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Hush, Hush
Narrado por Patch Cipriano
SINOPSIS
Ya estaba harto de vagar por las calles sintiéndose como una pluma en el aire.
Quería sentir, quería más que nada ver la vida de la misma forma de los humanos.
Quería ser como ellos.
Para lograrlo, su único objetivo era matar a la descendiente de Chauncey Lengais:
Nora Grey.
Pero para su sorpresa, ese objetivo se ve obstaculizado por nada más y nada
menos que por su Corazón.
Entre los planes de Patch no estaba enamorarse, así que ahora tendrá que elegir
entre seguir siendo un ángel caído y proteger a la mujer que ama, o aventarla a la
muerte, para conseguir un cuerpo humano.
Capítulo Uno.
Coldwater, Maine.
Sonreí para mis adentros. Esta clase sería completamente aburrida, ya que, al fin y
al cabo, no me enseñaría nada que no supiera ya.
Era Nora.
La contemplé fijamente como hacía siempre, desde que había decidido entrar al
instituto. Sus labios ligeramente entreabiertos dejaron escapar un suspiro.
Su amiga apareció a su lado. Le susurró algo a Nora entre dientes, y ella soltó una
media sonrisa. Mis ojos bajaron nuevamente a sus labios, y contemplé de nuevo
aquella boca.
Pero era difícil concentrarse en matar a alguien te atraía como nunca nadie te ha
atraído antes. Observé de mala gana como Vee tomaba lugar junto a ella un par de
mesas por delante de mí. Si tan solo yo pudiera sentarme a su lado…
— ¡Equipo, a sus asientos! —Dijo aquel hombre que se hacía llamar entrenador,
luego de haber hecho sonar esa cosa que le colgaba del cuello. Desde que lo había
Dirigí mi mirada nuevamente hacía Nora, y su patética compañera que pensaba que
era la reina del mundo solo porque había perdido su virginidad con un chico
excitantemente misterioso. Aún me sentía algo incómodo cuando Rixon me
recordaba aquello, asegurándome que Vee no lo recordaba porque había
introducido en su cabeza la imagen de una persona diferente, alguien que nunca
volvería a ver. Me exasperaba lo que había sucedido entre ellos… ¿Cómo esa chica
había entregado su pureza a un completo desconocido a la primera? Rixon ni
siquiera tuvo que pedirlo dos veces. Tuve que contener el impulso de lanzarme
sobre ellas y llevarme a Nora lo más lejos posible de su personalidad tan
desfachatada. Con solo pensar que Nora pudiera hacer lo mismo con cualquier
chico que se le cruzase…
Su lengua se abrió paso entre sus labios, tocando la parte superior de este con
suavidad. Otro estremecimiento se abrió paso por mi cuerpo. Maldije para mis
adentros. No podía permitir que ella tuviera ese grado de influencia sobre mí.
"—Así que… para ser humano, ¿tengo que matar al descendiente de Chauncey? —
pregunté.
—No exactamente. Ella tiene que hacer el sacrificio por voluntad propia, o no
tendría caso—respondió él.
Reí sarcásticamente.
—Oh, claro. Voluntariamente. ¿Es sumamente sencillo, no? Solo tengo que
aparecer frente a ella y decirle: "Oye, descendiente de Chauncey, ¿Podrías por
favor atravesarte el pecho con esta daga? Es que verás, quiero ser humano y
necesito que te suicides" ¿En qué demonios estás pensando, Barba? ¿Crees que
morirá solo porque un ángel caído se lo pide? —le pregunté.
Contuve el impulso de vomitar. Hace años que no sentía ni una pizca de simpatía
por nadie.
Cámbiame de mesa. Ponme junto a Nora. Ahora Gruñí en la mente del entrenador.
—Quiero que todos los que estén sentados del lado izquierdo del pupitre (éste es el
lado izquierdo) se cambien a los del asiento de adelante. Los de primera fila (Si,
Vee tú también) se irán al fondo.
Nora tenía la mirada levantada, estudiando a todas las personas que daban vuelta a
su alrededor, hasta que su mirada se posó en mí. Volví a estremecerme. Maldición.
Permanecí mirándola mientras el entrenador explicaba lo que había que hacer. Ella
parecía incómoda. Una sonrisa amenazaba con dibujarse en mi rostro, pero la
contuve. El entrenador continuó hablando. Al parecer, quería un informe detallado
sobre toda la información que tenía de Nora. Era fácil. Y para mi satisfacción, este
trabajo me haría mantener los ojos alejada de ella un par de minutos.
Nora Grey.
—Supongo que esta tarea lleva nota, así que ¿por qué no me lo pones fácil?
—Ah, ¿no?
— ¿Y la primera?
—Pues Claro que no. ¿Por qué no me haces una pregunta normal? Cómo… qué
música me gusta—dijo ella, algo irritada.
—Barroca. Cuando se trata de ti todo tiene que ver con el orden, el control.
Apuesto a que tocas… ¿El chelo? —pregunté, conociendo también la respuesta.
—Error.
Dsk. Dsk. Resultaban patéticos sus intentos por mentir. Trate de no reír. Miré una
vez más sus labios, tratando de no dejarme llevar por el impulso de acercarme y
besarla aquí mismo.
Deseché ese pensamiento inmediatamente. Una vez más, como ya había pasado en
varias ocasiones, contemple el acto de matarla. Algo se removió inquieto dentro de
mí. Déjate de babosadas, es la única forma de ser humano pensé, antes de saber si
realmente esas emociones se debían a que no deseaba matarla.
Sabía lo que era, por supuesto. Ella se alejó, como si repudiara mi contacto.
Me sorprendí.
—Parece una cicatriz. ¿Eres suicida, Nora? —la miré. Esperaba que contestara "Si,
soy suicida y estoy esperando que un ángel caído venga a pedirme que me mate
para él" pero sabía que eso no pasaría. — ¿Padres casados o Divorciados?
— ¿Y tú padre?
— ¿Cómo murió?
—Lo mataron. Ésas son cosas personales, si no te importa—dijo, con voz queda.
Estaba incomoda, podía sentirlo. Pero por primera vez no me sentía feliz con esa
situación. Ese tema parecía lastimarla. No quería lastimarla… aún.
Capítulo Dos
Ya había anochecido.
Dejé de contemplar el cielo y bajé de un salto del Arcángel. La noche estaba fresca
y tediosa.
—Me pregunto que tendrá esta instalación, que te mantiene sobre ella tanto rato—
dijo una voz detrás de mí.
—Me gusta ver todo desde arriba. Me recuerda los viejos tiempos—le respondí.
—Sí, suponía que era algo como eso. Por cierto, ¿Dónde has estado? ¿Acostándote
con meseras otra vez? —preguntó.
Medio sonrió.
—Ya, ¿Aún enojado por lo de la amiga de aquella pelirroja? Tuvo suerte de que
fuera su amiga, y no ella misma. La verdad es que estaba bien buena. La pelirroja,
me refiero—dijo él.
—Bueno, si quieres acostarte con ella, pues… Está bien, dejaré de espiarla en las
noches mientras se desnuda—dijo él.
—Mierda, Patch, tardaré semanas en curarme. Esto alejará a las chicas—dijo él.
Consulté mi reloj y me di cuenta que Nora no me había llamado aún. ¿Por qué no lo
había hecho? De seguro estaba tratando de reprimirse. Sí, eso es lo que pasa.
Llamará, pensé.
—Vaya, Albert nos ha dicho que eras realmente peligroso, pero no te ves lo
suficientemente fuerte para serlo. ¿Seguro que sabes jugar Billar? Esto no es un
juego de muñecas—dijo el más grandote.
No entendí exactamente que tenía que ver la fuerza con el juego, pero reí
incrédulamente con su suposición de que no era "fuerte".
Entre ellas se encontraba una pelirroja de mediana estatura, sus cabellos estaban
claramente con un falso rizado. Contuve un gemido de sorpresa. Me recordaba a…
Nora.
Sonreí. Era agradable apostar contra alguien tan arrogante. Hacía que el juego se
tornara un poco divertido. Mi teléfono sonó.
—Llamo para ver si podíamos quedar esta noche. Dijiste que estabas ocupado,
pero…
— ¿Dónde estás?
Colgué. Tenía poco tiempo para terminar la partida antes de que Nora llegara.
— ¡Patch!
Uno a uno, se fueron alejando del lugar. El último de ellos chocó con Nora, y la
hizo trastabillar. Tuve que apretar los puños y concentrarme en mantener la calma
para no saltarle encima aquí mismo y partirle el cuello.
Sacudí la cabeza dándome cuenta de lo que había pensado. ¿Qué estaba pasando
conmigo?
― Qué mal. Iba a apostar todo lo que tengo en tu contra. ―Levantó su trabajo, dos
líneas ya completas―. Unas pocas preguntas rápidas y me voy.
― Asumo que contribuyes a la atmósfera. ¿Cuántos puros por noche? ¿Uno? ¿Dos?
― No fumo.
― Mm-hmm. ―Dijo, colocando el papel entre la bola ocho y la morada lisa. Escribió
"Si, fuma puros" en la línea tres.
― Besarte.
Se sentó sobre la mesa. Cruzó las piernas, usando la rodilla como tablero de
escritura.
― ¿Trabajas?
― ¿Religión?
Bueno, esa no era mi pregunta favorita. Pero casi esperaba que la hiciera. Puse
una mano en mi mandíbula como si estuviera pensando.
― Y resulta que tengo necesidad de sacrificar a una mujer sana. Había planeado
seducirla para que confiara en mí antes, pero si estás lista ahora...
Sabía qué pensaría que me estaba burlando de ella. Nunca creería en la verdad de
mis palabras.
― No me estás seduciendo.
― Todavía no he empezado.
― Vee me dijo que vas en último curso. ¿Cuántas veces has suspendido la biología
de segundo año? ¿Una? ¿Dos?
― Vee no es mi portavoz.
― Te estoy diciendo que no fui al instituto el año pasado. ―Una vez más, creyó que
mentía.
― ¿Un secreto? ―Dije en tono confidencial―. Nunca antes he ido a la escuela. ¿Otro
secreto? No es tan aburrida como esperaba.
― ¿No has ido a la escuela, nunca? Si eso es cierto, y tienes razón, que no creo que
la tengas, ¿qué te decidió a venir este año?
― Tú.
Me acerqué a ella lo suficiente como para que solo hiciera falta una inclinación, si
quería besarla. Y quería.
― Tus ojos, Nora. Esos fríos ojos gris pálido son sorprendentemente irresistibles.
―Incliné la cabeza a un lado, estudiándola desde un nuevo ángulo. Mirando sus
labios―. Y esos labios sensuales atraen como un imán.
Antes de que pudiera llevar a cabo lo que quería, se alejó. No sin estremecerse
ligeramente. Su cuerpo me correspondía.
Me miró como intentando deducir por qué actuaba así. Supuse que para una
humana, mi actitud era sarcástica y engreída. Bien. Eso la mantendría alejada, y así
no pondría tantos peros a la hora de matarla.
― Pareces saber mucho sobre mí. ―Dijo―. Más de lo que deberías. Pareces saber
exactamente qué decir para ponerme incómoda.
― Me lo pones fácil.
Ella era como un libro abierto, siempre dejaba claro que era lo que le molestaba y
lo que no.
― ¿Hacer qué?
― Esto. Provocarme.
Funcionó.
― No.
La vi vacilar, como si quisiera decir algo más. Luego de que se lo pensara mejor,
salió disparada hacia la salida.
Capítulo Tres
Una fina lluvia caía sobre mí, ciñéndome la ropa al cuerpo, y el cabello al cráneo.
No entendía que me sucedía, pero cada vez que imaginaba las diferentes formas en
las que ella podía morir, mi cuerpo se estremecía. No era que lo sintiera, porque no
puedo sentir ningún tipo de sensaciones, pero lo sentía a un nivel emocional. Era
como si fuese mi alma (Si es que tenía una) la que temblara al solo pensar en la
muerte de esa chica.
Recuerdo la primera vez que la vi, en su habitación, justo el primer día que
comencé a observarla a diario. Había pensado que no había chica como ella. Era
muy guapa, si, pero no era en eso en lo que me había fijado. Tenía carácter, y
actitud. Me había dado cuenta que era fuerte, al menos emocionalmente. Y eso me
gustaba.
La miré fijamente. No podía creer que ella fuera la descendiente que necesitaba
para llevar a cabo el sacrificio. No tenía ningún parecido con Chauncey… Lo que
me hacía preguntarme si tal vez, había sido un error.
—Lo siento, padre. Yo tenía… yo tenía que haber estado contigo… Yo… yo tuve
que acompañarte—susurró, cerrando los ojos con fuerza.
Sus puños se cerraron con fuerza, tiró las fotos dentro de la caja y la cerró de un
golpe. Se levanto, y secó una pequeña lágrima que había logrado escaparse.
Una parte dentro de mí se removió inquieta. Quería entrar, consolarla y decirle que
todo estaba bien, que allí estaba yo con ella.
El "Entrenador" estaba malgastando saliva hablando aún sobre lo que él creía que
era el sexo. Yo no le prestaba atención, estaba concentrado en mi compañera, la
cual estaba concentrada en algo más.
Contuve una risa. Eso era cierto… en parte. No me interesaba trabajar con nadie.
Nadie, que no fuera ella.
Enarqué las cejas, curioso, esperando a que ella me dijera por qué tomaba esas
cosas. Pero como no, nos interrumpieron.
― ¿Nora?
Los inmaduros que la rodeaban soltaron una pequeña risa, lo cual pareció irritar al
entrenador.
Me miró.
Una parte de mí sabía que lo haría, así que sonreí abiertamente, y articulé las
palabras "Estamos esperando" para que se diera prisa. Se ruborizó, y movió sus
manos.
Me había dado cuenta, que cuando está nerviosa, trata de desviar la atención a su
cuerpo.
Miré de reojo a Nora, pero estaba mirando al entrenador escribir mis cualidades en
la pizarra.
Abrí la boca para contestar, pero me vi interrumpido por Vee. Tuve que hacer un
esfuerzo enorme para no mandarla a callar a gritos.
― ¿Esto tiene algo que ver con el tema que estamos estudiando? Porque en el libro
de texto no dice nada sobre las características que debe reunir el compañero ideal.
―dijo ella.
―El problema de la atracción entre humanos, es que nunca sabes si esta será
correspondida―dije, más para mí mismo que para los demás, pero de igual forma
escucharon.
―Muy bien, Patch. Imaginemos que estás en una fiesta. Ves a muchas chicas de
diferentes formas y tamaños. Rubias, morenas, pelirrojas, algunas de pelo
azabache. Algunas son habladoras, mientras que otras parecen tímidas. Has
encontrado a una chica que es tu tipo. ¿Cómo le comunicarías tu interés?
Pensé. Recordé entonces la primera vez que hablé con Nora realmente…
Más coqueteos. Era un problema, pero me gusta coquetear con ella. Más de lo
sanamente posible.
Parecía realmente feliz de que por primera vez, todos los alumnos estuvieran
prestando atención a una de sus clases.
―Los vasos sanguíneos del rostro de Nora se están dilatando y tiene la piel
caliente. Sabe que la están cortejando. Le gusta recibir atención, pero no sabe
manejarse―dije.
―Esto es ridículo―dijo.
¿Ridículo? Bueno, destrocemos esa dignidad que queda, pensé. Coloqué mi mano en
el respaldo de su silla, como si eso fuese lo más normal del mundo. La miré a los
ojos con toda la intensidad posible que pude reunir, y me perdí en las
profundidades de sus ojos grises. Ella me devolvía la mirada sin decir nada. Ambos
perdidos en el otro. Lo sabía.
Me alejé de ella, saliendo por la puerta. Justo en ese momento, entre en la mente
del entrenador, solicitando que saliera inmediatamente. Él lo hizo, por supuesto.
Sin que se diera cuenta Nora, tomé su lugar entrando en la mente de todos, para
que todo aquel que mirara hacía donde me encontraba, no me viera a mí, sino a
McConaughy. Sabía que Nora vendría a hablar con él sobre mí. Sabía también que
él haría lo que le pidiera, sin mi influencia. Por eso, ella no hablaría con él. Hablaría
conmigo.
Capítulo Cuatro
Sobre el escritorio había un libro de jugadas, así que me entretuve con él,
dibujando un partido mientras sentía a Nora acercarse.
Cuando estuvo frente a mí, contuve las ganas de soltar una risotada. Después de
todo, no sería común que el entrenador se riera de ella en estas circunstancias, y
no quería que acudiera a un personal de rango mayor. Sería un poco más
problemático tener que fingir ser la directora o alguien de igual importancia.
―Dime, Nora. ¿Qué puedo hacer por ti? ―le pregunte, de la misma forma que el
entrenador lo hubiera hecho.
Enarqué las cejas, y obtuve una postura mucho más cómoda en lo que a mí
respectaba: empujando la silla hacía atrás y entrelazando las manos detrás de mi
nuca.
Nora dejó caer algo en la mesa, y levanté la vista para observar una copia del
código de conducta del instituto y los derechos de los estudiantes sobre la mesa.
Tuve que morderme la lengua para no reír. Sabía jugar muy bien su juego.
―La norma dice que ningún alumno debería sentirse amenazado dentro del
colegio―dijo.
Bueno, pero ¡maldita sea! ¿Por qué? Mientras más rápido se hiciera a la idea de
que era peligroso para ella, mejor. Pero aun así, una parte de mí no lo quería.
―Me siento incómoda. Y quisiera proponer una solución. ―Guardé silencio. Bueno,
eso está mejor. La incomodidad siempre es más fácil de controlar pensé. E imaginé
nuevamente mis labios sobre los suyos, y cerré los puños con fuerza para
contenerme de abalanzarme sobre ella y… hacer cosas indecorosas.
Afortunadamente, no esperó a que siguiera hablando, porque continuó―Me ocuparé
de la tutoría de cualquier alumno de Biología si vuelve a sentarme al lado de Vee.
¿Qué? ¿Tener que compartirla? ¿No sentarme más a su lado? ¿Tener que soportar
como Vee la lanzaba a los brazos de un desconocido solo porque si? Estaba loca.
¿Cómo era que de pronto quería evitarme a toda costa? ¿Por qué?
― ¿Lo has visto hoy? Estaba implicado en la clase. En todo el año no le había oído
decir una sola palabra, pero ha sido sentarlo a tu lado y… ¡bingo! Su calificación en
esta asignatura va a mejorar―Aunque tampoco era que me interesara la asignatura
en absoluto.
―Y la de Vee va a empeorar.
―Es lo que pasa cuando no puedes mirar a tu lado y encontrarte con la respuesta
correcta―dije.
Se encogió de hombros.
―Solo estaba probando que se siente. Tienes razón, recuerda los viejos tiempos.
―dijo.
Me quedé congelado.
―Creo que es el nombre de esa pelirroja que tanto te gusta. Es su nombre, ¿No?
―dijo él.
Me giré sobre mis talones, y comencé a caminar en su dirección con los puños
cerrados, y el ceño fruncido. ¿Pero qué mierda? ¿Cómo Rixon conocía su nombre
completo?
―Vaya, deja tus celos niño malo. No es conmigo con quien tienes problemas―dijo.
Me detuve.
Me estaba exasperando.
―Chicos. Dos. Los escuché hablando sobre ella, y un ataque. ―dijo él.
Me quedé pasmado.
―Vale, vale, tranquilo. Lo único que escuché fue que ya habían encontrado a Nora
Grey, y que lo más probable es que la atacaran hoy en la biblioteca. Al parecer
saben que ella y su amiga estarán allí. Y… oye, venga ¿A dónde vas? ¡Patch!
―gritaba.
No le presté atención.
Nora se encontraba en una de las mesas junto a Vee, y todo parecía Normal. Me
encaminé hacía donde se encontraba la bibliotecaria. Si estaba en la biblioteca,
bueno, tenía que tener un motivo.
Mierda.
Ella se ruborizó.
Unos pocos minutos luego, estaba de regreso con un libro en las manos. Me lo
entregó, y nuestros dedos se rozaron. Pude sentir como su cuerpo se estremecía.
Me sonrió esperanzada.
―Lo siento, no…―dijo. Bueno, de seguro Rixon había escuchado mal. Me prepare
para irme―Espera, allí hay un chico (Creo que es un chico) extraño. Tiene una
sudadera con capucha que le cubre el rostro―dijo.
Bingo.
― ¿Tu número? ―pregunté, señalando las tarjetas. Ella asintió, ruborizada. Tomé
una tarjeta―Tal vez un día te llame.
Echó a correr antes de que pudiera ver quién era, o de entrar en su mente siquiera,
y me recorrió el cuerpo entero un escalofrío.
Y no era humano.
Capítulo Cinco
Intenté seguirlo, pero no tuve tiempo. Perdí su rastro al instante en que siguió el
Neón.
Vamos, Jev. Piensa rápido me dije. ¿A dónde podría ir Nora a estas horas, luego de
la biblioteca?
Su casa.
Aceleré la moto a todo lo que daba. Solo esperaba que el perseguidor de Nora no
fuera quien yo estaba imaginando.
Me equivoqué.
Nora no llegó a su casa, por más que estuve por media hora esperándola. ¿A dónde
mierda se había ido esta chica? No tenía tiempo para andar de niñera salvándola de
todo el peligro que la rodea. Debería considerar más a fondo el hecho de que Nora
no debería importarme en lo más mínimo. Bueno, salvo su sacrificio. Pero sentía
curiosidad. ¿Por qué la seguirían? ¿Qué habría hecho esta chica como para que
fuese lo suficientemente fuerte y provocar un ataque? Su perseguidor no era
humano, y los únicos que poseían la capacidad de correr a esa velocidad eran los
ángeles caídos, y los Nefilim. ¿Por qué alguno de ellos seguirían a Nora?
Tuve que hacer un esfuerzo para llegar a los túneles sin ser visto, y no estaba de
humor para las bromas de Rixon.
Sonreí.
Me devolvió la sonrisa.
―Lo quiero―dijo él. ―Venga, somos amigos ¿No? Y cada vez que vas a jugar billar
regresas con algún juguete nuevo. No te hará falta. A mi si, las chicas se vuelven
locas en los Yates. Y me gusta tener el sexo asegurado.
Abrí la boca para decirle que se buscara su propio Yate, cuando se me ocurrió algo
mejor.
―Tú dirás.
―Si en algún momento te pido que siguas a alguien, lo seguirás sin preguntar,
¿Vale?
―Gracias―respondió.
Me gustaba ese ligero olor a fresas. No parecía ningún perfume… solo su olor
natural.
Era perfecto.
Eso pareció incomodarla, pero antes de que pudiera cambiar el tema, sonó la
campana.
Eché la cabeza atrás y reí por lo bajo. ¿Qué, era adivina, además de detective?
Algo dentro de mí se removió inquieto al notar que Nora se había puesto nerviosa,
dejando caer el bolígrafo al suelo. Me incliné, lo tomé y se lo devolví.
― ¿Me seguiste?
Lo intenté.
―Pareces un poco nerviosa, Nora. ¿Qué te ocurre? ―le pregunté, fingiendo estar
preocupado, pero conteniendo con todas mis fuerzas las ganas de reírme.
―Dímelo tú.
― ¿Qué pasa?
―Sé que no quieres sentarte a mi lado más de lo que yo quiero sentarme a tu lado.
Creo que el entrenador consideraría cambiarnos de sitio si tú se lo pides. Si le
explicas la situación…
― ¿No lo somos?
―Pues retíralo.
Ni en broma.
―Creo que estarías mejor con otro compañero, y tú lo sabes―dijo, sonriendo algo
tensa.
―Me temo que podría acabar sentado al lado de Vee. No voy a tentar a mi suerte.
Nora negó. Luego de un par de cometarios entre ellas que me hicieron reír,
pregunté:
Capítulo Seis
¿Por qué pensaba que no éramos compatibles? Supuse que al mirarla y describir
las cualidades que busco en una compañera, se habría dado cuenta que hablaba de
ella. ¿Acaso lo ignoraba? ¿Me ignoraba ella a mí? ¿Por qué no podía yo ignorarla a
ella?
Maldición.
Mi teléfono sonó con una llamada entrante, y por una fracción de segundo, quise
que fuera ella. Pero no, por supuesto. No era Nora.
― ¿Qué pasa? ¡Como me preguntas qué carajos pasa! ¿Por qué no has venido a
trabajar? ¡Te he salvado el culo muchas veces! ¡Me debes un millón de favores!
Más te vale presentarte hoy, porque no voy a volver a salvarte el culo,
Cipriano―gruñó.
Me saqué los pantalones de una patada, y arrojé la camisa al suelo. Entré a darme
una ducha y despejé un poco mi mente.
Es mía.
Pero, ¿Qué mierdas estás pensando Jev? Esa chica no es tuya, así que deja de
pensar en ella como si lo fuera.
Aunque tal vez lo era, ¿No? Después de todo, iba a volverme humano por un
sacrificio que haría ella. Ya investigaría sobre Chauncey más adelante…
Y entró.
Entregué los pedidos, y fui a otra mesa desocupada que estaba asquerosamente
sucia. Cogí un paño y comencé a limpiarla, enojado porque las personas pudieran
causar tantos desastres.
Entonces la sentí.
Supe que era ella antes de verla, pero igual me sorprendí al girarme y verla
sentada en una de las mesas del fondo.
―Vaya, vaya. ¿No tienes bastante con verme cinco días a la semana? ¿También te
apetece por la noche? ―pregunté, al llegar a su lado.
―Lo que a ti te guste me trae sin cuidado. No pienso salir contigo. Ni una cita. Y
menos a solas. ―Se ruborizó levemente, y quise saber qué pensaba. Pero no me
atreví a preguntarlo― Un momento, ¿acabas de llamarme "Ángel"?
―Ajá.
―Pues no me gusta.
Esto tenía que ser obra de Vee, por supuesto. Nora casi nunca usaba maquillaje.
Me incliné sobre la mesa, frotando sus labios con mi pulgar para retirarle esa cosa
pegajosa de los labios. Mucho mejor.
―Así está mejor. ―dije, con la voz entrecortada, supongo que no se dio cuenta.
Agitó su cabello, tratando de fingir indiferencia. Pero noté, que tal y como a mí, mi
roce le había afectado.
―Qué pena. Hay una fiesta en la costa, pensé que podíamos ir. ―dije, aunque era
mentira, por supuesto. Supuse que al imaginar estar rodeada de otras cientos de
personas, aceptaría.
Bajó la mirada y tomó un poco de agua. Estaba nerviosa, lo sabía, porque bostezó,
y jamás había visto un bostezo tan falso.
―Bueno, como te he dicho, tengo clase al día siguiente. Y si tanto te interesa esa
fiesta, te aseguro que no iré―dijo. ―En cualquier caso, ¿Por qué me invitas a mí?
―Sí, ya lo veo.
― ¿Por qué tienes clase al día siguiente o porque te da miedo estar a solas
conmigo?
―De ti.
―Si esto tiene que ver conmigo… y el sexo opuesto… Vee ya me ha soltado ese
rollo. No necesito oírlo dos veces.
Sonreí.
― ¿sabes? Me gusta pensar que no hay un solo chico en el instituto que esté a la
altura de tus expectativas.
―No eres muy reservada, Nora. Ni tímida. Solo necesitas una buena razón para
esforzarte por conocer a alguien.
Mierda.
―Te estoy diciendo que te veo venir y quiero que lo sepas. No has engañado a
todo el mundo. Voy a averiguar que tramas y te dejaré al desnudo.
Volvió a ruborizarse.
Capítulo Siete
Bufé.
―No veo cómo es eso necesario. No seas idiota. ¿Qué pasa con ese favor? ¿Lo
harás o no?
Rixon enarcó una ceja, curioso por saber el motivo de ese favor. Él y yo éramos
algo así como lo que se consideraba hermanos. Ambos fuimos Arcángeles alguna
vez, solo que él cayó del cielo primero que yo. Y caímos por diferentes motivos.
Rixon tenía sed de poder, quería ser el líder de la cátedra de los siete. Quería
ocupar mi lugar. La cátedra de los siete eran un grupo de arcángeles poderosos
―No.
Sonreí.
Asintió.
"―No está permitido enamorarse de una humana, Jev. Eso deberías saberlo―Rugió
Rafael, uno de la cátedra de los siete.
―Te desterraremos. El líder de los siete no puede dar ese ejemplo al resto de la
comunidad angelical. Dile adiós a tus alas, arcángel."
Dabria.
Ya había anochecido, y faltaban pocos minutos para que Rixon llegara con la
información que le había pedido que me consiguiera. Salí de entre las sombras
sigilosamente para que nadie me notara, y entré al salón de videojuegos. Sentí que
alguien me observaba, y al instante llevé a mis ojos en esa dirección. Solo logré
ver la espalda de un tipo alto, que se alejaba con la capucha de su sudadera puesta.
Le resté importancia al asunto, y fui hacia una de las máquinas para jugar
Nosferatu. Era un juego de terror en el que tienes que asesinar un montón de
cosas. Era mi favorito. Me arremangué las mangas de la camiseta hasta los codos,
y me coloqué mi gorra de béisbol que traiga en el bolsillo del pantalón para que
nadie me notara. Así, comencé a jugar mientras esperaba la llegada de Rixon.
Nora.
Comenzaré a creer que realmente te gusta esa chica habló la voz de Rixon en mi
cabeza. Miré a todas partes esperando encontrarlo, pero no lo vi. Y muy puntual,
debería agregar Que gracioso. ¿Qué has averiguado, Rixon?
Está bien. Ahora, bien, prepárate para escuchar lo que barba me ha dicho: No
necesariamente tienes que esperar a Jeshván, o hacer que Nora haga el sacrificio
voluntariamente, puedes matarla. Solo que luego de matarla, deberás ligar tu
sangre con la de ella. Claro, también es factible el sacrificio propio, y es mucho
más directo. Pero te lo digo hermano, por si se te complica eso del enamoramiento
(Si, ya sé que tienes que enamorarla). Ahora, lo más importante de todo: Chauncey
sabe lo que está sucediendo. Se ha corrido el rumor de que quieres ser humano.
Casi todos los ángeles caídos lo saben ya. Así que… ha venido a Coldwater para
ahorrarte el trabajo. Y liberarse del juramento de lealtad. Va tras Nora, amigo mío.
Inmediatamente busqué con la mirada al tipo con capucha. ¿Sería posible que…?
No, lo sabría.
Gracias, Rixon
Me señaló.
―Él sigue mirando para acá―Vee dijo bajando la voz. Ella se reclinó contra la mesa
del fútbol, intentando que su conversación pareciera privada, pero ella susurró tan
alto, que era absurdo no escuchar ―Se está preguntando qué haces aquí con…―Vee
balanceó su cabeza hacia Elliot.
Nora cerró los ojos, y tuve que contener una carcajada. Estaba ruborizada. Me
encantaba verla así. Me sentía… ¿Humano?
―Patch ha dejado bien claro que quiere ser para Nora algo más que compañero de
biología― continuó Vee ―Y nadie puede culparlo.
― ¿Es cierto eso? ―Dijo Elliot, mirando a Nora de una manera que decía que no
estaba sorprendido. Que él ya lo sospechaba. Se acercó más a Nora, y tuve que
apretar los puños para no destrozar su mente en cuestión de segundos.
― ¿Por qué no jugamos? ―Preguntó Nora en voz alta y tiró la bola al centro de la
mesa, pero nadie lo notó.
― ¿Quieres que hable con él? ―Le preguntó Elliot. Claro, ven a hablar conmigo,
imbécil. Veamos cómo termina todo esto. ―Le explicaré que no estamos buscando
problemas. Le diré que estas aquí conmigo y que si tiene algún problema lo puede
discutir conmigo.
Eso estaba hecho. Incluso estuve a punto de ser yo quien se acercara a su mesa, y
alejarlo de Nora, pero ella cambió el tema.
Nora se veía dubitativa, como si sintiera el peligro que correría ese chico si se
atrevía siquiera a mirarme.
―Mala idea.
―Gran idea―dijo Vee, haciendo eco de mis pensamientos. ―De otra manera, Patch
podría volverse violento ¿Recuerdas la última vez?
―Sin ofender, pero este chico suena como un arrastrado―dijo Elliot―Dame dos
minutos con él―Él comenzó a caminar.
Flexioné mis dedos y me preparé para darle la paliza de su vida. ¿Arrastrado, yo?
Hijo de puta.
Nora estaba completamente nerviosa. Frotó sus manos en sus jeans varias veces,
tratando de controlarse. Regresé mi atención al juego por una fracción de
segundos, para no entretenerme demasiado con sus piernas. Presioné los botones
con demasiada fuerza mientras alejaba de mi mente los pensamientos calientes,
cosa que no me resultaba fácil mientras sentía la mirada de ella por todo mi
cuerpo.
Cuando llegó a mi consola, la golpeó por el lado para llamar mi atención. Cuando la
miré, dije: ― ¿Pac-Man? ¿O es Donkey Kong?
―Primera semana en la escuela y ya hizo amigos. Qué suerte tiene―La miré con
doble intención. ―Podría tener un lado tenebroso y peligroso del cual no
conocemos.
― ¿Quieres jugar? ―Incliné mi cabeza hacia más allá de los videojuegos. Hacia la
multitud en dónde solo podía ver mesas de billar.
―Nora―Gritó Vee, interrumpiendo. Maldita Vee. ―Ven aquí. Elliot me está ganando.
― ¿Y si yo gano?
La observé de la cabeza a los pies. Sonreí. Era fácil que esta chica me gustara.
Golpeó mi brazo, y sentí chispas eléctricas quemar allí donde había tocado. Mierda.
Y eso era justamente lo que estábamos haciendo. Una parte de mí analizaba las
palabras que Rixon había dicho hace unos momentos. Podía matar a Nora, podía
hacerlo ahora mismo y obtener lo que deseaba. Pero estaba comenzando a
necesitar algo… algo que solo tenía ella.
Se puso rígida.
Sonreí maliciosamente.
― ¿Hacer qué?
―Mis pensamientos.
Observé todos lados de una manera teatral, como si tratara de hacerle una
pregunta demasiado personal.
―No dirás que estoy hablándole a tu mente ¿cierto? ¿Sabes lo loco que suena eso?
―Nooooora―Se escuchó la voz de Vee llamar sobre todas las voces y los sonidos
electrónicos.
―No.
Capítulo Ocho
En cuanto puse un pie fuera de la vista de Nora, abrí completamente mis sentidos.
Cerré mis ojos y me concentré plenamente en la presencia de Chauncey. Apreté
los puños mientras intensificaba la búsqueda, pero no me daba resultados. No podía
percibirlo, si es que realmente se encontraba aquí.
No me quedaba más opción que hacer lo mismo, y hacer mi juego esta misma
noche. Si aquel tipo encapuchado era Chauncey, estaba lo suficientemente cerca de
Nora como para matarla en cualquier momento. No podía permitir eso. Ella era mía.
Y si moría, moriría en mis brazos.
Sacudí la cabeza, para dejar de pensar estupideces. ¿Qué pasa con que sea ella? Es
igual para mí si es ella, Vee, o alguna otra mujer de la calle. O al menos de eso
trataba de convencerme.
Grrr, la gata saca sus garras. Reí, y eso pareció hacerla enojar mucho más.
―Amo tu cabello. Me gusta cuando está fuera de control. Es como ver una parte de
ti que necesita salir más a menudo―le dije.
E inmediatamente imaginé a Nora sin control, sin ropa y cerca de mí. Maldita sea
con mis pensamientos.
Con furia, se alisó el cabello. Por una fracción de segundo pareció que se estaba
arreglando para mí, lo cual provocó una extraña sensación en mi estómago.
―Me tengo que ir. Vee me está esperando―Hizo una pausa, en la cual se soltó de
mi agarre, y luego agregó: ―Supongo que te veré el lunes en clase.
Alturas, muchas personas gritando, y una inesperada falla en un solo carrito. ¿Qué
mejor manera para morir? Algo se removió en mi interior, al imaginar la sangre de
Nora llenar el suelo. Pero era una oportunidad perfecta.
Ella estiré el cuello para mirar hacia el Arcángel. Gritos agudos hacían eco desde
los carros que hacían estruendos en las vías.
―Dos personas en una silla―Le dije. Sonreí de una forma lenta y atrevida.
Con ese comentario, debió haberse ido corriendo. Pero no lo hizo. Sabía
exactamente que decir para picar su curiosidad, para que subiera conmigo al
arcángel. Sabía qué decir en el momento correcto.
―No puedo. Le tengo miedo a las alturas. Además, Vee me está esperando.
―Si aguantas toda la ronda sin gritar, le diré al entrenador que nos cambie de silla.
Aún no había notado que era conmigo que había hablado. Por supuesto, ahora,
después de esta noche, ya jamás lo notaría.
Juntos nos encaminamos hasta lo último de la fila de espera para el Arcángel. Una
ráfaga de gritos se levantó y luego se apagó lejos en el cielo nocturno.
Y era cierto. Yo solía pasar varias noches de la semana en lo alto de la figura del
arcángel, observando sin ser observado. Y nunca la había visto; porque de haberla
visto, jamás se me olvidaría. Nunca olvidas algo tan cautivante y hermoso.
Estaba siendo sarcástica, lo sabía, pero sin embargo contesté: ―Contestar eso
significaría dar pistas sobre mi pasado y prefiero mantenerlo en secreto.
―No creo que ahora sea un buen momento para hablar de eso. Mi pasado podría
asustarte.
―Las cosas que tengo que confesar no son el tipo de cosas que le cuentas a tu
irrespetuosa compañera de biología―dije.
El carro que escogí tenía un grupo de cuatro pinturas. La primera representaba una
turba de demonios con cuernos arrancándole las alas a un ángel masculino que
gritaba. La siguiente pintura mostraba al ángel sin alas posado sobre una lápida,
observando de lejos a unos niños jugando. En la tercera pintura, el ángel sin alas
estaba parado cerca de los niños, haciendo señas con el dedo a una niña de ojos
verdes, para que esta fuera a donde él. En la última pintura, el ángel se balanceó
como un fantasma sobre el cuerpo de la niña. Los ojos de la niña estaban negros,
su sonrisa se había ido y le salieron cuernos como a los demonios de la primera
pintura. Una media luna colgaba sobre las pinturas. Vaya historia la que estaba
grabada allí.
―Te ves pálida―Dije, inclinándome para poder ser escuchado a través del ruido de
las vías.
― ¿Asustada, ángel?
Soltó una risa nerviosa, y sentí que esa risa perforaba en mi interior. El arcángel
ya estaba en la cima, así que tenía que actuar rápido.
Me introduje en su mente.
Nora gritó.
― ¿Qué creíste? ―Pregunté, fingiendo estar interesado. Pero vaya que sabía qué
había creído.
―Creí que me había caído del carro. Literalmente, creí que iba a morir―dijo, y se
veía realmente asustada.
―Creo que ese es el punto. ―Dije. ―Supongo que nos quedamos como compañeros.
―Es un ángel de alto rango―le dije, recordando de nuevo mi historia, la historia del
carrito…―Mientras más alto estas, peor es la caída.
Sonreí a mi vez, otra vez. Guiándola por el camino, dije: ―Te llevaré de regreso a
los videojuegos.
Capítulo Nueve
Sin embargo, al divisar a Vee y al otro chico a lo lejos, entré una vez más en la
cabeza de Nora y le hice creer que la mesa estaba vacía.
Recorrió por todos lados el lugar mientras la seguía, tomándome una soda que
había comprado en el camino. Mis escasos buenos modales me habían inducido a
ofrecerla una, pero me la había rechazado. Nora llegó a otra de las mesas de juego,
pero mi truco funcionaba perfectamente. No veía a nadie, y nadie la veía a ella.
Miró la soda, y luego a mí. La intensificación del rubor en sus mejillas la delató, y
supe que se acaloraba con solo pensar en poner su boca donde antes estuvo la
mía. Y yo también, maldita sea. Incluso, mientras sacaba su teléfono celular de su
bolso, pensé en acercarme a ella aquí, ahora, tomarla y secuestrarla. No para
Estuve a punto de pasar por alto el hecho de que, ¡tenía un celular en la mano para
llamar a su amiga! Con un movimiento ligero de mis dedos, apagué el celular. Así
se quedaría hasta que tomara una decisión esta noche. Estaba sopesando
seriamente lo del secuestro.
Pude ver en su rostro que estaba pensando que sería más seguro irse con
cualquier otro hombre, no importaba si fuera un completo desconocido, que salir de
allí conmigo. Una parte de ese razonamiento era cierto. Ni yo mismo comprendía
ahora mismo de qué sería capaz. Sin embargo… la imagen de Nora sin vida se
repetía en mi cabeza, y causaba extraños espasmos en mi interior.
Se dio en la frente con la palma de mi mano. ―Su auto. Probablemente ella me está
esperando en el estacionamiento.
Sabía que en estos momentos, Nora estaba sola en su casa. En el tiempo que la
estuve investigando, descubrí que su madre trabajaba un poco lejos. Solo contaba
con una anciana que hacía la limpieza, pero para estas horas, ya debería estar
ocupada en sus propios asuntos. Así que, si finalmente iba a asesinarla, solo tenía
que llevarla a casa.
Nora resopló.
―Me llevarás directo a casa―Dijo. Sonó más como una pregunta que como una
orden. Bingo.
Comencé a caminar al lugar dónde había dejado la moto, con Nora siguiéndome los
pasos. Al encontrarla, me subí a ella, e incliné mi cabeza hacia el asiento trasero.
―Móntate―le dije.
―Vaya. Linda moto―Dijo. Y pude percibir el miedo que le producía mi Ducati. ―Me
gusta la sensación el viento en mi cara―Continuó, como si quisiera evitar algún
comentario de mi parte.
Solo había un casco, negro con la visera teñida, y se lo entregué, no muy seguro de
saber el por qué. ¿Cortesía? Tal vez.
Se subió a la moto, justo detrás de mí, y tuve que contener un gemido al ver que
sus piernas entraban en contacto con las mías. Mi alma hervía a fuego lento con
esa cercanía. Me hubiese gustado desesperadamente poder sentir físicamente ese
contacto, pero esa era una capacidad de la que carecían todos los ángeles caídos.
―Que va― Dije, contestando a sus dos preguntas, la que dijo y la que no dijo. Sus
piernas estaban aferrándose a las mías de manera inconsciente, y reí por lo bajo.
―Estás tensa. Relájate.
Aceleré un poco más, y apretó su cadera contra mí. Apreté con fuerza el mando de
la moto, para contenerme de frenar y tomarla allí mismo. Nora, no me hagas esto
tan difícil.
―Devuélveme mis llaves―Dijo, desconcertada por no saber cómo sus llaves habían
parado en mis manos.
Con un agudo clic, hice girar la llave. Con la mano puesta en el picaporte, arqueé
de nuevo mis cejas como diciendo ¿Puedo?
Mi corazón comenzó a latir con fuerza al imaginarme a solar con Nora. En su casa.
Sin testigos de nada.
Lo sé.
― ¿Dorothea?
―La señora que limpia. Ella es vieja, pero fuerte. Muy fuerte―Intentó pasar y
dejarme atrás, pero no la deje.
―Ella puede limpiar un inodoro por dentro y por fuera en menos de un minuto. Más
que aterrador―Tomando la llave, pasó por mi lado con toda la intención de cerrar
la puerta entre nosotros, pero cuando lo iba a hacer, Me paré bajo el umbral, con
―Es tarde―dije, siguiéndola de cerca con mis ojos. ―Debes de tener hambre.
Ella retrocedió tres pasos; cerré la puerta, empujándola con mí pié. ― ¿Te gusta la
comida Mexicana?
―Yo…
― ¿Los Tacos?
― ¿Tacos? ―Repitió.
Mi corazón se detuvo.
Observé que Nora se llevaba una mano a la boca, y noté que estaba observando la
maraña desordenada que era su cabello. Sonreí.
―Sí, quizá sean las bombillas―dije, sonriendo por primera vez con lo que sería una
sonrisa verdadera.
― ¿Podemos dejar esto para otro momento? ―preguntó Nora, sacándome de mis
pensamientos. Puso una mano en su estómago, señalando que le estaba
molestando. ―Me siento algo mareada. Creo que fue por la moto.
Dejé de mirar al cuchillo, Luego miré a Nora y luego una vez más al cuchillo. ¿Qué
haría? ¿La mataría?
Y fue justo allí, mientras observaba esos ojos grises, mientras la tenía indefensa
frente a mí, cuando supe que jamás le haría daño. No podía. Algo mucho más fuerte
que el deseo de ser humano se había apoderado de mí.
Pude sentir que vacilaba. Nora no era idiota, ella sentía que realmente era
peligroso estar conmigo. Aún tenía ganas de matarla, pero la necesidad de estar
con ella era mucho más fuerte.
― ¿Mis preguntas?
Sin decir nada más, y estando picada por la curiosidad, se acercó a mí. Coloqué la
tabla de picar frente a ella.
― ¿El chef siempre tiene que estar así de cerca? ―Preguntó, y no pude percibir si
le gustaba o le asustaba el hecho de que estuviera tan cerca de ella. En mi opinión,
estaba a punto de dejarme llevar por mis impulsos.
―Eso hago.
―Bien.
―El cocinar es algo que no se aprende―Dije. ―Es natural. Es algo que tienes o no.
Como la química. ¿Crees que estás lista para la química?
Dejé escapar un sonido bajo, mitad gemido, mitad gruñido. ¿Estaba coqueteando
conmigo? Eso no ayudaba en nada a las ganas que tenía de subirla en mis brazos a
la habitación. Sonreí.
Luego de cenar, llevé nuestros platos al fregadero. ―Yo los limpio y tú los secas―le
dije a Nora.
Rebuscando en las gavetas al lado del fregadero, encontré una toalla y la lancé
juguetonamente hacia ella.
No podía pensar en las preguntas de Nora. Estaba pensando en algo mucho más
importante.
Quería besarla. Ahora mismo. Y ella también quería, podía notarlo, podía sentirlo.
Escuchaba esas súplicas silenciosas de su cuerpo. Arquee mis cejas, esperando
que continuara hablando, que desviara mi atención, o esto se pondría rojo, y no de
sangre precisamente.
― ¿Qué? ―pregunté.
No nos tomó mucho tiempo en terminar de fregar los platos, y cuando lo hicimos,
nos encontramos apretujados en el espacio al lado del fregadero. Me moví para
quitarle la toalla y nuestros cuerpos se tocaron. Ninguno de los dos se movió,
manteniendo el frágil enlace que nos mantenía unidos.
―No.
― ¿No?
― ¿Qué yo te guste?
―Pero…
Se aferró a la encimera que estaba justo detrás de ella. ―Pero al mismo tiempo,
siento una aterradora atracción hacia ti.
Sonreí. Entonces era mutuo, después de todo. Es que claro, ¿Cómo no?
La jalé hasta tenerla cerca y no me detuve hasta que estuvo directamente en frente
de mí. La levanté y la senté en la encimera, para que su rostro quedara al mismo
nivel que el mío; le sonreí, preparándome
―Quítate la gorra―Dijo.
― ¿Ir aquí? ―Llevé mi boca a su hombro. ― ¿O aquí? ―La moví hasta su cuello.
Saboree su piel mientras mi alma registraba el calor del momento. El corazón me
latía con tanta fuerza, que me preocupaba que Nora pudiera escucharlo. Moví mi
boca lentamente hacia el norte, hasta su mandíbula, rozando ligeramente su piel
con mi lengua.
―Yo podría resolver eso―dije, cerrando mis manos sobre sus caderas. Estuve a
punto de tomarla en mis brazos, y llevarla escaleras arriba, pero nos
interrumpieron.
― ¿Te puedo llamar después? ―le preguntó Nora a la persona que estaba del otro
lado de la línea. Supuse que era su madre.
Cerró el celular.
―Lo pensaré―dijo...
Luego de eso, salí de la casa de Nora con todas las intenciones de darme una
ducha de agua fría.
Capítulo Diez
Guardé de nuevo el teléfono celular luego de haber leído el mensaje. Supe que era
Dabria muchísimo antes de leer el remitente, y suspiré de frustración. Solo había
una manera de sacármela de encima, no matándola. Tendría que ir a verla.
Debía existir un motivo, aparte de que ella quería que recuperara mis alas, para
que fuera tan insistente. Pensé que había cerrado todo tipo de contacto aquella
última vez que nos vimos, hace ocho meses. Dabria sabía que iba tras Nora, y
entendía cual era mi objetivo. Pues se llevaría una sorpresa al saber que había
cambiado mis planes. Si es que se lo decía, claro.
Me puse un pantalón de cuero negro, mis botas negras y una camiseta, negra
también. La mayoría de mi ropa era de color negro, lo cual era una ventaja si
querías pasar desapercibido en las noches. Tomé las llaves de mi moto que
reposaban en la cama, y salí de los túneles. El Delphic, como en cualquier otro día
bañado por el sol, estaba completamente vacío. Me acerqué con pasos lentos a la
moto, y en el trayecto observé largos segundos el arcángel.
—Te escucho, ¿Qué quieres decirme? —le pregunté, tratando de estar calmado.
Apreté los puños bajo la mesa, tratando de no mostrar signos que denotaran que
odiaba estar aquí con ella. Ya me iría luego de que dijera lo que tenía que decir.
Esa oración fue suficiente para que captara completamente mi atención. Enarqué
mis cejas, instándola a continuar.
—Nora va a morir.
Me quedé frio.
—Te dejaré permanecer con las alas—le dije, con toda tranquilidad.
Si había algo que asustara a un ángel de la muerte, era la posibilidad de perder las
alas y toda aquella visita al cielo. Tenía el poder de hacerlo, por supuesto, ya que
se suponía que Dabria no debería estar aquí, y los arcángeles no podían defender a
aquellos que habían roto las reglas.
Dabria apretó los labios en una clara muestra que decía que me creía capaz de
unirla a los caídos y cerró los ojos.
Lo más paciente que pude, esperé las palabras de ella. Gemía, hacia muecas y
apretaba los puños mientras observaba. Muy lentamente, los efectos fueron
pasando y ella abrió los ojos. La fulminé con la mirada mientras se limitaba a
observarme, sin decir nada.
Resoplé.
Entonces su mirada se tornó oscura, y supe que otra visión llegaba a ella. Fue
cuestión de segundos, pero lo noté. Luego de eso, me miraba con una sonrisa, sin
decir absolutamente nada.
Volvió a sonreír.
— ¿Dónde. Está?
—Victoria's Secrets.
A primera vista, la persona que se encontraba en el suelo podría pasar por Nora,
con su chamarra puesta, ya que la oscuridad no ayudaba mucho. Un tipo vestido
completamente de negro la golpeaba con furia, como si deseara acabar con ella. Se
me heló la sangre y corrí aún más rápido en su dirección. Me arrojé sobre él,
quitándolo de encima de ella. Por unos segundos, nos sumergimos en una pelea
carnal; cada golpe resonaba con fuerza. Pude sentir a alguien caminar hacia
nosotros, así que nos detuvimos. Él salió corriendo antes de poder descubrir de
quien se trataba, y no conocía su mente. Maldije. Me arrodillé frente a Vee,
pensando en si me la llevaba conmigo, o la dejaba aquí. Después de todo, Nora
estaba con ella Los pasos seguían acercándose, esta vez con más velocidad, así
que me levante. Vee me miró por entre las rendijas que ahora eran sus ojos. Y me
fui de allí.
Más tarde escuché a Nora llamar a una ambulancia, y a personas acercándose para
ayudar. Yo me mezcle entre ellos, hasta llegar a mi moto. Subí a ella, y aceleré al
Delphic.
Estuvieron a punto de matar a Nora de nuevo, si es que hubiese sido ella la que
saliera de la tienda. Apreté los puños y la mandíbula.
Capítulo Once
— ¿Dices que era una mujer? No. Era un hombre. Yo lo vi. Peleamos—gruñí.
—No me refiero al agresor. Fui a ver a Nora, como me pediste. Ella vio una mujer
antes de encontrar a Vee. La vi en su mente. —dijo Rixon.
Había enviado a Rixon a cuidar de Nora mientras trataba de seguirle la pista al tipo
que había agredido a Vee. No es que ella me importara, pero le importaba a Nora,
y ella me importaba a mí. Además, seguíamos con el tema del fantasma que
perseguía a mi chica.
—No pude detallarla plenamente, lo cual me hace pensar que en realidad fue un
truco mental. Los recuerdos en la mente de Nora son un poco difusos. No recuerda
ninguna característica relevante.
—Nop. No hay nada en los registros de las llegadas a Coldwater en los últimos seis
meses, tampoco en hoteles; lo cual me hace pensar, a cualquiera en realidad, que
es posible que no esté usando su nombre. O puede que no se esté quedando en la
ciudad.
Tenía que reconocer que el muy maldito era astuto. Si sabía de mis planes, se
mantendría oculto hasta que fuese el momento indicado.
Rixon levantó las manos en un claro gesto que rezaba que no podía hacer nada. Y
eso me enfurecía más. Tenía que descubrir dónde estaba, qué planes tenía. No
Suspiré de exasperación.
—Lo más viable sería que esperaras a que él hiciera el próximo movimiento.
— ¿Qué esperabas? La dejaste por una humana, y ahora que regresa por ti, ¿Qué
crees? Vuelves a elegir a una humana por encima de ella.
Tenía que reconocer que Rixon tenía sus momentos en los que se volvía realmente
insoportable. ¿Amor? ¿Por Nora? Ni hablar. Me atraía. Me volvía loco en ocasiones.
Pero eso no era amor; ni de lejos. Aunque, tampoco era que sabía exactamente que
— ¿Qué sería cuál? ¿Luego de que te acuestes con ella y hagan cosas divertidas?
Vamos hombre, acéptalo: si no la has matado, es porque realmente no quieres
hacerlo. Fin. Estás permitiendo que esa chica te debilite.
—No te atrevas a repetir que soy débil. Te mataré si vuelves a decirlo. No soy
débil. No lo fui, y no lo seré. Lo que haga o deje de hacer con Nora no es de tu
incumbencia.
Vi la hora, y noté que ya era demasiado tarde para ir al instituto. Daba igual, la
única razón que tenía para asistir era Nora, y podía espiarla sin que ella lo notara
para cerciorarme de que estuviera bien. Lo cual no ayudaba a afirmar el hecho de
que no me importaba. Maldita sea. No me entendía últimamente. ¿Me importaba la
chica o no? Claro que me importaba; es decir ¿Y mi cuerpo humano? Pero venían
de nuevo esas imágenes de Nora ensangrentada y se me revolvía el alma. ¿A esto
era lo que llamaban "Sentirse confundido"? Porque si era así, era una verdadera
mierda.
Al llegar, bajé directamente y le hice señas a un grupo que estaba comenzando las
apuestas de billar para que me integraran, pero ya estaban listos. Maldición. Me
acerqué a una mesa de póker y tomé asiento. Todos me miraron.
Hizo el intento, pero otro de ellos, uno de pelo rojizo con un traje bastante formal
lo detuvo.
Rodé mis ojos, metí la mano en el bolsillo trasero de mis pantalones y saqué mi
billetera. Puse diez billetes de cien dólares en la mesa.
— ¿Así es suficiente? ¿O tengo que sacar más? No entiendo esa necesidad de ver
cuánto dinero tengo. Cuando juego, gano. Siempre.
Diez minutos después y tenía siete mil dólares en el bolsillo. El tipo de traje estaba
cabreado, y me miraba como si quisiera estrangularme. Venga, que lo hiciera, y lo
destrozaría. Le sonreí cuando se levantó de la silla, con intenciones de saltarme
encima. Pero algo peculiarmente atractivo lo detuvo. Dejé de respirar unos
segundos. Era aquella pelirroja que tanto se parecía a Nora.
— ¿Qué propones?
— ¿Qué quieres?
—A ella.
—Hecho.
Volví a sonreír.
—Tú haces lo que yo te ordeno, ¿entiendes? —le susurró el del traje, pero de igual
forma escuché.
La chica se limitó a asentir, agachando la mirada. Y allí perdió todo lo que por un
momento comparé con Nora. Ella nunca se haría sumisa de un tipo. No lo había
hecho conmigo, y estaba seguro de que no lo haría con nadie.
Barajearon las cartas, las repartieron, y quince minutos después la chica ya era
toda mía. Sin embargo, luego de que el tipo del traje tirara la mesa y se fuera
encabronado, me giré y le dije a la chica:
—Lárgate.
Ella mi miró sorprendida, parpadeando una y otra vez. Su expresión decía algo así
como: ¿Qué no querías acostarte conmigo?
Capítulo Doce
— ¿Qué has sabido de Dabria? —le pregunté a uno de los caídos, llamado,
irónicamente, Ángel.
—Patch—contesté.
—Sé que es tu día libre, pero en serio necesito que cubras a mi hermano. Ha tenido
un problema con su apéndice y está en el hospital; él me pidió que te llamara. —
dijo la voz al otro lado de la línea.
—Tamara. —la saludé. Me había acostado con esta chica un par de veces en el
pasado, antes de obsesionarme con el cuerpo de Nora. Mierda, ¿Había dicho
"Obsesionarme"? —No hay problema.
Colgué.
Cuando llegué al Borderline, expliqué lo que había pasado con el chico que había
solicitado que lo suplantara. Mierda, odiaba trabajar. ¿Qué por qué no dejaba este
jodido trabajo? Fácil: Nora casi siempre venía a él. Estaba seguro de que si Rixon
entrara en mis pensamientos en estos momentos, se partiría de risa y comenzaría
Tuve que contener una carcajada al verla sentada en la barra con uno de los chicos
que, si no ponía especial cuidado en dejar de mirarle las piernas, iba a arrancarle
los ojos. Tenía una película estilo chabacano que le quedaba realmente horrible, y
una minifalda que me obligaba a mantener mis ojos en ella.
—Creo que dejé el coche arrancado. ¡Pero fue genial hablar contigo! —dijo,
apresurándose en tomar sus cosas y levantándose del taburete.
Con paso rápido se encaminó al baño, y con una sonrisa maliciosa en el rostro se
dirigió al baño. Lo cual era genial, porque si lograba matarla allí dentro, nadie lo
notaría sino hasta dentro de un par de días, cuando tocara la limpieza. Pero…
¿Podría matarla finalmente?
Ya dentro del baño de damas, cerré la puerta detrás de mí, poniendo especial
cuidado en que nadie pudiera abrirla. Nora se encontraba frente al lavamanos, con
el rostro bajo. Inhaló un par de veces y luego esparció agua fría sobre su cara. Aun
no sabía cómo me sentía con el hecho de que realmente estaba indagando en mi
pasado. ¿Furioso? Era claro. ¿Complacido? Tal vez un poco. Eso demostraba que
claramente estaba interesada en mí.
Cuando finalmente cerró la llave y miró hacia arriba, vio mi cara reflejada en el
espejo. Gritó y me di media vuelta. No estaba sonriendo, ni tampoco parecía
entretenido. Seguía sin descubrir cómo me sentía realmente. Y, seguía con mi lucha
interna sobre matar o no.
—Trabajo aquí.
—Me refiero a aquí. ¿Es que acaso no sabes leer? El símbolo de la puerta…
— ¿Quieres explicar dónde has estado? Has faltado los últimos dos días a la
escuela.
Provocando la muerte de uno de mis compañeros de trabajo con esa falda, lo más
seguro.
Solté una risa por lo bajo, ante el descaro de la siguiente pregunta. Definitivamente
estaba interesada en mí.
—Si vas a buscar información por ahí, preferiría que me preguntaras a mí. —le dije,
y fue sincero. Las personas podrían darle la idea equivocada. Hablaran bien o mal
de mí, nunca dirían la verdad.
—Bueno, ok, está bien. —se quedó en silencio en lo que supuse sería un intento
desesperado por pensar algo que la librara del atolladero, así que, mientras perdía
el tiempo, preferí responder a sus preguntas.
Levantó la barbilla.
— ¿Novia?
—Eso no es de tu incumbencia.
Traté de reprimir una sonrisa mientras recordaba aquel momento. Vaya noche.
Recordé cada detalle de ese casi-beso, incluyendo su gemido/suspiro.
La puerta del baño de damas sonó cuando alguien intentó entrar, lo cual me
recordó donde estaba.
Y salí de allí.
Visualicé a Nora un par de mesas más allá, lo cual me hizo preguntarme si era
cierto lo que Nora decía, y realmente la culpa de todo la habría tenido Vee. Daba
igual. No pude detallar muy bien al chico que la acompañaba, porque Frank me
miraba desde la cocina con algo de enojo reflejado en sus ojos. Supuse que había
visto a Nora entrar al baño, y a mí seguirla. Contuve el impulso de levantar mi
mano y enseñarle el dedo del medio, y en cambio continué trabajando.
Capítulo Trece
Rixon asintió.
— ¿Lo seguiste?
—Lo intenté. Primero quise asegurarme primero de que Nora estuviese bien.
Cuando volví mi atención al hombre, había desaparecido.
Fruncí el ceño, enojado. No podía reclamarle nada, había hecho realmente bien en
asegurarse de que Nora estuviese bien. Supongo que él ya tenía claro algo que yo
todavía luchaba por descubrir.
—Lo hice. No había nada. Estaba bloqueado. Es como si supiese que podía mirar
dentro de su cabeza y estuviese preparado para ello—respondió.
Maldita sea.
Media hora después de mi charla con Rixon ya estaba en el instituto. Hoy tenía
Biología, y no podía faltar. Necesitaba ver a Nora.
Asentí, regalándole una última sonrisa y queriendo pasar de ella. Iba a llegar tarde.
—Claro. Ten. —Le entregué la que llevaba en la mano y, finalmente, me dejó seguir
caminando.
Como suponía, llegué un poco tarde. Toda la clase estaba dividida en parejas, y
Nora ya estaba con Vee, así que no me quedó de otra que hacer equipo con un niño
lleno de acné llamado Errowl. Hice que reposara sobre la mesa mientras él me
explicaba qué era lo que tenía que hacer.
Mientras esperaba que pasaran los cinco minutos de reposo, un sobresalto de Nora
llamó mi atención, mis sentidos se agudizaron y escuché lo que tenía que decir…
—Oh, Dios mío. —Dijo—Elliot irrumpió en mi casa anoche, fue él. Robó el artículo.
Posiblemente como castigo por encontrar el artículo en primer lugar.
Maldita sea. No estaba entendiendo nada. Necesitaba saber todo con detalles, ¿qué
era lo que pensaba Nora? ¿Ella se imaginaba quien podría ser? Precisaba estar un
poco más cerca de Nora para entrar a fondo en su mente, así que miré al
entrenador y le ordené mentalmente "Busca la manera de separar a Nora y a Vee"
Vee rió a las espaldas del entrenador, mientras Nora se ponía nerviosa.
—Justo aquí, Nora. Golpeando alto y fuerte. ¿Estás segura de que el sujeto se
abstuvo de actividades, incluyendo hablar por los enteros cinco minutos? Su pulso
no es tan lento como se esperaría que fuese.
—El sujeto luchó con la parte de no hablar. —Vee intervino— Y el sujeto tuvo un
duro tiempo relajándose en la mesa de Biología, dura como una roca. Al sujeto le
gustaría proponer cambiar lugares para que Nora pueda ser el nuevo sujeto - Vee
usó su mano derecha para agarrar a Nora y empujarse a sí misma verticalmente.
—El sujeto iguala el trabajo de Biología con una sobredosis de prescripción fuerte
de sedantes. —Dijo Vee.
— ¿Patch? —Dijo él— ¿Te importaría venir aquí? Parece que tenemos un problema
de compañeros.
—Tendrías que haber pensado eso hace quince minutos. —Dijo el Entrenador.
—No.
Un momento más tarde, tomé un lugar en la mesa al lado de Nora. Mis manos
vagamente entre mis rodillas y manteniendo mi constante mirada en ella. Esta vez
no tenía falda, ni zapatos altos, y los echaba de menos.
— ¿Qué? —Preguntó.
Sonreí.
—Interesante, ¿y la tuya?
—No mucho.
Sin palabras por un momento. Se quedó ahí con la boca levemente abierta. Lo cual
no ayudó en nada a concentrarme en lo que se suponía que debería estar
investigando.
—Madura.
—Afloja.
No sabía cómo reaccionaría con el hecho de estar tumbado en una mesa con las
manos de Nora recorriéndome el cuerpo. Así que no, definitivamente no.
Antes de que pudiera protestar, la bajé a la mesa, y ella cruzó sus manos sobre el
estómago.
Cerró sus ojos. Por un largo rato me quedé de pie allí, observándola. Era como si
estuviese durmiendo. Era como si, de alguna manera, ella demostrara confiar en
mí, estando allí, expuesta, indefensa, sin ver nada. Unos minutos más tarde abrió
sus ojos un poco.
Levantó una muñeca hacia arriba para que pudiera tomar su pulso. Tomé su mano
y, una vez más, mi alma se calentó a un nivel altamente imposible. Me hubiese
gustado sentir el calor de su mano realmente. Me hubiese gustado sentir la
suavidad de su piel.
Recuerdos.
Pensamientos.
Y un nombre.
Elliot Saunders.
Capítulo Catorce
La buena noticia, era que sólo necesitaba de un nombre, y ya lo tenía. Pero claro,
todo lo bueno tenía que tener algo malo. La mala noticia, era que hacerlo hablar
resultaba jodidamente difícil. Siempre quería algo a cambio. Pero nunca era dinero,
ni nada material; y los favores que en ocasiones te pedía resultaban asquerosos y
pervertidos. Esperaba que recordara el hecho de que hace cincuenta años lo salvé
de ser asesinado por Nefilim en una ocasión.
—Vamos, Patch, que no ha hecho nada malo. Todavía. —Interrumpió el hombre que
andaba buscando, apareciendo detrás del imbécil que me bloqueaba el paso. Había
una razón por la cual lo llamaban barba, y era, obviamente, porque la barba negra
— ¿Eres Patch?
—Necesito que te largues y nos dejes a solas—le dije, fulminándolo con la mirada.
—Los adultos tenemos un par de cosas que platicar.
Salió de la estancia sin decir absolutamente nada, y se perdió entre la multitud del
primer piso. Puse los pies dentro de la habitación y cerré la puerta, quizás con
demasiada fuerza; más de la necesaria. Sin esperar invitación, fui a sentarme en
uno de los sillones de cuero negro que se encontraban alrededor del único
escritorio del lugar. Mientras lo hacía, barba sacó un cigarrillo y encendiéndolo,
comenzó a fumar antes de preguntar:
Maldito sea, había olvidado completamente lo de Nora. Entrecerré mis ojos ante su
sonrisa petulante y comencé a maquinar algún plan. Si accedía a deberle un favor a
este hombre acabaría arrancándole las alas a algún ángel inocente, o peor aún,
secuestraría chicas para que este pedófilo tuviera sexo con ellas, haciéndoles
creer mediante un truco mental que ellas sí querían. Si aceptaba, no podría revocar
al trato porque el muy listo acabaría haciéndome jurar con sangre. Un juramento
que no podría romper.
— ¿Por qué? ¿Qué tiene que ver ella con lo que te pedí?
—Ambos sabemos que Elliot está relacionado con Nora, es por eso que viniste a
mí—dijo, burlonamente. —Pero siento, que el propósito por el cual lo investigas no
es el mismo por el cual viniste a mí aquella vez. Ya no estás seguro de matar a esa
chica. Yo no puedo permitir que un ángel caído, especialmente uno de tan alto
poder como el tuyo, pierda el tiempo con una chiquilla humana. Por lo cual necesito
una prueba de que, a pesar de tus dudas, cumplirás tu objetivo. Si asesinas a Nora
Grey, te daré la información que necesitas.
Maldición. Maldición. ¿Pero por qué dudaba tanto? Era sencillo. Pero demonios,
barba tenía razón. El motivo por el que había venido no tenía nada que ver con mis
planes de asesinar a Nora, aunque últimamente me había estado convenciendo que
sí era así. Suspiré, y respondí lo que él esperaba que hiciera.
—Está bien. Traeré la sangre de Nora Grey, pero antes de jurar, quiero la
información.
—Muy listo. ¿Qué te hace pensar que confío en que harás el juramento luego de
que te diga lo que sé?
Muy listo.
—Hazlo por escrito. Cuando vea el papel en tus manos, haré el juramento.
Barba me regaló una sonrisa en la que mostraba todos sus dientes, y contuve el
impulso de darle un puñetazo. Me tendió la hoja de papel.
Elliot Saunders.
Sí, Patch, es la sombra de Nora. Planea asesinarla por el simple hecho de que la
chica descubrió algo de su pasado. Veamos, ¿Quieres saber qué pasó? El chiquillo
asesinó a una chica de su instituto. Fin de la historia. No daré detalles, y a ti no te
importan, lo sé.
Estoy ansioso por la sangre de esa chica que tantos problemas atrae.
Y cumpliría con el juramento que hice. Le daría la sangre de Nora. Nunca juré
matarla, o desangrarla por completo. Supongo que una simple y minúscula gota
hará efecto.
Capítulo Quince
Comencé mi huida de allí, furioso, y justo cuando pasaba frente a la chimenea que
se encontraba en el recibidor, se me cayeron las llaves de la Ducati. Me quedé un
par de segundos allí, de pie, mientras sopesaba la idea de agacharme a tomar las
llaves, o hacer que estas subieran a mi mano.
Decidí inclinarme.
INVESTIGACIONES.
*Hace solo un año que perdió a su padre en un terrible accidente, por lo que su
madre y ella viven solas en una granja del siglo XVIII a las afueras de Coldwater.
(Por lo general se encuentra sola en las noches)
*Tiene cabello castaño pelirrojo oscuro, ojos grises, es de una estatura mediana y
sufre de anemia.
¿Anemia? ¿Era por eso que Nora tomaba aquellas pastillas tan asquerosas? Continué
leyendo.
*La procedencia de la chica rubia (Vee) aún se desconoce. Hay posibilidades de que
sea nieta de otro Nefilim de sangre no tan pura, como es posible que la raza haya
saltado una generación y sea humana. (Investigación pendiente)
ORDENES A SEGUIR:
*Vigilar a Grey hasta estar completamente seguros de algún momento en que Patch
Cipriano (Poderoso Arcángel Caído, ser que obligó a mi persona, Chauncey Lengais,
a pronunciar el Juramento de Lealtad) la deje completamente sola.
*Mantenerme oculto hasta que Elliot encuentre la forma de alejar a Patch, dónde
finalmente conseguiré la ocasión de poder matar a Nora.
Volví a arrugar el papel con más fuerza de la necesaria. Maldito sea. Llevaba
bastante tiempo vigilando a Nora.
Seguía sin saber absolutamente nada sobre su paradero. Retrasé mi retirada, por lo
cual me dispuse a seguir buscando a fondo en la casa, especialmente debajo de los
inmuebles. Fue en una de las habitaciones principales dónde encontré otro pedazo
de papel. Desdoblé la hoja con cuidado, puesto que estaba mucho más arrugado
que el anterior. Esta letra era de computadora, me sorprendí al ver que era un fax;
aunque me cabree muchísimo al leer el firmante de la nota.
Chauncey:
Que quede claro primeramente que con esto, estoy saldando la deuda que tenía para
contigo. Te envío esta nota por fax, ya que es el medio más rápido que tengo de
comunicarme contigo, que hace aproximadamente dos minutos que Patch Cipriano se
ha marchado de mi despacho. En sus manos lleva un papel dónde está escrita la
dirección de tu casa, junto con tu número de teléfono. Él me ha pedido información
sobre Elliot Saunders, pero dado que realmente el provocador de todo esto eres tú,
le he facilitado la información. Si aceptas un consejo, te recomendaría dejar todo lo
que estés haciendo ahora mismo y marcharte, ya que Patch planea arrancarte las
partes del cuerpo una a una. Deja de número telefónico en cualquier lugar de la
calle, para que no pueda rastrearte. Vete lejos.
Ya no te debo nada.
-Barba.
Debajo de esa nota, en el espacio en blanco que quedaba, había unas palabras
garabateadas a mano. La caligrafía era pulcra y antigua, por lo cual la reconocí de
inmediato.
3: No te enamores.
No voy a permitir que me encuentres, Patch. Llevo un par de meses huyendo de ti, y no pienso
dejar que vuelvas a encontrarme. Voy a matar a Nora para liberarme del juramento que te hice,
y así no volveré a soportar la pérdida del control absoluto de mi cuerpo.
Quisiera matarte, pero me conformaré con el hecho de que morirá alguien que es importante para
ti, como aquella chica que estuvo en mi calabozo, ¿La recuerdas, Patch? Sin Nora en la vida
ganamos ambos.
Te odio, maldito caído. Pero una persona importante como yo debe aprender a perdonar los
errores de las personas.
Oh, y gracias por tomarte la molestia de venir a uno de mis tantos escondites. La próxima vez,
tendré la delicadeza de no revelarle mi paradero a nadie. Con respecto a tu curiosidad sobre
Elliot, sólo es una de mis marionetas. Ahora mismo deberías estar cuidando de Nora.
-C.L
Tuve que respirar varias veces para contener el impulso de correr y matar todo lo
que se atravesara en mi paso. Creo que lo logré de milagro. Dejé los papeles donde
los había encontrado, y finalmente fui a buscar mi moto. Subí a ella, y aceleré sin
tener en claro qué dirección tomar.
Maldito Nefilim.
—Necesito un favor.
—Tú dirás.
—Necesito que vigiles a Nora día y noche por las próximas semanas.
Escuché claramente cómo escupía cualquiera que fuera la bebida que estuviese
tomando en ese momento.
—No, eso no. Lo otro. ¿Me has dicho "Por favor"? —preguntó, sin poder creerlo
realmente.
—Sí.
—Genial.
Capítulo Dieciséis
—Patch—contesté.
—Ya sé quién eres, idiota. Oye, Nora está en la biblioteca y esto está oscuro.
Puedo ver al tipo que está persiguiéndola, y él acaba de verme también. Considero
oportuno que hagas acto de presencia—dijo Rixon, al otro lado.
No faltó decir nada más. Me vestí con una camisa y jeans negros, y mis botas
negras con punta metalizada. Tomé las llaves de la moto y corrí al lugar donde la
había dejado estacionada. Estaba anocheciendo rápidamente, y tenía el
presentimiento de que Chauncey aprovecharía la oscuridad para atacar. Se me
revolvía el estómago con solo pensarlo.
Había visto a Nora discutir con la mujer que se había insinuado días atrás, cuando
conseguí una coca-cola. Ahora ella se encontraba bajando por el elevador.
Comencé a caminar en dirección a ella, paseando por el túnel que conectaba los
edificios. Me detuve cuando la vi acercarse, y le regalé una sonrisa astuta a su
perseguidor, que en cuanto me vio, desapareció. No pude detallarlo, ya que llevaba
un pasamontañas negro; tampoco pude entrar en su mente. No lo pensé, ni
siquiera, ya sabía quién podría ser.
— ¿Sobre qué?
—Sobre todo.
Torcí mis labios tratando de contener una sonrisa. Tenía una apariencia tan…
Supe que no me había creído. Nora era demasiado lista para creer todo lo que
dijera; aunque eso me irritaba un poco. ¿Qué no confiaba en mí? La respuesta llegó
solita: No, no lo hacía. Me lancé hacia la izquierda, pero ella contrarrestó mi
movimiento corriendo hacia la parte trasera del coche. Cuando me detuve, ella
también lo hizo. Yo estaba en la parte delantera del coche y ella en la cola.
— ¿Cómo qué?
La había visto en Victoria Secret's. ¿Me diría Nora de qué color era la ropa interior
que había comprado en ese momento? No, por supuesto que no lo haría. Ni aunque
se lo rogara.
—No.
—No te creo.
Noté que se irritaba, aunque no tuve muy claro el por qué. ¿Era porque le
molestaba que supiera las cosas que sabía de ella? ¿O porque había cambiado el
foco de la conversación, apuntando hacia ella? Aproveché ese momento de
debilidad y me abalancé hacia la derecha. Nora volvió a escapar de mi alcance.
Mientras estábamos en un punto muerto fijé mis ojos en los de ella, tratando de
comprender su próximo movimiento.
Mentira.
Antes de que ella pudiera comprender lo que estaba hablando, de nuevo me lancé
hacia ella, esta vez atacando desde la derecha; confundida por el momento, puso
algo de distancia entre nosotros. Pero, en lugar de detenerme, bordeé el coche.
Nora, reaccionando finalmente, salió corriendo apresuradamente por el
estacionamiento. Dejé que pasara tres coches antes de apoderarme de su brazo. La
hice girar y la apoyé contra un poste de cemento.
La miré, sonriendo. Nora se puso nerviosa. Por extraño que pareciera, este
momento me recordaba al que vivimos en la cocina de su casa.
— ¿Que está pasando? —Preguntó, trabajando duro para sonar agresiva. — ¿Cómo
es que puedo oír tu voz en mi cabeza, y porque dijiste que habías venido a la
escuela por mí?
Supuse que mi mirada la puso nerviosa, porque escondió sus manos detrás de su
espalda e hizo el además de alejarse.
—Tengo que irme—dijo. ¿Qué no me había exigido respuestas? ¿Ya se iba? ¿Qué?
—Tengo tarea.
—Nada.
—Déjalo. Y no estoy de humor, así que si me disculpas, tengo que hacer tarea.
—Tuve una pelea con Marcie Millar— ¿Marcie… Millar? — ¿De acuerdo?
¿Satisfecho? ¿Me dejaras ir ahora?
— ¿Marcie Millar?
— ¿No conoces a Marcie Millar? —Dijo cínicamente —Difícil de creer, primero por
qué vas a Coldwater y segundo porque tienes un cromosoma Y.
— ¿Y?
De seguro fue a sólo una de esas clases, lógico. Sin embargo, extendí mi mano
como un objetivo.
—Estamos solos aquí abajo—Mis botas tocaban sus zapatos. —Un chico como yo
podría tomar ventaja de una chica como tú. Mejor muéstrame lo que tienes.
—Caminaré.
—Estoy empezando a pensar que la única razón por la que sigues ofreciendo
llevarme es porque sabes que no me gustan estas cosas—Suspiró, se colocó el
casco, y luego se inclinó hacia mí, acurrucándose y quedando cerca. Hice un sonido
bajo de diversión.
— ¿Lo habitual?
—Tarea.
Oh, mierda. Por un momento pensé que había un chico al que tendría que dejar
paralítico.
Sonreí.
Capítulo Diecisiete
Las cosas estaban así: En el póquer las jugadas se forman siempre con cinco
cartas, independientemente de que la modalidad de póquer a que se juegue sea
comunitaria o no. Necesitaba un 10 y una A de corazones rojas para poder formar
una escalera real; y si formaba esa escalera sería el hombre más jodidamente feliz
del mundo porque obtendría un Jeep Commander. . .
Hice un par de trucos mentales (Venga, que al final el 10 me salió natural, pero la
A no me había llegado, y demonios si deseaba ese coche) y obtuve el Jeep. El
dueño soltó un par de maldiciones las cuales me hicieron sonreír, y me levanté de
la mesa con la mano tendida para que me entregara las llaves. Ya arreglaríamos los
papeles. Quizás se lo pidiera a Rixon.
Un hombre vestido con un ridículo traje negro se acercó a mí, con dos hombres
enormes como guardaespaldas. Sólo tuve que fijarme en su joyería para descubrir
que el tipo era realmente importante. O tenía pinta de algo así. En fin.
El hombre soltó una risotada, sin duda siendo el único. De seguro se sentía
protegido con sus gigantescos hombres defensores, pero no tenía una jodida idea
de cómo me ponía cuando estaba realmente enojado. Y que se riera de mí de esa
forma me enojaba malditamente demasiado.
—Bien, puede que tengas razón—dijo, levantando las manos como queriendo decir
"Vamos hombre, no te ofendas" —Por eso, te ofrezco una oportunidad para trabajar
conmigo, ¿qué dices? Nada de coches, ni objetos absurdos. Sólo billetes. De los
grandes. Muchos.
Me gustó como sonó eso. Billetes. De los grandes. Muchos. Claro que quería
billetes de los grandes, y mucho más si eran muchos.
—Sólo jugaras donde te pida que juegues. Por ejemplo, hay un juego muy
importante en cuarenta minutos. El ganador se llama cien mil dólares. ¿Qué te
parece?
¿Cien… qué? Santa mierda. ¿Todo ese dinero en una jodida noche? Mis ojos se
desviaron al reloj de pared que se encontraba al fondo. Cuarenta minutos… Mierda,
en ese tiempo tendría que estar con Nora. Aunque puedo llamar y cancelar… No.
De ninguna jodida manera iba a cancelarla, no estaba loco. Pero podría decir que
tardaría un par de minutos más en llegar… No. Las chicas verdaderamente odian
esperar a los chicos. Joder. Así que mi elección se reducía a decidir entre Nora y
los billetes. Nora y billetes. Nora. Billetes.
Maldita sea.
—Oh. ¿Estás seguro? Estamos hablando de una suma de dinero bastante elevada, y
eso es sólo el principio. Por cada noche que pase la suma aumenta—insistió.
Jodida. Mierda.
Me aferré a las llaves del Commander y salí del salón. No estaba en Bo., sino en
uno un par de calles más alejado. Lo más probable es que llevara a Nora a Bo.,
Porque definitivamente se veía jodidamente sexy al jugar billar. O al menos
mientras estaba cerca de la mesa. Era casi lo mismo.
Saqué mi teléfono del bolsillo y le marqué a Rixon para que recogiera mi moto, y la
dejara en Delphic. Debía estar lo bastante cerca del lugar como para llegar justo
cuando arrancaba el Jeep, y me enseñó el dedo de en medio de su mano. Sonreí
socarronamente y aceleré.
Diez minutos después de salir del club estacioné el coche frente a la casa de Nora.
Corrí en medio de la lluvia hasta el porche, cubriéndome lo poco que podía con las
manos, sonriéndole a mi chica. ¿Había dicho "mi chica"? Sip. Lo había dicho.
—Lo gané hace un par de noches en un juego de billar—Bien, no era que se viera
de muy buena forma decirle que acababa de ganarlo y que estaba justo saliendo de
un club de mala muerte antes de pasarme por aquí. Es como si le dijera que tuve
que detenerme a elegir entre ella y volverme millonario. Claro.
—Él no estaba muy feliz al respecto. Estoy tratando de mantenerme alejado de los
callejones oscuros por los próximos días. —bromeé mientras nos encaminábamos
al coche.
—Alguien la golpeó.
—Nop.
Un par de minutos después parqueé el Jeep detrás del salón de Bo. Cuando
llegamos al frente de la fila, el cajero puso sus ojos primero sobre mí y después
sobre Nora, una y otra vez, como tratando de encontrar la conexión.
El portero puso sobre Nora su mirada penetrante. De nuevo. El se dio cuenta que
ella no podía dejar de mirar los tatuajes verde moho que cubrían cada pulgada de
sus brazos. Entonces movió una bolita de tabaco de un lado al otro de su labio
inferior y dijo:
—Ese, es Bo Junior del salón de Bo. Bo padre murió hace unos años.
— ¿Cómo? —Preguntó.
Me encogí de hombros.
—Ángel…
—Sólo preguntaba.
Escogí la mesa más alejada de las escaleras. Pedí dos 7up del bar y las destapé
con el borde de la mesa. Chico malo.
Levantó uno y lo trajo hasta nuestra mesa. Tuve que pasarme una mano sobre mi
boca para borrarme una sonrisa. Estaba agarrando el palo como un jodido bate de
beisbol.
— ¿Qué? —preguntó.
Me moví detrás de ella, puse mis manos sobre su cadera y la posicioné en frente
de la mesa. Deslicé mis manos a su alrededor y tomé su palo de billar.
Empujé la punta del palo de billar a través del círculo y sobre el nudillo de su dedo
del medio.
Dirigí el palo hacia atrás y hacia delante a través del círculo, apuntando a la bola
blanca, practicando el golpe.
Sonreí.
—Cinco dólares.
Sacudí la cabeza suavemente. No iba a dejarla sin dinero. Bajé la vista a su cuerpo
y me fijé en la chaqueta que odiosamente me impedía detallar su cuerpo.
—Tu chaqueta.
— ¿Quieres mi chaqueta?
Mi brazo se desplazo hacia atrás y el palo de billar se disparó entre mis dedos,
golpeando la bola blanca. Entonces, la bola blanca se disparó hacia delante,
impactando la bola roja, destruyendo el triangulo, dejando las bolas desordenadas
en todas las direcciones.
¿Ahora mismo? Bien. No creo que sea educado mencionarlo. Bajé el palo de billar
hacia la mesa. Tomé impulso y golpeé fuertemente la bola blanca. En el instante en
que la bola blanca golpeó la verde, esta golpeó a su vez la bola ocho y con el
impulso metí la azul limpiamente.
Aún estaba inclinado sobre la mesa cuando la miré. Sus mejillas se sonrojaron
levemente.
Bien, supongo que de las cosas "indecorosas" sólo yo era consciente. Por ahora.
—Eso quisieras.
Vaya, vaya. Miren nada más con quien está mi querido Jev Mierda.
Rixon primero fijó sus ojos en mí, pero luego miró a Nora. Una pequeña mueca
apareció en su cara mientras se estiraba y agarraba su 7Up. La cual había dejado
sobre el borde de la mesa de billar.
—Tú no mencionaste que ella se viera tan bien—Me dijo Rixon en voz alta,
limpiando su boca con el reverso de su mano.
—Tampoco le conté a ella lo mal que te ves tú—le respondí, con un amago de
sonrisa.
Iba a joderme por el resto de la eternidad por esto, lo sabía. El chico se apoyó en
la mesa de billar a junto a Nora y le ofreció su mano.
—Nora.
Sólo quieres que me vaya, ¿Eh? ¿Para quedártela para ti solo? ¿Para seguir
enamorándote, eh? De repente, Rixon me empujó juguetonamente, y los dos caímos
al suelo, rodando y dándonos golpes.
Entonces sentí que mi espalda quedaba desnuda. Escuché que Nora jadeaba, y
supuse que había visto mis cicatrices. Mierda. Me coloqué encima de Rixon y
sostuve su cuello con mis manos.
—Antes de que nuestro amigo Patch quedara enviciado con el billar, le gustaba el
boxeo irlandés a puño limpio Y no era muy bueno en ello—continuó.
Rixon movió su cabeza. —La verdad sea dicha, el era realmente patético. Yo pasé
la mayoría de las noches remendándolo, y poco después todos comenzaron a
llamarlo Patch. Le dije que dejara de boxear pero nunca me escuchó.
Miré a Nora para aclararle (obviamente con la mirada) que no era cierto aquello.
Era un campeón de medalla de oro. Señalé la escalera con mi cabeza y le ofrecí mi
mano.
—Salgamos de aquí—dije.
—Ya verás.
Mientras subíamos la escalera, Rixon le gritaba: —Buena suerte con él, amor.
Capítulo Dieciocho
Abrí la puerta del coche, y fijé la vista afuera. Sí, iba a hacer que me mojara.
Sonreí.
Vi una pequeña bola de cristal que estaba en venta, sólo por diez dólares. Era el
Delphic, mucho antes de su remodelación; así que lo compré. La chica me entregó
la bolsa hiperventilando un poco, y le entregué un billete de cincuenta dólares,
dejando que se quedara con el cambio.
—Un sándwich de pavo. Sin mayonesa y pepinillos—le dije. —También traje algo
para beber.
Destapé una de las 7UP y tomé un poco, justo cuando Nora preguntaba:
— ¿Qué? —Sólo me había enterado quien era esa chica hace nada. ¿Por qué iba a
golpearla?
¿De dónde carajos había salido la sangre de esa linterna? Comencé a pensar…
Recordar qué había sucedido los pasados días…
Mientras Nora me contaba lo que había sucedido el día que golpearon a Marcie,
descubrí que esa linterna no era mía. Joder, de seguro era del imbécil que había
perdido hace unas horas. Sabía que personas con autos como este no se andaban
con rodeos al momento de matar a alguien, así que no tuve más opción que
ingeniarme una respuesta. No quería que Nora desconfiara de mí, no ahora.
— ¿Crees que usé la linterna para golpear a Marcie? —pregunté, metiendo la mano
detrás del asiento a ver si encontraba algo que me ayudara a salir de la situación.
Jodida mierda, lo que encontré fue un arma. De igual forma la saqué.
—No es sangre. Es pintura. —Mis ojos se desviaron a sus pies y, ¡gracias al cielo!
—Estuvimos jugando a capturar la bandera—Sonaba verdaderamente estúpido,
pero no se me ocurría algo mejor.
Sus ojos se desviaron hacía la guantera, luego a sus pies, y la vio. Su rostro reflejó
alivio, así que me relajé. Supuse que lo peor había pasado ya.
Miré hacia adelante, imaginando unas posibles nueve mil formas de matar al imbécil
que por un segundo puso en peligro mi relación con Nora. Aunque claro, no es que
mantuviéramos una relación, pero bueeh.
Había estado conduciendo a casa de Nora, así que cuando me detuve frente a su
casa la miré por debajo de la visera de la gorra y sonreí. ¿Intentaba ser graciosa?
—Vamos a tener que enseñarte a jugar billar, ángel—le dije, recordando el juego
anterior.
—Hablando del juego… Me gustaría saber cuándo y cómo me vas a cobrar lo que…
te debo.
Casi sonreí ante el reflejo de decepción que se asomó a sus ojos. Aparté la vista y
metí la mano debajo de mi asiento. Saqué el obsequio que había comprado, el cual
—Ábrela.
Nora sacó la bola de cristal de la bolsa, y se quedó con la mirada perdida en ella.
Sentí alivio al ver que le había gustado, aunque ya sabía que lo haría.
Detrás de la rueda de la fortuna un alambre delgado con cintas formaba las colinas
y los valles del arcángel. Un ángel con alas rotas se situó en el punto más alto,
inclinando la cabeza, mirando sin ojos.
— ¿Qué fue lo que realmente pasó? —Preguntó ella, con un hilo de voz— ¿Qué
sucedió realmente esa noche que subimos juntos?
No era eso, ella querría matarme a mí. Mientras miraba por el vidrio del parabrisas,
vi a una mujer parada a pocos metros de nosotros. Supuse que sería la madre de
Nora.
La mujer se acercó aún más a nosotros, con toda intención de hacer salir a Nora
del Jeep.
Me bajé del coche y fui a abrirle la puerta. No sabía si podía quedarme callado,
pero lo intentaría. Nos encontramos con la mujer a mitad del camino a su casa.
Sentía que ella estaba haciendo todo lo posible por mantenerme fuera de
conversación.
—Un nadador—era una pregunta, pero no sonó como tal. Más bien parecía una
mezcla de interrogación y afirmación.
—Más bien de ocio—respondí, mirando a Nora con curiosidad. ¿De verdad le había
dicho que era un nadador, o su madre lo había imaginado?
—Soy más bien de los que están al aire libre. Hay muchos lagos por aquí.
— ¿No te da frío?
—Tienes un Jeep muy bonito—dijo Blythe. La miré. Sí, mi Jeep era estupendo, ¿Y
eso qué? — ¿Tus padres lo compraron para ti?
—Nora se refiere el salón de Bo. —le expliqué. —Pero no es ahí donde me dirjo.
Tengo unas cuantas cosas por hacer—les dije.
—No es tan excitante—intervino Nora, antes de que pudiera decir algo más. —No
te has perdido nada.
Pasaron unos segundos en los que Blythe supo qué era el salón, y a qué se
dedicaba. Pude ver su cara de horror en lo que se hubo enterado.
—Me tengo que ir. Tal vez la próxima vez; fue agradable conocerla, Blythe.
Bien, no sabía qué debía responder a eso, tomando en cuenta que habíamos estado
en el lugar del horror para ella. Miré a Nora, pidiéndole ayuda en esto.
Capítulo Diecinueve
Llegué al Delphic unos minutos después de dejar a Nora en casa, junto a su madre.
Tenía el estómago revuelto, algo no andaba bien. Tenía la necesidad de
permanecer con ella y protegerla, pero no podía hacer eso. No todavía. Tenía algo
un poco más importante que hacer: descubrir el paradero de mi vasallo. También
quería encontrar a barba, pero eso podía dejarlo en un segundo plano. Después de
todo, él tarde o temprano aparecería a reclamar la sangre de Nora.
Rixon se encontraba en la cima del arcángel. Sonreí, recordando las veces en las
que me reprochaba mis continuas visitas al lugar; no me di cuenta cuando sucedió
el cambio de papeles. Vuela, pajarito dije en su mente. Me miró, me enseñó el dedo
del medio y bajó de un salto de la atracción. Se acercó a mí con una sonrisa
petulante en su rostro.
—Estas no son horas de llegar, Jovencito—dijo, con voz aguda. — ¿No pudiste
pasar la noche con Nora?
Bufé.
—Estaba su madre.
Sonreí.
—Tal vez.
—Estás blando, amigo mío. ¿Desde cuándo me dejas tocar tu espalda? —preguntó,
riendo todavía.
Di por terminada la pelea cuando lo dejé tendido en el piso, con el labio sangrando.
—Cuando puedas terminar una pelea sin ninguna herida, vuelve a enfrentarme—le
dije, burlándome.
—Ya.
—No.
— ¿Por qué?
Él se encogió de hombros.
—Si esa chica te estaba enseñando a decir por favor, supuse que también te
enseñó a pedir perdón—dijo.
—Bien.
—Sin embargo…—dudó. —Aún no estoy muy seguro. Hay algo en toda esta idea de
ser humano que no me agrada.
Lo miré.
— ¿Qué cosa?
Suspiró, escupiendo por tercera vez. Imaginé que más que sacarle un diente, le
había causado una hemorragia.
—Aún no estoy del todo seguro de que quiera morir en unos años.
La muerte. El gran final que nadie espera. Bueno, nadie que yo conozca. Ni
siquiera estaba seguro de que aceptaría morir al pasar unos años… Aunque lo más
seguro es que aceptara la muerte con los brazos abiertos. Estaba cansado de no
vivir. De sentir todo a través de una pared de hielo. Era injusto, como mi cuerpo
recibía de buen grado mis emociones, pero no podía transmitirme las sensaciones.
Me enojaba ese hecho. Por largos años deseé encontrar alguna manera de poder
sentir… Tuve sexo, bebí, peleé, aposté, pero nada conseguía llenarme. Ni siquiera
aquella chica que conocí al caer. Era frustrante.
Asentí lentamente.
Exactamente.
Fruncí el ceño.
— ¿Vas a matar a Nora Grey? Es la única oportunidad que tendrás de ser humano—
dijo, mirándome fijamente.
Ahora mismo, sólo quería una cosa. Pero también solo necesitaba una. Necesidad
gana a deseo, ¿no?
—La verdad es que no creo que pueda matarla, Rixon—murmuré, pasando las
manos por mi cabello. —En ocasiones quiero, lo planeo, lo evalúo, pero cuando
llega el momento de llevar a cabo el plan, cambio de parecer. Es como si con sólo
mirarme pudiera detener hasta la peor parte de mí.
Por un momento creí que reiría, pero no. Se limitó a mirar al infinito, como si
pensara, como si evaluara algo. Me contuve de preguntarle; tampoco entré a su
mente. Llevaba años conociendo a Rixon, compartiendo con él; lo consideraba un
hermano para mí. Si él necesitaba que yo supiera lo que pensaba me lo diría; no me
sentía capaz de inmiscuirme en su vida así no más. Lo respetaba. Y él me
respetaba a mí.
—Estás enamorado—afirmó.
Sacudí la cabeza.
—No, no lo estoy.
—No.
—No.
—Sí.
Reí.
—Encontrar a Chauncey.
—Voy a matarlo.
—Si no la hay, voy a desmembrarle el cuerpo pieza por pieza, y las encerraré cada
una en un cajón para que no pueda regenerarse, si es que lo hacen. Luego enviaré
cada caja a un país diferente, y ordenaré que quemen cada pieza que entregue. Si
eso no le causa la muerte, encontraré otra forma—dije.
Me encogí de hombros.
—Ya lo sé.
—Bien.
Otro minuto de silencio. Ya Rixon no sangraba tanto, pero imaginé que estaba
agotado. Sin embargo, volvió a hablar:
—Barnabas.
Se quedó en silencio el tiempo suficiente como para imaginar que no quería darme
esa respuesta, al menos no todavía. Desvió sus ojos de nuevo al infinito, y suspiró,
escupiendo sangre en el suelo una vez más.
Sonrió, pero había algo en aquella sonrisa que no me convencía. Algo que ocultaba.
A pesar de saber que mentía, no quise insistir. Ya me lo contaría en su momento.
Tal vez era complicado, o tal vez se había enamorado también de la chica, igual
que yo.
Se encogió de hombros.
— ¿Por la chica?
Iba a decir que realmente era por mí, pero no era cierto. Después de todo, era la
vida de Nora la que corría peligro.
Capítulo Veinte
Capítulo 21
— ¿Qué quieres?—gruñó.
Reí, con toda la intención del mundo de hacerlo enojar. Y funcionó.
—Bien, la verdad es que no es tan difícil adivinar qué quiero. —le dije.
Se quedó en silencio un par de segundos, como si pensara en alguna forma de salir
de este atolladero. Pero no se lo pondría fácil. No sería para nada fácil.
—Bien, en estos momentos está alimentándose en un restaurante que queda a las
afueras de la ciudad. Si te das prisa podrás alcanzarlo en un par de minutos—dijo.
Bien, esta vez no caería en su juego. Era hora de que bailara al ritmo de mí música.
—No te he pedido que me digas dónde está, Barba. No todavía—le espeté. —
Primero quiero que me hagas un juramento.
Soltó una maldición que débilmente logré escuchar.
—Bien, ¿Qué quieres que jure?
—No me trates como un jodido imbécil, Barba. El juramento me lo harás de
rodillas, ante mí. Donde yo pueda verte—Gruñí—En el Bo. Ahora.
Y colgué.
Guardé el teléfono en el bolsillo trasero de mis pantalones, me coloqué una
cazadora y salí de mi casa, con las llaves del Jeep en la mano. La moto no sería lo
suficientemente rápida como para llegar en cuestión de pocos minutos. Tenía una
jodida sonrisa en mi rostro, por saber que ahora podía ir un paso por delante de
Chauncey, y un paso más cerca de matar al jodido imbécil que me estaba jugando
sucio: Barba.
En el reproductor del coche sonaba 12 Through 15 de Mayday Parade. Y por
extraño que pareciera (Y confuso), me recordaba a Nora.
---
Detuve el Jeep en uno de los espacios vacíos del estacionamiento, y bajé con toda
la lentitud posible. Sabía que Barba me esperaba dentro, puesto que uno de sus
matones esperaba afuera. Enarqué las cejas a modo de pregunta, y él sólo se limitó
a abrirme la puerta. Vaya, que lame botas. Barba me esperaba en la mesa de billar
al fondo, dónde el humo del cigarrillo no llegaba tanto.
—Bien, Patch, no tengo todo el día. Desembucha. —dijo, cuando estuve cerca.
Aplaudí.
—Eso, eso. Así me gusta. Directo al grano—le dije, observándolo meter la bola
cinco. Le arranqué el palo de billar de las manos, y me posicioné para meter la bola
ocho—Verás, estoy bastante cabreado por tu nota a Chauncey avisándole que iba a
buscarle.
Su reacción me dijo que no contaba con que yo me enterara de eso.
—Sí, sí, lo sé. No esperabas que él fuera tan despistado como para dejar algo tan
importante atravesado por allí—dije. Recorrí el espacio hasta ponerme en una
Capítulo Veintidós
Bien, caminamos como veinte minutos hasta detenernos en la entrada del motel
barato que se encontraba cerca del lugar dónde habíamos dejado el Jeep. Nora
estaba en silencio, y yo también. Mi mente estaba funcionando a mil por hora,
sopesando el hecho de la oportunidad única que tenía de matarla aquí, y de la otra
oportunidad única, de por fin besarla y… bien… en fin. No habíamos intercambiado
ni una sola palabra mientras trotábamos a través de la fría lluvia.
— ¿En qué puedo ayudarlos? —preguntó, chupando sus dedos para limpiar el resto
naranja.
Abrí la boca para pedir una habitación, pero en su lugar Nora se me adelantó.
— ¿Qué quieres d-decir con que las l-líneas están m-muertas? ¿T-tienes un c-
celular? —insistió ella. Iba a adentrarme de nuevo en su mente, pero no hizo falta.
Él me miró, deseoso de tratar conmigo y no con ella.
—Parece ser que no tenemos… Esperen… ¡Bingo! Una habitación con cama doble
para no fumadores—dijo él.
—Lo tenía hasta que ya no pude pagar la cuenta—respondió. —Qué puedo decir, mi
madre es una tacaña.
Sentí a Nora poner los ojos en blanco. Por Dios, el tipo debía tener unos cuarenta
años, ¿Y su madre debía ser quien pagara la cuenta de su línea telefónica? Imbécil.
Sí, bueno, eso ya lo sabía. Era una locura en dos sentidos. En el primero, porque
significaba matarla sin dejar pistas; fácilmente podría borrarle la memoria al
recepcionista, y luego desaparecería el cuerpo de Nora. En segundo lugar, porque
cada vez tenía menos ganas de matarla, y más de besarla y reclamarla como mía,
porque lo era. Eso era más loco todavía.
—Estoy loco—le respondí, al borde de una sonrisa. Sí, estaba total y
completamente loco, a causa de ella—Tú, ¿Cuánto por la linterna? —le pregunté al
tipo.
Éste manoteó bajo el escritorio.
—Tengo inclusive algo mejor, velas de larga duración. —Dijo, dejando dos frente a
nosotros. Encendiendo un fósforo, prendió una de ellas. —Van por la casa, sin
cargo extra. Pongan una en el baño y la otra en el dormitorio y nunca notarán la
diferencia. También les dejaré la caja de cerillas. Si no necesitan nada más, que
tengan una estadía memorable.
CAPÍTULO VEINTITRÉS
Las razones por la cual Nora había tocado mis cicatrices, las desconocía. Pero no
había razón alguna para que ella cometiera semejante equivocación. Tocarle las
alas, o las cicatrices a un ángel, o un caído estaba prohibido. La pena era la
muerte. Ya de por sí una parte de mí estaba sedienta de sangre, este hecho le
restaba un quince al cincuenta por ciento que la apoyaba. No era muy saludable
para ella.
Alejé las manos de Nora, tirándola en la cama con sus manos por encima de su
cabeza. En otras circunstancias, estaríamos en esta misma posición, pero mis
manos en sus piernas y no sujetándola, y con mi boca pegada a la suya. Ya no creía
muy probable que eso sucediera esta noche. No con lo que acababa de pasar. Si
había algo que despreciara a sobremanera en este mundo, era que supieran sobre
mi pasado. Eso hacía que odiara un poco a Nora.
—No se suponía que hicieras eso—le dije, haciendo todo mi esfuerzo por no abrirle
la garganta en estos momentos y ponerme a gritar, como mínimo— ¿Qué viste?
En un acto de valentía, levantó su rodilla y la impactó en mis costillas. Si no
hubiese visto el acto, ni siquiera lo hubiese notado.
—Quítate de encima—gruñó, tratando de soltarse.
Pues no, de aquí no saldría. Me senté sobre sus caderas, haciendo presión para que
dejara de moverse tanto y eliminando el uso de sus piernas, por si acaso. Con mis
manos aun sujetando las suyas, lo único que podía hacer era retorcerse.
—Quítate de encima o gritaré—me espetó.
Si no me estuviese hirviendo la sangre, me hubiese reído a carcajadas.
—Ya estás gritando. Y no vas a causar ninguna conmoción en este lugar. Es más un
prostíbulo que un motel—le mostré una de mis sonrisas letales, una de esas que
anuncian la muerte. Hice un poco más de presión en sus muñecas y la miré fijo a
los ojos, sin parpadear—Última oportunidad Nora, ¿Qué viste?
Me di cuenta que estaba luchando con las lágrimas, y un poco del porcentaje
perdido en un principio regresó a su antiguo hogar. Aflojé un poco el agarre, y me
contuve de soltarla del todo. Necesitaba saber qué había visto.
—Me das asco—soltó— ¿Quién eres? ¿Quién eres realmente?
Otra sonrisa macabra, aunque esta era peor que la anterior. Odiaba esas preguntas.
Eran precisamente esas por las cuales me había convertido en un asesino. Ya ni
podía recordar las veces en las que había arrancado cabezas, y atravesado
corazones por el simple hecho de hacer esas jodidas preguntas.
—Nos estamos acercando—murmuré.
Si había hecho esa pregunta, eso quería decir que…
— ¿Me quieres matar? —preguntó, con la voz rota.
CAPÍTULO VEINTICUATRO
Estaba preparado para cualquier reacción que tuviera Nora al ver mis recuerdos.
Bueno, eso quería creer.
Incluso, llegué a pensar que si se diera el caso de que ella quisiera que la dejara en
paz, lo haría. Pero claro, de esa decisión no estaba muy seguro. Me había tomado
demasiado tiempo aceptar que sentía algo por ella como para dejarla escapar de
buenas a primeras. Eso nunca.
Nora se alejó de mis cicatrices, ligeramente desorientada. Pasó un par de segundos
con la mirada perdida, hasta que regresó a la realidad y me miró.
—Entonces, definitivamente no eres humano—murmuró—De verdad eres un ángel
caído. Un chico malo.
No pude evitar darle una sonrisa contenida.
— ¿Piensas que soy un chico malo?
—Posees los cuerpos de otras personas.
Correcto. Asentí.
— ¿Quieres poseer mi cuerpo? —preguntó.
Sentí curiosidad por saber que visión había observado, pero decidí quedarme en
silencio. Sin embargo, esa pregunta me hizo aclarar muchas cosas en mi interior.
—Quiero hacerle muchas cosas a tu cuerpo, pero esa no es una de ellas.
— ¿Qué tiene de malo el cuerpo que tienes?
Casi suspiré. Debí suponer que vendría un interrogatorio.
—Mi cuerpo es muy parecido al vidrio. Real, pero externamente, reflejando el
mundo alrededor de mí. Me ves y escuchas, y yo te veo y escucho. Cuando me
tocas lo sientes. Yo no te experimento de la misma manera. Yo no te puedo sentir.
Experimento todo a través de una hoja de vidrio, y la única forma en la que puedo
atravesar ese escudo es poseyendo un cuerpo humano.
Creo que nunca antes había sido tan preciso o sincero.
—O mitad humano—soltó.
Mi boca se endureció si poder evitarlo. Si ella hablaba de eso, quería decir que me
había visto hacer jurar a un Nephilim.
—Cuando tocaste mis cicatrices, ¿Viste a Chauncey? —pregunté.
Ella lo negó.
—Te escuche hablando con Rixon. Dijo que posees el cuerpo de Chauncey por dos
semanas cada año durante Jeshvan. Dijo que Chauncey tampoco era humano. Es un
Nephilim—Su última palabra salió de su boca en un susurro.
—Chauncey es un cruce entre un ángel caído y un humano Es inmortal como un
ángel, pero tiene todos los sentidos mortales. Un ángel caído que quiere sentir las
sensaciones humanas puede hacerlo en el cuerpo de un Nephilim.
CAPÍTULO VEINTICINCO
El pasillo seguía a oscuras cuando salí a buscar el Jeep. Hubiese salido por la
puerta principal, pero me quedaba un poco más cerca la puerta trasera, así que fue
esa la que tomé. Mientras caminaba pensaba en el beso que le había dado a Nora, y
el intenso deseo que todavía me embargaba de pies a cabeza. No lo entendía, pero
me dije a mí mismo que no era necesario entenderlo. Me agradaba sentirlo.
Tomé el Jeep justo dónde lo había dejado y conduje de nuevo al motel. Encontré a
Nora justo cuando salía de allí. Incluso en la oscuridad se veía hermosa. Se subió al
Jeep en silencio y no abrió la boca hasta que me detuve frente a su casa. La lluvia
había muerto, y la niebla apretaba contra el revestimiento y colgaba de los
arbustos como guirnaldas de Navidad. Los árboles que salpicaban el camino de la
entrada estaban permanentemente retorcidos y deformes por los constantes
vientos del norte. En estos momentos, su casa bien podría confundirse con la casa
de Drácula. Era un escondite perfecto, también.
—Voy a caminar alrededor. —Le dije, bajándome del coche.
— ¿Crees que Dabria puede estar dentro?
Sacudí la cabeza.
—Pero no me duele comprobarlo.
Me adentré en la oscuridad del lugar, recorriendo cada habitación vacía de la casa;
incluso aquellos lugares en los que ella podría esconderse. No encontré nada, ni
siquiera pude sentirla. Al cabo de unos minutos, salí por la puerta principal.
—Todo despejado. —Le dije —Yo voy a la escuela secundaria y volveré aquí tan
pronto como registre su oficina. Tal vez haya dejado atrás algo útil.
Aunque no contaba con eso, claro. Dabria sabía cómo moverse sin dejar rastro
alguno.
Nora se bajó del Jeep con una expresión en su rostro que decía que le estaba
gritando desesperadamente a sus piernas que se movieran con normalidad. Quise
llevarla en mis brazos hasta su habitación, pero no había tiempo para cumplir con
mis caprichos. En cuanto ella hubo entrado en su casa, aceleré en dirección al
instituto.
Se encontraba vacío, tétrico y oscuro. No había ni una sola gota de luz que
iluminara las ventanas o las puertas, ni siquiera había cámaras de seguridad que
estuviesen encendidas. Entrar sería pan comido.
Tuve que forzar un par de cerraduras, hasta que finalmente me detuve en la oficina
de la “Srta. Green” Patético. Tenía la intención de revisar todas las carpetas que
encontrara en la archivadora, pero encontré sólo una: La de Nora Grey.
“NORA GREY
COLUMNISTA DE LA REVISTA DIGITAL
“Querido Patch, para el momento que leas esta nota será demasiado tarde. Sabía que
no ibas a matar la niña humana, ¿sabes por qué? Porque el día que te hablé de mi
visión, no te vi a ti como el asesino, sino a mí; y supe lo que iba a pasar. Ahora
mismo, quizá esté arrancándole esos bonitos ojos con mis manos. Parece una buena
chica, bastante guapa, por cierto. Quizá tenga una plática con ella y le pida consejos
de belleza, ya sabes, una plática a nivel espiritual, si sabes a lo que me refiero. Nos
vemos en el infierno, algún día querido”
CAPÍTULO VEINTISÉIS
Capítulo Veintisiete
Bien, en realidad no sabía dónde estaba, pero Nora sí, y era casi lo mismo.
— ¿Quién era? —Le pregunté.
Se suponía que yo no los conocía, así que tenía que actuar acorde.
—Vee se metió en la escuela con Elliot y Jules. Querían que yo fuera con ellos.
Creo que Elliot va a hacerle daño a Vee si no voy. —Pareció pensarlo mejor—Creo
que va a hacerle daño aún si voy.
Bien, ahora sabía dónde estaban. Crucé mis brazos sobre mi pecho. Necesitaba
saber qué tanto sabía Nora.
— ¿Elliot?
—La semana pasada, en la biblioteca, encontré un artículo que decía que él había
sido interrogado durante la investigación de un homicidio en su vieja escuela, la
preparatoria Kinghorn. Él entró a la sala de ordenadores y me vio leyéndolo. Desde
esa noche he percibido una mala vibración de él. Una vibración realmente mala.
Creo que él incluso se metió a mi habitación para llevarse el artículo de nuevo.
Bien, eso no lo sabía.
— ¿Algo más que yo deba saber? —pregunté.
—La chica que fue asesinada era la novia de Elliot. Ella fue colgada de un árbol.
Justo ahora, en el teléfono, él dijo “Si no vienes aquí, hay un árbol en el área común
con el nombre de Vee en él”
—Yo he visto a Elliot. Él parece presumido y un poco agresivo, pero no lo veo
como un asesino. —Y era cierto. Aquí había algo mucho más grande, e iba a
descubrirlo. Metí la mano en su bolsillo delantero y saqué las llaves del Jeep. —
Voy a conducir hasta allí a comprobarlo. No me tardaré mucho.
—Creo que deberíamos llamar a la policía.
Sacudí mi cabeza.
—Vas a entregar a Vee por destrucción e invasión de propiedad privada. Otra cosa.
Jules. ¿Quién es ese chico?
—El amigo de Elliot. Él estaba en el Arcade la noche que nos encontramos contigo.
Mi ceño se profundizó. Joder, esa noche lo había sentido. Era él, joder. Lo tuve
cerca.
—Si había otro chico yo lo hubiera recordado.
Y lo hacía, pero no lo había reconocido. Abrí la puerta y ella me siguió fuera. Un
encargado usando pantalones negros y una camisa de trabajo marrón estaba
barriendo trozos de palomitas en el vestíbulo. Él nos dio una segunda mirada
cuando me vio saliendo del baño de mujeres.
—Elliot está esperándome a mí, no a ti. —Dijo —Si no voy, ¿quién sabe qué puede
pasarle a Vee? Ese es un riesgo que no estoy dispuesta a correr.
*****
Conduje a través del pueblo por las oscuras y silenciosas calles. Detuve el coche
del chico que se salvó de quedarse sin ojos en el ala este del edificio y apagué el
motor.
Capítulo veintiocho
El edificio estaba a oscuras, pero no tenía mucho problema para ver. Crucé las
puertas del instituto sin ningún problema, como cuando vine a buscar alguna
información de Dabria.
Me adentré en los pasillos mientras susurraba el nombre de Vee; la sentía cerca.
Intenté encender las luces, pero no pude. Debían haber roto los cables, los muy
malditos.
Subí al segundo piso, y comencé a escuchar la voz de alguien.
—Mirándote desde el segundo piso, estamos jugando adentro—decía.
Luego colgó.
Supuse que le hablaba a Nora, ya que miraba el coche dónde se encontraba a
través de la ventana del segundo piso. Joder, seguramente había dicho algo para
que Nora entrara.
— ¿Qué le has dicho? —exigí saber.
Él se giró un poco sobresaltado, clavando sus ojos en mí un poco nervioso.
— ¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó, mirando a su alrededor.
Sonreí maliciosamente.
— ¿Qué, estás esperando que aparezca Chauncey? —Él entrecerró los ojos—No
vendrá. Ya lo he matado.
Sus ojos se abrieron de par en par.
—Imposible, él no puede morir.
—Yo hago posible lo imposible. —Le espeté— ¿Dónde está Vee?
—Muerta.
Me acerqué a él lentamente, fulminándolo con la mirada, mis ojos apenas visibles
por debajo de la gorra.
—Repítelo. —le ordené.
—E-está muerta.
Rápidamente y con toda la fuerza de la que fui capaz, le di un puñetazo en el
estómago. Él si lo sintió. Se dobló tanto que su cabeza casi tocaba el piso.
—No me mientas, jamás—gruñí—Lo preguntaré una vez más. ¿Dónde. Está. Vee?
—No lo sé—dijo, entrecortadamente.
Agradecí llevar puestas mis botas, porque en el momento en que le di una patada,
el duro material con que estaban hechas casi rompe sus costillas. Él gritó, maldijo
y escupió sangre.
—Te lo juro, arcángel—susurró—No sé dónde está. Jules estaba con ella. Yo sólo
esperaba a Nora.
Lo agarré por el cuello y lo arrastré por los pasillos, hasta detenernos en la
biblioteca, dónde lo tiré al suelo.
Capítulo veintinueve
***
Había estado frente a ella, parado en la puerta sin moverme, alrededor de veinte
minutos. Nathanael había dicho que en unos minutos despertaría, pero no imaginé
que serían tantos. Finalmente, sus ojos parpadearon hasta abrirse, y una sensación
de tranquilidad me inundó.
—Patch—Dijo con voz ronca por el desuso. No sabría decir si estaba más alegre
porque había despertado, o porque era mi nombre lo primero que había salido de
sus labios. Intentó sentarse y luego lanzó un amortiguado grito.
Me contuve de correr a su lado, para no asustarla, así que me recosté contra el
marco de la puerta. Mis labios se tensaron con sólo imaginar la cantidad de dolor
que sentía ella ahora mismo. No era divertido. Desde ahora me aseguraría que
jamás volviera a pasar por algo así.
—Esa fue una buena lucha, allá en el gimnasio—le dije, para romper el hielo—Pero
creo que no te vendría mal algunas lecciones de boxeo.
— ¿Qué pasó? ¿Dónde está Jules? ¿Cómo llegué aquí? —Su voz estaba llena de
pánico —Yo me lancé de la viga.
***
La tarde transcurría lenta. Llevaba media hora pensando en alguna excusa para
visitar a Nora, pero no se me ocurría nada verdaderamente bueno. Me limitaba a
rondar su casa y mirarla a través de las ventanas pero sin que me notara. Al
menos, hasta que mi teléfono sonó.
—Patch—contesté.
—Cariño—saludó Rixon—Acaba de llamar una tal… Blythe Grey, dice que necesita
instalar un nuevo sistema de alarma para su casa. Me figuro que la ciudad es
demasiado pequeña para que existan demasiados Grey, así que me supuse que se
trataba de tu chica.
— ¿En dónde demonios estás trabajando, chico? —le pregunté, en medio de una
risa.
—Calla, que es mejor que el restaurante ese dónde trabajas tú. —me espetó— ¿Vas
a instalar el servicio de alarma tú, o mando a uno de mis chicos?
Y justo cuando esperaba la escusa perfecta…
—Necesito que me envíes la caja de herramientas, ahora—le dije, y colgué.
Diez minutos después estaba parado frente a la puerta de Nora, con unos jeans
desgastados y una playera blanca, sosteniendo la caja de herramientas. Toqué al
timbre, y no fue Nora quién salió.
—Buenas tardes, Sra. Grey—la saludé.
—Patch—Respondió ella, más incómoda que sorprendida— ¿Estás aquí para ver a
Nora?
Sonreí.
—Estoy aquí para instalar un sistema nuevo de alarma.
—Pensé que tenías otro trabajo—dijo ella—Pensé que limpiabas mesas en el
Borderline.
—Tengo un trabajo nuevo—Le dije, fijando la mirada en Nora. Había venido aquí
con un único objetivo— ¿Puedes venir fuera?
Fin.