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TEMA 2: EL DESARROLLO PSICOMOTOR EN LOS NIÑOS Y NIÑAS HASTA LOS 6 AÑOS.

LA PSICOMOTRICIDAD EN EL
CURRÍCULO DE LA EDUCACIÓN INFANTIL. LA SENSACIÓN Y PERCEPCIÓN COMO FUENTE DE CONOCIMIENTO. LA
ORGANIZACIÓN SENSORIAL Y PERCEPTIVA. LA INTERVENCIÓN EDUCATIVA.

La psicomotricidad no siempre ha sido considerada de la misma manera, hasta que tras la aparición de la Escuela
Nueva en el siglo XX, la educación empieza a convertirse en un campo de experiencias reales vinculadas al ambiente. Hoy
en día la educación psicomotriz integra la educación corporal en la educación global; y dado que es de igual importancia
que las demás competencias para el pleno desarrollo de los niños y niñas, tal y como recoge el artículo 3 del decreto
237/2015, de 22 de diciembre, por el que se establece el currículo de Educación Infantil y se implanta en la Comunidad
Autónoma del País Vasco, la finalidad de la Educación Infantil es contribuir al desarrollo integral y equilibrado de niños y
niñas en todas sus dimensiones en estrecha cooperación con las familias, mediante el desarrollo de todas las
competencias básicas, veremos cómo esto se da desde los 0 a 6 años.

Para empezar, se definirá el concepto de psicomotricidad y veremos los factores influyen en su desarrollo. A
continuación, veremos cómo se desarrollan las dimensiones en las que se manifiesta el desarrollo psicomotriz como el
esquema corporal y sus elementos. Después veremos la sensación y percepción como fuente de información y del
desarrollo psicomotor. Tras ello, trataremos el desarrollo las distintas modalidades sensoriales. Después, veremos cómo
la educación psicomotriz se refleja en el currículo de Educación infantil, y nombraremos algunas propuestas de
intervención y actividades. Para finalizar, se dará una breve conclusión y se referenciarán las fuentes bibliográficas
utilizadas para el desarrollo del tema.

Siguiendo a Palacios, Marchesi y Coll (2014) podemos decir que la psicomotricidad es el mundo de las relaciones
psiquismo movimiento y movimiento psiquismo, cuyo objetivo es el control del propio cuerpo. Dicho desarrollo, según
Sugrañes et al. (2007) pasa por tres fases: una primera, de 0 a 3 años, en la que el comportamiento es global y predomina
la acción; la segunda, de 3 a 7 años, de discriminación perceptiva; y la tercera, de 3 a 7 años, en la que el niño o la niña ya
elabora una imagen más ajustada del esquema corporal. En este proceso, el desarrollo sigue, según Gallego Ortega (1998),
las leyes de maduración céfalo-caudal, por lo que procede desde la parte superior del cuerpo a la inferior; próximo-distal,
yendo desde la parte corporal central a las partes más lejanas; de actividades en masa a las específicas, utilizando primero
los músculos grandes y después los más pequeños; y, por último, utilizando primero los movimientos flexores y, tras ello,
los extensores.

Dicho desarrollo se da gracias a la progresiva y evolutiva adquisición y estructuración del esquema corporal, que
según Valles (1993), citado por Gallego (1998) es el autoconociemiento corporal como una unidad en la que confluyen
multitud de situaciones; por la estructuración de la cual los actos motores voluntarios son posibles.

En esta estructuración hay varios elementos a tratar, como la lateralidad, el predominio motor de un lado del
cuerpo sobre el otro; la coordinación de los movimientos, para posibilitar el control del dominio corporal; el equilibro, el
control sobre la postura y propios movimientos; el control tónico, aprender a ajustar los músculos que deben relajarse y
contraerse al realizar los movimientos; los desplazamientos, debido a la autonomía que este le da para alcanzar los objetos
que le rodean y servirse de ellos; la respiración, ya que es la función vital del organismo y de ella depende el
funcionamiento de las demás partes del cuerpo; y, por último, la estructuración de las nociones espacio-temporales, que
puesto que requieren de la abstracción y de dominar aquello que se encuentra fuera de lo que el propio cuerpo delimita,
son bastante complejos de conseguir en la edad infantil.

La estructuración de los elementos recién mencionados y el desarrollo psicomotor van estrechamente unidos;
puesto que tal y como señala Gallego Ortega (1998), se consideran claves porque señalan logros determinantes que
posibilitan que el desarrollo continúe. Esta evolución se da en dos etapas importantes: las adquisiciones de los 0 a 3 años
y de los 3 a los 6 años.

Por un lado, desde los 0 a los 3 años, destacaríamos, el control muscular de la cabeza y del cuello; puesto que ya
desde el momento del nacimiento puede girar la cabeza, y para los 5 meses es capaz de levantarla y mantenerla alzada;

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teniendo también, en este tiempo, la capacidad de girar el cuerpo sobre sí mismo. Ya hacia los 7 meses, un buen tono
muscular le permite sentarse sin apoyo y mantenerse, por lo que poco a poco también va ganando equilibro siendo capaz
de mantener el cuerpo sin apoyos. Después, comienza la evolución del desplazamiento, empezando por el gateo
apoyándose en las manos y en los pies. Hacia los 9-10 meses ya consigue ponerse de pie, primero con ayuda adulta, y,
después, buscando apoyos en muebles y objetos. Al mes de ponerse de pie sin apoyos, y con la ayuda de las dos manos
del adulto consigue dar sus primeros pasos; para ya caminar solo entre los 12 y 15 meses. Poco a poco y cogiendo
seguridad, hacia los 18 meses consigue corretear y subir escaleras, aunque todavía no será capaz de bajar de las alturas
sin ayuda. Así, a los 24 meses, será capaz de saltar.

Otra de las adquisiciones a destacar hasta los 3 años sería la coordinación ojo-mano, para lo que según Corbin
(1973), citado por Gallego Ortega (1998), señala 3 etapas. La primera de exploración visual activa y repetida, se refiere a
que desde el momento del nacimiento, el bebé pasa bastante tiempo mirándose las manos; y después, entre las 17 y 24
semanas, comienza a explorar los objetos con más atención, preparando la prensión con las manos. La segunda de
iniciación a la prensión o manipulación se da entre las 28 y 40 semanas, en la que el niño o la niña intenta relacionar lo
que ve con lo que toca y a la inversa; aprendiendo a usar los ojos para guiar sus acciones. Así, a partir de la semana 40, el
niño o niña explora y manipula los objetos con mayor precisión.

Por otro lado, ya entre los 3 y 6 años, comenzaríamos por el establecimiento de la preferencia lateral. Esta
dominancia existe, aunque el cuerpo biológicamente es bilateral y simétrico, por el control cruzado de la corteza sobre
cada hemicuerpo, lo que hace que funcionalmente sea unilateral y asimétrico. Así, los zurdos tienen dominancia
hemisférica derecha y los diestros, de la izquierda. Lo que determina dicha dominancia es la herencia, que a su vez, como
señalan Palacios, Marchesi y Coll (2014), está ligada a la maduración del sistema nervioso; ya que hasta los dos años, el
niño o niña efectúa movimientos bilateralmente simétricos, reaccionando el organismo así como un todo. Después,
empieza a desarrollarse la lateralidad y empieza a experimentar las acciones cotidianas alternativamente con ambas
manos. Así, hacia los 6-7 años culmina la distinción lateral; cuando el niño o niña adquiere las nociones de “su” derecha e
izquierda comprendidos con relación a su propio cuerpo.

Es hacia los 5 años también según Gallego Ortega (1998) cuando se consigue la imagen real del esquema corporal;
ya que mediante la experiencia del propio movimiento los niño/as van constituyendo su imagen. Este es un proceso lento
en el que intervienen e interactúan varios factores como la maduración neurológica, la maduración sensorial, la práctica
cotidiana continuada y la experiencia social.

Se incrementa también a esta edad la capacidad para controlar por separado cada segmento motor, y la
coordinación dinámica general; ya que tal y como señalan Palacios, Marchesi y Coll (2014) nacemos con 6000 músculos
que tenemos que aprender a controlar tanto independiente como en coordinación. Además, el niño/a ajusta
progresivamente su tono muscular a la tarea que está realizando.

En cuanto al dominio del espacio, según Palacios, Marchesi y Coll (2014) comienza con la construcción de una
multicidad de espacios relacionados con las actividades y movimientos propios; delimitando el espacio así, a su campo
visual. Ya en el segundo año, puede representar ciertas relaciones espaciales o causalidad física; y a partir del tercer año
se construyen las nociones espaciales como dentro-fuera, aunque en este periodo el concepto de espacio todavía es
únicamente práctico. La construcción del tiempo, evolutivamente, sigue el mismo desarrollo; comprendiendo primero,
así, las nociones espaciales ligadas a su propia satisfacción. Después será capaz de relacionar cosas y acontecimientos en
el momento presente. Según los estadios de Piaget, en el estadio sensoriomotor (0-2 años), el tiempo sería un ritmo de
acontecimientos; en el preconceptual (2-4), la noción se relacionaría con la duración de la actividad; y en el último, el
intuitivo (4-7), cada hecho tendría su propio tiempo.

Como último elemento del desarrollo psicomotor, hablamos de la respiración, de la cual el docente ha de conocer
una serie de contenidos: las fases, que son la espiración e inspiración; las vías, tanto externas (nariz y boca) como internas
(tráquea, bronquios y laringe); y, por último, los tipos de respiración abdominal y torácica. Junto con ello, sería

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conveniente trabajar la relajación con el fin de conseguir el control del tono muscular y proporcionar la sensación de
descanso; mejorando, así, la capacidad de atención y de percepción.

La adquisición del esquema corporal se lleva a cabo, según Sugrañes et al. (2007), tanto por las impresiones que
recibimos mediante la estimulación de los sentidos, la sensibilidad exteroceptiva, por las que recibimos mediante la
superficie interna, la sensibilidad interoceptiva, y por la superficie externa de nuestro cuerpo, la sensibilidad
propioceptiva. Es por ello, que tal y como opina Gallego (1998) que la sensación es la forma primera y más sencilla de la
vida mental; siendo esta la respuesta consciente a la estimulación de un órgano sensible. Todas estas sensaciones
contienen un componente físico que actúa sobre el órgano sensible, un componente fisiológico que recibe el estímulo, y
un componente psicológico que toma conciencia del hecho que da origen a la sensación.

La percepción, por su parte, es el punto de partida del conocimiento, puesto que es la puerta de entrada de toda
la información que recibimos y nos pone en contacto con el medio a través de los sentidos. Se produce así, la percepción
como proceso mental que, asociando y comparando la nueva sensación con las experiencias pasadas, interpreta y da
significado a la nueva sensación.

Ahora bien, desde la psicología hay distintas concepciones sobre cómo se obtiene dicha información. El enfoque
de la percepción directa, por parte de los psicólogos de la Gestalt, defiende que los estímulos son percibidos sin mediación
ni construcción intelectual alguna por parte del sujeto. En cambio, los psicólogos estructuralistas defienden la percepción
indirecta; por la cual los receptores suministran al cerebro sensaciones aisladas que después reconstruye su significado
basándose en la experiencia pasada. Después, aparece el “New Look”, considerando la percepción una actividad
adaptativa en función de los motivos, necesidades y experiencias previas de los sujetos. Finalmente, la psicología cognitiva
moderna defiende que el sujeto realiza un proceso de construcción, interpretando la información que se percibe mediante
los sentidos, con la información ya almacenada en el cerebro.

Siguiendo con Palacios, Marchesi y Coll (2014) podemos decir que la percepción es uno de los aspectos más
desarrollados al nacer y que además avanza con gran rapidez; alcanzando así la agudeza del nivel de los adultos pasados
unas semanas y meses. En lo que se refiere a la percepción visual, es funcional desde el momento del nacimiento, siendo
los niños y niñas capaces de hacer pequeñas exploraciones visuales que dependiendo de la edad, el enfoque será de una
forma u otra. Además, parece ser que el sistema perceptivo-atencional viene presintonizado, puesto que se prefieren los
estímulos brillantes, de color, en movimiento y que produzcan sonido. La visión en color también es una cualidad innata,
que aunque naturalmente se carece de etiquetas para designarlos, se distinguen desde el nacimiento. No obstante,
basándonos en investigaciones realizadas como “abismo visual”, no se puede concretar si el rechazo de los niños y niñas
a la profundidad es innato o aprendido.

En cuanto a la percepción auditiva, se puede decir que los niños y niñas responden a los sonidos desde antes de
nacer, y ya al nacer, son sensibles a la intensidad de los sonidos; reaccionando de diferente manera ante ellos. Ocurre
algo parecido con el sabor, ya que tanto los bebés prematuros como los recién nacidos reaccionan de manera distinta
según a qué sabor. Otras modalidades sensoriales como el olor y el tacto también son funcionales desde el nacimiento, y
durante las primeras semanas y meses de vida se van afinando.

Aun tratando cada modalidad perceptiva por separado, en cuando a su funcionamiento, se coordinan entre sí.
Por ejemplo, cuando un niño responde a un sonido girando la cabeza, la percepción visual y auditiva están funcionando a
la vez. Tal y como ocurre con los sentidos por separado, la coordinación intersensorial también mejora mucho las primeras
semanas y meses de vida.

Si bien hemos visto que el desarrollo psicomotor y la percepción siguen leyes biológicas para que su desarrollo
natural se dé, la estimulación externa que le llega al niño o a la niña es primordial. Es por ello que, tal y como señalan
Sugrañes et al. (2007), la educación psicomotriz debe suscitar y estimular a los niños y niñas para descubrir, explorar,
manipular y llevar a cabo acciones que les animen siempre a ir más lejos. Es tal la importancia en Educación Infantil, que
podemos verlo reflejado en los distintos apartados del Decreto 237/2015.

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En el primer “ámbito de la construcción de la propia identidad y del conocimiento del medio físico y social”
encontramos el segundo objetivo con el propósito de “progresar en el control del cuerpo, desarrollar la percepción
sensorial, ajustar el tono, el equilibrio y la coordinación del movimiento a las características del contexto para descubrir
sus posibilidades y limitaciones de acción”. Relacionado con este objetivo tendríamos varios contenidos en el bloque de
la construcción de la propia identidad; como son, en el primer ciclo, la construcción progresiva y aceptación de su imagen
corporal y de la propia identidad; y en el segundo ciclo, la utilización de los sentidos en la exploración del cuerpo y de la
realidad exterior e identificación de las sensaciones y percepciones que se obtienen.

En el segundo “ámbito de la construcción de la propia identidad y de la comunicación y representación”


encontramos el objetivo número dos, con el fin de “acoplarse progresivamente y disfrutar de las herramientas
comunicativas de los diferentes lenguajes, para representar y expresar necesidades, sentimientos y experiencias de la
realidad personal, física y social”. Con ello relacionaríamos el contenido del primer ciclo que se refiere a la exploración,
descubrimiento y utilización de las posibilidades comunicativas del propio cuerpo como recurso expresivo: movimiento,
llanto, sonrisa, grito, tono, expresividad, gesto; y al del segundo ciclo, que dice así: establecimiento de las nociones
básicas, rítmicas y temporales a través del movimiento.

Relacionado con la educación psicomotriz nos encontramos con distintas propuestas de intervención como son la
psicocinética de Le Boulch, la psicopedagógica de Picq y Vayer y las propuestas no directivas-vivenciadas de Lapierre y
Aucouturier. Sea cual fuere la intervención que se llevase a cabo, las actividades siempre juegan un papel muy importante
como experiencias con el mundo exterior, como fuerza educativa y por su valor de motivación. Resumiendo la clasificación
de Sugrañes et al. (2007) y sin olvidar que, dada la metodología global de la educación infantil, trabajaríamos también las
demás competencias transversales y específicas que se recogen en el Decreto 237/2015, para trabajar la psicomotricidad
podemos utilizar distintas actividades en rutinas cotidianas, actividades espontáneas o actividades sugeridas por el
educador; como por ejemplo, las siguientes.

Para la adquisición de las nociones espacio-temporales sería conveniente hacer partícipe al alumnado de la
organización, orden, planificación y mantenimiento del espacio-clase tanto en rutinas cotidianas como al comenzar,
realizar o finalizar las distintas actividades del día. Los ejercicios de orientación como búsqueda de objetos, utilización de
mapas, excursiones y rutas por el barrio o la ciudad también son útiles.

Con el objeto de que el alumnado estructure el esquema corporal podríamos realizar actividades de conocimiento
e identificación de las partes del cuerpo sugeridas por el docente como canciones, juegos, lecturas y manualidades. El
masaje como recurso didáctico también nos puede ayudar a conseguir dicho objetivo; para que así cada uno experimente,
identifique sus gustos y afiance las relaciones con sus iguales. Junto con el masaje, los ejercicios de relajación pueden
ayudar a que aprendan a tener el control del tono muscular y de la respiración.

Uno de los recursos que nos podrían servir para trabajar la lateralidad, coordinación, equilibro e incluso los
contenidos tratados anteriormente, sería la realización de circuitos sensorioales, de ejercicio, de exploración, de juegos y
demás; que bien pueden darse en la clase, en el patio o en el aula de psicomotricidad; utilizando diversos materiales,
alturas, texturas y espacios; y, estructurando la sesión tanto con actividades libres como dirigidas por el docente.
Podríamos potenciar, así, por un lado, el desarrollo de la autonomía, fomentando su papel activo, su capacidad de decisión
y de resolución de conflictos y el valor de la cooperación; por otro lado, la interiorización de las reglas, los hábitos y el
orden.

Tampoco podemos olvidarnos de la elaboración de juicios contrastados que permitan comprender y tomar
decisiones para la mejora de dichos proyectos, es decir, la evaluación, que según Gallego Ortega (1998), se puede realizar
mediante escalas de desarrollo psicomotor de la primera infancia, escalas McCarthy de Aptitudes y Psicomotricidad para
niños y la escala de Evaluación de la Psicomotricidad en Preescolar.

Como conclusión final, podríamos decir que para conseguir tanto el progreso psicomotor como la discriminación
perceptiva, la práctica psicomotriz y el campo de experiencias del día a día del niño y de la niña deben ir dirigidas a crear

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las condiciones que les potencien a desarrollar una autonomía progresiva, adquirir los conocimientos de su ser, tanto
física como emocionalmente, y de sus capacidades comunicativas y de expresión en cuanto al cuerpo se refiere; para ello,
tal y como señala Aucouturier (2004), citado por Sugrañes et al. (2007), poniendo a disposición del alumnado situaciones
de vivir emocionalmente el espacio, los objetos, la relación con el otro, de descubrir y de descubrirse.

Palacios, J., Marchesi, A., y Coll, C. (2014). Desarrollo psicológico y educación I. Madrid: Alianza Editorial.

Gallego Ortega, J.M (1998). Educación Infantil. Málaga: Ediciones Aljibe.

Sugrañes, E., Ángel, M. A., Andrés, M.N., Colomé, J., Martí Pons, M.T., Martín Vitales, R.M., et al. (2007). La educación
psicomotriz (3-8 años). Cuerpo, movimiento, percepción, afectividad: una propuesta teórico-práctica.

Decreto 237/2015, de 22 de diciembre, por el que se establece el currículo de Educación Infantil y se implanta en la
Comunidad Autónoma del País Vasco.

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