codicias: el indio.

' " La destru cción de la misión de San Sabá y m artirio de los padres fray Al onso Giralda de
T erreros y fray José de Santi est eban: una hi storia, una pintura", M em oria, México, I NBA,
Museo Nac ional de Arte, núm . 5, pp. 5-33.

419
INDIOS, MECOS, APACHES y COMANCHES
ninguna de ellas que no fuese más alta que yo un palmo y medio [...] Lle-
garon treinta y seis hombres y entraron en la casa donde nos encontrába_mos
En la contraportada de un breve manual que trata sobre Los cazadores de bebiendo, y eran de estatura tan elevada que cada uno de ellos era, de rodillas,
la prehistoria, André Leroi-Gourhan presenta un testimonio de cómo más alto que yo de pie. En conclusión, eran de estatura gigantes según el
miles de años después, épicas recreaciones nutrieron obras artísticas so- tamaño y la proporción del cuerpo, que correspondía·a su altura. Cada una de
bre héroes con garrote que difícilmente resisten un análisis concienzu- las mujeres parecía una Pentesilea, y los hombres Anteos.3
do.2 Las inconsistencias de la estampa que algún día ilustró una pared del
Museo del Hombre dan elocuente testimonio de cuán lejos se estaba de Con los peregrinos de Europa, el imaginario no olvidó los libros de ca_-
poder conformar un cuadro coherente sobre la vida de nuestros más le- ballería, las descripciones de Herodoto, san Agustín, Estrabón o Marco
janos antepasados. Expresiones románticas de una época en la que, con Polo, y ante el extraordinario mundo que se presentaba ante sus ojos,
pocos fundamentos, resultaba posible suponerse todo. Imágenes que en el nuevos Plinios se dedicaron empeñosamente a acomodar el Nuevo Mun-
entorno de la optimista idea del progreso daban razón de la ya superada do y a sus hombres en las viejas taxonomías.
fragilidad con la que el hombre enfrentaba la naturaleza. Toda época crea La inhumanidad del indio americano fue ampliamente debatida, Y re-
sus formas de mirarse en la perspectiva de los tiempos. ligiosos como Las Casas, Montesinos, y otros evangelizadores armaron
No me detendré a bordar sobre la estimulante portada del clásico li- ardientes disputas para equilibrar esas visiones:
bro de Robert S. Weddle, cuya presentación tiene la finalidad de intro-
ducir al _amable auditorio a que analicemos una problemática con- Los niños de los indios no son molestos con obstinación ni porfían a la fe
cerniente al mundo novohispano: la imagen del indígena y el entorno de católica como lo son los moros y judíos; antes aprenden más presto que los
su proceso de evangelización. niños españoles y con más contento los artículos de fe, por su orden, Y las
. Para los operarios de la evangelización existen en la iconografía y la demás oraciones de la doctrina cristiana, reteniendo en la memoria fielmente
literatura imágenes bastante definidas: "santos padres evangelizadores", lo que se les enseñaba [... ] No son vocingleros ni pendencieros; no porfiados
"dqce antorchas", "grandes civilizadores", "grandes educadores", y hasta ni inquietos; ni díscolos ni soberbios; no injuriosos ni rencillosos, sino
lingüistas o etnólogos. Para los indígenas americanos el espectro resulta agradables, bien enseñados y obedientísimos a sus maestros. Son afables Y
mucho más amplio, y va desde el buen salvaje que nutrió las obras de mu- comedidos con sus compañeros, sin las quejas, murmuraciones, afrentas Y los
chos autores del siglo xvI, hasta el salvaje aborrecible, peligroso e infra- demás vicios que suelen tener los muchachos españoles.4
humano, cuya frontera con los seres de los bestiarios medievales
se diluye de forma que, a guisa de ejemplo, se puede citar una carta de Se cree que esta carta de fray Julián Garcés, dirigida al papa Paulo III, fue
Américo Vespucio, fechada hacia 1500, donde se habla de los habitantes definitiva en la proclamación que la Santa Sede argumentó sobre la
que el navegante encontró en un lugar de su trayecto de reconocimiento racionalidad de los indios en su bula Sublimis Deus del 2 de junio de I 537 ·
del continente en los siguientes términos: Entre los avatares de la guerra justa, y el manto a veces asfixiante de
los religiosos, los indígenas presenciaron la expansión del imperio es-
LJegamos a una isla [... ] hallamos una población de unas doce casas en donde pañol por los linderos americanos y ya el siglo xvrn novohispano ofrece
no encontramos más que siete mujeres de tan gran estatura que no había en las tablas de castas una suert: de balance en la imagen que de él se
había ido conformando la sociedad colonial: en una casta del primer ter-
2
"El hombre primitivo", París, i8yo; explica Leroi-Gourhan: "Esta caverna de techo bajo Y cio del siglo xvm atribuida a Juan Rodríguez Juárez, titulada De espa~ol_e
fisurado debe ser poco habitable, y por otra parte no cabe suponer que haya existido un india nace mestizo, s se observa cómo la serena presencia de una m dia
oso tan insensato como para atacar a cinco hombres a la vez [... ] Sus adversarios no son
menos singulares: el robusto rubio se dispone a asestar un mazazo a sus desdichados com- 3
Carta de Vespucio a Lorenzo di Pierfrancesco di Medici, citada en: Jean-Paul Duviol s,
pañeros con gesto teatral, en lugar de dirigir el golpe contra el oso. Su traza es elegante pe- "Los indios, protagonistas de los mitos europeos", La imagen del indio en la Europa mo·
ro falsa. Los hombres de la 'era de los grandes osos' usaban vestimentas cómodas, holga- derna, Sevilla, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1990, P· 384. .
das Y cosidas y no estos harapos de piel más propios de un Hércules o de un Tarzán que de 4
Carta de fray Julián Garcés al papa Paulo III, 15 36 : Citada en: Ernesto de la Torre Villar,
auténticos cazadores prehistóricos [... ] su armamento es aún más extraño [... ] el caso es Descubrimiento y conquista de América. Tema s para su estudio, •México, UNAM, 1 99 2 ,
que un venablo hubiese sido ... más indicado para defenderse del ataque de la bestia." En p. 45.
Los cazadores de la prehistoria, Barcelona, Orbis, 1986, p. 8. ; De español e india produce mestizo.

420 Pedro Ángeles fiménez 421


Entre apaches y coman c h es
bajo la denominación de chichimeca a los habitantes del Norte,9 las
tablas de castas sólo remitían a una idea, al concepto globalizador que
diferenciaba al indio civilizado, sedentario, dominado, del irreductible y
bárbaro infiel norteño nómada.
Otro proceso de gran interés visible en la pintura de castas resulta del
hecho de que, conforme avanza el siglo xvm, las denominaciones de in-
dios bárbaros o gentiles cambiarán por las de "mecos", "mecos bárbaros",
"mecos apaches", hasta que paulatinamente el nombre de "apaches" hace
Figura 1. Autor sinonimia con los anteriores, y queda como voeablo representativo de los
desconocido, La indios del septentrión novohispano. La fama de este grupo se trasminó has-
destrucción de la
misión de San Sabá y ta la pintura que, sin alguna morfología definida, se hizo eco de la irre-
martirio de los padres ductibilidad que los apaches mostraban ante los avances de misiones Y
fray Alonso Gira/do de
Terreros y fray José de
presidios en el norte de la Nueva España.
Santiesteban, INBA,
CNCA, Museo Nacional TEXAS, TIERRA DE FRONTERA
de Arte, ciudad de
México . Fotografía de
Ernesto Peñaloza Contrariamente a lo acontecido con el noroeste de la Nueva España, en
Méndez, Archivo
donde desde fechas tempranas varias expediciones lograron asentar algu-
Fotográfico IIE-UNAM.
nas poblaciones españolas con éxito relativo, la porción septentrional
que lindaba con el Golfo de México, desde la jurisdicción de Tampico
cacique se halla plenamente integrada al orden planteado por el imperio hasta los Apalaches, resultaba un extenso e ignoto territorio, que desde la
español. En otros cuadros de la misma serie se distinguen otros dos tipos segunda mitad del siglo xvn se convirtió en el teatro donde Francia pus 0
de indios, los "mexicanos", que el buen pincel del artista idealiza a partir en entredicho la supremacía española en tierras americanas. Desde 1682,
de los vendedores de·un tianguis, y finalmente, los "indios bárbaros", que año en que se registró la presencia del caballero La Salle en las márgenes
se diferencian de los anteriores por su semidesnudez, los arcos y el carcaj, del Mississippi, hasta la firma del tratado de paz de 1763, los linderos de
más que por la expresión que el artista imprimiera en ellos .6 Coahuila, que a la postre se conocieron como Texas o las Nuevas Fili-
En otra famosa serie de castas, la pintada por Miguel Cabrera, a los pinas, se convirtieron en una frontera por consolidarse.
"indios bárbaros". se les identifica como 1'indios gentiles", y la única Los rumores de la presencia de franceses en las costas del Golfo de
diferencia palpable que este lienzo registra con respecto al resto de los in- México despertaron gran inquietud. Se armaron múltiples expediciones
.i·,
dios de la sociedad colonial retratada por el Miguel Ángel americano se como la de 1693 a la bahía de Panzacola, que sirvieron para evaluar los
resume en el hecho -de que los gentiles "sólo se mezclan entre sí" .7 avances franceses, lo mismo que para realizar más profundos recono-
Como se observa, la gran variedad de los indios del septentrión novo- cimientos de la región.
hispano fue prácticamente obviada por las series de castas. Existe otra Los primeros intentos de misión corrieron a cargo del franciscano
tabla de este tipo en donde los "indios bárbaros" ocupan en el centro un Damián Massanet, quien alentado por haber localizado indígenas amiga-
lugar de privilegio, ·y ·comparten espacio con los "indios otomíes" y los bles con los españoles, para enero de 1690 partía rumbo a Texas acom-
"indios mexicanos" .8 Como se observa, esta caracterización corresponde pañado por varios hermanos de su colegio de la Santa Cmz. 10 De aqueHa
más a la inclust ón de -un nombre · que a la plena identificación de un entrada fray Damián regresó a Querétaro acompañado por cuatro indios
grupo humano -específico. De la misma forma que los nahuas englobaron texas "y llegando a este santo Colegio fue muy regocijada su venida, por

6
9
Ma. Concepción García Sáiz, Las castas mexicanas. Un gén ero pic tórico am ericano, s. l., Los españoles aprovecharon igualmente ese término.
Olivetti,. 198 9 , PJD - 54 _5 5 _ 1
º Miguel de Fontcuberta, Francisco Cañas de Jesús María, Antonio Bordoy, Antonio Perera
7
!bid. Y Francisco de Hidalgo. Vid. Donald E. Chipman, Texas en la época colonial, Madrid,
8
!bid. Mapfre, 1992, p. 128 .

422 P e dr o Á n ge l es fim é n ez Entre apaches y comanch e s


las primicias que traía en aquellos naturales, qué eran de lindo cuerpo y de Matagorda y San Antonio, lugar en donde se desarrolló el núcleo mi-
di~posición; y apenas los vieron algunos especiales bienhechores, les co- sional más importante.
braron tal afecto, que los vistieron a todos con mucha curiosidad, y se los Desde la década de 1730, los establecimientos del río San Antonio
llevaban muchos días a comer a sus casas,,. II comenzaron a tener, cada vez con mayor frecuencia, incursiones de gru-
Entre 1709 y 1716, fray Francisco de Hidalgo consiguió los permisos pos apaches. En parte, se debía a que la guarnición no estaba suficiente-
correspondientes para dar continuidad al proyecto de la evangelización mente protegida, lo que facilitaba el pillaje. Pero tal vez entre las razones
de Texas, logrando que en 1717 se fundaran seis misiones. Desde las ori- de más peso, se cuente el hecho de que los apaches estaban siendo pre-
llas y desembocadura del río Palizada (Mississippi) hasta su vertiente del sionados por bandadas comanches que prpvenían del Norte en oleadas re-
Missouri, los religiosos hicieron un balance positivo de las posibilidades currentes.
de éxito. En 1718, el cronista Félix Isidro de Espinosa hacía balance de los Se ha podido identificar que, antes de 1700, diversos grupos de. filia-
48 pueblos identificados: ción comanche ocupaban las inmediaciones del río Arkansas, desde
donde comenzaron a incursionar hasta los afluentes principales del río
Es toda gente placentera, alegre, de buenas facciones por lo común y muy Grande del Norte, extendiéndose entonces desde el actual estado de Kan-
amigable con los españoles. Tienen política para hacer sus siembras de maíz, sas hasta las llanuras del Colorado oriental. En 1705 ya se les detecta en
frijoles, calabazas, melones y sandías; y siembran también gran cantidad de Nuevo México y desde la década de 1720 en Texas noroccidental, donde,
girasoles, que se dan muy corpulentos, y la flor muy grande, que en el centro con la contribución del caballo, se adaptaron a vivir rápidamente en las
tiene la semilla como de piñones, y de ella, mixturada con el maíz, hacen un llanuras, atacando a las tribus apaches que hasta entonces las habita-
bollo que es de mucho sabor y substancia. 12 ban.14
Esa situación obligó a los apaches a dirigirse hacia el sur, donde en-
Completaba su visión sobre el posible éxito del trabajo apostólico con contraron los asentamientos fronterizos españoles. Tras las diversas in-
una reflexión: cursiones, que respondieron presidiales españoles la mayoría de las veces
a sangre y fuego, algunos agrupamientos apaches entraron en un periodo
Aquellos infieles con quienes anduvo pródiga la naturaleza haciéndolos de de paz, que tuvo su mejor y más promisorio momento cuando en 1749
buena disposición y de hermosas facciones, si con sus costumbres degene- apaches y bejareños establecieron un tratado que abría las esperanzas de
ran, siendo en lo interior disformes, son, de sentencia de Clemente Alexan- establecer contactos más fructíferos.
drino, semejantes a los templos egipcios. Éstos resplandecen en las paredes
de piedras muy pintadas por de fuera y en toda la fábrica se encuentra mu- LAS MISIONES TEXANAS PREVIAS AL ESTABLECIMIENTO
cha cultura y adorno; pero si se registra lo interior de los templos, no se en- DE SAN SABÁ Y EL PAPEL DE~ PADRE MARIANO FRANCISCO
cuentra Dios, aunque se busque, sino un cocodrilo, una serpiente u otra bes- DE LOS DOLORES Y VIANNA
tia indigna del templo y más a propósito para tener su habitación en
inmunda gruta.13 En junio de 1745 una delegación de indios (mayeyes y daedose) -fue a San
Antonio a pedir una misión para las tribus que se encontraban cercanas
Los balances positivos estaban, sin embargo, muy lejos de cristalizarse. al río San Gabriel. Esta inesperada actitud entusiasmó al padre M~iano
La misión más exitosa que para entonces se había organizado se llevó a Francisco de los Dolores, quien se apresuró a pedir a fray Alonso Giralda
c~b_o en conjunto con la entrada que el marqués de San Miguel de Aguayo de Terreros, entonces custodio del colegio de Propaganda Fide de Queré-
hiciera en Texas hacia 1721. Entonces se levantaron fundaciones en tres taro, las licencias de entrada que culminarían con la fundación de la .mi-
puntos vitales para la consolidación de esa frontera: Los Adaes, la Bahía sión de San Francisco Javier.
En perspectiva, la historia de las misiones del río San Gabriel resulta
11 una cadena de fracasos . La aprobación oficial fechada en 1747, que con-
Isidro Pelis de Espinosa, chronica apostólica y seraphica de todos los Colegios de Propa-
templaba la fundación de tres enclaves misionales, tardó en ejecutarse por
ganda Pide de esta Nueva España ... , edición, notas e introducción de Lino Gómez Cane-
do, Washington, D. C., Academy of American Franciscan History, 1964, p. 677. escasez de soldados. A principios de 17 48, varios grupos apaches atacaron
12
!bid., p. 689.
13 !bid., p. 695 . 14
Donald E. Chipman, op. cit., p. 189.

P e dro Án g el e s fim é n e z Entr e a pach e s y c oman c h e s


cuatro veces los asentamientos provisionales y aun conociendo esos per-
cances, en marzo del mismo año, el colegio de Querétaro asignó para San
Gabriel a seis religiosos, entre quienes destacaban Alonso Giralda de Te-
rreros y Domingo de Arricivita.
En 17 49 las misiones de San Gabriel algo fructificaron, en febrero se
logró la fundación de San Ildefonso, y en el mes de julio, Nuestra Señora
de la Candelaria. En suma, las misiones de San Gabriel reportaban el si-
guiente censo: San Javier contaba con 209 indios tonkawas, San Ildefonso
tenía 238 orcoquisacs, vidais y daedoses, y la Candelaria tenía poco me-
nos de 200 indios cocos de la costa. Sin embargo, la administración vi-
rreinal no había fundado un presidio para la defensa de esas misiones, los
pocos soldados que las guarecían comenzaron a desertar o a buscar com-
pañía de mujeres indias y, además, empezaron a engrosar los expedien-
tes de sus autoridades con cartas en donde señalaban que las misiones
estarían mejor localizadas junto al río San Marcos.
El 30 de marzo de 1751, el conde de Revilla Gigedo aprobó la fun-
d~ción del presidio de San Francisco Javier de Gigedo, cuya función prin-
cipal residiría en brindar apoyo a las misiones del río San Gabriel. El jefe
de Ja guarnición era Felipe de Rábago y Terán, quien no tardó mucho en Figura 2. Fray Alonso
Giraldo de Terreros .
ganarse la enemistad de los religiosos que operaban en San Gabriel. Detalle de la figura 1.
Para entonces, la situación de las misiones había mermado bastante.
En San Javier quedaban 109 indios, 25 en la Candelaria y ninguno en San
Ildefonso. Rábago sedujo a la mujer de uno de sus oficiales, y su conducta
escandalosa cayó bajo grave sospecha cuando en la misión de la Cande- La petición de fray Mariano puntualizaba los grandes problemas que
laria (mayo de 1572), se encontraron muertos al padre José González y al los presidiales y sus jefes habían generado por sus escandalosos modos de
marido de la mujer. En el verano de 1753, la situación de las misiones se vida. El reciente fracaso de las misiones de San Javier no caía en la cuen-
vo_lvió insostenible pues el río San Gabriel dejó de fluir. Finalmente, a ta de los religiosos, que gravemente desacreditados veían con gran dolor
principios .de 17 5 5, se dio orden para que los restos de las misiones y el cómo la copiosa mies que tenían a la vista en ese florido y hermoso país
presidio se trasladaran tal como lo solicitaban las cartas de los soldados, "en donde palpablemente se deja conocer el castigo de la Divina Justicia
ª las inmediaciones deÍ río San Marcos. después de la erección del presidio, escandalosos disturbios y homicidios
. Para estas alturas, a las misiones de San Antonio debieron llegar las seguían con la seca nunca vista del río, corrupción de sus charcos, maleza
primeras noticias sobre los proyectos que la Junta de Guerra tomaba en de que ya abunda, estruendos que se escuchan y otros portentos que se
c~enta para establecer misiones entre los apaches del centro de Texas. atienden". 16
Sm desánimo por las amargas experiencias pasadas en San Gabriel, el Señalaba fray Mariano que frente al mal ejemplo de las tropas presi-
padre Mariano Francisco de los Dolores y Vianna presentó un nuevo diales y sus jefes, a quienes llamaban ineptos al real servicio y de ordina-
proyecto para la reducción de los indios que abandonaron sus misio- rio ocupados en sus particulares conveniencias, los indios no mostraban
nes.1 s a nadie el debido respeto, ni se daban las condiciones para tenerlos en
buena sujeción política, pues "huyen a los montes del camino con el se-
15 guro de que los españoles no los sacan de sus selvas de donde los traen los
M~yo_de 1 756, "Petición presentada por los padres ministros de San Javier dirigida al co-
misano visitador fray Francisco Javier de Ortiz por fray Francisco Aparicio, fray Bt:nito
misioneros con ruegos y gastos siendo preciso tolerarlos en cuanto se les
Varela
• •
1 fray J
ose- Lopez,
- fray Mariano Francisco de los Dolores, con los pareceres de los antoja por que sus almas no se pierdan, lo que siendo a nuestro celo sen-
religiosos de las misiones de San Antonio, La Purísima Concepción, San Juan Capistrano
Y San Francisco de la Espada", AGN, Historia, 28 : f. 75v-97v. '
6
Ibid ., f. 76v-77 .

P e dro Án ge l e s [imén e z Entr e apa c h es y co m a n c h es 427


sible y causa de discordia por lo ajeno, que se atiende a la obligación de su Con toda seguridad, fray Mariano alude al Terc~r Concilio Provincial
oficio, no se halla remedio a tanto daño", 17 y radicalmente proponía: de Lima, y la cita, traída acaso de memoria, pues no corresp~nde exacta-
mente con el texto original, se halla en las actas del concilio dentro del ca-
no hallamos más remedio para el cumplimiento de nuestro destino y apostó- pítulo cuarto de la sesión quinta. 22
lico instituto, que suplicar rendidamente a V.P. nos permita bendición y li- Las autoridades del virreinato, sin embargo, no apoyarían esa propues-
cencia para irnos por esos montes, solos, sin dependencia de semejantes je- ta. De hecho, ya desde 1752, se habían dictado disposiciones tendientes a
fes, a solicitar aunque sea a costa de nuestras vidas y trabajos, el aumento de explorar territorio apache, con vistas a elegir un buen sitio para misión,
nuestra santa fe, y reducción de los gentiles a que somos venidos, y de lo con- sólo que, se argumentaba, el personal se hallaba concentrado en las fatídi-
trario se sirva darnos la licencia para retiramos a nuestro colegio, por no ser cas labores del río San Gabriel, lo que retrasó su efectivo cumplimiento.
posible otra forma de cumplir con nuestra conciencia ni desempeñar la obli- Las continuas hostilidades apaches de la década de 1730 no permitie-
gación que tenemos. 1 B ron más que mutuas discordias que acabaron la mayoría de las veces en he-
chos de armas. Con la paz firmada en 1749 se abrió un periodo de tranqui-
El comisario visitador a quien tocó ventilar el asunto respondió que para lidad, que aprovechó el padre Alonso Giralda de Terreros para, en 1754,
fundamentar su posición, los religiosos asignados a San Javier pidieran su ensayar un proyecto de misión para apaches que tuvo como asiento el pa-
parecer a los misioneros de San Antonio. El parecer más extenso lo die- raje de San Juan Bautista, en las inmediaciones del río Grande del Norte.
r_on el mismo fray Mariano Francisco de los Dolores y fray Juan de los La experiencia misionera del que ya había sido custodio del colegio de
Angeles, quienes firmaron por la misión de San Antonio. En su parecer Querétaro, unida a la circunstancia de que su primo, don Pedro Romero
explicaban cómo hacía siete años que con muchos esfuerzos y crecidos de Terreros, se comprometiera a pagar los gastos que se originaran del in-
gastos, peligros, trabajos y persecuciones, los misioneros sólo habían en- tento de establecer misión en los confines de Coahuila, fueron los princi-
contrado grandes escollos en la realización de su trabajo en esa remota p_a les factores en que se basó la decisión de nombrarlo presidente de una
~,,, nación. Dentro de su proyecto, la reducción de los indios, un punto resul- nueva empresa dirigida a los apaches de la provincia de Texas.
taba fundamental:
SAN SABÁ

El concilio limense en una de sus constituciones ordena: que la muchedum-


bre de indios que está esparcida en diversos ranchos se reduzca a pueblos en En medio del conflicto entre los misioneros de San Gabriel y Felipe de
doade vivan congregados .. . Rábago Terán, hacia 17 5 3 Juan de Galván había explorado las inmedia-
El primer cuidado debe ser reducir a estos bárbaros silvestres hombres al ciones del río San Sabá, como posibilidad para el traslado de las misiones
conocimiento de lo que son, y enseñarles la vida sociable y política. Porque de San Gabriel. El 23 de septiembre de 1753, fray Mariano Francisco de
ir. de otra suerte en vano les enseñaremos las cosas divinas y celestiales a los los Dolores escribía al virrey conde de Revilla Gigedo sobre la necesidad
que viéremos, que así no son capaces de entender ni procurar las humanas. 1 9 de soldados para las nuevas fundaciones que se pretendían en el río San
Sabá. 23 En tanto, luego de su misión en el río Grande, el padre Giralda
Por tanto, Y conforme al mismo concilio, "mal pueden ser enseñados a había regresado a Querétaro; se presentó en el mes de abril de I7 5 6 en ~l
se · c · st · . . .
. n 1anos s1 pnmero no les enseñamos a que sepan ser hombres, y vi- despacho de don Agustín de Ahumada y Villalón, marqués de las Amari-
vir ~orno tales, según el apóstol, primero es lo corporal y animal que lo llas,24 para recibir la encomienda e iniciar los preparativos que culmina-
espir:tua] e interior, 20 y que cuiden los que soliciten su bien, que dejadas rían en las fundaciones de San Sabá.
sus
. fiera s, b'ar b aras, antiguas costumbres, se hagan a las de hombres polí- Varios asuntos de orden administrativo entretendrían la partida de
ticos, como allí se contiene". 21
22
Resulta de todo interés cómo para su propuesta misional, el padre Mariano toma como
fuente un concilio del siglo xv1. "Petición presentada por los padres ministros de San J~-
17
lbid., f. nv. vier .. . ", f. 8ov. Los decretos de la quinta acción del Concilio Provincial de Lima se publi-
18
lbid. caron el 18 de octubre de 1583 . Véase: Rubén Vargas y Ugarte, Concilios lim enses (rssr-
19 Ibid., f. 8o-8ov.
1772), Lima, s. e., 1951, v. ,, pp. 373-374.
:: ~ri~n_a_l en el documento en latín: Primus anímate sit, deinde quod spirituale. 23
Biblioteca Nacional de México, Archivo Franciscano, caja 9, exp. 143.283, f. 13 19- 1 322 ·
24
Peticrnn presentacla por los padres ministros de San Javier .. . ", f. 8o-8ov. lbid., caja 6, exp. 140, f. 5-5v.

428 Pedro Ángeles fimén e z Entr e apa c li es y coman c h es


fray Alonso al septentrión, quien procuró ant e su s superi ores d eslindar pendencia dirigida a las autoridades civiles y religiosas del centro de la
perfectamente la nueva empresa de todos los controvertidos intentos rea - Nueva España, por varios religiosos leales a fray Mariano que, por ne-
lizados en la región por el padre Mariano Francisco de los Dolores. cesidad de operarios, Giraldo de Terreros tomara para trabajar en San
El 5 de mayo de 1756, fray Alonso recibió de fray José Antonio de Oli- Sabá.
va, comisario general de los franciscanos, una patente en qu e le otorgaba Pasado el crudo invierno de I7 56- 17 57 1 el coronel Diego Ortiz Parri-
amplísimas facultades "para desalojar de los corazones de aquellos misera- lla, que había sido nombrado capitán y comandante en la fundación del
bles indios al demonio que tanto tiempo ha tiene en ellos tiránica posesión, presidio, ordenó realizar las primeras exploraciones sobre las márgenes
extender la adoración y conocimiento del verdadero Dios, y para dilatar jun- del río San Sabá. Es posible detallar la historia de esas primicias por las
tamente por aquellas partes la Real Corona de Nu es tro Católico Monarca, extensas diligencias que Ortiz Parrilla y fray Alonso conformaran como
haciéndose su voluntad con tan heroica y religiosísima empresa". 2 5 informe de sus actividades I las cuales se fechan entre los meses de abril a
Otra importante cláusula señalaba que habría de ser reconocido legí- julio de 1757. 2 9
timo prelado, "con la plenitud de jurisdicción y según derecho común y Dentro de las preocupaciones de Ortiz Parrilla, además del buen res-
monástico nuestro puede y debe gozar, incluyendo la de remover de otras guardo de las familias de los presidiales, ganado y demás bastimentas coFl.
Misiones al religioso o religiosos que así parezca convenir, o de los que que se pretendía realizar las fundaciones de San Sabá, se hallaba el encon-
en las expresadas partes se hallaren". 26 trar el lugar ideal. Parrilla giró instrucciones para reconocer el sitio que
Así dispuesto, el 24 de agosto de 17 56 fray Alonso escribía al padre Juan Galván había explorado en 17 53, el cual encontraron señalado con
José Antonio de Oliva que en breve todo estaría dispuesto para partir en una cruz que funcionaba como cristiana mojonera. En un radio de cuatro
compañía de sus hermanos de Querétaro. El 22 de febrero de 17 5 7 le es- leguas, el coronel no vio más que condiciones adversas: lamería pedregosa
cribió otra carta desde San Antonio de Valero, donde relataba cómo un con pasto seco y desprovista de maderas útiles para la construcción. Pos-
crudo invierno había detenido la marcha de la expedición hacia los para- teriormente, Ortiz Parrilla tomó rumbo de la cruz de Pedro de Rábago
jes de San Sabá. Terán, sitio que según el coronel tampoco ofrecía comodidades para ha-
Es posible que estando en San Antonio, fray Mariano, como acérrimo cer alto y plantar el real,3° Pasaron algunos días en medio de la descon-
defensor de las misiones de San Gabriel, instara a fray Alonso a conside- fianza que asentaba el no haber encontrado todavía a los indígenas apa-.
rar aquella desafortunada empresa bajo la protección de las dispensas de ches que habían "prometido" reducirse a misión, así como también la
don Pedro Romero de Terreros. 2 7 Fray Alonso no fu e convencido, inicián- noticia de que algunos belicosos comanches habían sido avistados en las
dose una serie de malos entendidos entre ambos religiosos y su personal inmediaciones.
misionero. Habría que agregar que fray Mariano tenía ya 15 años pidien- Ortiz Parrilla describe el clima de la región de temperamento frío Y se-
do autorización para fundar misión entre apaches. co, el agua del río de tan buena calidad como los vientos, lo cual aseguraba
· En cuanto a la forma como los franciscanos llevaron a cabo su labor que pronto se encontraría un sitio habitable y nada propenso a enfermeda-
misional, San Sabá resulta un caso extraordinario justamente por ser des habituales ni contagiosas, ideal para las misiones, lo cual aco~t_e~ió el
misiones bajo el patrocinio del rico minero. Por ese mecanismo se desig- 4 de mayo de 17 5 7. A legua y media del sitio elegido para la m1s10n, ~e
nó un presidente de misión que si bien ya había participado en San An- acomodó el asiento del presidio que se fundó con el nombre de San L~is
tonio, en los fallidos proyectos del río San Gabriel y en una misión para de las Amarillas, y el coronel anotaba en sus diligencias que tan corta dis-
apaches en el río Grande -todo lo cual lo acreditaba como un experi- tancia convenía para la protección de los misioneros "en país que recono-
~entado evangelizador- resultaba un personaje "externo" a la provin- cen por patrio suelo los gentiles bárbaros sangrientos enemigos de la gen-
cia texana, tomando en consideración los más de 2 3 años de exp eriencia
continua que el padre Mariano Francisco de los Dolores h abía tenido en
la región. 28 Las desavenencias se llegaron a cristalizar en airada corres- 29 Diligencias formadas sobre la funda ción de misiones de la nación apache, Y colocación
del presidio de San Luis de las Amarillas, en las márgen es del Río de San Sabá , que por
·
parte del norte de los Reinos de la Nu eva España, corre d e poniente · te en la altu-
a onen
25
! bid., f. 9-9v . ra de treinta y tres grados y treinta minutos. Por el Coron el de los Reales Eiércitos Y Ca-
26
Ibid ..f. 9:v. pitán Comandante de dicho Presidio don Diego Ortiz Parrilla, Biblioteca Nacwn_al de
27
D on ald E. Chipman, op..cit., p. 21 8 _ México, Archivo Franciscano, caja 9 t ercera parte, f. u 56-12 53v.
1

, x El padre De los Dolores arribó a T exas en 1733. J O !bid., f. II 59.

430 P ed r o Áng e l es f im é n ez Entr e a pa c h e s y co m a n c h es 431


Igual que con los indios, la prudencia del primer contacto tampoco per-
mitió hacer cálculo sólido del crecido número de mulas y caballos que
poseían. A los pocos días de asentado el campamento del capitán Chiqui-
to se estableció otro campamento de apaches, comandado por el capitán
Casaca Blanca. Reunidos los frailes, las autoridades presidiales y los prin-
cipales jefes apaches, los españoles, ayudados por el indio intérprete Bar-
tolomé, instaron a que los apaches declararan su recto y verdadero ánimo
de reducirse a misión, además de pedirles informes sobre los ríos, tierras
Y ojos de agua de las inmediaciones.
El crecido número de indígenas debió estimular la idea de que pron-
tamente la misión comenzaría sus funciones. Los indígenas no desalenta-
ron a los misioneros, pues en los primeros acercamientos aceptaron redu-
cirse a vivir conforme habían visto a las comunidades de las misiones de
San Antonio y del río Grande, después de concluir la temporada de caza
de cíbolos en la que se hallaban. Por otra parte, los jefes apaches notifica-
ban que se hallaban en campaña contra los indios comanches, y pedían
que para ello se les auxiliase con soldados.33
Sin haberse comprometido a prestar alguna ayuda militar contra los
comanches, Ortiz Parrilla pidió a los jefes apaches que consintiesen en
Figura 3. Fray José de que fray Benito Varela y el indio Ignacio los acompañasen en sus correrías,
Santiesteban . Detalle lo cual se aceptó gustosamente. Varela regresó a los pocos días y dio a fray
de la figura 1.
Alonso y al coronel sus impresiones sobre las verdaderas posibilidades de
reducción de esos grupos apaches.
te cristiana y culta para causarles respeto con la unión en los casos que Por un lado, veía muy poca disposición, sobre todo entre los apaches
puedan convenir" .3 1 de Casaca Blanca, quien más adelante dijo, en nueva reunión con Ortiz
Veintiún días después de haberse elegido los lugares de fundación, Parrilla y los franciscanos, "que no se determinaban a sujetarse ni ceñir
arribaron fray Alonso acompañado de sus hermanos de orden, en tanto su voluntad a el avecindamiento y radicación en Misiones, porque su in-
que, por los alrededores, un grupo de apaches comandados por el capitán clinación era de andar siempre en continuo movimiento marchando de
Chiquito levantaba su campamento . Ortiz Parrilla con algunos hombres unas a otras partes, y a vivir en buena amistad y correspondencia con los
hizo el primer contacto, y escribe: españoles en la conformidad que lo hacen y acostumbran los indios te-
xas" .34 Además, agregaba que, por su parte, nunca se había comprometi-
sin prevención más que la regular de un paseo, emprendimos a caballo por en- do ni con autoridades españolas presentes o pasadas, a someterse a la vi-
tre el crecido número de tiendas, y muchedumbre de tiendas, digo, de gente da de misión. Frente a tales circunstancias, los religiosos comenzaron ª
de la -gentili<ilad, que con la inmediación dicha a nosotros se hallan acampa- temer por el éxito de su empresa. Fray Joaquín de Baños y fray Diego Ji-
dos; Y habiendo advertido en los semblantes de todos el gusto y satisfacción ménez, experimentados misioneros, escribieron llenos de pesimismo ª
que gozaron, la confianza que les asiste en nuestras palabras y buena fe, nos las autoridades de su colegio de San Fernando:
retiramos a mi tienda de campaña sin haber podido contar las personas que
componen semejante gentío.3 2 Si los indios quisieren misión en el modo que están impresionados de que
ellos no pueden trabajar, de que puestos en ella han de vagabundear Y O nos
atrevemos a administrarles, por considerar nuestro trabajo inútil; porque ª

31 !bid., f. 1169v. 33 !bid., f. 1188v-1189.


32
!bid., f. 1184. 34
!bid., f. 1193v.

432 Pedro Án ge l es fim é n ez Entr e apaches y comanch e s 433


.un dado·caso, que nuestro Hermano D. Pedro os abastezca en todo, sin que tres meses y medio ha, señor, que habito este inculto país de bárbaros, de fie-
ellos trabajen, por el espacio de tres o más años, lo que no esperamos: como ras, de incómodos y de todo género de sabandijas ponzoñosas reconocidas a
concluido ese término, no tengamos con que proseguir manteniendo esa vi- costa de las peligrosas heridas de algunos de los que me siguen, que habién-
da empezada, es consiguiente que sea cierta la pérdida de tales indios. Por lo dolas recibido con inmediación a mi persona, fue fortuna de .ellos el no ha-
que no hallamos capítulo de fundamento para conservarnos en esa facción, berlas padecido igualmente. Mis desembolsos y costosos dispendios, bien los
la que consideramos errada desde los principios y de ninguna subsistencia, calificará V. E. pues a costa de tanta experiencia, sabe lo que son campañas y
aunque ahora sin tropiezo alguno se fundaran muchas misiones; pues ha- vive tan instruido en lo costoso y difícil que es todo lo necesario en las Indias
biendo por todos caminos explorado la voluntad de estos indios, no halla- Y que lo ha de ser más en las Indias desiertas en que me hallo .. .37
mos otra, aun siendo demasiados alcances, que la de recibir y como obliga-
ción en nosotros darles, sin hacer caso, por más que les hemos predicado La reducción compelida no estaba en los planes inmediatos de Ortiz Parri-
para perfeccionarles su vocación de los bienes espirituales.35 lla o de fray Alonso. El crecido número de indios y la fragilidad del presidio
Y la misión, que se reducían a unos jacales de zacate o tule, tan propensos
El mismo fray Alonso dudaba razonablemente: "al fuego y de ninguna resistencia para preservarse del insulto y tiranía
que acostumbran los gentiles en sus invasiones" 3 8 conducían a pensar
Est e río de San Sabá tiene todas las calidades prescritas por las leyes para dar que el uso de la fuerza habría sido un suicidio. Además, en la perspectiva
grandes poblazones y está en la mejor proporción para solicitar la conversión misional fray Alonso tenía presente la constitución 8a. del papa Alejan-
no sólo de los infieles apaches sino también de los comanches, los que hasta dro 1, en que amonesta a todos los eclesiásticos empleados en la conver-
aquí llegan y ya nos han espiado; pero según las noticias que hemos adquiri- sión de los infieles, que la mies no se lograría con promesas, malos trata-
do Y constan de las diligencias, no espero que en muchos años tenga efecto mientos o por fuerza, sino con la predicación de la palabra de Dios y con el
reducción alguna si no interviene singularísimamente la diestra del altísimo: ejemplo de buenas obras.3 9
porque los apaches, los más, no aspiran a la misión, si no a su licenciosa vida, En vista de la poca posibilidad que mostraban "los miserables indios
Y los menos dicen con tal tibieza, dilaciones y pretextos, que la quieren, que gentiles de la nación apache"4º para establecerse en misión, las autori-
apenas nos dejan fundadas esperanzas de su reducción. Pasan de tres mil los dades civiles y religiosas de San Sabá resolvieron aguardar el cumpli-
ipandes, una de las naciones tenida por apache, que nos visitaron en este río, miento de la promesa, y estimar si la misión reservada para los apaches
en el que no quisieron establecerse en misión, no habiendo de nuestra parte en los confines de Coahuila podía aplicarse a otras naciones indígenas
omitido diligencia apostólica ni ahorrado gastos por agasajarlos. 36 de la región.
Para ello, en el mes de junio de 1757 reunieron a los hombres más ex-
Los misioneros sintieron sus esperanzas burladas. Los indígenas, con sus perimentados de la tropa; rindieron testimonio, entre otros, el teniente
aco st umbrados medios de falsedad, astucias y sagacidades, lograron Juan de Galván, de 62 años, con servicio de 40 en los confines de Texas;
obtener los regalos que la misión les ofrecía, sin dejar en tierra firme Antonio Pérez del Razo, con la misma edad y 30 años de experiencia; Y
otr~ cosa que promesas, ya de volver después de la caza de cíbolos, des- Juan Diego de Garza, de 40 años, con 20 de servicio. Estos y otros oficia-
pues_ d_e recoger el maíz que sembraron en algún paraje distante, después les habían recorrido grandes extensiones del septentrión. Algunos, como
de _visitar a familiares que habitaban las márgenes del río Grande, des- José Antonio Trujillo, habían estado cautivos entre comanches por espa-
~~~;/e_resolver _a~ravios con grupos comanches. _El pai~aje, que ant~s se cio de varios años, y los habían acompañado en sus correrías desde los
vi st o propicio para el establecimiento Oruz Parnlla lo descnbe a confines del río Palizada (Mississippi) hasta Nuevo México, corroborando
1as auton·¿acles virreinales: '
sus tratos comerciales con los franceses I

17
35 Diligencias formadas sobre la fundación de misiones, Biblioteca Nacional de México,
Carta de fray Joaquín Baños y fray Diego Jiménez al padre guardián fray fosé Antonio Fondo franciscano, caja 91 tercera parte, f. 1225v.
Berna rd , Biblioteca Nacional de México1 Archivo Franciscano, caja 6, exp. 140. I 1, f. 11- 18
!bid.
12v. 19
6
· !bid., f. 1218.
-' Carta de fray Alonso Gira • 1do de Terreros ·al discretorio
. . del coleg10
. de San Fernando, 40
"Carta de fray Alonso Giralda de Terreros al discretorio del colegio de San Femando",
2 1
de julio de 757, AGN, Historia, 2a. serie, v. 8, exp. 33, f. 226. 2 de julio de 1757 1 AGN, Historia, 2a. serie, v. 8 exp. 33 f. 226.
1 1

434 Pedro Ángeles fim é n ez Entr e apach es y comanch es 435

.
de quienes adquieren por el cambio de gamuzas, pieles de zibolas y o t ras se- m ero de Terreros en caso de que se consiguieran las Misiones que facilitan los
mejantes especies las armas de fuego de que usan, munici o n es para e llas y antecedentes informes hechos a esa capitanía general.4 2
otras cosas de cobre y alhajas de vestuario y qu e este mismo co m ercio ha vis-
to hacen los indios texas con los expresados franceses; por cuya razó n se ha- Concluía que, aunque sucinta, su noticia era verídica y desinteresada, y
llan tan proveídos de armas de fuego, pólvora y balas los indios apaches de es- con la finalidad de que expediciones posteriores tuvieran buen balance
te río.4 1 del trabajo por realizar.

Todos enfatizaron ante los franciscanos que los únicos indígenas en juris- El año de 1757 concluyó con pocos cambios. Los apaches iban y regresa-
dicción de lo que ofrecía don Pedro Romero de Terreros eran los apaches, ban de la misión de San Sabá sin concretar sus promesas. Pero si r 7 57 fue
pues otras naciones, salvo los belicosos comanches, lindaban a 300 leguas un año para desengañarse y poner en perspectiva la irreductibilidad de
o más. Ortiz Parrilla mismo, ya con tres meses en la región, había consig- los apaches al modo de vida de la misión, r 7 58 fue el año de la tragedia.
nado en sus testimonios cuanto había podido averiguar sobre los indíge- El r 6 de marzo un nutrido grupo de comanches, fuertemente armados
nas que frecuentaban los parajes cercanos al río San Sabá: con fusiles franceses y dirigidos por el Capitán Grande, atacó la misión
de San Sabá. Del embate sólo pudieron escapar y guarecerse en el presi-
P.or si sirvieran las noticias que yo tengo adquiridas con alguna formalidad dio de San Luis de las Amarillas fray Miguel de Malina, algunos indios
de las naciones que con el nombre genérico de apaches se conocen en esta par- de misión y un soldado mal herido. Ortiz Parrilla no pudo hacer más
te del norte diré, señor, que son trece, en esta forma : los !pandas, que son mo- que alertar su plaza y preparar los cañones, que los comanches nunca
radores de este río de San Sabá: de los de las Chanas, el Colorado Y Pedernales: desafiaron.
La de Taljané, que quiere decir mordedores de nueces, viven las inmediacio- La noticia llegó pronto a la ciudad de México. Desde ahí se dieron
nes del Río Florido, y es de advertir que éstos son de menos número de perso- instrucciones para consolidar el presidio de San Luis y hacer campaña
nas que los !pandes que pasan de seis mil : los n egacnes, que viven también contra los indios comanches. Ortiz Parrilla persiguió a los agresores en
- c_erca del Florido y son de menos número de personas que los Ypandes, Da- una expedición que llegó a las proximidades del río Rojo, y tras pequeñas
taen, que es nación conocida por Navagé, quiere decir comedor de Maguey, Y escaramuzas, encontró una palizada en donde ondeaba la bandera france-
viven también en el Río Florido, es de más número de personas que los Ypan- sa a la que no pudo someter.
des: Datagen, que quiere decir Apache, viven hacia los Ríos Grande y Puerco, En los años posteriores a la tragedia de San Sabá, no hubo las condi-
Y es de crecido número de personas: Yumanes, que quiere decir prendedores ciones de pacificación para volver a intentar nuevas misiones en la re-
de fuego, viven hacia el río Grande, y son pocos: Tatacosa, que quiere decir gión, aun cuando las autoridades virreinales habían nombrado a los expe-
habitadores de arroyos, son pocos, y viven hacia el río Grande: Mescaleros, rimentados fray Junípero Serra y fray Francisco Paloú como nuevos
que viven hacia el Río Puerco I son bastantes: Pelones, que habitan tambi én comisionados. Estos religiosos jamás viajaron a Texas. El costo de las mi-
hacia el Río Puerco, son bastantes: Coleagaen, que quiere decir habitadores de siones estimado para don Pedro Romero de Terreros se evaluó en 28 865
los llanos, viven adelante del Río Florido, camino de Nuevo México, y son de pesos, lo cual a pesar de todo, resultó el monto que menos erogó a los
crecidísimo número de personas: Coquegetlete, que quiere decir Zapato moja- caudales del minero, dentro de las diversas obras pías que financió de su
do, viven cercanos a los antecedent~s, y son bastantes: Techené, también vi- bolsa.43
ven con imp.ediación a los otros camino de Nuevo México, y son pocos: fos- A primera vista, el fracaso de la misión de San Sabá puede atribuirse
coisan, que quiere decir Come nopal, son muchos y viven hacia Julimes, y es a la devastación propinada por los comanches del Capitán Grande; sin
de advertir que todos éstos, que compondrán cerca de cien mil personas, ha- embargo, existen varios factores expuestos a lo largo de estas notas que
blan un mismo idioma, se quieren, se estiman, se corresponden y tratan afec- merecen entresacarse.
tuosísimamente, juntándose en el número que les parece, para hacer campa- Es bien cierto que la misión de San Sabá se intentó establecer sobre
ñas Y proceder a las empresas que les propone su rencor y la mala propensión un territorio que vivía grandes transiciones. En medio del conflicto con
que les asiste, y con quienes debería extenderse la obligación de don Pedro Ro-
42
!bid., f. r230-r23rv.
41
"Diligencias formadas sobre la fundación de misiones", Biblioteca Nacional de México, 43 Vid. Francisco Canterla y Martín de Tovar, Vida y obra del primer conde de Regla, Sevi-
Archivo Franciscano, caja 91 tercera parte, f. 1210-121ov. lla, Escuela de Estudios Hispano-Americanos, 1975, p. 3.

P e dro Án ge l e s fim é n e z En t r e apach es y c o man c h es 437

.
Francia, distintos grupos comanches salieron fortalecidos al sumar al ca- de los diversos acontecimientos de la toma de San Sabá no es sino una
ballo, las .armas de fuego que obtenían del comercio con los franc eses. Es- exaltación al martirio de los personajes, que como columnas espirituales
to permitió iniciar incursiones que los llevaron a dominar amplios terri- se muestran con sus heridas ante el espectador. La trama está en el fondo;
torios, antes habitados por apaches y otras naciones norteñas. en ella los indios, entre los cuales, en un lenguaje pictórico convencional,
A esa circunstancia se suma un hecho relevante: para los frailes, su sólo destaca tímidamente la presencia del capitán Casaca Grande.
misión evangelizadora, cuya justificación guardaba estrechas ligas con el En la pintura, los indios aparecen porque fueron ellos el detonador
derecho que ejercía el imperio español sobre las tierras americanas, era que permitió el ingreso de fray Alonso Giraldo de Terreros y fray José de
la forma incontrovertible de sacar a los gentiles del engaño en que el de- Santiesteban en el libro de oro de los mártires de la evangelización del
mcmio los tenía sumidos. Los esfuerzos que los franciscanos de los cole- septentrión de la Nueva España. En la provincia de Texas, volver seden-
gios de Propaganda Pide desplegaron para tal fin tropezaron sistemática- tarios a los indios era importante porque su reducción servía a los fines
mente con dificultades en diversos ámbitos, ya porque la licenciosa del imperio. En ambos casos, la imagen del indio algo se parece a la ya se-
forma de vida de los presidiales se mostraba como un mal ejemplo para ñalada presencia de los indios en las tablas de castas: no importaba par-
los indígenas, alejándolos de la vida cristiana que querían inculcarles, ya ticularizarlos, entender que su forma de vida era otra forma de vida, que
porque una peste asolaba a la población; pero, sobre todo, tal pareciera diferenciaba al irreductible norteño nómada del indio civilizado, sedenta-
que existía un abismo infranqueable entre los indios y el modelo de la rio, dominado. Toda época crea sus formas de mirarse en la perspectiva
evangelización que los frailes practicaban. Evangelizar significaba "civi- de los tiempos.
lizar", Y, entendido en los términos de la época, evangelizar significaba
intentar volver sedentarios a una serie de grupos humanos cuya forma
de vida era eminentemente seminómada.
. En hermosas palabras las diligencias de Ortiz Parrilla recogen el sen-
/

trr de Casaca Blanca sobre no avecindarse en una misión "porque su in-


clinación era [la] de andar siempre en continuo movimiento, marchando
de unas a otras partes". Esto mismo, fray Alonso Giralda de Terreros lo
califica

como su "licenciosa" vida I en el entorno de una teoría que veía la
vida sedentaria, la "vida sociable y política", como el requisito indispen-
sable para enseñar las cosas divinas. Como escribiera fray Mariano Fran-
cisco de los Dolores y Vianna, si los indios no eran capaces de procurar las
cosas "humanas", menos aún entenderían las divinas. En esta paradoja,
considero, reside parte del fracaso de la empresa evangelizadora de Texas.
El empeño de los religiosos por reducir a los indios fundamentaba
parte de sus políticas misionales. Ése fue el cristal bajo cuya óptica los in-
dígenas Y su forma de vida se veían como algo salvaje, inculto. Ya antes,
s~ ha mencionado, fray Félix Isidro de Espinosa había comparado a los in-
!1º~ de Texas con los templos egipcios, hermosos en su exterior, resplan-
. ecie_n tes en sus paredes de piedras, muy pintadas por fuera, pero en cuyo
l~t~nor, sin Dios, no había "sino un cocodrilo, una serpiente u otra bes-
tia mdigna del templo y más a propósito para tener su habitación en in-
munda gruta". Ese cristal coincidía, poderosamente, con el hecho de que
e st ablecer una población por aquellas latitudes significaba consolidar las
fronteras del imperio.
En la magnífica pintura que ilustra la destrucción de San Sabá se en-
cuentra también un reflejo de esa misma situación. El atento observador
encontrará que la obra dedicada a describir la compleja trama narrativa

P e dro Ángeles fimén ez Entre apaches y comanches 439


"NUESTROS OBSTINADOS ENEMIGOS":
IDEAS E IMÁGENES DE LOS INDIOS NÓMADAS EN LA
FRONTERA NORESTE MEXICANA, r82r-r840 1

Cuauhtémoc Velasco Ávila


Dirección de Estudios Históricos, INAH

A mediados del siglo x1x las autoridades civiles y militares, así como la
prensa, utilizaban un lenguaje degradante para referirse a los indios nóma-
das y seminómadas del Norte de México: indistintamente los llamaban
bárbaros, salvajes, enemigos, gandules u hostiles, o cualquier posible com-
binación. Decían que eran crueles, traidores, ladrones, desleales, y que era
necesario escarmentarlos o castigarlos para lograr reducirlos a la paz y al
orden. Este artículo se refiere a cómo se enraizó en los funcionarios y en
la población fronteriza de la región noreste la noción de que los nativos
eran "indios bárbaros" y cómo se consolidó la política de tratarlos como
población imposible de integrar e incorporar a la nación mexicana. En
tanto que me baso en un limitado conjunto de fuentes, mis afirmaciones
son de carácter general y no necesariamente válidas para toda persona,
momento Y circunstancia. Un acercamiento preliminar me ha llevado al
manejo de las fuentes mexicanas de las tres décadas posteriores a la Inde-
pendencia, que espero ir enriqueciendo con la discusión y el manejo más
detenido de estas mismas fuentes.

El proyecto novohispano de resguardo de la frontera norte estaba apoya-


do en dos instituciones: la misión y el presidio. En la medida en que la
catequización de los indios fue el medio para incorporarlos como fuerza
productiva en favor del imperio y de los comerciantes, hacendados Y mi-
neros locales, las misiones tuvieron un papel fundamental. Desde el
punto de vista de los frailes era posible redimir el alma de aquellos here-
jes por la vía de convencerlos de la existencia de un dios creador de todas
las cosas, de la llegada de su hijo Jesucristo y de que el papa era su repre-
sentante en la tierra. Las misiones vieron enriquecidas sus expectativas
cuando fueron ubicadas en tierras privilegiadas de labor donde fundaron
poblaciones dedicadas a la agricultura y algunas faenas artesanales, apro-
vechando la natural disposición de los indios y su convencimiento de
obtener resultados productivos de esas tierras. Se construyeron verdade-

' Est e ensayo es resultado de la investigación que realizo para mi tesis de doctorado en his-
toria que llevará por título "La amenaza comanche en la frontera noreste mexicana, 1821 -
1848" (Facultad de Filosofía y Letras, UNAM).

44r
ros emporios agrícolas en algunas misiones, especialmente las jesuitas, tabilidad y el fomento de las poblaciones existentes, implicó solidificar
pero en el fondo siempre primaba su tarea evangelizadora. En la medida la frontera real; los indios nómadas quedaron claramente fuera del es-
en que esta idea perdió fuerza e ímpetu, especialmente frente a los des- quema de colonización.
calabros de los misioneros para cumplir su función redentora, las misio- Este esquema, que consideraba necesaria y posible la colonización a
nes fueron dejando de ser una institución fundamental para el modo de partir de población dócil, se basaba en la idea de que los territorios norte-
gobierno colonial. ños desérticos y ricos no estaban ni mínimamente aprovechados por los
Los presidios tenían, en primer lugar, un propósito defensivo . Eran indios y que éstos constituían el mayor impedimento para explotarlos.
baluartes con hombres armados que actuaban cuando los indios "bárba-
ros" atacaban poblaciones españolas, también evitaban su avance hacia II
poblaciones indefensas. En la medida en que esta institución se afianzó,
el esquema de su fundación tendió a hacerse más complejo . Bajo su in- Si el esquema de poblamiento colonial presuponía la existencia de las de-
fluencia quedaron las poblaciones aledañas al enclave militar que desa- fensas militares y de las avanzadas espirituales, el proceso de seculariza-
rrollaron actividades productivas y se convirtieron en centro en que ción que se inició en el siglo xvm y la crítica situación del estado colo-
comerciaban los españoles con los indios locales, así como con los per- nial a partir de la segunda década del siglo x1x fueron orillando al estado
manentemente insurrectos. En algunos presidios hubo religiosos, tanto español a buscar alternativas más efectivas de colonización. La principal
para atender las necesidades espirituales de los militares, sus familias y falla de las misiones era que ya no lograban trascender la evangelización
los indios locales, como para extender la presencia del cristianismo en- y convertir a los indios en auténticos feligreses que contribuyeran al po-
tre los aborígenes no establecidos. A lo largo del siglo xvm, como parte blamiento español de la región. La paradoja del sistema de presidios er~
de un proceso de secularización más general, el sistema de presidios se que éstos resultaban ineficaces, muy caros y difíciles de sostener si
fue -consolidando como institución que atendía primordialmente los no había poblaciones aledañas, y las poblaciones no podían formarse
problemas de frontera . si no había presidios que las defendieran. A no dudar, la fuerza de los pre-
A estas instituciones básicas se asoció un esquema de poblamiento sidios creció durante el siglo xvIII, pero nunca pudo ofrecer un apoyo re~l
que sumaba, en los alrededores de esos enclaves misionales y militares, para un crecimiento significativo de la población. Hubo intentos de habi-
a los indios sedentarios y a los pobladores provenientes del centro de tar las regiones fronterizas con indios procedentes de Tlaxcala, así co~o
México, fueran éstos mestizos o indios. La incorporación de los indios con blancos de las islas Canarias, pero en el mejor de los casos eS t UVie-
de la región a la vida cristiana debía ser precedida por el asentamiento ron muy limitados o circunscritos a las áreas menos expuestas.
· · , d e 1a es casa
Los diversos intentos por cambiar la compos1c10n - pobla-
de núcleos de población súbditos del rey de España. Esta mancuerna de
las instituciones militar y religiosa, así como el cumplimiento de sus ción de Louisiana con colonos de Cuba, de Canarias, etcétera, mueS t ran
funciones como defensora e incorporadora, sólo podía tener sentido en I] que nunca se consideró a los indios una población adecuada para la
una concepción de la población indígena que preveía dos tipos de aborí- ocupación de esos ricos territorios y, por el contrario, constituían el ?bs-
genes: los catequizables-incorporables y los eternos apóstatas-enemigos. táculo principal para su utilización, 2] que la cercanía de Estados Um dos
La importancia adquirida por el presidio en el siglo xvm fue una for- con los territorios fronterizos fue obligando a los gobernadores locales ª
ma de privilegiar cierto trato a los indios insurrectos: se creía que sólo considerar la posibilidad de adaptarse al natural flujo de población angl~-
mostrando una fuerza militar superior a los rebeldes se les obligaría a ce- americana, a pesar de las disposiciones en contrario de la corona. En ~om-
lebrar la paz y que el trato constante con la población blanca daría como siana se comenzó a admitir esta inmigración, que creció en proporcwnes
2
resultado su catequización e incorporación al sistema novohispano . De gigantescas desde las últimas dos décadas del siglo xvrn. Antes de la In-
hecho, negó el esquema de incorporación a través del convencimiento y dependencia mexicana ya abarcaba Texas, donde en 1820 se admitió una
se propuso atraer por la vía de la necesidad comercial o del sometimien- colonia de 300 inmigrantes dirigida por Moisés Austin.3
to voluntario a las armas españolas. La creación de una línea de presi-
dios a finales del siglo XVIII se relaciona con la necesidad de una unifica- . H Londres Yale Uni-
1 David Weber, Th e Spanish Frontier in North Amenca, New aven Y '
ción en la política de las provincias internas y con la pérdida del interés versity Press, 1992, pp. 280-282. . . .
de los espal)oles en seguir avanzando hacia la conquista de nuevas tie- -1 p abl o Herrera Carnllo,
• • guerras· por T exas, M'ex1co,
Las siete · Academia L1terana' 1959,
rras y recursos . El triunfo de ese proyecto, sobre todo pensado para la es- pp. 15-17.

443
442 Cuauht é m oc Ve l a s co Á v ila ld e as e imá ge n es d e los indios nómada s
Desde los meses previos a la consumación de la Independencia, los ¡Ojalá hubiera la gente necesaria para poblarlo! Esta falta[ ... ] por sí misma in-
militares que seguían a Iturbide se preocuparon por lograr una estabilidad dica lo que más conviene ejecutar. Es preciso abandonar todo proyecto de
en la región fronteriza . Por ello, Joaquín Arredondo, que había logrado la conquista. La experi encia ha demostrado que semejantes empresas son muy
adhesión de la ciudad de Monterrey al Plan de Iguala el 3 de julio de 1821, costosas: que el medio mejor es entablar negociaciones d~ comercio y amis-
firmó unos cuantos días después un tratado con el jefe de los indios ca- tad en donde no las hay y conservar las que ya existen. La puntualidad en
dós, y "animado de los sentimientos de humanidad que le asisten" se cumplir los tratados y la buena fe en los comercios es el manetismo [sic] que
comprometió a negociar la paz en Texas de modo II que todas las naciones atrae a los indios, y por estos conductos comunican sus frutos y riquezas, se
que están en guerra con los españoles hagan las paces y vivan todos con civilizan , adquieren los usos y costumbres me;ores para abrazar la religión
quietud y tranquilidad".4 No parecen haber fructificado los esfuerzos de es tablecida en las provincias y que siguen los habitantes de las reducciones
este jefe indio, pero éste no fue el único intento de lograr la pacificación y pueblos que con ellas tienen parentesco.7
de los grupos guerreros.
La colonización y la conservación del territorio se hallaban entre los Según los autores del dictamen, el imperio necesitaba conservar la pro-
temas prioritarios de las élites que impulsaron la firma del acta de Inde- vincia de Texas por su importancia "y para conseguirlo no le queda otro
pendencia. El dictamen de la Comisión de Relaciones Exteriores a la So- arbitrio sino poblarla". Añadían que las Cortes de Cádiz de 1813, conven-
berana Junta del imperio en diciembre de 1821 trata como primer punto cidas de la necesidad de aumentar la población de esa provincia, habían
las "naciones bárbaras de indios": aprobado un proyecto presentado por Ricardo Reynal Keene, que no se
llevó a efecto, quizá por las restricciones que se le impusieron. 8 La legis-
Se componen de diversas tribus de indios, unas grandes y otras pequeñas más latura de 1821 había procedido con "ideas más liberales o proporciona-
o menos rudas dóciles o guerreras; pero que en lo general no infunden temor das" en sus disposiciones . En opinión de la comisión, éstas podían aco-
por la notoria superioridad que tienen las tropas imperiales sobre ellas por su modarse a las necesidades de Texas para evitar algunos errores Y abusos,
mejor disciplina, diferencia de armas, destreza en su manejo y uso del caba- como el cometido con la concesión de Moisés Austin que permitió a los
llo. Las mayores y más conocidas son las de los apaches y lipanes. La más te- interesados elegir tierras a su antojo. Se pensaba que los puntos de proce-
mible es la de los comanches que adiestrados ya en el manejo de la lanza y el dencia debían ser tres: Nueva Orleans, de donde estaban dispuestas a par-
fusil, proceden con el ímpetu que les infunde su animosidad, aunque no los tir muchas familias; el propio imperio, que "tiene mucha gente pobre que
·dirige táctica ni disciplina alguna.5 logrando algunas tierras de manos estériles se convertirán en útiles Y pro-
vechosas con beneficio suyo y del estado", además de oficiales Y soldados
Afirma que las tribus bajo el Gran Cadó acababan de renovar su amistad ª los que se les remuneraría "dándoles una fanega de tierra Y una yunta
con el imperio y consideraba necesario conservarla a toda costa, tanto pa- de boeyes [sic]"; y Europa, pues "en las naciones de ella se ha fijado el es-
ra obtener de ellos un mayor conocimiento de las riquezas de esos terri- píritu de emigración por las continuas guerras de aquel continente, por la
torios como para "precaver que los Estados Unidos se prevalgan de esas aspereza de los climas, por la miseria y la diversidad de opiniones sobre
naciones o para ofender o introducir el contrabando". 6 Dice que el terri- religión" .9
torio que habitan esas naciones es inmenso:
Entre las naciones europeas serían preferible los irlandeses. Ellos los más son
católicos y tan fieles a la religión que llevan más de tres siglos de sufrir perse-
4
cuciones cruelísimas sin titubear en su perseverancia. Además reúnen virtu-
Archivo Histórico de la Secretaría de la Defensa Nacional (en adelante AHSDN), 9 de julio
des morales muy sobresalientes, su industria y amor al trabajo no conoce lí-
de 1 821, Monterrey, Tratado de paz con los indios cadós, firman Joaquín Arredondo y
Gran Cadó, f. 73. mites, no congenian con los ingleses ni con los de los Estados Unidos; Y en el
5 Archivo de la Secretaría de Relaciones Exteriores (en adelante ASRE), Naciones bárbaras de caso de guerra contaría el imperio con buenos soldados sobre los mismos lí-
indios, relaciones diplomáticas con México. Dictamen presentado a la Soberana Junta del
Imperio mexicano el 29 de diciembre de 1821 por la Comisión de Relaciones Exteriores
1

integrada por Juan Francisco Azcárate, el Conde de la Casa de Heras y José Sánchez Enci-
7
so informando sobre el estado que guardan las relaciones de México con las naciones, pue- lbid .. ff. 5-6 .
blos extranjeros, tribus indígenas y las recomendaciones necesarias para mejorarlas, f. 2 . H /bid., f. 37 .
9
6
!bid., f. 3. /bid., ff. 40- 4 1.

Id eas e im áge n es de l os indio s n ó m a d a s 445


444 Cuauht é mo c Vela sc o Á v il a
mites de su territorio. En su defecto los alemanes serían preferibl es, si endo ras y montañas al norte del Bravo. Como se verá más adelante, la actitud
católicos y prospería [sic] con ellos la población. 10 hacia los indios nómadas en las primeras décadas de vida independiente
nacional tiene que ver casi exclusivamente con un problema práctico:
Con este proyecto se confiaba en los efectos civilizadores del comercio mantener la paz o, por lo menos, un estado de cosas que permitiera reali-
constante y en el cumplimiento de los acuerdos con los indios "bárba- zar actividades agrícolas, ganaderas y comerciales. En este sentido los in-
ros", a quienes se habían de dispensar consideraciones especiales, cui- dios insumisos eran siempre un enemigo y su trato; cuando no era con
dando de no confundirlos con los de las poblaciones "civilizadas". Vale las armas, provenía de calcular en qué momento o a cuáles grupos conve-
mencionar que desde ese momento estos indios eran tratados como algo nía tener como amigos.
externo a la nación mexicana y la condición para asimilarlos residía en
que adquirieran la religión y costumbres afines a la población considera- III
da nacional.
Entre las muchas ideas y proyectos de colonización que se expusie- Para apreciar las relaciones con los indios nómadas en la frontera, regre-
ron durante esos primeros años de vida nacional, la iniciativa enviada semos a la época del primer imperio. El general Anastasia Bustamante,
por Lucas Alamán proponía medidas para la seguridad del estado de Te- capitán interino de las Provincias Internas, había decidido actuar e infor-
xas. Sólo de paso menciona las molestias y peligros que causaban los in- mó al emperador en noviembre de I 82 I:
dios "bárbaros" e insiste en la amenaza que para la integridad territorial
representaban los inmigrantes angloamericanos y la cercanía de los inte- Siguiendo los sanos y liberales principios proclamados Y adoptados conS t an-
reses de Estados Unidos. Señala la necesidad de fomentar la coloniza- temente por V. E. desde la memorable época de Iguala[ ... ], fijé mi atención en
ción protegiendo a la población mexicana en Texas y llevando a los con- la desoladora devastación que han sufrido por muchos [años] las fronteras ~e
denados a presidio, quienes "no teniendo esperanza de desertarse por estas provincias [... J por las tribus gentiles del norte, prefiriendo para reducir:
serles desconocidos aquellos destierros, se verán precisados a trabajar las a la paz, los medios de lenidad, antes que los horrores de la guerra [... J Asi
para mejorar su suerte; propietarios de los terrenos ¡...] se dedicarán a su es que con fecha 6 de agosto[ ...] expedí una circular a todos los comandant~s
cultivo y este nuevo género de vida laboriosa las hará mudar de costum- Y ayuntamientos de la frontera, excitándolos por el celo Y bien de la humani-
bres". También subraya la necesidad de "colonizar el departamento[ ... ] dad, a enviar emisarios a los pueblos de las naciones beligerantes del norte,
con individuos de otras naciones, cuyos intereses, costumbres y lengua- para que instruyéndolas, por medio de los muchos captivos o emigrados que
je difieren de las de los norteamericanos". 11 Propone más medidas para entre ellos existen de nuestra feliz regeneración política, habiendo llegado el
fomentar el comercio de cabotaje para hacer que todo lo relativo a la co- tiempo de ser tod~s hermanos, depusiesen las armas, devolviesen los prisio-
lonización dependa -del gobierno federal, además de comisionar a un in- neros y entablasen como antes sus resoluciones de buena mte · ¡-igenci·a con el
. 12
dividuo que informe con detalle sobre la situación en Texas. En esta ini- gobierno, y la paz y la armonía con todos estos h ab1tantes.
ciativa, Alamán ni siquiera considera necesario hablar de la población
local de origen indio, que en todo caso representa una más de las dificul- El propio Bustamante se dirigió a los indios en estos términos:
tades propias del avance sobre aquellos territorios "salvajes". Para él re-
sulta más operativo pensar en "mudar de costumbres" a los delincuen- .
El autor supremo de la naturaleza que incesantemente ve 1a sobre la conser-
.
tes, que se verían obligados a la "vida laboriosa" por la lejanía y por la vación de todas las criaturas se ha dignado echar sobre vuesüo suelo una mi-
amenaza constante de los "bárbaros". . de m1sencordia.
ra da con OJOS . . . ' La tnste
. y misera
. bl e suer te en que habéis esta-
Estos proyectos de colonización bosquejan lo que en adelante será un do desde la más remota antigüedad, converu.d os en pue bl 0 s errantes sin otros
axioma casi incuestionable: la dicotomía civilización-barbarie, que justi- . .
conoc1m1entos que los que la propia . experiencia
. • os ha d.1ctado para defende- . ..
fica por completo cualquier acción militar contra los indios de las prade- ros y ofender a vuestros enemi 0aos ha conmov1·do de ta 1 m ane:r:a · la sens1b1.h-
_ .
dad de nuestro generahs1mo '
de mar .
y tierra e1 Exmo. sr. Agustín de Iturbide, .
que interesándole sólo vuestra felicidad, apetece con ansia que viváis u nid ºs
10
!bid., f. 46 .
1
' Lucas Alamán, Iniciativa de ley proponiendo al gobiern o la s m edidas qu e se d ebían to• al Grande imperio Mexicano de que sois parte por naturaleza. Sabed que
mar para la seguridad de Te;as y conservar la integridad del territorio m exicano, de cu-
yo proyecto emanó la ley de 6 de abril de 1830, México, Vargas Rea, 1946, pp. 34 y 37 . 12
Gaceta Imperial de México, 4 de diciembre de 1821.

Cuauht é m oc V e la sc o Á v ila Id e as e imá ge n e s d e lo s indio s nómadas 447


vuestro suelo es libre,. es independiente, compone una Nación de la que sois de 1824, de los robos y vejaciones cometidos por los tahuayaces cobiján-
miembros. ¡... J Ya no saldrán soldados armados de nuestros presidios para dose en supuestos tratados de paz. Sambrano se dijo sorprendido de que
quitaros la vida, ni privaros de la libertad que os concedió la naturaleza, co- los comanches -"que se venden por amigos"- pretendieran que se les
mo si fuerais animales. Así me lo mandó que os lo dijera nuestro generalísi- apoyara con tropas para "consumar la destrucción" de los lipanes, en
mo. La patria os llama a su seno como a sus más tiernos hijos: el gobierno es- cumplimiento de un artículo de los tratados de paz según el cual habría
tá resuelto a dispensaros una decidida protección considerando el estado colaboración mutua en caso de guerra. Aunque afirmó no conocer los tér-
deplorable en que por falta de principios os había mantenido el anterior. 13 minos del tratado, le pareció que tal solicitud "por ningún título" podría
tener efecto:
Queriendo halagarlos y ofrecerles la protección del gobierno, Bustamante
suponía que estaban en una situación II deplorable". Debió extrañarles a Tal proposición no ha podido menos que hacérseme muy extraña y mucho
los grupos nómadas, caracterizados por su fortaleza física y su cotidiana más el compromiso en que se obligó a la nación con semejantes tratados,
ingestión de carne de búfalo, que se considerara su suerte "triste Y mise- cuando se trató con salvajes que no tienen otro ídolo que el exterminio de
rable". No debe haber pasado desapercibido a sus ojos que el generalísi- sus semejantes, por cuya razón nunca se podría ver la nación desocupada con
mo pensara que vivían como animales, aunque quizá para ellos la compa- tal compromiso (si es que así se acordó). 16
ración no era una ofensa.
A lo largo de 1822 se realizaron diversos contactos para formalizar la En agosto del año siguiente el comandante de Tamaulipas, José Bernardo
paz con los comanches, uno de los escasos éxitos de Bustamante. En ene- Gutiérrez de Lara, comunicó al ministro de guerra la "mala disposición"
ro de 1823 varios jefes indios llegaron a la ciudad de México para firmar que con hechos y acciones hostiles habían mostrado los comanches des-
un tratado de paz con el imperio. Fueron recibidos con honores de poten- de principios de año e informó
cia extranjera. El jefe comanche ofreció al emperador hombres armados
contra los sublevados Guerrero y Bravo, lo que le granjeó a Iturbide no acaban de presentarse por varios puntos de la frontera de este estado con la
pocas mofas y críticas. 1 4 El tratado consistió básicamente en el compro- actitud más insolente, cometiendo toda clase de excesos de aquellos a que or-
miso de las partes de conservar la paz y la amistad; se declaró el apoyo dinariamente les conduce la inmoralidad de su carácter dispuesto siempre a
mutuo de defensa de los territorios, se hicieron algunas precisiones sobre perpetuar los atentados y crímenes más horrorosos y más atroces. 17
el comercio y se signó el compromiso del emperador de "recibir cada año
cuatro jóvenes para que se eduquen en esta corte [... ] para que la nación A lo largo del año se repetían constantemente las noticias sobre supuestas
?e s
esta suerte se civilice y eduque". 1 No debieron dar mucho crédito los reuniones de los comanches con otros grupos indios para atacar a pobla-
mdios al mencionado tratado, ya que apenas dos meses después vieron ciones mexicanas. En diciembre las constantes hostilidades de los coman-
caer al gobierno imperial. Pero aunque el acuerdo no tuvo aplicación le- ches en Texas, Coahuila y Tamaulipas llevaron al comandante de Texas
gal, quizá sirvió como horizonte de intención entre las distintas fuerzas a proponer un vago plan de campaña militar para "batirlos en su propio
lo.cales que en esa década hicieron esfuerzos por conservar un mínimo es- país" .18 Ésta no parece haber procedido y las escaramuzas continuaron al-
tado de tranquilidad. ternadas con pláticas y propuestas de paz.
No fue sencillo mantener un ambiente favorable de paz en los años Entre marzo y abril de 1829 se ratificó un nuevo tratado de paz con
subsi~ientes. Muchas veces los militares se vieron inclinados a hacer una algunos de los principales jefes comanches. El propio Anastasia Bu st a-
guerra frontal a los indios; si no lograron llevarla a efecto fue sólo por la mante, entonces vicepresidente de la república, les dirigió una proclam;:i
conocida debilidad de las fuerzas presidiales y las milicias. Por ejemplo, que, a decir de los testigos, les pareció "muy buena" y protestaron 11 n o
José María Sambrano, jefe político interino de Texas, se quejaba, en abril darle más causas de sentimiento a su tata grande de México". En una reu-
13
Gaceta Imperial de México, 11 de diciembre de 1821.
14
Vicente Riva Palacio, México a través de los siglos, México, Cumbre, 1985, t. 7, p . 90. 16
AHSDN, 30 de abril de 1824, San Antonio de Béjar, José María Sambrano a D. Juán Guz-
15
Dickson Shilz, Jodye Lynn y Thomas F. Shilz, Bufalo Hump and the Penateka Coman- mán, ministro de estado y del despacho de relaciones interiores y exteriores, f. 47•
ches, El Paso, University of Texas at El Paso, 198 9, p. 9; Gaceta del Gobierno Imperial, AHSDN, 15 de agosto de 182 s, San Carlos, José Bernardo Gutiérrez de Lara al mini st ro de
17

3° de enero de 1823, pp. 51-54 (referencia obtenida en Escobar, La presencia del indíge- guerra y marina, f. 64.
na, op. cit._v. 1 , p. 77 ¡. 18
AHSDN, 1 de diciembre de 1825, Béjar, Mateo Ahumada al ministro de guerra, ff. 88-9o.

Cuaubtémoc Velasco Ávila Id e as e imág e nes d e los indios nómada s 449


nión con el jefe político y el comandante principal de Nuevo México, el Cu ADRO 1. Menciones y calificativos a los indios
jefe indio Pazna Quebiste pidió se les ordenara lo que debían hacer como en los documentos de Béjar y Nuevo León, 1829-1841
muestra de lealtad. El intérprete teniente Francisco Ruiz, que había vivi-
do varios años entre los comanches, le contestó adornando con lenguaje Béjar Nuevo Léon 1
metafórico una amenaza directa: 1829-1832 1826-1837 1837-1841
1835-1836
que en lo sucesivo no volvieran a matar ni a robar a nu es tros h ermanos de los Documentos 121 71 145
Estados de Oriente, Presidio del Norte y Villa del Pan [.. . [; que si cumplían ConceE_tos
con este mandato la paz sería tan duradera como los días que ha de alumbrar Indios 2 51 10.06% 42 20.9% 85 23.04%
el sol, pero que si ingratos y desagradecidos a nuestro capitán volvían a matar Indios, especificando grupo3 321 63.31% 49 24.38% 39 10.57%
un solo hijo de la república mexicana[ ... ], sus campos se vería n tan cubiertos Indios, especificando nombre4 67 13.21% 16 7.96% o o%
de valientes mexicanos como de zacate la tierra, teni endo qu e sopo rtar sobre Indios bárbaross 19 3.75% 46 22.89% 142 38.48%
sí toda la ira temible del capitán grande que está en M éxico que no perdona Indios salvajes 6 14 2.76% 9 4.48% 34 9.21%
el más pequeño daño inferido al menor de sus hijos . 19 Indios enemigos 7 17 3.35% 37 18.41% 66 17.89%
Indios amigos 8 11 o%
2.17% o o o%
Desde los primeros años de la década de los treinta fue creciendo el am- Indios guerreros 4 0.79% l 0.5% o o%
biente de tensión, hasta hacer imposible a mediados de esa década cual- Indios de paz9 3 0.59% l 0.5% 3 0.81%
quier acuerdo de paz con los principales grupos guerreros. Ello está rela- Totales 507 100.00% 201 100.00% 369 100.00%
cionado con el modo como se conceptualizaba a los indios, como se verá
FUENTES: Bexar Archives, sección microfilm de la Biblioteca Barker de la Universidad <le
en seguida.
Texas, Austin, Texas; Ramo Militar del Archivo Histórico del Estado de Nuevo León,
Monterrey, Nuevo León.
IV 1
El corte entre los dos periodos se hizo considerando que el periodo de incursiones comen-
zaba normalmente cada año en el mes de agosto.
2
Una revisión de la correspondencia y documentos anexos en el archivo En singular y plural, pero sin calificativos y sin especificar grupo.
3 Se incluyen todas las menciones que especifican el grupo a que se refiere el texto, tanto si
del ayuntamiento de Béjar (18 29 -1832, 1835-1836) y en el ramo militar del
se usa el concepto indios (como en indios comanches), como si se omite (simplemente co-
Archivo del Estado de Nuevo León (1826-1841) arrojó los datos que me manches). Los grupos más frecuentemente mencionados fueron los comanches, lipanes,
sirvieron para elaborar el cuadro 1. tahuacanos, huecos, tahuayaces (los tres anteriores forman el grupo wichital, charaquíes
El cuadro 1 resume el número de veces que se utilizaron ciertos con- (mejor conocidos como cherokees), saguanos (shawnee) y tancahues (toncahuás).
ceptos para referirse a los indios de cualquier grupo étnico en la corres- 4 Se incluyen todas las menciones a los jefes indios que especifican su nombre.
5 Incluye bárbaros y tribus bárbaras.
pondencia civil y militar de Béjar y Monterrey. Se trata de apreciar cómo
6
Incluye salvajes y tribus salvajes.
las autoridades veían a los indios nómadas y seminómadas del Norte, lo 7
Incluye enemigos, refiriéndose a los indios, y tribus enemigas.
que revela por un lado el nivel de familiaridad y contacto con ellos, Y por 8
Incluye amigos, refiriéndose a los indios, y tribus amigas.
otro la opinión que les merecían. Es cierto que estas fuentes no necesa- 9 Incluye indios pacíficos. -
riamente representan el sentir común de los pobladores de la frontera, pe-
ro son indicadores de cambios en la imagen pública de los nativos . La do-
cumentación contiene principalmente informes de contactos comerciales con el propósito de una cuantificación de .este tipo, por lo que el resulta-
0 ~€gociaciones de paz, partes de los ataques de los indios en ranchos, ca- do no es más preciso. A pesar de esto último, el uso del lenguaje muestra
mmos o poblados, reportes sobre posibles incursiones, medidas defensi- tendencias que vale la pena comentar.
vas, organización y abastecimiento de tropas y milicias, así como proyec- En primer lugar, es claro que el tratamiento dado a los mismos gru-
tos de campaña. Se considera como limitación que no se copiaran los textos pos en la región de Béjar (hoy San Antonio, Texas) y en Monterrey fue
muy diferente. Las negociaciones con los indios guerreros se hallaban
19
Bexar Archives (en adelante BA), Bosque redondo en el Desierto, 26 de julio de 1829, José mucho más cercanas a las poblaciones de Texas y por tanto fue indispen-
Antoni0 Chávez, José Arocha y Francisco Ruiz. sable que las autoridades ubicaran con precisión a los grupos de que se

450 Cuauhcémoc Vela s co Ávi la Ideas e im áge n es d e los indios nómadas 451
trataba (que es el rubro "especificando grupo") e identificaran personal- pararse de los huecos y tahuacanos en caso de que no cumplieran lo fir-
mente a sus jefes (renglón "especificando nombre"). Ello es resultado del mado. 20
frecuente trato con diversos grupos Y de las constantes referencias a la El efecto del acuerdo fue muy pobre: a finales del mismo año se pre-
utilización de las rivalidades interétnicas como medio de defensa de la sentaron diversos incidentes y robos de los que se culpó indisti~tamente
frontera. En este contexto el calificativo "indios amigos" llegó a aparecer a huecos, tahuacanos y tahuayaces. En febrero del año siguiente el jefe de
en ocasiones. policía de Béjar hablaba de esos grupos como "nuestros obstinados en~-
En segundo lugar, es claro que para la misma época en la región de migos" y de la necesidad de "escarmentarlos como es justo y recuperar
Monterrey y los pueblos norteños de Nuevo León hubo mucho menor los daños inferidos" .21 En contraste, y casi simultáneamente, hizo públi-
referencia a grupos específicos y casi no se identificó a los jefes . Esto se ca una proclama a los habitantes de la municipalidad en defensa de los
explica en parte porque los grupos indios no estaban establecidos pro- comanches, que muestra las dificultades de convivencia entre los indios
piamente en territorio de Nuevo León Y por tanto el contacto se reducía Y la población local, aun con aquellos considerados momentáneamente
a las incursiones. Con más frecuencia se utilizaron calificativos como como amigos. Afirma que es "conveniente perseguir y escarmentar a los
"bárbaros" o "salvajes" y se empezó a perfilar una tendencia a identifi- miserables que con escándalo se ocupan de robar a nuestros buenos ami-
carlos simplemente como el "enemigo". Cabe resaltar también que en gos los comanches las más de las veces que nos visitan o en las que con
la misma región de Nuevo León el trato fue más duro después de 1836, sus familias vienen al lucrativo y beneficioso tráfico para esta ciudad del
cuando las correrías de comanches, lipanes Y wichitas se hicieron más cambio o cambalache de sus carnes, untos, pieles, etcétera". Ordena que
frecuentes y peligrosas. Los calificativos favorables a los indios casi se capture a los ladrones y a quienes los encubran y agrega:
desaparecieron por completo. Principalmente se trata de información
sobre ataques indios a poblaciones, haciendas y caminos, pero casi no Las críticas circunstancias en que se encuentra el superior gobierno general,
se identifica a los grupos atacantes. Entonces el tono de la documenta- rodeado de atenciones que lo privan de atender la seguridad de esta frontera,
ción se vuelve uniformemente descalificativo, pues aun el concepto son motivos para que todo individuo amante de la paz entre en recapitula-
aislado indios tiene claramente la connotación de "bárbaros". Aun ción de los males incalculables que podría causamos la guerra de los coman-
cuando existía la amenaza de los angloamericanos de Texas y otras re- ches, a que los provocan gentes destituidas de honor y de sentimientos Y de
beliones locales importantes, se hablaba de los indios como el "enemi- humanidad con el vergonzoso y degradante robo de cosas tan despreciables
22
go" por excelencia. para nosotros por su corto valor, como muy apreciadas para ellos.
No sobra insistir en que este tipo de análisis formal es demasiado es-
quemático y desvanece toda la complejidad y riqueza de las fuentes docu- En estas circunstancias resulta claro que, más allá de la voluntad de paz
~entales; por lo tan.to debe ser tomado como un simple indicador de de algunos funcionarios y jefes militares, movidos en todos los casos ~or
gruesas variaciones en la forma de concebir un sujeto o fenómeno. Habría la conveniencia, eran casi inevitables los conflictos Y rencillas entre m-
que contextualizar cada referencia a los indios para poder apreciar efecti- dios bravos y residentes mexicanos. Esto demuestra, por un lado, el con-
vamente cómo se va construyendo o cambiando un estereotipo. senso entre la población de origen mexicano en torno de la "barbarie" de
En este breve ensayo sólo es posible ver algunos ejemplos. Ampara- los indios nómadas y seminómadas y, por otro, las enormes dificultades
dos en el acuerdo de paz de 1829, los militares alcanzaron en la región para una asimilación cultural de éstos a la nación.
de Béjar una cierta confianza con los comanches, al grado de actuar co- Apenas dos años después de la proclama anterior, los comanches se
,. Y so¡·1citaron
negaron a entrar a comerciar a San Fernando de Be¡ar · que los
mo mediadores con las tres bandas de los wichitas (tahuacanos, huecos
y-tahuayaces), sus aliados tradicionales. Entre julio y agosto de ese mis- tratantes mexicanos asistieran a un paraje llamado San Felipe para allí
mo año los jefes comanches pusieron en contacto a los militares mexi-
20 -•
8 eJar, h · canos 1 firmado por
canos con el jefe principal de los huecos y tahuacanos llamado Mencha- BA, 22 de agosto de 1829, Tratado de paz con wacos Y ta ua • _
. . . . h ¡
M ene h aca, Antonio Elozua, Francisco Ruiz (por los comanc es , Ramón Músqu1z' Jase .
ca. Se culpaba de la muerte de dos viajeros mexicanos a los tahuayaces, · sauce d o, Gazpar Rodríguez, Francisco
- · e an
· d"d
A n t omo Rmz, i O de Aicos ' Severo Rmz,
conocidos como el grupo más agresivo entre los wichitas. Se firmaron
Alejandro Treviño y Antonio González. ,.
las acostumbradas cláusulas de paz, así como el compromiso de los 21
BA, Béjar, 4 de febrero de 1830, Ramón Músquiz al Ayuntamiento de Béxar; Be1ar, 14 de
huecos y tahuacanos de separase de los tahuayaces. Por su parte, los co- febrero de 1830, Ramón Músquiz a José María Viesca.
22
manches se obligaban a hacer lo necesario para preservar la paz y a se- BA, Béjar, 26 de febrero de 1830.

452 Cuauht é moc Velasco Ávila Id e a s e im ágenes de ]o s indio s nómadas 453

L
hacer el intercambio acostumbrado. El capitán Manuel Rudecindo Barra- Desde el día 16 del corriente nos invadieron los indios en este punto Y hasta
gán ordenó a sus subalternos que no acudieran: la fecha los tenemos dentro cometiendo cuanto género de excesos son de su
instituto [... J. No es dado ya contener la osadía de estos salvajes en el estado
El carácter desleal de la tribu comanche a cada paso se está experimentando en que nos hallamos se ha avilantado [sic] muy mucho, y nuestros soldados
que viola completamente los tratados de paz y que no pierden ocasión para agobiados por la miseria y la fatiga están amilanados j ... J Soy seguro que en el
proporcionar la ruina de estas fronteras ¡... ] me parece muy conveniente se término de dos meses si continúan como hasta aquí los salvajes dejarán a es-
les diga se presenten en un punto más inmediato con el fin que indican, y se- tos pueblos que sin resortes jsicJ, por su propia virtud deben de armarse, más
rán recibidos con amistad y buena fe, y cuando el que sus perversas miras (de cuando en esta época se nos han aglomerado todas las plagas.27
que nunca desisten) no nos hagan algún robo de caballada de la en que va mon-
tada la gente que va a su trato, con cuyo hecho de aproximarse cerca de los Hacia 1838 la guerra se había extendido a un punto tal que no cabía la du-
pueblos darán a conocer piensan con buena fe. 23 da en los militares y políticos de la región. El gobernador de Nuevo León
escribía alarmado en enero de 18 39 al general en jefe del ejército del
Casi al mismo tiempo José de las Piedras, comandante de Nacogdoches, norte:
diseñaba una campaña contra los comanches con la participación de 300
guerreros indios bien armados "y con la mejor disposición de batirse". 2 4 La guerra que han hecho y están haciendo los bárbaros en este departamento
El propio Barragán dirigió la campaña llevando la guerra hasta los campa- llega ya al último punto de espanto y desolación. Han avanzado sus incur-
mentos comanches. siones hasta catorce leguas de esta capital, dejando tendidos en los campos
En 1834, Juan Nepomuceno Almonte, en su informe secreto al go- más de ochenta muertos y cuantos destrozos han podido hacer en los biene_s
bierno mexicano, se expresaba en contra de las reticencias de los políti- de campo, matando los ganados y llevándose la caballada. Los pueblos gi-
cos del centro hacia la declaración de una guerra a los comanches: "es ne- men acosados de un azote que muy pronto los reducirá a nulidad, si no se
cesario que el gobierno se persuada que mientras no haga una campaña pusiera un remedio eficaz que contenga tan grave mal [... J El número de bár-
formal a esas tribus salvajes, los infelices habitantes de las fronteras se- baros que se ha introducido es copiosísimo pues a un mismo tiempo han in-
rán siempre víctimas de ellos". 2 5 Propuso un "plan de ataque contra los vadido a este departamento y al de Coahuila donde fue destrozada una parti-
indios bárbaros" que vino a cancelar definitivamente cualquier intento da de 120 hombres . 28
de paz:
Entre las costumbres de los indios guerreros de los llanos que solían ho-
No teniendo esas tribus gobierno ni leyes, y no pudiéndose guardar entre rrorizar a los blancos estaba la de escalpar a los enemigos muertos en
ellas ningún convenio, el jefe [de la expedición! no podrá celebrar paz con combate y danzar alrededor del fuego mientras blandían las cabellera~ en
ellas 1 y sólo les perdonará la vida a los que se rindieren, recogiéndoles siem- lo alto de largas varas. Si esto era índice de barbarie, los militares mexica-
pre las armas y caballos y evitando en todo caso la inútil efusión de san- nos no estaban lejos de ella. En diciembre de 1840, un hombre que eS t ªba
gre.26 destinado a ejercer una influencia decisiva en el noreste en décadas pos-
teriores, Santiago Vidaurri, entonces comandante de la Compañía de De-
Un ambiente de marcada hostilidad se sentía a lo largo de toda la fronte- fensores de la Frontera, dio parte al secretario del gobernador de Nu~v_o
ra en aquellos años. Como muestra del tono que en adelante tendrían los León de ciertas acciones contra los indios utilizando un lenguaje sigmh-
documentos, podemos leer el siguiente comunicado de Manuel Lafuente cativo:
al general Francisco Fernández en mayo de 1836:
El día 3 del corriente a las ocho de la noche salí de Lampazos con cuarenta Y
tres hombres en persecución de los indios que atacaron los pastores en el
2
3 BA, Guerrero, 16 de abril de 18321 capitán Manuel Rudecindo Barragán a José María Gar-
cía.
2
4 BA, Nacogdoches, 24 de marzo de 1832, José de las Piedras a Antonio Elozúa. 27 Archivo General del Estado de Nuevo León (en adelante AGENL), Ramo M1Titar es Mata-
1

2
5 Almonte, Informe secreto, publicado en Celia Gutiérrez Ibarra, Cómo México perdió Te- moros, 4 de mayo de 1836 Manuel Lafuente a Francisco Fernández.
xas, México, INAH, 1987 p. 14. 28 AGENL, Militares, 8 de en~ro de 1839 Monterrey, gobernador de Nuevo León al genera
1
1 1
26 !bid., p. s8. en jefe del Ejército del Norte.

Ideas e imág e n e s d e los indios nómadas 455


454 Cuauhtémoc Velasco Ávila
punto del Campanero [... ]. Inmediatament e di sobre e llos con toda mi fuerza mento que contenía sus opiniones relativas a la situación de la frontera .
1---1, creí poder cortarles la retirada que emprendi eron con mu cha ve loc idad [... j Ramos Arizpe propuso:
Más de siete leguas seguí al enemigo hasta qu e cansada to da mi ca ba ll ería
[... J vi que era totalmente imposible alcanza r esos m a lvados. No con poco Siendo imposible evitar en su raíz el curso firme, constante de la política pecu-
sentimiento contramarché[. .. }, pues con mi llanto creía su plir l a fa lta de ca- liar de los Estados Unidos de América, que consiste en arrojar de su seno a to-
ballos para estar en actitud de castigar al en em igo que m ás aborrezco. do trance los indígenas de diferentes naciones[ ... conviene a México ...¡ fomen-
En medio de la desesperación y congoja que m e produjeron [...¡ la fuga de tarla, organizarla dentro de nuestro territorio y protegerla de cuantos modos
los indios y[ .. . ) la apatía y morosidad con que se ven las ó rd en es del gobi erno sean imaginables 1---1-
[...¡ recibí ayer al llegar aquí la plausible noticia del buen suceso qu e tuvo la Obrar de manera que esa inmensa emigración, que nuestros mayores ri-
partida del Teniente González, quien ejecutando eficazm ent e mis ó rden es vales arrojan irremediablemente a nuestro seno y se nos presenta como uno
logró la dicha de que cayeran los salvajes del Campanero en la trampa que les de los mayores males, que va a destrozar en su parte más importante la inte-
mandé poner, pues se l es quitó en s u sa lida, el 7 del ac tu a l, oc h en ta bes ti as, gridad de los Estados Unidos Mexicanos, no cause estos estragos, y antes se
mató un indio el famoso soldado Antonio Barrientos, qui en conduce este convierta en remedio eficaz contra ese mismo mal¡ ... \ Que vengan primero
pliego [... I Remito a V.S. la cabellera d el b árbaro (... ). los que estén más civilizados, para colocarlos en más oportunos lugares, y \de
El caballo, fusil, carca; con arco y fl echas y otros misera bles d espo;os preferencia\ no admitir a ningún súbdito de los Estados Unidos del Norte que
del indio muerto, he dispuesto que el buen citado Barrientos los reciba en no sea indio.3 1
premio de la h eroica acción que efectuó, máxime cuando es t e individuo m e
desempeña maistralmente lsicJ el difícil y peligroso cargo de espía, tomando Aprobó el presidente Anastasio Bustamante las medidas propuestas por
. también en consideración que en octubre as esinaron en Lampazos a su des- Ramos Arizpe, en particular la de "llamar a nuestro territorio las tribus
graciada madre, por cuyos fundamentos no dudo que el Exmo. Señor Gober- de indios que se han quedado sin tierras por haberlas vendido a los Esta-
nador me aprobará esta m edida.1 9 dos Unidos" y nombró al general Manuel Mier y Terán para elegir a los
más civilizados y capaces de cultivar la tierra.3 2 Este último, no muy
No creo que Vidaurri se distinguiera de sus contemporáneos por su con- complacido con la misión encomendada, envió una extensa argumenta-
cepto particularmente degradante de los indios, aunque indudablemente ción de por qué no debía de fomentarse la inmigración extranjera a las re-
se diferenciaba de muchos por la vehemencia con que se expresaba y la giones fronterizas y mucho menos la de indios expulsados de Estados
intensidad con que ejecutal:.,a sus acciones militares. El secretario del go- Unidos:
bierno confirmó a Vidaurri que el gobernador había recibido la cabellera y
había quedado "muy satisfecho" de las buenas disposiciones de Vidaurri. Tengo por un mal grave la admisión de colonos en Texas. En efecto no conci-
Consideró que el "valor y decisión'.- de la tropa se verían enardecidos con bo qué ventajas resultan a México de poblar con extranjeros la frontera inme-
"el ejemplo del valiente Barrientos", por lo que aprobó los premios que se diata a su nación 1-- -1 poblar exclusivamente con extranjeros del pueblo confi-
le habían dado.3° nante [sic] que en caso de guerra serán enemigos y por su decisión sola
comenzamos perdiendo doscientas leguas de terreno, me persuado que será un
V
error en que todos convendrán 1---1-
La admisión de las tribus salvajes que por efecto del aumento de pobla-
Cabe aquí hacer un breve regreso al año de r 8 3 r cuando Miguel Ramos ción de los Estados Unidos del Norte se agolpan sobre la frontera mexicana, es
Arizpe, legendario diputado de las Cortes de Cádiz por Coahuila, presen- la primera medida que sugiere la humanidad; pero es necesario no alucinarse
tó, a insistencia del secretario de Relaciones Lucas Alamán un docu- concibiendo alguna ventaja política ni económica en atraer tan malos huéspe-
' 1
des : tienen tan pocas disposiciones para civilizarse, es decir para mudar todos
29
AGENL, Militares, 10 de diciembre de 1840, Lampazos, Santiago Vidaurri, comandante de
la Compañía de Defensores de la Frontera, al secretario de gobierno de Nuevo León (cur- 31
ASRE, 14 de abril de 1 3 31 , México, Miguel Ramos Arizpe, al secretario de Relaciones In-
sivas mías). teriores y Exteriores, Lucas Alarnán, ff. 203-210 .
0 32
' AGENL, Militares, 10 de diciembre de 1840 [Monterrey], [secretario de gobierno de Nuevo A S RE, 30 de abril de 1 s 31 , Lucas Alamán, secretario de Relaciones, al general Manuel
León] a Santiago Vidaurri, comandante de la Fuerza de la Frontera. Mier y Terán, ff. 226-227 .

456 Cuauht é m oc V e l asco Ávil a Id eas e im áge n e s de ] os indio s nómada s 457


sus hábitos, inclinaciones y usos, que por no hacerlo abando nan las tierras ros" y que buscan su subsistencia en las regiones salvajes. Encuentro que no
que solamente conocen y en que han vivido, con la incertidumbre de hallar son de ninguna manera estúpidos, ya que nada escapa a su atención l... ]3 4
otras en qué subsistir. Los salvajes no tienen apego a nada que pudiera condu- Después de todo lo que hemos dicho acerca de los nativos de varias na-
cirlos a sentir necesidades para la sociedad y por el contrario el sentimiento ciones en el norte de México, el lector quedará sorprendido de saber que los
fuerte y superior a todo de su independencia los hace capaces de los mayores españoles niegan que ellos tengan la capacidad de razonar y dudan que perte-
sacrificios por conservarla 1... ] Están muy bien armados y hacen la guerra con nezcan a la raza humana.35
más orden y conocimiento. Si se admitieran 1... ] sería necesaria mucha mayor
fuerza en la frontera, nada más que para impedir que dañaran. El idioma y los
hábitos los subordinan más a la influencia de los norteamericanos.3 3

Después de todo, el asunto principal estaba en que los indios que resis-
tían el avance de la población mexicana o norteamericana eran "bárba-
ros", incapaces de razonar y de vivir en sociedad, por lo tanto no eran ni
podían ser "civilizados". Al menos los soldados de presidio y los "criado-
res" de ganado mexicanos de la frontera no tenían dudas en torno de la
suerte que merecían los indios guerreros: los liquidaron sin vacilación en
cuanto hubo oportunidad y no se sabe que por ello se les haya fincado al-
guna responsabilidad.
Pero, en medio de todo, los pocos que profundizaron en sus costum-
bres y modo de vida, reconocieron la enorme capacidad física de estos in-
dios y lo complejo de su sociedad. En detallados apuntes escritos alrede-
dor de r 8 3 4, el biólogo Jean Luis Berlandier afirma:

Los nativos no son de ninguna manera de limitada inteligencia, aunque no


están dotados con esa inteligencia sobrenatural o genio de que se jactan los
dos mundos civilizados. Sus actos no están dictados por instintos primitivos
o simples y el observador que los ha seguido en los desiertos queda constan-
temente sorprendido y admirado de lo desarrollado que tienen los sentidos,
en medio de los peligros que rodean su vida cotidiana, así como de lo obvia-
mente inteligentes que son. En realidad su pensamiento y todas sus acciones
están limitadas a las cosas que necesitan para su sobrevivencia o para la des-
trucción de sus enemigos; pero ¿qué más puede pedir un hombre que vive en
medio del desierto? Los trucos que emplean en la caza, en la guerra y en los
robos que cometen dependen para su éxito de su conocimiento, basado en
una cuidadosa observación de los fenómenos naturales, así como del blanco
de su plan de ataque, de manera que el hombre acostumbrado a lo que sucede
en la soledad del desierto nunca es sorprendido por las trampas que son pues-
tas para él.
No estoy hablando aquí de los criollos, ni de los nativos civilizados que
viven en sociedad, sino de los hombres comúnmente llamados "indios bárba-
34 Jean Luis Berlandier, Th e Jndians of Texas in r830, Washington, Smithsonian lnS t itu-
33 ASRE, II de agosto de Matamoros, general Manuel Mier y Terán al ministro de Re-
1831, tion Press, 1969, p. 5 5.
laciones, ff. 2u-218. 3; !bid., p . 58.

Cuauhtémoc Vei a sco Ávila Id e as e imág e n es d e lo s indi os n ó mada s 459


TEATRALIDAD DE LOS GRUPOS ORIGINARIOS DE DURANGO
EN LOS PRIMEROS AÑOS DE LA DOMINACIÓN EUROPEA

Pedro Raigosa Reyna


Mus eo Regional de Durango , UJED

Los ritos mágico-religiosos practicados por los grupos originarios que ha-
bitaron la región norte de México, a la que los conquistadores españoles
llamaron Nueva Vizcaya (actualmente Durango), consistían básicamente
en la imitación que hacían de la naturaleza en las representaciones ritua-
les (teatralidad) con fines principalmente guerreros. "El teatro de todos
los tiempos y de todos los horizontes tiene probablemente sus raíces en
un espacio mágico sin tiempo ." 1 Si observamos estas costumbres más las
de los misioneros españoles que utilizaron el teatro con fines evangéli-
cos, presenciaremos la interrelación ritual que se inicia en los primeros
años de dominación europea en nuestras tierras.
Debo aclarar que, para el estudio de las festividades indígenas, se
cuenta con escasas fuentes de la visión de los protagonistas de estos ri-
tos. Sin embargo, las crónicas de los misioneros permiten reconstruir los
modos de "teatralidad" que estos grupos empleaban para su diversión Y
espiritualidad.
Los primeros misioneros que se acercaron a cristianizar a los pobla-
dores de Durango en el siglo xv1 fueron los franciscanos, orden que con
el afán de lograr sus fines misioneros adoptó el teatro y lo utilizó para lo-
grar la conquista espiritual.2 Otra orden que misionó la región fue la de
los jesuitas. A ellos les tocó mayor acercamiento con los tepehuanes,
acaxees, xiximes, tobosos, tarahumaras, conchos, salineros y laguneros,
grupos que fueron los habitantes de Durango en el momento de la con-
quista . Los jesuitas comenzaron su labor a finales del siglo xvr Y princi-
pios del xvn, y les tocó vivir muy de cerca las costumbres y rebeliones
suscitadas en esos años .3
En las crónicas de la Compañía de Jesús, se hace alusión a la costum-

1
Patrick Johanso n, estudi o introductori o, selecci ón y notas, Tea tro m exica no. HiStaria Y
dramaturgia 1, fes tejos, ri tos propicia torios y ri tuales prehispánicos. México, C N CA,
1 99 2 , PP - 39 -43 . La teatralidad de los ritos es destac ada en es ta obra, lo que sobresale es

la cl asificación de los ritu ales prehi spáni cos com o ritual m ágic o, ritu al socio-religioso _y
ritual religioso, ll evándon os así al entendimi ento del ritual m exicano ll en o de m agia
t ea tral.
2
Beatriz Aracil Varan, Jn digenas "'precristianos ·· en ww obra de teatro evangelizador del
siglo xv1, Universidad Alicante (España), trabajo presentado en el I Congreso de la Asoc ia-
ci ón M exicana de Investigac ión T ea tral, Puebl a, m ayo de 1995.
1
Guillermo Porras Muñoz, La fro ntera con los in dios de la Nueva Vizcaya en el siglo xv11 .
M éxic o, Fom ento Cultural Banam ex, 198 0.
breque los misioneros tenían de componer comedias de asuntos cristia- les burlerías consiste la santificación de las fiestas" .7 Las festividades del
nos para los indios, en su lengua o en castellano, y otras veces en las dos grupo español que se asentó en la Nueva Vizcaya a partir del año de r 5 6 3
l~nguas m~zcladas. 4 Los relatos de la vida de las misiones en los primeros consistían principalmente en celebraciones que la legislación prescribía,
anos menc10nan que, a veces, se añadían festejos más o menos interesan- tanto para autoridades civiles como eclesiásticas. Una de estas fiestas era
tes Y adecuados para satisfacer las aficiones de los indios, como las gran- el "Paseo del Pendón" y se celebraba cada año como un homenaje a la úl-
des da~zas a las que éstos eran muy afectos y posiblemente ciertas repre- tima batalla de Hernán Cortés. Se trataba de un paseo que hacían con el
sentac10nes o mascaradas especiales que contribuían a mantenerlos en pendón por las calles y la presentación del mismo en la iglesia y en la pla-
buen espíritu dentro de las misiones-5 za principal, donde se lanzaban vivas a los monarcas españoles. En Du-
. Estos ritos consistían, según las crónicas, en danzas en las que los in- rango el pendón que se utilizaba en el siglo xv1 era el mismo con el que
dws se cubrían el rostro con yerbas y máscaras, algunos con cetros en las Francisco de !barra emprendió la cap.quista de la Nueva Vizcaya. 8
~anos Y otros vestidos de demonios. En uno de estos relatos de princi- Otra festividad era la jura del rey, de ella conocemos la que se llevó a
pws del siglo XVII, se señala que los tepehuanes en las misiones tenían la cabo en Durango en el año de r 666 por el nuevo rey Carlos II. Lo que más
costumbre de salir los sábados por la noche con el fin de hacer mitote o destacaba de esa fiesta era el desfile donde además de las autoridades
I I

baile a su usanza, y danzaban la noche entera: participaban las milicias cívicas, la caballería española, los mestizos, ne-
gros Y mulatos, todos portaban sus armas y banderas. Además también
en estos bailes usaban también sacar la cabeza de un venado que con gran re- participó un grupo de indios amigos con oficiales y bandera .. "Se presen-
verencia usaban guardar en sus casas, en memoria de sus deudores ya difun- taban embijados y adornados con plumería a su usanza, llevando por ar-
tos que en sus días habían muerto aquellos venados. A cierto ti empo los vie- mas sus arcos y flechas."9 En esta fiesta, al igual que en la del paseo del
jos que en el baile presidían echaban en el fuego pedacitos de los cuernos o pendón, se daba la vuelta a la plaza de armas y se pasaba al centro a un ta-
huesos de aquellas cabezas, persuadiendo a los demás que la mayor llama blado colocado para la ceremonia. Después subía el gobernador -que en-
que se levantaba del mayor resplandor que se ve en el fuego, a tiempo que cabezaba el desfile-, tremolaba el pendón y pregonaba su adhesión al
aquellos pedacitos se queman, es el ánima del difunto que viene a su llamado nuevo rey, la concurrencia le contestaba con entusiasmo, sobre todo en
a darles la virtud e industria que ellos tuvieron en matar venado. Usaban asi- el momento de lanzarles monedas de plata como era la costumbre. "Pro-
J mismo en esos bailes el dar a beber a los hijos o a los deudos más cercanos seguía la comitiva hasta el atrio de la catedral, donde esperaba el obispo
del difunto polvo de los cuernos o huesos de los venados que sus antepasados revestido con su acompañamiento. Al lado de la puerta del templo se en-
0 deudos cogían para que se les comunique la virtud y fuerza de ellos, y la li- contraba otro tablado en el cual algunos 'vestidos de farsa' recitaban una
gereza de los venados para que ni por pies se les vayan ni dejen de rendir por loa en verso, en alabanza de la persona real con gran re-gocijo y júbilo del
falta de fuerza. 6 pueblo" . 10 Dichas ceremonias marcan un nuevo derrotero cultural, que
se manifiesta en las acciones de rechazo de los grupos originarios.
Est0 s ritos mágico-religiosos estaban impregnados de todos los elemen- El carácter guerrero de los grupos indígenas del norte, su recelo an-
tos naturales que rodeaban a los personajes que, por medio de su teatrali- te la sumisión a la que no estaban acostumbrados, su anhelo de liber-
dad, expresaban los motivos de su existencia. tad aunado a las grandes exigencias a las que los mineros españoles
. La teatralidad del ritual español es también rica en tradiciones y fes- querían someterlos, concluyeron en grandes _rebeliones. Las más im-
teJos, mismos que son traídos a las colonias americanas donde adquieren portantes fueron: la de 1601-1604, encabezada por los acaxe€s, la de
un c , 1 6 lo dirigida por los xiximes y, la más grande, la de los tepehuanes de
aracter propio, al adecuarlos a las costumbres de los grupos que van
~on~uistando; "tendencia esta última que Fray Juan de Zumárraga consi-
ero peligrosa porque inducía a los catecúmenos a pensar que en estas ta-
7
Reyes, op. cit.
8
Guillermo Porras Muñoz, Iglesia y Estado en Nueva Vizcaya, 2a. edición, México, UNAM,
1980 , PP- 388-399. En el capítulo de la vida ceremonial en la Nueva Vizcaya, se hace alu-
4
Alfonso Reyes, Los autos sacramentales en España y América, Obras completas, México, sión a la fiesta celebrada en el año de r 5 99 según la crónica del compañero de !barra, Bal-
1957, pp. 267-282.
FCE, tas ar de Obregón, en Historia de los descubrimientos antiguos y modernos de la Nu eva
5 Atanasio S · Apuntes para la historia de la Nueva Vizcaya, t. rr, México, UNAM, España , México, 1924, p. 43 .
arav1a,
1980, pp. 39-48. Y Idem.
6
Idem. 'º Idem .

T e atralidad de lo s grupos originarios de Durango


Pedro Raigosa R ey na
1616-1618. 11 Difícil será en esta ocasión analizar concien z udamente es- septiembre de mil setecientos sesenta, enderezaron para la plaza, en la que
tos movimientos rebeldes, sin embargo para este estudio es necesario des- estaban las indias en dos filas, de rodillas, y el Agustín ficto obispo les iba
tacar algunos actos donde se resalta la teatralidad de sus ritos . repartiendo bendiciones, así fue entrando hasta el pl:lesto donde prevenida
La rebelión acaxee de 1601, en su mayor parte, fue promovida por los una gran ramada y en ella dos asientos que ocupó el principal Agustín, que
hechiceros, y sobresalía la autoridad del que llamaban Perico. Dicho per- iba en calidad de obispo, Y el otro, Mateo Cru, que se hacia custodio, y éste
sonaje, seguramente al enterarse de que por los rumbos de la costa el obis- luego se levantó y en voz alta intimó al concurso que mandaba el obispo lle-
po de Guadalajara, don Alonso de la Mota y Escobar, realizaba su visita garan a confirmarse.
pastoral, se hace pasar por obispo, bautizando y confirmando a sus segui- Obedecieron prontamente y el Agustín vestido de obispo a cada uno que
dores. Dos de ellos se hacen llamar los apóstoles San Pedro y Santiago, llegaba el modo que usaba para confirmarlos era: con agua les hacía una cruz
este último declara cuando es aprehendido por las fuerzas del gobernador en la frente dándole bofetada se iba aquél y venía otro, en esto gastó el tiem-
de la Nueva Vizcaya, Francisco de Urdiñola, que fingió ser el apóstol San- po que necesitó para despachar su gente, y acabadas las confirmaciones se
tiago, por saber que era el patrón y capitán de los españoles. Tiempo des- ministró la comida que estaba preparada, a que se siguió el baile con que ce-
pués también se captura al falso obispo Perico y es sentenciado a morir rraron la tarde, el día siguiente se prosiguió la diversión y festejó que se prin-
en la horca. Con esta acción se da casi por concluida la rebelión de los cipió con misa que el obispo Agustín fingió decir en la misma enramada, en
acaxees en el año de 1604. 12 la que a la manera de comunión distribuyó pedazos de tortillas de harina de
Otro obispo de Nueva Vizcaya que le tocó vivir una situación similar trigo, y lo demás del día fue la diversión en bailar y lo propio se .continuó el
fue don Pedro Tamarón -y Romeral. Esto sucedió cuando dicho eclesiásti- tercer día con que cerraron aquellas bullas y festines. 1 4
co realizaba una visita pastoral al pueblo de Pecos, Nuevo México, en el
año de 1760. 1 3 La visita se celebró en junio, ésta llamó la atención de los Se cuenta al final de esta crónica que al día siguiente después de la fiesta,
apaches del lugar porque el obispo se hizo acompañar de un hombre ne- al visitar Agustín su labor fue atacado por un oso que lo destrozó. Sin em-
gro. Al abandonar la comitiva el pueblo, los habitantes de Pecos, encabe- bargo, antes de morir logró confesarse con el franciscano Joaquín Xares,
zados por Agustín Guichi, acordaron celebrar una fiesta semejante a la mismo que le aplicó el santo óleo de la extremaunción. 1 s
del recibimiento del prelado y que además en ella se presentara a Guichi Pasemos ahora a examinar brevemente la rebelión de los xiximes; a
como obispo. Para presentarse ante los suyos como tal, se quienes se les consideró por los cronistas religiosos de principios del siglo
xvn 1 como la nación más brava, inhumana y rebelde de cuantas poblaron
trozó y cortó las vestiduras pontificiales, formando la mitra de pergamino, la sierra de Durango. Eran temidos no sólo por los españoles, sino tam-
la tiñó con tierra blanca, la capa a modo de la pluvial con que se confirma, bién por los grupos vecinos. De cierta manera, el temor se derivaba de la
fabricó de una tilma, y con otra dispuso el roquete y de una caña sacó su bá- costumbre que tenían los xiximes de celebrar sus triunfos sobre los ene-
culo a modo del pastoral, todo esto se lo vistió el dicho Agustín, montó en migos abatidos en combate, comiendo su carne y colgando los huesos Y
un jumento y para que lo acompañaran a modo de asistentes se prepararon las calaveras en sus casas. 16 Un rito religioso similar era practicado por
dos, uno que hiciera el papel del padre custodio, a éste le pusieron una vesti- los acaxees; con danzas y cantos, se entregaba al dios el trofeo humano
dura a modo de su hábito franciscano y al otro embijaron de negro, que figu- ganado en la batalla. Después era repartido entre los participantes luego
rará el mío, estos dos también montaron en semejantes caballerías, y junta de que el hombre que había matado al enemigo recibiera su parte.17
toda la indiada, también otros que no eran indios, y tocando una capa a tam- Otra característica de este grupo era su gran habilidad de saltar de ris-
bor con grande algazara, todo el acompañamiento a que cerraban los tres co en risco dando grandes gritos para asustar a sus enemigos. El cacique
montados y en medio el Agustín, fingido obispo y vestido a su modo como de los xiximes era muy reconocido, pues "los indios [lo] tenían por dios Y
tal, partieron para el pueblo, en donde entraron ·a la una del día, catorce de como tal lo reverenciaban por los embustes que le veían hacer por arte

11
Guillermo Porras Muñoz, La front era con los indios de la Nu eva Viz caya en el siglo xv11, 14 !bid., p. 339.
México, Fomento Cultural Banamex. 15 Jdem.
12
ldem . 16
13
Porras, Frontera, p. 185 .
Pedro Tamarón Y Romeral, Demostración del Vastísimo Obispado d e la Nu eva Viz caya '7 Ralfh Beals, Los acaxees. Una tribu de la sierra de Durango y Sinaloa, Universidad de
1765, México, Antigua Librería Robledo, 1937. California.

P e dr o Rai gos a R ey na T ea tralidad d e l o s g rup o s ori g iuarios de Durau g o


del demonio" . 18 En los ritos prehispánicos de carácter religioso, por lo ge- la gente para que la desamparecen y se revelasen contra Dios y contra el rey.
neral el intermediario entre la magia y lo humano suele representar al Tuvo alguna noticia de la inquietud de este indio el gobernador de la Nueva
dios. En las culturas del centro de México donde se practicó el sacrificio Vizcaya en Guadiana: hizo información del \;aso y, no sacando en limpiq más
humane>, éste era representado con gran solemnidad. 1 9 La causa del le- de que aquella había sido alguna superstición diabélica y antigua de esta gen-
vantamiento de r6ro es incierta, pero dio motivo a que el gobernador te, se contentó con un castigo ordinario de azotes, que mandó dar al indio y
Francisco de Urdiñola, con engaños y amenazas y bajo el pretexto de fir- sus consortes, por el escándalo que habían causado en aquellos pueblos.21
mar la paz, reuniera a la mayoría de los rebeldes en la comunidad de Xo-
cotilma, Y una vez allí procedió a desarmarlos y a aprehender a sus cabe- En casi todas las crónicas religiosas, se coincide en atribuir las causas de
cillas, que al tratar de resistirse dieron motivo a los soldados de atacar Y la rebelión a los más ancianos, considerados como los guardianes de la
pasar a cuchillo a más de 800 personas, incluyendo mujeres y niños. No tradición.
conforme con esto, el gobernador ordenó que se prendiera fuego al pobla- No nos parezca raro que después de que los religi0sos culparan a. los
do además de las rancherías de los xiximes. "En las casas hallaron los sol- curanderos del levantamiento tepehuano, éstos ejercieran venganza en
dados colgadas más de r ooo calaveras de hombres, que se habían comido cuanto tenían cerca a un misionero, siguiendo la regla de que en .todos
aquellos bárbaros inhumanos, con otras muchas presas de españoles, co- los lugares donde atacaran siempre matarían a los religiosos y profanarí-
mo arcabuces, espadas, etcétera. " 2 º Esta versión de los religiosos es dis- an las imágenes cristianas. La veneración de que fueron objeto estas víc-
c~tible, lo cierto es que, después de esta matanza, los xiximes se convir- timas de la fe fue sublime por parte de los españoles de la Nueva Vizca-
tier?n de agresores a agredidos, así perdieron poco a poco su belicosidad ya, éste es el caso del traslado a Durango de los .cuerpos de cuatro
habitual Y hasta llegaron a una total desintegración. jesuitas muertos por los sublevados en la Misión del Zape; los habitantes
El levantamiento de los tepehuanes en r 6 r 6 se debió -según los es- les tributaron todos los honores y misas a su condición de mártires; ade-
pañoles- a la gran influencia que sobre ellos ejercían los hechiceros a los más, y para mayor solemnidad y honra de los sacerdotes muertos, se dije-
que los misioneros llamaban "diablos". La realidad del levantamiento ron poemas y composiciones. 22
fue la gran organización que alcanzaron los tepehuanes en toda la región, La pacificación completa de la región no terminó sino en r 6 r 8 con la
así como su capacidad para convocar a otros grupos a su causa antiespa- muerte de Gogojito, último caudillo de la causa tepehuana, y con el casi
/
ñola. También es cierto que los hechiceros acompañaban y alentaban a total exterminio de los tepehuanes que no lograron refugiarse en las sie-
los guerreros, ¿no hacían esto mismo los misioneros que acompañaban rras del mezquital (al sur de Durango), lugar donde habitan hasta hoy,
ª los soldados?, ¿no hablaban ellos también de Dios, de los santos y del desapareciendo casi por completo de la región que originalmente ocupa-
d~monio, de la resurrección, del cielo y del infierno? Asustaba a los mi- ban y que es donde estaban asentados en misiones jesuitas. 23
sioneros que los tepehuanes, antes de entrar en combate o de celebrar Ahora bien, si este pueblo, a pesar del desplazamiento físico de sus
llna victoria, hicieran mitotes. Naturalmente los religiosos olvidaban que sobrevivientes, conservó sus costumbres y se adaptó a su nueva vida, fue
ellos mismos eran los primeros en organizar festividades de los triunfos sin duda gracias a la fuerza espiritual adquirida con el conocimiento cle
sobre los moros y judíos, y que incluso habían enseñado esas festividades su universo, que se manifiesta en la continuidad de sus ritos.
ª los propios tepehuanes con el fin de cristianizados. Siguiendo la guía de José Guadalupe Sánchez Olmedo, en su trabajo
. ~o~viendo al origen del levantamiento, se culpaba del mismo a un in- sobre la "etnografía de la sierra Madre Occidental", podemos copiparar las
dio vie¡o de quien se decía: fiestas actuales de los tepehuanes con algunos de los ritos mencionad~s
en el presente trabajo. 2 4 En muchos de ellos se puede apreciar una gran si-
Est e apóstata de la fe y trayendo consigo un ídolo, por medio del cual se enten-
día con el demonio y era como su oráculo, entró en el pueblo de Santiago y en 21
!bid., p. 141.
22
otros llamados del Tunal y Tenerapa, vecinos a Guadiana, introduciendo plá- Saravia, op. cit., t. 1, p. 304 .
23
ticas pervesas contra nuestra santa fe, y con intento dañado de ir disponiendo "Relación breve y sucinta de los sucesos q]Je ha tenido la guerra de los tepehuanes de la
gobernación de la Nueva Vizcaya desde el 15 de noviembre de 1616 hasta el i6 de mayo
18
de 1618", Charles Wilson Hockett (ed.), Historical Documents Relating to New Mexico,
Porras, op. cit., p. 1 3 5 _ Nueva Vizcaya and Approach thereto, to 1773, vol. u, Washington, 1926 .
19
Johanson, op. cit. 24
José Guadalupe Sánchez Olmedo, Etnografía de la sierra Madre Occidental, México,
2
º Porras, op. cit. SEP-!NAH, 1980 .

Pedro Raigosa Reyna T e atralidad d e lo s g rupos o riginario s d e Duran g o


militud, así ·como un buen número de festividad e. lle.na< de. inc.re.tismo. mitológicos, Sahuatoba, Ubamari y Dyada. Tenían un respeto supersti-
1..o-m ás interesante, sin embargo, sigue siendo el sobresaliente papel de l os cioso para el pequeño cactus del peyote que consideraban sagrado Y con
curanderos en la conservación de su cultura, con esto nos queda claro que virtudes sobrenaturales al que sólo ingerían en medio de grandes c~remo-
en los siglos pasados, después de sus rebeliones, estos personajes fueron nias. Éstas son descritas por Sánchez Olmedo de la siguiente manera:
un factor fundamental para que el pueblo tepehuano, admirado y temido,
sostuviera con orgullo lo que llaman "el costumbre, xiotal o mitote". En algunos lugares se bailaba al final del festejo una danza especi~l llamada
El mitote es un rito sagrado, dedicado a su dios principal, el sol, al del venado, en la que una persona vestida con la piel y cornamenta de un ve-
que llaman "nuestro padre". Comúnmente el mitote dura cinco días y se nado en la cabeza, danzaba con pasos que reproducían el golpeteo que hace
celebra en el patio mayor de la comunidad; en él se colocan dos chozas este animal cuando salta. Lo perseguían los perros, que eran otros miembros
donde se prepara el "unman" o chuina, que es carne de venado molida y de la comunidad, y al alcanzarlo fingían destazarlo y todos se sentaban a co-
cocida con masa de maíz: mer [... I En la actualidad es difícil cazar el venado, por eso ya casi no comen
chuina y sólo consumen tamales y frijoles [... I Terminado el "xiotal", el
Hacia el oriente del patio se coloca un altar o "batautam", y encima todos los "kut'm" toma agua en su boca, con ella rocía a los participantes Y estos que-
alimentos que se van a comer tamales, chuina, etcétera. Debajo del "batau- dan "benditos". Desde ese momento, durante unos cinco días no deben tener
tam" clavan unas flechitas votivas en número de cinco o diez, y en los soste- relaciones sexuales, ni enojarse, ni tomar mezcal, para que el "xiotal" tenga
nes del mismo las plumas de águila o "yagat", la imagen de dios ¡... J Frente al su eficacia. Se ha de guardar el arco sonoro, pues sólo lo pueden tocar cuando
altar se extiende propiamente el patio en forma circular. En el centro de éste, están "benditos"•, ordinariamente lo conservan en la cueva de algún cerro.
sentado en un "atoxcor" permanece el músico que tañe el "gat" o arco musi- Después de que han comido chuina todos los asistentes, el "kuk'm" toma las
cal, teniendo enfrente el altar y a sus espaldas, al extremo del patio, una fogata plumas de águila -la imagen de la divinidad-y corre sacia el cerro; los de-
1---1 Al empezar el "xiotal", los principales del pueblo toman las banderas y las más corren tras él. Después de recorrer unos quinientos metros se detienen.
ondean mientras danzan al ritmo del arco. Son seguidos por los concurrentes El "kuk'm" hace un rito sobre todos y cada uno: pasa las plumas sobre la ca-
formando dos grupos: una línea de hombres y otra de mujeres. La dirección de beza, el cuerpo y las extremidades de cada persona, como si los limpiara, para
la danza comienza hacia el oriente, rodeando al "batautam". Esto lo hacen cin- que queden protegidos del mal. 26
co veces. Terminadas las cinco vueltas en derredor del "batautam", se dejan
las banderas ahí mismo y la danza se organiza alrededor del arco sonoro. Es difícil asegurar hasta qué grado los ritos citados conservan su carácter
Cuando se va a terminar el "Xiotal" -lo que siempre es al salir el sol- prehispánico y más aún asegurar los orígenes de dichas ceremonias. Por
[l]os curanderos toman las plumas y danzan en círculos más amplios hasta recientes investigaciones del Instituto Nacional Indigenista (INI), conoce-
rodear el "batautam" por cinco veces. Después forman las filas y se arrodi- mos el desarrollo de otras celebraciones, tal es el caso de la del día de
llan de cara al sol. En esa posición permanecen en silencio hasta que el disco muertos: "Las campanas permanecen a repique las 24 horas. Al atardecer
del sol se deja ver entero entre las montañas . Se ponen de pie y un curandero se lleva una ofrenda de comida tanto para niños como para adultos, Y por
d'irige una oración que es al mismo tiempo una admonestación a todos los la noche se pasan a la iglesia donde permanecen velándolos. Las autorida-
presentes: da gracias, pide ayuda y protección. En algunas ocasiones se escu- des no escapan al tiempo instaurado por la muerte, ya que al terminar de
chan peticiones contra los "modernos" que ya no creen. Se pide la "duc" o colocar las ofrendas de la noche se eligen nuevas _a utoridades Y a la mane-
, 1127
lluvia. La oración suele durar hasta hora y media y aún más. Es común no só- ra d e una f arsa el mundo se invierte con gobernadores falsos Y e f1meros.
lo en este caso sino en todas las oraciones de los curanderos, escuchar invo- Ritual que como los de sus antepasados, es representado en el escenario
caciones a los santos católicos, probablemente identificados con algunas dei- del mundo por sus actores, los hombres. ·
dades antiguas.25 En el presente trabajo no fue posible hablar de las demás festividades
-que son muchas- principalmente religiosas, en las que lo más admira-
Las principales deidades que adoraban los tepehuanes eran el sol, la luna, ble es su sincretismo, elemento que las hace muy llamativas para un fu-
la ~strella de la mañana y de la tarde, también rendían culto a algunos turo estudio que se dedique a los ritos y a su teatralidad.
ammales como al águila y al venado, además veneraban a algunos héroes
26
25
!bid., p. IO 5 .
!bid., p. IOI. 27
Yuri Escalan te, Los tepehuanos del sur, versión preliminar, INI, 1993.

Pedro Raigo s a R ey na T e atralidad d e lo s grupo s originarios d e Durango


COMPLEJIDAD SOCIAL Y SIMBOLISMO PREHISTÓRICO:
EL FENÓMENO MURAL EN LA SIERRA DE
SAN FRANCISCO, BAJA CALIFORNIA SuR

María de la Luz Gutiérrez


Centro INAH-Baja California Sur

Justin R. Hyland
University of California at Berkeley

INTRODUCCIÓN

Uno de los temas tratados en la siguiente exposición se enfoca a la identi-


ficación y definición de las diferencias entre sociedades nómadas y socie-
dades sedentarias, es decir, cómo pueden identificarse los rasgos esencia-
les que nos permitan definir y alcanzar niveles de conocimiento profundo
de estos dos universos al parecer tan distintos. Este coloquio también lla-
ma a la reflexión acerca de la permanencia de la modalidad de la vida nó-
mada simultáneamente con la presencia de sociedades con un modo de vi-
da sedentario basado en la agricultura.
La siguiente disertación se centra en el llamativo desarrollo de una
tradición cultural que tuvo lugar en el relativo aislamiento de la penínsu-
la de Baja California; en primer lugar nos lleva a preguntar si las distin-
ciones tradicionales expresadas en cuanto a la complejidad social entre
cazadores-recolectores y grupos sedentarios-agricultores son válidas, Y si,
en términos de relaciones sociales, se puede argumentar que tales distin-
ciones son más aparentes que reales.
El desarrollo en cuestión tuvo lugar en la parte central de la península de Baja
California; según los datos recolectados, durante el momento del contacto
en el siglo xvm, el área estaba ocupada por grupos hablantes de varios
dialectos cochimíes, los cuales formaban parte de la familia yumana
(Aschman 1959; Massey 1947, 1966). Ésta presentó una distribución des-
de Baja California hasta el sur de California y el área del río Colorado, Y
se extendió hacia las partes septentrionales del estado de Arizona. Aquí
habitaron grupos como los kiliwa, paipai, kumeyay, cocopa, mohave,
quechan, maricopa, etcétera (figura I ).
Para nuestros objetivos es útil hablar de desarrollos yumanos en el
norte Y el sur. Entre los grupos de esta antigua familia lingüística se
aprecia un rango de modo de vida desde cazador-recolector hasta grupos
agricultores. En el norte de la distribución tenemos evidencia de altas
densidades de población, almacenaje de recursos, cerámica y agricultu-
ra intensiva a lo largo del río Colorado (Moratto 1984:347). Coexisten

471
riza por bajas densidades de población relacionadas con amplios territo-
o
rios de explotación. Además, aunque de seguro tenían un conocimiento
relativo al almacenaje y la tecnología asociada, arqueológicamente no te-
nemos ninguna evidencia de este tipo de estrategias y, al parecer, la pro-
ducción alfarera fue un desarrollo muy tardío, principalmente asociada al
............ periodo misional.

----
Diegueño ............
............ En resumen, según el esquema de Woodburn (1980), los yurnanos del
Norte pueden describirse como sociedades de consumo no inmediato (de-
layed-return), y los grupos de la parte central, corno sociedades de consu-
\ mo inmediato.
30º N Obviamente estas diferencias se deben en gran medida a los cambios
ecológicos que ocurren a lo largo de la península, sin embargo, en el
desierto central tenemos evidencia de una manifestación cultural sin
\) . contraparte ni hacia el norte ni hacia el sur: una tradición de imaginería
rupestre sorprendente y abrumadora, en especial si se observa según los
esquemas persistentes del modo de vida cazador-recolector.
Estos esquemas se han basado durante años en el muy extendido con-
cepto de que la pobreza de la cultura material refleja una pobreza intelec,-
tual similar (Furst 1992). De este modo, como argumentó con elocuencia
Franz Boas (1992), una sociedad que posee formas de vida simples y unifor-
mes Y, por tanto, actividades poco diversificadas y cuya cultura en sus
formas Y contenido es pobre, es considerada "primitiva" y por tanto inte-
lectualmente inconsistente. 1 Esto podría considerarse válido si realmen-
25º N te existiera una dependencia estrecha entre todos los aspectos que con-
Pericu forman la vida cultural de una etnia; sin embargo, aun cuando estos
Distribución de Idiomas diversos aspectos en muchas ocasiones interaccionan entre sí, esta inter-
Peninsulares acción no indica necesariamente que exista interdependencia.
Este problema es aún más evidente en tanto que se trata de culturas
Familia - - - arqueológicas cazadoras-recolectoras desarrolladas en zonas marginales.
Idioma
Con mucha frecuencia nos llama la atención el rango restringido de arte-
Dialecto -
factos sagrados y utilitarios que podemos observar en el contexto arqueo-
o 125 250 lógico, generalmente de manufactura muy elemental. Sin embargo, una
Kilómetros de las lecciones más trascendentales de la antropología es ser muy caute-
losos en este sentido.
Por factores históricos, culturales y ecológicos, la mayor parte de los
Figura 1. Distribución de idiomas peninsulares.
elementos que conforman el contexto arqueológico que nos ocupa es del
equipo tecnológico -es decir, artefactos utilitarios creados para satisfa-
con estos rasgos de almacenaje y agricultura claras evidencias de una cer necesidades subsistenciales-, sin ignorar el hecho de que estos arte-
complejidad social emergente manifiesta en el liderazgo hereditario y
guerra institucionalizada (Kroeber 1925:745, 751-753¡ Álvarez de Wi- 1
Cuando se intenta profundizar en la estructura del pensamiento y los sistemas ideaciona-
lliams 1983:107). les de sociedades materialmente menos complejas, es evidente que pueden rivalizar en
En comparación, hacia el sur, los datos arqueológicos y etnohistóricos "complejidad metafísica y en imaginería [gráfica y] poética con algunas de las más grandes
nos indican que la ocupación de la parte central de la península se caracte- religiones institucionalizadas II jFurst 1992:21 ).

472 María de la Luz Gutiérrez y fustin R. H y land Compleiidad soc ial y si mboli s mo prehistórico 473
factos tambi:én poseían una dimensión simbólica, situación que muchas Figura 2. Panel del sitio Cueva de las
Flechas, arroyo de San Pablo. Detalle.
veces se pasa por alto en nuestros esquemas occidentales .
Esta cultura material es "rudimentaria", porque la vida étnica no re-
quería que fuese más elaborada y aunque esto en principio no refleja el
desarrollo de la capacidad intelectual en otras esferas de la sociedad en
cuestión, sí representa un serio obstáculo para el conocimiento de la
complejidad social prehistórica entre cazadores-recolectores, porque mu-
chas veces el registro arqueológico refleja sólo en parte la cultura investi-
gada, en este caso, una muy elemental tecnología de apropiación.
La parcialidad en la apreciación arqueológica de este tipo de culturas
dificulta el conocimiento objetivo de los individuos que integraron dicha
sociedad y de sus interrelaciones con el resto de los aspectos que la con-
formaron. Los vestigios de actividades rituales suelen ser escasos -por
su naturaleza sagrada y la no duplicidad de artefactos persistentes en las
economías de apropiación- y frágiles en su preservación. Muchos de
ellos desaparecieron sin dejar rastro arqueológico y sin ser registrados en
las crónicas misionales, cuando las prácticas económicas, políticas y dog-
máticas fueron atacadas y aniquiladas.
En este caso es-evidente que sólo podremos acceder a esta etapa del
conocimiento a través de las abstracciones que ofrecen las relaciones es-
tablecidas entre tales individuos, y esto en muchas ocasiones sólo podrá
observarse a través de los sistemas simbólicos.
orientada hacia una economía de apropiación, desarrolló de manera asom-
PINTURAS Y GRABADOS RUPESTRES: SÍMBOLOS VISUALES brosa otros valores culturales que fueron transmitidos y perpetuados a
QUE CONFORMAN CÓDIGOS METAFÓRICOS través de intrincados sistemas simbólicos (figura 3). Sin embargo, aun
cuando esta evidencia sea tan obvia, el problema real se presenta en el
Ya se mencionó el serio problema que constituye la identificación en el momento en el que tratamos de identificar cómo estuvieron configuradas
contexto arqueológico de supervivencias de abstracciones que nos per- las relaciones sociales; es decir, conocemos la evidencia material, pero ig-
mitan observar indirectamente las relaciones entre los individuos que noramos el cómo y el porqué.
formaron la sociedad y de qué modo ésta contenía elementos que per- La comprensión de estos códigos metafóricos (Whitley-r994b) escapa
miten asegurar un proceso de "complejización" en las economías de a nuestras posibilidades inmediatas de análisis y síntesis; entonces, la in-
apropiación. terpretación del significado de motivos y temáticas específicas de esta
No obstante, en el caso que nos ocupa, existe una clara y contunden- expresión gráfica puede tornarse en una tarea arriesgada que a menudo
te manifestación de ·una muy desarrollada estructura simbólica en socie- está cargada de especulaciones peligrosas e insustanciales.
dades cazadoras recolectoras: la simbología cochimí expresada en el fenó-
meno mural de la sierra de San Francisco (figura 2); las manifestaciones LA PROBLEMÁTICA EN TORNO A LA
rupestres se constituyen en una de las evidencias materiales más sor- IDENTIFICACIÓN DEL SISTEMA SIMBÓLICO
prendentes que podrían demostrar una creciente complejidad social de
los grupos que las produjeron. La problemática en torno a la interpretación o decodificación de los siste-
Los atributos formales de las imágenes o signos, la estructura interna mas simbólicos de la sociedad cochimí se agudiza considerablemente por
de los conjuntos de imágenes, la distribución espacial de los sitios que tres razones fundamentales:
los contienen y su interrelación con otro tipo de asentamientos y áreas • Al parecer dichos sistemas encontraron i:epresentación tangible casi
de recursos, evidencian la existencia de una sociedad que, si bien estuvo exclusivamente a través de la imaginería rupestre, y aunque esta evi-

474 Maria de la Luz Gutiérr e z y fu s tin R. Hyland Compl ej idad socia l y simbolismo pr e hi s tórico 475
Figura 3. Panel del sitio El Batequi, arroyo El Batequi. Detalle. Figura 4. Panel del sitio San Gregorio 1, arroyo de San Gregario. Detalle .

dencia es, en cierto sentido, abrumadora y vehemente, al mismo do intensos "cambios socio-políticos" locales en grupos cuya economía
tiempo es restringida, ya que los elementos simbólicos que se pue- estuvo basada en una amplia movilización estacional.
den observar en pinturas y grabados no encuentran representación Pero si la tradición "gran mural" se involucra ¿qué expectativas en
en otros elementos de la cultura material, más que en contadas oca- cuanto a la configuración social podríamos pronosticar y de qué modo po-
siones. demos ver reflejados estos aspectos en el registro arqueológico? ¿Cómo
• La ambigüedad presente en la imaginería, la cual se manifiesta de podemos reconocer las relaciones interpersonales entre individuos y entre
modo evidente mediante signos, y no muy evidente en las asociacio- grupos de individuos? ¿Cuáles fueron las abstracciones originadas a tra-
nes simbólicas espaciales y bidimensionales entre éstos. vés de estas relaciones?
• Carecemos de marcos de referencia etnohistóricos que nos permitan Para responder a estas y otras preguntas más que surgieron antes y en
vincular la simbología expresada en los paneles rupestres con con- el curso de la investigación, era necesario contar con un comprensible
ductas culturales reconocidas y narradas por los cronistas; esto facili- banco de datos arqueológicos y etnohistóricos, pero sobre todo era nece-
taría la percepción y comprensión de estos códigos metafóricos, lo sario situar en su verdadera dimensión la imaginería.
~ue supone reconstruir su sentido por medio de los signos. Algunas características inherentes a la propia imaginería dejaron en-
trever la presencia inevitable de ciertas condiciones que debieron existir
EL MODELO para que ésta pudiera producirse. Su identificación permitió formular un
modelo, el cual podría conducir a la definición de los contextos ambien-
Lo que hace tan singular a la sierra de San Francisco desde una perspecti- tales sociales y culturales en los que estuvo presente. Éstas son:
va cultural es la escala que alcanzó la tradición "gran mural" (figura 4), la • La escala monumental de las pinturas, su carácter público y, en
cual muy probablemente surgió sobre una base rupestre de petroglifos (fi- ocasiones, sus elevadas posiciones dentro de los recintos sugieren
g~ra 5 ), como una tradición paralela con claras manifestaciones que la una inversión considerable de trabajo antes y durante el acto de
vmculan a las tradiciones rupestres de la Gran Cuenca, la cual exhibe pintar.
una vasta distribución que se extiende por toda la península de Baja Cali- • Este trabajo debió orientarse primero a conseguir lo que parecen s€r
fornia. Estos elementos -argumentaríamos- podrían estar representan- cantidades significativas de pigmento y aglutinante, y, después, a la

476 M a rí a de la Lu z Guti é rr ez y fu s tin R H y lan d C o mpl e ii da d soc ial y s imb o li s m o pr e hi s t ó ri co 477


grama de reconocimientos intensivos del contexto cultur~l y físico en el
que se desarrollaron estas comunidades, incluyendo la continuación del
registro de los sitios murales.
Es hacia ese objetivo al que se orientó y desarrolló la estrategia del
trabajo de campo, para investigar no sóld los sitios rupestres mayores y
menores, sino también las manifestaciones arqueológicas de las cuales
los sitios murales forman tan sólo una parte. Esto requeriría el recorrido
sistemático de superficie en cuatro sectores: costa del Golfo, vertiente
oriental, Sierra y Desierto de Vizcaíno. De este modo fueron incorpora-
das al área de estudio todas las variedades topográficas y ecológicas, don-
de las diversas fases del proceso económico de apropiación pudieron ha-
ber tenido lugar. Asimismo, se realizaron excavaciones en los diversos
contextos arqueológicos, incluyendo tres sitios "gran mural" (figura 6).

ANÁLISIS ETNOHISTÓRICO DE LA SOCIEDAD COCHIMÍ

El análisis etnohistórico nos ha permitido definir la sociedad cochimí,


integrada por grupos de cazadores-recolectores que compartían un terri-
Figura 5. Petroglifos sobre la mesa El Dátil.
torio, el cual ofrecía una amplia gama de recursos alimenticios según la
estación del año y las características bióticas y físicas de cada zona (As-
construcción del andamiaje necesario para alcanzar la superficie de la chmann 1959; Barco 1973¡ Piccolo 1962; Venegas 1943); en algunas re-
roca donde se pintaron las imágenes. giones y en cierta temporada podría haberse presentado una insuficien-
• Dichas actividades debieron ser comunitarias, por la enorm e canti- cia de alimentos, pero de ser así, el grupo se desintegraba en subgrupos,
dad de esfuerzo y dedicación que representan. los cuales se desplazaban hacia otras partes del territorio. Estos indivi-
En este sentido, el episodio de la pintura debió suceder en un mo- duos sabían perfectamente lo que cada región producía, conocían la
mento en el que hubo condiciones muy favorables para que pudiera lle- época de recolección y caza de los distintos recursos vegetales y anima-
varse a cabo, sobre todo de índole subsistencia!. No hay que olvidar que les, y las técnicas más eficientes para proporcionárselos. En virtud de lo
tuvo lugar en la parte más árida de la península y que el régimen de llu- anterior, organizaban sus visitas a las diferentes áreas de recursos a tra-
vias en esta zona es impredecible. vés de un ciclo biológico anual. Los cochimís se integraban socialmente
Para que hubiera las condiciones antes descritas, la organización de en grupos de familias emparentadas, denominadas en ese entonces ran-
estos grupos ~ebió aglutinar algunas estrategias originadas en el proceso cherías, que constituían núcleos de población conformados por entre 5 o
económico, creando condiciones favorables para el desarrollo de las acti- Y 200 individuos.
vi~ades rituales y la elaboración de la imaginería. Partiendo de esta pre- Las épocas de bonanza permitían que estas rancherías dispersas se
~isa era necesario el estudio profundo de este proceso económico, es de- reagruparan en poblaciones mayores, con el objeto de realizar juntos ac-
cir, de qué modo estaba articulado y cómo incidía en las actividades tividades subsistenciales y rituales; este hecho estuvo notablemente
sociales y religiosas del grupo. . . marcado por la frutación de algunas cactáceas, principalmente la pitaha-
Tradicionalmente, los investigadores de la imaginería rupestre han ya dulce {Lemairecereus thurberi), cuya abundancia se generalizaba ha-
tendido a centrarse en exclusiva en los aspectos iconográficos y formales cia el final del verano y principio del otoño.
de las imágenes, divorciándolos de su más amplio contexto social de pro- Respecto a la división del trabajo, las fuentes señalan que las mujeres
ducción .(ver discusión en Conkey 1987¡ Lewis-Williams 1982, 198 4; cf. Y los niños recolectaban la mayoría de las plantas comestibles, las cuales
Turpin 1990; Whitley 1994); ahora se ha hecho patente que los sitios mu- formaban más de 8 5 por ciento de la dieta cochimí, mientras que los
rales deben ser considerados como parte de un milieu prehistórico total. hombres se dedicaban a la cacería. No obstante, los reportes señalan que
En función de lo anterior, el estudio arqueológico consistiría en un pro- en las estaciones de escasez los hombres también podían dedicarse a la

478 Ma r ia de l a Lu z Gu ti é rr ez y fu s tin R. H y l and C o mpl e iidacl socia l y s i m b o li s mo pr e hi stó ri co 479

11
recolección. El liderazgo de la ranchería estaba, por lo general, en manos
de un hombre de edad, el jefe o cacique. Sin embargo, hay constancia de
que las mujeres tenían un papel predominante en cuanto a la organiza-
ción de las familias y al solicitar y arreglar los matrimonios. Además del
cacique, el chamán o guama de la ranchería ejercía una considerable au-
toridad a través de la dirección de los ritos de iniciación y otras ceremo-
.'
.. nias. A menudo, el cacique y el chamán eran la misma persona, y hay da-
,. . J' ,
1 1
Figura 6 . Area de estudio del pro- tos etnohistóricos que hacen alusión acerca de que estos cargos podrían
yecto Arte Rupestre de Baja ,, t
ser hereditarios.
California Sur.
O

-- t2..5 25 De este modo, el proceso económico se organizaba en un ciclo de


subsistencia anual, con interacción e incidencia directa en la organiza-
ción social del grupo étnico y, finalmente, en el desarrollo de las diversas
actividades rituales, determinantes para asegurar el equilibrio, la cohe-
sión y la reproducción del grupo social.
Este proceso económico involucró una estrecha interrelación entre el
hombre y los recursos de temporada, continuamente reemplazados por
otros en otra época y/o región. Las relaciones económicas en torno a di-
cho proceso se desarrollaron en dos ámbitos: I] la ranchería integrada por
Figura 7. Dispersión de concha en familias emparentadas, y 2] la agregación múltiple de rancherías. Las re-
un sitio de la costa del Golfo. laciones interpersonales e intergru.pales se modificaban a lo largo del año
de manera paralela a los cambios impuestos por el propio proceso econó-
mico, el cual inducía a la disgregación y agregación.
La configuración geomorfológica del área investigada en la que se al-
ternan altas mesetas, profundos barrancos y extensas planicies desérticas
que permiten acceder a vastas franjas de litoral, permitió el desarrollo de
una considerable gama de recursos naturales de gran valor alimenticio.
La distribución de estas diversas áreas de recursos, con un gradiente de ve-
getación este-oeste, es consistente con el patrón de asentamiento y de
dispersión que pudo ser identificado a través del análisis arqueológico
Figura 8. Un aspecto del arroyo de espacial.
San Carlos, sobre la vertiente orien-
\ "'
tal de la sierra .
•>: ~~/•,., .; l , ¿....:).1 COSTA DEL GOLFO

Aun cuando no contamos todavía con los análisis completos que nos per-
mitan la definición precisa de este movimiento anual, sí podemos decir
que según las características observadas en los sitios localizados en el sec-
tor costa del Golfo, éstos parecen ser campamentos de ocupación regular
pero de muy breve duración (figura 7 ). Existe asimismo una ausencia ge-
neralizada de agua, situación que cambia gradualmente hacia el oe st e,
donde la zona ecotonal costa del Golfo-Sierra ofrece mayor cantidad de es-
Figura 9. Localización del yacimiento te recurso.
de obsidiana Valle del Azufre . Durante el invierno y la primavera, cuando los recursos terrestres es-
caseaban, los recursos marinos de la costa del Golfo, principalmente mo-

María de la Luz Gutiérrez y Justin R. Hyland Com pl e iidad soc ial y s imboli s m o pr e h is t ó ri co
Figura 1O. Cañón de Santa Teresa.
VERTIENTE ORIENTAL
arroyo de San Pablo .

Los sistemas secundarios de serranía que conforman la vertiente oriental


de la sierra en el área estudiada, ascienden gradualmente desde la árida
costa del Golfo hasta las montañas; esta área transicional no mide más de
treinta kilómetros en línea recta en algunas porciones, lo que significa
una cercanía real entre la Sierra y la costa. Conforme el terreno se aproxi-
ma a las montañas, aumenta el número de localidades arqueológicas, aun-
que en un patrón discontinuo, con grandes espacios· relativamente deso-
cupados interrumpidos por altas densidades de sitios en tom~ a fuentes de
agua, al igual que a lo largo de rutas tales como la vía principal que comu-
nica el yacimiento de obsidiana Valle del Azufre con la Sierra (Gutiérrez y
Hyland 1994). En este sentido, ésta puede considerarse una zona de transi-
ción tanto natural como cultural (figura 8).
Todo parece indicar que esta zona de transición entre la planicie cos-
tera Y las montañas sirvió como un pasaje natural que permitía el despla-
zamiento entre ambas regiones . Aquí es muy notable la presencia de gran-
des sitios al aire libre en los bancos aluviales de los arroyos y de extensos
asentamientos con corralitos, sobre mesetas cortadas por cañadas de pe-
queñas dimensiones con tinajas. Esto sugiere la presencia de rancherías
luscos, pudieron haberse constituido en objeto de recolección. En apoyo que ocupaban estos sitios durante la disgregación, explotando los exiguos
de esta tesis tenemos la presencia de grandes cantidades de opérculos y recursos diseminados en estas áreas, o bien durante sus trayectos hacia la
conchas no modificadas de Turbo fluctuosis (hurgado), especie del Golfo costa, en búsqueda de recursos marinos disponibles. Probablemente, estos
que ha sido encontrada en las montañas, lo cual sugiere que este molusco campamentos intermedios tuvieron fundamental importancia durante las
fue transportado desde la costa para ser procesado en la Sierra. expediciones realizadas hacia el Valle del Azufre (figura 9), para el abaste-
Sin embargo, a principios del verano el abastecimiento de agua a lo cimiento tanto de obsidiana como de pigmentos minerales: el Cañón del
largo de esta parte de la costa se tornaba más difícil, por lo que los grupos Azufre presenta enormes yacimientos de esta materia prima, en una am-
se concentrarían más hacia los parajes con agua permanente, es decir, ha- plia gama de tonalidades, tal vez fue uno de los más visitados para la ex-
cia la Sierra. Esto podría reflejar que, por lo menos en el área de estudio, tracción de dicho material.
los grupos no estaban orientados de manera intensa hacia los recursos La identificación de esta red de veredas transitables necesitaría del
marinos Y, por tanto, no dependieron de .ellos para su subsistencia. 2 reconocimiento sistemático de una amplia zona de la yertiente oriental
No obstante, estas incursiones costeras fueron aprovechadas no sólo de la sierra, involucrando sobre todo los cauces de arroyos que desembo-
para procurarse recursos alimenticios marinos, sino también para abaste- can en el Golfo y que fueron rutas naturales. La gran cantidad de obsidia-
cerse de la concha necesaria en la elaboración de ornamentos y otros arte- na enc~ntrada en todos los sectores y contextos estudiados, y la abruma-
factos de uso cotidiano, .como se observa en los sitios localizados en otros dora evidencia de pintura rupestre, tal vez sean el reflejo de la importancia
sector~s'. donde fue recuperada concha arqueológica proveniente tanto de que tuvo el traslado periódico de los indígenas hacia el Valle del Azufre,
superficie como de excavación. optimizando el tiempo y el esfuerzo en orden de maximizar la explotación
de materias primas.

SIERRA
En e st a parte del litoral no existen concheros, lo cual contrasta significativamente con el
2

patrón observado en Bahía Concepción, hacia el sur, donde el tipo y tamaño de los con-
cheros parece ser indicio de la presencia de una población semipermanente en esta parte La frutación de la pitahaya dulce fue el hecho que marcó el inicio de la
de la costa. segunda fase del proceso económico dentro del ciclo de subsistencia

Maria de la Luz G uti é rr ez y fu s tin R H y lan d Complejidad soc i a l y s imboli s mo prehistórico


anual. Esto -como ya se señaló- permitía la reunión de varias ranche- los arroyos que desembocan en los salitrales del desierto; la ubicación
rías. Durante la cosecha de esta fruta, el esfuerzo para la subsistencia se de los sitios cerca de mezquitales extensivos y las grandes cantidades de
reducía al mínimo, debido a su gran disponibilidad, aunque su cantidad y manos y metates nos indican la importancia de dicho recurso.
calidad podían variar año con año dependiendo de factores climáticos. La temporada de recolección de la pitahaya brindaba la oportunidad
En la sierra, las condiciones del terreno favorecieron el acopio de di- para que grandes grupos se reunieran y acamparan juntos, lo cual no po-
versos alimentos vegetales, en virtud de la abundante cobertura de plan- día ocurrir en otra época del año, proporcionando un tiempo l~bre que se
tas comestibles que usualmente crecen sobre las amplias laderas de las empleaba en actividades de índole social y religiosa. Además, la unión
cañadas (figura 10). De este modo, desplazándose entre las mesas y los de las rancherías aseguraba, por una parte, la exogamia, la concreción de
barrancos, las rancherías podían congregarse formando grandes núcleos uniones matrimoniales y, por tanto, la reproducción del grupo.
de población, explotando el fruto de esa y otras cactáceas; al mismo tiem- Fue durante las congregaciones del verano y el otoño, el único mo-
po, las cañadas ofrecían las semillas de árboles leguminosos como el palo mento en el que hubo las condiciones necesarias para la producción de
fierro (Pithecellobium confine), el dipuo (Cercidium microphyllum), el las pinturas monumentales: abundancia de alimento, trabajo comunita-
palo blanco (L. candida), y el mezquite {Prosopis glandulosa y Prosopis rio, ambiente propicio para grandes festividades y rituales (matrimonios,
palmeri), por citar sólo algunos (Montúfar 1994). El gran número de ma- ritos de iniciación, fertilidad, curación, etcétera); esta época era, desde
nos Y metates encontrados en todos los contextos testifica la importancia luego, una estación ceremonial, y es el contexto obvio donde nosotros
de la recolección de semillas para la dieta. Asimismo, se beneficiaban de creemos que se produjo la imaginería, la cual representó un papel vital en
maguey o mezcal (Agave spp.), el cual constituyó una parte fundamental la vida ritual del grupo. Podemos entonces postular las congregaciones
de la dieta cochimí3 (Aschmann 1959). La maduración de unas especies estacionales durante el verano tardío y el otoño como un modelo para
compensaba la escasez de otras ya explotadas. describir el contexto social, espacial y temporal en el que pudo haberse
Esta gran disponibilidad de recursos vegetales -más que animales- producido la imaginería.
permitió que las agregaciones múltiples de rancherías ocuparan durante Mientras no contemos con los análisis completos de todos los datos
un lapso variable, quizás entre dos y cuatro meses, los cañones y las me- recuperados durante el intenso trabajo de campo, los resultados prelimi-
sas de las montañas; aquí también se desarrollaban partidas de caza, so- nares apoyan nuestras expectativas; es decir, tenemos evidencia habita-
bre todo en las mesetas, hábitat preferido del venado bura, aunque tam- cional de los contextos en los sitios con grandes murales, y de que en
bién es probable que la cacería de este animal se llevara a cabo en torno a ellos se llevaba a cabo todo tipo de actividad, como la manufactura de
recursos de agua¡ las tinajas y manantiales, por lo general localizados en instrumentos líticos, procesamiento de alimentos para tomarlos comes-
el curso de los cañones, fueron abrevaderos que propiciaron la afluencia tibles, manufactura de cordelería, encendido de fuego, pemoctación.
de piezas de caza mayor y menor, lo que seguramente fue aprovechado Al observar la densa ocupación en los sitios murales, pensamos que
por los indígenas para abastecerse de carne. En contexto arqueológico se es muy probable que estuvieran habitados durante el episodio de la pin-
h~n podido observar algunas estructuras de emboscada cerca de estos pa- tura; esta situación se apoya en la presencia de metates y lascas con res-
~a¡es con agua y en interrelación con elementos topográficos muy venta- tos de pintura y trozos de pigmento encontrados tanto en la superficie co-
Josos para el ser humano; además, cabe señalar la relación de dichas es- mo en los depósitos excavados.
tructuras con cierto tipo de paneles rupestres (Gutiérrez y García 1990).
DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES
VERTIENTE OCCIDENTAL Y DESIERTO DE VIZCAÍNO
En este ensayo hemos presentado un interesante caso de especial impor-
También fueron identificados muchos sitios en la vertiente occidental y tancia no sólo en relación con la historia cultural del noroeste de Méxi-
el Desierto de Vizcaíno. Semejante al patrón encontrado en la vertiente co o de Baja California que nos lleva a cuestionar lo que entendemos
oriental, los sitios más grandes se encuentran en los bancos aluviales de cuando hablamos de complejidad. En la sierra de San Francisco tenemos
evidencia de un sistema ideológico manifestado materialmente en una
3
Las especies del Agave spp. "son numerosas y muchas de ellas se consumen como ali- tradición de imaginería rupestre muy singular, que nos indica esfuerzos
m~nto, _de manera integral, es decir, se utilizan tallos, pencas, escapo y flores; incluso sus e inversión de mano de obra, organización y participación comunitaria
ra1ces tienen propiedades medicinales" (Montúfar 1994:66). semejantes a los desarrollados en grupos con rasgos de complejidad tra-

Maria de la Luz Gutiérrez y fu s tin R. Hyland Compleiidad soc ial y s imboli s mo prehistórico
dicionalmente reconocidos, como la arquitectura monum ental, siste- ASCHMANN, H.
mas de riego y guerra. 1959 The Central Desert of Baja California: Demography and Ecology.
Los esquemas evolucionistas, con el fin de definir e tapa s y grados de Ibero-Americana 42, University of California Press, Berkeley.
complejidad social y cultural, han desatado una gran polé mica en torno BARCO, M. D.
a cómo se pueden identificar los rasgos esenciales o inherentes a dicha 1973 Historia natural y crónica de la antigua California. Universidad
complejidad, especialmente en sociedades cazadoras recolectoras (véase Nacional Autónoma de México, México.
Cobb 1993). BOAS, FRANZ
Nosotros creemos que una gran preocupación por buscar cat egorías 1992 La mentalidad del hombre primitivo. Editorial Almagesto (Co-
fijas en cuanto a grados sociales es de utilidad limitada por su inevitable lección Mínima), Buenos Aires.
imprecisión y falta de aplicabilidad general. Tal preocupación tiende a CLAVIJERO, F. J.
cegarnos ante los esfuerzos históricos específicos qu e produj eron las for- 1970 Historia de la Antigua o Baja California. Editorial Porrúa, Mé-
maciones sociales, las cuales son el enfoque de nuestro cuestionamiento. xico.
El problema de catalogar una sociedad cazadora-recolectora prehistó- COBB, c. R.
rica como más o menos compleja, obviamente, gira en torno a los crite- 199 3 "Archaeological Approaches to the Political Economy of Non-
rios de la propia definición; sin embargo, creemos que tanto el conflicto Stratified Societies". En Archaeological Method and Theory, edi-
como la negociación del conflicto son un rasgo y un proceso fundamen- tado por M. B. Schiffer, pp. 43-100. vol. 5. University of Arizona
tales de la condición humana, los cuales se constituyen por y se mani- Press, Tucson.
fiestan en la cultura material. GUTIÉRREZ MARÍA DE LA Luz y BAUDELINA L. GARCÍA URANGA
En virtud de lo anterior, en vez de simplemente considerar a priori 1990 Análisis contextual de pintura rupestre: un caso de estudio en la
que la imaginería rupestre monumental involucra una complejidad so- Baja California. Tesis de licenciatura. ENAH, México.
cial emergente, nosotros hemos intentado identificar un contexto de GUTIÉRREZ MA. DE LA Luz y JusTIN R. HYLAND
producción más amplio que apoye la expectativa de que existió una di- 1994 "Arte rupestre de Baja California Sur". Arqueología Mexicana
~erenciación social en la cual la imaginería rupestre jugó un papel muy 2( 10):84-89, Instituto Nacional de Antropología e Historia, Mé-
importante. xico.
La escala pública, ubicación, altura de las pinturas y la información FURST, PETER T.
etnohistórica nos sugieren que hubo algunos individuos y/o institucio- 1992 Alucinógenos y cultura. Fondo de Cultura Económica (Colección
~es que manejaban los símbolos para crear reacciones específicas; en par- Popular), México.
ticular, los datos etnohistóricos presentan clara evidencia de que se con- KROEBER, A. L.
centraba mucho poder político en la institución del chamán o guama 1925 Handbook of California Indians. Bureau of American Ethnology
(Aschmann 1959¡ Barco 1970; Clavijero 1970). Bulletin 7 8.
Para concluir, seguimos evaluando los factores diacrónicos que pudie- LEWIS-WILLIAMS, J. D.
ron haber jugado un papel importante en este desarrollo rupestre, como 1982 "The Economic and Social Contexts of Southern San Rock Art".
la presión demográfica, el control de la distribución de materias como la Current Anthropology 23:429-450.
obsidiana del Valle del Azufre e incluso el control de la información y 1984 "The Empiricist Impasse in Southern African Rock Art Studies".
poder simbólico manifestado en 'ia imagi~ería misma, a través de los ele- The South African Archaeological Bulletin 39:58-66.
mentos que conforman el repertorio de los "grandes murales". MASSEY, WILLIAM C.
1949 "Tri bes and Languages of Baja California". Southwestern [ournal
REFERENCIAS of Anthropology 5(3 ):272-307 .
MASSEY, WILLIAM C.
ÁLVAREZ DE WILLIAMS, A. 1966 "Archaeology and Ethnohistory of Lower California". En Hand-
1983 "Cocopa". En Southwest, editado por A. Ortiz, pp . 99-112. Hand- book of Middle American Indians, editado por R. Wauchope, G.
book of North American Indians. vol. 10, W. Sturtevant, editor F. Ekholm y G. R. Willey, pp. 38-58. vol. 4. University of Texas
general. Smithsonian Institution Press, Washington. Press, Austin.

Marí a d e la Luz Guti é rr e z y fu s tin R H y land Compl e iid a d soc ial y simb o li s m o pr e hi s t ó ri co

j
MoNTÚFAR L., AURORA LAS PINTURAS RUPESTRES
1994 Estudios palinoecológicos en Baja California Sur y s u posible re- DE POTRERO DE CHÁIDEZ, DURANGO
lación con los grupos cazadores-recolectores d e la región. e C A-
INAH (Colección Científica 277), México. Marta Forcano i Aparicio
MORATTO, M . J. Facultad de Filosofía y Letras, U N AM

1984 California Archaeology. New World Archaeological Record . Aca-


demic Press, San Diego.
PICCOLO, F. M. INTR O DUC C IÓ N
1962 Informe del estado de la nueva cristiandad de California, 1 7 02,
y otros informes. Edición, estudio y notas de Ernest J. Burrus, S. J., Presentamos a continuación las pinturas rupestres de Potrero de Cháidez
Ediciones José Porrúa Turanzas (Col. Chimalistac), Madrid. como exponentes de la expresión artística de los grupos cazadores-reco-
TURPIN, S. A. lectores que habitaron la sierra Madre Occidental de Durango.
1990 "Rock Art and its Contribution to Hunter Gatherer Archaeology: Se trata de un conjunto pictórico de carácter abstracto en el que los
A Case Study from the Lower Pecos River Region of Southwest motivos se interrelacionan formando una composición claramente unita-
Texas". fournal of Field Archaeology 17:263-28 r. ria . Consideramos que la creación de unos ritmos particulares y la estruc-
VENEGAS, MIGUEL-MARCOS BURRIEL turación del espacio en la elaboración de un todo coherente y significati-
1943 Noticia de la California y de su conquista temporal y espiritual vo son elementos que ilustran la complejidad del pensamiento de estos
hasta el tiempo presente. 3 vols. Imprenta de la Vda. de Manuel grupos nómadas de la sierra alta.
Fernández, y del Supremo Consejo de la Inquisición. Madrid, Es- El sitio de Potrero de Cháidez fue localizado en noviembre de 1993 en
paña. Reimpreso en México por Luis Álvarez y Álvarez de la Ca- el marco del proyecto "Investigaciones arqueológicas en Hervideros, Du-
dena. rango" (Hers, 1993), todavía en curso, y en junio de 1995 se iniciaron las pri-
WHITLEY, D. S. meras excavaciones arqueológicas en el sitio. Además del avance en el co-
1994a "By the Hunter, for the Gatherer: Art, Subsistence and Social nocimiento de los grupos cazadores-recolectores, el estudio del material
Relations in the Prehistoric Great Basin". World Archaeology obtenido en las excavaciones proporciona información de gran importancia
2 5:356-373. para conocer el contexto arqueológico del arte rupestre de esta zona serrana.
1994b "Ethnography and Rock Art in the Far West: Sorne Archaeologi- En esta área del septentrión mesoamericano -particularmente en el
cal Implications". En New Light on Old Art. Recent Advances in estado de Durango- la arqueología está poco desarrollada. No obstante,
Hunter-Gatherer Rock Art Research, Monograph 36: 81-93 edita- Y en lo referente al tema del arte rupestre, hay que destacar la importante
era por David S. Whitley y Lawrence L. Loendorf. Institute of Ar- labor efectuada por varios autores, así como la existencia de diferentes
chaeology, University of California, Los Ángeles . publicaciones que constatan, de alguna manera, la gran riqueza de Du-
WOODBURN, J. rango en cuanto a sitios con pinturas y grabados.
1980 "Hunters and Gatherers Today and Reconstruction of the Past" . Para el área concreta de la sierra Madre cabe mencionar el trabajo de
En Soviet and Western Anthropology, editado por A. Gellner, A. Mason (1961) acerca de los petroglifos que se hallan en el sitio del Za-
PP-95-117, Duckworth, Londres. pe Y las pinturas de Sotolitos, realizado a raíz de sus investigaciones Y re-
corridos arqueológicos por esta región, desde Chalchihuites hasta el nor-
te de Durango, en el año 1936 (Masan, 1937). Se debe mencionar también
el trabajo de los doctores J. Lazalde, A. Peschard y J. Ganot. De sus publi-
caciones, Durango indígena (Lazalde, 1987) incluye un estudio global del
arte rupestre del estado de Durango en el que se describen varios sitios
con pinturas ubicados en la zona serrana.
Debido al poco conocimiento arqueológico y a la gran diversidad de
pueblos que habitaron y transitaron por la sierra, existen limitaciones pa-
ra ubicar los sitios con arte rupestre en un contexto cultural preciso. A

María de la Luz Guti é rr e z y fu s tin R . Hyland


I
11.

Figura 2 - Planta topográfica del abrigo de Potrero de Cháidez. Las pinturas se ubican en la cavidad
central del abrigo ocupando una superficie de 12 m de longitud por 3 m de altura máxima.

Por una parte, se dio la presencia de pueblos sedentarios productores,


tanto los procedentes del sur mesoamericano como los que llegaron de la
zona norte, del llamado Gran Noroeste (Sonora Chihuahua y el suroeste de
ES t ados Unidos); por otra, la presencia de pu~blos cazadores-recolectores
cuyo modo de vida persistió en estas latitudes hasta finales del siglo x1x.
Por los escasos trabajos arqueológicos realizados en esta área del sep-
Figura 1. Zona de la sierra Madre Occidental de Durango en la que tentrión, es poco el conocimiento que tenemos acerca de las relaciones que
se ubican las pinturas rupestres de Potrero de Cháidez.
existieron entre estos universos culturales.
La sierra Alta en la que se ubica el sitio de Potrero de Cháidez era un
pesar de ello, presentamos el estudio, todavía preliminar, de las pinturas área propicia para los grupos cazadores-recolectores: se trataba de una zo-
de Potrero de Cháidez como un conjunto inteligible propio de los grupos _ d e gran a1tltu
na · d , con abundante agua y en la que se han localizado va-
cazadores-recolectores a juzgar por el medio geográfico y por el contexto nas ran c h enas
, Y sitios
· · hab1tac1onales
· · propios de estos grupos. Sabemos,
arqueológico asociado con el sitio. no obstante, que la sierra también fue compartida por grupos de agricul-
tores mesoamericanos tanto en el alto Tepehuanes al Norte como en la
EL SITIO DE POTRERO DE CHÁIDEZ Mesa de Tlahuitoles al Sur, así como en Las Quebradas, la vertiente occi-
dental de la sierra Madre, y en la zona de los valles orientales en la que se
La localidad de Potrero de Cháidez se encuentra a unos 5 6 km de la ciudad l~c~liza Hervideros. Desconocemos por el momento si estos gFupos con-
de Santa Catarina Tepehuanes (Durango), en la zona serrana que consti- vivieron o coincidieron temporalmente en este espacio.
tuye el parteaguas entre las cuencas fluviales del río San Lorenzo y del río ji
Culiacán, que desembocan en el Pacífico, y las cuencas de los ríos Tepe- DE S CRIPCI Ó N DEL CONJUNTO PICTÓRICO
huanes Y Santiago, al este (véase figura 1 ). 1
La sierra Madre Occidental durangueña en la que se localizan estas Las pinturas rupestres de Potrero de Cháidez se encuentran a unos 4 km
pinturas forma parte del septentrión mesoamericano (Hers, 1989; Hers Y siguiendo un camino de terracería al noreste de la poblacióN y a una alti-
Soto, 1 995 ). Se trata de una zona fronteriza en la que se interrelacionaron tud de 2 490 msnm.
diversas culturas. Se trata de un abrigo de grandes dimensiones: 45 m de longitud y 6 m

490 Ma rta F o r ca n o i Ap a ri c i o L as pintur as rup es tr es de P o tr e ro d e Ch áide z 491

.
Figura 3. Perfil o sección La mayoría de los motivos presentes en el sitio son de carácter abs-
del abrigo de Potrero de
Cháidez. La planta y el tracto: rectilíneos (líneas rectas, líneas en zigzag, trazos) y curvilíneos (lí-
perfil han sido neas onduladas, círculos y secuencias de círculos), además hay un grupo
realizados en de soliformes, algunas manchas y algún motivo compuesto. A excepción
colaboración con
Angélica Pacheco, de cuatro motivos anaranjados, éstos se presentan en color rojo o negro o
pasante en arqueolog ía la combinación de ambos.
de la ENAH . Para una mejor descripción del conjunto, hemos optado por dividirlo
en dos grandes partes o sectores: la parte superior y la parte inferior de la
línea base.

La doble línea horizontal

Se trata de un motivo compuesto por dos largas líneas horizontales, en


negro la superior y en rojo la inferior, que están separadas por varios cen-
tímetros y que terminan coincidiendo en los últimos metros.
de profundidad en su parte más ancha, que todavía se utiliza como alma- Esta doble línea o línea base sufre algunas variaciones en su desarro-
cén de avena. Al pie del abrigo, la ladera desciende suavemente hasta el llo. La línea roja inferior se transforma, a pocos metros de su inicio, en
cauce de un arroyo seco. Pequeños cerros y bosques de pino y encino ro- una línea ondulada que convergerá con la línea negra superior. En este
dean el valle actualmente cultivado. punto, y a lo largo de los últimos 3.5 m, se observa una sola línea recta
El conjunto rupestre se localiza en la cavidad central del abrigo, cu- horizontal roja cuyo extremo derecho vuelve a convertirse en una línea
yas dimensiones son: 13 m de longitud, 6 m de profundidad y 6 m de al- ondulada que se pierde bruscamente.
tura máxima (véanse figuras 2 y 3 ). A esta cavidad central la delimita un La línea negra superior presenta ondulaciones aisladas, algunas de
pequeño muro de piedra en su extremo izquierdo y una cerca de madera a ellas en ángulo y con el interior en color rojo. Estas ondulaciones consti-
nivel de la línea de goteo que se prolonga hasta su extremo derecho, dife- tuyen, en ocasiones, la base de la que surgen líneas rectas u onduladas
renciándose claramente del rest.o del abrigo, mucho más angosto y en al- que se elevan verticalmente.
gunas partes de difícil acceso.
Las pinturas se agrupan en un conjunto con unidad compositiva, que Parte superior de la doble línea horizontal
se presenta en sentido horizontal y abarca una superficie de 12 m de largo
por 3 m de altura máxima (véanse figuras 4 y s). En la parte cóncava del La mayor parte de los motivos del conjunto aparec~n por encima de la do-
abrigo sobre una pared rocosa que posee un aspecto rugoso con pequeños ble línea. En este sector observamos motivos rectilíneos (líneas y trazos),
agujeros, se ubican concavidades y protuberancias, algunas de las cuales curvilíneos (círculos y líneas onduladas) y algunos soliformes, que se dis-
fueron aprovechadas para la ejecución de algunos motivos, especialmen- tribuyen guardando una estrecha relación entre ellos y con la línea base
te los círculos Y los soliformes. en la que se apoyan o bien se disponen a pocos centímetros de ella.
El estado de conservación del conjunto es bastante malo debido a fac- En el extremo izquierdo de este sector se puede apreciar una gran
tores erosivos y de humedad. La pigmentación es tenue, muy desvaída, y mancha de coloración oscura producida por filtraciones de agua, que debe
en algunos sectores se pueden observar manchas y filtraciones de agua haber provocado el deterioro de motivos no visibles actualmente.
que han provocado el deterioro de alguno de estos motivos. En el punto donde desaparece esta mancha de humedad, comienza la
En Potrero de Cháidez, los motivos se distribuyen alrededor de una doble línea horizontal que discurre ininterrumpidamente hasta el final del
doble línea horizontal de más de 12 m de longitud que parece constituir conjunto. En este extremo y por encima de ella, notamos la presencia de
el eje central a partir del cual se estructura y cobra sentido todo el con- varios motivos circulares que aprovechan pequeños agujeros de la misma
junto pictórico, entendiendo por conjunto una serie de motivos entre los superficie rocosa, así como varias manchas mal conservadas.
que puede existir un vínculo significativo y que se ubica, generalmente, A 2.5 m del inicio de la doble línea aparece una arista rocosa (motivo
en un mismo plano rocoso o unidad topográfica. r 5 ), de r .60 m de largo y 50 cm de ancho, que sobresale de la superficie Y

492 M a rt a Forcan o i Ap a r i cio L as pint u r as rup es tr es de P o tr e r o de Ch á i dez 493

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Figu·ra 4. Conjunto que ha sido aprovechada para elaborar un motivo compuesto por elem en- La mayoría de los motivos lineales poseen en su extremo superior un Figura s.-Conjunto
pictórico de Potrero
tos rectilíneos y curvilíneos. A lo largo de su v értice, discurre una línea círculo rojo que aparece unido o a varios centímetros de separación de las pictórico de Potrero
de Cháidez .
de Cháidez en el
roja de la que parten, a ambos lados, y de manera prácticamente sim étri- líneas. que se indica la
ca, varias líneas onduladas y círculos alineados dispuestos horizontal- En la parte superior de este grupo se distinguen 5 motivos, un círculo numeración de los
diferentes motivos.
mente. En la parte inferior de la arista, por debajo de la doble línea, no rojo, el único motivo cruciforme que quizá podría corresponder a un este-
existe ningún elemento pintado. liforme, una secuencia de círculos y, por último, dos motivos soliformes.
· Inmediatamente a la derecha de la arista aparece un motivo com- La secuencia (motivo 49) se compone de ocho círculos rojos, dos de
puesto por una línea vertical de 40 cm que traspasa la línea base que po- los cuales han sido trazados alrededor de pequeños agujeros y solamente
see, a ambos lados y distribuidas de manera prácticamente sim étrica, dos uno de ellos aparece alrededor de una protuberancia rocosa. Estos círcu-
líneas onduladas verticales unidas en su extremo superior y algunos círcu- los miden aproximadamente 6 cm de diámetro.
los (motivo 17). Los dos moti vos soliformes (motivos 64 y 6 5) están integrados por sie-
. Entre este motivo y el primer gran grupo de líneas rectas y onduladas te Y ocho círculos concéntricos, alternativamente negro y rojo, y poseen
ubi~ado en el centro del conjunto, se distinguen los siguientes motivos : en su parte superior tres trazos negros a modo de rayos solares. Ambos
vanas manchas, algunos círculos, un romboide de cuyos vértices parten miden, aproximadamente, 25 cm de diámetro.
dos trazos verticales, un grupo de 5 trazos paralelos dispuestos diagonal- A la derecha del grupo de motivos lineales y directamente apoyado
mente Y dos líneas rectas verticales una de ellas atravesada por tres lí- sobre la línea base se observa otro motivo soliforme (motivo 8 r ). El cuer-
'
neas onduladas. Aquí se destaca la presencia de dos manchas Y un círculo po circular del motivo ha sido pintado en rojo y hay intercalados a su al-
anaranjados que, junto con otra mancha situada en la parte inferior del rededor r 3 trazos verticales en negro y rojo.
conjunto, constituyen los cuatro únicos motivos con dicha coloración. Por encima de este dibujo y a la derecha, observamos otro grupo de
En la parte central del sector aparece un nuevo ritmo compositivo motivos lineales: se trata de un grupo de diez líneas en zigzag de color ro-
que resulta de un cambio en la morfología y la disposición de los moti- jo, paralelas y dispuestas verticalmente a pocos centímetros de la línea
v~s. Se trata de un grupo de motivos lineales -líneas rectas Y onduladas base. La primera y las tres últimas líneas son de menor tamaño, entre los
(aisladas, dobles y triples), líneas en trazos discontinuos- que se dispo- 60 Y los 7 5 cm, mientras que las seis centrales miden 125 cm de longitud.
nen verticalmente sobre la doble línea horizontal y se combinan con En la parte inferior y entre estas líneas aparecen algunos trazos rojos
círculos aislados y secuencias de círculos. Existe asimismo una alternan- verticales y un motivo en forma de U invertida en negro que se apoya en
cia ~vidente entre los colores rojo y negro, visible sobre todo en las dobles la línea base, cuyo interior ha sido pintado en rojo.
Y ~nples líneas en l~s que se da la combinación rojo-negro o rojo-negro- Desde este grupo de líneas en zigzag hasta el extremo derecho del
ro¡o . sector se observan los siguientes motivos: manchas ro)izas muy mal con-

494 M a rta F o r cano i A pari c i o L as pintur as rup es tr es de P o tr e r o d e Ch ái dez 495


Cu ADRO 1. Abstractos rectilíneos CUADRO 2 . Abstractos curvilíneos

Tamaño Núm. de Tamaño Núm. de


Tipo de motivo Color en cm figura Total % Tipo de motivo Color en cm figura Total %
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Línea 2 2 - 4 19 ,44, 5 6, 7 5 4 3.8 Línea ondulada 4 l 3 37,43,58,59 4 3.8
Línea con círculo en Doble línea ondulada
su extremo superior l l - - - 2 - 47,76 2 I.9 con círculo en su
Línea con diferentes extremo superior - - 2 - - - 2 - 2 1.9
elementos adosados 2 - l l 3,28 2 I.9 Triple línea ondulada
Línea discontinua 2 l - 3 70,72,74 3 2.8 con círculo en su
Línea en zigzag lO 10 80, 8 2, 83 ,85, 86, 10 9-4 extremo superior 3 3 52,54,95 3 2.8
87,88,91,92,9 3 Grupo de líneas onduladas
Triple línea - - 3 - - 3 48,53,69 3 2.8 horizontales r - l - l 0.9)

Triple línea con círculo Círculo 22 l I 3 21 - 1,4,5,7,10,11,18, 24 22.6


en su extremo superior l l - 63 l 0.9 24,26,33,34,35,
Trazo aislado l - l - 89 l 0.9 42,46,57,61,71,
Grupo de trazos 5 5 27,41,66,90,106 5 4.7 7 3,99, 100,102,
Cruciforme l - I - 45 l 0.9 103,104,105
Forma de U invertida l - l - 77 l 0.9 Círculo relleno 2 I - - 3 - - 8,9,21 3 2.8
Triángulo inconcluso l - I - 6 l 0 .9 Círculo con
Romboide 2 - 2 - 38,39 2 1.9 punto inscrito I - l - 40 l 0.9
Pareja de romboides l - l - 32 l 0.9 Secuencia de círculos 7 2 5 29,31,49,50,5 5, 7 6.6
Romboide con dos 60,98
trazos adosados l - l - l 0.9 Secuencia de círculos
Totales 28 4 6 o l ll 25 l 38 35 .8 rellenos I - - - - - l - l
Semicírculos concéntricos
servadas, varios círculos rojos que aprovechan pequeñas oquedades de la discontinuos l - l - 79
roca, un motivo soliforme y una triple línea ondulada asociada con un Forma de U invertida I l - 2 - 51,84
motivo pectiniforme. Totales 39 2 7 l 3 31 15 o 49 46.2
Esta triple línea ondulada (motivo 9 5) se conforma por tres líneas, ro-
jas las exteriores y negra la interior, que forman un círculo en rojo y negro Parte inferior de la doble línea horizontal
en su extremo superior. Esta triple línea aparece asociada con el motivo
pectiniforme (motivo 96), que está formado por una línea horizontal ar- El número de motivos de este sector es mucho menor que los de la parte
queada roja de la que parten, verticalmente hacia la línea base, pequeños superior del conjunto, e incluso en los últimos 5 m del extremo derecho
trazos. La mitad superior de estos trazos es de color rojo, mientras que la hay una ausencia total de motivos seguramente por problemas de conser-
mitad inferior es de color negro. Sus dimensiones son 70 cm de ancho por vación.
25 cm de alto. Los primeros dibujos que se ubican en el extremo izquierdo del con-
El motivo soliforme (motivo 97) ocupa una concavidad de la roca que junto tienen forma soliforme y se hallan muy mal conservados . Están en
ha sido pintada en rojo. A su alrededor se aprecian siete trazos a modo de los agujeros de la roca, en color rojo, y a su alrededor se aprecian algunos
rayos solares . trazos muy desvaídos. Anotamos, también, la presencia de un grup0 de
...._

Marta F o r cano i Apa ri c i o La s pinturas rup es tr es d e Potr e ro d e Cháid ez 497


trazos rojos dispuestos verticalmente en el interior de una concavidad (mo- CLASIFICACIÓN MORFOLÓGICA DE LOS MOTIVOS
tivo 106) y una mancha anaranjada.
A continuación, se pueden apreciar varios círculos y manchas disper- Por el carácter subjetivo de cualquier clasificación del arte rupestre, las ti-
sos, dos motivos romboides, un círculo con un punto en su interior, dos pologías que presentamos a continuación así como la nomenclatura utili-
trazos verticales, una línea ondulada vertical de coloración muy tenue y zada son útiles para el estudio particular de las pinturas de Potrero de
una línea ondulada horizontal que discurre paralelamente a la línea base Cháidez.
y que se prolonga r m hasta converger con ella. La delimitación y la inclusión de motivos en un grupo u otro ha sido,
Por debajo del grupo de motivos lineales que se ha descrito para la muchas veces, una tarea delicada por el carácter abstracto de estas pintu-
parte superior del conjunto, se distinguen un motivo en forma de U in- ras. Ha sido especialmente difícil delimitar aquellos motivos compues-
vertida, dos líneas curvas concéntricas ya muy deterioradas y por último tos, en los que se combinan elementos rectilíneos y curvilíneos. En estos
un gran dibujo compuesto por varias líneas onduladas dispuestas hori- casos, su inclusión en alguna de las tipologías se ha determinado por la
zontalmente (motivo 78). Su extremo derecho tiene la forma de una gran característica geométrica que más saltaba a la vista. Algunos motivos real-
U invertida, mucho más visible que el resto del motivo. mente complejos o únicos en su morfología, han sido clasificados en gru-
pos particulares.
CARACTERÍSTICAS TÉCNICAS En Potrero de Cháidez existen dos categorías básicas de motivos, los
abstractos (93 .4 por ciento) y los naturalistas (6 .6 por ciento).
Para la ejecución de las pinturas se empleó la técnica del trazo simple en El tema que predomina en este conjunto pictórico es, pues, de carác-
las formas rectilíneas y curvilíneas, y la tinta plana para el interior de los ter abstracto y, por lo tanto, de poca transparencia semántica.
motivos soliformes, las manchas y para rellenar algunos círculos. Atendiendo a la morfología de los motivos hemos establecido las si-
Los colores utilizados son rojo, negro y naranja. Para el registro del guientes tipologías (ver las tablas de inventario de motivos):
color hemos utilizado la carta de colores Munsell (Soil Color Charts), y r. curvilíneos,
según la misma los tonos son los siguientes: 2. rectilíneos,
Rojo: 5 R 4/ 4 weak red. 3. soliformes,
Negro: 7.5R 3/0 very grey dark. 4. motivos compuestos y
Naranja: IOR 6/8 light red. 5. manchas.
Aunque el color más utilizado es el rojo, consideramos que lo verda-
deramente significativo es la combinación rojo-negro que aparece cons- Curvilíneos
tantemente en todo el conjunto. Solamente hemos observado la presencia
de cuatro motivos anaranjados, un círculo y tres manchas, que posible- En e st e grupo se incluyen las líneas onduladas, trazos curvos y los círcu-
mente fueron trazados en un momento posterior al resto de los motivos. los. Se trata del grupo más numeroso, con 49 motivos que representan un
Por otro lado, parece existir una relación específica entre un color y 4 6 ·2 por ciento del total. La mayoría de ellos es de color rojo (39), sólo 2
una forma determinada. Para la mayoría de las líneas rectas predomina el negros Y 7 de ellos presentan la combinación de los dos colores.
color negro, mientras que para las líneas onduladas, el rojo. Las dobles lí- Círculos: es el grupo más numeroso de curvilíneos. Aparecen aisla-
neas son una combinación rojo-negro, y las triples líneas se componen de dos O bien en secuencias, poseen un diámetro promedio de unos 8 cm.
rojo-negro-rojo. Para los círculos y secuencias de círculos el rojo es el co- Casi todos ellos han sido elaborados alrededor de pequeños agujeros pre-
lor más utilizado. sentes en la superficie rocosa. Aparecen algunos casos particulares como
En cuanto a tamaño, cabe decir que la mayoría de los motivos oscilan un círculo con un punto inscrito y únicamente dos círculos rellenos.
entre 6 Y 125 cm de longitud, que los sitúa dentro del llamado "campo Líneas onduladas: hay líneas onduladas aisladas, do.bles y triples con
manual operatorio", es decir, la superficie a la que se puede llegar con el un círculo en su extremo superior. Las aisladas son rojas mientras que las
brazo extendido, llevando el instrumento de grabar o pintar sin desplazar restantes combinan en negro y rojo. A excepción de un grupo de líneas
los pies de forma apreciable, aproximadamente de unos 80 cm. onduladas horizontales (motivo 78) que mide más de r m de largo, lama-
El grosor de las líneas es de r a 2 cm, y es más delgado para los círcu- yoría de ellas oscilan entre los 70 y los 8 5 cm de longitud.
los de diámetro pequeño.

Marta F orca n o i Aparicio La s pintura s rup es tr es de Potr e ro d e Chtiid e z 499


CUADRO 3. Otros abstractos CUADRO 4. Naturalistas

Tamaño Núm . de Tamaño Núm. de


Tipo de motivo Color en cm figura Total % Tipo de motivo Color encm figura Total %
o
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........
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Pectiniforme l - l - l 0.9 Soliforme 4 3 7 2,13,14,64,65, 7 6.6
Composición de línea
81,97
y círculos l l - l l 15, 17 2 r.9
Composición de rectas
y curvas l - l - 101 1 0.9
línea horizontal (motivo 3L de la arista rocosa (motivo 15L así como del
Manchas 5 3 6 2 - 12,16,20,22,23, 8 7.5
motivo compuesto por líneas y círculos (motivo 17), del conformado por
30,68,94
rectas y curvas (motivo 101) y del pectiniforme (motivo 96), ya descritos
Totales 6 l 2 3 o 7 4 1 12 11.3
en el apartado anterior.

Manchas
Rectilíneos
Existen ocho manchas en todo el conjunto, tres de ellas son anaranjad~s.
En esta categoría se incluyen líneas rectas aisladas, dobles, triples y dis-
Creemos que estas manchas fueron realizadas en un momento postenor
continuas, líneas con otros elementos adosados o en zigzag, trazos y gru-
pos de trazos y otros motivos de escasa representatividad como un cruci- al resto de los motivos por su poca representatividad, por su diferencia en
forme, en forma de U invertida, un triángulo inconcluso y romboides. la coloración y por su ubicación poco concordante dentro de la organiza-
ción global. El resto de manchas son de color rojo.
Con 3 8 motivos, éstas representan 3 5.8 por ciento del total. Aparecen 28
motivos en rojo, 4 en negro y 6 de ellos combinan ambos colores.
COMENTARIO Y CONSIDERACIONES FINALES
El motivo rectilíneo que predomina es la línea. Cuando es recta aisla-
da aparece en color negro, las triples líneas se combinan en negro y rojo,
El estudio del arte rupestre puede iluminar sobre algunos aspectos del
las que tienen forma de zigzag son rojas y las discontinuas aparecen en
rojo o negro. comportamiento mental de los grupos culturales que lo realizara~- 1_ª
"lectura II de las imágenes quizá nos ofrezca información acerca de tecn~ -
Soliformes cas artísticas (útiles de ejecución, colorantes) y de los aspectos de~~ rea\
zación pictórica (iconografía, concepción del espacio y expreswn_ ~e
tiempoL además de información relacionada con las actividades religio-
Existe un pequeño grupo de soliformes que son los únicos motivos natu -
sas y la organización social del grupo. _
ralistas del conjunto. Tres de ellos se combinan en rojo y negro, mientras
La interpretación de las imágenes es prácticamente imposible, _P~r 1~
que los cuatro restantes son rojos y se encuentran deteriorados. Sus di -
que no b uscamos su sigm . .f.ica d o preciso,
. .
smo e1 " es queleto ideologico
_
mensiones oscilan entre los 20 y los 30 cm de diámetro y aparecen distri- . "b . , mism. a de los mouvos.
presente en la representación y en 1a distn uc10n
buidos indistintamente por encima y por debajo de la doble línea hori-
En palabras de Leroi-Gourhan (1984, p. 160):
zontal. Sólo uno de ellos se localiza apoyado sobre ésta.
.
Efectivamente, .
el arte panetal, por sus re 1ac10nes
. con un s aporte inamovible,
,
Motivos compuestos st
semeja un texto: si ha sido dada una significación a las obras que e an pre-
.
sentes, debe quedar, por la misma d1spos1c10n - -, de 1as f"1guras, "un esqueleto
_
En esta categoría hemos incluido aquellos dibujos que presentaban una ideológico". [... ] Sean cuales fueran los móviles que han determinado la eie-
combinación de elementos curvilíneos y rectilíneos. Se trata de la doble cución de las obras gráficas, ellas constituyen mensajes cuya nitidez no es la

500 M a rta F o r c an o i A pari c i o Las pinturas rupestres de Potr e ro d e Cháidez 501


que tenía a los ojos de los paleolíticos, aunque permita aún poder detectar su Cu ADRO 5. Motivos de Potrero de Cháidez
existencia y medir la complejidad.
Tamaño
Además del análisis iconográfico de los motivos, es importante observar Tipo de motivo Color encm Total %
algunos hechos vinculados con la representación del espacio como el en- -3 o
o ...
o ::,..,.o -~ o
""'
.... ,o
cuadre, la relación existente entre las figuras con una línea de suelo natu- ·a
... ~
e:
-e~5>e: ...-3
-3
""
6 ""'
\O .:..
.... o
"'"IN
........
ral o ficticia, la perspectiva, etcétera, que pueden mostrar la probabilidad e: ""'
de una organización específica de los conjuntos y de la existencia, por lo Rectilíneo 28 4 6 o I ll 25 l 38 35.8
tanto, de un mensaje que el ejecutante debía trazar sobre un soporte de 26.4 3.8 5.7 o 0.9 10.4 23.6 0.9
determinadas dimensiones. Abstractos Curvilíneo 39 2 7 l 3 31 15 o 49 43- 2
En las pinturas de Potrero de Cháidez se observa una clara estructura- 36.8 1.9 6.6 0.9 2.8 29.2 14.r o
ción del espacio, determinada por una doble línea horizontal que constitu- Otros 7 l l 3 o 7 4 I !2 11.3
ye el eje central alrededor del cual se distribuyen la mayoría de los motivos. 6.6 0.9 0.9 2.8 o 6.6 3.8 0.9
Los motivos lineales aparecen, básicamente, por encima de esta do- Naturalistas o o o 7 o o 7 6.6
4 3
ble línea base mientras que la mayoría de los motivos curvilíneos apare- (soliformes) 3.8 o 2.8 o o 6.6 o o
cen por debajo de ésta. Observamos, no obstante, que algunos motivos Totales 78 7 17 56 2 106 roo.o
4 4 44
como manchas, círculos, trazos y soliformes aparecen distribuidos indis- 73.6 6.6 r6.r 3.8 3.8 52.8 41.5 r.9
tintamente arriba y abajo de la doble línea horizontal.
Existiría, pues, un ordenamiento específico de los motivos, especial-
mente evidente en la combinación de elementos rectilíneos y curvilíneos El ordenamiento complejo y la repetición simbólica de algunos motivos,
así como en la sistemática alternancia de los colores rojo y negro. ¿nos permitirían hablar de un posible carácter numérico en las pinturas
La ausencia de superposiciones y la homogeneidad técnica y temáti- de Potrero de Cháidez?
ca de estas pinturas permiten pensar en una composición de conjunto rea- En estas pinturas observamos la significativa repetición de algunos
lizada en un mismo momento por un solo grupo cultural. motivos, como las líneas rectas y onduladas -aisladas, dobles .y triples-,
¿Qué sugiere esta estructuración espacial, esta disposición específica las secuencias de círculos y las líneas en zigzag que se combinan entre sí
de los motivos? Cualquier aproximación a un posible sentido de estas y con los colores rojo y negro. A pesar de ello, estas repeticiones no apare-
pinturas será, sin duda, hipotético, pero el ordenamiento rítmico y la re- cen de manera regular y sistemática, por lo que no se puede detectar la
petición de algunas formas, así como la presencia de varios motivos soli- presencia de una regla o patrón constante que rija la composición. _ .
formes, podrían llevarnos a una explicación de carácter astronómico. No podemos demostrar el carácter numérico ni poseemos algún.mdi-
En algunos sitios con arte rupestre del Norte de México, Murray ha cio que nos permita considerar estas pinturas como una evidencia de la
observado la presencia de configuraciones de puntos y rayas con una fun- cuenta de ciclos lunares, pero creemos que las repeticiones presentes en
11
ción claramente numérica relacionada en distintas ocasiones con el re- este conjunto pictórico pueden tener una función de "conteo".
' /
gistro de observaciones astronómicas, especialmente con los periodos ob- Las combinaciones de líneas y las secuencias de puntos podrían ser la
servables del ciclo lunar.
enumeración de ciclos o periodos acumulados, o bien la enumeración €!_e
En cuanto al carácter numérico de estos sitios este autor comenta -
elementos geográficos (ríos, montanas, ·
camrnos) que exp¡1cara
· n la deh-
(Murray, 1983 1 p. 454): mitación territorial del grupo siempre en relación con fenómenos ª st ro-
nómicos representados por l;s soliformes y tal vez por los círculos, que
Se argumenta que alguno de los petroglifos y pictografías halladas en el Nor- quizá correspondan a esteliformes. h
te de México, representan sistemas arcaicos de numeración . Tomamos como ¿Quiénes fueron los pintores de Potrero d e Ch ,· ¿ z
a1 ez. Como se a co-
postulado que es más probable que un ejemplo específico sea un número, si mentado 1 tenemos pocos elementos para conocer e1 Con texto cultural es-
su representación gráfica manifiesta ciertas propiedades lógicas del proceso pec1hco
, •
de estas prnturas.

En pnmer
- 1ugar, por e1 poco conocimiento
_ .de
de numeración, tales como repetición simbólica, simetría gráfica y ordena- la zona a nivel arqueológico, que no permite asociar esta~ m~ife st ªc - 10
miento complejo. nes artísticas con una cultura determma. da y su precisa · ub1cac10n tempa-

502 M ar ta F o rc a n o i Apari c i o Las pintura s rup es tr e s d e P o tr e r o d e Ch á id ez


ral y, en segundo lugar, a la falta de datos etnográficos. Las fuentes etno-
históricas que poseemos para los grupos indígenas que habitaron esta zo-
na del territorio durangueño (acaxées, xiximes, tepehuanes) son escasas y

~~ t,
no mencionan la producción de arte rupestre (González, 1993). Este he-
cho nos limita para progresar en posibles explicaciones basadas en las
analogías etnográficas. [) (,

~
A pesar de ello y a partir del estudio preliminar del material arqueo-
lógico obtenido en las primeras excavaciones realizadas en Potrero de
Cháidez, la maestra María de los Dolores Soto confirma la presencia de
grupos cazadores-recolectores que utilizaron el sitio como centro cere-
monial por el carácter no habitacional del mismo.
Tal como señala la maestra Soto (r 99 5), se trata de un sitio acerámico
,_
~ ffi ~f ll

Figura 6. Grabados
en el que han aparecido algunas puntas de proyectil, abundantes perfora- mes, motivos en forma de "reja" o reticulados, motivos tipo sierra, líneas rupestres del sitio de
dores, buriles, pulidores de pequeño tamaño, así como fragmentos de las- en zigzag, entre otros, distribuidos de forma irregular sobre el panel La Candela, en el valle
del río Tepehuanes .
cas Y navajas; además se encontró una gran cantidad de "mosaicos", lo rocoso.
que confirmaría el carácter ritual del sitio: Este sitio de Potrero de Cháidez comparte semejanzas iconográficas
con esta tradición aunque posee una serie de características que lo hacen
Pero lo que me parece más importante es la interpretación preliminar del particularmente único, si lo comparamos, además, con el arte rupestre de
material que surgió durante la excavación de que la actividad o una de las ac- la sierra y de los valles durangueños más próximos a él.
tividades más relevantes que se realizaba en el abrigo, fue la manufactura de ¿Cómo es la estructuración espacial en los sitios con arte rupestre de
mosaicos de rocas de grano fino de distintos colores y tonalidades 1- .. J enton- la zona serrana y de la zona de los valles de Durango? Para los sitios loca-
ces los grupos de cazadores recolectores de distintos lugares de la sierra, y lizados en la zona de los valles, que se relacionan con pueblos agriculto-
quizá también de las cañadas y los valles, acuden a este sitio en temporadas res, los motivos predominantes son los zoomorfos -venados, cánidos-,
relativamente breves a realizar una visita a un espacio sagrado, regresando antropomorfos esquemáticos y una serie de motivos geométricos quepa-
después a sus actividades cotidianas de caza y recolección (Soto, pp. 12-13). recen ser una constante para esta zona e incluso para algunos de los sitios
serranos.
El carácter ritual del abrigo viene determinado también por la presencia, Se trata de "cuadriláteros" o motivos "encuadrados" con diferentes
en su extremo noreste, de dos perforaciones hechas intencionalmente, elementos en su interior, que pueden aparecer aislados o bien asoci~~os
que se sitúan en el piso y en un pequeño espacio remetido de unos 4 m de con el resto de los motivos zoomorfos y antropomorfos. Para estos sitios
largo por 2 m de profundidad. hemos observado una estructuración espacial en la que los motivos apa-
Las dimensiones de dichas perforaciones son muy similares: unos I 6 recen más o menos independientes o aislados, o bien formando conjuntos
cm de diámetro por 20 cm de profundidad. Desconocemos su significado, en los que se agrupan pero sin mostrar una conexión específica entre
pero posiblemente tuvieron que ver con alguna ceremonia relacionada con ellos.
el agua. Así, por ejemplo, en los sitios de El Alamillo o La Candela (véanse.fi-
A nivel iconográfico, los motivos abstractos se asocian, generalmen- guras 6, 7 y 8) situados en el valle del Tepehuanes, los cuadriláteros 0
te, con grupos nómadas de cazadores-recolectores I tanto en la zona árida motivos encuadrados aparecen en pequeños conjuntos aislados que se
del Norte de México como en el suroeste de Estados Unidos. distribuyen a lo largo de un cañón o bien en grandes paneles rocosos que
Según Schaafsma (1980) existe en el suroeste de Estados Unidos una sobresalen en el paisaje, siendo quizá más significativa su ubicaci_ó n geo-
tradición de arte rupestre abstracta asociada con grupos de cazadores-re- gráfica determinada que la relación específica que pudiera existir entre
colectores que habitaron esa zona. los motivos de un mismo conjunto.
Los motivos pertenecientes a este "estilo abstracto" son composicio- Para los sitios con pinturas rupestres de la parte alta de la sierra ~a-
nes de elementos curvilíneos o rectilíneos o la combinación de ambos dre Occidental, localizados hasta ahora, existe un predominio d~ motivos
grupos de círculos, círculos concéntricos , columnas de puntos / ramifor- zoomorfos y antropomorfos esquemáticos asociados con motivos abs-

505
504 Marta Forcano i Aparicio La s pinturas rup e str es de Potr e ro de Cháid ez
Figura 7. Grabados tractos, básicamente grupos de puntos y de pequeños trazos. En estos si-
rupestres del sitio
tios, los motivos se distribuyen de manera dispersa, sin mostrar una rela-
de El Alamillo,
en el valle del río ción aparente entre ellos. .-A~
Tepehuanes . En el sitio de Piedra de Amolar 1 (PAM-1), ubicado en la Mesa de Tla-
huitoles, observamos una serie de motivos abstractos constituidos bási-
camente por secuencias de trazos verticales, líneas horizontales y man-
chas de coloración roja, todos ellos distribuidos a lo largo del abrigo y en
mal estado de conservación. Aparecen también motivos esquemáticos de Figura 8. Grabados
carácter zoomorfo y antropomorfo, así como un pequeño grupo de moti- rupestres del sitio
vos grabados, que podrían pertenecer a diferentes momentos de ocupa- de La Candela, en el
. t, 1 ::=1 valle del
ción del sitio y, por lo tanto, a diferentes grupos culturales. o AO ~ '""· río Tepehuanes .
La presencia de estas secuencias de trazos -algunas veces finos y
otras veces más gruesos, posiblemente digitaciones- y de líneas creando
unos ritmos particulares, así como la presencia de una serie de hoyos y de zona, tanto de recorrido como de excavación, esperamos resolver algunas
unas superficies pulidas del tamaño de las manos ubicados en la parte in- de los interrogantes planteados, así como poder situar las pinturas ni:pes-
.
tres de Potrero de Cháidez en un honzonte cultural y cronol ogico
' · precisos.
ferior y en el piso del abrigo, nos permite hablar de un sitio en el que tal
vez el gesto ritual tuvo más importancia que la representación particular
de los motivos. BIBLIOGRAFÍA
Las pinturas de Potrero de Cháidez presentan, a diferencia de los de-
más sitios con arte rupestre de la zona, una composición organizada en la GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, LUIS · 11

que el equilibrio parece tener más importancia, junto con la coherencia 1993 "Destrucción de idolatrías entre los acaxées de Durango 11600 ) '
. · de Inves-
global del conjunto, que la representación específica de cada uno de los El noroeste novohispano en la época colonial, Instituto
motivos. tigaciones Antropológicas, UNAM, México, pp. 75-194.
, ,, El Noroeste
Esta "unidad compositiva", ¿es el resultado de una actividad realiza- 1993 "La etnografía acaxée de Hernando d e Santaren , en .
da en un solo momento?, ¿se trata de un estilo local que se desarrolló en novohispano en la época colonial, Instituto de InvestigacIOnes
un espacio y en un periodo de tiempo limitados? O bien, si lo que se re- Antropológicas, UNAM, México, pp. 135-174.
gistró en Potrero de Cháidez hace referencia al tiempo, es decir, al regis- HERs, MARIE-ARETI d 1 Jnsti-
tro de ciclos o periodos, ¿podría concebirse la ejecución del conjunto en 1991 "Chicomoztoc o el Noroeste mesoamericano", Anales e
, . o PP r-22.
diferentes momentos -días, meses o años- e incluso por varias genera- tuto de Investigaciones Estéticas, 62, UNAM, M e:iuc , · .
ciones que fueron completando el mensaje plasmado en la pared del r 99 3 "Investigaciones arqueológicas en Hervideros, Durango: p~ime-
abrigo ? ros avances" Transición vol. 13, Instituto de InvestigacIOnes
4-!2 .
Históricas-Universidad Juárez del Estado de Durango, P?·
I ,
Éstas son cuestiones que no podemos responder con los datos dispo-
, · 11 1 · da Manzarulla Y Leo-
r 994 "La zona noroccidenta1 en e1 c1as1co , en m
nibles hasta ahora. A partir de los próximos trabajos arqueológicos en la

La s p i ntur as rup es tr e s d e Potr e r o d e Ch á id ez


506 M a rt a F o r c an o i Ap a ri c i o
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508 Marta Forcano i Aparicio La s pintura s rup es tr es de Potr e ro de Cháid e z


TRES AÑOS ANTES DE QUE SE APAGUE PARA SIEMPRE
EL SONIDO DEL TAMBOR DE MATO-TOPÉ O EL VIAJE DEL
PRÍNCIPE DE WIED EN EL VALLE DEL MISSOURI: 1833-1834

Christine Niederberger
CEMCA

Pasando la frontera septentrional movediza de Mesoamérica y entrando


en el dominio de Tita, arqueólogos y etnohistoriadores menos que nunca
pueden descansar en la felicidad y el confort de sus planetas intelectua-
les, sean éstos los de las abstracciones weberianas, o los de las finalidades
marxistas, o bien de las intemporalidades estructuralistas, como_ lo ex-
presaría J. Le Goff para la historia en general. Hay que arriesgarse, fomen-
tar la creatividad, el rigor, la modestia y, en ocasiones, admitir con júbilo
que ciertas pétreas convicciones, ligadas a las clasificaciones culturales,
no siempre funcionan.
Mi primer viaje en el mundo del gran Norte americano lo debo a la
doctora Beatriz Braniff, cuando en los felices tiempos de la Escuela Na-
cional de Antropología e Historia y en el Museo Nacional de Antropolo-
gía, seguía yo, con fascinación, sus clases sobre América del Norte. Así
que, en homenaje a Tita -y con mis afectuosos deseos para que pueda
seguir su investigación con tanto entusiasmo y gusto desinteresado por
el saber que es para todos nosotros un ejemplo- quisiera ofrecerle ahora
este eco de un punto muy particular en los ejes del tiempo y el espacio: el
valle del Missouri en el año r 8 3 3.
Mi segundo encuentro con el mundo de las tribus de las planicies, ex-
trañamente, ocurrió en el valle del Rhin cuando, como parte de la sesión
plenaria de la Unión Internacional de las Ciencias Prehistóricas y Pleisto-
cénicas, en r98r, en la Universidad Gutenberg de Maguncia, fui invitada
al viejo castillo del actual príncipe de Wied, y oí contar la singular histo-
ria de su gran tío el príncipe Alejandro Maximiliano de Wied-Neuwied.
Maximiliano nació en 1782, apenas diez años después de la publi-
cación en París del último volumen de la Enciclopedia de Diderot Y
D'Alembert. En los años 1766 a 1768, Bougainville, seguido por Cook Y
Lapérouse, circunnavegaba el planeta. El mundo de los enciclopedistas
era un criadero de corrientes liberales y a la vez un marco de búsqueda Y
racionalización crítica de la información en todos los campos del conoci-
miento. Humboldt, r 3 años mayor que Maximiliano, dividía su tiempo
entre París con sus grandes amigos los botánicos Bonpland o Cuvier, los
astrónomos físico-químicos Gay-Lussac o Arago -ardiente republicano
con el cual tenía "afinidades electivas"- y sus expediciones por el mun-
do. Humboldt comentaba sus publicaciones de fitogeografía, hidrología,
geología, historia o política con apasionados lectores y amigos como

511
Goethe, Schiller o el rey de Prusia, Federico Guillermo III, quien, entre
paréntesis, le suplicaba pasase más tiempo en Berlín o en Postdam.
Maximiliano, influido por Humboldt, del que más tarde se volvió
amigo, y digno hijo del siglo de la Ilustración -con una sed nunca saciada
de conocimientos-, primero se apasionó por las ciencias naturales y rea-
lizó exploraciones en Brasil de r 8 r 5 a r 8 r 7. Tenía una mente meticulosa
y crítica y a la vez una perspectiva de observación abierta y humanista.
Pero todo esto no tendría especial interés para nuestro tema, los terri-
torios indios de las planicies de Norteamérica, si el príncipe de Wied, ya
de 60 años de edad, no hubiera decidido organizar una expedición al oeste
Figura 1. Charles
del río Mississippi, decisión que constituye un verdadero milagro del des-
Bodmer. Llegada de
tino para la sobrevivencia en nuestra memoria de una de las más comple- Maximiliano de Wied,
fas e imponentes culturas de América, antes de su trágica desaparición o Charles Bodmer
y Dreidoppel a Fort
dé su novelesca o fanática deformación en la historia oficial del siglo xx. Clark.
Milagro, en efecto, puesto que unos años antes de la llegada de Maxi- Joslyn Art Museum,
miliano a San Luis, Missouri, en 1833, y antes de las primeras entradas Omaha, Nebraska.

de los barcos de vapor, él no hubiera podido organizar una expedición de


tal magnitud (un recorrido de 8 ooo km sobre el río Missouri); y que, des-
pués de 1837, año en el que una terrible epidemia de viruela se desató en
las planicies del Norte, la mayoría de las tribus sioux y algonquines de todavía no consideran a los blancos como enemigos, sino más 'b ien como
esta r:egión iba a ser aniquilada. El sonido del tambor de Mato-Topé, no- proveedores, por medio del trueque entre hombres libres, de objetos úti-
ble jefe de los mandanes, nunca más resonaría en los bosques de álamos Y les o interesantes. Después de que Francia hubo cedido en r803 la Loui-
sauces de las orillas del Missouri. siana a Jefferson, territorio que abarcaba no sólo la desembocadura del
Maximiliano se hacía acompañar de su valet, que respondía al singu- Mississippi sino todo el gran Oeste, los coureurs des bois, nómadas por
lar noQ.1bre de Dreidoppel (es decir, Tresdoble), y del joven y atlético pin- gusto y por selección, siguieron activos allí y fueron generalmente ellos
tor suizo Charles Bodmer (véase figura r), extraordinario acuarelista, para los que servirían como in..térpretes a Maximiliano a todo lo largo de su
nue stro placer, y de gran rigor documental en su trabajo, lo que se desta- viaje: un tal Heurtebise con los sioux yanktonés, Lafontaine con los assi-
ca con particular claridad cuando se compara su obra con la de su con- niboines, Doucette con los gros ventres y blackfeet, o el célebre Tous-
t€mporáneo Georges Catlin. Más tarde Bodmer sería un artista eminente saint Charbonneau con los minettarees o hidatsas. Charbonneau, siempre
de la Escuela de Barbizon, cerca de París, donde murió. infatigable, ya frisaba los setenta años. Treinta años antes, con su no me-
El trío se encontraba entonces sobre el río Mississippi, el ro de abril nos célebre esposa shoshone, Sacajawea, había servido de guía e intérprete
de 18 33, embarcado sobre el Yellowstone, buque de rueda de la American a Lewis y Clark abriendo la futura ruta llamada Pista del Oregon.
Fu_r Company. El barco inició un gran viraje hacia el oeste sobre el río Las tribus de la planicies del Norte, divididas en tres grupos lingüísti-
Missouri en un atardecer con un sol poniente de color rojo vivo "de cos mayores (cadoan, macro-sioux y algonquin) ya compartían una larga
asombrosa belleza", anota el príncipe en su diario. Alrededor de ellos, historia de movimientos territoriales, de ósmosis cultural, de intercam-
aunque se oyen algunas palabras en idioma cheyenne o en sioux yankton, bios indirectos de bienes e ideas con grupos lejanos, incluso con la· dis-
se habla inglés, que el príncipe no domina y el francés• no el refinado tante área mesoamericana. No desconocían el cultivo del maíz, la calaba-
idioma de M ontesqmeu, · ·
smo e1 francés rudo
' de los llamados
' coureurs za Y el frijol, aunque no todos la practicaban, dirigiendo un mayor interés
des bois (corredores de los bosques), que desde Cavelier de la Salle no tra- a la caza de las grandes manadas de bisontes, de wapitis o de e:iervos, cu-
b_aj~ron ni por su rey ni por la historia, franquearon la frontera del Missis- yos movimientos se seguían con campamentos móviles y desplazamien-
sip1 par~ cazar Y explorar, sin imponer ninguna presión económica sobre tos con trineos -conocidos bajo el nombre de travois-, jalados por pe-
los habitantes de las planicies, en una época de gran riqueza ambiental. rros. Hasta aproximadamente 1750, fue realmente la era del perro: amigo,_
De tal manera que los indios del Missouri, hasta el principio del siglo x1x, compañero de caza, valioso para la carga jalando trine_os con sus arneses.

512 El príncipe de Wied en el valle del Missourt .


UNIVERSIDAD. Chri s t i ne N i e de r be rger ~~- ~ :>·.;~ '..'' ..
AUTONOMA ~ ; ~ \. : ·. ~ ... ": • ; ~. : : 1 ; ' ••

DE SAN LUIS POTOSI \~I ~.. . ..


• SISTEMA DE BIBLIOTECAS CIHüyP : ¡ . . :· ..
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Figura 2. Charles Bodmer.


Campamento
assiniboine en Fort Union :
tipi y tres trineos alzados
mientras los
perros descansan . Joslyn
Art Museum , Omaha,
Nebraska .

En una acuarela de Bodmer (véase figura 2), se observa un campamento as-


siniboine y, a la izquierda de un tipi, tres travois o trineos alzados, mien-
tras los perros descansan.
Unos 80 años antes de la llegada de Maximiliano, un suceso m ayor,
otra vez de América Media, iba a marcar profundamente el curso de la
historia de las planicies: la exitosa apropiación del caballo en los modos
de vida. Los bisontes antes cercados con cautelosos acechos debajo de Figura 3. Charles Bodmer. Wahktageli, 1·efe • kton
. d . D . s1oux yan ,
en tra1e e ceremonia . onac1 6n de la Enron Art Foundation.
pieles de lobo, eran atacados -en la era del caballo- con toda rapidez Joslyn Art Museum, Omaha, Nebraska.
por diestros jinetes y con grandes rendimientos. El uso de lanzas perdura- Figura 4.C harles
Bodmer. Mujer
ba, pero ya se habían abandonado los altos arcos y los escudos de grandes evol~ción unilinear pura y dura, que las mujeres de las tribus seminóma- blackfeet piegan .
dimensiones por armas más chicas. El travois, ahora jalado por un caba- das sw~ix te:o~s, en la era del perro, habían practicado ocasionalmente la Joslyn Art Museum,
Omaha, Nebraska.
llo, podía transportar cargas más pesadas y así se podían construir tipis a~fa~e~ia, practica_Ya abandonada para entonces. Cerca de Fort Pierre, Ma-
más grandes, de hasta 14 pieles de bisonte. Pero la introducción de armas x1miliano observo, por primera vez, un campamento sioux con sus tipis y
de fuego y de expediciones a caballo también agravaría las pérdidas en las sus estrados funerarios, donde yacían los difuntos, con la cara pintada de
guerras intertribales. rojo dirigida hacia el este.
El 21 de abril, después de pasar los fuertes Bellevue et Cabanné, don- Más tarde, cerca del Fuerte Mackenzie, en el alto Missouri, Maximi-
de Lucien Fontenelle representa a la Compañía de Pieles, se entra verda- liano observará otros campamentos seminómadas, los de las tribus algon-
deramente en territorio indio libre. El Yellowstone se dirige hacia Fort quines, como los blackfeet, piegans y gros ventres, siguiendo los itinera-
Pierre. Bodmer pinta el retrato de Wahktageli (Guerrero Valiente), un rios de los bisontes. Notamos allí, de nueva cuenta y para escapar de los
sioux yanktori en traje de ceremonia decorado con espinas pintadas de moldes rígidos de clasificación ' que , durante el verano 1 los blackfeet oca-
puercoespín sobre su camisa y polainas de piel de wapiti y con un gran sionalmente cultivaban el tabaco.
abrigo de piel de bisonte (véase figura 3 ). En Fort Pierre, se realiza la acua- Maximiliano se hallaba particularmente impresionado por la varie-
rela de una mujer sioux teton con un magnífico abrigo de piel de bisonte dad Y dureza de los trabajos asumidos por las mujeres de los campamen-
decorado. Aquí, debemos hacer notar, para enfadar a los adeptos de una tos seminómadas de las planicies. Además de criar a sus hijos, organiza-

C hri s tin e N i ede rb e r ge r El prín c ip e de Wi e d en el v all e d e l M i ss our i 515


ban el transporte con los travois en los desplazamiento , edificaban los hoy en día sobre este grupo, muy poderoso y de complejas tradiciones cul-
tipis, transportaban numerosas cargas, preparaban la comida, limpiaban turales. Maximiliano y Charles Bodmer se impresionaron particular~ente
Y curtían las pieles, fabricaban vestidos, mocasines, así como bolsa (para por los mandanes y sus vecinos los minettarees, altos y de complexión
el pemican o para objetos de protección mágica) o estuches. Una mujer atlética, que eran también altivos jinetes de espléndida vestimenta. Prove-
piegan, de mirada triste, llevaba una magnífica túnica suave y bien curti- nían igualmente del pueblo de Ruhptare, situado tres millas río arriba:
da de piel de wapiti y mocasines con un diseño que representa al planeta Las casas mandanes, de forma hemisférica, se construían con arma-
Venus (véase figura 4). En cuanto a los hombres, Bodmer advirtió que los zones de madera y cubiertas de vegetación y de arcilla. Eran muy sólidas,
guerreros blackfeet pintaban sobre su capa de piel de wapiti escena de ya que en tiempos de conmemoraciones y fiestas públicas numerosas
sus hazañas, como la toma de prisioneros, el robo de caballos y el núme- personas se instalaban encima de ellas para disfrutar de los espectáculos.
ro d~ _c abelleras obtenidas, todo esto formaba parte de un código de infor- El espacio interno se dividía por mamparas; las primeras, frente a la en-
macion y de un lenguaje intertribal. trada, servían de corta-viento, otra delimitaba un espacio para el bien
Entre los blackfeet, Maximiliano fue invitado a comer en el tipi del más preciado de los hombres de las planicies: los caballos. Un espacio
jefe Camisa de Fierro (Meshkeme-Sukal, que lo recibió con la cara pinta- cuadrado central reunía a la familia y una abertura en el techo permitía al
da de negro, lo que indicaba un acto heroico reciente. Su penacho incluía humo salir del hogar. Al fondo, un amplio recinto hecho y tapizado de
una pi~l de armiño, plumas de águila y una garra de oso grizzli. Su cami- piel de bisonte servía de dormitorio. Sobre las vigas y las paredes, se colga-
sa de piel de musmón tenía un cuello de nutria y el abrigo de piel de bi- ban los instrumentos que las mujeres utilizaban para el cultivo de los
sonte tenía el pelo hacia adentro. Su tipi era de gran tamaño (más de r 5 campos estivales de maíz, calabaza, frijol, girasol y tabaco, como azadones
pasos de diámetro), magníficamente decorado . Los invitados se sentaban de omóplato de bisonte, rastrillos con mango de fresno terminado en una
ª _la ~zquierda del jefe sobre pieles de bisontes. Maximiliano calificó en su cornamenta de ciervo, canastas con banda frontal, o bien mazos rompe-
diana de deleitables los platillos de carne asada servidos con bayas silves- huesos para sustraer la médula y raederas para limpiar las pieles de wapi-
tres_ dulces. En el campamento, encontró varios hombres-medicinas, es tis o de bisontes antes de curtirlas. Maximiliano también descubre la exis-
dec_u, .hombres a los que consideraban dotados de poderes sobrenaturales tencia del baño de vapor.
Y_di st mguidos por su característico chongo delantero. También lo impac- Afuera, sobre el Missouri, se veían las balsas de gruesas ramas flexi-
to la P_resencia entre los blackfeet de mujeres que, por infidelidad, tenían bles de sauces y cubiertas de piel de bisonte y, cerca de las casas, las pérti-
1~ nanz cortada. Asistió luego a una ceremonia funeraria, donde los pa- gas que servían para el travois o bien con ofrendas para los espíritus y fuer-
rientes cercanos se cortaban los cabellos y se cubrían la cara de arcilla zas naturales como el sol, señor de toda vida, o Rohanka, el cuarto
blanca. Maximiliano observó también a una mujer de avanzada edad que hombre, dueño del planeta Venus que protege a toda la humanidad o la
se cortó una falange del meñique en signo de luto. "vieja-señora-que nunca-muere", la luna. Esta deidad tiene tres hijos y tres
. Des~ués de este paréntesis sobre los grupos seminómadas del alto hijas: un hijo representa el día y vive en el sol, otro es la noche; una hija vi-
Missoun, regresamos al Yellowstone recorriendo el curso del río, antes ve sobre la estrella matutina, "la señora con pluma"; otra, llamada "cala-
de llegar ª 1 t erntono
· · d e los mandanes y minettarees, grupos sedentarios baza rayada", es un astro que siempre sigue la estrella polar. Asimismo
observados en la cercanía de Fort Clark. existen espíritus inclasificables como el coyote-engañador o poderosos se-
Ahí continuaron la navegación pero no fue fácil pues había muchos res mitológicos como el ave-trueno o el gran bisonte, al cual se le debe pe-
troncos, llamados "embarras", que bloqueaban el curso del río. El trío dir perdón por las actividades de caza y rogar el préstamo de más bisontes.
aprove. ch O, e1 tiempo
· ·
para vivaquear, o herborizar sobre las riberas. Todas Las ofrendas y peticiones a las fuerzas espirituales comprendían las
las cnaturas vivientes, desde los wapitis / castores / martas ' nutrias / antí- danzas de sociedades rituales masculinas: la de los "perros locos", de los
1 11 11
opes _o gansos, se asustaron con el ruido y el humo del vapor. "cuervos , de los "guerreros bisontes 11 , de los "ciervos de cola negra •
Fmalmente, el barco vislumbró Fort Clark -donde Maximiliano per- Bodmer captó a un guerrero bisonte con una cabeza de bisonte puesta co-
manecerá seis meses, desde noviembre de 1883 hasta abril de 18 84-. En mo yelmo, en medio de la danza de petición realizada por los miembros
un promontorio, se veía el pueblo de Mih-Tutta-Hang-Kush de la tribu se- del clan, Y observada por espectadores sentados en el techo de las casas
dentaria de los mandan es, en el que había 7 5 grandes habitaciones circula- (véase figura 5 ).
res; sobre esta tribu Maximiliano escribirá más tarde un tratado II etnográfi- Las sociedades rituales femeninas se dividían en cuatro clases según
co" que constituye la más amplia y meticulosa contribución que tenemos la edad: "banda de la bisonte blanca" 1 "banda de la hierba" 1 "banda del

516 C hri s tin e N i e d e r/J c r ge r El prín c ip e de Wi e d en el vall e d e l Mi s souri 517


Figura 5. Charles
Bodmer. Danza
del bisonte entre
los indios mandanes .
Joslyn Art Museum,
Omaha, Nebraska .

río" y "banda del fusil"; esta última era el grupo más joven. La danza ri-
tual femenina del maíz en la primavera que se ofrecía a la "vieja-señora-
·que-nunca-muere" era de gran importancia. Se preparaban ofrendas al
;. • contemplar en el cielo el regreso de los gansos y los patos silvestres. Se
·consideraba que la luna mandaba las semillas con las aves acuáticas. De
, .: hecñ,o, en la simbología mandan, los gansos eran el maíz, los cisnes la ca-
labaza y los patos el frijol. Figura 6. Charles Bodmer. Mande-Pachu (Pico
de Águila), guerrero mandan. Joslyn Art Museum,
Entre las ceremonias petitorias más impresionantes de los mandanes Omaha, Nebraska.
figura la ceremonia ritual de penitencia del "okippe" con autosacrificios
Figura 7. Charles
Y torturas voluntarias ofrecidas a los espíritus y al sol, realizadas por los Bodmer. Mato-Topé
más valientes guerreros que se colgaban de las vigas de la casa de ceremo- caba la toma de prisioneros. Maximiliano lo describió como un hombre (Cuatro Osos)
nia, con lazos que atravesaban la carne del torso hasta que las heridas se eminente, de carácter noble y distinguido. Su valentía se mostró particu- con su vestimenta
larmente en una célebre batalla contra este enemigo cheyenne, durante de ceremonia .
r~mpieran . La ceremonia, de complejo protocolo, con ayunos, ofrendas, Joslyn Art Museum,
pmturas corporales específicas, representaciones y danzas de carácter la cual Mato-Topé agarró la navaja del cuchillo del adversario a mano Omaha, Nebraska.
cosmogónico, duraba varios días. desnuda para evitar ser acuchillado y lo mató con su tomahowk en la
~ada ceremonia se acompañaba de danzas y música con tambores, otra mano. Bodmer le prestó sus pinceles para que inmortalizara esta es-
sona¡as Y flautas. Bodmer retrató a Mande-Pachu (Pico de Águila), guerre- cena, lo que hizo con particular habilidad. Mato-Topé ofreció a Maximi-
ro _mandan de gran tamaño, con su flauta, con la cual ejecutó para Maxi- liano su abrigo de piel de bisonte con esta representación que ah.ora está
mihano
. una "t1·erna" m e1o d'ia, segun
, 1os prop10s
· termmos
, · d e1 d.iano
· (vea-
, en el Linden Museum de Stuttgart. Maw-Topé era también músico y poe-
se figura 6). ta, autor de las más estremecedoras palabras de desesperación y de furia
Un héroe de la nación mandan era Mato-Topé o Cuatro Oso. Bodmer frente a la muerte que un noble guerrero haya podido expresar; años des-
lo retrató ~o_n sus pinturas corporales y plumas de guerrero, mensajes vi- pués, el 30 de julio de 1837, murió de viruela. Mato-Topé habfa visto des-
suales codificados de sus hazañas. El cuchillo rojo en el penacho repre- aparecer a toda su familia y, de los r 600 mandanes de la región, ni roo
sentaba la muerte de un enemigo cheyenne, la mano sobre el torso indi- sobrevivirían a este drama.

518 Chri s tin e Ni e d e rb e r ge r El príncipe de Wi e d e n el v all e d e l Mi s sou r i


mo se observa en el caso de este guerrero blackfeet. Otro guerrero man-
dan era Maschi-Karehde o Águila Voladora, pintado por Bodmer con su
preciado collar de garras de oso grizzli y S)-1 abanico de plumas de águila;
las colas de lobo atadas a sus mocasines indicaban el prestigio y el rango
social, adquirido en actos heroicos . .
Bodmer también inmortalizó a guerreros aliados de tribus vecinas co-
mo el gran jefe minnetaree, Perishka-Ruhpa o :Pos Cuervos. Dos Cuervos
era el amigo íntimo de Mato-Topé y tenía una extraordinaria pipa cere-
monial a la cual se atribuían virtudes mágicas. Cuando visitaban a Maxi-
miliano en su habitación de Fort Clark, Mato-Topé y Dos Cuervos se
sentaban cerca de la chimenea para charlar; Maximiliano notó que, cuan-
do ambos jefes fumaban, siempre empezaba Mato-Topé.
La pintura de Bodmer considerada como el más bello retrato jamás
hecho de un jefe indio de las planicies fue la que hizo otra vez a Dos
Cuervos, con importantes hechos de guerra pintados sobre el torso des-
nudo, ataviado además con un espléndido penacho de plumas de cuervo
rematadas en plumón de cisnes; tenía un abanico de plumas de pavos sil-
vestres y bailaba con arco, flechas y una sonaja con las pezuñas de un pe-
queño ungulado, pluma y pic::il decorada (véase figura 8 ).
Quisiera terminar con esta impresionante evocación. El invierno de
1833 a 1834 fue de particular dureza: los pinceles de Bodmer se congela-
ron muchas veces, Maximiliano enfermó y sólo las hierbas de las plani-
Figura 8. Charles cies lo salvaron in extremis en la primavera. Siempre con la misma aten-
Bodmer. Perishka- ción, con su gran tenacidad y pasión, nuestro trío siguió su pauta y al fin
Ruhpa (Dos Cuervos) en
una danza de la regresó con bien a Le Havre, Francia, el 8 de agosto de 1834. Ellos nó po-
sociedad mandan de dían imaginar el desastre que se iba a abatir sobre las tribus de las plani-
los perros. Joslyn Art cies, tres años después, en el verano de 1837. Pero, con los meticulosos
Museum, Omaha,
Nebraska. apuntes de Maximiliano y los croquis y acuarelas de Bodmer se había
reunido un invaluable tesoro: el rescate para la historia de un momento
Bodmer nos presenta a Mato-Topé con su vestimenta de ceremonia de espontáneo de vida real, aún auténtico, es decir, de un mundo perdido pa-
la banda de los bisontes guerreros (véase figura 7). Ostenta un penacho de ra siempre. A menos que, quizás, en nuestras memorias y profundos sue-
plumas de águila, un cuchillo rojo por la muerte del cheyenne, una cami- ños, Mato-Topé y su gran amigo Dos Cuervos, lejos del último drama
sa de musmón de las Rocallosas con decoración de espinas de puercoes- que vivieron, se encuentren reunidos ahora en infinitas y felices cazas de
pín. Tiene colas de lobo atadas a sus mocasines, símbolos de otros comba- wapitis y antílopes en el paraíso del Gran Bisonte.
tes victoriosos.
Otro gran amigo de Maximiliano era Si-Tchida o Pluma Amarilla, vi-
goroso Y de alta estatura, hijo de un célebre guerrero desaparecido . Visita- Este trabajo se basó en las obras de Charles Bodmer, ahora propiedad de la Northem Natu-
ba diariamente al príncipe, tenía maneras muy corteses y mostraba una ral Gas Company de Omaha, obras expuestas en el Joslyn Museum de Omaha (Nebraska),
Y en los textos del príncipe Alejandro Maximiliano de Wied-Neuwied, publicados en 197.6
gran delicadeza de sentimientos, como lo observa Maximiliano en su dia-
por E. P. Dutton &. Corporation, en Nueva York, con el título People of th e First Man , y
ri_o. Portaba una bella capa decorada de pieles de bisonte, una bufanda de con la presentación de D. Thomas y K. Ronnefeldt. Otros documentos consultados pro-
piel de nutria Y ornamentos de conchas marinas con plumas de águila en vienen del Atlas of th e North American Indian, de C. Waldrnan (1985) y de la obra coordi-
el cabello. Las conchas marinas desempeñaban un papel importante tan- nada por Colin Taylor y William C. Sturtevant, Th e Native Amerícans (Salamander
to en las redes de intercambio interregionales como en la vestimenta, co- Books Ltd., 1991).

520 Chri s tin e Ni ede rb e r ge r El príncipe de Wied en el valle del Missouri 521
4
ENCUENTROS y DESENCUENTROS
CONCHAS Y CARACOLES. RELACIONES ENTRE NÓMADAS
Y SEDENTARIOS EN EL NOROESTE DE MÉXICO

María Elisa Villalpando


Centro INAH-Sonora

ENFOQUE TEÓRICO

La naturaleza de las interacciones entre diversas regiones en tiempos pre-


hispánicos ha sido desde tiempo atrás del interés de los arqueólogos, sin
embargo, el mayor énfasis se ha puesto en el estudio de los intercambios
de largas distancias entre sociedades de un nivel de desarrollo similar. La
interacción entre la Gran Chichimeca 1 y Mesoamérica se ha discutido
ampliamente, dando lugar a dos corrientes que han sido llamadas "aisla-
cionistas" e "imperialistas". Los investigadores orientados dentro del
primer grupo visualizan esta región con elementos desarrollados in situ
fuera de las influencias mesoamericanas, aunque están de acuerdo con
que el maíz y otros cultígenos, así como la tecnología cerámica y otros
símbolos y bienes materiales se dispersaron hacia el Norte desde Mesoa-
mérica. Lo que enfáticamente niegan es que Mesoamérica haya tenido una
influencia directa en el desarrollo socio-político de la región y explican la
presencia de elementos mesoamericanos como el producto de un intercam-
bio interregional.
Los seguidores de la corriente "imperialista" argumentan que lo que
existió fue un contacto directo entre la Gran Chichimeca y Mesoamérica
(Upham 1986). Aquellos que siguen esta perspectiva proponen una varie-
dad de niveles de interacción, con un efecto directo sobre el desarrollo so-
cio-político del área y la naturaleza de la transmisión de un complejo de
elementos mesoamericanos mediante un sistema de tipo pochteca: mer-
caderes itinerantes que penetraban en el Noroeste sobre una base de co-
mercio regular en la búsqueda de materias primas como la turquesa y
otros recursos locales (Foster and Kelley 1992¡ Kelley 1966; Kelley y Ke-
lley 1974).
En los últimos años, varios investigadores han puesto en duda la vali-
dez de las reconstrucciones arqueológicas que enfocan las regiones como
sistemas independientes y autosuficientes. Ellos han observado que en la
medida en que una sociedad prehispánica tuvo que interactuar con la de
otras regiones, tanto en la producción como en el consumo, ha sido nece-

1
Como denominó Charles Di Peso al espacio geográfico correspondiente al norte de Méxi-
co y al actual suroeste de los Estados Unidos, y ha sido retomado por Beatriz Braniff en sus
trabajos sobre esta área. Braniff, La front era protohistórica pima-ópata, 1992.
sario considerar un sistema mayor de relaciones que nos pueda explicar distribución se han utilizado para explicar la relación de intercamhio en-
realmente lo ocurrido. Esta observación ha conducido a muchos investi- tre la Gran Chichimeca y Mesoamérica, para elementos claves como la
gadores a aplicar los postulados de la teoría de los sistemas mundiales turquesa (Weigand 1982) o los cascabeles de cobre !Vargas 1994).
IWallerstein 1974 1978, 1980) en el estudio de los eventos prehispánicos Los modelos de sistemas mundiales y de política de interacción no
IBraniff 1992, 1993; Plog et al. 1982; Whitecotten y Pailes 1986; Weigand son realmente enfoques teóricos contrapuestos, sino más bien argumen-
1982). Otros investigadores han utilizado un modelo alternativo basado tos para un análisis a diferentes escalas IMcGuire y Villalpando 1994). El
en el concepto de "política de interacción" {peer polity interaction) enfoque teórico que ha guiado las recientes investigaciones arqueológicas
(Minnis 1989; Renfrew 1977). en Sonora se basa en un análisis de lo ocurrido en tiempos prehispánicos
La aplicación de la teoría mundial de sistemas se ha utilizado como a diferentes y múltiples escalas. Pretende respGnder a interrogantes sobre
un intento de solucionar estas discusiones, argumentando que el suroeste cómo es que las relaciones e interacciones a diferentes escalas convergen
de Estados Uni:dos en tiempos prehispánicos era una de las periferias del en casos específicos, creando los patrones que se observan en el registro
núcleo central mesoamericano dentro de una economía mundial. Estos arqueológico. Partiendo del postulado de que, depeFldiendo de la escala de
investigadores proponen que el núcleo o núcleos mesoamericanos fueron nuestro análisis, el conjunto de relaciones que se oh,serva es diferente, el
los iniciadores de la explotación de las materias primas que requerían, es- patrón que estas relaciones tienen entre sí no podrá ser apreciado en una
tableciendo la dependencia de los grupos norteños de productos y relacio- escala diferente si lo que tenemos es un diferente patrón de disparidad.
nes mesoamericanas IWhitecotten y Pailes 1986; Weigand 1982). Considerando que los grupos sociales actúan en un mundo de escalas di-
Sin embargo, el dilema actual en los argumentos de la consideración ferentes, es concebible que la posición de un grupo frente a otro cambiará
de esta área como una periferia de la economía mundial mesoamericana conforme cambie su escala de referencia.
es la falta de consenso de los criterios de evaluación.McGuire11986) fun- Dentro del Proyecto Arque9lógico Cerro de Trincheras consideramos
damenta su crítica a la aplicación de este modelo, en el sentido de que que el enfoque teórico más oportuno es el análisis de escalas múltiples,
enmascara importantes relaciones entre las periferias y niega la explica- cambiando alternativamente hacia una y otra escala para poder examinar
ción de sus propios desarrollos y el efecto sobre las áreas núcleos. Para la el mundo prehispánico como un producto complejo de la intersección de
explicación de estos fenómenos prefiere una aproximación teórica me- diferentes escalas y procesos, interregionales, regionales o intrarregiona-
diante la combinación de conceptos como economía de bienes de presti- les y locales IMcGuire y Villalpando, op. cit. ). Hemos propuesto que no
gio y modo de producción. se pueden explicar los cambios en la escala mayor de los patrones de dis-
Estos conceptos también han sido usados en las recientes discusiones tribución, por ejemplo de los productos exóticos (turquesa, aves, cobre,
sobre las interacciones de los intercambios a larga distancia INelson 1986, concha) a menos que podamos entender las relaciones de dependencia
1991; Mathien 1986). La esfera del intercambio de bienes de prestigio in- que existieron entre las sociedades de escala amplia y los sistemas pro-
cluye productos de estatus restringido que sólo son intercambiados entre ductivos locales.
las élites (Nelson 1986). En el caso de las élites en desarrollo de los sitios Cuando los elementos de intercambio interregional se dan entre co-
del Noroeste, los productos intercambiados los podían haber hecho llegar munidades vecinas, cada una de ellas conserva parte de los productos, in-
ª individuos particulares con cierta posición dentro de tales sitios; el re- tercambiando la que les resta con otras comunidades vecinas a mayor
sultado era una mayor diferenciación social dentro del grupo por el con- distancia del punto de origen. Este proceso es repetitivo y con cada inter-
trol Y distribución restringida de bienes de prestigio, que les haría ganar cambio sucesivo, una menor cantidad de elementos pasa a la comunidad
mayor poder frente a la comunidad y que en relación con individuos par- siguiente. Este intercambio interregional puede tener como resultado el
ticulares de otras comunidades, ayudaría a cimentar lealtades y obliga- movimiento de elementos sobre distancias considerables y es una alter-
ciones . Cuando esto ocurría, la distribución de dichos bienes se indicaría nativa extrema al intercambio de larga distancia entre grupos separados
por un patrón nodal entre los sitios. La distribución intra-sitio de los por amplios espacios geográficos.
bienes de prestigio debería entonces exhibir un contexto restringido y El estudio de las relaciones entre grupos agricultores y cazadores re-
concentrado. Por otro lado, si lo que encontramos es una distribución in- colectores ha cobrado gran interés en tiempos recientes para ei extremo
trá-sitio dispersa, esto hablaría de un acceso igualitario a tales bienes, e oriental del suroeste de los Estados Unidos (Spielman 1983, 1991). No ha
implicaría la ausencia de un control real de las élites sobre su distribu- sucedido lo mismo respecto de los grupos costeros, aunque se han citado
ción (Vargas 1994). Los modelos de acceso diferenciado y de control de la de paso las evidencias de tales interacciones (Villalpand(') 1988, 1989). En

M a ría Eli s a V ill a lpand o C o n c h as y ca r aco l e s


este ensayo me centraré en la proposición de un modelo de análisis para
estas esferas de interacción interregionales, que no necesariamente im-
plican movilización a grandes distancias, sino más bien un intercambio
con grupos vecinos de los bienes más solicitados. Un elemento clave en
estos intercambios han sido las conchas y caracoles del Golfo de Califor-
nia, que han jugado un papel primordial tanto en las relaciones a larga es-
cala como las intrarregionales.

PROBLEMÁTICA
100 300

Nuestra investigación en el noroeste del actual estado de Sonora tiene Equidistuda IIDlnl <mTU de nin15 metras
Mapa 7 cutaanfla compubrizada por
como meta contribuir a la mejor comprensión del periodo prehispánico GE~MAP, Im:. Tacsoo, Arillma. 1992.

tardío del Noroeste, examinando la intersección entre las adaptaciones


locales y las relaciones de intercambio a mediano y largo alcance dentro
de la región Trincheras. 2 Cabe señalar que el nombre Trincheras se refie-
re tanto a una cultura prehispánica como a varios tipos cerámicos, a un ti-
po especial de sitio y al lugar más impactante de esta tradición: Cerro de
Trincheras.
El interés de McGuire y Villalpando por el estudio de esta área tiene
ya más de una década (McGuire 1985; McGuire y Villalpando 1993), pero
hasta el otoño de 1991 se inició el estudio sistemático del sitio Cerro de
Trincheras. 3
El sitio Cerro de Trincheras se localiza en un gran cerro volcánico
aislado, a unos pocos metros al sur del actual poblado de Trincheras, en
el municipio del mismo nombre (véase figura 1 ). El cerro cubre más de
cien hectáreas y se eleva por más de 160 m sobre la superficie del terreno
adyacente. Los elementos arquitectónicos más obvios son más de 800 te-
rrazas construidas en las laderas del cerro, principalmente en la cara nor-
te. Localmente y desde tiempos coloniales, a estas terrazas las han deno-
minado "trincheras", de ellas toma su nombre el sitio. Algunas de éstas
tienen varios cientos de metros de largo, aunque la mayoría tiene una
longitud promedio de 15 a 30 m, con un rango de altura que varía entre
los ro cm en aquellas localizadas en la base del cerro, hasta más de 3 m
las que se encuentran casi en la cima.

2
Cuyo espacio geográfico comprende, por el norte, desde aproximadamente la frontera ac-
tual con Arizona hasta Punta Tepoca como límite sur, y desde el Golfo de California por
el oeste, hasta el río San Miguel. Quedan dentro de este espacio las cuencas fluviales del
Asunción, Madgalena, Concepción y Altar.
3
Figura 1. Cerro de Trincheras, Sonora.
Con un mapa preliminar sobre fotografía aérea a una escala 1:20 amplificada, reconoci-
mos sistemáticamente la superficie del sitio para obtener una cartografía detallada que
nos permitió postular conceptos sobre la naturaleza de las actividaqes en el sitio, la cro-
nología de ocupación y el lugar del mismo dentro de un sistema mayor regional e interre-
gional.

María E/isa Villa/pando Conchas y caracoles


Otros elementos árquitectomcos presentes en el s1t10 on más de
3 50 estructuras circulares. En planta son de circulares a ovales, con mu-
ros de piedra construidos sin argamasa, al igual que los muros de las te-
rrazas. Con frecuencia se encuentran asociadas a las terrazas, aunque en
ocasiones se hallen solas sobre la ladera y la cresta del cerro. Hemos con-
siderado (McGuire y Villalpando 1994) que podían haber sido usadas co-
mo cimientos o base de canastas de almacenamiento de granos, ya que en
tiempos coloniales y aun recientemente, los grupos indígenas del Desier-
to de Sonora han elaborado grandes canastos, a veces de varios metros de
diámetro, mismos que recubren con lodo para sellarlos y los colocan so-
bre un armazón de madera o sobre piedras. Otra propuesta es que se trata
de cuartos circulares con funciones habitacionales, tal vez usados en la
temporada de invierno.
Existen dos estructuras más, de únicas formas, que se encuentran en
--
---- 5 10 15

metros

el Cerro de Trincheras. La que hemos denominado Elemento 8, "La Can-


cha" (véase figura 2), es de forma aproximadamente rectangular, con pa-
redes de rocas apiladas sin enjarre y con una entrada en el extremo oeste,
en la parte central del eje longitudinal. Estructuras semejantes han sido
reportadas en otros cerros de trincheras (Braniff 1992:372-375; McGuire
1 985:12) y se les ha denominado como "corrales". Su función no es cla-

ra, se ha propuesto que podría haber sido una cancha de juego de pelota o
un área para la realización de eventos de carácter comunitario, por su lo-
calización en la base de la ladera norte del cerro y por estar rodeado ha-
cia el sur, este y sureste por los cientos de terrazas de la cara frontal del
sitio, lo cual crea el efecto de un anfiteatro. Ciertamente, es un espacio
público en el que toda la comunidad puede presenciar las actividades ahí
hechas.
El Elemento 9 es conocido como "El Caracol" (véase figura 3). Tiene
una ubicación prominente en la cresta del cerro, en la parte central de
una gran plaza rodeada por una diversidad de terrazas y estructuras circu-
lares. Los muros de esta estructura forman una espiral que parece la con-
cha de un gasterópodo cortada a la mitad. Se encontraron muy pocos ma-
teriales arqueológicos en las inmediaciones y ninguna evidencia de fuego.
Su ubicación, forma y la gran calidad de la construcción nos sugieren un
uso especial, probablemente de carácter ritual. Como el acceso a esta par-
--'?
l. Caliche
te del sitio se vuelve difícil casi desde el último tercio de la ladera norte,
es muy posible que las ceremonias que se realizaran en esta plaza de la
Q Roca
cima fueran de carácter restringido para sólo algunos miembros de la so-
ciedad, iniciados, o pertenecientes a un grupo dominante.
En Cerro de Trincheras hemos excavado y recolectado una gran can-
tidad de materiales arqueológicos, principalmente cerámica monocroma,
lascas trabajadas, metates, manos, restos de fauna y concha. Figura 2. Cerro de Trincheras. "La Cancha" (modificado de McGuire y Villalpando 1994).

El proceso de trabajo más evidente en el sitio es la manufactura y ela-

530 M11ría Eli s a Vil l11J p1111do Concha s )' c 11r11 co l e s 531
(700-II50 d. C.), 4 Altar (rr50-r300 d. C.j,s El Realito (r300-r450 d. C.),6
Santa Teresa (r450-r690 d. C.),7 Oquitoa (r690-r840 d. C.) 8 y Tohono
O'Odham (r840-r920 d. C.).9
o
----
--- 2 3

metros
Las fases Altar y Realito son especialmente relevantes para muestro
estudio del Cerro de Trincheras, pues aunque Bowen (n. d.) sugirió que
fue hasta II50 d. C. (Fase 3 de Bowen, Fase Altar) que empezó la produc-
ción de ornamentos en concha y las cerámicas decoradas, aclemás de la
interacción con los grupos de la tradición Hohokam, los datos del valle
de Altar nos permiten proponer que esto sucedió desde la Fase Atil (apro-
ximadamente en el 700 d. C.), mientras que los cerros de trincheras em-
pezaron a construirse desde la Fase Altar. Los fechamientos de C 14 obte-
nidos de las excavaciones recientes de Cerro de Trincheras nos indican

4
Correspondiente con la Fase 2 de Bowen (n. d.), puede ser un poco más tardía de lo que
Bowen sugiere, con una fecha de inicio alrededor del 700 d. C., siendo aún muy especula-
tiva su fecha terminal. Los sitios parecen ser idénticos a los sitios Cochise, excepto que
en ellos aparece cerámica asociada. La localización de estos sitios a lo largo del río Altar
Y el conjunto de materiales asociados sugiere que sus ocupantes practicaban ya la agri-
cultura. .
5 Corresponde con la Fase 3 de Bowen (ibid., 800-1300 d. C.), pero dentro de una cronolo-
gía entre el 800 y el 1000 o 1500 d. C., usando tabulaciones cruzadas con el SUI de Arizo-
na. Está marcada por la presencia de cerámicas decoradas con hematita especular (Trinche-
ras Púrpura-Rojo y Café, Altar Policroma y Nogales Policroma) y el inicio de asentamientos
en las laderas de algunos cerros. Las investigaciones de Braniff en el río San Miguel encuen-
tran cerámica Trincheras PúrpUia-Rojo asociada con fechas de radiocarbón para el siglo
xvr, lo que puede sugerir que fuera del áiea Trincheras, estos tipos continuaron en uso
hasta el tiempo de la dominación colonial.
6
Semeja el conjunto de materiales del Periodo Clásico del sur de Arizona, y se ubica den-
tro de lo que Bowen (ibid.) describió como Fase 4. La transición está marcada por la
sustitución de la técnica de elaboración de la cerámica lisa por enrollado y raspado
a la técnica de paleteado, representado por los tipos Trincheras Lisa Tardía y Lisa Roja.
Las cerámicas intrusivas permiten situar esta fase en los .siglos x1v y xv, aunque perma-
nece el problema señalado por Braniff (op. cit.)
7
3 Define el conjunto de materiales protohistóricos que incluyen la cerámica Whetstone Li-
Figura · Cerro de Trincheras. "El Caracol" (modificado de McGuire y Villalpando 1994).
sa, cierto tipo de puntas de proyectil y cimientos cuadrangulares de piedras que eviden-
cian la presencia de casas de ramas, que han sido asociados con el patrón de ocupación
O'Odham del sur de Arizona y norte de Sonora en el momento de la penetración europea.
~oración d_e ornamentos en concha; tanto la producción de éstos como el Las fechas propuestas para esta fase quedan comprendidas entre el 1450 y 1690 d. C.
8
mtercambw parecen haber sido característicos de la tradición Trinche- Corresponde al periodo de reducción de las comunidades indígenas de pimas. Los grupos
ras, desd~ su surgimiento hasta el periodo prehispánico tardío, cuando las Sopa O'Odham nativos fueron remplazados por Tohono O'Odharn, que los españoles tra-
redes de mtercambio se extendieron a través de todo el Noroeste (Braniff jeron del desierto hacia el norte y oeste del valle de Altar; al final de esta fase, un gran
número de españoles se había asentado en el valle y se diseminó la población nativa. El
I993; McGuire Y Howard r987; McGuire y Villalpando r993- Villalpando marcador cerámico de esta fase es el tipo Oquitoa Lisa y Oquitoa Rojo-Café.
r988). ' 9 Esta fa~e comprende desde el colapso de las misiones y su secularización alrededor de
Para la asignación cronológica de los materiales arqueológicos pre- 1840 hasta las primeras décadas de este siglo, cuando la población de Tohono O'Odham
sente s en e1 s1t10,
· · segmmos
· la secuencia temporal establecida para el va- fu e desplazada por completo del valle de Altar. El complejo de materiales arqueol?gicos
comprende cerámica Pápago Roja y Pápago Lisa, montículos ovalados bajos de adobe,
lle de Altar (McGuire y Villalpando 1993), que comprende seis fases: Atil
instrumentos laqueados en vidrio y recipientes de lata.

532 Maria Eli sa Vill11lpando


C o n c ha s y c11r11co l es 533
que el sitio corresponde a una sola fase de ocupación, comprendida en tre
los siglos x1v y primera mitad del xv .
Conocemos por otros trabajos, como las excavaciones del sitio Vacas
Muertas, en la cuenca de Tucson (Santa Cruz Bend, Marby 1994, comuni-
cación personal) y los estudios de Howard (19 87, citada por Doyel 1993:48,
5 1) que la fabricación de ornamentos en concha está presente en Arizona
desde el Arcaico Tardío, entre 1500 a. C. y 200 d . C. D e igual m an era, los
reconocimientos de superficie recientes del sitio La Playa 10 (Carpen ter,
Sánchez y Villalpando 199 5 ), nos permiten postular la exist encia de orna-
mentos en concha desde épocas tempranas.
El debate sobre la historia cultural de la tradición Trincheras h a teni- Figura 4' .
do varias implicaciones debido, por una parte, al papel que tal tradición Valvas de Glycymeris.
tuvo en las redes de intercambio de los ornamentos en concha. Como ya Figura 4. Cerro de Trincheras, Sonora.
he mencionado, las conchas y caracoles marinos del Golfo de California Fragmentos de brazaletes y proceso de
trabajo de Glycymeris.
fueron los elementos más importantes intercambiados en todo el Noro-
este, Y se ha visto a los grupos de las tradiciones Hohokam, Anasazi y Ca- agrícolas (McGuire y Howard 1987:121-122). Durante el Clásico (rr50-
sas Grandes (Di Peso 1974, 6:38 3-526; McGuire y Howard 198 7; N elson 145 o d. C. J, la organización Hohokam de la producción de ornamentos en
1 991; Urban 1981) como los mayores usuarios de concha para el periodo concha cambió significativamente, y parece ser que las élites dominantes
prehispánico tardío . tomaron el control de la producción y distribución de la concha, sugirién-
Para conocer las características que existieron en las relaciones de dose, por las especies presentes, que una nueva fuente de aprovisiona-
intercambio entre los grupos de tradición Trincheras y sus vecinos Hoho- miento de materias primas fue explotada (ibid.:134-135).
kam Y Casas Grandes, así como con los grupos costeros, hemos propues- Para Casas Grandes, donde más ampliamente se han estudiado estos
to un modelo que debe contemplar varios elementos: r] la esfera de pro- materiales, durante el periodo Viejo, u aparentemente no existen eviden-
ducción, que incluye conocer el lugar de abastecimiento o las fuent es de cias de la manufactura de los ornamentos en concha en el sitio. Aunque
materia prima, las rutas de transportación de dichas m aterias primas, si su presencia sea en forma de cuentas, pendientes, cascabeles y brazaletes,
los procesos de elaboración no se dieron in situ, la distribución de las m a- se ha considerado mediante intercambio (Di Peso 1974, 6:385). No es si-
terias primas y la tecnología de elaboración desarrollada, y 2] la esfera de no hasta el periodo Medio 12 que las conchas y caracoles del Golfo de·Ca-
consumo, con sus variantes de uso ornamental indiferenciado, uso ritual lifornia y de la costa del Pacífico cobran una importancia fundamental.
0 como significado de estatus.
Esta importancia radica tanto en la variedad de especies representadas
Se ha señalado que para el periodo colonial (750-950 d. C.), dentro de como en la diversidad de artefactos y diseños, cuyo consumo rebasó las
la secuencia cronológica prehispánica Hohokam, el patrón cultural estaba esferas locales destinándose, según Di Peso (ibid.) , a una producción con
plenamente distribuido sobre la mayor parte del sur y centro de Arizona Y fines comerciales.
ya e st aba firmemente establecida una red de intercambio de conchas, por Di Peso propuso que durante el periodo Medio, el acceso de los Pa-
lo que se ha propuesto que los grupos Hohokam del oeste de la papaguería quimenses a las fuentes de materia prima fue de manera directa a través
recolectaban su propia materia prima, elaboraban los ornamentos y los in- de las rutas conocidas como veredas Chuhuichupa y Tres Ríos, pasando
tercambiaban, al igual que la materia prima con los grupos asentados en el por la sierra Madre y cruzando a través del valle Chipájora a la actual Sa-
Gila Bend Y la cuenca de Phoenix; con esto recibían a cambio productos hauaripa y al valle de Nuri, descendiendo por el arroyo Cedros a la desem-
bocadura del río Yaqui o del Mátape para llegar a la costa. Sin embargo, no
se han registrado materiales malacológicos para esta área, con excepción
'º Localiz ado entre los arroyos Boquillas y La Playa, en la cuen ca del Madgal ena y a un os ro
kil óm e tros al n orte del Cerro de Trincheras, fu e trabajado en los años sesenta por John -
de los descritos por Pailes para la Cueva de la 'Colmena, en el somontano
son . A partir del Proyecto Arqueológico C erro de Trincheras, se h an realizado sa lvam en-
t os de fines de semana con arqueólogos voluntarios, coordinados por John C arpenter, de '
1
Entre 650 y d. C. , según las fechas corregidas por Dean y Ravesloot,
1 200 1993.
Ti erra Right of Wey. 12
Entre 1200 y 1450 d. C., op. cit.

534 Ma ri a El i,a \l il la l pa11du C o nch as y c ara co l es 535


Figura 7.
Cerro de Trincheras,
Sonora. Diseños de
anillos en Conus.
Dibujó V. Vargas.

Figura 5 .
Pendientes en cara- bajo (Pailes 1972:319-322) y por Álvarez Palma para Huatabampo en la
coles pequeños de planicie costera del sur del estado, con fechamientos más bien correspon-
los géneros Tere-
bra, Olive/la, dientes al periodo Viejo (Álvarez 1990; Álvarez y Cassiano 19 89). La cos-
Columbella, ta sonorense del Golfo de California, en los alrededores de Guaymas es
Nassarius, Thais .
ciertamente muy rica en vestigios de conchas y caracoles como desechos
de alimentación, pero no encontramos ningún indicador de que ésta fue-
ra la fuente de aprovisionamiento de materias primas para los grupos Ca-
~as Grandes, como Di Peso aseguró (ibid. :401 ). El modelo de intercambio las valvas (Bowen 1976:65, 115, Robles 1973:4-8). Aunque no difieren no-
Figura 6 . Proceso
de elaboración de ª larga distancia no resulta aquí el más adecuado, por lo que debemos tablemente de los campamentos estacionales costeros, todos han sido <des-
ornamentos en volver los ojos a los intercambios interregionales entre grupos vecinos. critos como talleres de manufactura de brazaletes Trincheras (Son:J:6:1;
Conus .
Son:J:6:6; Son:J:13:9; Son:N:6:1; Son:N:6:6, Son:R:1:7; Son:R:1:12). Algunos
LOS NÓMADAS de ellos se localizan sobre dunas en las márgenes de antiguos -esteros. Tan
sólo en el sitio Gignac (Son:J:13:9) se recolectaron, en la década de los se-
Las referencias históricas de los grupos costeros indican que el uso de tenta, 825 tapas y 531 fragmentos de brazaletes (Robles 197-3). En un re-
conchas Y caracoles como elementos de decoración se encontraba bastan- corrido reciente, pudimos aún observar en superficie bastantes fragmen-
te difundido. Adam Gilg anotó para 1692 que entre los seris "del cuello tos de brazaletes y tapas, además de cerámica Trincheras y Tiburón Lisa.
cuelga una concha redonda hermosamente pulida, junto con toda clase Es interesante que en este sitio no sólo se encuentren conchas de especies
de semillas, frutos, cuentas y otra clase de cosas sin valor" (Di Peso y utilizadas para la fabricación de ornamentos, sino varias de las especies uti-
fª_tson 1965:53-54). Bowen (1976:24, 31, 87) reporta el hallazgo arqueo- lizadas en la alimentación.
~gico de un collar compuesto por 6 300 cuentas perforadas en forma de Todos estos "talleres de brazaletes" de la planicie costera y los del
disco ' de unos c·inco mi·1,imetros d e d., · do con un entierro
iametro asocia . drenaje del arroyo Bacoachi contienen además de la .cerámica decorad~ ca-
:e adulto cerca de Desemboque. Otros orna~entos han sido recolecta- racterísticas de la tradición Trincheras, la cerámica tipo de los grupos nó-
os de superficie en el área de Tastiota y Bahía Kino (Holzkamper 1965; madas de la Costa Central (Tiburón Lisa), algunas veces cuentas de tur-
Dock st ader 1961) y otros más se encontraron también en asociación con quesa y fragmentos de figurillas en barro (Robles, op. cit.).
enterramientos en una cueva en las inmediaciones de San Carlos, Nuevo Todo parece indicar que en las primeras etapas de producción masiva
Guayrnas (Dixon 1985). . de ornamentos de concha los grupos de la tradición Trincheras entraron
Sin
. ne 1 ·
gar a importancia que las conchas y caracoles, como collares y en una relación directa con sus vecinos recolectores-pescadores, inter-
pe~di~nt~s, tuvieron para los nómadas de la Costa Central; los hallazgos cambiando las cerámicas decoradas Trincheras Púrpura-Rojo y Púrpura-
~as sign_ificativos dentro de las redes de intercambio interregional, es de- Café por valvas de Glycymeris para la preparación inicial de los brazaletes
cu, la evidencia de manufactura de brazaletes en Glycymeris, se ha locali- en esos sitios costeros. Esto debió suceder en el periodo correspondiente a
zad?ª pocos kilómetros al norte de Bahía Kino (Bowen 1969:316-317). Son la Fase Atil, pues dichas cerámicas son características de las aldeas que
v~nos los sitios descritos con cerámicas Trincheras Lisa, Púrpura-Rojo y existieron antes de la ocupación de los cerros de trincheras.
Purpura-Café, además de fragmentos de brazaletes y tapas centrales de Es muy posible que la ruta de movilización de la materia prima hacia

Maria Eli s a V illalpand o Conch as y cara c ol e s 537

IL .
el área de Trincheras fuera a través del arroyo Bacoachi (como ha señala-
do Robles 1973), ya que éste se inicia en las montañas inmediatamente al •·..•·~.~''· ., -•'
· v~~• .''•

sur del valle del Magdalena, justo frente a la planicie que domina el sitio
ll(
Cerro de Trincheras. Además de los sitios mencionados en la desemboca-
dura hacia la planicie costera, un residente actual de Trincheras nos mos- C* •e•ª?:!@§'
tró unas sesenta tapas, recolectadas en la sierra en la cual se inicia dicho
arroyo. ~\<OJ
Se considera que en tiempos prehispánicos el territorio de los grupos
nómadas de la Costa Central se encontraba comprendido entre Punta San
Antonio, cerca de Guaymas, y Punta Tepoca, cerca de Puerto Libertad. En
Figura 8'.
la porción superior del Golfo se han encontrado evidencias del acceso di- Algunos diseños
recto de los Hohokam a la costa (Hayden 1972), pero desde la Bahía Adair de brazaletes .
hasta Desemboque existe un espacio que requiere mayor atención. Bo-
wen (n. d.) describió esta área como la adaptación costera de los grupos
Figura 8. Cerro de Trincheras,
Trincheras. Actualmente sólo conocemos de manera superficial los sitios Sonora. Diseños de brazaletes
de las inmediaciones de Puerto Lobos donde se han encontrado cerámi- en Glycymeris. Dibujó V. Varga s.
cas decoradas Trincheras, dentro de las' acumulaciones de concha, como
desechos de alimentación. Esto difiere del territorio meridional donde los representadas, lo que indica que no existe una selección notable de las
concheros contienen básicamente cerámica Tiburón Lisa o Seri Histórica Y materias primas (McGuire y Villalpando 1993). No debemos olvidar sin
como intrusivas las cerámicas decoradas Trincheras (Bowen 1976, 5; tam- embai-go, que en el valle de Altar tenemos representada una larga secuen-
bién véase figura 8 ). cia de ocupación, y que Cerro de Trincheras al parecer sólo fue ocupado
Resulta interesante también anotar que la cerámica de los grupos nó- en el periodo prehispánico tardío (r 300-1450 d. C.). La variedad de espe-
madas no se encuentra significativamente representada en los contextos cies en un periodo de ocupación muy largo puede indicarnos diferentes
Trincheras, pues en el valle de Altar sólo se recuperaron tres tiestos Ti- preferencias cronológicas.
burón Lisa y en Cerro de Trincheras no hemos encontrado ninguno. No hemos encontrado que la tecnología empleada para la elaboración
de los brazaletes se haya modificado a través del tiempo (véanse figuras ~
LOS SEDENTARIOS y 4'), aunque parece que los brazaletes del valle de Altar son más sene1-
llos en su decoración con diseños geométricos simples, y en nada se se-
Considero que por las posibilidades diferenciales de acceso a las materias mejan con los del área Hohokam. El proceso de trabajo de los brazaletes
P_rimas del Golfo de California tenemos que definir también, en el inte- consiste en el pulido de la parte central de la valva en varias facetas, con
nor de la propia tradición Trincheras, el lugar que cada uno de los valles el fin de producir un adelgazamiento que permita su remoción mediante
tuvo dentro de estas redes de intercambio con las otras regiones, ya que percusión para así obtener un círculo formado con el borde exterior de la
hemos notado que presentan diferencias significativas. concha, el cual se pule en su totalidad.
• La manufactura de ornamentos en concha del valle de Altar, por ejem- A reserva de concluir un estudio más amplio y sistemático de los ma-
plo, presentó algunas diferencias respecto de la de Cerro de Trincheras. teriales del sitio Cerro de Trincheras, podemos por ahora señalar que en es-
Aunque en la totalidad de ornamentos en ambas áreas predominan los te sitio encontramos un uso selectivo de materias primas, con una profu-
fragmentos de brazaletes en Glycymeris, la cantidad de pendientes, discos sión en el uso de valvas del género Glycymeris (22 .68 por ciento del t~tal
Y anillos fue significativamente menor en el valle que en el cerro. de concha por género recuperada en las excavaciones de I 99 5) Y gaS t eropo-
En Altar, aunque no encontramos valvas completas sin trabajar que dos del género Conus ¡58_35 por ciento del total por género), en correspon-
evidenciaran un transporte masivo de materia prima, más de la mitad de dencia con los sitios Hohokam del periodo Clásico (Nelson 1991 :46). En-
la concha fue concha sin trabajar, lo que señala que los grupos Trincheras contramos también fragmentos de Laevicardium (7 .82 por ciento del
del valle de Altar tuvieron un acceso directo a las fuentes de aprovisiona- total por género) y Tra ch ycardium (1.68 por ciento) con la superficie ex-
miento. Otra diferencia significativa fue una mayor variedad de especies terior pulida, probablemente para la elaboración de cuentas Y pendientes.

Mari a Eli s a V illalp 11 nd o Co n c ha s y c ar11 co l es


539
Fueron igualmente comunes los pequeños caracoles de los géneros Co- ma chlhuahuense (Ramos, 44.32 por ciento del total de las cerámicas de-
lumbella, Nassarius, Olivella, Turritella y Thais, que fu eron usados en coradas; Bavícora, 22.5 r por ciento; Carretas, 5 .41 por ciento, Villa Ahu-
suspensión (véase figura 5 ). La ausencia de grandes fragm entos de concha mada, 2.52 por ciento), sino que hemos sido informados de que en décadas
en estado natural y las dimensiones reducidas de los fragmentos no clasi- pasadas fueron encontradas por aficionados una o varias ollas policromas
ficados nos parecen indicar que existió una preselección de las materias zoomorfas y antropomorfas con cremaciones. Es muy posible que estas
primas en los lugares de origen, y sólo se transportaron los fragmentos vasijas de Casas Grandes fueran intercambiadas por concha.
necesarios para la elaboración de objetos específicos. El estudio sistemático de los materiales malacológicos de los sitios
Además, la mayoría de los fragmentos no identificados (27 por ciento de la tradición Trincheras está aún por elaborarse. Hace falta conocer de
del total) representa desecho de manufactura, lo cual s eñala que en C erro manera detallada las características de las adaptaciones costeras de esta
de Trincheras existe un alto índice de evidencia de manufactura en rela- tradición y sus relaciones puntuales con los grupos no sedentarios. Sin
ción con los objetos terminados, éste es un indicador más de que los obje- embargo, nuestra investigación actual confirma que Cerro de Trincheras
tos se produjeron en el sitio. fue un pueblo prehispánico con evidencias de estratificación social, asen-
Las categorías de análisis para Cerro de Trincheras se establecieron tado sobre terrazas construidas en las laderas de un cerro prominente. La
para identificar, en primer lugar, los objetos, su condición y las modifica- organización del sitio debió ser similar a la de otros lugares asentados so-
ciones que sufrieron para convertirse en ornamentos. Por lo general sólo bre cerros, como La Quemada, con un centro administrativo y ceremo-
los pendientes en caracoles se encontraron enteros y ningún brazalete (ni nial en la cima; las residencias de las élites dominantes, en la porción di-
de superficie ni de excavación) tuvo más allá de la mitad de su diámetro, rectamente bajo la cima, y finalmente el resto de la población viviendo
aunque en colecciones particulares de materiales del sitio hemos regis- en las partes más bajas.
trado varios completos. Se trató de una localidad muy importante en la producción de orna-
El uso de Conus es interesante ya que con este caracol se fabricaron mentos en concha. Este trabajo de la concha incluye tanto artefactos ter-
anillos, cascabeles y cuentas (véase figura 6). Varios de los anillos fueron minados como desechos de fabricación y concha sin trabajar. Es muy po-
decorados con diseños geométricos por esgrafiado (véase figura 7L seme- sible que algunas de las etapas iniciales de fabricación de ornamentos se
jantes a los elaborados en los brazaletes (véanse figuras 8 y 8'). Existen llevaran a cabo en otras localidades y se terminaran de manufacturar en
ejemplares de todas las etapas de manufactura, lo cual sustenta, una vez el sitio, pero ciertamente Cerro de Trincheras fue un lugar de elaboración
más, que fueron elaborados localmente. y uso de ornamentos y no solamente un punto de transferencia.
En Cerro de Trincheras se recuperaron varias figurillas elaboradas so- Lo que resulta cierto en el estado actual del conocimiento, es el hecho
bre las tapas de Glycymeris o sobre fragmentos de umbo, lo que demues- de que las conchas y caracoles del Golfo de California unieron .a nómadas
tra que hubo una utilización exhaustiva de las valvas. La figura zoomorfa Y sedentarios durante la época prehispánica en el Noroeste de México de
más representada es la rana, aunque también se tiene un fragmento de forma por demás significativa. Esta relación no se sostuvo sin embargo
tortuga marina o caguama y una cabecita de venado. Hasta ahora no han más allá de las primeras décadas de la época colonial. A mediados del si-
aparecido ni lagartijas ni pájaros característicos de los diseños Hohokam. glo xvn, pescadores, recolectores y cazadores de la Costa Central del
En Cerro de Trincheras no _se ha hallado hasta ahora un contexto res- Golfo, conocidos a partir de entonces como seris, sólo acudían con sus
tringido de los materiales malacológicos. Éstos se encuentran en prácti- vecinos agricultores a intercambiar cueros de venado y sal por granos
camente todas las terrazas, aunque la porción central media de la cara (Pérez de Rivas 1985, 11:198) hasta que finalmente, a consecuencia de su
norte del cérro presenta una cierta concentración. Sin embargo, el patrón condición de no productores, fueron excluidos totalmente del sistema
especial del sitio es complejo, y todo parece indicar que existen diversas colonial.
áreas usadas diferencialmente de acuerdo con la producción y el uso de la
concha (Vargas 1995 ). BIBLIOGRAFÍA
La presencia de cerámicas decoradas de la tradición Casas Grandes en
la superficie, como resultado de las excavaciones de las terrazas del cerro ÁLVAREZ, ANA MARÍA
Y del área de casas semisubterráneas, permite ligar este asentamiento con r 99 r "Huatabampo: consideraciones sobre una aldea agrícola prehispá-
los grupos Paquimé del periodo Medio de Casas Grandes . No sólo hemos nica en el sur de Sonora", Noroeste de México 9:r-93, Hermosi-
recolectado una cantidad significativa de fragmentos de cerámica policro- llo, Centro Regional Sonora-INAH.

540 Mari a E/i sa V illalp a n do Co n c ha s y c ar aco l es 541

,¡ .
r - - - - -- - - - - - - - - - - - - - - -- - - - - -- - - -- - - - - - - - - - - - -- -- -.~ ~ ~ - -- - -- - - - - - ~ - - - ~ - - ~ = ~ ~ - - - - - ~ - ~ - - - - - - - -

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VILLALPANDO, MARÍA ELISA nes-Obregón se han realizado desde 1988 en la parte central de la zona
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na, vol. 1, 6:52 -56. Se ha tomado como límite conjunto de ambos proyectos las estribaciones
WALLERSTEIN, IMMANUEL occidentales de la sierra Madre Oriental desde la cabecera municipal de
1974 The Modern World System 1, Nueva York, Academic Press . Cárdenas hasta la de Alaquines y de allí hasta la colonia Álvaro Obregón
1978 "Civilization and Modes of Production", Theory ancl Society 5: 1- por la actual carretera que lleva a Ciudad del Maíz, que al sur limita con
10 .
el paralelo 22 (de Greenwich), mientras hacia el oeste el límite lo repre-
1980 The Modern World System u, Nueva York, Academic Press. senta el bordo: desde el poblado de Santa Rita, municipio de Río Verde,
WEIGAND, PHIL C. pasando por la estación de Tablas, hasta la colonia de la Merita, munici-
1982 "Mining and Mineral Trade in Prehistoric Zacatecas", Anthropo- pio de Ciudad del Maíz; hacia el norte lo conforma 1~ terracería que ~ay
logy 6 ( l y ~):87-134 . entre las colonias de la Merita y Álvaro Obregón (véase mapa de localiza-
WHITECOTTON, JOSEPH ANO RICHARD A. PAILES ción); por lo tanto abarca casi todo el municipio de Alaquines, que le ~a
1986 "New World Precolumbian World Systems", en Ripples in th e dado el. nombre al proyecto, y parte de los de Cárdenas, Ciudad del Maiz
Chichimec Sea : 1 3 3 _204 , Mathien, F. J. and R. H. McGuire (eds.), y Río Verde. Desde luego, los límites mencionados al igual que el nom-
Carbondale and Edwardsville I Southern Illinois University Press. bre del proyecto son totalmente arbitrarios y de ninguna manera pueden
WOODWARD, ARTHUR considerarse de carácter cultural.
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CLIMA

Según Vivó (1964; HMAI: 191) y González (1961 : 11-128) el clima es semiá-
rido, poco influido por los nortes de diciembre y enero. Los vientos del es-
te que alcanzan la región en verano generalmente han dejado ya sus aguas
antes de cruzar la sierra Madre Oriental, de manera que no influyen mu-
cho sobre el clima de la región. La mayor cantidad de lluvias cae en sep-
tiembre (aproximadamente, 1 ooo mm), mientras que durante el mes ~e
marzo éstas son prácticamente inmedibles. Se considera que la m~dia
anual llega a los 500 mm (Vivó, op. cit.: 200) 1 mientras la máxima aqm, al
norte del paralelo 22 1 comprende, 600 a _1 ooo mm (Puig, 1976: 48).

· El1 , a \li llal p a11d o 547


M (I I 1 il
216-223 ), cuyos frutos debieron haber formado parte muy importante de
,oo- oo·
z:r~o+ +zrxr la dieta de los pueblos recolectores (West, HMAI: 367). En los smelos, origi-
nados por la degradación de la roca volcánica (basáltica), se ha podido ob-
,/ ) servar una flora mucho más rica en productos alimenticios como el nopal
f
---~
Luia
. Polo$1 1
'-·,
~ en sus distintas variedades (Opuntia, spp.): nopal cuya (Opuntia canta-
· -\
.

\ -· brigiensis), nopal cardón (Opuntia steptacantha), nopal durazrullos


(.
, _., ...... _
(Opuntia leucotricha), nopal tapón (Opuntia robusta), nopal cardenclil.e
(Opuntia ibricata), nopal cegador (Opuntia microdasys), así como el ga-
rambullo (Myrtillocactus geometrizans), el pitayo, el cardo (Cylindro-
puntia, spp.J, la clavellina, la gobernadora {Larrea tridentata) y Ulila gran
cantidad de plantas de rápido crecimiento con ciclo de vida corto Y acele-
rado .

ANTECEDENTES E INVESTIGACIÓN REALIZADA

Por las mismas condiciones geográficas, es decir,· por encontrarse justo


PROYECTO al norte de lo que para el siglo xvI se denominó Mesoamérica (Kirch.-
AROUEOLOGICQ:
AL AQUINE S-OBREGON
.12·~+ hoff, 1943 ), el área en estudio fue considerada por mucho tiempo exclu-
ICO" a,•
sivamente como de recorrido de grupos cazadores-recolectores nóma-
das 1 o chichimecas 1 como los mencionan en las fuentes; supuestamente
Curvas de n,ve\
-. .._._
a- · --o- Cuerpos de agua
Caminos. FFCC
- ., --- .
~
eran muy aguerridos y vivían al norte de las grandes civilizaciones de
las culturas mesoamericanas. En nuestro caso, el área en estudio com-
Pueblos. Rancho s ••• t:"N a&Sl A prende parte de las tierras recorridas por los pame en el momento de la
c...._~ef-uo•dllllN Cr
Flila11vr,r,c_ ,ICC entrada de los primeros misioneros, . según lo refieren algunas fuentes
f"4n u.....,.uc,
históricas .
Mapa de ubicación del área . Después de un sistemático e intensivo recorrido arqueológico de su-
perficie efectivamente pudimos constatar que los primeros pobladores de
esta región fueron cazadores-recolectores (Tesch, 1994). En un principio
Este precario régimen de lluvias origina un tipo de clima BShw según cazadores de megafauna, progresivamente se fueron adaptando a la lenta
Koepen, o sea un clima seco, semiárido, que por la caída de lluvias even- desertificación del medio ambiente y aprendieron a vivir de la explota-
tuales da lugar al acelerado crecimiento de plantas silvestres y algún za- ción de las leguminosas y del bosque espinoso bajo que crece en estas es-
cate (Vivó, op. cit.: 20 8 ). En lugares con corrientes intermitentes u ojos de tepas, asimismo complementaban su dieta con la caza de animales pe- .
agua es posible la agricultura pero sólo con previo conocimiento de una queños como ya nos refiere Rodríguez (1985: 195-198).
tecnología adecuada. Aunque, durante la conquista el área de Alaquines se encontraTua cul-
turalmente al norte, fuera de lo que Kirchhoff (1943) denominó Mesoa-
VEGETACIÓN
mérica para el siglo xv1, cabe mencionar desde ahora que, segúm 1o·indi-
caron Jiménez Moreno (1943), el mismo Kirchhoff (1944), ArmiUas (1964
En las etapas intermontana, con vegetación baja y dispersa, predomina la y 1987)yBraniff(1974, 1975 y 1989), entre otros, éstano.hieunafrontera
goberna~ora (Larrea divaricata), la lechuguilla {Agave lechuguilla), mu- rígida, sino que osciló en el transcurso del tiempo a causa de diferemtes
chas vanedades de cactáceas y también se da el mezquite (Prosopis juli- factores; uno de los principales consistía en presiones poblaciona[es O!Ii-
flora) , el huizache (Acacea schaffneri) y el palo blanco (Ipomoca arbores- ginadas por la expansión hacia el norte de la población sedemtaria, desde
cens), que crece ocasionalmente y es quizá menos frecuente que el de los las áreas ocupadas por las altas culturas incluidas dentn, cle los desarrn-
bosques de palma (Yucca, spp.) y nopales (Opuntia, spp., Wagner, HMAI: llos culturales de Mesoamérica. Quizás algunos grupos, com o dice Par-

M o nika Te s ch Kno c h Aridoam é ri ca y su f r o nt e r a s ur 549


sons. ( r 99 5), huían de los altos tributos o venfan a la gra nde metrópolis asociados con elementos cerámicos de las diferern.tes etapas y cuhuras
para conseguir ciertos productos que necesitaban co m o colora nt es y plu- que describiremos más adelante.
mas de ave, entre otros y que allá eran escasos a raíz de la sobreexplota- Los restos más antiguos son algunos fragmeF1tos de cerámica de color
c.ión. Pero, sin duda alguna, también fueron importantes los fac t ores cli- blanco representativos del Preclásico del centro de México Y otros del ti-
matológicos que afectaron la región y que correspondieron a periodos de po Javalines blanco, diagnósticos de la Huastec;a (Castañeda, 1990; Meri-
humedad más intensa que permitieron un clima m ás benigno y, en con- no Carrión y García Cook, 1987). A partir del Clásico mediQ aparecen los
secuencia, el asentamiento humano durant e la expa nsión m esoa m erica- provenientes de la cultura limítrofe del río Verde, sin dejar de percih>ir
na y de mayor sequía tanto antes de ésta como desp ués del año r ooo d. C. aquellos que revelan contactos con la Huasteca a través ~e sus cerámicas
(Armillas, op. cit. , 1964), por ejemplo. Zaquil rojo y el Anaranjado fino proveniente del Golfo. Estos fueron en-
Los recorridos exhaustivos de superficie qu e se han h echo demuestran contrados en una amplia franja de sitios sin elementos arcquitectónicos
que, en la parte central de la zona media potosina, si bi en, el área real- que, con anterioridad, se han nombrado como sitios de contacto (Tesch,
mente correspondió a la recorrida por cazadores -recolectores (semi)nó- 1988 y 1989) puesto que, además de representar a ambos grupos cultura-
madas, también, como es evidente, sobre todo al sur- surest e, no sólo man- les, nómadas y sedentarios se localizan entre el área €}Ue presenta ele-
tuvo relaciones sino que (aproximadamente entre 250 y roo d . C.) llegó a mentos arquitectónicos y aquella de cazadores-recolectores netos que so-
ser invadida por grupos semisedentarios en el momento de mayor expan- lamente presentan artefactos líticos y lascas no asociados con restos de
sión de las culturas mesoamericanas, específicamente del desarrollo de cerámica.
la.cultura del valle del río Verde, que floreció justo al sur del área en es - A partir del Clásico medio, como mencionamos arriba, se hac€ tangi-
tudio. ble la invasión de la cultura Río Verde (Michelet, 1984), no sólo a través
Arqueológjcamente, la presencia de grupos de origen m esoa m ericano de sus tipos cerámicos diagnósticos como por ejemplo el Pajarito pulido Y
se documenta por restos de cerámica que datan de épocas tan tempranas el Pajarito pulido inciso para el Clásico medio, el Río Verde pulido o el
como el Preclásico medio O tardío hasta el Posclásico t emprano (si reto- Río Verde inciso para el Clásico tardío y el Amoladeras fino principalmen-
mamos la nomenclatura establecida para el área mesoam ericana ). No nos te para el Posclásico temprano, sino con algunos otros tipos cerámicos de
referimos aquí al Formativo, sino al Preclásico dado que el primer térmi- carácter doméstico que no pueden considerarse diagnósticos. Con la inva-
no implica un proceso de desarrollo cultural específico qu e no se observa sión de sedentarios del área de Alaquines se observa el surgimiento de pe-
en el área de Alaquines. Probablemente al principio no ll egaron más que queños centros cívico-religiosos representados por plataformas o "cuici-
algunas familias con un patrón cultural preestablecido que provenían di- llos" pequeños, ocasionalmente aislados pero que generalmente forman
recta o indirectamente del centro de México, de la costa del Golfo y de la una o más plazas.
Huasteca, según lo indican los restos culturales hallados y, como dice Ya desde el Protoclásico y Clásico temprano (350 a. C.-200 d. C.) ha-
Parsons (op. cit. ), quizá se tratara de gente que, por razones económicas, bían surgido en el área en estudio sitios en los que se observa una tenden-
como podría ser la carga excesiva de tributos, entre otros, salió de los cia a poblar las partes altas y los valles intermontanos, sin abandonar las
territorios de Mesoamérica. laderas suaves anteriormente ocupadas. Los asentamientos de esta época
se encuentran a una altura media entre 1 030 y 1 450 msnm, aunque la
ELEMENTOS QUE IMPLICAN CONTACTOS altura predilecta oscila entre los 1 200 y 1 290 msnm. En general, la po-
ENTRE NÓMADAS Y SEDENTARIOS blación va aumentando principalmente hacia sureste y sur; aunque exis-
ten algunos sitios más dispersos hacia el centro, centro-norte y este del
Tenemos materiales arqueológicos que demuestran contacto entre am- área.
bos grupos culturales en algunos sitios sin elementos constructivos, tales Es, sin embargo, apenas durante el Clásico medio (200-500 <d. C.), al
como pequeñas plataformas habitacionales o de carácter cívico-religioso conformarse la cultura Río Verde (Heldman, 1971¡ y Michelet, 1976 Y
Y en todos aquellos que sí los presentan. 1984) al sur de nuestra área, cuando se observa la fuerte influencia ql':le
Contamos con pequeñas concentraciones o dispersiones de mat eria- ésta ejercía sobre la nuestra. Simultáneamente, en el área de Alaquin.es,
les líticos típicos de cazadores-recolectores como son las puntas de pro- se da un retroceso en la cantidad de asentamientos. Tal vez se deba a que
yectil, algunos raspadores, tajadores, navajas y cuchillos o lascas con re- algunas áreas rurales fueron abandonadas para cl.ar lugar al crecim.ient© de
toques o utilizadas para cortar o para raspar, además de desechos de talla pequeñas villas o centros cívico-religiosos (T'esch, 1988, 1989 y 1990). A

55º Mon ik a T esc h Knoch Aridoamérica y su f ront e ra s ur 551


~----~-----~~--------~----

medida que se presenta la expansión de sur a norte y de sureste a noroes- Entre los sitios de contacto que se inician durame la época del Clási-
te por parte de los sedentarios, es lógica la existencia de algún tipo de co medio, sobresale uno, El Vaquero (A-r u), en que se observan en su-
contacto con los grupos cazadores-recolectores presentes con anteriori- perficie tres pequeños basamentos dispuestos alrededor de una plaza y
dad en el área. otro más alejado; no obstante, entre estas plataformas hay otras construc-
Aún no se ha podido esclarecer con exactitud si en los sitios que he- ciones de pisos de lodo y paredes verticales, rectangulares, muy bien he-
mos denominado de contacto se asentaron aquellos cazadores o recolec- chas (se encontró una de ellas al explorar los espacios entre dos estructu-
tores que originalmente recorrieron el área u otros enviados desde los ras, pues no son visibles en superficie por encontrarse al nivel del piso
centros sedentarios o si había cazadores-recolectores que quizás a través actual). Se trata del único sitio de plataformas rectangulares de escasa al-
de un sistema de intercambio o trueque recibían objetos tales como vasi- tura (menos de 50 cm sobre el nivel actual), dentro de un amplio vall€ ha-
jas de cerámica u obsidiana a cambio de frutos de recolección o animales cia el centro occidental del área en estudio. Su importancia radica en que
cazados u otros elementos escasos y codiciados por los pobladores de las presenta elementos cerámicos característicos de la cultura Río Verde Y
regiones mesoamericanas tales como plumas de aves, pieles de conejo, otros más semejantes a los del Clásico teotihuacano, asociado tanto con
alguna fibra tejida en forma de red o canasto o simplemente como mate- figurillas características de la cultura Río Verde, del tipo Media Luna 11,
rias primas. Al respecto aún nos faltan muchos estudios específicos de como con elementos líticos: navajas prismáticas y adornos en obsidiana,
rasgos y evidencias observables, sobre todo de aquellas recuperables úni- característicos del centro de México, relacionados a su vez con puntas de
camente mediante análisis interdisciplinarios muy específicos. proyectil de los grupos cazadores-recolectores vecinos, localizados princi-
Consideramos que la cultura Río Verde, como se ha indicado ante- palmente hacia el norte y noroeste.
riormente, en su fase Pasadita o Clásico medio (Michelet, op. cit., 1984), Los demás sitios con elementos arquitectónicos localizados en este
prácticamente invade toda nuestra área, dejando fuera sólo la parte más valle presentan cada uno un solo basamento circulaI que también apenas
árida del noroeste y nornoroeste, pero no logra desplazar por completo los se eleva sobre la superficie actual. Hasta ahora ninguno de estos últimos
contactos o el comercio preexistente tanto con la Huasteca como los pro- se ha explorado en detalle. Su reconocimiento en superficie igualmente
venientes de la costa del Golfo. indica la presencia de restos cerámicos diversos y elementos p€rtenecien-
Existió un área de aparente coexistencia pacífica entre los supuestos tes a grupos cazadores-recolectores tales como puntas de proyectil·y algu-
invasores del sur y los grupos nómadas; así se pudieron claramente loca- nas lascas principalmente en sílex.
lizar, entre estos últimos, grupos con interacción cultural cuya presencia El Clásico tardío (500-850 d. C.) y el Posclásico temprano (850-1100
lo demuestra con restos tanto cerámicos, característicos de los grupos se- d. C.) en esta área corresponden respectivamente a las fases Río Verde A
dentarios, como líticos, típicos de los cazadores-recolectores en algunos y B de la región del mismo nombre (Michelet, op. cit.); es precisamente
sitios, mientras que en otros, más hacia el occidente y al norte del área durante el Clásico tardío cuando prácticamente toda la parte sur Y este
en estudio, prácticamente no se percibe ninguna influencia por parte de del área de Alaquines fue invadida por la cultura Río Verqe, quedando
los grupos sedentarios, pues en ellos encontramos exclusivamente mate- fuera de toda el área que se encuentra al norte del paralelo 22 º r 5'. Quizá
riales líticos de las culturas nómadas, como las puntas de proyectil, ras- por acentuarse la invasión procedente del área de Río Verde en esta fase
padores, tajadores y cuchillos, así como lascas desecho de talla y aquellas volvió a crecer la cantidad de asentamientos hacia el sur del área.
preparadas o utilizadas para cortar o para raspar. Durante el Clásico tardío (Río Verde A), los rasgos de la cu_ltura Río
La convivencia entre nómadas y sedentarios se hace aparente en alre- Verde conviven con aquellos de la cultura Huasteca; principalmente ha-
dedor del 50 por ciento de los asentamientos que presentan rasgos, princi- cia el sureste del área, lo cual se revela a través de los restos cerámicos
palmente cerámicos de la cultura Río Verde y algunos que tienen peque- hallados en los sitios correspondientes a esta época; este fenómeno con-
ños centros cívico-religiosos con basamentos bajos dispuestos alrededor tinúa, en similares condiciones, durante el Posclásico · temprano (Río
de una o varias plazas o bien en forma aislada. Este tipo de lugares se ha Verde B). Al parecer los pobladores de ocho de los sitios correspom.dientes
localizado sobre todo hacia el este y sureste del área descrita, y están más al Posclásico temprano no tuvieron contacto con la cultura Río Verde, si-
dispersos hacia el centro y norte; generalmente éstos se hallan en los valles no exclusivamente con la de la región Huasteca, sin embargo, el núrn€ro
intermontanos o en las laderas de las montañas y en mesetas entre r 2 ro y de sitios que durante esta fase presenta alguna influencia por part€ de la
I 350 msnm, pero existen algunos dispersos en el área ubicada en valles cultura Río Verde y que no muestra rasgos de la cultura Huasteca es siete
más amplios o laderas de montañas entre los r 030 y r r 80 msnm. veces mayor que durante el Clásico tarmo. A pesar de este fenómeno no

552 M o nika T es ch Kn oc h Arid o am é ri ca y su f ront e r a s ur 553


den a los grupos (semi)sedentarios hallados en superficie asociados con_
SIMBOLOGIA elementos de grupos cazadores-recolectores nómadas realmente corres-
pondan a épocas de ocupación diferente o que, como dice Parsons (1995),
no se trate de contactos entre nómadas y sedentarios sino que los artefac-
tos clasificados como pertenecientes a grupos nómadas en realidad fue-
ron utilizados por los sedentarios dado que éstos probablemente nunca
dejaron de complementar su dieta con productos de cacería en vista de
que no contaban con animales domésticos para abastecerse de carne, pie-
les, plumas, etcétera, que requerían; quizá tampoco dejaron, sobre todo
en estas regiones tan inseguras climáticamente, de recolectar frutos, se-
millas y raíces como complemento de su dieta vegetal, así como se obser-
va todavía hoy en esta área.
A partir del Posclásico medio, o mejor dicho hacia el año rooo o 1 roo
d. C., la población del área en estudio parece haber regresado totalmente
a un nomadismo cíclico. Hacia el noroeste pueden apreciarse grandes
campamentos estacionarios, aunque también el área sur haya sido aban-
donada y cedida nuevamente a los grupos (semi)nómadas, cazadores-re-
colectores, donde prevalece una ligera presencia de restos cerámicos_ de
tipos del Posclásico de la Huasteca (Ekholm, 1944¡ García Cook Y Menno
PllOYECTO
AROUEOLOGICO ' Carrión, 1987), dispersos en toda el área, pero predominantemente hacia
ALAOUINES·OBREGON
el sureste de la misma, donde desde un principio habían sido más fuertes.
Esto indica que continuó el intercambio o el paso de gente que venía de
la Huasteca. Sin embargo, por la misma escasez de datos correspondien-
tes a esta fase, no se ha podido identificar ningún contacto o ruta de co-
mercio específicos.
Después de que los grupos cazadores-recolectores fueron replegados
hacia el centro-norte, oeste y norte del área, éstos nunca dejaron de reco-
rrerla. Como dijimos arriba, parece que convivieron pacíficamente con
los sedentarios pues no se encontraron evidencias arqueológicas de carác-
ter defensivo. Hacia el este del área un solo sitio parecería claramente es-
Mapa de ubicación de los campamentos mayores. tratégico junto con un grupo de plazas, cuya localización podría consid_e-
rarse defensiva por hallarse sobre una meseta, pero como ésta desemboca
en su parte plana hacia la zona de recorrido de cazadores-recolectores se
hemos podido observar elementos defensivos en el área, de manera que invalida la probabilidad de su carácter defensivo.
hay que buscar otras causas para explicar este fenómeno. Cuando el área habitada por grupos sedentarios se abandonó de ma-
El patrón de asentamiento para ambas fases no se halla bien definido nera aparentemente repentina hacia el año rooo d. C., los cazadores-re~o-
aunque se observa cierta preferencia por habitar partes altas (de más de lectores volvieron a ocupar estos territorios. Queremos referirnos aqm ª
1 200 msnm), como valles intermontanos, laderas de montañas y mesetas.
los campamentos estacionarios de aparente larga duración que existieron
A pesar de lo anteriormente referido, tenemos que admitir que toda- hacia el centro norte del área. Hemos podido observar que todos ellos se
vía falta realizar más estudios puesto que no contamos con fechas de car- localizan en y alrededor de un microambiente bien definido, en las faldas
bono 14 por no tener hasta ahora sondeo alguno que presentara profundi- bajas (pie de monte) hacia el norte, sur y sureste de un cerro de origen
dad de suelo ni de restos orgánicos necesarios. volcánico (roca basáltica), que se conoce por el lado norte como Cerrito
Existe la posibilidad de que los fragmentos cerámicos que correspon- Colorado y por el sur como Las Enramadas. Además de tres campamen-

554 Monika Tesch Knoch Aridoam é ric a y s u frontera sur 555


tos mayores hay evidencias de sitios como éstos de menor tamaño, dis- El autor se refiere en este relato principalmente a los zacatecas y los gua-
persos por toda la falda poco inclinada del cerro al igual que en los peque- chichiles.
ños llanos que se forman entre ésta y la cima misma, aunque entre ellos Los animales silvestres también prefieren este ambiente, como lo he-
se encuentran vastas áreas, algunas de pendiente bastante acentuada, de mos podido observar a raíz de su copro y de sus huellas, o bien al verlos
malpaís, a veces casi inaccesible y, por lo tanto, sin restos culturales co- directamente. Todavía hoy se encuentra venado, conejo, liebre, mapache,
rrespondientes. gato montés, zorrillo, coyote y gran variedad de aves, serpientes y otros
Se trata principalmente de llanos en los que existen suelos, aunque reptiles tales como lagartijas y camaleones. La mayoría de estos animales
poco profundos, de degradación de roca basáltica que dan origen a una ve- son comestibles y seguramente formaron parte de la dieta de los grupos
getación mucho más rica en especies comestibles que aquellos calizos y prehispánicos (semi)nómadas.
de azolve, que rodean este gran afloramiento volcánico. Aquí no sola- Al respecto dice Mendizábal (1946a) refiriéndose a los chichimecas
mente la variedad de nopales (entre ellos el duraznillo, cuya tuna se co- en general:
me sin pelar) es mucho mayor, sino que sólo en este tipo de suelos se ha
observado el crecimiento de garambullos y pitayos, que todavía son pre- su sustento se basaba en la recolección de frutos, semillas y raíces de la flora
ciados productos de recolección. También crecen el cardo y la clavelina, silvestre regional, en particular de tunas y hojas tiernas de nopal, bayas de
utilizados actualmente en épocas de seca como alimento y sustituto de mezquite, dátiles, nueces o cogollos de agaves. Las épocas de recolección de
agua, pues guardan suficiente humedad en sus tallos como para que so- los diversos frutos normaban los movimientos estacionales de las bandas,
breviva el ganado caprino y vacuno durante la época de secas. Las tunas que debían realizarse tomando en cuenta la existencia de ríos, arroyos Y ve-
de estas plantas también son comestibles: En las laderas bajas y al pie de neros permanentes o depósitos de agua temporales; por cuyas razones se lle-
monte aún existen bosques de mezquite, árbol del cual, según las fuen- vaban a cabo conforme a calendarios fijos y de acuerdo con itinerarios preci-
tes, se comía el fruto y se procesaba éste para guardarlo y consumirlo en sos [... J. Perseguían de preferencia los venados, los conejos y las liebres, pero
épocas de escasez en forma de harina y de una especie de "panes". no desdeñaban, particularmente en las comarcas- pobres de caza, los ratones,
Aunque no tan abundante aquí como en los suelos calizos y de azol- las tuzas, las culebras y toda clase de animales, bien por interés de su carne,
ve, la palma (Yucca) también crece en estos suelos; de ella se aprovecha bien por el de sus pieles, huesos o plumas.
la fibra, la flor y hasta la fruta seca a la que llaman dátil. Está por demás
mencionar la abundancia de hierbas muchas de las cuales, como el gran- Actualmente las fuentes de agua son muy escasas. Sólo pudimos locali-
. ' .
Jeno, son comestibles o medicinales y surgen con un mínimo de agua de zar, al noroeste, un ojo de agua permanente al pie de monte y, hacia el
lluvia. Este ambiente natural presenta una fuente alimenticia suficiente oeste, una laguna salada casi permanente, además de arroyos temporales
para grupos pequeños durante cuatro u ocho meses al año sin necesidad no muy profundos que bajan del cerro y guardan el agua de lluvia algún
de practicar la agricultura. Ahumada (r 562: 2 r) dice al respecto de este ti- tiempo después de que las lluvias caen.
po de hábitat que: Los sitios chicos y los campamentos estacionarios localizados en el há-
bitat arriba descrito se encuentran casi exactamente sobre el paralelo 22º15'
frutos silvestres y raíces de la tierra se sustentan su principal mantenimiento Y presentan la particularidad de albergar gran cantidad de vestigios líticos
son las tunas y mezquites[ ... ] los mezquitales¡ ... ] ésta por sí es la fruta ama- propios de cazadores-recolectores: una enorme variedad y cantidad de pun-
nera de algarrobas durante tres O cuatro meses del año [... ] hacen de aquella tas de proyectil (cuyo análisis no se ha termi.nado), algunos instrumentos
fruta ciertos panes que guardan para entre año acabada esta vendimia se pa- como cuchillos, navajas y raspadores; además encontramos gran cantidad
san ª los tunales que les dura casi otros ocho meses parque cuando se acaba de utensilios sin terminar (en los sitios mayores) y mucho desecho de talla
el mezquite en abundancia [... ] la tuna tiene mucha cantidad de ella y gran- que da la idea de talleres y lugares donde, sobre la marcha, se confecciona-
des productos naturales sin cultivar ni hacer ningún beneficio tienen mucha ban los artefactos requeridos. En uno de los campamentos (el úru.co estudia-
tuna blanca Y colorada de diversos géneros de ellos son como el género de és- do hasta el momento), se pudieron observar diferentes áreas de trabajo: ta-
ta otras que las comen con su cáscara y de ésta es la mayor cantidad y más lleres Y zona doméstica, que al parecer eran ocupadas periódicamente.
apacible Y sana comida y así nos sustentamos algunos días de ellas[ ... ] y su- Todos los campamentos estacionarios localizados por nosotros alber-
plieron la falta de agua. gan, junto con los materiales descritos, gran variedad Gle fragmentos cerá-
micos de diferentes tipos y los característicos de áreas culturales diver-

556 Monika Tesch Knoch Aridoamérica y su frontera sur 557


sas, aunque en su mayoría pertenecen a tipos correspondientes, sobre to- Esto mismo ya lo había referido Las Casas (1944: 66 Y 67).
do, a las diferentes épocas de la cultura Río Verde; algunos son de filia- Por otro lado, y coincidiendo con nuestro modo de pensar, Percherón
ción huasteca y otros podrían relacionarse con el área de Guadalcázar. La (1982: 19) comenta que no hay datos sobre la población anterior a la llega-
procedencia de muchos fragmentos cerámicos aún se desconoce, tal vez da de los españoles que indiquen si ya vivían agrupados en lugares que
pertenezcan a áreas más distantes y hayan llegado allí de manera quizá luego se declararon rancherías, de manera que es difícil aseverar que nues-
indirecta, por comercio o por los recorridos de los cazadores si fueron tros datos arqueológicos realmente coincidafl con algún grupo étnico es-
más amplios de lo que por el momento hemos supuesto. pecífico, aunque aquí planteamos la posibilidad de que fu@ran pame los
En los sitios mencionados no falta la presencia de cerámicas domésti- últimos moradores de los grandes campamentos estacionarios estudiados.
cas semejantes al Heavy plain (Ekholm, op. cit.), que por su variedad en Una vez más, quiero enfatizar que es indispensable realizar más ilil-
pastas podrían ser de fabricación local-regional. Desafortunadamente, es- vestigaciones específicas, quizás interdisciplinarias, con objeto de hallar
te tipo de cerámica no es diagnóstica puesto que se fabricó desde épocas evidencias más claras y detalladas respecto de los diferentes tipos de con-
tempranas y se siguió utilizando en la región casi hasta nuestros días. tacto y relación existentes en el área en estudio entre los grupos cazado-
Nos hemos referido a este tipo de campamentos pues las fuentes his- res-recolectores con los sedentarios y de los primeros con los españoles
tóricas registran que, a la llegada de los primeros misioneros españoles a en el momento de la llegada de los misioneros.
la región, ésta se encontraba poblada exclusivamente por grupos "chichi-
mecas", es decir, cazadores-recolectores nómadas a los cuales se les ha BIBLIOGRAFÍA
tratado de ligar principalmente con los pame del norte por su conoci-
miento del sedentarismo a pesar de no practicarlo. Los elementos arqueo- AHUMADA, PEDRO DE
lógicos que pudieran relacionar a los antiguos moradores de esta región 1952 Rebelión de los zacatecas y guachichiles (1562), Biblioteca de
con alguna etnia actual son bastante escasos como para soportar una dis- Historiadores Mexicanos, Vargas Rea, México.
cusión seria puesto que no contamos con entierros y, aún más a sabien- ARMILLAS, PEDRO
das de que los pame, supuestos moradores de esta región a la llegada de 1964 "Condiciones ambientales y movimientos de pueblos en la fron-
los españoles, no formaban un grupo socio-cultural homogéneo (Chemin- tera septentrional de Mesoamérica", en Homenaje a Fernando
Bassler, 1984: 165). Sin embargo, los elementos ambientales descritos Márquez Miranda, pp. 62-82, Publicaciones del Seminario de Es-
con referencia a los campamentos estacionarios podrían corresponder a tudios Mesoamericanistas, Universidad de Madrid y Sevilla,
las observaciones encontradas en relatos hechos en fuentes históricas Y Madrid.
que mencionan "la habitación y morada de estos chichimecas es una ran- 1987 La aventura intelectual de Pedro Armillas, El Colegio de Mi-
chería y casillas de paja en sierras O junto a sierras en lugares ásperos Y choacán, Zamora.
fragosos, por estar más seguros y nunca en llanos" (fray Alonso Ponce, BRANIFF, BEATRIZ
1 585 Y 1586 en Mendizábal,
194 6b: ro 7 ). Haciendo referencia a los chi- 1974 "Oscilaciones de la frontera septentrional mesoamericana", en
chimecas (Mendizábal, 194 6c: 94 ¡, menciona, entre otros, a los pame del The Archeology of West Mexico, pp. 40-50, México.
centro de San Luis Potosí: 197 5 La estratigrafía arqueológica de Villa de Reyes, San Luis Potosí,
un sitio en la frontera de Mesoamérica, México, Cuadernos de
Los chichimecas vivían una vida ruda en pequeñas bandas dispersas [... I para los Centros, núm. 17, INAH.
poder sustentarse, en los territorios [... I semiáridos, en parte cubiertos de tu- 1989 "Oscilación de la frontera norte mesoamericana: un nuevo en-
pidos mezquitales y nopaleras [... j. Su comida es fruta y raíces silvestres, no sayo", México, Arqueología, núm. 1, pp. 99-114, Revista de la Di-
siembran, ni recogen ningún genero de legumbres, ni tienen ningún árbol rección de Arqueología, segunda época, INAH.
cultivado. De los frutos que más usan son tunas y hay las de muchas mane- CASAS, GONZALO DE LAS
ras Y colores y algunas muy buenas. También comen fruta de otro árbol que l 944 La guerra de los chichimecas, Biblioteca Aportac~ones Históricas,
llaman mezquite[ ... ] otras frutas que llaman dátiles. De las raíces que comen Vargas Rea, México.
unas a semejanza de batatas o yuca [... I matan liebres que aún corriendo los CASTAÑEDA, LAURA
anclaban con arcos, y venados y aves y otras chucherías que andaban por el l 990 "La cerámica de la Planicie Costera" I en El Preclásico Formativo,
campo hasta los ratones no perdonan. avances y perspectivas, Seminario de Arqueología, Homenaje al

558 Monika Tesch Knoch Aridoamérica y su f ront e ra sur 559


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561
M o nika Tesch Kn o ch Aridoamérica y su front e ra sur
560
EL TRABAJO INDÍGENA Y LA CONSTRUCCIÓN
DE LA PRIMERA CATEDRAL DE DURANGO

Clara Bargellini
Instituto d e Inv estigaciones Estéticas , UNAM

Para la compren ión de la arquitectura, los actores directos en los procesos


de constmcción son de importancia fundamental. Por lo general es un as-
pecto de la historia que recibe atención sólo cuando se trata de figuras de
arquitectos sobresalientes. Sin embargo, es obvio que la gran mayoría de
los edificios construidos en la época virreinal, incluyendo las iglesias, sin
duda las obras más notables, eran creaciones de maestros que ahora llama-
mos anónimos. No es que en su época hayan sido poco conocidos; al con-
trario, seguramente en sus contextos eran muy conocidos. Muchas veces,
en especial en lugares apartados del centro del virreinato o en poblados pe-
queños, eran los únicos que ejercían la profesión de cantero o albañil.
Este trabajo se centra en los actores y en el proceso de construcción
del edificio de la primera catedral de Durango en el siglo xv11 . La actual
catedral, que queda fuera de este estudio, rescató la planta y dimensiones
de esa primera iglesia e incorporó algunas paredes, pero fue una recons-
trucción casi total iniciada en 1695 y terminada en 1765 1 para satisfacer
nuevas necesidades estéticas y prácticas. 1
La primera iglesia del clero secular en Durango fue construida des-
pués de la fundación en 156 3 y también después del establecimiento de
la doctrina franciscana en Analco, así que es muy posible que se aprove-
chara en ella a los constructores indígenas del centro del virreinato, que
estaban con los frailes. 2 Mota y Escobar, alrededor de 1604, registró 5 °
vecinos españoles en casas "todas de adobe sin altos, de moderado edifi-
cio Y capacidad", y 50 familias indígenas de habla nahua en Analco.3 Es
probable que las casas de los españoles también hayan sido obra de l~s
constructores indios de Analco. Seguramente había personas con conoci-
mientos tanto de albañilería y carpintería como de cantería.
Un documento con un dibujo muy esquemático de 1614 indica que el
primer templo de Durango era de una nave con coro y sotacoro Y que te-

1
Para la historia de la catedral de Durango conocida has ta ahora: Clara Bargellini, La arqui-
tec tura ele la plata : iglesias m onum entales ele] centro-nort e ele México, 1640-n 5o. Méxi-
co/Madrid, Turncr/UNAM -Instituto de Investigaciones Est éticas, 1993, pp. 165- 19 5-
2 Peter G erhard, Th e N orth Frontier of N ew Spain, Princeton, Princeton University PresS,
1 98 2 , pp . 2 01-204 . Miguel Vallehueno, "El templo de San Juan Bautista de Analco: de er-

mita franciscana a parroquia neogótica", Transición, 14, 1993, p. 79-


1 Alonso de la Mota y Escobar, Descripción geognífica ele los reynos ele Nu eva Galicia,
Nu eva Viz cay a y Nu ev o León (1605), Guadalajara, Instituto Jalisciense de Antropología e
Historia, 1966, p. 83. Tambi én había 30 familias tepehuanas en Santa María del Tunal.
nía un altar mayor y otro dedicado a la Virgen;4 es decir, era una iglesia Entre marzo y finales de septiembre, las cuentas mencionan varios ob-
sencilla de las que había muchas. Esta primera parroquia que fue, des- jetos de adorno de la catedral: el órgano "traído de México por el capitán
pués de 1620, la primera catedral de la Nueva Vizcaya con la dedicación don Gaspar de Quesada " 1 1 y otro órgano para la iglesia de la compañía, las
cambiada de la Asunción a la Inmaculada Concepción5 era, según el pri- campanas, la compra en 1 3 pesos y 6 reales de "la piedra de la pila bautis-
mer obispo, el fraile agustino Gonzalo de Hermosillo, una construcción mal", el "tabernáculo de San Pedro" para el que dio el capitán Ontiveros
"muy
. . p ob re ,, Y " pequena
- ,, .6 O tro d ocumento, de 16 3 3, explica que la 705 pesos y tres reales. 1 2 Los trabajos que se estaban haciendo incluían
iglesia, a pesar de servir de catedral, era como "una pobre parroquia [... ] "poner el marco de la capilla de Santa Petronila y atajar la puerta principal
humildemente edificada de adobe, con el tejado de paja, y cubierto por al- para que quedase cerrada y no entrasen bestias", y se le pagaron al .c arpin-
gunas partes, amenazando ruina" .7 tero 1 S pesos "por la hechura del cancel del coro". Todo esto confirma que
En esos años la mejor iglesia de Durango era la de los jesuitas, "visto- había canteros para tallar la pila bautismal y carpinteros de cierto nivel.
sa Y bastantemente capaz", a la que se le atribuye una fecha de construc- Ya que parte de estos trabajos se estaban llevando a cabo después de
ción en 1616. 8 Ahí se transfirió el culto en 1634 cuando la catedral de la fecha del incendio, se trata de obras en el edificio cuyo techo se había
adobe "se quemó y abrasó sin que quedase en ella cosa alguna de su cu- destruido. Confirma esta hipótesis el hecho de que los gastos registrados
bierta" .9 La razón principal para cambiar el culto a la iglesia de los jesui- para materiales y mano de obra tienen que ver con tablas, vigas y tejas
tas deb~ haber sido su cercanía a la plaza mayor, pero también su calidad pagados a un Leandro de Arnalte. Es decir, se estaban juntando materia-
Y c~pacidad deben haber contribuido a la decisión. La palabra "vistosa" les para reparar el techo y, claramente, se estaba pensando en un techo de
sugiere que tenía alguna decoración fuera de lo común: una portada en artesonado de madera. Estos datos cambian la historia conocida hasta aho-
cantera quizás, o adornos interiores de cierta riqueza. En cualquier caso, ra de la catedral, porque siempre se había pensado que la respuesta inme-
se pued~ pensar en la contribución de artesanos especializados o en ele- diata al incendio había sido el inicio de la construcción de una nueva cate-
mentos importados desde el centro del virreinato. dral. Ahora vemos que la primera reacción al incendio fue restaurar la vieja
iglesia.
LA SITUACIÓN AL PRINCIPIO (1634-1635) Para este trabajo de reparación del techo, a catorce años de la rebelión
tepehuana, toda la mano de obra es indígena. Hay un "indio aserrador",
Los primeros libros de fábrica de la catedral de Durango, recien encontra- llamado Francisco, que está haciendo tablas; es el primer indio mencio-
dos en su archivo, permiten conocer detalles nuevos sobre el edificio y su nado en el libro de fábrica, que tiene un oficio específico y seguirá en la
ª??mo, Y sobre quiénes participaron en obras de reparación y construc- obra hasta el final. Hay también "indios de Santiago", "indios de Anal-
10
cwn, que son datos que tienen particular interés para este coloquio. La co" e "indios del Tunal", que están cortando vigas y tirantes; estos últi-
~echa ~ás temprana del primer libro es el 19 de marzo de 1634, antes del mos se pagan a un peso cada uno. A principios de enero de 1635, los in-
mcen~10 ocurrido la víspera de Corpus Christi, que cae el jueves después dios del Tunal traen las vigas a Durango. 1 3 También se manda "un
de la fiesta de la San t'isima
. T nni
. .da d , es decir,
. en mayo o ¡un10.
. . propio" al Mezquital "a llevar una carta para que enviasen indios". Este
hecho indica que se trata de trabajo por repartimiento. Finalmente, al ha-
4 Archivo
C t_ General
. . , ¡AGN), Inquisición, vol. 302, f. 275, reproducido en AGN,
de 1ª N ac10n blar del órgano, también se mencionan a "indios cantores".
1
5 a a _ogo de ilustraciones, vol. 9, núm. 4863.
. C General de In d.ias ¡AGI ), Guadalaiara
Archivo . 208, testimonio de la erección de la Sa,1ta
Ig1esia. atedral de la c·m d ªd d e D urango, capital
. .
del nuevo Remo .
de la Vizcaya, citado 11 Quizás el mismo capitán Gaspar de Quesada y Hurtado de Mendoza que en 165 5 llegó al
en G m 11 ermo Porras M unoz,
- ¡g1esw• y Estado en la Nueva Viz caya México UNAM 19 80 mando del presidio de la villa de San Felipe y Santiago de Sinaloa: Guillermo Porras Mu-
p. 163 . ' ' ' '
11.oz, La front era con los indios de Nu eva Vizcaya en el siglo xv11, México, Fomento Cul-
: Ignacio Gallegos, Durango colonial. México, Jus, 1960, pp. 244-245. t_ural Banamex, 1 9 s 9, p. 2 54 .
AGI, GuadalaJara
. 63 , Ca r t a d e 1 24 d e fe b rero de 1634, citada en ibid., p . 245. 12 ES t a Y la información que sigue sobre las cuentas del aüo de 1634 provienen de las PP·
8
Francisco
_ . Zambrano , D1·c cwnano
· . b.10 b1"bl10graf1co
. . . de la Compañía de f esús en México 34 2 ·346 del rollo 6 de los Archivos Históricos del Arzobispado de Durango (AHAD), co-
Mex1co, Jus, 1961-1966, t. v, p. 339. . rrespondiente al libro de fábrica de 1634-1681. Había dos capitanes Ontiveros, ambos
:ºArchivo de la Catedral de Durango (Acn), libro I, ff. 20-2ov. participantes en la guerra tepehuana, por estas fechas, de nombre Cristóbal Y Diego: Ata-
Agradezco. a monseñor Juan D'1az que me penmuo .. , ver los microfilmes de los documen- nasio G . Saravia, Apuntes para la historia de la Nueva Vizcay a, 11, México, UNAM, 1979,
tos, Y a Miguel
. Vallebueno y T Bl ·
im evms por su ayuda. Los libros incluyen papeles suel- p . 207 .
tos de diferentes cuentas. 13 AHAD, rollo 6, p. H 7 ·

Clara B11rg e llini Tr11bai o indig e n11 y 111 prim e ra cat e dral d e Durango
Todas estas obras, sin embargo, resultaron ser el preámbulo d un viduo era Simón Jorge ("Xorge" en los documentos) cuyo nombre aparece
proyecto más ambicioso: la reconstrucción total de la catedral. El primer en las cuenta por primera vez el 1 6 de marzo de 163 6 en relación con la
obispo de Durango, fray Gonzalo de Hermosillo, había conseguido n con trucción del monumento de Semana Santa. 20 Gracias a Miguel Va-
1624 del Consejo de Indias la concesión de los reales novenos para cons- llebueno, sabemos que el nombre completo de este maestro era Simón
truir una catedral nueva.' 4 De acuerdo con el obispo, "la fábrica [... ] no Jorge Gaytán, y que estaba en Durango por lo menos desde 1628 cuand~,
será suntuosa sino acomodada a la pobreza de la tierra", pero por varios el 7 de junio, como "estante en esta villa", declaró ser natural de los rei-
problemas el plan de Hermosillo nunca se llevó a cabo.'· Tocó al segun- nos de Castilla, que su primera mujer murió en Cádiz Y que pedía permi-
do obispo, el madrileño Alonso Franco y de Luna, que había llegado a Du- so para casarse con Ana de Salazar, hija de Pedro de Salazar e Isabel Her-
rango el 19 de noviembre de 1633, 16 iniciar la construcción de la primera nández. 21 El libro de fábrica se refiere a Simón Jorge como "maestro
iglesia planeada para ser catedral de Durango. En una carta al rey, del 12 mayor de la obra", 22 y todavía estaba trabajando en 1657;2 3 es decir, estu-
de octubre de 16 3 4, justo después de los últimos gastos para tablas y tiran- vo durante toda la obra. Aunque en repetidas ocasiones se le llama maes-
tes registrados en el primer libro de fábrica, el obispo cuenta del incendio tro nunca se le da otro calificativo, como po dr ia - ser " arqm't ec to" , "can·
que había destruido el techo y pide ayuda para construir una nueva cate- ter~" o "alarife", así que era todavía del tipo de maestro de tradició?
dral, que costaría alrededor de 50 ooo pesos, según unos "maestros". 17 medieval que hacía de todo. Esto no es extraño en esas fechas relau-
Esa ayuda fue concedida el 8 de octubre de 16 3 5 en forma de los reales vamente tempranas del régimen co 1oma · 1 Y, a demas, · 1e¡os
· del centro
__ del
novenos por diez años.' 8 Ya antes de recibir el aviso de la concesión, el virreinato. En efecto, Simón Jorge era un hombre con varias habilidades,
obispo había iniciado la construcción haciendo la traza de una iglesia de ya que en diferentes fechas se refiere que estaba haciendo obras de _cante-
tres naves, según escribió al rey el 8 de abril de 1635. 1 9 Aunque no indi- ría y, también, obras de carpintería. Seguramente llegó desde Espana con
caba medidas, sabemos por documentos posteriores que la nueva catedral conocimientos y algo de práctica, porque, siendo un hombre casado antes
tenía 29 varas de ancho. de salir de su patria, debe de haber tenido ya un oficio. _,
En efecto, a partir del 2 de enero de 16 3 5 se inician en el libro de fá-
1
Desde marzo de 1636 también se menciona a Jacinto Salazar, qmzas
24
brica los gastos para "piedras cuadradas" y las listas de trabajadores con hermano de la nueva esposa de Simón Jorge, como sobrestante de la obra_-
sus respectivos pagos. Se trataba, obviamente, de otro tipo de construc- Como mayordomo de la obra en 1635 esta b a e1 canom - ·go Francisco Ro¡as
ción, en cantera y, por supuesto, de la construcción de cimientos y pare- de Ayora, al que suced10, . , con nom b ramiento
· d e1 3 de septiembre de
des Y de un régimen laboral más constante. La nueva catedral estaba en 25
1636, Francisco de León Villarreal, mercader.
obra. Desde esta fecha en adelante, por las listas del libro de fábrica, po- Los demás involucrados en la obra en sus comienzos · er an en suma-
demos tener idea de quiénes y cuántos estaban trabajando. yona, mdigenas.
. , -
Vale la pena en 1istar 1os con or den y en detalle. 26 · En.
El hecho que el obispo Franco y de Luna haya mencionado en octubre . .
163 5 desde enero a diciembre, encontramos que es
tán en ella los si·
1

de 1634 a "unos maestros", y que en abril del año siguiente haya dicho guientes canteros, todos identificados como indios: Alo~so Flec~a, que
que se había hecho la traza de una iglesia de tres naves de 29 varas de an- también es albañil- Franco, Francisco, Ignacio, otro lgnac10, Dommgo; ª
cho, indica que había un experto en construcción en Durango. Este indi- ' . · d "cuadradas
éstos a veces se les paga por pieza, a med10 peso por pie ra,
para esquinas". Indios albañiles son: el mismo Alonso Flecha, que tam-

q AGI, Guadalajara 1, Consejo al rey, Madrid, 20 de marzo de 16241 citado en Porras Mu-
.
bién es cantero; Juan Esteban, Dommgo, Ignac10, Lazan
· ·11 Gaspar Lu-
°, '
ñoz, Iglesia Y Estado, pp. 163-164. El Consejo le había pedido que enviara "la traza Y tan-
teo para verlos". 10
AHAD, rollo 6, p. 367.
1
; Primero faltó la firma del secretario del rey, y cuando se envió ele nuevo la cédula a Espa- 21
AHAD, rollo 9, p. 110.
ña para cumplir con el requisito, se perdió: ibicl., p. 164. 21
AHAD, rollo 6, p. 385 1 por primera vez en 1638.
16
ACD, libro LVII, Serie de los ilustrísimos señores obispos de la Santa Iglesia ele Durango, 1
' AHAD, rollo 6, p. 61 3 en noviembre.
1
f. 64. 1
-1 AHAD, rollo 6, p. 373.
17
Gallegos, Durango colonial. p. 257 . 2
' AHAD, rollo 6, p. 361. . d' ¡0 gene-
1n
Los d atos que siguen
· • en AHAD, ro ¡¡ o 6, PP- 34 6·3 63· Ya que los m .10s, por
1
~ A G I, Guadalajara 230, Registros de oficio, 1573-1641, t . u, ff. 25ov-251 1 citado en Porras vienen . . sible
Muñoz, Iglesia y Es tado. p. 164. . d - -¡ nombres de p1 1a, es impo
ral, se identifican someramente, cuan o mas so o por sus b
19 - eden venir por nom re en
A G I, Guadalajara 6 3, Franco y ele Luna al rey, San José del Parral, 8 ele abril de I 6 3 5 cita-
1
llegar a un conocimiento preciso de cuantos eran, ya que pu
do en ibid., p. 164. una nómina y sin nombre en otra, por ejemplo.

566 Traba10
. indí genll y lll
.
prim e ra cate
d r
al d e Durango
Clllrll Bllrgellini
cas; los últimos tres llegan en los últimos meses del año. Sigue en la Ignacios murió en diciembre; se pagó su entierro y se cubrieron deudas
obra Francisco, indio aserrador. Además, había otros indios identificados que había dejado.
por su origen, ya sea geográfico o de grupo, y ocasionalmente también Un grupo interesante lo constituyen los dos indios y dos indias que
por nombre: en abril trabajaron dos "indios sinaloa", que después sabre- mandó el capitán Juárez del presidio de San Hipólito, quien había sido
mos se llamaban Luis y Daniel, a quienes se juntó otro, Mateo, en agos- muy duro con los indios rebeldes. En efecto, se menciona también a un
to; dos indios "de Santiago", Baltasar y Juan Daniel; "un indio de Atoto- indio, Lucas, "de San Hipólito", que tal vez ayudó a traerlos. Estos in-
nilco, llamado Antón"; un "indio de Caponeta"; tres indios de Ynora; dios, obviamente, pertenecían a una categoría especial, porque hubo que
indios tepehuanes de nombre Felipe, Gaspar y Miguel; tres indios de Ta- llegar a una decisión ad hoc de que, en efecto, iban a trabajar en la obra.
xicaringa, Sebastián, Juan Bernabé, Juan. Algunos de éstos y otros eran Esto lleva a pensar que podrían haber sido indios de guerra.
de repartimiento; se habla de ellos en sentido todavía más vago, sin es- Si vemos el conjunto de lugares de donde provenían los indios que
pecificar ni nombres ni números, y se mencionan las personas que los trabajaron en la obra de la catedral al principio, se puede concluir que sus
traen. El 2 de enero de 1635 "llegó el padre fray Pedro de Aparicio con 20 orígenes eran o cercanos a la ciudad o, más bien, del sur, con por lo me-
indios y 2 indias para la obra", a quien se le dio 12 pesos; 2 7 hay también nos una excepción importante. Había indios de Analco, por supuesto, Y
un número indeterminado de indios "xiximes"; indios de San Francisco del Tunal.3 1 Santiago podría ser Santiago Bayacora,32 mientras todos los
del Mezquital; y el indio Lucas, "capitán de San Hipólito". Además, hay demás lugares mencionados -Atotonilco, Caponeta, Ynora, Taxicaringa
dos indios y dos indias "que envió el capitán Juárez y se acordó que tra- y el propio San Francisco del Mezquital- están en la región más al sur,
bajasen" .28 Finalmente, había "dos indias que hacían de comer"; y se le en la sierra conocida como, justamente, el Mezquital.33 Al contrario, el
paga por maíz a un indio de nombre Clemente. En otro tipo de actividad, presidio de San Hipólito, establecido en 1605 y suprimido en 1685, que
se mencionan "indios cantores para la misa a la Virgen de la Hermita", jugó un papel represor importante durante las rebeliones indígenas, esta-
que debe haber sido la Virgen de los Remedios, lo cual indica que ya ba en la sierra, al noroeste de Durango.34 También existe la posibilidad
existía en 1636. 2 9 de que el Santiago mencionado haya sido Papasquiaro, que sería una se-
Una de las cosas que queda clara de los enlistados es que había jerar- gunda excepción al origen sureño de los indígenas que trabajaban en la
quía entre los indios que estaban trabajando en la obra. Ciertamente, los obra de la catedral. En cuanto a los grupos a los que pertenecían los
que se conocen por su nombre y tienen un oficio, como son los canteros, indios, se mencionan los sinaloa, tepehuanes, xiximes. Resumiendo, se
los albañiles y el aserrador, tenían la categoría más alta. Podemos supo- puede decir que, aunque parecen haber predominado los indios cercanos
ner que ya tenían tiempo de haber convivido con los españoles en o cerca y del sur, también hubo indios de la sierra norteña, algunos de los cuales
de Durango. Además, el núcleo del grupo trabajó constantemente todo el bien pueden haber sido indios de guerra. Los desplazamientos de pueblos
año. De varios de estos canteros y albañiles se dice que tienen "cuenta ar- que causó la invasión española es evidente tanto en los orígenes de los in-
mada", es decir, que se les iba pagando en parte en bienes. Entre todos dios identificados cuanto en los muchos que son simplemente "indios",
ellos, Domingo, el albañil, parece ser de mayor consideración, porque se conocidos por su oficio, mas no por su origen, lo cual indica tanto inte-
dice que se le habían pagado 20 pesos en Parral; quizás estaba haciendo gración a la vida colonial cuanto la confusión que tenían los españoles,
un trabajo allá.3° Los demás indios tienen una participación más ocasio- confusión "que se pierde antes de esclarecerse", como diría Porras Mu-
nal. Como ya se indicó, muchos deben ser de repartimiento. Uno de los ñoz.35
Pero en la obra de la catedral no estaban simplemente españoles que
27 dirigían e indios que hacían tareas. También en 1635 1 en mayo, se habla
AHAD, rollo 6, p. 346. Según un documento de 1667 fray Pedro de Aparicio terminó su
vida.como misionero en Casas Grandes: Saravia, Ap;ntes, 11, p. 272 . Porras Muñoz, Fron- por primera vez en el libro de fábrica de "un negro" en la obra, a quien
tera, p. 174: en 1650 estaba tratando de apaciguar a los indios salineros Y sus aliados.
28 1
El capitán Bartolomé Juárez (¿Suárez?) de Villalba (¿Villal ta?) estuvo encargado del 3 Gerhard, North Frontier, pp. 201-202.
presidio de San Hipólito desde su fundación en 1605 hasta el 4 de mayo de 1637: ibid., J2 Loe. cit.
pp. 2 63-264. El presidio dejó de funcionar como tal el 27 de octubre de 1685 . La lectu- 33 !bid., pp. 212-214. También existe la posibilidad de que se trate de Acaponeta en la Nu~-
ra del apellido del capitán varía en las diferentes fuentes secundarias. va Galicia; véase la nota abajo. Porras Muñoz, Frontera, p. 159, para la rebelión -en Taxi-
29
Hasta ahora se tenían noticias de la imagen de la Virgen de los Remedios desde 1 644 . caringa en 1618, donde los rebeldes mataron a indios cristianos.
30 34
Justo en esos mismos años, Juan de Rivera, cantero de Zacatecas, estaba construyendo la !bid., pp. 227-229.
primera parroquia de Parral: Bargellini, Arquitectura, p. 217. 35 !bid., p . 72.

568 Clara Bar ge llini Trabaio indíg e na y la prim e ra c at e dral de Duran g o


después se le dice "el negro" y "el negro que echa arena". Desde agosto año se mencionan a Leonisio, indio carpintero, y a un tal Juan Miquito,
hay dos negros esclavos que trabajan como peones, que de pué se identi- sin oficio, que también podría ser indio. Naturalmente, no faltaba la "in-
fican como uno de doña María de Cárdenas, y el otro del propio canónigo dia que hace de comer a los indios de la obra".
Rojas de Ayora. En junio, además, se incluyen en la nómina a un mulato También siguen en la obra los indios identificados solamente por su
y a otro mulato "de don Gonzalo". La participación de estas personas, to- origen, aunque son menos. Hay dos indios de Santiago, dos indios del Tu-
das pertenecientes a alguien y, por lo tanto esclavos, es el inicio de una nal, dos indios xiximes, dos indios de Taxicaringa, traídos por el "gober-
tendencia que irá en aumento.3 6 nador" indio del lugar, a quien se le pagó un peso, y un indio sinaloa. Se
Finalmente, conviene apuntar que en 1635 se pagó a un herrero para menciona dos veces a don Esteban, capitán y gobernador de Santiago, a
"aderezar la lengüeta de la campana", se pidieron a México cinco varas quien se le paga por "ir a sacar gente" y para "sacar indios de la sierra".
de terciopelo azul y cinco de damasco verde, y que había en la catedral un En una de las dos ocasiones se le pagan 9 pesos, así que quizá podemos
organista de nombre Juan de Torres.3 7 pensar que había traído 18 indios. En este caso, el Santiago en cuestión es
Antes de pasar a 1636, veamos algunos detalles sobre otros materia- probablemente Papasquiaro.
les. Hay una compra de piedras de cantería a dos pesos cada una, a una tal En cuanto a negros y mulatos, siguen tres que ya conocemos: un es-
Isabel Gixarro; seguramente eran más grandes o tenían más ornamenta- clavo de María de Cárdenas, uno del canónigo Rojas de Ayora y el mulato
ción que las que se pagaban a los indios canteros en medio peso. Se com- de don Gonzalo. Pero ahora hay más y, lo que también es significativo es
pran "carretadas de piedra colorada" a otra mujer, viuda y empresaria de que a algunos se les nombra. Son dos los esclavos negros de María de Cár-
la construcción, María de Cárdenas, la dueña de uno de los esclavos ne- denas que participan en la obra: Miguel y Antonio. También hay dos de
gros, que también hace una donación de un "ornamento de brocato blan- Isabel Guixarro, uno de nombre Miguel. Otros tres negros son esclavos
co y colorado" a la iglesia. Otros materiales se consiguen de los jesuitas: del canónigo, como ya se dijo, de Alonso López de Mesa y del maestro
46 carretadas de piedra y 43 carretas de arena. Simón Jorge. El mulato de don Gonzalo se llama Manuel y hay otro mu-
lato II de morga" _39 La importancia de estas personas en los oficios, gene-
PRIMERA ETAPA DE LA OBRA (1636-1640) ralizada en los siglos xv11 y xvm, se confirma por un pago en el libro de
fábrica de 40 pesos y 6 reales a Francisco, mulato, "para aderezar los tapi-
En 1636 siguieron en la obra el maestro Simón Jorge y el sobrestante Ja- ces". Éste es el primer mulato mencionado en el libro que tiene oficio,
cinto Salazar. Ahora se estaban levantando paredes, porque hay menos probablemente de bordador, y tal vez libre.
erogaciones para canteros y más para albañiles y cal, y se anotan gastos de De nuevo en esta etapa de la construcción se compran piedras Y arena
carpinteros / tal vez para andamios I pero también a un Andrés de Usiarraga a los jesuitas. Además, hay pagos por cal a Luis Pérez y a Francisco Pa-
8
para labrar 1 5 vigas y cuatro soleras, así que se e~tar~a techand ~ alg_o._3 yán. También se liquidan cuentas por transporte de varios tipos: a Luis
1
De los indios que ya conocemos siguen el md10 Lucas, capitan de Ortiz por traer tablas, a Alonso Muñoz por traer piedra, a Cristóbal de
los indios" de San Hipólito; como ya vimos, Francisco, aserrador, y Alon- sierra Alta, arriero, por lo mismo,4° y a un Gaspar, indio carretero. Ve-
so Flecha, que ahora parece ser el cantero principal, porque se le paga por mos cómo hay indios también en estos oficios. Los pagos a Alonso de
"las piedras que va labrando", y tiene oficiales, uno de los cuales es Ju_a n Morales y Pedro Rodríguez4 1 también pueden haber sido en este renglón.
Miguel, indio cantero. Esto es interesante porque confirma que eStas m- Para los próximos dos años, 1637 y 1638, se pueden juntar las cuen-
dios estaban integrados al sistema de trabajo colonial. Los demás indios tas, ya que son parecidas entre sí, y el 2 de mayo de 1638, el obispo infor-
mencionados son Gaspar Miguel, albañil; Lázaro, albañil; Frandsco ~e- maba que llevaba gastados 3 6 ooo pesos y que la iglesia "está edificada
bastián, albañil; Esteban, albañil; Juan Chico, albañil, y tres sm ohc10: más de la mitad así de sus torres como de la arquería y mampostería de
Pablo, "indio de la sierra", Hernando y Florencia. Además, a finales del sus naves". 42 Seis meses más tarde aclaró que la nave de la iglesia eS t ª-

39 No he encontrado una explicación de esta palabra, a menos que sea un apellido .


,6 De acuerdo con Mota y Escobar, Descripción, p. 83, había en 160 5, en Durango, So es cla- .¡o AHAD, rollo 6, p. 322, una hoja suelta en la que se dice que se le paga por "la saca de la
vos negros y mulatos. piedra".
37
El jesuita Pérez de Ribas, citado en Porras Muñoz, Frontera, p. 359, habla de órganos lk- .¡i Porras Muñoz, Front era, p. 359, menciona a un individuo con este nombre que era dueño
vados al Norte. de una recua; se le pagó en 16ro-1611 por el flete de unas campanas a Sinaloa.
2
,H Esta información proviene de AHAD, rollo 6, pp. 367-406 . -1 AGI, Guadalajara 63, citado en Porras Muñoz, Iglesia, p. 166.

570 Clarll Bllrgellini Trablli o indí ge na y la primera catedral d e Duran go 571

....
ba construida, pero sin cubrir.43 En ambos reportes se queja de falta de de r 6 3 7, con un capitán José vinieron nueve indios, entre quienes se nom-
fondos. bra a Alonso Quiviquinta, Alonso de Guaxicora, Agustín Luis Cayman,
En todo este periodo hay más trabajo de cantería junto con carpinte- nombres que indican un origen en la zona de Acaponeta en Nueva Galicia,
ría.44 En una sola remesa se traen r 50 piedras de cantera, por ejemplo. colindante con el Mezquital,4 7 aunque si venían a trabajar en la catedral de
Además, en marzo de 1637 1 se menciona un horno para hacer ladrillos. Durango, deben de haber estado ya en territorio de la Nueva Vizcaya.
Aunque no estuviera cubierta la nave han de haberse techado otros espa- Por las r s listas que se conservan, entre mediados de r 6 3 6 y media-
cios, porque son varios los carpinteros que estaban trabajando. También dos de r 6 3 8, podemos ver que los periodos de estancia en Durango iban
para r 6 3 7 y r 6 3 8 existen en el libro de fábrica varias listas sueltas, inser- desde 2 7 hasta 67 días de trabajo, o sea, desde alrededor de mes y medí<:_>
tadas al principio del volumen, de grupos de indios que llegaban a Duran- hasta tres meses. Desgraciadamente, no siempre se especifica de dónde
go de diferentes lugares para trabajar en la obra por periodos de dos o tres viene el grupo. Llama la atención que en los casos de los indios de San
meses. Seguían en la obra Simón Jorge y Jacinto Salazar. También hay Pablo, Caponeta (Acaponeta) y el Mezquital, que son los grupos más
otros dos individuos que no se identifican como indios o negros: Juan Gil, numerosos, los indios estuvieron en Durango entre febrero y mayo, es de-
cantero, y Francisco de Cárdenas, carpintero. cir, en época de secas cuando tendrían menos que hacer en sus propias la-
Entre los indios con oficios destacan Diego Hernández, albañil, y los bores agrícolas. Indudablemente, esto ayudaría a que fuera más fácil con-
canteros Juan Gaspar y Diego Felipe, a quienes se les paga r 4 reales por vencerlos de trasladarse. También es curioso que no todos los de un
día, que era más que a los otros. Siguen los albañiles Juan Chico, Sebas- grupo se quedaban el mismo tiempo o trabajaban el mismo número de
tián y Lázaro, y Francisco, aserrador. Por datos que me ha proporcionado días. Esto se ve en lo que se les pagaba, que era dos reales por día. Tal vez
María Luisa Reyes Landa, sabemos que Diego Hernández era de Zacate- algunos huían o se le pagaba menos. Lo que sí es seguro es que se hacían
cas, donde se había casado.45 Como veremos, sería un trabajador impor- pagos en especie.4 8 Por algunas listas de estos objetos, que se conservan
tante en la obra. También sigue Leonesio, indio carpintero, y están otros en el libro de fábrica, sabemos que se trataba de artículos, en su mayor~a
dos indios carpinteros: José y Juan. También se vuelve a mencionar a de ropa, y de algunas herramientas: fresas para labrar, mantas, huipiles,
Gaspar, indio carretero. Son muchos menos los indios mencionados sola- zapatos, paños, sombreros, naguas, sayal, seda torcida, hilo, cera, cuchi-
mente por su lugar de origen: hay cuatro indias del Tunal y un indio de llos carniceros y azadones. En 1637 y 1638 ya no se menciona a los indios
Santiago. de San Hipólito, pero todos estos grupos eran igualmente de indios de te-
Como acabo de apuntar, para este periodo hay registros sueltos de gru- rritorios de misiones, recién convulsionados por rebeliones Y por su re-
pos indígenas que venían a Durango por periodos relativamente breves pa- presión. En total, las listas arrojan r 59 hombres y 9 mujeres.
ra trabajar en la obra de la catedral. Las listas que se conservan son de gru- En esos dos años siguieron en la obra los dos negros de María de Cár-
pos de entre ocho y veinte individuos, casi todos registrados por su nombre denas, un negro del licenciado Espinosa, uno de Pedro Callardo Y otros
de pila. En tres de las rs listas se incluyen algunas mujeres. Como en 1636, que no están bien identificados.
se menciona a Esteban, indio gobernador de Santiago, que trae indios tepe- En r 6 3 9 y r 640 hubo poca actividad. Eran menos las personas que es-
huanes de Santiago, pero también trae indios "de la sierra del partido del taban trabajando. Incluían al maestro español Simón Jorge, los indios al-
Mezquital"; obviamente era alguien que se ocupaba en ir a los pueblos a
traer indios para la obra. Un grupo de 10 vino con un tal Cristóbal de Ler- Pablo, de alrededor de 250 personas, entre los que estarían los 1 s indios que mandóª Du-
ma. Otro grupo es de indios de Caponeta, que estuvieron entre febrero y rango. Aunque la zona era de binas y humas, el padre Jiménez dice que fundó el pueb~o
abril de 1637, mencionados con un capitán Francisco Tejeda. Entre marzo para reducir a la "mala mezcla de apóstatas, gentiles, forajidos y bandoleros" que habia
en la región. Véase también Porras Muñoz, Frontera, p. 265 1 y Gerhard, North Frontier,
Y mayo hubo un grupo de indios mandado por el padre Diego Jiménez de la pp. 207-209 .
misión jesuita de San Pablo, en la sierra al oriente de Durango. 46 En julio 47 !bid., pp. 56-59 .
48
A manera de comparación, está el dato de Silvia Zavala, El servicio personal de los in-
dios en la Nueva Espaiia, 1600-1635 1 vol. 51 2a. parte, México, El Colegio de México Y El
43 Loe. cit. Colegio Nacional, 19901 pp. 905-906, en 1629, en la obra de la catedral de México, sepa-
44
Los datos están en AHAD, rollo 6, pp. 406-438. gaban dos reales por día. De acuerdo con Eucario López Jiménez, Cedulario de 1~ Nueva
45
ACD, libro de entierros 1646-1669, ff. 18-18v. Véase la nota 59, infra. Galicia, Guadalajara, 1971 núm. 1389 en el Archivo del Municipio de Zacatecas, libro
1 1
46
Zambrano, Diccionario, tomo vm, pp. 206-221. Jiménez había nacido en 1603 en Vera- 2, fol. 244, en 1609 los indios de repartimiento ganaban un real por día más comida, Y sin
cruz Y murió en el Norte hacia 1684. Describe la fundación en 16 3 5 de la misión de San comida, dos reales por día.

572 Clara Bar ge llini Traba;o indígena y la primera catedral d e Durango 573

L
bañiles Diego Hernández y Juan Chico, el indio cantero Juan Ga par, l Diego, el albañil, Diego y Juan, los canteros, siguen en la obra en
mulato Manuel y varios albañiles y esclavos más . Sabemo que el obi po 1642 . Los acompañan varios negros esclavos cuya identidad es práctica-
Franco y de Luna devolvió el culto a la catedral en febrero de r 640 1 a pe- mente imposible de puntualizar. El libro también habla de un don Tori-
sar de que no estaba del todo terminada. 49 Habían trabajado en ella, ade- bio, indio gobernador de Analco, cuya función no queda clara aquí, pero
más del maestro español y el sobrestante, indios con oficio establecidos después, en las cuentas de 1645, aprendemos que vendía cal. En este año
en Durango, algunos llegados de otros lugares y, por lo tanto, libr , y fá- no se menciona a Simón Jorge, tal vez por la presencia de Pedro Gutié-
cilmente distinguibles de los indios de repartimiento traídos de pueblos rrez, aunque sigue Jacinto Salazar.
de la sierra. Además, aumentó la participación de negros y mulatos, la Para 1643 se ve con claridad cómo los indios integrados a la vida co-
gran mayoría esclavos, que seguramente hacían el oficio de peón. De vez lonial eran los obreros principales de la construcción de la catedral, pero
en cuando, los documentos dejan entender que también participaban en su número ha disminuido respecto a los negros. En efecto, siguen los tres
diferentes aspectos de la obra algunos maestros artesanos con nombre y indios del año anterior junto con alrededor de diez esclavos negros, inclu-
apellido, cuya identidad étnica es imposible conocer. Probablemente, co- yendo uno del obispo. Por primera y única vez, en marzo aparece un in-
mo el indio Diego Felipe, provenían de lugares más establecidos y llega- dio tarasco, sin identificar su oficio. Es curioso que no haya más noticias
ron a Durango buscando fortuna.so de tarascos, porque se supone que habían llegado desde tiempo atrás has-
ta Tapia y eran artesanos notables. Simón Jorge parece estar participando
SEGUNDA ETAPA DE LA OBRA (1641-1652) con obras por pieza, ya que se registra un pago para él de dos pesos por
dos cubos de cantera." 3 En una ocasión van los tres indios "oficiales a la
El obispo sucesor de Franco y de Luna, fray Diego de Evia y Valdés, trajo a cantera con el negro que les ayuda y trabajaron en ella tres días".
un maestro arquitecto desde México para construir una bóveda sobre el La obra en 1644 no cuenta con la presencia de Simón Jorge, aunque
crucero, en 1641.51 El maestro, clérigo y de nombre Pedro Gutiérrez Pata- sigue el sobrestante. También siguen Diego, Diego y Juan (el albañil Y los
rren, no costó a la fábrica, porque el obispo se encargó personalmente de dos canteros), pero ahora hay también un Francisco, negro, cantero, tal
su sustento, así que no aparece ninguna noticia sobre él en los libros que vez el "que los ayuda" . Éste es el segundo negro con oficio que aparece en
estamos examinando. la construcción. Además, hay ocho peones negros. Se trae mucha "piedra
Siguen siendo relativamente pocos los operarios en 1641. 52 Continúan grande de la cantera", también arena y cal, y se hacen ladrillos. Obvia-
en la obra Simón Jorge y Jacinto Salazar, lo cual indica que la competencia mente, se estaban levantando paredes.
del arquitecto Pedro Gutiérrez era de otro nivel, y prevalecen los canteros En 1645 regresa a la obra en forma regular Simón Jorge, a quien se le
entre los indios. A la cabeza de los indios está Diego Hernández, el alba- pagan dos pesos diarios, pero ahora con un negro conocido simplemente
ñil de Zacatecas. Se nombran, como antes, a los canteros Juan Gaspar Y como "el negro de Simón Jorge". Siguen en la obra Diego, Diego, Juan Y
Lázaro, y a un ayudante -Bartolomé. También está Diego, cantero de Anal- Francisco, el negro cantero. Cada semana trabajan también entre tres
co, que es el mismo Diego Felipe que ya conocemos. Aparecen en las lis- Y cinco negros. Uno se identifica como "un negro de Topia". Es de notarse
tas varios nombres de pila de indios, sin especificar sus oficios, así que de- que por segundo año han desaparecido del todo los indios de la obra, a ex-
ben haber sido peones. Una novedad es un "negro albañil", sin más cepción de los tres que venían trabajando juntos desde 1641. Se mencio-
señas, entre varios otros negros esclavos. Es el primer negro con un ofi- nan herramientas para trabajar la cantera, algunas de las cuales son pro-
cio que trabaja en la construcción. El único indio identificado por su ori- piedad de Simón Jorge. Además, se le compra a Simón Jorge "cuero para
gen es un Miguel, indio sinaloa. Los materiales que llegan a la fábrica tena tes", bateas y "lazos para atar los andamios de la bóveda"• Llegan
son piedras y cal. más piedras grandes.
La obra toma otras características al año siguiente de 1646. Entre febre-
-I Y A CD, libro 1, f. 49. Bargellini, Arquitec tura, p. 168. ro Y junio se hacen muchos ladrillos y, por lo tanto, se contratan peones in-
50
Es interesante que también en Parral en esos años llegaron perso nas dcsde el centro para dios, negros y mulatos. Los indios son tres (o tal vez cuatro) identificados
la construcción, notablemente en 1635, Juan de Rivera, cantero dc Zacatccas, Y Franci s- por sus nombres de pila. Hay un negro Manuel con "su compañero" . Los
co Martín, carpintero de Chalchihuites, quienes iban a eregir la parroquia con la ayuda
de 20 indios: ibid., p. 217 .
;' A CD, libro,, ff. 62-62v, publicado completo en Saravia, Apuntes, 111 , p. 308. ,., Era una manera de retener a los obreros, como indica otro ejemplo de la construcción de
;
2
AHAD, rollo 6, pp. 447-451. la catedral de Tlaxcala: Zavala, Servicio personal. p. 863.

574 C larll Barg e ll ini Trabai o indí ge na y la primera cat e dral de Dur a n go 575
otros tres negros están identificados por sus dueños, incluyendo el de Si- El año de 16 5 2 es importante para la historia de la catedral de Duran-
món Jorge, así como los tres mulatos . go, porque se logró "consagrar" el altar mayor el domingo 3 de noviem-
En abril de 1646 regresan a la obra Diego Hernández, indio albañil, bre. s Las obras, por lo tanto, se concentraron en el interior. Siguen Si-
con Diego Felipe y Juan Gaspar, canteros, y también con Francisco, negro món Jorge, Diego Felipe, el cantero; Francisco, el cantero negro; Manuel,
cantero. En mayo, Juan Gaspar desaparece para siempre de la obra. Tam- el negro albañil, y Marcos Román, "oficial de carpintero", pero desapare-
bién están Simón Jorge, a quien en julio se le sube el sueldo a dos y m edio ce Diego Hernández, el indio albañil que había empezado a trabajar desde
pesos diarios porque va a hacer "las obras que se ofrezcan de madera" . por lo menos 16 37. En efecto, sabemos que murió de repente el 18 de ju-
Con él está su negro y otros dos negros, más un mulato, todos esclavos nio. 59 También está el herrero Matías Ibargüen. Ahora también hay un
porque se identifican por sus dueños. Por cierto, uno es de Jacinto Salazar. negro Mateo que acarrea arena. Diego Felipe, el cantero, indio de Analco,
Don Toribio, gobernador de Analco, parece haber tenido un negocio como sufrió la muerte de su mujer, 60 pero tuvo un papel central en la obra, por-
materialista, porque ahora se le paga por vigas. Se traen a la obra cal, tierra que labró 60 varas de piedra para las gradas del altar, que se le pagaron a
y piedras chicas, y se repite que se hacen "adobes para cimbras, ladrillo peso por vara, y, más aún, "hizo la piedra de consagrar del altar", es decir,
para la obra". el ara que contiene las reliquias sobre las que se celebra la misa. La mesa
Al año siguiente de 1647, la obra estaba muy reducida. Sabemos que del altar completa era:
desde el año anterior había problemas graves de fondos para pagar a los
trabajadores, ya que se habían terminado los reales novenos .5 4 Sin embar- Admirable en proporción y fábrica, porque es de tres varas de largo, vara Y
go, se hizo todo lo posible para poder seguir, porque "sería de grande in- tres cuartos de ancho (2.5 x 1.46 m) y de grueso cerca de un palmo. Las reli-
conveniente cesar y suspender la labor por la dificultad que habría en re- quias que se colocaron fueron un hueso del glorioso apóstol y evangelista San
ducir y congregar otra vez los obreros por la gran falta que hay de oficiales Mateo, un gran hueso del glorioso mártir San Plácido de la orden de San Beni-
Y que los que al presente están se han traído con gasto y trabajo" . 55 Estos to, un hueso de S. Inocencia mártir, otro de uno de los mártires de Arjona en
trabajadores a quienes había que conservar eran Simón Jorge, a quien se la Andalucía, y otro de uno de los santos mártires de Agred~. 61
le pagaban dos y medio pesos diarios; Diego Hernández, indio albañil, Y
Diego, el indio cantero, a quienes se pagaba uno y medio pesos diarios; Y Además del altar, se hicieron celosías para las ventanas y las puertas prin-
Francisco, negro cantero, a quien se le pagaba un peso diario. Además se cipales de madera de mezquite, que Toribio trajo a la iglesia sin cobrar Y
mencionan unos peones. Es interesante que ahora los peones no se iden- que cortaron dos indios. Se mencionan las puertas de la sala de cabildo Y
tifican por su raza, sino solamente por su oficio. de las sacristías. También se mencionan "clavos para aderezar el púlpi-
En 1648 y 1649 están únicamente Simón Jorge, Diego Hernández, Fran- to", "encerados en las ventanas" y una ventana en la bóveda.
cisco, negro cantero, y alrededor de seis peones. Se ha reducido al mínimo
el trabajo. Los materiales son cal, que se compra al arriero Cristóbal, de 58
sierra Alta, a quien ya conocíamos desde 1636, y piedra chica. AHAD, rollo 6, pp. 570-5 77 . .
59
Agradezco a María Luisa Reyes Landa la siguiente transcripción del libro de entierros
En 1 650 se registran varias obras de carpintería: morillos grandes para l646-1669 1 Archivo de la Catedral de Durango, H. 18-18v: "Diego indio. En 18 días del
las cimbras de las bóvedas y algunas vigas que se le pagan a Marcos Ro- mes de junio de 16 52 años murió Diego indio maestro de la obra edificio de est a santa
mán, carpintero. Siguen Simón Jorge, Diego, indio albañil, que es el úni- iglesia catedral tan acceleradamente que solo le absolví por la bulla Y admini st ré el 5t~·
co indio que queda en la obra, y Francisco, negro cantero. Ahora aparece Sacramento de la extrema unción. Era casado en la ciudad de Zacatecas, enterrélo de li-
un Manuel, negro, albañil, que podría ser el mismo negro albañil mencio- mosna en esta santa iglesia cathedral." Firma Nicolás de Hita Ossorio (teniente de ~ura).
60 Agradezco a María Luisa Reyes Landa la s1gmente. . · · , de¡ ¡1·bro de entierros
transcnpc10n
nado en 1641, y el negro Manuel, de 1646. En febrero de ese año se adqui- . de la Catedral de Durango, f. 19.. "F ranc1sca
· 1·ndia · En dos
r646-1669 , Archivo . días del
rió "un velo para el Santo Cristo"S6 cuyo altar probablemente estaba en d · 1· d · · · · d. ·
mes e JU 10 e 16 52 años muno Francisca m ia, mu¡er eg1 1 1 ·t·ma de Diego ind10 Maestro
un altar del crucero del lado del evangelio .5 7 de cantería, sub communione ecclesiae catholicae, administróle el sacramento de la Pe-
nitencia el L. do P. Juan Deyaseve Presbítero y yo el theniente de cura, los santos ~acra-
. , y extrema unc10n.
mentas d e 1a Euchanstia . . No testo, porque no tubo de que , enterrela en
54
Bargellini, Arquitectura, p. 168. esta santa iglesia cathedral." Firma Nicolás de Hita Ossorio (teniente de cura).
55
ACD, libro r, Acta capitular del 20 de febrero de 1646, f. 88v. 61
A CD, libro I Acta capitular del 12 de noviembre de 1652, H. 148-r48v, publicado com-
56
AHAD, rollo 6, p. 585. 1 ' . Apuntes, m, pp. 3rn-312. Hay que recor dar que Evia y Valdés era be-
57
peto por Saravia,
A C D, libro II , Acta capitular del r 3 de octubre de r 676, f. r r 5v, y ACD, libro 1, f. r 53- nedictino.

576 Clara Bargellini Trahaio indig e na y la primera catedral d e Durango 577


En esta etapa de la construcción se consolida, por una parte, la parti- r to del t ech ra de artesonado de madera . Como indiqué al principio,
cipación destacada de maestros indios en la obra, mientras va de apare- el ancho d 29 vara jque era el largo del crucero, como dice el documen-
ciendo el trabajo de repartimiento. Por otra parte, aumenta notablemente to) e el mi mo que todavía tienen las tres naves principales de la ca-
la participación de negros y mulatos, algunos ya maestros. Al mi mo tedral. La bóv da o cimborrio quedó en existencia hasta poco antes de
tiempo se nota que hay menos interés en distinguir entre unos y otro en mediado d 1 iglo x 111 , cuando se hizo la cúpula actual. 6 3 Las paredes ex-
los documentos. La llegada de un maestro arquitecto de México hizo po- terna de la cat dral actual corresponden a las capillas laterales que fueron
sible calcular Y planear la construcción de una bóveda, quien ayuda a per- añadida en el iglo xv111, así que las únicas partes que se conservan que
cibir el grado de menor competencia de Simón Jorge. pueden er d la con trucción en la que trabajaron Simón Jorge, Diego
La celebración para la dedicación fue una fiesta en forma que duró to- Hernández, Diego Felipe, Juan Gaspar y Francisco, son las paredes de
da una semana desde el 2 hasta el 9 de noviembre. Incluyó "fuegos y lu- cantera que en el interior de la catedral delimitan las capillas de los cu-
minarias los 8 días, dos castillos, un gigante, árboles, toros y otras cosas". bos de la torr añadidas a finales del siglo xv11. Estas paredes correspon-
A~e~tro de la iglesia hubo música de guitarra y arpa. Al arpista y a cinco den a la fachada de la catedral cuyo altar, de cantera tallada por Diego Fe-
mm1~:reles se les pagaron los ocho días . Por supuesto, esa semana no se lipe, fu e dedicado en noviembre de 1652.
traba¡o en la obra; todos seguramente participaron en la fiesta. Podríamo dejar la construcción en este momento de celebración y
Desde marzo, el obispo había enviado una relación a España pidiendo logros. Sin embargo, ya que lo que nos interesa son las personas que esta-
la prolongación de la merced de los novenos reales e informando cómo ban trabajando, vale la pena seguirles un poco más los caminos, porque
era la iglesia: su trabajo no e acabó en r 6 ~ 2, pues todavía faltaba terminar la portada y
otras cosas. Se puso mano a la portada hasta el año r 6 57, por decisión del
EStá acabado todo el crucero con su cúpula o cimborrio, la capilla mayor con arcediano Francisco de Rojas Ayora, que había sido mayordomo al inicio
otras dos colaterales, dos sacristías y trasacristías con la Sala Cabildo en me- de la construcción.6 ~ Participaron en este último esfuerzo el maestro Si-
dio de ellas, dos puertas de cantera en los dos cos:ados, con tal disposición en món Jorge, los canteros Diego Felipe, indio, y Francisco, negro; Manuel,
las luces Y ventanas que ilustran y alegran grandemente el edifico. Es el cru- negro albañil; Marcos Román, el carpintero; Matías Ibargüen, el herre-
cero anchuroso Y capaz, porque tiene 12 varas de cuadrado, por todas 4 partes ro,6 5 Y dos peones, sin más identificación. Simón Jorge estaba dirigiendo
Y desde el brazo al otro, hay 29 varas de largo y 12 dichas de ancho. Actual- la saca y el corte de la cantera y estaba poniendo las piedras de la portada
mente quedamos labrando las gradas y púlpitos de la Capilla Mayor, para co- de la iglesia; se mencionan pedestales y cornisas. Diego Felipe estaba cor-
locar el Sagrario y mudarnos hacia allá. Sobre el cimborrio de la parte de tando "las basas y pilares" con Francisco y Manuel. La portada, al pare-
afuera asientan dos bolas de cobre doradas, sobre una base de cantería que las cer, nunca se terminó del todo, 6 6 pero es patente la conformación ya total
mantien e, d e d.iametro
- 5¡4 y la otra tres y remata una cruz que las atraviesa y del sistema colonial de trabajo en la construcción. El español está a la ca-
ase~ura, en debida proporción ancha y dorada, colados los brazos, para que no beza Y los indios y negros están trabajando juntos, y en los documentos
resiS t a ni la mueva el aire. Por la otra parte de adentro pende un florón de 2 va- muchos veces ni se especifica el origen racial de cada uno de ellos. Es po-
ras de diámetro, en forma de rosca gruesa, con variedad de carteles. Certifica- sible conocerlo solamente porque se puede seguir el proceso en los docu-
mos ª V. M. sin encarecimiento alguno, que está el edificio con tanta majes- mentos. En septiembre, Diego Felipe se lastimó una mano "con una pie-
tad y grandeza
. ,
que pued e contarse en e1 numero .
de los mayores y meJores de
estos remos · Basta pros egmr · l as torres que al presente estan
, en dos cubiertas,
.
0 por lo menos una, labrar la portada principal, coronar toda la iglesia de pirá- 61 Bargellini, Arquit ec turn , pp. I 77-178.
6 -1 "Habiendo propuesto dicho Arcediano Francisco Rojas Ayora las necesidades de eS t a
mides Y cornisas, las puertas de madera, los retablos y el coro que es fuerza
Santa Iglesia Y el estado en que se halla de pohreza y falta de ornamentos Y estar dado
sea c0st0 so, todo por _la falta de oficiales y de madera a propósito. 62 principio a la portada principal que conviene ponerla en perfección y así mismo las to-
rres, sillería ele\ coro y halaustres y lo demás del adorno y culto divino, y que sería hien Y
La iglesia era de tres naves, de las cuales la central era más alta que las la- conveniente proseguir en la obra, elijo que su voto es que se prosiga en ella Y que·el gaS t o
terales, Y tenía un crucero coronado por una bóveda al centro, mientras el se haga del dinero que pareciera convenir": AC D, libro 1 , Acta capitular del 13 ele febrero
ele 1 65 7, ff. 1 24-1 24 v. Para este personaje, véase Saravia, Apunt es, 1v, 57-7 2.
6' El herrero Matías de Ibargüen fue enterrado de limosna el 1 de octubre ele 1664: AHAD , ro-
62 Evia Y Valdés al rey, 13 de marzo de 1652: AGI, Guadalajara 63, citado en Gallegos, Du- llo 7, p. 57.
rango colonial, 19601 pp. 172-173. 66 ¡·¡
A CD, 1 ,ro ll , f. 49v.

Clara Barg e llini T r 11 /¡ a i o i II d i g en a )' J" p r ¡ rn e r " e a I e d r a 1 d e Du r an go 579

l
dra que estaba labrando" y tuv_o que dejar de t~abajar u~- tiempo'. pero se y porque creo que nadie hasta ahora ha hecho un análisis de un proceso
le dio alguna compensación. Fmalmente, se hizo tamb1en trabaJO en las con tructivu colonial como el que pude hacer aquí.
azoteas se encaló la capilla del sagrario y se echó "suelo de hormigón en Aparte de los datos puntuales sobre maestros y obras que proporcio-
la trasa~ristía, sala de bautisterio y delante la capilla del sagrario". nan los libros de fábrica, resulta muy interesante poder seguir la obra Y a
Hasta después del 20 de agosto de 1682, cuando un rayo cayó en la los que trabajaron en ella a lo largo de un tiempo. Aunque hay lagunas en
bóveda sobre el altar mayor, no se iban a hacer más obras importantes a la información, hemos visto cómo es posible seguir las carreras del maes-
la estructura de la catedral. En aquel entonces vino el maestro Pedro Pa- tro, pero también de algunos de los trabajadores que solamente conoce-
blo, de la parroquia de Sombrerete, para revisar los daños. El encargad_o de mos por su nombre de pila. Además, la existencia de una notable documen-
hacer "lo que el maestro dijera" era "Manuel el negro esclavo de la igle- tación paralela en el caso de la catedral de Durango -libros de cabildo,
sia", viejo y sordo, que entendió lo que se le decía "porque se le habló al- correspondencia con España, etcétera- ayuda a relacionar los datos d~l
to". Quizá era Manuel, negro albañil, el primer negro con oficio que em- edificio con los datos de los trabajadores. Finalmente, el proceso de la pn-
pezó a trabajar en la obra en 1641. 67 mera catedral de Durango tiene la ventaja de no haber sido tan complejo,
pero, al mismo tiempo, de haberse llevado a cabo durante un periodo en
CONSIDERACIONES FINALES el cual hubo bastantes cambios en la ciudad y sus alrededores.
No es fácil que exista esta combinación de factores para la historia de
En resumen, hemos visto que la primera catedral de Durango fue obra de una construcción, aunque seguramente habrá otros casos. Hasta a~ora,
un ma·estro cantero y carpintero español, y de maestros albañiles y cante- sin embargo, este tipo de estudio no ha sido de interés para la ~ayona ~e
ros en su mayoría indígenas y probablemente no de origen local. Al los historiadores de la arquitectura virreinal, para quienes los libros de fa-
maestro le ayudó por un breve periodo un maestro arquitecto más exper- brica son únicamente fuentes de informaciones puntuales. 69 Por otra par-
to y conocedor del cálculo de bóvedas, mientras que a los maestros indí- te, ha sido un lugar común repetido por muchos historiadores ~u~ 1~ in-
genas se sumaron unos cuantos maestros negros y mulatos y los esfuer- fluencia indígena, de alguna manera ligada a las culturas preh1spamcas,
zos de muchos indios, negros y mulatos que sirvieron en la obra como se manifestó de manera importante en obras arquitectónicas no solamen-
peones. te en el siglo XVI, sino también en los siglos posteriores. .
Todos los hechos que hemos visto se insertan dentro de varias histo- Ya no existe prácticamente la catedral de Durango construida por Die-
rias. Una es la que he seguido más aquí, que es la historia de la integra- go Hernández y Diego Felipe junto con sus compañeros indios, negros Y
ción indígena a la vida colonial en Durango, en cuanto ejemplificada en mulatos, bajo las órdenes de Simón Jorge, así que no podemo~ basarnos
la principal obra de arquitectura de aquella época. Otra podría ser la his- en sus formas y apariencia para explorar este punto. Lo que s1 _podemos
toria del trabajo en el Norte sobre la que hay algunos estudios a los que decir es que estos constructores eran personas integradas al sistema ~olo-
estos datos pueden anadir algo. 6 8 Otra historia es la del papel de los indí- nial. Es difícil concebir que un indio como Diego Hernández, por e¡em-
genas en la creación de la arquitectura colonial. Con unos comentarios
sobre este punto voy a terminar, porque está más cercano a mis intereses 69 Hay excepciones importantes. Entre ellas está George Kubler, The Religious Archit~ctu-
re o/ New Mex1co, . .
Colorado Spnngs, Taylor Museum, 1940; Y A rqui·tectura mexicana
.,
67
d el siglo xv1 1 México, FCE, 1983 jprimera ed. 1948); ambos libros dedican atencwn ª los
Libro de fábrica 1682-17 0 41 AHAD, rollo 7 , pp. 99 . 129 . Aparte de su interés para la histo- procesos ele construcción y a la mano de obra. S1.1v10• z ava 1a, una e tapa en la construc-
ria de la catedral de Durango, estos datos son importantes para la historia de la parroquia ción d e la ca tedral de México alrededor de 1585 1 México, Colmex, 198 2, proporciona la
de Sombrerete, cuyo maestro era hasta ahora desconocido. Véase Bargellini, Arquitecw- •
clocumentación relativa a esa obra, pero el penado estu d.ia d o es demasia
· do breve para
. po-
ra, pp. 249-250. cler percibir cambios en la composición racial ele la mano de obra, ni se puede relacwnar
68
Entre los estudios recientes están: Águeda Jiménez Pelayo, "Condiciones del trabajo de . . . mismo.
1a mano de obra con el ed1hc10 . Para e1 N arte de 1 v1rrema
· · to están los estudios. de
repartimiento indígena en la Nueva Galicia en el siglo xv11 11 1 Historia Mexica na, 15 1 , Mard1th K. Schuetz, "Professional Artesans m the H1spamc sout h wes t" , The Amencas
. . • · . 1

1 989, pp. 455·470; Chanta! Cramaussel, "Encomiendas, repartimientos y conquista en . . · T exas, en el siglo XVIII· Y Bml-
40, 1983, pp. 17-71 sobre las m1s10nes
1
de San Antomo, 1

Nueva Vizcaya"; Susan Deeds, "Trabajo rural en Nueva Vizcaya: fom1as ele coerción la- .
d mg .
and Bu1lders in Hispam.c Califorma
. . 1769-1 8 50, S ou th w estern Mission Research
,
boral en la periferia"; José Cuello, "La adaptación de los indios del noroeste ele México a .
C enter, Tucson, Anzona, ,
y Santa Barbara Trust for H 1s• t onc
· preservation · Santa Barbara,
.
los sistemas de trabajo españoles con referencia a Chihuahua en el siglo xvu "; los tres en California, 19941 que es el estudio más cuidadoso que conozco sobre eS t ªs cueStlOnes.
Actas del Primer Congreso de Historia Regional Comparada, 1989 1 Ciudad Juárez, 1990, Sin embargo, para ningún edificio en ese estudio existe la combinación de factores que
pp. 139-196. encontramos en el caso ele la primera catedral de Durango.

580 Clara Barg e llini Trahai o indi gena y l a prim e ra cate dral de Duran go 581
plo que es el que mejor podemos conocer porque tenem os su act a de en- C A ZADORES-RECOLECTORES EN LA BAJA CALIFORNIA
tie;ro, llegado a Durango desde Zacatecas_por qui én sa~ e q~é carr:iinos, M ISIONAL: UNA TRADICIÓN CULTURAL EN CRISIS
además de quién sabe qué origen, haya podido tener una 1denudad a1 en a a
la conceptualización española acerca del indio colonizado . Otra tal vez Ignacio del Río
sería la situación de algunos de los indios que llegaban traídos más o m e- In s tituto de Investigaciones Históricas , UNAM
nos a la fuerza a trabajar en la catedral, pero para ellos no había más papel
que el de peón, así es que nunca vamos a saber nada de sus capacidades En esta ponencia m e refiero al proceso de contacto que existió entre los
creativas a través del estudio de la arquitectura colonial. cazadores-recolectores de la península de California y la población inmi-
Por otra parte, Diego Hernández, Diego Felipe y Juan Gaspar, al tra- grante de cultura europeocristiana que se fue asentando en dicha penín-
bajar juntos y al convivir, como seguramente lo hicieron en un lugar sula desde fin es del siglo xvu. El análisis que aquí hago de dicho proceso su-
chico como lo era Durango en aquellos años, deben de haber desarrollado pone la asunción de varios principios teóricos generales, de los que quiero
una cierta comunidad de gustos, capacidades y vivencias . Por supuesto, hacer explícitos los siguientes: r] el hombre es un ente de cultura, es lapo-
todo lo que hacían en la catedral estaba basado en los modelos y las ideas sesión de una cultura lo que lo distingue y define como hombre; 2] las cul-
que podía enseñarles Simón Jorge o Pedro Gutiérrez, durante el poco tiem- turas proveen a sus portadores de elementos para contender con el medio
po que estuvo, 0 también las explicaciones de los obispos Y cur~s que esta- natural y para convertir éste, de un modo más o menos precario, en un há-
ban al pendiente de lo que se hacía en la obra. A lo largo del tiempo esta bitat humano, y 3] las culturas particulares son siempre sistemas abiertos, Y
convivencia entre sí y con las ideas, modelos y personas venidas de Eu- por lo tanto, dinámicos, pero resultan históricamente viables sólo hasta el
ropa y reelaboradas en la Nueva España, tenía que resultar, como de he- punto en que su transformación no cancele irreversiblemente su eficacia
cho resultó en una arquitectura inmediatamente reconocible como novo- como instrumentos de sobrevivencia de las sociedades que las portan.
hispana, e; decir, como producto de la situación específica de vida Y El proceso de contacto interétnico al que me referiré se dio bajo una
trabajo de la colonia. serie de condiciones específicas que quiero puntualizar en seguida, para
· Es difícil pensar que esta arquitectura tuviera nexos con las_ cu~turas dar así sustento a las consideraciones que haré más adelante. Antes de que
prehispánicas, ya que, para indios como los que fue~on_l~s pnnc1pales se iniciara la ocupación colonial de la península de California no existían
obreros de la catedral de Durango, sus orígenes preh1spamcos deben de en aquella porción del continente americano más que grupos humanos
haber quedado muy remotos. Sin embargo, su trabajo debe haberse nutri- que vivían de la recolección, la caza y la pesca. No quisiera comprome-
do de su vivencia como indios colonizados, con conciencia de ser diferen- terme en un cálculo sobre el tamaño de la población aborigen existente
tes de los españoles, aunque igual de cristianos, por supuesto_. Ju_s tamente en Baja California hacia el tiempo en que ahí se inició el contacto hispa-
su integración era la condición para que, si no ellos, sí las s1gmentes ge- no-indígena . Diré tan sólo que quienes se han ocupado en indagar sobre
neraciones, tuvieran la posibilidad de jugar con las reglas Y alterar los este punto -Sherburne F. Cook, por ejemplo- ofrecen cifras que exce-
modelos importados. Ésta sería la conciencia cuyo desarrollo para finales den los cuarenta mil individuos. 1
del siglo XVII es patente y generalizado y que está detrás de obras como la Todos esos pobladores se agrupaban en bandas cuyo número total
actual catedral de Durango. A esa etapa de la vida novohispana corres- tampoco es fácil determinar, aunque no faltan referencias documentales
ponde la posibilidad de volver la mirada tanto hacia el pasado prehispáni- sobre las bandas que poblaban originariamente ciertas localidades. Sabe-
co como al contexto contemporáneo. Así sucedió, efectivamente. Pero el mos, por ejemplo, que en un territorio de unos 120 km de largo Y una an-
examen de esta nueva realidad nos aleja demasiado de lo que fue su semi- chura máxima de 50 km, donde se asentaron las misiones de Loreto Y San
llero en los siglos xv1 y XVII. Francisco Javier, se localizaban en un principio 29 bandas. 2 En la zona co-

' Vid . Sherburne F. Cook, Th e Extent and Significance of Disease among th e Indians of Ba-
ja California , r697 -17 73, Berkeley, The University of California Press, 1937 (Iberoamen-
cana, 12), p . 14.
2
Francisco María Píccolo, Inform e del estado de la nueva cristiandad de California 17_º 2 Y
otros d oc um entos. Ernest J. Burrus (comp.), Madrid, José Porrúa Turanzas, 196 2 (Chima-
listac, 14), pp. 53-56.

582 C lara Bar ge llini


marcana de la misión de La Purísima Concepción, muy amplia por cier- quedaban 14. · Estos centros se diseminaban sobre dos tercios de la super-
to, se hallaban dispersas 32 rancherías, cuyos respectivos paradero prin- ficie peninsular, de de Los Cabos hasta un poco al sur del paralelo 30, la~
cipales se hallaban separados por distancias que iban desde r hasta ro le- titud norte . La mi iones establecidas quedaron a cargo de misioneros
guas,3 esto es, desde 5 hasta 50 km. Creo que es necesario pensar que los franciscano de 176 a 1772 1 y luego de misioneros dominicos. Los fran-
territorios de recorrido se conformaban en todo caso alrededor de los ni- ciscanos hicieron una nueva fundación misional al norte de los territo-
chos bióticos de mayor potencialidad para la recolecta y que pudo haber rios en que habían actuado los jesuitas; 6 los dominicos, a su vez, funda-
áreas que por sus condiciones fisiográficas no eran objeto de una ocupación ron nueve establecimientos misionales en la parte septentrional de la
humana estable y que permanecían, por lo tanto, como tierra de nadie. península, hacia la costa del Pacífico.7
Respecto de las posibles extensiones de los territorios de recorrido conside- Hago mención de todas estas fundaciones hechas por religiosos por-
ro que hay bases para proponer, con las debidas reservas, un rango que iría que fue en e o asentamientos de carácter misional donde se inició y esta-
de los 20 a los 150 km 2 • bleció el contacto hispano-indígena. Desde el momento de su fundación,
Según un testimonio de principios del siglo xvm, las bandas de caza- las misiones se convirtieron en polos de atracción para la población autóc-
dores-recolectores de la Baja California -a las que los misioneros se refe- tona y, con el paso del tiempo, en formaciones sociales definitivamente
rían como "rancherías"- comprendían de 20 a 50 familias; 4 podemos su- hegemónicas en sus respectivos ámbitos locales.
poner que eran unidades sociales formadas por 200 individuos o menos. El reparto de alimentos fue un recurso utilizado por los misioneros
A los ojos de los observadores externos, esas "rancherías" aparecían como para atraer y retener a los indios en la misión el mayor tiempo posible.
claramente identificables, más que por los vínculos de parentesco que Que los indios asistieran al pueblo propiciaba las tareas de evangeliza-
existían entre sus miembros, por el hecho de que cada grupo tenía un te- ción, con todo lo que esto implicaba: cambios en la mentalidad Y, por su-
rritorio de recorrido propio cuya extensión, decimos nosotros, estaría se- puesto, en la práctica social de los naturales. A los californios se les gana-
guramente determinada por el tamaño de la banda y la disponibilidad de ba la voluntad "por la boca" -es decir, con alimentos-, hasta el punto
recursos naturales. Esta forma de organización en pequeñas unidades so- de mantenerlos rendidos y fuertemente ligados a la misión. Un misione-
ciales ostensiblemente diferenciadas y autónomas, típica de los cazado- ro reconocía que a esos indios se los conquistaba esencialmente con el
res-recolectores, cumplía, entre otras, la función de regular la distribu- maíz. 8 No se tome esta indicación que hago como un intento de apunta-
ción de la población en el espacio. Tanto los mecanismos de cohesión del lar la idea de la "conquista pacífica" o de ignorar el papel que en esto de-
grupo como las relaciones intergrupales -entre ellas, las fricciones fron- sempeñaron las fuerzas militares, que nunca llegaron a ser muy numero-
terizas- debieron tener una relación funcional con la necesidad de pre- sas, pero que fueron, sin duda, suficientemente efectivas.
servar, por un lado, la exclusividad en el aprovechamiento de los recursos Es obvio que al indio californio, al cazador-recolector, se le podía re-
naturales en cotos determinados y, por el otro, la estabilidad de la divi- tener en la misión en la medida en que hubiera recursos con que alimen-
sión territorial. tarlo. Para ello servían la producción local, por lo común muy limitada
Esta doble necesidad que señalo resulta de obligada consideración dadas las condiciones naturales del territorio peninsular, y los bastimen-
cuando se trata de comprender formas, contenidos y funcionalidad de las tes llevados de fuera. En los principios de la conquista, los misioneros se
culturas de los californios -yo diría que las de todos los grupos de caza-
• 5 Vid. Ignacio del Río, Conquista y aculturación en la California jesuítica, i697-I?~ 8, Mé-
dores-recolectores-, y así también cuando nos proponemos analizar los
xico, UNAM, Instituto de Investigaciones Históricas, 1984 (Serie Historia Novohispana,
cambios que esas culturas experimentaron al presentarse una situación
32), p. 66.
de contacto interétnico como la que ahora referiré. 6
Francisco Palau, Noticias de la Nu eva California, 2 vals., México, Imprenta de Vicente
El año de r 697 se inició en la península el proceso de fundación de García Torres, r 8 57 (Documentos para la Historia de México, cuarta serie, vr Y vn), vol. 11
misiones. En un principio, y, hasta 1767, fueron establecimientos admi- pp. 170-175 . . '
7 Vid . Peveril Meigs, m, La frontera misional dominica en Baja California, traducció~ d_e
nistrados por jesuitas. Durante esos 70 años llegaron a fundarse 17 cen-
tros mi~ionales, de los que, al tiempo de la expulsión de los jesuitas, sólo Tomás Segovia, prólogo de Miguel León-Portilla, notas de Carlos Lazcano Sahagún, Mexi-
co, SEP, Universidad Autónoma de Baja California, 1994 (Baja California: Nuestra HiS t o-
ria, 7) 1 pp. 6 3. 93 .
3 8 Ignacio María Nápoli, Relación del padre .. . acerca de la California , hecha en el año de
Carta del padre Nicolás Tamaral al visitador [1730], México, Archivo General de la Na-
ción, Historia, 21 1 f. 165v-167v. I 721, edición y nota preliminar de Roberto Ramos, México, Jus, 19 S8 (Documentos para
4 Píccolo, op. cit., p. 63 . la Historia de Baja California, 2) 1 p. 12.

Ignacio del Rí o Cazadores-r ec ol e ctores en la Baja California 585

.
habían propuesto sustentar a todos los indios "que se jun taban en los blos; esa población sumaba alrededor de 1 800 individuos. El resto de los
pueblos, a trueque -apuntó un cronista jesuita- de qu e n o viviesen va - cat ecú men o cali fornios - a la sazón unos 6 mil individuos- sólo tenía
gantes por los montes y pudiesen ser instruidos en la fe'';9 pero el h echo de cortas e t an cias en las misiones y seguía manteniéndose, la mayor parte
que las misiones, aun cuando hubiesen desarrollado una producción agrí- del año, de la caza y la recolección. 10
cola local, no se dieran abasto para mantener sino a cortos grupo de n ati- Un h ech o qu e es n ecesario señalar y que plantea desde luego un pro-
vos, demostró con absoluta evidencia que los pueblos form ados en la pe- blem a de an álisis histórico-antropológico es que, a raíz del establecimien-
nínsula alcanzaban muy pronto un límite crítico de crecimiento. to de las mision es, la población indígena peninsular empezó a disminuir
El contacto con la misión hacía posible que los indios, adem ás de er drástica e irrem edi abl em ente. Aun si pensáramos que resultan inciertas
evangelizados, fueran adiestrados en labores agrícolas, pecuarias y artesa- las cifras globales de población que aparecen, ya en testimonios históri-
nales, integrándose así a las tareas productivas . Como no toda la pobla- cos directos, ya en es tudios modernos, bastaría considerar algunos re-
ción indígena podía permanecer a un tiempo en la mi sión, ese adi es tra - cuentos de carácter local para convencernos de que en tiempos de las mi-
miento e incorporación al trabajo productivo propio de las sociedades siones los indios se fu eron acabando de manera acelerada. Pongo un par
sedentarias se efectuaban de modo intermitente. Con el propósito de n o de ejemplos a título m eramente ilustrativo: hacia el año de 1730, la mi-
p~rder el contacto con todo el conjunto de rancherías adscritas a cada mi- sión de La Purísima Concepción tenía bajo su férula 1 496 indios, 11 po-
sión, los padres jesuitas establecieron un sistema que llamaré de visitas blación qu e, 30 años m ás tarde, se había reducido a tan sólo 295 indivi-
alternadas. Consistía en que un cierto número de rancherías asistiera a la duos¡12 por su parte la misión de San Francisco de Borja registraba en
misión durante un periodo de regularmente una semana, cumplido el cu al 1762, año de su fundaci ón, una población de 2 059 indios,1 3 de los que,
esas rancherías se retiraban a sus zonas habituales de residencia, dándose poco más de 20 años después, sólo subsistían 666. 14
así la oportunidad de que otro conjunto de rancherías pasara a la misión a Una pregunta se vuelve ineludible a la vista de estos datos: ¿por qué
cumplir su periodo semanal. Los jesuitas establecieron dicho sist ema Y, se produjo tal derrumbe demográfico en la Baja California de las misio-
en su momento, lo siguieron también los franciscanos Y los dominic o~. nes? Diré a propósito de esta cuestión que hay factores causales que re-
Señalo que fue táctica común de los misioneros hacer qu e los califor- sultan ostensibles y que deben ser tomados en debida cuenta. Es eviden-
nios dejaran en la misión y al cuidado del respectivo ministro a los niñ~s te, por ej emplo, que las enfermedades que llegaron a la Baja California
que hubiesen cumplido los seis años. Esos pequeños pobladores eran ah- con la población forastera (viruelas, sarampión, sífilis, entre otras) causa-
mentados en la misión durante algunos años, en el curso de los cuales se ron una gran mortandad entre los aborígenes. Sabemos de la difusión de
procuraba instruirlos en las cosas de la vida cristiana. Los niños catecú- esas enfermedades en la península y de la severidad con que afectaron a
menos permanecían en el pueblo hasta que, llegados a la pubertad, se rein- amplios sectores de la población nativa. Sin embargo, de ello me parece
tegraban a sus comunidades de origen. que sería simplista sostener que la disminución de los californios se de-
En las misiones peninsulares podían distinguirse dos tipos de habi- bió exclusivamente a las epidemias. Lo mismo podría decir respecto de la
tantes: un reducido número de pobladores fijos, que eran el sacerdote, violencia directa que el sector armado de los inmigrantes ejerció contra
uno o dos soldados con sus familias y algunos californios, entre los que se los californios, que acumuló desde luego un saldo rojo que a la larga se de-
contaban los que ya eran trabajadores domésticos y los niños qu e es t aban be reconocer como significativo, pero que no llegó a ser totalmente aniqui-
bajo el cuidado directo del misionero; y una población flotante form_ada lante.
por indios que visitaban temporalmente la misión, que eran l~s m as Y De efectos todavía más generales y definitivos, fue el impacto que las
que, como he dicho, luego de pasar unos días en el pueblo volv1an a su s misiones -con sus hombres su cultura sus formas de vida, su emergen-
' /
territorios de procedencia. A la larga, toda la población indígena ~e cad_a
una de las circunscripciones llegó a estar vinculada con su respectiva mi- 10 R10
' , op. cit. , pp. 140-1 43 .
11
sión, pero no toda pudo quedar "reducida a pueblos". He podido est able- Carta d el padre Nicolás Tam aral al visitador [1730], M éxico, Archivo G en eral de la Na-
cer que, hacia 17551 tan sólo el 29 _9 por ciento de la población autóctona ción, Historia , 21, f. 169 . ·
12
Noticia d e la v isita de l pa dre Ignacio Lizassoáin. .. , Austin, Biblioteca de la Universidad
del área de misiones se hallaba asentada más o menos de fijo en los pue-
de T exas, Col ección W. B. Stephens 47, f. 1-3.
"Idem .
9
Migu el Ven egas, N oticia de Ja California y de su conquista temporal y espiritual ha sta el 1.1 Inform e d e fra y Andrés So uto: San Borja, 17 83, M éxico, Archivo General de la Nación,
tiempo presente, 3 va ls., M éxico, Layac, 1944, vol. 11 , p . 158 . Provin cias Int ern as 1, f. 352.

586 I g nacio d e l R1 0 Cazad o r es -r eco l ec t o r es e n l a Bai a C a li fo rni a


cia como polos de atracción y dominación- tuvieron en la orga n izació n
maíz a lo indios que se acercaban al establecimiento, las rancherías ten-
social y en la cultura de los californios. Sobre este problem a h ablaré en el
tiempo que me queda. dían a salir de sus territorios de recorrido para hacerse presentes en la mi-
Para los cazadores-recolectores de la península, el acces o a la cultu ra ión. E os de plazamientos, seguramente inusuales entre los cazadores-re-
de las misiones por supuesto estuvo abierto, aunque las a dquisicio n e colectores, podían llegar a ser de grandes distancias. Para visitar la misión
culturales tuvieron siempre la marca de lo que, parafraseando a Fo ter, de Loreto, por ejemplo, la gente de una ranchería llamada Lopú tenía que
llamaremos una "cultura de conquista" . 1 s Ahora bien, ese proceso de ac- recorrer una distancia de aproximadamente 7 5 km y atravesar los territo-
ceso a la cultura de las misiones tuvo como contraparte el desprendi - rios de recorrido de tres o cuatro rancherías distintas. Tales movimientos,
miento paulatino de los californios respecto de una serie de ra sgo o com - que en un principio no dejaban de ocasionar fricciones entre las bandas
plejos de rasgos que eran propios de su tradición cultural y, algun os de deben haber constituido desde luego un factor de relajamiento en la~
ellos, altamente funcionales, que respondían con eficacia a sus n ecesida- fronteras de los territorios de recorrido. Hay que admitir que la misión
des básicas de cazadores-recolectores. No habría tiempo para de tallar aquí obró como una fuerza centrípeta cada vez más incontrastable, que, sin
las distintas pérdidas culturales que experimentaron los californios y que embargo - por lo que hemos explicado anteriormente-, no tuvo el efec-
p~eden ser plenamente documentadas, así que tan sólo diré que esas pér- to de concentrar extensiva y definitivamente a la población autóctona en
di~a~ se produjeron por un desplazamiento provocado por los rasgos ad- los centros misionales. Así, la movilización poblacional provocada por la
qmndos o por un prolongado desuso. El hecho, ya señalado, de que buena existencia y el funcionamiento de las misiones, orientada alternativamen-
parte de los niños californios viviera en la misión durante varios años te hacia el centro misional y hacia la periferia, hizo que la división más o
quizá los más importantes dentro del proceso de asimilación de la cultu~ menos fija del espacio, vital para los cazadores-re.colectores, se volviera
ra de sus congéneres, debe hacernos pensar que el inevitable reemplazo cada vez más imprecisa e inestable.
generacional contribuyó continuamente a empobrecer las tradicione Otro proceso paralelo a este que he mencionado es el de la continua
c~lturales autóctonas. Hemos de considerar que, en la medida en que per- descomposición y recomposición de las unidades sociales básicas de los
dieron rasgos o segmentos de rasgos funcionales, sobre todo los relaciona - c~zadores-recolectores. El trato discriminatorio que solían tener los mi-
dos con la organización social, las culturas autóctonas también se fueron swneros con los indios, que consistía en favorecer con raciones alimenti-
cias a los nativos que mostraban una mayor sumisión y excluir de los re-
desarticulando, esto es, experimentando un creciente debilitamiento de
su unidad orgánica. partos a los que parecían reacios a obedecer, suscitó ya, desde un principio,
divisiones internas y un consecuente debilitamiento de la cohesión del
En otro trabajo examino todo este proceso con el detalle al que aquí
grupo . Obraron en el mismo sentido muchos de los cambios inducidos o
no puedo llegar. 16 Pero, aprovechando la ocasión de este foro, quiero ha-
promovidos por los misioneros, como la paulatina sustitución de los líde-
c~r un señalamiento que me parece de la mayor importancia y que, a de-
res tradicionales de las comunidades o el abandono de algunos de los ri-
cu verdad, apenas quedó insinuado en el otro trabajo.
tuales que contribuían a afirmar los lazos comunitarios. Muchos de estos
. Desde que los fundadores de misiones penetraron en un nuevo terri-
cambios tenían, sin duda, efectos colaterales en la cultura de la población
tono Y empezaron a tener contacto con las distintas rancherías del rum-
receptora. Podemos pensar, por ejemplo, que, al alejarse de ciertas formas
bo, se alteraron por lo menos algunas de las rutinas de movilización de la
de promiscuidad y adoptar poco a poco el matrimonio monogámico, los
~oblación autóctona. En uii principio eran los misioneros y sus acompa-
californios debieron experimentar cambios co.n secuentes en los sistemas
nantes los que acudían a los parajes propios de cada ranchería, para que se
de parentesco, los valores de jerarquía social, las estructuras internas de
produjera ahí el primer reconocimiento mutuo y los indios se acostum-
poder Y las bases sociales de la actividad económica.
braran a la presencia e índole del grupo forastero. Entonces se hacían in-
Con el establecimiento de las misiones también se propiciaron cam-
tercambios de regalos, en su mayor parte de especies alimenticias. Pero
bios muy importantes en las relaciones intergrupales. El solo hecho de
una vez fundada una misión, e impuesta como regla la distribución de
que

diversas rancherías convivieran en la misión 1 aunque fuera por poco
tiempo, debe haber contribuido a reducir antagonismos tradicionales Y a
15
C~r. George M. Foster, Cultura y conquista. La h eren cia espafj oJa ele Am érica, tradu c- abrir cauces para la interpenetración social de los grupos. Con el tiempo,
CIOn de Cario Antonio Castro, Xalapa, Universidad Veracruzana, 1962, 470 pp. (Bihli ote- muchas rancherías terminaron oor fusionarse 1 orilladas a ello por las nue-

16 e~ de la Facultad de Filosofía y Letras, 14). vas circunstancias de vida y por una deliberada política de los misioneros.
Rw, op. cit.
El ministro de la misión de San José del Cabo refería que había juntado

588 I g na c i o d e l R ío
C a zado r es- r eco l ec t o r e s e n la B a ia C a li fo rni a
"varias rancherías vagantes" y formado con ella " d pu ebl o ", 1 7 e d - RELACIONES INTERÉTNICAS
cir, dos unidades sociales mayores que, pese a u alu ió n co m o "p u b lo ", Y DOMINACIÓN COLONIAL EN SONORA 1
no fueron sedentarizadas. En la misión de Guadalupe, 20 ra n c h r ía fu -
ron reducidas a 5 por el ministro del lugar. 1 ' El paclr Ju an Bau ti ta Lu a n- José Luis Mirafuentes Galván
do afirma que las 30 rancherías que había originalmente en la mi i , n de In tituto de Investigaciones Históricas, UNAM

Sanlgnacioéllasredujo"aunasdoce". 1 9 En c7 -- r gi tró la x i t n c ia
de sólo 7 rancherías en esta misma misión .2 0 La r eacdón de los pobladores indígenas de Sonora a la dominación colo-
Los equilibrios que originariamente se habían dado ntre la f rm a nial tuvo muy diver a manifestaciones; en una clasificación por demás
de organización social de los grupos de cazadore -r colector y l pa tr - impl , puede decir e que fueron desde la conformidad hasta el más deci-
nes de distribución del espacio se fueron rompi end a pa rtir d 1 m m n- dido rechazo, pa ando por una gama muy variada de respuestas adaptati-
to en que los californios quedaron ligados a una entidad t a n extra11 a par a vas; ai ladamente o en conjunto, siempre implicaron una muy tupida red
ellos como era la misión. Si, por una parte, u tradici o n e c ultural de relaciones, a menudo inestable, entre los indios y los españoles . Por
modificaron, empobrecieron y desarticularon, reduciend o con ecu e nt - supuesto, también implicaron cambios y continuidades y muy frecuen-
mente su funcionalidad para hacer operante una economía de apropia - tes ajustes en las relaciones entre los distintos grupos nativos. Nuestro
ción, como era la que practicaban y debieron eguir practicando e n u trabajo abordará ese complejo sistema de relaciones. Centrará su examen
gran mayoría los indios peninsulares, por la otra tambi én ocurri ó qu e en la interacción entre las bandas de cazadores-recolectores, y entre éstas
ámbito de eficacia de aquellas menguadas cultura , el e pacio ocial cri - Y su entorno étnico, compuesto por diversos grupos sedentarios y semise-
talizado por el antiguo poblamiento humano de la penín ula, tambi ' n dentarios, y por el propio colonizador español. Examinará el caso de los
entró en un proceso de disolución. seris. Su objetivo es explicar las circunstancias que llevaron a la mayor
El grueso de la población aborigen peninsular no tuvo ante í una a l- parte de este grupo a rechazar los principios de la vida sedentaria que in-
ternativa que asegurara su sobrevivencia histórica . Vinculada e trecha- tentaban imponerles los españoles.
mente con las misiones pero impedida a la v ez de mant e n e rs e de un m.o- La línea principal de su argumentación es que los seris no reacciona-
do permanente en la vida sedentaria, la mayoría de los californios debi ó ron pasiva o acríticamente al proceso expansivo español en el occidente
seguir -viviendo de la caza y la recolección y, según lo qu e h e tratado d e de Sonora. Que, más bien, tendieron a la preservación de sus antiguas for-
explicar, pereció también por eso mismo. mas de vida, tanto por el margen de autonomía que les permitía el débil Y
defectuoso control de la administración colonial en la zona, como por las
desventajas y riesgos que percibían en la adopción de los usos y valores
españoles vinculados a su establecimiento en los pueblos de misión. Fi-
nalmente, que ante las acciones represivas de que fueron objeto, los seris,
en muchos casos, asumieron una posición antiespañola muy marcada, Y
que, incluso, en forma por demás creativa, diversas bandas pertenecien-
tes a agrupaciones rivales fueron abandonando sus actitudes políticas tra-
dicionales para luchar conjuntamente por mantener su autonomía local.
Los seris no eran el tipo de indios que interesaba a los españoles. Más
bien, eran de los indios que les estorbaban y que, por lo mismo, preferían
evitar. A la hostilidad del ambiente geográfico en que vivían, se añadía su
modo de vida nómada, que desde tiempos inmemoriales era reiterada-
mente asociado a los más condenables excesos. Pero el hecho de que los
17
Ven egas, op. cit., vol. 11, p. 212 . españoles no quisieran relacionarse con ellos no implicaba, sin embargo,
1
• !bid., p. 26 8 .
19
Respu es ta s dada s al padre Migu el Venegas . Méxic o , r r de enero de 17P, Bihlioteca Na-
ci onal de M éxico, Archivo Fran cis can o 4 / 60. 1 , f. r v . 10 .
es e o expresar mi agrad e cimi ento a Et elia Ruiz M eclrano por sus valiosos comentario s a
20
Autos de visita, 1755, Austin, Universidad de Texas, C o lección W. B. Stcphcns 67 , ff. I0 6 una versión anterior el e este en sayo, el cual forma parte de un trabajo má s amplio sobre
y 21 9. lo s seris en e l s iglo xv111.

590 { g 11 11c i o d e· / R1 0 59 1
que los perdieran de vista. Incluso, desde fechas temprana hicieron algu- Pue to que es te trozo de tierra que está en el Golfo de California es muy seco
nas descripciones de su localización y forma de vida como advertencia y estéril, los seris merodean como gitanos de un lugar a otro sin quedarse en
para otros exploradores y colonos que pasaran por la región. Estas des- ningún lado por mucho tiempo, para poder recoger las semillas, las frutas y
cripciones, con todo, en algunos casos se convertirían en una buena guía las yerbas que la naturaleza produce en diversas regiones de su territorio;
para el conocimiento de los seris y de los territorios que habitaban. En y por eso, para poder encontrar sus alimentos según la estación del año, pre-
r 5 84, Baltasar de Obregón observó que los seris vivían en tierras en "ex- fieren visitar dichas regiones.?
tremo arcabucosas" y cálidas. 2 Se refería a la franja costera Y la áridas
llanuras del occidente de Sonora. Este territorio se extendía desde la des- Gracias en particular a la crónica de Pérez de Ribas, sabemos también
embocadura del río Y aqui I al sur I hasta la del río Concepción, al norte. que los seris realizaban intercambios comerciales con los grupos agricul-
Por el este llegaba a las márgenes del río San Miguel y por el oeste a la tores circunvecinos. Les daban pescado, sal y pieles de venado a cambio
costa, incluyendo la isla Tiburón y otras islas menores . de maíz. 8 La existencia de este comercio puede ser un buen indicador en
Según el mismo Obregón, los seris se dedicaban a la caza, la recolec- contra de la supuesta carencia de recursos de los seris, que los españoles
ción y .la pesca. Como decía, no sembraban nada y se alimentaban de se- deducían de su forma de vida. En apoyo de la línea central de nuestra ar-
millas de bledo, pescado y de "todo género de caza y de sabandijas silves- gumentación, sostendremos que los seris satisfacían adecuadamente sus
tres" .3 Estas observaciones inevitablemente lo llevaron a formarse una necesidades alimenticias mediante sus prácticas tradicionales de caza Y
imagen muy poco favorable de su cultura, tanto más cuanto que los seris, recolección. Como ha insistido Sahlins a propósito de la economía de los
en contraste con las sociedades tribales que los rodeaban -como los ya- cazadores-recolectores modernos, sus continuos desplazamientos en bus-
quis Y mayos al sur, los pimas bajos al sureste, los ópatas Y eudeves al es- ca de alimentos no eran empujados por el hambre, sino por el convenci-
te Y los pimas altos al norte- eran los únicos que llevaban una forma de miento de que en otros lugares hallarían más y mejores abastecimientos. 9
vida nómada. Así pues, los consideró la "gente más pobre Y silvestre" de Esto era tan cierto que, para dar otro ejemplo, el aspecto físico de los seris
las costas occidentales .4 nada tenía que ver con problemas de salud o desnutrición crónicos aso-
A la vuelta del siglo, el misionero jesuita Andrés Pérez de Ribas llegó ciados a una deficiente alimentación. El mismo Andrés Pérez de Ribas,
a una conclusión similar. En su opinión, los seris formaban un grupo "so- que consideraba extremadamente limitados sus bienes alimenticios, no
bremanera bozal". Sostenía que no tenían pueblos ni casas ni semente- podía conciliar esa consideración con su imponente estatura, corpulencia
ras; en suma, que no practicaban el cultivo del campo Y carecían de resi- Y energía, y, sobre todo, con la confianza y satisfacción con las que se e~-
dencia fija .5 Del mismo· modo que estos dos observadores, otro religioso tregaban a las actividades esenciales de su modo de vida. Así, dicho reli-
de la Compañía de Jesús, el misionero Adamo Gilg, no vio en las activi- gioso decía lo siguiente:
dades tradicionales de los seris más que la manifestación de un modo de
vida particularmente salvaje. Afirmaba que vivían como "ganado, sin Y es caso muy digno de reparo, que con tener tan poca y regalada comida [los
dios, sin ley, sin fe, sin príncipes y sin casas" .6 No obstante, a diferencia de seris] son los más corpulentos (particularmente estos marítimos Y montara-
Obregón y Pérez de Ribas, hizo una descripción interesante de su noma- ces), y de más alta estatura de todas las naciones de Nueva España, Y aun d_e
dismo. Vale la pena que veamos lo que escribió sobre este aspecto. Decía las de Europa, y muy sueltos y ligeros . Y con este corto y parco sustento, vi-
así: . , de gente
ven muchos años, hasta edad decrépita ... Este tan peregnno genero ,
es mucho menor en número que las labradoras, y con tal modo de vivir eS t ªn
10
más contentos que si tuvieran los haberes y palacios del mundo .
2
Baltasar de Obregón, Historia de los descubrimientos antiguos Y modernos ele la Nueva
España, Chihuahua, Ediciones del Gobierno del Estado de Chihuahu a, r 986, p. 2 3º· Los seris, según los mismos españoles, estaban organizados en pequeñas
3 !bici., p. 149.
4 !bid. , p . 230.
5
Andrés Pérez de Ribas, Páginas para la historia de Sinaloa y Sonora. Triunfos ele nueSlra 7 !bid., p. 43.
santa fe entre gentes las más bárbaras y fieras del nu evo orbe, 3 vols., México, Layac, K Pérez de Ribas, op. cit. , t. ,, p. 128; t. II, p. 148.
1944, t. II, p. 148 . · Y Marshall Sahlins, Economía de la edad de piedra, traducción de Emilio Muñiz Y Ema Ro-
6
Charles Di Peso y Daniel S. Matson, "The Seri Indians in 1692 as Described by Adamo sa Fondevila, 2a. ed., Madrid, Akal, 1983, pp. 43-44.
1
Gilg, S. J.", Arizona ancl the West, vol. vn (r), 1965, p. 43. º Andrés Pérez de Ribas, op. cit., t. 1, p. 128.

592 f ose Lui s Mirafuentes Ga l vón Relaciones interétnicas y dominación colonial 593
agrupaciones autónomas del nivel de la banda y pertenecían a, por lo me- ramente contribuían a mantener vivos sus odios y sus rivalidades tradi-
nos, seis grandes grupos, que eran: los seris, los tepoca , lo a lin ro , los cionale . Al referirse a dichos festejos, en los que los indios de Sonora y
tiburones y los guaymas y upanguaymas. Para un visitador pañol de Sinaloa acostumbraban beber en demasía sus antiguos licores, Pérez de
mediados del siglo xvm, "esos nombres y abultados apelativos no di tin- Ribas escribía lo siguiente:
guían nación, sino patrio suelo, residencia, vecindad o ranch ería" . 11 En
nuestra opinión, dichas denominaciones también pudieron er expre ión Eran célebres estas embriagueces y generales entre ellos; en ocasión que se
de algunas variantes locales en los rasgos étnicos del grupo, como, por preparaban y convocaban a guerras, para enfurecerse más en ellas; o cuando
ejemplo, los relativos al adorno del cuerpo y el idioma, y a la elaboración habían alcanzado una victoria, o cortado cabeza de algún enemigo, que eso
o el acabado de distintos artefactos tanto para el uso domé tico como pa- les basta para celebrarlas, juntándose a la borrachera baile general, al son de
ra la caza, la recolección y la guerra. La existencia de esto particularis- grandes tambores, que sonaban y se oían a una legua: en este baile entraban
mos explicaría la conciencia aparentemente marcada de una identidad lo- las mujeres y se celebraban de esta suerte: la cabeza o cabellera del enemigo
cal o de grupo en las distintas agrupaciones seris y, por ende, las rivalidades muerto u tro miembro, como pie o brazo, se ponía en una asta en medio de
Y los conflictos que oponían a esas agrupaciones entre sí y con los grupos la plaza y enderedor se hacía el baile, acompañado de algazara bárbara y bal-
indígenas de los alrededores I como los yaquis, los pimas altos y los • pimas

dones al enemigo muerto y cantares que referían la victoria, de suerte que to-
bajos. Todos estos grupos, en efecto, afirmaban o exaltaban su sent1m1en- do estaba manifestando un infierno, con cáfilas de demonios, que son los que
to de pertenencia a una etnia O a un grupo local a través de la guerra, Y gobernaban estas gentes. 1 •
más particularmente, mediante el despojo de las cabelleras u otras partes
del cuerpo de los enemigos que abatían en combate. Según el mision~ro Según el misionero Ignacio Pfefferkorn, esas fiestas llegaban a durar, "sin
Juan Nentvig, veían en esos despojos la representación del más genumo descanso, hasta ocho días". En ese tiempo, sostenía el mismo misionero,
12
testimonio de haber pisado con éxito el territorio de sus viejos rival~s. "los hombres y las mujeres bailan, brincan y saltan alrededor de los palos
Al referirse a estas costumbres, Baltasar de Obregón decía de los sens lo con las cabelleras, honrando a sus bravos guerreros con grandes gritos de
siguiente: "A los que matan en sus guerras los hacen cuartos y los cue~- alegría". 1 6
gan y reparten por blasón en sus casas y terrados, y tratan mal a los cauti- Lo que puede tenerse como el inicio de la conquista de los seris ocu-
vos habidos por guerra."13 Pero incluso fuera del campo de batalla, los se- rrió en la década de 1670, luego de que diferentes bandas de este grupo se
ris Y sus antiguos vecinos encontraban maneras para manifeS t ªr su mutua dedicaran a hostilizar a las tribus sedentarias circunvecinas que se iban
enemistad. Narra Pérez de Ribas que una mujer de origen guayma que se incorporando a los establecimientos misionales fundados a lo largo de
dirigía al Yaqui a contraer matrimonio con un indio de esta nación f~e los ríos Yaqui, Sonora y San Miguel. Aislados del resto de la población
asaltada por una partida de yaquis, que luego de descuartizarla repartie- nativa por esos establecimientos, los seris trataban, al parecer, de adqui-
ron los miembros de su cuerpo en distintos pueblos del río_ para q_ue fue- rir por medio del robo los alimentos que antiguamente obtenían del co-
ran festejados en ellos.14 Todo parece indicar que esos fes~e¡os ~eman una mercio. También es probable que se lanzaran al pillaje como resultado
gran importancia para el mantenimiento de la unión y la identidad de ~as del aumento inusitado de recursos de los grupos vecinos o en un intento
agrupaciones tribales, y de los conflictos que oponían a eS t ªs agrupaci~- por evitar un desequilibrio de fuerzas, hurtando y destruyendo los bienes
nes entre sí. En efecto, a la vez que podían reafirmar y fortalecer su soli- de origen español introducidos en los pueblos de éstos. Como quiera que
daridad interna y la conciencia de sus diferencias étnicas O locales, segu- haya sido, lo cierto es que los enfrentamientos de los seris con los gru-
pos que los rodeaban tendieron a multiplicarse conforme avanzaba la
11
José Rafael Rodríguez Gallardo, Informe sobre Sinaloa Y Sonora. Aiio d e I7 so, edición, dominación colonial en la región. Refiere el padre Adamo Gilg que
introducción, notas, apéndice e índices de Germán Viveros, México, AGN-AHH, 1 975 1 cuando los pimas empezaron a congregarse en pueblos, los seris se apro-
p . 10!. ximaron a ellos, "pero no por cariño para sus antiguos vecinos[ ... ] sino
i2_ José Luis Mirafuentes, "Las tropas de indios auxiliares. Conquista, contrainsurgencia y
por el deseo de ventaja que pudieran obtener saqueando a los recién
rebelión en Sonora", Estudios de Historia Novohispana (13), 1993, PP· 95, 99-rno.
r:i Baltasar de Obregón, op. cit., p. 148.
15
r.i Gerard Decorme, La obra de los jesuitas mexicanos durante la época colonial. I 527· Pérez de Ribas, op. cit., t. 1, p. 130.
16
I767. Las misiones, 2 vo~s., México, Antigua Librería Robredo de José Porrúa e Hijos, Ignacio Pfefferkorn, Descripción de la provincia de Sonora, 2 vals., traducción de Ar-
1941, t. II, p. 329 . mando Hopkins Durazo, Hermosillo, Gobierno del Estado de Sonora, 1983, t. II, p. 69 .

594 f osé Luis Mirafuentes Ga lvún Relaciones inter é tnicas y dominación co lonial 595
convertidos pimas". 1 7 Incluso, por el año de 1672, diver as partida de su territorio y establecerse en la parte baja del río San Miguel, en un lugar
seris, aparentemente tepocas, tomaron por asalto una de la mi ione provisto de aguas, pastos y tierras de labranza. Allí, los misioneros espe-
de indios eudeves más próximas a su territorio, donde ad m á d robar raban convertirlos al cristianismo e iniciarlos en los rudimentos de la
numerosos caballos y reses dieron muerte a m ás d e cuarenta d u mo- vida sedentaria. Así nació su primera misión, que recibió el nombre de
radores .18 La respuesta a estos ataques no se hizo esperar y prác ticam en- Nuestra Señora del Pópulo de los Seris. Para 1692 1 el religioso que por
te marcó el comienzo de las relaciones entre los eri Y lo pali.ole . entonce los administraba, el misionero jesuita Adamo Gilg, se mostraba
Esa respuesta, efectivamente, no fue promovida tan ólo por lo indio muy optimista respecto de los cambios operados en ellos. Decía que ha-
en contra de los cuales estarían dirigidos, en principio, dicho ataque , bían aprendido a trabajar la tierra y a conocer las temporadas de siembra
sino también por los misioneros, los soldados y los colono spali.ole , y cosecha tan bien como los grupos sedentarios, y que empezaban a cons-
que no podían ver en las correrías de los seris más que un peligro para la truir la iglesia del pueblo y sus propias viviendas. Asimismo, aseguraba
expansión de la dominación colonial en el occidente de Sonora. Fu ini- que ya se gobernaban al estilo de los españoles, o sea que tenían un cabil-
cialmente el misionero de Cucurpe, Cornelio Guillericic, el que, lu ego do, compuesto de un gobernador, un alcalde y otros funcionarios de me-
de tratar infructuosamente de poner término a esas correrías por medio nor rango. Finalmente, sostenía que los seris se dedicaban a la práctica
de operaciones armadas a cargo de sus propios catecúmenos, 19 olicitó la del culto cristiano. Afirmaba que iban "al servicio divino con el estilo
intervención de los soldados diciendo de los seris lo siguiente: "y e ta que podía esperarse de gentes que de ganado han llegado a seres humanos
nación es tal que si no es sacándola de sus tierras Y castigándola má , de Y de seres humanos han llegado a ser cristianos". 23
veras que hasta ahora ni de ellos se sacará provecho ni es ta ti rra tendrá Ese mismo optimismo llevó al padre Gilg a promover la fundación de
paz y -sosiego" .2 º Las -relaciones que así se pusieron en marc~a, no _ob - dos establecimientos más para los seris. Uno lo erigió cuatro leguas al su-
tante, mantuvieron su carácter bélico durante un buen espacw de tiem- roeste del Pópulo, y el otro, unas veinte leguas al norte. 24 Incluso, parece
po, debido a que las acciones punitivas que en forma indiscriminada em- haber participado en la formación de dos poblaciones para los pimas ba-
prendieron los soldados de Sinaloa no tuvieron otro efecto que el de jos, antiguos enemigos de los seris. Estas poblaciones quedaron estableci-
provocar el alzamiento de las agrupaciones seris que por entonces se ha- das en la parte baja del río Sonora, entre veinte y veiticinco leguas al sur
· ·
ll ª b an en paz, y la cons1gu1ente pro 1ongac10n
· , 1· ndefinida de los enfre
. nta-
. del pueblo del Pópulo. Estas actividades expansivas, sin embargo, no fue-
mientas a1:mados. En efecto, en aquel mismo año de 1 67 2 , los Jes_~itas ron acompañadas del apoyo correspondiente por parte de los soldados en-
responsabilizaron al capitán del presidio de Sinaloa ~e la expanswn Y cargados de la vigilancia y defensa de la región. Éstos, más bien, casi se
persistencia del conflicto con los seris, "por haber caSt1gado_ ª los q~~ no mantuvieron al margen de dichas actividades, y siguieron haciéndolo así
teman , culpa, de¡ando
· a los culpa d os sm
· castigo.·
· -, con el peligro casi me- en los años siguientes, pese a las evidentes manifestaciones de resisten-
vitable de perderse toda la tierra" . 21 . . cia de los grupos nativos en contra de su congregación en pueblos Y de la

En r 679 las cosas cambiaron. y aparentemente mas vigo- modificación de sus viejos dominios.
Tras nuevas ..
rosas campanas - m1htares
· · en su contra, 1os sen·s fueron pac1hcados .e n su Carecemos de espacio para ocuparnos con detalle de las limitaciones
mayor parte 22 y sus relac10nes con 1os espano
· - 1e s básicamente se onenta- . del cuerpo defensivo de Sonora. Únicamente diremos que entre r 69 2 Y
ron en un sentido distinto. En número no determinado, aceptaron de¡ar 1 7 42, ese cuerpo estaba compuesto tan sólo de cien efectivos, repartidos

en dos presidios. Uno era el de Sinaloa, establecido en la provincia del


17
mismo nombre I y otro I el de Fronteras I ubicado en el extremo noreS t e de
Charles Di Peso, op. cit., p. 4 1. ,
18 A B · ta de may o de 1606, AGN, Sonora. 2 5 El débil auxilio que esos presidios prestaron a los misioneros
utas de Antonio Barba Figueroa: Real de San Juan autis '' 29 . .
·
Tesmtas, ·
leg. 2-ro, exp. 19 , f. 14 v. 15 . Las siglas emp ¡ea d as e n las
' n otas se loca li za n al fi- en la reducción de los seris queda de manifiesto en las visitas que los
na! del trabajo.
19
!bid., leg. 2-ro, exp. 19, f. 14-15. i
·1 Jose- Lms. M.ua fuentes, "Colomal
. Expans10n. an d In d ian
. Resistance
. . Sonora·· The
m . Seri
20 e
arta d e Camelio Guillericic a Álvaro Flores d e s·ierra: T oape ' · ' 30 de m arzo de 1673, Uprisings in 17 48 and 17 so", en Violen ce Resistance, and Survival in th e Amencas. Na-
AHH, Temporalidades, leg. 278-13 . . . tive Americans and th e Legacy of Conquest, editado por William B. Taylor Y Franklin
21 J
ose• Luis
· M ira
. fuentes, "Sens, . apaches y espano - ¡es en sono ra'· Considerac10nes sob re su Pease G. Y., Washington y Londres, Smithsonian Institution Press, 1994, p. I04; Di Peso,
confrontación militar en el siglo xvm", Histórica s (22 l, agosto de 1 9 8 7, p. 21 · . . op. cit., PP - 47, 53.
22 Luis Navarro García, Sonora Y Sinaloa en el siglo xv11, Sevilla, Esc uela de Estudios Hispa- q Mirafuentes, "Colonial Expansion ... ", p. ro5 .
25 !bid., p. ro4.
no-Americanos, 1966, pp. 6 5-67.

fo •sé Lui s Mirafucnc es Ca l van Re la ciones int e r é tni c a s y aominación colonia l 597
soldados hicieron a la misión del Pópulo entre 1690 y 1722. Inicialmen- m e d abril y mayo, considerando que era el tiempo en que podían
te acudieron a ella con cierta frecuencia entre 1690 y 1692; luego lo hi- aplicar a mbraT la tierra provechosamente, y que esto, a su vez, les
cieron hasta 1700. Volvieron después en 1704 y 1706, pero ya no regresa- ervirh d a li cient para perseverar en los pueblos. Y añadía: "pues aun-
ron sino hasta 1716 1 y más tarde en 1718 1 1720 y 1722. 26 qu 1 ri , tepoca y pimeria baja son naciones inclinadas a la ociosi-
Estando apenas en sus inicios el proceso por el cual lo misioneros dad y naturalizada a lo que produce la marisma y frutas silvestres, no
perseguían la aceptación subjetiva de las normas y valores de la misión por eso d jan de ape tecer nuestros mantenimientos, y siendo [éstos] los
por parte de los seris, la falta progresiva del apoyo de los oldado a us má racionale , e preciso [que] se les olviden aquellos". 2 9 La coerción,
actividades de congregación y adoctrinamiento n ecesariamente limitó su por upue to, difícilmente podía cambiar las costumbres alimenticias de
capacidad de mando sobre esos indios. Por consiguiente, no pudieron re- lo eri i no iba acompañada por una alternativa dietética de su particu-
solver, por sí solos, los problemas vinculados con mayor frecuencia al lar int rés. Se le podía obligar a producir los comestibles de origen euro-
progreso de dichas actividades. Estos problemas no eran pocos. Aquí nos peo, pero no a creer en las supuestas ventajas o cualidades mayores de és-
ocuparemos básicamente de dos. Uno consistía en la inclinación general to . De h echo, i lo seris seguían apegados a sus alimentos tradicionales,
de los seris reducidos a desertar frecuentemente de los pueblos para vol- se debía no sólo a razones prácticas esto es a la facilidad de obtener esos I I

ver a sus antiguos dominios. Y el otro en los conflictos interé tnicos e in- alimentos en abundancia, sino a las propiedades que encontraban en
tergrupales de la región. ellos. E interesante lo que al respecto escribió el padre Gilg en 1_692:
En relación con el primero de esos problemas tenía una de sus causas "Uno de mis indios se atrevió a decirme que todo lo que comen para ali-
más visibles en la preferencia que los seris concedían a sus alimentos de m entarse es puro, en tanto que nosotros, europeos, tragamos toda clase
caza y recolección sobre los productos agrícolas . En 1718, el padre Miguel de desperdicios; probablemente se refieran al carnero y todos los alimen-
Javier de Almanza a la sazón misionero del Pópulo, explicó esa inque- tos condimentados, y no pude disuadirlo de esta disparatada opinión" .3º
brantable preferencia' de los seris diciendo que resultaba todavía muy pe- Otro ejemplo que ilustra bien la preferencia alimenticia de los seris
27
sado para estos indios sembrar y cultivar los productos del campo. Esta nos lo da el misionero Juan María Salvatierra: en una entrada que realizó
explicación de Almanza era bastante plausible. Tal vez se basaba en la al territorio seri en 171 o, quedó vivamente sorprendido del aprecio que
falta de experiencia de sus catecúmenos seris en esas actividades, pero los seris de la costa concedían al mezquite. Decía que lo juntaban en gran-
con seguridad también en el hecho de que los mismos seris, mediante sus des cantidades, y que luego de tostarlo y molerlo, con la harina obtenida
antiguas prácticas de caza y recolección, podían procurarse en forma ade- preparaban tamales o panes que guardaban en grandes tinajas debajo de la
cuada sus propios alimentos con un trabajo incomparablemente menor, tierra. Para Salvatierra, el mezquite debía su importancia entre los seris ª
lo que debía llevarlos a considerar innecesario el tiempo Y el esfuerzo que dos principales razones: la primera, su agradable sabor. Afirmaba que era
invertían en las labores agrícolas. Como reconocía el mismo religioso, muy dulce, de lo mejor que había probado. Y la segunda, sus cualidades
los seris, "sobre ociosos, se contentan con sólo las frutas que les da el medicinales y nutritivas. De acuerdo con lo observado, sostenía que el
monte, como pitahayas, tunas, bledo, mezcal, mezquite Y sayas, fuera de mezquite era "algo purgativo, pero sin alborotos del cuerpo", Y conside-
los venados huras que con sus arcos y flechas adquieren pa~a su suS t e~- raba que debía ser muy saludable, "pues al tiempo de la cosecha me dicen
to" -28 Conviene recalcar que el misionero no decía que el tngo Y el maiz los indios están muy sanos y se mueren apartándose de este sustento .. .,
no fueran del gusto de los seris; su observación iba más bien en el sentido que no lo hay en distancia de sus playas" Y Salvatierra también observó
de que estos indios dejaban de consumir esos bienes a causa de que su con admiración la gran cantidad de pescado existente en las costas del te-
producción les resultaba sumamente laboriosa. En ese mismo año de rritorio seri. Esta observación seguramente le mostró el grado de impor-
I7 1 8, un visitador militar de Sonora se mostró partidario de cambiar por tancia que ese alimento debía tener en el sustento cotidiano de los seris.
la fuerza los hábitos alimenticios de los seris, para poner término a sus
29
continuas deserciones. Sugería que se les obligara a reducirse entre los Carta de Antonio Becerra Ni eto a Manuel de San Juan de Santa Cruz: Valle de Sonora,
r 3 ele marzo ele 1718, AG I, Gu(ld(l ]aiara, leg. rn9.
10
Di Peso, op. ci t. . p. 5 5.
26 11
!bid., p. IOS; autos de Manuel de Valdés: Sonora, enero-junio de 17 2 o, AHHP, 1 7 2 º· G- 1 4 6 · Copia ele una carta del padre Ju an María Salvatierra para el padre provincial Antonio Jar-
27
Carta de Miguel Javier de Almanza a Fernando Bayerca: Santa María del Pópulo, 20 de fe- clón, en que le da cuenta de su ida a la costa de los seris para remediar la lancha varada Y
brero de 1718, AGI, Guadalajara, leg. rn9. sucesos ele este viaje. Dacia en la California a 3 de abril del año de 17IO, AGN, Hi 5 taria ,
28 vol. 308, f. 395.
Mirafuentes, "Colonial Expansion .. .", p. 106.

f osé Lui s Mirafu e nt es Ca l vtin R e 1 ll e i o 11 es i 11 t e r et 11 i e II s _1· do m i 11 ll ei ó 11 e o 1o n i ll 1 599


No obstante, lo que llamó en particular su atención de los com es tibl es moradores habían muerto por causa de alguna enfermedad o por efecto de
del mar fueron los cangrejos. Aseguraba que éstos eran de muy buen sa- los a taqu es de una tribu enemiga.3 6 Para 1716, el pueblo de Los Ángeles
bor y que los había en "grandísima abundancia", y que los seris t enían nuevamente había sido despoblado. "La causa -decía el gobernador del
una gran facilidad para "cogerlos y tlatemarlos" . Tal vez por todo ello, Pópulo- ha sido unas muy sangrientas guerras que se han levantado en-
como añadía el mismo religioso, durante una temporada los ca ngrejos tre dicho pueblo, los tepocas y los pimas fronterizos del Pitiquín." 37 Es-
"nos sirvieron de pan" .3 2 tos enfrentamientos siguieron ocurriendo con regularidad, con su secuela
Se puede afirmar, por tanto, que una de las razones importantes de de saqueos, destrucción y muertes. Hacia 1718 los seris tomaron por asal-
que los seris se resistieran a vivir de fijo en los pueblos consistía en que to una ranchería de pimas bajos, dando muerte a 24 de estos indios entre
no encontraban en ellos una alternativa viable a sus prácticas y recursos hombres, mujeres y niños. Según la denuncia de los hechos presentada
alimenticios tradicionales. La falta de esta alternativa, aparentem ente, por los pimas, los seris los atacaron de noche, mientras ellos dormían,
fue incluso asociada por los seris de la costa a las numerosas muertes su- por lo que no les dieron oportunidad para defenderse. Todavía en 1720 los
fridas tiempo atrás por los primeros de sus connaturales que aceptaron pimas bajos deseaban cobrarse venganza de ese agravio.3 8
establecerse en los asentamientos misionales del río San Miguel. Esta A estas hostilidades se sumaba otro tipo de enfrentamientos no me-
asociación, por consiguiente, habría contribuido a reforzar en ellos tanto nos dañinos y que parecían ir ganando cada vez más terreno. Se trataba
su rechazo al régimen alimenticio y la ubicación geográfica de las misio- de las contiendas intergrupales ligadas a la resistencia armada que se-
nes, como su apego a sus antiguos alimentos y territorios. El propio Sal- guían oponiendo algunas bandas seris al avance español en la región. E~-
vatierra dejó constancia de ello. Refirió que años antes, cuando el padre tas bandas solían reaccionar con violencia en contra de las agrupaciones
Adamo Gilg invitó a los seris de la costa a reducirse a la misión del Pópu- vecinas que se iban incorporando a los establecimientos misionales. Y
lo; éstos le respondieron "que buena porción de ellos se querían bautizar, no sólo porque les pareciera reprobable que aceptaran vivir en esos esta-
pero que ponían la grande dificultad de reducirse a tanta distancia del blecimientos tras las mortíferas campañas de los soldados de Sinaloa en
mar, donde estaban ciertos que habían de morir, y que no obstante, si se la zona, sino a causa de la alianza virtual que establecían con los españo-
les mandaba que se redujesen se reducirían y morirían, caso muy arduo les.3 9 Así, es probable que sus acostumbradas correrías en los territorios
-añadía Salvatierra- que la experiencia lo mostraba así".3 3 vecinos tendieran a volverse endémicas, ya que además de exp~esar sus
En cuanto a los conflictos interétnicos y locales, tenían sus causas tradicionales rivalidades locales, eran impulsadas por una nueva ve_rtien-
más aparentes en las rivalidades y problemas ya mencionados, por lo que te conflictiva, o sea la lucha de resistencia que sostenían contra la ex-
tendieron a incrementarse conforme las visitas de los soldados a la región pansión de la dominación colonial en sus tierras, lucha que, por otra par-
se hacían con intervalos de tiempo cada vez más prolongados, Y a medida te, no podía ser objeto de negociación o control en términos de las viejas
que aumentaban, por lo mismo, las posibilidades de los indios de compor- regulaciones de los enfrentamientos armados. Esa nueva vertiente de los
tarse más de acuerdo con sus antiguas costumbres. Poco antes de 1700, di- conflictos interétnicos y locales la observamos ya cl~ramente hacia
versas partidas de seris salineros se dedicaron a hostilizar el pueblo que principios de 1700. Por estas fechas, los tepocas que empezaban a redu-
empezaba a formarse para los seris tepocas, al tiempo que otras bandas de cirse en el pueblo de Santa Magdalena fueron blanco de varios ataques
los mismos salineros se enfrentaban con los pimas del vecino pueblo del por parte de las bandas seris antes mencionadas. Al ser preguntados p~r
Pitiquín, obligándolos a desamparar ese pueblo.34 En 1704 también el pue- los soldados "si sabían ciertamente quiénes eran los agres?res Y enemi-
blo de Los Ángeles, visita del Pópulo, fue abandonado por los indios allí gos suyos ... ", los tepocas respondieron:
reducidos, salineros en su mayoría, a causa de las frecuentes incursiones
armadas de sus vecinos tepocas y seris.35 Una suerte todavía peor corrió Que ellos sabían ciertamente que los seris salineros eran sus enemigos por
poco después el pueblo de Santa Magdalena de Tepocas. Se decía que sus antiguas guerras que en su gentilidad han tenido. Y ofrecen .nuevamente dar

,i !bid., f. 395. 36
33
Mirafuentes, "Colonial Expansion ...", p. 107.
!bid., f. 394. 37
Petición de Marcos Coloma a Miguel Fernando Esquer: Nacameri, 2 de noviembre de
34
Autos de Juan Bautista Escalante: Sonora, enero-junio de 1700, AHHP, 1700. G-103. 1716. AGN, Tierras, vol. 3519, exp. 5 cuaderno segundo.
1
35
Carta de Antonio Leal a Gregario Álvarez Tuñón y Quiroz: Banámichi, 5 de septiembre 38
Autos de Manuel de Valdés: Sonora, enero-julio de 17201 AHHP, 1720. G- 146 .
de 1704, BNM. AF . 12. 200 bis, f. 102-102v. 39 Autos de Juan Bautista Escalante: Sonora, enero-junio de 1700, AHHP, 17oo. G-rn3 .

600 fos é Luis Mirafuente s Gal v án R e la c i o n es int e r é tni cas y dominación c ol o ni a l 601
los salineros por causa de habers e reducido a se r cri sti ano y a v i v ir a onde A í pu , la guerra era en extremo nociva para los intentos de congre-
campana Y ser amigos de los español es, proponi éndoles I icl que ¡ no han a- gació n de lo eri s, tanto más cuanto que privaba a los misioneros del
bido que los españoles y soldados de Sinaloa les m ataron mucho pariente recur o principal con el que justificaban sus labores de reducción, esto es,
suyos. Y así, que sepan que han de procurar acabarl os.-1° lo be n eficio qu los indios recibirían mediante su conversión a la reli-
gió n cri tia n a . En efect0, ante la inseguridad de los asentamientos misio-
Casi está por demás añadir que todos esos conflictos represe ntaban un n ale , los eri n o reducidos llegaban a rechazar la instrucción religiosa y
peligro todavía mayor para el proceso de reducción de los seris . Ya en el bauti m o, qu e de acu erdo con las exhortaciones de los mismos misio-
1690, el padre Gilg afirmaba que los ataqu es de los pimas a la mi ió n n eros a ociaban con la obligación de vivir congregados en pueblos. Este
d~~ Pópulo e~an el_ mayor obstáculo para sus actividades de congrega- rech azo e un indicador bastante claro del grado al que habría llegado aun
c10n Y ado_ctnnam~~nto. Decía que tras esos ataqu es, los seris le repro- entre lo indio ge ntil es la desconfianza de vivir en los establecimientos
chab~n la 1~defens10n en que los tenían los soldados, y qu e nu evam ente de misi ón . Tan agudo debió ser este problema que, para 1716, cuando los
volvian a d1spersar~e en sus antiguos dominios .4 1 En 1704, los salineros soldados volvi eron a la región, según el misionero Almanza, "todo loan-
del pueblo de Los Angeles, luego de darse a la fuga ante las incursiones tes reducido estaba perdido y los cristianos hechos apóstatas en el genti-
de los tepocas Y seris, manifestaron que no "querían vivir ni asistir en lismo, por cau sa de las guerras que después de 1704 se volvieron a susci-
ese pueblo por ninguna manera" .4 2 Como podemos apreciar, el peligro
tar entre los n1ismos naturales". 44
que representaba la persistencia de la guerra para la continuidad de las Ahora bien, las m ás amplias posibilidades de los seris reducidos de
labore~ de los misioneros consistía fundamentalment e en la huida de escapar a sus antiguos dominios necesariamente contrarrestaron la labor
~os sens reducidos, huida que, además, en modo alguno dejaba de ser de los misioneros de inducirlos a vivir de fijo en los pueblos, dedicados a
1111:POrtante desde el punto de vista numérico. Dada su reciente y por de-
la agricultura y demás trabajos del campo. Y es que además de entorpe-
mas endeble congregación, que los llevaba a desertar continuamente de cer su aplicación a esos trabajos, los dejaban en libertad para comportar-
l~:, P~~blos, los seris, como ya vimos antes, mantenían su antigua orga- se más de acuerdo con sus deseos e intereses particulares, como eran los
mzacwn en pequeñas agrupaciones que iban desde la familia extensa de volver a sus actividades de caza y recolección, o, como dijera el padre
ha st ª la banda, de modo que lo más práctico y normal era que se dieran Almanza refiri éndose a esas y otras actividades practicadas por los seris
ª la_ fuga masivamente, esto es, en familias y grupos de familias. Así, 45
fuera de las misiones, a "sus antiguas, depravadas costumbres". Cuan-
podia bastar un solo ataque de sus vecinos para que dejaran práctica- do en 1710 el padre Salvatierra penetró en el territorio seri pudo contem-
;ente de~poblados sus precarios asientos. Por supuesto, esta tendencia plar de cerca esa situación. Observó que numerosos seris huidos, enca-
e lo~ _sens a huir de los pueblos como medio de protección, sin duda bezados por un indio de su misma nación, de nombre Ambrosio, llevaban
tambien se debía a la mayor §eguridad que todavía encontraban al abri- un modo de vida que nada tenía que ver con el que los misioneros procu-
g~ de s~ hábitat tradicional, esto es, en su dispersión y continuos des- raban inculcarles en las misiones. Más próximos a la tradición, es claro
~ a~amientos en _l~s desiertos y marismas donde antes vivían. Podría que, para ellos, los usos y reglas misionales sencillamente no podían te-
ecuse que esa v1e¡a relación con su medio les servía de defensa natural ner alguna utilidad o sentido en un medio en el que la convivencia Y la
contra . , las hostTd
1 1 a d es d e sus enemigos.
. Por ello, cuando en 17 1 5 se t
diaria lucha por la sobrevivencia implicaban formas de conducta diS in-
ofrec10
. el bautismo a un cau 1 o sen gentl·¡, este
d·11 · , respon d 10
. , "que ni él tas. Los seris huidos, por consiguiente, actuaban de la misma manera co-
n.1 _los s.u y.os se habían de bautizar; que bien sabía ser muy buena la reli- mo lo hacían las bandas seris que se mantenían al margen de los pueblos
~~on cnSt1ana, pero que temían el morir, pues haciéndose cristianos ha- de misión, es decir, no se apartaban de las creencias y comportamientos
ian de vi:7ir en pueblo, que era lo mismo que asegurarlos a sus enemi- generalmente aceptados y compartidos en sus llanuras Y costas. Salva-
gos los pimas fronterizos para que con poco o ningún trabajo los tierra, por ejemplo, advirtió el mantenimiento de sus rivalidades localeS,
mataran" _43 aun en una zona un tanto reducida de su territorio. Tuvo incluso la
oportunidad de verlos realizar un baile ritual con la participación del
.¡o !bid., AH HP, 1700. G-ro 3.
.¡, o·1 Peso, op. cit. , pp. 45_46
.¡.¡ !bid.' p. IO? .
Mirafu entes, "Colonial Expansion .. .", p. ro7 2
.¡ 2 .i s Carta de Migu el Javi er de Almanza a Fernando Bayerca: Santa María del Pópulo, 0 de fe-
-1 , !bid .. p. ro7 . .
brero de r 71 8, AG I, Guadalajara, leg. ro9.

602 f osé Lu i s Mi r aluen t es G 11/ vó n R e l a ci o n es int e r é tni c a s y d o min ac i ó n co l o ni a l


mismo Ambrosio a la cabeza. Este baile lo llevaron a cabo durante toda contra d la e tructura vertical del gobierno de la misión. El misionero,
una noche y con la mayor convicción y desenvoltura, al grado de provo- p r con cuencia, debía hacer frente a un complejo de centros de poder
car una fuerte inquietud en el misionero. Como señaló éste, fue un "bai- paral 1 , que ad má de dificultar el adecuado ejercicio de sus funcio-
le tan funesto y horroroso que, a no haber sido prevenido, hubiera teni- ne , uram nte daba lugar a un entrecruzamiento de presiones sobre el
do recelo de traición". Pero lo que el padre Salvatierra pudo ob ervar conjunt o d lo indio reducidos, con las muy posibles fricciones y alter-
más sistemáticamente del comportamiento de los indios huido fue la cad , y 1 d contento consiguientes. Dado el efímero apoyo que el mi-
preservación de sus hábitos y valores alimenticios tradicionale .-t 6 Ya ion ro r cibía de pan de lo soldados, su capacidad de mando no podía
nos hemos referido antes a las razones por las que el propio Salvatierra, er ino n extr mo precaria. De hecho, tan sólo parecía depender de la
tal vez muy a su pesar, tácitamente acabó justificando la continuidad de obedi ncia v luntal"ia de su catecúmenos, que en realidad no estaban
esas costumbres. má que a la e pera d la au encía prolongada de los militares para volver
Así pues, los seris que escapaban de las misiones para entregarse nue- a d ertar d 1 pu blo . En e e mismo año de 1718, el padre Almanza
vamente a la caza y la recolección no podían sino dejar de practicar lo reconoció su incapacidad para administrar a los seris de nuevo congrega-
aprendido en los pueblos y deshacerse de cuanto pudiera representar una dos en la misión. Decía que no participaban en los trabajos del campo si
carga para sus continuos desplazamientos, de los que no sólo dependía la no era bajo el control o tenido de los soldados, y que en cuanto éstos re-
eficiente obtención de sus alimentos silvestres, sino muy probablemente gre aban a su presidios, abandonaban dichos trabajos y se volvían de nue-
también, como ya lo hemos comentado, su seguridad contra posibles ata- va cuenta a us de iertos y playas. 4 ,
ques enemigos. O sea que el espacio de autonomía que ganaban con la hui- Esta situación acabó inhibiendo también el desenvolvimiento econo-
da incidía en la persistencia de su modo de vida nómada, en contraste con mico de la mi ión del Pópulo. En efecto, la falta de orden, continuidad Y
el deterioro que sufría su entrenamiento en las tareas principales de la vida coherencia en la actividades productivas, no sólo impedía aprovechar de
sedentaria. En estas condiciones, por tanto, su reincorporación, a la larga, a modo adecuado las tierras y demás recursos naturales existentes en los
los pueblos por los misioneros difícilmente podía ir acompañada de su ade- pueblos, sino que, como hemos insinuado antes, contribuía a evi~ar que
cuación efectiva a las labores agrícolas. Más bien solía ocurrir lo contrario, los seris llegaran a convertirse en trabajadores agrícolas sedenta_nos, ca-
es decir, que trabajaban la tierra poco y mal cuando no se limitaban tan só- paces de cooperar en el sostenimiento económico de la misión. Esta, por
loª consumir los bienes de las misiones antes de volver a darse a la fuga. consecuencia, prácticamente carecía de los factores de producción esen-
. . Problemas parecidos podrían señalarse obviamente también en su in- ciales para lograr la autosuficiencia económica, lo que por fuerza la_lleva-
cipiente relación de subordinación con respecto a los misioneros. Esta re- ba a depender de la ayuda de otras misiones para subvenir sus necesida~es
lación tendería a anularse a medida que los seris se apartaban más conti- alimenticias. Las nu evas e incesantes congregaciones, además, no hacian
nua ! prolongadamente de las normas y valores de la misión, y conforme más que prolongar y aun recrudecer esa dependencia, ya que los misione-
volvian a someterse a una autoridad en consonancia con sus antiguas ac- ros debían asegurar el mantenimiento de los seris recién congregados ~n
tividades. En otras palabras, el cambio frecuente de rutinas emprendidas tanto éstos llegaban a habituarse a obtener su propio sustento del traba¡o
con _su reinserción a sus organizaciones sociales tradicionales restaba del campo, cosa que, por las razones ya señaladas, era d1.f,1c1·1 que llegara a.
sentido al orden normativo que intentaban imponerles los misioneros, suceder. Así, mientras que la productividad de los seris era escasa _0 casi
con 1?s problemas consiguientes de éstos para hacerse obedecer. En 1718, · ·
nu 1a, los gastos erogados por los m1s10neros en su sos tenimiento '. s1 no es
por ~¡emplo, una partida de soldados logró la congregación de 103 seris en que iban a veces aumentando permanecían constantes, lo que sm reme-
. agotaba
, en forma
, 1os b1enes
acelerada' y contmua
el Populo Y de 112 en el pueblo de visita de Los Ángeles. Únicamente en d10 . º 0 btenidos del exte-
e st e último pueblo los seris estaban divididos en tres diferentes grupos o .
nor. . b a a 1a m1s10n
Ello, por supuesto, no sólo pnva . . , d e1 Pópulo de
. una
. base
bandas, Y cada banda tenía su propio dirigente,47 lo que de entrada iba en económica propia, sino que tendía a poner en peligro la contmmdad de
sus labores de reducción. En I718 el padre Almanza trato- d e superar am- .
46 Copia de una carta del padre Juan María Salvatierra para el padre provincial Antoni o bos problemas pidiendo que los soldados visitaran a los seris durante _c m-
Ja rd ón, en que le da cuenta de su ida a la costa de los seris para remediar la lanch a va- . a se mbrar las semillas
11

rada Y sucesos de ese viaje. Dada en California a 3 de abril de r 7 rn, AGN, Hi s toria,
co o seis aüos seguidos, a fin de que 1os o bl 1garan <

vol. 308, f. 392-398 .


.p Carta de Miguel Javier de Almanza a Antonio Becerra Nieto: Nuestra Señora del Pópulo, · Carta de Miguel
-i ~
· Jav ier de Almanza a Fern anc¡o Bayerca.· San t a María del Pópulo: 20 de fe-
24 de febrero de 1718 1 AGI, Guadalaiara, leg. rn . brero de 171 8, AG I, Guac/a/ajara, leg. 10 9.
9

fos é Luis Mirafuentes Ga l vdn R e la c i o n e; inreretnicas y dorninación colon ial 605

L
11
de la tierra para que tengan con que mantenerse en sus pueblo • 9 Como • progreso de su congregación. Así, además de forzar a los indios huidos a
ya hemos visto, esa petición no fue debidamente atendida por lo olda- volver a los pueblos, los soldados procuraron, mediante castigos extrema-
dos p:esidiales, por lo que la misión continuó en franca d ecad ncia. A í, damente severos, que los seris y pimas renunciaran a su antigua costum-
por e¡emplo, en aquel mismo año de 1718, Almanza se disculpó ant u bre de hacerse justicia por su mano, para abolir de ese modo los ajustes de
superiores por no poder pagar un "suplemento de géneros" que e 1 ha- cuentas incontrolados y la espiral conflictiva consiguiente. Por razones
bía otorgado, argumentando que la misión del Pópulo se hallaba urna- de espacio, básicamente nos ocuparemos, como ejemplo, de una de dichas
mente pobre. 50 En los años siguientes la situación económica de es ta mi- campañas militares. Se trata de la que en 1700 emprendieron las tropas
sión no fue más alentadora para su ministro religioso. En 17 24 s decía del presidio de Fronteras al mando del alférez Juan Bautista Escalante. En
que en ella los seris tenían muy buenas tierras, pero que eran tan inclina- esa ocasión, los soldados castigaron con azotes a varias familias de seris
dos "al latrocinio y tan flojos que sin asistencia especial de justicia y e - huidos, que además se tenían por ladrones de ganado. También reduje-
pañoles no hacen nada". Y se añadía que por faltar habitualmente e a ron, contra su voluntad, a numerosos seris tepocas, y dieron muerte a va-
asistencia, la misión del Pópulo se hallaba "siempre en gran pobreza" . 1 rios salineros cuando pretendían escapar a la isla Tiburón. En el curso de
Por lo mismo, los seris que por entonces se mantenían reducidos no pasa- esas acciones, los soldados aprehendieron a un seri salinero de nombre
ban de ser una minoría; una minoría, sin embargo, siempre dispuesta, por Astcuimel, acusado por los pimas de haber dado muerte al fiscal mayor
~us carencias, a la deserción u otras formas de conducta contrarias a los del pueblo pima de San Javier y a tres pimas más. Por la utilidad que tie-
mtereses de la administración colonial. ne para nuestra argumentación, examinaremos, a continuación, este ca-
Hasta aquí hemos puesto énfasis en la incapacidad de los misioneros so. Al ser interrogado sobre las causas que tuvo para matar a dichos in-
para resolver los problemas del progreso de la reducción de los seris sin dios, Astcuimel respondió que sólo trató de vengar la muerte de su hijo Y
el apoyo sostenido de los soldados a la misión de Nuestra Señora del Pó- de su mujer a manos de un grupo de pimas del pueblo del Pitiquín. Y aña-
pulo. Ahora nos referiremos a las acciones militares españolas en la re- dió que el motivo que tuvo para disparar contra los indios de un pueblo
gión, a fin de mostrar que esas acciones, lejos de resolver los problemas distinto del de los agresores, no fue otro más que .el de que los indios de
mencionados, más bien contribuían a aumentar la resistencia de los se- San Javier eran pimas como los del Pitiquín.52 Para Astcuimel, como
ris a vivir de fijo en los pueblos. De manera más precisa, nuestra argu- muy probablemente también para numerosos indios del noroeste, no po-
mentación tratará de poner en evidencia que las entradas de los soldados día quedar sin castigo el agravio recibido de parte de sus viejos enemigos.
al occidente, por su misma infrecuencia, sólo venían a trastornar lo que Para resarcirse, sin embargo, su venganza no necesariamente debía recaer
Pª:~ los indios huidos y gentiles era su prolongado alejamiento de las en• los autores de la muerte de sus familiares I sino en cualquiera de los
,
misrnnes, lo que debía ser una suerte de statu qua; ese trastorno, violen- miembros del grupo al que aquéllos pertenecían. La venganza cumpha,
to por definición, creaba en los mismos indios frustración e inconformi- a~í, una doble función de importancia para los seris. Una función de ca-
dad, Y, por consiguiente, resentimiento en contra de los españoles. r~cter social y otra de naturaleza política. Socialmente expresaba su sen-
En general, las visitas de los soldados a los asentamientos misionales timiento de solidaridad grupal, sentimiento que, para ellos, debía ser aná-
eS t aban orientadas a asegurar la continuidad de las labores de los misio- logo al de los indios rivales. Así, los seris actuaban con la convicción de
~eros. ~ada la debilidad del apoyo militar a las misiones del occidente, y que el daño que hacían a uno de esos indios se lo hacían a todo su gru-
ada la mseguridad creciente de estas misiones causada por la guerra, las po.53 Desde el punto de vista político, podemos decir que la venganza de-
campañas de los soldados en la región tuvieron el objetivo específico de bía representar tanto para los seris como para sus vecinos un medio para
poner fin a los conflictos que enfrentaban a las agrupaciones seris entre sí manifestar su mutua enemistad "y -como ha dicho Beattie- para refor-
Y ª eS t as agrupaciones con sus vecinos pimas. Se tenía la convicción de zar los valores esenciales de conciencia e identidad de grupo" .5
4

que una paz duradera entre esos grupos de nueva cuenta favorecería el Volviendo a Astcuimel, los argumentos que expuso en su defensa
fueron avalados por los indios del Pópulo y hasta por el gobernador de es-
Carta de Mi gue 1 Javier
b
-l Y · d e Almanza a Fernando Bayerca: Santa Mana , del Populo,
, 20 de fe-
. rero de l 7 l 8, AGI, Guadalaiara, leg. 109.
b . de Migu e1 Javier
)º Carta · d e A1manza a Antomo . Garc1a:
, Nuestra Senora
_ .
del Populo, 22 de '.
2
Autos de Juan Bautista Escalante: Sonora, enero-junio de 1700, AHHP, 17oo. G-rn3.
ª nl de 17 18, AGN, fes uitas, leg. 2-29, f. 35 . ' ·1 Seguimos a Lucien Levy-Bruhl, El alma primitiva, traducción de Eugenio Trías, Barcelo-
51
Breve mforme del e s t a d o presente en que se hallan las misiones de esta provincia, 1724, . na, Península, 1974 , pp. 3 5 _86.
AHH, Temporalidades, leg. 27 3_ 2 _ John Beattie, Otras culturas I México I
,.i FCE I 1980 I p • 199.

606 1o s é L u i s M i r a f u e 11 1 e s e; a I v 11 11 R e laci o n es i111er é tni cas y dominación co lonial 607


te pueblo. Para el alférez Juan Bautista Escalante, sin embargo, eso argu- fueron mucho más allá; tomaron diversas formas de hostilidad hacia la
mentos no sólo eran atentatorios para la paz y el orden qu e intentaba colonización española, entre las que destacó el abigeato. Esta práctica, en
imponer en la región, sino también para la autoridad del gobi erno colo- efecto, tuvo un desarrollo en particular notable, al grado de que ya para
nial, que se tenía como la única depositaria de la justicia y la violencia. r 7 r se le tenía como un mal que azotaba endémicamente a las misiones y
Astcuimel fue condenado a la pena de muerte. los principales ranchos y campamentos mineros del sur y del occidente de
Escalante, sin embargo, no se dio por satisfecho. Tan sólo unos días Sonora.57 En sus inicios, el abigeato pudo estar vinculado a los desajustes
después mandó aplicar el mismo castigo a otro seri salinero, acu ado tam- introducidos por las misiones en las relaciones interétnicas y locales, y a la
bién de hacerse justicia por su mano. Y tras esta nueva ejecución, se dirigió lucha continuada que sostuvieron algunas bandas seris para preservar su
a los seris para advertirles "que les sirviese de ejemplo ver ese indio muer- autonomía. La expansión y persistencia de los conflictos ya mencionados,
to. Que Dios nuestro señor y el ilustrísimo rey, que Dios guarde, mandan con u inevitable carga de tensiones y trastornos de todo tipo, como un es-
castigar al malo de aquella suerte. y así, que cesen sus guerras y se e tén tado de inseguridad permanente y generalizado, la posible limitación de las
quietos en sus pueblos, y que hagan sus casas, siembren sus tierras, obe- áreas y zonas de caza y recolección y el aumento consiguiente del tiempo
dezcan a sus gobernadores, y respeten y acaten a su padre ministro." 5 - en la búsqueda de alimentos, en particular de los alimentos de caza, todo
Razones más poderosas, sin embargo, seguían conduciendo a los se- ello sin duda favoreció los asaltos y depredaciones de dichas bandas, pero
ris a orientar su comportamiento en un sentido distinto . Como ya he- de seguro también dejó el terreno bien abonado para que muchos de los in-
mos visto, encontraban no sólo complicado sino inconveniente Y riesgo- dios que se resistían a radicar de fijo en los pueblos se dedicaran, .a su vez,
so el abandono de sus formas tradicionales de vida para adoptar los usos al robo de ganado. Estos indios, y los que se mantenían en pie de lucha con-
Y valores que les proponían los misioneros. En el caso particular de la tra el dominio español en la región, verían engrosadas, por así decirlo, sus
venganza, es claro que no podían renunciar a ella sin poner en peligro la filas, con los seris que huían de la justicia española o que trataban de obte-
cohesión de su grupo y sin exponerse a una pérdida de prestigio Y de po- ner la reparación de los agravios recibidos de ésta. Su capacidad para desa-
der frente a sus antiguos enemigos, sobre todo en una situación en donde fiar a los españoles, probada por su misma duración y afianzamiento com_o
sus condiciones de existencia dependían mucho más de sus costumbres Y salteadores, incitaría a esos naturales a seguir su camino, donde con segun-
finalidades comunes, que del orden y la defensa española, y de los bienes dad encontraban el medio más adecuado para realizar sus propósitos. El au-
Y las actividades de las misiones. Por consiguiente, así como no llegaban mento inevitable de los roces de estos últimos con los soldados acrecenta-
ª dar un reconocimiento efectivo a la autoridad normativa de los misio- ría sus acciones de venganza en contra de los colonos españoles, Y no sólo
neros, estaban muy lejos de someterse de buen grado a la justicia imparti- por principio, sino porque eran éstos en los que podían resarcir con men~s
da por los militares españoles; de aceptar que el recurso a la violencia peligro los actos represivos de aquéllos. Así, al igual que las bandas sens
f~ese un derecho exclusivo de éstos. Así, era inevitable que las bandas se- que luchaban por la defensa de su autonomía, los seris inconformes con la
ns afectadas por las ejecuciones de los soldados se inconformaran, Y que, aplicación de la justicia española tenderían a dirigir sus correrías e~ contra
a~te lo que podían tener como una repetición injustificada de esas ejecu- de todos los que identificaban como españoles y amigos de los espanoles.
cwnes, asumieran una actitud cada vez más marcadamente antiespañola. En 1720, por ejemplo, al preguntarse a un cau d1·11 o sen· so bre las raza-
Esta actitud, por supuesto, también debió haber incidido fuertemente nes de los robos continuos de un salinero gentil y su grupo en los eS t ~ble-
en la fuga de los indios reducidos y en la resistencia de los gentiles a vivir . .
c1m1entos de los colonos vecinos, el cau dºll
1 o respon d.,
10
"que decía dicho
.
congregados en pueblos. El descontento, la irritación y el resentimiento de gent1·¡ que hab1a • y gana d o a 1os espano
, de hurtar bestias - 1es , para que. s1 los
los seris, sin embargo, no siempre quedaron circunscritos a la deserción Y · •
s1gu1eran matar a dichos españoles, por vengar 1as mu ertes que ,hizo un
el alejamiento de los establecimientos misionales, y menos aún cuando es- capitán llamado Escalante, que había entrado con soldados Y habia muer-
te comportamiento era objeto también de severas sanciones, 56 sino que to cinco o seis de sus parientes" .5 8

55
Autos de Juan Bautista Escalante: Sonora, enero-junio de 1700, AHHP, 1700 . G- 1 o3. · c arta d e Migu
'7
· el Javi er de Almanza a Femado Bayerca.. santa M aría del Pópulo '. 20 de fe-
56
Como deja ver el misionero Almanza en una de sus cartas , los soldados siempre actuaron brero de 1718, A G I, Guadalajara , leg. ro9; carta de Fernando Bayer_ca a Anton~~ Becerr~
con severidad en contra de los seris que se resistían a vivir en los pueblos de misión. Car- Nieto: [sin lugar], febrero de 171 s, AGI , Guadala¡ara. leg. 109. Muafuentes, Coloma
ta de Miguel Javier de Almanza a Antonio Becerra Nieto: Nuestra Señora de l Pópulo, 2 4 Expansion ... ", p. ros .
de febrero de r 718, AGI, Guadalajara, leg. 109. 5~ Autos de Manuel de Valdés: Sonora, enero-julio de 1720, AHHP, 1700. G-146.

608 fo sé Luis Mira f u e nt e s G al vd n R e l ac ion es int e r é tll ic as y domi¡¡aci ó ll co ] o ¡¡ial 609

JI
En ese mismo año de 1720, un vecino español del real de Nu e tra Se- ni dar obediencia". Antes bien, según añadían las mismas autoridades, se
ñora de Guadalupe del Aguaje se quejaba ante el cabo del pre idio de Sina- dedicaba, junto con el seri Ancuibi, al robo de "vacas y caballos". 60
loa de que los seris, además de provocar la huida de sus operario yaquis, Para r 7 24, el mismo Juan Bautista Escalan te salía en seguimiento de
tenían asolado el ganado mayor y la caballada de sus hacienda de acar seis seris que huían con ganado robado. Tras una breve escaramuza con
plata, y añadía lo siguiente: "Y, como digo, no hallándose cont nto di- ellos, capturó a uno de los asaltantes. El padre del indio preso tuvo la pru-
chos indios con los hurtos y asolamientos, pasan y han pa ado a quitar la dencia suficiente de no enfrentarse en ese momento a los soldados presi-
vidas así a los naturales sus circunvecinos como a otros, viviendo tan sin diales, pero descargó después su resentimiento en el misionero de Nues-
rienda política, que aun han dejado sus pueblos y retirádose a lo montes y tra Señora del Pópulo, al que amenazó de muerte. Y con el fin de hacer
marismas para con más libertad emplearse en su depravado ejercicio" : efectiva su venganza acudió a la isla Tiburón en busca de ayuda. 61
En los años que siguieron, los enfrentamientos entre los eri y los Los soldados, en suma, lejos de abolir las venganzas de sangre que es-
colonos españoles continuaron firmemente en ascenso . En 1722, Juan taban en la base de los conflictos interétnicos y locales, sólo lograron que
Bautista Escalante se hallaba otra vez en campaña en el occidente, en esas acciones se orientaran también en contra de los propios españoles.
persecución de varios indios huidos y no reducidos, algunos de los cua- Considero importante destacar este desplazamiento de los ajustes de
les tenían ya diversas cuentas pendientes con la justicia española. Entre cuentas, porque parece haber estado en el origen de un cambio notable en
éstos se encontraba un seri tepoca de nombre José, alias Becerro. El caso las relaciones entre las distintas agrupaciones seris, y entre éstas Y los co-
de este indio también amerita que lo tratemos con cierto detenimiento, lonos españoles. En efecto, a raíz de las entradas de los soldados, algunas
porque ilustra bastante bien el proceso de resistencia de los seris que ve- de dichas agrupaciones tendieron a unirse, en apariencia para aumentar
nimos examinando. José había huido del pueblo de Santa Magdalena de la eficacia de sus actos de venganza en contra de los colonos. Estos actos,
Tepocas, llevándose robada a la sobrina del gobernador de este pueblo . a su vez, fueron teniendo implicaciones políticas, esto es, se constituye-
Tiempo atrás había sido hecho azotar por órdenes del capitán de milicias ron en un vehículo por el que los seris, además de afirmar y defender, por
· de Sonora, Juan de la Riba: Salazar, acusado de mantener relaciones ilíci- encima de sus particularismos, los valores étnicos y locales que les eran
tas con dicha india. Cuando decidió darse a la fuga, José había tomado ya afines, trataron de escapar más cabalmente al control de la administra-
las medidas necesarias para asegurar su subsistencia al margen de la mi- ción colonial. Veamos lo que parece haber sido uno de los primeros casos
sión Y para ponerse a salvo y defenderse de las tropas presidiales. Tanto relevantes en ese sentido.
era así que, según los indios principales de Santa Magdalena, amenazó En 17 2 5, una partida de seris que huía con algunas reses robadas del
con matarlos si intentaban volver a separarlo de su concubina . Incluso, rancho de Salvador de Huerta , vecino del cercano valle de Opodepe, fue al-
l~s advirtió "que ni los soldados ni dicho capitán miliciano le debían qui- canzada por éste y 16 vecinos más del mismo valle. En el encuentro _pro-
tar dicha ninfa". José se hallaba levantado en armas. Había acudido a ducido murieron tres indígenas seris, lo que movió al resto de la partid! ª
unirse a una famosa gavilla de tepocas, encabezada por un indio seri gen- abandonar la acción, dejando las reses hurtadas en manos de los _espano-
til llamado Ancuibi, cuya trayectoria como infractor de las normas espa- les. Poco después, por iniciativa del alguacil del pueblo de Los Angeles,
ñolas expresaba un singular y tenaz desafío al orden que los españoles in- numerosos seris se dieron cita en un sitio cercano a la misión del Pópulo,
tentaban imponer en la región. Ancuibi, hasta donde se sabía, había dado para planear las represalias que habrían de tomar. A la cita acudieron in-
muerte a cuatro indios cristianos y, además de sus incesantes robos de dios de los pueblos de Los Ángeles y el Pópulo, así como las bandas de los
ganado en las misiones y estancias de los españoles, fomentaba los en- caudillos salineros Ambrosio y Nicolás, y varios seris tepocas. En la
frentamientos armados entre los seris y los pimas altos. De hecho, a él se asamblea, los asistentes resolvieron quemar la casa de Huerta Y dar muer-
le hacía responsable en parte del conflicto que por entonces oponía a am- te a todos los que en ella habitaran, y después hacer lo mismo con _las de-
bos grupos y que había costado ya varias muertes y deserciones entre los más casas y familias del valle de Opodepe. La noche del 29 de septiembre
tepocas reducidos. José, por consiguiente, con la seguridad que debía en- los seris llevaron sus planes a la práctica. Prendieron fuego a la casa de
contrar en su nueva situación 1 como decían las autoridades indígenas de
Santa Magdalena, vivía alejado de su pueblo, "sin querer conocer justicia 60 Autos de Juan Bautista Escalante: Sonora, octubre-noviembre de 1722, CL, colección Pas-
tells, Audiencia de Guadalaiara, vol. 27 1 f. 228-239.
61
59 Carta de Martín de Ibarburu a Manuel de Valdés: Hacienda del Rosario, 11 de abril <le Carta de Miguel Javier de Almanza a Gregario Álvarez Tuñón Y Quiroz: Nuestra Señora
1720, AHHP, 1720. G-103 . del Pópulo, 2 de noviembre de 17241 BNM. AF, 214. 952, f. 28v-3o.

6ro fo sé Luis Mirafu e nt es Gal v tin Relacion es int e r é tnicas y domina c ión colonial 6rr
Salvador de Huerta y dieron muerte a éste y a veinte per ona m á . Por NÓMADAS Y SEDENTARIOS EN EL NORTE DE MÉXICO.
falta de tiempo, según un testigo, los seris no pudieron concretar u pro- ELEMENTOS PARA UNA PERIODIZACIÓN 1
pósito de acabar con la población española de Opodepe. Ante d di per-
sarse, sin embargo, acordaron volver a reunirse para quemar la s d más Luis Aboites Aguilar
casas de ese valle y eliminar, incluso, a todos los españole del vecino va- Centro de Investigaciones y Estudios
lle de Sonora. Estos objetivos no habrían ya de realizarlos. Luego d poner Superiores en Antropología Social
en desbandada a un cuerpo expedicionario enviado en su busca, aprove-
charon la ocasión para imponer a los españoles un acuerdo de paz, gracia E te homenaje a Beatriz Braniff es muy merecido porque ella ha dedicado
al cual los seris alzados consiguieron que las bandas de Ambro io y Nico- buena parte de su energía e inteligencia a estudiar un problema que está
lás, que de tiempo atrás vivían al margen de la misión, se estableci ran 24 en la m édula de la historia de Aridoamérica, del septentrión novohispa-
leguas al suroeste de la misión del Pópulo, esto es, muy adentro de u an- no y del norte de México, y que no es otro que el de las sociedades indias.
tiguos dominios y lo suficientemente retirados de todos lo asentami nto Sin embargo, en nuestro país ese problema no ha recibido ni por asomo
españoles de la región. 62 una atención capaz de crear, como en Estados Unidos, una sólida -tradi-
Este desenlace del conflicto nos muestra que, en el curso de su ven- ción historiográfica. Existen varias razones que parecen explicar el enor-
ganza, los seris tomaron conciencia de otra forma de escapar al control me contraste entre los numerosos estudios norteamericanos sobre los
de los españoles, o sea imponiéndoles, mediante la fuerza de su unión, el indios del suroeste y los escasísimos mexicanos sobre el norte. La más
reconocimiento de su autonomía local. Éste parece haber sido el inicio simple es aludir a las diferencias económicas entre ambos países, lo que
de ese complejo proceso de acercamientos y alianzas entre las distintas bien puede explicar la existencia en Estados Unidos de una tradición
agrupaciones seris para defenderse, con mayor eficacia, de la institución constituida por varias generaciones de investigadores profesionales. Pero,
del dominio colonial en Sonora. al menos, existe otro elemento que debe considerarse: para los norteame-
ricanos la conquista del oeste y la expansión hacia el océano Pacífico por
SIGLAS medio de los pioneros y las ambiciones y conquistas territoriales resultan
ser elementos cruciales de su identidad nacional. En cambio, nuestro país
AGI. Archivo General de Indias, Sevilla. se formó -y con ello buena parte de la identidad nacional- a partir de un
AGN. Archivo General de la Nación, México, D. F. centro todopoderoso (la ciudad de México) que no se hallaba en el norte.
AHH. Archivo Histórico de Hacienda, México, D. F. Ese centro irradiaba su influencia hacia diversas porciones del territorio,
AHHP . Archivo Histórico de Hidalgo del Parral, Parral, Chih . entre ellas el septentrión,2 pero en la historia de México el norte dista de
BNM. AF. Biblioteca Nacional de México. Archivo Franciscano, México, tener la influencia que tuvo el oeste o el suroeste para los norteamerica-
D . F. nos. Lo mexicano tiene que ver mucho más con Mesoamérica, con gru-
CL. Centro Loyola, Madrid. pos indígenas sedentarios que muy pronto quedaron subordinados a la
dominación española. El componente indio de la identidad nacional me-
xicana, tan manipulado y demagógico, se refiere sobre todo al centro del
país. El águila no se comió a la serpiente en la isla Tiburón ni la virgen de
Guadalupe se apareció en el Bolsón de Mapimí (ni tampoco en un cenote
de Yucatán o en las montañas chiapanecas) . Ni chichimecas, tobosos
-menos aún apaches y comanches- tienen sitio en esa identidad. Lla-
ma la atención que todavía hoy no hayamos comenzado a discutir ni a

1
Se agradecen los comentarios de Cecilia Sheridan y América Molina del Villar a la versión
preliminar.
2

62
Bernardo García Martínez, "La construcción del espacio mexicano: desarrollo regional Y
"La insurrección de los seris en 1725 11 1 paleografía y presentación por José Luis Mirafu en- otros temas de geografía histórica", en Enrique Semo (comp.), Historia económica de Mé-
tes, Boletín del Archivo General de la Nación , tercera serie, t omo 111 (7), pp. 3-23 . xico (en prensa).

612 Mira ( u e nt es G alvún


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explorar de manera sostenida el ingrediente indio de la historia del norte recl utamiento de brazos indios para minas, haciendas y ranchos. La escla-
mexicano, salvo quizás el de la lucha contra la "barbarie" apache. Pero vitud y la encomiendas constituyen un rasgo distintivo de este periodo,
desde esa óptica, los indios constituyen un elemento externo, ajeno, una que impu o una dinámica singular a las relaciones entre nómadas y se-
especie de pesadilla ya superada para fortuna de la estirpe criolla y em- d ntaTios . Desde esta perspectiva, dejando de lado la labor.evangelizadora,
prendedora que supuestamente conforma al "norteño" . El problema es lo esfuerzos misioneros podrían considerarse como un intento de armar
que ni conocemos ni reconocemos otra posibilidad. una opción menos violenta para aprovisionar de mano de obra a los espa-
La trágica situación de los indios contemporáneos - tan bien tradu- ñole . El repartimiento también podría verse desde esta perspectiva.3
cida por el movimiento armado chiapaneco o por la condición de los ta- El segundo aspecto que distingue a este periodo es la violencia espa-
rahumaras- no puede quedar de lado al momento de discutir los avan- ñola, a la que los indios, nómadas y sedentarios por igual, opusieron una
ces de investigación sobre la historia de nómadas y sedentarios y sobre gran resi tencia de rasgos singulares, considerando la ausencia de organi-
las posibilidades de que este homenaje a Beatriz Braniff se convierta en zaciones políticas centralizadas y estables entre los diversos grupos indí-
un verdadero parteaguas en los estudios sobre el tema en nuestro país . genas. El siglo xv11 contiene una sucesión de ataques y sublevaciones de
Quiero aprovechar la amable invitación a participar en este coloquio conchos, tobosos, tarahumaras, en muchas ocasiones aliados unos con
para exponer algunas reflexiones sobre cómo llevar a cabo una investiga- otros, aunque también en muchos casos enfrentados entre ellos. En esa
ción futura sobre este tema. Por ello, éste es apenas un intento prelimi- enumeración se combinan grupos reconocidos preponderantemente co-
nar de organizar ideas, comenzando con una propuesta de periodización mo cazadores-recolectores, otros con una base agrícola aún sujeta a dis-
de las relaciones entre nómadas y sedentarios. Es asimismo una generali- cusión, como los conchos, y otros más con una base agrícola indudable.
zación Y como tal simplifica, agrega, exagera. Este trabajo tiene como Aspecto crucial de esta resistencia india era el objetivo de borrar la pre-
punto de partida acontecimientos ocurridos en la provincia de Nueva sencia española, sin que eso significara el rechazo a algunos elementos de
Vizcaya, en particular en su porción septentrional (el actual estado de la cultura europea.4
Chihuahua). Si se generaliza, es con la pretensión de hacerlo sobre esa El tercer elemento es la cuestión territorial, cuyo análisis puede ex-
parte del norte. Esperemos que el punto de llegada de la investigación sea plicar los rasgos de esta primera etapa. A pesar de no ocupar plenamente .
mucho más amplio y, sobre todo, mucho más fino. el espacio de los diversos grupos nómadas, la llegada y .gradual expansión
Para la periodización se fija la atención en dos aspectos: por un lado, del poblamiento español implicaron nuevas formas de uso y apropiación
en los protagonistas de la relación es decir los diversos grupos nómadas de los recursos productivos. El agua es un ejemplo. El arribo español trajo
Y de pobladores sedentarios; y por ~tro, en 1~ naturaleza del espacio regio- consigo un aumento sustancial en la cantidad de agua utilizada; su uso
nal. La relación que nos interesa es la relación nómadas-sedentarios eS t ª- obedecía a una lógica económica de pobladores sedentarios, concentra-
blecida por los españoles con el conjunto de grupos de cazadores-recolec- dos. Un uso más intensivo del agua pudo haberse traducido en una com-
t~res de escasa, si no es que nula, tradición agrícola. Desde ese punto de petencia mayor por el recurso. La construcción de obras de derivación
VlS t a, se trata de una relación de dominación, de imposición a un modelo también pudo limitar escurrimientos aguas abajo o reducir la disponibili-
de o~ganización social basado en el poblamiento sedentario Y éste en la dad de líquido en lagunas y aguajes. Además, el ganado se convirtió en un
propiedad privada. Ciertamente esa relación entre españoles Y nómadas gran consumidor de agua. En algunas partes del norte novohispano llegó
no puede entenderse sino en el marco de las relaciones más complejas a haber más cabezas de ganado que habitantes.5 Además, como señala
entre españoles Y el mosaico de grupos indígenas, nómadas Y sedentarios, Cramaussel, la presencia de grandes rebaños pudo haber deteriorado la
que poblaban este espacio al momento del arribo español. capa vegetal de los lamerías y llanuras. Éste es un elemento que no debe
minimizarse al considerar los cambios en las condiciones de reproduc-
MAYO RÍA INDIA
'C hanta! Cramaussel, La provincia de Santa Bárbara en Nu eva Vizcaya 1563-1631. Chi-
En una pnmera
· etapa, que bien puede extenderse desde mediados del sig10 huahua, Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, 1990, pp. 59-60.
.¡ Susan M . Deeds, "Las rebeliones de los tepehuanes y tarahumaras durante el siglo xvu en
XVI ha st a 1700 o quizá 1750, destacan tres aspectos. El primero es la im-
la Nueva Vizcaya", en Ysla Campbell (comp.), El contacto entre los espaiioles e indígenas
~ortancia crucial de la ma~o de obra indígena en la economía de los espa- en el norte ele la Nueva Espafw. Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, 1992, p. 3 5.
n_oles, que no se volverá a presentar en etapas sucesivas. Las redadas, cace- ' Michael C. Meyer, Agua en el suroeste hispánico. Una historia social y legal 1550-1850,
nas Y el comercio de prisioneros de guerra fueron otras tantas vías de México, C IE SAS-IMTA len prensa).

Lui s A/Joit es Aguilllr Ná mcJdcJ s r se d e ntari os en el nort e de Méxi co 615


ción de la vida .n ómada basada en la cacería y la recolección. En ese enti- Margarita Urías ha destacado la importancia de la participación de ta-
do , se trata del enfrentamiento de formas antagónicas de concebir, explo- rahumara como líderes de los ataques apaches en el norte de Nueva Viz-
tar y poseer los recursos territoriales. caya a partir de 17 4 7. 1 ° Concibe tal participación como una nueva forma
Este primer periodo concluye hacia 1700 o 1750, con la gradual extin- de r i tencia tarahumara después de que los levantamientos del siglo
ción de uno de los protagonistas: los grupos de cazadores-recolectore que anterior dejaron de presentarse. En el siglo xvm los jesuitas suspendieron
habitaban esta porción de la Nueva Vizcaya. El desgaste provocado por el sus esfuerzos de congregar indios en las misiones y aceptaron tácitamen-
estado de guerra, las cacerías y las malas condiciones de trabajo, la epide- te la e trategia tarahumara de alternar estancias en las misiones -donde
mias 1 además de la integración o asimilación a la sociedad e pañola y a obtenían alimentos y tenían acceso a ciertos bienes de origen español-
otros grupos indios, y hasta la deportación, componen esta hi toria, que con periodo de alejamiento y dispersión. El argumento de Urías es que
encierra una verdadera catástrofe demográfica. 6 En el norte de Nueva Viz- en e as ausencias los tarahumaras se sumaban a las incursiones de apa-
caya tal vez los ejemplos más importantes sean los tobosos y los conchos, ches contra los asentamientos españoles.
cuyos rastros todavía eran perceptibles en la década de 17 40. La disolución De cualquier manera, con el tiempo, el enfrentamiento básico se fue
de encomiendas y de las llamadas congregas en el siglo xvm puede ser un definiendo entre los apaches (y más tarde los comanches) y los españoles.
elemento más que apoya la idea de distinción entre ambos periodos.7 Ante la gravedad de esta amenaza, la corona española impulsó una políti-
ca que combinaba la presión militar, ejemplo de ello es el reforzamiento
DE MAYORÍA A MINORÍA Y NUEVOS PROTAGONISTAS de los presidios, con el poblamiento y repoblamiento; así se confiaba en
que una mayor población sedentaria (dedicada a la agricultura) era la m~-
El segundo periodo, cuya duración puede trazarse desde 1700 o 1750 hasta jor defensa contra los nómadas. De allí la entrega de tierra que se condi-
el final de la época colonial, tiene como rasgo primordial el cambio drásti- cionaba a la participación en la guerra contra los "enemigos". Hacia 17 80 ,
co que supone el arribo de nómadas foráneos, por así decir, al escenario lo- el gobierno español, con la idea de que era mejor una mala paz que una
cal. Se trata de los grupos llamados genéricamente apaches, los nuevos buena guerra, desarrolló una política múltiple hacia los nómadas, que
protagonistas de esta historia. Presionados por otros grupos indios, los consistía en la firma de tratados de paz que incluían raciones a grupos pa-
apaches se movieron desde Nuevo México hacia el sur, donde hallaron es- cificados, el divisionismo entre grupos nómadas y el fomento del consu-
tablecimientos españoles. 8 mo de productos y alimentos españoles, desde bebidas alcohólicas st ª h:
Hay dos elementos que distinguen esta etapa de la anterior: el primero armamento. Estas medidas dieron resultado, y durante las últimas deca-
es que los apaches no fueron importantes como fuente de mano de obra pa- das del periodo colonial reinó una relativa tranquilidad que hizo posible
ra los españoles y el segundo, que su belicosidad no iba encaminada a ex- la prosperidad económica en esta parte del septentrión, que se reflejó en
terminar la presencia española, sino a establecer el saqueo como fuente mayor poblamiento de españoles, mestizos y castas. 11
primordial de sobrevivencia, lo que se explica por la creciente presión so-
bre los terrenos de caza derivada en buena medida del impacto del comer- EL FIN DE LOS NÓMADAS, NUEVA FRONTERA
'
cio de pieles en Norteamérica. Ello hizo que los apaches vieran los estable-
cimientos españoles como una alternativa de sobrevivencia Y a la guerra El tercer periodo arranca con la Independencia de México Y culmina ~on
como el rasgo básico de su relación con la población sedentaria no india. 9 la desaparición de los nómadas en la década de 1880. Durante e5to s anos,
distintos acontecimientos modificaron sustancialmente la relación :ntre
,
noma ·, novo h1·spano · Estos
d as y sedentarios en esta porción d e1 septentnon
6
Peter Gerhard, The North Frontier of New Spain, Princeton, Princcton Univcrsity Press,
1982, p. 187; William B. Griffen, Jndian Assimilation in the Franciscan Area of Nueva se refieren al cambio en el carácter de la frontera; así retomamos lo que
Vizcaya, Tucson, The University of Arizona Press, 1979, p. 14.
7 José Cuello, "La persistencia de la esclavitud india y la encomienda en el noreste de M éxi- 10 M arganta . Urías, "Rarámuris en el siglo xvm", en Lms . G onza-¡ ez e t a1·1 Derechos cultu-
,

co en la época colonial, 1577 _1723 11 1 en El norte, noreste y Saltillo en la historia colonial ra 1es Y derechos indígenas en la sierra Tarahumara, Cm a Juarez, u mv
• d d - · ersidad Autono-
de México, Saltillo, Archivo Municipal de Saltillo, 1990, pp. 91 -r 2 º· ma de Ciudad Juárez, 19941 pp. 73-126.
8
Edward H. Spicer, Cycles of Conquest. The Jmpact of Spain, M éxico and th e United Sta- 11 M ana - d e I C armen Velazquez,
- . .
Establecimiento i a d e1 sep tentri'ón de Nu eva. Espa-
- d'd
y per
- . . b ·dad del penado en
tes on the Indians of the Southwest, r 533-1960, Tucson, The University of Arizona Press, na, Mex1co, El Colegio de México, 19741 pp. 189-190. So re 1a prospen .
. . d - .
cuest10n, vid. Pedro García Conde, Ensayo esta istico so re e b 1 estado de Chihuahua,
1970, p. 230.
9 !bid. , p. 239. Chihuahua, imprenta del gobierno, 1842, p. 64.

6r6 Lui s Aboite s Aguilar Nómadas y s e dentarios en el nort e de M é xico


6r7
señalábamos al principio sobre la periodización que se ba aba no ó lo en
los protag~nistas si~o en los c~mbios ocurridos en el e c nari r gional. ral de la Provincias Internas. Igual ocurría con las autoridades mexicanas:
A partir de mediados del siglo xvm se hizo realidad lo que ha ta en- la guerra con los nómadas producía desiertos donde antes l'lO los había, por
tonces era una lejana pero amenazadora presencia de ingl e e y franc el abandono de pequeñas localidades, haciendas y minas, y eso era aprove-
en e~ septe_ntrión novohispano. Aunque, sin duda, lo efecto de a pre- chado por los norteamericanos para vigorizar y hasta justificar su ambi-
senc_ia ~odian º?servarse en los movimientos hacia el sur de div r O gru- ción territorial. Por eso, el gobierno mexicano no dudó en acusar a los nor-
pos md10s, lo cierto es que, hasta después de la guerra de lo iet año teamericanos de azuzar a los "bárbaros". 1 3 En 1821, el Estado mexicano
concluida en 1763 con_la retirada francesa de Estados Unido , lo ingl e' creyó que poblando Texas con norteamericanos iba a detener a sus cote-
Y _l~ego los ?orteamencanos avanzaron sostenidamente hacia l pten- rráneos. La guerra con Texas agravó la fragilidad del poblamiento sedenta-
tnon novohispano. De este fenómeno se desprenden do a unto : prime- rio en México. La pérdida de vidas y de bienes del periodo 1831-1840, pro-
ro, que la f~ontera septentrional cambió drásticamente, y segundo, que lo vocada por incursiones apaches y comanches, tal vez puedan equipararse
norteamencanos se convirtieron en nuevos protagonistas de la relación con las del periodo que siguió a 1749. La respuesta de los sedentarios me-
entre nómadas y sedentarios en el norte de México. xicanos fue fundamentalmente militar, dirigida al exterminio de los apa-
En las últimas décadas del siglo xvm el septentrión dejó de er el es- ches, aunque también se haya recurrido a la firma de tratados de paz, co-
~a_ci_o en el que terminaba la potencia del poblamiento español y donde s mo los suscritos en Chihuahua en el gobierno de Francisco García Conde.
imciaba~ los _te_rrenos ocupados por gran diversidad de grupo indio que Un elemento ausente en periodos anteriores es que los sedentarios
manteman debiles contactos con los españoles. En su lugar e formaba mexicanos gastaban y distraían buena parte de sus escasísimos recursos
u~a ~rontera con una sociedad de enorme dinamismo demográfico y eco- en conflictos internos. El poder público se mostraba incapaz de encabezar
nomico, beneficiaria de la revolución industrial de Europa occidental, que la guerra contra los nómadas y por ello tenía que recurrir frecuentemente
muy pronto se constituyó en una amenaza para los dominios españoles, y a las élites locales para buscar recursos. La población sedentaria pobre, or-
luego los mexicanos. Comenzaba a fraguarse la historia del suroeste nor- ganizada en comunidades y pueblos con gran margen de autonomía políti-
teamericano. ca, se defendía por su cuenta y riesgo.
Un elemento primordial de esta etapa fue que la guerra entre nómadas Según Smith, los comanches captaban mejor que los apaches las des-
Y sedentarios se convirtió en un gran negocio. Las relaciones de intercam- avenencias entre norteamericanos y mexicanos. 1 4 Quizás apostaban bue-
bio que establecieron apaches y comanches con comerciantes norteameri- na parte de su sobrevivencia a la pugna entre los dos países. Lo cierto ~s
canos (y también mexicanos) dieron mayor sentido al saqueo de estableci- que los nómadas jugaban con fuego si confiaban en el refugio norteamen-
15
mientos ubicados en México; además, el intercambio de ganado robado cano para atacar las posesiones más débiles de los mexicanos.
por armas, vestidos y alimentos potenció la belicosidad nómada en un Esta historia culminó cuando ambos países dejaron atrás sus pugnas
momento en que el nuevo país mostraba grandes dificultades para soste- territoriales y fronterizas para coincidir en la necesidad de fomentar_ los
ner el aparato colonial de presidios, misiones y subsidios. El retorno a un negocios de una manera sustancialmente distinta a la de los comercian-
e st ado de guerra general en 18 3 1 expresa ese nuevo escenario. 12 tes de 1820. En la década de 1880, ganaderos, agricultores, especulad~r~s,
Para los mexicanos la disputa por el territorio ya no sólo era con nó- empresas mineras y ferroviarias impusieron su peso y sentaron co nd1 c10 -
m~d_as, sino también con el país vecino, que ambicionaba expandir sus do- nes favorables para que los gobiernos resolvieran, de una vez por todas, la
mimos. Había una estrecha relación entre ambas disputas. Los españoles cuestión de los nómadas. Para entonces, los nómadas eran mucho menos
observaban con preocupación que la guerra con los nómadas debilitaba la
ocupación del extenso septentrión, lo que bien podía atraer aún más a in- 1
1 · n arme de la comisión pesquisadora de la Frontera Norte a1 e¡ecu
JV"dlf · t·vodelaUnión
1
, .
gleses Y franceses. De allí se explica el proyecto de la comandancia gene- sobre depreda cion es de los indios y otros males que sufre la frontera mexicana, Mexico,
imprenta del gobierno, 1877, p. 18. ·
Befare the w ar Of 1 34 6 ' en H1s-
11
1.1 R a IPh Sm1th,• "lndians in American-Mexican Relat10ns.
12
David!· Weber, La frontera norte de México, 1821-1846. El sudoest e n ort eam erican o panic American Historical Review, 43:1 (febrero de 1963), P· 56. .
i; E5 t 0 recuer d a la diplomacia
. iroquesa durante la guerra d e l os siete
. ª n-os · En los primeros
. .
en su epoca mexicana, México, FCE, 1988, pp. 129-155; sobre el comercio de mexica-
- · c1·10s se 111antuvieron neutrales, pero cuan d o l a b a 1anza se 1·ncJinó hacia los m-
l os 1n
. _ con "bárb aros , v1·d . d ecreto de octubre de 1834 1 en Francisco R. Al macla, Le'{isla-
nos anos,
11

st
cwn con itucional del estado de Chihuahua, Chihuahua, Gohierno di.:! Es tado r 984
0
gleses, se sumaron a ellos. Lo que no calcularon los iroqueses fue que a largo plazo la pre-
pp. I 11·112. ' ' sencia francesa era esencial para su sobrevivencia. Gary B. Nash, Pieles ro;as, blancas Y
negras, México, FC E, 1989 1 p. 448.

618 Lui s Aho1t e, Ag uilllr


Nómadas y se dentarios en el n o rt e de México 619

-"'--- - - -- --- - - - ----


que un siglo atrás y sus movimientos se habían ido redu ciendo a una pe- futura inve tigacione obre el norte mexicano y puede ser un excelente
queña franja en la frontera entre México y Estados Unid o . Ademá , el i- vehículo para conectar una fase histórica en la que prevalecían relaciones
glo x1x había marcado una diferencia tecnológica bá ica: lo n ómada n má bi n interétnica entre una minoría española (o quizás una minoría
pudieron incorporar ni los ferrocarriles ni el telégrafo, y el u o de moder- no india) y una inmen a y diversa mayoría india, y otra fase basada ca-
nos rifles, balas más mortíferas o prismáticos no fu eron uficient para da vez má obre relaciones de clase, en el sentido de que las relaciones
potenciar su capacidad guerrera, como había ocurrido con lo caball ro- sociale fundamentale se organizaban sobre la base del acceso diferen-
bados a los españoles a fines del siglo xv1 o con el comercio con e tadou- cial a lo recur o productivo , y no tanto en torno de la confrontación Y
nidenses y mexicanos en las primeras décadas del iglo x1x. 16 convivencia de do cultura o civilizaciones, que se traducían, ante todo,
en modo antagónico de ocupar, explotar y poseer el territorio. Esa tran-
CONSIDERACIONES FINALES ición incluy fenómeno diver os tales como la extinción de los cazado-
res-recolectare (de los nómadas originarios), el predominio de la ocupa-
Para concluir conviene destacar algunos aspectos. El primero e la catá - ción sedentaria ha ada en la propiedad privada, y por otro lado, el proceso
trofe demográfica en la historia de los indios norteños desde el mom nto de integración cultural, las mezclas, el mestizaje. 19
del contacto con los españoles. Si en el siglo xv11 los espaii.oles nfren- Existe una enorme distancia entre la importancia otorgada a la guerra
taban a un gran y diverso conglomerado de indios nómadas y edentario , contra los nómadas durante la época colonial y el siglo x1x Y el peso_ que
que eran la mayoría absoluta de la población, en las postrimería d l i lo ahora se concede en el norte a esos indios muertos y también a los vivos.
XIX los grupos nómadas constituían apenas una pequeñí ima fracción , Por lo visto, la generaciones nacidas después de 1890 crecieron creye nd º
asediada por todos lados y sin retaguardia. Por su parte, diversos grupo que debían agradecer a sus antecesores el haberlos liberado de la tr~men-
de indios sedentarios, para entonces una minoría, mostraban diver a for- da pesadilla de los nómadas. Pero incluso en este último caso es evidente
mas de sobrevivencia y resistencia en un medio crecientemente hostil la necesidad de conocer a profundidad la pesadilla de nuestros anceS t ros,
que intensificaba la presión sobre sus recursos. La experiencia fore tal de por lo menos para entender, por ejemplo, si de ella se deriva el maltrato
los tarahumaras o la agraria de los yaquis y hasta la de los apaches de secular a los indios vivos.
sierra Blanca, que hoy se oponen a la instalación de un basurero nuclear De lo que se trata, en fin, es de promover los estudios que cond_uz~an
en Texas, 17 son otros ejemplos de esa presión. no sólo a poner en duda los mitos y leyendas vigentes sobre los rnd10 s
Ahora bien, en términos más finos hay que discutir los cambios en la norteños y las relaciones con los no indios, sino también para conocer Y
composición de la población norteña, en especial el papel de la población reconocer de otro modo a esos indios. Contamos con grandes avances
india. En el proceso de dejar de ser mayoría para ser minoría, no sólo debe 1ogrados por ' los estudiosos ' estadoumdenses,
. pero es men ester revisarlos
considerarse el extermino atroz que sufrieron los diversos grupos indios a la luz de nuestros intereses incluso desde nuestros mitos Y leye nd ªs, Y
por parte de españoles y mexicanos; también hay que explorar la conclu- hacer más investigación en Ías fuentes disponibles. Así podremos cu;s-
sión de Griffen acerca del proceso de asimilación e integración de seg- tionar los rasgos de nuestra identidad cultural y con ello compren er
mentos de población india a la sociedad española. 18 Estos fenómenos pue- mejor nuestra realidad contemporánea. ..
den verse como parte de una tendencia general hacia la homogeneización , . . . .
Por ultimo, hay que msistu en el parteaguas que pue de sigmhcar . este.
. a Beatriz Braniff para impulsar
. 5
étnica de la población del norte, cada vez menos india, cada vez más es- h omena¡e 1os estu d.10s so bre la matena._ i
pañolizada, y en cuyo seno comenzó a formarse una clase trabajadora en ,
este fa 11 a, podríamos hacerle más homena¡es,. por e¡em . plo cada dos llanos,
sentido estricto, carente no sólo de medios de producción, sino también .
para discutir . los avances, pues todos estamos d e acuer d0 en que e a se
de la riquísima diversidad cultural de los grupos indios al momento del merece esos avances y los sucesivos homenajes.
arribo español. Recoger y profundizar esa conclusión es fundamental para
16 . ¡ bl · ·n negra personaje
William B. Griffen, "Aspectos de las relaciones entre indios y europeos en el norte de 1
Y En este mestizaje no se debe dejar de lado la presencia de ª po acJO ' , ¡¡
. . . d studio que se esta e-
México", en Ysla Campbell (comp.), El contacto entre los españoles e indígenas en el olvidado de la historia del norte. Un resultado pre 1munar e un e
I es muestra que en 1as
norte de la Nueva España, Ciudad Juárez, Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, vando a cabo en la misión franciscana de Santa Cruz d e T apaco m d
1 99 2 , pp. 43 -44. , . . . d' bl mente baja (menos e 14
ultimas décadas del siglo xvm la presencia de m 10s era nota e .
. bl ·, ¡ ta , por ciento). Es-
17 La /ornada , 25 de enero de 1995, p. 19. por ciento), apenas un poco más importante que 1a po acwn muª 113
tos ca·¡culos se h1c1eron
· · · · on1·a1es del periodo 1767-1796.
18
Griffen, Indian Assimilation, p. 1 IO. con base en los registros matnm

620 621
L 11 i s A /J u i t e s A g 11 i I il r Nó mada s y se d e ntarios en el norte de M é xico
LA ECONOMÍA POLÍTICA DE LAS CORRERÍAS:
NUEVA VIZCAYA AL FINAL DE LA ÉPOCA COLONIAL

William L. Merrill
Smithsonian Institution

A través de la historia, agricultores sedentarios y cazadores-recolectores


nómadas en diversas áreas del mundo han creado complejas relaciones de
interacción e interdependencia. 1 A pesar de que estas relaciones suelen
ser multidimensionales, abarcando alianzas políticas y sociales, así como
intercambios económicos, generalmente se forman con base en el hecho
de que cada sociedad tiene acceso a bienes que la otra necesita o desea. Ta-
les intercambios se vuelven de suma importancia cuando las sociedades
involucradas intercambian recursos alimenticios complementarios -por
ejemplo, carbohidratos y proteínas- que son necesarios para una dieta
balanceada.
Los agricultores y cazadores-recolectores que se enlazan por medio
de dichos trueques con frecuencia intercambian no sólo cosas que ellos
mismos han producido o recolectado, sino también operan como inter-
mediarios en el flujo de bienes entre otras sociedades de agricultores Y
cazadores-recolectores dentro del contexto de redes de intercambio re-
gionales y supraregionales. Cuando los bienes que se intercambian son
escasos, o la posibilidad de obtener ganancias significativas es alta, fre-
cuentemente los intermediarios compiten entre ellos por el control del
intercambio. Igualmente, cuando algunos participantes no consiguen
los bienes que usan para intercambiar, pueden llegar a atacar a las co-
munidades con las que anteriormente sostuvieron intercambios para
conseguir los bienes deseados. En esas instancias, las relaciones positi-
vas de intercambio se disuelven y son reemplazadas por relaciones ne-
gativas.2
El intercambio entre agricultores sedentarios y cazadores-recolecto-
res nómadas en América del Norte se ha investigado, con mayor ampli-
tud, en la región del suroeste y los llanos de lo que ahora es Estados Uni-
dos. Los principales participantes en este intercambio, que empezó ª
florecer alrededor de 1450 d. C., eran las sociedades sedentarias de Nue-
vo México, conocidas como "los indios pueblo", y bandas nómadas de

1
Spielmann (1991 a) proporciona un análisis detallado de las interacciones entre horticulto-
res sedentarios y cazadores-recolectores nómadas.
2
Sahlins ( r 972: 18 5-2 7 5) presenta un análisis de reciprocidad negativa que se relaciona con
las diversas formas de reciprocidad en la interacción social en general. Y como en est e en-
sayo mi enfoque es el intercambio económico, designo la reciprocidad negativa asociada
con correrías como "intercambio negativo".

r '
apaches, que cazaban y recolectaban en los llanos del búfalo, ubicado al ciente dependencia de los apaches respecto del ganado de los españoles
oriente de la misma región. Casi todos estos intercambio tuvi ron lu- para a ti facer las necesidades básicas de subsistencia. Sin embargo, se ha
gar en las poblaciones más cercanas a los llanos, a donde los apache ll e - prestado poca atención a la relación existente entre las correrías y la red
vaban diversos productos derivados del búfalo (cueros, ebo, carn l, pie- de intercambio de ganado hurtado que se desarrollaba a través de gran
les curtidas de otros animales, herramientas de pedernal y hu e o, a í parte del oeste de Estados Unidos durante este periodo. Además, no se
como cautivos, quienes en su mayoría eran miembros de la oci dad han explorado a fondo las motivaciones políticas que estas correrías pu-
agrícolas que vivían en los márgenes orientales de los llano . A cambio, dieron tener ni el importante papel que jugaron en ellas los residentes de
los indios pueblo ofrecían maíz y otros productos cultivado junto con Nueva Vizcaya, tanto indios como no indios. 4
cobijas de algodón, alfarería y turquesa. Al parecer, los pueblo ituado El propósito de este ensayo es examinar la alta incidencia de correrías
más cerca de los llanos competían entre ellos por el control d 1 inter- ocurridas en Nueva Vizcaya durante la segunda mitad del siglo xvm en
cambio con los apaches y operaban como intermediarios en el flujo de relación con los procesos económicos y políticos más generales que se
bienes entre los apaches de los llanos y otras sociedades que vivían ha- desarrollaron en el norte de Nueva España, y más allá de la frontera, du-
cia el poniente . rante la época colonial. Aquí propongo que solamente se pueden enten-
Después de fundar su colonia en Nuevo México, en 159 , los españo- der las características más significativas de este complejo de correrías si
les comenzaron a explotar este intercambio para adquirir enorme canti- se toman en cuenta la organización y dinámica de la red suprarregional
dades de cueros de búfalo y pieles de venado, así como indios cautivo , de intercambio, y que estas correrías fueron motivadas por factores tanto
que eran la base de su economía local y su comercio con el resto de Nue- políticos como económicos. Considero, además, la relación entre los apa-
va España. De hecho, intentaron y, hasta cierto punto lograron, arrebatar ches Y los indios y no indios residentes de Nueva Vizcaya que participa-
el control de intercambio a los indios pueblo. Al tiempo que introdujeron ron en las correrías. Primero presento un resumen de la historia Y etno-
nuevos productos, que llegaron a ser muy codiciados por los indios, como grafía de las correrías en Nueva Vizcaya para después plantearme dos
caballos, herramientas de metal y telas fabricadas, pusieron en peligro el preguntas específicas: ¿por qué los apaches no desarrollaron relaciones
intercambio cuando empezaron a atacar a los apaches de los llanos para iguales de intercambio positivo con los españoles en Nueva Vizcaya c~-
conseguir esclavos. Sin embargo, el sistema de intercambio fue más seve- mo las que habían creado anteriormente con los españoles en Nuevo Me-
ramente trastornado por los enemigos de los apaches que vivían hacia el xico? Y, ¿por qué los indios agricultores sedentarios en Nueva Vizcaya,
norte, particularmente los comanches, quienes bloquearon el acceso de después de mantener más de medio siglo de paz con los españoles,. co-
los apaches a las áreas de los llanos donde se encontraban las grandes menzaron correrías en contra de éstos y de su ganado en la segunda mitad
concentraciones de búfalo, al igual que a los centros de intercambio en del siglo XVIII? Concluyo con algunas reflexiones sobre la economí~ polí-
Nuevo México. A mediados del siglo xvm, estos grupos habían suplanta- tica de estas correrías, y examino, en términos más generales, las dimen-
do ya a los apaches como las sociedades provenientes de los llanos que siones económicas y políticas de estas correrías comparando la importan-
fueron de mayor importancia en el intercambio con los indios pueblo de cia de las dos clases de factores en la motivación de las actividades de los
Nuevo México.3 · atacantes.
Por mucho tiempo los investigadores han reconocido que los apaches
de los llanos, después de haber sido desplazados de sus territorios de ca-
cería Y sus relaciones de intercambio en el norte, cambiaron sus opera-
-1 N avarro G arcia - (1964:303-304, 407) ha propuesto, haciendo. - 11 mcapi
· ·é que nadie,.d la.
cione·s durante el siglo XVIII más hacia el sur, generando un aumento dra- mas
mático en las correrías y hurto de ganado en Nueva Vizcaya y otras perspectiva de que los apaches hurtaron ganado de los españoles para satis facer neces1 a
. ·
. .
d es b asicas . s la guerra era
de subsistencia. En sus palabras: "Para las tribus enemigas, pue 1 ,,
provincias adyacentes a lo que actualmente es el norte de México. Estas · ¡ . . · 1
una simp e Y cruda lucha por la subsistencia en el sentido mas matena de la palabra.
correrías se han interpretado principalmente como resultado de la ere- ( i964:303) . Referencias al intercambio de ganado' hurtado en el norte de M e'xico en los s1-
glas xvm Y x1x se encuentran en John (1975: passim) y Griffen (r988a:78-79, 9 1, 121 ' _33 ·
1

1 34, nota 6, y 1988b:151-162)• cfr. Forbes, 1959 y Worcester, 1944• n u ·as Hermos1llo
..
' Para información acerca del intercambio entre los indios pueblo y las sociedades indias de .
(1994 ) proporc10na ,
un análisis importante . 1es, cu lt urales y econom1-
de los contextos socia
los llanos, así como el impacto que los españoles y los comanches tuvieron sohre este in - cos d entro de los cuales ocurrieron los ataques de Ios tara h umares Y otros residentes de
tercambio, vid. John, 197 5; K~nner, 1994; Forbes, 1994; Navarro García, 1964; Ford, 1983 ; .
N ueva Vizcaya. Información adicional sobre estos ataques se encuen t r a en Navarro Gar-
Kessell, 1979; Levine, 1991, y Spielmann, 1989 1 1991a, 1991h y 1991c. cía (1964) y Salmón (1991:85-131).

Wil lia m L. Merrill Nu ev a Vizcaya al final de la é poca colonial


LAS CORRERÍAS EN LA NUEVA VIZCAYA Lo indi o n ómadas de Nueva Vizcaya demostraron ser más intrata-
ble a lo intentos de sometimiento de los españoles. 8 Éstos vivían en una
El primer periodo: 1560-1748 multitud de peque ñas bandas que, de acuerdo con Griffen, se organizan
dentro de tre grupos : los coahuileños (especialmente los cabezas y sali-
Las dramatis personae del drama que se desarrolló en Nu eva Vizcaya du- n ero ), lo tobo o (incluyendo los cocoyomes y acoclames) y los chisos. 9
rante la época colonial española pueden ser divididas en tre ca tegoría Durant e ca i 2 00 años, dichos grupos invadieron poblaciones españolas
generales.S En primer lugar estaban los indios qu e vivían en ta r gión pa ra obten er gan ado, vestimenta y otros bienes, además de cautivos, que
durante el contacto con los españoles. Estos grupos incluyero n a lo caza- era n incorp orado a sus bandas o intercambiados por rescates. Después
dores-recolectores nómadas distribuidos en la ti erra árida a lo lar o de d un ti e m po, co m en zaron a depender más de las manadas que robaban
la frontera oriente de Nueva Vizcaya dentro y en lo alred dore d 1 B 1 ón a lo e pañ oles para su subsistencia, que complementaban cazando Y con
de Mapimí; y, por otra parte, a los agricultores sedentario o semi denta- la recolecció n de recur os silvestres, incluyendo ganado que se había he-
rios que cultivaban tierras en llanos, colinas y sierras m á fértile d lo qu e cho alvaj . Mi entras devastaban las colonias situadas al norte, Y los es-
hoy son los estados de Durango y Chihuahua.6 La segunda categoría la fo r- paf10le m ejoraban sus defensas, estos indios extendían sus ataques mu-
maban los miembros de la sociedad colonial española qu e empezaron a po- cho m ás all á de la frontera, hacia el sur, hasta Nueva Galicia.
blar Nueva Vizcaya en la segunda mitad del siglo xv1. A u llegada, con é - Para controlar a e tos nómadas, los españoles combinaban propues-
tos venían otros europeos, así como indios del centro de M éxico, e clavo tas de paz (por ejemplo, les ofrecían incentivos de comida Y vestimenta)
africanos y castas. La tercera la conformaban indios n óm adas qu e vivían al con ca mpañ a militares, ejecuciones, esclavización y deportación, fre-
norte y al oeste del río Bravo del Norte hacia finales del siglo xv11, punto en cuente m ent e explotando conflictos entre las diversas bandas con la eS t ra-
el que iniciaron su traslado hacia Nueva Vizcaya para invadirla Y habitarl a . tegia de "divide y vencerás", que funcionó muy bien en su conquiS t ª de
En su mayoría estos indios nómadas hablaban atapascano y los español es grupos nativo durante la época colonial. El principal impedimento de
los identificaban colectivamente como "apaches". una victoria rápida sobre estas bandas fue el fracaso español de eS t ªblecer
El proyecto colonial español fue más exitoso entre los agricultores se- control efectivo sobre el Bolsón de Mapimí. El ambiente extremadame°:-
dentarios y semisedentarios. Al inicio del siglo xv111, la m ayoría de es tos te árido del Bolsón impidió que las colonias españolas se situaran alh,
indígenas había sido incorporada a la red de la misión católica qu e se ex- mientras que a las bandas invasoras esta zona les proporcionaba tant_o un
tendía a través de la mayor parte de Nueva Vizcaya, y mucho de ellos refugio como un pasadizo seguro entre Texas y el centrn de Nueva Vizca-
participaron dentro de la sociedad colonial española como auxiliares mi- ya . Sin embargo, las campañas españolas contra ellos, combinadas con el
litares o peones. Sus esfuerzos para resistir la expansión española hacia impacto devastador de las enfermedades del Viejo Mundo, terminaron en
sus tierras por medio de varias rebeliones a gran escala en el siglo xv11 se el virtual exterminio de estos grupos. Los sobrevivientes fueron incorpora-
vieron fracasados . De igual manera, sus ataques a pequeña escala contra dos a la sociedad colonial española o a las bandas de apaches que los reem-
colonias españolas y sus manadas durante el siglo xv11 Y principios del · · 1es i·nvasores
P1azaran en la segunda mitad del siglo xvm como los pnncipa
xvm fueron esporádicos y de consecuencias limitada s; és tos coincidían en Nueva Vizcaya.
principalmente con las rebeliones y los tiempos de escasez. 7
El segundo p eriodo: 1748-1831
; Antes de 17 33, Sonora y parte de Sinaloa se incluyeron dentro ck los limites de la pro vin-
cia de la Nu eva Vizcaya, pero en el presente ensay o considero principalmente la Nue va Las primeras noticias de la aparición de apaches en la frontera norte de
Vizcaya despu és ele esta fecha corre spondi ent e a lo que hoy son los estados de Chihu ahua, Nueva Vizcaya se dieron durante las décadas de 1680 Y 16 9°· E~ ~ ,e
Durango y porci on es cid es tado de Coahuila (Gerhard, 198 2:245 -2 48 ). tiempo, los apaches del sudoeste de Nuevo México se unieronª los m ~-
6
Griffen (1 969 :v) designa com o el "Gran Bolsón de Mapimí" to da el áre a árida a lo largo de .
genas d e1 norte de Nueva Vizcaya .
(sumas, ¡anos ·
Y ¡ocom es). para invadir
la front era entre Chihuahua y Coahuil a, des de el rí o Bravo del Norte ha sta las cercanía s
de Parras y Mapimí. Yo sigo su uso, só lo que ac orto el términ o a "Bolsó n ele Mapimi " .
7
Para resúmenes de la histori a de las mision es católicas entre los indi os de Nu eva Vi zcaya, rrerías de los indi os de Nueva Vizcaya en las primeras décadas del siglo xvm, consúltense
consúltense Dunne, 1944 y 194 8; Griffen, 19 69 y 1979 ; Porras Muñ oz, 1980; G onzálcz Ro- Barrutia, 1729; Berrotarán, 1748; Fernández [172 5]; Rauch, 1730 Y varios autores, 17 30·
drígu ez, 1984, y Merrill, 1993 . Gonzálcz Rodríguez (1969), Salm ón (199 1) Y Deeds (1 992) s Esta síntesis de los grupos n óm ada s del Bolsón de Mapimí se basa en Gnffen, 19 69·
proporcion an descripciones de las rebelion es a gran es cala. Para información sobre las rn- 9
Griffen, 1969: v.

Wi // 1am L . M c r r i /1 N u e v a Vi z cay a al f in a l d e l a é poca co l on i a l


poblados españoles e indígenas en las áreas de Casas Grande , El Paso, el
sur de Nuevo México y el norte de Sonora. 10 Es probable que e to apa- ban a competir con ellos por el acceso a los recursos de la región y los
ches (llamados "gileños" por los españoles debido a que habitaban el área inercados de Nuevo México. De estos competidores, los más importantes
del río Gila) hayan participado en el comercio con los indios t ómpiro y fueron los comanches. 14
piro en el sur de Nuevo México a principios de siglo, al igual qu antes A fines del siglo xvu, los comanches eran cazadores y recolectores pe-
d~l- co~tacto español. Sin embargo, este comercio fue mucho meno ig- destres que vivían en la Gran Cuenca al norte de Nuevo México. En este
mficauvo que aquel establecido entre los apaches de los llano y lo in- tie11;po, recibieron sus primeros caballos de sus vecinos los yutas, que los
dios pueblo más al norte; aparentemente los principales comerciante de ?abian adquirido en Nuevo México. Hacia 1730, los comanches se habían
los pueblos del sur no fueron los apaches, sino lo jumano nómada integrado completamente al caballo y se habían expandido hacia los lla-
quienes dominaron el comercio entre Nuevo México, La Junta de los Río' nos del búfalo al este de Nuevo México y al norte de Texas. Esta expan-
(en el entronque de los ríos Conchos y Bravo) y Louisiana hasta principios sión, combinada con diversos conflictos entre otras sociedades indígenas
del siglo xvm.11 que habitaban en los márgenes orientales de los llanos, obligó a los apa-
Hacia la mitad del siglo xv11, los apaches del sur atacaban con tante- ches de los llanos a retirarse hacia el sur. 1s
mente las misiones y los pueblos en el sur de Nuevo México, y para 1 6 7 o, Alrededor de 1730, los apaches de los llanos habían sido desplazados
muchos de estos poblados fueron abandonados y las manadas de caballo hacia el sur de Texas, más allá del límite meridional de las principales
casi extintas. 12 Siguiendo a la rebelión de los indios pueblo de 16 o los manadas de búfalos, y hacia las áreas de influencia de los colonos españo-
conflictos entre los diferentes grupos que se habían unido para expul~ar a l~s en Texas, de quienes buscaban protección contra sus enemigos. Oca-
los españoles de Nuevo México rompieron el comercio que había florecido swnalmente atacaban a comanches y otros indios al norte para obtener
entre ellos y los apaches de los llanos, los cuales se vieron obligados a bus- caballos Y cautivos, y continuaban cazando los búfalos que periódicamen-
car en otros lugares su provisión de caballos. Por ejemplo, en I 682 los apa- te aparecían al sur y al oeste de su área usual. Casi al final del siglo xvm,
ches de los llanos comerciaron con apaches gileños por caballos robados en también se aventuraron hacia los llanos del búfalo para cazar, acompa-
Sonora, ya que no los podían adquirir en los pueblos de Nuevo México. 1 ñados, a veces, por soldados españoles. A pesar de lo anterior, su acceso
La disminución de caballos en Nuevo México, combinada con la huida de al búfalo Y al comercio en Nuevo México había sido reducido drástica-
los españoles hacia el área de El Paso, produjo un cambio en el enfoque pa- mente.16
ra invadir la frontera norte de Nueva Vizcaya y el interior de Sonora. Est0 s acontecimientos forzaron a los apaches a incrementar el robo de
La reconquista española de Nuevo México, concluida en r 696, resta- ganado español, especialmente caballos, que les proporcionaban comida Y
bleció el comercio con los apaches de los llanos y trajo nuevo abasteci- materias primas, y que por su gran valor podían ser intercambiados por
miento de caballos a la provincia. Mientras continuaban las invasiones carne Y cueros de búfalo, así como por bienes europeos. 17 Estos ataques
en Sonora y el norte de Nueva Vizcaya, los apaches del sur reanudaron generaron campañas españolas contra ellos. Por otra parte, los coman-
sus ataques en el centro de Nuevo México junto con los apaches de los ches, que empezaron a adquirir armas de fuego en cantidades importan-
llanos Y los navajos, quienes también comerciaban con los españoles y
los indios pueblo de la región. Sin embargo, en I 7 30, estos apaches tam- :~ Estnosa, 1 988; John, 1975:233-234, 272-273¡ Kessell, 1979:357-410.
bién estaban siendo atacados por otros grupos de indígenas, que empeza- ) Jo , 1975:121, 254-257¡ Shimkin, 1986:517.
16
Navarro G arcia, · 1964:103-106; Kenner, 1969:31-34, 60; John, 1975:37o, 4o7, 4 211 647-
648 , 72 8 - Los apaches de los llanos que vivían más hacia el norte también fueron forza-
10
John, 197 5:272-2 73; Schroeder, 1979 :236-242; Griffen, 19 88a:4; Forbcs, r 994: 172 1 19 0 . dos ª salir de los llanos por los comanches y sus aliados, pero en su caso fueron d~~plaza-
191, 20 7-209, 231-234. Joseph Neumann, el principal cronista jesuita de las rebeliones dos, no hacia el sur, sino hacia el occidente. Más tarde, estos apaches fueron identificados
tarahumaras en el siglo xv11, incluyó a los apaches entre los indios aliados en la rebe- ~l~mo los iicarilla (Kenner, 1969:32). Berlandier {1969) proporciona una d~s_cripción deta-
lión tarahumara de 1690. Los otros grupos, además de los tara humares, eran los con- _da de los apaches de los llanos, los comanches y otros indios de la regwn durante los
chos, sumas, janos, jovas, julimes, chinarras, acoclames, tobosos Y chisos (González primeros años de la independencia.
17
Rodríguez, 196 9 :4 6_ 47 ¡. Los apaches Y otros grupos involucrados en las correrías aparentemente valoraban ª las
11
Kelley, 1 95 5, 1986; Kessell, 1979; Schroeder, 1979 :236-242; Ford, 1983; Spielmann, mulas igual que a los caballos, pero para simplificar la presentación, anoto sólo caballos
i99ia:95-96; Forbes, 1994:II7¡ Hickerson, 1994. como blanco principal de las correrías. El robo de burros raramente se menciona en los
12
Forbes, i994:i64-168; Spielmann, 1991a:96. documentos históricos, presuntamente porque los atacantes los consideraban de menos
i3 Forbes, 1959:202 y 1994:191. valor; sin embargo, en 1789 se informó que una banda de apaches que invadía el centro
de Chihuahua montaba burros y llevaba escopetas en sus correrías {Loya, 1789:61).

William L M e rr1l/
Nu eva Viz c aya al f inal de la é poca colonial
tes en 1740, extendieron sus ataques contra los apache ha cia 1 ur d Te- Lo oficiales españoles inmediatamente comenzaron a arrestar a las
xas y Nuevo México. En esta época, un gran núm ero d apache d 1 ur per ona implicadas en los ataques. De las declaraciones de estos prisio-
comenzó a trasladarse hacia el centro de Chihuahua, mientra varia ban- nero y d la entrevistas con cautivos que habían escapado de los inva-
das de apaches de los llanos (quienes más tarde se juntaron para formar el sore , comprendieron que la alianza entre los apaches y los indios locales,
grupo de apaches llamados mezcaleros) se infiltraron en lar gión a lo lar- particularm nte los tarahumares, se había dado desde 1760. 24 La mayoría
go de la frontera entre Nueva Vizcaya y Coahuila. 1 Otro apache d lo de lo indio involucrados fue identificada como tarahumares, cholomes,
llanos, usualmente llamados lipanes, incrementaron u pr ncia en Coa- norteño y tepehuanes, así como apaches. Éstos incluían miembros de
huila y, en menor grado, en Nuevo León y Nuevo Santand r, al ori nt . El banda apaches independientes (principalmente gileños, pero probable-
movimiento de estos apaches hacia el norte de México no con tituyó una m e nt e también algunos mezcaleros), junto con apaches conocidos como
migración definitiva, sino más bien una extensión d u t rritorio en el "criado " por haber sido capturados desde niños y criados en hogares es-
sur de Texas y Nuevo México, donde continuaron operand . 1 pañoles de la región . La mayoría de los no indios era de herencia mixta
Aunque los apaches del sur desde hacía alguna décadas atacaba n el de europeo , indios y africanos, designada colectivamente, en el esque-
norte de Nueva Vizcaya y los apaches de los llanos empeza ban a atacar ma español de clasificación racial como castas, y más específicamente
en la década de 1730 varias poblaciones de Coahuila, us contactos ini- como m es tizos, mulatos, coyotes' y lobos. Además, algunos españoles
ciales con los españoles en el centro de Chihuahua fueron pacífico . A también estaban involucrados, aparentemente tanto peninsulares ~~mo
principios de la década de 1740, incluso ayudaron a los e pañole a captu- criollo , que eran desertores militares o, por diferentes razones, fug~u_vos
rar a la última banda local de nómadas que aún operaba n el Bol ón de de la justicia. Parece ser que los únicos grupos étnicos que no participa-
Mapimí. 20 Sin embargo, hacia 1748 atacaron poblacione españolas en ron en los ataques eran indios como los tlaxcaltecas, yaquis Y sinaloa_s, ª
los alrededores de la ciudad de Chihuahua y el nort e del vall e del río Pa- •
qmenes los españoles habían traído a la Nueva v·1zcaya co mo colomza-
pigochi, iniciando un periodo de intenso conflicto intercultural e interét- dores, auxiliares militares y mano de obra calificada, Y que con frecuen-
nico, que no disminuiría durante las siguientes cuatro décadas. 21 cia gozaban de privilegios negados a los indios locales.25
En las décadas de 1750 y 1760 los apaches atacaron en Nueva Vizcaya
siguiendo la línea de las poblaciones españolas desde el presidio de Janos,
. . . . d. N Vizcaya así como su
al norte, hasta la capital provincial de Durango, una extensión de oo ki- rrenas de los tarahumares y otros 111d10s y no 111 10s en ueva ' h.

arresto y castigo es tán documentados en vanas colecc10nes e man · d uscritos En
· . el Are. !-
lómetros.22 Durante este periodo, la mayoría de los oficiales españoles 1 • • e ondencia de Vllre-
VO General de la Naci ón se encuentra material relevante en. orresp . . .
asumió que estas invasiones habían sido realizadas exclusivamente por . . .
y es, pnmera serie vols 38 39 44 46 Y 73 · Pres1d10s Y caree es, vo . 9 ,
. 1 ¡ y Provincias m-
. . 1
los apaches y formuló estrategias militares con base en es ta conclusión, , . , , , , I f ación ad1c10na
ternas, vols. 41 42 43 47 49 69 128, 132, 142, 162 Y 254. 11 orm n
, , , , , , d I d. es ecialmente e
organizando campañas en territorio apache hacia el norte Y reubicando relacionada con el t ema se encuentra en el Archivo General e . n ias, P
sus defensas para prevenir su entrada a Nueva Vizcaya . Podemos apreciar Guadal a jara, 285 y 286 . E ese
2-1 Para e l aii.o de r 7 5 9 o antes ya existía la alianza entre tarahumares y apachels. . nd. s
su consternación cuando descubrieron, alrededor de 1771, que mucha - . , , . t · ., "I ligación que os 111 JO
ano, un capitán de milicia del valle de Basuch1! se re moa ª co . d or
gente dentro de la sociedad colonial, tanto indios como no indios, eran • ,, · ue atacantes guia os P
tara h umares comienzan a tener con los enemigos Y reporto q en
cómplices y aliados de los apaches en sus incursiones . 23 . _ •mero de muertes
los tarahumares habían causado daños considerables, as1 como un nu_ . h . (Gutié-
1as m1. s10. n es y poblaciones españolas en el area. d 1 11 del no Pap1goc 1
norte e va e . . . itas
. d d 6 los m1s1oneros iesu
is John, 1975:315-318; Kenner, 1994:42-43; Thomas, 1974. Los apaches del sur incluían di- rrez de Riva, 17s9:ssv-s6v). A principios de la deca a e I7
.. d T
°,
hi y San Francisco
. de Bor-
ferentes bandas, conocidas hoy bajo el término "chiricahua" IGriffen, 1988a:4-5). Dife- tamb1en informaron que tarahumares de los pueblos e omoc (B 6 .
rentes grupos de apaches de los llanos, conocidos como los mt.:zcaleros, incluían princi- . .d 1 s apaches argas, 17 2,
Ja estaban involucrados en correrías tanto solos como um osª 0 . . d allí
palmente a los faraones, los natagés y a los propios mezcaleros IOplcr, 1983:385-39 2 ). ' .d f · a un m1s10nero e
Braun, 1764:17). Un tarahumar de Tomochi arrepent1 o con eso ·¡ ¡ b' de1·ado
1
\1 John, 1975 :271-272 1 503. 1 ches "e ia ia
que, despu és de h aber pasado un ti empo considerable con os apa ' ¡¡ en
20
John, 1975:271-272; Berroterán, 1748. . . d b utalmente como e os, y
mue h os tarahumares allá entre los apaches, v1v1en o tan r .d
21
Gutiérrez de Riva, 1759 :55 _56v; Rubio Mañé, 1959 : 379 ; O 'C on or 1773a. Gutiérrez de Ri- . . . . . d 1 horrorosas monstruos1 a-
este particular se exp licó largo tiempo, dandole noticia e as . . _
va, 117 59:5 5) relaciona el inicio de la violencia en el área del valle de río Papigochi con un . f s los oficiales espano 1es
des que ejecutaban" (Braun, 17 64 :17 ). A pesar de estos 111 orme , d'
. - d cuán devastadora po ta
levantamiento de los indios suma en el norte de Nueva Vizcaya . aparentemente no se di eron cuenta s1110 hasta 1os anos e 1770
22
Kinnaird, 1958 :76-80; Griffen, 1988a: 19, 26-29; Navarro García, 1964:13 1-13 2, i3 8-i3 9, .
ser su alianza con los apaches para las am b.1c10nes
• espano - ¡asen la frontera norte.
145, 187-191. 2 _ . . . . d.10 ·111 aba "sonorenses" eran
' En 177 3, el corregidor de Chihuahua 111d1co que m s que e am .
23
Navarro García, 1964:108-190, 214, 222-223¡ Faini, 1772; Bucareli y Ursúa, 1773 . Lasco- mi embros de una banda, la cual tambi én incluía cholomes (Queipo de Llano, i773d-4o 3 ).

630 William L. M e rrill N u eva V i zcay a al fina l d e l a é po c a co l onia l


La proporción de cada grupo étnico que participó en la corr ría va- alrededor de los presidios españoles (por ejemplo, Atotonilco y San Fran-
rió considerablemente de un grupo a otro. En el caso de lo apache , la cisco de Conchos ), donde sirvieron como auxiliares militares, al igual que
mayoría de sus miembros participaba, y es probable que se pueda decir lo aquellos que habitaban los barrancos y sierras al oeste de Chihuahua, o no
mismo de los cholomes, un grupo originario del entronque de los ríos participaron en las correrías o lo hicieron en un mínimo nivel. 29
Concho y Bravo del Norte, que mantuvieron relaciones hostile con los En el caso de algunos de estos pueblos, los españoles pensaban que la
españoles durante el periodo colonial. 26 En contraste, ~a~ece que ólo mayoría de los varones se involucraba en las correrías. Sin embargo, era
unos pocos norteños, tepehuanes, españoles y castas paruc1paron. De he- usual que sólo algunos hombres tomaran parte en los ataques contra los es-
cho, la gran mayoría de los norteños sirvió como auxiliares militares y pañoles, aunque sus parientes o vecinos probablemente apoyaron, o por lo
trabajadores fieles en los centros económicos españoles. 27 menos, ignoraron sus actividades. Parece ser que muchos tarahumares par-
La participación de los tarahumares relativa a su población total cayó ticiparon en ataques sólo cuando estaban fuera de sus pueblos natales, co-
entre estos dos extremos. La mayoría de los tarahumares implicado en mo fugitivos de sus misiones o mientras trabajaban en centros económicos
los ataques durante las décadas de 1770 y 1780 vivían en pueblos dentro españoles en mandamientos de trabajo, o como trabajadores libres.3º
del área delimitada por los centros económicos españoles de Chihuahua,
Cusihuiriachi y Parral. Estos pueblos incluían los fundados por misione- Sin embargo, no está claro si todos los 32 hombres mencionados arriba se enco~traban
ros jesuitas y franciscanos, tanto en la porción oriental del territorio abori- entre estos pri ioneros o, si así era, no se sabe si habían sido arrestados por eS t ªr mv_o~u-
gen de los tarahumares como fuera de este territorio hacia el sur y este, cra d os en las correnas; . .
un informe de 1787 m . d.1ca que, entre 17 8 5 y 17 3 7 sólo 16 pns10- .•
donde un número significativo de ellos emigró o fue reubicado a fines del neros hab1an sido asignados a establecerse, no so•1o en San G erorum
• . . · · 0, sino tamb1en . .en
siglo xv11 y principios del xvm. También participaron tarahumares de mi- Namiquipa (Ugane y Loyola 1787). El nombre de los pueblos de donde eran origmanos
2 5 de estos 3 2 hombres son mencionados; ' de estos pue bl os, siete • corre sponden a los lu-
siones ubicadas hacia el poniente, en las colinas de la sierra Madre y el va- . . • - d los tarahumares
gares indicado en otros documentos como los pueblos de af111ac10 n e
lle del río Papigochi. 28 En contraste, los tarahumares que vivían dentro o .
1mp 1·1ca d os en las correrías: Nonoava, Norogac h.1, p ap1goc . hi , San Lorenzo ' Santa Isabe, .
1
Santa Mana . de las Cuevas y Satebó. Los otros diez . puebl os fueron.. Chinatú ' Cmteco,
Matach1, Parral, San Pablo, Tatahmch1, Temosach1,. Tuayan [·T
. . . . h
z oa aya · '
nai] Tutuaca Y
26 La información sobre los cholomes es proporcionada por Griffen (196 9, 1979), quien in- Yepómera (varios autores 1783-1793). d r
dica la presencia de estos indios en algunas misiones cerca de la villa de Chihuahua 29
En el año de 1784 dos tarahumares originarios de Norogac hi f ueron condena os _a mue. -
(1979:101). Los cholomes y algunos norteños fueron los únicos grupos originarios del . ' . . .. . el mismo ano se m-
te en la villa de Chihuahua por su part1c1pac10n en las correnas, Y en
área del Bolsón de Mapimí que siguieron invadiendo en Nueva Vizcaya en la segunda mi- .
f ormo que una banda de tarahumares de d1stmtos pue os se es . . bl taba reuniendo con apa-
b
tad del siglo xvm. En el siglo xvm, el término "norteños" a menudo se usó como un tér- h b . b d O s (Neve 1784a, 1 7 84 ,
c es en la sierra de Norogachi para entregarles 1enes ro a ' d
mino genérico para designar a los indios del área de La Junta de los Ríos (Griffen, 1979:34). . d 1 · a y barrancos e1 po-
1784c). Algunos tarahumares de otros pueblos, ubica os en a sierr .
27 Muchos de los tepehuanes involucrados aparentemente eran de la misión de Tizonazo, . . . Estos pueb 1os son.
mente de Chihuahua también fueron implicados en las correnas. . . .
cerca de Indé donde se habían asentado en los años 1670 (Faini, 1773; Griffen, 1969:33). . . . ' . . . . . Cabórach1, Ca1un-
Ansiach1, Babaroco Baborigame Baqumach1, Batop1hllas, Bocoyna,
28 Los nombres' de los pueblos a los que pertenecían los tarahumares involucrados en las . . ' ' . h h . G aguachí Guapa 1aya
c h 1, Chmatú, Cocomórachi Cuiteco, Guaca1bo, Guac oc 1, u ' . h ' Pa
correrías se encuentran en los siguientes documentos: Queipo de Llano, r 77 3b, 1773d; (G uapalema), • ' • b N rárachi Pagmc 11 -
Guasarachi, Guazapares, Guebach1, Na _ogame, ª '.b T ochi
Bustamante, 1773; O'Conor, 1773b; Sandoval, 1774, y Neve, 1784a, 1784b. Estos pueblos . . . . h . T . 1• hi Tenon a, om '
mac h 1, Santa Ana, Sisoguichi, Tatagu1ch1, Teconc 1, eJo ocac ' . Gutié-
son, en orden alfabético: Babonoyaba (con sus visitas de Guadalupe Y Concepción), Ba- ·
T onac h 1. Tuayan (¿Toahayana?) y Tutuaca (vanos · autores, 17 83 - 1793 '· Bonca Y es-
1

queachi, Carichí, Chuvíscar, Coyachi, Huejotitlán, La Joya, Nonoava, Norogachi, Papi- b d de tarahumares
rrez de la Cueva, 1784-1785; Almada, 1937:222). En 1788 una an ª . Se decía
gochi, San Andrés, San Francisco de Borja, San Ignacio, San Javier, San Lorenzo, San Ma - . . d' 1 ·rea de Batopl 1as.
ta b a atacando, principalmente a poblaciones m 1genas, en e ª t de lo
teo, San Miguel de las Bocas, San Pedro, Santa Cruz de Tapacolmes, Santa lsahel, Santa 1 . d El Fuerte en e1 nor e
que a gunos de sus miembros eran de la alcaldia mayor e '
María de las Cuevas, Santo Tomás, Satebó, Tecorichi, Temaichi Y Tizonazo. Con la ex- que hoy es el estado de Sinaloa (Ugarte y Loyola, 1782 :2 72, 2 73v). . s pertene-
cepción de Babonoyaba, Chuvíscar, Norogachi, San Andrés, San Pedro, Santa Cruz de Ta- 30 S . . . . . . t s en las correna
egun los oficiales españoles, gran numerp de los participan e .. , d B b 0 noyaba
pacolmes y Santa Isabel, todas estas misiones fueron entregadas al clero secular alrede- · a los pueblos de Guadalupe y Concepción, am bos visitas
cian · · de la m1s10n e . ª t ques
de organizar a a
dor de 175 5 o en el tiempo de la expulsión de los jesuitas, en 1767; aquellas secularizadas (Ugane y Loyola 17 8 7 1789:251v). La práctica de los tara h umares . se-
alrededor de 17 5 5 dejaron de ser clasificadas como misiones (Deeds, 198 1; Revillagigedo, . , , 1, d Santa Eula 1ia en una
mientras trabajaban fuera de sus pueblos se ilustra para e area e f s
1966; Burrus, 1963). En los años de 1785 y 1786, a treinta y dos hombres se les dieron tie- · d ·- p · ·as Internas 132, s. 37 2 s ·
ne e documentos del Archivo General de la Nac10n, rovinci . d .
traban le1os e su terr1-
rras en una "nueva colonia" de la villa de San Gerónimo (ahora, Aldama, Chihuahua), la En la segunda mitad del siglo xvm algunos tarahurnares se encon
. , . . h 1 • Nazas al sur Y asta !-
h s·
cual se restableció en ese tiempo (varios autores, 1783-1793). Alrededor de 1785, José An- tono aborigen, llegando hasta Nuevo Leon al onente, ast a e no _ . (O'C
, . . . s espanoles onor,
tonio Rengel, Comandante General Interino de las Provincias Internas, había enviado a naloa al occidente. La mayona trabaJaba en centros economico . )
"varios indios y castas, que estaban en las cárceles de Chihuahua", a establecerse allí. . L 1 8 17 88· Gnffen 1969, 1979 ·
1773b; V1dal de Lorca y Villena, 1775; Ugarte Y oyo a, 17 7, ' '

William L . M e rrill Nueva Vizca ya al f inal d e la é poca colonial


.

El área donde se efectuaron estas incursiones (aproxim adam nt n- pu ta por el m arqu és de Rubí y José de Gálvez a fines de la década de
tre Janos y la villa de Durango) fue la misma región atacada dura nt la 1 7 o, 1 plan elaborado incluía consideraciones tanto militares y econó-
décadas anteriores y, de hecho, coincidió con el ár ea origina l dond inva- m ica corn o política y jurídicas. La aplicación de este plan durante las
dieron los nómadas originarios del Bolsón de Mapim í. Lo in va re nfo - igu i n t tr década la facilitó la creación de la Comandancia General
caron sus ataques a haciendas y ranchos asociados, pero ta m poc perdona- de Provincia Interna en 177 6, que organizó las provincias del norte en
ron los ranchos independientes, campos mineros, viajero y c nvoy , un a va ta zon a militar. -i
ni siquiera a los presidios. Los principales invasore en el n rt , nt r Ja- Punto clave de la dim ensión militar de este plan fue la reorganiza-
nos y la villa de Chihuahua, fueron apaches qu e operaban olo . Ta mb ié n ción de lo pre idio norteños para bloquear el acceso a Nueva Vizcaya,
invadieron ricos distritos agricultores y mineros entre la villa de C h i- tanto d d el n orte com o desde el Bolsón de Mapimí en el este. Además,
huahua y Durango, pero allí se juntaban con frecuen cia con re id nt lo- lan zaro n ca mpaña hacia territorio apache más allá de la línea de los
cales (incluyendo indios y no indios) en sus ataques o lo e peraba n e n lu- pr sidio , y fu eron enviadas patrullas para expulsar a los apaches Y otros
gares aislados para recibir el ganado, prisioneros y el botín obt enid o. 1 invasor s d 1 Bolsón de Mapimí y otras áreas de refugio más pequeñas en
También se realizaban correrías, aunqu e en un grado m en or, h acia I oe - el interior de la provincia, qu e utilizaban como bases para atacar los cen-
te en las jurisdicciones de Cusihuíriachi y Ciénaga de los Olivo , donde tros econó micos e pañoles. Muchas mujeres y niños apaches, capturados
fueron atacadas tanto poblaciones españolas como mi sion es tarahuma- durant e e ta campaña , se convirtieron en sirvientes de los españoles .º
res. Las áreas más afectadas cambiaban continuament e, ya qu e, mi nt ra fu eron deportado con us parientes hacia el centro de México Y las An:u-
los vecinos y militares españoles respondían a las invasiones n un área, llas .35 E t as acciones militares fueron combinadas con incentivos que m-
los invasores cambiaban sus lugares de operación .3 2 cluían ofrecimiento de raciones si las bandas apaches acordaban eS t ªble-
El impacto demográfico y económico de esta viol enci a en Nu eva Vi z- cerse en paz alrededor de los presidios del norte. . d d
caya fue devastador. Desde el principio de las hostilidades e n e7 4 8 , ha ta Para eliminar la amenaza que procedía desde adentro de la socie .ª
el año de 1772, aproximadamente 4 mil personas fu eron asesinada y la colonial, el gobierno intentó restringir los movimientos tanto de los 1;-
pérdidas se calcularon en 1 1 millones de pesos, sin incluir prés ta m os por dios como de los n o indios fuera de sus lugares de residencia, arreS t ªn °
seiscientos mil pesos que no pudieron ser pagados. Solam ent e en lo pri- personas sospechosas de participar en las correrías . En 1772, más de dos -
meros diez meses de 1771, los atacantes asesinaron a 125 personas, hiri e- . h ombres la mayona , tarahumares fueron encerra dO s en la rea 1
cientos 1
d
ron a otros doce y se llevaron cautivos a tres, además de robar alrededor cárcel de Chihu~hua. Todos los hombres identificados como líderes , e
de 7 mil cabezas de ganado. Entre 1771 y 1776, 66 355 cabezas de gan ado correnas , murieron en la cárcel probablemente por 1as tor turas y <lemas
mayor y 1 901 cabezas de ganado menor fu eron robadas, 1 674 personas formas de maltrato. Aunque a muchos ' los culparon de homici· ·di. 0 , robo Y
asesinadas y 154 capturadas. Estas cifras no incluyen al person al militar de conspirar con los ap aches ninguno fue e¡· ecutado. Para reducir los gas-
o a los viajeros asesinados ni el ganado de tropas presidiales robado, ta m- ' h .h hua
tos del mantenimiento de tantos prisioneros, el corregidor de C 1 ua d
poco de las antiguas haciendas de jesuitas ubicadas alrededor de la villa 1os sentenc10 . , a labores forzadas en vanos
. proyectos d e tra b ª ¡·o alrede or
de Chihuahua, donde se recolectó el ganado confiscado de las mi siones de Chihuahua. Muchos de estos prisioneros escaparon Y reanudaron sus
jesuitas tras su expulsión en 1767. En los mismos cinco aü os fu eron correrías. 36
abandonadas 116 haciendas y ranchos .33 Como el nivel de violencia no decreció oficiales españoles iniciaron
Para remediar esta situación, el gobierno colonial empezó a tom ar m e- ' medrentar a
otra ronda de arrestos entre 17 8 3 y 17 8 5. En I7 84, para ª ,
didas drásticas. Basándose principalmente en las recomendaci on es pro- . . . , de las correnas,
cua 1qmer persona que se inclinara hacia la contmuacwn d ,
e 1 comandante general de las provincias internas, Fel1pe . de Neve ' or eno
11
Queipo de Llano, 1773c:249v¡ N eve, 17 84d.
-'
2
O'Conor, 1773b; Faini, 1774; Sandoval, 1774; Ugarte y Loyo la, 17 87; Navarro C arda, i -1 d 68 Weber 1992 :204-
Thom as, 194 1; Kinnaird, 195 8; Navarro García, 1964¡ Moorhea , 1 9 i '
1964:33 7, 442; Criffen, 1969. 23 5. d
13
Bucareli y Ursúa, 1772; Barray, 1777. En sus correrías, las banda s so lían mata r a los espa- 1. . . • hacia el centro e
' Durante la época co loni al, los españoles consideraron la deportacwn . d' de
ñ oles y otros europeos con quienes topaban. Sin embargo, a veces llevaban europe os, es- , .
M ex1co . d I obre los m igenas
y el C aribe com o un m edio radical pero efectivo e contra s , . d de
pecialmente mujeres y niños, a sus campamentos para después int egrarl os a sus bandas ., 1· . , de la pohuca e -
Nueva España . Para informaci ón sobre la formulac10n y ap 1cacwn
o, alt ernativamente, cambiarlos por rescates o por mi embros de sus band as captu rados portaci ón, vid. Criffen 1969:63 -701 Archer, 1973 y Mirafuentes Galván, 19 86·
por los españoles. 16
Ugart e y Loyo la, 1787.

6_:,4 Wi ll1 am L. M c rr 1 l l N u e v a V i z c ay a a l f i n al d e l a é poc a co l on i a l


la ejecución de treinta y tres tarahumares, cuatro mulatos y un me tizo, 17 4 y 1786, y de nuevo entre 1790 y 1792, bajo el mando de Juan Bautis-
además de otro indio cuya filiación étnica no fue revelada. Condenó a e - ta Elguezábal y Diego de Borica, respectivamente. Con estas inspecciones
tos prisioneros militares se capturó gran número de vagabundos, muchos tarahumares
fueron devueltos a sus misiones y se convenció a varios cientos de tara-
en la pena ordinaria de muerte en una horca, a que serán conducid s arras- humares "gentiles" de considerar mudarse a pueblos misionales, además
trando en un serón y después de ejecutada, divididos sus cuerpos en cuarto de corregir numerosos abusos laborales que se creía eran la causa de gran
que se colocarán en los caminos que sirven de entrada y sa lida de la villa de parte del descontento de los indios. Durante este periodo, muchos apa-
Chihuahua, llevándose sus cabezas a los respectivos pueblos de la n atura le- ches aceptaron el ofrecimiento de los españoles de proveerles regular-
za de cada reo para ser clavadas con esca rpia a la punta de un pal , a fin ele mente raciones de comida y otros bienes a cambio de paz, y se comenza-
que operen el mismo terror y escarmiento que la vista de la ejecuc ió n, que ron a asentar cerca o dentro de varios de los presidios del norte.3 9
es preciso se verifique en dicha villa por la dificultad de co nducir los reos Hacia 1794, aparentemente estas medidas tuvieron el efecto deseado:
desde aquella cárcel en que existen hasta los distantes y distintos pueblos e n mientras aún continuaban las invasiones, su frecuencia e intensidad de-
que nacieron.37 crecieron dramáticamente.4° Nueva Vizcaya continuó gozando de una
paz relativa en las últimas décadas de la época colonial y la primera de la
En junio de 1784, Neve dejó su sede en Arispe para supervisar personal- independencia . En 1831, sin embargo, oficiales mexicanos suspendieron
mente los arrestos y procesos de los prisioneros, pero murió camino a la las raciones a los apaches, y éstos reanudaron sus correrías, que pronto
villa de Chihuahua. Su sucesor, José Antonio Rengel, suspendió las eje- alcanzaron los niveles de los ataques del siglo anterior.4 1 En varias déca-
cuciones hasta recibir órdenes del virrey de Nueva España. Al parecer, el das posteriores a 1830, los comanches y los caihuas también atacaron
virrey optó por la indulgencia, porque para 178 5 cuarenta y cuatro prisio- poblaciones en el norte de México. No fue sino hasta la década de I 880,
neros habían sido liberados 16 fueron enviados a colonizar a los pueblos
J
que las fuerzas militares de México y Estados Unidos cooperaron para
de San Gerónimo y Namiquipa y otros 41 fueron sentenciados a trabajos eliminar la amenaza apache en esta región.4 2
forzados en los obrajes de la villa de Chihuahua y la hacienda de Encini-
llas al norte de Chihuahua; 2 7 prisioneros permanecieron encarcelados y LA RED CLANDESTINA DE INTERCAMBIO
otros 20 habían fallecido.3 8
Los oficiales españoles combinaron estos castigos ejemplares con el En las décadas de 1770 y 1780, las correrías en Nueva Vizcaya alcanzaron
ofrecimiento de amnistía general, esperando que, cuando la amenaza de niveles sin precedentes. Este incremento se atribuye, en parte, a las re-
castigos fuera levantada, las personas involucradas en las correrías regre- presalias apaches por las frecuentes campañas militares tomadas en con-
saran a sus pueblos y desistieran en el futuro de invadir. También creye- tra suya, pero otros dos factores parecen ser más importantes: primero, el
ron que el establecimiento de una paz general dependía de un control número de personas en Nueva Vizcaya que dependía del ganado robado, Y
más firme sobre el área de los tarahumares. Para esto, se despacharon es- por lo tanto de las correrías para sobrevivir, se incrementó en este perio-
cuadrones de soldados que inspeccionaran la región tarahumara entre do. Estas personas incluían no sólo a los apaches que fueron empujados
hacia Nueva Vizcaya por medio de presiones del norte, sino también al
3
; Neve, 1784b; anónimo, 1983 [17 84 ]. creciente número de residentes locales que se unían a los apaches O que
3
Rengel, 1786; Ugarte y Loyola, 1787; Navarro García, 1964'.442-443 . En el año de 1 784,
formaban sus propias bandas. La mayoría de estas bandas dependía de la
más de novecientas personas se encontraban en las cárceles de la villa de Chihuahua, en-
tre ellos muchas mujeres y niños, así como hombres (Borica y Gutiérrez de la Cueva, caza Y la recolección de recursos silvestres como parte de su alimenta-
1784-1785). Provenían de casi todas las regiones de la Nueva Vizcaya; unas cuantas eran ción. Para adquirir carbohidratos, a veces compraban o robaban maíz Y
originarias de áreas fuera de los límites de la provincia. La mayoría de los tarahuman.:s
encarcelados provenía de pueblos ubicados dentro O cerca del área triangular fom1ada en- w Rengel, 17 86; Ugarte y Loyola, 1787; Griffen, 1988a; información detallada sobre la ins-
tre los centros de población española de Cusihuíriachi, Chihuahua y Parral, aunque algu- pección de Borica se encuentra en el Archivo General de la Nación, Provincias internas
nos fueron situados en las sierras y barrancos hacia el poniente y suroeste (vid. nota 29). 162.
Según Navarro García (1964: 444 ; cfr. U rías Hermosillo, 1994: 11 2), Rengel propuso de- -lº Nava 1796; Navarro García 1964490; Griffen, 1988a.
portar a muchos de estos prisioneros a la ciudad de México y de allí a "lugares ultramari- -l' Griffen, 1988a, 1988b. Aunque alguna gente local estuvo involucrada en estas correrías,
nos", pero no he localizado documentos que indiquen que tales deportaciones se llevaran su participación fue mínima comparada con la de la segunda mitad del siglo xvm .
a cabo o que revelen el destino de todos de ellos. -l
2
Bourke, 189 1; Lister y Lister, 1966; Griffen, 1988a, 1988b; Orozco, 1992a, 199 2b, 1 995-

William L M e rri/1 NuevcJ Vizca y a al fi n cJI d e la é poca colonia l


otros cultivos de poblaciones indígenas y española de la r egi , n. La ban- caballo , lo e pañoles en Nuevo México habían empezado a comerciar
das que conseguían establecer campamentos ca i perman nt e e n á rea en la d , cada anterior con los comanches, invirtiendo el papel que jugaban
aisladas, donde había fuentes confiables de agua, tambi ' n prac ticaban n décadas anteriore de ser los principales proveedores de caballos a los
ocasionalmente la horticultura. Su fuente principal de proteína animal, indios.4 6 Es probable que la mayoría de los animales que los comanches
no obstante, era el ganado que robaban. Preferían lo caballo y la mula entr gaban en Nuevo México y a los indios que estaban más al norte fuera
a reses y borregos, porque los primeros podían er alejado má rá pida- robada de lo e pañoles en Texas o de los apaches que, a su vez, los habían
mente y proveían tanto de transporte como de comida; ademá , mucha tomado de la poblaciones españolas en el norte de México. Para reempla-
bandas gustaban más de la carne de caballo y mula que d la d r o car- zar los caballo robados por los comanches, estos apaches se vieron forza-
nero, y derivaban de estos animales una cantidad ignificativa d mate- do a continuar robando las manadas españolas.
rias primas, como cueros que utilizaban para con truir u morada 4 Como consecuencia de sus correrías y su comercio, los indios crea-
El segundo factor fue el aumento en la demanda de caballo e ntr l o ron tanto la demanda de caballos entre los españoles como la oferta de
indios y los europeos al norte de Nueva Vizcaya. A m ediado del iglo e to animales para cubrir esa demanda . La posibilidad de comerciar con
xvm, la mayor parte de las sociedades indígena al norte de Texa habían lo franceses en Louisiana, particularmente por armas de fuego, también
transformado sus estrategias de subsistencia para explotar las vasta ma- impulsó a los apaches a invadir el norte de México. Durante los siglos
nadas de búfalos que se encontraban allí, o estaban en proceso de hac r- xvu y xvm, franceses e ingleses proveyeron de armas de fuego a los in-
lo.44 Los caballos les eran necesarios tanto para cazar eficie nt em nt bú- dios de Texas y áreas vecinas del norte y el oeste. Para defenderse, l~s
falos como para defender su acceso a este recur o tan importante para apaches de los llanos más cercanos a estos grupos, principalmente los h-
ellos. Algunos de sus caballos los criaban ellos mismo Y también lo ad- panes, tenían que adquirir armas, pero la única mercancía de fácil acceso
quirían por medio del comercio con sus vecino ; lo comanche Y su para ellos y también de interés para los europeos eran los caballos. Los
aliados los caihua y los apaches-caihua eran los principales proveedore lipanes a veces trocaban caballos por armas de fuego con los pobladores
de caballos para grupos que habitaban má s al norte. Al mismo ti empo, españoles en Texas, pero su principal suministro de armas Y municiones
hubo un enorme aumento en las correrías para obtener caballo entre lo eran los indios del este de Texas, quienes servían de intermediarios en el
diferentes grupos indígenas, con grupos situados má al nort e que ataca- comercio de caballos y armas de fuego entre los lipanes y los france_ses.
ban a los del sur, en una cadena que terminó en las poblaciones espaflola Este comercio ilícito entre el norte de México y Louisiana comenzo en
en la Nueva España septentrional. 45 la década de 17 60 y se expandió dramáticamente durante las décadas _de
Las correrías de los indios en Texas y Nuevo M éxico redujeron drás- 1 77° Y 1780, que coincidía con el incremento de correrías en Nueva Viz-
ticamente el número de animales disponibles a los colonos para su co- caya.47
mercio y uso local. De hecho, en la década de 1770, las manadas en Nu e- Probablemente los lipanes adquirían los caballos que intercambiaban
vo México se encontraban tan disminuidas que los colonos espafloles no sólo mediante sus correrías sino también a través de trueques con
pidieron que las provincias del sur les mandaran caballos, pero éstas tam- mezcaleros y gileños, quienes a:acaban más al oeste e intercambiaban ca~
bién encaraban el mismo problema debido a las correrías. Para adquirir ballos desde allí hacia el norte y noroeste. En 1750 se informó que los a~a-·
ches mezcaleros intercambiaban caballos y mulas robados en Nueva Viz-
caya Y el área de El Paso con apaches jicarillas en el norte de Nuevo
-n O'Conor, r773a; Sandoval, I7? 4; Neve, ns 4 a; Griffen, r988a:12, 102; Merrill, 1994: 137- , · · oberna-
M exico por carne y cueros de búfalo y tipis .4 8 En 1777, el anuguo g
r39. En una junta de guerra ll evada a cabo en Moncl ova en 1777, los principales oficiales
militares de las provincias internas indicaron que todos los apaches comían caba ll os y
d or d e sonora mformo
· , al comandante general de 1as provmci · ·as internas
mulas, con excepción de los lipanes IJohn, r 975 :5o3). Si esto es cierto, entonces lo s lipa- que los apaches que invadían Sonora cambiaban caballos por pieles con
nes, más que otros apaches, habrían estado más urgidos de conseguir una cantidad ade-
cuada de proteína animal, y por tanto probablemente se huhi era n dedicado m ás a robar T - 8 89 384· Ken-
amaron y Romeral, r937 :343; Navarro García, 1964:4 1-42, 244-245, 24 1 2 '
-lli
'. d
reses y tal vez ganado menor de las poblaciones españolas. . , f eron env1a os
4
ner, 969; John, 1975; Kesse ll, I979; cahallos de Nu eva Vizcaya tam bien u
1
-l Oliver, r962. En r77 3 se informó que había caballos espa ñoles entre los indios sa uk en
a Nuevo M éxico en r679 (Forbes, r959:2or).
Wisconsin. Veinte años después, caballos con sillas y freno s mexicano s fueron vistos en- -l
7
John, 1975 : passim. pp. 287, 336-338, 364,420,438, 460-46I Y 634-635.
tre los indios mandan en el alto río Missouri en lo que ahora es Dakota del Norte, aproxi- -l S Kenner, I96 9:34; John, 1975 :328. Los apaches involucra
. d os f ueron Ios natagés o. faraones,
madamente 1 400 kilómetros al noreste de Santa Fe (Ewers, r955 :5, 8). .
postenormente conocidos como "mezcaleros", as1, como 1os apac h es cu artele¡o o carla-
-li Ewers, 1955 :7 -15; Griffen 1988b:138-139. na, identificados más tarde como "jicarillas" (Opler, 198y388 -39 2 ).

Wil/iam L M e rrl/1 N 11 e v n Vi z e a y a aJ f i 11 a J el e 1a é p o e a e o 1o n i n 1
los apaches en Nuevo México (probablemente los apa ch e del sur ), quie- sentaban a estos líderes como si ejercieran considerable poder sobre los
nes los canjeaban con los hopis de Arizona u "otras nacion e " .49 dem ás miembros de la banda. En un caso de 1784, el líder de una banda
invasora de tarahumares supuestamente dictaba que sus seguidores le ju-
La organización social de las correrías raran lealtad llamándolo "Vuestro Dios y Vuestro Rey".51 Sin embargo,
parece ser que el poder de estos líderes era más bien tenue, y se basaba
Las bandas invasoras, que variaban en número desde unos cuanto indi- principalmente en su habilidad para asegurar correrías exitosas, la distri-
viduos hasta varios cientos de miembros, mostraban diferente forma s bución equitativa del botín y relaciones pacíficas entre los miembros de la
de organización social. Algunas de éstas, las más pequeña , incluían sólo banda.
hombres, quienes escogían o eran forzados a abandonar sus vida dentro La composición de estas bandas fluctuaba bastante, con individuos
de la sociedad colonial o, alternativamente, se aus entaban de sus pue- que continuamente se les unían o las abandonaban. De hecho, la docu-
blos y lugares de trabajo para atacar por breves periodos antes de regre ar mentación histórica da la impresión de que muchas de estas bandas se
a sus hogares. Otras bandas se componían de hombres, mujeres Y niño formaban y disolvían relativamente pronto. En algunos casos, las bandas
que abandonaban sus pueblos para vivir en áreas aisladas . En algunos ca- desaparecían porque los españoles las destruían con acciones militares o
sos, las mujeres eran las esposas de los miembros varones; en otros, los arrestaban a sus miembros, pero en otros casos hasta bandas que los espa-
hombres se las habían "robado" de sus pueblos, y así, en otros casos, tan- ñoles consideraban como una gran amenaza para sus poblaciones simple-
to los hombres como las mujeres habían dejado a sus parejas para vivir mente desaparecieron de los anales históricos, ya que las fuerzas españolas
juntos fuera de sus pueblos. no las pudieron encontrar. Es probable que estas bandas se hayan refugiado
Los miembros de las pequeñas bandas solían compartir filiación étni- más allá de la frontera o se hayan desintegrado y sus miembros se unieran
ca; generalmente provenían de uno de los grupos locales de indios seden- a otras bandas o, en el caso de residentes locales I se infiltraran de nuevo
tarios. En los casos de bandas compuestas por españoles o castas, com- en la sociedad colonial. Moverse entre las bandas nómadas y la vida se-
partían una lengua y, en cierto grado, la cultura de la sociedad colonial dentaria de las misiones y de las poblaciones españolas requería sin duda
española. Los hombres identificados como los líderes de estas bandas so- considerables ajustes, pero al parecer las personas que estaban involucra-
lían ser de mayor edad O de más experiencia que los otros miembros, pero das lograron cambiarse con relativa facilidad.
ejercían poco control sobre sus actividades. . Las redes de comercio clandestino en las que participaban las bandas
Las bandas invasoras más grandes siempre incluían tanto a mujeres Y ~nvasoras funcionaban paralelamente y, en algunas instancias, en con-
niños como a hombres. Algunas de éstas se integraban exclusivamente Junción con redes de comercio legítimo que enlazaban a indios locales Y
por individuos del mismo grupo étnico, mientras que otras eran heterogé- P?bladores españoles con provincias adyacentes en el norte, y las provin-
neas. Con excepción de algunas bandas grandes de tarahumares, los miem- cias del norte con el centro de México, Nueva España con Europa y el res-
bros de las grandes bandas étnicamente homogéneas eran apaches, aun- to. del
,
mundo. Como todas las redes de comercio / la red clandestina con-
que muchas bandas apaches también incluían algunos individuos de otros st
si ia en tres conjuntos de actividades: la procuración, el almacenaje Y la
grupos étnicos, cautivos O fugitivos. Los miembros de bandas étnicamen- entrega.s2
te heterogéneas provenían de diversos grupos étnicos, tanto indios como
no indios, Y en tales bandas ningún grupo étnico era predominante. La procuración. Las bandas invasoras se concentraron en obtener tres ca-
Las bandas grandes solían dividirse en subbandas más pequeñas, que tegorí~s generales de bienes: r] ganado, principalmente caballos Y mulas;
generalmente seguían líneas étnicas. Cada subbanda tenía sus propios lí- 2 l botm, como vestimenta, armas de fuego, municiones y a veces dinero,

deres, subordinados a uno O más individuos reconocidos como los líderes Y 3] cau~ivos. Para obtener estos bienes, las bandas grandes utilizaron dos
de toda la banda.so A menudo oficiales militares y civiles españoles repre- e st rategias básicas. La primera era atacar poblaciones o viajeros; para ha-
cerlo solían dividirse en pequeñas cuadrillas para atacar diferentes lugares
4
simultáneamente; cada cuadrilla se componía de 10 a 25 hombres Y oca-
Y Navarro García, 1 9 64 :32 g_
50
La banda más grande mencionada en la literatura operó en el área del Bolsón de Mapimí
5' Neve, 1784a.
alrededor de 1773 y estaba integrada por indios y no indios. Las estimaciones de su tama-
ño varían considerablemente; las más altas calculan el número de miembros entre 900 Y 52
ES t e resumen de las bandas y sus actividades se basa en manuscritos inéditos citados en
1 700 hombres, además de mujeres y niños (Merrill, 1 994: 1 33 j. la nota 23, vid. Merrill, 1994 _

W illi a m L. M e rrill Nu e va Viz c a y a al f inal d e la é p oca c oloni a l


sionalmente algunas mujeres.5 3 Luego se reunían en algú n lugar, ante-
milit ai- e pañole , a d emas
, d e d escu b nr
· puntos d'ebiles
· ·
en el sistema
riormente designado para regresar junto con el bo tí n a u principa le
campamentos, donde los otros miembros de la banda lo e p ra ban. C uan- d u de fen a. E to espías desaparecían con frecuencia de las poblacio-
do los blancos elegidos se hallaban bien protegidos (por jem pl , pr idio n paño la ju to antes de un ataque para comunicar a los invasores
o grandes haciendas), los contingentes, que a vece contaban ha ta con va- la informació n r ecogida. Alternativamente, uno o varios de los miem-
rios cientos de guerreros, atacaban en masa, utilizando a m nudo tác tica bro _~ la banda invasora entraba a las poblaciones para recibir la infor-
militares españolas e insignias como banderas, tambore y pífa n . T ale macrnn d lo e pías, ya fuera verbalmente o por medio de señas secre-
ta . 7
ataques tendían a realizarse cuando había luna ll ena y m á fr cuent m en-
te durante las estaciones secas del año. Durante lo tiemp o de lluvia, al Al pai-ec r tale redes de inteligencia eran compo~ente central de la
parecer las bandas dependían más de los reCLuso ilve tr para ub i - e, trategia de ataque de las bandas a través del norte de México I tanto en la
tir; tomaban ventaja de la abundante pa tura y agua para ll evar a u m a- epoca colonial como en la posterior a la independencia. -s Para crear estas
nadas de caballos y mulas robadas hacia el norte para com rciar con otra rede , la banda invasoras explotaban el descontento de muchos miem-
bandas.54 bros de la cla es ubordinadas dentro de la sociedad colonial así como la
Además de dirigir los ataques, las bandas grande también adquirían habitual falta de mano de obra que plagó las provincias d~l norte. En
bienes robados mediante trueques con bandas m ás pequ eña , la c ual e Nueva Vizcaya, la demanda de trabajo generó una fuerza de mano de obra
operaban independientemente de las bandas grand es . A cambi o de e to flotante, compue ta principalmente por indios sedentarios locales y cas-
bienes, las bandas grandes ofrecían vestimenta, piele de búfalo, venado y tas que se trn ladaban libremente de un centro económico español a otro.
flechas. Los indios locales, los españoles o las castas que integraban e tas Por su nece idad de trabajadores, los mineros, rancheros y dueños o ma~
pequeñas bandas, valoraban estos artículos porque los utilizaban para di - Y_o r~omos de haciendas rara vez inquirían sobre sus antecedentes, ni in-
frazarse de apaches, una artimaña empleada durante siglos por los invaso- sistian en que tuvieran los permisos oficiales requeridos para que pudie-
res en Nueva Vizcaya para ocultar su participación en las correría . -- D e ran trabajai- fu era de sus pueblos.
hecho, una banda tarahumara no sólo utilizaba vestim enta y armas d
apache, sino también se untaban una mezcla de carbón y ocre rojo para El ~lmac enaje_ Las pequeñas bandas que vivían en los márgenes de la
convencer a sus víctimas de que eran apaches. 56 sociedad colonial solían consumir por lo menos un poco del ganado que
El éxito de estas bandas durante la segunda mitad del siglo XVIII se robaban en cuanto estaban a una distancia segura del lugar atacado, Y
debió principalmente a la sofisticada red de inteligencia que lograron tamb~én guardaban parte del botín para uso propio. Sin embargo, se co-
~rear dentro de las poblaciones españolas. Los operativos en estas redes merciaban la mayoría de los bienes, prisioneros y ganado excedente con
mcluían tanto a indios como a no indios, muchos de los cuales servían ba nd as grandes, las cuales enviaban cuadrillas compuestas de unos cuan-
c·omo trabajadores eventuales en los centros económicos españoles. Di- tos hombres para recogerlos.
chos operativos guiaban a las cuadrillas invasoras hacia blancos especí- Usualmente los líderes de las bandas mayores repartían ganado roba-
fi_c_os Y se infiltraban en poblaciones españolas para recoger informa- do ' botín y pns10neros
· · ·
entre los miembros de sus bandas. A veces mcor-
crnn sobre la ubicación y movimientos de las manadas y escuadrones poraban ª los cautivos como miembros libres de las mismas, pero más
~recuentemente se les hacía sirvientes o peones. Al igual que las peque-
51 ~as ba nd as, las bandas grandes dependían del ganado robado para subsis-
Con base en las declaraciones de dos prisioneros implicados en las correrías, José Faini
tu, pero, ª diferencia de las pequeñas bandas, servían también como cen-
(l773:I2v), gobernador y comandante general de Nueva Vizcaya, inform ó en 177 ."\ "Que
en las tropas de estos enemigos, se agregan indias taraumare s, que di sfrazada s cnn hábit o tros de abasto Y distribución de bienes robados. Con frecuencia ubicaban
s us campamentos cerca de manantiales y otras fuentes de agua, donde su
de hombre, manejan con igual inhumanidad y furor las armas [... J". Griffen (r 988a:12)
. también señala 1a part1c1pac10n
· · · - d e mujeres apaches en las correrías .
.,,i Navarro G - 1
arcia, 964:292; Merrill, 1994:139. Griffen (196 9: 121-122) menciona que las
cor~erías de los grupos del Bolsón de Mapimí en la primera mitad el siglo xvrrr también
57 s 111
.f ,
e armo que espías en las haciendas indicaban la posibilidad de resistencia local ª las
__ teman un "carácter rítmico", de acuerdo con el ciclo lunar y las estaciones del aúo . correrías po 1- 1a m anera en qu e llevaban puestos sus "penachos de zacate " (d e I R1'o,
'-' Bargas, 17 62 ; Queipo de Llano, r773a:242bis verso; Neve, 1784a, 1784c; Revillagi gcdo, i773 :347v).
_ 1790:186; Navarro García, 1 6 : ss El exte - por las bandas que operaban en el norte lo han documenta d o
6
9 4 44 1. nso uso de esp1as
> Neve, r784a. Gonzál ez de Santian es, 1782; Griffen, 1969:32-33, 37 1 39, 53, 63 -64, 109, 147 (cfr. Grif-
f en 198 86· - 1964:261 328 y Kessell, 1979:373 .
' .151-162); Navarro Garc1a, 1

W i l l 1 ll m L M e r r1 //
N u ev a V i zcay a al i in a l d e l a é p oc a c o l onia l
ganado pudiera pastar hasta su intercambio.5 9 Sin em~argo, nin~na 0 dio de Coahuila, donde ya habían establecido la paz, y es muy probable
pocas de estas bandas criaban ganado, y por tanto debenan er con idera- que ganado robado en Sonora haya sido trocado en Chihuahua. 62
das semipastores en lugar de pastores. Quizá no se comprom,etían a la Este comercio a larga distancia fue efectuado de tres maneras: prime-
crianza de ganado por su necesidad de vivir como nómadas ~n are~ . ~ar- ro, gradualmente se trasladaban los bienes hacia el norte desde un nodo o
ginadas donde el agua y el pasto eran escasos . Además, la d1 p~n~bihdad punto local en la red de intercambio hacia el siguiente; segundo, periódi-
de caballos criados por los españoles o de manadas salvaje , limitaba la camente se llevaban a cabo ferias clandestinas, en las cuales grupos de lu-
1 • } 60
necesidad de criarlos para reabastecerse de estos amma es. gares lejanos se reunían para hacer intercambios unos con otros. En 1773,
se informó que una banda pluriétnica que operaba desde el Bolsón de Ma-
La entrega. Gran parte del ganado y bienes robados en Nueva Vizq.ya du- pimí llevaba sus manadas de caballos robados a un lugar aislado cerca de
rante la segunda mitad del siglo xvm nunca salió de la provincia. Fu ron la Hacienda de Encinillas, aproximadamente a 2 s kilómetros al norte de
trocados o consumidos en lugares cercanos a donde fueron robado _Y no la villa de Chihuahua, donde las cambiaban con grupos procedentes del
llevados a sitios más distantes. Tal comercio local caracterizó el fluJo de norte, por pieles, bolsas de cuero, flechas y lanzas. 6 3 Las grandes exten-
.
bienes entre las bandas pequenas- y gran d es, a1 igua · 1 q u e entre las bandas siones despobladas de Nueva Vizcaya y sus provincias adyacentes permi:
. • 1
y pobladores locales, qmenes no se mvo ucra an ir ectamente en las co-
b d. . , tían a los invasores trasladar a sus manadas de ganado a través de largas
rrerías ni en el intercambio de bienes fuera del área. 61 No obstante, quiza distancias con poco peligro de ser detectados.
fue muy limitada la cantidad de bienes y ganado robado que este_ mercado El tercer método consistió en llevar los bienes y ganado robados di-
ilícito local podía absorber sin ser detectado, y las enormes ~anudades ~o- rectamente a las fronteras de Nueva Vizcaya y más allá, donde entraban a
badas casi siempre excedían las necesidades de subsistencia de los mi - las redes suprarregionales de intercambio, las cuales se extendían por to-
mos invasores. f do lo que ahora es el occidente de Estados Unidos. En la segunda mitad
Para entender porqué el nivel de correrías en Nueva Vizcaya ue t_an del siglo xvm, este método fue adoptado más por los apaches que por las
a1to durante la segunda mitad . del sig. 1o xvm, d e b em os considerar no solo bandas pluriétnicas, que tendían a restringir sus traslados y comercio
e1 comerc10 . y consumo local, sino
. . , 1a d ema nda procedente de las
tam b ien . dentro de Nueva Vizcaya. Este intercambio se llevó a cabo tanto entre
. . . ·
re d es de mtercamb10 reg10nal y suprarreg10na , co 1 n las que la red de m-. bandas individuales como entre muchos grupos diferentes en el contexto
tercambio local se articulaba. Los bienes más importantes llevados ~acia de ferias. 64 En 1782, por ejemplo, se organizó una feria a gran escala en el
e1 norte eran caballos mulas y cautivos, . a cam b10 ' de los cuales los mva- río Guadalupe en el sudeste de Texas, a donde asistieron de cuatro a cin-
sores que operaban en' Nueva Vizcaya . reci'b'ian pn·ncipalmente cueros de co mil indios; de éstos, alrededor de dos mil eran guerreros de bandas apa-
búfalo, flechas y bienes europeos, incluyendo armas de fuego . La ruta pre- ches de los llanos. Estos apaches trajeron tres mil caballos marcados con
dominante de este comercio clandestino era de sur a norte, desde Nueva hierros españoles para intercambiar con los indígenas del este de Texas
.
Vizcaya h acia
· Nuevo México, · ·
Anzona, T exas Y Loui·siana. '• sin embargo ' por armas y municiones. 6 5
también existía intercambio desde el poniente hacia el onente. En 176 ~,
por ejemplo, los apaches vendían caballos robados en Chihuahua ª presi- 62
Navarro García, 1964:138; Griffen, 1988a:78-80.
63
Merrill, l994:13 8. La Hacienda de Encinillas continuó como centro importante para el
s9 · - d e ¡ no
Al gunas b andas apaches pusieron sus bases en ¡a reg1on - Gila ' má s allá ele la línea
intercambio de bienes robados bien entrado el siglo XIX, junto con otros pueblos Y pr_esi-
norte de los presidios. dios españoles en el área, como eran Galeana, El Carmen, Carrizal, Janos Y Corrahtos
60 F · . Crespo el antiguo
.
ranc1sco Antomo goberna d or d e 5 onora, le comentó a Teoeloro _ de
(Griffen, 1988b: 157 _159 ).
· . '
C ro1x en un mforme de 1777 que "todos saben que os apac[l h es ] no ti en en cnas ele ca-
. n.i A mediados del siglo xvn, el pueblo de Tizonazo en el norte de Durango sirvió como cen-
ballos (hablo sólo de los fronterizos a Sonora) que cuando hacen algún robo th.: con si- tro de comercio de esta índole. Indios del Bolsón de Mapimí asentados en la misión de
• - separan los que hallan buenos para su
derac10n, ' uso, o ¡os ¡¡ eva n a cambiar por pieles _ .a Tizonazo continuaron atacando en el área1 intercambiando los bienes que robaban por
los apaches de Nuevo México moquinos u otras naciones, o se los comen, Y eS º ulti- t
cueros de búfalo traídos por los indios del norte (Griffen, 1969:85 -86). El área alreded~r
.
mo 1o h acen igualmente con' los <lemas"
, (Navarro G arcia, - 1 9 6 4 ·328
·
· cfr . Mcrrill '
' de La Junta de los Ríos aparentemente fue un centro importante de intercambio en los si-
1994:137-138). glos XVI! Y xvm, que posiblemente rivalizó en importancia con los pueblos de Pecos Y
61
He encontrado poca evidencia sobre el comercio ilícito con colonizadores loca les en Taos en Nuevo México, donde grupos de indios de los llanos habían comerciado durante
Nueva Vizcaya durante el siglo xvm, aunque parece que tal comercio fu e común en T e- siglos con los indios sedentarios, y más tarde con los colonizadores españoles (Kelley,
xas (John, 1975 :364, 460-461, 519-521; cfr. Navarro García, 1964:13 8). Griffen (r98 Sa, 195 5, 1986; Forbes, 1959:204-207; Griffen, 1969:69).
1988b) da información detallada sobre este comercio en el siglo XIX. 6· N
' avarro García, 1964:383-384; John, 1975:634-635.

William L . M e rrill
Nueva Vizca y a al fina l de la é poca colonial
ANÁLISIS número de los cueros de búfalo que entraron a Nueva Vizcaya a través
d 1 intercambio entre los indios, éste no fue suficiente para sustentar un
Este panorama histórico de las correrías y el intercambio a larga di ta ncia c m ercio ignificativo con los españoles.
en el norte de Nueva España brinda el marco en el cual pued n con i- El d arrollo predominantemente negativo de las relaciones de inter-
derar dos preguntas básicas sobre las relaciones entre lo e pañ ol Y lo ca mbio entre lo apaches y los españoles de Nueva Vizcaya también se vio
indios en Nueva Vizcaya durante la época colonial: · por qu é ra n predo- af ctado por otro factore que disminuyeron las posibles oportunidades de
minantemente negativas las relaciones de intercambio qu e d arr lla- 1 apache parn de arrollar relaciones de intercambio más positivas. Antes
rori entre los colonizadores españoles y los apaches en Nu va Vi zcaya ?, 66 de la llegada de los apaches a Nueva Vizcaya, los españoles habían desarro-
¿por qué los indios agricultores locales decidieron involucrar en la co- llado u propia redes de comercio locales y regionales, dentro de las cuales
rrerías en la segunda mitad del siglo xv111, después de má de un iglo de n había lugru· para indios intermediarios independientes. Aunque los apa-
incorporación al sistema colonial? ch hubieran poseído los bienes que deseaban, los españoles de Nueva Viz-
. La primera pregunta puede ser expresada más concretam ente: ¿por qu é caya probablemente hubieran comerciado su excedente de ganado por me-
robaban los apaches ganado y bienes en Nueva Vizcaya en vez de procurar- dio d su rede ya establecidas. Por supuesto, el tema no es discutible, pues
se estas cosas por medio del intercambio con los españoles? La re pue ta lo apaches no tenían qué ofrecer a los españoles a cambio de sus caballos, y
más obvia a esta pregunta es que los apaches no tenían nada que intercam- las manadas de los españoles de Nueva Vizcaya se hallaban tan diezmadas
biar que les pudiera interesar a los españoles de esa región. En Nuevo Méxi- por la correrías que había pocos animales disponibles para el comercio.
co los principales productos locales que los nómadas intercambiaban con Otra opciones que quizás hubieran permitido a los apaches adquirir
los españoles eran pieles de venado y cueros de búfalo. El acceso que lo caballos en. Nueva Vizcaya para el intercambio también fueron obstrui-
apaches en Nueva Vizcaya tuvieron a pieles de venado fue probablemente das; por ejemplo, no hubieran podido criar su propio suministro porque

- rriuy limitado, dada la importancia que tenía el venado en las economía lo-
cales, tanto de los indios como de los españoles. Además, la grandes canti-
dades de pie.les de venado que entraban en el mercado español en Nuevo
las mejores tierras de pastoreo en Nueva Vizcaya habían sido apropiadas
por los españoles hacía mucho tiempo, y hasta las tierras marginales eran
controladas por pobladores españoles e indios locales. Tampoco hubiera
México quizá hayan llenado su demanda dentro de la economía colonial. sido posible conseguir importantes cantidades de caballos a cambio de lo
Por otro lado, era imposible para los apaches conseguir cantidades único de interés para los españoles que poseían: su trabajo. La economía
considerables de cueros de búfalo porque los indios del norte controlaban colonial fue diseñada no para premiar, sino para explotar la mano de obra
el acceso a los llanos del búfalo. Es posible que estos indios fueran re- indígena, Y la compensación que recibían los indios en los centros econó-
n:uentes a comerciar grandes cantidades de cueros de búfalo con los apa- micos españoles, si existía alguna, era tan baja que sólo podía cubrir las
ches por su rencor hacia ellos y también porque dependían de eS t os cue- necesidades básicas de su sustento.
ros para adquirir bienes europeos de los españoles en Nuevo México Y de Tampoco había muchas posibilidades para que los apaches pudieran
los franceses en Louisiana. Con artículos europeos disponibles en el nor- desarrollar el comercio legítimo de ganado con los indígenas locales. Para
te no había necesidad de intercambiar con apaches u otros intermediarios la segunda mitad del siglo xvm, la gran mayoría de los indios locales ha-_
para adquirirlos del sur. Si Nueva Vizcaya hubiera sido la provincia espa- bía sido incorporada a misiones en las que su mano de obra y los produc-
ñ"ola más cercana a los llanos del búfalo, es posible que los apaches Y los tos de su labor eran controlados por los misioneros en gran medida. La
indios locales de Nueva Vizcaya hubieran surgido como intermediarios demanda de trabajo indígena con frecuencia les impedía producir sufi-
en el comercio de bienes europeos y cueros de búfalo entre los españoles ciente alimento para sobrevivir, y los pequeños excedentes que en oca-
Y los indios de los llanos, desempeñando un papel parecido al que desem- siones producían solían ser frutas y cultivos perecederos, que comercia-
peñaban los indios pueblo en Nuevo México. Como era tan reducido el ban con poblaciones de espaüoles cercanas. Por otra parte, las misiones
criaban pocos caballos y mulas, enfocándose más bien a la crianza de ga-
66 nado bovino y lanar, más apropiado para sus necesidades locales que para
Al plantearme esta pregunta, me enfoco en relaciones entre los españoles Y las bandas
nómadas de apaches en la segunda mitad del siglo xvm . Sin embargo, los factores má s re-
el intercambio a largas distancias.67
levantes para entender este vínculo son básicamente los mismos que aquellos que afec-
67
taron la relación entre los españoles y los indígenas nómadas del Bolsón ele Mapimi du- Los inventarios del ganado ele las veintiocho misiones jesuitas en la Tarahumara Alta Y
rante los dos siglos anteriores. Chínipas fueron recopilados en 1767, inmediatamente después de la expulsión. RegiS t ra-

Willilllll L. M e rrill N u ev ll V i zc ll y <1 al fi n a l d e l ll e p oc a co l o nilll

L.
Podríamos preguntarnos, como indudablemente lo hicieron lo ofi- La siguiente pregunta es: ¿por qué participaron los indios agricultores
ciales y colonizadores españoles, ¿qué razón tenían los apach e para inva - locales en las correrías durante la segunda mitad del siglo xvin? La gran
dir?, ¿qué ganaban con sus correrías y comercio a larga distancia qu e no mayoría de estos indios era tarahumara, cuyo territorio tradicional se ex-
hubieran podido adquirir viviendo en paz en Nueva Vizcaya? tendía desde cerca de la ciudad de Chihuahua en el oriente hasta las mon-
El principal obstáculo para que los apaches se pudieran es tablecer tañas y barrancos colindantes de Sinaloa y Sonora en el poniente. En la
pacíficamente fue que, cuando comenzaron a llegar en gran núm ero a segunda mitad del siglo xvm, la mayoría de los tarahumares vivía dentro o
Nueva Vizcaya alrededor de 1740, el único lugar que había para lo in- cerca de los pueblos de misiones donde suplementaba su agricultura ca-
dios dentro de la sociedad colonial era la misión. 68 Si los apaches hubie- zando y recolectando recursos silvestres. Muchos también trabajaban por
ran formado parte de la sociedad colonial como los españoles hubieran temporadas como peones libres o forzados en las minas, haciendas y ran-
querido, lo habrían hecho bajo los términos de los españoles, como in- chos, o como auxiliares del ejército español. Además, había algunas peque-
dios de misión, sujetos a trabajos forzados y a la subordinación política Y ñas comunidades de refugiados situadas en remotas áreas de la provincia,
cultural. Por supuesto, había algunos indios en Nueva Vizcaya que vivían integradas por indios que habían abandonado las misiones junto con otros
pacíficamente en áreas de refugio fuera del control del sistema colonial. que jamás habían sido incorporados al sistema misional y unos cuantos
Sin embargo, hacia la segunda mitad del siglo xvm, la frontera se acercaba fugitivos no indios. Estas comunidades sobrevivieron cultivando terrenos
o traspasaba los límites de estas comunidades, incorporando a la gente dispersos, criando pequeñas manadas de ganado, principalmente borregos
de allí al sistema colonial o desplazándola a terrenos ásperos donde era Y cabras, y explotando los recursos silvestres disponibles.
difícil sobrevivir. Otras áreas de poco interés para los españoles, como Durante el curso de la época colonial, los tarahumares reaccionaron
el Bolsón de Mapimí, eran tan inhóspitas que hubiera sido imp_o sible de diferentes maneras a la presencia española. 69 Algunos recibieron de
que los miles de apaches que en ese tiempo entraban a Nueva Viz_c aya manera entusiasta el sistema colonial, adoptando muchos aspectos de la
pudieran haber subsistido únicamente con los recursos silveS t res dispo- cultura española y participando extensamente en la economía. General-
nibles allí. mente estos tarahumares vivían muy cerca de los centros económicos es-
En distintas épocas, algunos apaches adoptaron una u ~tra de eS t as pañoles, en algunos casos emigraban voluntariamente de otras áreas para
tres alternativas: incorporarse a las misiones, vivir en comum~ade~ d~ re- trabajar allí; otros adoptaron una postura de aceptación limitada, vivían
fugiados o sobrevivir como cazadores-recolectores en áreas mhospitas; en las misiones y tomaban algunos aspectos de la cultura española mien-
sin embargo, la mayoría con~inuaba dependiendo de las correrías como tras que rechazaban otros. Otros tarahumares rechazaron casi totalmente
medio principal de supervivencia y estrategia esencial p_ara mantener su Y con vehemencia a los españoles y su sistema colonial. En el siglo xvn,
independencia. No fue sino hasta la última década del siglo xvm cua nd º e st e rechazo fue expresado de dos maneras: 1] a través de rebel~on~s ª
- 1es y apaches crearon una cuarta a 1terna t i'va·· que los apaches
espano . se es- gran escala con la intención de expulsar a los españoles de sus ternton?s,
tablecieran pacíficamente cerca de los presidios a cambio de racwnes que Y 2 1retirándose a comunidades de refugio donde el contacto con la socie-
los españoles les darían para su sustento. Con este acuerdo, los apaches dad colonial podía mantenerse al mínimo.
no serían for.z ados a ser indios de misión y sí retendrían gran parte de ~u La participación de los tarahumares en las correrías durante la segu~-
autonomía cultural y política. Este compromiso creó un nuevo espac10 da mitad del siglo xvm representó una respuesta adicional a la presencia
dentro de la sociedad colonial, aceptable tanto para el español como para d e 1os españoles, aunque no fue sin precedente. E11 os Y otros m
· dígenas lo-
.
el apache, pero este espacio y la disposición del apache de llenarlo se eva- cales ya habían estado en algunas correrías durante las rebeliones del si-
. · · ·os del
poraron cuando el pago de raciones fue suspendido en 18 3 1 · g l O xv11 Y durante tiempos de hambre en el siglo xvn Y pnnci~i
siglo xvm.7° Sin embargo, de más interés para el presente eS t UdlO es un
ron que estas m1s10nes
. . poseían 13 180 cabezas de gana do b ovm
· 0 , 3 166 de ganado menor . ' caso de 1686 en el que, bajo el liderazgo de dos mulatos, una band ª de
3 o7 5 de ganado caballar Y I o70 cabezas de ganado mular. La cantidad de ganado bovmo doscientos tarahumares, conchos, julimes, chisos, tobosos, cocoyomes,
Y meno r (16 346 cab ezas) representa cerca de cuatro veces m a' s que la de ganado caballar cabezas, salineros, chichitames y oposomes atacaron una recua de mulas
Y mular (4 145 cabezas). Benedict, 1972:33 1 tabla 11. ,
68 Los m· d.10 s, por supuesto, vivían y trabajaban fuera d e sus miswnes,
· · Pero . todo s deb1an
.
mantener afiliación con una misión. Aparte de las misiones, el único espacw en _la socie- 69 Merrill, 1993 .
dad colonial oficialmente designado en ese tiempo a los indios fue el de la servidumbre 70 Barrutia, 1729; Berrotarán, 1748; Fernández [1725]; Rauch, 1730; varios autores, 1730,
forzada, ocupado por muchos apaches cautivos . Forbes, 1959:203 _204 .

Willi a m L. M e rrill Nu e va Viz c a y a al f inal d e la é poca c olonial


en el norte de Durango cerca de Santiago Papa quiaro. Por lo m en a lgu- En l i lo x 11 , lo indios sedentarios más opuestos a los españoles
nos de los indios involucrados, incluidos los tarahumare , eran tra bajad - f rzaro n n d truirlo a través de rebeliones a gran escala. Estas
res de las haciendas españolas, mientras que otro provenían de mi io n u bl v ·1cio n fu ron organizadas entre r 6 r 6 y r 700 en intervalos regu-
o de bandas independientes del Bolsón de Mapimí.7 1 E ta banda era mu y lar , junt c o n la con tantes correría de grupos del Bolsón de Mapi-
parecida a las bandas pluriétnicas que atacaron las poblacion pa ñ ola m í para imp dir la impo ición del si tema colonial a través de Nueva
en Nueva Vizcaya durante la segunda mitad del siglo xv111, pero ant d Vi z a a . Para la prim ra década del siglo xv111, los españoles habían ter-
las décadas de 1750 y 1760, la participación de lo tarahumar o tro min a d n la am naza de los indios rebeldes sedentarios y comenza-
indios agricultores locales en tales invasiones parece hab er id mu r n a c n ce ntrar n controlar a los grupos del Bolsón, al igual que a
casa. 72 xpa ndir n lidar u pre encia en Nueva Vizcaya. La demanda por
La falta de participación tarahumara significativa en la correría an - la man d o bra d lo tarahumare aumentó y los colonizadores espa-
tes de la segunda mitad del siglo xvrn, ya fuera atacando ola o co njun- ñ le ad nrraron má en el territorio tarahumara.74 Las crecientes
tamente con grupos del Bolsón de Mapimí, es algo enigmático . D e l lo pr i n d l pañol sobre los tarahumares fueron simultáneas Al
primeros años de la época colonial, muchos tarahumare fueron adv er a- d clive n 1 poder de lo grupo del Bolsón. Aunque estos grupos si-
mente afectados por la presencia española, principalmente a trav · de atacando ha ta la década de 1740, enfermedades y campañas
trabajos forzados, programas de cambios culturales y la invasión de u pañ la n contra de ellos redujeron drásticamente el nú-
tierras por los colonizadores. Tuvieron asimismo la oportunidad de unir- u mi mbro . Así, las posibilidades que tenían los grupos se-
se a grupos nómadas del Bolsón de Mapimí en sus correrías. Aunqu e c n d unir con lo indios del Bolsón disminuyeron al avanzar
frecuencia había peleas entre indios nómadas y sedentarios de Nu va xv111. r
Vizcaya, parte de estos grupos formaron alianzas en las rebelione del i- En la d é ada de 17 40, esta situación cambió con la llegada de los
glo xv11, durante las cuales se llevaron a cabo considerables robos de las apache al c ntro de Chihuahua. El que lo tarahumares y otros indios
manadas de los españoles. Además, en el siglo xvu y principios del siglo edentario d Nueva Vizcaya iniciaran las correrías casi al mismo
xvm, los tarahumares y otros individuos de varios grupo del Bol ón n- tiempo de la 11 gada de los apaches, nos lleva a concluir que éstos crea-
traron a vivir en las mismas O en misiones adyacentes, ubicadas cerca de ron por lo m no algunas de las condiciones que promovieron la parti-
centros económicos españoles al poniente del Bolsón de Mapimí, entre la cipación de lo grupo sedentarios en las correrías . Como recién llega-
ciudad de Chihuahua y el norte de Durango. Frecuentemente, los indíge- dos a la región, lo apaches probablemente estaban más interesados que
nas nómadas abandonaban estas misiones para continuar atacando las los nómadas del Bolsón en reclutar residentes locales que los asi st ieran
poblaciones españolas, participando junto con otros grupos del B~lsón en en las correrías, ya que muchos de los miembros de los grupos del Bol-
el intercambio de ganado y otros bienes robados entre Nueva Vizcaya " són vivían Y trabajaban dentro de la sociedad colonial española Y con
las regiones del norte.73 ~recuencia sirvieron de espías para las bandas invasoras que aún eran
Por consiguiente, parece que los indios sedentarios de Nueva Vizcaya 1nd ependientes.7 6 Los apaches tuvieron más éxito que los grupos del
tuvieron tanto el motivo como la oportunidad de formar parte de correrías ~ol~ón en infiltrarse en la Nueva Vizcaya, y de este modo ofrecíanª los
antes de la segunda mitad del siglo xvIII. El hecho de que no lo hicieran 111d10 s locales un mercado más accesible para el ganado y bienes que ro-
-por lo menos a una escala que se reflejara en la documentación históri- baban. Durante este mismo periodo, la demanda de ganado robado au-
ca- sugiere que otros factores fueron la causa principal de su participa- mentó, tanto para satisfacer las necesidades de subsistencia de los apa-
ción en la correrías durante la segunda mitad el siglo XVIII. Considero que ches en Nueva Vizcaya, como para proveer caballos al creciente
estos factores están relacionados con algunos acontecimientos que tuvie- mercado del norte .
ron lugar a mediados del siglo xvn y mediados del siglo XVIII. En la década de 1770, algunos oficiales españoles atribuían la partici-
pación de los tarahumares en las correrías al impacto negativo que tuvo
71
la expulsión jesuita en ellos. Como parte del proceso de expulsión, que
Griffen, 1969:36-37 .
72
Para un excelente resumen de las rebeliones y correrías organizadas por los indios de
7
Nueva Vizcaya, tanto sedentarios como nómadas, vid. Griffen, 1 979A· 24. .¡ Gucndulain 1725 ; Shcridan y Naylor 1979:88-101; Deeds 1981, 19 89.
71 7
Forbes, 1959:203-207¡ González Rodríguez, 1969A6-47¡ Griffen, 1969, 1979¡ Mcrrill , ' Griffen, 1969, 1979 .
76
19 9 3. Griffen, 1969 .

650 Wil/1a111 L . M e rr1/I N u e v a \' i z e a y a a J f 1 11 a J d e Ja é p o e a e o 1o 11 i a1 651


dio comienzo en 1767, el gobierno colonial confiscó ganado, almacenes Y la economias de muchas misiones.79 Sin embargo, sólo algunos indios
de alimentos y otros artículos que ellos identificaron como propiedad de edentarios de Nueva Vizcaya tomaron parte en las correrías.
los jesuitas, devastando de este modo las economías de sus mi ione . La diferencias de la participación en las correrías de los indios loca-
Además, años después de la expulsión, los indios en las ex misione je- l parece correlacionarse con su vinculación al sistema colonial, que a
suitas fueron responsables de pagar las deudas de los misioneros expul- u vez reflejaba de manera importante su ubicación respecto de los pre-
sados.77 Sin embargo, el inicio de las correrías no pudo motivars e por el idio Y centros económicos españoles. Los indios más involucrados en
impacto de la expulsión jesuita porque los indígenas sedentarios locale la correría vivían lo suficientemente cerca de las poblaciones españo-
ya participaban en ellas antes de 1760 y por tanto antes de la expulsión. la má importantes para quedar sujetos a frecuentes mandamientos de
También estaban involucrados los indios de las misiones de Chihuahua trabajo y abu o de los colonizadores, pero también lo suficientemente
administradas por franciscanos de la provincia de Zacatecas, que no fue- le ja para mantener algo de autonomía. Los indios que no participaron
ron afectados por la expulsión. de manera ignificativa fueron los que vivían más cerca de las poblacio-
Por otra parte, la expulsión jesuita contribuyó definitivamente al n es e pañolas y aquellos que vivían más lejos. Para la segunda mitad del
aumento de las correrías ya iniciadas . Oficiales españoles las facilita- siglo xvm, la mayoría de los indios que habitaban permanentemente
ron al concentrar el ganado confiscado de las misiones en las ex hacien- dentro o cerca de poblaciones predominantemente españolas habían si-
das jesuitas situadas justo al poniente del Bolsón de Mapimí, donde las do casi integrados por completo a la sociedad y economía coloniales, Y
manadas fueron frecuentemente el blanco de los ataques. Además, des- muchos servían como auxiliares en las campañas militares españolas
pués de la expulsión, los indígenas de muchas de las ex misiones jesui- contra sus enemigos indígenas; ellos estaban también bajo la constante
tas fueron sometidos a menor control misionero sobre sus movimien- vigilancia de los colonizadores y soldados. Los indios que vivían en mi-
tos. A causa de la falta de personal, el nivel de la presencia misionera siones Y áreas más distantes fueron poco afectados por los mandamien-
en las misiones decayó dramáticamente, y con sus economías casi des- tos de trabajo y la expansión de las poblaciones de españoles. Algunos
truidas, los misioneros que estaban presentes no podían prohibir que indios de ambas áreas se unieron a las correrías, pero su participación
los indígenas dejaran las misiones para buscar su subsistencia en otros fue mucho menor que la de los indios afiliados a las misiones ubicadas
lugares.?ª en medio.
En fin, hubo dos factores que parecen estar vinculados más directa- Aunque muchos indios locales apreciaban la oportunidad de atacar a
mente al inicio e incremento de las correrías de los indios locales de Nue- los españoles, otros probablemente fueron obligados a participar en las
va Vizcaya en la segunda mitad del siglo xvm. El primero fue el creciente invasiones. En la documentación histórica se encuentran muchas refe-
descontento de muchos indios por el incremento en la explotación de su rencias a invasores que ofrecían tanto a los indios como a los no indios
mano de obra Y la invasión de sus tierras por colonizadores españoles du- la posibilidad de elegir entre unirséles o ser asesinados. En 1793, el pa-
~ante la primera mitad del siglo xvu1. El segundo fue el mayor número de dre provincial de la provincia franciscana de Zacatecas informó al .virrey
mcentivos Y oportunidades para llevar a cabo sus correrías que surgieron que los indios de cinco de las ocho misiones franciscanas cercanas a la
con la llegada de los apaches a la región y el desorden en la administración villa de Chihuahua habían abandonado las misiones para escapar de los
apaches O para unirse a ellos. 80 Por tanto, en muchas áreas de Nueva
77
Campo '. 17_ 73- En 1 770, Jose, de Gálvez ordenó que la propiedad confiscada fuera devuelta ~izcaya los indios se encontraron atrapados entre los apaches Y los espa-
ª _l_as miswnes ex jesuitas, pero cambios en las políticas que gobernaban la administra- noles Y fueron forzados a escoger alianza entre unos u otros. La sorpren-
cwn de las propiedades de las misiones y el mal manejo fiscal en general socavaron los
esfuerzos de mejorar la economía de las misiones (Laba, 1786; Anónimo, 1788; Gallardo,
dente habilidad de los apaches y otros invasores para atacar en el cora-
1803; Benedict, 197 0 , 1972 ¡. zón de Nueva Vizcaya, combinada con la imposibilidad de las fuerzas
78 B d. .
ene ict, l970:123; Mernll, 1995; Deeds, 1981. La falta de clérigos diocesanos para ad-
miniStrar las misiones jesuitas secularizadas alrededor de 17 5 5 resultó en un menor ni-
79
vel de control misionero en estos lugares antes de la expulsión jesuita de 1767; además s_u san D eeds (comunicación personal, 8 de abril de 1996) sugiere que el auge en las corre-
ofreció más oportunidades de usurpación de tierras de los indios por colonizadores espa- nas durante la segunda mitad del siglo xvm también pudo relacionarse con un aumento en
ñoles . De las misiones secularizadas en ese tiempo, individuos implicados en las corre- la competencia por los recursos de subsistencia en la región debido a un incremento
rías se afiliaban a las siguientes: Huejotitlán, La Joya, San Ignacio, San Javier, San Loren- en la población indígena que se inició alrededor de 17 30 y, posteriormente, la crisis agrí-
zo, San Mateo, San Miguel de las Bocas, Santa María de la Cuevas, Satebó, Tecorichi y cola en la década de 17 g0 _
Tizonazo (las fuentes de esta información se encuentra en la nota 28, arriba). xo Barragán, 1793; Merrill, 1994.

William L. M e rrill Nu ev a Vizcaya al f inal de la época colonial


españolas para evitar estas correrías, así como ca tigar a lo r b ld d 1 tiempo, los si temas de intercambio oscilaron entre relaciones nega-
probablemente convencieron a muchos indio de que u tiva y po itivas, variando de acuerdo con las posibilidades que los parti-
rían mejor favorecidos uniéndose o cooperando con lo inva re . cipante tenían de adquirir los artículos para el intercambio. 82 En la red
uprarregional de intercambio que se desarrolló en la época colonial, el
LA ECONOMÍA POLÍTICA DE LAS CORRERÍA interca mbio po itivo y negativo ocurrió no sólo en diferentes tiempos en
la misma área , sino también al mismo tiempo en distintos lugares. La
La economía política, como se concibe tradicionalm ente, e int r a operación del i tema como un todo dependía finalmente del intercam-
por la influencia de la ideología, las estrategia y la práctica p líti ca , bio negativo (el robo de ganado en el norte de la Nueva España)i y tanto el
sobre la operación y el desarrollo económico. Aquí u o 1 e n e pt d " la int erca mbio po itivo como el negativo (comercio y robos) funcionaron
economía política" en un sentido más amplio parad signar el mutu im- dentro del i tema como mecanismos alternativos para conseguir y tras-
pacto de los factores políticos y económico y la relación ntre t fac- ladar caballos y otro bienes de una área a otra.
tores y procesos culturales y sociales más general e . En te n tid , la La accione de los apaches en Nueva Vizcaya deben entenderse en
perspectiva económico-política es evidentemente n ece aria para ente n- términos del nuevo papel que asumieron en la red suprarregional de
der el fenómeno de las correrías en Nueva Vizcaya en la egu nd a mitad intercambio. De cazadores-recolectores que intercambiaban recursos sil-
del siglo xvm, porque las características sobre aliente de e te f n ó m n ve tres por producto hortícolas, primero a pie y luego a caballo, se con-
combinan ambas dimensiones . vinieron de pués en invasores semipastores que trocaban bienes produci-
La expansión de la economía colonial española hacia lo que h y do por una ociedad sedentaria (la sociedad colonial española en Nueva
norte de México y el poniente de Estados Unidos puso en m ovimiento un a Vizcaya) por productos adquiridos por otras sociedades, tanto sedentarias
serie de procesos que transformaron las condiciones económica y p líti- como nómada , en el norte. De manera similar, los residentes de Nueva
cas preexistentes en la región. El nivel de tecnología representado en el in- Vizcaya que habían participado en las correrías fungieron principalmente
tercambio entre agricultores sedentarios y cazadores-recolectores nó m adas como procuradores y entregadores de bienes robados para los apaches. No
cambió a un nivel más alto I de los artículos básicos de ub i tencia (ca rne, tenían otro papel que jugar dentro de la red de intercambio de larga dis-
cueros y maíz) a herramientas que permitieran la adquisición de e to ar- tancia, pues ellos no tenían muchos caballos para trocar, además porque
tículos (caballos, implementos de metal y armas de fuego). Las diferent e el intercambio entre los apaches y los españoles de Nueva Vizcaya fue
sociedades indígenas compitieron unas con otras por el acceso a esta nu eva predominantemente negativo. Su función en esta red, tal como la d~ los
tecnología y por el control de los recursos local es qu e les proporcionaban apaches, era estructuralmente comparable a la de intermediarios en s1st e-
los medios para adquirirla. Los resultados fueron extensos movimientos mas de intercambio positivo, con la importante diferencia de que los
de población, un ritmo acelerado de cambios sociales y culturales y nive- principales productores de los bienes (en este caso, los españoles en Nue-
les de violencia sin precedente entre sociedades, todas ellas exp res ion es va Vizcaya) no recibían nada a cambio.
de la adaptación de los indios a las nuevas condiciones de vida . Huelga decir que las correrías en Nueva Vizcaya durante la segun_da
Gran parte del aumento de la violencia en el norte se relacionó con mitad del siglo xvm fueron motivadas en gran medida por consideracw-
las correrías destinadas a conseguir caballos, una forma de intercambio nes económicas. Las bandas invasoras dependían de los bienes que ro-
negativo que surgió como componente central del sistema suprarregional baban, en particular los caballos, para subsistir Y para la adquisición de
de intercambio, que reflejaba la decisiva importancia de los caballos en bienes europeos que cada día se volvían más importantes para su ma~u-
cuanto a la obtención de recursos, la defensa y el comercio. 81 Al correr tención. El caballo era el único bien que tenían disponible en Nueva Viz-
caya y por el que había demanda a través de la red suprarregional de
~' Como Spielmann ha señalado, en el caso de soc iedades pede s tre s, invadir a pie es una es - intercambio. Como no tenían manera de adquirir estos animales por me-
trat egia poco viable, porque escapar sin peligro de esta manera con bienes robados es dios legítimos, se vieron forzados a robarlos. Las correrías son por defini-
muy difícil.. Por tanto, la introducción de caballos cnntrihuy<·> directamente al aumento ción una manera violenta de adquirir recursos, y por tanto incluye una
en los niveles de violencia, porque los caballos eran un bien altamente deseado por ser
confrontación de poder entre los atacantes y sus víctimas, quienes se re-
crucial para la supervivencia en las nuevas condiciones que s urgicrnn en la época col1i-
nial, y porque constituían una herramienta que permitía a los invasores atacar y escapar
tan unos a otros para ganar el control sobre los recursos económicos. Co-
má s fácilmente de los sitios asaltados (Spielmann, 1991 b: 38 -42 ; cfr. Spiclmann, 1lJ 9 1a:7-4
Y John 1975 :59) xi Spielmann, 1991a.

11 · 1 I I 1 ,1 11 1 L J\I r r r 1 I / N 11 e v<1 Vizc<1 y il al final d e la é poca colonilll 655


mo tal, la correría siempre es potencialmente un acto político, pero el así explotar los recursos que allí existían y la mano de obra de sus habi-
que un ataque en particular realmente llegue a constituir un acto político tantes . En cambio, los apaches estaban más interesados en crear un área
depende de los motivos que los atacantes tengan al cometer tal ataque. libre de colonizadores españoles y otros enemigos, desde la cual podrían
En la documentación histórica, las correrías de los apache u u a1- salir para atacar poblaciones y regresar con bajo riesgo de ser atacados. El
mente se atribuyen a su "salvajismo" inherente, a su necesidad de ad- hecho de que los apaches no se asentaran en la mayoría de las poblacio-
quirir bienes de subsistencia y a su deseo de ganancia económica, o bien ne que destruyeron ha sido interpretado como indicación de su falta de
su anhelo de venganza hacia los españoles por el sufrimiento, mu erte y ambición territorial, pero es más probable que su intención fuera la de
otras pérdidas que les hayan causado. Sin embargo, otra evidencia indirec- que estas áreas sirvieran como una región despoblada que separara sus re-
ta sugiere que ellos deseaban que algunos de sus ataques lograran cierta fugios de la frontera española. 8-
metas políticas. Esta evidencia contrasta en su método de ataque y el Si esta interpretación es correcta, las motivaciones políticas de los
adoptado en el siglo x1x por los apaches occidentales de Arizona. apaches formaban parte de una estrategia económica más general, diseña-
Varios investigadores han propuesto que los apaches occidentales hi- da para mejorar la seguridad con la que podían atacar las poblaciones es-
cieron sus correrías principalmente por razones económicas, no políti- pañolas, sin llegar a la total destrucción del sistema colonial en el norte.
cas.83 Keith Basso, un especialista en la cultura e historia de los apaches Sus metas probablemente diferían de las de muchos indios y no indios lo-
occidentales ha comentado: cales que participaron en las correrías.
La documentación histórica incluye considerable información so-
Es importante entender que los apaches occidentales no organizaron correrí- bre las razones por las cuales esta gente participó en las correrías. Lo
as con el propósito de incrementar su ya vasto territorio, como tampoco te- que se menciona más frecuentemente es el deseo de ganancia económi-
nían la intención de alejar o exterminar a los mexicanos e indios que se ha- ca Y de venganza contra los españoles y sus aliados por los daños e in-
. bían establecido a lo largo de sus límites. Al contrario, estos pobladores se sultos que les habían hecho. No obstante, se encuentran algunas refe-
habían convertido en recursos económicos extremadamente valiosos, y se rencias a una meta política más ambiciosa, que era expulsar a los
.podía confiar en que ellos producirían durante el año cantidades sustancia- españoles de Nueva Vizcaya y apoderarse de sus recursos. 86 Esta infor-
les de comida y ganado. Era para ventaja obvia de los apaches que tales re - mación suele aparecer en las declaraciones de los prisioneros implica-
cursos quedaran viables, y esto podría explicar por qué la matanza masiva y dos en las correrías, que a pesar de ser presentada como sus puntos de
la destrucción de las propiedades de los enemigos nunca formaron parte del vista propios y verdaderos, debe interpretarse con cautela. Es probable
complejo de las correrías. 84 que los prisioneros disfrazaran sus verdaderos motivos, y que los oficia-
les españoles locales exageraran la amenaza política de los invasores pa-
A diferencia de los apaches occidentales, los apaches de los llanos y del ra conseguir mayor apoyo militar de sus superiores. Sin embargo, si se
sur que invadieron Nueva Vizcaya asesinaron a miles de colonizadores pueden considerar estas referencias como expresiones de los objetivos
españoles y a sus aliados indígenas, destruyeron enormes cantidades de de P?~ lo menos algunos de los participantes, no se puede negar la in-
propiedades y forzaron al abandono de cientos de ranchos, minas y ha- tencwn política -y hasta revolucionaria- de sus correrías.
ciendas, especialmente en el norte de Nueva Vizcaya. Acciones como La conclusión de que factores políticos y económicos motivaran las
éstas sugieren que los apaches estaban empeñados en eliminar comple- ~or~erías de locales en Nueva Vizcaya se sustenta por alguna evidencia
tamente las poblaciones de los españoles y sus aliados indios en el área, m d i~ec~a. En I 77 3, el corregidor de Chihuahua expresó su duda de que
Y no crear una relación parasitaria con estas poblaciones. Yo propongo los indws locales atacaran sólo para obtener ganancias económicas, co-
que su meta era establecer un asilo seguro en el norte de México, para mentando: "pues, cuatro ni seis flechas que les cabía a cada uno en las
reemplazar los santuarios que habían perdido o estaban por perder más entregas no es recompensa para tantas muertes y miles de pesos que han
al norte.
El acercamiento apache hacia la territorialidad era muy diferente al
de los españoles. La meta de los españoles era controlar un territorio para Hs Navarro García, 1964:303-304; Griffen, 1988a:u.
u, Merrill, 1994- El deseo de expulsar a los españoles de la Nueva Vizcaya fue también ex-
presado por los indios que atacaban desde el Bolsón de Mapimí, así como por aquellos
83
Spicer, 1962:239¡ Basso, 1971:19, 1983:466; Spielmann, 1991b:39. que participaban en las rebeliones indígenas del siglo xvu (Griffen, 1969:19-20, 65, 128 ;
84
Basso, 1971:19 . Deeds, 1992).

William L. M e rrill Nueva V i zcaya al f inal de la é po ca co lonial

.JJ
entregado a los apaches". En lugar de motivaciones económica , él atri- A RAOECIMIE TOS
buía sus correrías a su "aversión a los españoles". 7
Tal "aversión a los españoles" fue presuntamente basada en us x- Quisiera agradecer a varias personas su apoyo en la preparación de este
periencias de primera mano con la explotación y otros abusos que eran ensayo. Margarita Urías Hermosillo y Marco Antonio Martínez me pro-
la suerte de las clases subordinadas en la sociedad colonial, algo que lo porcionaron datos, transcripciones y fotocopias de documentos de suma
apaches en general no experimentaron. La gran mayoría de las per onas importancia para mi investigación que se encuentran en varios archi-
que se unieron a las bandas invasoras, lo hicieron de manera voluntaria, vos históricos de la ciudad de Chihuahua. Michael Brown, Susan Deeds,
cambiando una existencia desagradable por una incierta. El hecho de que Candace Greene, William Griffen, Katherine Spielmann y Cecilia Troop
escogieran sobrevivir más allá del control de la sociedad colonial median- me ofrecieron sus comentarios, todos de mucho valor, sobre una versión
te sus correrías, en vez de unirse a las comunidades de refugiados, sugiere preliminar del ensayo, y Charles McMillion compartió generosamente
que su intención era confrontar a los españoles en vez de evadirlos. Por conmigo sus perspectivas sobre la economía política. Pamela Ballinger
su posición subordinada dentro de la sociedad colonial, sus correrías pa- me ayudó a recopilar información sobre los apaches y Mónica Ruiz Her-
recen ser expresiones de rebelión social por gente ya incorporada en grado nández transcribió varios documentos relevantes del tema. La traducción
considerable a la sociedad colonial, y como tales deben ser diferenciadas del ensayo al español fue posible gracias a Cecilia Troop, Alicia Pérez y
de los movimientos de resistencia organizados por indios de la región en Andrés Villalobos. Los fondos para esta investigación fueron otorgados·
las primeras etapas del contacto con los europeos, como fueron las rebe- por el National Museum of Natural History y el Scholarly Studies Pro-
liones a gran escala del siglo anterior. 88 gram de la Smithsonian Institution, así como la Wenner-Gren Founda-
La interacción de factores económicos y políticos impulsó a la socie- tion for Anthropological Research.
dad colonial española del centro de México hacia el norte y colocó los pa-
rámetros en cuyos términos respondieron los indios del norte. La econo- BIBLIOGRAFÍA
mía colonial, basada en la explotación de la mano de obra indígena Y la
acumulación de riqueza, contenía muchas tensiones sociales Y contradic- Abreviaturas
ciones internas, las que los apaches lograron explotar para ventaja propia.
El éxito que tuvieron en sus correrías no derivaba únicamente -como AGI Archivo General de Indias, Sevilla
con frecuencia se supone- sólo de su destreza como guerreros ni de su AGN Archivo General de la Nación, México
extraordinaria capacidad de soportar extremas penurias, sino de que ha- AHH Archivo Histórico de Hacienda (AGN)
bían logrado un amplio entendimiento del sistema colonial Y sus debili- GUAD Audiencia de Guadalajara (AGI)
dades. Su derrota final fue la culminación de una serie de acontecimien- pe Presidios y Cárceles (AGN)
tos políticos y económicos -la consolidación de colonias mexicanas a PI Provincias Internas (AGN)
través de Nueva Vizcaya, la expansión imperialista de los norteamerica-
nos en las áreas hacia el norte y la disposición de la mayoría de los indios
de la región de unirse con los enemigos de los apaches contra ellos- que ALMADA, FRANCISCO R.
difícilmente hubieran podido anticipar cuando iniciaron sus correrías en 19 3 7 A~u_ntes históricos de la región de Chínipas, Talleres Linotipo-
Nueva Vizcaya en el siglo XVIII. grahcos del Estado de Chihuahua, Chihuahua.
ANÓNIMO [¿IGNACIO MARÍA LABA?]
1
7 8 8 Descripción topográfica, física, natural, política y metalúrgica
x7 Queipo de Llano, 1773b:401. Es ·claro que este oficial minimizó -tal vez por razones re- de las misiones de Propaganda Pide de la sierra Madre de la Viz-
tóricas- la cantidad de bienes que los tarahumares aJquiricron mediante sus correrías, caya pertenecientes al Colegio Apostólico de Nuestra Señora de
sin mencionar que ellos valoraban las flechas apaches para disfrazarse como ellos . Ade-
más, las flechas eran artículos muy codiciados en el intercambio ele larga distancia más
Guadalupe de Zacatecas en el año de 1778. s. f., s. l., Archivo
Histórico de Zapopan.
al norte (John, 1975:169-170; Kelly, 1986:129, 139). Sin embargo, estas omisiones no de-
1 983 [ 1 784] "Chiguagua", miércoles, 14 de julio de 1784, en Gazeta de
ben ocultar la importancia de su observación sobre que sus correrías fueron motivadas
principalmente por su "aversión a los españoles". México (enero-agosto de 1784), edición facsimilar, ed. David Mar-
ss Deeds, 1992. ley, Rolston-Bain, México, pp. u5-II7.

658 William L. M e rr1ll Nueva Vizcaya al final d e la é poca c olonial


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128. Allá en aquel reliz suenan los intereses del Indio Rafael. 1
V ARIOS AUTORES
1730 [Expediente acerca de la violencia en Nueva Vizcaya durant la Lo territorios del norte de la Nueva España, por sus condiciones geográ-
primeras décadas del siglo xvm y las medidas tomadas por los fica poco aptas para la agricultura, fueron asiento de varias culturas que
pañoles para defender la provincia]. AGN, PI 69, fs. 134-234. de arrollaron formas de vida nómada o seminómada. Los europeos y pos-
1783- Testimonio de lo actuado para erguir la villa de San G er ónimo teriormente los mexicanos y americanos tuvieron serias dificultades para
1793 [... ], Archivo del Registro Público de la Propiedad y del Notariado establecerse en estos lugares debido a la resistencia que les presentaron
de Chihuahua, transcripción otorgada por Margarita Uría s H er- los indígenas. Las guerras indias, como se les ha llamado, fueron un en-
mosillo. contronazo entre dos formas distintas de vivir y en las que la peor parte
VIDAL DE LORCA Y VILLENA, MELCHOR la llevarían los nómadas, que tuvieron menos recursos para defenderse.
1775 Carta, Monterrey, 17 de abril de 1775, a Antonio María Bucar eli y Los últimos capítulos de los enfrentamientos entre estos grupos son las
Ursúa, y "Relación de los indios vagos que andaban en la provin- guerras apaches y comanches durante los siglos xvm y x1x.
cia del Nuevo Reino de León [... ]", Monterrey, 17 de abril de Est e trabajo tiene como objetivo ver por qué estos grupos indígenas lle-
1775. AGN, PI 108, fs. 248-248v, 250-252. garon a Durango, cómo se desarrollaron los enfrentamientos entre ellos Y
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Durante la primera mitad del siglo xv11, los pueblos indígenas que habi-
taron la Nueva Vizcaya llevaron a cabo una serie de rebeliones para sa-
cu_dirse el yugo de la conquista española. Al ser sofocados los levanta-
mient?s por las autoridades españolas, parecía que se había logrado. el
sometimiento definitivo a la corona, pero muchos indígenas perma~ecie-
ron en los desiertos y las serranías viviendo de acuerdo con sus anuguas
coS t umbres. Con el establecimiento de presidios y misiones se trató, ~on
mayor .0 menor éxito, de que se congregaran en pueblos donde podnan
ser me¡or controlados.
Entre estos grupos / se encontraban los salineros I tobosos, acoclames,2
cocoyomes, cabezas y meresalineros, al parecer de origen atapascano.

1
Cons eia
· d.f . entre los habitantes de Tapia Durango, de que Rafae¡ deJo
1 un d ida · - teso ros ente-
rrados en los cerros aledaños . .
2
Arturo Guevara Sánchez, Los atapascanos en Nueva Vizcaya , Cuaderno de TrabaJo
núm . 6, México, INAH, 1989 .

668 William L. M e rrill


Los jesuitas trataron infructuosamente de evangelizarlo y a entado n \'\ (.¡
el pueblo del Tizonazo. La adopción que hicieron del caballo y u ocupa- t>- A
~
('
ción en vastas regiones del desierto chihuahuense hicieron que nunca
~ o
lograra una reducción completa de ellos. -y
Parte de este desierto es el Bolsón de Mapimí, que por sus difícil ' -s-
~
condiciones climáticas fue para los nómadas un refugio permanente debi-
do a que sabían aprovechar todos los recursos alimenticios que ofrece un t,
Tizonazo
medio tan árido como éste. MAPIMI
A pesar de las campañas españolas contra los indígenas, llevada a ca - • ,-

bo en los meses cercanos al tiempo de lluvias, especialmente ago to y •Zape >


septiembre, y de la fundación del presidio de San Miguel de Cerro Gordo
(hoy Villa Hidalgo, Durango), que protegía el tráfico comercial de Parral
con el resto de la provincia, hubo varios levantamientos indígenas fuer- TOPLA.
tes en 1655, 1663, 1667, 1677 y 1680 que pusieron en peligro la estabili- •
dad de los establecimientos europeos.3
Como respuesta a este estado de guerra, las autoridades provincia-
les fundaron más presidios en Pasaje, San Pedro del Gallo, Concho ,
Casas Grandes, Cosiguarachic y Mapimí. La presencia de más solda-
dos coloniales en la región permitió hacer campañas más agresivas en
/
el Bolsón de Mapimí para atacar a los indígenas en sus propios refu -
gios. CI)

Finalmente las deportaciones de tobosos y coahuiltecos de Nueva OUAANGO


Vizcaya, así como las campañas contra los acoclames y cocoyomes he- <
u
chas por los españoles entre 1708 y 1723 acabaron con la fuerza de esta o
naciones.4 El lugar que dejaron estos grupos fue ocupado durante el siglo
xvm por los apaches. N
¡....

LOS APACHES

El grupo apache pertenece a la gran familia de los atapascanos que ocupó


un extenso territorio al noroeste de Norteamérica. Los apaches estuvie-
+
E'SC.1: 2000.000

Xoeono&

ron en las tierras situadas al este de las montañas Rocallosas, donde ac-
tualmente se encuentran los estados de Arizona, Nuevo México y Texas. I
Tuvieron varios subgrupos, entre los cuales destacan gileños, jicarillas,
chiricahuas, mezcaleros y lipanes.s Mapa 1. División territorial en partidos. Lugares donde incursionaron los apaches y comanches en
Durango . Elaboración del mapa : Gloria Cano y Miguel Vallebueno.
' Guillermo Porras Muñoz, La frontera con los indios de Nu eva Vizca ya en el siglo xv11. Fuentes: Pastor Rouaix, Geografía de Durango, Editorial del Magisterio, 1980.
Fondo Cultural Banamex, México, 1980; aquí se hace un seguimiento preciso de la guerra
contra este grupo atapascano .
-i William B. Griffen, "Indian Assimilation in the Franciscan Area of Nueva Vizcaya",
A mediados del siglo xvrII los neovizcaínos vieron cómo la tensión
Anthropological Papers of th e University of Arizona. núm. 33, Tucson, The University of
Arizona Press, 1979 1 pp. 16 y 11 I . con los indígenas volvió a aumentar. Algunos autores creen que est0
' Berta P. Dulton, "The Athabascans", en American Jndians of the Southwest . Albu- se debió a que, desde finales del siglo anterior, la colonización anglo-
querque, The University of New Mexico Press, 1975 p. 105.
1
sajona sobre las planicies norteamericanas empezó a empujar a los co-

670 Migu e l Va ll e/Juenu e; Apach e s y co m a n c h es e n D11ra11go 671


manches 6 hacia Texas y Nuevo México y éstos, a s u vez, fu ero n despl a- ció n tardó en o bte n er resultados y mientras tanto la guerra apache conti-
zando a los apaches hacia la Nueva Vizcaya . nu ó con fu erza .
Para Chantal Cramaussel, los problemas fueron m ás bi en con lo u - Lo m o m ent o m ás álgidos de este enfrentamiento fueron en la déca-
rnas, janos y jacomes que habitaron la Junta de los Ríos, al n orte de C h i- da de 17 o . A principi os de esta década (17 8 1-1782), Patule el Grande y
huahua, en el siglo xv11, a quienes los españoles llamaron gen érica m en t e o tro ie t e jefe m ezcaleros, entraron en el Bolsón de Mapimí haciendo
apaches.? Entonces es posible pensar que tambi én se hayan incluido co- mu c h o de trozos en los pueblos de los alrededores pese a la defensa he-
mo apacbes los remanentes de los salineros, tobosos y otros grup o resis- ch a por el gobernador de Coahuila, Jacobo Ugarte. En 1788 los gileños lan-
tentes de más al sur. zaron o tra ofen siva 1 2 y se ext endieron hacia el sur causando graves daños
La guerra entre apaches y neovizcaínos (después chihuahuen ses y du- n l o alr dedores de M apimí, San Juan del Río, Guatimapé y Canatlán. 1 3
ranguenses) tuvo dos fases, la primera entre 1748 y 18 10 y la segunda en - El últim o jefe apach e que anduvo por Durango durante esa fase de la
tre 1831 y 1842. gu erra fu e "el indi o Rafael o Rafaelillo", entre 1805 y 1809. Al parecer so-
Hacia 1732 se encontraba en el Bolsón de Mapimí el capitá n apa ch e la m ent e e ta ba acompañado por su hermano Antonio y sus respectivas
Pascual con 400 guerreros. Éstos estuvieron durante algunos años en paz, muj er es . 1 4
gracias al compadrazgo que tuvo con su jefe José de Berroterá n, capitá n , En 1 o 5, Ra fa el ll egó h asta los alrededores de Durango por lo que las
primero del presidio de Mapimí y después del de Conchos. 8 autoridades mandaron en su busca a los indígenas de Analco, Bayacora y
Para 1748 los apaches se habían aliado a los cocoyomes y coa huilas, el Tunal, adem ás de un grupo de comanches que se encontraba comer-
iniciándose un largo periodo de hostilidades entre ellos y lo s es pa ñ o- cia ndo en la ciudad. 1 -
les.9 Con el tiempo, Rafael se convirtió en figura legendaria y quedó fuer-
· Las autoridades de la Nueva Vizcaya encabezadas por el gob ernador t e m ent e grabada en la memoria histórica de los habitantes de Durango.
José Faini, por el teniente coronel Hugo O'conor, jefe de las fuerzas pre- Todavía se _habla en el estado de los supuestos tesoros que dejó enterra-
sidiales y por las fuerzas más representativas de Chihuahua se dirigie- d?s en Topia o de cómo su imagen y la de su compañera se hallan escul-
ron al virrey Antonio de Bucareli, en 1771, para manifestar que entre pidas en una barra nca del municipio de Ocampo.
1 748 Y 1771 los apaches habían matado a cuatro mil personas e n la pro - . . Tambi é~ es iz-i:iportante considerar en esta guerra a otros grupos qu e
vincia Y que los daños causados ascendían a 1 r millones de pesos, por lo hicieron resistencia contra autoridades españolas: desertores bandidos
que se necesitaba tomar medidas drásticas contra ellos. Como respu es - p~ófugos, m~lat?s Y gente de castas (como fueron clasificad;s), libres ~
ta, el virrey dispuso la reorganización del sistema de presidios supri- c1marron~s, md1gen_as de las misiones y poblados y hasta españoles po-
miendo los más australes y fundando otros a las orillas del río Bravo del bres: En fm, gei:ite sm posibilidad de encontrar lugar en la sociedad esta-
Nort~. 10 blecida, que gmaron_ Y sirvieron como espías a los apaches y comanches
El cambio de los presidios fue bajo recomendación del mariscal de o formaron. sus propias bandas · Ya Willi·am M ern·¡1 6 h a h ech o ver 1a im-
·
campo Cayetano María Pignatelli, marqués de Rubí, quien hizo un viaje portancia
, que tuvieron estas bandas , por eJ·emplo la d e e a 1axtnn,
· que ac-
de reconocimiento al septentrión americano entre 1766 y 1768, acompa- tuo en el sur de Chihuahua y norte de Durango e ¡ d , d d
n a eca a e 1770.
ñado por el ingeniero militar Nicolás de Lafora. 1 1 Esta medida de con ten-
12
M . L. Moorhead, Th e A pa che Frontier, !a cabo ele Ugart e an cl Spanish Jnclian Relations in
6 N orth em N ew S~1win 17 89 -l 7 9 1 , Okl a h om a, TI1e Umvers1ty
· · of Oklahom a Press, 1968 .
Verónica E. Tiller, "Apache jicarilla", en Hand book o/ N orth Am erican India ns, vo l. 10
So uth wes t, Washington , Smithsonian Institution, 1983, p . 448 .
11
Agradezco a la se ñora' A111 "1 · F · ·, d • s · •l h h
'- 1a anc s e ara v1a e a ermc fa c1ltado · · fo tos tatI
las copias · ·-
7
Chantal Cramaussel, "Los apach es en la época colonial", en Cuadern os d el Nort e 20, ju - cas
. sobre
. los ataques apaclie
' ' · s a I·
a r1::g1011 I 790 -17 9 2 , tom adas del archivo part1cu ar e1
• · · ( ) · ¡ d
lio de 1992. h1 sto nador At ana sia G. Sara via.
14
$ Informe de Jos é de Berroterán, 1745, BNM AF 7 5/ 27 0 . Cart a d: Ni co lás Laso de la Vega a Leonardo Flores, 24 de enero de r 8o 9, Ram o Comunida-
9
Informe de José de Berroterán al Excmo. Señor Virrey, Méxi co I 7 de abril de r 7 48 , AGN des Indigenas, Archi vo Hi stóri co del Gobierno del Estado de Durango (en adel ante AH GED ).
Historia , t.. 41, núm. 8 . ' ' C art a de Vi cente Trill o al com and ant e ge neral de la Provincia de Nueva Viz caya, r 80 5,
10
AGN, Provin cias Interna s, vol. 132, exp. 20, ff. 441 -462 . Ram o C omunidades Indígenas, AHGED.
11 16
Nicolás de Lafora, Rela ción d el viaje qu e hizo a los presidios intern os situ ados en Ju Willi am Merril , " Vi olenc e, Resistan ce, and Survival in the Am ericas" en Willi am B.
frontera de la Am érica septentrional perten ecientes al re y ele Espaii a, limin ar y acot a- T ay lor Y Franklin Pease G .Y. (eds.), N ative A m ericans an cl the Legacy o/Conqu est, Was -
ciones de Vito Alessio Robles, México, Pedro Robredo, 19 39. hingt on y Londres, Smithsoni an lnstituti on Press, 1994.

672 Mi g u e l Va ll eb u e n o C . Apa c h es )' co 111 a 11 c h es en D ur a n go 673


Otro ejemplo es el de los habitantes de los pueblo del Tizon azo, do por lo capitanes Nicolás y "el Prieto" atacaron con 40 hombres las
Santa Cruz de Tepehuanes y el Zape, tradicionalm ente en rebelió n c n - hacienda de la Zarca y Torreón (de Cañas). 22 Esto motivó que se hiciera
tra los españoles, durante la llamada década del hambre ( r 7 o) fu eron una ca mpaña en su contra a cuya cabeza iban el gobernador y el coman-
acusados por las autoridades provinciales de "ser cómplices en lo deli- da nte gen eral del estado José Urrea. 2 3
tos de robos y muertes coaligándose con los apóstatas y gentiles en emi- Hubo un paréntesis en la guerra con los apaches mediante el acuerdo
gos". Se les embargaron sus cortísimos bienes y todos los hombres ma- d paz con lo m ezcaleros firmado en Chihuahua el 9 de junio de 1 s 4 2,
yores de r 4 años fueron tomados prisioneros y llevados a Durango donde qu e apena fu e un pequeño respiro para los duranguenses, ya que en agos-
permanecieron de 1784 a 1786, los años más difíciles de esa década, Y to de e e año lo comanches iniciaron 2 4 el más sangriento capítulo de es-
"cuya mayor parte murió en la cárcel de esa ciudad sin haber comproba- ta gu erra .
do el delito". 1 7
Un ejemplo más es el de los habitantes del pueblo de San Gregorio, LA UERRA O MA CHE
situado en el corazón de la sierra, a quienes en r 808 se les abrió proceso
por tener una gavilla que robaba maíz y reses en los alrededores, así como Los comanches, un grupo de habla shoshonean, pertenecientes a la gran
de haberse comido una vaca en compañía del indio Rafael.1 8 familia utoazteca,2 · originarios de las grandes planicies norteamerica-
Nicolás de Lafora recomendó a las autoridades españolas que para con- nas, fueron desplazados por otros pueblos como los cheyenes, los arapa-
tener estos grupos "el único medio es escarmentarlos, sujetarlos, Y aun hos Y dakotas, hacia el suroeste de ese país. Esto sucedió más rápidamente
aniquilarlos si conviniere al mejor servicio de Su Majestad y el bien pú- cuando su principal recurso alimenticio, el búfalo o bisonte americano,
blico, en una guerra ofensiva, continuada, en su propia casa" . 19 Por lo fue haciéndose m ás escaso y además numerosos colonos norteamericanos
tanto, se llevaron a cabo fuertes campañas militares que terminaron en empezaron a establecerse en Texas. A medida que escaseaba el bisonte los
18 IO; en ellas Teodoro de Croix logró un tratado de paz con los mezcale- comanches, acostumbrados por numerosas generaciones a vivir de la caza,
ros. Este acuerdo trajo una precaria estabilidad a la Nueva Vizcaya entre empezaron ~ capturar manadas de caballos y mulas principalmente pri-
ese año y 1832. 20 mero para alunentarse Y después para iniciar un mercado destinado a sur-
La segunda etapa de la guerra apache se desencadenó por el abandono tir a los colonos que se establecían al oeste de Estados Unidos.
que sufrieron las fuerzas presidiales y las misiones debido a los proble- Aunque la guerra comanche también fue sangrienta con los texanos y
mas de inestabilidad política que vivió el país durante buena parte del si- norteamericanos, 26 éstos estaban bien armados; firmaron varios tratados
glo x1x. con los _coma~ch~s por lo que las hostilidades de los indígenas se desvia-
En r 8 3 r había otra vez un clima de creciente violencia en la región ron hacia terntono mexicano , el flanco ma' s de' b1·1 . La guerra entre 1os co-
aledaña al río Bravo. Ese año dos soldados que trataron de impedir el robo manches: los duranguenses comenzó en 1842 y terminó definitivamen-
te en la decada de 1880.
de unos caballos fueron asesinados por una partida de comanches. Con
Los comanches
tal motivo, José Joaquín Calvo, comandante general e inspector del esta- , . . .' al igual que 1os apac h es, prepararon sus campañas
do de Chihuahua y el territorio de Nuevo México, emitió una proclama sobre Mex1co prmc1palmente durante los n1 eses de ·u1 10 · a marzo, que son
. 1
que era una virtual declaración de guerra a los indígenas. 21 los de lluvias, Y el invierno, en que podían disponer de aguajes y algo de
Las primeras hostilidades de los apaches se sintieron en el estado de
Durango en septiembre y octubre de r 8 3 5 cuando los gileños encabeza- 2 Carta de Fernando Díaz d J C
2
¡ d
• e a ampa a coman ant e José Urrea 18 , s exp . 87 casill ero
28, AH GED. ' -' ' '
17
Órdenes comunicadas al alcalde mayor del Oro, exp. 14, caj ón 4, AGHED. n Sobre los "bárbaros" que e t · · · d
. . . s an en t erntono e Durango, 18 35 1 exp. 3 7 casillero 28, AHGED.
1
x AGHED, exp. 13 1 cajón 20. Causa criminal de oficio contra los indi os del Pu ehlo de San
2
~ Registro Oh c1al del O , · t d o '
epc1r amento e urango, 2 5 de agosto ele 1842 . Las n otas sobre la
Gregario de la Jurisdicción de San Andrés, por robos y crímenes com etidos en uni ó n o g uerra con los co ma 11 h o .
• c es en urango estan tom adas del Periódico Oficial ·del Estado de
bajo las órdenes del indio Rafael, 1808 . Durango. 1tl4 2-1 87 ),- q u e, ba¡o
· su s d Iºferent es d enommac10nes
· · hizo un minucioso segui-.
19
Lafora, 1939, pp. 279-2 80 . miento ,
. Ag radezco a
<
Cl a· M d · · -
au 1a anzan era su ayu a por la mfom1ac10n que busco para es- -
20
Morris E. Opler, "Apache m ezcalero", en Handb ook of N orth Am erican India n s, te articul o.
2
Washington, Smithsonian lnstitution, 1983 1 p. 420. ' Wallace E. H oehe l, Th e Coman ches. Lords of th e Plain s, N orrnan, The University of
21 Oklaho ma Prc ss, 19 7 6, p. 19 _
Víctor Orozco, Las gu erras indias en la historia de Chihuahua , UA CJ-lnstituto Chi-
26
huahuense de la Cultura, 1992 1 p. 41. H oebcl , 1976.

Mi g u e l V all e b u e n o G . A pa c h es y co m an c h es en D ur an go 675
'T

Nueva España, la costumbre de tomar niños y jóvenes cautivos para au-


pastos en el Bolsón de Mapimí, para hacer descansar a la be tia qu ex-
torreproducir sus bandas y grupos significó que cientos de ellos, como el
traían de las haciendas y ranchos del norte de México antes de er 11 va-
caso de Ramón, fueran desarraigados de sus hogares.
das a Estados Unidos. Por esto las campañas se distanciaban durant e la
Al firmarse los tratados de Guadalupe-Hidalgo, el 2 de febrero de 1848 1
seca. Sin embargo, en los años más fuertes de la guerra con lo coman-
Estados Unidos se comprometió a contener las incursiones. Sin embargo,
ches, las campañas duraban todo el año. las numerosas caravanas que pasaron por las tierras indias, especialmente
La primera campaña comanche se inició con el ataque a la colonia
a partir de la fiebre del oro californiano, agravaron las fricciones entre los
militar de San Carlos, situada al norte de Chihuahua, en ago to de 1 42.
indígenas y los estadounidenses.
Cuando apenas había llegado la noticia a Durango, ésto habían iniciado
Como ya se dijo antes, los colonos necesitaban de buenos tiros de
una gran ofensiva sobre el norte del estado. mulas y caballos para transportarse; comerciantes sin escrúpulos, de am-
Con los comanches venía un desertor llamado Esteban Montelongo, bos lados de la frontera,34 compraron bestias en grandes cantidades a los
capturado por las fuerzas mexicanas. 2 7 Su presencia y la de otros deserto- comanches por lo que los ataques sobre México, lejos de amainar, se in-
res reconfirma la participación entre los comanches de gente sin futuro crementaron en los años siguientes.
en la sociedad establecida. El gobierno federal se esforzó para terminar con el problema, en la me-
En los años 1843 a 1845 1 los comanches y sus aliados, los cahiguas, dida en que la difícil situación lo permitía, disponiendo tropas y compran-
conocieron gran parte del terreno donde se seguirían aventurando duran- do armas durante las administraciones de Herrera, Arista y Santa Anna.
te muchos años, especialmente los de las sierras de la Candela, San Fran- Asimismo, los estados de Zacatecas y San Luis Potosí enviaron tropas pa-
cisco, Gamón, la Silla y del Registro. Allí podían descansar y dominar los ra ayudar a los de Chihuahua y Durango que eran los más afectados.
valles donde se asentaban las haciendas, pueblos y ranchos de los duran- Por su parte, el gobierno estatal tomó las siguientes medidas: estable-
guenses. ció un cuerpo militar en el antiguo presidio de Cerro Gordo;35 aumentó
En esos años asaltaron las villas de Cuencamé 28 y San Juan del Río,2 de 1 o a 5 o Y 200 pesos la recompensa ofrecida por cada cabellera indígena
donde mataron a 70 y 84 personas respectivamente. Tuvieron un comba- que se_le pr~sentara; 36 compró 5 oo fusiles, 100 cara0inas, 2oo monturas y
te con las tropas estatales a las que les mataron 68 soldados .3° Llegaron ma~do_ fabnc3: 1. ooo lanzas para distribuirlas entre pueblos, haciendas y
hasta las puertas de la ciudad de Durango y el valle de Poanas. Hacia el el septimo reg1m1ento de infantería de Durango; autorizó la formación de
SUr se abatieron sobre los estados de Zacatecas y San Luis Potosí, donde guerrillas, por lo que vinieron al estado las comandadas por los norteame-
también causaron cuantiosos daños. ricanos Box , Y Dusenberry,
1 con experiencia en "cazar" seres hu manos.
d L?s ataqu_es arr~ciaron en 1846 y 13 4 7 1 lo cual permití? que los esta- Ad
. . emas, e estado se reforzó con la promulgación de un decreto (27
o1:3-mdenses mvad1eran el país, ya que los estados de Chihuahua, Coa- de diciembre d~ 18 44), por el que se encuadraron en la guardia nacional
huila, Durango y Zacatecas quedaron prácticamente inmovilizados. los hombres mas aptos entre los 18 y 50 años de edad .37 se farmaron cua-
El 2 3 de agosto de 1847 1 en plena invasión, una partida de 200 co-
manches ocupó el norte de la ciudad de Durango, sin que nadie osara de- 3-1 Una nota remitida al Registro Oficial en 184 9 por v ªl entm - G arcia
- Granados comandan-
·11
t~nerlos.31 Durante esa entrada, mataron a Mariano López Negrete, pro- te d e 1a guern a de Gavilanes daba cuenta de una exp e d.1c1on
• 1
· - orgamzada
. ' Abel Wa-
por
pietario del rancho de la Tinaja y se llevaron cautivo a su hijo Ramón. 32 rren comerciante
, l h de- Nueva Orleans para comprar mulas a los apach es. C on motivo · de1
Como el mismo Humbodlt33 lo manifiesta en su Ensayo político sobre la ataque a a ra~c ena comanche situada en la sierra del Espíritu Santo el 13 de febrero de
1S54, Pablo Lopez, cautivo de los comanches por muchos años al ser liberado afirmó que
en la casaca
. que usaba el 1·efe M ague asi- como en 1as sillas . '
de montar de comanches esta-
27
Registro Oficial del Departamento de Durango 1 I de septiembre de r 842. ba el herro
_ ele José Cordero , imp t t ·¡· d h .
or an e m1 1tar e C 1huahua, cuyas bestias respetaban
28
Registro Oficial, 29 de diciembre de 1844. ademas de entregarle
. ganado
' ro b ad o. T am b.1en- se supo por este cautivo que durante el
d e san e ar1os y E1 Paso, quienes "venían con frecuencia
29
Registro Oficial, 19 de octubre de 13 4 5 . combate murieron. tres vecmos · ·
30
Registro Oficial, 1 5 de octubre de 184 5. a comprarles
. bestias a los comanc h es a cam b.10 de po-1vora y vi-veres y que hace poco que
31
Registro Oficial, 26 de agosto de 1847. las bestias_que compra, n estos vecmos · son entrega el as a diez
· amencanos
· - situa-
que estan ·
32 Registro Oficial, 2 de septiembre de 13 4 7 . El anuncio donde se ofrecieron 5oo pesos ele dos en el Alama Chapo". Registro Oficial, JO de marzo de 1854.
recompensa a quien diera informes sobre Ramón López Negrete decía que se trataba 15 Registro Oficial del departamento de Durango, 28 de agosto de 1842.
de un niño de siete años, "le falta un diente de adelante por estarlos mudando" . 1 6 Registro Oficial, 11 de marzo de 1853.
33 Alejandro de Humbodlt, Ensayo político sobre el reino de la Nueva España , primera edi- 17 Memoria en que el gobierno del estado de Durango da cuenta al H. Congreso de la mar-
ción 1822, México, Porrúa, 19841 p. 187 .

Ap ac h e s y co man c h es en Durango 677


676 Mi g u e l Vall e hu e n o G
Entonces el gobierno tuvo la preocupación de que pudiera surgir una
tro compañías de caballería móviles (dos en N azas y dos en Mapimí ); tr alianza entre comanches y tepehuanes, lo que pondría en serios aprietos
compañías de caballería fija en Coneto, Gavilanes y la hacienda de Ra- al estado, pero esta alianza no sucedió. Al contrario, los comanches ata-
mos. Nueve compañías de infantería de 100 hombres cada una en Cuen- caron asentamientos tepehuanes de Temohaya y Xoconoxtle, donde fue-
camé, Peñón Blanco, Nazas, Indé, San Juan del Río, C one to, Sa ntiago ron rechazados después de que causaron daños. 44
Papasquiaro, una en Pánuco y Avino, otra en las haci endas d~ :ºr~ ó n Y En 18 5 2 y r 8 5 3 hubo ataques por todo el estado de Durango y gruesas
Canutillo y una más integrada por 5o indígenas fl echeros on gm an de partidas de comanches entraren a Zacatecas. Una vez más se vio la nece-
las Bocas (Villa Ocampo).3 8 sidad de realizar un plan conjunto entre los estados afectados para llevar
De estas compañías, las que más se distinguieron fu eron la de Gavi- a cabo un ataque a la laguna de Jaco, en el Bolsón de Mapimí, donde los
lanes y Ramos, que tuvieron hombres bien adiestrados, arm ado inclu - comanches tenían sus rancherías .
so se les dotó de cotas de malla y armaduras traídas de Fran cia . El re to La expedición encabezada por el capitán Simón Moreno se llevó a ca-
estuvieron mal armadas y sus resultados fueron muy pobres a pe a r d bo en febrero de r 5 4 . Al amanecer del día 13 de ese mes, los soldados
que en Durango la casa inglesa Randall Corporation vendía rifl , able , descubrieron un poblado comanche en la sierra del Espíritu Santo, que
petardos, fulminantes y pólvora.39 sufría los embates de una epidemia. Lo atacaron por sorpresa y mataron a
Las campañas militares se hallaban sujetas, como todo el paí , a lo 72 personas, entre ellos al jefe Mague, a cuatro jefes menores y a una vie-
vaivenes de la política nacional: los aciertos eran magnificados por la fac- ja hechicera llamada Tapavet. Fueron rescatados 125 cautivos y 280 bes-
ción en el poder y los fracasos acremente criticados por los contrario • tias.45 Esta acción fue el mayor logro realizado a lo largo de este periodo
El desarrollo de la guerra entre comanches y duranguen ses a partir de por las fuerzas duranguenses coligadas con las de otros estados.
entonces fue de la siguiente manera: en 18 48 hubo dos grandes incursio- Los comanches tomaron represalias contra los mexicanos haciendo
nes . Durante la primera, los indígenas atacaron Indé, de donde, a pesar de una campaña a partir de abril de ese año, en la cual llegaron hasta Tapia y
que 200 vecinos salieron a batirlos casi desarmados, se llevaron num ero- canelas, donde nunca habían penetrado. 46 Los cascos de las haciendas de
sos niños e hicieron graves daños al ganado.4° En la segunda, llegaron a la la Sauceda, Guatimapé, Pinos, Ojo, Chorro, situadas.en los valles centra-
sierra Madre amagando el mineral de San Dimas . El camino Durango- les del estado, fueron atacadas. La campaña comanche también se abatió
Mazatlán se volvió en adelante muy peligroso ya que también aparecie- con toda su fuerza sobre el estado de Zacatecas. Como resultado de estos
ron partidas de bandidos, que disfrazados de indios se dedicaron a asaltar ataques, se hizo un programa de fortificación y defensa para los pueblos y
arrieros y viandantes.4 1 haciendas del estado.
En 1849 y 1850, pese a que en el primer año los comanches (al igu al A medida que el gobierno estadounidense pudo ejercer mayor presión
que los mexicanos) padecieron una fuerte epidemia de cólera, 42 los ata- sobre los comanches, mediante el establecimiento de fuertes para contro-
ques sobre las haciendas situadas en los alrededores de Durango se hicie- larlos, 47 los ataques sobre Durango disminuyeron de tono respecto de los
ron más constantes y se extendieron sobre el valle de Peanas, de donde años anteriores. No obstante, la campaña comanche de i8s8 fue muy
sacaron gran cantidad de caballos, que al norte empezaban a escasear. fuerte.
En el año de 18 5 1 hubo tal sequía que produjo un tumulto de pobres Como México fue entrando en la dinámica de la guerra de reforma
que buscaban granos en la ciudad de Durango.43 A raíz de esto, los co- (1 8 57-1860), a los daños de los comanches y a los problemas propios de la
manches llegaron hasta el partido del Mezquital, al sur del estado, donde guerra fueron agregándose los asaltos y robos de numerosas partidas de
nunca antes habían penetrado, e hicieron de la sierra de Michis su lugar bandidos que se ocultaron, bajo consignas políticas e hicieron la situa-
de resguardo. ción aún más grave para el estado.
Durante la década siguiente, Estados Unidos sufrió la guerra de sece-
cha de la administración pública en el año de 184 7. Presentada el dí a I de m arzo de 1848, sión, por lo que disminuyó la presión sobre los comanches. Los ataques
Durango, Imprenta del Gobierno a cargo de M. Gonzál ez, 1848.
J~ Registro Oficial, 17 de julio de 1850.
19 Registro Oficial, 1 5 de abril de 18 5 1. -1-1 Registro Oficial, 2 7 de mayo de 18 52 .
.¡o Registro Oficial, 25 de octubre de 1848 . .¡ ; Registro Oficial, 1 de marzo de 18 54.
-1 1
Registro Oficial, 26 de noviembre de 1848. .¡ 6 Registro Oficial, 24 de mayo de 185 4.
-1 2 Hoebel, 1976, p. 29 8. -17 Hoebel, 1976 , p. 301.
-1 3 Registro Oficial, 20 de julio de r 8 5 r.

Apac h es y co m a n c h es en D ur a n go 679
Mi g u e l Va ll e hu e n o G.
sobre México volvieron a incrementar e, e pecialm ent e duran te 1 l 6 Y CuAD R 1. Núm ero de muertos, cautivos y lugares abandonados
186 4 . Terminada la guerra en Estados Unidos, el gobiern o de e paí ~~­
mentó como nunca antes la presencia de las fu erza arm ada en la reg1on Lugmes
y conminó a los comanches a aceptar un tratado, el 2 de ago to d r 6 ,
r
Partido Mu ertos Cautivos abandonados
mediante el cual fueron confinados en reservacion e .4 Ind . 1 37 5 127 73
A partir de entonces las incursiones comanche fu ron cada v z m á C u nca m é 1 O 5 253 70
esporádicas, hechas por pequeños grupos qu e se replegaron gradu alme nt San Ju an del Río 6 1 102 69
hacia Chihuahua hasta la década de 18 o con qu e se m arcó el fin de e ta D u ra ngo 65 0 71 43
guerras. N aza r 76 87 14
Map imí 42 6 25 25
CONCLUSIONE S N ombre de Dios 326 11 13
O ro 124 29 36
Las guerras entre los europeos (y sus descendientes) y los apach es Y co- M zquital 115 15
manches se debieron a distintos factores, principalmente la conflu encia T otal 5 85 7 743 35 8 49
internacional de los expansionismos español, francés, m exj can o, t exano,
y estadounidense, que empujaron y manipularon a lo grupos indígena
tu ación ayudó a consolidar el latifundismo ya que a los propietarios más
que luchaban por un espacio y por mantener sus costumbres y form a de
vida. grande les fue más fácil resarcir sus pérdidas y continuar con sus fincas.
Lu gares promisorios para la agricultura como La Laguna tuvieron un
Por otro lado, los marginados sociales, en un contexto tan desigual,
desa rrollo económico y poblacional tardío, ya que debieron esperar hasta
se manifestaron contra la sociedad establecida formando bandas Y enten-
el porfiriato, en gran parte por este problema.
diéndose con los nómadas norteños.
Los gastos originados por el ·pago a soldados, armas, etcétera, fueron
La debilidad de México en los años posteriores a la Independencia, en
capitales que dejaron de ser empleados en empresas productivas que die-
los que un país dividido enfrentó la penuria del erario público, varios gol- ran vida al estado. Las gu erras indias, en fin, contribuyeron a una falta de
pes militares, dos guerras externas, la pérdida de más de la mitad de su desarrollo no solamente del país, sino de todos y cada uno de los estados
territorio, una guerrá civil, una intervención, dos epidemias de cólera, se- involucrados.
quía, hambre, robos, préstamos forzosos, etcétera, hlzo qu e el problem a
con los indígenas fuera más difícil de solucionar.
Los impactos de estas guerras sobre Durango fueron demoledores. En
el aspecto demográfico, los daños causados en vidas humanas Y cautivos,
entre los años de 1836 y 1856, los años más álgidos de la guerra coman-
che, fueron cuantificados por las autoridades de los partidos, en los qu e
se puede ver el impacto de los ataques en los partidos situados al nort e del
estado, donde hubo más población y más ganado que robar, como puede
verse en el cuadro 1.
En el aspecto económico el estado sufrió enormes pérdidas, difíciles
de cuantificar. La producción agropecuaria quedó deshecha en el estado.
Se perdió gran parte de los ganados, especialmente equinos, que fueron
muertos o robados . Los cultivos fueron abandonados o destruidos . Como
se ve en el cuadro 1, muchos lugares fueron abandonados. Éstos correspon-
den a sitios más alejados de las haciendas y a ranchos pertenecientes a
propietarios con menos recursos, por lo que se puede pensar que esta si- -1
11
Inform acion es publicadas durant e 1856 en el peri ódico oficial del estado y de donde Car-
los H ernández, en Dura ngo Gr áfi co, Durango, 1903 p. 76 formó el cuadro que se repro-
1 1

-1 ~ Hoebel, 1976, pp. 307- 309. duc e.

680 Mi g u el V all e bu e n o G . Apac h es y c o m anc h es en Dura n go 681


EL CONFLICTO ENTRE APACHES,
RARÁMURIS Y MESTIZOS EN CHIHUAHUA
DURANTE EL SIGLO XIX

Víctor Orozco
Centro de Investigaciones Regionales, UACS

I TR DU

E conocido el hecho de que en el Norte de la antigua Nueva España mo-


raba una gran cantidad de etnias a la llegada de los conquistadores y colo-
nizadores hispanos. Un buen número de ellas desaparecería en el curso
de la dominación europea: conchos, tobosos, mansos, sumas. Otras fue-
ron reducidas a su mínima expresión, para llegar hasta nuestros días co-
mo grupos sociales casi extintos. Es el caso de pimas o guarojíos en la
sierra de Chihuahua. La gran batalla de la resistencia fue librada de ma-
nera distinta por cada nación indígena, en correspondencia con sus pro-
pios modos de vida, entorno físico y patrones culturales. Y muy diversas
fueron también las relaciones que establecieron con españoles primero Y
con mexicanos posteriormente.
En este trabajo se abordan algunos aspectos relacionados con los apa-
ches y rarámuris durante la pasada centuria. Éstas son las dos etnias que
permanecieron, cada una a su manera, y que vivieron durante el periodo
un proceso de conflicto con la sociedad mexicana que, a su vez, vivía las
primeras etapas de su propia construcción. Tal conflicto se expresó ora
por la violencia, sobre todo en el caso de los apaches, ora por el de la re-
sistencia pacífica, por lo que se refiere a los rarámuris. Los primeros ter-
minaron por sucumbir al final del siglo, atrapados entre dos civilizacio-
nes: la mexicana y la norteamericana, a cuyos moldes nunca pudieron ni
quisieron acomodarse, porque ninguna ofrecía a esta nación indómita
otra cosa que servidumbre y explotación. Los segundos se aferraron a los
últimos reductos y espacios que les dejaron los mestizos, preservando
parcial y desigualmente sus costumbres, formas de organización social e
idioma y permaneciendo en una de las peores situaciones de miseria que
se registran entre las etnias del país.
En el espacio físico e histórico que hoy constituye el estado de Chi-
huahua, durante todo el siglo x1x se cruzaron los intereses de mexica-
nos, rarámuris y apaches. Los dos primeros no entendían otra manera de
relacionarse con su entorno y entre ellos mismos que no fuera en comu-
nidades más o menos numerosas, instaladas en un territorio determina-
do y dedicadas a las tradicionales actividades que exigían su estancia en
el lugar, como la agricultura, la ganadería o la minería. En tanto que los
apaches concebían las mismas tierras como espacios abiertos, dond po- zación y nacionalización de los bienes del clero y de corporaciones civj-
dían desplazarse libremente y establecer sus rancherías m ovib le bu - les de 1 56 y 1 59, pero de ninguna manera comenzaron con ellas. Por
cando la caza y practicando el pillaje. Eran pues mundo bá ica m ent jemplo, en Chihuahua se promulgó en 1851 la Ley cuarta, que introdu-
antagónicos, circunstancia que determinó una lucha casi sin tregua, por cía de lleno el régimen de propiedad occidental en los indígenas. Sus ar-
más de medio siglo, desde la década de 1830 hasta final es de lo och nta. tículos 24 y 25 eñalaban:
En esta confrontación entre mexicanos y apaches, los rarámuri , a pe ar
de los centenarios agravios que resentían de blancos y m es tizo , regular- Est s ejid s erán de la masa común de los moradores de los pueblos, excep-
mente fueron sus aliados, en la medida en qu e ellos mi smos ufri ro n to I terrenos culti vabl es que halla dentro de ellos, los que se distribuirán
los ataques de los apaches en sus pueblos y rancherías, contra lo cuale entre sus legítimo dueños, dándole a cada uno su título de adquisición.
aquéllos mostraban una especial saña. Las líneas qu e igu en bu ca n al- Son dueño legítimos de los terrenos a que se contrae el artículo que· an-
guna explicación sobre esta problemática que engloba los tres grupos a- tecede.
ciales (apaches, rarámuris y mestizos), y al conjunto de relaciones qu e 1. - Los indíge nas de ambos sexos naturales de los pueblos, ó los que ten-

mantuvieron entre sí. gan más de cuatro años de vecindad, siendo mayores de diez y ocho años o
casados.
LOS RARÁMURIS. PROCE S O S DE ASIMILACI ÓN -EXPU L I ÓN 11. Los tambi én casados con indígenas de los mismos precitados pueblos,
aun cuando no sean de aquellos por naturaleza. 1
De hecho, las últimas grandes rebeliones rarámuris tuvi eron lugar a fi -
nes del siglo xvn. A mediados de esta centuria se produjo la qu e acaudi- De he~ho, los pueblos mestizos de la Alta Tarahumara, especialmente
lló el legendario Gabriel Tepórame, siríame o hechicero que aglutin ó en los ubicados en la cuenca del río Papigochi y aledaños, comenzaron a
torno del movimiento a una buena parte de los pueblos tarahumara s. desarrollarse aceleradamente después de la expulsión de los jesuitas en
Tepóraca o Tepórame fue ahorcado en Tomochic en 16 5 3 . Por r 6 9 0 se r 7 67 · Como se sabe, el hecho constituyó una gran expropiación de tie-
registran nuevas sublevaciones que pusieron en peligro el dominio hi s- rras,, que, aun cuando formalmente pasaron a la propiedad de la corona a
traves del Fondo de Tempor a1·d 1 a d es, en Ia practica
, · y en muchísimos ca-
pánico en la zona, pero que terminaron con la derrota y suj eción de las
sos fueron
1 ocupadas por labradores mestizos de 1a zona, que se at 1ncaron ·
comunidades sublevadas . A partir de entonces, los rarámuris aceptaron, 1
en e. as,. expulsando
, a los indígenas rarámuris que servian , en 1as mis10- · ·
de buen o de mal grado, el sometimiento en haciendas de ben eficio de
nes Jesmtas. Estas . operaban
., . a la vez como unidad d d ·
es e pro ucc10n y cen-,
metales o agrícolas y ganaderas pertenecientes a los españoles, ya fu eran
tros de evangehzac10n,
. . . sm que la primera de sus fun c10nes
· ce d iera
. •
en im-
militares, civiles o a las órdenes religiosas, principalment e de los jesui-
portancia Y pnondad . . en la atención de los ocupado s mis10neros.
· · En l·as
tas. Desde entonces, existen pocas noticias sobre rebeliones tarahuma-
tierras. de las mis10nes trabajaba
. la numerosa
. poblaci·o, ,
n raramun, su¡eta· ·
ras, aun cuando los funcionarios hispanos, de cuando en cuando, lanza-
a _un sistema de paternahsmo que ~om~maba la inflexibilidad con la pré-
ban voces de alerta sobre el peligro de nuevas insurrecciones. Durante el
dica ~e 1~ mansedum~r~ y la obediencia. Al mismo tiempo, garantizaba
siglo x1x, hay unas cuantas informaciones sobre actos de rebeldía por par-
a los md1genas el suministro de bienes de subsistencia y protección fren-
te de los rarámuris, que por ese tiempo tenían todavía numerosos as en-
te a los vecinos "de razón", siempre ávidos de las feraces tierras de los
tamientos en los valles de los ríos, al lado o dentro de los pueblos m es ti -
valles.
zos, en particular en los ubicados en las riberas del río Papigochi. En el
curso de las últimas décadas del siglo xvm se inició el proceso de expul - Debe recordarse que los mandamientos reales disponían que en todo
sión de estas comunidades hacia el interior de la si erra M adre Occiden- caso Y d~nde se produjeran vecindades de indígenas e hispanos (más tarde
tal Y se desarrolló de manera acelerada durante toda la siguiente centu- de mestizos), se estableciera cuando menos una familia de estos últimos
ria, para lo cual, hispanos y mestizos se valieron de todos los recursos enmedio de dos rarámuris. Al correr del tiempo y cuando se trataba de tie-
legales de la legislación colonial, como la denuncia de terrenos supues- rras propias para la agricultura (de pan llevar y de pan sembrar) y la gana-
tamente realengos y, más tarde, de muy diversas normas jurídicas que
propiciaban la constitución de la propiedad privada individual y en las 1
Ley cuarta, promulgada el 23 de dici embre de 1 8 51 e incluida en la Nu eva colección de le-
que fue tan rica la legislación decimonónica. Tales procedimientos fu e- yes vigentes en el es tado de Chihuahua, revisada y aprobada por el Congreso del estado,
C IDE C H , I 880 .
ron más precisos después de la promulgación de las leyes de desamorti-

Vi c t or Ur ozco E1 e o n f 1i e t o e 11 t re ap ae h e s . r ar á m uri s y m es t i z o s 685


dería, la población rarámuri fue cediendo de grado o por fuerza u po e- e n los momentos culminantes de la guerra contra los apaches, los veci-
siones, al parejo que .perdía en densidad, mientras que se incrementaba la nos mestizos estuvieron más ocupados en defender sus propios ejidos;
mestiza. una vez concluidos los enfrentamientos, se intensificó este proceso que
Una vez removido el dique representado por la Compañía de J ú , llevó a los rarámuris fuera de los suyos, reducidos a la condición de jorna-
estas tierras quedaron dispuestas para entrar en posesión de los particula- leros o mendicantes. Así lo denunciaban en un largo escrito los de Coco-
res mestizos, o bien, en el patrimonio colectivo de los pu eblos, ya fu ra mórachi, un pueblo cercano a Temósachic, cabecera del municipio del mis-
por las vías de hecho o legalizadas. Los procuradores de indios en oca io- mo nombre, y uno de los pueblos mayores de la región. Con toda claridad,
nes impugnaron contratos y decisiones de los funcionarios coloniale en- sintetizaban la situación:
cargados de la composición de tierras, pero a la postre el resultado fue la
desposesión de los rarámuris, sobre todo en los terrenos bajos de las v ga que en nuestros desgraciados Pueblos todo el tiempo que fuimos abatidos por
de los ríos. Este proceso, como se ha dicho, continuó durante toda la pa- los indios bárbaros sólo pudimos sostener y conservar nuestras posesiones
sada centuria, hasta que las comunidades tarahumaras desaparecieron de siendo víctimas de ellos y hoy que disfrutamos en este respecto de completa
sus antiguos asentamientos de los valles, sea porque una parte de su paz ... tenemos nosotros que lamentar la desgracia de ser diariamente explota-
miembros se asimiló a los mestizos, sea porque se instaló en las sierras, dos por algunos vecinos que emigran a nuestro Pueblo con este fin, animados
cada vez más lejanas, donde ellas pudieron sobrevivir y mant en er su por una parte de la paz de que se disfruta y por la otra con el propósito de
cohesión. De esta manera, los antiguos pueblos de las misiones, ubicado aprovecharse de que no pudiendo comprenderles ni su idioma español, les es
en sitios de geografía privilegiada, por el fácil acceso a llanos y aguas, e fácil en poco tiempo hacerse dueños de todos o de la mayor parte de nuestros
convirtieron en asentamientos básicamente mestizos y en ocasiones terrenos, como ha sucedido con otros diferentes pueblos, en donde a la fecha
se formaron pueblos paralelos de rarámuris, como sucedió con Arisiachi, los indígenas como antiguos posiadores desalojados de sus posesiones aven-
vecino de Tomochic. turan por los estériles desiertos buscando el medio de vivir.3
Las relaciones entre rarámuris y mestizos siguieron conduci éndo-
se por la senda de los patrones y modelos coloniales. Siempre estuvie- Poco ant~s de que estallara la Revolución, el gobernador Enrique C. Creel
ron presentes la servidumbre, la expoliación y el despojo, bien fuera vio- promulgo la Ley de Protección y Mejoramiento de la Raza Tarahumara,
q ue , como todas c,4s1ac10nes,
_ . las le'" · · · - d e muy poco O nada para alcan-
suv10
lentos o a través de inicuos tratos comerciales . En el desarrollo de este
complejo de vínculos políticos, económicos, religiosos, culturales, fami- zar sus propos1tos. Así lo entendieron algunos de sus destinatarios, que
liares, se involucraron todas las instancias de poder, como la Iglesia, los por boca de uno de sus gobernadores, Francisco Villegas de Santa María
de Cuevas, en 1909 denunciaban:
diferentes niveles de gobierno (autoridades estatales, jefaturas políticas,
ayuntamientos, comisarías, etcétera), pequeños caciques regionales y lo-
cales. Cada una aportó sus propios recursos, ya fueran espirituales o de Que a principios del año de 1907 en virtud de que el Ejecutivo del Estado me
fuerza física, para mantener el sistema, aun cuando es justo señalar que nombró Gobernadorcillo[ ... ] el Jefe Municipal de San Lorenzo me obsequió
nunca faltaron voces, ya de misioneros, de autoridades municipales o de un pequeño folleto que lleva por título[ ... ] "Exposición de motivos que pre-
los propios representantes indígenas que denunciaron los abusos. Y tam- sentó el Ejecutivo del Estado, sobre civilización y mejoramiento de la raza ta-
bién hubo esfuerzos del gobierno para frenarlos, ordenando inspecciones rahumara y Ley expedida acerca del asunto por la H. Legislatura" y habiéndo-
y tomando medidas que buscaban la protección de los indígenas, aun me enterado de dicho folleto, reuní a todos los indígenas de mi mando para
cuando muy poco se pudo lograr. 2 darles a conocer los humanitarios sentimientos hacia nuestra raza del Señor
A lo largo del siglo se llevó a cabo pues un continuo despojo y expul- Gobernador del Estado[ .. . J (Luego de hacer una larga enumeración de abusos
sión de rarámuris de las tierras pertenecientes a sus comunidades . Si bien Y despojos cometidos por las autoridades, Villegas declara:) Viendo pues que
la referida ley es enteramente ilusoria para los indígenas de este pueblo, no
deseamos ya los beneficios especiales que ella nos concede, solamente nos
2
En una curiosa comunicación de Jesús José Chávez, por entonces presidente secc ion a!
municipal de Tomochic, denuncia la venta de aguardiente y tesgüino a los rarámuri s, para
luego quedarse con sus animales y sementeras, violando órdenes previas de la jefat ura po- 3 El escrito dirigido al gobernador del estado estaba firmado por Valente Mendoza, a ruego
lítica de Guerrero (Jesús José Chávez fue el padre de Cruz, quien en 1892 encabezaría la de Juan Carpintero, Antonio Rico y Teodoro de la Cruz, representante de los indígenas
rebelión de Tomochic) . Véase Archivo Municipal de Guerrero, caja 7 lega jo 81.
1
quejosos. Archivo Municipal de Guerrero, caja 37 legajo 345.
1

686 Vi c tor Or ozco El conf li cto e utr e apac h es . rarámuri s y mestizos 687
concretamos a pedir se respeten sjqui era en nuestras persona e intere e la his toria regional e influirá de diversas maneras en el movimiento generaJ
prerrogativas que la Constituci ón de la República nos conce de com ci uda - de la sociedad norteña. Existen, desde luego, diferencias profundas entre
danos y bajo ese concepto .4 ambas naciones indígenas, que a su vez determinaron un comportamien-
to y un destino históricos diversos. Enunciemos algunas de ellas:
En casi todos los casos, la resolución usual de las autoridades era ordenar r. Los rarámuris constituyen una nación más "vieja" que los apa-
que se respetasen los terrenos de los rarámuris, al tiempo que di ponía n ches, por lo que hace a su relación con los europeos. La conquista de los
adjudicar los terrenos vacantes a los vecinos y a quienes se ence ntra e n primeros antecede en más de una centuria a las primeras confrontaciones
en las colindancias. Naturalmente, siempre ocurría que se localiza en e · con los apaches. Ya se ha dicho que la última gran rebelión tarahumara
tos baldíos, a costa de las posesiones de los indígenas, tal como h abía u- ocurrió a fines del siglo xvI, mientras que las primeras incursiones de los
cedido desde el siglo XVIII. apaches datan de 1740-1750.6 Por estas fechas, los hispanos comienzan a
La concepción ideológica orientadora del régimen partía de la n ece i- generalizar el uso del gentilicio "apache" (que probablemente significaría
dad de incorporar al indio al modelo de civilización occidental; baj o el su- "enemigo" en lengua zuñi). Este desencuentro en · el tiempo da lugar a
puesto de que la ilustración sería por sí misma una fuerza liberadora y una primera consecuencia: dificultaría y prácticamente imposibilitaría una
emancipadora.5 Al parejo, suponía por antonomasia la inferioridad de la alianza o al menos los vínculos de solidaridad frente a españoles y mexi-
propias formas de vida y organización social indígenas a las que inevita- canos. En t érminos más enfáticos se diría que los rarámuris eran ya un
blemente habría que destruir, como la propiedad en común y las prácti- pueblo conquistado hacía varias generaciones cuando los apaches comen-
cas de hacer justicia. A pesar de esto último, representaba un avance rele- zaron su lucha de resistencia.
vante respecto a la idea colonial de juzgar a los indígenas como privados 2. Los rarámuris eran básicamente un pueblo sedentario a la llegada
de razón, situados enmedio de los seres que carecen de entendimiento y de los europeos . Su espacio territorial comprendía buena parte del centro
los humanos. En este sentido es significativo comprobar cómo, en el com- Y occidente del estado de Chihuahua, y ocuparon sobre todo las cuencas
portamiento pe algunos frailes, se expresa esta noción, cuando, por e je m- fluviales. Los apaches fueron un pueblo nómada, aun cuando ocasional-
plo, apoyaban las demandas de titulación de tierras comunales indígenas mente poseyeran y cultivaran pequeñas milpas cuando podían instalarse
que hacían particulares criollos o mestizos, porque de esta manera se durante ~e_riodos más prolongados en ciertos lugares que ofrecían mejo-
obligaba a los indios a permanecer en la cercanía de la parroquia bajo el res ~ond1c1ones para la caza y el pillaje. Ya los capitanes españoles se
cuidado y vigilancia de los clérigos; o bien, los castigos a chicotazos a los queJaban de las gigantescas dificultades que implicaba dominar un terri-
renuentes o remisos a asistir a los oficios religiosos. Tales actitudes eran torio donde no había "poblazones", ni adoratorios que derrumbar. Frente
inadmisibles tratándose de mestizos. a los porfiados conquistadores y colonizadores sólo se extendían insonda-
bles llanu~as y sierras, dentro de las cuales las rancherías apaches se mo-
APACHES Y RARÁMURIS: LAS DIFERENCIAS
vían con libertad. Esto también implica que, si bien los rarámuris tenían
sus propias formas de propiedad (si es lícito utilizar el término), sustan-
En t;into que los sedentarios rarámuris eran sometidos, la otra nación in- cialmente diferentes de las románicas, también es evidente que gusrrda-
dígena de referencia, la apache, protagonizaba una larga lucha armada ban una conexión similar con un territorio conocido y acotado. De igual
contra los españoles y luego contra los mexicanos . Esta confrontación manera, los indígenas trasladados del centro del virreinato y conocidos
tardía en la historia iberoamericana se articulará profundamente en la en el Norte como "mexicanos" 7 mantenían parecidas ideas sobre la rela-

6
4 AH STJE C H, sin clasificación. D ebe precis arse, sin embargo, qu e en 168 0 tuvo lugar la gran rebelión de los indios pueblo
5 Por ej empl o, en un comunicado de fecha julio 18 de I 8 5 7, al calor de la gu erra ele Reform a, en el t erritorio ele Nuevo M éxico, que trajo consigo la expulsión de los españoles y su con-
el gobernador decía al jefe político de Guerrero, qu e " se impondrá usted del in cansahlc centración en la vill a del Paso del Norte, h ast a 1690 en que Diego de Vargas encabezó lo
empeño con qu e trabaj an los enemigos de la ilustración y el progreso para est aci on ar toda - qu e se llamó la reconquist a de Nuevo México. Entre los indígenas sublevados ocuparon
vía en los pueblos sus rancias y pés im as costumbres, a m anera qu e los infelices indíge na s un lugar preponderante los apaches, qui en es, sin embargo, todavía no eran claram ente dis-
no prueben la libertad ni asci endan al grado de ilustración cuyas circun stancias so n los tinguidos de los dem ás.
7
obstáculos qu e los embarazan, el uso del trabaj o de esos infelices para servirse de ell os co- Tal palabra no t enía por entonc es una referencia nacional, sino que únicam ente aludía a
mo bestias de carga y no como ciudadanos en el uso de sus derechos" , Archivo Muni cipal la procedencia geográfic a. Véase a este respecto a Cheryl English Martín, Governan ce and
de Guerrero, caja 7 1 legaj o 81. Society in Colonial Mexico Chihuahua in th e Eighteen Century, Stanford, Cal., 199 6.

688 Vic r o r O r ozco El conf li c r o e ntr e apa c h es, r a r á muri s y m es t izos


teriales, 9 por lo que era inmune a la picota y a la barra demoled9ras d~-
ción con la tierra. Los apaches, por su parte, no defendían un espacio con los hispanos. Ésta es probablemente una de las claves para e~plicar la re-
tales características sino un modo de vida que exigía el libre de plaza- sistencia inquebrantable que ofrecieron los apaches al dominio europeo.
miento por territori~s que, a su juicio, no debería~ ser obje~o de control No es ilícito especular en el sentido de que los apaches rechazaron recon-
permanente por nadie. Esta concepción chocaba sm remed10 con la que ciliarse con sus enemigos en vista de la condición a la que fueron reduci-
tenían los hispanos acerca de la propiedad. . dos, entre otros pueblos, el de los rarámuris, y que su enemistad con és-
. Los rarámuris sólo tuvieron relaciones con españ~les Y mex~canos. tos también tenía que ver con el desprecio por haberse rendido. 10
3
Los apaches, por su misma aparición y despliegue ta_rd1os, conoc1e_ro~ a En 1892 se produjo lo que tal vez fue la última incursión armada de
otros europeos y fueron impactados por la emergencia y ~l expans1om~- los apaches en territorio mexicano, considerada ya como un problema
mo anglosajones, así como por el·choque entre norteame~1canos y ~ex1- de policía y que pudieron reprimir los guardias de los hacendados, quepa-
canos. Sus vínculos con pobladores europeos norteamencanos tuvieron ra entonces habían consolidado su poder con el auxilio de un poderoso
lugar en un principio con cazadores y tramperos, que y~ desde la primer_a estado centralizado, haciendo retroceder el de los rancheros. Dieciocho
mitad del siglo x1x incursionaban activamente en los nos de Nue~o Me- años más tarde, ambas fuerzas, aliadas mientras tuvieron que enfrentar a
xico y Chihuahua en busca de nutrias y castores, para proveer de p1e~es el los apaches, protagonizarían el gran enfrentamiento que dio lugar a la Re-
creciente mercado de las capitales europeas. Más adelante comerciaron volución de 1910.
con ganado sustraído de ranchos y haciendas de ambos estados para cam- Significativamente, el regreso de apaches en pie de guerra tuvo lugar
biarlos en Kansas y Texas por modernas carabinas y utensilios diversos. en 1 916, cuando un grupo de ellos formó un cuerpo de exploradores inte-
Después de la guerra mexicano-norteamericana Y una vez que Nuevo grado al ejército norteamericano que penetró en el estado de Chihuahua
México quedó bajo el dominio de Estados Unidos, hubieron de enfrentar en persecución de la guerrilla que comandaba Francisco Villa. Cur_iosida-
también a colonos y militares de este país. Sobre todo, después de que des de la historia: los hijos de los rancheros campañadores, cuyos padres y
concluyó la Guerra de Secesión, cuando se desplegó a profundidad el avan- abuelos dedicaron tantos años a seguir la huella y perseguir a los apaches
ce norteamericano sobre Nuevo México y Arizona Y se formaron las irredentos, se vieron ahora rastreados en sus propios pueblos y montes por
grandes empresas ganaderas y agropecuarias. Al final de las guerras in- los guerreros vestidos con el uniforme del ejército norteamericano. 11
dias, de 1870 en adelante, los apaches fueron tomados entre dos fuegos
por los ejércitos y las milicias de ambos países . COLOFÓN
4. Los rarámuris aceptaron por último la evangelización española y
asumieron a su manera el cristianismo. 8 Al asumir las divinidades ex- Quisiera concluir, dentro de este coloquio en honor de Tita Braniff, recqr-
' 1
tranjeras perdieron uno de los sustentos básicos para la resistencia y la dando un comentario a propósito de la presentación de un número de la
independencia. Su derrota espiritual precedió o bien corrió paralela con
sus derrotas militares. En este sentido, no es ocioso recordar el papel En un escrito de José de Santa Cruz, redactado a finales del siglo xvm y publicado por pri-
9
central que desempeñaron aquí los misioneros y evangelizadores, tanto mera vez en 1831 por José Agustín de Escudero, decía que "El apache.conoce la ecsisten-
jesuitas como franciscanos. Ellos domeñaron las almas indígenas y las cia de un Ser Supremo Criador, bajo el nombre de Yastasitasitán-né o Capitán del Cielo;
prepararon para que aceptaran la sumisión. Con los apaches, las tareas pero carece de ideas de que sea remunerador y vengador: por esto no le dá culto esterior ni
evangelizadoras sufrieron un descalabro tras otro. Misioneros muertos, interior, ni tampoco á las demás criaturas que comprende formó aquel para su diversión y
entretenimiento." Véase Víctor Orozco, Las guerras indias en la historia de Chihuahua,
ahuyentados o ignorados, conformaron los signos de este hecho. Todavía
uACJ-Instituto Chihuahuense de la Cultura, 1992.
en la tercera década del siglo x1x, el historiador José Agustín de Escudero
,a En diversos ataques de los apaches a ranchos o pueblos de Chihuahua, donde existían co-
se quejaba de los "empedernidos" pechos de los apaches, totalmente munidades rarámuris, se advierten estos sentimientos, por el ensañamiento contra éstos.
herméticos al mensaje del cristianismo. De hecho, nunca renunciaron a De igual manera, la participación de rarámuris en las campañas contra los apaches revela
su religión, especie de panteísmo primitivo que encontraba a la divini- estos antagonismos. No es ocioso recordar que uno de los últimos caudillos apaches, Vic-
dad en todas las formas naturales y que carecía de representaciones ma- toria, fue muerto por Mauricio Corredor, jefe campañador rarámuri, en la batalla de Tres
castillos el 14 de octubre de 188 0.
11 Véase el libro del coronel Frank Tompkins, uno de los jefes de la expedición punitiva,
8 Para una discusión sobre este tema, véase el excelente libro de William L. Merril, Almas Chasing Villa , Th e Story Behind th e Story of Pershing ·s Expedition Into Mexico, The
rarámuris , México 1 Dirección General de Publicaciones del Consejo Nacional para la Cul- Mili tary Service Company, Harrisburg, 19 34.
tura y las Artes-Instituto Nacional Indigenista, 1992.

El co n f li c t o e ntr e apach es. rarómuri s y m es tizo s


Victor O r ozco
revista Arqueología Mexicana en torno a un artículo sobre la Gran Chi- DE LA CAZA AL PASTOREO. TRANSFORMACIONES
chimeca, el espacio de apaches y rarámuris, escrito por nuestra homena- ECONÓMICAS Y CAMBIOS SOCIOPOLÍTICOS ENTRE
jeada. En él escribe con erudición que este país ha sido ca i todo en nu e tra LOS INDIOS DEL ORIENTE DE LA LLANURA PAMPEANA
historia: tierra de reservas humanas, de conquistadores, reto para quiene
han querido domeñarlo, espacio de disputa y entrelazamiento entre cultu- Raúl J. Mandrini
ras distintas. Todo ello desde los orígenes hasta nuestros días. Yo encon- Instituto de Estudios Histórico-Sociales, uNc
tré en el artículo de Beatriz Braniff muchas inspiraciones. Siempre h e
considerado que las raíces no sólo explican el nacimiento de un fenóm e- Los indios de la región pampeana, la Patagonia septentrional y la precor-
no histórico, sino que siguen presentes y su marca no se esfuma por má dillera andina sufrieron profundos cambios en su economía y en su es-
mutaciones que traiga el tiempo consigo. El septentrión prehispánico- tructura sociopolítica durante el periodo que siguió al asentamiento his-
novohispano y mexicano es de las regiones que conservan estas hu ellas pano en las costas rioplatenses a fines del siglo xv1: los grandes cacicatos
del alumbramiento, como la mancha mongólica de los niños indígena y del siglo x1x, verdaderas jefaturas, poco tenían en común con las bandas
mestizos. ¿Acaso ese nomadismo del pasado remoto, sobre el que no de cazadores-recolectores que encontraron los europeos. Tales cambios se
ilustra Braniff, no tiene algo que ver con la capacidad para movilizarse vincularon con dos procesos fundamentales, en cierta medida relaciona-
que han mostrado los campesinos-guerreros del México decimonónico y dos: por una parte, las transformaciones derivadas del contacto con los
de 1910? Y la arrogancia y terquedad con que se han defendido autono- españoles asentados en el río de la Plata y en el interior del actual territo-
mías y rechazado imposiciones del centro hegemónico, que traspa sa n rio argentino; por otra, los cambios derivados de la vinculación con los
épocas y culturas, ¿obedecerá a la simple casualidad? Y es que esta Gran indígenas de la Araucania chilena y la instalación de grupos de ese origen
Chichimeca fue un hueso duro de roer aun para los fieros hispanos y pa- en las pampas, proceso que se convino en llamar "araucanización".
ra sus descendientes, que tardaron más de tres centurias y media des- La importancia de estos procesos fue aceptada tradicionalmente por
pués de que sojuzgaron Mesoamérica en poder proclamar el pleno domi- historiadores y antropólogos, pero su análisis y, sobre todo, la evaluación
nio sobre el territorio. de su impacto sobre las poblaciones de la región fueron, hasta hace muy
Quizás a los apaches y rarámuris les tocó servir en la historia de puen- poco, sólo parciales Y, en muchos casos, insatisfactorios. Se reconoció la
te o enlace entre esta remota Gran Chichimeca y las culturas occidenta- influencia europea, reflejada en la incorporación del caballo y de otros ar-
les. Los primeros, con su resistencia centenaria, trajeron del pasado esta tículos de ese origen, así como la araucana, debida a la migración de gru-
marca y sellaron con ella el carácter y el camino de sus enemigos. Geróni- pos de origen chileno que, supuestamente, habían desplazado y absorbido
mo, el último gran caudillo apache, no sólo simboliza, a mi ver, la lucha a la anterior población, imponiendo su lengua y sus cóstumbres. Sin em-
por la sobrevivencia de una nación magnífica e indomable, sino la integra- bargo, según tal interpretación tradicional, esos procesos no habrían mo-
ción, a fuego y hierro, de esta cultura de la resistencia, del valerse a sus dificado sustancialmente el carácter cazador-recolector de estos indígenas
propias fuerzas, en la vida y en la conciencia colectiva de sus irreconcilia- -convertidos de cazadores pedestres en cazadores ecuestres-, e incluse
bles enemigos, los mexicanos del Norte. Los segundos, aferrados a su se señalaba que los mapuches chilenos, sedentarios y agricultores en su
identidad a pesar de todo, constituyen con su actitud un magnífico ejem- país de origen, habrían abandonado su modo de vida para adoptar el de su
plo para los mexicanos de la frontera, en quienes vemos los rasgos bási- nueva tierra (véase, por ejemplo, Canals Frau 1973; mas recientes, Mon-
cos de nuestra cultura sometidos a formidables presiones. wya 1984; Ottonnello y Lorandi 1987; Martínez Sarasola 1992).
Al final, como ahora, la Gran Chichimeca estuvo entrelazada, en la En la última década, algunas investigaciones comenzaron a arrojar
diversidad, con Mesoamérica. Los espejos de Chichen Itzá y de Paquimé luz sobre tales procesos, en particular sobre los cambios y transformacio-
que muestran, ambos, la serpiente de fuego bien pueden traerse para re- nes que resultaron de ellos, mostrando, por una parte, su complejidad y,
presentar a los mexicanos de nuestros días. por otra, la necesidad de revisar las ideas y conceptos manejados durante
largo tiempo (Mandrini 199 3 ). En esta ponencia, me propongo sintetizar
los avances logrados en el análisis de esos procesos, centrándome en un
área y en un periodo particular: los territorios del sur de la actual provin-
cia de Buenos Aires durante el periodo colonial y los primeros años de la
etapa revolucionaria, es decir, entre r 600 y r 820, aproximadamente.

\/i c t u r Oro zcu


EL CARÁCTER INICIAL DE LAS RELACIONES HISPAN 0 -1 O Í GEN A

Al sur del río Salado -a unos 130 kilómetros de la ciudad de Buenos Ai-
res-, que a fines del periodo colonial fue frontera entre indio y blanco ,
se extendía la llanura bonaerense, plana, sin árboles y cubierta de pasto
altos y duros. Allí, la mirada del observador se pierde en el horizonte sin
que nada, árboles o accidentes del relieve, moleste su visión; sólo alguno
arroyos y pequeñas lagunas, en su mayor parte salobres, quiebran la mo-
notonía. Junto al río Salado -que con su principal afluente, el arroyo Va-
llimanca, forman una depresión en forma de Y- las tierras son bajas y se
inundan con facilidad, pero el terreno asciende levemente a medida qu e
se avanza hacia el sur o hacia el oeste.
En el centro y sur de la actual provincia de Buenos Aires, alzándose
en plena llanura, dos cordones de sierras, los de Tandilia y Ventana, rom-
pen la uniformidad del paisaje. Los primeros, entre 300 y 400 km al sur
de Buenos Aires, más bajos y geológicamente más antiguos, corren en di-
rección sudeste-noroeste y apenas alcanzan los 500 m de altura. Los de la
Ventana, divididos en varios cordones y a unos r 50 km al sudoeste de los
primeros, son algo más elevados, y alcanzan casi los 1 300 m. Entre am-
bos cordones, la faja interserrana es una de las zonas más rica en pastos
LOS IIIDIGill.l.S l'Alll'ii.1.110S
de la pampa. ilAi:iA l/Jl)O

R•f'•r•nc1••:
Numerosos arroyos riegan las tierras vecinas a las sierras, así como ----- ,roat•r•• coloniales bacl• 1800
····· Acr ... 1 ll•lte entre Ar•entln• r Chlle
los valles que se forman entre los diferentes cordones . En los de Tandilia, ===== Prlnclpal•• rut•• •an•dera6 en territorio indio

las cimas muy erosionadas forman a veces pequeñas planicies de altura l'rlnclpAle• ruert•• r 6UArdl•• de frontera:
l. San Cario• J. San Lor=zo 3 . Concepcl6n 4. Mellncu/J s. Rojas
cubiertas de pastizales. Tanto las sierras como la zona interserrana fue- 6. Salto 7. Guardia de Lujú 8. Lobos 9. Monte 10. Cha•coad11

ron el hábitat de una variada fauna autóctona enriquecida luego por la in-
corporación de especies europeas. Territorio ocupado por los indígenas pampeanos hacia 1800.
A fines del siglo xvI, la región estaba poblada por bandas de cazadores-
recolectores sobre los que tenemos escasa información escrita, ya que los
europeos no penetraron por entonces en ella y su contacto con los indíge- paravientos levantados con las pieles de los animales cazados, sostenidos
nas fue sólo periférico. Gracias al trabajo de los arqueólogos sabemos que por algunas varas de madera. Estas poblaciones, empero, no estaban aisla-
esas bandas basaban su subsistencia en la caza de guanacos y venados, a das y, al parecer, establecieron extensas redes de intercambio. 1
los que se agregaban especies menores como vizcachas, mulitas y ñan- La incorporación del caballo y el uso de ganado europeo por estos gru-
dúes, así como en la recolección de los huevos de este último (Mazzan- pos indígenas fue temprana, quizá ya a fines del siglo xv1. Se-basaron, en es-
ti 1994a). ta etapa, en el aprovechamiento del numeroso ganado cimarrón2 y, siendo
Más allá de diferencias tecnológicas y estilísticas, estos grupos de ca-
zadores-recolectores representaban un modo de vida generalizado en el 1
Se explica así que Caray encontrara en 15 82 entre indios establecidos en la costa atlántica
territorio pampeano-patagónico cuya existencia se remontaba a varios tejidos originarios de Chile (Caray, 1915:87-88)1 o la referencia de Ovalle al consumo de
milenios (Orquera 1987:348). Organizados en pequeñas bandas, se despla- cebil, alucinógeno proveniente del noroeste argentino o del Chaco (Pérez Gallan y Gordi-
zaban a pie y establecían sus campamentos junto a lagunas y cursos de llo, 199 3: 5 6 ). Otro ejemplo sería la circulaci_ó n de conchas o valvas para uso ornamental o
ceremonial (Martínez Soler, 1958-1959:267-322; Nimo, 1946:12, 14).
ríos y arroyos de la región, siguiendo itinerarios más o menos fijos de- 2
Animales salvajes o asilvestrados -especialmente equinos descendientes de aquéllos-
terminados por la distribución de los recursos. Su utillaje era muy simple abandonados por los primeros colonizadores de la región, que se reprodujeron con rapidez
y sus viviendas, a las que los europeos llamaron "toldos", eran simples tanto por las condiciones favorables del medio como por la escasez de especies competido-

Raúl! Mandrini De la caza al pa s tor e o


la población india relativamente poco numerosa, su presión sobre tale re- No hay duda de que el caballo tuvo amplia aceptación entre los indíge-
cursos no debió ser muy fuerte. La mayor demanda venía desde Chile, don- nas, quienes pronto lograron su completo dominio y lo utilizaban con gran
de los araucanos requerían cada vez más caballos -y también hombre - habilidad y destreza (Palermo 1989:49-58). Los equinos ampliaron la posi-
en sus guerras con las autoridades coloniales (León Salís 1991 :22-24). bilidad de desplazamientos y de carga, modificaron las formas de obtener
Durante la primera etapa del periodo colonial, y al contrario de lo que el alimento, permitiendo la realización de grandes cacerías -las "bolea-
ocurría en Chile, conmovido por las guerras araucanas, las relacione en- das"- ,4 enriquecieron la dieta 5 y proporcionaron importantes materias
tre indios y españoles fueron en general pacíficas, excepto por algunos ro- primas a los artesanos, como el cuero, las cerdas y crines, los nervios y
bos y roces menores. La exploración del territorio había derrumbado muy tendones, y los huesos. El caballo se convirtió, además, en preciado artícu-
pronto las ilusiones iniciales de los colonizadores, pues no había metales lo de trueque y fue usado como medida de valor en los intercambios.
preciosos, ciudades fabulosas o masas de indios para encomendar, y Bue- Pero es engañoso y erróneo reducir la influencia europea al caballo.
nos Aires, fundada en 15 80, se convirtió entonces en guardiana de las es- Ovejas y vacas, mulas y cabras, tuvieron gran importancia económica (Pa-
paldas del imperio español -las necesidades de defensa obligaron a asen- lermo 1989:58-71), y las primeras se convirtieron en un recurso esencial
tar un fuerte y una guarnición- y en puerto para el tráfico lícito e ilícito que proveía lana a las tejedoras indias. También se incorporaron a la vida
entre el Atlántico y el altiplano andino, verdadero centro de ese imperio indígena la harina obtenida de cereales europeos, los instrumentos de hie-
colonial, constituyéndose en el punto final del llamado "camino de Poto- rro, los licores y aguardientes, el azúcar, muchos adornos y prendas de
sí". El crecimiento de la ciudad-puerto -en realidad, apenas una aldea- vestir europeas. La yerba mate, originaria de la región de las misiones
se vinculó, justamente, a ese comercio. jesuíticas del Paraguay, fue otro producto 'introducido por los europeos
Esta situación condicionó la ocupación y explotación del territorio entre las poblaciones indias que, rápidamente, se aficionaron a ella.
vecino; la necesidad de alimentos impµlsó el desarrollo de las primeras Empero, este proceso tuvo una consecuencia aún más importante que
chacras trigueras y del ganado vacuno -que además proporcionaba algu- la simple incorporación de bienes. Muchos de esos artículos eran imposi-
nos cueros para exportar-, pero la existencia de grandes extensiones de bles de conseguir o fabricar en territorio indio y sólo podían obtenerse me-
tierra fértil y las reducidas necesidades de esa pequeña población deter- diante intercambios con los cristianos o, para aquellos grupos situados
minaron Uf!a lenta ocupación del suelo que no generó roces con los indí- lejos de las fronteras, por trueque con otros indios que actuaban de inter-
genas. La expansión hacia el sur no pasó de unas cuantas leguas más allá mediarios. Como resultado, una extensa red de circulación comenzó a
de la ciudad y las entradas en busca de ganado cimarrón -del que se apro- vincular las distintas regiones del territorio indígena, y a éste, en su con-
vechaban cueros, sebo y grasa- no crearon conflictos, al menos mientras junto, con las áreas controladas por los europeos, acentuando la dependen-
ese recurso fue abundante. cia de cada grupo respecto de los otros y de la sociedad blanca, y estimu-
lando entre los indígenas la obtención o producción de bienes estimados
LOS EFECTOS DEL CONTACTO SOBRE LA SOCIEDAD INDÍGENA por los cristianos a fin de canjearlos en las fronteras. Al mismo tiempo,
comenzaron a generarse profundos cambios sociales, políticos y demográ-
El largo contacto con la sociedad europea -colonial primero y criolla ficos, todavía no totalmente evaluados (Palermo 1989:84-85; Mandrini
más tarde- transformó profundamente a esas bandas de cazadores-reco- 1994a), en tanto que los nuevos bienes adquirían un alto valor simbólico.6
lectores, que incorporaron pronto a su vida cotidiana productos y hábitos
de los cristianos. Tradicionalmente, se ha destacado la importancia de la
ras: la incorporación del caballo y de elementos culturales a él vinculados habría determi-
incorporación del caballo a las poblaciones indias, que habrían modifica-
nado la transformación de los cazadores-recolectores pedestres en cazadores ecuestres,
do sus formas de vida para adaptarla a las condiciones de la actividad volcados cada vez más a la captura de caballos salvajes y al saqueo y pillaje en las fronte-
ecuestre.3 ras (Canals Frau, 197y177-179 1 186; Nardi, 1981-1982:13-14). Pero, en el fondo, la socie-
dad indígena no habría sufrido cambios económicos y sociales profundos. Palermo ha so-
m etido a una profunda crítica este esquema que resulta hoy insostenible (Palermo, 1986).
ras (Mandrini, 1994a:48-49) . Referencia a las informaciones más tempranas de la presen- 4
La boleadora y la lanza larga, de más de cuatro metros, reemplazaron casi totalmente el
cia de especies europeas en la región en Palermo, 1989. Véase también sobre ganado asal- arco Y la flecha, difícil es de utilizar desde un caballo al galope.
vajado, Hernández García, 199 5. 5 El caballo y, especialmente, las yeguas, se convirtieron en el alimento predilecto del in-
3
Se aplicó a esa sociedad la categoría de "horse complex" elaborada por los antropólogos dio, pero además, gracias al caballo, los productos de la caza eran más fáciles de conseguir.
estadunidenses para explicar el proceso operado entre los cazadores de las grandes llanu- 6
Así, el caballo se incorporó a las costumbres y ceremonias indígenas: formaba parte im-

Raúl f . Mandrini D e la caza al pastor eo


MALONES, COMERCIO Y GANADO del siglo siguiente y determinaron la alternancia de periodos de guerra y
de paz.
En las primeras décadas del siglo xvm algunos hechos marcaron un cam- Así, el siglo xvm se caracterizó, como en Chile, por un estrechamien-
bio en las relaciones entre blancos e indios. El advenimiento de la dina tía to de las relaciones entre indios y españoles, pero aquí, a diferencia de lo
borbónica en España y las transformaciones que se operaron en el campo que ocurría allende los Andes (Villalobos 1982; 1985), la guerra constitu-
de las relaciones internacionales provocaron modificaciones en la política yó un aspecto significativo de esas relaciones. De todos modos, las fuen-
colonial española en el río de la Plata, cuyos efectos comenzaron a hacer- te revelan, al mismo tiempo, un incremento del comercio con los indí·
se evidentes hacia mediados del siglo: reformas políticas y administrati- genas, que se operaba en las guardias de frontera y en la misma ciudad de
vas , liberalización del comercio, renovado interés por la ganadería, re va- Buenos Aires, una actividad que se fue afianzando a lo largo del siglo. Pe-
lorización del frente atlántico del imperio español al volver a utilizarse la queñas partidas de indios cruzaban regularmente la frontera para ir a ven·
ruta del Cabo de Hornos (Chiaramonte 1972). Además, las amenazas ex- der en la ciudad los excedentes de su economía: pieles y cueros, artículos
tranjeras, al menos potenciales, sobre las costas patagónicas estimularon de talabartería, tejidos, plumas de avestruz y sal; paralelamente, merca-
viajes y expediciones de exploración y entradas de carácter militar, cuyo chifles blancos se aventuraban hasta las tolderías para hacer sus nego•
resultado fue un mejor conocimiento de los territorios del sur, hasta en- cios. En el sur, Carmen de Patagones, fundada en 1779, se convirtió pron-
tonces un espacio virtualmente ignorado. 7 to en otro activo centro de intercambios con los indígenas (Mandrini
Comenzaron también a manifestarse, a comienzos del siglo xv111, in- 1991:124-128; 1994a:64-71).
dicios inequívocos de extinción del ganado cimarrón, proceso qu e e La comercialización de ganado en gran escala -en menor medida sal
agravó, como tendencia general, a lo largo del siglo, obligando a modifi- y plumas de avestruz- en los mercados chilenos se constituyó entonces
car patrones de actividad económica (Mandrini 1988 :7 4; León Solís en la principal actividad mercantil indígena y en el sostén fundamental
1991:27-31). Simultáneamente, la paz que por entonces se afirmaba en de su economía. Siguiendo, en parte, viejas vías de contacto quizá prehis-
Chile aumentó las demandas de ganado con destino a ese mercado -tan- pánicas, la estructura de este circuito comercial se desarrolló a lo largo
to de la sociedad colonial como de los propios grupos indios- y los gran- del siglo xv11 y se consolidó en el xvm. A fines de este último, las princi-
des circuitos ganaderos quedaron pronto establecidos; creció la compe- pales rutas que conectaban la región de las llanuras con Chile central a
tencia con los blancos en la llanura bonaerense a medida que se través de los pasos andinos estaban ya establecidas (Mandrini 1994a:51-
acentuaba la escasez de ganado cimarrón, provocada por las matanzas in- 54).
discriminadas llevadas a cabo por los vecinos de Buenos Aires y otras ciu- En 17 84, Francisco de Viedma describe las vías de ese comercio (Vied-
dades del interior para obtener cueros. ma 1836:19-20). La más conocida era la del río Negro, sobre la que Villari-
Como resultado de los procesos anteriores, se operó una intensifica- no aporta numerosos datos y que tenía su punto de partida en las ricas tie-
ción de la actividad guerrera, que se exteriorizó en malocas e invasiones rras del suroeste bonaerense (Villarino 1837:39-40). A lo largo de ese río
violentas e irregulares en las estancias de la frontera (Marfany r 940; se desarrollaban además activos intercambios con los tehuelches meri-
Tapson 1962; León Solís 1991:32-63). Estas actividades, iniciadas ya a dionales que durante el verano llegaban hasta allí desde sus lejanas tie-
fines del siglo xv11, alcanzaron particular virulencia hacia mediados rras. Viedma hace, además, referencia a otras dos rutas que no resulta di-
fícil identificar. Una correspondería a la que después se llamó "rastrillada
de los chilenos", con conexión al curso superior del Colorado y del río
portante de los pagos que se efectuaban para comprar esposas y en las compensaciones por
homicidio, y ocupaba un lugar destacado en ofrendas y sacrificios funerarios, ceremonias Neuquén; la otra coincidiría con el camino seguido en 1806 por Luis de la
rituales y diversiones. Los licores y aguardientes de origen europeo desplazaron la chicha Cruz. 8 Ambas se dirigían directamente al país de los pehuenches. 9
nativa. Las chaquiras o cuentas de vidrio, ciertas prendas europeas -las chupas y los som-
breros- y espadas y bastones adquirieron gran valor como elementos de prestigio. s La consolidación de estas rutas debió incidir en el desarrollo de núcleos de población esta-
7 Para una descripción de los diferentes viajes, campañas y entradas, véase Martínez Sierra, ble en puntos estratégicos. Tapera Moreira, junto al río Curaco, provincia de La Pampa,
1971 :123-269 1 que incluye la reproducción de numerosos mapas de la época. La importan- parece ser uno de esos sitios. Los materiales arqueológicos recuperados lo muestran como
cia de los militares en la estructura colonial parece haberse incrementado en toda la Amé- un asentamiento relativamente estable con alta densidad demográfica y al que confluían
rica española durante este siglo, aunque el crecimiento de los efectivos no afectó a todas diferentes parcialidades o etnias (Berón y Migale, 1991 ).
las jurisdicciones por igual (Marchena Fernández, 1983:3-7, 280-281). Para el norte de la 9
Los pehuenches se asentaban a ambos lados de la cordillera andina en la latitud de la ac-
Nueva España, véase Weber, 1992:212 y ss. tual provincia argentina de Neuquén. Toman su nombre del pehuén (Araucaria imbrica-

Raúl f Mandrini De la caza al pastor e o


Un efecto de la vinculación del mundo indígena con el mercado ~olo- Ventana, y Villarino registra, en 1782, en su viaje de exploración por el
nial a través de esos extensos circuitos mercantiles, así como su crec1ent río Negro y el Limay, datos precisos sobre las rutas y el origen del ganado
dependencia de los productos de origen europeo, f~e el _d~s~urollo de proce- que alimentaba el comercio con Chile (Villarino 1-837:35, 105-106). A co-
sos d e especia· ¡·iza c·10-n econo· mi· ca ahí donde la d1spomb1hdad
., de recurso
. . mienzos del siglo x1x, Luis de la Cruz observa, en su viaje desde Chile,
. 1
va l 10sos o per mi · ti'a . Es conocido el caso de la extracc1on
. y comercializa-
. ., grupos de indios que se dirigían a la cordillera con haciendas provenien-
ción de sal por los pehuenches cordilleranos o el ~mpulso que rec1b10 la pro- tes de las tierras bonaerenses (Cruz 1835:99-102). Por último, García apor-
ducción textil entre los araucanos de Chile (V11la~obos 19 9:74-75, 126; ta, en 1 22, la información más rica y completa sobre ese núcleo ganadero
León Salís 1991 : 110 - 1 12 y u3-114). Un caso especial lo consutuy~ron la ya consolidado (García 183670, 101-102, 113, 135). 10 .
tierras del sur-suroeste bonaerense, específicamente las comprend1da en- Pero, si la referencias a la cantidad y calidad del ganado y a las ópti-
tre las sierras de Tandil y Ventana. En ellas nos concentraremos ahora. mas condiciones para el pastoreo son, de por sí notables, lo más llamativo
es que ese desarrollo pastoril se apoyaba en el uso de una tecnología pe-
LOS INDIOS DEL CENTRO-SUR BONAERENSE cuaria relativamente compleja para la región y la época (Mandrini 1994a).
En este aspecto, las investigaciones arqueológicas, incipientes todavía
Los relatos de Yates y García (Yates 1941; García 1836), que visitaron la para este periodo (Madrid 1991; Mazzanti 1994b; 1995; Slavsky y Cereso-
región a comienzos de la década de 1820, testimonian coi~ ~laridad qu_e le 1988) señalan, hacia mediados del siglo xvm, la utilización por parte
las poblaciones que la ocupaban habían desarrollado una actividad pastonl de los indígenas de un conjunto de técnicas destinadas a la concentra-
altamente especializada y vinculada a un vasto circuito mercantil (Schind- ción, custodia y engorde del ganado (uso de potreros en mesetas y en va-
ler 1971; Mandrini 1988 :7285; 1991:r 16-120; r994a:58-62). La constitu- lles interserranos; construcciones de piedra destinadas a hacer esos sitios
ción de ese núcleo pastoril se encontraba en marcha a m ediados del siglo más seguros y fáciles de vigilar).
xvm y la zona era entonces foco de atracción para los indios por su rique- La determinación del caracter pastoril especializado de la economía
za ganadera. Los misioneros jesuitas -Cardiel, Falkner, Sánchez Labra- de estos grupos es importante en otro aspecto. Los estudios realizados so-
dor- destacaron sus óptimas condiciones para el pastoreo, señalando la bre sociedades pastoriles, especialmente en el centro de Asia, han revela-
presencia de esos grupos llegados de muy lejos . Sánchez Labrador afirma do su estrecha relación y dependencia de los núcleos de agricultores y de
incluso que los indios llamados "pampas" por los españoles eran el resul- las ciudades que las proveen de granos y de algunos productos manufac-
tado del asentamiento en la región -de ella tomaron su nombre- de turados esenciales. Tales relaciones pueden ser de caracter pacífico -es-
grupos de distinto origen atraídos por los abundantes animales (Sánchez pecialmente comercio- o guerrero -robos y ataques para obtener bo-
Labrador 1936:28-29). ~ín~, Y esta necesidad estructural explicaría las políticas de los grupos
La información es más abundante en décadas posteriores. En 17 8 r, rnd10s bonaerenses hacia la sociedad colonial sin necesidad de recurrir a
Zizur es explícito al referirse a la riqueza ganadera del cacique Lorenzo supuestos "ethos guerreros" o al carácter bélico de algunos jefes. Para
(Zizlir 1973:78), cuyas tolderías se encontraban al norte de la sierra de la ellos, guerra Y paz no representan políticas antagónicas, sino alternativas
fácilmente intercambiables . Por eso, si la guerra y los malones fueron
ta), que crece en la región y cuyos piñones constituyeron un recurso fundam ental en su una respuesta a las nuevas condiciones históricas, el periodo de paz que
economía (véas e Villalobos, 1989). Osvaldo Silva y Eduardo Téll ez han puesto en duda su se abrió a fines del siglo xvm fue quizás, al final, la respuesta más econó-
identidad étnica, considerándolos más bien como un mosaic o étnico, por lo que prcfil.:n.:n mica elaborada por la sociedad indígena.
referirse a un complejo pehuenche (Silva y Téllez, 199 3 ). La participación ele los peh ucn-
ches cordilleranos en ese comercio a distancia es bien conocida. Int ermediari os en el trán-
10
sito a Chile debían realizar además labores de descan so y engorde del ga nad o quc ll egaba Un segundo núcleo de economía pastoril se desarrolló entre los pehuenches cordillera-
desde el extremo ele la pampa. El comercio de ganado y de sal constituía para ellos un a ac - nos. Las fuentes atestiguan la importancia del ganado para esas poblaciones y los inter-
tividad fundam ental y las fuentes chilenas coinciden en destacar su importancia (Villalo- cambios regulares que mant enían con las poblaciones chilenas (Villalobos, 1989:78 -79) y
bos, 1989:78-80; Biset y Varela, 1991). Goñi describe un conjunto de recintos pircados en se refieren a la organización de su vida en un ciclo anual determinado por la búsqueda de
los valles de Huichol y Malleo que considera conformaban un sistema de control territo- aguadas Y pasturas (Biset y Varela, 1991a:3 1). Usando datos de las fuentes y sus propias
rial vinculado al tráfico ganadero (Goñi, 1983-1985; 1986 -1987) y estima correctamente observaciones en campo, Biset y Varela profundizaron el análisis para la cuenca del río
que parte importante de esas estructuras corresponden al siglo XIX, aunque no tocias estu- Curi Leuvu, donde el modelo de asentamiento y de ocupación del espacio aparece deter-
vieron en uso al mismo tiempo; es probable que algunas se remonten al siglo XVIII, al mc- minado por las neces idad es del pastoreo y la utilización de los potreros de invernada Y
no s a su segunda mitad. veranada (Biset y Varela, 1991b).

700 Ratil f . Mandrini D e la c aza al pa s t o r eo 701


Esta interpretación adquiere mayor coherencia frente a la nueva vi ión o Llampico (Casamiquela 1973), del que las fuentes nos dicen que era el
del mundo rural colonial en el siglo xvm. Más allá de las polémicas qu e el de "mayor séquito de su nación" y que gobernaba sobre numerosas tolde-
tema provocó, queda claro que la economía rural bonaerense fu e m á com- rías. En este contexto, y a la luz de estos procesos, no resulta extraño en-
pleja y diversificada de lo que se pensaba y que la agricultura de em peñ ó contrar hacia 1 20, tanto en García como en Yates, referencias a la prac-
en ese contexto un papel significativo, con un peso destacado de la peque- tica del suttee entre los indios del sur bonaerense, práctica atestiguada
ñas y medianas explotaciones (Garavaglia 1985; 1989; Gelman 1989-1990 ). más tarde entre los ranqueles {González 1979¡ Mandrini 1994b). La lectu-
Así, los campos de competencia con una economía pastoril eran m ás redu- ra de Falkner y Sánchez Labrador, que realizan una minuciosa descrip-
cidos, siendo más lógicas las relaciones de complementariedad. ción de prácticas y creencias funerarias, sugiere que tal costumbre no era
Poseemos también datos significativos sobre los procesos sociopolíti- practicada en su época, esto es, mediados del siglo xvm. 11
cos que, en la misma época, se operaron entre esas poblaciones . Los rela- En suma, vemos consolidarse, entre estos tehuelches septentrionales,
tos de García y Yates muestran la existencia de una bien establecida je- ya con muy fuertes influencias araucanas, procesos de diferenciación so-
rarquía de carácter militar de caciques, caciquillos y capitanejas, qu e se cial y de concentración del poder político en manos de algunos caciques,
expresa en el complejo y cuidadoso ceremonial que rodea los parlamen- específicamente, en aquellos que controlaban la circulación por los ríos
tos y asambleas. La exhibición de objetos de plata por parte de algunos Negro y Colorado, líneas fundamentales del comercio ganadero. Este pro-
caciques y capitanejos era ya una clara demostración de su riqueza y pres- ceso tuvo su expresión simbólica en la adopción de ordenadores sociales,
tigio. Tales procesos de diferenciación eran ya visibles a mediados del si- de ceremonias y de rituales que ponían de relieve la riqueza, el prestigio y
glo xv111 y se manifestaban en diferencias en el vestuario y los adornos, la autoridad. Tales procesos debieron facilitar la incorporación de esas
como lo testimonia Sánchez Labrador. poblaciones de rasgos y bienes de origen europeo o araucano en la medida
En el plano político hacen su aparición elementos, al menos embrio- en que contribuían a reforzarlos . Sobre estos últimos, es decir, aquellos
narios, que parecen orientados a superar una organización tribal segmen- rasgos de origen chileno, debemos hacer una referencia especial.
taría. El caso más interesante lo constituyen los caciques Cangapol y su II 11
LA ARAUCANIZACIÓN DE LAS PAMPAS
hijo Cacapol, llamado "el Bravo" por los españoles. Las fuentes, que los
muestran en movimiento permanente entre la cordillera y las sierras bo-
El efecto araucano en las pampas fue, sin duda, muy grande. El uso pri-
naerenses, no dejan dudas sobre su adscripción étnica: eran tehuelches
mero, y la adopción luego, de la lengua araucana por parte de las pobla-
septentrionales (o Guénena kene, Gununa küne, o Guennaken), a los que
ciones pampeanas fue quizás el aspecto más visible de ese proceso de
identifican como leuvuches, serranos o puelches (Casamiquela 196 5: 12 r-
araucanización, y fue favorecido por los intensos contactos y los múlti-
r 3 3 J. Su hábitat normal eran las tierras que se extendían a lo largo del río
ples matrimonios interétnicos. Al mismo tiempo, se incorporaron tam-
Negro Y del Colorado, pero frecuentaban las sierras del sur bonaerense y
bién al universo religioso pampeano creencias, ritos y ceremonias origina-
no era raro encontrarlos en ellas buscando animales.
rios de la Araucania chilena, y múltiples usos y costumbres de ese origen
El alzamiento de 1740 puso de manifiesto la fuerza militar de Caca-
se integraron a la vida social indígena.
pol Y, aunque desconocemos la cantidad de guerreros reunidos (Falkner
Esta presencia fue advertida desde temprano por los historiadores y
habla de I ooo, pero aclara que algunos hacen llegar su número a 4 000),
antropólogos, quienes en general limitaron o centraron su abordaje del te-
los efectos devastadores de la invasión obligan a pensar que se trataba de
ma en la simple enumeración de rasgos y elementos culturales de ese ori-
fuerz~s considerables. Por otro lado, Falkner puntualiza que ambos caci- gen. Los enfoques difusionistas y ultradifusionistas a los que, con distin-
ques 'hacen las veces de reyes de los demás" y que si bien el cargo de ge- tos matices, se adherían los etnólogos marcaron la interpretación del
neral en jefe es electivo, "desde hace muchos años se ha vuelto más bien proceso, que aparecía como el producto de la migración de población indí-
hereditario entre los indios del sur, y en la familia de Cangapol", y señala
que ésta encabeza una alianza de diferentes grupos (Falkner 1974:130,
r47) . Sánchez Labrador, por su parte, destaca que el número de mujeres 11
Tampoco aparece registrada entre los araucanos de Chile, pese a que las fuentes escritas
del cacique Bravo, siete, superaba el que era normal en otros caciques, y los testimonios arqueológicos documentan la complejidad de los rituales funerarios in-
cluyendo la erección de grandes montículos de tierra sobre las tumbas de algunos jefes.
que solían tomar dos o tres (Sánchez Labrador 1936:72-73).
Véase al respecto Dillehay, 199 5 que realiza un interesante análisis vinculando tales
1
En año_s posteriores vuelven a aparecer referencias a otros grandes ca- prácticas con necesidades políticas relacionadas con la sucesión en la jefatura.
ciques meridionales como Chane!, más conocido como el cacique Negro

702 Raúl 1 Mandrini


D e la caza al pa s t o r eo 703
gena chilena O cordillerana araucanizada, la que habría absorbid o o de - esos contactos favorecieron el establecimiento de relaciones de parentes-
plazado -incluso se habló de una verdadera sustitución de población (C a- co entre distintos grupos étnicos a través de matrimonios mixtos, y tales
nals Frau 1973:3)- a la antigua población cazadora-recolectora pamp ana. redes, a veces muy amplias, facilitaban la movilidad y el desplazamiento
. La discusión quedó, entonces, limitada a algunos aspecto del probl - de los indígenas por la región. En este contexto, los procesos de cambio
ma, especialmente los vinculados con la antigüedad e intensidad de~ pro- sociopolítico que se operaban en la región, a los que nos referimos antes
ceso, 12 aunque hubo acuerdo entre las distintas posiciones en ahrm_a r debieron favorecer la incorporación de bienes culturales araucanos lo~ I

que esos indios, sedentarios y agricultores en su patria original, e co_nvir- que aparecían dotados de un gran prestigio. En síntesis, la incorporación
tieron, bajo el influjo del medio pampeano y en contacto con las antiguo de tales bienes y técnicas -no sólo las araucanas sino también europeas-
pobladores, en cazadores, criadores de ganado y depredadores nómada , no puede desligarse de las trasformaciones y cambios sociopolíticos que se
aunque con.servaron su lengua, sus costumbres y sus creencias. 1 3 operaban entre las poblaciones pampeanas en el marco del establecimiento
Los nuevos análisis, sin embargo, permiten entrever que esa "expan- de nuevas relaciones económicas (circuitos mercantiles, comercio a dis-
sión" araucana en las pampas fue en realidad un proceso largo y comple- tancia, procesos de especialización económica).
jo, y esa complejidad fue lo que, en buena medida, se perdió de vista. En
realidad, el término de "araucanización" engloba, al menos, dos procesos CONCLUSIONES
estrechamente vinculados pero que no se deben confundir. Por un lado,
la difusión de influencias y elementos culturales de origen chileno que El análisis realizado nos permite sintetizar los procesos operados entre
fueron incorporados por las poblaciones de la región; por otro, el asenta- los grupos indios de la región. La primera etapa se caracterizó por relacio-
miento en ella de grupos de mapuches chilenos. El primero de esos proce- nes pacíficas con la sociedad colonial rioplatense, la rápida incorporación
sos es el que nos importa particularmente, pues parece desarrollarse con Y asimilación de bienes europeos, y el aprovechamiento de ganado salva-
fuerza en el periodo que nos interesa. je o cimarrón. Se operó así un rápido paso de la caza pedestre de fauna au-
Los contactos entre los indígenas de allende la cordillera andina Y los tóctona a la caza ecuestre centrada cada vez más en animales de origen
de las llanuras eran muy antiguos, pero su carácter cambió sustancial- europeo, especialmente equinos.
mente al enmarcarse dentro del desarrollo de un vasto circuito mercantil Un efecto fundamental de esta incorporación de bienes de origen eu-
que englobaba ambas regiones. El interés inicial de los araucanos se cen- ropeo -muchos de ellos imposibles de conseguir o producir en el territo-
traba en la riqueza ganadera de la región y, logrados los animales desea- rio indígena- fue el desarrollo de circuitos de intercambio cada vez más
dos, esencialmente caballos, retornaban a su tierra. A menudo, incluso, extensos que generaron una creciente interdependencia entre los distintos
compraban esos animales a los indios pampeanos o a los de la cordillera, grupos indios, y entre éstos en su conjunto y la sociedad colonial, tanto
que actuaban de intermediarios. chilena como rioplatense. En este contexto, y a lo largo del siglo xvm, la
Así, aunque no hubo hasta fines de la segunda década del siglo XIX extinción del ganado cimarrón, el aumento de la demanda en el mercado
asentamientos importantes de población indígena chilena en la pampa, 14 chileno, y la necesidad de alimentar los circuitos ganaderos en consolida-
ción, cambiaron las conductas de los indios en la llanura rioplatense. La
12
No faltaron algunas voces discordantes, al menos en algunos aspectos, con este esquema. apropiación de ganado en las estancias fronterizas mediante incursiones
Así ocurrió con quienes consideraban tardía la presencia araucana y que, más allá de in- rápidas y violentas -los malones- fue una respuesta a estas necesida-
corporar algunos elementos culturales, la antigua población local mantuvo con fuerza su
des. Así, de "cazador de ganado" el indio se convirtió en "comerciante,
presencia hasta una época relativamente reciente (Casamiq uela, 196 5: 102) .
13
Tal postura resulta ya indefendible. Un primer análisis crítico del tema en Mandrini, guerrero y maloquero" (León Salís 1991).
r 992; 199 y69 . Para un análisis en profundidad, véase Ortelli, 1994; una síntesis <le estas Esa creciente dependencia de los bienes europeos y el incremento d~l
cuestiones en Mandrini y Ortelli, 1994. La práctica del cultivo, introducida desde Chile Y comercio explican la importancia de la producción de bienes de camb10
atestiguada desde el siglo xvm, tuvo, contra lo que regularmente se creyó, amplia difu-
sión en la región (Mandrini, 1987). La platería y el tejido practicados en las tolderías pam- gentes chilenos -varios caciques con sus guerreros y familias- se establecieron en la re-
peanas eran de origen araucano y la importancia de la tejeduría, productora ele exceden - gión, empujados por la guerra de independencia que, luego de la batalla de Ma~p~ (I 8 I 8 ),
tes que se comercializaban en la frontera, explica la cantidad y calidad <le los rehaños de se había trasladado al sur de Chile. El mestizaje entre los recién llegados y la v1e1a pobla-
ovinos de los indios. Los tejidos y particularmente los objetos de plata adquirieron ade- ción indígena, favorecido por la existencia de antiguos contactos y lazos de parentesco,
más un valor simbólico como expresión de prestigio y autoridad. fue intenso. El proceso culminó a mediados del siglo con la formación de una enorme
q La situación cambió en las primeras décadas del siglo x1x, cuando importantes contin - unidad lingüística y cultural que abarcaba las pampas y la Araucania chilena.

Ra til /. M a ndri n 1 De la caza al pastoreo 705


7
BIBLI RAFÍA
-como la producción talabartera y textil- y los procesos de especializa-
ción económica allí donde existían -o podían producirse- recursos o
bienes valiosos para los circuitos mercantiles, como el caso de la sal, por Beron, Mónica A. y Laura A. Migale, 1991: "Cont~ol de recursos y movili-
ejemplo. Las políticas de los jefes indios se orientaron a asegurar el abas- dad en el sur pampeano: el sitio Tapera Moreira-provincia de La Pam-
tecimiento de la red mercantil ga~adera de que dependía su prosperidad Y pa", en Boletín del Centro, 2 (La Plata, CERPAP, septiembre), pp. 40-
-0.
riqueza, y a garantizar la afluencia de bienes europeos, cada vez más ne-
cesarios para la economía indígena. · Biset, Ana M. y Gladys Varela, 1990: "Modelos de asentamiento y ocupa-
En este contexto, se produjo en el centro-sur bonaerense, favorecido ción del espacio de la sociedad pehuenche del siglo xvm: la cuenca
por las excepcionales condiciones del medio, un proceso de especializa- del Curi Leuvu, Provincia del Neuquén", en Revista de Historia , 1
ción económica orientado a una intensa producción pastoril volcada a (Neuquén, Fac. Humanidades/Univ. Nac. Comahue, 1990), pp. 17-25.
aliméntár los circuitos merc;ntiles a distancia. Tal especialización se vio - - , 1991: "El sitio arqueológico de Caepe Malal. Una contribución para
favorecida, y fue posible, por el fortalecimiento de las relaciones con la el conocimiento de las sociedades indígenas del noroeste neuquino",
sociedad colonial en el río de la Plata. Así, el desarrollo de una economía en Boschin, María T. (coord.), Cuadernos de Investigación: Arqueolo-
pastoril especializada y el establecimiento de un sistema de relaciones gía y etnohistoria de la Patagonia septentrional, Tandil, IEH-s/uNcP-
BA, pp. 18-35.
pacíficas con la sociedad blanca hacia fines del siglo xvm fueron las res-
puestas más eficaces d·e los indígenas del centro-sur bonaerense frente a Canals Frau, Salvador, 197 3: Poblaciones indígenas de la Argentina. Su
las peculiares condiciones de su desarrollo. Aquí, el indio se convirtió en origen -su pasado-su presente, 2a. ed., Buenos Aires, Sudamericana.
"pastor y comerciante", aunque sin dejar totalmente de ser guerrero si Casamiquela, Rodolfo, 196 5: Rectificaciones y ratificaciones hacia una
las circunstancias lo requerían. interpretación definitiva del panorama etnológico de la Patagonia y
Esta especialización de la economía indígena convino también a la área septentrional adyacente, Bahía Blanca, Universidad Nacional
economía colonial a la que proporcionaba productos que le eran necesa- del Sur.
rios -ganado y sal en Chile; tejidos, cueros y sal en Buenos Aires; ganado - - , 1973: El lina;e de los yanq uetruz. Santa Rosa (La Pampa), Biblioteca
en Patagones- convirtiendo, al mismo tiempo, a la sociedad indígena en Pampeana, serie folletos, núm. 21.
un atractivo mercado para los comerciantes blancos. Por otro lado, como Cruz, Luis de la, 18 3 5: Via;e a su costa, del Alcalde provincial del muy
Ilustre Cabildo De la Concepción de Chile, D . ... , Desde El fuerte d e
señalamos, el carácter de la economía rural colonial bonaerense favorecía
Ballenar, frontera de dicha Concepción , por tierras desconocidas, y
esás relaciones de complementariedad. Justamente, el factor decisivo en
la ruptura de tal esquema de relaciones hacia 1820 tendría que ver con
habitadas de indios bárbaros, hasta la ciudad de Buenos Aires ... ,
Buenos-Aires, Imprenta del Estado (Obras y Documentos relativos a
cambios en la economía porteña, reorientada ahora hacía una ganadería
la Historia Antigua y Moderna de las Provincias del río de la Plata,
extensiva (Halperin 196 3; 19 69). En ese contexto, se dio la expansión de
ilustrados con notas y disertaciones por Pedro de Angelis [en adelan-
las fronteras a comienzos pe la década de 1820. Empujados por el avance
te, Obras y Documentos], t. 1).
criollo, los indios se replegaron hacia el interior de las pampas, perdiendo
Chiaramonte, José C., 1972: "La etapa ilustrada. 1750-1806", en Assa-
esas ricas tierras de pastoreo: la competencia con los blancos por tierras Y
dourian, C. S., G. Beato y J. C. Chiaramonte, Argentina. De la con-
ganado se hizo, desde entonces, cada vez más dura y violenta.
quista a la independencia, Buenos Aires, Paidós (Historia Argentina
La existencia de un núcleo pastoril de estas características obliga
Paidós 2), pp. 279-366.
también a modificar la idea, fuertemente arraigada en muchos estudios
Dillehay, Tom D., 1995: "Mounds of ~acial Death: Araucanian Funerary
históricos, de la frontera como un "espacio vacío". Antes del avance de
Rites and Political Succession", en Tom D. Dillehay (ed.), Tombs for
las fronteras provinciales, el centro-sur bonaerense estaba densamente
the Living: Andean Mortuary Practices, A SyÍnposium at Dumbar-
poblado, y varias décadas de intensa actividad pastoril debieron tener su
ton Oaks, 12 y 13 de octubre de 1991, Washington, D. C., Dumbarton
incidencia en el medio ambiente provocando alteraciones en el ecosiste-
Oaks, pp. 281-313.
ma (tipo de pastos, composición orgánica de los suelos). En síntesis, las
Falkner, P. Tomás, 1974: Descripción de la Patagonia y de las partes
tierras ocupadas a partir de 1820 no eran ni "vírgenes" ni "desiertas", co-
contiguas de la América del Sur, 2a. ed., Buenos Aires, Hachette (El
mo gustó llamarlas la historiografía tradicional, ni los indígenas que las
Pasado Argentino) .
poblaban estaban separados y aislados del mundo colonial.

De la caz a al pa s t o r e o 707
706 Raúl f. Mandrini
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710 R a ti l f. Ma n drini D e 1 a e· a z a a 1 p a s t oreo 7II


.
APÉNDICES_

· UNilJERSIOAD AUTONOMA , ; \
't ' DE SAN lUJS POTOSI \-'il ...-.. .
,;,;_~ SISTEMA DE BIBliOTECAS ClfiByP
EL M EZQUITE, SUS USOS CULINARIOS

ALIME U'A E EL EM I E I E RT Q U E R E TA NO,


M ET Y PE - AM I LLE R

Pin l e d e m ezquite

e l eta l frut en az · n, n lo m e es de mayo y junio, escogiendo


aq u ll o árbole qu lo prod uc n dulce, pues hay vainas amargas que pue-
d n dar m ·,il a bor al produ to; la vaina se dejan secar durante un tiem-
po, c u a ndo e tán li ta u enan la semiJlas dentro de la vaina.
El m ortero e hac de pi d1·a y pu ede consistir en una pieza ahuecada
n una ca ja forrada bajo el ni v l del piso por lajas duras formando cuadro
cuidando en el primer ca o qu e el material sea bastante duro para no des-
gran ar y e n el egundo qu e no p ermita la entrada de polvo o tierra en la
ca ja.
Se ech a n ahí las vainas y e mu elen en golpe vertical con un mazo de
mad era, se retira el pinole conforme aparece y se golpea hasta que sólo
qu da la fibra que e tira .
Ant es el pinole se gu ardaba en costalitos de tela, ahora en bolsas de
plás ti co, y se come al estilo del centro del país, en seco, aunque empalaga
por su dulzura aun en cantidades pequeñas.

M ezquitam al

Se elabora dentro de una penca de nopal grande a la que se ha raspado el


interior hasta dejarla casi al nivel de cutícula; en ella se mete el pinole
procurando que quede apretado, se llena el interior y se le deja cementar
con la baba que guardó la penca. Cuando ya está seco y aglutinado se qui-
ta la cáscara del nopal y se rebana el mezquitamal para comerlo.

A tole de m ezquite

Generalmente se hace con la vaina recién cortada, seleccionada previa-


mente por árbol para evitar las amargas; se cuecen las vainas en.teras,
luego se sacan y se colocan en un metate; se martajan para que suelten
más sabor y se vuelven a hervir; a continuación se cuela el líquido para
retirar los restos de fibra y casi siempre se añade atole de maíz a la bebi-
da, para darle cuerpo, disminuir la dulzura o hacer rendir su volumen .

715

~ - -- - - - - - - - - - - - -- -- -
Yantarrias
d vida. Únicamente su débil pulso me aseguraba que aún tenía vida. Era
Insectos que aparecen en los meses de abril y mayo, aunque su cantidad 1m de junio cuando la péchita está bastante madura, un hecho que
es variable y hay años en que casi no se encuentran. Se colectan en lo afortunadamente recordé. So peché que su condición se debía a que se
troncos del mezquite y otros árboles del monte y se echan en agua con un había obrepa ado comiendo péchitas, especialmente cuando me di cuen-
poco de cal; luego se lavan las veces necesarias (2 o 3) y están listos para ta que u e tómago estaba tan tenso como un tambor. Así que le hice
ser cocinados. Comúnmente se asan sobre el comal y se comen en tacos co quilla en u garganta con una pluma hasta que hizo el primer movi-
aderezados con salsas, aunque hay quienes acostumbran capearlos con mi nto para vomitar, lo que hizo tan vigorosamente y echó tal cantidad
huevo. de péchita aún no digerida, que no podía explicarme cómo un estómago
pu de contener tan tremenda masa. El enfermo se recuperó instantánea-
Jaime Nieto Ramírez ment y cuando no vio a mí y a los indios que estaban conmigo se sintió
tan avergonzado que echó a correr sin decir una palabra.
EL USO DEL MEZQUITE ENTRE LOS SERIS Los caballos, la mulas y el ganado gustan también de este fruto y
mientras pueden encontrarlo lo prefieren a cualquier otra comida. Sin
Y como no tenía que comer en tierra, [los seris] me trajeron atole de un embargo se extriñen tanto que se enferman y mueren si no se les hace
género como de alpiste que los españoles llaman semilla de zacate. Tam- evacuar. Los indios también recogen las péchitas, las ponen a secar al sol
bién me trajeron de regalo pan de mezquite y regalaron a los californitos Y guardan su provisión para el consumo de su casa. Las usan en dos for-
que conmigo habían quedado en tierra. El mezquite es muy dulce, de lo ma . Tuestan las vainas I las muelen en metate, ponen el polvo en agua Y
mejor que he [probado] y hay grande abundancia. Y a su tiempo, [los seris] se lo toman, sin que ninguna malvasía pueda ser más de su gusto. O pul-
hacen grandes provisiones. Lo tuestan y muelen y hacen tamales grandes verizan las vainas sin tatemar en un mortero de madera, le ponen agua Y
o panes que se .guardan en tinajas debajo de la tierra, y buenas tinajas [... ] cuecen la mezcla para hacer un atole muy dulce que consideran insupera-
Debe ser muy saludable, pues al tiempo de la cosecha me dicen [los in- ble. Yo lo probé, pero no lo encontré tan seductor como para tomarlo de
dios] están muy sanos y se mueren apartándose de este sustento que, se- nuevo. Quizá con el tiempo pudiera haberme acostumbrado a él.
gún reconoció la gente de mar, es algo purgativo pero sin alborotos del
cuerpo, y no lo hay en distancia de sus playas. Ignacio Pfefferkorn, Descripción de la provincia de Sonora,
2 vols., traducción de Armando Hopkins Durazo, Hermosillo,
"Copia de una carta del padre Juan María Salvatierra para Gobierno del Estado de Sonora, 1984, t. 1, pp. 84-8 5.
el padre provincial Antonio Jardón, en que le da cuenta de su
ida a la costa de los seris para remediar la lancha varada y Selección del texto de José Luis Mirafuentes
sucesos de este viaje. Dada en California, a 3 de abril del año
de 1710", AGN, Historia, vol. 308, f. 395.
Agua de péchita

Al abundante fruto del mezquite los indios le llaman péchita y lo tienen Ingredientes:
en gran estima; es como una vaina de frijol, tanto en forma como en ta- 1 manojo de péchitas

maño, aunque poco más largo y está lleno de semillas del tamaño de las 1 litro y medio de agua

lentejas. Mientras que el fruto está en el árbol retiene su color verde aún Azúcar
estando maduro. Únicamente al cortarlo y secarse se pone café. Los in- Hielo
dios aprecian mucho el fruto debido a que es muy dulce y a veces lo co- Preparación:
men sin moderación por lo que se enferman ya que si se come en abun- Se cuecen las péchitas hasta que se ablanden y se dejan enfriar
Procedimiento:
dancia puede producir calentura y constipación.
Se muelen las péchitas con la mano, se cuela y se endulza. Es muy refres-
En una ocasión me llamaron para atender a un indio que había sufri- cante.
do un ataque y estaba sin habla, sin movimiento y casi sin ninguna señal

716 Ap e ne/i ce Ap é ndic es


717

NUESTRA A VENTURA POR LA GRAN CHICHIMECA


Atole de péchita

Ingredientes : María Teresa Riveras Testolini


2 mazos de péchitas secas Isabel Rodríguez López
r taza de masa de maíz
r litro de agua
Azúcar al gusto o panocha (piloncillo)
Preparación: A modo de viajeros y exploradores, emprendimos la travesía hacia un mun-
Las péchitas se cuecen en bastante agua hasta dejar un litro, y hasta que do fascinante y desconocido, donde todo lo impensable podría suceder, aun
se ablanden. Se dejan enfriar y con la mano se muelen para retirad la tomando en cuenta que meses antes la maestra Soto nos había hecho partí-
semilla, después se extrae toda la pulpa necesaria y se cuela. La ma a e cipes de este gran suceso que estaba organizando junto con Marie-Areti
disuelve en agua hasta que no queden grumos. Hers, Tosé Luis Mirafuentes y. Miguel Vallebueno: "Nómadas y sedenta-
Procedimiento: rios en e! Norte de México. Homenaje a la doctora Beatriz Braniff", que
Se hierve el agua de las péchitas, se les agrega la masa diluida y se revuel- se llevana a cabo en el aula magna Laureano Roncal del edificio central
ve para que no se pegue, se agrega el azúcar y se retira del fuego cuando la de la Universidad Tuárez del Estado de Durango del 2 al 6 de octubre de
masa está cocida. Es un atole muy aromático. 1995.
Confesamos nuestra total ignorancia acerca de cómo se llegó al acuer-
Recetas tomadas de Ernesto Camou Healy (coord.J, do del transporte para los alumnos; por ahí nos dijeron que nos íbamos en
Cocina sonorense, Instituto Sonorense de Cultura, camión, después que nos veíamos en la estación del tren a las r 9 horas, en
Hermosillo, 1990, pp. 226y231. fin, que si no es por unos cuantos compañeros "movidos" (Leslie, Isabel,
Tosé Luis) que tenemos, no estaríamos escribiendo todas estas grandiosas
Selección de Elisa Villalpando experiencias que vivimos.
Cuando nosotras (y todos los demás) nos encontrábamos "cómoda-
mente" instalados en un vagón del tren, se disipó en parte la ignorancia,
pues sabíamos que viajaríamos en tren, pero no hasta Durango; después de
algunas horas de camino !alrededor de r 7 ), tendríamos que hacer la primer
parada para transbordar al siguiente tren que nos llevaría a nuestro destino
final. Ese acogedor pueblo quedará grabado en la mente de muchos: Felipe
Pescador.
Durante la travesía, tuvimos el primer acercamiento con la gente del
Norte: grandota, recia y aguerrida. Nos sentamos junto a un señor de
edad avanzada que estaba muy sorprendido ante tanto mochilón !exceso
de equipaje); nos preguntó nuestra procedencia y el motivo de la visita; le
explicamos lo mejor que pudimos y luego quién sabe por qué motivo se
alejó !tal vez se encontró un compadre).
Pasado algún tiempo (6 horas) Marisela y su mamá abordaron el tren
y se sentaron frente a nosotros; ellas regresaban de visitar a alguien que
les había regalado unos elotes; luego de la plática cada una nos encontra-
mos saboreando un delicioso elote dulce. Después conocimos a una seño-
ra que ante mi sorpresa de ver nopales con tronco no pudo más que excla-
mar: "¿ Qué en su tierra no se ven nopales?" Me apené mucho y estuve
tentada a contestarle que por el centro de las mesoaméricas sólo se ven
nopales cortados, sin espinas y en los refrigeradores del súper.

718 Apéndi c e , Ap é ndice s


719
Como a las 8 horas, otra señora nos dijo "ya vamos ll egand o"; e a e-
ñal coincidió con un olor muy desagradable que realm ent e nos preocupó, un o va por la cantidad más que por la calidad." Vivimos una hermosí-
bueno, nos preocupó parcialmente, pues ya ansiábamos llegar. ima experiencia con don Luis, quien además accedió a cantarnos una
Al fin se hacía realidad pisar tierra norteña, pero no nos poníamos de canci , n en tarahumara y terminó aconsejándonos: "No absolutizar, rela-
acuerdo sobre el lugar en que tendríamos que bajar. Y llegó el momento tivizar. .. (la penas con tequila son buenas)."
esperado. Víctor Hugo Aguilar, de la Universidad Autónoma de Sinaloa, nos
Después de una larga peregrinación, nos encontrábamos ante las acon ejó: " No digan nunca sus confusiones públicamente"; esto se refie-
puertas del futuro albergue. En esos momentos, Durango se enteró de re a una tri te experiencia que tuvimos caminando hacia el sitio arqueo-
nuestra presencia al escuchar en sus calles nuestros gritos des esperado lógico de La Ferrería; en el transcurso salieron a nuestro encuentro unos
pues no abrían las puertas del lugar que nos hospedaría durante una se~ impático amiguitos que saludamos como bueyes, ante lo cual se escu-
mana. Ya instalados, pensábamos en el futuro encuentro con la muy re- charon la ri a del doctor Merrill y de Víctor Hugo; después nos dijeron
conocida Tita Braniff. alegremente que eran vacas.
Llegó el día de la inauguración: todo era emoción y buen ánimo- tam- A María de los Dolores Soto de Arechavaleta, del Instituto de Investi-
bi~n tuvimos la fortuna de conocer al gobernador del estado: el público gacione Antropológicas, le enorgulleció la respuesta de los alumnos de la
asistente se puso "jubilosamente" de pie en el momento de su entrada. ENAH al coloquio. Nos dijo: "Dejémonos de conceptos occidentales, qui-
Después de unas cuantas palabras del gobernador, tuvimos el placer té monos prejuicios, basta de pensar que los cazadores-recolectores son
de conocer un poco más a Tita Braniff, la mujer. Amalia Attolini fue la pobre , simples, sin cultura." Nos recomendó que, independientemente
e~cargada de hablarnos acerca de este aspecto, haciendo énfasis en su co- de la región en que trabajemos profesionalmente, no olvidemos conocer
ra¡e Y fuerz~ ~or s~lir adelante en los estudios del antes tan marginado las demás zonas, es decir, que tengamos una amplia visión del país.
None_d~ Mex1co, sm dejar de mencionar su gran calidad humana y su ca- Polo Valiñas, del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la
ractenst1ca conducta "conflictiva", que tanto la enorgullece a ella y a UNAM, declaró: "Le están dando racionalidad a las cosas de manera irra-
nosotros. cional, falta estudiar teoría antropológica." Marie-Areti Hers, del Institu-
Desde ese momento, la doctora Braniff empezó a derrochar un caudal to de Investigaciones Estéticas de la UNAM, manifestó: "Conozcan, via-
de
f energía · · a 1os antiguos
, motivado ra, capaz d e revivir . norteños frescos y jen, lean todo para formarse un panorama más amplio."
uertes, nomadas y sedentarios. El doctor Carlos Serrano, del Instituto de Investigaciones Antropoló-
No _es objeto del presente escrito dar un resumen de cada una de las gicas de la UNAM, nos exhortó a proseguir con el característico espíritu
ponencias
. , ya que para ta 1 fm
· seran, pu b hcadas
. las memorias del colo- entusiasta de las nuevas generaciones de estudiantes.
qUio. Nue~tro propósito es compartir la experiencia vivida al lado de tan- Fernando Nava, del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la
tas .celebndades (v acas sagra d as,) qUienes
• de todo corazón accedieron a UNAM, hizo énfasis en la gran importancia que tiene el estudio del Norte,
d e dicarnos algunas pal b
a ras que eseamos transmi. tu
d . a los que quisieron no sólo por la región en sí, sino también para entender las relaciones con
pero n 0 d. - Mesoamérica. Destacó la forma en que Tita Braniff ha realizado sus in-
pu ieron acompanarnos a esta grandiosa experiencia .
Para e1;1pezar, nuestra homenajeada, miembro de la Subdirección de vestigaciones, puesto que ha dado interés a temas originales. Algo muy
Arqueologia ~~l INAH, nos obsequió un buen consejo: "Sean felices y importante que la caracteriza es su apertura a los estudios interdiscipli-
¿;e_n~an a ~nticar." Días después observó: "Los muchachos deben leer a narios, ya que una sola dimensión del conocimiento proporciona una
n st me Niederberger si quieren saber algo de arqueología; y ojo para los imagen parcial de la realidad -opinó Fernando Nava.
de la ~NAH: no se queden en Mesoamérica y menos en los tepalcates." La mayoría de los ponentes expresó su preocupación por nuestro es-
. Ehsa Villalpando, del centro INAH-Sonora, nos dijo: "Conque ro por caso interés hacia el Norte.
ciento de lo · · Muy a pesar nuestro, llegó el momento de dejar esa ciudad tan acoge-
s lJUe vmieron se quede a trabajar en el Norte 1 seríamos feli-
ces." dora: "Nómadas y sedentarios en el Norte de México" llegaba a su fin.
Durante nuestra estancia vivimos momentos significativos, pero de
Monika Tesch, del INAH-San Luis Potosí, comentó: "No se encierren
los más emotivos fue el de la clausura, las palabras que se dedicaron a Ti-
en el centro .de , , en 1as b 1ºbl.10tecas; a1 arqueologo
· México , lo hace el campo."
ta Braniff, las melodías, el último intercambio de ideas, las propuestas
Don Lms Gonzalez, del Instituto de Investigaciones Antropológicas
UNAM , agregó·· "I nterpretar fuentes, no inventar, sobre todo ahora que/ entre los investigadores y muchos detalles más.
Al día siguiente dejábamos la Villa Juvenil, pues abordaríamos el tren a

720
Apéndice s Ap e ndi ces
721
las 4 de la mañana; realizamos compras de último momento, porque de an- MENSAJE A LA DOCTORA BEATRIZ BRANIFF
temano sabíamos que el viaje era algo extenso y no teniamo en e e mo- DE LOS ALUMNOS DE LA ESCUELA NACIONAL
mento a las madres previsoras que nos dotarían de un pequeño refrigeri o. DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA
Ya instalados en el tren, la mayoría de los compañero durmi ó ha ta
Felipe Pescador (alrededor de las 12 horas), donde realizaríamo el tran -
bordo hacia el Distrito Federal. Al preguntar el horario nos lleva mo una
gran sorpresa, una respuesta inesperada: el vagón que nos tran portaría
hasta México llegaría a las 20 horas. Hubo confusión entre no otro . Gran Ante el silencio general, hemos decidido presentar algunas palabras que
parte del grupo se quedó en Felipe Pescador, mientras nueve de no otro reflejan el sentir de buen número de nosotros.
decidimos explorar Zacatecas; horas más tarde subiríamos al tren d esta Nómadas mesoamericanos, hemos recorrido en unas cuantas horas la
plaza. En esta ciudad colonial, realizamos un breve recorrido de superfi- mitad de nuestras geografías; cazadores:.r'e colectores de conocimiento, se-
cie. El ambiente que se respiraba era de fiesta. Cuando comprábamos unas dentarizados entre los márgenes de la sofía y la imaginación; náufragos
po~tales vimos pasar a María de los Dolores SotÓ, Marie-Areti Hers Y Raúl en este mar chichimeca.
Mandrini, que cordialmente nos invitaron a cenar. Ahí les narramos lo Entre otras cosas, este homenaje ha contado con grandes presencias y
que nos había ocurrido en el lugar del transbordo. Al terminar la cena, grandes ausencias; de estas segundas, quisiéramos resaltar la ~e los es:u-
emprendimos nuevamente la caminata; formamos parte de una "callejo- diantes, ya consuetudinaria en este tipo de eventos, cuyo ongen r~s1de
neada", bailamos y muy amablemente Marie-Areti ofreció llevarnos a la muchas veces en nosotros mismos . Aunque confiamos en que reumones
estación. como ésta logren trascender del mito de esta otra frontera.
El tren se había retrasado varias horas y tuvimos que esperar algunas Con nuestra presencia queremos hacer patente el interés de abrirnos
más. En ese lapso, caminamos, bailamos y dormimos, hasta que, por fin, a otros campos de estudio. Nosotros, bárbaros enahmecas, queremos par-
se escuchó: "¡ya viene el tren!"; corrimos y preguntamos dónde estaban ticipar con ustedes de la reconquista de este territorio, para entre mayos,
los estudiantes, y nos co~testaron "al principio", y después se retracta- yaquis, pames, mexicaneros, etcétera, constituir una hermandad: la de
11
ron "no, al finál por lo que corrimos y con ello logramos desentumir-
,
los hijos de la Gran Chichimeca. . . .
mas un poco. La noche era hermosa, la luz de la luna iluminaba el paisa- Los elogios vienen de más; rio obstante, debemos hacer Justicia agr~-
je. Nuevamente emprendimos el retorno a tierras mesoamericanas. Con deciendo a aquellas amazonas que han hecho posible que _estemos _aqm.
este retraso, el viaje se alargó hasta 3 5 horas. En primer término, a la homenajeada, doctora Beatriz Bramff CorneJo,. no
Durante algún tiempo, muchos sentíamos aún la sensación del movi- sólo por su invaluable labor pionera en la arqueología del ~ort~, smo
miento del tren, del cansancio que nos abatía, así como de la incomodi- también por la generosa donación de su biblioteca a nuestra licenciatura.
dad. Pero todo esto valió la pena; porque fue una semana muy especial, Asimismo a la doctora Marie-Areti Hers, y especialmente a la maestra
llena de gratos momentos. Todas estas experiencias son relatadas sólo María de Íos Dolores Soto, por el gran interés y apoyo que nos brindó:
por dos personas de un numeroso grupo de gente que asistió a este home- Además, aunque atentemos contra su humildad, a la compañera Lesh
naje. Cada uno vivió algo muy especial en el transcurso de esos días de Zubieta, a quien podemos culpar de nuestra presencia aquí.
viaje: conocimiento y entrega de los ponentes, así como su disposición al Antes de partir a nuestras tierras mesoamericanas, en el valle de
contestar las preguntas y relatar sus experiencias. los imecas, nos queda decir, así, sin más, por toda la atención brindada:
Agradecemos de todo corazón la invitación de María de los Dolores gracias.
Soto de Arechavaleta, así como los demás organizadores, en especial las
atenciones de Marie-Areti Hers y de don Luis González.
Reconocemos el apoyo brindado por el doctor Luis Alberto Vargas,
director del Instituto de Investigaciones Antropológicas, y Francisco Or-
tiz, director interino de la Escuela Nacional de Antropología e Historia,
por su apoyo, así como la buena disposición de todos los participantes del
coloquio, que nos apoyaron para escribir el presente artículo.

722 Apéndices
Nómadas Y sedentarios en el Norte de México se terminó
de imprimir el día r s de febrero de 2000 en los talleres de
Editorial y Litografía Regina de los Ángeles, S. A. Para su for-
mación se utilizaron tipos Frutiger, Trump Mediaeval, Y el
alfabeto fonético realizado por Marina Garone Gravicr a par-
tir del Trump Mediaeval. La coordinación de la edición Y la
tipografía estuvieron a cargo de Tomás Granados Salinas; el
cuidado de la edición, a cargo del Departamento ele Publica-
ciones del Instituto de Investigaciones Estéticas ele la uNAM,
Se tiraron 2 ooo ejemplares.
.,
m •

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