El puente es un espacio geográfico complejo que representa uno de los arquetipos
más reconocidos de Ciudad Juárez. No puede haber uno sin el otro. Ha sido parte del paisaje que caracteriza los lugares fronterizos del norte de México y temática central en gran parte de la literatura juarense. Puede representarse como un símbolo de unión y poder, como una extensión de las puertas de una ciudad o como la forma en que el hombre desafía los obstáculos de la naturaleza para unir un camino que de otra forma sería imposible. Puede ser también un espacio desafortunado, donde se truncan las esperanzas para aquellos que tienen el sueño americano, o desagradable, en donde se deshumaniza al transeúnte y se le somete a todo tipo de prácticas humillantes. Basta recordar cómo en un pasado no tan lejano miles de trabajadores tenían que desnudarse por completo y ser fumigados con gasolina diariamente antes de pasar a territorios americanos. El puente es, para algunos, una falsa unión, y representa más un pretexto para ejercer las fuerzas coercitivas. No hay manera, tal como cita Vigueras desde Padilla, no ser tratado como criminal o sospechoso hasta que se demuestre lo contrario. En las obras de Arminé Arjona, “El acecho” y “American, Sir”, nos relata las historias de personajes que intentan pasar droga a través de los puentes internacionales, con una escritura burlona y coloquial, pero una redacción que entretiene y que a la vez es fiel a la realidad de la ciudad. Podría ser entendible para cualquier persona que no necesariamente viva en la frontera, pero es evidente (inclusive en las dedicatorias) que la intención de los cuentos es hablar desde y para Juárez. En los cuentos de Arminé, el puente es un no-lugar, un tránsito, un juego entre la vida y la muerte. En Sanmiguel conocemos la historia de Mónica y Martín, personajes de la periferia que tienen el sueño americano de irse a vivir una mejor vida a Chicago juntos. Martín, el novio de Mónica, se dedica a pasar a los mojados del otro lado y un día le propone a Mónica que se crucen juntos a hacer su sueño realidad. Sin seguir sus presentimientos ni frenarse demasiado, aunque sí con mucho miedo, Mónica le sigue los pasos, para terminar asesinada en el río por los de la migra, que ya los esperaban del otro lado. Es el no-lugar, o el tercer espacio, el paso de la vida a la muerte, el fin último de muchos cuyos cuerpos perecieron tratando de perseguir una mejor vida. En palabras de Vigueras, en el puente se viene uno a morir, ya sea metafórica o literalmente, y renacer es una cuestión de privilegio, e incluso de suerte.