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en el Norte de México
HOMENAJE A BEATRIZ BRANIFF
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N (l.\ L\ l l :\ ' y ' L j) L \ 1 ·\ ¡; 11 l ' L \ L ! \ ( l lZ IT 1) l. .\ \ 1 \ 1l ( )
8 Índice Índice 9
APÉNDICES
PRESENTACIÓN
El mezquite,
.
sus
.
usos culinarios .......... · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · 7 I 5
Recop1lac10nes de !osé Luis Mirafuentes,
Elisa Villalpando y Taime Nieto Ramírez
Nuestra aventura por la Gran Chichimeca El Norte de México ha sido teatro de múltiples y variados encuentros en-
, . . . · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · 7I9
Mana Teresa Riveras Testolini tre cultura en los que ha predominado, sin embargo, la confrontación
· Isabel Rodríguez López entre dos modos de vida distintos y a menudo irreconciliables: el nómada
Mensaje a la doctora Beatriz Braniff de los alumnos Y el •sedentario. Efectivamente, el chichimecatlalli mesoamericano I las
,
de la Escuela Nacional de Antropología e Historia ................ 723 provmcia norteñas novohispanas y el septentrión mexicano fueron un
espa~io en el cual se entrelazaron y enfrentaron dos maneras opuestas de
relacionarse con la naturaleza y donde continuamente la tolerancia hacia
el otro fue tensada hasta la ruptura aniquiladora.
El estudio de esa oposición fue el tema central del coloquio que aquí
se publica y no podía ser más oportuno para rendir homenaje a la doctora
Beatriz Braniff, quien a lo largo de su trayectoria ha reconocido en dicha
relación uno de los problemas que más ha determinado la historia del
Norte de México, antes y después de la conquista española.
Para explorar ese campo multifacético, se reunieron investigadores
de diversas disciplinas, convocados por los institutos de Investigaciones
Antropológicas, Estéticas e Históricas, de la Universidad Nacional Autó-
noma de México y el Instituto de Investigaciones Históricas, de la Uni-
versidad Juárez del Estado de Durango.
La publicación de este coloquio es ilustrativa de los logros que pue-
den alcanzarse mediante la conjunción de miradas de distintos especia-
listas. En ella podemos apreciar, en efecto, cómo se enriquecen los estu-
dios del historiador cuando la arqueología le revela la profundidad
temporal y la cotidianidad de los fenómenos que se estudian, como son,
por ejemplo, los movimientos migratorios que acercaron o enfrentaron a
nómadas y sedentarios a lo largo del tiempo. Se perciben, además, las
grandes dificultades para acercarse a la realidad del mundo indígena y en
particular de los pueblos nómadas tras el espejo deformante de los tes.t i-
monios históricos, producidos en el seno de una sociedad cruzada por di- ·
ferencias irresolubles de intereses y de culturas, entre colonos de orígenes
diversos, misioneros, mineros, indios reducidos y pueblos irreductibles a
la conquista. Observamos, por otra parte, la importancia de los estudios
lingüísticos para dilucidar migraciones y orígenes, y la riqueza de los es-
tudios de caso del etnólogo que nos permiten matizar la antinomia entre
el cazador-recolector y el agricultor. Del mismo modo, a través de la his-
toria del arte nos aproximamos a las obras y al pensamiento de los pue-
blos nómadas cuya imagen nos ha sido transmitida de manera tan defor-
mada tras siglos de malos entendidos Y confrontaciones. En su conjunto,
los autores nos hacen ver las dificultades para precisar los límites del
IO
Pr ese nta c i ó n II
Índice
No~te, siempre cambiantes según las época y lo punto de vi ta, y n PROEMIO
advierten sobre la improcedencia de encerrar en definiciones <lema iad
rígidas tanto los dos polos de la contradicción nómada- ede ntari o om Rita Eder
la infinita variedad de modos de vida que han florecido entre e o do ex-
tremos, más teóricos que reales.
A partir de esos múltiples cuestionamientos, el pre ente libro n El d arrollo de la arqueología del Norte de México ha enfrentado, desde
acerca a las tensiones sociales y culturale que marcaron profundament hace mucho tiempo, una ituación difícil, debido sobre todo a los pocos
la historia del Norte de Me'x 1co.
' Invitamos
· a l l ector a reumr
· un punado
- dato di ponible obre un territorio inmenso. Ante la necesidad de em-
d_e conchas Y reconocer antiguos intercambios entre nómada y ed nta- pr nder u estudio y compren ión, en oca iones se han empleado enfo-
nos, sentarse a la sombra de un a bngo
· rocoso y contemplar sus pmtura
·
que que con frecuencia privilegian una visión centralista o repiten es-
cruzar
. la mirada de un apach e preso en an Juan de Ulúa y verlo recobrar'
s quema y concepto que es necesario poner en tela de juicio.
su libertad.
A la investigación de ese amplio mundo, con rigor, constancia y en-
tu iasmo, e ha dedicado desde hace ya varias décadas la doctora Beatriz
LI DA MANZANILLA Braniff, a quien están dedicadas las páginas del presente volumen, como
MA. TERE A URIARTE homenaje a su labor pionera, que ha sentado las bases para establecer una
Vm G INIA GUEDEA visión global de la historia antigua del Norte del territorio mexicano. La
influencia y el alcance que ha tenido su trabajo en las nuevas generacio-
nes de investigadores interdisciplinarios se pueden constatar en estas pá:
ginas, testimonio de un coloquio que tuvo lugar en la Universidad Juárez
del Estado de Durango, en octubre de 199 5.
El desarrollo de la arqueología del Norte de nuestro país está estre-
chamente vinculado con la obra y las aportaciones de la doctora Braniff,.
que abarcan desde el Gran Tunal del altiplano potosino y guanajuatense
hasta la preparación del museo de Paquimé, o su estudio sobre el río San
Miguel, en Sonora -que recibió' el premio Antonio Caso-, por citar sólo
unos cuantos ejemplos de su muy diversa y extensa trayectoria. Pero aún
más importante que la amplitud del área que sus investigaciones han
abordado resulta la visión renovadora e interdisciplinaria que ella ha in-
troducido en el tratamiento de los problemas planteados por la historia
del Norte, en la cual se han introducido muchos conceptos que la exami-
nan con mayor agudeza gracias a los elementos de análisis que su obra ha
proporcionado.
El tema central del coloquio fueron las relaciones entre los pueblos
cazadores-recolectores nómadas y los pueblos agricultores sedentarios,
tema que dio lugar a un amplio espectro de planteamientos.
"Los caminos del Norte", "Enfoques y perspectivas", "La imagen del
otro" y "Encuentros y desencuentros" fueron los grandes rubros bajo los
que se reunieron cerca de 40 aportaciones de investigadores de varios
centros de estudio. En ellas podemos encontrar desde el debate que plan-
tea la definición misma del espacio que entendemos como Norte de Mé-
xico, hasta los usos culinarios del mezquite, pasando por los apaches en
Durango en el siglo x1x, el conflicto entre rarámuris y mestizos en la mis-
ma época o las pinturas rupestres de la sierra de San Francisco, en Baja
I2
UNIVERSIDAD AUTONOMA Presentación Prucrniu 13
DE SAN LUIS POTOSI
SISTEM~ OE BIBLIOTECAS C
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California, entre muchos otros estudios. T odo llo anali za n, de de di- INTRODUCCIÓN
versos ángulos, las ideas, imágenes e interpretacion e que tienen o e
han tenido sobre esta gran área de México, así com o sobre u interrela- Marie-Areti Hers
ciones con otras zonas del país o con el sur de E tados Unid os . La pobla-
José Luis Mirafuentes
ciones nómadas que habitaban (y aún habitan ) e te territorio, qu e vivía n
a b~se de caza, pesca y recolección, han sido muy dHíciles de co nocer y María de los Dolores Soto
estudiar, y sus usos y costumbres han permanecido en la oscuridad por Miguel Vallebueno
mucho tiempo. Hoy en día, los enfoques multidisciplinarios - com o el
que ofrece la presente obra- son un testimonio de lo que se ha avanza do
en este campo, y a la vez un punto de partida de futuras aportaciones en Cuando decidimos rendir homenaje a la doctora Beatriz Braniff por la par-
esta gran área de investigación y análisis. ticipación fundamental que ha tenido en el desarrollo de la arqueología
Desde los aspectos lingüísticos hasta los testimonios líticos, el inter- del septentri ón mexicano, optamos por abordar un tema que nuestra co-
cambio de ideas entre etnólogos, antropólogos físicos, arqueólogos, histo- lega ha estudiado ampliamente y que resulta central a lo largo de toda la
riadores, historiadores del arte y lingüistas contribuye a elaborar una vi- historia del Norte: las relaciones entre los pueblos cazadores-recolectores
si~n de conjunto en la que se comparan fuent es y m etodologías, y se nómadas y los pueblos agricultores sedentarios. El coloquio que tuvo lu-
afinan las teorías y las interpretaciones. Hay que subrayar qu e, si qu ere- gar en esa ocasión, a principios de octubre de 1995 , en la ciudad de Du-
mos llegar a comprender la. vida de poblaciones tan cambiantes como las rango, se inició con una semblanza de la homenajeada y con un análisis
de lo~ nóm_adas del septentrión mexicano a lo largo de la historia, es n e- de su obra, y luego se dividió en cuatro mesas sucesivas . Para la :presente
cesario aplicar el esfuerzo de varias disciplinas qu e rompan con los es- publicación, respetamos ese orden.
que~as de las interpretaciones convencionales. En palabras de Marie- El primer punto a abordar era el de la definición del espacio que enten-
Areti Hers Y María de los Dolores Soto, es necesario "aceptar los riesgos demos como Norte de México. Ha sido a menudo subrayada la necesidad
Y desafíos conceptuales que conlleva la empresa de entender un mundo de cuestionar y precisar los términos empleados, en vista de la discutible
tan disti-nto al nuestro como lo fue el de los nómadas". pertinencia de los comúnmente usados, icomo la "Gran Chichimeca", la
Est , · 1
as pagmas, Y a obra entera de la doctora Beatriz Braniff nos ayu- "Aridoamérica" y "Oasis América", o el "Norte de México". Ninguno de
darán a ahondar en la cultura y transformaciones de esos territ~rios y de ellos refleja ni mínimamente la variedad geográfica y cultural que preten-
sus pobladores. de cubrir o los cambios que se dieron en el tiempo. No podíamos esperar
llegar a conclusiones satisfactorias al respecto, puesto que dicha defini-
ción puede ser tan variada como variados han sido los enfoques de los es-
tudiosos del Norte. Sin embargo, como no pudimos llegar a un acuerdo
en cuanto a una terminología alternativa más satisfactoria, optamos por
abordar el tema a partir del asunto concreto de las relaciones entre Meso-
américa y el lejano Norte, es decir, el Suroeste y el Sureste de ES t ªdos
Unidos, aunque debe quedar claro que no estamos asumiendo con ~llo
una demarcación fronteriza en particular. De esa manera, la mesa 1, titu-
lada "Los caminos del Norte", permitió introducir el tema de discusión
de la delimitación espacial que estuvo presente en el transcurso del
coloquio.
En cuanto a la dimensión temporal, la selección misma del tema nos
1
invitaba a adoptar una perspectiva de muy larga duración, desde los tiem-
pos prehispánicos hasta nuestros días. En efecto, uno de los aspectos que
1
{ más singulariza la historia del Norte es precisamente el hecho de. q~~ en
ese amplio territorio el modo de vida nómada nunca quedó defm1t1va-
mente cancelado. La reiterada constatación de este hecho, por otra parte,
14 P r o e mi o
IS
nos muestra que los límites cronológicos atribuidos tradicionalmente a reviste igual importancia. En el origen mismo del largo proceso antagóni-
las diferentes disciplinas de la historia no resultan pertinentes para abor- co entre los pueblos que producen sus alimentos y los que se confían en
dar el tema de las relaciones entre nómadas y sedentarios en el Norte. El los ritmos naturales para conseguir su sustento, existe una profunda in-
siglo xv1 no significa límite alguno para el quehacer del arqueólogo y es
comprensión entre dos maneras tan distintas de concebir las relaciones
imperativo que se desarrolle una arqueología colonial de esas latitudes,
del hombre con la naturaleza, de las costumbres y estrategias de éste para
así como una mayor fusión entre estudios arqueológicos e históricos, ta-
construir y habitar su propia territorialidad. Este antagonismo, que siem-
reas todas estas que reclaman, por ejemplo, el estudio de ámbitos tan di-
pre ha sido fuente de arraigados prejuicios, se prolonga en la actualidad
versos como las misiones, los presidios, los reales de minas y las zonas de con nuestra propia dificultad para entender un modo de vida tan alejado
refugio, donde la interacción entre nómadas y sedentarios fue una cons-
de nuestra realidad moderna. Que lo diga, si no, la tendencia, todavía re-
tante hasta ya bien entrado el siglo x1x, y donde, por lo mismo, las posibi-
ciente en el campo de la antropología, de explicar el comportamiento
l~dades de un trabajo interdisciplinario fecundo entre arqueólogos, histo-
nadores Y antropólogos son ampliamente prometedoras . económico de los cazadores-recolectores nómadas a partir de categorías
más bien aplicables a las sociedades sedentarias, estrechamente vincula,.
. Al tratar ese tema, resalta otra dificultad mayor creada por las defini-
das con la economía capitalista de nuestros días . 1
cwnes con las cuales contamos para referirnos a los pueblos que no sean
Para internarnos en ese problema del entendimiento, debemos enfren-
plenamente agricultores y sedentarios. Ni los cazadores-recolectores son
tar, desde luego también, la dificultad de las fuentes. Tenemos las imáge-
necesariamente nómadas ni todos los agricultores son totalmente seden-
nes pictóricas y los testimonios escritos que nos han legado los protago-
tarios, Y entre los dos extremos ha existido una rica diversidad general-
nistas sedentarios para retratarnos a los cazadores-recolectores. Estos
~ente r~le~ada. Para muchos agricultores, la caza y la recolección son
testimonios, como los informes y crónicas de los misioneros, suelen ex-
impresc1:1~1bles, mientras que pueblos que se dedican esencialmente a
presar tanto o más la irremediable incomprensión y no aportar informa-
e st a~ actividades pueden recurrir a técnicas agrícolas adaptadas a su modo
ciones confiables sobre tan impenetrable otredad. Permítasenos, a manera
d_e vid~. En esas circunstancias, numerosos trabajos recalcaron la imper-
tmencia de las clas ·f· · · . . . de ejemplo, detenernos en un caso que en modo alguno es excepcional. Se
, . i icac10nes imperantes. La diversidad cultural siste- trata de la Descripción de la provincia de Sonora, del misionero jesuita Ig-
maticame~te negada y la incomprensión hacia los pueblos no agriculto-
nacio Pfefferkorn. Este religioso, refiriéndose a las peculiaridades de carác-
res, ~~emas, son el origen del uso indiscriminado de términos que ha
ter de los indios no convertidos, entre los que los nómadas y seminóma-
propiciado el desconocimiento de los grupos étnicos del Norte. Antaño se
hablaba de los ch 1· h · l das seguramente ocupaban los primeros lugares, nos dice lo siguiente:
. c 1mecas, uego de los tobosos, mecos y apaches para
refenrse genéric . . .
amente a esos grupos. Tales denommac10nes, mcluso, Imagínese una persona que llena todas las condiciones para hacerse despre-
llegaron a emplearse • , . d . ,
. . como smommo e sa1vaJe, nomada y de indio bravo ciable, baja y repugnante, una persona que en todos sus actos procede ciega-
e msumiso 1 lo -que h d d 1 . , .
• • a a o ugar a graves confus10nes y estenles reduc- mente sin ningún razonamiento ni reflexión; una persona insensible a toda
c10msmos aun en 1 h. · f'
a istonogra ia actual. Todavía en nuestros días se bondad, que nada le merece simpatía, ni le avergüenza su deshonra, ni le pre-
evoca a los indios de t . , .
renza o a 1os gentiles• comunmente se usa el térmi- ocupa ser apreciado; una persona que no ama la verdad ni la fe Y que nunca
no de norteño siemp f . '
. .. , re para re orzar 1a imagen mental de un ser bárbaro e muestra una voluntad firme; alguien a quien no le halaga ser honrada, ni le
irreconciliable con la vida civilizada.
alegra la suerte, ni le duelen las penas; finalmente, una persona que vive Y
f . . ~rente ª esos problemas de delimitación espacial y temporal y de de- muere indiferentemente. Esa persona es el retrato de un indio sonora. 2
mic10nes culturales no · , · d. bl
, s parec10 m ispensa e organizar el encuentro de
manera que fuera un inte b. · d. · 1· · ·
rcam 10. mter iscip mano de ideas retomando Por otra parte, entre las escasas informaciones de las que disponemos
en este aspecto una de 1 , · d 1 '
. as caractensucas e a trayectoria académica de acerca de la complejidad del modo de pensar y de sentir de ciertos grupos
la docto~a Bramff. Entre arqueólogos, historiadores historiadores del ar-
te 1 etnólogos lingüistas y a t 'l f' · ' ·
. , n ropo ogos isicos, necesitamos comparar
nuestras fuentes y metodolog1'as d f· , , Marshall Sahlins, Economía de la edad de piedra , traducción de Emilio Muñiz y Ema Ro-
. . para po er a mar, asi, nuestros enfoques
1nterpretat1:os. Fue11con esa intención que se reunieron los integrantes de sa Fondevila, 2a. ed., Madrid, Akal, 198 3.
la mesa u, titulada Enfoques y perspectivas". i Ignacio Pfefferkom, Descripción de la provincia de Sonora, 2 vols., traducción, introduc-
ción y notas de Armando Hopkins Durazo, Hermosillo, Gobierno del Estado de Sonora,
Cercano a esos problemas de definición, el del entendimiento mutuo
1984, vol. 11, p. 27 .
r6
Introdu cc i ó n Introdu cc i ó n 17
nómadas, los trabajos sobre manifestaciones artísticas como el art e ru-
pestre tienen un lugar privilegiado para escuchar la voz misma de eso llamativa, por la constante relación que propició entre nómadas y seden-
grupos. También lo tienen los textos que nos refieren sus puntos de vista tarios, es la minería denominada itinerante. Se la suele llamar así' por-
sobre los eventos que marcaron la historia de sus complejas y casi iem- que los mineros que la practicaban vivían en continuo movimiento en
pre conflictivas relaciones con su contraparte española, mexicana o n or- busca de yacimientos superficiales. Eran una especie de gambusinos o,
teamericana. Estos textos a menudo son el producto de proces os judicia- como sus contemporáneos solían llamarlos, cateadores o excavadores,
les en los que los encausados son los propios cazadores-recolectores . cuyos escasos recursos los obligaban a abandonar las minas tan pronto
Finalmente, en el transcurso de la historia se han dado experiencias como agotaban aquellos yacimientos o cuando tenían noticias de nuevos
únicas de acercamiento y comprensión recíprocas que, a pesar de las nu- y más ricos descubrimientos. A menudo sus frecuentes desplazamientos
merosas e importantes investigaciones que han generado, creímos conve- los llevaban a internarse en territorios recorridos por indios no someti-
niente recordar y volver a valorar aprovechando la oportunidad de nues- dos, como los nómadas y seminómadas, dando así continuidad a las rela-
tro ejercicio de intercambio interdisciplinario. La mesa m, "La imagen ciones con estos grupos. Pero tanto o más importantes que esas relacio-
del otro", reúne trabajos sobre esas tres maneras de explorar las posibili- nes eran las que los mismos mineros fomentaban en sus efímeras
dades de entendimiento mutuo que se han dado históricamente: el se- explotaciones. Éstas, en efecto, pese a sus limitaciones y peligros, siem-
dentario mirando al nómada, el punto de vista del nómada y los casos de pre eran fuente de expectación y solían atraer, en sus momentos de bo-·
entretejimiento cultural. nanza, a cientos de operarios y buscadores de minas de todo tipo, entre
Las relaciones que se dieron entre esos dos universos tuvieron en los que destacaban los indios que, a su vez, eran originarios de las más
gran medida su origen en los movimientos migratorios. Mientras las ex- diversas agrupaciones tribales. Tanto era así que un misionero llegó a
pansiones me~oamericanas se multiplicaban en el espacio y en el tiempo, decir de esas explotaciones que parecían torres de Babel, por la notable
los desplazamientos tradicionales de las agrupaciones nómadas asumían, variedad de lenguas que allí se podían escuchar. La importancia de di-
con no poca frecuencia, la forma de grandes movimientos poblacionales chas explotaciones es que estimulaban nuevas exploraciones mineras,
q~e desbordaban ampliamente el ámbito regional. Estas dos corrientes contribuyendo de este modo a una constante aproximación entre nóma-
~~gratorias a menudo confluyeron en el Norte de México, que fue tam- das y sedentarios, y a la consiguiente eliminación paulatina de las barre-
bien ~l escenario de sus encuentros con el flujo de la colonización euro- ras culturales que los diferenciaban. Puede por ello afirmarse que fueron
pea. Esta, sin duda, contribuyó a prolongar hasta tiempos modernos ese un elemento importante en ese largo y complejo proceso de homogenei-
largo proceso de relaciones entre nómadas y sedentarios. La mesa 1v titu- dad cultural que se dio alternativamente con la supresión física de los
lada
. , "En~uentros Y desencuentros", permite observar, en su larga 'dura- cazadores-recolectores .
c~on, ese Juego de oposiciones, alianzas e influencias recíprocas y de fu- En segundo lugar, las obras arquitectónicas de envergadura, como al-
s10nes y camb· d. . 1· . , gunas iglesias, presidios y, sobre todo, las catedrales, que propiciaron
, 10s iversos imp icados en dicho proceso, que condujo,
también, durante su largo proceso de construcción, una constante inter-
bsegu? los _casos, al exterminio, la transformación y la continuidad y so- acción entre operarios indios procedentes de diversos grupos étnicos y lo-
,
revivencia de los . caza d ores-reco1ectores nomadas. En una perspectiva
comparativa se incl , . . , . si- . cales, y entre esos operarios y los colonos españoles. Cuando el misione-
. , uyo en esta mesa un estud10 sobre una dmamica
milar que se dio ene1 sur d e1 contmente,
. ro Eusebio Francisco Kino se dio a la tarea de construir -las iglesias de
en las pampas argentinas.
Remedios y Cocóspera, visitas de la misión de Dolores, en la Pimería Al-
Los ~nfoques complementarios de la arqueología la historia y la an-
tropologia permit . ' ta, no sólo contó con la colaboración de los naturales de esos pueblos, si-
. . en resa1tar 1a gran profundidad temporal de procesos
no hasta con la de los indios del lejano asentamiento norteño de San Ja-
dque si~meron siendo determinantes en las relaciones entre nómadas y se- vier del Bac.3 Como se puede apreciar en el trabajo de Clara Bargellini
entanos
b , hasta tiempos recientes.
· . , de estos procesos
La so 1a enumerac10n
incluido en esta memoria, la edificación de la catedral de Durango requi-
re asana con mucho el espacio dedicado a esta introducción. No obstan-
rió la participación de numerosos trabajadores indígenas que fueron re-
te, nos parece conve~iente tratarlos brevemente, con unos cuantos ejem-
clutados, en diferentes momentos, en sitios tan distintos y a veces tan
plos, p~ra r~calcar la importancia del tema central del coloquio a lo largo
de la historia del septentrión.
3 Eusebio Francisco Kino, Las misiones de Sonora y Arizona, paleografía e índices de Fran-
. ~n primer lugar, la minería, con su decisiva contribución al desenvol-
cisco Hernández del Castillo, introducción y notas de Emilio Bosé, México, Cultura,
v1m1ento de poblaciones mixtas de indios y españoles. Particularmente
1922, p. 185.
r8
Introdu cc i ó n Intr o du cc i ó n 19
apartados entre sí como el Gran Tunal, Sinaloa, Santi ago Papa quiar , El otro movimiento de población fue el que integraron de manera
Bayacora, Atotonilco, Acaponeta, Taxicaringa, San Franci co d 1 M zq ui - , bien desordenada españoles, criollos, mestizos, mulatos y otras cas-
tal, Presidio de San Hipólito, Ynora, Zacatecas, etcétera. Nativ d mu - ma ·ndividualmente, en familias y en grupos de familias, se dirigie-
tas que, 1
chas regiones del Norte llegaron incluso a participar en la con tru e i ' n ron al Norte llevados por la expectativa de enriquecerse rápidamente en
de grandes obras religiosas del reino de la Nu eva E paña, como la ca t · la minería. Es más que probable que muchos de estos emigrantes se ha-
dral de México.4 Esta concurrencia continua de una poblaci ón tan h t r · llaran entre aquellas concentraciones de población tan peculiares que se
génea a un mismo fin nos indica la importancia qu e tenían t ambi én l formaban con cada nuevo descubrimiento minero. Por supuesto, había
trabajos arquitectónicos como uno de lo ámbito de la ociedad c l nial otros incentivos no menos atractivos que movían a los habitantes de las
en que los miembros de distintos grupos étnicos y locale d 1 N rt , a provincias del sur a emigrar hacia el Norte. Estos incentivos -muchas
partir de su convivencia y de sus mismas experiencia , llegaban a d a- veces ofrecidos por las autoridades generales, interesadas en fomentar el
rrollar valores, intereses y exp_ectativas parecidas, i no qu e co mun poblamiento de esa vasta región- consistían en la obtención de pastos y
En tercer lugar, los movimientos migratorios ma ivo y u ineludible tierras de labranza, y a menudo también de trabajadores indígenas, que
implicación de poner en contacto formas de vida di tintas. E to m ovi- en la práctica eran otorgados en condición de esclavos, como ocurrió du-
mientos se produjeron hacia, y al interior, del septentrión m exi cano. En rante largo tiempo con los nómadas y seminómadas en la provincia del
el primero de estos casos, podemos destacar dos movimi ento p blacio- Nuevo Reino de León. En esta provincia, en efecto, la institución de las
nales originarios del sur, pero de naturaleza distinta y con objetivo un congregaciones implicó la esclavitud de los indios sin que hubiese de
tanto diferentes entre sí. Uno es el que estuvo conformado por lo aliado por medio contrato de compra-venta alguno. 6 La rentabilidad de esta ins-
indígenas de los espa-ñoles, en particular los tlaxcaltecas, cuyas múltiple titución seguramente estuvo en la base de la ininterrumpida inmigración
actividades como guerreros, colonos e instructores de los grupo denomi- española en dicha provincia, pero d~sde luego también en la i~c~nformi-
nados genéricamente chichimecas fueron determinantes para la consoli- dad y la resistencia de los grupos nativos afectados, y en el surg1m1ento de
dación de la expansión colonial en diversas provincias nort eña . Un a - otro tipo de relación indígena-español más común y duradera en la mayor
pecto int.eresante de esas actividades es que los tlaxcaltecas no la parte de las provincias del Norte, que fue la de la confrontación armada.
emprendieron incondicionalmente, sino impulsados por el estatus social Junto a estos desplazamientos,_ también podemos destacar otro par
~rivilegiado y otras exenciones importantes obtenidas del Estado espa- importante de flujos migratorios. Estos, del mismo modo que los ante-
nol. Estas prerrogativas, al tiempo que favorecieron la permanencia de riormente tratados, fueron diferentes entre sí tanto por sus características
s~s nuevos establecimientos, tuvieron aparentemente el efecto de permi- físicas como por las motivaciones que los impulsaban. Se trata de 1~ mi-
tules una amplia libertad en sus relaciones con los cazadores-recolecto- gración hacia el sur de las agrupaciones apaches y co~anches, ~res10na-
res, relaciones que fueron desde los conflictos de tierras hasta las alianzas das por un entorno cada vez más hostil en sus r~spe~tlvas localidades de
matri~oniales, 5 lo que sin duda influyó en el ritmo tan variable de los origen, y de la colonización de Texas y Alta Cahforma por los a~gl?ame-
camb10s socioculturales experimentados por aquellos grupos. ricanos. Otras diferencias que cabe destacar entre esos dos mov1m1entos
El est udio de los auxiliares tlaxcaltecas , tarascos / otomíes y mexica- tienen que ver con su valoración, que ha sido bastante desigual. Por ejem-
nos como agentes del cambio sociocultural todavía está en sus inicios, plo en lo tocante a sus efectós, sobra decir que el conocimiento que tene-
per? casi nada se ha escrito sobre el modo en que la emigración de esos mo's del segundo es abrumadoramente mayor que el del _primero. A~~í
m~ws al Norte afectó la vida de sus comunidades de origen. La explora- nos referiremos exclusivamente a éste, pero no por una simple cuest10n
crnn de este campo de las relaciones entre el Norte y el centro de México de equilibrio, sino por la más estrecha relación de sus consecuencias con
s~n duda a~ortaría nuevos elementos explicativos respecto de las altera- los procesos que venimos tratando. Destaca, para empezar, su confluei:i-
crnnes sufndas, a su vez, por las sociedades indígenas mesoamericanas a cia en la región con la expansión de la dominación española, confluencia
lo largo de la Colonia. en que la lucha por el espacio devino una de sus constantes principales.
En 17 5o, por ejemplo, poco más de 70 años después de que los apaches
empezaran a invadir el septentrión novohispano, el visitador de Sonora Y
.¡ Silvio Zavala, Uno elapo en la construcción ele la cot eclral ele México alrededor de r585,
M éxico, El C olegio de M éxico, 19 8 2 (Jornadas 96), pp .1 50 , 161.
' David B. Adam s, Los colonia s llaxcall ecas de Coahuila y Nu evo León en ]a Nu eva Es¡)(/ - 6 Carlos Manuel Valdés, La gente del m ezquite. Los nómadas del Noreste en la Colonia,
110 , Saltillu, Archiv o Municipal de Saltillo, 1991 , pp. 63 66, 69 -72 .
1
México, CIESAS, 1 995 (Historia de los Pueblos Indígenas de México), pp. 16 8-169 .
20 l n t ru d11 cc 1 un
21
Introdu cc i ó n
Sinaloa, José Rafael Rodríguez Gallardo, se refirió a la persistencia de di-
cho conflicto en los términos siguientes: "El apache y nosotro tenemo ion apache en el sistema de poblamien~o y en las relaciones entre_los
nuestras conquistas. Nosotros al norte y él al sur. Cuanto más nos inter- indio de la mi ione y los españoles tendieron a favorecer la consolida-
namos a sus tierras, tanto más él se va internando a las nues tra . " 7 ción de la dominación colonial en Sonora. .,
Pero las invasiones de los apaches y comanches no sólo fu eron nota - Por lo que se refiere a los movimient?s de ?_oblación en el septentnon
bles por el tiempo y el espacio que abarcaron, sino por sus repercu ione ·
m exicano, en muchos casos fueron contmuac10n . .de las empresas
- de con-
1
sociales, sobre todo en el lado español. En efecto, así como los españole qui ta y colonización iniciadas desde las provmcias sur~nas, pe~o con a
alteraron, con su actividad expansiva, la organización tradicional de la caTacten, t i·ca de que tendieron a responder, cada vez mas, a los. mtereses
.
sociedades nativas, dichas invasiones dieron lugar a importantes ajustes expansivo del Estado e pañol. En este sentido, se trataba ~e ~1grac10nes
y cambios en la sociedad colonial. Este proceso ha sido poco explorado y planeada y dirigidas por la autoridades generales: Cons1gu1entemente
tiene el interés de que, en algunos casos, se orientó en un sentido muy también tenían un cierto orden, por lo menos me¡or que el de los que
distinto al que cabría esperar de los cuantiosos daños y muertes causados partían de manera espontánea del su~, ~demás _de_que sus objetivos eran
por las mencionadas invasiones. En Sonora, por ejemplo, la intensifica- umamente precisos. Entre éstos, qmzas el mas importante era el de la
ción de los ataques de los apaches a partir de la segunda mitad del siglo colonización de los territorios débilmente integrados al virreinato novo-
xvm ocasionó el repliegue de mineros, rancheros y agricultores españoles hispano y expuestos, por lo mismo, a la ocupación de las .potencias e~o-
a los pueblos de indios administrados por los religiosos jesuitas. El aisla- peas vecinas. Es bien conocida la iniciativa_ gubernamental de colomzar
miento y la dispersión en los que hasta entonces vivían, producto, en par- el Nuevo Santander, influida por la presencia de colonos franceses en las
te, del exclusivismo indio de los pueblos bajo estatuto de misión, les im- costas del Golfo de México. ·
pedían defenderse adecuadamente de dichos ataques. Ese repliegue de los La relación que supusieron dichos movimientos con la población na-
colonos fue continuamente en aumento, al grado de adquirir las caracte- tiva también varió de acuerdo con las distintas políticas de poblamiento
rísticas de una migración interna en la década de 1760. Al respecto, en dictadas por el poder central. Así, por ejemplo, se lleg~ a ~antener el vie-
1764, el misionero Carlos de Rojas escribió lo siguiente: jo sistema de separación residencial entre pu~?los de md10s y ~ueb!os·de
españoles, como ocurrió en la tardía expa_n~i~n a la Alt~, Cahforma. ~n
Mientras.los presidios viven en una total inacción, los apaches roban, destru- otras ocasiones, en cambio, se impuso y vigilo la formac10n de poblac10-
yen Y matan, con que abandonando los pobres vecinos sus ranchos, se acogen nes mixtas. Entre estos casos, destacó el de la colonización del Nuevo
con sus familias a los pueblos !de indios J. Toda la vecindad de Tetuachi se ha Santander. Pero también se dio la situación de que en una misma provin-
venido a vivir a Arizpe. Mucha de Nacozari a Chinapa y Bacoachi .. .8 cia se pasara de la primera política de poblamient~ a la_segunda, :ªl c_om_o
sucedió en la provincia de Sonora y Sinaloa. Casi esta por <lemas anadir
Dicho repliegue, sin embargo, tuvo el muy importante efecto de poner en que bajo todas esas experiencias de poblamiento subyacía, entr~ º:ras
~archa la formación sistemática de poblaciones mixtas de indios y espa- muchas cosas importantes, el viejo y espinoso problema del sometimien-
noles en las misiones, poblaciones que, años atrás, planearan las autori- to efectivo de los grupos indígenas, sometimiento del que dependía, a su
dades _generales como un medio que, a la vez que sirviese de estímulo a la vez , la administración adecuada de estos grupos y el progreso de la expan-
colomzación española de la región, resolviera el problema del aislamien- sión colonial en el Norte.
to Y dispersión de los colonos vecinos, ayudara a reforzar el control sobre Por último, la deportación en masa de los indios prisioneros de gue-
los pueblos nativos ya sometidos y a la defensa de las fronteras contra la rra cazadores-recolectores en su mayor parte, hacia el puerto de Veracruz
amenaza éxterna. 9 En consecuencia, los cambios inducidos por las incur- y 1~ isla de Cuba, principalmente. Este flujo de población p~~de_co~side-
rarse como uno de los males consustanciales a la confrontac10n md1gena-
7 José ~afael Rodríguez Gallardo, Informe sobre Sin aloa y Sonora . 17 50 edición, intro- español en el septentrión mexicano, puesta en marcha por los ~o~imien-
1
ducc10n not · d' · d' d · · tos migratorios procedentes de las provincias del sur. La conu_nu~dad_~e
, as, apen ices e m ices e German Viveros México Archivo General de la
8 Nación-Archivo Histórico de Hacienda, 1975 (Colecció~ Docum ental 1), p. 37.
1
estos movimientos, en efecto, en buena parte dependía de la ehmmac10n
Carta de Carlos de Ro1as a Francisco Ceballos: Arizpe, 14 de mayo de 1764. Archivo His-
tórico de Hacienda, Temporalidades, leg. 17-18, f. 2.
9 Pilar Máynez Vida!, Estudios de Historia Novohispana (15), 1995, p. 192. Véase también
"Tomás Miranda, S: J. y la defensa de las tierras de los pueblos indios. Carta apologética al
padre José Utrera (Sonora, 17 5 5 )", presentación y paleografía de José Luis Mirafuentes y Dictamen del marqués de Altamira, Archivo General de la Nación (en adelante ACN), In :
quisición. vol. 1282, exp. 1?.
22
Introdu cción Intr od u cción
23
de los grupos indígenas que hostilizaban la región, que e opo nían a c d r bi ' n llegaba a ocurrir que fueran ofrecidos a lo~ cosech~ros d~ t?baco ~e
de buen grado sus tierras a los colono e pañole o qu rechazaban i t - Córdoba y Orizaba, ' 6 o que, en lugar de ser enviados de_mmediato a la is-
máticamente los intentos de éstos de mantenerlo congr gad en pue- la de cuba, se les retuviera en el puerto de Veracru_z, 1~corporados a las
blos. Hacia principios de la década de 17 50, por eje mplo, 1 c ron el J é bras del castillo de San Juan de Ulúa. 17 Estas expenencias de los guerre-
de Escandón recomendó la deportación a lo obraje de Querétar d l ~os nómadas afectaban por supuesto también a sus mujeres e hijos, que
indios pames que siguieran incurriendo en "el vicio de r tirar e a vivir n larmente iban presos con ellos al destierro. No obstante, las cosas
los montes como fieras".' º En 1769 el comandante de la front ra de
1 regu biaban cuando unos y otros llegaban hasta el final de su incierto y pe-
Nueva Vizcaya, Lope de Cuéllar, opinaba que debería proced r e al xt r- cam viaje. Destinados a menudo a ocupar lugares di f erentes en l a soc1e- .
nos 0 1 ·,
minio de los apaches, "pues -como decía- no hall o razón para qu 1 dad colonial, se veían separados tal vez para siempre y en una re ac10n
príncipe haya de conceder paces a unas fiera sin religión, in palabra, in Y distinta con su contraparte sedentaria. Como ocurría en el caso an-
sujeción y las más inmundas de cuantas se conocen"." En término pa- mu
tes mencionado de Veracruz, mientras los primeros aparecian , con t ma
· d os
recidos se expresaron en 17 80 tres de las más importante autoridad de en el castillo de San Juan de Ulúa, los segundos eran repartidos entre las
Sonora para fundamentar su propuesta de desterrar a lo eri s d e a pro- familias más acomodadas del puerto. 18
vü:icia. El intendente y gobernador de Sonora y Sinaloa, Pedro Corbalán, La recurrencia de este fenómeno a lo largo de la época colonial aún
aprovechó la ocasión para insistir en su vieja recomendación de que e ·o está por estudiarse. Los casos aquí mencionados se refieren básicamente
indios fueran enviados a tierras ultramarinas . Argumentaba qu no e le n periodo en que las deportaciones parecen haber alcanzado un auge
podría tener seguros "en ninguna parte del continente".' 2 :a~ticulannente importante. Nos referimos a la s_egun~a mitad d~l siglo
. , Pero la deportación masiva de los nómadas no sólo favoreció la expan- xvm.1 9 Es bastante probable, sin embargo, que s1tuac10nes parecidas se
swn de la dominación colonial en el Norte, sino que, a diferencia de la hayan dado en épocas anteriores, como, por ejemplo, en el tra~s_curso _de
emigración española a esta región, implicó una medida provechosa para la llamada guerra chichimeca, entre 1 5 5o y 1600. La deportac10n de m-
los ltigares de destino de los indios deportados. Estos lugares, por lo regu- dios en este periodo tal vez pueda ilustrarse con el ejemplo dado anterior-
la!, eran las haciendas y plantaciones de los empresarios españoles. No mente en relación con la construcción de la catedral de México, en cuyas
eran raros los casos, sin embargo, en los que dichos indios nunca llegaran a obras participaron, en calidad de esclavos, los indios chichimecas. Por
tocar sus habituales destinos. Podía suceder que lograran darse a la fuga en otra parte, son bien conocidas las constantes y cuantiosas deportaciones
e~ transcurso del viaje,' 3 que los remitieran a los obrajes del centro de Mé- de indios del Nuevo Reino de León a la ciudad de México, practicadas por
xico para reducir así los gastos que se erogaban en su larguísima y tardada Luis de Carvajal, so pretexto de pacificar a los naturales de aquella pro-
travesía, ' 4 o que fallecieran en el camino, de un brote de vin1elas.' s Tam- vincia. De este funcionario se decía, por ejemplo, que "como quien iba a
caza de liebres sacaba cada vez 800 6 1 ooo indios y los traía a vender a Mé-
'º Ma nd arniento del vi:rey marqués de las Amarillas: México, [si n fecha!, Cmtro de .Est u- xico y a otras partes de asientos de minas". 2 º
11
d10s de Hist ona · d_e M'ex1co,
· Condumex, fondo uxv11.3, f. 3ov. -31 . Así, de este modo por demás ominoso, las relaciones entre nómadas
Carta de Lope de c ·11 J - G- . . . y sedentarios fueron más lejos en el espacio de lo que unos y otros, al e~-
_ ue ar a ose a1vez: Janos, 20 de Jumo de 1769, Archivo Hi stó rico
12 Nacwnal, Madrid, /esuita s, leg. 122-129. trar en contacto, acaso llegaran a imaginar. Desbordaron con una ampli-
lnfom1e de Pedro Co b 1• T d d - .
.
M 1rafuentes r a an a eo oro e Cro1x: Anzpe, 9 de enero lk 1780, en José Lui s tud inmensa el ya de por sí ilimitado septentrión mexicano.
"Los · _ 1 8 . . f _
H b ,, '. _ _ sens en 7 o. tres m o_rmes sobre la necesidad de su deportación a La
,, ª · ana , H1s ton cas, octubre de 1986 (2o), pp. 23 . 2 6, 31 _
Todos los ejemplos aquí tratados, además de ilustrar, en muchos
11
Autos de guerra contra los · d . , · d -
_ m 10s enemigos, e quienes recibieron informes por dos ca u-
tivos que se les escaparon :le d 1 · M · el
1 _ · e s e a sierra OJa a y narraron los crímenes y costumbres 16 Real Cédula al virrey Martín de Mallorga: San Ildefonso, 22 de junio de 1782, AGN, Rea-
que pract1cabanl" · Río Floricl R , 1 d I p 1 . 1 · ·
h. . __ · oy ea e arra,5ceagostu-5ded1c1embrede1724 Ar- les Cédulas Duplicados, vol. 72, f. 387-387v.
e 1vo H1stonco ele Hidalgo d I p 1 G '
_ _ _ e arra , 1724, -I 2 1; carta de Carlos de Rojas a André s Ja - 1 1 !bid., f. 387-387v.
vier Garc1a·· Anzpe , 8 de agost 0 d e 1749, A re J11vo · H1stonco
· · · de Hacienda, Temporalida- 1 s !bid., f. 387v.
des. lcg. 278-20 . 19 Un trabajo pionero al respecto es el de Christon l. Archer, "The Deportation of Barbarían
i.¡ Carta del auditor de la Guerra · ' d Al · · · Indians from the Interna! Provinces of New Spain, 1789-18ro", The Americas (29),1973,
_ _ , , marques e tam1ra : Mex1co, 20 de enero de 174 5, ACN ,
_ Document os para la h1storw de México, vol. 8, exp. 3 6. pp. 376-385. . _
1
' Real Cédula al virrey marqu és ele Casafuerte: El Pardo, 14 ele en ero de 172 5, A C N, R eales • 20 Sil vio zavala, Los esclavos indios en Nueva España, 2a. edición_aumentada, Mex1co, El
Cedulos Duplicados. vol. 71, fs . 28v -31v. Colegio Nacional, 1981, p. 206.
24 l n tr u du cc 1 ó 11 Introducción 25
casos, las relaciones típicas entre nómadas y ede nt ario , contribuy n d azador -r colectare y, a pe ar de los contactos continuos _que h_an
a poner de manifiesto varias de las peculiaridade del epten tri n, co-
d haber marcado u larga coexistencia, no se han detectado evidenc1~s
mo el de ser una tierra de espacios inmen os, abierta a nu evo y rec u-
rrentes procesos de poblamiento y de múltipl es y variada difer ncia tang1ºble de enfrentamien tos bélicos, sino más bien de un entreteJi-
• nto cultura l. 21
culturales. m1 . • 1 ·
Al contrario, lo pueblos mesoamencanos que colomzaron a vertien-
Más allá del inevitable contraste entre la profusión de informaci n
t te de la ierra Madre Occidental, desde el sur de Zacatecas _has~a el
que nos proporcionan los documentos históricos y la inevi table parquedad
de los datos arqueológicos, resaltan las similitudes en los proce o qu norte de Du rango ' no ofrecen un panorama muy distinto. Su terntono se
marcaron tanto la historia antigua como la colonial y moderna del p-
1 aba del ure te al noroeste sobre unos 600 km y su largo flanco
ªonen
~rg tal quedaba así expuesto al eventual hostigamiento de los pueblos
. - .
tentrión. Aunque en la mayoría de los casos no se trate de una continui-
- das , que eran los únicos que podían ocupar las extensas tierras an-
non1a
dad sino más bien de recurrencias, esas semejanzas procuran al e tudio o
da del Altiplano Central. Además, es ~uy probabl~ que ~os ~upos meso-
del pasado prehispánico un invaluable material comparativo, al mismo
americanos que e apoderaron de e~a dilatada _fr~nJa terntonal encontra-
tiempo que ofrecen al historiador la perspectiva de una considerable pro-
a población local en meJores condic10nes para oponer una
fundidad temporal sin que por eso se dejen de apreciar las marcada dife- ran u n · f ·
rencias. • tencia significativa frente a los intrusos. En efecto, podemos m enr
res1s . bl
situación de los antiguos pobladores de la cordillera era nota e-
Así, por ejemplo, la arqueología va documentando paulatinament e que 1a 1 , ·d
un fenómeno que ha sido de la mayor importancia para la evolución ge- mente 111 ª,s favorable que la de los pueblos que ocupaban. as partes an as .
·nas Los estudios ambientales nos revelan que la sierra Madre Occi-
neral de Mesoamérica: su considerable expansión territorial hacia el Nor- pdotosil se ·caracteriza por una notable variedad ecológica que propicia la
te Y su no menos drástico retroceso cientos de kilómetros hacia el sur si- enta . . .
d tari· zación aun entre pobladores que no se dedican a la agncultura.
glos antes de la llegada de los españoles. Con ese retroceso, los va~tos se en ' , . .
El cazador-recolector puede permanecer en sus ranchenas Y_ circular verti-
territorios norteños volvieron a ser ocupados exclusivamente por pueblos
calmente sobre cortas distancias para acceder a una amplia gama de re-
n~, mesoamericanos. En muchos aspectos, la colonización del septen-
tnon no~ohispano puede consiqerarse como una reconquista mesoameri- cursos. 22 Esa relativa sedentarización se acompañaba probablemente Al
cana del amplísimo territorio que se había perdido siglos antes, ejecutada tam b 1·e'n de una densidad demográfica superior a la, de los pueblos .
del -
· 1 no al este Hemos de recalcar que por ahora aun no se han documen-
ahora por tlaxcaltecas, otomíes, purépechas, mexicas y otros pueblos del up a . . . d 1 .
Centro Y Occidente. tado arqueológicamente esas ocupac10nes no mesoamen~anas e a s1~rra
Madre Occidental. Sin embargo, la hipotética resistencia _ª la colomza-
. Una de las diferencias más marcadas entre esos dos procesos de colo- , mesoamericana y el hostigamiento, durante largo . tiempo, de
~ización ~~l Norte por parte de grupos urbanizados del sur son los tipos c10n . los
eblos nómadas del este se ven reflejados en el patrón de asentamiento.
b; f~rmac10n política que pueden haber impulsado esos movimientos po- i~s agricultores ubicaron sus poblados en el paisaje montañas~ de la cor-
acionales. La arqueología nos indica que fueron muy variadas las cultu- dillera de manera que se pudiera sacar el mejor provecho. pos1bl~ de las
ras mesoamericanas que participaron en la expansión y que, además defensas naturales. Frecuentemente, levantaron murallas y bastiones al
guardaron sus 1· .d d 1 ,
.. pecu ian a es a o largo de su desarrollo norteño. Tal di- borde de los precipicios. Esos dispositivos defensivos se adaptaban a ata-
versificación e d . . ,
. ra e esperarse en la medida en que mngun estado mesoa- ues repentinos, mortíferos pero no duraderos que, por lo menos en los
mericano pudo ten 1 f 1 .
1 er a uerza para contro ar y umformar esa empresa co- ~licios, parecen haber sido perpetrados por las poblaciones de cazado~e~-
osal como pudo hacerlo el Estado español.
recolectores que vieron su territorio invadido por los colonizadores ongi-
No es de extrañarse tampoco que la arqueología sea muy exigua
acere~ de. los enfrentamientos que se habrían suscitado a raíz de esas
colomzac10nes Es · d dºf . 21 Para una bibliografía reciente al respecto, véase Dominique Michelet, Río Verde: San
· cierto quepo emos i erenciar claramente las regio- Luis Potosí, traducción de Bernardo Noyola Pintor, Instituto de Cultura de San Lms Po-
nes O las épocas en las cuales los problemas de seguridad fueron apa- tosí-Lascasiana-Centre d'Etudes Mexicaines et Centraméricaines, México, 1996._ _
rente · ·
mente 1~ex1stentes y en las que fueron agudos. Así, por ejemplo 22 óscar Polaco y Marie-Areti Hers, "Mesoamerican Colonization and the Nomad s Resis-
c_ontra st a la situación imperante en el Noreste y el Noroeste mesoame~ tance", en E. Wyllys Andrews V. y Elizabeth Oster Mozzillo, comps., Five H_undred
Years a/ter Columbus: Proceedings of the 47th Interna tional Congress of Amencam st s
ncan~. En el actual estado de San Luis Potosí, las poblaciones meso- (Nueva Orléans, 1991)1 Middle American Research Institute (Publication 63), Tulane
amencanas ocuparon diversas regiones que colindaban con territorios University, Nueva Orléans, 1994, pp. 68-69.
26
Introdu cción Intr oducción 27
narios del sur. El hostigamiento de los nómada , que parece haber p rdu-
rado, influyó poderosamente en más de un aspecto de la cultura d u prim ro indicio más que a un cúmulo satisfactorio de informaciones.
enemigos. La figura del guerrero llegó a ser preponderante entre lo colo- En f cto, quedan aún puntos fundamentales por resolver. Por ejempl~,
nizadores mesoamericanos y dejó una fuerte impronta en u vida r eligio- igu in aclarar e cuáles fueron los minerales que se buscaban en las mi-
sa. Por otra parte, el estado de guerra latente determinó tambi én la di tri- na , a í como u u o y su destino. Del mismo modo, falta much~ para po-
bución de la población. Dio lugar, en efecto, a una ituación en cierta d r d terminar la modalidades que imperaban en el intercamb10 a larga
medida paradójica. Se trata de poblados que llegan a vece a cubrir xten- di tancia, la rutas que se seguían y la mayoría de los bienes que circula-
siones relativamente importantes, mayores de treinta h ec tárea , pero ba pur lla . . . ,
dentro de los cuales los materiales arqueológicos no revelan una diferen- La fuente hi tonca e refieren profusamente a las m1grac10nes mas
c~aci~~ social significativa, habitual en los sitios con cierto grado de urba- div r a a la cuale dio lugar la colonización del septentrión._En ~rque~-
mzacwn. Es posible que las necesidades apremiantes de la defensa llevaran logía, el panorama e notablemente distinto. Por una parte, ~un sigue vi-
ª los pobladores a congregarse sin abandonar el carácter e encialmente gente ci rto de precio por tratar ese tema, para el cual, por ~1~rto, los es-
igualitario de un modo de vida aldeano. 2 3 tudio lingüí tico pueden aportar contribuciones dec1s1vas. Pero,
Es _evidente, sin embargo, que por ahora los datos arqueológico i- además, re ulta particularmente azaroso reunir los _docu_mentos_ arqueo-
guen siendo excesivamente escasos como para reflejar adecuadamente lógicos que permitan no solamente detectar tales m1grac10nes, smo ta~-
las fluctuantes rel · • . bi , n precisar sus lugares de origen y las modalidades con _las que ocurne-
las poblaciones ac10nes
, d que imperaron entre los pueblos sedentano y ron . Más lejana aún queda la esperanza de lograr determmar las_ ra~ones
noma as que se encontraban en esas tierras norteña .
Antes de poder ava .d . , . que habrían compelido a los colonizadores a abando~ar ~u ternto~10 de
d era blemente el tnzar en ese
d. d 1 d. sent1 o, neces1tar1amos desarrollar cons1-
origen O las que los habrían atraído a instalarse en terntonos tan le¡anos.
canos a fin de q es u •10 e os 1versos pueblos norteños no mesoameri-
Existen ya varias hipótesis al respecto. Así, se ha propuesto reconocer en
traste con la ab uedsu imagen no sea tan. difusa como lo es ahora ' en con- la cultura Chalchihuites de la sierra Madre Occidental el fruto de una
1 . un ante aunque excesivamente sesgada información de la
cua disponemos para la época colonial. migración de los toltecas hacia confines norteños a principios de nuestra
ha Ta~bién sa~emos que la minería y el comercio a muy larga distancia era y su regreso al sur casi un milenio después. 26 . . .
n t_~mdo una 1mnegable importancia económica en la historia del sep- Además del importante papel que puedan haber temdo las m1grac10-
tentnon 24 E . .
.·
1as posibles n · e ongen de estas importantes actividades económicas y nes desde el sur en el poblamiento del septentrión mesoamericano, la ar-
m ·
queología nos revela otro fenómeno comparabl~ a 1~ _qu~ sucedió en la
puesto reconocigrac10nes
1· a1 las cuales pueden haber dado lugar' se ha pro-
época colonial. Se trata de un movimiento de migrac10n mtern~ que ha-
.
mo e1 teot1hua er e impu1 1 so dado por estados que florecieron al sur' co-
,epoca colonial cano o e bría dado lugar a la colonización de los valles orie1_1tales de la sierra Ma-
· b teca. 2s .En contraste con lo que sabemos de la
to
, sm em argo, las mformaciones se reducen por ahora a dre Occidental de Durango a partir del actu_al estado de Zacatecas, en el
2J M . siglo xvr o XVII de nuestra era. 27 . .
. ane-Areti Hers Lo I . . . - . . . Sin embargo, hay que reconocer que la naturaleza del~~ d1ver~as mi-
Aut onoma
- de Mexico
' s Ito tecas
· en
el tierras chichimecas.
. . • .Mex1co, Umvers1dad Nacional
ria del Arte 35). , nst1tuto e Invest1gac10nes Estet1cas, 1989 (Cuadernos de Histo-
graciones que se pudieron dar antiguamente en el_septentnon Y el _impac-
2.¡ Phil C. Weigand "Mini . . . .
to que habrían tenido en las relaciones entre nómadas Y sedenta~10s son
gand G
y rete h en' Gwynne ng acond Mineral
M . Trade
. dm Preh1spamc
. . Zacatccas", en Phi! C. Wei- asuntos que todavía no han recibido toda la atención que ament_an por
am eri·c a (A nt h ropology ' l mps., VI S mmg . an Mmmg Technic¡ues in th e Ancient Meso- parte de los arqueólogos. Esa relativa indiferencia contrasta con la impor-
versit f N . vo . , pec1al Issue), Department of Anthropology, State Uni-
Yo ew York at Ston B k
Carlos Tan La ,, . . Y roo _, 1 9 82 , pp. 87-i34, Y Adolphus Langenscheidt y
25 y · g Y, La mmena preh1spamca en la sierra Gorda" ibid. pp. 135 . 14 3 26 Hcrs, op. cit.
ease, por e1emplo Ph ·l c w . d ,, h . ' ' ·
. ,, , partes ', Y II1 A · th eiganI , T e Preh1story of the Sta te of Zacatecas: An Inter-
27 Esa idea fue propuesta por J. Charles Kelley con base en sus excavaciones en el valle de
pretat10n
n ropo Guadiana en los años cincuenta: J. Charles Kelley y Ellen Abbott, "The Cultural Se-
l ogy, State U m. vers1ty . ,of N y ogy,
k 2. pp. 67-87, 103-117, Department of Anthropo-
5
M esoamencan . ew or at tony Brook, 1978 ' y Ben Nelson ' "Outposts of quence on the North Central Frontier of Mesoamerica", en A ctas y memorias del
Empire a d A h. . XXXVI Congreso Int ernacional de Americanistas (España, 1964), t. 1, pp. 325-344, Sevi-
n re 1tectural Pattermng at la Quemada Zacatecas" pp 173-
190, en Anne I. Woosley y J h R R ¡ ' ' · lla, 1969. Esa interpretación se ha ido fortaleciendo con los primeros resultados de los
0
Pesos • .
Gran Chichimeca Am n · el• Favesdoot, . comps., Culture . and Contact. Charles Di trabajos qtie llevamos a cabo actualmente en el cuadro del proyecto Hervideros de los ins-
. . Press, Albuquerque,
Mex1co · enn oun at10n, Dragoon, Anzona y University of New
1993 _ titutos de Investigaciones Estéticas y Antropológicas de la Universidad Nacional Autó-
noma de México.
28
Introducci ó n Intr od u cc ión
29
tado de Durango, el Centro I AH-Durango, el Centro de Estudi~s Me~ca-
tancia primordial que lo hi toriador indíg na confiri r n, n u ti m - no y Centroamericano y la Escuela Nacional de Antro~o~og1~ _e Histo-
po, a las "peregrinaciones" de su antepa ado a ti rra 1 ndaria ria. Por último, deseamos destacar la importante part1c1_pac1~n en :1
evento del Instituto de Investigaciones Históricas de la Umvers1dad Jua-
del Chicomóztoc, como matriz de la may ría d qu d mina -
ban el centro a la llegada de lo e pañole . r z del E tado de Durango.
Con estas consideraciones no pretendemo int ti za r l trabaj que
se reunieron en la presente publicación. olam nt h m qu rid nfati-
zar la importancia del tema central del coloquio y la diver idad de l en-
foques con los cuales puede ser tratado. Tal div r idad n era, p r i rt ,
propicia para conclusione y generalizacion , per n p rmiti
cer mutuamente nuestra compren ión de e e pr bl ma centra l d
ria del Norte. Los que participamos y a i tim a la reuní n n p rea ta-
mos de ello y el mismo propósito ha orientado la pr ent publicaci , n.
En relación con el conjunto de los trabajo qu e publican aq uí, h ·
mos de precisar que corresponde a la mayoría de lo que fueron pre nt a-
dos en el coloquio del mismo nombre y reúne, ademá , alguno tr . e
trata de autores que no tuvieron la oportunidad d participar n 1 n-
cuentro pero que desearon aportar su homenaj e a nu e tra querida y admi-
rada colega, la doctora Beatriz Braniff, y participar en una obra que abord
el tema de las relaciones entre nómadas y sedentarios d de una per pec-
tiva interdisciplinaria.
Al final de la publicación, ofrecemos al lector un apéndice dedicado
al uso culinario del mezquite, con el doble propósito de abordar el tema
de la alimentación que ha estado en el centro de las ríspidas relacione
entre nómadas y sedentarios, y de rendir homenaje al interés que iempre
ha manifestado nuestra colega por preservar ese valioso legado cultural.
Amplio, constante y participativo fue el público durangueño que nos
acompañó los cinco días que duró la reunión, en las bellas instalaciones
de la Universidad Juárez del Estado de Durango. También estuvieron pre-
sentes estudiantes de la ciudad de México, que fueron introducidos de
ese modo a la historia del Norte. En particular, un fuerte contingente
de la Escuela Nacional de Antropología e Historia hizo una memorable
odisea en ferrocarril para poder conocer a la legendaria Beatriz Braniff,
quien recibió de esa manera el más inesperado y no menos merecido ho-
menaje . Reproducimos aquí la narración de esa odisea y el mensaje que
esos entusiastas jóvenes leyeron a nuestra colega y, con la presente publi-
cación, invitamos al lector a acercarse a lo que fue una festiva conjun-
ción de ideas, disciplinas y experiencias.
Finalmente, quisiéramos subrayar que la realización del coloquio se
dio gracias a la colaboración entusiasta de una serie de instituciones: los
institutos de Investigaciones Antropológicas, Estéticas e Históricas, así
como de la Dirección General de Intercambio Académico y la Coordina-
ción de Humanidades de la Universidad Nacional Autónoma de México,
el Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Juárez del Es-
introducción
Intr oducción
TITA, LA LEYENDA¡ UNA SEMBLA ZA
Amalia Attolini
Direcci ón de Etn ohi sto ria -tN/\H
33
Mina y casa familiar
en el Doctor, Qro.
.,_
En contraste con esa indiferencia hacia los grupos de cazadores-reco-
Para el Norte, el modelo evolucionista es aún m á inad cu ad . Toda- lectores que ocuparon el Norte, a lo largo de su trayectoria la doctora
vía en la actualidad, la caza, la recolección y la pe ca iguen i nd pri- Beatriz Braniff ha enfatizado la importancia de la relación mutua entr_e
mordiales para pueblos como los seris y los kikapús, que con erva n con poblaciones mesoamericanas y grupos cazadores-recol~c~ores. Ha escogi-
gran vigor su cultura. Las relaciones entre nómadas y sedentario h a n i- do trabajar en lugares fronterizos particularme~te propi_c10s para det~ctar
do determinantes hasta tiempos recientes y es precisam ente pai a tra tar en los materiales arqueológicos situaciones de influencia mutua. Se inte-
ese tema que nos encontramos reunidos aquí. resó en los procesos evolutivos del nomadismo al s~dentaris~o, ~e~o
La incomprensión del mundo nómada desde la per pectiva del h om - también del sedentarismo al nomadismo, y en las relaciones de simb10sis
bre urbano es muy antigua en México y se remonta por lo m eno a l fin al entre poblaciones agrícolas y de cazadores-recolectores. Así, por ejemplo,
de la época prehispánica, cuando la frontera norte de Mesoam rica ha- recalcó cómo en el Gran Tunal potosino las relaciones entre esos dos mo-
bía retraído considerablemente hacia el sur. Esa dificultad de entendi - dos de vida parecen haber sido pacíficas y de mutuo provecho, a diferen-
miento se ve claramente reflejada por las múltiples confusiones qu e con - cia de otras regiones norteñas en las cuales prevalecieron situaciones
lleva el término chichimeca. En el siglo xv1 y todavía ahora, chichimeca conflictivas. En su obra, podemos por lo tanto acercarnos al mundo real:
se refiere a la vez a un espacio, a un nivel de desarrollo cultmal, a una su- diversificado de esos múltiples pueblos que ocuparon el Norte y sus di-
puesta entidad étnica y a una tierra de origen. versas maneras de adaptarse al medio, procmando siempre evitar por p~-
Su uso más pertinente y menos confuso es cuando se restringe al solo te de nuestra autora cualquier juicio de valores, como la supuesta simpli-
significado espacial: el Norte de Mesoamérica. Pero, por ser un territorio cidad O el llamado atraso de los grupos nómadas.
mal conocido, el término pronto se caigó de otro significado, sinónimo Falta casi todo por hacer en ese aspecto en cuanto a la arqueología, Y
de bárbaro salvaje. Siglos antes de la conquista española, se había vuelto 1as v oces de los historiadores nos son indispensables para no· perder de
1 1
inaccesible a los mesoamericanos después de la contracción de su front e- vista la diversidad cultmal y los cambios en e tiempo que tuvie~on ugar
ra septentrional. Luego, a partir del siglo xv1 llegó a ser el teatro de en- tras los términos tan genéricos como cazadores-recolectores, nomadas o
frentamientos entre los nómadas y los pueblos que encabezaron los espa- chichimecas.
ñoles en la conquista del Norte. En esas circunstancias, el norteño se
fusionó con el desconocido, con "el otro" por excelencia; es decir, con el LOS PREJUICIOS DESDE LA PERSPECTIVA DEL SUROESTE
salvaje nómada.
DE ESTADOS UNIDOS
La confusión cundió cuando ese término llegó a denominar a todo ti-
po de pobladores del Norte. Unos eran efectivamente nómadas pero otros Las relaciones entre el suroeste y el sureste de Estados Unidos y Mesoa-
·eran poblaciones mesoamericanas, por cierto muy diversas, que se habían mérica han sido estudiadas desde hace mucho tiempo. Curiosamente, en
expandido en distintas partes del Norte y que siglos después regresaron la literatura al respecto, la región intermedia ent:e esas tres áreas cultu-
ha:cia la Mesoamérica nuclear. Ésos son los pueblos originarios del legen- rales es decir el Norte, suele ser ignorada o considerada como un agente
dario Chicomóztoc. De esa confusión ha nacido la idea ingenua, aún vi- mu/ secundario en el escenario. Tal situac~ón_ e:a normal cuando la _ar-
gente en nuestros días, de que esos migrantes norteños, antepasados de queología norteña era aún excesivam~nte incipiente. _En nuestros días,
los pueblos que dominaban gran parte de la Mesoamérica nuclear en el esa postura ya no puede justificarse y sm embargo persiste.
siglo xv1, de los toltecas a los mexicas, pasando por los purépechas y mu- Constatamos, por ejemplo, que los especialistas del suroeste qu~ se
chos otros pueblos más, habían sido otrora cazadores-recolectores y interesan en determinar la naturaleza de las relaciones entre dicha area
que en el lapso de una o dos generaciones se habían transformado mila- cultural y Mesoamérica suelen tener un con~cii:iiiento muy ~ene~al de
grosamente en pueblos plenamente urbanizados. Mesoamérica y un interés paradójicamente limitado _por_ el _area mte~-
La confusión llega actualmente a su culminación cuando se usa el media del Norte de México. En las modalidades del difus10msmo tra~i-
término como si fuera un gentilicio, como si fuera el nombre de una et- cional O en las más recientes del modelo del sistema mundial, se ha in-
nia o de una cultura en particular. Se habla así de una "cultura chichime- tentado entender dichas relaciones como influencias unidireccionales,
ca", lo que implica una sola gran etnia como ocupante atemporal de la desde un foco sureño hasta la lejana periferia. De esa manera, se to_ma
inmensidad del Norte. El término chichimeca encubre, de esa manera, en consideración alguna de las entidades políticas del centro del pais Y
nuestra evidente ignorancia de gran parte de la historia antigua del Norte se intenta reconocer su impacto en algunas de las lejanas culturas del
de México.
cación mecánica de un modelo teórico, procura d cum nt ar lo c nt a - Guanajuato, Quer taro.y Sonora.
tos que existieron efectivamente entre la m etrópoli teotihuacana y lu g in embargo, hay que reconocer que aún ahora la situación sigue
Tula _Y el Norte, diferenciándolos en el tiempo y n el pací . C ntra t a, iendo de favorable. En amplias regiones del Norte, la comunidad de los
por e¡emplo, la situación que prevaleció en el Nore t dond 1 1 m n- arqu ólogo sigue iendo raquítica, como es el caso en particular de Sina-
tos teotihuacanos son abunqantes y claram nt e definido con la marcada loa. Poco arqueólogo , poco datos para un territorio inmenso -compa-
ausencia de datos para el noroeste zacatecano y durangu eño; a í, tambi n rabl a la xtensión de vario países europeos- propician controversias
reconoce etapas bien diferenciadas en la relacione entre el centr n téril , modelo teóricos cuya aplicación queda en la abstracción ínter-
'
pretaciones que carecen aún del apoyo elemental de un cuadro cronológi-
particular en Teotihuacan y el Norte. '
Su estudio sobre el juego de pelota es intomático de esa prud ncia. co confiable.
lnte~ta demost~ar que, en su expansión hacia el Norte, el ulama podría Plenamente consciente del problema, la doctora Beatriz Braniff si-
considerar~e como un símbolo de colonización por parte de algún e tado gu mpeñada en remediar ese enorme vacío y en promover el estudio y
mesoa~encano hacia el Norte. Después de analizar detenidamente lo la divulgación de la historia antigua de esa región, como es el caso re-
ciente de la mesa redonda que organizó en el Museo Nacional de Antro-
datos disponibles
. , t.iene e1 va 1or y 1a h onestidad
. de reconocer que en e t e
caso particular no le fu nc10no· , e1 mo d e1o teonco
, • d el sistema mundial por pología para planear la reestructuración de la sala del Norte, recono-
e1 cual se ha
. inclín a d o. p or otra parte, procura tambien . , ¡erarqmzar
. . lo di-
ciendo, por cierto, las limitaciones de su propio trabajo de hace 25 años
f o el gran desafío que en meses pasados significó la creación del museo
erentes
. tipos de elem en t os que atestiguan . esos contactos como por
e¡emplo, cuando analiz a 1a dºistn·b uc10n · , d el motivo de la greca' escalonada
' de Paquimé.
como elemento
. , de m ayor Jerarqma,
· , por pertenecer al mundo de las ideas.
Retos para adaptarse a los materiales arqueológicos
1 S_u interes por la historia del Norte de México en el contexto de las
ªt
re 10n~_sd entre Mesoamérica Y el Suroeste la ha llevado también a revi -
sar ª va i ez de conceptos como sistema mundial áreas culturales Gran
disponibles en el Norte
Suroeste, Muchas veces, la lítica es el único material con que el arqueólogo cuen-
h. dGran. Chichimeca, M esoamenca. , . Propone ' retomar la Gran' Chi-
c imeca . e .Di Peso Y considerarla como un ecosistema, y estudiar esa ta en el Norte. Y, sin embargo, paradójicamente, tanto en esa región co-
Gran Ch1ch1meca en su relación con Mesoamér 1ca. · mo en la Mesoamérica nuclear, el material lítico es relegado a un segun-
do lugar. El estudio de la mitad septentrional del territorio nacional
LAS DIFICULTADES QUE ENCUENTRA LA ARQUEOLOGÍA tendría que haber dado origen a una fuerte comunidad de estudiosos de la
EN EL NORTE MISMO lítica. La situación es totalmente distinta.
En Villa de Reyes, en su tesis de maestría al inicio de su carrera, Bea-
La soledad del arqueólogo del Norte triz Braniff no solamente estudió su material lítico, sino que buscó en-
contrar a la gente misma atrás de su utillaje, en una época en la cual (fi-
El principal
, . problema
. . que enfrenta
· el ar queo-1ogo que mvestiga
· · el Norte nales de los cincuenta) el estudio de ese material solía ser meramente
de Mex1co es la frag1hdad de la comunidad académica en la cual necesita formal. En su análisis de los materiales, se percibe una mente inquieta,
E. Fernando Nava L.
In titut o de Inve s ti gac ione s Antropológicas-UNA 1
1 TR U
Para bien o para mal, nunca vamo a dejar de hacer comparaciones. Las
iguientes corresponden al orden de la sonoridad artísticamente pautada
- en e pecial la mú ica- y a bu na parte de sus técnicas e instrumentos
productores, así como a otros tantos rasgos y gestos correlativos; el con-
tra te hace entre parte de la experiencia estética de la Gran Chichime-
ca y parte de la de Me oamérica; la temporalidad comprende desde los si-
glos prehispánicos ha ta nue tros días . Como todas las comparaciones,
las que aquí se hacen son para señalar semejanzas o diferencias. Sin em-
bargo, nuestra finalidad no es hacer contrastes, sino conjuntar algunos re-
sultados comparativos que puedan servir en un contexto de investigación
interdisciplinaria, dedicada a conocer la realidad mexicana . Decir de ma-
nera llana que tal rasgo estético es igual -o distinto- de una zona a otra
es algo de poco valor. Con el propósito de alcanzar cierta relevancia, en-
tonces, la información deberá ser puesta en relación con los datos de
otras ciencias; y sólo hasta ese momento será posible vislumbrar una
imagen menos incompleta de esa realidad.
Por el momento, he renunciado a ofrecer una conclusión general.
Como puede notarse, diferentes problemas giran en torno a cada ele-
mento artístico tratado. Por ejemplo, ciertos rasgos musicales parecen
de origen monogenético, mientras que otros aparentan ser poligenéti-
cos. Además, algunos muestran desarrollo y decadencia difíciles de ex-
plicar; otros esconden los motivos que hubo para difundirse; y para va-
rios rasgos existe una ruta migratoria poco fácil de rastrear. Por lo tanto,
en vista de que casi cada caso implica una problemática particular, la es-
tructura del presente trabajo es prácticamente la de un fichero de casos
musicales que parecen resultar interesantes al ser puestos en compara-
ción.
EL CÓDIGO SONORO
57
I
estas líneas para reflexionar breve m nte obr el tado d la x to d la l ngua, en mú ica no hay un acuerdo para decir cuándo los pa-
sonora en el seno de la cultura. o d una danza e tán o no apoya ndo o complementando sonoramente
Es indiscutible que los sistemas onoro má humanam nt p uta- la pr ducción mu ical. De hecho, para muchas culturas africanas, un so-
dos son la lengua y la música, en ese ord n, y qu amba cumpl n imp r- lo t ' rmino d igna lo que en e pañol por un lado llamamos "música" y,
tantes papeles dentro de la cultura en que viv n. Pero i l t d ' d por otr , lo qu llamamo "danza"; la división conceptual que aplica en
·d· u 1 un
1 ioma -a1 menos en el ámbito de los e tudio antr pol ' gic - re ulta t la vi ión occidental no e , en absoluto, un hecho universal. Además,
ser al~o plena~e~te j~stificado, el acercamiento a la mú ica par e r rupo humanos la onoridad de varios membranófonos e
todavi~ una actividad mnecesaria, aun d ntro del ámbito ref rid . La r - decir, el onido que emiten tambores, sonajas, palos choca-
levancia de _la música, como el siste m a onor má humanam nt pau- y d cena de in trumento de percusión, no es música; de estos
tado,
fl .despues de la lengua, pue d e comenzar a comprend r e a partir de in trum ento die n lo purépecha de Michoacán que nada más acompa-
re _e_xwnar sobre las diferencias entre e to do i tema . de tal confr n- ñan, qu n produc n música.
tac10ndse desprende q ue e1 h om b re se encuentra a nte do ' e tructura o-
La manipulación de los si temas . En vista de que el sistema lingüís-
~o:as e ~ifere~te_ naturaleza Y, por lo tanto, con cien te o incon ci nt - tico y 1 mu ical ti enen diferentes tipos de unidades y que sus límites es-
11 nteH sigue -d1stmtas estrategias para ent end ér ela con cada una de tán marcado por criterios dispares, es lógico que las modificaciones que
e ª~· e aqm algunas de las diferencia entre ambo istema n cada ca o puedan operar sean distintas también. El sistema lingüístico
pertinentes a nuestro caso. onor
e altam nt incon ciente para el individuo; sin embargo, cualquier ha-
Las unidades de los sistemas L 1 . . .
claramente diferenc • d . f · ª engua tiene dos tipos de unidad blante nor mal s capaz de manipular el sistema; de hecho lo hace, pues
ia as. mor emas con sig 'f d . -
vamente ob,·etivos d d ' m ica os 1ntnn eco , re la ti- e de e perar e que en toda sociedad exista más de un contexto de uso
y ura eros y fonemas d . . . lingüístico, en cada uno de los cuales los hablantes pueden explayarse
música en camb · . ' . , que carecen e significado. La
, 10, no tiene ninguna clas d .d d con éxito . El si tema musical no tiene la misma condición de incons-
Además los morfem . e e uni a con significado .
' as con su s1mpl · ·t· d
nan para producir sig •t· d e sigm ica o inherente, se en cade- ciencia (por principio de cuentas, su aprendizaje es marcadamente distin-
de cualquier clase de nu1 i_cda dos com~lejos; en tanto que una combinación to) y, aparte de que no todos los individuos tienen aptitudes (o inclinacio-
m a es musicales n es ) musicales, no puede decirse que cualquier músico sea capaz de
sea, seguirá careciendo d . ·t· 1 por extensa o desarrollada qu e
·t · d e sigm icado De suyo 1 - . . manipularlo, ni siquiera restringiéndose a todos los que tocan, cantan,
m 1ca o intrínseco- cada . d d · , a mus1ca no tiene un sig-
,
1e otorga valores sub,·etivo soc1e a -y en cíe t 1 bailan, etcétera. Por otra parte, la estructura musical está, ciertamente,
. . r as cu turas, cada individuo-
s Y transuonos a 1 1 . en constante experimentación formal, estilística, etcétera, a partir de una
La frontera de los siste p os e ementos musicales.
mas. or lo gen 1 1 1 .. motivación muy marcada y, así, queda sometida a un impulso cien por
contextos comunicativos en . . era , a engua se utiliza en
. que participan ·
por eJemplo, la mímica La m - . por igua 1 otros elementos, ciento razonado- en contraste los cambios en la estructura lingüística,
I I
. · usica tamb · - 11
c10nes en las que simultáneam ien ega a producirse en situa- que sí los hay, desde luego, son prácticamente imperceptibles y no obede-
ente se realiz . .
cas, pongamos -por caso la da s· an otras actividades artísti- cen a deliberación alguna. Por último, habrá que notar la disparidad de
. ' nza. m emba . estos sistemas con respecto a la estética: el sistema lingüístico puede o
que sea un sistema lingu" ísti· . rgo, por simple o complejo
co en particula ·
nual será calificada en su cult r, nmguna gesticulación ma- no utilizarse en apego a una norma estética (la cual está configurada por
ura como una . d d 1·
to sí es un rasgo comunicativo um ª mgüística; dicho ges- cada sociedad, claro está), en tanto que la música, al parecer, no puede si-
- . . , por supuesto
del cod1go visual, que se activan e 1 . ' como tantos otros aspectos no producirse dentro de la pauta estética.
n as situaci d h En fin I además de curarme en salud con decir que es humano hablar
tenece al ámbito auditivo, en el cual _ ones e abla, pero no per-
Hay elementos, como la palmada O el :enorean los signos lingüísticos. en favor del interés personal, con este artículo deseo hacer ver la impor-
una orden) que tienen sí una manif ron~~ los dedos (para insistir en tancia de la música en el seno de los estudios antropológicos, así como
, , ' estacion ac - . (. d . incentivar el interés hacia esta materia. De ahí que mi postura sea pro-
mente de que éstas sean percibidas e 1 . US t ica m epend1ente-
on a vista) • - , clamar que la música, y en especial la música indígena mexicana, no de-
valorados como cualquiera de los elem ' pero que Jamas senan
entos que ocupa 1 1 1 be concebirse como un pintoresco pasatiempo folclórico . En un contexto
la comunicación. En la música la front n e cana ora en
' era entre los eleme . interdisciplinario -como lo fue nuestra convocante reunión de homena-
esta transparencia. Si bien en un diálogo lingüi' t · ntos no tiene
. , . s ico, un ademán puede je a una arqueóloga sensible a varias áreas del saber-, el acercamiento a
apoyar o incluso reemplazar -en termmos comun · .
1cat1vos- los elemen- la música no puede llevarse a cabo a partir de la afición. El tema de la
LAS COMPARACI NE
38
38
Aridoamérica : 25 A.ridoamérica:
Nay arit :
Cuicuilco:
62
E. F e rn a n do Nav a L. M ús i ca en l os h o ri zon t es c hi c him e c os
flu encia hua teca. La flautas triples Ir 3) son profusas en el Golfo desde
h ac i lo (Tre Zapotes), a í como después entre mayas y totonacos.
La fl auta cuádruple (14) aparecen en el Occidente, el Golfo y en Teoti-
huaca n . D e to último dos tipos de aerófonos múltiples no hay evi-
d n cia n la G ran Chichim eca.
En contra te con la exuberancia de flautas apreciada en el continuo
Golf -P nín ula de Yucatán-Oaxaca y en los escasos focos Occidente y
Altiplano, un enorme vacío - al menos en ejemplares de barro- se ob-
rva n la Gran Chichimeca. De la época antigua, sólo contamos con al-
guno ca o , proced ntes de la región del Río Bravo: a] milagrosas sobre-
vi v ncia de carrizo perforado con fuego, muy tempranas, del siglo vn de
nu stra ra, en la actual frontera de Coahuila con Estados Unidos; b] en
la segunda mitad del siglo xvu, se habla de una anciana flautista, entre
los cacaxtles, que animaba a los suyos para el combate; y e] del mismo si-
glo, cerca de la desembocadura del río en la costa tamaulipeca, hay infor-
mación de que otro indígena también conocían dicho aerófono.
En el pre ente, no parece encontrarse, en ningún sitio de México, eje-
cución tradicional indígena de flautas de barro de ninguna clase. Tampo-
co se han precisado cuáles de las innumerables prácticas actuales con
flauta de carrizo tienen antecedente prehispánico. Para la frontera norte
de Mesoamérica, la sobrevivencia más importante es el uso de la llamada
"flauta pame", de la que se habla en seguida.
La flauta d e mirlitón Ir 5). Se trata de un instrumento de alta comple-
jidad acústica: de los cinco orificios que tiene, al más cercano al sistema
de insuflación se le pega con cera una finísima tela de araña, de una espe-
cie que anida en la tierra (esta tela es la que recibe el nombre técnico de
"mirlitón"; en otros lugares, como el sur de Asia, se emplean delgadísi-
mas hojas de cebolla) . Este delicado tapón se protege con una hoja de elo-
Mapa 4. Prácticas musicales diversa s. te. La embocadura es un artificio de tres elementos: a] al tubo de carrizo,
que es el cuerpo de la flauta, se le hace un corte, a la manera del bisel de
Flautas diversas. Entre las fla h las quenas peruanas; b] el soplo no es directo al bisel, sino que el aire se
un solo tubo- ( ro) está utas echas de barro, las simples -o de dirige a la sección biselada del carrizo por medio de un canutillo de pluma
Verde es el único s ·t · n pr~sentes en toda la Mesoamérica antigua; Río de guajolote o un pequeño hueso hueco de ave; e] esta especie de popotillo
i 10 norteno en el que se h
rro y de hueso Por s . an encontrado flautas deba-
. u parte, e 1 Occidente 1 G lf 1 , se fija, cuidando la inclinación adecuada, con un par de tortillitas de cera.
tán Oaxaca y el Alt · 1 e 1 e O o, a Pemnsula de Yuca-
, ip ano entra 1 son las re . La única evidencia prehispánica de la flauta de mirlitón la proporcio-
flautas cerámicas m, •¡· d gwnes de donde proceden las na una lámina del Códice Florentino. En la actualidad, la ejecutan los pa-
as esu iza as. En Occidente h f .
de orificios, tienen una ranura en el t ay lautas que, en lugm mes de Santa María Acapulco, municipio de Santa Catarina, San Luis Po-
ubo, lo cual permite un cambio mi-
crotona 1 de la altura sonora; también hay fl . tosí; así como huastecos y nahuas del norte de Veracruz; según parece,
. . . . . autas con una canica o un tu-
bito en su mtenor para modificar el sonid 1· . . hasta hace poco también la tocaron los otomíes de Hidalgo. El caso pame
, o a me1inar el instrumento
( r r ). En Yuca tan hubo esta clase de flautas , . es el más interesante, puesto que la música ejecutada con dicha flauta no
, asi como unas con doble dia-
fragma . Flautas dobles -o de dos tubos- (1 ) . guarda semejanza con ninguna tradición melódica europea; en cambio, lo
, 2 se encuentran ncamente
desarrolladas en el Golfo, asi como en el Occid d d que huastecos y nahuas tocan con ese instrumento tiene una conducta
, . , , ente; e nuevo, a 1 norte e
Mesoamenca, solo R10 Verde reporta una flaut a d o bl e, aunque d e m- · musical, en apariencia amestizada. A partir .de esas cinco evidencias, la
E. F erna nd u Nava L. 79
The discovery that a long eq ucncc of w 11 -dc vc l ped c ulture · has ex, red in
the Tampico-Panuco area is particularly imp rtant in e nn ccti n , tt h th c
problems of th e relati onships betwcen thc Miel ll e Am erica n c ulture ami
those of thc Southca tcrn Unitcd Sta te . Th e ·equ ncc wc havc t hlt shc 1, tll
serve as a basis for studi c and inve tiga ti on concc rning tht rcl a t1 o n h1 ps
which until now havc been cxtrcmely ob cure beca u e o f th c lack o 111 fo r-
mation on thc Hua tcc arca (p. 506).
Los olmecas desembarcaron efectivamente en la m arge n dere cha del río Pá-
nuco (Pantlan, lugar por donde pasan) porqu e no hubi eran podido ll ega r sino
embarcados; pero su peregrinación fu e terrestre, auxiliada por las g rand e Mapa 1
lanchas pluviales usadas sin duda por s us antepasados en el caudaloso río
Mississippi, de donde procedían, en el transpo rte de s us baga jes y el paso de
las innumerables corrientes de agua de la costa por la que marchaba n, pr x1-
mos al mar (pp. 179-180).
Como estas últimas, existen innumerables referencias respecto a la im-
portancia de la navegación prehispánica (como las barcas con mercancía
Aun si nos remontamos a los documentos virreinales encontramos su- que encontró Cristóbal Colón en el Caribe), pero en el caso que nos ocu-
' de las cosas de
gestivas referencias¡ por ejemplo, en la Historia general pa considero reveladora la expedición de Hernando de Soto, a quien se le
Nueva España, fray Bernardino de Sahagún (1969) nos dice: atribuye el descubrimiento y exploración del río Mississippi (Morales,
1990), aun cuando su propósito fue el de situar las míticas siete ciudad~s
A los mismos llamavan Panteca o panoteca, que quiere decir hombres de lu-
de Cíbola -donde había gran cantidad de oro-, por lo que De Soto, si-
gar pasadero, los cuales fueron así llamados por qu e viven en la provincia de
guiendo la pista a los objetos metálicos que los exploradores españoles
Pánuco, que propiamente se llaman Pantlan o Panotlan, quasi Panoayan, que
adquirían de los indígenas (que salían navegando por la desembocadura
quiere decir lugar por donde pasan, que es a orillas O riberas de la mar; y di-
del Mississippi hasta el Golfo de México), tras enviar dos expediciones
cen que la causa por que le pusieron el nombre de Panoayan es que dizque los , de Tampa, en 1a penmsu, la
sucesivas, en 15 39 desembarca en la bahia . de.
primeros pobladores que vinieron a poblar esta tierra de M éxico, que se llama la Florida• con alrededor de mil hombres, por tres años se adentró pnnc1-
ahora India Occidental, llegaron a aquel puerto con navíos con que pasaron palmente1 en el valle del río Mississippi, a la orilla del cual muere, p~r lo
aquella mar; y por llegar allí le pusieron nombre de Pandan, y de antes le lla- que sus hombres tratan en vano de llegar por tierra a la Nu_eva Espana,_ Y
maban Panotlan, casi Panoayan, que quiere decir como ya esta dicho lugar de regresan a orillas de ese río, donde construyen siet~ berga~tmes Y, u~ _ano
donde pasan por la mar (Libro x, § 8, párrafo 83 , p. 203 ). después, en 1543 escogen entre regresar a Cuba o ir al Panuco, prefinen-
82 P a er 1 c i o o á v i I 11 C a /i r e r a U n pu e nt e c ultur a l ha c i a e l M i ss i ss ip pi
mos en numerosas publicaciones una larga li ta de el ment , u aun incli cutible pre encía de todo un complejo cultural ajeno al desarrollo
aislados son indicativos, pero que en conjunto tien en u n gran pe o para local· · te e el ca o de Tantoc cuya ciudad misma abarca más de ciento
J J
demostrar la intensidad de estos contactos.3 Recorda ndo lo principale , cincu nta h ect áreas de urbanización; su construcción se inicia desde
tenemos a las ya mencionadas pipas de piedra encontrada n 1 c ntro cuando m eno el siglo x a. C . y est á ocupada hasta la conquista europea,
de San Luis Potosí, cuyo origen se encuentra en do zon a d N rt am - pero u m ayore ha amentos no poseen el tradicional recubrimiento de
rica; las de plataforma y efigie incues tionablem en te proc den d lar i n piedra, ino qu e fu eron hech os y utilizados de tierra, moviendo volú-
Hoppewell, en la parte más alta del río Mi sis ippi, mien tra qu la qu m en e inmen o pa ra crear plataformas, basamentos, plazas Y enormes
presentan un asa en la parte distal se encu entra n de de el va ll de l Mi - corredor , produciendo con ello oqu edades que se convirtieron en la-
sissippi hasta el extremo noreste de T exas, y i bien su pre encia n la r - guna .
gión huasteca no es numerosa, encontramo qu e la pipa d barro n- Aun cu ando est a clase de edificaciones no era desconocida en el Mé-
cuentran amplia y numerosamente difundida , en e pecia l nt re lo xico antiguo (t en em os el modelo de La VentaL la peculiar distribución de
siglos 1x al xn, en casi todos los asentamiento de es te estado . los edificio de Tantoc difiere de las pautas conocidas, pues ahí se han
En lo que atañe a otros elementos, exist en numerosos estu dio qu e tratado de interpretar conjuntos específicos, como el caso del gran corre-
nos muestran las similitudes t écnicas, ideográficas y es tilí tica d 1 tra- dor que e extiende - de norte a sur- al oeste de la Plaza Central, llama-
bajo en concha, con respecto a las forma s de la cerámica y u decoraci n, do por algu nos " Ju ego de Pelota" , no obstante tener 260 m de longitu~ Y
particularmente en lo relativo a los acabados con rock er stamp, puntilla- un desnivel de m ás de cuatro m etros de extremo a extremo, lo que lo in-
do e impresión y el uso de la decoración al n egativo. habilita para ese fin; mientras que estos corredores no son desconocidos
Pero en mi opinión, considero de esencial importancia examinar lo entre los Temple-Mound Builders, cuyo uso ha sido interpretado como
mecanismos por los cuales arriba a Mesoamérica la tradición de las pe- estructuras para danzas procesionales o desfiles rituales.
queñas puntas triangulares con muescas lateral es, cuya base prese nta Por desgracia, aún no hemos podido fechar con precisión estos mon-
una gran variedad de formas, ya que estos tipos son comunes en Nortea- tículos, aunque sabemos que poseen subestructuras y que fueron en su
mérica desde miles de años atrás, mientras que en el t erritori o m e oame- momento parcialmente excavados y rellenados para construir, en a_lgu-
ricano aparecen tardíamente -quizás en el siglo x- y han sido clasifica- nos casos en su interior, peculiares formaciones prismáticas de caliche
das con los nombres de Harrel o Toyah entre otros; éstas -en la última cuy~ función no hemos alcanzado a interpretar.
época prehispánica- se convierten en una especie de "marcador" crono- Así, apenas empezamos a interpretar los datos que están aporta nd º
lógico-cultural dado su amplio uso entre los pueblos del centro de M éxi- las exploraciones del Proyecto Tantoc, en una urbe cuyo desarrollo ~ ma-
co. En Tantee, en particular, hemos encontrado puntas con estas caracte- teriales no coinciden con los supuestos de las investigaciones previas Y,
rísticas, inclusive en ofrendas; pero, a diferencia de las ubicadas en los en contraste, sorprendentemente reúne muchos de los rasgos mas · re~ re -
contextos tardíos, se distinguen por sus proporciones (además de estar fa- sentativos de estas lejanas relaciones, ya que aquí tenemos desde los ties-
bricadas en varios colores de sílex), ya que son mucho más largas - más tos decorados con rocker stamp, puntillado e impresión de textil, haS t a
del doble que los tipos mencionados-, semejantes a las que caracterizan los gigantescos basamentos de tierra, con todas las características de los
a las ofrendas de la ciudad de Cahokia, en Illinois . llamados Temple-Mound Builders. 1
Otro elemento cultural cuya presencia destaca en Tantee es el uso de Quiero concluir insistiendo en que las relaciones culturales ent_re ª
artefactos de metal, en particular de los martillados para forjar lamini- región huasteca y el valle del Mississippi deben entenderse a t~aves de
llas, hachas, cuñas y punzones, los cuales no están asociados a la última múltiples rutas comerciales que durante muchos siglos fueron mas O me-
época prehispánica, sino que se encuentran en contextos anteriores. nos intensas y que abarcaron extensiones que difícilmente po~emo~ aho-
Si bien es claro que podemos atribuir al comercio la difusión de los ra imaginar, en cuyo propósito comercial no siempre estuvo incluida la
elementos aludidos, existen otros que por su naturaleza nos indican la 1·d ea de extender 1nfluenc1as
· · cultura1es, smo
· que, por 1o co mún , al despla-
zar objetos y personas, individualmente impactaron a otras socied~~es,
donde, de acuerdo con su nivel cultural y en ambas regiones, se acogw al-
Por ahora no me referiré a otros importantes rasgo s, como la problemáti ca de la difu sión . · Por ello
3
gún o algunos elementos para incorporarlos en sus tr~ d1c10nes.
de las "Hachas de garganta", de la presencia en Norteam érica ele mutilaci ón dentaria Y de-
los elementos específicos utilizados para establecer estos contacto_s son
formación craneal, de las similitudes en los temas decorativos y otros much os elementos
propios de estudios particulares. un tanto escasos, ya que éstos por lo general sólo llevaron algunas ideas,
P at r ic i o O áv il a Ca br e r a Un pu e nt e c ultur a l h ac ia el Mi ss i ss ippi
que en cada lugar fueron reinterpretada egú n la idio in ra ia y 1 ti- EL AD , A U TÍ
los locales, por lo cual arqueológicam ente sólo percibim la e u la d I Pipa d e piedra d e Cu eva Vetada. San Luis Potosí, M éxico. Estu-
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92 p a t r i C i II C 11 r U t
93
L a rut a , a l d c, 1 cr t o
nace de ella y que desemboca en el río G rand e de T oluca L rma hac ia
el norte.
La loma que constituye el sitio de Loma Alta perten ec a un co n jun-
to de otras lomas esparcidas alrededor de una penín ula hac ia la ribera
occidental de la ex ciénega; estas lomas funcionaban en realidad, a nt d
la desecación, como islas o islotes, conocidas cada una con u n ombr
propio, tal como aparecen en un mapa realizado en r 97, poco ant de la
PLANO
desecación, por Ruis de Velasco (véase figura 3 ). En este conjunto, la lo-
ma de Loma Alta (llamada Rincón Tres Palos) ocupa una po ición central CIENEGA DE ZACAPU0
S",•:, ...... .
y es también, como su nombre moderno lo indica, el punto m á alt o, con DCSCCACIDN Y DtsllNDC
lladlo por ord • n d1 D. EDUARDO IIOIUEG.\.
unos 6 ó 7 m de altura total. Al igual que las otras loma , e ahora un tú - 1897.
mulo de tierra sin ningún vestigio arquitectónico en su up rfici e, pero
las excavaciones han revelado su carácter artificial antrópico: e tá con ti-
tuida por la acumulación de rellenos que alcanzaron, despu é de lo sei
primeros siglos de su ocupación (alrededor del año s50 d. C.) entre 3 y 4
m de espesor en la parte central de la loma. En casi todo lo sondeos o
trincheras realizados en 'el sitio desde 1983, aparecían, contenidos en es-
tos rellenos, numerosos elementos arquitectónicos como muros de con-
tención, muros de plataformas o estructuras que no era posible despejar
por completo con los métodos usados tradicionalmente en arqueología
porque se encontraban demasiado enterrados y por la gra·n extensión del
sitio (6 hectáreas). Es decir que, después de más de diez años de investiga-
ción en el lugar, no se había logrado obtener una imagen general de su
sistema constructivo ni determinado su función, salvo el carácter funera-
rio de las primeras etapas de ocupación. 1
Para detectar estas construcciones ocultas, decidimos acudir a otras
' Recordamos aquí las insólitas prácticas funerarias destacadas en Loma Al ta, prácticas
desconocidas hasta la fecha en Occidente (Carot, 1993, 1994a; Carot y Susini, 1989).
Éstas consisten en la cremación colectiva de osamentas humanas, su reducción en pol-
vo Y la introducción de éste en urnas que fueron depositadas en el mismo lugar de la lo-
ma (la parte noroeste) durante los casi 500 años que duró este ritual (150 a. C.-3so d.
C.) . Paralelamente a esta práctica, se registró otra que con sistía en quebrar ritualmente
las ofrendas que acompañaban a las sepulturas primarias, antes de que fueran rccxhu-
madas para la cremación, y en depositar los fragmentos así obtenidos como ofrendas se-
cundarias con las urnas cinerarias, en el momento de enterrarlas. Hay que señalar que
ambos rasgos, cremación y rompimiento ritual de ofrendas, son tambi én específicos de o1 1 1 e 1 ·~
1
la cultura hohokam. Se descubrió en 1994 una segunda zona funeraria, ubicada al pie y
al este de la escalera de una antigua estructura (estructura s l, de la misma época que
los últimos depósitos de urnas cinerarias (150-350 d. C.) : consta de sepultura s prima-
rias, la mayoría con sus ofrendas completas, lo que por primera vez da una imagen de
cómo se encontraban los entierros antes de ser perturbados para su eventual cremación Figura 3. Plano de la ciénega de Za cap u antes de su desecación hecho en 1897 por Ruiz de Ve lasco . (El
secundaria y parcial. Indicios de una tercera zona funeraria de fase Jarácuaro (5 5o-6 5o sitio de Loma Alta corresponde a la loma R. (Rincón) Tres Palos(•)
d. C.) fueron detectados en la parte noreste de la loma, con rasgos qu e anuncian los en-
tierros de la fase siguiente, la fase Lupe (650-850 d. C.) (Pereira, 1995).
~ -----
parecería a los sistemas de grandes e tructuras con patio hundido d ca -
n•
rácter cívico-ceremonial característicos del patrón arquit ect nico de lo I
sitios del Clásico en Guanajuato (Castañeda e t al. , r 9 , r 99 3 ).
~
Estos métodos de prospección permitieron por fin co locar a l itio d . ,..,.
/
,,
Loma Alta en el rango que le pertenecía, como un centro cerem o nial m o- \.ª
/ ...•
I
numental, de mayor importancia a nivel regional y a nivel m oame rica-
no (Carot, en prensa). I
(
I
(
SECUENCIA DE OCUPACIÓN DE LOMA ALTA (150 A . C.-15OO D . .)
(VÉASE FIGURA 5)
en una fo sa cavada en el tepetate, me· 1·macal y con l a ab ertura h acta · e1 sure ste • La similitud
2
Estas prospecciones fueron llevadas a cabo por el ingeniero Luis Barba, del laboratorio de
·
entre lus dos tipos de entierros era ta 1 que nunca unagmamos · que fuera • l:lel Posclásico·.' se
prospección arqu eológica del Instituto de Invest igaciones Antropológicas de la UNAM, y
di s tinguía, sin embargu, por su cuntenido: nu guardaba cenizas al igual que los depóSitos
por Albert Hesse del C entro N acional de Investigaciones Científicas ele Francia (Barba e l . quemar (muy mal conservados ) de un so 1o 111 · c1·1v1·c1 u o · Pensa-
al. , 1995). antiguo s sinu los huesos sm
1 •
mos en el m omento que se trataba de otra de as vanal as mmas e e en t 1·erro registradas
1 f. . i .
'Varios autores (Rattray, 1996¡ Tolstoy, 1958) han notado t ambién en la cuenca de México
para esta época antigua (cremación y pulverización de huesos y depósito de las cemzas en
un resurgimiento ele ciertos rasgos preprotoclásicos en el Posclásico. · s con o sm f d a; ent1enus
· oren · • prm .· 1arios
urnas) • entierws secuncl ano , •, con o s111 ofrendas;
-1 Se observa el mismo fenómeno con los objetos procedentes de Teotihuacan que fueron ' · d. el l · · (M ¡ 1
entierro en ci sta . Fue grac ias al estu 10 e a ceram1ca 1c 1e e•t , en prep·1ración)
. ' que. se
reutilizados como ofrendas en el Posclásico en el T emplo Mayor (López Luján, 1989). · d . · · 1 t a i ... 1·a ele la urna pertenece a un upo
logró rectificar este pnmcr iagnost1co, ya que a ap, e-. · . .
5 Ha sido reabierta para depositar una urna funeraria con rasgos pan:cidos a las urn as cine- . . , 1 . d . . . 1 , ltura en urna sm quemar) es ca-
cerámico del Pusclas1cn. Adema s, e tipo e ent1eno sepu
rarias del depósito más antiguo, el depósito 1 ( 1 50 a. C.-1 d. C. ), es decir, que fue enterrada
racterístico de l Pusclásico.
P 11 tr i c ia C11 r o t L 11 s r u t 11 , 11 1 d ,· , 1 <' r t e• 97
nauld y Mich elet, r 99 r) al estudiar los impresionantes asentamientos
dC
d.C. po clá ico del malpais construidos justamente por estos "recién llega-
do chi chim eca ", la vi ión tradicional que se tenía de este grupo consi-
derado h a ta la fec ha de origen nómada. Proponemos ahora más bien, co-
"ºº m o lo indica la ecu encia de ocupación de Loma Alta (volviéndose la
MILPILLAS
1•00
.-. 1>00
IAILPILlAS secuencia m á larga y continua de todo el Occidente), un origen local pa-
l.lOO
ra la cultura purhépecha de unos 1 ooo años más remoto de lo que se pen-
1200 01 00 - --
saba h a ta ah ora . D e hecho, lo que aparece con más claridad es que, si
.. ~ bien existieron m ovimientos migratorios o desplazamientos hacia el nor-
11
1100
PALACIO
1000
; I 1000
PALA CIO
t e, gran parte de la población a fines del Clásico-principio del Posclásico,
,oo no muy lejos de la ciénega, hacia la vertiente del río Lerma (Faugere Kal-
LA JOYA 1 - LA JOYA- - - fon, 199 2) y en el Posclásico de nuevo se observa un "regreso" hacia la
100 10
..
~~ -
LUPE <
Recienl•
- ~
o
cuenca de Zacapu, más exactamente al inhóspito entorno del malpais
-?emprano
700
•oo
ª ¡ donde se edificaron verdaderas e impresionantes ciudades, antes de mi-
ººº
.1
f,
JARACUARO 1 Temp,ano grar hacia el lago de Pátzcuaro, tal como nos lo enseña la Relación.
1 1
3
500
e 1
)00 -
----
- -
---
JARACUARO
- - - -
Gracias a esta larga secuencia y a algunas fechas de C 14 -las prime-
LOMA ALTA
- - ---
,oo .
~
z
1
1 1
1· • 00
ras obtenidas para esta región- se ha presentado finalmente un nuevo
'ºº J OO
esquema cronológico para la evolución tipológica de la cerámica de esta
LOMA ALTA 2
200
'ºº área (Michelet, en preparación), rectificando así las confusiones imperan-
~
lOMf\ Al lA
- - - -- 100 1 10 0 tes en la región tarasca desde el principio de las investigaciones Y que
LOMA ALTA 1 o provenían justamente de la analogía existente entre ciertos tipos cerámi-
: 1 1
100 -
_
·-
_
ro chas uc y do1viaciOn 0 11~nda,d
Foc has y doo,ac,On do1 pu61 d• ,u e.alib ,ac,on
100 cos - y motivos iconográficos- del Preclásico con los del Posclásico. Es-
ta cerámica decorada, que corresponde a las fases Loma Al ta 1 Y 2 ( 1 5° ª·
o.C . oC .
Fc chóU o bloni d.tl a pa rl it dol ca,bOn ptOCOd OOIO
FECHAS CALENOARICA S J ,.,.,. " ni) d o los s111o s eaca vado s on las Lo mas
(c.alibraduJ
C. a 3 50 d. C.), es tan elaborada que no se podía imaginar en aquel enton-
ces que fuera tan antigua, como lo escribió Caso en 1930 (p . 448), al ~n-
Figura 5. Cuadro cronológico y cronométrico para el centro -norte de Mi choacá n . contrar la cerámica decorada en sitio del Potrero la Aldea (ahora recubier-
Las muestras INAH 331, 1NA H 330, 1NAH 705, 1N A H 706, 1NAH 707 proceden del sitio de Loma Alta en las
Lomas; la muestra 1NAH 708 del sitio de Guadalupe en las Lomas . Sin embargo. la ocupa ción mayor de to por la extensión de la ciudad moderna de Zacapu) y que perten~ce
Guadalupe es de fase Lupe, de acuerdo con la cerámica . Agrad ecemos a la ing eniera qu ími ca M aria justamente a estas fases tempranas de la secuencia cerámica establecida
Magdalena de los Ríos Paredes (Subdirección de Servicios Académicos , INAH , M éx ico) el proces am ie nto en Loma Alta (Michelet, op. cit.): "los tepalcates que aparecen correspon-
de las muestras del Proyecto Michoacán .
Para calibrar las fechas C 14 y su desviación, se recurrió al program a 1sM "Radiocarbon Calibration den sin duda a l_~ cultura tarasca, quizás en el ú~tim? de sus ª~~e~t~~
Program 1987 Rev. 1.3 " , proporcionado por el Quaternary lsotop e Lab orat ory de la Universid ad de pues algunas vasiias muestran facturas de extraordmana elaboracwn ·
Washington . Este programa está basado en las tablas de Minze Stuiver Y Bernd Bec ker "High Preci sion confusión seguía vigente hasta hace unos años, como se pude ver en e~
Calib ration of the Radiocarbon Time Scale A . D. 1950-2500 B. C. ", Radiocarbon 28 (2 B): 863-910 ,
1986. hecho de que, justamente, una de las cerámicas encontrada por Cas~ eS t ª
expuesta en la sala de Occidente del Museo Nacional de Antropologia, en
una vitrina con material del Posclásico tarasco.
cas", cazadores-recolectores procedentes del nort e, habían logrado edifi-
car, milagrosamente, en tan sólo algunos años (dos generaciones), uno de COMPARACIONES ICONOGRÁFICAS ENTRE LA CERÁMICA DECORADA
los imperios más poderosos de Mesoamérica en el momento de la con- DE LOMA ALTA I LA CERÁMICA CHALCHIHUITES Y LA CERÁMICA
quista. No obstante, otros pasajes tienden a confirmar esta tesis de conti- HOHOKAM (VÉASE FIGURA 6)
nuidad cultural, como el que narra el encuentro de los reci én llegados
con residentes locales, descritos como agricultores sedentarios, con los Uno de los rasgos más importantes de Loma Alta es, sin lugar a dudas, s~
que se entienden, ya que, se precisa, hablan el mismo idioma. Con es to cerámica pintada, reflejo de una gran elaboración técnica Y de un alto ni-
ponemos en duda, tal como lo había ya hecho Michelet (19 88 , 1989; Ar- vel de desarrollo artístico. Su apogeo corresponde a las primeras fases de
Estados Unid os , do nd e "·. LO{IO dt TtlCOCO lisco hacia 100-250 d. C. (Bell, 1974). Entre roo a. C. y 350 d. C., estos
se desarro lló una diseños alcanzan en Loma Alta una mayor diversidad y su más perfecta
t rad ic ió n picto gráfica expresión, modelando el complejo Loma Alta. Es solamente hasta el si-
o 600 knl
similar.
glo v1 que este arte figurativo aparece en la cerámica chalchihuites de
Zacatecas y Durango durante la fase Altavista (Hers, 1988: 75) Y luego,
················· Cerámica de Chupicua ro, M o rales , Lo ma A lta, Prec lás ico- ( lás 1co temp rano de manera sorprendente, en Snaketown, Arizona, en la región hohokam
(500 a.C-35 0 d e 7)
- -····· ··· Cerám ica chalchihu1tes (500-800 d C ?) "donde comienzan a aparecer en la fase Snaketown hacia 350 d. C.
- • - · - Ce rámica ho hokam (700 -11 00 d C 7) (Haury, 1976 : figuras 12.93 y 16.r) o 750 d. C. (Schiffer, 1982: 235) Y se
diversifican en las siguientes fases: Gila Butte y Santa Cruz hacia 5 5° d. C.
la secuencia cerámica es tabl ecidas para la región es tudiada, la s fas es Lo-
ma Alta r y 2 /150 a. C .-350 d. C.), y su calidad nunca fu e s up erada en 6 Las represent aci one s de xicalcoliuhqui de Loma Alta son aparentemente de las más anti-
épocas posteriores . Se caract eriza por un ampli o repert ori o ico n ogrúfi co: guas conocidas en Mesoam érica (véase Braniff, 1970, 1974).
7 M . A. H ers, del Instituto de Investigac iones Estéticas de la UNAM, Phil Weigang de El Co-
hasta ahora, 40 motivos-formas "animada s" /antrop om orfas y zoo m orfa s ) legio de Michoa cá n, Paul Fish y Lynn Teague de la Universidad de Arizona en Tucson se
y motivos geométric os qu e han sido inventari ados . Entre la s represe nta- quedaron tambi én sorprendidos de tant as similitudes entre los diseños de Loma Alta y·los
ciones "animadas " zoom orfas, las más comun es son las represe nt ac ion es di señ os h ohokam .
a b
Figura 7. Cerámica
procedente de Loma
Alta , Michoacán:
figura mixta
antropozoomorfa (J) .
o
d
'----'
5 cm.
e d
w
Uno de los motivos
Figura 8 . Motivo de la cerámica chalchihuites (500-800 d.C.). Reproducción de las figuras 3 F, E, C, B
más antiguos y más e
importante del
repertorio de Loma r
de Kelley ( 1983), procedentes de Zacatecas ,
Atotonilco, b: Potrero de Calichal; c, d: Cerrito de la Cofradía.
ipo cerámico : Suchil Rojo sobre Crema.
Alta y que anuncia
uno muy ca ra cte rístico
de la ce rámica
decorada (Haury, 1976: figuras 12.93 y 16.1) y 800-1000 d. C . (Schiffer, 1982: 335)"
chalchihuites . (Braniff, 1989: 107).
La tradición cerámica desarrollada en Loma Alta puede considerarse
a: T27cD niv
Tipos , · 18·· b· T28 CD, sepultura 9; e: T28 C, sepultura 1; d: S25 niv. 3. entonces como punto intermedio entre la antigua tradición cerámica de
b,c: Tres Palos T;i a·· urum becuaro
eram1cos· , . Mate sobre no Pulido,
Ro¡o . fase Loma Alta 1 (150 a.c.- 150 dC );
Crema Ne . cromo, fase Loma Alta 2 (150-350 d.C ); d: Tres Palos Ro10 y Negro (Negativo) sobre Chupícuaro y las que caracterizan a las culturas del Norte, como la tradi-
Y gat,vo, fase Loma Alta 3 (350-550 d.C) . D1buJo de Franc;oise Bagot . ción chalchihuites y la tradición hohokam. En el cuadro comparativo
105
104 /J11 tr i c 1 11 C 11r o r La s rut a s 11 1 de s i e rt o
prender el viaje haci a el norte por la do ruta qu h a n pr pu t la ext n ión de us dominios" (León, 1903: nota 5), "territorio que se ex-
tales movimientos, desplazam iento o int rca mbi l e rr d r a l tendía ha ta incluir lo actuales estados de Jalisco y Nayarit y el extremo
de la vertiente occidental de la ierra Madre cc id ntal la e ta sur de Sinaloa" (Warren, 1977 : ~¡. No es nuestro propósito discutir aquí
(Mountjoy, 1974: 116; Haury, 1976: r2 ) l de u v rti nt ri cn ta l e n la valid z de estos datos: " nada exacto y seguro se sabe con respecto a lí-
sitios como La Quemada, Alta Vi ta en Zacat ca , Hervid r en ura n- mites d 1 Michoacán precolombino" (León, 1903: 6) o, según Warren
gos (Hers, 1989) como punto interm edi o (K ll ry, 1 e 96 : 10; Braniff, (1977: ), "los límites del reino tarasco de Michoacán en el momento de
1975: 245, 1993). la conqui ta e pañola parecen haber excedido sólo en muy poco a los del
Nos sorprende hoy en día lo va to d l territ ri actual estado que lleva este nombre"; lo que nos interesa y nos soprende
cuando, en realidad, gracias a la lectura en la fu nt m ás bi n e el amplio conocimiento que se tenía en aquel entonces y des-
los relatos de las expediciones hacia e ta r gio ne n n ña , n de épocas muy remotas del espacio físico, de la geografía. Hemos perdido
cuenta de que tales di stancias eran recorrida a ntiguam ent e n m á fa- esta facultad de visualizar grandes distancias y todo sentido de orienta-
cilidad de lo que pensamos. Para el iglo xv, contam o por e jc mpl e n l ción, de espacio, que justamente permitía a los antiguos moradores de es-
relato de fray Marcos de Niza, qu e no s permite mat eriali zar e t te continente emprender sus recorridos con conocimiento de puntos cla-
inmenso, por las numerosas informacione que no da ac rea d ve, puntos de referencia y también de los lugares adecuados para comer Y
prende su viaje en 15 39 hacia el nort e en compañía de E teban d O ran- dormir que uno iba a encontrar en el camino.
tes, desde Culiacán hasta el famoso lugar de Cíbola (ant igu n mbre d 1 Los límites del mapa de Beaumont nos llevan hasta el norte de Du-
pueblo de Zuñí, en Nuevo M éxico) . Cuenta cómo es ta ruta hacia l norte rango, exactamente hasta Santiago Papasquiaro -cerca del cual está lo-
era en realidad muy conocida ya que por ella transi taba una gran ca ntidad calizado el sitio de Hervideros (Hers, 1989)- y Culiacán, de donde salie-
de gente, que iba "tan lejos de sus casas [.. . ] por turqu esa y mucho cu e- ron Marcos de Niza en 15 39 y Coronado en 1540 para llegar a los sitios
ros de vacas y otras cosas" . Encuentran gente en el camino y otro que del suroeste de Estados Unidos que nos interesan, abarcando así todo el
sólo venían al encuentro de la expedición, y de criben todo lo pueblo territorio aquí considerado.
por los que pasan y dan sus nombres:
BIBLIOGRAFÍA
Y desde el primer día que yo tuve noticias de Cíbola, los indi os m e dijeron
todo lo que hasta hoy he visto; dici éndome sie mpre los pueblos que había de ARNAULD, M. c., P. CAROT y M.F. FAUVET BERTHEL0T
hallar en el camino y los nombres dell os: y en las pa rte s donde no hay de co- 199 3 Arqueología de las lomas en la cuenca lacustre de Zacapu, Mi-
mer Y dormir me señalaron donde había de comer y dormir, s in habe r errado choacán México CEMCA Cuadernos de Estudios Michoacanos S··
I I I
en un punto, con haber andado ciento y doce leguas y t odos conformaban en ARNAULD, M.C . y D . MICHELET
una misma cosa y me decían la muchedumbre de gente y la o rden de las ca- 1991 "Les migrationes postclassiques au Michoacan et au Guatema-
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Estos hombres conocían perfectamente la geografía de todos los lugares BARBA, L., A. HESSES, K. LINK y A. ÜRTIZ
que debían recorrer, es decir, que contrariamente a la idea de presentar al 199 s Informe sobre los trabajos de prospección arqueológica realizados
Norte como una zona intransitable, uno se extraña al leer estos episodios en Loma Alta, Zacapu, Michoacán.
de cómo los caminos eran muy conocidos y transitados . BELL, B.
Quiero terminar con el mapa de Beaumont ( 177 8 ) recopiado por Ni- 197 4 "Excavations at Cerro Encantado, Jalisco", en B. Bell (comp.), Ar-
colás León (1903) (véase figura 2), que representaba los límites del impe- chaeology of West Mexico, Ajijic, Sociedad de Estudios Avanza-
rio purhépecha en el momento de la conquista. Beaumont basa su infor- dos del Occidente de México, A. C., pp . 147-167.
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109
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tas, Colección Estudio Michoacano v1. mérica, la imilitude en la distribución tanto de las altas culturas pre-
hispánica I como de la zonas primeramente colonizadas por los espa-
ñoles se han advertido desde hace mucho tiempo. Como ejemplo de lo
anterior, el trabajo de Charles Di Peso (1979a, 1979b, 1983; Di Peso et
al., I 97 4) de hecho presentó algunas de estas similitudes, para poder ar-
gumentar sobre la continuidad entre los periodos prehispánico y colo-
nial, una continuidad que él pensaba que seguía vigente incluso después
del periodo colonial.
Di Peso basó esta observación sobre su extenso trabajo de campo
dentro y en los alrededores de Casas Grandes (o Paquimé), Chihuahua.
El citado autor mencionó la arquitectura, las piezas exóticas de comer-
cio y la iconografía religiosa de la región para apoyar su argumento so-
bre la progresiva mesoamericanización de la frontera norteña prehispá-
nica.
Con esa mesoamericanización progresiva, se había preparado el esce-
nario para la incorporación de esa zona dentro del orbe colonial español,
puesto que los españoles simplemente sustituyeron las élites mesoameri-
canas como promulgadoras de otra ola de influencia civilizatoria origina-
da en el sur. Los argumentos de Di Peso no fueron bien recibidos por sus
colegas, especialmente los de Estados Unidos, y recibieron críticas cons-
tantes. La susceptibilidad sobre la agresiva guerra librada por Estados
Unidos en contra de México, junto con un inconsciente nacionalismo
dentro de la arqueología probablemente explican en parte esta falta de re-
ceptividad en el norte de la frontera. En México, por otra parte, las ideas
de este autor también fueron por lo general ignoradas, pero más a causa
Una versión preliminar de este trabajo fue prese·n tada en la Sesión Plenaria del Noveno
Congreso de Historiadores ele las Tres Naciones, llevada a cabo en la ciudad de México, en
1994.
1 Ya sea las sociedades nortei'las influidas directamente por los varios núcleos de civiliza-
ción (como Teotihuacán, Tollan, Teuchtitlán, etcétera) o las sociedades regionales que
responden a esas influencias.
,,
de una indiferencia hacia el n rte p r la g nt del ur u r ual ui r explotación organizada fue la turquesa química.3 La turquesa en Mesoa-
otra razón. Una notable excepción a ta última bceca n h a id la m érica e había convertido en la metáfora para un conjunto altamente in-
doctora Beatriz Braniff. Sin e mbar o, la may r pa rt el la c r1t1 a publi- tegrado de idea y símbolos religiosos y políticos. En ninguna otra cultu-
cadas se enfoca sobre los error qu Di Pe oc m e ti , a l tabl cr la ro- ra del mundo la turquesa se convirtió en algo tan importante y valioso
nología para Paquimé. (Harbottle y Weigand, 1992; Weigand y Harbottle, 1993).
Al principio, solamente algun inv tiga d r a ptar n el La inten ificación social de las culturas prehispánicas de Arizona y
del argumento que Di Pe o e taba tratand d formu lar. 2 El p r p Nuevo México empezó poco después de que importantes cantidades de
este breve trabajo será examinar la idea de i Pe br la ntinui - turqu e a comenzaron a circular dentro de las áreas nucleares de la civi-
dades entre los periodo prehi pánico y c I nial, xpl orand trc atribu- lización mesoamericana. Muy probablemente existe un corolario fun-
tos de la vida fronteriza norteña qu pare en frece r ca ract crí ti a p r- cional entre estas intensificaciones y el aumento en la demanda por los
durables a través de la divi ión temporal entre la ép ca pre hi · páni ca y la recursos encontrados dentro de estos territorios. Éste es un patrón so-
Colonia: cioeconómico y político muy común en otras áreas culturales localizadas
1] la minería; en las zonas áridas o semiáridas del mundo. Por ejemplo, la "moderniza-
2] el comercio a larga distancia; ción" de la sociedad de Saudiarabia sería incomprensible sin hacer refe-
3] la guerra constante. rencia a la demanda de petróleo por parte del Occidente.
Como han señalado numerosos historiadores y antropólogos (West,
LA MINERÍA 1949¡ Brading, 1970 y 1971; Bakewell, 1976; ver también Langue y Sala-
zar-Soler, 199 3), existió un modelo muy específico para la expansión co-
Como se ha resumido en Weigand (19 2 1993), Langen ch eidt (19 2) y
1 lonial temprana orientada hacia la exploración y explotación miner:a a lo
Schiavetti (1994), entre otros, la minería fu e una actividad organizada y largo de la frontera norteña. Mientras que los minerales buscados eran
compleja dentro de algunas áreas de la front era nort eña de M e oam ' rica distintos, los yacimientos conocidos por los pueblos prehispánicos de la
durante el periodo prehispánico. Esta actividad pudo hab er e iniciado du- zona ciertamente ofrecieron a los españoles una perspectiva sobre la si-
rante el periodo Formativo Tardío (circa 300 a. C.- 200 d . C.) n el Bajío. tuación general mineralógica del área. De hecho, es muy probable que las
Para el periodo Clásico, los complejos mineros se ex tendi eron mucho "minas de los zacatecas" citadas por Juan de Tolosa (Topete del Valle,
más al norte. De hecho, el complejo minero más grande de la antigua M e- 1978; del Hoyo, 1978) se refieran al conocimiento nativo de la plata al
soamérica se encuentra en la región de Chalchihuites, Zacatecas. Este igual que el cobre y las ya citadas malaquita y turquesa.
gran complejo floreció entre 300 y 800 d. C., con un máximo de actividad De esa manera, en el campo de la exploración y explotación mineras,
en los siglos después de 500 d. C . Los minerales explotados incluían una parece ser muy claro que hubo una continuidad entre los periodos prehis-
gran variedad, entre ellos la malaquita. Los conocimientos etnomineraló- pánico y colonial. Los patrones de explotación minera a lo largo de la
gicos eran extensos y sofisticados, al igual que las técnicas empleadas en frontera norteña tienen una antigüedad de alrededor de 2 ooo años. Mien-
la minería. La asociación de arquitectura muy compleja aunque de relati- tras que los españoles dieron a toda la operación una nueva dirección e
vamente pequeña escala en el área de Chalchihuites con este gran com- integraron la producción de minerales de esta zona en un sistema mun-
plejo minero debe de hacerse notar. El que los abundantes recursos mine- dial mucho más grande, ellos no originaron los complejos modelos de mi- .
rales hayan ofrecido las riquezas necesarias para construir una nería, ni abrieron el área para el comercio a larga distancia.
arquitectura elegante en el periodo colonial es un hecho tan bien conoci-
do que no es necesario documentarlo aquí. EL COMERCIO A LARGA DISTANCIA
Después de 500 ó 600 d. C. parece ser que mineros expedicionarios o
gentes de la región que respondían a las presiones sobre sus recursos ex- Un corolario obvio de la minería compleja es la necesidad de una red de
tendieron su presencia hasta Durango, Chihuahua, Sonora, Arizona y distribución muy organizada para los minerales, en un nexo de procesa-
Nuevo México. El mineral buscado en esta notable expansión norteña de
3 El término "turquesa química" se refiere al compuesto mineral de cobre-aluminio, que
2
Ver a Roosley y Rave sloo t (199 3) para una colección Je ensayos referente s a la herencia de hay que diferenciar de los que se parecen, como la cuprita, a algunas crisocolas y algunas
las invest igaciones de Di Peso para la arqueología me soa mericana . malaquitas.
rr6 P h 1 I C . W e 1 .I! 11 11 d y A e e I 1 ,1 e; 11 r c: 1 11 .J e \,V e i g 11 11 il Din ci mi c n soc i oeconó mi c a ele l a f r ont e ra p r e hi s pcinica 117
es la construcción de fortificaciones. É tas, a vec , encu ntr n inte- Exi t un complemento iconográfico para estas observaciones sobre el
gradas en sistemas; los m ejores eje mpl o e tán en Chalchihuite , n Za- patrón d a ntamiento. Holien (1977; Holien y Pickering, 1978) ha iden-
catecas (Kelley, 1972), en Trincheras, en Sonora, Y n Arizona I i P o, ticado 1 grupo imbólico de Tezcatlipoca en las cerámicas pseudocloison-
1979b). n é de la zona d C halchihuites. Roman (1994), Weigand y García de Wei-
La más grande de las ciudadela fortificada localiza n La u ma- gand (1 ) di cut nen detalle el símbolo de Tezcatlipoca y su significado
da-Tuitlan, Zacatecas, la cual t enía ólida barricada y camino a trav de gu rra d ntro d la zona enfocándose sobre los caxcanes conocidos et-
del Valle de Malpaso (Armillas, 194 , 1969). El caráct r t , cn ico d la ar- nohi t rica m nt . H r (19 9) po tula que la guerra fue un tema organiza-
quitectura, junto con su espíritu monumental, ext r madam e nt com- tivo dentro del rden social y político de los sistemas políticos de la fron-
plejo y sofisticado, en especial las fortificacione . Mientra qu la con - tera n ortef1a d d u inicio. La citada autora siente, con sobrada razón,
trucción de la ciudadela se inició alrededor de 300 d . ., l p ri do má que la guerra no ólo fue endémica dentro de la zona fronteriza prehispá-
importante de construcción fue circa 600-900 (Jimé n ez, r 9 4). Por otra nica d 1 norte, ino que fue crucial para la identidad social Y cultura~.
parte, su periodo de abandono fu e tal vez alrededor de 1200- 12 • o d. C . Es- Nu e tro propio trabajo (Weigand, 19 2, 1993; Weigand Y García de ~ei-
te proceso de abandono quizás estuvo relacionado con la expa n i n hacia gand, 19 ) ugi re que esta guerra endémica estaba funcionalmente h _ga-
el sur de los caxcanes, que aparentem ent e se inició en e o ti empo (Wei- da a lo tema económicos de la minería y del comercio a larga distancia.
gand y García de Weigand, 199 5 ). Esta fortificación e una de la princi- Como algo paralelo a la ubicación de las fortificaciones prehispáni-
pales construcciones de ese tipo en toda M esoa m érica . E imp rtante re- ca , lo e pañol con struyeron una serie de presidios estrategicamen , · te
cordar que no estaba localizada entre dos vecinos alta m ent e orga niza dos, ubicados a lo largo de la frontera norteña (Powell, 1977; Moorhead, 197 5;
que luchaban por sus respectivas frontera s, como la que eparaba a los Mecham, 1927, entre otros). Al igual que antes, los propos1tos , · de estas
culhua-mexica de los purépechas. Más bien, la localizació n de La Que- fortificacion es fueron múltiples: proteger los asentamientos agrícolas ne-
mada-Tuitlan estaba a lo largo de una frontera natural semiárida, dentro cesarios para aprovisionar los centros mineros y protegerlos, Y finalmen-
de la cual había núcleos de agricultura y minería, y a travé de la cual te resguardar las rutas de comercio entre los citados asentamientos Y los
pasaba el comercio a larga distancia. La minería y el comercio a larga dis- territorios nucleares del sur. Una importante diferencia temática entre
tancia, pues, fueron algunos de los rasgos sobresali ent es de la organiza- los periodos prehispánico y colonial es que los presidios no guerr~ab_an
ción en esta última frontera, que demarcaba zonas de niv eles sociocultu- .
entre ellos mismos . que estaban mtegra
smo · d os a una um· dad econom1ca .
rales dramáticamente diferentes entre sí. ' h.
que los apoyaba desde el sur. En los tiempos pre ispamcos, , · ningún s1ste-
En el área de Chalchihuites, la mayoría de las zonas mineras están di- ma político dominó por sí solo la frontera norteña, o tan sólo una p_art~
rectamente asociadas con fortificaciones, que miraban hacia cada con- significativa de la misma. La continuidad más bien reside en la necesida
centración de minas dentro del sistema. Es obvio que las minas y asenta- de fortificar y proteger los asentamientos que representan los elementos
mientos de Malpaso-Chalchihuites (Zacatecas) necesitaban protección. civilizados de la población fronteriza y, asimismo, proteger los rec~r1os
No toda esta guerra, ni siquiera una gran parte de ella, era en contra de agrícolas y minerales, al igual que la ruta hacia el sur, que iba hacia os
los nómadas. Los nómadas teochichimecas eran básicamente ajenos a la centros de consumo. · 1
minería o al comercio, aunque su potencial para incursiones oportunistas .
Vistas .
desde esta perspectiva, . 11 imecas
las guerras c 11ic . precedieron_ ,r a
no debe de olvidarse, en especial si se sentían presionados . Una gran par- presencia. espanola
- en las fronteras del norte a1 menos Por I ooo anos, h 's
te de la guerra era en contra de vecinos y competidores dentro de la es- tal vez más tiempo. Si estas guerras se definen en parte como cboqules
tructura de comercio, que estaban bastante bien organizados. por recursos escasos y estratégicos entre los grupos que re Presentad an a
No todos los sistemas de asentamiento estaban tan ligados a la mi- · ta as en-
fuerzas de la civilización y a los residentes de las zonas impac '
nería y/o al comercio a larga distancia como lo estaban las culturas de • · ndo patrones
tonces los españoles (de nuevo) simplemente estab an sigme
Chalchihuites y de La Quemada-Tuitlan. Como Hers (1989) ha docu- socioeconómicos y políticos bien establecidos.
mentado para el norte de Jalisco, y Kelley 1197 1) para Durango, este pa-
trón de localización defensiva de sitios fue algo muy generalizado en to- CONCLUSIONES
da la zona fronteriza. Así, las fortificaciones y la utilización sistemática
de localidades defendibles para asentamientos tenían un imperativo im- . .
Una de las pnncipales . .
contnbuc10nes d e Ch ar1es D i· Peso a la historia .de
portante. la frontera norteña de la Mesoamenca , · Y del México colonia1
, . pre h.ispamca
I
\
I
I
027 I
I
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I
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FOR TUROUOISE THROUGHOUT
PREHISPANIC MESOAMERICA
1] El hinterland min ralógico de una civilización y el núcleo de esta
última tán int grado imbióticamente en una sola esfera sociocultural
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Dinámica soc i oeco n ó mi ca de la f r o nt e ra pr e hi spá nica
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LA GRAN
CHICHIMECA
TROPICO DE
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Figura 2. Vegetación del Norte de México. Rzedowski 1964 en Braniff 1985, fig . 1.8.
agricultura de temporal, la cual requi ere una lluvia temporalera segura 1. Matorral desértico . 2. Zacatal. 3. Bosque de pino-encino. 4. Bosque tropical deciduo. 5. Bosque es-
pinoso .
sobre los So centímetros anuales, y por lo menos 40 centímetro . En e te - - - : Trópico de Cá nce r.
último caso, el cultivo se vu elve riesgoso e inseguro (Ni ederb erger, 19 7: - .. - .. : M áxima frontera de Mesoamérica hacia 1000 d.C.
51, 95). De aquí se infiere que esa franja septentrional m esoa m erican a co- ...... : Frontera de Mesoamérica hacia 1500 d.C.
lonizada y luego abandonada se encuentre ubicada precisamente en esa "Oasis América" como el territorio de los agricultores y "América Ári-
banda de agricultura riesgosa, lo que a su vez puede explicar la oscilación da", la de los recolectores (Kirchhoff, 1954), pues si bien estos grupos po-
antes mencionada. 2
drían identificarse en ciertas regiones y tiempos, las situaciones demo-
Una vez definida su oscilante "frontera" meridional I nu es tro Nort e gráficas fueron cambiantes e inte·r mitentes, por lo que dichos términos
traspasa la actual frontera política con Estados Unidos y alcanza hasta el no se pueden utilizar en su profundidad histórica. Y, como lo agregaba
paralelo 38º (véase figura r ). Nótese que este territorio coincide grosso Beals (1954: 522):
modo con los territorios que fueron de la Nueva España y de nuestro país
hasta la mitad del siglo pasado.
el término de área cultural, especialmente ligado a un concepto de medio
El norte, así definido territorialmente, estuvo habitado por gente de geográfico, es de poca utilidad en el Suroeste donde existen en forma genera-
diferentes rangos Y formas de subsistencia: desde los gn1pos de recolec to- lizada, marcados contrastes en las condiciones naturales, de tal forma que
res y cazadores, hasta los enormes "pueblos" que conocían la agricultura existe la oportunidad de muchas alternativas en la adaptación.
y los sistemas de irrigación.
Todos estos grupos, de una manera u otra, y desde siempre, tuvieron Una proposición mucho más adecuada para llamar a este extenso territo-
conexiones con Mesoamérica: intercambio, comercio, tributo. rio es el uso del nombre mexica "La Gran Chichimeca", que se refiere ª
Así, el "Norte" no constituye u~ "área cultural", por más que los in- gente norteña y que incluye todos los niveles culturales, desde grupos ci-
vestigadores norteamericanos lo llamen Southwest , 0 peor todavía el vilizados como los toltecachichimeca, hasta las bandas de cazadores-re-
Greater Southwest¡ tampoco puede considerarse como dividida en dos: colectores -los teochichimeca- (Di Peso, 197 4, vol. 1: 49-5 3 ).
La gran extensión de los desiertos, lo extremoso del clima, la dificul-
2 Estamos conscientes de qu e el mapa de vegetación y el de las isoyetas son m odern os, pero tad para encontrar buenas tierras para la agricultura y la inseguri~ad de
deben refl ejar sistemas análogos antiguos.
las lluvias exigieron de sus habitantes una gran capacidad de camb10 Y de
adaptación a variadas formas de subsistencia. Eso mismo definió como Los cultivos más tempranos en el Norte fueron el maíz, la calabaza Y los
característica la movilidad, la fortaleza y la violencia que subsistió hasta frijoles. Este "complejo" aparece en cuevas precerámicas situadas a m~s
fines del siglo pasado con el aniquilamiento de los últimos indígenas apa- de 2 ooo metros de altura, donde la humedad asociada permitió su culti-
ches (si no es que hasta la Revolución). Esta movilidad y capacidad de vo sin irrigación. Para el maíz y la calabaza se dan fechas hacia roo_o
cambio contrasta con el tradicional enraizamiento en el terruño de las a. C.; Y 300-500 a. C. para el frijol. Posteriormente se añadieron otros ti-
culturas mesoamericanas.
pos de maíz que son derivados de los existentes hacia 300 a. C.
Otro "complejo", que aparece sólo hasta los primeros siglos de nue:-
11
tra era, pudo adaptarse a las regiones bajas y desérticas cruzadas por el no
Gila Y sus afluentes en Arizona, pero para sobrevivir requirió sistemas de
En razón del enfoque de este trabajo, nos dedicaremos a los agricultores irrigación. Este complejo agregó otros tipos de maíz, frijol, además de al-
norteños, pero debemos hacer énfasis en que una gran parte del territorio godón y amaranto.
está constituido por desiertos (que en realidad no lo son del todo): el de- Como se ve, todas estas plantas (excepción hecha quizás del amaran-
sierto de Sonora (que incluye a Baja California y Arizona) y el Desierto de to) tienen sus antecedentes remotos en Mesoamérica, pero no se conoce
Chihuahua, que se extiende al oriente de la sierra Madre Occidental has- cuáles fueron los mecanismos de introducción de estos cultivos hacia el
ta el altiplano potosino. Los habitantes de estos territorios -excepción norte.
hecha de aquellos desiertos atravesados por ríos- no pudieron cultivar, y De todas formas, la aparición del primer complejo no cambió el s-i st e-
una vez descubierto el sistema de subsistencia adaptado a tal aridez -lo ma de vida de esta gente que siguió viviendo básicamente de la recolec-
que sucedió hace unos siete mil años- perseveraron casi sin cambio con ción y de la caza. También es indicador que en estos contextos iniciales
ese mismo sistema hasta los contactos europeos. no aparezca la cerámica, de lo que se deduce que la forma de cocinar esos
Estos grupos nómadas conocieron perfectamente el uso del suelo, de granos fue muy distinta a la mesoamericana.
(
... E ta gran ciudad llamada Ca a Grandes por los españoles, se ubica en el
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noro t d 1 tado d Chihuahua, al pie de monte que hacia el poniente
se convi rt n la i rra Madre Occidental.
-'\ Toda la unidad que a la fecha hemos descrito, muestran relacio-
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¿ Meseta
ne d di tinta categoría con Me oam rica, pero no cabe duda que Pa-
quim , co n tien la m a or cantidad de elementos sureños; con ellos pode-
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; } mo e tabl r clara relacione con los estados del Occidente de
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.' M éxico, d la r ión mixteca de Puebla, Yucatán y Centroamérica, hacia
,,./··f ·•~ dond xportaba la turque a que se obtenía en minas norteñas.
.¡{'''' El au d Paquim · e alcanzó hacia los siglos x111-x1v, cuando fun-
presa
cionaba como centro que integraba una gran cantidad de pueblos y aldeas
establecido a lo largo de los ríos que descienden de la sierra, tanto del la-
do de Chihuahua como del de Sonora.
E te c ntro, además ·de tener lejanas redes comerciales, obtenía to-
do tipo de materias primas de la región controlada, especialmente mi-
compuerta nerales, madera y seguramente también alimentos silvestres Y cultiva-
dos. Paquim é comienza a mostrar un deterioro que va en aumento
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hacia finales del siglo x1v y es destruido por el fuego y por actos vand~-
íl 111111111 ll l l ll ll lllll
licos hacia r 4 ~ o d. C. Los sistemas hidrológicos de Paquimé pueden di-
vidirse en dos grupos: el utilizado en la ciudad misma y el empleado en
la sierra . El primero tenía como principal objetivo el llevar agua ª la
ciudad, Y se conformaba por un sistema de acequias que traían el agua
desde un manantial cercano para redistribuirlo dentro de la ciudad por
ll ll l l l 111111111111111 medio de canales forrados y tapados con lajas de piedra. El agua se lleva-
ba a aljibes y de éstos a las diferentes unidades habitacionales mediante
una compleja red que incluía una zona de decantación del agua, com-
puertas de control y un magnífico pozo de I4 metros de profundidad.
m Además, en cada patio se rec~gía el agua que se drenaba por canales ha-
cia el río, donde es muy probable que hubiera milpas y canales, que ~es-
graciadamente han sido obliterados por los canales y cultivos de la epo-
Figura S. Sistema agrícola en el cañón del Chaco, Nuevo México, ca colonial y la reciente. ·
adaptado de Cordell, 1984, figura 6.3 .
Nos interesan sobremanera los sistemas empleados en la sierra,
porque tuvieron como meta principal la conservación del agua Y de los
nes de agua para surtir a uno de los sistemas antes mencionados (véase suelos para amparar y proteger los cultivos que estaban en la base de _la
figura 5 ). sierra. Estos sistemas consistían en rebordes lineales y de terrazas dis-
El Chaco duró muy poco y las causas de su extinción no han sido puestas sobre las laderas de los cerros así como de retenes que cruzaban
bien entendidas ,aunque se ha sugerido el agotamiento de los recursos, la los arroyos para dominar el agua bron~a, y otros muros de grandes pie~as
variabilidad climática, la desecación y el fracaso del sistema político para que atraviesan los principales arroyos ubicados en la base de la sierra (vea-
mantener una red comercial · que antes había sido muy eficaz (Cordell, se figura 6).
1979: 137-150¡ 1984: 199-203). Aunque muchas de estas "trincheras" (así llamadas localmente) hu-
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Planta
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bordo radial
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Perfil
Figura 6. Cultura de Casas Grandes, Chihuahua . Sistema de contención del agua, Figura 7. Cultura de Casas Grandes, Chihuahua. Terrazas y retenes en la sierra,
adaptado de Di Peso, 1974, figuras 26 .2 y 210.5. adaptado de Di Peso, et al., 1974, figura 284.5 .
Trincheras •H¡¡u,. Divisoria continental ........ .
hieran podido ·servir para el cultivo -pues muchas de ellas son conti- del agua Y del suelo cubre unos r2 ooo m 2 (véase figura 7), mientras que
guas a los sitios arqueológicos- en las excavaciones llevadas a cabo las tierras cultivables constituyen solamente 800 m 2 de-ricos aluviones
atrás de estas terrazas no se encontraron evidencias de cultivo ni tam- ubicados en los valles, que son precisamente las áreas de cultivo más im-
poco polen de estas plantas. Por otra parte, muchas de las "trincheras" portantes hoy día (véase figura 8) (Di Peso, r974, vol. 2: 336-359, 669, nota
se ubican arriba de los límites donde se puede sembrar, que es también 59; Howard y Griffiths, 1966; Herold, 1970). Sea como fuere, esta enorme
la zona donde más llueve. labor requirió un gran esfuerzo de organización, que a su vez necesitó la
Si esta interpretación es correcta1 la labor invertida en esta protección participación de autoridades y profesionistas.
BIDLI RAFÍA
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Charles C. Di Peso's Gran Chichimeca , Amerind Foundation,
University of N ew México Press, Albuquerque, pp. r 33-1 Sr.
Para terminar este trabajo, que solamente es una muestra, nos queda FELGER, RICHARD S.
agregar que el cultivo formó parte muy importante de muchos poblados, r 97 6 "Investigación ecológica en Sonora y localidades adyacentes en
esto es evidente en su ideología, plasmada en sus obras de arte, en las que Sinaloa: una perspectiva", en Sonora, Antropología del Desierto,
también se muestran símbolos y diseños asociados con la fertilidad, mu- (Colección Científica, 27) INAH, México, pp. 21-62.
1
chos de los cuales todavía sobreviven entre los indios pueblo. FELGER, RICHARD S. Y MARY B. Mosrn.
Los pájaros, especialmente los pericos, guacamayas y guajolotes que 198 s People of the Desert and Sea, The University of Arizona PresS,
aparecen como aves de sacrificio en las excavaciones, represe ntados en Tucson.
B e atri z Brani f f
143
En el terreno cronológico, su situación es complicada, ya que exi ten
dos posturas acerca de su desarrollo, la más gen erali zada compr nde a
quienes con base en los estudios lingüísticos má s difundid o (Manriq u ,
1979) piensan que en esta región se separaron en una ' poca muy tem-
prana, por un lado los grupos que posteriormente e ex tendi ero n en el , /
✓
sureste mexicano produciendo la espléndida cultura m aya; y por otro,
que independientemente los llamados huasteco en e ta región cr aron la
suya en forma autónoma.
Sin embargo, las recientes exploraciones llevadas a cabo n o mue -
tran un panorama diferente: contamos con fuertes evidencia durante el
Preclásico, como una escultura parecida a la de Izapa (Norman, 197 3 Y
1976 J y materiales cerámicos del periodo llamado Chicanel (Smith, 19 5 ),
mas no contamos con elementos similares a los mayas durante lo que e
ha llamado periodo Clásico, y sí en el Posclásico, como el tipo cerámico
descrito por Ekholm / r 944} como Huasteca negro sobre blanco, en el cual
encontramos una gran variedad de formas y pastas entre las que hay ca-
jetes de silueta compuesta, cajetes sencillos, ollas, platos, etcétera, pero ,-1
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sobre todo un tipo de ánforas con tres asas que formalment e son muy
semejantes a la llamada Pizarra Chichén y Chorreada del área maya
-aunque la decoración de la Huasteca negro sobre blanco es mucho má
elaborada- (Robles, 1981, y Zaragoza, 1981), así como un tipo de platos
muy parecidos al "Rojo Mayapán" del periodo Tepeu /Smith, 1971 l, Y
otros del mismo periodo /Smith, op. cit.}. Así, podemos suponer que pos-
teriormente a la caída del Clásico, en el reacomodo de los grupos étnicos,
además de los grupos norteños que arriban al área, hay un regreso de
poblaciones de lengua maya a la región.
Apoyados, como decía, en las evidencias arqueológicas, se ven clara-
mente los estrechos contactos y similitudes entre los pueblos arqueológi-
cos huastecos de la última época prehispánica y los del área maya, el de-
sarrollo de la escultura y la complejidad técnica y formal de la cerámica
blanca decorada, que aparece realizada sin algún antecedente local al cual
derivarla. McQuown y Diebold /García Payón, 197 6) consideran que la
separación. de los pueblos tenek de la Huasteca ocurrió en tiempos más
recientes, produciéndose a partir de los Altos de Chiapas hacia la costa
central del Golfo de México.
De acuerdo con la mayoría de los investigadores (García Payón,
1976), la idea más común acerca del parentesco maya de los pueblos
tenek de la Huasteca nos dice que éstos formaron parte integral de los
grupos de habla protomaya que vinieron de Norteamérica en un periodo
temprano (poco antes o hacia el inicio de la agricultura), y de ahí se sepa-
raron los que más tarde se desarrollaron en el sureste, quedando ambos
Mapa de localización .
aislados por más de r 500 años. Esta aseveración ha venido alterando la
forma de entender arqueológicamente esta región, en la que, por falta de
144
Diana Z ar agoz a Oca~a
Grupos cazad or es- r eco l ec tor es y sede ntario s 145
investigaciones profundas, se han encajonado prá~tica m ent e_ todos l?s de T otihua an e pre enta en casi todo el territorio que ocuparon las
haHazgos dentro de un esquema prestablecido, perd1 ndo n o olo la obJe- cultura pr hi pánica de M éxico y Centroamérica-, el área en aparien-
tividad sino la lógica más elemental. . cia e m argina culturalm nte (M rino y García Cook, op. cit.) aceptando
Otro de los factores que ha influido para desvirtuar la v1 ión de la ar- la importaci n de la cultura teotihuacana, como lo demuestran sitios co-
queología regional es atribuir a los "huastecos" arqueológi~o un ~ea mo San Ant onio N ogalar (Stre er-Pean, 1977). Sin embargo, esto no es
mucho más grande de la que en realidad ocuparon, en San _Lu1 Potosi; el igual n todo 1 t erritori o, ya qu tenemos ausencias muy significativas
célebre investigador ingeniero Joaquín Meade 11942 ) ha divulgado Y pu- de la pr n cia t otihuacana, como el caso de Tantee, en el que no conta-
blicado todos los sitios de este territorio, integrando adem ás los que en- mo con lo lem ento que la identifiquen a pesar de ser, para esa época,
contró en la zona media y altiplano, donde los elementos del último una d la grand urb de la Hua teca.
periodo prehispánico que podemos atribuir a esta cultura son muy esca- Post riorm ente a la caída de Teotihuacan, que provoca un reacomo-
sos sin duda producto del comercio. do de la poblacione en esta área, encontramos una fuerte presencia de
'La vieja polémica sobre el origen de la agrkultura, la cerámica Y el las cultura qu e e desarrollaron hacia el norte; específicamente rela-
sedentarismo ha atraído también investigaciones a la región; las explo- cionadas con 1 valle del Mississippi (Neurath, 1994) podemos mencionar
raciones de MacNeish 11947 y 1954) tienen este fin, sin embargo aún no las ofrenda d los entierros en cuevas del cerro Vetado (Delgado, 1958),
hay pruebas concluyentes para situar en esta región el foco u origen de consistent e n pipa de piedra de los tipos característicos de la región
las civilizaciones prehispánicas. Desde luego que los datos de que ahora del Mi i ippi (Porter, 19 4 ) a más de dos mil kilómetros de distancia;
disponemos nos indican la existencia de pequeños poblados desde 1 600 tambi én en la recientes exploraciones realizadas en el sitio arqueológico
antes de nuestra era (Merino y García Cook, 198 7 ), en apariencia con de Tantoc, encontramo la presencia de montículos de tierra y materiales
tipos cerámicos ya caracterizados, por lo que seguramente arriban a la muebles semejantes a los de las culturas de los Mound Builders.
región como la primera influencia cultural concreta, quizá como una Esta presencia la encontramos alrededor del año 900, cuando· en la
tradición de la costa del Golfo desde épocas muy tempranas . zona costera del Golfo florece la ciudad de Tajín; sin embargo, no son tan
En la primera etapa sedentaria, sea ésta "formativa" o "preclásica", claras sus influencias hacia la región norteña de la planicie costera, aun
es decir antes de presentarse el periodo de crecimiento y expansión de la cuando llegan elementos tan característicos como las hachas y yugos, no
cultura teotihuacana, que imprime sus características a casi todo lo que así palmas. A partir de ahora será decisivo el papel de esta región en
será Mesoamérica, se presentan en la región casi los mismos patrones Y cuanto a su posición entre los cazadores-recolectores de Norteamérica Y
elementos que en el resto del territorio donde se están gestando las altas los pueblos que formaron Mesoamérica.
culturas .prehispánicas de México, donde encontramos una serie de pe- Las relaciones encontradas con los Mound Builders son más eS t re-
queños poblados, más ocupados en su subsistencia que en desarrollar una chas con los sitios del norte del valle de Mississippi, por ejemplo, Ca-
estructura político-cultural más compleja, que sin perder cierta homo- hol<.ia (Fowler, 197 5 ), que con los desarrollados en la región de Caddo Y
geneidad comienzan ya a manifestar ciertas diferencias zonales. Spiro (MacNeish, 1950) aunque también con éstos existen algunas seme-
No podemos decir, de ninguna manera, que en la región se presenta- janzas en cuanto a los materiales cerámicos.
ba o desarrollaba una sola cultura. Desde antes del principio de nuestra Un problema interesante por resolver acerca de estas relaciones es la
era se presentan claras diferencias entre las distintas partes de la región; a vía por la cual se sucedieron, ya que la vasta región comprendida por el
través de las colecciones de los museos y de las piezas en poder de particu- norte del estado de Tamaulipas y el sur del de Texas fue una barrera na-
lares se puede apreciar que, por ejemplo, la cerámica y figurillas de la tural debido a lo inhóspito, y que debió haber sido transitada casi sólo por
planicie costera del sur de Tamaulipas y norte de Veracruz se distinguen grupos nómadas totalmente adaptados a ella, por lo que debemos pensar
fácilmente de las que se encuentran en el área comprendida entre los ríos en la vía marítima y fluvial que para el siglo xv1 estaba muy bien eS t ªble-
Tampaón y Moctezuma, hacia la sierra Madre, en el estado de San Luis cida en el Pánuco, la costa del Golfo y el Mississippi, de acuerdo con las
Potosí, por señalar sólo algunas de las más evidentes, dentro de lo que expediciones de Hernando de Soto.
para principios de nuestra era constituye ya un variado mosaico cultural; La relación más clara de los grupos sedentarios con los cazadores-
sin embargo, es prácticamente imposible precisar en estas etapas tem- recolectores -que según los pocos documentos escritos con .que conta-
pranas las diferencias entre los distintos grupos étnicos. mos para la región mencionan como grupo a los chichimeca- es la falta
Para lo que se ha llamado periodo Clásico -en el que la importancia de puntas de proyectil en los asentamientos, lo que hace suponer un ínter-
desde la época prehispánica. Es interesante hacer notar que una situación 1 99 1 "Desarrollo e influencias culturales prehispánicas en la región
similar se encuentra a la llegada de los españoles en la parte sur de huasteca ", en Encuentro de investigadores sociales de la Huaste-
Mesoamérica; vemos que lo mismo ocurre en cuanto a la toponimia, que ca . CIESAS, en prensa. .
indica una larga convivencia a través de la cual no parece h aber h abido la 1 99 2 "Algunas consideraciones para la definición geográfica, cronológi-
imposición de una tradición sobre la otra, lo que explica la exist encia de ca Y cultural de la Huasteca", en VII Encuentro de investigadores
sitios arqueológicos sin duda contemporáneos por sus artefactos, pero d e la Huasteca. CIESAS, en prensa.
con diferencias significativas en cuanto a su patrón de asentami ento, re- DELGAD O , A G U STÍN
cursos arquitectónicos y expresiones artísticas. 1 958 Pipas d e piedra de Cueva Vetada, San Luis Potosí, México. Di-
Podríamos ejemplificar esta situación con algunos de los sitios más rección de Prehistoria, Publicaciones núm. 4, INAH, México.
conocidos, como Tamohi (antes El Consuelo o Tamuín) y Agua Nueva, EKHOLM, GORDON F.
ambos en el municipio de Tamuín y a sólo 8 km de distancia (ver mapa). 1 944 "Excavations at Tampico and Panuco in the Huasteca, Mexico",
No obstante compartir en gran medida sus elementos muebles, en lo ar- en Anthropological Papers of the American Museum of Natural
quitectónico el primero posee características que lo pueden relacionar es- History, vol. xxxvm, parte v, pp. 321-599.
GARCÍA PAY Ó N, JOSÉ
trechamente con otros asentamientos como Cempoala, en donde encon-
tramos una fuerte presencia mexica; en el centro de Veracruz, con el que 1 976 "Arqueología de la Huasteca", en México: Panorama histórico
comparte varios elementos; mientras que el otro presenta características cultural. Los pueblos y señoríos teocráticos. El periodo de las
propias, quizá las comunes a la región, como los juegos de pelota, una , ciudades urbanas. Parte 2, SEP-INAH, México, pp. 62-126.
posición que podríamos considerar estratégica en cuanto a la topografía, GONZALEZ DE DELGADILLO, MARÍA ELENA
1 9 8 5 Danza de las varitas . Gobierno del Edo. de S. L. P., Museo Na-
y edificios de planta circular, rasgo que podemos atribuir a los grupos de
habla pame, aunque éstos tradicionalmente se han catalogado como gente cional de la Máscara y Fondo Nacional para el Desarrollo de la
Danza Popular Mexicana.
chichimeca, ya que hacia la sierra y en lo que es el altiplano potosino ha-
MACNEI SH, RICHARD
cia donde fueron relegados es una característica propia.
1 947 "A Preliminary Report on Coastal Tamaulipas, Mexico", en
Es lógico suponer que el arribo de los pueblos hablantes de náhuatl a
American Antiquity, vol. xm, núm. 1, PF· 1-15.
la región sucedió en forma simultánea, debido tal vez a los movimientos 1 9 5o "A Synopsis of the Archaeological Sequence in the Sierra de
.......__
Tamaulipas", en Revist a Mexicana de Estudios Antropológicos. Ü A HIPÓTES I S E LA ARQUEOLOGÍA DE DURANGO:
Tomo x1, México, pp. 76-96. C ORNAMENTAS DE USO CEREMONIAL
1954 "An Early Archaeological Site Near Panuco, Veracruz", en Tra ns-
actions of the American Philosophical Society. Nu eva Serie, vol. Arturo Guevara Sánchez
44, parte 5, pp. 5 39-640. Ce nt ro JNAH-Durango
MANRIQUE, LEONARDO
1979 "La posición de la lengua huasteca", en La Huasteca y l a fron tera
noreste de Mesoamérica. XLII Congreso Internacional de Ameri- A TE E E TE
canistas, tomo 1x-B, 1976, París, pp. 87-102.
MEADE, JOAQUÍN Un primer ac rca miento al arte rupestre de Durango permite reconocer
1942 La huasteca. Época antigua. Editorial Cossío, M éxico . alguna tend n cia : lo arti stas indígenas representaron animales de la
MERINO, LEONOR, Y ÁNGEL GARCÍA CO O K zona, que indican la especies qu e habitaban en la entidad en la época
1978 "Proyecto arqueológico Huaxteca", en Arqueología 1, Dirección prehispá nica; fi guras abstractas que quizás correspondan al manejo sim-
de Monumentos Prehispánicos, INAH, México, pp. 31-7 2. bólico de algu nas imágenes, y figuras antropomorfas que, si bien están
NEURATH, JOHANNES muy utiliza das, en algunos casos permiten reconocer actitudes y particu-
1994 "El llamado complejo ceremonial del sureste y los posibles con- laridades en el atavío.
tactos entre Mesoamérica y la cuenca del Mississippi", en Estu - Una de las figuras representadas, sobre todo en las rocas grabadas,
dios de Cultura Náhuatl. Instituto de Investigaciones Históricas, tiende a ser repetida y aparece como diseño aislado o forma parte de al-
vol. 24, UNAM, México, pp. 315-350. gunos grupos en los qu e parece haber sido trabajada aparte; se trata de
NoRMAN, GARTH una figura antropomorfa que, en muchos casos, tiene los brazos y las
1973 !zapa Sculpture, Part 1, album. Papers of the N ew World Archae- piernas en ángulo recto, estilización que, por otra parte, puede verse en
ological Foundation, núm. 30. distintos obj etos del área de los grupos del suroeste de Estados Unidos.
1976 !zapa Sculpture, Part 2, text. Papers of the New World Archaeo- Al realizar este trabajo, se recopilaron algunas costumbres indígenas
logical Foundation, núm. 3 1. relacionadas con los venados, y se considera que algunas de ellas debieron
PORTER, MURIEL ser muy sentidas por aquellos antepasados, tanto que seguramente a ello
1948 Pipas precortesianas. Acta antropológica núm . m, 2, México. se deben algunas representaciones de indígenas portando un tocado ador-
RoaLEs, FERNANDO nado con una cornamenta, que pueden verse en el arte rupestre, en áreas,
1981 "La secuencia cerámica preliminar de El Meco, Quintana Roo", en hasta donde se sabe, ocupadas por grupos de cazadores-recolectores, y, en
- Memoria del Congreso Interno 1979, pp. 15 3-178, INAH, México. algunos casos, en vasijas de grupos seguramente agricultores. Por este mo-
SMITH, ROBERT . tivo se considera que se trata de rasgos comunes a sociedades con modos
1955 Ceramic Sequence at Uaxactun, Guatemala. Middle American de vida y una organización social muy diferentes.
Research Institute, pub. 20, vol. 1. Algunas fuentes señalan que los grupos de cazadores-recolectores del
1971 The Pottery of Mayapan Including Studies of Ceramic Material estado de Durango, a principios de la época colonial y seguramente desde
from Uxmal, Kabah, and Chichen Itza . 2 vols . Papers of the las fases prehispánicas, tenían por costumbre efectuar grandes celebra-
Peabody Museum, Harvard University, pub. 66. ciones a las que, hasta donde sabemos, se les conocían como mitotes,
STRESSER-PEAN, Cuy cuando menos en la época colonial; así por ejemplo, celebraban el maza-
1977 San Antonio Nogalar. La Sierra de Tamaulipas et la frontiere mitote o fiesta del venado, que debió ser un ritual importante de carácter
Nord-Est de la Mésoamérique. Collection Etudes Mésoaméri- propiciatorio y relacionado con el culto a deidades benéficas. Cabe
caines, vol. m, Mission Archéologique et Ethnologique Frarn;aise señalar que todavía existe un pequeño asentamiento humano que lleva
au Mexique, México. tal nombre, localizado relativamente cerca de Cuencamé, es decir, hacia
ZARAGOZA ÜCAÑA, DIANA el lado noreste de la capital.
1981 "La cerámica de Kohunlich, Quintana Roo", en Memoria del Las fuentes etnohistóricas señalan que el curso de las celebraciones
Congreso Interno 1979, pp.211-222, INAH, México. mágico-religiosas estaba presidido por algunos viejos de la comunidad, de
ÚLTIMA N IDERA C IO E
BIBLIOGRAFÍA
A M O DE I TR OU CI
1 Retomo los conceptos de Kirchhoff, Mesoamérica y Norte de México (1960 Y 1943 respe~-
tivamente), como referente de la región de interés sin entrar en la discusión sobre la perti-
nencia de uno u otro término.
159
(un tipo d a rdi lla ), ven ado, con e jo, coyote, tejón, mapache, gato de ~on-
viando las especificidades de los grupos asentados en el territori o d ta
t e; agu il illa, avilán , urraca, zopilo te, así como la chuparrosa, la corah~l_o,
frontera mesoamericana. Por último, a través de la etnografía po i~le
contribuir de manera importante al entendimiento de sociedad . a~ t n o- la ca cab 1, la ila m acoa, la chirrionera, el lagartijo, la iguana, el escorpwn
res sin evitar las rupturas y sí tratando de encontrar las con tmu1da de y 1 alac rá n. En 1 r ío ex i t en especies como el bagre, la mojarra, la t_~-
que se han sucedido en el tiempo. . ch a, el m a t a lo t y el ca m ar ón (Alvarado, 199 4: 124-127). La poblacwn
La experiencia personal de investigación entre lo m ex1ca nero m e prac ti ca l a agri cultura de t emporal sembrando maíz, frijol Y calabaza en
ha llevado a pensar que muchos de los mitos ge nerados en torn o d la pendi nte pedr go a . En huerto familiares cultivan sandía, papaya, ca-
sociedades mesoam ericanas y del Norte de Méxi co pueden derrumb ar ña nara nj a t e t era - t a mbién practican la cacería y la recolección de fru-
en el momento en que cada vez más investigadores se intere en e n rea- to~ y raí ce 1 • En t e m~orada eca migran a la costa de Nayarit Y a Zacate-
lizar estudios serios y profundos de sociedades contemporán ea , a í co- cas dond e co ntra tan com o jornaleros agrícolas en el corte del tabaco, la
mo de otros momentos históricos, y contribuyan - lo qu e co n id ero caña y el c hile .
más importante- al entendimiento de estas sociedad es del N ort e de En la comunidad habitan m exicaneros y tepehuanos. Estos últimos
México. se estableciero n en los años cuarenta. Los espacios rituales de las cere-
Definitivamente estas reflexiones no serán abordadas en la prese nt e monias agrí co las se encuentran bajo el control de los mexicaneros, p~r
participación ya que la intención es plantear, desde la etnogr afía, algu na ello, cuando m e refi era a la cosmovisión es a la concepción del mun °
prácticas agrícolas, de caza-recolección y pesca entre los m exica n eros Y m exicanero.
su vinculación con rituales, porque, cuando nos referimos en es tudios o
ponencias a determinado grupo, generalmente lo hacemos como agricul- C O MUNI D A D
tores, refiriéndonos al maíz como cultivo casi exclusivo de esta práctica .
Si bien es cierto que el trabajo agrícola y sus procesos ritu ales determi- . . ,
E1 terntono comunal es de 18 700 hectareas, de las cua esª
1 proximada-
nan la matriz espacio-temporal de la cosmovisión de las comunidades in- . bl . , . e problemas
mente cinco son de recursos maderables . Lapo ac10n uen . d
dígenas (Medina, 1990), también es necesario abordar otro tipo de prácti- de linderos con la comunidad de Santa María Ocotán, San Francisc9 e
cas que son indisolubles en la vida de estos pueblos, prácticas vinculadas O cotan , y San Antonio de Padua en el mismo mumcip10, · · · · Y con la comu-
. , 1e da a su ex-.
m ad de Santa Teresa, en Nayarit. El uso que lapo bl ac10n
también con la vida ritual. . d
tens10n · , territorial comunal es para el ganado, gracias· a 1os buenos paSt1-
CARACTERÍSTICAS GENERALES DE LA REGI Ó N zales. ·
d . ·b ·d de la siguien-
Los asentamientos en la comunidad están istn m os
1 enta-
La comunidad de San Pedro se localiza en la barranca y por donde corre el te forma : del centro político-religioso hacia el norte se ubican osª~ . 0
río con el mismo nombre. Pertenece al municipio del Mezquital, munici- • l' · o-rehgios
mientos predominantemente tepehuanos, y del centro po iuc . e-
pio ubicado al sureste del estado de Durango. Me refiero a una región que hacia el sur se ubican los asentamientos predominantemente mex~~ª~u-
limita con los estados de Nayarit, Jalisco y Zacatecas . Se trata de una re- ros. Existe una movilidad de estos asentamientos en la temporada n
. , h d gua para co -
gión interétnica en la que conviven huicholes, tepehuanos, coras Y mexi- v1as, epoca en que se desplazan a los llamados ranc os e ª los
1 , . , tos afecten
caneros . El .territorio que habitan los cuatro grupos es accidentado, se tro ar al ganado y a los animales, y asi evitar que es ltas
, . 1 s partes a
constituye por barrancas y la sierra; de tal forma que se trata también de sembrad10s. Los ranchos de agua son asentamientos en ª lli·do
T de ape
una región.cultural ya que los cuatro grupos que la habitan -coras, hui- de los cerros donde se pueden concentrar extensas fami ias , rti-
, • Aqui es pe
choles, tepehuanos y mexicaneros- comparten, con sus propios rasgos, patrilineal o solamente una o varias unidades domesticas. aun
elementos comunes de una misma cosmovisión. Ahora hablaré exclusi- nen te mencionar la división territorial en los asentamientos ya qu~dad
d la comum '
vamente de la comunidad sampedreña. cuando ambas poblaciones sean consideradas parte e . vadi-
. • s se sienten lil n
La comunidad de San Pedro está asentada en una zona semidesértica existe un recelo entre ambas porque 1os mexicanero
·dad Esta co -
donde abundan cactos, matorrales y algunos árboles frutales entre los dos y los tepehuanos quieren tener el control de la comum · 1 ean
que podemos mencionar el chalate, la higuera, el frijolillo, el mezquite tradicción se refleja en diferentes ámbitos domésticos, comuna es, s
camichin, el maguey, la pitahaya, el nopal, la naranja, la papaya, carrizos, rituales o no.
otates, etcétera. La fauna está constituida por especies como techalote
161
N e y ra P. A / v ar ad o S u / is Lo s m e xi c an e ro s en el N o rt e d e M éx i c o
160
AGRICULTURA CAZA-RE LE Y PE CA
Retomando la concepción de Medel (Ares, 1990: XL) respecto de la relación Los mexicaneros también practican estas actividades pues conocen per-
sin rupturas que establece el hombre con su entorno físico, de igual forma fectamente la fauna de la región, las raíces, los frutos y las especies de
concibo la relación del mexicanero con su medio. En otro trabajo, Broda río. Nombran a cada animal y planta en su lengua materna, saben sus ca-
( 1991) considera que la observación y la aprehensión que las sociedades racterí tica , u ciclos y respetan la veda en el tiempo en que las espe-
hacen de la naturaleza implica conocer de astronomía, clima, botánica, cies se reproducen. Poseen sofisticadas técnicas para rastrear y cazar cada
zoología, geografía, medicina, etcétera. Si hablamos de sociedades agríco- animal. De la mi ma forma sucede con los peces y el camarón de río, así
las que dependen de buen clima, fertilidad y lluvias para asegurar un ci- como con las plantas medicinales y comestibles.
clo anual de existencia, es importante mencionar cómo se generan las re-
laciones del trabajo agrícola, pues éste no sólo proporciona al cultivador Caza
la obtención de medios de subsistencia para su familia, sino que estable-
ce la categorización del tiempo y una forma histórica de apropiación del
La cacería ahora se practica con rifle o pistola, pero algunas personas, sobre
espacio, de manera que es necesario entender el trabajo agrícola en su en-
todo de las rancherías continúan usando o recuerdan haber cazado con
tretejida relación y expresión dentro de los procesos rituales (Medina,
otras técnicas. El venado era cazado con arco y flechas o con una trampa de
1990).
ixte, conocido por ellos con el nombre de tepémet; para cazarlo se organi-
Bajo esta perspectiva pretendo abordar el trabajo agrícola y su expre-
zaban varias personas que llevaban perros, instalaban la trampa en el lugar
sión ritual para comprender su vínculo. La temporada de lluvias en la co-
que consideraban adecuado una vez que encontraban los rastros, ya que de
munidad y la región dura de junio a octubre, y la temporada seca de no-
viembre a mayo. La población tiene un conocimiento exhaustivo del acuerdo con la temporada saben en qué lugares toman agua Y suelen andar
entorno: los ciclos de las plantas, el cosmos, los fenómenos meteorológi- los venados. Ellos se organizaban por veredas para acorralar al venado1 los
cos, .el suelo y la fauna. Este conocimiento, resultado de la observación y perros lo correteaban hasta que caía en la trampa y sus cuernos se enreda-
ban en la red. Ya en la trampa, al venado le golpeaban la cabeza con un ha-
la aprehensión, les ha permitido sentar las bases de su particular forma
cha de piedra que "usaban los antiguos", este instrumento era utilizado pa-
de concebir el mundo. Saber de los recursos naturales también les ha per-
ra matar venados y para cortar leña hueca. Como hay una época del año en
mitido utilizarlos en la vivienda, la medicina, la elaboración de objetos
que al venado se le caen los cuernos, la trampa no funcionaba Y era cuando
de uso doméstico, la elaboración de instrumentos musicales, su alimen-
lo flechaban. Antes el venado se cazaba para consumo doméstico Y para las
tación, etcétera.
ceremonias agrícolas, actualmente se caza casi exclusivamente para eS t as
Cada unidad doméstica posee un terreno para sembrar; este terreno
últimas. La escasez de esta especie y la concepción que se tiene del venado
es utilizado una o dos temporadas y lo dejan descansar diez años para que
ha hecho que sea solamente de uso ritual. Los mexicanero.s coBciben la ca-
la cosecha sea posible. Las mismas condiciones del terreno permiten el
cería del venado como el permiso de dios y el descuido del diablo para ofre-
uso exclusivo de la estaca o palo sembrador. En el trabajo agrícola partici-
cerlo al sol y a Jesucristo en los rituales. El jabalí es cazado con una trampa
pa la unidad doméstica y algunos miembros de la familia extensa. Utili-
parecida a la del venado sólo que con un tejido diferente para evitar q~~ el
zan la mano de obra de amigos o familiares con un pago, o lo que es más
animal se salga de la trampa y su pescuezo quede atrapado en el teJido,
común, el trabajo se presta para ser recuperado en la propia parcela. Los
también se utiliza un otate al cual se le saca punta. Con el otate el cazador
miembros de la comunidad inician el ciclo agrícola con el corte de yerba
aguarda en una lomita y espera que el jabalí brinque, en ese momento lan-
en febrero, la quema en marzo y la siembra en junio, con las primeras llu-
za el otate y le atraviesa el pescuezo, si esto no pasa, el jabalí corre a escon-
vias, para cosechar en noviembre. El espacio de cultivo familar se mide
derse en una cueva a la que le encienden hojas o palitos para que el humo
por: el número de miembros de la unidad doméstica y su cálculo emplea
ahogue al animal y así lo puedan sacar. A la iguana la espían en la sombra
una medida de 4.5 kg de semilla de maíz, cuya cosecha sirve para mante- de un árbol junto al río, a medio día, que es la hora en que se entierran es-
ner a dos personas al año. tos reptiles; cuando la iguana tiene la cabeza enterrada, la agarran del_pes-
cuezo, se lo amarran con un lazo y le colocan en el hocico una especie de
bolsa para evitar que muerda si no pretenden comerla en ese momen~o. El
takwach o tlacuache también es cazado y se come para evitar el enoJo en
N ey ra P. Al v artJ clo So /i s
L os m e xi c an e r os e n e l No rt e el e M éx i c o
165
días de la ceremonia; el mayor de patio dirige la cerem onia y reza fre nte al E PA I Y T I EMP
altar fumando una pipa y tabaco, este último es considerado com o correo.
Tres veces al día: durante los cuatro días se dicen rezos que e tán marcados Los m exica n ero con ciben un mundo dividido en tres partes, la parte su-
por el curso del sol en el día; es decir, cuando sale el sol, cuando se en cuen- perior con t itui da por e l mar y varios cielos donde habitan nuestro padre
tra en el cenit y cuando se oculta. Los hombres se orga nizan par a cazar ve- Jesucri t o y lo anto patronos. La conexión de la parte superior con la
nado y cuando logran cazarlo lo entregan al mayor para ser pre en tado por parte int rmedia la da el lugar del sol en el que se encuentra un cordón
él en el altar y es ofrecido al sol. La noche del cuarto día repre entan una que con ect a 1 lugar de lo diose con el espacio de los cuerpos de los
danza de venado donde un hombre se coloca la piel de ven ado en la espalda hombres Y con el lugar de lo muertos que es la parte inferior. Esta parte
y sujeta la cabeza del mismo entre sus manos. El animal es seguido por un inferior tien e en u parte última al mar que se conecta con el mar inicial
perro· para simular la cacería. El perro atrapa al venado en el momento de de los cielo para dar una concepción dinámica del espacio. El tiempo, a
salir el sol. Toda la noche el músico toca el arco y la gente por pare jas del su v ez, es con cebido en tres tiempos. El primer tiempo es el del silencio Y
mismo sexo bailan alrededor del fuego, la fila de un sexo en sentido contra- de ~a oscuridad . El segundo es el de los dioses, en el que hablan animales
rio al de la otra fila. Los sones de la música son venado tamal estrella
/ I Y piedras, en que los dioses subieron a los cielos para dejar al hombre las
grande, pluma y pájaro amarillo. En los costumbres comunales el mayor o costumbres. El t ercero es tiempo del hombre. ·
un enviado lleva al Cerro de la Pluma la cabeza y los huesos del venado, en Si no es fácil entender las prácticas de caza-recolección vinculadas
el costumbre del agua lleva esquite y monedas. En los costumbres familia- con l_a agricultura en determinada sociedad, tampoco comprenderemos l_a
res los niños recién nacidos son presentados e iniciados en el consumo del fu?ción de cada elemento que participa en un ritual. Sin este ente ndi-
maíz, en el costumbre del elote se les hace la bendición del vino a los jóve- miento vamos a continuar haciendo generalizaciones. Por ello considero
nes para que tengan el permiso de sentarse en el banco de fumar de ingerir que eSt a presentación es un trabajo preliminar. Además es necesario co-
1
guachicol; -a las mujeres se les permite sentarse en el ;etate, y a ambos pa- nocer los nombres de los animales, las plantas, de los objetos que utilizan
ra poder casarse. En las fiestas patronales, la población lleva a los cerros
J flechas pintadas con diferentes colores y objetos y, dependiendo del favor
para cazar o recolectar, las épocas del año y su vinculación con las len-
guas que hablan los otros grupos de la región para denominar cualquier
qu~ soliciten, ofrecen a los patrones chocolate en agua y los mayordomos elemento Y, por supuesto, relacionarlo con su cultura.
sa~1entes ofrecen coronas y rosarios de pinole de huautli mezclado con
miel a los mayordomos entrantes. BIBLIOGRAFÍA
167
N ey ra P. A l va ra do Sa l í s
166 L os m ex i can e r os e n e l N o rt e de M éx i c o
1960 Mesoamérica. Sus límites geográficos, composición étnica y ca- M VIM IE TO LI GÜÍSTICOS EN EL NORTE DE MÉXICO
racterísticas culturales, Tlatoani, ENAH.
MEDINA, ANDRÉS Otto Schumann G.
r 990 "Arqueología y el desarrollo histórico mesoamericano", en Pri- In tituto de Inve tigacion e Antropológicas, UNAM
171
·
M ov 1m1· e nt os ¡ 1n
· g u1
·· · s t1· cos en el Nort e d e M é xico
Ott o S chumann G .
170
De la familia coahuilteca trabajada por Mauricio Swade h , n o hay en La 11 ga da d p blación procedente de Europa fue motivo de grandes ~on-
la actualidad alguna lengua que la represente, aunqu e exi ten regí tros flict q u obli ó a migrar a muchos grupos indígenas de Estados Umdos
parciales de un buen número de lenguas, mientras qu e, el gran macro o a otra r gio n d N orteamérica. .
filum hokano se hace presente en Honduras con la familia jicaqu e o tolo- La di tribu ción d la lengua nos permite decir que el nomadismo se
pán que cuenta con hablantes hoy en día. prac ticaba n ár a g ográfi cas determinadas en tres grandes regiones de
La multiplicidad de lenguas fue un hecho importante para el Norte, acu rd c n 1 filu m o m acro que se hacen presentes en la zona. Tam-
así como lo fue la pluralidad cultural, ya que aparecen grupos de pescado- bi · n a pr ci a m o qu e el e quema se rompe con la conquista, al aparece_r
res, concheros, sedentarios y otros qu e practicaron el n om adi nio. É te es e n la r i n h ablante d nahua, español y, en menor cantidad, de otom1.
un hecho que señala un reto para investigar, ya que e ta región geográfica C o n 11 r m pi 1 m apa lingüí tico y cultural que se tenía. · .
presenta situaciones culturales complejas por la diversidad de formas de Durante el iglo pa ado el Norte de México recibió otro gran flu¡o d_e
vida y su conjunción, sobre todo con esquemas que hacen ver interferen- població n 11 gada de má al norte y el traslado de pueblos como los ~emi-
cias en varias áreas, que no coinciden necesariamente con la distribución nole que en un ti mpo fu eron llevados a Coahuila y no permanecieron
lingüística de la zona. por mucho ti empo. Lo apaches que hicieron historia, los comanches '!
La importancia antropológica de estas culturas nos hace esperar mu- los kikapús qu e llegaron desde la frontera de Estados Unidos con Canada,
chas investigaciones, ya que las que hasta ahora tenemos se relacionan para a entar e n Coahuila.
con las llamadas "altas culturas". Se carece de trabajos exhaustivos que Lo grupo athapascanos forman un gran tronco lingüístico que po-
permitan dar razón de todos los grupos que practicaron la pesca, el noma- blaba de de Ala ka ha ta el occidente de Canadá y desde la bahía de Hud-
dismo, así como los de la agricultura incipiente, que fueron parte del que- son hasta la región de los grandes lagos. Los grupos athapascanos son bási-
hacer humano. Por ello no debemos discriminarlas por las anteriores ca- camente conjuntos de pueblos cazadores y pescadores, con un desarroll?
racterísticas porque todas son culturas y, por lo tanto, forman parte de la del uso de pieles para la confección de vestidos y la construcción de v.1-
respuesta que el hombre ha dado a sus formas de vida. viendas, la elaboración y manejo de artefactos para desplazarse con efica-
La cultura humana no es importante por los artefactos o productos cia sobre la nieve, así como del uso de transporte de navegación como los
materiales: la organización es primordial, tanto en la familia como la li- cayucos y las canoas, la crianza de perros para tiro y, en tiempos posterio-
gada con el clan. La identidad no se da por razones meramente materia- res, el uso del caballo.
les, más bien es la interpretación y su apropiación del mundo, cómo la Los athapascanos son ampliamente conocidos por sus representacio-
organizan Y el papel que juega en las creencias y usos para poder vivir en nes y cultos totémicos. Entre ellos hay individuos conocedores de la ma-
un medio determinado. dera: no solamente la utilizan para construir casas y tallar objetos, sino
Es bueno recordar que no se puede incluir dentro de un término gené- para elaborar instrumentos de cacería, de desplazamiento y cestas para
rico a todo un conjunto de pueblos; así se dice que eran nómadas, como si guardar objetos recolectados.
el practicar el nomadismo igualara a todos. Hay que recordar que, en la A principios del siglo x1x, los grupos athapascanos se desplazaron Y
época colonial, en Guerrero apareció el grupo nomádico de los chiveros, algunos de ellos al igual que los kikapús llegaron a México. Una parte se
como parte de las haciendas ganaderas trashumantes, a partir de grupos estableció en Oklahoma, Estados Unidos, y la otra en el municipi~ _de
que practicaban la agricultura intensiva. También es importante tomar Múzquiz, Coahuila. A su llegada se fundaron dos centros de poblacw~:
en cuenta que entre los llamados sedentarios tenemos grupos que practi- "Nacimiento de Indios" donde se establecieron los kikapús, Y "Naci-
can el nomadismo, como los gitanos (entre los que hay divergencias cul- ' ,
miento de Negros", en el cual quedaron los esclavos negros -que traian
turales según la región del mundo en la que se mueven). consigo, a quienes se otorgó la libertad, cuando entraron a territorio na-
A pesar de disponer de pocos datos, es posible observar que los grupos cional, siendo Benito Juárez presidente de la república.
nomádicos del norte no tuvieron una unidad cultural, pese a que lingüís- A los kikapús se les concedió territorio a condición de que se asenta-
ticamente tuvieran una relación de origen; basta recordar los conflictos ran Y lucharan contra los apaches. Traían como tótem al oso, del cual di-
habidos entre pimas y pápagos. cen descender; afirman además ser el producto de la relación entre una
Los grupos nómadas del norte del continente se vieron afectados por mujer y un oso. Este animal juega un papel muy importante en su mito-
los grandes movimientos de pueblos en Estados Unidos y Canadá y que logía a pesar de que en la región en la que ahora se asien.tan no existe est e
afectaron su vida con la introducción del caballo y las armas mecánicas. tipo de animal.
athapascanos: están hechas con varas y petate de tule que las muj eres se
encargan de construir y tienen forma redonda. Alguna famili a conser-
van la tradición de construir varias casas, una para la cabeza de la familia, I TR DU
otra para los jóvenes y una más para las mujeres que se encu entran en pe-
riodo de menstruación. Sin contar con la muy discutible glotocronología, en la lingüística hay un
. En la actualidad los kikapús siguen divididos y participan de la agri- número significativo de campos o temas que permiten correlacionar in-
cultura, aunque de preferencia pagan peones qu e no sean de su grupo pa- forma ciones lingüísticas con investigaciones históricas o arqueológicas.
ra sembrar. El gobierno estadounidense les dio concesiones, pero cuando En es t e trabajo presento, a manera de ejemplo, tres de esos campos en los
los kikapús optaron por la ciudadanía mexicana, el estado norteamerica- que la lingüística plantea hipótesis de naturaleza histórica que, al ser co-
no les retiró todos sus derechos. rrelacionadas con estudios y resultados arqueológicos, pueden aportar
Lo que he tratado de destacar es la riqueza y la diversidad que presen- una visión un poco más completa de la realidad pasada.
ta esta gran región llamada Norte, por lo que debe hacerse un esfuerzo Es necesario insistir en que este trabajo no hablará de glotocronología
mayor para su conocimiento histórico y antropológico, justo llamado de ni de fechas de separación de lenguas, y sí, en cambio, de algunos temas
atención que nos ha hecho Tita Braniff, quien ha dedicado su vida a este que se están abriendo y que podrían, con el aumento de investigaciones
problema. al respecto, ir conformando líneas sugerentes de interacción entre las dis-
ciplinas históricas y la misma lingüística.
• BIBLIOGRAFÍA Por otro lado, este estudio está hecho pensando en lectores no espe-
cializados en temas de lingüística. Por ello I se hacen algunas precisiones,
LONGACRE, ROBERT o ciertos comentarios que tratan de facilitar la comprensión de lo aqlll
1 967 "Systemic Comparison and Reconstruction", en Handbook of expuesto. Finalmente, es importante señalar que mucho de lo aquí co-
Middle American Indians, vol. 5, Linguistics, University of Te- mentado es resultado de trabajos tanto en proceso como ya concluidos,
xas Press, Austin, pp. rr 7 - 159 . por lo que debe ser entendido como un conjunto de propuestas y reflexio-
SWADESH, MORRIS nes sobre la articulación de la lingüística y la arqueología.
1 967"Lexicostatics Clasification", en Handbook of Middle American
Indians, vol. 5, Linguistics, University of Texas Press, Austin, ADVERTENCIAS
pp . 79 -rr5.
STURTEVANT, WILLIAM G. (COMP.) Al empezar debo simplemente anotar algunas premisas o advertencias
1 983 Handbook of North American Indians, vol. 6, Smithonian Insti- que de seguro ya se conocen, pero que no está de más hacer explícitas pa-
tution, Washington, D. C. ra evitar malos entendidos. En realidad, estas advertencias manifie st an
CAMPBELL, LYLE Y MARIANNE MITHUM una determinada posición. En algunas de ellas se plantean ciertas pregun-
l 979 The Languages of Native America, Historical and Comparative tas que no pretenden ser contestadas en este trabajo, dejándole -al lector
Assesment, University of Texas Press, Austin. que decida su posición al respecto al responderlas. _.
1. Relación lengua-etnia. Esta relación es falsa. En México, tradicw-
nalmente se ha identificado etnia con lengua, dejándole incluso al idio-
ma la marca determinativa de la etnicidad. En este sentido, un tarahuma-
ra pertenece a la etnia tara umara porque habla la lengua tarahumara.
Tres argumentos bastan para cuestionar dicha identidad. a] Las caracte-
175
174 O tt o Sc hum a n n G .
rísticas culturales (que en todo caso definirían lo que una etnia) son igu al man ra, un grupo ocial puede ser definido como bilingüe, aunque
muy complejas y la lengua no puede ser, en ningún ntido, 1 factor defi- ólo u ' lit u com rciante sean los que efectivamente hablen dos
nitorio. b] La lengua misma entraña un problema r lacionado con u idioma ; y I pu d exi tir un tipo de interrelación en la que cada una de
frontera "interior", es decir, con la distinción entre dial cto Y lengua. A la pan habl n u idioma pero entienda el otro, es decir, entender dos
esta indefinición hay que agregarle que, por lo general, cuand e habla idi ma p r h ab lar ólo uno.
de lengua en realidad se hace referencia al nombre de ell a, y no a us_c~- . n epto de frontera . E te concepto es relativo y más cuando se
racterísticas lingüísticas (y mucho meno oci lingüí tica ). e] Por ulti- refi r a ituaci n ociale IY la lengua y la cultura lo son). En este sen-
mo, y relacionado con una de las variables clave de la identidad,_de_bemos tido, al b rvar un mapa lingüí tico, e deben entender las áreas no co-
recordar que el nombre de la lengua (que se exti nde al grupo et mco) no mo ntidad c rrada y definitivas (aquí termina una lengua Y empieza
es en ningún momento el nombre dado por su u uario , sino el dado por la tra) in m proc dimiento gráficos para facilitar la exposición. In-
sus vecinos. Estos tres hechos cuestionan fácilmente la relación lengua- clu o, d bem r cordar que los dominios de la lengua son la comunidad
etnia I O l• si el yaqui y el mayo fueran una misma lengua (como lo afirman
,
(conc pt n o r <lucido a lo territorial) y que, por lo general, existen len-
algunos lingüistas nombrándola cahita), los yaqui y mayos senan una gua dominante , ubordinadas, espacio sociales en los que la dominan-
misma etnia? te e x y tro n lo que e y, etcétera. De este modo, en términos gene-
2 . Relación tepalcate-etnia. También esta relación es falsa. En este rale , un mapa lingüí tico representa áreas o zonas que encierran un
sentido, retomo el argumento sobre la complejidad cultural para eñalar conjunto d c munidades cuya lengua dominante es la que, precisamen-
que los materiales arqueológicos no son, ni con mucho, una parte signifi- te, le da nombre al área.
cativa de determinada cultura. No rechazo la identificación que en un Por todo lo anterior, es obvio que en este trabajo no se hablará de
momento dado se pueda hacer entre los materiales arqueológicos Y una composición é tnica del Noroeste, ni se manejará que a diferente cultu~a
cultura arqueológica, pero suponer que dicha cultura es o pertenece a una material 1 corre ponde distinta lengua, ni nada por el estilo. Este traba¡o
etnia es un salto epistemológico no sólo peligroso sino incluso muy se limitará a e11a lar la presencia de grupos hablantes de determinada len-
aventurado y nada sencillo de sostener. Se puede hablar de una cultura gua en cierta región sin má implicación que eso. .
(arqueológica) tolteca, pero ¿hubo una etnia "tolteca"? Por otro lado, como se mencionó al principio, los tres temas que, uni-
3. Situaciones de bilingüismo. No se puede negar a priori la inexis- dos, no permiten correlacionar la lingüística con las disciplinas históri-
tencia de situaciones bilingües o plurilingües. Es muy probable que éstas cas son: a I las agrupaciones lingüísticas, b I los sistemas léxicos, Y el la
hayan sido la condición misma para las interrelaciones de los grupos pre- movilidad lingüística (es decir, la correlación entre la agrupación lingüís-
hispánicos (pensando, por ejemplo, en la exogamia, el comercio o inter- tica y lo geográfico).
cambio, las alianzas militares, etcétera). A esto hay que agregar dos he-
chos más: a] la indefinición ya mencionada entre lengua y dialecto, AGRUPACIONES YUTOAZTECAS
agregando aquí que la interinteligibilidad no necesariamente es un factor
definitorio entre lengua y dialecto, es decir, la mutua comprensión no es Uno de los temas más comunes de interrelación entre la lingüística Y la
garantía de hablar un mismo idioma (o, en otras palabras, si dos personas arqueología es el referido a las agrupaciones lingüísticas. Esto, por e~ em-
dicen hablar lenguas diferentes pero se entienden, esto no significa que pleo del árbol genealógico como representación gráfica de determma_da
ambas sepan el mismo idioma)/ y b] las características tanto sociales co- agrupación . Si bien el árbol no es el mejor recurso para indicar las relacio-
mo individuales del bilingüismo y sus dos dimensiones, receptiva Y ex- nes "genéticas" entre lenguas, su uso permite, al menos inicialmente,
presiva: se puede ser hablante de una sola lengua y oyente de dos. partir del siguiente presupuesto lingüístico: la evolución de las lenguas
Intentando aclarar un poco más este punto, presento tres ejemplos va de un proceso cuantitativo de dialectalización les decir, de confor~_a-
sobre situaciones bilingües hipóteticas para evidenciar lo complejo del ción de variantes dialectales) hasta un proceso cualitativo de generacwn
problema: a] una comunidad puede ser caracterizada como bilingüe con- de lenguas diferentes.
siderando que la gran mayoría de su población maneja dos idiomas; b] de Dicho en otras palabras: dos comunidades que hablan la misma len-
gua tendrán, por razones de uso, ciertos cambios mínimos dentro de cada
1 Lo contrario da pie a interrogantes más interesantes. Por ejemplo, si dos personas dicen una de ellas. La separación geográfica normalmente · evitará que tales
hablar la misma lengua y no se entienden, ¿en efecto hablan la misma lengua? cambios sean compartidos por ambas comunidades, generando, al paso
L eo p o lcl o Valiñas Coalla Lo que la lingiii s ti ca y ut oaz t eca podría aportar 177
176
de poco tiempo, que ambas tengan diferente dial ecto (siendo el mismo
idioma). Más adelante, al transcurrir más tiempo, las diferen cias se incre-
mentarán a tal grado que se pueda hablar ya de lenguas diferentes .
El punto central es la variable espacial: esta dialectalización implica,
además, una gradual separación geográfica. Ello supone que las lenguas
emparentadas tienden a distribuirse en un continuo geográfi co, por lo
que su semejanza lingüística debe ser proporcional a su vecindad geográ- Pa i ute del f
!
fica (es decir, en una familia lingüística se espera qu e las lenguas más se- Norte
mejantes sean más próximas geográficamente). Y éste es un punto impor-
Shoshone
tante porque permite establecer hipótesis tanto sobre contactos profundos NUMICAS
en el tiempo como hablar de movimientos poblacionales .
Lingüísticamente hablando, uno de los criterios más empleados para
!/ _:,. l __..,··-'/·····-···· -
poder afirmar (o negar) la subagrupación de idiomas es el de las innova- ·······-..,::
ciones compartidas. Una innovación compartida es, en pocas palabras, Honor•••... .·· Ute
··.········!
un mismo hecho lingüístico presente (o inferido) en dos o más lenguas Pn : 1,.
···••····=
diferentes, históricamente explicado como un cambio sucedido ti empo
atrás. Hay que diferenciar, además, la innovación compartida del cambio
difundido por contacto; esto es, de un mismo hecho lingüístico presente
en dos lenguas como resultado del contacto entre ellas.
Este último punto entraña un problema nada sencillo de resolver: es
necesario definir si un determinado hecho lingüístico es una innovación __ ..,,,-----, ' 13 e
2 Traducci ón de: "There is a geographic di scontinuity betw een th e Northcrn ami th c Sona - 5 Emplea mo s fund am entalm ente 5 m étodos: aj Análisis de cúmulos; b) Escalamient?_mul-
ran languages,_which is now fill ed by Yuman langu ages. This family has a shallowcr tim e tidim ensional (con sus dos variantes, clásico y ordinal); e) métodos de clasificacion 0 °.
depth than Uto-Aztecan . There is evidence that th ey expand north and eas t, from a point jerárquica (Promedi os- K); d) Criterio de la suma de cuadrados y e) estadísticas descnpn-
near the lower Colorado or at its mouth, causing th e geographic hrc ak hetwee n th e vas. C f. Cortina-Borja y Valiñas, 198 9 . ·
6 Trnducci ón de: "We think that there are many lines of evidence that allow us to juSt1fy ª
Northern and th e South ern Uto-Aztecan languages (Hal e and Harri s, 1979: 17 2 -72, 1 7 5·
7 6 ). Likely there was once a connecting chain of transiti onal languagcs in Western Ari- Northern Uto-Aztecan (NUA)-Southem Uto-Aztecan (suA) partition. All the me t bods used
zona between these two groups (Fowler, 198 3: 242) ." showed thi s division; [.. . ] The lexical diversity between Sonaran and Aztecan is greater
-' Traducción de: "The maj or split occurred approximat ely 4 ooo yca rs ago dividing th e Ut o- thªn betwe en Numi c and Takic-I if 1 therefore1 suA is incontrovertibly a group, by th e same
criteria, so too is NU A" .
Aztecan stock into two maj or sub-stocks, the N orthern and the Southern . The Northcrn
7 Traducción de: "Careful consideration of the plant and animal lexical data in some ways
sub-stock is further divided into th e Shoshonean and the Son a ran ."
support s such a differentiation, although gaps in the record make the conclusion tenta-
-1 También basó su investigación en 100 entradas léxicas.
tive" .
Tanto los criterios fonológicos (que son dos) como los morfológicos no El sistema numérico
permiten, sin embargo, hablar decididamente de la subagrupación men-
cionada, dado que muchos de estos criterios son compartidos por subfa- El sistema numérico es uno de los sistemas léxicos que más probabl~-
milias ajenas a esa agrupación o porque sólo lo presentan dos de las tres mente pueden evidenciar contactos interculturales (por su segura pertl-
subfamilias. Finalmente, es importante decir que no hay argumentos lé- nencia. en relaciones de intercambio o en asuntos calen d'ancos
· )· Un estu-
xicos (a partir de los datos de Miller) que apoyen la agrupación tepimana- dio comparativo del sistema numérico de varias lenguas nos permite, ~?r
tarahumarana-corachol. ello, no sólo apreciar diferentes estrategias de numeración sino tambien
Si esta subagrupación es la adecuada, implica interesantes movi- posibles contactos o intercambios presentes o pasados que se han queda-
mientos poblacionales (véase mapa 4). do "reflejados" en la lengua. Véanse, por ejemplo, los cuadros r-3; en
ellos se pueden observar los siguientes hechos significativos:
uno dos tres cuatro cinco seis siete ocho nueve diez
pápago himako goo-k wái-k gí'i-k hitasp cuudp pápago w+w a'ak gigi 'ik humukt wis-tmaam
névome mako go-k vai-ko gí-ko/makoha utaspo tutpo n évome vuva k a m a gigiko tum-hustamama hus-tamama
pima Onav h+ma góo-k vái-k gí'i-k h+ta 'asp tuudp pima Onav as v+va 'ak a m gi '-gi'ik v+i-s-tmaam
pima hj-K mado go-k vái-k gi-k htta 'asp tuutp+ túm-hlstmáam bis-tmam
pima bj-K búuba k a m gíí-gi 'ik
pima Maye hfmik goo-k wái-k mákow mawfts wúseny gooko-mákow a'ipisbts
pima M aycob wusi-ny -di-m-lúmk
tep-nte-R himoho gó-kado véi-kado mákoa-do siatámado náddamo bei-vustama
tep-nte -R kwárasamo mo-mókovacli- tu-bustáma
tep-nte-C horno goo-ka vai-ka maakova taama naadamí
t ep-nte -C kuvárami ma-máho tu-stama hai-vustaama
tep-nte-B imooko goo-ka vaí-ka makova táma nadami
tep-nt e -B kuv árahami maa-mákova tu-vustY áma hai-vustY áma
tep-sur ma'n goo-k vái-k máakov camám sium-má 'n
tep-sur sium-góok sium-váík sium-máakov mámv-ís
tar-oeste hilé o-ká hakía naó malígi usáni
tarah-oest e gicáo osá-nao igí-makué makué
tar-nte hilé o-kwá hei-kiá naó malí usáni
tarah-nte kictáo osa-naó kí-makói makói
tar-sur hilé kWá kiyá nahó malí SWán
tarah-sur kicáw swanawó iyím mkó
guar-río piré goh-ká pai-ká na'agó marihkí puhsáni hosa-máriki
guari-río goi-gúhsani hosa-náo hátani
guar-sie piré wo-ká pai-ká naó marikí puhsáni makói
guari-sie ihkicáo wosá-nao ki-makói
huichol sevi húú-ta hái-ka náu-ka 'auxfvi 'ataseví tamaamáta
wá'apwa mwaákwa huichol 'atahúúta 'ata-háika 'atanáuka
cora saf waih-ka ansihi aráhsebi tamwaámwata 'a
tuhar hemé nyó-r vayí-r narikí-r mamuní-r osaní-r cora araáwa 'apwa ará-waika
tubar nyo-vosaní-r sutu-suakám
tehueco senu woi vahi naeki mamni husani wo-mamni
yaqui wói háhi náiki mámni húsani tehueco wo-busani wo-naeki hatani
sénu woh-mámni
mayo seénu woo-yi hahi naíki mamni húsani yaqui wo-búsani woh-náiki hátani
mayo hátani woh-mámni
ópata se go-de vai-de nago mariki busani woi-búsani woh-naíki
ópata ki-makoi makoi
tegüima se go-kuci vai-kuci nago-ci mariki husani seni-bussani go-nago
tegüima ki-makoi makoi
tónochi séi wo-dí héi-du naawói márki busáni seni-busani go-nagu
tónichi bes-maako'oi máko'i
eudeve sei go-dúm vei-dúm návoi márki vusani senyó-busani wós-nawói
eudeve ves-mákoi mákoi
náhuatl .seen oo-me eeyi naawi maakwil- cikwa-seen senio-vusáni gos-návoi
ma' tlaak-tli
náhuatl cikw-oome cikw-eeyi cikw-naawi
LENGUAS: pima Onav ~ pima de Onavas; pima bj-K - pima bajo con datos de Key; pima Maye - pima bajo de L . • . _ ima Maye - pima bajo de
Mayeaba; tep-nte-R = tepehuano del norte con datos de Rinaldini de 1743; tep-nte-C - tepehuano del norte con ENGUAS. p1ma Onav - p1ma de Onavas-, pima bj-K - pima bajo con datos de Key,-CP_ tepehuano d e1 nor t e con
d¡¡tos de la Coordinación Estatal de la Tarahumara; tep-nte-B - tepehuano del norte con datos de Bascom; tar- Mayeaba; tep-nte-R - tepehuano del norte con datos de Rinaldini de 1743; tep-nte d de Bascom· tar-
d d l d 1 rte con atos '
o_este = tarahumara del oeste; tar-nte - tarahumara del norte; tar-sur - tarahumara del sur; guar-río - guarijío del atos e a Coordinación Estatal de la Tarahumara•' tep-nte-B - tepehuano e no delsur- guar-río = guarijío del
no; guar-sie = guarijío de la sierra. oeSt e - tarahumara del oeste; tar-nte - tarahumara del norte; tar-sur - tarahumara ' ·
río; guar-sie - guarijío de la sierra.
187
186 L eo p o ld o V a liñ as C o alla L o qu e la lin g .üí s ti c a y ut o a z t e c a podr í a a portar
CUADRO 2. Sistema numeral en la protol ngua yut oaz t ca R I. 2. te ma num eral n la protolengua yutoazteca (continuación)
PYAS * *s½i-m+ ** woo **pabi * naa-wo mariki pu arn Pl'IM w+w a ' a k a R 1 -..¡. tu-vu tama w+s-tamaama
PPIM *b+m+ *go-ka *wabi-ka *gi 'i htta sp tuudpt l'T EI' ku a ra n11 R 1 --+ tu-vu tama bai-vu tama
PTEP *h+m+ *go-ka *wabi-ka *makowa *tama *nadami r l'A • 1 (i 2 r4 ki-10 *makoi
POPA *see-ye *woo-ye *babi-ye "naawo-i mariki bu ani PTAR ikica 2 I r4 iki-10 makoi
PTAR *pile *wo-ka *pai-ka *nao mariki "pu . ani l'CAH w -6 2 p r 4 batani *2 por s
PCAH *seeme *woo-ye *babi *nariki 1namun1 *bus a ni l'Tl3R w - -r * utu-suakám
PTBR *seme *wo-r *wahi-r *nariki *mamuni-r *wosani-r p . H + 2 s +4 *tamaama-ta
PCOH *se-ve *huu-ta *bai-ka *nao ansebi * )- - ve PAZT ) 2 j + S+4 *ma 'tlaak-tli
PAZT *seeme *oo-me ·~eeyi *naawo *makwil-li * - -see1ne
N OT A: Las form a co n a . t c ri. ·o re lcj :rn n :con . truc ionc aproximadas.
N OTA: Las formas con as t e ri s co refl e jan reco n s truci o nes aproximadas. LE GUAS: l' YA • pro t o 1 Ut o az t c a; l'YA • protll yutoaztcca nortC110¡ p ÚM = proto númico; l'TUB = proto
LEN GUAS: PYA = proto yutoaztcca; PYAN = proto yut oaztcca norteúo; l'NÚM - l'l' IM proto númicu; l'TUII - prot0 tubatul::ih:il , l'T AK - ¡ ro to t :i ki ·a ; 1· Ho r - pr to h o pi; PYA - proto yutoazteca urcúo; rr1 1 PTEP = pro to tepimano;
tubatulabal; PTAK = proto t á kica; PH Or = proto hopi; PYAS = proto yutoa z tcca urc.:110; r1•1M PTEI' - pruto tcpim a n u; Pnl'A • pro to u patana; í'Tr\R • pro tn t:ir:ihumarana; I' AH - proto cahita; rTBR = proto tuhar; r co H = proto co rachol;
PO PA= proto opatana; PTAR = proto tarahumarana; PCAH = proto ca hita; PTBR - proto tubar; r c o 1-1 - proto corac h o l; PAZT - pro tn :i z tcc an u . tras : RED - redupli cac ión .
PAZT = proto aztecano. Otras: RED= reduplicación.
- ---
Cu.ADRO 3. Sistema numeral en las lenguas yumanas y a tapa ca n a C UADR m a num ral en la lenguas yumanas y atapascanas (continuación)
, ¡portar
L eo p o l do V aliria s Co alla Lo qu e la lingüísti c a y utoa z te c a po d ria 1
CUADRO 4. Relación de cabeza-cabello-vello en la lengua yutoazt ca ure ña At tl 6. R la ió n pluma-a la n la 1 ngua yutoaztecas sureñas
L e o p o 1d o V a 1i a e o 11 a 195
194 Ii 5 ti
Lo que la lingüí stica yu t oaz t eca po ·
d ria aportar
CuADR 9 . Lo colores e n la 1 ngua ut azteca ur ·1ia CuA R ) ro. R f rente yutoaztecas sureños de maíz, esquite y semilla
maíz elote jilo te alote m azorca milpa frijol pinole coma] tortilla
pápago húuni kumikuD páp ago múuni h aaki
névome hunu tunibo n évo m babi nabaita
pima bajo hunu ka 'ibari kuumktr pima baj gah a bavi tu'i ttmickar ti-mit
pima Onavas húun káibal pima O n ava ga 'aga poso'ol tu 'i taskal
pima Maycob húun káibil kúumki-r huuníibi-r pima M aye ba t i baw tú 'i timckar t.fmic
tep-nte-R hún+ keibid+ t ep-nte-R da ni/ u a taskali
tep-nte-B úúni kaibiadi- ktribikarro t ep-nte -E ga bavi tuisapi akuru taskali
tep-SE huun hunva' kúmkar ba.Skabák
tep -SE gaa bav túi sap komary ti-mkal
tep-SO huun hunva'g kúmkar hunva 'g
te-SO gáa bavíi túisap haikar ti-mkal
tarahumara sunú pací pací/sitá o'ná sunu o'n egam e
tarahumara ecí/w asací muní kobisi sakíla/reméla remé
guari-sie sunú ihpací wo'ná werumá sunú
guar i-sie m aapí muní ihkopísi sagilá teméi
uari-río su'unú hi ahcí hó 'onára s. hi ahcíira
guari-río h eh cí muuní tuusí táakiságira táhkarí
huichol 'ikú . hííhri sííta kWáusa kwauyáári
huichol vásá múum e pesúri sat-í paapá/súira
cara yuuri iki-i-ri yuúriki-hpwa kuúsa 'a yuúri
cora bí' ira 'a múhume ffiWati-tSiS sacwemi hámwi 'i
tubar koí-t so!-ít
tubar vu pusí-t matusí-t tasekalí-t
tehueco baci abari sitawa nawo bacinaokame
tehueco w asa/sunu mun1 vanari/ takkarim
mayo Bácci aBari sitawa naawo
mayo w aasa/súnnu muuni saktussi wáko'ori táhkari
eudeve sunú-t húba húba n éhro víro
eudeve ecí-t mun tusí-t komáli táskari
náhuatl tlaol-li eloo-tl siloo-tl oloo-tl sin-tli
náhuatl mil-li e-tl pinol-li komal-li tlaskal-li
N O TA S: En t ehueco, / w ákori / es " tepalcate, ti esto" y en gu arijío de la sierra, /wa'kári/ es "tepalcate"; en pápago,
puede estar relacionado con el hecho de que la semilla de la calabaza o / gákoDk/ (que es la mi m a palabra ) es "curvo, chu eca". En cora, "pinole" es también "aserrín".
pepita tuvo un valor importante.
c] Las lenguas tepimanas y guarijías relacionan el término que tienen
para "semilla" con "elote" . Las tarahumaranas más bien relacionan "ca-
hl La palabra "frijol" es bastante interesante por dos razones: i] la
mayoría de las subfamilias presentan la forna *muuni (excepto el tubar
labaza" con "elote"; y las cahitas, "maíz" con "semilla".
y las aztecanas); y ii] la mayoría de las tepimanas tienen, más bien, *ba-
d] Aparentemente, sólo el eudeve y las aztecanas tienen forma espe-
wi (excepto el pá pago). Aquí es importante señalar que la forma tubar
cializada para "jilote", "elote" y "mazorca". De hecho, la gran mayoría
/vupusít/ es semejante a la forma névome: /vupuikama/ "frijol pardo 0
carece de forma especializada para "mazorca".
amarillo".
· e] En las coracholes y tarahumaranas la forma para "jilote" es reflejo
i] Las formas para "pinole" están relacionadas con e-1 verbo "mo1er ".'
de * sita (probablemente habría que incluir las aztecanas en esta rela-
* * tusu . Son interesantes las semejanzas entre el cara y tubar y las tepi-
ción). Es interesante ver que en las lenguas tarahumaranas, "pelo del elo-
manas y opatanas (incluyendo el guarijío del río).
te" está relacionado con *sita en lugar de *paci: tarahumara: /sitabówa/;
;] Sobresale la ausencia de términos especializados para "tortilla"_Y
guarijío de la sierra: /sitapóa/; guarijío del río: /sitahpóa/.
"camal" . La primera presenta dos formas nada más, ambas préstamos del
fl Aparentemente ninguna subfamilia comparte la palabra para "alo- náhuatl: /tlaskal-li/ y /ümi-/ (según Miller, esta última tiene que ver con
te".
el náhuatl /tamal-li/ [?]) . Por su parte, "camal" es también un préS t amo
g] El término para "milpa" está relacionado ya sea con "sembrar", nahua, o está construido a partir de "esquite", **saki (corachol, tarah~-
* *4ci o con * * wasa. El primer término es característico de las sureñas del . ") O de "tortl-
marana o tepehuán del sur; ver la forma tubar para "esqmte . ,,
norte, mientras que el segundo, de casi todas las sureñas. Sobresale el he- lla" (pimas y tarahumaranas), o se emplea el termmo -para utepalcate
, • b
cho de que el náhuatl queda, en apariencia, por afuera de esta constante. .
(como en las cahitas). Por su estructura fonetica,
, . es t os préstamos de en
,
a] La tara abita: t mando en cuenta el número "ocho" y el color
CuADR0 r re. Elementos léxicos sureños referidos a la agricultura
"amari ll " .
sembrar calabaza b J La r laci · n ahita-o pata na: ba ándono en el sufijo de los números
semilla
esquite
kái 'ftst haal/sapi jk " d " a "cuatr ", 1 1 r " rojo " la forma para "calabaza" .
pápago haaki
ka'i
ha'aki tsi- a'ra/himako/ iim 1La relaci · n atana-tarahumarana: ob ervando el número "siete" Y
pima bajo
kai
konhrui ts haal/araav lar la i n - " plun1a " -" a la" " milla " -"elote".
pima Onavas
pima Maycob kaytr fsig im di La r la i · n t pimana -corachole : con los números "cuatro" Y
tep-nte-R haakt keidi/usakt tse hime "di z" y lar la i · n" lun1a " -"ala".
tep-nte áaki káítYkai tsa imaií e\ L r la i · n t pi mana -tarahurnarana -corachole : ·con las formas
tep-sur káicuk 'tsí imái para "cab z a" -"pelo " -" llo" y, probablemente, la formas para "jilote",
te-SE háak kaicúk/ 'uscuk 'tsí suusíi "t rtilla" y "cornal ".
tarahu sakí talí/raká e'cá bací fl La m janza entr la cahita y el tubar: con los números "cua-
guari-sie sakí pahcí/taká/ihtári eca-ní aláwe/kamá tro", "cinc "y" iete" la relación "plu1na"-"ala".
guari-río pahcirá héci-mané haráwe
huichol saakí hasí/'imfari 'esárika súsí Hipót e i obre movilidad
cara ha<tí/ímwe'eri ra-wáste'e SU<tÍ
tubar komalí-t waci-rán wipót Al correlacionar la naturaleza de la ubagrupaciones, las relaciones léxi-
tehueco saki ecimu eca kamam/ayawi cas y el factor g ográfico, aparecen sei hechos que llaman la atención.
mayo saáki Gáccia eeca kámmam/aáyaw r. La conc ntración de subfamilia y lenguas en la región de Sonora-
eudeve sakí-t suvá<ti e<tán kamá/sosók
Chihuahua-Sinaloa (véase mapa 2). En cuanto a este hecho existen dos~~-
náhuatl íski-tl ac-tli -tooka aayo '-tli
siciones opue ta acerca de las características que nos permiten identifi-
NoTA: En tarahumara, "pelo de elote" es /sitabówa/, en guarijío de la sierra : / sitapóa/; y en guarijío del río: car la tierra-foco de origen (homeland) de alguna familia. ·1a primera
/sitahpóa/. Nótese en estos casos la composición "jilote"-"pelo". En la mayoría de las lenguas norte11as, el es- postula que se hallaría en la zona de mayor diversidad lingüística dentro
4uite es el " maíz tostado". de una familia, mientra que la segunda propone que las áreas colonizadas
son las de mayor densidad, siendo las latitudes bajas las que normalmente
serían la tierra-foco de origen (cf. Fowler, 1983, contra Nichols, 199o).
ser recientes, aunque llama la atención la forma *t4m4 (compartida por
Por el momento, y esperando información de otro tipo que ayudeª la
tarahumaranas y algunas tepimanas). discusión, creo que la primera postura es la adecuada, basándome en dos
k] El verbo "sembrar" es muy semejante en la gran mayoría de las hechos: a] la profundidad histórica de un grupo humano provoca una es-
lenguas sureñas.
pecialización del léxico referido al hábitat debida, justamente, a es~ pro-
l] Finalmente, los términos para II calabaza" nos permi~en relacio~~l longada presencia en la región; b] esto mismo provoca una fuerte dialec-
las aztecanas con las cahitas (*ayawi} y a las opatanas, cah1tas y guan110 talización y, a la larga, una fuerte diversidad lingüística. · _
de la sierra (* kama). Sobresalen, además, dos hechos: i] la forma * arawi Si esto es correcto, la tierra-foco de origen de los yutoaztecas s urenos
que parecen compartir las guarijías con las pimas (aunque quedan dudas sería la región de Sonora-Chihuahua-Sinaloa, tal y como lo sugiere fow-
debido a la forma pima de Onavas en la que hay una /v/ en lugar de una ler (1983). Dicha propuesta se reproduce en el mapa 5.
"esperada" /g/ [¿es préstamo?t y ii] la forma del tepehuán del sureste pa- 2. La gran extensión de territorio que ocupa el grupo tepimano, q~~
rece ser un préstamo de las coracholes (?). se extiende desde el sur de Arizona hasta el norte de Jalisco. Esto ad~ul a
r~ 1~~y~r significación _cuando se correlaciona con la f~erte sem~:i::J.
Conclusiones léxicas hngu1st1ca que se mantiene entre ellas (por ejemplo, el sistema ~~ h
,
Esta se puede deber básicamente a dos razones: a] que la separa c1on aya
Si bien hay muchísimo más que decir de los cuatro campos léxicos, creo sido reciente, o b] que, aunque haya sido temprana, los d1·feren tes .grupos
de
que para los fines de este trabajo se pueden destacar las siguientes agru- .
tep1manos se hayan mantenido . en contacto . Como se ve, eualqmera
pac10nes: estas posibilidades es históricamente significativa.
201
200 L eopo ld o Va li1ia s Coa lla Lo qu e la lin g iii s ti c a y utoazt eca podría aportar
mejanzas lingüísticas más fuertes se dan entre las cahitas y las opatanas
y, sin embargo, no son vecinas geográficamente. ·
PROTO · TAAAHIMARAIIO
5. Las semejanzas entre las coracholes y tepimanas no pueden ser vis-
tas como innovaciones compartidas (y poco probable como retenciones),
por lo que no podemos agruparlas (por ahora) juntas dado que datos fono-
lógicos, morfológicos y léxicos las colocan como extremos de la cadena
que forma el total de las lenguas sonorenses. Esto más bien nos obliga a
suponer la existencia de contactos muy posteriores a su separación lin-
güística, lo cual es, por sí solo, sumame"nte sugerente. _
6. Las semejanzas entre las cahitas y sus lenguas vecinas (concreta-
mente con el tubar y el guarijío del río) evidencian contactos sociales; lo
que no se puede asegurar es la profundidad de tales contactos. En el caso
del guarijío es evidente que deben ser, de cierto modo, recientes, mien-
tras que con el tubar pueden ser entendidos como consecuencia de los
contactos interlingüísticos "normales" presentes en la zona muy densa-
mente poblada supuesta como la tierra-foco de origen de las lenguas so-
norenses.
: . .:
{ ....·· Todo lo anterior nos permite suponer ciertos movimientos poblacio-
_. ) ! .. . nales. Obviamente el problema comienza con la propuesta de la ubica-
. .........
~
ción geográfica que tuvieron las lenguas (y sus hablantes) en los primeros
tiempos. Qué grupos ocupaban el oeste, qué grupos el sur, qué grupos el
este, etcétera. Como ya se mencionó antes, una de las propuestas explíci-
tas más sugerentes y más aceptada es la de Fowler (1983), que aparece en
el mapa 5.
Mapa 5. Distribución
original de las
Las hipótesis más factibles sobre los movimientos, comenzando con
lenguas yutoaztecas razones lógicas, son tres (no excluyentes entre sí):
sureñas y sus posi- a] el movimiento de grupos cahitas hacia la costa;
bles movimientos
(basado en Fowler b] el movimiento de grupos pimanos hacia el noroeste y luego de te-
1983 :247). pehuanos al sur, y
e] el movimiento de grupos opatanos hacia el norte.
Algunas de estas ideas las resume Dakin (1994: 78):
3. La aparente discontinuidad entre el pima y el tepehuán del norte,
actualmente separadas por las lenguas tarahumaranas y el tubar. Es im- La evidencia aquí analizada sugiere que un grupo yutoazteca sureño llegó ª
portante advertir que si bien hoy en día están separadas por las lenguas Sinaloa. De ahí, las lenguas tepimanas se expandieron probablemente hacia
tarahumaranas y el tubar, esto no necesariamente indica que su división el norte. El corachol se desplazó hacia el suroeste. Después en algún momen-
haya sido temprana. Existen, sin embargo, ciertas evidencias (fundamen- to de este periodo, una migración formada por el grupo taracahita se desplazó ·
talmente fonológicas) que nos permiten suponer que la división tiene hacia el norte, al oeste del área tepimana y después al este, dejando atrás al
cierta profundidad temporal. Por otro lado, Miller supone que el conti- tubar, al náhuatl, y tal vez a otras lenguas yutoaztecas ahora extintas.
nuo tepimano fue interrumpido hasta finales de la Colonia.
4 - La aparente discontinuidad entre las cahitas y las opatanas, consi- CONCLUSIONES
derando que muestran grandes similitudes. Esto, por sus posibles conse-
cuencias, es igualmente significativo. Sobresale el hecho de que en las Es obvio que todo lo hasta aquí dicho-pretende evidenciar la relación de
supuestas lenguas taracahitas (tarahumaranas, cahitas y opatanas), las se- los estudios lingüísticos con las investigaciones arqueológicas. Nada de
205
204 . apor t ll T
L e O JJ O / c/ O \' a/ 1 IÍ // S C O // / / ll
L o ,¡ 11 e 1 11 I i 11 g ii i ; t i e 11 y 11t o 11 z t ec a p o c1 r 111
VOCABULARIO CULTURAL DE TRES LENGUAS OTOPAMES
Yolanda Lastra
Instituto de Investigaciones Antropológicas-UNAM
207
difusión de este idioma en Querétaro y Guanajuato e po thispánica. En mino d par nt co como 'madre', 'hijo'; partes del cuerpo como
la República hay 280 23 8 hablantes según el último cen o. Dicha lengua 'cab za', ' pi '; alguno pronombres personales; verbos para acciones que
se encuentra en los siguientes estados: Guanajuato, Puebla, Veracruz, upu tam nt e expre an en todas las lenguas, etcétera. Estas cien pa-
Tlaxcala, Michoacán, México, Hidalgo y Querétaro . En lo primeros cin- labra d v cabulario bá ico son las que en teoría cambian más lenta-
co la población es muy escasa. Ya casi se extinguió la lengua en Guana- m en t . Se incluyen en la larga lista de Swadesh y aquí se dejan aunque en
juato. En Puebla el otomí sólo se mantiene vigoroso en unos puebl? de est ca o no on d primordial interés, pero siempre resulta útil tenerlas.
la sierra; lo mismo sucede en Veracruz; en Tlaxcala, en lxtenco, solo la En cambi la d má , que denotan en general asuntos culturales como
hablan los mayores, lo que también es el caso en Michoacán, en el pueblo 'algodón' 'm tlapil ' '1naíz' 'sembrar' 'veinte' son las que suelen cam-
' / ' '
de San Felipe los Alzati y en dos pequeños sitios más. La lengua se con- biar a ritmo normal. Si, por ejemplo, algún objeto se difunde de un grupo
serva bastante mejor en los últimos tres estados, es decir en el de México, a otro a v ce toma en préstamo la palabra de la cultura donadora, pero
Hidalgo y Querétaro. no necesariam.ente.
En comparación con el náhuatl y algunas de las lenguas mayas, estas La lista mim ografiada por Swadesh estaba ordenada en grupos de
lenguas otopames han sido relativamente poco estudiada , aunqu~ el o~o- cinco palabra má o menos relacionadas semánticamente. Este orden fa-
mí ha sido objeto de atención sobre todo en su dialecto del Mezqmtal. Es- cilita su elicitación, pero dificulta su manejo posterior, por ello se han or-
te cuenta con un diccionario publicado (Walli y Lanier, 1956) Y hay otro denado alfabéticamente por la glosa española.
mayor en preparación (Sinclair y Bartholomew). También hay un diccio- Lo vocabularios que se incluyen proceden de diversas fuentes. El p~-
nario del otomí de Querétaro (Hekking y Andrés de Jesús, 1989). Se cuen- me proviene de una lista recogida por Lorna Gibson en 1962, que habia
ta con vocabularios extensos para el otomí de Toluca (Lastra, 199 2 ) e lx- permanecido inédita y que Doris Bartholomew tuvo la gentileza de pro-
tenco (Lastra, en prensa) y pronto habrá un diccionario del otomí de la porcionarme; el del chichimeco-jonaz fue recogido por mí en 195 8 en San _
Sierra (Echegoyen y Voigtlander)." No hay diccionarios del pame ni del Luis de la Paz de manos de Jorge y Clemencia Mata y completado, en al-
chichimeco modernos . El vocabulario del siglo xv111 de Soriano, de unas gunos casos, con palabras obtenidas en trabajo de campo posterior; tam-
1 200 palabras, todavía está inédito . La etnografía de Chemin ( 1984) in- bién se incluye un apéndice tomado de Angulo (1933); el vocabulario del
cluye las cien palabras de Swadesh en cuatro dialectos además de las mu- otomí de la Sierra procede del diccionario en preparación de Echegoyen ~
chas que se citan dentro del texto. Existe un vocabulario del chichimeco Voigtlander; los de Ixtenco y Toluca son de mis propios materiales Y e
publicado por Moisés Romero en r 966. Para una bibliografía de trabajos del Mezquital está tomado de Wallis y Lanier y de Sinclair Y Bar t bolo-
sobre otomí véase Lastra, 1992; para trabajos sobre las lenguas otopames,
véanse Barthólomew, 1994 y Lastra, en prensa . me~--os símbolos utilizados en la transcripción tienen el válor normal
Para este trabajo, se trató de completar una bien conocida lista de 6oo que se les da en trabajos especializados sobre lenguas amerindias. Se ~an
palabras que prepararon Weitlaner y Swadesh, que Swadesh mimeografió uniformado las transcripciones para facilitar la comparación. En el apen-
Y difundió ampliamente y es la que sirve como base para la sección de lé- dice 2 se explica el valor de algunos símbolos.
· mane-
xico del Archivo de Lenguas Indígenas de México que actualmente publi- Se espera que el tener los vocabularios ordenados de la misma .
ca El Colegio de México. Es una lista muy útil que comprende palabras ra estimule el trabajo comparativo y la reconstrucción del vocab~l~IO
más o menos "mesoamericanas", pero también otras que se incluyeron cultural. Tal esfuerzo se debe basar, en cuanto a las correspondencias ~-
para ver si las lenguas han utilizado sus propios recursos o prés tamos nológicas se refiere, en la reconstrucción i.nédita de Bartholomew (19 65 ·
después del contacto con los conquistadores españoles. Hay por lo tanto,
entradas para animales, plantas y objetos introducidos por los españoles REFERENCIAS
Y también las hay para objetos de la cultura occidental contemporánea
como 'escopeta' o 'ferrocarril' . Dentro de la lista aparecen también las fa- ANGULO, JAIME DE · J
mosas cien palabras de Swadesh de vocabulario "no cultural" que inclu- r 9 33 "Th e ch· h . 1 ·
1c 1meco anguage (Central Mex1co · ·)" J-e.ternatwna
yen elementos de la naturaleza tales como 'piedra', 'lluvia', 'cerro'; tér- Journal of American Linguistics 7: 153-194.
BARTHOLOMEW, DORIS h.
11 •"ty of e 1ca-
I 96 5 The Reconstruction of Otopamean". The Umversi
· Agradezco much o a Doris Bartholomew, Donalcl Sinclair, Artemisa Echcgoycn Y Kathry n
Voigtlander por haberme facilitado copias de los manuscrito s de sus diccionario s. go. Tesis doctoral.
209
Y o /linda Lll ; Cr// Vocahu lari o d e er es l e n g ua s oropame;
208
1994 "Panorama of studies in Oto-Pamean languages". En Bartholo- WALLI S, ETHEL Y NA CY LA IER
mew Doris, Yolanda Lastra y Leonardo Manrique (eds.) Panora- 19 s6 Diccionario castellano-otomí, otomí-castellano. Itzmiquilpan,
ma de los estudios de las lenguas indígenas de México, tomo l. México: Ediciones del Patrimonio Indígena del Valle del Me?qui-
Quito: Abya- Yala, pp. 335-77. tal y del Instituto Lingüístico de Verano.
CHEMIN BASLER, HEIDI
1984 Los pames septentrionales de San Luis Potosí. México: INI. EXPLICACI ÓN DE LOS SÍMBOLOS UTILIZADOS
ECHEGOYEN, ARTEMISA Y KATHRYN VOIGTLANDER
Diccionario otomí de la Sierra. Instituto Lingüístico de Verano f. vocal anterior media abierta
(en preparación). 1 vocal central alta
HEKKING, EWALD Y SEVERIANO ANDRÉS DE JESÚS 11.. vocal central media les alófono átono en lxtenco]
1989 Diccionario español-otomí de Santiago Mexquititlán. Querétaro: 0 vocal central media cerrada
Universidad Autónoma de Querétaro. ~ vocal posterior media abierta
LASTRA, YOLANDA
re vocal anterior baja
1984 "Chichimeco jonaz". Supplement to the Handbook of Middle ü vocal anterior alta cerrada redondeada
American Indians : Linguistics. Austin: University of Texas y nasalización de la vocal
Press, pp. 20-42. v tono alto
1992a El otomí de Toluca. México: IIA-UNAM. v tono ascendente
1992b "Estudios antiguos y modernos sobre el otomí". En Reflexiones
v tono bajo
Lingüísticas y Literarias, vol. I Lingüística. Rebeca Barriga Villa-
v tono descendente
nueva y Josefina García Fajardo (eds). México: El Colegio de Mé-
v tono medio
xico, pp. 43-68. Versión aumentada Anales de Antropología 29:
k africada dental sorda
45 3-89, 1992.
c africada dental sorda
El otomí de Ixtenco. México: IIA-UNAM (en prensa).
"Los estudios sobre las lenguas otopames". Trabajo presentado
e africada palatal sorda
en el Primer Coloquio sobre Otopames. Querétaro, 20-22 de sep-
s fricativa palatal sorda
z fricativa alveolar sonora
tiembre de 199 5.
? cierre glotal
ROMERO CASTILLO, MOISÉS
h fricativa posvelar sorda
1966 "Vocabulario chichimeco-jonaz". En Summa Anthropologica en
w semiconsonante labial
homena;e a Roberto J. Weitlaner. México: Instituto Nacional de
y semiconsonante palatal
Antropología e Historia, pp. 501-532.
I) nasal velar
SINCLAIR, DONALD Y DORIS BARTHOLOMEW
lY lateral palatal
Diccionario del otomí del Mezquital. Instituto Lingüístico de
m nasal bilabial lenis
Verano (en preparación).
n nasal alveolar lenis
SORIANO, FRAY JUAN GUADALUPE
Difícil tratado del arte y unión de los idiomas othomii Y pamee.
Doctrina christiana, para la fácil enseñanza he intelligencia de
los misterios de Ntra Santa Pee en el idioma pame, para bien de
las almas. Ms., 1767.
V ALIÑAS, LEOPOLDO
"La separación matlatzinca-ocuilteco. ¿Cuestión de siglos O mi-
lenios?" Trabajo presentado en el Primer Coloquio sobre Otopa-
mes. Querétaro, 20-22 de septiembre de 199 5.
212
a UNIVERSIDAD ,e
DE SAN LU~
SISlEMA DE Bit
Yulanda Lll s tra V oc llbulllrio d e tr es l e ngulls
.
' ·•
of , '
:.: \ . ..
:';.. ·.. ~
-·~,~;..t..
.
213
grueso mpídi lagartija cándígá mejilla hmí
guacamote [yuca) nueve gihtó peyote río dáthé
lagarto [caimán] mercado tói
guaje éphé nuevo ?ra?yó pez hw~ rodilla ñ~hmlJ
lago ziíbí [laguna) mes ZOnA
guajolote dama ?ii.ni ñame pie wá rojo thl.ngi
lamer téte mesa
guayaba s{lhpmí occidente piedra dó ropa d~t1,_1
lana sí?yó metate khiní
guerra tüni lanza ocote tidi piel de persona rozar
meter kóti, góti, ngóti
gusano largo ocho ñ~to pierna sínthé saber p~di, b~di,
Zl,_IWÍ mií. metlapil [mano de
hacha oír U.dé, yÁdé pinole ?bot?i mb~di
lavar mp i ni metate[ ?yi
hamaca ojo dó piojo t?óni sabino
leche ?bá mezquite
hay khá leer oler p~h~, b~h~, pizcar [cosechar] sóphó, cóphó sacerdote mókh~
só miel
helarse cf. [hielo[ lejos ?yák?u hw~hj mb~h~ plata sal N
milpa
hembra cij lengua olote yót.h~ plátano zafa salir pini, bini,
khAhné moco ?b5si
hervir phigi leña t?1,_1di zá olla c?ii plato móhi mbini
moho ?bithé
hielo el liendre bit?ó ombligo c?5i pleito saliva khíhní
mojado nk?á
hierba pasí limpio z5 once pluma si sangre khí
molcajete mádá
hígado ?yá liso sií.?thó oreja gij pobre megí sapo hitwt
moler kiní
hilar lodo b5h5i miskídó órgano poco cithó seco
molleja
hilo luna zónÁ oriente podrido ?yá seis ?ráhtó
mono
hincharse néni llaga orilla hió polvo semana ngó
morder cá, zá, nzá
hoja sí lleno orinar mbílá pollo ?hni sembrar tijhij
morir tJJ, dij, ndij
hollín ñiídí llorar z5ní, nz5ni oro poniente semilla ndó
morral busa
hombre ñíhí lluvia ?yé oscuro ?ml.ncijí primero mttó senos ?bá
mosca gíwí
hombro cíchí machete másciti m5do otro pueblo hníní sentarse mí
mosquito
honda macho tá míhcu padre tá puente ?raní sepulcro hní
mucho
hongo ñijní madera zá ca.phi pagar khijt?í, gijt?í, pulga ?o sesos ng~bo
muela
hormiga SAkhí madre mé ?b t hñA ngijt?í pulmón chjchí sí ?bi
mujer
horno maduro t~, dá, nd~ pájaro c?inc?i pulque siete yohtó
muñeca [wristl ci
horqueta palma dmthí [para puma tMhni (banco)
[madurar] murciélago casmagij silla
hoy piíyá maguey gwadá tejer] puño sobaco káskó
nadar
hoyo ohkí maíz pantano ncící pus ?yá sol hiádi
deth~ nalgas síkhí
huarache ü.sthi malacate panteón qué té sombrero phii
hueso naranja
ndóyo·? malo máhkó papa rók?a quelite k?áni sonaja hwási
nariz siñú
huevo dóni mamar papel c1,_1.hkwá querer hwit?í
ci neblina mbingwí né soplar
hule mamey par quién góg1,_1
negro bot?i tó sordo
humo bíphi mango parado ?bonthó quijada pic?é, bic?é,
nido báphí subir
iglesia níkM mano pared khóti quince mbic?é
?yl nieve sikha
iguana mañana parir ?ódí raíz ncó?
nchudi [la niño b~hcí ?yí sucio
isla párpado sídó rajar hirni YA siín th é
mañana], nixtamal chijní het?e sudar
ixtle pasado mañana pasado ?rihiáci rama ?yt sur
?rihiác?i [el día no híná, hingi
izquierda ng~h{l pasar thógi rana tabaco
de mañana] noche ncijí ?wt?
jabalí mar pato bádú rápido thídí
nombre th¡jh1,_1 biko tamal
jabón sábó marido patrón lámo rata ngij tambor
clamé norte
jaguar marihuana pedernal ratón ndé
nosotros nugó-be [dual ngij tarde
jalar khiti, giti, ngiti mariposa pedir ?ódí, ?yódí recto dehcó tecolote
túmii excl.[, nugó-hé
jarro martillo peine nciíni red techo ñ~nkú
[pl. excl.], nugó- ndócí
jefe pelo st~? redondo tejer pé, mé
masa khiní wí [dual incl.],
jícara símó pensar reír tejolote h;jnt?i?í
máscara milúá nugó-hí [pl. in- thedé
ji tomate sidomú peña relampaguear tela d~ht1,_1
matar p:>?t?í el.]
jorobado perro ?yó? remedio telar téla
mazacuate [boa] nube gl)í
labios siné pesado hií remo temascal tjht~
mazorca tM nuca cíbídó
pescar pá, má rezar sódí temblor nahmói
ladrar phigé mecapa! ndénthí nudo th(!?ci cú,zú,nzú
petate siphj rico temer
218
Yolanda Lastra 219
Vocabulario d e t r e s lenguas o top ames
n eblina mang t,1i papel cukhw á k7ont in e n m, . m:i t e mer cú nada má s ése]
n egro mbó7 í par yóh o c h-,: i _cn t:ir e mi t e mpl o níkhá juno na
nido m áp hi parado 'l m ó i cp ul ·ro muho i t e namaz tl e hi ~i ¡ u t ede nuk'liwí
nieve si kha pared kh úti n gibo tene r pho, m o ¡ vaca waga
niño m l.cí !di ce la parir '1 m1ni 7y:i m:i tefli r ki ¡ vacío saphodí ln o ti ene
nada]
muj e r] b;;icí !dice párpado ?yódo té tó tienda diéndá
el h ombre ! pasado m a ñana nim anj k"hiní nthü c i !banco) tierra h ói l vela tidi
nixtamal chüní pa. ar thógi ¡u ercr né oh:i ·o ka ~ku tijera ni y~ ¡ ve inte ró t i.
no hína pato bádu t ógA ol h iñdí tl:ic u:u.:h c sá i ¡ vejiga
n oc he n s(li patrón hmú ¡ vena ?y ükhí !camino
u n1hren1 phii t d gó? tithó
nombre th(1h(1 pedernal quin ce de sangre]
u na j:i tor er n angi
n o rte pedir ?odi, ?yodí '7 yi \ venado h okphani
o plar h, i l i t rtilla hm é
n oso tros nugaga m é lexc l.j peine nc?;;i ni h ékc ) vender po
ordo t· ingt,1 t rtug:i
núgAW Í lin- pelo
pensar
st¡¡
bl.ni
"/y l
ub ir tt..: ce, n ecc t o er héhé ¡ venir ?(:h e, y(: he
handi, hi a ndi
el.] º/V,//
u c io pós i t o t:ir ·z w l.t"Jí[di-] ¡ ver
nube YA gl,li peñ a rápido n ci dith ó
udar hi a m · e tragar t(ltÍ ¡ verde nk?angí
nuca kontia perro ?yó? ndit é ga j verruga
s ur trampa
nudo thu?ci pesado ditininu c?o ngú
tnba c trc hi(I l vestirse
h e, hi é
n a ndi skwá
nu eve gitó pescado hw~ lcitepi]
tamal th l dí tri pa siphó ¡ viejo
nuevo ra?yó pescar bAhá ya hw~ c?ongú j vi ento nd~í
tambo r d :i mb tri t e SA ?i ir mii lle ?y;;isi
ñame !saca r pescado] nkh wa nth ó ¡ viga
tarde mié doli ó el corazón ] hi ot é c?asi
occ idente petat e siphi hars in a !red para
teco lute túkuru tr je túnca l viruela
té
aco t e thidi peyote llevar zaca tc tri- ¡ vivo
oc h o
oír
hi ato
?0 dé, y0dé
pez
pie
hw~
gwá red o ndo
li ad o]
nc h ñnt '/ í
tec h o
t eje r
nkhümí
pe, n1e
tr n eo
true n o
dinzá
thó ¡ volar
?yo maya nd;;ihi
¡andar arriba en
o jo dó piedra tejolote thumi í tú nuk?i el aire]
do reír th cde
ole r pAhA piel de persona ltc m o lo te ] tu étan o ni ?yóho
si-k?~i rel a mpagrn..:a r h w 1i
tela zf so tumor
j vómito nugagá
a lo t e yóth~ pierna sin ti re m edio yl thi ¡ yo
olla telar téla tun a k~h~ sóp idá
c?é pin ole ?m ó t?i remo ) zopilote
ombligo c?oi tema sca l títa tusa chibí ?n?ai
piojo t?ós k o rezar só \ zorrillo
once ?r f. ta-ma-rá !diez temblor h,, ad í últim o mahanda?a !ya
pizcar !cosechar] sóph o, cópho rico
con un o] Idi-] río clé h é !ag u a ]
oreja g(1 plata t?askA t?op h ó y;;i hm(1
rod ill a
órgan o thl.ni
!dinero blanco] ro jo
ori ente spigwá [d el lado pl átan o zfsó
dincí ropa
del pie, ie. la fa!- pl at o manca [ndz] roza r
da de la Malin- pleito tuni, dinchii saber p;;idi , b~idi
che] pluma si-?0 ni sabin o sázá
orilla na n en sAná pobre mokh á
m f.gí [que sace rdote
o rinar pít?i da lást ima] sa l "/Ú
oro k ?as-t?ophó mahw éh e pini , hini
sa lir
[din ero amarillo] [sin dinero] sa li va khíní
os curo k ?Ami SJJi poco mici khí
sa ngre
o t ro mará podrido ?ya rnlit é ra gw l
sapo
padre dádá polvo hói "/ ñonth1·1
seco
pagar khúti, gutí pollo ?0ni rat ó
seis
pájaro nc?i poni ente s i m an a
sem a na
palma primero m ethó se mbrar t~1h1,1
pantan o kii pueblo !mini se mill a dcth ó [maíz],
pant eón pu ent e s cmí a !otra s
papa k ?ápi s ú pulga ?ó cosas]
221
220 Y o / 11 n d 11 L 11 , t r 11 \lu c ahulurio de t res I e 11 g 11 u s o r o p11m e s
Glosa Otomí d e Otomí del Glosa Otom í d e O tom i del Glo a O to mí d e Otom í del Glosa Otomí de Otomí del
la Sierra Mezquital la Sierra Mezq uiwl la ierra Mezq uital la Sierra Mezquital
223
222 Yolanda La s tra Vocabulario de tr e s l e n g uas otopames
J
---- ----- - ~-- - - - - - -- - - - - - - - - - --~----- - - -
224 Y o landa La s er a
Vocahulario d e t re s l e ngua s otopames 225
Glosa Otomí de Otomí del Glosa Otomí d e Otomí del Glo a Otomíde Otomí del Glosa Otomí de Otomí del
la Sierra Mezquital Ju Sierra Mezq t1itc1I la ierra Mezquital la Sierra M ezquital
jabalí d\i tna, d\ina, mamey d_i-múza mujer bómbe, sicu ?bl.hñ;.í oro k?ást?i k?ást?í, k?ást?í
h:mtna mango muñeca (wri st} oscuro ?b Esuí, ?mf.suí
m -bof7i,
jabón sabu sábó mano ?y f. murciélago cac?i casm agú m?bésui
jaguar hmásni mañana ni súdi súdi nadar kínthé, nkínthé otro má?ná, ?na?ñó
jalar hwá?t?i khi'lmí mar d_i-d_i-déhe d~nga debe na lgas n-thé skho padre tá, dada dádá, tá
jarro saro b?ada. sáno, marido n-d0 d_imé [tra sero] pagar khút?i khút?i
t?i?mdá marihuana d0ni [o loliuhqui], - naranja isi nánsa pájaro c?inc?í
dokha
jefe hrnú ndsi, d_ingánd;.í mat e nariz náñú, siñú palma dl nthi ?báhí, df.nthí
jícara simó ' amant?e ni neblina ?bóng1,1i, h:mgui ?bípá [variedad usada p.
jitomate d\idí?miisí, mariposa timi, timí negro hacer petates, etc.)
'l bó ?bó, boí, mboí
d f.?msí martillo ?m fmí. mini
nido ?biint?f.i ?báphí pantano
jorobado ?bixtha nkhósthá masa khini khiní
[p gallina] panteón ?yógi handu
labios siné máscara táda hmité
n igua kí?:> papa b0k?w;.ímb0h 0
ladrar phége phégé matar ho ho, hyo; nt?ínté
ni eve zinzá [nevada ] ?rók?á
lagartija ?bórga madgá, ca?th í mazacuate [boa] phan-k? F. y_i niño byCÍ papel h t.?mí
lagarto {caimán} gathe ca?thí mazorca th;.í th;.í nixtamal suni suní par d?a-pare
lago móthé [laguna) mecapa! n-kh:>di gúndé, ndé, ?maí {pararse)
no hín?na híná, hí?ná parado ndángi
lamer teke t ét?é; tec?é, ndúdé
noche sui suí [se para]
dec?é mejilla hiónngu hyogú, ?yógú
nombre thühú pared khydo khydó
lan a sidF.?yo sí?yó mercado n -gúnt:>i tai
norte mahwiphí parir ?édí, ?y0dí; ?0ní ·.
lanza nsít?í mes [n]zyn;.í
largo ma nosotros nug[a]wi {dual} nugahe [excl. ) párpado
mesa m l.sa mesa
lavar peni pen í, mpení n ugahí [incl.) pasado mañana
metate khini khiní thógí, wic?í [re-
nube g\li guuí pasar thógi
[ropa ]; pé?té, meter kí?tí, gí?tí; nuca k?ón?yy hyikhá basar)
mpt!?té; sikí, kít?í, yít?í
c?ibdó [hueso pato bádú
wá?tí; sit?i metlapil ?yi
de la nuca] patrón hmü, Mké
[trastos] [mano de meta te]
leche si?bandani nudo thúc?i thú?cí pedernal dóspi
?bá mezquite t?yhí n u eve gitó pedir ?adí, ?yadí
[de vaca) miel t?áph í
leer nuevo ?da?yo ?ra?yó peine eke {peinar] nsání, nt?éñ;.í
h~?tí, hñ~?ti milpa hwyhi [terreno h w;.íhí
lengu a ñame pelo si {de animal)
khyni khahné, khyné sembrado]
leña occidente yihra hiadi mapúní pensar m-bf.ni béní, mbení
si za m oco ?b:>si ?básí
lien dre b0t?o ocote tidi tidi peña m ba?ye ma?yé
b0t?ó moh o m-bóskhwa
limpio ocho h iytO hñ;.ító perro pho?yo c?át?yó, ?yó
nt?ásí [m]boskhwá
liso oír 0de ?0dé, ?y0dé pesado ·hñí
c?i?t?i n kóni mojado p0t?e [mo ja] mobó, n c?á ojo d:i dá pescado hw;.í
lodo b0h:ii b0h aí molcaje te mádá
mbáda pf.hwá
luna Zyn;.Í p;.íh;.í [olfatear]; pescar
moler kíni khiní, giní síphí
llaga yíní, ñíní petate
molleja khwái méskódó a lot e
ll eno - níñ;.í, ñuc?í ?yothy;.í peyote
mon o nzipá oll a hw;.í
llorar zóní c?0e c?é, c?0é pez hwy
morder cá. zá; cáté, ombligo wá
lluvia ?ye c?ai pie gwa
n cáté once dó
madre mbé mé, n~ná ?r f. t?áma?ná piedra
morir tu tú, dú oreja siphrí
t ;.í (m adura ] gü gú piel de persona siphani
maduro d~ m orral ngóéí órga no mam;.íns~ty pierna wa
maguey ?wadá mosca gin'lwi¡: gin?w~ t?entphí, t? rntphí
oriente bésra hiádi béshyádí, mahyác?í pinole ?bót?i
maíz dHh y dF. th;.í mosqu ito p;.í?t á orilla nde [boca] ndengí, ñyní khinthi
malacate th~t?i th~t?í much o h wádí, ndün th í, t?ó
orinar pic?i ?0t?á?baí, piojo
malo c?ó nzl.yá Msgíní
?ñ0t?á?baí; pizcar (cosech ar] sópho
mam ar ci muela dyc?aphi c'láphí t?asi
pítí, mítí plata
229
228 Y o/ a n el a L a , t r a
V o e a /¡ u / a r i o ot o pam e s
d e t r e s ] e 11 g ll ll 5
L
- ------- - -----~-~- - - - - - - - - - - - -- - -- - - - - - - - -- - = -~ - - - -- - - - - - - - - - -- - - - -- - - - -- -- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - ~ -~
CHICHIMECO JONAZ ca mino lvereda l n ánk?uhu codo kan?í rusv chicle sáp?o,
cami a ur?ü p?án coger cáp?ó?
camote píkv cola nímbi?ir chico cínce?
Cuando se dan cuatro formas para los nombres, corresponden a la primera,
campament o coladera, cedazo tac?éc? chicozapote sámph;;is
segunda y tercera personas del singular y tercera del plural poseído; cuando cana sta énre (él chifla)
kúc?c? collar úr?ihi chiflar
se dan cuatro formas para algún verbo, se trata de la primera, segunda y terce- cangre jo camal kamác?é chile be?é
ra personas del singular y tercera de plural; en otros casos se trata de la forma canoa úc?é'7 comer gánaha chinche ciné1¡:
verbal que ofreció el informante en primera instancia al escuchar el infiniti- kánú cómo kábe?e chirimoya
cansad unhink?un comprar étá kitá chivo takér
vo español; para una descripción de la variación en los verbos, véanse Angulo riphém;;i,
cantar úmaé u étá érhá chocolate
(1933) y Lastra (1984). riphé
caña de azúcar nínc?ó? con
a [locativo] úmaha cara katá úta conejo tangwé emre?re
anillo kán ?irhún barriga
abajo nimbó barro úha rínga?an urá urhá copa! !incienso ]ísa éthac? le/. suphé?
antorcha
abeja náta?an m angwí caracol corazón 'espuma')
anzuelo kúní lmi
abrir r:sé?é año basura cárcel súglj corazón) chupar ?é?ühü
sápha?a
.acabar utúb báble carne nánthre correcto íri?r dar gápoho
apagar úngwo baúl
acostarse tánta?a aplastar beber éhá? kíhá? carrizo ánaha correr éneheb dardo
achiote casa decir ém~ (él dice]
apretar úne?er éh á? érhá? ko?ós cortar éta?ab
adentro útos ut?is corteza rábó dedo kan?í
aquel ínopí bilis
adivino ur?ós rísre?re
kambór aquí kíku biznaga pipé? corto sámaha?
adobe úha éch;,m delgado nimbórisre
arado úr?u blanco kúnu?u casabe [pan de yuca] - coser ?é?úhür
agrio me?és araña k1,1m(lr blando cím re?re casarse itéhér coyote símre?retre derecha
agua kúndí kirí kíndí arar katí úti uní unir cebolla piséh é? crudo kik?á despacio i.ip~b
úbo?étr;:?!;!r boca
kúri árbol cedro despertarse gúnú
kábá borracho ún'7 ehe cuándo maníba
aguacate míroho arco umhó después
turhre? [arco y borrego mámba?ar cuarenta tanhé
aguamiel bó'l;;i sus~? [mi brazo! ceiba up?ín?es día úb;;i.1
flecha! brazo man?í
aguardiente· arco iris diablo
kúngw1¡: brincar íkhrer cempasúchil úro kasé cuates [gemelos] kánga-
águila kúndaha?ére?er pahá
arder ?endón brujo káho ere?r ínce?er
aguja tar?ú diente k;;ini
ardilla ninc?á? bueno iri?r cenar cuatro tipán
agujerar úce?en? rácoro
arena káror caballo úrhre ceniza sundú cuchara tárha diez
ahora túndehen?
armadillo mámó? cabello kónthl;! cera cuchillo taté kíte dinero
ahuehuete [s~bino] - kiréhen?
ala
r_ arriba níndo cabeza kazósim ó? cerbatana kíte narhé níndehen?
asar éhüs cacahuate kankhé cerca [adv.j máno cuello kútún
alacrán sanc?á? úrehen?
atar étu?uc? úbo egú cerca !bardal bárdaha, utún útun
alegre márh1¡: éma nábí?
atole úr?j cacao tákú?u kutún dios
(está alegre) magá?
atravesar cadera rumó?orá cerdo kuzé? cuerda ninthé doler
alfiler tar?ú nint?ü kábegó
aventador ehúr caerse síntiecó? cerillo seríyoho cuerno námbahan? dónde
zimér tá?ühün
ayer náb;;i? café kafé cerrar éce?en úmahan? dormir
algodón tanhénes .
bat~ azadón miná cerro émbó úmahan? dos
cal tanhé
almeja balsa úmühü ríkl.1?1,1 cicatriz úp?ahan? dos veces
calabacita kímihi-maré? emás
altar nábi u'rá bailar úmühü ciego nahí
énehe? [bailo!, calabaza urá imúr cuerpo címe?e?
allí ígo?pí ekhú?ere?ér cielo únh;;i un dulce
nán?1¡:h1¡:r (ellos calcetín úbonihü mánaha
amargo mak?~ nánt?a kíndihi cien hi unhír duro
están bailando) caldo nánt?a úr?ihi um?á ertJ.
amarillo zinda?ar bajar mápa cigarro út?ühü cuervo úká? eclipse
écoho? caliente épre?ren
amate bambú ruk11? cinco sangwáro cueva mamá'lr echar
calzones íuo?
amigo nahí únho enhi bañarse nímbí? claro cuidar él
ítah;;m cama úzühü rín
búnhó barbacoa clavo culebra siérpe elote
nánt?a úr?ehen camarón ga?an
amontonar barco epór coa cuna kánga
cambiar iuo?s
ampolla kíme?e cobija ut?ís ellos
barranca máma?r caminar et?ú ur?ú mh~ [dual];
ancho nánde? zíbes cobre risérínd;;i? ~r curandero kátrehre?
barrer úp1¡:h1¡: [camino! ígo?r [pl.]
coco chapulín ríté
L
embotado urá pahá frotar itán?, h onda tár?±r li e ndre milpa nuevo satú
empezar nímbomóh.ib etác? !yo froto! hongo úzühü kú lim pio zi é?n moco ukhó? ñame
empujar ú?an fruto úr?ú ol hongo li o mathúhún moho mángwe?en occidente
en fuego nápa del maí z! lod úha ringa?an mojado zínga?an acote [pino! ún?ehe
enagua rukú maní un ápa hormiga úkhche lun a um?á ninthú molcajete kúrerhó?r, ocho sánceb
!calzón de mu- uní m ápa h orno kíthóhó (a tro h embra ) komáhá kúro (de oír gá?o
jerl fumar é?ühü horqueta llaga kími?i piedra) ojo urrengú
encender écahar ganar gásá lga - hoy iéí lleno ezú moler utlÍhún oler épe?e
encino narél hoyo úboéze n? ll orar engw::é molleja olote úzühü nínca?
encontrar garganta kút1,1?1,1 huarach e náp_i c? lluvia kúri-úk?on mono olla úce?
enemigo i?::és garra masa:-?a: r upóc? mac hete rarhé nanté? gáco?on ombligo nínthaha
morder
enfermo isi,i?Q. garrapata garapátaha úb_ic? macho once rácoro nánt?a
murár?éhér morir tarl,J.
entrar ipóho'l gato místoho úph_ilnl c? madera énúc?
ríg1,1 [moriré!
escalera tat?üc? gente !personal úri huauzontlc madre suk~ sík.i sig~
náná morral oreja
escama golpear épe?en hueso pínja maduro sikh~
mQt~? mosca kar~
escarbar éso?or gota nánt?a huevo múntoh o? maguey kuntár nizé-?
kún?u mosquito karó íncC¡!?C¡!r órgano
escoba tápche kaní hule maíz úzühü muchos mapér oriente
escoger ésü?r grande n ánde? humo ki ?é malacate tárher mudo itu?uc?, sángwó orilla
escopeta tarhúr granizo kíndo iglesia malo pahá muela kaníuré? orinar
escribir riclÍr usór grano iguana mamar úrehen cínd.i?.ir
écü? mujer mání, oro
ese grasa mugi.í? is la mamey zímbo?o
móni oscuro
espa lda náci,i?i,i gritar éma?a ixtle kunth é mánihi?
mango [frutal muñeca lwrist] kan?í sinc?és otro
espejo nágühün grueso nimbó thés tátá úngwre1
mano ka?á kan?á murciélago ning~ maré? padre
espina rikís nanté? izquierda m á'l ihír érore? úngwre?
jabalí kan?i kan?ir nadar timbre?rer
espíritu kúmbz¡?:;i guacamote [yucaj mañana éca?an
sábos sini?i siní?i nalgas níti ére?r pagar
esposa masl,J. uni?í guaje jabón mar cicá?
lámár naranja sé?es pájaro
úni'/i urá?a guajolote kulé? jaguar múkhés súba?a
marido na'/u un'/ ú nariz kanú kánú palma
espuma suphé? guayaba jalar ékh e?en kaposándo
ún?u bur?ú kanú kanúr panteón
este íno? guerra gerra (vi- jarro úce ? rimér
marihuana neblina karáwaikén papa
estrecho mámba?a brante jefe nimhú? ricúr
mariposa cipokóbó negro úmbo papel
estrella kandér múltiple) jícara nímo? tanhénes [dos 1
martillo mártiyoho nido sirnós par
excremento úphú? gusano k 1¡:?s1 ji tomate émbre?re tárn?a [me
masa ritúhün nieve kusé pararse
faja tásóc? hacha názi ?in jorobado zimphon pararé)
máscara urá émbe h én nigua
kisóc? hamaca labio suni síni
matar gremren? niño kánga pared
tásóc? hay síni sinír íme
mazacuate [boa) nixtamal ruk~ rik~ rik~ parir
táchoc? helarse kusé gungá?r ladrar mazorca úzühü ringa?an rik~ párpado
ferrocarril tárhér hembra nínthü lagartiga sipher síní?i ubi? ·
m ecapa! urá p?á no páme pasado mañana
mánné hervir umlÍn? lagarto !caimán! mejilla pasar
sígtJ [sig- noche úz.i rúmo?or
fierro risé'l, hielo, nieve kus é lago kúri íngwrehren pato
nificado?] nombre n~hi [mi nom- nimhú?
risrehre? hierba tár?i lamer mercado patrón
títá bre)
fiesta kimba?écab hígado kúgé lana umhá pedernal
[pueblo], norte
filoso urá íri?r hilar éke?es risé'l étihi?
merkádo nosotros ikágos [dual in- pedir
flauta rípehe hilo úrher lanza láns a trechre
mes nánt'la el.) ikágun [pl. peine
flecha [arco y] turhre? hincharse mápe ?en largo mába?a kónthe
um ?á incl.J ikágum? pelo
flor úro, úró hoja lavar épa?ac? kunísá?
risé [primer astro] [dual excLI pensar
fluir kúri ét?u hollín leche cizi.í? m esa ikághv? [pi. ex- peña
mésa síma?an
forastero úrehesáhá hombre Írl,I leer rici.Ír ésa?a metate el.] perro
takhú mahre
frente uráp?á hombro sángwre?re lejos m~h ~ metlapil [mano takhú nube karác? pesado
fresno sangwre?re lengua náz;¡¡ [mi de metate] mut?u nuca ne?embó pescar
petate sumªs sím;;is
frijol kankhé? sángwre?re lengua] mezquite úk?i nudo Ítl,IC7
simªs simhªs
frío mací sángwre?re leña [mad era] rígl,I miel [honey) usi nueve nánt?a pámeb
235
Yolanda La s tra Vocabulario de tr es l e nguas otopames
2 34
PAME DE SANTA MARÍA ACAPUL C O cambiar wammaodn'l claro cuerno I)gOtQI)
Lorna F. Gibson caminar el a clavo c:ippya nclapo?t cuerpo mi?ya I)gonh}a
camin o nan· ( h f · I)gW~I) cuervo I)gokwá?
cami a "i)Yhól"l coa lakoa cueva konh~oIJ
a [locativo] ancho l)gotóe? ní ' se?e barriga ki11h yó i ls u l
camote pirf o cobija T)gol?wi.? cuidar
abajo konh~n?, konh~ anillo IJgoha barro hw ii ogtJ mlakk_i
campamento sacio/socio !ropa culebra kochí?, kochéi?
abeja skim~?e antorcha Iolwigl) ihwá?a n c"/ wé• lticrra
cana sta mane. ·¡ !anal cuna sikhyáol?
abrir wasíIJ !prende palma! para o lla s!
cangrejo mat ~i cobre curandero kadf.;kahó
labre] anzuelo nachó ba ura [shaman]
canoa kann a coco
acabar wommaigIJ? lter- año nYl)gyr,:hc baúl é iP'hy_i !caja]
can aclo mlak7émp !está codo mandi;lmp chapulín éikhié?
mina una ac - apagar lowwúgl) beber w:iháo? [él hchc l
can. ad 1 coger chicle skil)yQc7
ciónl; lottwi [ter- lnil)gy f 1!apaga bejuco lalh ~i, nalh~i
cantar misio !canta l cola l)gocóe? chico e?~? lY~?t [pl.]
mina un objeto! fuego! lowwógl) hilis ni ggyé'/ o
caiia de azúcar c:il >"hw.i macciol? coladera !cedazo, sievel kol? ~IJ chicozapote
acostarse liggya?a ls ikkié"IJ !apaga biznaga nhéos
lcaiia ma ticadaJ collar IJgotr.?r. si!Yhól? chiflar
achiote lámpara! blanco k:1ddua
cara kotao coma! sic?é'1 chile ma7ei; wa7ei
adentro kiIJgy f.? p aplastar blando ndaph«::c·1
caracol l)gok"/o? comer wann.ioIJ [pl.); ko?wei,
adivino kapp.it apretar wattes boca ko n l
cárcel kiIJ khy_i"laIJ !come algoJ, kwa?ei [salsa!
adobe aquí konhi borracho comphóIJ
carne pakka sséhigIJ [come chinche
agrio ma?eis, wa7eis arado nanhw~ borrego sat ?I."/
carrizo kohwj"]o !junco]; una comida] chirimoya
lpl.]; ko?wes, araña kam f.s brazo manahap [suJ
ngolhí [carrizo] cómo pf.op la?ei chivo cikil?
kwa?es [de líqui- [tipo de araña brincar li Ul í•J cokolát
casa 1Jgol"lo. !como comprar wattáogl) chocolate
dos! que no picaJ; [b rinca! wacciol?
cosa]; kol ?os [co- !compra] chupar
agua kotf. [pi. ndf.l niky l.? pikyw l. brujo kató?o woppo;
aguacate mo lugarJ con dar
I)gocaogl) [viuda negral bueno mah ao; wahao
conejo I)gokhwa wa??eogT)
aguardiente kippi?i arar nnóa?a [ara! lpl.J; wahaot casabe !pan ele yuca! kanc~?
copa! skippywí, skippí [regalar]
águila kasai)Y? árbol [pi. animado!; casarse likky~he·/t !se
T)gOkWóIJ
aguja ca sal corazón na?wa dardo
nal?F. arco l)golha? [y kohwao [lugar o
correcto kwás, makwás decir wa?~he?
agujerar loppheoKJJ flecha] líquido! cebolla kaddoa staka?t
correr likyi;>? !corre] dedo nissebm skan?ya
ahora CQ arco iris 1Jgowahal'/ cedro éi)Yhya
éihigIJ caballo [su rama su
ahuehuete !sabino] kohw~OIJ ceiba cortar wahes !con cu-
arder nao)? cabello, hair skanhi mano]
ala manhwa cempasúchil chillo]; wi?y~s
ardilla koméigl) cabeza kan~OIJ nipir.s
alacrán condeilY? cenar [con tijeras] delgado
arena wammi;:OIJ cacahuate kopo? kosI m~ mahap
alegre lah~OIJ armadillo kopo? = [sucio! ceniza s!aJnclwi. corteza nibbyahagl) derecha
l)golhó? [buena direc-
alfiler· arriba cera ngokwaIJ !piel
koc?íIJ?, koc?~ cacao ción]
algodón nat?i.7 asar l)gomó cerbatana de árbol]
wahós [asa] cadera sahep, sohwep
almeja cim?éhec? atar có'I !objeto duro!; cerca [aclv.] lipi corto mamaha?; despacio
waso, wasoc? caerse [quedito]
altar ndao nlhógl) [lu- atole kol?(IJ kJ'l [objeto blan- cerca [ni l)gok?w~hol? womaha?t [pl.]
coser wa?i.hr.?t despertarse nn(J
gar dentro igle- atravesar wa??óhié? dol cerdo 1Jgophf:i, l)gophi
siaj aventador cerillo seríy coyote nan?o después
silYheiky café kafé
allí kopo ayer cerrar wacc r. o? [cierra] crudo man(>i?; wan(>i'I destruir
s~mp cal lac'li? konho?[p]
amargo wakh~o, azadón cerro l)gol?w f [pl.] día
sadón calabacita ciTJhí?iIJ
kokhw~o [líqui- balsa I)gomQhi? cicatriz ndann(l [seiial]; cuándo si?ap diablo
sikhyaoc? calabaza IJgocei?, l)goci?
do] bailar makwa kot7wc7t lómmj ndann(l cuarenta n6ia lyf.dn diente
nnsihi? [baila] calcetín seska?ai
amarillo nihyadn? bajar [pie lugar donde [tiene sciial] cuates I)gokói; ngóiky diez
wadoa ppó? [ba- tamel)?
amate nak?wés ciego nclao risoa?t [triates o más] dinero
jaj los ponen] dyós, gyós
[higuerón] hambú ciclo kotao kónhQ'l cuatro kil)yói, kiJJyóiky dios
caldo mhioIJ wa'lébmp [le due-
amigo mahao ligyahoi [su cara el sol] [animado] doler
bañarse liwyá?ailY caliente mapá, wopá [pi.]; le]
[bien caminan, cien kik?ai lyfdn cubeta komo'I l)gokw~IJ
barbacoa l)gol??áho? kopa lde líquido pf.oc, p f op
cigarro l)godóchigl) cuchara cihilgIJ dónde
dual] barco l)gol?os doa o lugar caliente] ??~hily?
cinco kiky?ai, cuchillo nalhés dormir
amontonar kiIJgyi 'lp kotf calzones nal)koi? noi
kiky?aiky cuello ciIJhi? dos
ampolla liéhín [tiene am- barranca nanh~ cama IJgobf kanoi m~
[animado] cuerda l)golhw~ dos veces
pollas] barrer wa??éogl) [barre j camarón l)gocó?
¿IÍ__ _
dulce ma?~os; wa?~os espina I)gohw r.? gritar mm a?a hule makwa I)gol?u leña I]gwáI) !madera, mazacuate lboa]
fpl.]; ko?wóos, espíritu nímby~i? grueso nim '/ ígr¡ [ u pie ca a = pi.]; I)gokw~IJ mazorca niI)gyW~
kwa?~os fde esposa wán?h1?~, guacamote !yuca] canthóc? llanta de au- [madera, sg.l; I)golhw~
líquidos] lsignifi- wán?j?~, guaje kom 7 tomóvil ] mecapal
ngw~ nchwi pikyao
ca dulce o wánnj?~ guajolote ko·1ogIJ humo ki 7i [juntan leña] ndappF.hF.7
maduro] espuma sipphe? guayaba kanhwa?a iglc ia ni · f.c liendre nII)gyo I)gol?6 mejilla kadá m~ raJ)g~o
duro niky?a este nhi guerra nabahi7 iguana I)goci !su huevo piojo] !un lado de los
eclipse ttc) konho? estrecho e?~? guano ci kochí7 isla kop ? mi'/ya limpio nicci&IJ? cachetes]
!muere estrella kaIJg? 7 [culebrita] limyó?ogI) kot f liso niI)gy?óahadn? mercado kikkyáo&IJ
sol]; excremento mphói hacha stacc f.'7F. dn [tierra toda rodea lodo somphói mes I)gom?~o?
echar wa?ailY?, faja I)gw~I) agua] mesa sic?éhi&IJ
luna I)gom?~o?
wahf.ol? ferrocarril JJgot6c7 I)gol?os hamaca sikhyáol? ixtlc 1'i nlhwe Iggyoa llaga ngocwés metate nakhei&IJ
1objeto pi.] !casa grande] hay izquierda meter
m~ mah (?F p ldi- ll eno nt
él hc)i fierro éippya helarse rección difícil] ntl? lla luna] metlapil skan?ya
elote masa fies ta I]gobaho hembra niIJkhyói jabalí Imano de metate] nakhei&IJ
matthaigIJ llorar wai
ellos rehc)iky filoso 1 mmj kotao hervir limmigI]? !algo jabón mezqui te
si!Y?~han? ll uvia pikyf.; ci-mes JJgol?~JJ
embotado waho kotao [sin [con cara] hierve]; jaguar miel kippy~i?
kotcOgl) , !llovizna]
cara] flauta nipphi?i lommeigr¡? kot i Ogl) mac hete nalhés mba?o skim~?e
empezar loppop flecha l)go lha? [arco y [lo hierve] jalar milpa konhw~
wakké'J cdn [cuchillo largo]
!empieza] flecha] hielo kosi sla]ndwt. jarro mac ho nikyw~IJ moco mbaos [su]
maci, macci
empu jar lodo?o&IJ flor l)got gI) [ceniza helada] moho siI)gybi?
jefe cike? madera I)gokw~IJ, l)gw~
en kiIJgyl?pl fluir nimbíhilY?
likyc)? n?óhiJJ hierba sissi jícara ndadda?ogI) koti. [pi.] mojado
enagu a nakhoi? forastero mammo koi:6
koba?o ma?ós hígado l)gOniá?p ji tomate na?wó napai Ito- madre wac?o molcajete
encender lonca?o lnil)gy f.] frente pikyao hilar wahóiIJ mate rojo] maduro mat~?, wat~ lpl.] !piedra plato ]
[enciende fuego] fres no ndáho !muele]
hilo IJgolh~iIJ jorobado I)gopc:s l)godó7 maguey I)god6a moler
en cin o kase?e frijol l)gokhwe? h incharse ppe? igIJ !su espa lda joro- maíz nlhwó molleja éincns
encontrar frío mac t. [hacer hoja nissi ha] malacate mono I)gokhw t7
enemigo mi?ip [su enemi-
frío]; nimby~?~n hollín labios malo cíc?o morder wacco7ol .
go]; mi?iok [mi ciJJIJY l.
[de objeto] hombre kywón wacce?e kanhf.'7 morir ttQ
enemigo] [su labio, man1ar
frotar WiiJJg~s [con una nihya&JJ morral waI)góc
enfermo hombro su dobladi ll o] [da de mamar al
wan?iJJ [está en- piedra], ska?ei
honda ladrar bebé]; ccí mosca
fermo] I)go?wei
womadn? hongo lagartija skimby~I) kanhU[el bebé mosquito
entrar nhí? [entra]
[se lo frota ] h ormiga cathw~ [chica, lagarto !caimán ] mucho walí[ky] [mu-
escalera skaléra skalho? mama]
fruto niJJgyf.7, riI)gy l café ]; nac?jn lago ch as]
escama koca mamey I)gokwóIJ ti?yas
snasóa&JJ cikyao [pl.] [hormiga que snan~hol?
lamer [plátano de ár- muela
[su escama fuego niI)gy l corta hojas ] nthói
lana sodo, sado bol] mujer
pescado] fumar wahhí?igI) lanza muñeca [wrist ] nikhi skan?ya
horno sta?~o?t mh l cippya ninc?~s mango maIJk
rand f.hF.dn? garganta konhwi? [cosa que asa largo murciélago nicoac?
mba?o mano skan?ya
cikyao [su garra skamo tortillas ] lavar nadar c~hoI)
wasi lY?, waseilY? mañana rippja?a
dinero pescado] garrapata nalgas nikkyi.?
escarbar
I)goc?~i horqueta siIJkhyón [platos, etc . h mar kohw~i? kot f.. -
wa?F.?F.t gato n aranja
nim}s [slingshot] wasigI), waseigl) !agua profunda]
escoba silY?éogIJ gente nariz ciIJIJYQª [su]
U,Ut hoy éó; có? nhi [1nanos, cara, marido wán?wóIJ
escoger wakkehe? golpear neblina sanM
wóppaigI)ky [oh- konho?p [ahora cabezal; marihl)ana ndóehigl)
[obj . sing.]; jeto pi.] este día] negro nambó, lambó[t]
watt~ha?t stikywóJJ
wakke?eky [obj. gota niI)gyet cíl?, cél?; cé?t [pi.] [ndóehigIJ = [pi.]
hoyo [ropa]
pi.] grande I)gotóe?, I)golhoc?; komo? leche tabaco] nido commap
huarache kic?i?
escopeta nalh eiky leer comhF. nilYhaigI)
mand~i ngolhoc? wa?aho mariposa
escribir wa?éc? kílY?y F. granizo kII)gyo [huarache de martillo martíy [de pájaro!
I)gok?w es
ese napo grano masa nikkyc)hilY? nieve koti. kosi
guaje ] [habla al papel]
espalda I)gopes [suj grasa lejos máscara kotao cokos nigua skamma&JJ
ngopoi?, nimby(>i hueso piI)gyW~n koba?o
espejo nak?ohilY? [su grasa] nando lengua nan~ matar lótto niño kanhi.?
huevo
J .
nixtamal rikkioIJ pagar lohw.;:?o lpagal pluma til >' haigIJ remedio ilY?y f ucio cic?o; kihyaogr¡ troje mica?
no mep, kadé[pl, mót pájaro nil YháigIJ pohre ti ?y ac'I remo nda?aol? kot f !ropa o cuerpo! tronco nil)gyw~,
noche I)gOS;)OIJ palma éy"ihwa?a pocos kosa ?, ko aot rezar ndóo !cantar!; sudar lil>'het woppap nimbyo !tallo!
nombre l)golhc;í?; pantan o !animado! wa?aho dyós !sale su sudor] trueno I)gonw t nw ( t
IJnonh~o? !su panteón ti lY'/aodnt, podrido mi y~ !habla a Dio. 1 ur [pi.l
nombre! kil >'? ampt polvo hwiiogl) ric o ndippy;)n tahaco ndóehigr¡ tú heok?
norte sohop IJgopói? papa piIJ ?ó káddoa pollo tal óg1J río I)gotóe7 koti tamal IJgolhPf.; nlhPf. tuétano nil)hio
nosotros kaokIJ lpl. incl.] !tubérculo poniente m;) n7~hon7 [agua grande ! [pi.] tumor niggyó? [nudo en
kaok?IJ [pi. o blanc o! k nh ? [direc- rodilla nil)l))'Q tambor tambo! la madera, ¡tu-
dual excl.] papel l)gok7we ' ción se pone el rojo na?wó, no?wó lla tarde mor?]
kaoiky [dual in- par kada kotao soll egunda forma tecolote kolw tuna nil)gy l 7 IJgobogr¡
el.] kaogl)? [dual pararse mma:l'7i primero kotap no e muy fre- techo niky?os !su fruta nopal]
excl., raro] pared ngokhwó pueblo kom ?ü cuente] tejer wóppf. !teje] tusa
nube sanh~ parir mogl) ; loww Ogl) puente IJgOU f.OC'l ropa tejolote nal?;j.hol? último státhobmp
nuca skimby;J?a l)godwi [parirun pulga kammagl) rozar lochá'/ tela sót uno nda
nudo hijoj loww gl) pulmón saber wo7o7 [ abe telar nabf. ustedes heok?IJ
nueve ndancháo? nando !poner pulque kolháo? oyendo!; temascal vaca pakkas
nuevo wiIJkhío un huevo] puma [1Jgotóe?] temblor limhm? kimbn? vacío ma?ó [seco];
wannc;í?o [sabe
ñame párpado m anee?, kopó? !se sacude lihyá? !cuarto
viendo!
ocote nakw;Jl) pasado mañana m ancwe? sacerdote tierra] vacío]
kaw i dn7
ocho ndancháho? pasar n'l?óhil) !pasar, puño lomm;¡iiIJ'I sal pói !teme]; vela kandilY?,
l)golho ; nlh{) temer
oír wo?o? [oye] atravesar! skan?yil [hace watteon? llo kandei!Y?
ojo I)gotao pato
IPLI ndilY?.dn
katti bol a su mano! alir aterroriza] veinte
oler nnéhigl) [sale!
woppé?e [huele!; patrón liéhao éikc [se pu s kiphy~o saliva vejiga nd~gf.?d
IJkhwígr¡ templo nisi.c? [iglesia]
womba?ogr¡ [da hace jefe] kan l.n kíIJgyf.
qué sangre kokhwi tcnamaztle
olor]; wo?ogr¡ [da pedernal ci pikhywa? siséo1J, sisóIJ nic?e [vena, arte-
quelite sapo snapc? tener wamm~?o vena
olor, general- pedir wa?ahodn? !pide] wommó•J ria, tendón,
querer seco ma?o teñir wakk~? ltiñe]
mente desagra- peine nda??áig[) ko7wa? nervio]
quién seis tel >'?yá, tel Ygyá tienda kol?os limi
dable] skanhí manip venado masát
quijada semana nimby~i 7 nalháogIJ
oJote. maJhw;j. pelo [furj rissi seska ?ai kik'lai wa??ei? !vende]
quince sembrar wattó?o [siembra] tierra hwaogr¡; kopo? vender
oJJa I)goc?wé? pensar liggyáho nikhyc; waddoa, wodoa;
raíz semilla [)gol7ól'J !suelo] venir
ombligo ci IJgocaagIJ peña naddi.OgIJ wa súa'/ac7 [obj . n?}a [viene y re-
rajar senos cici? tijeras nal?y;j.s
once seska?ai ndá perro nado sg.l wasoa·/at gresa]
sentarse ccóho tlacuache IJgokhwic?
oreja éiky;)o pesado maheo, mahi.o jobj. pl.l woppaho? jve de
sepulcro kimbyo? todo wi?yajt] !todos] ver
órgano koc?f.gIJ pescar ssó jpescal nísscbm 1Jgok sesos lejos], wannó?o
rama I)gokw;)7p tomate napai; lapiii lpl.]
oriente ma nh;J.?o petate éimhy;) WÓl'J !s u rama ár- ¡ve de cerca]
SÍ torcer lówwaol?
konho?, nimbyo peyote kowi verde niIJgyéhilY?
bol! siete tel >'7[)yohigIJ ? !tuerce!
I)gop~i? pez éikyao kok?wa verruga IJgokhwíIJ
rana silla sinc:7oho7; tortilla ngomh(
oriJJa pie makwa, makoa rápido mat;)o, manéi tortuga kommo? vestirse
I)gop?óholban- comi.IJ, madó7i
orina kot f /agua]; /su] rata IJgotóe? 11i[)gy~o toser lóhwf. lle causa viejo
co, banca, nimyao
kimy i, ?t [su orí - piedra kotó ratón ci ni1Jgy~o tos] viento
asiento! liIJyaha?t
nal, kom i, lmi piel n1bbyahagIJ recto kwás, maté'/og[) sobaco tostar lokkwaic7 /tues- viga
sanhwap
orina] pierna cikyoa tal IJgol?os
red sol konho?
oro éippya nihyadn? pinole nimy;)il)'/ [esféri- wattQI ? !traga) viruela I)gotóe? I)gocwés
[)khwigIJ redondo sombrero ngobéhe'/ tragar
[metal piojo [)gol?ó coJ; ndímhywilY7 trampa niky?ac7 vivo manó
sonaja sic?ac7
amarillo! pizcar !cosechar\ wass f.?r 1circular! soplar tres ranho?lt] lt, ani- volar c,>hoIJ
waheigIJ'I [so
oscuro kiIJkho?t plata watuhrdn'/ !se mado), kanhó vomitar licoc?, loccoc7
éippya nisoiigI) reír plarleJ; wahciky
kiIJkhyó?t [metal blanco] ríe de ... ]; lihyál? [veces,lugares] yo kaok
[ahanical
otro líss~?oIJ plátano tripas mbep zopilote naw a·/a
ti 7yas [sonríe, riel sordo salhó?t
padre womm r. o?, plato triste niap na?wa zorrillo korn)a'/a
mammo relámpago likhyóat [sus subir nhóo [sube!
wamm f. o'/ pleito relámpagos]
2 44
Y u landa La s cr11 Vocabu lari o de er es l eng 1111 s ocopames 245
mango nixtamal pensar mó mó mó 'mhó recto
mano ka?á kán?a kan?í no peña red
mañana síní noche perro redondo
mar nombre nah(t únh1,1 unhi úrh(! reír
pesado
marido norte pescar relampaguear
marihuana nosotros petate SÍmqS simós simhós• remedio
sumós
mariposa nube peyote remo
martillo nuca pez rezar
masa nudo pie nakú éku egú ekhú rico
máscara nueve nánt?a pámr:b río
piedra
matar '?ü ' t?ü 'ndü ' r?ü nuevo risé rodilla námen namén námen
. mén piel rusé ríse
pen ngwén ' mbén ñame eré rojo
pierna naté éte
mazacuate [boa] occidente ropa
[entre rodilla
mazorca ocote rozar
y cadera]
mecapal ocho cándzeb saber
' ndí 'r?ó pinole
mejilla nakó nák 9 nangó oír ·10 ' tí sabino
piojo
mercado ojo sacerdote
me mbe pizcar [cosechar]
mes oler pe ngwe sal
plata
mesa olote salir téhe néhe
plátano
metate olla [irregular]
plato
meter ombligo saliva súkké síkké sígé
énunc pleito kikhé
metlapil [mano de metate] once rácóro nánta sangre kukhé kíkhe
sigó pluma
mezquite oreja suk¡j sík 9 sapo
miel pobre má?r:
órgano seco níndo
milpa kunú kínu kinú kinhú oriente poco
podrido seis tákun
moco orilla
polvo semana
moho orinar
pollo sembrar
mojado oro túndehen kiréhen níndehen úrehen
poniente semilla
molcajete oscuro
primero senos
moler otro ·ngwéhe ·mehe 'kóh~
pueblo sentarse,
molleja padre tátá úngwe éme búpe [verbo irregular]
puente estar
mono pájaro
pulga sepulcro
morder nzon con zon 'zhon palma
/ morir n¡, 'ndu pulmón sesos
pantano sí
morral pulque
panteón siete cakús
mosca puma tápoho náboho
papa tápoho kipóhó
puño silla
mosquito papel pus sobaco
mucho magér, mánáí par qué man?í sol umá up?á·
muela pararse mehe nambá úngwa
quelite sombrero
mujer [irregular] querer '?i 'tí 'ndí 'r?í sonaja
muñeca [wrist) pared quién ká?á soplar
murciélago parir
quijada sordo
nadar párpado subir 'hó
quince rácóro sangwáro ég~c
nalgas pasado mañana sucio
raíz
naranja pasar rajar sus sus sus
.cus sudar
nanz kanú kánu kanú pato sur
rama
neblina patrón tabaco
rana
negro pedernal rápido tamal
nido pedir ' ?áhan ' tán 'ndán ' r?áhan rata tambor
meve peine tarde rará
ratón
niño pelo rebozo nípán tecolote
While the limitations of data are well known to workers in this region,
there is certain intrinsic interest and benefit in analyzing and discussing
such limits within a framework not only of regional ethnohistory but
also of world culture history.
1 This short summary is based largely on secondary sources, with the great adva;1tage that
these have the benefit of other people's thinking. Likewise, there is no pretense to ª
thorough bibliographic coverage.
2 In a number of instances below , but not in ali 1 the term "social history" could be sub st i-
tuted for ethnohistory.
3 Ideas for the present paper were prompted by a conference sponsored by the departrnent of
anthropology, Texas A&M University, on the southem North American Archaic Tra-
dition at Lajitas, Big Bend, Texas, October 9-13, 1989, when the author was forced to organ-
ize succintly the limitations of documentary data for specialists in fields as diverse as
field biology, ecology, and prehistoric archaeology. The proceedings are in press at Texas
A&M University Press (see Griffen nd[a]).
for specific groups at one time but were later extended to more generic Nomad (perhaps one of the most stultifying of terms) has frequently
use and covered several earlier smaller groups. Also, "Apache" in the been used to contrast with sedentary but without specifying precisely
early years in Nueva Vizcaya seems to often have referred to any Indian what characteristics were included: the kind of movement involved (or
from New Mexico (see Griffen 1969:102, 154H). And "Toboso" was ap- how such movement could be measured) whether narrow transhumance
plied by the Spanish-speaking population in Coahuila for any Indian who or larger seasonal movements. Befare contact hunter-gatherers could only
appeared to them to come from sorne far-away place to the west. have travelled on foot after contact, with the rise in raiding, many de-
14] Names for groups sometimes became confused owing to a failure veloped much greater' mobility because of stolen livestock, especia~ly
to distinguish which groups were refugees from another region, and horses. So far as is known, however, they incorporated no regular pracuce
which were native to an area. of breeding the animals. In addition to these ambiguities, sometimes the
15] Forced changes in residence from governmental or missionary "nomads" have had attributed to them the same cultural character-
practices. Both this and the immediately preceding factors led to the istics as those of central Asían stock-raising (food-producing) peoples
amalgamation of subgroups and dialect groups into larger groups, or to who, given differences in culture and habitat, unquestionably had much
hispanicization (see next item). greater mobility as well as more striking and staying power than the
r6J Hispanicization as well as the formation of a pan-Indian co- mobile north Mexican peoples. . .
lonial culture, in effect, often includes the last two points. Rates and Territorialism 11 or the changing pattems of how native socieues
amounts of culture change, including the development of a socially were distributed with respect to each other on the land.over time could
low-ranked pan-native American culture that probably merged imper- be clarified. Data on seasonal shifts in territory exist only for sorne areas.
ceptibly with cultural patterns considered "lower class" and included ele- Despite early writers' references to trespass as a cause of intergroup
·ments from Mesoamerica, Europe, and even Africa in the new northern conflicts, territories were not always, or perhaps -seldom if ever, well
Mexican frontier society (see, e.g., Deeds nd[c]).
The above discussion covers majar points regarding limitations of . . . • · without analysis ar
9 Wh1le such terms need to be used at times, 1f they contmue m use . h
the data themselves, perhaps a few o·ther observations on ambiguities, · . · . Ob · 1 moving to the ot er
thought they become clichés with doubtful denotat10n. v10us Y, .
sometimes even confusions, that have crept _into the historical-ethno- . . .
extreme-t h e preoccupation with de f1mt1ons w1'th out emp 1·r1·cal coritent_.:.would be an
graphic data or its presentation. And, certainly as Brand (1971) notes, lat- idiocy but it has not happened yet in research in norfhem Mexico to my kno~led~e.
er writers have through the uncritical use of early sources repeated errors .
. up throughout history
.
.
1 ° Fned proposed sorne years ago that "tnbes are no more t an
. h enes
°
h f rms of orgamzat10n that
· of ch1'efdoms and states under
and distdrtions. tend to sprmg on the penp
the influence of the centripetal social, economic, and political life of the_se syS t ems.
Thus rather than being evolutionary precursors of chiefdoms and states, tnbes may be
PART 11. SOME CONCEPTUAL AMBIGUITIES AND POTENTIALS cons~quences of the interaction of the latter with societies living within their sphere of
influence" (Fried 197 5 ). See Wolf (1982) for a similar point.
11 Not "territoriality" which at present c-arries a tremenaous semantic overload and would
In addition to the last point, there seems to be also at times notable vari-
ability in and uncritical use of terminology. The remainder of this pres- not be the proper term here in any case.
aside from tabardillo above (literally, "burning fever," sometimes used far typhoid of assembling and manipulating such data.
fever), are calenturas (fevers), fríos (chills), and dolores (severe pains). Outside majar epi- is Given the rapidity of advances in genetics, DNA studies (including mtoNA), a number of
demics, so far there has been no way to assess what role minar sickness such as flu and interesting projects on human variation can be thought of. See, far example,
the common cold played in Indian-Spanish relations. Cavalli-Sfarza et al. (1994) 1 Pollock (1994), Wills (1989; 1993).
tural, a kind of environmental opportunism . This dynamism has two Weigand 1985; White 1983).
profound implications for the ethnohistory, especially of the early peri- With the conquest, all social groups in northern Mexico played _sorne
od, of northern Mexico. part in the generation and maintenance of diversity of the fronuer as
Northern Mexican societies have never been isolated from the they put pressures on other sectors of society to reconcile and accom~o-
regional systems and have been undergoing constant alterations- date social and ethnic differences into a "h1g . h er mtegrauon
· · "(Sp1cer
following the old saw that the evolution or change of a population is 1966; 1971). Such changes eventually fed back on the native Americans
also the evolution of its environments (e.g. Griffen 19706, 1983a; Wolf themselves. But higher integration locally was also stimulated b~ factors
1982). Alterations stemmed from environmental and climatic changes, far oustside the region, and even the continent. The tensions In~ians ex-
diffusions of cultural elements by whatever route (trade, migration or erted countered forces for centralization and conformity emanatmg from
conquest, etc.) and the resulting cultural reorganization that communi- regional and national governments, which in turn led Spaniards ª nd
ties living in the area are then forced to carry out. In sorne places prehis- Mexicans for example, in areas now marginal to the main power centers
torically the advent of cultivation transformed profoundly the societies of region;l society to appoint paramount chiefs and official go-bet':"eens
affected with unprecedented population increases, expansions of com- far various clusters of bands or rancherías. In all periods the parucul~
munity structure with new social groups (e.g. governance and ceremonial configurations of missionary, military, governmental, and econo~c
sodalities), and associated cultural innovations and other underpin- units specific to northern Mexico were a product of all such forces of m-
nings . In other places, the changes wrought had less effect, but still with tegration (Hall 1989 ).
"significant" adaptations (perhaps not "transformations"), including the Any model or approach must take into consideration all 0 _f t~~se
adoption of sorne cultigens as supplements to the existing subsistence factors. Hence for the ethnohistorian the challenge is still the dehmitmg
' · h. I a few
strategy, increased trade, perhaps increased competition and war, and of the fundamental transformations that took place w1t m on Y
·
years after the Spaniards arrived on t h e contment an d t r acing the con-
.
changes in territory.
Change process presumably sped up-at least received a large comitant changes to the present (Mathien and McGuire 1986; Riley
jolt-with the arrival of Europeans. In broad ecological terms, to what- 1976). 1 9 At the same time, this dynamism of adaptation and cultural
ever extent there existed a relatively mature, steady state on the eve of diversity also challenges the use of ethnographic analogy.
first contact, it was soon disturbed by a number of new factors. In arder
to adapt to the new biosocial conditions (such as disease, technology, and 19 "The coming of Cortés and the Spaniards in 1519 was to have ~-he mo_s t far reaching _ef-
power arrangements), native populations recut their cultural systems, fects in both the heartland and on the peripheries of Mesoamenca. Withm a generauon
despite population decline, to cope with the new circumstances . Sorne after the fall of Aztec Tenochtitlan, even the remate northem frontier was reflectmg,
quickly moved into a "bloom" or rapid growth states of change and both directly and indirectly, the Spanish Geopolitik" IP- 9).
William B G ri lle n
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Chanta! Cramaussel
Universidad Autónoma de Ciudad Juárez
Al abordar el tema del contacto entre grupos llamados nómadas y las dis-
tintas clases de sociedades sedentarias en el Norte colonial, necesariamen-
te nos enfrentamos al problema de la identificación y caracterización de
los distintos grupos indígenas. En el caso presente, la denominación de
grupos "nómadas" se refiere a las diferentes sociedades de cazadores-reco-
lectores que, se sabe, habitaban los extensos territorios norteños, y, en par-
ticular, a las que ocupaban las planicies del altiplano septentrional. Los
contactos de estos grupos con la sociedad española colonial fueron estre-
chos, complejos y de muy larga duración; en consecuencia, las relaciones
documentales de diferentes tipos donde se hace mención de ellos son
abundantes y voluminosas. Sin embargo, lo anterior no significa, en abso-
luto, que sea tarea fácil hacer una mínima descripción de esos grupos, y
puede decirse que ni siquiera es posible todavía identificarlos con cierta
seguridad. A pesar de su volumen, la documentación de origen colonial
donde, de una u otra manera, aparecen estas sociedades, más que un con-
junto de "fuentes" de carácter "etnohistórico", resulta ser para el historia-
dor un objeto de estudio en sí misma. Desde un punto de vista, por así de-
cirlo, puramente "etnográfico", estas "fuentes" son o, mejor dicho,
parecen ser imprecisas y contradictorias: grupos de indios que se supone
pertenecen a una misma "división étnica" (o "nación", para utilizar un
término más propio de la época) aparecen alternativamente como sedenta-
rios, "políticos" y pacíficos, o bien como nómadas, guerreros e irreducti-
bles, todo dependiendo del lugar que ocupaban frente a la sociedad españo-
la local, y también del tipo de documento en el que se los describe. Tal
puede ser el caso de grandes grupos como los conchos, o los tepehuanes y
salineros de las llanuras. 1 Como veremos a continuación, todas éstas son
sociedades acerca de las cuales las "fuentes" no parecen ponerse de acuer-
do. De nada sirve, desde luego, resolver ese embrollo simplemente etique-
tando como "seminómadas" a todas esas sociedades. Mucho más útil, en
cambio, sería profundizar un poco en el conocimiento de cómo los españo-
les clasificaban a esos indios, con qué objeto y bajo qué criterios lo hacían.
Nuestro análisis se basa en la documentación y bibliografía referente
a la Nueva Vizcaya interior, y se centra, principalmente, en territorios
1
Para los conchos: William Griffen, Indian Assimilation in the Franciscan Area of Nueva
Vizcaya , Tucson, The University of Arizona Press, p. 38 .
275
ubicados dentro de lo que hoy es el estado de Chihuahua. 2 Analizaremos que muy poco tiene que ver el concepto de nación de los siglos XVI, xvn y
la configuración de las "naciones" integradas por tepehuanes, tarahuma- xvrn,4 con el moderno de "etnia" o "grupo étnico". Para los europeos de
ras y Ganchos, así como por grupos de indios de las llanuras. Esos aboríge- los siglos de la conquista, una nación 'estaba formada por los descendien-
nes habitaban medios diversos: la sierra alta y sus barrancas, el piemonte tes de un antepasado común: tal era el elemento constitutivo esencial de
serrano, el altiplano desértico propiamente dicho y, desde luego, las férti- una nación.5 En cambio, la identidad de rasgos culturales y la subordina-
les riveras de los diferentes cursos de agua que lo cruzan. Existe un punto ción a un sistema político unitario eran elementos también constit11tivos
sobre el que habría que insistir antes de entrar en materia, y es, simple- de una nación, pero que no conformaban su sustento último. La exten-
mente, recordar que han desaparecido ya todos los grupos que otrora ocu- sión de una nación dependía, entonces, del reconocimiento de los víncu-
paban tanto las llanuras centrales del altiplano, como la zona intermedia los de parentesco o de descendencia, en general, que unían entre sí a los
entre éstas y el macizo de la sierra Madre Occidental. Sólo sobreviven miembros que la componían, y no correspondía forzosamente a un terri 0
dos grupos serranos: los tepehuanes y los tarahumaras, y son, por lo tan- torio determinado. Pero si bien el término nación estaba semánticamen-
to, los únicos indios sobre los cuales tenemos auténticos registros etno- te asociado con una comunidad de origen, es claro que los españoles, al
gráficos. Sin lugar a dudas, ello ha influido poderosamente sobre nuestra dividir a los indios en diferentes naciones, lo hacían de una manera laxa
percepción acerca de los indígenas desaparecidos. y genérica, sin necesariamente ponerse a reflexionar acerca de si el térmi-
Tradicionalmente, se suele separar a los indios de la Nueva Vizcaya no estaba bien empleado o no. Ninguna fuente se avoca, por ejemplo, a
central en dos grandes bloques, distintos y bien diferenciados entre sí: describir los "lazos de parentesco", tal y como los entiende la moderna
por una parte, los serranos, considerados sedentarios y agricultores, tal y antropología, que hubieran podido unir a unos grupos con otros (ello nó
como lo consigna la moderna etnografía (tepehuanes y tarahumaras); por interes-aba en absoluto a los colonizadores). En general los conquistadores
otra parte, se encontraban los habitantes de las llanuras áridas I los cuales usaban el término nación como un genérico, semejante, por ejemplo, a
habrían estado organizados en pequeñas bandas "nómadas" o "seminó- nuestra moderna acepción de "grupo indígena", la cual carece también
madas", dedicadas a la caza-recolección, y acerca de los cuales se tiende a de sentido exacto. Nación, en esa época, se refería sólo a conjuntos de in-
pensar que debieron ser étnica y culturalmente muy distintos de aqué- dividuos que vivían juntos y se asemejaban entre sí, y de los cuales se su-
llos. Acerca de los habitantes del sotomontano en cambio las opiniones ponía que provenían, por lo tanto, de una estirpe común; el gradG de pre-
de los autores modernos son diversas, y en este ' caso puede' decirse que, cisión o de conocimiento de causa con que se aplicaba ese término en la
efectivamente, contradictorias. Vista de cerca, sin embargo, la documen- documentación era, entonces, sumamente variable.
tación colonial puede ofrecernos una imagen mucho más matizada de es- La lengua constituyó, sin duda, uno de los criterios más importantes
tos pueblos.3 para agrupar a los indios, puesto que individuos pertenecientes a la mis-
ma estirpe suelen hablar un idioma común; sin embargo, no siempre los
EL CONCEPTO COLONIAL DE NACIÓN
Y LOS NOMBRES DE LAS NACIONES DE INDIOS 4 El nacimiento del concepto moderno de nación data de la Ilustración, como lo ha demos-
trado Federico Chabod, La idea de na ción, México, FCE, 1987 .
Los nombres de los grupos indígenas del septentrión datan, casi todos, de 5 De esta manera, los espaüoles, por ejemplo, pretendían descender todos de un mismo lina-
la época colonial, por lo que vale la pena acercarse un poco a la manera je: Abilio Barbero y Marcelo Vigil, La formación del feudalismo en la península ibérica,
Barcelona, Crítica, 1982. En cuanto' al concepto de "raza", cabe decir que en la Europa de
como los españoles dividían y daban nombres a los indios. De entre todos
ese tiempo, era también un equivalente de "linaje": Arlette Jouanna, L 'idée d e mee en
los criterios de clasificación a los cuales los colonizadores recurrieron, el France au xv1-em e siecle et cm d ébut du xv11-eme, Montpellier, Université Paul Valéry,
más representativo del pensamiento de ese tiempo, y el más sistemática- 1981. La comprensión equivocada del término nación ha dado lugar a numerosas confu-
mente empleado, fue sin duda el de nación. Sin embargo, cabe insistir en siones y errores de interpretación histórica; Cynthia Radding, por ejemplo, lo hace sinóni -
mo de "etnia", y declara: "El término na ción, empleado con tanta insistencia en los docu-
2
Es la zona que mejor conocemos por habernos dado a la tarea de recopilar documentación mentos históricos, denota la subordinación al imperio espaüol de un conjunto de
para elaborar el volumen correspondiente a la historia colonial temprana de la Historia comunidades que compartían el mismo idioma y ocupaban un territorio definido ... los so-
general del estado de Chihua_hua, en preparación en la Universidad Autónoma de Ciudad noras ... que dieron su propio significado a_l vocablo naciói:t, al defender su territorio Y su
Juárez. presencia étnica frente al poder colonial": Cynthia Radding, "Entre el desierto y la sierra.
·1 Véase también el artículo de Salvador Álvarez acerca de los conchos y tobosos en el pre- Las naciones o'odham y tegüina de Sonora, 15 30-1840 11 , en Historia de los pueblos indíge-
sente volumen. nas d e México. México, c 1ESAS, 1995, pp. 15-16 .
8
Viajes pastorales y descripción de la Nueva Vizcaya, Mario Hernández y Sánchez-Barba bernador y capitán general de la nación concha a d. Hernando de Obregón, indio de na-
(comps.), Madrid, Aguilar, 1958, p. 1030; otros datos se encuentran en Guillermo Porras ción mamite; ver transcripción del documento al final del presente·trabajo.
Muñoz, "El problema de las lenguas", en Iglesia y Estado en Nueva Vizcaya (1562-1821), 1 3 William Griffen da una lista de esas supuestas bandas, Culture Change ... , pp. 29-36.
UNAM, México, 1980, pp. 258-269. 1 4 Juicio de residencia de Antonio de Oca y Sarmiento (1669); testimonio de Pedro del Hie-
9 Se quejaba el gobernador Rodrigo del Río de Loza al rey, el 7 de octubre de 1591: "los na- rro, f. 77 y siguientes; el mezcal parece haber sido importante para todos los tepehuanes,
turales no entienden la mexicana, [los misioneros] hacen muy poco efecto en la conver- en el momento de la fundación de San Jerónimo de Huejotitlán, en marzo de 1633, faltan
sión de los naturales": AGI, Guadalajara 28. Con el tiempo los indios de misión aprendie- varios de esos indios, por encontrarse parte de ellos en Parral, "haciendo mescal": Gui-
. ron el náhuatl pero, ya para finales del siglo XVII, los nativos del Norte lo hablaban de llermo Porras Muñoz, El nuevo descubrimiento de San fosé del Parral, México, UNAM,
manera tan adulterada que eran incapaces de entender un edicto escrito en el náhuatl del 1988, p. 228.
salineros, a los que califica como "estos otros tepeguanes". 2 5 Igualmente, que "cargadores de sal",33 fueron llamados así por la importancia que te-
Pedro Sánchez de Chávez, uno de los primeros colonos de la provincia de nía ese mineral en la vida colonial neovizcaína, pues era un ingrediente
Santa Bárbara, explicaba en 1621 que salineros y tepehuanes conforma- imprescindible en el proceso de beneficio de la plata por fundición y este
ban un solo y mismo grupo, aunque unos vivieran en la sierra y los de- mineral se hallaba en abundancia en las llanuras. Poco es lo que se ha es-
más en las salinas del desierto; insistía en que no se podía confiar en los tudiado acerca de la explotación de las salinas en el norte de la Nueva Es-
salineros para combatir a los tepehuanes alzados porque eran los mis- paña, pero se sabe que, en la Nueva Vizcaya, la extracción y acarreo de
mos, y preconizaba no llevar "indios tepehuanes de las salinas, ni del Ti- ese producto recaía con frecuencia en los indígenas de las llanuras quie-
zonazo", argumentando que "los salineros son traidores y amigos de los nes, al trabajar en la extracción de la sal, cumplían con la entrega del tri-
serranos y no pelearán de veras y les darán muchos avisos". Añade final- buto a la corona.34 Los tepehuanes-salineros fueron quizá los primeros en
mente que los tepehuanes rebeldes de la sierra, a los cuales aludía, se ha- ser utilizados para abastecer los reales de minas con ese mineral, Y no es
bían refugiado en el valle de las Culebras, ubicado en la sierra de las sali- en absoluto descabellado pensar que ése sea justamente el origen del ape-
nas, "porque es tierra seca y falta de agua que si no es en tiempo de aguas lativo "salinero", pues, como veremos más adelante, los nombres de nu-
no se les puede entrar a hacer la guerra por la mucha falta que hará a las merosos grupos provenían de los que originalmente les ~tri~uyeron ~~s
. ,, .26 p or su parte, en otros documentos coetaneos,
b es t ias , aparecen tam- encomenderos. En este caso, se trataba de indios cuya pnnc1pal func10~
bién los "tepehuanes negritos", de quienes se decía que habían bajado de era servir en las salinas, ya como sujetos de encomienda o de repartl-
paz desde Mapimí, a los poblados españoles en 1621. 2 7 Igualmente, en miento. Toda la región de las salinas de la provincia de Santa Bárbara es-
1624, se hace mención de indios tepehuanes en Santa María de Cerro taba controlada por un grupo selecto de encomenderos, Y aunque el tema
Gordo, en una zona que más tarde sería identificada como típicamente resta todavía por estudiar I no sería descabellado suponer que eran •
ellos
• ,35
salinera. 28 Años después, el jesuita residente en el Tizonazo declaraba quienes controlaban, al menos en parte, el abasto de sal en la provmcia.
qu~ su labor consistía en administrar a la "nación tepehuana, que llaman
salmeras" .29 Se dice también que en el siglo xvn se asentaron en Parras · · de ¡a exped'1c10n
· - de 1 59º·· Nancy Parrott
'2 Los m enciona Castaño de Sosa en el diano . Hic-
.
varios grupos de tepehuanes que eran vecinos de los laguneros.3º Además ( kerson, Th e Jumanos , Hunters and Traders of th e South Plains'. Austin, The Umversity
de estos testimonios presenciales, existen otros elementos que nos indi-
of Texas Press, 1 994, p. 4 7 • - 1 .· t
can que debieron existir lazos sumamente estrechos entre tepehuanes y -11 Según Fonseca y Urrutia, Historia general de la real hacienda, citado por Osear A atnS e
salineros. Es curioso, por ejemplo, constatar cómo, a mediados del siglo en Desarrollo de la industria y la comunidad min era de· Hidalgo del Parral durante la
xvn, los españoles nombraban "adame" a un grupo de aliados de los sali- segunda mitad del siglo x v111 (1735-1810), México, UNAM, 1983, P· 12 5· _
3 -1 Esto sucedía con los llamados tobosos, en 1639: "El capitán Diego Galiana m_and o ª los
neros-cabezas del desierto, en 1643, 1671 y 1687:31 "adame", como ya
dichos intérpretes les den a entender (a los tobosos cómo] viene a ver las lagunas de sa_l
mencionamos, es justamente la palabra que los tepehuanes actuales usan en nombre del rey, nuestro señor, y del señor gobernador de este reino, Y decirles (que]
para referirse a sí mismos. Incluso pueden encontrarse referencias acerca . · d ·1 1 y ayudar a los es-
como leales vasallos de su magestad han de ayudar a1 bene f1c10 e a sa
. ¡ s·ón para ayudarles que
de los tepehuanes-salineros en regiones ubicadas más allá de la Junta de pañoles y dijeron que les pesaba de que no h u b1era sa en esta oca 1 .
. , d , d 1 ecoger la sal y acud1-
los Ríos, en lo que corresponde ahora a las grandes llanuras del estado de cuando sea tiempo les avise, que el y su gente ven nan ayu ar e a r . ,, .
- a lo que el goberna dor Ies man dare y ordenare "·. "O escu br1'miento de una salma , m-
ran
an fo seph del Parra 1.
traducción y notas de Chantal Cramausse1, en Docum entos d e S
25 . , b d uACJ p. 1 3 acerca
Luis González Rodríguez, Crónicas de la sierra Tarahumara, México, SEP, 19 84, p. 174. mio 1639-1 640 Textos de la Nueva Vizcaya, num. 31 octu re e 1993, , '
, . t a parte en ese docu-
26
AGI, Guadalajara 37, núm. 46 1 cuaderno 2 (1621), Parecer de Pedro Sánchez de Chávez. de la explotación de las salinas: pp. 5-9 . Es mteresante notar por O r , .
• t mente descubierta no
27
Información de testigos acerca de un levantamiento de tepehuanes y tarahumaras en San mento, que los tobosos que vivían cerca de la 1aguna desa1rec1en e
Pablo y San Ignacio, en 1621, AGI, Guadalajara 37, 1621, parecer del padre Joseph de Lo- fueron confundidos con los salineros. . f
, . . t' cular el mercuno, orma-
ras. H Las grandes salinas, como otros depos1tos mmera 1es, en par 1 , .
, 1 d s directamente por partl-
28
AGI, Guadalajara 37 núm. 46 cuaderno núm. 10. ban parte del patrimonio de la corona y no po d1an ser exp ota a _ .
1 1
, .b. · d Sin embargo s1 bien la
1
29 AGI, EC, 170c, 1643, Averiguación del capítulo de Francisco González Cumplido contra culares aunque era común que estos las rec1 1eran en arnen o.
' , . - - d 1 no así el abasto de mano
D. Luis de Monsalve. explotación de las salinas depend1a, en pnnc1p10, e a corona, _ .
30 de obra para ese efecto, el cual se surtía por medio de encomiendas _Y reparti~men~~s. En
Agustín Churruca et al., Historia antigua de Parras, Parras, 1989, p. 108; la fuente de es-
la Nueva Vizcaya, sin embargo, las únicas salinas que quedaron ba¡o admmiS t racwn di-
te autor es también Andrés Pérez de Rivas .
recta de la Real Hacienda fueron las de Chiametla; sin embargo, la corona toleraba la
31 William Griffen, · Culture Change ... , p. 17 4.
hington, Camegie Institution, 1923-1937 1 vol. 2, pp. 94 y 98. Éste era el caso también de
las salinas referidas en la nota anterior: "como leales vasallos de su magestad han de ayu- 37 Luis González Rodríguez, Tarahumara. La sierra y el hombre, México, FCE-SEP~8o, núm.
dar al beneficio de la sal[ ...] acudirán a lo que el gobernador mandare y ordenare". Cristó- 29 1 1982, p. 85. dM ·1
bal de Ontiveros era encomendero del cacique salinero Balusi (lo cual significa "pie de 3S Campbell W. Pennington, Th e Tarahumara o/ Mexico. Th eir Environment an atena
liebre": William Griffen, Culture Change .. ., p. 137) y de sus indios: Luis González Rodrí- Culture, Salt Lake City, The University of Utah Press, 1974, p. 2.
guez, Crónicas .. . , p. 218, el documento se encuentra en AGN, Historia 19 1 ff. 14ov.-160, JY Guillermo Porras, La front era con los indios en el siglo x v11, Banamex, 198o, P· 202 , hace
Relación de lo sucedido en este reino de la Nueva Vizcaya (1645 ); los negritos y los cabe- referencia a un documento de 16 53 que consigna la existencia de pueblos tarahumaras en
zas parecen haber sido también salineros tepehuanes, encomendados en la región de In- Santa Isabel y Chuvíscar. ·
dé; los negritos laboraban en la estancia de Nuñez de Huidobro, en Indé, y los cabezas en 4° Luis González Rodríguez menciona también a los guailopos, citados por Gian María Sal-
la vecina hacienda de Canutillo, perteneciente a Cristóbal de Ontiveros, su encomende- vatierra en 168o y i68i : Crónicas ... . p. 15; existen también otras "tribus" más encontra-
ro; Babozarigames y pies de venado eran también salineros: William Griffen, Culture das al azar de la documentación, entre ellas las citadas en Campbell W. Pennington, The
tarahumar ..., pp. 10-11; esas "tribus" estaban ubicadas en asentamientos situados en la
Change ... , p. 80 y pp. 85-86.
36 Los pimas de hoy se autonombran o'odham (Cynthia Radding, op. cit., p. 203), palabra región de las barrancas: Cuiteco, Cerocahui, Pamachi, Samachiqui.
muy parecida a la tepehuana: ódami. 41 Luis González Rodríguez, Crónicas ... , pp. 9-10.
Ciudad Juárez, UACJ, 1990, pp. 13-14. El río Conchos se llama de ese modo porque en sus s I Mezquite correspondía también a un pueblo, se transformó, a fines del siglo xvm, en la
aguas se encontraban conchas que contenían perlas de bajo valor. Siendo las conchas, y visita misional de Nuestra Señora de Loreto, cercana a la Junta de los Ríos: William Grif-
más particularmente, las perlas, una de las riquezas que anhelaban descubrir los españo- fen, Culture Change ... , p. ro4.
les en el Nuevo Mundo por su alto valor y frecuente uso en la joyería de la época, no es s2 !bid., pp. 29-35 .
¡¡
ejemplo, se establecía un vínculo de sucesión, en el cual se debía com- casos, en cambio, se reunía a indios originarios de diferentes pueblos, so
probar la filiación de quien heredaba el cargo (hijo, hermano, sobrino, pretexto de que pertenecían a una misma "nación". Sin embargo, y a pe-
etcétera): ello garantizaba la continuidad del beneficio de la encomienda. sar de que en los títulos de encomienda se especificara invariablemente
Si en una "nación" existía más de un cacique o más de un "linaje", se la "nación" y el nombre del cacique encomendado, los españoles no ne-
podían distribuir los indios a distintos encomenderos . Solórzano y Perey- cesariamente sabían reconocer personalmente a "sus" encomendados, en
ra aclara, en efecto, que la encomienda de Indias "se suele dar en un indio especial cuando éstos provenían de rancherías alejadas, como lo q.ace
en nombre de los demás del repartimiento encomendado y principalmen- constar un indio concho de encomienda, quien confiesa que 1' el gober-na-
te en el cacique de ellos" .60 Las encomiendas podían entonces conceder- dor de los dichos indios [conchos] los sacaba todos los años y unas veces
se en un mismo territorio, a condición de que vivieran en él grupos de in- los daba a una parte y otras a otra y por esta razón no se sabía quién era
dios que no eran regidos por un cacique común. Es cuando menos lo que su amo". 6 3
alegaba en 1657 Bernardo Gómez, quien pretendía hacer efectiva una en- Es por ello que los colonos tendían a arraigar a los encomendados en
comienda concedida el año anterior sobre los conchos chizos olobayuga- sus estancias; cuando disponían de mano de obra suficiente, se evitaban
me, grupo que tenía tres diferentes caciques y había sido dividido, por lo ya la molestia de salir a buscar infieles en sus territorios de origen. Ya
tanto, entre otros tantos encomenderos. Afirmaba que sus indios no esta- asentados en pueblos y haciendas de españoles, los indios de encomienda
ban emparentados con los de Fernando Peinado, otro encomendero, terminaban casándose o asimilándose con los de otras "naciones"_ Mu-
quien los reclamaba como suyos por pertenecer a la misma nación, a pe- chas encomiendas desaparecieron de ese modo con el tiempo, y los nom-
sar de que los indios de la encomienda de Peinado habitan a dos días de bres de las antiguas "naciones" de donde provenían fueron .olvidados y
camino del pueblo de encomienda de Bernardo Gómez, situado a cuatro desaparecieron también como tales, sin necesidad de exterminio directo
leguas de la Chorrera, en el río Conchos. Prosigue el pleito entre los dos alguno. Creemos que la virtual "extinción" de los grupos conchos. del
encomenderos con una muy interesante aclaración del laxo sentido que desierto que ha podido fechar William Griffen hacia 1720 64 muestra más
para esos encomenderos tenía la palabra nación. Bernardo Gómez expli- bien la decadencia del sistema de encomienda en esa época. Ante el cre-
caba que, al otorgarse encomiendas, se podían dividir las "naciones" ma- cimiento demográfico operado en las haciendas, los encomenderos te-
yores de indios, como sucedió cuando se le concedió la suya, ya que parte nían cada vez menos necesidad de ir a sacar de sus tierras a los indios
de la misma nación pertenecía ya a Fernando Peinado: gentiles que quedaban. Además, no se concedieron nuevas mercedes de
encomienda en el siglo xvm.
Aunque es verdad que son entrambos de una propia nación no el serlo legiti- Una vez establecida la estrecha relación entre "naciones" de indios y
ma a derecho, que si legitimara la nación de los tarahumares siendo como es encomiendas, podemos comprender también por qué aparecen en las cró-
toda una estuviera encomendada a un solo encomendero y no a tantos y de la nicas, en especial en las crónicas tempranas, "naciones" que no vuelven
misma suerte la nación de los julimes que está encomendada a siete enco- a mencionarse en el resto de la documentación. Muchas de ellas eran
menderos. 61 "naciones" de indios, cuyas encomiendas, si las hubo, nunca se hicieron
efectivas, o bien pudo tratarse de denominaciones descriptivas puramen-
Con las encomiendas se fragmentaban entonces las "naciones" mayores, te ocasionales; éste sería el caso, por ejemplo, de las nación "patara-
de acuerdo con las circunstancias en que se establecía la encomienda y buey", citada únicamente en el diario de Diego Pérez de Luján de 1583. 65
las necesidades en mano de obra: "Las parcialidades, o nación, se suelen Al otorgarse después encomiendas sobre los pueblos de indios descubier-
dividir en dos o tres rancherías, una para cada encomendero. 11 6 2 En otros tos, los beneficiarios les ponían otros nombres.
63 !bid.
les que consumían los centros coloniales de poblamiento: "Haciendas y abasto de granos
64 Culture Change ... , p. 70.
en el Parral del siglo XVII", en 5 siglos de historia de México , México Instituto Mora-Ir-
/
vine, 1992, pp. 347-354. 65 George Hammond y Agapito Rey (comps.), Expedition into New Mexico made by Anto-
6
9 La política indiana (1645), Madrid, Atlas, 1972 1 t. II, p. 160. nio Espe;o, 1582-1583 1 Los Ángeles, The Quivira Society, 19291 p. 58; en el mismo caso
6
' AHP, 1657b, Pleito por indios de encomienda entre Alonso Bello Montes de Oca, Fernan- se encuentran las naciones pasaguate, tarnpachoas, cabris, abriache, etcétera, citadas en
do Peinado y Bernardo Gómez. el mismo texto; en 1582 1 como lo subraya el propio Pérez de Luján, los indios del río
62
!bid. La ranchería es el pueblo de indios de encomienda que se establece en la estancia Conchos se tomaban como esclavos, por lo que creemos que eran pocas aún, en esa épo-
del encomendero. ca, las encomiendas de indios en esa región.
71
Chanta! Cramaussel, La provincia ... 75 Fueron los únicos habilitados para ello, a partir de 1746; para esa f.echa, los repartimien-
72
Luis González Rodríguez, Crónicas .. ., pp. 23-62. tos de indios gentiles no eran ya lícitos; los indios de la Tarahumara Alta, fundada en
73
Para Chínipas: Luis González Rodríguez, Crónicas .. ., p. 66, y para la provincia de Santa 1673 (Luis González Rodríguez, El noroeste .. ., p. 232), quedaron exentos del trabajo for-
Bárbara: Susan Deeds, Rendering unto Ceasar. The Secularization of fesuit Missions in zoso durante 20 años: Chantal Cramaussel, Encomiendas .. ., pp. 81-82 .
16 AHP, 1657b, Pleito por indios de encomienda entre Alonso Bello Montes de Oca, Feman-
Mideigthteenth Century Durango, Tucson, PHD, University of Arizona, 19 8 1; Chantal
Cramaussel, Sistema de riego ... do Peinado y Bernardo Gómez.
74 77 Esta costumbre se modificó en el transcurso del siglo xvm: Pedro Tamarón y Romeral,
Juan Font, jesuita fundador de San Pablo Balleza, primera misión de tarahumares, pene-
op. cit., p. rn41; en 1765, se depositaban los indios reducidos directamente en las hacien-
tra por vez primera en la zona en 1603; sin embargo, la misión no existía aún en 1608:
das de los pobladores.
Luis González Rodríguez, Crónicas .. ., p. 149.
encomienda provenientes de las misiones también jesuitas de la Baja Ta- de cambios de residencia en las fuentes, ya que esos indios seguían reGI-
rahumara: San Pablo, San Ignacio y Santa Cruz (situadas en las riberas de biendo los sacramentos de los jesuitas y continuaban perteneciendo for-
los actuales ríos Conchos y Balleza), en una fecha que no se precisa en la malmente a la misión. Sin embargo, esto es exactamente lo que ocurrió
documentación. Todo lo anterior nos muestra que el sistema misional en el caso de la misión franciscana de San Bartolomé,· donde los. frailes
/
pudo coexistir con el de encomienda, y que no había impedimentos rea- administraron durante más de un siglo, a los indios de las hacienda~
les para que los indios de misión lo fueran también de encomenderos. En circunvecinas,' sin por ello tener un asentamiento misional propiamen-
1649, sin embargo, estalló un aleccionador pleito entre los misioneros y te dicho. 85
los encomenderos de los indios de Huejotitlán, no por la existencia mis- En la zona serrana bajo control jesuita, el otorgamiento de en~o-
ma de la encomienda, sino porque Felipe Montaña siendo él mismo clé- miendas no dio lugar a la fragmentación de los indios en-varias "nac~o-
rigo secular, administraba sacramentos a sus enc~mendados I haciendo nes" como había sido el caso en las barrancas de la sierra Y en la provm-.
caso omiso de la prerrogativa de los jesuitas en ese rubro . Los regulares ciad~ Santa Bárbara colonizadas ambas en el siglo xv1. En la sierra ya no
alegaban que si se les usurpaba el beneficio derivado de la administra- se encomendaron n~tivos gentiles desplazados de sus pueblos de origen,
ción de sacramentos a los indios, no dispondrían en el futuro de los sino indios pertenecientes a reducciones misionales, las cuales ya_ten~:n
recursos necesarios para abrir nuevas conversiones. Los ingresos que re- nombre cristiano. Los conchos del sotomontano donde la colomzac10n
sultaban de la administración de los indios de encomienda representa- fue también más tardía, y en donde la presencia misional franciscana era
importante, tampoco perdieron su apelativo de "conchos", ni se frag-
7
K Peter Gerhard, Th e North Frontier of New Spain, The Oklahoma University Press, 1994, mentaron, por lo tanto, en numerosas "naciones". Cabe pensar que, al
p. 182. igual que en la sierra, en esa región las encomiendas se o_torgaron sobre
79 A G I , EC, 397a, ff. 84v. y 85, Residencia del gobernador Antonio de Oca Sarmiento (1 66 7).
Ko Porras Muñoz, El nu evo ... , pp. 22 6-22 9. El toponímico actual es Huejotitán, aunque apa-
83 !bid.
rece con mayor frecuencia como Huejotitlán en la documentación de la época.
Ki A G I , Guadalajara 29, mandami ento de mayo de 1649 por Diego Guajardo Fajardo.
84 Chanta! Cramaussel, En comiendas ...
8 s Chanta! Cramaussel, Sistema de riego...
Ki Luis González Rodríguez, El noroeste .... p. 22 8.
- - - - -- -- - - -
ejemplo, se establecía un vínculo de sucesión, en el cual se debía com- casos, en cambio, se reunía a indios originarios de diferentes pueblos, so
probar la filiación de quien heredaba el cargo (hijo, hermano, sobrino, pretexto de que pertenecían a una misma "nación". Sin embargo, y a pe-
etcétera): ello garantizaba la continuidad del beneficio de la encomienda. sar de que en los títulos de encomienda se especificara invariablemente
Si en una "nación" existía más de un cacique o más de un "linaje", se la "nación" y el nombre del cacique encomendado, los españoles no ne-
podían distribuir los indios a distintos encomenderos. Solórzano y Perey- cesariamente sabían reconocer personalmente a "sus" encomendados, en
ra aclara, en efecto, que la encomienda de Indias "se suele dar en un indio especial cuando éstos provenían de rancherías alejadas, como lo 4ace
en nombre de los <lemás del repartimiento encomendado y principalmen- constar un indio concho de encomienda, quien confiesa que 1'el goberna-
te en el cacique de ellos". 60 Las encomiendas podían entonces conceder- dor de los dichos indios [conchos) los sacaba todos los años y unas veces
se en un mismo territorio, a condición de que vivieran en él grupos de in- los daba a una parte y otras a otra y por esta razón no se sabía quién era
dios que no eran regidos por un cacique común. Es cuando menos lo que su amo". 6 3
alegaba en 1657 Bernardo Gómez, quien pretendía hacer efectiva una en- Es por ello que los colonos tendían a arraigar a los encomendados en
comienda concedida el año anterior sobre los conchos chizos olobayuga- sus estancias; cuando disponían de ·mano de obra suficiente, se evitaban
me, grupo que tenía tres diferentes caciques y había sido dividido, por lo ya la molestia de salir a buscar infieles en sus territorios de origen. Ya
tanto, entre otros tantos encomenderos. Afirmaba que sus indios no esta- asentados en pueblos y haciendas de españoles, los indios de encomienda
ban emparentados con los de Fernando Peinado , otro encomendero, terminaban casándose o asimilándose con los de otras "naciones". Mu-
quien los reclamaba como suyos por pertenecer a la misma nación, a pe- chas encomiendas desaparecieron de ese modo con el tiempo, y los nom-
sar de que los indios de la encomienda de Peinado habitan a dos días de bres de las antiguas "naciones" de donde provenían fueron ,olvidados y
camino del pueblo de encomienda de Bernardo Gómez , situado a cuatro desaparecieron también como tales, sin necesidad de exterminio directo
leguas de la Chorrera, en el río Conchos. Prosigue el pleito entre los dos alguno. Creemos que la virtual "extinción" de los grupos conchos. del
encomenderos con una muy interesante aclaración del laxo sentido que desierto que ha podido fechar William Griffen hacia 1720 64 muestra más
para esos encomenderos tenía la palabra nación. Bernardo Gómez expli- bien la decadencia del sistema de encomienda en esa época. Ante el cre-
caba que, al otorgarse encomiendas, se podían dividir las "naciones" ma- cimiento demográfico operado en las haciendas, los encomenderos te-
yores de indios, como sucedió cuando se le concedió la suya, ya que parte nían cada vez menos necesidad de ir a sacar de sus tierras a los indios
de la misma nación pertenecía ya a Fernando Peinado: gentiles que quedaban. Además, no se concedieron nuevas mercedes de
encomienda en el siglo xvm.
Aunque es verdad que son entrambos de una propia nación no el serlo legiti- Una vez establecida la estrecha relación entre "naciones" de indios y
ma a derecho, que si legitimara la nación de los tarahumares siendo como es encomiendas, podemos comprender también por qué aparecen en las cró-
toda una estuviera encomendadá a un solo encomendero y no a tantos y de la nicas, en especial en las crónicas tempranas, "naciones" que no vuelven
misma suerte la nación de los julimes que está encomendada a siete enco- a mencionarse en el resto de la documentación. Muchas de ellas eran
menderos. 61 "naciones" de indios, cuyas encomiendas, si las hubo, nunca se hicieron
efectivas, o bien pudo tratarse de denominaciones descriptivas puramen-
Con las encomiendas se fragmentaban entonces las "naciones" mayores, te ocasionales; éste sería el caso, por ejemplo, de las nación "patara-
de acuerdo con las circunstancias en que se establecía la encomienda y buey", citada únicamente en el diario de Diego Pérez de Luján de 1583. 65
las necesidades en mano de obra: "Las parcialidades, o nación, se suelen Al otorgarse después encomiendas sobre los pueblos de indios descubier.:
dividir en dos o tres rancherías, una para cada encomendero." 62 En otros tos 1 los beneficiarios les ponían otros nombres.
les que consumían los centros coloniales de poblamiento: "Haciendas y abasto de granos 63 !bid.
en el Parral del siglo xvu", en 5 siglos de historia de México, México, Instituto Mora-Ir- 64 Culture Change ... , p. 70.
vine, 1992, pp. 347-354. 65 George Hammond y Agapito Rey (comps.), Expedition into New Mexico made by Anto-
69 nio Espejo, r582-r583, Los Ángeles, The Quivira Society, 1929, p. 58; en el mismo caso
La política indiana (1645) Madrid, Atlas, 1972 t. rr, p. 160.
1 1
6 se encuentran las naciones pasaguate, tarnpachoas, cabris, abriache, etcétera, citadas en
' AHP, 1657b, Pleito por indios de encomienda entre Alonso Bello Montes de Oca, Fernan-
do Peinado y Bernardo Gómez. el mismo texto; en 1582 1 como lo subraya el propio Pérez de Luján, los indios del río
62 Conchos se tomaban como esclavos, por lo que creemos que eran pocas aún, en esa épo-
!bid. La ranchería es el pueblo de indios de encomienda que se establece en la estancia
del encomendero. ca, las encomiendas de indios en esa región.
tnin
las llanuras, la colonización española fue mucho más temprana que en misioneros. Ellos fueron quienes con el tiempo se convirtieron en los
el interior del macizo montañoso. En las dos primeras regiones, la con- encargados de hacer cumplir a los indios con esta obligación, llamada
quista se llevó a cabo por civiles, sin que se diera un periodo previo de "repartimiento de mita".75 Desde un principio, jesuitas y franciscanos
expansión colonial. En la cuenca del río Florido, por ejemplo, los prime- tuvieron que someter a sus indios de administración, de grado o de fuer-
ros asentamientos españoles datan de 1567/ 1 y de 158 9 en la provincia za, al régimen de tributación en trabajo. Es por ello que, a diferencia de
de Chínipas. En esta última, la colonización fue emprendida, durante el las regiones de colonización antigua, en. las zonas donde imperaba el
resto de ese siglo, por españoles provenientes de Culiacán.7 2 En el caso sistema misional se privilegió el repartimiento por encima de la enco-
de la provincia de Santa Bárbara, los indios gentiles que no habían sido mienda. Sin embargo, ello no significa que no existieran encomiendas
reducidos a la esclavitud fueron entregados en encomienda, y es muy en zonas de misión. En la documentación sobre encomiendas, semen-
probable que sucediera también así, durante el mismo periodo, en las ciona que los tarahumaras habían sido encomendados entre numerosos
barrancas de la sierra Madre Occidental. Sometidos a la influencia del españoles,7 6 como veremos a continuación.
sistema de encomiendas, en ambas zonas los grupos locales fueron frag- Hubo, sin embargo, diferencias sensibles entre estas encomiendas de
mentados en numerosas "naciones" de indios encomendados . Tanto en la sierra y las anteriores, otorgadas en regiones donde no habían penetra-
las barrancas como en la provincia de Santa Bárbara, el avance misional do aún los misioneros. En la sierra, ya no se encomendaban indios infie-
fue posterior a la conquista de los encomenderos y hubo intentos de se- les, sino indios que habían sido reducidos a pueblos de misión ya exis-
cularización de los asentamientos jesuitas y franciscanos desde la pri- tentes, cercanos a las haciendas beneficiarias de la encomienda. Se
mera mitad del siglo xv11, en razón del alto grado de mestizaje de los ha- trataba, pues, de indios que eran, en principio, cristianos y no gentiles,
bitantes de esas regiones.73 En la alta sierra Tepehuana y Tarahumara, como en las llanuras. Para el encomendero, obtener una encomienda en
en cambio, la colonización civil fue, además de tardía, lenta y poco ma- un pueblo de misión conllevaba la ventaja de que no adquiría derechos
siva, Y ello permitió la consolidación del sistema misional jesuita. Los sobre un pueblo, o "nación" de indios, en específico, sino sobre los in-
ignacianos se implantaron a partir de fines del siglo xvI en lo que co- dios asentados en una reducción, en la que la población se renovaba con
r~esponde ahora al norte del estado de Durango,74 y desde principios del frecuencia: cuando menos en el siglo xvn se asentaba en misicmes por un
siglo xvn en adelante, en el alto río Conchos, en el sur del actual estado tiempo a los indios recién sometidos después de cada rebelión.7 7 El mi-
de Chihuahua, con los tarahumaras. En esas fechas, la corona se mos- sionero del pueblo encomendado seguía siendo el que tenía a su cuidado
traba ya más reacia a otorgar indios en encomienda formal, "premio" a los nativos, recibiendo del encomendero el dinero correspondiente a
que había permitido para alentar la conquista en zonas de frontera du- los sacramentos que recibían los indios. De ese modo, se estableció un
r~nte el siglo XVI Y parte del xv11. Con el progreso de la colonización eu- sistema en el que los encomenderos recibían a sus indios bajo una forma
ropea en el norte de la Nueva España, las autoridades reales tendían a muy cercana al repartimiento; la encomienda no parecía ser, de hecho,
~ardar para~~ el control sobre el tributo indígena, el cual, en la Nueva más que un repartimiento seguro. El 12 de enero de 1667, por ejemplo, se
Vi~caya, f~e h¡ado a partir de 1581, bajo la forma de prestaciones de tra- entregaron en encomienda por dos vidas, a Juan Leal, "los naturales del
ba¡o, a razon de tres semanas por año y por adulto. Esta forma de tribu- pueblo de San Felipe, de nación tarahumara y sus sujetos" . Estos "suje-
t~ció~ e~ trabajo se ejerció en una primera fase en particular sobre in- tos" eran los indios que se encontraban bajo la autoridad del "gobernador
d10s . h~1dos d_e_ sus pueblos", en especial de Sonora y Sinaloa, pero Ignacio con todos sus caciques sujetos y aliados y las demás. rancherías
func10no tamb1en en la Nueva Vizcaya, en gran medida gracias a los pertenecientes a dicho pueblo". Los indios reducidos en San Felipe, mi-
71
Chanta! Cramaussel, La provin cia ... 75 Fueron los únicos habilitados para ello, a partir de 1746; para esa fecha, los repartimien-
72
Luis González Rodríguez, Crónicas .. .. pp. 23-62. tos de indios gentiles no eran ya lícitos; los indios de la Tarahumara Alta, fundada en
73
P~ra Chínipas: Luis González Rodríguez, Crónicas .. .. p. 66, y para la provincia de Santa 1673 (Luis González Rodríguez, El noroeste ... , p. 232), quedaron exentos del trabajo for-
Barbara: Susan Deeds, Rendering unto Ceasar. Th e Secularization 0 ¡ fesuit Missions in zoso durante 20 años: Chanta! Cramaussel, Encomiendas ... , pp. 81-82.
Mideigthteenth Cen tury Durango, Tucson, PHD, University of Arizona, 19 8 1; Chanta! 76 AHP, 1657b, Pleito por indios de encomienda entre Alonso Bello Montes de Oca, Feman-
Cramaussel, Sis tema de riego ... do Peinado y Bernardo Gómez.
74
Juan Font, jesuita fundador de San Pablo Balleza, primera misión de tarahumares, pene- n Esta costumbre se modificó en el transcurso del siglo xvm: Pedro Tamarón y Romeral,
tra por vez primera en la zona en 1603; sin embargo, la mi sión no existía aún en 1608: op. cit., p. 1041; en 1765, se depositaban los indios reducidos directamente en las hacien-
Luis González Rodríguez, Crónicas.... p. 149. das de los pobladores.
,
294 Ch an t a ] Cramau sse l Naci o n e s y e n c omi e ndas e n la Nu e va V iz c a y a 295
(
sión fundada en 1639,7 8 habían probablemente sido entregados desde un ban, a decir de los misioneros agraviados, un aporte financiero de consi-
principio en encomienda, puesto que, antes de Juan Leal, de ella habían deración. 8 3
gozado ya dos personas: doña Antonia de Villela y su esposo Salvador de Son pocas las referencias acerca de esas encomiendas de indios de
Figueroa. La encomienda, habiendo resultado vacante en 1667, quizá por misión, pues fueron tardías, y tal parece que, dadas las· políticas de la
falta · de des·cendientes ·de los primeros dueños, fue pretendida por Juan época, la corona las otorgó no sin ciertas resistencias. Sin embargo, se
Leal, quien la obtuvo finalmente. La hacienda de sacar plata por el bene- trataba de un sistema que funcionaba en la práctica, y su existencia
ficio de azogue que pertenecía a este personaje era de las "más cuantio- convenía tanto a hacendados como a jesuitas y franciscanos; ello nos
sas" de la zona, aunque se hallaba "desaviada de gente", razón por la cual lleva a pensar que su número bien pudo haber sido muy superior a lo
le fue entregada la encomienda.7 9 En la misma región, sabemos que Feli- que la parca documentación oficial deja entrever. Recordemos también
pe Montaña de la Cueva y el capitán Baltasar de Ontiveros eran enco- cómo algunos hacendados recibieron durante décadas enteras indios de
menderos de indios de la misión jesuita de San Jerónimo de Huejotitlán, repartimiento provenientes siempre de un mismo pueblo, sin que el es-
pueblo fundado en marzo de 1633, 80 y que Montaña había heredado de pañol en cuestión ostentara título alguno de encomendero.84 Esto era
su tío Francisco el título de encomedero; desconocemos por desgracia la sin duda muy común, especialmente en la zona serrana, donde no ·vivían
fecha en la que se otorgó la encomienda por vez primera. 81 El caso de muchos españoles. Los misioneros preferían con seguridad enviar a sus
Huejotitlán es particularmente interesante porque la misión jesuita en indios a laborar en una hacienda cercana, a cuyos dueños podían cobrar
ese lugar no se fundó sino hasta seis años después de la erección de la re- la aplicación de sacramentos, antes que permitir que los indios de sus
ducción de indios. 82 Estamos probablemente entonces en presencia de misiones se alejaran con dirección a los grandes centros de población
un pueblo de indios que fue creado, en un primer momento, para que sus española, de donde rara vez volvían. Cabe preguntarse, incluso, si tal y
habitantes fueran encomendados a hacendados vecinos, y esa misma re- como sucedió en las llanuras esos indios de encomienda no dejaron de
ducción se transformó después en misión de la orden de san Ignacio. El residir en las misiones, para establecerse en las haciendas y ranchos de
encomendero Felipe Montaña había obtenido, por otra parte, indios en los civiles, situados en los alrededores. Resulta difícil detectar este tipo
encomienda provenientes de las misiones también jesuitas de la Baja Ta- de cambios de residencia en las fuentes, ya que esos indios seguían red-
rahumara: San Pablo, San Ignacio y Santa Cruz (situadas en las riberas de biendo los sacramentos de los jesuitas y continuaban perteneciendo for-
los actuales ríos Conchos y Balleza), en una fecha que no se precisa en la malmente a la misión. Sin embargo, esto es exactamente lo que ocurrió
documentación. Todo lo anterior nos muestra que el sistema misional en el caso de la misión franciscana de San Bartolomé, donde los. frailes
pudo coexistir con el de encomienda, y que no había impedimentos rea- administraron, durante más de un siglo, a los indios de las hacienda~
les para que los indios de misión lo fueran también de encomenderos. En circunvecinas, sin por ello tener un asentamiento misional propiamen-
1649, sin embargo, estalló un aleccionador pleito entre los misioneros y te dicho. 8 s
los encomenderos de los indios de Huejotitlán, no por la existencia mis- En la zona serrana bajo control jesuita, el otorgamiento de enco-
ma de la encomienda, sino porque Felipe Montaña, siendo él mismo clé- miendas no dio lugar a la fragmentación de los indios en-varias "nacio-
rigo secular, administraba sacramentos a sus encomendados I haciendo nes", como había sido el caso en las barrancas de la sierra y en la provin-
caso omiso de la prerrogativa de los jesuitas en ese rubro. Los regulares cia de Santa Bárbara, colonizadas ambas en el siglo xv1. En la sierra ya no
alegaban que si se les usurpaba el beneficio derivado de la administra- se encomendaron nativos gentiles desplazados de sus pueblos de origen,
ción de sacramentos a los indios, no dispondrían en el futuro de los sino indios pertenecientes a reducciones misionales, las cuales ya tenían
recursos necesarios para abrir nuevas conversiones. Los ingresos que re- nombre cristiano. Los conchos del sotomontano donde la colonización
sultaban de la administración de los indios de encomienda representa- fue también más tardía, y en donde la presencia misional franciscana era
importante, tampoco perdieron su apelativo de "conchos", ni se frag-
7
N Peter Gerhard, The North Frontier of N ew Spain, The Oklahoma University Press, 19941 mentaron I por lo tanto I en numerosas "naciones". Cabe pensar que, al
p. 182.
7 igual que en la sierra, en esa región las encomiendas se ~torgaron sobre
Y AGI, EC, 397a, ff. 84v. Y 85, Residencia del gobernador Antonio de Oca Sarmiento (1667) .
•~o Porras Muñoz, El nuevo ... , pp. 226-229. El toponímico actual es Huejotitán, aunque apa-
rece con mayor frecuencia como Huejotitlán en la documentación de la época. 8J !bid.
~' AGI, Guadalajara 29, mandamiento de mayo de 1649 por Diego Guajardo Fajardo. 84 Chanta! Cramaussel, Encomiendas .. .
2
·~ Luis González Rodríguez, El noroeste ... , p. 228 . Ss Chanta! Cramaussel, Sistema de riego ...
co~o tal go~ernador y capitán los visiteis, ampareis, y defendais, y gober- rral", Trace 15, junio de 1989, pp. 20-30.
ne1s, y haga1s con mi orden y de mis tenientes de gobernador y capitán ge- 1990 La provincia de Santa Bárbara en Nueva Vizcaya (1563-1631) ,
neral la gente de guerra que fuere necesaria para la defensa de este reino, Ciudad Juárez, UACJ.
y ponerlos en la parte y lugar que os ordenare, y así para esto como para 1992 "Encomiendas, repartimientos y conquista en Nueva Vizcaya",
Historias 25, julio de 1992, pp. 73 -92.
91
1992 "Haciendas y abasto de granos en el Parral del siglo xvn", 5 siglos
A G I, Ec, 39 7a, f. 24, Residencia del gobernador Oca y Sarmiento (i 66?). Otra copi a de este
de historia de M éxico, México, Instituto Mora-Irvine, pp. 347-
documento se encuentra en AHP, 1652b; como lo explica William Griffen 1 Jndian A ssi-
milation .... pp. 4 5-46, don Hernando Obregón era gobernador de la parte oriental de la 354.
conchería, otro indio era nombrado gobernador de los conchos que habitaban las vertien- 1993 Introducción y notas a "Descubrimiento de una salina", en Do-
tes occidentales de la sierra, desde Parral hasta Casas Grandes. cumentos de San foseph del Parral, año 1639-1640, textos de la
Salvador Álvarez
Universidad Autónoma de Ciudad Juárez
1 Manuel Orozco y Berra, Geografía de las lenguas y carta etnográfica de México, México,
1886.
2 Miguel Othón de Mendizábal, Influencia de la sal en la distribución geográfica de los
grupos indígenas de México, México, Imprenta del Museo Nacional de Arqueología, His-
toria y Etnografía, 1928, 226 p.
J Ralph Beals, The Comparative Ethnology of Northern Mexico Be/ore 1750, Berkeley, Ibe-
roamericana núm. 2, University of California Press, 19321 pp. 93-225. Carl Sauer, The Dis-
tribution of Aboriginal Tribes and Languages in Northwestern Mexico, Berkeley, Ibe-
roamericana núm. 51 University of California Press, 1932; Aboriginal Population of
Northwestern Mexico. The Evidence and its Use, Berkeley, Iberoamericana núm. 10, Uni-
versity of California Press, 1933 pp. 1-83 Alfred Louis Kroeber, Cultural and National
1 1
Ciudad Juárez, UACJ, 1995, vol. 1, pp. 33-43. Para el caso de Chihuahua pueden citarse los nection: A Model of Mesoamerican-Southwestem Interaction", en Joan Mathien y Ran-
trabajos de Arturo Guevara, los cuales, por desgracia, se han quedado al nivel de propues- dall H. McGuire, Ripples in Chichimec Sea, Carbondale y Edwardsville, Southem Illinois
tas de rescate y no han dado pie, hasta la fecha, a proyectos arqueológicos de mayor enver- University Press, 1986, pp. 134-154. Igualmente Kent V. Flannery, "The Origins of the Vi-
gadura, entre ellos: Los athapascanos en Nueva Vizcaya, México, INAH, Dirección de Ar- llage as a Settlement Type in Mesoamerica and the Near East: A Comparative Study", en
queología, Cuaderno de Trabajo núm. 6, 1989; "Algunos aspectos de la aculturación de los Peter J. Ucko, Ruth Tringham y A. W. Dimbleby, Man Settlem ént and Urbanism , Lon-
grupos conchos del centro del estado de Chihuahua", en Actas del JI Congreso de Histo- dres, Duckworth, 1972, pp. 23 -53.
ria Regional Comparada, Ciudad Juárez, UACJ, 1990, pp. 71-79; "Un sitio arqueológico al- 8 Para un ejemplo de las imágenes del chichimeca del norte que se desarrollaban en la lite-
deano de Namiquipa Chihuahua", en Actas del /JI Congreso de Historia Regional Com- ratura histórica de los años setenta, consultar muy especialmente los trabajos de Phillip
parada, Ciudad Juárez, UACJ, 1991, pp. 41-45. Pueden consultarse también los siguientes Wayne Powell, quizá los más influyentes en el tema: War and Peace on the North Mexi-
trabajos de Charles Kelley: Settlement Patterns in North Central Mexico, Viking Founda- can Frontier: A Documentary Records, Madrid, José Porrúa Turanzas, Colección Chima-
tion Publications in Anthropology núm. 23, 1956; igualmente: fumano and Patarabuey listac núm. 32 1 1971; para antecedentes de los mismos, Joaquín Meade, "Chichimecas -en
Relations at La funta de los Ríos, Anthropological Papers Museum of Anthropology Uni- el norte de la Nueva España", Divulgación Histórica 1, 1939-1940, pp. 364-366 . lgualmen-
versity of-Michigan núm. 77 1 Ann Arbor, 1986 ,180 p. (primera edición: 1947). te Poole Stafford C. M., "War by Fire and Blood. The Church and the Chichimecas", Th e
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los cuales los vínculos de parentesco y territorialidad, tal y como los en- sos como una de las grandes "bandas" o "conjuntos de bandas" (band
tendían los propios indios, se contaban entre los menos importantes.17 Lo cluster) que habitaban el extremo norte del Bolsón de Mapimí, y añade
mismo, poco más o menos, puede decirse del análisis que Griffen propone que eran cultural y territorialmente muy cercanos a los salineros y distin-
de la "territorialidad" de estos grupos. Siguiendo dentro de la misma lógi- tos a su vez de los indios conchos. 18 Revisemos un poco la manera como
ca, el lugar donde era avistado un grupo, por principio, debía corresponder llega a esta definición etnohistórica. Griffen relata que después de algunos
con su "territorio tribal" pues, recordémoslo, teóricamente a cada banda breves contactos en el siglo XVI, la verdadera irrupción de los tobosos en la
patrilineal correspondía un ámbito geográfico bien delimitado: se refugia- escena neovizcaína fue hacia 1610, cuando se hace mención de ellos como
ban para hacer la guerra en sus territorios tradicionales de caza. Así, la asentados en Atotonilco, cerca del valle de San Bartolomé, 1 9 y añade que
geografía de los encuentros y mutuas persecuciones entre españoles e in- comienzan a aparecer en la documentación como desert raiders, aunque-
dios rebeldes terminó convirtiéndose en el mapa de la distribución de los sin mencionar ningún caso concreto. Enseguida menciona que en 1612 los
llamados grupos nómadas del Conchos y el Bolsón de Mapimí. tobosos huyen de su reducción y permanecen prófugos hasta 1618, cuando
en el curso de la gran rebelión tepehuana toman definitivamente el sende-
LAS BANDAS DE TOBOSOS ro de la guerra, en compañía de los salineros;2° añade finalmente que si
bien en 1624 había tobosos asentados en Atotonilco, 21 a partir de esas fe-
William Griffen basa esencialmente su trabajo en reportes y relatos de chas el Bolsón de Mapimí se convertiría en su ámbito preferido de gue:
capitanes, soldados y gobernadores, así como en un gran número de infor- rra.22 Luego los tobosos vuelven a desaparecer por dos largas décadas de ·
maciones de testigos relacionadas siempre con campañas punitivas y pa- los registros de Griffen, quien argumenta que tan sólo en 1640 los men-
cificaciones de indios. La idea de privilegiar esta documentación de gue- cionan nuevamente como gente de guerra, al igual que a los salineros, 2 3
rra parte del principio de que es en ella donde aparecen mencionados de hasta que una vez más, en 1643, aparecen reducidos en Atotonilco. Afir-
, manera más sistemática los grupos indígenas, en lo que supuestamente ma que ninguna de estas pacificaciones fue duradera, y para demostrarlo,
depieron ser sus territorios tradicionales. En otras palabras, se trata de la Griffen hace enseguida un detallado recuento de los ataques perpetrados
búsqueda de una cierta "autenticidad" etnohistórica. Pero incluso si se por los tobosos y salineros durante los dos años siguientes en regiones tan
tomara a la guerra como un elemento, por así decirlo "connatural" a la alejadas de Atotonilco como Cuencamé, Las Bocas e incluso Mapimí y Pa-
dinámica de estas sociedades, el procedimiento no deja de ser cuando me- rras. 24 Nos comenta igualmente Griffen que en -1645 una "banda" de to-
nos riesgoso. El uso privilegiado de un solo tipo de información le impri- bosos se asienta en Atotonilco, bajo d cuidado de su cacique, un indio lla-
me necesariamente un sesgo particular al análisis: se sabe poco más o mado Cristóbal Zapata, el cual, añade, desaparece al poco tiempo de los
menos cómo trataban y cómo llamaban a los españoles cuando había registros, para sólo reaparecer una década después como jefe de guerra, só-
~erra,- pero se olvida y se ignora casi todo lo que sucedía en situaciones y lo que no en Atotonilco, sino en la región de La Laguna. 25 Este evento par-
tiempos ~e paz, como si esos indios fueran sólo de guerra, lo cual es falso ticular, la súbita desaparición y reencuentro del cacique Cristóbal Zapata,
la mayona de las veces. Se deja pues de lado el estudio del tipo de víncu- al parecer resulta muy reveladora para el autor, pues de ella deduce que el
l~s que indios Y españoles establecían entre sí, e igualmente se pierde de cacique escapó de Atotonilco acompañado de varios miembros de su gru-
vista _su evolución en el tiempo. Esto es precisamente lo que sucede con po de parentesco, es decir, su banda patrilineal, y que eligió como refugio
lo~ celebres _tobosos, uno de los grupos más aguerridos, temidos y perse- una zona cercana al que debió ser su territorio de origen, es decir el Bolsón
guido~· del.siglo.xvn norteño y del que, sin embargo, se sabe muy poco, de Mapimí, donde se alió con otros indios comarcanos para atacar a los es-
salvo Justamente que eran muy aguerridos y temibles. pañoles. Este acontecimiento, unido a los continuos ataques que registra
. zQ~iénes eran los tobosos? El estudio del caso toboso bien podría ser-
vir ~e ~Jemplo de cómo se han construido en la historiografía muchas de 18 William Griffen, Culture change .. ., p. 77 e Indian assimilation ... , p. 5.
las imagenes sobre los indios "bárbaros" y de guerra. Retomemos enton- 1
9 William Griffen, Culture change ... , pp. 9 Y 77.
ces los trabajos de William Griffen para ello. Este autor califica a los tobo- 20
1bid. e Indian Assimilation ... , p. 4.
21
!bid., p. 9.
22
!bid., p. 77.
17 Para un análisis pormenorizado del problema de los "nombres" atribuidos a los indios 2
3 !bid., p. 10.
ver Chanta! Cramaussel, "De cómo los españoles clasificaban a los indios. Naciones Y 24 !bid., pp. 12, 14 y 79 .
encomiendas en la Nueva Vizcaya Central", en este mismo volumen. 25 !bid., pp. 79 y 82.
3r2 Sa l va d o r Ál va r e z Tob os os e n la c u e n ca de l rí o C o n c ho s
en especial, los de las guerras con los indios. Numerosas preguntas surgen nas aledañas a las nuevas fundaciones. Esto fue también lo que sucedió
de la lectura de estos trabajos. ¿Por qué, por ejemplo, los tobosos "apare- en este caso con los conchos de la provincia de Santa Bárbara, pero poco
cen" y "desaparecen" con tanta facilidad de la escena? ¿Por qué, en lo tiempo resistieron bajo semejante yugo. Para 1575, la villa de La Victoria
más álgido de las guerras contra ellos, lejos de disminuir, parecen multi- había sido ya destruida y abandonada, y en el mismo trance se hallaban
plicarse en número y extender su territorio? ¿Por qué, finalmente, desa- Santa Bárbara e Indé, debido a que los indios, según rezaba un documento
parecen de la escena tan lejos de los lugares donde fueron encontrados de la época, "se rebelaron, huyeron a la sierra y mataron a españoles in-
originalmente por los españoles? Tan sólo pensemos en los más de 600 dios y ganado".3 7 Pero aun amenazados e incluso hostigados por los in-
km que separan la cuenca del río Florido de Nuevo León. En realidad, un dios de guerra, poco a poco, durante el resto del siglo, estos primitivos
simple análisis de la información más pormenorizado permite despejar asentamientos se fueron consolidando; aparecieron explotaciones de gra-
muchas de estas dudas. Por principio de cuentas habría que adelantar que nos y ganado, e incluso minas. Durante la década de 1580, por ejemplo,
no ·hubo tales "desapariciones": los tobosos siempre estuvieron allí. Por se verificó incluso un efímero auge minero en Santa Bárbara. Pero la otra
otro lado, tampoco extendieron su territorio. Lo que sí se transformó, en cara de la moneda era que con todo ello, zonas cada vez más amplias, en
cambio, a lo largo del tiempo, fue su situación dentro del contexto de la este caso, toda la cuenca del bajo río Conchos y su afluente el Florido, es.
sociedad española local, y cambió también el significado mismo del tér- decir, la zona donde más tarde se hablaría con mayor frecuencia de los
mino toboso: no es lo mismo, en absoluto, el toboso de principios del si- ataques e incursiones de los "tobosos", se convertía en coto privado para
glo XVII que el de finales, cuando la palabra tenía ya una connotación muy partidas de cazadores de esclavos que se internaban en ellas para trasladar
distinta. gente de servicio hasta los establecimientos españoles.3 8 Más tarde, este
Pero comencemos por el principio. La historia de los contactos entre caótico método de traslado forzado de mano de obra fue reemplazado por
los españoles Y los que después ellos mismos llamaron los tobosos no se otras formas más estables y formalizadas, aunque igualmente violentas.
inicia en 16n-1612, e incluso podría decirse que ni siquiera en 1582, sino En lugar de la venta de cautivos al mejor postor, la cual era ilegal en
mucho antes, a p~incipios de la sexta década del siglo xv1, cuando a partir tiempos de paz y fomentaba que fueran extraídos de la provincia, se esta-
de 1563 los colomzadores españoles por primera vez se asientan en el lla- bleció un sistema de repartimientos y encomiendas del cual podían bene-
m~do "va_lle de los conchos" estableciendo allí tres pequeños enclaves -la ficiarse los vecinos de mayor mérito, sin necesidad de depender. de terce-
efimera villa nombrada La Victoria-y poco después, en 1567, los reales de ros.39 Una de las características más interesantes del sistema de
S_a n Juan Y Santa Bárbara.3 5 Muy a pesar de que en algunas fuentes poste- encomienda y repartimiento de la Nueva Vizcaya fue que para su funcio-
nores los con~hos adquirirían fama de pacíficos y maleables, en realidad namiento siempre dependió del traslado y reubicación de indios muchas
no hubo necesidad de esperar la irrupción de las bandas de "nómadas" in-
37 "Relación hecha por Juan de Miranda, clérigo, al Dr. Orozco, presidente de la Audiea:
dómitos provenientes de recónditos rincones del desierto para que la vio-
1 . / cia de Guadalajara sobre la tierra y población que hay desde las minas de San Martín a
encia guerrera pasara a formar parte permanente de esas relaciones: eran
las de Santa Bárbara", en Joaquín Pacheco, Francisco de Cárdenas y Luis Torres de
los p~op~os vínculos que ligaban a indios y españoles los que la gestaban Mendoza, Colección de documentos in éditos relativos al descubrimiento, conquista Y
por s1 mismos Y de manera casi automática, inmediata. organización de las antiguas posesiones españolas de· América y Oceanía, Madrid,
Pequeña Y todavía frágil demográficamente, desde los primeros tiem- 1864.
38
pos los traslados de indios del centro del virreinato habían sido un autén- Chantal Cramaussel, La provincia ... , pp. 32~49 . De la misma autora Diego Pérez de_ Lu-
tico sostén pa,ra ~l poblamiento en las más importantes fundaciones del ián: las desventuras de un cazador de esclavos arrepentido, Ciudad Juárez, UACJ-Gobie~-
no del Estado de Chihuahua-Meridiano 107, Serie Chihuahua. Las Épocas y los Hombres,
norte; tal habia sido el caso en lugares como Durango Nombre de Dios
Chiametla 36 y en · " va 11 e de los conchos". Sin núm. 3, 1991. Igualmente, "Encomiendas, repartimientos y conquista en la Nueva Viz-
, el
. prop10 ' embargo, eso no'
caya", Historias 25 1 julio de 1992, pp. 73-92.
bastaba; otra practica legal, corriente y perfectamente sistematizada con- 39 Como bien nos lo explica Chantal Cramaussel en diversos trabajos, ambas instituciones
sistía en reducir, en repartimientos y encomiendas, a los indios de las zo- -el repartimiento y la encomienda- existieron en realidad en la Nueva Vizcaya desde
su fundación, aunque en un principio los tributos y servicios eran establecidos directa-
mente por los gobernadores; sin embargo, a partir de 15 82 quedó establecido que los anti-
15
. Chanta! Cramaussel, La provin cia de Santa Bárbara en Nu eva v1zcaya
· r5 63-1 631, c 1·u - guos tributos que los indios pagaban, o debían pagar en especie, serían conmutados por
dad Juáre~, UACJ, Estudios Regionales 2, 1990, pp. 13. 20 . tres semanas de servicios personales por año y por tributario, aunque a cambio de esa res-
36
Salvador Alvarez, "Chiametla: una provincia olvidada del siglo xvi", Tra ce, núm. 22, di- tricción se eximió igualmente a la provincia de pagar tributos a la corona. Chantal Cra-
ciembre de 1992, pp. 10-13 . maussel, Encomiendas ... , p. 73 .
de servicio, tanto de repartimiento como de encomienda, debía ser saca- una necesidad de la que no podían eximirse los españoles. Puede decirse
da anualmente y por tandas de sus reducciones y rancherías, para después incluso que, vista en perspectiva, la participación de hacendados y enco-
ser devueltos por medio de caciques nombrados por los propios españoles menderos y el uso constante de auxiliares indios armados provenientes
hasta sus lugares de origen. Si bien este sistema de traslado anual funcio- de reducciones y haciendas en la defensa del territorio, la vigilancia de
nó en muchos casos, también fue usual que se organizaran partidas de caminos, e incluso en el castigo y persecución de los indios de guerra, tu-
cautiverio para sacar indios gentiles de regiones circunvecinas, para asen- vo un peso específico mucho mayor que el de los propios presidios. 43 No
tarlos a todos juntos en reducciones, o bien para depositarlos directamen- existía pues ningún impedimento formal, antes al contrari~, para que_los
te en las haciendas de españoles.4° El secreto del éxito o del fracaso de es- indios pasaran a vivir con su encomendero, o de preferencia~ en esa e_p~-
te sistema se cifraba entonces en la capacidad de los propios españoles ca, en las reducciones, donde podían disponer de lo necesar10 para vivir
para mantener "de paz" a los indios capturados. Los españoles crearon cultivando ellos mismos sus parcelas, ya que las haciendas eran todavía
para ello, a lo largo del siglo xv1 1 varias reducciones de indios conchos en pequeñas, con pocas tierras labrantías y muy dispersas. De ese mod_o
la región del río Florido; la primera, el llamado pueblo de Santa María, 41 y también, la tarea de vigilarlos y controlarlos se compartía entre los veci-
la segunda, con mucho la más durable e importante, apareció hacia 1574 nos y los frailes franciscanos.
cuando se fundó el convento franciscano de la villa de Santa Bárbara. La Un excelente ejemplo de lo anterior es justamente el de los to~osos,
nuev~ reducción. no se asentó directamente en ese lugar, vacío por enton- quienes fueron originalmente uno de los muchos grupos de encomienda
ces, smo sobre el río San Bartolomé, que se estaba convirtiendo enlazo- ·
asentados a principios del siglo l , El pnmer
xvn en San Barto-orne. · , 1o de
titu_
na m~s P?blada de la región; allí fueron asentados, juntos, indios mexica- encomienda de indios tobosos de que tenemos registro fue el extendido a
44
nos e md10~ c~nchos. Después de varios abandonos y desplazamientos, el Tomás del Río por Juan de Gordejuela Ibargüen, el 26 de julio de 1600.
pueblo de ~n~i?s o reducción terminó, hacia r 590, por establecerse de Por la fecha en que se expidió el documento nos aporta informaciones su-
manera defm1t1va a orillas del río San Bartolomé, en el punto donde más mamente interesantes acerca de las condiciones bajo las cuales los llama-
tarde se levantaría el poblado español del mismo nombre.4 2 dos indios tobosos fueron incorporados a la vida neovizcaína. Recalque-
· Cabe insistir a este respecto en que este tipo de reducciones alberga- mos, por principio de cuentas, que se trata del primer _te~to colonial
b~~ no sólo a indios sin encomendero, sujetos a repartimiento, sino tam- hasta ahora rescatado, donde se hace referencia concreta a mdios tobosos,
bien a los de encomienda. De acuerdo con los títulos de encomienda que en fecha posterior al escueto relato de Antonio de Espejo. De acuer~o con
se otorgaban por entonces en la Nueva Vizcaya, los encomendados eran el título de la encomienda, los indios de esta "nación tobosa" habitaban
e~_tregados en depósito a sus encomenderos, quienes adquirían la obliga- en un conjunto de rancherías que se hallaban "delante de donde llaman
c10n no sólo de instruirlos y catequizarlos, sino también de defenderlos, Las Salinas", donde colindaban por un lado con gente de "nación con-
40 . . . . l d T. Ad ntro" 1 en Me -
!bid. Ver igualmente las instrucciones dictadas al respecto por Rodrigo de Vivero el 17 de 43 Salvador Alvarez, "La hacienda-pres1d10 en el Cammo Rea e ierra e ..
junio de l6oo, en Silvia Zavala, El servicio personal de los indios en la Nueva España marias del Primer Coloquio "El Camino Real de Tierra Adentro, Historia Y Cultura ·
r6oo-r63 5, tomo v, primera parte, México, El Colegio de México-El Colegio Nacional, UACJ-INAH-National Park Service, en prensa. ·
1990, pp. 584-585 . 44 Aunque desafortunadamente aún no ha sido posible localizar el original del título, conta-
41
·Este pueblo fue fundado poco antes de 15 7 5 sobre el río San Bartolomé y tuvo una exis- mos sin embargo con un traslado parcial del mismo, en Silvia Zavala, El servicio per~o-
tencia efímera: Chanta! Cramaussel, "El pueblo de Santa María y el pleito sobre el agua nal de los indios en la Nueva España r 600-r 63 5, El Colegio de México-El Colegio NaclO-
1·, 624
de 1572 en San Bartolomé", Raíces 10, octubre-noviembre de 1990, pp. 8-12. nal, tomo v, primera parte, México, 1990, pp. 590-.591. Este trasla d o se rea izo en 1 ,
42 ·
con motivo de una reas1gnac10n· · de esta encomien· da so ¡·1c1.ta
· da ese mis
· mo año , ante
.. el
Chanta! Cramaussel, "San Bartolomé colonial. Sistema de riego y espacio habitado", en
Clara Bargellini, comp., Arte y sociedad en un pueblo colonial norteño: San Bartolomé, entonces gobernador Mateo de Vesga, por parte de Juan de Salís, quien había ~dqm~ido
hoy Valle de Allende, Chihuahua, México , UNAM 1 Instituto de Investigaciones Estéticas, una serie de estancias de labor en el valle de San Bartolomé, con las cuales se mclma el
1998 . servicio de los indios tobosos de encomienda.
co. se mismo año, os encargados del nuevo convento de San Bartola- sin duda, para que más tarde los tobosos fueran concentrados en ese lugar.
1
"Probanza de Miguel de Barraza residente en las Indias de Nueva España en la Villa de
; ;; "Relación breve y sucinta de los sucesos que ha tenido la guerra de los Tepdmanes desde
Durango de los servicios hechos a SM en los reynos de Vizcaya y Galicia", i6i8, en Char- el 1 5 de noviembre de 1616 hasta el 16 de mayo de 1618 ", en C. W. Hackett, f.lJstoricai
les W. Hackett, Historical Documents Relating to New Mexico , Nueva Vizcaya, and Ap· Documents ... , vol. 2, p. 110; el énfasis es nuestro.
proaches there to 1773 , Washington, Camegie Institution, 1923-193 7 , vol. 2 , p. 96. ;6 Acerca del uso del término nación referido a los indios del septentrión novohispano, véa-
;, Wigberto Jiménez Moreno, Estudios de historia colonial. México, INAH, 1958, pp. 146- se Chanta! Cramaussel, "De cómo los españoles ... ".
147 . 57 La rebelión y el proceso de pacificación que le siguió se hallan consignados en "Papeles
B AGI, Contaduría 925, Cuentas de la Real Ca;a de Durango, 1610-1611. del almirante Mateo de Vesga 14 dic. de 1620 a 19 mayo 1622", pp. 118-136, en C. W.
4 Hackett, Historical Documents ... vol. 2, p. 122.
; AGI, Contaduría 925, Cuentas de la Real Ca;a de Durango, 1612 - 1613.
A
El trabajo en las salinas era, sin lugar a dudas, uno de los más pesados tiempos de paz, donde, aunque de manera muy somera, se describe la
Y desgastan tes de los que ·se asignaban a los indios en el periodo colonial ubicación de una salina en. territorio toboso y resume además muchos de
quiza sólo comparable al trabajo en los morteros de las haciendas de mi~ los elementos anotados arriba acerca de sus vínculos con el resto de los
nas Y beneficio, o incluso peor. Desde el siglo XVI, en todo el septentrión conchos y con los españoles. Afirmaba el capitán Galiana que a cosa de
novohispano, el envío de indios en grandes números a las salinas fue tres días de camino, hacia territorio de los tobosos, se hallaba una gran la-
constante y una gran fuente de conflictos y guerras. 8 7 Era común en la guna salobre de una legua de longitud, en la cual todos los años, por eso
Nueva Vizcaya la explotación de las salinas por parte de particulares; las de semana santa, cuajaban grandes cantidades de sal. Como era costum-
de Chiametla, por ejemplo, fueron explotadas de ese modo cuando me- bre, se hizo llamar a indios principales para que cumplieran con la labor
nos d es d e 1575, 88 Y desde 1590 por cuenta de la corona. 89 Fuera'
de las ci- de llamar y asentar a los aborígenes comarcanos y organizar el acarreo de
tadas arriba, el resto de las salinas, grandes y pequeñas, que existían en la sal. Fue convocado para ello un grupo por demás interesante de caci-
las gobernaciones de la Nueva Galicia y la Nueva Vizcaya, fueron traba- ques conchos-tobosos: don Ambrosio, gobernador de los conchos; don
jadas tod~s, por medio de particulares . Sus costos de transporte, aunados Juan Citlali, de nación concha y gobernador de Atotonilco, quien era ade-
a _su relativa rareza, hacían de éste un producto relativamente caro, espe- más intérprete en lenguas mexicana y tobosa; don Francisco Bareta, indio
cialmente para los mineros que lo necesitaban en grandes cantidades y de toboso que era además gobernador de los conchos, e intérprete en las dos
allí ~l permanente interés por explotar depósitos cercanos y con indios lenguas; dos capitanes de los tobosos los acompañaban: uno de ellos era
proprns. Para la provincia de Santa Bárbara, se sabe que distintos depósi- Juan Jacobo, hijo de aquel Jacobo que había reunido a los tobosos en 1621
tos de cuencas endorreicas fueron localizados y explotados desde el siglo y en 1624, y el otro era Esteban. Juan Jacobo fue enviado por delante para
XVI, en la parte norte del altiplano, primero con indios tepehuanes a los convocar a los tobosos y demás naciones de por allí, mientras el campo se
cuales debido a ello se bauti· zo' c orno 11 sa ¡in
· eros" 9° y mas
, tarde con 'otros
trasladaba con toda su impedimenta. Ya sobre el sitio el capitán Galiana
entre ellos los tobosos. ' '
con los caciques conchos y tobosos, poco a poco fueron llegando (semen-
ciona que a días de intervalo, aunque no se dice cuántos) varios grupos de
LOS TOBOSOS DE LAS SALINAS
indios comarcanos con sus capitanes de nombre don Chamico, de quien
curiosamente se dice que también era de nación: don Agustín de nación
En 16 39, siete años después de aquel primer "asiento" acordado con los tobosa, Baguame y don Francisco de nación ocome, así como otro ocome,
tobosos por el gobernado G , d e
. . r omez e ervantes, un capitán de nombre pero que capitaneaba "a la nación nonoje y toda su chusma"; también se
Diego Gahano se presento' n uevamente ante esa mstancia
· · (Francisco
· Bra- presentaron allí otros "muchachos tobosos y de otras siete naciones" .92
vo de la Serna ostentaba el d · · De acuerdo con el documento el encuentro fue pacífico; llegaron entre
. . cargo e manera mtenna), para informarle del
descubnmiento de una nueva salina, que él llamó Santa María de los To- quinientos y seiscientos indios, a los cuales el capitán Galiana agasajó,
bosos.91 El que se reseñ · .,
a a contmuac10n es uno de los raros textos de con ropa y comida,93 y los conminó a que "como leales vasallos de su
magestad han de ayudar al beneficio de la sal y han de ayudar a l~s espa-
87
En la Nueva Galicia por ejempl 0 , d ñoles".94 Como en ocasiones anteriores, los convocados aceptaron de
. ' , a ra1z e 1a apertura de las minas de Zacatecas se abrie-
ron l as sa l mas de Peñol Blanco 1 .
. . . . . , as cua 1es pertenecian a la corona y fueron trabajadas en buen grado la propuesta, diciendo que sólo "les pesaba que no hubiera sal
un prmc1p10 con mdios zacatec h' h' .
1
guerras y a colapso demográfico q
os Y guac 1c iles; sm embargo más tarde debido a las
f · ' '
en esta ocasión para ayudarles".95
. . _ ue su neron esos grupos, fue necesario llevar indios de Como suele suceder en ese tipo de documentos, las indicaciones ·so-
reg10nes 1e¡anas en numeras cada ve
. d.
d arse h as t a 400 m p z mayores: en 157 4, por ejemplo, tuvieron que trasla-
bre direcciones y distancias resultan bastante ambiguas, lo cual hace difí-
10s a eño 1 Blanco ·
. _ . , provementes de lugares como Jalpa, Juchipila, No-
ch1stlan, Teocalt1che y Tlaltenango para explota 1 . C d - d 1
.. d z ras. AGr, anta una 841, Cuentas e a
comprens10n e acatecas, 157 4 . los siguientes parágrafos se encuentra en "Descubrimiento de una salina", introducción
88
AGI, Guadalajara 35, Testamento de Feo de Ibarra pago 1 · · d l 1· d y comentario de Chantal Cramaussel, en Documentos de Parral de 1639. Textos de la
. · , a conces10nano e as samas e
Ch iamet 1a, 1575 . Nueva Vizcaya. Docum entos para la historia de Chihuahua y Durango, Chihuahua,
Histórico de Durango' Microfilms INAH , Roll o 1 5, c u en tas d e l a c a¡a
· Rea l d e
9
~ Archivo
. UACJ-UER, 1993, pp. 5-25.
Ch1ametla, nombramiento a Juan de Galarza como ad mm1stra
· · d or d e Ias R ea Ies s a 1·mas \1 2 !bid., p. 12.
d e Chiametla, r 59 r . \)] !bid., p . 16.
90
Ver el artículo de Chanta! Cramaussel en este mismo volumen . 94 !bid., p. 12 .
91
El d ocumento que narra e 1 d escu b nm1ento
· · de esta salina y al que nos refereriremos en 95 !bid., p. 13.
cil la identificación del estanque salobre en cuestión. Según el capitán prenden de él para caracterizar el hábitat típico de estos indios. Se•dice en
Galiana y testigos que lo acompañaban, la salina se hallaba a tres días de el documento, por ejemplo, que algunos españoles habían comunicado al
camino de Atotonilco y a unas 50 leguas de Parral. De acuerdo con loan- gobernador que si los tobosos se hallaban en esa zona era porque andaban
terior, ésta debería ubicarse a unos 80 o, a lo sumo, 100 km de Atotonil- alzados de guerra, sobre lo cual Bravo de la Serna comentaba que no era
co, que es poco más o menos la distancia que podía recorrer en tres días así, sino que se hallaban allí "con achaque de ir a coger la tuna, que es su
un convoy con carros, impedimenta y ganado. La distancia, el tamaño del principal mantenimiento" _9 8
estanque y el derrotero hacia el sureste que parecen haber seguido los ex- Si, por un lado, se indica que en septiembre los tobosos recolectaban
pedicionarios, pueden hacer pensar que la salina se hallaba cercana a la tunas allí, por el otro se informaba también que era gente de las cercanías,
laguna de la Estacada, en los actuales límites de los estados de Chihua- conocedora de la vida española, e incluso de la agricultura. Uno de los caci-
hua y Durango. 96 Sin embargo, existen otros elementos en el documento ques locales llamado don Cristóbal informaba que era bautizado y, por su
que parecen indicar que la salina se hallaba no al este, sino al noreste de parte, Juan Jacobo y Juan Citlali ofrecían que los tobosos reunidos allí se
Atotonilco. En una sorprendente declaración, el alférez García Ortiz de establecerían en San Felipe, siempre y cuando "les diesen tierras para
Saavedra afirmaba lo siguiente: sembrar y ministros que los doctrinasen" _99 Como pudimos darnos cuen-
ta, todavía en esa época era posible para los españoles sacar indios en
Y de oídos sabe este testigo que delante de la dicha salina, como cincuentas grandes números de zonas relativamente cercanas a sus propios asenta-
leguas poco más o menos, está la provincia de los caciques, gente política, mientos. Incluso el gobernador Bravo de la Serna pensaba que sería posi-
que viven en pueblos formados y andan vestidos y ti enen mucha grana y mu- ble hacer de todo aquel territorio que iba de Atotonilco hasta la Provincia
chas vetas de metal de plata, semillas y ganado de Cíbola, según relación que de los Caciques, esto es, hasta la Junta de los Ríos, una nueva provincia,
a este testigo le dieron en el Río del Norte unos indios y en esta provincia la "no mucho menor que la tarahumara, si bien algo más dificultosa por ser
hay por tradición de personas antiquísimas que habían estado en ella y ofre- la gente más cabilosa e inquieta, pero con trazas y buenos tratamientos
ciéndole a don Gaspar de Alvear y Salazar gobernador y capitán de este reino parece que se pueden reducir". 100 Esto no quiere decir que aquella zona
mucha cantidad de avío para esta jomada.97 hubiese permanecido pacífica hasta entonces, lejos de eso, era un territo-
rio que había sido recorrido por cazadores de esclavos, o de cautivos, co-
Est ~ misterioso_"reino de los caciques", situado en el río del Norte, no mo se prefiera, por casi un siglo ya y continuaba siéndolo, "como lo re-
po~ia ser ~t~o smo la p~ovincia de la Junta de los Ríos, cuyo esplendor se cordaba el cacique toboso don Agustín, quien relataba cómo él ni toda
veia magmficado en la imaginación del alférez. Si realmente la laguna se su gente, no había salido antes porque los capitanes españoles que habí-
hallab_a e~~onces a medio camino entre Atotonilco y la Junta de los Ríos, an entrado en esta tierra era a hacerles mal y a quitarles sus hijos y mu-
e st o sigmficaba que esta parte del territorio toboso se hallaba no propia- jeres". 101
mente en el Bolsón de Mapim'1, sino · a 1 norte d e1 mismo,
· · ·
en los terntonos
que caen sobre la banda sureste del río Conchos. Esto reforzaría la idea EL NACIMIENTO DEL TOBOSO DE GUERRA
esbozada anteriormente acerca de los vi' nculos d e vecm · d a d geogra'f'1ca y
cultural que existían entre esos grupos que los espano - 1es cata1ogab an co- Describir a los tobosos de la primera mitad de ese siglo como relativa-
mo tobosos o conchos-tobosos
. , como los hemo s ama d o aqm,, y 1os que
11 mente pacíficos o, cuando menos, no más belicosos que cualesquiera
11 ama b an propiamente conchos Y
• a sea que 1a 1aguna se situara
· al sureste otros, puede parecer un tanto forzado, una especie de esfuerzo por reivin-
o .al noreste
. de. Atotonilco ' el hecho es que er a gente que a ita b a a una
h b' dicar el buen nombre de los tobosos, sobre todo a la vista de lo que los
distancia relativamente corta del río Flori'do·. unos oc h enta o cien · lu·¡ o-
- propios españoles escribieron acerca de ellos en la segunda mitad del si-
metros, no más. Con todo y que éste es uno de 1os d ocumentos mas , d1- º glo xvn. Sin embargo, es justamente allí, en lo que los españoles escribie-
rectos de que disponemos acerca de los tobosos , po cos e1emen t os se d es- ron en esa época sobre los indios de guerra; donde se encuentra uno de los
6
9 Ésta es la conclusión a la que llega Chanta! Cramaussel en ¡a m · t ro d uccwn
· - a¡ d ocurnen- 9~ !bid., p. 21.
to: ibid., p. 8; sin embargo, es necesario anotar que la de la Estacada es una laguna de 99 !bid., p . 17.
agua dulce. IOO !bid., p. 2 l ,
moviéronse mu.y a los fines <leste gobierno [de Mateo de Vesga] los tobosos, advierto sobradas razones para nuestro daño en todas estas naciones porque
que en ninguno [de los gobiernos subsecuentes] han dejado de dar muestras son bastantísimas las bárbaras del norte que cada día se convocan para per-
de su ferocidad Y belicosa naturaleza, que compite en valor con la guachichi- fecccionar la ruina de aquellos dos reinos. 104
la; siempre esta nación ha sido en poco número, más ha tenido sujetas y
1 2
º Respecto de los dos primeros, véase más adelante; acerca del tercero, Chanta! Cramaus-
sel, "Un projet de réductions indigenes pour la Nouvelle Biscaye. L'avis de Nicolás de 103 AGI, Guadalajara 68, Informe a Su Magestad por Diego de Medrana, cura <le Durango,
Barreda missionarie jésuite a San Andrés en 1645 11 1 en Alain Musset, comp., Hommage i66o. Citado igualmente en Guillermo Porras Muñoz, La front era .. .. p. 168.
ar ean Pierre Berthe, París, EHESS, en prensa. w-1 Idem .
De la ciudad de Guadiana, cabeza de la Vizcaya, hasta el real de San Joseph a las tierras que están poseyendo los españoles y los indios cristianos y que
de Parral, habrá un distancia de cien leguas y todas despobladas, al lado dere- están de paz y con bárbara crueldad les roban sus haciendas sin distinción de
cho de camino real están las serranías y montañas a donde asisten once na- sexo, sin que para su fin principal que es robar, conduzca más justificación se
ciones de indios enemigos, por ser entre ellas la de más valor los tobosos, co- les pueda hacer la guerra y hacerles esclavos que a los turcos, que siendo ene-
munmente todas se llaman con este nombre, si bien despu és que yo llegué a migos declarados de la cristiandad dan cuartel a todos los que se rinden sin
aquél reino todos los de esta nación se han reducido de paz y los poblé en San llegar a ensangrentarse en las vidas de los que por su sexo y edad o profesión,
Francisco de Conchos. 1 47 están indefensos. 1 s 1
El término toboso se ha convertido en un .apelativo genérico del indio de Se trata, en otras palabras, de una definición política del enemigo, en la
guerra que se refugia más allá del bajo río Conchos . En un escrito de cual el elemento geográfico no es, en realidad, sino una de sus partes. La
1
683, Sierra Osario nos muestra que detrás de esta declaración se hallaba guerra ofensiva es justa, continúa Sierra Osario, porque los indios de gue-
una_ide~ bastante precisa de lo que significaba en términos geográficos el rra invaden territorios sobre los cuales no tienen título legítimo: "y estas
terntono de los indios de guerra. La tierra de las doce naciones "que se tierras nunca fueron de la dominación del señor Moctezuma o de otro
comprenden debajo del nombre de tobosos" 1 48 se hallaba más allá de una cacique de estos reinos",152 y sostiene que es justa también porque son
línea imaginaria, que vendría del Real de Parral en dirección de San Fran- enemigos de la corona y de los españoles, puesto que conspiran contra
cisco de Conchos: ellos: "tienen a sus espaldas convecinas innumerables naciones de otros
indios a quienes han solicitado traer en su ayuda". 1 53 Si un día lograran
siguiendo esta propia línea [se halla el lugar que! se llama San Francisco de esos conspiradores atraer a aquellos bárbaros, ofreciéndoles ropa robada
Conchos, 22 leguas a la parte norte del Parral, poco desviado del camino de la de los carros que van a Parral, "fueran innumerables las naciones del
Nueva México, que es raya de las referidas naciones y la de los conchos, don- norte que salieran a inundar estos reinos" 1 54 y la ruina sería total. No
era la primera vez que un proceso semejante se desarrollaba; ya a princi-
14 -i Jdem. pios del siglo xv1 los caribes habían sido declarados también enemigos
i-i s Archivo Histórico de Parral, Microfilms UTEP , 4 7 6 -)- 4 , r6 A, A utos re 1auvos
·
de la corona, y más tarde igualmente los "chichimecas" de Zacatecas se
73 a 1ague-
rra con los indios enemigos de la real corona. verían enfrentados también al fantasma de la guerra de exterminio "a
146
Archivo Histórico de Parral, Microfilms unr, 476-s6, r6 74 A, Autos de guerra con los sangre y fuego", y sus apelativos se convertirían en algo así como sinóni-
indios rebelados.
7
i.i El licenciado Lope de Sierra Osario, oidor de la Real Audiencia de México, gobernador y q9 !bid., p. 220.
capitán general que fue del reino de la Nueva Vizcaya, informa a vuestra Magestad el es- 1
;oVéase supra. , p. ?,IS.
tado de cosas de aquél reino, M éxico, 26 de sept. de 1 6 7 8, en c. w. Hackett, Historical 1
s I El licenciado Lope de Sierra Osorio ... , p. 212 .
Documents ... , v. 2, p. 210. s !bid., p . 213.
1 2
352 Salv a dor Álvar e z Tobo s os e n la cuen ca del río Con c ho s 3S3
a los que en algún momento se les llamó "tobosos". En cuanto a los tobo- Los TOBOSOS, BANDO.LEROS y NÓMADAS.
sos originales, esto es, a los indios que habitaban la cuenca del Florido, EXPERIENCIAS Y TESTIMONIOS HISTÓRICOS
' El Toboso (datos de mediados del siglo x1x). Villa a r 5 leguas de Toledo, en el partido judi-
cial de Quintanar de la Orden, antigua diócesis de Santiago de U eles, en Castilla la Nueva.
De clima templado, a mediados del siglo pasado tenía 400 casas, dos conventos de monjas,
la parroquia de San Antonio Abad, de tres naves, una ermita del Cristo de la Humildad y
un convento agustino . Con 8 huertas y viñedos, canteras de jaspe, de piedra de berroque-
ña, de cal y de yeso. Productor de buen vino, harina candeal, cebada, centeno, avena, me-
lones, sandías y verduras; mantiene ganado lanar y aves corraleras. En el comercio posee
tres lagares para cera que producen 3 ooo arrobas; ti ene 9 molinos de viento y 6 telares.
Anualmente celebra dos romerías: la de San Agustín el 28 de agosto y la de Santa Filome-
na el 3 de septiembre. Su población no llega a 400 habitantes. Miguel de Cervantes Saave-
dra inmortalizó esta villa (Madoz, 1849 t. xrv: 769).
2 Vid. bibliografía.
OCEANO moviéronse también muy a los fines de este gobierno los tobosos, que en nin-
,.ACIFICO guno han dejado de dar muestras de su ferocidad y belicosa _n aturaleza, que
compite en valor con la guachichila. Siempre esta nación ha sido en poco nú-
mero, mas ha tenido sujetas y amedrentadas a todas las circunvecinas que
Figura 1. Territorio de los tobosos . Tomado de Griffen, 1980. Dibujo: Rubén Gómez J. son, entre otras, nonojes y acoclames, con quienes están mezclados y empa-
rentados, y uno solo que capitanee basta para resolver diez reinos . La tierra
que habita esta nación es fragosa, estéril y sin aguajes y que no se puede traji-
LOS TOBOSOS LEGENDARIOS EN EL SIGLO XVII
nar si no es en la fuerza de las aguas. 8
puesto que hacía cinco años que no caía la lluvia. Pone de relieve tam-
1:1 Misiones
oién que los españoles de esos lugares no se interesaban tanto por el bien
común y por la prosperidad de los pueblos, cuanto por su propio beneficio o 100 Km.
Y porque no les faltaran indios para su servicio personal. 1 9
En septiembre de r652 1 el general Guajardo y sus militares habían Francisco
d• Conchos
ido a reconocer unas salinas -probablemente las Palomas- a 3 kilóme- .,.inas
tros del Peñol de Nonolat. Desde el 27 de abril de r575 el rey de España,
por real cédula fechada en Villaseca, encargaba estas salinas a Francisco
Nu•vas
•
e•
•
Parral
Atotonilco
Vall• d• San
Bartolomi
/'A
ó
de Ibarra, primer gobernador de Nueva Vizcaya.
S.anta ) -&>
~di
El 29 de septiembre de ese año tuvo lugar la batalla en el Peñol de San
Miguel de Nonolat, que resultó desastrosa para los tobosos. El capitán Bal-
tasar Caldera, a pesar d€ la lluvia de piedras que le arrojaron dichos indios,
LH
0
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o
J)
hablaran con el gobernador para pedirle piciete (tabaco), los capitanes espa- e;>- -<P
ñoles en número de siete, que tenían rodeados a los tobosos, dijeron que
los rebeldes merecían la muerte. Los alzados estaban esperando el auxilio ~
de los talamit (hijos de la tierra) y de los jitemit (hijos de las piedras).
-· ,. ~ i Tizonazo
6 lndi
Los autos de este combate que duró cinco horas precisan que se hicie-
ron cautivos a r79 tobosos y que ellos tuvieron 322 muertos contra tres
españoles heridos~ 44 indios amigos, y únicamente 2 muertos.20 ~ Parras
El 17 de octubre de 1652 1 el gobernador había ordenado hacer junta de
guerra en el paraje de Jaque, pues un total de r 8 grupos étnicos se habían
~ AA
Papasquiaro
~ hf~'J..__
aliado para hacer guerra a los españoles. Al parecer, únicamente los chi-
zos de Cocotán eran fieles vasallos que hacían la guerra a los tobosos. Los
otros grupos hostiles eran, además de los tobosos, los nonojes, acocla-
~
Cu•ncam••
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Avino ~
0
18
: Porras Muñoz, op cit., pp.l6?, 174 .
' Y Vid. Zepeda (1644-1645), en González Rodríguez, op cit., pp. 200-240.
e,
2
º Los Autos de guerra de r652 se conservan en el Archivo Municipal de Parral, en el co-
rrespondiente año. El historiador parralense José G. Rocha los ha consultado, son 142 fo-
. lios. Pueden verse sus artículos, citados en la bibliografía, sobre "Una cruel matanza de
tobosos". Igualmente· útiles son las informaciones ordenadas de 16 5o a 16 53 por Enrique
Dávila Y Pacheco, que se encuentran en la Biblioteca Nacional. Vid. manuscritos en la Figura 2. Tierra de tobosos y salineros hacia 1645 . Tomado de Naylor y Polzer, 1986. Recopilación de
bibliografía, y Porras Mmloz, op. cit., pp. 177-178. Luis González R. Dibujo: Rubén Gómez J.
21 V'd
22
1 . Rocha, 1941 : 204-216 Según un testimonio franciscano de 1638, los tobosos, ~ntes de haber te-
Los detalles de est ·• nido alguna doctrina o misión en la que estuvieran asentados, ya se habían
.
dr ano afirma as erogaciones de 1645-1646 se conservan en AGI Contaduría 92 5. Me-
que fu 8 '
1or Y Polzer 198 6·eron6 o ooozpesos gastados en la guerra contra los tobosos, vid. Nay- rebelado a principios del siglo xvn.3º En efecto, no he encontrado ningún
_ ' d , ,
· 44 -471 ; epe a en Gonzalez Rodnguez, 198 7: 200-240; Porras
M unoz 19 80· 177 Ald
' · ; arna, 1968 : 529-530 y Medrana (16 60) en N aylor y Polzer, 1986 :
44 6-47 9. 26
23 !bid. pp. 241-24 5¡ Bandelier, 1923, t . u : 250.
Consultar la relació d 1 • . d . . , ,
n e cauuveno e Rodngo del Castillo en 1667 en Gonzal ez Rodn- 2
1 Porras Muñoz, op.cit., p. 179.
guez, op. cit., pp. 261-26 8. 28 !bid., p . 222.
:~ Po~ras Muñoz, op.cit. , pp. 372 -375, 378 . 2
9 !bid., pp. 166-1 67 y 217 .
-, !bid., p . 22 2.
)O !bid., p. 166.
L u i s Go nz á l ez Ro dr íg u ez L os t o b osos, band o l e r os y nó m a d a s
documento que hable del establecimiento de misión alguna entre los to- verso, puesto que es el único que. obstaculiza estos buenos sucesos. El obispo
bosos antes de los intentos mencionados por Ratkaj en 1683. es de la Orden de San Francisco, opuesto a nosotros, como algunos de los an-
A este respecto dice que los jesuitas pretendían fundar dos misiones tecesores que ahí residieron. Quizás podrá retardarse nuestra ida, pero no lo-
entre los tobosos y que el padre José Tardá, visitador en 1681 de las mi- grarán impedir que entremos a dicha mies [...) Porque interesa sobremanera
siones de la Tarahumara Alta, ya había empezado a aprender la lengua to- que esta nación nos sea fiel y amiga.31 ·
bosa (en 1680). Sin embargo, el obispo de Nueva Vizcaya en esos años, el
franciscano fray Bartolomé de Escañuela, pretendía poner a clérigos dio- Este testimonio, no señalado por ningún antropólogo e historiador, es
cesanos en las misiones proyectadas en lugar de los jesuitas. Los tobosos importante y significativo por los nuevos elementos que aporta: el am-
no aceptaron a los sacerdotes del obispo y prefirieron seguir su vida nó- plio contexto geográfico que da de los tobosos; los gritos que precedían a
mada discurriendo por cerros y roqueríos donde no se podía sembrar y sus ataques, las marcas de su cuerpo y de sus rostros, el gusto por la carne
asaltando con sus flechas a los caminantes. mular y el hecho de que fueran antropófagos .
Ésta era la imagen y la idea que tenía Ratkaj de los tobosos: Se da a entender también que los tobosos, aunque nómadas, eran ca-
paces de practicar la sedentarización, de vivir congregados y de aprender
los conchos, tobosos y parras están situados hacia el Oriente, antes de la la agricultura. También se hace notar que no habían tenido, antes de fi-
Nueva Florida, Nueva Francia y el reino de Nuevo León [... j Los tobosos su- nes del siglo xvII, una misión donde ellos pudieran establecerse. -Los do-
peran a los conchos en barbarie [... j y aunque desde hacía muchos años vigila- cumentos coloniales mencionan dos sitios en los que los tobosos convi-
ban de día Y de noche los caminos, y con cuantas asechanzas podían los hacían vían temporalmente con otros grupos: San José del Tizonazo, misión
sumamente peligrosos, nunca se supo que atentaran contra la vida de ningún jesuita de indios salineros, y San Buenaventura de Atotonilco, misión
padre de la Compañía. Más aún se dio el caso de que apresaran a uno de los franciscana de indios conchos. El asentamiento circunstancial, en diver-
misioneros Y, despojándolo de todo y dando muerte a sus acompañantes, a él sos tiempos, y el nomadismo ordinario o conyuntural, son rasgos comu-
le perdonaran la vida y lo llevaran hasta cerca del presidio del Norte, miran- nes a numerosas tribus y bandas del norte que fueron consideradas exclu-
do así por su vida[ ... ] Estos enemigos, con el propósito de asaltar, robar y ma- sivamente nómadas.
tar, reunían en sus escondrijos todos los animales que por la fuerza les habían Joseph Neumann, compañero de Ratkaj en la Tarahumara durante
quitado. Ante todo capturaban las mulas, con cuya carne se alimentaban, tres años, que vivió 5 2 años en esas regiones, coincide al afirmar que los
despreciando todo lo demás comestible. Más aún, no les daba asco devorar la tobosos eran indomables, asaltantes de caminos, de pueblos y de reales
carne humana. de minas, y que su radio de acción llegaba ininterrumpidamente hasta la
Marcados con fuego con miles de signos y de líneas, en su aspecto fiero y sierra tarahumara, desde que tuvo noticia de ellos a fines de 1680, hasta
horrible vagaban aquí y allá como faunos por los montes [... I Mientras esta- los primeros decenios del siglo xvm. En sus numernsos escritos, particu-
ban tramando un asalto con horrible gritería y vociferaciones al mismo tiem- larmente en su Historia de las sublevaciones en la sierra Tarahumara,
po, Y con las flechas listas para herir, aterraban de tal manera a las víctimas que publiqué en francés en 1971, y 20 años después en lengua castellana,
que algunas veces éstas caían por tierra semimuertos y llenos de pánico antes se encontrarán los testimonios e impresiones que Neumann tuvo de los
de que las traspasaran las flechas. tobosos.3 2
ª est e fin hace ya medio año que el gobernador de estas tierras de Nueva Viz-
:i, Iván Ratkaj, Relatio Tarahumarum Missionum Eiusqu e Nationis terraequ e descriptio,
caya, con fervoroso y vehemente celo trata de dar satisfacción a sus deseos.
l68 3 (ARSI, Mex. 17: · 494-505v). Traducción castellana por Luis González Rodríguez,
Ha enviado ya a México, al virrey, muchos correos solicitando que algunos Anales de Antropología, v. 32 (1994; en prensa). .
hombres apostólicos vivan con ellos [... I Para acelerar este negocio el gober- ,1 Vid. en índice la palabra "tobosos" en Luis González (ed.) fo seph N eumann: Révoltes des
nador ha acudido piadosamente al obispo de Guadiana esta misma semana indiens tarahumars (1626-1724) , París, Institut des Hautes Etudes l'Amérique Latine,
del 1 7 de septiem
· bre de 1682, a fin de que no se nos oponga y se muestre ad- 1 969-1971. Traducción castellana, Chihuahua, Camino, 19 9 1.
llegó pues, Bernardo de la Vega con ella [su limosna] a 19 de febrero de este
año de 1715 y milagrosamente escapó, pasando esta cuesta de Huejotitlán, a
donde estaban los tobosos y el día 20 mataron a un capitán del pueblo de San
Figura 3. Área de acción de los tobosos (siglos xv1-xv111) . Recopilación del autor, 1995 . Javier, que se adelantó a otros que iban, y duró la pelea 3 horas, y de los ene-
Dibujo: Rubén Gómez J.
migos fueron dos malheridos y que por la hierba venenosa se cree también
THOMÁS DE GUADALAXARA Y LOS TOBOSOS EN EL SIGLO XVIII morirían. Gracias a Dios y a su madre santísima no hubo más avería y queda-
ron con victoria los nuestros, y les quitaron las bestias y lo que tenían los
Los datos de archivo acerca de los tobosos y otras etnias norteñas abar- enemigos.35
can parte del siglo XVI hasta comienzos del XIX, cuando, por diversas cau-
sas, desaparecen. Se han localizado alusiones a los tobosos en la corres- Pongo de relieve aquí que los tarahumares se defendieron flechando a los
pondeneia de los .misioneros de la región tepehuana y de la sierra tobosos con la hierba venenosa, mortal, despojándolos de sus bestias y re-
tara~umara, escritas al padre procurador en México, agradeciéndole el cuperando lo que pretendía llevarse el enemigo.
e_nv10 de las subsistencias y demás cosas que ellos le habían pedido. Las Sintetizando los datos de los documentos citados en este trabajo en-
hstas de tales bastimentas y objetos (por ejemplo, ajuar para la iglesia, cuentro que los tobosos atacaban y robaban los actuales estados de Chi-
aperos de labranza, instrumentos musicales, sustancias medicinales, te-
las Y sombreros para los indios, etcétera) se conocían como "memorias".
B Vid. Un estudio mío sobre Thomás de Guadalaxara, su vida y su obra en la tarahumara,
El procurador de los jesuitas las surtía en la capital novohispana, y éstas está en prensa en el volumen correspondiente a 1995 de Estudios de Historia Novohispa-
se paga~~n con la limosna anual de 300 pesos proporcionada por el rey a na que publica el Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, bajo la coordina-
cada m1s10nero. ción de Felipe Castro G .
En ~érminos globales, el número de ministros evangélicos en el noro- 34 Vid. AGN, Prov. Int. 29 : 190. Testimonio ante el gobernador Juan de Pardiñas, el 24 de
est~ a fmales del siglo xvu y mitad del xvm fluctuaba entre 80 y 100. Los marzo de 1692.
., , El texto completo de esta carta se encuentra en AGN, Jesuitas 1v, y debo su conocimiento,
arneros transportaban lo que podían en sus recuas, cuyo número de mu- así como la búsqueda de datos históricos sobre los tobosos, a Nicolás Olivos, antropólogo
las pasaba en algunas ocasiones del centenar. El trajinar de las recuas era social, que está preparando su tesis sobre la tarahumara y a quien expreso aquí mi agra-
periódico Y por lo general se hacía en los primeros meses del año, antes decimiento por su ayuda . -
•
9. Rinconada, jurisdicción de $altillo a 50 leguas: 1734 No usaban vestimenta, pero llevaban algún penacho y marcas en
ro. San Juan de los Ahorcados: 1691 cuerpo y rostro; al parecer hombres y mujeres caminaban descalzos. Su
11. Tora, jurisdicción de Santiago de Monclova: 1734 habitación era móvil con alguna estructura o armadura de carrizos, em-
12: Nuestra Señora de Refugio de la Bahía: 1807, 1825 badurnada con lodo y protegida con pieles. Como todas las etnias del nor-
13. Saltillo: 1687 te solían tener un cacique que mandaba pequeñas bandas, curanderos
que, como en todo el norte, atendían las enfermedades con recursos natu-
Nuevo León rales, extrayendo el mal con canutillos y recitando alguna fórmula. Tenían
hacedores del mal que, paradójicamente, podrían considerarse como neu-
r. Mojito: 1691
tralizadores de abusos. No tengo ningún dato acerca de sus creencias, pe-
2. Salinas, las, jurisdicción de Nuevo León: 1734 ro puedo suponer que en su ideología religiosa distinguían a los inculca-
3. Monterrey: 1706 dores supremos del bien y a los favorecedores del mal; quizás tendrían
ritos de fecundidad humana y de fertilidad vegetal o animal, y sus creen-
Zacatecas
cias derivarían de la observación astral y de la naturaleza circundante.
Eran recolectores y cazadores. Su hábitat era extremadamente árido;
r. Mazapil: 1691 los tobosos salían de él para procurarse el sustento, y a los españoles la
2. Nieves: 1691 misma falta de agua les impedía entrar. Los testimonios de Diego de Me-
3. Sombrerete: 1691 drana y de Juan de Cervantes de Casaus confirman parte de lo aquí expre-
4. Zacatecas, ciudad: 1691 sado y añaden que los tobosos eran pocos -pero no señalan ninguna ci-
fra-, que su valor y ferocidad era como la de los guachichiles, que los
Tamaulipas capitaneaba un jefe y que era muy frecuente su alianza con otros grupos.
En cuanto a su lengua, algunos piensan que era parte del tronco yuto-
1. Sierra del Abra o de Tanchipa, entre Tamaulipas y San Luis Poto- azteca del tipo sonorense; Pennington asemeja la lengua tobosa al con-
sí: 1775 cho. Otros dicen que simplemente era una lengua diferente y, finalmente;
2. Tanciaquil, montes de: 1775 otros creen que era parte de las lenguas atapascanas. No se puede afirmar
nada porque no se conserva ninguna palabra de la lengua tobosa y sólo se
Nota bene. A estos datos añado el que me comunicó la doctora Marie- sabe que fray Alonso de la Oliva, fundador de la misión y el pueblo de
Areti Hers: que en 16 5-8 los tobosos también habían penetrado al ahora San Buenaventura de Atotonilco (hoy Villa López) conocía muy bien esta
estado de Jalisco. Supongo que además llegaron a San Luis Potosí a través lengua y era su intérprete; algunos piensan que escribió una gramática o
de la sierra de Tanchipa, aunque no tengo documentación que lo com- vocabulario de la misma.3 6
pruebe. De ser así .los ataques de los tobosos se extenderían a ocho esta- William Griffen afirma con razón que hay pocos datos acerca de los
dos actuales de la República Mexicana. tobosos. No obstante señala la probabilidad de que existiera entre ellos la
poliginia sororal, las ceremonias de pubertad dirigidas por chamanes, las
Según se tratara de guerrilla o de ataque a personas o propiedades, los danzas rituales o guerreras con consumo de peyote y, en el nacimiento de
asaltantes tobosos eran escasos en número y podían llegar hasta 600 fle- un vástago, la costumbre de la couvade, es decir, que el padre tenía que
cheros como en el caso del peñol de Nonolat. Entre sus armas se mencio- guardar cama para que su hijo recién nacido pudiera desarrollarse bien.
nan expresamente las flechas, probablemente no envenenadas. Puedo su- Antes de terminar cabe preguntarse el porqué de tantos levantamien-
poner que tenían también lanzas, mazos, las piedras que despeñaban y, tos de los tobosos en contra de los españoles. No creo que existiera en es-
como
.
parte del botín quitado a sus víctimas arcabuces ' machetes y nava-
/
ta etnia lo que ahora se llama racismo o discriminación racial. Los espa-
Jas, Y algún otro instrumento de defensa y ataque. En los documentos se ñoles sencillamente eran considerados enemigos por las encomiendas y
menciona que desollaban a sus víctimas, a veces las decapitaban, que bai- el trabajo personal forzado en las haciendas o en las minas; probablemen-
laban sus cabelleras, que acostumbraban cierto canibalismo y que despo-
jaban de todas sus pertenencias a sus víctimas para utilizar todo aquello 36 La concentración de todos estos datos está tomada en buena parte de Griffen, 1983 y de
que pudiera servirles. Rocha, 1939, 1940, 1941.
bra 1685 (AGN, Rc, 20, exp. 154: 342-346). 1723 por el gobernador de Coahuila, Bias María de la Garza Falcón,
RAMÓN, DIEGO sobre depredaciones de los tobosos, 23 de marzo de 1723 1 Archi-
168 7 Testimonio sobre ataque de los tobosos que, junto con otros gru- vo de la Secretaría de Gobierno de Saltillo (Bolton, 196 5: 424).
pos, mataron a luan de Padilla, Santiago del Saltillo, 9 al 25 de FUNDACIÓN ...
octubre de 1687 (AH-INAH, Serie Saltillo, r. 51 doc. 25 ). 1734- del presidio de Sacramento y proyectos en Coahuila
A UTOS FECHOS ... 1741 contra de los tobosos y otros grupos (AGN, Prov. Int. 177, 1: 1-
16 9° Sobre las Invasiones que hacen los indios rebeldes de este reino 397).
Y los que se van actuando sobre la guerra ofensiva que se les ha- JÁUREGUI URRUTIA, JosÉ DE
ce por el señor... Don Tuan Isidro de Pardiñas ... (AGN, Prov. Int. 17 3 5 Descripción geográfica del nuevo reino de León por el gobernador
29). r,u. Incluye noticias de numerosas tribus, incluidos los tobosos,
CORRESPONDENCIA .. . México, 11 de enero de 1735 (AGN, Prov. Int. 109 1 2: 101-113).
16 9 1 Correspondencia con el gobernador de Nueva Vizcaya Tuan de NARANJO, FRAY MIGUEL
Pardiñas, acerca de los rebeldes tobosos, jócomes y cocoyomes 1762 Informe al provincial Alonso Muñoz sobre decadencia de las mi-
(AGN, Prov. Int. 29 , 5:rr 1 _359 ¡. siones de Coahuila; menciona el ataque toboso de 1693 a la mi-
sión de Nadadores. Incluye lista de grupos que subsistían en
380
luis González Rodríguez
El problema mayor es que las primeras dos variables son muy difíciles de Sin embargo, para otros investigadores, este gran cambio social ocu-
estudiar. ¿Qué puedo yo inferir sobre las características demográficas y cul- rrió más tarde debido a otros factores. Argumentan que varios señoríos se
turales de los cinco grupos al momento de contacto? desarrollaron en el siglo xv4 y, aunque ciertos factores debilitaron aque-
Por.supuesto, la respuesta depende de cómo se defina el momento de llas sociedades antes del periodo contado, el toque final no llegó hasta
contacto. Estos momentos pueden estar cronológicamente separados por que las enfermedades del Viejo Mundo fueron transportadas hacia el Nor-
largos periodos de hasta cincuenta o cien años, según su definición. ¿Es el te a través de existentes rutas de intercambio desde Mesoamérica, inclu-
momento de contacto cuando llegan las primeras enfermedades, o cuan- so antes de la llegada de los europeos mismos. Lo que los españoles en-
do pasa el primer conquistador?, o ¿es acaso el momento cuando los espa- contraron cuando llegaron más tarde en el siglo xvI fueron sociedades
ñoles hacen sentir su presencia en una forma más sustancial? Si usamos indígenas en diferentes niveles de transformación sociopolítica resultan-
la última definición, vemos que los cronistas religiosos siempre nos des- tes del colapso demográfico.S Así, resulta que las primeras relaciones de-
criben los asentamientos dentro del patrón de ranchería. Pero, ¿éstos re- talladas por los jesuitas describen el patrón de rancherías. Sin embargo,
presentan antiguas formas sociales o cambios recientes? He aquí la con- existe la posibilidad de que los investigadores modernos hayan subesti-
troversia. mado la magnitud de la población y mal interpretado la naturaleza de la
Gracias a los trabajos de la doctora Beatriz Braniff y de muchos otros ar- organización sociopolítica en el momento de contacto. Quizá las ranche-
queólogos, las conexiones mesoamericanas en el noroeste de México y en rías no eran tan omnipresentes.
el suroeste de Estados Unidos han sido parcialmente investigadas y anali- Sin una versión clara del periodo protohistórico, la descripción de las
zadas por lo menos hasta el siglo XIV o xv. Dichas investigaciones y características del siglo XVI se convierte en un asunto precario y arriesga-
análisis nos revelan intercambios regionales y la existencia de pueblos do. Mis investigaciones en los documentos más antiguos indican que los
grandes con construcciones de adobe, complejos ceremoniales, estructuras acaxees, xiximes y quizá los tepehuanes mostraron formas de organiza-
sociopolíticas jerarquizadas y prácticas de agricultura sedimentaria con ca- ción un tanto más complejas. Por ejemplo, la organización tarahumara
nales de riego. El principal trabajo arqueológico relevante del área que estu- era más parecida al modelo de la ranchería; y la categoría de h,s conchos
dio -la zona sur de Chihuahua y noroeste de Durango- ha sido llevado a incluye gente de rancherías y de banda. Además, en los cinco grupos men-
cabo en el Valle de Durango, cerca de Zape, o en Hervideros, en cuanto a cionados encontramos agricultores y cazadores -sin entender sus cone-
su relación con las culturas chalchihuites o Loma San Gabriel. 1 A pesar de xiones o procesos de simbiosis-. Para proporcionar una mejor idea de es-
que no hay acuerdo entre los arqueólogos sobre las evidencias halladas en tas diferencias, a continuación presentaré un resumen bastante reducido
estos sitios, 2 un gran número de ellos tiende a concluir que los centros y superficial.
chalchihuites fueron abandonados en el siglo XIV. Este éxodo coincide con Acaxees y xiximes. Los acaxees y xiximes ocuparon las barrancas de
la hipétesis general de que todos los centros mesoamericanos del Norte la sierra Madre en la zona occidental de Durango y oriental de SinalGa. La
fueron abandonados en los siglos XIV y xv como resultado de una combina- similitud entre sus lenguas y las de sus vecinos cahitas de la costa de Si-
ción de diferentes y desc,:mocidos factores. Siguiendo esta línea de inter- naloa condujo a Carl Sauer a sugerir que estos grupos procedían de tierras
pretación, cuando los españoles llegaron en el siglo XVI encontraron las bajas. 6 Sús poblaciones no eran tan densas como las de la costa. Podemos
consecuencias del colapso anterior, es decir, asentamientos relativamente sugerir, de acuerdo con las observaciones hechas en las crónicas de las ex-
pequeños y dispersos que carecían de estratos socioeconómicos bien dife- pediciones del siglo XVI y la enumeración de almas hechas por los jesuitas
renciados y que no eran económica ni políticamente interdependientes.3
4 Carroll L. Riley, Th e Frontier People: The Greater South west in the Protohistoric Period
' Véase, para ejemplo, Basil C. Hedrick et al. , eds., The North Mexican Frontier (Carbonda- (Albuquerque: University of New Mexico Press, 1987).
le: University of Southern Illinois Press, 1971); las publicaciones de J. Charles Kelley; Mi- s Daniel T . Reff, Disease, Depopulation and Culture Change in Northwestern New Spain,
chael S. Foster y Phil C. Weigand, eds., The Archaeology of W est and Northwest Mexico 15 r 8-1764 (Salt Lake City: University of Utah Press, 1991 ).
6 The Distribution of Aboriginal Tribes and Languages in North western Mexico, Ibero-
(Boulder: Westview Press, 1985).
2
Véanse los comentarios acerca de las conclusiones hechas por Kelley y otros (incluyendo a americana, núm . 5 (Berkeley: University of California Press, 1934), pp. 15-20. Véase tam-
Donald Brand) de Loma San Gabriel por Marie-Areti Hers, Los toltecas en tierras chichi- bién Ralph L. Beals, The Acaxee: A Mountain Tribe of Durango and Sinaloa, Iberoameri-
m ecas (México: UNAM, 1989), pp. 19-52. cana, núm . 6 (Berkeley: University of California Press, 1933), quien especuló que dichos
3
Véase, para ejemplo, Edward Spicer, "Northwestern Mexico: Introduction", en Handbook grupos indígenas formaron un puente entre las culturas del suroeste de Estados Unidos y
of Middle American lndians, vol. 8 (Austin: University of Texas Press, 1969), pp. 777-791. Mesoamérica.
Su sa n M. D ee d s C ó m o hi s toriar c on po c a hi s t o ria
en el siglo xvu 7 que cada grupo comprendía más de veinte mil personas convocaban poderes sobrenaturales para controlar .aspectos del medio fí-
durante el siglo xv1. 8 Dichos grupos vivían en sitios separados por profun- sico, al igual que los comportamientos humanos y de salud. Aunque el
das cañadas y altas cumbres, algunos fortificados con paredes de piedra y mando marcial se fundaba en habilidades guerreras, hay indicaciones de
adobe a elevaciones considerables (inclusive contaban con sitios de juegos que el oficio de chamán era hereditario.
de pelota y estructuras grandes, tal vez de uso comunal), y también vivían Respecto a su religión, se ha hallado una variedad de iconos que repre-
en habitaciones más simples de estuco y paja en los fondos de las cañadas sentaban un panteón de dioses . Estos iconos de madera o piedra tenían la
~onde cultivaban maíz, frijol, algodón, etcétera, a lo largo de las márgenes forma de animales !venados, tortugas, conejos, águilas y otras aves) y la
e los ríos . El maíz se sembraba dos veces al año y se cosechaba en febrero de seres humanos que representaban a los dioses de la fertilidad, la lluvia,
Y septiembre. 9 Los indígenas cazaban, pescaban, cosechaban mezcal, y re- el granizo, el fuego y las enfermedades. Algunas imágenes se hallaban en
colectaban miel y cera. Algunos de estos productos eran intercambiados cuevas. Hay evidencias de que existía un dios supremo. 11 Los espíritus to-
por pe~cado Y conchas de mar. Por medio del trueque adquirían pericos y maban una forma animal o humana y hacían apariciones a los indígenas
pl~maJes para la confección de vestimentas ceremoniales. Aún más, hay para darles órdenes. Los muertos eran enterrados en cuevas con alimen-
evidencias de que los acaxees y xiximes se dividieron en subgrupos llegan- tos y utensilios de caza.
do · , '
asi a comprender varias rancherías o pueblos. Los ritos comunales se enfocaban a la guerra y la agricultura e inten-
Al La organización política parece haber tenido elementos jerárquicos. taban asegurar la supervivencia. Las guerras entre los grupos del norte pa-
. gunos de los subgrupos tenían un líder -"un reyezuelo"- cuya auto- recen haber sido frecuentes. Estas guerras eran en forma de batallas cam-
ridad al m . pales y ataques sorpresivos. Las armas usadas incluían palos, lanzas y
, ' enos en tiempos de guerra, trascendía a más de una ranche-
na.. xo Algunos homb res ¡pnnc1pa
· · 1es ) teman
, , muJeres
mas · y b 1enes
º que flechas. Los xiximes parecen haber sido los más agresivos de todos, ataca-
otros. Los h ., . _ ban fuertemente a los acaxees motivados por la adquisición de mujeres Y
c amanes, tamb1en llamados hechiceros por los espanoles,
7
bienes. El canibalismo ritual se practicaba en los enemigos muertos en la
Estas fuen · .
tr tes incluyen a Antomo Tello, Libro segundo de la crónica miscelánea en qu e se guerra durante fiestas acompañadas de danzas, cantos, tambores Y del
ata de la conqu1sta
. . .
esp1ntual y temporal de la santa provmcw . . de Xahs. co en el
uso de intoxicantes. La carne humana se cocía con maíz y frijoles e im-
nl ~evo reino de la Galicia y Nueva Vizcaya y descubrimiento de Nuevo M éxico, (Guada- partía las virtudes de la valentía y el atrevimiento a los consumidores.
aJara: La R 'bl º . .
Ob , epu ica Literaria, 1891); y a George P. Hammond y Agapito Rey, eds .,
regon 's Hist f 6 h . . . , Los cráneos eran guardados en cuevas y los esqueletos eran colgados de
Publ · h . ory O 1 t Century Exploratwn m Western Amenca {Los Angeles, Wetzel
s is mg Co., 1928). . los árboles para invocar cosechas abundantes. 12 Otras danzas rituales se
Reff, Disease De 1 . d . . asociaban con la agricultura y vinculaban la fertilidad humana con la fer-
(p · 250 ). Lap • · ·popu -
at10n an Culture Change, estima 21 ooo habitantes por cada grupo
Pri·n
ceton Un ·
osicion que toma Peter Gerhard, The North Frontier of New Spain (Princeton:
•
tilidad de la tierra. Estas actividades eran paralelas con las prácticas ritua-
or 1 d iversity Press, 1982) respecto a la población en estas dos regiones habitadas les de los cahitas de la costa de Sinaloa. 1 3
P os os gru .
pos sugiere, por lo menos, tal cantidad; pp. 170-171, 208-209, 22 8 -229, 240,
254 255 260 26 Tepehuanes. Los antropólogos han dividido a los tepehuanes en dos
W 8- k' - 1. Otras evidencias se encuentran en "Razón y minuta", 1625, en Charles
· ac ett H1st
ches Th '
º ·
onca] Documents Relating to New Mexico, Nueva Vizcay a, and Approa-
grupos: los del sur y los del norte. 1 4 Para fines del siglo xv1, quizás unos
1
André epr-eto, to 773, vol. 2 (Washington, D.C.: Camegie lnstitution, 1926), pp. 152-159; y
s erez de R ºb Hº . . , 11
Pérez de Ribas, Historia de los triunfos, libro 8, cap. 3, relata la creencia en un dios lla-
bárbaras . i as, 1stona de los tnunfos de nuestra santa fe entre gentes las mas
reirmpr ..: fieras del nuevo orbe, libro 8, cap. 2. La edición más reciente es una exacta mado Meyuncame (él, quien todo lo sabe); el jesuita identifica este dios con eJ diablo. Los
esion de la . d. . - . .
court (M , . . e icwn ongmal de 1645 con notas hechas por Ignacio Guzmán Betan- acaxees llamaban al sol "el dios verdadero" en un reporte dado por P. Diego de Alejas,
este trab . exico: Siglo Veinti · u no, 1992 ¡. p ara f aci·1·1tar el acceso a l as vanas · e d 1c10nes,
. · · ,
citare Teguciapa, 18 de mayo, 1617, AGN, Archivo Provisional, Misiones, caja 2 .
aJo conforme d. . . 12
9 La infonn ., ª sus 1v1s10nes en libros y capítulos. Rela ción de la entrada que hizo el gobernador de la Nu eva Vizca ya Francisco de Urdi-
ac1on etno -f d ñola a la conquista, castigo y pacificación de los indios llamados xiximes, 1610, Uni-
fuentes inf . gra ica e los acaxees y los xiximes es un resumen de las sigui entes
ridico de ~r;r1ativas:_ Pérez de Ribas, Historia de los triunfos, libros 8 y 9; Testimonio ;u- versidad de Texas, Biblioteca Nettie Lee Benson, Colección Joaquín García lcazbalceta,
1
Diego de A- . poblacwnes Y conversiones de los· serranos acaxes hechas por el Capitán Varias Relaciones, i-1. Un jesuita informó que ellos creían que el alma estaba atrapada en
General d
v11aN Y el ._
ven era ble padre Hernando de Santaren , por el ano - de 1600, Archivo . los huesos .
e 1a ac1on [AcN] M , . Véase para comparación, Antonio Nakayama, ed., Relación de Antonio Ruiz (la c.mquis-
del Padre D. . , exico, D. F., Historia 20, exp. 19, fols . 183-294; y Relación ' .1
iego X1méne S A d - ta en el noroeste), (México: Instituto Nacional de Antropología e Historia, Centro Regio-
10 Por e¡·em
1 p - ~• an n res, 1633, AGN, Jesuitas, m-15 exps. 4, 33.
1
Su sa n M. D ee d s C ó mo hi s toriar c on p oc a hi s tori a
- - - - - - - - -- - - - - - - - - - - - - - ~ - =
'- - - - - - - - - ~ ~- - - -- ~ -- - - - - - - - - - - - - - - - - _J
cuacenta mil tepehuanes (del norte) habitaban la zona noroeste de Duran- nibalismo ritual; sin embargo, los jesuitas no reportaron hallazgos de gran-
go Y se extendían hasta el Valle de San Pablo, en el sur de Chihuahua. 1 s des cantidades de huesos, que tanto los escandalizó en el caso de los aca-
Hoy en día, alrededor de ocho mil tepehuanes viven en la sierra del suro- xees y xiximes. Además, los jesuitas encontraron una multitud de peque-
este de Chihuahua colindando al sur con Guadalupe y Calvo y al norte ños fetiches e incluso un íclolo grande -una columna de piedra con
con el río Verde. Las primeras descripciones de los tepehuanes provienen cabeza humana-, llamado Ubámari. Éste fue ubicado cerca de Zape y
de la expedición de francisco de Ibarra ¡15 6 3 -6 5 ). 1 6 Los españoles obser- coincidió con unas ruinas asociadas ahora con la cultura Loma San Ga-
varon un gran número de asentamientos con casas de adobe y piedra, en briel. 20 Una de las prácticas rituales de los tepehuanes censurada por los
donde los indígenas practicaban la agricultura con sistemas de riego. Di- jesuitas fue el sacrificio de niños; según su interpretación, los tepehuanes
cha información ha llevado a los historiadores a especular que los tepe- creían que el ofrecimiento de un niño a un espíritu sobrenatural era una
huanes SOR los herederos de las culturas Loma San Gabriel y Chalchihui- de las maneras de salvar la vida de un adulto moribundoY Aparentemen-
tes. 17 Los tepehuanes fueron caracterizados por los españoles como los te, los tepehuanes creían en una vida después de la muerte; los jesuitas
más belicosos de los agricultores de la Nueva Vizcaya. Hay evidencias de describieron que en la creencia de los tepehuanes el alma se iba al monte
que sus guerras en contra de los tarahumaras al norte y los acaxees al oes- después de la muerte; ahí, un espíritu consumía a aquellos que habían si-
te. iban más allá de simples incursiones ya que pretendían demandar tri- do malvados, mientras que a aquellos de buenas acciones se les permitía
18
butos. Sin embargo, a principios del siglo xvu, la organización de los te- marcharse a un lugar mejor. 22 La creencia de una vida después de la muer-
pehuanes era representada por los españoles de una manera más cercana te es reafirmada por la insistencia de los tepehuanes de que las .enseñan-
al patrón de la ranchería. 1 9 Los sitios ocupados por los tepehuanes en las zas cristianas acerca del infierno eran irrelevantes puesto que ellos eran
estribaciones de la sierra y el altiplano central tenían elevaciones medias inmortales. Los tepehuanes evitaban así las iglesias donde los españoles
superiores a los sitios más fructíferos de los acaxees y xiximes en los pi- enterraban a los muertos por el temor de que éstos pudieran llevarlos
sos de las cañadas. Los inviernos eran más largos y fríos. Las temperatu- consigo. 2 3 En sus ceremonias, al igual que los otros grupos comparados,
ras bajas determinaban también las diferencias en la construcción de vi- usaban peyote y mezcal o maíz fermentado.
viendas, las cuales eran de piedra y adobe o madera. El maíz se cosechaba Tarahumaras. 2 4 En el momento de contacto, muchos rarámuri habita-
una vez al año. Una agricultura menos productiva puede haber dictado ron al pie de monte de la sierra Madre, en la· parte central de Chihuahua,
I
poblaciones de menor concentración y más dependencia en la caza y la Y las sierras y barrancas al poniente. Actualmente, ocupan lugares más al
recolección. La organización política parece haber sido menos centraliza- oeste, como resultado de las deliberadas migraciones coloniales Y la .pro-
da si se compara con la de los acaxees y xiximes. bable asimilación de otros grupos serranos como los témoris, tubares Y
Es muy probable que los tepehuanes practicaran alguna forma de ca-
2
° Carta anua de P. Ju an Font, 16o 7, en González Rodríguez, Crónicas, p. 15 6. En otra carta
• 1 de 1612, Font especula que antiguos mesoamericanos llegaron a esta área; ibid. , pp. 173-
l
dians, vol. 8, pp. 814-821; y Campbell W. Pennington, The Tepehuan of Chihuahua : 174.
21
Their Material Culture (Salt Lake City: University of Utah Press, 1969), pp. 1-6. Pérez de Ribas, Historia de los triunfos, libro 10, caps. 6 Y 3 5•
15
Reff, Disease, Depulation and Culture Change, p. 205, sugiere 21 ooo. Gerhard, The 22
Carta anua de Juan Font, i6il, Gonzál ez Rodríguez, ed., Crónicas, pp. 186-r.93.
North Frontier, pp. 1641 170-17 1, estima 6o 000 por la capacidad de las regiones habita- 2
' Carta anua jesuita de 1597, AG N, Historia, vol. 19, exp. 6.
das por los tepehuanes. 24 Los tarahumaras fueron de gran interés para Car! Lumholtz, Unknown Mexico, 2-vols.
16
Véas e H ammonct Y Rey, Obregon's History, y John L. Mecham, Francisco de !barra and
,l
(Nueva York: Charles Scribner's Sons, 1902); y Wendell C. Bennett y Roben M . Zingg,
Nueva Vizcaya (Durham: Duke University Press 1927) Th e Tarahumara : An Jndian Tribe of North ern Mexico (Chicago: University of Chicago
17 Ca 11 · . ' . .
rro RI!ey Y H. D. Wmters, "The Prehi:storic Tepehuan of Mex1co", Southwestern Press, 193 5). Estudios más recientes incluyen a Pennington, Th e Tarahunwrn of Mexico:
is Journal of Anthropology, 19:2 (1963), pp. 177-185 . Their Environm ent and Mat erial Culture (Salt Lake City: University of Utah Press,
Carta anua de P. Juan Font, 1608, en Luis González Rodríguez, ed., Crónicas de la Sierra 1963); John G. Kennedy, Tarahumara of th e Sierra Madre: Beer, Ecology and Social Or-
Tarahumara (México: Secretaría de Educación Pública, 1984), pp. 160-165. En otro rela- ganization (Arlington Heights, IL : AHM Publishing Co., 1978); y Frarn;:ois Lartigue, Indios
to, un viejo guerrero tepehuano, Tucumudagui, cuenta sus hazañas en la expansión de y bosqu es: políticas forestales y comunales en la Sierra Tarahumara (México: Ediciones
las fronteras tepehuanas; Relación de Jo sucedido en la jornada que Don Gaspar de Al- de la Casa Chata, 19 3 3¡. El mejor trabajo contemporáneo está hecho por William L. Me-
vear Y Salazar [.. . ]hizo a los tarahumaras desde los 26 de febrero deste año de r6r9 has- rrill; véase Raramuri Souls: Knowledge and Social Process in North ern Mexico. (Was-
ta los 20 de abril d e,] dicho año hecha por el padre Alonso de Valencia; Colección Icaz- hington, D. C.: Smithsonian Jnstitution Press, 1987); y "Tarahumara Social Organiza-
balceta, Varias Relaciones, r. . tion, Political Organization and Religion", en Handbook o/ North American Indians,
19
Pérez de Ribas, Historia de los triunfos; li'bro 10, cap. 1. Southwest, vol. 10, (Washington, D. C. : Smithsonian Institution, 1983), pp. 290-305 .
Su s an M . D ee d s
Cómo hi s toriar con poca historia
trataron de congregar a los conchos no dejaron muchas descripciones et- tarahumaras parecen haber aumentado a principios del periodo de contac-
nográficas.32 La desagregación de los conchos parece haber aumentado a to. También en este periodo algunos tepehuanes emigraron hacia el Norte
lo largo del tiempo colonial por la •fuerte explotación de parte de los espa- y algunos tarahumaras hacia el poniente. Parece claro que las enfermeda-
ñoles en trabajos mineros y agrícolas. Muchos de ellos sirvieron de auxi- des llegaron antes de que los españoles poblaran el norte de Durango.
liares militares a los españoles, pero otros huyeron a los desiertos y a las Otras introducciones de los españoles provocaron cambios y desplaza-
sierras en donde crearon alianzas con otros grupos.33 Es posible que algu- mientos. Los grupos nómadas del desierto adoptaron el caballo y la caza
nos de ellos cambiaran su estilo de vida sedentaria a una nómada como de ganado feral, una herencia de la expedición de Coronado. Algunos con-
respuesta a las invasiones españolas.34 chos permanecieron en sus rancherías en las márgenes del río Florido
Dado que tenemos tan imperfecta visión de estas sociedades al mo- mas otros emigraron al Norte. Cuando los españoles encontraron plata y
mento de contacto, ¿será posible aventurar algunas hipótesis sobre las di- una mayor población en las cercanías -como el c~so de los poblados xi-
ferentes maneras en que los factores ecológicos, demográficos, organiza- ximes y acaxees-, la población indígena experimentó un declive más
cionales y cosmológicos pudieron producir diversas consecuencias en el acelerado que impidió la recuperación demográfica. Inclusive los tepe-
cómienzo del periodo colonial? huanes, tarahumaras y conchos más dispersos sufrieron altos porcentajes
La relación entre el medio y la demografía jugó un papel crucial. La de mortalidad cuando se quedaron en la región de mayor concentración
mayor concentración indígena se encontró en las elevaciones más bajas española -en el noroeste de Durango y sureste de Chihuahua-. Por otro
de las escarpas occidentales de la Sierra Madre, tierras de los acaxees y xi- lado, estos grupos tuvieron mayor potencial para fugarse hasta los lugares
ximes. Ahí, en los fondos de las cañadas, el doble cultivo rendía cosechas menos accesibles para los españoles, aunque eran lugares menos fértiles
capaces de sustentar poblaciones más densas. Una población mayor justi- para la agricultura.
fica la organización política jerárquica que caracterizaba a esta área. La El retrato que he esbozado hasta ahora da más énfasis a la demografía
guerra endémica también tuvo causas y efectos demográficos. Probable- y la ecología como factores para explicar los cambios culturales Y étni-
mente; una creciente población antes del contacto español fue motivo su- cos. ¿Qué podemos decir del papel que jugó la organización sociopolítica
ficiente para un aumento de ataques con el fin de conseguir alimentos. y religiosa de estas sociedades indígenas? El continuo que he presentado
Entonces, una subsiguiente disminución drástica en la población tam- va de un grado de mayor centralización política y una jerarquía (y más ca-
bién podría explicar un elevado índice de ataques por parte de grupos cu- racterísticas mesoamericanas) entre acaxees y xiximes a sucesivamente
ya capacidad para producir y reproducir estaba en crisis . El declive inicial menos complejidad en los grupos tepehuanes, tarahumaras y conchos.
de la población fue superior en las zonas de mayor concentración Y afectó Aunque ninguno de los grupos tenía sistemas complejos para acumu-
primero a los indios de la costa de Sinaloa. lar excedentes de producción o para transmitir recursos a un grupo Pº~-e-
Las enfermedades probablemente llegaron a las sierras de los xiximes roso, tampoco eran sociedades sin distinciones sociales. La acumulac10n
Y acaxees con las primeras apariciones de españoles en busca de esclavos. primitiva y los intercambios a corta y larga distancia se presentaban en
En cambio, los efectos de las enfermedades se experimentaron a paso me- grados variables. ¿Cómo serían afectados los modos de producción e in-
nos acelerado en el otro lado de la sierra, donde la población estaba más tercambio de los indígenas pqr las demandas de los españoles? ¿Cuál~s
dispersa. Las agresiones de los tepehuanes, supuestamente los más beli- serían los efectos de la invasión española sobre las guerras entre los gru-
cosos, pudieron haber asumido un carácter más urgente cuando ellos sin- pos indígenas? ¿Sería la belicosidad una ventaja? ¿Qué importancia ten-
tieron los efectos de las epidemias. Los ataques de éstos a los acaxees Y drían las relaciones previas entre estos grupos? ¿Es acaso po~ible ~ue la
religión o cosmovisión de algunos grupos les diera más capacidad mnata
31
En 1 622 , los franciscanos registraron una cifra de 1 003 indígenas en sus misiones de la para sobrevivir imposiciones de la Colonia? .
provincia de Santa Bárbara; sin embargo, este número de indígenas es sólo una fracción Estas cuestiones son las que estoy investigando, así como las presw-
de la población total ya afectada por enfermedades. Véanse los padrones Y minutas en la nes de los españoles sobre los indígenas a lo largo del periodo colonial. Al
Biblioteca Nacional, Archivo Franciscano, caja u/171; y Razón y minuta .. . , 16 2 5, en final, sin embargo, mis explicaciones de los cambios culturales Y de 1~ et-
Hackett, Historical Documents, n, pp. 151-159 . nogénesis quedarán incompletas por falta de conocimiento del penodo
33
Véase Griffen, Indian Assimilation, pp. 25 _3 6, para información de una multitud de gru-
pos identificados por españoles.
protohistórico. El problema sólo se resolverá con investigaciones arqueo-
'
4
Griffen, Culture, Change and Shifting Population o/ Central Northern Mexico (Tucson: lógicas referentes a dicha época.
University of Arizona Press, 19 6 9 ), pp. 144 _152 _
¿ NOVELA?
Quizás durante los últimos años la obra ha sido abordada más desde la
perspectiva literaria que desde la historiográfica. 1 Mi punto de vista es el
de un historiador que trata de explicar y comprender un texto historio-
gráfico con una serie de elementos que a mi juicio lo aproximan a una
obra literaria, esto es, a un artificio de palabras. Historiografía porque par-
to de la conclusión de que Cabeza de Vaca se propuso escribir una rela-
ción de los hechos acontecidos a su persona, no una novela o un artificio
de palabras; porque la obra es producto de una profunda reflexión sobre la
experiencia que vivió, que lo lleva a la conclusión íntima de haber sido el
elegido de dios para sobrevivir al infortunio:
1 Margo Glantz (coordinadora), Notas y comentarios sobre Álvar Núñez Cabeza de Vaca ,
~éxico, Grijalbo-cNCA, 1993.
2 Alvar Núñez Cabeza de Vaca, Naufragios, edición de Trinidad Barrera, Madrid, Alianza,
1985, pp . 61-62 (El Libro de Bolsillo u43).
395
milagros), lo que a mi juicio confiere al relato un carácter novele co. Me atribuido a Cabeza de Vaca probablemente porque los editores no obser-
acercaré a ellos a través de diversas versiones del texto. varon la característica de ser un texto conjunto narrado por terceros, 8 se-
gún la excepcional afirmación en primera persona del plural "era la co-
LOS TE:>nos3 rriente tal que nos tornó a la mar";9 texto trunco hecho en un día,1°
quizás por la ansiedad de los sobrevivientes de continuar su camino a la
T~l vez el testimonio que Cabeza de Vaca envió a Carlos V después del ciudad de México, que culmina con el incidente del "an~ón" del Espíritu
P~ 1mer desastre de la armada de Pánfilo de Narváez en el puerto de la Tri- Santo, poco después de ser iniciados en las curaciones en la isl::i de Mal-
mdad, donde se perdieron dos navíos antes de embarcarse a la Florida Hado, que parece haber llegado a manos del virrey. 11 Es posible que una
inicie la gestación de Naufragios;4 continuó a lo largo del peregrinar d~ copia sirviera a Cabeza de Vaca de minuta, porque no son pocas las coin-
los sobrevivientes: Álvar Núñez Cabeza de Vaca, Alonso del Castillo Mal- cidencias entre ambos textos.
d?nado, Andrés Dorantes y el negro Estebanico, al platicar sobre la nece- La gestación continuó con el texto escrito en r 536, hoy extraviado,
sidad de dejar memoria de lo acontecido: signado por Cabeza de Vaca, Andrés Dorantes y Alonso del Castillo, uti-
lizado por Gonzalo Fernández de Oviedo para su Historia natural y gene-
Y teníamos por cierto que hallaríamos la tierra más poblada y de mejores ral de las Indias,1 2 que ofrece, sobre todo, el punto de vista de Dorantes,
mantenimientos. Lo último, hacíamos esto porque atravesando la tierra, vía- aunque suele enfatizar la participación de Cabeza de Vaca y de Castillo.
mos muchas particularidades della, porque si Dios Nuestro Señor fuese ser- Tal vez las inconformidades de Cabeza de Vaca con los textos y su ri-
vido de sacar alguno de nosotros y traerlo a tierra de christianos, pudiessc dar validad con Andrés Dorantes por el protagonismo de algunos hechos narra-
nuevas Y relación della.5 dos en los textos conjuntos, además de la preferencia del virrey Antonio de
• Mendoza por éste para preparar una expedición al norte, 1 3 lo animaron
Siguió con el relato que los sobrevivientes dictaron a un soldado de Nuño para escribir en España, entre r 5 37 y r 5 39, en su calidad de testigo único
de Guzmán que servía de notario, inmediatamente después de su encuen- de las hazañas ante la corte, 1 4 un texto individual que presentó como re-
tro con españoles en la villa de San Miguel de Culiacán 6 conservado en
el Ar c h ivo
. General de Indias? y redactado en tercera persona
' del plural, 8
"[P]ercibimos en esta relación la tercera persona relatora de un escribano que, partiendo de
fechas Y ubicaciones constata lo ocurrido". Enrique Pupo-Walker, "Notas para la caracte-
3 Localizados por e1 suscnto . gracias . a 1a precisa
. mvest1gac10n
. . ., documental de Rolena Ador- rización de un texto seminal: los Naufragios de Álvar Núñez Cabeza de Vaca", en Glantz,
no para su artícul o "L a negoc1ac1on
· · · d el miedo
• op. cit.., p. 2 75 .
en los Naufragios de Cabeza de Vaca" en 9 Idem, p.
M argo Gl ' 275 .
4 ,, antz, op. cit., pp. 309-3 5o. 1
En
. estas part es nunca otra cosa tan medrosa se vio• yo hice probanza dello cuyo testimo- ° Fernández de Oviedo, op. cit., p. 313 .
11
1110 embié a Vuest
. ra M a¡esta
. d . ,, TestJmomo
. . sm. localizar,
' . .
Alvar .
Nuñez '
Cabeza de Vaca, 12
Pupo-Walker, op. cit, en Glantz, op. cit., p. 275.
0 "De este Hidalgo [Pánfilo de Narváez] se hará relación e de su desventurado fin e infelice
p. Clltd., p. 68 · Gonzalo Fernández de Oviedo cita dicho texto en su Historia natural y ge-
11era e las I d. M d . . .
n ws, a nd, Biblioteca de Autores Españoles 195, t . 1v p. 287: "este Ca- armada en este libro xxxv, segund la noticia que hasta el tiempo presente se tiene de su
b eza d e y f ' -' ' viaje; en el cual se subcedieron cosas de mucho dolor e tristeza, e aun miraglos en esos
aca ue por tesorero e oficial de Su Majestad; el cual dice que dende Xagua, que
es un puerto o A . d . pocos que escaparon o quedaron con la vida, después de haber padecido innumerables
años h b' . ncon e Cuba, a qumce de hebrero de mil e quinientos e veinte y siete
; C b' ª 1ª escnpto a Su Majestad lo que hasta allí les había acaescido" naufragios e peligros, como se puede colegir por la relación que a esta Real Audie:1cia,
,,
a eza
_
de y aca, op. cit.,. p. 1. · que reside en esta cibdad de Santo Domingo, enviaron tres hidalgos, llamados Alvar
6 14
E as1 estos otros 1 .d. . . Núñez Cabeza de Vaca, e Andrés Dorantes e Alonso del Castillo; los cuales fueron con el
gente d e paz e de buena es P1 ieron por testimonio de la manera que venían e traían aquella
el
cua 1 se envió a S M .
° b I
d
d 1
unta que os segman; • y ellos se lo dieron
. . .
por fe e tesumomo
,
mesmo Pánfilo de Narváez, e cuentan por escripto lo que les acaesció en su viaje e por
s .d d us a¡esta es, dando loores a Jesucristo, Nuestro Redemptor, que fue dónde anduvieron", Fernández de Oviedo, op. cit., p. 287 .
13
ervi O e guardar es t os pocos cnstianos · · •
de tan innumerables trabajos para que viniesen El virrey pidió un informe y un mapa de la ruta a Cabeza de Vaca, pero se inclinó por Do-
a d ar cuenta al E d - , rantes, a quien envió una carta a Veracruz por la cual interrumpió el viaje que ambos em-
. mpera or Rey, nuestro senor, del subceso de aquella desdichada armada
e d e 1ª calidad de la t ierra· que estos vieron . Gonzalo Fernández de Oviedo Historia natu-'
· · ,, prenderían juntos a España para ver a Carlos V. Documentos citados por Herbert E. Bol-
ra I y genera] de las I d. M d 'd 'b . , ton, Coronado. Knight of Pueblos and Plains, Albuquerq~e, The University of New
7 p bl ' d n rns, a n , Bi hoteca de Autores Españoles, 1955, t. 1v, p. 313.
. u ica o en la Col · · d d . . .
eccwn e ocumentos meditas relativos al descubrimiento conquis- Mexico Press, 1990, p . 472 . ·
ta Y organización
. de la s antiguas
· ·
poses10nes '
españolas de América y Oceanía sacados de
14
Estebanico murió en 15 39 en la expedición a Cíbola de fray Marcos de Niza; CaS t illo
1os archivos del reino · z I-¿aldonado y Dorantes permanecieron en México, Jacques Lafaye, "Los 'milagros' de
. p. , Y muy especw mente del de Indias Madrid Imprenta de José Ma-
na erez ' 1 8?O, vo 1· 1 4, pp. 269-279 . En adelante Relación 'de San Mig;el. ' Alvar Núñez Cabeza de Vaca", en Glantz, op. cit., p. 18 y Bolton, op. cit., p. 472.
26
bresale la eliminación de los pasajes que fundamentan su convicc~ón de
ser un elegido y las imágenes de la historia sagrada a las que no dedic~ ~~-
Silvia Molloy, "Alteridad y reconocimiento en los Naufragios de Álvar Núñez Cabeza de
Vaca", en Glantz, op. cit., p. 222. . (excepto a los milagros)
.
27
Robert F. Lewis, en Glantz, op. cit., p. 82. mentano a pesar d e no poner e n duda la credibih-
28
Enrique Pupo-Walker, en ibid., p. 280 . dad de la fuente tal vez porque Cabeza de Vaca se encontraba en 1~ corte;
29
Cabeza de Vaca, op. cit., p. 143 . contradice específicamente unos puntos, otros lo hace en el texto sm dete-
Jo Lewis en Glantz, op. _ cit., pp. 80-81. nerse en ellos. No dice por qué le parece más confiable el texto de los tres:
·' ' Pedro Náyera Castañeda, Relación de la /ornada de Cibola, conpuesta por Pedro Ná9era
Castañeda . Donde se trata de todos aquellos poblados y ritos, y costumbres, la qua] fue
en Año de r 540. Publicada en el Fourteenth Annual Report o/ the Bureau of Ethnology 32
Subrayado mío.
to the Secretary of the Smithsonian Institution, 1892-1893 1 Washington, Govemment 33 Cabeza de Vaca, op. cit., p. 171.
Printing Office, p. 465 1 citada por Lewis en Glantz, op. cit., p. 81. 34 Idem, subrayado mío.
hrmado por los tres no informa sobre este aspecto. Fernández de Oviedo toma la infor- -1 6 Idem .
mación de Cabeza de Vaca (op. cit., p. 315). -1 7 Idem .
41
Cabeza de Vaca, op. cit., p. 66 . 4 R [bid., p. 68.
42 !bid., p. 67 . 49 !bid., p. 69 .
El contador Y el veedor se conformaron con el comisario, y el gobernador de- La Relación de San Miguel narra escuetamente el episodio:
,;
;/ terminó de hacerlo así; pero el tesorero [Cabeza de Vacal, vista su voluntad,
·I
:¡ le requirió muchas veces que no entrase, por las causas que había dicho e encontraron siempre muchos ancones y bayas que entraban mucho por la tie-
:1 otras que acrescentaba en sus requerimientos. 5 4 rra adentro, todas bajas y peligrosas, y ansí andubieron treinta días, donde ha-
:¡ llaron algunos pescados y gente pobre y miserable; padecieron gran necesidad
:1 ~sas ot~as causas eran las profecías que no menciona nunca a sus campa- de sed, porque estubieron seis días sin osar salir á la mar, y al cabo, visto que
neros m a Fernández de Oviedo. De la lectura de Naufragios se deduce que bebían agua salada y que muchos morían dello, se determinaron á salir, Y vie-
eran un secreto guardado con celo, porque un secreto entre dos ya no es ron una punta que la tierra hacía, donde tubieron un poco de abrigo para la tor-
secreto. menta que padecían, y vieron muchos indios, gente bien dispuesta, n0 traían
La expedición quedó reducida a 300 hombres con 40 caballos. Este flechas ni arcos, los quales huyeron dellos, y ellos los fueron siguiendo haS t ª
grupo llegó a Apalache, donde les habían dicho encontrarían oro y casas; sus casas, dó hallaron mucha agua y mucho pescado guisado.57
e?contraron más lo segundo que lo primero. En vista de la pobreza de la
tierra, al cabo de 25 días decidieron ir a Aute rumbo al mar. Como los es- Femández de Oviedo suprime el encanto mágico y el dramatismo del en-
teros, ríos Y entradas de mar dificultaban costear por tierra para encontrar cuentro con la canoa:
a los navíos, decidieron construir 5 balsas, en las que se embarcaron 242
hombres. Al cabo de 37 días de camino extraviados y hambrientos reci- Una noche les salió una canoa a ellos e los fué siguiendo un rato, e volvieron
a ella por le hablar, e no quiso atender; e como son navíos muy ligeros, fué-
50 ronse los de la canoa, e los cristianos siguieron su camino primero. Otro día
Relación de San Miguel, pp. 269-270.
5 ' Fernández de Oviedo, op. cit., p. 287.
>2 Cabeza de Vaca, op. cit., p. 70. ;; !bid., pp. 89-90 .
» !bid., p. 75 - 56
!bid., p. 90.
54 Fernández de Oviedo, op. cit., p. 289. Subrayado mío. 57
Relación de San Migu el, p. 274 .
por la mañana les tomó una tormenta, e surgieron en una is la, e n o hallaro n noche, hasta que las grandes olas echaron la barca fuera de tierra, do la gente,
agua en ella, de la cual tenían falta grande. E allí estovicron tres día , e co m o que casi iva muerta, se remedió con hacer lumbres y tostar maíz para comer. 60
había cinco que no bebían, bebieron algunos agua salada e mucha, e muri é-
ronse por ello cinco o seis hombres de súbito. E visto que la sed era inc;opor- La versión de Fernández de Oviedo contiene discrepancias significativas:
table, e aunque la tormenta no era amansada, acordaron de ir hacia aqu e lla las dos barcas navegaron juntas no cuatro días, sino tres horas y nunca se
parte donde habían visto ir la canoa que se ha dicho, encomendándose a separaron; la principal diferencia es tanto la eliminación del protagonis-
Dios e poniéndose en notorio peligro de la muerte. E atravesaron; e al tiem- mo de Cabeza de Vaca y del tono dramático:
po que el sol se ponía, llegaron a una punta que hacía allí abrigo e menos
mar.5 8 Tornando a la historia, oída la impiadosa respuesta del gobernador Pánfilo, el
tesorero [Cabeza de Vaca] le siguió un rato hasta que se perdió de vista; y en-
La azarosa situación separó las cinco barcas; el gobernador decidió que tonces el tesorero arribó sobre la otra barca que iba metida en el mar, la cual
cada quien velase por sí mismo. La balsa en la que iba Cabeza de Vaca se aguardó, y era la que llevaba Peñalosa y el capitán Téllez. E así juntas estas
unió a las de Téllez y Peñaloza, de este modo navegaron cuatro días, pero dos barcas, navegaron tres horas hasta la noche, e con la grand hambre que
una tormenta perdió de vista la barca de éstos, quedando solamente la de llevaban, e con haberse mojado la noche antes con las olas de la mar, iba toda
·Cabeza de Vaca, que dramáticamente se presenta como el salvador de sus la gente caída, e no había cinco hombres diestros. E así pasaron aquella no-
compañeros con el "yo" por delante: che, e al cuarto del alba el maestre de la barca del tesorero echó la sonda, e
halló siete brazas de fondo; e porque la reventazón era muy grande de las on-
cuando el sol se puso, todos los que en mi varea venían estavan caídos en das, se tovieron a la mar hasta que amanesció, e se hallaron a una legua de
ella, unos sobre otros, tan cerca de la muerte, que pocos avía que tuviessen tierra e pusieron la proa en ella, e plugo a Dios que salieron en salvo. 61
sentido, Y entre todos ellos a esta hora no avía cinco hombres en pie . Y cuan-
do vino la noche, no quedamos sino el maestre e yo que pudiéssemos marear Además de las discrepancias, en el libro vII, escrito después de conocer el
la varea, Y a dos horas de la noche el maestre me dixo que yo tuviese cargo texto de Cabeza de Vaca, comenta con ironía el pasaje "e si la mar o for-
della, porque él estava tal, que creía aquella noche morir. Y assí yo tomé el tuna les quitaron las dos barcas, no hobieron mejor dicha las restantes ni
leme, Y passada media noche, yo llegué por ver si era muerto el maestre, y él tal donde aportaron".6 2
me respondió que él antes estava mejor, y que él governaría hasta el día . Yo, Un naufragio los echó en la isla de Mal-Hado. Encontraron a Andrés
cierto, aquella hora de muy mejor voluntad tomara la muerte que no ver Dorantes y Alonso del Castillo, cuya barca había sobrevivido. Decidieron
tanta gente delante de mí de tal manera. Y después que el maestre tomó embarcarse en ella; el último naufragio los detuvo en la isla. Invernaron Y
11 ca~go de la varea, yo reposé un poco muy sin reposo, ni avía cosa más lexos de "en muy poco tiempo, de 80 hombres que de ambas partes allí llegamos,
1 mi entonces que el sueño. Ya cerca del alba parescióme que oía el tumbo quedaron vivos sólo r 5 ", 63 cuyo fin Fernández de Oviedo narra con detalle
de la mar, porque como la costa era baxa sonava mucho, y con este sobre- en nueve páginas por boca de Dorantes, 64 pormenor del que carece Naufra-
s~lto llamé al maestre, el cual me respondió que creía que éramos cerca de gios, lo que no puntualiza Cabeza de Vaca por haber sido separado del gru-
t1erra59 po de españoles; en cambio, siguiendo la Relación de San Miguel, se afirma
que aquí iniciaron las curaciones, de las que hablaré más adelante. 65
como efectiva_mente lo estaban. La vigilia que narra haber tenido Cabeza Los indígenas decidieron pasar a Cabeza de Vaca a tierra firme, "don-
de Vaca contnbuyó a salvarles la vida.
La Relación de San Miguel narra con parquedad el episodio: 60 R e1acwn. , d e San Migu el, p. 2 7 5.
61
Fernández de Oviedo, op. cit., p. 294.
el Gobernador tuvo por su parte por allegar a tierra y salvar la vida sin procurar 61 !bid. , p. 3 I 5.
6
de, esperar los ·ot ros, Y as1, h izo
. ca d a uno; en esta tormenta se perdió la barca de ' Eran los siguientes: Álvar Núñez Cabeza de Vaca, Alonso del Castillo, Andrés Dorantes,
Diego Dorantes Valdivieso Estrada Tostado Chávez Gutiérrez, asturiano, clérigo, Die-
Tellez Y Peñalosa, Y la de Vaca de Castro [sic] fue con harto trabaxo toda una 1
J
1
'
Ya no se vuelven a mencionar las curaciones, por lo que se deduce que no No puedo dejar de asociar este pasaje con la historia de Moisés, quien en
las practicaron ni él ni ningún otro español individual o conjuntamente el desierto encontró una zarza ardiendo mientras pastoreaba las ovejas, y
durante los seis años que vivió de comerciante a la espera de que Alanís a quien, por medio de un ángel, Yahvéh le comunica que ha sido elegido
se decidiera a escapar o hasta después de que los cuatro sobrevivientes hu- para llevar a cabo la misión de liberar a Israel del cautiverio de los egip-
yeron de los indios, cuando ya condujo al lector, paulatina y sutilmente, cios. 89
a considerarlo el elegido de dios y a presentarse como el salvador de sus Cabeza de Vaca permaneció extraviado durante cinco días en los que
compañeros. Abruptamente, retoma la narración de las curaciones, que no probó alimento, a pesar de haber ido a buscarlo. Con este pasaje existe
presenta como milagros. un símil con la imagen de Jesucristo, porque estos cinco días equivalen al
Después de narrar su fuga, los cuatro expedicionarios llegan con los ayuno en el desierto durante cuarenta días al cabo de los cuales Jesús ini-
avavares, se hosped!ln con "físicos" y son bien recibidos "por las maravi- cia su prédica y las curaciones milagrosas, de la misma manera que lo ha-
llas que nuestro Señor con nosotros obraba". 8 5 ¿Cuáles maravillas si no ce Cabeza de Vaca, pues sólo después de esta experiencia purificadora hace
ha contado ni el primer milagro? Eficaz golpe impresionista. Concuerda sus curaciones y predica el cristianismo. .
con Fernández de Oviedo en que la práctica sistemática de las curaciones Para sobrevivir al frío hizo un hoyo en el piso y practicó un extraño
las inician con estos indios . Mientras Cabeza de Vaca pormenoriza lama- rito con el fuego:
nera en que los enseñaron a curar, 86 Fernández de Oviedo no entra en tan-
to detalle. 87 Castillo inició las curaciones. Al cabo de cinco días conti- para las noches yo tenía este remedio, que me iva a las matas del monte que
nuaron su camino y asentaron sus casas a la orilla de un río: estava cerca de los ríos y parava en ellas antes que el sol se pusiesse, y en la
tierra hazía un hoyo y en él echava mucha leña, que se cría en muchos árbo-
Y después de assentadas fuimos a buscar una fruta de unos árboles, que es co- les, y al derredor de aquel hoyo hazía cuatro fuegos en cruz, e yo tenía cargo Y
mo hieros, y como por toda esta tierra no ay caminos yo me detuve más en cuidado de rehazer el fuego de rato en rato, y hazía unas gavillas de paja larga
buscarla, la gente se bolvió e yo quedé solo, y beniendo a buscarlos aquella que por allí ay, con que me cabría en aque l hoyo, e desta manera me ampara-
noche me perdí, y plugo a Dios que hallé un árbol ardiendo y al fuego dél pas- va del frío de las noches, y una dellas el fuego cayó en la paja con que yo esta-
sé aquel frío aquella noche, y a la mañana yo me cargué de leña y tomé dos va cubierto, y estando yo durmiendo en el hoyo, comern;:ó a arder muy rezio,
tizones Y bolví a buscarlos, y anduve desta manera cinco días, siempre con e, por mucha priessa que yo me dí a salir, todavía saqué señal en los cabellos
mi lumbre y carga de leña. 88 del peligro en que avía estado. En todo este tiempo no comí bocado, ni hallé
cosa que pudiesse comer, y como traía los pies descal¡;os, corrióme dellos
mucha sangre. Y Dios usó comigo de misericordia, que en todo este tiempo
85
!bid. , p. 121.
no ventó el norte, porque de otra manera ningún remedio avía de yo vivir. 90
86 "L
. ª manera que ellos tienen de curarse es ésta: que en viéndose enfermos llaman un mé-
dico, Y después de curado no sólo le dan todo lo que poseen, mas entre sus parientes bus-
Sin embargo, Fernández de Oviedo no refiere la pérdida y reencuentro de
can cosas para darle. Lo que el médico haze es dalle unas sajas adonde tiene el dolor y
chúpanle alderredor dellas. Dan cauterios de fuego, que es cosa entre ellos tenida por m~y Cabeza de Vaca con sus compañeros. .
provechosa, e yo lo he experimentado y me suscedió bien y con esto creen que se les qui- Cabeza de Vaca inicia el relato pormenorizado de las curaciones. En
ta el mal. La manera con que nosotros curamos era santiguándolos y soplarlos y rezar un la primera, que lleva a cabo Castillo, establece un símil con la curación
Pater no st er Y un Ave María, y rogar lo mejor que podíamos a Dios Nuestro Señor que les
diesse salud Y espirasse en ellos que nos hiziessen algún buen tratamiento." Cabeza de
9
Vaca, op. cit., p. rns . ~ "Moisés era pastor del rebaño de Jetró su suegro, sacerdote de Madián. Una vez llevó las
~7 "Eall'fi ue don de pnmero
· comenzaron a temer e reverenciar a estos pocos cristianos e a ovejas más allá del desierto; y llegó hasta Horeb, la montaña de Dios. El Ángel de Yahvéh
tenerlos en mucho, e allegábanse a ellos e fregábanse a sí mesmos 1 e decían por señas a se le apareció en forma de llama de fu ego, e~ medio de una zarza. Vio que la zarza estaba
los cristianos que los fregasen e frotasen e los curasen; e trujéronles algunos dolientes pa- ardiendo, pero que no se consumía. Dijo, pues, Moisés: 'Voy a contemplar este extraño
ra qu~ los curasen, e los cristianos lo hacían así, aunque estaban más acostumbrados a caso: por qué no se consume la zarza.' Cuando vio Yahvéh que Moisés se acercaba para
traba¡os que a hacer miraglos. Pero en virtud de Dios confiados, santiguándolos e soplán- mirar, le llamó en medio de la zarza, diciendo: '¡Moisés, Moisés!' Él respondió: 'Heme
dolos, de la manera que lo hacen en Castilla aquellos que llaman saludadores, e los in- aquí.' Le dijo: 'No te acerques aquí; quita las sandalias de tus pies, porque el lugar en que
dios en el momento sentían mejoría en sus enfermedades, e dábanles de lo que tenían de estás es tierra sagrada."' Biblia de ferusalén, edición española dirigida por José Ángel
comer." Fernández de 0viedo, op. cit., p. 305 . Ubi eta, Bruselas, Desclée de Brower, 1966, pp. 64-6 5.
88 9
Cabeza de Vaca, op. cit .. p. 123 . ° Cabeza de Vaca, op. cit., p. 123 .
414 Aurelio de los Rey es Naufragios de Alvar Nünez Cab ez a de Vaca 415
personal, mientras que el alegato de Cabeza de Vaca es un alegato perso- Para mí la obra de Cabeza de Vaca es una obra historiográfica que narra
nal, muy personal. los acontecimientos en el orden en que sucedieron; esto es, como una
Lo más interesante de Naufragios radica en ser el relato de cómo asi- crónica en el sentido etimológico de la palabra. Es un relato estructurado
miló su experiencia, no tanto por los símiles y asociaciones que estable- "en el orden de los tiempos", con elementos que si no son comprendidos
ció con Jesucristo (que sin duda vivió como una verdad); por su proceso le dan carácter novelesco. Éstos fueron usados por Cabeza de Vaca para
de autodescubrimiento que lo lleva a la convicción íntima de ser un pre- mostrar su convicción de ser el elegido de Dios para sobrevivir al infortu-
destinado, un elegido de Dios. Es su verdad, una verdad que nos acerca a nio, como lo profetizó la mora de Hornachos, y para impresionar viva-
la mentalidad y a la forma en que los conquistadores vivieron los aconte- mente al rey con el fin de obtener una merced por los méritos y servicios
cimientos. "El yo partícipe se esfuma tras el yo testigo. Este vaivén - un personales.
yo a veces dentro del grupo, a veces fuera de él- es sintomático[ ... ] de to-
do el proceso que constituye el aprendizaje del otro" 99 y del descubri-
miento del propio yo.
Por desgracia no se conoce otro texto tan personal que nos permita
conocer la manera de asimilar tan tremenda experiencia. Cada sobrevi-
v~ente tuvo vivencias similares: largos periodos de soledad entre los in-
dws, en ocasiones extraviados y desnudos en el desierto, pero también
cada uno intervino en la empresa de sobreviviencia de una manera sim-
biótica, puesto que había una necesidad de interdependencia. ¿Tendría
cada uno la profunda convicción de ser un elegido o solamente Cabeza de
Vaca? ¿Conocerían los otros las profecías de la pitonisa mora de Horna-
chos? ¿Cómo se explicarían su sobrevivencia?
La manera de narrar de Cabeza de Vaca acerca su obra a la literatura y
provoca lo que se ha llamado tensión entre la obra literaria y la obra his-
toriográfica, pero, como dijo Gabriel García Márquez: "no hay escritores
~enos creíbles y al mismo tiempo más apegados a la realidad que los cro-
IllStas de Indias, porque el problema con que tuvieron que luchar era el de
hacer__creíble una realidad que iba más allá de su imaginación" . 100 O co-
mo diio el propio Cabeza de Vaca al final de su proemio a Carlos V:
lo cual yo escreví con tanta certinidad que aunque en ella se lean algunas co-
sas muy nuevas y para algunos muy diffíciles de creer, pueden sin duda creer-
1~s, Y creer por muy cierto que antes soy en todo más corto que largo, y basta-
ra para est o averlo yo offrescido a Vuestra Magestad por tal. A la cual suplico
la resciba en nombre de servicio, pues éste solo es el que un hombre que salió
desnudo pudo sacar consigo. io1
99
Sf ilvia Molloy describe con agudeza el autodescubrimiento de Cabeza de Vaca en su con-
rontación
. con una n a t ura 1eza y un mundo no esperados que lo enfrentan a un trastoca-
'ºº miento de valores. Molloy en Glantz, op. cit., p. 228.
Gabnel García Márquez, "Fa n t asia - y creac10n
-- art1st1ca
- · en A menea - · Latma · y e 1 c an·b e ' '
(Texto. Crítico
,, , año v, num._
- · 1·10 a septiembre
14, JU . .
de 1979 1 p. 4) 1 citado por Robert E.
Lewis, Los Naufragios de Alvar Núñez: historia y ficción", en Margo Glantz, op. cit.,
p. 87.
'º' Cabeza de Vaca, op. cit., pp. 6 2 _63 _
' " La destru cción de la misión de San Sabá y m artirio de los padres fray Al onso Giralda de
T erreros y fray José de Santi est eban: una hi storia, una pintura", M em oria, México, I NBA,
Museo Nac ional de Arte, núm . 5, pp. 5-33.
419
INDIOS, MECOS, APACHES y COMANCHES
ninguna de ellas que no fuese más alta que yo un palmo y medio [...] Lle-
garon treinta y seis hombres y entraron en la casa donde nos encontrába_mos
En la contraportada de un breve manual que trata sobre Los cazadores de bebiendo, y eran de estatura tan elevada que cada uno de ellos era, de rodillas,
la prehistoria, André Leroi-Gourhan presenta un testimonio de cómo más alto que yo de pie. En conclusión, eran de estatura gigantes según el
miles de años después, épicas recreaciones nutrieron obras artísticas so- tamaño y la proporción del cuerpo, que correspondía·a su altura. Cada una de
bre héroes con garrote que difícilmente resisten un análisis concienzu- las mujeres parecía una Pentesilea, y los hombres Anteos.3
do.2 Las inconsistencias de la estampa que algún día ilustró una pared del
Museo del Hombre dan elocuente testimonio de cuán lejos se estaba de Con los peregrinos de Europa, el imaginario no olvidó los libros de ca_-
poder conformar un cuadro coherente sobre la vida de nuestros más le- ballería, las descripciones de Herodoto, san Agustín, Estrabón o Marco
janos antepasados. Expresiones románticas de una época en la que, con Polo, y ante el extraordinario mundo que se presentaba ante sus ojos,
pocos fundamentos, resultaba posible suponerse todo. Imágenes que en el nuevos Plinios se dedicaron empeñosamente a acomodar el Nuevo Mun-
entorno de la optimista idea del progreso daban razón de la ya superada do y a sus hombres en las viejas taxonomías.
fragilidad con la que el hombre enfrentaba la naturaleza. Toda época crea La inhumanidad del indio americano fue ampliamente debatida, Y re-
sus formas de mirarse en la perspectiva de los tiempos. ligiosos como Las Casas, Montesinos, y otros evangelizadores armaron
No me detendré a bordar sobre la estimulante portada del clásico li- ardientes disputas para equilibrar esas visiones:
bro de Robert S. Weddle, cuya presentación tiene la finalidad de intro-
ducir al _amable auditorio a que analicemos una problemática con- Los niños de los indios no son molestos con obstinación ni porfían a la fe
cerniente al mundo novohispano: la imagen del indígena y el entorno de católica como lo son los moros y judíos; antes aprenden más presto que los
su proceso de evangelización. niños españoles y con más contento los artículos de fe, por su orden, Y las
. Para los operarios de la evangelización existen en la iconografía y la demás oraciones de la doctrina cristiana, reteniendo en la memoria fielmente
literatura imágenes bastante definidas: "santos padres evangelizadores", lo que se les enseñaba [... ] No son vocingleros ni pendencieros; no porfiados
"dqce antorchas", "grandes civilizadores", "grandes educadores", y hasta ni inquietos; ni díscolos ni soberbios; no injuriosos ni rencillosos, sino
lingüistas o etnólogos. Para los indígenas americanos el espectro resulta agradables, bien enseñados y obedientísimos a sus maestros. Son afables Y
mucho más amplio, y va desde el buen salvaje que nutrió las obras de mu- comedidos con sus compañeros, sin las quejas, murmuraciones, afrentas Y los
chos autores del siglo xvI, hasta el salvaje aborrecible, peligroso e infra- demás vicios que suelen tener los muchachos españoles.4
humano, cuya frontera con los seres de los bestiarios medievales
se diluye de forma que, a guisa de ejemplo, se puede citar una carta de Se cree que esta carta de fray Julián Garcés, dirigida al papa Paulo III, fue
Américo Vespucio, fechada hacia 1500, donde se habla de los habitantes definitiva en la proclamación que la Santa Sede argumentó sobre la
que el navegante encontró en un lugar de su trayecto de reconocimiento racionalidad de los indios en su bula Sublimis Deus del 2 de junio de I 537 ·
del continente en los siguientes términos: Entre los avatares de la guerra justa, y el manto a veces asfixiante de
los religiosos, los indígenas presenciaron la expansión del imperio es-
LJegamos a una isla [... ] hallamos una población de unas doce casas en donde pañol por los linderos americanos y ya el siglo xvrn novohispano ofrece
no encontramos más que siete mujeres de tan gran estatura que no había en las tablas de castas una suert: de balance en la imagen que de él se
había ido conformando la sociedad colonial: en una casta del primer ter-
2
"El hombre primitivo", París, i8yo; explica Leroi-Gourhan: "Esta caverna de techo bajo Y cio del siglo xvm atribuida a Juan Rodríguez Juárez, titulada De espa~ol_e
fisurado debe ser poco habitable, y por otra parte no cabe suponer que haya existido un india nace mestizo, s se observa cómo la serena presencia de una m dia
oso tan insensato como para atacar a cinco hombres a la vez [... ] Sus adversarios no son
menos singulares: el robusto rubio se dispone a asestar un mazazo a sus desdichados com- 3
Carta de Vespucio a Lorenzo di Pierfrancesco di Medici, citada en: Jean-Paul Duviol s,
pañeros con gesto teatral, en lugar de dirigir el golpe contra el oso. Su traza es elegante pe- "Los indios, protagonistas de los mitos europeos", La imagen del indio en la Europa mo·
ro falsa. Los hombres de la 'era de los grandes osos' usaban vestimentas cómodas, holga- derna, Sevilla, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1990, P· 384. .
das Y cosidas y no estos harapos de piel más propios de un Hércules o de un Tarzán que de 4
Carta de fray Julián Garcés al papa Paulo III, 15 36 : Citada en: Ernesto de la Torre Villar,
auténticos cazadores prehistóricos [... ] su armamento es aún más extraño [... ] el caso es Descubrimiento y conquista de América. Tema s para su estudio, •México, UNAM, 1 99 2 ,
que un venablo hubiese sido ... más indicado para defenderse del ataque de la bestia." En p. 45.
Los cazadores de la prehistoria, Barcelona, Orbis, 1986, p. 8. ; De español e india produce mestizo.
6
9
Ma. Concepción García Sáiz, Las castas mexicanas. Un gén ero pic tórico am ericano, s. l., Los españoles aprovecharon igualmente ese término.
Olivetti,. 198 9 , PJD - 54 _5 5 _ 1
º Miguel de Fontcuberta, Francisco Cañas de Jesús María, Antonio Bordoy, Antonio Perera
7
!bid. Y Francisco de Hidalgo. Vid. Donald E. Chipman, Texas en la época colonial, Madrid,
8
!bid. Mapfre, 1992, p. 128 .
17
35 Diligencias formadas sobre la fundación de misiones, Biblioteca Nacional de México,
Carta de fray Joaquín Baños y fray Diego Jiménez al padre guardián fray fosé Antonio Fondo franciscano, caja 91 tercera parte, f. 1225v.
Berna rd , Biblioteca Nacional de México1 Archivo Franciscano, caja 6, exp. 140. I 1, f. 11- 18
!bid.
12v. 19
6
· !bid., f. 1218.
-' Carta de fray Alonso Gira • 1do de Terreros ·al discretorio
. . del coleg10
. de San Fernando, 40
"Carta de fray Alonso Giralda de Terreros al discretorio del colegio de San Femando",
2 1
de julio de 757, AGN, Historia, 2a. serie, v. 8, exp. 33, f. 226. 2 de julio de 1757 1 AGN, Historia, 2a. serie, v. 8 exp. 33 f. 226.
1 1
.
de quienes adquieren por el cambio de gamuzas, pieles de zibolas y o t ras se- m ero de Terreros en caso de que se consiguieran las Misiones que facilitan los
mejantes especies las armas de fuego de que usan, munici o n es para e llas y antecedentes informes hechos a esa capitanía general.4 2
otras cosas de cobre y alhajas de vestuario y qu e este mismo co m ercio ha vis-
to hacen los indios texas con los expresados franceses; por cuya razó n se ha- Concluía que, aunque sucinta, su noticia era verídica y desinteresada, y
llan tan proveídos de armas de fuego, pólvora y balas los indios apaches de es- con la finalidad de que expediciones posteriores tuvieran buen balance
te río.4 1 del trabajo por realizar.
Todos enfatizaron ante los franciscanos que los únicos indígenas en juris- El año de 1757 concluyó con pocos cambios. Los apaches iban y regresa-
dicción de lo que ofrecía don Pedro Romero de Terreros eran los apaches, ban de la misión de San Sabá sin concretar sus promesas. Pero si r 7 57 fue
pues otras naciones, salvo los belicosos comanches, lindaban a 300 leguas un año para desengañarse y poner en perspectiva la irreductibilidad de
o más. Ortiz Parrilla mismo, ya con tres meses en la región, había consig- los apaches al modo de vida de la misión, r 7 58 fue el año de la tragedia.
nado en sus testimonios cuanto había podido averiguar sobre los indíge- El r 6 de marzo un nutrido grupo de comanches, fuertemente armados
nas que frecuentaban los parajes cercanos al río San Sabá: con fusiles franceses y dirigidos por el Capitán Grande, atacó la misión
de San Sabá. Del embate sólo pudieron escapar y guarecerse en el presi-
P.or si sirvieran las noticias que yo tengo adquiridas con alguna formalidad dio de San Luis de las Amarillas fray Miguel de Malina, algunos indios
de las naciones que con el nombre genérico de apaches se conocen en esta par- de misión y un soldado mal herido. Ortiz Parrilla no pudo hacer más
te del norte diré, señor, que son trece, en esta forma : los !pandas, que son mo- que alertar su plaza y preparar los cañones, que los comanches nunca
radores de este río de San Sabá: de los de las Chanas, el Colorado Y Pedernales: desafiaron.
La de Taljané, que quiere decir mordedores de nueces, viven las inmediacio- La noticia llegó pronto a la ciudad de México. Desde ahí se dieron
nes del Río Florido, y es de advertir que éstos son de menos número de perso- instrucciones para consolidar el presidio de San Luis y hacer campaña
nas que los !pandes que pasan de seis mil : los n egacnes, que viven también contra los indios comanches. Ortiz Parrilla persiguió a los agresores en
- c_erca del Florido y son de menos número de personas que los Ypandes, Da- una expedición que llegó a las proximidades del río Rojo, y tras pequeñas
taen, que es nación conocida por Navagé, quiere decir comedor de Maguey, Y escaramuzas, encontró una palizada en donde ondeaba la bandera france-
viven también en el Río Florido, es de más número de personas que los Ypan- sa a la que no pudo someter.
des: Datagen, que quiere decir Apache, viven hacia los Ríos Grande y Puerco, En los años posteriores a la tragedia de San Sabá, no hubo las condi-
Y es de crecido número de personas: Yumanes, que quiere decir prendedores ciones de pacificación para volver a intentar nuevas misiones en la re-
de fuego, viven hacia el río Grande, y son pocos: Tatacosa, que quiere decir gión, aun cuando las autoridades virreinales habían nombrado a los expe-
habitadores de arroyos, son pocos, y viven hacia el río Grande: Mescaleros, rimentados fray Junípero Serra y fray Francisco Paloú como nuevos
que viven hacia el Río Puerco I son bastantes: Pelones, que habitan tambi én comisionados. Estos religiosos jamás viajaron a Texas. El costo de las mi-
hacia el Río Puerco, son bastantes: Coleagaen, que quiere decir habitadores de siones estimado para don Pedro Romero de Terreros se evaluó en 28 865
los llanos, viven adelante del Río Florido, camino de Nuevo México, y son de pesos, lo cual a pesar de todo, resultó el monto que menos erogó a los
crecidísimo número de personas: Coquegetlete, que quiere decir Zapato moja- caudales del minero, dentro de las diversas obras pías que financió de su
do, viven cercanos a los antecedent~s, y son bastantes: Techené, también vi- bolsa.43
ven con imp.ediación a los otros camino de Nuevo México, y son pocos: fos- A primera vista, el fracaso de la misión de San Sabá puede atribuirse
coisan, que quiere decir Come nopal, son muchos y viven hacia Julimes, y es a la devastación propinada por los comanches del Capitán Grande; sin
de advertir que todos éstos, que compondrán cerca de cien mil personas, ha- embargo, existen varios factores expuestos a lo largo de estas notas que
blan un mismo idioma, se quieren, se estiman, se corresponden y tratan afec- merecen entresacarse.
tuosísimamente, juntándose en el número que les parece, para hacer campa- Es bien cierto que la misión de San Sabá se intentó establecer sobre
ñas Y proceder a las empresas que les propone su rencor y la mala propensión un territorio que vivía grandes transiciones. En medio del conflicto con
que les asiste, y con quienes debería extenderse la obligación de don Pedro Ro-
42
!bid., f. r230-r23rv.
41
"Diligencias formadas sobre la fundación de misiones", Biblioteca Nacional de México, 43 Vid. Francisco Canterla y Martín de Tovar, Vida y obra del primer conde de Regla, Sevi-
Archivo Franciscano, caja 91 tercera parte, f. 1210-121ov. lla, Escuela de Estudios Hispano-Americanos, 1975, p. 3.
.
Francia, distintos grupos comanches salieron fortalecidos al sumar al ca- de los diversos acontecimientos de la toma de San Sabá no es sino una
ballo, las .armas de fuego que obtenían del comercio con los franc eses. Es- exaltación al martirio de los personajes, que como columnas espirituales
to permitió iniciar incursiones que los llevaron a dominar amplios terri- se muestran con sus heridas ante el espectador. La trama está en el fondo;
torios, antes habitados por apaches y otras naciones norteñas. en ella los indios, entre los cuales, en un lenguaje pictórico convencional,
A esa circunstancia se suma un hecho relevante: para los frailes, su sólo destaca tímidamente la presencia del capitán Casaca Grande.
misión evangelizadora, cuya justificación guardaba estrechas ligas con el En la pintura, los indios aparecen porque fueron ellos el detonador
derecho que ejercía el imperio español sobre las tierras americanas, era que permitió el ingreso de fray Alonso Giraldo de Terreros y fray José de
la forma incontrovertible de sacar a los gentiles del engaño en que el de- Santiesteban en el libro de oro de los mártires de la evangelización del
mcmio los tenía sumidos. Los esfuerzos que los franciscanos de los cole- septentrión de la Nueva España. En la provincia de Texas, volver seden-
gios de Propaganda Pide desplegaron para tal fin tropezaron sistemática- tarios a los indios era importante porque su reducción servía a los fines
mente con dificultades en diversos ámbitos, ya porque la licenciosa del imperio. En ambos casos, la imagen del indio algo se parece a la ya se-
forma de vida de los presidiales se mostraba como un mal ejemplo para ñalada presencia de los indios en las tablas de castas: no importaba par-
los indígenas, alejándolos de la vida cristiana que querían inculcarles, ya ticularizarlos, entender que su forma de vida era otra forma de vida, que
porque una peste asolaba a la población; pero, sobre todo, tal pareciera diferenciaba al irreductible norteño nómada del indio civilizado, sedenta-
que existía un abismo infranqueable entre los indios y el modelo de la rio, dominado. Toda época crea sus formas de mirarse en la perspectiva
evangelización que los frailes practicaban. Evangelizar significaba "civi- de los tiempos.
lizar", Y, entendido en los términos de la época, evangelizar significaba
intentar volver sedentarios a una serie de grupos humanos cuya forma
de vida era eminentemente seminómada.
. En hermosas palabras las diligencias de Ortiz Parrilla recogen el sen-
/
A mediados del siglo x1x las autoridades civiles y militares, así como la
prensa, utilizaban un lenguaje degradante para referirse a los indios nóma-
das y seminómadas del Norte de México: indistintamente los llamaban
bárbaros, salvajes, enemigos, gandules u hostiles, o cualquier posible com-
binación. Decían que eran crueles, traidores, ladrones, desleales, y que era
necesario escarmentarlos o castigarlos para lograr reducirlos a la paz y al
orden. Este artículo se refiere a cómo se enraizó en los funcionarios y en
la población fronteriza de la región noreste la noción de que los nativos
eran "indios bárbaros" y cómo se consolidó la política de tratarlos como
población imposible de integrar e incorporar a la nación mexicana. En
tanto que me baso en un limitado conjunto de fuentes, mis afirmaciones
son de carácter general y no necesariamente válidas para toda persona,
momento Y circunstancia. Un acercamiento preliminar me ha llevado al
manejo de las fuentes mexicanas de las tres décadas posteriores a la Inde-
pendencia, que espero ir enriqueciendo con la discusión y el manejo más
detenido de estas mismas fuentes.
' Est e ensayo es resultado de la investigación que realizo para mi tesis de doctorado en his-
toria que llevará por título "La amenaza comanche en la frontera noreste mexicana, 1821 -
1848" (Facultad de Filosofía y Letras, UNAM).
44r
ros emporios agrícolas en algunas misiones, especialmente las jesuitas, tabilidad y el fomento de las poblaciones existentes, implicó solidificar
pero en el fondo siempre primaba su tarea evangelizadora. En la medida la frontera real; los indios nómadas quedaron claramente fuera del es-
en que esta idea perdió fuerza e ímpetu, especialmente frente a los des- quema de colonización.
calabros de los misioneros para cumplir su función redentora, las misio- Este esquema, que consideraba necesaria y posible la colonización a
nes fueron dejando de ser una institución fundamental para el modo de partir de población dócil, se basaba en la idea de que los territorios norte-
gobierno colonial. ños desérticos y ricos no estaban ni mínimamente aprovechados por los
Los presidios tenían, en primer lugar, un propósito defensivo . Eran indios y que éstos constituían el mayor impedimento para explotarlos.
baluartes con hombres armados que actuaban cuando los indios "bárba-
ros" atacaban poblaciones españolas, también evitaban su avance hacia II
poblaciones indefensas. En la medida en que esta institución se afianzó,
el esquema de su fundación tendió a hacerse más complejo . Bajo su in- Si el esquema de poblamiento colonial presuponía la existencia de las de-
fluencia quedaron las poblaciones aledañas al enclave militar que desa- fensas militares y de las avanzadas espirituales, el proceso de seculariza-
rrollaron actividades productivas y se convirtieron en centro en que ción que se inició en el siglo xvm y la crítica situación del estado colo-
comerciaban los españoles con los indios locales, así como con los per- nial a partir de la segunda década del siglo x1x fueron orillando al estado
manentemente insurrectos. En algunos presidios hubo religiosos, tanto español a buscar alternativas más efectivas de colonización. La principal
para atender las necesidades espirituales de los militares, sus familias y falla de las misiones era que ya no lograban trascender la evangelización
los indios locales, como para extender la presencia del cristianismo en- y convertir a los indios en auténticos feligreses que contribuyeran al po-
tre los aborígenes no establecidos. A lo largo del siglo xvm, como parte blamiento español de la región. La paradoja del sistema de presidios er~
de un proceso de secularización más general, el sistema de presidios se que éstos resultaban ineficaces, muy caros y difíciles de sostener si
fue -consolidando como institución que atendía primordialmente los no había poblaciones aledañas, y las poblaciones no podían formarse
problemas de frontera . si no había presidios que las defendieran. A no dudar, la fuerza de los pre-
A estas instituciones básicas se asoció un esquema de poblamiento sidios creció durante el siglo xvIII, pero nunca pudo ofrecer un apoyo re~l
que sumaba, en los alrededores de esos enclaves misionales y militares, para un crecimiento significativo de la población. Hubo intentos de habi-
a los indios sedentarios y a los pobladores provenientes del centro de tar las regiones fronterizas con indios procedentes de Tlaxcala, así co~o
México, fueran éstos mestizos o indios. La incorporación de los indios con blancos de las islas Canarias, pero en el mejor de los casos eS t UVie-
de la región a la vida cristiana debía ser precedida por el asentamiento ron muy limitados o circunscritos a las áreas menos expuestas.
· · , d e 1a es casa
Los diversos intentos por cambiar la compos1c10n - pobla-
de núcleos de población súbditos del rey de España. Esta mancuerna de
las instituciones militar y religiosa, así como el cumplimiento de sus ción de Louisiana con colonos de Cuba, de Canarias, etcétera, mueS t ran
funciones como defensora e incorporadora, sólo podía tener sentido en I] que nunca se consideró a los indios una población adecuada para la
una concepción de la población indígena que preveía dos tipos de aborí- ocupación de esos ricos territorios y, por el contrario, constituían el ?bs-
genes: los catequizables-incorporables y los eternos apóstatas-enemigos. táculo principal para su utilización, 2] que la cercanía de Estados Um dos
La importancia adquirida por el presidio en el siglo xvm fue una for- con los territorios fronterizos fue obligando a los gobernadores locales ª
ma de privilegiar cierto trato a los indios insurrectos: se creía que sólo considerar la posibilidad de adaptarse al natural flujo de población angl~-
mostrando una fuerza militar superior a los rebeldes se les obligaría a ce- americana, a pesar de las disposiciones en contrario de la corona. En ~om-
lebrar la paz y que el trato constante con la población blanca daría como siana se comenzó a admitir esta inmigración, que creció en proporcwnes
2
resultado su catequización e incorporación al sistema novohispano . De gigantescas desde las últimas dos décadas del siglo xvrn. Antes de la In-
hecho, negó el esquema de incorporación a través del convencimiento y dependencia mexicana ya abarcaba Texas, donde en 1820 se admitió una
se propuso atraer por la vía de la necesidad comercial o del sometimien- colonia de 300 inmigrantes dirigida por Moisés Austin.3
to voluntario a las armas españolas. La creación de una línea de presi-
dios a finales del siglo XVIII se relaciona con la necesidad de una unifica- . H Londres Yale Uni-
1 David Weber, Th e Spanish Frontier in North Amenca, New aven Y '
ción en la política de las provincias internas y con la pérdida del interés versity Press, 1992, pp. 280-282. . . .
de los espal)oles en seguir avanzando hacia la conquista de nuevas tie- -1 p abl o Herrera Carnllo,
• • guerras· por T exas, M'ex1co,
Las siete · Academia L1terana' 1959,
rras y recursos . El triunfo de ese proyecto, sobre todo pensado para la es- pp. 15-17.
443
442 Cuauht é m oc Ve l a s co Á v ila ld e as e imá ge n es d e los indios nómada s
Desde los meses previos a la consumación de la Independencia, los ¡Ojalá hubiera la gente necesaria para poblarlo! Esta falta[ ... ] por sí misma in-
militares que seguían a Iturbide se preocuparon por lograr una estabilidad dica lo que más conviene ejecutar. Es preciso abandonar todo proyecto de
en la región fronteriza . Por ello, Joaquín Arredondo, que había logrado la conquista. La experi encia ha demostrado que semejantes empresas son muy
adhesión de la ciudad de Monterrey al Plan de Iguala el 3 de julio de 1821, costosas: que el medio mejor es entablar negociaciones d~ comercio y amis-
firmó unos cuantos días después un tratado con el jefe de los indios ca- tad en donde no las hay y conservar las que ya existen. La puntualidad en
dós, y "animado de los sentimientos de humanidad que le asisten" se cumplir los tratados y la buena fe en los comercios es el manetismo [sic] que
comprometió a negociar la paz en Texas de modo II que todas las naciones atrae a los indios, y por estos conductos comunican sus frutos y riquezas, se
que están en guerra con los españoles hagan las paces y vivan todos con civilizan , adquieren los usos y costumbres me;ores para abrazar la religión
quietud y tranquilidad".4 No parecen haber fructificado los esfuerzos de es tablecida en las provincias y que siguen los habitantes de las reducciones
este jefe indio, pero éste no fue el único intento de lograr la pacificación y pueblos que con ellas tienen parentesco.7
de los grupos guerreros.
La colonización y la conservación del territorio se hallaban entre los Según los autores del dictamen, el imperio necesitaba conservar la pro-
temas prioritarios de las élites que impulsaron la firma del acta de Inde- vincia de Texas por su importancia "y para conseguirlo no le queda otro
pendencia. El dictamen de la Comisión de Relaciones Exteriores a la So- arbitrio sino poblarla". Añadían que las Cortes de Cádiz de 1813, conven-
berana Junta del imperio en diciembre de 1821 trata como primer punto cidas de la necesidad de aumentar la población de esa provincia, habían
las "naciones bárbaras de indios": aprobado un proyecto presentado por Ricardo Reynal Keene, que no se
llevó a efecto, quizá por las restricciones que se le impusieron. 8 La legis-
Se componen de diversas tribus de indios, unas grandes y otras pequeñas más latura de 1821 había procedido con "ideas más liberales o proporciona-
o menos rudas dóciles o guerreras; pero que en lo general no infunden temor das" en sus disposiciones . En opinión de la comisión, éstas podían aco-
por la notoria superioridad que tienen las tropas imperiales sobre ellas por su modarse a las necesidades de Texas para evitar algunos errores Y abusos,
mejor disciplina, diferencia de armas, destreza en su manejo y uso del caba- como el cometido con la concesión de Moisés Austin que permitió a los
llo. Las mayores y más conocidas son las de los apaches y lipanes. La más te- interesados elegir tierras a su antojo. Se pensaba que los puntos de proce-
mible es la de los comanches que adiestrados ya en el manejo de la lanza y el dencia debían ser tres: Nueva Orleans, de donde estaban dispuestas a par-
fusil, proceden con el ímpetu que les infunde su animosidad, aunque no los tir muchas familias; el propio imperio, que "tiene mucha gente pobre que
·dirige táctica ni disciplina alguna.5 logrando algunas tierras de manos estériles se convertirán en útiles Y pro-
vechosas con beneficio suyo y del estado", además de oficiales Y soldados
Afirma que las tribus bajo el Gran Cadó acababan de renovar su amistad ª los que se les remuneraría "dándoles una fanega de tierra Y una yunta
con el imperio y consideraba necesario conservarla a toda costa, tanto pa- de boeyes [sic]"; y Europa, pues "en las naciones de ella se ha fijado el es-
ra obtener de ellos un mayor conocimiento de las riquezas de esos terri- píritu de emigración por las continuas guerras de aquel continente, por la
torios como para "precaver que los Estados Unidos se prevalgan de esas aspereza de los climas, por la miseria y la diversidad de opiniones sobre
naciones o para ofender o introducir el contrabando". 6 Dice que el terri- religión" .9
torio que habitan esas naciones es inmenso:
Entre las naciones europeas serían preferible los irlandeses. Ellos los más son
católicos y tan fieles a la religión que llevan más de tres siglos de sufrir perse-
4
cuciones cruelísimas sin titubear en su perseverancia. Además reúnen virtu-
Archivo Histórico de la Secretaría de la Defensa Nacional (en adelante AHSDN), 9 de julio
des morales muy sobresalientes, su industria y amor al trabajo no conoce lí-
de 1 821, Monterrey, Tratado de paz con los indios cadós, firman Joaquín Arredondo y
Gran Cadó, f. 73. mites, no congenian con los ingleses ni con los de los Estados Unidos; Y en el
5 Archivo de la Secretaría de Relaciones Exteriores (en adelante ASRE), Naciones bárbaras de caso de guerra contaría el imperio con buenos soldados sobre los mismos lí-
indios, relaciones diplomáticas con México. Dictamen presentado a la Soberana Junta del
Imperio mexicano el 29 de diciembre de 1821 por la Comisión de Relaciones Exteriores
1
integrada por Juan Francisco Azcárate, el Conde de la Casa de Heras y José Sánchez Enci-
7
so informando sobre el estado que guardan las relaciones de México con las naciones, pue- lbid .. ff. 5-6 .
blos extranjeros, tribus indígenas y las recomendaciones necesarias para mejorarlas, f. 2 . H /bid., f. 37 .
9
6
!bid., f. 3. /bid., ff. 40- 4 1.
3° de enero de 1823, pp. 51-54 (referencia obtenida en Escobar, La presencia del indíge- guerra y marina, f. 64.
na, op. cit._v. 1 , p. 77 ¡. 18
AHSDN, 1 de diciembre de 1825, Béjar, Mateo Ahumada al ministro de guerra, ff. 88-9o.
450 Cuauhcémoc Vela s co Ávi la Ideas e im áge n es d e los indios nómadas 451
trataba (que es el rubro "especificando grupo") e identificaran personal- pararse de los huecos y tahuacanos en caso de que no cumplieran lo fir-
mente a sus jefes (renglón "especificando nombre"). Ello es resultado del mado. 20
frecuente trato con diversos grupos Y de las constantes referencias a la El efecto del acuerdo fue muy pobre: a finales del mismo año se pre-
utilización de las rivalidades interétnicas como medio de defensa de la sentaron diversos incidentes y robos de los que se culpó indisti~tamente
frontera. En este contexto el calificativo "indios amigos" llegó a aparecer a huecos, tahuacanos y tahuayaces. En febrero del año siguiente el jefe de
en ocasiones. policía de Béjar hablaba de esos grupos como "nuestros obstinados en~-
En segundo lugar, es claro que para la misma época en la región de migos" y de la necesidad de "escarmentarlos como es justo y recuperar
Monterrey y los pueblos norteños de Nuevo León hubo mucho menor los daños inferidos" .21 En contraste, y casi simultáneamente, hizo públi-
referencia a grupos específicos y casi no se identificó a los jefes . Esto se ca una proclama a los habitantes de la municipalidad en defensa de los
explica en parte porque los grupos indios no estaban establecidos pro- comanches, que muestra las dificultades de convivencia entre los indios
piamente en territorio de Nuevo León Y por tanto el contacto se reducía Y la población local, aun con aquellos considerados momentáneamente
a las incursiones. Con más frecuencia se utilizaron calificativos como como amigos. Afirma que es "conveniente perseguir y escarmentar a los
"bárbaros" o "salvajes" y se empezó a perfilar una tendencia a identifi- miserables que con escándalo se ocupan de robar a nuestros buenos ami-
carlos simplemente como el "enemigo". Cabe resaltar también que en gos los comanches las más de las veces que nos visitan o en las que con
la misma región de Nuevo León el trato fue más duro después de 1836, sus familias vienen al lucrativo y beneficioso tráfico para esta ciudad del
cuando las correrías de comanches, lipanes Y wichitas se hicieron más cambio o cambalache de sus carnes, untos, pieles, etcétera". Ordena que
frecuentes y peligrosas. Los calificativos favorables a los indios casi se capture a los ladrones y a quienes los encubran y agrega:
desaparecieron por completo. Principalmente se trata de información
sobre ataques indios a poblaciones, haciendas y caminos, pero casi no Las críticas circunstancias en que se encuentra el superior gobierno general,
se identifica a los grupos atacantes. Entonces el tono de la documenta- rodeado de atenciones que lo privan de atender la seguridad de esta frontera,
ción se vuelve uniformemente descalificativo, pues aun el concepto son motivos para que todo individuo amante de la paz entre en recapitula-
aislado indios tiene claramente la connotación de "bárbaros". Aun ción de los males incalculables que podría causamos la guerra de los coman-
cuando existía la amenaza de los angloamericanos de Texas y otras re- ches, a que los provocan gentes destituidas de honor y de sentimientos Y de
beliones locales importantes, se hablaba de los indios como el "enemi- humanidad con el vergonzoso y degradante robo de cosas tan despreciables
22
go" por excelencia. para nosotros por su corto valor, como muy apreciadas para ellos.
No sobra insistir en que este tipo de análisis formal es demasiado es-
quemático y desvanece toda la complejidad y riqueza de las fuentes docu- En estas circunstancias resulta claro que, más allá de la voluntad de paz
~entales; por lo tan.to debe ser tomado como un simple indicador de de algunos funcionarios y jefes militares, movidos en todos los casos ~or
gruesas variaciones en la forma de concebir un sujeto o fenómeno. Habría la conveniencia, eran casi inevitables los conflictos Y rencillas entre m-
que contextualizar cada referencia a los indios para poder apreciar efecti- dios bravos y residentes mexicanos. Esto demuestra, por un lado, el con-
vamente cómo se va construyendo o cambiando un estereotipo. senso entre la población de origen mexicano en torno de la "barbarie" de
En este breve ensayo sólo es posible ver algunos ejemplos. Ampara- los indios nómadas y seminómadas y, por otro, las enormes dificultades
dos en el acuerdo de paz de 1829, los militares alcanzaron en la región para una asimilación cultural de éstos a la nación.
de Béjar una cierta confianza con los comanches, al grado de actuar co- Apenas dos años después de la proclama anterior, los comanches se
,. Y so¡·1citaron
negaron a entrar a comerciar a San Fernando de Be¡ar · que los
mo mediadores con las tres bandas de los wichitas (tahuacanos, huecos
y-tahuayaces), sus aliados tradicionales. Entre julio y agosto de ese mis- tratantes mexicanos asistieran a un paraje llamado San Felipe para allí
mo año los jefes comanches pusieron en contacto a los militares mexi-
20 -•
8 eJar, h · canos 1 firmado por
canos con el jefe principal de los huecos y tahuacanos llamado Mencha- BA, 22 de agosto de 1829, Tratado de paz con wacos Y ta ua • _
. . . . h ¡
M ene h aca, Antonio Elozua, Francisco Ruiz (por los comanc es , Ramón Músqu1z' Jase .
ca. Se culpaba de la muerte de dos viajeros mexicanos a los tahuayaces, · sauce d o, Gazpar Rodríguez, Francisco
- · e an
· d"d
A n t omo Rmz, i O de Aicos ' Severo Rmz,
conocidos como el grupo más agresivo entre los wichitas. Se firmaron
Alejandro Treviño y Antonio González. ,.
las acostumbradas cláusulas de paz, así como el compromiso de los 21
BA, Béjar, 4 de febrero de 1830, Ramón Músquiz al Ayuntamiento de Béxar; Be1ar, 14 de
huecos y tahuacanos de separase de los tahuayaces. Por su parte, los co- febrero de 1830, Ramón Músquiz a José María Viesca.
22
manches se obligaban a hacer lo necesario para preservar la paz y a se- BA, Béjar, 26 de febrero de 1830.
L
hacer el intercambio acostumbrado. El capitán Manuel Rudecindo Barra- Desde el día 16 del corriente nos invadieron los indios en este punto Y hasta
gán ordenó a sus subalternos que no acudieran: la fecha los tenemos dentro cometiendo cuanto género de excesos son de su
instituto [... J. No es dado ya contener la osadía de estos salvajes en el estado
El carácter desleal de la tribu comanche a cada paso se está experimentando en que nos hallamos se ha avilantado [sic] muy mucho, y nuestros soldados
que viola completamente los tratados de paz y que no pierden ocasión para agobiados por la miseria y la fatiga están amilanados j ... J Soy seguro que en el
proporcionar la ruina de estas fronteras ¡... ] me parece muy conveniente se término de dos meses si continúan como hasta aquí los salvajes dejarán a es-
les diga se presenten en un punto más inmediato con el fin que indican, y se- tos pueblos que sin resortes jsicJ, por su propia virtud deben de armarse, más
rán recibidos con amistad y buena fe, y cuando el que sus perversas miras (de cuando en esta época se nos han aglomerado todas las plagas.27
que nunca desisten) no nos hagan algún robo de caballada de la en que va mon-
tada la gente que va a su trato, con cuyo hecho de aproximarse cerca de los Hacia 1838 la guerra se había extendido a un punto tal que no cabía la du-
pueblos darán a conocer piensan con buena fe. 23 da en los militares y políticos de la región. El gobernador de Nuevo León
escribía alarmado en enero de 18 39 al general en jefe del ejército del
Casi al mismo tiempo José de las Piedras, comandante de Nacogdoches, norte:
diseñaba una campaña contra los comanches con la participación de 300
guerreros indios bien armados "y con la mejor disposición de batirse". 2 4 La guerra que han hecho y están haciendo los bárbaros en este departamento
El propio Barragán dirigió la campaña llevando la guerra hasta los campa- llega ya al último punto de espanto y desolación. Han avanzado sus incur-
mentos comanches. siones hasta catorce leguas de esta capital, dejando tendidos en los campos
En 1834, Juan Nepomuceno Almonte, en su informe secreto al go- más de ochenta muertos y cuantos destrozos han podido hacer en los biene_s
bierno mexicano, se expresaba en contra de las reticencias de los políti- de campo, matando los ganados y llevándose la caballada. Los pueblos gi-
cos del centro hacia la declaración de una guerra a los comanches: "es ne- men acosados de un azote que muy pronto los reducirá a nulidad, si no se
cesario que el gobierno se persuada que mientras no haga una campaña pusiera un remedio eficaz que contenga tan grave mal [... J El número de bár-
formal a esas tribus salvajes, los infelices habitantes de las fronteras se- baros que se ha introducido es copiosísimo pues a un mismo tiempo han in-
rán siempre víctimas de ellos". 2 5 Propuso un "plan de ataque contra los vadido a este departamento y al de Coahuila donde fue destrozada una parti-
indios bárbaros" que vino a cancelar definitivamente cualquier intento da de 120 hombres . 28
de paz:
Entre las costumbres de los indios guerreros de los llanos que solían ho-
No teniendo esas tribus gobierno ni leyes, y no pudiéndose guardar entre rrorizar a los blancos estaba la de escalpar a los enemigos muertos en
ellas ningún convenio, el jefe [de la expedición! no podrá celebrar paz con combate y danzar alrededor del fuego mientras blandían las cabellera~ en
ellas 1 y sólo les perdonará la vida a los que se rindieren, recogiéndoles siem- lo alto de largas varas. Si esto era índice de barbarie, los militares mexica-
pre las armas y caballos y evitando en todo caso la inútil efusión de san- nos no estaban lejos de ella. En diciembre de 1840, un hombre que eS t ªba
gre.26 destinado a ejercer una influencia decisiva en el noreste en décadas pos-
teriores, Santiago Vidaurri, entonces comandante de la Compañía de De-
Un ambiente de marcada hostilidad se sentía a lo largo de toda la fronte- fensores de la Frontera, dio parte al secretario del gobernador de Nu~v_o
ra en aquellos años. Como muestra del tono que en adelante tendrían los León de ciertas acciones contra los indios utilizando un lenguaje sigmh-
documentos, podemos leer el siguiente comunicado de Manuel Lafuente cativo:
al general Francisco Fernández en mayo de 1836:
El día 3 del corriente a las ocho de la noche salí de Lampazos con cuarenta Y
tres hombres en persecución de los indios que atacaron los pastores en el
2
3 BA, Guerrero, 16 de abril de 18321 capitán Manuel Rudecindo Barragán a José María Gar-
cía.
2
4 BA, Nacogdoches, 24 de marzo de 1832, José de las Piedras a Antonio Elozúa. 27 Archivo General del Estado de Nuevo León (en adelante AGENL), Ramo M1Titar es Mata-
1
2
5 Almonte, Informe secreto, publicado en Celia Gutiérrez Ibarra, Cómo México perdió Te- moros, 4 de mayo de 1836 Manuel Lafuente a Francisco Fernández.
xas, México, INAH, 1987 p. 14. 28 AGENL, Militares, 8 de en~ro de 1839 Monterrey, gobernador de Nuevo León al genera
1
1 1
26 !bid., p. s8. en jefe del Ejército del Norte.
Después de todo, el asunto principal estaba en que los indios que resis-
tían el avance de la población mexicana o norteamericana eran "bárba-
ros", incapaces de razonar y de vivir en sociedad, por lo tanto no eran ni
podían ser "civilizados". Al menos los soldados de presidio y los "criado-
res" de ganado mexicanos de la frontera no tenían dudas en torno de la
suerte que merecían los indios guerreros: los liquidaron sin vacilación en
cuanto hubo oportunidad y no se sabe que por ello se les haya fincado al-
guna responsabilidad.
Pero, en medio de todo, los pocos que profundizaron en sus costum-
bres y modo de vida, reconocieron la enorme capacidad física de estos in-
dios y lo complejo de su sociedad. En detallados apuntes escritos alrede-
dor de r 8 3 4, el biólogo Jean Luis Berlandier afirma:
Los ritos mágico-religiosos practicados por los grupos originarios que ha-
bitaron la región norte de México, a la que los conquistadores españoles
llamaron Nueva Vizcaya (actualmente Durango), consistían básicamente
en la imitación que hacían de la naturaleza en las representaciones ritua-
les (teatralidad) con fines principalmente guerreros. "El teatro de todos
los tiempos y de todos los horizontes tiene probablemente sus raíces en
un espacio mágico sin tiempo ." 1 Si observamos estas costumbres más las
de los misioneros españoles que utilizaron el teatro con fines evangéli-
cos, presenciaremos la interrelación ritual que se inicia en los primeros
años de dominación europea en nuestras tierras.
Debo aclarar que, para el estudio de las festividades indígenas, se
cuenta con escasas fuentes de la visión de los protagonistas de estos ri-
tos. Sin embargo, las crónicas de los misioneros permiten reconstruir los
modos de "teatralidad" que estos grupos empleaban para su diversión Y
espiritualidad.
Los primeros misioneros que se acercaron a cristianizar a los pobla-
dores de Durango en el siglo xv1 fueron los franciscanos, orden que con
el afán de lograr sus fines misioneros adoptó el teatro y lo utilizó para lo-
grar la conquista espiritual.2 Otra orden que misionó la región fue la de
los jesuitas. A ellos les tocó mayor acercamiento con los tepehuanes,
acaxees, xiximes, tobosos, tarahumaras, conchos, salineros y laguneros,
grupos que fueron los habitantes de Durango en el momento de la con-
quista . Los jesuitas comenzaron su labor a finales del siglo xvr Y princi-
pios del xvn, y les tocó vivir muy de cerca las costumbres y rebeliones
suscitadas en esos años .3
En las crónicas de la Compañía de Jesús, se hace alusión a la costum-
1
Patrick Johanso n, estudi o introductori o, selecci ón y notas, Tea tro m exica no. HiStaria Y
dramaturgia 1, fes tejos, ri tos propicia torios y ri tuales prehispánicos. México, C N CA,
1 99 2 , PP - 39 -43 . La teatralidad de los ritos es destac ada en es ta obra, lo que sobresale es
la cl asificación de los ritu ales prehi spáni cos com o ritual m ágic o, ritu al socio-religioso _y
ritual religioso, ll evándon os así al entendimi ento del ritual m exicano ll en o de m agia
t ea tral.
2
Beatriz Aracil Varan, Jn digenas "'precristianos ·· en ww obra de teatro evangelizador del
siglo xv1, Universidad Alicante (España), trabajo presentado en el I Congreso de la Asoc ia-
ci ón M exicana de Investigac ión T ea tral, Puebl a, m ayo de 1995.
1
Guillermo Porras Muñoz, La fro ntera con los in dios de la Nueva Vizcaya en el siglo xv11 .
M éxic o, Fom ento Cultural Banam ex, 198 0.
breque los misioneros tenían de componer comedias de asuntos cristia- les burlerías consiste la santificación de las fiestas" .7 Las festividades del
nos para los indios, en su lengua o en castellano, y otras veces en las dos grupo español que se asentó en la Nueva Vizcaya a partir del año de r 5 6 3
l~nguas m~zcladas. 4 Los relatos de la vida de las misiones en los primeros consistían principalmente en celebraciones que la legislación prescribía,
anos menc10nan que, a veces, se añadían festejos más o menos interesan- tanto para autoridades civiles como eclesiásticas. Una de estas fiestas era
tes Y adecuados para satisfacer las aficiones de los indios, como las gran- el "Paseo del Pendón" y se celebraba cada año como un homenaje a la úl-
des da~zas a las que éstos eran muy afectos y posiblemente ciertas repre- tima batalla de Hernán Cortés. Se trataba de un paseo que hacían con el
sentac10nes o mascaradas especiales que contribuían a mantenerlos en pendón por las calles y la presentación del mismo en la iglesia y en la pla-
buen espíritu dentro de las misiones-5 za principal, donde se lanzaban vivas a los monarcas españoles. En Du-
. Estos ritos consistían, según las crónicas, en danzas en las que los in- rango el pendón que se utilizaba en el siglo xv1 era el mismo con el que
dws se cubrían el rostro con yerbas y máscaras, algunos con cetros en las Francisco de !barra emprendió la cap.quista de la Nueva Vizcaya. 8
~anos Y otros vestidos de demonios. En uno de estos relatos de princi- Otra festividad era la jura del rey, de ella conocemos la que se llevó a
pws del siglo XVII, se señala que los tepehuanes en las misiones tenían la cabo en Durango en el año de r 666 por el nuevo rey Carlos II. Lo que más
costumbre de salir los sábados por la noche con el fin de hacer mitote o destacaba de esa fiesta era el desfile donde además de las autoridades
I I
baile a su usanza, y danzaban la noche entera: participaban las milicias cívicas, la caballería española, los mestizos, ne-
gros Y mulatos, todos portaban sus armas y banderas. Además también
en estos bailes usaban también sacar la cabeza de un venado que con gran re- participó un grupo de indios amigos con oficiales y bandera .. "Se presen-
verencia usaban guardar en sus casas, en memoria de sus deudores ya difun- taban embijados y adornados con plumería a su usanza, llevando por ar-
tos que en sus días habían muerto aquellos venados. A cierto ti empo los vie- mas sus arcos y flechas."9 En esta fiesta, al igual que en la del paseo del
jos que en el baile presidían echaban en el fuego pedacitos de los cuernos o pendón, se daba la vuelta a la plaza de armas y se pasaba al centro a un ta-
huesos de aquellas cabezas, persuadiendo a los demás que la mayor llama blado colocado para la ceremonia. Después subía el gobernador -que en-
que se levantaba del mayor resplandor que se ve en el fuego, a tiempo que cabezaba el desfile-, tremolaba el pendón y pregonaba su adhesión al
aquellos pedacitos se queman, es el ánima del difunto que viene a su llamado nuevo rey, la concurrencia le contestaba con entusiasmo, sobre todo en
a darles la virtud e industria que ellos tuvieron en matar venado. Usaban asi- el momento de lanzarles monedas de plata como era la costumbre. "Pro-
J mismo en esos bailes el dar a beber a los hijos o a los deudos más cercanos seguía la comitiva hasta el atrio de la catedral, donde esperaba el obispo
del difunto polvo de los cuernos o huesos de los venados que sus antepasados revestido con su acompañamiento. Al lado de la puerta del templo se en-
0 deudos cogían para que se les comunique la virtud y fuerza de ellos, y la li- contraba otro tablado en el cual algunos 'vestidos de farsa' recitaban una
gereza de los venados para que ni por pies se les vayan ni dejen de rendir por loa en verso, en alabanza de la persona real con gran re-gocijo y júbilo del
falta de fuerza. 6 pueblo" . 10 Dichas ceremonias marcan un nuevo derrotero cultural, que
se manifiesta en las acciones de rechazo de los grupos originarios.
Est0 s ritos mágico-religiosos estaban impregnados de todos los elemen- El carácter guerrero de los grupos indígenas del norte, su recelo an-
tos naturales que rodeaban a los personajes que, por medio de su teatrali- te la sumisión a la que no estaban acostumbrados, su anhelo de liber-
dad, expresaban los motivos de su existencia. tad aunado a las grandes exigencias a las que los mineros españoles
. La teatralidad del ritual español es también rica en tradiciones y fes- querían someterlos, concluyeron en grandes _rebeliones. Las más im-
teJos, mismos que son traídos a las colonias americanas donde adquieren portantes fueron: la de 1601-1604, encabezada por los acaxe€s, la de
un c , 1 6 lo dirigida por los xiximes y, la más grande, la de los tepehuanes de
aracter propio, al adecuarlos a las costumbres de los grupos que van
~on~uistando; "tendencia esta última que Fray Juan de Zumárraga consi-
ero peligrosa porque inducía a los catecúmenos a pensar que en estas ta-
7
Reyes, op. cit.
8
Guillermo Porras Muñoz, Iglesia y Estado en Nueva Vizcaya, 2a. edición, México, UNAM,
1980 , PP- 388-399. En el capítulo de la vida ceremonial en la Nueva Vizcaya, se hace alu-
4
Alfonso Reyes, Los autos sacramentales en España y América, Obras completas, México, sión a la fiesta celebrada en el año de r 5 99 según la crónica del compañero de !barra, Bal-
1957, pp. 267-282.
FCE, tas ar de Obregón, en Historia de los descubrimientos antiguos y modernos de la Nu eva
5 Atanasio S · Apuntes para la historia de la Nueva Vizcaya, t. rr, México, UNAM, España , México, 1924, p. 43 .
arav1a,
1980, pp. 39-48. Y Idem.
6
Idem. 'º Idem .
11
Guillermo Porras Muñoz, La front era con los indios de la Nu eva Viz caya en el siglo xv11, 14 !bid., p. 339.
México, Fomento Cultural Banamex. 15 Jdem.
12
ldem . 16
13
Porras, Frontera, p. 185 .
Pedro Tamarón Y Romeral, Demostración del Vastísimo Obispado d e la Nu eva Viz caya '7 Ralfh Beals, Los acaxees. Una tribu de la sierra de Durango y Sinaloa, Universidad de
1765, México, Antigua Librería Robledo, 1937. California.
Justin R. Hyland
University of California at Berkeley
INTRODUCCIÓN
471
riza por bajas densidades de población relacionadas con amplios territo-
o
rios de explotación. Además, aunque de seguro tenían un conocimiento
relativo al almacenaje y la tecnología asociada, arqueológicamente no te-
nemos ninguna evidencia de este tipo de estrategias y, al parecer, la pro-
ducción alfarera fue un desarrollo muy tardío, principalmente asociada al
............ periodo misional.
----
Diegueño ............
............ En resumen, según el esquema de Woodburn (1980), los yurnanos del
Norte pueden describirse como sociedades de consumo no inmediato (de-
layed-return), y los grupos de la parte central, corno sociedades de consu-
\ mo inmediato.
30º N Obviamente estas diferencias se deben en gran medida a los cambios
ecológicos que ocurren a lo largo de la península, sin embargo, en el
desierto central tenemos evidencia de una manifestación cultural sin
\) . contraparte ni hacia el norte ni hacia el sur: una tradición de imaginería
rupestre sorprendente y abrumadora, en especial si se observa según los
esquemas persistentes del modo de vida cazador-recolector.
Estos esquemas se han basado durante años en el muy extendido con-
cepto de que la pobreza de la cultura material refleja una pobreza intelec,-
tual similar (Furst 1992). De este modo, como argumentó con elocuencia
Franz Boas (1992), una sociedad que posee formas de vida simples y unifor-
mes Y, por tanto, actividades poco diversificadas y cuya cultura en sus
formas Y contenido es pobre, es considerada "primitiva" y por tanto inte-
lectualmente inconsistente. 1 Esto podría considerarse válido si realmen-
25º N te existiera una dependencia estrecha entre todos los aspectos que con-
Pericu forman la vida cultural de una etnia; sin embargo, aun cuando estos
Distribución de Idiomas diversos aspectos en muchas ocasiones interaccionan entre sí, esta inter-
Peninsulares acción no indica necesariamente que exista interdependencia.
Este problema es aún más evidente en tanto que se trata de culturas
Familia - - - arqueológicas cazadoras-recolectoras desarrolladas en zonas marginales.
Idioma
Con mucha frecuencia nos llama la atención el rango restringido de arte-
Dialecto -
factos sagrados y utilitarios que podemos observar en el contexto arqueo-
o 125 250 lógico, generalmente de manufactura muy elemental. Sin embargo, una
Kilómetros de las lecciones más trascendentales de la antropología es ser muy caute-
losos en este sentido.
Por factores históricos, culturales y ecológicos, la mayor parte de los
Figura 1. Distribución de idiomas peninsulares.
elementos que conforman el contexto arqueológico que nos ocupa es del
equipo tecnológico -es decir, artefactos utilitarios creados para satisfa-
con estos rasgos de almacenaje y agricultura claras evidencias de una cer necesidades subsistenciales-, sin ignorar el hecho de que estos arte-
complejidad social emergente manifiesta en el liderazgo hereditario y
guerra institucionalizada (Kroeber 1925:745, 751-753¡ Álvarez de Wi- 1
Cuando se intenta profundizar en la estructura del pensamiento y los sistemas ideaciona-
lliams 1983:107). les de sociedades materialmente menos complejas, es evidente que pueden rivalizar en
En comparación, hacia el sur, los datos arqueológicos y etnohistóricos "complejidad metafísica y en imaginería [gráfica y] poética con algunas de las más grandes
nos indican que la ocupación de la parte central de la península se caracte- religiones institucionalizadas II jFurst 1992:21 ).
472 María de la Luz Gutiérrez y fustin R. H y land Compleiidad soc ial y si mboli s mo prehistórico 473
factos tambi:én poseían una dimensión simbólica, situación que muchas Figura 2. Panel del sitio Cueva de las
Flechas, arroyo de San Pablo. Detalle.
veces se pasa por alto en nuestros esquemas occidentales .
Esta cultura material es "rudimentaria", porque la vida étnica no re-
quería que fuese más elaborada y aunque esto en principio no refleja el
desarrollo de la capacidad intelectual en otras esferas de la sociedad en
cuestión, sí representa un serio obstáculo para el conocimiento de la
complejidad social prehistórica entre cazadores-recolectores, porque mu-
chas veces el registro arqueológico refleja sólo en parte la cultura investi-
gada, en este caso, una muy elemental tecnología de apropiación.
La parcialidad en la apreciación arqueológica de este tipo de culturas
dificulta el conocimiento objetivo de los individuos que integraron dicha
sociedad y de sus interrelaciones con el resto de los aspectos que la con-
formaron. Los vestigios de actividades rituales suelen ser escasos -por
su naturaleza sagrada y la no duplicidad de artefactos persistentes en las
economías de apropiación- y frágiles en su preservación. Muchos de
ellos desaparecieron sin dejar rastro arqueológico y sin ser registrados en
las crónicas misionales, cuando las prácticas económicas, políticas y dog-
máticas fueron atacadas y aniquiladas.
En este caso es-evidente que sólo podremos acceder a esta etapa del
conocimiento a través de las abstracciones que ofrecen las relaciones es-
tablecidas entre tales individuos, y esto en muchas ocasiones sólo podrá
observarse a través de los sistemas simbólicos.
orientada hacia una economía de apropiación, desarrolló de manera asom-
PINTURAS Y GRABADOS RUPESTRES: SÍMBOLOS VISUALES brosa otros valores culturales que fueron transmitidos y perpetuados a
QUE CONFORMAN CÓDIGOS METAFÓRICOS través de intrincados sistemas simbólicos (figura 3). Sin embargo, aun
cuando esta evidencia sea tan obvia, el problema real se presenta en el
Ya se mencionó el serio problema que constituye la identificación en el momento en el que tratamos de identificar cómo estuvieron configuradas
contexto arqueológico de supervivencias de abstracciones que nos per- las relaciones sociales; es decir, conocemos la evidencia material, pero ig-
mitan observar indirectamente las relaciones entre los individuos que noramos el cómo y el porqué.
formaron la sociedad y de qué modo ésta contenía elementos que per- La comprensión de estos códigos metafóricos (Whitley-r994b) escapa
miten asegurar un proceso de "complejización" en las economías de a nuestras posibilidades inmediatas de análisis y síntesis; entonces, la in-
apropiación. terpretación del significado de motivos y temáticas específicas de esta
No obstante, en el caso que nos ocupa, existe una clara y contunden- expresión gráfica puede tornarse en una tarea arriesgada que a menudo
te manifestación de ·una muy desarrollada estructura simbólica en socie- está cargada de especulaciones peligrosas e insustanciales.
dades cazadoras recolectoras: la simbología cochimí expresada en el fenó-
meno mural de la sierra de San Francisco (figura 2); las manifestaciones LA PROBLEMÁTICA EN TORNO A LA
rupestres se constituyen en una de las evidencias materiales más sor- IDENTIFICACIÓN DEL SISTEMA SIMBÓLICO
prendentes que podrían demostrar una creciente complejidad social de
los grupos que las produjeron. La problemática en torno a la interpretación o decodificación de los siste-
Los atributos formales de las imágenes o signos, la estructura interna mas simbólicos de la sociedad cochimí se agudiza considerablemente por
de los conjuntos de imágenes, la distribución espacial de los sitios que tres razones fundamentales:
los contienen y su interrelación con otro tipo de asentamientos y áreas • Al parecer dichos sistemas encontraron i:epresentación tangible casi
de recursos, evidencian la existencia de una sociedad que, si bien estuvo exclusivamente a través de la imaginería rupestre, y aunque esta evi-
474 Maria de la Luz Gutiérr e z y fu s tin R. Hyland Compl ej idad socia l y simbolismo pr e hi s tórico 475
Figura 3. Panel del sitio El Batequi, arroyo El Batequi. Detalle. Figura 4. Panel del sitio San Gregorio 1, arroyo de San Gregario. Detalle .
dencia es, en cierto sentido, abrumadora y vehemente, al mismo do intensos "cambios socio-políticos" locales en grupos cuya economía
tiempo es restringida, ya que los elementos simbólicos que se pue- estuvo basada en una amplia movilización estacional.
den observar en pinturas y grabados no encuentran representación Pero si la tradición "gran mural" se involucra ¿qué expectativas en
en otros elementos de la cultura material, más que en contadas oca- cuanto a la configuración social podríamos pronosticar y de qué modo po-
siones. demos ver reflejados estos aspectos en el registro arqueológico? ¿Cómo
• La ambigüedad presente en la imaginería, la cual se manifiesta de podemos reconocer las relaciones interpersonales entre individuos y entre
modo evidente mediante signos, y no muy evidente en las asociacio- grupos de individuos? ¿Cuáles fueron las abstracciones originadas a tra-
nes simbólicas espaciales y bidimensionales entre éstos. vés de estas relaciones?
• Carecemos de marcos de referencia etnohistóricos que nos permitan Para responder a estas y otras preguntas más que surgieron antes y en
vincular la simbología expresada en los paneles rupestres con con- el curso de la investigación, era necesario contar con un comprensible
ductas culturales reconocidas y narradas por los cronistas; esto facili- banco de datos arqueológicos y etnohistóricos, pero sobre todo era nece-
taría la percepción y comprensión de estos códigos metafóricos, lo sario situar en su verdadera dimensión la imaginería.
~ue supone reconstruir su sentido por medio de los signos. Algunas características inherentes a la propia imaginería dejaron en-
trever la presencia inevitable de ciertas condiciones que debieron existir
EL MODELO para que ésta pudiera producirse. Su identificación permitió formular un
modelo, el cual podría conducir a la definición de los contextos ambien-
Lo que hace tan singular a la sierra de San Francisco desde una perspecti- tales sociales y culturales en los que estuvo presente. Éstas son:
va cultural es la escala que alcanzó la tradición "gran mural" (figura 4), la • La escala monumental de las pinturas, su carácter público y, en
cual muy probablemente surgió sobre una base rupestre de petroglifos (fi- ocasiones, sus elevadas posiciones dentro de los recintos sugieren
g~ra 5 ), como una tradición paralela con claras manifestaciones que la una inversión considerable de trabajo antes y durante el acto de
vmculan a las tradiciones rupestres de la Gran Cuenca, la cual exhibe pintar.
una vasta distribución que se extiende por toda la península de Baja Cali- • Este trabajo debió orientarse primero a conseguir lo que parecen s€r
fornia. Estos elementos -argumentaríamos- podrían estar representan- cantidades significativas de pigmento y aglutinante, y, después, a la
11
recolección. El liderazgo de la ranchería estaba, por lo general, en manos
de un hombre de edad, el jefe o cacique. Sin embargo, hay constancia de
que las mujeres tenían un papel predominante en cuanto a la organiza-
ción de las familias y al solicitar y arreglar los matrimonios. Además del
cacique, el chamán o guama de la ranchería ejercía una considerable au-
toridad a través de la dirección de los ritos de iniciación y otras ceremo-
.'
.. nias. A menudo, el cacique y el chamán eran la misma persona, y hay da-
,. . J' ,
1 1
Figura 6 . Area de estudio del pro- tos etnohistóricos que hacen alusión acerca de que estos cargos podrían
yecto Arte Rupestre de Baja ,, t
ser hereditarios.
California Sur.
O
Aun cuando no contamos todavía con los análisis completos que nos per-
mitan la definición precisa de este movimiento anual, sí podemos decir
que según las características observadas en los sitios localizados en el sec-
tor costa del Golfo, éstos parecen ser campamentos de ocupación regular
pero de muy breve duración (figura 7 ). Existe asimismo una ausencia ge-
neralizada de agua, situación que cambia gradualmente hacia el oe st e,
donde la zona ecotonal costa del Golfo-Sierra ofrece mayor cantidad de es-
Figura 9. Localización del yacimiento te recurso.
de obsidiana Valle del Azufre . Durante el invierno y la primavera, cuando los recursos terrestres es-
caseaban, los recursos marinos de la costa del Golfo, principalmente mo-
María de la Luz Gutiérrez y Justin R. Hyland Com pl e iidad soc ial y s imboli s m o pr e h is t ó ri co
Figura 1O. Cañón de Santa Teresa.
VERTIENTE ORIENTAL
arroyo de San Pablo .
SIERRA
En e st a parte del litoral no existen concheros, lo cual contrasta significativamente con el
2
patrón observado en Bahía Concepción, hacia el sur, donde el tipo y tamaño de los con-
cheros parece ser indicio de la presencia de una población semipermanente en esta parte La frutación de la pitahaya dulce fue el hecho que marcó el inicio de la
de la costa. segunda fase del proceso económico dentro del ciclo de subsistencia
Maria de la Luz Gutiérrez y fu s tin R. Hyland Compleiidad soc ial y s imboli s mo prehistórico
dicionalmente reconocidos, como la arquitectura monum ental, siste- ASCHMANN, H.
mas de riego y guerra. 1959 The Central Desert of Baja California: Demography and Ecology.
Los esquemas evolucionistas, con el fin de definir e tapa s y grados de Ibero-Americana 42, University of California Press, Berkeley.
complejidad social y cultural, han desatado una gran polé mica en torno BARCO, M. D.
a cómo se pueden identificar los rasgos esenciales o inherentes a dicha 1973 Historia natural y crónica de la antigua California. Universidad
complejidad, especialmente en sociedades cazadoras recolectoras (véase Nacional Autónoma de México, México.
Cobb 1993). BOAS, FRANZ
Nosotros creemos que una gran preocupación por buscar cat egorías 1992 La mentalidad del hombre primitivo. Editorial Almagesto (Co-
fijas en cuanto a grados sociales es de utilidad limitada por su inevitable lección Mínima), Buenos Aires.
imprecisión y falta de aplicabilidad general. Tal preocupación tiende a CLAVIJERO, F. J.
cegarnos ante los esfuerzos históricos específicos qu e produj eron las for- 1970 Historia de la Antigua o Baja California. Editorial Porrúa, Mé-
maciones sociales, las cuales son el enfoque de nuestro cuestionamiento. xico.
El problema de catalogar una sociedad cazadora-recolectora prehistó- COBB, c. R.
rica como más o menos compleja, obviamente, gira en torno a los crite- 199 3 "Archaeological Approaches to the Political Economy of Non-
rios de la propia definición; sin embargo, creemos que tanto el conflicto Stratified Societies". En Archaeological Method and Theory, edi-
como la negociación del conflicto son un rasgo y un proceso fundamen- tado por M. B. Schiffer, pp. 43-100. vol. 5. University of Arizona
tales de la condición humana, los cuales se constituyen por y se mani- Press, Tucson.
fiestan en la cultura material. GUTIÉRREZ MARÍA DE LA Luz y BAUDELINA L. GARCÍA URANGA
En virtud de lo anterior, en vez de simplemente considerar a priori 1990 Análisis contextual de pintura rupestre: un caso de estudio en la
que la imaginería rupestre monumental involucra una complejidad so- Baja California. Tesis de licenciatura. ENAH, México.
cial emergente, nosotros hemos intentado identificar un contexto de GUTIÉRREZ MA. DE LA Luz y JusTIN R. HYLAND
producción más amplio que apoye la expectativa de que existió una di- 1994 "Arte rupestre de Baja California Sur". Arqueología Mexicana
~erenciación social en la cual la imaginería rupestre jugó un papel muy 2( 10):84-89, Instituto Nacional de Antropología e Historia, Mé-
importante. xico.
La escala pública, ubicación, altura de las pinturas y la información FURST, PETER T.
etnohistórica nos sugieren que hubo algunos individuos y/o institucio- 1992 Alucinógenos y cultura. Fondo de Cultura Económica (Colección
~es que manejaban los símbolos para crear reacciones específicas; en par- Popular), México.
ticular, los datos etnohistóricos presentan clara evidencia de que se con- KROEBER, A. L.
centraba mucho poder político en la institución del chamán o guama 1925 Handbook of California Indians. Bureau of American Ethnology
(Aschmann 1959¡ Barco 1970; Clavijero 1970). Bulletin 7 8.
Para concluir, seguimos evaluando los factores diacrónicos que pudie- LEWIS-WILLIAMS, J. D.
ron haber jugado un papel importante en este desarrollo rupestre, como 1982 "The Economic and Social Contexts of Southern San Rock Art".
la presión demográfica, el control de la distribución de materias como la Current Anthropology 23:429-450.
obsidiana del Valle del Azufre e incluso el control de la información y 1984 "The Empiricist Impasse in Southern African Rock Art Studies".
poder simbólico manifestado en 'ia imagi~ería misma, a través de los ele- The South African Archaeological Bulletin 39:58-66.
mentos que conforman el repertorio de los "grandes murales". MASSEY, WILLIAM C.
1949 "Tri bes and Languages of Baja California". Southwestern [ournal
REFERENCIAS of Anthropology 5(3 ):272-307 .
MASSEY, WILLIAM C.
ÁLVAREZ DE WILLIAMS, A. 1966 "Archaeology and Ethnohistory of Lower California". En Hand-
1983 "Cocopa". En Southwest, editado por A. Ortiz, pp . 99-112. Hand- book of Middle American Indians, editado por R. Wauchope, G.
book of North American Indians. vol. 10, W. Sturtevant, editor F. Ekholm y G. R. Willey, pp. 38-58. vol. 4. University of Texas
general. Smithsonian Institution Press, Washington. Press, Austin.
Marí a d e la Luz Guti é rr e z y fu s tin R H y land Compl e iid a d soc ial y simb o li s m o pr e hi s t ó ri co
j
MoNTÚFAR L., AURORA LAS PINTURAS RUPESTRES
1994 Estudios palinoecológicos en Baja California Sur y s u posible re- DE POTRERO DE CHÁIDEZ, DURANGO
lación con los grupos cazadores-recolectores d e la región. e C A-
INAH (Colección Científica 277), México. Marta Forcano i Aparicio
MORATTO, M . J. Facultad de Filosofía y Letras, U N AM
Figura 2 - Planta topográfica del abrigo de Potrero de Cháidez. Las pinturas se ubican en la cavidad
central del abrigo ocupando una superficie de 12 m de longitud por 3 m de altura máxima.
.
Figura 3. Perfil o sección La mayoría de los motivos presentes en el sitio son de carácter abs-
del abrigo de Potrero de
Cháidez. La planta y el tracto: rectilíneos (líneas rectas, líneas en zigzag, trazos) y curvilíneos (lí-
perfil han sido neas onduladas, círculos y secuencias de círculos), además hay un grupo
realizados en de soliformes, algunas manchas y algún motivo compuesto. A excepción
colaboración con
Angélica Pacheco, de cuatro motivos anaranjados, éstos se presentan en color rojo o negro o
pasante en arqueolog ía la combinación de ambos.
de la ENAH . Para una mejor descripción del conjunto, hemos optado por dividirlo
en dos grandes partes o sectores: la parte superior y la parte inferior de la
línea base.
.
o
o wO
\ o
.,.
\
i
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Figu·ra 4. Conjunto que ha sido aprovechada para elaborar un motivo compuesto por elem en- La mayoría de los motivos lineales poseen en su extremo superior un Figura s.-Conjunto
pictórico de Potrero
tos rectilíneos y curvilíneos. A lo largo de su v értice, discurre una línea círculo rojo que aparece unido o a varios centímetros de separación de las pictórico de Potrero
de Cháidez .
de Cháidez en el
roja de la que parten, a ambos lados, y de manera prácticamente sim étri- líneas. que se indica la
ca, varias líneas onduladas y círculos alineados dispuestos horizontal- En la parte superior de este grupo se distinguen 5 motivos, un círculo numeración de los
diferentes motivos.
mente. En la parte inferior de la arista, por debajo de la doble línea, no rojo, el único motivo cruciforme que quizá podría corresponder a un este-
existe ningún elemento pintado. liforme, una secuencia de círculos y, por último, dos motivos soliformes.
· Inmediatamente a la derecha de la arista aparece un motivo com- La secuencia (motivo 49) se compone de ocho círculos rojos, dos de
puesto por una línea vertical de 40 cm que traspasa la línea base que po- los cuales han sido trazados alrededor de pequeños agujeros y solamente
see, a ambos lados y distribuidas de manera prácticamente sim étrica, dos uno de ellos aparece alrededor de una protuberancia rocosa. Estos círcu-
líneas onduladas verticales unidas en su extremo superior y algunos círcu- los miden aproximadamente 6 cm de diámetro.
los (motivo 17). Los dos moti vos soliformes (motivos 64 y 6 5) están integrados por sie-
. Entre este motivo y el primer gran grupo de líneas rectas y onduladas te Y ocho círculos concéntricos, alternativamente negro y rojo, y poseen
ubi~ado en el centro del conjunto, se distinguen los siguientes motivos : en su parte superior tres trazos negros a modo de rayos solares. Ambos
vanas manchas, algunos círculos, un romboide de cuyos vértices parten miden, aproximadamente, 25 cm de diámetro.
dos trazos verticales, un grupo de 5 trazos paralelos dispuestos diagonal- A la derecha del grupo de motivos lineales y directamente apoyado
mente Y dos líneas rectas verticales una de ellas atravesada por tres lí- sobre la línea base se observa otro motivo soliforme (motivo 8 r ). El cuer-
'
neas onduladas. Aquí se destaca la presencia de dos manchas Y un círculo po circular del motivo ha sido pintado en rojo y hay intercalados a su al-
anaranjados que, junto con otra mancha situada en la parte inferior del rededor r 3 trazos verticales en negro y rojo.
conjunto, constituyen los cuatro únicos motivos con dicha coloración. Por encima de este dibujo y a la derecha, observamos otro grupo de
En la parte central del sector aparece un nuevo ritmo compositivo motivos lineales: se trata de un grupo de diez líneas en zigzag de color ro-
que resulta de un cambio en la morfología y la disposición de los moti- jo, paralelas y dispuestas verticalmente a pocos centímetros de la línea
v~s. Se trata de un grupo de motivos lineales -líneas rectas Y onduladas base. La primera y las tres últimas líneas son de menor tamaño, entre los
(aisladas, dobles y triples), líneas en trazos discontinuos- que se dispo- 60 Y los 7 5 cm, mientras que las seis centrales miden 125 cm de longitud.
nen verticalmente sobre la doble línea horizontal y se combinan con En la parte inferior y entre estas líneas aparecen algunos trazos rojos
círculos aislados y secuencias de círculos. Existe asimismo una alternan- verticales y un motivo en forma de U invertida en negro que se apoya en
cia ~vidente entre los colores rojo y negro, visible sobre todo en las dobles la línea base, cuyo interior ha sido pintado en rojo.
Y ~nples líneas en l~s que se da la combinación rojo-negro o rojo-negro- Desde este grupo de líneas en zigzag hasta el extremo derecho del
ro¡o . sector se observan los siguientes motivos: manchas ro)izas muy mal con-
~t:: "'"'
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t::
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..... t:; o~
.....
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"'
Línea 2 2 - 4 19 ,44, 5 6, 7 5 4 3.8 Línea ondulada 4 l 3 37,43,58,59 4 3.8
Línea con círculo en Doble línea ondulada
su extremo superior l l - - - 2 - 47,76 2 I.9 con círculo en su
Línea con diferentes extremo superior - - 2 - - - 2 - 2 1.9
elementos adosados 2 - l l 3,28 2 I.9 Triple línea ondulada
Línea discontinua 2 l - 3 70,72,74 3 2.8 con círculo en su
Línea en zigzag lO 10 80, 8 2, 83 ,85, 86, 10 9-4 extremo superior 3 3 52,54,95 3 2.8
87,88,91,92,9 3 Grupo de líneas onduladas
Triple línea - - 3 - - 3 48,53,69 3 2.8 horizontales r - l - l 0.9)
Manchas
Rectilíneos
Existen ocho manchas en todo el conjunto, tres de ellas son anaranjad~s.
En esta categoría se incluyen líneas rectas aisladas, dobles, triples y dis-
Creemos que estas manchas fueron realizadas en un momento postenor
continuas, líneas con otros elementos adosados o en zigzag, trazos y gru-
pos de trazos y otros motivos de escasa representatividad como un cruci- al resto de los motivos por su poca representatividad, por su diferencia en
forme, en forma de U invertida, un triángulo inconcluso y romboides. la coloración y por su ubicación poco concordante dentro de la organiza-
ción global. El resto de manchas son de color rojo.
Con 3 8 motivos, éstas representan 3 5.8 por ciento del total. Aparecen 28
motivos en rojo, 4 en negro y 6 de ellos combinan ambos colores.
COMENTARIO Y CONSIDERACIONES FINALES
El motivo rectilíneo que predomina es la línea. Cuando es recta aisla-
da aparece en color negro, las triples líneas se combinan en negro y rojo,
El estudio del arte rupestre puede iluminar sobre algunos aspectos del
las que tienen forma de zigzag son rojas y las discontinuas aparecen en
rojo o negro. comportamiento mental de los grupos culturales que lo realizara~- 1_ª
"lectura II de las imágenes quizá nos ofrezca información acerca de tecn~ -
Soliformes cas artísticas (útiles de ejecución, colorantes) y de los aspectos de~~ rea\
zación pictórica (iconografía, concepción del espacio y expreswn_ ~e
tiempoL además de información relacionada con las actividades religio-
Existe un pequeño grupo de soliformes que son los únicos motivos natu -
sas y la organización social del grupo. _
ralistas del conjunto. Tres de ellos se combinan en rojo y negro, mientras
La interpretación de las imágenes es prácticamente imposible, _P~r 1~
que los cuatro restantes son rojos y se encuentran deteriorados. Sus di -
que no b uscamos su sigm . .f.ica d o preciso,
. .
smo e1 " es queleto ideologico
_
mensiones oscilan entre los 20 y los 30 cm de diámetro y aparecen distri- . "b . , mism. a de los mouvos.
presente en la representación y en 1a distn uc10n
buidos indistintamente por encima y por debajo de la doble línea hori-
En palabras de Leroi-Gourhan (1984, p. 160):
zontal. Sólo uno de ellos se localiza apoyado sobre ésta.
.
Efectivamente, .
el arte panetal, por sus re 1ac10nes
. con un s aporte inamovible,
,
Motivos compuestos st
semeja un texto: si ha sido dada una significación a las obras que e an pre-
.
sentes, debe quedar, por la misma d1spos1c10n - -, de 1as f"1guras, "un esqueleto
_
En esta categoría hemos incluido aquellos dibujos que presentaban una ideológico". [... ] Sean cuales fueran los móviles que han determinado la eie-
combinación de elementos curvilíneos y rectilíneos. Se trata de la doble cución de las obras gráficas, ellas constituyen mensajes cuya nitidez no es la
~~ t,
no mencionan la producción de arte rupestre (González, 1993). Este he-
cho nos limita para progresar en posibles explicaciones basadas en las
analogías etnográficas. [) (,
~
A pesar de ello y a partir del estudio preliminar del material arqueo-
lógico obtenido en las primeras excavaciones realizadas en Potrero de
Cháidez, la maestra María de los Dolores Soto confirma la presencia de
grupos cazadores-recolectores que utilizaron el sitio como centro cere-
monial por el carácter no habitacional del mismo.
Tal como señala la maestra Soto (r 99 5), se trata de un sitio acerámico
,_
~ ffi ~f ll
Figura 6. Grabados
en el que han aparecido algunas puntas de proyectil, abundantes perfora- mes, motivos en forma de "reja" o reticulados, motivos tipo sierra, líneas rupestres del sitio de
dores, buriles, pulidores de pequeño tamaño, así como fragmentos de las- en zigzag, entre otros, distribuidos de forma irregular sobre el panel La Candela, en el valle
del río Tepehuanes .
cas Y navajas; además se encontró una gran cantidad de "mosaicos", lo rocoso.
que confirmaría el carácter ritual del sitio: Este sitio de Potrero de Cháidez comparte semejanzas iconográficas
con esta tradición aunque posee una serie de características que lo hacen
Pero lo que me parece más importante es la interpretación preliminar del particularmente único, si lo comparamos, además, con el arte rupestre de
material que surgió durante la excavación de que la actividad o una de las ac- la sierra y de los valles durangueños más próximos a él.
tividades más relevantes que se realizaba en el abrigo, fue la manufactura de ¿Cómo es la estructuración espacial en los sitios con arte rupestre de
mosaicos de rocas de grano fino de distintos colores y tonalidades 1- .. J enton- la zona serrana y de la zona de los valles de Durango? Para los sitios loca-
ces los grupos de cazadores recolectores de distintos lugares de la sierra, y lizados en la zona de los valles, que se relacionan con pueblos agriculto-
quizá también de las cañadas y los valles, acuden a este sitio en temporadas res, los motivos predominantes son los zoomorfos -venados, cánidos-,
relativamente breves a realizar una visita a un espacio sagrado, regresando antropomorfos esquemáticos y una serie de motivos geométricos quepa-
después a sus actividades cotidianas de caza y recolección (Soto, pp. 12-13). recen ser una constante para esta zona e incluso para algunos de los sitios
serranos.
El carácter ritual del abrigo viene determinado también por la presencia, Se trata de "cuadriláteros" o motivos "encuadrados" con diferentes
en su extremo noreste, de dos perforaciones hechas intencionalmente, elementos en su interior, que pueden aparecer aislados o bien asoci~~os
que se sitúan en el piso y en un pequeño espacio remetido de unos 4 m de con el resto de los motivos zoomorfos y antropomorfos. Para estos sitios
largo por 2 m de profundidad. hemos observado una estructuración espacial en la que los motivos apa-
Las dimensiones de dichas perforaciones son muy similares: unos I 6 recen más o menos independientes o aislados, o bien formando conjuntos
cm de diámetro por 20 cm de profundidad. Desconocemos su significado, en los que se agrupan pero sin mostrar una conexión específica entre
pero posiblemente tuvieron que ver con alguna ceremonia relacionada con ellos.
el agua. Así, por ejemplo, en los sitios de El Alamillo o La Candela (véanse.fi-
A nivel iconográfico, los motivos abstractos se asocian, generalmen- guras 6, 7 y 8) situados en el valle del Tepehuanes, los cuadriláteros 0
te, con grupos nómadas de cazadores-recolectores I tanto en la zona árida motivos encuadrados aparecen en pequeños conjuntos aislados que se
del Norte de México como en el suroeste de Estados Unidos. distribuyen a lo largo de un cañón o bien en grandes paneles rocosos que
Según Schaafsma (1980) existe en el suroeste de Estados Unidos una sobresalen en el paisaje, siendo quizá más significativa su ubicaci_ó n geo-
tradición de arte rupestre abstracta asociada con grupos de cazadores-re- gráfica determinada que la relación específica que pudiera existir entre
colectores que habitaron esa zona. los motivos de un mismo conjunto.
Los motivos pertenecientes a este "estilo abstracto" son composicio- Para los sitios con pinturas rupestres de la parte alta de la sierra ~a-
nes de elementos curvilíneos o rectilíneos o la combinación de ambos dre Occidental, localizados hasta ahora, existe un predominio d~ motivos
grupos de círculos, círculos concéntricos , columnas de puntos / ramifor- zoomorfos y antropomorfos esquemáticos asociados con motivos abs-
505
504 Marta Forcano i Aparicio La s pinturas rup e str es de Potr e ro de Cháid ez
Figura 7. Grabados tractos, básicamente grupos de puntos y de pequeños trazos. En estos si-
rupestres del sitio
tios, los motivos se distribuyen de manera dispersa, sin mostrar una rela-
de El Alamillo,
en el valle del río ción aparente entre ellos. .-A~
Tepehuanes . En el sitio de Piedra de Amolar 1 (PAM-1), ubicado en la Mesa de Tla-
huitoles, observamos una serie de motivos abstractos constituidos bási-
camente por secuencias de trazos verticales, líneas horizontales y man-
chas de coloración roja, todos ellos distribuidos a lo largo del abrigo y en
mal estado de conservación. Aparecen también motivos esquemáticos de Figura 8. Grabados
carácter zoomorfo y antropomorfo, así como un pequeño grupo de moti- rupestres del sitio
vos grabados, que podrían pertenecer a diferentes momentos de ocupa- de La Candela, en el
. t, 1 ::=1 valle del
ción del sitio y, por lo tanto, a diferentes grupos culturales. o AO ~ '""· río Tepehuanes .
La presencia de estas secuencias de trazos -algunas veces finos y
otras veces más gruesos, posiblemente digitaciones- y de líneas creando
unos ritmos particulares, así como la presencia de una serie de hoyos y de zona, tanto de recorrido como de excavación, esperamos resolver algunas
unas superficies pulidas del tamaño de las manos ubicados en la parte in- de los interrogantes planteados, así como poder situar las pinturas ni:pes-
.
tres de Potrero de Cháidez en un honzonte cultural y cronol ogico
' · precisos.
ferior y en el piso del abrigo, nos permite hablar de un sitio en el que tal
vez el gesto ritual tuvo más importancia que la representación particular
de los motivos. BIBLIOGRAFÍA
Las pinturas de Potrero de Cháidez presentan, a diferencia de los de-
más sitios con arte rupestre de la zona, una composición organizada en la GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, LUIS · 11
que el equilibrio parece tener más importancia, junto con la coherencia 1993 "Destrucción de idolatrías entre los acaxées de Durango 11600 ) '
. · de Inves-
global del conjunto, que la representación específica de cada uno de los El noroeste novohispano en la época colonial, Instituto
motivos. tigaciones Antropológicas, UNAM, México, pp. 75-194.
, ,, El Noroeste
Esta "unidad compositiva", ¿es el resultado de una actividad realiza- 1993 "La etnografía acaxée de Hernando d e Santaren , en .
da en un solo momento?, ¿se trata de un estilo local que se desarrolló en novohispano en la época colonial, Instituto de InvestigacIOnes
un espacio y en un periodo de tiempo limitados? O bien, si lo que se re- Antropológicas, UNAM, México, pp. 135-174.
gistró en Potrero de Cháidez hace referencia al tiempo, es decir, al regis- HERs, MARIE-ARETI d 1 Jnsti-
tro de ciclos o periodos, ¿podría concebirse la ejecución del conjunto en 1991 "Chicomoztoc o el Noroeste mesoamericano", Anales e
, . o PP r-22.
diferentes momentos -días, meses o años- e incluso por varias genera- tuto de Investigaciones Estéticas, 62, UNAM, M e:iuc , · .
ciones que fueron completando el mensaje plasmado en la pared del r 99 3 "Investigaciones arqueológicas en Hervideros, Durango: p~ime-
abrigo ? ros avances" Transición vol. 13, Instituto de InvestigacIOnes
4-!2 .
Históricas-Universidad Juárez del Estado de Durango, P?·
I ,
Éstas son cuestiones que no podemos responder con los datos dispo-
, · 11 1 · da Manzarulla Y Leo-
r 994 "La zona noroccidenta1 en e1 c1as1co , en m
nibles hasta ahora. A partir de los próximos trabajos arqueológicos en la
Christine Niederberger
CEMCA
511
Goethe, Schiller o el rey de Prusia, Federico Guillermo III, quien, entre
paréntesis, le suplicaba pasase más tiempo en Berlín o en Postdam.
Maximiliano, influido por Humboldt, del que más tarde se volvió
amigo, y digno hijo del siglo de la Ilustración -con una sed nunca saciada
de conocimientos-, primero se apasionó por las ciencias naturales y rea-
lizó exploraciones en Brasil de r 8 r 5 a r 8 r 7. Tenía una mente meticulosa
y crítica y a la vez una perspectiva de observación abierta y humanista.
Pero todo esto no tendría especial interés para nuestro tema, los terri-
torios indios de las planicies de Norteamérica, si el príncipe de Wied, ya
de 60 años de edad, no hubiera decidido organizar una expedición al oeste
Figura 1. Charles
del río Mississippi, decisión que constituye un verdadero milagro del des-
Bodmer. Llegada de
tino para la sobrevivencia en nuestra memoria de una de las más comple- Maximiliano de Wied,
fas e imponentes culturas de América, antes de su trágica desaparición o Charles Bodmer
y Dreidoppel a Fort
dé su novelesca o fanática deformación en la historia oficial del siglo xx. Clark.
Milagro, en efecto, puesto que unos años antes de la llegada de Maxi- Joslyn Art Museum,
miliano a San Luis, Missouri, en 1833, y antes de las primeras entradas Omaha, Nebraska.
río" y "banda del fusil"; esta última era el grupo más joven. La danza ri-
tual femenina del maíz en la primavera que se ofrecía a la "vieja-señora-
·que-nunca-muere" era de gran importancia. Se preparaban ofrendas al
;. • contemplar en el cielo el regreso de los gansos y los patos silvestres. Se
·consideraba que la luna mandaba las semillas con las aves acuáticas. De
, .: hecñ,o, en la simbología mandan, los gansos eran el maíz, los cisnes la ca-
labaza y los patos el frijol. Figura 6. Charles Bodmer. Mande-Pachu (Pico
de Águila), guerrero mandan. Joslyn Art Museum,
Entre las ceremonias petitorias más impresionantes de los mandanes Omaha, Nebraska.
figura la ceremonia ritual de penitencia del "okippe" con autosacrificios
Figura 7. Charles
Y torturas voluntarias ofrecidas a los espíritus y al sol, realizadas por los Bodmer. Mato-Topé
más valientes guerreros que se colgaban de las vigas de la casa de ceremo- caba la toma de prisioneros. Maximiliano lo describió como un hombre (Cuatro Osos)
nia, con lazos que atravesaban la carne del torso hasta que las heridas se eminente, de carácter noble y distinguido. Su valentía se mostró particu- con su vestimenta
larmente en una célebre batalla contra este enemigo cheyenne, durante de ceremonia .
r~mpieran . La ceremonia, de complejo protocolo, con ayunos, ofrendas, Joslyn Art Museum,
pmturas corporales específicas, representaciones y danzas de carácter la cual Mato-Topé agarró la navaja del cuchillo del adversario a mano Omaha, Nebraska.
cosmogónico, duraba varios días. desnuda para evitar ser acuchillado y lo mató con su tomahowk en la
~ada ceremonia se acompañaba de danzas y música con tambores, otra mano. Bodmer le prestó sus pinceles para que inmortalizara esta es-
sona¡as Y flautas. Bodmer retrató a Mande-Pachu (Pico de Águila), guerre- cena, lo que hizo con particular habilidad. Mato-Topé ofreció a Maximi-
ro _mandan de gran tamaño, con su flauta, con la cual ejecutó para Maxi- liano su abrigo de piel de bisonte con esta representación que ah.ora está
mihano
. una "t1·erna" m e1o d'ia, segun
, 1os prop10s
· termmos
, · d e1 d.iano
· (vea-
, en el Linden Museum de Stuttgart. Maw-Topé era también músico y poe-
se figura 6). ta, autor de las más estremecedoras palabras de desesperación y de furia
Un héroe de la nación mandan era Mato-Topé o Cuatro Oso. Bodmer frente a la muerte que un noble guerrero haya podido expresar; años des-
lo retrató ~o_n sus pinturas corporales y plumas de guerrero, mensajes vi- pués, el 30 de julio de 1837, murió de viruela. Mato-Topé habfa visto des-
suales codificados de sus hazañas. El cuchillo rojo en el penacho repre- aparecer a toda su familia y, de los r 600 mandanes de la región, ni roo
sentaba la muerte de un enemigo cheyenne, la mano sobre el torso indi- sobrevivirían a este drama.
520 Chri s tin e Ni ede rb e r ge r El príncipe de Wied en el valle del Missouri 521
4
ENCUENTROS y DESENCUENTROS
CONCHAS Y CARACOLES. RELACIONES ENTRE NÓMADAS
Y SEDENTARIOS EN EL NOROESTE DE MÉXICO
ENFOQUE TEÓRICO
1
Como denominó Charles Di Peso al espacio geográfico correspondiente al norte de Méxi-
co y al actual suroeste de los Estados Unidos, y ha sido retomado por Beatriz Braniff en sus
trabajos sobre esta área. Braniff, La front era protohistórica pima-ópata, 1992.
sario considerar un sistema mayor de relaciones que nos pueda explicar distribución se han utilizado para explicar la relación de intercamhio en-
realmente lo ocurrido. Esta observación ha conducido a muchos investi- tre la Gran Chichimeca y Mesoamérica, para elementos claves como la
gadores a aplicar los postulados de la teoría de los sistemas mundiales turquesa (Weigand 1982) o los cascabeles de cobre !Vargas 1994).
IWallerstein 1974 1978, 1980) en el estudio de los eventos prehispánicos Los modelos de sistemas mundiales y de política de interacción no
IBraniff 1992, 1993; Plog et al. 1982; Whitecotten y Pailes 1986; Weigand son realmente enfoques teóricos contrapuestos, sino más bien argumen-
1982). Otros investigadores han utilizado un modelo alternativo basado tos para un análisis a diferentes escalas IMcGuire y Villalpando 1994). El
en el concepto de "política de interacción" {peer polity interaction) enfoque teórico que ha guiado las recientes investigaciones arqueológicas
(Minnis 1989; Renfrew 1977). en Sonora se basa en un análisis de lo ocurrido en tiempos prehispánicos
La aplicación de la teoría mundial de sistemas se ha utilizado como a diferentes y múltiples escalas. Pretende respGnder a interrogantes sobre
un intento de solucionar estas discusiones, argumentando que el suroeste cómo es que las relaciones e interacciones a diferentes escalas convergen
de Estados Uni:dos en tiempos prehispánicos era una de las periferias del en casos específicos, creando los patrones que se observan en el registro
núcleo central mesoamericano dentro de una economía mundial. Estos arqueológico. Partiendo del postulado de que, depeFldiendo de la escala de
investigadores proponen que el núcleo o núcleos mesoamericanos fueron nuestro análisis, el conjunto de relaciones que se oh,serva es diferente, el
los iniciadores de la explotación de las materias primas que requerían, es- patrón que estas relaciones tienen entre sí no podrá ser apreciado en una
tableciendo la dependencia de los grupos norteños de productos y relacio- escala diferente si lo que tenemos es un diferente patrón de disparidad.
nes mesoamericanas IWhitecotten y Pailes 1986; Weigand 1982). Considerando que los grupos sociales actúan en un mundo de escalas di-
Sin embargo, el dilema actual en los argumentos de la consideración ferentes, es concebible que la posición de un grupo frente a otro cambiará
de esta área como una periferia de la economía mundial mesoamericana conforme cambie su escala de referencia.
es la falta de consenso de los criterios de evaluación.McGuire11986) fun- Dentro del Proyecto Arque9lógico Cerro de Trincheras consideramos
damenta su crítica a la aplicación de este modelo, en el sentido de que que el enfoque teórico más oportuno es el análisis de escalas múltiples,
enmascara importantes relaciones entre las periferias y niega la explica- cambiando alternativamente hacia una y otra escala para poder examinar
ción de sus propios desarrollos y el efecto sobre las áreas núcleos. Para la el mundo prehispánico como un producto complejo de la intersección de
explicación de estos fenómenos prefiere una aproximación teórica me- diferentes escalas y procesos, interregionales, regionales o intrarregiona-
diante la combinación de conceptos como economía de bienes de presti- les y locales IMcGuire y Villalpando, op. cit. ). Hemos propuesto que no
gio y modo de producción. se pueden explicar los cambios en la escala mayor de los patrones de dis-
Estos conceptos también han sido usados en las recientes discusiones tribución, por ejemplo de los productos exóticos (turquesa, aves, cobre,
sobre las interacciones de los intercambios a larga distancia INelson 1986, concha) a menos que podamos entender las relaciones de dependencia
1991; Mathien 1986). La esfera del intercambio de bienes de prestigio in- que existieron entre las sociedades de escala amplia y los sistemas pro-
cluye productos de estatus restringido que sólo son intercambiados entre ductivos locales.
las élites (Nelson 1986). En el caso de las élites en desarrollo de los sitios Cuando los elementos de intercambio interregional se dan entre co-
del Noroeste, los productos intercambiados los podían haber hecho llegar munidades vecinas, cada una de ellas conserva parte de los productos, in-
ª individuos particulares con cierta posición dentro de tales sitios; el re- tercambiando la que les resta con otras comunidades vecinas a mayor
sultado era una mayor diferenciación social dentro del grupo por el con- distancia del punto de origen. Este proceso es repetitivo y con cada inter-
trol Y distribución restringida de bienes de prestigio, que les haría ganar cambio sucesivo, una menor cantidad de elementos pasa a la comunidad
mayor poder frente a la comunidad y que en relación con individuos par- siguiente. Este intercambio interregional puede tener como resultado el
ticulares de otras comunidades, ayudaría a cimentar lealtades y obliga- movimiento de elementos sobre distancias considerables y es una alter-
ciones . Cuando esto ocurría, la distribución de dichos bienes se indicaría nativa extrema al intercambio de larga distancia entre grupos separados
por un patrón nodal entre los sitios. La distribución intra-sitio de los por amplios espacios geográficos.
bienes de prestigio debería entonces exhibir un contexto restringido y El estudio de las relaciones entre grupos agricultores y cazadores re-
concentrado. Por otro lado, si lo que encontramos es una distribución in- colectores ha cobrado gran interés en tiempos recientes para ei extremo
trá-sitio dispersa, esto hablaría de un acceso igualitario a tales bienes, e oriental del suroeste de los Estados Unidos (Spielman 1983, 1991). No ha
implicaría la ausencia de un control real de las élites sobre su distribu- sucedido lo mismo respecto de los grupos costeros, aunque se han citado
ción (Vargas 1994). Los modelos de acceso diferenciado y de control de la de paso las evidencias de tales interacciones (Villalpand(') 1988, 1989). En
PROBLEMÁTICA
100 300
Nuestra investigación en el noroeste del actual estado de Sonora tiene Equidistuda IIDlnl <mTU de nin15 metras
Mapa 7 cutaanfla compubrizada por
como meta contribuir a la mejor comprensión del periodo prehispánico GE~MAP, Im:. Tacsoo, Arillma. 1992.
2
Cuyo espacio geográfico comprende, por el norte, desde aproximadamente la frontera ac-
tual con Arizona hasta Punta Tepoca como límite sur, y desde el Golfo de California por
el oeste, hasta el río San Miguel. Quedan dentro de este espacio las cuencas fluviales del
Asunción, Madgalena, Concepción y Altar.
3
Figura 1. Cerro de Trincheras, Sonora.
Con un mapa preliminar sobre fotografía aérea a una escala 1:20 amplificada, reconoci-
mos sistemáticamente la superficie del sitio para obtener una cartografía detallada que
nos permitió postular conceptos sobre la naturaleza de las actividaqes en el sitio, la cro-
nología de ocupación y el lugar del mismo dentro de un sistema mayor regional e interre-
gional.
metros
ra, se ha propuesto que podría haber sido una cancha de juego de pelota o
un área para la realización de eventos de carácter comunitario, por su lo-
calización en la base de la ladera norte del cerro y por estar rodeado ha-
cia el sur, este y sureste por los cientos de terrazas de la cara frontal del
sitio, lo cual crea el efecto de un anfiteatro. Ciertamente, es un espacio
público en el que toda la comunidad puede presenciar las actividades ahí
hechas.
El Elemento 9 es conocido como "El Caracol" (véase figura 3). Tiene
una ubicación prominente en la cresta del cerro, en la parte central de
una gran plaza rodeada por una diversidad de terrazas y estructuras circu-
lares. Los muros de esta estructura forman una espiral que parece la con-
cha de un gasterópodo cortada a la mitad. Se encontraron muy pocos ma-
teriales arqueológicos en las inmediaciones y ninguna evidencia de fuego.
Su ubicación, forma y la gran calidad de la construcción nos sugieren un
uso especial, probablemente de carácter ritual. Como el acceso a esta par-
--'?
l. Caliche
te del sitio se vuelve difícil casi desde el último tercio de la ladera norte,
es muy posible que las ceremonias que se realizaran en esta plaza de la
Q Roca
cima fueran de carácter restringido para sólo algunos miembros de la so-
ciedad, iniciados, o pertenecientes a un grupo dominante.
En Cerro de Trincheras hemos excavado y recolectado una gran can-
tidad de materiales arqueológicos, principalmente cerámica monocroma,
lascas trabajadas, metates, manos, restos de fauna y concha. Figura 2. Cerro de Trincheras. "La Cancha" (modificado de McGuire y Villalpando 1994).
530 M11ría Eli s a Vil l11J p1111do Concha s )' c 11r11 co l e s 531
(700-II50 d. C.), 4 Altar (rr50-r300 d. C.j,s El Realito (r300-r450 d. C.),6
Santa Teresa (r450-r690 d. C.),7 Oquitoa (r690-r840 d. C.) 8 y Tohono
O'Odham (r840-r920 d. C.).9
o
----
--- 2 3
metros
Las fases Altar y Realito son especialmente relevantes para muestro
estudio del Cerro de Trincheras, pues aunque Bowen (n. d.) sugirió que
fue hasta II50 d. C. (Fase 3 de Bowen, Fase Altar) que empezó la produc-
ción de ornamentos en concha y las cerámicas decoradas, aclemás de la
interacción con los grupos de la tradición Hohokam, los datos del valle
de Altar nos permiten proponer que esto sucedió desde la Fase Atil (apro-
ximadamente en el 700 d. C.), mientras que los cerros de trincheras em-
pezaron a construirse desde la Fase Altar. Los fechamientos de C 14 obte-
nidos de las excavaciones recientes de Cerro de Trincheras nos indican
4
Correspondiente con la Fase 2 de Bowen (n. d.), puede ser un poco más tardía de lo que
Bowen sugiere, con una fecha de inicio alrededor del 700 d. C., siendo aún muy especula-
tiva su fecha terminal. Los sitios parecen ser idénticos a los sitios Cochise, excepto que
en ellos aparece cerámica asociada. La localización de estos sitios a lo largo del río Altar
Y el conjunto de materiales asociados sugiere que sus ocupantes practicaban ya la agri-
cultura. .
5 Corresponde con la Fase 3 de Bowen (ibid., 800-1300 d. C.), pero dentro de una cronolo-
gía entre el 800 y el 1000 o 1500 d. C., usando tabulaciones cruzadas con el SUI de Arizo-
na. Está marcada por la presencia de cerámicas decoradas con hematita especular (Trinche-
ras Púrpura-Rojo y Café, Altar Policroma y Nogales Policroma) y el inicio de asentamientos
en las laderas de algunos cerros. Las investigaciones de Braniff en el río San Miguel encuen-
tran cerámica Trincheras PúrpUia-Rojo asociada con fechas de radiocarbón para el siglo
xvr, lo que puede sugerir que fuera del áiea Trincheras, estos tipos continuaron en uso
hasta el tiempo de la dominación colonial.
6
Semeja el conjunto de materiales del Periodo Clásico del sur de Arizona, y se ubica den-
tro de lo que Bowen (ibid.) describió como Fase 4. La transición está marcada por la
sustitución de la técnica de elaboración de la cerámica lisa por enrollado y raspado
a la técnica de paleteado, representado por los tipos Trincheras Lisa Tardía y Lisa Roja.
Las cerámicas intrusivas permiten situar esta fase en los .siglos x1v y xv, aunque perma-
nece el problema señalado por Braniff (op. cit.)
7
3 Define el conjunto de materiales protohistóricos que incluyen la cerámica Whetstone Li-
Figura · Cerro de Trincheras. "El Caracol" (modificado de McGuire y Villalpando 1994).
sa, cierto tipo de puntas de proyectil y cimientos cuadrangulares de piedras que eviden-
cian la presencia de casas de ramas, que han sido asociados con el patrón de ocupación
O'Odham del sur de Arizona y norte de Sonora en el momento de la penetración europea.
~oración d_e ornamentos en concha; tanto la producción de éstos como el Las fechas propuestas para esta fase quedan comprendidas entre el 1450 y 1690 d. C.
8
mtercambw parecen haber sido característicos de la tradición Trinche- Corresponde al periodo de reducción de las comunidades indígenas de pimas. Los grupos
ras, desd~ su surgimiento hasta el periodo prehispánico tardío, cuando las Sopa O'Odham nativos fueron remplazados por Tohono O'Odharn, que los españoles tra-
redes de mtercambio se extendieron a través de todo el Noroeste (Braniff jeron del desierto hacia el norte y oeste del valle de Altar; al final de esta fase, un gran
número de españoles se había asentado en el valle y se diseminó la población nativa. El
I993; McGuire Y Howard r987; McGuire y Villalpando r993- Villalpando marcador cerámico de esta fase es el tipo Oquitoa Lisa y Oquitoa Rojo-Café.
r988). ' 9 Esta fa~e comprende desde el colapso de las misiones y su secularización alrededor de
Para la asignación cronológica de los materiales arqueológicos pre- 1840 hasta las primeras décadas de este siglo, cuando la población de Tohono O'Odham
sente s en e1 s1t10,
· · segmmos
· la secuencia temporal establecida para el va- fu e desplazada por completo del valle de Altar. El complejo de materiales arqueol?gicos
comprende cerámica Pápago Roja y Pápago Lisa, montículos ovalados bajos de adobe,
lle de Altar (McGuire y Villalpando 1993), que comprende seis fases: Atil
instrumentos laqueados en vidrio y recipientes de lata.
Figura 5 .
Pendientes en cara- bajo (Pailes 1972:319-322) y por Álvarez Palma para Huatabampo en la
coles pequeños de planicie costera del sur del estado, con fechamientos más bien correspon-
los géneros Tere-
bra, Olive/la, dientes al periodo Viejo (Álvarez 1990; Álvarez y Cassiano 19 89). La cos-
Columbella, ta sonorense del Golfo de California, en los alrededores de Guaymas es
Nassarius, Thais .
ciertamente muy rica en vestigios de conchas y caracoles como desechos
de alimentación, pero no encontramos ningún indicador de que ésta fue-
ra la fuente de aprovisionamiento de materias primas para los grupos Ca-
~as Grandes, como Di Peso aseguró (ibid. :401 ). El modelo de intercambio las valvas (Bowen 1976:65, 115, Robles 1973:4-8). Aunque no difieren no-
Figura 6 . Proceso
de elaboración de ª larga distancia no resulta aquí el más adecuado, por lo que debemos tablemente de los campamentos estacionales costeros, todos han sido <des-
ornamentos en volver los ojos a los intercambios interregionales entre grupos vecinos. critos como talleres de manufactura de brazaletes Trincheras (Son:J:6:1;
Conus .
Son:J:6:6; Son:J:13:9; Son:N:6:1; Son:N:6:6, Son:R:1:7; Son:R:1:12). Algunos
LOS NÓMADAS de ellos se localizan sobre dunas en las márgenes de antiguos -esteros. Tan
sólo en el sitio Gignac (Son:J:13:9) se recolectaron, en la década de los se-
Las referencias históricas de los grupos costeros indican que el uso de tenta, 825 tapas y 531 fragmentos de brazaletes (Robles 197-3). En un re-
conchas Y caracoles como elementos de decoración se encontraba bastan- corrido reciente, pudimos aún observar en superficie bastantes fragmen-
te difundido. Adam Gilg anotó para 1692 que entre los seris "del cuello tos de brazaletes y tapas, además de cerámica Trincheras y Tiburón Lisa.
cuelga una concha redonda hermosamente pulida, junto con toda clase Es interesante que en este sitio no sólo se encuentren conchas de especies
de semillas, frutos, cuentas y otra clase de cosas sin valor" (Di Peso y utilizadas para la fabricación de ornamentos, sino varias de las especies uti-
fª_tson 1965:53-54). Bowen (1976:24, 31, 87) reporta el hallazgo arqueo- lizadas en la alimentación.
~gico de un collar compuesto por 6 300 cuentas perforadas en forma de Todos estos "talleres de brazaletes" de la planicie costera y los del
disco ' de unos c·inco mi·1,imetros d e d., · do con un entierro
iametro asocia . drenaje del arroyo Bacoachi contienen además de la .cerámica decorad~ ca-
:e adulto cerca de Desemboque. Otros orna~entos han sido recolecta- racterísticas de la tradición Trincheras, la cerámica tipo de los grupos nó-
os de superficie en el área de Tastiota y Bahía Kino (Holzkamper 1965; madas de la Costa Central (Tiburón Lisa), algunas veces cuentas de tur-
Dock st ader 1961) y otros más se encontraron también en asociación con quesa y fragmentos de figurillas en barro (Robles, op. cit.).
enterramientos en una cueva en las inmediaciones de San Carlos, Nuevo Todo parece indicar que en las primeras etapas de producción masiva
Guayrnas (Dixon 1985). . de ornamentos de concha los grupos de la tradición Trincheras entraron
Sin
. ne 1 ·
gar a importancia que las conchas y caracoles, como collares y en una relación directa con sus vecinos recolectores-pescadores, inter-
pe~di~nt~s, tuvieron para los nómadas de la Costa Central; los hallazgos cambiando las cerámicas decoradas Trincheras Púrpura-Rojo y Púrpura-
~as sign_ificativos dentro de las redes de intercambio interregional, es de- Café por valvas de Glycymeris para la preparación inicial de los brazaletes
cu, la evidencia de manufactura de brazaletes en Glycymeris, se ha locali- en esos sitios costeros. Esto debió suceder en el periodo correspondiente a
zad?ª pocos kilómetros al norte de Bahía Kino (Bowen 1969:316-317). Son la Fase Atil, pues dichas cerámicas son características de las aldeas que
v~nos los sitios descritos con cerámicas Trincheras Lisa, Púrpura-Rojo y existieron antes de la ocupación de los cerros de trincheras.
Purpura-Café, además de fragmentos de brazaletes y tapas centrales de Es muy posible que la ruta de movilización de la materia prima hacia
IL .
el área de Trincheras fuera a través del arroyo Bacoachi (como ha señala-
do Robles 1973), ya que éste se inicia en las montañas inmediatamente al •·..•·~.~''· ., -•'
· v~~• .''•
sur del valle del Magdalena, justo frente a la planicie que domina el sitio
ll(
Cerro de Trincheras. Además de los sitios mencionados en la desemboca-
dura hacia la planicie costera, un residente actual de Trincheras nos mos- C* •e•ª?:!@§'
tró unas sesenta tapas, recolectadas en la sierra en la cual se inicia dicho
arroyo. ~\<OJ
Se considera que en tiempos prehispánicos el territorio de los grupos
nómadas de la Costa Central se encontraba comprendido entre Punta San
Antonio, cerca de Guaymas, y Punta Tepoca, cerca de Puerto Libertad. En
Figura 8'.
la porción superior del Golfo se han encontrado evidencias del acceso di- Algunos diseños
recto de los Hohokam a la costa (Hayden 1972), pero desde la Bahía Adair de brazaletes .
hasta Desemboque existe un espacio que requiere mayor atención. Bo-
wen (n. d.) describió esta área como la adaptación costera de los grupos
Figura 8. Cerro de Trincheras,
Trincheras. Actualmente sólo conocemos de manera superficial los sitios Sonora. Diseños de brazaletes
de las inmediaciones de Puerto Lobos donde se han encontrado cerámi- en Glycymeris. Dibujó V. Varga s.
cas decoradas Trincheras, dentro de las' acumulaciones de concha, como
desechos de alimentación. Esto difiere del territorio meridional donde los representadas, lo que indica que no existe una selección notable de las
concheros contienen básicamente cerámica Tiburón Lisa o Seri Histórica Y materias primas (McGuire y Villalpando 1993). No debemos olvidar sin
como intrusivas las cerámicas decoradas Trincheras (Bowen 1976, 5; tam- embai-go, que en el valle de Altar tenemos representada una larga secuen-
bién véase figura 8 ). cia de ocupación, y que Cerro de Trincheras al parecer sólo fue ocupado
Resulta interesante también anotar que la cerámica de los grupos nó- en el periodo prehispánico tardío (r 300-1450 d. C.). La variedad de espe-
madas no se encuentra significativamente representada en los contextos cies en un periodo de ocupación muy largo puede indicarnos diferentes
Trincheras, pues en el valle de Altar sólo se recuperaron tres tiestos Ti- preferencias cronológicas.
burón Lisa y en Cerro de Trincheras no hemos encontrado ninguno. No hemos encontrado que la tecnología empleada para la elaboración
de los brazaletes se haya modificado a través del tiempo (véanse figuras ~
LOS SEDENTARIOS y 4'), aunque parece que los brazaletes del valle de Altar son más sene1-
llos en su decoración con diseños geométricos simples, y en nada se se-
Considero que por las posibilidades diferenciales de acceso a las materias mejan con los del área Hohokam. El proceso de trabajo de los brazaletes
P_rimas del Golfo de California tenemos que definir también, en el inte- consiste en el pulido de la parte central de la valva en varias facetas, con
nor de la propia tradición Trincheras, el lugar que cada uno de los valles el fin de producir un adelgazamiento que permita su remoción mediante
tuvo dentro de estas redes de intercambio con las otras regiones, ya que percusión para así obtener un círculo formado con el borde exterior de la
hemos notado que presentan diferencias significativas. concha, el cual se pule en su totalidad.
• La manufactura de ornamentos en concha del valle de Altar, por ejem- A reserva de concluir un estudio más amplio y sistemático de los ma-
plo, presentó algunas diferencias respecto de la de Cerro de Trincheras. teriales del sitio Cerro de Trincheras, podemos por ahora señalar que en es-
Aunque en la totalidad de ornamentos en ambas áreas predominan los te sitio encontramos un uso selectivo de materias primas, con una profu-
fragmentos de brazaletes en Glycymeris, la cantidad de pendientes, discos sión en el uso de valvas del género Glycymeris (22 .68 por ciento del t~tal
Y anillos fue significativamente menor en el valle que en el cerro. de concha por género recuperada en las excavaciones de I 99 5) Y gaS t eropo-
En Altar, aunque no encontramos valvas completas sin trabajar que dos del género Conus ¡58_35 por ciento del total por género), en correspon-
evidenciaran un transporte masivo de materia prima, más de la mitad de dencia con los sitios Hohokam del periodo Clásico (Nelson 1991 :46). En-
la concha fue concha sin trabajar, lo que señala que los grupos Trincheras contramos también fragmentos de Laevicardium (7 .82 por ciento del
del valle de Altar tuvieron un acceso directo a las fuentes de aprovisiona- total por género) y Tra ch ycardium (1.68 por ciento) con la superficie ex-
miento. Otra diferencia significativa fue una mayor variedad de especies terior pulida, probablemente para la elaboración de cuentas Y pendientes.
,¡ .
r - - - - -- - - - - - - - - - - - - - - -- - - - - -- - - -- - - - - - - - - - - - -- -- -.~ ~ ~ - -- - -- - - - - - ~ - - - ~ - - ~ = ~ ~ - - - - - ~ - ~ - - - - - - - -
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Según Vivó (1964; HMAI: 191) y González (1961 : 11-128) el clima es semiá-
rido, poco influido por los nortes de diciembre y enero. Los vientos del es-
te que alcanzan la región en verano generalmente han dejado ya sus aguas
antes de cruzar la sierra Madre Oriental, de manera que no influyen mu-
cho sobre el clima de la región. La mayor cantidad de lluvias cae en sep-
tiembre (aproximadamente, 1 ooo mm), mientras que durante el mes ~e
marzo éstas son prácticamente inmedibles. Se considera que la m~dia
anual llega a los 500 mm (Vivó, op. cit.: 200) 1 mientras la máxima aqm, al
norte del paralelo 22 1 comprende, 600 a _1 ooo mm (Puig, 1976: 48).
medida que se presenta la expansión de sur a norte y de sureste a noroes- Entre los sitios de contacto que se inician durame la época del Clási-
te por parte de los sedentarios, es lógica la existencia de algún tipo de co medio, sobresale uno, El Vaquero (A-r u), en que se observan en su-
contacto con los grupos cazadores-recolectores presentes con anteriori- perficie tres pequeños basamentos dispuestos alrededor de una plaza y
dad en el área. otro más alejado; no obstante, entre estas plataformas hay otras construc-
Aún no se ha podido esclarecer con exactitud si en los sitios que he- ciones de pisos de lodo y paredes verticales, rectangulares, muy bien he-
mos denominado de contacto se asentaron aquellos cazadores o recolec- chas (se encontró una de ellas al explorar los espacios entre dos estructu-
tores que originalmente recorrieron el área u otros enviados desde los ras, pues no son visibles en superficie por encontrarse al nivel del piso
centros sedentarios o si había cazadores-recolectores que quizás a través actual). Se trata del único sitio de plataformas rectangulares de escasa al-
de un sistema de intercambio o trueque recibían objetos tales como vasi- tura (menos de 50 cm sobre el nivel actual), dentro de un amplio vall€ ha-
jas de cerámica u obsidiana a cambio de frutos de recolección o animales cia el centro occidental del área en estudio. Su importancia radica en que
cazados u otros elementos escasos y codiciados por los pobladores de las presenta elementos cerámicos característicos de la cultura Río Verde Y
regiones mesoamericanas tales como plumas de aves, pieles de conejo, otros más semejantes a los del Clásico teotihuacano, asociado tanto con
alguna fibra tejida en forma de red o canasto o simplemente como mate- figurillas características de la cultura Río Verde, del tipo Media Luna 11,
rias primas. Al respecto aún nos faltan muchos estudios específicos de como con elementos líticos: navajas prismáticas y adornos en obsidiana,
rasgos y evidencias observables, sobre todo de aquellas recuperables úni- característicos del centro de México, relacionados a su vez con puntas de
camente mediante análisis interdisciplinarios muy específicos. proyectil de los grupos cazadores-recolectores vecinos, localizados princi-
Consideramos que la cultura Río Verde, como se ha indicado ante- palmente hacia el norte y noroeste.
riormente, en su fase Pasadita o Clásico medio (Michelet, op. cit., 1984), Los demás sitios con elementos arquitectónicos localizados en este
prácticamente invade toda nuestra área, dejando fuera sólo la parte más valle presentan cada uno un solo basamento circulaI que también apenas
árida del noroeste y nornoroeste, pero no logra desplazar por completo los se eleva sobre la superficie actual. Hasta ahora ninguno de estos últimos
contactos o el comercio preexistente tanto con la Huasteca como los pro- se ha explorado en detalle. Su reconocimiento en superficie igualmente
venientes de la costa del Golfo. indica la presencia de restos cerámicos diversos y elementos p€rtenecien-
Existió un área de aparente coexistencia pacífica entre los supuestos tes a grupos cazadores-recolectores tales como puntas de proyectil·y algu-
invasores del sur y los grupos nómadas; así se pudieron claramente loca- nas lascas principalmente en sílex.
lizar, entre estos últimos, grupos con interacción cultural cuya presencia El Clásico tardío (500-850 d. C.) y el Posclásico temprano (850-1100
lo demuestra con restos tanto cerámicos, característicos de los grupos se- d. C.) en esta área corresponden respectivamente a las fases Río Verde A
dentarios, como líticos, típicos de los cazadores-recolectores en algunos y B de la región del mismo nombre (Michelet, op. cit.); es precisamente
sitios, mientras que en otros, más hacia el occidente y al norte del área durante el Clásico tardío cuando prácticamente toda la parte sur Y este
en estudio, prácticamente no se percibe ninguna influencia por parte de del área de Alaquines fue invadida por la cultura Río Verqe, quedando
los grupos sedentarios, pues en ellos encontramos exclusivamente mate- fuera de toda el área que se encuentra al norte del paralelo 22 º r 5'. Quizá
riales líticos de las culturas nómadas, como las puntas de proyectil, ras- por acentuarse la invasión procedente del área de Río Verde en esta fase
padores, tajadores y cuchillos, así como lascas desecho de talla y aquellas volvió a crecer la cantidad de asentamientos hacia el sur del área.
preparadas o utilizadas para cortar o para raspar. Durante el Clásico tardío (Río Verde A), los rasgos de la cu_ltura Río
La convivencia entre nómadas y sedentarios se hace aparente en alre- Verde conviven con aquellos de la cultura Huasteca; principalmente ha-
dedor del 50 por ciento de los asentamientos que presentan rasgos, princi- cia el sureste del área, lo cual se revela a través de los restos cerámicos
palmente cerámicos de la cultura Río Verde y algunos que tienen peque- hallados en los sitios correspondientes a esta época; este fenómeno con-
ños centros cívico-religiosos con basamentos bajos dispuestos alrededor tinúa, en similares condiciones, durante el Posclásico · temprano (Río
de una o varias plazas o bien en forma aislada. Este tipo de lugares se ha Verde B). Al parecer los pobladores de ocho de los sitios correspom.dientes
localizado sobre todo hacia el este y sureste del área descrita, y están más al Posclásico temprano no tuvieron contacto con la cultura Río Verde, si-
dispersos hacia el centro y norte; generalmente éstos se hallan en los valles no exclusivamente con la de la región Huasteca, sin embargo, el núrn€ro
intermontanos o en las laderas de las montañas y en mesetas entre r 2 ro y de sitios que durante esta fase presenta alguna influencia por part€ de la
I 350 msnm, pero existen algunos dispersos en el área ubicada en valles cultura Río Verde y que no muestra rasgos de la cultura Huasteca es siete
más amplios o laderas de montañas entre los r 030 y r r 80 msnm. veces mayor que durante el Clásico tarmo. A pesar de este fenómeno no
561
M o nika Tesch Kn o ch Aridoamérica y su front e ra sur
560
EL TRABAJO INDÍGENA Y LA CONSTRUCCIÓN
DE LA PRIMERA CATEDRAL DE DURANGO
Clara Bargellini
Instituto d e Inv estigaciones Estéticas , UNAM
1
Para la historia de la catedral de Durango conocida has ta ahora: Clara Bargellini, La arqui-
tec tura ele la plata : iglesias m onum entales ele] centro-nort e ele México, 1640-n 5o. Méxi-
co/Madrid, Turncr/UNAM -Instituto de Investigaciones Est éticas, 1993, pp. 165- 19 5-
2 Peter G erhard, Th e N orth Frontier of N ew Spain, Princeton, Princeton University PresS,
1 98 2 , pp . 2 01-204 . Miguel Vallehueno, "El templo de San Juan Bautista de Analco: de er-
Clara B11rg e llini Tr11bai o indig e n11 y 111 prim e ra cat e dral d e Durango
Todas estas obras, sin embargo, resultaron ser el preámbulo d un viduo era Simón Jorge ("Xorge" en los documentos) cuyo nombre aparece
proyecto más ambicioso: la reconstrucción total de la catedral. El primer en las cuenta por primera vez el 1 6 de marzo de 163 6 en relación con la
obispo de Durango, fray Gonzalo de Hermosillo, había conseguido n con trucción del monumento de Semana Santa. 20 Gracias a Miguel Va-
1624 del Consejo de Indias la concesión de los reales novenos para cons- llebueno, sabemos que el nombre completo de este maestro era Simón
truir una catedral nueva.' 4 De acuerdo con el obispo, "la fábrica [... ] no Jorge Gaytán, y que estaba en Durango por lo menos desde 1628 cuand~,
será suntuosa sino acomodada a la pobreza de la tierra", pero por varios el 7 de junio, como "estante en esta villa", declaró ser natural de los rei-
problemas el plan de Hermosillo nunca se llevó a cabo.'· Tocó al segun- nos de Castilla, que su primera mujer murió en Cádiz Y que pedía permi-
do obispo, el madrileño Alonso Franco y de Luna, que había llegado a Du- so para casarse con Ana de Salazar, hija de Pedro de Salazar e Isabel Her-
rango el 19 de noviembre de 1633, 16 iniciar la construcción de la primera nández. 21 El libro de fábrica se refiere a Simón Jorge como "maestro
iglesia planeada para ser catedral de Durango. En una carta al rey, del 12 mayor de la obra", 22 y todavía estaba trabajando en 1657;2 3 es decir, estu-
de octubre de 16 3 4, justo después de los últimos gastos para tablas y tiran- vo durante toda la obra. Aunque en repetidas ocasiones se le llama maes-
tes registrados en el primer libro de fábrica, el obispo cuenta del incendio tro nunca se le da otro calificativo, como po dr ia - ser " arqm't ec to" , "can·
que había destruido el techo y pide ayuda para construir una nueva cate- ter~" o "alarife", así que era todavía del tipo de maestro de tradició?
dral, que costaría alrededor de 50 ooo pesos, según unos "maestros". 17 medieval que hacía de todo. Esto no es extraño en esas fechas relau-
Esa ayuda fue concedida el 8 de octubre de 16 3 5 en forma de los reales vamente tempranas del régimen co 1oma · 1 Y, a demas, · 1e¡os
· del centro
__ del
novenos por diez años.' 8 Ya antes de recibir el aviso de la concesión, el virreinato. En efecto, Simón Jorge era un hombre con varias habilidades,
obispo había iniciado la construcción haciendo la traza de una iglesia de ya que en diferentes fechas se refiere que estaba haciendo obras de _cante-
tres naves, según escribió al rey el 8 de abril de 1635. 1 9 Aunque no indi- ría y, también, obras de carpintería. Seguramente llegó desde Espana con
caba medidas, sabemos por documentos posteriores que la nueva catedral conocimientos y algo de práctica, porque, siendo un hombre casado antes
tenía 29 varas de ancho. de salir de su patria, debe de haber tenido ya un oficio. _,
En efecto, a partir del 2 de enero de 16 3 5 se inician en el libro de fá-
1
Desde marzo de 1636 también se menciona a Jacinto Salazar, qmzas
24
brica los gastos para "piedras cuadradas" y las listas de trabajadores con hermano de la nueva esposa de Simón Jorge, como sobrestante de la obra_-
sus respectivos pagos. Se trataba, obviamente, de otro tipo de construc- Como mayordomo de la obra en 1635 esta b a e1 canom - ·go Francisco Ro¡as
ción, en cantera y, por supuesto, de la construcción de cimientos y pare- de Ayora, al que suced10, . , con nom b ramiento
· d e1 3 de septiembre de
des Y de un régimen laboral más constante. La nueva catedral estaba en 25
1636, Francisco de León Villarreal, mercader.
obra. Desde esta fecha en adelante, por las listas del libro de fábrica, po- Los demás involucrados en la obra en sus comienzos · er an en suma-
demos tener idea de quiénes y cuántos estaban trabajando. yona, mdigenas.
. , -
Vale la pena en 1istar 1os con or den y en detalle. 26 · En.
El hecho que el obispo Franco y de Luna haya mencionado en octubre . .
163 5 desde enero a diciembre, encontramos que es
tán en ella los si·
1
de 1634 a "unos maestros", y que en abril del año siguiente haya dicho guientes canteros, todos identificados como indios: Alo~so Flec~a, que
que se había hecho la traza de una iglesia de tres naves de 29 varas de an- también es albañil- Franco, Francisco, Ignacio, otro lgnac10, Dommgo; ª
cho, indica que había un experto en construcción en Durango. Este indi- ' . · d "cuadradas
éstos a veces se les paga por pieza, a med10 peso por pie ra,
para esquinas". Indios albañiles son: el mismo Alonso Flecha, que tam-
q AGI, Guadalajara 1, Consejo al rey, Madrid, 20 de marzo de 16241 citado en Porras Mu-
.
bién es cantero; Juan Esteban, Dommgo, Ignac10, Lazan
· ·11 Gaspar Lu-
°, '
ñoz, Iglesia Y Estado, pp. 163-164. El Consejo le había pedido que enviara "la traza Y tan-
teo para verlos". 10
AHAD, rollo 6, p. 367.
1
; Primero faltó la firma del secretario del rey, y cuando se envió ele nuevo la cédula a Espa- 21
AHAD, rollo 9, p. 110.
ña para cumplir con el requisito, se perdió: ibicl., p. 164. 21
AHAD, rollo 6, p. 385 1 por primera vez en 1638.
16
ACD, libro LVII, Serie de los ilustrísimos señores obispos de la Santa Iglesia ele Durango, 1
' AHAD, rollo 6, p. 61 3 en noviembre.
1
f. 64. 1
-1 AHAD, rollo 6, p. 373.
17
Gallegos, Durango colonial. p. 257 . 2
' AHAD, rollo 6, p. 361. . d' ¡0 gene-
1n
Los d atos que siguen
· • en AHAD, ro ¡¡ o 6, PP- 34 6·3 63· Ya que los m .10s, por
1
~ A G I, Guadalajara 230, Registros de oficio, 1573-1641, t . u, ff. 25ov-251 1 citado en Porras vienen . . sible
Muñoz, Iglesia y Es tado. p. 164. . d - -¡ nombres de p1 1a, es impo
ral, se identifican someramente, cuan o mas so o por sus b
19 - eden venir por nom re en
A G I, Guadalajara 6 3, Franco y ele Luna al rey, San José del Parral, 8 ele abril de I 6 3 5 cita-
1
llegar a un conocimiento preciso de cuantos eran, ya que pu
do en ibid., p. 164. una nómina y sin nombre en otra, por ejemplo.
566 Traba10
. indí genll y lll
.
prim e ra cate
d r
al d e Durango
Clllrll Bllrgellini
cas; los últimos tres llegan en los últimos meses del año. Sigue en la Ignacios murió en diciembre; se pagó su entierro y se cubrieron deudas
obra Francisco, indio aserrador. Además, había otros indios identificados que había dejado.
por su origen, ya sea geográfico o de grupo, y ocasionalmente también Un grupo interesante lo constituyen los dos indios y dos indias que
por nombre: en abril trabajaron dos "indios sinaloa", que después sabre- mandó el capitán Juárez del presidio de San Hipólito, quien había sido
mos se llamaban Luis y Daniel, a quienes se juntó otro, Mateo, en agos- muy duro con los indios rebeldes. En efecto, se menciona también a un
to; dos indios "de Santiago", Baltasar y Juan Daniel; "un indio de Atoto- indio, Lucas, "de San Hipólito", que tal vez ayudó a traerlos. Estos in-
nilco, llamado Antón"; un "indio de Caponeta"; tres indios de Ynora; dios, obviamente, pertenecían a una categoría especial, porque hubo que
indios tepehuanes de nombre Felipe, Gaspar y Miguel; tres indios de Ta- llegar a una decisión ad hoc de que, en efecto, iban a trabajar en la obra.
xicaringa, Sebastián, Juan Bernabé, Juan. Algunos de éstos y otros eran Esto lleva a pensar que podrían haber sido indios de guerra.
de repartimiento; se habla de ellos en sentido todavía más vago, sin es- Si vemos el conjunto de lugares de donde provenían los indios que
pecificar ni nombres ni números, y se mencionan las personas que los trabajaron en la obra de la catedral al principio, se puede concluir que sus
traen. El 2 de enero de 1635 "llegó el padre fray Pedro de Aparicio con 20 orígenes eran o cercanos a la ciudad o, más bien, del sur, con por lo me-
indios y 2 indias para la obra", a quien se le dio 12 pesos; 2 7 hay también nos una excepción importante. Había indios de Analco, por supuesto, Y
un número indeterminado de indios "xiximes"; indios de San Francisco del Tunal.3 1 Santiago podría ser Santiago Bayacora,32 mientras todos los
del Mezquital; y el indio Lucas, "capitán de San Hipólito". Además, hay demás lugares mencionados -Atotonilco, Caponeta, Ynora, Taxicaringa
dos indios y dos indias "que envió el capitán Juárez y se acordó que tra- y el propio San Francisco del Mezquital- están en la región más al sur,
bajasen" .28 Finalmente, había "dos indias que hacían de comer"; y se le en la sierra conocida como, justamente, el Mezquital.33 Al contrario, el
paga por maíz a un indio de nombre Clemente. En otro tipo de actividad, presidio de San Hipólito, establecido en 1605 y suprimido en 1685, que
se mencionan "indios cantores para la misa a la Virgen de la Hermita", jugó un papel represor importante durante las rebeliones indígenas, esta-
que debe haber sido la Virgen de los Remedios, lo cual indica que ya ba en la sierra, al noroeste de Durango.34 También existe la posibilidad
existía en 1636. 2 9 de que el Santiago mencionado haya sido Papasquiaro, que sería una se-
Una de las cosas que queda clara de los enlistados es que había jerar- gunda excepción al origen sureño de los indígenas que trabajaban en la
quía entre los indios que estaban trabajando en la obra. Ciertamente, los obra de la catedral. En cuanto a los grupos a los que pertenecían los
que se conocen por su nombre y tienen un oficio, como son los canteros, indios, se mencionan los sinaloa, tepehuanes, xiximes. Resumiendo, se
los albañiles y el aserrador, tenían la categoría más alta. Podemos supo- puede decir que, aunque parecen haber predominado los indios cercanos
ner que ya tenían tiempo de haber convivido con los españoles en o cerca y del sur, también hubo indios de la sierra norteña, algunos de los cuales
de Durango. Además, el núcleo del grupo trabajó constantemente todo el bien pueden haber sido indios de guerra. Los desplazamientos de pueblos
año. De varios de estos canteros y albañiles se dice que tienen "cuenta ar- que causó la invasión española es evidente tanto en los orígenes de los in-
mada", es decir, que se les iba pagando en parte en bienes. Entre todos dios identificados cuanto en los muchos que son simplemente "indios",
ellos, Domingo, el albañil, parece ser de mayor consideración, porque se conocidos por su oficio, mas no por su origen, lo cual indica tanto inte-
dice que se le habían pagado 20 pesos en Parral; quizás estaba haciendo gración a la vida colonial cuanto la confusión que tenían los españoles,
un trabajo allá.3° Los demás indios tienen una participación más ocasio- confusión "que se pierde antes de esclarecerse", como diría Porras Mu-
nal. Como ya se indicó, muchos deben ser de repartimiento. Uno de los ñoz.35
Pero en la obra de la catedral no estaban simplemente españoles que
27 dirigían e indios que hacían tareas. También en 1635 1 en mayo, se habla
AHAD, rollo 6, p. 346. Según un documento de 1667 fray Pedro de Aparicio terminó su
vida.como misionero en Casas Grandes: Saravia, Ap;ntes, 11, p. 272 . Porras Muñoz, Fron- por primera vez en el libro de fábrica de "un negro" en la obra, a quien
tera, p. 174: en 1650 estaba tratando de apaciguar a los indios salineros Y sus aliados.
28 1
El capitán Bartolomé Juárez (¿Suárez?) de Villalba (¿Villal ta?) estuvo encargado del 3 Gerhard, North Frontier, pp. 201-202.
presidio de San Hipólito desde su fundación en 1605 hasta el 4 de mayo de 1637: ibid., J2 Loe. cit.
pp. 2 63-264. El presidio dejó de funcionar como tal el 27 de octubre de 1685 . La lectu- 33 !bid., pp. 212-214. También existe la posibilidad de que se trate de Acaponeta en la Nu~-
ra del apellido del capitán varía en las diferentes fuentes secundarias. va Galicia; véase la nota abajo. Porras Muñoz, Frontera, p. 159, para la rebelión -en Taxi-
29
Hasta ahora se tenían noticias de la imagen de la Virgen de los Remedios desde 1 644 . caringa en 1618, donde los rebeldes mataron a indios cristianos.
30 34
Justo en esos mismos años, Juan de Rivera, cantero de Zacatecas, estaba construyendo la !bid., pp. 227-229.
primera parroquia de Parral: Bargellini, Arquitectura, p. 217. 35 !bid., p . 72.
....
ba construida, pero sin cubrir.43 En ambos reportes se queja de falta de de r 6 3 7, con un capitán José vinieron nueve indios, entre quienes se nom-
fondos. bra a Alonso Quiviquinta, Alonso de Guaxicora, Agustín Luis Cayman,
En todo este periodo hay más trabajo de cantería junto con carpinte- nombres que indican un origen en la zona de Acaponeta en Nueva Galicia,
ría.44 En una sola remesa se traen r 50 piedras de cantera, por ejemplo. colindante con el Mezquital,4 7 aunque si venían a trabajar en la catedral de
Además, en marzo de 1637 1 se menciona un horno para hacer ladrillos. Durango, deben de haber estado ya en territorio de la Nueva Vizcaya.
Aunque no estuviera cubierta la nave han de haberse techado otros espa- Por las r s listas que se conservan, entre mediados de r 6 3 6 y media-
cios, porque son varios los carpinteros que estaban trabajando. También dos de r 6 3 8, podemos ver que los periodos de estancia en Durango iban
para r 6 3 7 y r 6 3 8 existen en el libro de fábrica varias listas sueltas, inser- desde 2 7 hasta 67 días de trabajo, o sea, desde alrededor de mes y medí<:_>
tadas al principio del volumen, de grupos de indios que llegaban a Duran- hasta tres meses. Desgraciadamente, no siempre se especifica de dónde
go de diferentes lugares para trabajar en la obra por periodos de dos o tres viene el grupo. Llama la atención que en los casos de los indios de San
meses. Seguían en la obra Simón Jorge y Jacinto Salazar. También hay Pablo, Caponeta (Acaponeta) y el Mezquital, que son los grupos más
otros dos individuos que no se identifican como indios o negros: Juan Gil, numerosos, los indios estuvieron en Durango entre febrero y mayo, es de-
cantero, y Francisco de Cárdenas, carpintero. cir, en época de secas cuando tendrían menos que hacer en sus propias la-
Entre los indios con oficios destacan Diego Hernández, albañil, y los bores agrícolas. Indudablemente, esto ayudaría a que fuera más fácil con-
canteros Juan Gaspar y Diego Felipe, a quienes se les paga r 4 reales por vencerlos de trasladarse. También es curioso que no todos los de un
día, que era más que a los otros. Siguen los albañiles Juan Chico, Sebas- grupo se quedaban el mismo tiempo o trabajaban el mismo número de
tián y Lázaro, y Francisco, aserrador. Por datos que me ha proporcionado días. Esto se ve en lo que se les pagaba, que era dos reales por día. Tal vez
María Luisa Reyes Landa, sabemos que Diego Hernández era de Zacate- algunos huían o se le pagaba menos. Lo que sí es seguro es que se hacían
cas, donde se había casado.45 Como veremos, sería un trabajador impor- pagos en especie.4 8 Por algunas listas de estos objetos, que se conservan
tante en la obra. También sigue Leonesio, indio carpintero, y están otros en el libro de fábrica, sabemos que se trataba de artículos, en su mayor~a
dos indios carpinteros: José y Juan. También se vuelve a mencionar a de ropa, y de algunas herramientas: fresas para labrar, mantas, huipiles,
Gaspar, indio carretero. Son muchos menos los indios mencionados sola- zapatos, paños, sombreros, naguas, sayal, seda torcida, hilo, cera, cuchi-
mente por su lugar de origen: hay cuatro indias del Tunal y un indio de llos carniceros y azadones. En 1637 y 1638 ya no se menciona a los indios
Santiago. de San Hipólito, pero todos estos grupos eran igualmente de indios de te-
Como acabo de apuntar, para este periodo hay registros sueltos de gru- rritorios de misiones, recién convulsionados por rebeliones Y por su re-
pos indígenas que venían a Durango por periodos relativamente breves pa- presión. En total, las listas arrojan r 59 hombres y 9 mujeres.
ra trabajar en la obra de la catedral. Las listas que se conservan son de gru- En esos dos años siguieron en la obra los dos negros de María de Cár-
pos de entre ocho y veinte individuos, casi todos registrados por su nombre denas, un negro del licenciado Espinosa, uno de Pedro Callardo Y otros
de pila. En tres de las rs listas se incluyen algunas mujeres. Como en 1636, que no están bien identificados.
se menciona a Esteban, indio gobernador de Santiago, que trae indios tepe- En r 6 3 9 y r 640 hubo poca actividad. Eran menos las personas que es-
huanes de Santiago, pero también trae indios "de la sierra del partido del taban trabajando. Incluían al maestro español Simón Jorge, los indios al-
Mezquital"; obviamente era alguien que se ocupaba en ir a los pueblos a
traer indios para la obra. Un grupo de 10 vino con un tal Cristóbal de Ler- Pablo, de alrededor de 250 personas, entre los que estarían los 1 s indios que mandóª Du-
ma. Otro grupo es de indios de Caponeta, que estuvieron entre febrero y rango. Aunque la zona era de binas y humas, el padre Jiménez dice que fundó el pueb~o
abril de 1637, mencionados con un capitán Francisco Tejeda. Entre marzo para reducir a la "mala mezcla de apóstatas, gentiles, forajidos y bandoleros" que habia
en la región. Véase también Porras Muñoz, Frontera, p. 265 1 y Gerhard, North Frontier,
Y mayo hubo un grupo de indios mandado por el padre Diego Jiménez de la pp. 207-209 .
misión jesuita de San Pablo, en la sierra al oriente de Durango. 46 En julio 47 !bid., pp. 56-59 .
48
A manera de comparación, está el dato de Silvia Zavala, El servicio personal de los in-
dios en la Nueva Espaiia, 1600-1635 1 vol. 51 2a. parte, México, El Colegio de México Y El
43 Loe. cit. Colegio Nacional, 19901 pp. 905-906, en 1629, en la obra de la catedral de México, sepa-
44
Los datos están en AHAD, rollo 6, pp. 406-438. gaban dos reales por día. De acuerdo con Eucario López Jiménez, Cedulario de 1~ Nueva
45
ACD, libro de entierros 1646-1669, ff. 18-18v. Véase la nota 59, infra. Galicia, Guadalajara, 1971 núm. 1389 en el Archivo del Municipio de Zacatecas, libro
1 1
46
Zambrano, Diccionario, tomo vm, pp. 206-221. Jiménez había nacido en 1603 en Vera- 2, fol. 244, en 1609 los indios de repartimiento ganaban un real por día más comida, Y sin
cruz Y murió en el Norte hacia 1684. Describe la fundación en 16 3 5 de la misión de San comida, dos reales por día.
572 Clara Bar ge llini Traba;o indígena y la primera catedral d e Durango 573
L
bañiles Diego Hernández y Juan Chico, el indio cantero Juan Ga par, l Diego, el albañil, Diego y Juan, los canteros, siguen en la obra en
mulato Manuel y varios albañiles y esclavos más . Sabemo que el obi po 1642 . Los acompañan varios negros esclavos cuya identidad es práctica-
Franco y de Luna devolvió el culto a la catedral en febrero de r 640 1 a pe- mente imposible de puntualizar. El libro también habla de un don Tori-
sar de que no estaba del todo terminada. 49 Habían trabajado en ella, ade- bio, indio gobernador de Analco, cuya función no queda clara aquí, pero
más del maestro español y el sobrestante, indios con oficio establecidos después, en las cuentas de 1645, aprendemos que vendía cal. En este año
en Durango, algunos llegados de otros lugares y, por lo tanto, libr , y fá- no se menciona a Simón Jorge, tal vez por la presencia de Pedro Gutié-
cilmente distinguibles de los indios de repartimiento traídos de pueblos rrez, aunque sigue Jacinto Salazar.
de la sierra. Además, aumentó la participación de negros y mulatos, la Para 1643 se ve con claridad cómo los indios integrados a la vida co-
gran mayoría esclavos, que seguramente hacían el oficio de peón. De vez lonial eran los obreros principales de la construcción de la catedral, pero
en cuando, los documentos dejan entender que también participaban en su número ha disminuido respecto a los negros. En efecto, siguen los tres
diferentes aspectos de la obra algunos maestros artesanos con nombre y indios del año anterior junto con alrededor de diez esclavos negros, inclu-
apellido, cuya identidad étnica es imposible conocer. Probablemente, co- yendo uno del obispo. Por primera y única vez, en marzo aparece un in-
mo el indio Diego Felipe, provenían de lugares más establecidos y llega- dio tarasco, sin identificar su oficio. Es curioso que no haya más noticias
ron a Durango buscando fortuna.so de tarascos, porque se supone que habían llegado desde tiempo atrás has-
ta Tapia y eran artesanos notables. Simón Jorge parece estar participando
SEGUNDA ETAPA DE LA OBRA (1641-1652) con obras por pieza, ya que se registra un pago para él de dos pesos por
dos cubos de cantera." 3 En una ocasión van los tres indios "oficiales a la
El obispo sucesor de Franco y de Luna, fray Diego de Evia y Valdés, trajo a cantera con el negro que les ayuda y trabajaron en ella tres días".
un maestro arquitecto desde México para construir una bóveda sobre el La obra en 1644 no cuenta con la presencia de Simón Jorge, aunque
crucero, en 1641.51 El maestro, clérigo y de nombre Pedro Gutiérrez Pata- sigue el sobrestante. También siguen Diego, Diego y Juan (el albañil Y los
rren, no costó a la fábrica, porque el obispo se encargó personalmente de dos canteros), pero ahora hay también un Francisco, negro, cantero, tal
su sustento, así que no aparece ninguna noticia sobre él en los libros que vez el "que los ayuda" . Éste es el segundo negro con oficio que aparece en
estamos examinando. la construcción. Además, hay ocho peones negros. Se trae mucha "piedra
Siguen siendo relativamente pocos los operarios en 1641. 52 Continúan grande de la cantera", también arena y cal, y se hacen ladrillos. Obvia-
en la obra Simón Jorge y Jacinto Salazar, lo cual indica que la competencia mente, se estaban levantando paredes.
del arquitecto Pedro Gutiérrez era de otro nivel, y prevalecen los canteros En 1645 regresa a la obra en forma regular Simón Jorge, a quien se le
entre los indios. A la cabeza de los indios está Diego Hernández, el alba- pagan dos pesos diarios, pero ahora con un negro conocido simplemente
ñil de Zacatecas. Se nombran, como antes, a los canteros Juan Gaspar Y como "el negro de Simón Jorge". Siguen en la obra Diego, Diego, Juan Y
Lázaro, y a un ayudante -Bartolomé. También está Diego, cantero de Anal- Francisco, el negro cantero. Cada semana trabajan también entre tres
co, que es el mismo Diego Felipe que ya conocemos. Aparecen en las lis- Y cinco negros. Uno se identifica como "un negro de Topia". Es de notarse
tas varios nombres de pila de indios, sin especificar sus oficios, así que de- que por segundo año han desaparecido del todo los indios de la obra, a ex-
ben haber sido peones. Una novedad es un "negro albañil", sin más cepción de los tres que venían trabajando juntos desde 1641. Se mencio-
señas, entre varios otros negros esclavos. Es el primer negro con un ofi- nan herramientas para trabajar la cantera, algunas de las cuales son pro-
cio que trabaja en la construcción. El único indio identificado por su ori- piedad de Simón Jorge. Además, se le compra a Simón Jorge "cuero para
gen es un Miguel, indio sinaloa. Los materiales que llegan a la fábrica tena tes", bateas y "lazos para atar los andamios de la bóveda"• Llegan
son piedras y cal. más piedras grandes.
La obra toma otras características al año siguiente de 1646. Entre febre-
-I Y A CD, libro 1, f. 49. Bargellini, Arquitec tura, p. 168. ro Y junio se hacen muchos ladrillos y, por lo tanto, se contratan peones in-
50
Es interesante que también en Parral en esos años llegaron perso nas dcsde el centro para dios, negros y mulatos. Los indios son tres (o tal vez cuatro) identificados
la construcción, notablemente en 1635, Juan de Rivera, cantero dc Zacatccas, Y Franci s- por sus nombres de pila. Hay un negro Manuel con "su compañero" . Los
co Martín, carpintero de Chalchihuites, quienes iban a eregir la parroquia con la ayuda
de 20 indios: ibid., p. 217 .
;' A CD, libro,, ff. 62-62v, publicado completo en Saravia, Apuntes, 111 , p. 308. ,., Era una manera de retener a los obreros, como indica otro ejemplo de la construcción de
;
2
AHAD, rollo 6, pp. 447-451. la catedral de Tlaxcala: Zavala, Servicio personal. p. 863.
574 C larll Barg e ll ini Trabai o indí ge na y la primera cat e dral de Dur a n go 575
otros tres negros están identificados por sus dueños, incluyendo el de Si- El año de 16 5 2 es importante para la historia de la catedral de Duran-
món Jorge, así como los tres mulatos . go, porque se logró "consagrar" el altar mayor el domingo 3 de noviem-
En abril de 1646 regresan a la obra Diego Hernández, indio albañil, bre. s Las obras, por lo tanto, se concentraron en el interior. Siguen Si-
con Diego Felipe y Juan Gaspar, canteros, y también con Francisco, negro món Jorge, Diego Felipe, el cantero; Francisco, el cantero negro; Manuel,
cantero. En mayo, Juan Gaspar desaparece para siempre de la obra. Tam- el negro albañil, y Marcos Román, "oficial de carpintero", pero desapare-
bién están Simón Jorge, a quien en julio se le sube el sueldo a dos y m edio ce Diego Hernández, el indio albañil que había empezado a trabajar desde
pesos diarios porque va a hacer "las obras que se ofrezcan de madera" . por lo menos 16 37. En efecto, sabemos que murió de repente el 18 de ju-
Con él está su negro y otros dos negros, más un mulato, todos esclavos nio. 59 También está el herrero Matías Ibargüen. Ahora también hay un
porque se identifican por sus dueños. Por cierto, uno es de Jacinto Salazar. negro Mateo que acarrea arena. Diego Felipe, el cantero, indio de Analco,
Don Toribio, gobernador de Analco, parece haber tenido un negocio como sufrió la muerte de su mujer, 60 pero tuvo un papel central en la obra, por-
materialista, porque ahora se le paga por vigas. Se traen a la obra cal, tierra que labró 60 varas de piedra para las gradas del altar, que se le pagaron a
y piedras chicas, y se repite que se hacen "adobes para cimbras, ladrillo peso por vara, y, más aún, "hizo la piedra de consagrar del altar", es decir,
para la obra". el ara que contiene las reliquias sobre las que se celebra la misa. La mesa
Al año siguiente de 1647, la obra estaba muy reducida. Sabemos que del altar completa era:
desde el año anterior había problemas graves de fondos para pagar a los
trabajadores, ya que se habían terminado los reales novenos .5 4 Sin embar- Admirable en proporción y fábrica, porque es de tres varas de largo, vara Y
go, se hizo todo lo posible para poder seguir, porque "sería de grande in- tres cuartos de ancho (2.5 x 1.46 m) y de grueso cerca de un palmo. Las reli-
conveniente cesar y suspender la labor por la dificultad que habría en re- quias que se colocaron fueron un hueso del glorioso apóstol y evangelista San
ducir y congregar otra vez los obreros por la gran falta que hay de oficiales Mateo, un gran hueso del glorioso mártir San Plácido de la orden de San Beni-
Y que los que al presente están se han traído con gasto y trabajo" . 55 Estos to, un hueso de S. Inocencia mártir, otro de uno de los mártires de Arjona en
trabajadores a quienes había que conservar eran Simón Jorge, a quien se la Andalucía, y otro de uno de los santos mártires de Agred~. 61
le pagaban dos y medio pesos diarios; Diego Hernández, indio albañil, Y
Diego, el indio cantero, a quienes se pagaba uno y medio pesos diarios; Y Además del altar, se hicieron celosías para las ventanas y las puertas prin-
Francisco, negro cantero, a quien se le pagaba un peso diario. Además se cipales de madera de mezquite, que Toribio trajo a la iglesia sin cobrar Y
mencionan unos peones. Es interesante que ahora los peones no se iden- que cortaron dos indios. Se mencionan las puertas de la sala de cabildo Y
tifican por su raza, sino solamente por su oficio. de las sacristías. También se mencionan "clavos para aderezar el púlpi-
En 1648 y 1649 están únicamente Simón Jorge, Diego Hernández, Fran- to", "encerados en las ventanas" y una ventana en la bóveda.
cisco, negro cantero, y alrededor de seis peones. Se ha reducido al mínimo
el trabajo. Los materiales son cal, que se compra al arriero Cristóbal, de 58
sierra Alta, a quien ya conocíamos desde 1636, y piedra chica. AHAD, rollo 6, pp. 570-5 77 . .
59
Agradezco a María Luisa Reyes Landa la siguiente transcripción del libro de entierros
En 1 650 se registran varias obras de carpintería: morillos grandes para l646-1669 1 Archivo de la Catedral de Durango, H. 18-18v: "Diego indio. En 18 días del
las cimbras de las bóvedas y algunas vigas que se le pagan a Marcos Ro- mes de junio de 16 52 años murió Diego indio maestro de la obra edificio de est a santa
mán, carpintero. Siguen Simón Jorge, Diego, indio albañil, que es el úni- iglesia catedral tan acceleradamente que solo le absolví por la bulla Y admini st ré el 5t~·
co indio que queda en la obra, y Francisco, negro cantero. Ahora aparece Sacramento de la extrema unción. Era casado en la ciudad de Zacatecas, enterrélo de li-
un Manuel, negro, albañil, que podría ser el mismo negro albañil mencio- mosna en esta santa iglesia cathedral." Firma Nicolás de Hita Ossorio (teniente de ~ura).
60 Agradezco a María Luisa Reyes Landa la s1gmente. . · · , de¡ ¡1·bro de entierros
transcnpc10n
nado en 1641, y el negro Manuel, de 1646. En febrero de ese año se adqui- . de la Catedral de Durango, f. 19.. "F ranc1sca
· 1·ndia · En dos
r646-1669 , Archivo . días del
rió "un velo para el Santo Cristo"S6 cuyo altar probablemente estaba en d · 1· d · · · · d. ·
mes e JU 10 e 16 52 años muno Francisca m ia, mu¡er eg1 1 1 ·t·ma de Diego ind10 Maestro
un altar del crucero del lado del evangelio .5 7 de cantería, sub communione ecclesiae catholicae, administróle el sacramento de la Pe-
nitencia el L. do P. Juan Deyaseve Presbítero y yo el theniente de cura, los santos ~acra-
. , y extrema unc10n.
mentas d e 1a Euchanstia . . No testo, porque no tubo de que , enterrela en
54
Bargellini, Arquitectura, p. 168. esta santa iglesia cathedral." Firma Nicolás de Hita Ossorio (teniente de cura).
55
ACD, libro r, Acta capitular del 20 de febrero de 1646, f. 88v. 61
A CD, libro I Acta capitular del 12 de noviembre de 1652, H. 148-r48v, publicado com-
56
AHAD, rollo 6, p. 585. 1 ' . Apuntes, m, pp. 3rn-312. Hay que recor dar que Evia y Valdés era be-
57
peto por Saravia,
A C D, libro II , Acta capitular del r 3 de octubre de r 676, f. r r 5v, y ACD, libro 1, f. r 53- nedictino.
l
dra que estaba labrando" y tuv_o que dejar de t~abajar u~- tiempo'. pero se y porque creo que nadie hasta ahora ha hecho un análisis de un proceso
le dio alguna compensación. Fmalmente, se hizo tamb1en trabaJO en las con tructivu colonial como el que pude hacer aquí.
azoteas se encaló la capilla del sagrario y se echó "suelo de hormigón en Aparte de los datos puntuales sobre maestros y obras que proporcio-
la trasa~ristía, sala de bautisterio y delante la capilla del sagrario". nan los libros de fábrica, resulta muy interesante poder seguir la obra Y a
Hasta después del 20 de agosto de 1682, cuando un rayo cayó en la los que trabajaron en ella a lo largo de un tiempo. Aunque hay lagunas en
bóveda sobre el altar mayor, no se iban a hacer más obras importantes a la información, hemos visto cómo es posible seguir las carreras del maes-
la estructura de la catedral. En aquel entonces vino el maestro Pedro Pa- tro, pero también de algunos de los trabajadores que solamente conoce-
blo, de la parroquia de Sombrerete, para revisar los daños. El encargad_o de mos por su nombre de pila. Además, la existencia de una notable documen-
hacer "lo que el maestro dijera" era "Manuel el negro esclavo de la igle- tación paralela en el caso de la catedral de Durango -libros de cabildo,
sia", viejo y sordo, que entendió lo que se le decía "porque se le habló al- correspondencia con España, etcétera- ayuda a relacionar los datos d~l
to". Quizá era Manuel, negro albañil, el primer negro con oficio que em- edificio con los datos de los trabajadores. Finalmente, el proceso de la pn-
pezó a trabajar en la obra en 1641. 67 mera catedral de Durango tiene la ventaja de no haber sido tan complejo,
pero, al mismo tiempo, de haberse llevado a cabo durante un periodo en
CONSIDERACIONES FINALES el cual hubo bastantes cambios en la ciudad y sus alrededores.
No es fácil que exista esta combinación de factores para la historia de
En resumen, hemos visto que la primera catedral de Durango fue obra de una construcción, aunque seguramente habrá otros casos. Hasta a~ora,
un ma·estro cantero y carpintero español, y de maestros albañiles y cante- sin embargo, este tipo de estudio no ha sido de interés para la ~ayona ~e
ros en su mayoría indígenas y probablemente no de origen local. Al los historiadores de la arquitectura virreinal, para quienes los libros de fa-
maestro le ayudó por un breve periodo un maestro arquitecto más exper- brica son únicamente fuentes de informaciones puntuales. 69 Por otra par-
to y conocedor del cálculo de bóvedas, mientras que a los maestros indí- te, ha sido un lugar común repetido por muchos historiadores ~u~ 1~ in-
genas se sumaron unos cuantos maestros negros y mulatos y los esfuer- fluencia indígena, de alguna manera ligada a las culturas preh1spamcas,
zos de muchos indios, negros y mulatos que sirvieron en la obra como se manifestó de manera importante en obras arquitectónicas no solamen-
peones. te en el siglo XVI, sino también en los siglos posteriores. .
Todos los hechos que hemos visto se insertan dentro de varias histo- Ya no existe prácticamente la catedral de Durango construida por Die-
rias. Una es la que he seguido más aquí, que es la historia de la integra- go Hernández y Diego Felipe junto con sus compañeros indios, negros Y
ción indígena a la vida colonial en Durango, en cuanto ejemplificada en mulatos, bajo las órdenes de Simón Jorge, así que no podemo~ basarnos
la principal obra de arquitectura de aquella época. Otra podría ser la his- en sus formas y apariencia para explorar este punto. Lo que s1 _podemos
toria del trabajo en el Norte sobre la que hay algunos estudios a los que decir es que estos constructores eran personas integradas al sistema ~olo-
estos datos pueden anadir algo. 6 8 Otra historia es la del papel de los indí- nial. Es difícil concebir que un indio como Diego Hernández, por e¡em-
genas en la creación de la arquitectura colonial. Con unos comentarios
sobre este punto voy a terminar, porque está más cercano a mis intereses 69 Hay excepciones importantes. Entre ellas está George Kubler, The Religious Archit~ctu-
re o/ New Mex1co, . .
Colorado Spnngs, Taylor Museum, 1940; Y A rqui·tectura mexicana
.,
67
d el siglo xv1 1 México, FCE, 1983 jprimera ed. 1948); ambos libros dedican atencwn ª los
Libro de fábrica 1682-17 0 41 AHAD, rollo 7 , pp. 99 . 129 . Aparte de su interés para la histo- procesos ele construcción y a la mano de obra. S1.1v10• z ava 1a, una e tapa en la construc-
ria de la catedral de Durango, estos datos son importantes para la historia de la parroquia ción d e la ca tedral de México alrededor de 1585 1 México, Colmex, 198 2, proporciona la
de Sombrerete, cuyo maestro era hasta ahora desconocido. Véase Bargellini, Arquitecw- •
clocumentación relativa a esa obra, pero el penado estu d.ia d o es demasia
· do breve para
. po-
ra, pp. 249-250. cler percibir cambios en la composición racial ele la mano de obra, ni se puede relacwnar
68
Entre los estudios recientes están: Águeda Jiménez Pelayo, "Condiciones del trabajo de . . . mismo.
1a mano de obra con el ed1hc10 . Para e1 N arte de 1 v1rrema
· · to están los estudios. de
repartimiento indígena en la Nueva Galicia en el siglo xv11 11 1 Historia Mexica na, 15 1 , Mard1th K. Schuetz, "Professional Artesans m the H1spamc sout h wes t" , The Amencas
. . • · . 1
1 989, pp. 455·470; Chanta! Cramaussel, "Encomiendas, repartimientos y conquista en . . · T exas, en el siglo XVIII· Y Bml-
40, 1983, pp. 17-71 sobre las m1s10nes
1
de San Antomo, 1
Nueva Vizcaya"; Susan Deeds, "Trabajo rural en Nueva Vizcaya: fom1as ele coerción la- .
d mg .
and Bu1lders in Hispam.c Califorma
. . 1769-1 8 50, S ou th w estern Mission Research
,
boral en la periferia"; José Cuello, "La adaptación de los indios del noroeste ele México a .
C enter, Tucson, Anzona, ,
y Santa Barbara Trust for H 1s• t onc
· preservation · Santa Barbara,
.
los sistemas de trabajo españoles con referencia a Chihuahua en el siglo xvu "; los tres en California, 19941 que es el estudio más cuidadoso que conozco sobre eS t ªs cueStlOnes.
Actas del Primer Congreso de Historia Regional Comparada, 1989 1 Ciudad Juárez, 1990, Sin embargo, para ningún edificio en ese estudio existe la combinación de factores que
pp. 139-196. encontramos en el caso ele la primera catedral de Durango.
580 Clara Barg e llini Trahai o indi gena y l a prim e ra cate dral de Duran go 581
plo que es el que mejor podemos conocer porque tenem os su act a de en- C A ZADORES-RECOLECTORES EN LA BAJA CALIFORNIA
tie;ro, llegado a Durango desde Zacatecas_por qui én sa~ e q~é carr:iinos, M ISIONAL: UNA TRADICIÓN CULTURAL EN CRISIS
además de quién sabe qué origen, haya podido tener una 1denudad a1 en a a
la conceptualización española acerca del indio colonizado . Otra tal vez Ignacio del Río
sería la situación de algunos de los indios que llegaban traídos más o m e- In s tituto de Investigaciones Históricas , UNAM
nos a la fuerza a trabajar en la catedral, pero para ellos no había más papel
que el de peón, así es que nunca vamos a saber nada de sus capacidades En esta ponencia m e refiero al proceso de contacto que existió entre los
creativas a través del estudio de la arquitectura colonial. cazadores-recolectores de la península de California y la población inmi-
Por otra parte, Diego Hernández, Diego Felipe y Juan Gaspar, al tra- grante de cultura europeocristiana que se fue asentando en dicha penín-
bajar juntos y al convivir, como seguramente lo hicieron en un lugar sula desde fin es del siglo xvu. El análisis que aquí hago de dicho proceso su-
chico como lo era Durango en aquellos años, deben de haber desarrollado pone la asunción de varios principios teóricos generales, de los que quiero
una cierta comunidad de gustos, capacidades y vivencias . Por supuesto, hacer explícitos los siguientes: r] el hombre es un ente de cultura, es lapo-
todo lo que hacían en la catedral estaba basado en los modelos y las ideas sesión de una cultura lo que lo distingue y define como hombre; 2] las cul-
que podía enseñarles Simón Jorge o Pedro Gutiérrez, durante el poco tiem- turas proveen a sus portadores de elementos para contender con el medio
po que estuvo, 0 también las explicaciones de los obispos Y cur~s que esta- natural y para convertir éste, de un modo más o menos precario, en un há-
ban al pendiente de lo que se hacía en la obra. A lo largo del tiempo esta bitat humano, y 3] las culturas particulares son siempre sistemas abiertos, Y
convivencia entre sí y con las ideas, modelos y personas venidas de Eu- por lo tanto, dinámicos, pero resultan históricamente viables sólo hasta el
ropa y reelaboradas en la Nueva España, tenía que resultar, como de he- punto en que su transformación no cancele irreversiblemente su eficacia
cho resultó en una arquitectura inmediatamente reconocible como novo- como instrumentos de sobrevivencia de las sociedades que las portan.
hispana, e; decir, como producto de la situación específica de vida Y El proceso de contacto interétnico al que me referiré se dio bajo una
trabajo de la colonia. serie de condiciones específicas que quiero puntualizar en seguida, para
· Es difícil pensar que esta arquitectura tuviera nexos con las_ cu~turas dar así sustento a las consideraciones que haré más adelante. Antes de que
prehispánicas, ya que, para indios como los que fue~on_l~s pnnc1pales se iniciara la ocupación colonial de la península de California no existían
obreros de la catedral de Durango, sus orígenes preh1spamcos deben de en aquella porción del continente americano más que grupos humanos
haber quedado muy remotos. Sin embargo, su trabajo debe haberse nutri- que vivían de la recolección, la caza y la pesca. No quisiera comprome-
do de su vivencia como indios colonizados, con conciencia de ser diferen- terme en un cálculo sobre el tamaño de la población aborigen existente
tes de los españoles, aunque igual de cristianos, por supuesto_. Ju_s tamente en Baja California hacia el tiempo en que ahí se inició el contacto hispa-
su integración era la condición para que, si no ellos, sí las s1gmentes ge- no-indígena . Diré tan sólo que quienes se han ocupado en indagar sobre
neraciones, tuvieran la posibilidad de jugar con las reglas Y alterar los este punto -Sherburne F. Cook, por ejemplo- ofrecen cifras que exce-
modelos importados. Ésta sería la conciencia cuyo desarrollo para finales den los cuarenta mil individuos. 1
del siglo XVII es patente y generalizado y que está detrás de obras como la Todos esos pobladores se agrupaban en bandas cuyo número total
actual catedral de Durango. A esa etapa de la vida novohispana corres- tampoco es fácil determinar, aunque no faltan referencias documentales
ponde la posibilidad de volver la mirada tanto hacia el pasado prehispáni- sobre las bandas que poblaban originariamente ciertas localidades. Sabe-
co como al contexto contemporáneo. Así sucedió, efectivamente. Pero el mos, por ejemplo, que en un territorio de unos 120 km de largo Y una an-
examen de esta nueva realidad nos aleja demasiado de lo que fue su semi- chura máxima de 50 km, donde se asentaron las misiones de Loreto Y San
llero en los siglos xv1 y XVII. Francisco Javier, se localizaban en un principio 29 bandas. 2 En la zona co-
' Vid . Sherburne F. Cook, Th e Extent and Significance of Disease among th e Indians of Ba-
ja California , r697 -17 73, Berkeley, The University of California Press, 1937 (Iberoamen-
cana, 12), p . 14.
2
Francisco María Píccolo, Inform e del estado de la nueva cristiandad de California 17_º 2 Y
otros d oc um entos. Ernest J. Burrus (comp.), Madrid, José Porrúa Turanzas, 196 2 (Chima-
listac, 14), pp. 53-56.
.
habían propuesto sustentar a todos los indios "que se jun taban en los blos; esa población sumaba alrededor de 1 800 individuos. El resto de los
pueblos, a trueque -apuntó un cronista jesuita- de qu e n o viviesen va - cat ecú men o cali fornios - a la sazón unos 6 mil individuos- sólo tenía
gantes por los montes y pudiesen ser instruidos en la fe'';9 pero el h echo de cortas e t an cias en las misiones y seguía manteniéndose, la mayor parte
que las misiones, aun cuando hubiesen desarrollado una producción agrí- del año, de la caza y la recolección. 10
cola local, no se dieran abasto para mantener sino a cortos grupo de n ati- Un h ech o qu e es n ecesario señalar y que plantea desde luego un pro-
vos, demostró con absoluta evidencia que los pueblos form ados en la pe- blem a de an álisis histórico-antropológico es que, a raíz del establecimien-
nínsula alcanzaban muy pronto un límite crítico de crecimiento. to de las mision es, la población indígena peninsular empezó a disminuir
El contacto con la misión hacía posible que los indios, adem ás de er drástica e irrem edi abl em ente. Aun si pensáramos que resultan inciertas
evangelizados, fueran adiestrados en labores agrícolas, pecuarias y artesa- las cifras globales de población que aparecen, ya en testimonios históri-
nales, integrándose así a las tareas productivas . Como no toda la pobla- cos directos, ya en es tudios modernos, bastaría considerar algunos re-
ción indígena podía permanecer a un tiempo en la mi sión, ese adi es tra - cuentos de carácter local para convencernos de que en tiempos de las mi-
miento e incorporación al trabajo productivo propio de las sociedades siones los indios se fu eron acabando de manera acelerada. Pongo un par
sedentarias se efectuaban de modo intermitente. Con el propósito de n o de ejemplos a título m eramente ilustrativo: hacia el año de 1730, la mi-
p~rder el contacto con todo el conjunto de rancherías adscritas a cada mi- sión de La Purísima Concepción tenía bajo su férula 1 496 indios, 11 po-
sión, los padres jesuitas establecieron un sistema que llamaré de visitas blación qu e, 30 años m ás tarde, se había reducido a tan sólo 295 indivi-
alternadas. Consistía en que un cierto número de rancherías asistiera a la duos¡12 por su parte la misión de San Francisco de Borja registraba en
misión durante un periodo de regularmente una semana, cumplido el cu al 1762, año de su fundaci ón, una población de 2 059 indios,1 3 de los que,
esas rancherías se retiraban a sus zonas habituales de residencia, dándose poco más de 20 años después, sólo subsistían 666. 14
así la oportunidad de que otro conjunto de rancherías pasara a la misión a Una pregunta se vuelve ineludible a la vista de estos datos: ¿por qué
cumplir su periodo semanal. Los jesuitas establecieron dicho sist ema Y, se produjo tal derrumbe demográfico en la Baja California de las misio-
en su momento, lo siguieron también los franciscanos Y los dominic o~. nes? Diré a propósito de esta cuestión que hay factores causales que re-
Señalo que fue táctica común de los misioneros hacer qu e los califor- sultan ostensibles y que deben ser tomados en debida cuenta. Es eviden-
nios dejaran en la misión y al cuidado del respectivo ministro a los niñ~s te, por ej emplo, que las enfermedades que llegaron a la Baja California
que hubiesen cumplido los seis años. Esos pequeños pobladores eran ah- con la población forastera (viruelas, sarampión, sífilis, entre otras) causa-
mentados en la misión durante algunos años, en el curso de los cuales se ron una gran mortandad entre los aborígenes. Sabemos de la difusión de
procuraba instruirlos en las cosas de la vida cristiana. Los niños catecú- esas enfermedades en la península y de la severidad con que afectaron a
menos permanecían en el pueblo hasta que, llegados a la pubertad, se rein- amplios sectores de la población nativa. Sin embargo, de ello me parece
tegraban a sus comunidades de origen. que sería simplista sostener que la disminución de los californios se de-
En las misiones peninsulares podían distinguirse dos tipos de habi- bió exclusivamente a las epidemias. Lo mismo podría decir respecto de la
tantes: un reducido número de pobladores fijos, que eran el sacerdote, violencia directa que el sector armado de los inmigrantes ejerció contra
uno o dos soldados con sus familias y algunos californios, entre los que se los californios, que acumuló desde luego un saldo rojo que a la larga se de-
contaban los que ya eran trabajadores domésticos y los niños qu e es t aban be reconocer como significativo, pero que no llegó a ser totalmente aniqui-
bajo el cuidado directo del misionero; y una población flotante form_ada lante.
por indios que visitaban temporalmente la misión, que eran l~s m as Y De efectos todavía más generales y definitivos, fue el impacto que las
que, como he dicho, luego de pasar unos días en el pueblo volv1an a su s misiones -con sus hombres su cultura sus formas de vida, su emergen-
' /
territorios de procedencia. A la larga, toda la población indígena ~e cad_a
una de las circunscripciones llegó a estar vinculada con su respectiva mi- 10 R10
' , op. cit. , pp. 140-1 43 .
11
sión, pero no toda pudo quedar "reducida a pueblos". He podido est able- Carta d el padre Nicolás Tam aral al visitador [1730], M éxico, Archivo G en eral de la Na-
cer que, hacia 17551 tan sólo el 29 _9 por ciento de la población autóctona ción, Historia , 21, f. 169 . ·
12
Noticia d e la v isita de l pa dre Ignacio Lizassoáin. .. , Austin, Biblioteca de la Universidad
del área de misiones se hallaba asentada más o menos de fijo en los pue-
de T exas, Col ección W. B. Stephens 47, f. 1-3.
"Idem .
9
Migu el Ven egas, N oticia de Ja California y de su conquista temporal y espiritual ha sta el 1.1 Inform e d e fra y Andrés So uto: San Borja, 17 83, M éxico, Archivo General de la Nación,
tiempo presente, 3 va ls., M éxico, Layac, 1944, vol. 11 , p . 158 . Provin cias Int ern as 1, f. 352.
588 I g na c i o d e l R ío
C a zado r es- r eco l ec t o r e s e n la B a ia C a li fo rni a
"varias rancherías vagantes" y formado con ella " d pu ebl o ", 1 7 e d - RELACIONES INTERÉTNICAS
cir, dos unidades sociales mayores que, pese a u alu ió n co m o "p u b lo ", Y DOMINACIÓN COLONIAL EN SONORA 1
no fueron sedentarizadas. En la misión de Guadalupe, 20 ra n c h r ía fu -
ron reducidas a 5 por el ministro del lugar. 1 ' El paclr Ju an Bau ti ta Lu a n- José Luis Mirafuentes Galván
do afirma que las 30 rancherías que había originalmente en la mi i , n de In tituto de Investigaciones Históricas, UNAM
Sanlgnacioéllasredujo"aunasdoce". 1 9 En c7 -- r gi tró la x i t n c ia
de sólo 7 rancherías en esta misma misión .2 0 La r eacdón de los pobladores indígenas de Sonora a la dominación colo-
Los equilibrios que originariamente se habían dado ntre la f rm a nial tuvo muy diver a manifestaciones; en una clasificación por demás
de organización social de los grupos de cazadore -r colector y l pa tr - impl , puede decir e que fueron desde la conformidad hasta el más deci-
nes de distribución del espacio se fueron rompi end a pa rtir d 1 m m n- dido rechazo, pa ando por una gama muy variada de respuestas adaptati-
to en que los californios quedaron ligados a una entidad t a n extra11 a par a vas; ai ladamente o en conjunto, siempre implicaron una muy tupida red
ellos como era la misión. Si, por una parte, u tradici o n e c ultural de relaciones, a menudo inestable, entre los indios y los españoles . Por
modificaron, empobrecieron y desarticularon, reduciend o con ecu e nt - supuesto, también implicaron cambios y continuidades y muy frecuen-
mente su funcionalidad para hacer operante una economía de apropia - tes ajustes en las relaciones entre los distintos grupos nativos. Nuestro
ción, como era la que practicaban y debieron eguir practicando e n u trabajo abordará ese complejo sistema de relaciones. Centrará su examen
gran mayoría los indios peninsulares, por la otra tambi én ocurri ó qu e en la interacción entre las bandas de cazadores-recolectores, y entre éstas
ámbito de eficacia de aquellas menguadas cultura , el e pacio ocial cri - Y su entorno étnico, compuesto por diversos grupos sedentarios y semise-
talizado por el antiguo poblamiento humano de la penín ula, tambi ' n dentarios, y por el propio colonizador español. Examinará el caso de los
entró en un proceso de disolución. seris. Su objetivo es explicar las circunstancias que llevaron a la mayor
El grueso de la población aborigen peninsular no tuvo ante í una a l- parte de este grupo a rechazar los principios de la vida sedentaria que in-
ternativa que asegurara su sobrevivencia histórica . Vinculada e trecha- tentaban imponerles los españoles.
mente con las misiones pero impedida a la v ez de mant e n e rs e de un m.o- La línea principal de su argumentación es que los seris no reacciona-
do permanente en la vida sedentaria, la mayoría de los californios debi ó ron pasiva o acríticamente al proceso expansivo español en el occidente
seguir -viviendo de la caza y la recolección y, según lo qu e h e tratado d e de Sonora. Que, más bien, tendieron a la preservación de sus antiguas for-
explicar, pereció también por eso mismo. mas de vida, tanto por el margen de autonomía que les permitía el débil Y
defectuoso control de la administración colonial en la zona, como por las
desventajas y riesgos que percibían en la adopción de los usos y valores
españoles vinculados a su establecimiento en los pueblos de misión. Fi-
nalmente, que ante las acciones represivas de que fueron objeto, los seris,
en muchos casos, asumieron una posición antiespañola muy marcada, Y
que, incluso, en forma por demás creativa, diversas bandas pertenecien-
tes a agrupaciones rivales fueron abandonando sus actitudes políticas tra-
dicionales para luchar conjuntamente por mantener su autonomía local.
Los seris no eran el tipo de indios que interesaba a los españoles. Más
bien, eran de los indios que les estorbaban y que, por lo mismo, preferían
evitar. A la hostilidad del ambiente geográfico en que vivían, se añadía su
modo de vida nómada, que desde tiempos inmemoriales era reiterada-
mente asociado a los más condenables excesos. Pero el hecho de que los
17
Ven egas, op. cit., vol. 11, p. 212 . españoles no quisieran relacionarse con ellos no implicaba, sin embargo,
1
• !bid., p. 26 8 .
19
Respu es ta s dada s al padre Migu el Venegas . Méxic o , r r de enero de 17P, Bihlioteca Na-
ci onal de M éxico, Archivo Fran cis can o 4 / 60. 1 , f. r v . 10 .
es e o expresar mi agrad e cimi ento a Et elia Ruiz M eclrano por sus valiosos comentario s a
20
Autos de visita, 1755, Austin, Universidad de Texas, C o lección W. B. Stcphcns 67 , ff. I0 6 una versión anterior el e este en sayo, el cual forma parte de un trabajo má s amplio sobre
y 21 9. lo s seris en e l s iglo xv111.
590 { g 11 11c i o d e· / R1 0 59 1
que los perdieran de vista. Incluso, desde fechas temprana hicieron algu- Pue to que es te trozo de tierra que está en el Golfo de California es muy seco
nas descripciones de su localización y forma de vida como advertencia y estéril, los seris merodean como gitanos de un lugar a otro sin quedarse en
para otros exploradores y colonos que pasaran por la región. Estas des- ningún lado por mucho tiempo, para poder recoger las semillas, las frutas y
cripciones, con todo, en algunos casos se convertirían en una buena guía las yerbas que la naturaleza produce en diversas regiones de su territorio;
para el conocimiento de los seris y de los territorios que habitaban. En y por eso, para poder encontrar sus alimentos según la estación del año, pre-
r 5 84, Baltasar de Obregón observó que los seris vivían en tierras en "ex- fieren visitar dichas regiones.?
tremo arcabucosas" y cálidas. 2 Se refería a la franja costera Y la áridas
llanuras del occidente de Sonora. Este territorio se extendía desde la des- Gracias en particular a la crónica de Pérez de Ribas, sabemos también
embocadura del río Y aqui I al sur I hasta la del río Concepción, al norte. que los seris realizaban intercambios comerciales con los grupos agricul-
Por el este llegaba a las márgenes del río San Miguel y por el oeste a la tores circunvecinos. Les daban pescado, sal y pieles de venado a cambio
costa, incluyendo la isla Tiburón y otras islas menores . de maíz. 8 La existencia de este comercio puede ser un buen indicador en
Según el mismo Obregón, los seris se dedicaban a la caza, la recolec- contra de la supuesta carencia de recursos de los seris, que los españoles
ción y .la pesca. Como decía, no sembraban nada y se alimentaban de se- deducían de su forma de vida. En apoyo de la línea central de nuestra ar-
millas de bledo, pescado y de "todo género de caza y de sabandijas silves- gumentación, sostendremos que los seris satisfacían adecuadamente sus
tres" .3 Estas observaciones inevitablemente lo llevaron a formarse una necesidades alimenticias mediante sus prácticas tradicionales de caza Y
imagen muy poco favorable de su cultura, tanto más cuanto que los seris, recolección. Como ha insistido Sahlins a propósito de la economía de los
en contraste con las sociedades tribales que los rodeaban -como los ya- cazadores-recolectores modernos, sus continuos desplazamientos en bus-
quis Y mayos al sur, los pimas bajos al sureste, los ópatas Y eudeves al es- ca de alimentos no eran empujados por el hambre, sino por el convenci-
te Y los pimas altos al norte- eran los únicos que llevaban una forma de miento de que en otros lugares hallarían más y mejores abastecimientos. 9
vida nómada. Así pues, los consideró la "gente más pobre Y silvestre" de Esto era tan cierto que, para dar otro ejemplo, el aspecto físico de los seris
las costas occidentales .4 nada tenía que ver con problemas de salud o desnutrición crónicos aso-
A la vuelta del siglo, el misionero jesuita Andrés Pérez de Ribas llegó ciados a una deficiente alimentación. El mismo Andrés Pérez de Ribas,
a una conclusión similar. En su opinión, los seris formaban un grupo "so- que consideraba extremadamente limitados sus bienes alimenticios, no
bremanera bozal". Sostenía que no tenían pueblos ni casas ni semente- podía conciliar esa consideración con su imponente estatura, corpulencia
ras; en suma, que no practicaban el cultivo del campo Y carecían de resi- Y energía, y, sobre todo, con la confianza y satisfacción con las que se e~-
dencia fija .5 Del mismo· modo que estos dos observadores, otro religioso tregaban a las actividades esenciales de su modo de vida. Así, dicho reli-
de la Compañía de Jesús, el misionero Adamo Gilg, no vio en las activi- gioso decía lo siguiente:
dades tradicionales de los seris más que la manifestación de un modo de
vida particularmente salvaje. Afirmaba que vivían como "ganado, sin Y es caso muy digno de reparo, que con tener tan poca y regalada comida [los
dios, sin ley, sin fe, sin príncipes y sin casas" .6 No obstante, a diferencia de seris] son los más corpulentos (particularmente estos marítimos Y montara-
Obregón y Pérez de Ribas, hizo una descripción interesante de su noma- ces), y de más alta estatura de todas las naciones de Nueva España, Y aun d_e
dismo. Vale la pena que veamos lo que escribió sobre este aspecto. Decía las de Europa, y muy sueltos y ligeros . Y con este corto y parco sustento, vi-
así: . , de gente
ven muchos años, hasta edad decrépita ... Este tan peregnno genero ,
es mucho menor en número que las labradoras, y con tal modo de vivir eS t ªn
10
más contentos que si tuvieran los haberes y palacios del mundo .
2
Baltasar de Obregón, Historia de los descubrimientos antiguos Y modernos ele la Nueva
España, Chihuahua, Ediciones del Gobierno del Estado de Chihuahu a, r 986, p. 2 3º· Los seris, según los mismos españoles, estaban organizados en pequeñas
3 !bici., p. 149.
4 !bid. , p . 230.
5
Andrés Pérez de Ribas, Páginas para la historia de Sinaloa y Sonora. Triunfos ele nueSlra 7 !bid., p. 43.
santa fe entre gentes las más bárbaras y fieras del nu evo orbe, 3 vols., México, Layac, K Pérez de Ribas, op. cit. , t. ,, p. 128; t. II, p. 148.
1944, t. II, p. 148 . · Y Marshall Sahlins, Economía de la edad de piedra, traducción de Emilio Muñiz Y Ema Ro-
6
Charles Di Peso y Daniel S. Matson, "The Seri Indians in 1692 as Described by Adamo sa Fondevila, 2a. ed., Madrid, Akal, 1983, pp. 43-44.
1
Gilg, S. J.", Arizona ancl the West, vol. vn (r), 1965, p. 43. º Andrés Pérez de Ribas, op. cit., t. 1, p. 128.
592 f ose Lui s Mirafuentes Ga l vón Relaciones interétnicas y dominación colonial 593
agrupaciones autónomas del nivel de la banda y pertenecían a, por lo me- ramente contribuían a mantener vivos sus odios y sus rivalidades tradi-
nos, seis grandes grupos, que eran: los seris, los tepoca , lo a lin ro , los cionale . Al referirse a dichos festejos, en los que los indios de Sonora y
tiburones y los guaymas y upanguaymas. Para un visitador pañol de Sinaloa acostumbraban beber en demasía sus antiguos licores, Pérez de
mediados del siglo xvm, "esos nombres y abultados apelativos no di tin- Ribas escribía lo siguiente:
guían nación, sino patrio suelo, residencia, vecindad o ranch ería" . 11 En
nuestra opinión, dichas denominaciones también pudieron er expre ión Eran célebres estas embriagueces y generales entre ellos; en ocasión que se
de algunas variantes locales en los rasgos étnicos del grupo, como, por preparaban y convocaban a guerras, para enfurecerse más en ellas; o cuando
ejemplo, los relativos al adorno del cuerpo y el idioma, y a la elaboración habían alcanzado una victoria, o cortado cabeza de algún enemigo, que eso
o el acabado de distintos artefactos tanto para el uso domé tico como pa- les basta para celebrarlas, juntándose a la borrachera baile general, al son de
ra la caza, la recolección y la guerra. La existencia de esto particularis- grandes tambores, que sonaban y se oían a una legua: en este baile entraban
mos explicaría la conciencia aparentemente marcada de una identidad lo- las mujeres y se celebraban de esta suerte: la cabeza o cabellera del enemigo
cal o de grupo en las distintas agrupaciones seris y, por ende, las rivalidades muerto u tro miembro, como pie o brazo, se ponía en una asta en medio de
Y los conflictos que oponían a esas agrupaciones entre sí y con los grupos la plaza y enderedor se hacía el baile, acompañado de algazara bárbara y bal-
indígenas de los alrededores I como los yaquis, los pimas altos y los • pimas
•
dones al enemigo muerto y cantares que referían la victoria, de suerte que to-
bajos. Todos estos grupos, en efecto, afirmaban o exaltaban su sent1m1en- do estaba manifestando un infierno, con cáfilas de demonios, que son los que
to de pertenencia a una etnia O a un grupo local a través de la guerra, Y gobernaban estas gentes. 1 •
más particularmente, mediante el despojo de las cabelleras u otras partes
del cuerpo de los enemigos que abatían en combate. Según el mision~ro Según el misionero Ignacio Pfefferkorn, esas fiestas llegaban a durar, "sin
Juan Nentvig, veían en esos despojos la representación del más genumo descanso, hasta ocho días". En ese tiempo, sostenía el mismo misionero,
12
testimonio de haber pisado con éxito el territorio de sus viejos rival~s. "los hombres y las mujeres bailan, brincan y saltan alrededor de los palos
Al referirse a estas costumbres, Baltasar de Obregón decía de los sens lo con las cabelleras, honrando a sus bravos guerreros con grandes gritos de
siguiente: "A los que matan en sus guerras los hacen cuartos y los cue~- alegría". 1 6
gan y reparten por blasón en sus casas y terrados, y tratan mal a los cauti- Lo que puede tenerse como el inicio de la conquista de los seris ocu-
vos habidos por guerra."13 Pero incluso fuera del campo de batalla, los se- rrió en la década de 1670, luego de que diferentes bandas de este grupo se
ris Y sus antiguos vecinos encontraban maneras para manifeS t ªr su mutua dedicaran a hostilizar a las tribus sedentarias circunvecinas que se iban
enemistad. Narra Pérez de Ribas que una mujer de origen guayma que se incorporando a los establecimientos misionales fundados a lo largo de
dirigía al Yaqui a contraer matrimonio con un indio de esta nación f~e los ríos Yaqui, Sonora y San Miguel. Aislados del resto de la población
asaltada por una partida de yaquis, que luego de descuartizarla repartie- nativa por esos establecimientos, los seris trataban, al parecer, de adqui-
ron los miembros de su cuerpo en distintos pueblos del río_ para q_ue fue- rir por medio del robo los alimentos que antiguamente obtenían del co-
ran festejados en ellos.14 Todo parece indicar que esos fes~e¡os ~eman una mercio. También es probable que se lanzaran al pillaje como resultado
gran importancia para el mantenimiento de la unión y la identidad de ~as del aumento inusitado de recursos de los grupos vecinos o en un intento
agrupaciones tribales, y de los conflictos que oponían a eS t ªs agrupaci~- por evitar un desequilibrio de fuerzas, hurtando y destruyendo los bienes
nes entre sí. En efecto, a la vez que podían reafirmar y fortalecer su soli- de origen español introducidos en los pueblos de éstos. Como quiera que
daridad interna y la conciencia de sus diferencias étnicas O locales, segu- haya sido, lo cierto es que los enfrentamientos de los seris con los gru-
pos que los rodeaban tendieron a multiplicarse conforme avanzaba la
11
José Rafael Rodríguez Gallardo, Informe sobre Sinaloa Y Sonora. Aiio d e I7 so, edición, dominación colonial en la región. Refiere el padre Adamo Gilg que
introducción, notas, apéndice e índices de Germán Viveros, México, AGN-AHH, 1 975 1 cuando los pimas empezaron a congregarse en pueblos, los seris se apro-
p . 10!. ximaron a ellos, "pero no por cariño para sus antiguos vecinos[ ... ] sino
i2_ José Luis Mirafuentes, "Las tropas de indios auxiliares. Conquista, contrainsurgencia y
por el deseo de ventaja que pudieran obtener saqueando a los recién
rebelión en Sonora", Estudios de Historia Novohispana (13), 1993, PP· 95, 99-rno.
r:i Baltasar de Obregón, op. cit., p. 148.
15
r.i Gerard Decorme, La obra de los jesuitas mexicanos durante la época colonial. I 527· Pérez de Ribas, op. cit., t. 1, p. 130.
16
I767. Las misiones, 2 vo~s., México, Antigua Librería Robredo de José Porrúa e Hijos, Ignacio Pfefferkorn, Descripción de la provincia de Sonora, 2 vals., traducción de Ar-
1941, t. II, p. 329 . mando Hopkins Durazo, Hermosillo, Gobierno del Estado de Sonora, 1983, t. II, p. 69 .
594 f osé Luis Mirafuentes Ga lvún Relaciones inter é tnicas y dominación co lonial 595
convertidos pimas". 1 7 Incluso, por el año de 1672, diver as partida de su territorio y establecerse en la parte baja del río San Miguel, en un lugar
seris, aparentemente tepocas, tomaron por asalto una de la mi ione provisto de aguas, pastos y tierras de labranza. Allí, los misioneros espe-
de indios eudeves más próximas a su territorio, donde ad m á d robar raban convertirlos al cristianismo e iniciarlos en los rudimentos de la
numerosos caballos y reses dieron muerte a m ás d e cuarenta d u mo- vida sedentaria. Así nació su primera misión, que recibió el nombre de
radores .18 La respuesta a estos ataques no se hizo esperar y prác ticam en- Nuestra Señora del Pópulo de los Seris. Para 1692 1 el religioso que por
te marcó el comienzo de las relaciones entre los eri Y lo pali.ole . entonce los administraba, el misionero jesuita Adamo Gilg, se mostraba
Esa respuesta, efectivamente, no fue promovida tan ólo por lo indio muy optimista respecto de los cambios operados en ellos. Decía que ha-
en contra de los cuales estarían dirigidos, en principio, dicho ataque , bían aprendido a trabajar la tierra y a conocer las temporadas de siembra
sino también por los misioneros, los soldados y los colono spali.ole , y cosecha tan bien como los grupos sedentarios, y que empezaban a cons-
que no podían ver en las correrías de los seris más que un peligro para la truir la iglesia del pueblo y sus propias viviendas. Asimismo, aseguraba
expansión de la dominación colonial en el occidente de Sonora. Fu ini- que ya se gobernaban al estilo de los españoles, o sea que tenían un cabil-
cialmente el misionero de Cucurpe, Cornelio Guillericic, el que, lu ego do, compuesto de un gobernador, un alcalde y otros funcionarios de me-
de tratar infructuosamente de poner término a esas correrías por medio nor rango. Finalmente, sostenía que los seris se dedicaban a la práctica
de operaciones armadas a cargo de sus propios catecúmenos, 19 olicitó la del culto cristiano. Afirmaba que iban "al servicio divino con el estilo
intervención de los soldados diciendo de los seris lo siguiente: "y e ta que podía esperarse de gentes que de ganado han llegado a seres humanos
nación es tal que si no es sacándola de sus tierras Y castigándola má , de Y de seres humanos han llegado a ser cristianos". 23
veras que hasta ahora ni de ellos se sacará provecho ni es ta ti rra tendrá Ese mismo optimismo llevó al padre Gilg a promover la fundación de
paz y -sosiego" .2 º Las -relaciones que así se pusieron en marc~a, no _ob - dos establecimientos más para los seris. Uno lo erigió cuatro leguas al su-
tante, mantuvieron su carácter bélico durante un buen espacw de tiem- roeste del Pópulo, y el otro, unas veinte leguas al norte. 24 Incluso, parece
po, debido a que las acciones punitivas que en forma indiscriminada em- haber participado en la formación de dos poblaciones para los pimas ba-
prendieron los soldados de Sinaloa no tuvieron otro efecto que el de jos, antiguos enemigos de los seris. Estas poblaciones quedaron estableci-
provocar el alzamiento de las agrupaciones seris que por entonces se ha- das en la parte baja del río Sonora, entre veinte y veiticinco leguas al sur
· ·
ll ª b an en paz, y la cons1gu1ente pro 1ongac10n
· , 1· ndefinida de los enfre
. nta-
. del pueblo del Pópulo. Estas actividades expansivas, sin embargo, no fue-
mientas a1:mados. En efecto, en aquel mismo año de 1 67 2 , los Jes_~itas ron acompañadas del apoyo correspondiente por parte de los soldados en-
responsabilizaron al capitán del presidio de Sinaloa ~e la expanswn Y cargados de la vigilancia y defensa de la región. Éstos, más bien, casi se
persistencia del conflicto con los seris, "por haber caSt1gado_ ª los q~~ no mantuvieron al margen de dichas actividades, y siguieron haciéndolo así
teman , culpa, de¡ando
· a los culpa d os sm
· castigo.·
· -, con el peligro casi me- en los años siguientes, pese a las evidentes manifestaciones de resisten-
vitable de perderse toda la tierra" . 21 . . cia de los grupos nativos en contra de su congregación en pueblos Y de la
•
En r 679 las cosas cambiaron. y aparentemente mas vigo- modificación de sus viejos dominios.
Tras nuevas ..
rosas campanas - m1htares
· · en su contra, 1os sen·s fueron pac1hcados .e n su Carecemos de espacio para ocuparnos con detalle de las limitaciones
mayor parte 22 y sus relac10nes con 1os espano
· - 1e s básicamente se onenta- . del cuerpo defensivo de Sonora. Únicamente diremos que entre r 69 2 Y
ron en un sentido distinto. En número no determinado, aceptaron de¡ar 1 7 42, ese cuerpo estaba compuesto tan sólo de cien efectivos, repartidos
fo •sé Lui s Mirafucnc es Ca l van Re la ciones int e r é tni c a s y aominación colonia l 597
soldados hicieron a la misión del Pópulo entre 1690 y 1722. Inicialmen- m e d abril y mayo, considerando que era el tiempo en que podían
te acudieron a ella con cierta frecuencia entre 1690 y 1692; luego lo hi- aplicar a mbraT la tierra provechosamente, y que esto, a su vez, les
cieron hasta 1700. Volvieron después en 1704 y 1706, pero ya no regresa- ervirh d a li cient para perseverar en los pueblos. Y añadía: "pues aun-
ron sino hasta 1716 1 y más tarde en 1718 1 1720 y 1722. 26 qu 1 ri , tepoca y pimeria baja son naciones inclinadas a la ociosi-
Estando apenas en sus inicios el proceso por el cual lo misioneros dad y naturalizada a lo que produce la marisma y frutas silvestres, no
perseguían la aceptación subjetiva de las normas y valores de la misión por eso d jan de ape tecer nuestros mantenimientos, y siendo [éstos] los
por parte de los seris, la falta progresiva del apoyo de los oldado a us má racionale , e preciso [que] se les olviden aquellos". 2 9 La coerción,
actividades de congregación y adoctrinamiento n ecesariamente limitó su por upue to, difícilmente podía cambiar las costumbres alimenticias de
capacidad de mando sobre esos indios. Por consiguiente, no pudieron re- lo eri i no iba acompañada por una alternativa dietética de su particu-
solver, por sí solos, los problemas vinculados con mayor frecuencia al lar int rés. Se le podía obligar a producir los comestibles de origen euro-
progreso de dichas actividades. Estos problemas no eran pocos. Aquí nos peo, pero no a creer en las supuestas ventajas o cualidades mayores de és-
ocuparemos básicamente de dos. Uno consistía en la inclinación general to . De h echo, i lo seris seguían apegados a sus alimentos tradicionales,
de los seris reducidos a desertar frecuentemente de los pueblos para vol- se debía no sólo a razones prácticas esto es a la facilidad de obtener esos I I
ver a sus antiguos dominios. Y el otro en los conflictos interé tnicos e in- alimentos en abundancia, sino a las propiedades que encontraban en
tergrupales de la región. ellos. E interesante lo que al respecto escribió el padre Gilg en 1_692:
En relación con el primero de esos problemas tenía una de sus causas "Uno de mis indios se atrevió a decirme que todo lo que comen para ali-
más visibles en la preferencia que los seris concedían a sus alimentos de m entarse es puro, en tanto que nosotros, europeos, tragamos toda clase
caza y recolección sobre los productos agrícolas . En 1718, el padre Miguel de desperdicios; probablemente se refieran al carnero y todos los alimen-
Javier de Almanza a la sazón misionero del Pópulo, explicó esa inque- tos condimentados, y no pude disuadirlo de esta disparatada opinión" .3º
brantable preferencia' de los seris diciendo que resultaba todavía muy pe- Otro ejemplo que ilustra bien la preferencia alimenticia de los seris
27
sado para estos indios sembrar y cultivar los productos del campo. Esta nos lo da el misionero Juan María Salvatierra: en una entrada que realizó
explicación de Almanza era bastante plausible. Tal vez se basaba en la al territorio seri en 171 o, quedó vivamente sorprendido del aprecio que
falta de experiencia de sus catecúmenos seris en esas actividades, pero los seris de la costa concedían al mezquite. Decía que lo juntaban en gran-
con seguridad también en el hecho de que los mismos seris, mediante sus des cantidades, y que luego de tostarlo y molerlo, con la harina obtenida
antiguas prácticas de caza y recolección, podían procurarse en forma ade- preparaban tamales o panes que guardaban en grandes tinajas debajo de la
cuada sus propios alimentos con un trabajo incomparablemente menor, tierra. Para Salvatierra, el mezquite debía su importancia entre los seris ª
lo que debía llevarlos a considerar innecesario el tiempo Y el esfuerzo que dos principales razones: la primera, su agradable sabor. Afirmaba que era
invertían en las labores agrícolas. Como reconocía el mismo religioso, muy dulce, de lo mejor que había probado. Y la segunda, sus cualidades
los seris, "sobre ociosos, se contentan con sólo las frutas que les da el medicinales y nutritivas. De acuerdo con lo observado, sostenía que el
monte, como pitahayas, tunas, bledo, mezcal, mezquite Y sayas, fuera de mezquite era "algo purgativo, pero sin alborotos del cuerpo", Y conside-
los venados huras que con sus arcos y flechas adquieren pa~a su suS t e~- raba que debía ser muy saludable, "pues al tiempo de la cosecha me dicen
to" -28 Conviene recalcar que el misionero no decía que el tngo Y el maiz los indios están muy sanos y se mueren apartándose de este sustento .. .,
no fueran del gusto de los seris; su observación iba más bien en el sentido que no lo hay en distancia de sus playas" Y Salvatierra también observó
de que estos indios dejaban de consumir esos bienes a causa de que su con admiración la gran cantidad de pescado existente en las costas del te-
producción les resultaba sumamente laboriosa. En ese mismo año de rritorio seri. Esta observación seguramente le mostró el grado de impor-
I7 1 8, un visitador militar de Sonora se mostró partidario de cambiar por tancia que ese alimento debía tener en el sustento cotidiano de los seris.
la fuerza los hábitos alimenticios de los seris, para poner término a sus
29
continuas deserciones. Sugería que se les obligara a reducirse entre los Carta de Antonio Becerra Ni eto a Manuel de San Juan de Santa Cruz: Valle de Sonora,
r 3 ele marzo ele 1718, AG I, Gu(ld(l ]aiara, leg. rn9.
10
Di Peso, op. ci t. . p. 5 5.
26 11
!bid., p. IOS; autos de Manuel de Valdés: Sonora, enero-junio de 17 2 o, AHHP, 1 7 2 º· G- 1 4 6 · Copia ele una carta del padre Ju an María Salvatierra para el padre provincial Antonio Jar-
27
Carta de Miguel Javier de Almanza a Fernando Bayerca: Santa María del Pópulo, 20 de fe- clón, en que le da cuenta de su ida a la costa de los seris para remediar la lancha varada Y
brero de 1718, AGI, Guadalajara, leg. rn9. sucesos ele este viaje. Dacia en la California a 3 de abril del año de 17IO, AGN, Hi 5 taria ,
28 vol. 308, f. 395.
Mirafuentes, "Colonial Expansion .. .", p. 106.
,i !bid., f. 395. 36
33
Mirafuentes, "Colonial Expansion ...", p. 107.
!bid., f. 394. 37
Petición de Marcos Coloma a Miguel Fernando Esquer: Nacameri, 2 de noviembre de
34
Autos de Juan Bautista Escalante: Sonora, enero-junio de 1700, AHHP, 1700. G-103. 1716. AGN, Tierras, vol. 3519, exp. 5 cuaderno segundo.
1
35
Carta de Antonio Leal a Gregario Álvarez Tuñón y Quiroz: Banámichi, 5 de septiembre 38
Autos de Manuel de Valdés: Sonora, enero-julio de 17201 AHHP, 1720. G- 146 .
de 1704, BNM. AF . 12. 200 bis, f. 102-102v. 39 Autos de Juan Bautista Escalante: Sonora, enero-junio de 1700, AHHP, 17oo. G-rn3 .
600 fos é Luis Mirafuente s Gal v án R e la c i o n es int e r é tni cas y dominación c ol o ni a l 601
los salineros por causa de habers e reducido a se r cri sti ano y a v i v ir a onde A í pu , la guerra era en extremo nociva para los intentos de congre-
campana Y ser amigos de los español es, proponi éndoles I icl que ¡ no han a- gació n de lo eri s, tanto más cuanto que privaba a los misioneros del
bido que los españoles y soldados de Sinaloa les m ataron mucho pariente recur o principal con el que justificaban sus labores de reducción, esto es,
suyos. Y así, que sepan que han de procurar acabarl os.-1° lo be n eficio qu los indios recibirían mediante su conversión a la reli-
gió n cri tia n a . En efect0, ante la inseguridad de los asentamientos misio-
Casi está por demás añadir que todos esos conflictos represe ntaban un n ale , los eri n o reducidos llegaban a rechazar la instrucción religiosa y
peligro todavía mayor para el proceso de reducción de los seris . Ya en el bauti m o, qu e de acu erdo con las exhortaciones de los mismos misio-
1690, el padre Gilg afirmaba que los ataqu es de los pimas a la mi ió n n eros a ociaban con la obligación de vivir congregados en pueblos. Este
d~~ Pópulo e~an el_ mayor obstáculo para sus actividades de congrega- rech azo e un indicador bastante claro del grado al que habría llegado aun
c10n Y ado_ctnnam~~nto. Decía que tras esos ataqu es, los seris le repro- entre lo indio ge ntil es la desconfianza de vivir en los establecimientos
chab~n la 1~defens10n en que los tenían los soldados, y qu e nu evam ente de misi ón . Tan agudo debió ser este problema que, para 1716, cuando los
volvian a d1spersar~e en sus antiguos dominios .4 1 En 1704, los salineros soldados volvi eron a la región, según el misionero Almanza, "todo loan-
del pueblo de Los Angeles, luego de darse a la fuga ante las incursiones tes reducido estaba perdido y los cristianos hechos apóstatas en el genti-
de los tepocas Y seris, manifestaron que no "querían vivir ni asistir en lismo, por cau sa de las guerras que después de 1704 se volvieron a susci-
ese pueblo por ninguna manera" .4 2 Como podemos apreciar, el peligro
tar entre los n1ismos naturales". 44
que representaba la persistencia de la guerra para la continuidad de las Ahora bien, las m ás amplias posibilidades de los seris reducidos de
labore~ de los misioneros consistía fundamentalment e en la huida de escapar a sus antiguos dominios necesariamente contrarrestaron la labor
~os sens reducidos, huida que, además, en modo alguno dejaba de ser de los misioneros de inducirlos a vivir de fijo en los pueblos, dedicados a
1111:POrtante desde el punto de vista numérico. Dada su reciente y por de-
la agricultura y demás trabajos del campo. Y es que además de entorpe-
mas endeble congregación, que los llevaba a desertar continuamente de cer su aplicación a esos trabajos, los dejaban en libertad para comportar-
l~:, P~~blos, los seris, como ya vimos antes, mantenían su antigua orga- se más de acuerdo con sus deseos e intereses particulares, como eran los
mzacwn en pequeñas agrupaciones que iban desde la familia extensa de volver a sus actividades de caza y recolección, o, como dijera el padre
ha st ª la banda, de modo que lo más práctico y normal era que se dieran Almanza refiri éndose a esas y otras actividades practicadas por los seris
ª la_ fuga masivamente, esto es, en familias y grupos de familias. Así, 45
fuera de las misiones, a "sus antiguas, depravadas costumbres". Cuan-
podia bastar un solo ataque de sus vecinos para que dejaran práctica- do en 1710 el padre Salvatierra penetró en el territorio seri pudo contem-
;ente de~poblados sus precarios asientos. Por supuesto, esta tendencia plar de cerca esa situación. Observó que numerosos seris huidos, enca-
e lo~ _sens a huir de los pueblos como medio de protección, sin duda bezados por un indio de su misma nación, de nombre Ambrosio, llevaban
tambien se debía a la mayor §eguridad que todavía encontraban al abri- un modo de vida que nada tenía que ver con el que los misioneros procu-
g~ de s~ hábitat tradicional, esto es, en su dispersión y continuos des- raban inculcarles en las misiones. Más próximos a la tradición, es claro
~ a~amientos en _l~s desiertos y marismas donde antes vivían. Podría que, para ellos, los usos y reglas misionales sencillamente no podían te-
ecuse que esa v1e¡a relación con su medio les servía de defensa natural ner alguna utilidad o sentido en un medio en el que la convivencia Y la
contra . , las hostTd
1 1 a d es d e sus enemigos.
. Por ello, cuando en 17 1 5 se t
diaria lucha por la sobrevivencia implicaban formas de conducta diS in-
ofrec10
. el bautismo a un cau 1 o sen gentl·¡, este
d·11 · , respon d 10
. , "que ni él tas. Los seris huidos, por consiguiente, actuaban de la misma manera co-
n.1 _los s.u y.os se habían de bautizar; que bien sabía ser muy buena la reli- mo lo hacían las bandas seris que se mantenían al margen de los pueblos
~~on cnSt1ana, pero que temían el morir, pues haciéndose cristianos ha- de misión, es decir, no se apartaban de las creencias y comportamientos
ian de vi:7ir en pueblo, que era lo mismo que asegurarlos a sus enemi- generalmente aceptados y compartidos en sus llanuras Y costas. Salva-
gos los pimas fronterizos para que con poco o ningún trabajo los tierra, por ejemplo, advirtió el mantenimiento de sus rivalidades localeS,
mataran" _43 aun en una zona un tanto reducida de su territorio. Tuvo incluso la
oportunidad de verlos realizar un baile ritual con la participación del
.¡o !bid., AH HP, 1700. G-ro 3.
.¡, o·1 Peso, op. cit. , pp. 45_46
.¡.¡ !bid.' p. IO? .
Mirafu entes, "Colonial Expansion .. .", p. ro7 2
.¡ 2 .i s Carta de Migu el Javi er de Almanza a Fernando Bayerca: Santa María del Pópulo, 0 de fe-
-1 , !bid .. p. ro7 . .
brero de r 71 8, AG I, Guadalajara, leg. ro9.
rada Y sucesos de ese viaje. Dada en California a 3 de abril de r 7 rn, AGN, Hi s toria,
co o seis aüos seguidos, a fin de que 1os o bl 1garan <
L
11
de la tierra para que tengan con que mantenerse en sus pueblo • 9 Como • progreso de su congregación. Así, además de forzar a los indios huidos a
ya hemos visto, esa petición no fue debidamente atendida por lo olda- volver a los pueblos, los soldados procuraron, mediante castigos extrema-
dos p:esidiales, por lo que la misión continuó en franca d ecad ncia. A í, damente severos, que los seris y pimas renunciaran a su antigua costum-
por e¡emplo, en aquel mismo año de 1718, Almanza se disculpó ant u bre de hacerse justicia por su mano, para abolir de ese modo los ajustes de
superiores por no poder pagar un "suplemento de géneros" que e 1 ha- cuentas incontrolados y la espiral conflictiva consiguiente. Por razones
bía otorgado, argumentando que la misión del Pópulo se hallaba urna- de espacio, básicamente nos ocuparemos, como ejemplo, de una de dichas
mente pobre. 50 En los años siguientes la situación económica de es ta mi- campañas militares. Se trata de la que en 1700 emprendieron las tropas
sión no fue más alentadora para su ministro religioso. En 17 24 s decía del presidio de Fronteras al mando del alférez Juan Bautista Escalante. En
que en ella los seris tenían muy buenas tierras, pero que eran tan inclina- esa ocasión, los soldados castigaron con azotes a varias familias de seris
dos "al latrocinio y tan flojos que sin asistencia especial de justicia y e - huidos, que además se tenían por ladrones de ganado. También reduje-
pañoles no hacen nada". Y se añadía que por faltar habitualmente e a ron, contra su voluntad, a numerosos seris tepocas, y dieron muerte a va-
asistencia, la misión del Pópulo se hallaba "siempre en gran pobreza" . 1 rios salineros cuando pretendían escapar a la isla Tiburón. En el curso de
Por lo mismo, los seris que por entonces se mantenían reducidos no pasa- esas acciones, los soldados aprehendieron a un seri salinero de nombre
ban de ser una minoría; una minoría, sin embargo, siempre dispuesta, por Astcuimel, acusado por los pimas de haber dado muerte al fiscal mayor
~us carencias, a la deserción u otras formas de conducta contrarias a los del pueblo pima de San Javier y a tres pimas más. Por la utilidad que tie-
mtereses de la administración colonial. ne para nuestra argumentación, examinaremos, a continuación, este ca-
Hasta aquí hemos puesto énfasis en la incapacidad de los misioneros so. Al ser interrogado sobre las causas que tuvo para matar a dichos in-
para resolver los problemas del progreso de la reducción de los seris sin dios, Astcuimel respondió que sólo trató de vengar la muerte de su hijo Y
el apoyo sostenido de los soldados a la misión de Nuestra Señora del Pó- de su mujer a manos de un grupo de pimas del pueblo del Pitiquín. Y aña-
pulo. Ahora nos referiremos a las acciones militares españolas en la re- dió que el motivo que tuvo para disparar contra los indios de un pueblo
gión, a fin de mostrar que esas acciones, lejos de resolver los problemas distinto del de los agresores, no fue otro más que .el de que los indios de
mencionados, más bien contribuían a aumentar la resistencia de los se- San Javier eran pimas como los del Pitiquín.52 Para Astcuimel, como
ris a vivir de fijo en los pueblos. De manera más precisa, nuestra argu- muy probablemente también para numerosos indios del noroeste, no po-
mentación tratará de poner en evidencia que las entradas de los soldados día quedar sin castigo el agravio recibido de parte de sus viejos enemigos.
al occidente, por su misma infrecuencia, sólo venían a trastornar lo que Para resarcirse, sin embargo, su venganza no necesariamente debía recaer
Pª:~ los indios huidos y gentiles era su prolongado alejamiento de las en• los autores de la muerte de sus familiares I sino en cualquiera de los
,
misrnnes, lo que debía ser una suerte de statu qua; ese trastorno, violen- miembros del grupo al que aquéllos pertenecían. La venganza cumpha,
to por definición, creaba en los mismos indios frustración e inconformi- a~í, una doble función de importancia para los seris. Una función de ca-
dad, Y, por consiguiente, resentimiento en contra de los españoles. r~cter social y otra de naturaleza política. Socialmente expresaba su sen-
En general, las visitas de los soldados a los asentamientos misionales timiento de solidaridad grupal, sentimiento que, para ellos, debía ser aná-
eS t aban orientadas a asegurar la continuidad de las labores de los misio- logo al de los indios rivales. Así, los seris actuaban con la convicción de
~eros. ~ada la debilidad del apoyo militar a las misiones del occidente, y que el daño que hacían a uno de esos indios se lo hacían a todo su gru-
ada la mseguridad creciente de estas misiones causada por la guerra, las po.53 Desde el punto de vista político, podemos decir que la venganza de-
campañas de los soldados en la región tuvieron el objetivo específico de bía representar tanto para los seris como para sus vecinos un medio para
poner fin a los conflictos que enfrentaban a las agrupaciones seris entre sí manifestar su mutua enemistad "y -como ha dicho Beattie- para refor-
Y ª eS t as agrupaciones con sus vecinos pimas. Se tenía la convicción de zar los valores esenciales de conciencia e identidad de grupo" .5
4
que una paz duradera entre esos grupos de nueva cuenta favorecería el Volviendo a Astcuimel, los argumentos que expuso en su defensa
fueron avalados por los indios del Pópulo y hasta por el gobernador de es-
Carta de Mi gue 1 Javier
b
-l Y · d e Almanza a Fernando Bayerca: Santa Mana , del Populo,
, 20 de fe-
. rero de l 7 l 8, AGI, Guadalaiara, leg. 109.
b . de Migu e1 Javier
)º Carta · d e A1manza a Antomo . Garc1a:
, Nuestra Senora
_ .
del Populo, 22 de '.
2
Autos de Juan Bautista Escalante: Sonora, enero-junio de 1700, AHHP, 17oo. G-rn3.
ª nl de 17 18, AGN, fes uitas, leg. 2-29, f. 35 . ' ·1 Seguimos a Lucien Levy-Bruhl, El alma primitiva, traducción de Eugenio Trías, Barcelo-
51
Breve mforme del e s t a d o presente en que se hallan las misiones de esta provincia, 1724, . na, Península, 1974 , pp. 3 5 _86.
AHH, Temporalidades, leg. 27 3_ 2 _ John Beattie, Otras culturas I México I
,.i FCE I 1980 I p • 199.
55
Autos de Juan Bautista Escalante: Sonora, enero-junio de 1700, AHHP, 1700 . G- 1 o3. · c arta d e Migu
'7
· el Javi er de Almanza a Femado Bayerca.. santa M aría del Pópulo '. 20 de fe-
56
Como deja ver el misionero Almanza en una de sus cartas , los soldados siempre actuaron brero de 1718, A G I, Guadalajara , leg. ro9; carta de Fernando Bayer_ca a Anton~~ Becerr~
con severidad en contra de los seris que se resistían a vivir en los pueblos de misión. Car- Nieto: [sin lugar], febrero de 171 s, AGI , Guadala¡ara. leg. 109. Muafuentes, Coloma
ta de Miguel Javier de Almanza a Antonio Becerra Nieto: Nuestra Señora de l Pópulo, 2 4 Expansion ... ", p. ros .
de febrero de r 718, AGI, Guadalajara, leg. 109. 5~ Autos de Manuel de Valdés: Sonora, enero-julio de 1720, AHHP, 1700. G-146.
JI
En ese mismo año de 1720, un vecino español del real de Nu e tra Se- ni dar obediencia". Antes bien, según añadían las mismas autoridades, se
ñora de Guadalupe del Aguaje se quejaba ante el cabo del pre idio de Sina- dedicaba, junto con el seri Ancuibi, al robo de "vacas y caballos". 60
loa de que los seris, además de provocar la huida de sus operario yaquis, Para r 7 24, el mismo Juan Bautista Escalan te salía en seguimiento de
tenían asolado el ganado mayor y la caballada de sus hacienda de acar seis seris que huían con ganado robado. Tras una breve escaramuza con
plata, y añadía lo siguiente: "Y, como digo, no hallándose cont nto di- ellos, capturó a uno de los asaltantes. El padre del indio preso tuvo la pru-
chos indios con los hurtos y asolamientos, pasan y han pa ado a quitar la dencia suficiente de no enfrentarse en ese momento a los soldados presi-
vidas así a los naturales sus circunvecinos como a otros, viviendo tan sin diales, pero descargó después su resentimiento en el misionero de Nues-
rienda política, que aun han dejado sus pueblos y retirádose a lo montes y tra Señora del Pópulo, al que amenazó de muerte. Y con el fin de hacer
marismas para con más libertad emplearse en su depravado ejercicio" : efectiva su venganza acudió a la isla Tiburón en busca de ayuda. 61
En los años que siguieron, los enfrentamientos entre los eri y los Los soldados, en suma, lejos de abolir las venganzas de sangre que es-
colonos españoles continuaron firmemente en ascenso . En 1722, Juan taban en la base de los conflictos interétnicos y locales, sólo lograron que
Bautista Escalante se hallaba otra vez en campaña en el occidente, en esas acciones se orientaran también en contra de los propios españoles.
persecución de varios indios huidos y no reducidos, algunos de los cua- Considero importante destacar este desplazamiento de los ajustes de
les tenían ya diversas cuentas pendientes con la justicia española. Entre cuentas, porque parece haber estado en el origen de un cambio notable en
éstos se encontraba un seri tepoca de nombre José, alias Becerro. El caso las relaciones entre las distintas agrupaciones seris, y entre éstas Y los co-
de este indio también amerita que lo tratemos con cierto detenimiento, lonos españoles. En efecto, a raíz de las entradas de los soldados, algunas
porque ilustra bastante bien el proceso de resistencia de los seris que ve- de dichas agrupaciones tendieron a unirse, en apariencia para aumentar
nimos examinando. José había huido del pueblo de Santa Magdalena de la eficacia de sus actos de venganza en contra de los colonos. Estos actos,
Tepocas, llevándose robada a la sobrina del gobernador de este pueblo . a su vez, fueron teniendo implicaciones políticas, esto es, se constituye-
Tiempo atrás había sido hecho azotar por órdenes del capitán de milicias ron en un vehículo por el que los seris, además de afirmar y defender, por
· de Sonora, Juan de la Riba: Salazar, acusado de mantener relaciones ilíci- encima de sus particularismos, los valores étnicos y locales que les eran
tas con dicha india. Cuando decidió darse a la fuga, José había tomado ya afines, trataron de escapar más cabalmente al control de la administra-
las medidas necesarias para asegurar su subsistencia al margen de la mi- ción colonial. Veamos lo que parece haber sido uno de los primeros casos
sión Y para ponerse a salvo y defenderse de las tropas presidiales. Tanto relevantes en ese sentido.
era así que, según los indios principales de Santa Magdalena, amenazó En 17 2 5, una partida de seris que huía con algunas reses robadas del
con matarlos si intentaban volver a separarlo de su concubina . Incluso, rancho de Salvador de Huerta , vecino del cercano valle de Opodepe, fue al-
l~s advirtió "que ni los soldados ni dicho capitán miliciano le debían qui- canzada por éste y 16 vecinos más del mismo valle. En el encuentro _pro-
tar dicha ninfa". José se hallaba levantado en armas. Había acudido a ducido murieron tres indígenas seris, lo que movió al resto de la partid! ª
unirse a una famosa gavilla de tepocas, encabezada por un indio seri gen- abandonar la acción, dejando las reses hurtadas en manos de los _espano-
til llamado Ancuibi, cuya trayectoria como infractor de las normas espa- les. Poco después, por iniciativa del alguacil del pueblo de Los Angeles,
ñolas expresaba un singular y tenaz desafío al orden que los españoles in- numerosos seris se dieron cita en un sitio cercano a la misión del Pópulo,
tentaban imponer en la región. Ancuibi, hasta donde se sabía, había dado para planear las represalias que habrían de tomar. A la cita acudieron in-
muerte a cuatro indios cristianos y, además de sus incesantes robos de dios de los pueblos de Los Ángeles y el Pópulo, así como las bandas de los
ganado en las misiones y estancias de los españoles, fomentaba los en- caudillos salineros Ambrosio y Nicolás, y varios seris tepocas. En la
frentamientos armados entre los seris y los pimas altos. De hecho, a él se asamblea, los asistentes resolvieron quemar la casa de Huerta Y dar muer-
le hacía responsable en parte del conflicto que por entonces oponía a am- te a todos los que en ella habitaran, y después hacer lo mismo con _las de-
bos grupos y que había costado ya varias muertes y deserciones entre los más casas y familias del valle de Opodepe. La noche del 29 de septiembre
tepocas reducidos. José, por consiguiente, con la seguridad que debía en- los seris llevaron sus planes a la práctica. Prendieron fuego a la casa de
contrar en su nueva situación 1 como decían las autoridades indígenas de
Santa Magdalena, vivía alejado de su pueblo, "sin querer conocer justicia 60 Autos de Juan Bautista Escalante: Sonora, octubre-noviembre de 1722, CL, colección Pas-
tells, Audiencia de Guadalaiara, vol. 27 1 f. 228-239.
61
59 Carta de Martín de Ibarburu a Manuel de Valdés: Hacienda del Rosario, 11 de abril <le Carta de Miguel Javier de Almanza a Gregario Álvarez Tuñón Y Quiroz: Nuestra Señora
1720, AHHP, 1720. G-103 . del Pópulo, 2 de noviembre de 17241 BNM. AF, 214. 952, f. 28v-3o.
6ro fo sé Luis Mirafu e nt es Gal v tin Relacion es int e r é tnicas y domina c ión colonial 6rr
Salvador de Huerta y dieron muerte a éste y a veinte per ona m á . Por NÓMADAS Y SEDENTARIOS EN EL NORTE DE MÉXICO.
falta de tiempo, según un testigo, los seris no pudieron concretar u pro- ELEMENTOS PARA UNA PERIODIZACIÓN 1
pósito de acabar con la población española de Opodepe. Ante d di per-
sarse, sin embargo, acordaron volver a reunirse para quemar la s d más Luis Aboites Aguilar
casas de ese valle y eliminar, incluso, a todos los españole del vecino va- Centro de Investigaciones y Estudios
lle de Sonora. Estos objetivos no habrían ya de realizarlos. Luego d poner Superiores en Antropología Social
en desbandada a un cuerpo expedicionario enviado en su busca, aprove-
charon la ocasión para imponer a los españoles un acuerdo de paz, gracia E te homenaje a Beatriz Braniff es muy merecido porque ella ha dedicado
al cual los seris alzados consiguieron que las bandas de Ambro io y Nico- buena parte de su energía e inteligencia a estudiar un problema que está
lás, que de tiempo atrás vivían al margen de la misión, se estableci ran 24 en la m édula de la historia de Aridoamérica, del septentrión novohispa-
leguas al suroeste de la misión del Pópulo, esto es, muy adentro de u an- no y del norte de México, y que no es otro que el de las sociedades indias.
tiguos dominios y lo suficientemente retirados de todos lo asentami nto Sin embargo, en nuestro país ese problema no ha recibido ni por asomo
españoles de la región. 62 una atención capaz de crear, como en Estados Unidos, una sólida -tradi-
Este desenlace del conflicto nos muestra que, en el curso de su ven- ción historiográfica. Existen varias razones que parecen explicar el enor-
ganza, los seris tomaron conciencia de otra forma de escapar al control me contraste entre los numerosos estudios norteamericanos sobre los
de los españoles, o sea imponiéndoles, mediante la fuerza de su unión, el indios del suroeste y los escasísimos mexicanos sobre el norte. La más
reconocimiento de su autonomía local. Éste parece haber sido el inicio simple es aludir a las diferencias económicas entre ambos países, lo que
de ese complejo proceso de acercamientos y alianzas entre las distintas bien puede explicar la existencia en Estados Unidos de una tradición
agrupaciones seris para defenderse, con mayor eficacia, de la institución constituida por varias generaciones de investigadores profesionales. Pero,
del dominio colonial en Sonora. al menos, existe otro elemento que debe considerarse: para los norteame-
ricanos la conquista del oeste y la expansión hacia el océano Pacífico por
SIGLAS medio de los pioneros y las ambiciones y conquistas territoriales resultan
ser elementos cruciales de su identidad nacional. En cambio, nuestro país
AGI. Archivo General de Indias, Sevilla. se formó -y con ello buena parte de la identidad nacional- a partir de un
AGN. Archivo General de la Nación, México, D. F. centro todopoderoso (la ciudad de México) que no se hallaba en el norte.
AHH. Archivo Histórico de Hacienda, México, D. F. Ese centro irradiaba su influencia hacia diversas porciones del territorio,
AHHP . Archivo Histórico de Hidalgo del Parral, Parral, Chih . entre ellas el septentrión,2 pero en la historia de México el norte dista de
BNM. AF. Biblioteca Nacional de México. Archivo Franciscano, México, tener la influencia que tuvo el oeste o el suroeste para los norteamerica-
D . F. nos. Lo mexicano tiene que ver mucho más con Mesoamérica, con gru-
CL. Centro Loyola, Madrid. pos indígenas sedentarios que muy pronto quedaron subordinados a la
dominación española. El componente indio de la identidad nacional me-
xicana, tan manipulado y demagógico, se refiere sobre todo al centro del
país. El águila no se comió a la serpiente en la isla Tiburón ni la virgen de
Guadalupe se apareció en el Bolsón de Mapimí (ni tampoco en un cenote
de Yucatán o en las montañas chiapanecas) . Ni chichimecas, tobosos
-menos aún apaches y comanches- tienen sitio en esa identidad. Lla-
ma la atención que todavía hoy no hayamos comenzado a discutir ni a
1
Se agradecen los comentarios de Cecilia Sheridan y América Molina del Villar a la versión
preliminar.
2
62
Bernardo García Martínez, "La construcción del espacio mexicano: desarrollo regional Y
"La insurrección de los seris en 1725 11 1 paleografía y presentación por José Luis Mirafu en- otros temas de geografía histórica", en Enrique Semo (comp.), Historia económica de Mé-
tes, Boletín del Archivo General de la Nación , tercera serie, t omo 111 (7), pp. 3-23 . xico (en prensa).
' ·.~ . : .: , ;·
explorar de manera sostenida el ingrediente indio de la historia del norte recl utamiento de brazos indios para minas, haciendas y ranchos. La escla-
mexicano, salvo quizás el de la lucha contra la "barbarie" apache. Pero vitud y la encomiendas constituyen un rasgo distintivo de este periodo,
desde esa óptica, los indios constituyen un elemento externo, ajeno, una que impu o una dinámica singular a las relaciones entre nómadas y se-
especie de pesadilla ya superada para fortuna de la estirpe criolla y em- d ntaTios . Desde esta perspectiva, dejando de lado la labor.evangelizadora,
prendedora que supuestamente conforma al "norteño" . El problema es lo esfuerzos misioneros podrían considerarse como un intento de armar
que ni conocemos ni reconocemos otra posibilidad. una opción menos violenta para aprovisionar de mano de obra a los espa-
La trágica situación de los indios contemporáneos - tan bien tradu- ñole . El repartimiento también podría verse desde esta perspectiva.3
cida por el movimiento armado chiapaneco o por la condición de los ta- El segundo aspecto que distingue a este periodo es la violencia espa-
rahumaras- no puede quedar de lado al momento de discutir los avan- ñola, a la que los indios, nómadas y sedentarios por igual, opusieron una
ces de investigación sobre la historia de nómadas y sedentarios y sobre gran resi tencia de rasgos singulares, considerando la ausencia de organi-
las posibilidades de que este homenaje a Beatriz Braniff se convierta en zaciones políticas centralizadas y estables entre los diversos grupos indí-
un verdadero parteaguas en los estudios sobre el tema en nuestro país . genas. El siglo xv11 contiene una sucesión de ataques y sublevaciones de
Quiero aprovechar la amable invitación a participar en este coloquio conchos, tobosos, tarahumaras, en muchas ocasiones aliados unos con
para exponer algunas reflexiones sobre cómo llevar a cabo una investiga- otros, aunque también en muchos casos enfrentados entre ellos. En esa
ción futura sobre este tema. Por ello, éste es apenas un intento prelimi- enumeración se combinan grupos reconocidos preponderantemente co-
nar de organizar ideas, comenzando con una propuesta de periodización mo cazadores-recolectores, otros con una base agrícola aún sujeta a dis-
de las relaciones entre nómadas y sedentarios. Es asimismo una generali- cusión, como los conchos, y otros más con una base agrícola indudable.
zación Y como tal simplifica, agrega, exagera. Este trabajo tiene como Aspecto crucial de esta resistencia india era el objetivo de borrar la pre-
punto de partida acontecimientos ocurridos en la provincia de Nueva sencia española, sin que eso significara el rechazo a algunos elementos de
Vizcaya, en particular en su porción septentrional (el actual estado de la cultura europea.4
Chihuahua). Si se generaliza, es con la pretensión de hacerlo sobre esa El tercer elemento es la cuestión territorial, cuyo análisis puede ex-
parte del norte. Esperemos que el punto de llegada de la investigación sea plicar los rasgos de esta primera etapa. A pesar de no ocupar plenamente .
mucho más amplio y, sobre todo, mucho más fino. el espacio de los diversos grupos nómadas, la llegada y .gradual expansión
Para la periodización se fija la atención en dos aspectos: por un lado, del poblamiento español implicaron nuevas formas de uso y apropiación
en los protagonistas de la relación es decir los diversos grupos nómadas de los recursos productivos. El agua es un ejemplo. El arribo español trajo
Y de pobladores sedentarios; y por ~tro, en 1~ naturaleza del espacio regio- consigo un aumento sustancial en la cantidad de agua utilizada; su uso
nal. La relación que nos interesa es la relación nómadas-sedentarios eS t ª- obedecía a una lógica económica de pobladores sedentarios, concentra-
blecida por los españoles con el conjunto de grupos de cazadores-recolec- dos. Un uso más intensivo del agua pudo haberse traducido en una com-
t~res de escasa, si no es que nula, tradición agrícola. Desde ese punto de petencia mayor por el recurso. La construcción de obras de derivación
VlS t a, se trata de una relación de dominación, de imposición a un modelo también pudo limitar escurrimientos aguas abajo o reducir la disponibili-
de o~ganización social basado en el poblamiento sedentario Y éste en la dad de líquido en lagunas y aguajes. Además, el ganado se convirtió en un
propiedad privada. Ciertamente esa relación entre españoles Y nómadas gran consumidor de agua. En algunas partes del norte novohispano llegó
no puede entenderse sino en el marco de las relaciones más complejas a haber más cabezas de ganado que habitantes.5 Además, como señala
entre españoles Y el mosaico de grupos indígenas, nómadas Y sedentarios, Cramaussel, la presencia de grandes rebaños pudo haber deteriorado la
que poblaban este espacio al momento del arribo español. capa vegetal de los lamerías y llanuras. Éste es un elemento que no debe
minimizarse al considerar los cambios en las condiciones de reproduc-
MAYO RÍA INDIA
'C hanta! Cramaussel, La provincia de Santa Bárbara en Nu eva Vizcaya 1563-1631. Chi-
En una pnmera
· etapa, que bien puede extenderse desde mediados del sig10 huahua, Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, 1990, pp. 59-60.
.¡ Susan M . Deeds, "Las rebeliones de los tepehuanes y tarahumaras durante el siglo xvu en
XVI ha st a 1700 o quizá 1750, destacan tres aspectos. El primero es la im-
la Nueva Vizcaya", en Ysla Campbell (comp.), El contacto entre los espaiioles e indígenas
~ortancia crucial de la ma~o de obra indígena en la economía de los espa- en el norte ele la Nueva Espafw. Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, 1992, p. 3 5.
n_oles, que no se volverá a presentar en etapas sucesivas. Las redadas, cace- ' Michael C. Meyer, Agua en el suroeste hispánico. Una historia social y legal 1550-1850,
nas Y el comercio de prisioneros de guerra fueron otras tantas vías de México, C IE SAS-IMTA len prensa).
co en la época colonial, 1577 _1723 11 1 en El norte, noreste y Saltillo en la historia colonial ra 1es Y derechos indígenas en la sierra Tarahumara, Cm a Juarez, u mv
• d d - · ersidad Autono-
de México, Saltillo, Archivo Municipal de Saltillo, 1990, pp. 91 -r 2 º· ma de Ciudad Juárez, 19941 pp. 73-126.
8
Edward H. Spicer, Cycles of Conquest. The Jmpact of Spain, M éxico and th e United Sta- 11 M ana - d e I C armen Velazquez,
- . .
Establecimiento i a d e1 sep tentri'ón de Nu eva. Espa-
- d'd
y per
- . . b ·dad del penado en
tes on the Indians of the Southwest, r 533-1960, Tucson, The University of Arizona Press, na, Mex1co, El Colegio de México, 19741 pp. 189-190. So re 1a prospen .
. . d - .
cuest10n, vid. Pedro García Conde, Ensayo esta istico so re e b 1 estado de Chihuahua,
1970, p. 230.
9 !bid. , p. 239. Chihuahua, imprenta del gobierno, 1842, p. 64.
st
cwn con itucional del estado de Chihuahua, Chihuahua, Gohierno di.:! Es tado r 984
0
gleses, se sumaron a ellos. Lo que no calcularon los iroqueses fue que a largo plazo la pre-
pp. I 11·112. ' ' sencia francesa era esencial para su sobrevivencia. Gary B. Nash, Pieles ro;as, blancas Y
negras, México, FC E, 1989 1 p. 448.
620 621
L 11 i s A /J u i t e s A g 11 i I il r Nó mada s y se d e ntarios en el norte de M é xico
LA ECONOMÍA POLÍTICA DE LAS CORRERÍAS:
NUEVA VIZCAYA AL FINAL DE LA ÉPOCA COLONIAL
William L. Merrill
Smithsonian Institution
1
Spielmann (1991 a) proporciona un análisis detallado de las interacciones entre horticulto-
res sedentarios y cazadores-recolectores nómadas.
2
Sahlins ( r 972: 18 5-2 7 5) presenta un análisis de reciprocidad negativa que se relaciona con
las diversas formas de reciprocidad en la interacción social en general. Y como en est e en-
sayo mi enfoque es el intercambio económico, designo la reciprocidad negativa asociada
con correrías como "intercambio negativo".
r '
apaches, que cazaban y recolectaban en los llanos del búfalo, ubicado al ciente dependencia de los apaches respecto del ganado de los españoles
oriente de la misma región. Casi todos estos intercambio tuvi ron lu- para a ti facer las necesidades básicas de subsistencia. Sin embargo, se ha
gar en las poblaciones más cercanas a los llanos, a donde los apache ll e - prestado poca atención a la relación existente entre las correrías y la red
vaban diversos productos derivados del búfalo (cueros, ebo, carn l, pie- de intercambio de ganado hurtado que se desarrollaba a través de gran
les curtidas de otros animales, herramientas de pedernal y hu e o, a í parte del oeste de Estados Unidos durante este periodo. Además, no se
como cautivos, quienes en su mayoría eran miembros de la oci dad han explorado a fondo las motivaciones políticas que estas correrías pu-
agrícolas que vivían en los márgenes orientales de los llano . A cambio, dieron tener ni el importante papel que jugaron en ellas los residentes de
los indios pueblo ofrecían maíz y otros productos cultivado junto con Nueva Vizcaya, tanto indios como no indios. 4
cobijas de algodón, alfarería y turquesa. Al parecer, los pueblo ituado El propósito de este ensayo es examinar la alta incidencia de correrías
más cerca de los llanos competían entre ellos por el control d 1 inter- ocurridas en Nueva Vizcaya durante la segunda mitad del siglo xvm en
cambio con los apaches y operaban como intermediarios en el flujo de relación con los procesos económicos y políticos más generales que se
bienes entre los apaches de los llanos y otras sociedades que vivían ha- desarrollaron en el norte de Nueva España, y más allá de la frontera, du-
cia el poniente . rante la época colonial. Aquí propongo que solamente se pueden enten-
Después de fundar su colonia en Nuevo México, en 159 , los españo- der las características más significativas de este complejo de correrías si
les comenzaron a explotar este intercambio para adquirir enorme canti- se toman en cuenta la organización y dinámica de la red suprarregional
dades de cueros de búfalo y pieles de venado, así como indios cautivo , de intercambio, y que estas correrías fueron motivadas por factores tanto
que eran la base de su economía local y su comercio con el resto de Nue- políticos como económicos. Considero, además, la relación entre los apa-
va España. De hecho, intentaron y, hasta cierto punto lograron, arrebatar ches Y los indios y no indios residentes de Nueva Vizcaya que participa-
el control de intercambio a los indios pueblo. Al tiempo que introdujeron ron en las correrías. Primero presento un resumen de la historia Y etno-
nuevos productos, que llegaron a ser muy codiciados por los indios, como grafía de las correrías en Nueva Vizcaya para después plantearme dos
caballos, herramientas de metal y telas fabricadas, pusieron en peligro el preguntas específicas: ¿por qué los apaches no desarrollaron relaciones
intercambio cuando empezaron a atacar a los apaches de los llanos para iguales de intercambio positivo con los españoles en Nueva Vizcaya c~-
conseguir esclavos. Sin embargo, el sistema de intercambio fue más seve- mo las que habían creado anteriormente con los españoles en Nuevo Me-
ramente trastornado por los enemigos de los apaches que vivían hacia el xico? Y, ¿por qué los indios agricultores sedentarios en Nueva Vizcaya,
norte, particularmente los comanches, quienes bloquearon el acceso de después de mantener más de medio siglo de paz con los españoles,. co-
los apaches a las áreas de los llanos donde se encontraban las grandes menzaron correrías en contra de éstos y de su ganado en la segunda mitad
concentraciones de búfalo, al igual que a los centros de intercambio en del siglo XVIII? Concluyo con algunas reflexiones sobre la economí~ polí-
Nuevo México. A mediados del siglo xvm, estos grupos habían suplanta- tica de estas correrías, y examino, en términos más generales, las dimen-
do ya a los apaches como las sociedades provenientes de los llanos que siones económicas y políticas de estas correrías comparando la importan-
fueron de mayor importancia en el intercambio con los indios pueblo de cia de las dos clases de factores en la motivación de las actividades de los
Nuevo México.3 · atacantes.
Por mucho tiempo los investigadores han reconocido que los apaches
de los llanos, después de haber sido desplazados de sus territorios de ca-
cería Y sus relaciones de intercambio en el norte, cambiaron sus opera-
-1 N avarro G arcia - (1964:303-304, 407) ha propuesto, haciendo. - 11 mcapi
· ·é que nadie,.d la.
cione·s durante el siglo XVIII más hacia el sur, generando un aumento dra- mas
mático en las correrías y hurto de ganado en Nueva Vizcaya y otras perspectiva de que los apaches hurtaron ganado de los españoles para satis facer neces1 a
. ·
. .
d es b asicas . s la guerra era
de subsistencia. En sus palabras: "Para las tribus enemigas, pue 1 ,,
provincias adyacentes a lo que actualmente es el norte de México. Estas · ¡ . . · 1
una simp e Y cruda lucha por la subsistencia en el sentido mas matena de la palabra.
correrías se han interpretado principalmente como resultado de la ere- ( i964:303) . Referencias al intercambio de ganado' hurtado en el norte de M e'xico en los s1-
glas xvm Y x1x se encuentran en John (1975: passim) y Griffen (r988a:78-79, 9 1, 121 ' _33 ·
1
1 34, nota 6, y 1988b:151-162)• cfr. Forbes, 1959 y Worcester, 1944• n u ·as Hermos1llo
..
' Para información acerca del intercambio entre los indios pueblo y las sociedades indias de .
(1994 ) proporc10na ,
un análisis importante . 1es, cu lt urales y econom1-
de los contextos socia
los llanos, así como el impacto que los españoles y los comanches tuvieron sohre este in - cos d entro de los cuales ocurrieron los ataques de Ios tara h umares Y otros residentes de
tercambio, vid. John, 197 5; K~nner, 1994; Forbes, 1994; Navarro García, 1964; Ford, 1983 ; .
N ueva Vizcaya. Información adicional sobre estos ataques se encuen t r a en Navarro Gar-
Kessell, 1979; Levine, 1991, y Spielmann, 1989 1 1991a, 1991h y 1991c. cía (1964) y Salmón (1991:85-131).
William L M e rr1l/
Nu eva Viz c aya al f inal de la é poca colonial
tes en 1740, extendieron sus ataques contra los apache ha cia 1 ur d Te- Lo oficiales españoles inmediatamente comenzaron a arrestar a las
xas y Nuevo México. En esta época, un gran núm ero d apache d 1 ur per ona implicadas en los ataques. De las declaraciones de estos prisio-
comenzó a trasladarse hacia el centro de Chihuahua, mientra varia ban- nero y d la entrevistas con cautivos que habían escapado de los inva-
das de apaches de los llanos (quienes más tarde se juntaron para formar el sore , comprendieron que la alianza entre los apaches y los indios locales,
grupo de apaches llamados mezcaleros) se infiltraron en lar gión a lo lar- particularm nte los tarahumares, se había dado desde 1760. 24 La mayoría
go de la frontera entre Nueva Vizcaya y Coahuila. 1 Otro apache d lo de lo indio involucrados fue identificada como tarahumares, cholomes,
llanos, usualmente llamados lipanes, incrementaron u pr ncia en Coa- norteño y tepehuanes, así como apaches. Éstos incluían miembros de
huila y, en menor grado, en Nuevo León y Nuevo Santand r, al ori nt . El banda apaches independientes (principalmente gileños, pero probable-
movimiento de estos apaches hacia el norte de México no con tituyó una m e nt e también algunos mezcaleros), junto con apaches conocidos como
migración definitiva, sino más bien una extensión d u t rritorio en el "criado " por haber sido capturados desde niños y criados en hogares es-
sur de Texas y Nuevo México, donde continuaron operand . 1 pañoles de la región . La mayoría de los no indios era de herencia mixta
Aunque los apaches del sur desde hacía alguna décadas atacaba n el de europeo , indios y africanos, designada colectivamente, en el esque-
norte de Nueva Vizcaya y los apaches de los llanos empeza ban a atacar ma español de clasificación racial como castas, y más específicamente
en la década de 1730 varias poblaciones de Coahuila, us contactos ini- como m es tizos, mulatos, coyotes' y lobos. Además, algunos españoles
ciales con los españoles en el centro de Chihuahua fueron pacífico . A también estaban involucrados, aparentemente tanto peninsulares ~~mo
principios de la década de 1740, incluso ayudaron a los e pañole a captu- criollo , que eran desertores militares o, por diferentes razones, fug~u_vos
rar a la última banda local de nómadas que aún operaba n el Bol ón de de la justicia. Parece ser que los únicos grupos étnicos que no participa-
Mapimí. 20 Sin embargo, hacia 1748 atacaron poblacione españolas en ron en los ataques eran indios como los tlaxcaltecas, yaquis Y sinaloa_s, ª
los alrededores de la ciudad de Chihuahua y el nort e del vall e del río Pa- •
qmenes los españoles habían traído a la Nueva v·1zcaya co mo colomza-
pigochi, iniciando un periodo de intenso conflicto intercultural e interét- dores, auxiliares militares y mano de obra calificada, Y que con frecuen-
nico, que no disminuiría durante las siguientes cuatro décadas. 21 cia gozaban de privilegios negados a los indios locales.25
En las décadas de 1750 y 1760 los apaches atacaron en Nueva Vizcaya
siguiendo la línea de las poblaciones españolas desde el presidio de Janos,
. . . . d. N Vizcaya así como su
al norte, hasta la capital provincial de Durango, una extensión de oo ki- rrenas de los tarahumares y otros 111d10s y no 111 10s en ueva ' h.
•
arresto y castigo es tán documentados en vanas colecc10nes e man · d uscritos En
· . el Are. !-
lómetros.22 Durante este periodo, la mayoría de los oficiales españoles 1 • • e ondencia de Vllre-
VO General de la Naci ón se encuentra material relevante en. orresp . . .
asumió que estas invasiones habían sido realizadas exclusivamente por . . .
y es, pnmera serie vols 38 39 44 46 Y 73 · Pres1d10s Y caree es, vo . 9 ,
. 1 ¡ y Provincias m-
. . 1
los apaches y formuló estrategias militares con base en es ta conclusión, , . , , , , I f ación ad1c10na
ternas, vols. 41 42 43 47 49 69 128, 132, 142, 162 Y 254. 11 orm n
, , , , , , d I d. es ecialmente e
organizando campañas en territorio apache hacia el norte Y reubicando relacionada con el t ema se encuentra en el Archivo General e . n ias, P
sus defensas para prevenir su entrada a Nueva Vizcaya . Podemos apreciar Guadal a jara, 285 y 286 . E ese
2-1 Para e l aii.o de r 7 5 9 o antes ya existía la alianza entre tarahumares y apachels. . nd. s
su consternación cuando descubrieron, alrededor de 1771, que mucha - . , , . t · ., "I ligación que os 111 JO
ano, un capitán de milicia del valle de Basuch1! se re moa ª co . d or
gente dentro de la sociedad colonial, tanto indios como no indios, eran • ,, · ue atacantes guia os P
tara h umares comienzan a tener con los enemigos Y reporto q en
cómplices y aliados de los apaches en sus incursiones . 23 . _ •mero de muertes
los tarahumares habían causado daños considerables, as1 como un nu_ . h . (Gutié-
1as m1. s10. n es y poblaciones españolas en el area. d 1 11 del no Pap1goc 1
norte e va e . . . itas
. d d 6 los m1s1oneros iesu
is John, 1975:315-318; Kenner, 1994:42-43; Thomas, 1974. Los apaches del sur incluían di- rrez de Riva, 17s9:ssv-s6v). A principios de la deca a e I7
.. d T
°,
hi y San Francisco
. de Bor-
ferentes bandas, conocidas hoy bajo el término "chiricahua" IGriffen, 1988a:4-5). Dife- tamb1en informaron que tarahumares de los pueblos e omoc (B 6 .
rentes grupos de apaches de los llanos, conocidos como los mt.:zcaleros, incluían princi- . .d 1 s apaches argas, 17 2,
Ja estaban involucrados en correrías tanto solos como um osª 0 . . d allí
palmente a los faraones, los natagés y a los propios mezcaleros IOplcr, 1983:385-39 2 ). ' .d f · a un m1s10nero e
Braun, 1764:17). Un tarahumar de Tomochi arrepent1 o con eso ·¡ ¡ b' de1·ado
1
\1 John, 1975 :271-272 1 503. 1 ches "e ia ia
que, despu és de h aber pasado un ti empo considerable con os apa ' ¡¡ en
20
John, 1975:271-272; Berroterán, 1748. . . d b utalmente como e os, y
mue h os tarahumares allá entre los apaches, v1v1en o tan r .d
21
Gutiérrez de Riva, 1759 :55 _56v; Rubio Mañé, 1959 : 379 ; O 'C on or 1773a. Gutiérrez de Ri- . . . . . d 1 horrorosas monstruos1 a-
este particular se exp licó largo tiempo, dandole noticia e as . . _
va, 117 59:5 5) relaciona el inicio de la violencia en el área del valle de río Papigochi con un . f s los oficiales espano 1es
des que ejecutaban" (Braun, 17 64 :17 ). A pesar de estos 111 orme , d'
. - d cuán devastadora po ta
levantamiento de los indios suma en el norte de Nueva Vizcaya . aparentemente no se di eron cuenta s1110 hasta 1os anos e 1770
22
Kinnaird, 1958 :76-80; Griffen, 1988a: 19, 26-29; Navarro García, 1964:13 1-13 2, i3 8-i3 9, .
ser su alianza con los apaches para las am b.1c10nes
• espano - ¡asen la frontera norte.
145, 187-191. 2 _ . . . . d.10 ·111 aba "sonorenses" eran
' En 177 3, el corregidor de Chihuahua 111d1co que m s que e am .
23
Navarro García, 1964:108-190, 214, 222-223¡ Faini, 1772; Bucareli y Ursúa, 1773 . Lasco- mi embros de una banda, la cual tambi én incluía cholomes (Queipo de Llano, i773d-4o 3 ).
queachi, Carichí, Chuvíscar, Coyachi, Huejotitlán, La Joya, Nonoava, Norogachi, Papi- b d de tarahumares
rrez de la Cueva, 1784-1785; Almada, 1937:222). En 1788 una an ª . Se decía
gochi, San Andrés, San Francisco de Borja, San Ignacio, San Javier, San Lorenzo, San Ma - . . d' 1 ·rea de Batopl 1as.
ta b a atacando, principalmente a poblaciones m 1genas, en e ª t de lo
teo, San Miguel de las Bocas, San Pedro, Santa Cruz de Tapacolmes, Santa lsahel, Santa 1 . d El Fuerte en e1 nor e
que a gunos de sus miembros eran de la alcaldia mayor e '
María de las Cuevas, Santo Tomás, Satebó, Tecorichi, Temaichi Y Tizonazo. Con la ex- que hoy es el estado de Sinaloa (Ugarte y Loyola, 1782 :2 72, 2 73v). . s pertene-
cepción de Babonoyaba, Chuvíscar, Norogachi, San Andrés, San Pedro, Santa Cruz de Ta- 30 S . . . . . . t s en las correna
egun los oficiales españoles, gran numerp de los participan e .. , d B b 0 noyaba
pacolmes y Santa Isabel, todas estas misiones fueron entregadas al clero secular alrede- · a los pueblos de Guadalupe y Concepción, am bos visitas
cian · · de la m1s10n e . ª t ques
de organizar a a
dor de 175 5 o en el tiempo de la expulsión de los jesuitas, en 1767; aquellas secularizadas (Ugane y Loyola 17 8 7 1789:251v). La práctica de los tara h umares . se-
alrededor de 17 5 5 dejaron de ser clasificadas como misiones (Deeds, 198 1; Revillagigedo, . , , 1, d Santa Eula 1ia en una
mientras trabajaban fuera de sus pueblos se ilustra para e area e f s
1966; Burrus, 1963). En los años de 1785 y 1786, a treinta y dos hombres se les dieron tie- · d ·- p · ·as Internas 132, s. 37 2 s ·
ne e documentos del Archivo General de la Nac10n, rovinci . d .
traban le1os e su terr1-
rras en una "nueva colonia" de la villa de San Gerónimo (ahora, Aldama, Chihuahua), la En la segunda mitad del siglo xvm algunos tarahurnares se encon
. , . . h 1 • Nazas al sur Y asta !-
h s·
cual se restableció en ese tiempo (varios autores, 1783-1793). Alrededor de 1785, José An- tono aborigen, llegando hasta Nuevo Leon al onente, ast a e no _ . (O'C
, . . . s espanoles onor,
tonio Rengel, Comandante General Interino de las Provincias Internas, había enviado a naloa al occidente. La mayona trabaJaba en centros economico . )
"varios indios y castas, que estaban en las cárceles de Chihuahua", a establecerse allí. . L 1 8 17 88· Gnffen 1969, 1979 ·
1773b; V1dal de Lorca y Villena, 1775; Ugarte Y oyo a, 17 7, ' '
El área donde se efectuaron estas incursiones (aproxim adam nt n- pu ta por el m arqu és de Rubí y José de Gálvez a fines de la década de
tre Janos y la villa de Durango) fue la misma región atacada dura nt la 1 7 o, 1 plan elaborado incluía consideraciones tanto militares y econó-
décadas anteriores y, de hecho, coincidió con el ár ea origina l dond inva- m ica corn o política y jurídicas. La aplicación de este plan durante las
dieron los nómadas originarios del Bolsón de Mapim í. Lo in va re nfo - igu i n t tr década la facilitó la creación de la Comandancia General
caron sus ataques a haciendas y ranchos asociados, pero ta m poc perdona- de Provincia Interna en 177 6, que organizó las provincias del norte en
ron los ranchos independientes, campos mineros, viajero y c nvoy , un a va ta zon a militar. -i
ni siquiera a los presidios. Los principales invasore en el n rt , nt r Ja- Punto clave de la dim ensión militar de este plan fue la reorganiza-
nos y la villa de Chihuahua, fueron apaches qu e operaban olo . Ta mb ié n ción de lo pre idio norteños para bloquear el acceso a Nueva Vizcaya,
invadieron ricos distritos agricultores y mineros entre la villa de C h i- tanto d d el n orte com o desde el Bolsón de Mapimí en el este. Además,
huahua y Durango, pero allí se juntaban con frecuen cia con re id nt lo- lan zaro n ca mpaña hacia territorio apache más allá de la línea de los
cales (incluyendo indios y no indios) en sus ataques o lo e peraba n e n lu- pr sidio , y fu eron enviadas patrullas para expulsar a los apaches Y otros
gares aislados para recibir el ganado, prisioneros y el botín obt enid o. 1 invasor s d 1 Bolsón de Mapimí y otras áreas de refugio más pequeñas en
También se realizaban correrías, aunqu e en un grado m en or, h acia I oe - el interior de la provincia, qu e utilizaban como bases para atacar los cen-
te en las jurisdicciones de Cusihuíriachi y Ciénaga de los Olivo , donde tros econó micos e pañoles. Muchas mujeres y niños apaches, capturados
fueron atacadas tanto poblaciones españolas como mi sion es tarahuma- durant e e ta campaña , se convirtieron en sirvientes de los españoles .º
res. Las áreas más afectadas cambiaban continuament e, ya qu e, mi nt ra fu eron deportado con us parientes hacia el centro de México Y las An:u-
los vecinos y militares españoles respondían a las invasiones n un área, llas .35 E t as acciones militares fueron combinadas con incentivos que m-
los invasores cambiaban sus lugares de operación .3 2 cluían ofrecimiento de raciones si las bandas apaches acordaban eS t ªble-
El impacto demográfico y económico de esta viol enci a en Nu eva Vi z- cerse en paz alrededor de los presidios del norte. . d d
caya fue devastador. Desde el principio de las hostilidades e n e7 4 8 , ha ta Para eliminar la amenaza que procedía desde adentro de la socie .ª
el año de 1772, aproximadamente 4 mil personas fu eron asesinada y la colonial, el gobierno intentó restringir los movimientos tanto de los 1;-
pérdidas se calcularon en 1 1 millones de pesos, sin incluir prés ta m os por dios como de los n o indios fuera de sus lugares de residencia, arreS t ªn °
seiscientos mil pesos que no pudieron ser pagados. Solam ent e en lo pri- personas sospechosas de participar en las correrías . En 1772, más de dos -
meros diez meses de 1771, los atacantes asesinaron a 125 personas, hiri e- . h ombres la mayona , tarahumares fueron encerra dO s en la rea 1
cientos 1
d
ron a otros doce y se llevaron cautivos a tres, además de robar alrededor cárcel de Chihu~hua. Todos los hombres identificados como líderes , e
de 7 mil cabezas de ganado. Entre 1771 y 1776, 66 355 cabezas de gan ado correnas , murieron en la cárcel probablemente por 1as tor turas y <lemas
mayor y 1 901 cabezas de ganado menor fu eron robadas, 1 674 personas formas de maltrato. Aunque a muchos ' los culparon de homici· ·di. 0 , robo Y
asesinadas y 154 capturadas. Estas cifras no incluyen al person al militar de conspirar con los ap aches ninguno fue e¡· ecutado. Para reducir los gas-
o a los viajeros asesinados ni el ganado de tropas presidiales robado, ta m- ' h .h hua
tos del mantenimiento de tantos prisioneros, el corregidor de C 1 ua d
poco de las antiguas haciendas de jesuitas ubicadas alrededor de la villa 1os sentenc10 . , a labores forzadas en vanos
. proyectos d e tra b ª ¡·o alrede or
de Chihuahua, donde se recolectó el ganado confiscado de las mi siones de Chihuahua. Muchos de estos prisioneros escaparon Y reanudaron sus
jesuitas tras su expulsión en 1767. En los mismos cinco aü os fu eron correrías. 36
abandonadas 116 haciendas y ranchos .33 Como el nivel de violencia no decreció oficiales españoles iniciaron
Para remediar esta situación, el gobierno colonial empezó a tom ar m e- ' medrentar a
otra ronda de arrestos entre 17 8 3 y 17 8 5. En I7 84, para ª ,
didas drásticas. Basándose principalmente en las recomendaci on es pro- . . . , de las correnas,
cua 1qmer persona que se inclinara hacia la contmuacwn d ,
e 1 comandante general de las provincias internas, Fel1pe . de Neve ' or eno
11
Queipo de Llano, 1773c:249v¡ N eve, 17 84d.
-'
2
O'Conor, 1773b; Faini, 1774; Sandoval, 1774; Ugarte y Loyo la, 17 87; Navarro C arda, i -1 d 68 Weber 1992 :204-
Thom as, 194 1; Kinnaird, 195 8; Navarro García, 1964¡ Moorhea , 1 9 i '
1964:33 7, 442; Criffen, 1969. 23 5. d
13
Bucareli y Ursúa, 1772; Barray, 1777. En sus correrías, las banda s so lían mata r a los espa- 1. . . • hacia el centro e
' Durante la época co loni al, los españoles consideraron la deportacwn . d' de
ñ oles y otros europeos con quienes topaban. Sin embargo, a veces llevaban europe os, es- , .
M ex1co . d I obre los m igenas
y el C aribe com o un m edio radical pero efectivo e contra s , . d de
pecialmente mujeres y niños, a sus campamentos para después int egrarl os a sus bandas ., 1· . , de la pohuca e -
Nueva España . Para informaci ón sobre la formulac10n y ap 1cacwn
o, alt ernativamente, cambiarlos por rescates o por mi embros de sus band as captu rados portaci ón, vid. Criffen 1969:63 -701 Archer, 1973 y Mirafuentes Galván, 19 86·
por los españoles. 16
Ugart e y Loyo la, 1787.
Wil/iam L M e rrl/1 N 11 e v n Vi z e a y a aJ f i 11 a J el e 1a é p o e a e o 1o n i n 1
los apaches en Nuevo México (probablemente los apa ch e del sur ), quie- sentaban a estos líderes como si ejercieran considerable poder sobre los
nes los canjeaban con los hopis de Arizona u "otras nacion e " .49 dem ás miembros de la banda. En un caso de 1784, el líder de una banda
invasora de tarahumares supuestamente dictaba que sus seguidores le ju-
La organización social de las correrías raran lealtad llamándolo "Vuestro Dios y Vuestro Rey".51 Sin embargo,
parece ser que el poder de estos líderes era más bien tenue, y se basaba
Las bandas invasoras, que variaban en número desde unos cuanto indi- principalmente en su habilidad para asegurar correrías exitosas, la distri-
viduos hasta varios cientos de miembros, mostraban diferente forma s bución equitativa del botín y relaciones pacíficas entre los miembros de la
de organización social. Algunas de éstas, las más pequeña , incluían sólo banda.
hombres, quienes escogían o eran forzados a abandonar sus vida dentro La composición de estas bandas fluctuaba bastante, con individuos
de la sociedad colonial o, alternativamente, se aus entaban de sus pue- que continuamente se les unían o las abandonaban. De hecho, la docu-
blos y lugares de trabajo para atacar por breves periodos antes de regre ar mentación histórica da la impresión de que muchas de estas bandas se
a sus hogares. Otras bandas se componían de hombres, mujeres Y niño formaban y disolvían relativamente pronto. En algunos casos, las bandas
que abandonaban sus pueblos para vivir en áreas aisladas . En algunos ca- desaparecían porque los españoles las destruían con acciones militares o
sos, las mujeres eran las esposas de los miembros varones; en otros, los arrestaban a sus miembros, pero en otros casos hasta bandas que los espa-
hombres se las habían "robado" de sus pueblos, y así, en otros casos, tan- ñoles consideraban como una gran amenaza para sus poblaciones simple-
to los hombres como las mujeres habían dejado a sus parejas para vivir mente desaparecieron de los anales históricos, ya que las fuerzas españolas
juntos fuera de sus pueblos. no las pudieron encontrar. Es probable que estas bandas se hayan refugiado
Los miembros de las pequeñas bandas solían compartir filiación étni- más allá de la frontera o se hayan desintegrado y sus miembros se unieran
ca; generalmente provenían de uno de los grupos locales de indios seden- a otras bandas o, en el caso de residentes locales I se infiltraran de nuevo
tarios. En los casos de bandas compuestas por españoles o castas, com- en la sociedad colonial. Moverse entre las bandas nómadas y la vida se-
partían una lengua y, en cierto grado, la cultura de la sociedad colonial dentaria de las misiones y de las poblaciones españolas requería sin duda
española. Los hombres identificados como los líderes de estas bandas so- considerables ajustes, pero al parecer las personas que estaban involucra-
lían ser de mayor edad O de más experiencia que los otros miembros, pero das lograron cambiarse con relativa facilidad.
ejercían poco control sobre sus actividades. . Las redes de comercio clandestino en las que participaban las bandas
Las bandas invasoras más grandes siempre incluían tanto a mujeres Y ~nvasoras funcionaban paralelamente y, en algunas instancias, en con-
niños como a hombres. Algunas de éstas se integraban exclusivamente Junción con redes de comercio legítimo que enlazaban a indios locales Y
por individuos del mismo grupo étnico, mientras que otras eran heterogé- P?bladores españoles con provincias adyacentes en el norte, y las provin-
neas. Con excepción de algunas bandas grandes de tarahumares, los miem- cias del norte con el centro de México, Nueva España con Europa y el res-
bros de las grandes bandas étnicamente homogéneas eran apaches, aun- to. del
,
mundo. Como todas las redes de comercio / la red clandestina con-
que muchas bandas apaches también incluían algunos individuos de otros st
si ia en tres conjuntos de actividades: la procuración, el almacenaje Y la
grupos étnicos, cautivos O fugitivos. Los miembros de bandas étnicamen- entrega.s2
te heterogéneas provenían de diversos grupos étnicos, tanto indios como
no indios, Y en tales bandas ningún grupo étnico era predominante. La procuración. Las bandas invasoras se concentraron en obtener tres ca-
Las bandas grandes solían dividirse en subbandas más pequeñas, que tegorí~s generales de bienes: r] ganado, principalmente caballos Y mulas;
generalmente seguían líneas étnicas. Cada subbanda tenía sus propios lí- 2 l botm, como vestimenta, armas de fuego, municiones y a veces dinero,
deres, subordinados a uno O más individuos reconocidos como los líderes Y 3] cau~ivos. Para obtener estos bienes, las bandas grandes utilizaron dos
de toda la banda.so A menudo oficiales militares y civiles españoles repre- e st rategias básicas. La primera era atacar poblaciones o viajeros; para ha-
cerlo solían dividirse en pequeñas cuadrillas para atacar diferentes lugares
4
simultáneamente; cada cuadrilla se componía de 10 a 25 hombres Y oca-
Y Navarro García, 1 9 64 :32 g_
50
La banda más grande mencionada en la literatura operó en el área del Bolsón de Mapimí
5' Neve, 1784a.
alrededor de 1773 y estaba integrada por indios y no indios. Las estimaciones de su tama-
ño varían considerablemente; las más altas calculan el número de miembros entre 900 Y 52
ES t e resumen de las bandas y sus actividades se basa en manuscritos inéditos citados en
1 700 hombres, además de mujeres y niños (Merrill, 1 994: 1 33 j. la nota 23, vid. Merrill, 1994 _
W i l l 1 ll m L M e r r1 //
N u ev a V i zcay a al i in a l d e l a é p oc a c o l onia l
ganado pudiera pastar hasta su intercambio.5 9 Sin em~argo, nin~na 0 dio de Coahuila, donde ya habían establecido la paz, y es muy probable
pocas de estas bandas criaban ganado, y por tanto debenan er con idera- que ganado robado en Sonora haya sido trocado en Chihuahua. 62
das semipastores en lugar de pastores. Quizá no se comprom,etían a la Este comercio a larga distancia fue efectuado de tres maneras: prime-
crianza de ganado por su necesidad de vivir como nómadas ~n are~ . ~ar- ro, gradualmente se trasladaban los bienes hacia el norte desde un nodo o
ginadas donde el agua y el pasto eran escasos . Además, la d1 p~n~bihdad punto local en la red de intercambio hacia el siguiente; segundo, periódi-
de caballos criados por los españoles o de manadas salvaje , limitaba la camente se llevaban a cabo ferias clandestinas, en las cuales grupos de lu-
1 • } 60
necesidad de criarlos para reabastecerse de estos amma es. gares lejanos se reunían para hacer intercambios unos con otros. En 1773,
se informó que una banda pluriétnica que operaba desde el Bolsón de Ma-
La entrega. Gran parte del ganado y bienes robados en Nueva Vizq.ya du- pimí llevaba sus manadas de caballos robados a un lugar aislado cerca de
rante la segunda mitad del siglo xvm nunca salió de la provincia. Fu ron la Hacienda de Encinillas, aproximadamente a 2 s kilómetros al norte de
trocados o consumidos en lugares cercanos a donde fueron robado _Y no la villa de Chihuahua, donde las cambiaban con grupos procedentes del
llevados a sitios más distantes. Tal comercio local caracterizó el fluJo de norte, por pieles, bolsas de cuero, flechas y lanzas. 6 3 Las grandes exten-
.
bienes entre las bandas pequenas- y gran d es, a1 igua · 1 q u e entre las bandas siones despobladas de Nueva Vizcaya y sus provincias adyacentes permi:
. • 1
y pobladores locales, qmenes no se mvo ucra an ir ectamente en las co-
b d. . , tían a los invasores trasladar a sus manadas de ganado a través de largas
rrerías ni en el intercambio de bienes fuera del área. 61 No obstante, quiza distancias con poco peligro de ser detectados.
fue muy limitada la cantidad de bienes y ganado robado que este_ mercado El tercer método consistió en llevar los bienes y ganado robados di-
ilícito local podía absorber sin ser detectado, y las enormes ~anudades ~o- rectamente a las fronteras de Nueva Vizcaya y más allá, donde entraban a
badas casi siempre excedían las necesidades de subsistencia de los mi - las redes suprarregionales de intercambio, las cuales se extendían por to-
mos invasores. f do lo que ahora es el occidente de Estados Unidos. En la segunda mitad
Para entender porqué el nivel de correrías en Nueva Vizcaya ue t_an del siglo xvm, este método fue adoptado más por los apaches que por las
a1to durante la segunda mitad . del sig. 1o xvm, d e b em os considerar no solo bandas pluriétnicas, que tendían a restringir sus traslados y comercio
e1 comerc10 . y consumo local, sino
. . , 1a d ema nda procedente de las
tam b ien . dentro de Nueva Vizcaya. Este intercambio se llevó a cabo tanto entre
. . . ·
re d es de mtercamb10 reg10nal y suprarreg10na , co 1 n las que la red de m-. bandas individuales como entre muchos grupos diferentes en el contexto
tercambio local se articulaba. Los bienes más importantes llevados ~acia de ferias. 64 En 1782, por ejemplo, se organizó una feria a gran escala en el
e1 norte eran caballos mulas y cautivos, . a cam b10 ' de los cuales los mva- río Guadalupe en el sudeste de Texas, a donde asistieron de cuatro a cin-
sores que operaban en' Nueva Vizcaya . reci'b'ian pn·ncipalmente cueros de co mil indios; de éstos, alrededor de dos mil eran guerreros de bandas apa-
búfalo, flechas y bienes europeos, incluyendo armas de fuego . La ruta pre- ches de los llanos. Estos apaches trajeron tres mil caballos marcados con
dominante de este comercio clandestino era de sur a norte, desde Nueva hierros españoles para intercambiar con los indígenas del este de Texas
.
Vizcaya h acia
· Nuevo México, · ·
Anzona, T exas Y Loui·siana. '• sin embargo ' por armas y municiones. 6 5
también existía intercambio desde el poniente hacia el onente. En 176 ~,
por ejemplo, los apaches vendían caballos robados en Chihuahua ª presi- 62
Navarro García, 1964:138; Griffen, 1988a:78-80.
63
Merrill, l994:13 8. La Hacienda de Encinillas continuó como centro importante para el
s9 · - d e ¡ no
Al gunas b andas apaches pusieron sus bases en ¡a reg1on - Gila ' má s allá ele la línea
intercambio de bienes robados bien entrado el siglo XIX, junto con otros pueblos Y pr_esi-
norte de los presidios. dios españoles en el área, como eran Galeana, El Carmen, Carrizal, Janos Y Corrahtos
60 F · . Crespo el antiguo
.
ranc1sco Antomo goberna d or d e 5 onora, le comentó a Teoeloro _ de
(Griffen, 1988b: 157 _159 ).
· . '
C ro1x en un mforme de 1777 que "todos saben que os apac[l h es ] no ti en en cnas ele ca-
. n.i A mediados del siglo xvn, el pueblo de Tizonazo en el norte de Durango sirvió como cen-
ballos (hablo sólo de los fronterizos a Sonora) que cuando hacen algún robo th.: con si- tro de comercio de esta índole. Indios del Bolsón de Mapimí asentados en la misión de
• - separan los que hallan buenos para su
derac10n, ' uso, o ¡os ¡¡ eva n a cambiar por pieles _ .a Tizonazo continuaron atacando en el área1 intercambiando los bienes que robaban por
los apaches de Nuevo México moquinos u otras naciones, o se los comen, Y eS º ulti- t
cueros de búfalo traídos por los indios del norte (Griffen, 1969:85 -86). El área alreded~r
.
mo 1o h acen igualmente con' los <lemas"
, (Navarro G arcia, - 1 9 6 4 ·328
·
· cfr . Mcrrill '
' de La Junta de los Ríos aparentemente fue un centro importante de intercambio en los si-
1994:137-138). glos XVI! Y xvm, que posiblemente rivalizó en importancia con los pueblos de Pecos Y
61
He encontrado poca evidencia sobre el comercio ilícito con colonizadores loca les en Taos en Nuevo México, donde grupos de indios de los llanos habían comerciado durante
Nueva Vizcaya durante el siglo xvm, aunque parece que tal comercio fu e común en T e- siglos con los indios sedentarios, y más tarde con los colonizadores españoles (Kelley,
xas (John, 1975 :364, 460-461, 519-521; cfr. Navarro García, 1964:13 8). Griffen (r98 Sa, 195 5, 1986; Forbes, 1959:204-207; Griffen, 1969:69).
1988b) da información detallada sobre este comercio en el siglo XIX. 6· N
' avarro García, 1964:383-384; John, 1975:634-635.
William L . M e rrill
Nueva Vizca y a al fina l de la é poca colonial
ANÁLISIS número de los cueros de búfalo que entraron a Nueva Vizcaya a través
d 1 intercambio entre los indios, éste no fue suficiente para sustentar un
Este panorama histórico de las correrías y el intercambio a larga di ta ncia c m ercio ignificativo con los españoles.
en el norte de Nueva España brinda el marco en el cual pued n con i- El d arrollo predominantemente negativo de las relaciones de inter-
derar dos preguntas básicas sobre las relaciones entre lo e pañ ol Y lo ca mbio entre lo apaches y los españoles de Nueva Vizcaya también se vio
indios en Nueva Vizcaya durante la época colonial: · por qu é ra n predo- af ctado por otro factore que disminuyeron las posibles oportunidades de
minantemente negativas las relaciones de intercambio qu e d arr lla- 1 apache parn de arrollar relaciones de intercambio más positivas. Antes
rori entre los colonizadores españoles y los apaches en Nu va Vi zcaya ?, 66 de la llegada de los apaches a Nueva Vizcaya, los españoles habían desarro-
¿por qué los indios agricultores locales decidieron involucrar en la co- llado u propia redes de comercio locales y regionales, dentro de las cuales
rrerías en la segunda mitad del siglo xv111, después de má de un iglo de n había lugru· para indios intermediarios independientes. Aunque los apa-
incorporación al sistema colonial? ch hubieran poseído los bienes que deseaban, los españoles de Nueva Viz-
. La primera pregunta puede ser expresada más concretam ente: ¿por qu é caya probablemente hubieran comerciado su excedente de ganado por me-
robaban los apaches ganado y bienes en Nueva Vizcaya en vez de procurar- dio d su rede ya establecidas. Por supuesto, el tema no es discutible, pues
se estas cosas por medio del intercambio con los españoles? La re pue ta lo apaches no tenían qué ofrecer a los españoles a cambio de sus caballos, y
más obvia a esta pregunta es que los apaches no tenían nada que intercam- las manadas de los españoles de Nueva Vizcaya se hallaban tan diezmadas
biar que les pudiera interesar a los españoles de esa región. En Nuevo Méxi- por la correrías que había pocos animales disponibles para el comercio.
co los principales productos locales que los nómadas intercambiaban con Otra opciones que quizás hubieran permitido a los apaches adquirir
los españoles eran pieles de venado y cueros de búfalo. El acceso que lo caballos en. Nueva Vizcaya para el intercambio también fueron obstrui-
apaches en Nueva Vizcaya tuvieron a pieles de venado fue probablemente das; por ejemplo, no hubieran podido criar su propio suministro porque
- rriuy limitado, dada la importancia que tenía el venado en las economía lo-
cales, tanto de los indios como de los españoles. Además, la grandes canti-
dades de pie.les de venado que entraban en el mercado español en Nuevo
las mejores tierras de pastoreo en Nueva Vizcaya habían sido apropiadas
por los españoles hacía mucho tiempo, y hasta las tierras marginales eran
controladas por pobladores españoles e indios locales. Tampoco hubiera
México quizá hayan llenado su demanda dentro de la economía colonial. sido posible conseguir importantes cantidades de caballos a cambio de lo
Por otro lado, era imposible para los apaches conseguir cantidades único de interés para los españoles que poseían: su trabajo. La economía
considerables de cueros de búfalo porque los indios del norte controlaban colonial fue diseñada no para premiar, sino para explotar la mano de obra
el acceso a los llanos del búfalo. Es posible que estos indios fueran re- indígena, Y la compensación que recibían los indios en los centros econó-
n:uentes a comerciar grandes cantidades de cueros de búfalo con los apa- micos españoles, si existía alguna, era tan baja que sólo podía cubrir las
ches por su rencor hacia ellos y también porque dependían de eS t os cue- necesidades básicas de su sustento.
ros para adquirir bienes europeos de los españoles en Nuevo México Y de Tampoco había muchas posibilidades para que los apaches pudieran
los franceses en Louisiana. Con artículos europeos disponibles en el nor- desarrollar el comercio legítimo de ganado con los indígenas locales. Para
te no había necesidad de intercambiar con apaches u otros intermediarios la segunda mitad del siglo xvm, la gran mayoría de los indios locales ha-_
para adquirirlos del sur. Si Nueva Vizcaya hubiera sido la provincia espa- bía sido incorporada a misiones en las que su mano de obra y los produc-
ñ"ola más cercana a los llanos del búfalo, es posible que los apaches Y los tos de su labor eran controlados por los misioneros en gran medida. La
indios locales de Nueva Vizcaya hubieran surgido como intermediarios demanda de trabajo indígena con frecuencia les impedía producir sufi-
en el comercio de bienes europeos y cueros de búfalo entre los españoles ciente alimento para sobrevivir, y los pequeños excedentes que en oca-
Y los indios de los llanos, desempeñando un papel parecido al que desem- siones producían solían ser frutas y cultivos perecederos, que comercia-
peñaban los indios pueblo en Nuevo México. Como era tan reducido el ban con poblaciones de espaüoles cercanas. Por otra parte, las misiones
criaban pocos caballos y mulas, enfocándose más bien a la crianza de ga-
66 nado bovino y lanar, más apropiado para sus necesidades locales que para
Al plantearme esta pregunta, me enfoco en relaciones entre los españoles Y las bandas
nómadas de apaches en la segunda mitad del siglo xvm . Sin embargo, los factores má s re-
el intercambio a largas distancias.67
levantes para entender este vínculo son básicamente los mismos que aquellos que afec-
67
taron la relación entre los españoles y los indígenas nómadas del Bolsón ele Mapimi du- Los inventarios del ganado ele las veintiocho misiones jesuitas en la Tarahumara Alta Y
rante los dos siglos anteriores. Chínipas fueron recopilados en 1767, inmediatamente después de la expulsión. RegiS t ra-
L.
Podríamos preguntarnos, como indudablemente lo hicieron lo ofi- La siguiente pregunta es: ¿por qué participaron los indios agricultores
ciales y colonizadores españoles, ¿qué razón tenían los apach e para inva - locales en las correrías durante la segunda mitad del siglo xvin? La gran
dir?, ¿qué ganaban con sus correrías y comercio a larga distancia qu e no mayoría de estos indios era tarahumara, cuyo territorio tradicional se ex-
hubieran podido adquirir viviendo en paz en Nueva Vizcaya? tendía desde cerca de la ciudad de Chihuahua en el oriente hasta las mon-
El principal obstáculo para que los apaches se pudieran es tablecer tañas y barrancos colindantes de Sinaloa y Sonora en el poniente. En la
pacíficamente fue que, cuando comenzaron a llegar en gran núm ero a segunda mitad del siglo xvm, la mayoría de los tarahumares vivía dentro o
Nueva Vizcaya alrededor de 1740, el único lugar que había para lo in- cerca de los pueblos de misiones donde suplementaba su agricultura ca-
dios dentro de la sociedad colonial era la misión. 68 Si los apaches hubie- zando y recolectando recursos silvestres. Muchos también trabajaban por
ran formado parte de la sociedad colonial como los españoles hubieran temporadas como peones libres o forzados en las minas, haciendas y ran-
querido, lo habrían hecho bajo los términos de los españoles, como in- chos, o como auxiliares del ejército español. Además, había algunas peque-
dios de misión, sujetos a trabajos forzados y a la subordinación política Y ñas comunidades de refugiados situadas en remotas áreas de la provincia,
cultural. Por supuesto, había algunos indios en Nueva Vizcaya que vivían integradas por indios que habían abandonado las misiones junto con otros
pacíficamente en áreas de refugio fuera del control del sistema colonial. que jamás habían sido incorporados al sistema misional y unos cuantos
Sin embargo, hacia la segunda mitad del siglo xvm, la frontera se acercaba fugitivos no indios. Estas comunidades sobrevivieron cultivando terrenos
o traspasaba los límites de estas comunidades, incorporando a la gente dispersos, criando pequeñas manadas de ganado, principalmente borregos
de allí al sistema colonial o desplazándola a terrenos ásperos donde era Y cabras, y explotando los recursos silvestres disponibles.
difícil sobrevivir. Otras áreas de poco interés para los españoles, como Durante el curso de la época colonial, los tarahumares reaccionaron
el Bolsón de Mapimí, eran tan inhóspitas que hubiera sido imp_o sible de diferentes maneras a la presencia española. 69 Algunos recibieron de
que los miles de apaches que en ese tiempo entraban a Nueva Viz_c aya manera entusiasta el sistema colonial, adoptando muchos aspectos de la
pudieran haber subsistido únicamente con los recursos silveS t res dispo- cultura española y participando extensamente en la economía. General-
nibles allí. mente estos tarahumares vivían muy cerca de los centros económicos es-
En distintas épocas, algunos apaches adoptaron una u ~tra de eS t as pañoles, en algunos casos emigraban voluntariamente de otras áreas para
tres alternativas: incorporarse a las misiones, vivir en comum~ade~ d~ re- trabajar allí; otros adoptaron una postura de aceptación limitada, vivían
fugiados o sobrevivir como cazadores-recolectores en áreas mhospitas; en las misiones y tomaban algunos aspectos de la cultura española mien-
sin embargo, la mayoría con~inuaba dependiendo de las correrías como tras que rechazaban otros. Otros tarahumares rechazaron casi totalmente
medio principal de supervivencia y estrategia esencial p_ara mantener su Y con vehemencia a los españoles y su sistema colonial. En el siglo xvn,
independencia. No fue sino hasta la última década del siglo xvm cua nd º e st e rechazo fue expresado de dos maneras: 1] a través de rebel~on~s ª
- 1es y apaches crearon una cuarta a 1terna t i'va·· que los apaches
espano . se es- gran escala con la intención de expulsar a los españoles de sus ternton?s,
tablecieran pacíficamente cerca de los presidios a cambio de racwnes que Y 2 1retirándose a comunidades de refugio donde el contacto con la socie-
los españoles les darían para su sustento. Con este acuerdo, los apaches dad colonial podía mantenerse al mínimo.
no serían for.z ados a ser indios de misión y sí retendrían gran parte de ~u La participación de los tarahumares en las correrías durante la segu~-
autonomía cultural y política. Este compromiso creó un nuevo espac10 da mitad del siglo xvm representó una respuesta adicional a la presencia
dentro de la sociedad colonial, aceptable tanto para el español como para d e 1os españoles, aunque no fue sin precedente. E11 os Y otros m
· dígenas lo-
.
el apache, pero este espacio y la disposición del apache de llenarlo se eva- cales ya habían estado en algunas correrías durante las rebeliones del si-
. · · ·os del
poraron cuando el pago de raciones fue suspendido en 18 3 1 · g l O xv11 Y durante tiempos de hambre en el siglo xvn Y pnnci~i
siglo xvm.7° Sin embargo, de más interés para el presente eS t UdlO es un
ron que estas m1s10nes
. . poseían 13 180 cabezas de gana do b ovm
· 0 , 3 166 de ganado menor . ' caso de 1686 en el que, bajo el liderazgo de dos mulatos, una band ª de
3 o7 5 de ganado caballar Y I o70 cabezas de ganado mular. La cantidad de ganado bovmo doscientos tarahumares, conchos, julimes, chisos, tobosos, cocoyomes,
Y meno r (16 346 cab ezas) representa cerca de cuatro veces m a' s que la de ganado caballar cabezas, salineros, chichitames y oposomes atacaron una recua de mulas
Y mular (4 145 cabezas). Benedict, 1972:33 1 tabla 11. ,
68 Los m· d.10 s, por supuesto, vivían y trabajaban fuera d e sus miswnes,
· · Pero . todo s deb1an
.
mantener afiliación con una misión. Aparte de las misiones, el único espacw en _la socie- 69 Merrill, 1993 .
dad colonial oficialmente designado en ese tiempo a los indios fue el de la servidumbre 70 Barrutia, 1729; Berrotarán, 1748; Fernández [1725]; Rauch, 1730; varios autores, 1730,
forzada, ocupado por muchos apaches cautivos . Forbes, 1959:203 _204 .
.JJ
entregado a los apaches". En lugar de motivaciones económica , él atri- A RAOECIMIE TOS
buía sus correrías a su "aversión a los españoles". 7
Tal "aversión a los españoles" fue presuntamente basada en us x- Quisiera agradecer a varias personas su apoyo en la preparación de este
periencias de primera mano con la explotación y otros abusos que eran ensayo. Margarita Urías Hermosillo y Marco Antonio Martínez me pro-
la suerte de las clases subordinadas en la sociedad colonial, algo que lo porcionaron datos, transcripciones y fotocopias de documentos de suma
apaches en general no experimentaron. La gran mayoría de las per onas importancia para mi investigación que se encuentran en varios archi-
que se unieron a las bandas invasoras, lo hicieron de manera voluntaria, vos históricos de la ciudad de Chihuahua. Michael Brown, Susan Deeds,
cambiando una existencia desagradable por una incierta. El hecho de que Candace Greene, William Griffen, Katherine Spielmann y Cecilia Troop
escogieran sobrevivir más allá del control de la sociedad colonial median- me ofrecieron sus comentarios, todos de mucho valor, sobre una versión
te sus correrías, en vez de unirse a las comunidades de refugiados, sugiere preliminar del ensayo, y Charles McMillion compartió generosamente
que su intención era confrontar a los españoles en vez de evadirlos. Por conmigo sus perspectivas sobre la economía política. Pamela Ballinger
su posición subordinada dentro de la sociedad colonial, sus correrías pa- me ayudó a recopilar información sobre los apaches y Mónica Ruiz Her-
recen ser expresiones de rebelión social por gente ya incorporada en grado nández transcribió varios documentos relevantes del tema. La traducción
considerable a la sociedad colonial, y como tales deben ser diferenciadas del ensayo al español fue posible gracias a Cecilia Troop, Alicia Pérez y
de los movimientos de resistencia organizados por indios de la región en Andrés Villalobos. Los fondos para esta investigación fueron otorgados·
las primeras etapas del contacto con los europeos, como fueron las rebe- por el National Museum of Natural History y el Scholarly Studies Pro-
liones a gran escala del siglo anterior. 88 gram de la Smithsonian Institution, así como la Wenner-Gren Founda-
La interacción de factores económicos y políticos impulsó a la socie- tion for Anthropological Research.
dad colonial española del centro de México hacia el norte y colocó los pa-
rámetros en cuyos términos respondieron los indios del norte. La econo- BIBLIOGRAFÍA
mía colonial, basada en la explotación de la mano de obra indígena Y la
acumulación de riqueza, contenía muchas tensiones sociales Y contradic- Abreviaturas
ciones internas, las que los apaches lograron explotar para ventaja propia.
El éxito que tuvieron en sus correrías no derivaba únicamente -como AGI Archivo General de Indias, Sevilla
con frecuencia se supone- sólo de su destreza como guerreros ni de su AGN Archivo General de la Nación, México
extraordinaria capacidad de soportar extremas penurias, sino de que ha- AHH Archivo Histórico de Hacienda (AGN)
bían logrado un amplio entendimiento del sistema colonial Y sus debili- GUAD Audiencia de Guadalajara (AGI)
dades. Su derrota final fue la culminación de una serie de acontecimien- pe Presidios y Cárceles (AGN)
tos políticos y económicos -la consolidación de colonias mexicanas a PI Provincias Internas (AGN)
través de Nueva Vizcaya, la expansión imperialista de los norteamerica-
nos en las áreas hacia el norte y la disposición de la mayoría de los indios
de la región de unirse con los enemigos de los apaches contra ellos- que ALMADA, FRANCISCO R.
difícilmente hubieran podido anticipar cuando iniciaron sus correrías en 19 3 7 A~u_ntes históricos de la región de Chínipas, Talleres Linotipo-
Nueva Vizcaya en el siglo XVIII. grahcos del Estado de Chihuahua, Chihuahua.
ANÓNIMO [¿IGNACIO MARÍA LABA?]
1
7 8 8 Descripción topográfica, física, natural, política y metalúrgica
x7 Queipo de Llano, 1773b:401. Es ·claro que este oficial minimizó -tal vez por razones re- de las misiones de Propaganda Pide de la sierra Madre de la Viz-
tóricas- la cantidad de bienes que los tarahumares aJquiricron mediante sus correrías, caya pertenecientes al Colegio Apostólico de Nuestra Señora de
sin mencionar que ellos valoraban las flechas apaches para disfrazarse como ellos . Ade-
más, las flechas eran artículos muy codiciados en el intercambio ele larga distancia más
Guadalupe de Zacatecas en el año de 1778. s. f., s. l., Archivo
Histórico de Zapopan.
al norte (John, 1975:169-170; Kelly, 1986:129, 139). Sin embargo, estas omisiones no de-
1 983 [ 1 784] "Chiguagua", miércoles, 14 de julio de 1784, en Gazeta de
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128. Allá en aquel reliz suenan los intereses del Indio Rafael. 1
V ARIOS AUTORES
1730 [Expediente acerca de la violencia en Nueva Vizcaya durant la Lo territorios del norte de la Nueva España, por sus condiciones geográ-
primeras décadas del siglo xvm y las medidas tomadas por los fica poco aptas para la agricultura, fueron asiento de varias culturas que
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1783- Testimonio de lo actuado para erguir la villa de San G er ónimo teriormente los mexicanos y americanos tuvieron serias dificultades para
1793 [... ], Archivo del Registro Público de la Propiedad y del Notariado establecerse en estos lugares debido a la resistencia que les presentaron
de Chihuahua, transcripción otorgada por Margarita Uría s H er- los indígenas. Las guerras indias, como se les ha llamado, fueron un en-
mosillo. contronazo entre dos formas distintas de vivir y en las que la peor parte
VIDAL DE LORCA Y VILLENA, MELCHOR la llevarían los nómadas, que tuvieron menos recursos para defenderse.
1775 Carta, Monterrey, 17 de abril de 1775, a Antonio María Bucar eli y Los últimos capítulos de los enfrentamientos entre estos grupos son las
Ursúa, y "Relación de los indios vagos que andaban en la provin- guerras apaches y comanches durante los siglos xvm y x1x.
cia del Nuevo Reino de León [... ]", Monterrey, 17 de abril de Est e trabajo tiene como objetivo ver por qué estos grupos indígenas lle-
1775. AGN, PI 108, fs. 248-248v, 250-252. garon a Durango, cómo se desarrollaron los enfrentamientos entre ellos Y
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1
Cons eia
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1 un d ida · - teso ros ente-
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2
Arturo Guevara Sánchez, Los atapascanos en Nueva Vizcaya , Cuaderno de TrabaJo
núm . 6, México, INAH, 1989 .
LOS APACHES
ron en las tierras situadas al este de las montañas Rocallosas, donde ac-
tualmente se encuentran los estados de Arizona, Nuevo México y Texas. I
Tuvieron varios subgrupos, entre los cuales destacan gileños, jicarillas,
chiricahuas, mezcaleros y lipanes.s Mapa 1. División territorial en partidos. Lugares donde incursionaron los apaches y comanches en
Durango . Elaboración del mapa : Gloria Cano y Miguel Vallebueno.
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Fondo Cultural Banamex, México, 1980; aquí se hace un seguimiento preciso de la guerra
contra este grupo atapascano .
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A mediados del siglo xvrII los neovizcaínos vieron cómo la tensión
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Arizona Press, 1979 1 pp. 16 y 11 I . con los indígenas volvió a aumentar. Algunos autores creen que est0
' Berta P. Dulton, "The Athabascans", en American Jndians of the Southwest . Albu- se debió a que, desde finales del siglo anterior, la colonización anglo-
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1
sajona sobre las planicies norteamericanas empezó a empujar a los co-
Mi g u e l V all e b u e n o G . A pa c h es y co m an c h es en D ur an go 675
'T
Apac h es y co m a n c h es en D ur a n go 679
Mi g u e l Va ll e hu e n o G.
sobre México volvieron a incrementar e, e pecialm ent e duran te 1 l 6 Y CuAD R 1. Núm ero de muertos, cautivos y lugares abandonados
186 4 . Terminada la guerra en Estados Unidos, el gobiern o de e paí ~~
mentó como nunca antes la presencia de las fu erza arm ada en la reg1on Lugmes
y conminó a los comanches a aceptar un tratado, el 2 de ago to d r 6 ,
r
Partido Mu ertos Cautivos abandonados
mediante el cual fueron confinados en reservacion e .4 Ind . 1 37 5 127 73
A partir de entonces las incursiones comanche fu ron cada v z m á C u nca m é 1 O 5 253 70
esporádicas, hechas por pequeños grupos qu e se replegaron gradu alme nt San Ju an del Río 6 1 102 69
hacia Chihuahua hasta la década de 18 o con qu e se m arcó el fin de e ta D u ra ngo 65 0 71 43
guerras. N aza r 76 87 14
Map imí 42 6 25 25
CONCLUSIONE S N ombre de Dios 326 11 13
O ro 124 29 36
Las guerras entre los europeos (y sus descendientes) y los apach es Y co- M zquital 115 15
manches se debieron a distintos factores, principalmente la conflu encia T otal 5 85 7 743 35 8 49
internacional de los expansionismos español, francés, m exj can o, t exano,
y estadounidense, que empujaron y manipularon a lo grupos indígena
tu ación ayudó a consolidar el latifundismo ya que a los propietarios más
que luchaban por un espacio y por mantener sus costumbres y form a de
vida. grande les fue más fácil resarcir sus pérdidas y continuar con sus fincas.
Lu gares promisorios para la agricultura como La Laguna tuvieron un
Por otro lado, los marginados sociales, en un contexto tan desigual,
desa rrollo económico y poblacional tardío, ya que debieron esperar hasta
se manifestaron contra la sociedad establecida formando bandas Y enten-
el porfiriato, en gran parte por este problema.
diéndose con los nómadas norteños.
Los gastos originados por el ·pago a soldados, armas, etcétera, fueron
La debilidad de México en los años posteriores a la Independencia, en
capitales que dejaron de ser empleados en empresas productivas que die-
los que un país dividido enfrentó la penuria del erario público, varios gol- ran vida al estado. Las gu erras indias, en fin, contribuyeron a una falta de
pes militares, dos guerras externas, la pérdida de más de la mitad de su desarrollo no solamente del país, sino de todos y cada uno de los estados
territorio, una guerrá civil, una intervención, dos epidemias de cólera, se- involucrados.
quía, hambre, robos, préstamos forzosos, etcétera, hlzo qu e el problem a
con los indígenas fuera más difícil de solucionar.
Los impactos de estas guerras sobre Durango fueron demoledores. En
el aspecto demográfico, los daños causados en vidas humanas Y cautivos,
entre los años de 1836 y 1856, los años más álgidos de la guerra coman-
che, fueron cuantificados por las autoridades de los partidos, en los qu e
se puede ver el impacto de los ataques en los partidos situados al nort e del
estado, donde hubo más población y más ganado que robar, como puede
verse en el cuadro 1.
En el aspecto económico el estado sufrió enormes pérdidas, difíciles
de cuantificar. La producción agropecuaria quedó deshecha en el estado.
Se perdió gran parte de los ganados, especialmente equinos, que fueron
muertos o robados . Los cultivos fueron abandonados o destruidos . Como
se ve en el cuadro 1, muchos lugares fueron abandonados. Éstos correspon-
den a sitios más alejados de las haciendas y a ranchos pertenecientes a
propietarios con menos recursos, por lo que se puede pensar que esta si- -1
11
Inform acion es publicadas durant e 1856 en el peri ódico oficial del estado y de donde Car-
los H ernández, en Dura ngo Gr áfi co, Durango, 1903 p. 76 formó el cuadro que se repro-
1 1
Víctor Orozco
Centro de Investigaciones Regionales, UACS
I TR DU
mantuvieron entre sí. gan más de cuatro años de vecindad, siendo mayores de diez y ocho años o
casados.
LOS RARÁMURIS. PROCE S O S DE ASIMILACI ÓN -EXPU L I ÓN 11. Los tambi én casados con indígenas de los mismos precitados pueblos,
aun cuando no sean de aquellos por naturaleza. 1
De hecho, las últimas grandes rebeliones rarámuris tuvi eron lugar a fi -
nes del siglo xvn. A mediados de esta centuria se produjo la qu e acaudi- De he~ho, los pueblos mestizos de la Alta Tarahumara, especialmente
lló el legendario Gabriel Tepórame, siríame o hechicero que aglutin ó en los ubicados en la cuenca del río Papigochi y aledaños, comenzaron a
torno del movimiento a una buena parte de los pueblos tarahumara s. desarrollarse aceleradamente después de la expulsión de los jesuitas en
Tepóraca o Tepórame fue ahorcado en Tomochic en 16 5 3 . Por r 6 9 0 se r 7 67 · Como se sabe, el hecho constituyó una gran expropiación de tie-
registran nuevas sublevaciones que pusieron en peligro el dominio hi s- rras,, que, aun cuando formalmente pasaron a la propiedad de la corona a
traves del Fondo de Tempor a1·d 1 a d es, en Ia practica
, · y en muchísimos ca-
pánico en la zona, pero que terminaron con la derrota y suj eción de las
sos fueron
1 ocupadas por labradores mestizos de 1a zona, que se at 1ncaron ·
comunidades sublevadas . A partir de entonces, los rarámuris aceptaron, 1
en e. as,. expulsando
, a los indígenas rarámuris que servian , en 1as mis10- · ·
de buen o de mal grado, el sometimiento en haciendas de ben eficio de
nes Jesmtas. Estas . operaban
., . a la vez como unidad d d ·
es e pro ucc10n y cen-,
metales o agrícolas y ganaderas pertenecientes a los españoles, ya fu eran
tros de evangehzac10n,
. . . sm que la primera de sus fun c10nes
· ce d iera
. •
en im-
militares, civiles o a las órdenes religiosas, principalment e de los jesui-
portancia Y pnondad . . en la atención de los ocupado s mis10neros.
· · En l·as
tas. Desde entonces, existen pocas noticias sobre rebeliones tarahuma-
tierras. de las mis10nes trabajaba
. la numerosa
. poblaci·o, ,
n raramun, su¡eta· ·
ras, aun cuando los funcionarios hispanos, de cuando en cuando, lanza-
a _un sistema de paternahsmo que ~om~maba la inflexibilidad con la pré-
ban voces de alerta sobre el peligro de nuevas insurrecciones. Durante el
dica ~e 1~ mansedum~r~ y la obediencia. Al mismo tiempo, garantizaba
siglo x1x, hay unas cuantas informaciones sobre actos de rebeldía por par-
a los md1genas el suministro de bienes de subsistencia y protección fren-
te de los rarámuris, que por ese tiempo tenían todavía numerosos as en-
te a los vecinos "de razón", siempre ávidos de las feraces tierras de los
tamientos en los valles de los ríos, al lado o dentro de los pueblos m es ti -
valles.
zos, en particular en los ubicados en las riberas del río Papigochi. En el
curso de las últimas décadas del siglo xvm se inició el proceso de expul - Debe recordarse que los mandamientos reales disponían que en todo
sión de estas comunidades hacia el interior de la si erra M adre Occiden- caso Y d~nde se produjeran vecindades de indígenas e hispanos (más tarde
tal Y se desarrolló de manera acelerada durante toda la siguiente centu- de mestizos), se estableciera cuando menos una familia de estos últimos
ria, para lo cual, hispanos y mestizos se valieron de todos los recursos enmedio de dos rarámuris. Al correr del tiempo y cuando se trataba de tie-
legales de la legislación colonial, como la denuncia de terrenos supues- rras propias para la agricultura (de pan llevar y de pan sembrar) y la gana-
tamente realengos y, más tarde, de muy diversas normas jurídicas que
propiciaban la constitución de la propiedad privada individual y en las 1
Ley cuarta, promulgada el 23 de dici embre de 1 8 51 e incluida en la Nu eva colección de le-
que fue tan rica la legislación decimonónica. Tales procedimientos fu e- yes vigentes en el es tado de Chihuahua, revisada y aprobada por el Congreso del estado,
C IDE C H , I 880 .
ron más precisos después de la promulgación de las leyes de desamorti-
686 Vi c tor Or ozco El conf li cto e utr e apac h es . rarámuri s y mestizos 687
concretamos a pedir se respeten sjqui era en nuestras persona e intere e la his toria regional e influirá de diversas maneras en el movimiento generaJ
prerrogativas que la Constituci ón de la República nos conce de com ci uda - de la sociedad norteña. Existen, desde luego, diferencias profundas entre
danos y bajo ese concepto .4 ambas naciones indígenas, que a su vez determinaron un comportamien-
to y un destino históricos diversos. Enunciemos algunas de ellas:
En casi todos los casos, la resolución usual de las autoridades era ordenar r. Los rarámuris constituyen una nación más "vieja" que los apa-
que se respetasen los terrenos de los rarámuris, al tiempo que di ponía n ches, por lo que hace a su relación con los europeos. La conquista de los
adjudicar los terrenos vacantes a los vecinos y a quienes se ence ntra e n primeros antecede en más de una centuria a las primeras confrontaciones
en las colindancias. Naturalmente, siempre ocurría que se localiza en e · con los apaches. Ya se ha dicho que la última gran rebelión tarahumara
tos baldíos, a costa de las posesiones de los indígenas, tal como h abía u- ocurrió a fines del siglo xvI, mientras que las primeras incursiones de los
cedido desde el siglo XVIII. apaches datan de 1740-1750.6 Por estas fechas, los hispanos comienzan a
La concepción ideológica orientadora del régimen partía de la n ece i- generalizar el uso del gentilicio "apache" (que probablemente significaría
dad de incorporar al indio al modelo de civilización occidental; baj o el su- "enemigo" en lengua zuñi). Este desencuentro en · el tiempo da lugar a
puesto de que la ilustración sería por sí misma una fuerza liberadora y una primera consecuencia: dificultaría y prácticamente imposibilitaría una
emancipadora.5 Al parejo, suponía por antonomasia la inferioridad de la alianza o al menos los vínculos de solidaridad frente a españoles y mexi-
propias formas de vida y organización social indígenas a las que inevita- canos. En t érminos más enfáticos se diría que los rarámuris eran ya un
blemente habría que destruir, como la propiedad en común y las prácti- pueblo conquistado hacía varias generaciones cuando los apaches comen-
cas de hacer justicia. A pesar de esto último, representaba un avance rele- zaron su lucha de resistencia.
vante respecto a la idea colonial de juzgar a los indígenas como privados 2. Los rarámuris eran básicamente un pueblo sedentario a la llegada
de razón, situados enmedio de los seres que carecen de entendimiento y de los europeos . Su espacio territorial comprendía buena parte del centro
los humanos. En este sentido es significativo comprobar cómo, en el com- Y occidente del estado de Chihuahua, y ocuparon sobre todo las cuencas
portamiento pe algunos frailes, se expresa esta noción, cuando, por e je m- fluviales. Los apaches fueron un pueblo nómada, aun cuando ocasional-
plo, apoyaban las demandas de titulación de tierras comunales indígenas mente poseyeran y cultivaran pequeñas milpas cuando podían instalarse
que hacían particulares criollos o mestizos, porque de esta manera se durante ~e_riodos más prolongados en ciertos lugares que ofrecían mejo-
obligaba a los indios a permanecer en la cercanía de la parroquia bajo el res ~ond1c1ones para la caza y el pillaje. Ya los capitanes españoles se
cuidado y vigilancia de los clérigos; o bien, los castigos a chicotazos a los queJaban de las gigantescas dificultades que implicaba dominar un terri-
renuentes o remisos a asistir a los oficios religiosos. Tales actitudes eran torio donde no había "poblazones", ni adoratorios que derrumbar. Frente
inadmisibles tratándose de mestizos. a los porfiados conquistadores y colonizadores sólo se extendían insonda-
bles llanu~as y sierras, dentro de las cuales las rancherías apaches se mo-
APACHES Y RARÁMURIS: LAS DIFERENCIAS
vían con libertad. Esto también implica que, si bien los rarámuris tenían
sus propias formas de propiedad (si es lícito utilizar el término), sustan-
En t;into que los sedentarios rarámuris eran sometidos, la otra nación in- cialmente diferentes de las románicas, también es evidente que gusrrda-
dígena de referencia, la apache, protagonizaba una larga lucha armada ban una conexión similar con un territorio conocido y acotado. De igual
contra los españoles y luego contra los mexicanos . Esta confrontación manera, los indígenas trasladados del centro del virreinato y conocidos
tardía en la historia iberoamericana se articulará profundamente en la en el Norte como "mexicanos" 7 mantenían parecidas ideas sobre la rela-
6
4 AH STJE C H, sin clasificación. D ebe precis arse, sin embargo, qu e en 168 0 tuvo lugar la gran rebelión de los indios pueblo
5 Por ej empl o, en un comunicado de fecha julio 18 de I 8 5 7, al calor de la gu erra ele Reform a, en el t erritorio ele Nuevo M éxico, que trajo consigo la expulsión de los españoles y su con-
el gobernador decía al jefe político de Guerrero, qu e " se impondrá usted del in cansahlc centración en la vill a del Paso del Norte, h ast a 1690 en que Diego de Vargas encabezó lo
empeño con qu e trabaj an los enemigos de la ilustración y el progreso para est aci on ar toda - qu e se llamó la reconquist a de Nuevo México. Entre los indígenas sublevados ocuparon
vía en los pueblos sus rancias y pés im as costumbres, a m anera qu e los infelices indíge na s un lugar preponderante los apaches, qui en es, sin embargo, todavía no eran claram ente dis-
no prueben la libertad ni asci endan al grado de ilustración cuyas circun stancias so n los tinguidos de los dem ás.
7
obstáculos qu e los embarazan, el uso del trabaj o de esos infelices para servirse de ell os co- Tal palabra no t enía por entonc es una referencia nacional, sino que únicam ente aludía a
mo bestias de carga y no como ciudadanos en el uso de sus derechos" , Archivo Muni cipal la procedencia geográfic a. Véase a este respecto a Cheryl English Martín, Governan ce and
de Guerrero, caja 7 1 legaj o 81. Society in Colonial Mexico Chihuahua in th e Eighteen Century, Stanford, Cal., 199 6.
Al sur del río Salado -a unos 130 kilómetros de la ciudad de Buenos Ai-
res-, que a fines del periodo colonial fue frontera entre indio y blanco ,
se extendía la llanura bonaerense, plana, sin árboles y cubierta de pasto
altos y duros. Allí, la mirada del observador se pierde en el horizonte sin
que nada, árboles o accidentes del relieve, moleste su visión; sólo alguno
arroyos y pequeñas lagunas, en su mayor parte salobres, quiebran la mo-
notonía. Junto al río Salado -que con su principal afluente, el arroyo Va-
llimanca, forman una depresión en forma de Y- las tierras son bajas y se
inundan con facilidad, pero el terreno asciende levemente a medida qu e
se avanza hacia el sur o hacia el oeste.
En el centro y sur de la actual provincia de Buenos Aires, alzándose
en plena llanura, dos cordones de sierras, los de Tandilia y Ventana, rom-
pen la uniformidad del paisaje. Los primeros, entre 300 y 400 km al sur
de Buenos Aires, más bajos y geológicamente más antiguos, corren en di-
rección sudeste-noroeste y apenas alcanzan los 500 m de altura. Los de la
Ventana, divididos en varios cordones y a unos r 50 km al sudoeste de los
primeros, son algo más elevados, y alcanzan casi los 1 300 m. Entre am-
bos cordones, la faja interserrana es una de las zonas más rica en pastos
LOS IIIDIGill.l.S l'Alll'ii.1.110S
de la pampa. ilAi:iA l/Jl)O
R•f'•r•nc1••:
Numerosos arroyos riegan las tierras vecinas a las sierras, así como ----- ,roat•r•• coloniales bacl• 1800
····· Acr ... 1 ll•lte entre Ar•entln• r Chlle
los valles que se forman entre los diferentes cordones . En los de Tandilia, ===== Prlnclpal•• rut•• •an•dera6 en territorio indio
las cimas muy erosionadas forman a veces pequeñas planicies de altura l'rlnclpAle• ruert•• r 6UArdl•• de frontera:
l. San Cario• J. San Lor=zo 3 . Concepcl6n 4. Mellncu/J s. Rojas
cubiertas de pastizales. Tanto las sierras como la zona interserrana fue- 6. Salto 7. Guardia de Lujú 8. Lobos 9. Monte 10. Cha•coad11
ron el hábitat de una variada fauna autóctona enriquecida luego por la in-
corporación de especies europeas. Territorio ocupado por los indígenas pampeanos hacia 1800.
A fines del siglo xvI, la región estaba poblada por bandas de cazadores-
recolectores sobre los que tenemos escasa información escrita, ya que los
europeos no penetraron por entonces en ella y su contacto con los indíge- paravientos levantados con las pieles de los animales cazados, sostenidos
nas fue sólo periférico. Gracias al trabajo de los arqueólogos sabemos que por algunas varas de madera. Estas poblaciones, empero, no estaban aisla-
esas bandas basaban su subsistencia en la caza de guanacos y venados, a das y, al parecer, establecieron extensas redes de intercambio. 1
los que se agregaban especies menores como vizcachas, mulitas y ñan- La incorporación del caballo y el uso de ganado europeo por estos gru-
dúes, así como en la recolección de los huevos de este último (Mazzan- pos indígenas fue temprana, quizá ya a fines del siglo xv1. Se-basaron, en es-
ti 1994a). ta etapa, en el aprovechamiento del numeroso ganado cimarrón2 y, siendo
Más allá de diferencias tecnológicas y estilísticas, estos grupos de ca-
zadores-recolectores representaban un modo de vida generalizado en el 1
Se explica así que Caray encontrara en 15 82 entre indios establecidos en la costa atlántica
territorio pampeano-patagónico cuya existencia se remontaba a varios tejidos originarios de Chile (Caray, 1915:87-88)1 o la referencia de Ovalle al consumo de
milenios (Orquera 1987:348). Organizados en pequeñas bandas, se despla- cebil, alucinógeno proveniente del noroeste argentino o del Chaco (Pérez Gallan y Gordi-
zaban a pie y establecían sus campamentos junto a lagunas y cursos de llo, 199 3: 5 6 ). Otro ejemplo sería la circulaci_ó n de conchas o valvas para uso ornamental o
ceremonial (Martínez Soler, 1958-1959:267-322; Nimo, 1946:12, 14).
ríos y arroyos de la región, siguiendo itinerarios más o menos fijos de- 2
Animales salvajes o asilvestrados -especialmente equinos descendientes de aquéllos-
terminados por la distribución de los recursos. Su utillaje era muy simple abandonados por los primeros colonizadores de la región, que se reprodujeron con rapidez
y sus viviendas, a las que los europeos llamaron "toldos", eran simples tanto por las condiciones favorables del medio como por la escasez de especies competido-
que esos indios, sedentarios y agricultores en su patria original, e co_nvir- que aparecían dotados de un gran prestigio. En síntesis, la incorporación
tieron, bajo el influjo del medio pampeano y en contacto con las antiguo de tales bienes y técnicas -no sólo las araucanas sino también europeas-
pobladores, en cazadores, criadores de ganado y depredadores nómada , no puede desligarse de las trasformaciones y cambios sociopolíticos que se
aunque con.servaron su lengua, sus costumbres y sus creencias. 1 3 operaban entre las poblaciones pampeanas en el marco del establecimiento
Los nuevos análisis, sin embargo, permiten entrever que esa "expan- de nuevas relaciones económicas (circuitos mercantiles, comercio a dis-
sión" araucana en las pampas fue en realidad un proceso largo y comple- tancia, procesos de especialización económica).
jo, y esa complejidad fue lo que, en buena medida, se perdió de vista. En
realidad, el término de "araucanización" engloba, al menos, dos procesos CONCLUSIONES
estrechamente vinculados pero que no se deben confundir. Por un lado,
la difusión de influencias y elementos culturales de origen chileno que El análisis realizado nos permite sintetizar los procesos operados entre
fueron incorporados por las poblaciones de la región; por otro, el asenta- los grupos indios de la región. La primera etapa se caracterizó por relacio-
miento en ella de grupos de mapuches chilenos. El primero de esos proce- nes pacíficas con la sociedad colonial rioplatense, la rápida incorporación
sos es el que nos importa particularmente, pues parece desarrollarse con Y asimilación de bienes europeos, y el aprovechamiento de ganado salva-
fuerza en el periodo que nos interesa. je o cimarrón. Se operó así un rápido paso de la caza pedestre de fauna au-
Los contactos entre los indígenas de allende la cordillera andina Y los tóctona a la caza ecuestre centrada cada vez más en animales de origen
de las llanuras eran muy antiguos, pero su carácter cambió sustancial- europeo, especialmente equinos.
mente al enmarcarse dentro del desarrollo de un vasto circuito mercantil Un efecto fundamental de esta incorporación de bienes de origen eu-
que englobaba ambas regiones. El interés inicial de los araucanos se cen- ropeo -muchos de ellos imposibles de conseguir o producir en el territo-
traba en la riqueza ganadera de la región y, logrados los animales desea- rio indígena- fue el desarrollo de circuitos de intercambio cada vez más
dos, esencialmente caballos, retornaban a su tierra. A menudo, incluso, extensos que generaron una creciente interdependencia entre los distintos
compraban esos animales a los indios pampeanos o a los de la cordillera, grupos indios, y entre éstos en su conjunto y la sociedad colonial, tanto
que actuaban de intermediarios. chilena como rioplatense. En este contexto, y a lo largo del siglo xvm, la
Así, aunque no hubo hasta fines de la segunda década del siglo XIX extinción del ganado cimarrón, el aumento de la demanda en el mercado
asentamientos importantes de población indígena chilena en la pampa, 14 chileno, y la necesidad de alimentar los circuitos ganaderos en consolida-
ción, cambiaron las conductas de los indios en la llanura rioplatense. La
12
No faltaron algunas voces discordantes, al menos en algunos aspectos, con este esquema. apropiación de ganado en las estancias fronterizas mediante incursiones
Así ocurrió con quienes consideraban tardía la presencia araucana y que, más allá de in- rápidas y violentas -los malones- fue una respuesta a estas necesida-
corporar algunos elementos culturales, la antigua población local mantuvo con fuerza su
des. Así, de "cazador de ganado" el indio se convirtió en "comerciante,
presencia hasta una época relativamente reciente (Casamiq uela, 196 5: 102) .
13
Tal postura resulta ya indefendible. Un primer análisis crítico del tema en Mandrini, guerrero y maloquero" (León Salís 1991).
r 992; 199 y69 . Para un análisis en profundidad, véase Ortelli, 1994; una síntesis <le estas Esa creciente dependencia de los bienes europeos y el incremento d~l
cuestiones en Mandrini y Ortelli, 1994. La práctica del cultivo, introducida desde Chile Y comercio explican la importancia de la producción de bienes de camb10
atestiguada desde el siglo xvm, tuvo, contra lo que regularmente se creyó, amplia difu-
sión en la región (Mandrini, 1987). La platería y el tejido practicados en las tolderías pam- gentes chilenos -varios caciques con sus guerreros y familias- se establecieron en la re-
peanas eran de origen araucano y la importancia de la tejeduría, productora ele exceden - gión, empujados por la guerra de independencia que, luego de la batalla de Ma~p~ (I 8 I 8 ),
tes que se comercializaban en la frontera, explica la cantidad y calidad <le los rehaños de se había trasladado al sur de Chile. El mestizaje entre los recién llegados y la v1e1a pobla-
ovinos de los indios. Los tejidos y particularmente los objetos de plata adquirieron ade- ción indígena, favorecido por la existencia de antiguos contactos y lazos de parentesco,
más un valor simbólico como expresión de prestigio y autoridad. fue intenso. El proceso culminó a mediados del siglo con la formación de una enorme
q La situación cambió en las primeras décadas del siglo x1x, cuando importantes contin - unidad lingüística y cultural que abarcaba las pampas y la Araucania chilena.
De la caz a al pa s t o r e o 707
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· UNilJERSIOAD AUTONOMA , ; \
't ' DE SAN lUJS POTOSI \-'il ...-.. .
,;,;_~ SISTEMA DE BIBliOTECAS ClfiByP
EL M EZQUITE, SUS USOS CULINARIOS
Pin l e d e m ezquite
M ezquitam al
A tole de m ezquite
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Yantarrias
d vida. Únicamente su débil pulso me aseguraba que aún tenía vida. Era
Insectos que aparecen en los meses de abril y mayo, aunque su cantidad 1m de junio cuando la péchita está bastante madura, un hecho que
es variable y hay años en que casi no se encuentran. Se colectan en lo afortunadamente recordé. So peché que su condición se debía a que se
troncos del mezquite y otros árboles del monte y se echan en agua con un había obrepa ado comiendo péchitas, especialmente cuando me di cuen-
poco de cal; luego se lavan las veces necesarias (2 o 3) y están listos para ta que u e tómago estaba tan tenso como un tambor. Así que le hice
ser cocinados. Comúnmente se asan sobre el comal y se comen en tacos co quilla en u garganta con una pluma hasta que hizo el primer movi-
aderezados con salsas, aunque hay quienes acostumbran capearlos con mi nto para vomitar, lo que hizo tan vigorosamente y echó tal cantidad
huevo. de péchita aún no digerida, que no podía explicarme cómo un estómago
pu de contener tan tremenda masa. El enfermo se recuperó instantánea-
Jaime Nieto Ramírez ment y cuando no vio a mí y a los indios que estaban conmigo se sintió
tan avergonzado que echó a correr sin decir una palabra.
EL USO DEL MEZQUITE ENTRE LOS SERIS Los caballos, la mulas y el ganado gustan también de este fruto y
mientras pueden encontrarlo lo prefieren a cualquier otra comida. Sin
Y como no tenía que comer en tierra, [los seris] me trajeron atole de un embargo se extriñen tanto que se enferman y mueren si no se les hace
género como de alpiste que los españoles llaman semilla de zacate. Tam- evacuar. Los indios también recogen las péchitas, las ponen a secar al sol
bién me trajeron de regalo pan de mezquite y regalaron a los californitos Y guardan su provisión para el consumo de su casa. Las usan en dos for-
que conmigo habían quedado en tierra. El mezquite es muy dulce, de lo ma . Tuestan las vainas I las muelen en metate, ponen el polvo en agua Y
mejor que he [probado] y hay grande abundancia. Y a su tiempo, [los seris] se lo toman, sin que ninguna malvasía pueda ser más de su gusto. O pul-
hacen grandes provisiones. Lo tuestan y muelen y hacen tamales grandes verizan las vainas sin tatemar en un mortero de madera, le ponen agua Y
o panes que se .guardan en tinajas debajo de la tierra, y buenas tinajas [... ] cuecen la mezcla para hacer un atole muy dulce que consideran insupera-
Debe ser muy saludable, pues al tiempo de la cosecha me dicen [los in- ble. Yo lo probé, pero no lo encontré tan seductor como para tomarlo de
dios] están muy sanos y se mueren apartándose de este sustento que, se- nuevo. Quizá con el tiempo pudiera haberme acostumbrado a él.
gún reconoció la gente de mar, es algo purgativo pero sin alborotos del
cuerpo, y no lo hay en distancia de sus playas. Ignacio Pfefferkorn, Descripción de la provincia de Sonora,
2 vols., traducción de Armando Hopkins Durazo, Hermosillo,
"Copia de una carta del padre Juan María Salvatierra para Gobierno del Estado de Sonora, 1984, t. 1, pp. 84-8 5.
el padre provincial Antonio Jardón, en que le da cuenta de su
ida a la costa de los seris para remediar la lancha varada y Selección del texto de José Luis Mirafuentes
sucesos de este viaje. Dada en California, a 3 de abril del año
de 1710", AGN, Historia, vol. 308, f. 395.
Agua de péchita
Al abundante fruto del mezquite los indios le llaman péchita y lo tienen Ingredientes:
en gran estima; es como una vaina de frijol, tanto en forma como en ta- 1 manojo de péchitas
maño, aunque poco más largo y está lleno de semillas del tamaño de las 1 litro y medio de agua
lentejas. Mientras que el fruto está en el árbol retiene su color verde aún Azúcar
estando maduro. Únicamente al cortarlo y secarse se pone café. Los in- Hielo
dios aprecian mucho el fruto debido a que es muy dulce y a veces lo co- Preparación:
men sin moderación por lo que se enferman ya que si se come en abun- Se cuecen las péchitas hasta que se ablanden y se dejan enfriar
Procedimiento:
dancia puede producir calentura y constipación.
Se muelen las péchitas con la mano, se cuela y se endulza. Es muy refres-
En una ocasión me llamaron para atender a un indio que había sufri- cante.
do un ataque y estaba sin habla, sin movimiento y casi sin ninguna señal
720
Apéndice s Ap e ndi ces
721
las 4 de la mañana; realizamos compras de último momento, porque de an- MENSAJE A LA DOCTORA BEATRIZ BRANIFF
temano sabíamos que el viaje era algo extenso y no teniamo en e e mo- DE LOS ALUMNOS DE LA ESCUELA NACIONAL
mento a las madres previsoras que nos dotarían de un pequeño refrigeri o. DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA
Ya instalados en el tren, la mayoría de los compañero durmi ó ha ta
Felipe Pescador (alrededor de las 12 horas), donde realizaríamo el tran -
bordo hacia el Distrito Federal. Al preguntar el horario nos lleva mo una
gran sorpresa, una respuesta inesperada: el vagón que nos tran portaría
hasta México llegaría a las 20 horas. Hubo confusión entre no otro . Gran Ante el silencio general, hemos decidido presentar algunas palabras que
parte del grupo se quedó en Felipe Pescador, mientras nueve de no otro reflejan el sentir de buen número de nosotros.
decidimos explorar Zacatecas; horas más tarde subiríamos al tren d esta Nómadas mesoamericanos, hemos recorrido en unas cuantas horas la
plaza. En esta ciudad colonial, realizamos un breve recorrido de superfi- mitad de nuestras geografías; cazadores:.r'e colectores de conocimiento, se-
cie. El ambiente que se respiraba era de fiesta. Cuando comprábamos unas dentarizados entre los márgenes de la sofía y la imaginación; náufragos
po~tales vimos pasar a María de los Dolores SotÓ, Marie-Areti Hers Y Raúl en este mar chichimeca.
Mandrini, que cordialmente nos invitaron a cenar. Ahí les narramos lo Entre otras cosas, este homenaje ha contado con grandes presencias y
que nos había ocurrido en el lugar del transbordo. Al terminar la cena, grandes ausencias; de estas segundas, quisiéramos resaltar la ~e los es:u-
emprendimos nuevamente la caminata; formamos parte de una "callejo- diantes, ya consuetudinaria en este tipo de eventos, cuyo ongen r~s1de
neada", bailamos y muy amablemente Marie-Areti ofreció llevarnos a la muchas veces en nosotros mismos . Aunque confiamos en que reumones
estación. como ésta logren trascender del mito de esta otra frontera.
El tren se había retrasado varias horas y tuvimos que esperar algunas Con nuestra presencia queremos hacer patente el interés de abrirnos
más. En ese lapso, caminamos, bailamos y dormimos, hasta que, por fin, a otros campos de estudio. Nosotros, bárbaros enahmecas, queremos par-
se escuchó: "¡ya viene el tren!"; corrimos y preguntamos dónde estaban ticipar con ustedes de la reconquista de este territorio, para entre mayos,
los estudiantes, y nos co~testaron "al principio", y después se retracta- yaquis, pames, mexicaneros, etcétera, constituir una hermandad: la de
11
ron "no, al finál por lo que corrimos y con ello logramos desentumir-
,
los hijos de la Gran Chichimeca. . . .
mas un poco. La noche era hermosa, la luz de la luna iluminaba el paisa- Los elogios vienen de más; rio obstante, debemos hacer Justicia agr~-
je. Nuevamente emprendimos el retorno a tierras mesoamericanas. Con deciendo a aquellas amazonas que han hecho posible que _estemos _aqm.
este retraso, el viaje se alargó hasta 3 5 horas. En primer término, a la homenajeada, doctora Beatriz Bramff CorneJo,. no
Durante algún tiempo, muchos sentíamos aún la sensación del movi- sólo por su invaluable labor pionera en la arqueología del ~ort~, smo
miento del tren, del cansancio que nos abatía, así como de la incomodi- también por la generosa donación de su biblioteca a nuestra licenciatura.
dad. Pero todo esto valió la pena; porque fue una semana muy especial, Asimismo a la doctora Marie-Areti Hers, y especialmente a la maestra
llena de gratos momentos. Todas estas experiencias son relatadas sólo María de Íos Dolores Soto, por el gran interés y apoyo que nos brindó:
por dos personas de un numeroso grupo de gente que asistió a este home- Además, aunque atentemos contra su humildad, a la compañera Lesh
naje. Cada uno vivió algo muy especial en el transcurso de esos días de Zubieta, a quien podemos culpar de nuestra presencia aquí.
viaje: conocimiento y entrega de los ponentes, así como su disposición al Antes de partir a nuestras tierras mesoamericanas, en el valle de
contestar las preguntas y relatar sus experiencias. los imecas, nos queda decir, así, sin más, por toda la atención brindada:
Agradecemos de todo corazón la invitación de María de los Dolores gracias.
Soto de Arechavaleta, así como los demás organizadores, en especial las
atenciones de Marie-Areti Hers y de don Luis González.
Reconocemos el apoyo brindado por el doctor Luis Alberto Vargas,
director del Instituto de Investigaciones Antropológicas, y Francisco Or-
tiz, director interino de la Escuela Nacional de Antropología e Historia,
por su apoyo, así como la buena disposición de todos los participantes del
coloquio, que nos apoyaron para escribir el presente artículo.
722 Apéndices
Nómadas Y sedentarios en el Norte de México se terminó
de imprimir el día r s de febrero de 2000 en los talleres de
Editorial y Litografía Regina de los Ángeles, S. A. Para su for-
mación se utilizaron tipos Frutiger, Trump Mediaeval, Y el
alfabeto fonético realizado por Marina Garone Gravicr a par-
tir del Trump Mediaeval. La coordinación de la edición Y la
tipografía estuvieron a cargo de Tomás Granados Salinas; el
cuidado de la edición, a cargo del Departamento ele Publica-
ciones del Instituto de Investigaciones Estéticas ele la uNAM,
Se tiraron 2 ooo ejemplares.
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